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COMUNIÓN: NORTE DE LA EVANGELIZACIÓN

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COMUNIÓN:

NORTE�DE�LA�EVANGELIZACIÓN

Mons.�Ramón�Ovidio�Pérez�Morales

COMUNIÓN:COMUNIÓN:NORTE�DE�LA������������������NORTE�DE�LA������������������

EVANGELIZACIÓNEVANGELIZACIÓN

EDICIONES�TRÍPODEVENEZUELA, 2014

DIAGRAMACIÓN: Rosa Ortiz

DISEÑO DE PORTADA: Rosa Ortiz

IMPRESIÓN: Altolitho C.A.

©�EDICIONES�TRÍPODE 2014Calle Terepaima – Edf. Trípode – Aptdo. 75.003Telfs.0212–237.88.60 y 0212- 237.89.72 Fax: 58-212-237.76.97E-mail: [email protected] Marqués – Caracas, 1070-ARepública Bolivariana de Venezuela

Depósito Legal: lf57120142001132

ISBN: 978-980-208-530-9

SIGLAS

AA Concilio Vaticano II, Decreto Apostolicam Actuositatem sobreel apostolado seglar.

AG Concilio Vaticano II , Decreto Ad Gentes sobre la actividadmisionera de la Iglesia.

CAT CPV, La catequesis.CatIC Catecismo de la Iglesia Católica.CCCS�����CEV, Carta Pastoral Colectiva Con Cristo hacia la Comnión y

la Solidaridad .CD���������Concilio Vaticano II , Decreto Christus Dominus sobre el

oficio pastoral de los obispos.CELAM Consejo Episcopal Latinoamericano.CEV Conferencia Episcopal Venezolana.ChL���������Juan Pablo II , Exhortación Apostólica Postsinodal Chris-

tifideles Laici.CIGNS��CPV, La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva

sociedad.CIV CPV, La comunión en la vida de la Iglesia en Venezuela.CPV Concilio Plenario de Venezuela.DA V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en

Aparecida.DCE��������Benedicto XV, Encíclica Deus Caritas Est.DI������������Discurso Inaugural de Benedicto XVI en Aparecida. DP������� III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano

en Puebla.EA Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia

in America.ECV������ CPV, Evangelización de la cultura en Venezuela.EN Pablo VI, Exhort. Apost. Posts. Evangelii Nuntiandi.EU���������� Juan Pablo II , Encíclica Ecclesia de Eucharistia.

5

GE������� Concilio Vaticano II, Declaración Gravissimum Educationis,sobre la educación cristiana de la juventud.

GES CEV, Carta Pastoral Colectiva Guiados por el Espíritu Santo.GS��������� Concilio Vaticano II , Constitución Gaudium et Spes, sobre

la Iglesia en el mundo de hoy.ICM�������CPV, Instancias de comunión del Pueblo de Dios para la misión.ISMR�����CPV, La Iglesia ante las sectas y otros movimientos religiosos.LG�������� Concilio Vaticano II , Constitución Lumen Gentium, sobre

la Iglesia.LTP������� Línea teológico-pastoral.Med�������I I Conferencia General del Episcopado Latinoamericano

en Medellín.NMI Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte.OE�������� Concilio Vaticano II, Decreto Orientalium Ecclesiarum sobre

las Iglesias Orientales Católicas.OPD������CPV, Obispos, presbíteros y diáconos al servicio de una Iglesia

comunión.OT��������� Concilio Vaticano II , Decreto Optatam Totius, sobre la for-

mación sacerdotal.PDV��������Juan Pablo II , Exhortación Apostólica Postsinodal Pastores

Dabo Vobis.PPEV����CPV, La proclamación profética del Evangelio de Jesucristo en

Venezuela.RMi��������Juan Pablo II , Encíclica Redemptoris Missio.SC����������Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium

sobre la Sagrada LiturgiaSD����������IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano,

Santo Domingo.UR����������Concilio Vaticano II , Decreto Unitatis Redintegratio, sobre

el Ecumenismo.VAT�II���Concilio Vaticano II .

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PRÓLOGO

El Concilio Vaticano II estampó en el frontispiciode su documento central, Lumen Gentium, la siguiente de-finición:

“la Iglesia es en Cristo como un sacramento o señal e ins-trumento de la íntima unión con Dios y de la unidad detodo el género humano” (LG 1).

Definida así la Iglesia, quedó declarado de modoimplícito, patente, el norte u objetivo fundamental de sumisión en el mundo: la comunión humano-divina e inter-humana. Una comunión que ha de desarrollarse en eltiempo y alcanzará su plenitud cuando se dé la congrega-ción universal definitiva de todos los justos de la historiacabe la Trinidad (cf. LG 2). Propósito del presente libroes mostrar cómo la noción de comunión, no sólo define alPueblo de Dios y determina el sentido de la evangeliza-ción, sino que, todavía más, constituye el núcleo articuladorde toda la realidad (doctrina y praxis) cristiana.

La formulación de una tal categoría articuladora tantode lo doctrinal como de lo práctico, constituyó un elementofundamental y magisterialmente original en dos importan-tes reuniones eclesiales en América Latina, la una a nivelcontinental (Puebla, 1979), la otra a nivel nacional (ConcilioPlenario de Venezuela, 2000-2006). Ambas tuvieron comoobjetivo común la evangelización (Puebla) o “nueva evan-gelización” (CPV), en correspondencia con los serios desa-

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fíos planteados a la Iglesia en los nuevos escenarios histó-rico-culturales.

Pablo VI había brindado un aporte iluminador muyimportante sobre la misión evangelizadora de la Iglesiacon la exhortación Evangelii Nuntiandi (1975), publicadaa raíz del Sínodo de 1974 y orientada a la realización deaquella tarea en el mundo contemporáneo. El Papa defi-nió allí la evangelización como “la dicha y vocación propiade la Iglesia, su identidad más profunda” (Nº 14) y am-plió la comprensión de esa categoría, pasando de una no-ción restringida al primer anuncio y la formación de la fe–ámbito que se suele denominar profético– a otra, queabarca la totalidad de la misión de la Iglesia y, por ende,también los ámbitos celebrativo, organizacional de la comu-nidad y promocional humano. Campos operativos todosellos, que han de ser interpretados como “complementa-rios y mutuamente enriquecedores” (Nº 24).

La III Conferencia General del Episcopado Latino-americano, aprobada por el mismo Pablo VI y celebradabajo el pontificado de Juan Pablo I I , tuvo como lema-tema “La evangelización en el presente y en el futuro deAmérica Latina”. La Presentación de su documento con-clusivo define como objetivo de la evangelización “restau-rar y profundizar la comunión con Dios y (…) entre loshombres”; y formula la categoría comunión como línea con-ductora o línea teológico-pastoral de la III Conferencia, com-plementándola con otra, la de participación.

Dos décadas después de Puebla, justo en los iniciosdel nuevo milenio, se reunió el Concilio Plenario de Vene-zuela, teniendo como “sentido y finalidad (…) trazar unconjunto de orientaciones y normas que ayuden a concretarla nueva evangelización”, según lo expresado previamentepor el Episcopado venezolano (GES l4). Éste determinó,

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como cuestión fundamental para dicho Concilio, su línea te-ológico-pastoral como núcleo articulador; a este propósitoasumió de Puebla la categoría comunión, asignándole estavez como acompañante la noción solidaridad.

Aparece claro cómo tanto Puebla como el ConcilioPlenario en su propósito de definir el norte de la evangeli-zación o nueva evangelización, encontraron que éste no esotro que la comunión. Además, casi por un proceso conna-tural, hallaron que dicha noción viene a constituir el núcleoarticulador, la noción englobante, de la totalidad cristiana.A ese núcleo lo denominaron línea teológico-pastoral.

Hemos recibido así una categoría que muestra la co-herencia y unidad de lo que los cristianos estamos llama-dos a creer y a poner en práctica. Ella permite que losmúltiples elementos, tanto doctrinales como operativos,expuestos en los catecismos y otros compendios, no apa-rezcan como simple sucesión o agregado de enseñanzasy orientaciones, sino que se muestren como un conjuntoorgánico en torno a un eje estructurante. Lo mismo puedeaplicarse al variado material que se ofrece en los cursosteológicos, en los talleres pastorales para preparar evan-gelizadores o en las charlas formativas sobre la doctrinade la Iglesia en encuentros de diversa índole.

No sin razón la búsqueda de la unidad fue de lo pri-merísimo que se planteó en la historia del pensamiento fi-losófico a partir del siglo VI a C. Los pensadores de enton-ces intuyeron fácilmente, en efecto, que la realidad, para seraprehendida como “razón” (logos), no podía descansar enla pura constatación de lo múltiple y lo diverso. Se empren-dió una ineludible labor en aquella dirección, aun al precio,muchas veces trágicamente pagado, de interpretar la uni-dad como “unicidad”, reduciendo o hasta eliminando elvalor irreductible de la diversidad y la singularidad.

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La importancia y la utilidad de un tal núcleo articu-lador saltan a la vista. Ciertamente serán muy distintas lacomprensión y la comunicación, así como la fuerza ani-madora de la “buena nueva” cristiana, si en vez de pre-sentarse como un listado o yuxtaposición de proposicio-nes doctrinales y directrices morales o pastorales, éstasaparecen como un todo armónico alrededor de una cate-goría enucleante, un eje, que las conjuga e interrelaciona,sin sacrificar en modo alguno ni la diversidad ni las opo-siciones entre los elementos que entran en juego en un es-cenario, por lo demás, no sólo de luces, sino también desombras. Ese núcleo se convierte, por dinamismo intrín-seco, en el norte claro u objetivo preciso del concreto ejer-cicio de la misión evangelizadora de la Iglesia, ya en loconcerniente a la vida interna de ésta, ya en su servicio almundo, contribuyendo también en la construcción de lajusticia y de la paz en la perspectiva de la opción por lospobres.

Puebla y el Concilio Plenario, al formular lo que de-finen como línea teológico-pastoral, han dado un aportemuy positivo, original y rico en consecuencias, sobre unacuestión de tanta trascendencia como es la unidad y co-herencia del mensaje que la Iglesia tiene como tarea anun-ciar, celebrar y actuar en la humanidad.

El concepto línea teológico-pastoral, tal como lo pre-cisó Puebla, ha sido una feliz invención de la III Confe-rencia en la acepción más original y plena de ese vocablo(el verbo latino invenio-ire significa encontrar, descubrir,hacer por primera vez, idear). Y la identificación de esalínea como comunión constituye un tesoro inestimable, quees preciso conservar, enriquecer y aprovechar en la Igle-sia, no ya sólo de nuestro Continente, sino también a es-cala universal. Su explicitación y empleo serán altamente

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beneficiosos en estos tiempos de renovación eclesial y denueva evangelización. Tiempos de un nuevo aire evangélicoalimentado por el Papa Francisco, quien de modo frescoy sencillo promueve una Iglesia más cercana, compasivay solidaria con un mundo, cuyo bullicio y autosuficienciano pueden ocultar frustrantes soledades y confrontacio-nes, si bien tampoco hondos anhelos de unidad. Del re-ciente documento pontificio Evangelii Gaudium recogeeste libro oportunas orientaciones, sobre todo en materiade espiritualidad de comunión, fundamento insustituible deuna coherente y creíble pastoral de comunión en y para lahumanidad contemporánea.

El presente trabajo busca poner de relieve la impor-tancia y estimular el máximo aprovechamiento del ha-llazgo de Puebla, con su ulterior enriquecimiento venezo-lano, en la nueva evangelización. Consta de tres partes.

La Primera estudia la línea teológico-pastoral de la IIIConferencia y su asunción actualizada por el ConcilioPlenario de Venezuela: su génesis, formulación y recep-ción; sus implicaciones y alcance; su importancia y utili-dad, así como las perspectivas que abre en momentos de“nueva evangelización”.

En la Segunda se anexan documentos del Magisterio,en sus varios niveles o instancias, concernientes, en una uotra forma, a dicha línea o núcleo articulador; como últimoanexo se incluye parte de un escrito mío de comienzos de1971, en que planteaba ya comunión-liberación comolínea teológico-pastoral.

La Tercera, titulada Síntesis doctrinal y práctica entorno a la comunión reproduce un compendio según esaLTP contenido en mi libro: “Nuestra fe conjunto armónico”(Edic. Trípode, 2010).

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La mención de línea teológico-pastoral en el transcursode esta exposición se hará, comúnmente, mediante el si-nónimo privilegiado de núcleo articulador teológico-pastoral,que expresa más gráficamente la función organizadora dedicha línea.

PRIMERA�PARTE�

LA�LÍNEA�TEOLÓGICO-PASTORAL�DE�COMUNIÓN

��1. ��LA fORMULACIÓN DE PUEbLA

La III Conferencia General del Episcopado Latino-americano reunida en Puebla (México) en 1979 tuvo comopropósito, lema-tema: La evangelización en el presente y enel futuro de América Latina.1

La Presentación del Documento conclusivo luego deexpresar que Puebla “es, ante todo un espíritu, el de unaIglesia que se proyecta con renovado vigor al servicio denuestros pueblos” y “principio de una nueva etapa en elproceso de nuestra vida eclesial en América Latina”, dicelo siguiente: “Puebla es, además, un espíritu, el de comu-nión y participación que, a manera de línea conductora,apareció en los documentos preparatorios y animó las jor-nadas de la Conferencia”.

Para Puebla, comunión y participación han sido,pues, no sólo fuente de inspiración y estímulo así como

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11. Puebla comunión y participación de la Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1982(trae prólogo de Mons. Alfonso LÓPEZ TRUJILLO), ofrece un material bastantecompleto de la III Conferencia. Junto al Documento final publica los producidospor el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) durante el proceso prepara-torio de aquélla: el Documento de Consulta (1977) y el Documento de Trabajo (1978). PorDocumento de Puebla se entiende el definitivo, aprobado por la Conferencia en 1979.

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clima de convivencia, sino algo más: núcleo articuladorteórico-práctico de sus labores.

El Documento explica muy significativamente lalínea teológico-pastoral a partir de la definición del objetivo,“raíz y motor”, de la evangelización: la comunión, su res-tauración y profundización. La Presentación asume aquílo afirmado en los documentos preparatorios de la I I IConferencia:

(Definición de la línea)

«La línea teológico-pastoral está conformada en el Do-cumento de Trabajo 2 por dos polos complementarios: lacomunión y la participación (co-participación).

(Comunión: sentido y fin de la evangelización)

Mediante la evangelización plena, se trata de restaurar yprofundizar la comunión con Dios y, como elementotambién esencial, la comunión entre los hombres. Demodo que el hombre, al vivir la filiación en fraternidad,sea imagen viva de Dios dentro de la Iglesia y delmundo, en su calidad de sujeto activo de la historia.

(Dimensiones de la comunión)

Comunión con Dios, en la fe, en la oración, en la vida sa-cramental. Comunión con los hermanos en las distintasdimensiones de nuestra existencia. Comunión en la Igle-sia, entre los Episcopados y con el Santo. Padre. Comu-nión en las comunidades cristianas. Comunión de re-conciliación y de servicio. Comunión que es raíz y motorde evangelización. Comunión con nuestros pueblos.

12. En esta cita hay un lapsus; en vez de Documento de Trabajo debe leerse Docu-mento de Consulta según se evidencia por la referencia que va al final entre pa-réntesis.

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(Dios Comunión: fuente de participación; expresiones deésta)

Participación en la Iglesia, en todos sus niveles y tareas.Participación en la sociedad, en sus diferentes sectores;en las naciones de América Latina; en su necesario pro-ceso de integración, con actitud de constante diálogo.Dios es amor, familia, comunión; es fuente de participa-ción en todo su misterio trinitario y en la manifestaciónde su nueva relación con los hombres por la filiación yde estos entre sí, por la fraternidad (Documento de Trabajo,Presentación 3. 3).

El Documento de la III Conferencia explicita e im-plicita comunión y participación como núcleo articulador alo ancho y largo de su Documento. Una expresión patentede esto es la síntesis del mensaje cristiano, que, en torno adicho núcleo, ofrece en el Capítulo I de la Segunda Parte,al hablar del contenido de la evangelización (cf. Anexo 1).Allí comienza por identificar la raíz y fuente últimas, tri-nitarias, de toda comunión. Luego expone la dinámicaunificante del plan creador y salvador de Dios, medianteCristo y su Iglesia; la acción liberadora-unificante del Es-píritu; el sentido comunional de la la evangelización; laconcreción de la comunión en los varios ámbitos de laconvivencia social.

��2. ��EL TéRMINO LTP�ANTES O

INDEPENDIENTEMENTE DE PUEbLA

El término línea teológico-pastoral aparece antes dePuebla de modo aislado y en un sentido equivalente a co-rriente o perspectiva de pensamiento y acción. Es el caso,por ejemplo, de la tendencia en la teología argentina ca-racterizada por el acento en lo popular (cultura, pastoral,

religiosidad). A partir de finales de la década de los se-senta se desarrolló en dicho país la teología del pueblo.3 Elteólogo P. Lucio Gera es autor de primer plano en esta co-rriente, entendida por él como línea teológico-pastoral, lacual marcó precisa distancia de la comprensión de pueblopor parte de otras teologías (como la de manifiesta inspi-ración marxista) y habría de tener influjo significativo enla Conferencia de Puebla.4

Juan Javier Flores 5 al estudiar las líneas directricesde la teología litúrgica en el horizonte del Vaticano I Iofrece la identificación, entre otras, de las siguientes: his-tórico-filológica, Dom Guéranger; teológico-pastoral, DomBeauduin; estético-espiritual, Romano Guardini; teológico-sacramental, Dom Casel; metodológico-escolástica, Dom Va-gaggini. Como se ve, el término línea teológico-pastoralaparece aquí en un contexto restringido, el litúrgico, y enel sentido peculiar de tendencia o metodología.

Podría decirse que la utilización del término línea te-ológico-pastoral antes o independientemente de Puebla:

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3. Josep-Ignasi SARANYANA, Cien Años de Teología en América Latina 1899-2001,CELAM, Bogotá 2005, 135.

14. Cf. Juan Carlos SCANNONE, Los aportes de Lucio Gera a la teología en perspectivalatinoamericana, en Ricardo FERRARA-Carlos María GALLI, Presente y futuro dela teología en Argentina, Paulinas Buenos Aires, 1997. “Pueblo” se interpreta de modoprivilegiado en referencia histórico-cultural, no olvidando, sin embargo, dependen-cias e injusticias estructurales. Del mismo Gera es este testimonio, que hace memoriade su trabajo en dicho campo:�“Quienes hemos vivido la experiencia de ese período,alistados en la línea teológico-pastoral estudiada por SP (Sebastián Politi), pertene-cemos a una generación cuya edad se encuentra ahora en torno a los 60 o 70 años”.Esta cita está tomada de Una biografía teológica de Lucio Gera, en: V. R. AZCUY; C.M. GALLI; M. GONZÁLEZ (eds.), Escritos teológico-pastorales de Lucio Gera (tomo1). Agape Libros-Facultad Teológica U.C.A., Buenos Aires 2006, 42..

15. Introducción a la teología litúrgica, Centre de Pastoral Liturgic, 2003. Barcelona. Es-paña.

1) es muy esporádica,

2) busca propiamente identificar una determinada formade pensar teológico y de actuar pastoral, como también unacento o una metodología,

3) se encuentra junto a otras formulaciones parecidascomo “línea de reflexión teológica y pastoral”, “línea teoló-gica”, “línea pastoral”, “línea teológico-bíblico-pastoral”,

4) en todo caso no reviste el sentido articulador globalasignado por Puebla a dicha línea.

Un caso particular lo constituiría la formulación de lalínea teológico-pastoral de comunión y liberación hecha en pu-blicación mía en el inicio mismo de la década de los ‘’70 6,extractos de la cual se encuentran en el Anexo 8, el cual con-cluye así:

La Iglesia, sacramento de unidad, es, pues, por necesariaimplicación, sacramento de la liberación integral (…) La«liberación», como línea teológico-pastoral es válida y ac-tual: responde a los signos de los tiempos, pone de relieveel aspecto dialéctico de la salvación (superación constantede rupturas y alejamientos), así como la hora escatológicade su plena realización. Dicha línea, sin embargo, exigeser integrada y finalizada en otra, la «de comunión». Lacomunión es, en efecto, el polo y meta de toda acción sal-vífica liberadora; la liberación es un proceso que tendrásu culminación en la plenitud de la comunión escatoló-gica de la Ecclesia universalis.

Podemos reafirmar entonces que la categoría líneateológico-pastoral, tal como la asumió Puebla y la habría deasumir ulteriormente el Concilio Plenario de Venezuela,constituye un original pronunciamiento del Magisterio.

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16. La Iglesia sacramento de unificación universal, Ediciones Sígueme, Salamanca 1971.Reeditado por Ediciones Típode, Caracas 2008.

��3. ��LÍNEA TEOLÓGICO-PASTORAL EN EL

CONCILIO PLENARIO DE VENEZUELA

Los obispos venezolanos abordaron el tema de un nú-cleo articulador con ocasión del Concilio Plenario de Vene-zuela (2000-2006), que convocaron en la oportunidad del VCentenario de la Evangelización del país (agosto 1998). Adicho Concilio, el primero en los quinientos años de vidade la Iglesia en Venezuela, le determinaron como “sentidoy finalidad… trazar un conjunto de orientaciones y normasque ayuden a concretar la nueva evangelización que nuestraIglesia está emprendiendo y desea desarrollar”.7

Pues bien, ante tarea tan compleja y exigente esti-maron como cuestión fundamental –para contar con unnorte preciso– formular un núcleo articulador, que estruc-turase y diese unidad al conjunto teórico-práctico que sedebía encarar, de modo que lo que el Concilio enseñase ydispusiese habría de quedar, no como simple suma deverdades o escueto conglomerado de disposiciones pas-torales, sino como un todo orgánico doctrinal-práctico.

El Episcopado venezolano en su carta pastoral co-lectiva Con Cristo hacia la comunión y la solidaridad(10.1.2000), determinó la línea teológico-pastoral del Conci-lio próximo a comenzar.

Antes de hacer cualquier comentario leamos elcapítulo IV de esta carta pastoral: IV. Dios es Amor y nosllama a la Comunión.

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17. Guiados por el Espíritu Santo, la primera de las dos cartas pastorales de la CEVsobre el Concilio Plenario, contentiva del anuncio y la convocatoria del mismo (10de enero de 1998). La segunda es Con Cristo hacia la comunión y la solidaridad (10 deenero 2000). Se las encuentra ahora publicadas conjuntamente con los Documentosdel Concilio Plenario en las ediciones de la CEV.

(Importancia y definición de la línea)

18. Una de las cuestiones fundamentales planteadas apropósito del Concilio Plenario ha sido la de su líneateológico-pastoral. Por ésta se entiende la noción o catego-ría, interpretativa y valorativa, que constituye el principioo eje unificador de lo que teológicamente se afirma y pas-toralmente se propone.

(Sentido y finalidad)

19. En efecto, la doctrina cristiana, fundada en la Reve-lación Divina, recoge una serie de verdades que iluminannuestra inteligencia y demandan nuestra aceptacióncomo creyentes; pensemos en la Confesión de Fe conte-nida en el Credo de la Misa, o en el conjunto de enseñan-zas del Catecismo. Por otra parte, al cristiano se leplantean una serie de exigencias, las contenidas en losmandamientos de la Ley de Dios, en las normas de vidacristiana que nos ofrece el Nuevo Testamento (Ef 7, 17-32), en particular las más radicales del Sermón de laMontaña y en las directrices morales y pastorales de laIglesia. Todo esto puede y debe ser interpretado enforma de un conjunto armónico.

(Utilidad)

20. El tener presente y aplicar dicha línea, ayudará gran-demente en la preparación, realización y actuación delConcilio Plenario. Servirá, sobre todo, a interpretar, conmayor claridad y unidad, acontecimientos y enseñanzas,así como a poner en práctica, de modo coherente, la“nueva evangelización”.

(Aplicación)

21. “Ante un mundo roto y deseoso de unidad es necesa-rio proclamar, con gozo y fe firme, que Dios es comu-nión, Padre, Hijo y Espíritu Santo, unidad en ladistinción, el cual llama a todos los hombres a que partici-

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pen de la misma comunión trinitaria. Es necesario procla-mar que esta comunión es el proyecto magnífico de Dios(Padre); que Jesucristo, que se ha hecho hombre, es elpunto central de la misma comunión; y que el EspírituSanto trabaja constantemente para crear la comunión yrestaurarla cuando se hubiere roto. Es necesario procla-mar que la Iglesia es signo e instrumento de la comuniónquerida por Dios, iniciada en el tiempo y dirigida a su per-fección en la plenitud del Reino” (Ecclesia in America, 33).

(Antecedentes)

22. Este texto de la Exhortación Postsinodal, identifica lacategoría comunión como verdadera línea teológico-pas-toral, en consonancia con lo que otra Exhortación Postsi-nodal, Christifideles Laici (cf. N. 19), expuso en 1988 alhablar del Concilio Vaticano II y su eclesiología de co-munión. Es lo mismo que, clara y ampliamente, habíadesarrollado el documento final de la I I I ConferenciaGeneral del Episcopado Latinoamericano (cf. Puebla,1979, Presentación y Nos. 209-219); y lo que constituyecomo el común denominador de la Profesión de fe en elDocumento de la IV Conferencia (Santo Domingo,1992). Esta línea, por lo demás, está tomada de la Sa-grada Escritura misma (cf. Jn 17, 20-23 y 1 Jn 1, 1-3. 4, 8).

(Identificación de la LTP conciliar)

23. La Conferencia Episcopal en su XXIII Asamblea Ex-traordinaria (19-22 octubre 1999) asumió la comunióncomo línea teológico-pastoral del Concilio Plenario. Laaprobó, en la formulación ampliada, tal como aparece enel título de la presente Carta Pastoral: Con Cristo hacia lacomunión y la solidaridad. En éste, la mención de Cristo seexplica por el carácter cristológico del plan salvífico deDios, y por el acontecimiento bimilenario. La categoríasolidaridad subraya, como oportuna explicitación, lo quela comunión exige en la convivencia social, particular-mente ante la dramática situación en la que se debate

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nuestro pueblo. Sobre la relación entre comunión y solida-ridad, es elocuente la Encíclica Sollicitudo Rei Socialis (cf.Nº 40) y la Exhortación Ecclesia in America ofrece un am-plio desarrollo, que engarza la comunión eclesial y la so-lidaridad universal, partiendo de la conversión quegenera el encuentro con Cristo.

14. DEfINICIÓN DE LÍNEA O NúCLEO

ARTICULADOR

El Episcopado Venezolano asumió, pues, con vistaal Concilio Plenario y siguiendo a Puebla, una línea teoló-gico-pastoral. Pero, positivamente, dio un paso más, desuma importancia, al definir técnicamente lo que ha deentenderse por línea teológico-pastoral, en términos de “no-ción o categoría, interpretativa y valorativa…” como apa-rece en cita anterior. A la luz de esta definición técnica,veamos entonces qué es y qué no llega a ser, en estrictosentido, la LTP.

Lo�que�no�llega�a�ser

A continuación se pasa revista a una serie de notasque, si bien se aplican a la LTP (o núcleo articulador) yson exigidas por ésta, sin embargo, no la precisan adecua-damente, no la identifican de modo propio y específico.Podemos decir entonces que LTP es, pero no sólo:

–un tema omnipresente, prioritario;–una noción importante, recurrente, dominante;–un acento peculiar;–un punto privilegiado;–un aspecto clave;–un eje transversal;

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–una perspectiva;

–una referencia fundamental;

–un elemento básico doctrinal o práctico;

–un común denominador sectorial;

–un hilo conductor o línea conductora.

En este sentido no podrían declararse como línea onúcleo articulador teológico-pastoral, por ejemplo, la cul-tura, la “nueva evangelización”, la opción por los pobres;lo bíblico o eucarístico. Aún la Trinidad o Cristo mismos.Cuando, por ejemplo, Rosino Gibellini estudia las “teo-logías” del pasado siglo, entre las cuales las de la culturay la de la esperanza, estas categorías no constituyen nin-guna línea teológico-pastoral en sentido estricto, sino sólo“perspectivas” contextualizadas del Misterio y de la Re-velación, según advierte el mismo autor.8

Cosa semejante se diga respecto de lo referido másarriba sobre la acentuación de lo “popular” en la teologíaargentina. En este mismo sentido, el “discípulos misione-ros” de Aparecida, al igual que la trilogía nueva evangeliza-ción-promoción humana-cultura cristiana formulada comotema de la Conferencia de Santo Domingo, no podríanplantearse como LTP. Tampoco basta para constituirsecomo tal algo que puede centrar u organizar sólo un ámbitorestringido o subconjunto, ya doctrinal, ya práctico.

Podría decirse también que una LTP no se proponeen paralelismo, complementariedad o alternativa con otrau otras, a menos de que se trate de estricta sinonimia oequivalencia. Por principio una LTP se formula, hipoté-ticamente, con pretensión de exclusividad.

22

18. La teología del siglo XX, Editorial Sal Terrae, Santander, 1998/2, 14.

23

Lo�que�propia�y�necesariamente�es:

Si no basta conceptuar como línea o núcleo articuladorel ser simplemente tema dominante u otras cosas que aca-bamos de ver, ¿cuál es entonces el plus que la identificaesencialmente? ¿En qué consiste la LTP de modo especí-fico y qué función indispensable debe ejercer respecto delconjunto que pretende estructurar u organizar?

Estimo que la definición de línea teológico-pastoraldada por el Episcopado venezolano para el Concilio Ple-nario ofrece una respuesta adecuada, que, como se hadicho, enriquece significativamente la invención de Pue-bla. He aquí las precisiones que dicho Episcopado dasobre el algo más, que caracteriza la LTP:

a) es una “noción o concepto”: no consiste, portanto, en un discurso o una tendencia, un movi-miento o un nuevo tema teológico o pastoral. Es,en síntesis, una categoría;

b) “interpretativa y valorativa”: es reveladora desentido en el conjunto teórico-práctico. Así comocriterio que valida la coherencia de las afirmacio-nes doctrinales y justifica las inferencias en elcampo de la praxis;

c) “principio o eje unificador de lo que teológica-mente se afirma y pastoralmente se propone”: esuna noción que integra lo múltiple y diverso, sinsacrificar lo variado y distinto o aún lo contrario(pensemos en los binomios gracia-pecado, salva-ción-condenación, que se identifican como comu-nión/ anti o ex comunión).

d) articuladora englobante; no se refiere sólo a unámbito o sector determinado, sino a la totalidad.Abarca tanto el campo de “la doctrina cristiana,

fundada en la Revelación Divina”, subconjunto“de verdades que iluminan nuestra inteligencia ydemandan nuestra aceptación como creyentes”,como el de la acción, subconjunto de exigencias ynormas morales y pastorales. “Todo esto puede ydebe ser interpretado en forma de un conjunto ar-mónico”, dice el Episcopado al referirse a loscampos teórico y práctico que se trata de articular.Por tanto, no es tarea de poca monta la identifi-cación de una categoría que cumpla con requisi-tos tan comprehensivos.

��5. ��IDENTIfICACIÓN DE LA LÍNEA O NúCLEO

ARTICULADOR

Caracterizados ya lo que no es y aquello en qué con-siste la línea o núcleo articulador, precisemos ahora suidentidad.

Como hemos visto anteriormente, el Episcopadovenezolano al considerar la complejidad de la realidadcristiana dice que “Todo esto”, es decir lo doctrinal y lopráctico, no sólo “puede” sino que “debe” interpretarsecomo un “conjunto armónico”.

La identificación de una línea o núcleo articulador teo-lógico-pastoral para dicho Episcopado no es, por tanto, cues-tión sólo de posibilidad. Se lo plantea como algo real, más aún,como “imperativo” de interpretación y, consiguientemente,como necesario de formular, comunicar y aplicar, ya que setrata de una línea para actuar la “nueva evangelización”. Lafinalidad no es propiamente académica, sino pastoral.

Ahora bien, más que demostrar la identidad de dichalínea, Puebla y el Episcopado venezolano muestran su vali-dez. Éste, por ejemplo, cita Ecclesia in America (Nº 33),

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donde Juan Pablo II plantea la necesidad de proclamar, enla concreta realidad dramática mundana, que Dios es co-munión, que su designio salvífico es comunional, y en estesentido se interpretan la actuación de Cristo y del Espíritu,así como la función de la Iglesia. Es lo que había hecho elDocumento de Puebla en su Presentación, cuando luego deafirmar su línea teológico-pastoral, la patentizaba mos-trando la comunionalidad de Dios y de su plan.

Según dicho Episcopado la LTP que formula “estátomada de la Sagrada Escritura misma” (CCCS 22). Aquícita Jn 17, 20-23, texto en el cual se destaca la plegaria porla unidad “para que todos sean uno. Como tú, Padre, enmí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros”;luego 1 Jn 1, 1-3. 4, 8, cuyo texto es el siguiente:

(…) lo que hemos visto y oído os lo anunciamos, para quetambién vosotros estéis en comunión (koinonían) con no-sotros. Y nosotros estamos en comunión (koinonía) con elPadre y con su Hijo, Jesucristo (…) Quien no ama no haconocido a Dios, porque Dios es amor (agápe)”.

La noción de comunión se asume, pues, del ámbito bí-blico, donde tiene su hondo y definitivo enraizamiento; laintroducción de la Primera Carta de Juan subraya la koinoníatanto humano-divina como interhumana. Comunión no setoma propiamente entonces de otro campo (filosofía, cien-cias sociales, por ejemplo) como es el caso de las nocionesparticipación y solidaridad –acompañantes de comunión enPuebla y el Concilio Plenario, respectivamente–; no se pre-senta como noción advenediza o artificiosa, ni de prove-niencia simplemente empírico-racional; se la interpreta dehonda raigambre escriturística, anclada firmemente en laenseñanza y praxis de la Iglesia y cuya explicitación comoLTP –una inventio, más en el sentido de descubrimiento que

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de producción primera– resulta ciertamente útil, pero, mástodavía, conveniente y necesaria, particularmente en cir-cunstancias como las actuales.

Puebla y el Episcopado venezolano asumieron la LTPde comunión, la desarrollaron y aplicaron; no dejándola,por cierto, sola, ya que la hicieron acompañar, como ya seha señalado, de otra categoría: participación o solidaridad. Seformaron así, respectivamente, dos binomios característicos:comunión y participación/comunión y solidaridad. La Pre-sentación de Puebla no entró en mayores argumentacionespara justificar la categoría acompañante, participación. LaCEV, en cambio, sí, al decir que la solidaridad es una exigen-cia de la comunión “en la convivencia social, particular-mente ante la dramática situación en la que se debatenuestro pueblo” (CCCS 23, desarrollo amplio en el Nº 26).

El Episcopado venezolano, con todo, al presentar lalínea no se quedó en el binomio; lo hizo con la formulaciónamplia, que pasó a ser el título de su carta pastoral ConCristo hacia la comunión y la solidaridad, como se explicó an-teriormente (cf. CCCS 23). Resulta así una triple propo-sición de la línea: a) nuclear: comunión; b) complemen-taria: comunión y solidaridad; c) ampliada: Cristo-comunión-solidaridad.9 Para evitar confusiones es preciso subrayar,sin embargo, que según explicita el Episcopado y en se-cuencia lógica con su definición técnica de LTP , ésta es,en sentido propio y estricto: comunión.

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9. (Cf. Documentos conciliares. Introducción general, Ediciones Trípode, Caracas 2007,17-18).

��6. ��ANTECEDENTES DE LA línEa SEGúN LA

CEV

Ya vimos que para la CEV (cf. CCCS 22) la LTP seenraíza en la Sagrada Escritura; y como antecedentes ma-gisteriales señala –cosa que no hizo la III Conferencia– lossiguientes: Puebla, que constituye la referencia primaria; laProfesión de fe de Santo Domingo (cf. Anexo 3); Ecclesia inAmerica 31, en consonancia con Christifideles Laici (Chl 19);10

estimo que le faltó añadir el Sínodo Extraordinario de 1985,cuya Relación Final (cf. Anexo 2) desarrolló la “eclesiologíade comunión” como “idea central y fundamental” en la do-cumentación del Vaticano II y tema de notable incidenciaen los documentos posteriores del Magisterio.

