charla con la musita

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charla con la musita

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Calzetta, Dante

Charla con la musita : rapsodia temeraria / Dante Calzetta ; edición literaria a cargo de: Eduardo Alvarez - 1a ed. - Buenos Aires : C.A.N., 2006. 106 p. ; 24x15 cm.

ISBN-10: 987-1317-05-0 ISBN-13: 978-987-1317-05-9 1. Narrativa Argentina. I. Alvarez, Eduardo, ed. lit. II. Título

CDD A863

Casilla de correo del autor: [email protected] Diseño de tapa y armado: Juan Rivero Editorial C.A.N. 2006

Rosario 470 3º A, C1424CCJ Buenos Aires Impreso en Argentina

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en forma alguna, ni tampoco por medio alguno, sea éste eléctrico, químico, mecánico, óptico de grabación o de fotocopia, sin la previa autorización escrita por parte de sus autores.

Hecho el depósito que prevé la Ley 11.723.

Impreso en Docuprint S.A.

Rivadavia 701, C1002AAF

Buenos Aires, Argentina, en Julio de 2006-

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Y me juego a que no te lo esperabas, pero sí, ya

lo estás leyendo: Charla con la Musita... ¿Pensaste que me había olvidado? No, claro que no. Pasaron algunas horas raras desde que nos reencontramos. Después del prodigio me dediqué a cumplir el pacto. Cuando empecé a escribirte no sabía qué decir, y ahora que me acerco al adiós (luego de este prólogo debo hacerle frente al último desafío, a la suerte adversa) ahora que voy terminado, digo, tampoco me parece entender... De lo que estoy seguro es que tu nombre ya me escribió. Burdo pero verdadero. Todas estas páginas en principio quisieron ser una especie de carta, luego se hizo otra, dos, tres, luego aumentaron las carillas y así... Al final optamos por que fuese ¿una? sola con vocación de charla, dividida en diecisiete gradas irregulares a manera de capítulos, en feliz homenaje a tus años, obviamente. Aconséjote que no leas más de dos o tres capítulos seguidos. Yo recién quise hacer la prueba y, lo admito, me pareció insoportable. Nadie se alarme, pero estoy por colapsar: la boca se llena de saliva, las manos me sudan, el pecho... a la miseria. Pago. Será porque toda la noche (las persianas están bajas) quise ofrecerte lo que hoy me conmueve. Pretendí

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apuntar algo bueno, o al menos no del todo aburrido y necio. Vas a ver que me fue mal. Quizás no tanto: es ameno quedarse en el vestíbulo cometiendo arbitrariedades. Eso me gusta. Como de costumbre, hablo y me enojo de las mismas cuestiones, a veces con razón y otras como si fuera un jubilado maniático. (Ser Novedoso es un fanatismo que últimamente nos ha empobrecido; el “Rap” es eco de un soneto barato.) Por lo demás, aviso que en muchos momentos causo la impresión de agresivo, rebuscado, inexacto y trivial. Pero ese, en principio, no es mi deseo; lo que intento es hablarte... compartir con vos una mirada, aunque sea imperfecta y por momentos, lo admito, bastante pobretona. Al menos este inédito esfuerzo que hice para vos adornará una tardecita de lluvia, un viaje o una de tus vigilias. Sí, tal vez te regale algo bueno, la semilla de una idea o la flor de un sentimiento. Por ahí dicen que las palabras hijas del corazón tienen más éxito de llegar al otro. Yo no lo creo, y ya me atajo de antemano porque vas a comprobar demasiados descuidos. Pero es que si corrigiera lo escrito, posiblemente recibirías una página con esta única frase: Querida Musita; o una interminable

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colección de esas verdades que te gustan llamar piropos. No, vos sos una Musa de verdad. Agradezco haberte conocido, agradezco la intensa dulzura que hallé en vos. Agradezco –no debería decirlo– que me hayas hecho olvidar tantas canalladas. Creo que antes de tu visita ya tenía ganas de salir del abismo que nos alejó. Y aunque no sea verdad, quiero imaginar que estuviste y aún estás cerca, tal vez como la imagen última de un sueño que ahora se pierde despacio, lentamente. Y me deja una impresión incomparable, el aroma de la noche en que te conocí, esa noche... que fue luz y encanto violento. Disculpame, no tengo palabras para expresarle mi gratitud a ese pretexto del destino que llamamos casualidad, por haberme obsequiado la ternura de tu imagen. Te extraño. Quizá todas estas hojas únicamente consigan dejar claro tu ausencia y mi oscuridad; repito que soy ineficaz para expresar lo que siento. Y si elogio varias cosas o me quejo de otras, sé que tanta inexactitud es culpa de mi desarrollada inmadurez, la cual no afloja por más que en unos días me ausento de los veinte. Soy un muchacho necio. Y este anhelo malogrado, repito, me superó. Pero basta ya de necesario pudor. Te juro que este ha

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sido mi mejor insomnio hecho tinta. Lo dejo en tus manos: te pertenece…

I

OK, si fuera otro diría que la hoja en blanco me hierve la sangre. Pero no, no tan rápido, principiante. ¿Cómo hago? Mmm, creo que debo empezar haciendo como que no me acabo de levantar con tu voz retumbando en la pieza con techos de pino, llenos de brazos amputados de algún árbol, de nudos, de nudos que parecen ojos mirándome; si, supongo que debo olvidarme lo que acaba de pasar y así, disimulando, hablo de lo inmediato, de lo más cerca, de lo peor, de Argos, de uno mismo, ese perro fiel jugando con la rima, dándole la mano a un querido y distante amigo, así, a las apuradas. Empiezo, entonces, por algo aburrido, aburrido. Y te cuento que antes de hoy, yo estaba aburrido y se me dio por mirar algo de Filosofía y también a escritores con certidumbres amenazadoras. Fracasé con Platón, Pascal, Leibniz, Hume, Kierkegaard y otros que de seguro querrán desfilar en obvias referencias o bajo el cliché del aforismo insubstancial. No voy a recordar ninguna doctrina, ningún sistema

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¡Apenas si entiendo yo! Mi real intención, aclaro, no es explicarte nada. Por lo demás, muy linda la autodestrucción que postulan ciertos juegos de palabras... ¡Las bisagras anonadan! Pero no, mejor no hablemos de eso. Me limito a recordar que lo que estuve leyendo de filosofía me convence pero hasta ahí. Quiero decir que el Arte conmueve mucho más que la filosofía, si bien es necesario considerar algo: toda perspectiva de Arte refleja el perfil de alguna filosofía. Filosofía... Esa promesa, en las comprensiones limitadas (de eso sé mucho) suele llevar inscripto el error del prejuicio. Antes de que empieces a decir no entiendo ni medio, mezcla todo, te digo que antes yo era mucho más prejuicioso, y entiendo cuando la gente –deleitable abstracción– se empeña en etiquetar cosas que no debe o, lo que es peor, se guía por stickers y rótulos falsos. Ahí está, por ejemplo, el alumno de secundaria que lo invitan a pensar en las nociones de Lengua, literatura o letras... Enseguida el pibe vislumbra esa particular maldición que se conjuga con el fastidio del sujeto y el predicado, viejas vinagres y aburrimiento en general que en la secundaria a uno le revolvía el estómago. Es curioso, ahora entiendo mejor dicho: recuerdo que no le presté atención a Lengua y Literatura; es

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más, solía dispensarle una aplicada indiferencia. Mitad porque los maestros eran tan dejados como el que suscribe (se encargaban de enseñar feo y daban a leer textos inoportunos que solían provocar más rechazo que interés, Ej.: Góngora o el Cid campeador) y mitad porque reconozco que a mí nunca me gustó estudiar y mucho menos obedecer a desapasionadas chupa té. Insensible y estúpido, empezamos bien... De acuerdo, me han dicho que a los diez años yo ganaba concursos de poesías. Pero los familiares de uno son tendenciosos... tienden a ensalzar cualquier durazno que tenga el apellido siempre ganador. La verdad es que volví a escribir “algo” recién cumplidos los dieciocho. Sí, cuando era pibe, a los nueve, diez años, yo cincelaba poemas a cambio de bombones, pero además quería ser químico, arqueólogo, soldado, forajido y jugador de fútbol. Aunque también agente secreto, cocinero y aviador. ¡Ponía patas para arriba un asiento y ya tenía una nave espacial! Sin embargo, uno crece y da vuelta la banqueta y pone gesto de persona correcta y no disfruta más y empieza a complicarse la vida de puro gusto. Entonces ¡chau! Por ahí aparece la penumbra pertinaz, las explicaciones en el plexo. ¡El arte! El jodido arte

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que nos quita más de lo que nos concede. Pero bueh, uno se baja la boina, rompe la risa en el yunque del espanto, y elige contar cosas que a nadie le puede importar... En fin, creo que me acercó a la humilde búsqueda del arte lo que precisamente suele originarlo: La tristeza, el Amor... Mejor dicho, la pérdida del amor, la pérdida, ésa es la desdicha fundacional. Yo no sé si el poeta Homero creyó que los dioses bajan adversidades para que no falten relatos; yo no sé, pero fijate que si te arrimás al fenómeno del arte con inocente optimismo la cosa puede devenir, aparentemente, de lo más alentadora. Un sofista de Tv (recordemos que los sofistas eran mercenarios con pasta de abogados) no dudaría en afirmar el carácter buenamente circular de la unión alegría&tristeza, diciendo que al crear o participar del fenómeno estético, o artístico, uno siente placer, suspende un poco (o mucho) el eventual sufrimiento. Así pues, alguien de pronto se pone triste y no tiene más que acercarse al arte para experimentar olvido terapéutico y cierto goce intelectual o espiritual. Conclusión: ¡Un círculo virtuosísimo! Ojalá así fuera. Tal circuito no existe y si existe cabe sospecharlo de punta a punta. Es que a mí me parece que la desdicha no huye

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cuando el arte asoma; la lucidez que posibilita la conciencia de nuestros dolores, no se oblitera, no se disuelve, se cristaliza... Yo desconozco si hay una justificación última del arte, una teleología. El arte es pasión y juego fuerte. Lo que por ahí no sería tan ingenuo afirmar es que el hombre inventa el Stratovarius y los madrigales para invocar placer, para sufrir menos o Mejor. Sin embargo, nada de círculos bienhechores... Antes de esta anecdótica conclusión, intentaba decir que hoy día la gente (la masa, digamos en honor a Ortega y Gasset) cuando quiere señalar que alguien posee una barba exuberante y regala consejos inútiles no duda en llamarlo filósofo, sea éste un sabio o un desalumbrado que ha mucho no se afeita. Lejos de todo prejuicio multicolor, la filosofía y las canciones, (ya que suena de fondo una de los héroes del silencio) en definitiva testimonian que hay algo más, que hay subsuelos y manantiales. La apariencia no es sincera. OK, admito que a mí no me convence la superficie; alguien me enseñó que la belleza oculta es superior a la aparente. Sin embargo, lo superfluo no siempre está fuera, al contrario, casi siempre la superficie, lo banal, está dentro. En ese rincón donde bailan los engaños. Ahora el juglar lento y borrachín quiere gritar: ¿y

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qué nos queda si deshojamos una rosa...? Ay, creía que la belleza “interior” era una linda superstición, y que sólo las chicas perfectas eran dueñas de la verdadera belleza. No sé si fue después de mirar a una promotora de supermercado, cuando me di cuenta que la cirugía estética moldea una figura pero no puede con la fealdad del espíritu. No existe un bisturí que permita cambiar la fisonomía del alma. Por supuesto que aplaudo a las sirenas que intensifican la ética corporal. Aplaudo a las princesas de la hermosura que van a gimnasios, se implantan siliconas, lucen ropa insinuante y se adornan con perfumes que podrían resucitar momias. Pero yo sé que la verdadera belleza duerme bajo el cielo de una noche persa. No es la altura, el bronceado uniforme o la perfecta simetría de los dientes blanquísimos. Es otra cosa. Yo sé qué es, y, sin embargo, no puedo definirla... Pero te estaba contando que leí algo emparentado con la filosofía; quizás porque otra vez arribé a una circunstancia en la que tuve que cuestionar mis convicciones y un gran número de bravuconadas de terceros y propias. Tuve que luchar contra unos gigantes... Pero eso es harina de otro costal. Vos fijate que los miedosos y los publicistas de la esclavitud recomiendan la

