compendio de la revelion de america- fernando hidalgo nistri.pdf
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PACO MONCAYO GALLEGOSAlcalde Metropolitano de Quito
CARLOS PALLARES SEVILLADirector Ejecutivo del Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito
COMPENDIODE LA REBELIÓNDE LA AMÉRICACARTAS DE PEDRO PÉREZ MUÑOZ SOBRELOS ACONTECIMIENTOS EN QUITODE 1809 A 1815
FONSALFondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de QuitoVenezuela 914 y Chile/ Tlfs.: (593-2) 2 584-961 / 2 584-962
Estudio introductorio y compilación:Fernando Hidalgo Nistri
Revisión del texto y cuidado de la edición:Alfonso Ortiz CrespoIsabel Oleas
PortadaRue et habitants de QuitoGrabado de Fuchs según Ernest ChartonTomado de Charton, Ernest, Quito, republique de l’EquateurLe Tour du Monde, Vol. XV, París, Hachette, 1867
Segunda edición: corregida octubre de 2008
Diseño e Impresión: Imprenta Noción
Impreso en Ecuador
Noción ImprentaQuito – EcuadorTelfs.: + 593 2 334 2205
ISBN: 978-9978-366-07-3
Los derechos pertenecen al FONSAL, en la Segunda Edición.PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL SIN AUTORIZACIÓN
986.6P438c
Pérez Muñoz, Pedro Compendio de la rebelión de la América / cartas de Pedro Pérez Muñoz, compiladas por Fernando Hidalgo- Nistri. 2. ed.- Quito: FONSAL, 2008. 196 p. (Biblioteca del Bicentenario de la Independencia; 11)
ISBN: 978-9978-366-07-3
1. ECUADOR – HISTORIA – INDEPENDENCIA. I. Hidalgo-Nistri, Fernando, comp.
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TABLA DE CONTENIDOS
Introducción ............................ 7
Agradecimientos ..................... 9
Estudio Introductorio ............ 11
Compendio de la Rebelión
de la América ........................ 57
Carta 1 .................................. 59
Carta 2 .................................. 61
Carta 3 .................................. 63
Carta 4 .................................. 67
Carta 5 .................................. 69
Carta 6 .................................. 71
Carta 7 .................................. 73
Carta 8 .................................. 77
Carta 9 .................................. 81
Carta 10 ................................ 83
Carta 11 ................................ 85
Carta 12 ................................ 87
Carta 13 ................................ 91
Carta 14 ................................ 93
Carta 15 ................................ 95
Carta 16 ................................ 99
Carta 17 .............................. 103
Carta 18 .............................. 107
Carta 19 .............................. 111
Carta 20 .............................. 115
Carta 21 .............................. 119
Carta 22 .............................. 123
Carta 23 .............................. 125
Carta 24 .............................. 133
Carta 25 .............................. 135
Carta 26 .............................. 137
Carta 27 .............................. 141
Carta 28 .............................. 145
Carta 29 .............................. 147
Carta 30 .............................. 157
Carta 31 .............................. 161
Carta 32 .............................. 165
Carta 33 .............................. 167
Carta 34 .............................. 169
Carta 35 .............................. 173
Índice Onomástico .............. 177
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El Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, a través del
FONSAL, en su afán de contribuir al mejor conocimiento del pasado, ha
considerado la reedición de las cartas de Pedro Pérez Muñoz como un
aporte necesario para ampliar el conocimiento de los complicados años
de la insurgencia independentista. Incrementar la posibilidad de acceder
a fuentes que proceden de distintas ópticas, sin duda enriquece el trabajo
investigativo.
Las cartas que Pedro Pérez Muñoz escribió entre 1809 y 1815
traducen no sólo los sentimientos de un español radicado en Quito durante
20 años, con una posición fuertemente comprometida con la causa realista,
sino además la visión de un observador sumamente crítico de la sociedad
en la que se arraigó.
Esta es una perspectiva distinta a la que se puede hallar en las fuentes
documentales a las que tradicionalmente se ha tenido acceso para investigar
esta compleja época. Al investigador, por su parte, le compete intervenir en
la selección de las fuentes, la crítica a las mismas y la confrontación de la
distintas versiones, bajo la correcta comprensión de dónde provienen y su
intencionalidad.
Este trabajo, publicado por primera vez en el año 1997 por la editorial
Abya-Yala, se agotó en el mercado, lo que da una idea de la resonancia que
tuvo el tema en el medio. La presente reedición, a cargo del FONSAL,
incluye un estudio introductorio actualizado por parte del autor.
INTRODUCCIÓN
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AGRADECIMIENTOS
Quiero agradecer ante todo al Arquitecto Alfonso Ortiz Crespo quien
sugirió la publicación de este documento. Sin su concurso y sin su
entusiasmo hubiera sido muy difícil concluir este proyecto editorial. Desde
luego este reconocimiento va también para el FONSAL y para el Municipio
Metropolitano de Quito quienes patrocinan esta publicación y sin cuyo
aporte económico no podría ver la luz pública. Gracias también a María
Antonieta Vázquez que se entusiasmó con la lectura del Compendio y ayudó
a su publicación. Asimismo quiero hacer extensivo mi agradecimiento a
Ingrid Bejarano quién transcribió el texto del documento original para la
primera edición. No estaría completa la lista de personas a las cuales debo
gratitud si no hiciera mención al personal del Archivo General de Indias de
Sevilla, que durante diecinueve años me ha prestado toda su inestimable
colaboración. A Teresa Ibars, jefa de servicios de archivo de la Diputació
de Lleida le debo sus valiosos comentarios y sus gran experiencia como
conocedora de los archivos españoles. Por último no quiero desperdiciar la
ocasión par expresar mi reconocimiento a Diego Pérez Ordóñez que fue uno
de los promotores de la primera edición de este epistolario.
Sevilla, 22 de octubre de 2008
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ESTUDIO INTRODUCTORIO
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E S T U D I O I N T R O D U C T O R I Opor
Fernando Hidalgo Nistri
Con justa razón se quejan los historiadores de lo lejos que está por concluir
la tarea de identificar, recopilar y publicar las fuentes documentales que se
produjeron en torno al acontecimiento de la revolución quiteña1. Esta verdad
sin paliativos se confirma muy a menudo cuando se tiene la oportunidad de
incursionar en la gran república de los archivos ecuatorianos, americanos y
europeos. En efecto, uno de los más graves inconvenientes que deben afrontar
los historiadores es la dispersión de los expedientes. Los diferentes avatares
por los que ha corrido la documen ta ción a la hora de ser gestionada explican
la ausencia de un corpus documental único sobre este capítulo de la historia
ecuatoriana. Una muestra de ello es que no menos de doce archivos públicos
de dentro y fuera del país contienen informa ción directamente relacionada
con el tema en cuestión. Incluso en el Museo Británico han sido localizados
papeles que tienen relación con agosto de 18092. Pero además hay muchos
documentos que se hallan en manos particulares, sin catalogar y por lo tanto
fuera del circuito académico. La dispersión de los expedientes, sin embargo,
no sólo se reduce a un problema de tipo geográfico, sino que la circunstancia
se repite con mucha frecuencia dentro de los mismos repositorios. Los
distintos criterios de organización archivística utilizados para clasificar
documentos no siempre han sido compatibles con la posibilidad de organizar
las fuentes en cuerpos únicos. Es por esto por lo que los investigadores suelen
toparse con sorpresas ahí donde menos se esperan. Buena prueba de ello es
este epistolario cuyo hallazgo se debe, precisamente, a una de estas felices
casualidades. El manuscrito yacía escondido y empolvado en la sección
1. Jorge Salvador Lara, “Estudio introductorio”, en: La Revolución de Quito, 1809-1822, Quito, 1982, pp. 18-19.
2. Carlos Manuel Larrea, “Catálogo documental sobre el 10 de agosto de 1809 del Museo Británico”, en: BANH, T-37, Nº 90, Quito, julio-diciembre de 1957, pp. 269-276.
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Diversos del Archivo General de Indias de Sevilla. Dicho esto, la publicación
del Compendio de la rebelión de América, además de una cuestión de justicia
quiere ser un aporte más a la gran tarea de recopilar y sistematizar las fuentes
que directa o indirectamente hacen referencia a los movimientos insurgentes
quiteños que preludian la Independencia.
Al menos una parte de la importancia de este documento viene dada
de la escasez de memorias o de versiones cuya redacción no ha estado
mediatizada por instancias propias del ámbito judicial u oficial. Entre las
excepciones notables está la famosa Relación histórica de William Bennett
Stevenson3. Fuera de ella hay poco que agregar y quizás lo más notable sean
los “papeles” de José M. Rodríguez de Quiroga que fueron publicados por Isaac
J. Barrera4 y los “borradores” de Tadeo Garibay5. Dado este condicionamiento
de las fuentes, los diversos estudios que se han tratado este capítulo de la
historia ecuatoriana han tenido que valerse, casi única y exclusiva mente, de
documentos producidos y gestionados a través de cauces oficiales. Los clásicos
que narran la revolución quiteña escritos por José G. Navarro, Carlos de la
Torre, Manuel María Borrero, Isaac J. Barrera, Alfredo Ponce, etc., extraen el
grueso de su información de los procesos instrui dos en contra de los implicados
en los acontecimientos o de los informes de los funciona rios encargados de
reprimir el movimiento. Ejemplos por antonomasia son los escritos de Ramón
Núñez del Arco o la acusación del fiscal Arrechaga. Evidentemente no se trata
de negar el valor que tienen estas fuentes para lograr una aproximación a la
revolución quiteña, pero no es menos cierto que la naturaleza y el alcance de
sus contenidos tienden a encorsetar la comprensión de los hechos. Hay que
tener presente que el movimiento insurgente arrastra una complejidad y unos
matices que no se agotan en los meros acontecimientos. Las formalidades
que caracterizan a los procesos judiciales y sobre todo el cálculo premeditado
que mediatizan los testimonios suelen omitir detalles y contextos que
constituyen el telón de fondo de la vida pública y privada. Por estas razones
3. William Bennett Stevenson, A Historical and Descriptive Narrative of Twenty Year’s Residence in South America, 3 Vols, London, 1829. Hay una edición moderna publicada por la Editorial Abya-Yala de Quito.4. Isaac J. Barrera, “Los papeles de un prócer. Documentos relacionados con el prócer José Ma. Rodríguez de Quiroga”, en: BANH, T-30, Nº 76, Quito, Julio-diciembre de 1950, pp. 233-281; T-31, Nº 77, Enero-junio de 1951, pp. 108-119.
5. AHBC, Vol. 27, f. 256 (Marzo de 1810).
el Compendio que ahora se pone a disposición de la comunidad académica
es una herramienta que sin duda va a ayudar a entender algo más lo que
fue la revolución quiteña. Evidentemente, toca a los historiadores hacer las
valoraciones correspondientes y sopesar la carga apasionada que afectó a
Pérez Muñoz a la hora de narrar los tiempos revueltos del Quito de la época. Es
un hecho que este epistolario está mediatizado por la carga de resentimiento
que albergaba el autor a causa de los sucesos narrados y de su condición
de chapetón enfrentado a la elite local. Si bien muchos de los contenidos
que aporta el autor requieren ser contrastados y puestos en “sal muera”, no
es menos cierto que son un estímulo para ampliar el interrogatorio a unos
hechos con enormes lagunas aún no suficientemente esclarecidas.
Pedro Pérez Muñoz nació en 1767 en Andalucía, en la villa malagueña
de Colmenar6. Estudió en el colegio seminario conciliar del Monte Sacro de
Granada donde completó su formación en filosofía, teología, derecho civil
y canónico. Llegó incluso a recibir la primera tonsura. Una vez concluida
su etapa estudiantil tomó camino para América en compañía del Obispo de
Cartagena, Miguel Agustín Álvarez Cortés, en calidad de secretario de cámara
y gobierno. Avecindado ya en Quito se casó en 1796 con María Teresa Calisto y
Borja, la hija de Pedro Calisto y Muñoz, el Regidor perpetuo de la ciudad y uno
de los más importantes terratenientes de la Sierra Norte. Nuestro personaje
no tardó mucho tiempo en entrar al servicio de la vida pública de la ciudad.
En 1797, y con catorce votos a favor, fue electo Alcalde de segundo voto.
Su posición francamente realista, sumada a su ambición por hacerse con el
cargo de Alcalde de primer voto generó fuertes disputas con la facción criolla
en el interior de la corporación municipal. En las elecciones correspondientes
al año 1800 protestó por no haberse respetado la costumbre que consistía en
que uno de los dos alcaldes a elegir fuera español. En ese año las elecciones
rompieron con la tradición dando lugar a que las dos dignidades recayeran
sobre criollos. Mientras vivió en el país se dedicó a trabajar sus haciendas
de la actual provincia de Imbabura y a explotar oro en el río Cachaví. Tengo
constancia de un documento en donde manifiesta sus intenciones de llevar
6. La mayor parte de la información biográfica de Pedro Pérez Muñoz la he extraído del artículo “Dos palabras” que el distinguido genealogista Diego Pérez Ordóñez escribió para la primera edición de estas Cartas.
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a cabo la explotación comercial de madera en los bosques de Esmeraldas.
Cuando supo de la invasión napoleónica a España donó 200 pesos fuertes
y propuso construir un barco para hacer frente al “francés”. A raíz de los
acontecimientos de agosto de 1809 y años subsiguientes, Pérez Muñoz se
manifestó inequívocamente como uno de los más ardientes partidarios de
la causa “realista”. De hecho, y junto a Martín Chiriboga y León, fue la figura
más sobresaliente de todo ese elenco de familias que se mantuvieron fieles
a la Corona. Su lealtad a la causa le costó la confiscación de sus bienes y
una estadía en la cárcel pública. Se libró in extremis de ir desterrado a los
presidios de Cartagena de Indias, puesto que cuando iba a su destino fue
liberado por el ejército realista. Pese a todo salió bien librado de los trances
en los que se vio envuelto, sobre todo entre 1809 y 1812. Su suegro y su
cuñado, igual de obstinados que él, no corrieron igual suerte. Ambos fueron
arrestados por los insurgentes y luego pasados por las armas. La sentencia
de muerte fue firmada por el cura de San Roque y por tres miembros del
Cabildo. Incluso su esposa Teresa sufrió los rigores de la cárcel fruto de lo cual
su salud se resintió al punto de que falleció en 1818. Pérez Muñoz reclamó
ante el Consejo que se le restituyeran los bienes que le habían confiscado los
revolucionarios quiteños. En un principio se le concedieron unas tierras en
Jerez de la Frontera, circunstancia ésta que le llevó a organizar en 1815 un viaje
a España. Una vez ahí se enteró de que el Consejo de Indias se había negado
a hacer efectiva la donación. A cambio le entregaron unas tierras de labranza
en Sierra Morena7. Todo parece indicar que el laboreo de la finca le arregló
su precaria situación económica al punto de manifestar que podía mantener el decoro correspondiente. Hacia 1830 ya solicitaba la rehabilitación del título de
Marqués de Fiel Pérez Calisto que inicialmente había sido concedido a su hijo
José María. En 1827 y ya viudo, casó por segunda vez con María del Carmen
Molina y Zuleta, sobrina del antiguo Presidente de la Audiencia de Quito,
Joaquín de Molina. Pese a que ya no regresó a América siguió manteniendo
contacto con el resto de su familia quiteña. Pedro Pérez falleció en Jerez de la
Frontera, en 1842.
7. AGI. Santa Fe, 552. Informe sobre que se le concedan a Pedro Pérez Muñoz tierras en Andalucía, Madrid, 4 de agosto de 1824.
El Compendio consiste en una colección de treinta y cinco cartas dirigidas a
un personaje ficticio y que tan solo sirve de pretexto al autor para exponer
sus ideas respecto de los acontecimientos que ocurrieron en Quito entre 1809
y 1812. Uno de los tantos centros de interés que presenta el documento es
que ofrece el punto de vista de los sectores más adictos a la causa realista,
esto es, el de los chapetones. Al menos que se sepa, y fuera del ámbito oficial,
no existen relatos de los acontecimientos cuya autoría pueda atribuirse a un
miembro de este colectivo y que además hubiera sido testigo directo. Esto ya
de por sí le confiere al Compendio un plus de valor. Acostumbrados muchas
veces a leer relatos en donde los autores han propendido a hacer hiperbólicas
apologías de la gesta insurgente, el epistolario más bien nos presenta la
contraimagen de tales versiones. Pedro Pérez no veía agosto de 1809 y las
demás secuencias de la revolución como un hecho fausto y sublime, digno
de registrarse en los anales de la historia. A su modo de ver las cosas, la
insurgencia constituía una catástrofe de proporciones gigantescas, el asalto
a las instituciones por un comando de amotinados. Los héroes, largamente
cantados por los poetas patrios, aparecen como hombres ruines y villanos
movidos por los más bajos instintos. Su intención de remarcar esta condición
le llevó, incluso, a hurgar en la privacidad y publicitar el nacimiento “espurio”
de uno de los personajes de referencia de la revolución. El autor entendió
las aspiraciones de independencia como fruto del ambiente corrompido de
la época. Para quienes sólo han tenido la oportunidad de leer los clásicos
laudatorios de la revolución de agosto, los contenidos vertidos en este texto
motivarán una dosis de desconcierto. El Compendio fue redactado desde la
óptica de un fiel y sincero devoto del absolutismo monárquico. Su lealtad a
la Corona fue tal que, incluso, en España lo llevó a enfrentarse al bando de
los constitucionalistas. Las cosas llegaron a un punto que fue objeto de una
implacable persecución. Su visión lealista, sin embargo, no debe llevarnos
a pensar que el epistolario refleja fielmente los sentimientos y opiniones
del colectivo chapetón. El hecho de que él y su familia política se hubieran
convertido en las cabezas más visibles de la oposición no necesariamente
hace de él un representante de este colectivo. Evidentemente, Pérez Muñoz
va por libre y sus opiniones son de su exclusiva responsabilidad. Hecha esta
aclaración, los contenidos del Compendio deben ser valorados en función de la
capacidad que poseen para introducirnos en el mundo del colectivo desafecto
a la revolución. Con todas las prevenciones del caso, el pensamiento que
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plasma el autor va en buena medida a expresar esa corriente ideológica que
marcó el reinado de Carlos IV y que, a criterio de los sectores más liberales, ya
había dejado de ser la propulsora de la modernidad española. Creo también
que en este documento se plasman unas cuantas evidencias relativas a las
ambigüedades y contradicciones que arrastraron las reformas borbónicas. De
ahí los temores que expresa el autor respecto de una “ilustración americana”,
que en la práctica y por curioso que pueda resultar, ilegitimaba y negaba el
poder que la había instituido.
Como ya se ha apuntado anteriormente, el interés que posee este
documento procede en buena medida de la condición del autor de testigo
presencial de los hechos que relata. Pérez Muñoz vio y padeció en carne
propia los tiempos revueltos que tuvieron como escenario la ciudad de Quito
desde agosto de 1809 hasta prácticamente su partida a España en 1815. Buena
parte del Compendio se dedica a describir y a criticar las prácticas políticas y
comportamientos que las elites criollas habían venido implementando, sobre
todo desde la segunda mitad del siglo XVIII. La trayectoria del autor hace de él
una persona singularmente calificada para hacer este tipo de observaciones.
A sus espaldas no solo llevaba el bagaje de más de veinte años de residencia
sino la participación directa en los tejes y manejes de la política de la ciudad.
No se trataba de un viajero advenedizo que hacía una visita fugaz y que solo
tenía la oportunidad de ver la marea más superficial de la vida pública en
uno de los rincones más remotos del imperio. Su calidad de Regidor perpetuo
y sobre todo su participación en los procesos electorales para tal cargo, le
familiarizaron con las reglas, intrigas y prácticas al uso de los juegos del poder.
Pérez Muñoz reúne, pues, la doble condición de actor y de observador. Él más
que nadie fue un testigo privilegiado de cómo se llevaban a cabo las alianzas
políticas entre los diferentes grupos de influencia y del comportamiento que
manifestaban en una época singularmente conflictiva. Hay que tener en
cuenta que su condición de Alcalde de Segundo Voto lo situaba en un lugar
en donde, precisamente, se ventilaban los conflictos de la sociedad de fines
del antiguo régimen. Pero más aún, su estancia coincidió con un momento
crucial en la historia de la Audiencia. Los años que permanece en el país son
probablemente los más críticos y en los que las relaciones de poder habían
empezado a sufrir inflexiones sin precedentes.
Fuera ya de estas consideraciones, el Compendio es también una
radiografía de la forma de ser de los habitantes del Quito de la época. El
interés que mostró por describirlos y por explicar sus comportamientos
casi lo convierten en un etnólogo. Desde luego, su visión fue despectiva al
máximo y estuvo condicionada por sus profundos resentimientos que había
venido almacenando. Enumera y describe los rasgos de todas y cada una de
las castas que poblaban el país. Como un meticuloso taxonomista hizo un
inventario de sus inclinaciones, de sus vicios, de sus virtudes y, por si fuera
poco ¡hasta de sus olores! Los indios olían a “leche agria” y los negros a
“almizcle”. Semejantes observaciones, sin embargo, no tienen que ser vistas
como una simple curiosidad o como una anécdota, sino como reflexiones
de más calado. Puestas en su contexto, adquieren un sentido muy claro.
Pérez Muñoz partía del presupuesto, muy generalizado en la época, de que
“lo físico” tenía una incidencia directa en la conducta de las personas. Su
particular enfoque estaba muy próximo a todas esas teorías deterministas
que conferían al clima el poder de fijar el carácter y las inclinaciones de los
pueblos. Provisto de esta herramienta, creyó sinceramente que era capaz de
descifrar el alma de las diferentes castas que conformaban el país. Llevadas a
sus más extremas consecuencias, la fuente última de los males que padecía
el desgraciado Quito y, por extensión, la América hispana, había que atribuir
a un hecho físico. En esta teoría el autor va a encontrar un argumento para
justificar un gobierno en manos de los peninsulares.
Curiosamente eludió abordar ciertos temas que evidentemente
formaban parte del malestar que albergaban los quiteños. No hay una sola
mención de la profunda crisis económica que padecía la región, ni de las
inquietudes que provocaba entre las elites la creciente pérdida de entidad que
estaba sufriendo el Quito. Esta manera simplificada de plantear el problema y
su retórica llevaron a Pérez Muñoz a pecar de reduccionista. Con una buena
dosis de ingenuidad encontró la causa última de los desórdenes quiteños
en el estado de corrupción moral en el que yacían sus habitantes. No deja
títere con cabeza. Gobernantes, magistrados, clero, munícipes, etc., estaban
contaminados de este mal. Si se leen bien determinados textos se puede
concluir que la causa última que había llevado a los españoles del Nuevo
Mundo a retroceder en la escala de la moral tenía que ver con el medio.
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América no constituía un lugar adecuado para el nacimiento de la virtud. Sin
explayarse en argumentaciones dedujo que más bien era el caldo de cultivo
del vicio y de la depravación. Esta forma de pensar sitúa a nuestro autor
en la órbita de los grandes denigradores de América que estudió Antonello
Gerbi8. No lo dice expresamente, pero todo lleva a pensar que el medio físico
americano no era apto para el crecimiento de la inteligencia y de la razón.
La muerte del padre europeo fue percibida como la ruptura de un
dique de contención, que permitía la acción nefasta del entorno social
sobre sus hijos9. De ahí la superioridad moral del peninsular sobre el blanco
criollo. En un momento dado de su narración no tiene empacho en hacer
el siguiente comentario: toda comparación es odiosa -dice Pérez Muñoz-
igualar al blanco europeo con el criollo sería agraviar a la razón10. Según esta
lógica, sus conclusiones no podían menos que derivar hacia el pesimismo. ¡El
trágico destino de los descendientes de las familias españolas no era otro que
corromperse! Pero este proceso de degeneración se acentuaba con el fenómeno
del mestizaje. Muy imbuido de metafísica tomista medieval, entendió que la
mezcla era un factor de distorsión de la naturaleza humana. Los híbridos, lejos
de suponer un enriquecimiento moral, provocaban su merma. El mestizo es un hombre ni blanco ni indio que tiene de las malas inclinaciones de uno y otro11.
Afirmaciones de esta índole no eran simples ejercicios retóricos. Su objetivo
era fundamentar y declarar la superioridad ética de los peninsulares sobre los
americanos. La afirmación manifestaba la incapacidad natural de los criollos
para ejercer funciones de gobierno. Situada en su debido contexto era una
forma de negar esa demanda criolla que exigía una participación directa en la
gestión de la cosa pública. Humboldt lo observó perfectamente conforme lo
demuestra esta dura crítica a la política española.
La idea de una colonia […] pronto se hizo estrecha, desconfiada, exclusiva. Preparó la desunión entre la metrópoli y las colonias: estableció entre los blancos una desigualdad que la primitiva legislación de Indias no había fijado. Poco
8.. Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica 1750-1900. México D.F., 1982. 9. Véase la carta Nº 6.10. Véase la carta Nº 6.11. Véase la carta Nº 5.
a poco la concentración de los poderes debilitó la influencia de las municipalidades; y estos mismos cabildos […] fueron mirados por la Corte de Madrid como trabas peligrosas para la autoridad Real. Desde entonces los pueblos más ricos, a pesar del aumento de su población, tuvieron dificultades para obtener el título de ciudad y el derecho de gobernarse por sí mismas12.
Sería muy deseable saber a ciencia cierta a quién pensaba remitir
este manuscrito. Resolver esta incógnita despejaría muchas dudas respecto
del objetivo final con el que fue redactado. Sea como fuere, el documento
fue una acusación y una denuncia de unos hechos que estaban ocurriendo
en un momento marcado por el derrumbe del imperio español en América.
Su deseo de hacer justicia le auto convirtieron en fiscal. El epistolario posee
algunos rasgos que lo asimilan a una acusación judicial. No en vano hizo un
prolijo listado de los individuos directa o indirectamente comprometidos con
el movimiento insurgente. Como el mismo autor se encarga de recalcar, su
obra pretende demostrar las causas próximas y remotas, las directas e indirectas así como denunciar a los agentes internos y externos que encendieron el fuego de la discordia y de la desolación13.
La información que aporta esta colección de epístolas no es un relato
lineal de los hechos. También es un análisis de los entresijos que envolvieron
a la revolución, chismes incluidos. Lo verdaderamente interesante es que,
queriendo ser una denuncia, en parte terminó siendo una disección de
la sociedad de la época. Los comportamientos de los hombres y familias
involucradas en la revolución o la compleja mecánica de los nexos sanguíneos
quedan muy bien evidenciados en su crónica. También aparecen con cierta
claridad los cambios intelectuales que había sufrido el sector más inquieto del
patriciado quiteño. Por otra parte, el epistolario contiene una interesantísima
colección de datos, algunos de los cuales han permanecido desconocidos
o bien no se les ha dado la trascendencia que les corresponde. Entre otros
12. Alejandro von Humboldt, Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente, Caracas, 1956, T-III, p. 62.13. Véase la carta Nº 2.
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podemos destacar las reveladoras descripciones en torno del comportamiento
del pueblo bajo; las expectativas de la vuelta del Inca;14 los detalles relativos
al establecimiento de las primeras logias masónicas; o la expedición militar
quiteña que Carondelet había dirigido a Panamá15.
Quito y sus contextos
Si hay que usar un calificativo para describir el escenario que contempló
Pérez Muñoz, éste podía ser el de un territorio devastado. Toda una serie de
circunstancias externas e internas se habían conjuntado desde comienzos
del siglo XVIII para que la región quiteña entrara en la crisis más severa de
su historia. No voy a entrar en detalles que ya son de sobra conocidos. La
quiebra de los obrajes había empobrecido a la región de manera notable. La
destrucción del tejido fabril resultaba especialmente problemática toda vez
que el comercio de paños y de bayetas había sido el gran motor de la economía
serrana. No menos graves fueron los movimientos telúricos y las erupciones
volcánicas que asolaron a la Sierra Centro Norte a todo lo largo del siglo XVIII.
Ello volvió aún más complicada la ya de por sí precaria situación económica
del país. El terremoto de Riobamba dejó muertos por todas partes y arruinó
el ya de por sí maltrecho complejo productivo. Los volcanes, por su parte,
devastaron el corazón mismo de las comarcas de las actuales provincias de
Cotopaxi, Tungurahua, Chimborazo y Pichincha. A esto hay que añadir las
sublevaciones indígenas. La mayor presión fiscal que impusieron los nuevos
funcionarios levantó los ánimos en las comunidades. El grado de violencia que
llegaron a tener puso en riesgo a poblaciones de mayoría blanca o mestiza.
La decadencia que sufría la Audiencia fue de tal calibre que, incluso,
llegó a poner en riesgo su propia existencia. De hecho, durante el lapso de
unos cuantos años fue literalmente fagocitada por el recientemente creado
14. Véanse las caratas Nº 5, 18 y 22.15. Véase la carta Nº 15. Con toda probabilidad esta expedición fue un contingente armado que en 1806
envió Carondelet a Panamá a fin de proteger el istmo de posibles incursiones inglesas. El ejército de aproximadamente cuatrocientos soldados de infantería se hallaba al mando del Capitán Salinas.
virreinato de Nueva Granada. Más tarde también sufrió cercenamientos
territoriales en la costa del Pacífico norte. El emblemático puerto de La
Tola, punto de llegada del célebre camino de Esmeraldas, fue transferido
a la jurisdicción del virreinato de Nueva Granada16. Asimismo vio cómo
salían de su órbita de control ciudades otrora muy “quiteñas” como Pasto y
Popayán. El affaire del envío de una expedición militar a Panamá puede tener
un significado más grande del que le confiere Pérez Muñoz. Dudo mucho
que la intención de Carondelet haya sido la de facilitar la entrada de tropas
francesas a Quito a fin de declarar la independencia. Más bien me inclino a
pensar que el envío de tropas tiene que ver con la necesidad de mantener
abierta la ruta de Panamá Hay que tener en cuenta lo vitales que eran las
comunicaciones trans-ístmicas para la economía de la Sierra Centro Norte. Los
intereses de los patricios panameños, coincidentes con los de sus homólogos
quiteños, también abogaron reiteradamente por la rehabilitación de esta ruta
comercial. De hecho, la viabilidad del camino a Esmeraldas era directamente
proporcional a la posibilidad de que se mantuviera fluido el tráfico por la
antigua vía que comunicaba la ciudad de Panamá con Portovelo. Tanto unos
como otros aspiraban a constituir un espacio económico independiente de las
jurisdicciones de los consulados de Cartagena de Indias y de Lima.
La región, por otro lado, padecía intensamente los rigores de las
reformas borbónicas. Estos cambios incrementaron la presencia del poder
central y rompieron ese antiguo modus vivendi que hasta ese momento
había mantenido relativamente estables las relaciones entre los diferentes
actores sociales. Los ejecutores de tales reformas estaban resueltos a derogar
esa constitución no escrita que reglamentaba extraoficialmente la política
en el interior del espacio quiteño. Las reformas introdujeron factores de
desequilibrio que durante mucho tiempo habían permitido que los cuerpos
intermedios manejaran cuotas de poder y participaran en la gestión pública.
Las novedades mermaron sustancialmente la capacidad de decisión de las
diferentes instancias locales y, por lo tanto, tendieron a volverlas marginales.
Ello afectó de lleno a las elites y a numerosas autoridades de menor rango
16. AGI, Quito 269, Doct. Nº 10, 2 de diciembre de 1811.
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que tradicionalmente habían cumplido la función de mediatizar el poder.
Pese a que su instinto de conservación les permitió encontrar mecanismos de
supervivencia, no es menos cierto que se sintieron amenazadas, ninguneadas
y hasta heridas en el amor propio.
Esta situación, como se sabe, se agudizó a raíz de la promulgación
de la Constitución española de 1812. Con la universalización del voto
entraron en acción otras dinámicas sociales que perturbaron al viejo sistema
que garantizaba la estabilidad de los poderes constituidos de facto17. La
introducción de estas novedades resultaba más problemática habida cuenta
la situación especialmente tensa y conflictiva entre los diferentes estamentos
sociales de la época. Las reformas tuvieron el efecto de mostrar cuán precarios
eran los equilibrios que mantenían estable al cuerpo político. La concepción
vicarial de la Monarquía suprimía todas esas instancias intermedias a través
de las cuales el poder se organizaba y se distribuía. No se diga los eventos
electorales modernos que se imponen a partir de 1812. La voluntad popular
hacía peligrar los viejos rangos y eso que les era consustancial: el honor y
el decorum. Quito, sin lugar a dudas, fue uno de los lugares en donde las
reformas fueron más contestadas.
El resquebrajamiento de la conciencia barroca
Pero Pérez Muñoz vio también en el Quito de fines del antiguo régimen
una sociedad que a partir de sus propias originalidades estaba evolucionando
hacia unos derroteros completamente inéditos. Fue un testigo de primer orden
de cómo nuevos intereses concitaban la atención de la república de las letras.
Si contrastamos sus opiniones con los modernos descubrimientos parecería
un poco injusta su visión peyorativa de los quiteños. Ekkehart Keeding muestra
a una comunidad intelectualmente inquieta, que fluctuaba entre el peso de la
tradición y el encandilamiento que le provocaban las novedades del siglo. En
su revelador libro destaca la existencia de un potente ejército de hombres de
letras ávidos de modernidad. La ciudad albergó durante la segunda mitad del
siglo XVIII un buen número de espíritus dispuestos a efectuar el cambio. Su
modo de ser les impulsaba a marcar distancias con un pasado que, a juzgar por
las evidencias, les resultaba rancio e incómodo. En ciertos casos, la búsqueda
de la novedad se volvió casi una obsesión. Rodríguez de Soto, por ejemplo,
fue un hombre completamente abierto al cambio y hacia todo lo que supusiera
dar un paso a la modernidad. En muchos aspectos, su actitud intelectual ya
hacía vislumbrar las tendencias liberales que surgirán con fuerza en la época
republicana.
Tal como se ha encargado de mostrarlo Keeding, el foco de este
movimiento cultural innovador fue el Colegio San Luis, inicialmente
regentado por los jesuitas. Su nuevo programa de estudios fue el que en
definitiva introdujo eso que, un tanto simplificadamente, podemos llamar
“modernidad”. El colegio, antiguo bastión de la teología contrarreformista fue,
por paradójico que parezca, el locus en donde la conciencia barroca empezó a
ser seriamente cuestionada. En sus aulas se desmontaron concienzudamente
las bases escolásticas de la filosofía y en donde se operó la secularización
de la cultura. La introducción del eclecticismo tuvo el efecto de flexibilizar
el rígido sistema aristotélico-tomista. En este centro académico se dieron
los primeros pasos en orden a romper con una visión del mundo que para
la época parecía inamovible. Las lecciones de los padres Aguirre y Hospital
difundían teorías que aceptaban la posibilidad del vaccum coacervatum, un
principio que contradecía la raíz misma de la metafísica barroca. Asimismo
es digno de notar cómo en el Colegio se expuso el sistema heliocéntrico
de Copérnico. Con la introducción de Newton, por su parte, se difundió
otra novedosa tesis, que daba de baja los principios que fundamentaban la
escolástica y el barroco: la existencia del infinito. No menos interesante es el
hecho que constata Keeding, relativo al fácil acceso que tenían los estudiantes
a obras en donde se defendía el sensualismo y el escepticismo materialista.
El éxito que en un momento dado alcanzaron estas ideas fue tal que, según
Pérez Muñoz, los curas quiteños predicaban desde los púlpitos y confesionarios a infinitos ignorantes doctrinas materialistas18.
18. Véase la carta Nº 26.17. Sobre este punto puede verse el sugerente estudio de Federica Morelli, Territorio o nación. Reforma y
disolución del espacio imperial en Ecuador, 1765-1830, Madrid, 2005, p. 127.
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En lo que se refiere a las ciencias políticas, aquí también se produjeron
importantes inflexiones. En la década de 1780 el patriciado culto estaba
perfectamente familiarizado con Rousseau y con sus numerosos divulgadores.
La conocida temática de los “derechos del hombre” ya fue esgrimida por el
prócer Juan de Dios Morales en el Manifiesto del 10 de agosto de 1809 y por
Quiroga en un documento oficial producido en el seno mismo de la Junta
revolucionaria de Quito. Desde luego es muy revelador de los alcances a los
que habían llegado las ciencias políticas el hecho de que Rodríguez de Soto
hiciera constar el concepto en el preámbulo de la Constitución quiteña de
1812. Con toda seguridad, liberalidades de este tipo fueron las que llevaron
al presidente Toribio Montes a decir que los profesores de la universidad
eran unos subversivos y, en consecuencia, a separarlos de sus actividades
docentes19. A los que quedaron les obligó a jurar que no traicionarían la
doctrina de Santo Tomás. Más aún, en 1813 tomó juramento al claustro de la
universidad haciéndoles prometer que no se apartarían de la de las doctrinas
de Santo Tomás de Aquino20.
Ahora bien, estas revoluciones que experimentaban las elites quiteñas
no solo fluían del interior de sus aulas. También grandes personalidades que
pasaron por la ciudad contribuyeron a ampliar y a diversificar los diferentes
debates intelectuales. La presencia de extranjeros contribuyó a romper el
monopolio cultural que ejercía la metrópoli. Primero fueron los Académicos
franceses, que vinieron a calcular el arco del meridiano. Los Caballeros del punto fijo, en calidad de representantes de la ilustración, introdujeron métodos
y teorías que resultaban manifiestamente incompatibles con la cultura
barroca.
Luego vino la deslumbrante figura de Alejandro von Humboldt, cuya
estancia de seis meses, constituyó un hito sin precedentes en la cultura quiteña.
Todos los indicios lo señalan como uno de los grandes puntales que ayudaron
a modelar los espíritus quiteños conforme los patrones de la modernidad.
Pero no solo esto, el explorador también dotó al patriciado de más elementos
de reflexión que contribuyeron a engrosar los fundamentos de la crítica al
19. Keeding, Surge la nación, p. 632.20. Ibid, p. 628.
“mal gobierno”. Humboldt fue el que descubrió a los futuros próceres la
capacidad revolucionaria de la geografía. A él se deberá buena parte del éxito
que tuvieron muchos mitos relativos al potencial de la naturaleza americana
y que durante mucho tiempo argumentarán los intelectuales para denunciar
la injusticia y el mal gobierno. Finalmente, el sabio prusiano habría sido el
fundador de la primera logia masónica con que contó el país y dentro de la
cual se fraguó la insurgencia quiteña. Todos estos antecedentes son los que
llevaron a Pérez Muñoz a ver en él a uno de los principales instigadores de las
ideas independentistas. La acusación es plausible habida cuenta sus severas
críticas a la monarquía española y el ascendiente que tuvo su pensamiento en
la república de las letras quiteña. Quizás no sea una mera casualidad que dos
de sus más aventajados discípulos, Francisco J. de Caldas y Carlos Montúfar
fueran referentes indiscutibles de la lucha por la emancipación.
