conflicto y democracia

11
Iconos. Revista de Ciencias Sociales Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede Académica de Ecuador [email protected] ISSN (Versión impresa): 1390-1249 ECUADOR 2002 Franklin Ramírez Gallegos CONFLICTO, DEMOCRACIA Y CULTURAS POLÍTICAS Iconos. Revista de Ciencias Sociales, diciembre, número 015 Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede Académica de Ecuador Quito, Ecuador pp. 75-84 Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal Universidad Autónoma del Estado de México

Upload: gabi-bard-wigdor

Post on 21-Nov-2015

11 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

conflicto y democracia

TRANSCRIPT

  • Iconos. Revista de Ciencias SocialesFacultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede Acadmica de [email protected] ISSN (Versin impresa): 1390-1249ECUADOR

    2002 Franklin Ramrez Gallegos

    CONFLICTO, DEMOCRACIA Y CULTURAS POLTICAS Iconos. Revista de Ciencias Sociales, diciembre, nmero 015

    Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede Acadmica de Ecuador Quito, Ecuador

    pp. 75-84

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina y el Caribe, Espaa y Portugal

    Universidad Autnoma del Estado de Mxico

  • ICONOS 75

    Franklin Ramrez Gallegos*

    Este texto explora las relaciones entre conflic-to poltico y democracia desde la perspectivade las culturas polticas. Se trata de la cons-truccin de un campo terico-analtico quebusca dar cuenta del conjunto de prcticas designificacin y tramas de representacin cons-truido por la ciudadana al rededor de even-tos conflictivos en el ordenamiento democr-tico. Las pginas que siguen, que tienen comoteln de fondo el estudio del conflicto desata-do desde el 16 de enero de 1987 a raz de ladetencin del entonces Presidente de la Re-pblica en la base area de Taura, buscan co-locar ciertas consideraciones sobre los estu-dios de la cultura poltica en el Ecuador y ar-gumentar acerca del potencial analtico de losacontecimientos conflictivos para los estudiosculturales de la democracia.

    Trazos conceptuales

    La opcin por estudiar las culturas polticas apartir de su activacin en/desde determina-dos conflictos polticos responde no slo a la

    sospecha de que es durante tales momentoscuando se intensifica la capacidad interpreta-tiva de los ciudadanos y se desatan de modopblico, sus prcticas, experiencias y reperto-rios de relacionamiento con la vida poltica -es decir, una eleccin que respondera a unaparticular estrategia investigativa- sino a laimportancia que, desde un punto de vistaterico, tiene la relacin entre conflicto y de-mocracia.

    En efecto, desde diversas perspectivas seha planteado que la relacin entre conflicto ydemocracia es tan estrecha que incluso es po-sible definir a esta ltima a partir de aquel.Una vertiente ms institucional seala, porejemplo, que la democracia es un rgimenpoltico que permitira procesar el conflictosin negarlo. Mientras que una perspectivadesde la filosofa de la democracia radical1

    plantea que el campo democrtico se consti-tuye como forma de articulacin incesanteentre momentos/espacios de conflictividadpoltica y puntos de ordenamiento/cristaliza-cin institucional; en otros trminos, se tratade la conjuncin de una multiplicidad de an-tagonismos y disputas con las instancias y las

    Conflicto,democraciay culturas polticas

    * Socilogo. Centro de Investigaciones CIUDAD. Estetrabajo est basado en mi tesis (2002) de Maestra enCiencia Poltica, Representaciones, prcticas y dis-cursos del conflicto en el Ecuador democrtico: el tau-razo (1987), de la Universidad Internacional de An-daluca Espaa.

    1 Tal filosofa de la democracia presupone la imposibili-dad de constituir la sociedad como un conjunto cerra-do, totalizado y autosuficiente en la medida en que ladiferencia y el conflicto jams desaparecen de su seno:la remanencia del antagonismo, al imponer desdesiempre ya la estructura de la falta en el seno mismo dela sociedad es lo que vuelve a la democracia al mismotiempo posible e imposible (Bostells Ibid.: 99). (Lacursiva es del autor).

  • formas de regulacin institucional a las queaquellos cuestionan de modo permanente. Lademocracia ha de definirse, entonces, por elreconocimiento colectivo de la irreductibili-dad del conflicto social y la correlativa necesi-dad de institucionalizarlo (Merquior 1982).

    Se ha reconocido que la conflictividadocasiona, en todo ordenamiento democrti-co, un efecto de desbordamiento de la polti-ca -que la conduce ms all de los lmites delEstado o del sistema poltico (Ver: Arditi1995; Castoriadis 1997; Lefort 1986). Esteexceso de poltica -en la medida en que elantagonismo se muestra como ineludible ycomo un diferendo para el que no hay litigioposible (Bostells 2001)- sera seal particulary expresa del campo de la poltica democrti-ca, a saber, constituye a la democracia comouna forma cualitativamente superior, como laradicalizacin de la poltica (R. Maz 2001:93. Cursiva en el original).