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extinción total, ya no de la rigurosidad del cuestionamiento filosófico o del heroísmo enamorado que busca detener el tiempo, sino del minúsculo pensador, del tipo que no se conforma con la norma mínima. Parecería que dijeran: si todo ya fue pensado antes que nosotros, entonces ¿para qué pensar? Habría que detenerse a pensar lo que constituye a ese <todo>, y por ahí nos llevamos varias sorpresas. Por ahí se descubre que pensar es parecido a sentir y hacerse cargo, y que la ausencia de preguntas es una respuesta categórica: Estás sonado, estás en cualquiera. No es muy difícil razonar que la enérgica inacción derivada del hábito de consumir ideas premasticadas origina multitudes de palurdos y una vida interior desprovista de fuerza y atractivo; así, la imagen de las pantallas y la fragmentación de todos los discursos que llevan de un lado pa` otro (en una suerte de malambo esquizofrénico) opera en las conciencias y va dirigiendo la capacidad crítica a un estándar que es pura flaccidez intelectual. Aunque lo peor, me parece, ocurre cuando uno empieza a entender lo que subyace en los mecanismos que posibilitan el pensamiento; tales mecanismos retroactivos, sospecho, sólo garantizan un dolor más profundo

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que el anterior. Y no se puede volver atrás. Es decir: antes estaba desahuciado porque no entendía, ahora estoy desesperado porque empiezo a entender. Y ya no puedo más que preguntarme... ¿Qué hago con tanta tristeza? O debería preguntar ¿qué hago con tanta soberbia, con tanta ceguera? La cuestión es profunda y reclama cierta madurez. Así y todo, la verdad inmediata es que estoy asqueado de que por el mero acto de saberme adolescentón, posea, intrínsecamente, el derecho inalienable de mandar karaoke de mil consignas que son pura necedad pop, de ser cliente de una culturita edulcorada que ya no da para más. Es aburridísimo que nos amparemos en la antigua y anquilosada condición de adolescente rebelde para ser un imbécil full time. Estaré avejentado, o algo parecido, pero la juventud que me venden, bien se parece a la idiotez absoluta. No quiero ser joven si ser joven implica ser un frívolo, un pelotudo con licencia para estupidizar. Seré filantrópico: MierdaTV es una mierda. Todo fascismo es una mierda. Los nihilistas son una mierda. Yo soy... ¿Qué, Quién, soy? Tengo que pensar y seguir bebiendo. Leonardo, Leonardo Da Vinci, escribió que así como el hierro se oxida por falta de uso, la

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inactividad destruye el intelecto. El ta-te-tí no es la solución. Si quiero abrazar un color diferente, sentir algo que se parezca a la verdadera libertad, no puedo admitir lo que me encajan como si fuera una gallina o un esclavudo, recetas idiotas y recomendaciones que no tienen nada que ver con mis extrañas, extrañas inquietudes. ¿Qué es lo que busco? La verdad que no lo sé. Me parece que no Busco, acaso no tengo la indispensable capacidad de asimilar todo lo que hallo. Y, de nuevo, es menester admitirlo: no sé qué hacer con tanta tristeza. ¿Cómo hago para entender las desgracias de todos los días? Tal vez el siguiente cuentito, que me regaló un hincha de Atlanta, sea una buena noticia: El maestro golpeó la puerta de la sabiduría durante mucho tiempo, golpeó años y años, y años y años. El maestro –me dijo el judío– golpeaba desde adentro... Es demasiado obvio que no soy ni aprendiz de sabio ni nada que se le parezca, a lo sumo un tímido exasperado que siendo tan chico ya perdió algunas saludables supersticiones. Advierto que no soy escéptico. Digamos que traté de iluminarme con algunos libros, y terminé con el corazón inundado de sombras. Conocer fomenta la soberbia, el error. En fin, estaba contando que tomé coraje, largué el

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agua mineral y puse cara de estar reflexionando acerca de mis propios pensamientos y sentimientos. Ahora me doy cuenta que lo hice menos para encontrar una respuesta que para saber quién era el que preguntaba. ¿Por qué preguntaba? Era asombro, el asombro de no entender. De no seguir entendiendo... Como podrás imaginarte, el resultado de este proceso no fue para nada feliz: hice que me buscaba y cuando me encontré, me encontré muy solo. Perdido de mí. Y ese mí soy yo, y ese yo también es todos los demás.

II

Asimismo sería fatuo afirmar que si en medio de este viajecito me fue dado ir entendiendo algunas cosas fue porque a cierta altura incomoda bastante soportar viejas mentiras o explicaciones fáciles. Mirá, yo desconfío de lo simple; si hay algo simple que valga la pena en el mayor de los casos encierra complejidad. Conste que no me gusta lo complicado (jamás sinonimia de complejo) ni mucho menos lo extremadamente sumario. Quiero lo conmovedor. Y si lo conmovedor viene sin complicaciones, hay que gritar ¡Bingo! Eso sí,

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una cosa es la complicación y otra es la elegancia... Ahora digamos quel experimento que viví, y en parte continúo, no fue hijo de la elegancia sino de la irritación. Presentí que mi malestar también era alimentado por mi propia deslealtad. Quizás yo hice lo que supe condenar... Quizás era yo el que repetía formulas y pensares elementales; quizás era yo el que miraba demasiada televisión. ¿Y si repito mi manera de pensar, quién puede decirme que no estoy copiando mi manera de sentir? Peor: ¿Quién me asegura que lo que siento no es una venganza propia de una psicología oxidada o seudo punk, hacia los mandatos, hacia el canon de lo que yo debo sentir? Herr professor, limpie ese polvillo y dígame lo que opina: ¿Neurosis con restos exogámicos?, ¿demasiada bossa nova?, ¿fetichismo bilateral? Basta de pavadas, en serio, parece una obviedad pero es preciso tener presente que si uno olvida lo que “debe” buscar seguro va por el camino equivocado (el debe no lo dicta el “haber”) Pf, sería mejor que renuncie... Y bueno, hasta puede importunarnos la trágica idiotez de elegir pensando ya no en la propia condición sino en virtud de aquello que conforma el estereotipo, la falsa personalidad, lo que recomiendan los otros y el “sistema”. Muchas comillas, esto huele a

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podrido. Pero me tapo la nariz y supongo que si voy por la vida sin originar algunas modificaciones en mi propia concepción del mundo, seguro que la pobreza de lo cotidiano va a ganarle a la libertad. Por ahí andaba Garay... Es que en ese ánimo de búsqueda y pretendidas resignificaciones me di cuenta de una pobreza espiritual que, si bien se manifiesta inofensiva, es peligrosísima y contamina y daña hasta los espacios más sagrados... Fijate que recién me referí a lo cotidiano y a la hipocresía, voces que adornan la fiesta del aburrimiento. De acuerdo, está bien declararle la guerra a la hipocresía. Pero hay que tener cuidado. Huir de los gustos farisaicos (los fariseos eran una secta de la hipocresía, como los abogados) reclama sinceridad; OK, seamos sinceros, pero sabiendo muy bien que los nuevos adalides de la sinceridad son asquerosos de panza afuera, psicópatas de medio pelo, envilecedores de lo mejor y, al fin, campeones de la mezquindad. Yo brindo por que se reduzca el perímetro del conservadurismo pacato. Pero no confundamos: andar puteando todo el día y ofrecer un espectáculo de miserias publicadas creo que no es garantía de sinceridad, sino más bien de una altísima bajeza. Es tan obsceno como esos

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modernosos de remilgos victorianos... Mejor volvamos al principio. Te decía que la experiencia de entenderme a mí y a lo que me rodea y me conmueve, aunque te suene algo extravagante, la llevé a cabo con ayuda de la Filosofía (es muy sencillo desconfiar de la razón) y la Poesía... Así como pululan chiflados asegurando que hay verdades filosóficas, también existen verdades científicas; del mismo modo que hay verdades poéticas. Tales verdades no se niegan. Pero tampoco se quieren entre sí. Son muy lindas las tres, sin embargo una es bastante bataclana. La ciencia y la poesía puede que sean dos pitonisas por donde colegimos la vida. A mí me gusta sentir el pensamiento, y perseguir algún milagrito. Por eso intento mirar a través de la poesía; por eso anhelo el Arte. ¿Quién puede rimar el universo o el milagro del amor si no es con el pulso de la sensibilidad? Ahora acordemos que la filosofía y los artistas realizan actividades insoportables para los mezquinos. Estos últimos prefieren la pereza del corazón y del pensamiento, porque dicen que así están bien. Yo no les creo (una lombriz tendría una excusa mejor). ¿Tengo derecho a decir eso? No... Sin embargo pienso, pienso que la gran disimilitud entre el artista y el mero intelectual, el

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aprendiz de filósofo, está en que el primero es más encantador: Imagina, crea; pero hay en él una especie de razonable censura que corrige al artista. Sería así: la razón –propia del intelecto– corrige a la pasión, a la impetuosidad artística, la pule... El gran repartidor de aforismos asegura que fue Goethe quien dijo Pensar es más interesante que saber, pero menos interesante que mirar. Lo dictamino: el arte es mirar minuciosamente para adentro, o para allá... A propósito, cuando por ahí cito una frase que pertenezca a cierta figura literaria no es para cancherear, haciendo gala de erudición, vindicador del carácter neurótico, coleccionista de clichés o pedantería de ocasión. Aparte de añadir una pizca de autoridad a lo dicho por mi notable inexactitud, ensayo un saludo desde lejos a la sombra de algún maestro que el olvido no dejó caer del todo en el abismo del pasado. Lejos de Montaigne, saludo a ciertos nombres heroicos que, en una de esas, iluminan o mejoran algunas de mis oscuras apreciaciones. También quiero aclarar que si me inclino un poco hacia el pasado, buscando actitudes poéticas o interpretaciones artísticas, no lo hago en virtud de que me hubiese gustado vivir en esos tiempos. Estoy seguro de que la mejor época es ahora. Al

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menos vivimos mucho mejor que, por ejemplo, en la mágica edad media. (Si bien este país no es precisamente El ejemplo.) Yo qué sé... hay calefones; no te morís de una fiebre tifoidea; aflojó la crueldad incesante; hay motos todo terreno; también existe cierta libertad de expresión; la comida es más variada; las damas son más lindas que nunca, estás Vos... En fin, es evidente que si nos dejamos llevar por las mejorías modernas y soslayamos la actual miseria del mundo (la mitad del planeta muerto de hambre) seguro arribamos a la feliz conclusión de que poseemos mucho más confort que antaño. Pero aunque los cánones difieren creo que aún prevalece, y quizás con mayor fuerza, la incomodidad espiritual, la autodestrucción y la sed metafísica o artística. Entiendo que pertenezco a una cultura que ya olvidó de dónde viene; una cultura en que los cualificados son tipos con radares, tomógrafos y telescopios enormes que se han quedado viéndole un lunar al universo. El especialista de hoy es un pobre tipo. Oh, gente competente... Era inevitable, era inevitable la disociación; pero el pato lo pagamos muy caro. Por lo demás, yo creo que hoy la decadencia no es terminal; se puede hacer una revolución en la vida

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de todos los días, en mi propia vida... Pero sólo deseamos, deseamos que mañana sea distinto y no hacemos absolutamente nada para que ocurra. La falta de abstracción se confirma los domingos a la tarde. Pero, ay, mejor dejémonos de recetas demoledoras. Si bien promuevo la paradoja, en tipos como yo se configura el futuro: no podemos insistir en el error colosal que nos irá tornando más insensibles y estúpidos que nunca. La insensibilidad y la estupidez crean un caldo de cultivo donde el dolor es continuo y exponencial. Y la miseria no va a parar, lo sé, pero tengo que impedirla en mí, para no enriquecer con más pobreza e ingratitud a un mundo lleno de maldad. OK, lo triste es que haga lo que haga <todo> seguirá su curso. Sin embargo, no puedo no hacer nada, no puedo fomentar, indirectamente, la desaparición del amor. Dije que prevalece la incomodidad espiritual, la autodestrucción y la sed metafísica o artística. Y estos apetitos, vacíos o incomodidades hoy son curados con sahumerios orientales; simpáticos terapeutas que escriben manuales de autoayuda en complicidad con chapuceros del Brasil; revistas alternativas; Dvd´s; DJ´s y festivales de rock salame para descerebrados. No es ningún hallazgo señalar que

