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Urbanismo Centro Historico Ciudad de México UNAM FATRANSCRIPT
Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Arquitectura
Licenciatura en Urbanismo
El Centro Histórico de la Ciudad de México.
Valorización cultural y Espacio Público:
Eje Zócalo — Alameda
Ensayo
Por
López Antonio Miguel Sait
La Ciudad Histórica y su conservación
Prof. Dr. Raúl Salas Espíndola
Diciembre 2014
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Índice
Introducción, 2
Antecedentes históricos. La ciudad de México a través del tiempo, 3
Época prehispánica. México Tenochtitlán, 3 // Época colonial. Capital de la Nueva España, 4 // Entre revoluciones. De la Independencia hasta la Revolución, 5 // Siglo XX. Posrevolución y
Modernidad, 7 // Siglo XXI. El nuevo milenio y la CDMX, 8
Valorización del Centro Histórico, 9 Identidad, hegemonía y cultura, 9 // El paradigma de lo sustentable, 10 // Revitalización y
recuperación del espacio público, 11
El Eje Zócalo – Alameda, 12 Delimitando el Eje Zócalo – Alameda, 12 // Características del EZA, 12 // Un ejemplo de
Autenticidad en el EZA, 13 // Madero y otros casos de estudio, 14
Una propuesta a manera de conclusión, 16
Bibliografía, 18
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I. Introducción
El Centro Histórico de la Ciudad de México es sin lugar a duda el sitio con mayor
tradición, relevancia e impacto cultural, político, social y económico del país que
ha sido el escenario de los sucesos más importantes de la historia nacional.
A través de los siglos ha experimentado una múltiple cantidad de modificaciones
desde su morfología que ciertamente se ha conservado en esencia, los usos de sus
edificios, los anchos de las calles, la composición social y la cantidad de personas
que circulan todos los días por cada una de sus calles.
Ha sido el epicentro de la vida nacional, y si existe muestra de ello, queda
manifiesto en el Eje que corre del zócalo, hoy Plaza de la Constitución, hasta la
Alameda Central, que probablemente albergue en las calles que integran este
corredor gran parte de los hitos urbanos más característicos del país, que sirven
como muestrario de la arquitectura nacional a través de las diferentes épocas
que han conformado el pasado histórico de México. Desde la época prehispánica,
la colonia, el porfiriato, el siglo XX y nuestros días. Por enunciar algunos,
encontramos las ruinas del Templo Mayor, el Palacio Nacional, la Catedral
Metropolitana, el Antiguo Palacio de Ayuntamiento, el Palacio de Bellas Artes,
la Torre Latinoamericana e incluso hitos contemporáneos como la Secretaría de
Relaciones Exteriores, entre muchos otros.
Es así que este eje se convierte en uno de los nodos más importantes en los que
se hace manifiesto el rostro del México contemporáneo. Es por estas razones que
su importancia y valor patrimonial lo convierten en una de las mayores herencias
del pueblo mexicano.
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II. Antecedentes históricos. El Centro Histórico de la Ciudad
de México a través del tiempo.
Época prehispánica. México Tenochtitlán.
La Ciudad de México remonta sus orígenes en la época prehispánica,
específicamente en lo que se denomina como el periodo posclásico
mesoamericano. La fundación de la Gran Tenochtitlán ocurre durante la primera
mitad del siglo XIV, en un islote al centro de la cuenca cerrada del Valle de
México, en las inmediaciones del ahora casi extinto Lago de Texcoco.
Gran Tenochtitlán en 1519, Luis Covarrubias, pintura al óleo.