    El conflicto es, por tanto, el afuera cons-tructivo de todo ordenamiento poltico y noel lugar patolgico en que se cancela la pro-duccin de una institucionalidad. Es en suexistencia reconocida que la democracia abreel juego para su propio cuestionamiento -espor ello que lo instituido nunca llega a serlo establecido-, deja instalada la posibilidadde su perfectibilidad y se coloca como partede los procesos de autoconstitucin de lo so-cial. De ah que la democracia pueda ser en-tendida como un sistema de incertidumbrerelativa (como efecto de los incontrolables re-sultados y efectos de la conflictividad) nor-mativamente regulada (ah el lugar de lo ins-titucional) (ver Maz Ibid.).

    Desde esta perspectiva cabe sealar que lademocracia no est amenazada nicamentecuando existe un dficit de consensos y de ad-hesin sobre las instituciones y valores que laorganizan, sino cuando su dinmica agonsti-ca es obstaculizada por frreos consensos(Mouffe, 1999) o por una sobre-regulacininstitucional2 .

    La centralidad sociopoltica del conflictolo convierte en un objeto de estudio de parti-culares condiciones como para proyectar las

    estructuras y los procesos que sostienen a lasdemocracias realmente existentes (ver Sn-chez-Parga 1998), tanto en sus caractersticasinstitucionales, en las relaciones de poder queentretejen los diferentes actores y en sus mo-dos de significacin de la vida democrtica.

    De ah que, por medio de la compren-sin de las formas y caractersticas que adop-tan la produccin, procesamiento y resolu-cin (o no) de la conflictividad poltica seafactible poner en evidencia, no solo los inte-reses, recursos, objetos y actores en disputa,sino adems, las diferentes culturas polticasque moldean su morfologa e intervienen ensu gestin. Cabe situar la orientacin anal-tica del problema, entonces, dentro de lasrelaciones especficas entre los marcos insti-tucionales y las culturas polticas (en su fun-cin de modulacin, canalizacin y regula-cin del conflicto).

    No se trata sin embargo -tal y como lo hansugerido otros trabajos sobre la democraciaecuatoriana (Snchez-Parga Ibid.; Snchez

    ICONOS 76

    dossier

    2 Para una interpretacin de los excesos institucionalesen la gestin de la conflictividad del movimiento ind-gena ecuatoriano ver, por ejemplo, Franklin RamrezGallegos (2001).

    Gon

    zalo

    Var

    gas

  • Lpez 2001)-, de dirigir el anlisis hacia ladeterminacin de las tendencias contractua-les-dialgicas o confrontacionales-combati-vas que predominaran y definiran a la cul-tura poltica ecuatoriana, lejos de ello, se pro-cura ms bien entender los modos en que lasculturas polticas existentes, a modo de gra-mticas particulares(ver Morn 1996/1997),inciden e intervienen en el desenvolvimientomismo de la conflictividad poltica. Cmo seponen en juego tales modos culturales parasignificar y representar la turbulencia polti-ca? Qu discursos, prcticas e imgenes sederivan de tales gramticas y en qu modoson activadas y utilizadas a medida que elconflicto se despliega?

    Por conflicto poltico entiendo, siguiendoa Ch. Tilly (1998), todas las ocasiones en que:1) algn grupo de personas realiza reivindica-ciones colectivas pblicas visibles sobre otrosactores (si estas reivindicaciones se cumplie-sen afectaran los intereses de estos ltimos);y 2) al menos una de las partes afectadas portales reivindicaciones, incluidas terceras par-tes, es un gobierno (Ibid.: 39). As, la conflic-tividad poltica revela la existencia de reivin-dicaciones en disputa, que consisten en decla-rar determinadas preferencias con respecto aotros actores (demandas, ataques, peticiones,splicas, seales de apoyo o resistencia y de-claraciones de compromiso) 3.

    Es preciso sealar adems, y con ello pre-tendo tomar distancia de los anlisis instru-mentales de la poltica que sitan a la conflic-tividad de los modernos sistemas polticos co-mo asociada fundamentalmente a la disputapor la escasez de recursos, que los conflictosdeben ser vistos como confrontaciones acercade los sentidos y orientaciones de la vida p-blica. Existen pues, en los carriles paralelos alos de las confrontaciones por intereses, unaserie de batallas de significacin -en las que se

    expresan las identidades, comunidades, expe-riencias, memorias, tradiciones de los diver-sos grupos sociales- por medio de las cualeslos procesos polticos son cargados de senti-dos especficos.

