clínica del duelo

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    LETRA VIVA LIBROS.Av. Coronel Daz 1837 (1425) Buenos Aires, Argentina. Telefax 4825-9034

    Imago Agenda |3

    Lo disruptivo. El concepto Trauma hasido para Freud un pilar en sus postulacio-

    nes clnicas. El uso del trmino a lo largode su obra desde diferentes acepciones, nosolo remite a su cambio de posicin res-pecto de la primera y la segunda tpica,sino que habla tambin de la complejidadterico-clnica del concepto. Las obras deFreud me sirvieron de base para enfrentar-me con el trauma y el campo de lo trau-mtico. Sin embargo, no podra proponerun abordaje clnico del trauma sin conju-gar los aportes de Ferenczi (1933), Bion(1965, 1966), Winnicott (1958,1972,1974, 1988) y Lacan (1962).

    Un primer paso que nos permitir avan-zar en este sentido es el concepto de dis-rupcin. Hay una fuerte tradicin que serefiere a cualquier evento fuerte e inten-

    so con la confusa frmula situacintraumtica. A mi entender es desuma importancia disponer de un vo-cabulario preciso que nos permita dis-tinguir las distintas variables en jue-go en este tipo de situaciones. Todo

    evento extraordinario, no habitual o inde-seable suele ser calificado de traumti-co, asignndole a priori el hecho de pro-

    ducir un efecto devastador en el psiquis-mo, desconociendo la singularidad y la es-pecificidad de los diferentes eventos fc-ticos, la singularidad del sujeto que vivela situacin y lo propio de la relacin en-tre un evento especfico y un sujeto sin-gular. Calificar una situacin como trau-mtica por la potencia o intensidad queel consenso social le asigna es adjudicarun rasgo propio del orden psquico a unevento del orden de lo fctico.

    No son, entonces, las caractersticas dela situacin las que determinan lo trau-

    mtico, sino el particular encuentro en-tre una situacin y la especificidad conque un determinado psiquismo la viven-cia. Postulo esta diferenciacin, ms all

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    STAFF Y PRODUCCIN

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    DIRECTOR- PROPIETARIO:Raimundo A. Salgado

    DIRECTOREJECUTIVO:Leandro SalgadoASESOR:Nicols Gelormini

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    CORRECCIN:Patricia Yohai

    IMAGO AGENDAN 113Septiembre 2007. Segunda poca. Ao XXVII.Peridico gratuito orientado a la difusin

    y el desarrollo del psicoanlisis.Tirada: 12.000 ejemplares.

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    Clnica del duelo

    Clnica del duelo

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    Presentacin

    Escribe

    Moty [email protected]

    La irrupcin y la conciencia del tiempo,introduce la dimensin de la prdida.La velocidad de la oxidacin de lo vivosuele ser directamente proporcional al incre-

    mento de la angustia. En esta era panpti-ca en la cual Bodies, the exhibition en elcuerpo obsceno de un shopping alude alarte de plastificar la muerte, la gente consu-me impermeables anti-duelo. La civilizacinque genera recursos para prolongar la viday curar afecciones graves, es la misma queesconde manacamente lo feo, la miseria, lamuerte. As es que esta ltima tiende a con-vertirse en un error, en una falla. El dolor y eldesgarro merecen miligramos salvadores, unparaguas protector. Es expulsada la tristezabajo el genrico de depresin. En fin, esa es

    la polimerizacin de los vivos.La negacin manaca de la prdida im-pulsa a confundir los indicios de un volcnen erupcin con fuegos de artificio. Elac-tinghabla cuando quema el silencio de lalava inelaborativa. La ausencia de traba-jo con la falta, dificulta el transitar con loque hay. Es la paradjica imposibilidad de

    soltar lo inasible.En un duelo normal tambin las som-

    bras del objeto eclipsan al Yo aunque lue-go aclare. Se abrenpreguntas no reducti-

    bles a respuesta alguna. Y es un desafo ca-pital en la clnica, cmo transita el analistasus propios duelos, para que el paciente nodevenga objeto de su infortunio.

    Por un azar etimolgico, la palabra dueloalude no slo a dolor sino tambin a batalla.En efecto, dolus, dolor, y duellum, com-bate entre dos dieron en castellano duelo.A propsito, deca Freud en Consideracio-nes sobre la guerra y la muerte (1915):La inclinacin a no computar la muerte enel clculo de la vida trae por consecuenciamuchas otras renuncias y exclusiones. Y no

    obstante, la divisa de la Hansa deca Navi-gare necesse est, vivere non necesse!: Na-vegar es necesario, vivir no lo es.

    El psicoanlisis intenta ensamblar eslabo-nes, para recuperar la cadena y levar anclasaunque los fantasmas sobrevuelen la nave.Mientras tanto, el duelo nos da trabajo!

    ALBERTOSANTIERE

    Lo traumtico, lo ominosoy el trabajo del duelo

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    (Cont. en pg. 16)

    de las meras disquisiciones lingsticas, por su valor en la clnica analtica a partir de la po-sibilidad de distinguir los desrdenes por disrupcin, a diferencia del reduccionismo presen-te en el tan mentado sndrome de estrs postraumtico, propuesto por el DSM IV. As, losDesrdenes por Disrupcin son aquellos desrdenes psquicos activados por la irrupcin deeventos o situaciones fcticas, que producen en el sujeto distorsiones de la vivencia afectan-do, de esa manera, las cualidades de la experiencia.

    Sobre la vivencia traumtica y el vivenciar traumtico. En las conferencias del ao

    15 Freud distingue entre la vivencia Erlebnisy el vivenciar Erleben, sin embargo no explici-t su diferencia (Freud 1915). Sosteniendo la especificidad de los trminos, pretendo pre-sentar lo especfico y lo comn entre los conceptos vivencia traumtica y vivenciar trau-mtico. La explosin de una bomba, un accidente de trnsito, o cualquier evento disrup-tivo que incida en un psiquismo constituido, con defensas adecuadas, podr provocar unavivencia traumtica. Puntualizo as el hecho que una vivencia traumtica est relacio-nada a un evento fctico circunscrito en el tiempo y en el espacio (Benyakar 1989). A dife-rencia de esto el vivenciar traumtico remite a un proceso en el cual el displacer y la frus-tracin se transforman en constantes procesos de un psiquismo que tiende a estructurarse,con un afecto que carece de representacin. Este modo de vivenciar emerge como traum-tico al desplegarse lo pulsional del infans en un medio ambiente en el cual falla la funcinmaternante o mediatizadora.

    Enfatizo que en estos casos no hablamos de fenmenos producto de un evento fctico sin-

    gular, circunscrito en el tiempo y el espacio, como lo hacemos al referirnos a la VivenciaTraumtica, sino a un proceso continuo en la temprana infancia. El vivenciar traumticonos remite a la forma en que se desarrolla el proceso de constitucin del vaco.

    Tanto en el Proyecto(1950a [1895]), como en la Interpretacin de los SueosFreud uti-liza el trmino vivencia al referirse a vivencia de satisfaccin, en trminos de la califi-cacin subjetiva de la relacin entre un factor interno (como es la tensin creada por la ne-cesidad) y uno externo (que la satisfar). En el trmino vivencia Freud articula la relacinmundo interno (necesidad)-mundo externo (acto de satisfacer), y la identidad de percep-cin con la identidad de pensamiento.

    En diversos trabajos he presentado la nocin de vivencia traumtica como no pertene-ciente al orden de lo reprimido, sino de lo no articulado, a partir de la imposibilidad de serabordada desde la interpretacin analtica. El trauma no es el residuo irrecordable o inolvi-dable, sino que es una ausencia de articulacin entre afecto y representacin, que no pue-

    de ser ubicada ni significada.La vivencia traumtica refiere a un psiquismo cuyas caractersticas son la integracin,continuidad e historicidad, que es lo que nos permite ese especial contacto entre el mundointerno y la realidad. Cuando un evento disruptivo invade el psiquismo de tal manera que nopermite establecer ningn tipo de relacin, se produce ese colapso, modo en el cual la vi-vencia traumtica se inscribe en el psiquismo.

    Me interesa poder dar cuenta de mi concepcin acerca de la vivencia traumtica, para po-der diferenciarla del proceso de duelo.

    Duelo y trauma. Es comn la idea de que todo lo terrible, doloroso o penoso es necesa-riamente traumtico. Se habla de la muerte de la madre de un nio, o la prdida de un her-mano haciendo alusin al trauma padecido, reafirmando una y otra vez la ecuacin prdida= trauma. Conjugar duelo y trauma es producir una frmula en la cual un trmino neutrali-

    za al otro. En Duelo y Melancola Freud define al duelo como la reaccin ante la prdidade un ser amado o de una abstraccin equivalente como la patria, la libertad, o un ideal.Se trata de un trabajo psquico autnomo que posibilita la elaboracin de la prdida. La vi-vencia traumtica, en cambio, se caracteriza por la prdida de la capacidad de elaboracincircunscripta a un determinado momento en presencia de una situacin fctica dada. Jus-tamente la capacidad para llevar adelante un trabajo de duelo permite que la prdida noamenace la vivencia de continuidad del sujeto, y que la constante interaccin plstica mun-do interno-mundo externo, pasado-presente-futuro, no se vea desarticulada, como ocurre enla vivencia traumtica. En el trabajo del duelo, la falta en lo real moviliza el orden simbli-co, produce desorden, mientras que en la vivencia traumtica no hay posibilidad de articu-lacin entre afecto y representacin

    Mi experiencia clnica y la revisin de la literatura psicoanaltica me llevaron a conceptua-lizar el trauma estableciendo una marcada diferencia entre ste y el proceso de duelo. A di-

    ferencia del proceso de duelo, nuestra labor en relacin a la vivencia traumtica, ser desa-rrollar un espacio transicional que posibilite la elaboracin y articulacin de esta vivencia.Tratando de evitar que quede congelada o petrificada como consecuencia del enfrentamien-to con lo irremediable de la prdida, ya que lo predominante en la vivencia

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    Teora psicoanaltica

    Arancel: $20.-

    En un desbroce clnico ex-cepcional Colette Soler nos pro-pone un recorrido actual y pre-ciso de los efectos del discur-so capitalista sobre la subjeti-vidad de la poca a la que de-fine como un tiempo en el queya no contamos con el Otro, nila Ley; una poca en la que eluniverso ha sido vaciado por laciencia, en la que el universalha muerto y cuyo sujeto defi-ne a partir del irnico neolo-gismo narcinista. Soler de-muestra las declinaciones dela angustia segn los discur-sos y las estructuras clnicas,preguntndose por la actuali-dad de la histeria y los nuevossntomas, y exponiendo en quconsiste el rechazo del incons-

    ciente en las diferentes estruc-turas clnicas.

