claves de la deconstrucción - miguel ángel huamán

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89 I En t r e los filósofos fran c eses a c t ual es s famosos est á s in duda Ja c qu es D e rrida , a p esar d e se r est ri c t ame n te hablando un margi- nal e n la t i e rra d e D esc ar tes y Sar t r e , dado qu e na c e n Arg e lia e n 1930 y no es c ri s t iano . Se r j udío y afri c ano s igu e n s i e ndo e n Europa y no sólo e n Fran c ia parámet ros d e margina c ión . Sin e m- bargo, s u obra ha influido pod e rosam e n te e n div e r sos au t or es d e una gran vari e dad d e di sc iplinas y e n dif e r e n tes l e nguas pu est o qu e s u s libros han s ido t radu c idos a mu c hos idioma s. Prá c t i c a- me n te s u influ j o se apr ec ia hoy e n día e n c ualqui e r esc ri t o d e n t ro d e las c i e n c ias humanas o soc ial es: e n los est udios c ul t ural es y li te- rarios, e n la an t ropología o la soc iología, e n la hi st oria o e l d er ec ho. A p esar d e e llo , no e xi ste un r e c ono c imi e n t o c laro e n t orno a la c orri e n te d e p e n s ami e n t o qu e ha dado orig e n D e rrida : la d e- c onst ru cc ión . No r es pond e di c ho panorama c onfu so s impl e m e n te al est ilo osc uro y c ríp t i c o d e los esc ri t os d e rridianos. La difi c ul- t ad prin c ipal ob e d e c e a la na t ural e za d e los c on c e p t os y argu- m e n t os qu e esgrim e s u fundador , formado e n la t radi c ión filosó- fi c a c on t in e n t al , c ara c te rizada por un ra c ionali s mo d e n so y pro- c liv e a e x te nsos d esarrollos v e rbal es. In t rodu c irnos e n la d e c ons- t ru cc ión r es ul t a difí c il es e n c ialm e n te porqu e nos e nfr e n t amos a una p e r s p e c t iva c t i c a as i ste t i c a , es d e c ir , no se t ra t a d e una filosofía ord e nada ni d e una m et odología pr e c i s a o c ni c a ana- t i c a d e finida . Claves de la de c onstru cc ión MIGUEL ÁNGEL HUAMÁN

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LA DECONSTRUCCIÓN LITERARIA

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  • 8 9

    I

    En tre los f i lsofos franceses actuales ms famosos est sin dudaJacques D errida, a pesar de ser estrictamente hablando un margi-nal en la t ierra de D escartes y Sartre, dado que nac i en A rgel iaen 1930 y no es cr ist iano. Ser ju do y afr icano siguen siendo enEuropa y no slo en Francia parmetros de marginacin. Sin em-bargo, su obra ha influido poderosamente en diversos au tores deuna gran variedad de d isc ip l inas y en d iferentes lenguas puestoque sus l ibros han si do trad uc i dos a muchos i d iomas. Prct ica-mente su influ jo se aprecia hoy en da en cualquier escrito dentrode las ciencias humanas o sociales: en los estudios culturales y lite-rarios, en la antropologa o la sociologa, en la historia o el derecho.

    A pesar de el lo, no existe un reconoc imiento c laro en torno ala corrien te de pensamien to que ha dado origen D err ida: la de-construcc in . N o responde d icho panorama confuso simplementeal est i lo oscuro y crp t ico de los escritos derrid ianos. La d ificul-tad pr inc i pal obe d ece a la na t urale za d e los concep tos y argu-mentos que esgrime su fundador, formado en la trad ic in fi los-fica con t inen tal , caracteri zada por un rac ional ismo denso y pro-c l i ve a extensos desarrollos verbales. Introduc irnos en la decons-trucc in resul ta d if c i l esenc ia lmen te porque nos enfren tamos auna perspect i va crt ica asistemt ica , es dec ir , no se trata de unafi losofa ordenada ni de una metodologa prec isa o tcnica ana-l t ica def in ida .

    C laves de la deconstrucc in

    M I G U EL N G EL H U A M N

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    Saber algo de la corriente deconstructiva es tan duro como leera su padre creador D errida. A que l lector que aspire a establecerconcep tos c laros o ideas simples en la lectura de las obras derri-d ianas se dar cuenta desde las primeras l neas hasta los lt imoscaptulos de sus escritos de que es una empresa vana. U n factorcrucial para d icha frustracin radica en que D errida orienta granparte de sus razonamientos y anlisis en debate con otros pensa-dores, por lo que en sus l ibros el proceso de lectura debe descubrirlas referenc ias y comentarios que son alud idos o detallados per-manentemente. Es decir, la escritura derrid iana sirve como ejem-p lo d e lo qu e en los est u d ios l i terar ios d enominamos in ter tex-tualidad: d ialoga con una infinidad de otros textos.

    El problema con esta escritura es que exige al lector cierto co-nocimiento en relacin con los pensadores y obras con los que sepolemiza o a los que se crit ica. Si uno no maneja todas esas refe-rencias percibe la obra derrid iana como un producto incoherentey confuso. En realidad , quien lee d icha escritura, sin la informa-cin previa sobre los l ibros o au tores a los que se menciona indi-rectamente, t iene la sensac in de part ic ipar en una conversac inentre personas que no conoce y sobre temas que desconoce, por loque no resulta extrao el juicio negativo.

    A simismo, incide en este panorama el esti lo propio de D erridaque t iend e a u t i l i zar c ier tos juegos retricos, prop ios d e la tra-dicin crtica francesa, pero acrecentados con una recurrencia casiobsesi va: la paradoja , e l neologismo y e l juego de palabras. Losescritos derrid ianos son procl i ves a formulaciones contradictoriasde los problemas, en lugar de una presentacin directa y objetiva.Tambin t ienen una fascinacin por el uso de nuevos trminos opalabras que adquieren en su exposicin sentidos especiales, comoes el caso de la palabra d iferencia o diffrance, en francs, la mis-ma que i lustra la tendenc ia a alterar y modificar las palabras enpermanen te afn l d ico a que los tex tos d e D err ida nos t ienenacost u mbrados.

    Por otro lado, la deconstruccin como corriente de pensamientoo enfoque crtico no se reduce a la obra de D errida, aunque se re-conoce la tremenda importanc ia que t iene e l fundador de d ichomovimiento, pero los posteriores desarrollos ofrecen nuevas y msinquietantes contribuciones que amplan el debate ms all de los

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    fueros fi losficos. A s, para ofrecer una imagen ms idnea de laperspect i va deconstruct i va en las c ienc ias humanas y soc iales sehace in d isp ensable inc urs ionar en au tores como Pau l d e M an ,Geoffrey H artman o H arold Bloom y otros ms, representantes delo que se conoce como la Escuela de Yale. Por lo mismo, para unav isin completa de lo que es la deconstrucc in , resulta un com-p le m en to in d isp ensable i n dagar en torno a los apor t es d e lascorrientes norteamericanas.

    En este con texto hay que ubicar este esfuerzo por acercar laperspectiva deconstructiva al lector no especializado. Slo nos in-teresa ofrecer nuestra lectura, ms que pretender brindar algo, sino imposible, excesi vo para el nivel de una cuantas pginas o deun trabajo de d ivulgacin . Conscientes, adems, de que un inten-to ms riguroso y extenso probablemente demandara muchos aosde invest igac in y trabajo, buscamos slo acercar al lector a estacorriente de pensamiento y despertar en l el inters. Pero es nece-sario recalcar, derrid ianamente, que nuestra escritura como cual-quier otra es cuest ionable, prec isamente porque es una lectura yel lo incluye tambin a esta presentacin.

    Si toda lectura es una interpretacin y cada interpretacin unaviolacin, porque pretende reducir con v iolencia lo continuo de laescritura a un sentido, a una teleologa, en el caso de la deconstruc-c in el lo se torna an ms ev idente. La crt ica deconstruct i va noslo d ice algo sino tambin hace algo. Resulta d ifc i l adecuar e lcon junto de textos que conforman lo que se ha llamado la decons-truccin al contenido de un discurso o al efecto de una escritura.

    C ualquier introduccin al mbito crt ico de la corriente inau-gurada por Jacques D errida se presen ta como un in ten to fal l idode reducir su pensamiento, sus ideas, a una lectura tradicional ytemt ica , a una exposic in sistemt ica y concep tual . U n ensayointroductorio, en ese sent ido, sera un doble acto fall ido. U n afnd e presen tar una ausenc ia: la an t ic i pac in d e la represen tac insin que se haya logrado una presentacin . Por el lo, a su vez , unapresentacin es siempre un escrito, una escritura otra que con in-dependencia de lo que d ice hace gestos, anticipa huel las cuyo sen-tido no pertenece a la naturaleza del con junto de trazos de la ret-rica discursiva a la que alude o antecede.

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    Q u se espera de una introduccin? E l imponer, el autorizar,es decir, conferir fuerza de ley a una evaluacin, a un orden y an-t ic ipar , prevenir , poner sobre av iso con tra cualquier error . U nopuede sustraerse a dicha ley? Incluso cuando conscientes del ges-to divulgador no se acepte la situacin significativa de creer en elvalor y la necesidad del texto, nuestro escrito se deja leer o inter-pretar a travs del contenido mismo, ms all de su ruptura o he-terogneo anuncio. Reforzamos el orden an negndolo. Slo nosqueda el error como disposit i vo que torna relat i vo todo libro y aeste ensayo tambin . D esplazamiento del sistema, corrimiento delo absolu to a travs de una escritura que intenta y fal la, ajena alorigen, a lo original, al principio de principios.