    En una lnea similar se pronuncia Eyer-man cuando seala que los cambios de sig-nificado, esa lucha por definir la situacin,pueden constituir en s mismos un aspectofundamental del poder y del cambio social(1998: 140). La vida poltica no consiste sloen elecciones e intereses sino en representa-ciones: la necesidad o el inters no devie-ne necesidad o inters social sino en funcinde una elaboracin cultural, de un sistema designificaciones imaginarias que valorizan ydesvalorizan, estructuran y jerarquizan prefe-rencias y bienes articulndolos como intere-ses (Maz, Ibid.: 81).

    Es desde esta perspectiva, que se puede se-alar que el conflicto poltico est atravesadopor, y es producto de, una serie de culturaspolticas dismiles en sus modos de expresin,que se hallan confrontadas con respecto a lossignificados y representaciones de los aconte-cimientos especficos, de las relaciones de po-der y de la vida poltica / el campo democr-tico en general.

    En este sentido, cabe situar al menos cua-tro orientaciones conceptuales y metodolgi-cas, respecto de las formas en que se ha des-plegado la categora de cultura poltica en elanlisis del conflicto poltico:

    - Las culturas polticas son produccionescolectivas, asentadas en determinadoscontextos de interaccin social, generadasen el marco de las articulaciones entre ins-tituciones-organizaciones y redes, y com-puestas de repertorios de identificacin,de narracin y de representacin, de reser-va de saberes y de un cmulo de experien-cias (Cefa 2001: 98). Los actores socialesson modelados por ellas, en determinadoscontextos de experiencia y actividad, peroa su vez las renuevan por medio de deter-minadas competencias, compromisos, cr-ticas que giran en torno de las estructuras

    ICONOS 77

    3 Por lo tanto el conflicto poltico abarca revoluciones,rebeliones, guerras, disputas tnicas, movimientos so-ciales, campaas electorales, huelgas, cierres patrona-les, incautaciones, marchas, tomas, y otras formas deinteraccin (Tilly Ibid.: 39).

  • de pertinencia4 de sus marcos de significa-cin y de la pragmtica especfica con quecualifican a objetos, personas, situacionesy procesos polticos.

    - En una perspectiva ms sociolgica, lasculturas polticas deben ser estudiadas apartir de sus especificidades en cuanto aterritorios, anclajes sociales, tradiciones,instituciones y organizaciones en un mo-do tal, que sea posible trazar sus movi-mientos temporales y sus variaciones con-textuales. Se trata de colocar el anlisis delas relaciones entre cultura y poltica a par-tir de su inscripcin en espacios y tiempos,de sus mecanismos de concrecin y difu-sin entre grupos y generaciones, y de susmodos de funcionamiento por medio dedeterminados dispositivos de actividadprctica e interpretativa.

    - Las culturas polticas aparecen indisolu-bles de sus usos pragmticos y estratgicos.En contra de una visin que alude a la cul-tura poltica como una instancia que noabarca la accin propiamente tal, sino so-lamente las orientaciones para la accin(Ver Lechner 1987), se plantea un enfo-que que pone el acento en la dimensinprctica-material de la cultura poltica, entanto conjunto de programas operaciona-les o algoritmos que permiten a los actoressociales inventar, crear y desarrollar res-puestas adecuadas a circunstancias nuevas.Se pone de manifiesto que gran parte delbagaje intelectual y afectivo de las perso-nas est constituido por pragmticas msque por normas y valores que proporcio-naran respuestas fijadas de antemano a losproblemas de la existencia cotidiana (Bus-tamante 1996). La idea bourdieusana delhabitus remite, precisamente, a aquel con-

    junto de disposiciones adquiridas y dura-deras que guan la accin social mientrasla ajustan / adecuan de modo espontneoa las condiciones objetivas de su realiza-cin. Se trata de un continuo proceso deinvencin sociocultural limitado por con-diciones objetivas aprehendidas a travs deesquemas socialmente constituidos queorganizan las percepciones. El habitus apa-rece as como producto de la historia amodo de hiptesis prcticas fundadas so-bre la experiencia social de los individuosy los colectivos (Bourdieu 1991: 91-111).

    - Las diversas capacidades prcticas e inter-pretativas que desarrollan los actores en surelacin con el campo de lo poltico pue-den comprenderse como modalidades es-pecficas y racionalidades de participacinpoltica, de disputa de determinadas posi-ciones en una comunidad poltica y, portanto, como formas sustantivas de impli-cacin ciudadana en la vida pblica de sussociedades.

    Estas advertencias abren la posibilidad de di-sear mapas o cartografas de la cultura pol-tica (Sousa Santos 1991; Lechner Ibid.) enlos que se precisen, adems de los contextosespacio temporales de experiencia y actividadde los actores, las conexiones o sntesis que seoperan entre instituciones-organizaciones-redes y prcticas-experiencias-discursos-re-presentaciones en un modo tal que se puedanevidenciar sus morfologas cambiantes, sus l-neas de transformacin y fuga, sus modos je-rrquicos de agrupacin y sus herramientas ymecanismos de constitucin, propagacin ycontestacin. Todo ello permitira matizar si-multneamente las metforas organicistas yholistas del funcionamiento de los esquemasculturales y las visiones excesivamente instru-mentalistas de la cultura como una caja deherramientas siempre manipulable5.