Mediante el uso de tecnologías hidráulicas, entre las que sobresalen las
“chinampas” es que fue posible que se fundara la ciudad de los mexicas en el
centro del lago. Esta nueva ciudad fue extendiéndose rápidamente con un
evidente trazo ortogonal, el cual estaba encabezado por cuatro calzadas
principales que seguían a los puntos cardinales, las cuales a su vez servían para
dividir a la ciudad en cuatro grandes sectores, subdivididos en distintos barrios
conocidos como calpulli, los cuales eran la unidad elemental de la estructura
social, formada por distintos barrios que se caracterizaban por tener oficios y
ocupaciones semejantes entre sí. Así pues, la ciudad de México-Tenochtitlán tuvo
desde sus orígenes un trazo rectilíneo que permitía una organización gremial.
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Este lugar se convirtió en el principal centro político, administrativo y religioso
del pueblo mexica, el último gran imperio precolombino. Tenochtitlán era en su
momento una de las ciudades más grandes y pobladas del mundo, así como la
cultura hegemónica de la región, lo cual se vio reflejado en las grandes obras
urbanas y arquitectónicas que se erigieron a lo largo de aproximadamente dos
siglos de dominio. .
Época Colonial. La Capital de la Nueva España.
La llegada de los españoles selló el destino de México-Tenochtitlán, que fue
arrasada, y al mismo tiempo sirvió como cimientos de la nueva ciudad española,
que se construyó encima de las ruinas mexicas como un símbolo de dominio y
hegemonía que serviría como testigo del poder que la nueva cultura ejercía sobre
el ahora pueblo vencido y sometido.
Vista de la Plaza de Armas (1803).
La nueva ciudad se levantó sobre una que curiosamente tenía criterios
urbanísticos semejantes, lo que facilitó la transición de la capital imperial a la
capital colonial. El mismo trazo de damero sirvió como eje compositivo y en el
mismo sitio sobre el que se levantaba el Templo Mayor, se construiría ahora la
Plaza Mayor, núcleo de la vida colonial, donde se encontrarían las cabeceras de
los poderes militares, religiosos y políticos, es decir, la Catedral, el Ayuntamiento
y el Palacio.
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Esta nueva ciudad retomaría como ejes principales el marcado por las calzadas
generando vialidades que se iría subdividiendo cada tanto, conservando de
alguna manera la organización gremial, destinando algunas manzanas a ciertos
oficios, algunas calles a ciertos barrios. La transición no fue tan complicada.
Al pasar de los años la composición del centro histórico iría modificándose
paulatinamente, sobre todo en las zonas que rodean a la Plaza Mayor. Las calles
verían como se levantaban suntuosos edificios destinados a las labores
administrativas y económicas, así como también religiosas. En esta época, gran
parte de la elite criolla y peninsular comenzaría a edificar sendas residencias,
algunas de las cuales sobreviven hasta la actualidad. La ciudad comenzó a
expandirse primero hacia el norte y luego hacia el sur. Los asentamientos
indígenas y marginales comenzaron a establecerse a la periferia de la ciudad.
Uno de los mayores problemas a los que se enfrentaba la ciudad es que era
altamente vulnerable a las inundaciones provocadas por las subidas del nivel de
las aguas del lago. Esto provocó que se tomara la decisión de desecar los canales
que atravesaban la urbe, sustituyéndolos por vialidades aptas para los caballos
y carretas, perdiendo poco a poco el perfil de ciudad lacustre e imitando aquel
presente en las nuevas ciudades europeas de la época. Se construyeron nuevos
acueductos que llevaban agua potable desde los manantiales de la periferia y se
trabajó en el mejoramiento de las infraestructuras, que desde siempre
implicaron el principal reto de vivir sobre las aguas.
Entre revoluciones. De la Independencia hasta la Revolución Mexicana.
