cm 249 estuvimos en cal paller

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FOTOS: MERTXE ALARCÓN / ROSA GRIMAL / DANI DOMINGUEZ / MARIA TORRENS / YVETTE MOYA-ANGELER CUERPOMENTE ESTUVO EN... Cal Paller, un oasis en la montaña plantas aromáticas, en la mú- sica que suena acompañando el crepitar del fuego… Se per- cibe el amor puesto en su pro- yecto, por el que abandonó un excelente puesto de trabajo en la ciudad de Lleida. Se siente también el vínculo sentimen- tal que le une a este paisaje, que fue el de sus veraneos de infancia, cuando visitaba a sus abuelos en Padrinàs. La tarea le absorbió en los primeros años, nos cuenta junto a la chimenea del salón. Aún se le puede ver en fotos de la época subido a un teja- do o transportando una cañe- ría. Pero tan duro como eso fue visitar despachos en busca de ayudas financieras. Hoy la armonía del lugar nada dice de ese esfuerzo constructor, y el silencio si- gue siendo uno de sus sellos. N os dirigimos a la locali- dad de Padrinàs, en la comarca leridana del Alt Urgell, por la carretera que une Solsona con el pue- blo de Tuixent. A medida que avanzamos, ascendiendo por collados apenas transitados, la montaña del Pedraforca (2.498 m) se impone con ma- jestuosidad sobre el cielo os- curo de la tarde. Estamos acce- diendo a una zona privilegia- da del Prepirineo, con grandes extensiones de bosques de pi- no rojo (Pinus sylvestris). En el valle de la Vansa i Fór- nols en el que nos adentramos, las mujeres trementinaires ex- trajeron durante cerca de cien años la resina de estos pinos, la trementina, para venderla de casa en casa como un remedio contra el dolor, los golpes y las torceduras. De ella se obtenía, además, el aguarrás. Una o dos veces al año madres e hijas sa- lían a recorrer a pie estos para- jes solitarios cargadas con es- te y otros remedios naturales. LEJOS DE TODO Ahora somos nosotros quienes llamamos a la puerta de una de estas casas aisladas. Hemos divisado las luces de Cal Pa- ller encaramadas a un risco por encima de la localidad de Padrinàs (una quincena de ha- bitantes). Un camino sinuoso nos ha llevado hasta esta masía del siglo XVIII abandonada en los años sesenta, cuando aún no contaba con electricidad. Hoy se ha convertido en una casa rural exquisita, bien co- nocida en toda la región y con una clientela fiel. Es todo obra de Pep Camps, un leridano que a los 23 años decidió comprarla para hacer de ella un lugar confortable en medio de la montaña. Hoy, gracias a su tesón, es posible sumergirse en un jacuzzi al aire libre a cualquier hora del día y de la noche, cenar platos deli- cados elaborados con hortali- zas biológicas o, si hay suerte, reconocer a un rebeco desde su balcón al macizo del Cadí. Son solo algunas de las como- didades que Pep ofrece y que va ampliando año tras año des- de que el establecimiento abrió a finales del 2004. Este último verano inauguró una piscina climatizada con energía solar. El empuje de su joven pro- pietario parece ser, junto con las vistas magnificentes, la cla- ve del encanto de Cal Paller. Su gusto se nota en la selección de tés, en los letreros con los que identifica sus macetas de Este cuidado hotel rural disfruta de unas vistas privilegiadas a la sierra del Cadí.

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Page 1: CM 249 ESTUVIMOS EN Cal Paller

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CUERPOMENTE ESTUVO EN...

Cal Paller, un oasis en la montaña

plantas aromáticas, en la mú-sica que suena acompañando el crepitar del fuego… Se per-cibe el amor puesto en su pro-yecto, por el que abandonó un excelente puesto de trabajo en la ciudad de Lleida. Se siente también el vínculo sentimen-tal que le une a este paisaje, que fue el de sus veraneos de infancia, cuando visitaba a sus abuelos en Padrinàs.

La tarea le absorbió en los primeros años, nos cuenta junto a la chimenea del salón. Aún se le puede ver en fotos de la época subido a un teja-do o transportando una cañe-ría. Pero tan duro como eso fue visitar despachos en busca de ayudas financieras.

Hoy la armonía del lugar nada dice de ese esfuerzo constructor, y el silencio si-gue siendo uno de sus sellos.

Nos dirigimos a la locali-dad de Padrinàs, en la comarca leridana del

Alt Urgell, por la carretera que une Solsona con el pue-blo de Tuixent. A medida que avanzamos, ascendiendo por collados apenas transitados, la montaña del Pedraforca (2.498 m) se impone con ma-jestuosidad sobre el cielo os-curo de la tarde. Estamos acce-diendo a una zona privilegia-da del Prepirineo, con grandes extensiones de bosques de pi-no rojo (Pinus sylvestris).

