conan 22

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    Robert Jordn Conan el destructor

    Si usted desea estar informado de nuestras publicaciones, srvase remitirnos su

    nombre y direccin, o simplemente su tarjeta de visita, indicndonos los temas

    que sean de su inters.Ediciones Martnez Roca, S. A. Dep. Informacin Bibliogrfica Enric Granados.

    84-08008 BarcelonaEdiciones Martnez Roca, S. A.

    Coleccin dirigida por Alejo Cuervo Traduccin de Joan Josep MussarraIlustracin cubierta: Ken Kelly

    Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseo de la cubierta, puede serreproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningn medio, ya

    sea elctrico, qumico, mecnico, ptico, de grabacin o de fotocopia, sinpermiso previo del editor.

    Ttulo original: Conan the Destryer 1984, Conan Properties, Inc.

    Publicado por acuerdo con el autor,

    c/o Baror International, Inc., Armonk, Nueva York 1997, Ediciones Martnez Roca, S. A.Enric Granados, 84, 08008 Barcelona

    ISBN 84-270-2231-XDepsito legal: B. 25.918-1997

    Fotocomposicin de Fort, S. A., Rossell, 33, 08029 Barcelona

    Impreso y encuadernado por Romanya/Valls, S. A., Verdaguer, 1, Capellades(Barcelona)

    Impreso en Espaa - Printed in Spain

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    A Shere Khan, por su inapreciable colaboracin en el guin.

    CAPTULO 1

    El sol bermejo abrasaba la llanura zamoria, y tambin estaba abrasando al desfile que

    avanzaba por las rocosas planicies y los ondulados cerros. Los jinetes vestan corazasnegras y yelmos con nasal. Las mangas de cota de malla eran negras, y tambin las grebasque les protegan desde las botas hasta las rodillas, donde terminaban los oscuros calzones.Todo su equipo tena el color de la noche ms cerrada. Sus caballos tambin llevabanguarniciones de hierro negro: testeras bardas y crineras que les cubran la cabeza y lacerviz, pectorales que les protegan el pecho. De la cadera de cada uno de los soldadoscolgaba una espada larga y curva, y en cada una de las sillas de montar, de elevadafrontera, se meca una maza rematada en punta. Pero las manos que habran tenido queempuar lanzas sostenan en cambio cachiporras de madera y largas clavas. Y tambintransportaban redes de gruesa urdimbre, con pesas aadidas, lo bastante robustas comopara retener a un tigre.

    Al final del desfile marchaba una carreta de ruedas altas, tirada por dos caballos, y sobresta, una gran jaula con barrotes de hierro tan gruesos como la mueca de un hombre. Elconductor de la carreta fustigaba sin cesar los lomos de las bestias con su largo azote, pues,a pesar del calor del sol y del peso de las armaduras, la columna avanzaba a paso rpido, yno le sala a cuenta arriesgar la vida demorndose por el camino.

    El comandante de la columna les sacaba una cabeza a todos los dems, y lessobrepasaba en anchura de hombros por ms de un palmo. Los complejos relieves de orode su negra coraza elaborados arabescos que circundaban a un len en su salto losealaban como notable guerrero y hombre bien situado. Haba elegido haca aos aquelsmbolo, y muchos decan de l que luchaba con la ferocidad de aquella bestia. Dos heridasfinas, reblanquecidas por el tiempo, una que le atravesaba la ancha nariz, y otra queempezaba en el rabillo del ojo izquierdo y terminaba en la punta de la barbilla, daban fe de

    que no era nuevo en el oficio de las armas. En aquel momento las heridas estaban casiocultas bajo el polvo, que se haba ido mezclando con el sudor que le empapaba la cara.

    No servir para nada murmuraba entre dientes. Esto no servir para nada,maldicin de Erlik.

    Todo lo que yo hago sirve para algo, Bombatta.

    El corpulento guerrero se crisp al ver que uno de los jinetes, que no se cubra el rostroslo con el yelmo, sino tambin con una mscara de flexible cuero negro, galopaba hasta l.No haba pensado que pudieran orle.

    No veo la necesidad de... empez a decir, pero el otro le interrumpi; su voz, aundisfrazada por la mscara, conservaba el tono imperioso.

    Lo que debe hacerse, se debe hacer, tal como est escrito en los Pergaminos deSkelos. Tal como est escrito, Bombatta.

    T ordena dijo el otro de mala gana y yo obedecer.

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    Por supuesto, Bombatta. Pero tienes que hacerme una pregunta. Hazla. El talludoguerrero vacil. Hazla, Bombatta, te lo ordeno.

    Lo que ahora buscamos dijo pausadamente Bombatta, o, mejor dicho, el lugardonde buscarlo... no aparece en los pergaminos.

    El negro cuero ahog la risa del jinete de negra mscara. Bombatta enrojeci al or sutono burln.

    Ah, Bombatta. Crees que mis poderes estn limitados a lo que aprendo de losPergaminos? Crees que slo s lo que est escrito en ellos?

    No respondi, tan secamente como se atrevi.

    Entonces, obedceme, Bombatta. Obedceme, y confa en que encontraremos lo quebuscamos.

    T ordena, y yo obedecer.

    El corpulento guerrero espole a su montura, sin preocuparse por los hombres quedeban seguirle. Saba que una mayor rapidez se interpretara como seal de obediencia,como signo de confianza en las rdenes que haba recibido. Que murmuraran los dems,empapados en sudor. Volvi a espolear al caballo, ignorando la espuma que empezaba amojar la garganta del animal. Sus dudas no mermaron, pero llevaba demasiado tiempo

    esforzndose por alcanzar su posicin presente como para perderla, aun cuando tuviera queguiar a hombres y caballos hasta la muerte.

    A menudo, las llanuras de Zamora eran escenario de extraos hechos; tan a menudo,que eran pocos quienes, al presenciarlos, los juzgaban extraos. La locura, los bandidos ylos votos sagrados haban sido causa, en diversos momentos, de que un hombre vestidocomo un noble arrojara monedas de oro por las arenas, de que una columna de hombresdesnudos cabalgara de espaldas, y de que un desfile de muchachas, vestidas tan slo conpintura azul que las cubra desde la frente hasta los pies, danzaran y cantaran al ardientecalor. Y quien hubiese tratado de unir los efectos con sus causas se habra encontrado consorpresas.

    Se haban dado casos todava ms extraos, pero pocos ms singulares que el de dos

    hombres que estaban trabajando lejos de toda ciudad o aldea, bajo el sol abrasador, en unahondonada al pie de un cerro cubierto de pedregales. Sus caballos, amarrados all cerca,mordisqueaban hierbas escasas y duras.

    Uno de los dos era un joven alto, de pesada musculatura. Con el esfuerzo de susgrandes brazos, estaba poniendo un bloque de piedra grande y liso, tan largo como alto esun hombre, encima de cuatro grises peascos que haba empujado hasta all. Para nivelar elbloque, colocaba debajo de ste piedras del tamao de un puo. De su garganta, al extremode una correa de cuero, colgaba un amuleto de oro en forma de dragn.

    Este joven de ojos de zafiro pareca ms guerrero que albail. Un sable de modeloantiguo colgaba de su cinturn, y tanto en el puo de este arma como en el de su dagapoda apreciarse el desgaste del uso frecuente. Su rostro un cordel de cuero le sujetaba la

    negra melena de corte cuadrado detrs de la cabeza slo habra revelado sus pocos aosa un observador casual. Quien mirara con ms perspicacia, sin embargo, poda distinguir enl varias vidas de experiencia, vidas de sangre y acero.

    El compaero de este joven con ojos del color del cielo era su antteis, tanto fsicamentecomo por su oficio. Se trataba de un hombre de poca estatura, enjuto y fuerte, de ojosnegros, y tena el grasiento cabello moreno atado tras la nuca, desde donde le llegaba hastala espalda; estaba metido hasta los muslos en un estrecho hoyo, y se esforzaba con unapala de mango roto por hacerlo ms profundo. Al lado del hoyo haba dos sacos de cueromuy llenos. Se quitaba continuamente el sudor de los ojos, y maldeca el trabajo al que noestaba habituado, pero, cada vez que vea los sacos, volva a cavar con esfuerzosredoblados. Pero finalmente, arroj a un lado la rota pala.

    Ya es lo bastante hondo, eh, Conan?

    El musculoso joven no le oy. Estaba mirando, ceudo, lo que haba construido. Setrataba de un altar; algo en lo que tena poca experiencia. Pero en los adustos yermos

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    montaosos de su nativa Cimmeria, haba aprendido a pagar las deudas, a pesar de sucoste, a pesar de su dificultad.

    Conan, ya es lo bastante hondo?

    El cimmerio mir torvamente a su compaero.

    Si no hubieses abierto la boca en mal momento, Malak, ahora no tendramos queenterrar las gemas. Amfrates no se habra enterado de quin se las rob, la Guardia de la

    Ciudad tampoco lo sabra, y ahora estaramos sentados en la taberna de Abuletes, bebiendovino con una bailarina en el regazo, y no tendramos que sudar aqu en las llanuras. Siguecavando.

    Yo no quera gritar tu nombre murmur Malak.

    Abri uno de los sacos y sac con la pala un puado de zafiros y rubes, de esmeraldas ypalos. Sus ojos se iluminaron con destellos verdes cuando volvi a meter adentro lasrelucientes piedras: una centelleante cascada de color azul, y carmes, y verde, y dorado.Suspirando quejumbroso, at fuertemente la apretadera.

    Yo no pensaba que ese hombre tuviera tantas. Me he quedado sorprendido. No lo hicea propsito.

    Cava, Malak dijo Conan, fijndose en el altar ms que en el otro hombre.

    El cimmerio aferr el amuleto de oro con su pesado puo. Se lo haba dado Valeria, y lepareca que la senta cerca cada vez que lo tocaba. Valeria: amante, guerrero y ladrona,todo en una nica y esbelta belleza de cabellos dorados. Haba muerto, vacindole la vidade alegra. La haba visto morir. Pero tambin la haba visto regresar, y combatir a su ladopara salvarle la vida. Hay que pagar las deudas.

    Malak haba vuelto a tomar la pala de mango roto, pero, en vez de cavar ms, oje elaltar de soslayo.

    No saba que creyeras en los dioses, cimmerio. Nunca te he visto rezar.

    El dios de mi tierra es Crom respondi Conan, el Oscuro Seor del Montculo.Cuando el hombre nace, le otorga vida y voluntad, y nunca ms vuelve a ayudarlo. Nopresta atencin a las ofrendas votivas, ni escucha los rezos ni las plegarias. Cada uno hacelo que quiere con los dones de Crom; es asunto suyo.

    Pero y ese altar? exclam Malak cuando Conan hubo callado.

    Estamos en una tierra distinta, con dioses distintos. No son los mos, pero Valeria creaen ellos. Ceudo, Conan se quit el amuleto del dragn. Tal vez los dioses nosescuchen, como dicen los sacerdotes. Tal vez yo pueda hacer algo para ayudar a Valeria areunirse con ellos.

    A saber lo que puede influir en los dioses dijo Malak, encogindose de hombros. Elenjuto y fuerte ladrn sali trepando del hoyo, y se sent, cruzado de piernas, al lado de lossacos de cuero. Ni siquiera los sacerdotes se ponen de acuerdo, as que, cmo quierest...?

    Call al or caballos galopando al otro lado del cerro.Malak grit, y se arroj sobre los sacos de cuero. Al instante, se meti varias gemas en laboca y su rostro se desfigur dolorosamente y arroj los sacos dentro del hoyo.Desesperadamente, empez a echar tierra adentro con la pala, meti piedras a base depatadas, lo que fuera con tal de llenarlo antes de que llegaran los jinetes.