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esa misma comodidad generada por los avances de la modernidad tecnológica colaboró para que la sensibilidad de los pibes devenga en una recepción cada vez más pasiva y mecánica y, por obvio efecto, en puro bastardeo. Fijate en el lenguaje, la estructura del lenguaje de un solo flaco evidencia el destino de toda una generación. Una generación tirada a la basura… Yo pienso que la revolución mundial que representa la informática desempeñará un papel atroz en la cultura de la bobería. Habrá comunicación instantánea, al mismo tiempo que la velocidad sináptica, pero esas comunicaciones serán expresiones de un vacío horroroso y multiforme. Enlaces de naderías, de pavadas domésticas, huevaditas inalámbricas hechas para el olvido... En la barriada occidental ya está instalado (hace más de dos siglos) el valor, hoy desmesurado, por el cual sólo es grato lo súper efímero y la simplificación, la novedad que devora a la novedad anterior. La pendejada malcriada odia todo lo que no sea ya. Y cuando es ya, ya no sabe para qué. No se trata de ser apocalíptico o moderno, se trata de enfrentarse con una noción matemática: a mayor vacío, mayor velocidad. Pero no intento un análisis de la cultura tecno y mucho menos voy a situarme en exégeta

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del Armagedón. Mucho menos, digo, cuando adivino en mí cierta nostalgia futurista. Van a pasar cosas alucinantes. Sin embargo, por ahora la fidelidad y la perfección de lo digital me atrae pero sólo si son amplificadoras o fondo de la belleza humana. En fin, las animaciones en flash jamás serán arte… No nos engañemos. La vida es una sola. Prefiero pensar en el Amor. Y no reniego de la tecnología bienhechora, calculo que no es muy lógico someter mis anhelos a una máquina. Sí, yo mandaré mucho e-mail, estoy seguro. Pero intuyo que la chismográfica internet es el principio de la destrucción del individuo interesante. Se crea un nuevo sujeto que menosprecia lo realmente significativo; un sujeto que sabe que es nadie y confía su vida a una trama que lo utiliza como nodo de una serie interminable de indiferencia, soledad y negación rotunda de un solo hecho trascendental. ¡Adiós Individuo! Bienvenido Cliente. Y vamos a estar todos (los que no comamos de la lata) conectados, ¿pero para qué? Hay que prepararse: no tengo dudas que habrá más dolor que nunca. Vamos, la locura en los grandes no debe quedar sin vigilancia… Y puedo parecer un profeta que llega tarde, pero es justo seguir con la repetición al cuadrado: internet

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además producirá, lejos de lo que se cree, un debilitamiento pavoroso. OK, es el invento más innovador y facilitará un volumen extraordinario de experiencias compartidas, pero las predilectas van a ser rutinas a la altura de cualquier imbécil que se jacta de su cruel imbecilidad. Lo que se va a democratizar es la atrofia consuetudinaria, la idiotez del hombre medio, desleal y mezquino. Ese hombre medio que ya exhibe un pensamiento simplificado porque su pensamiento es hijo de un lenguaje simplificado hasta el vértigo. Para democratizar hay que simplificar, esa es la gran trampa de toda democratización; promueven indagaciones de seis minutos, promueven que nadie se esfuerce por entender los mecanismos que determinan; y entonces el monopolio lo tienen los dos o tres que saben manejar esa data. ¿Y qué quieren esos tipos, esas corporaciones? Que nadie les joda el negocio. ¿Y cuál es el negocio? Venderte la ilusión de que tu vida no necesita de ninguna exigencia. No te gastes en comprender –me dicen– yo pienso por vos, hasta yo siento por vos... Parece que hay nuevas razones de estado. Disculpame, sé que estoy alejándome del tono íntimo. Te pido que si algo no te gusta lo taches, o si querés arrancá las hojas que resultan

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aburridas (¡no te entusiasmes que nos quedamos sin obra maestra!). Dale, así Charla con la Musita lo hacemos juntos. Por favor, subrayá algo que te guste o no, escribí un comentario al lado... modificá lo que quieras. Será la última oportunidad de hacer algo entre los dos... Vuelvo al tema de la conformidad-confort. Por ejemplo, a mí tal vez me resultaría re cómodo escribirte utilizando una forma todavía más sencilla, menos inicua. Pero hay ciertas variaciones del mínimo pensar y del sentir que reclaman, que necesitan de mínimas variaciones expresivas. Y por otra parte no me interesa hablar con vos de un modo más prosaico. ¡Vamos!, Charla con la Musita no te lo puedo escribir a la bartola. Pienso que si te hablara como si estuviese redactando algo muy literario, llegaría distante y aun más acartonado. Y hablarte con la elegancia de un barrabrava digamos que tampoco sería lo ideal. Intento, pues, una mezcla media rara, como si fuera un abrazo entre lenguaje literario y charla informal. Así, de vez en cuando, puedo hablarle a la Musita y dirigirme también, de un modo más sencillo, a ese ángel camuflado que trabaja en una panadería de Burzaco, ¿o era en un jardín de Lanús?

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III

A propósito de empleos: hay quien imagina que el precitado Shakespeare, de chico, laburó en una fiambrería; sí, sí, ya sé que después se consagró a los negocios inmobiliarios. También es verdad que para bancarse los largos viajes el Apóstol Pablo confeccionaba carpas, tiendas de campaña. Por su parte, el divinal Whitman (retraído y semi-virgen) fue aprendiz en una casa editora. Con esto quiero recordarnos que la admiración de figuras excelentes puede prescindir de la minuciosa biografía. Al hablar de tales preeminencias, la verdad es que ignoro si hoy puede recomendarse aspirar a ilustres destinos; fijate, ya que estamos en un país de continuas elecciones, en los que ahora exigen un nuevo contrato social basado en una moralidad conspicua: esa gente parecería desconocer las mayores catástrofes de la historia... En fin, creo que para ciertas materias únicamente nos quedan buenos deseos. Ojalá que la política del porvenir ya no sea el chanchullo de homicidas impersonales que siempre miman las terribles ganas de una saludable fumigación. Ojalá –como recomendó un bolchevique– no se transforme la impaciencia en un argumento teórico. Ojalá no

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perdamos de vista a los nuevos iluminados: la supermoral es una espada de doble releje. Ojalá que no confiemos en los peores. ¡Basta!, ¡Basta de política! Yo no quiero hablar de eso. Yo sólo sé que debemos Soñar. Tenemos que soñar despiertos. Sí, es un mandato. Y no está bien soñar con pavadas, no está bien conformarse con sueños de dos mangos. Aparte digamos que los mangos son para mantenerse, para saldar lo debido, pero nunca para ganarse la vida. La vida es un regalo, musita. Sé que hablar del sentido del “trabajo” es algo harto delicado, en estos días, en este país, lleno de ganas... Voltaire, sindicalista del mecenazgo, entendió –sin optimismo– que el trabajo evita tres males: el ocio, el aburrimiento y la pobreza. Yo pienso que los laburos por ahí son inevitables pero lo importante, por lo que hay que luchar, repito, es por los sueños, el amor. Esto es lo bueno de serte fiel... De acuerdo, el ángulo de la realidad configura los ideales. Mmm, no está muy lejos de la teoría escarlata decretando que el ser social es lo que determina la conciencia, y no a la inversa. ¡Qué buen antecedente del determinismo blindado que pretende explicarlo todo y ni siquiera puede con su genio! Utopistas (no utópicos) y dictadores aparte, creo que hay determinaciones

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pero no dejan de ser misteriosas; creo, además, que el mero hecho de que alguien trabaje en vialidad es algo habitual, como cualquier faena, pero la tragedia se patentiza cuando adentro de la testa en vez de cerebro el pibe tiene un cascote, y a cambio de alma un pedazo de hormigón armado. Uno puede trabajar en una modesta pizzería del sur o en una lujosa oficina junto al río, pero de ahí a que la vida se agote en una propaganda de estupidez hay una distancia enorme. Ya se sabe: el lujo y la miseria son dos catástrofes. Vivimos en medio de esas dos catástrofes, que son una y cada día más bestial. Ahora recuerdo que teníamos un disco rarísimo de un loco que cantaba: clase-media-nunca-más... OK, admiro a esos pibes con mirada de buen guerrero que se levantan a las seis de la mañana para ganarse el pan, y no a los nenes de mamá. Yo entiendo a la perfección que las personas no se alimentan de la caridad del aire; lo que irresponsablemente subrayo es que el empleo, la carga, debería ser un medio no un fin. Y convengamos que no es muy ético andar conformándose con un sueldo, casarse con una tarada de Villa Devoto y engordar como un ciudadano burgués. ¿O sí? ¿O ahí está la

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tranquilidad? No, alejaos de mí. ¡Jamás, jamás! De en serio, Tenemos que Soñar, Musita. El alma no marca tarjeta. Es así... Yo sólo quiero volver a vos… lo otro, lo demás, todo será añadidura. Sí, y será que mejor desconfiemos de las garantías, desconfiemos de las garantías todo el tiempo. Si bien hay unos errores (soy chiquitín) tengo valioso material para ir afirmando que en el amor lo que empieza a contaminar es eso, la idea de una especie de garantía que se desprende del saber que somos queridos; y como ya entramos en el paraíso, por ahí empezamos a descuidarlo, olvidando que la salida es mucho más factible que la entrada. Merezco algunos exilios... Pido disculpas y cambio de tema y aclaro que soy consciente de que si le escribiera todas estas páginas a una chica “de tu edad” de seguro recibiría muecas de rechazo, por no decir un justificado patadón. Pero si hubieses sido una chica “de tu edad” acaso jamás te escribiría todo esto. Por suerte vos sos Vos y por desgracia Yo soy yo. De acuerdo, no es apropiado hacer estas aclaraciones que están de más, pero me sirven para no olvidar la realidad y hasta que punto soy un mal poeta. Ya que vibra esa palabra, poeta, quiero compartir con usted otra consideración

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acerca de la poesía o más bien lo poético, algo artificioso y rebuscado (suelen asegurar la gente práctica y los amantes del buen gusto actual). Creo, Musita, que la poesía es el mejor espejo y vive en muchos gestos: Yo miro el cielo de una noche clara y no veo, o mejor, veo más que puntos brillantes: ahí titila belleza. El azul, el celeste profundo del cielo es más que la combinación de hidrógeno y oxigeno mezclado con vahos raros, es Vida; es el beso del infinito. Contemplar un jazmín o leer una poesía de Alfonsina Storni regala una caricia que, a pesar del desasosiego, nos aleja de la decepción con un sonido claro y suave. Mirá, hay un artificio que en la antigüedad se usaba para estudiar el movimiento de los cuerpos celestes, se llama Astrolabio; yo no sé si ha de servir pero quisiera uno: solamente para tenerlo como adorno y mirarlo de vez en cuando... Seré diáfano: A mí me gusta pensar, esta vez como a otro amigo, que las constelaciones son héroes y personajes griegos inmortalizados por la maravillosa literatura, y no la consecuencia del caos originado por alguna oscura mitología de Estephen Hawking. Por suerte (azar) estoy convencido de que el mero hecho de vivir, de mirar y escuchar la lluvia, de sentir a la música

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como acariciando el pecho, no es más que una infinita poesía. Esto asimismo me recuerda haber leído una entrevista en donde Bioy Casares recordó que debíamos estar agradecidos por todo. Como se ve, un optimismo heroico…. Pero volviendo a mi entusiasmo, a mi pretendida lealtad, tengo que admitir que por ahí estoy confundiendo poesía con belleza (hablo de poesía como símbolo de conmoción, no como género discursivo contrario a la prosa). En fin, belleza y poesía en un punto se confunden; es que digo poesía y pienso en vos, en tus labios. Tu boca tiene el sabor de una canción azul. Tus labios me justifican. Y usted sabe que uno, cuando ya no entiende nada, apoya la frente sobre los barrotes de la ventana y de pronto viene algo antiguo y ajeno; se inundan los cuencos del alma con una plenitud de mar. Es como si fuera la inmensidad atrapando los sentidos, demasiada belleza, sutil y verdadera demostración de una caricia infinita que dura unos instantes… Y todos estos colores, el aroma de tu cuello tibio, la música, Después el horror, después un grito inevitable recuerdos soledad pura conciencia, el corazón perdiéndose en un pozo negro, en el desamparo... Siento la

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sombra de un ciego, siento el mito de los nórdicos: miel y sangre, una vasta poesía.

