conferencias de merchita 1º

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CONFERENCIAS 1

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PARA TODOS AQUELLOS COMPAÑEROS QUE DESEEN OBTENER CHARLAS DE LA DOCTRINA ESPIRITA "ALLAN KARDEC" Y QUE DESEEN TOMAR INFORMACIONES .

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CONFERENCIAS

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Mercedes Cruz

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ÍNDICE

1. DIOS Y EL UNIVERSO EL GRAN ENIGMA

2. LAS LEYES MORALES

3. LIBERTAD Y LIBRE ALBEDRIO

4. EL CAMINO DEL HOMBRE

5. LA REENCARNACIÓN INSTRUMENTO DE LA JUSTICIA DIVINA

6. RELACIONES DE PAREJA

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La vida no es una cosa vana, la cual puede usarse con ligereza, es una lucha para la conquista del cielo, una obra elevada y grave, de edificación, de perfeccionamiento; una obra regida por leyes augustas y equitativas, por encima de las cuales se cierne la eter-na Justicia templada por el amor.

La justicia no es una palabra vacía, en algún sitio existen compensaciones para to-dos los dolores, una sanción a todos los deberes, un consuelo para todos los males.

Esta justicia absoluta, soberana, cualesquiera sean nuestras opiniones políticas y conocimientos sociológicos, no es de nuestro mundo. Las instituciones humanas no son un instrumento de ella.

Las religiones han perdido mucho de su prestigio, y los frutos envenenados del materialismo aparecen por todas partes. Al lado del egoísmo y la sensualidad de unos, se desarrolla la brutalidad y codicia de otros. Los actos de violencia, los asesinatos y los suicidios se multiplican. Hay muchos sinsabores en el planeta Tierra. Esto es el resul-tado de una falsa educación

El hombre busca en él, el problema del mundo, el problema de la vida. Estudia el Universo, en donde se siente sumergido y ve que dos cosas aparecen a primera vista en el Universo: la materia y el movimiento; la sustancia y la fuerza. Esta materia y esta fuerza Universales también las encuentra en sí mismo y con ellas un tercer elemento, con cuya ayuda a conocido, visto y medido las otras: la inteligencia.

Si la inteligencia está en el hombre, esta también está dentro del Universo del cual él forma parte integrante. Lo que existe en una parte, de debe encontrar en un todo. La materia es solamente el vestido, la forma sensible y cambiante revestida para la vida; un cadáver no piensa ni se mueve. La fuerza es un simple agente destinado a conservar las funciones vitales. Y la inteligencia gobierna a los mundos y rige el Universo.

La inteligencia se manifiesta por medio de Leyes, leyes sabias y profundas, orde-nadoras y conservadoras del Universo.

La materia y la fuerza se funden en el éter. El éter es la materia primera, el abs-tracto definitivo de todos los movimientos, que es atravesado por innumerables movi-mientos, radiaciones luminosas y calóricos, corrientes de electricidad y magnetismo. Es preciso que estos movimientos sean regulados de alguna manera. Al final de la escala de las fuerzas, aparece la energía mental, la voluntad, la inteligencia que constituye las formas y fija las leyes.

Pitágoras, Claude Bernard, todos los pensadores han afirmado que la materia está desprovista de espontaneidad. Es necesario volver sobre la necesidad de un primer motor trascendental para explicar el sistema del mundo, al cual el hombre llama Dios. Providencia, Gran arquitecto, Ser Supremo, Padre Celestial, etc. encontrando el centro, la ley, la razón universal en la cual el mundo se reconoce, se posee, vuelve a hallar su conciencia y su yo.

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Más el leguaje humano es impotente para expresar la idea del Ser infinito. Poco a poco se levanta el velo; el hombre entrevé la grandiosa evolución de la vida en la su-perficie de los mundos, comprende que todo está regulado con tendencia a un fin, que no es otro que el perfeccionamiento continuo del Ser y el mayor aumento en él de lo bueno y de lo bello.

La eterna creación, la eterna renovación de los seres y de las cosas no es más que la proyección constante del pensamiento divino en el Universo. Todo se explica y se comprende con la existencia de un principio universal, de una energía incesante, eter-na que penetra toda la Naturaleza; el es quien regula y estimula esta evolución colosal de los seres y de los mundos hacia lo mejor, hacia el bien. Dios se revela en el Universo, que es su presentación, pero no se confunde con el.

Dios absoluto y eterno, conoce nuestras necesidades, oye nuestros llamados y nuestros pedidos y es sensible a nuestros dolores, es adonde todos los seres, por el pensamiento y el sentimiento, van a buscar las fuerzas, el socorro y la inspiración nece-saria para guiarse en las vías del destino, para sostenerse en las luchas, consolarse en sus miserias, levantarse en sus desfallecimientos y caídas.

No debemos buscar a Dios en los templos de piedra o de mármol, hemos de bus-carlo en el templo eterno de la Naturaleza, en el espectáculo de los mundos, en los es-plendores de la vida, en los horizontes, en los valles, en las llanuras, en los montes, en el mar, en la morada terrestre.

Dios rige el Universo se oculta a todos los hombres. Las cosas están dispuestas de manera que nadie está obligado a creer en ellas. La existencia del ser se desarrolla y los acontecimientos se suceden sin relación aparente; pero la inminente justicia se cierne desde lo Alto, y rige los destinos, según un principio ineludible, en donde todo se enca-dena y en una serie de causas y efectos. Su conjunto constituye una armonía que el Espíritu, exento de prejuicios e iluminado por un rayo de sabiduría, descubre y admira.

Solo conocemos lo más grosero de lo que existe a nuestro alrededor. La sabia Naturaleza ha limitado nuestras percepciones y sensaciones. El ser sube

uno a uno los peldaños de la gigantesca escalera que conduce a Dios, y cada peldaño representa para el ser una larga serie de siglos.

Si los mundos celestes se descubriesen de pronto nos deslumbrarían, quedaríamos ciegos. Pero no nuestros sentidos exteriores han sido medidos y limitados.

El universo se descubre a nuestra vista a medida que la capacidad en comprender sus leyes se desarrolla y amplifica, en nosotros. Dios es invisible en ambos lados de la vida, en la tierra y en el mundo espiritual; para aquellos que aun no han alcanzado la pureza suficiente para reflejar sus divinos rayos.

Todo manifiesta la presencia de Dios. La Naturaleza y la humanidad cantan y cele-bra el amor, la belleza y la perfección; todo lo que vibra y respira, es un mensaje de Dios, está en cada uno de nosotros en el templo vivo de la conciencia. Allí es un lugar sagrado, el santuario donde se oculta la chispa divina.

Todos debemos aprender a sondearnos a nosotros mismos, y registras los rinco-nes más íntimos de nuestro Ser, interrogarnos en el silencio y en la soledad. Así apren-deremos a conocernos, a conocer el poder que está oculto en nosotros. El es el que nos eleva y hace resplandecer en el fondo de nuestras conciencias las santas imágenes del

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bien, , de la verdad y de la justicia , honrando a estas imágenes divinas y rindiéndoles el culto todos los días, lograremos purificarnos y que la conciencia se alumbre, perdien-do las oscuridades que la mantienen cautiva.

El Universo no es como aparece a nuestros débiles sentidos; el mundo físico no constituye nada más que una ínfima parte del mismo. El dominio del mundo invisible es mucho más vasto y más rico que el del mundo visible.

El Universo lo constituye un solo elemento, aunque triple en apariencia. Espíritu, fuerza y materia. Son los tres estados de una sustancia inmutable en su principio, más variable hasta lo infinito en sus manifestaciones.

El Universo vive y respira animado por dos potentes corrientes: absorción y dis-persión. Por esta expansión, por este soplo inmenso, Dios crea. Por su amor atrae hacia El. Las vibraciones de su pensamiento y de su voluntad, fuente primera de todas las fuerzas cósmicas, mueven el Universo y engendran la vida.

La materia, no es más que un modo, una forma pasajera de la sustancia universal para disolverse en radiaciones sutiles que no tienen existencia propia. La filosofía que la toma por base descansa sobre una apariencia, sobre una especie de ilusión.

La ciencia ha estado equivocada durante varios siglos en el análisis de los elemen-tos que constituyen el Universo y ahora debe destruir lo que penosamente edifico. El dogma científico de la unidad, irreducible e indestructible del átomo, al derrumbarse, arrastra consigo a todas las teorías materialistas.

La existencia de los fluidos, afirmada por los espiritas desde hace cincuenta años, ha sido confirmada de una manera rigurosa por medio de la experimentación. Nos hallamos aun en la aurora del verdadero conocimiento. El mundo invisible se revela como base del Universo, como fuente eterna de las energías físicas y vitales que animan el Cosmos.

Los fenómenos espiritas de todos los órdenes se explican por el hecho de que puede gastarse una cantidad considerable y constante de energía sin pérdida aparente de materia.

Los aportes, la desagregación y la reconstitución, el paso de los espíritus a través de los cuerpos sólidos, sus apariciones y materializaciones, todo es fácil de comprender cuando se conoce el juego de las fuerzas y de los elementos que entran en acción en es-tos fenómenos. Toda una revolución se realiza en los dominios de la física y de la quí-mica. En todas partes a nuestro alrededor vemos abrirse fuentes de energía, inmensos depósitos de fuerzas muy superiores en poder a todo lo que se conocía hasta hoy. La ciencia se encamina hacia la síntesis unitaria, que es la ley fundamental de la Naturale-za.

El encadenamiento prodigioso de las fuerzas y de los seres se precisa y se comple-ta. Se constata que existe una continuidad absoluta, no solamente entre los dos estados de la materia, sino aun entre estos y los diferentes estados de la fuerza.

La energía parece ser la sustancia única universal. En el estado compacto, reviste las apariencias que llamamos, solidó, liquido y gaseoso; bajo un modo más sutil, la energía es agente de los fenómenos de Luz, calor, electricidad, magnetismo, afinidad química.

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Todo se relaciona y encadena en el Universo. Todo está regido por las leyes del número, de la medida, de la armonía. Las manifestaciones más elevadas de la energía confinan con las de la inteligencia. La fuerza se vuelve atracción; la atracción se vuelve amor.

Cada ser posee los rudimentos de una inteligencia que llegará a genio, y tiene la inmensidad del tiempo para realizarla. Cada vida terrena es una escuela: la escuela primaria de la eternidad.

Todos los seres están unidos unos a los otros e influyen recíprocamente. El Univer-so está sometido a la ley de solidaridad.

Los mundos perdidos en las profundidades del éter, los millares de astros que se entrecruzan a millares de leguas, se llaman y se responden. Una fuerza que nosotros llamamos atracción los une a través de los abismos del espacio.

Igualmente en la escala de la vida, todas las almas están unidas por múltiples rela-ciones. La solidaridad que las liga está fundada en la identidad de su naturaleza, en la igualdad de sus sufrimientos a través del tiempo, en la semejanza de sus destinos y de sus fines.

El alma solo puede progresar realmente en la vida colectiva: trabajando para el provecho de todos. Una de las consecuencias de esta solidaridad que nos une, es que la vista de los sufrimientos de unos altera y perturba la serenidad de los otros.

En las almas evolucionadas el sentimiento de la solidaridad llega a ser tan intenso, que se intercambian en una comunión perpetua con todos los seres y con Dios. Los espíritus elevados no olvidan a aquellos que han amado, a los que compartieron con ellos sus alegrías y sus tristezas, la queja de los que sufren, que están aun en los mun-dos infelices, llegan hasta ellos y suscita su compasión generosa. Ellos abandonan las moradas celestes para auxiliar al mundo material.

A veces al contrario, durante el sueño las almas encarnadas atraídas por sus her-manos mayores, se lanzan con fuerza hacia las alturas del espacio para impregnarse de los fluidos vivificantes de la patria eterna. Allí, los espíritus amigos los rodean, los ex-hortan, los animan y calman sus angustias. Después extinguiéndose poco a poco la luz que los rodea, a fin de que no les deprima la separación, los acompañan hasta las fron-teras de los mundos inferiores.

Su despertar es entonces melancólico, pero dulce, y aunque no se acuerdan de su estancia en las regiones elevadas, se encuentran reconfortados y reemprenden más alegremente la carga de su existencia terrestre.

En todas las cosas visibles el alma atenta descubre una manifestación del pensa-miento invisible que anima el Cosmos. Este reviste para ella un aspecto seductor; es el teatro de la vida y de la comunión universal, comunión de los seres entre sí y de estos con Dios, su Padre.

La distancia no existe para las almas que simpatizan. El Universo está animado por una vida poderosa; vibra como un arpa bajo la acción divina. Las radiaciones del pensamiento lo cruzan en todas las direcciones, transmitiendo los mensajes de Espíri-tus a Espíritu a través de la vasta extensión. Dios llena el Universo con su presencia, lo alumbra con Su luz y reanima con Su amor.

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La oración es la expresión más alta de esta comunión de las almas. Considerada ba-jo este aspecto, pierde toda analogía con las formas vulgares, con los recitados monóto-nos en uso, para ser un anhelo en el corazón, que penetra las leyes, los misterios del poder infinito y someterse a el en todas las cosas. ¡Pedid y se os dará! Tomada en este sentido, la oración es el acto más importante de la vida; es la aspiración ardiente del ser humano que siente su pequeñez y su miseria y busca poner, aunque sea por un ins-tante, su pensamiento en armonía con la sinfonía eterna.

La meditación en el silencio y el recogimiento eleva el alma hasta las alturas celes-tes, donde aumenta sus fuerzas y se impregna de radiaciones de la luz y del amor divi-no. ¡Mas cuan pocos saben orar! Las religiones han hecho olvidar la oración, convir-tiéndola en un ejercicio ocioso, ridículo, a veces.

Bajo la influencia del Nuevo Espiritualismo, la oración volverá a ser más noble y digna, será cultivada con más respeto hacia el poder supremo, con más fe, con más confianza y sinceridad; en un completo desprendimiento de las cosas materiales. Todas las ansiedades del ser desaparecerán cuando comprenda que la vida es una comunión universal y que Dios y todos sus hijos vivimos solidariamente en la vida. Entonces la oración será el lenguaje de todos, la irradiación del alma que con sus anhelos hace os-cilar el dinamismo espiritual y divino.

La oración no puede cambiar nada de las leyes inmutables, ni modificar nuestros destinos. Su misión es procurarnos consuelos, y luz que nos hagan más fácil el cumpli-miento de nuestra tarea en la tierra. La oración fervorosa abre de par en par, las puer-tas del alma, y por esas aberturas penetran y vivifican las radiaciones del foco eterno.

La vida del hombre de bien es una oración continua, una comunión perpetua con sus semejantes y con Dios. No tiene necesidad de palabras ni de formas exteriores para expresar su fe, esta se expresa en todos sus actos y en todos sus pensamientos. El hombre de bien respira, se agita sin esfuerzo en una atmósfera pura y fluídicas, lleno de ternura para con los desgraciados, de bien querer hacia la humanidad. Esta comunión constante llega a serle una necesidad, una segunda Naturaleza. Por ella, todos los Espí-ritus elevados se sostienen en las alturas sublimes de la inspiración y del genio.

Los que viven una vida egoísta y material, cuya comprensión no está abierta a las influencias elevadas, no pueden saber que infalibles impresiones proporciona esta co-munión de alma con lo divino.

El hombre debe volverse de cuando en cuando hasta su Creador y Padre para ex-ponerle sus flaquezas, sus incertidumbres, sus miserias, para pedirle los auxilios espi-rituales indispensable para su elevación. Cuanto más frecuente se hace esta operación profunda y sincera, más se purifica y enmienda el alma. Bajo la mirada de Dios, el alma examina, analiza sus intenciones, sus sentimientos, sus deseos, pasa revista a todos sus actos, y con la intención que le viene de lo alto, juzga lo que es bueno y malo, lo que de-be activar o destruir. Entonces comprende que todo lo que viene del yo, debe ser pos-tergado para dar lugar a la abnegación, al altruismo; que en el sacrificio de si mismo encuentra el Ser el medio más poderoso de elevación, pues cuanto más da, más se en-grandece.

Al observar el cielo, en una noche estrellada, la sensación que recibimos es la de un majestuosos silencio, pero este silencio es solo aparente, ya que nuestros órganos

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son impotentes para recibir lo que en el existe. Los seres evolucionados si perciben to-dos los latidos de la distintas formas de vida que en el se desarrollan.

La ley de las grandes armonías celestes, las podemos observar también, en nuestra propia familia solar. El orden de sucesión de los planetas en el espacio está ordenado por una ley de progresión, llamada ley de Bode. Las distancias son dobles de planeta a planeta, a partir del Sol; cada grupo de satélites obedece a la misma ley. Este modo de progresión, tiene un principio y un sentido. Este principio tiene relación, a la vez, con las leyes del número y de la medida, con la matemática y la armonía.

El sistema solar puede ser comparado a un arpa inmensa, cuyas cuerdas fuesen los planetas. Azbel dice que reduciendo a las cuerdas sonoras la progresión de las distan-cias planetarias se podría construir un instrumento completo y absolutamente acorde.

Lo maravilloso en ello, es que en el fondo, la ley que rige a las relaciones de sonido, de la luz y del calor, es la misma que rige para el movimiento, la formación y el equili-brio de las esferas, el mismo tiempo que regula sus distancias. Esta ley es también que rige a la matemática, a las formas y a las ideas. ¡Es la ley de armonía por excelencia; es el pensamiento; es la acción divina que entrevemos!

El lenguaje humano es muy pobre, es insuficiente para expresar los misterios ado-rables de la armonía eterna; solo la escritura musical puede proporcionar su síntesis, comunicar su impresión estética. La música, lengua divina, expresa el ritmo de los nombres, de las líneas, de las formas, de los movimientos. Por ella se animan y vibran las profundidades, ella llena con sus ondas el edificio colosal del Universo, templo au-gusto en donde resuena el himno de la vida infinita.

Pitágoras y Platón creían ya percibir la música de las esferas. Luego, lo que no era más que una intuición, se tornó hoy en un hecho, y mañana será una verdad absoluta, demostrada.

¡Por todas partes las maravillas suceden a las maravillas; grupos de soles anima-dos de coloraciones extrañas, archipiélagos de astros, cometas desmelenados errando en la noche de su afelio; focos moribundos que se reaniman de pronto y llamean en el fondo del abismo; pálidas nebulosas de formas fantásticas; fantasmas luminosos cuyas radiaciones – nos dice Herschel – tardan millones de años en llegar hasta nosotros; formidable génesis de sistemas, cunas y tumbas de la vida Universal, voz del pasado, promesas del porvenir, esplendores del infinito!

Todos los mundos conjugan sus vibraciones en una melodía potente. ¡El Alma, despojada de los lazos terrenales y llegada a estas alturas, oye la voz profunda de los cielos eternos!

El Universo es un poema sublime del cual apenas empezamos a deletrear el pri-mer canto. Solo percibimos de él algunos murmullos lejanos y débiles, y ya estas prime-ras letras del alfabeto musical nos llenan de entusiasmo. ¿Qué será cuando percibamos y comprendamos las grandes armonías del espacio, el acorde infinito en la infinita va-riedad, el cántico cantado por esos millones de astros que, a pesar de la diversidad pro-digiosa de sus volúmenes y de sus movimientos, concuerdan sus vibraciones en una sinfonía eterna?

El himno que los mundos entonan a Dioses, a veces, como un canto de alegría, de adoración, así como en otras circunstancias es una expresión de lamento, de oración; es

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la gran voz de las esferas, la suprema armonía de los seres y de las cosas, el grito de amor que asciende eternamente hacia la Inteligencia ordenadora del Universo.

¿Cuándo el hombre sabrá alejar su pensamiento de las trivialidades cotidianas y elevarlo hacia esas cumbres? ¿Cuándo sabremos penetrar esos misterios del cielo y comprender que cada descubrimiento realizado, cada conquista en esta vía de luz y de belleza contribuye a ennoblecer nuestro espíritu, a engrandecer nuestra vida moral, procurándonos goces superiores a todos los de la materia?

Comprendamos que es aquí, en este esplendido Universo en donde se desarrolla nuestra propia existencia y que estudiarla es estudiar el medio mismo en donde somos llamados a revivir, a evolucionar sin cesar, penetrándonos más y más de las armonías que lo llenan, donde la vida se dilata con florecimientos de almas; el espacio está pobla-do de sociedades innumerables con las cuales está relacionado el ser humano por las leyes de la Naturaleza y de su porvenir.

El secreto de nuestra dicha, de nuestro poder, de nuestro porvenir no está en las cosas pasajeras de este mundo; el está en las enseñanzas de lo Alto y del Más Allá. Los educadores de la humanidad son extraordinariamente inconscientes y extraordina-riamente culpables si no piensan en elevar a las almas hacia las cumbres en donde res-plandece la verdadera luz.

Si la duda y la incertidumbre nos asedia, si la vida nos parece pesada, si andamos a tientas en la noche en busca de un fin, si el pesimismo y la tristeza nos invaden, no acu-semos a nadie más que a nosotros mismos, ya que el gran libro de lo infinito está abier-to ante nuestros ojos, con sus magnificas paginas cuyas palabras son grupos de astros y cada letra un sol; es el gran libro en el que debemos aprender a leer la sublime ense-ñanza. La verdad está en el escrita con letras de oro y fuego; el nos llama, solicita nues-tra mirada; él es la verdad, la realidad más bella de todas las leyendas y de todas las afi-ciones.