    Conan apoy la mano en el puo forrado en cuero de su sable, y aguard en calma; susfros ojos azules oteaban el cerro en busca del primero de los recin llegados. Se dijo quepoda tratarse de cualquiera. Que tal vez no quisieran nada de ellos dos. Pero no lo crea.

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    CAPTULO 2

    Un nico jinete, con un yelmo negro con nasal y coraza negra con relieves de oro,

    apareci en lo alto del cerro, y Malak ri tembloroso.Un solo hombre. Es corpulento, pero podremos hacerle frente, si intenta...

    Yo he odo otros caballos dijo Conan.

    Que Erlik se los lleve a su reino gimi Malak. Hinc la pala de mango roto bajo elborde de un peasco no muy grande, y lo empuj hacia el hoyo. A los caballos decaentre jadeos. Podremos dejarlos atrs.

    El peasco cay en el estrecho hoyo, y lo tap.

    Conan resopl, pero no le dio ninguna otra respuesta. El caballo del guerrero que lesestaba observando iba cargado con tanta armadura como su jinete, ciertamente. Pens que,aunque ellos dos pudieran sacarle ventaja, les durara poco. Sus monturas eran del tipo quepoda encontrar con urgencia un par de hombres necesitados de huir a toda prisa deShadizar, aunque cada uno les hubiera costado lo mismo que un caballo de guerra delejrcito real. Si huan al galope, ambos animales caeran rendidos al cabo de media milla, ytendran que seguir adelante a pie; su perseguidor les dara alcance con toda comodidad.

    El otro se haba detenido en lo alto del cerro.

    A qu espera? pregunto Malak, al mismo tiempo que tiraba de dos dagas quellevaba en el talabarte. Si hemos de morir, no veo ninguna razn por la que...

    De repente, el guerrero de negra armadura levant el brazo y lo agit en alto. Ms deochenta jinetes con armadura aparecieron aullando en lo alto del cerro, como una negra olaque se divida a ambos lados del hombre que segua inmvil con el brazo en alto. A galopetendido, los guerreros cabalgaron a derecha e izquierda, y se cerraron en crculo en torno aConan y Malak, a trescientos pasos de ellos.

    Ni que furamos un ejrcito dijo Conan. Parece que alguien nos considerapeligrosos, Malak.

    Son tantos... gimi Malak, y mir con dolor a los caballos de ambos, que ahorarelinchaban, nerviosos, y piafaban como si hubieran querido echarse a correr. El ladrnpareca dispuesto a echarse a correr tambin. El oro que nos gastamos por alquilarlos noshabra bastado para vivir varios meses en el lujo. Quin poda pensar que Amfrates seirritara tanto?

    Quiz no le gusta que le roben las gemas le dijo Conan secamente.

    No nos llevamos todas las que tena murmur el enjuto y fuerte ladrn. Podraestar agradecido de que le dejramos una parte. Habra podido gastarse un par de monedas

    quemando incienso en el templo para dar las gracias a los dioses por lo que le ha quedado.No haca falta que...

    El cimmerio apenas si escuchaba la tirada de su compaero. Haca tiempo que habaaprendido a escuchar selectivamente al hombrecillo, aunque slo fuera para no tener que orcmo gema por lo que poda o deba haber ocurrido, pero obviamente no ocurrira.

    En aquel momento, el norteo de acerados ojos estaba atento a cuatro de los guerrerosque los rodeaban, cuatro hombres que haban cabalgado juntos; estaban buscando algo enun fardo que colgaba de la silla de uno de ellos. Volvi a mirar hacia lo alto del cerro. Otrojinete, enmascarado, se haba reunido con el primero que haban visto, y estaba observandolo que ocurra abajo.

    Aquel primero que haba aparecido en el collado sostuvo en alto un cuerno de bronce con

    espiral, similar a los cuernos de caza que empleaban los nobles. Se oy una sonora nota enlo alto del cerro, y los cuatro que haban estado buscando en el fardo lo deshicieron derepente y arremetieron al galope contra Conan y Malak. Otros cuatro los siguieron y seunieron a ellos.

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    El corpulento cimmerio frunci todava ms el ceo. Venan con una red, y los que iban alos extremos blandan largas cachiporras, como para derribar a una presa que hubieratratado de eludir la captura.

    Malak dio dos nerviosos pasos hacia los caballos.

    Espera. A pesar de la juventud de Conan, haba una nota de autoridad en su voz quedetuvo al ladrn menos corpulento. Espralos, si no quieres que nos cacen como a

    conejos. Malak asinti, sombro, y aferr las dagas todava con mayor fuerza.Los jinetes estaban cada vez ms cerca. A cien pasos. Cincuenta. Diez. Los guerrerosproferan gritos de triunfo en su ataque.

    Ahora dijo Conan, y salt... a la red.

    Gimiendo, Malak le sigui.

    A medio salto, el sable del cimmerio abandon por fin su vaina de rado chagrn. Con lafuerza de los robustos hombros de Conan, el acero rasg la red por una esquina. El jineteque la haba sujetado por all sigui adelante, gritando de sorpresa; slo le haba quedadoun jirn de grueso cordel en la mano. Otro guerrero que le segua solt las riendas ydesenvain el sable curvo que le colgaba del talabarte. Conan se arroj al suelo para evitarsu mandoble y luego acometi hacia arriba, y su acero entr por debajo de la negra coraza.

    El traspasado guerrero pareci saltar hacia atrs desde la silla de montar.Mientras an caa, Conan le extrajo del cuerpo el acero ensangrentado y se volvi, pues

    un primitivo instinto le haba advertido del peligro. Otro rostro que se cerna sobre el suyo, opor lo menos la parte de aquel que no quedaba cubierta por el negro yelmo, estaba lleno derabia, crispado como si hubiera querido blandir una espada en vez de una cachiporra. Sinembargo, la gruesa clava, ms larga que el brazo de un hombre, poda partir crneos sigolpeaba con fuerza suficiente, y el jinete puso toda su voluntad en ello. La espada delcimmerio centelle al acometer hacia arriba, al clavarse en carne y huesos. La cachiporra yla mano que todava la aferraba cayeron al suelo. Cuando el hombre, chillando, se agarr elmun baado en sangre con la mano que le quedaba, su caballo se desboc y lo alej deall. Conan se apresur a buscar un nuevo enemigo.

    Malak estaba enzarzado con otro de los que llevaban la red, e intentaba desmontarlo.Una de las dagas del ladrn de poca estatura se clav entre yelmo y coraza. Con un gritoque se convirti en gorgoteo, el jinete cay, y arrastr a Malak en su cada. El ladrn de ojosnegros se puso en pie al instante, con las dagas prestas. El otro hombre no se movi.

    Por un instante, Conan y su compaero hicieron frente a los cinco atacantes que seguancon vida. La red haba quedado abandonada en el suelo. Los otros dos que haban ayudadoa acarrearla tenan aferrado el puo de la espada. Los que blandan clavas parecan vacilar.De pronto, uno de ellos solt la cachiporra; antes de que hubiera acabado de desenvainar laespada, el cuerno son de nuevo. Entonces, tras proferir un juramento, volvi a envainarla, ylos cinco regresaron galopando al crculo de guerreros.

    Malak se lami los labios.

    Por qu quieren capturarnos vivos? No lo entiendo.Puede que Amfrates est todava ms loco de lo que pensbamos respondi Conan,sombro. Quiz quiere ver durante cunto tiempo puede hacernos chillar el Gremio deTorturadores antes de que muramos.

    Por Mitra! exclam Malak. Por qu has tenido que decrmelo?

    Conan se encogi de hombros.

    T me lo has preguntado. El cuerno volvi a sonar. Preprate. Van a atacarnos denuevo.

    Una vez ms, cuatro jinetes se adelantaron con una red extendida, pero, esta vez, unaveintena de otros guerreros los escoltaban. Cuando se acercaron, Conan hizo un gesto condisimulo; Malak se encogi de hombros y asinti. Ambos aguardaron de pie, igual que

    haban hecho antes. La red se acerc ms y ms. A slo tres pasos de ellos, la mitad de losescoltas formaron en torno a la red. Esta vez no podran cortarla fcilmente, ni matar a susportadores.

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    Cuando los escoltas se acercaron a la red, Conan salt a la izquierda y Malak a laderecha. Tanto los portadores de la red como los escoltas pasaron galopando entre ellos,profiriendo maldiciones e intentando obligar a los caballos a volverse. Una cachiporra tratde golpear la cabeza de Conan. El hombre que la blanda gru, sorprendido, cuando elcimmerio le aferr la mueca con la mano, y grit incrdulamente cuando el corpulentojoven lo desmont de un tirn. Conan le agarr el puo de la espada y lo emple paragolpearle; el otro escupi sangre y dientes, y se desplom.

    El estruendo de cascos advirti a Conan de que alguien le atacaba por la espalda. Cogila larga cachiporra que acababa de caer de una mano sin fuerzas y, ponindose en pie, dioun golpe del revs con la clava. La gruesa porra de madera se agriet al golpear en elvientre al atacante. El jinete abri los ojos desorbitadamente y solt aire con un nico ysofocado jadeo; dobl el cuerpo como si hubiera tratado de aferrar la clava con todos susmiembros, y cay del caballo.

    Conan!

    Antes de que el ltimo oponente cayera a tierra, el cimmerio ya estaba tratando deaveriguar por qu haba gritado Malak. Dos de los guerreros en armadura negra estabaninclinados para golpear con sus clavas un cuerpo ensangrentado que se debata en tierra.

    Gritando salvajemente, el cimmerio se arroj contra ellos, y asest mandobles con susangriento acero. Cayeron dos cadveres a su lado, mientras pona en pie al ladrn de pocaestatura, que tena la mirada aturdida y reguerillos de sangre por el rostro. Vio que losportadores de la red se acercaban de nuevo, y que Malak apenas si se pona sostener enpie, y que, desde luego, no estaba en condiciones de luchar.

    Henchiendo los msculos del robusto hombro y del brazo, Conan arroj a su compaeroa un lado y salt hacia la red. La agarr con la mano y tir de ella. Un sorprendido guerrerofue catapultado desde su silla y aterriz sobre la trama de gruesas cuerdas, y se fueenredando en ella a medida que se revolva. Una clava golpe las espaldas del cimmerio, lehizo tambalearse, pero ste se volvi, rugiendo, y clav su acero bajo una coraza de hierro.

    No tena esperanzas de escapar. Lo saba. Se apiaban demasiados hombres a sualrededor, y le golpeaban con mazas y clavas. El polvo que levantaban los caballos se le

    pegaba en el sudoroso cuerpo. El olor a cobre de la sangre le llenaba las narices, y tena losodos repletos del clamor de los hombres, que gritaban de rabia porque Conan no caa.Pronto tendra que derrumbarse, pero no se iba a rendir. Su espada era un torbellino deafilado acero, que tea de color encarnado todo lo que tocaba. Tan slo con su furia, seabra paso a cuchilladas entre la pina de hombres montados; pero la masa giraba y volva aenvolverle.

    El cuerno son con fuerza, la insolente nota volvi a hacerse or entre el tumulto. Y loshombres que se haban agolpado en torno a Conan se retiraron. Con obvia reluctancia,abandonaron a sus callados muertos y gimoteantes heridos, y se alejaron al galope paravolver a formar en crculo a trescientos pasos de distancia.

    Conan contempl maravillado cmo se marchaban. La sangre se mezclaba con el polvo

    en su rostro, y le manchaba la espalda y la pechera de la tnica. Vio que Malak ya noestaba. S, s estaba. Capturado. En la red, y un brazo y una pierna asomaban por entre lagruesa urdimbre, como un cerdo de camino hacia el mercado. La pena se adue delcimmerio, y la resolucin de no terminar de aquella manera.