    ICONOS 78

    dossier

    4 La estructura de pertinencia alude a los cuadros inter-pretativos y pragmticos con que los actores definenuna situacin y se posicionan ante ella (en trminos deelecciones y preferencias); no se trata de cdigos prees-tablecidos que se imponen a los actores bajo la formade consensos sobre formas de objetividad y moralidad,sino de esquemas de pertinencia que se ajustan a lascoordenadas del contexto (Cefa Ibid.).

    5 Ver A. Swidler, 1996/1997, para un tratamiento ins-trumental de la cultura poltica.

  • Las culturas polticas como polifonas discordantes

    An a pesar de que el estudio tuvo un carc-ter experimental y exploratorio -sobre todoen trminos de la estrategia de investigacinutilizada- y de que an no se ha trazado unanlisis histrico-comparativo con relacin aotros conflictos en el perodo democrtico,quisiera plantear algunas ideas generales acer-ca de las culturas polticas en Ecuador. Talesreflexiones deben ser tomadas como un pun-to de partida para profundizar, en el futuro,estudios que tomen distancia de los argumen-tos normativos y teleolgicos producidos des-de las perspectivas convencionales y domi-nantes en los estudios polticos locales6.

    As, cabe sostener en primer lugar, que enel pas las culturas polticas se expresan comouna diversidad de estrategias, representacio-nes y racionalidades -una polifona discor-dante- con la que los actores sociales y polti-cos se vinculan con el mundo de la poltica.Los lamentos sobre la fallida construccin deuna cultura poltica democrtica solo ocultantal pluralidad de modos y estilos de involu-cramiento en los asuntos pblicos nacionales.

    Ello tiene implicaciones, que tal vez pue-dan no gustar a los adeptos al discurso de lagobernabilidad, con relacin a admitir que elespacio de la confrontacin y la disputa res-pecto de las significaciones de la democraciaest abierto y que ello forma parte de su mis-mo proceso de construccin, consolidacin ynegacin. Tal margen de disputa / disenso,entonces, debe ser explorado desde la pticade los estudios culturales de la democracia,no como una anomala o disfuncin entre elsistema poltico y los discursos y representa-ciones de sus actores, sino ms bien comouno de los rasgos constitutivos de tal relacin.

    De este modo, debe quedar claro que laimagen del desfase entre una cultura polticatradicional, arcaica y antiinstitucional y unmarco normativo tendencialmente democr-

    tico -imagen ya instalada en los diagnsticosconvencionales de la democracia ecuatoriana-no slo oculta los puntos especficos de inter-seccin entre ambos espacios sino que deshis-toriza sus desenvolvimientos concretos.

    Quiero decir con esto que an cuando lasculturas polticas absorban y desplieguen re-pertorios madurados en el largo plazo, muchasde sus caractersticas son remodeladas, tal vezde modos imperceptibles, segn la trama derelaciones entre la institucionalidad poltica,las lneas de poder social y los usos especficosque los actores las destinan segn las situacio-nes que enfrentan. En el caso analizado resul-ta obvio que el rgimen poltico (el gobiernode Febres Cordero, 1984-1988) experimentuna contraccin en sus tendencias de aperturademocrtica y que, en el terreno de los proce-sos culturales, se generaron una pluralidad deconstelaciones que sostenan tal dinmica yotras que la socavaron, la contestaron; y circu-laron, incluso, relatos democratizantes.

    Tal idea permite postular la existencia deuna fuerte incidencia de los marcos normati-vos y dispositivos institucionales en la cons-truccin de una parte de las culturas polticasy, a su vez, la relativa autonoma de algunosde sus segmentos que, ms bien, estaran sien-do producidos/moldeados desde otros textosy procesos culturales presentes en las esferaspblicas (memorias colectivas, culturas insti-tucionales, ideologas, experiencias polticas,etc.). Otro modo de enunciar tal idea serasostener que el ordenamiento poltico afectade formas y niveles diversos a las gramticasculturales existentes y en formacin. Elloapunta a negar la idea de la cultura polticacomo un puro terreno de obstculos al proce-so de democratizacin -imagen homogenei-zante, si las hay- y a plantearla como encubri-dora de la historia del desenvolvimiento ins-titucional de la democracia ecuatoriana (re-pleta de candados autoritarios) y como un in-tento de estandarizacin de las dismiles es-trategias y representaciones culturales de lademocracia.

