conferencias de jinuj educacion de los niños

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CONFERENCIAS DE JINUJ Impartidas por: Rab Hagaón Najum Diamant Shlit”a Experto en temas de Jinuj y Shalom Bait. Copyright 214 by Smashwords Edition

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CONFERENCIAS DE JINUJ

Impartidas por:

Rab Hagaón Najum Diamant Shlit”a

Experto en temas de Jinuj y Shalom Bait.

Copyright 214 by Smashwords Edition

Este libro es dedicado:

Leiluy Nishmat

Jana Bat Yemile

24 de tamuz, 5771

Introducción:

Presento ante ustedes, la traducción al español de las tres conferencias de Jinuj impartidas por Rab Najum Diamant Shlit”a, experto en temas de Jinuj y Shalom Bait.

Estas tres conferencias fueron impartidas por el Rab Diamant en el Kolel Avi Ezri, en idioma hebreo. Para que todo el público pueda apreciar los conceptos de Jinuj tan importantes que transmitió el Rab, traduje, con la ayuda de Hashem, las conferencias al español.

El texto que presento a continuación, es una traducción exacta de las palabras del Rab Diamant, para no alterar la idea que el Rab quiso transmitir, a pesar de que esto provocó que se alargue el texto y la redacción no sea ideal para un libro de lectura.

Quiero agradecer a mi hermana, la señora Hellen Zonana, por su ayuda en la corrección del texto; también al señor Salomón Michan M. por su ayuda en la edición e impresión de este folleto.

Le pido a Boré Olam, que esto sea de gran ayuda en el Jinuj de nuestros hijos, Amén.

Rab Tofi Cherem.

Índice:

Introducción: 3

Primera Derashá: 5

Nosotros formamos a nuestros hijos 5

El nuevo hermanito 6

El niño Sándwich 10

Edad de la adolescencia 12

Nuestros hijos son almas especiales 15

Dale el amor que necesita 19

Segunda Derashá: 30

'' דרכו פי על לנער Edúcalo, no lo ''חנוךdomestiques 30

Edúcalo según su camino 31

El camino correcto de educar 35

Cuando los niños molestan 42

También los adultos debemos educarnos 45

Tercera Derashá: 53

Edúcalo desde el principio: 53

La imagen del educador: 53

Educa con la mano derecha 61

Tefilá por los hijos 70

Lágrimas por los niños 75

Primera Derashá:

Chapter Nosotros formamos a nuestros hijos

Dentro de nosotros, poseemos una naturaleza, que por comodidad, nos escondemos tras de una palabra, la disfrazamos con un concepto psicológico, y con eso, nos exentamos a dedicarnos a resolver ciertos problemas.

Voy a mencionar unos ejemplos, y veremos en dónde nos encontramos.

Hay un concepto psicológico conocido “los niños sándwich”; ¿acaso existe ese tipo de niños en México? Quiero que sepan que en Israel no existen los niños sándwich. Y yo viajé desde Israel hasta México, para convencerlos que tampoco en México existen los niños sándwich.

Existe un concepto psicológico que se llama “la etapa de la juventud”, ¿acaso existe eso en México?, En Israel no existe; y yo he llegado hasta acá, para demostrarles que en México tampoco existe. Espero lograr convencerlos.

Existe otro concepto psicológico llamado “la edad de la primer rebelión”, entre los dos y medio

y tres años; ¿acaso existe en México? ¿Quieren que les diga que tampoco esto existe en Israel?

Espero poder convencerlos de que no existen estos conceptos; quiero empezar precisamente por el tercer concepto, que es menos conocido; el concepto de la edad de la primer rebelión. Veamos si existe en México o no.

- Díganme: ¿Ustedes verdaderamente piensan que a los dos años y medio o tres, de repente se le quemó un fusible en el cerebro al niño, y así comenzó su rebeldía? Ha sido un niño bueno hasta ahora, y, ¿de repente a los dos años y medio algo le sucedió?

El nuevo hermanito

Mejor analicemos qué fue lo que pasó, analicemos qué situación está pasando el niño. Por lo general, es la edad en la cual el niño recibe a su “hermanito”, y siente que él ya es grande, por lo tanto su hermanito es más interesante que él, y el niño sufre, lo envidia, y nosotros en lugar de ocuparnos de él, de entenderlo, lo apachurramos más.

La mamá llega con un bebé nuevo a la casa, después de tres días que no estuvo en la casa, ¿acaso no es un trauma para el niño que la mamá no estuvo tres días en casa? Desde que nació, no ha pasado algo así, que tres días la mamá no estuvo en casa; y cuando regresa, regresa con un paquete en la mano, y este paquete tiene manos y pies que se mueven, y de repente descubre que hasta ahora, él era la atracción de la casa, todos los que vienen a la casa se enfocaban en él. También, hasta cuando hacía cualquier tontería, todos decían: ¡mira qué inteligente niño! Y de repente, toda la atención va hacia el nuevo bebé. Si alguien viene a la casa, le dice “Mazal Tov” a la mamá, y directamente va a ver al bebé. Pero justamente ayer, cuando la tía venía a la casa, toda la atención era para él, y ahora es para el bebé.

Y cuando llega el momento de cambiar al bebé, el niño grande quiere acercarse a ver, y le estorba a la mamá para poder cambiar al bebé, y la mamá le dice: ¡muévete!, ¡quítate!, entonces la reacción del niño es: ella lo quiere a él, y no a mí.

¿Acaso no entiendes lo que le hiciste al niño? ¿Por qué no le dices: ¡Tú eres el hermano grande, tú me vas a ayudar con tu hermanito!? Cuando lo cambias, dile: ¡tú pásame el pañal! En lugar de decirle así, le decimos: ¡muévete!

Yo soy Mohel, y voy a la casa a ver a los bebés antes del Brit Milá, y justo cuando empiezo a revisar al niño, viene el niño grande, se acerca a la cama, y la mamá le dice: ¡no molestes al Mohel! Y yo le digo: discúlpame, pero no me molesta. Y entonces empieza a treparse en la cama, y otra vez la mamá le dice: ¡estás molestando al Mohel!, y yo le digo: no me molesta. Y entonces le pregunto al niño: ¿quieres a tu hermanito? Me contesta que sí; y le pregunto: ¿lo quieres cargar? Y entonces voltea a ver a la mamá con miedo, y me contesta: sí. Entonces, se lo doy a cargar (la mamá me mira con ojos de pistola), le digo al niño: dale un beso.

¿Por qué en vez de hacer esto, solamente hacemos a un lado al niño, y le demostramos que ahora no tenemos fuerzas ni ganas para el hijo mayor?

Y cuando llegan todas las tías, y solamente van con el bebé, es otro trauma que está pasando el niño grande.

Y cuando llega la noche, el papá y la mamá le llaman al hijo grande y le dicen: querido hijo, tú ya eres grande, y ya no te queda dormir en cuna, ahora vas a ir al otro cuarto, ya no puedes dormir con papá y mamá porque ya eres grande, vas a dormir en tu cama nueva de grandes, y esta cuna es para el bebé. Entonces la reacción del niño es: no me quieren, me corren de su cuarto, solamente quieren al bebé, ¡no quiero ser el grande!

Entonces los padres se preguntan: ¿qué le pasó a este niño?, ¿acaso no entienden la situación que está pasando? El niño pasó un trauma, y ¡ustedes le provocan otro trauma!, ¿ahora es el momento de pasarlo al otro cuarto? Hazlo dos meses antes o dos meses después del parto, pero, ¿Ahora? ¿Otro trauma al niño?, pero para nosotros es cómodo, por lo tanto lo hacemos. Pero nosotros estamos perfectos, el niño es el que cambió.

Y el niño se va a su cuarto solo, no puede dormir, solo piensa en cómo están festejando sus papás con el bebé, que padre del bebé, y yo estoy aventado aquí, solamente porque soy grande.

Se levanta en la mañana, con ojos cansados; entonces la mamá lo viste y le dice: querido hijo, tú ya eres grande, y entonces, como los niños grandes, vas a ir a la guardería; ¿guardería? ¡No me quieren en la casa! ¡Me están corriendo de la casa!, ¡no quiero ser grande!

¿Acaso no entiendes que esto es otro trauma para el niño? ¿Ahora te acordaste de llevarlo a la guardería? Hazlo dos meses antes, o dos meses después; el problema es que dos meses antes no lo llevamos ¿por qué? ¡¿Para qué pagar si ahora no lo necesito?! Y dos meses después no me puedo esperar, porque no tengo fuerzas para él; entonces lo mandas ahora a la guardería, y el niño se empieza a revelar, porque no quiere guardería, y te preguntas: ¿qué le pasó a mi hijo? ¡Está insoportable!; pero señora, él no está insoportable, ¡tú lo convertiste en un niño insoportable!

Estuve en una ocasión en el mar, y mientras esperaba que pasaran por mí, paró un coche a dos metros frente de mí, y dos niños estaban sentados en la parte trasera del auto; había diferencia como de dos años entre uno y otro. El niño chico empezó a hacerle caras graciosas al papá, y el papá le respondía con otra gracia. El hermano mayor también quería llamar la atención del papá, y comenzó también a hacer caras graciosas, pero no le resultó, ya que el papá no reaccionaba con él. El chico hacía, reaccionaba; el grande hacía, no reaccionaba. Entonces se enojó con el papá, ¿pero qué?, ¿le va a pegar al papá? Como no podía hacer eso, entonces empujó al hermano chico, y el hermano le devolvió el empujón, entonces el grande lo empujó más fuerte, y lo tiró al piso del auto. Entonces el papá se enojó, sacó al niño del coche y le dio dos cachetadas; y lo que yo quería hacer en ese momento, era darle dos cachetadas al papá.

¿Acaso no entiendes que el niño está llamando tu atención? Dale también atención a

él. Él no entiende por qué el chico sí llama la atención y él no; dale también atención a él.

¿Qué dice el papá? ¡Mi hijo está insoportable; ¡no está insoportable! Dale lo que necesita. Nosotros en lugar de ocuparnos en lo que necesita el niño, ¿qué hacemos? Lo disfrazamos diciendo: “es la edad de la rebeldía”, es normal. No te escondas de los problemas, entiende el problema y ocúpate de él.

No existe la edad de la primer rebeldía, existe el niño que lo convertimos en rebelde, a la edad de dos años y medio, o tres. Y esos niños que los convertimos, hay también de esos en Israel, y muchos.

El niño Sándwich

- ¿Qué es un niño “sándwich”? Pensemos que es lo que pasa por la cabeza de un niño en esa situación: Nací en un no buen momento, tengo un hermano grande llamado Yosi, él es el grande, y tiene privilegios de grande, porque ya es grande. Tengo un hermano chico, llamado Uri, y recibe toda la atención de mis padres, porque es el chico; y yo, no soy nada, soy cero, porque

no soy grande, ni chico, no tengo ningún privilegio. No sé qué soy, ni quién soy, porque carezco de identidad, por lo tanto me siento incómodo; ¿acaso no se entiende por qué hago tonterías?, ¿acaso no se entiende por qué molesto a mi hermano chico? ¿No se entiende? Entonces ¿qué quieren de mí? Y así me la paso confundido, sin saber cuál es mi posición.

Un día, mi mamá me manda a dormir, y yo le digo: ¿pero por qué Yosi no? Me contesta: porque Yosi es el grande. Entonces me doy cuenta que si Yosi es el grande, entones yo soy chico; al fin se quién soy, ya puedo dormir tranquilo. Que gran favor me hizo mi mamá, que al fin se quién soy, soy el chico. Entonces me voy a dormir emocionado, esperando que mañana sea igual de agradable como hoy, cuando me fui a dormir.

Me despierto en la mañana, me visto, de repente tengo una pelea con mi hermano chico por un juguetito, y mi mamá me dice: ¡cédeselo!, ¿por qué yo tengo que ceder?, ¡que él me lo ceda a mí! ¡No!, tú cédelo, porque tú eres grande. ¿Qué?, ¿yo soy grande? ¡Decídete!,

¿soy chico o soy grande? Parezco ping pong; eso quiere decir que yo no valgo nada, ¿entonces que hago? Me revelo. ¿Qué dice la mamá? Es el sándwich, así se comportan los niños sándwich. Pero en realidad él no es sándwich, lo hicieron sándwich. Niños hechos sándwich también hay en Israel; no existen niños sándwich, nosotros creamos la situación; al no saber cómo ocuparnos en él, lo descuidamos, y ¿qué decimos? Es normal, porque es sándwich.

En lugar de escondernos tras ese concepto erróneo de decir que es el sándwich, vamos a entender el problema de raíz, ocupémonos del niño, elevémoslo, y veamos que el sándwich solo existe sobre la mesa en el desayuno; veamos como el niño no es sándwich, sino un niño agradable, lindo, dulce.

Edad de la adolescencia

- ¿Acaso pensamos que a la edad de trece o catorce años, de repente se quemó un fusible en el cerebro del niño? Quiero analizar junto con ustedes, qué es la edad de la adolescencia.

En una ocasión llevé a mi hijo al doctor; después de que el doctor revisó a mi hijo, me hizo unas preguntas de rutina: ¿Cuántos años tiene?, ¿cuánto pesa (como si yo sabría todo eso…). De repente me pregunta. Dime, ¿acaso es hijo único? Nos volteamos a ver mi esposa y yo, y nos reímos, y él nos pregunta: ¿qué son esas risas? Entonces le contesto: tengo en casa otros once como este; entonces me dice: ¡¿doce niños?! Le contesté: por ahora sí… Entonces me mira con una cara rara y me dice: no sé si decirte mis respetos, o lo contrario. Le pregunto: ¿por qué lo contrario?, ¿qué te hice? Me contesta el doctor: yo tengo cuatro hijas, la más grande tiene diecisiete años, y esas cuatro ya me acabaron por completo, ya me imagino que te han hecho los doce. Le dije: ¡esa es la causa!; ¿sabes por qué yo tengo doce, y tú solamente cuatro?, porque a ti las cuatro hijas te acabaron, y a mí los doce hijos me dan vida; Continué diciéndole: ¿sabes por qué tienes solamente cuatro hijas?, porque para ti, en el mejor de los casos, un niño es como un mueble más de la casa, como un armario de la casa. Cuando compro un armario para la casa, primero me pregunto: ¿tengo dinero

o no? ¿Tengo lugar o no? ¿Me conviene o no me conviene? Cuando esa es la forma de ver al niño, por consecuencia lo trato como tal. Aunque tus hijos tengan la mejor niñera de Tel Aviv, y tienen el mejor cuarto de juegos, y los juegos más sofisticados y caros, y viajes cada fin de semana, clases de todo tipo todas las tardes, clases de matemáticas, y clases para clases; y tú estás tranquilo que inviertes mucho en tus hijos. Pero tus hijos por dentro dicen: no quiero clases, no quiero fines de semana, no quiero la mejor niñera, ¡quiero un papá, ¡quiero una mamá! Pero mi papá está todo el día en la clínica, y mi mamá está todo el día en el salón de belleza. Y tú aumentas una hora más de trabajo en la clínica, para recibir otros tres o cuatro pacientes, excusándote que lo haces para invertir en los niños, pero la verdad tú la sabes, también yo, y también tu hija la sabe, que lo haces para escaparte de ella, ya que no estás dispuesto a ocuparte de ella.