    Se volvi lentamente, tratando de no perder de vista a quienes le rodeaban. Algunoscaballos deambulaban sin jinete entre el crculo y l mismo. Poda hacerse con alguno yabrirse camino luchando, si se decida a abandonar a Malak. No trat de acercarse a loscaballos. Algunos de los cados estaban cerca de l; unos yacan inertes, otros se retorcan.Unos pocos gritaban pidiendo socorro, o alargaban una mano hacia los guerreros enarmadura negra que los estaban contemplando.

    Venid, pues! grit Conan al crculo de hierro. Acabemos ya, si tenis agallas!

    Aqu y all, se movi algn caballo, como si su jinete se hubiera agitado con ira, pero slole respondi el silencio.

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    El ruido de los guijarros que bajaban rodando por el collado le advirti de la llegada de losdos que se haban quedado en lo alto del cerro. El hombre ms corpulento de la armaduraguarnecida en oro se detuvo a diez pasos del cimmerio, pero el jinete de la mscara decuero se acerc hasta cinco pasos antes de tirar de la rienda. Conan se aprest. No podareconocer al que se le estaba acercando, porque la mscara le ocultaba todo el rostro salvolos ojos, y la capa de lana negra cubra todo lo dems, pero, si quera un combate singular,Conan estaba dispuesto.

    La solitaria figura alz las manos para quitarse el yelmo. Con ste se sac tambin lamscara, y el cimmerio, a pesar de s mismo, tuvo que ahogar un grito. Tena enfrente a unamujer, cuyos oscuros ojos ardan sin llama sobre los prominentes pmulos, cuya cabelleranegra estaba peinada en prietas trenzas en torno a su cabeza. Ciertamente era bella, con labelleza que la mujer slo alcanza cuando ya ha dejado atrs la adolescencia, pero habafiereza en su hermosura, en la firmeza de su bonita mandbula y en la cualidad penetrantede su mirada. Se haba echado hacia atrs la capa, con lo que haban quedado aldescubierto los calzones de montar y una tnica de seda negra, que se cean en torno acada una de las curvas de sus opulentos senos y sus redondeadas caderas. Conan respirhondo. Jams habra esperado tener que vrselas precisamente con aquella mujer.

    T eres el llamado Conan. Hablaba con voz sensual, mas imperiosa.

    Conan no le respondi. Ya se sorprenda bastante de que la mujer hubiera abandonadosu perfumado palacio y sus claros jardines por el bochorno de las llanuras, pero que hubieraido en busca del cimmerio y de esto ltimo no le caba duda alguna era un buen motivode preocupacin. Sin embargo, Conan haba vivido durante suficiente tiempo entre los quese llamaban a s mismos civilizados como para conocer algunas normas necesarias parasobrevivir entre ellos. No le dara ninguna informacin hasta que supiera ms.

    Las delicadas cejas de la mujer montada se arrugaron ante su silencio.

    Sabes quin soy yo, verdad?

    Eres Taramis se limit a responder Conan, y la mujer frunci todava ms elentrecejo.

    La princesa Taramis. Pronunci con ms nfasis la segunda palabra. Conan no semostraba con el rostro menos torvo, ni haba bajado la espada. Para ser una mujer, Taramisera alta, y ergua el cuerpo para aprovechar hasta la ltima pulgada de su estatura. Soy laprincesa del reino de Zamora. Tirdates, tu rey, es mi hermano.

    Tirdates no es mi rey dijo Conan. Taramis sonri, como si hubiera vuelto a encontrarun camino conocido.

    S murmur. Eres un norteo, un brbaro, verdad? Y un ladrn.

    Conan tens el cuerpo. No poda hacer ms, aparte de observar a los jinetes que lerodeaban para ver si se le estaban acercando con sus redes; sin embargo, saba que elverdadero peligro se hallaba en la mujer que tena delante.

    Qu quieres de m? pregunt.

    Srveme, Conan el Ladrn.Ya haba tenido clientes ocasionales, que le pagaban con oro por algn robo en concreto,

    y, en aquel momento, pareca que su otra opcin era luchar con los guerreros en armaduranegra que seguan con vida. Sin embargo, tuvo un toque de perversidad.

    No.

    Me rechazas? le dijo Taramis, incrdula.

    No me gusta que me den caza como si fuera un animal. No acepto que me echen unared como si fuera un jabal.

    Puedo hacerte inmensamente rico, y proporcionarte ttulos y una buena posicin.Podras vivir como un seor en un palacio de mrmol, y no como un ladrn, en sucioscallejones.

    Conan neg con la cabeza pausadamente.

    De todo lo que tienes en tus manos, slo quiero una cosa, y no pienso pedrtela.

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    Slo una? De qu se trata, brbaro?

    De mi libertad. El cimmerio sonri; era la sonrisa de un lobo acorralado. Y me laganar yo solo.

    La princesa zamoria de ojos oscuros le mir sorprendida.

    De verdad crees poder derrotar a todos mis guerreros?

    Quiz ellos me maten a m, pero morir sin rendirse tambin es una forma de libertad.

    Mirndole todava fijamente, Taramis habl como sin darse cuenta de que hablaba.Los pergaminos decan la verdad. De repente, pareci agitarse. Quiero que entres

    a mi servicio, Conan, y vas a pedirme que te acepte.

    El guerrero alto de la armadura guarnecida en oro habl.

    No parece digno de ti que negocies con sujetos de esta calaa. Deja que yo le hagafrente, y lo arrastraremos hasta Shadizar metido en una red, igual que su cmplice.

    Sin dejar de mirar a Conan, Taramis hizo un gesto como si hubiera estado tratando deahuyentar a un mosquito.

    Cllate, Bombatta.

    Le tendi la mano al cimmerio, con la palma vuelta hacia arriba; mova los dedos como si

    hubiera estado palpando algo. Conan sinti que se le revolva el aire dentro de su ampliopecho, y que el vello de los brazos se le erizaba. Se encontr con que haba dado un pasohacia atrs. Asegur los pies en el suelo, y aferr el puo de su espada.

    Taramis baj la mano, y se fij en la tosca estructura de piedra que haba construido.

    Todos los hombres sienten un deseo en el corazn, algo por lo que mataran omoriran. Tom de la pechera de su tnica una cadenilla de finas anillas de oro, a cuyoextremo colgaba una lgrima de claro cristal. Aferr fuertemente el cristal con la manoizquierda, y seal con la diestra al burdo altar. Vamos a ver qu es lo que t buscas,Conan.

    De entre los dedos que ocultaban el cristal brot un rayo de luz carmes. Los caballos delos guerreros bufaron nerviosamente. Slo la montura de Taramis segua quieta, aunque

    moviera los ojos de un lado para otro y le temblaran los flancos. El rayo apareci una vezms, y otra, y otra, hasta que un incesante fulgor del ms puro tono bermejo brill en torno asu puo.

    De pronto, se encendieron llamas en la desnuda piedra del altar, y las monturas de losguerreros piafaron y se encabritaron, presas del pnico. Si Conan hubiese tratado de huir,no habra hallado oposicin alguna, pues los jinetes estaban dedicando todas sus energasa dominar a las aterrorizadas bestias, pero el corpulento cimmerio ni siquiera se dio cuenta.Entre las llamas yaca una figura, una mujer, con el cabello largo y rubio arreglado sobre loshombros, y el cuerpo, de firmes msculos, bellamente torneado y sin tacha.

    Conan retuvo un nombre entre los dientes, y murmur, en cambio:

    Brujera!

    S, brujera. La voz de Taramis era suave, pero se haca or de manera extraa entrelos histricos relinchos de los caballos. La brujera que puede darte lo que deseas, Conan.Valeria.

    Est muerta dijo Conan speramente. Muerta, y no podemos cambiarlo.

    No podemos cambiarlo, brbaro? Entre los fuegos, la cabeza de la figura se volvi.Sus ojos azules y claros miraron a los de Conan. La apariencia de mujer incorpor mediocuerpo y le tendi la mano al cimmerio. Puedo devolvrtela dijo Taramis. Puedodevolverla a este mundo.

    Conan resopl.

    Como un cadver viviente? Ya me he encontrado con otros. Es mejor seguir muerto.

    Nada de cadveres, brbaro. Clida carne. Esbelta carne. Puedo trartela, y rehacerlaa tu gusto. Quieres estar seguro para siempre de su devocin? Puedo asegurrtelo.Quieres que se arrastre a tus pies, que te adore como a un dios? Yo...

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    No! El cimmerio sinti que el aliento no le sala de la garganta. Era una mujerguerrero. No quiero que... No termin su ronca frase.

    As, ahora me crees? La mujer de oscuros ojos gesticul; las llamas y la imagen deValeria desaparecieron a la vez, y slo qued la desnuda piedra, en absoluto abrasada. Lalgrima de cristal penda una vez ms de la garganta de Taramis. Puedo hacer lo que tehe dicho.

    Poco a poco, Conan fue bajando la espada. No le gustaba la brujera, ni siquiera cuandola practicaba algn mago sin mala intencin, y estos ltimos, ciertamente, eran pocos.Pero... poda satisfacer una deuda. Y salvar otra vida con la suya.

    Soltad a Malak dijo con abatimiento. Bombatta sonri con desprecio.

    Ahora que puede haber un ladrn menos en las calles de Shadizar, crees quesoltaremos a esa rata? No le sirve de nada a nadie en el mundo.

    Poco importar que haya un ladrn de ms o de menos en Shadizar dijo Conan, yes un amigo. Si no lo soltis, proseguiremos esta conversacin con el acero.

    El corpulento guerrero abri la boca de nuevo, pero Taramis lo hizo callar con una mirada.

    Soltad a ese ladronzuelo dijo tranquilamente.

    El tenso rostro de Bombatta estaba lleno de ira y de frustracin. Oblig violentamente asu caballo a darse la vuelta y galop hacia los que tenan a Malak preso dentro de la red. Alcabo de un momento, cortaron las cuerdas, y el enjuto y fuerte ladrn rod por el rocososuelo.

    Casi me han roto los huesos grit Malak, corriendo hacia Conan. Qu era esefuego? Por qu seguimos viv...? Vio a Taramis, y pareci que los ojos fueran a saltarledel rostro. Ahhh! Empez a hacer aduladoras reverencias, al mismo tiempo que,frentico, iba dirigiendo miradas interrogadoras al cimmerio. Somos hombres honestos, ohmi muy honrada princesa, no hagis caso de lo que puedan decir las lenguas mentirosas deShadizar. Nosotros... ofrecemos nuestros servicios como... guardianes de caravanas. Deverdad, en nuestra vida no hemos cogido ni una granada sin pagarla. Tenis que creernos...

    Mrchate, hombrecillo dijo Taramis, si no quieres que te cuente las verdades que

    s de ti.Mirando a Conan, dubitativo, Malak dio un paso vacilante hacia los caballos.

    Tendremos que separarnos por un tiempo le dijo Conan, todo igual que despusde la pelea en el Mesn de las Tres Coronas. Mrchate, y que tengas suerte.

    Con una ltima mirada de desesperacin a los guardias, el hombrecillo corri hacia sumontura.

    Cuando Malak hubo desaparecido al galope por el cerro le iba dando con la fusta alcaballo, y miraba por encima del hombro para asegurarse de que le haban dejadomarcharse de verdad, Conan se volvi hacia Taramis.

    Qu quieres que haga? le pregunt.

    Lo sabrs a su debido tiempo le respondi la bella mujer. Una sonrisa de triunfoapareci en sus labios. Ahora, en cambio, quiero or de ti ciertas palabras.

