confesiones de una alga marina

Download Confesiones de una alga marina

If you can't read please download the document

Upload: sharon

Post on 08-Sep-2015

217 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Bla bla

TRANSCRIPT

PrlogoCuando cog una hoja de papel por primera vez, poco poda imaginarme que llegara un da en el que querra que una hermana suya contubiera la carga que es la vida en s misma. Pero si vuelvo la vista atrs e imagino a una nia pequea, en clase o en casa, con una hoja de papel enfrente y un arsenal de lpices de colores al lado de su mano, preguntndose qu hacer con ella, la respuesta que aparece creo es la misma que la que tengo yo ahora en la punta de mis dedos, al escribir estas palabras. Si t no la descubres al situarte en la misma situacin, entonces hzlo. Coge un trozo de papel e intenta escribir algo o dibujar algo. Si, por motivos de tiempo, o por otros que mi mente ahora no puede formular, te ves impedido o impedida en el momento de hacerlo, sigue leyendo. Tal vez al girar la ltima hoja recuerdes algo que se te haba olvidado. Ahora, cumplir el prposito que me he propuesto para este prlogo, que no es otro que ofrecer al lector o lectora un poco de comfort antes de inciar el viaje (placentero, duro, aburrido, emocionante, sorprendente, fatigoso, ...) que representa dejarse envolver por unas pocas hojas de papel que otra persona escribi. Cmo puedo lograr tal cosa? Satisfactoriamente: probablemente de ninguna forma. Insatisfactoriamente: de muchas. Por eso, lo que voy a ofrecerte ahora ser una breve historia. La pequea historia por la cul decid escribir este libro. Me muero. Me muero. Me muero. Las olas del mar no cesaban en sus intentos de alcanzar la costa. Me muero. Me muero. Me muero. Gritaban sin parar, en su ltimo sprint. Y entonces una llegaba, con su cola blanca espumosa, los ribetes entretejindose sin parar y con algn pasajero en el fondo. En su ltimo suspiro yo escuchaba algo que no se oa en ningn otro lugar del ocano, pero era incapaz de distinguir su significado. Pas muchos aos escuchando los gritos agonizantes de las misteriosas olas, que golpeaban con sus crines el cielo y moran en la tierra. Aparecan en cualquier lugar, de la nada, y crecan y se movan, hasta convertirse en esas chillonas damas del mar, pero nunca compartan sus experiencias con los habitantes de su interior. Yo era uno de ellos. Muda en las silenciosas aguas profundas, ciega en la oscuridad que solo algn rayo de sol revelaba, las senta pasar por la superfcie, movidas a la par que mis mil brazos de clorofila. Pero la corriente que a m me meca y adormeca, a ellas las levantaba alto, ms cerca de las estrellas y la luna, ms cerca de otras formas de vida. Viv muchos aos as, sintndolas pasar, a cada segundo una nueva. Y en algn momento, sin ms, me pregunt a dnde iran a parar; qu haran todo ese tiempo ajando; qu les esperara al final. Puede ser que fuera el primer indicio de mi fin, pero muchas preguntas me asaltaron. Algunas las olvid entre sueo y sueo, pero continu preguntndome el porqu de su existencia. No era tan solo curiosidad. Lo que empec a desear con todas mis fuerzas era convertirme en una de ellas y saber qu tena el mundo que las impulsaba a llegar hasta la otra punta. Y un da algo sucedi. Tal vez la roca sobre la que haba pasado tanto tiempo sentada ya no me quera encima suyo; o tal vez porque me quera me haba dejado ir. Poda ser, tambin, que mi deseo hubiera llegado a travs de las voces en burbujitas de los peces a los odos de un misterioso dios oculto en algn lugar inaccesible. Fuera como fuse, aquella vez despert lejos de mi hogar, en los brazos de corrientes desconocidas y vi brillar el sol con su esplendor esfrica encima mo. El miedo, la rbia, la impotencia, la autocompasin... enseguida acudieron a m. La rapidez con la que me mova me desconcertaba y cada nuevo impulso lo senta como una paliza de la que nunca me recuperara. Pero tras un sinfn de vueltas sobre m misma y millones galopando olas, encontr un lugar de descanso en un pequeo peasco, cerca de la costa. Por primera vez en mi vida sala parcialmente del agua y vea con mis ojos lo que era habitual para las atrevidas y aventureras olas. Una sensacin extraa, como las carcias del agua, recorran mis extremidades expuestas al clido sol mientras me relajaba en las mltiples ondulaciones que el agua formaba alrededor de la roca. All me relaj y v las estrellas y la luna. Un sentimiento de fascinacin me embarg ese da. Pronto, pero, desapareci. Cada noche siguiente, cada nuevo da, los sentimientos de joya se desvanecan, como si el mar los reclamara para sus profundidades, dnde no deberan haber salido. Fue das despus, cuando a duras penas senta algo, que pude escuchar esos gritos. Me muero. Me muero. Me muero.Eran los gritos de las olas. Solas, pero una detrs de la otra, se lanzaban contra las rocas y contra la playa y dejaban ir su ltimo suspiro. Por un tiempo confund esos gritos con los de mi propio cuerpo, que haba empezado a oscurecer y a adormecerse. Pero el incomprensible suspiro no me dejaba dormir. As pues, hice lo que me pareci el ms grande los esfuerzos y me tir al agua. Quera cumplir mi deseo antes de que fuera tarde, y pareca que pronto lo sera. S, haba esperanza. An poda volver atr Poda encontrar otro lugar en el que sentarme. Pero no quera repetir mi vida. Quera la joya de la novedad embriagndome una vez ms, aunque fuera la ltima. Que lo fuera, al fin y al cabo, continuaba siendo incierto. El miedo, la rbia, la impotencia, la autocompasin aparecieron de nuevo, pero en el saber que era mi voluntad explorar los peligros y las maravillas del mundo de las olas encontr la fuerza para dejar de lado esos sentimientos y sentir de verdad. Lo sent todo: el olor salado del agua y de mi piel, el viento impulsando las olas, las corrientes maritimas dirigindolas a la costa, vea el sol brillando en la superfcie y una blanquecina luna a lo lejos, vea hebras de nubes tejiendo murales en el azul del cielo y los reflejos plateados de peces veloces, escuchaba los lamentos del mar al luchar amigablemente contra la tierra y las voces de los pescadores quejndose de asuntos incomprensibles... Me muero. Me muero. Me muero. escuch decir a mi ola. Haba en su voz el rastro de una paz tan profunda que me pareco que yo ya haba cruzado el umbral haca otro mundo. Sent el irrefrenable impulso de su espritu lanzarse con todo su ser en pos de ese momento final. Y en el momento en que la ola bati contra la tierra, dejndome a m suerte en la spera arena, escuch las palabras de triumfo de la ola. S, las palabras de triumfo que acuden a las mentes y a los labios de aquellos que han aprendido a morir viviendo. (aadir palabras, tambin al final del libro)ttulo provisional: PRIMERA PARTE : Poniendo la carne en el asadorCAPTULO 1 Esta clase de certeza solo se presenta una vez en la vida dice Robert Kincaid en Los puentes de Madison, refirindose a los sentimientos que hay entre l y Francesca Johnson. La fuerza de sus sentimientos alcanzan al lector y lo arrastran a compartir el dilema de Francesca. Cuando la historia termina, no puedo dejar de debatirme los sesos, y en algun momento inconcreto me planteo por primera vez si sera capaz de resistir tal Pero una vez he cerrado el libro, empiezo a debatirme los sesos...