    Por otro lado, partir, de modo deliberado,desde una mirada de lo poltico no centrada

    ICONOS 79

    6 Para una crtica de las visiones dominantes sobre lacultura poltica ver Andrade (2001); Ramrez (1999).

  • en la esfera pblica oficial y plantear, msbien, su interaccin con una multiplicidad deesferas pblicas semioficiales, autnomas,contrahegemnicas o dbiles7 facilita la com-prensin y ubicacin de una serie de espacios,lugares, y modos de participacin ciudadana-no dependientes de los canales instituciona-les fijados para el efecto- que obligaran a ma-tizar, por lo menos, la recurrente aseveracinde la nula / escasa participacin de los actoressociales en las cuestiones democrticas enEcuador.

    No cabe afirmar que nicamente las mo-dalidades de participacin que atraviesan einciden en la toma de decisiones pblicas y ensu gestin y evaluacin posteriores deben serconsideradas como prcticas ciudadanas o departicipacin efectiva. El dilogo democrti-co requiere, imposible negarlo, de esferas p-blicas fuertes (aquellas en las que se tomandecisiones) y fortalecidas por la presencia ciu-dadana; sin embargo, las interacciones discur-sivas operan adems -y es deseable que assea-, alrededor de espacios autnomos, consus propias frmulas comunicativas, sus de-bates polticos especficos y usos diferencia-dos de la informacin y el conocimiento allconstruidos. Tales esferas pblicas dbiles(construyen opinin pblica sin incidir en latoma de decisiones) asedian y regulan, desdelos mrgenes del sistema poltico, el desplie-gue y desenvolvimiento del poder y, sobre to-do, no son funcionalizadas por sus necesida-des estratgicas.

    El rumor, el chisme, el humor y las redescomunicativas asociados a ellos, entre muchasotras prcticas polticas presentes en el pas,deben ser colocados como repertorios de mo-vilizacin y participacin poltica que sostie-nen y fortalecen la autonoma de ciertos esce-narios pblicos, informan a los ciudadanossobre las cuestiones de inters colectivo y per-miten as su posicionamiento reflexivo en laopinin pblica. Se trata de modos no oficia-

    les de inclusin de los ciudadanos en el juegopoltico; su importancia es mayor en contex-tos de violencia y autoritarismo poltico (talcomo en el caso analizado).

    La ampliacin de la ubicacin espacial delo poltico, por la va de Habermas pero en sucontra, ha permitido adems visibilizar unaserie de discursos que, al bordear los lmitesdel sistema poltico, hacen una referencia di-versa de l: eufemizacin y goce, caricatura yvulgaridad, chisme y pornografa, se paseanpblicamente como narrativas de emergenciay contestacin del poder desde estrategias es-pecficas, vocabularios locales/populares y ca-tegoras idiosincrticas. La distancia de loscuerpos estatales es recortada desde el juego yel secreto, fantasa mediante, de las intimida-des del poder. Banalizacin de lo poltico?Irreverencia ante la solemnidad del poder?Las expresiones culturales de lo poltico, encualquier caso, se diseminan, bifurcan y loca-lizan en una multiplicidad de lugares no pre-vistos, que re-significan sus contenidos en di-versos grados.

    Tal comprensin discursiva de la culturapoltica no debe ser vista como una apuestapor una comprensin ideacional de aquella.Se busca ms bien intercalar el lugar de lo pu-ramente narrativo con el despliegue de prc-ticas y repertorios especficos con los que sematerializan las culturas polticas. La coinci-dencia o disyuncin entre discursos y prcti-cas polticas puede ser un terreno frtil, y anpoco explorado en el medio, para el anlisisde las pragmticas democrticas contempor-neas asentadas en los juegos y performancesmeditico-televisivos de sus lderes8.

    La convivencia de culturas polticas, repre-sentada como una polifona discordante, de-be ser pensada como una pluralidad de senti-dos/argumentos/contenidos y significacionesque politizan, de modos confrontados, los

    ICONOS 80

    dossier

    7 Respecto de la relacin entre esferas pblicas y demo-cracia, ver: Costa (1995); Calhoun (1992); Habermas(1992, 1996); Fraser (1997); Somers (1993).

    8 Tal como sostiene A. Giddens: las elaboraciones msimportantes por lo que toca a la teora social no de-mandan tanto un giro hacia el lenguaje cuanto una vi-sin distinta de la interseccin entre decir (o signifi-car) y hacer, a fin de ofrecer una concepcin novedo-sa de la praxis (1995: 23).

  • mbitos de lo social y, a la vez, como la irre-ductible presencia, en su interior, de estilos,modos, herramientas, lenguajes, vocabula-rios, dispositivos, repertorios, experiencias,memorias, identidades, imaginarios que lostensan, los fracturan e impiden una configu-racin ntida y homognea de slidos bloquesculturales.