    Conan no vacil.

    Querra entrar a tu servicio, Taramis.

    Hay que pagar las deudas, no importa a qu coste.

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    CAPTULO 3

    Shadizar era una ciudad de cpulas de oro y chapiteles de alabastro; apuntaba hacia el

    cerleo firmamento desde el polvo y las piedras de la planicie zamoria. En los patiosumbros, entre las higueras, chapoteaban fuentes de puro cristal, y un sol atroz se reflejabaen los relucientes muros blancos que resguardaban la fresca penumbra. Shadizar laPerversa, la llamaban, y otros veinte nombres, cada uno de ellos menos corts que elanterior, y todos ganados con justicia.

    Tras los grandes muros de granito de la ciudad, se buscaba el placer con la misma avidezque el oro, y a menudo se intercambiaba el uno por el otro. Los opulentos aristcratas selaman los labios ante las trmulas doncellas como lo hubieran hecho delante de unospastelillos. Las damas de ardiente mirada acechaban a su presa cual gatas sensuales demovimientos sinuosos. Un hombre de noble cuna y su mujer, que se haban dedicado, cadauno por su cuenta, a una vida de carnales deleites, se haban convertido en el blanco de

    muchas burlas, porque se contaba que se haban citado a ciegas y no haban descubiertoquin era el otro hasta que ya fue demasiado tarde.

    Pero aunque la perversin y el libertinaje fueran el alma de Shadizar, slo el comercioproporcionaba el oro necesario para mantenerlos. Las caravanas llegaban desde losextremos ms lejanos del mundo que ellos conocan, desde Turan y Corinthia, desdeIranistn y Khoraja, desde Koth y Shem. Perlas, sedas y oro, marfil, perfumes y especias,eran la msica de la silenciosa pavana de la Ciudad de los Diez Mil Pecados.

    A la hora en que Conan entr a caballo junto con la partida de guerreros en armaduranegra de Taramis, las calles de la urbe estaban abarrotadas de comerciantes. Hombresvestidos con burdas tnicas y cargados con cestas de fruta esquivaban los ltigos de losmuleros, quienes guiaban sus hileras de bestias rebuznadoras por las calles, en las que sealineaban los toldos de las tiendas listados con colores brillantes, y mesas donde seexhiban muestras de lo que se poda comprar dentro. Altaneros nobles vestidos con sedasy rollizos mercaderes en oscuro terciopelo, aprendices con delantal de cuero y prostitutasque apenas si se cubran con tintineantes cinturones de monedas, todos se apartaban de loscamellos de largas patas de las caravanas, y de los hombres polvorientos, de faccionesforneas y mirada codiciosa, que los guiaban. De un lado a otro de la calle, se imponan losbalidos y los cacareos de las ovejas y pollos que se llevaban a vender, los gritos de losbuhoneros y de las putas que pregonaban su oferta, de los mendigos que pedan y losmercaderes que hacan negocios. Por todas partes se encontraba un hedor compuesto, apartes iguales, de especias, asaduras, perfume y sudor.

    Taramis no se dejaba demorar por la congestin de las angostas calles. La mitad de losguerreros la precedan formados en cua, y golpeaban con las largas clavas que an

    llevaban a los que haban sido demasiado lentos en apartarse. El resto de la guardia denegro atuendo compona la retaguardia, y Conan y Taramis se hallaban en el centro. Elcorpulento cimmerio pens que, efectivamente, se trataba de una guardia, aunque en teoral mismo hubiera entrado al servicio de la aristcrata. Inclin el cuerpo, sin desmontar, paracoger una pera de gran tamao del carretn de un frutero, y se oblig a s mismo aaparentar un aire de negligente despreocupacin, y a fingir que no prestaba atencin anada, salvo a comerse la suculenta fruta y a observar a la multitud.

    El interminable gento tena que apartarse a ambos lados de la calle; los mercaderes y lasrameras, los nobles y los mendigos, se apiaban en el mismo sitio, pisoteaban laschucheras que alguien mostraba dispuestas sobre una manta, y tumbaban las mesas quehaba delante de las tiendas. Contemplaban al grupo de guerreros con el rostro sombro. Eraposible distinguir a los ms lentos por su rostro ensangrentado. La mayora callaba, pero losguardias que precedan a Taramis agitaron las clavas ante los transentes, y se oyerongritos aislados tales como: Aclamad todos a la princesa Taramis!, o Que los diosesbendigan a la princesa Taramis!.

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    Conan se fij en una caravana que se haba metido por una calle lateral. En el camelloque iba al frente, en los viandantes que tropezaban con l, y en el hombre esbelto, de pieloscura, tocado con un turbante sucio, que tiraba continuamente de la cuerda con que tenasujeta a la bestia. Los otros camellos, que notaban la agitacin del primero, gruan y semovan nerviosamente.

    Al pasar por delante de la caravana, Conan arroj a un lado el hueso de la pera. Al morrodel cabello que iba en cabeza. Con un salvaje bramido, la gris y polvorienta bestia seencabrit, y el hombre del turbante no pudo retener la cuerda en las manos. Por un instante,el animal no pareci comprender que haba quedado libre. Entonces arremeti, seguido pormedia docena de camellos, contra la columna de guerreros de negra armadura. El cimmeriosolt las riendas de su caballo, y ste se uni a la estampida.

    Oy gritos a sus espaldas, pero se agach a lomos del caballo y lo dej galopar. Losbuhoneros y tenderos en fuga, y el grupo de camellos, con Conan en su centro, pasaron porun recodo no muy cerrado de la calle. Los perseguidores no caba duda de que leperseguiran no podan verle, pero aquello slo durara unos pocos momentos. Salt delcaballo. Sinti un fuerte golpe en las costillas al rodar entre las patas de los camellos.Entonces se puso en pie, dio un salto y, delante de un comerciante que lo mirababoquiabierto, se ocult tras un montn de canastas de prieta trama. Las pezuas que

    golpeaban ruidosamente el pavimento acabaron por alejarse, y una veintena de guerrerosde torva faz y negra armadura lleg con gran estruendo; Bombatta iba al frente.

    Conan se puso en pie poco a poco, ponindose bien el talabarte, cuando los jineteshubieron desaparecido por el otro extremo de la calle. Se frot el lugar donde el camello lehaba pateado. Pens que los camellos eran bestias maliciosas. No como los caballos.Nunca se haba sentido capaz de entenderse con los camellos. De repente, comprendi queel tejedor de canastas todava le estaba mirando.

    Buenas canastas le dijo Conan, pero no son lo que quiero.

    El boquiabierto comerciante no dej de mirarle hasta que hubo cruzado la calle a lacarrera y desaparecido por un estrecho callejn que apestaba a orina y a basura putrefacta.

    El cimmerio corri por los tortuosos y angostos callejones, profiriendo maldiciones cada

    vez que resbalaba en la capa de mugre. Cuando entraba en una nueva calleja, se detenaslo el tiempo necesario para asegurarse de que no vinieran guerreros en armadura negrapor ningn lado, y entonces echaba a correr y se meta por un nuevo pasaje. AtravesShadizar movindose en zigzag, hasta que, a la sombra del muro meridional de la ciudad,se col por la puerta trasera del mesn de Manetes.

    Entr por un pasillo fresco y aireado, aunque tambin lleno de olores de mala comida.Las camareras miraban sobresaltadas al corpulento cimmerio cuando entraban y salan delas cocinas, pues los clientes no solan acceder al mesn desde la tortuosa calleja de suparte trasera. Adems, un joven alto como aqul, con la espada y la daga colgndole delcinturn, y hielo azul en los ojos, tampoco se pareca al cliente habitual.

    En la taberna, los muleros, camelleros y carretilleros, extranjeros en su mayora,

    ocupaban las mesas, y el olor a sudor y a animales competa con el aroma del vino rancio.Mozas de partido de esbeltas caderas, vestidas con fajas cortas de seda ligera yvistosamente coloreada, o con todava menos, se exhiban entre las mesas dispersas sobreel piso cubierto de arena. Ms de una de las zorras mir con ardor al cimmerio de anchasespaldas; algunas, sentadas en el regazo de hombres que ya les haban puesto monedasde plata en la mano, se ganaron gruidos e incluso bofetadas, pero los clientes preferanhacer pagar a las mozas su ira. Aun quienes se crean fieros como mastines reconocan aun lobo en el joven de abultada musculatura, y desviaban hacia otros sus pensamientos y suclera.

    Conan no se daba cuenta de la agitacin que estaba causando. Una vez se huboasegurado de que no haba guerreros con armadura negra en la taberna, no tuvo inters ennada ms de lo que pudiera haber all. Se acerc con ligereza al mostrador, desde dondeManetes estaba al tanto de todo. Los oscuros ojos del mesonero, que era alto y tan delgadoque se le podan contar los huesos, estaban muy hundidos en su cadavrico rostro. Sin

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    embargo, su aspecto hambriento no pareca haber afectado nunca a la clientela, aunqueConan se vea incapaz de discernir el porqu.

    Malak est aqu? le pregunt en voz baja.

    Al final de las escaleras le respondi Manetes. La tercera puerta a la derecha. Se frot las manos con el sucio delantal y mir con suspicacia detrs del cimmerio, comobuscando perseguidores. Andis metidos en algn lo?

    Nada que pueda molestarte le respondi Conan, y fue hacia las escaleras.No tema por la discrecin del enjuto tabernero. En otro momento, haba rescatado a la

    hija de Manetes de las garras de dos iranistanios que haban querido venderla en Aghrapur.Manetes callara aunque le pusieran hierros al rojo en los pies.

    Una vez en el segundo piso, Conan abri de un empujn la puerta que le habanindicado, y retrocedi violentamente, pues una daga haba estado a punto de rajarle lagarganta.

    Soy yo, imbcil! mascull.

    Sonriendo nerviosamente, Malak envain el arma y volvi al cuarto. Conan entr tambin,y cerr la puerta con otro empujn.

    Lo siento. El enjuto y fuerte ladrn ri, tembloroso. Ocurre que... bueno... Conan,por la gracia de Mitra, Taramis estaba ah fuera dndonos caza, y ese fuego... se trataba debrujera, verdad?... y no saba lo que te haba ocurrido, y... cmo has logrado liberarte? Yacasi haba olvidado la pelea en el Mesn de las Tres Coronas, y que tenamos que volver aencontrarnos aqu igual que aquella vez. Y ahora, cmo nos marcharemos de la ciudad?Desenterramos las gemas? Empecemos por ir all y desenterrarlas. Esas piedras preciosasnos permitirn...

    Clmate le dijo Conan. No nos vamos de Shadizar. An no. Taramis me haconfiado una misin.

    Qu clase de misin? le pregunt Malak con cautela. Y cunto oro ofrece?

    Todava no s lo que quiere. Por lo que respecta al precio... Taramis dice que puederesucitar a Valeria.

    Malak silb entre dientes. Mir en derredor con sus oscuros ojos, como si hubiera estadobuscando una salida.

    Brujera logr decir por fin. Saba que ese fuego era cosa de brujera. Pero creesque de verdad tiene tanto poder? Y aun cuando lo tenga, puedes confiar en ella?

    Tengo que correr ese riesgo, por Valeria. Le debo... Conan sacudi la cabeza. Malakera un amigo, pero no iba a entender aquello. T no tienes razn para tomar parte enesto, as que, si me ayudas, te dar mi mitad de las gemas de Abuletes.

    Malak se anim al instante.

    No tenas que ofrecerme eso, cimmerio. Somos compaeros, verdad? De todosmodos, acepto, para que todo sea justo. Eso s, siempre que no tenga que entrar en el

    palacio de Taramis. Hace unos pocos aos mand encerrar a tres primos mos en susmazmorras, y dos de ellos murieron all.