    Tiene entre sus manos, nsito lector , un texto hecho de otrostextos. H ilvanados por una v isin del ojo ms farsante, la del do-cente que, desde el error o la falla, busca contraponer a la v isinespecular y complaciente que reduce la deconstruccin a una es-pec ie d e h ip p ismo cr t ico o escep t ic ismo trasnochado enpalabras serias y solemnes de jvenes estudiantes un reco-rrido, un retornar por los propios pasos de una lectura prev ia ysistemtica, asumida como intencin comunicativa ms que comoorden o si lencio definitivo.

    In tenc in no de legit imar la inst ituc in de l d iscurso sino derecordar que todo orden es simblico y no real. D eseo de mostrarque no debemos contentarnos con explicar lo que la escritura dice,sino aventurarnos a asumir los riesgos donde la apropiacin ya noes posible porque la deconstruccin no se limita a ser una crtica,sobre todo una crtica terica, sino que debe desplazar las estruc-turas institucionales y los modelos sociales . Bajo esta pedagoga,dentro de el la como dentro de una lengua, este escrito no es lo pre-escrito sino un dar cuenta de los p liegues y complicaciones de laestructura, porque el tema, su lgica es precisamente lo que bajolos nombres de huel la, de archi-escritura, de diffrance, de fr-maco, de suplemento, de deconstruccin, etc., excede estructu-ralmente la presenc ia o la presentac in , la fenomenalidad , la te-sis (posicin, exposicin), el tema y el sistema .

    En trminos deconstructivos no hay un cdigo determinado y ,a su vez , tampoco un lxico cerrado de trminos deconstructivos.Las palabras de la deconstrucc in no designan concep tos segn

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    el modo del d iscurso fi losfico o el lenguaje ord inario. H ay sloin tenc iones que rebasan la univoc i dad y la equivoc i dad . Es porel lo que el lector debe hacerse cargo de esta cadena abierta de in-dec ibles. Instalar as su propio riesgo y e l error como un sent i-miento que lo excede.

    La deconstruccin propone que toda escritura es una construc-cin intencional , no la representacin de la realidad . La ausenciamarca la naturaleza de un texto del mismo modo que su presen-cia. Es decir, juguemos con una imagen: si con una linterna ilumi-namos algo en medio de la oscuridad , el haz al mismo tiempo quedescubre lo que alumbra oculta lo que permanece oscuro. Est dems recordar que la razn o la escritura y su forma cannica enoccidente, el l ibro o texto, se ha metaforizado siempre bajo la figu-ra de la luz del conocimiento, de la verdad , de la realidad . Pero, loque l lamamos realidad es una seleccin que deja fuera ciertos as-pectos o elementos, su forma es d iscursiva y no slo produce pre-senc ias de lo que inc luye sino ausenc ias de lo que exc luye: hue-l las, suplementos, d iseminac iones.

    A l afirmar la escritura como horizonte crtico, el enfoque derri-diano cuestiona el mito del texto presente, que el orden simblicoconvierte en ideologa del texto en cuanto texto. Los textos debenser deconstruidos porque instauran la metafsica de la presencia, esdecir, las ausencias, las d iferencias o rasgos constitutivos que apa-recen como modos de significar pero que ocultan la existencia mis-ma en general de la interpretac in , su v iolenc ia, su absolu t ismo.En ese sent ido, este escrito pretende asumir el propio afn crticode la deconstruccin: el cuestionamiento de la represin interesadaen el terreno de las ciencias sociales y humanas.

    II

    En nuestro mbito acadmico y literario, escuchamos cada vez conmayor frecuencia u t i l i zar el trmino deconstruccin para calificard ist intos acercamientos e interpretac iones a los fenmenos soc ia-les, culturales y estt icos. Sin embargo, no resulta fci l encontrarcon exactitud qu significa dicha palabra, incluso para quienes sue-len recurrir a ella. A lgunos prefieren traducir al castellano la expre-sin francesa dcontruction propuesta por Jacques D err ida como

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    desconstruccin , pero adems de hacerla ms eufnica a nuestrosodos hispanos, no avanzamos en nada en el intento de reducir lapolisemia o multiplicidad de significados que parece incluir.

    A s op temos por una u otra denominacin en nuestro casopreferimos el neologismo deconstruccin por emplearse de mane-ra ms general i zada, lo ev idente es que la fidel idad o infidel i-dad hac ia el prefi jo des no atena ni soluc iona el desconc iertoy la confusin que el concepto acarrea entre los investigadores, es-tudiosos y lectores en general. Q u es la deconstruccin? La inte-rrogante persiste por sobre las muy variadas introducciones y losms serios intentos de explicacin .

    Este ensayo intenta ofrecer una primera respuesta que sirva alos interesados de todas las d iscip linas como una gua de lectura.No pretende agotar ni terminar la discusin sobre la deconstruccinen tanto tendencia crt ica en el campo de las ciencias humanas ehistrico-sociales. Tampoco busca reducir sus mlt ip les y hetero-gneas posibilidades de desarrollo a un esquema simple y unvoco.Se trata de compartir una lnea de interpretacin que ante todo bus-ca asir sus aportes ms esenc iales y ponerlos en d ilogo con losinteresados, a efectos de lograr una reflexin enriquecedora.

    La recepc in de la deconstrucc in en e l mbito hispanoame-r icano no est al margen de lo acontec ido en otras lat itudes. H adesatado adhesiones y disidencias, elogios e insultos, inters e in-d iferenc ia. N adie puede ocultar que su influenc ia se ha desarro-l lado en nuestra trad ic in crt ica y acadmica por enc ima de lasdificultades para su precisin e incluso gracias a el las. N o slo esfrecuente verla menc ionada o asumida en d iversos escritos, sinoque a pesar de las voces acusadoras o los v ituperios existen mu-chas invest igaciones y lecturas que se reclaman deconstruct ivas.

    Ms que el recurso a la diatriba o a la caricatura, nuestra res-puesta se plantea como el ejercicio atento de una mirada crtica, bajocuya perspectiva creemos se puede lograr una atinada, personal yvlida respuesta a la pregunta de base y a otras posibles. Si dichoobjetivo se logra al final de este recorrido, la intencin que anima laescritura de este trabajo hallar su plena satisfaccin.

    Jonathan Culler en un artculo muy socorrido ubica la decons-trucc in como la tendenc ia mayor de l l lamado postestructura-lismo(1987 / 88) y propone superar cierta caricatura en la valora-

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    cin de lo posestructural donde tambin ubica al psicoanlisis,porque reduce simplistamente su configuracin al hecho de que v ie-nen despus del estructuralismo y olv ida una relacin ms crticacon sus antecedentes. La mencin al texto clsico de Josu H arari,Estrategias textuales: perspectivas en la crtica postestructuralista (CornellUniversity Press, 1979), que adscribe como pensadores de dicha ten-d enc ia a qu ienes an tes haba colocado en su bibl iograf a sobreestructuralismo, slo incide en que generalmente se designa median-te ese trmino a un cuerpo amorfo de teora y crtica.

    Por e l lo , para m uchos in v est igadores la inc l usin d e la d e-construcc in den tro de las tendenc ias crt icas denominadas pos-estructurales es tambin algo d iscu t ible, por la propia naturalezaimprecisa del calificativo. Sin embargo, nosotros asumimos la pers-pect i va sealada por C u l ler que ubica la deconstrucc in den trode d icha tendencia posestructural, aunque este ltimo trmino re-conoce que no es conveniente porque traza l neas que no dejanver algunas relaciones importantes y renen en un burbu jn a cr-ticos con enfoques y presupuestos completamente d iferentes(33),pero que es indispensable someterlo a un uso razonable, dado sucada vez mayor actualidad .

    D esde nuestra perspect i va , la deconstrucc in se ubica jun tocon corrientes comprensi vas como la pragmt ica, la estt ica de larecepc in y el psicoanlisis. Todas el las marcan la crisis del mo-delo l ingst ico estructural en el terreno de los estudios l iterariosy las humanidades. Se caracterizan por poner en debate el signifi-cado, la representacin y el conocimiento como un sistema cerra-do, autnomo y absoluto.

    Sin embargo, prec isamente porque el imperio del estructura-lismo se extendi hacia el campo de otras ciencias histrico-socialescomo la sociologa, la antropologa, la historia o la economa,la influencia especfica de la deconstruccin abarca al con junto dela activ idad y el pensamiento cientfico o filosfico. Cuestiona el sig-nificado de los textos de cualquier prct ica d iscursi va, l iteraria ono, por lo que se la adscribe dentro de la llamada posmodernidad .

    A specto que tambin desata las iras santas de muchos estu-diosos que ven en dicha corriente un enemigo ideolgico, que pre-tende ofrecer una ilusin de superacin de las contradicciones delproyecto moderno y desnuda un afn de perpetuar la dominacin.

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    A s, la tri loga de lo reaccionario se completa a sus ojos: decons-trucc in / posestructural ismo / posmodernidad . U n ejemplo t p i-co de esta postura, en el terreno de la teora literaria, nos lo brindaA ntonio Garca Berrio quien afirma lo siguiente:

    A ctualmente se ha generalizado en la filosofa mundana del l la-mado pensamiento dbil o flojo en sus casos peores puro pensa-miento perezoso, un esti lo de renuncia al rigor como forma mssuperficial de la desesperanza sobre el alcance absoluto de la verdad .M anifestac iones ms p rofun das d e esta moda post mod erna (F .Lyotard , 1984), pero al mismo tiempo causa remota de el la, son losprofundos cuestionamientos de la naturaleza unvoca del significadoen la revisin de la metafsica de H eidegger. Derrida ha divulgado enel terreno de los estudios literarios la crtica antilogocntrica contra elsignificado, radicali-zando la exigencia al lenguaje de una legalidadinhumana (J. D errida, 1967; 1967; 1972, 1972). Estoy persuadidosin embargo de que todo esto es fruto de una crisis honda pero pasajera.(Garca Berrio: 1989, p . 47)

    Ms all de esta y otras sanciones, la figura y la obra de JacquesD errida se re lac ionan d irectamente con la deconstrucc in . D e suact iv idad y de sus ensayos se origina esta corriente crt ica capitalen la cultura contempornea en los campos de la filosofa, las cien-cias humanas y la teora de la l iteratura. Lograr asir la gnesis yla formacin de sus principios y categoras parece una tarea desa-fortunada porque la propia escritura derrid iana se resiste a su in-clusin en un sistema cerrado. Cmo ofrecer, por lo mismo, unaintroduccin a la concepcin deconstructiva? D esde qu perspec-t i va asumir la presentacin y el desarrollo de sus aportes? C ulsera la forma ms adecuada de acceder a su conocimiento sin trai-cionar su peculiar crt ica?