Esa verdad nos dice que la vida del alma es imperecedera, de sus múltiples rena-cimientos en la espiral de los mundos, de las innumerables etapas en la ruta radiosa, de la persecución del eterno bien en la infinita duración, de la escalada a los cielos para la conquista de la plena conciencia, de la dicha de siempre vivir para siempre amar, siem-pre progresar, siempre adquirir nuevos poderes, más elevadas virtudes, percepciones más vastas. Y por encima de todo, la visión, la comprensión la posesión de la eterna be-lleza, la felicidad de penetrar sus leyes, de asociarnos más estrechamente con la obra divina y con la evolución de las humanidades.

Con estos estudios magníficos la idea de Dios se manifiesta más majestuosa, más serena. La ciencia de las armonías celestes es como el pedestal grandioso sobre el cual se levanta augusta figura, belleza soberana cuyo resplandor, demasiado brillante para nuestros débiles ojos, queda aun velado, filtrado tenuemente a través de la oscuridad que nos envuelve.

Dios es más grande que todas las teorías y que todos los sistemas. Por esto no le perjudican ni llegan hasta El los errores ni las faltas que los hombres han cometido en su nombre. Dios está por encima de todo.

No hay nombre para Él, y si le llamamos Dios es por falta de una palabra más ex-celsa – como dijo Víctor Hugo.

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El conocimiento de la verdad sobre Dios, sobre el mundo y la vida es lo más esen-cial, lo más necesario, pues este conocimiento es el que nos sostiene, inspira y dirige, aun a pesar nuestro. Y esta verdad no es inaccesible, es simple y clara, está al alcance de todos. basta buscarla, libres de perjuicios, con ayuda de la conciencia y de la razón.

La existencia de Dios es afirmada por todos los Espíritus elevados. Los que han es-tudiado el espiritismo filosófico, saben que todos los grandes Espíritus, aquellos que con sus enseñanzas reconfortaron nuestras almas, endulzado nuestras miserias y sos-tenido nuestros desfallecimientos afirman unánimemente , proclamando y recono-ciendo a la suprema inteligencia que gobierna a los seres y los mundos. Dicen que esta Inteligencia se revela más esplendorosa y sublime a medida que se ascienden los pel-daños de la vida espiritual.

Lo mismo sucede con los escritores y los filósofos espiritas, desde Allan Kardec hasta nuestros días. Todos afirman la existencia de una causa eterna en el Universo.

No todas las inteligencias han llegado al mismo grado de evolución; no todas pue-den ver y comprender de la misma manera y en el mismo sentido. Por eso hay tantas opiniones sobre Dios, tantas creencias. La posibilidad que tenemos de comprender, de juzgar, de discernir, se desarrolla lentamente en nosotros, en el transcurso de los siglos, de las existencias. Nuestros conocimientos, nuestra comprensión de las cosas, se com-pletan y aclara a medida que nos vamos elevando en la escala inmensa de los renaci-mientos.

Es cosa sabida: que el que está al pie de una montaña no puede ver lo que con-templa el que se halla en la cumbre. Pero prosiguiendo su ascensión, el uno ha de llegar a ver las mismas cosas que el otro. Igualmente le sucede al espíritu en su ascensión gradual. El Universo se le revela poco a poco; a medida que su capacidad para com-prender sus leyes se desarrolla y engrandece.

De ahí provienen todas las interpretaciones, las escuelas filosóficas y religiosas que responden a los diversos grados de adelanto de los Espíritus que a ellas se afilian y a menudo en ellas se estacionan.

¡Estamos de pie en la tierra, es nuestro sostén, nuestra nodriza, nuestra madre, cuando elevamos nuestra mirada hacia el infinito, nos sentimos envueltos en la inmen-sa comunión de la vida; los efluvios del Alma universal nos penetran y nos hacen vibrar el pensamiento y el corazón; fuerzas poderosas nos sostienen, avivan nuestra existen-cia!

¡Por todas partes donde se extiende nuestra vista, en cualquier parte donde nues-tra inteligencia se fija, vemos, discernimos, contemplamos la gran armonía que rige a los seres y que por las vías diversas les guía hacia un fin único y sublime! ¡Por todas partes vemos radiar la bondad, el amor, la justicia!

EXTRAÍDO DEL LIBRO EL GRAN ENIGMA DE LEÓN DENIS

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La moral en el Hombre es la base primordial para que su pase por la vida sea un éxito, son muy difíciles los tiempos que corren, y en sus pasiones el hombre cada día más se aleja de Dios, carentes de alimento espiritual, con el que dar una dirección a su vida, toma caminos equivocados para lograr la felicidad y la paz.

Es necesario cristianizar a la Humanidad. La Doctrina Espirita exponiendo la ver-dad de las cosas, de la vida y de Dios, hace reflexionar al hombre en la Verdad y cons-truir en el bien de todos, para que en nombre de Jesús, haga el hombre en la tierra un sistema exento de fanatismo y de negación.

El Espiritismo que es rechazado por muchos, tanto por la Ciencia como por la Reli-gión, ha traído en el momento oportuno importantes y nuevos conocimientos, apor-tando a ambos el eslabón de unión que les faltaba, gracias al cual se pongan de acuerdo y se presten mutua colaboración, ya que si es verdad que la Religión no puede ignorar los hechos naturales comprobados por la Ciencia, sin desacreditarse, jamás llegaría a completarse si continuase rechazando al elemento espiritual.

Gracias al Espiritismo, se empieza a reconocer que el hombre, criatura compleja, formada de cuerpo y alma no sufre solo las influencias del medio físico en el que vive, como puede ser, el clima, la alimentación, la tierra etc.…Sufre también las influencias de la psicosfera terrena, es decir, de las entidades espirituales – buenas o malas – que habitan en el planeta (los llamados ángeles o demonios) los cuales interfieren en su comportamiento ostensiblemente.

Por el Espiritismo sabemos que el alma es un ser individualizado, revestido de una sustancia quintaesenciada, que pese a ser imperceptible a nuestros sentidos groseros, es posible, cuando está encarnada, ser afectada por las enfermedades o por los trauma-tismos orgánicos, tanto en la indumentaria de la que se sirve durante la existencia humana, ocasionándoles, con sus emociones, disturbios funcionales e incluso lesiones graves, como lo testifica la psiquiatría moderna al hacer medicina psicosomática.

Tanto la Ciencia Verdadera como la Verdadera Religión, siendo expresiones de la misma Verdad Divina, se deben dar la mano, apoyándose recíprocamente, de manera que el progreso de una sirva para fortalecer a la otra, y, juntas, ayuden al hombre a realizar los grandes y gloriosos destinos para los cuales fue forjado.

La Verdad para ser útil, necesita ser revelada de conformidad con el grado de en-tendimiento de cada ser. Los que han alcanzado un apreciable desarrollo espiritual, muchas creencias y ceremonias religiosas vigentes, les parecían absurdas. Todas tie-nen su valor, ya que satisfacen a la necesidad de un gran número de almas sencillas que aun se apegan a ellas y en ellas encuentran su camino hacia Dios.

Esas almas sencillas no están al margen de la Ley del Progreso y, tras una serie de nuevas existencias, tiempo vendrá en el que también se liberaran de creencias popula-res y supersticiosas para dirigirse por principios filosóficos más avanzados.

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Pablo de Tarso en su primera epístola al comprender esto (13:11) se expreso de la siguiente forma:

“Cuando yo era niño, hablaba como un niño; cuando llegué a hombre, desaparecie-ron las cosas de la niño.

Kardec instruido por los Espíritus del bien, nos dijo que en todas las épocas y en todas las partes de la Tierra siempre hubo profetas (hombres de bien) inspirados por Dios para auxiliar en la marcha evolutiva a la Humanidad.

El hombre estudios, sabe que no hay ningún sistema antiguo de filosofía, ninguna tradición, ninguna religión, que sea despreciable, pues en todas hay gérmenes de gran-des verdades que, aunque parezcan contradictorias entre sí, dispersas en medio de accesorios sin fundamento, están perfectamente coordinadas, gracias a la explicación que el Espiritismo da a una inmensidad de cosas que hasta ahora parecían sin razón alguna, y cuya realidad está irrecusablemente demostrada.

Siendo Dios la perfección absoluta, desde la eternidad “siempre reveló lo que es perfecto”, pero los recipientes humanos de la antigüedad recibieron imperfectamente la perfecta Revelación de Dios, debido a la imperfección de esos humanos recipientes, ya que todo es recibido según el recipiente. Si metemos en el océano un dedal obten-dremos no la plenitud del océano, sino la diminuta fracción que puede contener la cavi-dad del dedal. El recipiente no recibe según la medida del objeto, sino según la medida del sujeto. Si el sujeto recipiente amplia su espacio, su receptividad, recibirá mayor can-tidad del objeto.

Entre la época de Moisés en la que fue escrito el pentateuco y en la de Juan que es-cribió el Apocalipsis, transcurrieron siglos y siglos, durante los cuales la humanidad progresó, se civilizó y se sensibilizó, aumentando con ese progreso constante e infinito, esa revelación, que necesariamente debe ser ininterrumpida y eterna, no pudiendo usar de hecho después de la Biblia, el Antiguo Testamento y aun la Humanidad debía ser preparada para un nuevo avance, Cristo surgió proclamando “Sed perfectos, porque perfecto es vuestro Padre Celestial.”

El hombre a de cultivar su alma ya que esta es una perla de gran precio y para ello ha de lograr la auto-realización espiritual, perfeccionando al propio ser y con ello en-contrará la plenitud de la paz y de la alegría con la que todos soñamos.

Jesús en un dialogo amoroso con sus discípulos trata de animarles y les dice que todo aquel que le ame, guarde sus mandamientos y que El rogaría al Padre para que mandase a la Humanidad “a sus hermanos” otro Consolador, para que quede con noso-tros eternamente El Espíritu de Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ven ni lo conocen, sus apóstoles lo recibieron y quedo entre ellos. El Consolador que es el Espíritu Santo, les enseñaría todas las cosas y les recordaría todo lo que El les hab-ía dicho”. Después de darles instrucciones, los exhortó a la práctica del amor universal.

El Consolador personifica una doctrina eminente consoladora, que en época opor-tuna, vendría a traer a los hombres consuelos, y esa nueva doctrina solo puede ser el Espiritismo, porque solo él, en su triple aspecto de ciencia, filosofía y religión, posee condiciones para realizar todas las promesas del Consolador.

Al mismo tiempo que el Espiritismo explica y desarrolla todo lo que Jesús enseñó por parábolas o en lenguaje velado, da al hombre el conocimiento exacto de sí mismo,

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de donde viene , para donde va y porque está en la tierra” , cosas que no pudieron ser reveladas antes, porque los tiempos no habían llegado.

El Espiritismo añade a las ideas vagas e imprecisas de la vida futura, contenidos en el Evangelio, la demostración palpable e inequívoca de la existencia del mundo espiri-tual; nos descubre las leyes que lo rigen, sus relaciones con el mundo invisible, la natu-raleza y el estado de los seres que lo habitan y por consiguiente, el destino feliz o des-graciado, no por creer de esta o aquella forma, sino según el grado de pureza y perfec-ción adquirida por el Espiritismo, sabemos también, que todos los que se aman pueden encontrarse en el Más Allá, nadie por muy ignorante que sea son olvidados por la Justi-cia Divina ya que así como en la tierra hay criaturas abnegadas y generosas que se de-dican a la tarea de amparar a los que están perdidos, también en el mundo espiritual hay seres bondadosos y dedicados que socorren a las lamas infelices, guiándolas en el conocimiento de Dios.

El Espiritismo nos revela, que no hay culpas irremisibles ni penas eternas; que el sufrimiento lo podemos vencer por el arrepentimiento sincero y la debida reparación de los daños cometidos, por vía de la ley de las vidas sucesivas, ley esta sublime, que esclarece, con una lógica irrevocable.

El Espiritismo amplia el pensamiento al hombre, descubriendo ante él un vasto y esplendido horizonte al descubrirle la vida en los planos espirituales que junto a la vi-da corpórea son dos modos de vivir, que se alternan, para la realización de su progreso. Ya que el hombre es un ser inmortal, que evoluciona incesantemente a través de las ge-neraciones de un determinado mundo, continuando, de mundo en mundo, hasta alcan-zar su perfección. El Espiritismo es, de hecho, el verdadero Consolador, por los nuevos tesoros que ofrece al hombre, por la fe inexorable que le transmite; por los consuelos que le da en cualquier circunstancia de la vida y por la esperanza con que le hace en-frentar el futuro.“El Espiritismo marcha al ritmo del progreso y nunca quedará rezaga-do, porque si nuevos descubrimientos le demuestran que está equivocado en algo, o si se revelase una nueva verdad, El Habrá de rectificarse.” Génesis cap. I, n 55

El Espiritismo, que es el Paráclito anunciado por Cristo, contrariando las enseñan-zas de la Teología tradicional, nos esclarece que el Bien es la única realidad eterna y absoluta en todo el Universo, siendo el Mal solo un estado transitorio, tanto en el plano físico , en el campo social, como en la esfera espiritual.

El alma creada simple e ignorante, pero dotada de aptitudes para desarrollar todas las virtudes y adquirir toda la sabiduría, necesita, vida tras vida, en este orbe y en otros, pasar por un proceso de perfeccionamiento que mucho la hará sufrir.

Es la lucha por la subsistencia, son las enfermedades, las insatisfacciones, los con-flictos emocionales, los desengaños, las imperfecciones propias y la de las de aquellos con los cuales convivimos; en fin, las mil y una vicisitudes de la existencia.

En ese autentico desorden, usando y abusando del libre albedrio, cada cual va re-cogiendo victorias o amargas derrotas, según el grado de experiencia conquistada. Unos ríen hoy para llorar mañana y otros hoy ensalzados mañana serán humillados.

Todo ocurre para enriquecer nuestra sensibilidad, perfeccionar nuestro carácter, hacer que se desarrollen en el hombre nuevas facultades, para que se dilaten nuestros gozos y aumente la felicidad.

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La Doctrina Espirita defiende que el principio de la culpa de toda y cualquier ofen-sa es siempre proporcional al grado de conocimiento y a la determinación del impulso de la voluntad de quien la practica, y nunca a la importancia de quien la recibe. Cuanto más sabemos discernir, y más libremente podemos decidir entre el bien y el mal tanta será nuestra responsabilidad.

Obtener provecho de una mala acción, practicada por otras personas, constituye, para nosotros, una falta grave, como si fuésemos los propios delincuentes, pues eso equivale a aprobar el mal, solidarizándose con él. Cuando deseamos hacer mal, y re-trocedemos a tiempo, demostramos que el bien ya se está desarrollando en nuestra al-ma. Si deseamos hacer el mal y la oportunidad no nos lo permite, porque no se da la ocasión propicia para realizarlo somos tan culpables como si lo hubiésemos practica-do.

En su origen el espíritu es como el de un niño, es decir simple e ignorante comple-tamente inexperto, adquiriendo poco a poco, los conocimientos que lo han de conducir al fin a la plenitud de la sabiduría y de la bondad.

Todos poseen, latentes, las mismas facultades, cuyo desarrollo, más o menos rápi-do, depende de su libre albedrio, el cual a su vez, se va ampliando y fortaleciendo a me-dida que cada uno toma conciencia de sí mismo en los embates de la Vida. En esa ascen-sión, los Espíritus están sujetos a errar, y a permanecer estacionarios por algún tiem-po: jamás, sin embargo, podrán degenerar, volviéndose peores de lo que eran, ni crista-lizarse definitivamente en determinado estado evolutivo, contraponiéndose a la orden divina que nos impulsa hacia delante y hacia lo alto.

Dios desea que todos tengamos el merecimiento del progreso moral y de la dicha a la que estamos destinados, y por eso, nos da los medios para esclarecernos, y atraernos hacia Sí, nos concede relativa libertad para que realicemos, a través del propio esfuer-zo, ese sublime desiderátum.

El Bien es la única realidad absoluta, el destino final de la Creación, y el Mal es la ignorancia de esa realidad, ignorancia que va desapareciendo, paulatinamente, a través del aprendizaje de sucesivas vidas.

Advertidos por el Dolor por calta falta que cometemos, vamos aprendiendo a evi-tarlas y llegar el día en que percibiendo que “ser feliz es la consecuencia natural de “ser bueno” todos cumpliremos la Ley de Amor, establecida por Dios para la felicidad de to-dos.

Todos podemos comunicarnos con Dios, a través de la oración. El objetivo de la oración es: alabar, pedir y dar gracias. La alabanza es un sentimiento espontaneo y pu-ro de admiración por Aquel que, en todas Sus manifestaciones, se revela detentor de la perfección absoluta.

La petición, trata de obtener algo que deseamos, en beneficio de otro o de sí mis-mo, podemos pedir todo lo que no contrarié las leyes de Amor que rigen y sustenta la Armonio Universal.

Las gracias se suelen dar obviamente, por las bendiciones con que Dios nos alegra la existencia, por los favores recibidos, por las gracias alcanzadas, por las victorias con-seguidas y por otras cosas semejantes.

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La eficacia de la oración no depende de la postura que se adapte, de las palabras más o menos bonitas con que sea formulada, del lugar donde se esté, ni de las horas convencionales. Si se obtiene la eficacia en la oración por la humildad y la fe de aquel que la emite, al lado de la sinceridad y la energía que le imprima.

No basta orar para conseguir la gracia que deseamos, ya que la oración no puede anular la Ley de Causa y Efecto, que cada cual recibe los resultados de lo que hace o de-ja de hacer.

La oración es un recurso de gran valor, siempre que sea hecha con discernimiento, con las cualidades antes referidas y sea complementada por con los movimientos del alma o con los esfuerzos exigidos por la vicisitud que nos la haya inspirado.

Los sacrificios aunque sean ofrecidos con piadosa intención nunca fueron agrada-bles a Dios, ni las maceraciones, ni las penitencias que ciertos religiosos continúan im-poniéndose, sin que aprovechen a nadie. La Doctrina Espirita, haciendo luz sobre el asunto, nos enseña que el único sacrificio bendecido por Dios es aquel que se hace por amor y en beneficio del prójimo, y que “el mejor medio de honrar a Dios es disminu-yendo los sufrimientos de los pobres y de los afligidos.

El desarrollo de la vida del ser en la Tierra exige esfuerzos, todos a la medida de la edad. El trabajo es una ley de la Naturaleza de la que nadie se puede esquivar sin perju-dicarse, pues es por medio del trabajo que el hombre desarrolla su inteligencia y per-fecciona sus facultades.

La ley del trabajo no excluye a nadie de la obligación de ser útil. Cuando Dios nos favorece, de forma que podamos alimentarnos sin verter el sudor de la propia fuente, no es para que nos entreguemos al placer, sino para que nos pongamos en movimien-to, en la práctica del Bien, los “talentos” que nos ha confiado. Eso constituye una forma de trabajo que engrandece y ennoblece nuestra alama volviéndola rica de aquellos te-soros que “la herrumbre y la polilla no corroe, ni los ladrones pueden robar.

El límite del trabajo es el de las fuerzas. Siendo fuente de equilibrio físico y moral, el trabajo debe ser ejercido por tanto tiempo como nos mantengamos útiles.

El descanso es de ley que se obtenga después de seis días de trabajo, al menos un día para descansar, consagrándolo al cultivo de los valores espirituales.

Muchos hombres en pleno siglo XX, dominados por la ambición sobrecargan con penosas jornadas de trabajo, de sol a sol, la vida urbana hoy en día se caracteriza por una agitación continua, exigiendo un gasto excesivo de energías físicas y mentales, la necesidad de descansar se hizo mayor y, de ahí, se ha generalizado la llamada “semana inglesa” con cinco días de trabajo y dos de descanso, además de las fiestas anuales que ya desde hace algunos decenios se constituye un derecho universal.

El trabajo es una bendición de Dios, por tanto, trabajemos hasta el límite de nues-tras fuerzas, sin embargo, cuidemos de evitar el agotamiento y la estafa, antes que esos males nos lleven a la neurastenia y al agotamiento nervioso.

La ley de reproducción de los seres vivos es la ley de la Naturaleza y cumple una necesidad en el mecanismo de la Evolución. El hombre puede adaptar ciertas medidas para regularla, todo depende de la finalidad con que se haga.

El hombre puede limitar su descendencia, evitando la concepción, siempre que nos e oponga a la reproducción, por satisfacer la sensualidad, dejando, claro, que hay casos

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en los que se hace necesario no solo restringir, sino incluso evitar cualquier cantidad de hijos.

El hogar es “un santuario escuela”, donde los padres deben asegurar como creado-res de nobles caracteres, inculcando en los hijos, a la vez que el amor a Dios, un vivencia sana, modelada en los principios de la Moral y de la Justicia, de forma que se vuelvan elementos útiles a si mismos, a la familia y a la sociedad.

El hombre no solo debe procrear por la fuerza del instinto sexual, como un mero reproductor, sino, que ha de dignificar el nombre de padre o de madre con el que Dios le honra la existencia.

Muchos espíritus al otro lado de la vida necesitan volver a la tierra, para reparar, ya que se hayan endeudados ante la Justicia Divina, muchos precisamente porque les faltó, la orientación espiritual que solo un hogar bien constituido puede ofrecer.

Los ojos de Dios que todo lo juzga según las intenciones de cada uno, a veces es preferible tener pocos hijos y hacer de ellos hombres de bien, a tener muchos, pero abandonados a la propia suerte.

Los matrimonios que evitan o limitan los hijos, por ser cómodos, obviamente se vuelven tanto más reprensibles cuanto mayor son sus responsabilidades de concebir-los criarlos y educarlos.

El aborto solo está permitido, cuando el ser en formación ponga en peligro la vida de la madre. Es preferible sacrificar al primero, y no a la madre, optando, entre los dos males, por el menor. Fuera de eso, los atentados a la vida fetal acarrean siempre, terri-bles consecuencias, tanto en este mundo como en el otro.