Tu hija cuando llega de la escuela, abre la puerta, encuentra una casa vacía, saluda a las paredes, entra y ve pegado un recado de su

mamá, con un dibujo bonito de un corazón, atravesado con una flecha: hijita querida: abre el refrigerador, te deje un pollo, del lado izquierdo hay arroz, ponle un poquito de catsup, caliéntalo en el microondas, que tengas buen provecho, te quiero mucho. Tu mamá.

¡¿Te quiero mucho?! ¡No quiero que me quieras, quiero una mamá! Y la niña dice dentro de ella: todavía soy chica, esperen a que crezca, y ya les demostrare quien soy.

¿Te impresionas porque se revela a la edad de catorce?

Pero la persona que tiene doce hijos, es una persona que cada niño es un alma, cada niño tiene parte de Hashem en él, cada niño tiene la imagen de Hashem, cada niño es un depósito importante que le depositó Hashem; lo recibí con la condición de cuidarlo, y Hashem confía en mí que lo cuidaré, y mi objetivo es que después de ciento veinte años, pueda pararme delante del trono celestial, y decirle a Hashem: Hashem, cumplí con tu tarea fielmente; un padre así, no se queda hasta tarde en la clínica, llega temprano a

su casa para estar con su hijo, darle calor y amor, escucha a su hijo, el hijo sabe que cuenta con su papá para que lo escuche, para contarle sus intrigas, entiende qué le duele al niño, el niño lo considera su mejor amigo, sabe alegrarse conmigo, sabe emocionarse conmigo, y dice mi papá es “papá” (lógicamente, me refiero por igual al papá o a la mamá).

Si el niño sabe que cuando llega a su casa, lo espera una mamá que lo acaricie, que le dé calor, que le prepara una sopa caliente, pero no solamente caliente de temperatura, sino caliente que salió de un corazón caliente (como le dice mi hija a mi esposa: tu café es un café “Besarí” (de carne), ya que todo el corazón de la mamá está puesto en el café); cuando un niño crece así, sabe que en verdad recibe todo, ¿acaso un niño así se revela? ¡Seguro que no! Un niño de catorce años, con un padre así, no le dice a su papá “no quiero”, porque su papá no merece que le digan una palabra así. Un niño así, se levanta cuando su papá entra, pero no porque lo educamos y lo acostumbramos a esto, sino

porque siente que su papá merece que él se levante por su papá.

Nuestros hijos son almas especiales

Voy a contar dos anécdotas, relacionadas una con la otra:

Primera anécdota:

Un Shabat, fui al hospital con mi esposa, que iba a dar a luz; llego al hospital, y me doy cuenta que tengo un problema: soy Cohen, y no puedo entrar al hospital, porque puede haber un muerto, etc. ¿Qué hago? En todos los partos anteriores, me quedaba a lado del guardia de la entrada, y el preguntaba por teléfono lo que pasaba con mi esposa. Pero en esta ocasión, es Shabat, y el guardia recibe las respuestas, o en una nota escrita, o por teléfono, y yo no quiero que el conteste en Shabat. ¿Qué hago? Me dije a mí mismo: si ya esperé nueve meses, puedo esperar con paciencia otras nueve horas. Pero la curiosidad me ganó, quería saber qué fu, cómo estaba mi esposa; entonces pensé, me voy a hacer amigo del guardia, y le voy a pedir que me diga que pasa con mi esposa, pero que suba a la

sección de maternidad por las escaleras, y me diga que está pasando.

Empecé a hablar un poco con él; de repente me pregunta: ¿qué número de parto es? Le contesté: el octavo; ¡¿ocho pedazos?! Me pregunta. Le dije, afortunadamente, esa es la diferencia entre nosotros, que para ti son pedazos, y para mí son almas. Por lo tanto, yo tengo ocho hijos, y tú tienes dos, y un perro. Se trató de excusar, y me dijo: perdón, me expresé mal; le dije: no, no te expresaste mal, dijiste lo que piensas, porque tu lengua se asoció con tu pensamiento; entonces me pregunta: ¿cómo le haces con ocho? Yo con trabajos y puedo con dos. Le dije: en mi casa, siempre hay algo interesante, a veces uno pega, otro grita, otro rompe, otro besa, siempre hay alegría. Tu casa es tan aburrida, que tuviste que meter un perro para que haya algo interesante.

La siguiente anécdota: Estaba en la Yeshibá, llegó un Yehudí a hablar conmigo; mientras hablaba conmigo, me pegunta cuantos hijos tengo; en aquel entonces solamente tenía diez. Me dice: me pasas por mucho. Le pregunto:

¿cuántos tienes tú? Nueve. Entonces ¿por qué dijiste por mucho? Me contestó: ¡pobre de un Yehudi que para él un alma no sea mucho! ¡Qué maravillosas palabras!; ¡pobre de un Yehudi que para él un alma no sea mucho! Así debe ser la visión de un Yehudí.

El problema es que nosotros no ponemos atención, nosotros creamos las situaciones por la forma en que nos ocupamos y atendemos a nuestros hijos; si nos ocuparíamos de ellos como tiene que ser, no existiría la edad de la adolescencia.

Veamos: Cuando una mamá deja de besar a sus hijos, a los doce, trece, ya que es grande, y se ve mal. ¿Para quién se ve mal?, ¿para él o para ti? ¿Qué quiere decir se ve mal? Regresa unos años atrás, cuando tú estabas en la edad de la adolescencia, tu misma necesitabas besos, abrazos; ¿cuándo necesitabas más apoyo, a los siete o a los catorce?, seguro que a los catorce. Ahora es cuando más apoyo necesita, y no se lo das, porque se ve mal, ¿para quién se ve mal?

Tengo una hija que hasta los diecinueve años necesitaba todo esto de abrazos y besos, y se lo di, hasta caminaba de la mano con ella en la calle. Todos los beneberakim (las personas que viven en Bené Berak) me miraban con ojos de pistola.

Un niño a los quince años, llega de la Yeshibá, con trabajos saluda a la mamá, avienta su mochila en una esquina, se va al cuarto de los juguetes, abre el cajón de los juguetes, saca todos los cochecitos de su hermano de ocho años, se sienta en el piso, y empieza a inventar caminos, pone botellas como semáforos, empieza a jugar, y en eso llega el papá y le pregunta: ¿no te da pena? ¡Un joven de quince años jugando con cochecitos!, se avergüenza, y guarda todos. ¿Por qué hiciste eso? Él simplemente quería jugar, déjalo jugar, que más te da. Pero se ve mal… ¿para quién se ve mal?, ¿para el niño o para ti? Pobre niño, tiene que madurar, porque para ti se ve mal.

Pero en verdad, el papá también juega. ¿Han visto a un papá cuando le compra a su hijo un trenecito eléctrico? ¿Quién juega con el

trenecito?, ¿el papá o el hijo? El papá dice: solamente le estoy enseñando. Entonces tú sí puedes jugar, pero para el niño se ve mal.

Y aquí no se termina; dos horas después, por pura casualidad, se reunieron en la casa los cuñados y los tíos, y entonces, los adultos se sientan en la sala, y los niños en el cuarto de juegos. Y el joven de quince se siente grande, y se quiere sentar en la sala con los grandes. Empiezan a hablar temas de política, etc., y él quiere participar, entonces da su opinión, lógicamente como de un joven de quince años que no es el más sabio en política, entonces le dice el papá: vete al cuarto de los niños a jugar, cuando crezcas hablamos. Dime. ¿Por qué le hiciste eso? Si él se siente grande, ¿por qué no lo dejas sentirse grande? ¿Acaso porque no es lo adecuado? ¿Para quién no es lo adecuado?

Pon atención: ¿Cuál es el problema de la edad de la adolescencia? es un solo problema: que el alma del niño no está equilibrada, ya que hay unas partes de él que ya maduraron, y algunas que todavía siguen inmaduras; también físicamente es así, nos podemos dar cuenta en

su cuerpo, hay partes desarrolladas, y partes no, el niño mide 1.60 m., y sus zapatos, son número 27; y tiene babyface; cara de bebé con nariz grande. Está desproporcionado; igualmente en su madurez mental, está desproporcionado, y nuestro trabajo es equilibrarlo, y ¿qué hacemos nosotros? En el punto débil que todavía no ha madurado, el que quiere seguir jugando, lo obligamos a madurar, y queremos que ya no juegue; y en el punto que quiere sentirse grande, lo obligamos a seguir siendo chico. ¡Lo rompiste en dos partes!

Después vienen los padres y se quejan: ¿por qué se revela? ¡Cuánto invertí en él! No entiendes lo que estás haciendo: tú te estás cultivando a ti, y no al niño. Dale al niño lo que él necesita; '' דרכו פי על לנער חנוך '' – “Educa al niño según su camino”, no según tu camino; dale lo que él necesita, y verás que no hay “edad de la juventud”, hay niños que al hacerse adolescentes, el padre lo hecha a perder, eso también hay en Israel.

¿Acaso no captamos lo que pasa aquí? Un niño necesita que te ocupes de él, que lo cultives,

que lo eleves, necesita un padre y una madre que piensen en él, y no en ellos mismos.

Dale el amor que necesita

Estoy muy relacionado con niños que se apartaron del camino, que se apartaron de la religión.

Desgraciadamente los porcentajes son altos de estos niños. Y yo les digo con toda la responsabilidad: sentarse con un padre que su hijo se desvió, rompe el corazón; sentarse frente a una madre que su hijo se desvió, lo rompe en mil pedazos. Pero esto no es nada comparado al dolor de sentarse frente al niño que se desvió y escuchar su dolor; pobre niño, cuánto sufre.

Les voy a dar unos ejemplos:

Vino conmigo un padre llorando por su hija de dieciséis años, que se enamoró de alguien que ya estuvo preso dos veces por motivo de drogas, divorciado, con una hija, y ella lo ama. El padre no sabe que hacer; me pidió que yo hable con ella. ¿Qué puedo hablar con una joven así? Pero tanto me insistió el papá, que acepté.

Hablé con ella y le dije: no te voy a decir que lo dejes, ya que el amor es ciego, y no vas a escuchar nada. Sólo te voy a decir qué puede pasar después de un tiempo que estés casada con él, sólo para que no digas que nadie te dijo.

Tienes que saber que esta persona no te necesita a ti para nada, no te quiere a ti, y no está interesado en ti; en el momento que él satisfaga su deseo, te pateará y te echará afuera. Y para ese entonces ya vas a estar casada, posiblemente embarazada, posiblemente con hijos, y no te va a divorciar; la mujer pasada logró divorciarse, ya que el abogado encontró una acusación a él de mucho dinero por no haber pagado impuestos, y lo amenazó que si no la divorcia, lo va a acusar; entonces aceptó dar el divorcio; y tú no tienes esa acusación, te vas a quedar así toda tu vida; pero yo sé que no me vas a escuchar, solamente te lo digo para que no digas que nadie te advirtió.

Y entonces se suelta a llorar desesperadamente, y me dice: todo lo que me dijiste ya lo sé, pero ese hombre es la primer

persona en mi vida que me ha elogiado, ¿acaso puedo no amarlo?

Pobre jovencita, a sus dieciséis años no ha recibido una palabra buena de su padre ni de su madre. No se acuerda la última vez que su madre la besó; “¿acaso es raro que se revele”?

Llegó conmigo un joven que se desvió, pero después regresó al camino, y ya estaba por casarse; dentro de la plática, empezó a decirme por qué se desvió. Me dijo: ¿sabes por qué me desvié? Porque no podía soportar que mi padre me exija muchas cosas, él mismo no las hace; me dice que me corte el pelo un corte corto; y yo le pregunto: ¿por qué tú te lo cortas con un corte largo? Me dice: cuando tengas mi edad, haz lo que quieras; el niño no podía soportar escuchar eso. O cuando iban a visitar a alguien, en el camino, desde que salían de la casa, hasta que llegaban, le decía el papá: no me hagas pasar vergüenzas, si te dan algo de comer, puedes tomarlo; si te ofrecen por segunda vez, puedes tomarlo, máximo hasta tres veces; la cuarta vez, no lo tomes, porque me haces pasar vergüenzas, ya te ves como un aborazado. Y yo como niño

bueno, solamente tomo hasta tres veces, y la cuarta no; pero mi padre, desde que entramos hasta que salimos, todo el tiempo comiendo; ¿por qué él puede y yo no, acaso porque él es grande? Entonces el niño piensa: ya llegará el momento en que sea grande, y le demostraré que yo hago lo que yo quiero; y el niño tiene razón.

Llegó conmigo un Yehudí, y me cuenta que tiene un hijo de catorce años que se reveló, pero cada vez cae más bajo; hoy en día tiene dieciséis años, se fue de la casa, y nadie sabe en donde está. No dejó ningún rastro de donde está; pasamos cuatro días de sufrimiento, cuatro días de terror. Después de cuatro días, habla el niño por teléfono; el padre contesta y le dice al niño: ¿cómo nos haces esto?, ¿acaso no te importa tu papá y tu mamá? Si quieres no nos digas en donde estas, ¡sólo dime que estas vivo! ¿Sabes lo que pasamos estos cuatro días tan difíciles? Y entonces el hijo le colgó el teléfono, y desde entonces pasaron ya dos días, y no sabemos nada de él. Viene el papá conmigo, y me pide que lo ayude; ¿como puedo regresar a mi hijo a

casa? Le dije, escucha bien: no te conozco a ti, ni a tu esposa, ni a tu hijo, y no sé cómo regresar a tu hijo, pero de lo poco que te escuché, sé exactamente por qué se reveló, y sé muy bien cómo regresarlo a casa; tu hijo solo ha visto en sus catorce años, un padre y una madre egoístas, que piensan solamente en ellos, y no en el niño; eso lo rompió a él, y entonces a los catorce años dijo: ahora soy grande, me revelaré, y entonces no tendrán opción, mas que pensar en mí. Él se reveló, y ustedes continuaron siendo más egoístas; llegó a los dieciséis años, y entonces explotó y dijo: me voy de la casa, y ahora no tendrán opción, más que pensar en mí, todo el día y toda la noche. Él logró que ustedes pensaran en él; pero él no lo sabe; después de cuatro días, quería ver cómo sus papás piensan en él. Habla por teléfono para ver cómo están pensando en él; y la respuesta que recibe es: no te importa tu papá, no te importa tu mamá; ¡recibió más egoísmo! Entonces colgó el teléfono.