    La negat i v idad de la deconstrucc in surge como irreduct ibleen primera instancia. A partir de los d iversos textos, lecturas, do-minios tericos, mtodos, au tores que const ituyen la significacinde la escritura derrid iana, aparece como primera opc in para sucomprensin el enfoque gentico, es decir, la lectura de los orge-nes o e l segu im ien to a la v i da y a la obra d e l fu n dador d e ladeconstrucc in .

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    ste es e l caso de muchas reseas biogrficas y presen tac io-nes panormicas, as como lecturas que in ten tan seguir los pro-pios textos de D errida. Como ejemplos de esta estrategia aparecen:primero, el l ibro Jacques Derrida que escribiera Geoffrey Benningtonjunto con el propio autor y que incluye C irconfesin escrito porJ. D err ida y D err idabase escr ito por G . Bennington (D err ida /Benn ing ton , 1991); segu n do , las v is iones g lobales t i po RamanSelden (1987) o Fernando Gmez Redondo (1996); y tercero, la muyrecomendable lectura (h)errada de Roberto Ferro (1995). La mayorl im i tac in d e este t i po d e acercamien to cen trado en e l p rocesobiobibliogrfico es el de sugerir una causalidad externa como ori-gen o factor explicativo de la intencionalidad concreta del proyec-to deconstructivo.

    U na segunda opcin aparece en el enfoque estructural, que pre-tende ofrecer el sistema general de la deconstruccin y realizar unalect ura t ex t ual gu iada por la i d ea d e una estruct ura total i tar iadotada de una unidad de sent ido interno propuesto como marcouni v ersal d e su d isc urso . N os refer imos a traba jos como e l d eJonathan C uller (1984) o el de C rist ina de Perett i (1989) que ofre-cen perspectivas integrales del enfoque derridiano. Paradjicamen-te, el xito de esta opcin da lugar a una crt ica a su vez decons-truct i va que niega cualquier afn cerrado y conclusi vo que tergi-versara el propio proyecto.

    Una tercera opcin es ofrecer una seleccin o compilacin delos textos deconstructivos que no se reduzca a la obra derrid iana,para dar una imagen ms o menos in tegral de su desarrol lo. E ltexto de C hristopher Johnson (1998) const ituye un buen ejemplode esta v a pero, al cen trarse en la primera fase de l proyecto deD errida, la teora de la escritura y el modo de investigacin filos-fica l lamado deconstrucc in , da sin querer una imagen slo fi lo-sfica del escritor. E l l ibro de Manuel A sensi (1990) intenta sat is-facer dicho requisito de totalidad , mas al circunscribirse al mbitode la teora literaria es fci lmente cuestionable desde intereses d is-c ip l inarios d ist in tos.

    N os encontramos as que, tomemos e l camino que tomemos,no alcanzaremos nuestra meta: ofrecer una idea cabal de la decons-truccin. A nte tal disyuntiva, la duda nos l leva al propio D errida,donde tal vez encontraremos nuestra propia estrategia de lectura.

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    En uno de sus primeros trabajos, producto de una conferenciade 1959, leemos lo siguiente:

    El tratamiento de una filosofa introduciendo en el la el cuerpoextrao de un debate puede ser eficaz , puede dar o liberar el sentidode un trabajo latente, pero empieza con una agresin y una infidel i-dad (D errida: 1989, p . 211).

    Pod e mos ap l icar d icha p ersp ec t i v a y p resen tar la d econs-truccin desde el debate que los ensayos de D errida han ido abrien-do. E l lo supone una c ierta infide l idad , una agresin a una ima-gen nica y unificada del horizonte deconstructivo; pero, creemosque la mejor manera de introducirnos en su estrategia crtica con-siste en traicionar cualquier afn logocntrico o de verdad absolu-ta. N o pretenderemos, por ende, traducir la deconstruccin en undiscurso universal , finito y cerrado; sino negar d icha idea en be-neficio de una diversidad infinita y abierta.

    Las propuestas posestructurales se caracteri zan por ser siste-mas abiertos y ant itotalitarios. Cmo brindar una v isin cerraday global de cualquiera de el las? D e ah la gran dificultad que im-plica el pretender elaborar un texto introductorio a cualquier pen-samien to posmoderno. Tenemos que ensayar otras estrategias ysuponer que ms que existir una obra fija e inmutable, como tan-tas veces en la historia humana la tentacin totalitaria ha preten-dido imponer, se trata de una escritura en el sentido derridiano ode un pensamien to en e l sen t i do lacaniano . A mbos se imponencon su existencia a quienes no lo pensaron.

    Esta opc in acerca nuestra perspect i va a lo que Jean-C laudeMilner ha llamado materialismo discursivo: una lectura que en lu-gar de partir del interior de un objeto para por medio de una com-posicin de leyes generar sus contornos, tal como lo hace un ge-metra o un lingista, proceder por los lados o el exterior y consi-derar la presencia de objetos vecinos para establecer el modo comola disposicin de stos determina el objeto. A s se puede procederfren te a pensamien tos t i po r o o d e d esbord e , que d esp lazan yerosionan los muros o fronteras pero que permiten percibir la ma-tri z d ialct ica de la t ierra en que se asien tan . Romper , en suma ,los aparentes slidos v nculos que creemos nos l igan a lo real.

    O bviamente que se parte de un supuesto, es posible no ha-cerlo? En este caso: que hay pensamiento en D errida, como en los

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    escritos de Freud , Lacan , Peirce, H eidegger, N ietzsche, H usserl yun largo etctera . Q ue no es lo mismo que in ten tar esc larecerlo,presentarlo o resumirlo; formas su t i les de anquilosar, domest icaro n egar u n p e nsam ie n to . Buscare mos ap l icar constan t e m e n t eD errida a D errida para evidenciar la existencia ms que de un pen-samiento derrid iano de una escritura derrid iana, porque estamosconvencidos de que sta no se reduce a una obra. D e ah que nonos preocupe revisar toda la obra de D errida o pretender ser obse-sivamente exhaustivos, basta con identificar, problematizar y ope-rar con algunas propiedades o posibilidades de dicho pensamientoe intentar ampliar nuestra v isin con algunos de sus seguidores.Ello justifica la lgica de nuestra exposicin.

    I I I

    La confusin en torno a la deconstruccin resulta en muchos casosconsecuencia de la absoluta naturalidad con que se asume la pos-tura epistemolgica trad ic ional . M uchos inv est igadores for jadosen lo ms acendrado de l posit i v ismo o e l empirismo t ienen unaidea gaseosa de lo que constituye el debate y la crtica que el enfo-que deconstructivo ha introducido en el campo de las ciencias so-ciales y humanas.

    En el mejor de los casos, suponen que v iene a ser lo contrariodel construccionismo o una suerte de desmontaje de algunas ideas,tal vez hasta un anlisis de los significados desde su et imologahasta sus fundamentos. Ubican la deconstruccin en un terreno in-definido entre la filosofa y la retrica, y cuando llegan a sus manosestudios sobre gnero, la marginalidad u otredad , sin tener un co-noc imien to mnimo de su propuesta la cal if ican rpidamen te desubjetiv ismo y escepticismo, ideolgicamente reaccionaria.

    Por su p u esto , no se p erca tan qu e e l los se ubican jerrqu i-camente en una posic in que establece el predominio natural deciertos trminos con los que se identifican: objetiv ismo, ciencia, ra-zn, verdad , revolucionario, etc. Recuerdo a un colega de cienciassoc iales que juzgaba todo e l proceso de const ituc in de la d isc i-plina sociolgica con el criterio de d iv idir a los d istintos pensado-res en tre sub jet i v istas y ob jet i v istas. O bv iamen te au tores como

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    W eber, Berger, Schu tz o Bordieu forman parte de los primeros yComte, Marx, Parsons o H arris de los segundos.

    M uchas veces se sigue asumiendo la misma epistemologa, esdec i r , una idn t ica fundamen tac in de l conoc imien to aunque laterminologa haya cambiado. Esta gruesa categori zac in , excesi-vamente simple para captar la diversidad y pluralidad de los pro-cesos soc iales o culturales, v iene a ser lo mismo que la an t iguapolaridad que los marxistas vulgares u t i l i zaban en el anlisis so-cial: idealistas y materialistas.

    Entre los pensadores cuya influencia es detectable en JacquesD errida hay que inclu ir a Edmund H usserl. La corriente fenome-nolgica que inaugura este fi lsofo const ituye una de las fuentesfundadoras de las actuales c ienc ias humanas. stas nac ieron dela crisis con junta del posit i v ismo y del historicismo que domina-ran la invest igacin en el siglo XIX . La lectura derrid iana abona afavor del papel desempeado por el autor de Investigaciones Lgicasen esa ruptura crucial.

    H ablar, pues, de una letra . As, Jacques Derrida da inicio alartculo La D iffrance y con l comienza la historia de esa pala-bra o concep to capital para la deconstruccin . Cmo realizar encastel lano el juego de grafas, la permutacin de sentidos y la trans-gresin de la escritura que subyace al uso del francs? Q u debe-mos entender por dicho trmino? Cmo dar a conocer su intencincr t ica en lengua espaola? C ul es su im por tanc ia? H agamosuna traic in que siga las hue l las de l texto originario y parale la-mente intente traducir a nuestro idioma su voluntad subversiva.