    En el conflicto analizado, cabe sealar quela articulacin de contenidos y prcticas al in-terior de las expresiones culturales del conflic-to poltico se sita y puede ser observada des-de sus anclajes especficos en redes institucio-nales (partidos, movimientos, organizaciones)y funciones estatales (Poderes Ejecutivo y Le-gislativo, organismos de control, etc.), as co-mo segn las necesidades y usos para eviden-ciar y activar posiciones de poder y contesta-cin en el transcurso de la conflictividad. Talconstatacin, sin embargo, deber ser matiza-da y observada, a futuro, desde las continuida-des y rupturas en el tiempo de tales dinmicasorganizativas y de los trastornos o persisten-cias de las lneas de poder en la sociedad.

    Redes institucionales y necesidades estra-tgicas, no obstante, estn atravesadas y co-nectadas por filamentos culturales, ms o me-nos subterrneos y, seguramente, ms slidos

    y sostenidos en el tiempo. Se trata de algo ascomo sustratos representativos, con orgenesms profundos y desplazamientos graduales,que los diversos actores sociales y polticoscomparten de un modo muchas veces incons-ciente -lo que, por tanto, debilita una posibleexplicacin estratgica de su persistencia- yque, ms an, podran ser enunciados comocomponentes estructurales de las culturaspolticas de la sociedad9.

    As, an cuando una serie de nexos y pasa-dizos conectan las representaciones polticas,la idea de una cultura poltica nacional quedacolocada ms como una configuracin nor-mativa -un dispositivo de normalizacin pol-tica desplegado desde ciertas elites intelectua-les y polticas- que como un supuesto analti-co: la diversidad, la diferencia y el antagonis-mo entre diversos conjuntos representaciona-les y regmenes significativos parece ser lamarca por excelencia del mundo de las cultu-ras polticas.

    El potencial heurstico del conflicto

    El ruido caracterstico de las sociedades de-mocrticas -en especial si se lo compara conlos susurros y voces cautos de los regmenescerrados- deviene de inevitables confronta-ciones y conflictos polticos en los que actoressociales, partidos, movimientos muestran surivalidad y diferencias, a la vez que las proce-san, en torno a situaciones de poder. La riva-lidad, el disenso y la disputa poltica no con-frontan nicamente intereses contrapuestos opugnas por la escasez de recursos sino ade-ms, proyectos de sociedad, orientaciones desentido, definiciones de las situaciones belige-rantes y/o sistemas de representacin y signi-ficacin.

    ICONOS 81

    9 Lealtades patrias y mitologas de unidad nacional,adems del recurso a lo militar como sostn / garantedel poder instituido, y la sobre masculinizacin delconflicto poltico constituiran pasadizos vinculantesentre las culturas polticas especficas identificadas enel proceso estudiado.

    Gon

    zalo

    Var

    gas

  • De ah que la opcin por estudiar el con-flicto poltico como va para desarrollar unaptica desde la cultura poltica en el anlisisde la democracia ecuatoriana apunta a captar,observar y comprender la conjuncin y des-pliegue pblico de voces dismiles -muchoruido- que componen el espacio poltico.

    El conflicto deconstruye el espacio y losflujos de comunicacin poltica; a su alrede-dor, mltiples actores son interpelados -ataca-dos, contestados, defendidos, elogiados, etc.- ymarcados, de modo pblico, en funcin de susidentidades y roles polticos: autoridades desa-fiadas, opositores situados, lderes ridiculiza-dos, alianzas invocadas. En este proceso, losenmarcados culturales y los modos de repre-sentacin juegan un rol de capital importan-cia: actores polticos se definen con relacin amitos y smbolos ampliamente compartidos y,simultneamente, su conducta simblicaconstituye un elemento estratgico imprescin-dible en la propia competencia poltica.

    De ah que indagar este nivel cultural-simblico de la vida democrtica a travs deconflictos polticos especficos, permite cap-tar la versatilidad y diversidad de tales modosde representacin y significacin de la vidapoltica, a la vez que, observar el lugar queocupan en cuanto pragmticas especficas ehiptesis prcticas a disposicin de los acto-res sociales en funcin de las situaciones queatraviesan. De este modo, el conflicto permi-te observar la dimensin instrumental y es-tratgica de las culturas polticas en cuantoasociadas a lecturas e intervenciones especfi-cas a las que obligan las dramticas coyuntu-ras polticas.

    En efecto, acudir a los conflictos polticospara mirar las gramticas culturales especfi-cas con las que los actores se vinculan con elmundo de la poltica supone colocarlas en re-lacin con prcticas y usos especficos, y nonicamente como orientaciones normativasdespegadas de la accin social. Las constela-ciones de cultura poltica movilizadas alrede-dor del conflicto poltico, por tanto, pueden(y deben) ser definidas por sus contenidos dis-cursivos / representacionales, por su inciden-

    cia y funcionalidad en el desenvolvimiento ygestin del conflicto y por las prcticas y re-pertorios -los dispositivos interpretativos- conlos cuales se hacen efectivas de modo pblico.