Pero en este contingente de extranjeros también había “agentes”
encubiertos enviados por las potencias enemigas. La psicosis que albergaba
nuestro autor era innegable. Pérez Muñoz pensaba seriamente que el imperio
estaba siendo objeto de una conspiración a nivel internacional. Por un lado
señalaba a Francia. A su juicio Napoleón quería incorporar a la América hispana
a la órbita de una Monarquía universal gala21. Para esto habría enviado a este
continente a un nutrido número de conspiradores con el encargo de prender
la chispa revolucionaria. La cabeza más visible de este complot habría sido
Humboldt. A primera vista las aseveraciones de Pérez Muñoz pueden parecer
fantásticas, pero lo cierto es que las autoridades de la época mantuvieron
serías sospechas sobre este colectivo, lo que les llevó a mantenerlos bajo
estrecha vigilancia. Los numerosos médicos de esta nacionalidad que se
avecindaron en América fueron portadores y propagandistas de “novedades”
revolucionarias. Hacia 1790, por ejemplo, el Presidente Antonio de Mon y
Velarde acusaba a algunos individuos de la Asamblea Nacional, establecidos
en la Nueva Granada, como propagadores de especies sediciosas22. Otro buen
indicio de ello fue la imputación a sujetos de nacionalidad francesa de una
publicación clandestina de Los Derechos del Hombre efectuada en Bogotá en
179423. También en 1810 varios testigos acusaron a los Montúfar y sus satélites
21. Véase la carta Nº 15.22. AGI, Quito 233. Carta de Antonio de Mon y Velarde al Consejo. Quito, 18 de septiembre de 1790.23. Sergio Elías Ortiz, Franceses en la independencia de la Gran Colombia, Bogotá, 1971, p. 14.
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de admirar a Napoleón y de poseer un retrato suyo ¡en una casa vacía de santos!24. El siguiente testimonio vertido en el juicio que se encausó a Joaquín
Calderón coincide plenamente con las palabras de Pérez Muñoz. “Que también oyó decir que el expresado don Carlos [Montúfar] traía el proyecto de levantar tropas en esta ciudad y provincia con el objeto de seguir hasta la capital de Lima para conquistarla porque estaba alzada a causa de que los Excelentísimos Virreyes del Perú y Santa Fe habían tratado y convenido entregar estos reinos a la dominación francesa…”25 En este listado también habría que agregar el
affaire ya citado de Carondelet que habría consistido en abrir las puertas de
Esmeraldas a un ejército francés.
Finalmente hay que hacer mención de otro grupo de extranjeros que,
a su manera, también contribuyó a acelerar los procesos de cambio que ya
experimentaba el país. Aunque en un principio sus oficios solo tendían a
influir en la vida cotidiana, en realidad también se manifestaron como activos
transmisores de nuevas ideas políticas. Ellos contribuyeron con su grano de
arena a romper esa fortaleza barroca casi inexpugnable dentro la que vivían
ajenos a toda influencia exterior. La apertura de las fronteras americanas
facilitó el ingreso de foráneos quienes familiarizaron a los quiteños con hábitos,
modas y gustos procedentes de los extramuros de la cultura hispana. Pero
claro, todo esto no vino solo sino que llegó aparejado de especies “sediciosas”
y de llamadas a subvertir el orden constituido. Los forasteros volvieron, pues,
a la ciudad una pizca más cosmopolita. Pérez Muñoz expresa muy bien el
impacto que ejercieron en la tranquila urbe andina: Los extranjeros que han venido de cocineros, reposteros, ayudas de cámara y otras ocupaciones semejantes [a la vez que difundieron] opiniones bien perjudiciales a la religión [también
popularizaron] costumbres italianas y francesas26. El influjo que se ejerció en
la vida cotidiana no conviene infravalorarlo. Todo lo contrario, las evidencias
muestran cómo la adopción de nuevos hábitos abrió las puertas a una primera
ruptura con lo hispánico y con las autenticidades mestizas propias del país.
Las nuevas modas, costumbres y formas de estar, no cabe duda, ayudaron a
24. AGI, Diversos 1, Carta anónima dirigida al Obispo Quintián y Ponte. Quito, 6 de diciembre de 1810.25. AGI, Quito 219, Proceso contra Don Joaquín Calderón. 26. Véase la carta Nº 7.
provocar el colapso de un modus vivendi que había estado vigente a lo largo
de aproximadamente 250 años. Muchas prácticas y conductas, otrora muy
arraigadas, dejaron de estarlo a nombre de la “civilización” y de un recién
estrenado “buen gusto”.
Esta ruptura, muy tímida entonces, se profundizará en la década de
1820 gracias sobre todo al contacto con los oficiales ingleses que intervinieron
en las guerras de la Independencia. Los relatos de los viajeros que visitaron
la América Hispana en la década de 1820 prácticamente son unánimes en
destacar los cambios de costumbres y las modas recién adquiridas por las elites
criollas27. La revolución que operaba por entonces la América hispana tenía
repercusiones que iban más allá de lo meramente político. Los americanos,
sobre todo las elites, estaban experimentando una revolución en las maneras
y en sus formas de ser cotidianas.
Los movimientos conservadores que van a aparecer hacia mediados
de la década de 1850 serán los primeros en reaccionar contra estos cambios.
En su lugar promoverán una recuperación de las raíces hispánicas y de las
autenticidades del país. Criticaron los snobismos y todo lo que en definitiva
era capaz de restar la identidad y las esencias americanas. Precisamente de
aquí surgirá la iniciativa de operar una segunda independencia: la mental.
Cuando Crespo Toral hacía esta propuesta en una monografía que instaba
a la nacionalización de la literatura ecuatoriana, no solo estaba animando
a pensar por cuenta propia, sino a ser originales en todos los aspectos de la
vida.
Una vez llegados a este punto es el turno de abordar un tema que es
objeto de mucho debate: la modernidad de las elites quiteñas. Hasta ahora
he venido sosteniendo que el patriciado estuvo muy abierto a las novedades
del siglo. Pero esta afirmación tiene que ser modulada y matizada a fin de no
dar lugar a malentendidos. Hay opiniones como las de I. Saint-Geours y M.
27. Véase por ejemplo: Gaspard Mollien, Viaje por la República de Colombia, Bogotá, 1944. Julián Mellet, Viajes por el interior de América meridional (1808-1820), Santiago de Chile, 1959. Jean Baptiste Boussingault, Memorias de Boussingault, 4 vols., Bogotá, 1985.
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D. Demélas que la ponen en entredicho. Sus incursiones por los entresijos de
la microfísica de las relaciones político sociales de fines del antiguo régimen
así lo confirman o al menos ponen de manifiesto sus contradicciones y
paradojas. Las pruebas que arrojan muestran cómo efectivamente la sociedad
de la época todavía vivía muy inmersa en un mundo tradicional. En primer
lugar es necesario decir que las transformaciones afectaron a una minoría
culta. Pero ni siquiera dentro de ella había unanimidad. El cuerpo docente
de los dominicos seguía perseverando tozudamente en el neotomismo y en
las fórmulas del barroco. Los cambios que desde el punto de vista mental
estaba sufriendo la sociedad quiteña de la época no autorizan a hablar de
una modernidad ampliada y perfectamente enraizada. Sería inexacto decir
que el autor contempló a los pies del Pichincha una comunidad que había
interiorizado plenamente sus postulados. De hecho, en muchos casos
reaccionaron contra ciertas modernidades que venían impuestas desde la
Metrópoli.
Tanto el texto elaborado por Pérez Muñoz como otros documentos
dejan apreciar cómo detrás del discurso ilustrado yacía escondido un
poderoso tejido tradicional y un mar de ambigüedades que todavía se está
lejos de explicar. A partir de documentos recientemente descubiertos o de
reinterpretaciones de otros se ve muy bien cómo las elites estaban sujetas
a las inercias del pasado. Si como hemos dicho, en muchos sentidos el
patriciado se había mostrado muy precoz para asimilar la novedad, no es
menos cierto que el fardo de la tradición siguió siendo una fuerza muy activa.
El descubrimiento de la noción de individuo, por ejemplo, funcionó dentro de
un círculo de unos pocos elegidos. Incluso aquellos intelectuales que la habían
interiorizado, como los Montúfar, en los momentos de emergencia recurrieron
a las viejas estructuras clientelares. La movilización de la plebe en 1809 y
1812 solo fue posible gracias a que funcionaban los vínculos tradicionales.
Efectivamente, la ruptura no podía ser total. Había muchas dificultades a la
hora de llevar la teoría a la práctica, puesto que las viejas estructuras sobre
las que se sustentaba la sociedad obligaban a ser condescendientes con ellas.
En aquellos años, la búsqueda del individuo todavía tropezaba contra el muro
de una sociedad estamental y corporativa que todavía siguió teniendo sus
momentos de gloria. El paternalismo frustraba toda posibilidad de que el
populus interiorizara los significados de la condición de ciudadano. Desde
luego, todo este modo de ser contradictorio ha sido y sigue siendo la tónica
de la cultura política hispanoamericana. En el Ecuador se constata muy bien
cómo lo moderno siempre ha cabalgado a hombros de la tradición.
Las reacciones anti absolutistas
En otro orden de cosas, una de las grandes preocupaciones que
embargaban a los intelectuales y a los patricios criollos era cómo hacer
frente a la ideología del absolutismo que daba soporte al régimen de los
borbones. Como vimos, los nuevos criterios de gobierno puestos en vigencia
amenazaban con dar de baja los privilegios y las parcelas de poder sobre las
cuales las elites locales ejercían control. Para los quiteños, ¡qué duda cabe! la
mejor cualidad del Rey era su capacidad para mantenerse distante. Mientras
más dejara hacer y deshacer, tanto mejor.
La Universidad se implicó directamente en esta empresa y en la
práctica se convirtió en un importante foco de resistencia. La fórmula que
encontraron para hacer frente al absolutismo fue relanzar el iusnaturalismo,
que consagraba un modelo de estado pactista en donde el pueblo se reservaba
el uso y disfrute de una serie de fueros y derechos. En el plan de estudios de
la universidad de Quito del año 1787 la asignatura de derecho natural fue
una de las figuras estrella del pensum académico. Los intelectuales quiteños
intentaron poner en vigencia esa vieja teoría que entendía a las monarquías
como fruto de un pacto entre el rey y el pueblo.
El derecho natural no solo que reafirmaba la soberanía popular,
sino que, incluso, mantenía que su voluntad debía estar por encima de la
del monarca. No es casual que los más prestigiosos intelectuales de la época
fueran acérrimos partidarios de sus propuestas. Sus bibliotecas particulares
poseían numerosos ejemplares de los clásicos del iusnaturalismo. Pese a que
siguieron estando activas, la versión tomista y la suarista de esta doctrina
incorporaron como novedad textos que contenían las versiones alemana,
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inglesa y francesa28. Pedro Quiñónez y Cienfuegos, por ejemplo, impartió la
cátedra de derecho natural apoyándose en la vertiente alemana de Heinecke29.
El carácter reivindicativo que llegó a tener esta teoría limitadora de los poderes
del monarca fue tal que en 1794, las autoridades prohibieron expresamente a
las universidades que impartieran las cátedras de Derecho Natural y Derecho
Público. Algo que revela su grado de importancia política es que se hallan
recogidas en los manifiestos de la Junta de 1809 y en la constitución quiteña
de 1812.
Paralelamente a todo esto, la intelligentia quiteña estuvo muy
familiarizada con la filosofía de la Ilustración. Rousseau, Hobbes, Bayle,
Montesquieu, Diderot y otras figuras de referencia de la modernidad fueron
atentamente leídas y releídas. Espejo, Montúfar, Jijón, Rodríguez de Soto, o
Quiroga conocían perfectamente sus teorías. Del mismo modo, el sensualismo
y el racionalismo en todas sus vertientes habían penetrado en los ambientes
universitarios quiteños. La lectura del Contrato social y de obras afines
fueron claves en la ofensiva contra el absolutismo español. Sus contenidos
se convirtieron en una nueva colección de argumentos para defender la
soberanía popular y la libre determinación. En el Contrato hallarán sustento
todas esas proclamas que instituyeron la conocida consigna anti-española:
“América para los americanos”.
Ahora bien, con su popularización no había sino un paso para que
irrumpiera la temática de los derechos del hombre. Como se sabe, esta
declaración consagraba la potestad soberana del pueblo de dotarse de su
propia legislación y de sus propios jefes. Una prueba convincente del peso
específico que tuvo el asunto fue que Miguel Antonio Rodríguez la incluyó en
el preámbulo de la constitución del Libre Estado de Quito del año de 181230. Pero
también la sustantividad de estas conquistas radicó en que inauguraron una
corriente de pensamiento que, al abolir la metafísica aristotélico-medieval,
sentó las bases de lo que en el futuro ira a ser el liberalismo. Lo ocurrido en
estos años fue algo más que una transformación meramente jurídica, tal como
28. Keeding, Surge la nación, p. 632.29. Ibidem, p. 632.30. “El fin de toda asociación política es la conservación de los sagrados Derechos del hombre”.
lo expresó Julio Tobar Donoso, sino un cambio de mucha más envergadura31.
La introducción de conceptos modernos ha sido sistemáticamente soslayada
por intelectuales de orientación conservadora. El tufillo rousseauniano les
aguaba la fiesta de un acontecimiento al que, desde comienzos del siglo XX,
se le ha venido dando un acento religioso y convirtiendo en la partida de
nacimiento del estado ecuatoriano.
En esta carrera para hacer frente a la ofensiva absolutista también
merece destacarse la difusión que tuvo la obra del pensador y escritor francés
Fenelón. Desde mediados del siglo XVIII hasta por lo menos la década de
1820, fue muy leído a todo lo largo y ancho de la geografía quiteña. Prueba de
su popularidad es que una parte de su obra trascendió los medios académicos,
al punto de convertirse en moneda corriente entre un público muy amplio.
De hecho, su obra más emblemática, Las aventuras de Telémaco, llegó a ser
una especie de best seller que era vendido por los mercaderes que hacían el
itinerario entre Cartagena de Indias y Guayaquil. A mi modo de ver, la novela
ayudó a intensificar la crítica al soberano absoluto. La obra fue en sí misma
una crítica a los reyes, concretamente a Luis XIV, que se extralimitaban en
el ejercicio de sus poderes a costa de las libertades de sus súbditos. Fenelón
definió la virtus del monarca en términos de autolimitación de sus facultades
de gobierno. Los monarcas ejemplares y dignos de ser imitados descritos
en su utopía, eran prudentes y perfectos conocedores de esa línea roja que
marcaba la linde con las libertades populares y que no era posible traspasar.
Las naciones felices y opulentas que descubrió Telémaco en Chipre, en
Egipto o en la Bética, lo eran porque a la cabeza estaban reyes sabios que
gobernaban prudentemente y sin inmiscuirse en los negocios de sus súbditos.
Muy grosso modo los lectores de Las aventuras podían asociar al Rey con el
Pigmalión, cruel, avaricioso, persecutor y sediento de poder que Fenelón
describe en el capítulo tercero. El monarca español bien podía ser una réplica
de esos príncipes ávidos y sin previsión que no piensan más que en cargar de tributos a sus súbditos. No hay que olvidar que en ciertos pasajes de la novela
se hace un llamamiento a la rebelión. En un momento dado, incluso, había
31. Julio Tobar Donoso, “La transformación de 1809 fue eminentemente jurídica, en: Boletín de la Academia Nacional de Historia, Nº 95, Quito, Enero-Junio de 1960.
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como prescindir del príncipe. Después de todo, la “naturaleza sola” tenía el
poder de hacer felices a los hombres. En realidad el hombre verdaderamente
libre era aquel que solo estaba sometido a Dios y a sus razones. Por último,
en este libro también encontraron una severa crítica a los monarcas que se
empeñaban en mantener sometidos a pueblos enteros. Su voluntad de poder
no podía menos que derivar en actos de tiranía y en el empobrecimiento de
las naciones sojuzgadas.
El nacimiento de una conciencia quiteña
Situémonos en otro escenario. Una de las novedades de las que Pérez
Muñoz tuvo oportunidad de ser testigo fue la conformación de los primeros
sentimientos de una conciencia “nacional” quiteña. Para las fechas en que
se escribe el Compendio, ya tenían su trayectoria corrientes intelectuales
empeñadas en fijar los rasgos de una identidad nacional. Es evidente que en
Hispanoamérica y particularmente en Quito ya había un sentimiento de “lo
nuestro” muy consolidado. De esta manera, pues, ya tenían los suficientes
elementos para establecer diferencias respecto de ese “otro” que era lo
“español”. De hecho la conciencia de pertenecer a una realidad política más
basta como era el imperio, ya no era operativa. Humboldt ya había observado
esta inflexión y la hacía extensible a todas las colonias americanas. Los criollos prefieren que se les llame americanos y desde la paz de Versalles y, especialmente, después de 1789 se les oye decir muchas veces con orgullo: “yo no soy español, soy americano”, palabras que descubren los síntomas de un antiguo resentimiento32.
Pero este redescubrimiento de la identidad fue un asunto más
complejo. En la época en que se escribe el Compendio, el concepto de patria
estaba sufriendo un intenso proceso de redefinición. Dos imágenes totalmente
diferentes y hasta contradictorias habían entrado en competencia. Por un lado
estaba la versión antigua o tradicional que reducía la idea de “patria” a una
32. Alexander von Humboldt, Ensayo político sobre el Reino de Nueva España, México D.F., 1966, p. 76.
expresión minimalista y restringida a lo regional y, por otro, la de El Quito, cuyo
alcance estaba referido a la totalidad de la Audiencia y aún más. En la carta
undécima se aprecian muy bien los términos de la primera de las nociones: La Patria entienden precisamente el suelo y el lugar donde han nacido y el que más extiende su conocimiento a la capital o ciudad más grande de su provincia. Esta
forma de pensar no era ciertamente un capricho, sino más bien el reflejo de
un hecho cuya realidad era evidente: la fuerza de lo regional. Para la época,
la reafirmación de lo local era una consecuencia de la crisis que padecía la
Audiencia. En los tiempos difíciles, la región demostró ser la estructura más
sólida a la que aferrarse33. La segunda versión apareció reivindicada, tanto en
Juan de Velasco como en la documentación que producen los constructores
del camino a Esmeraldas. Especialmente esto últimos proyectaron reivindicar
un espacio económico que les “independizara” de los Consulados de Lima
y de Cartagena de Indias. Ahora bien, la construcción de este ámbito, en la
medida que supuso el reconocimiento de la quiteñidad de unos territorios
determinados, tuvo el efecto de crear una nueva imagen de lo que debía ser
Quito. La apertura de este camino no solo tiene una vertiente puramente
económica, sino también nacionalista.
Ante los riesgos de disolución del cuerpo político quiteño resultaba
urgente crear una conciencia de patria en torno a esa realidad intermedia
que era la Audiencia. La Historia del Reino de Quito de Juan de Velasco fue el
primer manifiesto que puso en evidencia tales inquietudes. Aunque no fue
publicada sino en tiempos republicanos, la obra patentiza el deseo de los
quiteños de dotarse de un pasado propio y autónomo así como de establecer
el hecho diferencial. Esto es lo que llevó a ciertos espíritus a embarcarse
en la tarea de inventariar la “verdad local” a efectos de dotar al país de una
identidad concreta. De hecho, el jesuita riobambeño confirió a El Quito una
personalidad histórica, no solo independiente del viejo mundo, sino también
de lo Inca-peruano. Su historia desplazó esa versión oficial que reconocía al
incario como el único pasado aborigen. En su lugar reivindicó a las naciones
indígenas del Ecuador precolombino y, sobre todo, a esa entidad mayor que
era el supuesto reino de los Shiris.
33. Ives Saint-Geours, “La Sierra centro norte (1830-1925)” en: Historia y región en el Ecuador, Quito, 1994, p. 143.
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34. Véase la carta Nº 21.35. A nuestro primer historiador podrían agregarse los nombres de otros jesuitas que desempeñaron una
función parecida. Entre otros podemos citar a Francisco Javier Clavijero, el autor de la célebre Historia antica del México, a Juan Ignacio Molina, Francisco Xavier Alegre, etc.
36. Sobre esta cuestión pueden encontrarse estudios más extensos en: Anthony Paguen, Spanish imperialism and the political imagination, Yale, 1990. Georges Lomnê, “La Revolución francesa y lo simbólico en la liturgia política bolivariana”, en: Miscelánea histórica ecuatoriana, Nº 2, Quito, 1989.
Esta operación intelectual tuvo un calado extraordinario toda vez
que hizo de esta imaginaria nación uno de los sujetos configuradores de la
futura nacionalidad ecuatoriana. En el sustrato étnico precolombino se vio
una fuente de identidad y un recurso para fijar tanto las originalidades como
el hecho diferencial de la futura patria. La urgencia de sentirse como una
realidad aparte respecto de los “chapetones” y de dotarse de una identidad
propia, les indujo a apoderarse del pasado étnico34. Más tarde, la necesidad de
implementar una nueva legitimidad y de poner los fundamentos de un futuro
proyecto político, les llevó a dar un paso más que consistió en introducir en la
imaginación política la vuelta triunfal de las antiguas estirpes aborígenes.35 La
insurgencia y más tarde la independencia eran los vehículos que permitirían
que la historia americana recobrara su continuidad y llevara a cabo su
destino36. Dicho de manera más explícita, la posibilidad de trazar una linde
entre criollos y la autoridad peninsular debe ser vista como una maniobra
con miras a cuestionar el ejercicio del poder metropolitano en las Américas.
Esta dialéctica tenía la propiedad de poner en evidencia quienes eran los que
poseían la legitimidad y quienes los que la usurpaban. La genealogía que
vinculaba a los antiguos señores étnicos con los criollos contenía elementos
altamente explosivos que, llevados a sus más extremas consecuencias,
terminaron por declarar al monarca como tirano y usurpador.
Esta búsqueda de nuestras autenticidades resultó a la larga
enormemente subversiva. La mirada introspectiva a “lo nuestro” generó en la
imaginación política una nueva versión de la “patria” totalmente ajena a esa
realidad política más extensa que era el imperio español. Todo esto, desde
luego, supuso el nacimiento de una nueva legitimidad y de un nuevo régimen
de lealtades. La nación-patria, al haber descubierto un pasado y una verdad
propia, también creyó descubrir un futuro propio. La historia y el hecho
diferencial se convirtieron de esta manera en una fuente de argumentos que
ponía en entredicho la figura del Rey.
37. Véase sobre todo su “Estado de la geografía del Virreinato de Santa Fe de Bogotá con relación a la economía y al comercio”, en: Obras completas de Francisco José de Caldas, Bogotá, 1966.
Pero la configuración de una conciencia nacional fue un asunto que
rebasó estos campos. Las ciencias naturales también cumplieron un papel
relevante. En el medio físico se descubrió otra veta de esos tan preciados
rasgos de originalidad que se buscaban. No es una casualidad el auge que
en un momento dado tuvieron las iniciativas dedicadas al estudio del medio
físico. En este campo Juan de Velasco también fue un precursor. Su Historia natural del Reino de Quito es una descripción y un inventario de todo aquello
que era capaz de dotar a Quito de una personalidad propia. La presencia del
explorador payanés Francisco José de Caldas fue, asimismo, todo un hito en
este proceso de búsqueda de las originalidades propias del país. Este científico
criollo concibió una gran nación a partir de consideraciones puramente
geográficas37. También está el caso de Eugenio Espejo y de José Mejía. Ambos
personajes no solo fueron lectores de tratados de filosofía sino que también
se dedicaron a herborizar. El archivo del Jardín Botánico de Madrid contiene
algunos documentos relativos a las inquietudes botánicas del segundo.
Sus intenciones iban más allá de lo puramente científico, sino que también
suponían un redescubrimiento de la patria. Vale la pena advertir como este
reencuentro con la naturaleza tendrá su continuidad con los intelectuales
románticos conservadores del siglo XIX. La imagen de la “patria” que forjaron
estuvo íntimamente relacionada con figuras evocadoras de la flora y de los
paisajes más típicos del Ecuador. Finalmente a esta lista hay que agregar,
como no, el nombre del barón Humboldt. El sabio prusiano fue el descubridor
de una serie de conceptos y categorías geográficas que fueron durante
mucho tiempo empleadas para configurar la personalidad de las naciones
recién independizadas. Su Geografía de las plantas, escrita en Guayaquil, fue
todo un manifiesto que sirvió para proclamar la originalidad del los Andes
ecuatoriales. La disposición geográfica de esta cordillera hacía del país un
hecho único en el planeta.
Pero este redescubrimiento de la naturaleza americana fue algo
más que un elemento conformador de identidades. Si se revisan bien los
textos, aquí también se descubre un componente subversivo contra el poder
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constituido. Caldas, que era un convencido de la modernidad y que había
superado la física del barroco, también fue un sutil crítico del “mal gobierno”.
Su obra fue la primera en divulgar una idea trasmitida por Humboldt y que
durante mucho tiempo estuvo activa en la imaginación política: la relación
entre destino manifiesto y medio físico. Debido sobre todo a su aptitud
para establecer el deber ser de las naciones, a la geografía se le confirió
una capacidad normativa y, por otro lado, el rango de autoridad. A modo
de resumen, la reflexión humboldtiana explicaba la decadencia del país
en términos de un desencuentro entre los administradores políticos y los
mandatos de la naturaleza. Para la época en que la idea se divulgó era un
más que severo reproche a la administración española. ¿Cómo era posible
que el país estuviera viviendo en la miseria si todo estaba predispuesto para
la opulencia? Algún mecanismo debía de estar fallando. La apoteosis de la
selva tropical, sus ricas vetas de metales preciosos y los grandes macizos
andinos prescribían la felicidad de los pueblos. Las miradas, evidentemente,
iban dirigidas al “mal gobierno”. El despotismo que practicaba la Metrópoli
se estaba convirtiendo en un generador nato de malestar y de desorden. Este
desencuentro es el que conferirá al hecho de la Independencia el significado
de un reencuentro de la nación consigo misma. Dar de baja a las autoridades
españolas equivalía a dar voz a la naturaleza, a permitir que ésta llevara a
cabo todas sus fantasías.
La búsqueda de identidad y de una nueva legitimidad fue en paralelo
a una reflexión sobre el futuro. La patria imaginada, después de todo, estaba
allí y no en el pasado. De esta nueva inquietud intelectual se derivaron
consecuencias importantísimas. Probablemente la más significativa fue que
el país empezó a ser imaginado en términos de un “deber ser” quiteño, de una
“patria deseada”. El futuro, que ya no es percibido en términos religiosos, se
convirtió en el lugar en donde el pliego de demandas y agravios finalmente
quedaba resuelto. De ahí que una de las principales incorporaciones del
pensamiento criollo de la época hubiese sido la noción de utopía. A diferencia de
lo que sostiene la profesora M. D. Demélas,38 mi impresión es que los quiteños,
o por lo menos los que mejor habían asimilado la modernidad, sí tenían
asumida la noción de progreso. Algunas reflexiones de Espejo en Las primicias de la cultura de Quito, así lo confirman39. La idea también aparece claramente
en los documentos relativos a la construcción del camino a Esmeraldas.
Dicho proyecto, lejos que querer restaurar el statu quo propio de un modelo
que se hallaba en el pasado, planteaba uno nuevo. Es verdad que se quería
rehabilitar la “edad de oro” de los obrajes, pero también intentaron construir
una arcadia agrícola conforme el estatuto de los fisiócratas. A diferencia de
las anteriores iniciativas, centradas únicamente en la posibilidad de acceder
al oro de Barbacoas, ahora buscaban crear una red de explotaciones agrarias
que hicieran posible la “felicidad civil” en la región quiteña. Ya no se trataba,
pues, de repetir el modelo todavía vigente de una propiedad símbolo, sino que
más bien plantearon el concepto de una propiedad volcada a la producción
de riqueza. Es interesante comprobar lo ausentes que están las referencias
a los rangos y cómo en su lugar se hizo una apología del trabajo. El nuevo
carácter que se dio al proyecto, lo situaba en el ámbito de la utopía. La retórica
que utilizaron sus promotores ofrece muchos ejemplos en donde relucen la
“añoranza por el futuro” e imágenes de una sociedad ideal inédita situada en el
porvenir. Solo una observación más. Con el tiempo, “Las Esmeraldas” fueron
adquiriendo nuevos significados. Ya no solo la epopeya relativa a una mera
obra pública. Hacia el último cuarto del siglo XVIII, ya se había convertido
en un pliego de reclamos, en una reivindicación de una serie de demandas
quiteñas. Entre líneas es posible distinguir una sutil protesta contra el orden
imperante. No en vano sus principales promotores van a tener mucho que ver
en la insurgencia de agosto de 1809 y en los sucesos posteriores.
La insurgencia: recursos y estrategias
En otro orden de cosas, el epistolario de Pedro Pérez Muñoz
es enormemente revelador de las estrategias y procedimientos que los
complotados utilizaron para activar la protesta y la revuelta. Como ya han
demostrado los modernos historiadores, las elites criollas controlaban
39. Eugenio Espejo, “Instrucción previa”, en: Primicias de la cultura de Quito, Nº 1, Quito, 1791, p. 1.38. Demélas, La invención, p. 127.
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muchos de los mecanismos a través de los cuales funcionaba la sociedad de la
época. Nuestro autor revela como se valieron del bulo, tanto para generalizar
la protesta como para ejercer presión sobre el gobierno. Un simple rumor,
aunque sea falso, acerca del posible cambio del régimen tributario bastaba
para encender un foco de turbulencia entre los indígenas o los mestizos.
También está el caso de los pasquines que asimismo fueron un recurso para
reprobar el “mal gobierno”. El célebre asunto de las “banderitas”, cuya autoría
atribuyó a los “dos hermanos Espejo”, a Montúfar, a Salinas y a Morales, es
un buen ejemplo de las fórmulas utilizadas por los insurgentes para generar
climas de opinión contrarios al régimen. La Iglesia, a su manera, también
participó activamente en esta campaña y para ello desarrolló sus propias
estrategias. Los púlpitos se utilizaron para arengar a la población y convencerla
de la justicia de la causa insurgente. Tal como lo demuestran los estudios de
Demélas, Saint-Geours y otros, los curas fueron los grandes movilizadores
de los sectores populares. Las revueltas de San Roque fueron muchas veces
instigadas por los franciscanos. No menos interés tiene la observación de
Pérez Muñoz relativa a la función que se daba a los confesionarios para
extraer información privilegiada y para ejercer una supervisión de la opinión
pública.
Algo que pone muy en claro el autor es el papel que desempeñaron
las diferentes estirpes familiares en estas jornadas pre independentistas.
Las familias de los principales, organizadas como cuerpos, fueron actores
de primer orden en los acontecimientos que se relatan. Pese a que, como
hemos visto, entre los quiteños ya despuntaban algunos valores modernos,
las revueltas que se produjeron entre 1809 y 1812 se valieron de recursos
tradicionales de comportamiento. La participación de los insurgentes quiteños
supuso también la movilización de toda una nutrida red de allegados y de
clientelas. El caso de los Caicedo de Cali o el de los Larrea de Quito, estirpes
que son expresamente mencionadas por el autor, muestran la importancia y
el peso que tuvo la institución de la familia en los acontecimientos. Veamos
algunos testimonios que recabaron funcionarios de la época y que se
refieren al comportamiento político de estos verdaderos clanes. El primero
corresponde a la familia Caicedo de Cali. El Cabildo de la ciudad en cuestión
se refería de la siguiente manera:
así mismo de las inquietudes que padece esta ciudad de tres años a esta parte, causados por una familia vecinos de ella, apellidados Caicedos, quienes revestidos de soberanía, en sus ánimos acaudalados, tienen sorprendidos a todo este vecindario, con tan despótico dominio y sin conocer superioridad, que arrastraron a la más execrable maldad, como fue el levantarse esta familia, sus familiares y amigos y comensales, la noche del día veinte de febrero de setecientos cuarenta y tres con la Real Justicia, de mano armada y de hecho pensado...40
El reclutamiento de la milicia que se organizó para hacer frente a la
agresión externa se hizo a través de estas redes familiares que funcionaban a
lo largo y ancho de la Sierra Centro Norte. Pero sus ramificaciones y lazos de
amistad, incluso, dieron lugar a que la insurgencia contara con apologistas
en sitios que habían declarado su lealtad a la Corona. En Cuenca, en Loja o
en Guayaquil hubo voces que manifestaron su aquiescencia con los sucesos
de Quito.
Tales circunstancias en grado heroico no han podido impedir que deje de haber entre tantos o casi todos buenos, algunos malos. Diferentes familias y, aun las más principales de Guayaquil emparentadas con otras de Quito o sus lugares, otra crecida porción con íntimas relaciones por sus negocios y comercios con aquellas, un cuerpo de curas, muchos quiteños, y otros que pueden considerarse tales [...] y los
40. AGI. Quito, 139. El Cabildo de Cali informa a S.M., Cali, 11 de octubre de 1749. El segundo testimonio describe muy bien la trama del poder familiar hacia 1814. El último, a través de la familia lojana de los Valdivieso, hace referencia a la situación que se vivía en la ciudad de Loja hacia el año de 1813. “Todos estos accidentes y otros difíciles de numerar y con que sólo fatigaría la atención de V.A.S acabaron de subyugar este vecindario de manera que aunque se contasen algunos pocos ciudadanos buenos y otros que por su condición y poca inteligencia prescindían de todo, era imposible proceder en juicio sobre sus atentados y escandalosas producciones por absoluta falta de testigos que comprueben; pues los habitantes o unidos y cómplices, o dependientes en muchos ramos, hasta en el de subsistencia, tiemblan de poner contra un pudiente y atraerse su odio y persecución que han reconocido implacable y feraz”. AGI. Quito, 274. “Informa Tomás Ruiz Gómez de Quevedo de lo ocurrido el día de la implantación de la Constitución”. Quito, 1 de noviembre de 1813.
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revoltosos que como en todas partes no faltan aquí, ha ofrecido todo bastante que hacer a mi cuidado en diferentes épocas...41
Estas potentes estructuras también operaban en el interior del los
conventos. Muchas dignidades eclesiásticas y curas rasos no eran sino
apéndices de las grandes estirpes quiteñas. Durante este tiempo la Iglesia
local hacía más caso a los intereses de los clanes que a la propia Roma.
Así como Pérez Muñoz fue testigo de todas estas prácticas
tradicionales, también lo fue del proceso de adopción de una nueva cultura
política en Quito. Pese a que el autor no toca el tema, hacia fines del S.
XVIII muchas innovaciones estaban produciéndose en este sentido. En esos
años apareció ya un principio de escena pública que a la larga terminó por
configurar una nueva legitimidad: la del pueblo soberano o de la nación. La
disputa por el poder, que tradicionalmente se efectuaba dentro del campo de
lo privado, empezó poco a poco a emerger de ese reducto. La cosa pública fue
un asunto que por primera vez se comenzó a discutir en unos círculos mucho
más amplios. El periódico Primicias de la Cultura de Quito, las Sociedades
Económicas de Amigos del País o las logias masónicas van a conformar este
espacio.
Muy directamente relacionado con este fenómeno aparecerán dos
grandes innovaciones: las nociones de individuo y de igualdad que, como
se sabe, fueron el sine qua non de las prácticas políticas de nuevo cuño.
Organizaciones como las citadas fueron las responsables de esta mutación
puesto que fomentaron la creación de círculos en donde se reunían, sin
distinción de rango, hombres pertenecientes a diferentes estamentos42. De
esta manera, pues, a través de las llamadas “sociabilidades democráticas”, el
individuo logró sustituir al gran actor del viejo régimen, el cuerpo. Pero aquí
también salió a escena una nueva noción de legitimidad, la misma que fijó
los límites y tornó paradójico un proceso de cambio que inicialmente habían
41. AGI, Quito, 262. Juan Vasco al Secretario de Estado y Guerra, Guayaquil, 6 de julio de 1814.42. Véase en Guerra, Modernidad e independencias, pp. 85 y ss.
venido fomentando los borbones. Las prácticas democráticas que se ejercían
dentro de las logias masónicas o dentro de organizaciones como la Escuela de la Concordia consagraban la voluntad general expresada por individuos
como la nueva fuente de legitimidad. El derecho natural, sobre todo en su
vertiente anglosajona, fue determinante a la hora de crear las condiciones
que permitieron el triunfo de estos nuevos valores. La vieja idea de un
príncipe absoluto que no daba cuentas a nadie había empezado a declinar
aun en el lejano Quito. Inevitablemente también se había empezado a hablar
de libertad, esto es, de la necesidad de que los actores locales tuvieran voz
propia. El término entró en boga y ganó mucho prestigio. No en vano el
anónimo de 1820 comentaba al Obispo de Cuenca como en Quito la libertad es la divinidad que más se adora43. Este cambio producido es el que va a ser
objeto de cuestionamiento por Pérez Muñoz y el que a su vez le va a permitir
el uso de expresiones tales como: rebelión, insurrección e independencia. En
este sentido, nuestro autor va a reproducir en Quito unas ideas semejantes
a las que en España pusieron en circulación los más afectos a la monarquía
absolutista.
El retorno del Inca y las revueltas populares
Probablemente uno de los aportes más sustantivos que ofrece este
documento es todo lo relativo al comportamiento que durante la revuelta
desempeñó el pueblo bajo de la ciudad de Quito. Pese a que Pérez Muñoz no
se explaya tanto como hubiéramos deseado, su testimonio revela cómo la
plebe, lejos de permanecer quieta o ajena a los acontecimientos, tomó parte
activa. Incluso ofrece indicios que, puede decirse, definieron una estrategia
para aprovecharse de la crisis en curso. En el fondo, el epistolario no hace
sino translucir cómo las reformas y la posterior crisis del viejo régimen
hicieron que afloraran las tensiones que soportaba el Quito de la época. Si en
las zonas rurales la disconformidad se manifestaba a través de “alzamientos”
43. AGI, Diversos, legajo 1, Ramo 3, Nº 238. Oficio dirigido al Ilmo. Dr. Dn. Andrés Quintián y Ponte por un anónimo. Quito, 2 de diciembre de 1810.
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de indígenas, las poblaciones de las ciudades también generaron sus propias
respuestas y mecanismos de resistencia44.
Quito fue escenario de varias “revoluciones” a lo largo de todo el siglo
XVIII. Hacia fines del viejo régimen las ciudades serranas albergaban mestizos
y una numerosa población indígena, mejor conocida como los “forasteros”.
San Roque fue el prototipo de barrio mosaico en donde se concentró todo
este contingente humano. Su presencia provocaba fuertes temores entre
el patriciado y entre las autoridades. En un oficio dirigido al Obispo Andrés
Quintián y Ponte un observador anónimo calificaba a los integrantes de este
tipo de movimientos como una plebe acéfala y enardecida a quien había que
disimular sus atentados para tenerla grata45.
Las novedades que impusieron las reformas borbónicas distorsionaron
el frágil ecosistema político que organizaba las relaciones entre los diferentes
actores sociales de la época. Más concretamente, la política de racionalización
del sistema fiscal incorporó a ciertos mestizos al régimen de pago del tributo.