    En principio, sealemos que el trabajo publicado por Tel Q ueles la transcr ipc in de una conferenc ia pronunc iada por D err idaen la Sociedad Francesa de F ilosofa, el 27 de enero de 1968. Dospreguntas brotan casi simultneamente al respecto: a) Era cons-ciente del doble juego entre oralidad y escritura que lo atrav iesa?b) Crea que para la gestacin de una perspectiva deconstructivaresultaba indiferente la propia lengua? Indicamos ambas interro-gantes y las dejamos como lneas crt icas, en suspenso o atencinflotante, para retomarlas en los momentos oportunos.

    H u bo v ar ias op c ion es p ara i n t e n t ar l a v e rs in cast e l l anad e la palabra di ffrance qu e se p ronunc ia en francs igual qu ediffrence , pero cuyos significados d ifieren entre s. La palabra

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    con la letra a , creada por D errida como nuevo concepto filosfi-co, se ha traducido por diferancia o diferencia , entre comillaso cursi vas para marcar un sen t i do d ist in to al trad ic ional ; pero ,mayormente se ha optado por dejar la palabra en su forma origi-nal, sin traducir. En ambos casos el significado se p ierde o extra-v a en el vaco, sin recoger la intencionalidad de base como acla-raremos a cont inuacin .

    En la alternativa que traduce el nuevo concepto por diferan-cia se respeta el cambio de las vocales e por a como en fran-cs, lo que indica una actitud literal, pero frente a la otra palabradiferencia se pierde el que suenen iguales, que es la base paraque D errida oponga lo escrito a lo oral. Es decir, la grafa se escri-be o se lee pero no se oye. A lgo semejante ocurre cuando se optapor mantener la palabra tal como aparece en francs, donde defi-nit i vamente la palabra creada representa la totalidad de l id iomaextrao que se apropia no slo del sonido sino de la escritura y lalectura .

    Todo ello nos da ocasin de mostrar la propia huella jerrqui-ca que conlleva dicha operacin, en la medida que la lengua apa-rentemente ms oficiosa y prestigiosa en el terreno cultural (filos-fico y literario) se impone sobre la otra, precisamente en la incapa-cidad de traicionar o traducir un sentido, no el sentido. N o ocurrelo mismo con la palabra que incluye la letra e , que se traduce demanera normal y corriente, sin ningn tipo de dudas ni problemascomo diferencia . Entonces, el esquema con que se opera es:

    Vocal Sonido propio Francs Castel lano Lengua dominante

    Consonante Sonido impropio Espaol Cast. peruano Lengua dominada

    N osotros hemos op tado por un doble juego: diffrance para no-sotros es diferenzia, pero tambin deferencia, en castel lano estndary an d ino resp ect i v am en t e . A mbas enfren tadas a d i ferenc ia . Ladiferenzia es una deferencia como intentaremos hacer ver y no sloor . A unqu e para no confund ir d e jemos esta obser vac in aqu ,para retomarla despus, y prosigamos con la l nea exposit i va delpropio D errida en su art culo. Pero formalicemos nuestra lt imaobservac in :

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    Diffrence D iferencia D iferencia D iferencia D iferencia Castizo

    D iffrance D iferancia D iffrance D iferenzia D eferencia A ndino

    La estrategia de D errida surge cuando opta por cometer unagran falta de ortografa a causa de la transgresin de la ortodoxiaque rige la escritura, de la ley que regula lo escrito y lo contiene ensus convenciones(49). Pero, lo singular aparece cuando la traduc-cin al castel lano intenta asir el afn subversor de la primera le-tra in troduc ida . Volun tad de rebe ld a en dos sen t idos: primeraletra del abecedario y primera letra que rompe la ley de la escritura.

    A l contrario del francs, diferencia y diferancia se escriben y seescuchan por lo que p ierden cualqu ier efect i v idad cr t ica . A lgopeor ocurre cuando se uti l iza el trmino francs, donde se refuerzala hegemona y el prestigio intelectual de esa lengua en detrimen-to de la espaola. Si usamos la alternat iva diferenzia, que se escri-be y se lee pero no se oye, nos encontramos con una lnea subver-sora semejante. Dado que en castel lano los dos sonidos, el de z y el de c , pertenecen al mismo fonema y por ende son alfonos.

    Ello produce una peculiar paradoja, dado que en castel lano eltema de la diferenzia, palabra o concepto que pretende imponer undesarreglo grfico, implica hablar de una letra, no la primera sinola ltima, no una vocal sino una consonante. Con lo que tenemosque recordar la distincin esencial que en el orden de la lengua sehace entre vocal y consonante: la primera con sonido propio y lasegunda con sonido impropio. A contracorriente de las v isiones queniegan cualquier alteracin o diferencia en este juego deconstructivode cambiar una e por una a , una palabra espaola por unafrancesa, el paso de la c a la z implica, sobre todo para los es-paoles de Espaa y su castellano castizo algo ms.

    Mientras que en francs el sonido mudo de la a , en diffranceque suena igual que diffrence, la vuel ve consonante. En castel la-no cast i zo, donde la pronunciacin de la z adquiere un sonidoprop io , de ah e l afamado seseo espaol , sta se v ue l v e func io-nalmente una vocal, con lo que la operacin subversi va se mues-tra en su d imensin . Rasgo que en e l caste l lano and ino , con sufuerte sustrato quechua, se manifestar en toda su capacidad cr-t ica y deconstruct i va. Pero antes de precisarlo establezcamos conclaridad este doble juego, francs y espaol.

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    En castel lano, la primera letra se vuelve la ltima; la vocal fran-cesa que se vuel ve consonante dev iene en espaol la consonanteque se v ue l ve vocal . La traducc in o la lectura paradojal pareceanunciar que la correcta deconstruccin tiene que invertir la margi-nalidad de Espaa frente a Franc ia en el terreno intelectual , fi lo-sfico y cultural. Con lo que hemos realizado la primera parte dela meta, la traduccin de esa intervencin grfica derrid iana. N osqueda una segunda: nuestra voluntad peruana.

    En la conferencial, D errida se v io obligado a referirse a la es-critura tuvo, pues, que manejar la competencia de sus oyentes fren-te al texto escrito. La transcripcin publicada por Tel Q uel conser-va an esas marcas como partes constitutivas de su sentido. C un-to de e l lo marca a su v ez la prop ia perspect i va deconstruct i va?Eso es algo que intentaremos trabajar ms adelante. N osotros ha-remos uso de una competenc ia en nuestros lectores, no prec isa-mente referida a lo escrito sino a lo oral.

    E n e l cast e l lano an d ino d e l Per , la p resenc ia d e l qu echuacomo lengua de sustrato ha generado que exista una indist incinentre la e y la i . Para muchos peruanos de origen andino o deascendencia andina, el hecho de que en la lengua quechua no hayaexist ido ms vocales que i , u y a ha generado que con lainvasin espaola las nuevas vocales fuertes in troduc idas o ye se pronunc ien en muchos casos en forma ind ist in ta . A s , seoye en nuestros hablan tes and inos: t ingo por tengo , neapor nia y ost por usted .

    Un breve ejemplo literario tomado de A rguedas tal vez puedailustrar esta extraord inaria y permanente negac in de la d iglosiaquechua / espaol que imprime un sel lo indeleble a nuestra cultu-ra: Comunista, comunista! d ic iendo subprefecto, polec as, vec i-nos rabiosos, inginieros. Existen , asimismo, infinidad de chistesque aluden directamente a esta presencia de la lengua de sustrato;por ejemplo, uno en el que un criollo v iolador escucha gritar a lamuchacha andina, que t iene el dedo aplastado y l no sabe: M edido y se burla dicindole que nada de medido , que ya lo tienetodo adentro.

    E n ese sen t i do p ropone mos deferenc ia , qu e en e l cast e l lanoandino se escribe o se lee pero no se oye. Donde resulta que la am-bigedad e / i conv ierte esas vocales en consonan tes. O perac in

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    concep tual o palabra que en e l interior de una escritura font icainstaura una subversin: lo dominante (vocal) dev iene dominada(consonan t e) y reaf i rma la d econstrucc in d e l ord en d e l s ignol ing st ico .

    Por otro lado, nos encontramos en torno al tema, sobre la basede los anlisis realizados con aparatos electroacst icos de alta fi-del idad y tecnologa, que se ha demostrado que un mismo sonidopor ejemplo el fonema a, se pronuncia en cada ocasin deforma distinta. La siguiente cita permite aclarar an ms el punto:

    Los sonidos del habla no son segmentos independientes entre s. Lavocal que viene a continuacin puede reconocerse desde el momento enque empieza a emitirse la consonante; a su vez, la consonante prece-dente tambin puede identificarse al empezar a pronunciarse la vocal.No hay ningn punto en el que podamos trazar una lnea y decir quetodo lo que queda a su izquierda es una consonante pura, en tanto quelo de la derecha es una vocal pura. A lgunos cientficos dedicados a lainvestigacin del habla, a partir de estos resultados (que son slo unejemplo entre muchos), han sacado la conclusin de que la unidad dela segmentacin apropiada para estudiar el habla es la slaba y no elfonema. Cada slaba posee una vocal; las consonantes no seran msque distintas formas de emitir las vocales (Miller: 1985: pp . 75, 76).