También como antecedentes el Episcopado hubierapodido mencionar otros dos documentos, venezolanos,herederos explícitos de Puebla; el uno de nivel nacionaly el otro de nivel diocesano. El primero es la línea asumidapor la CEV para la Misión Permanente-Plan de Pastoral deConjunto: 1986-1992 11; dicha misión fue lanzada a raíz dela primera visita apostólica de Juan Pablo II a Venezuela.En dicho Plan leemos lo siguiente:

84.�Línea�Teológico-Pastoral:�COMUNION�YPARTICIPACIÓN

La Misión Permanente como actividad evangelizadoraha de orientarse en una dirección de comunión y partici-pación, la cual deberá ser como su hilo conductor. Esteproyecto pastoral se orientará a restaurar y profundizarla comunión con Dios, y, como elemento también esen-

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10. La exhortación Ecclesia in America de Juan Pablo II (22 de enero 1999) tuvo unmuy sensible influjo en el Concilio Plenario, facilitado en gran medida por la in-mediatez cronológica.

11. Iglesia Venezuela (14) 1986, 14-50.

cial, la comunión entre los hombres. Procurará promoverentre los fieles la comunión con la vida divina “de dondeprocede todo amor y comunión para grandeza y digni-dad de la existencia humana” (DP 212). Quiere hacermás viva entre los venezolanos la participación porCristo, con Él y en Él en el misterio de Dios, y así llevar-los a ser su Cuerpo Místico, su Pueblo unido por el amorque su Espíritu nos da (cf. DP 213-214).

Quiere también promover la comunión entre los hom-bres como don y tarea que abarca todas las dimensiones,desde la íntima personal hasta la sociopolítica y cultural.Este proyecto fomentará la participación en la Iglesia yen la sociedad como vocación y responsabilidad de“transformar nuestro trabajo y nuestra historia en gestolitúrgico…, protagonista, con Dios, de la construcciónde la convivencia humana” (Ibid). Comunión y parti-cipación cuya culminación se tendrá en la “Iglesia uni-versal”, cuando el Reino de Dios llegue a su perfección(cf. LG 2).12

El antecedente diocesano es lo que desde la Diócesisde Coro (Venezuela) –la primera que se constituyó y per-maneció en América del Sur– se propuso a la CEV conrespecto a la referida Misión. Aquella Iglesia particular,por cierto, venía trabajando desde hacía algún tiempo conla línea teológico-pastoral de comunión, tanto desde el puntode vista teórico como en la planificación pastoral. La pro-posición fue la siguiente:

Desde nuestra Diócesis elevamos a la Conferencia Epis-copal Venezolana y a los organismos coordinadores dela Misión Permanente una muy sentida proposición, a

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12 Ibid., 33.

saber, que se explicite en esta misión la línea teológico-pastoral de COMUNIÓN y que el esfuerzo de evange-lización que se llevará a cabo en estos años tenga eseprincipio integrador y direccional. Esto, sin duda alguna,reportará indudables beneficios pastorales y permitiráuna pastoral de conjunto más lúcida y coherente. Lo quese diga doctrinalmente y lo que se haga pastoralmentepodrá ofrecer una explicación, un sentido precisos.13

��7. ��SANTO DOMINGO Y APARECIDA

¿Qué sucedió con el valioso legado de Puebla en lassiguientes Conferencias Generales de Santo Domingo(1992) y Aparecida (2007)?

La�recepción�de�Puebla

Antes de abordar explícitamente el tema, diré algocon respecto a la recepción inmediata de Puebla. Lamen-tablemente lo que la III Conferencia hizo al declarar sulínea teológico-pastoral y al aplicarla en su Documentono tuvo una inmediata y correspondiente acogida. Es sig-nificativo al respecto lo expresado por el Equipo de Re-flexión del CELAM y lo contenido en algunos libros decomentarios al Documento.

En efecto, en Reflexiones sobre Puebla 14, fruto de unareunión de dicho Equipo de Reflexión (20-25 julio 1979),la asunción de comunión y participación como la líneateológico-pastoral de la I I I Conferencia se diluye y re-sulta bastante relativizada dentro del conjunto interpre-tativo. Se dice, en efecto: “Más que de un hilo conductordel Documento, habría que hablar de varios hilos conduc-

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13. Iglesia Coro, 2o. Semestre 1985, pág. 51.14. Consejo Episcopal Latinoamericano, Bogotá 1979.

tores que se entretejen entre sí, pues tienen significacionesdistintas, pero se convocan mutuamente”.15 La termino-logía que se utiliza es muy fluida e imprecisa pues sehabla, entre otras cosas, de la opción preferencial por lospobres como “núcleo fundamental” y “ángulo desdedonde se comprende la totalidad del Documento”.16 Nose asume claramente, en su propiedad y especificidad, lalínea teológico-pastoral de la III Conferencia.

Mons. Luis E. Henríquez, Obispo venezolano muyactivo participante en la Conferencia, ni siquiera hacemención de la LTP en su amplio comentario al Docu-mento de Puebla.17 La importancia de la invención de Pue-bla tampoco se refleja en Mons. Alfonso López Trujillo,protagonista destacado.18

En comentario personal19 sí destaqué la importanciade la línea, sugiriendo también unir liberación a participa-ción, como noción complementaria, para una compren-sión histórica adecuada de la comunión.

En la recepción de Puebla, pues, se nota en generalun gran vacío con respecto a la apreciación de su LTP. Sepodría decir que fue un legado prácticamente no recibidoni, mucho menos, valorado, desarrollado y aplicado. Estoinfluyó decisivamente en que no se retomase esa línea enlas ulteriores Conferencias Generales ni pasase a jugar unpapel importante en la reflexión y en la praxis de la Iglesia

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15. Ibid., 45.

16. Ibid., 38.

17. Puebla: la evangelización en el presente y en el futuro de América Latina Ediciones Trí-pode, Caracas 1979.

18. De Medellín a Puebla, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1980. Germán DOIGKLINGE sí habla de la línea como “verdadera clave de lectura” e “idea-pro-grama” operativa de la línea de la III Conferencia en De Río a Santo Domingo,Consejo Episcopal Latinoamericano, Bogotá 2006, 57-58.

19. Puebla, Iglesia liberadora, Vadell Hermanos, Caracas 1979.

en el Continente, con las inevitables consecuencias pasto-rales que se pueden suponer.

Santo�Domingo

Su lema-tema “Nueva Evangelización, PromociónHumana, Cultura Cristiana. Jesucristo Ayer, Hoy y Siempre(Hb 13, 8)”, encierra una pluralidad temática, que tuvo en“Nueva Evangelización” el elemento englobante o idea cen-tral de la Conferencia (SD 22). Santo Domingo, sin em-bargo, no asumió la línea teológico-pastoral de comunión yparticipación ni formalizó otra, si bien hubo alguna pro-puesta muy explícita en el período de preparación.20

La Presentación del Documento de Consulta habíaseñalado varias de las características de éste relacionadascon nuestro tema:21

– El marco doctrinal es la Nueva Evangelización yel Nuevo Humanismo frente a la crisis cultural enel magisterio del Papa Juan Pablo II y (…).

– El hilo conductor es la Evangelización de laCultura y, más ampliamente la inculturación delEvangelio.

Cabe mencionar también que el Documento finaldestina la Tercera (última) Parte a las “Líneas PastoralesPrioritarias” y trata de retos de gran relieve para el trabajoevangelizador, junto a desafíos de la evangelización y ta-reas de inculturación del Evangelio.

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20. Ovidio PÉREZ MORALES, Camino a Santo Domingo, V Centenario, Separata Bo-letín CELAM Nº 237, Noviembre-Diciembre 1990.

21. CELAM, Santo Domingo, 1992, 4-5

El Episcopado Venezolano (cf. CCCS 22) dice be-névolamente que comunión constituye el común denomi-nador de la Profesión de fe de la IV Conferencia, aunqueno afirma que Santo Domingo la haya formulado expre-samente como LTP . Se ha dicho más bien que “El acentoprincipal e hilo conductor de toda la reflexión de Santo Do-mingo, siguiendo el pedido del Santo Padre, es la personay el mensaje del Señor Jesús”, de tal manera que la clave, “elhilo conductor de toda la reflexión en Santo Domingo”,son cristológicos.22

¿Habría contribuido a un influjo más efectivo deSanto Domingo en la pastoral del Continente el que la IVConferencia hubiese asumido la LTP de Puebla? Es unapregunta que es dable formular. Y que personalmente nodudaría en responder de modo afirmativo.

Aparecida�

Lema-tema de la V Conferencia General fue: “Dis-cípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pue-blos en Él tengan vida. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida(Jn 14, 6)”.

Aparecida, al igual que Santo Domingo, no definióuna línea teológico-pastoral ni, a fortiori, asumió la de Pue-bla. En cambio, el Resumen del Documento Final (RDF),ofrecido oficialmente al término de los trabajos dice que elesquema tripartito del Documento, estructurado según lametodología del ver–juzgar–actuar, «está hilvanado por unhilo conductor en torno a la vida, en especial la vida enCristo» (Ibid. 3). Vida sería, pues, sólo hilo conductor de laV Conferencia.

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22. DOIG KLINGE, Ibid. 70.

1. En el Discurso Inaugural, Benedicto XVI al expli-car el lema-tema había desarrollado ya la doble cualidadde discipulado y misionariedad, que como vocación e impe-rativo se plantea a los cristianos en virtud del bautismo.Ahora bien, en relación con ese binomio puede aplicarselo dicho más arriba: tema recurrente, acento peculiar yotros son características de una línea o núcleo articuladorteológico-pastoral, pero no la definen en lo que le es pro-pio y específico.

2. Con la noción de vida sucede algo diferente. De en-trada recordemos que se la entiende en el referido Resumencomo “hilo conductor” del Documento. Podríamos decirque en este contexto, vida se muestra, en cierta medida, equi-valente a comunión (cf. Anexo 6 la sección 5. 1, “Llamados avivir en comunión). No cabe duda de que la vida de la quetrata la V Conferencia es, fundamentalmente, vida en-de- co-munión. Son expresivas al respecto las siguientes citas:

– Ante una vida sin sentido, Jesús nos revela la vidaíntima de Dios en su misterio más elevado, la co-munión trinitaria (DA 109).

– El misterio de la Trinidad es la fuente, el modeloy la meta del misterio de la Iglesia” (DA 155 ).

– (…) “la evangelización es un llamado a la participa-ción en la comunión trinitaria (DP 218)” (DA 157).

– La vida nueva en Cristo es participación en la vidadel amor de Dios Uno y Trino (DA 357).

– Descubrimos, así, una ley profunda de la realidad:la vida sólo se desarrolla plenamente en la comu-nión fraterna y justa (…) no podemos concebir unaoferta de vida en Cristo sin un dinamismo de libe-ración integral, de humanización, de reconciliacióny de inserción social (DA 359).

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La noción vida, sin embargo, no llena los requisitosde una genuina línea teológico pastoral, según la preci-sión dada por el Episcopado venezolano (cf. CCCS 18:categoría interpretativa y valorativa, principio o eje unifi-cador global de lo doctrinal y práctico); no ofrece, en con-secuencia, un “telos” (meta) radical y específico a la praxisevangelizadora ¿Se dan alternativas a comunión comoauténtico núcleo articulador teológico-pastoral?

En todo caso estimo que de haber asumido Apare-cida la línea de Puebla, ligándola estrechamente a lanoción de vida para enriquecerse en iluminación desdeésta, hubiese ganado grandemente en unidad, articula-ción, armonía y, consiguientemente, en mejor compren-sión y más orgánica aplicación. Aparte de que habríaestablecido así una conveniente, perceptible y provechosacontinuidad inter-Conferencias. Traditio e innovatio inte-gran, sin duda alguna, un binomio dinámico positivo.

Es de lamentar, por tanto, que el legado de Puebla enlo concerniente a LTP no haya sido aprovechado de modoconsecuente y enriquecedor por las ulteriores Conferenciasde Santo Domingo y Aparecida, así como tampoco por otrosencuentros, iniciativas, trabajos teológicos y pastorales en elContinente. Una excepción, en este sentido, parece consti-tuirla Venezuela, principalmente con su Concilio Plenario.

8. ��DE SUbCONjUNTOS A UN CONjUNTO

ORGáNICO

Teológico-pastoral es un término compuesto, que res-ponde aquí a la integración de dos subconjuntos: el teoló-gico, correspondiente a lo doctrinal, y el pastoral, relativoa lo práctico. Este último comprende lo “pastoral” en susentido propio y estricto (praxis de edificación de la Igle-

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sia), junto a lo social, lo moral y lo espiritual. Cada unode estos subconjuntos tiene su línea o núcleo articulador.

En el ámbito de lo doctrinal (proposiciones de fe yteológicas en general) el núcleo articulador es comunión(koinonía). A este respecto resulta iluminador traer aquíun texto del Concilio Plenario:

La Iglesia es comunión y hunde sus raíces en el misteriode la comunión trinitaria: Dios Padre, su Hijo Jesucristoy el Espíritu Santo. Nuestro Dios no es triste soledad,sino bienaventurada comunión: “el supremo modelo yprincipio de este misterio (la unidad de la Iglesia) es launidad de un solo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo enla Trinidad de personas” (UR 2). Aquí encontramos laverdadera raíz y explicación de la autocomprensión dela Iglesia como comunión (CVI 33).

La Iglesia, en Cristo, sacramentaliza el plan unifi-cante de Dios sobre la humanidad (cf. LG 1). Esto ponede manifiesto el sentido comunional de la evangelizacióny la dirección última de la historia.

La línea del subconjunto práctico es amor (agápe), pre-cepto sintetizador y unificante de todo lo que se planteacomo deber ser en el ámbito operativo cristiano.23 Jesús su-braya este precepto fundamental al decir “El primero (detodos los mandamientos) es: Escucha Israel: el Señor nuestroDios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios, con toda tumente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu pró-jimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayorque éstos” (Mc 12, 29-31). San Pablo patentiza el carácterenglobante del amor: “Pues el que ama al prójimo, ha cum-plido la ley (…). La caridad es, por tanto, la ley en su pleni-

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23. Benedicto XVI en la encíclica Deus Caritas Est trae muy interesantes considera-ciones acerca de la diferencia y unidad respecto de eros y agapé (DCE 3-8).

tud” (Rm 13, 8-10). En el Sermón de la Cena, Jesús habíarecalcado su mandamiento máximo, “nuevo”. La PrimeraCarta de Juan pone de relieve el amor fraterno como sa-cramentalización del amor a Dios: “Si alguno dice: Amoa Dios y aborrece a su hermano, es un mentiroso; puesquien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar aDios a quien no ve. Y hemos recibido de él este manda-miento: quien ama a Dios, ame también a su hermano”(1 Jn 4, 20-21). Agápe expresa, pues, la substancia, el eje re-ferencial y el sentido de la Pastoral, de la Moral y la Espiri-tualidad (cf. EG 161).

Ahora bien, amor y comunión son en sana antropologíay coherencia evangélica nociones equivalentes e intercam-biables; la Revelación nos manifiesta a Dios como comunióny nos lo define como amor. Ambas son expresión de íntimaunión interpersonal; son coincidentes, si bien con sus maticeso acentos peculiares; en efecto, podría decirse que amor su-braya el aspecto volitivo, dinámico, operativo, constituyente,y comunión el entitativo y constitutivo final. El siguiente textode Juan ilumina la fluidez de estas distinciones: “Y Nosotroshemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creídoen él. Dios es amor y quien permanece en el amor perma-nece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4, 16).24

La equivalencia de las dos nociones articuladoras delos dos subconjuntos, hace que éstos puedan y deban in-tegrarse, por tanto, en un solo conjunto teórico-práctico,estructurado por la línea o núcleo teológico-pastoral decomunión. Los gráficos siguientes pueden ayudar a unamejor comprensión de esta unidad:

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24. Según el Papa Ratzinger estas palabras de Juan “expresan con claridad meridianael corazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguienteimagen del hombre de su camino. Además (…) una formulación sintética de laexistencia cristiana”; agrega que afirmando la fe en el amor de Dios “puede ex-presar el cristiano la opción fundamental de su vida” (DCE 1).

Línea Teológica:Comunión (Koinonía)

Proposiciones Doctrinales

LÍNEA TEOLÓGICA- PASTORAL

Normas Ético- Pastorales

Línea Teológica - Pastoral: Comunión

Línea Pastoral: Amor (Agápe)

Comunión = Amor

Teniendo presente lo anterior confieso con sencillez–y abierto a cualquier observación– mi extrañeza ante elhecho de que el tema de la línea o núcleo teológico-pastoral,en el sentido dado por Puebla, no haya recibido antes deésta un tratamiento explícito en la reflexión teológica, enla práctica pastoral, en la enseñanza del Magisterio. Y nodudo en manifestar que acoger positivamente la invenciónde Puebla con las precisiones aportadas por el Episco-pado Venezolano, llenará un gran vacío y acarreará gran-des beneficios a la interpretación del mensaje cristiano, asícomo a la eficacia de la nueva evangelización.

��9. ��CATEGORÍAS�ACOMPAÑANTES

Como ya vimos, Puebla agregó participación a la no-ción de comunión y el Concilio Plenario, solidaridad. Ahorabien, ésta y participación son conceptos acompañantes,que denotan manifestaciones, requisitos y reclamos de lacomunión, la cual constituye lo nuclear, básico, esencial dela LTP. Por eso se habla escuetamente de línea o núcleoteológico-pastoral de comunión.

Participación y solidaridad –otras categorías pu-dieran emplearse también, si llenasen los requisitos delcaso– son nociones complementarias no mutuamenteexcluyentes y es así cómo, más de una vez, el ConcilioPlenario utiliza también el binomio comunión y partici-pación (cf. CVI 93). Un texto conciliar nos ilumina al res-pecto:

La Iglesia-comunión muestra cómo, de su propia natu-raleza, brotan necesariamente la participación, la solida-ridad y la corresponsabilidad, que son traducciónoperativa de su propio ser comunional y derivación ne-cesaria de su raíz trinitaria (CVI 54).

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La selección de la noción acompañante responde anecesidades, sensibilidades o conveniencias circunstan-ciales y, por ende, variables.

En este orden de ideas, si Medellín, en 1968, hubieseadoptado comunión como núcleo articulador, ciertamente lanoción acompañante hubiese sido la de liberación.25

Para la II Conferencia General, ésta fue su categoríaemblemática, su perspectiva y tema omnipresente. Bastecomo ejemplo la siguiente afirmación de sus Conclusiones:

En la Historia de la Salvación la obra divina es una ac-ción de liberación integral y de promoción del hombreen toda su dimensión, que tiene como único móvil elamor (1 Justicia 4).

La historia humana es un devenir en el que el pe-cado-ruptura está presente desde los orígenes, de modoque la comunión no se da sin liberación de rupturas, ser-vidumbres. La existencia libre es don de Dios y conquistahumana. A su vez, la comunión es fundamento, finalidad,estímulo y fuerza de liberación. Un texto bíblico muy ex-presivo de la conjunción amor-liberación es la carta a losGálatas 5, en que libertad trasciende el simple desligarsede la Ley mosaica y tiene como su sentido (télos) el servi-cio por amor, la comunión. Es la vida según el Espíritu,que, donde está, “allí está la libertad” (Rm 3, 17).

El íntimo nexo comunión-liberación lo podemospercibir también en el caso de Puebla. Si ésta, en la Pre-sentación de su Documento final hubiese prolongado lacita que hace del Documento de trabajo (ver arriba en el Ca-pítulo 1) al proponer la línea teológico-pastoral, encontra-ríamos lo siguiente:

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25. Cf. Anexo 9, 4.3 c., Liberación para la comunión.

Su (de Dios) plan creador y salvador lleva tal signo ydirección (el de comunión). Por eso, el precepto máximoes el amor, al que contradice el pecado, que es egoísmo,opresión, idolatría. La unidad de los hombres entre sí ycon Dios en una historia en la que el pecado está pre-sente, se plantea como comunión que no puede darse sinuna liberación integral y continua. Liberación de egoís-mos individuales y colectivos. Liberación de idolatrías yopresiones. Liberación de ignorancia y explotación. Li-beración en Cristo, el verdadero y único liberador: Paraser libres nos ha liberado Cristo (Ga 5, 1). Su verdad nos harálibres (cf. Jn 8, 32).

Con respecto a la noción de solidaridad –prove-niente de las ciencias sociales– como acompañante de co-munión en el Concilio Plenario, el Episcopado venezolanoes bastante claro en un pasaje de la segunda carta pastoralconciliar, que teje, por cierto, citas de Ecclesia in America:

“La conciencia de la comunión con Jesucristo y con los her-manos, que es, a su vez, fruto de la conversión, lleva aservir al prójimo en todas sus necesidades, tanto materialescomo espirituales”; por ello, la solidaridad es fruto de lacomunión y se expresa “en el amor del cristiano que buscael bien de los otros, especialmente de los más necesitados”.Desde este ángulo se debe promover una cultura de lasolidaridad (EA 52). Como elementos básicos de la res-puesta concreta que la Iglesia ha de dar en el campo de lasolidaridad, se subrayan el “amor preferencial por los po-bres y marginados”, la afirmación de “la centralidad de lapersona”, cuya dignidad es el fundamento de todos losderechos humanos (Nos. 57-58). En orden a esa respuesta,el católico cuenta con la Doctrina Social de la Iglesia (Nº54). Una función muy especial para una cultura de la viday de la solidaridad toca a los laicos, los cuales, además dela corresponsabilidad de tareas que les compete al interiorde la comunidad eclesial, tienen como ámbito “más propio

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de su condición laical, el… de las realidades temporales,que están llamados a ordenarlas según la voluntad deDios”; es la evangelización de la vida familiar, social, labo-ral, cultural y política (Nº 44) (CCCS 26).

¿Qué categoría acompañante podría haber escogidoAparecida? ¿Acaso también una nueva como reconciliación?

10. ��IMPORTANCIA Y UTILIDAD DEL NúCLEO

ARTICULADOR

Importancia y utilidad deben considerarse aquí comocualidades muy estrechamente relacionadas. El Episco-pado venezolano afirmó: el “tener presente y aplicar” lalínea teológico pastoral “ayudará grandemente en la pre-paración, realización y actuación del Concilio Plenario.Servirá, sobre todo, a interpretar, con mayor claridad y uni-dad, acontecimientos y enseñanzas, así como a poner enpráctica, de modo coherente, la nueva evangelización”(CCCS 20). Esta nueva evangelización había sido definidapreviamente como “sentido y finalidad” de dicho Concilio(GES 14).

La importancia-utilidad del núcleo articulador for-mulado por la CEV va, como es comprensible, más alládel Concilio Plenario y de la nueva evangelización enVenezuela. Por el conjunto de razones expuestas, se en-tiende que la validez de la LTP supera límites históricosy geográficos. Lo mismo se puede decir en lo concernientea Puebla y su LTP.

La afirmación de un potencial alcance (asunción yaplicación) universal de dicha línea es, sin duda, ambi-ciosa, y calificable aún de pretensiosa. En todo caso se lapropone como un servicio, y abierta a toda crítica. Conbase en las razones expuestas por Puebla y el Episcopado

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venezolano, podría decirse que comunión no es “un” nú-cleo articulador entre otros, sino “el” núcleo articulador delmensaje y de la praxis cristianos.

La invención de Puebla puede estimarse –y valga re-petirlo– de importancia trascendental y de inmensas con-secuencias positivas para la Teología y la Pastoral, por losbienes que comporta en el orden del pensamiento y de laacción. Pensemos, a título de ejemplo, en los frutos queacarrearía en el campo de la evangelización, ahora nuevaevangelización. En efecto, si se ponen sobre la mesa y secompa- ran los actuales planes, programas, propuestas yactividades pastorales de los diversos niveles eclesiales,no es difícil advertir una notable dispersión en cuanto aobjetivos y organicidad de propuestas; se percibe la au-sencia de un norte preciso, un claro y compartido objetivogeneral aglutinante, que refleje de modo dinámico cohe-rente la misión comunional de la Iglesia en el mundo, talcomo la definió el Vaticano I I en el frontispicio de laLumen Gentium (LG 1) y la reafirmó al establecer la eccle-sia universalis como la culminación del designio divinosobre la historia humana (LG 2). En la comunión se tienela flecha direccional del quehacer de la Iglesia, del des-arrollo del Reino o Reinado de Dios.

El núcleo articulador, comunión, se convierte enton-ces en la respuesta común, estructurante e integradora, amúltiples preguntas fundamentales, que se plantean apropósito del conjunto doctrinal-práctico cristiano. Se su-pera así una proliferación de respuestas, que dificultan uobstruyen una visión orgánica del conjunto.

Pensemos en algunas de las preguntas: ¿Qué esDios? ¿Qué sentido y finalidad tiene su plan creativo-sal-vador ? ¿En qué consiste el Reino de Dios (o de los Cie-los)? ¿A qué se refiere la sacramentalidad de Cristo y de

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su Iglesia? ¿De qué es la evangelización anuncio, celebra-ción y práctica? ¿Por qué el amor es el mandamiento prin-cipal? ¿Cuál es la razón de la insistencia en la formaciónde comunidades eclesiales? ¿Por qué es obligante la pas-toral de conjunto? ¿En qué se funda el imperativo del diá-logo ecuménico e interreligioso? ¿Por qué el contribuir ala construcción de la paz y la reconciliación en el mundoforma parte de la misión de la Iglesia? ¿Cuál es el sentidoúltimo de la historia humana en perspectiva cristiana?¿Qué son, en definitiva, salvación, conversión, santidad ygracia? ¿En qué consisten la maldad del pecado y el dañode una perdición definitiva? ¿Cómo se define la plenituddel Reino de Dios?

No es raro percibir en gente que ha seguido cursosde formación teológica y de habilitación pastoral, tambiénen institutos superiores, la ausencia de una visión sinté-tica, articulada, de lo aprendido, que permita luego unaexposición simple del mensaje, contando con un eje orga-nizador, un hilo conductor. No pocas veces se da la im-presión de tener en la cabeza un almacén de conoci-mientos, pero no un logos bien centrado.

Por otra parte, el tener claro en el terreno práctico ladinámica de la comunión, de firme fundamento teológicoy antropológico, posibilitará una real y perceptible articu-lación de las diversas formas y expresiones del quehacerevangelizador. La riqueza de manifestaciones e iniciativasno se quedará entonces en simple agregado o multitud,sino que se podrá configurar y robustecer como armoníapolicromática y polifónica correspondiente a la riquezaorgánica de la Iglesia-Cuerpo de Crísto.

Es de advertir que el reconocimiento y una correctaaplicación del núcleo articulador teológico-pastoral no llevande por sí, en modo alguno, a ningún monolitismo en el

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plano teórico, en desmedro de la riqueza doctrinal y de lalegítima pluralidad de perspectivas y acentos; tampoco auna homogeneización de proyectos y acciones, que sacri-fique la necesaria inculturación y la indispensable adap-tación a la realidad concreta. Unidad no es uniformidad;armonía entraña diversidad.

Resulta oportuno traer aquí a colación la advertenciadel Papa Francisco para superar la desarticulación en latarea evangelizadora:

Una pastoral en clave misionera no se obsesiona por latransmisión desarticulada de una multitud de doctrinasque se intenta imponer a fuerza de insistencia. Cuando seasume un objetivo pastoral y un estilo misionero, que real-mente llegue a todos sin excepciones ni exclusiones, elanuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lomás grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo másnecesario. La propuesta se simplifica, sin perder por elloprofundidad y verdad, y así se vuelve más contundente yradiante (EG 35).

Gran beneficio del núcleo articulador es que favorece larazonable continuidad de la acción evangelizadora, tantasveces obstruida o dificultada por una yuxtaposición sucesivade planes pastorales elaborados desde distintos ángulos sinla debida interconexión. El ceñirse a la LTP de comuniónno sacrifica en modo alguno lo que de innovación, creativi-dad, debe haber en la pastoral; antes bien, estimulando lacoherencia y la corresponsabilidad, puede evitar que aqué-llas se queden a medio camino en su realización, cuando noen puros intentos o en simples buenos deseos.

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11. ��DE LA ECLESIOLOGÍA A LA TEOLOGÍA

DE COMUNIÓN

Ante todo cabe observar, en primer lugar, que cual-quier consideración teológica sobre la “comunión” presu-pone (fenomenológicamente o de modo “ascendente”) laexperiencia de la intersubjetividad en el sentido de aper-tura-donación, acogida del “otro”, de los “otros” , semejan-tes o fraternos, en términos de justicia, solidaridad y amor,como dinámica existencial y ejercicio de humanidad. En se-gundo lugar, que la revelación de Dios Unitrino, tematizaeficazmente (de modo “descendente”) de un lado la consis-tencia ontológica, real, de todo lo creado –y por ello asequi-ble a la razón– particularmente la persona en cuanto sujetoconsciente y libre; y del otro, la línea comunional del per-feccionamiento de ésta. Designio primero y último, salva-dor trascendente, de Dios para su Reino, es la plenitudhumana en una fraternidad unida íntimamente a Él.

La definición sacramental de la Iglesia con que seabre y se resume la Lumen Gentium impulsó la Eclesiolo-gía de comunión, como bien lo subrayó la Relación delSínodo del ’85. Sintéticamente se lo ha expresado así:

En la búsqueda de una definición de la Iglesia ha adqui-rido en los últimos años una importancia singular eltérmino “comunión”. La idea mana del nuevo testa-mento, no es ajena al antiguo, permaneció en la tradiciónpatrística y escolástica, pero ha adquirido una especialfortuna en la reelaboración eclesiológica reciente. Desdeel Vaticano II es corriente hablar de la estructura comu-nional-colegial de la Iglesia”.26

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26. Román SÁNCHEZ CHAMOSO, iglesia-comunión e iglesia ministerial, Instituto Uni-versitario Seminario Interdiocesano Santa Rosa de Lima, Caracas 1997, 78-79.

Ahora bien, de la Eclesiología de comunión, talcomo la propuso claramente Lumen Gentium, a la Teolo-gía de comunión, el paso era fácil y connatural. En estemarco, junto a lo más doctrinal se ha generado la TeologíaPastoral de comunión (reflexión teológica acerca de lapraxis de construcción de la Iglesia en perspectiva comu-nional); de manera semejante, se ha desarrollado unaMoral y una Espiritualidad de comunión, como operati-vidad coherente de los convocados a congregarse y per-feccionarse en Familia-Pueblo de Dios.

En la Eclesiología preconciliar se solía establecer unaaislada relación a Cristo (polarización cristocéntrica) y re-ductivamente institucional (Cristo como fundador de la so-ciedad Iglesia y en particular de su jerarquía Pedro-demásapóstoles sucedidos por Papa-obispos). La Eclesiología re-novada, de comunión, reformula aquella relación inter- pretándola como Cristo-referencial, con acento pneumato-lógico y polaridad-centralidad trinitaria, en la línea de laexposición del misterio de la salvación que ofrece el iniciode la Carta a los Efesios (1, 3-14). Expresiva al respecto esla tríada con que concluye el capítulo II de Lumen Gentium:“Así, pues, la Iglesia ora y trabaja para que la totalidad delmundo se integre en el Pueblo de Dios, Cuerpo del Señory Templo del Espíritu Santo” (LG 17).

Una exposición clara y sintética, que fundamenta eimpulsa una reflexión teológica global en la línea de co-munión a partir de lo eclesiológico, la encontramos en lasecuencia trinitaria descrita en Lumen Gentium 2-4; éstadesarrolla en perspectiva histórico-salvífica (“económica”,en terminología clásica) la voluntad creadora y salvadoradel Padre Eterno (LG 2), la misión y cometido del Hijo(LG 3) y la obra santificadora del Espíritu Santo (LG 4)para concluir identificando a la Iglesia como obra de la

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Trinidad (Ecclesia Trinitatis) y sacramento del sentido dela historia entera. Una lectura atenta de esa secuencia per-mite visualizar fácilmente cómo los elementos fundamen-tales de la reflexión teológica –que se especifica en varioscampos y se concreta en diversos tratados o asignaturas–pueden fácilmente hilvanarse y estructurarse en torno alnúcleo articulador de comunión.

En este tiempo de renovación eclesial, eclesiológicay teológico-pastoral, en línea de comunión, se da un “re-descubrimiento” de la Trinidad, como fuente suprema devida y de sentido del ser-quehacer humano, creyente yeclesial, así como iluminación del dinamismo más hondoy definitivo de la historia.27

El Unitrino (Triuno) no se queda en “misterio defe”, simplemente para el reconocimiento y la adoración,sino que se revela como misterio modélico e interpelantepara los seres creados y salvados y para la comunidad queestán llamados a construir en el tiempo del peregrinar. Noresulta indiferente, entonces, que Dios sea Trinidad o uni-personal, no ya desde el punto de vista puramente de con-fesión de la fe, sino también desde el reflexivo y práctico

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27. Cf. Lucas GUTIÉRREZ VELA, Valoración teológica de la proyección pastoral del es-tudio sobre la Santísima Trinidad, en SEMANA DE ESTUDIOS TRINITARIOS,La Trinidad hoy, Ediciones Secretariado Trinitario, Salamanca 1971, 224. MaximinoARIAS REYERO en El Dios de nuestra fe, Dios uno y Trino. CELAM, Bogotá-Co-lombia 1991, dice: “Durante muchos años, casi siglos, la doctrina de la Trinidad notenía en la teología el papel central que le corresponde. Pero con el Concilio Vati-cano (II )y a partir de él, cada vez más claramente, la doctrina de la Trinidad seconvierte en el centro y gozne de la teología y de la Iglesia. Una nueva época semanifiesta (…) Con el Concilio la Trinidad deja de ser un tratado y se convierte enfuerza generadora de la vida de la Iglesia y de cada hombre“ (388). Ricardo FE-RRARA en El misterio de Dios, Ediciones Sígueme, Salamanca 2005 ofrece impor-tantes elementos sobre el “notable resurgir de la teología trinitaria” durante elperíodo postconciliar (259); muy significativa es la frase que recoge de A. STA-GLIANO en referencia a dicha teología en el siglo XX, a saber, que en contrastecon otras épocas “hoy todo es trinitario” (461).

cristiano y eclesial, que tiene que ver con el sentido ysuerte de la humanidad en su conjunto.

El afirmar la comunión como núcleo articulador teo-lógico-pastoral parte del reconocimiento de Dios-Comu-nión y de la comunionalidad de su gran designio creati-vo-salvífico, que Cristo revela y en cuya participación in-troduce. El referido “redescubrimiento” no se reduce, portanto, a un ámbito meramente especulativo, sino que in-cide directamente en la interpretación y la operatividadde la evangelización, como tarea de los cristianos y delPueblo de Dios peregrinante;28 un Pueblo que es “Iglesiade la Trinidad”.29

A la luz de la comunión, la reflexión teológico-pas-toral, tarea por lo demás siempre “in fieri”, en-hacerse, noconduce a una “biblioteca”, a parcelas de conocimientospropuestos sobre Dios y Jesucristo, el ser humano y lasúltimas realidades, el pecado y la gracia, la Iglesia y lossacramentos, las disposiciones litúrgicas y las institucio-nes canónicas, los preceptos morales y los caminos de cul-tivo espiritual. La comunión como núcleo articuladorpermite interpretar todo eso en organicidad e interrela-ción y con un sentido integrador.

Todo tiene que ver con todo. Gran contento da al es-píritu creyente comprobar cómo la profundización en la

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28. Dice Enrique CAMBÓN, La Trinidad modelo social, Ciudad Nueva, Madrid 2000,17: “La doctrina trinitaria se convierte en lo que debe ser: el eje de la teología y delpensar cristiano. Los esfuerzos de los teólogos no se limitan a especular sobre lavida de la Trinidad en sí, sino a poner de relieve el modo de relacionarse del DiosUno y Trino con la vida de la humanidad, y a explicitar algunos de los efectos quede ello derivan para la persona humana y para la comunidad eclesial y social”.

29. La Iglesia de la Trinidad de Bruno FORTE, Secretariado Trinitario, Salamanca 1996es un amplio desarrollo de este tema fundamental. “¿De dónde viene la Iglesia?¿qué es la Iglesia? ¿adónde va la Iglesia?: son los interrogantes de fondo a los queel Concilio quiere dar una respuesta a partir del origen, de la forma y del destinotrinitario de la comunión eclesial” (pág. 73).

fe no se queda en especulación acumulativa y dispersa,sino que se convierte en descubrimiento progresivo de laobra unificante de Dios, que invita al contacto íntimo conÉl; a la fraternidad en la Iglesia; al compartir ecuménicoe interreligioso; a la edificación de una sociedad justa,libre y solidaria; a la activa espera de la unidad perfectaen la plenitud del Reino de Dios.

Todo lo anterior significa que hay un trabajo grande,atractivo y necesario por hacer en lo que respecta a la re-visión de los compendios doctrinales así como de los pensay la metodología de estudios teológicos en el sentido deofrecer y propiciar una efectiva y perceptible interrelacióny organicidad en base a la comunión.