    As, la estructura de temporalidad10 delconflicto se desplaza y se moviliza, no slo enrelacin a los objetos especficos en disputa, si-no de las estructuras de significacin emergi-das y provocadas a su alrededor. La instanciadel conflicto suscita, resucita y descubre la ca-pacidad y los potenciales interpretativos de losciudadanos: la poltica se come y se bebe enhoras distintas a las de los noticiarios y en lu-gares y formas diferentes de los que habitual-mente se conocen. El ruido poltico se exacer-ba, se intensifica y se hace pblico. El espaciodel conflicto marca, as, ese exceso de polticapropio de las sociedades democrticas. Ladensidad interpretativa de determinado con-flicto puede ser seal, incluso, de su relevanciay de su impacto polticos en la legitimidad delas bases institucionales de la democracia y enlos imaginarios, memorias y representacionescolectivos sobre la vida pblica.

    Una lectura cultural del conflicto en el es-pacio democrtico abre, adicionalmente, lamirada hacia dos cuestiones de fundamentalimportancia en las relaciones entre los proce-sos culturales y la vida poltica: el problemade la legitimidad del orden y aquel de la he-gemona y la resistencia.

    As, al hurgar en las representaciones cons-truidas alrededor del conflicto es posible, ade-ms de evidenciar las fisuras y fugas en elreconocimiento / aceptacin ciudadano de lasinstituciones, comprender los modos en quelas sociedades estructuran la comprensin dellugar, de la funcin, del sentido del conflictoen el rgimen democrtico. Existen culturas

    ICONOS 82

    dossier10 Tal nocin alude a los usos de las memorias subjetivas

    y colectivas, y a los modos de actualizacin, innova-cin y reactivacin de historias especficas de grupos,colectividades y objetos; hace alusin, adems, a la es-tructuracin de esquemas de conocimiento, puntos deubicacin, y referentes de accin que permiten a losactores sociales orientarse e intervenir de manera ade-cuada en las coyunturas que enfrentan: las culturaspolticas emergen y se transforman en tales contextostemporales (Cefa. Ibid.: 95).

  • de legitimacin del conflicto o resistenciasculturales a su legitimacin? La visibilidadaceptada (o no) de las turbulencias y las con-troversias que recorren el escenario polticopuede, de este modo, ser situada y compren-dida en y desde el mismo decurso de los suce-sos que las explican y caracterizan.

    Evidentemente, lo anterior se liga con laforma en que los sujetos polticos articulan l-neas de poder y contestacin en la perspecti-va de configurar campos hegemnicos. Elmomento del conflicto poltico deja traslucirlos modos en que los sectores hegemnicos seesfuerzan por asegurar su dominacin y vigi-lar los mecanismos de legitimacin de losaparatos polticos que controlan. Conflictode por medio, algo se subvierte y se perturbaen el estado vigente de las relaciones de po-der: el consentimiento y la aceptacin de lostrminos del juego poltico decrecen a la vezque puntos de fractura y resistencia, no-ofi-ciales / contrahegemnicos, intensifican y pu-blicitan su movilizacin opositora. El estudiode las representaciones culturales del conflic-to permite, entonces, documentar los modosde defensa y contestacin de las lneas de po-der social.

    Es por todo ello que el conflicto polticoaparece como un prisma que refracta y proyec-ta: a) las condiciones estructurales de suemergencia, radican all el lugar y la impor-tancia de observar las instituciones, normas yreglas del juego poltico; b) las lneas de frac-tura y articulacin poltica entre los principa-les actores del sistema, ah el problema delpoder, la hegemona y la resistencia, de la le-gitimidad y la contestacin, de las mltiplesposiciones de sujeto (identidades polticas enmovimiento y movilizadas); y c) las cargas re-presentativas y simblicas que los actores des-pliegan como marcos comprensivos y estrat-gicos con los que pueden situarse en el cursode la conflictividad.

    Quisiera plantear, entonces, al espacio-/momento del conflicto poltico como recur-so fundamental para captar -y fundir- la di-mensin disociadora y agonstica de las esfe-ras de la cultura y de la poltica, de un modo

    tal que -para su comprensin- sea preciso de-sagregar y reconocer tanto la pluralidad de su-jetos y voces, de prcticas y discursos (el lugarde la cultura) que tematizan, en inagotabletensin, la conflictividad en curso, como losefectos que ellos van produciendo en el de-senvolvimiento y gestin (el lugar de la pol-tica) de los mismos conflictos.

    Estudiar la dinmica de la cultura polticacon relacin a conflictos polticos concretosapunta, as, a dar cuenta de los mltiples y di-smiles modos con que los actores sociales ypolticos leen, se vinculan, participan y jue-gan con la vida poltica de la nacin: cmoresponden a los imperativos de la poltica ins-titucional, y cmo se sitan dentro de las re-laciones de dominacin, poder y control queemanan de los cuerpos gubernamentales.