    A s, la opcin crtica propuesta por D errida adquiere plena v i-gencia, traicionando la oculta e inv isible hegemona que la propialengua caste l lana im pone a la real idad m ul t ig lsica d e nuestranac in . E l lo no incumbe al caste l lano exc lusi vamen te, sino tam-bin a otras realidades l ingst icas y en general a cualquier otrolugar donde la contradiccin entre lengua y habla sea pert inente.A pesar de la naturalidad con que asumimos la lengua como siste-ma o estructura social, lo cierto es que sus diferencias constitutivasson , adems de arbitrarias, absolu tamente inconsistentes. En estapresencia inmu table y absolu t ista radica el secreto de la domest i-cacin de la conciencia que todo sistema comunicativo esconde.

    En este punto tal vez crucial , la interrogante sobre la validezde la operacin desarrollada se hace inevitable: encuentra respal-do esta diferenzia / deferencia desde la propia l nea deconstruct i vadel artculo / conferencia derridiano? Se puede respaldar y refren-dar como estrategia de deconstrucc in propia? O casin que nospermite recuperar al propio D errida, cuyo seguimiento haba sido

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    re legado a lo paratextual , y en lugar de ubicarlo en una nota alpie de pgina lo citamos formalmente:

    D eseo subrayar que la eficacia de la temtica sobre la diffrancepuede perfectamente prestarse por s misma o a su reemplazamien-to, o, por lo menos, a su encadenamiento en una cadena que, en ver-dad , la temtica nunca habra mandado (54).

    Lo universal de la propuesta derridiana no radica en su pecu-liar condic in l ingst ica o d iscursi va, tampoco en c ierta natura-leza ontolgica que se desprendera de su verdad; sino en una ac-tiv idad que trasunta una actitud crtica pasible de ser asumida in-dependientemente de la lengua desde la cual fue enunc iada. N ose puede traducir a D errida, hay que traicionar la propia idea deuna fidel idad o acatamiento a su diffrance.

    Ello nos l leva a seguir su propia metodologa, una estrategiapara hablar de algo que no puede exponerse: trazar e l haz o e lgrfico de la deferencia, hablar de la indistincin e / i a travs de unanlisis semnt ico fci l y aproximat i vo que nos conduzca al fon-do de la cuestin. A unque la aventura nos l leve, quiz, a otros pre-d ios no prec isamen te a d ispu tas en tre f i losofa y l iteratura , sinoe n t r e st a y o t ro d isc u rso . D a d o q u e l a de ferenc ia co m o ladiffrance, escapa a la v ista y al odo, se sostienen en un extraoespacio entre palabra y escritura, pues no pertenece ni a la voz nia la letra.

    En este punto retomamos nuestra inicial duda en relacin conla traduccin o empleo de diferancia o diffrance. H abamos indica-do que en ambos casos el significado se perda o extrav iaba en elvaco, sin recoger la intencionalidad de base; pero, el lo no supo-ne otorgar a la palabra o al concepto un ser propio, una presenciao un presente? N o, porque en la manifestacin en un determinadopresente de nuestra diferenzia / deferencia se cumple el mismo prin-cipio que Derrida esboza para su diffrance: no pretende buscar uncomienzo de derecho, un punto de partida absoluto, ni sealar unaresponsabilidad principal. Slo traza un trazo del trazo.

    N uestra diferenzia / deferencia como errar emprico asu me sinprembulos su naturaleza de juego. D efiende la posibilidad de unaexplicacin ontolgica implcita en su nocin, cuya fuente nutriciaes una epistemologa posmoderna cuest ionadora de l represen ta-

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    cionismo ingenuo. Slo que en nuestro mbito de accin e influen-cia, lo que est en debate no son los l mites entre la fi losofa y laliteratura sino entre sta y la historia, correlato de que la verdadmoderna l legara a nuestras t ierras no de la mano de la empiriasino del logos. En realidad todo es juego y , como en l, se nos vala v ida sin que podamos asir lo real o nos demos cuenta.

    La perspect i va derrid iana re i v ind ica e l juego en consonanc iacon H eidegger, Gadamer y W ittgenstein . N uestra lectura, aunquereconoce las contribuciones de d ichos autores, asume lo ldrico oldico como lugar de enunciacin en la tradicin propia, en nues-tra escritura peruana y lat inoamericana. D esde ese locus, que nopor azar califica y legit ima para cierta dinasta la existencia de laliteratura en pugna con la historia, pero niega el d iscurso filosfi-co y cientfico, escribimos y no slo hablamos.

    Llegados a esta fase, antes de proseguir, nos resulta necesarioremitirnos al D iccionario de la Lengua Espaola, de la Real A ca-demia Espaola, Madrid , en cuya decimonovena edicin de 1970leemos los siguientes trminos:

    d i ferenc ia. (D e lat. differenta.) f. Cualidad o accidente por el cualuna cosa se d istingue de otra. / / 2. Variedad entre cosas de una mis-ma especie. / / 3. Controversia, d isensin u oposicin de dos o mspersonas entre s.

    d i ferir. (D el lat. differre) tr. D ilatar, retardar o suspender la eje-cucin de una cosa. / / intr. D istinguirse una cosa de otra o ser dife-rente y de distinta o contrarias cualidades.

    deferenc ia. (D el lat. defrens, -entis, deferente) f. A dhesin al dic-tamen o proceder ajeno, por respeto o por excesiva moderacin. / / 2.M uestra de respeto o de cortesa.

    deferente. (D el lat. defrens, -entis, p .a. de deferre, conceder.) ad j.Q ue defiere al dictamen ajeno, sin querer sostener el suyo. / / 2. fig.Respetuoso, corts.

    Si D errida en su anlisis semntico distingue entre la tempora-rizacin y el espaciamiento, para mostrar que la palabra diffrenceno re m i t e a n ingu na , p ero qu e en ese v ac o j u ega y ac t a sudiffrance, que remite al juego de toda significacin y su contexto;

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    nosotros podemos establecer la falla, el lapsus, el vaco semnticoen re lac in con nuestra diferenzia / deferencia e in ten tar designar ,denunciar, a la vez la causalidad const ituyente, productora y ori-ginaria de nuestro logocentrismo. Pero, antes de seguir, definamosqu entendemos por este trmino, explicacin que aunque l imita-da permitir comprender la pertinencia de la operacin crtica queestamos realizando en torno a una palabra.

    El logocentrismo es una creencia cultural incorporada a nues-tra manera de ver las cosas que considera que el orden que existeen nuestras represen tac iones no se puede cuest ionar . Presuponeuna presencia tras el lenguaje, un compromiso ontolgico, que ga-rantiza la estabilidad de los procesos, la simetra del universo y laregularidad de los fenmenos. G rac ias a este mecanismo confia-mos en que tras las palabras habla, se manifiesta la razn o ver-dad universal porque estamos seguros de que la escritura es el ve-hculo fiable para transmitir informacin, comunicar ideas y emo-ciones. Lamentablemente en la experiencia los fenmenos inesta-bles o disipativos son hegemnicos, el universo no es simtrico sinocat ico y lo constan te es lo aleatorio o azaroso. H echa la ac lara-cin, volvamos a nuestra reflexin.

    Entres los cuatro trminos apreciamos una interesante relacin:diferencia se adscribe al mbito espacial en el que se d ist ingueuna cosa de otra, pero tambin alude en su tercera acepcin al actode d isensin u oposicin entre personas, que por lgica ya se pro-du jo y pertenece por lo mismo al mbito temporal . Su con trariov iene a ser diferir como verbo transit ivo que supone el acto depost ergar u na cosa , p ero en su segu n da ac e p c in como v erbointransit i vo t iene sent ido parecido al de d iferencia en su primeraacepcin. H ay un doble juego entre ambos trminos que podemosgraficar as:

    SIST E M A L O G O C N TRI C O ESP A O L

    A . D iferenc ia (Cosas) Espac io B. D iferencia (A cto) Tiempo

    C . D iferir (A cto) T iempo D . D iferir (Cosas) Espac io

    Q u las ordena jerrquicamen te de manera que d iferenc ia seasuma ms como espacial y diferir ms como temporal, aunque

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    ambas palabras podran invertir sus primeras acepciones? Tal vezla explicitacin del otro par de trminos nos permita responder ala interrogante.

    D eferenc ia se adscr ibe al mbito temporal al establecer e lacto de adhesin como posterior al un suceso prev io, pero en susegunda acepc in tambin alu de a lo espac ial en tan to muestrade d icho acto. D eferen te , sin ser con trario est en re lac in decontrariedad porque en su primera acepcin precisa en el sentidoespacial al su jeto del acto de adhesin como objeto o cosa, pero ensu segunda acepcin en sentido temporal alude al que ha realiza-do dicho acto y es calificado por ende de corts y respetuoso. Existepor lo mismo un nuevo doble juego que graficamos as:

    SIST E M A L O G O C N TRI C O A N D I N O

    A . D eferenc ia( A cto) T iempo B. D eferencia (Cosa) Espacio

    C . D eferen te(Cosa) Espac io D . D eferente (A cto) Tiempo

    Q u tenemos f inalmente? U na re lac in especular que pode-mos unificar para obtener un esquema integrado:

    Diferencia A / D eferente C (Cosa) Espacio D eferente D / D iferencia B (A cto) Tiempo

    Diferir C / D eferencia A (A cto) Tiempo D eferencia B / D iferir D (Cosa) Espacio

    F inalmen te , podemos sim pl if icar los e lemen tos re i terados yestablecer las relaciones lgicas esenciales para obtener el siguientecuadrado semit ico:

    SIST E M A L O G O C N TRI C O O C C I D E N T A L

    D iferenc ia / D eferente D eferente / D iferenc ia

    ESP A CIO TIE MPO

    TIE MPO ESP A CIO

    D iferir / D eferencia D eferencia / D iferir

    SIST E M A L O G O C N TRI C O N O-O C C I D E N T A L

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    C mo lee mos esta in t eresan t e consta tac in qu e nos ofrec e laformali zac in semit ica? Tras las traducc iones de l trmino d ife-renc ia y la d ifusin de la propia deconstrucc in como corrien tedel pensamiento se oculta una relacin de dominacin y hegemo-na cultural de occidente. Incorporar el juego de la escritura domi-nan t e (u so d e l v oc ab lo f ran c s o e l c as t e l l ano) a l a p rc t i c ainterpretat i va slo refuerza d icha dominacin al volver inv isible,a travs de la escritura (logos), la propia subordinacin de lo otro,la alteridad , la diferencia (de etnia, de gnero, de lengua, de cultu-ra, etc.) que termina otra vez asignada a un no-t iempo y un no-espac io. Existe un sistema logocntrico espec f ico en las soc ieda-des y culturas perifricas o marginales que muchas veces e l em-pleo de la fraseologa deconstructiva pretende ignorar.