IV

Empieza el cuarto capítulo a todo pulmón donde un salmón (soy como Andrés, pero al revés) ahora evoca: Río que vienes de lejos, ¿por qué es turbia tu corriente? Mmm... Digamos que lo poético no tiene mucho que ver con ir escupiendo rimas rápidas o aguantar a un neurasténico recitando a Calderón de la Barca en un taller de literatura (institución sospechosísima, conjeturo). Y la noción de poesía, digamos, sentimental –viva el pleonasmo– como se hace creer en los recovecos documentalistas y en los suplementos ad hoc, no abarca solamente las exageraciones del periodo romántico, que dicho sea de paso no tiene nada de novela panameña o jingle veraniego. OK, supongo que ya quedo asaz clara la tamaña injusticia de no asociar lo romántico a Byron o a Chopin, sino a la sensiblería fácil y al culebrón de la tarde y mate con yuyo. En este punto hay que admitir que el tipo que no está acostumbrado al arte, la poesía o cualquier disciplina artística, le resulta indiferente o “careta” con facilidad. Yo creo que mucho más

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careta es el chabón que se refugia en la comodidad, cualquiera que sea. Y el polichinela que asegure que los artistas son inocentones buscando la evasión, también se equivoca de sobra. ¿O no, o el arte acaso es evasión pura, evasión dentro de la más sórdida no-evasión? Seguramente vos, Musita, algún comentario desdeñoso habrás soportado siendo que además de coquetear con la pintura te gusta mucho la dramaturgia. No le hagas caso a los irrespetuosos... A propósito: si te conmueve la vieja comedia del arte podrías ensayar el papel de Colombina, en italiano quiere decir paloma, palomita... Ay, dónde fuimos a parar, estimado arlequín. Decías al principio que deseabas escribirle cosas lindas, en honor a ella, que intentarías arrimarle algún sentimiento o idea atractiva, algo que se parezca a la Musita, y bien que no lo estás consiguiendo; si, no lo estoy logrando y encima complico las cosas. Pero quizá se debe a que da bronca como el egoísmo, propio y ajeno, perjudican la belleza de la vida. Máxime cuando esta belleza se manifiesta indiscutible cada muerte de obispo. Tómese un respiro, que ahora me doy cuenta que tengo más quejas que una vieja... Pero guarda que la cosa no tiene nada de

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chistosa. No es broma y hay que saberlo hasta el cansancio: la sociedad, el sistema, el gran leviatán, el Mercado, llamale como quieras, tiende a envenenarnos. Se nos induce, ya no a vestirnos y hablar de idéntico modo, sino directamente a valorar lo nulo. Así pues, la mayoría de los pobres pibes (como yo) rechazan lo conmovedor y se guían por esclavos que son auténticos mercenarios. Parece inevitable, fabrican a la gente. Le dan forma y contenido para venderles mentiras todo el tiempo. Es asqueroso. Fijate que hay una extraña predilección por lo que produzca modelos de conductas. La idiotez identifica y abraza lo que le otorga una supuesta personalidad y un status, pero lo hace a un costo muy alto. Eligen y promocionan lo peor de lo común, lo que hacen los demás “porque está bueno”. Enaltecen figuritas vacías y despreciables. Y esta vulgaridad consumista es la que impone la reglas de juego, la que dictamina dónde está lo cool. ¿Pero de qué o de dónde se nutre ese chabón-masa que aplaude la altísima bajeza; cuáles son los argumentos que utiliza para fijar este o aquel modo de ser? ¿Qué valora el chabón-masa, qué privilegia? Sí, me parece que alimento al monstruo sin saberlo. Y entonces es muy fácil imitar lo que el chabón-

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masa glorifica; así, por ejemplo, la asimilación de los valores de la multitud idiota me garantiza no hacer el ridículo nunca... Nietzsche dijo que el hombre débil ama la masa y el fuerte tiende a escaparle. (Esto, lo sé, no es una guerra contra el cliché.) Nietzsche, o Zoroastro, también dijo que uno es la caricatura de su ideal... Sí, dogmas duros homenajean al resentimiento y al fastidio. Y ya sé que es complicado pero hay que bancársela, por más que moleste y hasta petrifique saber que en algún punto busqué lo peor que traía la masa; hay que bancarse la sospecha simpaticona murmurando que durante un largo, un laaargo trecho uno será la caricatura de su ideal. Mas ¿cuál habrá sido la intención de ese mitógrafo godo al disparar su poderoso venablo? ¿Vindicar los arquetipos platónicos? Indigente anticristo, no era “eulógico”. Por mi parte, yo agradezco la gran influencia de mis mentores. Cierta literatura, cierto estilo, imita el vigor de un hachazo en el mar. OK, no tengo que demorarme con los enemigos (para contradictorio ya está uno) y tengo que ser menos malo, tengo que resistir; mucho más fácil y rápido seria condenarse... Y, de una vez por todas, entender que las recomendaciones posmodernas del divertimento se articulan con un mecanismo

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de eliminación o depuración de quien se atreve a negar la legitimidad del discurso del chabón-masa. Por lo pronto, ese chabón que reniegue ser chabón-masa de seguro encontrará cierta soledad, un castigo ejemplar, existencialista. El espíritu de la masa (que hoy suele jactarse de estar más allá del bien y el mal) no lo puede asimilar porque la aceptación conllevaría aceptar, intrínsecamente, un valor destructor, un pensamiento peligroso, un germen, un vector que, a la larga, determinaría el fin del chabón-masa como institución indiscutible y omnímoda. No es difícil prever que mediante una serie de coordenadas directas e indirectas, el chabón-masa propende a la eliminación total de un discurso que demuestra la ruina de unos pseudo valores que son los que aglutinan al chabón-masa y avalan toda su pelotudez. Por eso no hay que exponerse demasiado e ir sabiendo que el enemigo principal es uno mismo. ¿Soy un chabón-masa, soy un superbestia? La única forma de saberlo es formular esta pregunta: ¿Cuántas horas puede uno aguantar sin hacer nada; perdiendo el tiempo, quemando el presente irrecuperable…? En realidad el chabón-masa, cierta variedad digamos, prefiere no preguntarse nada de nada. Tiene todo ya pensado y se rige por

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el principio de memez. Está muy conforme con su modo de ser, mejor dicho, con lo peor de su modo de ser, con su extraña voluntad. No necesita nada ni nadie superior, es su propia fuente de sabiduría. Sí, el enemigo principal es uno mismo; primero hay que vencer a ese tirano. Y mucho cuidado, seguramente es como dice el maestro: más allá del bien y el mal, está el mal. (Incluso para los ateos corrompidos y “librepensadores”, para el bocafloja de turno, el profundo problema de la ética, del bien y el mal, siquiera es una elección de orden estético. Me niego a debatir: hoy confunden Aureola con Fe...) OK, evitaré el abuso de apotegmas, pero no prometo nada. Evitaré, asimismo, seguir abjurando del chabón-masa. ¡Vamos! ¡Hagamos, Vivamos! Y al carajo con la autoestima, examen erróneo, al carajo con los tests de sentimientos, y con Narciso y Emma Bovary, al carajo con las agudísimas clarividencias del señor Adler (el de los quesitos no, el otro: el enemigo del psicologismo pansexual). Sí, mejor ser uno mismo y recobrar la calma y seguir con el detalle de un ejemplo peregrino expuesto por este adolescente con ínfulas de opinante. Veamos, de modo básico... Si a mí me gusta una flor, me conmueve su perfume,

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¿tengo que pedirle opinión a otro? No, y más aún cuando “el otro” suele ser un egoísta inexperto. Extraño: un hombre ve a una mujer y esa mujer le parece atractiva; si pide una opinión sobre algo tan íntimo, es un haragán mental y un dudoso. Porque en el supuesto de que la mujer también le guste al otro tipo, lo único que consiguió es confirmar su enérgica inseguridad; y, por el contrario, si le dicen que es “fea” lo que logra es que si antes le gustaba, ahora su perfilada personalidad hace que le guste un poco menos. Perdón, pero es que todo el tiempo rondan ¿qué te parece, está buena la fulana, no? OK, sólo en medio de la más honda miseria intelectual podría ser formulada esta duda: ¿Hay necesidad de pedir avales sobre asuntos que tienen que ver con la parte más íntima del individuo, o será que la clientela carece de gustos perfilados, de identidad, y es por eso que necesita permanente del otro que lo legitime? En el fondo, lo sé, estoy cuestionando la genealogía de mis propias certidumbres. ¿De dónde vengo, a qué valores replico, cuánto hay de arbitrario y deliberado en la formación de mi singular idiosincrasia?

Vanidad de Vanidades, todo es Vanidad.

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Mientras tanto acordemos que vamos por un mal camino, donde ya entrados los cuarenta, la dama y el caballero cool se sustantivan merced a los altos veredictos del otro vecino chismoso. El cabezota de balde jamás se arriesga por nada, depende del otro que le asegura qué está bien o qué está mal, qué es lo atractivo y qué no. En fin, es un remedo raro, alguien imitativo para mal: no tiene densidad, para dicho ejemplar muchísimo depende de la envidia o el resentimiento incurable. Está lleno de esa gente, esa gente es la mayoría. Quizá por eso el barrio se ha vuelto aburrido. Por eso tanta reunión de perejiles comentando indiscreciones, haciendo chistes de cuarta y vamos al shopping a comprarme una gorra de felpa negra que me hace re piolón y de paso pedime una hamburguesa chica de carne de pato... Hay un desierto cultural espantoso y muy concurrido. Viene de arriba. Pero la carencia generalizada no es producto de las importaciones o casualidades, responde a la extraordinaria falta de reflexión; a que el chabón-masa (vaya a saber por qué determinaciones exógenas y propias) nunca le otorga verdadero interés a la obra de los mejores y mucho menos a la profundización personal. Otro ejemplo de cómo la miseria, la guita y las pantallas domestican

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los destinos, y van... Se puede objetar que mis dictámenes agotan las formas del egoísmo; si, pueden decirme que tengo que oír a las amigas que me quieren bien; pueden decirme que es muy válido pedir consejos (estoy de acuerdo), pero de ahí a que las emulaciones paliativas tiendan a suplantar los sentimientos o los pensamientos, mejor dicho: de que otro piense o sienta por uno, hay (preciso es decirlo) un abismo del tamaño de la India. Lo repito, es casi tan ridículo como solicitar consejos referidos a mi gusto; es decir: ¿che, qué te parece, me gusta más la cerveza negra o me cae mejor la rubia? Hablando de morochas y rubias, sumo a esta cadena interminable de insuficientes ejemplos otro que viene como anillo –de bodas– al dedo. Aunque parezca increíble pude conocer a varios papanatas que tienen una minita para humillarla frente a desconocidos y casi nada más. El apasionante mundo de la yunta da para hablar largo y tendido, sobre todo tendido… pero hay una cosa que ahora quisiera mencionar: cuando salía y estaba con amigos, observaba, a veces acompañado por una reprobable desconocida, como ciertos especímenes eran quizás tan desdichados como yo. Esas personas que están con otras por estar, mejor dicho, por el

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miedo a quedarse solas. Yo todavía no practico ese baile feo. Tampoco practico ningún instrumento musical, pero sé que hay una notación para piano llamada <Legatto>; consiste en que el diletante que está dándole a una tecla pulse la próxima y sólo entonces suelte la que estaba tocando. Esto, se ve, es otra de mis analogías menesterosas: el tipo o la mina están con una persona y hasta que no se presenta el seguro reemplazo no la sueltan. Ay, nosotras somos tan malas que utilizamos al otro como si fuera un adorno, o un perro salchicha. Ay, sí, suena feo pero es así...