    Taramis no sabra distinguirte de la muchacha-gallina de Hanumn, Malak. Con todo,no voy a pedirte eso, y puedes estar seguro de que ella tampoco te lo pedir. All, en lallanura, slo quiso que te marcharas.

    Con eso slo demostr que no conoca mi talento dijo el hombrecillo, resoplando.Si busca un ladrn, hay alguno mejor que yo? Pero qu estoy diciendo? Voy a quemarincienso en el templo de Mitra para agradecerle que Taramis te haya elegido a ti, y no a m.Qu es lo que quieres que haga?

    Yo entrar en el palacio de Taramis. T observars cuidadosamente el edificio. No sadonde tendr que ir, y, si he de marcharme de la ciudad, tal vez no tenga tiempo para

    buscarte. Tambin tienes que averiguar dnde est Akiro.Otro brujo? exclam Malak.

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    Ciertamente, Akiro era brujo. Este hombre de poca estatura, rollizo, de piel amarilla comolos hombres del lejano Khitai si bien nunca haba revelado el lugar de su nacimientohaba ayudado en otra ocasin a Conan con sus poderes. El cimmerio no confiabaplenamente en l no confiaba en ningn brujo, pero Akiro haba apreciado a Valeria.Quiz esto ltimo ayudara a inclinar la balanza.

    Le necesitar en este asunto, Malak, para que vigile las brujeras de Taramis, y seasegure de que Valeria no regresa hechizada.

    Lo encontrar, cimmerio. Tienes tiempo para beber por nuestra suerte, o debes volverde inmediato al palacio de Taramis?

    Ahora voy por primera vez dijo Conan, riendo. Dej a su compaa sin despedirme,y sus guardias me estn buscando por las calles. Pero espero poder llegar a palacio sintener que matar a ninguno.

    Malak neg con la cabeza.

    Tendrs suerte si no te clava la cabeza en una pica de puro airada.

    Tal vez est airada, pero no me har nada. No buscaba a un ladrn cualquiera, Malak,sino a m. Conoca mi nombre, y sali a la llanura para encontrarme. No s qu pretendehacer, pero necesita a Conan de Cimmeria.

    CAPTULO 4

    Desde la ciudad que lo circundaba, el palacio de Taramis pareca una fortaleza, aunque,por supuesto, no tan imponente como el Palacio Real. Quien tratara de superar a ste, searriesgaba a que le acortaran el cuerpo en una cabeza, por muy borrachn que fuera el reyTirdates. Los muros almenados de granito de Taramis cuadruplicaban en altura a unhombre alto y, con todo, les faltaban dos pasos para igualar a los del rey. Haba torres de

    planta cuadrada en las cuatro esquinas, y otras dos que flanqueaban las altas puertasguarnecidas de hierro.

    Estas puertas estaban abiertas cuando se acerc Conan; las guardaban dos guerreroscon corazas negras y yelmos con nasal, y lanzas de punta larga que los soldados sostenanelegantemente inclinadas. Haba otras parejas, rgidas como la misma piedra que protegan,en lo alto de las torres, y todava ms a lo largo de los muros. El corpulento cimmerio torciel labio con menosprecio al contemplar a los guardias. Parecan estatuas, y tenan la mismautilidad. En una noche con luna, un ladrn ciego habra podido pasar entre ellos sin que seenteraran.

    El sol se acercaba ya al horizonte occidental, y los guardias de las grandes puertasestaban a punto de terminar su turno, aburridos, y abstrados pensando en la comida, el vino

    y las camareras que les aguardaban en sus barracones. Cuando Conan se les huboacercado a tres pasos, entendieron que pretenda entrar, y no simplemente pasar de largo.Segn su experiencia, los hombres como l slo entraban en el palacio de la princesa delreino camino hacia las mazmorras. Todos bajaron las lanzas a la vez, y le apuntaron alpecho con sus largas puntas.

    Mrchate le grit uno de ellos.

    Todos miraron el polvo mezclado con sudor que le cubra el cuerpo, y sonrieron conmalicia. El que ya haba hablado volvi a abrir la boca.

    Te hemos dicho que...

    De repente, Bombatta apareci, y empuj a un guardia a cada lado, como si no loshubiera visto en su camino. Los guerreros se estrellaron contra las gruesas maderas y las

    guarniciones de hierro de la puerta abierta, y cayeron aturdidos. Bombatta ocupaba ahora sulugar, mirando a Conan con odio, y vacilaba en empuar la espada.

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    Te atreves a venir despus de que...? El corpulento guerrero de rostro marcado tomestremecido aliento. Sus ojos negros miraban directamente a los de Conan.

    Adonde habas ido, por los nueve Infiernos de Zandr?

    Los camellos asustaron a mi caballo dijo Conan despreocupadamente. Adems,quera beberme un par de jarras de vino para aclararme el polvo que me haba quedado enla garganta despus de la cabalgata hasta Shadizar.

    Los dientes le rechinaron a Bombatta.Ven conmigo rezong, y se volvi para entrar en palacio. Los guardias, que se

    acababan de poner en pie, se apartaron cautamente de su camino, pero, en cuanto estuvodentro, Bombatta grit: Togra! Cambia a esos bufones de la puerta!

    Conan le sigui, pero no quera correr detrs de otro hombre como un lacayo y, sinembargo, tena que hacerlo para no quedarse atrs. Decidi caminar a su propio ritmo, yfingi no ver cmo el rostro de Bombatta se ensombreca al tener que aflojar el paso para noperder al cimmerio.

    Un camino amplio y enlosado iba desde la puerta hasta el palacio propiamente dicho, porun elaborado jardn donde las fuentes de mrmol salpicaban y brillaban entre desvadasneblinas, y los chapiteles de alabastro se erguan hasta triplicar la altura del muro exterior.

    Los grandes rboles arrojaban sombras acogedoras. En los claros haba arbustos floridos, yplantas tradas de pases tan lejanos como Vendhia y Zngara. Lo atravesaban cuidadoscaminos y, sin moverse de donde estaba, Conan alcanzaba a ver a media docena dejardineros, esclavos a juzgar por sus tnicas cortas y sus piernas desnudas, que trabajabanpor embellecerlo todava ms.

    Un prtico de altas columnas aflautadas circundaba el palacio propiamente dicho, y en elinterior haba gran cantidad de patios con suelo de mrmol pulido, bajo las balconadas delas niveas paredes que brillaban aun a la luz del ocaso. Tapices de maravillosa laborguarnecan los corredores, y haba gran cantidad de alfombras de Vendhia extendidas sobrelos suelos. Los esclavos se afanaban por encender las lmparas de oro ante la inminentellegada de la noche.

    Bombatta anduvo ms y ms por el palacio, hasta el punto de que Conan se pregunt siestara mostrndole todo el edificio. Entonces, entr en un patio y se detuvo, sin advertir niprestar atencin a que Bombatta tambin se hubiera detenido. Haba pedestales enderredor, y en cada uno de ellos un smbolo tallado en alabastro, prfido u obsidiana.Reconoci algunos que haba visto en las cartas de los astrlogos. Se alegraba de noconocer algunos de los dems; no los mir durante mucho rato. Entre los pedestales habagrupos de hombres vestidos con tnicas azafranadas y negras, bordadas con smbolosarcanos, en diferentes grados de complejidad. Otros, ataviados con tnicas de oro, semantenan aparte. Todas las miradas se volvieron hacia l cuando entr en el patio, miradasinteresadas, miradas que pesaban, medan y evaluaban.

    Este es Conan dijo Bombatta, y Conan entendi que no se estaba dirigiendo a loshombres, sino a Taramis, que se hallaba por encima de todos ellos en una balconada.

    La voluptuosa aristcrata todava llevaba puestos los vestidos sucios del viaje, y su rostroestaba lleno de arrogante furia. Mir fijamente a Conan a los ojos. Pareca esperar que elcimmerio bajara la mirada y, al ver que no lo haca, sacudi la cabeza, irritada.

    Macedlo lavar orden, y tradmelo. Sin decir nada ms abandon la balconada, eincluso su espalda pareca encolerizada.

    Sin embargo, su furia no era mayor que la del mismo Conan.

    Que me hagan lavar! gritaba. No soy un caballo! Para su sorpresa, el rostromarcado de Bombatta se hizo reflejo de su ira.

    Los baos estn por aqu, ladrn!

    El guerrero de armadura negra casi gru las palabras, y se march con largas

    zancadas, sin volverse para ver si Conan le segua.

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    Pero el cimmerio slo tuvo un momento de duda. Se alegraba de que se le presentarauna oportunidad de sacudirse el polvo; slo la manera en que se la haban ofrecido si esque aquello poda llamarse oferta le molestaba.

    La estancia a la que llevaron a Conan tena mosaicos en las paredes, donde se veanimgenes de cielos azules y rpidos de ro y, en el centro de la habitacin, un anchoestanque de azulejos blancos. Al otro lado del estanque haba un sof bajo y una pequeamesa con frascos de aceites. Sin embargo, slo las sirvientas del bao lograron hacerlesonrer. Cuatro muchachas le miraron con sus ojos oscuros, y ocultaron con la mano susrisillas. Todas tenan el cabello igualmente moreno, e idnticamente trenzado en torno a lacabeza, pero las tnicas cortas de lino blanco les cubran holgadamente las redondeces,que variaban desde la esbeltez a la opulencia.

    Mandaremos a buscarte, ladrn dijo Bombatta. La sonrisa de Conan se esfum.

    Tu tono de voz empieza a molestarme dijo framente.

    Si no te necesitramos...

    Que tu mano no se contenga por eso. Estar aqu... luego.

    Bombatta acerc una mano crispada a su arma; entonces, las cicatrices del rostro se lepusieron lvidas, y sali airado de la estancia.

    Las cuatro jvenes haban callado durante la confrontacin. Entonces se apretujarontodas juntas, y miraron a Conan con ojos temerosos.

    No voy a morderos les dijo l amablemente. Se le acercaron, dubitativas; empezarona quitarle el atuendo y a charlar.

    Cre que ibas a luchar con l, mi seor.

    Bombatta es un militar fiero, mi seor. Un hombre peligroso.

    Por supuesto, mi seor, eres tan alto como l. No saba que hubiera ms hombres tanaltos como Bombatta.

    Pero Bombatta es ms corpulento. No es que dude de tus fuerzas, mi seor.

    Basta dijo Conan, riendo, y apartndolas de s. No hablis todas a la vez. En

    primer lugar: no soy el seor de nadie. En segundo lugar, s lavarme solo. Y por fin,decidme, cmo os llamis?

    Yo soy Aniya, mi seor le respondi la ms esbelta. stas son Tafis, Anouk y Liella.Y estamos aqu para lavarte, mi seor.

    Conan observ con inters sus esbeltas formas.

    Se me ocurren cosas mejores que hacer murmur. Para su sorpresa, Aniya se pusocolorada.

    Eso... eso est prohibido, mi seor balbuce. Tenemos obligaciones para con elDios Durmiente.

    Las otras tres dieron un respingo, y el rostro de Aniya palideci con la misma rapidez conque se haba ruborizado.

    El Dios Durmiente? dijo Conan. Qu dios es ese?

    Por favor, mi seor gimi Aniya, no se debe hablar de l. Por favor. Si revelaras loque te he dicho, yo sera... sera castigada.

    No dir nada le prometi Conan.

    Pero por ms que habl, no le quisieron explicar nada que no tuviera que ver con subao.