    El texto ilumina las relacionesdel psicoanlisis con la ciencia yla religin a partir del tema cen-tral de la creencia en sus relacio-nes con el saber y con las orga-nizaciones sociales, las que re-nen tanto a cientficos como fe-ligreses y psicoanalistas.

    La autora enfoca el acto ana-ltico a la luz de su anticapitalis-mo, subversin que indica queno slo no es capitalizable sinoque tampoco implica un benefi-cio para su agente. Se preguntaadems si podemos consideraral psicoanalista como el espe-cialista de un saber.

    La habitual confusin entrelos conceptos de amo y padre

    es retomada magistralmentepara diferenciar y precisar la co-nexin entre el padre y el snto-ma, el nombre y el goce.

    A modo deaddendaincluyeel texto Lacan antifilsofo, es-crito que fuera presentado en elColoquio Lacan en el siglo, rea-lizado en Cerisy, Francia, en elao 2001.

    Qu se espera del psicoanlisis y del psicoanalista?Conferencias y Seminarios en Argentina

    Colette Soler, Letra Viva, 2007, 272 pg. / $ 49.-

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    Ensayo psicoanalticoTeora psicoanaltica

    Resulta que al po-

    ner a los tres personajesprisioneros o aspiran-tes en un informe sin-crnico se desembocaen que ellos ya no pue-dan ms, contarse comounos, como individuosSu multiplicacin equiva-le a una divisin Es esoque Lacan har valer en su semi-nario Encore, releyendo El tiem-

    po lgico con el clculo de la di-visin armnica (...).

    Esta relectura del Tiempo lgi-

    co esclarece la verdad de la pro-posicin de los autores Oscar La-morgia y Hugo Cardoso en He-chizos del tiempo, cuando confir-man, que la clnica es el Duelo.Duelo de qu? Del realismo, de loemprico. La clnica psicoanaltica,es esta vuelta que hace acceder ala puesta a prueba de la lgica

    de una declaracin, de

    un decir, que no es sin eltiempo. A este respecto,se comprende que en eluso habitual de las eti-quetas clnicas (vignet-tes), falle esta forma deduelo. Ellas se basan enla ilusin de un realismo,de una ilustracin de la

    teora. Hacen el callejn sin sali-da sobre la inclusin del analistaen esta clnica, no solamente enfuncin de la transferencia parti-cular en la cual se encuentra con

    el analizante, sino tambin la in-clusin en su propia relacin conla teora analtica que l transmi-te ms o menos implcitamente.El supuesto realismo de la etique-ta, oculta la inevitable parte deintransmisible que acta en todatransmisin.

    del Prlogo de Erik Porge

    Hechizos del tiempoUna lgica del acto analtico

    Hugo Cardoso, Oscar Lamorgia, Letra Viva, 2007, 176 pg. / $ 25.-

    Por qu razn al-guien recurre a la crea-cin literaria? Es stauna vocacin? Qu lu-gar ocupa en el procesode estructuracin sub-jetiva?

    El escritor transfor-ma la realidad desagra-dable, para cambiar-la en su fantasa, en elpapel escrito? Para hablar deotra realidad, la del inconscien-te que surge as vehiculizado por

    la metfora?Metfora en las neurosis, cifraen las patologas de borde, la es-critura intenta decir algo del su-jeto que la efecta. Mediante lasublimacin, cuando la pulsinen su recorrido produce una no-vacin, le otorga al objeto la dig-nidad de la Cosa Qu significa

    la dignidad de la Cosa?Que ella tambin es unfin en si mismo.

    En un tiempo de es-tructuracin subjetiva,cuando la separacinentre el sujeto y el Otrotodava no se ha dadototalmente, la creacinliteraria facilita el ritmosimblico, permitin-

    dole desarrollar su propio estilo,sus fonemas.

    La humanidad, a travs de sus

    creadores, ha dejado su propiatraza, su mano rupestre, su jero-glfico, su cpsula de tiempo, sumensaje hacia a las estrellas. Pre-sentifica la eternidad en su obra,en un tiempo singular, tiempoque habla de otro tiempo: aquelrelativo, el mtico de sus comien-zos como sujeto.

    La creacin literaria, un juegopara des-encontrar la palabra

    Norma Pngaro, Letra Viva, 2007, 102 pg. / $ 18.-

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    Filosofa

    Gnero

    Clnica psicoanaltica

    Cecilia viene a decirnos queun analista escucha lo imposi-ble; esa msica que anuda uncuepro en el ms pequeo he-cho domstico. Pero cuidado, lanovedad est en que la autora

    pone en acto su decir en la clni-ca. Por eso, tan cierto como quela verdad est en el tono, este li-bro es ciertamente conmovedor.

    Desde dar cuenta del deseodel analista a travs de un equ-voco testimonio del incons-ciente si los hay hasta cues-tionar el tiempo de una inter-vencin sin embargo afortuna-

    da, la autora no retrocede fren-te al desafo de ponerle cuerpoy presencia a lo imposible de

    soportar: la clnica.

    Qu escucha un analista?Cecilia E. Collazo/ Grama 2007 / 127 pg. / $ 25. -

    Cules son los rasgos especficos delarte liberal de gobernar, tal como ste seesboza en el siglo XVIII? Qu crisis de

    gubernamentalidad caracteriza al mundoactual y qu revisiones del gobierno libe-ral ha suscitado? A esta tarea de diag-nstico responde con el estudio de lasdos grandes escuelas neoliberales del si-glo XX, el ordoliberalismo alemn y elneoliberalismo de la Escuela de Chica-go, nica incursin de Michel Foucault alo largo de toda su enseanza en el Co-llge de France en el campo de la histo-ria contempornea.

    Este anlisis pone en evidencia el pa-pel paradjico que desempea la socie-dad con respecto al gobierno: principioen nombre del cual ste tiende a autoli-

    mitarse, pero blanco, asimismo, de unaintervencin gubernamental permanen-te, con el objeto de producir, multiplicar

    y garantizar las libertades necesarias parael liberalismo econmico. Lejos de opo-nerse al Estado, la sociedad civil es, porlo tanto, el correlato de la tecnologa li-beral de gobierno

    Nacimiento de la biopolticaMichel Foucault, Fondo de cultura econmica 2007, 401 pg. / $ 56. -

    El techo de cristal es una metforaque designa un tope, generado por lospoderes sociohistricos, para las reali-

    zaciones de las mujeres en la vida p-blica. El lmite detiene la ascensin pi-ramidal hacia los altos cargos de reali-zacin personal en la esfera de recono-cimiento pblico. Implica una idea afna la de injusticia social e inequidad degnero. El concepto, nacido en el frtilcampo de la sociologa, recibi posterior-mente el aporte de distintas disciplinas.Este libro lo explora a la luz del psicoa-nlisis. En El techo de cristalconfluyenperspectivas de gnero, de psicosexuali-dad, de jerarquas sociales, de roles y deideales superyoicos y narcisistas.

    Los contrapuntos, las oposiciones ylas potenciales controversias plantea-das en las pginas del libro reflejan los

    desencuentros entre los mandatos de lacultura y la complejidad del universo de-seante de las mujeres.

    El techo de cristalPerspectivas psicoanalticas sobre las mujeres y el poder

    Mariam Alizade / Beth Seelig, Lumen 2007, 220 pg. / $ 35. -

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    Teora psicoanaltica

    Letra Viva librosPsicoanlisis

    Ensayo - Filosofa

    Av. Coronel Daz 1837Telefax: 4825-9034

    Citas

    Reno, en este volumen,prcticamente la totalidad delos epgrafes utilizados, a partir

    de 1969, como introductoriosde mis textos psicoanalticos.Al seleccionarlos, por cierto,he procurado casi siempre lo-calizarlos en mbitos distintosdel campo de la disciplina fun-dada por Freud, con la idea demostrar as cmo el psicoana-lista puede, e incluso debe, nu-trirse de nociones provenientesde otros saberes para no que-dar ceido a una tediosa repe-ticin sistemtica de los pun-tos centrales regulatorios de

    su quehacer y de su teorizacinal respecto. Por otra parte, la

    apertura, la aireacin ofrecidapor estos pensamientos brevessentenciosos, llenos de agude-

    za, muchas veces desconcer-tantes y paradjicos, donde seresume un trozo procesado dela experiencia y de la sabidurade la vida, pues bien, todo elloayuda al psicoanalista a incen-tivar la amplitud de su escuchaa travs del aporte de concep-ciones novedosas.

    Con todo, quiero resaltar muyespecialmente que el produc-to aqu obtenido va destinado,esta vez, no tan slo al colega,sino tambin a todo lector in-

    quieto e interesado en el ahon-damiento de los grandes temas

    de siempre: el hombre, el amor,vida y muerte, la verdad, el li-bro, el arte, el nombre, lo nuevo

    y lo viejo, el tiempo, el vaco, laguerra, la locura, el cuerpo, laley, la familia, la experiencia, lasociedad y as siguiendo.

    Mrgenes interiores. Epgrafes de un psicoanalistaRoberto Harari, Lumen, 2007, 187 pg. / $ 36. -

    Teora psicoanaltica

    En este libro se explica, conun lenguaje claro y accesible,uno de los fenmenos ms sor-prendentes de nuestra vida ps-quica, el de la fantasa o fantas-ma (fantasme) Qu es un fan-tasma? Es una pequea novelaen edicin de bolsillo que unotransporta todo el tiempo con-sigo y que puede abrir en cual-quier lugar sin que nadie lo ad-vierta, en el tren, en la cafete-

    ra y con frecuencia en una re-lacin amorosa. Puede suce-der que esta fbula interior sevuelva omnipresente y, sin quenos demos cuenta, interfiera enlas relaciones que mantenemoscon quien nos rodean.

    As es como muchas perso-nas viven y mueren ignorandoque siempre hubo velo que de-form la realidad de sus vncu-los afectivos

    El placer de leer a Lacan. 1. El fantasmaJuan David Nasio, Gedisa 2007, 90 pg / $27. -

    A lo largo de estas pgi-nas dedicadas al dolor fsico,querra hacer partcipe al lec-tor de algo que aprend, a sa-ber, que el dolor jalona nues-tra vida como si madurramosa golpes de dolores sucesivos.Cuando aparece un dolor inten-so, independientemente de quesea fsico o psquico, podemosestar seguros de que estamosatravesando el umbral de una

    prueba decisiva. Qu prueba?La prueba de una prdida, de laprdida brutal de nuestra inte-gridad corporal, cuando se tra-

    ta del dolor fsico, o de la prdi-da brutal del ser que amamoscuando se trata del dolor ps-quico. Sin embargo, hay otrasdos prdidas igualmente brus-cas que pueden causar un dolorinsoportable. Me refiero al do-lor motivado por el abandono,cuando el ser amado nos retirasbitamente su amor, y el moti-vado por la humillacin, cuan-do alguien nos hiere profunda-

    mente en nuestro amor propio.De todos estos dolores, en estelibro analizaremos el dolor fsi-co. Juan David Nasio

    El dolor fsico

    Juan David Nasio, Gedisa 2007, 122 pg. / $ 27. -

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    Filosofa

    Historia

    El fascio littoriorepresenta-ba, en la antigua Roma repu-blicana e imperial, el poder, elimperium. En el siglo XX, el fas-cismo retom el antiguo emble-ma y lo coloc en el centro desu universo simblico.