Un médico del Mundo Mayor dice: que la mujer que promueve el aborto o que co-opera en semejante delito es obligada, por leyes irrevocables, a sufrir alteraciones de-primentes en el centro genésico de su alma, predisponiéndose generalmente a doloro-sas enfermedades, como la metritis, la vaginitis, la metralgia, el infarto uterino, la tumo-ración cancerosa, flagelos esos con los cuales, muchas veces, desencarna y ante la Justi-cia Divina en el más allá por el crimen practicado.

Son también de temer la reacción del espíritu que ha sido rechazado, sintiéndose robado o traicionado pasa a sentir un profundo odio a aquellos que han rechazado re-cibirlo en una nueva cuna, y cuando no es en la tierra convirtiendo sus vidas en un in-fierno, a través de largos procesos obsesivos, aguardan, sedientos de venganza, que hagan el traspaso, para entonces vengarse sin compasión y sin piedad.

La Providencia Divina permite que esto ocurra a los que huyeron al cumplimiento de sus obligaciones, pues necesitan llorar sus propios errores, sin lo cual no aprender-ían a respetar las leyes de Dios.

Reflexionando un poco con madurez, nos preguntamos ¿Vale la pena pagar tan al-to precio por liviandades de este orden?

La Ley de Dios refleja que el matrimonio monógamo es el instituto que mejor satis-face los planes de Dios, en el sentido de preparar a la familia para una convivencia de paz, de alegría y fraternidad, ese estado ha de extenderse, en el futuro, a la Humanidad entera.

El Espiritismo opina lo siguiente de los tres estados Celibato, Poligamia y Matri-monio Monógamos:

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El Celibato es empleado solo para escapar a las fatigas y responsabilidades de la familia, revela un gran egoísmo. En cambio el religioso es y será siempre, muy merito-rio, siempre que renunciando, a las satisfacciones y al bienestar doméstico, la soltera alimente el sincero propósito de servir mejor a la colectividad. El sacrifico de sacerdo-tes y monjas que, observando la castidad, se entregan totalmente al prójimo, sea en la asistencia espiritual en las tareas educativas, en el servicio hospitalario, en asilos, guar-derías, orfanatos y en otros menesteres, en donde se dan al máximo sin pensar en sí mismos, constituyen grandes ejemplos de amor sublimado, que los eleva muy por en-cima del patrón común de los terrícolas.

Con todo el celibato no siempre puede ser considerado el estado ideal dadas las condiciones y las finalidades de la vida en este mundo.

La poligamia dada en otros tiempos, en la actualidad ya no se justifica ya que es la monogamia la que tiene por base la unión constante de los cónyuges, permite que en-tre ambos se establezca una estrecha solidaridad, no solo en los momentos difíciles y dolorosos.

Sacamos en conclusión que pese a las asociaciones haber sido autorizadas por algún tiempo, en determinadas circunstancias de la evolución social, han sido conde-nadas por los códigos de Derecho de los pueblos de una cultura más avanzada siendo la opción ideal el matrimonio monógamo.

Entramos en la ley de conservación inherente a todos los seres vivos. Este instinto es maquinal en los especímenes situados en los primeros peldaños de la escala evoluti-va, se va desarrollando a medida que los seres animan organismos más complejos, y mejor dotados, volviéndose en el reino hominal, este instinto, inteligente y con razo-namiento.

La vida orgánica es absolutamente necesaria para el perfeccionamiento de los se-res, Dios dio a cada cosa su sabor especial para estimular su apetito.

Por la constitución somática con que Dios modelo a los seres, les restringió el gozo de la alimentación al límite de lo necesario. Limite que si es observado, asegura a los seres una salud perfecta y equilibrada.

El hombre ejerciendo su libre albedrio, frecuentemente se sobrepasa, cometiendo toda clase de excesos y extravagancias, de ahí muchas de las enfermedades que lo afli-gen y lo conducen a la muerte, prematuramente.

Los sufrimientos procedentes de los abusos, por no perderse nada en la economía de la evolución le dan experiencia, le fortalecen la razón, habilitándola, al final, a dis-tinguir el uso del abuso.

El instinto de conservación, nos dicen los Espíritus, ha sido concedido a todos los seres contra los peligros y los padecimientos. Ellos nos dicen que fustiguemos el Espíri-tu y no el cuerpo, que mortifiquemos el orgullo, sofoquemos el egoísmo, que se aseme-ja a una serpiente que devora el corazón y así aremos más por nuestro adelanto que con rigores que no pertenecen a este siglo.

El hombre es natural que busque su bienestar Dios solo prohíbe el abuso, porque este es contrario a la conservación. No es un delito el bienestar, siempre no se adquiera a expensas de otros y si no debilita las energías morales ni las fuerzas físicas del ser.

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Dios quiere la felicidad de todos, que comprendamos Sus amorosos y sabios desig-nios y sepamos modelar los actos gracias a una observación de sus leyes.

Los mundos también progresan, ofreciendo así a sus habitantes moradas cada vez más amenas y apacibles.

Es un imperativo categórico, el perfeccionamiento de la estructura socio económi-ca de las naciones terrenales, si en las clases privilegiadas, en cuyas manos se encuen-tran las riendas del poder, renunciasen espontáneamente a algo de lo que les sobrase, a favor del interés colectivo. Eso evitaría procesos violentos y dolorosos que hasta hoy sacuden y han sacudido a la humanidad y que aunque nos cueste comprenderlo constituye la ley de destrucción.

Cuando la humanidad aprenda a vivir según los mandamientos de Dios, modelados en el Amor, se librará de los correctivos del Dolor, como son las catástrofes naturales, las inundaciones, los terremotos etc.

La pena de muerte aplicada en otros lugares con el objetivo de eliminar a los ele-mentos que se creen peligrosos no constituye una necesidad, ya que existen otros me-dios más eficaces de preservar a la sociedad, ya que no debemos olvidar que todo delin-cuente es un enfermo del alma, y a los enfermos se debe curar con la medicina y no con la muerte.

¡No encontramos en todo el Evangelio, un solo pasaje que autorice el uso de la vio-lencia, ni incluso una palabra ofensiva, cuanto más el asesinato!

La Doctrina Espirita estando conforme con toda la moral cristiana, proclama que, incluso cuando seamos agredidos y nos encontramos en una situación extremadamente difícil, el hombre solo tiene el derecho de defenderse, para preservar su vida, nunca la de atentar contra el agresor, es preferible morir a matar.

Ser bueno no lo es todo. Ser sabio no basta. Es necesario ser bueno y sabio. Urge primeramente en virtud y después en sabiduría porque la virtud del ignorante puede ser utilizada perfectamente, en beneficio de la colectividad, mientras que la sabiduría en las manos de un malvado puede convertirse en un arma terrible. El virtuoso sin sa-biduría es una fruta silvestre: no satisface a la vista, pero sacia el hambre. El sabio sin virtud es una flor artificial: tiene la belleza, pero no tiene perfume.

Jesús es el prototipo de la bondad y de la sabiduría, reunido y desarrollado en gra-do máximo. Imitarlo, seguir sus pasos, esa es la meta del hombre. El mismo nos dijo, “Yo soy el Camino la verdad y la Vida. Nadie va al Padre si no es a través de mi”

La Ley de la reencarnación, por testificar la justicia y la sabiduría de Dios, consti-tuye el único medio a través del cual podremos alcanzar la meta de nuestro destino, destino basado en las inmortales palabras de Cristo. “Sed perfectos, como perfecto es vuestro Padre Celestial.

Las buenas cualidades morales son hijas del Amor y este sentimiento sublime siempre encuentra medios de armonizarlas.

Si no veamos: La Justicia exige que toda infracción a la Ley sea castigada, y desde el origen de los

tiempos eso ha ocurrido, infaliblemente. Moisés le daba al ofendido el derecho de vengarse, y en la proporción de la ofensa

recibida, Cristo, con el hombre más avanzada evolución espiritual, trajo como misión

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enseñarlos a romper las cadenas del mal al que se sometían por la ley de acción y reac-ción.

El introdujo una nueva ética: “amad a vuestros enemigos, haced el bien a quienes os odian y orad por los que os persiguen y calumnian “ejemplificándolas, El mismo, has-ta las últimas consecuencias. El además advirtió que si perdonamos al enemigo nuestro Padre también nos perdonará. Observando las reglas de conducta del Maestro, se per-cibe que ellas contienen la misma justicia de la pena del talión, con la diferencia de que, en lugar de “castigo igual a la culpa” inducen con “premio igual al merecimiento”.

El que responde a su ofensor con igual ofensa, está ejerciendo la justicia, cobrando lo que le deben, pero a su vez, tendrá que pagar con la misma moneda toda injuria que hiciera a otro.

Aquel que perdona a su ofensor, queda con crédito del mismo valor en la contabi-lidad celeste, crédito que le será tenido en cuenta cuando cometa alguna falta, ¿Y quién no la comete?

Cuando aplicamos las enseñanzas de Jesús, y preferimos perdonar en vez de usar represalias, retribuyendo el mal con el bien, la paz y la armonía harán morada perma-nente en nuestros corazones, ya estaremos entrando en “el reino de los cielos”.

Todos para mejorarnos necesitamos unos de los otros ya que para modelar y des-arrollar nuestras facultades intelectuales y morales, solo en la convivencia social, en ese intercambio incesante de afectos, conocimientos y experiencias, es que podemos hacerlo, pues si no fuera así en nuestro espíritu solo existiría el embrutecimiento y la debilidad.

El buen orden en la sociedad depende de las virtudes humanas. Es necesario observar ciertas reglas de procedimientos dictadas por la Justicia y la

Moral, absteniéndose de todo lo que las pudiera destruir. A medida que tomamos conciencia de nuestros deberes para con nosotros mismos

(amor al trabajo, sentido de la responsabilidad, temperancia, control emocional, etc.) y también para con la comunidad de la que formamos parte integrante (cortesía, des-prendimiento, tolerancia, honradez, lealtad, generosidad, etc.) cumpliéndolas al pie de la letra menores serán los temores y los conflictos que nos afligen; más estable será la paz y más deleitable la armonía que deben reinar en nuestro seno.

Otro principio es muy necesario para que cualquier sociedad funcione y este es: el de la autoridad. Un familia sin los padres seria un caos, el gobierno sin los gobernado-res sería algo parecido pero aun más caótico, todo sin extralimitar sus límites hacen que la familia y la sociedad funcionen lo mejor posible.

Todos debemos respetarnos y auxiliarnos mutuamente, igual a mayor escala las naciones, haciendo todo lo posible por la concordia entre los pueblos, y la prosperidad universal. La vida social es una necesidad general y aquellos que se aíslan completa-mente , huyendo (según dicen) al pernicioso contacto con el mundo, para la Doctrina Espirita, tal procedimiento revela una fuerte dosis de egoísmo y solo merece reproba-ción, en cambio aquellos que se retiran a instituciones cerradas, con el fin de dedicarse amorosamente , al socorro de los desgraciados, aunque estén apartados de la convi-vencia social, adquieren doble merito pues además de su renuncia a las satisfacciones mundanas, tiene a su favor la práctica de las leyes del trabajo y de la caridad cristiana.

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Es sagrada la misión de los padres, el amor que sentimos por los hijos es duradero ya que dura hasta la muerte, es un amor que se manifiesta con gran intensidad, hasta el punto, de algunas veces rayar el heroísmo.

Hay padres que no tienen por los hijos el cariño que debieran, pues no tituben en darlos o incluso abandonarlos a la propia suerte desde la más tierna edad. Tales criatu-ras no se han compenetrado aun, de lo sagrada que es la misión de ser padre o madre.

Otros hacen de los hijos grandes ídolos, colocándolos por encima de todo y de to-dos, inclusive de Dios. En su fanatismo por ellos, los creen poseedores de las más excel-sas cualidades, rechazando admitir que sean capaces de hacer algo malo.

Si los padres no controlan ese cariño que es comprensible e indispensable hasta cierto punto, se puede convertir en perjudicial, si no es controlado por la mente, es de-cir, si no obedece a los dictámenes de la razón, pues no debemos olvidar, que nuestros hijos son como nosotros espíritus en evolución, reencarnados en nuestros hogares pa-ra que les auxiliemos a mejorarse y a despojarse de sus imperfecciones.

En el cuerpo de un niño, puede ocultarse individualidades que se desviaron del buen camino, necesitados de reajuste, exigiendo los padres un impulso firme para con-tener sus malas tendencias, además de recibir orientación cristiana para que puedan reformar su carácter, adquiriendo el gusto para lo que es puro, bello y noble.

Es en la infancia, en los primeros años del niño cuando los padres pueden ejercer una fructífera influencia a favor de la educación del niño, más que en la adolescencia, los buenos consejos, los ejemplos y el amor de los padres es la mejor dadiva que les po-demos ofrecer.

Son preciosos y apreciados talentos que Dios concede a los padres, y que deben poner en movimiento con inteligencia para que logren los objetivos que vinieron a bus-car, es decir el progreso y los padres son los responsables de ello.

Tratemos de cumplir con todo rigor los deberes que la paternidad o la maternidad nos imponen, con el fin que cuando volvamos al más allá reciban los padres la felicita-ción por haber realizado debidamente esa labor.

Debemos tener presente que la familia es una institución divina cuya finalidad principal consiste en estrechar los lazos sociales, proporcionándonos el mejor modo de aprender a amarnos como hermanos.

El progreso según la Doctrina Espirita es una ley natural, cuya acción se hace sen-tir en todo el Universo, no siendo admisible, por consiguiente, que el hombre pueda frustrarla o contraponérsele.

El hombre está predestinado a adquirir todos los conocimientos de la Sabiduría y todas las virtudes de la Santidad.

Está bastante claro que el hombre aun se encuentra muy lejos de esa perfección, pero para los que conozcan un poco la historia de la civilización, verán el avance hasta ahora conseguido, en la técnica, y costumbres.

Es por el propio esfuerzo y libre iniciativa, otorgadas por la Providencia, que el hombre consigue el merito por elevarse, concediéndole siempre moratoria para que corrija y perfeccione sus instituciones, mirando aquel objetivo.

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Antes de condenar a la civilización, urge que cada hombre ofrezca su contribución personal para que la humanidad se depure; y, en vez, de obstaculizar el progreso, lo acompañe, pues, resistirse a él, es correr el riesgo de ser vencido.

En cualquier plano evolutivo en que se encuentre el Espíritu está obligado, a través de la reencarnación, a revivir ciertos episodios o al volver al mismo medio social, tantas veces como sean necesarias, para sacar provecho de las experiencias que puedan espe-rar.

El curso de la Humanidad, cuando sea conquistado por el hombre, este será trans-ferido para otro más adelantado, en el cual comenzara un nuevo ciclo evolutivo, y así sucesivamente, hasta alcanzar los planos más felices de la espiritualidad, convirtiéndo-se, en colaborador de la Providencia, en las sublimes tareas de la Creación.

La evolución de la Humanidad, es “palpable” no verla, es dar muestra de acentuada miopía espiritual.

El progreso de la Humanidad, sin duda, es lento, incluso muy lento, pero constante e incesante.

Aunque parezca que la Humanidad está retrocediendo, en ciertos periodos transi-torios, ese retroceso no es sino el pronóstico de una nueva etapa de ascensión.

Lo que hace adelantar a la humanidad son las nuevas ideas, las cuales, normal-mente, son traídas a la Tierra por los misioneros encargados de activar su marcha.

Al Espiritismo está predestinado el ejercer una gran influencia en el adelantamien-to de los pueblos, siendo muy pronto la creencia común, o mejor, el conocimiento uni-versal porque es el propio Cristianismo quien le abre el camino y le sirve de apoyo”.

La Doctrina Espirita enseña que, ante Dios todos los hombres son iguales, pues to-dos han sido creados simples e ignorantes, todos han tenido el mismo principio y el mismo fin, sin excepción, todos alcanzaran la gloria y la felicidad.

En cualquier posición que se encuentre el hombre, “todos son obreros de la evolu-ción” la diversidad de funciones en el complejo social es tan indispensable para su ar-monía como las variadas finalidades de los órganos lo son para el equilibrio de su orga-nismo.

Todos han de buscar la Sabiduría y el Amor, que es la razón tecnológica de su exis-tencia, dedicándose al trabajo y a la práctica del Bien, hasta sentir dentro de su corazón el “reino de los cielos”.

Nuestro presente no es más, que el resultado de nuestro pasado, así como ahora estamos construyendo nuestro futuro, con nuestros pensamientos, palabras y acciones de cada momento.

Es necesario que dignifiquemos nuestra presencia en la faz de la Tierra, actuando siempre de conformidad con las leyes divinas para que nuestras amarguras de hoy se transformen, mañana, solamente en bendiciones y alegrías bienestar y tranquilidad.

Si queremos prosperar urge, antes que nada, que tengamos claro el objetivo a ser alcanzado. No podemos tener ímpetu para subir si no tenemos orientación. Si no sabe-mos para donde vamos, solemos acomodarnos en la situación que estamos, dejando pasar las horas, los días, los años en la más completa pasividad.

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Hemos de salir en dirección al triunfo que deseamos, sacrificándonos, desafiando contingencias, creando las oportunidades que anhelamos, acordándonos del dicho que nos advierte: “Hay pocos bancos con sombra en el camino de la gloria”

El progreso es ilimitado, infinito, existiendo siempre mil y una posibilidades de realizaciones bien inspiradas, capaces de premiarnos con el éxito y el bienestar.

Asumamos, por tanto, una actitud de optimismo y auto confianza y marchemos, decididos hacia adelante, siempre hacia delante, con la convicción plena e inamovible de que la vida es bella, buena y venturosa, para todos aquellos que la sepan vivir.

Todos traemos al nacer ciertas tendencias, aptitudes y cualidades innatas, cuyas manifestaciones, más o menos evidentes, permiten prever, hasta cierto punto, lo que seremos o lo que aremos en esta vida.

Gran parte de nuestro futuro destino aun no está ni podría estar delineado, apare-ciendo páginas en blanco de un libro parcialmente escrito.

Los futuros acontecimientos de nuestra existencia van a depender de lo que haga-mos ahora con las modificaciones provocadas por aquello que vallamos haciendo a cada instante.

Las circunstancias a las que llamaríamos inevitables, unidas a nuestro Karma (débitos de encarnaciones anteriores) tampoco pueden sernos reveladas “Si conocié-ramos el futuro, trataríamos con negligencia el presente y no obraríamos con la liber-tad que lo hacemos, porque nos dominaría la idea de que si una cosa tiene que ocurrir, sería inútil ocuparnos de ella, o impediríamos que ocurriese.

Dios no ha querido que sea así, para que cada uno concurra a la realización de las cosas, hasta de aquellas a las que desearíamos oponernos.

Algunas veces, no obstante, el futuro puede ser revelado, y lo ha sido. Es cuando la revelación es la consumación de algo en beneficio de la Humanidad.

Nadie está obligado, de forma absoluta, a obrar de esta o aquella, manera y nadie jamás, ha sido predestinado a practicar un crimen o cualquier otro acto delictuoso que conlleve responsabilidad moral.

Lo que sucede es que “cada uno somos tentados según las propias inclinaciones.” Todos los hombres tienen los mismos derechos naturales, desde los más humildes has-ta los de posición más elevada. Dios no hizo a unos de barro más puro que a los otros, y todos ante El somos iguales. Estos derechos son eternos. En cambio los que el hombre establece perecen con sus instituciones. La subordinación no se verá comprometida, cuando la autoridad sea concebida a la sabiduría.

A media que el hombre progresa en moralidad, mejores concepciones va teniendo a cerca de todo, la Doctrina Espirita nos enseña que el derecho a vivir es “El primero de todos los derechos del Hombre” por consecuencia, también el de “acumular bienes que le permitan descansar cuando ya no pueda trabajar.

Propiedad legítima – lo dice el Espiritismo – solo es aquella que es conseguida por medio del trabajo honesto, sin perjuicio de nadie.

A medida que adelantamos espiritualmente, pasamos a comprender, que en último análisis, nadie es dueño de nada, pues todo pertenece a Dios, somos usufructuarios de los bienes terrenales, ya que no nos los podemos llevar, al otro lado de la vida.

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Si la providencia nos los confía por cierto tiempo es para que aprendamos a utili-zarlos en beneficio de todos, dándoles función social y no los aprovechemos exclusi-vamente para la familia, pues las donaciones arrancadas contra la voluntad, por obliga-ción, son limosnas sin caridad, al igual que lo son, los auxilios prestados con fines de hacer propaganda, para exaltar la propia personalidad, con las miras de adquirir fama de santo o de benemérito; los donativos hechos con total indiferencia, sin intervenir el corazón, son los que el Apóstol Pablo se refería cuando dijo: “si yo distribuyese todos mis bienes para alimentar a los pobres , si yo no tuviese caridad, de nada me serviría”.

El dinero transformado en toda suerte de bienes y utilidades de consumo es, sin duda, un precioso elemento del que la Caridad suele echar mano en la tarea del Bien; sin embargo, no siempre es, el recurso más apropiado para impedir lagrimas, curar heridas y disipar aflicciones, pues existen males, infinitos, en los que las buenas cuali-dades del corazón valen más o aplican mejor que todas las riquezas materiales.

Es necesario que aprendamos a dar algo de nosotros mismos en beneficio de nues-tros semejantes, porque “La Caridad es el cumplimiento de la Ley”. “Cuando se practica la caridad material se da lo que se tiene. Cuando se practica la caridad moral, se da lo que se es.

La fuente de todos los vicios que caracterizan la imperfección humana es el egoísmo. De él dimanan la ambición, los celos, la envidia, el odio, el orgullo y toda clase de males que hacen infeliz a la Humanidad, por las amarguras que producen, por las disensiones que provocan y por las perturbaciones sociales a que dan oportunidad.