12. ��EL NORTE DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

Puebla tuvo como tema la evangelización (en el pre-sente y en el futuro de América Latina); dos décadas des-pués al Concilio Plenario de Venezuela se le determinócomo “sentido y finalidad”: “trazar un conjunto de orien-taciones y normas que ayuden a concretar la nueva evangeli-zación” (GES 14). Como elemento muy importante parallevar a cabo la tarea, se consideró necesario, para ambasreuniones y como ya lo hemos reiterado, establecer un nú-cleo articulador, doctrinal y práctico, al cual se le denominólínea teológico-pastoral identificándosela como comunión.

Es interesante notar que el establecimiento de unatal línea integradora y orientadora no brotó de una simpleespeculación académica, sino de un imperativo práctico,en momentos en que nuevos escenarios histórico-cultura-les emergían desafiantes para el ejercicio de la misión dela Iglesia. Estas novedades habrían de llevar a Juan PabloII a proponer una “nueva evangelización” del Continente,

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lo cual hizo ante la Asamblea del CELAM en PuertoPríncipe, Haití (1983), teniendo en la mira la proximidaddel V Centenario de la siembra del Evangelio en nuestroNuevo Mundo.

Comunión como línea o núcleo teológico-pastoral seconvirtió así, expresamente, en Puebla y en el ConcilioPlenario, en el horizonte hacia el cual dirigir todo el es-fuerzo evangelizador o neoevangelizador.

¿En qué consiste entonces la misión de la Iglesia, laevangelización? La respuesta aparece clara: anunciar, ce-lebrar, difundir comunión en el mundo (historia). Esa co-munión a la que se refiere el número introductorio de laLumen Gentium, según el cual: 1) El designio de Diossobre la humanidad es comunional y 2) la Iglesia, enCristo, viene a ser signo e instrumento (sacramento) deese plan unificante humano-divino e interhumano.

Ahora bien, para entender adecuadamente en quéconsiste la evangelización y, por consiguiente, la nuevaevangelización, es preciso explicitar los objetivos especí-ficos o dimensiones de la misma, los cuales se pueden con-cretar en seis, a saber:

1) primer anuncio, kerygma o proclamación misionera,

2) catequesis o formación de la fe en sentido amplio,

3) liturgia o celebración de los misterios de la fe y oración,

4) comunidad visible u organización del cuerpo eclesial consus instituciones, servicios y ministerios,

5) nueva sociedad o contribución a la conformación de laconvivencia social según el mandamiento máximo del amor, y

6) diálogo con quienes no comparten la misma fe en ordena una comunión progresiva creyente y una mejor convivenciahumana.

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Proclamar, lograr, celebrar, recuperar, ahondar, pro-pagar comunión, en la comunidad eclesial (ad intra) yhacia el mundo (ad extra) es-ha de ser, por tanto, el que-hacer de la Iglesia y de sus miembros, individual y gru-palmente considerados. En este sentido, el desafíofundamental que se plantea a la Iglesia en cada etapa dela historia es desarrollar de modo efectivo su sacramen-talidad comunional. Resuena aquí la disposición testa-mentaria del Señor: “No ruego sólo por éstos, sinotambién por aquellos que, por medio de su palabra cree-rán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, enmí y yo en ti, que ellos sean también uno en nosotros, paraque el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17, 20-21).

La comunión se convierte así en el principio integra-dor de la pastoral, entendida ésta no como actividad co-rrespondiente a los solos pastores, sino como tarea quetoca a todos los miembros del Pueblo de Dios. Al respectono puede menos de recordarse el peso y el papel de lo lai-cos en-y-desde la Iglesia.

El Papa Francisco al tocar recientemente este punto(cf. EG 103) utiliza el término desafío y comienza expre-sando que los laicos constituyen “la inmensa mayoría”(puede decirse: “la casi totalidad”) del cuerpo eclesial, acuyo “servicio está la minoría de los ministros ordena-dos”; junto a mencionar algunos elementos positivos dela situación, el Papa habla también de “excesivo clerica-lismo”, de vacíos en la formación de los laicos y del débilcompromiso de éstos en la transformación de la sociedad.El CPV dedicó al tema del laicado uno de sus docu-mentos, en cuya introducción estampa una afirmaciónemblemática: “Los signos de los tiempos muestran que elpresente milenio será el del protagonismo de los laicos”(LCV 3).

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En la perspectiva de comunión, los distintos objeti-vos de la evangelización aparecen en estrecha interrela-ción, y es por ello por lo que deben considerarse no comotareas aisladas, sino como dimensiones de un mismo que-hacer; por ello se puede representar la evangelización enforma de pirámide hexagonal invertida, cuyos lados vie-nen a ser las referidas dimensiones. Esta interrelación ex-plica y exige, por ejemplo, que el primer anuncio tienda,por íntimo dinamismo, a la incorporación del creyente enla comunidad eclesial; que la Eucaristía tenga viva cone-xión con el compromiso del cristiano por una nueva so-ciedad, libre y justa, solidaria y pacífica en la perspectivade la opción por los pobres; que la catequesis promuevael testimonio junto a la oración y forme, desde su etapainicial, en la Doctrina Social de la Iglesia y en el diálogo;que el diálogo no sea algo periférico u optativo sino ele-mento integrado en la sacramentalidad de la Iglesia.

En esta lógica de comunión se percibe fácilmente lanecesidad, entre otras cosas, de la pastoral de conjuntocomo praxis omnipresente; el efectivo funcionamiento dela colegialidad, (pensemos, por ejemplo, en las posibili-dades abiertas al Sínodo de los Obispos) y de los organis-mos de participación en los varios niveles eclesiales(asambleas del Pueblo de Dios, consejos y equipos pas-torales tanto diocesanos como parroquiales, consejos delaicos, para citar algunos); la estructuración de las parro-quias como comunidad de comunidades según lo subrayael Concilio Plenario, con la correspondiente diversifica-ción y multiplicación del ministerio tanto ordenado comodelegado (ICM 99-102).

A propósito de comunidad conviene traer aquí untexto muy expresivo de Aparecida:

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La vocación al discipulado misionero es con-vocación a lacomunión en la Iglesia. No hay discipulado sin comunión.Ante la tentación, muy presente en la cultura actual, de sercristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espiritualesindividualistas, afirmamos que la fe en Jesucristo nos llegóa través de la comunidad eclesial y ella nos da una familia, lafamilia universal de Dios en la Iglesia Católica. La fe nos liberadel aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión (DI 3).Esto significa que una dimensión constitutiva del aconte-cimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad con-creta, en la que podamos vivir una experiencia permanentede discipulado y de comunión con los sucesores de losApóstoles y con el Papa (DA 156).

Vale la pena notar que la especificación jerárquicade comunión con que termina esta cita debe interpretarseno en forma restrictiva (como lo único que interesase) sinopreferencial (como algo de particular atención). Entiendoque la intención primaria del párrafo es destacar la nece-sidad de experimentar la comunión eclesial en una comu-nidad concreta. Experiencia que ha de ser prioridad en lapraxis de la “nueva evangelización”. Lo que generó y de-sencadenó Pentecostés no fue una simple multiplicacióny pluralidad de creyentes sino, fundamentalmente, comu-nidad(es) de discípulos misioneros. El Libro de los Hechosen sus primeros relatos (cf. Hch 2, 42-47. 4, 32-35) describealgo paradigmático: la fe lleva a los convertidos a congre-garse y compartir Palabra y vida, en caridad efectiva yunión eucarística.

Todo lo que se dice hoy sobre pequeñas comunida-des, comunidad de comunidades, pastoral de comunida-des, plantea algo básico de la evangelización, queencuentra en la génesis de la Iglesia una referencia inspi-radora e interpelante, un modelo iluminador y obligante.La pastoral de “multitudes” deberá enraizarse siempre,

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por tanto, en la de “comunidades” –multiformes– de re-lacionamiento fraterno perceptible. Todo ello en la líneadel mandato del Señor y también como signo de credibi-lidad –“para que el mundo crea”– en un planeta en urba-nización y globalización (mundialización). Proceso éstepositivo en sí, pero que junto a formas y medios nuevosde autonomía, relacionamiento y comunión, ofrece otrostambién de alienación, anonimato y masificación.

Las categorías acompañantes de comunión comoLTP –participación y solidaridad– ponen de relieve lo queaquélla entraña y exige en materia de coprotagonismo ycorresponsabilidad, de encuentro y compartir en la Iglesiay en el entorno mundano. La conciencia eclesial de comu-nión lleva a superar la disyunción entre un sector de Igle-sia entendido exclusivamente como activo y docente, yotro como pasivo y oyente, si bien reconoce especificacio-nes y matices en facultades, competencias y carismas den-tro del Pueblo de Dios.

En la misma lógica comunional y “hacia afuera”–ad extra– de la comunidad eclesial se advierte lo ineludibledel compromiso de contribuir a la edificación de una con-vivencia social en la línea de los principios, criterios y orien-taciones de la Doctrina Social de la Iglesia. Interpretandoesta tarea no como algo secundario, tangencial o añadido ala evangelización, sino como una dimensión constitutiva,necesaria, de este quehacer. No sobra recordar, por lodemás, que en países así llamados “católicos” como Vene-zuela, esta labor “ad extra” adquiere innegables connota-ciones “intraeclesiales”: la mayoría de los con-ciudadanosen la polis son con-ciudadanos en el Pueblo de Dios.

La comunión como norte evangelizador según la ecle-siología de LG 1 evita caer en un eclesiocentrismo equi-vocado y empobrecedor. La Iglesia no monopoliza o

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hegemoniza el Reino de Dios, sino que está a su servicio;ella es signo e instrumento del plan unificante de Dios,del destino de la humanidad según el proyecto divino, elcual tendrá su consumación escatológica en la congrega-ción universal definitiva (cf. LG 2). Esto hace, por ejem-plo, que el diálogo (dimensión evangelizadora) sea no unadiversión ni una concesión protocolar, sino un imperativode comunión, y que la solidaridad del Pueblo de Dios conel vecindario humano, especialmente el pobre y sufriente(cf. GS 1) derive de la sacramentalidad comunionalmisma de la Iglesia.

La comunión eclesial tiene que construirse en susvarios niveles e instancias, inculturándose en las diversasy cambiantes situaciones, y contribuyendo a la construc-ción de una nueva sociedad como convivencia solidaria y“civilización del amor” en un mundo nada inocente, porlo demás, en contradicciones y rupturas.

La comunión explicitada como norte de la evange-lización no sólo permitirá superar muchas fallas y distor-siones pastorales, por la multiplicidad y, no pocas veces,anarquía de perspectivas y proyectos, sino que enrique-cerá y robustecerá la acción evangelizadora por la conju-gación de metas y la determinación de un horizontecomún. La línea o núcleo articulador teológico-pastoralde comunión pone bien de relieve y en primer plano loque la Iglesia busca-ha de buscar en primera y última ins-tancia en su tarea evangelizadora. Formación doctrinal,orden y esplendor de la liturgia, disciplina comunitaria,consistencia institucional, prestigio social… todo eso debeactuarse y evaluarse en función de la comunión.

Comunión eclesial no significa en modo alguno per-derse en un colectivo anónimo a modo de “masa hu-mana”. Es encuentro de personas, que comienza con uno,

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radical y fundante del compartir humano-trinitario e in-terhumano querido por Dios: el encuentro con Jesús, elSeñor, al cual el Concilio Plenario de Venezuela invita yaen su primer documento:

El encuentro con Jesús es transformador y exige conver-sión personal y colectiva. No podemos pretender creer enJesucristo y vivir en la indiferencia, en la permisivi-dad y sin compromiso alguno. Este encuentro lleva aun compromiso de vida: “encontrar a Cristo vivo es acep-tar su amor primero, optar por Él, adherirse libremente asu persona y a su proyecto, que es el anuncio y realizacióndel Reino de Dios” (EA 68). Jesucristo es camino de con-versión (personal, comunitaria y social), de comunión ecle-sial y de solidaridad con los más débiles (PPEV 76).

Last but non least, hablar de comunión como norte dela evangelización no significa tampoco uniformar la acciónde los creyentes y de la Iglesia en su conjunto convirtiéndolaen una especie de praxis monolítica. Todo lo contrario, co-munión implica pluralidad, diversidad carismática, riquezade iniciativas, variedad de servicios y oficios, policromía.Lo que sí exige es realizar la unidad de la Iglesia en formaorgánica como Cuerpo de Cristo, y en unidad plurirrela-cional como imagen de la Trinidad. El capítulo 12 de la Pri-mera Carta a los Corintios es reveladora al respecto.

13. ��ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN

Sirva de introducción a este tema la del capítulo IIde la Lumen Gentium relativo al Pueblo de Dios:

En todo tiempo y en todo pueblo es grato a Dios quienle teme y practica la justicia (cf. Hch 10, 35). Sin embargo,fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres,no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros,

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sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdady le sirviera santamente (LG 9).

“Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión”lo interpretó Juan Pablo II como “el gran desafío eclesial”en este nuevo milenio.30 Antes de programar iniciativasconcretas –dijo el Papa–, hace falta promover una espiri-tualidad de comunión, la cual entraña ante todo una mi-rada del corazón, primordialmente hacia el misterio de laTrinidad que habita en nosotros, y cuya presencia ha deser reconocida en el rostro de los hermanos que están anuestro lado.31

Hacer comunión es personalizar en alteridad, inspi-rándose en la relacionalidad trinitaria y buscando reflejarla.Recordemos que la evangelización consiste en “producir”comunión, proclamándola, celebrándola y traduciéndola enunidad efectiva humano-divina e interhumana.

Sobre la espiritualidad de comunión expuso amplia-mente el Concilio Plenario en el documento La comuniónen la vida de la Iglesia, cuya segunda parte, relativa a la ilu-minación teológica, se ofrece en el Anexo 5. Allí vemosque la comunión “no se decreta, sino que se construye” ypor ello hay que proponer esa espiritualidad “como prin-cipio educativo en todos los lugares donde se forma elhombre y el cristiano, donde se educan los ministros delaltar, las personas consagradas y los agentes pastorales,donde se construyen las familias y las comunidades”,como lo planteara Juan Pablo II (NMI 43). El ConcilioPlenario agrega lo siguiente:

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30. Novo Millennio Ineunte 43 , Carta Apostólica del 6 de enero de 2000. En Anexo 4se reproduce parte de este documento.

31. Ibid., 43.

Así como la comunión es una tarea permanente, la fra-ternidad lleva el sello de un hacerse en la historia, con laayuda del Espíritu Santo. Esta fraternidad tiene su fun-damento en el amor; por lo tanto, no es algo externo, eslo que sostiene la vida de los cristianos, porque Dios esamor (1 Jn 4, 8). La comunión no se logra sino en la viven-cia de la fraternidad; igualmente, el Pueblo de Dios seconstituye en esta fraternidad mutua, porque de lo con-trario, la Iglesia será una simple estructura institucional”(CVI 48-49).

El gran desafío para la Iglesia es ser-hacer realidadsu autodefinición (LG1) al interior de sí misma y hacia elancho y vasto mundo que le corresponde evangelizar.Ello implica una conversión que es eclesiológica, debe ha-cerse pastoral y exige la personal y comunitaria. Ésta con-versión en la línea de una comunión efectiva, se planteahoy con acento y modalidad peculiares, dada la índole delos nuevos tiempos, de mayor autonomía y actitud crítica,de mayor conciencia de pluralidad-globalidad, al tiempoque muy exigentes en lo tocante a la solidaridad, particu-larmente con los más pobres y débiles, marginados o ex-cluidos (personas, grupos, pueblos).

Como exponente y pionera de la espiritualidad decomunión bajo el carisma de la unidad cabe mencionar aChiara Lubich (1920-2008).32 Ciertamente la espirituali-dad cristiana, generadora de santos, ha tenido siemprecomo componente básico, en medio de la pluralidad deestilos y expresiones, el amor al prójimo, inseparable del

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32. La dottrina spirituale, Mondadori, Milano 2001; Piero CODA en prefacio al librodice que esta doctrina testimonia no sólo un cambio de paradigma en la historiade la espiritualidad cristiana –paso del primado del individuo al equilibrio entrepersona y comunidad-, sino que aporta también una significativa contribución aun cambio de paradigma cultural, que nuestra época requiere con urgencia: el re-planteo de la relación entre identidad, alteridad, comunión, institucionalidad ytrascendencia.

amor a Dios. Chiara advierte, sin embargo, que nota con-tante en esa diversidad ha sido la de que “es sobre todola persona individual la que va a Dios (…) no se subrayótanto el valor del hermano en la vida espiritual, y, a veces,se vio en el hombre también un obstáculo para ir a Dios.33

La Fundadora del Movimiento de los Focolares agrega:

“Pero hoy los tiempos han cambiado. En esta época elEspíritu Santo llama con fuerza a los hombres a caminarjunto a los otros hombres, más aún, a ser con todos losque lo quieren, un solo corazón y una sola alma (…)Según la espiritualidad de la unidad se va por cierto aDios pasando por el hermano. Yo –el hermano– Dios, sedice. Se va a Dios junto con el hombre, junto con los her-manos, más aún, se va a Dios a través del hombre”.34

El amor a Dios y al hermano expresa así su íntimaconjunción a través del amor a Dios en-y-con el hermano.Recordando, de una parte, que el amor (en el sentido debenevolencia, oblativo), es la actuación por excelencia dela libertad; y de la otra, el carácter participado (don tras-cendente) del amor humano según aquello de San Pablo:“el amor (agápe) de Dios ha sido derramado en nuestroscorazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”(Rm 5, 5).

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33. Cita aquí lo de un padre del desierto, Apa Arsenio, “Huye de los hombres y serássalvo” y también La Imitación de Cristo I , XX, 1-6 (Ibid. 69).

34. Ibid, 70. Muy importante lo que agrega: “En la vía de la unidad se conoce tambiénla soledad y el silencio, para actuar, como ejemplo, la invitación de Jesús a ence-rrarse en la propia habitación y rezar, y se huye de los otros si llevan al pecado,pero en general se acoge a los hermanos, se ama a Cristo en el hermano, en todohermano, Cristo que puede estar vivo en él o puede renacer por la ayuda que leofrecemos. Se quiere la unión con los hermanos en el nombre de Jesús, para tenergaratizada su presencia en medio de nosotros” Ibid, 72). No se trata, pues, de unvaciamiento de interioridad ni de olvidar la seria ofrenda de sí, que exige el ver-dadero amor. En este sentido el Jesús abandonado que se identifica como “clave dela unidad”, lleva al “despojo interior y exterior necesario para toda forma de unidad”(Id , una via nuova , Città Nuova Editrice, Roma 2002, 43).

Lo novedoso –¿podría calificarse de revolucionario?–en Chiara es el énfasis en la reciprocidad del amor, comu-nión que refleja más la Trinidad en su compartir íntimoy en su designio creador-salvador de comunión. Nose trata ya solamente de que cada uno ame a Dios y al pró-jimo, sino de propiciar una comunidad, que unida en amorrecíproco, se una –en la oración y el compartir fraterno,en el servicio eclesial y la celebración litúrgica, en el com-promiso por la solidaridad y la paz–con la Trinidad, rea-li-zando así el deseo-mandato de Jesús: que todos sean uno (Jn17, 21).

Puede decirse que van juntas en el aggiornamento ecle-sial estas tres conversiones, partiendo de la primera: ecle-siológica, pastoral, espiritual. Todo lo cual se enmarca enuna Teología de comunión, en su sentido más comprehen-sivo, correspondiente al reconocimiento, alabanza y obe-diencia al Dios-Trinidad (Unitrino o Triuno) que se harevelado y comunicado, por Jesucristo.

En todo esto conviene subrayar que no hay comu-nión, comunidad, sin personas. Y persona significa exis-tente libre en alteridad. La comunión no nace ni resultade una masa de seres sin rostro; ni tiende a una homoge-neidad a la manera de un monolito social anónimo (algosemejante a la visión colectivista marxista). Tampoco sereduce a una simple yuxtaposición o multiplicidad de in-dividuos en ejercicio de una libertad aislada, solitaria y a-solidaria, (concepción radical individualista liberal). El serhumano ha sido creado a imagen y semejanza del Dios-Comunión, interrelación amorosa en que cada Persona seafirma dándose y aceptando a la Otra, para constituir unAmor subsistente. Promover comunión humana es pro-mover la unidad de existentes libres en solidaridad. Aquíradica el fundamento de la pluralidad y del pluralismo

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genuinos, exigentes, a su vez, de la participación, del diá-logo y el compartir. Y la comunión entendida desde laspalabras y los gestos de Jesús ha de mostrar particularatención al “otro” más necesitado, en el cual el Señor sepresencializa de modo especial (cf. Mt 25, 31-46).

Actuar de modo libre y consciente la Iglesia-comu-nión exige y supone una conversión de sus miembros enesa dirección unificante en base a un encuentro personalcon Jesucristo (recordar lo citado de PPEV 76), quien ha-ciéndolos cuerpo suyo los une con el Padre en el Espíritu.La comunión, norte de la “nueva evangelización”, comoya se ha indicado, ha de comenzar por la renovación delo más íntimo de las personas en la línea del amor a Dios-Trinidad y al prójimo. La renovación eclesial es primariay prioritariamente de vida, no de instituciones, organis-mos y proyectos, que le son funcionales.

Un ejemplo muy concreto y pedagógico de comu-nión en tiempos de “nueva evangelización” es la cálida ydirecta cercanía del Papa Francisco con los más sencillosy la gente ordinaria; su actitud afectuosa, comprensiva,respecto de las personas que las normas morales conside-ran reprobadas; el no encadenarse a rígidos protocolosque impiden ponerse al nivel del común de los mortales;el mostrar sin aspavientos de que antes que Papa es hu-mano con los humanos, creyente con los creyentes y cris-tiano con los cristianos; su insistencia en testimoniar en lavida, como católico y como Iglesia, las actitudes más sen-cillas del Evangelio.

Otro tanto se diga de su voluntad de que requisitos-expresiones fundamentales de la comunión, tales como ladisponibilidad y la transparencia, la simplicidad y el ser-vicio, se expresen efectivamente en las instituciones y or-ganizaciones de la Iglesia, también al más alto nivel. En

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el Anexo 8, se publica un extracto de la ExhortaciónApostólica del Papa Francisco, que contiene orientacio-nes de particular actualidad y utilidad en lo concernientea la espiritualidad de comunión.

Ahora bien, encontrándonos en una etapa histórico-cultural conceptuada como sociedad o era de la informa-ción, resulta muy útil traer aquí lo que el Papa Franciscodice sobre el aprovechamiento, en sentido comunional, delos ingentes recursos que hoy ofrecen los medios comu-nicacionales:

Hoy, que las redes y los instrumentos de la comunicaciónhumana han alcanzado desarrollos inauditos, sentimosel desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir jun-tos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de losbrazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algocaótica que puede convertirse en una verdadera expe-riencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en unasanta peregrinación. De este modo, las mayores posibili-dades de comunicación se traducirán en más posibilida-des de encuentro y de solidaridad entre todos. S ipudiéramos seguir ese camino, ¡sería algo tan bueno, tansanador, tan liberador, tan esperanzador! Salir de símismo para unirse a otros hace bien. Encerrarse en símismo es probar el amargo veneno de la inmanencia, yla humanidad saldrá perdiendo con cada opción egoístaque hagamos (EG 87).

La espiritualidad de comunión, subrayada y desa-rrollada en los nuevos tiempos de renovación eclesial, im-plica la superación de una espiritualidad marcada poruna línea muy individual y verticalista (oración, culto,compartir con Dios, que hacen abstracción del hermano)en la concepción y vivencia de la perfección cristiana. Laespiritualidad de comunión es la espiritualidad-marcocristiana en la cual se ubican las distintas vivencias, ex-

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presiones y corrientes espirituales que la Iglesia registraa través de la historia. Ella les sirve de guía y al mismotiempo de criterio fundamental de discernimiento.

14. ��GLObALIZAR LA COMUNIÓN

“Es preciso globalizar la solidaridad”.35 Este llamadode Juan Pablo II urgía a labrar un desarrollo solidario quealcance los cuatro puntos cardinales del planeta, con espe-cial atención a las regiones menos favorecidas. “Globaliza-ción de la solidaridad y justicia internacional” es lo que laConferencia de Aparecida planteó ulteriormente como res-ponsabilidad de la Iglesia en la formación y animación delos cristianos de América Latina y el Caribe, particular-mente de los laicos con tareas públicas (DA 8. 5).

Estimo ahora que “globalizar la comunión” –asu-miendo obviamente la solidaridad– es un imperativopuesto a la Iglesia, en correspondencia con su emblemá-tica autocomprensión afirmada en Lumen Gentium 1.Construir comunión es, en efecto, una tarea que no secircunscribe a la vida y acción internas (ad intra) del Pue-blo de Dios, sino que se abre al ancho y vasto mundo enel cual se ha de desplegar la evangelización. Un amplioámbito al que el Vaticano II dedicó la Gaudium et Spes,complemento necesario de la Constitución sobre la Iglesia.

Esta globalización no puede menos que hacernos re-cordar lo que la Lumen Gentium identifica como la etapadefinitiva, escatológica, del Pueblo de Dios: “Entonces,como se lee en los Santos Padres, todos los justos desdeAdán, desde el justo Abel hasta el último elegido, serán con-gregados en una Iglesia universal en la casa del Padre”

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35. Discurso en el encuentro jubilar con el mundo del trabajo (1º de mayo de 2000), 2: L’Os-servatore Romano, edición española, 5. 5. 2000, p. 6.

(LG 2). Esta congregación celestial constituye la plenituddel Reino o Reinado de Dios, es decir, la culminación delplan comunional de Dios sobre la historia. Plan a cuyoservicio está la Iglesia peregrinante como sacramento deunidad

La Iglesia-signo e instrumento de comunión revelael dinamismo más profundo de la humanidad según eldesignio divino, al tiempo que sirve y ha de servir a surealización dentro de las marchas y contramarchas huma-nas. El adecuado discernimiento de los signos de los tiem-pos busca precisamente ayudar en la búsqueda de losmejores caminos y modos para avanzar en comunión enlos cambiantes escenarios y a través de las continuas al-ternativas históricas.

Esta concepción de la historia, que la reconoce comodevenir-en-salvación lleva a interpretar los esfuerzos hu-manos por la liberación y el desarrollo integrales de per-sonas y pueblos, por la justicia y la paz, por la solidaridady la fraternidad, como logros en la comunión querida porDios, como pasos significativos en la construcción de suReino. No sólo se supera así una reducción de lo cristianoa lo sólo explícitamente confesional, religioso o cultual,sino que lo entiende como comprehensivo y alentador detodo lo que desde su propio ámbito, o independiente-mente de él, se promueve en genuina humanización. Unafrase del Concilio Plenario es bastante iluminadora al res-pecto: “Los cristianos no pueden decir que aman, si eseamor no pasa por lo cotidiano de la vida y atraviesa todala compleja organización social, política, económica y cul-tural” (CIGNS 90).

Una atenta lectura del criterio del Juicio Final, queel Señor enuncia, según narración del evangelista Mateo(25, 31-46), muestra claramente cómo se obedece la volun-

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tad de Dios no sólo mediante expresiones y obras religio-sas o explícitamente creyentes, sino también con actuacio-nes calificables de meramente “seculares” o “humanis-tas”, pero que se sitúan realmente en la línea del preceptomáximo del amor. Más aún, allí lo que aparece subrayadoes precisamente esto último: la solidaridad concreta conel prójimo hambriento, enfermo, preso. El texto contieneun claro reclamo de coherencia a todos los cristianos, con-tinuamente tentados de caer en una práctica intimista, ri-tualista, polarizada en la “ortodoxia” y con espíritu desecta, olvidando que en el último día seremos juzgadospor el amor, habida cuenta de que la voluntad de Dios-Comunión es comunional.

“Globalizar la comunión” entraña, pues, para el cris-tiano, un conjunto operativo orgánico: construir la congre-gación creyente mediante la Palabra, los sacramentos y elservicio fraterno; tejer auténtica unidad en el “vecindario”,como convivencia digna de los hijos de Dios; contribuir ala edificación de una “aldea global” verdaderamente libre,justa y pacífica, que adelante desde ahora, en alguna forma,la “Ecclesia universalis” del último día.

La Eucaristía es la “fuente y cumbre de la vida cris-tiana” (LG11) y, según Juan Pablo II , “de toda la evange-lización” (EU 22). Esta definición se articula armónica-mente con la globalización de la solidaridad, interpre-tando la Eucaristía, no en una perspectiva simplementecultual, “liturgista”, sino en la existencial, comunional,histórica, que le corresponde (cf. EU 34). En el Memorialde la Cena actualiza el Señor su entrega personal pascualpara que nosotros, en fraternidad, asumiendo nuestra cir-cunstancia y en solidaridad humana abierta, nos entre-guemos, con Él y como Él, al Padre, en el Espíritu. Y estopara la etapa de nuestro peregrinar, pues Jesús instituyó

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la Eucaristía para capacitar, recoger, perfeccionar, alimen-tar y exigir nuestra comunión con Dios y fraterna en estemundo. Porque en la Ecclesia universalis del último día lacomunión humano-trinitaria e interhumana será plena yno habrá ya necesidad de “los sacramentos e instituciones,pertenecientes a este tiempo” (LG 48). La Eucaristía es,por tanto, signo e instrumento, por excelencia, de la co-munión que el Pueblo de Dios es y está llamado a sacra-mentalizar y globalizar en la historia.

A�MODO DE CONCLUSIÓN

Intención del presente libro ha sido promover lasensibilización y conocimiento, la profundización y apli-cación de la línea o núcleo articulador teológico-pastoral de co-munión en la reflexión y la praxis de la Iglesia en susvarios niveles o instancias, partiendo de lo ya asumidopor la I I I Conferencia General del Episcopado Latino-americano y el Concilio Plenario de Venezuela. Esa líneao núcleo viene a constituir, de modo coherente, el norte uobjetivo fundamental de la evangelización o nueva evange-lización.

La invención de Puebla, al formular la línea teológico-pastoral, puede calificarse –sin pecar de exageración–como un extraordinario aporte de la Iglesia latinoameri-cana a la universal. Una invención –subrayémoslo– posi-bilitada, estimulada y exigida, ciertamente, por la Eclesio-logía de comunión del Concilio Vaticano II y por la Teo-logía que ella desencadenó en el mismo sentido.

Afirmar la comunión como núcleo articulador de loque creemos y estamos llamados a vivir y, en consecuen-cia, como norte evangelizador, no sacrifica la pluralidadde acentos teológicos y de propuestas pastorales, sino que

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los conjuga orgánicamente en torno a una categoría no ar-bitraria, sino enraizada en la Revelación.

El aprovechamiento de una tal línea o núcleo no sóloevitará en buena medida la dispersión o “archipiélago”que se da en el orden de las ideas (pluralidad de proposi-ciones sin mayor interrelación) y la poca coherencia quese observa en la praxis eclesial (dispersión de criterios yobjetivos, escasa pastoral de conjunto), sino, sobre todo,proveerá un polo claro de referencia doctrinal y un nortepreciso en lo operativo evangelizador.

El gran desafío de la Iglesia en todo tiempo, y par-ticularmente hoy, consiste en que ella sea signo genuino einstrumento efectivo de unidad humano-divina e inter-humana en nuestro mundo concreto, en correspondenciacon la misión evangelizadora encomendada por el Señory en línea de fidelidad creadora con lo afirmado por el Va-ticano II (LG 1).

La finalidad de dicha misión, interpretada ahoracomo “nueva evangelización”, dado el escenario histó-rico-cultural contemporáneo y los retos ineludibles que,en y desde el mismo, se plantean a la comunidad de loscreyentes, pone nuevamente de relieve la comunión comorespuesta adecuada al ¿Quo vadis Iglesia en tu quehacerkerygmático, formativo, litúrgico, organizacional, solida-rio y dialogal? Esta “nueva evangelización” adquiere unacento peculiar con el testimonio, la “profecía” y el Ma-gisterio del Papa Francisco al interior de la Iglesia y desdeésta para el mundo (cf. EG).

En el cumplimiento de la misión evangelizadora,María, la humilde servidora del Señor y miembro pri-mero de la Iglesia, porque “creyó lo que se le dijo de partede su Señor”, es modelo de “discípula misionera”, esdecir, de fiel y activa protagonista de comunión, así como

intercesora privilegiada. Por ello acompaña siempre alPueblo de Dios peregrinante como “Estrella de la Pri-mera y la Nueva Evangelización”.

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SEGUNDA�PARTE

ANEXOS

En esta Segunda Parte se reproducen, en orden cro-nológico, algunos textos del Magisterio de particular im-portancia en lo concerniente a la línea o núcleo teoló-gico-pastoral de comunión posteriores a la Conferenciade Puebla. El último anexo recoge una reflexión personalanterior a Puebla.

ANEXO 1.��SÍNTESIS DEL MENSAjE

CRISTIANO hEChO POR PUEbLA

En la Segunda Parte, Designio de Dios sobre la realidadde América Latina, Capítulo I , Contenido de la evangelización,Sección 1, La verdad sobre Jesucristo, el Salvador que anuncia-mos, en 1. 12 bajo el título Comunión y participación la I I IConferencia ofrece una sintética presentación del mensajecristiano, en plena coherencia con su línea o núcleo teológicopastoral:

1.12.�Comunión�y�participación

211. Después de la proclamación de Cristo, que nos«revela» al Padre y nos da su Espíritu, llegamos a descubrirlas raíces últimas de nuestra comunión y participación.

212. Cristo nos revela que la vida divina es comu-nión trinitaria. Padre, Hijo y Espíritu viven, en perfectaintercomunión de amor, el misterio supremo de la uni-

dad. De allí procede todo amor y toda comunión, paragrandeza y dignidad de la existencia humana.

213. Por Cristo, único Mediador, la humanidad par-ticipa de la vida trinitaria. Cristo hoy, principalmente consu actividad pascual, nos lleva a la participación del mis-terio de Dios. Por su solidaridad con nosotros, nos hacecapaces de vivificar nuestra actividad con el amor y trans-formar nuestro trabajo y nuestra historia en gesto litúr-gico, o sea, de ser protagonistas con Él de la construcciónde la convivencia y las dinámicas humanas que reflejan elmisterio de Dios y constituyen su gloria viviente.

214. Por Cristo, con Él y en Él, entramos a participaren la comunión de Dios. No hay otro camino que lleve alPadre. Al vivir en Cristo, llegamos a ser su cuerpo mís-tico, su pueblo, pueblo de hermanos unidos por el amorque derrama en nosotros el Espíritu. Ésta es la comunióna la que el Padre nos llama por Cristo y su Espíritu. A ellase orienta toda la historia de la salvación y en ella se con-suma el designio de amor del Padre que nos creó.

215. La comunión que ha de construirse entre loshombres abarca el ser, desde las raíces de su amor, y hade manifestarse en toda la vida, aun en su dimensión eco-nómica, social y política. Producida por el Padre, el Hijoy el Espíritu Santo, es la comunicación de su propiacomunión trinitaria.

216. Ésta es la comunión que buscan ansiosamentelas muchedumbres de nuestro continente cuando confíanen la providencia del Padre o cuando confiesan a Cristocomo Dios Salvador; cuando buscan la gracia del Espírituen los sacramentos y aun cuando se signan «en el nombredel Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

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217. «En esta comunión trinitaria del Pueblo y Fa-milia de Dios, juntamente veneramos e invocamos la in-tercesión de la Virgen María y de todos los santos. Todogenuino testimonio de amor que ofrezcamos a los biena-venturados se dirige por su propia naturaleza a Cristo ypor Él a Dios» (LG 50).

218. La Evangelización es un llamado a la participa-ción en la comunión trinitaria. Otras formas de comunión,aunque no constituyen el destino último del hombre, son,animadas por la gracia, su primicia.

219. La Evangelización nos lleva a participar en losgemidos del Espíritu, que quiere liberar a toda la creación.El Espíritu que nos mueve a esa liberación nos abre el ca-mino a la unidad de todos los hombres entre sí y de los hom-bres con Dios, hasta que «Dios sea todo en todos» (1 Co 15, 28).

ANEXO 2.��RELACIÓN DEL SÍNODO DE 1985

El siguiente texto está tomado de la Relación Final deeste Sínodo, congregado en el vigésimo aniversario del Va-ticano II . Su acento en la eclesiología de comunión tuvo no-table influjo en documentos del Magisterio ulterior, entreotros en la Christifideles Laici. El Episcopado Venezolano(CCCS 22) cita ambos documentos en apoyo de su línea te-ológico-pastoral.