Incluso se dio el caso de que blancos pobres fueron incluidos en las listas de
quienes debían cumplir con esta imposición. En otros casos se obligó al pago
de alcabalas a los indígenas que legalmente estaban exentos46. Decisiones de
este tipo fueron los detonantes de las revueltas urbanas y de las situaciones de
tensión que se suscitaron sobre todo en la segunda mitad del siglo XVIII. Según
el propio autor, los resentimientos que albergaba la plebe no solo se dirigía a
los funcionarios que imponían estas medidas lesivas a sus intereses, sino que
también iban contra el propio patriciado. Si efectivamente son correctas estas
apreciaciones, en el Quito de la época había una lucha de castas y de clases.
Pérez Muñoz da a entender lo fuertes que eran tensiones interétnicas en la
ciudad. Así describía la situación de la sociedad de la época:
El negro enemigo del blanco, el indio del negro y del blanco y las demás clases de mulatos, zambos, mestizos, etc. guardan
regla de proporción con el partido que les acomoda a sus inclinaciones y a sus deseos. El blanco criollo exterminaría de una vez a sus padres europeos, valiéndose de las castas […] Quedando solo el criollo, sería exterminado por los indios y mestizos…47
Muy interesante resulta la conducta de dos curiosos personajes
urbanos citados por Pérez Muñoz, el zapatero Caparredonda y el carnicero
Tabango. Uno y otro, según explica el Compendio habían llegado a formar
“dos partidos” con el objeto de erigirse, uno de los dos, en “rey” y luego
proceder a un total exterminio de los blancos. Martin Minchom señaló ya uno
de estos conflictos interétnicos. Uno de los alborotos protagonizados por
los vecinos de San Roque fue organizado por mestizos contra la población
indígena avecindada en el barrio. Aquí conviene poner de relieve la conducta
ambivalente de los sectores populares. Si por un lado querían tomar las
cuentas al blanco, por otro fueron colaboradores de las elites. Y es que el
populus también se hallaba estrechamente vinculado a las grandes casas
quiteñas a través de las complejas relaciones clientelares que ya hemos
mencionado. De hecho Caparredonda fue uno de los principales nexos de
enlace que, en su momento, permitió que el patriciado insurgente contara
con el apoyo del pueblo bajo. Este singular personaje llegó a ostentar el grado
de “comandante” en la segunda rebelión del año 1810.48
Un asunto que Pérez Muñoz pone de manifiesto en el epistolario son
las fantasías que en la época circulaban por el interior del mundo indígena.
El autor proporciona una evidencia más de ese mito que estuvo largamente
fijado en la memoria: el retorno del Inca. Esperan la resurrección de su Inca, aludiendo a esto a sus trajes, cantos fúnebres y danzas con representaciones, especialmente la de la Palla49. Lo más sorprendente de todo es la capacidad
de pervivencia en los Andes ecuatorianos de los “milenarismos andinos” del
47. Véase la carta Nº 22. 48. Véase la carta Nº 29.49. Véase la carta Nº 5. Un notable estudio sobre el tema del retorno del Inca puede verse en: Carlos Espinosa,
“El retorno del Inca: los movimientos neoincas en el contexto de la intercultura barroca”, en: Procesos, Nº 18, Quito, 2002, pp. 3-29.
44. Sobre este punto puede consultarse el magnífico estudio de Martin Minchom, El pueblo de Quito, 1690-1810. Quito, 2007.
45. AGI, Diversos 1, Ramo 3, Nº 238. Oficio dirigido al Obispo Andrés Quintián y Ponte. Quito, 6 de diciembre de 1810.
46. Minchom, El pueblo, p. 241 y ss.
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tipo conocido como Inkarri. Según el epistolario, la resurrección y próxima
venida del Inca era una creencia muy difundida en Quito50. Al parecer, no se
trataba de un movimiento meramente marginal. De hecho la representación
y las alegorías alusivas a su retorno ocupaban un lugar central en las fiestas.
Sus danzas y sus cantos tenía como móvil principal la representación del
día en que se haría efectiva la vuelta de su Señor natural y el consiguiente
reordenamiento del mundo. Los indios - dice nuestro autor - conservan sus usos e inclinaciones y aún esperan la venida de su Inca quién los ha de volver a su primitivo estado.
Debidamente contextualizada esta información resulta mucho
más interesante. Si se tienen en cuenta los recientes descubrimientos, es
sorprendente el eco que en un momento dado tuvieron en el mundo andino las
revueltas de Tupac Amaru e, incluso, las de ese otro gran rebelde andino, Mateo
Pumacagua. Marie-Danielle Demélas, sacó a la luz pública un documento en
donde se destaca un bulo aparecido en el Perú, pero originado en Quito, que
pronosticaba la próxima coronación del Inca51. Todo esto demuestra que la
idea de formar un nuevo imperio en los Andes era un sueño que casi podría
calificarse de pan andino.
Un último punto relativo a esto que estamos viendo. Investigaciones
recientes arrojan evidencias que hacen sospechar que muchos de estos
movimientos pudieron haber contado con el beneplácito y aún con la
colaboración de sectores ajenos a los indígenas. La destacada historiadora
Teresa Gisbert da buenos argumentos que permiten sostener que la
Compañía de Jesús patrocinó una política de lazos estrechos con la aristocracia indígena, la misma que apuntaba a una alternativa política a la tutela criolla o metropolitana52. Incluso los propios criollos pudieron haber visto con buenos
ojos determinadas conductas insurgentes. Un foco de agitación indígena les
parecía que era otro frente abierto en orden a desestabilizar a las autoridades
españolas. E. Keeding presenta un documento en donde se expone cómo los
50. Véanse las cartas Nº 5-18 y 1951. Marie-Danielle Demélas, La invención política, Lima, 2003, p. 44.52. Demélas, La invención, p. 47.
quiteños quisieron hacer llegar a Túpac Amaru un panfleto acerca de las Cortes
de Quito, el cual ridiculizaba al Ministro del Consejo de Indias, José de Gálvez.
Pero resulta que este texto era una invitación al líder indígena a extender su sublevación hasta Quito53. Finalmente hay una denuncia que acusaba al prócer
Nicolás de la Peña de mantener correspondencia “sediciosa” con un pariente
de un cacique residente en Lima54. Desde luego, la búsqueda de un principio
legitimador de la independencia les indujo al patriciado a apropiarse de la
idea del retorno del Inca. Aunque, evidentemente, reformulado dentro de
un esquema hecho de pura retórica y vaciado de su carga subversiva, en la
imaginación política de los padres de la patria, la emancipación adquirió el
significado de una vuelta a la edad clásica indígena. Véase sino esa curiosa
pintura anónima que se expone en el Banco Central de Cuenca, en la cual
Atahualpa aparece resucitando de su tumba55.
Autocrítica: soluciones y remedios
Si bien esta relación histórica fue elaborada desde una perspectiva
muy sesgada y con el evidente interés de ser detractora de la conducta de
los criollos involucrados en estos hechos, no por ello se privó de criticar a
la Corona y a sus representantes. Aquí Pérez Muñoz intentó un ejercicio de
objetividad y señalar los fallos y “errores” de las autoridades peninsulares.
Cuando hablaba de una monarquía lejana, en realidad estaba llamando
la atención respecto de una política errática por parte de los responsables
máximos del gobierno de las colonias. El desmoronamiento del imperio en
América y los males que lo asolaban fueron relacionados con la incapacidad
de densificar las estructuras del Estado en ultramar. Los cálidos y fulgurantes
rayos del Rey llegaban con dificultad a este apartado y oscuro rincón del
imperio. La distancia al trono […] es causa de que los rayos de la Majestad lleguen con poca fuerza, porque en el camino tocan con cuerpos opacos que absorben
53. Keeding, Surge la nación, pp.583-584.54. Demélas-Saint-Geours, Jerusalén y Babilonia, p. 90.55. Helga von Kügelgen, “Humboldt y el retorno a la vida de Atahualpa”, en: El regreso de Humboldt, Quito,
2001, p. 186-187.
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su luz56. De ahí las horas bajas por las que pasaba la salud del cuerpo político.
Pérez Muñoz denuncia como en Quito la ley no se cumplía y como en su lugar
la fuerza de la costumbre y las prácticas corruptas eran las normas actuantes.
Por si fuera poco, hasta los propios ministros enviados a América acusaban
un mal comportamiento. Pecaban de dejación y, lejos de favorecer el bien
común, se dedicaban al enriquecimiento personal y a potenciar aún más el
mal gobierno. Muchos también eran viejos, rancios y faltos de iniciativas. En
una carta del 21 de mayo de 1808, el Obispo se quejaba a la Junta Central de
España. Si VM. supiera quienes son los magistrados que gobiernan Quito! […]
El Presidente no hace otra cosa que cultivar el jardín y cocinar su comida por las mañanas. Las tardes las ocupa en juegos de suerte y azar que mantiene en su palacio”57. Su manifiesta decrepitud los inhabilitaba para poner al derecho
un país revuelto y al borde de irse a pique. Si la lejanía de la Corona había
traído como consecuencia la aparición de un gobierno paralelo y de prácticas
políticas irregulares, ahora tocaba reformar los criterios de administración de
América.
Aquí Pérez Muñoz mostró una vena absolutista hecha a toda prueba.
Ante todo debía procurase que los criollos fueran excluidos de todo cargo
público. Este era un asunto que solo podía estar en manos de peninsulares
de reconocida solvencia moral. Todo esto debía hacerse dentro del marco de
un incremento del peso del gobierno en las colonias. También aconsejaba
simplificar las leyes de Indias a efectos de que las “soluciones locales” no
se convirtieran de facto en las “leyes verdaderas”. La reforma que sugirió
implicaba desmontar todo ese complejo sistema de funcionamiento de la
sociedad criolla. Proponía la ruptura de un modus vivendi que en la práctica
había venido obstaculizando y mediatizando el poder absoluto del Monarca. Tal
medida era un torpedo que apuntaba a la línea de flotación de los mecanismos
de supervivencia y de resistencia que habían desarrollado los criollos. Y no
solo esto, semejantes medidas suponían archivar esa gran demanda criolla
que consistía en instituir la igualdad entre peninsulares y americanos. Pero
nuestro autor aún se permitió dar un giro de tuerca más. Para volver efectiva
su reforma, se hacía imprescindible intensificar la capacidad de coacción. Sin
el concurso de la fuerza ninguna reforma podía ser implementada. De ahí su
iniciativa de organizar un ejército regular al servicio del Rey.
Ahora bien, semejante empresa también suponía disolver la vieja
muralla que separaba la república blanco-mestiza de la república de los
indios. Un detalle que no hay que perder de vista es su consejo en torno a la
necesidad de reducir el peso del quichua en la vida pública. La propuesta, que
no era nueva y que formaba parte del programa de las reformas borbónicas,
escondía cuestiones de más calado. Empeñado como estaba en incrementar
la presencia del Estado, el control lingüístico era imprescindible. La
multiplicidad de idiomas era un factor que entorpecía las labores de gobierno
y que contribuía a fortalecer eso que tanto querían disolver: la concepción
pluralista de la monarquía. Una vez puesta fuera de circulación la lengua
indígena, entonces sería más fácil suprimir ese gran foco de excepciones y de
pluralidades que era la república de los indios.
Según los apologistas de estas teorías, la anarquía lingüística se
asociaba con la anarquía social. Tal como ya habían manifestado intelectuales
de la época, la variedad de idiomas provocaba que sus usuarios permanecieran
extraños entre sí e, incluso, rebeldes respecto al orden imperial. Como los
antiguos griegos, los que no hablaban la lengua de la oikuméne eran unos
bárbaros auténticos y, por lo tanto, un peligro potencial. Otro indicio de
esta voluntad niveladora fue la sugerencia que formuló en orden a que los
indígenas abandonaran sus trajes típicos y sus costumbres. Esto facilitaría la
mezcla de todas las castas y la consiguiente unificación del populus. Pérez
Muñoz, como los liberales del siglo XIX, quería suprimir toda esa sociedad
variada y multicolor que poblaba la Audiencia.
Debe hablarse solo el idioma castellano y ningún otro –dice
Pérez– poniendo las escuelas en todas partes como está mandado. Los indios deben irse confundiendo poco a poco y a que dejen el traje, ya sus usos anticuados, ya casándolos con mestizas, etc., debiendo agregar al catecismo de doctrina una corta instrucción política58.
56. Véase la carta Nº 13.57. Citado por Demélas y Saint-Geours, Jerusalén y Babilonia, p. 28. 58. Véase la carta Nº 27.
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Por último, un factor que interesa destacar es el consejo que dio sobre
la necesidad de crear entre los americanos un sentimiento de pertenencia
a la nación española59. Para estos efectos creyó necesario implementar una
pedagogía política que fijara con letras indelebles la noción de pertenencia
al imperio y la figura del rey, en su calidad de señor máximo y depositario
absoluto de toda legitimidad. Un proyecto de esta naturaleza suponía refrescar
la memoria de los americanos a efectos de que la imaginación política operara
el retorno de los antiguos referentes.
Como se aprecia, en la época convivían por lo menos tres conceptos
de patria: la centrada en lo estrictamente local; la centrada en el Quito en
construcción; y la del imperio propiamente dicho. Estos conceptos aparecen
descritos en el boceto de catecismo que preparó para estos efectos60. La
discusión en torno a la definición de la patria y de la identidad nacional tuvo
una trayectoria todavía más larga. Muchos de los conceptos que se discutían
a fines del viejo régimen, también fueron objeto de reflexión en tiempos
republicanos. De hecho una de las grandes piedras de toque entre liberales y
conservadores fue la confrontación de dos conceptos de nación.
Todas las consideraciones que hemos expuesto, creo yo, justifican
plenamente la reedición de este singular documento. Tal como hemos venido
reiterando, la revolución quiteña es un acontecimiento complejo y que como
tal son muchas las dificultades que ofrece al investigador. Los últimos aportes
historiográficos, a la vez que han revelado dimensiones desconocidas de la
insurgencia, han abierto nuevas incógnitas y nuevos problemas. Esperamos
que la publicación del Compendio sirva para arrojar un poco más de luz sobre
un tema que todavía tiene grandes zonas oscuras.
ABREVIATURAS
AGI-S Archivo General de Indias de Sevilla.
AHBC Archivo Histórico del Banco Central (Quito).
ANH-Q Archivo Nacional de Historia (Quito).
BANH Boletín de la Academia Nacional de Historia.
59. Véase la carta Nº 28.60. Véase la carta Nº 28.
- 53 -
AA: VV., El regreso de Humboldt, Quito, 2001.
Barrera, Isaac. “Notas de historia y literatura”, en: Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Vol. XXXIII, Nº 82, Quito, 1953.
---- “Los papeles de un prócer. Documentos relacionados con el prócer José Ma. Rodríguez de Quiroga”, en: BANH, T-30, Nº 76, Quito, julio-diciembre de 1950; T-31, Nº 77, enero-junio de 1951.
Borrero, Manuel M. Quito, Luz de América, Quito, 1959.
Boussingault, Jean B. Memorias de Jean B. Boussingault, Bogotá, 1985.
Caldas, Francisco José, “Estado de la geografía del Virreinato de Santa Fe de Bogotá”, en: Obras completas de Francisco José de Caldas, Bogotá, 1966.
De la Torre, Carlos. La Revolución de Quito del 10 de agosto de 1809, Quito, 1961.
Demélas, Marie Danielle, La invención política, Lima, 2003.
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COMPENDIO DE LA REBELION DE LA AMÉRICA.
CAUSAS FISICAS, POLITICAS Y MORALES QUE LA HAN
ORIGINADO. AGENTES INTERNOS Y EXTERNOS QUE
HAN ACTUADO EL FUEGO DE LA REVOLUCION;
EFECTOS SEGUIDOS A ELLA Y ARBITRIOS PARA
CONTENER Y REMEDIAR LOS MALES; Y REGLAS PARA
PRECABER EN ADELANTE LA TOTAL INDEPENDENCIA
DE LA MADRE PATRIA.
NOMINA DE LOS TRIBUNALES QUE ERIGIERON LOS
TRAIDORES DE LA CIUDAD DE SAN FRANCISCO DE
QUITO, CUNA DE LA INSURGENCIA Y NUMERACION
DE LOS EMPLEADOS MAS PRINCIPALES EN ELLA.
POR UN AMANTE DE LA VERDAD
REMITIDA AL QUE MAS LA DESEA Y MAS OBLIGACION
Y NECESIDAD TIENE DE SABERLA
HASTA EL AÑO DE 1815
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Amigo mío. La de VM fecha 18 de junio de 1814, en que me pide le
comunique las noticias más circunstanciadas que pida de la Rebelión
de las Américas, de los agentes que han encendido el fuego de la sedición,
medios de que hayan valido para esto y efectos que se han seguido para poder
hablar con un sujeto que desea ilustrarse en esta materia y a quien U. desea
complacer, al paso que me ha llenado de júbilo por saber de su existencia, me
obliga a darle gusto y servirlo en obsequio de nuestra amistad.
Sin duda que U. ha formado concepto de que yo puedo llenar este
encargo, ciertamente por la opinión en que me tiene de ingenuo y verídico,
mas hablándole a U. con la misma verdad e ingenuidad que me caracteriza,
no me contemplo capaz de cumplir con un encargo semejante en todas sus
partes, porque siendo estas regiones tan extensas, las gentes que las habitan
tan complicadas y distintas, las causas que han concurrido para el transtorno
muy diversas, y finalmente los agentes ocultos y manifiestos inmensos como
también los funestos resultados, no es posible a mi limitada comprensión
poder individualizar y especificarlo como corresponde, sobre todo referir
los exabruptos, atrocidades, incendios, devastación, asesinatos, crueldades,
impiedades y destrucción general que ha resultado.
Con fecha 6 de Mayo del presente año de 1815, (2r) se ha insertado
en la Gaceta del Gobierno de Lima, la Real Orden de 31 de junio del próximo
pasado, en la que el Rey manda al Señor Virrey Marqués de la Concordia,
nombre sujeto o sujetos que escriban imparcialmente y con criterio la obra
de esta espantosa revolución, franqueándoles para el intento los documentos
que sean necesarios para poder demostrar la verdad de los hechos con el
(2v) CARTA 1
El manuscrito fue encontrado por el Dr. Fernando Hidalgo Nistri en el Archivo General de Indias en la Sección Diversos Nº 1. Los folios con su correspondiente numeración constan entre paréntesis, señalando verso y reverso, conforme las normas.
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fin de contrarrestar, desvanecer las imposturas y calumnias que han escrito
y aún escriben los insurgentes; al mismo tiempo que con estas noticias y
conocimientos precaver en lo sucesivo los males tan terribles que se han
experimentado y todavía se experimentan.
Con la indicada obra tendrá U. cuantas noticias quiera para tomar
conocimiento de este negocio, pero entre tanto con el fin de que forme alguna
idea regular y no coja de nuevo a su amigo su lectura, voy a referir cuanto he
podido saber, viendo, absorbiendo y criticando con la mayor imparcialidad.
Esto lo haré en cartas separadas para no confundir las especies.
Dividiré en asuntos políticos y morales, sin omitir una corta noticia
de lo físico. No espere U. sentencia de filósofos, ni dichos de Santos Padres,
sino noticias verdaderas, reflexiones sencillas y observaciones detenidas. Si
esto ya lo han hecho o dicho otros, tenga U. presente aquel texto Nihil sub sole nobun. No hablaré más en latín, griego, sino en castellano.
Dios guarde a V.Ms.As. como pide su amigo Q.S.M.B.
Amigo mío. Es verdad muy conocida de los (3v) médicos y de todo
hombre que reflexiona sobre la constitución de nuestros cuerpos el que
ningún accidente o enfermedad grave se engendra repentinamente; sino que
disponiéndose los humores paulatinamente, ya con las malas digestiones,
bien con otros desórdenes, se manifiestan algunas leves señales y pequeños
síntomas a que dan el nombre de predisposiciones antes de experimentarse
la explosión de la Naturaleza.
De la misma manera y casi con los mismos pasos sigue el hombre
en lo moral sus períodos para llegar a la gravedad del pecado mortal. Suele
empezar por actos indiferentes, por saciar curiosidades, por gustar de leves
pasiones y continuando con estos hábitos y costumbres llega por último a
cometer pecado grave. Con mucha razón mandan y aconsejan los directores
de espíritu que se eviten los pecados veniales, que resfriando insensiblemente
el alma, llega ésta al fin a caer en el último mal, como los médicos también
aconsejan y mandan la dieta y otros preservativos cuando descubren las
predisposiciones de algún grave mal para evitarlo.
Igualmente en lo político se conocen varias señales que anuncian el
cáncer y la ruina de un Estado. La inobservancia de las Leyes, críticas sobre
ellas y sobre los que mandan, desafecto a éstos y a las antiguas costumbres
originan al fin el desprecio y odio a los superiores, a las leyes mismas y a todo
cuanto más sagradamente une a los hombres en sociedad.
CARTA 2
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Nadie ignora que lo físico contribuye en lo moral y lo moral (3r) en lo
físico, y que la política bien manejada da un buen resorte a uno y otro, como
siniestramente dispuesta o torcida, causa la ruina general de un Reino entero
y puede alcanzar al Mundo todo.
Para contraerme al caso presente de la revolución de la América, es
indispensable manifestar a U. el estado físico, político y moral de este Nuevo
Mundo, para que recaiga el concepto que debe formar el general trastorno y
anarquía en que vino a terminar.
Esta noticia voy a dar a U. en varias cartas, separando en cada una los
asuntos para no confundir lo común y general, con lo particular y casos raros;
y para demostrar las causas próximas y las remotas, las directas e indirectas,
sin omitir las concomitantes; al mismo tiempo que manifestar los agentes
internos y externos que han actuado el fuego de la discordia y desolación.
Finalmente el término de los acontecimientos y de las ideas que aún se
conservan: los arbitrios que han usado para ejecutarlas y de los remedios que
contemplo útiles para calmar, disipar y precaber en lo sucesivo iguales males
que los que se están experimentando.
Dios guarde a V. ms. as.
Amigo mío. La extensión de la América es tan grande que con razón se
le nombra Nuevo Mundo; (4v) dividida en dos partes: septentrional y
meridional, incluyen dos mil y novecientas leguas, sin contar varias islas
que aún están desiertas y muchas desconocidas. En tan inmenso espacio
se encuentran todos los temperamentos de cálido, calidísimo, frío, helado,
templado regular e irregular, seco, húmedo y cuantos se conocen en las
otras tres partes del mundo antiguo. Hay además otro natural y artificial a un
tiempo, esto es que debiéndo ser calidísimo e inhabitable, según principios
de física y de razón, es, no obstante, frío, habitado y muy poblado; éste
es el de la Provincia de Quito, que colocada en la zona tórrida y casi en la
misma línea equinoccial, se halla sembrada de volcanes y cerros nevados,
los que despidiendo contínuamente partículas nitrosas, mantienen siempre la
atmósfera fría y aun helada y expuesta contínuamente a ser envuelta en las
ruinas de los Vesubios que frecuentemente echan sus bostezos y mueven la
tierra con mucho impulso, guardando un período extraordinario de veinticinco
o treinta años en trastornar espacios muy considerables de terrenos, como
los de los Corregimientos de Guaranda, Riobamba, Ambato y Latacunga,
que nunca podrán por esta razón fomentarse, ni aun contar con su natural
existencia.
Descubierta esta nueva parte del Globo por Cristobal Colón en
tiempos de los Reyes Católicos, Dn. Fernando y Da. Isabel, empezaron a
verse en España y en toda Europa frutos y producciones que excitaron la
admiración de todos por la novedad. (4r) La abundancia de plata y oro fueron
los vehículos que arrastraron los corazones e hicieron vencer dificultades,
al parecer insuperables, a los muchísimos que transpasaron a este nuevo
CARTA 3
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hemisferio. El deseo de permanecer en un país descubierto y conquistado con
trabajos, peligros y valor de ellos mismos. Por otra parte no hallando en él
aquellos frutos y mantenimientos a que estaban acostumbrados, fueron poco
a poco haciendo conducir de la Europa, plantas y semillas que han llegado a
conseguir casi todas la producciones de España.
Los caballos, asnos, mulas, toros, cabras, carneros, pavos, palomas,
perdices, gallinas, puercos, conejos, gatos, perros y otros varios animales
desconocidos en estas regiones enteramente abundan en el día de un modo
prodigioso.
Las legumbres, frutas, flores y hortalizas, en la misma forma se han
multiplicado, pero no todo en todas partes, sino con proporción y regularidad
a los diversos temperamentos.
Hay tierras fértiles y feraces; las hay muy estériles y malas; se
encuentran arenales muertos muy dilatados, cangaguales muy extensos,
bosques y montes infinitos y casi lo más inculto y despoblado.
Los frutos que antiguamente servían de mantenimiento a los naturales
eran en países fríos las papas, las ocas y algunas raíces, usando el maíz
tostado como de pan y del mismo grano, que llaman sara, sacan la chicha,
que es la bebida común, la cual fuerte y bien fermentada embriaga. Las carnes
que comían eran la del cuy o conejo de indias que parece a una rata; la del
runayama u oveja de la (5v) tierra, que es como un camello pequeño; y la de
vicuña y alpaca, especie de cabras con pelo muy fino; pero esto era cuando los
emperadores ingas las cazaban y repartían a sus vasallos, hablo en cuanto al
Perú. En el Reino de México, variaban en cuanto a la bebida el pulque, que es
un licor fermentado sacado de una especie de pita; y en las carnes humanas
de que gustaban mucho.
El pescado, plátano, con las raíces de yucas, casabe y otras eran y son
las comidas de las tierras calientes con las carnes de saíno, que es un especie
de puerco que tiene el ombligo sobre el lomo y la de la tatabra que es más
pequeña que el saíno y los monos negros y machines. Ya se han introducido
la comida de pan de trigo y las bebidas de vino y aguardiente con exceso.
Se encuentra una infinidad de animales raros y de aves de exquisitas
plumas. Las minas de todos metales son muchas y las hay abundantes. Todo
el cual conjunto, al paso que hacen muy ricas estas regiones, constituyen a
sus habitantes engreídos y soberbios.
Los indios, que eran los hombres que poblaban estas tierras, son
robustos, fuertes, muy sufridos, demasiado constantes y aún tenaces en
conservar sus usos y costumbres, color cetrino y despiden un olor de sus
cuerpos bien desagradable como de leche agria. En otra hablaré a U. de los
blancos, negros y demás clases que habitan y pueblan estas (5r) regiones.
Entre tanto quedo rogando a Dios guarde a U. ms. as.
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Amigo mío. Continuando la noticia que ofrecí a U. en mi anterior le digo
que los hombres blancos que viven en esta tierra son los unos europeos
y los nacidos en ella se llaman criollos, estos son hijos de los europeos
mismos o de los descendientes de éstos. Son dichos criollos ágiles y muy
vivos, generalmente inconstantes y cuando no tienen mezcla de otras castas
se asemejan mucho a los mismos que vienen de la Europa. El mestizo es hijo
de blanco y de india: nacen con una mancha verde en la rabadilla, la cual
desaparece del todo a la cuarta generación, si antes no vuelve a haber otra
unión con blanco y entonces pierden la nominación de mestizos, que en otras
partes llaman montañeses. Dicho mestizo es fornido, membrudo, fuerte, de
cara ancha, despide un olor de su cuerpo como de levadura, el color es más
o menos blanco, según el respectivo al de su padre y al clima en que nace, es
holgazán y ocioso. Los negros traídos del Africa han procreado muchos de su
mismo color que se nominan negros criollos y de unos y otros han resultado
muchas castas. El negro es duro, pesado y taciturno, (6v) despide un olor de
almizcle desagradable como el del grajo. Mulato se llama el hijo de blanco y
negro, su color es bazo ceniciento, es fuerte, más ágil que el negro, atrevido y
despide un olor de almizcle no tan activo como el de su padre.
Zambo es otra clase formada de negro y mulato, su color obscuro
se inclina más al negro; es muy robusto, fuerte, atrevido, duro y porfiado.
Despide un olor mixto de cabrío y ovejuno. Los hijos de los zambos y mulatos
siguen con nombre de cuarterones, quinterones, sexterones, donde suelen
confundirse regularmente con mezcla de blanco o si no con salto atrás, que
es decir que en esta generación vuelve a salir negro enteramente.
CARTA 4
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Hay también zambo de indio y negro, saca un color aceitunado que
nunca pierde a no mezclarse con blanco. Son tan celosos de su color los
zambos de Esmeraldas y del pueblo de la Canoa, en la costa del sur, que no
permiten que algún blanco viva con ellos, más que el cura a quién ponen para
que lo sirva una zamba vieja. Estos zambos son aún más altos, son flojos y
despiden un olor semejante al del zorro.
De las clases referidas, salen algunos albinos, bien por la fuerza de
la fantasía de la madre, que apetece blanco, (6r) bien por alguna otras causa
física que se ignora. Lo cierto es que estos albinos ven muy poco y su color es
un blanco muy raro, que sólo con la expresión de un sujeto que dijo era color
metafísico, podrá explicarse; despiden un olor ácido carbonoso.
A esto se reduce amigo mío, la noticia física de la casta de gentes
que pueblan este hemisferio: paso a dar a Vm. en las cartas siguientes la
perteneciente a lo moral.
Entre tanto ruego a Dios guarde su vida por ms. as.
Amigo mío. La religión de los indios, fue el politeísmo, pero el Sol era la
principal deidad, a quien rendían todas sus adoraciones, no obstante que
hubo entre ellos algunos que traslucieron una suprema causa. Tan arraigados
estaban en su creencia y eran tan observantes de los ritos y ceremonias
que, a pesar de toda la luz evangélica y excelencia del cristianismo, no se
han desprendido enteramente de la superstición. Es verdad como diré a U.
después, que la mala política ha contribuido mucho a mantenerlos ignorantes
e incrédulos.
Conservan los indios fuera de la religión casi todas sus costumbres
en la celebración de matrimonios, en los entierros y fiestas, también todas
sus moralidades (7v) buenas y malas. La poligamia es general, mantienen a
lo menos una concubina que llaman Amasia. Es común el incesto entre ellos
y hasta en el grado más inmediato. La embriaguez los caracteriza y, como ni
el hurto, la tienen por pecado. El engaño y la mentira les es connatural.
Conocen la hospitalidad entre ellos y mutuamente se ayudan en sus
necesidades y en las que llaman obligaciones.
No aspiran a cosas grandes, ni desean mucho. No agradecen el bien,
ni tampoco sienten mucho el mismo mal.
Esperan la resurrección y vuelta de su Inca, aludiendo a esto sus
trajes, cantos fúnebres y sus danzas con representaciones, especialmente la
de la palla. Son pacíficos, humildes en la apariencia y abatidos, pero luego
que se contemplan superiores, descubren la fiereza de un tigre y todas las
CARTA 5
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propiedades y crueldad de los cobardes. Tanto al blanco como al negro,
tienen odio mortal, porque sólo para ellos están destinadas estas tierras a la
vuelta de su emperador. Son tan inclinados a la idolatría que, con razón, un
concilio limense dispuso que en la colecta de la misa se pida a Dios que no
permita vuelvan a su antigua idolatría. No puedo omitir un suceso que hubo
en el Cuzco con un indio de buena vida que después de haber sido cura llegó
a entrar en el coro, de Canónigo, de (7r) aquella Catedral; estando en la última
enfermedad, después de recibir los Santos Sacramentos, hizo llamar al Señor
Obispo y le dijo estas terminantes palabras: Señor Illmo., en descargo de mi
conciencia hago presente a S.I., que los indios somos muy propensos a la
idolatría y que yo he estado varias veces dispuesto a idolatrar, mas Dios ha
querido libertarme al fin por su misericordia.
Mueren por último sin el mayor sobresalto.
El mestizo es un hombre ni blanco ni indio que tiene de las malas
inclinaciones de uno y otro, hijo regularmente de ilícito ayuntamiento: cuando
le acomodan las circunstancias es indio y cuando no, es tan blanco y más
caballero que el primero. No tienen educación y son más ignorantes que los
mismos indios. Están entregados a la ociosidad y a todos los vicios que a ella
son anexos.
Los mulatos, zambos, cuarterones y demás castas conservan a
proporción algunas moralidades de sus padres del Africa y en la Religión
Cristiana han mezclado parte de aquellos fetiches que veneraban en sus tierras;
esto es, en la misma devoción que manifiestan, mezclan varias supersticiones
por un efecto de la poca instrucción que tienen en los principios ciertos de
nuestra Religión Santa, como sucede a los Indios. A la gente de color son
inherentes la lujuria y la embriaguez y no escasean el robo y la mentira.
La caridad no les es desconocida y son más fieles (8v) que los indios.
La generalidad de mi aserción no es tan extensa que no se exceptúen muchas
gentes de color que son muy buenas y también algún otro indio.
Hablaré a U. en carta separada de los blancos y entre tanto a Dios que
guarde a U. Ms. As.
Amigo mío. Toda comparación es odiosa más que ver igualar al blanco
europeo con el criollo sería agraviar a la razón. No obstante se encuentran
algunos europeos en estos países que deshonran hasta la humanidad
misma.
Los que han poblado estas inmensas regiones han sido soldados,
marineros, desertados, empleados que ha mandado el Rey, criados que han
traído, aventureros, polizones, frailes, extranjeros y muchos comerciantes.
La moral conducta de éstos ha sido y es acomodada a los principios
de educación respectivos a cada uno. Y mejorando muchos de fortuna, se
acuerdan no sólo de lo que veían hacer a sus padres, abuelos, parientes o
vecinos, sino que procuran imitarlos, manifestando sentimientos honrados
y obras benéficas al pueblo. Casi todas las obras públicas y fundaciones de
caridad de las Américas son hechas por españoles europeos y con los bienes
que han adquirido ellos mismos.
Procuran educar a sus hijos con la regularidad (8r) que ellos fueron
o vieron en otros ricos de su país y al mismo tiempo tratan a sus mujeres
con estimación y a veces con bastante contemplación, de la cual conducta se
originan el afecto general del bello sexo a los europeos y la envidia y odio general
del criollo. Los hijos, extrañando la sujeción y recogimiento que no ven en sus
paisanos y condiscípulos de la escuela y que se les reprende y castiga aquellas
libertades que los otros usan impunemente, viven resentidos e incómodos,
hasta que falleciendo sus padres, desplegan todas sus inclinaciones y deseos;
y estrellándose en los escollos y bajos de la lujuria, destruyen su naturaleza
CARTA 6
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y consumen muy en breve el caudal y bienes de sus padres en el juego y en
las oficinas de Baco. A esta causa y no a otra es preciso atribuir la oposición,
el odio y mala voluntad de los hijos criollos, que estremece la naturaleza,
oprovia la razón y que una constante experiencia enseña.
Los nietos, bisnietos y demás descendientes de los mismos europeos
continúan con desafecto a sus mayores y a la misma España, pero no con el
ardor y entusiasmo que los mismos hijos de aquéllos; y solamente se acuerdan
de sus antepasados cuando se trata de hidalguía y de nobleza, que entonces
dicen con mucha satisfacción: mi padre o mi abuelo fueron de España.
Dios guarde a U. Ms. As.Amigo mío. Dejé para esta carta hablar (9v) de la moralidad de los frailes y
demás eclesiásticos como también de los muchos extranjeros que se han
domiciliado a pesar de las leyes y cédulas que lo prohíben, para no mezclar
muchas cosas juntas y no confundir las especies. Los frailes, tan útiles por su
instituta, no teniendo lo necesario para mantenerse en sus conventos, les ha
servido de pretexto para tratar y contratar como seglares, vivir y beber con
ellos, pasear, jugar y mezclarse en todos los asuntos temporales. Suelen no
usar de hábitos fuera del convento y tienen muchas haciendas donde viven
con sus concubinas e hijos.
Los párrocos imitan estas costumbres y vicios, y las curanas, (así
nombradas en los pueblos) son las damas de más mérito, de más lujo y
conveniencias a costa de los feligreses.
No tendría razón Voltaire, ni algún otro impío en decir que los
eclesiásticos eran infructuosos al estado y a la población, pues hay lugares
enteros descendientes de clérigos y frailes.
En comprobación de esta verdad, que está demostrada por la misma
publicidad, referiré a U. algunos pocos casos. En Panamá, habiendo hecho la
visita del Obispado el Sor. Dn. Remigio de la Santa (ahora Obispo de la Paz) se
vino trayendo a un cura que encontró amancebado cuarenta años había con
una negra de la que aún le vivían siete hijos mulatos. Dicha negra mandaba al
cura y le hacía trabajar en el monte y traer cargas de leña a cuestas. Lo puso
en un convento dicho Illmo. (9r) Obispo para corregirlo y a un tiempo que lo
enseñaran a leer que ya ignoraba.
CARTA 7
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Pocos años hace murió un cura del Obispado de Quito, el Dr. Salvador,
quien en el artículo de la muerte declaró su casamiento legítimo y heredaron
sus muchos hijos el caudal que dejó.
También hace poco tiempo que murió el Dr. Lara, Clérigo Sacerdote
de Ambato, Diócesis de Quito y dejó cincuenta y dos hijos habidos en indias,
mestizas y blancas.
En el mismo Obispado vive el Dr. Sánchez, cura de Papallacta, casado
antes de ordenarse y descubierto después, ha sido sentenciado por el Obispo
Diocesano, el Sor. Cuero y Caicedo, a que viva seis meses con la mujer y otros
seis meses del año separado de ella. Esto huele algo a la Iglesia Griega.
En la provincia de Guayaquil murió años pasados un fraile apóstata
del Cuzco y dejó entre hijos, nietos y bisnietos, ciento quince personas.
Lo extraviado de muchos curatos, la falta de trato y comunicación que
hay en ellos, la rusticidad e ignorancia da margen y sirve de pretexto a que los
curas para huir a ellos previenen lo primero una mujer que los cuide, que con
nombre de cocinera, es después la curana y señora del pueblo.
No piense usted que exagero, ni menos que yo (10v) sea contrario
al Estado Eclesiástico, antes lo venero y respeto, pero siento su relajación.
Tampoco incluyo en esta noticia a muchos frailes y clérigos, aun curas, que
son de conducta irreprensible y al paso que los más obscurecen con las
sombras de su mala vida el Estado más perfecto, estos resplandecen como
antorchas luminosas y transparentes.
Los Reverendos Obispos, regularmente ancianos, con caminos
fragosos que andar en lo dilatadísimo de sus obispados, no hacen visitas.
Suelen mandar visitadores, que más bien dañan que no remedian los
desórdenes.
Los Provinciales de las Religiones, van a salir de su trienio con aumento
de su caudal. Y si vienen reformadores y misioneros, se hacen muchos de
ellos a las costumbres del país a los pocos años.
Los extranjeros que han venido de cocineros, reposteros, ayudas
de cámara y otras ocupaciones semejantes con los Virreyes, Presidentes,
Oidores y otros empleados han aumentado bastante población y también han
introducido algunas costumbres italianas y francesas y hasta opiniones bien
perjudiciales a la religión que profesamos. En la parte política hablaré a U.
más de estos extranjeros, entre tanto Dios guarde a U. muchos años.