    Bibliografa

    Andrade Xavier, 2001, Adis cultura y hastala vista cultura poltica. Sobre el trata-miento sociolgico del regionalismo y po-pulismo en Ecuador, Revista Nueva So-ciedad 175, Caracas.

    Arditi, Benjamn, 1995, Rastreando lo po-ltico, en Revista Sociedad y Poltica.Mxico D.F.: Universidad Iberoamerica-na.

    Bostells, Bruno, 2001, Democracia radical.Tesis sobre la filosofa del radicalismo de-mocrtico, Revista Metapoltica 18. Mxi-co: CEPCOM.

    Bourdieu Pierre, 1991, El Sentido Prctico,Espaa: Taurus.

    Bustamante, Fernando, 1996, La culturapoltica y ciudadana en el Ecuador, enEcuador: un problema de gobernabilidad,Quito: CORDES-PNUD.

    Calhoun, Craig (ed.), 1992, Habermas andthe public sphere, Cambridge, MA: MITPress.

    Castoriadis, Cornelius, 1997, La democraciacomo procedimiento y como rgimen, enEl avance de la insignificancia. Buenos Ai-res: Eudeba.

    ICONOS 83

  • Cefa, Daniel (ed.), 2001, Cultures politiques.Paris: PUF.

    Costa Srgio, 1995, A democracia e a din-mica da esfera pblica en Lua Nova revis-ta de cultura e poltica 36. Sao Paulo.

    Eyerman, Ron, 1998, La praxis cultural delos movimientos sociales, en P. Ibarra y B.Tejerina (eds.), Los movimientos sociales.Transformaciones polticas y cambio cultu-ral. Madrid: Editorial Trotta.

    Fraser Nancy, 1997, Justice interruptus: criti-cal reflections on the postsocialist condition.London: Routledge.

    Giddens, Anthony, 1995, La constitucin dela sociedad. Bases para la teora de la estruc-turacin. Buenos Aires: Amorrortu Edito-res.

    Habermas, Jrgen, 1992, Further reflectionson the public sphere, en Habermas andthe Public Sphere, Craig Calhoun (editor),Cambridge.

    _________1996, Civil society and the Pu-blic Sphere, Between facts and norms,MIT.

    Lechner, Norbert (compilador), 1987, Pre-sentacin, en Cultura Poltica y democra-tizacin. Santiago-Chile: FLACSO-CLACSO-ICI.

    ________ 1997, El malestar con la polticay la reconstruccin de los mapas polti-cos, Culturaspolticas a fin de siglo, Rosa-la Winocur (coordinadora). Mxico D.F.:FLACSO.

    Lefort, Claude, 1986, Essais sur le PolitiqueXIX XX siecles. France: Editions du Seuil.

    Maz, Ramn, 2001, Democracia participa-tiva. Repensar la democracia como radica-lizacin de la poltica, Revista Metapolti-ca 18. Mxico: CEPCOM.

    Merquior, J. G., 1982, A Natureza do Proces-

    so. Ro de Janeiro.Morn, Mara Luz, 1996/97, Sociedad, cul-

    tura y poltica: continuidad y novedad enel anlisis cultural, en ZONA Abierta 77-78. Espaa: ARCE.

    Mouffe Chantal, 1999, El Retorno de lo Pol-tico. Madrid: Paids.

    Ramrez Gallegos, Franklin, 1999, Explo-rando en un agujero negro: hacia una cr-tica de las visiones dominantes sobre cul-tura poltica en el Ecuador, en RevistaIconos 7. Quito: FLACSO Ecuador.

    _______ 2001, Las paradojas de la cuestinindgena, Revista Nueva Sociedad 176,Caracas-Venezuela.

    Snchez Lpez, Francisco, 2001, Una demo-cracia en busca de actores: reflexiones so-bre el proceso poltico ecuatoriano a partirde la transicin, Revista Iconos 12. Quito:FLACSO.

    Snchez-Parga, Jos, 1998, La Pugna de Pode-res, Quito: Ediciones Abya-Yala.

    Somers, Margaret R., 1993, Citizenship andthe place of the public sphere: Law. Com-munity and Political Culture in the transi-tion to democracy, American SociologicalReview # 58.

    Sousa Santos, Boaventura de, 1991, Unacartografa simblica de las representacio-nes sociales. Prolegmenos de una con-cepcin posmoderna del derecho, en Re-vista Nueva Sociedad 116. Caracas.

    Swidler, Ann, 1996/1997, La cultura en ac-cin: smbolos y estrategias, en ZONAAbierta 77/78. Madrid: ARCE.

    Tilly, Charles, 1998, Conflicto poltico ycambio social, en Los movimientos socia-les. Transformaciones polticas y cambio cul-tural, en P. Ibarra y B. Tejerina (eds.). Ma-drid: Editorial Trotta.

    ICONOS 84

    dossier