A principios del siglo XIX, ciertas condiciones como el descontento que
experimentaban los criollos al ser despreciados e imposibilitados por los
peninsulares para ocupar cargos y posiciones de poder, a pesar de ser ambos
parte de la clase dominadora, así como la desigualdad económica y social que
experimentaban las clases indígenas y mestizas, sumado a las ideas generadas
dentro del marco de “la ilustración” y noticias de otros movimientos
independentistas a lo largo de Sudamérica condujeron a que estallara la guerra
de Independencia, la cual se llevaría a cabo de 1810 a 1821, iniciando con el Grito
de Dolores, de Miguel Hidalgo, finalizando con la entrada triunfal del Ejército
Trigarante encabezado por Agustín de Iturbide. A pesar de los años de conflicto
armado, el Centro de la Ciudad de México no sufrió grandes destrozos y una vez
consumada la transición de poderes, los cambios no fueron significativos y solo
unos cuantos, entre ellos, el incremento de la población de la ciudad producto de
los éxodos de personas provenientes de las zonas de conflicto y la partida de
algunas figuras pertenecientes a las clases hegemónicas, lo cual generó una
densificación de la vivienda y la creación de vecindades en las que en otro tiempo
fueron viviendas unifamiliares.
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Con el paso del tiempo, el incremento de la población en el Centro de la ciudad,
llevaría a la lotificación de terrenos y haciendas ubicadas en la periferia del
núcleo urbano, esto generaría la creación de nuevos barrios y colonias como
Santa María la Ribera, San Rafael y Guerrero.
Este modelo se siguió replicando, principalmente durante el periodo del
Porfiriato, en el cual nacerían colonias como la Roma, Cuauhtémoc, Juárez,
Condesa, entre muchas otras, lo cual acrecentaría el desplazamiento de las
clases altas hacia estos nuevos desarrollos, dejando tras de sí aquellos edificios
de la época virreinal que alguna vez sirvieron como vivienda y que con el paso
del tiempo irían encontrando nuevas vocaciones como recintos en los que se
fundarían comercios y sedes administrativas.
Fue durante esta época que sí se experimentarían transformaciones
significativas en el centro. El deseo de Porfirio Díaz de mostrar a México como
un país moderno, pacificado y a la altura de cualquier nación europea provocó
que surgiera una nueva época dorada de la construcción de nuevos edificios
suntuosos que demostraban que la cultura, la riqueza y la modernidad estaban
presentes en esta tierra. Fue así como vieron la luz edificios como el Palacio
Postal, el Palacio de Comunicaciones y Transportes y el Palacio de Bellas Artes,
tanto así que el barón Alejandro von Humboldt la bautizaría como “La Ciudad
de los Palacios”.
Palacio de Bellas Artes en construcción.
Entonces apenas un par de meses después de las celebraciones del Centenario
del inicio de la lucha de Independencia de México, el pueblo mexicano se volvería
a levantar en armas, dando origen a la Revolución Mexicana.
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Al igual que en la guerra de Independencia, la ciudad de México no sufriría
graves afectaciones, sin embargo, sería escenario de grandes sucesos que
marcaron el rumbo político del país, como sería la Decena Trágica y la entrada
triunfal sucesiva por parte de los zapatistas, villistas y carrancistas.
Siglo XX. Posrevolución y Modernidad.
Una vez terminados los conflictos revolucionarios, surgió en México un nuevo
auge por las ciencias y la cultura. La estabilización social y económica fue
llegando de manera lenta pero constante, hasta que durante el final de la
primera mitad del siglo XX surgiría un escenario único conocido como la
Industrialización por Sustitución, provocado en gran medida por la participación
de las grandes potencias en la segunda guerra mundial lo que permitió que, por
única ocasión, países de Latinoamérica alcanzaran condiciones de
industrialización y desarrollo económico sin precedentes.
Torre Latinoamericana, Banco de México y Edificio La Nacional.
En México eso repercutió en la generación de capitales que lograron afianzar la
estabilización económica y generar la transición de un país rural a uno urbano.
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En la Ciudad de México surgió una nueva época en la que se levantaron nuevos
edificios símbolo de la modernidad. La arquitectura Internacional comenzó a
restarle espacios a los edificios coloniales, ahora poco rentables. Aparecieron en
el horizonte grandes edificios que comenzaban a retar a las alturas, oficinas y
departamentos a todo lo alto. El principal ejemplo de esta época, la Torre
Latinoamericana.