V

Bufonadas, aparte que no corregirá mi mano, pienso que la única manera de exigir libertades, es liberándonos a nosotros mismos, en todos los órdenes. Creo que en esta sociedad (Uf, ¡parezco de la jodida liga de amas de casa!), y probablemente así fue siempre, como que la gilada se mueve en círculos. Estoy seguro de que la monotonía no es un invento de estos tiempos, lo

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que sí aparece como un hecho nuevo es que la gente se encuentra más sola que antes; y se aburre mucho o se divierte, sospechosamente, demasiado. La vida es insulsa cuando no hay ternura. Entonces los que tienen la posibilidad de no arruinarse en una esquina suelen optar por locales aburridos, nimiedades que promueven el palazo punk y esa infaltable novedad de las lucecitas digitales. La experiencia del rock ya es una antigua novedad. Y la gente ya no sueña. Y está más sola, porque le sobra, precisamente, más tiempo libre. Es curioso... Conozco a pibes que en vez de vivir, el fin de semana se quedan encerrados con una jodida computadora, y a otros que por no aburrirse o aguantar la decadencia eligen la cerveza y el veneno adulterado. Bukowsky vomitó que hasta para ser borracho se requiere de talento. Pero el “talento” no tiene demasiado peso y hasta puede que sea un prejuicio. Hay que hacer y hacer (lo que no hago). Y la anestesia anestesia, los ‘70 son historia, los microchips nos apestan, los dogmas han fracasado. Para colmo, por doquier, los insensibles dan cátedra, la opresión del consumo, el psicoanálisis atomizando al victorioso y desactivando histerias masivas; exégesis culturales

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despachadas por periodistas que investigan envoltorios de huevos frescos; sectas, criminales y psicópatas; mentiras en órbitas geoestacionarias, desolación, caos, presión, guita, guita, falsedad, vidas perdidas, un trillón de pavadas a escala mundial... Sólo un misterio permanece inalterable y siempre luz, siempre flor, siempre nuevo: El Amor. La vida es una cárcel hecha de sombras, sombras del futuro y el pasado; hay que saber que es Ahora, liberarse con humildad. Ofrendarnos al ser amado. Encontrando el perfume que nos vivifique el infinito presente. Encontrar y no olvidar que todo está construido en el viento. Amor, y tal vez arte. Y digo esto pisando un manojo de sahumerios, alejándome de seminarios de chapuceros hindúes, rompiendo con un fierro un museo de industria finisecular. Pero tengo vocación de aguafiestas y por eso ahora me digo que no reivindico el gobierno de la tradición, ni los clásicos; siento el vértigo de mi centro psíquico, el desvarío donde conviven ecos de violines medievales y cadencias electrónicas. Esto es complejo, mejor dicho complicado, y proyecta confusión, y esa confusión me hace pensar y eso me lleva escribir eso. Y si yo leyera eso me escupiría: ¡También soy megalómano! Mientras se

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diluye mi Rivo* anti posmoderno, sigo diciendo: Hoy todos somos polemistas, hoy el domingo a la tarde es el día del aburrimiento; la gente sin sus trabajos y obligaciones, al que por otra parte juran detestar, se siente vacía... ¿de dónde vendrá ese vacío? La respuesta es que el vacío no viene, el vacío ya está; lo que se hace es atiborrarlo con horarios, responsabilidades y preocupaciones, muchas de las cuales, sin duda, son superfluas y accesorias. Vamos, el tiempo libre lo aprovechan para crear nuevas rutinas, nuevos círculos que siguen siendo aburridos, grises. Y así no va. La vida sin problemas es –cantó samael solari sioux– matar el tiempo a lo bobo. Si esto es así, no es en verdad vida. ¿Qué es la vida, Musita? ¿Es racional…? En fin, digamos que me resulta muy extraño ver como un “piola” que trabaja cinco o seis días a la semana, sometido a una rutina especifica, los días o el tiempo restante lo aprovecha para subirse a calesitas oxidadas: van al mismo boliche o inventan una imperceptible variación a la salida de los viernes o los sábados. Y, teniendo la posibilidad, nunca se detienen a contemplar la rutina de ingratitud que ejercitan sistemáticamente; la cual consiste en no aceptar ningún sueño y nada verdaderamente

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conmovedor. (¿O acaso la Rutina busca mitigar la insoportable incertidumbre?) Aprendan de mí, que no me equivoco, que siempre persigo sueños y cosas conmovedoras; yo, cruel, que me río de la ingenuidad; yo, que maduré y me pudrí antes de tiempo, que roto doy vueltas y vueltas para nada y digo que en vez de romper el círculo... Quizás porque en los deseos hay enquistada una monotonía con forma de miedo, una predilección por no hacer el esfuerzo de abrazar otros colores, por no quebrar el molde gris que nos van inculcando. Y luego nos quejamos del tedio de la vida... por más que existan shoppings, cines, autos y amistades de ocasión. Como la meta es sobrevivir piano piano, obteniendo el máximo de confort posible, como sólo hay que juntar guita y refinar la mezquindad, ya no queda tiempo para las buenas canciones, los amigos de verdad y mucho menos para el amor. Eso que me tiene mal... Sé, Musita, que la calle es pura salvajada; y que uno puede estar en una multitud hecha de pibas macanudas, compañeras, amigos y familiares, y sin embargo sentirse en una completa soledad espiritual. Pero la íntima soledad no tiene que ver con la incomprensión del otro, es con uno mismo la cosa. La soledad espiritual o el hastío, si

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ocurre, en la gente sensible se potencia, y está bien que esto así sea, para hacer el esfuerzo de abandonar tal situación, o en último caso para desmentir eso de ser “sensible”. Buscar, buscar la otredad que nos complete... Elevarnos... Ojo, yo pienso que el hombre inteligente suele convertirse en lo contrario cuando cree que nadie es digno de su amistad o de escuchar su conversación. Es curioso que el genio y el necio suelan ostentar soledades inmensas. En cuanto a mí, yo no quiero a mis amigos por sus ideas, sus laburos o desventuras. Te confieso que mis amigos son atorrantes con moral pero están cerca del corazón. De acuerdo, son canallas como yo, pero tienen algo bueno, fraterno, irrepetible.

VI

Si, el ser humano tiene la potencia de la perfección y lo extraordinario, es dueño de la poesía de sentir y de crear. Pero se transforma en algo cada vez más pobre, encallecido, opaco y mezquino. Carece de pasión. Porque sólo le interesa lo más bajo. Casi la totalidad de las personas alimentan un hámster invisible. Así, el tipo se condena a lo inmediato, a casarse con la compañera del

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gimnasio, o con la vecina de enfrente, y a tener como vivencias extraordinarias las luces o sofás de algún pub que no le haya dado mayores frustraciones. Lo que intento decir, Musita, es que el hombre se acostumbra a no buscar, todo se le da, pero se le da, a mí me parece, de una forma bastante inferior. Como que se les enseña a las personas a evitar la busca. Ya sea de participar en alguna aventurita cualquiera o de abrazar las búsquedas pesadas: las del espíritu o las del intelecto; así la vida se hace cada vez más inmóvil, más yerma y vil. Pero claro, la búsqueda encierra una dosis de riesgo, de imprevisión... En la socialmente desigual antigüedad, rato antes del periodo de las revoluciones inglesa y francesa, el Ideal máximo era el heroísmo (religioso o caballeresco). Este ideal fue canjeado por otro paradigma que prometía ser mejor: el ideal de trabajo –había que parar la olla masiva–, que luego derivó en el ansia de lucro descortés. Gradualmente, poco a poco, el trabajo se fue metiendo en los estados de ánimo como la única verdad, lo que daba sentido a la existencia. Y así el arte, la belleza y el heroísmo se hicieron verdades a las que mejor escapar. Entonces el planeta se lleno de más pobres –ahora corrompidos– y de

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banqueros y comerciantes muy gordos; el ideal heroico fue muriendo y las artes entraron en la paulatina humillación de la palabra hobby... Entiendo que hoy el trabajo y la tecnología son generadores de previsión, pero también de un ocio que suele desconcertar. Como las personas que se empeñan en la facturación a todo trapo no poseen una vida interior rica, el ocio les resulta muy irritante ya que no saben que hacer con él o, mejor dicho, les molesta porque va en contra del real sentido de sus vidas. Y entonces al no soportar el hueco necesitan ocuparlo con el auxilio de la vulgaridad que han ganado a cambio de sacrificar la prometedora riqueza interior... Entendeme, no estoy defendiendo la vagancia, no hay nada más embrutecedor y nocivo. El trabajo con vacaciones y aguinaldo es bueno y es una dignidad mínima para el pueblo. Pero la guita, para mí, únicamente debería cubrir ciertas obviedades de salud y sustentación. Eso, lo admito, no es poca cosa hoy día. Sin embargo, cuando el dinero cubre ciertas obviedades de salud y sustentación y busca transformarse en omnipotencia, la cosa se pone grave y exige correcciones inmediatas. (Un mono vestido de seda y con navaja es algo verdaderamente obsceno, peligroso.) ¿Pero qué

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puede pasar en un país donde la dignidad mínima no está garantizada? No pasa nada, eso pasa. Y ahora vuelvo a repetirlo: No hay que ganarse la vida. La vida es un regalo, sentir es un regalo. Ninguna empresa multinacional reparte almas. Y si estoy libre de ciertos apremios elementales me parece que tengo que esforzarme para hacer lo que debo hacer. Ese llamado proviene de la misteriosa convicción, si no es al ñudo. Vamos, cada uno tiene su predestino, que es íntimo y esencial. Debemos hacer lo bello, por más que a veces nos duela. ¡Brindo por Cruz! Honestidad brutal. Pero el campeón tiene miedo... Yo qué sé... Es funesto ver que un amigo se manda a la carrera de administración de empresas con el dudoso ensueño de que algún día podrá copiar los modelos de lujo, de vulgaridad, que le recomienda el sistema. El estafado ignora que a cambio de la bendición del coche lujoso se hipotecará enteramente la vida. Te repito, no estoy atacando al hombre que se rompe la espalda para mantener a su familia, ¡Por favor! Hablo de la doctrina de la inercia, de la indigencia que genera el anhelo de la profusión materialista, a causa de un sospechoso ideal utilitario que, admitámoslo, está a la altura de cualquier desalmado. Yo sé que también es arduo

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ir al fondo de las cosas; buscar esos momentos de libertad, esos colores diferentes, esos gestos conmovedores… Pero te juro que existen y valen la pena. Por lo pronto, me parece bien detenerse en lo que nos priva la visión verdadera, detenerse en lo que está mal, ya sea en uno o en los demás, para no hacer lo mismo, o para no caer en la repetida demora. Sólo así se puede mejorar y ser más plenos y sentir, sentir mejor. El hecho altruista de que señale algunos comportamientos ajenos, algunas actitudes que juzgo sospechosas, no quiere decir que yo me crea exento de miserias; la diferencia por ahí está en que no me agrada sentir orgullo por lo peor de mí. No siento orgullo de mis degradaciones. Esta jactancia, como todas, merece el olvido. Creo, sin embargo, que si uno vive en el error de no corregir sus mezquindades se enturbian los sentidos. Sólo el hombre tacaño e imbécil por naturaleza no sufre el error, porque el mismo es un error. No sé, me parece llamativo que hoy se aborrezca por demás la reprensión intelectual. Sobredicha proclividad comporta un indicio. Y no de buena educación, naturalmente. Creo que el infierno está superpoblado de sabios, pero debemos corregirnos, debemos aprender. Y así, de la misma manera que el artista anhela una

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diversidad de matices y tonalidades a partir de la combinación de colores primordiales, uno puede definir las fuerzas que utiliza para pintar su vida. Y la estupidez y la vulgaridad no pintan, ensucian. Te hacen prisionero. Para salir, para atrapar nuevos colores que nos liberen, primero hay que buscarlos. A veces, Musita, hay que desconfiar de uno mismo para lograr confiar en los demás. Ya que hablamos de pintar la vida, retomo un poco lo que deseaba decir al principio –si es que este lío tiene principio– acerca de la actitud de mis contemporáneos hacia el arte; creo que la mayoría de las personas descalifican o se burlan del arte porque no lo entienden; el arte es buscar, buscar por otros rumbos, por calles que de seguro no están iluminadas bajo el logotipo intensivo. En efecto, esa búsqueda es un esfuerzo y no siempre se logra el éxito; es como si fuera una expedición de la época de la conquista: en el mejor de los casos “descubrís” un continente nuevo, y en el peor de los casos podés cruzarte con feroces payaguás o indios caribes que gustan hacer a la parrilla a nutritivos expedicionarios. Es riesgo, Musita, pensar es un riesgo: a veces uno se encuentra con ideas para nada hospitalarias; Amar es un riesgo: te pueden comer el corazón; pero es

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un riesgo fatal y saludable, es el riesgo del viaje. La vida no es más que eso, un extraño viaje. Y el verdadero recorrido, por más que parezca otra reflexión de Perogrullo, la búsqueda, no tengo dudas, es hacia dentro; adentro del pecho hay una canción definitiva... para dar.