C)�LA�IGLESIA�COMO�COMUNIÓN

1.�Significación�de�la�comunión�

La eclesiología de comunión es una idea central yfundamental en los documentos del Concilio. Koinonía/comunión, fundadas en la Sagrada Escritura, son tenidasen gran honor en la Iglesia antigua y en las Iglesias orien-

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tales hasta nuestros días. Desde el Concilio Vaticano IIse ha hecho mucho para que se entendiera más clara-mente a la Iglesia como comunión y se llevara esta ideamás concretamente a la vida.

¿Qué significa la palabra compleja “comunión”?Fundamentalmente se trata de la comunión con Dios porJesucristo en el Espíritu Santo. Esta comunión se tiene enla Palabra de Dios y en los sacramentos. El bautismo esla puerta y el fundamento de la comunión de la Iglesia;la Eucaristía es la fuente y el culmen de toda la vida cris-tiana (cf. LG 11). La comunión del Cuerpo eucarístico deCristo significa y hace, es decir, edifica la íntima comu-nión de todos los fieles en el Cuerpo de Cristo que es laIglesia (cf. 1 Co 10, 16s).

Por ello, la eclesiología de comunión no se puedereducir a meras cuestiones organizativas o a cuestionesque se refieren a meras potestades. La eclesiología de co-munión es el fundamento para el orden en la Iglesia y enprimer lugar para la recta relación entre unidad y pluri-formidad en la Iglesia.

2.�Unidad�y�pluriformidad�en�la�Iglesia�

Del mismo modo que creemos en un solo Dios; enun solo y único mediador, Jesucristo; en un solo EspírituSanto, tenemos también un solo bautismo y una solaEucaristía, por los cuales la unidad y la unicidad de laIglesia se significa y se edifica. Esto es, especialmente ennuestros tiempos, de mucha importancia, porque la Igle-sia en cuanto una y única es como sacramento, es decir,signo e instrumento de la unidad, de la reconciliación, dela paz entre los hombres, las naciones, las clases y lasrazas. Por la unidad de fe y de sacramentos, y por la uni-dad jerárquica, especialmente con el centro de la unidad,

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que nos ha sido dado por Cristo en el servicio de Pedro,la Iglesia es aquel pueblo mesiánico de que habla la cons-titución Lumen Gentium n. 9; así, la comunión eclesial conPedro y sus sucesores no es un obstáculo, sino anticipa-ción y signo profético de la unidad más plena.

Por otra parte, el único y el mismo Espíritu obra enmuchos y en varios dones espirituales y carismas (cf. 1 Co12, 4s); la única y la misma Eucaristía se celebra en varioslugares. Por ello, la Iglesia única y universal está verdade-ramente presente en todas las Iglesias particulares (cf. CD11), y éstas están formadas a imagen de la Iglesia universal,de tal manera que la una y única Iglesia católica existe enlas Iglesias particulares y existen por ellas (cf. LG 23).

Aquí encontramos el verdadero principio teológicode la variedad y la pluriformidad en la unidad; la plurifor-midad debe distinguirse del mero pluralismo. Porque lapluriformidad es una verdadera riqueza y lleva consigola plenitud, ella es la verdadera catolicidad, mientras queel pluralismo de las posiciones radicalmente opuestas llevaa la disolución y destrucción y a la pérdida de la identidad.

3.�Las�Iglesias�Orientales�

Desde el punto de vista de la comunión, la Iglesia ca-tólica da hoy mucha importancia a las instituciones, los ritoslitúrgicos, las tradiciones eclesiásticas y la disciplina de lavida cristiana de las Iglesias orientales, pues son preclaraspor su venerable antigüedad, y porque en ellas se da la tra-dición de los apóstoles a través de los Padres (cf. OE 1). Enellas está vigente, ya desde tiempos antiquísimos, la insti-tución patriarcal, que fue reconocida por los primeros con-cilios ecuménicos (cf. OE 7). Se añade también que lasIglesias orientales han dado testimonio de Cristo y de suIglesia con la muerte y la sangre de sus mártires.

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4.�La�Colegialidad�

La eclesiología de comunión ofrece el fundamentosacramental de la colegialidad. Por esto, la teología de lacolegialidad se extiende mucho más que lo que sea meraconsideración jurídica. El afecto colegial es más amplioque la colegialidad efectiva, entendida de manera mera-mente jurídica. El afecto colegial es el alma de la colabo-ración entre los Obispos, sea en el campo regional, sea enel nacional o internacional.

La acción colegial tomada en sentido estricto implicala actividad de todo el colegio juntamente con su cabezasobre toda la Iglesia. Su expresión nítida se tiene en elConcilio ecuménico. En toda la cuestión teológica sobrela relación entre el primado y el colegio de los obispos nopuede hacerse la distinción entre el Romano Pontífice ylos Obispos tomados colectivamente, sino entre elRomano Pontífice separadamente y el Romano Pontíficejuntamente con los Obispos (cf. LG nota expl. 3), porqueel colegio juntamente con su cabeza, y nunca sin esta ca-beza, es sujeto de potestad suprema y plena sobre toda laIglesia (cf. LG 22).

Son distintas de esta primera colegialidad, toma-da en sentido estricto, diversas realizaciones parcialesque son verdaderamente signo e instrumento de afectocolegial: el S ínodo de los Obispos, las ConferenciasEpiscopales, la Curia romana, las visitas ad limina, etc.Todas estas realizaciones no pueden deducirse directa-mente del principio teológico de la colegialidad, sino quese rigen por el derecho eclesiástico. S in embargo, ellasy también otras formas, como los viajes pastorales delSumo Pontífice, son un servicio de gran importanciapara todo el colegio de los obispos juntamente con el Papay también para los obispos concretos, a los que el

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Espíritu Santo ha puesto para regir la Iglesia de Dios (cf.Hch 20, 28).

5.�Las�Conferencias�episcopales�

Por las conferencias episcopales, el efecto colegial esllevado a la aplicación concreta (cf. LG 23). Nadie dudade su utilidad pastoral, más aún, de su necesidad en lascircunstancias actuales. En las conferencias episcopaleslos obispos de la misma nación o territorio ejercen unidossu oficio pastoral (cf. ChD 38; CIC can. 447).

En el modo de proceder de las Conferencias Epis-copales téngase presente el bien de la Iglesia, o sea, el ser-vicio a la unidad, y la responsabilidad inalienable de cadaobispo hacia la Iglesia universal y la suya particular.

6.�La�Participación�y�la�Corresponsabilidad�en�la�Iglesia�

Porque la Iglesia es comunión, la participación y lacorresponsabilidad debe existir en todos sus grados. Esteprincipio general debe entenderse de diverso modo en losámbitos diversos.

Entre el obispo y su presbiterio existe una relaciónfundada en el sacramento del orden. De modo que los mis-mos presbíteros hacen presente al obispo, de alguna ma-nera, en las reuniones locales concretas de los fieles, tomanparcialmente sus oficios y su solicitud y los ejercitan con cui-dado cotidiano (cf. LG 28). Por ello, entre el obispo y supresbiterio deben existir relaciones de amistad y llenas deconfianza. Los obispos se sienten obligados por la gratitudhacia sus presbíteros los cuales, en el tiempo posconciliar,tuvieron una gran parte en llevar el Concilio a la práctica(cf.OT 1), y dentro de sus fuerzas quieren estar cercanos a lospresbíteros y prestarles ayuda y auxilio en sus trabajos, fre-cuentemente no fáciles, en primer lugar en las parroquias.

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Foméntese finalmente el espíritu de colaboracióncon los diáconos, y entre el obispo y los religiosos y reli-giosas que trabajan en su Iglesia particular.

Desde el Concilio Vaticano II hay felizmente unnuevo estilo de colaboración en la Iglesia entre seglares yclérigos. El espíritu de disponibilidad con que muchísimosseglares se ofrecieron al servicio de la Iglesia debe contarseentre los mejores frutos del Concilio. En esto hay una nuevaexperiencia de que todos nosotros somos Iglesia.

Se ha discutido frecuentemente en estos últimosaños sobre la vocación y la misión de las mujeres en laIglesia. Procure la Iglesia que las mujeres estén presentesen la Iglesia, de tal modo que puedan ejercitar adecuada-mente sus propios dones al servicio de la Iglesia y tenganuna parte más amplia en los diversos campos de aposto-lado de la Iglesia (cf. AA9). Reciban y fomenten los pas-tores con gratitud la colaboración de las mujeres en laobra de la Iglesia.

El Concilio llama a los jóvenes esperanza de la Igle-sia (cf. GE 2). Este Sínodo se vuelve a los jóvenes con es-pecial amor y con gran confianza, y espera muchísimo desu entrega generosa y los exhorta sumamente para que,asumiendo su parte en la misión de la Iglesia, reciban yprosigan dinámicamente la herencia del Concilio.

Porque la Iglesia es comunión, las nuevas “comuni-dades eclesiales de base”, así llamadas si verdaderamenteviven en la unidad de la Iglesia, son verdadera expresiónde comunión e instrumento para edificar una comuniónmás profunda. Por ello dan una gran esperanza para lavida de la Iglesia (cf. EN 58).

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7.�La�Comunión�Ecuménica�

Apoyándose en la eclesiología de la comunión, laIglesia católica, en tiempo del Concilio Vaticano II , asu-mió plenamente su responsabilidad ecuménica. Despuésde estos veinte años podemos afirmar que el ecumenismoestá inscripto en la conciencia de la Iglesia de modo pro-fundo e indeleble. Nosotros, obispos, deseamos ardiente-mente que la comunión incompleta existente ya con lasIglesias y comunidades no católicas llegue, por la graciade Dios, a plena comunión.

El diálogo ecuménico debe ejercitarse de modo di-verso en los distintos grados de la Iglesia, o por la Iglesiauniversal, o por las Iglesias particulares, o por reunioneslocales concretas. Conviene que el diálogo sea espiritualy teológico; el movimiento ecuménico se fomenta espe-cialmente por las oraciones mutuas. El diálogo es autén-tico y fructuoso si presenta la verdad con amor y confidelidad hacia la Iglesia. De este modo, el diálogo ecu-ménico hace que se vea a la Iglesia más claramente comosacramento de unidad. La comunión entre los católicos yotros cristianos, aunque sea incompleta, llama también atodos a la colaboración en muchos campos, y así hace po-sible, de alguna manera, un testimonio común del amorsalvífico de Dios hacia el mundo necesitado de salvación.

ANEXO 3.��PROfESIÓN DE fE DE

SANTO DOMINGO

La Profesión de fe de Santo Domingo, según la apreciacióndel Episcopado Venezolano (CCCS 22), tiene comunión comocomún denominador. Son de subrayar en la misma los si-guientes elementos: “El misterio del Reino (...) consiste en lacomunión, gratuitamente ofrecida, del ser humano con Dios”.

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La cita de Redemptoris Missio 15: “Por tanto, la naturaleza delReino es la comunión de todos los seres humanos entre sí ycon Dios” (Nº 5). La identificación de la quiebra de la unidaddel hombre en sí mismo, con el prójimo y con la naturaleza,como origen de los males de la América Latina (Nº 9). Laevangelización tiende a constituir comunidad fraterna, reno-var la humanidad, promover el desarrollo integral (Nº 13). Enla plenitud del Reino de Dios “alcanzaremos la comunión per-fecta, en el gozo de la visión eterna de la Trinidad” (Nº 14).

1.��PROfESIÓN�DE�fE

4. Bendecimos a Dios que en su amor misericordioso “envióa su Hijo, nacido de mujer” (Ga 4, 4) para salvar a todos loshombres. Así Jesucristo se hizo uno de nosotros (cf. Hb 2,17). Ungido por el Espíritu Santo (cf. Lc 1, 15) proclama enla pleni- tud de los tiempos la Buena Nueva diciendo: “Eltiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca. Convertíosy creed en el Evangelio” (Mc 1, 15). Este Reino inauguradopor Jesús nos revela primeramente al propio Dios como “unPadre amoroso y lleno de compasión” (RMi 13), que llamaa todos, hombres y mujeres, a ingresar en él.

–Para subrayar este aspecto, Jesús se ha acercado sobre todoa aquéllos que por sus miserias estaban al margen de la so-ciedad, anunciándoles la “Buena Nueva”. Al comienzo desu ministerio proclama que ha sido enviado a “anunciar a lospobres la Buena Nueva“ (Lc 4, 18). A todas las víctimas del re-chazo y del desprecio, conscientes de sus carencias, Jesús lesdice: “Bienaventurados los pobres“ (Lc 6, 20; cf. RMi 14). Así,pues, los necesitados y pecadores pueden sentirse amadospor Dios, y objeto de su inmensa ternura (cf. Lc 1 5, 1-32).

5. La entrada en el Reino de Dios se realiza mediante la feen la Palabra de Jesús, sellada por el bautismo, atestiguadaen el seguimiento, en el compartir su vida, su muerte y re-surrección (cf. Rm 6, 9). Esto exige una profunda conver-sión (cf. Mc 1, 15; Mt 4, 17), una ruptura con toda forma de

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egoísmo en un mundo marcado por el pecado (cf. Mt 7, 21;Jn 14, 15 RMi 13); es decir, una adhesión al anuncio de lasbienaventuranzas (cf. Mt 5, 1-10).

El misterio del Reino, escondido durante siglos y genera-ciones en Dios (cf. Co 1, 26) y presente en la vida y las pala-bras de Jesús, identificado con su persona, es don del Padre(cf. Lc 12, 32 y Mt 20, 23) y consiste en la comunión, gratui-tamente ofrecida, del ser humano con Dios (cf. EN 9; Jn14, 23), comenzando en esta vida y teniendo su realizaciónplena en la eternidad (cf. EN 27).

El amor de Dios se atestigua en el amor fraterno (cf. 1 Jn4, 20), del cual no puede separarse: “Si nos amamos unos a losotros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en noso-tros a su plenitud” (1 Jn 4, 12). “Por tanto, la naturaleza delReino es la comunión de todos los seres humanos entre sí ycon Dios” (RMi 15).

6. Para la realización del Reino, “Jesús instituyó Doce paraque estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar” (Mc3, 14), a los cuales reveló los “misterios” del Padre hacién-dolos sus amigos (cf. Jn 15, 15) y continuadores de la mismamisión que Él había recibido de su Padre (cf. Jn 20, 21), y es-tableciendo a Pedro como fundamento de la nueva comu-nidad (cf. Mt 16, 18).

Antes de su ida al Padre, Jesús instituyó el sacramento desu amor, la Eucaristía (cf. Mc 14, 24), memorial de su sacri-ficio. Así permanece el Señor en medio de su pueblo paraalimentarlo con su Cuerpo y con su Sangre, fortaleciendo yexpresando la comunión y la solidaridad que debe reinarentre los cristianos, mientras peregrinan por los caminos dela tierra con la esperanza del encuentro pleno con Él. Víc-tima sin mancha ofrecida a Dios (cf. Hb 9, 14), Jesús esigualmente el sacerdote que quita el pecado con una únicaofrenda (cf. Hb 10, 14).

Él, y sólo Él, es nuestra salvación, nuestra justicia, nuestrapaz y nuestra reconciliación. En Él fuimos reconciliados con

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Dios y por Él nos fue confiado el “Ministerio de la Reconci-liación” (2 Co 5, 19). Él derriba todo muro que separa a loshombres y a los pueblos (cf. Ef 2, 14). Por eso hoy, en estetiempo de Nueva Evangelización, queremos repetir con elapóstol San Pablo: “Déjense reconciliar con Dios“ (2 Co 5, 20).

7. Confesamos que Jesús, que verdaderamente resucitó ysubió al cielo, es Señor, consubstancial al Padre, “en Él residetoda la plenitud de la divinidad” (Co 2, 9); sentado a su dere-cha, merece el tributo de nuestra adoración. “La resurrec-ción confiere un alcance universal al mensaje de Cristo, a suacción y a toda su misión” (RMi 16). Cristo resucitó paracomunicarnos su vida. De su plenitud todos hemos recibidola gracia (cf. Jn 1, 16). Jesucristo, que murió para liberarnosdel pecado y de la muerte, ha resucitado para hacernos hijosde Dios en Él. Si no hubiera resucitado, “vana sería nuestrapredicación y vana nuestra fe” (1 Co 15, 14). Él es nuestra es-peranza (cf. 1 Tm 1, 1; 3, 14-16), ya que puede salvar a losque se acercan a Dios y está siempre vivo para intercederen favor nuestro (cf. Hb 7, 25).

Conforme a la promesa de Jesús, el Espíritu Santo fue de-rramado sobre los apóstoles reunidos con María en el cená-culo (cf. Hch 1, 12-14; 2, 1). Con la donación del Espíritu enPentecostés, la Iglesia fue enviada a anunciar el Evangelio.Desde ese día, ella, nuevo pueblo de Dios (cf. 1 P 2, 9-10) ycuerpo de Cristo (cf. 1 Co 12, 27; Ef 4, 12), está ordenada alReino, del cual es germen, signo e instrumento (cf. RMi 18)hasta el fin de los tiempos.

La Iglesia, desde entonces y hasta nuestros días, engendrapor la predicación y el bautismo nuevos hijos de Dios, con-cebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios (cf. LG 64).

8. En la comunión de la fe apostólica, que por boca de Pedroconfesó en Palestina: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo“(Mt 16, 16), hoy hacemos nuestras las palabras de Pablo VIque al empezar nuestros trabajos nos recordaba Juan PabloII : “¡Cristo! Cristo, nuestro principio. Cristo, nuestra vida

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y nuestro guía. Cristo, nuestra esperanza y nuestro tér-mino… Que no se cierna sobre esta asamblea otra luz queno sea la de Cristo, luz del mundo. Que ninguna otra ver-dad atraiga nuestra mente fuera de las palabras del Señor,único Maestro.

Que no tengamos otra aspiración que la de serle absoluta-mente fieles. Que ninguna otra esperanza nos sostenga, sino es aquélla que, mediante su palabra, conforta nuestra de-bilidad…” (Juan Pablo II , Discurso inaugural, 1).

Sí, confesamos que Jesucristo es verdadero Dios y verda-dero hombre. Él es el Hijo único del Padre, hecho hombreen el seno de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo,que vino al mundo para librarnos de toda esclavitud de pe-cado, a darnos la gracia de la adopción filial, y a reconciliar-nos con Dios y con los hombres. Él es el Evangelio vivientedel amor del Padre. En Él la humanidad tiene la medida desu dignidad y el sentido de su desarrollo.

9. Reconocemos la dramática situación en que el pecado co-loca al hombre. Porque el hombre creado bueno, a imagendel mismo Dios, señor responsable de la creación, al pecarha quedado enemistado con Él, dividido en sí mismo, haroto la solidaridad con el prójimo y destruido la armonía dela naturaleza. Ahí reconocemos el origen de los males indi-viduales y colectivos que lamentamos en América Latina:las guerras, el terrorismo, la droga, la miseria, las opresionese injusticias, la mentira institucionalizada, la marginaciónde grupos étnicos, la corrupción, los ataques a la familia, elabandono de los niños y ancianos, las campañas contra lavida, el aborto, la instrumentalización de la mujer, la depre-dación del medio ambiente, en fin, todo lo que caracterizauna cultura de muerte.

¿Quién nos librará de estas fuerzas de muerte? (cf. Rm 7,24). Sólo la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, ofrecida unavez más a los hombres y mujeres de América Latina, comollamada a la conversión del corazón. La renovada evangeli-

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zación que ahora emprendemos debe ser, pues, una invita-ción a convertir al mismo tiempo la conciencia personal ycolectiva de los hombres (cf. Juan Pablo II , Discurso inau-gural, 18), para que los cristianos seamos como el alma entodos los ambientes de la vida social (cf. Carta a Diogneto 6).

10. Identificados con Cristo que vive en cada uno (cf. Ga 2, 20)y conducidos por el Espíritu Santo, los hijos de Dios recibenen su corazón la ley del amor. De esta manera pueden respon-der a la exigencia de ser perfectos como el Padre que está enel cielo (cf. Mt 5, 48), siguiendo a Jesucristo y cargando la pro-pia cruz cada día hasta dar la vida por Él (cf. Mc 8, 34-36).

11. Creemos en la Iglesia una, santa, católica y apostólica yla amamos. Fundada por Jesucristo “sobre el fundamentode los Apóstoles” (cf. Ef 2, 20) cuyos sucesores, los obispos,presiden las distintas Iglesias particulares. En comuniónentre ellos y presididos en la caridad por el Obispo deRoma, sirven a sus Iglesias particulares, de modo que encada una de ellas esté viva y operante la Iglesia de Cristo.Ella es “la primera beneficiaria de la salvación. Cristo la haadquirido con su sangre (cf. Hch 20, 28) y la ha hecho su co-laboradora en la obra de la salvación universal” (cf. RMi 9).

Peregrina en este continente, está presente y se realiza comocomunidad de hermanos bajo la conducción de los obispos.Fieles y pastores, congregados por el Espíritu Santo (cf. CD11) en torno a la Palabra de Dios y a la mesa de la Eucaristía,son a su vez enviados a proclamar el Evangelio, anunciandoa Jesucristo y dando testimonio de amor fraterno.

12. “La Iglesia peregrinante es, por naturaleza, misionera,puesto que toma su origen de la misión del Hijo y de la mi-sión del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre”(AG 2). La evangelización es su razón de ser; existe paraevangelizar (cf. EN 15). Para América Latina, providencial-mente animada con un nuevo ardor evangélico, ha llegadola hora de llevar su fe a los pueblos que aún no conocen aCristo, en la certeza confiada de que “la fe se fortalece dán-dola” (Juan Pablo II , Discurso inaugural, 28).

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La Iglesia quiere realizar en estos tiempos una Nueva Evan-gelización que transmita, consolide y madure en nuestrospueblos la fe en Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo.Esta evangelización “debe contener siempre –como base,centro y a la vez culmen de su dinamismo– una clara pro-clamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre,muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hom-bres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios”(EN 27).

13. El anuncio cristiano, por su propio vigor, tiende a sanar,afianzar y promover al hombre, a constituir una comunidadfraterna, renovando la misma humanidad y dándole su plenadignidad humana, con la novedad del bautismo y de la vidasegún el Evangelio (cf. EN 18). La Evangelización promueveel desarrollo integral, exigiendo de todos y cada uno el plenorespeto de sus derechos y la plena observancia de sus debe-res, a fin de crear una sociedad justa y solidaria, en camino asu plenitud en el Reino definitivo. El hombre está llamado acolaborar y ser instrumento con Jesucristo en la Evangeliza-ción. En América Latina, continente religioso y sufrido, urgeuna Nueva Evangelización que proclame sin equívocos elEvangelio de la justicia, del amor y de la misericordia.

Sabemos que, en virtud de la encarnación, Cristo se haunido en cierto modo a todo hombre (cf. GS 22). Es la per-fecta revelación del hombre al propio hombre y él que des-cubre la sublimidad de su vocación (cf. ib.). Jesucristo seinserta en el corazón de la humanidad e invita a todas lasculturas a dejarse llevar por su espíritu hacia la plenitud,elevando en ellas lo que es bueno y purificando lo que se en-cuentra marcado por el pecado. Toda evangelización ha deser, por tanto, inculturación del Evangelio. Así toda culturapuede llegar a ser cristiana, es decir, a hacer referencia aCristo e inspirarse en Él y en su mensaje (cf. Juan Pablo II ,Discurso a la II Asamblea plenaria de la Pontificia Comi-sión para América Latina, 14. 6. 91, 4). Jesucristo es, enefecto, la medida de toda cultura y de toda obra humana.

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La inculturación del Evangelio es un imperativo del segui-miento de Jesús y necesaria para restaurar el rostro desfigu-rado del mundo (cf. LG 8). Es una labor que se realiza en el proyecto de cada pueblo,fortaleciendo su identidad y liberándolo de los poderes dela muerte. Por eso podemos anunciar con confianza: hom-bres y mujeres de Latinoamérica, ¡Abrid los corazones a Je-sucristo. ¡Él es el camino, la verdad y la vida, quien le sigueno anda en tinieblas! (cf. Jn 14, 6; 8, 12).14. Creemos que Cristo, el Señor, ha de volver para llevar asu plenitud el Reino de Dios y entregarlo al Padre (cf. 1 Co15, 24), transformada ya la creación entera en “los cielos y latierra nueva en los que habita la justicia” (cf. 2 P 3, 13). Allíalcanzaremos la comunión perfecta del cielo, en el gozo de lavisión eterna de la Trinidad. Hombres y mujeres, que sehayan mantenido fieles al Señor, vencidos finalmente elpecado, el diablo y la muerte, llegarán a su plenitud humana,participando de la misma naturaleza divina (cf. 2 P 1, 4).

Entonces Cristo recapitulará y reconciliará plenamente lacreación, todo será suyo y Dios será todo en todos (cf. 1 Co15, 28).15. Confirmando la fe de nuestro pueblo queremos proclamarque la Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia, es laprimera redimida y la primera creyente. María, mujer de fe,ha sido plenamente evangelizada, es la más perfecta discípulay evangelizadora (cf. Jn 2, 1-12). Es el modelo de todos los dis-cípulos y evangelizadores por su testimonio de oración, de es-cucha de la Palabra de Dios y de pronta y fiel disponibilidadal servicio del Reino hasta la cruz. Su figura maternal fue de-cisiva para que los hombres y mujeres de América Latina sereconocieran en su dignidad de hijos de Dios.

María es el sello distintivo de la cultura de nuestro conti-nente. Madre y educadora del naciente pueblo latinoameri-cano, en Santa María de Guadalupe, a través del Beato JuanDiego, se “ofrece un gran ejemplo de Evangelización per-fectamente inculturada”, Juan Pablo II , Discurso inaugural,

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24). Nos ha precedido en la peregrinación de la fe y en el ca-mino a la gloria, y acompaña a nuestros pueblos que la in-vocan con amor hasta que nos encontremos definitivamentecon su Hijo. Con alegría y agradecimiento acogemos el doninmenso de su maternidad, su ternura y protección, y aspi-ramos a amarla del mismo modo como Jesucristo la amó.Por eso la invocamos como Estrella de la Primera y de laNueva Evangelización.

ANEXO 4.��CARTA APOSTÓLICA noVo

MillEnnio inEuntE

Esta Carta la dirigió Juan Pablo II a la Iglesia al con-cluir el Gran Jubileo del año 2000. El Papa dice que la pro-gramación pastoral habrá de inspirarse en el “mandamientonuevo” y subraya la comunión (koinonía) como encarnacióny manifestación de “la esencia misma del misterio de la Igle-sia” con todas las consecuencias que implica en el quehacerde ésta. De particular pertinencia aquí son las secciones (delCapítulo IV) Testigos del amor y Espiritualidad de comunión:

TESTIGOS�DEL�AMOR

42. «En esto conocerán todos que sois discípulosmíos: si os tenéis amor los unos a los otros » (Jn 13, 35). Siverdaderamente hemos contemplado el rostro de Cristo,queridos hermanos y hermanas, nuestra programaciónpastoral se inspirará en el «mandamiento nuevo» que élnos dio: «Que, como yo os he amado, así os améis tambiénvosotros los unos a los otros» (Jn 13, 34).

Otro aspecto importante en que será necesario ponerun decidido empeño programático, tanto en el ámbito de laIglesia universal como de la Iglesias particulares, es el de lacomunión (koinonía), que encarna y manifiesta la esenciamisma del misterio de la Iglesia. La comunión es el fruto y

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la manifestación de aquel amor que, surgiendo del corazóndel eterno Padre, se derrama en nosotros a través del Espí-ritu que Jesús nos da (cf. Rm 5, 5), para hacer de todos noso-tros «un solo corazón y una sola alma» (Hch 4, 32). Rea-lizando esta comunión de amor, la Iglesia se manifiestacomo «sacramento», o sea, «signo e instrumento de la ín-tima unión con Dios y de la unidad del género humano».

Las palabras del Señor a este respecto son demasiadoprecisas como para minimizar su alcance. Muchas cosasserán necesarias para el camino histórico de la Iglesia tam-bién este nuevo siglo; pero si faltara la caridad (agápe), todosería inútil. Nos lo recuerda el apóstol Pablo en el himno ala caridad: aunque habláramos las lenguas de los hombresy los ángeles, y tuviéramos una fe «que mueve las monta-ñas», si faltamos a la caridad, todo sería «nada» (cf. 1 Co13, 2). La caridad es verdaderamente el «corazón» de laIglesia, como bien intuyó santa Teresa de Lisieux, a la quehe querido proclamar Doctora de la Iglesia, precisamentecomo experta en la scientia amoris:

«Comprendí que la Iglesia tenía un Corazón y que esteCorazón ardía de amor. Entendí que sólo el amor movíaa los miembros de la Iglesia [...]. Entendí que el amor com-prendía todas las vocaciones, que el Amor era todo».

ESPIRITUALIDAD�DE�COMUNIÓN

43. Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comu-nión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros enel milenio que comienza, si queremos ser fieles al desig-nio de Dios y responder también a las profundas espe-ranzas del mundo.

¿Qué significa todo esto en concreto? También aquíla reflexión podría hacerse enseguida operativa, pero sería

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equivocado dejarse llevar por este primer impulso. Antesde programar iniciativas concretas, hace falta promover unaespiritualidad de la comunión, proponiéndola como princi-pio educativo en todos los lugares donde se forma el hom-bre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar,las personas consagradas y los agentes pastorales, dondese construyen las familias y las comunidades.

Espiritualidad de la comunión significa ante todouna mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de laTrinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser re-conocida también en el rostro de los hermanos que estána nuestro lado. Espiritualidad de la comunión significa,además, capacidad de sentir al hermano de fe en la uni-dad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como «unoque me pertenece», para saber compartir sus alegrías ysus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a susnecesidades, para ofrecerle una verdadera y profundaamistad. Espiritualidad de la comunión es también capa-cidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro,para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un «donpara mí», además de ser un don para el hermano que loha recibido directamente.

En fin, espiritualidad de la comunión es saber «darespacio» al hermano, llevando mutuamente la carga delos otros (cf. Ga 6, 2) y rechazando las tentaciones egoístasque continuamente nos asechan y engendran competiti-vidad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias.No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, depoco servirían los instrumentos externos de la comunión.Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comu-nión más que sus modos de expresión y crecimiento.

44. Sobre esta base el nuevo siglo debe comprometer-nos más que nunca a valorar y desarrollar aquellos ámbi-

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tos e instrumentos que, según las grandes directrices delConcilio Vaticano II, sirven para asegurar y garantizar lacomunión. ¿Cómo no pensar, ante todo, en los servicios es-pecíficos de la comunión que son el ministerio petrino y, en es-trecha relación con él, la colegialidad episcopal? Se trata derealidades que tienen su fundamento y su consistencia enel designio mismo de Cristo sobre la Iglesia,pero que pre-cisamente por eso necesitan de una continua verificaciónque asegure su auténtica inspiración evangélica.

También se ha hecho mucho, desde el ConcilioVaticano II , en lo que se refiere a la reforma de la Curiaromana, la organización de los Sínodos y el funciona-miento de las Conferencias Episcopales. Pero queda cier-tamente aún mucho por hacer para expresar de la mejormanera las potencialidades de estos instrumentos de lacomunión, particularmente necesarios hoy ante la exigen-cia de responder con prontitud y eficacia a los problemasque la Iglesia tiene que afrontar en los cambios tan rápi-dos de nuestro tiempo.

45. Los espacios de comunión han de ser cultivadosy ampliados día a día, a todos los niveles, en el entramadode la vida de cada Iglesia. En ella, la comunión ha de serpatente en las relaciones entre Obispos, presbíteros y diá-conos, entre Pastores y todo el Pueblo de Dios, entre cleroy religiosos, entre asociaciones y movimientos eclesiales.Para ello se deben valorar cada vez más los organismosde participación previstos por el Derecho canónico, comolos Consejos presbiterales y pastorales.

Éstos, como es sabido, no se inspiran en los criteriosde la democracia parlamentaria, puesto que actúan demanera consultiva y no deliberativa sin embargo, no pier-den por ello su significado e importancia. En efecto, la te-ología y la espiritualidad de la comunión aconsejan una

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escucha recíproca y eficaz entre Pastores y fieles, mante-niéndolos por un lado unidos a priori en todo lo que esesencial y, por otro, impulsándolos a confluir normal-mente incluso en lo opinable hacia opciones ponderadasy compartidas.

Para ello, hemos de hacer nuestra la antigua sabidu-ría, la cual, sin perjuicio alguno del papel jerárquico delos Pastores, sabía animarlos a escuchar atentamente atodo el Pueblo de Dios. Es significativo lo que san Benitorecuerda al Abad del monasterio, cuando le invita a con-sultar también a los más jóvenes: «Dios inspira a menudoal más joven lo que es mejor». Y san Paulino de Nola ex-horta: «Estemos pendientes de los labios de los fieles, por-que en cada fiel sopla el Espíritu de Dios».

Por tanto, así como la prudencia jurídica, poniendoreglas precisas para la participación, manifiesta la estruc-tura jerárquica de la Iglesia y evita tentaciones de arbitra-riedad y pretensiones injustificadas, la espiritualidad dela comunión da un alma a la estructura institucional, conuna llamada a la confianza y apertura que responde ple-namente a la dignidad y responsabilidad de cada miem-bro del Pueblo de Dios.

ANEXO 5.��LA COMUNIÓN EN LA VIDA

DE LA IGLESIA EN VENEZUELA

Este anexo contiene la Segunda Parte del Documento2 del Concilio Plenario de Venezuela, sobre el tema de la co-munión. Este Documento viene a ser, guardadas las debidasproporciones, el equivalente de la Lumen Gentium dentro delconjunto del Vaticano II . Buena parte del texto está dedi-cada a la espiritualidad de comunión, alma y soporte de la pas-toral correspondiente.

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2.� jUZGAR:�ILUMINACIÓN�TEOLÓGICO-PASTORAL�

32. Jesucristo, hermano nuestro, partícipe de nues-tras esperanzas y angustias, nos revela al Padre y su amor,desde su singular comunión filial con Él, que desea seavivida y participada por sus discípulos. Esa comuniónentre sus seguidores será el signo de la credibilidad de sumisión: “Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí yyo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que elmundo crea que tú me enviaste” (Jn 17, 21-22). Desde enton-ces, la Iglesia es en Cristo “sacramento, o sea, signo e ins-trumento de la unión íntima con Dios y de la unidad detodo el género humano” (LG 1).

2.1.� RAÍCES�TRINITARIAS�DE�LA�COMUNIÓNECLESIAL

33. La Iglesia es comunión y hunde sus raíces en elmisterio de la comunión trinitaria: Dios Padre, su HijoJesucristo y el Espíritu Santo. Nuestro Dios no es tristesoledad, sino bienaventurada comunión: “el supremo mo-delo y principio de este misterio (la unidad de la Iglesia)es la unidad de un solo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santoen la Trinidad de personas” (UR 2). Aquí encontramos laverdadera raíz y explicación de la autocomprensión de laIglesia como comunión. La contemplación del Dios trini-tario nos muestra la más estrecha unidad (un solo Dios)y una verdadera distinción (tres Personas distintas). Estaes la norma que estructura a la Iglesia, en la que han deconjugarse unidad y diversidad.

34. El designio divino de unidad y comunión se re-alizó en la plenitud de los tiempos, con la misión y la obradel Hijo. “(...) Cristo, levantado en alto sobre la tierra,

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atrajo hacia sí a todos los hombres (cf. Jn 12, 32); resuci-tando de entre los muertos (cf. Rm 6, 9) envió a su Espí-ritu vivificador sobre sus discípulos y por Él constituyó asu cuerpo, que es la Iglesia, como sacramento universalde salvación” (LG 48), donde los creyentes tienen un solocorazón y una sola alma (cf. Hch 4, 32). San Pablo lo ex-presa bellamente: “todos son hijos de Dios por la fe en CristoJesús. En efecto, todos los bautizados en Cristo se han revestidode Cristo: ya no hay judíos ni griegos, ni esclavo ni libre, nihombre ni mujer, ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús”(Ga 3, 28).

35. La misión del Hijo culmina en el envío del Es-píritu Santo, “que habita en los creyentes, y llena y go-bierna a toda la Iglesia, efectúa esa admirable unión delos fieles y los congrega tan íntimamente a todos en Cristoque Él mismo es el principio de la unidad de la Iglesia. Élrealiza la distribución de los carismas y de los ministerios(cf. 1 Co 12, 4-11), enriqueciendo a la Iglesia de Jesucristocon la variedad de dones ‘para la perfección consumada delos santos en orden a la obra del ministerio y a la edificación delCuerpo de Cristo’ (Ef 4, 12)” (UR 2).