En lugar de eso dile: Te queremos, te extrañamos, por favor regresa a casa, eso es lo

que quiere escuchar; y el padre discute más de una hora conmigo, y no está de acuerdo que le tiene que decir eso. Entonces lo obligué a que le diga así, hasta que me prometió que si vuelve a llamar su hijo, le iba a decir que lo quiere, que lo extraña, etc. Pasaron dos días y volvió a llamar, y el padre con mucho esfuerzo, le dijo que lo quiere; y entonces regresó el niño.

¿Acaso es la edad de la rebeldía, o es un niño que catorce años que no tuvo padres, y llegó el momento de revelarse? No existe la edad de la adolescencia, solo existen padres que provocan problemas en la edad de la adolescencia. Un niño que recibe lo que necesita en esta etapa, se ve diferente, ya que recibió calor, amor, sabe que le importa a sus papás; sabe que su papá lo escucha, que su papá lo trata de sacar de los problemas, sabe que su papá está dispuesto a estar despierto por su hijo toda la noche cuando hay un problema; un niño así nunca se revela.

Recibí una llamada que me invitaban a hablar a un grupo de personas en Raanana, de gente secular, pero eran de la high society, y me piden que el tema sea familias numerosas, y me piden

que deje tiempo al final para preguntas. Y yo, inocentemente llego ahí, y no puse atención que me están tendiendo una trampa. Hable una hora sobre el tema, y cuando terminé de hablar, ofrecí responder preguntas. Entonces hubo un desenvocamiento de odio, que nunca he visto algo igual; me empezaron a mirar con ojos de pistola, y empezaron a atacarme, con una sola intención: ¡¿De dónde tú, y todos los que son iguales que tú, tomaron el derecho de transformar a sus esposas en fábricas de niños?! ¿Acaso tu esposa es una fábrica para que fabriques a cada rato otro niño? Seguro, tu estas sentado todo el día en tu torre de marfil (la Yeshibá), la pasas muy bien, y tu esposa sufre los partos, cuida a los niños, y como tú no haces nada, por eso hablas tanto de tener muchos hijos. Y yo solo escucho los ataques, hasta que se les acabó la batería, y fue mi turno de hablar. Entonces, Hashem me puso las palabras en la boca; les dije: estoy impresionado, no me imaginé que iba a ser atacado de esa manera, no me preparé para esto, pero quiero que ahora, sin previo preparativo, llamen por teléfono a mi esposa, y pregúntenle quién de los dos quiso

trece hijos; tal vez ella, tal vez yo, o tal vez fue “un accidente”; pregúntenle también, cuál fue su primer Tefilá, con cada hijo que recibía en sus manos, incluyendo el treceavo niño, que lo recibió a los cuarenta y cinco años. Su Tefilá fue: “que no sea este el último niño”; pero no me crean a mí, pregúntenle a ella. Pregúntenle también quién se despertaba en las noches a cambiar, dar de comer, arrullar: ¿la fábrica, o la torre de marfil?

Y escúchenme bien: cada uno de ustedes recibe un sueldo seis veces más de lo que yo recibo, y yo tengo seis veces más hijos de lo que ustedes tienen; y cuando un hijo mío se casa, yo le doy seis veces más de lo que ustedes le dan; ¿qué le pagan ustedes?, ¿la mitad de los arreglos de flores? Nosotros les damos departamentos; ¿sobre quién recae toda esa deuda?, ¿sobre la fábrica o sobre la torre de marfil? Entonces quedaron impactados. Les pregunté: si es así, ¿quién les dio derecho de llamarme torre de marfil? Se quedaron en silencio, entonces dije: solamente fue una introducción, ahora empiezo a hablar.

Quiero que se levante alguien de ustedes, pero sean verdaderos, y que me demuestre con quién de sus dos hijos pasó menos de lo que yo pasé con trece; ¿qué problemas pasan ustedes con sus hijos en la edad de la adolescencia? ¡Les acaban su vida! Con mis hijos, no pasé esa etapa; y ¿saben por qué? Porque nosotros hacemos todo juntos, los partos es juntos, criamos a los niños juntos, y Hashem sabe que ya lo hice trece veces. Lo hice con todo mi esfuerzo, y ya que Hashem sabe que lo hice con todo mi esfuerzo, me exentó de los problemas de la adolescencia; pero ustedes descuidaron a sus hijos, no me digan que no tuvieron más porque se apiadaron de su esposa, sino porque ustedes no están dispuestos a invertir en ellos. Te escondiste de Hashem, no quisiste pagar aquí, lo pagas en otro lado, y lo pagas caro.

¿Y qué les queda después de la adolescencia? ¿Qué satisfacción tienen?, vengan a mi casa a ver la satisfacción que yo tengo: hijos, hijas, yernos, nueras, con que respeto nos hablan; ¿acaso un yerno le dice a su suegro: ¡Moshe!? Nos tratan como a un papá, porque le

hago sentir que es mi hijo. Los nietos, vean como hablan, vengan a ver una mesa de Shabat, vengan a ver lo que es “ONEG SHABAT”, las canciones, el Dibre Torá: ¿acaso en mi casa la cena de Shabat se llama MEEIN OLAM HABA (una parte de satisfacción como en el OLAM HABLA), ¡NO!, es “OLAM HABA” (satisfacción completa de OLAM HABA).

¿Dónde está la satisfacción de ustedes? Que se levante el que tiene verdadera satisfacción. Después de un minuto, se levanta uno y dice: primero que nada, me rompiste; lo que pasé con mis hijos en la adolescencia, fue como dijiste: me pararon los pelos. Y lo que me quedó de ellos fue: tengo dos hijos, uno de ellos divorciado dos veces, con un hijo de cada una de ellas, y ni yo ni él podemos ver a los niños. Mi segundo hijo, desgraciadamente no tiene hijos.

Le dije: ¿te quieres escapar de Hashem? No te ayudará nada; las dificultades que ya te fueron decretadas, las tendrás de cualquier forma; yo prefiero tenerlas en embarazos, partos, en educar a mis hijos. Prefiero esto, a que se me paren los pelos de punta.

El mensaje que les di fue: “El que invierte en la educación de los niños, ve los resultados”.

La diferencia entre cuatro hijos o doce, es algo esencial; y la diferencia esencial es, el ver al niño como una meta, un propósito. La visión que debemos tener es, que el niño es un alma pura que me entregó Hashem, y la meta es educarlo.

Para cerrar el tema:

“Hashem se recuerda con nostalgia como fuimos tras de Él en el desierto, una tierra no sembrada”. No entiendo: Después de doscientos diez años que estuvieron en Egipto, con un sufrimiento inigualable; hizo Hashem muchos milagros para sacarnos de ahí, nos lleva en el desierto rodeado de nubes que nos protegen de todo, el Man les cae diariamente, les sabe al sabor que ellos querían; el pozo va rodando junto con ellos, para que tengan agua para tomar, la Shejiná va en el centro con ustedes, tienen de líder a Moshe Rabenu, de Cohen a Aharón HaCohen; Gan Eden en este mundo, y ustedes todo el tiempo quejándose, y revelándose con el

becerro, Koraj, y Hashem todavía dice: “Recordé el favor que me hiciste”; ¿Acaso eso es favor?

Pero esa no es la visión correcta hacia el pueblo de Israel en el desierto. En Perashat Bahaaloteja está escrito que cuando la nube se asentaba, todos se asentaban; cuando se levantaba, todos se levantaban y viajaban.

Cuando se asentaba, comenzaban todos a acomodarse en ese lugar, desempacaban las cosas, extendían su tienda de campaña, y cuando terminaban de acomodar todo, podía ser que justo en ese momento la nube subía, y todos tenían que viajar. Pero en ese momento, la gente en lugar de decir: ufff…!, no decían ufff… decían: ¡Es la voluntad de Hashem! Entonces volvían a guardar todo, y emprendían el viaje, hasta que de nuevo la nube se paraba, de vuelta acomodaban todo, y de vuelta tenían que comenzar a viajar cuando recién terminaban de empacar; y no decían uuufff, sino decían que es la voluntad de Hashem, y seguían adelante; la tercera vez, se esperaban un tiempo para ver si extendían la carpa, lo trataban de alargar, hasta que ya no se podían esperar más, entonces la extendían, y

justo en ese momento se levantaba la nube. Y así sucesivamente viajó el pueblo de Israel durante cuarenta años. Sin saber qué podía pasar en cualquier momento; y ninguna vez cayeron y dijeron uuufff; nosotros decimos uuufff veintidós veces al día. Eso era lo que Hashem recordaba, que hacíamos su voluntad, y no decíamos uuufff; es otra visión, ¿no?

Cuando se despierta tu hijo siete veces en la noche, a la cuarta vez ya dices “uuufff”; ¿qué es ese “uuufff”? ¡Simplemente es un bebé de cuatro meses! Yo les voy a explicar qué significa ese “uuufff”; La madre piensa: Hashem, ¿cuántas Tefilot pedí?, ¿con cuántos Tzadikim estuve para pedirles Berajá?, ¿cuántos Kibrei Tzadikim fui?, ¿cuántos Perek Shira dije?, hasta que finalmente me mandaste este niño, pero ¡discúlpame Hashem!, mi intención no era un niño como este, sino un niño que no se despierte en la noche. Y cuando tú dices un “uuufff”de esos, ¿sabes que te contesta Hashem? ¡“uuufff”tú!

Educar a niños, significa tomar la meta con todas las dificultades y tomar la responsabilidad “con alegría”, tomar el proyecto con alegría, y

sentir que estamos haciendo la voluntad de Hashem, y ese es mi papel; así piensa un Yehudi.

Si sabemos como comportarnos, no tendremos la edad de la primera rebelión, ni en niño sándwich, ni la edad de la adolescencia. Tendremos niños adorables, que aman a su padre y a su madre, los respetan; y así sentiremos la gran satisfacción de ellos, y también daremos satisfacción a Hashem.

Segunda Derashá:

Chapter Edúcalo, no lo domestiques

Shlomó Hamelej dice: “Educa al joven según su camino”; ¡edúcalo según su camino, y no según tú camino! “Educa al joven” significa, “Edúcalo, no lo domestiques”. La diferencia entre educar y domesticar, es que a un perro se le puede “domesticar”, se le dan órdenes claras: sí, no, no, sí. Esto es así, y así, etc. “Educar”, significa transmitir las cosas como un valor.

Si le digo a un niño: ¡Muktzé!, ¡Muktzé!, ¡Muktzé!, odiará el Shabat terriblemente, pero cuando le transmito el valor del Shabat, y él ve la belleza del Shabat, ve cómo su padre y su madre se portan en Shabat, cómo quieren y respetan el Shabat, y cómo el Shabat nos da satisfacción y nos eleva, entonces el ¡Muktzé!, ¡Muktzé!, no le molesta, y él lo recibirá, ya que le explicamos que Hashem quiere que no hagamos todo tipo de cosas, para que podamos descansar en Shabat con Kedushá, y lo que es prohibido en Shabat, nos acerca a esa Kedushá. Entonces el ¡Muktzé! no es solamente una domesticación a que no

mueva Muktzé, sino es una transmisión del valor de Shabat.

No le estoy diciendo solamente que es prohibido o permitido, lo estoy educando, y le estoy explicando el valor de la cosa; “eso es educar”.

Es verdad que también debemos decirle al niño no, o sí, y a veces no podemos decirle el motivo del por qué no. Cuando educo a un niño chico y le digo que un Yehudi no puede dormir bocabajo, como está escrito en el Shuljan Aruj, pero no le puedo explicar a un niño chico por qué no, entonces simplemente le digo que así es, porque es prohibido. Si yo normalmente le explico el por qué de las cosas, entonces también cuando no le explico la razón, acepta lo que le digo, ya que él sabe que normalmente su padre o su madre le explican las cosas, y saben lo que le dicen.

“Esa es la forma de educar a los niños, por medio de transmitirles las cosas como un valor”.

Edúcalo según su camino

Y ahora vamos a explicar la segunda parte del Pasuk: “Según su camino”. Educa al joven, pero según su camino, y no según tú camino; no hagas con el niño lo que tú quieres que haga, sino haz con el niño lo que él necesita; no lo que el niño quiere, sino lo que el niño necesita, y lo recalco, no lo que él quiere, sino lo que él necesita. Y cuando al padre o a la madre les importa la educación de sus hijos, sienten que es lo que el niño necesita. El padre o la madre pueden sentir cuando el niño necesita una educación más dura, o más ligera, y en base a eso, hay que darle al niño una orientación que sea adecuada para él.

Y aquí es donde cometemos el error, y en la mayoría de los casos, educamos al niño según nuestra comodidad. No pensamos en el niño, sino pensamos en lo que es cómodo para nosotros.

Les voy a dar un ejemplo muy común. Le pregunté a un Yehudi: Tú te peleas con tu esposa en tu casa, ¿pero por qué lo haces delante del niño?, pobrecito, ¿por qué el niño tiene que ver que sus papás se pelean? Me

contesta: esto muy bueno, para que sepa ¡qué clase de mamá tiene! Pero la verdad, es que no le importa lo que pase con su hijo, en ese momento él quiere pelearse con su esposa, no le importa que sufra su hijo, y se escuda diciendo que es bueno, para que su hijo sepa qué clase de mamá tiene.

Por eso viene Shlomó Hamelej y te dice: “Edúcalo según su camino, dale lo que él necesita, piensa en él y en lo que es apropiado para él”.

Les voy a contar algo que no puedo olvidar cuando discutí con un papá. En Bené Berak hay una Yeshibá, llamada Yeshibat Ponovitch, y ahí también hay una Yeshibá Ketaná para jóvenes de trece a dieciséis años. Esta Yeshibá es la que tiene el nivel más elevado de estudios. Pero para poder estudiar ahí se necesitan dos condiciones: intelecto muy elevado y mucha fuerza moral, ya que si alguien no posee estas cualidades, se lo comen vivo, lo hacen pedacitos.