    Emilio Gentile es uno de losms reconocidos e innovado-res hitoriadores del fascismo.En trabajos como La va italia-na al totalitarismoanaliz la di-mensin estatal, social e ideo-lgica del rgimen. En El cultodel littorio, publicado en 1993,aborda uno de los aspectosms apasionantes y sugestivos:la constitucin de una religin

    cvica y poltica que sacraliza elrgimen. En la lnea de los es-tudios culturales de la poltica,estudia mitos, smbolos, for-mas de liturgia y de comuniny una fe colectiva que apuntana la glorificacin del Estado yla nacin y a la conformacindel hombre nuevo.

    En un mundo secularizado,en el que las antiguas creen-cias religiosas pierden senti-do, los modernos regmenespolticos adaptan y dan nue-va significacin a las aspira-ciones humanas de pertenen-cia y de trascendencia. Juegodel ensayo inicial de la religin

    de la Razn durante la Revo-lucin Francesa, se trata de laprimera experiencia en granescala, que servir de mode-lo a muchos continuadores eimitadores.

    El culto del littorio. La sacralizacin de la poltica en la italia fascista

    Emilio Gentile, Siglo Veintiuno editores, 2007, 299 pg. / $ 42.-

    El autor reunin en este vo-lumen una amplia seleccin desus ensayos inditos o disper-

    sos en revistas hoy inhallables.Ordenados en tres seccionesdistintas Lenguaje, Historia,Potencia, los diversos moti-vos de su pensamiento rondanobstinadamente en torno a unnico centro, que el ttulo re-sume en la frmula: la poten-

    cia del pensamiento. En todosestos textos se revela de he-cho un experimento en curso

    en el cual lo que est en jue-go es, en cada caso, el hom-bre como ser de potencia, queninguna tarea histrica y nin-guna vocacin biolgica pue-den agotar, y que por eso estrrevocablemente consignado ala felicidad.

    La potencia del pensamientoGiorgio Agamben, Adriana Hidalgo, 526 pg. / $ 64. -

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    Toxicomanas Hemeroteca

    Un nuevo nmero deLacanianasale a la luz;en la ocasin, con solotenerla entre las manosse observar y sentirsu peso.

    Contiene principal-mente los trabajos pre-sentados como prepa-ratorios para el V Con-greso de la AsociacinMundial de Psicoanlisis realiza-do en Roma en julio de 2006.Los mismos se agrupan a la ma-nera del Diccionario filosfico deVoltaire y contiene ms de cien

    entradas ordenadas alfabtica-mente. Textos que fueron con-cebidos por colegas de diversospases y traducidos a diversaslenguas. Cada uno de ellos res-ponde desde la reflexin del au-tor a un tema particular, pero ob-viamente vinculado, a la temti-ca del Nombre del Padre

    Si bien diferentes pu-blicaciones electrnicashan difundido el pre-sente material y el Con-greso ha pasado congran xito, nos parecetotalmente adecuadopresentarlo bajo la for-ma tradicional de edi-cin, ya que como tododiccionario, es conve-

    niente tenerlo en la biblioteca yconsultarlo. Pero all no acaba sufuncin, ya que las temticas pre-sentadas y desarrolladas hacende este material un elemento in-

    dispensable para el estudio y lainvestigacin en psicoanlisis.Adems, el lector podr en-

    contrar en Un nuevo amor porel padre, de E. Laurent, la posi-cin del psicoanlisis y el esfuer-zo por mantener la distancia en-tre la descripcin sociolgica y lavivencia de los sujetos.

    Lacaniana 5/6 - Los nombres del padre

    Este libro es una presentacinpanormica y ms o menos or-denada de las mltiples formasen que los psiclogos y muchosotros profesionales como los pu-blicistas, vendedores, mdicos,psiquiatras, asistentes sociales,abogados, polticos, etc., en suactividad cotidiana pueden in-fluir e influyen sobre individuos,parejas, familias, organizaciones,empresas y sectores de la comu-nidad con la finalidad de produ-cir cambios en la conducta de

    las personas.Debiera ser til para todo aquelque es consultado por algn moti-vo y necesita cierto manejo de lasrelaciones interpersonales paracumplir con lo solicitado.

    No es ste un libro solo acercade como hacer las cosas. La ac-tividad de un consultor, en cual-

    quier rea, es ms que una for-ma de hacer las cosas, es funda-mentalmente una forma de pen-sar las cosas.

    En ese sentido, ste es un textoacerca de cmo considerar las ac-tividades de nuestro trabajo en laconsulta o la psicoterapia. Tam-bin contiene sugerencias concre-tas, porque cada modo de pensarlleva a un modo de hacer.

    Innovaciones en la prcticaDispositivos clnicos en el tratamiento de las adicciones

    Alicia Donghi y otros, JCE Ediciones 2007, 121 pg. / $ 18. -

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    Trabajos al 5 de septiembre

    Columnas:Barras bravas, una perversin millonaria, por Sergio ZabalzaSoledad. Notas metapsicolgicas, por Jorge RodriguezDel Yo lquido al Yo creados, por Carlos Gustavo MottaFama y fortuna, por Carlos BruckColaboraciones:Estoy en manos de un psicpata. qu hago?, por Hugo MarietnQuin quiere sanar?,Luigi BurzottaQu guerra?,por Alejandro Mndez ParnesAdopcin y homoparentalidad, por Eva Rotenberg

    Hospitales:Telaraas,Mara Lucrecia Conti GmezAcerca de la gravedad,por Claudio Di PintoEl paraso y el ahora. Temas de actualidad, por Cecilia ParrilloTransferencia en la admisin?, por Mara Cristina Bacchetta

    Introduccin al psicoanlisis:Artculos clnicos y de articulacin tericaRe orientacin vocacional y ocupacional para personas en edad

    de jubilarse, por Daniel ArgibayLa insoportable levedad del ser femenino,por Fernanda TrezzaLa joven homosexual,por Leonor PaganoLacan en cinco minutos, por Carlos FaigEntrevistas:Homenaje a Enrique Pichon-Rivire (Vicente Zito Lema),por

    Emilia CuetoHomenaje a Enrique Pichon-Rivire (Alfredo Moffat), por Emilia

    CuetoHomenaje a Enrique Pichon-Rivire (Isidoro Vegh), por Emilia

    CuetoEntrevista a Marta Gerez Ambertn, por Emilia Cueto

    Cine: Anlisis de films desde el psicoanlisisEl juego y sus vicisitudes,por Patricia TramoLa Celebracin, por Hugo DvoskinAnnimo (acerca del Club de la Pelea),por Dbora SchwarzRatatouille, por Astrid lvarez de la Roche

    Psicoanlisis y Educacin:El placer del analista,por Adrin LibermanCuando la pregunta ataque, por Sergio ZabalzaCuerpos marcados, por Alberto SantiereEncontr una aguja en un pajar,por Mnica Federmann

    Psicoanlisis Ley:La salud pblica (la prctica con nios en un centro de salud),

    por Mariana Altieri e Irene ScherzEl castigo al agresor en violencia familiar, por Ral Mattiozzi y

    Silvio LambertiMarginalidad: esquema psicopatolgico. Estructura poltico-

    ideolgica dentro de la organizacin estatal, por Patricia TramoEtica y derechos humanos. Una articulacin desde el

    psicoanlisis, por Ernesto Prez

    Arte:Carne de ley,por Diana SperlinkEco, Wagner y Maverick, por Carlos FaigEl modelo,por Alvaro CousoAh detrs de la risa. Como-edia,por Olga Mater

    Filosofa:El Banquete: una vinculacin problemtica entre sus principales

    discursos, por Sergio ZabalzaLa cuestin de la analoga entre el goce masoquista y el ms de

    gozar en el Seminario XVI,por Sara Vassallo

    Historia Viva:Homenaje a Silvia Bleichmar, por Mariel PomboHomenaje a Enrique Pichn Riviere, por Andrs Rascovsky

    Literatura:Chau, Negro, por Csar HazakiHamlet Entre dos duelos,por Guillermo Apolo

    Lecturas:Comentario del libro la atencin que no se presta. El mal

    llamado ADD de Juan Vasen,por Eduardo MllerPresentacin del libro, Clnicas del cuerpo de Silvia Amigo,

    por Jos Angel ZubermanComentario de La creencia y el psicoanlisis, de Mario

    Goldenberg y Diana Chorne (comps).por Luis Segu Sentagne

    Directores: Leandro Salgado y Pablo Roisentul / Coordinador de Contenidos: Alberto Santiere

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    (Viene de pg. 4) traumtica es la no articulacin entre afecto yrepresentacin. En la vivencia traumtica la prdida ser la dela posibilidad o capacidad de articulacin entre afecto y repre-sentacin. Por su dinmica, esta vivencia mantendr al objetoperdido en un constante presente psquico.

    El trmino que he acuado para enfatizar la cualidad de loincorporado (a diferencia de lo introyectado) es el introducto,que conserva su carcter de cuerpo extrao. Por su cualidad

    de no transformacin se cristaliza al modo del teratoma, met-fora feliz que Ferenczi utiliza para postular lo traumtico comoun quiste de tejidos heterogneos altejido en el que anida. Este modo enque lo externo sostiene sus cualidadespreceptuales, permite establecer unadiferencia terica entre la internaliza-cin forzada o pasiva e introyec-cin o internalizacin activa. (Ben-yakar, M. & Lezica, A. 2005).

    El Orden de lo Traumtico nos re-mite inexorablemente a la forma enque la amenaza opera en el psiquismo.

    Es imprescindible dilucidar las cuali-dades y caractersticas de las ame-nazas para evaluar el material clni-co emergente. Analizar la especifici-dad de la forma en que opera la ame-naza en el psiquismo nos permitir re-pensar el Orden de lo Traumtico di-ferencindolo de lo que pertenece alOrden de lo Ominoso. Generalmen-te se tiende a homologar ambos con-ceptos que, a mi entender, pertenecena un orden estructural y fenomenol-gico absolutamente diferente, a pesar

    de que en la clnica, pueden emerger en forma combinada. Loominoso debe ser entendido como un particular interjuego entrelo no familiar y lo conocido y lo familiar y no conocido. Cuan-do ese interjuego aparece en cualquiera de sus dos dimensio-nes nos encontramos con un fenmeno del orden de lo omino-so, como amenaza o como evento fctico. Ambos poseen cua-lidades disruptivas.