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Amigo mío. He dejado para hablar de la simonía en carta separada por
ser el origen de los más (10r) de los males y desórdenes de la moral
cristiana. Si señor, la simonía, que desde el tiempo de los apóstoles se
empezó a introducir en la Iglesia de Jesucristo, este pecado contra el Espíritu
Santo, tan desagradable a Dios, que según la expresión del Evangelio, no se
perdona en este Mundo. La simonía, vuelvo a decir, está tan extendida en las
Américas que puede decirse que tiene en ella su habitación. Ordinariamente
abrazan el estado eclesiástico, hombres que no tienen otra vocación que
asegurar la subsistencia y recibir a un tiempo carácter para ser respetados y
temidos, obrando impunemente y cebando sus pasiones con más ostentación
y desembarazo. Los padres, no sólo aconsejan a sus hijos tomen esta carrera
sino también los amenazan con perder su gracia y amor, si no se sacrifican a
sus miras e ideas temporales. Con este principio estudian a veces ni lo preciso
para poder ordenarse y la necesidad que tienen los Obispos de proveer los
curatos hace no reparar en visiones, como suele decirse, y en tres días de
fiesta seguidos, se encuentra ordenado de Sacerdote y Cura, el que en otra
parte no sería capaz de ser monacillo de una parroquia. Formado el plan de
enriquecer y ascender a mayores dignidades, van al curato, no a cumplir con
sus obligaciones, sino a exigir de los feligreses cuanto les parece, juntando
muchos pesos para tener cómo gratificar o comprar otro más pingue beneficio
sin reparar en los medios más (11v) despreciables y ridículos. Remiten por
último a sus agentes en Madrid cantidades considerables y suelen conseguir
canongías y algunos otros también Obispado, especialmente en tiempo del
anterior Gobierno, en cuyas experiencias se fundan para afirmar públicamente
que sólo con plata se consigue algun empleo, llegando a tanto el abandono
CARTA 8
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sobre esto que no se avergüenzan de decir en público, que han mandado
unos ocho mil pesos, otros seis y otros más para obispar o mitrar.
Quisiera omitir del todo casos particulares sobre la conducta y manejo
de los curas, pero me parece indispensable referir a VM. algún otro para que
forme cabal concepto.
Vi en un pueblo grande del Obispado de Quito la costumbre y
superstición que había el día de difuntos, y lo mismo sucede en todos los
pueblos donde los curas venden la acción de responsear a los Frailes Sacerdotes
o Legos y a los clérigos o monacillos, que por diez, doce o veinticinco pesos
toman salvoconducto del párroco para trabajar todo el dicho día en los
términos siguientes. Se ponen un boquete o sobrepelliz, previenen un tinajo
de agua con un hisopo muy grande y comienzan a responsear en términos
que ni se sabe, ni casi se oye lo que dicen, solo si se advierte el charco de
agua que van haciendo, con la que rocían con el hisopo a lo cual acuden los
indios con las ofrendas que tienen (11r) puestas en el suelo en el cementerio
y echados ellos también sobre la tierra aplican de cuando en cuando el oído a
ella con mucho tiento y dicen que sienten al difunto que chupa de la ofrenda.
Se ríen de estos los curas y responsandores, pero los dejan en su ignorancia
porque siga el tráfico hasta la noche, siendo un continuado comprar de los
indios el mismo pan, fruta, chichas, huevos, pollos, cuyes y otras materias de
sus ofrendas, a los mismos echadores de agua, que van reduciendo a plata
toda su mercancía.
En los casamientos, y sobre todo en los entierros, es donde tienen sus
granjerías principales. Piden los derechos que quieren y han inventado varias
cosas para aparentar pompa, ya que cruz alta, ya cruz baja y de palo, ya posas
y acompañamiento, donde no hay más que el cura ordinariamente, ya en fin
otras cosas impropias con el fin de llevarse lo poco que deja el difunto.
No dejaré de referir a U. un caso raro que sucedió en un lugar de la
misma Diócesis, donde el cura inventó un entierro de Dean y Cabildo. Dispuso
doce opas de bayeta con roquetes de tucuyo o lienzo de algodón de la tierra,
los hacía poner a doce cholos o indios, los que iban con el cura por el cadáver
y entrándolo en la Iglesia le cantaban algunos versículos de los salmos que
les había enseñado el Párroco y por este Dean y Cabildo llevaba (12v) cien
pesos fuertes, fuera del veintiuno de a nueve y otros derechos comunes a
los blancos. Por esto y otros muchos motivos y porque ponía de penitencia
en el confesionario le dieran tantos y cuantos pesos, hicieron que permutara
el curato con otro que era lo mismo, los cuales aún viven, habiendo sacado
doce o catorce mil pesos fuertes en muy pocos años de unos pueblos que en
realidad de verdad no valen otro tanto.
Dios guarde a Usted muchos Años.
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Amigo mío. Colocados en los empleos hombres de poco mérito y en las
Audiencias sujetos de poca literatura, se han manejado con mucho
abandono y desarreglo, prostituyendo sus empleos, vendiendo la justicia
y causando muy graves males y escándalos con su descarada conducta.
Los criados favoritos, a veces extranjeros, han sido los conductos de la
prostitución, logrando al fin algún empleillo lucrativo en recompensa de sus
servicios y alcahueterismo. Estos, formados ya hombres de República, se
acuerdan de Génova, Milán, etc., y celebran sus costumbres, leyes y demás
con menosprecio de las de España. Los naturales del País, o criollos, no tienen
a menos darles sus hijas para mujeres y esposas, pero con todo los critican
y los desprecian, echándoles en cara (12r) cuando se les antoja, que fueron
cocineros, etc. Ellos, comparándose con los indios, mestizos y demás castas,
se encuentran muy superiores y a lo menos iguales a los padres de los que
murmuran y zahieren.
Lo mismo sucede con los pulperos y mercachifles que, enriqueciendo
con su industria y trabajo, les echan en cara sus principios de marinero,
soldado desertor, polizón, etc. resultando varias riñas, alteraciones, etiquetas
y envidia, que transmitiéndose de unos a otros ha venido en terminar en un
aborrecimiento mutuo y odio mortal.
En la infausta época del gobierno anterior se han vendido Presidencias,
Togas, Obispados y demás empleos, lo que ha contribuido a generalizar los
males, el desafecto a las leyes y al Gobierno y el mirar como tiranos a los
jefes que venían, no tan solamente de los hijos del País, más también por los
CARTA 9
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mismos europeos, pues todos igualmente han sido sabedores de los excesos
y participantes de los efectos de la mala administración de justicia.
Verse, amigo mío, con un Virrey, Presidente, ahijado de un Señor
Ministro que volvía o hacía volver originales las quejas que se dirigían al
Rey contra alguno de los ahijados; o algún cobachuelista remitir copia de las
representaciones. ¡Ah! es cosa bien pesada. Por esta causa y por la distancia
que hay al Trono, sobre todo por (13v) evitar un golpe de arbitrariedad de
estos jefes, los principales y más ricos de estos países rendían una adoración
tan extraña a estos falsos simulacros que, con lo espeso de los humos de la
adulación, les embotaban también todos los sentidos. Por manera que los
obsequios grandes por una parte prestados con el mayor abatimiento y por
otra admitidos por hombres de ningún mérito, engreídos con lo mismo que
ni esperaban, ni merecían, se han hecho insoportables y han arrastrado el
nombre de su odiosidad hasta el de la autoridad del Gobierno que los había
colocado. En otra carta, amigo mío, hablaré a U. de otros motivos políticos
que igualmente han concurrido. Dios guarde a usted muchos años.
Amigo mío. Los criollos están persuadidos a que son conquistados. Este
error es común y de él se origina aquella natural aversión que hay entre
el conquistador y el conquistado. Podían reflexionar que sólo hubo indios en
estas tierras, que fueron los subyugados y que ellos descienden de los españoles
y por eso son blancos. También podían ver las leyes que los mandan, que son
iguales y las mismas que rigen en España. De la misma suerte podían saber
que los españoles y ellos mismos gozan y viven (13r) con más desahogo y
libertad que los que habitan en la Península. Sí, amigo mío, tanto en lo moral,
como en lo político y civil, hay mucha más franquicia. Lo que se paga de
contribuciones, fuera de aduanas, es muy poco y cuando se intenta imponer
o aumentar algo sobre el cabezón de las haciendas o estancar algún ramo,
para que alcance a subvenir a los gastos del Estado, les causa mucha novedad
y luego empieza el fermento de la rebelión.
Igualmente están persuadidos los criollos, que los Gachupines, en el
Reino de México, o chapetones en el resto de la América, que significa ladrón
una y otra palabra, son efectivamente los españoles europeos, afirmando que
éstos han robado a los indios hasta las tierras. No quieren estudiar lo que es
derecho de conquista y absolutamente no desean reflexionar sobre lo mismo
que afirman, pues si los europeos han tomado tierras y las han cultivado, ha
sido para formar haciendas que aunque les hayan producido utilidad, al fin las
han dejado para los criollos mismos. Según el sistema y modo de raciocinar
de éstos, deben ellos mismos restituir a los indios estas mismas haciendas
porque están en sus tierras y no haciéndolo, son poseedores de mala fé o
ladrones según como nombran a sus padres que les formaron con su industria
y trabajo establecimientos que les dan de comer y les hacen subsistir. Tampoco
CARTA 10
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quieren saber que Dios crió el Mundo para el hombre y (14v) que lo maldijo
a que con el sudor de su frente comería el pan, que en la agricultura, está
más bien manifestado el trabajo corporal; y que legítimamente, puestas estas
tierras en dominio de los Reyes de España, las mandan dar graciosamente
al que las denuncie, para su cultivo y labranza, sin exceptuar indio, blanco,
ni clase alguna. Con estas disposiciones se han ido beneficiando terrenos,
aumentando poblaciones y extendiendo el comercio.
El indio tiene tierras propias, aún más de las que puede cultivar; hay
en todos los pueblos tierras que llaman de comunidad, donde mantienen sus
cabezas de ganado y pueden sembrar lo que les de la gana, mas como ellos
se contentan con poco, suelen no sembrar más que sus guasipungos. Nadie
les ha quitado el derecho de denunciar y cultivar cuantos terrenos gusten,
pues en ellos harían gran beneficio al Estado. Caben en las Américas más de
treinta partes de habitantes de los que hay en solas las campiñas, montes y
selvas incultas; luego a las Américas, se seguiría el mayor beneficio y aumento
de valor en que se beneficiasen los campos y desiertos. Por tanto, está muy
preocupado el ignorante que diga que a los indios les han quitado hasta sus
tierras. Ni se puede decir tampoco de los pedacitos que ellos se contentan
laborear, pues éstos los saben defender y aún introducirse en los del vecino y
formar pleitos que (14r) suelen ganar aun con la justicia obscura, porque las
leyes favorecen mucho a los indios y sus agentes y protectores abusan de la
confianza que de ellos hacen las mismas leyes.
Se extiende a mucho más la ignorancia del criollo. Dice y piensa
que la plata que va a España es robada, sea de los comerciantes, sea la
perteneciente al Real Erario; ni pretenden, ni quieren saber la inversión de
ella, ni lo que cuesta mantener estos dominios en paz y de las acechanzas de
los extranjeros. Otros varios errores manifestaré a U. en otra carta entre tanto
ruego a Dios guarde su vida muchos años.
Amigo mío. Parecerá increíble que después de tres siglos se ignore en la
América qué cosa es Rey; qué cosa es Patria y qué cosa es España.
La Patria entienden precisamente el suelo y el lugar donde han nacido
y el que más extiende su conocimiento a la capital o ciudad más grande de su
provincia.
Por España entienden estos naturales una ciudad grande y así es que
preguntan como mucha frecuencia: ¿Vm. conocerá en España a Dn. Fulano
de Tal? A mí me preguntó un abogado de Quito, ¿Conocerá en España a D.
Andrés Sánchez? En otras partes me han preguntado igualmente por otros y
no es decir indios, ni mestizos, sino gentes blancas.
De la misma forma han solicitado otros (15v) muchos que les dijera
si el Rey era algún hombre. No hablaré a U. de otras infinitas extravagancias
que preguntan sobre lo que come el Rey, sobre su vestuario, sobre su servicio,
porque sin duda pudiera U. pensar que yo me burlaba o que quería referir
aquellas novelas de encantamientos con castillos y damas. No, amigo mío,
es indubitable tal ignorancia a excepción de los que han viajado a Europa y
algunos otros que hay de bastante instrucción. El pueblo bajo y rudo, ¡ah! es
una lástima. Han solicitado varios negros de los trapiches y de minas de oro
donde he estado, que decidan en las apuestas que tenían hechas sobre que
el negro que entraba en España lo capaban. Ganó un negro que disputaba
CARTA 11
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contra todos. En vista de ésto, ¿sabrá esta gente las obligaciones que deben al
Rey y cómo deben respetarlo, amarlo y servirlo? No es mucho que los corifeos
de la rebelión hayan logrado tantos prosélitos y secuaces.
Dios guarde a Usted muchos años.
Amigo mío. No hay cosa más celebrada que el Código Indiano y el
Solórzano por hombre de angélico entendimiento. Nada importa que el
moderno autor del papeleo de las mitas del Perú diga lo contrario, porque el
verdadero mérito siempre es admirado de los verdaderos sabios.
No ha habido en el Mundo legislación (15r) alguna que no se haya
mudado y que de cuando en cuando se renueven sus instituciones, porque las
costumbres y los usos insensiblemente van corroyendo hasta los cimientos
del político edificio.
El Rey y el Supremo Consejo de sus Indias han procurado reformar,
aumentar y cercenar cuanto les ha parecido conveniente para conservar en
vigor las leyes y establecimientos de indias con el fin de mantener en paz y
sosiego a los habitantes de este hemisferio: mas, por desgracia, los tribunales
y los que han gobernado, han abusado de la autoridad y no han dado el
debido cumplimiento y de esta falta de obediencia han provenido los abusos
y males que ha habido, hay y aún continuarán si no se toman los remedios
correspondientes.
Los indios todavía hablan su propio idioma después de tres siglos de
conquistados. Conservan sus usos e inclinaciones y aún esperan la venida de
su Inca, quien los ha de volver a su primitivo estado, según tengo manifestado,
en la parte moral.
CARTA 12
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La lengua Inga es dulce y expresiva para cosas de amores, pero carece
de afluencia y principalmente de todos los términos y palabras de artes,
ciencias y otros indispensables para manifestar la utilidad y la necesidad de la
sociedad. Tiene dicho idioma alguna semejanza y varias palabras vascuences
y tanto por esto como porque los indios se gobiernan en sus comunidades al
modo de los vizcaínos, (16v) aprenden estos con bastante facilidad el lenguaje
de los indios.
Muchas y repetidas cédulas Reales han venido para que no se hable
más idioma que el español, que en él sólo se enseñe y explique la Doctrina
Cristiana. Que los curas no sean examinados en lengua de Inga para obligarlos
así a comunicarse en castellano con sus feligreses. Que se pongan escuelas
de primeras letras en todos los pueblos con el fin de civilizarlos e ilustrarlos, lo
que conseguido, ellos mismos se confundirían con otras clases, avergonzados
de sus preocupaciones y de lo mismo que hasta ahora tan tenazmente
conservan.
No puedo omitir un suceso por el que conocerá VM. la ignorancia a
que los tienen sujetos los que por sus ideas e intereses particulares no han
querido dar cumplimiento a las leyes y Reales Ordenes para que se cuide de su
instrucción. Cuando los blancos quieren formar algún alzamiento empiezan
por imbuir en los Indios cosas y asuntos de aduana, cuya palabra para ellos
es un ente de todas las figuras y formas que se le imagine dar, pero siempre
lo más malo que se puede concebir, por lo cual en Quito y en otras muchas
partes no se da nombre de aduana sino de Alcabala a la Administración de
aquel ramo.
Da. Gertrudis Trigo, esposa del Regente de la Audiencia de Quito, fue
acompañada de varios (16r) caballeros de esta ciudad a pasearse a la villa de
Ibarra. Al llegar al asiento de Otavalo, un chusco pícaro de la comitiva dijo a
un indio: aquella que va a caballo montada como un hombre con su cigarro
en la boca tan prieta y tan fea es la Aduana disfrazada. Esto solo bastó para
que aquella misma noche hubiera una alarma de los indios pidiendo a gritos y
alaridos desconcertados que les entregasen a la Aduana para matarla y si no
que morirían todos los que la llevaban.
Se vieron tan apurados todos que hubieron de huir a caballo por el
páramo de Mojanda y llegaron al día siguiente a Quito, cansados y estropeados,
sin haber llegado al término de su paseo.
Lo mismo sucedió con otros que conducían una tambora, primera
que llevaron a la villa de Ibarra y habiéndola visto por el camino unos indios
de Agualongo preguntaron lo que era y uno de los conductores dijo: es la
Aduana. Separóse el indio y a poco, salen al camino cuadrillas de indios con
piedras y palos que acabaron muy en breve con la tambora y con los que la
llevaban, pues aquella la hicieron pedazos y a éstos los maltrataron y si no
hubieran huido, los hubieran muerto. Dios guarde a U. muchos años.
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Amigo mío. La distancia del trono (17v) como en otra anterior tengo dicho
a U. es causa de que los rayos de la Majestad lleguen con poca fuerza,
porque en el camino tocan en cuerpos opacos que absorben su luz.
La Ley justa y sabia que manda que cuando se gana o saca alguna
providencia con obrección y subrección se obedezca y no se cumpla; al paso
que es la mas arreglada produce muy graves inconvenientes. El Presidente,
Gobernador o Audiencia que quieren perder alguno, dicen que ganó con
obrección o subrección y representan a su R.M., si es necesario, fraguando
alguna información a su antojo; y tiene U. que el pobre que ganó, se queda
perdido y tal vez sin esperanza de poder recuperar su opinión. En estas y otras
diligencias o le coge la muerte o se va su enemigo y él queda arruinado. Las
residencias se hacen de perspectiva, sólo que haya algún pudiente sentido
y agraviado por el residenciado, que entonces, hasta sacan de quicio las
pruebas y diligencias y hasta calumnian al juez residenciado, hallándose
testigos siempre que el Poderoso quiere para probar cuanto se le antoja.
La falta de correos de la Península y mala disposición en que se
halla su dirección a estos países y los dependientes que suele haber de
poco mérito y ningunas circunstancias han causado y causan muy graves
daños y perjuicios. Se pasan cuatro, cinco meses y aún más, en (17r) venir
una correspondencia, que llegan aglomeradas; en estos meses maquinan
los enemigos del Estado mil noticias y patrañas que extienden con mucha
facilidad en Gacetas y papeletas impresas en Jamaica, arraigando en los
entendimientos y corazones bien dispuestos, todas sus ideas de subversión e
independencia que no pueden desvanecerse con la llegada de un solo correo
CARTA 13
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marítimo de la Península, las que pasado éste vuelven a desenvolver los
agentes de la desobediencia con otras nuevas que ya tienen preparadas. Los
dependientes de los correos, sacrifican la confianza pública y, adulando a
los jefes que mandan, les entregan las cartas que tratan de su conducta y las
quejas que se dirigen contra ellos a la superioridad; no atreviéndose con esto
mucho a dar parte, como harían en tiempo oportuno para remediar los males.
Aconteció la rebelión en Quito el año pasado de 1809 y habiendo dado cuenta
al Virrey de Santa Fé, mediante un Propio que hice con un pliego a la villa de
Ibarra, con encargo a Dn. Antonio Melo, Administrador de Correos, para que lo
dirigiera con un expreso ganando horas al señor Virrey tuvo por conveniente
dicho Administrador abrirlo y, enterándose en su contenido, lo dirigió a la
Junta Revolucionaria de Quito, quien decretó mi total exterminio. No es del
intento hablar a U. de las circunstancias que esto (18v) me ha acarreado, sólo
sí que habiéndose restablecido la legítima autoridad lo hice presente y nada
se adelantó, ni se castigó, ni menos se remedió.
Siguen en el mismo pie en Quito las correspondencias y por ellas
se está persiguiendo a los fieles y leales Realistas. Dios guarde a U. muchos
años.
Amigo mío. El abuso que se ha hecho del estudio de las leyes ha creado un
cuerpo de jóvenes habladores y sueltos que no respetan lo más sagrado:
se gradúan con la mayor facilidad, y aunque sea de bachilleres, todos toman
y se les dan el título de doctores, llegando a tal abuso esta nominación que se
da a todo el que gasta hábitos clericales o están vestidos de negro. El comercio
con las islas extranjeras ha producido un manantial de papeles con títulos
pomposos de libertad del hombre, del ciudadano, derechos éstos que han
inficionado primero el corazón de aquellos jóvenes corrompidos y éstos con
los aplausos que han logrado, han hecho trascendental el contagio a muchas
gentes incautas e ignorantes.
Los Anglo-americanos, desde el principio de su independencia, han
procurado inspirar el mismo modo de pensar en toda la América para que
siga su (18r) contagio. Se habla con la mayor liberalidad y entusiasmo de la
felicidad de aquellos republicanos y sobre todo de la libertad de conciencia que
tanto halaga las pasiones; y en realidad de verdad digo a U. que en ninguna
parte se vive con más desahogo que en estas Américas Españolas, donde ni
se castiga el amancebamiento, ni el juego prohibido, ni la embriaguez, ni casi
el robo, ni homicidio y donde ni se sabe el que cumple con la Iglesia, pues ni
se recogen cédulas. Con todo desean y ansían la novedad.
La piedad falsa ¡Oh! amigo mío, disfrazada la injusticia con el velo
de la piedad, ha ocasionado los mayores males. Acostumbrados los indios y
demás habitantes de este mundo a ver que los mayores delitos y las rebeliones
más completas se quedan sin castigo, no recelan, ni han temido el hacerlas
cuando se les ha puesto en la imaginación. En la ciudad de Quito solamente,
CARTA 14
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se cuentan ya veinticuatro alzamientos y es axioma entre sus moradores que
habiendo plata, todo se compone; sí amigo mío, con la plata que han dado a
los jefes y Tribunales, han moderado las diligencias y las mismas sentencias
se han venido a reducir siempre al destierro de algunos Indios o mestizos;
y alguna vez, uno o dos ahorcados de las mismas clases; excusándolos
con que son ignorantes, que estaban ebrios y otras cosas semejantes; pero
los europeos muertos, muertos se quedaron; (19v) sus bienes saqueados y
robados, lo mismo; y los autores de todos los males que fueron los blancos
criollos, riendo y festejando su maldad. A esta piedad falsa, interesada e injusta
se ha agregado el miedo de algunos de los que han mandado, pues a título de
seguridad pública, han ido aumentando soldados y armas cuyo resultado ha
sido darles luz y conocimiento de lo que ignoraban y hacer como desenrollar
aquella inclinación guerrera y militar que les era tan contraria. Aumentos de
milicias y tropas disciplinadas, al mismo tiempo que han llenado los bolsillos
de los instituidores, han extendido el germen de la sedición y desobediencia.
Concluyo esta carta con referir a U. que en el año 93 se descubrió en Quito,
se probó y justificó plenamente que el Marqués de Selva Alegre, con Morales,
Salinas y los dos hermanos Espejos fueron autores de los pasquines y
banderillas de libertad republicana que amanecieron puestas en las esquinas.
El médico Espejo murió durante su prisión, el clérigo salió de ella y los otros
ni entraron. Estos mismos han sido los causantes de las rebeliones de 1809 y
1810 y hasta ahora el Marqués de Selva Alegre Montúfar, con todos los de su
familia, se están paseando. ¡Oh Piedad,! ¡Oh justicia!
Dios guarde a U. muchos años. (19r)
Amigo mío. He manifestado a U. en mis cartas anteriores las causas
remotas que han concurrido parcialmente a cuantas revoluciones hubo
en las Américas y ahora voy a dar a U. noticia de otras próximas que han
aglomerado los agentes modernos de la impiedad para conseguir cómo han
logrado el trastorno, irreligión, desolación, anarquía y ruina general de este
Nuevo Mundo.
Con la revolución de la Francia, desplegaron los impíos sus banderas
y trataron de llenar la tierra de la iniquidad de sus pensamientos y deseos.
Los jacobinos mandan a todas partes agentes contra el Altar y el Trono. No
es mi intento hablar a U. de aquella época espantosa, ni de las consecuencias
tan funestas que hemos experimentado. Solamente sí decirle que entre los
emisarios que vinieron a la América fue uno un tal Munsiur los Ríos, francés
de nación y de profesión médico. Llegó éste a Cartagena de Indias el año 91
y desde luego fue preso por el Tribunal de la Inquisición, por las opiniones
erróneas y seductoras que vino sembrando. Puesto en libertad siguió viaje
a Santa Fé donde formó Escuela y sus discípulos principales fueron Nariño,
Cea, Cabal y otros que pasaron a España en partida de registro el año 93;
llegaron a la Península y fueron puestos en libertad y aún premiados porque
ya encontraron en la corte Jacobinos protectores y más (20v) en la piedad
falsa y carácter blando y compasivo del Gobierno. El Marqués de Selva Alegre,
Dn. Juan Pío Montúfar hizo viaje desde Quito a Santa Fé en unión de los
Espejos para alistarse en la cofradía Francmasónica y regresados a su Patria
fraguaron el año 93 los pasquines y plan de rebelión de que he hablado
anteriormente a U.
CARTA 15
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Nariño se huyó de España y peregrinando en los países extranjeros,
llegó al fin a su patria Santa Fé donde es tolerado por el Virrey y cuando fue
tiempo se mostró corifeo de la Rebelión como Selva Alegre en Quito.
Triunfa Bonaparte y favorecido de las circunstancias empuña el cetro
de la Francia y forma el plan ambicioso de ser Monarca Universal.
Trata de subyugar la España y de ser dueño de las Américas,
manda anticipadamente al Barón de Humboldt que, con pretexto de sabias
especulaciones, indaga y desentraña el modo general de pensar de sus
habitantes. Trae órdenes del Príncipe de la Paz para que le den cuanto necesite
y pida de las Reales Cajas y recomendación muy poderosa. Llega a Quito
y estúvose seis meses el que no paraba ocho días en ninguna parte. Trata
íntimamente con Selva Alegre, con Salinas, Quiroga, Larrea, Morales, Mejía
y en fin con cuantos han sido ahora actores principales de la Revolución.
Conferencia frecuentemente a puerta cerrada con el Obispo Cuero y Caicedo
y (20r) con el Presidente Carondelet; déjale a éste los planos hechos y formada
logia de Jacobinos y parte para Lima, dejándose en Quito en casa de Salinas
los cajones de dibujos de plantas que cautelosamente había acopiado con su
compañero Bonpland. Trata Carondelet abrir camino de comunicación por
Esmeraldas para socorrer como decía a Panamá, se le hace tarde su conclusión
y manda por Guayaquil doscientos hombres escogidos al cargo del capitán
Salinas, llegó ésta a Panamá y su gobernador Mata se sorprende al ver aquella
gente que ni había pedido ni necesitaba. Da parte al Virrey Amar y éste se
incomoda y le escribe agriamente al Presidente Barón de Carondelet por su
insubordinación y falta de respeto en mandar sin que el lo diga aquella tropa a
Panamá. En pocos días entregó la carta de su locura Salinas y se vio obligado
Mata a mandarle salir precipitadamente. Regresa a Quito y Carondelet muere
a pocos días de repente por ver malogrado su plan de sorprender a Panamá
y llamar franceses de las islas de Barlovento, que entonces poseían y por el
camino de Malbucho, introducirlos en el Reino de Tierra Firme apoderándose
de él sin tirar un tiro y sucesívamente del Perú. Salinas se hizo el agraviado
contra la (21v) Audiencia de Quito porque sentenció un pleito en su contra.
Vocifera que va a España a seguir el litigio, pone en almoneda los bienes y
muebles de su mujer y junta al fin cuatro mil pesos que remite a Panamá al
comerciante Iturralde que, de orden y recomendación de Carondelet, le había
prestado y gastó en gratificar sus soldados para tenerlos, como él decía, en el
bolsillo.
En un corto intervalo que tuvo en la apología, llama a Morales su
Secretario y le entrega una llave apretándole la mano y con voz balbuciente
le encarga que sólo el entienda en los papeles que se guardan con ella.
Consulta Morales con el Marqués de Selva Alegre, albacea del Presidente
difunto, registran planos, conferencian y tratan de realizarlos; no se atreven,
porque Dn. Diego Nieto Presidente interino los acechaba y esperan la llegada
del anciano Conde Ruiz de Castilla, sucesor nombrado por Godoy, para que
dejara obrar y Caron, destinado ya según él dijo antes de morir a cosas de la
mayor entidad por el mismo Príncipe de la Paz.
Llega el Conde Ruiz de Castilla, vuela la mina en España, cautivan al
Rey y fórmase la Junta de Sevilla, ésta manda comisionados para hacer (21r)
jurar al Soberano y antes que llegara éste a Quito, se hace la ceremonia aun
sin gusto del viejo Presidente. Llegó el Comisionado Bourman y nada tuvo
que hacer, pues ya estuvo jurado el Rey y hecho el donativo a instancias de
un verdadero patriota. Con todo, se renueva uno y otro y regresa Bourman a
Santa Fé.
Se aprovecha Selva Alegre y los suyos de la ancianidad, dejamiento
y disposición del Conde Ruiz y tratan de realizar en las Carnestolendas el
plan de la Rebelión. Descúbrese por la imprudencia de Salinas y puesto éste
en prisión, el Marqués de Selva Alegre, Quiroga, Peña y Morales y siguiendo
la causa con empeño y con orden, resultó justificado plenamente el delito
de rebelión. Un joven, Thomás Arechaga, criado del Presidente, natural del
Cuzco, fue recibido en tres días de Doctor en Leyes en la Universidad de Quito,
de Abogado en la Real Audiencia y de Fiscal Interino de ella. Celoso éste de
que su amo no le había descubierto en los primeros días el secreto de la causa
que se seguía, intrigó en términos que con un sólo escrito de recusa contra el
Asesor de Gobierno Manzanos, se admitió la recusa y pasó al conocimiento
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del Oidor Fuertes la causa, con el de Arrechaga, éste compuso que los presos
fuesen saliendo libremente a la (22v) calle a costa de diez o doce mil pesos
con que le contribuyeron y a los ocho días de salir Salinas, que fue el último
del arresto en que estaba, sucedió la Rebelión el día de San Lorenzo, diez de
agosto de 1809, por lo que mudaron el nombre de la ciudad de San Francisco
de Quito en el de San Lorenzo del Quitu y además trataron de crear una orden
con la advocación del mismo San Lorenzo.
Puestos en la posesión del mando, Selva Alegre como Rey en un trono,
vestido con el manto de Carlos Tercero, de que es Caballero pensionista, se
adornó además con una banda igualmente celeste y habiendo asistido al Te
Deum y respondido a las arengas de los cuerpos y Comunidades salió a visitar
a sus amigas y conocidas, andando de casa en casa con las mismas vestiduras
y recibiendo enhorabuenas de las damas.
Crearon un Senado, Ministros y demás que se contenían en el plan
Republicano que intentaron extender en toda la América, siendo la cuna
Quito y el Marqués encargado de extenderlo. En otra, amigo mío, continuaré
esta materia, entre tanto Dios guarde a usted muchos años.
Amigo mío: tengo dicho a VM en mis anteriores (22r) que el plan de la
Rebelión de Quito se extendía a toda la América, quedando como cuna y
centro Quito, fundado según los mismos quiteños decían, en que estando su
ciudad en medio del Globo, debían las provincias juntarse en ella por medio
de sus representantes para deliberar sobre la suerte de todos.
Por el pronto pensaron en subyugar a Cuenca y Guayaquil por el sur
y a Pasto por el norte, valiéndose de la fuerza y de la intriga, mas la firmeza
que encontraron en los gobernadores Aymerich y Cucalón, acalorados con la
entereza y patriotismo del Reverendo Obispo de ambas ciudades de Andrés
Quintián y Ponte, detuvo sus soñadas ideas, al paso que la fidelidad y valor de
los pastuxos, deshizo sus huestes desordenadas y cobardes, dispersándolas en
Guáitara y derrotando enteramente a los fanáticos quiteños, quienes perdieron
todas las armas que llevaban, cañones y pertrechos con algunos hombres
muertos, otros heridos y muchísimos prisioneros, entre estos el Comandante
General Dn. Xavier Ascázubi. Desconsolados con tan mal principio y con
el discurso que el Regidor Dn. Pedro Calixto y Muñoz en el primer Cabildo
que en Quito celebraron, hizo sobre la novedad causada, en que después de
hacerles (23v) ver su falta de política y de conocimientos, concluyó con sacar
la espada y decir que le cortaran la cabeza con ella misma, antes que faltar él
al juramento de fidelidad al Rey.
No atreviéndose a quitarle la vida por temor de sus parientes y lo
bien visto que estaba en el pueblo, resolvieron los insurgentes descartarse
de él remitiéndolo a Cuenca con título de Embajador y con la mira de
hacerlo asesinar en el camino. Logran la ocasión en el pueblo de Alausí,
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donde interceptaron la correspondencia que había entablado dicho Regidor
con el Obispo y Gobernador de Cuenca; dispáranle por dos veces veintidos
soldados guiados y mandados por dos oficiales, en cuarto angosto y sálvalo
la providencia de la muerte, saliendo herido solamente de siete golpes de
bayoneta y sable que los dos oficiales le dieron. Corre la noticia: en Quito
reciben enhorabuenas los insurgentes que lo dieron por muerto; pero en los
pueblos inmediatos, donde a su tránsito había dejado sus partidos por la justa
causa, se alarmaron contra los alzados y fórmase contra-revolución. Llega
Aimerich con las tropas de Cuenca y hallándose ya en Ambato, dispuso el
Conde Ruíz de Castilla, (23r) repuesto ya en la Presidencia por los mismos
rebeldes, celoso de que el gobernador de Cuenca por consejo del Regidor
Calixto, iba a desposeerlo del empleo por su ancianidad e ineptitud, según
Arrechaga procuró influir en el ánimo y juicio del expresado Conde por lograr
sus particulares ideas éste favorito.
Reciben solamente cuatrocientos hombres que remitió el Virrey de
Lima al comando de Arredondo, entran en Quito sin oposición y se encuentran
libres de las prisiones a los Europeos que habían podido haber a las manos y
a los Oidores repuestos en sus empleos y al parecer queda todo sosegado.
Con setecientos mil pesos que hubo en efectivo en la Reales Cajas;
con el producto de todos los bienes de los europeos y el de los diezmos
eclesiásticos habían formado el cálculo de los gastos para verificar el plan
de costear las expediciones que debían ir seduciendo y conquistando toda la
América Meridional, dispuesta generalmente a recibirlos como héroes de su
libertad y felicidad.
La Señora Da. Carlota Joaquina, Regente del Portugal, había dirigido
un oficio desde el Brasil, circulando (24v) la noticia del cautiverio de su augusto
hermano el Sr. Dn. Fernando Séptimo, haciendo ver al mismo tiempo que a
ella correspondía la sucesión a la Corona de España en el caso de fallecer sus
hermanos en la prisión y que en el entretanto le correspondía la Regencia
del Reino. El patriarca del Portugal escribe también la noticia de la prisión
y trabajos en que se hallaba el Sumo Pontífice Pío Séptimo y que teniendo
muchas facultades en lo espiritual debían acudir a su eminencia, colocado
por la divina Providencia en la América, no distante Quito de su habitación
por Maynas. Figúranse los alzados quiteños la mejor ocasión de engañar a
estos personajes y tratan de ofrecerles su obediencia respectiva y de pedir el
único auxilio de que dejen introducir veinte mil fusiles para armar soldados
y someter con la fuerza los pueblos que se resistan hacerlo con gusto a la
obediencia de su Alteza.
Comisionan a un sargento los rebeldes para que vaya por Maynas a
traer algunos de los veinte mil fusiles que los anglo americanos y los ingleses
habían de tener en el Brasil; más el dicho (24r) sargento noticioso de la contra-
revolución de Quito, no vuelve y se queda con los miles de pesos que le habían
entregado.
Restablecida la legítima autoridad en Quito, llegan tropas de Santa Fé
en número de ciento ochenta hombres a las órdenes de Duprat, otros soldados
de Popayán y Pasto, comandados por Angulo, trescientos panameños a la
dirección de Alderete, de suerte que se juntaron más de mil hombres bien
armados.
Manda el Conde Ruiz de Castilla echar un bando ofreciendo indultos
y que las cosas vuelvan a su antiguo estado. Después de esto puso preso
a varios de los rebeldes y Arrechaga empezó a maniobrar en términos que
se volvió a renovar la causa iniciada contra los insurgentes, continuando el
Oidor Fuertes, juez de ella.
Ya sueltan a unos, ya pretenden a otros, de manera que en poco
tiempo fueron complicando a casi todos los vecinos de la ciudad, los que por
salir del cuartel donde estaban detenidos, los unos daban mil pesos, otros
quinientos y otros ciento o doscientos, de suerte que Arechaga principalmente
se enrriqueció a costa de la justicia. Informa su amo a la Regencia del Reino
y consigue una toga en la (25v) Audiencia de Quito, al mismo tiempo que
los Oidores de ella son separados del tribunal atribuyendo delitos a los que
habían sido presos por los insurgentes que estuvieron muy cercanos a ser
víctimas de su rabia y encono a solicitud y con informes de Mejía y del Conde
de Puñoenrostro.
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No quieren recibir los mismos alzados a Arechaga de Oidor y éste se
va a España, donde consigue otra igual plaza en la Audiencia de Santa Fé,
provisionalmente establecida en Panamá.
En aquel estado de confusión, escribe Dn. Carlos Montúfar desde
Caracas, avisando su comisión de Regio enviado y anuncia a sus paisanos las
grandes facultades que trae. Comienzan de nuevo éstos a maquinar en Quito y
resuelven asesinar la tropa, europeos y realistas ya conocidos. Dispuesto todo
para el día dos de Agosto de 1810, erraron el golpe principal por su cobardía.
No obstante, algunos borrachos acometieron al cuartel desprevenido, dan
muerte al capitán Galup dentro del mismo a tiempo de acudir al servicio de la
artillería de su mando. En la calle asesinan al capitán Villaespesa, que al toque
de la generala acudía al punto de obligación, como también a otros veintitrés
soldados a quienes desde las (25r) ventanas de las casas hicieron fuego y de
las tiendas de las calles salían con cuchillos y los destripaban los rebeldes. Si
los que estaban escondidos en la misma iglesia parroquial del Sagrario por
su cura Dr. Caicedo Provisor Vicario General, sobrino del Obispo, hubieran
salido, logran enteramente el golpe de su intención de sacar los presos del
cuartel y lo demás ya expresado.
Reúnese la tropa del Rey del modo posible y viendo muertos a Galup,
dan muerte a los presos del cuartel que fueron diecisiete, entre ellos, Salinas,
Quiroga, Morales, Ascázubi y los demás, todos de graves causas.