La última gran modificación del Centro Histórico ocurrió tras el sismo de 1985,
que se llevó tras de sí muchos de esos nuevos edificios construidos a lo largo del
siglo y algunos otros de inestimable valor patrimonial. De las ruinas se
levantaron nuevos edificios, no obstante, el recuerdo de aquel suceso hizo que
muchos de los residentes del centro buscaran nuevos lugares que habitar. A
partir de este momento, el crecimiento de la ciudad fue exponencial.
Siglo XXI. Del nuevo milenio a la CDMX.
Al arrancar el nuevo milenio, la Ciudad de México se encuentra con el principio
de una naciente democracia, las entidades políticas de izquierda ganan el poder
y comienza una nueva época, lo cual implica un cambio en las políticas urbanas
y sociales. El área metropolitana ha crecido hasta formar una mancha urbana
que se extiende por las 16 delegaciones del Distrito Federal, 59 municipios del
Estado de México y 1 del estado de Hidalgo, reuniendo a más de 25 millones de
habitantes, casi una cuarta parte de la población total del país, considerada por
la ONU como la tercera aglomeración humana más grande del mundo solo
superadas por Tokio y Nueva Delhi.
El Centro Histórico experimenta en esta época un programa de recuperación de
espacios y embellecimiento como hacía mucho tiempo no sucedía, dentro de ello
una serie de políticas públicas surgen buscando un cambio en los principales
paradigmas de la ciudad como son el transporte, la cultura, la valorización de los
espacios y la sociedad.
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Ciudad de México, 2014
III. La Valorización Cultural del Centro Histórico.
Identidad, Hegemonía y Cultura.
No es posible separar el concepto de ciudad sin que exista, o más bien, se tenga
que revisar el contexto histórico, político y social sobre el cual encuentra su
cimiento. En las ciudades también tienen que ser analizadas como el resultado
de una compleja relación de factores entre los que intervienen la economía, el
desarrollo tecnológico, la estructura, las dinámicas sociales, aspiraciones, deseos,
necesidades y modos de vida de sus habitantes, y un factor fundamental, la
cultura, que a su vez debe ser entendida en diferentes niveles, la cultura como
patrimonio, como componente de la cultura y como ente generador de riqueza.
Hay que ser conscientes también de que las ciudades están vivas, y que cada
época por la que atraviesan a través del tiempo repercute de manera directa en
las dinámicas socioeconómicas y culturales que se desarrollan dentro de ellas.
Con el paso de los años, las ciudades se van moldeando hasta ir adquiriendo una
identidad de conjunto que está determinada por los factores antes mencionados,
y que las hace únicas y con características particulares.
Esta identidad se va formando a través de una serie de juicios de valor, mediante
los cuales se determinan mediante decisiones de ponderación de aquello que se
considera “más importante” o “más bello” que “lo otro”. Es aquí donde las
aspiraciones y deseos de la colectividad intervienen para determinar esas
jerarquías estéticas, éticas y morales, dictadas a partir de un marco cultural. Es
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también cierto que en diferentes momentos históricos, las clases hegemónicas y
dominantes tratan, con o sin éxito, de implantar en el subconsciente de las
sociedades sus propios juicios de valor como un método para demostrar o afianzar
aquella superioridad sobre cierto grupo, buscando así, una serie de condiciones
de confort.
Estos parámetros culturales determinan todo un sistema de valores,
percepciones y creencias que permean en menor o mayor medida la idiosincrasia
de todos aquellos que forman parte de una sociedad, y a pesar de que cada
individuo construye un propio sistema de valores, es posible establecer patrones
y elementos en común que afianzan la idea de una cultura colectiva. De la misma
forma, estos sistemas se irán modificando a través del tiempo, resultado de
sucesos de diversas naturalezas, episodios coyunturales y cambios en las clases
dominantes.