    A con trap e lo d e la d i fus in y la moda d e la t erm inologadeconstruct i va, muchos usos de la diffrance, diferancia o diferenciasirven para renovar la propia estructura de dominacin cultural ysocial. N o todos los que rechazan dichas modas son reaccionarioso conservadores ni todos los que la aplauden son revolucionarios oinnovadores. Ms an cuando en lugar de usar dichas estrategiaspara ev idenc iar postergac iones o marginac iones slo se pretenderepresentar al otro o a la alteridad para ubicarse como nuevo amo.Sin una desconfianza radical en nuestro aparato episte-molgico yuna confianza relativa en su dependencia intersubjetiva la posturadeconstructiva deviene epidrmica, dogmtica y autoritaria.

    D etrs de la ilusin de haber roto con las ataduras del sistemaopresor, sin alterar la situacin de postergacin y marginacin queacarrea, descubrimos la paradoja de la propia act i v idad cient ficae intelectual . E l predominio de la fi losofa y la ciencia occidenta-les en nuestra tradicin acadmica que a pesar del uso de termi-nologa o metalenguajes procedentes de autores europeos o norte-americanos sigue considerando la labor cientfica o crt ico-reflexi-va en nuestro espacio mera literatura o que declara inexistente al-gunos d iscip linas humanistas como los estudios l iterarios.

    La H istoria de la humanidad escrita por el episteme del capi-talismo y la modernidad occidental puede ser cuestionada ms quepor una postura deconstruct i va por una act i v idad deconstruct i vaqu e im p l ica p rc t icas d e lec t ura cr t ica , d i logos abier tos y lare i v ind icac in de lo d ist in to . La deconstrucc in como corrien te

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    in terpretat i va en las humanidades debe denunc iar la deferenc iaen todos los mbitos de nuestra activ idad . E lla est unida a prc-t icas logocn tricas espec f icas como la crt ica de l susto, la trad i-c in d e l n ingu n eo y la ma t r i z cau d i l l ista o au tor i tar ia d e l aspanacas, clanes o sectas de nuestra formacin social. E llas son lasque hace de nuestro proceso una Istoria y una deferencia. Esta es lainv itacin que la deconstruccin hace en el terreno de las huma-nidades y es conveniente prestarle odos, salvo que se crea en louniversal de la c ienc ia, la l iteratura, la verdad , la objet i v idad , e lhombre o dios.

    I V

    Con e l trmino deconstrucc in ocurre algo paradjico. Cada vezms estu d iosos o inv est igadores de las c ienc ias ms d i v ersas louti l i zan y cada vez se sabe menos sobre l. Si hiciramos una en-cuesta entre e l los y les preguntramos qu es la deconstrucc in ,nadie probablemente nos podra dar una respuesta clara y preci-sa . A pesar de e l lo, los l ibros, ensayos y art culos sobre esta co-rriente del pensamiento posmoderno se incrementan da a da. Sloen castel lano la bibliografa sobre el tema es inmensa y el interspor esta tendencia crtica aumenta constantemente.

    Este crec imien to inusual ubica a la deconstrucc in en tre lascorrien tes ms importan tes de la invest igac in histrico-soc ial yhumanstica del naciente siglo XXI. A lgo sorprendente si reconoce-mos, como la mayora de especialistas, que no es una teora cient-fica, carece de especificidad metodolgica y no posee un objeto pro-pio. Es decir, el movimiento deconstructivo parece un gran agu je-ro negro que atrae i l imitada materia en medio de nuestro universoconceptual y no sabemos nada sobre su finalidad o destino. A un-que, otra vez paradjicamente, sabemos que tiene un origen fecha-do en forma exacta. A diferencia de muchas tendencias afamadasde la invest igacin cient fica cuyo inicio se desconoce, la decons-truccin tiene una fecha de nacimiento: octubre de 1966.

    En esos d as, la John H op k ins U niv ersi t y organi z un colo-quio sobre Los lenguajes crt icos y las c ienc ias de l hombre , enel que participaron destacados investigadores como George Poulet,L u c ien G ol d mann , T z v e tan Todorov , Rolan d Bar t h es, Jacqu es

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    Lacan y C laude Lvi-Strauss. Era un certamen que pretenda acer-car dos trad ic iones crt icas: la empirista angloamericana y la ra-c ional ista francesa . A sim ismo , era la in trod ucc in d e l estruct u-ralismo en el debate acadmico norteamericano. Participaba un jo-ven crtico francs de origen argel ino conocido por sus trabajos entorno a H usserl: Jacques D errida. ste d io lectura a su ponenc iaEstructura, signo y juego en el d iscurso de las ciencias humanas ,texto que constituye el acta de fundacin de la deconstruccin.

    La mencin al d iscurso en el ttulo de la clebre participacinnos ofrece una posible pista para la explicacin de la gran difusinde la deconstruccin en mbitos muy distantes a los de sus comien-zos en el terreno filosfico. En realidad se trata de una estrategia delectura de los d iscursos y una crt ica de sus fundamentos analt i-cos. En tal sentido, constituye su dominio de accin todas las prc-ticas discursivas, no slo las filosficas, literarias o lingsticas. Pa-rece innecesario recordar que la activ idad cientfica es tambin unaprct ica discursi va. Todas las d iscip linas cientficas, no exclusi va-mente las que abordan problemas histrico-sociales o humansticos,son fundamentalmente prcticas d iscursivas.

    La extensin de la perspect i va deconstruct i va hac ia mbitosdisciplinarios como la fsica, la qumica o las matemticas ha sidomotivo de un cuestionamiento radical sobre su pertinencia y vali-dez . E l ejemplo ms notorio de d icha actitud es el l ibro de Sokal yBricmont (1999) en el marco de lo que C .P. Snow ha llamado lasdos culturas (cultura de las ciencias frente a humanidades o le-tras). Estos c ien t f icos reconoc i dos se d ed ican a d esmi t i f icar anombres prest igiosos de la fi losofa, au tores oscuros y supuesta-mente profundos , d ifci les de entender, como Lacan , K risteva oBraudillard . D errida y la deconstruccin tambin son v ct imas dedicha broma .

    Estos au tores pretenden denunc iar que famosos intelectualesposmodernos han hecho reiteradamente un empleo abusivo de d i-versos concep tos y trminos c ien t f icos, al u t i l i zar ideas sacadaspor completo de contexto, sin justificar en lo ms mnimo ese pro-cedimiento. A s, han sorprendido a sus lectores no cientficos contrminos propios del metalenguaje de las ciencias emprico-expe-rimentales, sin preocuparse para nada de si resultan pert inentes,ni siquiera de si tienen sentido.

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    El inicio del l ibro es un artculo publicado en la revista SocialText, que parod ia e l t ipo de traba jo habi tual en med ios posmo-dernos. La farsa fue revelada ms tarde, y se arm un tremendoescndalo, sobre todo porque las citas uti l izadas como asidero tex-tual de osten tosas afirmac iones eran todas e l las c iertas, y proce-dan de lo ms prest igioso de la fi losofa francesa actual. C uandolectores legos en ciencias lean dicho material, lo crean ciegamen-te sin perc ibir lo absurdo d e lo af irmado . Sin d u da , la d econs-trucc in ha abonado e l terreno polmico de confron tac in en treuna epistemologa moderna y posmoderna, aunque para asumiruna perspectiva deconstructiva en el campo de las l lamadas cien-cias exactas otros trabajos, como los de Prigogine, Briggs y Peat,Watzlaw ick , Woolgar, etc., son ms convenientes.

    En la perspectiva actual de la literaturologa o de los estudiosl i t erar ios la ac t i v i dad cr t ica d econstru c t i v a p u e d e en t en d ersecomo un enfoque interpretativo que busca enfrentar en los concep-tos, mtodos o mode los u t i l i zados e l au tomat ismo en su ap l ica-cin . Por lo mismo, intenta poner en evidencia la tendencia ge-neralmen te involun taria de f i jar e l anl isis, la in terpretac in ola lectura como un sistema lineal y cerrado que termina por ani-quilar las posibil idades creat i vas. Esta labor de comprensin her-menu t ica , que ubica en una posic in re lat i va los instru men toscognitivos y cuestiona el metalenguaje empleado, deviene esencialpara reduc ir la ten tac in au toritaria o la fasc inac in c ien t i f ic istaen las prct icas de conoc imiento, inst ituc ionali zadas o corporat i-vas, al defender la libertad de pensamiento.

    Por e l lo, una lectura deconstruct i va debe de centrar su aten-c in en las parado jas, ambigedad es, i ronas, si lenc ios, an t ino-mias, alegoras, coinc idenc ias, etc., de los d iscursos. Es dec i r , lalabor de anl isis debe orien tarse hac ia un con jun to de aspectos,rasgos o e lemen tos an t iguamen te considerados subjet i vos o aza-rosos. La deconstrucc in es una inv itac in a invert ir la jerarquade nuestra percepc in y valorac in que han terminado convert i-das en costumbre intelectual.