Perecen en las calles ciento cuatro de los rebeldes, quienes asustados
y llenos de miedo, se huyen precipitadamente y se esconden; tuvieron la
felicidad de que el Presidente, Oidores y los Comandantes fueron igualmente
poseídos del mismo terror; y sin oír la propuesta del Regidor Calixto de que
con doscientos hombres entregaría en pocos días a todos los caudillos y
motores principales; se volvió a echar bando de indulto general y hasta el que
dió muerte a Galup, cogido aquella noche misma, fue puesto en libertad.
Dios guarde a Usted muchos años.
Amigo mío. Dn. Carlos Montúfar sabe (26v) en Popayán lo acaecido el
día 2 de agosto y pone a sus paisanos una proclama diciéndoles que
suspendan sus operaciones, que viene para hacerlos felices sin necesidad de
derramar su preciosa sangre que lleva facultades muy amplias del Supremo
Gobierno Nacional.
Establecida junta en Popayán y alucinando a su Gobernador Tacón
pasa Montúfar a Pasto donde no quieren sus habitantes asentir a formación
de Junta, ni a otra cosa que seguir el antiguo modo de gobernarse arreglado
a las leyes del Reino y a las órdenes de la Regencia que en nombre del Rey
mandase.
Sigue a Quito con presteza y a pesar de las advertencias que al
Presidente Conde Ruiz de Castilla se hicieron para que no lo dejase llegar y
de alguna otra diligencia que sobre esto hizo. Verificose su entrada pública
con el mayor aparato y triunfo. Salió a luz el Marqués de Selva Alegre, Padre
de Montúfar, su hermano Javier y otros que estuvieron escondidos, huyendo
de la pesquisa que se hacía de ellos, reciben mil enhorabuenas y el Conde
Ruiz de Castilla los visita aún antes de presentarse el Comisionado Regio Dn.
Carlos Montúfar. Conferencian, tratan y los resultados fueron darle el mando
de las armas al (26r) citado Montúfar y ponerse en sus manos absolutamente:
efecto de las cartas y órdenes reservadas que traía de varios de las Cortes
y del Presidente de la Regencia Lardizábal y Uribe, que fue el que mandó a
dicho Montúfar1, quien afirmaba que era su pariente y sería tal vez, tan cierto
CARTA 17
1. Nota del Autor: “Discurriendo cumpliría con la fidelidad que Goyeneche y demás enviados de la Junta de Sevilla”.
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como la silla de montar que trajo y aseguraba era la misma de la yegua en
que montaba el General Dupon y cogida por el mismo en la Batalla de Bailén,
igualmente que las varias medallas y señales de valor que pendían y llenaban
sus trajes charros que variaba diariamente, como sus conversaciones, tan
parecidas a las de Vicente de la Rosa, representadas por Miguel de Cervantes
en la Historia de su Quijote, cuando habló éste con el cabrero estudiado y
aprendido de intento.
Llegan en este tiempo los autos voluminosos de la causa de Quito a
Santa Fé, pedidos por el Virrey Amar, conducido por el Dr. San Miguel son
quemados en dicha ciudad, donde ya el Virrey estaba preso con la Virreina, su
mujer, quienes pagaron con mil afrentas y baldones esta su codicia, pues los
(27v) autos iban para tener motivo de ir llamando de uno en uno a los presos
de Quito y, complicados en la causa y sacándoles hasta el último medio real,
dejarlos libres. Y el marido que se dejaba mandar de ella tuvo el condigno
castigo de haber dejado entrar a Montúfar en su capital y habiendo mandado
su coche para solemnizar la entrada, se leyó o dio a leer en su palacio,
paseándose en su sala, una carta que un fiel patriota escribió a dicho Virrey,
avisándole lo que era Dn. Carlos Montufar, como emisario de Bonaparte y
también de los Jacobinos, que por el Barón Humbolt fue presentado en París
al Emperador cuando se coronó y le dijo: ¿Conque de Quito se puede venir a
París? y que siendo Jacobino era preciso viniera encargado de ellos. Que así
no permitiera S. Exa. de ningun modo seguir viaje para Quito, pues el fuego
mal apagado de la rebelión se inflamaría de nuevo y consumiría el Reino
entero. Hágase U. cargo de este nuevo motivo de mi observación. También
tuvo cartas el Virrey Amar y órdenes para dejar obrar al Comisionado Regio y
así no quiso que Dn. Juan Sámano Coronel del auxiliar de Santa Fé, se opusiera
como quiso con la fuerza.
Se establece en Quito (27r) seguidamente una nueva Junta Suprema
y nombran para ella aquellos mismos insurgentes acérrimos y contumaces.
De plataforma eligen Presidente de ella al Conde Ruiz de Castilla y empieza
Montúfar a disponer a su antojo. Mandan salir las tropas de Lima, Popayán,
Pasto y de Panamá, obedecen inmediatamente sus comandantes y últimamente
las pocas de Santa Fé se dejan quitar las armas al salir de la ciudad. Con éstas
y las demás que quedaron en el cuartel, arman soldados y caminan contra
las tropas del Rey que se habían quedado en Guaranda, engañan a éstas
diciendo que vienen ocho mil hombres contra ellos, que eran ochocientos;
y el comandante Arredondo, manda retirarse precipitadamente a Guayaquil
dejando a los insurgentes desvanecidos y dueños de un punto tan interesante
que prontamente reforzaron con un fuerte y cañones para estorbar la subida
del camino de Guayaquil. El comandante Arredondo es llamado a Lima y
estuvo en Consejo de Guerra, del cual salió bien y premiado con el gobierno
de Guarochirí que aún obtiene.
Nombra la Regencia de España Presidente de Quito a D. Joaquín de
Molina; viene éste a Guayaquil (28v) y Cuenca, empieza a tomar disposiciones,
recluta gente, la disciplina y trata de atacar a Quito y sus provincias. Temen
los alzados y recurren a la intriga y a la maldicencia; lo infaman atribuyéndole
vicios que no tiene de corio, ladrón y otros, poniendo papeles en las esquinas
de las calles. Escriben a Mejía y Puñonrostro y éstos ofrecen sus cabezas, si
el pueblo de Quito no se somete luego al punto que nombren otro presidente;
eligen a D. Toribio Montes efectivamente y logran de un jefe acomodado a sus
ideas. Acometen entre tanto los quiteños a Cuenca. Se apoderan del pueblo
de Cañar y antes del sitio de Paredones saquean hasta la iglesia y hacen
adornos de montar los destinados al culto, y cuando quieren vencer a Verde
Lomas son dispersados por un puño de gente mandados por el coronel Valle,
en la segunda tentativa que hicieron animados con cincuenta mil pesos que
Valdiviezo prestó solo para dicha expedición.
Sale Aymerich, gobernador de Cuenca, nombrado comandante de las
tropas morlacas por el Virrey de Lima, únese en Riobamba con las tropas de
Montes, que ganando la batalla del pueblo de San Miguel se apodera del fuerte
de Guaranda que (28r) abandonan los insurgentes. Murió el comandante
irlandés que mandaba las tropas del Rey en esta expedición y otros fieles
soldados igualmente y D. Jn. Fromista teniente coronel herido de una bala de
cañón.
Pasto por el norte fue subyugado por la astucia y maniobra de cuatro
o cinco de sus vecinos, entran los quiteños y saquearon los bienes de los más
realistas y se llevaron veinte y una arrobas de oro en barras que Tacón dejó en
aquella ciudad; entran en ella por el otro lado los caleños y popayanejos, les
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dejan cuatrocientos hombres de guarnición y una casualidad les proporciona
poder deshacerse de ella. Vienen cinco o seis quiteños con ochenta mil pesos
para traer de Cartagena de Indias algunos efectos de comercio y también
algunas armas y, al pasar por Patía, salen unos patianos, dan muerte a los
comerciantes y se apoderan de la plata, con ella juntan gente, avisan a los
pastuzos y se unen para sorprender la guarnición de caleños; logran su intento
y hacen prisioneros los cuatrocientos hombres con su comandante Caicedo,
sobrino del Obispo de Quito, que se nombraba Presidente de Popayán. Lo
sueltan al fin bajo palabra de honor y en el camino se encuentra y se une con
Macaulay anglo americano, (29v) que venía mandando mil y cien hombres
con fusiles todos y diestros en dispararlos y con algunos cañones. Llegan a
las cercanías de la ciudad de San Juan a Pasto, les intiman la rendición y de
no hacerlo en dos horas, serían pasados a cuchillo todos sus moradores, éstos
menos en número que los contrarios, con pocas armas y menos municiones,
salen doscientos y les toman la espalda al enemigo, el resto acontece por el
frente, y en poco tiempo los rinden a discreción, siendo las heroínas mujeres
partícipes de esta gloria militar. Asegúranlos en prisión y mueren muchos
de una epidemia espantosa. En otra, amigo, mío continuaré. Dios guíe a U.
muchos años.
Amigo mío. Forman en Quito nuevo gobierno con nombre de Congreso
Supremo Nacional y nombran de Presidente al Rdo. Obispo Dr. Dn. José
Cuero y Caicedo; de Vice Presidente a Dn. Juan Pío Montúfar Marqués de
Selva Alegre, a quien con la caída de su partido y la preponderancia del de los
Sánchez, entró a suceder Valdivieso.
La Regencia de los cinco en España aprueba la instalación de la
Junta Suprema Gubernamental (29r) nativa de Quito. Conocen la debilidad
del gobierno español y lo insultan inmediatamente, declarando y jurando la
independencia de España, como ya lo había ejecutado Caracas, Cartagena,
Santa Fé y todo el Reino. Excúsanse tres o cuatro vocales a firmar el acta de
independencia, y el Cabildo Eclesiástico, compuesto de seis o siete, se resiste
abiertamente. Representa al Obispo el exceso de su diputado en el Congreso
el canónigo magistral Rodríguez de Soto, quien, no satisfecho con firmar y
asentir voluntariamente por su parte, compromete al Cabildo en semejante
atentado.
Es desatendida por primera y segunda vez esta manifestación y
quedan todos envueltos en el mismo plan general de la insurgencia.
Todo se desprecia y sólo tratan de buscar arbitrios de invadir y de
defensa. Quitan la vida inicuamente al Oidor Fuertes y a Vergara Administrador
de correos, quienes refugiados en las montañas de Papallacta, sólo pensaban
en libertar sus vidas internándose en Mainas. Tráenlos con engaño a Quito
y son al punto asesinados y arrastrados los cadáveres por las calles con la
mayor barbarie por la multitud que de antemano habían dispuesto para esto.
CARTA 18
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(29r) Asaltan otro día los facciosos el convento de la Recolección de
la Merced y los mismos frailes facilitan la entrega del Presidente Conde Ruiz
de Castilla quien recibió el pago merecido a su condescendencia, dándole los
rebeldes por las calles hasta la Plaza Mayor tantos palos y heridas que falleció
en el cuartel en un calabozo donde lo encerraron a los tres días.
En el mismo tiempo sacan del convento de Santa Clara a Da. Teresa
Calisto y Borja, donde estaba presa y entregada por las mismas monjas al
populacho es arrastrada por las calles hasta la Plaza Mayor, donde intentan
hacerla menudos pedazos, pero al fin algunos menos inhumanos pudieron
libertarle la vida encerrándola en el calabozo del cuartel, donde sufrió cinco
meses todos cuantos males caben en la imaginación y hasta ser espectadora
del aparato que formaron los rebeldes para pasar por las armas en el patio
de aquel edificio a su padre el Regidor Dn. Pedro Calisto y Muñoz, a su hijo
Dn. Nicolás Calisto y Borja y a Dn. Pedro Pérez Muñoz, marido de dicha Da.
Teresa. Verificose a las diez y cuarto de la noche 29 de octubre de 1812.
En los dos primeros, libertándose el tercero milagrosamente. Pasándola
provisionalmente presa al convento de la Concepción para mandarla después
a que muriera con su esposo en un castillo de Bocachica de Cartagena de
Indias.
(30r) Las tropas del Rey, venciendo y dispersando a la de los traidores
en el pueblo de Mocha, avanzaron a Latacunga, donde permanecieron tres
meses en una total inacción, pretextando el jefe de ellas, Montes, que no
había bizcocho y que era preciso, lo trajeran de Guayaquil a causa del recelo
que tuvo de ser envenenado, porque en la hacienda de Sn. José encontraron
comestibles y bebidas dispuestas con disimulo para que las tropas del Rey
tragaran el tóxico.
Lo cierto es que la detención de tres meses a solas dos jornadas de
Quito y en un país bien frío y destemplado, causó una deserción muy grande
en el ejército y sirvió para alentar los ánimos abatidos de los insurgentes,
quienes no pensando más que en huir y esconderse, tuvieron tiempo de
volver en sí, reanimando sus amortiguadas esperanzas y trataron de hacer la
más vigorosa y tenaz defensa, atribuyendo a debilidad y a miedo la falta de
haberlos acometido.
Echaron el resto de todo su poder. Juntaron como quince mil hombres
de todas clases y colores, hicieron zanjas y cortaduras muy profundas en los
caminos, formaron trincheras en las calles, agujeros en las casas para disparar
desde ellas, coronaron de cañones el cerro del Panecillo que dominaba la
ciudad, que si lo hubieran sabido defender, era (31v) inconquistable. Fundieron
cañones con las campanas de las iglesias, hicieron pólvora y balas hasta con
las pesas del reloj de la torre, que eran de plomo, idearon y dispararon cohetes
llenos de púas y alfileres envenenados y, en fin, no perdonaron medios ni
arbitrios para hacerse temibles y respetables.
A los Calistos pasan por las armas ocho días antes de entrar las
tropas del Rey y el día antes a un soldado Cadena, realista que desertó de los
insurgentes por no oponerse a las tropas de S.M. Y si tardan ocho días más en
verificar el ataque, iban a degollar ciento sesenta personas, entre hombres y
mujeres, reputados realistas, que estuvieron sus nombres apuntados en una
lista.
Pero esto no hubiera sido tanto como si la detención es algo más
larga, como de nueve días, en el cual tiempo los dos partidos del indio Capa
Redonda y el del indio Tabango, este de oficio carnicero y aquél zapatero,
se hubieran convenido en cual de los dos había de ser Rey. Uno y otro indio
tenían decretado el total exterminio de todos los blancos. Acometen al fin
intrepidamente las tropas del Rey el cerro del Panecillo, huyen cobardemente
los insurgentes, aunque no dejaron de hacer bastante fuego que hicieron
y mataron varios oficiales y soldados. Entran en Quito gloriosamente y se
encuentran la ciudad escueta y vacias las tiendas (31r) por haberse llevado
la noche antes cuanto pudieron hasta las monjas de los dos conventos de
Carmelitas y de Santa Clara huyeron persuadidas por el Obispo y sus Capellanes
de que la tropa del Rey las ajaría y quitaría su virginidad. No se fueron las de
la Concepción y de Santa Catalina, porque había monjas realistas entre ellas.
Huyen a la villa de Ibarra los rebeldes y no se les persigue prontamente.
Vuélvense a juntar y fortificar, y cuando el Comandante Dn. Juan Saamano va
con trescientos ochenta hombres a perseguirlos los encuentra dispuestos a
resistir. Deja en Otavalo nueve enfermos y los matan a palos despiadadamente.
Llega al pueblo de San Antonio a esperar la rendición de las armas que ofrecen
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hacer los insurgentes con los juramentos más solemnes, pero en vez de
cumplir su palabra acometen repentinamente al dicho Saamano reforzando
con ciento ochenta hombres que mandó Montes de Quito con mil soldados
de caballería bien montados y mil fusileros diestros al mismo tiempo que con
doce cañones, rodeándolos por los dos costados y por detrás más de seis mil
entre indios y mestizos, para si alguno escapaba darle al punto la muerte, al
mismo tiempo que aturdirlos con los desaforados gritos que les daban.
Resueltos los insurgentes (32v) a vencer o morir, hicieron sus últimos
esfuerzos. La ventaja que les proporcionaba el sitio, las superiores armas
que tenían y los refuerzos que continuamente les llegaban de la villa de
Ibarra, distante sólo media legua los tenía en tal disposición que alegremente
cantaban la victoria y para celebrar este triunfo tenían destinado a Don Pedro
Pérez Muñoz, a la sazón preso en aquella villa, para cortarle la cabeza en la
plaza.
Duró casi todo el día el combate, apuradas ya las municiones a las
tropas del Rey con muchos muertos y más número de heridos, se hallaban en
el último extremo. En este estado coge un soldado limeño un cajón de pólvora
a los enemigos y con la abundancia de balas que recogieron del suelo en la
plaza del pueblo de San Antonio, donde estaba Saamano con los suyos, sin
dar muestras de cobardía, hicieron bastantes cartuchos, echando mano de un
misal de la iglesia para papel de ellos. Deshechos enteramente los insurgentes
dejaron en el campo con la noche más de doscientos heridos y cien muertos,
con los cañones y muchos fusiles. Desértanse todos los oficiales insurgentes y
aquella noche misma hace el comandante de ellos, Calderón, una promoción
de sargentos primeros a capitanes y así respectivamente. Lucieron éstos las
charreteras un (32r) día y al siguiente entró en dicha villa Dn. Juan Saamano
con su tropa, que cogiendo al comandante Calderón, lo pasaron por las armas,
según ordenanza militar por la espalda; y lo mismo con otro comandante, que
también cogieron después, Aguilera; y por último el comandante de caballería,
que era un francés panadero de oficio en Guayaquil, fue ahorcado. Estos solos
castigos hubo, pues aunque ya en la capilla puestos algunos, llegaba el perdón
del Presidente Montes de Quito por alguna cantidad de dinero que daban.
Dios guíe a U. muchos años.
Amigo mío. Antes de seguir la compendiosa narración de estas guerras
y estos encuentros me parece conveniente imponer a U. también con
el mismo método de las causas concomitantes que han ayudado mucho a la
rebelión.
Ya habló de las remotas y próximas de las generales y particulares de
las físicas, políticas y morales, ahora de las concomitantes.
Primero: los hijos sacrílegos, espúreos y naturales, son en tan gran
número, que si no es la tercera parte, no bajan de la cuarta de la (33v) población
de las Américas. Estos habitantes deseosos de confundir la nota que tienen de
infamia, están siempre prontos a seguir cualesquiera gobierno donde no se
les excluya de honores y empleos y se ha visto que han obtenido capitanías y
todos cargos entre los insurgentes, siendo también los principales caudillos de
la rebelión, hombres de la misma clase. Por ejemplo en Quito, el Marqués de
Selva Alegre y su hermano D. Pedro Montúfar, hijos espúreos de un Presidente
Montúfar que hubo casado en Arequipa y viviendo aún aquella legítima mujer,
tuvo en ilícito comercio estos dos hijos en Quito en una señora Larrea. Se
ventiló en contradictorio juicio y la Real Audiencia lo declaró suficientemente
probado. D. Carlos Montúfar hijo de dicho Marqués, también es tenido por
espúreo, pues estando ausente en Lima el citado Selva Alegre, dio a luz su
mujer a su regreso tardío al niño Carlos, asi llamado hasta el día en aquella
ciudad y hubo una grande desavenencia en el matrimonio. Es público y notorio
que el padre del niño Carlos fue Carrasco, último Corregidor que hubo (33r)
CARTA 19
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en Quito, quien entregó cuatro mil pesos al Dr. Aguilar para que diera a este
niño luego que llegase a ser de edad suficiente, lo que cumplió dicho Aguilar
cuando el Carlitos fue llevado a Europa por el Barón Humboldt.
Segunda haber puesto a mandar hombres ancianos que por su edad
ya no tenían aquella energía y aptitud física que era indispensable en tan
críticas circunstancias y especialmente buscados y puestos por el anterior
gobierno adictos a todo su sistema como por ejemplo el Conde de Ruiz de
Castilla que decía que mucho debía a Fernando Séptimo pero más a su padre.
Aplique Vm. el caso.
Tercera: las mismas cortes nombradas extraordinarias, abrigaban
en su seno muchos insurgentes que, al paso que entorpecían las verdaderas
comunicaciones, negaban auxilios y todo género de socorro. Servían de
agentes de la misma insurrección. Cartas, anónimos impresos contra el Rey y
la nación española, eran los arbitrios que únicamente remitían con abundancia
y frecuencia.
Un Mejía, por ejemplo, (34v) hombre espúreo de nacimiento, quiteño
engreído y soberbio por la mucha memoria que le prestó la naturaleza, al
mismo tiempo que desvanecía con sus sofismas y falsedades las ciertas
noticias que iban de su país, procuraba que se mandase a gobernar como lo
consiguió a quien dejase indemnes a los que él había alentado en la traición
con papeles y falsas noticias. Contribuyendo mucho a la igualdad de los
indios porque estaba casado con la india Manuela Espejo, hermana de los
dos Espejos tan insurgentes, el médico que murió y el clérigo que aún vive.
Cuarta: hallarse empleados americanos que aunque parecen buenos,
cuando llega a tratarse de independencia dejan de serlo. V.gr. el Obispo de
Panamá, el de Quito y Narváez teniente general en Cartagena de Indias y
otros varios que han llenado su antojo y sus deseos.
Con estos motivos que han acompañado a la rebelión, no extrañará a
V.M se hiciera general en poco tiempo.
No hablaré a V.M del (34r) Reino de México, tan rico y floreciente que
era, donde reducido todo al saqueo, al incendio y devastación, no se halla más
que horror y confusión. Una infinidad de cabecillas, muchos de ellos curas de
los pueblos, como Morelos, Hidalgo, etc., se han disputado la primacía en el
mando y entre ellos mismos se han destruido, siguiendo el plan único de su
ambición. Los héroes Calleja, Venegas, Cruz, y otros muchos patriotas han
cumplido su deber con los realistas que les han acompañado y servido. Ya se
han visto obligados a no dar cuartel ni perdonar la vida a sus enemigos que,
reducidos a partidas de ladrones y bandidos, no se contentan con robar sino
matar absolutamente a todos cuantos cogen, haciéndoles experimentar los
más crueles y dolorosos tormentos, colgados de los pies, les van arrancando
a pedazos todos sus miembros. A unos entregan a las llamas, a otros dejan a
las aves, completando su inaudita barbarie con dar parte al Virrey de lo que
han hecho.
(35v) Puede que llegando Venegas con las tropas que se anuncian de
la Península, ponga fin a tanto escándalo de la naturaleza.
En el Perú, La Paz, la ciudad de la Paz, se adelantó a Quito ocho días,
por equivocación en la ejecución del plan de rebelión en 1809. Manda el
Virrey de Lima Abascal tropas contra ella al comando de Goyeneche, aunque
le resisten, entra triunfante. Hace algún castigo y créese ya apaciguado el
alzamiento. Despliega las banderas rebeldes Buenos Aires y suenan los ecos
de la sedición hasta Lima y da un aliento muy poderoso a toda la América en
general.
Dobla Abascal sus cuidados y fatigas. Crea el regimiento de la
Concordia. Desaloja Goyeneche las huestes enemigas, las hace internar en
sus antiguos territorios y cuando parecía que la victoria decidía a favor de
la justicia, entrega Tristán, primo de Goyeneche, la vanguardia del ejército
a los insurgentes con una infame capitulación. (35r) Retrocede Goyeneche y
adelantándose las tropas enemigas, cuentan con apoderarse de Lima, fiados,
no tanto en sus fuerzas, como en los muchos partidarios que en todas las
poblaciones tienen. Abascal entrega el mando del ejército a Pezuela y dale un
corto socorro que pudo; triunfa gloriosamente de los contrarios; ocupa el Alto
Perú y trata de decidir la suerte de Buenos Aires.
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Chile ardiendo en partidos vence el de los Carreras, pretenden
subyugar toda la provincia. Pónese en contrarevolución Valdivia y sigue esta
a Concepción. Triunfa Pareja de los de Santiago y falleciendo naturalmente,
toma el mando de las tropas Reales Sánchez; defiéndese valerosamente de los
traidores y los vence en distintas ocasiones. Pide socorros a Lima y el Virrey
manda a Gainza con algunas tropas y dinero. Este capitula afrentosamente
con los traidores que con este acaecimiento se ensoberbecen (36v) y se
hacen insufribles. Llega oportunamente el regimiento de Talavera, de España
a Lima. Dirige Abascal sus desvelos contra Chile; dispuso la ida de Osorio
con seiscientos soldados de Talavera. Llega, vence y destruye en Rancagua
al porfiado enemigo. Entra en Santiago, arregla las cosas, destierra a islas de
Juan Fernández a muchos caudillos, sosiega la provincia y manda tropas en
auxilio de Pezuela.
Descubre el Cuzco su veneno. El traidor Pomacagua se rebela, toma,
saquea y acaba con la ciudad de la Paz. Publica el bárbaro y cruel decreto
de quitar la vida a todo el que tenga la cara blanca; y pasa a la de Arequipa
llamado de varios de sus vecinos. Prende al intendente Moscoso, Picoaga y
a Valle y amenazan a Lima las bandadas de indios e insurgentes armados.
Destaca Pezuela mil quinientos hombres de su ejército. Recorre con ellos
Ramírez, la Paz, llega a Arequipa, manifiestan fidelidad sus moradores y
proclaman a Fernando Séptimo recientemente repuesto en (36r) su trono.
Al mismo tiempo manda Abascal a González Teniente Coronel de Talavera
con doscientos hombres de este regimiento y algunos milicianos y llega a
Guamanga, destruye a los indios, marcha Ramírez al Cuzco. Derrota a
Pomacagua, mándalo a ajusticiar en el mismo sitio donde había ahorcado este
rebelde al inmortal Picoaga y a Moscoso, librándose Valle maravillosamente.
Tranquilizado el Cuzco con la muerte de los cabecillas, sigue Ramírez a unirse
otra vez con Pezuela que acometido por los costados y por el frente, tuvo que
retroceder y esperar esta reunión y las tropas de Chile que le llegan para poder
rechazar de nuevo a los de Buenos Aires. Sigue González de Guamanga al
Cuzco y el Virrey no descansa ni un momento.
Dios guíe a U. muchos años.
Amigo mío. Destrozados en el pueblo de San Antonio, junto a la villa de
Ibarra, los quiteños por los soldados de Lima, Cuenca y (37v) Guayaquil al
mando de Dn. Juan Sámano, se dispersaron las reliquias de sus tropas y fueron
a inficionar las cuadrillas de negros de las minas de la costa de Esmeraldas
talando y destrozando cuanto encontraron en el camino, principalmente
los bienes que eran de Realistas como v.gr., los míos pues pasando por la
hacienda de Cachiaco, montaña de Malbucho, me la quemaron, abalean las
vacas y dieron la libertad a los negros esclavos y lo mismo verificaron en la
mina de San Antonio de Cachaví, donde se hicieron fuertes y se mantuvieron
perjudicando toda aquella tierra, hasta que la tropa de Panamá al mando de
Fábrega, subió el río Santiago y los venció en el sitio llamado la Porquera,
haciendo prisionero al caudillo Peña, quien con su mujer la Canobas, tan
insurgente como él, fueron pasados por las armas en Tumaco. Varios fueron
presos en la montaña y se hallaron otros muertos de necesidad, entre ellos
dos frailes.
Determínase por el presidente (37r) Montes continuar la conquista de
Popayán. Marcha Saamano con sus tropas, llega a Pasto y aquellos fidelísimos
habitantes se unen con ellas, pasan por las armas al Presidente Caicedo
insurgente y a Macaulay, Comandante de los rebeldes y a otros oficiales
caleños, siendo perdonados muchos más por empeño de la gobernadora mujer
de Tacón, que por orden del Presidente Montes, fueron conducidos a Quito
y puestos en libertad, volvieron a sus tierras de Cali y Buga y empezaron a
reclamar gente de nuevo con el mayor acaloramiento contra las armas del Rey.
Continúa Saamano su marcha y rinde a Popayán, pasan sus tropas victoriosas
a Cali y Buga y a todo el valle de Cauca, forma emboscadas a los enemigos en
CARTA 20
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las montañuelas que hay al tránsito para Neiva y Santa Fé, tiene que retirarse
Saamano, después de haberlos escarmentado. Mandan los santafereños
refuerzo contra Saamano y este pide auxilio a Montes Presidente de Quito, no
sólo envía y hay un choque en el que muere Asín, (38v) segundo de Saamano.
Tiene éste que retirarse precipitadamente a Pasto, asegurando varios puntos
importantes como los de Patía y Juanambú. Engruésanse los de Cali, Buga,
Santa Fé con los de Popayán y toman los puntos que Saamano fortificó.
Manda el Presidente Montes retirar a Saamano y a su regreso le interceptan
en la provincia de los Pastos aquellos insurgentes que se volvieron a rebelar.
Róbanle su equipaje y lo meten en un monte, puede escapar rodando a un
río y llega a la villa de Ibarra Aymerich, Gobernador de Cuenca, va a Pasto de
orden de Montes con las tropas de Cuenca. Llegan los santafereños y demás
aliados a las inmediaciones de Pasto a las órdenes de Nariño, Presidente de
Santa Fé, retírase Aymerich con su gente, no contemplando ser capaz de
defenderse en dicha ciudad. Van a entrar en ella los enemigos y ochenta
soldados que únicamente aparecieron al toque de la generala, alentados por
Cucalón, empiezan a hacer fuego. Las mujeres gritan y animan a los hombres,
toman varoniles los fusiles, hacen fuego, invocan a (38r) María Santísima de
la Merced. La ponen en la plaza y héla aquí que el ejército de cuatro mil
hombres del general Nariño es derrotado completamente. Muchos fueron los
muertos, muchos más los heridos y quedó prisionero el mismo Nariño con
otros muchos oficiales y soldados. Fueron pasados algunos por las armas y
los demás conducidos a Quito, donde los han destinado a varios parajes sin
seguridad de los que se han ido y vuelto a sus tierras a renovar sus anteriores
diligencias.
Nariño permanece en Pasto y los pastusos no lo han querido entregar
al Presidente Montes, contestándole que lo ha de poner en libertad como ha
hecho con todos los demás porque le han dado alguna plata y ha de volver
otra vez contra ellos, como la experiencia ha manifestado de los demás. Que
han dado cuenta al Rey.
En este estado indispónese Montes con Aymerich, le manda retirarse
a Cuenca su gobierno con orden de que no entre en Quito figurando que
habría novedad en el pueblo con su vista y por dar gusto a los alzados hizo
esto Montes y nombró en su lugar a Vidarrasaga para que vaya de gobernador
a Popayán, solicitando este arbitrio por Mosquera Alcalde ordinario de aquella
ciudad, quien manifestando arrepentimiento de su insurgencia quiere dar
prueba de fidelidad. Destierra Montes a varios rebeldes de Quito, algún otro
a Puerto Rico, a Chagre y dos a Manila; a otros más los remite sin escolta a
los pueblos contiguos al mismo Quito. No advierte que esto causa mayor mal,
pues siendo estos mismos pueblos infestados de los propios sentimientos de
alzamientos, los han mirado en ellos como héroes y caudillos de su libertad y
son como misioneros de la rebelión e insurgencia. Remite a Carlos Montúfar
a Guayaquil con buena recomendación y de allí es llevado a Panamá, de
donde lo dejan ir y resulta nuevamente en el Reino de Santa Fé, haciendo
gente contra Popayán y con sus reglas de perfidia y arte seductor, mantiene
los ánimos generalmente de todos (39r) en el mismo modo de pensar que
han manifestado y sostenido. Toma el Presidente Montes el sistema de
contemporizar con los rebeldes y deja libres a los mayores delincuentes. Su
temor y cobardía le hacen tratarlos con las más grandes demostraciones de
confianza y riéndose ellos de su falsedad, sólo esperan, manifestándole la
más extraña sumisión, el que se les acerque algún socorro para degollarlo y
quemarlo como a los pocos realistas que han quedado en Quito y su provincia,
bien notados por los insurgentes y despreciados abiertamente por el mismo
Presidente Montes, habiéndose ausentado los más, huyendo de la injusticia y
abominación.
Llegan noticias de que manda el Rey tropas de España y que vienen
grandes expediciones a Veracruz, Montevideo y alguna parte a Lima. Sujétase
intermitentemente a este virreinato las Presidencias de Chile, Quito y otras.
Temen y tiemblan los alzados y los realistas se regocijan.
Se pasan cuatro (40v) meses sin volver a tener correo de la Península
y tienen tiempo los rebeldes de maquinar y forjar noticias que favorecen y
alimentan sus ideas y figurándose a España envuelta de nuevo en una guerra
civil e incapaz de mandar tales expediciones. Redoblan sus diligencias,
imprimen gacetas en Jamaica que inquietan y perturban el sosiego general y
el reposo que los realistas comenzaban a disfrutar. En este estado de cosas
nos hallamos en el día amigo mío, esperando como el Santo advenimiento un
correo marítimo. Entretanto quedo rogando a Dios guarde a Usted muchos
años.
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Amigo mío. Hablar a usted singularmente de los acaecimientos que han
sucedido en todas las ciudades y provincias sería asunto interminable y
un buen historiador se verá muy apurado para hacerla por la multitud de ellos,
lo complicado que han sido y casi a un mismo tiempo ejecutados.
Santa Fé de Bogotá, (40r) capital del Virreinato de Tierra Firme
o Nuevo Reino de granada abrigaba hasta el día la Junta o Congreso del
Cundinamarca, recordando el tiempo de su gentilidad, los habitantes con este
nombre, como los de Cartagena de Indias con el de Calamari. Las inquietudes,
intrigas, trastornos y crueldades son con poca diferencia las mismas en
especie. Desavenidos entre sí los pueblos, queriéndose dominar unos a otros,
que en cada uno de ellos se estableciera el centro de unidad de gobierno
según llaman.
Ha habido entre ellos disputas y encuentros sangrientos como las de
Nariño y Baraya y por último convenidos únicamente en ser independientes
de España y de la Iglesia, han figurado otro nuevo gobierno en la provincia
de Socorro, Tunja, paraje de la reunión. Acuñando moneda en Santa Fe, han
puesto la figura de un indio a un lado y al otro una granada, manifestando con
ésto querer ser mas bien indios gentiles que españoles católicos. Trataron de
seducir al principio a los ignorantes con los pomposos nombres de fidelidad al
Rey, a la Patria y a la Religión de sus mayores. Conseguido su fin de mezclar
a todos, comenzó la (41v) persecución a la religión, desalojando los templos,
cercenando el culto y predicando abiertamente contra lo más sagrado,
CARTA 21
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hasta contra la misma deidad. La tolerancia reina y los ministros del Señor
se han convertido en fieles satélites. Satanás desterrando, persiguiendo y
aún quitando la vida a los más piadosos y justos. Quito, Popayán, Santa Fé,
Cartagena, Caracas, Buenos Aires, Chile y casi todas ambas Américas son
monumentos irrefragables de esta verdad tan lastimosa. Los fieles europeos
han sido destruidos, confiscados sus bienes y muertos los que no han podido
emigrar, y los pérfidos cobardes han hecho causa común con los malvados
asegurando precariamente su existencia.
No han perdonado al fiel patriota y al criollo ilustrado, pues víctimas
del furor de sus paisanos, han perecido igualmente en los cadalsos y en las
hogueras. En todas partes se han visto los mayores horrores, pero en Caracas
¡ah! Señor: Caracas, la provincia de Venezuela, ha sido cubierta de luto
enteramente, sin perdonar al laborioso isleño, a los padres europeos (41r)
y hasta los moribundos enfermos fueron amarrados con sogas contra unas
tablas y arrojados furiosamente a las violentas llamas. !Oh humanidad tan
celebrada y tan ponderada de estos novatones e impíos!
Reconquistada Caracas dos veces por Monteverde y Bobes,
desaparecieron los Mirandas y Bolívares y otros tan crueles como los tigres
del centro de África.
La falta de socorro de la Península no ha dado lugar a tener ya
sujeto todo el Reino y la falsa piedad y la confianza española mantienen
aún lo conquistado pendiente del todo al aire de una mínima ocasión. Ya
estuvo Quito dispuesto al acercarse Nariño a Pasto para levantarse de nuevo,
asesinar la guarnición, a los fieles realistas y al mismo Presidente Montes que
los protege. Tenían armas ocultas y las tienen, pólvora y balas. Varios pueblos
de su distrito se empezaron a conmover y en Ambato hasta hicieron fuego a
un piquete de tropas del Rey, que allí se mantiene.
Buenos Aires (42v) resuelta parecer según sus proclamas, ha alarmado
enteramente todo su distrito, renovando sus órdenes sanguinarias contra
cualesquiera que no tome las armas de quince hasta cincuenta años.
Montevideo, defendido tan vigorosamente por Bigodet, fue al fin
presa del porfiado porteño y ahora conquista de Artigas que, disidiendo de sus
máximas, se les ha opuesto para vengar el agravio de haberlo sentenciado a
muerte sus partidarios de Buenos Aires, en premio de los muchos servicios
que les hizo.
Cartagena bloqueada por Bolívar está experimentando el
agradecimiento de aquel insurgente que halló auxilio, cuando derrotado por
Bobes, entró en aquella plaza.
La llegada de las expediciones que se han anunciado de España,
terminarán esta tan espantosa contienda y si no voy a manifestar a V.M el
juicio que he formado acerca de su éxito y terminación.
Dios guarde a usted muchos años. (42r)
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Amigo mío. Ya he manifestado a usted en una anterior, las castas de gentes
que pueblan este Nuevo Mundo, sus inclinaciones, sus fisonomías,
sus colores y últimamente la aversión y odio que está como radicalmente
cimentado entre ellas.
El negro, enemigo del blanco, el indio del negro y del blanco y las
demás clases de mulatos, zambos, mestizos, etc. guardan regla de proporción
del partido que les acomoda a sus inclinaciones y a sus deseos. El blanco criollo
exterminaría de una vez a sus padres europeos, valiéndose de las castas para
esto como hemos visto. Quedando sólo el criollo, sería exterminado por los
indios y mestizos en países internos y fríos. Téngase presente lo de Quito y el
decreto de Pomacagua de quitar la vida a todo el de cara blanca, sin distinción
de clase y sexo y en los calientes y costas, por los negros y mulatos que son
los que abundan. Verificado esto los indios consumirían a los mestizos y los
negros a los zambos y mulatos como está experimentándose en la isla de
Santo Domingo, pasando después estas tierras a ser colonias extranjeras.
Paréceme muy al caso recordar a U. aquella ley de los romanos que
mandaba a castigar al parricida, metiéndolo en una cuba, vivo con un perro,
un gato, un mono, un gallo y una culebra y que arrojándola al Tíber, fuese
despedazado por aquellos tan diferentes, inmundos y contrarios animales.
En España, hasta en nuestros días se hace la ceremonia de echar en una
cuba al parricida después de muerto y pintando en ella los anteriores referidos
animales.
Dios guarde a Usted muchos años.
CARTA 22
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Amigo mío. He referido a usted en las cartas anteriores, las causas
próximas y remotas, físicas, políticas y morales que han concurrido
parcialmente a la sublevación de las Américas. He (43r) hablado también de
las causas concomitantes que se han encontrado al comenzar los alborotos
y han servido a soplar el fuego de la rebelión. También he significado los
agentes externos e internos que han activado y causado el desorden. Réstame
el hablar de los ingleses, que llevados de su ambición e insaciable codicia, han
animado, han mantenido y alimentado a los rebeldes vendiéndoles armas
y municiones y mostrándoles un semblante de protectores para el caso de
no poder conseguir cabalmente sus ideas. Se han llevado cuantos intereses
hubo en ambas Américas y han arrastrado cuantas riquezas de plata y oro se
habían podido reservar y guardar en mucho tiempo.