    Lo disruptivo de la prdida puede devenir traumtico, omino-so o trabajo de duelo.

    Sin la implosin de lo no propio, no se desplegarn fenme-nos pertenecientes al orden de lo traumtico. En el orden de LoOminoso la amenaza surge a consecuencia de que lo percibidoflucta entre la sensacin de lo propio con lo no propio. Surge el

    interrogante en que forma se desarrollan cada uno de estos pro-cesos y como se relaciona lo ominoso con lo traumtico.

    Acerca de Lo ominoso. Si bien Freud comenz a elaborar estaobra mientras escriba Ttem y tab, no es casual que haya de-cidido publicarla un ao antes de Ms all del principio del

    placer. Lo ominoso en el espacio originario es la percepcinde lo pulsional como no propio. Es una sensacin de extrae-za que emerge de nuestras propias percepciones internas. Enpalabras de Piera Aulagnier, podramos decir que los elemen-tos de cada espacio psquico sern heterogneos respecto a losotros espacios. La labor de representacin es la transformacinde eso que emerge heterogneo en homogneo a cada uno delos espacios, sosteniendo el principio de continuidad, coheren-cia e integracin.

    As, la aparicin de lo pulsional como heterogneo puede te-

    ner dos destinos, persistir como heterogneo o ser metaboliza-do transformndose en homogneo.

    Ya en 1817 Ernst Theodor Amadeus Hoffman en el cuento elHombre de la Arena uno de sus Cuentos Nocturnos, pre-senta con virtuosidad literaria la forma en que Nathaniel elprotagonista central va desarrollando sus amenazas internaspercibindolas como amenazas externas hasta llevarlo al suici-dio (Hoffman, E. 1817).

    El vivenciar ser traumtico en la medida que el mundo ex-terno, destinado a funcionar como sostn, en lugar de cumpliruna funcin contenedora permanez-ca carente de figuras mediatizadoraso factores maternantes suficientemen-te buenos. As lo ominoso se conjugacon el Vivenciar Traumtico. Por lotanto a mi entender lo esencialmenteominoso, o sea lo ominoso que emer-ge desde lo originario, es inherente a laevolucin normal del psiquismo des-de las primeras etapas del desarrollodel infans. Estos componentes esen-

    cialmente ominosos tendrn dos des-tinos. Podrn funcionar como un fac-tor de violencia primaria, violenciasana y necesaria para el desarrollo delinfans que posibilitar el desarrollo deun psiquismo con defensas adecua-das, o como violencia secundaria,perjudicial, obstructiva y patogni-ca que lleva a perpetuar lo pulsionalcomo heterogneo, produciendo pa-tologas del vaco, producto del vi-venciar traumtico, como los desr-denes psicosomticos, entre otros.

    En su artculo Lo Ominoso Freud se centr en la aparicindel doble, y la compulsin a la repeticin. Surge la pregun-ta por qu compulsin?, y repeticin de qu, por qu y paraqu? Cada uno de los caminos para enfrentarse con estos inte-rrogantes consiste en profundizar en los procesos del psiquis-mo, y ahondar en las formas de elaborar lo no propio en pro-pio, que el acaecer pulsional determina.

    El intento de metabolizacin, o sea la transformacin, de lono propio en propio, se convertir en compulsivo en la medidaque el afecto permanezca carente de representacin. El sujetose transforma en un sirviente de sus propias pulsiones vivin-dolas como extraas.

    En la compulsin el psiquismo vive a lo propio como extra-

    o, y el procesar psquico es percibido como dictaminado poresas sensaciones que perduran como extraas. Por ello entien-do que lo ominoso acrecienta sus cualidades amenazantes alperdurar como no propio. Se trata de amenazas intra-psquicasque operan a-posteriori.

    A mi entender, la esencia del proceso de repeticin est deter-minada por la bsqueda permanente de la representacin, paraas poder metabolizar esas sensaciones, no representadas, po-nindolas en relacin y en sentido.

    Estableciendo las diferencias entre el Vivenciar Traumti-co y la Vivencia Traumtica he tratado de conjugar los pun-tos relevantes, que diferencian y articulan entre lo esencial-mente ominoso y lo traumtico, para poder ser abordado enlos procesos de duelo. De esta forma pretendo continuar dia-logando acerca de esta problemtica en el abordaje de la clni-ca psicoanaltica.

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    Lo que Lacan ha aportado a la concepcin del duelo (aun-que ms que un aporte se trate, en verdad, de una muta-cin radical) est contenido en este prrafo tan comple-jo y a la vez luminoso de la clase del seminario La angustiadel30 de Enero de 1963:

    Slo estamos de duelo por alguien de quien podemos de-cirnos Yo era su falta. Estamos de duelo por personas aquienes hemos tratado bien o mal y respecto a quienesno sabamos que cumplamos la funcin de estar en el lu-

    gar de su falta.Lo que damos en el amor es esencialmente lo que no te-nemos, y cuando lo que no tenemos no vuelve, hay, sinduda, regresin y al mismo tiempo revelacin de aquelloen lo que faltamos a la persona para representar dicha fal-ta. Pero aqu, debido al carcter irreductible del descono-cimiento acerca de la falta, tal desconocimiento simple-mente se invierte, o sea que la funcin que desempeba-mos de ser su falta ahora creemos poder traducirla comoque hemos estado en falta con esa persona cuando poreso le ramos precisamente indispensables.1

    Comentar este texto me parece ms interesante que diva-gar en torno a un tema que, lo sabemos por la clnica, lo sa-bemos por nuestra propia vida si no hemos sido paralizadospor la neurosis, resiste a cualquier teorizacin porque, al igualque la melancola pero desde un ngulo diverso, nos enfrentacon aquello de lo que jams seremos contemporneos: ni denuestro nacimiento, ni de nuestra muerte y ni siquiera del na-cimiento del acto como tal: siempre llegamos tarde. En el mo-mento del acto (es, se sabe, frmula del propio Lacan) el suje-to no est presente.

    La clave del prrafo es el amor. En la versin cristiana co-rriente, la caridad consiste en dar lo que tenemos a quien lehace falta para ser; ahora bien, si lo que no tenemos y transmi-timos (transmitir es oficiar de agente de pasajeentre dos, en-tre un significante y un sujeto en posicin de objeto, no un vn-culo de persona a persona) es el falo2, el que lo recibe experi-menta el bienestar deslumbrante de una ausencia. La dehiscen-cia del amor, trmino de la botnica que designa una apertu-ra para que surja el polen o las semillas, desconoce totalmentela plenitud de la falta; desconoce ese carcter ambiguo que sevuelve dolorosamente cierto cuando el duelo produce una in-versin regresiva.

    Creemos haber estado en falta con respecto a aquel que nosfalta, creamos faltarle porquesuponamos, falsa y necesaria-mente, que al darle algo, cualquier cosa con valor flico, in-cluso un gesto, debamos cubrir su falta y por un efecto retro-

    activo calmar nuestra herida, cuando en verdad vivimos en ypor el vaco que es pura dehiscencia del deseo, aunque, en lamisma medida, se nos vuelva intolerable en virtud del incura-ble vnculo del xtasis y el jbilo con la angustia.

    Tomemos el atajo de un ejemplo, entre tantos; el de un hom-bre que durante aos estuvo ligado a una mujer intensamen-te amada y en la misma medida intensamente odiada, a la que

    senta que no poda faltarle y siempre le faltaba bajo la formade innumerables y consentidos actos de infidelidad; cuando ellainesperadamente muere y nada menos que en un hotel de ci-tas en brazos del mejor amigo de la pareja, nuestro persona-je se vuelve, de repente, un asceta. Aos ms tarde, al expe-rimentar un renacimiento de su deseo, bajo la forma del ardorque le despierta una mujer entrevista en el subte, se ve asalta-do por una intensa sensacin de culpabilidad, tan intensa quellega a asustarse porque siente que est asediado por un mor-tal sentimiento de autocastigo; y as se hunda, cada vez ms,en una actitud melanclica.

    La argumentacin que urda, reforzaba, como es habitual, elgoce sintomtico. Se deca y deca en anlisis: De alguna forma

    yo la lanc a ese lugar del cual no pudo salir, volvindola cmpli-ce de la envidia de mi amigo; as ella termin su vida como puta;y l como traidor y yo en el lugar de mierda del cornudo.

    El curso del anlisis mostr que sus infidelidades, que tantosufrimiento le provocaban a la extinta eran, de alguna manera,las nicas sensaciones intensas que sta llegaba a experimen-tar en una vida cuya faz visible para el paciente, estaba signa-da por la ms inhibida frialdad.

    As sus faltas aparentes de lealtad conyugal eran el tribu-to ms adecuado ms neurticamente adecuado, desde lue-go, a la falta constitutiva del deseo de supartenaire.Y al re-vs, a l mismo esas faltas le hacan falta para no quedar atra-pado en una relacin melanclica que repitiese su penoso vn-culo con una madre demasiado ensimismada en su fro y dis-tante narcisismo.

    Las visicitudes del duelo muestran casi al desnudo (y por ellode una manera intolerable, incurable) que no hay intersubjeti-vidad: un sujeto se liga a otro sujeto slo si ste ocupa un lugarde objeto fantasmtico. De todas formas, habra que guardar-se de otorgar a estos trminos su sentido habitual e incluso susentido ms escolarmente filosfico3.

    Porque lo que llamamos sujeto es un polo de estremecimientoy de vacilacin, de temor y temblor, para usar los trminos deKierkegaard de los que Lacan dispone en Subversin del suje-to; y en cuanto al objeto, si es que podemos desligarlo de lashabituales y torpes asociaciones con la llamada cosificacin4,es en verdad un mdium5, en el sentido literal de medio, peroasimismo en su sentido espiritista de agente hipnotizado e hip-notizador de transmisin de lo que se agita en Otro lugar.

    Ese objeto es para cada cual un sitio de traduccin, inversiny regresin, trminos que Lacan ha empleado en el prrafo quecomentamos y a los cuales podemos devolver su poder explica-tivo. Lo que otro me dice, lo que otro me muestra, lo percibo atravs de la cristalizacin de lo quesupongoson sus intencio-nes significativas. No obstante, todo lo que recibo a lo largo deuna convivencia con esa trama objetual a la vez amada y odia-da, deja subsistir el ruido de lo que parece emanar del caos, delo que no se adecua totalmente al cdigo cristalizado en rasgos

    e imgenes. Esa tensin que dura lo que dura la relacin, esatensin entre la codificacin y lo que escapa a ella, ese desfasajeentre lo sobrecodificado y lo que perturba y hasta amenaza conhacer zozobrar a la mquina y que los narradores suelen captar

    Clnica del duelo

    Escribe

    Juan Bautista [email protected]

    El duelo incurable

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    con tanta sensibilidad, es el lugar de una constante inversin de mensajes que,en determinado momento, cuando desaparece bruscamente elpartenaire, entraen estado de catstrofe; he aqu el instante de la regresin. Y con esta expresinquiero designar, al menos provisoriamente, una forma peculiar de retorno de loreprimido: en el tiempo en que el lazodel sujeto con su objeto se constituy (elvocablo lazo es insustituble, por lo que sugiere: quedar enlazado, quedar to-mado, anudado) lo esencial de ese lazo se reprime profundamente para reapare-cer, de improviso, tras el fallecimiento. Lo que vuelve es un verdadero revenant.