Aquel padre quería que su hijo estudie en Ponovitch Haketaná, y tenía influencias para que

entre su hijo. Entonces yo le dije: discúlpame, pero tu hijo no es para Ponovitch, no tiene la capacidad ni las fuerzas, ¡se lo van a comer! Pero el padre es egresado de Ponovitch, y tiene que decir que su hijo estudia allí. Me dice: ¿acaso mi hijo tiene que estudiar en una Yeshibá mediocre? Le contesté: discúlpame, pero para tu hijo Ponovitch es mediocre; y no solamente yo pienso así, sino también el director del Talmud Torá, el Moré de este año, el Moré del año pasado, todos piensan igual; lástima por el niño. Pero el padre tiene que decir: ¡mi hijo estudia en Ponovitch!, y lo metió ahí. El hijo sufrió mucho el primer año; el segundo año soportó hasta Januká, pero en Januká dio una patada a la Yeshibá y abandonó todo, hasta tal punto que hoy en día es drogadicto. Pero el padre necesitaba decir que su hijo estudia en “Ponovitch”.

Esto es lo que nos enseña Shlomó Hamelej: “Educa al joven según su camino, y no según tu camino”, pero Shlomó Hamelej nos brindó otro Pasuk más:

“El que guarda el palo, odia a su hijo”. Shlomó Hamelej nos dice que en el Jinuj hay otro lado, que se llama el de dar con el palo, es decir, el palo para golpear al niño. Golpear no quiere decir precisamente con el cinturón o con el palo, sino la intención es castigar. Pero los Jajamim ya nos dijeron que el niño necesita mano izquierda que lo empuje, y mano derecha que lo acerque; esto significa que la derecha es la que educa y la izquierda no es la que educa, sino que es solamente un utensilio en manos del educador para enderezar al niño cuando se está yendo chueco. Cuando golpeamos al niño, el golpe no es el educador, sino es solamente para decirle al niño que está caminando equivocadamente, y por medio de esto, lo regreso al camino correcto.

Y también aquí nos equivocamos, y castigamos al niño: ¡no según como tiene que ser, sino según nuestro humor! Si el niño hace algo malo, pero yo estoy tranquilo y de buen humor, el niño recibirá un castigo ligero. Pero si estoy de mal humor, o enojado, pobre niño, ¡qué castigo tan grande recibirá! Y lo castigamos de tal manera, que el niño al recibir ese castigo,

arruinamos el Jinuj, y también transgredimos la Halajá.

Voy a dar un ejemplo: un niño débil en sus estudios, le cuesta mucho trabajo, le cuesta concentrarse, y nosotros queremos motivarlo, levantarlo, adelantarlo; y este niño ya lleva dos años insistiendo que quiere una bicicleta. Nosotros se lo negamos, ya que pensamos que es peligroso, etc., pero él lleva dos años insistiendo que quiere una bicicleta. Y ahora sentimos que estamos en una situación que necesitamos motivar al niño; entonces le decimos: en tres meses es la entrega de boletas. Si tú nos traes una boleta que no baje de ocho, recibirás una bicicleta. El niño aprovecha la oportunidad para recibir una bicicleta. Entonces, durante este tiempo se esfuerza mucho, no sale a jugar en el recreo para poder repasar, le insiste al Moré que le explique otra vez, le insiste al papá que le explique otra vez, no juega en la casa, solamente estudia y estudia. Y por fin llega el día de las boletas, el niño llega a la escuela emocionado, nervioso, quiere saber cómo está su boleta; el Moré le entrega su boleta, la abre y

ve que todo está arriba de ocho; ¡salta de la emoción! Corre a su casa emocionado, le enseña a su mamá la boleta, le dice a su mamá: ¡bicicleta! La mamá lo besa y lo abraza, lo felicita por todo su esfuerzo, le dice que en verdad se lo merece. Después llega el papá, lo abraza y lo felicita. “El niño adquirió su bicicleta”.

Pasan dos horas y llega la hora de la comida, y a la mitad de la comida, el niño se enoja con su hermana. De tanto enojo, le echó a su hermana el plato de sopa encima. Entonces la madre le grita: ¡olvídate de la bicicleta!

Dígame señora, ¿quién le permitió esto? El niño compró su bicicleta a precio completo, es de él, ¿quién te permitió quitarle la bicicleta? Castígalo con otra cosa, no con la bicicleta; la bicicleta es de él, y no tienes permiso de quitársela. Y más aún, ¿qué piensa el niño? Ya conozco a mi mamá, nunca me va a dar la bicicleta; ya no confía en ti, perdiste la confianza del niño en todos los aspectos, y posiblemente también transgrediste la Halaja.

El camino correcto de educar

Nosotros somos de ese estilo y hacemos esto; por lo tanto, cuando me encontraba a punto de ser padre, busqué un camino nuevo, ya que tenía miedo que yo también eduque según mi mal humor, y no según como se necesita educar. Encontré el camino y con ayuda de Hashem, eduqué trece hijos “sin un solo castigo”. Yo puedo atestiguar que mis manos están limpias de golpes a mis hijos; ni un solo castigo. Yo no contradigo a Shlomó Hamelej en lo que dijo que el que guarda el palo odia a su hijo, ¿quién soy para contradecirlo?, yo también castigué, pero cuando castigaba a un niño, en vez de enojarme y gritar, le transmitía el castigo a él. ¿Qué quiere decir esto? Por ejemplo: si yo le digo al niño que recoja los juguetes y no me escucha, se lo repito dos o tres veces, y no me escucha (yo nunca en mi vida repetí una cosa por cuarta vez). Esta vez yo recogí los juguetes; pero después, cuando el niño me quiere decir algo, no lo escucho; otra vez me habla y no le hago caso, quiere otra cosa, y no lo escucho. Entonces viene el niño y me pregunta: papá: ¿por qué no me escuchas? Porque aprendí de ti que cuando me hablan, no escucho; y no lo escucho. Y así sigo sin

escucharlo hasta que explota y me dice: ¡basta! Le digo, ¿basta? Esta actitud no es mía, es tuya. Cuando tú me escuches, yo también te escucharé, tú marcaste la pauta, no yo. No me enojé, no grité; pero el niño recibió el mensaje tan duro, que no tiene opción, más que escucharme, ya que no le conviene.

Pero ¿qué hace una mamá? Dice una vez, dos veces, tres veces; entonces le dice, voy a contar hasta tres, y si no recoges, recibirás un castigo grande. Uno, dos, dos y medio, treee… es verdad que eres niño bueno y vas a recoger… y el niño por dentro se está riendo, sabe que al final vas a ceder. Pero ese no es el camino correcto. Yo voy con su mismo camino.

Cuando un niño le dice a su mamá: ¡no quiero!, ¡no quiero! y ¡no quiero!… yo no le insisto; si no quieres, no. Pero después viene con la mamá y quiere un dulce, entonces la mamá le tiene que decir igual, ¡no quiero! Pero mamá, ¡tengo hambre!, ¡quiero comer!… la mamá contesta: ¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero! ¡Y no quiero! Hasta que el niño va a decir: ¡basta!, ¿qué es basta?, tú marcaste la pauta. Cuando tú

dijiste no quiero, no te pregunté por qué. Si te hubiera preguntado ¿me hubieras contestado? Simplemente no quiero, porque aprendí de ti, y me gusta este sistema.

¿Por qué un niño que miente hay que enjuagarle la boca con jabón, o pegarle en la boca? Yo no lo castigo. Un niño que miente, yo se la juego no creyéndole nada. Me cuenta algo, le digo: no te creo. Cualquier cosa que me quiera contar, yo le digo, ni me la cuentes porque no te creo. Pero por favor ¡déjame contarte! No te esfuerces, no te creo nada, ¿cómo sé que no es mentira?, él sólo va a explotar, porque no va a poder aguantar; va a sentir que mentir no es algo bueno.

Entiendan qué es lo que quiero; yo comienzo en un punto que el niño es egoísta, y solamente piensa qué es lo bueno para él y qué no. Cuando hace algo no bueno, es porque en este momento a él le conviene lo que va a hacer; lo único que yo hago, es que no le convenga lo que él piensa que le conviene.

Voy a dar más ejemplos. Me llamó una madre diciéndome que tiene una hija de quince años, que bajó un poco en su nivel espiritual y busca un tipo de vida más moderna, ya que dice que su casa es muy extremista, muy fanática. En esta casa nació un niño; supongamos que al niño lo llamaron Asher y de cariño lo llamaban Ushi. La jovencita dijo: No, Ushi suena muy fanático, hay que llamarle Asher. La madre le dice, discúlpame, pero este niño es mío, no es tuyo, a tu hijo llámalo como quieras, si quieres llamarlo Nimrod, no importa, es tu hijo; pero a mi hijo, yo lo llamo como quiero. Dice la hija: cada uno su nombre, a tu hijo lo llaman Ushi y a mi hermano lo llaman Asher. Ella lo llamó Asher, y convenció a todos los hermanos que lo llamen Asher. La madre explota, y cada vez que explota ella se burla y le dice, ya ves como yo gané. Entonces explota siete veces más. Vino conmigo y me preguntó ¿qué se hace con esta hija? Le dije: ¿por qué peleas con ella? Busca un nombre raro y desagradable, y así llámala a ella; llámala Kraidele, veras como muy rápido Ushi va a ser un nombre bonito.

Tengo un hijo muy inteligente, pero toda su inteligencia la utilizaba para conseguir lo que quería. A todos sus Morim les daba vuelta con el dedo chico, y lograba lo que quería (yo sentí que él buscaba algo). Un día vino conmigo y me pidió que quería algo. Yo sentí que esto era algo de lo que él estaba planeando y le dije que no. Me preguntó: ¿por qué no? Le dije: ¿qué quiere decir por qué no?, tu sabes que esto es contra mis principios, me opongo a esto, ¿por qué preguntas por qué no?… Entonces sacó su arma poderosa y me dice: y ¿por qué el papá de Jaim si lo deja? – ¿quién es el papá de Jaim?… tenemos un muy buen vecino que se llama Rab Eliahu Pobarsky, Rosh Yeshibat Ponovitch. Entonces mi hijo me dice: si el Rosh Yeshibat Ponovitch permite esto, seguramente mi papá también. Entendí muy bien que esa es su arma, y le pregunté: ¿el padre de Jaim le permite? Me dice: ¡Sí!… Entonces le dije: si el padre de Jaim le permite, entonces yo también te permito, pero desde ahora, todo lo que quieras, pregúntale al padre de Jaim si permite o no permite. Me dice: eso no, unas cosas como el padre de Jaim, unas cosas como el padre de Yaacob, y unas como el padre de

Shmuel. Le dije, eso no estoy dispuesto, escoge como uno solo. Y con eso terminó el problema.

Entiendan, yo nunca peleo con un niño, ni me enojo con él, simplemente le regreso la misma cosa que él hizo, de forma que lo obliga a decidir cambiar de rumbo, ya que el ego no le permite cambiar de rumbo.

- Tuve un caso muy interesante. Un padre me contó que su hijo regresó de la escuela, un niño de diez años, muy inteligente. Ese niño le dijo a su papá: Hoy estudié en el Kitzur Shuljan Aruj, que un niño de menos de trece años no está obligado a cumplir Mitzvot; entonces ya no rezaré, y no diré Berajot. Le dice el padre: ¡discúlpame, pero yo estoy obligado a educarte, y eso también está escrito en el Kitzur Shuljan Aruj! Le dice el niño: Tú estás obligado a educar, pero yo no estoy obligado a recibir educación. Entonces me llama el papá muy preocupado, ¿qué puede hacer?

Según nuestra técnica, ¿qué piensan ustedes que se debe hacer? Le dije, que en el mismo Kitzur Shuljan Aruj dice que un padre está

obligado a sustentar a su hijo hasta los seis años. Si es así, dile que ya no lo sustentarás, ¡arréglatelas como puedas! Y así se resolvió el problema. Lo que hice aquí fue seguir el camino según los parámetros que él mismo marcó. Él fijó el precio.

Me pregunta la gente, desde qué edad se puede empezar a utilizar esta técnica; desde los tres años, hasta los setenta y tres; ya que esto también funciona con adultos, no solamente con niños.

- Una mujer se quejó conmigo que su marido de repente sale de la casa. Le pregunta la mujer: ¿a dónde vas? Le contesta: ¿qué más te da si voy con fulano o con mengano? ¿Qué quiere decir qué más te da? Soy tu esposa, necesito saber si te espero para cenar o no; soy tu esposa. Y él sigue yéndose sin avisar y vuelven a discutir, y ella cada vez explota, y no hay ningún cambio. Me pregunta qué puede hacer con su esposo. Le dije, tu esposo sale de la casa a las nueve, y regresa a las once. Espérate a que entre a la casa, deje sus cosas, se acomode, y vete de la casa. Regresa a las tres. El esposo le

preguntó: ¿dónde fuiste? ¿Qué más te da? Le contestó ella. Dos veces lo hizo, y el esposo no aguantó más y no lo volvió a hacer. Él puso el precio.

Recibí una llamada de un Moré, que me contó que cuando entró a la clase, estaba escrito en el pizarrón: el Moré es un burro. Se hizo de la vista gorda, dio su clase, y a la mitad de la clase les dijo: repasen la Mishná mientras salgo, necesito ir con el director. En ese momento me llama y me dice: no fui con el director, salí para llamarte y que me aconsejes qué hago con estos niños. No puedo quedarme callado, pero si hablo, exploto, ¿qué debo hacer? Le dije: este niño, ahora es el número uno de la clase por lo que hizo, todos lo están alabando; necesitas achicarlo lo más posible. Sigue dando la clase, y a la mitad lee lo que dice el pizarrón, y diles: ¡qué interesante!: ¿quién escribió mi nombre (del moré) y firmó su nombre (del niño)? Y eso no es suficiente, tienes que seguir achicándolo. Tienes que decir: me molestó lo que escribió el que escribió, ya que falsificó su firma, porque él no es burro, es un conejo, ya que tiene miedo de decir que él fue.

Por favor, en el próximo recreo, borren burro y escriban conejo. Y si de todas formas piensa que él es burro y no conejo, que venga a decirlo.

¿Qué fue lo que hice?, ¿me enojé con el niño? No, sino que lo castigué, y ¡qué castigo recibió! Todo va por el mismo camino que él va. El niño es egoísta, por lo tanto, necesita recibir todo de regreso, y nosotros le tenemos que dar el sentimiento de que no le conviene ser así.

Antes de seguir dando ejemplos, quiero decirles que yo no inventé esa técnica, la aprendí de el más grande educador de todas las generaciones, ¿quién es? Es Hashem. ¿Qué pasó en el pecado del becerro de oro? Los Yehudim se quejaron cuando no tenían comida, y dijeron: ¡ojalá y muriéramos en este desierto! ¿Qué hizo Hashem? Les dio exactamente ese castigo, murieron en el desierto, y cuando recibieron de regreso el castigo, se acabaron las quejas.