36. El Espíritu que da la vida (cf. Jn 4, 14; 7, 38-39;Rm 8, 10), “habita en la Iglesia y en el corazón de los fielescomo en un templo (cf. 1 Co 3, 16; 6, 9), y en ellos ora y datestimonio de su adopción como hijos (cf. Ga 4, 6; Rm 8,15-16 y 26). Guía a la Iglesia a toda la verdad (cf. Jn 16,13), la unifica en comunión y ministerio, la provee y go-bierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y laembellece con sus frutos (cf. Ef 4, 11-12; 1 Co 12, 4; Ga 5,22). Con la fuerza del Evangelio rejuvenece a la Iglesia,la renueva incesantemente y la conduce a la unión consu-mada con su Esposo. En efecto, el Espíritu y la Esposadicen al Señor Jesús: ¡Ven! (cf. Ap 22, 17)” (LG 4).

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2.2.��LA�IGLESIA,�SACRAMENTO�DE�COMUNIÓN

37. En el Concilio Vaticano II , la Iglesia se definecomo sacramento: “La Iglesia es en Cristo como un sa-cramento, o sea, un signo e instrumento de la unión ín-tima con Dios y de la unidad de todo el género humano”(LG 1); “Dios… constituyó la Iglesia para que sea paratodos y cada uno sacramento visible de esta unidad desalvación (de los hombres con Cristo)” (LG 9; cf. SC 5.26; GS 42. 45; AG 1.5). Heredera de la misión evangeli-zadora que le dejó Jesucristo, y fundada en la comunióntrinitaria, la Iglesia busca fortalecer la comunión de Dioscon la humanidad, y de los hombres entre sí.

38. La Iglesia también es signo, expresión en sí mismade la comunión. Viviendo anclada en el eje comunional sepresenta como referencia de lo que Dios quiere para la hu-manidad: “brille así su luz delante de los hombres, para que veansus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está los cielos” (Mt5, 16). La mayor luz testimonial que brota de la comuniónes el amor: “Si se aman los unos a los otros, todo el mundo sedará cuenta de que ustedes son discípulos míos” (Jn 13, 35). Estacomunión “es el fruto y la manifestación de aquel amor que,surgiendo del corazón del eterno Padre, se derrama en nos-otros a través del Espíritu, que Jesús nos da (cf. Rm 5, 5),para hacer de todos nosotros ‘un solo corazón y una sola alma’(Hch 4, 32)” (NMI 42).

39. “La comunión de vida en la Iglesia se obtienepor los sacramentos de iniciación cristiana: Bautismo,Confirmación y Eucaristía. El Bautismo es ‘la puerta dela vida espiritual: pues por él nos hacemos miembros deCristo y del Cuerpo de la Iglesia’. Los bautizados al reci-bir la Confirmación se vinculan más estrechamente a laIglesia, se enriquecen con una fuerza especial del EspírituSanto, y con ello quedan obligados más estrictamente a

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difundir y defender la fe, como verdaderos testigos deCristo, por la Palabra juntamente con las obras’. El pro-ceso de la iniciación cristiana se perfecciona y culmina conla recepción de la Eucaristía, por la cual el bautizado seinserta plenamente en el Cuerpo de Cristo” (EA 34).

40. La Eucaristía es “fuente y culmen de toda la vidacristiana” (LG 11). Su realidad no se agota en el hecho deser el sacramento donde se culmina la iniciación cristiana;ella continúa siendo el centro vivo permanente en tornoal cual se congrega y construye toda la comunidad eclesial(cf. EA 35); de esta manera, “la Eucaristía significa y rea-liza la comunión de vida con Dios y la unidad del Pueblode Dios por la que la Iglesia es ella misma” (CatIC 132).

41. La comunión en la vida de la Iglesia no se de-creta, sino que se construye. Es todo el Pueblo de Dios elllamado a esta tarea; por lo tanto, ninguno queda ex-cluido. Para ello es necesario promover una espiritualidadde la comunión, “proponiéndola como principio educa-tivo en todos los lugares donde se forma el hombre y elcristiano, donde se educan los ministros del altar, las per-sonas consagradas y los agentes pastorales, donde seconstruyen las familias y las comunidades” (NMI 43).

42. La espiritualidad de la comunión siempre haráreferencia al “Otro”: el “Otro” absoluto, Dios, Uno yTrino, y el “otro” peregrino, el hermano, el prójimo, perotambién el desconocido, el marginado, el desterrado, eloprimido. Por eso, tiende la mirada del corazón hacia “elmisterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luzha de ser reconocida también en el rostro de los hermanosque están a nuestro lado” (NMI 43). Es una espirituali-dad que significa “capacidad de sentir al hermano de feen la unidad profunda del Cuerpo Místico y, por tanto,como uno que me pertenece” (Ibid), del cual se es responsa-

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ble, y con el cual se comparten alegrías y sufrimientos enla amistad. Es también “capacidad de ver ante todo lo quehay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo comoregalo de Dios… En fin, espiritualidad de la comunión essaber dar espacio al hermano, llevando mutuamente lacarga de los otros (cf. Ga 6, 2) y rechazando las tentacionesegoístas que continuamente nos acechan y engendrancompetitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza yenvidias” (Ibid).

43. La comunión, desde esta espiritualidad, debe ha-cerse realidad en todos los miembros del Pueblo de Dios:las personas, las familias, las comunidades eclesiales, lasparroquias, las Iglesias particulares. Es tarea de todoscrear y cultivar los espacios de comunión; por lo tanto, enel entramado de la vida de cada Iglesia, “la comunión hade ser patente en las relaciones entre los obispos, presbí-teros y diáconos, entre los pastores y todo el Pueblo deDios, entre clero y religiosos, entre asociaciones y movi-mientos eclesiales. Para ello se deben valorar cada vezmás los organismos de participación previstos por el De-recho Canónico, como los consejos presbiterales y pasto-rales” (NMI 45). Estos están siempre al servicio delPueblo de Dios, en orden a hacer más efectiva la relacióncon Dios y entre los miembros del mismo pueblo, peronunca agotando la abundancia de inspiración y gracia quesuscita el Espíritu de Dios.

44. La Comunión debe ser siempre una tarea en elcampo ecuménico. En el credo profesamos: Creo en laIglesia, que es una. “Esto que manifestamos en la profe-sión de fe tiene su fundamento último en Cristo, en el cualla Iglesia no está dividida (cf. 1Co 1,11-13). Como Cuerposuyo, en la unidad obtenida por los dones del Espíritu, esindivisible” (NMI 48). Es en la historia donde se han pro-

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ducido divisiones debido a la fragilidad humana. Pero elproyecto de Dios es la unidad, es vivir como hermanosen la fe que brota del bautismo y nos hace hijos de unmismo Padre.

“Esta unidad que se realiza concretamente en la Iglesiacatólica, a pesar de los límites propios de lo humano,emerge también de manera diversa en tantos elementosde santificación y de verdad que existen dentro de lasIglesias y Comunidades eclesiales; dichos elementos, encuanto dones propios de la Iglesia de Cristo, les empujansin cesar hacia la unidad plena” (NMI 48).

2.3.��LA�IGLESIA,�PUEbLO�DE�DIOS

45. Esta comunión se hace realidad en el Pueblo deDios. Él ha querido realizar una nueva alianza en favorde la humanidad, y ésta ha sido establecida por Cristo“convocando un pueblo de judíos y gentiles, que se uni-ficara no según la carne, sino en el Espíritu, y constituyerael nuevo Pueblo de Dios. Pues quienes creen en Cristo,renacidos no de un germen corruptible, sino de uno inco-rruptible, mediante la palabra del Dios vivo (cf. 1 P 1, 23),no de la carne sino del agua y del Espíritu Santo (cf. Jn 3,5-6), pasan, finalmente, a constituir ‘un linaje escogido, sa-cerdocio regio, nación santa, pueblo adquirido…, que en untiempo no era pueblo y ahora es Pueblo de Dios’ (1 P 2, 9-10)”(LG 9).

46. Este Pueblo de Dios es “un pueblo universal. Fa-milia de Dios en la tierra; pueblo santo; pueblo que pere-grina en la historia; pueblo enviado” (DP 236), que no seconstituye por particularidades, sino por la fe en Jesu-cristo muerto y resucitado, de donde fundamenta su serprofético “que anuncia el Evangelio o discierne las vocesdel Señor en la historia. Anuncia donde se manifiesta la

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presencia de su Espíritu. Denuncia donde opera el mis-terio de iniquidad, mediante hechos y estructuras que im-piden la participación más fraternal en la construcción dela sociedad y en el goce de los bienes que Dios creó paratodos” (DP 267).

47. A imagen de las primeras comunidades cristianasque poco a poco iban teniendo conciencia de vivir la uni-dad y conformándose como Pueblo de Dios (cf. 2 Co 6, 16;Rm 9, 25; 1 P 2, 10; Hb 8, 10; Ap 21, 3), la Iglesia hoy nosólo se considera, sino que es Pueblo de Dios, pueblo dehermanos. Es un pueblo que se hace sujeto histórico en elconjunto de los pueblos y cuyas preocupaciones o dimen-siones de la vida de las personas, no les son ajenas; pero, asu vez, tiende a lo definitivo, a lo escatológico y, por lotanto, es un pueblo peregrino, humilde y servicial queexiste para cumplir la misión de entregar la vida, palabray obra de Jesucristo, redentor de la humanidad y liberadorde toda esclavitud de pecado. De allí que “todos los hom-bres están invitados al Pueblo de Dios. Por eso este pueblo,uno y único, ha de extenderse por todo el mundo” (LG 13).

2.�4.��PUEbLO�DE�DIOS�EN�fRATERNIDAD

48. Así como la comunión es una tarea permanente,la fraternidad lleva el sello de un hacerse en la historia,con la ayuda del Espíritu Santo. Esta fraternidad tiene sufundamento en el amor; por lo tanto, no es algo externo,es lo que sostiene la vida de los cristianos, porque “Dioses amor” (1 Jn 4, 8).

49. La comunión no se logra sino en la vivencia dela fraternidad; igualmente, el Pueblo de Dios se consti-tuye en esta fraternidad mutua, porque de lo contrario, laIglesia será una simple estructura institucional. Una re-lación fraterna, entre hermanos que comparten la respon-

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sabilidad de la vida, de la historia, desde la fe en Jesu-cristo, lleva a ser más coherentes a los hijos en el Hijo y auna más profunda docilidad al Espíritu divino; por lotanto, la relación fraterna que se vive como Iglesia y quela hace ser Iglesia, es la relación entre hermanos, entreiguales, y mutua. San Pablo lo expresa en distintas cartas:“acójanse mutuamente” (Rm 15, 7), “sírvanse unos a otros poramor” (Ga 5, 13), “sopórtense unos a otros y perdónense mu-tuamente” (Ef 3, 13), “sean bondadosos y compasivos unos conotros” (Ef 4, 32), “edifíquense unos con otros” (1 Ts 5, 11), o,en palabras de la Primera Carta de Pedro: “ámense since-ramente unos a otros como hermanos” (1, 22). Todo esto nose hace por una fina filantropía, sino que se fundamentaen el mandamiento dado por Jesucristo: “Les doy este man-damiento nuevo: que se amen unos a otros. Así como yo los amoa ustedes, así deben amarse ustedes unos a otros” (Jn 13, 34);por lo tanto, es algo, que aunque radica en el corazónde cada hombre y mujer, se centra en el amor que Jesu-cristo tiene por cada ser humano.

50. Toda esta vivencia debe hacerse presente en lavida ordinaria de cada cristiano, pero también en los di-versos carismas y ministerios del Pueblo de Dios. Así, losobispos se relacionan con el presbiterio diocesano comohermanos en la fe y como servidores del Evangelio deJesucristo; lo mismo los presbíteros con los feligreses y losreligiosos y religiosas en sus diversos ministerios y caris-mas, al igual los seglares entre sí. Es ir haciéndose, a lavez, cristianos y hermanos, en un mismo caminar fraternoen la construcción de la comunidad humana y del Reinode Dios: “si se aman los unos a los otros, todo el mundo se darácuenta de que son discípulos míos” (Jn 13, 35).

51. Este amor que crea fraternidad abre el campo dela misericordia y el perdón, elementos esenciales para la

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comunión en la vida de la Iglesia. Pueden existir, por con-dicionamientos humanos, fisuras, fricciones, que, aunqueduelen, será mínimo su efecto cuando prevalecen la mi-sericordia y el perdón, ya que tendremos la seguridad deque “nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostradoen Cristo Jesús nuestro Señor” (Rm 8, 39); por lo tanto, esun pueblo de hermanos que vive del amor expresado enla caridad, donde hay una edificación mutua, ya que “mu-chas cosas serán necesarias para el camino histórico de laIglesia también este nuevo siglo; pero si faltara la caridad(agápe), todo sería inútil” (NMI 42). Es el amor que anima,sostiene y conduce al Pueblo de Dios en el hacerse pueblocristiano y en su labor misionera.

2.5.� LA�COMUNIÓN�PARA�LA�MISIÓNEVANGELIZADORA

52. El Concilio Vaticano II proclama que “la Iglesiaperegrinante es, por naturaleza, misionera, puesto quetoma su origen en la misión del Hijo y del Espíritu Santo,según el designio del Padre” (AG 2). La Iglesia es comu-nión en misión (cf. LG 17), es comunión trinitaria en ten-sión misionera (cf. PDV 12.73-75). Ella no puede hacerotra cosa, sino anunciar con franqueza y valentía –parre-sía– “que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre,muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos loshombres” (EN 27); esta es “la dicha y la vocación de laIglesia, su identidad más profunda” (EN 24), ya que“existe para evangelizar” (EN 26).

53. Entre la comunión y la misión existe una pro-funda unidad. En efecto, “se compenetran y se implicanmutuamente, hasta tal punto que la comunión representaa la vez la fuente y el fruto de la misión… Siempre es elúnico e idéntico Espíritu el que convoca y une a la Iglesia

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y el que la envía a predicar el Evangelio hasta los confinesde la tierra” (ChL 32).

54. Toda la Iglesia, como Pueblo de Dios, es un pue-blo de servidores donde se realiza el plan de Dios, desdesu modo propio de servir, que es evangelizar; “es un ser-vicio que sólo ella puede prestar. Dicho servicio evange-lizador de la Iglesia se dirige a todos los hombres, sindistinción. Pero debe reflejarse siempre, en él, la especialpredilección de Jesús por los más pobres y los que mássufren” (DP 270).

55. La Iglesia-comunión muestra cómo, de su propianaturaleza, brotan necesariamente la participación, la so-lidaridad y la corresponsabilidad, que son traducciónoperativa de su propio ser comunional y derivación nece-saria de su raíz trinitaria. Se configura así una Iglesia ani-mada por el Espíritu Santo en la totalidad de carismas yministerios: “Hay en la Iglesia diversidad de ministerios,pero unidad de misión” (AA 2; cf. 33); es decir, una mi-sión, la de la Iglesia, pero con diversidad de ministeriospara realizarla. El mismo Espíritu está a la base de todoslos ministerios y carismas que confluyen en la única mi-sión, por eso es la raíz y fundamento de todo ministerioeclesial. Su denominador común es que “todo sea para elbien de la Iglesia“ (1 Co 14, 26); es dado para el bien comúny no para provecho exclusivo de quien lo recibe. Esto nosllama a una auténtica espiritualidad en la vivencia de loscarismas y ministerios: un impulso interior que viene dela fuerza del Espíritu Santo y que se va conformando encada cristiano y en el cuerpo eclesial.

56. Fortalece esta espiritualidad la presencia de laVirgen María como signo de amor y unidad, a la cual de-bemos mirar “para contemplar en ella lo que es la Iglesiaen su Misterio, en su ‘peregrinación de la fe’, y lo que será

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al final de su marcha, donde le espera, ‘para la gloria dela Santísima e indivisible Trinidad’, ‘en comunión contodos los santos’“ (CatIC 972). De allí que la misión deMaría hacia el Pueblo de Dios es una realidad sobrena-tural operante y fecunda en el organismo eclesial (cf. MC57; RM 21. 24. 38. 40).

57. Con esta riqueza espiritual y animada por el Es-píritu, es posible esperar y trabajar por una mejor calidadde vida en común, y una real corresponsabilidad en la Igle-sia, confiados en que su acción puede renovarnos. NuestraIglesia es, debe y puede ser, un espacio privilegiado parael desarrollo de las fuerzas creadoras de nuestro tiempo.Dios espera de cada cristiano un modelo de vida y de ac-ción en común, en medio del mundo, a través de un en-cuentro íntimo con Él y de un compromiso auténtico ydecidido, amoroso y solidario, con los hermanos, a travésde una pastoral orgánica, sistemática y participativa.

ANEXO 6.�DEus Caritas Est–Dios Es aMor

A continuación se ofrece parte de la Introducción de laprimera encíclica de Benedicto XVI, publicada el 25 de di-ciembre de 2005. Fue, a su vez, la primera de un trío sobrelas virtudes teologales, iniciado por la principal de ellas. Lasegunda, Spe salvi (esperanza) vio la luz el 30.11. 2007. Sobrela fe dejó una primera redacción, que entregó al Papa Fran-cisco y éste publicó con el título de Lumen Fidei el 29. 6. 2013.

Teniendo presente la equivalencia de amor (agápe) y co-munión (koinonía), encontramos recogidos en Deus CaritasEst el fundamento y la razón de ser de la línea o núcleo arti-culador teológico-pastoral de comunión.

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INTRODUCCIÓN

1. «Dios es amor, y quien permanece en el amor perma-nece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4, 16). Estas palabras de laPrimera carta de Juan expresan con claridad meridiana elcorazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios ytambién la consiguiente imagen del hombre y de su ca-mino. Además, en este mismo versículo, Juan nos ofrece,por así decir, una formulación sintética de la existenciacristiana: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nostiene y hemos creído en él».

Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresarel cristiano la opción fundamental de su vida. No se co-mienza a ser cristiano por una decisión ética o una granidea, sino por el encuentro con un acontecimiento, conuna Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, conello, una orientación decisiva. En su Evangelio, Juanhabía expresado este acontecimiento con las siguientespalabras: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijoúnico, para que todos los que creen en él tengan vida eterna»(cf. 3, 16). La fe cristiana, poniendo el amor en el centro,ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándoleal mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud.

En efecto, el israelita creyente reza cada día con laspalabras del Libro del Deuteronomio que, como bien sabe,compendian el núcleo de su existencia: «Escucha, Israel: ElSeñor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor con todoel corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (6, 4-5).

Jesús, haciendo de ambos un único precepto, haunido este mandamiento del amor a Dios con el del amoral prójimo, contenido en el Libro del Levítico: «Amarás a tuprójimo como a ti mismo» (19, 18; cf. Mc 12, 29- 31). Y,puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn

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4, 10), ahora el amor ya no es sólo un «mandamiento»,sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nues-tro encuentro.

ANEXO 7.��DOCUMENTO DE APARECIDA

Aparecida no define una línea teológico-pastoral en elsentido de Puebla y, a fortiori, no asume la de la III Confe-rencia. Se le reconoce oficialmente al Documento un “hiloconductor”, el de vida. El Anexo muestra cómo esta nociónde vida prácticamente se identifica como comunión. En buenalógica mucho hubiera ganado la V Conferencia y la pastoralen el Continente con explicitar comunión como núcleo arti-culador teológico-pastoral, integrando vida en el desarrollodel mismo. A continuación se ofrece, de la Primera Parte,La vida de Jesucristo en los discípulos misioneros, la Sección 5.1 del Capítulo 5, La comunión de los discípulos misioneros en laIglesia:

5�. LA�COMUNIÓN�DE�LOS�DISCÍPULOSMISIONEROS�EN�LA�IGLESIA

5.1. Llamados�a�vivir�en�comunión

154. Jesús, al inicio de su ministerio, elige a los docepara vivir en comunión con Él (cf. Mc 3, 14). Para favore-cer la comunión y evaluar la misión, Jesús les pide: “Ven-gan ustedes solos a un lugar deshabitado, para descansar unpoco” (Mc 6, 31-32). En otras oportunidades, se encontrarácon ellos para explicarles el misterio del Reino (cf. Mc 4,11. 33-34). De la misma manera se comporta con el grupode los setenta y dos discípulos (cf. Lc 10, 17-20). Al pare-cer, el encuentro a solas indica que Jesús quiere hablarlesal corazón (cf. Os 2, 14). Hoy, también el encuentro de losdiscípulos con Jesús en la intimidad es indispensable paraalimentar la vida comunitaria y la actividad misionera.

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155. Los discípulos de Jesús están llamados a viviren comunión con el Padre (1 Jn 1, 3) y con su Hijo muertoy resucitado, en “la comunión en el Espíritu Santo” (2 Co13, 13). El misterio de la Trinidad es la fuente, el modeloy la meta del misterio de la Iglesia: “Un pueblo reunidopor la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”,llamada en Cristo “como un sacramento, o signo e instru-mento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todoel género humano” (LG1). La comunión de los fieles y delas Iglesias Particulares en el Pueblo de Dios se sustentaen la comunión con la Trinidad.

156. La vocación al discipulado misionero es con-vo-cación a la comunión en su Iglesia. No hay discipuladosin comunión. Ante la tentación, muy presente en la cul-tura actual, de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas bús-quedas espirituales individualistas, afirmamos que la feen Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesialy ella “nos da una familia, la familia universal de Dios enla Iglesia Católica. La fe nos libera del aislamiento del yo,porque nos lleva a la comunión” (DI 3). Esto significa queuna dimensión constitutiva del acontecimiento cristianoes la pertenencia a una comunidad concreta, en la que po-damos vivir una experiencia permanente de discipuladoy de comunión con los sucesores de los Apóstoles y conel Papa.

157. Al recibir la fe y el bautismo, los cristianos aco-gemos la acción del Espíritu Santo que lleva a confesar aJesús como Hijo de Dios y a llamar a Dios “Abba”. Todoslos bautizados y bautizadas de América Latina y El Ca-ribe, “a través del sacerdocio común del Pueblo de Dios”(Ibid., 5), estamos llamados a vivir y transmitir la comunióncon la Trinidad, pues “la evangelización es un llamado ala participación de la comunión trinitaria” (DP218).

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158. Al igual que las primeras comunidades de cris-tianos, hoy nos reunimos asiduamente para “escuchar laenseñanza de los apóstoles, vivir unidos y participar en lafracción del pan y en las oraciones” (Hch 2, 42). La comuniónde la Iglesia se nutre con el Pan de la Palabra de Dios ycon el Pan del Cuerpo de Cristo. La Eucaristía, partici-pación de todos en el mismo Pan de Vida y en el mismoCáliz de Salvación, nos hace miembros del mismoCuerpo (cf. 1 Co 10, 17). Ella es fuente y culmen de la vidacristiana (cf. LG 11), su expresión más perfecta y el ali-mento de la vida en comunión. En la Eucaristía, se nu-tren las nuevas relaciones evangélicas que surgen deser hijos e hijas del Padre y hermanos y hermanas enCristo. La Iglesia que la celebra es “casa y escuela de co-munión” (NMI 43), donde los discípulos comparten lamisma fe, esperanza y amor al servicio de la misión evan-gelizadora.

159. La Iglesia, como “comunidad de amor” (DCE19), está llamada a reflejar la gloria del amor de Dios que,es comunión, y así atraer a las personas y a los puebloshacia Cristo. En el ejercicio de la unidad querida porJesús, los hombres y mujeres de nuestro tiempo se sientenconvocados y recorren la hermosa aventura de la fe. “Quetambién ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea”(Jn 17, 21). La Iglesia crece no por proselitismo sino “por‘atracción’: como Cristo ‘atrae todo a sí’ con la fuerza desu amor” (Benedicto XVI, Homilía en la Eucaristía deinauguración de la V…). La Iglesia “atrae” cuando vive encomunión, pues los discípulos de Jesús serán reconocidossi se aman los unos a los otros como Él nos amó (cf. Rm12, 4-13; Jn 13, 34).

160. La Iglesia peregrina vive anticipadamente labelleza del amor, que se realizará al final de los tiempos

en la perfecta comunión con Dios y los hombres (cf. Ibíd.).Su riqueza consiste en vivir ya en este tiempo la “comu-nión de los santos”, es decir, la comunión en los bienes di-vinos entre todos los miembros de la Iglesia, en particularentre los que peregrinan y los que ya gozan de la gloria(cf. LG 49). Constatamos que, en nuestra Iglesia, existennumerosos católicos que expresan su fe y su pertenenciade forma esporádica, especialmente a través de la piedada Jesucristo, la Virgen y su devoción a los santos. Los in-vitamos a profundizar su fe y a participar más plena-mente en la vida de la Iglesia, recordándoles que “envirtud del bautismo, están llamados a ser discípulos y mi-sioneros de Jesucristo” (DI 3).

161. La Iglesia es comunión en el amor. Esta es suesencia y el signo por la cual está llamada a ser reconocidacomo seguidora de Cristo y servidora de la humanidad.El nuevo mandamiento es lo que une a los discípulosentre sí, reconociéndose como hermanos y hermanas, obe-dientes al mismo Maestro, miembros unidos a la mismaCabeza y, por ello, llamados a cuidarse los unos a los otros(1 Co 13; Col 3, 12-14).

162. La diversidad de carismas, ministerios y servi-cios, abre el horizonte para el ejercicio cotidiano de la co-munión, a través de la cual los dones del Espíritu sonpuestos a disposición de los demás para que circule la ca-ridad (cf. 1 Co 12, 4-12). Cada bautizado, en efecto, es por-tador de dones que debe desarrollar en unidad y comple-mentariedad con los de los otros, a fin de formar el únicoCuerpo de Cristo, entregado para la vida del mundo. Elreconocimiento práctico de la unidad orgánica y la diver-sidad de funciones asegurará mayor vitalidad misioneray será signo e instrumento de reconciliación y paz paranuestros pueblos. Cada comunidad está llamada a descu-

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brir e integrar los talentos escondidos y silenciosos que elEspíritu regala a los fieles.

163. En el pueblo de Dios, “la comunión y la misiónestán profundamente unidas entre sí… La comunión esmisionera y la misión es para la comunión” (ChL 32). Enlas iglesias particulares, todos los miembros del pueblode Dios, según sus vocaciones específicas, estamos con-vocados a la santidad en la comunión y la misión.

ANEXO 8.��EVangElii gauDiuM

SObRE EL ANUNCIO DEL EVANGELIO EN EL

MUNDO ACTUAL

De la reciente Exhortación Apostólica del Papa Fran-cisco encontramos a continuación un extracto de particularimportancia y utilidad en lo concerniente a la espiritualidadde comunión, fundamento de una sólida y creíble pastoralde comunión (Capítulo segundo/II , 87-92. 98-101). Se tomade dos secciones, que concluyen, respectivamente, con estosvibrantes llamados: “¡No nos dejemos robar la comunidad!”y “¡No nos dejemos robar el ideal del amor!”

Sí�a�las�relaciones�nuevas�que�genera�jesucristo

87. Hoy, que las redes y los instrumentos de la co-municación humana han alcanzado desarrollos inauditos,sentimos el desafío de descubrir y transmitir la mística devivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnosde los brazos, de apoyarnos, de participar de esa mareaalgo caótica que puede convertirse en una verdadera ex-periencia de fraternidad, en una caravana solidaria, enuna santa peregrinación. De este modo, las mayores po-sibilidades de comunicación se traducirán en más posibi-lidades de encuentro y de solidaridad entre todos. S i

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pudiéramos seguir ese camino, ¡sería algo tan bueno, tansanador, tan liberador, tan esperanzador! Salir de símismo para unirse a otros hace bien. Encerrarse en símismo es probar el amargo veneno de la inmanencia, y lahumanidad saldrá perdiendo con cada opción egoísta quehagamos.

88. El ideal cristiano siempre invitará a superar lasospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser in-vadidos, las actitudes defensivas que nos impone elmundo actual. Muchos tratan de escapar de los demáshacia la privacidad cómoda o hacia el reducido círculo delos más íntimos, y renuncian al realismo de la dimensiónsocial del Evangelio. Porque, así como algunos quisieranun Cristo puramente espiritual, sin carne y sin cruz, tam-bién se pretenden relaciones interpersonales sólo media-das por aparatos sofisticados, por pantallas y sistemas quese puedan encender y apagar a voluntad. Mientras tanto,el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del en-cuentro con el rostro del otro, con su presencia física queinterpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría quecontagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdaderafe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del donde sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de lareconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios,en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura.

89. El aislamiento, que es una traducción del inma-nentismo, puede expresarse en una falsa autonomía queexcluye a Dios, pero puede también encontrar en lo reli-gioso una forma de consumismo espiritual a la medida desu individualismo enfermizo. La vuelta a lo sagrado y lasbúsquedas espirituales que caracterizan a nuestra épocason fenómenos ambiguos. Más que el ateísmo, hoy se nosplantea el desafío de responder adecuadamente a la sed

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de Dios de mucha gente, para que no busquen apagarlaen propuestas alienantes o en un Jesucristo sin carne y sincompromiso con el otro. S i no encuentran en la Iglesiauna espiritualidad que los sane, los libere, los llene devida y de paz al mismo tiempo que los convoque a lacomunión solidaria y a la fecundidad misionera, termina-rán engañados por propuestas que no humanizan ni dangloria a Dios.

90. Las formas propias de la religiosidad popularson encarnadas, porque han brotado de la encarnación dela fe cristiana en una cultura popular. Por eso mismo in-cluyen una relación personal, no con energías armoniza-doras sino con Dios, Jesucristo, María, un santo. Tienencarne, tienen rostros. Son aptas para alimentar potencia-lidades relacionales y no tanto fugas individualistas. Enotros sectores de nuestras sociedades crece el aprecio pordiversas formas de «espiritualidad del bienestar» sin co-munidad, por una «teología de la prosperidad» sin com-promisos fraternos o por experiencias subjetivas sinrostros, que se reducen a una búsqueda interior inmanen-tista.

91. Un desafío importante es mostrar que la soluciónnunca consistirá en escapar de una relación personal ycomprometida con Dios que al mismo tiempo nos com-prometa con los otros. Eso es lo que hoy sucede cuandolos creyentes procuran esconderse y quitarse de encima alos demás, y cuando sutilmente escapan de un lugar aotro o de una tarea a otra, quedándose sin vínculos pro-fundos y estables: «Imaginatio locorum et mutatio multos fe-fellit» (Tomás de Kempis, De Imitatione Christi, LiberPrimus, IX, 5: «La imaginación y mudanza de lugares en-gañó a muchos»). Es un falso remedio que enferma el co-razón, y a veces el cuerpo. Hace falta ayudar a reconocer

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que el único camino consiste en aprender a encontrarsecon los demás con la actitud adecuada, que es valorarlosy aceptarlos como compañeros de camino, sin resistenciasinternas. Mejor todavía, se trata de aprender a descubrira Jesús en el rostro de los demás, en su voz, en sus recla-mos. También es aprender a sufrir en un abrazo con Jesúscrucificado cuando recibimos agresiones injustas o ingra-titudes, sin cansarnos jamás de optar por la fraternidad(Se omite aquí la cita de Santa Teresa de Lisieux).

92. Allí está la verdadera sanación, ya que el modode relacionarnos con los demás que realmente nos sanaen lugar de enfermarnos es una fraternidad mística, con-templativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del pró-jimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano, quesabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose alamor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divinopara buscar la felicidad de los demás como la busca suPadre bueno. Precisamente en esta época, y también allídonde son un «pequeño rebaño» (Lc 12, 32), los discípulosdel Señor son llamados a vivir como comunidad que seasal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-16). Son lla-mados a dar testimonio de una pertenencia evangeliza-dora de manera siempre nueva. ¡No nos dejemos robar lacomunidad!

No�a�la�guerra�entre�nosotros

98. Dentro del Pueblo de Dios y en las distintas co-munidades, ¡cuántas guerras! En el barrio, en el puestode trabajo, ¡cuántas guerras por envidias y celos, tambiénentre cristianos! La mundanidad espiritual lleva a algunoscristianos a estar en guerra con otros cristianos que se in-terponen en su búsqueda de poder, prestigio, placer o se-guridad económica. Además, algunos dejan de vivir una

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pertenencia cordial a la Iglesia por alimentar un espíritude «internas». Más que pertenecer a la Iglesia toda, consu rica diversidad, pertenecen a tal o cual grupo que sesiente diferente o especial.

99. El mundo está lacerado por las guerras y la vio-lencia, o herido por un difuso individualismo que dividea los seres humanos y los enfrenta unos contra otros enpos del propio bienestar. En diversos países resurgen en-frentamientos y viejas divisiones que se creían en partesuperadas. A los cristianos de todas las comunidades delmundo, quiero pediros especialmente un testimonio decomunión fraterna que se vuelva atractivo y resplande-ciente. Que todos puedan admirar cómo os cuidáis unosa otros, cómo os dais liento mutuamente y cómo os acom-pañáis: «En esto reconocerán que sois mis discípulos, en elamor que os tengáis unos a otros» (Jn 13,35). Es lo que contantos deseos pedía Jesús al Padre: «Que sean uno en nos-otros […] para que el mundo crea» (Jn 17, 21).

¡Atención a la tentación de la envidia! ¡Estamos enla misma barca y vamos hacia el mismo puerto! Pidamosla gracia de alegrarnos con los frutos ajenos, que son detodos.

100. A los que están heridos por divisiones históri-cas, les resulta difícil aceptar que los exhortemos al per-dón y la reconciliación, ya que interpretan que ignoramossu dolor, o que pretendemos hacerles perder la memoriay los ideales. Pero si ven el testimonio de comunidadesauténticamente fraternas y reconciliadas, eso es siempreuna luz que atrae.

Por ello me duele tanto comprobar cómo en algunascomunidades cristianas, y aun entre personas consagra-das, consentimos diversas formas de odio, divisiones, ca-

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lumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de impo-ner las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta per-secuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿Aquién vamos a evangelizar con esos comportamientos?

101. Pidamos al Señor que nos haga entender la leydel amor. ¡Qué bueno es tener esta ley! ¡Cuánto bien noshace amarnos los unos a los otros en contra de todo! Sí,¡en contra de todo! A cada uno de nosotros se dirige la ex-hortación paulina: «No te dejes vencer por el mal, antes bienvence al mal con el bien» (Rm 12, 21). Y también: «¡No noscansemos de hacer el bien!» (Ga 6, 9). Todos tenemos sim-patías y antipatías, y quizás ahora mismo estamos enoja-dos con alguno.

Al menos digamos al Señor: «Señor yo estoy eno-jado con éste, con aquélla. Yo te pido por él y por ella».Rezar por aquel con el que estamos irritados es un her-moso paso en el amor, y es un acto evangelizador. ¡Hagá-moslo hoy! ¡No nos dejemos robar el ideal del amor!

ANEXO 9.��REfLEXIÓN PERSONAL

El siguiente texto recoge extractos de una reflexiónhecha cinco años después de finalizado el Vaticano II y dosde Medellín. Corresponde al Cap. 4, titulado Síntesis Teoló-gica de mi libro: La Iglesia sacramento de unificación universal(Edic. Sígueme, Salamanca, 1971; reimpresión por Edic. Trí-pode, Caracas, 2008). Fue un intento de resumir el mensajecristiano articulándolo en torno a comunión y liberación.

La comunión se presenta allí como polo y meta de laliberación.

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4.�SÍNTESIS�TEOLÓGICA

4.1.�trinidad y comunión

Dios, el Dios revelado y comunicado en Jesucristo, escomunión interpersonal: (…) (Jn 14, 9-11. 25 s.; 16, 13-15).

a) La comunidad trinitaria y su plan de comunión

El Dios verdadero es pluralidad auténtica de perso-nas, en comunicación tan íntima de conocimiento y amor,que se identifican plenamente en el orden de su natura-leza espiritual, infinita y trascendente; verifican un dina-mismo comunional tan profundo que identifica al Padre,al Hijo y al Espíritu Santo en un solo existir absoluto.

En la Trinidad se da el summum inefable de realiza-ción personal-comunitaria: perfecta pluralidad personaly total donación mutua (comunión en un único existir).Dios es agápe: eterna e infinita comunidad constituida demodo absoluto en la línea definitivamente unificante in-terpersonal: el amor.

(…) La verificación trinitaria del ser infinito nos pa-tentiza;

– la dirección personalizante en que asciende la per-fección de lo real;

– la línea comunional en que se actúa la perfecciónde lo personal (…).