VII

Mientras avanzo como puedo, creo que está bien buscar vientos de arte, pero no como una simple distracción o hobby, sino como una manera de entender la vida y de alejarnos de aquello que nos quiere volver grises, o lustrosos. Y bueno sería recordar que al arte no hay abrazarlo como si fuera un salvavidas que a toda costa nos rescatará de lo cotidiano y lo vulgar; al contrario, cuando uno se sube al barquito del arte y los sentimientos, observa que la orilla de la resignación está un poco más lejos, es una consecuencia. Uno se conmueve por el amor y el arte y "de paso" se torna menos malo y quizá menos estúpido. Sí, uno busca lo conmovedor; y lo conmovedor resulta que no se escribe con el bolígrafo de la estupidez. A propósito, el estúpido (el amante de la chabacanería aclamada) no es quien se queda

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dormido en el bondi o pierde cien mangos, o desconoce la capital de Mongolia, estúpido es el que no se preocupa por lo que verdaderamente vale la pena... Y aparte es el primero que suele afirmar ciertas cosas, como, por ejemplo, que las mujeres son todas iguales y la ciudad de Ulan Bator es otro engaño del imaginario colectivo… Sí, hay que buscar mejores vientos; romper monotonías; producir grietas en el muro de la vulgaridad. Pero esto en ningún modo sugiere que al pagar los impuestos el iluminado contribuyente recite un hexámetro al que atiende en ventanilla, o vestirse de manera estrambótica, o juntarse con giles para formar una elite de intelectuales trasnochados, o hablar del sentido último de la existencia mientras te clavás un sex on the beach. Mmm, abusar de la impostura... Eso es un error. Creo que cuando se habla de arte o de cosas conmovedoras debe hacerse en un tiempo y un espacio que no sean los mismos a los cuales, por ahí, uno está criticando, que no sea el tiempo y el espacio del todo a la marchanta. (¡Viva la contradicción!). Ocurre algo similar con las palabras de amor, las palabras que en el amor son sagradas no deberían decirse apresurada y continuamente, porque, si no, amainan el

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significado original, ese primaveral significado que puede invocar una feroz suavidad, que está envuelto en una caricia índigo... No, para ser un artista de verdad no hay que andar con una sábana atada al hombro; para ser poeta (como escuché decirle a Don Alejandro Dolina) para ser poeta se tiene que haber perdido. Y cuanto más se pierde, más se sufre, y el recuerdo es inevitable y en el mejor de los casos proporcional. El artista verdadero lo que hace es recordarse a sí mismo y a los demás el misterio que nos vivifica; pero más que un recuerdo me parece que es una advertencia… El que busca el amor, Musita, no ama las estrellas del pasado, sino que esas luminosidades ya perdidas pueden revelar algún lucero, algún milagro, latiendo en la infinitud del hoy. Cuando Fito Páez comenta que aprendió a querer el perfume que lleva el dolor, estoy seguro que muchos no lo entienden. El artista, el artista desgarrado, no es alguien que tiene gusto por el masoquismo y va por la vida buscando dolores; al contrario: exige el olvido, los dolores ya están. Pero ese olvido no es ajeno al impulso creativo, es parte decisiva del advenimiento de la maravilla posible. Yo creo que el artista tiende a buscar la belleza, la luz que lo redima, y en esa búsqueda a

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menudo se encuentra con una sombra que le pronostica: por este camino hay muchos peajes, si usted quiere seguir, sea valiente: pague con desdicha. La tristeza es el impuesto a la sensibilidad. Conozco a resentidos que se hacen los poetas malditos y leen a Rimbaud y a Boudelaire confundiendo el destino con los peajes. Es notable la preferencia de un estilo dark y aun toda esa onda pseudo “glam" donde pulula el marciano disfrazado. Es indudable que para el polichinela de seso negro la oscuridad es cómoda. Sin embargo, los ghettos son infames... E insisto, el mejor arte no es, como afirman los que desconocen el tema, una actividad masoquista, obtener delicia del dolor; más bien es sustituir el dolor por una emoción diferente, por algo bello, y recién ahí la belleza propone placer: algo mágico. Extraer luces de una oscuridad. Transmutar una lágrima en una poesía; lo que da placer no es la lágrima, es la poesía. ¡Que Boudelaire y el oxímoron mejor me dejen en paz! En fin, ese arte mayor que sobrepasa mi capacidad definitoria, tiene que ver con la profundización de una perspectiva estética y esclarecedora, donde es irrepetible la sensación que imprime el artista, el amanuense... como juega con las luces y las

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sombras, como en un simple reflejo, Musita, pueden adivinarse las variaciones más sublimes de tu espíritu. Por asociación directa, afirmo que en el arte también hay algo de médium. Ahora pensemos en ciertas pinturas consagradas, pensemos en algún cuadro medieval, del Renacimiento o del Barroco: muchas veces, en su religiosidad o misticismo, representan panoramas sencillos: una señora con un nene, un señor en un escritorio, una figura con una sonrisa equívoca. Coincidiremos en que los modelos ahí representados son personas normales, muchas veces en paisajes “comunes”; lo que hace que el fenómeno de la pintura sea lo que ha sido, no es la restricción al modelo trascripto –una suerte de duplicado, o mimesis aristotélica– sino la mano del artista, el pulso puro, la vista sobrenatural, el éxtasis de la frontera... Evitando la inmanencia de lo vano, permítaseme confesar algo: estás anacrónicas apreciaciones responden menos a mi reducida idoneidad que a un afán de curioso. El libro, el trato con el libro, me acercó a múltiples referencias; la lectura, antes de cualquier viaje físico, me permitió husmear en algunos lejanos museos sin estar aguantando una cola interminable de papanatas con cámaras de foto.

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OK, al Vaticano y al Louvre no se puede ir. ¡El Malba es ineludible! Está bien, de pintura no puedo hablar mucho porque soy un antiguo, un reaccionario. Admito que mis observaciones sobre otras disciplinas artísticas son laterales; en realidad el menos malo de mis puntos de vista tiene que ver con lo que he contemplado en las páginas de un libro. Por lo demás, un admirable neurótico diría que tengo gustos pictóricos bien sencillos: me gusta lo mejor. Ahora que lo pienso, musita, me hubiese alegrado tener un poco de talento para la pintura. Pero mis circunferencias elogian al rectángulo. Sí, soy demasiado vanguardista. Ya que un poco más arriba lo nombré, Boudelaire, el pobre Boudelarie, afirmó (y dale con el apotegma) que la fotografía es la venganza estúpida de la industria sobre el arte. Yo no pienso que sea tan así. En una de esas lo que el fan de Poe quiso decir fue que arte no es copiar los objetos tal cual son. Porque el arte, bien lo sabemos, está más cerca del oráculo que del espejo. Ay, insinuaciones abrumadoras... Interesante el tema de la pintura y aún más el de la literatura. Me parece que la música (pura forma sin espacio) es muy superior. Sólo la música puede regalarnos una invisible caricia púrpura... Ahora, mientras tanto, sería

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oportuno saborear un capricho. Pero en cambio Son las nueve.

VIII

Me quedó pendiente esta melodramática observación: quien persigue el camino del artista no desconoce que toda obra reclama un fondo; en el caso de expresar los sentimientos o las ideas, el decorado que permite apreciarlas, en principio, suele ser la aspereza de lo cotidiano. De modo que es menester no confundir los tantos... Para amenizar, agarraremos sin preocupación dos alegatos al vuelo que extrañamente ilustrarán esa idea; pensemos en la mujer como ente engatusador que se viste para derrocar imperios: La mujer, verdaderamente sensual y fogosa, no suele vestirse de manera demasiado excitante: conoce el poder que provoca y lo reserva para situaciones especiales. Impone un fondo a su exquisitez. Le gusta el color negro... Por el contrario, la mina que vive pendiente de excitar a los hombres, con sus maneras y su indumentaria, digamos, agresiva, sólo en chabones elementales provoca una real fascinación. Porque el tipo con un mínimo de remordimientos desconfía de una

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mujer que siempre se vista para excitar, sabe que esa mujer, a la hora de la verdad, suele ser atolondrada o un cero a la izquierda, Obvia. La primera insinúa el contraste, el fondo, para que su atractivo suscite una fuerza especial, y lo reserva como a una botella de buen vino. La segunda, cree pero no sabe lo que está haciendo, es histerismo e inexperiencia pura... En definitiva, un mal seductor diría que las encantadoras cuestiones acerca del erotismo tienden a ser abordadas, con mucha más asiduidad, por inexpertos maleducados que por verdaderos especialistas. Alejémonos de artimañas para conquistar a cuarentonas y volvamos a lo que nos concierne, a la antesala de lo pretendido. Con el tiempo, afirmo, el que reclame expresiones artísticas, estoy seguro de que no necesitará del contrapunto de lo cotidiano para poder apreciarlas: el escenario donde actuará ese elenco de pasiones será el de su propia vida... Y ahora insisto, vos fijate como la realidad, el tiempo o la estupidez se encargó de ensuciar el término Arte, esa voz que encierra innumerables y hermosas variaciones. Yo también, como alguien que respeta la dimensión de tamaña palabra, siento, sin embargo, algo así como una pública connotación negativa, como si hoy el arte

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estuviese impregnado por un halo de esnobismo, de mamarrachos, de gente tediosa y tipos que para hacerse los transgresores le venden el alma al diablo por un chupetín; además hay varios botarates vestidos de bohemios que le preguntas ya no oscuras excentricidades, como ser, yo qué sé... por la vida de uno que se apellidaba Villon, sino por al menos algo que te puedan llegar a comunicar, algo interesante, algo "del palo" y lo único que escupen son mutilaciones donde se multiplica el dichoso ”depende” e ideas avaladas y singularmente comunes: que están más allá del bien y del mal, etc., etc. Uno percibe de modo inmediato que la bohemia se compra en cualquier feria americana; será como dice el juglar Calamaro: El bohemio se pudrió mucho antes del milenio... Pero eso, Musita, no fastidia tanto como los que descalifican sin saber, de puro gusto nomás... Sí, son dependólogos. Aprendieron los beneficios de una teoría que desconocen. Depende, dicen. Cuando van al odontólogo confían en que el especialista no se confunda y le extraiga un diente sano, confían en ese profesional que estudió y leyó y se esforzó (profundizó) para dominar el oficio de sacar muelas; al dentista no le dicen: mire doctor, no me extirpe el premolar porque