El Espiritismo, por la poderosa influencia que ejerce en el hombre, haciéndolo sen-tirse un ser cósmico, destinado a ascender por el progreso moral a las esplendorosas moradas del Infinito, es el más eficaz antídoto para el veneno del egoísmo: practicarlo es, pues, seguir el camino de la Evolución y prepararse un futuro incomparablemente más feliz.

La mayor y más profunda aspiración del hombre es la felicidad, no existe nadie que no desee conquistarla, tenerla como una compañera inseparable de su existencia.

El hombre, en su mayoría, no la han conseguido, al no conocerse a sí mismos, co-mo “Imagen y semejanza de Dios”, e ignorando los altos destinos para los que fueron creados, no comprenden aun que la verdadera felicidad no consiste en poseer y disfru-tar de las cosas del mundo.

“El reino de Dios está dentro de vosotros” proclamó Jesús. Es importante que el hombre cultive su alma, como si de una perla se tratara, pues

es de gran valor y merece sacrificar todos los demás tesoros, y ponerse con esmero a conseguir pulirla, perfeccionar nuestro propio ser , que es donde realmente encontra-remos la plenitud de la paz y de la alegría con la que soñamos.

La Doctrina Espirita nos esclarece que, tanto aquí en la Tierra, como al otro lado de la Vida, la felicidad es inherente y proporcional al grado de pureza y progreso moral de cada uno.

Toda imperfección es causa de sufrimiento y de privación de gozo, al igual que to-da perfección es fuente de gozo y de alegría. No hay una sola acción, un solo mal pen-samiento que no acarree funestas e inevitables consecuencias, como no hay una sola buena cualidad que se pierda.

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Por la naturaleza del sufrimiento y vicisitudes en la vida corpórea, cada cual po-demos conocer la naturaleza de las debilidades y defectos de los que se resiente, y co-nociéndolos, esforzarse en el sentido de vencerlas, caminando, así, hacia la felicidad completa reservada a los justos.

El hombre debe aprender a ser sincero consigo mismo y procurar aquilatar el va-lor real de sus acciones, preguntándose como las calificaríamos si las viésemos practi-car en los otros.

Si son censurables en otra persona, también lo será en nosotros, es por eso, que Dios no utiliza dos medidas para aplicar Su Justicia.

Habiendo analizado las leyes morales, y llegado a este punto, si tenemos el propó-sito firme de mejorar, de crecer para Dios, debemos procurar eliminar de uno mismo las malas inclinaciones, procurar todas las noches al ir a dormir, analizar todas las ac-ciones que hemos realizado durante el día, examinando el bien y el mal que hemos rea-lizado, y así adquiriremos fuerzas para perfeccionarnos.

Preguntarnos lo siguiente: ¿si Dios me llamase en este instantes, tendría el temor de encontrarme en el mundo espiritual con alguien, ya que nada se puede ocultar?

Examinar también lo que hayamos podido hacer contra Dios, con nuestro prójimo y finalmente, contra nosotros mismos. Las respuestas nos darán, o el descanso para nuestra conciencia, o la indicación de un mal que debemos corregir y curar.

Al igual que trabajamos todos los días, para obtener una economía que nos permi-ta vivir en la ancianidad con soltura, debemos procurar por todos los medios crecer pa-ra Dios y no debemos escatimar empeño en hacerlo, pues al otro lado de la vida necesi-tamos de los enseres espirituales y las malas acciones, los compromisos asumidos nos mantienen en la Tierra, como el ancla ata al barco a la arena, sin poder salir por temor a zozobrar.

Cuanto más desarrollemos las facultades intelectuales y perfeccionemos las per-cepciones espirituales, más nos enteraremos de que el mundo material, esfera de ac-ción de la Ciencia, y el orden moral, objetivo especulativo de la Religión, guardan inti-mas y profundas relaciones entre sí, concurriendo uno y otra, para la armonía univer-sal, merced de las leyes sabias, eternas e inmutables que los rigen, como sabio, eterno e inmutable es Su Legislador.

No pude ni debe haber, por tanto, ningún conflicto entre la verdadera Ciencia y la verdadera Religión. Ambas son, expresiones de la misma Verdad Divina, lo que necesi-tan hacer es darse la mano, apoyándose mutuamente, de modo que el progreso de una sirva para fortalecer a la otra, y juntas ayuden al hombre a realizar los grandes y glorio-sos destinos para los que fue creado.

EXTRAÍDO DEL EVANGELIO Y DEL LIBRO “LAS LEYES MORALES” DE RODOLFO GALLIGARIS.

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La libertad es un concepto que hace referencia a muchos aspectos de la vida humana. Comúnmente se le define como aquella facultad natural que posee el ser humano de poder obrar según su propia voluntad. También es posible comprender la libertad como aquel estado en el que el hombre no está siendo esclavizado ni preso por otro. Se trata de un concepto que hace alusión a aquellos aspectos relacionados con la independencia, con la licencia para realizar aquello que se estime adecuado o conve-niente.

En todos los tiempos, la libertad fue utilizada por los dominadores de la Tierra. En varios sectores de la evolución humana, los mayordomos del mundo la aprovechan pa-ra el ejercicio de la tiranía, la usan los siervos en explosiones de revuelta y desconten-tamiento.

El concepto de libertad es algo que a lo largo de la existencia humana nos ha hecho reflexionar en múltiples sentidos, siendo uno de los temas fundamentales de la filosofía. Por lo tanto, la libertad de obrar según la propia voluntad puede terminar por hacernos perder la tan deseada libertad.

Casi todos los habitantes del Planeta pretenden la exoneración de toda y cualquier responsabilidad, para sumergirse en la esclavitud a los delitos de toda suerte.

Otro de los problemas y contradicciones con los que se enfrenta la libertad guarda relación con la necesidad de normar la vida humana en el mundo. Todas las naciones y sociedades formadas sobre el planeta poseen leyes y normas que rigen el comporta-miento humano; podría pensarse por esto que no poseemos libertad alguna. Pero cabe preguntarse por la forma que adquiriría la vida en sociedad si no existiesen dichas normas y pautas de conducta.

La libertad es un valor primordial, ya que permite que los demás valores existan. Aunque los medios de comunicación, los políticos o la escuela hablen sobre este valor, definirlo no es tan fácil pues existen distintas formas de concebirlo y ejercerlo.

Para todos, la libertad tiene un valor muy importante, y muy amplio, y esto conlle-va muchas obligaciones. La Libertad no es simplemente hacer lo que queramos hacer, y divertirnos; aunque algunos lo piensen así, al menos, por poco tiempo… La Libertad no puede ser considerada desde un punto de vista personal, ya que molestaríamos a los otros tratando egoístamente de perseguir nuestros deseos. La Libertad es ESTAR libre de ataduras y de explotación. Es un estado en el cual podemos crecer y aprender, ser nutridos, y en el cual podemos desarrollar nuestros talentos, y explorar la vida y el mundo en sus muchas dimensiones. Eso es lo que queremos para nosotros mismos, pa-ra nuestras familias, nuestros amigos y vecinos, nuestro país, el mundo…

La Libertad es un ideal que en la mente de un número creciente de personas debe extenderse hasta los animales. Estamos entristecidos por la condición tan terrible en la que están algunas de esas criaturas, apenados de que sean coartados de su libertad y matados para proporcionar comida, consternados por la pérdida de su hábitat causada

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por las crecientes demandas de la población humana, y aturdidos por los muchos otros abusos infligidos sobre ellos en el nombre de la ciencia, el entretenimiento, etc.

Este ideal existe en algunas tradiciones, o puede darse espontáneamente en el co-razón de los individuos. Para cambiar las espantosas condiciones en las que están los animales se requiere cambiar nuestro estilo de vida. La reforma depende de nuestras acciones individuales, en las decisiones que tomamos cada día.

Somos realmente afortunados al poder juntarnos para aprender de cada uno como poner nuestros ideales en acción. Somos afortunados de tener libros e información dis-ponible. Somos bendecidos al poder obtener comida y comodidades para poder vivir de la manera que hemos escogido.

Hay muchos que están restringidos por los hábitos de la sociedad en la que viven, por la falta de conciencia, o por su edad (los muy jóvenes o los muy viejos), por flaque-za, por depender de otros o de instituciones para su cuidado y sostenimiento. Ocurre una tragedia cada vez que un anciano se somete al cuidado de otros y es alimentado con carne cuando preferiría ser vegetariano. O cuando un adolescente esta desnutrido con una dieta vegana por la falta de información, apoyo, o falta de buena elección de ali-mentos.

Valoren su libertad y úsenla bien, no sólo para el beneficio propio sino para hacer el camino más fácil para los otros en sus vidas, para aliviar el sufrimiento de los anima-les y de la tierra. Cuando parezca ser mucha la carga, acuérdense que tienen una op-ción, y la inconveniencia no es una excusa. Cuanto más lo hagamos, más fácil se nos hará. Estamos trazando un camino para que otros lo puedan seguir... Lo que hagamos impactará la vida de más de los que podamos imaginar.

Debemos tomar responsabilidad, hacer algo de trabajo extra, ir un poco más allá si es necesario. Aún cuando al pasar los años nuestro entendimiento cambie y nos encon-tremos con la necesidad de revisar algunos de los conceptos tan duramente obtenidos, cuando sean puestos a prueba o con el cambio de los tiempos. Aún cuando haya veces en que el término medio sea la mejor opción.

Debemos ser honestos al evaluar una situación. Debemos tomar la decisión correc-ta, no la más fácil. Es importante que fortalezcamos nuestro espíritu y hagamos lo me-jor posible al ejercer la Libertad que tenemos, que es tan valiosa.

Eso nos facilitará a todos el caminar más suavemente sobre la tierra con una mejor armonía con el medio ambiente y con las otras criaturas que comparten nuestro mun-do.

El mundo cuenta con nosotros para hacer todo el esfuerzo posible. Nadie puede vanagloriarse de gozar de una libertad absoluta, ya que tantos los

grandes como los pequeños, necesitan unos de los otros. La libertad absoluta no existe desde el momento en que se reúnen dos hombres. El

Ermitaño en el desierto seria enteramente libre. Pero desde el momento en que se reú-nen dos hombres, tienen derechos que respetar, y por consiguiente no tienen libertad absoluta.

La obligación de respetar los derechos ajenos no quita el derecho al hombre de pertenecerse a sí mismo, ya que es un derecho que procede de la Naturaleza.

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Las opiniones liberales de algunos hombres, pueden conciliarse con el despotismo que ciertos hombres ejercen en su casa y con sus subordinados, por el conocimiento que tienen de la ley natural; pero neutralizada por el orgullo y el egoísmo. Comprenden lo que debe ser, cuando sus principios no son una comedia hecha por interés, pero no lo hacen.

Mientras más inteligentes somos para comprender un principio, menos somos ex-cusables si no lo aplicamos en sí mismos. El hombre sencillo, pero sincero, está más adelantado en el camino de DIOS que el que quiere parecer lo que no es.

Toda sujeción absoluta de un hombre a otro es contraria a la ley de Dios. la esclavi-tud es un abuso de fuerza, que desaparece con el progreso, como desaparecerán poco a poco conforme el hombre se perfeccione todos los abusos.

La ley humana que consagra la esclavitud es contraria a la Naturaleza, puesto que asemeja el hombre al bruto y le degrada moral y físicamente.

Cuando la esclavitud forma parte de las costumbres de un pueblo, los que se apro-vechan de ellas son responsables, ya que lejos de combatir un mal se conforman con el pasando por alto, lo que la ley de Dios recrimina y condena.

El mal siempre es mal, y los sofismas del hombre no lograran que una mala acción se trueque en buena; pero la responsabilidad del mal es relativa a los medios que se tienen para comprenderlo. El que saca provechos de la ley de esclavitud es siempre culpable por la abolición de una ley natural; pero en esto como en todo, la culpabilidad es relativa. Si en una ciudad se ejerce la esclavitud como cosa natural, desde el momen-to en que sus moradores adquieran desarrollo, y se ilustren por la luz del Cristianismo, comprenderán que es condenable y por eso no tendrán disculpa ante Dios.

Muchos creen que la natural desigualdad de aptitudes, pone a ciertas razas huma-nas bajo la dependencia de las más inteligentes. Pero se olvida que es solo para ilustrar-las y no para embrutecerlas más aun con la servidumbre. Hay hombres que han consi-derado, durante mucho tiempo, a ciertas razas humanas, como animales trabajadores, dotados de brazos y manos, a quienes tenían derecho a vender como bestias de carga. Se creen de mejor sangre, porque en el fondo son unos insensatos que solo ven la mate-ria. Olvidándose que no es la sangre la más o menos pura, sino el espíritu.

Existen hombre que tratan a sus esclavos con humanidad; que no permiten que carezcan de nada, y que creen que si les dieran la libertad se expondrían a mayores privaciones. Estos hombres comprenden mejor sus intereses. Pero igual cuidarían de sus caballos y de sus bueyes, para que les rindieran más, o para que estén lustrosos pa-ra mejor venderlos. Estos hombres no son tan culpables como los que hemos mencio-nado (que los maltratan) pero no dejan de disponer de ellos como una mercancía, privándoles del derecho de pertenecerse.

Lo ideal es que el elija por si mismo, si desea estar con ellos, bajo sus servicios, y si no lo deseasen pudieran irse, en paz y tranquilos, pues nunca debemos someter a las personas a nuestros intereses, caprichos y deseos.

De la única forma que el hombre puede ejercer su libertad sin límites es por el pensamiento, puesto que no reconoce trabas. Puede contenerse su manifestación, pero no anonadarle.

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Sin embargo, no debemos olvidar que somos responsables por el pensamiento an-te Dios, ya que todo lo ve y todo lo conoce en nosotros, lee en nuestro pensamiento como en un libro abierto, y siempre nos condena o nos absuelve según su justicia.

La conciencia es un pensamiento íntimo que pertenece al hombre, como todos los otros pensamientos. Pero solo a Dios le pertenece el derecho de juzgarla. Si el hombre con sus leyes arregla las relaciones de los hombres entre sí, Dios con las leyes de la Na-turaleza arregla las relaciones del hombre con Dios.

Las trabas puestas en nuestra libertad de conciencia obligan a los hombres a obrar de otro modo que piensan, es hacer hipócritas. La libertad de conciencia es uno de los caracteres de la verdadera civilización y del progreso.

Toda creencia es respetable, cuando es sincera y conduce a la práctica del bien. Las creencias censurables son las que conducen al mal. No debemos escandalizar en su creencia a aquellos que no piensan como nosotros, ya que sería faltar a la caridad y atentar a la libertad de pensar.

Siempre podemos poner trabas a creencias que podrían perturbar a la sociedad, pero solo en reprimir los actos, porque la creencia intima es inaccesible.

Se deben dejar que se propaguen doctrinas perniciosas con la pretensión de decir la verdad, pero para reconocer la que tiene derecho a presentarse como tal, será inelu-diblemente la que haga más hombres de bien y menos hipócritas, en una palabra, aquellas que practiquen la ley de amor y de caridad en su mayor pureza y en su más amplia aplicación. En esto se conocerá que es una buena doctrina; porque toda la que produjese la consecuencia de sembrar desunión y establecer una demarcación entre los hijos de Dios, no deja de ser falsa y perniciosa.

El hombre sin el libre albedrio seria como una máquina. Por eso Dios le concedió la libertad para pensar y actuar. Desde que tiene voluntad de hacer, en los primeros mo-mentos de su vida, la libertad es casi nula, se desarrolla y cambia de objeto con las facultades. El niño al tener pensamientos conforme a su edad, aplica su libre albedrio a las cosas que le son necesarias.

Las predisposiciones instintivas que trae el hombre son las que tenía el Espíritu antes de su encarnación. Según sea más o menos adelantado, pueden surgirle actos re-prensibles, los cuales serán secundados por los Espíritus que simpatizan con dichas predisposiciones; pero no hay sugestión por parte de un espíritu que sea irresistible, cuando tenemos la voluntad de resistir. Recordemos que querer es poder.

el hombre no es arrastrado al mal, los actos que realiza no están de antemano es-critos; los crímenes que comete no son el resultado de una falla del destino. Como prueba y expiación, puede elegir una existencia en la que sentirá las solicitaciones del crimen, a consecuencia del medio en el que es colocado, o en virtud de las circunstan-cias que sobrevengan pero siempre es libre de obrar o no obrar. Sacamos en conclu-sión que el libre albedrio existe en el estado de Espíritu para la elección de la existencia y de las pruebas, y en estado corporal en la facultad de ceder o resistir a las solicitacio-nes a que voluntariamente nos hemos sometido. A la educación le toca combatir esas malas tendencias. Y lo haremos satisfactoriamente cuando esté basada en el estudio profundo de la naturaleza moral del hombre. Ya que mediante el conocimiento de las

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leyes que rigen esa naturaleza moral, se llegará, a modificarla, como la inteligencia por medio de la instrucción; y el temperamento por medio de la higiene

Cuando estamos desprendidos de la materia, en el plano espiritual y estamos en estado errante, elegimos la existencia que queremos desarrollar corporalmente según nuestro adelantamiento, y según el grado de elevación. Pues al igual que en la tierra elegimos las amistades según nuestra afinidad y gustos, nunca un espíritu con conoci-mientos va a querer sumergirse en las sombras. Semejante libertad no queda anulada por la reencarnación; si cedemos a la influencias de la materia, es porque sucumbimos a las pruebas que hemos elegido, y para que seamos ayudados para dominarlas, pode-mos invocar la asistencia de Dios y de los Buenos Espíritus.

Sin el libre albedrio el hombre no tiene culpa del mal que realiza, ni tampoco meri-to en el bien, por eso es reconocido sobradamente, que la intención, la voluntad o liber-tad en la elección, es lo que cuenta, para ser elogiada o censurada una cosa, por eso no podemos buscar excusa a nuestras faltas en la organización, sin abdicar de la razón y de la condición de ser humano, asimilándonos al bruto.

Los Espíritus nos dicen que el hombre es libre de sacudir un yugo obsesor, como libre es de cerrar la puerta de su casa a los inoportunos; no es el hombre una maquina que obra por un impulso independiente de su voluntad, sino un ser dotado de razón que escucha, que juzga y escoge libremente entre dos opciones, o consejos. Añaden que a pesar de esto, el hombre no queda privado de iniciativa, y no deja de obrar por movimiento propio, pues en definitiva no es más que un espíritu encarnado, que aun no ha conseguido la superioridad moral a la que está destinado; pero que no carece por ello de libre albedrio. La vida corporal le es dada para que se purgue de sus imperfec-ciones por medio de las pruebas que sufre, precisamente las imperfecciones son las que le hacen más débil a las sugestiones del mal hecha por los espíritus imperfectos que se aprovechan de ellas para hacerlo sucumbir. Si sale de ellas victorioso se eleva, si sucumbe se queda como era, ni mejor ni peor. Habrá de empezar una nueva prueba, lo que puede prolongarse por mucho tiempo. Cuanto más se purifica, más disminuyen sus lados vulnerables, y menos cede a los que le incitan al mal. Su fuerza moral crece en proporción de su elevación, y los malos Espíritus se alejan de él.

En conclusión, el hombre es, por naturaleza, dueño de si mismo, tiene el derecho de hacer todo cuanto crea conveniente o necesario para la conservación y el desarrollo de su vida.

Sin embargo, esa libertad no es absoluta y no puede serlo, por la simple razón de que, conviviendo en sociedad, el hombre tiene el deber de respetar ese mismo derecho en cada uno de sus semejantes.

Dicho esto, todo y cualquier costumbre, que haga que una persona esté comple-tamente sujeta a otra, constituye una iniquidad contraria a la ley de Dios.

El hombre encuentra cada vez menos dificultad conforme pasan los siglos de pen-sar sin impedimentos y, a cada generación que surge, más amplias son las garantías individuales en lo que se refiere a la protección del foro íntimo.

El sistema del “cree” o “muere”, que algunos retrógrados desearían ver estableci-do, está definitivamente superado y no volverá jamás, de ninguna manera.

Hoy en día existen ideas muy diferentes.

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En las disensiones religiosas, las llamas de las hogueras fueron sustituidas por las luces del esclarecimiento, y en la catequesis filosófica o política, en un futuro, es seguro, que se buscará emplear, cada vez más, la fuerza de la persuasión en vez de la imposi-ción por la fuerza.

Evidentes señales de esta evolución tenemos: a) en la orientación de Juan XXIII y Pablo VI, dieron a la Iglesia Católica, inclinándola al liberalismo y a la tolerancia, como lo prueban las decisiones tomadas en el Concilio Ecuménico recientemente clausura-do, entre ellas , la extinción del famoso “Index Librorum Prohibitorum”, es decir, el pa-pel de los libros prohibidos por la congregación del Santo oficio, en el cual eran inclui-das todas las obras que, aunque fuesen edificantes, anulasen o contradijesen su doc-trina . y otra es en la líneas adoptada por la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéti-cas al optar por la propaganda ideológica como el medio más eficaz de atraer a los pueblos hacia el socialismo, en lugar de la conquista por las armas, como se hacía hace algunos años.,

El apóstol Pablo refiriéndose a los gentiles les hablo expresivamente: El mayor va-lor de la independencia relativa que disfrutamos reside en la posibilidad de servirnos unos a los otros, glorificando el bien.

El hombre gozará siempre de libertad condicional y, dentro de ella, puede alterar el curso de la propia existencia, por el buen o mal uso de semejante facultad en las re-laciones comunes.

Rarísimas son las criaturas que saben elevar el sentido de la independencia a ex-presiones de vuelo espiritual hacia el infinito. La mayoría de los hombres caen, desas-trosamente en la primera y nueva concesión del Cielo, transformando a veces, hilo de velludo en cadenas de bronce.