Este hecho resulta ser una parte elemental en el moldeado de las ciudades,
porque al ser la ciudad también un tejido de calles y vialidades que encierran
arquitecturas, las cuales van dando forma a las fachadas de los edificios, al trazo
de la silueta urbana, los materiales y las formas, que de alguna forma son causa
y también consecuencia del carácter de la gente que ahí habita, que en materia
pétrea muestra la historia y el folklor de las sociedades y grupos étnicos
particulares.
Esto al mismo tiempo, genera una de las principales problemáticas que
enfrentan las urbes, porque las arquitecturas erigidas en los cascos históricos no
son tan moldeables como las sociedades en sí, esto resulta conflictivo debido a
que nuevas necesidades deben ser cubiertas con espacios arquitectónicos iguales,
lo cual produce incompatibilidades de uso y el surgimiento de problemáticas
urbanas como el abandono, deterioro y la mutación de las viejas viviendas en
bodegas y almacenes, infraestructuras obsoletas y la limitación de los recursos
económicos e intelectuales para atender estas problemáticas. Por estas razones
surgen una serie de dilemas que generan nuevos paradigmas. ¿Qué se debe
conservar?, ¿Cómo intervenir?, ¿Cómo construir dentro de lo ya construido?,
¿Cómo construir sin destruir?
El paradigma de lo sustentable.
Las tensiones existentes entre los paisajes construidos por las arquitecturas del
pasado y las necesidades del presente sin duda generan un dialogo del cual ha
surgir una postura, ya sea de recuperación, reformación, intervención o
conservación. Todas las políticas deben tener a bien resolver y conciliar las
realidades físicas estáticas y realidades socioeconómicas dinámicas mediante el
análisis de una serie de características que permiten determinar hasta qué
medida es sustentable una política de acción.
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El paradigma de la sustentabilidad encuentra su origen en el impacto de un
determinado objeto en el medio que lo rodea, en este caso, hablar de
sustentabilidad en los centros históricos se refiere a que tan plausible es la
puesta en marcha de una serie de políticas y estrategias urbano-arquitectónicas
y socioeconómicas que resuelvan los conflictos descritos en el párrafo anterior.
Estas acciones deben buscar mejorar la calidad de vida de aquellos que habitan
los centros históricos mientras se atiende a la mayoría de la población, también
deben genera actividades compatibles con los nuevos usos que sean capaces de
producir nuevas fuentes de empleo e ingresos beneficiando directamente a la
sociedad. Deben buscar también encontrar un equilibrio armónico que provoque
un uso más eficiente de los recursos energéticos, materiales y naturales
disponibles. Ahora bien, no se debe olvidar considerar aspectos básicos
(movilidad, accesibilidad y conectividad) que permiten integrar a los centros
históricos con el resto de la ciudad de manera congruente y adecuada.
Revitalización y recuperación del espacio público.
Revitalizar los centros históricos significa que las actividades que se desarrollan
en ellos los mantengan vivos y funcionales. Esto implica solucionar las nuevas
necesidades en el sentido de actualizar la infraestructura y equipamiento
urbano, atender de manera planeada y estructurada el mejoramiento de la
imagen urbana y la inserción de nuevos objetos arquitectónicos sin sacrificar al
espacio público, en el cual es importante que las dinámicas sociales ocurran
detonando una nueva valorización de los espacios patrimoniales desde un
sentido económico y mercantil, pero también desde los aspectos culturales.
Todas estas estrategias solo cobran sentido si en su elaboración existe la
participación de todos aquellos actores que se ven involucrados, es decir, que
debe existir una retroalimentación entre autoridad, usuarios y población en
general, con miras en generar políticas incluyentes y coherentes con las
necesidades del momento siempre con una proyección hacia el futuro.