El plan divino que ha constituido al hombre y sumundo, tiene como meta definitiva la plena comunióninterhumana y humano-trinitaria. Este es el sentido úl-timo de la creación y lo específico de la vocación humana.Creación y vocación no constituyen dos estadios o mo-mentos superpuestos sino que, en virtud del designio di-vino, integran un único movimiento, una única historiaconcreta (…).

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En esta línea de reflexión, son dignos de notar aquídos rasgos fundamentales de la estructura dinámica delhombre:

1) Índole comunional. En virtud de su misma consti-tución como persona, el hombre tiende a la comunión(cf. GS 24 s., 32): no sólo su nacimiento y desarrollo estáncondicionados a un encuentro interpersonal (familia,sociedad), sino que «no puede encontrar su propia pleni-tud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás»(GS 24) (…).

Si la perfección humana está ligada a la comunión,el pecado acecha al hombre para precipitarlo en la divi-sión (GS 13). A este respecto la narración de la caída ori-ginal es reveladora de una dramática secuencia de disgre-gación (Gn 3) (…).

En todo este drama se manifiesta actuante la «ser-piente», que «sirve aquí de disfraz a un ser hostil a Diosy enemigo del hombre, y en el cual la Sabiduría y luegotodo el Nuevo Testamento y toda la tradición cristina, hanreconocido al Adversario, al Diablo» 36: actor antipersonaly anarquizante.

El pecado, pues, aparece como fuente de una se-cuencia de rupturas, hasta la ruptura dolorosa de lamuerte: la inmortalidad prometida se quiebra y así, elhombre, formado del polvo, habrá de volver al polvo.

No es difícil trasponer esta narración a aconteci-mientos de nuestra historia contemporánea: ¿no son frutosdel alejamiento de Dios tantas rupturas que encontramosen nuestro mundo? GS 27 da un elenco que constituye un

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36. Biblia de Jerusalén, DDB, Bilbao 1967, nota Gn 3,1.

apremiante examen de conciencia para la historia presente:genocidios, explotación, racismo (…).

La acción salvadora, anunciada por los profetas, rea-lizada por Cristo y que se consumará en el último día, sepresenta como una liberación de todas estas divisiones yrupturas hacia una comunión efectiva. El mensaje evangé-lico es palabra eficaz de unificación, de amor integrador.

2) Índole histórica. El hombre ha sido constituido, nocomo ser puramente espiritual, sino como persona corpo-ral, existencia encarnada (animal racional); surge y se ve-rifica en un complejo espacio-temporal como su ámbitovital, de tal modo que el hombre existe como ser-en-elmundo, en inevitable comunión con éste (cf. GS 14).

Siendo tal la constitución del hombre, su quehacerlleva el sello de una espacio-temporalidad que, calificadapor su presencia y acción personal, se especifica como his-toria. El hombre existe en historia pero, por lo mismo, esy hace historia (…).

b) Sacramentalidad comunional de Cristo 37 y de su Iglesia

En la revelación y actuación de su plan salvífico uni-ficante respecto de la humanidad histórica, Dios ha «con-descendido» –descendere cum– (DV 13): ha espacio-tempo-ralizado su palabra y su gracia, utilizando los instrumentosde la comunicación humana y los acontecimientos de la his-toria; ha hecho de su salvación historia, ha desarrollado suplan como historia de salvación. En otras palabras: ha lle-vado a cabo sacramentalmente su proyecto de comunión.

La formación progresiva del pueblo de Israel comoQahal Yahweh (Iglesia de Dios), es ya desde el Antiguo

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37. Cf. E. SCHILLEBEECKX, Cristo, sacramento del encuentro con Dios. Dinor, Pam-plona 1966.

Testamento patente manifestación del modo de obrardivino comunitario-sacramental para la actuación de suplan salvífico unificante (…).

El quehacer progresivo sacramental de Dios en lossiglos que precedieron a la venida del Señor fue, sin em-bargo, preparación y prefiguración del misterio central ydefinitivo de salvación: Cristo-y-su-Iglesia.

Cristo ha sido constituido por el Padre en el sacra-mento del plan de amor divino sobre toda la humanidad,la manifestación y realización culminante y polarizantedel designio sacramental de comunión (…).

Cristo es, por tanto, la manifestación y verificacióndel sentido último de la historia. Por eso Cristo constituyeel fin de la historia, eje de la humanidad y recapituladoruniversal (LG 3, 13; SC 5; GS 32, 45; AG 3, 8; UR 2).

Por su misma encarnación, Cristo es ya mediador on-tológico de la comunidad trinitaria y de la humana; en símismo es comunión teándrica, verdadero Emmanuel (…).

Todo el actuar histórico de Cristo se verificó en unaperspectiva de unión: su palabra y su gesto lo fueron demisericordia, de reconciliación, de invitación a la frater-nidad humana y a la conversión a Dios; su evangelio fueun mensaje de paz; su precepto máximo, el amor. En elquehacer salvador de Cristo se dio, con todo, un sucesoculminante; el tiempo de Cristo estuvo dinámicamenteorientado a un momento decisivo: su «hora», su oblación,densamente sacramental, de la pascua (…).

Pero Cristo, antes de ascender a los cielos «fundó suIglesia como sacramento de salvación» (AG 5) (…).

Para comprender la naturaleza y misión de la Iglesiaes fundamental tener presente la perspectiva del Concilio:

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Determinó (el Padre) convocar a los creyentes en Cristoen la santa Iglesia, que prefigurada ya desde el origen delmundo, preparada admirablemente en la historia delpueblo de Israel y en el Antiguo Testamento, constituidaen los últimos tiempos, fue manifestada por la efusióndel Espíritu Santo, y se perfeccionará gloriosamente alfin de los tiempos. Entonces, como se lee en los santospadres todos los justos descendientes de Adán, desde Abelel justo hasta el último elegido, se congregarán ante elPadre en una Iglesia universal (LG 2).

La Iglesia, pues, se desarrolla en una perspectiva:

b.1) Histórico-salvífica. La economía de comuniónviene actuando en el devenir humano desde su comien-zo (…)

b.2) Ecclesia universalis. La Iglesia peregrinante –co-munión teologal pero también institución, interioridad degracia pero también estructura perceptible–, en virtud desu condición sacramental, dice una cierta relatividad res-pecto del plan salvífico divino (…). En la Ecclesia univer-salis escatológica se contarán muchos justos, venidos deoriente y occidente, que no se incorporaron visiblementea la Iglesia; así como no se contarán otros que poseyerona ésta en su perceptibilidad pero no en su espíritu (…).

(…) La Iglesia se autointerpreta a la luz de la reve-lación como misterio y no como monopolio de salvación;sabe de su importancia y necesidad, pero también de susacramentalidad servicial (…).

Con la Ecclesia universalis se llevará a cabo la comu-nión perfecta inter-humana y humano-trinitaria, queconstituye el sentido de la obra y oración de Cristo (cf.Jn 17, 21-23), así como la síntesis integradora de 1 Co 3,22 (…).

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c) Espíritu y amor

El Espíritu Santo en la comunión trinitaria «cierra»el dinamismo de autoafirmación y de identificación amo-rosa del Padre y del Hijo. Espíritu de amor, aparece en elorden de la economía como el enviado por Cristo, de partedel Padre, para llevar a cabo su obra salvífica de comu-nión (AG 4; LG 4; UR 2) (…). La revelación nos presentael amor como síntesis y categoría suprema del plan di-vino. Es lo que de modo orgánico desarrolla san Juan ensu primera carta (…). Dios envió a su Hijo como salvadordel mundo, como expresión de una caridad que actúa me-diante su Espíritu.

Verticalidad y horizontalidad del amor se funden enla perspectiva juánica de comunión. El prójimo es cuasi-sa-cramentalización de Dios, de tal manera que el amor al her-mano es la expresión y garantía del amor efectivo a Dios(…). La Iglesia es y debe ser sacramento de amor en la his-toria: a través del ahondamiento de su comunión y a travésde su servicio unificante en el mundo (GS 38; AA 8).38

La relatividad de la Iglesia respecto del amor haceque todo en ella deba ser permanentemente ordenado,purificado y renovado en el sentido de su misión de co-munión, lo cual exige una constante conversión; estructu-ras jerárquicas, sacramentos, instituciones y accioneseclesiales, en general, deben ser enfocados y realizados enuna perspectiva de comunión. En la medida en que laIglesia actúe decididamente en este sentido, en esa mismamedida será sacramento para el mundo (AG 12) y serásignum levatum de la verificación del plan divino.

38. Sobre el amor como energía absoluta de la dinámica unificadora véase P. TEIL-HARD DE CHARDIN, Super-humanidad, super-Cristo, super-caridad, en Cienciay Cristo. Taurus, Madrid 1968, 197; Introduction à la vie chrétienne, citado en Yo meexplico. Taurus, Madrid 1968, 122-123.

2. Eucaristía y ministerio (…)

a) Eucaristía y unidad

La Iglesia, sacramento de unificación universal,tiene en la eucaristía la más densa verificación de su que-hacer sacramental (…).

El que la Iglesia encuentre en la eucaristía la cumbrey fuente de su quehacer, implica una conciencia de éstaen perspectiva existencial y comunitaria:

–Existencial: la eucaristía es actualización de la en-trega del Señor al Padre por nuestra comunión. Esa ac-tualización posibilita en la historia nuestra entregaaceptable al Padre en unidad fraterna. La eucaristía es asíexpresión, culmen –por su unión con la oblación deCristo–, posibilitación, al mismo tiempo que exigencia denuestra oblación de comunión en la Iglesia y en el mundo.En este sentido la eucaristía es expresión y causa de launidad de la Iglesia.

–Comunitaria: la eucaristía, al constituir la más densaactuación de la Iglesia peregrinante, es –y debe ser– má-xima patentización de unidad (…).

De esta manera, se puede decir que toda la acción dela Iglesia peregrinante tiende a la realización de una euca-ristía verdaderamente significativa. Esto, por otra parte, nosmuestra la relatividad de la eucaristía respecto del plan deamor divino y de la comunión perfecta: cuando venga lodefinitivo con el regreso del Señor y la Ecclesia universalis semuestre en su plenitud (cf. 1 Co 11, 26), ya no será necesariala eucaristía, porque se tendrá una comunión plena, total-mente irreversible y sin los velos del sacramento.

Como no habrá tampoco sacerdocio ministerial, ni«sacramentos e instituciones, que pertenecen a este

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tiempo» (LG 48). Esto exige que la Iglesia lleve a cabo unarevisión permanente de la eucaristía y de todas las reali-dades eclesiales en la perspectiva de lo definitivo: la co-munión total.

b) El ministerio jerárquico: diaconía de comunión

(…) El ministerio jerárquico es una diaconía de co-munión. Es un cuerpo dotado de un profetismo, un sa-cerdocio y una dirección cualificadas, al servicio de lacomunidad profética, sacerdotal y real que es la Iglesia.Y si todo cristiano está llamado a ser agente de comunión,al pastor le compete esta tarea por título especial (…).

En esta misma línea, es de especial urgencia el reva-lorizar, acordes con el Nuevo Testamento y la concienciaeclesial primitiva, el sentido de la Iglesia local como rea-lización del misterio del pueblo de Dios (…).

3. Iglesia e historia

Hay unidad entre la última meta de la historia hu-mana, asignada por Dios, y la misión y destino de la Igle-sia; entre vocación humana definitiva y vocación eclesial(LG 13; GS 45) (…).

a) Iglesia y unificación universal: Iglesia y mundo. Lapresencia de la Iglesia en el mundo significa que Dios la di-rige eficazmente hacia su meta y misión, de tal manera quela Iglesia es explicitación eficaz de la vocación última, del di-namismo más profundo de la humanidad. La acción univer-sal del amor, aunque se verifique a menudo por oscuros y,no pocas veces, sorprendentes o aparentemente contradicto-rios caminos, no por eso resulta menos real y efectiva. Al cris-tiano le toca, con la ayuda del Espíritu, intentar discernir laacción unificante de Dios en la historia, las marchas y con-tramarchas humanas que promueven o retardan su plan; es

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aquí donde se destaca el papel de la reflexión sobre los signosde los tiempos y la revisión de vida (…).

Los esfuerzos y realizaciones humanas por la libe-ración integral de las personas, la justicia, la paz, la soli-daridad, la fraternidad, la explotación de lo subhumanoal servicio del desarrollo de todo el hombre y de todos loshombres, etc., serán interpretados en una perspectiva desalvación integral, serán asumidos o impulsados comosignificativos en el orden comunional que constituye ladinámica salvadora (…).

No toda acción humana, con todo, se inscribe en lalínea de la «amorización». El pecado (que no es «cosa»sino opción íntima disgregadora) se muestra constante-mente en la historia como factor de ruptura, de división(Gn 3) (…). Progreso temporal y crecimiento del reino deCristo no se identifican simplemente (GS 39). El avancecientífico-tecnológico y cultural así como el intensificarsede la socialización, si bien per se posibilitan la servicialidadde la naturaleza respecto de la comunidad humana y laintegración efectiva de ésta, no las producen, con todo, demodo automático (…).

Con todo, la presencia del pecado no debe hacer ol-vidar al cristiano la meta y dinámica más profunda de lahistoria según el plan de Dios. La pascua unificante delSeñor está activa en la historia mediante la acción delEspíritu. El mismo pecado no deja de desempeñar unpapel, como ocasión, ya de la manifestación misericor-diosa de Dios, ya de la percepción, por parte del hombre,de su condición de indigencia. Por otra parte, los hechosdesintegradores de la historia no deberían hacer ignorarla evolución de la humanidad en la búsqueda y descubri-miento, cada vez más patente, de ciertos valores que elhombre va consignando en su haber, a pesar de sus des-

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fallecimientos (cf. DH 1). En este sentido, la esperanza–fundada no en los puros recursos humanos sino en la efi-cacia del misterio pascual– es fundamental para el cris-tiano (…).

La unidad historia-Iglesia en esta perspectiva llevaentonces a una concepción de la gracia, no como puro per-feccionamiento individual y limitada en su influjo al ám-bito de la institución Iglesia, y como ente superpuesto alquehacer ordinario de los hombres en su secularidad, sinocomo donación divina comunional, inserta también, delos más diversos modos, en la trama ordinaria de la coti-dianidad y cuyos frutos pueden revestir la forma de una«natural» percepción, búsqueda y realización de valoresseculares. La dinámica de la gracia es eclesial; ese dina-mismo no llegará siempre, con todo, a su explicitaciónvisible en la comunión de fe, esperanza y caridad eclesial(LG 14-17).

b) Compromiso temporal y tensión escatológica. La Igle-sia es pueblo de Dios peregrinante. Por eso la acción ecle-sial «no se agota en el establecimiento de una sociedadtemporal más justa (…). Lo «último» está ya incoado enla historia. La pascua unificante se ha realizado ya y actúaen la historia hacia la consumación de la unidad. El reinoes un «ya» pero «todavía no» (…).

El «tuve hambre y no me diste de comer», nos alertaacerca de una identificación simplista de lo cristiano conlo «sacral», y nos hace ver la laboriosidad fraternal secularcomo adelanto escatológico (…).

La unidad entre escatología y tiempo se realiza enel ejercicio del amor, de la unificación verdadera. Por elamor seremos juzgados y en el amor seremos consuma-dos. La Iglesia está en función de él; más aún, es y debeser, con Cristo, su sacramento. Dondequiera que exista

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un amor auténtico, ahí está operante la pascua y próximala escatología, ya sea en el ámbito eclesial, ya sea en esfe-ras aún no religiosas y puramente seculares.

En América Latina la Iglesia tiene un futuro eficazen la medida en que acompañe al hombre en sus ansias yesfuerzos de genuina liberación integral, en la creación deuna sociedad más justa y comunitaria, actuando la virtudunificante del evangelio y la eucaristía con un testimoniode vida y amor verdaderos. En una palabra, la Iglesiatiene un futuro en la medida en que cada creyente, en ín-tima comunión con su Señor, ejerza decididamente sutarea de comunión, y en la medida en que la Iglesia todadesarrolle su esencia sacramental. Todo ello requiere con-templación y compromiso, acción y sacrificio y hasta sersigno de contradicción al igual que Cristo. La Iglesia, aligual que su Señor, tiene que pasar por el anonadamientopara que brille en ella la fuerza de la pascua (…).

c) L iberación para la comunión. (…) Para Jesús, eltiempo definitivo, anunciado por los profetas e inaugu-rado por él, se caracteriza por lo que él mismo inicia y queha de consumarse en la plenitud del reino: la liberaciónintegral. Liberación de la enfermedad, del hambre y de lamuerte: él sana, alimenta y resucita; liberación de la ex-plotación del hombre por el hombre, del encadenamientoal dinero y al sexo: convierte a Leví, a Zaqueo, a la peca-dora; liberación de la amenaza de la naturaleza, de la vio-lencia humana y del peso de la norma: calma la tempes-tad, manda guardar la espada y anatematiza el legalismofariseo; liberación del ritualismo, del racismo, del ego-ísmo: la parábola del buen samaritano expone la dinámicaamorosa (y por tanto desalienante) del evangelio.

El relato de la curación del paralítico de Cafar-naún es bastante revelador de la profundidad y jerar-

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quía del actuar liberador de Cristo: la liberación queel Señor opera va primaria y radicalmente a lo queconstituye el mal, la opresión máxima del hombre (…)(Mc 2, 9-11).

(…) Este reino es, fundamentalmente, dominacióndivina de gracia. Es liberación de toda ruptura y aleja-miento que impiden al hombre ser efectivamente persona,a la sociedad comunidad y a ésta comunión con su Dios.Es liberación del pecado y de todo lo que en la Biblia apa-rece como consecuencia del pecado: la dolencia humana,la división, la enfermedad y la muerte. Los milagros queCristo operó y, de modo central, su gloriosa resurrección,son signo patente de la novedad del reino, que si bienahora se manifiesta en la oscuridad del misterio, será, alfinal de los tiempos, luminosa realidad (…).

Ahora bien, esta liberación se manifiesta como unproceso que, en cada momento, y de modo pleno en la es-catología, se finaliza por la comunión (…). Por eso la li-beración, cristianamente entendida, tiene una teleologíacomunional y trascendente (…); no puede ser interpre-tada como un simple proceso reactivo, político-social, quese agota en la historia humana.

Es necesario recordar que cuando se habla de libe-ración del pecado, no se entiende éste como pura falta in-dividual, sino como algo que afecta todo el orden de lasrelaciones humanas. Liberar y liberarse del pecado eseliminar la injusticia, la dureza entre los hombres, elegoísmo, la explotación, la soberbia ante Dios; es abrirpaso al compartir, condolerse, comulgar y adorar; libe-rarse y liberar no es sólo un transformar «fuera», sino unconvertirse-para-convertir, en una línea de servicio y deamor. Cristo, mediante la acción de su Espíritu, llama ycapacita la humanidad para una tal conversión.

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La Iglesia, sacramento de salvación del mundo es,por ello mismo, sacramento de liberación para la comu-nión (…).

El cristianismo no constituye, por ende, un factor dealienación; promueve, al contrario, un compromiso realpara que el hombre «sea más», para que la comunidad hu-mana no sea una entelequia y para que el auténtico pro-greso humano no se convierta en utopía. Eso sí, previenecontra toda reducción del mensaje a lo puro temporal ycontra las ilusiones de escatologismos terrenos. La libera-ción cristiana no es meramente espiritual; como no lo estampoco puramente espacio-temporal; se entiende en unmarco de salvación integral (…).

La «liberación», como línea teológico-pastoral es vá-lida y actual: responde a los signos de los tiempos, ponede relieve el aspecto dialéctico de la salvación (superaciónconstante de rupturas y alejamientos), así como la horaescatológica de su plena realización. Dicha línea, sin em-bargo, exige ser integrada y finalizada en otra, la «decomunión». La comunión es, en efecto, el polo y meta detoda acción salvífica liberadora; la liberación es un pro-ceso que tendrá su culminación en la plenitud de lacomunión escatológica de la Ecclesia universalis.

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TERCERA�PARTE

SÍNTESIS�DOCTRINALY�PRáCTICA EN�TORNO

A�LA�COMUNIÓN

En Nuestra fe: conjunto armónico. Síntesis de fe y ac-ción 39 he ofrecido un resumen de lo fundamental del men-saje cristiano y de la praxis correspondiente (una especiede catecismo, pues), articulando todo ello en torno a la ca-tegoría de comunión. Los títulos de los capítulos de dichocompendio explicitan significativamente el núcleo articu-lador teológico-pastoral. Esta síntesis que, en lo doctrinales, fundamentalmente, un tejido de textos bíblicos y delMagisterio –prestando peculiar atención a los documen-tos del Concilio Plenario deVenezuela–, constituye unainvitación a trabajar más honda y ampliamente en elmismo sentido de organicidad, lo cual acarreará induda-bles beneficios en lo relativo a una mejor comprensión yexposición de la doctrina y de la praxis cristianas. Comohemos visto, el Anexo 9 de la Segunda Parte trae un an-terior intento de síntesis.

A continuación se reproduce el compendio publi-cado en Nuestra fe.

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39. Ediciones Trípode, Caracas 2010.

NUESTRA�fE:�CONjUNTO�ARMÓNICOSíntesis�de�fe�y�acción

���I. ��DIOS ES COMUNIÓN,�TRINIDAD

“Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios esAmor (agápe)” (1 Jn 4, 8).

“Dios es amor, familia, comunión” (DP, Presentación).

“Creemos en un solo Dios” (Credo). A Dios, el serinfinitamente perfecto, principio y fin de todo lo queexiste, nos lo revela Jesucristo como comunidad: íntimarelación interpersonal, mutua donación, compartir divino.Bajo el título “Dios es Amor”, el Catecismo de la Iglesia Ca-tólica expresa:

218. A lo largo de su historia, Israel pudo descubrir queDios sólo tenía una razón para revelársele y escogerloentre todos los pueblos como pueblo suyo: su amor gra-tuito (cf. Dt 4, 37; 7, 8; 10, 15). E Israel comprendió, gra-cias a sus profetas, que también por amor Dios no cesóde salvarlo (cf. Is 43, 1-7) y de perdonarle su infidelidady sus pecados (cf. Os 2).

219. El amor de Dios a Israel es comparado al amor deun Padre a su hijo (Os 11, 1). Este amor es más fuerte queel amor de una madre a sus hijos (cf. Is 49, 14-15). Diosama a su pueblo más que un esposo a su amada (Is 62, 4-5); este amor vencerá incluso las peores infidelidades (cf.Ez 16; Os 11); llegará hasta el don más precioso: Tantoamó Dios al mundo que dio a su Hijo único (Jn 3, 16).

220. El amor de Dios es eterno… (Is 54, 8). Porque losmontes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor detu lado no se apartará (Is 54, 10) (…).

221. Pero S. Juan irá todavía más lejos al afirmar: Dios esAmor (1 Jn 4, 8.16); el ser mismo de Dios es Amor. Al en-

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viar en la plenitud de los tiempos a su Hijo único y al Es-píritu de amor, Dios revela su secreto más íntimo (cf. 1Co 2, 7-16; Ef 3, 9-12); Él mismo es una eterna comunica-ción de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos ha des-tinado a participar en Él.

Benedicto XVI en su primera encíclica nos dice:

Dios es Amor, y quien permanece en el amor permanece enDios y Dios en él (1 Jn 4, 16). Estas palabras de la Primeracarta de Juan expresan con claridad meridiana el corazónde la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y tambiénla consiguiente imagen del hombre y de su camino. Ade-más, en este mismo versículo, Juan nos ofrece, por asídecir, una formulación sintética de la existencia cristiana:“Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene yhemos creído en él”. Hemos creído en el amor de Dios: asípuede expresar el cristiano la opción fundamental de suvida” (DCE 1).

Padre santo… que con tu único Hijo y el Espíritu Santoeres, no una sola persona, sino tres personas en una solanaturaleza (Prefacio Santísima Trinidad).

Nuestro Dios no es triste soledad, sino bienaventuradacomunión (…) La contemplación del Dios trinitario nosmuestra la más estrecha unidad (un solo Dios) y una ver-dadera distinción (tres Personas distintas). Esta es lanorma que estructura a la Iglesia, en la que han de con-jugarse unidad y diversidad (CVI 33).

Los cristianos creemos en un Dios que actúa en la viday en la historia como Padre, Hijo y Espíritu, y que lo esrealmente. Dios actúa como trinidad y es Trinidad: Diosen su misterio más íntimo, no es soledad sino fami-lia. Dios es comunidad de amor. En una sociedad indi-vidualista, debemos recuperar la fe en el Dios trinitarioque desafía a construir comunidades y sociedades igua-litarias, participativas y respetuosas de las diferencias(PPEV 80).

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En la Trinidad “llegamos a descubrir las raíces últimasde nuestra comunión y participación” (DP 211), así comosu plenitud y sentido definitivos. Nosotros confesamos confrecuencia este misterio de comunión, por ejemplo, cuandorezamos el “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo” ycuando nos hacemos la señal de la Cruz.

Las oraciones de la liturgia concluyen siempre tri-nitariamente. En la Trinidad somos bautizados, y en sunombre recibimos la absolución en el Sacramento de laReconciliación. Estos “1 y 3” de nuestra fe trinitaria, noes un problema matemático sino una revelación y comu-nicación (misterio) de Amor.

La gran novedad que la Iglesia anuncia al mundo es queJesucristo (…) vino al mundo a hacernos “partícipes dela naturaleza divina” (2 P1, 4), a participarnos de su pro-pia vida. Es la vida trinitaria del Padre, del Hijo y del Es-píritu Santo, la vida eterna (DA 348).

II. ��DIOS AMOR CREA AL hOMbRE PARA LA

COMUNIÓN

“Te alabamos, Padre Santo, porque eres grande y porquehiciste todas las cosas con sabiduría y amor. A imagentuya creaste al hombre y le encomendaste el universo en-tero, para que sirviéndote sólo a ti, su Creador, dominaratodo lo creado” (Anáfora IV).

Dios es amor y su obra lleva este sello: “Al hacer elmundo, Dios creó a los hombres para que participáramos de estacomunidad divina de amor: el Padre con el Hijo unigénito en elEspíritu Santo” (DP 182).

La Biblia comienza así: “En el principio Dios creó elcielo y la tierra” (Gn 1, 1). Y al recitar el Credo, lo primero

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que decimos es: “Creo en un solo Dios Padre todopode-roso, creador del cielo y de la tierra”.

El Padre Eterno creó el mundo universo por un libérrimoy misterioso designio de su sabiduría y de su bondad, de-cretó elevar a los hombres a la participación de la vidadivina (LG 2).

“La creación es la obra común de la Santísima Tri-nidad”. La acción creadora del Hijo y del Espíritu –insi-nuada ya en el Antiguo Testamento y revelada en laNueva Alianza– es inseparablemente una con la delPadre (cf. CatIC 292).

El Concilio Vaticano I afirmó:

Este solo y verdadero Dios, por su bondad y por sufuerza todopoderosa, no para aumentar su bienaventu-ranza, ni para adquirirla, sino para manifestar su perfec-ción por los bienes que otorga a sus criaturas, conlibérrimo designio, juntamente desde el comienzo deltiempo, creó de la nada a una y otra criatura, la espiritualy la corporal (DS 3002).

La gloria de Dios al crear es comunicar su bondad,compartir su vida. San Ireneo expresó ya que la gloria deDios es que el hombre viva (cf. CatIC 294).

El Génesis (Caps. 1 y 2) con un lenguaje lleno de fi-guras y de símbolos, nos narra la obra creadora y su sen-tido. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios,aparece como rey y centro del universo. Es un ser corpo-ral (“polvo del suelo”) y espiritual (inteligente y libre); so-cial, en alteridad (“macho y hembra los creó”), llamado apoblar la tierra. El hombre fue creado para vivir en comu-nión con Dios y fraterna; con su trabajo y en obediencia aDios habría de desarrollarse y encontrar su felicidad enel compartir.

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El hombre, como ser complejo que es (creado, cor-póreo-espiritual, social), ha de pensar y llevar a cabo sudesarrollo de modo integral; de aquí la insuficiencia y elpeligro de todo reduccionismo, es decir, de toda concep-ción que reduzca al ser humano y su realización en eltiempo a una sola dimensión, o fracture de alguna maneraaquella integralidad. La historia registra reduccionismos,ya en sentido materialista o “espiritualista”, ya individua-lista o colectivista… (cf. DP 304-339).

La condición de imagen y semejanza de Dios-Tri-nidad nos revela la dignidad del hombre y su vocaciónfundamental, así como la fuente de sus derechos y debe-res primordiales. Creado por amor por Dios-Amor, el serhumano ha sido creado para amar, para vivir en comu-nión con Dios y con el prójimo; por tanto, para la aperturatrascendente, para la solidaridad y el compartir, para lafraternidad y la paz. Allí radica la dignidad, el sentido ra-dical de la persona humana y de su comunidad histórica.

III. EL hOMbRE ROMPE LA COMUNIÓN

“Y cuando por desobediencia perdió tu amistad…”(Plegaria Eucarística o Anáfora IV).

El mundo, salido bueno, y el ser humano, “muy bue-no”, de las manos de Dios (cf. Gn 1, 25.31) se presenta co-mo un conjunto no sólo de bien, sino como un tejido enque se entrecruzan lo bueno y lo malo; la luz y las tinie-blas. Es la presencia del mal en el ser humano, en el mun-do, en la historia: “misterio de iniquidad”, que escandali-za a tantos, llevando a no pocos hasta la negación de Dios,y que no deja de cuestionar e inquietar a los creyentes.

El Génesis (cap. 3) nos habla, con su peculiar lenguaje,de una caída original y sus múltiples consecuencias. Éstas,

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fundamentalmente, consisten en una ruptura de la comu-nión querida por Dios. Al leer el texto sagrado, que abre laBiblia, percibimos una ruptura en varias relaciones, a saber:

a) del ser humano con Dios (los primeros padres des-obedecen, caen en la tentación de querer ser comodioses); b) de los seres humanos entre sí (Adánculpa a Eva, tomando distancia de ella; luego –Gn4– aparecerá Caín y su acción fratricida);

c) del ser humano consigo mismo (soledad, angustia,precariedad; el hombre, al ser llamado por YahvéDios, responde: “tuve miedo porque estoy desnudo;por eso me escondí”);

d) del ser humano con su entorno mundano (este se vuel-ve duro: “espinas y abrojos te producirá”). El hom-bre, tentado por el maligno “la serpiente”, según estanarración de Gn 3, pretende endiosarse (“seréis comodioses”). Se hace ídolos (prefiere “el fruto del árbol”a Dios) y termina por dañarse y empobrecerse a símismo. Le viene la muerte, “al polvo tornarás”; sanPablo dice que “por un solo hombre entró el pecadoen el mundo y por el pecado la muerte” (Rm 5, 12).

Por el pecado el hombre rechaza el amor creador; sedesgarra interiormente. Divide y se divide, se hace es-clavo y esclaviza (cf. DP 185 s). La esclavitud del pecadoes “raíz y fuente de toda opresión, injusticia y discrimi-nación” (DP 517). Por el pecado el hombre se cierra en símismo frente a Dios y los demás. El pecado es un actoculpable de la persona; se manifiesta en lo que de moral-mente malo ella hace (pecado “de comisión”), y en el biendebido que deja de hacer (pecado “de omisión”).

El pecado se expresa tanto en pequeñas cosas, comoen otras de grave magnitud; también se expresa o cristaliza

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en las estructuras económicas, políticas y ético-culturales(“pecado social”).

La IV Conferencia General del Episcopado Latino-americano (Santo Domingo) dice:

Reconocemos la dramática situación en que el pecado co-loca al hombre. Porque el hombre creado bueno, a imagendel mismo Dios, señor responsable de la creación, al pecarha quedado enemistado con Él, dividido en sí mismo, haroto la solidaridad con el prójimo y destruido la armoníade la naturaleza. Ahí reconocemos el origen de los malesindividuales y colectivos que lamentamos en América La-tina: las guerras, el terrorismo, la droga, la miseria, lasopresiones e injusticias, la mentira institucionalizada, lamarginación de grupos étnicos, la corrupción, los ataquesa la familia, el abandono de los niños y ancianos, las cam-pañas contra la vida, el aborto, la instrumentalización dela mujer, la depredación del medio ambiente, en fin, todolo que caracteriza una cultura de la muerte (SD 9).

El amor une; el pecado separa, disgrega. El pecadopuede definirse entonces como anticomunión, ruptura deunidad, quiebre de la armonía. Constituye una distorsióndel ejercicio de la libertad: el ser humano fue creado y hasido salvado para el bien, para amar, para la comunióncon Dios y fraterna; el pecado tuerce esta dirección y llevaa un encerrarse en sí mismo, en el interés egoísta de lapropia persona.

No es difícil advertir en nuestros días la presenciadel pecado: injusticias, intolerancias, violencias del másdiverso género, exclusiones; terrorismo, guerra, abortis-mo, droga, desenfreno sexual, irresponsabilidad ecológi-ca, olvido de Dios, secularismo. También se ha perdidoen muchos el sentido mismo del pecado, como consecuen-cia de la pérdida del sentido de Dios.

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Muy ilustrativo respecto del pecado y sus conse-cuencias resulta el “informe” del capítulo 1 de la Cartade san Pablo a los Romanos, sobre la situación moral yreligiosa de aquel tiempo.

Podemos faltar por acción (calumniando a alguien) uomisión (indiferencia ante un drama ajeno). Es muy signi-ficativa la descripción del Juicio Final que hace el evange-lista Mateo en 25, 31-46: allí el criterio de juicio es lasolidaridad (fruto, manifestación y prueba de comunión)con los necesitados; la condenación se impone por purospecados de omisión al respecto. Lo que reprocha Jesús allíes el no haber sido solidarios: “tuve hambre y…”. Recorde-mos las obras de misericordia, tanto corporales como espi-rituales, a cuyo catálogo podríamos añadir muchas otras.

IV.��DIOS NO AbANDONA AL hOMbRE

PECADOR;�RECREA LA COMUNIÓN

Y cuando por desobediencia perdió tu amistad, no loabandonaste al poder de la muerte. Reiteraste, además,tu alianza a los hombres, por los profetas los fuiste lle-vando con la esperanza de la salvación (Anáfora IV).

Dios Padre, sin embargo, no abandonó al hombre enpoder de su pecado. Reinicia una y otra vez el diálogocon él; invita a hombres concretos a una alianza para queconstruyan el mundo a partir de la fe y de la comunióncon Él, aceptando ser sus colaboradores en su designiosalvador. La historia de Abraham y la elección del pue-blo de Israel; la historia de Moisés, de la liberación delpueblo de la esclavitud de Egipto y de la alianza delSinaí; la historia de David y de su Reino; el destierro deBabilonia y el retorno a la tierra prometida, nos muestranla mano poderosa de Dios Padre que anuncia, prometey empieza a realizar la liberación de todos los hombres,del pecado y de sus consecuencias (DP 187).

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Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Alcontrario, Dios lo llama (cf. Gn 3, 9) y le anuncia de modomisterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento desu caída (cf. Gn 3, 15). Este pasaje del Génesis ha sidollamado Protoevangelio, por ser el primer anuncio delMesías redentor, anuncio de un combate entre la ser-piente y la Mujer, y de la victoria final de un descen-diente de ésta. La tradición cristiana ve en este pasaje unanuncio del nuevo Adán (cf. 1 Co 15, 21-22.45) que, porsu obediencia hasta la muerte en la Cruz (cf. Flp 2, 8) re-para con sobreabundancia la descendencia de Adán. Porotra parte, numerosos Padres y Doctores de la Iglesiaven en la mujer anunciada en el Protoevangelio la madrede Cristo, María, como la nueva Eva (CatIC 410-411).

El Éxodo y la Alianza subsiguiente van preparando,desde el A.T., la liberación para la comunión, que tendrásu plena realización por Cristo.

“Dios, rico en misericordia” (Ef 2, 4), ofrece al hom-bre el don de la reconciliación, que le exige la conversióny la penitencia. El salmo 50 (Miserere) es una invocaciónpenitencial que pone de relieve el diálogo salvador.

Los profetas anuncian la era mesiánica como tiem-pos de reconciliación renovadora. Léase por ej.: Is 2, 4; 65,17; Jr 31, 33. La era mesiánica se inaugura con la encarna-ción del Hijo y su Pascua salvadora y con el subsiguienteenvío del Espíritu Santo.

La reconciliación es don de Dios, que capacita yexige la actuación de la libertad humana. Esa era tendrásu plenitud al final de los tiempos en la comunión defini-tiva celestial.