Sin duda estamos aún muy lejos de una vivencia mundial de integral respeto a las libertades humanas; aunque, ya las aceptamos como un ideal a ser alcanzado, eso es ya un gran paso, pues tal concordancia ha de llevarnos, antes o después, a ese estado de paz y de felicidad a que todos aspiramos.

EXTRAÍDO DEL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO DE ALLAN KARDEC Y DEL LIBRO LAS LEYES MORALES DE RODOLFO GALLIGARIS

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¿Por qué existimos? ¿Qué cometido tiene la existencia del hombre? ¿Quién nos ha creado? ¿Por qué sufrimos?... Estas y muchas más preguntas se las hace el hombre, y solo aquellos que meditan y

profundizan consiguen respuestas, que de momento les pueden convencer, pero mu-chos hay que van más allá, no se conforman y gracias a ellos aparecen día a día nuevas respuestas y así el hombre va modificando sus errores y obteniendo respuestas más lógicas y acertadas de su existir y de todo lo creado.

Con el espiritismo hemos encontrado nuestra renovación mental, con el fenómeno medí único hemos modificado las convicciones, con las conclusiones filosóficas hemos alterado la visión del mundo, ahora admitimos la inmortalidad del ser y sentimos la ex-celsitud de nuestro propio destino.

Pero si esa transformación de la inteligencia no eleva nuestros corazones mediante el perfeccionamiento íntimo, si los principios que abrazamos no nos ayudan a que me-joremos el comportamiento en relación con nuestros hermanos de la humanidad, ¿para qué nos sirve el conocimiento?

Si una fuerza superior no educa nuestras emociones, si la cultura no nos conduce hacia la sublimación del carácter y del sentimiento, ¿qué hacemos con el tesoro intelec-tual que la vida nos confía?

El intercambio con los habitantes del mundo espiritual no tiene valor si solamente satisfacemos nuestro capricho.

Si buscamos tomar contacto con el plano espiritual recordemos que la muerte del cuerpo no nos transforma en santos. Mas allá de la tumba hay también sabios e igno-rantes, justos e injustos; corazones en el cielo y conciencias en el purgatorio, dependen-cia del infierno...

Las incursiones en lo desconocido requieren conductores. Cristo es nuestro Guía Divino para la conquista santificante del Mas Allá. No nos apartemos de Él. Solamente con Jesús mediante el Evangelio bien vivido, corregiremos la estructura

de nuestra personalidad ara la sublime ascensión hacia la alborada de nuevos milenios, los que más han madurado en su capacidad de razonar y superan las fronteras de la in-teligencia común, en su interior despiertan ciertos interrogantes, encienden su corazón.

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Dónde está la estación terminal de nuestros destinos? En lo más profundo de nuestro ser anhelamos una vida superior, analizamos y fas-

cinados nos damos cuenta de que no existe el vació, que la vida es patrimonio del agua, así como también es la esencia de los inmensurables sistemas siderales. Y asombrados ante el esplendor del Universo, emprendemos la difícil tarea de descubrirnos a noso-

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tros mismos, volvemos el pensamiento hacia el suelo al que estamos imantados y re-clamamos el amor, para que responda a la soberanía cósmica vibrando dentro de la misma nota de grandeza, aunque en el ambiente en el que vivimos, el amor es como una planta milagrosa en la que están asomando tiernos brotes.

Vemos que cuando tomamos parte en un equipo de intereses comunes pasajeros en el que provisoriamente nos incluimos, padeciendo las zozobras de la envidia, la co-dicia, el egoísmo, el dolor... No sabemos dar si no recibimos, no logramos ayudar sin protestar y al mostrarnos exigentes para con los demás, soportamos de parte de ellos golpes siempre renovados de la incomprensión y de la discordia, con escasas posibili-dades de auxiliar y auxiliarnos.

Hemos vislumbrado a la Majestad Divina en los Cielos y reconocemos la pobreza infinita de la tierra.

Tenemos el cerebro inflamado de gloria y el corazón invadido por las sombras. Nos enorgullecemos ante los espectáculos magníficos de lo Alto y padecemos las

miserias de aquí abajo. Deseamos comunicar a los demás cuanto hemos aprendido y comprendido al con-

templar la vida ilimitada, pero no encontramos oídos que lo entiendan. Advertimos que en la tierra, el Amor es aún tan escaso como la alegría que pueden

proporcionar los oasis cercados, y cuando se corta el eslabón que nos sujeta a la mise-rable familia humana, el hombre que abre los ojos a la grandeza de la Creación deambu-la por el mundo como un viajero incomprendido y desubicado, como un peregrino que no tiene patria ni hogar, sintiéndose como un diminuto grano de polvo dentro de los Dominios Celestiales.

Sin embargo, nos estamos ampliando la acústica del alma y a pesar de los sufri-mientos que nos afligen, las inteligencias Superiores están edificando sobre nosotros los cimientos espirituales de la Humanidad Nueva.

Estamos reducidos en las percepciones en lo que es necesario. Los hábitos adquiridos y los conocimientos a través de los siglos yacen en el cuer-

po, bajo la apariencia estática de intuiciones y tendencias. Fuerzas inexplicables, e infinitos recursos duermen en el, a la espera de la palanca

de la voluntad para exteriorizarse rumbo a la conciencia. Nuestra alma permanece provisoriamente encerrada, en el olvido temporario pero

no absoluto de su pasado, no obstante recibimos gloriosas ocasiones de trabajo en la tarea de nuestra propia superación.

En la existencia carnal encontramos multiplicados medios de ejercicio y lucha, pa-ra adquirir y consolidad las aptitudes que nos son necesarios para vivir en regiones más elevada, crecemos con el dolor que nos corrige y con el trabajo que lo santifica.

Las facultades sensoriales son insignificante haces de claridad, que nos brindan es-casas noticias del prodigioso reino de la Luz y si sabemos aprovechar las sombras del palacio corporal que nos aprisiona temporariamente, para que desarrollemos las facul-tades divinas, si meditamos y obramos en función del bien, poco a poco vamos tejiendo las alas del amor y la sabiduría con las que más tarde, levantaremos el vuelo sublime y supremo en dirección a la Eternidad.

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En el cuerpo humano, la tierra tiene el más sublime santuario y una de las más grandes maravillas de la Obra Divina.

El cuerpo humano es una magnifica ciudad estructurada con vidas microscópicas, casi inmensurables, por medio de la cual la mente se desenvuelve y purifica, mientras se entrena en las luchas habituales y en los servicios regulares del mundo, para impor-tante cometidos en los círculos superiores.

Aunque sea mutilado o deforme, un cuerpo es una bendición, porque nos da en la tierra, una preciosa oportunidad de perfeccionarnos espiritualmente. En realidad, el cuerpo es el mayor de los presentes que nuestro Planeta puede ofrecernos.

Hasta ahora el hombre no ha sabido colaborar en la preservación y sublimación del castillo físico. Sin embargo llega el día, en que el hombre reconoce la importancia del templo vivo en el que habita en este mundo, y suplica retornar a el cual trabajador, que ávido de renovación necesita el instrumento adecuado para conquistar el salario bendito del progreso para la anhelada ascensión a las Esferas Divinas.

La vida en el planeta se subdivide en la obra maestra del trabajo selectivo de todos los reinos. Desde la sensación a la excitabilidad al instinto, del instinto a la inteligencia y de la inteligencia al razonamiento, han transcurrido incesantes siglos y siglos. La evolu-ción es fruto del tiempo infinito.

Para las conciencias primarias, el desprendimiento de la envoltura corporal es algo así, como la entrada en un periodo de hibernación. Aves sin halas no pueden ganar altu-ra. Aguardan el momento de un nuevo regreso al nido carnal para obtener los recursos que les permitan realizar grandes vuelos. Para tales inteligencias, la muerte es como una parada obligatoria, por cierto tiempo, frente a los escalones más altos de la escala evolutiva que todavía no están preparados para transponer.

El hombre es un genio divino en proceso de perfeccionamiento, dentro del gran imperio de las existencias microscópicas, o un ángel por nacer, y en ese ámbito es es-clavo natural de los ordenamientos superiores y legitimo amo de las potencias meno-res.

En torno del todo es movimiento, transformación y renovación. Somos lo que determinamos, poseemos lo que deseamos, estamos donde preferi-

mos y encontramos la victoria, la derrota o el estancamiento, según imaginamos. Los acontecimientos obedecen a nuestras intenciones o provocaciones sean mani-

fiestas u ocultas. Habremos de encontrar lo que merecemos porque merecemos lo que buscamos. La existencia será pues para nosotros, en cualquier parte, invariablemente según pensamos.

La tierra es una universidad sublime que funciona en varios cursos y disciplinas con aproximadamente dos mil millones de alumnos matriculados en las diferentes ra-zas y naciones.

Más de veinte mil millones de almas conscientes, liberadas de los lazos corporales, rodean el domicilio terrestre y permanecen en otras fajas evolutivas y muchos miles de millones de inteligencias sub.-humanas son aprovechados en el progreso planetario en múltiples servicios.

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La reencarnación para la mayoría de estas criaturas, necesitadas de más amplia experiencia no es una imposición natural sino también un premio, porque constituye la oportunidad de aprender.

Cada pueblo es una sección preparatoria de la Humanidad en relación con el por-venir. Cada nación posee una tarea específica que cumplir como contribución al mejo-ramiento del mundo, y aunque los bloques raciales desvariados, se lanzan a la guerra, están impulsados por el deseo de conseguir nuevos valores para su propio engrande-cimiento.

En los círculos del Planeta, vemos a las más primitivas comunidades encaminarse hacia las grandes adquisiciones culturales, no olvidemos que poseemos millones de hermanos que están infinitamente distantes del mundo moral, y que diferenciándose poco o nada de los irracionales, no han logrado todavía consolidar la mas mínima no-ción de responsabilidad.

Los enanos Dokos de Abisinia desnudos y profiriendo gritos extraños a manera de lenguaje se asemejan mucho a los monos.

Los negros de Kythes pasan los días tendidos en el suelo a la espera de ratones con los que puedan mitigar su hambre.

Entre gran parte de los africanos orientales no existen los lazos morales entre pa-dres e hijos.

En el interior de África, los Latucas, no conocen los sentimientos de compasión o de obligación.

En el inmenso colegio hay múltiples y urgentes tareas para todos los que aprenden que la vida es movimiento, progreso, ascensión y la individualidad encuentra vastísi-mas posibilidades de acción y amplios recursos para expresarse.

El trabajo es la escalera divina de acceso a los lauréelos inaccesibles del espíritu. Nadie precisa pedir traslado a Júpiter o Saturno para colaborar en la creación de nue-vos Cielos. La tierra es nuestra casa y nuestro taller en medio del paisaje cósmico, nos espera para que la convirtamos en glorioso paraíso.

La religión es la fuerza que amplía las potencialidades del sentimiento. Por eso en el corazón reside el centro de la vida. No hay que despreciar la actividad religiosa por-que en la predica de la fe santificante encontraremos las reglas de conducta y perfec-ción que necesitamos para desarrollar nuestra vida mental en dirección a las conquis-tas divinas.

La religión es la fuerza que está edificando a la Humanidad. Es la fábrica invisible del carácter y del sentimiento. Solamente la religión consigue limar las más recónditas aristas del ser. Ella altera paulatinamente las características del alma y eleva su patrón vibratorio, a través de la creciente mejoría de sus relaciones con el mundo y con sus semejantes.

Nacida en la ruda cuna del temor, la fe inicio su apostolado enseñando a las tribus primitivas que el Divino Poder tiene las riendas de la justicia suprema e infunde respe-to a la vida y perfecciona el intercambio entre las almas. Es la religión la escuela sobe-rana de la formación moral del pueblo, que dota al espíritu de poderes y conocimientos para que pueda realizar el viaje de la sublimación.

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La ciencia construirá el clima de confort y lo enriquecerá con los blasones de la cul-tura superior, la filosofía la ayudara con valiosas interpretaciones de los fenómenos con los que la Eterna Sabiduría se manifiesta, pero solamente la Fe, con sus estatutos de perfección intima, consigue preparar a nuestro espíritu imperecedero para ascender a la gloria universal.

En todos los tiempos el hombre sueña con la patria celestial. Los conceptos de cielo e infierno yacen en el pensamiento de todos los pueblos. El cuerpo es una casa temporaria en la que se recoge nuestra alma en aprendizaje.

Por eso mismo cuando es alcanzada por los dardos de la disolución y del cansancio el espíritu humano recuerda instintivamente algo impreciso, que se presenta en su pen-samiento angustiado como el paraíso perdido. Desequilibrado en la tierra, pide al Mas Allá un mensaje de consuelo y armonía.

Semejante momento es, altamente significativo en el destino del ser, porque si el corazón que pide es portador de buena voluntad, la respuesta de la vida no se hace es-perar y se abre un nuevo camino ante el alma oprimida y fatigada, que se vuelve hacia el Mas Allá llena de Amor, sufrimiento y esperanza.

Con Jesús surgió en el mundo el coronamiento victorioso de la fe. Con el Cristianismo recibimos las gloriosas simientes de la fraternidad que habrán

de dominar los siglos. El Divino Fundador de la Buena Nueva entra en contacto con la multitud y el santuario del Amor Universal se abre, iluminado y sublime para la santifi-cación de toda la Humanidad.

La enseñanza de Jesús no se reviste de formas complicadas y no exige que los hombres se hagan héroes o santos de un día para otro. No pide que el hombre haga mi-lagros ni reclama imposibles. Su palabra está dirigida a la vida común, a los niveles más simples del sentimiento, a la lucha ordinaria y a las experiencias de cada día.

La criatura que registra las notas consoladoras del Evangelio empieza a contem-plar el mundo y la vida a través de un prisma diferente.

Madurada la comprensión al llegar a la mayoría mental, el hombre percibe su pro-pia insignificancia ante el infinito. Y cuando escucha las sagradas llamadas de lo Alto, el corazón que despierta a la vida superior comprende, al fin, que Dios es la Verdad Sobe-rana que el trabajo, es su bendición, que el Amor y la sabiduría representan su finalidad y que su alma es inmortal.

Las instrucciones de los Espíritus son en verdad las voces del Cielo que vienen a iluminar a los hombres y a invitarles a la práctica del Evangelio”.

En la actualidad, destacados científicos y pensadores de todas las latitudes, en prestigiosas Universidades, sostienen- aunque con otros términos- los principios de la Doctrina Espirita, ante un mundo diferente que deja morir de hambre a cientos de ni-ños diariamente.

Entre tanto, Jesús espera. Cuando su mensaje de Amor sea vivido, un nuevo Sol despuntara en el horizonte

espiritual de la Tierra, pues la moral evangélica, como dice Kardec... constituye, en fin, y por encima de todo, el camino infalible de la felicidad futura...

Existen caminos en todas direcciones.

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Hay caminos cortos que conducen a la locura y al suicidio, al crimen a la desespe-ración. También los hay largos y anchos, que facilitan la embriaguez de los sentidos, el desorden de la emoción en los compromisos infelices.

Surgen callejones sin salida y rutas que parecen no tener fin... La vida, en sí misma, es un camino que cada criatura recorre en su existencia in-

mortal, con éxito o fracaso, conforme con la opción hecha. Todos avanzamos por caminos diferentes, ignorando muchas veces hasta donde

nos llevan. Los insensatos cambian de dirección de acuerdo con la variedad de las sensaciones

agotadoras a que se entregan. Los egoístas eligen las vías solitarias en las que se perturban tras una larga mar-

cha. Los precipitados se lanzan por las rutas escarpadas y ruedan en abismos de sufri-

mientos inenarrables. Los perversos siguen por los senderos de la inquietud y se pierden en sombras es-

pesas. Los luchadores del bien avanzan por los caminos de la esperanza y se iluminan. Los servidores de la caridad se mueven en las sendas del sacrificio y llegan a los

puertos de la paz. Los apóstoles del amor eligen los derroteros de la acción dignificante y reposan en

los climas de la ventura que alcanzan. En la diversidad de caminos, los hombres se perturban o se liberan... Sin embargo, quien siga por los caminos de Jesús, nunca dejara de alcanzar la meta

que persigue: la felicidad integral. El apostolado de Jesús, en la tierra, mantiene su actualidad en estos días tumultuo-

sos, atrayendo a las vidas que se pierden en otros rumbos. Pavimentados con humildad y renuncia, dan seguridad y proporcionan jubilo y

bienestar. Pasan los siglos, y las lecciones por El suministradas irradian armonía y alegría de

vivir. Nunca, como ocurre en estos tiempos, Jesús fue tan necesario y oportuno. La tecnología, que obtuvo logros relevantes y respetables, no libero al hombre de

sus innumerables problemas. Las “ciencias del alma” con múltiples escuelas y enriquecidas con valiosos concep-

tos, no han podido conducir las mentes con seguridad, por carecer de objetivos firmes y legítimos.

La ética parece haber enloquecido, en una civilización donde la maquina pretende sustituir al hombre, aunque parezca ayudarlo.

La violencia gana las calles del mundo y la cultura se hipertrofia en modelos y equívocos lamentables, manteniéndose en la superficie de la información, destituida de profundidad de conceptos y de dignificación para el hombre.

En todas partes están presentes, las semillas del miedo, de la perturbación, de la agresividad...

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Sin pesimismo de nuestra parte, no podemos negar los trágicos engaños de algu-nas conquistas contemporáneas, junto a las cuales hay otras que, ciertamente, glorifi-can a este siglo y a los que viven en el.

Es imperioso detenerse en la carrera desmedida de la “falta de tiempo” para revi-sar, reconsiderar, repensar a Jesús.

Volver a sus caminos y recorrerlos nuevamente, con reflexión y ternura, es una ta-rea impostergable. Al hacerlo, cada individuo experimentara, sin duda, el calor de Su presencia y la inmanencia de Su amor impregnando su existencia.

Nadie que pueda prescindir de El es realmente feliz. La Propuesta aquí se queda, en estas páginas empapadas de cariño, escritas con la

más elevada emoción espiritual, como una contribución, aunque insignificante, para todo aquel que se encuentre insatisfecho, inquieto o aturdido, o que conserve el deseo de conquistar el reino de Dios que, en última instancia, existe en el propio corazón, aguardándolo.

AMELIA RODRÍGUEZ EXTRAÍDO del libro “Por los caminos de Jesús “

y de “Derrotero “ambos de Divaldo Pereira Franco.

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¿Qué significa reencarnar? Reencarnar significa volver a habitar un cuerpo físico. Es a través de la reencarna-

ción que el hombre consigue evolucionar y llegar a la perfección. Una existencia sola es un tiempo muy corto, un plazo muy limitado, para que el

hombre pueda conocer, y saber todo de todo. La ley de renacimiento explica y completa el principio de la inmortalidad. La evolución del ser indica un plan y un fin. Ese fin, que es la perfección, no puede realizarse en una sola existencia, por más larga que sea. De-bemos ver en la pluralidad de las vidas del alma (reencarnación) la condición necesaria para su educación y su progreso.

Sin el principio de la preexistencia del alma y de la pluralidad de existencias, la mayor parte de las máximas del Evangelio son ininteligibles; por esto dieron lugar a interpretaciones tan contradictorias: ese principio es la clave que debe restituirles su verdadero sentido.

Todos los espíritus han sido creados simples e ignorantes, y se instruyen en las lu-chas y tribulaciones corporales. El que unos se inclinen desde el principio al bien, solo les proporciona llegar antes al fin, y penar menos, pues todas las penas de la vida son originadas por la imperfección del hombre, por su tendencia al mal. Mientras menos imperfecto es el espíritu, menos tormentos sufren, el que no es envidioso, celoso, egoís-ta, ambicioso, no sufrirá los tormentos que de estos defectos se originan.

El alma (espíritu) después de residir temporalmente en el Espacio, renace en la condición humana, trayendo consigo la herencia buena o mala, de su pasado; renace como niño, reaparece en la escena terrestre para representar el nuevo acto del drama de su vida, pagar las deudas que contrajo, conquistar nuevas capacidades que le han de facilitar la ascensión y acelerar la marcha hacia delante.

La Doctrina de la reencarnación, es la única que corresponde a la idea que forma-mos de la justicia de Dios para con los hombres que se Hallan en condición moral infe-rior, la única que puede explicar el futuro y firmar nuestras esperanzas, pues nos ofrece los medios de rescatar nuestros errores por nuevas pruebas. La razón nos lo indica y los Espíritus nos lo enseñan.

Mientras tanto, no todas las almas tienen la misma edad, ni todas subirán con el mismo paso sus periodos evolutivos. Unas recorren una carrera inmensa y se aproxi-man ya al apogeo de los progresos terrestres; otras mal comenzaron su ciclo de evolu-ción en el seno de las humanidades. Estas son almas jóvenes, emanadas hace menos tiempo del foco Eterno. Llegadas a la humanidad, tomaron lugar entre los pueblos sal-vajes o entre las razas bárbaras que pueblan los continentes atrasados, las regiones desheredadas del Globo. Y, cuando al fin, penetren en las civilizaciones, fácilmente se dejan reconocer por la falta de desembarazo, de aptitudes, por su incapacidad para to-das las cosas y principalmente, por sus pasiones violentas.

Así en el encadenamiento de nuestras estaciones terrestres, continúa y se comple-ta la obra grandiosa de nuestra educación, el moroso edificar de nuestra individualidad, de nuestra personalidad moral.