    Unspiritus6

    , un espectro, incluso, sobrevuela la escena durante un tiempo va-riable pero intenso e imperioso, y lo hace porque el comercio con este huspeddesconocido7ha pasado a las interioridades y culmina instalndose, provisoriao definitivamente, como una amenaza para el sobreviviente.

    El muerto como parsito lleva a revivir muchas veces de manera delirante ydurante el tiempo que dure el duelo, todo lo que desde el comienzo parasitanuestra propia vida y que se confunde con lo que en ella hay de incurable por-que constituye ese luto del que nunca acabamos de desprendernos, el duelo pornuestra propia existencia._________________1. J. Lacan, El seminario. Libro 10. La Angustia, Paids, Bs. As., 2006, p. 155.2. En la versin oficial del seminario quinto, Formaciones del inconsciente, Paids, Bs. As.

    1999, clase del 23 de abril de 1953, p.359, prrafo final, la frmula del amor es la si-guiente: dar lo que no se tiene, es dar lo que no tiene, el falo, a un ser que no lo es. Enlas versiones no oficiales, que circularon mucho antes que sta, la frmula es la misma,salvo la clusula ... a un ser que no lo es. Entre una y otra expresin no hay diferenciastericas sealables y hasta se podra decir que en la expresin dar lo que no se tiene estcita la admisin que aquel que recibe el falo no lo es en modo alguno.

    No obstante, sealo las divergencias porque ha dado lugar a no pocas polmicas. Qu dijoverdaderamente Lacan? Eso es algo a lo que no voy a contestar, ya que cualquier respues-ta nos introducira en el infierno de descubrir la presunta verdadera palabra y las quere-llas religiosas que estn en juego. O, en todo caso, la verdad de la palabra no es otra cosaque lo que yace entre las lneas de las diversas versiones, autorizadas, desautorizadas, ofi-ciales, oficiosas, problemticas, insostenibles.

    3. Filsofos como Adorno, quien ha fundado su obra en la preeminencia del objeto, escapana esta crtica.

    4. La llamada cosificacin es falsa porque en todos los casos intenta preservar una supues-ta intimidad al margen de todas las cristalizaciones sin las cuales no hay sujeto.

    5. Segn el espiritismo, el mdiumes un agente, generalmente mujer y ostensiblemente hist-rica, que ofrece su cuerpo para la encarnacin momentnea de los espectros de Otro mun-do. Ms all del oscurantismo de esta concepcin propia del siglo XIX y quiz de la histe-ria en su momento histrico de apogeo, hay all un sntoma que podemos, como todo sn-toma, tomar en serio. Si el fantasma es un marco para la identificacin con objetos libidi-nales, esos objetos, cuando quedan efectivamente incorporados a la vida inconsciente delsujeto, se transforman en objetos medimnicos, voces y miradas a travs de las cuales sereflejan y deforman las voces y los aspectos del mundo. Es el fundamento de la fascina-cin.

    6. En la obra de Marsilio Ficino, elspiritus, que es pneumtico, es decir, areo, soplo vital,es un eslabn entre la gravedad de la materia, porque es ms sutil que sta, y la liviandaddel alma, porque es ms grosero que sta. El vocablo, ya se sabe, tiene vasta resonancia:hablamos, por ejemplo, del espritu del vino, de su capacidad de embriagarnos.

    7. La expresin le pertenece a Maurice Maeterlinck.

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    Clnica del duelo

    Slo estamos en duelo por alguien dequien podemos decir: yo era su falta

    Jacques Lacan (Seminario del 30-1-63)

    El duelo ms crucial: El anlisis. Al estudiar seriamente lacuestin del duelo y sus avatares, pudiera parecer prima facieque se tratara de un tema ms entre aquellos que conforman lanutrida malla terica del psicoanlisis. Craso error. No solamen-te no es un tema ms, sino que estamos en presencia de unacoordenada que posee estatura propia, tan insoslayable comoimprescindible para cualquier analista que intente preservar suprctica de cualquier cntico de sirenas que haga del progresosu meloda. Y si decimos que se trata del duelo ms crucial, esen trminos del desprendimiento de aquello que posiblementedurante dcadas, el analizante vivenci como ms ntimo, ansindole lo ms ajeno.

    Es de esperar que un anlisis llevado a trmino produzca, fu-turo anterior mediante, un duelo por aquel que habr sido.

    El analizante se dirige al Otro, pero no para hablar de s: Elgosentido. Gerald Vaughan-Hughes llev a cabo la adaptacin dela novela The Duel, de Joseph Conrad, poniendo especial cuida-do en mantener las coordenadas principales del relato edificandoun guin muy respetuoso de la obra original. Historia cuya pi-ca permite bucear una vez ms los escarpados e insondablesmeandros del alma humana.

    Se trata del conflicto sostenido por dos oficiales de caballeradel ejrcito del general Lafayette en la poca de Napolen Bo-naparte (Gabriel Feraud y Armand DHubert, encarnados de unmodo brillante por los actores Harvey Keitel y Keith Carradine,en forma respectiva), que a partir de un asunto absolutamenteanodino comienzan una disputa que se ir prolongando comba-te tras combate durante largos aos, llegndose incluso a olvi-dar el balad motivo del origen de la ria. Los duelos sucesivos

    tienen lugar utilizando como armas los clsicos sables de caba-llera. Las escenas estn bellamente coreografiadas y los com-bates logran transmitir al espectador una sensacin verdadera-mente sofocante. Con el transcurso del tiempo (en la ficcin, 15aos) y el temible in crescendopropio de la transmisin oral, lahistoria de los dos duelistas ir adquiriendo dimensiones legen-darias aspecto ms enfatizado en la novela que en el film a lavez que crecer la necesidad de un desenlace que consiga unaesperada pacificacin. Pero tal desenlace tardar en anunciar-se. Las carreras militares de ambos contendientes van por ca-minos separados, y las reglas del honor y la disciplina imperan-tes impiden enfrentarse en duelo a dos contendientes mientrasostenten diferente grado militar, as pues, slo podrn comba-

    tir cuando sus caminos se crucen y los ascensos de su adversa-rio o los propios as lo permitan. Un modo interesante de situarcmo la diferencia instalada por lo simblico (diferencia de ran-gos) apaciguaba momentneamente (y si se me permite el neo-logismo) el furor mutilandi.

    Hasta aqu una apretada sntesis de la historia. Ahora veremosla pertinencia de leer lo que la misma ilustra, desde la perspec-tiva de un texto seero del maestro francs.

    El narcisismo de las pequeas diferencias: La agresividad. To-maremos como apoyatura del presente anlisis a tres de las cin-co tesis sobre la agresividad correspondientes al escrito de La-can: La agresividad en psicoanlisis.

    Tesis: La agresividad se manifiesta en una experiencia que essubjetiva por su constitucin misma. Ello nos lleva al necesarioabandono de la idea de apaciguar la agresividad o de combatirlapor todos los medios, desde los farmacolgicos hasta los beatfi-cos. Al respecto plantea Lacan que Toda prctica que impliqueal sentido supone un sujeto que se manifieste para con otro.

    El personaje del film que se llama Feraud, es un psictico yatado como est al todo o nada especular no slo no ceja en susintentos de destruir a su rival, sino que lo arrastra a una posi-cin simtrica. DHubert se descubre tomando clases de perfec-cionamiento en esgrima al punto de parecer tan entusiastamen-te comprometido en la contienda como el mismo Feraud. El lu-gar que, en tanto objeto agalmtico, ocupa DHubert para Fe-

    raud, parece sustraerse al entendimiento de ambos.Tesis: La agresividad en la experiencia nos es dada como in-tencin de agresin y como imagen de dislocacin corporal

    Ac vemos cmo se presentifican las dos imagos ms eficaces

    La polisemia del duelo

    Escribe

    Oscar [email protected]

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    para el sujeto, a saber: La imago de la buena forma y la imago del cuerpo fragmentado. Ello semanifiesta a travs de imgenes de eviracin, castracin, desmembramiento, dislocacin, des-tripamiento, estallido, etc. En tal sentido, el duelo con sable aparece como un soporte materialprivilegiado. La noble arma, casi erigida en bistur, parece estar al servicio de separar transito-riamente cualquier amalgama entre cuerpo y organismo. En tanto el sujeto supone al Otro unaintencin agresiva, aparece en l de un modo concomitante la imago de fragmentacin corpo-ral. Para ello no es necesario ser psictico, dado que el yo es por su naturaleza misma paranoi-co. Eso es lo que le ocurre al personaje de DHaubert.

    Tesis: La agresividad es la tendencia correlativa de un modo de identificacin que llama-mos narcisista y que determina la estructura formal del yo del hombre y del registro de identi-dades caracterstico de su mundo.

    Los ejemplos principales que podemos hallar de la tesis cuarta son los siguientes: Enamora-miento / Fascinacin / Altruismo / Caridad / Agresin brutal / Odio acrrimo.

    DHaubert pasa por casi todos ellos respecto de Feraud. Slo que el desenlace se desliza porotro andarivel, lo cual resuelve bellamente tanta simetra mortificante.

    Ya cerca del final, encontramos a DHaubert bien ubicado socialmente y a Feraud siendo acu-sado de excesos y de conspirar contra las nuevas autoridades.

    El primero intenta utilizando sus influencias ayudar a Feraud, tal vez con elsecreto deseo de que las virtudes teologales apacigen tanta furia. Muy por elcontrario, Feraud insiste con batirse... una vez ms, a lo que DHaubert acepta,slo que con una condicin: Que esta vez sea con pistolas.

    Los dos ingresan a un bosque munidos, cada uno de ellos, de dos pistolas deun solo tiro. Slo uno saldr de all tal vez.En una escena encontramos a Feraud con sus armas casi vanamente dispara-

    das y totalmente a merced de la voluntad de un DHaubert herido en una pier-na. La cmara se retira permitiendo que se escuche un disparo. La voz en offdeDHaubert nos dir al final, dirigindose a su adversario, lo que ocurri momen-tos antes: Durante muchos aos viv bajo tus reglas, de ahora en ms tu vivirscon las mas, por lo tanto te declaro muerto (y dispara al aire).