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Depende, o eso es lo que a usted le parece... OK, es posible que te haga doler, o sea bruto, o mugriento, pero al menos, por un instante, confías en su pericia. De igual manera, yo suelo confiar en aquellos que destinan gran parte de su vida a equivocarse en determinado campo, sea éste el de la literatura o la papiroflexia. Opino que para opinar sobre algo, ya sea odontología o política u otros afanes de gran sutilidad, es menester esgrimir argumentos, no caprichos o arbitrariedades del tío miguel que sabe un montón de psicoanálisis porque fue dirigente montonero... Hoy es notorio, en la genuflexión cultural que yo percibo, una superabundancia del mal gusto y, por consiguiente, de argumentación potable. No leen. Y si leen lo hacen en grupo y merced a una nueva subordinación al PRMNE (partido regionalista mundial no extranjerizante). Se niegan y niegan el goce de intimar con lo universal. Prefieren a polemistas profesionales que a genios que han regalado belleza. Por lo demás, el hecho de que Dante Alighieri haya pertenecido a la facción de los gibelinos, es tan superficial como la condescendencia errónea del mayor literato de mi barrio… Es que una bufanda de lana y un carnet colorado se pierden con mucha facilidad; aunque

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después hagan la denuncia en el café de la mekca y se despachen una sarta de balbuceos que inspiran plena misericordia cuando pagan el tinto picado y van en pos de un director bengalí que, dicen, se las trae. En efecto, son muy versátiles. ¡De leer, de pensar, ni hablemos! En ese marco de bartoleo intelectual y mediocre hasta el oprobio, suele estar difundida la idea de que todo es Arte; esa idea cunde como loca, incluso entre especialistas. Voy a darme el tardío gusto de ser políticamente incorrecto y señalaré, por ejemplo, en el terreno de la plástica, esas viejas mentiras pioneras que persiguieron no un designio artístico, sino la camorra ultra fácil. Cualquier salame le puede estampar un mostacho a la Gioconda o ponderar un vidé; cualquier insurrecto lo puede hacer... pero lo hizo un artista de fuste y además un provocador algo díscolo que, entre otras cosas, pudo inmovilizar la multiplicidad alucinante de un ajedrecista bajando una escalinata. Digamos que para romper las estructuras hace falta conocerlas. Sin embargo, para conmoverse con el mundo no hace falta ver una lata de tomates en un supermercado. Si no pensaste en el concepto de qué es arte, la latita puesta en una Galería te sirve para destruir la definición cabal... Para pensar que

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la palabra Arte es susceptible de mil contrabandos, no hace falta exhibir una tostada con manteca en el salón más iluminado de lo que fue un museo. Sí, ahí están, hace varias décadas, demasiadas décadas, el testimonio de la negligencia tenaz de lo dadá, el happening y pendejadas parecidas que hoy resurgen bajo nuevas máscaras. OK, repito que soy un antiguo, pero no me la agarro contra el viejo Pollock; digo que hoy llamás a un barra-brava y le pedís que tire un tacho de brea sobre una caja de profilácticos y eso (llamado incluido) parecería que es arte; o los amigos que hacen simpáticos garabatos, o los que ahora se empeñan en copiar canciones de dos pesos y te dicen que es Arte. Lo sentimos, lo sentimos pero no... a lo sumo serán “expresiones”, con mayor o menor grado de complicación inútil, pero el arte es otra cosa; va mucho más allá de un corderito en acetato, va más allá de cualquier superestructura política o verborragia epiléptica. Y ya no conmueve el escándalo en sí mismo... En fin, hay que hacer con fervor, y punto. Tenemos grandes maestros de los cuales aprender. (Ojo, yo que no soy progresista creo, por ejemplo, que sería muy favorable la renovada lectura del “Eternauta” en todas las escuelas). Vamos, hoy el Arte es

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sinónimo de espectáculo bobo o ruidoso, de breca, de “industria cultural”... Fijate que un hecho tan inofensivo como ser la simple redefinición de una palabra puede operar cambios radicales. Clarifico el ejemplo: la definición de la palabra Cultura, por parte de la antropología, contribuyó muchísimo en el bastardeo de las creaciones artísticas más poderosas del mundo. En fin, me niego a gastar pólvora en chimangos, y resignadamente digo que por culpa de un fastidioso que se preguntó qué era la Verdad, hace dos mil años que estalla esta manoseada controversia. La respuesta es superior y acaso arbitraria. Creo, además, que uno puede prescindir de la mera definición de Arte, Belleza o Felicidad. De la mera definición... OK, ya no tiene mucho sentido hablar de la actual búsqueda de lo excelente: uno se persigna en secreto, y chau. De lo pintado por Leonardo sólo se conservan siete obras, y encima la mayoría está ruinosa. Pero, en cambio, es muy seguro que las "obras" de los artistas contemporáneos, aunque el tiempo esté hecho de cierta substancia tóxica, se van a conservar mucho mejor que la derruida Ultima Cena. Sabemos que no es ninguna novedad, pero el destino suele ser artero hasta con Da Vinci... A

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propósito de hados y oscuridades: la leyenda repite que cuando el alquimista Rimbaud supo que no podía cambiar el mundo, tuvo que detenerse y maldijo la pluma; pero entonces ya era demasiado tarde. Había incendiado la poesía para siempre (y con ella un pedazo de mundo, el mundo es un pedacito inmenso y cada día peor).

IX

A mí, todos querrán saberlo, un gesto que venga de las profundidades de la claridad, de la pureza encriptada, me conmueve más que una escultura de Minujín o el eventual atractivo hipnótico de lo literario (deudor de aquella belleza). OK, digamos que vislumbrar la dificultad que el arte representa no debería ser un freno, sino más bien una exigencia que el arte le reclama al artista para que haga las cosas mejor, para que se comprometa más profundamente con la obra, o sea, con él. Si soy un estafador de jubilados no tengo que adaptar mi código moral para poder dormir en paz, tengo que reconocer que, efectivamente, soy un mal parido. Si un tipo escribe un monologo infausto, hay que reconocerlo; no hay que decir que toda literatura es Arte. Creo, como ya dije,

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que hoy existe una tenebrosa mayoría donde el arte desempeña la función de una gran morisqueta; esos que hoy se proclaman artistas unders suelen ser voluntariosos que ambicionan ostentar algunas vanidades, pero no logran perpetrar siquiera un comentario atinado. Y tras de que se ejercitan poco y mal en sus disciplinas, en breve promulgan los males de toda infatuación. Los ¿músicos? electrónicos son un ejemplo de esto último; sí, son el ejemplo de la caradurez. OK, una cosa es el ruido sincopado, la emulación al alcance del inepto para la viola; y otra muy distinta es la música. Intentar aprender a tocar la guitarra criolla me dio una lección inolvidable: el dominio de un instrumento, cualquier instrumento, lleva muchísimo tiempo. En fin, quizá la música hecha por improvisados para improvisados estipula una tendencia: importa poco la música. Que pinte el ruido bobo, lo importante es el público... El dance puede que sea el resumen y la prolongación del rock, sin embargo está muy lejos de parecer algo artístico o siquiera “vanguardista”. Igualmente no ignoro que la diversidad de aspectos y posibilidades ofertadas por lo digital hace rato que determina el curso de la música. Yo no sugiero que nos haga mal, todo

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lo contrario, experimentar es gustoso; hay que ver como pega: si nos llena o nos ahueca... Mas guarda, que el house y el tecno sean refractarios al arte, no quiere decir que no distienda, o que haya que ir con un winchester a bajar efebos descolocados a un recital; que no bailemos marcha arriba de los parlantes o agitemos matracas al ritmo sabrosón de una cumbia santafecina. Bailemos. Eso sí, en el walkman que vibre otra cosa. Hablando un poco más seriamente (si ya consigo ese candor) aplaudo con fuerza al pibe que pulsa algún instrumento, o le gusta sacar fotos, porque al menos no se queda toda la tarde barrileteando en una esquina, entre medio de falopas que anestesian la desdicha de no ser nadie. ¿Pero qué es ser alguien? Tal vez ser “alguien” sea una mera sucesión de logros confirmatorios con más o menos brillo, es decir: el usufructo de una vanidad. Igualmente, admito que existe el concepto de gloria y que la única manera de alcanzar cierto esplendor (cierta potencia) es ejercitándose, ejercitándose mucho. Pero, sigo siendo malo, a mi no me vengan con que hacer ruido o abusar de una polaroid es Arte. Sin ir mas lejos: todas estas palabras, todas estas hojas, son la prueba fiel de una pálida expresión que de arte o

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profundidad tiene poco, yo diría nada. ¡Brindemos por la charla! Y convengamos que el arte no está para adoctrinar sino para vivificarnos. Qué sé yo... A lo sumo vislumbro que todas estas interminables carillas no son más que mi gesto de aflicción bajo la turbia marea de un movimiento literario, mejor dicho, de una sintaxis ahogada. Pero algún día, en alguna página, en alguna frase, en algún símbolo, vendrá la mejor forma para decirte mi corazón. Tengo que estar preparado.

X

Mmm, ¿por dónde íbamos? ¡Ah! y después está la típica señorona que en su esclarecida vida le conmovió nada, digamos, artístico y se hace la muy docta para menospreciar mientras toma té verde o juega a la escoba de quince con otras brujas; las tres cosas: el descalificar de puro gusto nomás, el hacerse el loco “de arriba” y el ostentar desde la ignorancia del esnobismo, son aires abominables. En cambio si me parece digno, y de admirar, la honradez de quien no tuvo la oportunidad de acercarse al fenómeno del arte y sin embargo mantiene una actitud de respeto, y reconoce su dificultad. Eso es un atributo noble.

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Estoy convencido de que las sirenas, los héroes y esas personas dueñas de un espíritu muy atractivo, grande, no necesitan de nada más. Lástima que haya tan pocas… OK, para mí es un acto de bajeza repulsiva cuando algunos envidiosos y fantoches le piden al Diez que despliegue el léxico de un literato, o a un músico distinguido que exteriorice la moral de Juan Pablo II. Para criticar estamos todos, para ser Batistuta segurísimo que no. Es como si a Fulano se le ocurriera hacerle reproches a Fangio porque en el backgammon dejaba mucho que desear... Ahora recuerdo que al lado de la casita donde yo crecí, vivía, y vive, una señora y un señor muy humildes. Me aguantaban la infancia: yo siempre andaba a los piedrazos y rompiendo las tranquilidades. Eran personas muy buenas, sensibles, generosas, no encuentro la expresión que describa ese cariño. Me enseñaron mucho, con esa sencillez que tiene la gente del campo. Entre los recuerdos de mi niñez aquellas almas ocupan un color que tiene más potencia y brillo que la emoción artística más elevada. ¿Y a quién le importa que un lucero no sepa de Sthendal? ¿Quién quiere una madre egiptóloga que descuide su descendencia? Por favor, si esto cae en las redes de algún lacayo de Lacán, sepa que no

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es un reproche a mis progenitores –que la verdad se portaron regio. Lo que intento decir es que los corazones están por encima de una poesía hija del aedo más versado. Es que no importa que un amante cometa faltas gramaticales si lo que desea es abrir su corazón, ¿y a quién le puede importar si los legítimos Romeo y Julieta poetizaban en Inglés, Veronense o Latín? Creo que buscar en donde no se debe buscar, es un despropósito muy difundido. A los besos y a las caricias no hay que entenderlos hay que sentirlos. Qué sé yo, pienso en la envidia de la gente pequeña; en esos gnomos que le piden peras al olmo de oro... Sería como estar frente al coloso de Rodas, o a una estatua gigantesca hecha por un diestro escultor, una imagen que fuera especialmente bella, y entonces me acercara mucho, con una lupa, para encontrar imperfecciones, que seguro las tendrá, pero no son imperfecciones que desmientan: porque esa no es la perspectiva, esa escultura no fue labrada para escudriñarla con un microscopio. (No me importa si el mayor de nuestros libertadores fue de carne y huesos, y no de bruñido bronce.) Es como afirmar, Musita, que la catedral de Notre Dame no es magnífica porque los muros del exterior exhiben sombras de humedad. OK, es