El espacio público está constituido por el entramado de sendas, vialidades y
nodos, parques y plazas, espacios abiertos y de libre acceso. Su conjunto
determina en términos reales la calidad de vida de las personas en las ciudades,
haciendo posible también que ocurran dinámicas sociales que permiten la
comunicación entre los habitantes de un lugar, que sirven como generadores de
arraigo e identidad. Es por ello que es preciso que estos lugares generen en los
habitantes de las ciudades una sensación de confort, seguridad y bienestar.
La recuperación del espacio público implica también la integración de políticas
de movilidad y accesibilidad incluyente, respetando sí, la morfología urbana
existente, pero al mismo tiempo tratando de devolver la escala humana como eje
rector compositivo, dejando atrás al auto como paradigma de la modernidad y
privilegiando al peatón, paradigma contemporáneo.
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IV. El Eje Zócalo – Alameda.
Delimitación del Eje Zócalo – Alameda.
Para acotar los alcances de este trabajo, es muy importante puntualizar que lo
que a partir de este momento llamaremos Eje Zócalo – Alameda (EZA) será
definido como el corredor que arranca desde la Plaza de la Constitución hasta el
cruce de avenida Hidalgo y el Paseo de la Reforma, así como sus inmediaciones.
Se puede decir que el contexto inmediato abarcaría lo que se conoce como las
zonas I y II del centro histórico de la Ciudad de México.
En rojo, EZA, en azul, área de influencia directa. Google, 2014.
Características del EZA.
El eje Zócalo – Alameda tiene dentro de su composición una múltiple composición
de usos y características distintivas que lo diferencian del resto del centro
histórico. Dentro de este perímetro existe al igual que en el resto de la zona, una
intensa actividad comercial y de servicios, heredada desde tiempos
precolombinos, pero también tiene una importante vocación recreativa y
turística. Es en esta delimitación donde encontramos la arquitectura más
destacada del sector y también presenta la mayor densidad de recintos
históricos, culturales y museos de la ciudad. Lo anterior repercute en que
también es posible encontrar una variada oferta gastronómica y hotelera que
busca atender a los visitantes de la zona. De la misma forma, sigue existiendo
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una importante presencia de oficinas del sector público y privado, lo que se
traduce en una composición social aún más compleja.
Finalmente no debe ser descontado el carácter nocturno de esta zona, porque a
diferencia de la mayor parte del resto del Centro, en donde la noche se convierte
en un momento de calma, en el que las calles, que durante el día se encuentran
abarrotadas, quedan vacías, en una sucesión de cortinas metálicas cerradas.
Esta zona goza de una intensa vida nocturna que se desarrolla en sus múltiples
recintos culturales, y su creciente oferta de centros nocturnos.
Un ejemplo de autenticidad en el EZA.
Celebración del 80 aniversario del Palacio de Bellas Artes, 2014.
Como ya se ha mencionado anteriormente, grandes edificios de un gran valor
histórico y cultural han sido construidos a lo largo del EZA. Un ejemplo digno de
mencionar es el Palacio de Bellas Artes, inaugurado el 29 de septiembre de 1934,
máximo recinto de la cultura de nuestra nación. Encargado por el Gral. Porfirio
Díaz, como símbolo máximo del "Orden y Progreso", de un país moderno y
pujante, con palacios a la altura de cualquier otra ciudad del viejo continente. El
proyecto original corrió a cargo del arquitecto italiano Adamo Boari, iniciando
las obras de construcción en 1904. Sin embargo, el estallido de la Revolución dejó
inconclusa esta magna obra. Años después, en 1931, el arquitecto mexicano
Federico Mariscal fue el encargado de retomar y concluir la obra.
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Por azares del destino, se convirtió en símbolo de nuestro mestizaje, con su
blanca piel de mármol de Carrara italiano, en un estilo Art Nouveau, en el cual
las musas de la cultura clásica encuentran refugio en sus líneas orgánicas,
contrapuesto con su interior y las líneas rectas y afiladas del Art Decó, cuya
contradictoria sobriedad reúne coloridos mármoles de todos los rincones de
nuestro país sobre los cuales deidades prehispánicas cuidan celosamente.