En el valle de la Vansa i Fór-nols en el que nos adentramos, las mujeres trementinaires ex-trajeron durante cerca de cien años la resina de estos pinos, la trementina, para venderla de casa en casa como un remedio contra el dolor, los golpes y las torceduras. De ella se obtenía,

además, el aguarrás. Una o dos veces al año madres e hijas sa-lían a recorrer a pie estos para-jes solitarios cargadas con es-te y otros remedios naturales.

LEJOS DE TODOAhora somos nosotros quienes llamamos a la puerta de una de estas casas aisladas. Hemos divisado las luces de Cal Pa-ller encaramadas a un risco por encima de la localidad de Padrinàs (una quincena de ha-bitantes). Un camino sinuoso nos ha llevado hasta esta masía del siglo xviii abandonada en los años sesenta, cuando aún no contaba con electricidad. Hoy se ha convertido en una casa rural exquisita, bien co-nocida en toda la región y con una clientela fiel.

Es todo obra de Pep Camps, un leridano que a los 23 años

decidió comprarla para hacer de ella un lugar confortable en medio de la montaña. Hoy, gracias a su tesón, es posible sumergirse en un jacuzzi al aire libre a cualquier hora del día y de la noche, cenar platos deli-cados elaborados con hortali-zas biológicas o, si hay suerte, reconocer a un rebeco desde su balcón al macizo del Cadí. Son solo algunas de las como-didades que Pep ofrece y que va ampliando año tras año des-de que el establecimiento abrió a finales del 2004. Este último verano inauguró una piscina climatizada con energía solar.

El empuje de su joven pro-pietario parece ser, junto con las vistas magnificentes, la cla-ve del encanto de Cal Paller. Su gusto se nota en la selección de tés, en los letreros con los que identifica sus macetas de

Este cuidado hotel rural disfruta de unas vistas privilegiadas a la sierra del Cadí.

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ENCLAVADA en lo alto de un peñasco en un paraje excepcional del valle de La Vansa (Lleida), la masía de Cal Paller está totalmente restau-rada y renovada. Cuenta con seis habitaciones, numerosos espacios comunes y cinco caballos con los que salir a pasear por la zona.

COCINA CREATIVALa casa dispone de seis habi-taciones (cuatro dobles y dos dúplex), que suelen tener que reservarse con un par de meses de antelación. Hacia las nue-ve de la noche Paqui, la coci-nera, convoca a los huéspedes para la cena: un menú de dos platos y postre que, sin renun-ciar a los productos locales, se atreve con un punto de sofisti-cación. En el mismo comedor se sirve por las mañanas el de-sayuno, que incluye confituras caseras, miel, yogures de ela-boración propia y pan recién

horneado en su cocina a par-tir de una masa comprada en el pueblo. Para el mediodía se ofrece la posibilidad de encar-gar un picnic, ya que el exce-lente emplazamiento de la casa invita a explorar la zona.

UN VALLE CON POSIBILIDADESSi no se desea coger el coche, se puede pasear por los al-rededores de la casa, a pie o en uno de los caballos de Cal Paller. Existen senderos muy bien señalizados que ofrecen rutas más o menos largas sobre

Gracias al tesón de su propietario, es posible disfrutar de un jacuzzi al aire libre o divisar rebecos desde el balcón.

INFORMACIÓNwww.calpaller.com y 616 95 86 50

Página web del vallewww.lavansatuixent.com

las que Pep orienta muy gus-toso. Una muy sencilla reco-rre la Plana d’Ars en menos de dos horas a través de bosques de pinos y robles. Otro sende-ro de mayor pendiente lleva al Prat de l’Arp, con magnífi-cas vistas. También se puede visitar la ermita románica de Sant Julià dels Garrics.

Si se toma el coche, en Tuixent se encuentra el Mu-seu de les Trementinaires. Y, un poco más allá, resguarda-das por el Pedraforca, las calles de Gósol. Se puede también practicar esquí nórdico en la estación de Tuixent-La Vansa, con vistas sobre la cara norte pirenaica y la sierra del Cadí.

A 4 km de Cal Paller merece una visita el pueblo de Osse-ra. Algunos artesanos estable-

cidos aquí abren sus puertas a quien se acerque a visitarlos. Se puede entrar en la herbo-ristería Nogué, adquirir mer-meladas o visitar una exposi-ción de pintura contemporá-nea. Un itinerario botánico en la parte alta invita a un paseo de dos horas. Y la quesería Se-rrat Gros comercializa un ex-celente queso de cabra artesa-no que, días después, nos hará recordar el embrujo de este lu-gar apartado en el que nos he-mos sentido tan bien acogidos.

YVETTE MOYA-ANGELER