Dios Padre sale de sí, por así decirlo, para llamarnos a par-ticipar de su vida y de su gloria. Mediante Israel, puebloque hace suyo, Dios nos revela su proyecto de vida. Cada

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vez que Israel buscó y necesitó a su Dios, sobre todo enlas desgracias nacionales, tuvo una singular experienciade comunión con Él, quien lo hacía partícipe de su ver-dad, su vida y su santidad. Por ello no demoró en testi-moniar que su Dios –a diferencia de los ídolos– es el Diosvivo (Dt 5, 26) que lo libera de los opresores (cf. Ex 3, 7-10) y que restituye la salvación perdida cuando el pueblo,envuelto en las redes de la muerte (Sal 116, 3), se dirigea Él suplicante (cf. Is 38, 16). De este Dios –que es suPadre– Jesús afirmará que “no es un Dios de muertos,sino de vivos” (Mc 12, 27) (DA 129).

La Parábola del Hijo Pródigo (Lc 15, 11-32) es unrelato que nos muestra el drama humano de la rupturacon Dios y sus consecuencias, pero, más todavía, la be-lleza y felicidad del reencuentro en el rehacerse de la co-munión.

��V. ��jESUCRISTO:�SACRAMENTO fUNDAMENTAL

��������DE LA COMUNIÓN CON DIOS Y LOS hOMbRES

El Vaticano II, justo al comienzo de la Constituciónsobre la Iglesia, nos dice que ésta es “en Cristo como un sa-cramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima conDios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1). Je-sucristo aparece aquí, entonces, como el sacramento funda-mental de la comunión humano-divina e interhumana, lacual constituye el gran designio salvador de Dios. La sacra-mentalidad de la Iglesia y toda otra se enraíza y funda,pues, en la de Cristo. El Vaticano II, retomando la más an-tigua tradición, precisó, enriqueciéndola, la noción de “sa-cramento”, con lo cual “los siete sacramentos” han dereinterpretarse en el seno de la Iglesia-sacramento y en ín-tima relación fundante con Jesucristo, el Gran Sacramentodel encuentro con Dios y fraterno.

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“Y tanto amaste al mundo Padre Santo que, al cumplirsela plenitud de los tiempos, nos enviaste como salvador atu único Hijo” (Anáfora IV).

En el Gloria de la Misa rezamos:

Señor, Hijo único, Jesucristo, Señor Dios, cordero deDios, Hijo del Padre, tú que quitas el pecado del mundo,ten piedad de nosotros, tú que estás sentado a la derechadel Padre, atiende nuestras súplicas.

Cristo nos ha salvado por sus palabras, sus hechos, sussignos y milagros, su vida toda desde la encarnación mismay de modo central y culminante por su misterio pascual.

“Para cumplir tus designios él mismo se entregó a lamuerte y nos dio una nueva vida” (Anáfora IV).

El Hijo se ha hecho hombre para que los seres hu-manos lleguemos a ser hijos de Dios, “partícipes de la na-turaleza divina” (2 P 1,14), en íntima unión humano-divi-na e interhumana.

Como dice san Pablo, Dios hizo a Cristo, “para no-sotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación yredención” (1 Co, 30). Cristo Salvador quiere decir: libe-rador, reconciliador, comunicador de “vida nueva”, pon-tífice de comunión humano-divina e interhumana.

Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios mani-fiesta que su designio sobre nosotros es un designio deamor benevolente que precede a todo mérito por nuestraparte: En esto consiste el amor; no en que nosotros haya-mos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió asu hijo como propiciación por nuestros pecados (1 Jn 4,10; cf. 4, 19). La prueba de que Dios nos ama es queCristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió pornosotros (cf. Rm 5, 8) (CatIC 604).

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Cristo, el “Enmanuel” (Dios con nosotros), el Mesías,es el sacramento por excelencia: signo –es decir, realidadsensible– eficaz, del amor misericordioso de Dios. “Tantoamó Dios al mundo que dio a su Hijo único” (Jn 3, 6).

Dios, para establecer la paz o comunión con Él y una fra-terna sociedad entre los hombres pecadores, dispuso en-trar en la historia humana de modo nuevo y definitivo,enviando a su hijo en carne nuestra, a fin de arrancar porÉl a los hombres del poder de las tinieblas y de Satanás(cf. Col 1, 13; Hch 10,38) y en Él reconciliar consigo almundo (cf. 2 Co 5, 19) (AG 3).

Verdadero Dios y verdadero hombre, Cristo esnuestro salvador: liberador (del pecado y sus consecuen-cias), reconciliador (con Dios y con el prójimo) y comuni-cador de vida divina –“he venido para que tengan vida”–,(Jn 10, 10), para que nos unamos con Dios-Comunión Tri-nitaria, y entre nosotros. En esto consiste el plan redentorunificante, el Reino que Él inauguró con su presencia, pre-dicó y actúa mediante el Espíritu. Reino, del cual la Igle-sia peregrinante es en Cristo sacramento (cf. LG 1), y quetendrá su culmen y perfección en la congregación de losjustos con Dios-Trino en el “último día” (cf. LG 2).

El Concilio Plenario nos dice:

Ella está llamada a proclamar, con claridad y valentía,que Jesucristo es el Evangelio del Padre, que hacia Élconvergen todos los caminos del hombre, que es el Señorde los tiempos (SD 3); a anunciar que Cristo vive real-mente, es decir, que el Hijo de Dios que se hizo hombre,murió y resucitó, es el único salvador de todos los hom-bres y de todo el hombre, la respuesta definitiva a la pre-gunta por el sentido de la vida y a tantos problemas queasedian a los hombres y mujeres de nuestro país y del con-tinente (cf. EA 10) (PPEV 68).

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Jesús es modelo de humanidad. Aceptarlo es asumir unproyecto de humanización: Ámense como yo les he amado (Jn15, 12) (…) Jesús es el hombre nuevo, el nuevo Adán, mo-delo de humanidad. Como Verbo Encarnado es la pleni-tud del hombre y medida de toda conducta moral (cf. SD231). “Jesús es paradigma de toda actitud personal y so-cial” (SD 254). “El que sigue a Jesucristo, hombre perfectose perfecciona en su ser de hombre” (GS 41) (PPEV 75).

La comunidad de los seguidores de Jesús, la Iglesia,deber ser, como Él, pobre y solidaria. Desde su pobrezay desde su preferencia inequívoca por los pobres, debeanunciar el Evangelio a todos. “Como Cristo realizó laobra de la redención en pobreza y persecución, de igualmodo la Iglesia está destinada a recorrer el mismocamino a fin de comunicar los frutos de la salvación a loshombres” (LG 8) (PPEV 81).

Para el Concilio Plenario asumir la opción por lospobres “es abrazar la misma causa de Jesús” (CIGNS 87).Por ello: “La Nueva Evangelización debe afirmar, comoCristo, la opción de comunión y solidaridad con los her-manos oprimidos en las categorías sociológicas yevangélicas de pobreza, marginalidad y en todo tipo deexclusión social” (CIGNS 88).

Cristo, en su Encarnación, es realidad iluminadoray transformadora de todo lo humano:

El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio delVerbo encarnado, pues Cristo, nuevo Adán, manifiestaplenamente el hombre al propio hombre y le descubre lagrandeza de su vocación (cf. GS 22). El misterio de la En-carnación nos lleva a asumir todo lo humano susceptiblede ser llevado hacia Dios. La Encarnación del Verbo pos-tula una actitud positiva de la Iglesia ante el mundo,pues todo lo humano es asumido en Jesús, menos el pe-cado (cf. GS 2) (ECV 61).

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Aparecida expresa: Ante una vida sin sentido, Jesús nos revela la vida íntimade Dios en su misterio más elevado, la comunión trinita-ria. Es tal el amor de Dios, que hace del hombre, pere-grino en este mundo, su morada: Vendremos a él yviviremos en él (Jn 14, 23). Ante la desesperanza de unmundo sin Dios, que sólo ve en la muerte el término dela existencia, Jesús nos ofrece la resurrección y la vidaeterna en la que Dios será todo en todos (cf. 1 Co 15, 28).Ante la idolatría de los bienes terrenales, Jesús presentala vida en Dios como valor supremo: ¿De qué le sirve auno ganar el mundo, si pierde su vida? (Mc 8, 36) (DA 109).

Y este mismo documento continúa elencando otraserie de oposiciones reveladoras del sentido unificante yliberador de la persona y del mensaje de Cristo: ante elsubjetivismo hedonista, la entrega servicial de sí mismo;ante el individualismo, la comunión fraterna; ante la des-esperación, la ayuda a construir identidades desintegra-das; ante la exclusión, el desprecio de la vida y la explo-tación de la persona, la defensa de los derechos de los dé-biles y de la vida, así como la promoción de la dignidadhumana y de un justo relacionamiento (cf. DA 110-113).

VI. ��EL ESPÍRITU SANTO ARTÍfICE DE COMUNIÓN

En la celebración eucarística, quien la preside hacela siguiente invocación: “(…) envía Padre, desde tuseno al Espíritu Santo (…) a fin de santificar todas lascosas (…)” (Anáfora IV).

Creemos en el Espíritu Santo Señor y dador de vida, queprocede del Padre y el Hijo que con el Padre y el Hijo,recibe una misma adoración y Gloria (Credo).

El Espíritu Santo es persona divina, que cierra, porasí decirlo, el “circuito” de vida, de amor, en la Trinidad.

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Es Espíritu de comunión. En Él se nos comunica el amorde Dios y entramos en comunión fraterna: “el amor deDios ha sido derramado en nuestros corazones por el Es-píritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5, 5).

Jesús nos envía su Espíritu, para que escuchemos sumensaje, lo actualicemos y lo pongamos en práctica (cf.Jn 16, 13). El Espíritu nos capacita para seguirle en fide-lidad creadora. El Espíritu nos hace descubrir a Jesúscomo el Señor, nos hace llamar a Dios Padre y nos hacevivir como hermanos (PPEV 80).

En la Última Cena Jesús, al despedirse, usa una ex-presión bastante fuerte y diciente: “Les conviene que yome vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Pa-ráclito” (Jn 16, 7); como si toda la vida y actuación deCristo, que culmina con su Pascua, estuviese ordenada ala comunicación del Don, del Espíritu unificante.

La misión del Hijo culmina en el envío del EspírituSanto, que habita en los creyentes, y llena y gobierna atoda la Iglesia, efectúa esa admirable unión de los fielesy los congrega tan íntimamente a todos en Cristo que Élmismo es el principio de unidad de la Iglesia. El realizala distribución de los carismas y ministerios (cf. 1 Co12,4-11) (CVI 35).

En su Sermón de la Última Cena, el Señor proclamael amor, la comunión, como mandamiento supremo ysigno de credibilidad; como don divino y compromiso hu-mano. “Que todos sean uno” (Jn 17, 21): es el objetivo má-ximo, la síntesis de la obra, el lema del Señor.

El Espíritu interioriza en nosotros la Alianza nuevade Cristo. Es Espíritu de verdad (cf. Jn 16, 13); de amor ylibertad (cf. 2 Co 3, 17), dador de vida, principio de uni-dad y renovación, de tal modo que por su acción en la

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Iglesia ha podido ser comparado con lo que es alma parael cuerpo (cf. LG 7). Sus frutos: “Amor, alegría, paz, pa-ciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre,templanza” (Ga 5, 22).

Cristo difunde su Espíritu “sobre todos sin acepciónde personas” (DP 205), habita en la Iglesia, que puede serdefinida templo del Espíritu. “El Espíritu de Dios habitaen ustedes” (Rm 8, 9).

Es el principal evangelizador (cf. DP 202):

Conforme a la promesa de Jesús, el Espíritu Santo fuederramado sobre los apóstoles reunidos con María en elcenáculo (cf. Hch 1, 12-14; 2,1). Con la donación del Es-píritu en Pentecostés, la Iglesia fue enviada a anunciar elEvangelio. Desde ese día, ella, nuevo Pueblo de Dios (cf.1 Pe 2, 9-10) y Cuerpo de Cristo (cf. 1 Co 12, 27; Ef 4, 12),está ordenada al Reino, del cual es germen, signo e ins-trumento (cf. RMi 18) hasta el fin de los tiempos. La Igle-sia, desde entonces y hasta nuestros días engendra porla predicación y el bautismo nuevos Hijos de Dios, con-cebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios (cf. LG64) (SD 7).

La Iglesia, en cuanto marcada y sellada “con EspírituSanto y fuego” (Mt 3, 11), continúa la obra del Mesías,abriendo para el creyente las puertas de la salvación (cf.1 Co 6, 11) (…). El mismo y único Espíritu guía y forta-lece a la Iglesia en el anuncio de la Palabra, en la celebra-ción de la fe y el servicio de la caridad, hasta que elCuerpo de Cristo alcance la estatura de su Cabeza (cf. Ef4, 15-16). De este modo, por la eficaz presencia de su Es-píritu, Dios asegura hasta la parusía su propuesta devida para los hombres y mujeres de todos los tiempos ylugares, impulsando la transformación de la historia ysus dinamismos. Por tanto, el Señor sigue derramandohoy su amor por la labor de la Iglesia que, “con la fuerza

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del Espíritu Santo enviado desde el cielo” (cf. 1 P, 12),continúa la misión que Jesucristo recibió de su Padre (cf.Jn 20, 21) (DA 151).

VII.�EL REINO DE DIOS:�REINO DE COMUNIÓN

hUMANO-DIVINA E INTERhUMANA

Objeto primario de la predicación de Jesús es la pro-ximidad del Reino o Reinado de Dios. Su Precursor habíalanzado ya el mensaje en el desierto de Judea: “Conviér-tanse porque ha llegado el Reino de los Cielos” (Mt 3, 1-2). El evangelista Marcos nos narra cómo el Señor iniciasu actividad evangelizadora: “Después que Juan (el Bau-tista) fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamabala Buena Nueva de Dios: El tiempo se ha cumplido y elReino de Dios está cerca; conviértanse y crean en laBuena Nueva” (Mt 1, 14-15). Mateo usa la expresiónReino de los cielos, ajustándose al uso rabínico de substi-tución del nombre de Dios. Las dos expresiones, “deDios” y “de los cielos” son aquí, por tanto, equivalentes.

En el Nuevo Testamento aparece claro que “el cen-tro de la predicación y de la actividad de Jesús es la lle-gada del Reino de Dios” (PPEV 73). A propósito de éste,resulta particularmente significativa la conclusión dellibro Hechos de los Apóstoles: Pablo, en Roma, “predi-caba el Reino de Dios y enseñaba lo referente al Señor Je-sucristo, con toda valentía, sin estorbo alguno” (28, 31).

El tema del Reino es de raigambre veterotestamen-taria; más aún está presente en las religiones del antiguoOriente. En el Antiguo Testamento se perfila, progresi-vamente, en sentido mesiánico y llega a constituir viva ex-pectativa en los tiempos de la encarnación del Hijo deDios.

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El Reino de Dios es una realidad multiforme, quese identifica de muchas maneras en la vida y la predica-ción de Jesús. Pensemos, por ejemplo, en la riqueza desus aspectos, manifestados en las parábolas del Reino (cf.Mt 7). Encontramos así que el Reino se acerca, está yapresente, crece y progresa, se encamina hacia su plenitud;es algo interior y también social. Se realiza en el tiempo yse plantea igualmente como promesa de eternidad; eneste sentido se ha acuñado la siguiente expresión: es un“ya-todavía no”. Cristo mismo y la comunicación de suEspíritu son la más patente expresión de la actualidad di-námica del Reino de Dios, que se revela igualmente comoReino de Cristo.

San Pablo se refiere a este punto cuando trata el temade la resurrección de los muertos, en la perspectiva de la re-surrección de Cristo:

Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, asítambién todos revivirán en Cristo: pero cada cual en surango: Cristo como primicia; luego los de Cristo en suVenida. Luego, el fin, cuando entregue a Dios Padre elReino (…). Cuando hayan sido sometidas a él todas lascosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel queha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todoen todo (1Co 15, 22-24. 28).

El Reino, que es, radical y básicamente, realidad degracia salvadora, hay que pedirlo como don, pero, almismo tiempo, asumirlo y trabajarlo como tarea y com-promiso. Es el rico sentido de la venida del Reino, peti-ción incluida en la oración entregada por Jesús a susdiscípulos, cuando ellos le pidieron que los enseñase arezar: el Padre Nuestro.

Sobre la relación Reino de Dios e Iglesia bastantese ha escrito y discutido; en esta materia se percibe un

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abanico de posiciones, desde aquellas que los han identi-ficado pura y simplemente, hasta las que los han sobre- ocontrapuesto (tal es el caso de Loisy). El Concilio Vati-cano II se ocupó de este tema capital en la Lumen Gentium.Allí (LG 5), aborda positivamente dicha relación, en laperspectiva sacramental comunional de la definición dela Iglesia (LG 1), la cual viene a ser, en Cristo, signo e ins-trumento del Reino de Dios.

La Constitución sobre la Iglesia en el No. 5 dice, ensíntesis, lo siguiente: “Pues el Señor Jesús dio comienzoa la Iglesia predicando la buena nueva, es decir, la llegadadel Reino de Dios (…). Ahora bien, este Reino brilla antelos hombres en la palabra, las obras y en la presencia deCristo”. Jesús compara el Reino con una semilla que sesiembra; su escucha fiel agrega a la pequeña grey deCristo, y comunica el Reino; la semilla germina poco apoco y crece hasta el tiempo de la siega. Los milagros deJesús confirman la llegada del Reino de Dios a la tierra(Lc 11, 20; cf. Mt 12, 28), el cual se manifiesta, sobre todo,en la persona misma de Cristo.

Muerto y resucitado, el Señor derramó sobre susdiscípulos el Espíritu prometido por el Padre.

Por esto la Iglesia, enriquecida con los dones de su Fun-dador, observando fielmente sus preceptos… recibe lamisión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios e ins-taurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra elgermen y el principio de ese Reino. Y, mientras ella pau-latinamente va creciendo, anhela simultáneamente elReino consumado y con todas sus fuerzas espera y ansíaunirse con su Rey en la gloria (LG 5).

No se da, por tanto, identificación, pero sí, estrecha re-lación y una “funcionalidad” de la Iglesia con respecto alReino.

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La Conferencia de Puebla desarrolla la relaciónReino de Dios-Iglesia en la línea del Vaticano II : el Reinono está desligado de la Iglesia, pero trasciende sus límitesvisibles, pues “se da en cierto modo, dondequiera queDios esté reinando mediante su gracia y amor, venciendoel pecado y ayudando a los hombres a crecer hacia la grancomunión que les ofrece en Cristo” (DP 226). Signo delReino, la Iglesia manifiesta, de modo perceptible, lo queDios está llevando a cabo silenciosamente en el mundoentero; en ella se concentra al máximo la acción divina quees comunicación de la vida trinitaria. La Iglesia es tam-bién el instrumento, “que introduce el Reino entre loshombres para impulsarlos hacia su meta definitiva” (DP227). La Iglesia peregrina, “permanentemente necesita-da de autoevangelización, de mayor conversión y purifi-cación” (DP 228) espera su perfección en la plenitud delReino. El “misterio” de la Iglesia consiste en que es unarealidad humana, con todo lo que esto significa, “pero pe-netrada por la insondable presencia y fuerza del DiosTrino, que en ella resplandece, convoca y salva” (DP 230).

El Concilio Plenario de Venezuela afirma que “ElReino de Dios (…) es el ámbito de la comunión con Dios,así como de la comunión y solidaridad con los hermanos”(CIGNS 73). Aquí el CPV cita la exhortación de la CEVBusquemos el Reino de Dios (julio 13 de 1994), en donde elEpiscopado, luego de enfatizar que “La adhesión alReino exige una conversión radical a Dios”, subraya lasimplicaciones que tiene en la convivencia social, en el sen-tido de un genuino humanismo.

Añade el CPV: “El Reino es una nueva manera devivir y de convivir, un nuevo estado de cosas, una ciudadde hermanos donde Dios es Padre, un mundo gobernadopor los criterios y promesas de Dios (amor, misericordia,

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justicia, paz)” (PPEV 73). Por ello: “Trabajando cotidia-namente en la búsqueda del Reino de Dios y su justicia(cf. Mt 6, 33), todos los creyentes participan activamenteen la historia de la salvación, para ejercer el influjo del fer-mento en la masa, de la luz en las tinieblas, y de la sal enla tierra (cf. Lc 13, 20-21; Mt 5, 13-16)” (CIGNS 75).

El Reino de Dios-Amor es, fundamentalmente, portanto, la participación en la comunión trinitaria, que elPadre nos comunica por Cristo en el Espíritu, y la cual hade traducirse en humana fraternidad y manifestarse entoda la vida, en sus varias dimensiones (económica, polí-tica, ético-cultural). De este Reino de comunión, la Iglesiaperegrinante es/ha de ser signo e instrumento en elmundo que se le confía a su misión evangelizadora, libe-radora-unificante, hasta que el Señor regrese y “Dios seatodo en todo” (1 Co 15, 28).

VIII.�LA IGLESIA:�SACRAMENTO DE COMUNIÓN,EN CUANTO UNIDA A CRISTO

“Creemos en la Iglesia que es una, santa, católica yapostólica” (Credo).

La Constitución Lumen Gentium del Concilio Vati-cano II sobre la Iglesia, nos da ya en su Introducción, lasiguiente definición: “la Iglesia es en Cristo como unsacra- mento o signo e instrumento de la íntima unión conDios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1).Esta noción de Iglesia, que dicho Concilio desarrolla eníntima relación con la de Pueblo de Dios (cf. LG, Cap. II),caracteriza el cambio eclesiológico y eclesial renovadordel Vaticano II . Se formula así la eclesiología de comu-nión, generadora de una pastoral y de una espiritualidadde comunión.

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El Vaticano II ofrece esta secuencia de definicionesde la Iglesia: “Pueblo de Dios, Cuerpo del Señor y Tem-plo del Espíritu Santo” (LG 17). Puebla desarrolla am-pliamente la de “Familia de Dios” (DP 238-249). Eltérmino Iglesia viene del griego ekklesía, que significa reu-nión, congregación, asamblea; sirvió ya, con respecto alA.T., como traducción del hebreo qahal (cf., por ejemplo,Dt 9, 10); progresivamente se especializó en sentido reli-gioso, cristiano, con uso también en plural (cf. Rm 16, 4).

El Concilio Plenario de Venezuela nos habla de lanecesidad de una conversión eclesiológica, que implicaasumir teórica y prácticamente esta noción del VaticanoII , para superar otra recibida de siglos y que centra y po-lariza su atención en lo institucional y jerárquico. La no-ción de Iglesia como sacramento de comunión-Pueblo deDios, exige, al hablar de aquélla, dirigir la primera miradaal conjunto eclesial en cuanto tal (su origen. dignidad, vo-cación, misión, destino) y, luego, a los sectores (ministerioordenado, laicado, vida consagrada) que integran la Igle-sia, con los correspondientes elementos específicos.

El mismo Concilio Plenario nos dice:

La Iglesia es comunión y hunde sus raíces en el misteriode la comunión trinitaria: Dios Padre, su Hijo Jesucristoy el Espíritu Santo (…). Aquí encontramos la verdaderaraíz y explicación de la autocomprensión de la Iglesiacomo comunión (CVI 33).

Aparecida subraya este enraizamiento y sentido tri-nitario de la Iglesia:

Los discípulos de Jesús están llamados a vivir en comu-nión con el Padre (1 Jn 1, 3) y con su Hijo muerto y resu-citado, en la comunión en el Espíritu Santo (2 Co 13, 13).El misterio de la Trinidad es la fuente, el modelo y lameta del misterio de la Iglesia (155).

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Más adelante dice:

La Iglesia, como comunidad de amor, está llamada a re-flejar la gloria del amor de Dios, que es comunión, y asíatraer a las personas y a los pueblos hacia Cristo (159).

La Iglesia es, pues, en Cristo, sacramento (signo einstrumento) del plan liberador unificante de Dios res-pecto de la humanidad. Es lugar donde se concentra almáximo la acción salvadora de Dios; la Iglesia tiene comovocación anunciar, significar, manifestar, instaurar el Rei-no de Dios, al tiempo que espera la consumación defini-tiva del mismo (cf. LG 1). El Reino de Dios consiste en laparticipación de la vida trinitaria por parte de una huma-nidad llamada a unirse en genuina fraternidad. Este es elplan del Padre, que realiza por su Hijo –sacramento porexcelencia– mediante la comunicación del Espíritu (cf.PPEV 78).

“La Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, cuya nove-dad se define por su íntima relación con Cristo y su pro-yecto: el Reino (…) Cristo la ha hecho partícipe de sudignidad y misión profética, sacerdotal y regia” (OPD 1).El Pueblo de Dios es: profético, sacerdotal y regio, porqueha de anunciar la buena nueva y dar testimonio del Reino;ofrecerse, en unión con Cristo, como ofrenda (sacrificio)de comunión con Dios y con los hermanos, particular-mente en la Eucaristía; vencer el pecado, que es rupturacon Dios y con el prójimo, y vivir en el amor.

En la Iglesia comunión podemos distinguir tres sec-tores: ministerio jerárquico, laicado y vida consagrada;todos juntos constituyen un único Pueblo de Dios y, portanto, gozan de una común dignidad de hijos de Dios, tie-nen una misma ley, el mandato del amor, y se orientan aun mismo fin: la extensión del Reino de Dios (cf. LG 9).

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Cristo constituyó a su Iglesia como comunidad je-rárquica (los Doce, con Pedro a la cabeza, cuyos sucesoresson los Obispos, presididos por el Papa); el ministerio je-rárquico, centro visible de la comunidad eclesial, está alservicio de la unidad:

“Para que el Pueblo de Dios realice su ser sacramental ysu misión evangelizadora, (Cristo) le ha dado un minis-terio pastoral dotado de una profecía, un sacerdocio yuna realeza calificados, que son presencia y actualizaciónde Cristo-Cabeza de la Iglesia” (OPD 1).

Con respecto a los laicos (seglares), el Concilio Va-ticano II expresa: “El carácter secular es propio y peculiardel laicado (…). A los laicos pertenece por propia voca-ción buscar el Reino de Dios tratando y ordenando, segúnDios, los asuntos temporales” (LG 31). Hacer del mundoy de sus ámbitos económico, político, ético-cultural, laconvivencia que Dios quiere, en la libertad, la justicia, lasolidaridad, la unidad y la paz.

La Vida Consagrada (religiosas y religiosos) está lla-mada, por la práctica fiel de los consejos evangélicos (po-breza, castidad y obediencia), a dar testimonio muypeculiar de santidad (amor, comunión) y a anunciar consu consagración la comunidad definitiva celestial, en lacual consiste la plenitud del Reino de Dios.

La Iglesia, que es Pueblo de Dios en peregrinaciónpor la historia, espera esta plenitud, que se tendrá en la Igle-sia “universal” escatológica, congregación definitiva a todoslos justos de la historia, junto a la Trinidad (cf. LG 2).

IX.��MARÍA MADRE.�MODELO DE COMUNIÓN

Invocamos a María como Madre de Dios, porque esla madre de Jesús, Hijo de Dios encarnado por obra del

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Espíritu Santo; en la Cruz se ofrece con Cristo por nues-tra salvación. Es excelso modelo de comunión por su in-condicional entrega a Dios y su maternal intercesión portodos los seres humanos.

El Vaticano II nos enseña:

María “unida a Cristo “con un vínculo estrecho e indi-soluble, está enriquecida con la suma prerrogativa de serla madre de Dios Hijo, y por eso hija predilecta delPadre, y sagrario del Espíritu Santo (…). Es verdaderamadre de los miembros (de Cristo) por haber cooperadocon su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, queson miembros de aquella cabeza” (LG 53). María es“Madre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los hom-bres” (LG 54).

La Virgen María es clave, por elección divina, en la re-alización del plan unificante salvador de Dios, al ser la Madredel sacramento de comunión por excelencia, que es Cristo.

El Concilio Plenario, luego de afirmar que “Maríaes verdaderamente Madre de la Iglesia” (ISMR 96), re-coge lo dicho por Puebla: “Se trata de una presencia fe-menina que crea el ambiente familiar, la voluntad deacogida, el amor y el respeto por la vida. Es presencia sa-cramental de los rasgos maternales de Dios” (DP 291).

“María es modelo de misionera porque de ella ha venidola más fecunda evangelización de los pueblos” (DP 294).Además ha estado siempre presente en el anuncio de lafe en todo el continente americano, y en Venezuela, ensus advocaciones de Coromoto, Chiquinquirá, DivinaPastora, Virgen del Valle, y otras” (ISMR 98).

La visita de María a Isabel, que recordamos en elRosario, es patente manifestación de la cualidad de Maríacomo servidora y misionera.

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El Canto del Magnificat es espejo del alma de María(cf. DP 297); ella es la Sierva del Señor, la Virgen fiel, ladel “sí” a Dios. La de la confianza y esperanza sin límites,la “Madre del amor hermoso”. Expresión manifiesta dela predilección liberadora de Dios por los pobres, los hu-mildes, los más pequeños.

Recitando con atención el “Ave María”, captamos lanaturaleza y el sentido del culto mariano en la Iglesia. Re-corriendo las cuentas del Rosario, aclamamos repetida-mente el misterio de la comunión trinitaria, evocamos losacontecimientos principales de la salvación, reafirmamoslos elementos fundamentales de nuestra fe, de los cuales sedesprenden los lineamientos básicos que han de orientarnuestra vida cristiana. Por ello el rezo del Rosario ha sido ele-mento de gran importancia en la conservación y fomento dela fe cristiana de nuestro pueblo, de su identidad católica, es-pecialmente en momentos de especiales carencias pastorales.

“Hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5) es preciosa sín-tesis de lo que María nos pide, e indicativa de cómo Maríaes guía que nos conduce al Señor, y no alternativa o im-pedimento a nuestra entrega a Jesús y a la Trinidad.

La Iglesia admira y ensalza en la siempre VirgenMaría, asunta al cielo, “el fruto más espléndido de la Re-dención y la contempla gozosamente como una purísimaimagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y esperaser” (SC 103). La glorificación de María en los cielos es ade-lanto de la gran promesa de Dios: nuestra congregacióndefinitiva en y con la Trinidad Santísima.

Aparecida subraya la figura de María como discí-pula y misionera (Nos. 266-272):

(…) es la discípula más perfecta del Señor. Interlocutoradel Padre en su proyecto de enviar su Verbo al mundo parala salvación humana, María, con su fe, llega a ser el primer

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miembro de la comunidad de los creyentes en Cristo, ytambién se hace colaboradora en el renacimiento espiritualde los discípulos. Del Evangelio emerge su figura de mujerlibre y fuerte, conscientemente orientada al verdadero se-guimiento de Cristo. Ella ha vivido por entero toda la pe-regrinación de la fe como madre de Cristo y luego de losdiscípulos, sin que le fuera ahorrada la incomprensión y labúsqueda constante del proyecto del Padre. Alcanzó, así,a estar al pie de la cruz en una comunión profunda, paraentrar plenamente en el misterio de la Alianza (DA 266).María es la gran misionera, continuadora de la misión desu Hijo y formadora de misioneros (…), trajo el Evangelioa nuestra América. En el acontecimiento guadalupano,presidió, junto al humilde Juan Diego, el Pentecostés quenos abrió a los dones del Espíritu (DA 269).

X. ��LA COMUNIÓN EN LA IGLESIA SE VIVE EN

DIVERSOS NIVELES

La Iglesia comunión, Pueblo de Dios, se realiza envarios niveles. De este tema se ocupa el documento delConcilio Plenario Instancias de comunión del Pueblo de Diospara la misión. La Iglesia puede definirse como comunidadde comunidades, al frente de las cuales siempre hay uneje de comunión. En cada uno de esos diversos niveles laIglesia ha de desarrollar, a su modo y medida, todos ycada uno de los objetivos o dimensiones de su misiónevangelizadora. Si dibujamos una pirámide invertida, po-demos señalar, con cortes horizontales, esos diversos ni-veles, que van desde el más amplio, la Iglesia universal,presidida por el Papa, hasta el más pequeño, la Iglesia do-méstica encabezada por papá-mamá.

Importancia especial revisten las “Iglesias particula-res”, que son, fundamentalmente las diócesis. La Iglesia uni-versal viene a ser la comunión de las Iglesias particulares. El

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Código de Derecho Canónico trae esta definición de la dió-cesis:

“(…) es una porción del pueblo de Dios cuyo cuidadopastoral se encomienda al Obispo con la cooperación delpresbiterio de manera que, unida a su pastor, y congre-gada por Él en el Espíritu Santo, mediante el Evangelioy la Eucaristía constituya una Iglesia particular en la cualverdaderamente está presente y actúa la Iglesia deCristo, una, santa, católica y apostólica (C. 369).

La diócesis es una comunidad abierta, en catolici-dad, y con una fisonomía propia (población, cultura, histo-ria…). Para nosotros el amor a Cristo y a su Iglesia exigeuna integración amorosa, activa y corresponsable a la “Fa-milia de Dios” en nuestras Iglesias particulares.

Otro nivel eclesial importante es la Parroquia (“Igle-sia local”), a la cual el Concilio Plenario le ha prestado es-pecial atención. Al respecto nos dice:

La Parroquia debe vivir su ser de instancia de comuniónno como una estructura, un territorio o un edificio, sinocomo la familia de Dios, como una fraternidad animadapor el Espíritu de la unidad (LG 28), como una casa defamilia, fraternal y acogedora (CT 67), como la comuni-dad de los fieles” (ICM 99).

El vínculo de la Parroquia con la comunidad dioce-sana está asegurado por la unión con el Obispo, quien leconfía al párroco la atención pastoral y mediante el plande pastoral de conjunto.

El Concilio Plenario insiste en la estructuración dela Parroquia como “comunidad de comunidades y movi-mientos”. Al respecto determina: “El Párroco, con el con-sejo pastoral parroquial, asegure los medios para que laparroquia sea una auténtica comunidad de comunidades

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y movimientos, a través de la sectorización, la promociónde la participación, los ministerios confiados a laicos y larealización de asambleas y encuentros pastorales parro-quiales” (ICM 179).

El Concilio Plenario presta también atención a la pro-moción de las pequeñas comunidades cristianas (sectores, co-munidades de base, Iglesias base, células), caracterizadas por“su cercanía a las angustias y esperanzas de la gente y por supertenencia, especialmente, al mundo de los más necesitados”(ICM 175). Pide al párroco, con el consejo pastoral, asegurar“el acompañamiento permanente a las pequeñas comunida-des a través de los diáconos, religiosos/as y ministros laicos.Este acompañamiento será a la vez cualitativo y fraterno, demodo que se asegure un flujo comunicacional bidireccional,y así ambas instancias sean enriquecidas” (ICM 173).

La Iglesia “más pequeña”, en la base, es la familia,cuya vocación es ser “Iglesia doméstica”. El Concilio Ple-nario pide a los agentes de pastoral ayudar a las familiaspara que tomen conciencia de su dignidad y misión, ser“primeras células del tejido eclesial, donde se nace y creceen la fe, y se vive el amor a Dios” (ICM 172).

Todos estos niveles han de ser comunidades misio-neras: abiertas, servidoras, evangelizadoras.

Vivir y actuar como comunión, Pueblo de Dios, im-plica esforzarse por realizar la tarea evangelizadora, las acti-vidades pastorales, de modo orgánico, es decir, no como unsimple agregado de acciones, sino en “pastoral de conjunto”,bien trabada, planificada. En este punto insiste mucho elConcilio Plenario (cf. por ejemplo, ICM 141-146). La Pasto-ral de Conjunto articula el quehacer de los diversos sectores(ministerio jerárquico, laicado y vida consagrada) en los di-versos niveles (Diócesis, Zona Pastoral, Arciprestazgo, Pa-rroquia, Diaconía, Iglesia Base y Familia) hacia los objetivos

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de la evangelización (anuncio misionero, catequesis, liturgia,comunidad visible, nueva sociedad y diálogo).

La vida en la Iglesia comunión y, consiguiente-mente, una actuación en Pastoral de Conjunto, pide comobase, requisito y permanente compañera, una espirituali-dad de comunión. Dice el Concilio Plenario:

La Iglesia-comunión muestra cómo, de su propia natura-leza, brotan necesariamente la participación, la solidaridady la corresponsabilidad (CVI 55). Así participar en la Igle-sia es vivir unidos a la comunidad, escuchar juntos la Pa-labra y discernirla entre todos, celebrar juntos la Eucaristía,escuchar a los pastores, ayudar a las personas a través delas obras de caridad, dar testimonio cristiano en cada mo-mento (…). Es hacer que cunda, como la levadura enmedio de la masa (cf. Mt 13, 33) el amor fraterno (…). Porello, la Iglesia ha entendido a través de los siglos que su re-alidad comunional es la condición para exigir a la sociedadsuperar sus divisiones y caminar hacia la reconciliación yel encuentro (ICM 83).