Edificio de dos caras, de nuestro pasado y nuestro futuro. Estos contrastes a la
vez tan armónicos han sido uno de los testimonios más singulares y apreciados
por los capitalinos y mexicanos en general.
Corredor Peatonal Madero y otros casos de estudio.
El Corredor Peatonal Madero es una acción que forma parte de una red peatonal
proyectada dentro del marco del Plan Integral del Manejo del Centro Histórico,
la cual se plantea como una respuesta a la gran afluencia de transeúntes que
recorren el centro de la ciudad. Este corredor, generado sobre una de las calles
más importantes y antiguas de la ciudad, sirve como conexión entre dos de los
puntos más emblemáticos del centro; la Plaza de la Constitución, el Palacio de
Bellas Artes y la Alameda Central, que durante los fines de semana, llega a tener
hasta 500,000 visitantes.
Corredor Peatonal Madero, 2014.
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Como antecedente directo se tiene la peatonalización de la calle de Regina, un
ejercicio de un éxito probado que se tradujo en una clara mejora de las
condiciones de calidad de vida de los habitantes de dicha calle. Con este ejemplo
sobre la mesa, las autoridades pretendían llevar los mismos beneficios de esa
experiencia pero a una escala mucho mayor, que además sirviera como punto de
partida hacia la construcción de una red peatonal en el Centro Histórico.
La peatonalización se llevó a cabo en diferentes etapas, en un primer momento,
se realizó cierres programados durante los fines de semana, lo que servía como
una fase de prueba en la cual se podría establecer los alcances y beneficios reales
para los visitantes, comerciantes y la población general. Finalmente se tomó la
decisión de implantar un cierre definitivo a la circulación vehicular, lo cual llevó
a un proceso de repavimentación, remozamiento de fachadas y colocación de
nuevo mobiliario urbano adecuado e iluminación.
Como resultado, se tiene un espacio en el cual los peatones pueden circular sin
obstáculos y con una sensación mayor de seguridad. Lo cual se traduce en un
incremento en el fluyo de visitantes lo que significa también en una reactivación
económica del sitio, así como una mayor actividad durante el día y la noche. Lo
anterior también potenciando el valor histórico y patrimonial de la zona.
A raíz de su éxito, se han llevado a cabo nuevas acciones que continúan en la
misma lógica, dentro de ellas se encuentran la peatonalización de la calle 16 de
septiembre, replicando el modelo anterior, permitiendo de manera parcial la
circulación vial en carriles confinados.
Otro ejemplo es la remodelación de la Alameda Central, que como se realizó como
una medida para recuperar y renovar uno de los espacios de mayor tradición de
la ciudad. La renovación de los pavimentos, implementación de un moderno
sistema de riego y la restauración de fuentes y monumentos, complementado con
una nueva oferta de transporte alternativo (Eco Bici) permite ir introduciendo
con mayor contundencia la nueva política de movilidad urbana que se pretende
alcanzar.
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V. Una propuesta manera de conclusión
El Centro Histórico de la Ciudad de México enfrenta actualmente una serie de
retos en cuanto al espacio público se refiere. Ya han existido una serie de acciones
encaminadas en esta dirección, las cuales han sido experiencias muy polémicas
pero también positivas. Considero que lo más importante ha sido que poco a poco
se ha ido cambiando el paradigma del uso del automóvil, permitiendo que el
peatón vaya ganando espacios a lo largo de Centro Histórico. Los planes de
desarrollo y políticas de renovación y restauración deben girar en torno a
acciones que garanticen el mejoramiento de la calidad de vida, afianzar la
identidad, arraigo y pertenencia de sus habitantes, y deben buscar alcanzar un
éxito social, económico y ambiental, todo ello significando la revalorización y
revitalización del Centro Histórico.