    Aguard, sin moverse, a que le enjabonaran y aclararan, y a que lo enjabonaran yaclararan de nuevo. Lo secaron con suaves toallas, y le hicieron masajes en la piel conleos fragantes. Sin duda, no eran los ms fragantes. Se esforz por evitar que le aplicaranestos ltimos, si bien, cuando hubieron terminado, le pareci igualmente que ola como un

    petimetre aristcrata. Mientras lo estaban vistiendo con ropajes de seda blanca, entr unhombre calvo y arrugado.

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    Yo soy Jarvaneus dijo el anciano, inclinndose ligeramente, Jefe de Camareros dela princesa Taramis. Se le not en la voz que se consideraba infinitamente superior a unladrn. Si ya has terminado, te llevar a... Tosi al ver que Conan recoga su talabarte. No lo vas a necesitar.

    Conan se abroch el talabarte y envain el sable y la daga. En ningn caso le gustabaque lo desarmaran y, cuanto ms vea, menos ganas tena de quedarse sin armas en aquelpalacio.

    Llvame con Taramis dijo. Jarvaneus se sofoc.

    Voy a llevarte ante la princesa Taramis.

    El cimmerio le indic con un gesto que le guiara.

    Despus de que el anciano lo hubiera dejado, Conan pens que una sorpresa se ibaaadiendo a otra. No lo haban llevado a una sala de audiencias. Las lmparas de oroiluminaban la noche cada vez ms negra. Una cama grande, redonda, velada con difanaseda blanca, ocupaba uno de los extremos de la gran estancia. El piso de baldosas demrmol estaba cubierto de alfombras de Vendhia y de Iranistn, y en su centro haba unamesilla de bronce pulimentado, sobre la que reposaba una jarra de cristal llena de vino y doscopas de oro forjado a martillo. Taramis, envuelta en ropajes de seda negra desde la

    garganta hasta los pies, estaba reclinada sobre cojines al lado de la mesa.No estaban solos en la estancia. En cada rincn haba un guerrero con armadura negra,sin yelmo, y con la espada colgando a la espalda, de tal manera que la empuaduraasomaba tras el hombro derecho. Estos hombres miraban al frente, sin mover un msculo,sin que parecieran respirar ni parpadear.

    Son mis salvaguardias dijo Taramis, sealndolos a los cuatro. Los mejoresguerreros de Bombatta, casi tan buenos como l mismo. Pero no te preocupes. Slo atacancuando yo se lo ordeno. Quieres vino?

    Se levant gilmente y se puso a llenar las copas. Conan sinti que el aliento se lequedaba en la garganta. Al inclinarse la mujer, las sedas negras le haban quedado tirantessobre las nalgas. En su multitud de pliegues, el atuendo era opaco, pero, al estirarse,

    transparentaba. Y Taramis no llevaba ninguna otra prenda debajo, salvo su fino cutis. Alacercarse a l con el vino, se encontr con que el cimmerio no apartaba los ojos del levebalanceo de sus opulentos senos.

    Como te deca, si quieres comer algo, puedo hacer que te sirvan.

    Por la voz con que habl, se not que la aristcrata se estaba divirtiendo.

    Conan se sobresalt, se ruboriz, y se ruboriz todava ms al darse cuenta de lo quehaba hecho.

    No. No, no quiero comer nada.

    Furioso consigo mismo, tom una copa. Se pregunt cmo poda haber estadocontemplando a Taramis como un mozuelo que jams hubiera visto a otra mujer. Si no podatener ms seso, ms le vala dejarlo correr todo. Se aclar la garganta.

    Queras que llevara a cabo una misin. No puedo hacerlo sin saber de qu se trata.Quieres recobrar a esa Valeria?

    Se acerc a l, hasta rozarle el pecho con los senos. Aun a travs de la tnica, parecanarder como dos carbones ardientes.

    Quiero que vuelva a la vida.

    El cimmerio se acerc a los cojines con la esperanza de afectar despreocupacin yse tendi de espaldas. Taramis se acerc a l; Conan mir hacia arriba, y tuvo que apartarlos ojos de la tentadora lnea de sus caderas, su vientre y su pecho. No vio la menudasonrisa que asomaba a sus labios.

    No olvides en ningn momento lo que deseas, ladrn, y sigue mis rdenes.

    Todava no me has explicado lo que debo hacer.El cimmerio tuvo que reprimir un suspiro de alivio cuando Taramis se alej de l y

    empez a caminar de un lado para otro.

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    Tengo una sobrina, la dama Jehnna dijo pausadamente Taramis. Ha pasado todasu vida confinada. Sus padres, es decir, mi hermano y su esposa, murieron cuando todavaera un beb. La impresin fue demasiado para ella. La nia es... delicada, y su mente frgil.Pero ahora tiene que partir de viaje, y t debers acompaarla.

    Conan se atragant con el vino.

    Yo debo acompaarla? dijo en cuanto hubo recobrado el aliento. No estoy

    acostumbrado a acompaar a mujeres de la nobleza.Quieres decir que slo eres un ladrn dijo Taramis, y sonri al ver que Conan serevolva incmodamente. An no te he entregado a la Guardia de la Ciudad, Conan.Para qu voy a hacerlo? Necesito un ladrn, porque Jehnna tiene que robar una llave, unallave que slo puede tocar ella, y tambin puede tocar slo ella el tesoro al que se podrllegar con la llave. Quin puede ayudarla mejor que el mejor de los ladrones de Zamora?

    El corpulento joven sinti que la cabeza le daba vueltas. Dej cuidadosamente la copasobre la mesa. Lo ltimo que necesitaba era el vino.

    Tengo que llevarme de viaje a esta nia, la dama Jehnna, y ayudarla a robar una llaveembrujada y un tesoro dijo estupefacto. Si ste es el servicio que requieres a cambio deValeria, lo har, aunque no entiendo por qu no puede viajar con un squito de siervos y un

    centenar de tus guardias, en vez de un nico ladrn.Porque, segn los Pergaminos de Skelos, esos que t dices no pueden acompaarla.

    Esos pergaminos... empez a decir Conan, pero la mujer envuelta en sedas le indicbruscamente con la mano que callara.

    Profecas se apresur a decir. Explican lo que tiene que hacerse, y cmo. Nopienses en ellas. Estn escritas en una lengua antigua que slo entienden los... eruditos. Le mir inquisitivamente, y luego sigui hablando. Son un tanto vagos en lo que respectaa los nmeros, pero slo se menciona especficamente a dos acompaantes. Esos dosseris t y Bombatta.

    Conan gru, porque no prestaba tanta atencin a los pergaminos como apreocupaciones ms inmediatas. Tendra que viajar con Bombatta? Bueno, ya se

    encargara de l si era necesario.Dnde se encuentra esa llave?

    La dama Jehnna te lo explicar.

    Preferira tener un mapa dijo Conan, y un plano del lugar donde est guardada lallave. Lo mismo digo del tesoro. Y de qu tipo de tesoro se trata? Necesitaremos bestiasde carga para transportarlo?

    La dama Jehnna lo reconocer en cuanto lo vea, mi hbil ladrn. Y es capaz desostenerlo con las manos; nadie ms podra hacerlo. Te basta con saber esto. En cuanto almapa, te dir que no tenemos ninguno, que no podemos tener ninguno aparte del que sehalla en la cabeza de Jehnna. Cuando naci, le fueron arrojados hechizos que la conectarona esa llave. Advertir la presencia de la llave durante el viaje, y sabr cmo hallarla. Cuando

    tenga la llave en la mano, podr encontrar el tesoro del mismo modo.Conan suspir. No porque le sorprendiera que Taramis tratase de ocultarle algunos

    secretos. La mayora de clientes se resistan a confiar por completo en un ladrn, auncuando lo contrataran. Sin embargo, aquello no le facilitaba las cosas.

    Hay algo ms que deba saber, para lo que deba prepararme? Recuerda que, si nosencontramos con demasiadas sorpresas, no slo podra morir yo, sino tambin tu sobrina.

    Jehnna no debe sufrir ningn dao! exclam Taramis.

    Voy a protegerla, pero no puedo hacerlo si me dejas en completa ignorancia. Si sabesalguna cosa ms...

    Muy bien. S... por una fuente fidedigna, que la llave se halla en posesin de un

    hombre llamado Amn-Rama, un estigio.Un brujo. Conan lo imagin, despus de todo lo que haba odo.

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    S, un brujo. Vers, te estoy diciendo todo lo que s. Deseo tanto o ms que t queesta expedicin tenga xito. Ests asustado, o puedes hacer frente a lo que te encuentres?Recuerda a tu Valeria.

    Ante estas palabras, el rostro de Conan se ensombreci.

    He dicho que voy a hacerlo, y lo har.

    Muy bien dijo Taramis. Ahora voy a comentarte algo que es tan importante como

    todo lo dems, al menos para ti. En la sptima noche a partir de hoy se dar unaconfiguracin de estrellas que slo se repite una vez cada mil aos. Slo podr devolverte aValeria durante esa configuracin. Slo en el caso de que para entonces hayas regresadocon el tesoro y con la dama Jehnna. Alz la mano para acallar las protestas. Misastrlogos no son capaces de localizar la llave ni el tesoro, pero me han asegurado que esposible encontrarlos y volver con ellos antes de que pase ese tiempo.

    Te lo han asegurado dijo l, riendo torvamente.

    Mir al interior de su copa, y apur de un solo trago el vino que quedaba. Pens que, unahora antes, se haba sumergido hasta las rodillas en brujera, y con cautela. Ahora, lahechicera le cubra hasta el cuello, y la neblina le impeda ver.

    De pronto, se oy un chillido en el palacio, un chillido de muchacha. Se oy otra vez, y

    otra. Conan se puso en pie de un salto, y ech mano de la espada. Vio que los guardiasestaban tensos, y se dio cuenta de que l mismo era la causa. Los chillidos no les habaninquietado en lo ms mnimo.

    Es mi sobrina se apresur a decirle Taramis. Jehnna sufre pesadillas. Sintate,Conan. Sintate. Voy a tranquilizarla y vuelvo en seguida.

    Y para sorpresa de Conan, la princesa del reino de Zamora sali corriendo de la estancia.

    Taramis no tuvo que ir muy lejos, y la clera dio alas a sus pies. Haba credo queaquellas pesadillas ya estaban solucionadas, que no volveran a molestarles por las noches.Su sobrina estaba acurrucada en el centro del lecho, y sollozaba entre espasmos a lamortecina luz de la luna que entraba por las ventanas terminadas en arco. Taramis no sesorprendi al no encontrar a ningn sirviente con ella. Todos saban que slo la princesa era

    capaz de hacer frente a las sombras visiones que atormentaban a Jehnna por la noche. Laaristcrata se arrodill al lado de la cama y agarr a Jehnna por los hombros.

    La muchacha se sobresalt, y entonces vio a Taramis y la abraz con fuerza.

    Era un sueo! dijo, llorando. Un horrible sueo!

    Jehnna, que an no tena dieciocho aos, era una chica esbelta y guapa, pero sus ojosgrandes y oscuros estaban cuajados de lgrimas, y sus carnosos labios temblaban sin freno.

    Era slo un sueo dijo Taramis para tranquilizarla, y le acarici el cabello largo ynegro. Nada ms que un sueo.

    Pero he visto... he visto...

    Chst. Reposa, Jehnna. Maana comenzar tu gran aventura. No puedes permitir que

    un sueo te asuste.Pero me ha asustado... dijo Jehnna, vacilante.

    Calla, nia.