“Que todos sean uno” (Jn 17,21)son las palabras de Jesús.

XI.��LA IGLESIA VIVE LA COMUNIÓN

EVANGELIZANDO

“Evangelizar es la misión esencial de la Iglesia: Cons-tituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia,su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar(EN 14)” (PPEV 2). El Pueblo de Dios debe realizar estamisión hasta el anhelado retorno glorioso de Cristo (cf. laoración Líbranos Señor del Canon de la Misa); entonces ter-minarán el peregrinar y las instituciones y sacramentos quesostienen a la Iglesia en su dramático recorrido histórico(cf. LG 48), para dar paso al cumplimiento de la gran pro-mesa: la comunión definitiva celestial (cf. LG 2).

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El Concilio Plenario de Venezuela inicia así su pri-mer documento:

La primera proclamación de la Buena Noticia de Jesu-cristo se realizó en esta tierra de gracia hace más de 500años. Desde entonces no ha cejado en su empeño decumplir la misión fundamental que Cristo encomendó asus discípulos: anunciar el Evangelio a toda criatura. LaIglesia en Venezuela hoy, quiere continuar esta misiónexaminándose a sí misma, haciendo suyas las angustiasy esperanzas del pueblo venezolano para comunicarlecon mayor eficacia la buena noticia de Jesucristo y suproyecto salvador, a través de una Nueva Evangeliza-ción, que exige nuevo ardor, nuevos métodos y nueva ex-presión (PPEV 1).

La Iglesia, con todos sus miembros, instituciones yplanes, ha sido lanzada al mundo, por encargo del Señory capacitación de su Espíritu, para evangelizar, es decir,para proclamar, celebrar y servir a la comunión con Diosy fraterna, la cual constituye el propósito salvador deDios. El evangelizar exige, por tanto, de nosotros, creyen-tes y bautizados: ser-y-hacer comunión en la Iglesia y enel mundo.

Si se nos pregunta, ¿Cuál es la misión de la Iglesia?Respondemos: evangelizar. Y si se nos repregunta ¿Y qué

40. El término misión se usa en varios sentidos. En el más amplio se dice que la evan-gelización es la misión de la Iglesia; significación más restringida tiene al hablarsede realizar una jornada misionera (aquí se subraya la dimensión evangelizadoraprimer anuncio). Sentido flexible adquiere en referencia a la Misión Permanente enVenezuela y a la Continental después de Aparecida. Recordemos lo dicho por elCPV: “La Iglesia o es misionera o no es Iglesia. Todo bautizado debe ser misio-nero”(PPEV 97). Se ha consolidado la distinción entre “misión hacia el interior”(de la Iglesia) y missio ad gentes (a quienes no ha llegado el primer anuncio delEvangelio). El término evangelización pide también se lo aclare; después de la Ex-hortación Evangelii Nuntiandi (cf.17.14) pasó a definir la tarea integral de la Iglesiaen el mundo y, por lo tanto, comprendiendo lo profético+celebrativo+organizacio-nal-caritativo; el vocablo continúa siendo utilizado no raramente, sin embargo, enun sentido circunscrito a lo profético.

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es evangelizar?, la respuesta tendrá entonces que exponerlas dimensiones (objetivos, tareas básicas) de la evangeli-zación, que son las siguientes:

1. Primer anuncio (kerygma, anuncio misionero):40

anunciar la Buena Nueva de salvación (comunión libera-dora), para suscitar la fe en quienes no creen, o desper-tarla en los creyentes aletargados o indiferentes. Decir fe,es hablar de conversión, de encuentro con el Señor, quehace discípulos misioneros suyos y lleva a la comunióncon Dios y con el prójimo. El Concilio Plenario advierteque la fe no puede darse “por supuesta”, y nos reclamaque “en no pocos casos hemos perdido la mordiente pro-fética de nuestra fe” (PPEV 25-26).

2. Catequesis: formar a los creyentes (niños, jóvenesy adultos) en la fe, estimulándolos hacia un progresivocrecimiento de su vida cristiana, una viva comunión ecle-sial y una corresponsable participación en la misión de laIglesia en el mundo. El Concilio Plenario plantea un cam-bio notable en este campo: a) pasar de una catequesis“puntual” (sólo para la recepción de un sacramento) a lacatequesis como “proceso” que acompañe toda la vidacristiana; b) establecer como referencia principal la cate-quesis de los adultos, y desde allí organizar la de los niñosy adolescentes (cf. CAT 55).

3. Liturgia: celebrar la Buena Nueva del amor deDios en la liturgia. Ésta conmemora y actualiza el aconte-cimiento (misterio) pascual de salvación, mediante los sa-cramentos, cuyo polo y referencia central es la Eucaristía,memorial de la Cena del Señor y actuación, la más densa,del Pueblo de Dios sacerdotal. Los sacramentos significany comunican la vida divina para transformar la existenciadel creyente y de la entera comunidad eclesial. Esta di-mensión evangelizadora comprende también otras expre-

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siones cultuales del pueblo cristiano, e igualmente, alientay perfecciona la oración individual, familiar, comunitaria.

4. Comunidad visible: organizar el conjunto de los cre-yentes como comunión visible y articulada, apta para ejer-cer su misión en el mundo. Esto implica y reclama unaparticipativa y orgánica complementariedad de los diver-sos sectores del Pueblo de Dios (laicado, jerarquía, reli-giosos), su formación y organización, con miras a unaacción de conjunto. Ha de recordarse que de Pentecostéssurgió, no un simple agregado de creyentes, sino una co-munidad fraterna, articulada (cf. Hch 2, 42-47).

5. Nueva sociedad: promover la liberación y el des-arrollo integrales de todo el hombre y de todos los hom-bres, con miras a construir una convivencia fraterna, una“civilización del amor”, en obediencia al “mandamientonuevo” del Señor. Esto exige acciones asistenciales, pro-mocionales y de cambio social, desde lo más inmediato,familia, vecindario, hasta la comunidad nacional e inter-nacional.

6. Diálogo: abrirse dialogalmente hacia quienes no seubican en la misma perspectiva de fe o de convicción, conmiras a una comunión y participación crecientes, para ser-vir al ser humano, edificar una nueva sociedad y avanzaren el camino de la unidad religiosa, cristiana y eclesialquerida por el Señor. En esta dimensión se inscriben elecumenismo y el diálogo interreligioso.

Estos objetivos no pueden considerarse como líneasparalelas o tareas yuxtapuestas, sino en estrecha interre-lación, como dimensiones de una misma misión evange-lizadora. Han de darse, por tanto, a su modo y en lamedida posible, en todo nivel de Iglesia (universal, dio-cesana, parroquial…).

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El conjunto Iglesia con sus niveles y los respectivosejes de comunión, así como con las dimensiones u objeti-vos de la Evangelización, se representan gráficamente ensu articulación orgánica, en lo que podemos llamar “pi-rámide invertida”. Las “piedras vivas” que forman estapirámide (comunidad visible) son los miembros del Pue-blo de Dios, los cuales se distribuyen en tres sectores: je-rarquía (obispos, presbíteros y diáconos), laicado y vidaconsagrada. Los niveles nos representan a la Iglesia,desde la más amplia hasta la más pequeña, la “Iglesia do-méstica”.

El gráfico pone de manifiesto, entre otras cosas,cómo, a su forma y medida, en cada nivel eclesial han deactuarse todas las dimensiones de la Evangelización. Yayuda a visualizar lo que es pastoral de conjunto, a saber,la acción pastoral que conjuga el trabajo evangelizador delos distintos sectores, en los varios niveles de Iglesia, conrespecto a las diversas dimensiones de la Evangelización.

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XII.DIOS NOS COMUNICA SU VIDA

DE COMUNIÓN POR LOS SACRAMENTOS

Cristo es el sacramento por excelencia, porque es elsigno (visible, perceptible) más excelso y eficaz del amormisericordioso de Dios. Por Cristo participamos de lavida divina (cf. Jn 10, 10), entramos en comunión con laComunión Trinitaria (cf. 1 Jn 1, 1-3). En Cristo, la Iglesia,su cuerpo místico, es sacramento de comunión, comohemos visto anteriormente.

Por ser tal, la Iglesia ha de actuar “sacramental-mente”: proclamando, testimoniando, significando y ac-tuando la gracia liberadora y unificante. Todos y cadauno de los miembros del Pueblo de Dios, hemos de ser“sacramentos”, a través de nuestra presencia cristiana yde nuestra actividad evangelizadora en la sociedad. “Sa-cramento” quiere decir: ser luz y sal (Mt 5, 13-14), buenolor de Cristo (2 Co 2, 15) en el mundo, testigos del Re-sucitado (Hch 1, 22). Ser “signos” que signifiquen y seanrealmente “eficaces”: palabras y obras del Señor, desde lavida hogareña y vecinal hasta las actividades más ampliasen el campo de la economía, la política y la cultura. Teresade Calcuta y José Gregorio Hernández han sido “sacra-mentos” de Cristo, no tanto por su “hablar” de Cristo,sino por su “obrar” en-como-con Cristo, especialmenterespecto del prójimo más necesitado. Han sido, sin duda,sacramentos del amor de Dios.

Toda la Iglesia está llamada a ser y a obrar sacra-mentalmente. Ahora bien, hay ciertas celebraciones, sinembargo, que, por institución divina, constituyen la másdensa e importante expresión de la sacramentalidad de laIglesia: los siete sacramentos, cuyo eje y centro es la Euca-ristía (cumbre y fuente del quehacer eclesial). Los tres pri-

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meros (Bautismo, Confirmación, Eucaristía) constituyenla iniciación en la comunión de la familia de Dios, que esla Iglesia; la Eucaristía es el corazón de la vida sacramen-tal, fuente por excelencia de la “nueva vida”, y polo direc-cional de la liturgia, de la evangelización, de la Iglesia.

En virtud del Bautismo y la Confirmación, somos llama-dos a ser discípulos misioneros de Jesucristo y entramos ala comunión trinitaria en la Iglesia, la cual tiene su cumbreen la Eucaristía. “Así pues, la Santísima Eucaristía lleva ala iniciación cristiana a su plenitud y es como el centro yfin de toda la vida sacramental (SC 17)” (DA 153).

Los siete sacramentos son:

EL BAUTISMO: nos libera del pecado original; pa-samos de la muerte a la vida; nos otorga la filiación divina.Somos bautizados “en el nombre del Padre y del Hijo ydel Espíritu Santo”, es decir, en y para Dios Amor, Co-munión, al tiempo que somos hechos miembros del Pue-blo de Dios, Cuerpo místico de Cristo; piedras vivas delTemplo del Espíritu Santo, que es la Iglesia, sacramentode comunión,

LA CONFIRMACIÓN: completa y perfecciona elBautismo, nos da el Espíritu Santo, Espíritu de amor, consus dones; es sacramento de militancia cristiana. El Espí-ritu nos comunica el amor de Dios (cf. Rm 5, 5), la libertadde los hijos de Dios (cf. Rm 7, 15); nos capacita y disponepara ser testigos y misioneros de Cristo el Señor, agentesde comunión en el mundo.

LA EUCARISTÍA: conmemora y actualiza laofrenda personal, existencial, del Señor, su Pascua, cuyomemorial mandó reiterar en su Iglesia. La Eucaristía essacramento del Cuerpo y de la Sangre del Señor, quiense convierte en comida y bebida de vida eterna para sos-

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tener el peregrinar del Pueblo de Dios. La Eucaristía re-coge, eleva, capacita, exige y perfecciona nuestra comu-nión con Dios y fraterna; edifica la Iglesia como signo einstrumento de unidad salvadora; anuncia el retorno glo-rioso del Señor (cf. 1 Co 11, 26).

LA PENITENCIA Y RECONCILIACIÓN: res-tablece nuestra comunión con Dios y con la Iglesia, libe-rándonos de nuestros pecados (perdón). Es una visiblemanifestación de Cristo Redentor, de “Dios, rico en mi-sericordia”. Tiene un sentido liberador, amoroso y unifi-cante eclesial, que se ha de subrayar para superar unamuy frecuente interpretación de este sacramento, desdeun ángulo negativo e individualista.

LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS: expresa lacercanía amorosa de Dios y de la Iglesia hacia sus hijosdolientes; une los sufrimientos de los fieles a los del Re-dentor, concede el perdón, el consuelo y la paz de Dios alque sufre, sanándolo también en su cuerpo, según la vo-luntad divina. Prepara al creyente para la comunión plenay definitiva con la Trinidad.

EL ORDEN SACERDOTAL: confiere a quienes loreciben “una profecía, un sacerdocio y una realeza califi-cados, que son presencia y actuación de Cristo-Cabeza dela Iglesia” (OPD 1). Los integra en el ministerio jerár-quico o pastoral (obispo, presbíteros y diáconos), cuya fi-nalidad es servir al Pueblo de Dios, profético, sacerdotaly regio, para que realice esta dignidad y misión (cf. OPD1). Los ministros ordenados son ejes de comunión en lacomunidad eclesial.

EL MATRIMONIO: santifica el amor conyugal; essigno de la unión de Cristo con la Iglesia (cf. Ef 5, 32). Esreflejo de la relación interpersonal y fecunda de la Trinidad,

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que nos creó seres sociales a su imagen y semejanza, y haquerido congregarnos en la “familia de Dios”, la Iglesia, sa-cramento de unidad en el mundo. El matrimonio consti-tuye el fundamento de la “Iglesia doméstica” (LG 11).

Los cristianos hemos de reflejar nuestra vida sacra-mental en la vida cotidiana: un actuar nuevo, de servicioa Dios y a los hermanos. Debemos convertir nuestra vidatoda en un ser-quehacer sacramental de comunión.

XIII. LA NOVEDAD DE VIDA DEL CRISTIANO

ES TEjER COMUNIÓN

Jesús nos trajo la buena noticia de la llegada del Reinode Dios”; éste “es una nueva manera de vivir y de con-vivir, un nuevo estado de cosas, una ciudad de hermanosdonde Dios es Padre, un mundo gobernado por los cri-terios y promesas de Dios (amor, misericordia, justicia,paz (PPEV 73).

Vivir en la línea del Reino de Dios es orientar nues-tra vida según el propósito divino de comunión humano-divina e interhumana.

El encuentro con Jesús es transformador y exige conver-sión personal y colectiva. No podemos pretender creeren Jesucristo y vivir en la indiferencia, en la permisividady sin compromiso alguno. Este encuentro lleva a un com-promiso de vida: encontrar a Cristo vivo es aceptar su amorprimero, optar por Él, adherirse libremente a su persona y a suproyecto, que es el anuncio y realización del Reino de Dios(EA 68). Jesucristo es camino de conversión (personal,comunitaria y social), de comunión eclesial y solidaridadcon los más débiles (PPEV 76).

“Con Él (Cristo) hemos sido sepultados por el bau-tismo para participar en su muerte, para que como Él re-sucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así

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también nosotros vivamos una vida nueva” (Rm 6, 4). Eslo que san Pablo llama vivir como hijos de la luz, vivir en“hombre nuevo”, revestirse de Cristo, vivir en santidad.

A la pregunta acerca de cuál es el primero de todoslos mandamientos, Jesús responde: “El primer manda-miento es: Escucha Israel: el Señor nuestro Dios, es el únicoSeñor. Al Señor tu Dios amarás con todo tu corazón, con todatu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas. El segundomandamiento es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Nohay ningún mandamiento más importante que estos” (Mc12, 29-31). Amar es tejer comunión, restablecerla, fortale-cerla; comunión con Dios en la adoración, la alabanza, laacción de gracias; con nuestro prójimo, especialmente elmás necesitado, en el servicio, la reconciliación, la fraterni-dad, la paz.

Cristo nos dejó el amor como norma máxima deconducta. El amor “es la plenitud de la Ley” (Rm 13, 10).Nuestro actuar debe corresponder a nuestro “ser cristia-no” y al mandamiento nuevo del Señor. Debe ser un se-guimiento, una imitación de Cristo, un vivir en el Espíri-tu. Novedad de vida en la familia, en el vecindario, en lacomunidad general; en los ambientes en que nos desem-peñamos (laboral, educativo, económico, político…). Y noolvidemos: “el que no ama a su hermano, a quien ve, noes posible que ame a Dios, a quien no ve” (1 Jn 4, 20).

Amar al Señor exige el guardar sus mandamientos(cf. Jn 14, 21). Los mandamientos de Dios (Decálogo) yde la Iglesia nos indican un camino concreto para actuarese amor a Dios y al prójimo. Hijos de Dios, miembrosdel Cuerpo de Cristo, estamos llamados a vivir en efec-tiva comunión con Él y con el prójimo.

El Nuevo Testamento nos propone múltiples nor-mas como mediaciones morales de una vida de fe. “Sean

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pues, imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivan enel amor como Cristo los amó y se entregó por nosotros”(Ef 5, 1-2). Luego de esta exhortación San Pablo cita al-gunos comportamientos (impureza, codicia) que excluyende la participación del Reino de Dios. El mismo Apóstol,en las segundas partes de sus cartas, detalla la conductay el comportamiento que corresponde a quienes nos lla-mamos cristianos (cf. capítulos 4-6 de Efesios).

Vivir en la luz como “hombre nuevo” exige una con-ducta moral determinada. Si no todo le está permitido mo-ralmente al hombre, mucho menos al cristiano. La Carta alos Gálatas Cap. 5, versículos 13-14 nos habla del sentidode la libertad que nos ha logrado Cristo. Ahora bien, al ha-blar de moral, hemos de atender no sólo y principalmentea lo que significa pecado como abuso de nuestra libertad(ruptura con Dios y con el prójimo), sino, propositiva-mente, a lo que debemos hacer y no hacemos. En este sen-tido es sumamente iluminadora la descripción del JuicioFinal que hace Mateo Cap. 25, versículos 31-46; allí los con-denados son los que no han hecho nada por el prójimo ne-cesitado: pecados de omisión.

Como cristianos hemos de asumir e interpretar lasnormas morales a la luz del Sermón de la Montaña (Mt 5,7) y, en particular, de las Bienaventuranzas (Mt 5, 1-12), queofrecen a nuestra conducta un horizonte maravillosamenteabierto.

Somos libres, pero débiles (“libertad herida” comoconsecuencia del pecado original); por eso, atraídos porla concupiscencia y sometidos a tentaciones, debemos es-forzarnos en nuestra obediencia a Dios, pero también pe-dirle a Él que podamos serle fieles (“Sin Mí no puedenustedes hacer nada”, nos dice Jesús en Jn 15, 15). Necesi-tamos ser liberados, sanados. Dios nos ofrece y da su gra-

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cia en este sentido. Pero debemos implorar en nuestraoración el auxilio divino (cf. Mt 7, 7-11).

XIV. EL CRISTIANO:�CONSTRUCTOR DE UNA

NUEVA SOCIEDAD EN COMUNIÓN

La novedad de vida cristiana necesariamente tieneque proyectarse y vivirse en las realidades sociales de estemundo (economía, política, cultura), que, según el plancreador y salvador de Dios-Comunión han de orien-tarse en un sentido liberador y unificante. Todo lo que seinscribe en la línea de la libertad y la justicia, de la so-lidaridad y la fraternidad, de la reconciliación y la paz,se encamina en esa dirección profundamente humani-zante.

La Conferencia de Puebla, luego de afirmar queCristo nos revela la vida divina como comunión trinitaria,de la cual “procede todo amor y toda comunión” (DP212), agrega: por Cristo, la humanidad participa de esavida trinitaria y Él nos capacita para construir una convi-vencia humana reflejo de la comunión divina (cf. DP 213),que ha de manifestarse en toda la vida, también en lo eco-nómico, político y social (cf. DP 215). La Trinidad, portanto, es raíz y fuente, así como inspiración y modelo devida y organización societarias. Obras como la de EnriqueCambón La Trinidad modelo social (Ed. Ciudad Nueva,2000), son iluminadoras al respecto.

La conciencia de la comunión con Jesucristo y con loshermanos (…) lleva a servir al prójimo en todas sus ne-cesidades, tanto materiales como espirituales; por ello, lasolidaridad es fruto de la comunión y se expresa en elamor del cristiano que busca el bien de los otros, espe-cialmente de los más necesitados (EA 52).

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Ser discípulos y misioneros de Jesucristo para que nues-tros pueblos, en Él, tengan vida, nos lleva a asumir evan-gélicamente y desde la perspectiva del Reino, las tareasprioritarias que contribuyen a la dignificación de todo serhumano, y a trabajar junto con los demás ciudadanos einstituciones en bien del ser humano (DA 384).

El Concilio Plenario nos dice:

Los cristianos no pueden decir que aman, si ese amor nopasa por lo cotidiano de la vida y atraviesa toda la com-pleja organización social, política, económica y cultural(CIGNS 90).

Este documento, junto con el de Evangelización de lacultura en Venezuela, forma una especie de compendio deDoctrina Social de la Iglesia aplicada a nuestro país.

La fidelidad a Cristo liberador y unificador exige re-novar, a la luz y en el sentido del Evangelio, la conviven-cia humana a todos los niveles; desde el familiar hasta elinternacional.

“La opción preferencial por los pobres”, implica unamor efectivo muy especial hacia los más necesitados. Enel rostro del desempleado, del marginado, del enfermo,del minusválido, del anciano, del niño… “deberíamos re-conocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que noscuestiona e interpela” (DP 31).

La sociedad “nueva”, Civilización del amor, quehemos de construir en colaboración con todos los hom-bres de buena voluntad, es la del compartir, de la vida yla solidaridad, del amor. Como notas características se lepueden asignar: comunicación de bienes (que corres-ponda a la destinación universal de los mismos), convi-vencia democrática y calidad espiritual de vida.

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Un buen cristiano ha de ser un buen ciudadano(griego polítes), es decir, una persona preocupada por elbien de la ciudad (griego polis), por el bien común. Tiene,por tanto, un ineludible deber “político”, como miembrode aquélla. Para discernir adecuadamente competenciasy responsabilidades en este campo, por ejemplo las de losdistintos sectores eclesiales, es necesario tener claras lasvarias acepciones de “política”; este término puede desig-nar: a) compromiso por el bien común; b) ejercicio delpoder político (pensemos en los organismos del Estado);c) actividad partidista, cuyo objetivo es organizarse paraacceder, ejercer y mantener ese poder. Muchas confusio-nes y discusiones podrían evitarse precisando en cadacaso el sentido en que se usa el vocablo.

La Iglesia, en cuanto comunidad de fieles y en suministerio jerárquico, no tiene un modelo determinado deorganización de los distintos ámbitos sociales (econó-mico…). Estimula sí, a la búsqueda y actuación de mode-los cada vez más compatibles con las exigencias del serhumano y con los valores del Evangelio.

El laico, que ha de participar en la vida y activi-dad interna de la comunidad eclesial, tiene como campoespecífico de acción lo temporal, “mundano”, tomandocomo punto de partida su propia familia y comprometién-dose en la edificación de una “nueva sociedad” –que essiempre perfectible– según el espíritu del Evangelio. Estoexige una formación permanente en la Doctrina Social dela Iglesia, la cual ha de comenzar desde la primera cate-quesis y debe perfeccionarse y ampliarse a lo largo dela vida.

Juan Pablo II en su visita apostólica se expresó asíel 10-02-96 en el Teatro Teresa Carreño, de Caracas: laIglesia “ha asumido la apasionante tarea de la Nueva

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Evangelización, que tiene como meta renovar la vidasegún el mensaje de Jesucristo y hacer de los valores evan-gélicos savia y fermento de una Nueva Sociedad, favore-ciendo en los fieles cristianos la coherencia entre la fe y lavida, así como la superación de las fallas sociales, el fo-mento de la dignidad humana y de una recta conducta fa-miliar, laboral, política y económica”.

Una nueva sociedad no puede pensarse sin la armo-nía que debe guardar el progreso del ser humano con elcuido amistoso –no depredador– del mundo confiado porDios. Una ecología inspirada en San Francisco de Asís(cf. Gn 1, 26-31).

XV. DIOS NOS OfRECE LA PLENITUD

EN LA COMUNIÓN DEL CIELO

Confesamos en el Credo: “Y de nuevo vendrácon gloria para juzgar a vivos y muertos (…) espera-mos la resurrección de los muertos y la vida del mundofuturo”.

El Concilio Vaticano I I , al hablar de la obra delPadre respecto de la Iglesia traza las grandes etapas deésta del modo siguiente:

Determinó convocar a los creyentes en Cristo en la SantaIglesia, que prefigurada ya desde el origen del mundo,preparada admirablemente en la historia de Israel y enel Antiguo Testamento, constituida en los últimos tiem-pos, fue manifestada por la efusión del Espíritu Santo, yse perfeccionará gloriosamente al fin de los tiempos. En-tonces, como se lee en los Santos Padres, todos los justosdescendientes de Adán, desde Abel el justo hasta el últimoelegido, se congregarán ante el Padre en una Iglesia uni-versal (LG 2).

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La Iglesia, que el mismo Concilio define con sanCipriano, como “una muchedumbre reunida por la unidaddel Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (LG 4), alcan-zará, pues, su perfección en la ekklesía (congregación) defi-nitiva universal. La Iglesia, obra amorosa de la ComuniónTrinitaria, tendrá su culminación en la comunión perfectacon Dios-Amor. Será la plenitud del Reino, cuya venidainvocamos siempre que rezamos el Padre Nuestro.

La plenitud de la Iglesia coincidirá con la delmundo (humanidad, historia), como meta de un único di-namismo unificante, del cual la Iglesia peregrinante essigno e instrumento (sacramento). Leemos en Lumen Gen-tium 48: “La Iglesia (…) no será llevada a su plena perfec-ción sino cuando llegue el tiempo de la restauración detodas las cosas” (cf. Hch 3, 21) y cuando, con el génerohumano, también el universo entero, que está íntima-mente unido con el hombre y por él alcanza su fin, seráperfectamente renovado (cf. Ef 1, 10; Col 1, 20; 2 P 3, 10-13)”. Será la perfección de la gran fraternidad humana encomunión con la Trinidad.

Con la Iglesia somos peregrinos en este mundo;vivimos como en un entreacto, entre la Ascensión delSeñor (su glorificación Pascual) y su retorno glorioso, queseñalará la etapa definitiva: resurrección de los muertos;Juicio Final en que los humanos daremos cuenta de nues-tras obras; comunión perfecta o separación condenato-ria definitivas. Nos encontramos en el tiempo de la misiónevangelizadora, esperando el retorno glorioso del Señory el cumplimiento de la gran promesa. En el tiempo de laEucaristía, memorial y anuncio-prefiguración de lo defi-nitivo. Somos, en este sentido, ciudadanos de este mundoque caminamos hacia la Patria definitiva. Tiempo del tes-timonio y de la fidelidad, en el que hemos de tener en

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vista que “los padecimientos de esta vida presente no sonnada en comparación con la gloria futura que se ha de re-velar en nosotros” (Rm 8, 18). Actitud característica delcristiano ha de ser la de permanente vigilancia e indoble-gable esperanza. Ahora bien,

(…) la espera de una tierra nueva no debe amortiguar,sino más bien avivar, la preocupación por perfeccionaresta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia hu-mana (…). Pues los bienes de la dignidad humana, launión fraterna y la libertad, en una palabra, todos los fru-tos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, des-pués de haberlos propagado por la tierra de acuerdo conel Espíritu del Señor y de acuerdo a su mandato, volve-remos a encontrarlos limpios de toda mancha, ilumina-dos y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre elreino eterno y universal; reino de verdad y de vida; reinode santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz.El reino está ya presente en nuestra tierra; cuando vengael Señor, se consumará su perfección (GS 39).

No caminamos solos por el mundo; Dios está siem-pre presente junto a nosotros y en nosotros, en su Palabra,en la Iglesia, en los sacramentos; y, no lo olvidemos, ennuestro prójimo, especialmente el más necesitado (cf. Mt25, 31-46). El Señor al tiempo que da el mandato misio-nero universal, asegura su acompañamiento permanente(cf. Mt 28, 19-20).

En la celebración de la Eucaristía, después del PadreNuestro el celebrante reza una oración que concluye conlas siguientes palabras: “mientras esperamos la gloriosavenida de nuestro Salvador Jesucristo”; celebrando el me-morial de la Cena del Señor anunciamos “la muerte delSeñor hasta que venga” (1 Co 11, 16).

En esta perspectiva escatológica recordemos: “Ahorasubsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero

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la mayor de ellas es la caridad” (1 Co 13, 13). El criteriodel juicio definitivo será el amor, es decir la comunión, te-jida o no, a través del ejercicio de nuestra libertad en estemundo. Teniendo presente que en esta obediencia y en-trega nuestra, hemos de poner todo nuestro empeño, perono olvidando nunca lo dicho por Jesús: “separados de míustedes no pueden hacer nada” (Jn 15, 5). Aquí vale bienaquel refrán: “A Dios rogando y con el mazo dando”, sa-biendo que, en definitiva, tendremos que exclamar: “todoes gracia”.

La Doctrina Católica sobre el Purgatorio nos ad-vierte acerca de la necesaria purificación personal para en-trar en la plena comunión con Dios. Y la relativa alInfierno constituye una seria advertencia sobre la respon-sabilidad con que hemos de asumir el ejercicio de nuestralibertad durante nuestro peregrinar: el obrar en el sentidode la comunión o en el de la ruptura, con Dios y fraterna,no tendrán la misma sentencia divina.

La doctrina cristiana rechaza, por tanto, todas aque-llas falsas enseñanzas que diluyen la libertad, la respon-sabilidad personal y la necesidad de la gracia, como sonel reencarnacionismo y otras corrientes de tipo gnóstico osincretista (New Age…).

La Iglesia nos propone a los santos y en especial a María,como modelos de vida para nuestra peregrinar, y como inter-cesores ante Dios, por su particular unión con Cristo en la tie-rra y en la gloria en que ahora viven (cf. LG 49s).

El documento sobre Evangelización de la Cultura su-braya el dinamismo encarnatorio y pascual que ha de im-pulsarla:

El designio universal de salvación de Dios se realiza fun-damentalmente por la presencia histórica de Cristo,quien “se unió por su Encarnación a las determinadas

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condiciones sociales y culturales de los hombres conquienes convivió” (AG 10). El Dios totalmente otro sehizo en Jesucristo totalmente nuestro. El Hijo de Dios en-carnado en la naturaleza humana redimió al hombre y lotransformó en nueva criatura (Ga 6, 15; 2 Co 5, 17) supe-rando la muerte con su muerte y resurrección (LG 7). Asíse aclara que el encuentro del hombre con Dios se hace apartir del discernimiento de la propia cultura para valo-rarla, potenciarla o superarla desde la propuesta de laEncarnación y de la Pascua (ECV 59).

Concluyamos con lo afirmado por la Conferencia deSanto Domingo:

Creemos que Cristo, el Señor, ha de volver para llevar asu plenitud el Reino de Dios y entregarlo al Padre (cf. 1Col 15, 24), transformada ya la creación entera en los cielosy la tierra nueva en los que habita la justicia (2 P 3, 13). Allíalcanzaremos la comunión perfecta del cielo, en el gozode la visión eterna de la Trinidad. Hombres y mujeres,que se hayan mantenido fieles al Señor, vencidos final-mente el pecado, el diablo y la muerte, llegarán a su ple-nitud humana, participando de la misma naturalezadivina (cf. 2 P 1, 4). Entonces Cristo recapitulará y recon-ciliará plenamente la creación, todo será suyo y Dios serátodo en todos (cf. 1 Co 15, 28) (SD 14).

A�MODO DE CONCLUSIÓN

El Concilio Vaticano II concluye su documento cen-tral, Lumen Gentium, exhortándonos a todos los fieles aque supliquemos con insistencia a la Virgen María, a finde que “interceda ante su Hijo para que las familias detodos los pueblos, todos los que se honran con el nombrede cristiano como los que aún ignoran al Salvador, seanfelizmente congregados con paz y concordia en un solo

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Pueblo de Dios, para gloria de la Santísima e individuaTrinidad” (Nº 60).

Feliz conclusión de la presente síntesis sea, entonces,la siguiente oración:

¡María, Virgen Madre de nuestro Salvador! Diosquiso que su divino Hijo se hiciese carne en tus en-trañas por obra del Espíritu Santo, y cuando se teanunció tan misterioso proyecto, tu dijiste “Sí”.Creíste y confiaste en Dios, te declaraste “la Siervadel Señor”, dispuesta a realizar su voluntad.

Acompañaste a Cristo en su peregrinar, y al pie dela Cruz te asociaste a su muerte redentora. Fuistemadre afectuosa para los discípulos de tu Hijo, ydesde el cielo sigues siendo Madre de la Iglesia, másaún, Madre de todos los hombres, por quienes in-tercedes para que alcancen en Cristo la salvación.

María, hoy reafirmamos ante ti nuestra fe en DiosUno y Trino; en Jesús, Mesías y Salvador; en la Igle-sia, Pueblo de Dios.

Madre, haz que cumplamos el mandato y el deseode tu divino Hijo: que todos seamos uno, entre no-sotros y con Dios. Así mostraremos la novedad delEvangelio, que es amor y servicio, en un mundolleno de tantos egoísmos y divisiones.

Tómanos de la mano y llévanos a Jesús, para hacerde nuestra Iglesia una auténtica familia de Dios, yde nuestro país, un hogar de justicia, de libertad yde paz.

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ÍNDICE

SIGLAS............................................................................... 5

PRÓLOGO...................................................................... 7

PRIMERA�PARTE:�LÍNEA�O�NúCLEOARTICULADOR�TEOLÓGICO-PASTORAL

1. La formulación de Puebla ................................................ 13 2. El término “línea teológico-pastoral” antes o

independientemente de Puebla ...................................... 15 3. Línea teológico-pastoral en el Concilio Plenario

de Venezuela ...................................................................... 18 4. Definición de la línea o núcleo articulador .................... 21 5. Identificación de la línea o núcleo articulador .............. 24 6. Antecedentes de la línea según la CEV ........................ 27 7. Santo Domingo y Aparecida .......................................... 29 8. De subconjuntos a un conjunto orgánico ...................... 34 9. Categorías acompañantes ................................................ 3810. Importancia y utilidad del núcleo articulador .............. 4111. De la Eclesiología a la Teología de Comunión ............ 4512. El norte de la nueva evangelización .............................. 4913. Espiritualidad de comunión ............................................ 5614. Globalizar la comunión .................................................... 63A�modo�de�conclusión .............................................................. 66

SEGUNDA�PARTE:��ANEXOS

1. Síntesis del mensaje cristiano hecha por Puebla ............ 692. Relación del Sínodo de 1985 (extracto) ............................ 713. Profesión de Fe de Santo Domingo.................................. 77

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4. Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte (extracto) ...... 855. La comunión en la vida de la Iglesia en Venezuela.

CPV (extracto) .................................................................... 896. Encíclica Deus Caritas est- Dios es Amor (extracto) ........ 1007. Documento de Aparecida (extracto) ................................ 1028. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (extracto) .. 1069. Reflexión personal .............................................................. 111

TERCERA�PARTE:�SÍNTESIS�DOCTRINALY�PRáCTICA�ENTORNO�A�LA�COMUNIÓN

I . Dios es comunión, Trinidad ........................................ 126II . Dios Amor crea al hombre para la comunión .......... 128III . El hombre rompe la comunión.................................... 130IV. Dios no abandona al pecador; recrea la

comunión ........................................................................ 133V. Jesucristo: sacramento fundamental de la

comunión con Dios y los hombres.............................. 135VI. El Espíritu Santo: artífice de la comunión ................ 139VII. El Reino de Dios: Reino de comunión ...................... 142VIII . La Iglesia: sacramento de comunión,

en cuanto unida a Cristo .............................................. 146IX. María Madre: modelo de comunión .......................... 149X. La comunión en la Iglesia se vive en diversos niveles 152XI. La Iglesia vive la comunión evangelizando .............. 155XII . Dios nos comunica su vida de comunión

por los sacramentos ...................................................... 160XIII . La novedad de la vida del cristiano es tejer

comunión ........................................................................ 163XIV. El cristiano: constructor de una nueva

sociedad en comunión .................................................. 166XV. Dios nos ofrece la plenitud en la comunión del Cielo 169

A�modo�de�conclusión .............................................................. 173