Así mismo, debe de considerarse que la relación de los usuarios con la
arquitectura, el espacio público y la ciudad es lo más importante, puesto que las
ciudades solo tienen sentido cuando son habitadas, y cuando cubren las
necesidades de quienes las habitan. Un centro histórico no puede permanecer
totalmente estático, porque terminaría convirtiéndose en un sujeto de estudio de
la arqueología. Las ciudades están vivas y respiran el mismo aire que su gente,
es decir, un centro histórico debe reflejar como ningún otro perímetro como es
que una sociedad se está comportando. Un centro histórico en el olvido y
decadencia habla de un colapso social y económico. Es verdad que a veces las
sociedades necesitan atender de manera urgente una serie de problemáticas más
urgentes que el mantenimiento de los centros históricos, sin embargo, no puede
dejar de pensarse que cuando estos se encuentran en condiciones óptimas sirven
para detonar la economía del sitio, permitiendo un progreso generalizado.
Hoy en día en el sistema capitalista en el que nos encontramos inmersos, la
sensación predominante es que todo debe ser monetizado para tener sentido, lo
cual es muchas veces cierto, y existe la creencia de que esto es negativo, que el
patrimonio cultural e histórico no puede ni debería ser rentabilizado, y que es
naturalmente, obligación del estado resguardar y mantener estos bienes. En mi
opinión, lo anterior me resulta una concepción anticuada y cerrada, porque si un
bien tiene la capacidad de generar recursos y fuentes de trabajo, debe ser
explotado de manera responsable, de tal suerte que beneficie a todos los
involucrados. Permitir la existencia de modelos que incentiven el resguardo y
conservación del patrimonio por parte de privados no solo permitiría una mejor
gestión de los recursos públicos, sino que además permite abarcar una mayor
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cantidad de recursos patrimoniales que de otra manera irían perdiéndose debido
a la incapacidad del Estado de atenderlos a todos. Se debe también motivar la
ocupación y recuperación de edificios catalogados como patrimonio siendo más
flexibles en los cambios de uso de suelo y de restricciones técnicas, pero que al
mismo tiempo busque recuperar el diálogo entre el pasado y el presente,
trascendiendo a los burdos actos de solo conservar fachadas, meros actos
formales y sin trasfondo.
En el terreno del espacio público, es importante adecuar lo existente a las
necesidades contemporáneas, permitiendo la implementación de las últimas
tecnologías, puesto que no se encuentran peleadas con el pasado histórico.
Adecuar los espacios públicos y abiertos a una escala amigable con el usuario es
fundamental, mobiliario urbano en óptimas condiciones y la incentivación de la
recuperación de áreas verdes también es un factor a tener en cuenta. Y
finalmente, la integración con lo urbano, que en estos casos se traduce en la
accesibilidad, movilidad y soluciones de transporte.
En el caso particular del EZA, las acciones a seguir deberían ser continuar con
la peatonalización de más calles, siguiendo el sentido este – oeste, en calles como
5 de mayo y Tacuba. Otra acción importante sería trabajar en la reinserción y de
la vivienda en el centro histórico, lo cual traería consigo una verdadera
revitalización de la zona, además de reducir los tiempos de traslado de las
personas, dando como resultado una calidad de vida más satisfactoria,
complementada con el uso de alternativas que han sido probadas con éxito, como
la bicicleta.
Los centros históricos son y serán lugares que quedan grabados en nuestra
memoria, lugares donde llegamos a forjar recuerdos que nos ayudan a
identificarnos como lo que somos, e incluso, como lo que pretendemos ser. Es así
con las sociedades, solo aquellas que comprenden bien su pasado, son capaces de
intuir y alcanzar el éxito en el futuro, por eso es importante conservar nuestro
patrimonio, porque aun cuando el futuro parece encaminado a generar una
sociedad mundializada, las aglomeraciones humanas irán encontrando entonces
su identidad en las ciudades, que formarán redes a nivel global, será así que los
cascos históricos serán aún más importantes porque representarán los cimientos
de la cultura de cada ciudad y sociedad.
18
Bibliografía
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