    U n programa mn imo d e traba jo para u na lec t ura d econs-truct i va del fenmeno literario incluye poner en cuest in la defi-nic in de l iteratura, e l debat ir la d ist inc in en tre los usos l itera-rios y no-literarios del lenguaje, problemat i zar la d iferencia entre

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    las formas artsticas l iterarias y la no-verbales, suspender el priv i-legio de lo verbal fren te a lo no-verbal , abordar las l imitac ionestaxonmicas de los gneros l iterarios y las reglas normat i vas queacarrean . En resumen: proponer e intentar una fenomenologa dela activ idad literaria como escritura autnoma que no interrelacionelo estt ico con otras prct icas a part i r de cr iter ios valorat i vos oreferenc iales.

    En el terreno de la teora literaria, la deconstruccin se incluyeen un horizonte terico posmoderno que, v a la subjet i v idad y larei v ind icac in de lo ld ico, ofrece elementos para una crt ica ra-dical de cualquier uso realista ingenuo, instrumental e institucionalde lo l iterario. Todos estos elementos como lneas de lectura sondenominados, de acuerdo a un trmino usado frecuentemente en-tre los fsicos o matemticos de la Teora del Caos, como los koans.U na manera de precisar la metodologa deconstructiva es afirmarque la deconstruccin busca en los textos los koans.

    Q u es un koan? Esta pregunta en s misma es un koan ,porque no se puede contestar o entender por la v a racional o inte-lectual. En el lenguaje lgico del raciocinio se podra decir que in-tentar describirlo resulta inti l y de poder representarlo devendrin t i l. Trminos como paradoja, contradiccin , irreal pueden asu-mirlo pero slo para que ste se comporte como algo opuesto, cla-ro o preciso. Sin embargo, las personas persisten y quieren que seles responda: qu es un koan? Es una expresin d irecta denuestra mente verdadera y por lo tanto forma parte de los mediospara d esp er tar? A l t erna t i v am en t e ser , como han d icho , u naestructuracin dual de la prctica? O un simple juego tomado dela terminologa del budismo o taosmo? U n remedo de f i losofaoriental que incide en la crisis axiolgica de la sociedad occiden-tal? Ser un trmino metafsico proveniente de la filosofa del Z en?

    U n koan es l iteralmente un precedente que fi ja el expedientedel conocimiento, o como lo precisa un dicho de la fi losofa Z en:es el lugar donde est la verdad . Pero, la verdad en la filosofaoriental no es una cosa o un objeto que uno encuentra. Su concep-cin en torno a el la se asemeja a la v isin de la nueva epistemolo-ga de la ciencia que entiende que lo que l lamamos verdad es unaconstrucc in , en constan te cambio y mov imien to. En otras pala-bras, un sistema no-lineal de au toorganizacin cuya complejidad

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    e inestabil idad hace que cualquier intento de f i jac in resulte im-posible. D esde esa perspectiva la experiencia l iteraria como lectu-ra es un evento o fenmeno ms parecido a las turbulentas aguasde un ro, las variac iones de l c l ima o la colisin entre part culasatmicas. Estos acon tec im ien tos nos l le van al l m i te d e l pensa-miento lgico, rac ional y ordenado. Obligan a nuestras mentes amoverse en espiral y a real i zar repet ic iones lgicas mien tras in-tentamos resolver el problema. Sin embargo, puede que no hayasolucin desde el contexto en el que estn enmarcados.

    Por ello, para la deconstruccin, una redefinicin de la funcinde la crtica indica que ella debe encontrar los koans. stos nos di-cen algo que falta, algo que est incompleto en nuestra lectura, acercade nuestro concepto del texto o de la realidad . Sin embargo, el solohecho de que pensemos en tales paradojas significa que somos su-periores al sistema conceptual que hemos creado; nos dicen que no-sotros somos la informacin ausente que hemos estado buscando.La crtica deconstructiva se enfrentan a nuestro deseo de div idir elmundo en dualidades, de colocar los concep tos en sus categorasadecuadas y despus levantar fronteras a su alrededor.

    La deconstruccin como activ idad comprensiva o praxis inter-pretativa busca crear el caos mental necesario para la creatividad, enel cual nuestra mente cambie y autoorganice su percepcin de la rea-lidad de otra manera. Inevitablemente dicha labor acarrea la crisis denuestro modo de pensar o conceptuar un fenmeno, a veces en for-ma tan extrema y profunda que los estudiosos o investigadores delparad igma c u est ionado se sien t en afectados p ersonal e in d i v i-dualmente. De ah las respuestas altisonantes que genera la decons-truccin y los vituperios con los que se suele calificar su lectura.

    V

    La deconstrucc in como propuesta o estrategia de lectura t ienemuchas posibil idades para su desarrollo. En la actualidad es unade las escue las crt icas ms d inmicas y su importanc ia para e lestudio de los fenmenos l iterarios, sociales y culturales no se pue-de negar. Su influ jo tambin se ha extendido a otros mbitos y dis-c ip l inas c ient f icas. Por ejemplo, propone una lectura de la reali-dad educat i va que supone una gran revolucin en el sistema pe-

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    daggico, pues pone en debate el propio saber educativo. Intente-mos una primera reflexin al respecto.

    Cmo contribuye la deconstruccin al trabajo docente? Q uimportancia t iene para la educacin? Es conveniente desarrollarla act i tu d cr t ica deconstruct i va fren te a l conoc im ien to pedag-gico inst ituc ional? Sin pretender agotar e l tema y con nimo depropiciar ms reflexiones, en las siguientes l neas responderemosa estas preguntas en dos niveles: desde la perspect i va del profe-sor en general y d esd e la par t icu lar func in que le com pete a lmaestro de lengua y literatura.

    En primer lugar, un conocimiento de la postura deconstructivale permite al docente superar su v isin tradicional sobre la educa-cin al deconstruir las teoras de la educacin dominante o hege-mnica, las mismas que ofrecen una configuracin ordenada y sis-temt ica de l hecho pedaggico. Recordemos que desde la v isincrt ica deconstruct i va, el colegio es una inst itucin de domest ica-cin que busca controlar y dirigir metforas sobre el conocimientoen lugar de proponer el desarrollo integral del indiv iduo de caraa su mundo de v ida. E l verdadero maestro debe de estar en per-manente oposicin al logocentrismo y en actitud de apertura. D ebede dejar las funciones del burcrata o del instructor para conver-t irse en un explorador, en un curioso part icipante de la aventurade l conoc imien to. La deconstrucc in const ituye una inv itac in auna indagacin crt ica sobre su prct ica educat i va.

    Ello le permite en tender los procesos de enseanza-aprendi-zaje como un sistema no-lineal. Es decir, la experiencia en el auladebe en tenderse como un sistema inestable en donde d iminu tasinfluenc ias pueden actuar de modo que transforman todo e l re-sultado. D icha toma de conciencia implica reconocer que toda or-denac in educat i va o todo sistema pedaggico es fru to ms de lcaos y el azar que de una verdad o ciencia absoluta. Por ejemplo,un error en los datos iniciales que se proporciona a los estudian-tes puede terminar conv irt iendo su traba jo en la func in de unguardin de dogmas. Ms importante es reconocer que no se co-noce d icha informacin y proponer buscarla para compartirla conlos alumnos. A s se puede superar en la prctica la reduccin delpapel del maestro a la de simple instructor, al mismo tiempo quelogra reforzar en los estudiantes la vocacin por la investigacin.

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    Esto supone un segundo aspecto importantsimo que la decons-trucc in permite v islumbrar en el campo de la educac in: la hu-mildad fundamental. A limentada de la v isin deconstruct i va estaact itud permite enfrentar la soberbia que muchos maestros mani-fiestan por su condicin de docentes y la parcela de poder que el lopuede significar. La educacin en la modernidad est determina-da por una tensin esencial: por un lado el ideal de serv ir para laliberacin del indiv iduo como ser humano y por el otro la necesi-dad de que e l ind iv iduo sir va a la con t inu idad de l dominio de lser humano.

    La escue la como inst ituc in soc ial se encuen tra atrapada enesa contradiccin; en la medida en que d ifunde conocimientos pue-de serv ir para ayudar a los seres humanos oprimidos y explota-dos, pero al mismo tiempo forma parte de las instituciones o apa-ratos que propician la continuidad de las estructuras de poder. E lcientificismo como ideologa que pretende que la ciencia es el ni-co saber verdadero y que el docente es quien lo posee se evidenciacomo el mecanismo que permite legitimar la dominacin cultural.La lectura deconstruct i va crit ica d icha hegemona y al denunciarla naturaleza parc ia l , sesgada e in tersub jet i va de l conoc im ien topone en cuestin su verdad absoluta, propiciando una postura deflexibil idad , d ilogo y apertura frente a otros saberes, culturas yexper ienc ias.

    Slo grac ias a una conc ienc ia de las l imitac iones de l conoc i-miento cientfico, de la importancia de la formacin esttica y ti-ca, de la incapacidad del hombre para comunicar el resultado desu observacin de manera fehaciente el docente puede asumir esaac t i t u d d e h u m i l dad fu n dam en ta l qu e requ iere para su laborformat i va porque es sobre el la que se levanta la curiosidad tras-cendente, el inters crt ico y la part icipacin reflexiva indispensa-bles para lograr que los estudiantes se involucren en la aventuradel conocimiento.