En las octavas que pongo a continuación de esta carta discernirá
usted dos géneros de agentes y a veces uno mismo con dos comisiones como
v. gr. Montúfar por una parte enviado regio con comisión de Bonaparte por
un lado y por el otro de los Jacobinos quienes han logrado crezca en Quito y
en el Reino el número de sus secuaces y de ver establecida la bella unión en
el mismo Quito a poco (44v) de instalar dicho Carlos Montúfar su gobierno.
También servirán dichos versos para que tenga usted una recopilación algo
particular de lo acaecido en este Reino de Tierra Firme que con más prontitud
y en un golpe de vista saber los principales acaecimientos que son los que
más he palpado y por tanto refiere con más individualidad y también por
haber emanado de ellos la rebelión general de las Américas.
CARTA 23
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1ª Sale la aurora, anuncio feliz
de que el mundo tiene cómo subsistir;
es noticia cierta, el mortal dichoso
de que el criador, quiere tu reposo;
por tanto preven dignas albanzas,
para con amor puedas publicarlas;
las negras tinieblas, ya se disiparon
y en sus calabozos, las han encerrado.
2ª Ya Fernando vino a España su Reino!
donde se encontró; que caos, que infierno!
las aves nocturnas fueron trabajando
los planes malignos para destronarlo;
pero todo ha sido un trabajo vano,
como le acontece a el escarabajo, (44r)
o al ratón goloso que incauto se mete,
royendo los dulces, con amargo muere;
3ª Un sistema oculto, a todos preparan
para que en saliendo nos diera en cara,
también el cuerpo. Potencias del alma
porque contra todo, flechas se disparan:
este club secreto, agentes mandaba
para sostener con arte y maña
los impíos dogmas que quieren meter
y que todos se formen de su parecer.
4ª Esto es más antiguo; la Francia enseñó
cuando a su Rey Luis, lo guillotinó,
entonces formaron su constitución,
que en España ha dado, segunda lección:
mas como en ella no han sino teorías
es preciso tratarla como las manías
de unos locos que quieren todo reformar
destrozándolo todo, menos el hablar.
5ª Hechos los Licurgos, quieren reformar
tratos, culto, comercio y modo de andar;
pero todo ha sido mucho trastear
proyectos al aire, todo vanidad:
lucir sus talentos es el fuerte de ellos,
(45v) y han logrado al fin lo que los cangrejos,
porque todos han visto son imitados
los discursos leídos o recitados.
6ª Hacen su partido de gente ignorante
de inculta, malvada y de tunante
estos los celebran, gritan al instante
que viva, que viva mi Representante:
con estos alientos vanos presumían
que la España toda pronta prestaría
su ascenso corriente al sistema tal
que si se establece a Dios Majestad.
7ª La divina y humana quieren desterrar
con pretexto que el hombre goce libertad
este nombre pomposo (...)
con el otro alagüeña de la igualdad;
los indios lampiños, luego al punto son
caballeros ilustres, pero sin honor,
porque éste se adquiere, también se hereda.
8ª Con estas prerrogativas, bultos aumentando
el partido y sus fuerzas va gruesando
al parecer lograrían industriosos
oponer baterías diversas con embozos
(45r) al Rey, al Estado, Religión Santa,
pero a esta, el abismo no le espanta:
pues Jesu-Cristo divino y generoso,
le ofreció, el sacarla con reposo.
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9ª Al tirano común, casi de la Europa
le parece que es, parte muy corta,
para saciar su ambición desmesurada,
a la América extiende una mirada;
el le ofrece su amparo y su patrocinio,
a fin de prepararla bien a su designio;
por segundas manos da a los comisarios,
instrucciones muy propias para lograrlo.
10ª Vinieron muchos de éstos, embozados
con pretexto de ser regios enviados;
una cosa, que sonaba comisión
les puso en las manos, la ocasión,
de ejercitar su arte de intrigantes
de traidores, impíos y farsantes
a este Reino, por desgracia, Oh le mandaron
a Montúfar; Villavicencio, primo hermano.
11ª En Cádiz se embarcaron con presteza,
a Caracas arriban con ligereza,
tratan con Madariaga Canónigo Chileno,
(46v) y le manifiestan todo su veneno;
dáles onzas de oro, de gratificación,
y queda observando, sólo la ocasión
para dar el golpe que lograron
día Jueves Santo, que esperaron.
12ª Siguen pues los dos por mar a Cartagena
dónde se representó igual escena
el anciano Narváez aturdido,
puso un buen papel, llamando hijos
a los del Reino de Santa Fé,
porque a los dos creyó de buena o mala fé
diciendo, no solo la España está abatida,
sino que afirmaba estar perdida.
13ª Siguen los Primos a la capital,
donde los recibe, el Virrey Amar,
mandóles el coche, para que entraran
y gran comitiva, toda de gala:
leyó los papeles y pronto impuesto,
dejólos obrar, a todo su contento:
a Montúfar dio para que leyera
un aviso secreto que contra él era.
14ª Dn. Carlos Montúfar siguió a Popayán,
en donde instaló la Junta Central;
pasa luego a Quito, su Patria querida,
donde completó su misión divina,
(46r) así la llamaron aquellos impíos
para verse ahora con catarro y fríos;
aquí ya explanó todo su sistema;
porque en el camino todo fue emblema.
15ª El Presidente Castilla luego al punto,
le entregó su poder y cual difunto,
se quedó esperando en su maldad
lo que sucedió al sordo Amar,
tan traidor el uno como el otro,
sin honor, ni conciencia y bien pronto
perdieron de una vez, todo este Reino,
y el Virrey su descanso, el otro el Cuero.
16ª Hablar de Quito nunca acabaría,
pues en ella existe la grande Compañía
de Francmasones, que creó el Barón Umbol
que fue el enviado para esta misión,
de tanto tiempo, tan anticipada,
y de tantos años, también maquinada
por los jacobinos, seductores generales,
que han logrado en esta buenos oficiales.
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17ª La ciudad de Pasto, fiel deveras
siempre se opuso, cual barrera,
a los iniquos y viles procederes, (47v)
contrarrestando sola todos los poderes
de Santa Fé, Cali, Popayán y Quito,
sin dársele de ellas, sólo un pito;
valiente, los derrota veces diversas,
con sólo su valor y sus proezas.
18ª Guayaquil y Cuenca han sostenido
e impedido que logren su designio
los insurgentes quiteños presuntuosos
ladrones de la paz y del reposo;
sus miras dirigían a la gran Lima,
más el Virrey Abascal, les cayó encima,
gracias a éste Virrey, Gobernador sin igual,
Aymerich, Cucalón, Vasco y Pascual.
19ª El referir las cosas memorables,
y también los lances particulares,
sería no acabar en mucho tiempo,
e imposible decir con orden ésto;
pues como todo ha sido confusión,
no es factible contarlos con distinción;
por tanto, te refiero dislocados
los sucesos notables, que han pasado.
20ª En otra ocasión, amigo, escribiré
lo que resultó con tanto revolver; (47r)
no quedó cosa con cosa que no fuera
tratada con desprecio y con sordera,
costumbres, tratos, religión y sociedad,
todo se deshizo, con gran facilidad;
mal restablecido el orden, por Montes Presidente
el político edificio, en el aire está pendiente.
Aunque no pretendo parecer, ni soy poeta, he puesto a usted estos
versos para que con alguna variedad forme el concepto debido de los agentes
de la revolución. Después en otra carta daré a usted noticia de los actores y
empleados en la ciudad de Quito de donde se diseminó la discordia y rebelión:
entre tanto voy a manifestar a usted el concepto que tengo formado del
paradero de las Américas.
Dios guarde a usted muchos años.
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Amigo mío. De poeta, médico y loco, todos tenemos un poco, dice un
refrán castellano. No se si será locura mía la ocurrencia que he tenido en
calcular el término y fin en que han de parar las Américas. En la fábula que
sigue lo verá usted bien simbolizado, advirtiéndole que la Hisperia es la (48v)
España y las dos telas que se mencionan son la ignorancia y la gentilidad: lo
demás es referir lo que ha acontecido durante la revolución de España y el
pago que le han dado las Américas.
FABULACRIA CUERVOS Y TE SACARAN LOS OJOS
ESPAÑA Y LAS AMERICAS
1ª Hallóse Hisperia dos cachorros
en una selva inculta sin abrir los ojos,
envueltos en la tela secundina
que naturaleza les dió, con otra encima:
toma empeño en criarlos como a sus hijos,
logro al fin verlos robustecidos:
su leche y sangre prodigando
admiróles lúcidos, ¡Oh que engaño!
2ª Luego que de la infancia los sacó
mostraron los cachorros, su inclinación
tigres crueles los dos hijos fueron,
que pagaron a Hisperia su amor y esmero;
CARTA 24
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a ésta estando enferma y condolencias, (48r)
los cachorros negaron la obediencia,
el pan y alimento necesario,
quitándole al punto, con mezquina mano.
3ª Vuelve en sí la Hisperia de sus accidentes,
los dichos cachorros le muestran los dientes,
ella los alaga fina y amorosa,
más ellos ingratos dicen: ¡que flaqueza!
con todo queridos volved a juntaros
en mi seno puro, no tengais cuidado:
nada consiguió la madre indulgente
sólo que los dos le muerdan valientes.
Dios quiera amigo mío que esta mordedura no sea tal que la España
quede imposibilitada de poder sacarlos de por fuerza de las selvas y montes a
que su inclinación los conduce, pues estando en su centro robustos y bastante
instruidos por la misma Hisperia, no es ya tan fácil el que los vuelva ésta a
reducir a su antigua obediencia, si no toma las mayores precauciones.
Dios guíe a usted muchos años.
Amigo mío. Las enfermedades de todo (49v) cuerpo, unas son agudas y
otras son crónicas, según dicen los médicos: las primeras se curan con
remedios fuertes y violentos y las segundas con otros más suaves y lentos.
Bajo este concepto voy a proponer a usted los medicamentos físicos, políticos
y morales respectivos a las dolencias del Estado en esta parte de la Monarquía
Española, para con ellos poder remediar y reparar los gravísimos daños que
se están experimentando y poder precaver el total exterminio y la absoluta
separación que le tengo anunciada del cuerpo de la Nación.
En esta carta sólo hablaré a usted de lo físico y ejecutivo dejando para
después el tratar de los demás remedios.
Primeramente es indispensable una fuerza armada muy poderosa
que sujetando imperiosamente los exaltados humores de la rebelión puedan
separarse los miembros acancerados que inficionan el cuerpo en general. En
una palabra, debe cumplirse la Ley que manda desterrar, no sólo a los rebeldes
y traidores sino a sus hijos y familias, todas como que probablemente deben
estar imbuidas en el mismo modo de pensar que los que hacen cabeza en
ellas. Demasiadas islas hay (49r) desiertas en las Américas mismas, donde
podían poblar y cultivar los destinados a ellas. Así como hay islas de Fuego, de
Ladrones, etc., que haya otras de Insurgentes, de Traidores, etc. O si no, hay
Californias y otra inmensidad de terrenos que poder beneficiar.
No debe absolutamente dejarse uno de cuantos insurgentes han
hecho algún uso en la rebelión, sea con cargo militar o político, o bien haya
sido de los tribunos alborotadores del pueblo.
CARTA 25
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Es indispensable que los sujetos destinados a estas comisiones sean
muy rectos y no sean de aquellos que la piedad falsa los arrastra.
Con los bienes de estos mismos insurgentes, hay sobradamente para
reponer a los fieles vasallos, los que han perdido y al mismo tiempo costearles
el viaje y darles algunos utensillos en sus destinos.
Deberán premiarse con toda prontitud los méritos de los que han
padecido por la justa causa y los de los que han muerto por ella en sus
hijos o descendientes que no sean (50v) culpados. Es tanto más ejecutiva
esta disposición, cuanto porque no se ha tomado con tiempo muchos en las
segundas y terceras rebeliones, se han hecho a este partido por no perecer de
una vez o porque los rebeldes perdonados han salido mucho mejor que los
leales y fieles vasallos del Rey. Como v.gr. en Quito, el conde Ruiz de Castilla
no hizo caso de los Realistas, que cuando se repuso en su legítimo gobierno
y antes bien los despreció; y al segundo levantamiento ya no hubo la mitad
de los Realistas; y ahora que entró a gobernar el Presidente Montes, que ha
aburrido a los pocos que quedaron, ya no asomará ni hablará. Uno siquiera,
porque el hombre así como siente el castigo, se esfuerza y cumple por el
premio.
Dios guarde a Usted muchos años.
Amigo mío. Voy a tratar a Vuestra Merced en esta de los remedios morales
que me parecen necesarios no sólo para precaver levantamientos (50r)
sino para mantener en quietud y subordina ción esta parte de los dominios del
Rey. Pero antes quiero recopilar los arbitrios y medios que han empleado en la
rebelión, para que por ellos conozca VM. si los remedios son proporcionados
a desbaratar y desvanecer sus tenaces ideas y preconcepciones.
En primer lugar han abusado del púlpito y confesionario, predicando en
aquél y seduciendo en éste a los infinitos ignorantes atrayéndolos a su partido;
al principio con pretextos de defender estas tierras del poder de Bonaparte y
mantenerlas en obediencia al del Rey Fernando Séptimo: indagando en el
confesionario cuáles eran los verdaderos realistas y los acusaban los mismos
confesores. La inclinación de varios obispos Americanos a su partido y la
debilidad de otros que no contrarrestaron con la energía que debieron a los
principios. La multitud de curas, frailes y clérigos de mala y relajada vida,
a quienes halagaron con ofrecerles libertad (51v) de conciencia con los
papeles impresos en el Norte América, en Jamaica y en España mismo. De
estos eclesiásticos llegaron muchos a predicar el materialismo hasta en los
púlpitos.
Papeles sediciosos de todas clases contra el Rey, familia Real y contra
todos cuantos han tenido el mando. Al Virrey de Lima, Abascal, hasta le
fingieron que se había coronado emperador por Bonaparte en el mismo Lima;
y en Quito grabaron unas monedas de plata alusivas y representativas de este
suceso, que procuraron esparcir en el público, como en otro tiempo los herejes
hicieron contra los jesuitas. Forzaron las gentes a tomar las armas, a unos
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con engaños, a otros por estímulos y a otros con palos y azotes. Fundieron
cañones, hasta con las campanas de las iglesias, han acuñado moneda,
fabricado lanzas, cuchillos y aún escopetas. Usaron e inventaron cohetes
envenenados. Se han valido de todo género de impostura, calumnia y mentira
y de cuantos artificios maquiabélicos les sugerían (51r) los emisarios de
Buonaparte y de los Jacobinos, al mismo tiempo que los que les suministraba
su infatigable y dañada intención, sin olvidar cuanto los herejes discurrieron
para el logro de sus pretensiones.
El primer remedio que en la parte moral me ocurre es la división de los
obispados que, siendo tan dilatados y extensos, no pueden ser atendidos por
los Reverendos Obispos. V.gr: cercenando a Popayán desde el río de Patía por
el norte y a Quito desde el río de Mira por el Sur, quedando un Obispado para
la ciudad de Pasto, que está en el centro de estos dos ríos y por el oeste tiene
a Barbacoas y por el oriente las misiones del Putumayo, que habitualmente
están abandonadas, como lo demás del terreno dicho y contenido, porque no
se visita nunca. Serviría al mismo tiempo de premiar a la fidelísima ciudad de
San Juan de Pasto poniéndole intendente que gobierne su distrito.
En segundo lugar los (52v) Obispos deben ser hombres no sólo
instruidos y virtuosos sino también de edad proporcionada para que puedan
trabajar y de ningún modo criollos, pues acostumbrados desde niños a ver
viciados a los eclesiásticos, no les causa después novedad ni eco alguno sus
delitos. Fuera de que por alzamientos, ya sólo se acuerdan que son del mismo
país. Y así los que haya beneméritos para obtener mitras, hay muchas en
España a que poderlos destinar. Cada tres años deberán dar cuenta de la
visita, sin excusa alguna. Remitiendo copia de los padrones exactos de su
feligresía, etc, etc. Igualmente como está mandado, noticia de la conducta de
sus cleros en singular.
Debe tener una imprenta donde se impriman no sólo las cartillas
del rezo o añalejos, sino también cartas pastorales y se reimpriman algunos
libros y papeles devotos, curiosos e instructivos, siendo los mismos Obispos
los revisores además (52r) de la Inquisición.
Deberán poner un archivero general perpetuo para que cuide y se
conserve siempre el archivo intacto y completo y no lo que sucede ahora
en muchos obispados, que en una sede vacante sacan cuantos papeles
quieren y así no se encuentra despues Cédula Real alguna, ni fundaciones de
capellanías, de obras pías y demás que deben conservarse en aquella oficina,
como el libro maestro o becerro de las capellanías que es donde consta la
subsistencia del clero. Debe practicarse en cuanto a este archivo todo lo que
se hace en la Península en semejantes establecimientos.
Deben igualmente crearse los colegios seminarios según la intención
del Concilio de Trento y ponerlos al cuidado de los jesuitas (ya que está
repuesta esta religión). No tendrán entonces los Reverendos Obispos excusa
para ordenar (53v) hombres ignorantes e ineptos, dispensándoles intersticios,
ejercicios y aún las proclamas: porque entonces habrá sujetos instruidos que
poder ordenar.
Debe obligarse a los Obispos a que tengan Provisor confirmando su
nombramiento por el consejo como está prevenido para evitar en las sedes
vacantes alborotos, simonías y todo género de desorden.
Cada diez o doce años debe haber sínodo diocesano y tratar en él sólo
de los medios de arreglar las costumbres e instruir al pueblo y del arreglo del
arancel de derechos parroquiales. Esto es caso que no se señalara a cada cura
renta fija de los diezmos divididos estos entre Obispos, Canónigos y curas,
podría con ésto dotarse decentemente a los párrocos y quitarles la ocasión de
tratar y contratar con cosas espirituales y los pueblos quedarían más expeditos
para contribuir al Estado. Los curas deben hacer respectivamente los (53r)
padrones del cumplimiento de iglesia: deben predicar y enseñar la doctrina
cristiana en lengua castellana y visitar la escuela donde se enseña a leer y
escribir respondiendo a este cargo en la visita del obispo, quien especificará
en su informe general anualmente al Rey la conducta de cada Cura.
No debe haber más fiestas de iglesia que las mandadas por el gobierno
del Corpus Cristi, Purísima Concepción de María, del patrono de cada pueblo y
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la de difuntos, procurando quitar y desterrar toda superstición. Fuera de estas
funciones podrá haber alguna otra rara de verdadera devoción o de verdadera
necesidad en invocar algun protector para el Altísimo.
Las órdenes religiosas deben ser nuevamente establecidas y ordenadas.
Se les debe obligar a mantener vida común (54v) y todo el instituto de sus
respectivas reglas, tanto a los frailes como a las monjas. Si los reformadores
no pueden conseguirlo, es indispensable buscar arbitrio para sujetarlos al
ordinario. Las monjas pueden servir de educandas del sexo femenino.
Dios guarde a Usted muchos años. Amigo mío. Ya que he propuesto los remedios físicos y morales que me
han parecido para sanar el cuerpo político de la América, es conveniente
expresar a Usted lo que juzgo conveniente para curarla radicalmente y
precaver los síntomas funestos de las recaídas.
En primer lugar el código indiano debe purificarse de aquellas leyes
que por falta de uso no sirven más que de abultar el tomo y volumen de ellas,
sustituyendo en su lugar las pragmáticas y Reales Cédulas, (54r) las modernas
y algunas otras que completen en un cuerpo la legislación de estos países,
uniformándolos del modo posible en un todo.
Verificado esto, se deben elegir magistrados que las hagan cumplir y
observar pues de lo contrario se cansan vanamente en mandar lo que no se
ha de verificar y el edificio político se va minando y corroyendo hasta que se
viene a tierra como hemos visto con tanto dolor y sentimiento.
Todo género de empleados debe buscarse de entre aquellos hombres
moderados que huyen de pretensiones y de cargos y no les falta aptitud e
inteligencia para desempeñarlos. En atención a la miseria del hombre es
indispensable buscar arbitrios para contener a los que mandan y precaver
los efectos de la soberbia y de la codicia de muchos, pues abusando de la
distancia del trono, desprecian hasta las órdenes de la Majestad misma y sólo
tratan de enriquecerse oprimiendo (55v) a los vasallos del Rey. Debe exigirse
indispensablemente el cumplimiento de todas las ordenes y cédulas al tiempo y
término perentorio que corresponda a las distancias. Y sería muy conveniente
mandar disfrazados de comerciantes varios sujetos hábiles y de conducta que
CARTA 27
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fueran recorriendo todas las provincias con el mayor disimulo y anotando la
vida de todos los empleados en un libro secreto, tanto la pública como privada,
sin excluir de ésta pesquisa a los eclesiásticos. Con este arbitrio tendría el Rey
una noticia exacta de todos los funcionarios públicos y sabría una junta de
tres o cuatro que nombrara a los que debía quitar, premiar, ascender, etc., que
podrían ser de los mismos camaristas de honor y religión que S.M. mantiene.
Quienes podrían pedir ésta, aquella diligencia o las causas seguidas y demás
que les pareciera, que había éstos empleados secretos, aunque ignorando los
que sean serviría (55r) de contención a muchos y procurarían cumplir con
sus obligaciones antes de verse en un gran trabajo. Esto no debe impedir las
públicas residencias y se debería agregar la de los oidores de las Audiencias.
No deben ser ancianos los presidentes y gobernadores sino jóvenes expeditos
y ágiles.
Debe hablarse sólo el idioma castellano y ningún otro, poniendo
las escuelas en todas partes como está mandado. Los indios deben irse
confundiendo poco a poco y a que dejen el traje, ya sus usos anticuados, ya
casándolos con mestizas, etc., debiendo agregar al catecismo de doctrina una
corta instrucción política.
Deben recogerse todas las armas blancas y de fuego dejando
solamente en los puntos bien guarnecidos las convenientes para usar de ellas
cuando se necesite, y no permitir que usen los naturales algunas, sólo por
privilegio particular, los que en esta rebelión las han usado en (56v) defensa
de la legítima causa y no se han mezclado después en la injusta
Deben ponerse las contribuciones en un pié que dejen a la Real
Corona bastante sobrante para tener repuestos y con él atender a la defensa
y seguridad interior y exterior de todas las provincias. Cada una de ellas debe
contribuir con todos sus respectivos gastos, aunque sea la más pobre, que esto
servirá al mismo tiempo de alentar su industria sacándolos de la ociosidad e
inacción en que están.
Pacificado todo no debe haber muchas tropas, sino en los puestos
precisos y éstas todas servidas de españoles europeos, a lo menos oficialidad,
cabos y sargentos remudándolos a lo menos cada tres años.
El europeo que se case o tenga hijos debe contribuir al Estado y a
favor de España para su recompensa de la falta de población y del enemigo
que le engendra, veinticinco pesos. Dieciséis pesos por cada hijo legítimo y
veinticinco por el natural e ilegítimo.
Debía obligarse a los europeos (56r) a mandar algún hijo a España a
educarse desde la infancia.
No es posible tolerar algún extranjero, sea de la clase ni condición
que se fuere, no con motivo alguno. Los empleos de gobierno y mandos han
de ser a Europeos y si los criollos son algunos beneméritos, sean empleados
en la península o a lo menos en México los del Perú y los de México en las
Filipinas y demás respectivamente.
Los correos deben igualmente servirse por europeos.
Debe obligarse a todos los pueblos que tengan Gaceta de Gobierno
de España, suscribiéndose a ella y que se lea precisamente por el maestro de
escuela en público.
Los intendentes y gobernadores deben visitar sus distritos y mandar
cada tres años la visita como los Obispos, pero no deben ir juntos. Deben cuidar
de las poblaciones que no sean de más de dos mil vecinos y con los sobrantes
que vayan encontrando, formarán pueblos pero no con iglesia y casa del cura,
cubiertas de paja (57v) porque así no duran, ni permanecen las poblaciones,
aunque pretexten que la paja dura muchos años en las cubiertas, han de ser
de teja precisamente. Finalmente debe tirarse a confundir los términos de
gachupín, criollo, chapetón y cualesquiera otro que indique distinción odiosa
de europeos y americanos. No hablaré del arreglo de tribunales, porque esto
no necesita de otra cosa que hacer cumplir exactamente lo ya dispuesto,
ni del número de abogados, que debe ser muy limitado, pero hombres de
nacimiento claro, de buenas moralidades y aptitud correspondiente y no
como ha sido y son los más hombres indecentes que dañan la sociedad y el
Estado con su modo y corrompidas doctrinas. Según a proporción también
hacen los procuradores, escribanos y algunos médicos, que son de la escoria
del pueblo, por cuyo abuso y facilidad de meter a esta clase de hombres
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en semejantes profesiones, lo físico, político y moral se halla en el mayor
abandono resultando una facilidad en mentir y trastornar (57r) las más sabias
disposiciones, fingiendo con frecuencia noticias, documentos que perturban
y dañan toda la parte política de la Monarquía.
Dios guarde a Usted muchos años.
Amigo mío. Apunté a usted en una de mis anteriores cartas una instrucción
política muy breve y corta que debía agregarse al catecismo de doctrina
cristiana a fin de que los habitantes de las Américas sepan algo y formen
juicio de lo que es Rey, Patria y España, cuya ignorancia ha contribuido en
gran manera a generalizar la rebelión y los males que se han seguido. Voy
a hacerlo con preguntas y respuestas para facilitar hasta en los párvulos la
retención en la memoria.
P. ¿Quién es el Rey? R. Rey es un hombre privilegiado por la naturaleza
y por Dios, puesto por éste para mandar y gobernar su Reino. P. ¿Qué respeto
se debe al Rey? R. El mismo y más a nuestros padres, porque es padre general
(58v) de sus vasallos. P. ¿Y el que no obedece y ama al Rey qué pecado
comete? R. pecado mortal contra el cuarto mandamiento de la Ley de Dios.
P. ¿Qué tratamiento se da al Rey? R. El de Católica Real Majestad. P. ¿Y a la
Reina qué tratamiento se le da? R. El mismo que a su marido aunque éste
haya muerto. P. ¿Los hermanos y tíos del Rey que tratamiento tienen? R.
El de alteza, como también los hijos, aunque el mayor se distingue con el
título de Príncipe de Asturias, los demás son nombrados infantes de España,
como sus mismos tíos. P. ¿Qué cosa es la Patria? R. Es el Reino y los Estados
juntos que están bajo el dominio del Rey. P. ¿Y la tierra donde uno nace se
llama Patria? R. Sí, también se nombra así para denotar el lugar de nuestro
nacimiento. P. ¿Qué cosa es España? R. Es una porción de tierra grande
rodeada por tres partes del mar y por esto se llama Península. P. ¿Y nuestro
Rey dónde vive? R. En la dicha península que está poblada de muchas
provincias, en ellas muy grandes ciudades, otras muchas más pequeñas (58r)
y una multitud e infinidad de villas y lugares pequeños, que juntan entre todos
CARTA 28
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muchos millones de hombres valientes. P. Y qué frutos hay en las provincias y
tierras de España? R. Hay de todo cuanto se puede imaginar para el alimento
y regalo de aquellos hombres. Hay montes, hay ríos, maderas de todas clases
y minas muy ricas de todo género de metales, pero las de oro y de plata, no
se trabajan ahora porque esto se hace en las Américas. P. ¿Qué cosa son las
Américas? R. Son una infinidad de tierras unidas al gobierno del Reino de
España que los Reyes Católicos Dn. Fernando y Da. Isabel hicieron descubrir
por medio de Cristobal Colón y desde entonces se han poblado con Españoles
que han ido viviendo y son descendientes de aquellos todos los de color
blanco que ahora se encuentran en estas provincias. P. ¿Antes de esto qué
era lo que había en estas tierras? R. No había más que indios gentiles que no
tenían noticia de las ciencias. P. ¿Qué utilidades se han seguido a estos (59v)
infelices indios? R. La primera y principal hacerlos cristianos convirtiéndolos
a la Fé los misioneros que los Reyes de España han mandado y el que cuida
hasta ahora de que tengan curas que los doctrinen. P. ¿Qué otras ventajas
se han seguido a los indios con haberse incorporado a la Corona de España?
R. Haberse civilizado, tener ya noticia de las ciencias e instrumentos para las
artes, aún de aquellas que ellos no ignoraban. P. ¿Qué otras utilidades se han
seguido a estas tierras y a los indios? Haberse extendido el comercio y saber
ya de agricultura, con que se ha dado un valor incalculable a estas tierras,
produciéndose ya en estos países los mismos frutos que en España de donde
han venido las semillas de casi todo lo que ahora hay y se come hasta de lo
que se bebe de vinos y licores exquisitos, pues antes no conocían los indios
más que la chicha y pulque. P. ¿Qué más han logrado los indios? R. Tener
unas leyes sabias y piadosas que los gobiernan en lugar que en tiempos de
su gentilidad no sabían más que obedecer a sus emperadores, quienes a su
antojo los (59r) mandaban y no les permitían propiedad alguna de sustancia
ni entidad; y ahora tienen y pueden tener cada uno cuanto adquiriere con su
industria y trabajo. P. ¿Cómo deben tratarse los que nacen en España y en las
Américas? R. Como hermanos, pues además de la Religión Cristiana Católica
que los une, son todos Vasallos del mismo Rey y componen en todos una
misma Sociedad que se llama patria.
Dios guarde a Usted muchos años.
Amigo mío. Voy a poner en lista los nombres de los empleados principales
en las distintas épocas y revoluciones de Quito para que vea usted, segun
le ofrecí, los actores más recomendables que han causado tanto escándalo,
tanto ruido y lo peor, tantos males casi irremediables en toda la América.
Los he conocido y tratado a todos singularmente y podía dar A.U una noticia
muy cabal de sus nacimientos, vida y costumbres, mas contemplo (60v) que
para el fin que usted quiere la noticia, no hay necesidad de tanto, porque
no pretende casar a ninguna de sus hijas con alguno de esos hombres. Con
todo es conveniente advertir a usted que hay entre ellos muchos naturales,
espúreos y sacrílegos. Casi todos son o han sido amancebados públicamente.
Otros casados clandestinamente, jugadores los más, bebedores muchos de
ellos, tramposos muchísimos, de poca o ninguna religión, maestros y traidores
todos juntos al Rey y hasta con ellos mismos. Se exceptúan algunos tres o
cuatro, que notados de sectarios de Miguel de Molinos, aparentan una virtud
hipócrita.
Lista de los empleados principales en el día diez de agosto de 1809 en
que se levantó la ciudad de Quito.
Primeramente el Marqués de Selva Alegre Dn. Juan Pío Montúfar,
Presidente con tratamiento de Alteza Serenísima, puesto en su trono recibió
las arengas de los cuerpos y comunidades.
Exmo Sr. Dr. Dn. Juan de Dios Morales, Secretario y Ministro de
Estado.
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Exmo Sr. Dr. Dn. Manuel Quiroga, Secretario y (60r) Ministro de Gracia
y Justicia.
Exmo Sr. Dr. Dn. Juan Salinas, nieto de Diego de Salinas que entregó a
los ingleses la plaza de Gibraltar, comandante general de las armas del Reino
del Quitu.
Exmo Sr. Dn. Xavier Ascázubi, General de la expedición del Norte con
una infinidad de oficiales y soldados que fueron contra la ciudad de San Juan
de Pasto.
El Sr. Dn. Joaquín Sánchez de Orellana, Coronel comandante.
El Sr. Marqués de Solanda, Coronel de Caballería.
Senado compuesto de Legislativo y Ejecutivo, divididos en dos salas,
los individuos siguientes.
El Ilmo. Sr. Dr. Dn. José Ascázubi, Presidente y Regente. El Sr. Dr. Dn.
Francisco Xavier Salazar. El Sr. Dr. Dn José Salvador. El Sr. Dr. Dn. Salvador
Murgueitio. El Sr. Dr. Dn. Pedro Quiñones. El Sr. Dr. Dn. Pedro Escobar. El Sr.
Dr. Dn. Bernardo León. El Sr. Dr. Dn. Luis Quijano. El Sr. Dr. Dn. Antonio Ante.
El Sr. Dr. Dn. Antonio Tejada. El Sr. Dn. Jacinto Sánchez, Marqués de Villa
Orellana. El Sr. Dr. Dn. José del Corral Fiscal. El Sr. Dr. Dn. Vicente (61v) Lucio
Cabal, Fiscal. El Sr. Dr. Dn. Tomás Arechaga, Agente General y Protector de
Indios.
Todos los mencionados hasta aquí son abogados.
Lista de los individuos que compusieron la Junta Suprema Gubernativa
establecida en Quito por Dn. Carlos Montúfar en septiembre de 1810.
Primeramente el Conde Ruiz de Castilla, Presidente. Marqués de
Selva Alegre, Dn. Juan Pío Montúfar, Vicepresidente. Dn. Carlos Montúfar,
Comisionado Regio. Dn. Guillermo Valdiviezo. Dn. Jacinto Sánchez, Marqués
de Villa Orellana. Dn. Domingo Gangotena. Dn. Francisco Rodríguez Soto,
Canónigo Magistral. Dn. Manuel Mateu. Dn. Juan de Larrea. Dn. Manuel
Zambrano Regidor. Dn. Manuel de Larrea. Dn. Manuel José Caicedo, Provisor
y cura de la parroquia del Sagrario. Dn. Prudencio Vásconez, Capellán del
Convento de Carmelitas de la nueva fundación. Dn. José Ascázubi. Dn. Juan
Donoso, Alférez Real. Dn. Mariano Merizalde, Fiscal. Dn. Salvador Murgueitio.
Dn. Luis Quijano, Secretario Vocal.
Lista de los que compusieron (61r) el Congreso Supremo Nacional de
Quito en el año de 1811 y se declaró independiente de España con juramento
público y solemne y se pusieron las vandas tricolores que en la primera
ocasión estableció Selva Alegre. Primeramente el Sr. Obispo Diocesano Dn.
José Cuero y Caicedo, Presidente con tratamiento de Exelencia. Dn. Juan Pío
Montúfar, Marqués de Selva Alegre, Vice Presidente. Dn. Carlos Montúfar,
su hijo, Comisionado Regio. Dn. Manuel Guisado, Canónigo Penitenciario.
Dn. Francisco Rodríguez Soto, Canónigo Magistral. Dn. Prudencio Váscones,
Capellán del Convento de la antigua fundación de Carmelitas. Dn. Calixto
Miranda, Canónigo tesorero, legislador. Dn. Miguel Rodríguez, Capellán de
las Carmelitas de la nueva fundación y legislador. Dn. Manuel Quiñonez, fraile
sucularizado. Dn. Joaquín Veloz, clérigo y cura. Dn. Jacinto Sánchez, Marqués
de Villa Orellana. Dn. Guillermo Valdiviezo. Dn. Manuel Arias, clérigo y cura.
Dn. José Flores, clérigo rector del Colegio de Sn. Luis. Melchor Benavides,
(62v) Regidor. Dn. Vicente Alvarez. Dn. Manuel Mateu, hijo de la Marquesa
viuda de Maenza. Dn. Joaquín Zaldumbide, Capitán de Caballería por el
Rey. Dn. Antonio Ante. Dn. José María Pontón. Dn. Manuel de Larrea. Dn.
Francisco de Aguilar, Clérigo y cura de Yaruquí. Dn. Juan Donoso, Alférez Real
y Regidor. Dn. Mariano Merizalde, Fiscal del Congreso con voto. Dn. Salvador
Murgueitio, Secretario y Vocal del Congreso. Dn. Luis Quijano, Secretario y
Vocal del mismo.
Lista de los que compusieron el Consejo de Vigilancia puesto por el
Congreso Nacional.
Primeramente, D. Manuel José Caicedo Presidente Previsor. Dn.
Manuel Güisado, Canónigo. Dn. Nicolás de la Peña. Dn. Pedro Escobar. Dn.
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Baltasar Pontón. José Corral. Dn. Vicente Lucio Cabal, Fiscal. Dn. Ignacio
Rendón, suplente. Dn. Maximiliano Coronel, Canónigo Arcediano. Dn. Nicolás
(62r) Ximénez, Secretario.
Nota. Casi todos los empleados ya mencionados en las listas anteriores
son abogados y graduados de Doctores, licenciados o bachilleres, pero todos
se nombran de doctores, habiendo llegado el abandono en la Universidad
de Quito hasta dar grados de doctor por poderes. En Guayaquil aún vive el
protomédico Hurtado que tomó así su grado de doctor en medicina y salió por
las calles de Guayaquil con música, adornado con su museta amarilla, luego
que recibió el título que le mandó de Quito Dn. Pedro Arteta, su apoderado.
Lista de los comandantes de las tropas insurgentes de Quito en la
segunda rebelión del año de 1810. Primeramente Dn. Carlos Montúfar
Comandante General. Dn. Francisco Calderón, oficial Real de Cuenca,
Comandante del Ejército del Sur, que iba contra Cuenca y Lima. Dn Pedro
Montúfar, Comerciante, hermano de Selva Alegre y Comandante del Ejército
del Norte contra Pasto. Dn. Joaquín Sánchez de (63v) Orellana, id. Dn. Jacinto
Sánchez, su hermano Marqués de Villa Orellana, Comandante. Dn. José
Sánchez su hijo, id. Dn. Joaquín Mancheno, id. Dn. Feliciano Checa, id. Dn.
Ramón Chiriboga, id. Dn. Vicente Lucio Cabal, Comandante de los indios, y Dn.
Manuel José Caicedo, id. Dn. Miguel Ponce, comerciante y hacendado director
de la fábrica de fundición de cañones, id. José Pérez, cura de Chillogallo, id.
Dn. Tadeo Romo, cura de Machache, id. Fr. Francisco Hurtado, franciscano,
id. Fr. Francisco Saa de la Merced, id. Dn. Pedro González Verdugo, cura de
Mulaló, id. Manuel Aguilar, Tnte. Capitán de las Compañías del Rey en Quito
cuando la Revolución, id. El indio zapatero Capa-redonda, id. Dn. F. Polit,
id. Dn. Francisco Bosano, de la Orden de Sn. Francisco. El francés panadero
que era en Guayaquil y vino a Quito, id. Fr. F. Bonilla de Sn. Francisco, id. Fr.
Francisco Sáenz Viteri, de Sn. Francisco, en la costa y en las minas con los
negros, id.
Todos los dichos Comandantes, (63r) mandaban lo que se les antojaba
en dondequiera que estaban y principalmente en el cuartel; donde también
daba sus órdenes la Antuca Salinas, mestiza, hija de Salinas en una india; en
términos que el que más gritaba, maldecía y botaba era el obedecido.
Lista de los que se dedicaron más particularmente a seducir al
pueblo.