La persona normalmente es egoísta y está dispuesta a hacer muchas cosas con la condición

que no se dañe a sí mismo. “Si es algo que me va a dañar, me abstengo de hacerlo”.

Debemos analizar lo que pasa por la cabeza del niño, y en base a eso, transmitirle que no le conviene elegir el camino que está tomando.

Cuando los niños molestan

Hay niños que molestan a otros niños, les meten el pie, les hacen caras, les pegan, etc. Todo el tiempo están molestando. Esos niños reciben muchos castigos, gritos, etc. Yo he preguntado a mucha gente, padres y madres, si alguien ha logrado algo con los castigos que dan para que el niño deje de molestar; hasta ahora no hay uno solo. Quiere decir, que no es la técnica correcta; mejor busquemos otra técnica.

Antes que les diga otra técnica, voy a decir que cuando mis hijos se peleaban, nunca me metí, siempre los dejé pelear. Hay padres que se meten en las peleas, y simplemente es injusticia; por lo menos el cincuenta por ciento de las veces que se meten los padres, benefician al niño que no merece ser beneficiado. Les diré cómo funciona. Vino un padre y me dijo: no entiendo lo

que dices; un niño de diez años que se mete con una niña de seis, lógicamente que el de diez la golpeará muy duro. Pero ese padre se olvida que la niña de seis, siempre provoca al de diez, porque sabe que está protegida por su papá. Pobre niño, qué culpa tiene él de tener diez años. Si no sabes quién empezó, no te metas. Si a ti te harían un juicio con esos prejuicios, hubieras dicho que es injusto, entonces ¿por qué a tu hijo si le haces esos juicios? ¿Quién te lo permitió?

Yo nunca me metí en peleas de niños; lo único que no permitía es, si un niño quería golpear con un objeto: cinturón, zapato, silla, etc. Si alguien golpeaba con un objeto era castigado, sin importar quién empezó, ya que es peligroso; pero con las manos y los pies, no me importó, los dejaba pelear; nunca nadie murió de esas peleas. Y después de eso, los niños se besan y son amigos. Pero si el papá castigó injustamente a un niño, lo daña, y se le queda grabado ese daño, y eso no es bueno.

Si la madre ya no puede mas de ver que se pelean, ellos no tienen la culpa de los sentimientos de la madre, ella debe controlarse.

Lo único que se puede hacer es, cuando ya se alargó la pelea mucho tiempo, llevar a cada uno a una esquina, sin importar quién es culpable, no me meto en su pelea, pero ya no aguanto sus gritos. Eso es permitido hacer. Pero prohibido castigar a uno, o ponerle cara de enojado.

¿Qué se hace cuando hay un niño que siempre molesta y provoca a los demás? Tenemos que entender qué es lo que pasa por la cabeza del niño. Está buscando llamar la atención, no obstante de una manera negativa; o simplemente envidia al otro niño, o los dos juntos. No hay otra causa. ¿Qué hago en ese caso? Tengo que descubrirle las dos cosas al mismo tiempo. Supongamos que Yosi provocó a Shmulik; yo no me dirijo hacia Yosi, él es como aire para mí en este momento, no le hago caras, no le grito, ni siquiera lo miro. Lo que hago es tomar a Shmulik enfrente de él, lo abrazo, lo beso, le digo que lo quiero mucho, le digo, pobre de ti, sufriste sin hacer nada, y le doy un chocolate. ¿Qué piensa Yosi? Busqué llamar la atención, y Shmulik la recibió. Busqué que él sufra, y salió ganando. No me conviene. Tomará

dos días, y parará por completo de ser así, se los garantizo.

A veces pasa que cuando Shmulik recibe su chocolate, viene Yosi y pide que él también quiere un chocolate. ¿Qué es lo que hago? Le doy a Shmulik otro chocolate.

¿Se entendió el concepto? Lo que quiero transmitir es, que yo no castigo al niño, sino le transmito que no le conviene lo que él hace.

También los adultos debemos educarnos

Y ahora pasamos a los adultos:

- Recibí una llamada de una persona que escuchó una Derashá mía sobre este tema, y me dijo: te escuché y actué. Me contó que su hijo estudia en un Talmud Torá, y el Moré de su hijo les dice palabras feas a los niños: tonto, autista, loco, todo tipo de palabras. Mi hijo escuchó todas estas palabras, y llegó llorando a la casa. Llamé a unos padres de la clase de mi hijo, y todos se quejaron de lo mismo. Fui a hablar con el Moré de la forma más respetuosa posible, pero él me agredió y me despreció. Tanto me dolió su

desprecio, que no podía perdonarlo, y fui con el director. Le expliqué las cosas, y me contestó: si no estás de acuerdo, la puerta está abierta, no puedo hacer nada con este Moré, a pesar de que cada año se quejan de lo mismo, pero gracias a él se mantiene firme el Talmud Torá; no hay de otra, mas que aguantarse. El padre me dijo: hay que aguantarse, pero mi hijo no tiene que aguantar eso. Pedí a mi hijo, y a otros siete niños (los mejores de la clase), que me ayuden a darle una lección al Moré. Los niños tenían un examen escrito, y el Moré recibió ocho exámenes, en los cuales en uno decía: yo soy tonto, no sé hacer exámenes; el otro: yo soy loco, no sé hacer exámenes. Así como estos, recibió ocho exámenes. A partir de ahí no volvió a decir una palabra más el Moré. A pesar de que muchos años pelearon con él, en el momento que le tocaron su ego, todo terminó (solamente no estuve de acuerdo con lo que hizo el papá de degradar al Moré ante su hijo, pero la técnica funcionó).

- Una mujer, me cuenta que desde el día que se casó, su esposo la vuelve loca: ¿por qué no

eres como la Rabanit fulana? (supongamos la Rabanit Fridman); ella le contestaba: cuando tú seas como el Rab Fridman, yo seré como la Rabanit Fridman. Y no le servía de nada, cada vez le decía ¡así hace la Rabanit!, y ¡así dice la Rabanit!, ¿por qué tú no haces así? Y ella me dice que ya no puede escuchar el nombre Fridman, odia a la Rabanit, sin que le haya hecho algo, por tanto que le dice su esposo. ¿Qué puedo hacer? Le dije ¿para qué peleas con él?, ¡sé como la Rabanit Fridman! Cada mañana llama a la Rabanit Fridman y pregúntale qué va hacer, y tú haz exactamente lo mismo que ella. Y así fue. Una mañana ella está por ir a Yerushalaim cuando le pregunta el esposo, ¿a qué vas a Yerushalaim? Le contesta, porque la Rabanit va a Yerushalaim; y así cada vez que le preguntaba porqué haces esto, le contestaba que porque así hizo la Rabanit. Un día hizo de comer algo que toda la comida que hizo, era comida que al esposo no le gusta. Le pregunta: ¿por qué hiciste todo esto? ¡Toda la comida son cosas que a mí no me gustan! Le contesta: ¿Qué puedo hacer?, es lo que hizo de comer la Rabanit. Y con eso terminó. Ya no menciona mas a la

Rabanit Fridman, ni siquiera a otro Fridman menciona.

- Me llamó una madre, y me contó que tiene una hija de catorce años, y desde el día que nació, es grosera, pero ahora es tan grosera, que ni siquiera puede hablar con ella, y todo lo que hace no funciona. Le pregunté, ¿a qué te refieres con grosera?, ¿qué es lo que hace? Me contestó: se atreve a gritarme que soy retrasada. Le dije, ¿cuál es tu problema?, ¡sé retrasada…! le dije que haga lo siguiente. Cuando la niña le pedía que la ayude en la tarea, le decía: ¡yo soy retrasada, no te puedo ayudar con la tarea! ¿Por qué mi ropa no está lavada? porque soy retrasada, no se lavar. Y así sucesivamente volvió loca a la niña diciendo que es retrasada, hasta que un día, a la hora de la comida, la madre le sirve a todos, y a ella no le sirvió; le dice la niña: ¡no me serviste! ¡Ves como soy retrasada…! hasta que explotó la niña y le dice: ¡basta!, ¿por qué basta?, ¡tú eres la que me consideras retrasada, no yo, tú marcaste la pauta! Y así terminó, pero terminó por completo.

Quiero preguntar algo: ¿Acaso no suena bien esta técnica? ¿Por qué entonces todos vamos a regresar a casa, y seguiremos con la técnica antigua? ¿Por qué? Yo les diré por qué: porque no se nos antoja educar al niño, ¡se nos antoja gritarle! Ese es nuestro problema; por eso comencé diciendo “Educa al joven, según su camino” y no según tú camino, no con tu mal humor, sino con las cualidades y la capacidad del niño; eduquemos de manera adecuada.

Les contaré cómo yo eduqué en mi casa. Era un Shabat cuando un hijo mío empezó a cantar muchas veces la canción que se canta después de Birkat Halebana. Mi hija le dice: ¡ya cambia de casset!, ¿Por qué?, a mi me gusta, le decía mi hijo; y volvía a cantar la canción. Cada oportunidad que tenía, cantaba esa canción. Hasta que mi hija me dijo: papá, por favor ¡desaparécelo de mi vista! Le llamé la atención, y le pregunté ¿por qué haces esto? Me dijo mi hijo: ¿qué tiene de malo?, mientras no la toque a ella, tengo derecho de hacer lo que quiera; le digo: ¡pero molestas a los demás! Me dice: Mi boca me

pertenece, puedo hacer lo que quiera con ella. Le dije: ¡tienes razón, sigue así!

¿Qué hice? ¡Pobre niño!, lo perseguí durante cuatro horas, cantándole la misma canción en su oído (hasta yo lloré por dentro de cómo sufrió el niño). Cuando llegó Motzaé Shabat, después de la Habdalá se fue a dormir, ya no aguantaba más que le cante la canción.

¿Acaso me enojé con él?, ¡No me enojé!, jugué el mismo juego que él jugó, mientras no lo toque, yo tenía todo el derecho de cantar. Al día siguiente lo llamé y le pregunté: dime la verdad, ¿te gustó lo que te hice ayer? No, no me gusto. ¿Y entendiste que no estuvo bien lo que le hiciste a tu hermana? Sí, lo entendí. Y si entendiste que no estuvo bien, ¿por qué no pediste perdón? Pobre de tu hermana, la molestaste sin que te haya hecho nada, ¿por qué no le pediste perdón? Y le dije: yo no te lo hice para molestarte, sino para que entiendas lo que le hiciste a tu hermana. Después de que pidió perdón, lo abracé, lo besé, y le dije: Te quiero antes y después de lo que hiciste, y al pedirle

perdón a tu hermana, me provocaste que te quiera más.

Lo que hago, es aprovechar la situación para elevar al niño; lo hago crecer después de que reconoció su error, acercándolo con mi mano derecha, y lo acerco más a mí. Aprovecho la situación de que no me enojé con él, y por medio de eso, crecemos, y nos acercamos más.

Otro ejemplo: los padres regañan a los niños que no les gusta ir al Bet Hakneset, o que no rezan. No entienden que a un niño no le agrada la Tefilá, ¡pobre niño!, no entiende ni una palabra de lo que dice, y lo obligamos a rezar. El niño no quiere rezar, y el padre le dice: ¡Nuu!, ¿ya rezaste? Le provoca odio a la Tefilá. Si no quiere rezar, entiéndelo, y que no rece. Tengo un hijo que no rezaba, hasta los trece años; hoy, todo el que lo conoce, se impresiona de cómo dice Tefilá, con mucho sentimiento. Y me dice: Papá: ¿cuánto me enseñaste a que me guste la Tefilá?, ¡cuando era chico, la odiaba!

Esto es lo que no debemos hacer (obligarlos); lo que sí debemos hacer es: cuando un niño dice

Birkat Hamazón, nosotros no hemos terminado la primer Berajá, cuando él ya terminó todo; parece que le apretó al botón que hace que el cassete se adelante rápido. En ese caso, no me peleo con el niño, le digo: si dijiste la Berajá, bien, si no, tienes un problema con Hashem, no conmigo.

Si en una Seudá de Shabat de repente al niño le agarra la locura, y empieza a decir Birkat Hamazón despacio, en voz alta, con Kavaná, palabra por palabra; cuando acaba de decir la Berajá, digo en voz alta a la mamá: ¿sabes qué pasa ahora en el cielo? Hashem tomó la Berajá de nuestro hijo, la abrazó, la besó, y la puso debajo de su trono celestial. ¿Sabes cuántos decretos malos rompió ahora el Birkat Hamazón? Y le pregunto a los niños: díganme, ¿qué le dice ahora Hashem a los ángeles? Les dice: estoy esperando al siguiente Birkat Hamazón de este niño. ¿Esto no vale más que un millón de castigos?

Les contaré otro ejemplo: un hijo mío hizo algo muy grave, mi esposa se estremeció y le dijo que hoy no va a hablar con él, hasta que llegue papá. Cuando llego a la casa, me contaron lo que pasó,

pero yo no estoy dispuesto a castigarlo con mi mal humor. Le dije: ve a dormir, mañana antes de irte a la escuela hablamos. Se fue a dormir, y mi esposa no podía dormir en la noche. En la mañana cuando regresé de la Tefilá, le dije: lo lograste, lograste robarle una noche a tu mamá, que no pudo dormir toda la noche, ya que toda la noche lloró y dijo Tehilim; si esa fue tu intención, hazlo otra vez, pero si no fue tu intención, piensa lo que haces. El niño fue con su mamá, lloró tanto, que hasta a mi me dolió el corazón, no paró de pedirle perdón a su mamá. ¿No es mejor que un millón de castigos? Esto se llama castigar con mano derecha que acerca.

Pero recuerden, siempre después de que pasa esto, continúo, y no lo dejo ahí, llamé al niño y le expliqué lo que hizo, y por medio de eso lo elevé. Créanme, funciona muy bien. Pero para tener suerte, se necesitan dos condiciones:

1. No rendirse a la primera, sino ser constante hasta obtener el resultado, hasta que él mismo diga basta; entonces yo le digo, si tú dices basta, yo también, pero si se repite, la segunda vez, será peor. Debemos ser constantes.

2. Papá y mamá juntos; cuando el papá dice no, la mamá también dice no; aunque el niño le diga a la mamá: ¡pero tú no me dijiste que no! No importa, papá y mamá es lo mismo, si el papá dijo no, también la mamá dijo no.