    Taramis le puso suavemente los dedos en las sienes a Jehnna, y le cant en voz baja.Poco a poco, los sollozos de la nia se fueron calmando, sus temblores se apaciguaron.Cuando empez a respirar con el ritmo pausado y profundo del durmiente, Taramis se pusoen pie. En cien ocasiones anteriores, haba pensado que el sueo y los recuerdos del sueohaban desaparecido, pero, otras tantas veces, el mismo maldito sueo haba vuelto paraacosarla. Se frot sus propias sienes. El mismo poder que llevaba a la muchacha hacia sudestino haca cada vez ms difcil liberarla de aquella pesadilla. Pero desprovista de supoder y su destino, no habra tenido pesadillas. Jehna era la Elegida de quien hablaban los

    pergaminos, eso era lo que importaba. Ahora, la pesadilla se esfumara durante el tiemponecesario. Por fuerza.

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    Taramis haba seguido aquel camino durante toda su vida, ya desde la infancia. Tanpronto como tuvo uso de razn, su propia ta, la princesa Elfaine, empez a ensearle losdos nicos medios por los que una mujer puede hacerse poderosa: la seduccin y labrujera. Al morir Elfaine, la nia Taramis, que slo tena diez aos de edad, no asisti a losritos fnebres. Sus mayores creyeron que su ausencia se deba a la pena. En realidad,haba estado registrando los aposentos privados de su ta, y haba robado los libros dehechicera y objetos mgicos que Elfaine haba ido reuniendo a lo largo de su vida. Y

    tambin encontr all los Pergaminos de Skelos. En el siguiente cambio de fase de la luna,haba dado inicio a veinte aos de trabajo que se estaban acercando a su culminacin.

    Se dio cuenta de que Bombatta se hallaba a la puerta, y contemplaba a la muchacha queestaba en la cama. Se le acerc de inmediato y lo cogi por ambos brazos. Por unmomento, l se resisti; luego se dej llevar al corredor en penumbra.

    Ya ni siquiera lo ocultas, verdad? dijo Taramis con engaosa calma. Deseas a misobrina. No trates de negarlo.

    El hombre era mucho ms alto que la mujer, pero se iba apoyando ora en un pie, ora enel otro, como un muchacho que aguarda el castigo.

    No puedo evitarlo murmur por fin. T eres fuego y pasin. Ella es inocencia ypureza. No puedo evitarlo.

    Y no debe perder su inocencia. Est escrito en los Pergaminos de Skelos.

    En verdad, los pergaminos no requeran que Jehnna fuera virgen; slo que se viera librede la ms insignificante semilla de maldad, y que fuera un alma pura, incapaz de pensar malde otros y de querer hacerles dao, as como de creer que los dems pudieran quererlealgn mal a ella. Su vida de riguroso confinamiento la haba hecho as. Pero Taramis habaadvertido lo que le estaba ocurriendo a Bombatta antes de que l mismo se diera cuenta, yse labrara esperanzas.

    Y aunque no fuera as dijo Taramis, t eres mo, y no quiero compartir lo que esmo.

    No me gusta que te quedes sola con el ladrn mascull Bombatta.

    Sola? Taramis ri. Tus cuatro mejores guardias estn a mi lado, dispuestos aagarrarlo o a destriparlo si me amenaza. El corpulento guerrero murmur algo, y la mujerarrug el entrecejo. Habla fuerte para que te oiga, Bombatta. No me gusta que me ocultencosas.

    Por un largo momento, l la contempl con ardientes ojos negros, y entonces dijo:

    No soporto la idea de que ese ladrn te mire, te desee, te toque...

    No te olvides de quin eres.

    Cada una de las palabras hiri como una glida navaja. Bombatta dio un paso haciaatrs, y se arrodill lentamente, con la cabeza gacha.

    Perdname murmur. Pero no podemos confiar en ese Conan. Es un extranjero,un ladrn.

    Necio! Los pergaminos dicen que un ladrn con ojos del color del cielo debeacompaar a Jehnna. No hay ningn otro en Shadizar, tal vez no lo haya en toda Zamora.Haz lo que te he ordenado. Tienes que seguir al pie de la letra las instrucciones de lospergaminos. Al pie de la letra, Bombatta.

    Todo lo que t ordenes musit, yo lo har. Taramis le toc la cabeza, del mismomodo en que habra acariciado a uno de sus perros de caza.

    Por supuesto, Bombatta.

    Se sinti traspuesta por la victoria, que sin duda se hallaba ya a su alcance. Tendra elCuerno de Dagoth. Tendra inmortalidad y poder. Esta idea le cosquille por todo el cuerpo, ysinti ardores que se le arremolinaron en el vientre. Le tembl la mano sobre los negros

    cabellos de Bombatta. Respir hondo.Puedes estar seguro de que todo suceder como lo he planeado, Bombatta. Ahora,vuelve a tus aposentos y duerme. Duerme, y suea en nuestro triunfo.

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    Sin levantarse, Bombatta la contempl mientras se marchaba, y sus ojos de obsidianabrillaron en la oscuridad.

    Cuando Taramis entr en su alcoba, Conan se puso en pie.

    Cmo est tu sobrina? pregunt.

    Se encuentra mejor. Est durmiendo. La voluptuosa aristcrata levant una mano, ylos guardias vestidos de negro se marcharon de la habitacin sin decir palabra. Y t,

    duermes, ladrn, o ests despierto? A estas horas quieres hablar de mi sobrina?Los pliegues de sus difanas sedas se agitaban con cada uno de sus pasos, y dejaban

    entrever atisbos de su piel desnuda.

    El cimmerio la mir, dubitativo. Si se hubiera tratado de una sirvienta, o incluso de la hijade un rico mercader, habra adivinado sus intenciones. Ante una princesa, vacilaba.

    Todava eres hombre? dijo ella, riendo. O llorando por Valeria te has quedadosin hombra?

    Conan gru. Saba que no podra hacerle comprender a Taramis lo que haba existido, yan exista, entre l y Valeria. l mismo no lo entenda bien. Pero de algo s estaba seguro.

    Soy un hombre dijo.

    Taramis le rode el cuello con las manos. Las negras sedas se arrebujaron en torno a suspies. Sus ojos oscuros, y sus redondeadas desnudeces, le formularon un desafo.

    Prubalo le dijo con sorna.

    Desdeando el lecho, Conan la tendi en el suelo y le dio las pruebas que le peda.

    CAPTULO 5

    Contemplando la hoguera de estircol seco pequea, para no llamar la atencin deotros que pudieran estar pasando la noche en la llanura zamoria, Conan pensbrevemente en otras llamas, mgicas, que haba visto sobre un tosco altar de piedra.Haban cabalgado una jornada entera despus de salir de Shadizar, y Malak an noapareca.

    El cimmerio no quera admitir que necesitaba la ayuda de otro, pero estaba convencidode que Akiro le hara falta durante el viaje. Y tambin ms tarde, en el caso de que Taramisle diera lo que le haba prometido. Por los Nueve Infiernos de Zandr, dnde estabaMalak?

    Ceudo, abandon sus intiles ensueos y se puso a observar a sus compaeros. O,ms bien, a uno de los dos.

    Bombatta llen solcitamente una copa de plata con el vino de uno de los odres de piel decabra que llevaban, y se la ofreci a Jehnna. Sonriendo agradecida, la joven la tom conuna mano que haba ocultado hasta entonces bajo su capa de blanqusima lana; sujetabacon fuerza esta prenda en torno al cuerpo para resguardarse del fro de la noche. Conan nohaba esperado una muchacha como aqulla, y no acababa de acostumbrarse a la realidad.Taramis le haba hablado de su sobrina como de una nia, y el cimmerio se haba formadola imagen de una jovencita de nueve o diez aos, no la de una moza de su misma edad,cuyo esbelto cuerpo se mova, envuelto en sus ropajes, con la inconsciente gracia de unagacela.

    Explcanos adonde ir dijo Conan bruscamente. Maaa por la maana tendremosque seguir en la misma direccin, Jehnna?

    Llmala dama Jehnna, ladrn le corrigi Bomhatta, entre dientes.

    Jehnna parpade, como sorprendida de que le hablaran. Sus ojos castaos, tan grandesy trmulos como los de un cervato recin nacido, miraron al cimmerio por unos momentos, yluego se volvieron hacia Bombatta. Le dirigi la respuesta al guerrero de negra armadura.

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    Luego sabr ms, pero, por ahora, slo s que tenemos que cabalgar hacia el oeste.

    Conan pens que por aquel camino llegaran a los montes Karpashios. Estos formabanuna cordillera abrupta, elevada, donde uno poda perderse fcilmente si no estabafamiliarizado con la regin ni tena ningn gua que la conociera. Los mapas slo mostrabanlos pasos principales, que servan como rutas de comercio. Y sus habitantes, aunque no tanfieros como los montaeses kezankios, tampoco se mostraban amistosos con los extraos.Saban cmo darles la bienvenida con una sonrisa y luego clavarles el pual entre lascostillas.

    El cimmerio no se sorprendi de que Jehnna no le respondiera a l. Desde que, antes delalba, haban salido del palacio de Taramis, no le haba dicho ni una sola palabra; slohablaba con Bombatta. Pero el cimmerio era experto en su oficio y, para un ladrn, lainformacin es tan vital como la sangre.

    Cmo sabes el camino? le pregunt. Es que la llave te atrae hacia s?

    No est permitido hacerle preguntas, ladrn mascull Bombatta.

    Un lobo aull en la noche, y el prolongado y lastimero aullido pareci mezclarse con lastinieblas coronadas por el cuarto creciente de la luna.

    Qu ha sido eso, Bombatta? pregunt Jehnna con curiosidad.

    El hombre de rostro marcado mir hostilmente a Conan por ltima vez antes deresponder.

    Slo un animal, nia. Como un perro.

    Los ojos castaos de la muchacha delataron su inters.

    Veremos alguno?

    Tal vez, nia.

    Conan neg con la cabeza. La muchacha pareca deleitarse con todo y no saber nada.Las calles de Shadizar, vacas a la hora en que haban partido, las tiendas y los camellosdormidos de la caravana acampada frente a las puertas de la ciudad, la jaura de hienas queles haba seguido de lejos durante la mitad del da sin reunir valor para atacarles; todo ello la

    haba fascinado por igual, y continuamente miraba a Bombatta con ojos brillantes y le hacapreguntas.

    Si me falta informacin, podramos morir todos dijo Conan.

    No la asustes, ladrn! le grit Bombatta. Jehnna puso la mano sobre la mallametlica que cubra el brazo del guerrero.

    No tengo miedo, Bombatta. Mi buen Bombatta.

    Entonces, dime cmo es que sabes dnde encontrar la llave insisti Conan. Odselo a Bombatta, si todava no quieres hablar conmigo.

    Jehnna volvi los ojos brevemente hacia Conan, y luego se qued mirando al vaco quemediaba entre el cimmerio y el guerrero de negra armadura.

    No s deciros exactamente cmo conozco el camino, slo s que lo conozco. Como siya lo hubiera recorrido antes. Neg con la cabeza y solt una risilla. Evidentemente, esono puede ser. En verdad, no recuerdo haber abandonado el palacio de mi ta hasta hoy.

    Si supieras explicarme adonde tenemos que ir le dijo Conan, aunque seavagamente, yo podra guiaros por un atajo ms corto que el camino que t conoces. Acordndose de la configuracin de estrellas que, segn Taramis, era necesaria pararesucitar a Valeria, se toc el amuleto de oro que llevaba al cuello y aadi: Tenemos pocotiempo.

    Una vez ms, Jehnna neg suavemente con la cabeza.

    Si el camino que veo delante de m es el correcto, entonces... lo recuerdo. Peroprimero tengo que verlo. De pronto, se ech a rer, y se tumb de espaldas para podercontemplar el firmamento. Adems, no quiero que este viaje se acabe en seguida. Querra

    que no terminara jams.Eso es imposible, nia le dijo Bombatta. Tenemos que volver a Shadizar antes de

    que pasen otras seis noches.