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Es por esa razón que el alma tiene que reencarnar sucesivamente en los medios más diversos, en todas las condiciones sociales; tiene que pasar alternadamente por las pruebas de la riqueza de la pobreza, aprendiendo a obedecer par después mandar. Pre-cisa de las vidas oscuras, vidas de trabajo, de privaciones para acostumbrarse a renun-ciar las vanidades materiales, a despojarse de las cosas frívolas, a tener paciencia, a ad-quirir disciplina del Espíritu. Son necearías las existencias de estudio, las misiones de dedicación, de caridad, por vía de las cuales se ilustra la inteligencia y el corazón se enriquece con la adquisición de nuevas cualidades; después vendrán las vidas de sacri-ficio por la familia, por la patria, por la Humanidad. Son necesarios también la prueba cruel, crisol donde se funden el orgullo y el egoísmo, y las situaciones dolorosas, que son el rescate del pasado, la reparación de nuestras faltas.

Las encarnaciones y las reencarnaciones no ocurren solo en el planeta Tierra: las vivimos en diferentes mundos. Las que aquí pasamos no son las primeras, ni las últi-mas; son, no obstante, de las más materiales y de las más distantes de la perfección.

La encarnación carece de límites precisamente trazados, si tenemos en vista solo el envoltorio que constituye el cuerpo del Espíritu (periespíritu) dado que la materialidad de ese envoltorio disminuye en la proporción que el espíritu se purifica. En ciertos mundos más adelantados que la Tierra, el es ya menos compacto, menos pesado y me-nos grosero y, por consiguiente, menos sujeto a las vicisitudes. En grado más elevado, es diáfano y casi fluídico. Va desmaterializándose de grado en grado y acaba por con-fundirse con el Espíritu.

No fue la doctrina Espirita la que invento la teoría de la reencarnación. En la India, en Egipto, en Persia las ideas reencarnacionistas han prevalecido desde los principios de la civilización.

El papiro de Anana (1320 a. C) demuestra la idea entre los egipcios. “El hombre retorna a la vida muchas veces más no se acuerda de sus existencias

anteriores, excepto algunas veces en sus sueños. Al final todas esas vidas le son revela-das.

Pitágoras, Sócrates, Buda, Apolunio de Tiara, Heredoto, Plotino, Porfirio, todos de-fendían ese principio. Muchas religiones se han basado en la creencia de las vidas suce-sivas: El Brahmanismo, el Budismo, el Truismo etc.

No hay duda de que, bajo el nombre de resurrección, el principio de la reencarna-ción es un punto de una de las creencias de los judíos, punto que Jesús y los Profetas confirmaron de modo y forma. De donde se sigue que negar la reencarnación es negar la palabra de Cristo.

Ninguna religión ha negado el mundo de los muertos y todas se han esforzado en describirlo. Así mismo, en todas existe una creencia esencial en común, entre la vida material y la espiritual hay una continuidad del ser humano y la muerte representa tan sólo un cambio de estado.

La ciencia moderna confirma todo ello, aunque fue a mediados del siglo XX cuando Allan Kardec dio a conocer su obra, que reafirma los conceptos esenciales emitidos por los más destacados hombres de todos los pueblos desde los confines del tiempo, dando origen al Espiritismo.

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Es sobre todo en los últimos 15 a 20 años, con la investigación de lo que sucede en la “muerte clínica” que la teoría de la supervivencia del espíritu y en consecuencia de la reencarnación, ha despertado un inmenso interés en el mundo occidental, ya que los investigadores de las experiencias de personas resucitadas después de estar clínica-mente muertas, han acumulado datos fascinantes que ponen de acuerdo las conjeturas de los antiguos y la evidencia médica moderna.

Las evidencias científicas de la reencarnación son: Los Genios Precoces Son criaturas prodigio, que desde la más tierna edad muestran poseer conocimien-

tos, de tal orden hacia los temas más diversos que seria imposible explicar sin la certe-za de que vivieron antes.

Kardec, examinando la cuestión, pregunto a los benefactores, como entender este fenómeno. (P 219 del Libro de los Espíritus) y le dijeron: “aprendizaje del pasado, re-cordación anterior del alma”

Recordación espontánea de vidas pasadas Se caracteriza por el hecho de personas, especialmente criaturas pasar a recordar

espontáneamente vidas anteriores. Regresión de la memoria a vidas anteriores Innumerables casos han surgido de personas que pasan a relatar vivencias ante-

riores durante el fenómeno, hoy en día relativamente común, de regresión de la memo-ria.

A finales del siglo pasado, el pesquisidor francés Alberto Rochas, realizó experien-cias con regresión de la memoria y consiguió llevar a uno de sus pacientes a una exis-tencia precedente. A partir de hay otros cuentistas, en diverso partes del mundo, co-menzaron a desenvolver esas técnicas, consiguiendo anotar millares de referencias concordantes con el principio de la polín génesis.

Recientemente, este proceso fue desenvuelto con fines terapéuticos, donde psi-quiatras espiritualistas se sirven de técnicas apropiadas para, a través de la regresión de la memoria, desenvolver condiciones neuróticas de pacientes psiquiátricos. Esos procesos, aun en el campo experimental, no son aceptados por la Ciencia Oficial, recibió el nombre de (Terapia de vidas Pasadas)

La reencarnación se basa en los principios de la misericordia y de la justicia de Dios.

En la misericordia divina, porque, así como el buen padre deja siempre la puerta abierta a sus hijos imperfectos, facultándoles la rehabilitación, también Dios a través de vidas sucesivas – nos da la oportunidad para que podamos corregirnos, evolucionar y merecer el pleno gozo de una felicidad duradera.

Emmanuel llega a decir: “La reencarnación es casi el perdón de Dios”. En la justicia, los errores cometidos y los males infringidos al prójimo deben ser

reparados durante nuevas existencias, a fin de que, experimentando los mismos sufri-mientos, los hombres puedan rescatar sus débitos, pasando a conquistar el derecho a ser felices.

La unicidad de las existencias es injusta e ilógica, pues no atiende a las sabias leyes del progreso espiritual.

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Es injusta porque gran parte de los errores humanos es el resultado de la ignoran-cia y, en una vida, no nos es posible el recate de nuestros errores, principalmente cuando el arrepentimiento nos sobreviene casi al final de la existencia. Es preciso se de la oportunidad al arrepentido para que el compruebe su sinceridad a través de las ne-cesarias reparaciones.

Es ilógica, porque no puede explicar las grandes diferencias de actitudes de las criaturas desde su infancia; las ideas innatas, independientemente de la educación re-cibida, que existen en unos y no aparecen en otros; los instintos precoces, buenos o malos, no obstante a la naturaleza del medio donde nacieron.

Las reencarnaciones representan para las criaturas imperfectas valiosas oportuni-dades de rescate y progreso espiritual.

Solo la pluralidad de la existencia puede explicar la diversidad de los caracteres, la variedad de las aptitudes, la desproporción de las cualidades morales, en fin, todas las desigualdades que hieren nuestra vista.

Solamente el amor proporciona vida, alegría y equilibrio. Cada uno ha de ver aquello que le proporcione legítimo provecho. El que hace lo que puede, recibe el sala-rio de la paz. Los espíritus están asociados en existencias comunes, participando en el mismo cáliz de dolores y en las mismas alegrías terrestres. En la generalidad reposan en un mismo lecho, no obstante cada uno vive en planos mentales diferentes. Es muy difícil que se hallen reunidos en los lazos domésticos, almas de la misma esfera.

Todas las almas que no pudieron liberarse de las influencias terrestres deben re-nacer de nuevo en este mundo para trabajar en su mejoramiento; es el caso de la in-mensa mayoría. Como las otras fases de la vida de los seres, la reencarnación está suje-ta a leyes inmutables. El grado de pureza del periespíritu y la afinidad molecular es la que determina la clasificación de los Espíritus en el espacio y fijan las condiciones de reencarnación. Los semejantes se atraen. Es en virtud de ese hecho, de esa ley de atrac-ción y de esa armonía que los Espíritus de un mismo orden, de caracteres y tendencias análogas se aproximan y constituyen familias homogéneas.

Es muy fácil amar a los amigos, admirar a los buenos, defender a los familiares, comprender a los inteligentes, , entronizar afecciones, conservar a los que nos estiman, loar a los justos y ensalzar a los héroes conocidos; más si somos respetables con seme-jantes posiciones intimas, es preciso reconocer que ellas representan servicio realiza-do en nuestro proceso evolutivo. El Espíritu encarnado no ha alcanzado la redención final. Por eso la tempestad es la bienhechora; la dificultad la maestra; el adversario, es el instructor eficiente.

No debemos permitir la intromisión de fuerzas negativas y destructoras en el campo íntimo del alma. Siempre es posible transformar el mal en bien, cuando hay fir-me disposición de la criatura en el servicio de fidelidad al Señor. Toda reconciliación es difícil cuando somos ignorantes en la práctica del amor, pero sin la reconciliación humana, jamás será posible nuestra integración gloriosa con la Divinidad.

Cuando la fidelidad sincera al Señor permanece viva en el corazón de los hombres, hay siempre lugar para el aumento de misericordia a la que se refería Jesús en su apos-tolado. Cada hombre, como cada Espíritu, es un mundo por sí mismo y cada mente es como un cielo…

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Del firmamento, descienden rayos de sol y lluvias benéficas para la organización planetaria, pero también, en el instante de la lucha de los elementos atmosféricos, des-de ese mismo cielo proceden chispas destructoras. Así es la mente humana. En ella se originan las fuerzas equilibradas y restauradas para los trillones de células del orga-nismo físico; pero cuando nos hallamos perturbados, emitimos rayos magnéticos de alto poder destructivo para las comunidades celulares que nos sirven.

Solamente el amor proporciona vida, alegría y equilibrio. No existen milagros para el culto del menor esfuerzo. Cuando nos enseñan la necesidad del amor, de su práctica no se propone por obediencia a meros principios de esencia religiosa y si atendiendo a imperativos reales de la propia vida.

La procreación es uno de los servicios que pueden ser realizados por aquellos que aman, sin ser el objeto exclusivo de las uniones. El espíritu que odia o que se coloca en posición negativa ante la ley de Dios, no puede crear vida superior en parte alguna.

A medida que nos dirigimos hacia el camino del equilibrio, logramos material de experiencias provechosas, oportunidades de rectificación, fuerza, conocimiento. Alegría y poder. Armonizándonos con las leyes supremas, encontramos la iluminación y la re-velación, mientras los Espíritus Superiores adquieren los valores de la Divinidad.

“Unión de Cualidades” entre los astros se llama magnetismo planetario de atrac-ción, entre las almas, se denomina amor, y entre los elementos químicos, es conocida por afinidad.

Los procesos de reencarnación, tanto como de la muerte física, difieren hasta el in-finito, no existiendo dos absolutamente iguales. Las facilidades y los obstáculos, están subordinados a numerosos factores, muchas veces relacionados con el estado concien-cial de los propios interesados en el regreso a la tierra o en la liberación de los vehícu-los carnales. Hay compañeros de gran elevación, que al volver a la esfera terrestre no necesitan ayuda del plano espiritual. Otros al revés, por proceder de zonas inferiores, necesitan de mucha cooperación.

La reencarnación es el curso repetido de lecciones necesarias. La esfera terrestre, es una escuela divina. El amor, por medio de las actividades intercesoras, reconduce diariamente al banco escolar de la carne, a millones de aprendices. La vuelta de ciertas entidades de las zonas más bajas. Ocasiona laborioso esfuerzos de los trabajadores del plano espiritual.

El diamante perdido en el lodo por algún tiempo, no deja de ser diamante. De igual modo, la paternidad y la maternidad, en si mismas, son siempre divinas. En todos los lugares se desenvuelve el auxilio de la esfera superior, toda vez que se encuentre en juego la Voluntad de Dios.

El organismo de los engendrados, en expresión más densa, proviene del cuerpo de los padres, que le sustenta la vida y crea sus características con su propia sangre. La criatura terrena, hereda tendencias y no cualidades. Las primeras cercan al hombre que renace, desde los primeros días de la lucha, no solo en su cuerpo transitorio, sino también en el ambiente general en el que fue llamado a vivir, perfeccionándose; las se-gundas, resultan de la labor individual del alma encarnada, en la defensa, educación y perfeccionamiento de si misma en los círculos benditos de la experiencia.

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Nadie puede quejarse de las fuerzas destructoras o circunstancias asfixiantes, refi-riéndose al círculo en que nació. Siempre hay dentro del alma reencarnada, la luz de la libertad intima indicando su ascensión. Practicando la elevación espiritual, mejoramos siempre. Esa es la ley.

El cuerpo humano tiene sus actividades propiamente vegetativas, el cuerpo peri espiritual que da la forma a los elementos celulares; está fuertemente radicado en la sangre. En la organización fetal el patrimonio sanguíneo, es una dadiva del organismo materno. Después del nacimiento, se inicia el periodo de asimilación diferente de las energías orgánicas, en donde el “yo” reencarnado ensaya la consolidación de sus nue-vas experiencias y solamente a los siete años de vida común, comienza a presidir, por si mismo, el proceso básico de equilibrio al cuerpo peri espiritual, en el nuevo servicio iniciado. La sangre, por tanto es, como si fuese el fluido divino que nos fija las activida-des en el campo material y en su flujo y reflujo incesantes en la organización fisiológica, nos suministra el símbolo del eterno movimiento de las fuerzas sublimes de la Creación Infinita. Cuando su circulación deja de ser libre, surge el desequilibrio o enfermedad y si surgen obstáculos que impiden su movimiento o circulación, sobreviene entonces la excitación del tonos vital, en el campo físico, al cual sigue la muerte con la retirada in-mediata del alma.

Es muy grande la responsabilidad del hombre ante el cuerpo material, si no atien-de a las tareas que le competen en la preservación del cuerpo físico no podrá alcanzar el progreso espiritual. El Espíritu renace en la carne, para la producción de valores di-vinos en su naturaleza, pero ¿Cómo atender a semejante imperativo, destruyendo la maquina orgánica, base fundamental del servicio a realizar? El cuerpo terrestre es también un patrimonio heredado hace milenios y que la Humanidad viene perfeccio-nando a través de siglos. El plasma sublime construcción efectuada en el influjo divino, con agua del mar, en las épocas primitivas, es el fundamento primordial de las organi-zaciones fisiológicas. El hombre en la tierra a de aprovechar la herencia, más o menos evolucionada en el cuerpo humano.

Mientras nos movemos en la esfera de la carne, somos criaturas marinas respi-rando en tierra firme. En el proceso vulgar de la alimentación no podemos prescindir de la sal; nuestro mecanismo fisiológico, en rigor, se constituye del sesenta por ciento de agua salada, cuya composición es casi idéntica a la del mar, constituida por las sales del sodio, del calcio y del potasio. En la esfera de la actividad fisiológica en el hombre encarnado, se encuentra el sabor de la sal, en la sangre, en el sudor, en las lágrimas, en las secreciones.

Al renacer, en la superficie del mundo, recibimos, con el cuerpo, una herencia sa-grada cuyos valores precisamos preservar, perfeccionándolo. Las fuerzas físicas, deben evolucionar, al igual que nuestras almas. Si nos ofrecen el cuerpo de servicio para nue-vas experiencias de elevación, debemos retribuir, con nuestro esfuerzo, auxiliándolas con la luz de nuestro respeto y equilibrio espiritual, en el campo del trabajo y de la educación orgánica. El hombre del futuro, comprenderá que sus células no representan apenas segmentos de carne, sino que son, compañeras de evolución, acreedoras de su reconocimiento y auxilio efectivo. Sin ese entendimiento de armonía en el imperio orgánico, es inútil procurar la paz. Los contornos anatómicos de la forma física, defor-

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mes o perfectos, largos o cortos, bellos o feos, forman parte de los estatutos educacio-nales.

En general, la reencarnación sistemática es siempre un curso laborioso de trabajo contra los defectos morales persistentes, en las lecciones y conflictos presentes.

Pormenores anatómicos imperfectos, circunstancias adversas, ambientes hostiles, constituyen, en la mayoría de las veces, las mejores oportunidades de aprendizaje y redención, para aquellos que renacen. Por eso el mapa de pruebas útiles, es organizado con antelación, tal como sucede en el cuaderno del alumno en las escuelas comunes. Es como la vuelta de nuevo a la escuela con el propósito de adquirir nuevos valores. Para realizarlo, el espíritu reencarnado a de someterse a las reglas del establecimiento edu-cacional, renunciando, en cierto modo, a la gran libertad que se dispone en el plano es-piritual.

La criatura renace con independencia relativa y a veces, subordinada a ciertos condiciones educativas, más semejante imperativo no suprime en caso alguno, el im-pulso libre del alma, en el sentido de la elevación, estacionamiento o caída en situacio-nes más bajas. Existe un programa de tareas edificantes a ser cumplidas por el que re-encarna, por el cual, los dirigentes del alma, fijan la cuota aproximada de valores eter-nos que el reencarnante es susceptible de adquirir en la existencia transitoria.

El espíritu que vuelve a la esfera de la carne, puede mejorar esa cuota de valores, sobrepasando la previsión superior, por el esfuerzo propio intensivo o distanciarse de ella, enterrándose aun más en las deudas para consigo mismo, menospreciando las san-tas oportunidades que le son conferidas.

Todo plano trazado en la esfera superior, tiene por objetivo fundamental el bien y la ascensión; y toda alma que reencarna en el círculo planetario, aun aquella que se en-cuentra en condiciones aparentemente desesperadas, tiene recursos para mejorar siempre.

La reencarnación significa volver a comenzar en los procesos de la evolución o de la rectificación. Los organismos más perfectos de las esferas sublimadas, proceden inicialmente de la Ameba. Recomienzo, significa “recapitulación” o “vuelta al principio”. Por eso mismo, en su desenvolvimiento embrionario, el futuro cuerpo del hombre no puede ser distinto de la formación del reptil o del pájaro. Lo que opera la diferencia de la forma, es el valor evolutivo contenido en el molde peri espiritual del ser que toma los fluidos de la carne. Así pues, al regresar a la esfera densa , es indispensable recapitular todas las experiencias vividas en el largo drama de nuestro perfeccionamiento , aun-que solo sea por breves días u horas, repitiendo, en curso rápido, las etapas vencidas o las lecciones adquiridas, hasta detenerse en la posición en la que debemos proseguir el aprendizaje.

Cuando llega la ocasión de reencarnar, el Espíritu se siente arrastrado por una fuerza irresistible, por una misteriosa afinidad, para el medio que le conviene. Es un momento terrible , de angustia, pero más formidable que el de la muerte, pues esta no pasa de la liberación de los lazos carnales, de una entrada en una vida más libre, más intensa, en cuanto a la reencarnación, por el contrario, es la perdida de esa vida de li-bertad, es un apocamiento de si mismo, al pasaje de los claros espacios para la región oscura, la descendida para un abismo de sangre, de lama , de miseria, donde el ser va a

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quedar sujeto a necesidades tiránicas e innumerables. Por eso es más penoso, más do-loroso renacer que morir; es el disgusto, el terror, el abatimiento profundo del Espíritu, QUE al entrar en este mundo tenebroso, es fácil de concebirse.

La reencarnación se realiza por la aproximación graduada, por la asimilación de las moléculas materiales al periespíritu, el cual se reduce, se condensa, tornándose progre-sivamente más pesado, hasta que, por adjunción suficiente de materia, constituye un involucro carnal, un cuerpo humano.

El periespíritu se torna por tanto, un molde fluídico, elástico, que calca su forma sobre la materia. De ahí emanan las condiciones fisiológicas del renacimiento. Las cua-lidades o defectos del molde reaparecen en el cuerpo físico, que no es, en la mayoría de los casos, sino imperfecta grosera copia del periespíritu.

Desde que comienza la asimilación molecular que debe producir el cuerpo, el Espí-ritu queda perturbado; un sopor, una especie de abatimiento lo invaden poco a poco. Sus facultades se van velando unas después de otra la mayoría desaparecen, la con-ciencia queda adormecida, y el Espíritu como que es sepultado en opresiva crisálida.

Entrando en la vida terrestre, el alma, durante un largo periodo, tiene que prepa-rar ese organismo nuevo. Ha de adaptarlo a las funciones necesarias. Solamente des-pués de veinte o treinta años de esfuerzos instintivos es que recupera el uso de sus fa-cultades, sin embargo limitadas aun por la acción de la materia; y, entonces, podrá, proseguir, con alguna seguridad, la travesía peligrosa de la existencia.

Allan Kardec nos enseña (Libro de los espíritus cuestión 330) que la reencarnación está para los Espíritus, así como la muerte está para los encarnados: es un proceso in-eludible, tan cierto como el desencarnar lo es para los hombres.

La encarnación es una necesidad evolutiva, porque solamente al contacto con la materia física consigue el Espíritu ciertos elementos necesarios para su progreso.

De acuerdo con el grado evolutivo en que se encuentra, el espíritu podrá facilitar o dificultar el proceso para volver a nacer. Por eso los espíritus rebeldes o indiferentes tienen su encarnación por completo a cargo de los espíritus superiores, que eligen las condiciones bajo las cuales deberán volver a nacer y las experiencias a las que deberán someterse. La mayoría de los que retornan a la existencia corporal en la esfera del glo-bo, son magnetizados por los benefactores espirituales, que organizan para ellos nue-vas tareas redentoras.

Muchos encarnan en estado de inconsciencia. Los procesos de la reencarnación son operaciones graduales: “Se inician con la concepción y se completan con el nacimiento.” La unión del alma con el cuerpo se efectúa por medio del periespíritu (envoltorio

fluídico) que servirá para conexionar el espíritu y la materia. Mediante un mecanismo complejo el periespíritu es reducido, condensado y se

asimila a las moléculas materiales del cuerpo en formación, ajustándose progresiva-mente a su desarrollo.

Al nacer las reminiscencias del pasado pueden manifestarse con tendencias instin-tivas, simpatías inexplicables y súbitas, bajo la forma de recuerdos e impresiones.