Los resultados que obtendremos serán: “tranquilidad en la casa”. Todo el día estamos con tensión en la casa, por cualquier cosa; si el niño no se quiere parar a la escuela, no peleo con él, pero lo dejo que él se las arregle con la escuela, y le escribo un papel que llegó tarde por culpa de él; te quisiste parar tarde, paga el precio.

Y si se quiere quedar en la casa, lo dejo, pero yo me comporto como si él está en la escuela; no lo dejo jugar con nada, hasta que se desespera viendo la ventana por cuatro horas. Y si la mamá sale, él va a querer venir, hay que decirle: para mí ahora estás en la escuela, yo tengo cosas que hacer. Y si solamente se queda diez minutos solo, se vuelve loco, y ya no va a querer quedarse otra vez en la casa.

Pero al día siguiente, cuando regresa de la escuela, le digo: ¿pensaste lo que hiciste ayer? ¿Valió la pena? Siempre aprovechando la oportunidad para elevarlo; pero siempre educando sin mal humor, sin enojo.

Recibamos sobre nosotros ser padres buenos, padres que acercan a sus hijos con la mano derecha, y cuando alejamos con la mano izquierda, recordar que estamos alejando, pero siempre con el corazón de padre o madre que quieren a su hijo.

Concluyo con una anécdota: Cuando me casé, fui con una persona que me iba a ayudar a buscar un Kolel. Hablé con él, y en su casa estaba su esposa, y muchos hijos. Uno de los niños hizo algo y la mamá le pidió que pare de hacerlo; lo volvió a hacer, y la mamá le dijo: ¡te pedí que pares! Lo hizo por tercera vez, y le dijo: ¿quieres que mami te castigue? Le dije: decide qué eres, o mami, o castigo… me dijo: “Yo también cuando castigo, soy mami”.

Tercera Derashá:

Chapter Edúcalo desde el principio:

Shlomó Hamelej dice: “Educa al joven según su camino, y cuando envejezca, no se apartará de él”, lo que absorba cuando es joven, lo seguirá teniendo cuando sea anciano.

El comentarista Rashí explica: En todo lugar que aparece la palabra “Jinuj”, significa “comienzo”, por ejemplo: Janukat Habait, Janukat Hamenorá, etc.

Jinuj de niños – educación de los niños, significa, que empezamos con el niño, le damos el principio, y cuando el principio es bueno, también la continuación será buena; y se le penetrará tan profundo, que también cuando sea anciano, seguirá teniendo lo que adquirió en ese comienzo.

La imagen del educador:

Hay dos cosas principales en este comienzo. La primera es la imagen del educador, cómo se ve el papá, cómo se ve la mamá. Por lo general, en las casas, la mamá le dice al niño que haga

algo. Se lo dice una, dos, tres veces, hasta que le dice: ya te dije veintiocho veces que hagas esto, y no sirve de nada. Llega el papá a casa, lo dice una vez, y asunto arreglado; ¿qué fuerza mágica tienen los papás? ¡Mejor que los papás le enseñen a las mamás la técnica!; podemos decir que el papá es más duro, y la mamá es más liviana, más sentimental. Pero qué vamos a decir de aquellas casas que la mamá es más dura, y el papá es más liviano, y a pesar de ello, la mamá dice algo veinte veces, y no sirve de nada, el papá dice una vez, y asunto arreglado.

La explicación es la siguiente: La mamá se encuentra todo el día en casa, y el hijo ya vio varios errores que ha cometido la mamá: dijo algo y no lo cumplió, amenazó y no lo llevó a cabo, por lo tanto, el niño puede llegar a despreciar a la mamá. El papá no es más Tzadik que la mamá, pero él no está todo el día en la casa, por lo tanto, el hijo no lo ha visto cometer errores como estos, y con decir una vez las cosas, asunto arreglado.

Demostraré que es así. Conocí una señora, madre de once hijos. Esta señora decía las cosas

una sola vez y la escuchaban, y no era una madre dura. Me interesó saber cuál es su secreto. Investigué y descubrí que es una madre constante en todas las circunstancias; siempre cuando dice algo, lo cumple. El hijo no la ve que a veces dice la Berajá leyéndola del Sidur, y a veces no; a veces dice Tefilá rápido, y a veces con Kavaná; no es así, sino siempre es la misma persona. Una madre constante pide las cosas una sola vez, y el niño escucha. El niño ve a su mamá como una personalidad; así tiene que ser la apariencia del educador.

Dice el Pasuk: “Noaj era hombre justo en su generación”. Explica Rashí: hay Jajamim que explican el Pasuk como alabanza a Noaj, y hay quienes lo explican como desprecio.

Y yo le pregunto a Rashí: Si hay quienes lo explican como alabanza, ¿quién les permitió explicarlo como desprecio? ¡La persona tiene que juzgar a todos para bien! Explicaré cuál es la alabanza y cuál el desprecio, y veremos si hay proporción entre las explicaciones.

Los que explican como alabanza dicen: en su generación era Tzadik, pero si estuviera en otra generación no sería Tzadik. Los que explican como desprecio, yo explicaría que si estaría en generación de Tzadikim, no sería Tzadik; pero Rashí escribe diferente: si estaría en la generación de Abraham, no sería Tzadik; no es que sería menos Tzadik, sino que no se consideraría nada.

¿Acaso es posible? ¿Acaso si Noaj estaría en la generación de Abraham no se consideraría nada? Hasta Lot era Tzadik en la generación de Abraham. Si es así, ¿por qué cuando lo explican para desprecio lo comparan con Abraham, y cuando es para alabanza no lo comparan con Abraham? Si explicamos así, no son proporcionales las comparaciones. Y más aún, ¿qué quiere decir? Si es que estaría en la generación de Abraham?, ¡Noaj sí estuvo en la generación de Abraham! Abraham tenía cincuenta y ocho años cuando Noaj murió.

La explicación es la siguiente: analicemos a Abraham y a Noaj. Noaj era hombre justo, la Torá atestigua sobre él que era justo e íntegro, pero

después comienza otra época en su vida. Cuando Noaj entra al arca, es porque es empujado por las aguas del diluvio, ya que él también era de los que tenían poca Emuná en Hashem, creía y no creía que vendrá el diluvio (Rashí), no creía tanto que vendrá el diluvio, por lo tanto entró al arca hasta que el agua lo empujo a entrar. ¿Dónde quedó el Noaj Tzadik? ¿Y qué dice posteriormente cuando salió del arca? Explica Rashí que, cuando plantó el viñedo, se hizo a sí mismo profano. La Torá lo llama en esta ocasión hombre de la tierra, ya no es hombre justo, sino hombre de la tierra. Vemos que Noaj tiene sus temporadas, no es constante.

Abraham, tiene una línea constante en su vida desde el día que lo conocemos; entró a la hoguera en Ur Kasdim, sin sentir nada. Entró, paseó por adentro y salió, se despidió del fuego y se fue a casa como si nada pasó.

Hashem le manda la primera prueba, que se vaya de su tierra a la tierra de Kenaan. Cuando llega ahí, empieza el hambre en la tierra; tiene que bajar a Egipto por el hambre. Regresa de Egipto, Lot se le revela, y a pesar de eso,

continúa como si no pasó nada. Y cuando Lot se revela, lo hace completamente, se hace anti Abraham, y se va a Sedom City y Abraham sigue tranquilo, le dice: “si te vas a la izquierda, me voy a la derecha. Si te vas a la derecha, me voy a la izquierda”.

Posteriormente va a sacrificar a Itzjak, de igual manera, como si nada está pasando, él que sabía a lo que iba, e Itzjak que no sabía a lo que iba, van juntos. Abraham es tan constante, hasta tanto que dicen los Jajamim: “todo el que fija un lugar para decir Tefilá, el D-os de Abraham lo ayudará”. ¿Por qué precisamente Abraham? Ya que Abraham es constante, y el que fija lugar para la Tefilá, también es constante, por lo tanto el D-os de Abraham lo ayuda.

Hay Jajamim que explican como alabanza el Pasuk que Noaj era Tzadik en su generación. La explicación es, que esos Jajamim aprendieron la lección del punto de alabanza de Noaj. Noaj, a pesar de que vivió en una generación de malvados, con todo y eso fue Tzadik; si es que hubiera vivido en una generación de Tzadikim, hubiera sido más Tzadik. De aquí aprendemos,

que también si no vivimos en Bené Berak, sino en México, no tienes pretexto para poder ser malvado, se puede ser Tzadik también en México.

Y hay Jajamim que explican el Pasuk como desprecio de Noaj. La explicación es: Abraham convirtió a los hombres, Sará convirtió a las mujeres, miles de conversos Abraham Abinu los convenció; ¿a cuántos logró convencer Noaj de que hagan Teshubá? Ciento veinte años pregona que habrá un diluvio, ¿a cuántos convenció? Ni uno solo, y ¿por qué? Porque la persona que no es constante, no tiene influencia sobre los demás, porque para que el receptor pueda recibir, hay que demostrarle imagen, personalidad, y así recibirá lo que quieras transmitir. Ni una sola persona siguió a Noaj.

Un padre tiene que irradiar personalidad. Una madre tiene que saber que su papel como mamá la obliga a que, a pesar de que en este momento necesita decir rápido Birkat Hamazón porque tiene prisa, pero el niño la está viendo, y si ve que ella desprecia el Birkat Hamazón, también él lo despreciará.

Dice la Guemará, que lo que el niño dice en la calle, lo escuchó de su papá o de su mamá. Cualquier palabra que el niño dice en la calle, él no la inventó; o la escucho del papá o de la mamá.

El Rosh Yeshibá de Netibot Olam, el Rab Druk Shlit”a cuenta que en una ocasión pasó por el patio de su colonia y vio unos niños que jugaban al papá y a la mamá. Yosi era el papá, y Rivki la mamá. Rivki le decía: papá, ven a comer, y Yosi venía a lo que ellos llamaban mesa. Entonces ella pone cara de enojada y le pregunta: ¿por qué viniste? Le contesta: porque me llamaste a comer. Le grita: ¡los padres no vienen inmediatamente cuando los llaman! Dijo el Rab: no necesito abrir la puerta para ver lo que pasa en esa casa, el padre nunca viene cuando lo llaman. El niño imita al padre y a la madre; el niño ve lo que el padre hace, y es igual a él, y no se puede aspirar a más.

Hay una idea impresionante del Rab Hirsch. La Guemará en Masejet Nedarim pregunta: ¿por qué los Talmidé Jajamim no son propensos a que sus hijos sean Talmidé Jajamim? Contesta:

porque no dicen la Berajá de la Torá en un principio. Pregunta el Rab Hirsch: ¿Acaso no hay Talmidé Jajamim que tienen hijos Talmidé Jajamim? Es muy frecuente, no digo que todos, pero sí existe. Entonces ¿cuál es la explicación de la Guemará? Y ¿qué quiso decir con la respuesta que por cuanto que no dijeron la Berajá de la Torá en un principio? Contesta el Rab Hirsch que el problema fue el principio. ¿Por qué no es algo frecuente que los niños sean Talmidé Jajamim, si el niño imita todo lo que hace el papá? Tendría que ser que casi todos los Talmidé Jajamim tengan hijos Talmidé Jajamim, solamente una minoría tendría que no ser así. Sin embargo, vemos que la realidad no es así. El motivo es, porque para esos Talmidé Jajamim, la Torá no es el principio; es decir, un niño ve a su padre un Matmid muy grande, estudia horas sin parar, día y noche, pero de repente hay una guerra entre Israel y Siria, y cada media hora prende la radio para escuchar las noticias. ¿Qué piensa el hijo? Sí, la Torá es muy importante, ¡pero la guerra entre Israel y Siria es más importante que la Torá! Aprendió el hijo que la Torá no es el principio, no es lo más importante,

por lo tanto deduce, que si para su papá la Torá no es lo más importante, tampoco para él es lo más importante. Para el papá hay una sola cosa más importante que la Torá, para mí hay más… ¡Impresionante! Lo que dice el niño en la calle, lo escucharon del padre o de la madre. La personalidad del papá y de la mamá, si le irradiamos una personalidad positiva, penetra en el niño.

Volvamos a Noaj. Los que explican para alabanza dicen que también se puede vivir en México y ser Tzadik. Todos preguntan: ¿qué se hace con el niño con las influencias externas? No hay solución contra las influencias externas. Existe otra cosa, que es bajar la presión de la influencia de la sociedad hasta lo más mínimo.

Mencionamos que lo que dice el niño en la calle lo escuchó del papá o de la mamá, el niño imita a su papá. Si el niño recibe en la casa una educación verdadera, ve a su padre alguien importante, a su mamá importante, por lo tanto quiere imitar a su papá. El niño piensa: ojalá que yo sea como papá, ojalá que yo sea como mamá; él quiere apegarse a la Torá del papá y a

las enseñanzas de la mamá, y de esa forma tiene las fuerzas para sobreponerse a las influencias externas. Aunque otro niño haga ciertas cosas, él dice: ¡no me interesa el otro niño, yo quiero ser como mi papá, y si hago esto, no seré como mi papá! Todo esto es con la condición de que cuando él ve la personalidad del padre, y la grandeza de la madre, sea en forma constante, como mencionamos anteriormente, y todo será diferente, B”H.

Educa con la mano derecha

Este es el primer punto, la imagen del educador. Respecto a esto, mencionamos que la educación se tiene que dar con la mano derecha para acercar, y la mano izquierda para alejar. La mano derecha que acerca, necesita mucha irradiación positiva.

Si quiero que un niño se despierte a la Tefilá, y no lo hace, puedo decirle: ¿por qué no viniste a la Tefilá? Pero también le puedo decir: ¡me hiciste falta en la Tefilá! ¿Suena diferente o es lo mismo? El niño dice: yo le hago falta a mi papá, él me necesita, entonces le dan ganas de

pararse a la Tefilá, porque su papá le dijo que le hizo falta. Decirle: ¿Por qué no te levantaste a la Tefilá?, es regañarlo; decirle “Me hiciste falta en la Tefilá”, es darle calor, es apegarme al niño.

Dime papá: ¿Por qué presionas al niño a venir a rezar? Ya mencionamos que la Tefilá es un tema problemático, que se repite tres veces por día, el niño no entiende nada de lo que dice en la Tefilá; entonces, ¿Por qué el padre en lugar de presionar al niño de que diga Tefilá, no le dice: ¡ven, vamos a estudiar juntos la explicación de la Tefilá!? Cuando el niño sabe la explicación, entonces tiene ganas de decir Tefilá. Nuestro trabajo es hacer que le gusten al niño las cosas, no regañarlo para que las haga, sino venir con mano derecha que acerca. La personalidad del padre es otra cuando acaricia.