    Si el maestro no hace suyo ese espritu de bsqueda de proble-mas en el saber, que est en la base de todo descubrimiento cient-fico, menos podr despertar en los alumnos inters por el conoci-miento. En ese sent ido, esta humildad fundamental es de natura-leza cognoscitiva y respetuosa de los esfuerzos anteriores, pero almismo t iempo agresi vamente insat isfecha frente a los resultados,

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    audaz ante los d ilemas e intrpida frente a los nuevos problemasy preguntas en el conoc imiento. N o debe confundirse con la hu-mildad polt ica, que como parte de la ideologa c ient if ic ista, me-diocres maestros exigen a colegas y estudiantes porque se sientenrepresentantes exclusivos de la verdad , la ciencia y el poder en larid cula parce la que les ha tocado administrar . M uchos de estosmaestros son acrrimos enemigos de la deconstruccin porque noacep tan que e l saber que se transmite en la escue la es un saberaproximado y en muchos casos equvoco.

    Este punto nos l leva al tercer aspecto del aporte de la decons-truccin a la perspectiva del profesor en general: la concepcin deltrabajo en el aula. Para deconstruir la escuela es necesario recono-cer que sta no es un espacio real sino artificial, aislado de la v iday de los procesos cognitivos esenciales de los nios y jvenes. H ayuna esc isin en tre e l saber que descubren y desarrol lan cot id ia-namente en su experiencia v ital y el saber que se les transmite ene l au la . A gravada por las d if icu l tades en su transmisin por laincapacidad del ser humano para codificar los fenmenos.

    Ensear cmo conocer como alternat i va debe estar in terre la-cionado con la diferencia entre el conocer la realidad y el comuni-car d icho conoc imiento. Lamentablemente, la mayor parte de loscolegas asumen un realismo ingenuo y siguen creyendo que lo quese transmite en la escuela es la verdad , la realidad , el saber genui-no. D esdean dogmt ica y au toritariamen te las v i venc ias de losestudiantes y pretenden hacer de las paredes del aula un templodonde el los son los sumos sacerdotes.

    E l aporte de la deconstrucc in en torno a la concepc in de ltrabajo en el aula radica en que permite a los docentes descubrirel carcter narrativo de su labor y el papel de los signos como in-termediarios en el conocimiento. Es decir, conocemos a travs deexperiencias personales o colectivas, sensoriales o racionales, peroslo al tener la necesi dad de compart i r o part ic ipar d ichas per-cepc iones nos percatamos de la func in c lave de los signos y e llenguaje en el proceso: la distancia que existe entre el saber algo yel informar sobre ese algo. A simismo, desnudamos en nuestro pro-ceso cognosc it i vo las hue l las de los signos, la in termediac in delas palabras en nuestro conocer. A preciar que estamos atrapadosen la crcel del lenguaje permite aceptar que la escuela es otra ins-

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    t itucin carcelaria en la que se impone cierta jerga terminolgicasobre historias verosmiles.

    Con lo an tes sealado podemos ingresar a enumerar los as-pectos especficos del aporte de la deconstruccin para el maestrode lengua y literatura. Empecemos por sealar que muchos maes-tros de la especial idad cuando se topan , cada vez ms frecuente-mente, con textos deconstruct i vos aprovechan para alertar contralos pel igros de la teora en la l iteratura. La incomprensin siem-pre ofrece una base para la censura infundada y la just i f icac inpoltica a favor de un retorno al pasado, sin importar si el lo impli-ca perennizar mayores errores y fortalecer la mediocridad .

    Esta resistencia a la teora se fortalece frente a las dificultadesde los textos derridianos, pletricos de intertextualidad y con cons-tantes juegos retricos a los que hemos aludido al inicio. Proclamaun regreso a una lectura de la literariedad como un valor inefable oun significado referencial sostenido en la biografa individual y so-cial que exige definiciones claras y conceptos precisos. Defiende unaversin operativa de la teora como un cuerpo de conceptos de almenos cierto alcance general, pero enraizado en la exgesis y la eva-luacin crtica de un sistema considerado verdadero.

    A ntes de comprender las ventajas y las v irtudes de la decons-truccin para la tarea del profesor de lengua y literatura ste debede actuali zar su conoc imien to sobre e l fenmeno l iterario. A cce-der al horizonte moderno de la teora l iteraria que implica supe-rar una v isin romntica y esencialista de la literatura. Slo cuan-do se ha entendido que con el advenimiento de la teora literaria yla aparic in de los estudios l iterarios como d isc ip l ina c ien t f ico-humanista e l ob jeto de debate ya no es e l signif icado o e l valorsino los modos de produccin y recepcin de d ichos significadoso valores, es posible cuest ionar y crit icar la funcin terica. Todalectura deconstruct i va requiere de una prev ia d i luc idac in prag-mtica del xito de un sistema ideolgico para mantener implcitouna determinada concepcin a priori de lo literario.

    El primer aspecto que hay que sealar de la contribucin de lalectura deconstruct i va para el trabajo del profesor de lengua y li-teratura es la posibilidad de superar su vocacin por la receta y lafrmula fija de respuesta frente al fenmeno literario. La decons-truccin discute el uso literario porque cuestiona toda concepcin

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    natural de la representac in . Si con e l nac imiento de la teora sein troduce una terminologa l ingst ica en e l metalengua je sobrela l iteratura, que designa la referenc ia an tes de designar al refe-rente, sta hace posible considerar la referencia como una funcinde l lenguaje, no como una intuic in , d iferente de lo real . E l len-guaje deviene un sistema de signos y de significacin y no un re-pertorio o configuracin de significados o contenidos independien-tes de su representacin.

    Lo literario al considerarse un uso del lenguaje social y cultu-ralmente establecido permite la lectura deconstructiva que preten-de suspender las barreras tradicionales entre los usos l iterarios yno-literarios, para liberar a la escritura del peso de una canoniza-c in textual . Con la deconstrucc in no se pretende negar la fun-cin referencial del lenguaje en la literatura, es decir la lectura quela correlaciona con la realidad social o indiv idual, lo que se cues-tiona es su predominio como lectura o su autoridad como modeloexc lusi vo para la cognic in fenomenal o natural . La l iteratura esficc in no porque se niegue a acep tar la realidad , sino porqueno es c ierto a priori que las palabras func ionen segn princ ip iosque son los del mundo fenomnico o que sean transparentes fren-te a l . N o es c ierta la jerarqua que impone que la l iteratura esuna fuente de informacin fiable acerca de otra cosa que no sea supropio lenguaje.

    La ideologa cientificista del maestro de aula confunde la reali-dad lingstica con la natural, la referencia con el fenmeno. Estolo lleva a aferrarse a una lectura como la lectura, que termina con-vertida en receta o frmula impuesta a los alumnos. Slo una pers-pectiva deconstructiva puede enfrentar ese reduccionismo pernicio-so y autoritario, al abrir al docente de lengua y literatura el amplioespacio de la representacin como un juego ficcional no restringidoal campo exclusivo de lo esttico. Reconocer el juego de escritura /lectura y de interpretacin / representacin implica acep tar que laliteratura no es un mensaje transparente en el que se puede dar porhecho la distincin entre realidad y ficcin, entre mensaje y mediospara comunicarlo. A ceptar que la decodificacin de un texto siem-pre deja un residuo, una huel la, una diferencia, una indetermina-cin que no puede ser resuelta por medios gramaticales.

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    La gran d ificultad que manifiestan los docen tes de lengua yliteratura para asumir una postura abierta y no sancionadora frenteal texto nos permite prec isar e l segundo aspecto de la con tribu-c in de la perspect i va deconstruct i va en este terreno. La decons-truccin como marco crt ico permite la influencia su t i l dentro delaula. Esto significa que la formacin esttico-literaria acta contrala connivencia y el automatismo que impiden la manifestacin deltrabajo verbal en el colegio como un sistema abierto. La labor deenseanza de la lengua y la literatura, bajo la ideologa cientificistay la vocacin instrumental, se ha convert ido en un sistema de ci-clo lmite donde a los estudiantes se les asla del flu jo del mundoexterior de manera que gran parte de la energa interior de la claseest dedicada a resist irse al cambio para la perpetuacin mecni-ca de los modelos de conducta que supuestamente son verdade-ros y que deben orientar la experiencia docente.

    El resultado de esto es que en la v isin de los estudiantes noexiste curso ms ant icreat i vo, rgido, in t i l y aburrido que e l del iteratura. Para qu sirve? , son mera palabrera , acaso voya cambiar el mundo escribiendo? , estas sanciones son frecuentespero como opiniones son menos importantes que las personas ens que las intercambian . La influencia su t i l es lo que cada uno denosotros afirma con nuestro modo de ser , para bien o para mal .En su sen t i do negat i vo , como toleranc ia o d isimulo fren te a lastransgresiones con tra las reglas que cometen los subord inados,mantiene cohesionados el trabajo de aula y hace del curso de l ite-ratura un espacio restrictivo. Pero, en su sentido positivo permiteconvert ir d icha asignatura en una experienc ia estt ica o sistemaabierto renovador y v ibrante donde la auttnica bsqueda del co-nocimiento est arraigada en una cierta clase de atencin a la in-certidumbre y a la duda.

    La enseanza de la l iteratura debe const ituirse en un espaciopara la libre exploracin de los espritus transgresores que ven msal l de los l mites de l sistema e in ten tan superar sus reglas. U nmaestro compromet ido con la d imensin estt ica de la educacinpuede enfrentar el automatismo y la falta de sinceridad de lo quenos rodea con una act itud deconstruct i va . La deconstrucc in nopropicia o alienta la confrontacin que quiere medir poder contrapoder , fuerza con tra fuerza , v iolenc ia con tra v iolenc ia , sino que

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    compromete nuestra creativ idad en las circunstancias del momentoque hacen posible ejercer nuestra influencia suti l y contribuir a lacreacin de sistemas abiertos ms humanos y l ibres. Si el aula del iteratura no se puede convertir en un territorio autnticamente l i-bre y creativo como la propia experiencia esttico-literaria procla-ma, entonces ha perd ido su au tonoma. La deconstrucc in comoperspect i va crt ica def iende at inadamen te d icha au tonoma y enel la radica su mayor contribucin al trabajo docente.

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