    La lengua del protagonista tuvo el filo que el sable no lleg a alcanzar. El de-cretarle la muerte civil dej a Feraud en estado de fading permanente, vagan-do de all en ms por el bosque sin poder reingresar al plano social en ningunade sus formas.Todo llevara a pensar que la posicin de DHubert es ostensible-mente ms favorable que la de Feraud, pero ocurre que, al igual que en el argu-

    mento del film El estudiante de Praga(1913) dirigido por Rye y Wegener, es di-fcil ser el agente en la produccin de una prdida, y al mismo tiempo salir in-demne de ella.

    Slo restar a DHaubert, y esto no figura en la novela ni en el film, poder due-lar el lugar que en tanto objeto posea en el deseo de Feraud, atento a que nose trata de una cuestin sin importancia: Feraud le dio a DHubert un lugar en

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    el mundo durante un lapso importante de su vida, y cuya intensidad no se mostr compara-ble con la gris existencia previa de ste, ni tampoco con la que a la postre habra de llevara cabo en tiempos de paz.

    El analizante habla de s, pero no al Otro: La culpa. Llegado este punto, conviene mni-mamente ubicar la diferencia entre culpa y responsabilidad. No slo no estamos hablandode lo mismo, sino que en algunos casos estamos hablando de lo contrario. Todo duelo implicala comisin de un acto responsable. Mismo que connota un antes y un despus en la vida del

    parltre. El melanclico, en cambio, est absolutamente imbuido de una culpa muy grande.No es la culpa del que es culpable. Un verdugo no se siente culpable, un verdugo es culpable.En cambio, el melanclico ni siquiera puede establecer muy bien por qu se siente culpable.Inclusive la atribucin que hace de su culpa suele no mostrarse coincidente con el peso dela injuria (injury poseeen ingls una doble acepcin: maledicencia y tambin, dao moraly/o fsico). Por ejemplo: alguien que se atribuye que la madre haya muerto vctima de leuce-mia porque l tendra que haberla llevado al mdico mucho antes, hacerle hacer un chequeosemanal, operarla en Israel, etc. De esa manera, considera que dicha muerte no estara car-gada en su cuenta si l hubiera obrado de otro modo a como lo hizo.

    Como vemos, no hay una correspondencia biunvoca entre el cuantumculpgeno que lsiente y el perjuicio en s mismo, entre otras cosas y aunque sea una verdad de perogrullo,porque en Cuba o Israel, la gente tambin se muere

    Algo que encontr en las ocasiones que pude trabajar con un melanclico es que esa cul-

    pa no lo lleva a hacer algo con eso. No lo lleva a pensar para hacer una restructuracin cog-nitiva (como se estila decir actualmente) sobre eso. Lacan tiene al respecto una frase quees muy interesante: se siente culpable, seal de que est dispuesto a lavarse las manos real-mente. En sntesis, se trata de una culpa que no motoriza de ninguna manera el trabajo paramodificar la posicin del sujeto, sino que opera para consolidarla.

    El analizante habla de s, dirigindose al Otro: La responsabilidad. Recuerdo a un anali-zante al que su novia haba abandonado. Una novia a la que l quiso mucho, con la que es-tuvo a punto de casarse. Despus de un tiempo, l estaba tan desgarrado que dijo: creo queel agujero que Viviana dej en m, hoy no se llenara ni con su regreso. Es decir que ni aun-que ella volviese a su vida, se suturara ese desgarro. Porque en la defraudacin moral, en esedolor hubo una desgarradura (injury) de una parte de l, bajo la forma de proyectos no con-cretados, de anhelos diluidos, de planificacin cada en vaco, en sntesis, de lo que ya no va

    a ser jugado por tratarse de huellas no escritas. Eso no se recupera, aunque ella est de re-greso. Porque sa que vuelve ya no ser aquella que en su momento se fue. Ser en todocaso un nuevo romance (mejor o peor que el anterior), pero aquel romance original estardefinitivamente perdido.

    Tomemos el caso de la guerra. Alguien no figura en las listas de bajas, ni aparece su cuer-po. La esposa lo espera por aos. Un buen da lo da por muerto. El esposo aparece despus,porque estaba perdido en una isla del Pacfico. Como la mujer ya hizo el duelo, no hay repa-racin posible del vnculo. No porque la esposa est con otro hombre, sino precisamente por-que ya haba duelado esa prdida y en consecuencia no hay lugar para l. Nunca se estal corriente de qu perdi esa persona en dicha prdida. Uno puede decir: se muri el hijo,pero no sabe qu (se) perdi all. Se pierde una parte de s. Ni una parte de l, que se fue, niuna parte de m. Es una parte de s, impersonal.

    O para decirlo con Jean Allouch: el objeto del duelo es insustituible. El duelo no es cam-

    biar de objeto, sino modificar la relacin con el objeto.

    Referencias bibliogrficas:

    Allouch, Jean: Ertica del duelo en el tiempo de la muerte seca. Edelp. Buenos Aires. 1997Freud, Sigmund: Duelo y melancola. O.C. Biblioteca Nueva.Freud, Sigmund: Lo perecedero. O.C. Biblioteca Nueva.Garca Dupont, Eduardo: Fundamentos de la enseanza de Jacques Lacan. Ediciones El Otro.

    Buenos Aires. 1995.Lacan, Jacques: La agresividad en psicoanlisis. Escritos II. Siglo XXI.Lacan, Jacques: El seminario. Libro 10. La angustia. Traduccin para uso interno de la

    EFBA.Lamorgia, Oscar: Comentario sobre el film Los duelistas. Revista Psyche Navegante N 67

    (www.psyche-navegante.com ).Lamorgia, Oscar: Herejas del cuerpo. Letra Viva. Buenos Aires. 2002.

    Cardoso, Hugo y Lamorgia, Oscar: Hechizos del tiempo. Una lgica del acto analtico. LetraViva. Buenos Aires. 2007.

    Rifflet-Lemaire, Anika: Lacan. Sudamericana. Buenos Aires. 1992Scott, Ridley: Los duelistas. (Film del ao 1977).

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    Clnica del duelo

    En qu consiste el trabajo de duelo? Se permanece enalgo vago, que explica la detencin de toda especulacinen la va abierta por Freud en Duelo y Melancola. La pre-gunta no ha sido convenientemente articulada...

    Jacques Lacan, 22 de abril de 1959

    Otra vez madres y padres de duelo. Hace un tiempo una jo-

    ven colega trajo a supervisin el caso de una seora, llammos-la Sra. M, que haba perdido una hija en la tragedia de la discoRepblica Croman. Preocupada, comentaba que la pacientecada vez estaba peor, repitiendo las palabras de la apesadum-brada Sra M. Esta describa que en los primeros meses corrade un lado para el otro haciendo marchas y reclamos, no te-nia tiempo para pensar, ni para deprimirse, ni para llorar. Lue-go vinieron los ahogos: se asfixiaba y tena que salir precipita-damente de colectivos, ascensores o de cualquier lugar en quese sintiera que le faltaba el aire. En el momento de la supervi-sin relata que se la pasaba llorando, tirada en la cama y co-miendo compulsivamente.

    As como no hay palabra que nombre al deudo que ha perdi-do a un hijo, as de complejo es considerar cmo opera la fun-cin del duelo en una prdida de esta magnitud. Lo que s po-demos afirmar es que frente a lo traumtico, el primer mecanis-mo de que dispone el sujeto es la renegacin, por eso al prin-cipio esta seora poda hacer trmites y correr de un lado paraotro. Luego, cuando el universo significante no le alcanz paradecir su dolor, identificndose con el objeto perdido, reaccioncon todo su cuerpo: le faltaba el aire, se ahogaba. Si ahora llo-raba y se deprima no es que estaba peor, es que ha comenza-do a manifestarse el dolor de la herida, que aunque cure con eltiempo no lo har sin cicatriz

    La funcin subjetivante del duelo. Los aportes al psicoanlisisen seminarios, escritos y conceptualizaciones de Lacan justificanque hoy hablemos de una clnica lacaniana. La introduccin de lavariable del tiempo lgico atendiendo al tiempo del inconscien-te y no al del reloj, las formalizaciones en torno a sus tres, real,simblico e imaginario que luego situ en la topologa del nudoborromeo, y lo que llam su nico invento el objetoa forjaronuna transmisin con eficacias propias en la clnica.

    En esta ocasin me voy a referir a los diferentes lugares dondeLacan hace alusin a la temtica del duelo, retornando a Dueloy melancola, para avanzar, tomar el guante desde donde Freudhaba llegado con los desarrollos de la metapsicologa.

    Lo que jerarquiza de entrada es que el duelo es primeramen-

    te una satisfaccin, un requerimiento pulsional, en funcin dela insuficiencia estructural de elementos significantes para ha-cer frente al agujero creado en la existencia. Los tiempos lgi-cos de los duelos, sus aspectos estructurales, sus valores ti-

    cos y estticos abordados en varios lugares nos permiten dedu-

    cir consecuencias para la clnica.Estas abrevan en los desarrollos que comienza a hacer a laaltura del Seminario 6, El deseo y su interpretacin; en el 7,La ticay en el 10, La angustia. Intentar transmitir las ideasvertebrales de algunas de esas articulaciones.

    En el primero de los seminarios citados se sirve de la tragediade Hamlet tragedia del deseo y ubica la imposibilidad de co-menzar a elaborar el duelo por la muerte del padre en un tiem-po sin escansiones ya que la comida del funeral sirvi para losfestines de la boda. Tiempos que apremian y sumergen al prn-cipe Hamlet en la desesperacin, la locura y la alucinacin.

    En el seminario de La angustia, tanto sta como el duelo lepermiten avanzar acerca de el objetoa. Es tambin a la altura

    de este seminario que profundiza la estrecha relacin entre elacting outcon la funcin del duelo y la del pasaje al acto con elfantasma de suicidio. Frente a una prdida, all donde no ope-ra la funcin del duelo proliferan losacting-outcomo efecto delmecanismo de renegacin.

    Con Lacan podemos decir que las consecuencias clnicas delos duelos detenidos en sus tiempos de elaboracin compren-den adems de la tristeza, la inhibicin y la prdida de la capa-cidad de amar tambin las variadas expresiones de los desajus-tes del deseo y sus rumbos extraviados manifestados poractingout, compulsiones diversas y pasajes al acto.

    Las diferentes manifestaciones de los duelos nos anuncian, fre-cuentemente cmo oper esa falta originaria constitutiva, duelofundante, llamado castracin y con qu recursos simblicos eimaginarios cuenta el sujeto frente a ese agujero en lo real quela prdida ocasion. Por eso en el libro Los tiempos del duelo1hablbamos de la funcin subjetivante del duelo ya que cadaduelo es la ocasin, la exquisita oportunidad a travs de la re-composicin significante que implican sus tiempos de elabora-cin, de recrear el lugar de la falta. Vaciarla del goce parasitarioen que cada duelo sumerge al deudo. Esa funcin subjetivan-te permite el pasaje desde la accin como puro juego de repeti-cin en un intento fallido de reinscribir la falta como es el casodelacting outa aquella accin que adquiere estatuto de acto,es decir comandada por el deseo.