En una ocasión me trajeron a un niño de quince años. Un niño muy inteligente, pero no le gusta estudiar Torá, no se conecta con esas cosas. Cuando la Guemará habla de un toro que corneó a una vaca, no le interesan esas cosas, no tiene toros ni vacas ¡no es campesino! Dice: ¿qué quieren de mí?, déjenme tranquilo con esa

vaca, no me llama. Le dije: Hay en el mundo unos timbres para los sobres de esos que son muy antiguos y solamente quedan dos. Por cuanto que son timbres muy antiguos, y solamente quedan dos ejemplares, son muy caros, cada uno cuesta medio millón de dólares, y esos dos timbres los tengo yo. Ahora tú vienes conmigo y me pides ver esos timbres. Te los puedo dar, pero con mucho cuidado, ya que si les pasa algo, pierdo medio millón de dólares. Tú me dices que eres responsable, y no es tu intención hacerme perder medio millón de dólares. Tomas ese timbre en tus manos, y se rompe. En medio segundo me hizo perder medio millón de dólares; pero como el otro timbre ahora es único en el mundo, ya vale un millón de dólares. ¿Qué opinas, me tienes que pagar el timbre o no? Me mira y me dice: no sé. ¿Te interesa el tema? Mucho. ¿Quieres estudiar el tema hasta encontrar como resolver la Halaja, si tiene que pagar o no? Seguro. Saqué del librero un libro que lo escribió un amigo, sobre esta pregunta. Le dije: vamos a estudiar, con una condición: Si en el libro dice que el Tosafot en Guitin dice algo, abriremos el Tosafot, y lo

estudiaremos; lo mismo si dice cualquier otra fuente, la estudiaremos por dentro. Estudiamos durante dos semanas, hasta que llegamos a la solución de esta pregunta. Cuando terminamos ¿qué creen que me dijo? ¡Otra más!

Debemos provocar que el niño quiera el estudio. Cuando el padre estudia con su hijo, tiene que meterle las canicas adentro del estudio. Hay que decirle: tú tienes dos canicas, y tu amigo tiene tres canicas; estaban los dos jugando, las aventaron, y una se rompió, quién tiene que pagar, ¿tú o él? Él contesta, creo que yo. Muy bien, así opina Abaye en la Guemará, veámosla por dentro. De esta manera le conviertes el toro y la vaca en canicas. Las canicas sí le llaman, y por medio de eso lo compraste. Debemos transmitirle las cosas con amor. Ese es el primer punto.

“Hasta que penetre en los huesos del niño”.

Segundo punto. Tuve el privilegio de estudiar siete años y medio con mi gran maestro y Rab, Rab Eliahu Lopian Z´l. Su método era repetir las cosas muchas veces. Hay Derashot que escuche

de él diez, quince, veinte veces y más. Por ejemplo, la Derashá antes de Neila decía siempre la misma Derashá cada año.

En cada generación había un comité de clases. Cada comité tenía una libreta con Kabalot que recibían sobre sí. El Rab las escribía para que nosotros lo recibamos. Cuando llegué a la Yeshibá, en la primera clase, el Rab las leyó para que la recibamos sobre nosotros. Siete años y medio, cada semana, el Rab comenzaba la clase leyendo las Kabalot y explicándolas. Hoy en día, aunque me despierten a la mitad de la noche y me pregunten ¿cuál es la tercer regla? Contesto no leer periódicos en Shabat; lo puedo decir hasta con el mismo tono que el Rab lo decía. Y así, una serie de reglas. Pero el Rab no le bastaba con una, dos, diez o veinte veces. Yo no lo entendía, pero dicen los Jajamim que la persona no entiende a su Rab, sino hasta después de cuarenta años. Maduré, me casé, y hoy recuerdo mis pecados, tanto yo, como la mayoría de mis amigos, no cumplíamos esas reglas, éramos jóvenes y despreciamos esas reglas, no les dimos el valor adecuado. Nunca

recibí sobre mí aquellas reglas; pero cuando me casé, de repente sentí que no me atrevo a tocar un periódico en Shabat, aunque esté puesto sobre mi silla, no lo movía ni con el codo, le decía a mi esposa que ella lo mueva; aunque nunca lo recibí sobre mí, pero el Rab me lo penetró en los huesos. Y esas reglas yo las cumplo aunque no quiera cumplirlas. No me es posible decir la primer Berajá de la Amida sin poner Kavaná; y la regla era decir palabra por palabra, con su Kavaná adecuada; aunque quiera decir la Berajá sin Kavaná, no me sale, y nunca lo recibí sobre mí.

Cuando la mamá le dice al niño que no haga algo, y el niño lo vuelve a hacer, una, dos, diez veces; la mamá le dice: ¿cuántas veces te puedo decir lo mismo y lo sigues haciendo?, ¿cuántas veces te tengo que decir que no te subas a la cama con zapatos, doscientas veces no? ¿Qué no entiendes lo que te digo? La mamá se enoja; pero en vez de esto, si la mamá está tranquila, y solamente le muestra cara enojada para que el niño vea que estuvo mal, eso es lo correcto. Pero cuando te molesta lo que hizo, dile las cosas

doscientas veces, pensando en tu corazón: gracias que me dejaste decirte otra vez esta cosa, y ojalá que lo hagas otra vez, ya que así tengo la oportunidad de decirte otra vez las cosas. Porque solamente las cosas que el niño escucho cien veces, le entran en los huesos y en el corazón. Muchas cosas escuché y vi en mi casa, pero solamente las cosas que mi mamá repitió muchas veces, me lo metió en los huesos, hasta que eso se convirtió en algo inseparable de mi personalidad. Cuántas discusiones tuve con mi mamá Z´l de que coma con tenedor y cuchillo, yo le decía: eso es cultura de los alemanes (Imaj Shemam), y ella me explicaba que no es agradable estar frente a alguien que come con las manos. Muchas veces me lo repitió, y hoy en día, quiera o no quiera, no me es posible comer con las manos. Lo que me dijeron muchas veces, se me metió; y cuando repetimos algo muchas veces, pero con sentimiento, es algo que penetra tanto en los huesos y en el corazón, que es imposible que se separe de nosotros.

Les contaré algo: Hace como cuarenta años, subí a un autobús en Tel Aviv; el chofer, al verme

con barba, pensó: ¡Es una oportunidad para discutir! El pobre se dio cuenta que se acercó a la dirección equivocada, y cuando vio que no podía conmigo, (lógicamente que es lo que se hace cuando no puedes con la discusión), empezó a confesarse. Me contó que viene de una familia Jasidí, que vivía en Polonia, y en el holocausto le quemaron a toda su familia, y junto con su familia se le quemó también la Emuná. Hoy en día no cuida nada.

Entre los Jasidim, en Pesaj no comen Matzá Shruya (Matzá remojada en agua). Para los Jasidim, la Matzá Shruya es todo un tema; desde Purim ya se empiezan a cuidar de esto; hasta tanto se cuidan, que cuando comen Matzá en Pesaj, la toman con una bolsa de plástico, comen la Matzá, se enjuagan la boca, cambian el mantel, y después de todo esto traen la sopa, para que no haya ninguna sospecha de Matzá remojada. Me dice el chofer: hoy en día no cuido nada, hasta como Jametz en Pesaj, ¡pero no como Matzá remojada! ¿Se ríen? Yo lloré, “Ya que lo que su mamá le metió en los huesos, no sale nunca”. Si le hubieran metido el Shemá

Israel de la misma manera, tampoco le hubiera salido.

Y el Musar para nosotros es: “Debemos penetrarle a los niños todo, metérselos hasta los huesos, penetrárselo, pero como un valor”.

Escuché de una mujer joven, que tiene medio año de casada. Pasó Purim, se acerca Pesaj, y me dice que tiene mucho miedo de Pesaj, odia Pesaj, ya que desde Purim hay tensión en la casa, enojo, gritos, mal humor, no hay tranquilidad en la casa, y todo por ese Pesaj, por esa limpieza; odia toda esa fiesta. ¿Qué es lo que vio en casa esa joven?, ella no vio una noche de Seder que el padre está sentado como un rey, diciendo la Hagadá con tranquilidad, elevando esa noche tan importante, diciendo Nishmat Kol Jay con lágrimas en los ojos (cuánto tenemos que agradecerle a Hashem por todo). ¿Qué es lo que sí vio? Vio una mamá que desde un mes antes se prepara para Pesaj con muchos nervios, y cuando llega la noche del Seder se duerme. ¿Acaso no es así en México?

¿Qué culpa tiene el niño que la madre sea nerviosa? Hay que disminuir el trabajo, hacer solamente lo indispensable, y así el niño verá otra casa.

¿Cuántas mujeres se quejan que la Seudá de la noche de Shabat es una pesadilla? ¿Cuánto odian la Seudá de Shabat cuando hay gritos, tensión? ¿Por qué? Porque la madre se levanta en la mañana del viernes tensionada, no tiene tiempo, tiene que terminar de preparar, empieza a ordenar la casa con mala gana, odia esto, odia lo otro, odia el olor a pescado; pero dice: ¿Qué voy a hacer? ¿Me peleo con mi esposo? ¡No!, entonces ni modo, que haya pescado. Y después de esto llega a Shabat acabada, prende las velas con su bata y su mascada fachosa, y después de prender las velas ya está tirada en el sillón. Llega el esposo del Bet Hakneset, le dice animosamente Shabat Shalom, y ella con trabajo le contesta: Shabat Shalom. ¿Qué quieres que el niño piense? El niño piensa: ¡Shabat es una pesadilla!

Sin embargo, si la mamá se levanta el viernes en la mañana, entra a despertar a los niños con

alegría, los motiva de que hoy es Shabat, y ella va a preparar con mucha alegría Shabat, entra a la cocina pensando: ¡Qué Zejut tengo de preparar para Shabat! Aunque no le gusta el olor a pescado dice: ¡En honor a Shabat y a mi esposo lo voy a preparar! Hasta le huele rico el pescado. Y de esa forma llega a Shabat, no prendiendo las velas en el último momento, sino con tiempo, y pensando: ¿yo voy a prender las velas cuando estoy vestida con un trapo? ¡No!, sino con ropas de Shabat. Yo tengo el privilegio de recibir primero el Shabat, antes que todos. Después de prender las velas, pide por su esposo, por sus hijos, le dice Shabat Shalom a la familia, recibe a su esposo y sus hijos cuando llegan del Bet Hakneset con alegría, cantan Shalom Alejem.

Regresemos a la primer familia. Después de que empiezan la Seudá, el padre empieza con las canciones de Shabat; canta todas las canciones del librito, y los niños no entienden una palabra. Después el papá da una Derashá de veinte minutos, y el que no escucha toda la Derashá lo regaña; entonces el niño empieza a

portarse mal, y la consecuencia es que la mamá odia la mesa de Shabat.

La segunda familia, después del buen recibimiento de la mamá, empieza a cantar, pero sólo dos o tres canciones, y después le preguntan a los niños qué canción quieren cantar, y aunque quiera cantar una canción que no sea de Shabat, la cantan para dejar contento al niño.

Yo nunca hablé Dibré Torá en la mesa de Shabat más de un minuto y medio. Lo que hablaba era solamente cosas que los niños entienden. Hacía adivinanzas de la Perashá, cada niño según su nivel. Les daba premios a los que contestaban, y esas preguntas duraban toda la Seudá; de esa manera, hasta los niños de tres o cuatro años, se sentaban tres o cuatro horas en la mesa de Shabat, ¡y no se querían parar!

Ellos ven como el papá y la mamá honran el Shabat, sienten que ellos también lo honran y se percibe cómo la Shejiná de Hashem entra en la casa. Esto es solamente cuando el papá y la mamá demuestran con su personalidad qué es

Shabat y su belleza; eso hace que le penetre al niño el valor verdadero de Shabat Kodesh. Así es otro ambiente en la casa, otra forma de hablar, los papás están tranquilos, se puede hablar con ellos y preguntar cosas. Llega Seudá Shelishit, y ya empiezan a llorar que se va Shabat, y ya están esperando el Shabat que viene.

No estoy hablando de algo muy elevado, dije cosas que están en la tierra, que existen. Pero esto tiene que ser cada Shabat, y cada semana tienen que escuchar de la mamá cómo está esperando al Shabat, ya sea cuando va de compras, que diga que es para Shabat, o que diga: en dos días es Shabat.

Me gustó mucho lo que escuché de una mamá que dijo: ¡Toda prenda nueva, la estrenamos solamente en Shabat!, aunque sea ropa de día de semana, la estrena por lo menos media hora en la casa, “pero en Shabat”. La Berajá de Shehejeyanu, solamente en Shabat. Eso es inculcarles a los niños el valor de Shabat; hay que elevar el valor de Shabat.

Mi suegro Z´l cumplía con mucho respeto la Mitzvá de Tefilin. Hay en Bené Berak mucha gente que hasta hoy en día no habla cuando tiene puesto el Tefilin; ya que mi suegro a cada niño que cumplía trece años, hablaba con él media hora sobre el valor del Tefilin, le abría el Kitzur Shuljan Aruj donde dice que no se puede hablar con Tefilin, y dice que el que no habla con Tefilin, le otorgan larga vida. Le preguntaba al niño: ¿Quieres larga vida? Tienes aquí una patente muy buena, no hables con el Tefilin. Pero no es eso lo que quise decir, sino que sus hijos (mis cuñados), tanto escucharon en la casa sobre la Mitzvá de Tefilin, que para ellos, esta Mitzvá es tan grande, que los tres no se sientan cuando tienen Tefilin puesto, y aunque mi suegro no les pidió eso, pero se les penetró tanto el valor del Tefilin, que no pueden hacerlo. Un cuñado me dice que no puede salir de su ciudad, aunque regrese el mismo día, si no lleva el Tefilin con él. Nadie le pidió eso, pero él lo hace por sí solo.

Tefilá por los hijos

Hay un suceso en el Tanaj, sobre el hijo de la Shunamit. El Ben Ish Jay pregunta mucho sobre

este suceso. Elisha Hanabí le quería reconocer lo que ella hizo por él, que lo recibía en su casa, y le preguntó: ¿tienes algo que pedirle al Rey (a Hashem)? Le contestó: no necesito nada. Guejazi el acompañante de Elisha le dijo: ¡Pero no tiene hijos, y su esposo ya está envejeciendo! Regresó y la bendijo que tenga un hijo. El Pasuk atestigua sobre ella que es una mujer grande (muy Tzadeket). Después de que la bendice, ella le dice: ¡Por favor no me des esas bendiciones! Le dijo esto a pesar de que era una mujer grande. Después tuvo un hijo, creció y murió el niño. Corrió con Elisha y le dijo: ¿acaso no te dije que no me des esa Berajá? Mandó Elisha a Guejazi a revivir al niño. Pero ella le dijo a Elisha: ¡No me voy de aquí hasta que vengas conmigo, y pidas Tefilá de que viva!