Dn. José Correa, Cura de San Roque. El Provisor Caicedo, predicador
público contra el Rey y la familia Real en la Plaza de la Villa de Ibarra muchas
veces y en otras partes. Dn. Próspero Vásconez, cura de Guanujo constructor
de cañones. Fr. Mariano Murgeitio. Fr. Manuel Valencia. Fr. José Calderón y
Fr. Mariano Alarcón de la Orden de San Francisco, con otros muchos más.
Fr. Alejandro Rodríguez de San Agustín. Dn. Mariano Enríquez. Dn. Mariano
Castillo. Dn José Bosmediano y su hermano Dn Antonio Pineda. Dn. Juan
Ante, llamado el Puca. El Pepillo. Dn. José Jeréz, que trajo de (64v) España
Montúfar. Dn. Juan Cosio. Dn. Nicolás Vélez. Dn. Ramón Egas. Dn. Carlos
Larrea. Dn. Miguel Iturralde. Dn. Manuel Benítez y su hijo, José Vallejo. Dn.
Mauricio Quiñones. Mancheno y su hijo el cadete. Todos estos han sido
oficiales, ayudantes, seductores y sostenedores de la insurgencia. Los hijos de
Fabara italiano. El sargento viejo Moisén francés. Aycardo, Italiano, cocinero
que fue del Barón de Carondelet, como Fabara de otro Presidente. El anglo
americano Mayordomo del Hospicio. Dn. Juan Manuel Rodríguez y su hijo,
del pueblo de Tabacundo y el Cura del mismo pueblo el sordo Jijón como
el Cipo Antonio Bustamante. Dn. Carlos Araujo y el inglés Dn. Benito Benet
que trajo de criado el Conde Ruiz de Castilla; y estos tres últimos han sido
Gobernadores sucesivamente de la provincia de Esmeraldas, puestos por los
insurgentes con orden de sublevar las cuadrillas de negros de aquellas minas
como lo hicieron.
Lista de los Corregidores que (64r) pusieron los alzados. Primeramente
en Guaranda ad. Vicente Aguirre. En Ambato ad. Juan de Larrea. En Alausí
a Dn. Feliciano Checa. En Ambato después de Larrea a Manuel Vásconez.
En la Tacunga a Dn. Miguel Bello y después a Dn. José Barba. En Ibarra a
Dn. Domingo Gangotena y después a su yerno Gómez de la Torre. Y cuando
crearon ciudad a la villa de Ibarra, pusieron como gobernador a Dn. Joaquín
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Zaldumbide y después a Dn. Antonio Lanchazo. En Otavalo Corregidor Dn.
Manuel Zambrano y en Riobamba cuando fue creada ciudad pusieron de
gobernador a Dn. Bernardo León.
Nota. La creación de estas dos ciudades de Riobamba e Ibarra fue
con el fin de poner dos obispados y colocar en el de Riobamba al P. Fr. Alvaro
Guerrero, Provincial de la Merced, natural de aquella villa y cuñado de Pedro
Montúfar y en la de Ibarra colocar al Canónigo Dn. Calixto Miranda, legislador
natural de la misma y al Obispo de Quito, Cuero y Caicedo, hacerlo (65v) Gran
Patriarca de las Indias, y estaba ya dispuesto a consagrarlos.
Lista de tribunos y otros alborotadores del Pueblo.
Primeramente Dn. Vicente Peñaherrera, Administrador de Correos,
que, siendo contador en tiempo del Rey, vendió la confianza pública a los
alzados. Su hijo el Dr. Abogado, sus primos Peñaherrera, cura de Cotacache,
Dn. Manuel Dn. José, Cura de Píllaro. Dn. Luis, Clérigo. Los clérigos y curas
Alzamoras. Sus sobrinos y toda esta larga familia. Xavier Gutiérrez, Relator del
senado, conocido por Mariquita. Dn. Juan Mena, tribuno. Lizardo Soasnavas,
escribano de hipotecas, id. Dn. Joaquín Paredes, id. Dn. José Correa, Cura de
San Roque, id. Los padres Correa y Zeballos de San Francisco, id. José Pinto,
id. Dn. José Larrea, teniente coronel, seductor y toda la familia de Larreas a
excepción del viejo Dn. Pedro Lucas. Nota, sobre esta familia recayó una Real
Cédula para que ninguno de ella pudiera obtener oficio, ni beneficio (65r), ni
empleo alguno en la República y se ha confundido quitándola de enmedio y
substrayéndola. Como en Cali hubo otra igual contra la familia de los Caicedos,
que tampoco ya aparece y en realidad de verdad que estas dos familias han
sido y son las que han causado la general revolución, como antes causaron
particulares alzamientos. El Marqués de Selva Alegre, su hermano, sus hijos
Larreas que están en las listas, confirman esta verdad. Como el Obispo Cuero
y Caicedo y sus sobrinos demuestran la otra.
Antonio Ribadeneira. El Felipechín tribuno. Justo Ribadeneira, id.
José Ribadeneria, id. Nota. También esta familia de Ribadeneiras, en Quito
y Otavalo, han sido buenos traidores. Fr. Calvache, tribuno. El médico
Luna, seductor. Dn. José Miguel Batancur, Factor de Tabacos en la costa de
Esmeraldas, seductor y perseguidor de los Realistas. Xavier Pinto, seductor
en Otavalo. (66v) Almeida, id. Dn. Pedro Tobar, id. Cayetano Coloma en
Guaranda, id. Fr. Próspero Jurado, id. Dr. Dn. José Zambrano cura, id. Dn.
Manuel Cruz secretario de Guerra, id. Dn. José Chiriboga, id. Dn. Ignacio
Miranda, hermano del legislador, id. Juan Pablo Berrasueta, tribuno y seductor.
El mercader Paredes, id. Dn. Ramón Donoso, id.
Lista de algunas mujeres tribunos y seductoras. Primeramente la
Marica Larraín, pública concubina del comandante Mancheno. La Antuca
Salinas. Da. Nicolasa Guerrero, mujer del Comandante Dn. Pedro Montúfar.
La Costalona. La Terrona. La Marquesa viuda de Maenza, Da. Josefa Herrera,
quién además rezaba en público en la iglesia de monjas de Santa Catalina
casi todos los días un Padre Nuestro y Avemaría, por el alma de Fernandito
para confirmar al pueblo en que el Rey era ya difunto. La Cánovas, mujer de
Peña, id. Da. Josefa (66r) Lozano mujer del Dr. Salazar. Da. Rosa Montúfar,
hija del Marqués de Selva Alegre y otras varias, pero éstas son las más
entusiasmadas.
Siguen otros seductores y empleados. Dn. José Vallejo, Comisario.
Dn. Mauricio Echanique, comisario, id. Dn. Pantaleón Zeballos, seductor.
Dn. Joaquín Tinajero id. y Comisario. Fr. F. Cruz, id. Fr. Mariano Alarcón de
San Francisco, id. Fr. F. Ortiz de Santo Domingo. El Canónigo Anda, id. y
representante suplente, Dn. Ignacio Cárdenas, id. Dn. Miguel Mora, id. Dr.
Dn. Antonio Vizcaíno, clérigo, id. El Pe. Torresano de la Merced, id. Dr. Dn.
Florencio Espinosa, Cura de Puembo, id. El cura de Sigchos, id. y reclutador de
gente. Dr. Dn. Mariano Tinajero, cura, id. El Prior de San Agustín de Riobamba
Fr. Manuel Solano. Dn. Fernando Terán, Cura, id. Dn. Juan de Chiriboga fue
Corregidor de Otavalo dos días y donador de los primeros cañones que se
fundieron en su hacienda de la Concepción a su costa. Dn. Antonio Román,
cura de Santa Prisca, id. Dn. Carlos Ponce, cura de San Marcos, id. Vicente
Morán, espia, (67v) interceptador de cartas y satélite de Peña. Dn. José Alvarez,
seductor. Dn. Francisco Jijón, seductor, reclutador de gentes y recogedor de
derramas. Dn. Mariano Bustos, seductor. Dn. José Landaburo, Tribuno. José
Zambrano, tribuno. Dn. Antonio Saá, cura de Cotocollao, seductor. Dn Juan
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Ponce, id. Fr. José Baraona, cura, id. Miguel Munibe id. y compañero de Peña
en los saqueos. Luis Vargas seductor. Dr. Dn. Vicente Mosquera, cura, id.
Dn. Juan Pablo Espejo, cura id. Dn. Juan Antonio Angulo, su hermano, id. El
Peñaherrera del convento de Santo Domingo, id. Dn. Luis Espinosa reclutador
de gentes. Dn Francisco Carcelén, hermano del Marqués de Solanda, id. Dn.
Tomás León, su primo, id. Dn. Nicolás Barba, id. Dn. Juan Guerra del pueblo
de Perucho, id. y seductor. Da. Micaela Alvarez, id. El Pe. Mora de la Merced,
id. El Médico Arévalo, id. Fr. Antonio Bahamonde, id. Dn. Manuel Benítez,
oficial y seductor. Francisco Villaque [Falta un texto en el original] (67r)
hubieran ejecutado? El canónigo Miranda, Legislador de la Nueva Nación
Quiteña. El Canónigo Anda, notado de tan insurgente. Dn. Tomás Velasco,
Regidor y vocal del Congreso y otros como asimismo los dos suplentes para
las cortes, el Dr. Dn. Gabriel Alvarez; y el Dr. Arrieta, cura, vocales ambos
del Congreso Nacional. ¿Quién no conocerá el término y las ideas de éstos
hombres y del que los favorece y contribuye al logro de sus operaciones?
Tiene S.R.M. muchos y buenos conductos por donde saber la verdad, la ama
tiernamente y desea abrazarsse con ella para que lo guíe al término acertado
de sus benéficas ideas, justas y equitativas para sus leales hijos y vasallos.
El Virrey del Perú Marqués de la Concordia, Abascal y Souza. Este
héroe, criado por Dios para sostener en Lima el peso de los infortunios
de todo este hemisferio ha sabido diestramente manejar las riendas de su
gobierno, con tal arte y modo que ha merecido con justicia el nombre de
maestro de políticos y militares. No dejará la Providencia Santa de mandarle
los socorros que espera de la Península, para acabar de [Falta un trozo de
texto) (68v) y Benítez de la misma Villa, id. El Médico de la tropa López, el
panameño tribuno y seductor. Cayetano Guerra, Antonio Guerra y Mariano
Guerra, del asiento de Otavalo, seductores y tribunos. Vicente Villasís del
pueblo de Cayambe, id. Dn. Ignacio Román, capitán regidor de Quito, id. Dn.
José Andrade de Cotacachi, sus hijos y toda la familia de los Andrades y la de
los Albujares, seductores. Dn. Domingo Quintana oficial Real, id. El teniente
del pueblo del Puntal, y su hijo, tribunos y seductores. Ramón Maya, escribano
de Quito y el Procurador Escudero, id. El Dr. Abogado Dn. Ignacio Ochóa y su
hermano, alborotadores de los pueblos de la provincia de los Pastos. Dn. José
Sáenz, Director de rentas en Quito, id.
Concluyo esta numeración con el Dr. Dn. Mariano Jácome de Estrada
y el Montanero, cura del pueblo de Saquisilí, a quien en premio de haber dado
mucha plata para la guerra, exhortado y predicado a sus feligreses, lo hizo el
Congreso Nacional de Quito vocal nato y le regaló la Banda tricolor que ellos
usaban.
Dios guarde a Usted muchos años.
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Amigo mío. En la (68r) larga numeración que he puesto a Um. en mi
anterior, sólo están los más principales agentes o a lo menos aquellos
que se han manifestado más. Ha otros muchos que omito por no contemplar
más necesario para que forme U. el concepto debido sobre la materia presente.
Allí encontrará de toda clase de gentes: blancos, negros, mulatos, mestizos,
indios, pobres, ricos, mercaderes, doctores, curas, escribanos, canónigos,
hacendados, pulperos, carniceros, frailes, abogados, zapateros, sastres y de
cuantos oficios y ejercicios se usan en la sociedad sin exceptuarse las mujeres
prostitutas y escandalosas; y el ladrón, borracho y el asesino.
Llaman en Quito, Juanesca a un plato que comen y les gusta mucho
en que entra el garbanzo, el frijol, la lenteja, la haba, el chogllo, o maíz tierno,
y otros granos; y la misma Juanesca o ensalada han armado para su gobierno
republicano; al principio Real, y últimamente imaginario.
Ya que he comunicado a UM. la (69v) noticia de los más principales
agentes y motores, me parece debido no omitirle la de los fieles vasallos del
Rey que más han sufrido por defender los derechos de la Majestad y el Trono,
y también por haber predicado la doctrina Evangélica que se opone a la de los
novatores e impíos que en estos tiempos han agitado tanto la navecilla de Sn.
Pedro.
Primeramente el venerable Pe. Fr. Vicente Lugo, natural de Guayaquil,
del convento de San Diego de Quito, fue desterrado por los insurgentes a
Pomasqui; después a Popayán, y últimamente no se sabe su paradero. El
Pe. González, Comendador de la Recoleta de la Merced de Quito, natural de
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Guayaquil, fue desterrado a Cali. El Pe. Querejazu y otros dos o tres frailes
de San Francisco, por ser europeos, fueron también desterrados. Dl Dr. Dn.
Mariano Batallas, Racionero de la Catedral de Quito: el Sacristán mayor Dr.
Dn. Tiburcio Peñafiel. El Dr. Dr. Andrés Villamagán, Vicerrector del Colegio
de San Luis de Quito. El Dr. Dn. Joaquín Araujo, Presbítero; y el Pe. Fr. José
Losada, de la Recolección de la Merced, fueron (69r) desterrados y sacados
una noche a las once del cuartel donde estaban presos y con lo que tenían
en su cuerpo unicamente, los montaron en unas cabalgaduras con avíos
despreciables y los condujeron hacia el desierto y montañas de Canelos. Estos
cinco eclesiáticos son buenos y ejemplares en ciencia y virtud. Fue desterrado
también Dn. José Galarraga, Contador de Aduana, al fuerte de Guaranda
que los insurgentes fabricaron. Otros muchos buenos y leales vasallos se
ausentaron voluntariamente en los montes y lugares excusados, huyendo de
la persecución como en la primitiva iglesia acontecía a los fieles.
También contemplo indispensable hacer presente a U. la conducta
que ha observado D. Toribio Montes, Presidente que entró en Quito con las
armas victoriosas del Rey el día siete de noviembre de 1812. Llamó, alagó y
consoló a los Realistas prófugos y desterrados y comenzó a manifestar algún
rigor contra (70v) los rebeldes, mas luego que estos conocieron sus flaquezas,
lo asaltaron con las baterías de Venus y vindicaron muy pronto la plaza de
la justicia, sobornando los sirvientes y allegados de S.E., facilitaron modas y
horas proporcionadas para que oyera las encantadoras lágrimas de las sirenas
que untándole las manos y el corazón con el bálsamo mejicano lo derritieron
y pusieron tal que se trasmutó en el ente más indolente. Hizo se jurara la
Constitución a que los fieles se oponían y salieron electos para mandar los
caudillos de la rebelión reciente que hasta ahora gobiernan a su antojo bajo
el auspicio del canónigo Soto, director en jefe de los negocios públicos y aún
privados del Presidente. Han variado, han quitado y desfigurado enteramente
las actas capitulares y cuantos documentos demostraban su infidelidad y han
sustituido otros que manifiestan su inocencia y amor al Rey, descargando
solamente contra el pueblo la maledicencia de sus intrigas y fanatismo. Los
fieles realistas, despreciados de nuebo, perseguidos, ajados y maltratados
últimamente (70r) con el cuchillo asesino, han tomado el partido de retirarse
de aquella miserable ciudad y buscar un asilo menos incómodo y expuesto.
Han conseguido nuevo triunfo los rebeldes y riéndose descaradamente cantan
la victoria. El anciano y débil Montes piensa alucinar al Supremo Gobierno
con decir que siendo todos los de Quito y sus provincias insurgentes, es
indispensable usar de toda condescendencia, pero este engaño y falsedad no
será creída de los hombres de talento, ni de los ojos linces del Rey. ¿No será
una prueba irrefragable, ver de alcaldes ordinarios de Quito, de Regidores y
empleados más principales, a los mismos que fueron vocales del Congreso
Nacional y a los mismos que solemnemente juraron la independencia?
Dn. Manuel Mateu, Dn. Manuel de Larrea, Alcaldes actuales, Dn. Domingo
Quintana, Oficial Rl. Dn. Mauricio Echanique contador mayor, Dn. José Sáenz,
Director de Rentas y casi los principales traidores que depuestos al principio,
prófugos y escondidos cuando entraron las tropas del Rey, se ven a poco gozar
de la más entera y descarada licencia y libertad. El Obispo Diocesano (71v) Dn.
Jose Cuero y Caicedo, después de abandonar su iglesia y de haberle tocado
la sede vacante tan debidamente, no fue llamado por el mismo Presidente
Montes, quien lo colocó de nuevo en su silla episcopal y lo dejó hacer órdenes,
consagrar óleos, confirmar y conferir beneficios curados y después de estar
llamado y enteramente suspenso, dejarlo obrar del mismo modo? Otra prueba
hay que demuestra completamente las ideas torcidas y desgreñado modo de
obrar.
La elección de representantes para las Cortes de España, hizo que
recayera en los más declarados y acérrimos traidores. Lo mismo casi en la de
los Diputados de Provincia. Nombraron para ir a España de representantes
por Quito a Dn. Guillermo Valdiviezo, Vice Presidente que fue del Congreso
Supremo Nacional. Al Dr. Dn. Francisco Rodríguez de Soto, Canónigo
Magistral, Vocal que fue de aquel Congreso. A Don José Salvador, Senador
que fue y gacetero de los insurgentes y a Dn. José Larrea, que está en España,
hermano de Dn. Manuel de Larrea, del Congreso de Quito, Alcalde actual y
primo de los Montúfares. ¿Qué miras llevarían éstos? ah! ¿Y los diputados
Provinciales (71r) que hubieran ejecutado? El canónigo Miranda, legislador
de la nueva nación quiteña. El Canónigo Anda, actuando de tan insurgente.
Dn. Tomás Velasco, Regidor y vocal del Congreso y otros? Como asimismo
los suplentes para las Cortes, el Dr. Dn. Gabriel Alvarez y el Dr. Arrieta cura,
vocales ambos del Congreso Nacional. ¿Quién no conocerá el término y las
ideas de estos hombres y del que les favorece y contribuye al logro de sus
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operaciones? Tiene S.R.M muchos y buenos conductos por donde saber la
verdad, la ama tiernamente y desea abrazarse con ella para que lo guíe al
término acertado de sus benéficas ideas, justas y equitativas para sus leales
hijos y vasallos.
El Virrey del Perú Marqués de la Concordia, Abascal y Souza. Este
héroe, criado por Dios para sostener en Lima el peso de los infortunios de todo
este hemisferio, ha sabido diestramente manejar las riendas de su gobierno
con tal arte y modo que ha merecido con justicia el nombre de Maestro de
Política y Militares. No dejará la Providencia Santa de mandarle los socorros
que espera de la Península para acabar de (72v) tranquilizar todo el Perú y
Tierra Firme. Si los censores severos le han criticado la mala elección que
hizo de algunos sujetos para mandar, verán con el tiempo los justos motivos
con que lo hizo, fuera de que en unos tiempos tan obscuros y nebulosos ha
sido más que habilidad haber salvado de tantos bajos y escollos la nave de su
cargo.
Creo haber cumplido del mismo modo posible a su limitada capacidad,
con el encargo que Um. me tiene hecho y persuadido de una verdadera amistad,
no dudo me ocupará en cuanto juzgue útil y provechoso a su obsequio y
servicio.
Dios Guarde a usted muchos años. Guayaquil, 26 de junio de 1815.
Amigo mío. Casi al punto de remitir a VM. las treinta cartas anteriores, ha
sido indispensable agregar otras noticiándole que el General Dn. Pablo
Morillo llegó a la isla de Margarita con su hermosa expedición y habiendo
saltado en tierra se apoderó a discreción de los capitanes y caudillos (72r) de
los rebeldes perdonándoles la vida siguiendo los sentimientos del paternal
corazón de nuestro soberano. Dicha isla era el punto de apoyo y reunión de
los insurgentes y así ya se les acabó esta guarida a los de Tierra Firme. Siguió
inmediatamente Morillo a Cartagena de Indias e intimó la rendición a sus
habitantes ya bien consternados por el asedio del soberbio e infame Bolívar
y más particularmente porque las tropas Reales de Santa Marta se habían
apoderado de la villa de Mompox y de Barranca, quedando con esto dueños
los nuestros del río Magdalena y cortados por tierra los traidores Calamares
con los Cundinamarcas y con todo el Reino de la Nueva Granada, según ellos
mismos ya se nominaban. Es regular que en breve se rinda Cartagena, porque
bloqueada por tierra y por mar no puede resistir absolutamente, pues los
víveres se corrompen allí prontamente y no tienen otra esperanza que agua
de aljibe.
Llegan a Panamá mil seiscientos (73v) hombres de tropas de España
y son transportados en barcos prevenidos a la disposición del Virrey de Lima,
quien manda nuevamente más embarcaciones para conducir otra segunda
expedición que se espera de un día a otro de la Península, además de dos mil
hombres de los Realistas de Caracas, este refuerzo al paso que ha vivificado a
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los leales, ha puesto balbucientes a los alzados, no creen; quisieran no creer,
pero los muchos testigos de vista que afirman la realidad de las tropas, los
confunden.
Sábese en Quito esta noticia el veintisiete de junio en el cual tenían
dispuesto los rebeldes alzarse otra vez y pasar a cuchillo la guarnición, a los
realistas, sus hijos y criados y hasta al mismo Presidente Montes, que tanto los
había protegido e insolentado. Descúbrese oportunamente la nueva y cuarta
conspiración y se ponen presos a Valdiviezos, Manuel de Larrea, Manuel
Mateu, Salazar, Escobar, Barba y Sánchez León, pero huyen los Montúfares,
Ascázubi y otros (73r) igualmente principales, como desaparecieron también
al mismo tiempo de los pueblos inmediatos muchísimos que estaban metidos
en la nueva revolución.
Mandan conducir a Lima al Obispo Cuero y Caicedo y en pocos días
llega a Guayaquil el que en tres meses de haber salido de Quito no había
caminado tres jornadas, esperando con esta lentitud que sus paisanos los
caleños, con sus aliados, vinieran a rescatarlo convocados nuevamente con
los de Popayán y con todos los de la provincia de Quito, cuya señal era la
traída de Nariño desde Pasto por orden del Presidente Montes quien al fin
tuvo que mandar no entrara en dicha ciudad y siguiera para Guayaquil con
Escobar. Verificóse su embarque en la fragata Preciosa con el Obispo Cuero y
se hicieron a la vela el mes de julio. El canónigo Soto también ha sido remitido
a Guayaquil, donde se está paseando libremente. Vuelven a entrar en Popayán
las tropas insurgentes de Cali y del Valle del Cauca. (74v) Capitaneados por
Cabal, un francés, Gebiers y Carlos Montúfar, dispersando a las tropas del Rey
en Cali vio y sus inmediaciones el siete de julio. Vuelve la confusión a Quito
y toda su provincia. Los fieles pastusos desenvuelven las armas que tenían
guardadas y se ponen en defensa de su país para estorbar a los insurgentes
el paso a Quito, donde probado de nuevo el motín e informado el asesor
lo que correspondía al Presidente Montes, vuelve ésta a poner un decreto
mandando salir a los rebeldes presos y que elijan paraje donde quieran irse,
para darles pasaportes. Este nuevo acaecimiento al paso que demuestra la
innata inclinación de los rebeldes y la ninguna esperanza de su enmienda
confirma la tortuosa política del Presidente Montes.
Cunde de nuevo la intriga y las esperanzas de los traidores reverdecen
en (74r) todas partes. Sólo los detiene el haber sabido la llegada de las
primeras tropas de España la proximidad de las segundas, que de no ser así,
se inflama el material dispuesto para volar nuevamente hasta Lima la mina de
la insurrección.
Repito a VM. que la indulgencia española y la nimia confianza es
causa de infinitos males, como la inobservancia de las leyes y la conducta
de los jueces ineptos, o por relajación de costumbres o por impregnados de
máximas antirreligiosas, o por secuaces del antiguo Godoy, por consiguiente
de su amigo Bonaparte. En este estado, amigo mío, se encuentra actualmente
este Reino y se espera que el Virrey tome las providencias más eficaces, pero
no mandando en lugar de Montes otro jefe nada adelantará en cuanto a Quito.
Dios guarde a VM. muchos años. Guayaquil, julio 22 de 1815. (75v).
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Amigo mío. Cuando las naciones han procurado buscar motivos de enlaces
con la España, cuando muchas provincias europeas se glorian de ser
pobladas por españoles y descender de ellos, flamencos, irlandeses y otros,
los americanos se apesadumbran y tienen en menos la sangre que corre por
sus venas. No, amigo mío, la exageración está muy lejos de mi modo de habla
y de pensar. Es indispensable creer lo que se ve y se oye contínuamente.
La frase de decir a cada instante, dónde estará la sangre de español que
tengo para sacar la última gota de mis venas es tan frecuente en los labios
de los criollos americanos que ya se ha hecho muy ordinaria. Los hijos de los
mismos españoles son los más comunes en usar de este lenguaje, a lo menos
luego que sus padres fallecen. Cada motivo de alegría para ellos les hace (75r)
prorrumpir en semejantes expresiones.
La ventaja que han logrado nuevamente en Popayán contra las armas
del Rey ha suscitado el desfallecido entusiasmo de los rebeldes de Quito y
todo el Reino. La enervada y falaz política del Presidente Montes ha dado
lugar a esta novedad, habiendo puesto en manos de Vidarrasaga el gobierno
de Popayán y el mando de las tropas reales. Este hombre, conocido solamente
por sus excesos y extravíos, fue el director del ataque en el sitio del Palo,
en la llanada que media entre el río Cauca y el Palo, para que aislada y
cansada, nuestra gente fuese víctima de los insurgentes del valle del Cauca.
Si la negra intriga no ha tenido parte en esta acción, la más crasa ignorancia
militar acarreó la derrota y dispersión. Queda preso y siguiéndole la causa
Vidarrasaga, pero sus mecenas, lo sacarán con lauro. (76v) Los cabecillas
de Quito, destinados a salir de la capital y provincia por el dictamen del
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asesor Sarabia, se escondieron luego que el Presidente los mandó sacar de la
prisión, con los fiadores que eran casi otros tales y ahora van asomando en
sus haciendas, pidiendo desde ellas pasaportes para irse a los destinos que
a ellos acomoda. ¡Oh tiempo! ¡Oh justicia! ¡Oh piedad española! ¡Oh jueces!
¡Oh política!
Dios guarde a usted muchos años. Agosto 7 de 1815.
Amigo mío. Quémase el navío San Pedro de Alcántara por un descuido
al tiempo de abrir un barril de aguardiente en la isla de Margarita. Sirve
este acaso de retardar el sitio de Cartagena de Indias y alégranse los rebeldes.
Llegan las primeras tropas a Lima de las que mandó (76r) el General Morillo y
el Virrey Abascal respira, mas al mismo tiempo sabe la derrota de las tropas
reales en Popayán y le acibara el gusto, extiéndese la noticia de la entrada de
Bonaparte en Francia y los francmasones se regocijan y aumentan su contento
con ver llegar varios americanos empleados a sus mismas tierras, atribuyendo
a debilidades del gobierno español lo que es propio de su justicia. Dicen que
con estas datas de empleos, quiere el Rey alucinar, manifestando generosidad
e imparcialidad para engañarlos y que desistan de su independencia. A la
mansedumbre de Morillo en la Margarita, y a la de otros jefes militares en
otras partes, dan el término y significado de miedo y de propia conveniencia.
No hay medio ni arbitrio para los insurgentes, todo es malo para ellos, todo es
cavilación, todo intriga, y sólo piensan en su temeraria y loca independencia.
Ha llegado al termino su locura de querer depender de cualesquiera otra (77v)
nación que no sea la española. Así lo publican y así lo desean con la mayor
ansia.
Nariño y el Obispo Cuero y Caicedo arriban al Callao y es depositado
el primero en las casas matas y el segundo conducido en coche a la capital
Lima y tratado con la mayor consideración por el Arzobispo de aquella ciudad
y por el Virrey en atención al carácter y avanzada edad. No se sabe qué
término tendrá la causa del Rdo. Obispo cuyos delitos son enormes y capaces
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de hacernos ver hasta dónde llega la miseria del hombre fascinado, que se
aparta de la senda de sus deberes y que suelta los diques a sus violentas
pasiones. Este es asunto que merece otra carta por separado, que verificaré
extractándole a VM. de los autos, aquellos excesos más graves y que constan
demostrados.
Entre tanto quedo rogando a Dios guarde a VM. muchos años.
Amigo mío. Los delitos que el Rdo. (77r) Obispo de Quito, ha cometido
en la época presente se reducen a que juró la independencia de España
y del Rey que fue nombrado Presidente de la Junta insurreccional de Quito,
nominado Congreso Supremo Nacional con tratamiento de Excelencia que
admitió el expresado Presidente, el Vice Patronato Rl., y se nombraba tal
Vice Patrono Rl. ¡Oh, qué implicancia! Que aprobó el nuevo Código Civil
que formaron el Canónigo Miranda y el Dr. Rodríguez que firmó órdenes
de ataque contra las provin cias leales y limítrofes de Cuenca y Pasto, que
concedió indulgencias a los que pelearon y murieron en la guerra contra el
Rey, que excomulgó al caudillo y tropas reales, que mandó extender la bula de
la cruzada a pesar del orden del comisario general que prohibió se publicara
en los países que estaban en insurrección, que puso oficios a los curas
mandándoles que (78v) predicaran e exhortaran a sus feligreses sobre estos
particulares y finalmente que estuvo dispuesto a ser nombrado por el Congreso
Nacional, Patriarca de las Indias y a consagrar dos Obispos que iban a crearse
en la villa de Riobamba y en la de Ibarra; en esta al canónigo legislador Dn.
Calixto Miranda y en aquella a Fr. Alvaro Guerrero, exprovincial de la Merced,
que con este fin dieron el nombre de ciudades a las dos villas referidas. Que
permitió sacar cuanta plata hubo en cajas reales, tanto la perteneciente a S.M
cuanto a la de bienes de difuntos, de las Bulas, de la de los Santos Lugares
de Jerusalén, de la destinada a los gastos de la canonización de Mariana de
Jesús, la de la redención de cautivos cristianos. Y por último no escaseando
la de los diezmos y suya propia para continuar la guerra con otros dichos y
hechos particulares, relativos a la consecución del sistema (78r) que abrazó.
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Amigo mío, nada me asombra en unos tiempos tan noveleros y en
que las costumbres han llegado al estado más deplorable, haciendo sus tiros
principales los impíos a la Santa Religión, para que no haya quien pueda
refrenar y contener sus desórdenes y atrevimientos hasta contra la misma
deidad.
Lo que sí es de extrañar es que un Obispo concurra a semejantes
excesos, pero al fin es hombre, et hominum est errare.
Comunico a usted también que el referido Rdo. Obispo, ha cometido
estos delitos en odio del Supremo Gobierno, que expidió en años pasados dos
Cédulas contra él por haber anulado un concurso de curatos canónicamente
instituido; y la otra por haber distribuido las rentas del Obispado de Cuenca,
tomando y percibiendo al mismo tiempo las del de Quito y que hasta la
presente no ha restituido los cuarenta mil pesos que se le mandó (79v) a la
primera iglesia. Nada extraño repito a U., por que sabiendo lo que puede la
pasión del odio, más violenta y tenaz que la del amor, no hay que admirarse
de la miseria del corazón humano.
Hago a usted una breve recopilación de algunos de los muchos
Concilios y cánones de la Iglesia que hablan de la presente materia, omitiendo
otros muchos por la cortedad del tiempo y estrechos límites de una carta, más
para ella podrá VM. conjeturar el término de esta causa.
Los Concilios Toledanos, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo
y décimo, decretaron que el clérigo o monje, obispo y en fin cualesquiera
eclesiástico desde el iniciado hasta el de mayores o superiores órdenes
quedasen sujetos a las censuras y excomunión, siempre que faltasen el
juramento de fidelidad al Rey. Las palabras del Concilio cuarto son tres
anatemas que horroriza el pronunciarlas y concluye con decir no sea absuelto
en esta vida sino que sea reservada su absolución al (79r) Juicio de Dios. Es
verdad que el Concilio de Trento permitió que en el artículo de la muerte,
cualesquiera sacerdote pueda absolver de cualquier pecado y censura, para
que la piedad de Jesucristo y de su feligresía resplandezca, más, no obstante,
dejo en todo su vigor lo dispuesto en el citado toledano cuanto acerca de
los eclesiásticos que falsean a la fidelidad al Príncipe, que no pueden ejercer
sus órdenes, ni sus oficios. Véase el cánon 75 del expresado cuarto concilio:
en virtud y en fuerza de él fue condenado el traidor Pablo con todos sus
compañeros, y entre ellos varios Obispos en el Concilio 6 referido de Toledo.
Según principios inconcusos del derecho, la infidelidad al Rey acarrea
infamia, ésta produce irregularidad y el irregular, según el mismo derecho
canónico, no puede ejercer las funciones de sus órdenes y ministerios, luego el
Obispo de Quito, por los principios demostrados, no puede ni debe ejercitarse
en su Ministerio. (80v) Las censuras, unas son a jure, y otras ab homine, está,
luego que fallece el que las impone, cesan y no obligan, pero las que son a jure,
permanecen siempre en su fuerza y vigor, a nos ser revocadas o reformadas
por quien tiene la suprema y legítima autoridad. Para incurrir en la censura
impuesta por el hombre se necesita de que precedan tres amonestaciones,
más para incurrir en la impuesta por el derecho, no se requiere otra cosa que
tener o haber tenido noticias de ella, cuya ignorancia agravaría el nombre del
citado Obispo de Quito, reputado y tenido por teólogo y canonista.
Igualmente la censura es lata o ferenda. Lata se llama aquella que
en el mismo acto se contrae. Ferenda es aquella que recae después de la
sentencia del juez. En el caso presente la censura es a jure, el cual derecho
(80r) prescribe que en el mismo acto la contrae el reo, ipso actu, son palabras
del Concilio antedicho, luego es lata y no ferenda.
Cuando por la obscuridad de la causa falta de prueba u otros motivos
legales debiera ser la censura ferenda, en el presente caso, donde la publicidad
de los hechos, ruidosos atentados y los acontecimientos son tan auténticos
quitan toda razón de dudar y dejan sin uso las reglas de la epiqueya.
El Supremo Consejo de Indias ha tenido ya noticia de esta causa y en
su consecuencia manda el Rey que el Rdo Obispo de Quito vaya a Lima ante
el Excmo. Arzobispo Metropolitano quien, según los cánones de la Iglesia
debe sentenciarlo en conjunta de dos Obispos. De esta sentencia resultará
suspensión degradación con las demás penas que están también señaladas
por los sagrados (81v) cánones. Si la degradación se verifica, será entregado al
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brazo secular para la ejecución y castigo anexo, pero todo debe ser con noticia
del Príncipe temporal. Estos son, amigo mío, los trámites que el derecho civil
y el canónico prescriben.
Pero hablar más sobre la irregularidad de derecho que ya contrajo es
superfluo, por lo tanto ni puede administrar el sacramento de la confirmación
( como ha hecho ), ni ordenar, ni dar canónicas instituciones lícitamente
beneficios, como ha verificado, mediante lo cual el ignorante que ha solicitado
y recibido órdenes y beneficios en esta época presente está también irregular
y debe sacar habilitación del superior a quien corresponde para poder, valide et litite, ejercer y disfrutar lo que haya recibido. Esto se entiende, si ha sido
con ignorancia crasa, que no siendo así (81r), es un simoníaco y no vale la
dispensa, aunque la saque siempre que hubiera admitido con esta mira e
intención.
Este, amigo mío, es un parecer fundado en la doctrina ortodoxa que
seguimos y profesamos. Quisiera haber satisfecho a su curiosidad, pero si
así no ha sido, recurra a quien sepa más que yo y que tenga más tiempo de
referir cuantos cánones y doctrinas de la iglesia hay sobre el punto presente,
aunque quedo entendido de que en sustancia nada hay que añadir a V., sólo sí
que cuente con el verdadero afecto de su más amante amigo seguro servidor.
Q.S.M.B.
Amigo querido. Atacan los insurgentes en el sitio de Venta y Media en
el Alto Perú (82v) la vanguardia del ejército del General Pezuela y su
segundo Ramírez con 500 hombres, los derrota completamente, de suerte que
cuando Pezuela vino a su socorro ya no tuvo que hacer y sólo determinó con
sus fuerzas unidas perseguirlos hasta más allá del Potosí. Ataca efectivamente
con mucho valor al General insurgente Rondó en el sitio de Wilma junto a
Cochabamba el día 27, 28 y 29 de noviembre, derrótalos completamente,
haciendo setecientos prisioneros, dando muerte a milquinientos. Mayor
número de heridos y apoderándose de vagajes, artillería y todo el campo con
las banderas que los soldados de Talavera tomaron en el fuerte que asaltaron
con la mayor intrepidez, escapándose herido Rondó con las reliquias de sus
siete mil hombres.
En Chile se preparaba Osorio a entregar el mando y la Presidencia al
sucesor Marcó, para seguir con dos mil hombres a (92r) pasar la cordillera de
los Andes con el fin de apoderarse de la villa de Mendoza y llamar con esto
la atención de los porteños por aquel punto, al que librar a los vecinos de la
dicha villa de la opresión de los insurgentes, que ya han ostigado su paciencia
y credulidad.
Manda el Virrey Abascal al Gobernador de Cuenca Aymerich que vaya
a Quito con gente de su provincia y de Guayaquil para que a lo menos sirva
de sombra para contener los excesos de Montes, llega con muy poca gente,
pues ya repugnan el alistarse de soldados, pero el Presidente continúa con su
misma conducta, insolentando a los traidores y tratando mal a los Realistas
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por que éstos se niegan a darle un informe que él mismo solicitó sobre su
conducta.
En Lima, el nueve del presente diciembre, (83v) falleció el Obispo de
Quito, Cuero y Caicedo, a impulso de ochenta y un años y de la melancolía
que sin duda tendría y remordimiento de su conciencia. Al tiempo de abrir
su cuerpo para embalsamarlo, se le encontró el corazón seco, muy pequeño
y tanto que no excedía al tamaño de una avellana grande, siendo así que su
cuerpo era de talla muy alta. Dejó mandas muy considerables a varios de sus
familiares, no tanto del capital que hizo cuando entró al Obispado, como de
plata que ha tenido bien guardada en poder de unas monjas Carmelitas de
Quito.
Rinden al fin la plaza de Cartagena a los cientocuatro días de un sitio
estrecho, huyense los cabecillas principales en cuatro goletas y el General
Morillo los hace seguir con la mayor prontitud. (83r) Encuéntranse en la plaza
y castillos grandes repuestos de municiones y pertrechos de guerra, mas tan
escasos alimentos que habían sido víctimas de la cruel hambre más de dos
mil personas, justo premio de su negra perfidia y con digno castigo de su
maliciosa ignorancia.