    La melancola o la no funcin del objetoa. Esta funcin sub-jetivante del duelo, se ve dificultada en la melancola. Como dis-tingua Freud en ella no se trata de a quin perdi el sujeto, sinoqu perdi en esa prdida. En la melancola el desalojo estruc-tural que padeci el sujeto en tiempos instituyentes convierte ala herida del duelo en mortfera. No opera la funcin del duelo,podemos decir que no sana la herida, producto del rechazo nose trata de una renegacin de la prdida, por no contar con lafalta originaria precursora de lo que causa al sujeto.

    A las caractersticas tpicas de los duelos, en la melancola sesuma, como describa Freud, la disminucin del amor propioo como traduce Etcheverry, la rebaja del sentimiento de s. Po-

    demos atribuir esa disminucin del amor propio que se tradu-ce en autorreproches y acusaciones, a una falla en la constitu-cin narcisstica. En el manuscrito G precisamente haba defi-nido la melancola como un duelo por la prdida de libido. Fra-

    Para una clnica lacanianadel duelo y la melancola

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    se que alude a la ausencia de apetito propio de las anorxicasmelanclicas, en las que la sombra del pasaje al acto asola per-manentemente.

    Cuando al final del seminario sobre La angustia, Lacan hablade la melancola y del ciclo mana-melancola, describe que eneste ciclo, a diferencia del que se cumple en el del duelo-deseo,no hay funcin de objetoa, sino identificacin alacomo dese-cho o resto. Por eso es tan frecuente que en el pasaje al acto s-

    bitamente el sujeto se arroje despedido por una ventana. Mani-festacin de que la pulsin no ha sido procesada por el fantas-ma, y este fracasa como sostn del deseo. A lo mortfero de lapulsin, es a lo que se identifica el sujeto.

    Cuando el pasaje al acto es suplantado por un fantasma desuicidio, desplegado muchas veces en el anlisis, parece corres-ponder a la incipiente posibilidad de que el sujeto pueda faltar-le al Otro sin tener que desaparecer para ello. El fantasma desuicidio, su enunciacin, augura en ocasiones la construccin yatravesamiento de otros fantasmas en el anlisis.

    El vaco desgarrador con que en ocasiones consultan algunospacientes melanclicos es un todo vaco, un lleno de vaco, lapresencia de la Cosa sin velos ni mediatizacin significante. Es

    cuando la Cosa, lo real deviene slido y no deja resquicio paraque la falta opere. La direccin de la cura propicia a que el vacoopere en la estructura, constituya un elemento ms entre otrose instale una lgica del no-todo, de la incompletud.

    Hay un trabajo a hacer para deletrear el goce y que otros go-ces puedan manifestarse. Ms all del trabajo de elaboracin,que el duelo cumpla su funcin, trae aparejado no slo la susti-tucin del objeto perdido por otros objetos del mundo sino tam-bin una transformacin de la posicin fantasmtica respecto del

    objeto. En ese punto donde el objeto no es sustituble, que la li-bido vuelva al yo y la falta al sujeto, auspicia un acontecimien-to creativo, la posibilidad de inscribir un trazo nuevo.

    Para una tica del duelo: cicatrices en la polis. Retomandola vieta clnica del comienzo, hay una dimensin tica a te-ner en cuenta para que los tiempos del duelo transcurran y elsujeto pueda declarar a pesar del gran dolor, al fallecido como

    muerto y no irse tras l. Esta dimensin tica abarca al logos,a la comunidad, a la polis.En el Seminario 7Lacan recurre a la tragedia de Antgona

    para enfatizar entre otros, los aspectos ticos de la funcin delduelo. Cuando el duelo por la muerte de Polinices se ve impe-dido por la negativa de Creonte a dar digna sepultura a sus res-tos, Antgona, su hermana se deshace en ruegos que no llegana ser odos y finaliza sus das ahorcndose en su celda.

    Un aspecto esencial de las posibilidades de que un dueloavance en sus tiempos de elaboracin es el modo en que la co-munidad le haga lugar, lo legitime, que sancione por los me-dios de que dispone y particularmente los jurdicos donde co-laps el sistema para producir la catstrofe, para que la impu-

    nidad no aliente el caos. Esos rituales son como las cicatricesen una herida.Cicatrices que es auspicioso que puedan devenir marcas en

    la polis y no slo en los dolorosos cuerpos de los deudos, quetallen en la urdimbre del lazo social. No alcanza la indemniza-cin econmica que el Estado provee a los padres de las vcti-mas. La Sra. M cuando recibi ese dinero, iba compulsivamentea jugar al bingo, a la mquina tragamonedas, a cualquier hora,incluso en la largas de insomnio. All el tiempo pasaba rpido ylas luces y los ruidos eran una compaa. No soportaba haberrecibido ese pago, necesitaba ir a jugarlo, a perderlo.

    Otro es el tiempo, hablo del tramo que la cura cursa actual-mente, en que la Sra.M, pudo retomar sus actividades labora-

    les, reunirse con otras madres y padres, marchar y reclamar porla tan ansiada justicia, y promover medidas en la comuna paraque se sancionen nuevas leyes que no le evitarn seguramenteque el dolor contine vivo, pero que tal vez eviten las desmesu-ras de otra Repblica Croman.

    1. Adriana Bauab Dreizzen, Los tiempos del duelo, Homo Sapiens, Rosa-rio, 2001.

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    Clnica del duelo

    Un jardn, un solar que no parece un cementerio de-ca la publicidad de un cementerio privado; pero lamisma frase era expresada por un analizante ante elreciente entierro de su madre: En el suelo hay placas que noparecen lpidas ni signos religiosos que identifiquen, uno allest tranquilo agregaba.

    Si la tranquilidad buscada nos da la cuenta, la medida de laangustia de castracin que intranquiliza, la desmentida o el des-

    conocimiento localizados temporalmente de la muerte y la re-creacin de un espacio imaginario que desista de alojar la iden-tificacin especular con el objeto perdido, son tambin la medi-da del trabajo de duelo y de sus fallas.

    La complejidad de la vida contempornea y de los conocimien-tos acumulados sobre la misma, han llevado a producir nom-bres y significantes a los cuales el sujeto y la subjetividad debenalienarse. La complejidad de hecho, entonces, conduce a formu-lar nominaciones que se inscriben traumticamente en la vidapsquica. Basta pensar en las neosexualidades, neogestaciones,neoparentalidades, o en los nuevos ceremoniales multicultura-les que se mezclan en las bodas y los nacimientos, para asistira los nuevos modos de recubrimiento imaginario y simblico delo real. Recubrimiento que se precipita inexorablemente sobreel sujeto cuando es reactivada la angustia y/o cuando sta, an-ticipa la proximidad con lo Real.

    Lo traumtico a que el ser hablante contemporneo queda ex-puesto, supone una inscripcin (Bejahung) que a la vez se re-chaza (Ausstossung). La inscripcin corresponde tanto a la afir-macin, decir s, de los nuevos significantes como al rechazo ono que refuta dicha afirmacin. Refutar significa contradecir,rebatir, objetar, impugnar. Rechazar significa resistir un cuerpoa otro obligndolo a retroceder o ceder. El cuerpo de la voz delOtro, se convierte en fonema o se expulsa hacia una exterioridadradical, o hacia una exterioridad cercada por el grito, grito que re-torna sobre el infans o sobre un sujeto adulto sumido en la mul-tivocidad del Otro cada vez ms multilingstico y multifactico.Los rostros del hogar cultural que habitamos como hermanos ocomo enemigos, son hoy rostros multiraciales.

    Aceptada la complejidad pero a la vez la fuerza que ella con-lleva por su empuje al cambio y/o a la adaptacin, podemos afir-mar que la subjetividad acechada por la Ciencia y la Economadel Discurso del Capital ms la multiculturalidad con sus exi-lios, desamparos, segregaciones y prdidas de identidades, estde duelo y que este duelo proviene de un trauma en el Otro. Estapareja discursiva Ciencia y Economa se ha constitudo enel nico matrimonio idealizado por la globalizacin por lo cual aveces reafirma su matrimonio y otras su divorcio; el juego infini-

    tizado entre lazo y ruptura del lazo inscribe en el ser hablante eltrauma de una escena primordial con su consecuente correlatode inclusin por exclusin y de exclusin por inclusin. Luego, lasobredosis discursiva determina a cada sujeto a responder a la

    alternativa de: 1. rechazar-refutar, duelar y formar sntoma, y/o

    actuar-crear, o 2. rechazar el trabajo del duelar y quedar suspen-dido en el grito, o gritar para quedar suspendido.Cmo entender la sobredosis de saber y dnde hallar sus efec-

    tos? Por ejemplo, en la tendencia medicinista y medicalista denuestro tiempo. Analicemos el caso cultural por el cual las jve-nes deseosas de ser madres, se enfrentan a los trastornos re-productivos cada vez ms frecuentes y generalizados. La medi-cina nos da como respuesta el estrs debido a un sin fin de fac-tores ambientales, pero en los cuales los analistas distinguimos,el modo en que el sujeto responde refutando en el Otro el dere-cho a un exceso de goce o sucumbe ante ste. El rechazo del tra-bajo psquico que inscribe la inexistencia del Goce del Otro, escorrelativo a la desmesura del dominio de la reproduccin asis-

    tida. Lo que pongo en cuestin no es la eleccin de una formade saldar las imperfecciones reproductivas que seguirn apa-reciendo, sino la desmesura del discurso y de sus prcticas,desmesura que acrecienta la respuesta del sujeto por la va delos trastornos sintomticos. Luego dnde se esconde la bana-lizacin del duelo por la reproduccin, la paternidad y la paren-talidad? El duelo por la reproduccin supone: aceptar que cual-quier reproduccin es asistida por el aporte de otro en posicinde asuncin simblica del sexo y de la paternidad, que la repro-duccin o se inscribe en el Otro o no es, an en los casos quese la haga ser por tcnicas mdicas, y que la castracin no esun concepto degradado, sino el nombre de la vicisitud existen-cial para todo ser hablante. Asistir en demasa supone banalizartanto el duelo como la asistencia externa.

    Con este ejemplo deseo resaltar que los sntomas son pro-ducciones que, entre otras definiciones, expresan el entrecruza-miento entre lo inconsciente y lo conciente del duelo y del due-lar. Por lo tanto, cualquier sesgo banalizante en el Otro, mostra-r la ndole del trauma y pondr a prueba la aptitud de refuta-cin en el ser hablante; el rechazo operar en el sentido de laactualizacin del trauma infantil y/o de una reelaboracin ps-quica del mismo.