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    Conan tuvo que esforzarse para impedir que su rostro revelara inquietud. Laconfiguracin tena que producirse al cabo de seis das, pero Bombatta no tena ningninters en la resurreccin de Valeria. Qu ms haba de ocurrir aquella noche?

    Es hora de que te acuestes, nia le dijo el guerrero de rostro marcado. Tendremosque ponernos en marcha temprano.

    Bombatta comenz a prepararle el lecho: apart las rocas, y removi la tierra con su

    daga.Por favor, Bombatta le dijo Jehnna, no puedo seguir despierta un rato ms? Lasestrellas se ven muy diferentes desde aqu que desde los jardines de palacio. Casi pareceque pueda tocarlas. Sin responderle, Bombatta extendi las mantas sobre el suelo que lehaba ablandado. Bueno, est bien dijo suspirando, y ocult un bostezo con una mano. Slo quera conocerlo todo, y hay tantas cosas...

    Cuando se hubo tendido, Bombatta cogi otra manta y la cubri con sorprendentedulzura.

    Te dejar conocer todo lo que pueda le dijo suavemente. Todo lo que pueda, nia,pero tenemos que volver a Shadizar en las prximas seis noches.

    Acomodando los brazos a modo de cojn, Jehnna murmur algo, adormilada.

    Al ver como Bombatta aguardaba agachado al lado de la joven, Conan pens en unamante. Si Jehnna no hubiera sido claramente virgen, el cimmerio habra pensado que elotro hombre era su amante.

    Ponindose en pie, Bombatta se acerc al fuego y empez a echarle tierra encima con elpie.

    Yo har la primera guardia, ladrn dijo.

    Sin ms palabras, volvi al lado de Jehnna, desenvain la espada y se sent con laspiernas cruzadas y el acero desnudo sobre las rodillas.

    Conan apret los dientes. Bombatta se haba sentado entre Jehnna y el cimmerio, comosi hubiera tenido que protegerla de ste. Sin perderlo de vista, Conan se tendi en el suelo,y apoy la mano en el puo de su propia espada. No se cubri con ninguna manta. Estabahabituado a fros ms intensos que el de la llanura zamoria, y la manta le habra entorpecidosi se daba el caso de que tuviera que desenvainar el arma. Habra podido morir por aquellacircunstancia ante un hombre que ya tuviera el acero en la mano. Sin embargo, aunque noconfiara en Bombatta, un nuevo misterio se haba aadido a los dems. Qu tena queocurrir en Shadizar al cabo de seis noches? Todava estaba pensando en ello cuando sedurmi.

    El sol bermejo maltrataba con saa al tro de jinetes en su camino hacia el este por lasllanuras zamorias, y Jehnna se haba puesto el capuchn de su capa, blanca como la nieve,en un vano intento de protegerse el rostro con su sombra. Entenda que Bombatta habaestado en lo cierto al decirle que la capa la protegera del sol haba sacado la mano dedebajo de la capa durante los momentos necesarios para sentir la fuerza directa de los

    rayos del sol, y haba quedado convencida, pero no del calor. Le pareci que habrapodido prescindir de conocer aquello. Ms adelante, se ergua una masa griscea demontaas coronadas de nieve, los montes Karpashios, que les prometan humedad yfrescura. Jehnna se lami los labios, pero de poco le sirvi.

    Las montaas, Bombatta... dijo. Tardaremos mucho en llegar all?

    El guerrero se volvi, y la muchacha sinti un estremecimiento de miedo al ver su rostromarcado, sudoroso, medio cubierto por el negro yelmo. Se dijo a s misma que era necia.Cmo poda temer a Bombatta, a quien haba conocido durante toda la vida? Desde luego,era necia.

    An tardaremos, nia le respondi. Maana. Tal vez antes del medioda.

    Pero parece que estn muy cerca protest ella.

    Es el aire de las llanuras, nia. Hace que las distancias parezcan muy cortas. Lasmontaas estn a varias leguas de aqu.

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    Jehnna pens en pedir otro sorbo de agua, pero haba visto a Bombatta examinando losodres despus del ltimo trago, y sopesndolos para ver cunta les quedaba. Entonces mira Conan, que cabalgaba al frente; llevaba la acmila atada a su silla. El norteo hababebido un sorbo de agua al despertar y, desde entonces, no haba vuelto a mirar los odres.Ahora cabalgaba pausadamente, con la mano apoyada en el puo del arma, escudriandosiempre lo que hubiera ms adelante, aparentando no darse cuenta de que el sol los estabaabrasando desde el alba y an no haba llegado a su cnit.

    Pens que se trataba de un joven extrao, aunque apenas si haba conocido a otros conquienes pudiera compararlo. No tena ms aos que ella, de eso estaba segura, pero susojos qu color ms extrao tenan sus ojos; eran azules le parecan extraordinariamentems maduros. La sed no le molestaba, ni el calor. Haba algo que pudiera detenerle? Lalluvia, el viento, la nieve? Haba odo contar que exista nieve en las montaas, y que seamontonaba hasta hacerse tan alta como un palacio. No, seguro que Conan seguiraadelante, y que nada lo detendra. Quiz su ta lo haba mandado con ella por eso. Quizsera un hroe, un prncipe disfrazado, como los que aparecan en los cuentos que las criadasle haban contado cuando su ta no estaba.

    Mir a Bombatta por el rabillo del ojo.

    Es apuesto, Bombatta?

    Quin dices que es apuesto? pregunt l speramente.Conan.

    El guerrero se volvi hacia ella; por un instante, Jehnna volvi a sentir miedo.

    No debes pensar en tales cosas. Bombatta hablaba con voz dura, en la que no habavestigios de la amabilidad que haba tenido anteriormente para con ella. Y menos si setrata de ese hombre.

    No te enfades conmigo, Bombatta le rog la joven. Yo te quiero, y no querra quete enfadaras conmigo.

    La tristeza apareci fugazmente en el rostro de Bombatta.

    Yo... tambin te quiero, Jehnna. No me he enfadado contigo. Slo ocurre que... No

    pienses en ese ladrn. Olvdalo por completo. Es lo mejor que puedes hacer.No s cmo voy a olvidarlo, puesto que viaja con nosotros. Adems, Bombatta, yo lo

    encuentro apuesto, como los prncipes de los cuentos.

    No es ningn prncipe rezong Bombatta. Jehnna se sinti defraudada, pero siguihablando.

    Con todo, yo creo que s lo es. Quiero decir que es apuesto. Pero no tengo a nadie conquin compararlo, slo contigo y con los esclavos y sirvientes del palacio de Taramis, y creoque ninguno de ellos es apuesto. Siempre estn haciendo reverencias y arrastrndose. Elrostro de Bombatta haba ido endurecindose al escucharla; Jehnna busc entre suspalabras la que deba de haberle ofendido. Oh, por supuesto que t tambin eres apuesto,Bombatta. No quera decir que t no lo seas.

    Los dientes del corpulento guerrero rechinaron audiblemente.Te he dicho que no pienses en estas cosas.

    Es ms alto que cualquiera de los esclavos. Es casi tan alto como t, Bombatta.Crees que es tan fuerte como t? Quiz Taramis lo ha mandado con nosotros por eso,porque es tan fuerte como t, y tan valiente como t, y tan gran guerrero como t.

    Jehnna!

    La muchacha se sobresalt, y le mir fijamente. Bombatta nunca le haba gritado hastaentonces. Nunca.

    Respirando con fuerza, el guerrero sigui adelante, con el puo en la cadera, sin apartarla mirada del frente. Al fin, dijo:

    Ese Conan es un ladrn, nia. Slo un ladrn, nada ms. La princesa Taramis tuvo suspropias razones para mandarlo con nosotros. Ni t ni yo debemos cuestionarlas.

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  • 7/28/2019 Conan 22

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    Robert Jordn Conan el destructor

    Mordindose los labios, Jehnna medit lo que acababa de descubrir. Cuando Taramis lehaba dicho que llegaba el da del viaje, ella haba sentido jbilo. Iba a cumplir con sudestino. Encontrara el Cuerno de Dagoth y se lo devolvera a su ta, y luego iba a recibirgrandes honores. Pero si Conan era un ladrn, y Taramis le haba mandado con ellos...

    Bombatta, acaso vamos a robar el Cuerno de Dagoth?

    El guerrero agit bruscamente la mano, y al instante mir a Conan. El joven gigante de

    ojos azules an cabalgaba adelantado, y estaba demasiado lejos para orles si no gritaban.Por la rigidez de sus espaldas, Jehnna pens que les estaba ignorando deliberadamente aBombatta y a ella misma. Por algn motivo que no comprenda del todo, la molestaba queConan pudiera ignorarla. Y encima, a propsito.

    Nia dijo Bombatta en voz baja, Taramis te orden que no dijeras ese nombredelante de nadie, aparte de m y de ella misma. Ya lo sabes. Es nuestro secreto.

    Conan no puede ornos protest la muchacha. Y dime, vamos a robar...?

    No! Bombatta le hablaba en tono de excesiva paciencia, como cada vez que lamuchacha amenazaba con sacarlo de sus casillas. No, Jehnna, no vamos a robar. Slo tpuedes tocar la llave. Slo t puedes tocar el Cuerno. Nadie ms, en todo el mundo. Nocrees que eso es una prueba de tu destino? No debes dudar de tu ta, ni de m.

    Claro que no, Bombatta. Slo ocurre que... oh, lo siento. No quera molestarte. Elguerrero de rostro marcado murmur algo por lo bajo; ella le mir. Qu, Bombatta?

    En vez de responder, el guerrero se adelant hasta Conan.

    Ella le mir, y de pronto se dio cuenta de que alguien haba cabalgado hasta lo alto de uncerro que se hallaba al norte, y se les estaba acercando a gran velocidad. Cuando estuvoprximo, vio que se trataba de un hombrecillo feo, de corta estatura y miembros fuertes,vestido con un jubn de cuero y calzones sucios. De pronto, entendi la palabra queBombatta haba murmurado. Haba dicho Malak.

    Conan se permiti una sonrisa cuando Malak apareci cabalgando en lo alto del cerro,llevando con una cuerda a otro caballo ensillado. Escupi la lisa piedra que se haba puestobajo la lengua, tocando la mejilla, para que le humedeciera la boca.

    Eh, Malak! grit.Eh, Conan! Una amplia sonrisa atraves el rostro del enjuto y fuerte ladrn. Ha

    sido difcil encontrarte, cimmerio. No s rastrear pistas, sabes? Soy un hombre de ciudad,un civilizado...

    Bombatta se interpuso entre los dos y tir de las riendas, arrojando polvo y guijarros aambos lados. Ignor a Conan y mir con ceo al hombrecillo, cuya sonrisa se fuedesvaneciendo ante la mirada asesina del otro.

    La princesa Taramis te dej con vida le gru Bombatta. Debiste esconderte enuna pocilga cuando an tenas tiempo.

    Yo le ped que viniera dijo Conan. Bombatta oblig a su caballo a volverse, y suscicatrices palidecieron como lvidas marcas en su rostro.

    \T se lo has pedido! Te crees que puedes decidir quin viene con nosotros, ladrn?La princesa Taramis...

    Taramis quiere que acompae a Jehnna le dijo Conan, interrumpindolo, y yoquiero que Malak venga.

    Y yo te digo que no!

    Conan tom aliento. No quera perder la calma. No quera matar a aquel necio.

    Entonces, seguid adelante sin m dijo, fingiendo mayor tranquilidad que la que senta.

    Entonces, fue Bombatta quien tu