Tremólase de nuevo la bandera del Rey en la infiel Calamari el día
seis de diciembre y quedan libres algunos infelices prisioneros españoles
que pudieron sobrevivir a los más crueles tratamientos tomada la llave del
Reino de Tierra Firme, tiemblan los alzados y tratan de rendirse, aunque sólo
en la apariencia, pues sus ánimos traidores están muy conocidos y siempre
dispuestos a la rebelión. Los de la provincia del Socorro son los primeros
a someterse y los Cundinamarcas o Santafereños están próximamente
amenazados y no dudo se rendirán a discreción, como los de Antioquía, Neiba,
Cali, Buga, Popayán y todo el valle de Cauca quedarán, no hay duda, sometidos
por la fuerza, pero maquinando siempre sobre su soñada independencia.
Me parece indispensable que el Rey habrá tomado ya sus sabias
disposiciones para precaber muchos alborotos y maquinaciones de los
rebeldes y para contenerlos en los límites de sus obligaciones a estos naturales
y en la obediencia que deben a su Soberano.
La llegada de la expedición de veinte mil hombres al río de la Plata que
se anuncia con la venida del nuevo Virrey Venegas a Lima con una comisión
militar ciertamente que sofocarán el fuego insurreccional y se logrará la
tranquilidad (84r) general de toda esta América Meridional. Con todo, amigo
mío, quisiera yo además otras disposiciones para evitar en tiempo los desastres
y trastornos que se han experimentado en toda la América y estorbar la
despoblación de España que necesariamente se ha de seguir con la remisión
de tantos miles de soldados anualmente para remudar y completar las bajas
en los regimientos, pues de éstos sólo vuelven regularmente las banderas y la
plana mayor.
Ya habrá pensado sin duda el superior gobierno, sobre estos
inconvenientes y meditado sus remedios. Yo tengo dicho a VM. varios que
me parecieron útiles y ahora me ocurre otro que tal vez podría adaptarse en
estas regiones a lo menos hasta cimentar la fidelidad de estos habitantes.
Unos tribunales de inquisición (85v) de estado, como hubo en Génova,
que castigaron con el mayor rigor la más mínima falta y hasta el lenguaje de
insubordinación y desprecio con que tratan y hablan del Rey y del gobierno
de España, sería un freno bridón, que contendría la natural propensión de
alzarse. Ahora que vienen tantas fuerzas militares es la ocasión de poder
entablar no sólo esto, más también los impuestos correspondientes para
que quede un superávit proporcionado a lo extenso de estos mundos y a la
vanidad de sus moradores, domando de esta suerte la soberbia y el orgullo
que los electriza. No pudiendo lograr esto convendría cambiar con Portugal o
con algunas potencias católicas, con tiempo para no perderlo todo.
Conténtese VM. con mis buenos deseos e intención y no repare en
los defectos (85r) que tengan mis cartas. Dios guarde a VM. muchos años.
Guayaquil y diciembre 31 de 1815.
Pedro Pérez Muñoz. (86v).
- 177 -
Abascal y Souza, José de, 59, 113,
114, 130, 137, 148, 154, 160,
167, 173
África, 67, 70, 120
Agualongo, N.N., 89
Aguilar, (doctor), 112
Aguilar, Francisco de, 149
Aguilar, Manuel, 150
Aguilera, (comandante), 110
Aguirre, Juan Bautista, 25
Aguirre, Vicente, 151
Aimerich (véase Aymerich,
Melchor)
Alarcón, Mariano, 151, 153
Alausí, 99, 151
Albuja, (familia), 154
Alderete, 101
Almeida, 152
Álvarez, Gabriel, 154, 159
Álvarez, José, 153
Álvarez, Micaela, 154
Álvarez, Vicente, 149
Alzamora, (familia), 152
Amar y Borbón, Antonio José, 96,
104, 129
Ambato, 74, 100, 120, 151
América, 15, 20, 21, 27, 29, 36, 47,
48, 59, 62, 63, 71, 77, 83, 93, 95,
96, 98, 99, 100, 101, 111, 113,
120, 125, 128, 131, 133, 135,
141, 145, 146, 147, 175
Anda, (canónigo), 153, 154, 159
Andalucía, 15
Andes, 45, 46, 173
Andrade de Cotacachi, José, 154
Andrade, N.N., 154
Anglo americano mayordomo del
Hospicio, 151
Angulo, Juan Antonio, 101, 154
Ante, Antonio, 148, 149
Ante, Juan (el Puca), 151
Antioquia, 174
Araujo, Carlos, 151
Araujo, Joaquín, 158
Arechaga, Tomás, 14, 97, 98, 100,
101, 102, 148
Arequipa, 111, 114
Arévalo, (médico), 154
Arias, Manuel, 149
Arrechaga (véase Arechaga,
Tomás)
Arredondo, Manuel de, 100, 105
ÍNDICE ONOMÁSTICO
- 178 - - 179 -
Arrieta, (doctor), 154
Arrieta, (presbítero), 154, 159
Arteta, Pedro, 150
Artigas, José Jervasio, 121
Ascázubi, (familia), 162
Ascázubi, Francisco Xavier, 99,
102, 148
Ascázubi, José, 149
Asín, (militar), 116
Asturias, 145
Atahualpa, 47
Aycardo, (cocinero italiano), 151
Aymerich, Melchor, 99, 100, 105,
116, 130, 173
Baco, 72
Bahamonde, Antonio, 154
Bailén, 104
Baraona, José, 154
Baraya, Antonio, 119
Barba, José, 151
Barba, N.N., 162
Barba, Nicolás, 154
Barbacoas, 39, 138
Barlovento, (islas de), 96
Barranca, 161
Barrera, Isaac J., 14
Batallas, Mariano, 158
Batancur, José Miguel, 153
Bayle, Pierre, 32
Bello, Miguel, 151
Benavides, Melchor, 149
Benet, Benito, 151
Benítez, N.N., 154
Benítez, Manuel, 151
Berrasueta, Juan Pablo, 153
Bética, 33
Bocachica, 108
Bogotá, 27
Bolívar, Simón, 120, 121
Bompland, Aimé, 96
Bonaparte, Napoleón, 27, 28, 96,
104, 125, 137, 138, 163, 167
Bonilla, F., 150
Bonpland (véase Bompland, Aimé)
Borbón, Carlota Joaquina de, 100
Borrero, Manuel María, 14
Bosano, Francisco, 150
Bosmediano, José, 151
Bourman, (comisionado), 97
Boves, José Tomás, 120, 121
Brasil, 101
Buenos Aires, 113, 114, 120, 121
Buga, 115, 116, 174
Buonaparte (véase Bonaparte,
Napoleón)
Bustamante, Antonio (el Cipo), 151
Bustos, Mariano, 153
Cabal, José María, 95, 162
Cabal, Vicente Lucio, 148, 150
Cachaví, 15, 115
Cachiaco, 115
Cadena, N.N. 109
Cádiz, 128
Caicedo, (comandante), 106
Caicedo, (familia), 40, 41, 152
Caicedo, (presidente), 115
Caicedo, Manuel José, 102, 149,
150, 151
Calamari, 119, 174
Caldas, Francisco José, 27, 35, 38
Calderón, Francisco, 110, 150
Calderón, José, 151
Cali, 115, 116, 130, 152, 158, 162,
174
California, 135
Calisto, (familia), 109
Calisto y Borja, María Teresa, 15,
16, 108
Calisto y Borja, Nicolás, 108
Calisto y Muñoz, Pedro, 15, 99, 100,
102, 108
Calixto y Muñoz, Pedro (véase
Calisto y Muñoz, Pedro)
Calleja, Félix María, 113
Calvache, (sacerdote), 152
Canelos, 158
Canoa, 68
Cánovas, La (véase Zárate, Rosa)
Cañar, 105
Capa Redonda (indio zapatero), 45,
109, 150
Caparedonda (véase Capa
Redonda)
Caracas, 102, 107, 120, 128, 161
Carcelén, Francisco, 154
Cárdenas, Ignacio, 153
Carlos III, 98
Carlos IV, 18
Carmen, (conventos del), 109
Caron, 97
Carondelet, Luis Héctor Barón de,
22, 23, 28, 96, 97, 151
Carrasco, (corregidor), 111
Carrera, José Miguel, 114
Carrera, Juan José, 114
Carrera, Luis, 114
Cartagena de Indias, 15, 16, 23, 33,
35, 95, 106, 107, 112, 119, 120,
121, 128, 161, 167, 174
Castillo, Mariano, 151
Catedral, 70, 158
Cauca, (río), 165
Cauca, (valle del), 115, 162, 165,
174
Cayambe, 154
Cervantes, Miguel de, 104
Cochabamba, 173
Colmenar, 15
Coloma, Cayetano, 153
Colón, Cristóbal, 63, 146
Concepción, (convento de la), 108,
109
Concepción, 114
Concordia, (regimiento), 113
Concordia, Marqués de la (véase
Abascal y Souza, José de)
Copérnico, Nicolás, 25
Coronel, Maximiliano, 150
Corral, José del, 148, 150
Correa, (padre), 152
Correa, José, 151, 152
Cortés, Miguel Agustín, 15
Cosío, Juan, 151
Costalona, La, 153
Cotacache, 152
Cotocollao, (parroquia de), 153
Cotopaxi, (provincia del), 22
Crespo Toral, Remigio, 29
Cruz, N.N., 113
Cruz, F., 153
Cruz, Manuel, 153
Cucalón, Bartolomé, 99, 116, 130
- 180 - - 181 -
Cuenca, 41, 43, 47, 99, 100, 105,
115, 116, 130, 150, 169, 170,
173
Cuero y Caicedo, José, 74, 96, 107,
129, 149, 152, 159, 162, 167,
174
Cundinamarca, 119
Cuzco, 70, 74, 97, 114
Chagre, 117
Checa, Feliciano, 150, 151
Chile, 114, 117, 120, 173
Chillogallo, 150
Chimborazo, (provincia), 22
Chipre, 33
Chiriboga y León, Martín, 16
Chiriboga, José, 153
Chiriboga, Juan de, 153
Chiriboga, Ramón, 150
De la Peña, Nicolás, 47, 149, 153
De la Torre, Carlos, 14
Demélas, Marie-Danielle, 30, 38,
40, 46
Diderot, Denis, 32
Donoso, Juan, 149
Donoso, Ramón, 153
Dupon, (general), 104
Duprat, 101
Echanique, Mauricio, 153, 159
Ecuador, 31, 35, 37
Egas, Ramón, 151
Egipto, 33
Enríquez, Mariano, 151
Escobar, Pedro, 148, 149, 162
Escudero, (procurador), 154
Esmeraldas, 16, 23, 39, 68, 96, 115,
151, 152
España, 16, 17, 18, 48, 63, 64, 72,
81, 84, 85, 91, 92, 96, 97, 100,
102, 107, 113, 114, 117, 119,
120, 121, 126, 127, 128, 133,
134, 137, 139, 143, 145, 146,
151, 154, 160, 161, 163, 165,
169, 175
Espejo, Eugenio, 32, 37, 39, 40, 94,
95, 112
Espejo, Juan Pablo, 40, 94, 95, 112,
154
Espejo, Manuela, 112
Espinosa, Florencio, 153
Espinosa, Luis, 154
Europa, 63, 64, 85, 128
Fabara, (italiano), 151
Fábrega, 115
Fenelón, François, 33
Fernando II de Aragón, 63, 146
Fernando VII de Borbón, 100, 112,
114, 126, 137, 153
Fernández, (islas), 114
Filipinas, 143
Flores, José, 149
Francia, 27, 95, 96, 126, 167
Fromista, Juan, 105
Fuego, (isla de), 135
Fuertes Amar, Felipe, 98, 101, 107
Gainza, Gabino, 114
Galárraga, José, 158
Galup, (capitán), 102
Galves, José de, 47
Gangotena, Domingo, 148, 151
Garibay, Tadeo, 14
Gebiers, N.N., 162
Génova, 81, 175
Gibraltar, 148
Gisbert, Teresa, 46
Godoy, Manuel, 96, 97, 163
Gómez de la Torre, N.N., 151
González Verdugo, Pedro, 150
González, (padre), 157
González, Vicente, 114
Goyeneche, José Manuel de, 113
Granada, 15
Guáitara, 99
Guamanga, 114
Guanujo, 151
Guaranda, 6, 105, 151, 153, 158
Guarochirí, 105
Guayaquil, 33, 37, 41, 74, 96, 99,
105, 108, 115, 117, 130, 150,
157, 158, 160, 162, 163, 173,
175
Guerra, Antonio, 154
Guerra, Cayetano, 154
Guerra, Juan, 154
Guerra, Mariano, 154
Guerrero, Álvaro, 152, 169
Guerrero, Nicolasa, 153
Güisado, Manuel (véase Guisado,
Manuel)
Guisado, Manuel, 149
Gutiérrez, Xavier, 152
Heineke, Johann Gottlieb, 32
Herrera, Josefa, 149, 153
Hidalgo, Miguel, 113
Hispanoamérica, 34
Hisperia, 133, 134
Hobbes, Thomas, 32
Hospital, Juan, 25
Humboldt, Barón de, 26, 27, 34, 37,
38, 96, 104, 112, 129
Humbolt, Barón (véase Humboldt,
Barón de)
Hurtado, Francisco, 150
Hurtado, (el protomédico), 150
Ibarra, 88, 89, 92, 109, 115, 116,
151, 152, 169
Imbabura, 15
Indias, 48
Inkarri, 46
Isabel I de Castilla, 63, 146
Iturralde, (comerciante), 97
Iturralde, Miguel, 151
Jácome de Estrada, Mariano, 155
Jamaica, 137
Jerez de la Frontera, 16
Jerez, José, 151
Jerusalén, 169
Jesucristo, 127, 170
Jijón, (el sordo), 151
Jijón, Francisco, 153
Jijón, Miguel, 32
Juanambú, 116
Jurado, Próspero, 153
- 182 - - 183 -
Keeding, Ekkehart, 24, 25, 46
La Concepción, (hacienda de), 153
La Merced, (recolección), 108, 157,
158
La Paz, 73, 113, 114
La Tola, 23
Ladrones, (isla de), 135
Lanchazo, Antonio, 152
Landaburo, José, 153
Lara, (presbítero), 74
Lardizábal y Uribe, Miguel de, 103
Larraín, Marica, 153
Larrea, (familia), 40, 152
Larrea, Carlos, 151
Larrea, José, 152, 159
Larrea, Pedro Lucas, 152
Larrea, Juan de, 96, 149, 151
Larrea, Manuel de, 148, 149, 159,
162
Larrea, Rosa de, 111
Latacunga, 63, 108, 151
León, Bernardo, 148, 152
León, Tomás, 154
Lima, 23, 35, 47, 59, 96, 100, 104,
105, 113, 114, 115, 117, 130,
137, 150, 154, 160, 162, 163,
167, 171, 174
Loja, 41
López, (médico), 154
Losada, José, 158
Lozano, Josefa, 153
Lugo, Vicente, 157
Luis XIV, 33
Luis XVI, 126
Luna, (médico), 153
Macaulay, N.N., 106, 115
Machache, 150
Madariaga, (canónigo chileno), 128
Maenza, Marquesa de (véase
Herrera, Josefa)
Magdalena, (río), 161
Malbucho, (camino de), 96, 115
Mancheno, (cadete), 151
Mancheno, (comandante), 153
Mancheno, 151
Mancheno, Joaquín, 150
Manila, 117
Manzanos, 97
Marcó, Casimiro, 173
Margarita, (isla de), 160, 167
Mariana de Jesús, 169
Mariquita (véase Gutiérrez, Xavier)
Martin, Minchom, 45
Mata, Juan Antonio de la, 96
Mateu, Manuel, 149, 159, 162
Maya, Ramón, 154
Maynas, 101, 107
Mejía, José, 37, 96, 101, 105, 112
Melo, Antonio, 92
Mena, Juan, 152
Mendoza, (villa de), 173
Merizalde, Mariano, 149
México, 64, 83, 113, 143
Milán, 81
Mira, (río de), 138
Miranda, (canónigo), 154, 159
Miranda, Calixto, 149, 169
Miranda, Francisco de, 120
Miranda, Ignacio, 153
Mocha, 108
Moisén, (francés), 151
Mojanda, 89
Molina y Zuleta, María del Carmen,
16
Molina, Joaquín de, 16, 105
Molinos, Miguel de, 147
Mompox, 161
Mon y Velarde, Antonio de, 27
Montanero, (presbítero), 155
Montes, Toribio, 26, 105, 108, 110,
115, 116, 117, 120, 130, 136,
158, 159, 162, 163, 164, 173
Montesquieu, Charles-Louis, 32
Monteverde, Domingo, 120
Montevideo, 117, 121
Montúfar, (familia), 30, 159, 162
Montúfar, Carlos, 27, 28, 32, 102,
103, 104, 111, 112, 117, 125,
128, 129, 148, 149, 150, 151,
162
Montúfar, Javier, 103
Montúfar, Juan Pío, 40, 94, 95, 96,
97, 98, 103, 107, 111, 147, 148,
149, 152, 153
Montúfar, Pedro, 111, 150, 152, 153
Montúfar, Rosa, 153
Mora de la Merced, (padre), 154
Mora, Miguel, 153
Morales, Juan de Dios, 26, 40, 94,
96, 97, 102, 147
Morán, Vicente, 153
Morelos, José María, 113
Morillo, Pablo, 160, 167, 174
Moscoso, José Gabriel, 114
Mosquera, 117
Mosquera, Vicente, 154
Mulaló, 150
Munibe, Miguel, 154
Murgeitio, Mariano, 151
Murgueitio, Salvador, 148, 149
Nariño, Antonio, 95, 96, 116, 119,
121, 161, 167
Narváez, (teniente general), 112,
128
Navarro, José G., 14
Neiba, 116, 174
Newton, Isaac, 25
Nieto, Diego, 97
Norte América, 137
Nuevo Mundo, 19, 63, 95
Nuevo Reino de Granada, 22, 27,
119, 123, 161
Núñez de Larco, Ramón, 14
Ochóa, Ignacio, 154
Ortiz, F., 153
Osorio, Mariano, 114, 173
Otavalo, 88, 109, 152, 153, 154
Pacífico, 23
Palo, 165
Palo, (río), 165
Panamá, 22, 23, 73, 96, 97, 102,
104, 112, 115, 117, 161
Panecillo, (cerro del), 109
Papallacta, 74, 107
Paredes, (mercader), 153
Paredes, Joaquín, 152
Paredones, 105
Pareja, Antonio, 114
París, 104
Pascual, 130
- 184 - - 185 -
Pasto, 23, 99, 101, 103, 104, 106,
115, 116, 120, 130, 138, 148,
150, 162, 169
Pastos, (provincia), 154
Patía, (río de), 106, 116, 138
Península (véase España)
Peña, Nicolás de la, 97, 115, 153,
154
Peñafiel, Tiburcio, 158
Peñaherrera, abogado, 152
Peñaherrera, José, 152
Peñaherrera, Luis, 152
Peñaherrera, Manuel, 152
Peñaherrera, N.N., 154
Peñaherrera, Vicente, 152
Pepillo, (el), 151
Pérez Calisto, José María, 16
Pérez Muñoz, Pedro, 15, 16, 17, 19,
20, 22, 23, 24, 25, 27, 28, 30, 34,
39, 40, 42, 43, 44, 45, 47, 48, 49,
108, 110
Pérez, José, 150
Perú, 28, 46, 64, 87, 96, 113, 143,
154, 160, 173
Perucho, 154
Pezuela, Joaquín de la, 113, 114,
173
Pichincha, (provincia), 22, 29
Picoaga, Francisco, 114
Pigmalión, 33
Píllaro, 152
Pineda, Antonio, 151
Pinto, José, 152
Pinto, Xavier, 153
Pío VII, 100
Plata, (río de la), 175
Plaza Mayor, 108
Polit, F., 150
Pomacagua, 114, 123
Pomasqui, 157
Ponce, Alfredo, 14
Ponce, Carlos, 153
Ponce, Juan, 154
Ponce, Miguel, 150
Pontón, Baltasar, 150
Pontón, José María, 149
Popayán, 23, 101, 103, 104, 106,
115, 116, 117, 129, 130, 138,
157, 162, 165, 167, 174
Porquera, 115
Portovelo, 23
Portugal, 100, 175
Potosí, 173
Príncipe de la Paz (véase Godoy,
Manuel)
Puembo, 153
Puerto Rico, 117
Pumacagua, Mateo, 46
Puntal, 154
Puñoenrostro, (conde de), 101, 105
Putumayo, 138
Querejazu, (padre), 158
Quijano, Luis, 148, 149
Quintana, Domingo, 154, 159
Quintián y Ponte, Andrés, 44, 99
Quijote, 104
Quiñones, Mauricio, 151
Quiñónez, Pedro, 32
Quiñones y Cienfuegos, Pedro, 148
Quiñónez, Manuel, 149
Quiroga, Manuel, 26, 32, 96, 97,
102, 148
Quito, 15, 18, 19, 23, 24, 26, 31, 34,
35, 41, 43, 44, 46, 48, 50, 63, 74,
78, 85, 88, 89, 92, 94, 95, 96, 97,
99, 100, 101, 102, 104, 105, 107,
108, 109, 110, 111, 112, 113,
114, 115, 116, 117, 120, 123,
125, 129, 130, 131, 136, 137,
147, 150, 152, 154, 155, 157,
158, 159, 162, 163, 165, 169,
170, 171, 173
Ramírez, Juan, 114, 173
Rancagua, 114
Reino del Quitu, 148
Rendón, Ignacio, 150
Ribadeneira, Antonio, 152
Ribadeneira, Felipechín, 152
Ribadeneira, José, 152
Ribadeneira, Justo, 152
Riobamba, 22, 63, 105, 152, 169
Ríos, (Munsiur los), 95
Rodríguez de Quiroga, José M., 14
Rodríguez Soto, Francisco, 25, 26,
32, 107, 149, 159
Rodríguez, (doctor), 169
Rodríguez, Alejandro, 151
Rodríguez, Juan Manuel, 151
Rodríguez, Miguel Antonio, 32, 149
Roma, 42
Román, Antonio, 153
Román, Ignacio, 154
Romo, Tadeo, 150
Rondó, (general), 173
Rousseau, Jean-Jacques, 32
Ruiz de Castilla, (conde), 97, 100,
101, 103, 104, 108, 112, 129,
136, 148, 151
Saá, Antonio, 153
Saa, Francisco, 150
Saamano, Juan, 104, 109, 110, 115,
116
Sáenz Viteri, Francisco, 150
Sáenz, José, 154, 159
Saint Geours, Yves, 29, 40
Salazar, (doctor), 153
Salazar, Francisco Xavier, 148, 163
Salinas, (la) Antuca, 151, 153
Salinas, Diego de, 148
Salinas, Juan, 40, 94, 96, 97, 98,
102, 148, 151
Salvador, (presbítero), 74
Salvador, José, 148, 159
San Agustín (convento de
Riobamba), 153
San Agustín, (prior), 153
San Antonio, (pueblo de), 109, 110,
115
San Diego, (convento), 157
San José (hacienda), 108
San Lorenzo del Quitu, 98
San Marcos, (parroquia), 153
San Miguel, 105
San Miguel, (doctor), 104
San Roque, (barrio de), 16, 40, 44,
45, 151, 152
Sánchez, (familia), 107
- 186 - - 187 -
Sánchez, N.N., 114
Sánchez de Orellana, Jacinto, 148
Sánchez de Orellana, Joaquín, 148,
150
Sánchez de Orellana, José, 150
Sánchez León, N.N., 162
Sánchez, (presbítero), 74
Sánchez, Andrés, 85
Santa Catalina, (convento de), 109,
153
Santa Clara, 108, 109
Santa Fe de Bogotá, 28, 92, 95, 96,
97, 101, 102, 104, 107, 116, 119,
120, 128, 130
Santa Marta, 161
Santa Prisca, (parroquia), 153
Santa, Remigio de la, 73
Santiago, (ciudad de), 114
Santiago, (río), 115
Saquisilí, 155
Sarabia, 166
Selva Alegre, Marqués de (véase
Montúfar, Juan Pío)
Sierra Morena, 16
Sigchos, 153
Sigchos, (cura de), 153
Soasnavas, Lizardo, 152
Socorro, (provincia de), 119, 174
Solanda, Marqués de, 148, 154
Solano, Manuel, 153
Solórzano Pereira, Juan de, 87
Soto, (canónigo), 162
Stevenson, William Bennett, 14
Tabacundo, 151
Tabango (indio carnicero), 45, 109
Tacón, (esposa de), 115
Tacón, Miguel, 103, 105
Tacunga, la (véase Latacunga)
Talavera, 114
Tejada, Antonio, 148
Telémaco, 33
Terán, Fernando, 153
Terrona, La, 153
Tíber, 123
Tierra Firme, 96, 119, 125, 160, 161,
174
Tinajero, Joaquín, 153
Tinajero, Mariano, 153
Tobar Donoso, Julio, 33
Tobar, Pedro, 153
Toledo, 171
Torresano, 153
Trento, 139, 170
Trigo, Gertrudis, 88
Tristán, Pío, 113
Tumaco, 115
Tungurahua, (provincia de), 22
Tunja, (provincia de), 119
Túpac Amaru, 46, 47
Umbol, Barón (véase Humboldt,
Barón de)
Valdivia, 114
Valdivieso, 107
Valdivieso, (familia), 162
Valdiviezo, 105
Valdiviezo, Guillermo, 148, 149,
159
Valencia, Manuel, 151
Valle, (coronel), 105, 114
Vallejo, José, 151, 153
Vargas, Luis, 154
Vasco, 130
Vásconez, Manuel, 151
Vásconez, Próspero, 151
Vásconez, Prudencio, 149
Velasco, Juan de, 35, 37
Velasco, Tomás, 154, 159
Vélez, Nicolás, 151
Veloz, Joaquín, 149
Venegas, Francisco Xavier, 113,
175
Venezuela, 120
Venta y Media, 173
Venus, 158
Veracruz, 117
Verde Lomas, 105
Vergara, (administrador de
correos), 107
Versalles, 34
Vidarrasaga, 116, 165
[V]igodet, Gaspar de, 121
Villaespesa, (capitán), 102
Villamagán, Andrés, 158
Villaque, Francisco, 154
Villasís, Vicente, 154
Villavicencio, Antonio, 128
Vizcaíno, Antonio, 153
Wilma, 173
Ximénez, Nicolás, 150
Yaruquí, 149
Zaldumbide, Joaquín, 149, 152
Zambrano, José, 153
Zambrano, Manuel, 149, 152
Zárate, Rosa, 115, 153
[Zea], Francisco Antonio, 95
Zeballos, (padre), 152
Zeballos, Pantaleón, 153
- 189 -
COLECCIÓN BIBLIOTECA BÁSICA DE QUITO BBQ
1. Al margen de la historia. Leyendas de pícaros, frailes y caballe-
ros, 2003, Cristóbal de Gangotena y Jijón.
2. La lagartija que abrió la calle Mejía. Historietas de Quito, 2003,
Luciano Andrade Marín.
3. Púlpitos quiteños. La magnificencia de un arte anónimo, 2004,
Ximena Escudero Albornoz.
4. Calles, casas y gente del Centro Histórico de Quito. Tomo I.
Protagonistas y calles en sentido oriente-occidente. De 1534 a
1950, de la calle Egas a la calle Chile, 2004, Fernando Jurado No-
boa.
5. El derecho y el revés de la memoria. Quito tradicional y legen-
dario, 2005, Edgar Freire Rubio.
6. Imágenes de Identidad. Acuarelas quiteñas del siglo XIX, 2005,
Alfonso Ortiz Crespo et. al.
7. La crónica prohibida. Cristóbal de Acuña en el Amazonas, 2006,
Hugo Burgos Guevara.
8. Luz a través de los muros. Biografía de un edificio quiteño, 2006,
María Antonieta Vásquez Hahn.
9. Calles, casas y gente del Centro Histórico de Quito. Tomo II.
Protagonistas y calles en sentido oriente-occidente. De 1534 a
1950, de la calle Espejo a la calle Bolívar, 2006, Fernando Jurado
Noboa.
PUBLICACIONES DEL FONDO DE SALVAMENTO DEL PATRIMONIO CULTURAL DE QUITO, FONSAL
- 190 - - 191 -
10. Calles, casas y gente del Centro Histórico de Quito. Tomo III.
Protagonistas y calles en sentido oriente-occidente. De 1534
a 1950, de la calle Rocafuerte a la calle Portilla, 2006, Fernando
Jurado Noboa.
11. Tulipe y la cultura yumbo. Arqueología comprensiva del subtró-
pico quiteño, 2006/2007, Hólguer Jara Chávez.
12. Familia, honor y poder. La nobleza de la ciudad de Quito en la
época colonial tardía 1765-1822, 2007, Christian Büschges.
13. El pueblo de Quito, 1690-1810. Demografía, dinámica sociorra-
cial y protesta popular, 2007, Martin Minchom.
14. Arte colonial quiteño. Renovado enfoque y nuevos actores, 2007,
Carmen Fernández-Salvador y Alfredo Costales Samaniego.
15. Carondelet. Una autoridad colonial al servicio de Quito, 2007,
Carlos Manuel Larrea, José Gabriel Navarro, Jorge Núñez Sánchez y Ma-
ría Antonieta Vázquez Hahn.
16. Mejía. Portavoz de América 1775-1813, 2008, Jorge Núñez, María
Antonieta Vásquez Hahn, Eduardo Estrella, Erick Beerman, María José
Collantes, Hernán Rodríguez Castelo.
17. Radiografía de la piedra. Los jesuitas y su templo en Quito, 2008,
Jorge Moreno Egas, Jorge Villalba, Peter Downes, Christiana Borchart
de Moreno, Valeria Coronel Valencia, Alfonso Ortiz Crespo, Adriana
Pacheco Bustillos, Diego Santander Gallardo, José Luis Micó Buchón,
Patricio Placencia, Manuel Jiménez Carrera.
18. Calles, casas y gente del Centro Histórico de Quito. Tomo IV.
Protagonistas de la Plaza Mayor y la Calle de las Siete Cruces,
1534-1950, 2008, Fernando Jurado Noboa.
19. El Sabor de la Memoria. Historia de la cocina quiteña, 2008, Julio
Pazos Barrera.
20. El Camino de Hierro. Cien años de la llegada del ferrocarril a
Quito, 2008, Elisa y Ana María Sevilla, Hernán Ibarra, Kim Clark, José
Segovia Nájera, José Antonio Figueroa, Eduardo Kingman, María Au-
gusta Espín, Erika Bedón, Liset Coba, Inés del Pino Martínez.
VERSIONES RESUMIDAS DE LA BIBLIOTECA BÁSICA DE QUITO
- Imágenes de identidad. Acuarelas quiteñas del siglo XIX, 2005, a
cargo de Evelia Peralta.
- Tulipe y la cultura yumbo. Arqueología comprensiva del subtró-
pico quiteño, 2007, a cargo de Olga Fernández y Sofía Luzuriaga.
- Las ideas políticas de un quiteño en España. José Mejía Lequeri-
ca 1775-1813, 2007, Jorge Núñez Sánchez.
COLECCIÓN QUITO Y SU MÚSICA:
- Rincones que cantan. Una geografía musical de Quito, 2006, Fer-
nando Jurado Noboa.
- Gonzalo Benítez. Tras una cortina de años, 2007, Adrián de la To-
rre y Pablo Guerrero Gutiérrez.
OTRAS OBRAS EDITADAS:
- El Fondo de Salvamento, 1988-1992, 1992.
- El Fondo de Salvamento, 1992-1996, 1996.
- Centro Histórico de Quito: Testimonios, 1996.
- El Fondo de Salvamento, 1996-2000, 2000.
- Recuperando la Historia, 2002.
- Teatro Nacional Sucre, 1886-2003, 2003.
- Origen, traza y acomodo de la ciudad de Quito, 2004, Alfonso Ortiz
Crespo.
- Reforzamiento estructural en las edificaciones patrimoniales,
2004, memorias del seminario taller.
- Las técnicas vernáculas en la restauración del patrimonio, 2005,
memorias del seminario taller.
- Vida, pasión y muerte de Eugenio Santa Cruz y Espejo, 2006, Mar-
co Chiriboga Villaquirán.
- Quito. Historia y destino, 2006, Gonzalo Ortiz Crespo.
- Damero, 2007, Alfonso Ortiz Crespo, Matthias Abram, José Segovia Ná-
jera.
- 192 - - 193 -
- Quito. Escudo de armas y títulos [1914], 2007, Pedro Pablo Traver-
sari.
- Catálogo de publicaciones del FONSAL, 2007.
- Los años viejos, 2007, X. Andrade, María Belén Calvache, Liset Coba,
Martha Flores, Ángel Emilio Hidalgo, Carlos Tutivén Román, María Pía
Vera.
- Guía descriptiva, bibliográfica y documental sobre la Indepen-
dencia en el Ecuador, 2007, Guadalupe Soasti.
- Insurgentes y realistas. La revolución y la contrarrevolución qui-
teñas. 1809-1822, 2008, Alfredo Costales Samaniego y Dolores Cos-
tales Peñaherrera.
- Miguel de Santiago en San Agustín de Quito, 2008, Ángel Justo Es-
tebaranz. Con la colaboración del Gobierno del reino de España.
- El Valle de Tumbaco. Acercamiento a su historia, memoria y
cultura, 2008, Lucía Moscoso Cordero.
- Compendio de la rebelión de América. Cartas de Pedro Pérez
Muñoz. Compilación de Fernando Hidalgo-Nistri.
REVISTAS:
Revista Patrimonio de Quito
N.° 1: Tema principal: Quito, espacio para lo sagrado, junio de 2005.
N.° 2: Tema principal: La Compañía de Quito: joya barroca de Améri-
ca, diciembre 2005, contiene CD.
N.° 3: Tema principal: El San Juan de Dios: el hospital de Espejo, agos-
to de 2006.
N.° 4: Tema principal: Quito: vientos de revolución, abril de 2007.
Revista ¡Viva la Ronda!
Siete publicaciones de circulación gratuita, 2007.
Revista infantil La revolución quiteña, agosto de 2008.
FOLLETOS:
- Tesoros de Quito. Cinco publicaciones.
- Luz de quito siempre viva.
- Quito: 10 razones para escogerla.
- Nuestro día sol. Una mirada al monumento de la Independencia
en sus cien años.
- Itchimbía, de loma tutelar a centro cultural.
- Paseando por la Alameda.
PUBLICACIONES INSERTAS EN EL DIARIO EL COMERCIO:
- Quito: Semana Santa, abril 2007.
- 1809: Vientos de revolución, agosto 2007.
- Quito es patrimonio vivo, septiembre 2007.
- ¡El ferrocarril llegó a Quito! 100 años de una jornada histórica,
junio 2008.
OBRAS DE OTRAS EDITORIALES AUSPICIADAS POR EL FONSAL
- En la tierra, Quito… la ciudad, la pintura, 2004, prólogo y selección
de imágenes Lenin Oña, selección de textos Jorge Enrique Adoum, en
coedición con Ediciones Archipiélago.
- … Y en el cielo un huequito para mirar a Quito. La ciudad, la
poesía, 2004, selección de textos Jorge Enrique Adoum, en coedición
con Ediciones Archipiélago.
- Un siglo de imágenes 1860-1960. El Quito que se fue, 2004, en
coedición con la Academia Nacional de Historia.
- El retrato iluminado. Fotografía y república en el siglo XIX, 2005,
Lucía Chiriboga y Silvana Caparrini, en coedición con Museo de la Ciu-
dad y Taller Visual.
- Los quiteños [1981], 2005, Francisco Tobar García, en coedición con
La Palabra Editores.
- Quito. Sueño y laberinto en la narrativa ecuatoriana, 2005, Peter
Thomas, en coedición con La Palabra Editores.
- 194 - - 195 -
- La Linares, 2005 [bilingüe], Iván Egüez, en coedición con Editorial Tra-
ma.
- José Enrique Guerrero. El pintor de Quito, 2006, Patricio Herrera
Crespo, en coedición con La Palabra Editores.
- 200 años de escultura quiteña, 2007, Xavier Michelena, en coedición
con Citymarket.
- 200 años de humor, 2007, Esteban Michelena en coedición con City-
market.
- De memorias. Imágenes públicas de las mujeres ecuatorianas
de comienzos y fines del siglo veinte, 2007, Ana María Goetschel,
Andrea Pequeño, Mercedes Prieto y Gioconda Herrrera, en coedición
con FLACSO.
- Contribuciones a la Historia del Arte en El Ecuador, 2007, José
Gabriel Navarro, [1921-1952], en coedición con Fundación José Gabriel
Navarro y Editorial Trama.
- Testimonio del radioteatro en Quito, 2008, Margarita Guerra Gán-
dara, en coedición con editorial El Conejo.
- La ciudad y los otros, Quito 1860-1840. Higienismo, ornato y
policía, 2008, Eduardo Kingman, en coedición con FLACSO.
ADQUISICIÓN DE EJEMPLARES DE OTRAS EDITORIALES
- Territorio o nación. Reforma y disolución del espacio imperial
en Ecuador, 1765-1830. Federica Morelli, Madrid, Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, Madrid, 2005.
PROYECTOS EDITORIALES EN MARCHA
- Eugenio Espejo, precursor, Carlos Freile. Segunda edición.
- Carlos Montúfar y Larrea, héroe del movimiento emancipador
1780–1816, Guadalupe Soasti.
- Las mujeres en la Independencia 1809-1812, Sonia Salazar y
Alexandra Sevilla.
- Descartes reformado, Juan Magnin. Estudio introductorio de Carlos
Paladines.
- Historia de la recoleta del Tejar, María Antonieta Vásquez Hahn.
- El canto del ruiseñor (José María Trueba), Alfonso Campos.
- Jacinto Jijón y Caamaño, peruanista, Luis Lumbreras.
- El teatro insurgente en Quito, Ekkehart Keeding y María Antonieta
Vásuqez Hahn.
- Prensa y espacio público en Quito (1790-1840), María Elena Be-
doya.
- La configuración militar en la gesta quiteña de Independencia
(1809-1812), Kléver Bravo.
- Historia del Antiguo Hospital San Juan de Dios, Jorge Moreno, Nan-
cy Morán, Sylvia Benítez y Cecilia Ortiz. (En colaboración con el Museo
de la Ciudad).
- Cultura política y movilización popular en la Audiencia de Quito
durante la era de la Revolución (1765-1822), Valeria Coronel.
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postales, discos compactos Tadashi Maeda, Carlota Jaramillo, Luis Al-
berto Valencia, Gerardo Guevara, Banda Municipal, Alex Alvear, calen-
darios 2006, 2007, 2008, afiches.
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ral de la Universidad Central del Ecuador BUCE / Biblioteca del Ministe-
rio de Relaciones Exteriores DMIM y Cancillería del Estado / Biblioteca
Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit BAEP. Coedición con La Unión Lati-
na y el Instituto ítalo Americano de Roma.
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