    El rechazo reviste varias modalidades: 1- Ausstossung queparticipa en la constitucin del sujeto y de cada nueva posi-cin de sujeto, o sea, el sujeto puede negar-se a ser comanda-do por nuevos significantes sin desconocer su proveniencia des-de el Otro; 2- actualizar los mecanismos de la represin o la re-negacin; 3- presentificar la forclusin del significante del Nom-bre del Padre.

    A su vez las modalidades de rechazo se asocian al duelo entanto ste es trabajo psquico. Es decir, si el duelar consiste enuna exigencia de trabajo, el trabajo mismo es objeto de repre-sin, renegacin o forclusin.

    En qu consiste el trabajo del duelo? Quin trabaja? Cmotrabaja? Cunto trabaja? Hasta cundo trabaja? Si bien pare-cen interrogantes ajenos a la prctica analtica, constituyen elmeollo de la direccin de una cura y hasta del fin del anlisis.Para Freud trabaja el inconsciente, por ejemplo en el sueo.

    Tambin a respecto del sueo habla de trabajo y de elaboracin,trminos comunes al duelo.Cuando un duelo tropieza en su elaboracin, en alguna de las

    denominadas etapas del duelo, se supone un tropiezo con lo

    La banalizacin del duelaren el modelo cultural actual

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    Real de la castracin, una abrupta interrupcin por lo cual sepueden leer tres clases de falsos agujeros que deshacen el anu-damiento RSI. Cuando el duelo se ha elaborado, distinguimostres agujeros verdaderos, es decir, que rehabilitan el anudamientoRSI: un agujero en lo real ya que algo ha dejado de existir y esealgo es lo que el sujeto no sabe que perdi pues es de la n-dole de lo que el objeto perdido se llev con l; un agujero ima-ginario pues ha quedado modificada la relacin imaginaria con

    el objeto ahora inexistente o impresentado (por ejemplo cuan-do se interrumpe un vnculo amoroso, el objeto no ha muerto,debe morir simblicamente para que el sujeto pueda recordar-lo y/o aceptar su aparicin en la escena del mundo); un agujeroen lo simblico, pues ste no recubre la falta en tanto le falta elsignificante para hacerlo.

    El duelo conlleva etapas de elaboracin y trabajo psquico; es-tas etapas en el duelo normal estn acompaadas de triste-za, pena, angustia e incapacidad para decidirse a revestir libidi-nalmente un nuevo objeto, autorizado a sustituir al perdido.

    Qu sustituir y cmo sustituir en un lazo social en el cual nadatiene valor, pues hasta el valor de cambio ha perdido valor? Larespuesta es un apilamiento general de las etapas del duelo; una

    especie de indiscriminacin que atae tanto a los ritos funerarioscomo a la compra de un lavarropas.El apilamiento de las etapas del duelar, es decir, su superpo-

    sicin indiscriminante, deshace el lazo con el trabajo de lo in-consciente. De ello se deriva que algunos consideren la des-aparicin de lo inconsciente como un signo de la poca. Un dis-curso que afirme la desaparicin de lo inconsciente, de las neu-rosis o que suponga que puede neutralizar la angustia sin dejarni rastro ni resto, fuerza una naturalizacin del duelo. Naturali-

    zar el duelo no implica coadyuvar a elaborarlo, sino, por el con-trario, banalizarlo borrando los signos de percepcin como en elcaso de una tumba sin signos identificatorios. Si no hay sig-nos, huellas, si todas las cenizas se tiran al mar, cmo localizarque el sujeto atraviesa la temporalidad del duelo?

    El duelar es un proceso lgico-inconsciente y acto: ritual, ce-remonia, smbolo e inscripcin; su banalizacin puede conduciral punto que una afeccin terminal, por ejemplo, deba ser urgen-

    temente acallada para no angustiar, o un sntoma deba ser r-pidamente desmontado para satisfaccin de un furor por el si-lencio del cuerpo ergeno, el soma o la necesidad. Cuando estoocurre y se constituye en el estilo pblico de los procesos delduelo, entonces enfrentamos el sadismo proveniente de la des-mezcla entre Eros y Tnatos, que el duelo propone pero que, deser tolerada, la elaboracin vuelve a ligar.

    Freud explica el suicidio y el homicidio por el sadismo que res-ta a la desmezcla pulsional estas referencias tericas son tras-ladables a la subjetividad de una generacin de seres hablantescuya angustia slo es abordada por el ansioltico y cuyos due-los son minimizados y reducidos por la cultura del bienestar aultranza? Qu sujeto reacciona, refuta rebate, y qu subjetivi-

    dad yace pasivizada?A estos interrogantes le caben ms y ms preguntas; las res-puestas provendrn del futuro siempre y cuando la subjetividadcontempornea advierta el peligro: ms se banaliza el duelo comoforma de expulsin y desconocimiento del goce que traumatiza alOtro y que retorna como un bumerang contra el sujeto particulary la subjetividad general, ms estaremos confrontados al sadis-mo, es decir al accionar de ste sobre cuerpos y mentes.

    Indiscriminados e innombrados los duelos y sus momentos l-gicos de trabajo inconsciente, el sujeto responde gritando paraser escuchado o lo real le cae encima, en ambos casos tropeza-mos con suicidios-homicidios colectivizados.

    Las guerras, las masacres, los exterminios, pueden ser tanto

    ledos como causas del duelo, o como los efectos de duelos in-terrumpidos en su elaboracin por lo cual aparecen en lo Realespectros del Yo o fragmentos astillados del cuerpo.

    La violencia desmedida, privada y pblica, y las formas xen-fobas de lazo con el otro, pueden ser comprendidas desde innu-merables explicaciones; ninguna agota la cuestin. Los psicoa-nalistas estamos en estado de alerta: por un lado denunciamoslos excesos de goce que se presentan bajo la denominacin co-mn de la prctica actual y las nuevas patologas; por otro ladotestimoniamos de la cruenta y desencarnada realidad cuya cons-truccin imaginaria reniega de la incompletitud y la finitud. Ensntesis, resultamos testigos de la ruptura del lazo que el trabajode duelo ante la castracin en el Otro y en el sujeto, intenta res-

    tablecer. Esta ruptura es peridicamente rellenada con nuevosfantasmas, nuevas ideologas, nuevas argumentaciones y nue-vos saberes o ms guerras, invasiones y atentados.

    Ante lo inconmensurable de lo Real, el trabajo de duelo limi-ta, acota, circunscribe; para lograrlo, el ser hablante no puedeprescindir de las viejas o de las nuevas trazas que recubran sim-blicamente la emergencia e insistencia siempre angustiosa delo Real, ni de los signos perceptivos imaginarios que alberganuna escena albergada por otra escena, desdoblamiento imagi-nario producido por el duelo de la Cosa que el objeto perdido sellev sin consultar.

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    LETRA VIVA LIBROS.Av. Coronel Daz 1837 (1425) Buenos Aires, Argentina. Telefax 4825-9034

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    Colaboracin

    El entendimiento no sera muy diferente a unaalacena completamente cerrada a la luz con slounas pequeas aberturas concedidas al paso de lastrazas visibles del afuera.

    John Locke, Ensayos sobre el entendimiento humano

    A

    lguna vez, en una fecha a la que difcilmente sobreviva al-guno de los analistas de mi generacin, se abrirn al domi-

    nio pblico los archivos y las colecciones de Jacques La-can. Entonces saldrn a la luz si a esa altura todava a alguienle importa los borradores, las cartas, los cuadernos de sesio-nes, los manuscritos de Marguerite Anzieu y de Bataille, los li-bros anotados (una de sus seis bibliotecas, la de La Prvt, lamansin de fin de semana, guarda 5.147volmenes cuyos ttulos continan sien-do secreto de Estado, del resto se ignorahasta el nmero). Tambin se podr sa-ber de la pinacoteca, de las cermicasde Nazca, de los grabados japoneses, delos fragmentos de esculturas egipcias, delas fotografas que tomaba a las puestas

    de sol, de las mscaras del Brasil que lecompr a Lvi-Strauss, de los potes, delos mapas, de los objetos bizarros, de lasvestimentas extravagantes confecciona-das a medida, de las piezas de oro.1Perono ser en el nmero 5 ni en el nmero 3 de lacalle de Lille, ni en La Prvt, sino en la casa-dep-sito de lAbbaye de Loix-en-R donde aparecern las es-tampas de San Jos compradas en Orlens el segundo domin-go de julio de 1906 y el dibujo del pequeo Jacques acerca delo que le aconteci de regreso a Pars. Pegoteados por el polvo,arrugados por el tiempo, dibujo y estampas ardern en la ho-guera como el trineo del Ciudadano Kane.

    Pero aquel domingo, en el que todo eso era nuevo y el por-venir se antojaba bello, Alfred Lacan recorra contra el reloj lascinco santeras de Orlens para satisfacer la tenacidad pedige-a de su hijo. Se iba haciendo tarde para manejar hasta casa.Por qu a Jacques no lo conformaba la carsima figurita de plo-mo esmaltado de Juana de Arco a caballo? Hasta haba simu-lado desinters, anunciando que se la regalara a Marc. Tonte-ras, sabes que Marc no tiene edad ni para sostenerla!A quvena, en cambio, ese antojo por corroborar si todos los SanJos, sin excepcin, cargaban en brazos a un Nio Jess cre-cido? Jacques era menos un coleccionista de objetos valiososque de respuestas.

    El auto aceler indeciso. El viejo Emile, el otro amo de Alfred,

    se haba empecinado con abarrotar de frascos de pepinillos elbal y el asiento trasero. Como si los pedidos no pudiesen aguar-dar el prximo tren a Pars. Pero los dos hombres bien saban,Alfred con alivio, Emile resignado, que la sobrecarga de cajas e

    indicaciones buscaba enmascarar el hecho de que al padre jefe

    le haba llegado la jubilacin. El viejo no regresara como de cos-tumbre, permanecera en Orlens aguardando el descalabrantearribo del camin de mudanzas. En la seca despedida, Jacquesnot al abuelo empequeecido y con una estridencia menos ate-morizante. Lo mismo daba. Corri a sentarse triunfal a la butacalibre del copiloto. Cincuenta y pico aos ms tarde, en un parn-tesis del seminario de La identificacin, el sentimiento no habacambiado: Mi abuelo, que no difiere sensiblemente de su nom-bre propio, Emile Lacan, ese execrable pequeo burgus, ese ho-rrible personaje gracias al cual acced a una edad precoz a esafuncin fundamental que es la de maldecir a Dios, ese perso-naje es exactamente el mismo que se sostiene en el estado ci-vil, como queda demostrado por los lazos de matrimonio, para

    ser padre de mi padre.2

    Est en las antpodas de la emocinpudorosa y el velamiento con que habl de Alfred, pocas sema-nas despus de su fallecimiento, en el seminario de La transfe-rencia: Nunca los sobrecogi el pensamiento de que falt algoen lo que dieron a quienes les son ms cercanos? Y de que no