¿Dónde quedó la Emuná en los Jajamim? Elisha ya mandó a que lo revivan ¿Acaso no le creía al profeta? Pero el profeta fue y lo revivió.

Todo esto preguntó el Ben Ish Jay, en su libro Od Yosef Jay, Perashat Toledot. Contesta lo siguiente: hay diferencia entre la Berajá de un profeta, y la Tefilá de un profeta. La Berajá de un

profeta se cumple, pero no hay una seguridad que será por siempre, hay posibilidad que se termine. Si el profeta te bendice que seas rico, serás rico, pero no es seguro que serás rico por toda la vida. Pero si llegaste a la riqueza por medio de la Tefilá, lo que Hashem da es por siempre.

Otra pregunta del Ben Ish Jay es: ¿qué más le da a Guejazi si tiene hijos o no? Dice el Ben Ish Jay: Elisha le pregunta: ¿qué te falta? Ella contesta: nada, aunque me quieras bendecir, no necesito nada. Entonces Guejazi dice: pero no tiene hijos. Viene Elisha y la bendice que tenga hijos. Le dice Shunamit a Elisha: “no quiero un hijo por medio de Berajá, quiero un hijo por medio de Tefilá”, yo todo el tiempo pido Tefilá, y si lo recibo por medio de la Tefilá, se quedará para siempre, pero si es por medio de Berajá, no sé qué va a pasar, no quiero un hijo así. Le da la Berajá, y ella pide que no quiere la Berajá. Cuando muere el niño, Elisha manda a su ayudante a que lo reviva, y ella no quiere otra vez de esa manera, sino quiere que lo reviva por medio de la Tefilá. Elisha le da la razón; pide

Tefilá por él y así lo revive. ¿Quién era ese niño? Dice el Zohar que era Jabakuk el profeta; ¿por qué se llamó Jabakuk?, ya que lo abrazó su mamá, y lo abrazó el profeta (doble abrazo).

¿Qué tiene que ver lo que dice el Ben Ish Jay con nuestro tema? Les explicaré. ¿Cómo creció este niño? La mamá todo el tiempo le inculcó que él vive gracias a la Tefilá, tanto la de su mamá, como la de Elisha (como es el significado de su nombre). En la casa se respiraba Tefilá. ¿Qué pasó al final? El Nabi Jabakuk comienza: “Tefilá Lejabakuk”, toda su personalidad gritaba Tefilá.

Hay mucho lo que hablar sobre Jinuj, pero tengo que decir unas palabras más, que yo pienso, que es lo principal. Dice el Pasuk: “y vio Rajel que no tenía hijos para Yaacob, y envidió Rajel a su hermana. Le dijo a Yaacob: dame hijos, y si no, moriré. Se enojó Yaacob con Rajel y le dijo, ¿Acaso estoy abajo de D-os que Él te impidió tener hijos?”. ¿Rajel no sabía que Yaacob no es el encargado de repartir hijos? ¡La llave del parto la tiene Hashem, y no se la entrego ni siquiera a los ángeles! Entonces ¿Qué quería Rajel? Explica Rashí, que Rajel le estaba

diciendo a Yaacob, ¿acaso así le hizo tu papá a tu mamá? ¡El hizo Tefilá por ella, entonces yo te pido que hagas Tefilá por mí! Yaacob le respondió algo que no se puede entender: ¿Acaso estoy abajo de D-os? Pero la intención de Yaacob era la siguiente: yo no soy como mi papá, ya que él no tenía hijos. Yo si tengo hijos, y a ti te impidió tenerlos, no a mí. ¿Cómo es posible que Yaacob Abinu, el elegido de los patriarcas, le conteste así a una mujer que está sufriendo?

Veamos: Cada Tefilá tiene junto a ella una fuerza, que la lleva hacia arriba. No es igual una Tefilá de un Tzadik hijo de Tzadik, que la Tefilá de un Tzadik hijo de un malvado; ya que esa Tefilá tiene una fuerza especial por el Zejut Abot (mérito de los padres) llega más rápido. Cuando empezamos la Amida, decimos: תפתח' שפתי no ,הdice el nombre de Hashem que empieza con las letras “Yud, Hey…”, sino el que empieza con las letras “Alef, Dalet…”, comenzamos la Amida con la palabra Adon, ya que Abraham Abinu fue el primero en llamar a Hashem Adon, por medio de eso recordamos el Zejut de Abraham. El Cohen

Gadol también empezaba el día de Yom Kipur recordando Jebrón. ¿Para qué recordaba Jebrón? Para despertar el mérito de los que están en Jebrón (nuestros patriarcas). Así comenzamos la Tefilá, para darle esa fuerza que la lleve al trono celestial.

Yaacob, cuando pasó por Har Hamoria dijo: ¿es posible que pasé por el lugar donde mis padres pidieron Tefilá y yo no pedí Tefilá? ¿Por qué dijo así? Ya que el lugar donde rezaron sus padres tiene una fuerza e influencia especial, por eso quiso pedir Tefilá ahí. Rab Ami y Rab Asi, a pesar de que existían trece Bate Kenesiot en Tiberias, no rezaban sino solamente en el lugar donde estudiaban Torá (hay quien dice que aunque eso era a cambio de no decir Tefilá con Minián). ¿Y por qué precisamente ahí? Ya que la influencia de su Torá que había en ese lugar, le daba la fuerza a la Tefilá para subir.

Todas esas fuerzas, son de Segulá, pero hay otra fuerza mucho más importante. Dice la Guemará, que es mejor la Tefilá del enfermo para sí mismo, más que las Tefilot de la gente

por él, ¿por qué? Ya que sale del corazón, y esa Tefilá tiene prioridad para ser recibida.

Regresemos a Rajel y Yaacob. Rajel le pide a Yaacob: ¡Dame hijos! Su intención era, por cuanto que Yaacob era Hijo de Tzadik, tenía más fuerza su Tefilá. Ella era hija de Laban, por eso tenía menos fuerza. Él le contesta: ¡Estás equivocada; mi papá no tenía hijos, por lo tanto, a pesar de que mi papá era Tzadik hijo de Tzadik, pero los dos (Itzjak y Rivká) estaban en la categoría de enfermos, por eso es que la Tefilá de ellos es más recibida que la de otros por ellos! Y ya que en eso eran iguales, la fuerza del mérito de los padres se sobrepone y gana, por eso dice el Pasuk que Hashem contestó la Tefilá de Itzjak. Pero nuestro caso no es así, ya que yo sí tengo hijos, por lo tanto no estamos iguales. Tú tienes la ventaja de que tu Tefilá es como la del enfermo que se recibe más, por lo tanto ¡tú tienes que rezar!; a ti te van a contestar, y no a mí. Esta es otra visión de ver la respuesta.

Esta es la fuerza de la Tefilá. Tenemos que saber, que todo lo que invertimos en la educación de los hijos, es solamente nuestra obligación que

tenemos con Hashem de hacer nuestra parte, pero también hay que recordar, que sin Tefilá no hay nada, porque para la educación de los niños, se necesita ayuda de Hashem, y Hashem quiere nuestras Tefilot.

Lágrimas por los niños

Estuve en un compromiso de un joven, que desde los dieciocho años ya se hablaba de él en las Yeshibot, era muy especial tanto en Torá como en Irat Shamaim, cualidades de primera categoría, en otras palabras, era muy especial. Cuando él tenía veinte años, se peleaban los Rashe Yeshibot para ver quién lo toma de yerno. El muchacho se comprometió, y en la fiesta el padre pidió la palabra primero. Todos se impactaron, ya que al Rosh Yeshibá le correspondía hablar primero. Dijo el padre: No pedí hablar primero porque pienso que me corresponde, sino porque lo que voy a decir, se tiene que decir antes de todo lo que se va a decir. La costumbre del mundo es, que en el compromiso se alaba al novio y a la novia. La parte del novio alaba al novio, y la parte de la novia, a la novia. Yo no hablaré ni del novio, ni de

la novia, voy a hablar de otra cosa. Dentro de poco hablará el Rosh Yeshibá y los demás Rabanim, y mencionarán las cualidades del novio; yo no puedo hablar eso porque el novio es mi hijo. Pero antes que digan todas las alabanzas de mi hijo, no obstante son verdad, quiero decirles que hay algo detrás de eso. Podrán decir que lo que hay detrás, es la constancia en el estudio, su esfuerzo tan fuerte, y he aquí los resultados, y tienen razón; pero también hay otra cosa atrás de esto. Si yo traigo ahora a los maestros del Talmud Torá, y escuchan lo que ustedes dirán de él, pensarían que están mintiendo, ya que ellos se recuerdan de lo problemático que era en el Talmud Torá, les paraba los pelos de punta, no van a creer lo que salió de él. Y a pesar de ello, salió así. Y el secreto es: “Las lágrimas de la mamá”. ¿Cuántas lágrimas derramó su mamá por él?, Únicamente yo y Hashem sabemos, y he aquí los resultados. ¡Terminé!

“Lágrimas de los padres”, cada niño necesita que derramen por él ríos de lágrimas, hay que llorar por cada hijo, rogar por ellos; invertimos e

invertimos, pero si Hashem no nos ayuda, no vale nada todo el esfuerzo.

Eso me recordó lo que me contó mi suegro Z´l. Él nació antes del holocausto. Había mucha pobreza. Cuando un Bajur – joven, iba a la Yeshibá, viajaba muy lejos, y no regresaba a casa cada tres semanas, sino tres años, ya que no había dinero para pagar el tren.

Un Bajur muy pobre llegó a la Yeshibá, después de un tiempo se enfermó, lo atendieron, pero la enfermedad empeoró, y el Rosh Yeshibá no sabía si avisar a los padres o no, y al final no les avisó. Pensó: ¿De qué va a servir si les digo? No tienen dinero para venir acá; si lo mando a su casa, tampoco tienen dinero para los doctores, yo aquí le estoy trayendo a los mejores doctores, por eso decidió no avisarles. Trajo a los mejores doctores, en la Yeshibá pidieron mucho por él, pero el Bajur empeoró, hasta que murió. Entonces avisaron a los padres, y después de la Shibá, la mamá le dijo al papá que quería hablar con el Rosh Yeshibá. A pesar de que no tenían dinero, ella junto todo lo que pudo y viajó. Primero le agradeció al Rosh Yeshibá por todo lo

que hicieron por su hijo, pero le dijo que hay algo que le duele en el corazón: “¡me impediste de las lágrimas de una mamá!

“Lágrimas de mamá, por cada hijo, y por todos juntos, así se debe de comportar cada Yehudi, invertir e invertir, y con todo y eso, derramar lágrimas por cada uno y uno, para tener ayuda de Hashem”.

Otra historia más. Un Yehudi, gran Talmid Jajam, tuvo el mérito de tener dieciséis hijos, todos Talmidé Jajamim, y las hijas se casaron con Talmidé Jajamim. También tuvo el mérito de casar a todos sus hijos, él y su esposa, estando saludables. En la boda del último hijo, a la mitad del banquete, paró la música, tomó el micrófono y dijo: “seguramente piensan que Hashem me ayudó a educar, mantener, casar, al primero, segundo, quinto, y también a este hijo. Pero déjenme decirles, que Él no me ayudó, no a educar, no a mantener, no a casar, no al primero, no al segundo, no al quinto, y tampoco a este”. Toda la gente estaba anonadada de esas palabras; entonces dijo: “Todo lo hizo Él sólo, no me ayudó en nada, porque todo lo hizo Él.

Continuó diciendo: “Si el toro ara, y se le para una mosca en la cola del toro, ¿Acaso la mosca puede decir: El toro y yo aramos? ¿Acaso la mosca hizo algo? Igualmente en nuestra vida: ¿Y acaso yo le ayude a Hashem en algo? Él hizo todo”.

Este padre, después de invertir tanto en sus hijos y de ver resultados, con todo y eso pregunta: ¿yo hice algo? Hashem hizo todo. Yo soy la mosca, y el toro fue el que aro. ¡Qué agradecimiento a Hashem!

Nosotros tenemos que invertir, no piensen que podemos cumplir nuestro deber solamente con Tefilá, nosotros como personas no podemos llegar a nada sin invertir y esforzarnos. Todo lo que he hablado, es el camino en cómo debemos invertir en los niños, pero después de toda esa inversión, hay que saber que sin Tefilá, todo esto no camina. Invertir, invertir e invertir, y después de todo, regar, regar y regar con lágrimas, lágrimas de madre, junto a las velas de Shabat, cada hijo por separado, y luego todos juntos. Y después de todo, decir que no es de nosotros, sino de Hashem.

Terminaré con otra anécdota. El Rosh Yeshibá de Netibot Olam, tenía un abuelo, que era un Yehudi simple, que vivía en Hungría. Él tenía que cambiar su Sidur cada tres meses, de tanto que lloraba cuando pedía Tefilá. Cada tres meses el Sidur se desmoronaba de tantas lágrimas que derramaba por sus hijos. Baruj Hashem sus hijos todos salieron bien, y él sigue llorando de la misma manera. Un amigo se acercó a preguntarle: Baruj Hashem, todos tus hijos salieron bien, ¿para qué sigues llorando, qué son todas estas lágrimas? Le contestó: “es para mis nietos”. Y hace doce años, hicieron una reunión de todos los descendientes de este Yehudi (Rab Yejiel Druk), y había más de doscientas personas, todos íntegros y temerosos de Hashem. ¿Se impresionan con esas lágrimas? ¿Es posible que no sea así?

Tomemos el paquete de nuestros hijos como almas puras, invirtamos en ellos todas las fuerzas, reguémoslos con lágrimas, y así podremos decir sobre nosotros el Pasuk siguiente, (pero no lo puntuaré como lo usual, sino como lo puntúa el Ta´z): “Valiente en la

tierra será”, que la explicación es: Si seremos valientes en la tierra, que invertimos e invertimos y regamos:

“Su descendencia será recta y bendecida”, entonces veremos a nuestros hijos en el camino recto.

Les deseo a todos, que tengan el mérito de ver a todos sus hijos íntegros, sanos y fuertes, sin ninguna preocupación, todos en el camino de Hashem. Que Hashem tenga satisfacción de todos los niños, y por ende también de ustedes.