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Incontables personas se han sorprendido frente a los recuerdos de las vidas pasa-das, en los que se sumergían inconscientemente, sufriendo en las evocaciones los esta-dos característicos de los personajes que antes animaron.

Es así, que muchos han sido víctimas de variados órdenes, perturbándose, sin con-seguir establecer los límites entre los hechos de una y otra existencia: la del pasado que retorna vigorosa y la del presente, que se va sometiendo al impositivo de la otra.

La lucha por la sobrevivencia, el periodo de la infancia, el olvido del pasado son condiciones exclusivas de la vida en la Tierra y esenciales para la adquisición de ciertos valores.

Allan Kardec dice: el hombre se constituye de una realidad triple: espíritu, pe-riespíritu y materia. El espíritu es eterno; el periespíritu es una formación “espirito-material”, “semi-espiritual”, “semi-material”; ese periespíritu está encargado de mode-lar la forma, ese periespíritu es la forma, es el centro de la entelequia como enseña Aristóteles.

Allan Kardec dice que la reencarnación es la prueba fundamental de la misericor-dia de Dios, que presenta una Justicia Divina. Todos somos hermanos; todos nosotros marchamos hacia la perfección; todos nosotros tenemos una ruta, un rumbo de felici-dad que nos espera.

La vida en la Tierra no es un escenario de placer. El hombre es responsable por su cuerpo, por su felicidad, por su desdicha. Felicidad o desgracia resulta de nuestra acti-tud de comportamiento. Dios no nos hizo a unos dichosos, a otros desdichados; no, nos ha creado simples e ignorantes, para que consiguiéramos nuestras experiencias, adqui-riéramos nuestras capacidades evolutivas, y la ciencia moderna lo puede probar. Esta es una información que tiene 120 años.

Y ahora la cámara Kirlian, viene a probar que la materia es un conjunto de energía; pero esa energía no es material, es la energía que hace la materia y cuando la materia se disgrega la energía desaparece. Es decir que tenemos un espíritu; que ese espíritu no es esclavo de la carne., la carne si es esclava del espíritu; que nosotros estamos cons-truyendo lo que es necesario para nuestra evolución.

La reencarnación nos abre un horizonte nuevo para entender la vida; los sufri-mientos, las nostalgias, las angustias, las amarguras, los desesperos que nosotros atra-vesamos, desaparecen; y es en este punto que la ciencia espirita, que el Espiritismo, es notable; porque el Espiritismo para el siglo XX, es el más notable tratado de higiene mental, porque consigue libertarnos de aquellos tremendos enemigos de los hombres, los cuatro fantasmas del alma: el miedo, la enfermedad, la duda y la muerte.

El Espiritismo nos saca el miedo, porque somos lo que somos y no lo que aparen-tamos. Sin embargo, hay mucha gente que finge una cosa que no es; cuando se pone un traje de 200 dólares, muy caro, la persona cambia de personalidad, el se engaña a si mismo, porque intrínsecamente es el mismo.

El Espiritismo nos viene a decir que nosotros tenemos una programación interior para libertarnos del miedo. Con el conocimiento espirita aprendemos primero a cono-cernos: porque es muy común entre las criaturas humanas decir: yo miro a una perso-na, y la conozco, la percibo todos los errores y defectos; porque nosotros transferimos de nuestro YO las imperfecciones hacia los demás. El Espiritismo nos enseña a cono-

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cernos, ¿quién soy?, ¿porque esto en la Tierra?, ¿para qué?, ¿Qué hacer para ser feliz? Y si ustedes desearen respuestas para estas preguntas, léanlas en “El Libro de los Espíri-tus”, el más completo tratado de dialéctica espiritualista, publicado por Allan Kardec. “El Libro de los Espíritus” explica todo el origen del hombre, hasta las leyes morales, la Justicia Divina;

Después, el Espiritismo mata el temor a la muerte, porque todos nosotros tenemos un poco de recelo de la muerte, cuando somos jóvenes nos hacemos materialistas, es porque tenemos la idea de que vamos a vivir mucho; pero cuando llega la edad nos de-clinan las fuerzas; cuando llega la enfermedad, la muerte es una constante amargura, y gustaría que la vida continuara.

El espiritismo nos enseña a matar la muerte, porque la muerte es solamente un cambio de posición. La vida continua, y la prueba se tienen cuando vuelven los llamados “muertos”. El Espiritismo nos da una actitud optimista; si hoy es noche, voy a trabajar para mi gran día; si hoy es un día bello, voy a continuar trabajando para un día eterno. El Espiritismo nos hace comprender que el infortunio resulta de nuestras actitudes; en-tonces voy a cambiar de actitudes para el bien y seré feliz. Y por fin, el Espiritismo es el Consolador, como prometió Jesús: “Yo os mandare El Consolador, el Espíritu de Verdad, que enseñara todas las cosas que yo dije, repitiendo, y que dirá cosas nuevas. Cuando El Consolador vuelva ya no tendréis mas sufrimientos”. El Consolador son las voces, la añoranza que sentimos de nuestros seres queridos que partieron de la Tierra, no tiene justificación porque ellos salieron del cuerpo, pero no desaparecieron de la vida. La madre que ama continua junto al hijo querido; la viuda sentirá en esos momentos de reflexión, de meditación, la presencia del ser amado; el niño huérfano escuchara la voz de la madre; la madre llena de desesperación sentirá la presencia del hijo.

Esta es la prueba fundamental de la vida; tener la certeza de que la vida continua, es tener la certidumbre de que vivir es amar, vivir es evolucionar; y delante del mundo lleno de dolores y que todos nosotros hacemos un rol de reclamaciones, de desespera-ciones, el Espiritismo nos enseña a valorar la vida; nos dice que el cuerpo es una bendi-ción, mismo un cuerpo marcado, amputado, desesperado, señalado por los dolores, es una bendición de Dios; porque el vaso no es importante, mas importante es el conteni-do; y el contenido es el alma. Por lo tanto, el mensaje del Espiritismo es optimista; es un mensaje científico, basado en la supervivencia del alma, en la reencarnación, es una acritud cristiana de la caridad trascendental, no de la limosna; de la caridad espiritual, de la caridad del amor, de la caridad de la solidaridad humana, de una caridad que da dignidad al hombre, para que el pueda decir un día: “¡Dios mío, cuantas venturas siente mi alma, porque creo, porque sé, porque siento!”

El hombre mundano llora y se lamenta a la vera del túmulo, esa puerta abierta so-bre el infinito. Si estuviese familiarizado con las leyes divinas, seria al nacer cuando de-bería gemir. ¿El llanto del recién nacido no será un lamento del espíritu, ante las tristes perspectivas de la vida?

Las leyes inflexibles de la Naturaleza, o, antes, los efectos resultantes del pasado, deciden por la reencarnación. El Espíritu inferior, ignorante de esas leyes, poco cuida-doso de su futuro, sufre maquinalmente su suerte y viene a tomar su lugar en la tierra bajo el impulso de una fuerza que ni el mismo procura conocer. El Espíritu adelantado

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se inspira en los ejemplos que lo rodean en la vida fluídicas, recoge los avisos de sus guías espirituales, pesa las condiciones buenas o malas de su reaparición en este mun-do, prevé los obstáculos , las dificultades de la jornada, traza su programa y toma fuer-tes resoluciones con el propósito de ejecutarlas, solo vuelve a la carne cuando está seguro del apoyo de los invisibles, que lo deben auxiliar en su nueva tarea. En este ca-so, el Espíritu no sufre más exclusivamente el peso de la fatalidad. Su elección puede ejercerse en ciertos límites, de manera a acelerar su marcha.

Por eso, el espíritu esclarecido da preferencia a una existencia laboriosa, a una vi-da de lucha y abnegación. Sabe que, gracias a ella, su adelantamiento es más rápido. La Tierra es el verdadero purgatorio. Y precisa renacer y sufrir para despojarse de los últimos vestigios de la animalidad, para pagar las faltas y los crímenes del pasado. De hay las enfermedades crueles, largas y dolorosas molestias, el idiotismo, la perdida de la razón.

El abuso de las altas facultades, el orgullo y el egoísmo se expían por el renaci-miento en organismos incompletos, en cuerpos disformes y sufridores. El espíritu acep-ta esa inmolación pasajera, porque, sus ojos, ella es el precio de la rehabilitación, el único medio de adquirir la modestia, la humildad. Concuerda en privarse momentá-neamente de los talentos, de los conocimientos que aran su gloria, y desciende a un cuerpo impotente, dotados e órganos defectuosos, para tornarse un objeto de compa-sión y de zumbaría. Respetemos a los idiotas, a los enfermos, a los locos. ¡Que el dolor sea sagrado para nosotros!

En esos sepulcros de carne un Espíritu vela, sufre, y, en su tesitura intima, tiene conciencia de su miseria, de su degradación. Tememos por nuestros excesos, merecer-les la suerte. Más, esos dones de la inteligencias, que el abandona para humillarse, el alma lo hallará después de la muerte, porque son propiedad suya, y jamás perderá lo que adquirió por sus esfuerzos. Los reencontrará y, con ellos, las cualidades, las virtu-des nuevas cogidas en el sacrificio, y que aran su corona de luz en el seno de los espa-cios.

Así, todo se paga, todo se rescata. Los pensamientos, los deseos criminales tienen su repercusión en la vida fluidica, más las faltas consumadas en la carne precisan ser expiadas en la carne. Todas las nuevas existencias son correlativas; el bien o el mal se reflejan a través del tiempo. Si embusteros y perversos parecen muchas veces terminar sus vidas en la abundancia y en la paz, quedemos ciertos de que la hora de la justicia sonará y recaerán sobre ellos los sufrimientos de que fueron la causa. Resígnate, pues, hombre, y soporta con coraje las pruebas inevitables, sin embargo fecundas, que su-primen manchas y te preparan un futuro mejor. Imita al labrador, que siempre camina para el frente, curvado bajo un sol ardiente o quemado por la azada, y cuyos sudores riegan el suelo, el suelo que, como tu corazón, es surcado por el arado desterronador más del cual brotara el trigo dorado que hará tu felicidad.

Evita los desfallecimientos, porque te reconducirán al yugo de la materia, hacién-dote contraer nuevas deudas que pesaran en tus vidas futuras. Seamos buenos, seamos virtuosos, con el fin de no dejarnos atrapar por el temible engranaje que se llama con-secuencia de los actos. Huye de los placeres exorbitantes, de las discordias y de las va-nas agitaciones de la multitud. No es en las discusiones estériles, en las rivalidades, en

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la codicia de las honras y bienes de fortuna que encontrarás la sabiduría, en contenta-miento contigo mismo; y si, en el trabajo, en la práctica de la claridad, en la meditación, en el estudio concentrado de cara a la Naturaleza, ese libro admirable que tiene la asig-naturas de Dios. (León Denia - Depois da Morte).

CASO DE REENCARNACIÓN EN LA IGLESIA CATÓLICA. SAN DOMINGO GONZÁLEZ. Vivió en el siglo XV EN España y reencarno como un esclavo en Brasil. La Historia se titula: Amarguras de un Santo – Mensaje psicografiado por el

Médium Francisco Cándido Xavier por el Espíritu Humberto de Campos, extraido del Capítulo I del Libro Reportajes del Más Allá de la Tumba, edición de la FEB-Brasil.

He ahí la síntesis: Nos cuenta Humberto de Campos que oyó el informe de un sacerdote católico (en

el plano espiritual), sobre la vida también del padre Domingo González, que fue un sa-cerdote insinuante, dotado de una poderosa y agudizada inteligencia. Su carrera sacer-dotal de acuerdo a su carácter flexible, fue un gran corredor para las posiciones más importantes y elevadas. Dominaba a todos los compañeros por el poder de su palabra cálida y persuasiva, cautivaba la atención de sus superiores por la humildad exterior de que daba testimonio, aunque su vida íntima estuviese llena de penosos deslices.

La verdad es que, allá a finales del siglo XV, era él el Inquisidor-General de Aragón, con el nombre de Pedro De Arbués. Dado su carácter arbitrario y método utili-zado en el elevado cargo que le fue conferido el 16/09/1485, los israelitas lo asesinaron en la catedral de Zaragoza, en el momento de unas sagradas celebraciones.

De quien se hizo la biografía despertó en el Más Allá de la Tumba, con sus llagas dolorosas, dentro de terribles realidades que le guardaban el Espíritu imprudente, pe-ro, los eclesiásticos estaban de acuerdo en darle un lugar de destaque en los lugares humanos y vencieron la causa.

En breve tiempo, la memoria de domingo se transformaba en el culto de un santo. Pero, ahí se agravaron en el plano invisible, los tormentos de aquella alma desventura-da. Avergonzado y oprimido, el ex sacerdote influyente en el mundo se sentía cual mendigo hambriento y cubierto de pústulas.

Nosotros, sin embargo, sabemos que los recuerdos pesados en el planeta son como fuerzas invencibles que nos prenden a la superficie de la Tierra, y el infeliz compañero fue obligado a comparecer, aunque invisible a los ojos de los mortales, a todas las cere-monias religiosas que se daban en la institución de su culto.

Domingo González asombrado con las acusaciones de la propia conciencia, asistió a todas las solemnidades de su canonización, sintiéndose el más desgraciado de los se-res. Las pompas del acontecimiento eran como espadas intangibles que le atravesasen, de lado a lado, el corazón vencido y sufridor. Los cánticos de glorificación terrena reso-naban en lo íntimo como espasmos de la sombra y de la amargura.

Y, desde esa hora, se le intensificaron los padecimientos.

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Su angustia se agravó, primeramente, en virtud de la nueva posición del círculo familiar. Los que le eran afines por la sangre entendieron que nunca más debían el tri-buto común del trabajo y realización al mundo. Como parientes de un santo, no quisie-ron trabajar más.

Y esa actitud se extendió a sus más antiguos compañeros de la comunidad. Los po-cos valores del gremio religioso al que perteneció, desaparecieron. Sus colegas de es-fuerzo se estacionaron voluntariamente en la pereza criminal y en el hábito de los homenajes sucesivos. El grupo había producido un santo: debía ser bastante para la ga-rantía de una posición definitiva en el Cielo. El Espíritu infeliz contemplaba semejante situación, bañado en lágrimas expiatorias. Y su martirio continuó.

Sabemos que un apelo de la Tierra es recibido en nuestro medio, tan pronto sea expedido por un corazón que se debata en las luchas redentoras del mundo. Si el servi-cio postal del orbe puede estar sujeto a los errores de administración, o a la mala volun-tad de un cartero, desviando de su destino un mensaje, en el plano espiritual no se da semejantes perturbaciones. La solicitud justa o injusta de los hombres viene hasta no-sotros por los hilos del pensamiento, en la divina claridad del magnetismo universal. Y Domingo comenzó a recibir los pedidos más imprudentes de sus numerosos devotos.

El alma desventurada quedó absolutamente presa a la Tierra y, de instante a ins-tante era obligada a atender a los apelos más extravagantes y más absurdos.

Si un criminal deseaba huir a la acción de la justicia en el mundo se valía de Do-mingo, invocándole la memoria, entre recelos y ruegos. Las madres sin juicio, que no pensaban en la educación de los hijos, los pequeñitos, le rogaban de rodillas la correc-ción tardía de esos hijos extraviados en malos caminos.

Los bellacos le hacían promesas, a fin de realizar un buen negocio. Las muchachas casaderas le imploraban la alianza del novio rebelde y desviado. Los sacerdotes le ped-ían la atención de los superiores. Y, finalmente, todos los sufridores sin conciencia le suplicaban el alejamiento de la cruz de pruebas que les era indispensable.

Reprobado al mundo, domingo, durante más de un siglo, deambuló por las casas de los devotos, por los caminos desiertos, por los círculos de negocios, por los antros de los bandidos. Su aspecto producía pena.

Fue cuando dirigió a Jesús la suplica más fervorosa de su vida espiritual, imploran-do que le permitiese volver a la Tierra. A fin de esconder en el olvido de la carne sus enormes desdichas. Quería huir del plano invisible, detestaba el título de santo, abo-rrecía todos los homenajes, lo atormentaba el altar del mundo. Sus lágrimas eran amar-gas y conmovedoras, y el Señor, como siempre, no le faltó con la bondad infinita.

Así como un grupo de amigos influyentes procura una colocación para el hombre desempleado y afligido en el mundo, algunos compañeros dedicados vinieron a ofrecer al pobre Espíritu sufridor una reencarnación como esclavo en Brasil.

Domingo González quedó radiante. Lloró de júbilo, de agradecimiento a Jesús y, en poco tiempo, tomaba la vestimenta oscura de los cautivos, sintiéndose dichoso y con-fortado, lleno de alegría y reconocimiento.

Humberto de Campos – El Espíritu autor de este mensaje preguntó al Sacerdote que abordaba esta información sobre la situación de Domingo González, en el mundo espiritual. - ¿Y el santo esta hoy en los planos más elevados de la Espiritualidad? Sería

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extremadamente curiosa la palabra directa de su desilusión y de su experiencia valio-sa…No, aun, no – replicó el narrador, con aire discreto – Domingo ha vivido sucesiva-mente en Brasil y, aun hoy, continúa, ahí, esforzándose por su redención espiritual, guardando indistintamente el más terrible recelo de llegar a las esferas invisibles con el titulo de santidad.

Pero, las obligaciones comunes dispersaron al grupo en charla, y dentro de poco tiempo, estaba yo nuevamente solo, con mi trabajo y con mi meditación. Y en ese día, impresionado con la historia de aquella amarga experiencia, no pude quitar de la ima-ginación a aquel santo que cambió los inciensos del altar por la atmósfera nauseabunda de una aldea de cautiverio.

Humberto de Campos El espiritismo con base en la enseñanza de los Espíritus y en los Evangelios tiene la

ley de la reencarnación como uno de sus postulados fundamentales. A la Luz de las vi-das sucesivas, la Justicia Divina se torna más equitativa y más justa. Dios nos es presen-tado como Padre de Justicia y de Amor, y, en consecuencia, pasa a tener lógica la reco-mendación de Jesús: “Sed perfectos como perfecto es el Padre Celestial,” perfección esa que solamente es admisible cuando se lleva en cuenta la pluralidad de las existencias del Espíritu.

EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO, DE

MISIONEROS DE LA LUZ Y DE OTROS LIBROS.

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RELACIONES DE PAREJA Es difícil entender a veces a tu pareja, para ello es necesario cumplir ciertos requisitos. Las personas intolerables, mandonas y/o poco empáticas son carne de cañón para no tener pareja estable. Muchas veces las personas se olvidan que tener pareja es cosa de dos, no se trata de que tu pareja se convierta en tu esclava, se trata de que tú debes sa-tisfacer a tu pareja al igual que ella te satisface a ti. Si alguien a quien amamos muere o nos abandona, podemos sentir un amargado hastío del mundo o una rebeldía contra esa fatalidad. Es como si no pudiéramos aceptar que todo el esplendor está condenado a desaparecer en la nada. La idea de que la vida y la naturaleza no son inmortales, viven y mueren, no son estables, nos agobia hasta tal punto que nos dejamos embargar por una tristeza que malogra el goce de lo bello por su transitoriedad. Pero si el mundo que nos rodea es transitorio, si la naturaleza cam-bia constantemente, nosotros somos también transitorios, temporales, “mortales”, al menos en la encarnación que nos ocupa, pues sabemos que somos inmortales, y que estamos sujetos a cambios, a desafíos que va en función de nuestro Karma, y de nuestra evolución, somos guerreros librando nuestra propia batalla, a veces, somos anfitriones y otras veces soldados, algunas veces perdedores y otras ganadores. La lucha no es como empieza y si como termina, por eso como el guerrero en el campo de batalla, la pareja en el hogar, es un reto a lograr y que merece especial atención y cuidado, para que la derrota y el fracaso no se den en el nido familiar y en la relación de la pareja. La vida en el hogar suele ser a veces un valle de lágrimas, lo que empieza como un sue-ño, lleno de ilusiones, termina muchísimas veces como una terrible pesadilla, termi-nando por ser el divorcio o la separación el recurso adoptado para poder escapar de los deberes asumidos, siendo eso muchas veces el desenlace de una cadena de irregu-laridades con un final desastroso. Las relaciones interpersonales que se dan en el seno familiar, son especialmente deli-cadas, complejas y el nudo de estas se encuentra en los problemas de hijos y padres. Para resolver estos conflictos, es necesario el establecimiento de límites y el diálogo. El dialogo nos hace comprender mejor las cosas, pero lamentablemente la falta de principios a veces nos dificulta el entendimiento, en las relaciones con nuestros seme-jantes, igual sucede con la pareja. Las parejas entran en crisis frecuentemente por una serie de problemas típicos que so-brevienen a la convivencia. La vida de pareja lleva consigo afrontar muchos temas: tra-bajo, relaciones con terceros, familia, altibajos, dinero, etc. En el respeto está la buena armonía de la pareja, debes tener respeto a tu pareja y que tu pareja te respete a ti. Cuando hay muchas desigualdades en uno de estos dos aspec-tos es cuando se crean constantemente conflictos y tensiones. Todas las parejas se enfrentan a problemas y casi todos los problemas tienen su solu-ción. Lo importante es mantener la fe de que merece la pena encontrarla y luchar por ello. Es importante identificar y abordar los problemas correctamente y salir fortaleci-dos una vez que los hemos superado- Veamos algunos problemas, más típicos en las parejas:

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Trabajo. Muchas parejas trabajan en sitios distintos. Más de ocho horas fuera de casa, cinco días a la semana. Todo un mundo de percepciones, estados de ánimo, tensiones, experiencias, relaciones con terceros... Muchos días ocurre que el semblante de la vuel-ta a casa es muy diferente del que había al despertarse al calor del hogar. Muchas horas, mucha vida sin compartir. Sólo la comunicación, la sinceridad, la confianza y la capaci-dad de apoyo no permitirán que la ausencia laboral se convierta en un problema. Viajes, ausencias, distancia... También el trabajo u otras razones pueden imponer viajes, distancia y ausencias prolongadas de por medio. La pareja se ve privada de poder re-afirmar su compromiso diariamente a la vuelta del trabajo. Es un "más difícil todavía". La solución debe pasar por una mayor comunicación (llamadas de teléfono, hablar mu-cho, apoyarnos en continuos detalles, atenciones...), y sobre todo más sinceridad, con-fianza y apoyo. La pareja tiene que hacer un esfuerzo por compartir lo que ocurre fuera del hogar: las aspiraciones, las frustraciones, los éxitos, los enfados, etc. Familia. Padres de ella, padres de él, hermanos, cuñados... ¿Mucha actividad familiar? ¿Excesiva?. La familia puede ser una fuente de maravillosas y bonitas relaciones, pero también de distorsiones. Los problemas surgen cuando la actividad familiar afecta a la vida de la pareja con intromisiones, injerencias, preocupaciones, problemas, etc. La fa-milia supone una prueba de fuego para la pareja, la cual tendrá que asumir decisiones y responsabilidades. Hijos. Los hijos contribuyen de forma decisiva a afianzar la vida de pareja con senti-mientos y responsabilidades que hacen más sólida una relación. Pero no siempre ocu-rre así. Especialmente si no hay equidad, corresponsabilidad, convergencia en los pun-tos de vista, complicidad a la hora de criar, tratar y educar a los hijos. Desconfianza. La confianza es un pilar fundamental de la vida de la pareja. Si no hay confianza muchos problemas se harán irresolubles en la vida en común. Uno de los problemas más típicos de la falta de confianza con los celos. Pero no es el único. La des-confianza puede provocar actitudes humillantes para la pareja, además contribuye a fomentar una imagen negativa, la falta de autoestima, etc. La desconfianza debilita el apoyo, la comunicación y el compromiso otros dos pilares importantísimos para la lar-ga vida de la pareja. Apoyo. Apoyo sin reservas, esa es la receta. La falta de apoya crea un sentimiento nega-tivo de frustración, de pensar que "el otro" te ha fallado. La actitud solidaria debe ser una de las constantes vitales de la pareja. Infidelidad. Hoy en día parece que la infidelidad es un valor a la baja. Sin embargo, tam-bién hoy en día se baten récords cada año en rupturas de parejas. Recientemente el INE recogía que las parejas (matrimonios) que habían roto (separación) tras su primer año habían crecido un 325% en sólo doce meses. Una cosa es que se adopten actitudes libe-rales y permisivas y otra muy distinta es que en la práctica se tolere y se conviva bien con la infidelidad. Si quiere destruir una pareja, sea infiel; o incluso basta con adoptar actitudes equívocas: excesiva amabilidad, confianza o confidencialidad con un tercero... Algunas parejas no reconocen que estas cosas les sientan mal, las acumulan y van gene-rando desconfianza, negatividad, introversión, falta de comunicación... La pareja, en la práctica, suele ser exigente y absorbente y no admitirlo puede llevar a la relación por unas vías llenas de turbulencias y de riesgos.

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Sexo. Quizás puedan existir parejas felices sin que el sexo tenga protagonismo. No cae-remos en la tentación de sobredimensionar el sexo. La pareja evoluciona en el tiempo y con ello la propia relación sexual. Sin embargo, una relación sexual viva, imaginativa, intensa, vibrante... será un magnífico "seguro" para aguantar y sobrellevar otro tipo de problemas (familiares, laborales, etc.). Así que si quiere un buen consejo para superar problemas aquí va: haga que su vida sexual reavive la ilusión y el interés mutuo, que sea una forma de transmitir armonía, deseo, amor y sellar de forma cómplice la unión que define a la propia pareja. Haga el amor, no la guerra. Y hágalo con la pasión que lo hacía cuando comenzó a caminar. Si falta el buen sexo, quizás haya despedido un buen aliado para la salud de la pareja y para la solución de muchos de sus problemas. Casa. Un espacio para dos... o más. En la casa se pasan muchas horas, se trabaja en las tareas del hogar, se ve la TV, se usan los mismos cuartos de baño, se escucha música... Para la casa se compran muebles, se piden prestamos, hipotecas, etc. Cada persona hace un uso de este espacio vital que es la casa conforme a su educación o a su cultura. A al-gunos no les importan los olores, otros son muy sensibles a estos y no los soportan; a unos les agrada el desorden, a otros les irrita; los hay maniáticos de la limpieza e inclu-so les crean problemas de asma, otros pasan de ella. Hay quienes quieren dejar una luz encendida por la noche, otros no pueden dormir con luz. No digamos lo que pretenden dormir en invierno con las ventanas abiertas, mientras que su pareja se desvela por el frío y los frecuentes constipados. Incluso poner la mesa o lavarse las manos antes de sentarse a ella, puede ser objeto de polémica. No digamos la intendencia diaria de la casa: mantenimiento, limpieza, etc. etc. Todas estas diferencias pueden ser extenuantes en la vida de la pareja. Algunos pactan y con flexibilidad llegan a contentar a ambas par-tes, otros recurren al sexo y en la cama olvidan las diferencias domésticas... Hasta el punto que si la discusión era pintar una habitación de rojo o amarillo, al final se pinta de naranja. No digamos si a veces viven otros familiares (suegros, hermanos...) y la si-tuación se agrava; en esto casos la casa se puede convertir en una importantísima fuen-te de problemas. ¿Cómo resolverlos? A veces la respuesta está en la comprensión, otras veces en la tecnología o en cambiar de casa ¿Por qué no? (mejor que cambiar de pare-ja). Amistades. La pareja debe llevar una política única de amistades. Una fuente de pro-blemas son las amistades de uno, las amistades del otro. El problema podría ser anecdótico, pero no tanto si la pareja va notando como las confidencias entre los ami-gos de uno y otro superan la comunicación de la pareja; algo que es aconsejable que no ocurra nunca. En la práctica la pareja debe redefinir el concepto de amistad; aquellas parejas que no lo hacen, tienen en este punto una fuente de distorsiones que deben su-perar con la comunicación, la confianza, la fidelidad, etc. etc. Manías, gustos, aficiones diferentes. Hace años las mujeres se dedicaban a bordar y hacer tareas del hogar y los maridos se iban al bar a jugar a las cartas o la fútbol. Hoy en día esto no es tan extremo y quizás el tema se reduzca a una discusión sobre quién se queda con el mando a distancia de la TV. Si es sólo eso quizás sea muy superable. Pero ¿qué pasa cuando uno quiere las vacaciones en una playa masiva y otro una casita ru-ral? O si uno quiere jugar al golf y el otro montar a caballo; uno prefiere ir a un restau-rante francés y otro a un thai; a uno le encanta el bricolaje y al otro ir de compras, etc.

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etc. El tema se complica... Y habrá que contar con otros activos (buen sexo, compren-sión, empatía, flexibilidad -hoy tú, mañana yo- etc. etc. Falta de equidad en las cargas del hogar. Muchas parejas suelen cargar muy desigual-mente las tareas del hogar. Si por ejemplo uno trabaja fuera y el otro no, la conclusión es que el segundo debería acometer en mayor medida las tareas del hogar. Esto es un contrasentido, puesto que la brecha se hace aún más grande. No sólo no se comparte una gran parte del tiempo cuando se está fuera sino que en casa tampoco se comparten tareas que pueden servir de excusa para aproximarse, dialogar, en síntesis, estar más juntos. El sentimiento de proximidad, de solidaridad, de apoyo, es muy importante en la pareja, y debe hacerse todo lo que sirva para fomentarlo. Hacer la cena juntos, meter juntos los platos en el lavavajillas, encender la chimenea, repasar lo que ha sido el día antes de ir a la cama, compartir las obligaciones del día siguiente... todas esas cosas son muy saludables para la pareja. Inflexibilidad. La falta de flexibilidad y de comprensión es otra fuente de problemas. La vida en común exige de empatía y de la adopción de posturas acordes con la situación que se vive en cada momento. Las posturas inflexibles en el tiempo fomentan otras ri-gideces e intolerancias, fomentando la negatividad. Negatividad. Pensar en negativo es un estado mental que es demoledor para una per-sona. Se empieza criticando a una vecina y tras esto se sigue con amigos, familiares, etc. Al final la negatividad llega a la pareja y a nosotros mismos. La falta de autoestima es un peligro para la relación de la pareja. La inseguridad se traducirá en desconfianza, falta de apoyo, etc. Aburrimiento. Algunas parejas someten su relación a rutinas o cargas tan previsibles que llevan a un aburrimiento hasta que al final acaba pasando factura. El aburrimiento es subjetivo. Una pareja de enamorados se divierte con un parchís y una tortilla france-sa y dos velas encima de la mesa. A otras les aburre un safari por África o una noche en París. El aburrimiento suele ser una consecuencia de otros problemas acumulados: falta de comunicación, falta de equidad en las cargas, inflexibilidad, amistades, gustos dife-rentes, sexo... Falta de comunicación. Es una de las causas más importantes en la generación de pro-blemas de una pareja. A veces determinadas discusiones no se han resuelto bien. La conclusión de una de las partes es "la próxima vez mejor callar que discutir", esto no lleva a nada. En la pareja una discusión debe concluir con acercamiento, aplicación de posturas flexibles, y con el sentimiento de que ha servido para acercar y comprender mejor. Hay que combatir la irritación, los malos entendidos, las incomprensiones, etc. etc. Todas estas cosas de no resolverse acentuarán la incomunicación. No dejes que el mayor aliado de la salud de la pareja (la comunicación) se separe de vuestro entorno. Cuida al máximo la comunicación. Falta de sinceridad. Incluso hasta la mayor fluidez en la comunicación de la pareja no servirá para nada si no hay sinceridad. Un mandamiento irrenunciable para la pareja: la sinceridad. Cuando falta provoca negatividad, desconfianza, recelo, falta de comunica-ción y en muchos casos ruptura o problemas mayores de diversa índole. La falta de sin-ceridad es, de hecho, una falta de respeto a la persona. Y cuando en la pareja falla el

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respeto la evolución del problema puede adquirir dimensiones realmente preocupan-tes, hasta el punto de adulterar y prostituir el propio concepto de pareja. Falta de capacidad para perdonar. Cuánto más amas a una persona, más capaz eres de perdonarla. Así de sencillo. La falta de capacidad para perdonar es un mal síntoma: in-dica que el amor no goza de buena salud. Todos comentemos errores; compréndelos y perdónalos de antemano. Piensa en positivo lo que aporta tu pareja. Practica la empat-ía, tu perdón es un regalo de amor. Falta de correspondencia. Por supuesto en el amor; pero también en todo. La pareja es cosa de dos. La convivencia no puede estar fundamentada en la generosidad, paciencia el apoyo mutuo y comprensión de solamente una de las partes. Se perdona y se com-prende si hay capacidad de corresponder por ambas partes. No defender tu espacio. Cuando terceras personas ocupan el espacio (no sólo físico, si-no muy especialmente psíquico) de la pareja, esta devalúa su relación. La pareja debe defender un espacio que le es propio para tomar sus propias decisiones, para llevar a cabo sus ilusiones, para compartir problemas, preocupaciones, etc. No renuncies a lu-char si ves que por cualquier circunstancia ese espacio se ve disminuido o alterado. Muchos son los consejos que se podrían dar para mantener a la pareja unida, pero sa-bemos que no serviría el mismo para todas, porque en cada relación de pareja el pro-blema suele ser diferente, ocasionado por causas que nada tienen que ver unas con las otras. El problema familiar se puede comparar con las enfermedades, cada familia es un caso particular con unos problemas particulares y con soluciones diferentes según el caso y situación, en la enfermedad sucede lo mismo cada una tiene una patología y un trata-miento especifico que el médico sabe tratar pero que depende sobre todo del enfermo su curación, ya que su estado de ánimo, y el cumplimiento de las prescripciones médi-cas, puede hacer que estas desaparezcan. En la relación de pareja, como en la enferme-dad, hay casos sin posible solución, sin curación, pero al mismo tiempo en ambas, hay un modo que las hace más llevaderas. Veamos algunos consejos: 1. Comunicación. La buena comunicación es esencial. Esto significa la importancia de ser capaz en todo momento de escuchar abiertamente, hablar claro y con sinceridad e interpretar correctamente otros signos de comunicación no verbal (enfado, cansancio, preocupación, distanciamiento, irritación, ilusión, entusiasmo...) 2. Apoyo inequívoco. Esto significa una disposición total a apoyar todo lo que es bueno para tu pareja. Esperando y apoyando su éxitos y máximos logros. 3. Autoestima. Para ser un excelente compañero, primero debes preocuparte de estar bien contigo mismo. Preocúpate de tus necesidades de todo tipo: espirituales, emocio-nales, físicas, mentales.. y mejora como ser humano todo lo que esté en tu mano. 4. Capacidad para perdonar. En un larga relación siempre se cometen fallos en la vida de la pareja. No importa el amor que se sienta, algunas veces estaremos enfadados, heridos, resentidos acerca de algo que el otro ha hecho o no ha hecho. Estar siempre

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dispuesto y preparado para pedir perdón es esencial para la estabilidad y salud de la relación de la pareja a largo plazo. 5. Amor sincero. Es uno de los fundamentos indispensables de una relación sólida. Esto será un buen "seguro" para soportar otras "inclemencias" en la vida de la pareja. 6. Igualdad. Compartir las obligaciones y los beneficios en régimen de equidad en todo lo que ocurra dentro de la relación de la pareja: retos, responsabilidades, elogios... Ser pareja significa compartir una vida juntos en todas sus facetas y hacer espacio para que la pareja haga sus propias contribuciones. 7. Flexibilidad. El tiempo y las circunstancias nos cambiarán y por tanto es importante ser lo suficientemente flexible time para adaptarnos y evolucionar. Es esencial, sin em-bargo, saber que no cambiarás tus principios (valores, compromisos) o en el camino que la pareja debe andar conjuntamente. 8. Compromiso. En el mundo actual es frecuente enfrentarse continuamente a múltiples prioridades y responsabilidades. Es fácil para una relación actual olvidar la importancia de mantener una relación de pareja como la prioridad más importante, lo que requiere un compromiso contigo mismo en términos de tiempo, energía y dedicación. 9. Ser positivo. Una persona que piensa negativamente hace la convivencia de la pareja mucho más difícil. Pensar en positivo crea un buen clima en cualquier relación humana, y la relación de pareja no es una excepción. 10. Haz una relación divertida. Intenta sorprender a tu pareja. La vida es muy larga haz-la grata y divertida. Ten tiempo, paciencia e interés para sorprender a tu pareja. Juega, viaja, ríe, llora y vive la vida todo lo intensamente que puedas con ella. 11. Sexualidad. No caigas en la monotonía y en la apatía. Aunque esté presente una amor sincero y verdadero, la pareja hará bien en cuidar, mimar, desarrollar, mejorar, todo lo relacionado con su vida sexual. 12. Hijos. Los hijos deben servir para unir y no desunir. Educa y contempla a tus hijos desde la perspectiva de la pareja. Trabaja en la misma dirección y siempre trata de re-forzar el papel de tu pareja ante tus hijos. 13. Afrontar conjuntamente los problemas. Hemos encontrado multitud de fuentes de problemas en la pareja. Intenta dar una solución rápida y eficaz conforme vayan vi-niendo... Para que una relación de pareja no muera es imprescindible que hagáis cosas juntas y paséis tiempos juntos. Hay parejas que prácticamente hacen vida por separado y poco a poco eso deteriora la relación y bloquea la sensación de conexión.

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No es cuestión de pasar todo el tiempo juntos pero si de hacer cosas juntos, eso salva la relación sobretodo en los momentos de tensión y cuando la cosa va peor. Compartir tiempo con tu pareja es pasar el fin de semana con ella, ir al cine, bailar o hacer cosas en las cuales los dos podéis compartir tiempo y sobretodo ceder ambos. No vale que tu pareja ceda en todo lo que te gusta y tú no estés dispuesto a hacer nada por ella. Una relación de pareja jamás funcionará si no hay altruismo de tu parte de hacer cosas que quizás no te gustan pero las haces porque a tu pareja le gustan y en eso se basa el cómo mejorar la relación de pareja, en ceder, en compartir y ser generoso. Tu pareja no es un enemigo o un compañero de trabajo que te hace la puñeta, tu pareja es una persona que de forma voluntaria y libre a decidido compartir su tiempo contigo. No es tu esclavo ni alguien que debe servirte, tienes que aprender a ceder y complacer a tu pareja en vez de exigir como cual niño pequeño que tu pareja esté por tus caprichos y haga lo que tú quieras las 24 horas al día. Debes verla como parte de ti. ¿Verdad que tú te esfuerzas por complacerte todo lo posi-ble? Con tu pareja debes mantener una actitud similar, no consentirle todo pero si de ceder y hacer que ceda para que ambos estéis compartiendo y disfrutando. Como mejorar la relación se basa en comprender a tu pareja y entenderla, si comienzas a verla como un enemigo o luchas contra ella de algún modo, es cuando comienzas a deteriorar la relación. El aislamiento también es un punto delicado que debemos prestar atención en la rela-ción de pareja. A veces ocurre que un miembro de la pareja se va aislando y pasando tiempo solo, cada vez más, hasta el punto que prácticamente no quiere salir de casa ni hacer nada con su pareja. Hay que vigilar mucho porque eso frustra y amarga terriblemente a tu pareja y puede terminar provocando la ruptura porque a medio plazo tu pareja te está viendo como un muermo y se imagina pasando la vida al lado de una persona aislada que no quiere salir nunca, se ven a si mismos envueltos en una vida triste y eso crea pánico. Cuando vives en pareja y quieres como mejorar la relación de pareja debes esforzarte en salir, pasar tiempo y compartir con tu pareja buenos momentos. No solo frente al televisor, sino dando paseos, vueltas, saliendo a hacer cosas juntos, con los amigos y disfrutando de la vida. No te aísles porque no solo deteriorará la relación con tu pareja también vuelve tu vida muy triste y eso es una lástima. Otro de los grandes problemas que se dan es la infidelidad. Las personas son tremen-damente egoístas y no se dan cuenta que una relación de pareja se trata de dar y reci-bir, si uno de los dos falla de forma sistemática se forman carencias que pueden volver-se graves. En una relación de pareja no puedes ser egocéntrico y no ceder en tu posición, una rela-ción es una fase de auto superación constante dónde te esfuerzas para que la relación vaya bien, y no esperas que tu pareja haga todo por ti y tú no haces nada por la relación. Se cree que la infidelidad siempre es culpa del infiel, y si puede ser, pero a veces, un porcentaje de la culpa radica en la persona a la que le han sido infiel cuando esta some-

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te a su pareja a una humillación constante. Lo mismo pasa con el hombre al que su mu-jer siempre niega el sexo. Una relación de pareja dónde no existe la infidelidad en pareja es aquella en la que si te tienes que sentar al lado de tu pareja a leer un libro, aunque no te guste no te morirás por hacerlo de vez en cuando. En cambio muchas personas tratan una relación como: “Debes hacer todo y cuanto me plazca” y no ceden nada en absoluto. La infidelidad en la pareja no se evita con celos o controlando a tu pareja. Como seres humanos es normal que nos sintamos atraídos por otras personas que no son nuestra pareja, si no fuera así no seríamos humanos. La diferencia está en si se tie-ne respeto o no a la pareja, si no se le tiene respeto esas fantasías pueden volverse re-ales y ahí intervienen muchos factores, sobretodo el egoísmo de las personas. Cuanto más mala persona y egoísta sea un ser humano más probabilidades habrá de que sea infiel. Un hombre honrado, que pelea por un mundo justo es muy poco proba-ble que sea infiel. Pero un hombre egoísta, que deja tirados a sus amigos o que no lucha nada por las amistades es mucho más probable que te sea infiel. No pienses que alguien que traiciona a los demás o va con personas solo por interés contigo se va a comportar como alguien altamente honorable. Siempre hay formas de evitar la infidelidad en la pareja y todo pasa por llevar una me-jor relación de pareja y cumplir una serie de estrategias que se alejan mucho de tener celos o controlar al a pareja, pues esta técnica crea mucho resentimiento en la pareja. La forma inteligente de evitar la infidelidad en la pareja es con astucia y yendo de raíz al foco del problema. Uno de los grandes secretos es que tu pareja te respete, por qué si no te respeta es mucho más probable que te sea infiel. Una pareja que te respeta no te insulta y humilla delante de todos, no te intenta manipular e influenciar por beneficio propio de malas maneras y suele tratarte con respeto. En una relación no se debe mirar el comportamiento del compañero, sino también el comportamiento de uno mismo. Recuerda que compartes la vida con alguien, no con una marioneta. Si eres un obseso de la limpieza no puedes pretender que tu pareja lo sea, si eres deportista y a tu pareja le gustan los nevaditos mañana, tarde y noche no puedes obligarla a hacer deporte con-tigo. El principal problema de muchas personas no es como entender a la pareja, sino que deben aprender a dejar de ser reyes intolerantes que lo quieren todo a su gusto. En pa-reja no se puede ser intolerante y tenerlo todo a tu gusto, debes comprender y ser humano con tu pareja, entenderla y respetarla tal como es. Luchar no solo para sacar lo mejor de tu pareja, sino de ti mismo también. Trabajo realizado por Mercedes Cruz Reyes, extraído de diversos artículos en internet y de mi sentir.

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