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innecesario recurrir a un símil impropio; ahí están los periodistas, charlatanes y críticos de rock que buscan miserias en las grandes figuras por no soportar el peso de la propia inferioridad, de la propia bajeza... Es muy fácil ser conventillero. También es muy fácil ser un mudo, no jugarse. Es muy fácil olvidar los contextos semánticos y ridiculizar, por ejemplo, a la idea de la divinidad concebida por Descartes mientras nos preocupamos por parecernos a eróstrato (antiguo energúmeno que destruyó una magnificencia para ser famoso). Sí, suele ocurrir la denigración pura: todavía a Elvis lo muestran con mil kilos, a Maradona le repiten drogadicto, al che Guevara sólo le reconocen su afición a tirar bombas, etc., etc. Yo me quedo con Martín Fierro, y pienso que el ser humano es una conjunción de imponderables, donde lo bueno y lo malo por ahí se autodeterminan. Miserias abundan; hay que ver qué hacemos con tanto, tanto carbón. No glorifiquemos la bajeza. No queramos ser mejores que nadie; tiene poco sentido, ninguno. Tratemos de superarnos a nosotros mismos. Esa es nuestra obligación y nuestra gloria. Hoy tal convicción, lo sé, parece una quimera. Las fuerzas sociales han empujado todo lo bueno hacia un rincón de

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aburrimiento y acaso ridiculez. Hoy es aburrido ser bueno. Pero a mí me parece que ser bueno y mínimamente honesto, es admirable. Será porque en el fondo... No es difícil coincidir conmigo. Antes de irme al salón de las celebridades lo que intentaba asegurar es que no tengo la más ínfima duda de que se puede ser digno del mejor paraíso sin haber leído nunca la Divina Comedia o siquiera una simple poesía; incluso ni se necesita haber aprendido a leer. Yo hago, Musita, estas consideraciones más que nada refiriéndome a la actitud de los pibes de mi generación flúo, aunque también, pero en menor medida, a la de algunas amigas. Y seria egoísta y superficial si dijese que a los otros les tiene que gustar el arte sólo porque a mí me atrae; únicamente un torpe podría, siquiera, sugerirlo. Únicamente un servidor, es verdad. Ya que recién nombré La Comedia, (voy por la mitad y siento que soy indigno de leerla) bueno sería recordar que Alighieri consideraba que uno de los peores pecados es la mentira, porque abusa de un regalo divino: la inteligencia. Mmm, terreno espinoso... Yo, que fomento paralogismos, valoro ese arte que suele ocultar pero siempre muestra, ese arte que en la mayoría de los casos fue creado con la premonición o el recuerdo de soles y

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tempestades, propias o ajenas; ese arte que apunta con variable dramatismo al propio centro de las tensiones del alma; ese arte que nos colma de emoción... esas canciones que te acarician el pecho, te iluminan o te erizan la piel. Acaso el arte me permite sentir lo esencial con más claridad. Sé que las personas que poseen una estatura espiritual superior no lo necesitan como yo lo necesito. Creo además, como ya mencioné, que sólo hay una cosa que supere al arte, y es el Amor.

...Phantom Chapter

Escribo desde la locura Del fondo mismo de la apasionada toxicidad He aquí mi dolor purificado El signo rojo del vago desencanto Amé un cuello perfumado El celeste de su melancolía Yo la maté Claridad del verano índigo! Serán estas mis tragedias

Sí! Yo! Que me burlo del miasma dicroico Los anartistas y el desvarío Sólo tus miedos aquí verán

Embrujo y deforme obstinación Los he fundido en la noche benévola Por elogiosa desventura

XI

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OK, cuando aclaré que me refería principalmente a la actitud de los tipos de mi generación, lo que intenté decir fue que los pibes de hoy me parece que deberíamos arrimarnos más a la sensibilidad elaborada, a la música, a las máximas manifestaciones. Sí, los pibes de hoy deberíamos acercarnos al arte, y creo que sobredicha cercanía la mujer, históricamente, no la necesita tanto como el varón. La mujer es hija y madre del arte, es belleza. Es la justificación del arte, es Beatrice, es Natalia... Sin la suavidad y el aroma que representa la mujer hermosa, la indescriptible majestad, sin ese dulce abismo el arte sería incompleto. Vos, Musita, sos la divina comprobación. La delicadeza de las formas femeninas, la voz de la mujer, la luminosidad incomparable de una musa verdadera es impresionante. La boca de la mujer que amo es el reflejo del paraíso. Ahí no hay dudas... La mujer desprende al hombre atormentado de sí mismo, eleva su espíritu. Sólo ella se parece al arte y es infinitamente mejor… El que persigue la senda del artista necesita de la soledad y acaso de lo marginal, pero si es comprendido sufre menos. Cuando la mujer amada entiende o hace el esfuerzo de comprender al hombre fatigado, al

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hombre que busca, es un regalo inmerecido, por decirlo en términos ligeros. Yo no poseo mayor sensibilidad artística, pero quizás, Musita, comprendo la amargura de saber que los besos, nuestros besos, hieren siempre… que la tristeza y la noche son, al final, las verdaderas compañías del soberbio. Y vos estás muy cerca, pero al mismo tiempo demasiado lejos. Todo lo dicho es un consuelo para soportar tu ausencia; es el intento de un cínico y desencantado para que al menos el recuerdo, la visión de tus labios, no me deje. Yo te necesito. Las otras no me conmueven, son la sombra de vos. Y me importa poco evidenciarme tan patético, pero sí, la verdad es que soy un desdichado que ya no encuentra siquiera la alegría que le daban los amigos, y miro a los perros con envidia y caigo en la oscuridad del insomnio, buscando entre libros y recuerdos algo que a veces tiene el sabor de un beso inolvidable, y otras el color celeste de una primavera que ya no me duele; hasta se presenta bajo la forma de una bicicleta amarilla... Y qué importa conocer; la música; la insidiosa filosofía; el arte... todo eso no tiene sentido si tus ojos y tus manos ahora están lejos. Sin vos yo soy la mitad. Y aunque tal vez nunca te tuve, ahora te extraño, te extraño sin

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poder llorar. Estoy triste, musita. Eso es todo, pero tengo que seguir escribiendo… El temeroso de Schopenhauer (la vida, el cuadrante de lavoluntad, sería algo así como un péndulo que oscila entre el aburrimiento y el dolor) afirmó que uno ama lo que no tiene. Quizás por eso la nostalgia de la mujer inteligente y sensible, el dolor acá, en el centro del pecho... Aquel titán oscurecido de terrible lucidez, al que los afeminados critican por misógino o denunciador de maridajes groseros, también dijo que no es que haya música en el mundo, hay un mundo de música. No hay arte en el mundo hay un mundo de arte. Convengamos que resulta saludable hacer el placentero esfuerzo de andar bajo atmósferas más conmovedoras. Convengamos que el arte y la propia existencia del ser humano son como universos en sí mismos, autónomos, dentro de un infinito universo… Y aunque la vida es breve, Musita, podemos ser como una brisa de amor acariciando las flores del tiempo. ¿Pero cómo abandonarnos?, si todo se marchita... Sólo el amor puede contener el pulso; no hay vino que aparte de esas noches que imitan el suspiro de una lenta agonía, esos dolores mudos que vienen cuando el alma parece tan lejana... El pasado es melancólico,

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el porvenir es un sueño. Tan sólo nos quedan esquirlas del presente, una cárcel hecha de proyecciones, de sombras. El amor es luz. Sí, cada mujer, cada hombre, es una constelación poseedora de una luz y una belleza propia e irrepetible, de un fuego único y sagrado... Lo siniestro ocurre cuando el fuego nace bajo la inclemencia, o cuando se va apagando, cuando no se nutre. Cuando el hombre se cría en medio de la miseria y se deja llevar por la obviedad de la suerte, o cuando permite que la ingratitud, la estupidez y la comodidad lo embrutezcan. Asimismo es una tristeza cuando la vida no se intenta iluminar. Y todo se oscurece bajo una sombra común. Así entonces, Musita, en una sociedad de miseria, estupidez y detestables afinidades, lo que aviva y distingue a la mayoría de las personas que pueden aliviar tanta injusticia tiende a ser algo imperceptible o superfluo. Quiero decir: (y seguro me repito) en un tiempo en el que a toda costa se persigue la comodidad y el ordenamiento empobrecedor, es muy difícil no convertirse en un número de serie; en un lugar donde casi todo tiende a reducirnos, a pintar las cosas uniformidad gris, lo especial parece un castigo.

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XII

Prendo un cigarrillo y me hundo de lo lindo en el capítulo doce mientras afirmo que yo soy feo (pero tengo mis canciones). OK, yo no puedo ser un perfecto ingrato: reconozco que ellas fueron decididamente mejores que yo. Sin embargo, hoy parecería ser que las chicas de mi ciudad se diferencian sólo por el grado de superficialidad (no se vaya a confundir con femineidad) o la reptil astucia para competir entre sí. ¿A quién le puede interesar tales diferencias? Solamente a una persona de naturaleza similar. Las últimas chicas que conocí en lugares “cool”, por ahí son bonitas, pero me di cuenta que tienen el corazón emulado. ¡Viva córdoba, Viva Rosario, aguante Mendoza, aguante la Pampa! (Reflexión al pasar: las lindas son mucho más inteligentes y sensibles que las otras; es mentira lo que se dice. Puedo jurarlo.) No sé por qué pero las chicas de mi barrio parecen que tienden a pensar exactamente lo mismo hasta de cada mínimo detalle. Es extraño, incluso tienen la inflexión de la voz parecida. Por suerte hay un jardín muy agradable y no queda cerca de don Bosco. De acuerdo, no debería escribir en el fragor... Te ruego que olvides, taches

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o arranques. ¿Se anima? Hágalo, vamos... Yo sé que usted, Musita, es una mujer especial. Por eso nunca aceptes que nadie te trate como a cualquier chica. Ojalá que tu sensibilidad te sirva para entender que a veces los demás te hieren porque es difícil hacer el esfuerzo de comprender a las personas como vos. Aunque la praxis hoy indique lo contrario, lo hermosamente frágil exige dulzura. Y no es que seas una piba complicada, sino que sos una mujer que tiene personalidad, y la personalidad hace que cuanto más perfilada sea una persona, menos tienda a conformarse con aquello que le recomiendan. Cierta vez me dijiste que estabas como quieta, sin saber muy bien para donde ir, y que no te gustaba el mundo de los adultos, del que –muy a tu pesar– ya formás parte. ¿Ves?, eso puede revelar lo contrario; el simple hecho de reconocer límites ya implica una postura dinámica y asimismo evidencia madurez espiritual. No es inseguridad, es que te sincerás y te das cuenta que en verdad no es gratificante que tu corazón pierda el encanto de la niñez. Y no es miedo a crecer, como te pueden decir por ahí, es un acto de belleza: no admitir que la hipocresía y la maldad, propia de los adultos, vengan a moldear tus sentimientos. Los altibajos, los dolores que

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sufrís, son como resonancias de tu belleza. Cuanto más tierno y sensible es el corazón de una mujer, las agresiones externas se reflejan en una constante variación de estados de ánimo. Por lo demás, no diré que la mujer joven es casi un fenómeno meteorológico. ¡Vamos, tache! En serio, querida musita, musita del alma, si algunas cosas te resultan difíciles, tranquila... son a causa de tu ternura; porque en el fondo hay una fidelidad a la que no deberías renunciar. De seguro te habrán dicho que tenés más “éxito” si evitás la veracidad, si especulás, si tratás mal a los otros, si sos mezquina y cruel. Pero es un éxito hueco, miserable, falso... De modo que preferir un camino lindo resulta muy complicado. Pero al que tira la vida esas determinaciones no le preocupan; agarra el primero que ve y chau. Entender esto no significa quedarse meditando acerca de lo que te conmueve en una hamaca paraguaya mientras la vida se nos va; hay que hacer cosas, equivocarse, hay que buscar. Mirá, existe una flor, la flor de loto, que es particularmente especial, y que en cierta poesía tiene hermosa preponderancia. Bien, el loto sagrado crece entre montañas perdidas, en un clima inhóspito, muy frío, es como una especie de gesto poético. Un gesto poético parecido a vos.

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Hay en vos una cantidad de colores y belleza que son difíciles de hallar, y aunque vivas en una familia o en una sociedad hostil, en un clima adverso, la flor de tu alma no puede más que perfumar con belleza, y lo mejor es que no necesita de ese clima para poder crecer, al contrario... Sí, los perfumes que se desprenden de tus sentimientos reflejan inmensa belleza, una belleza dueña de un encanto demasiado atractivo, superior. Y pese a que el hielo de la hipocresía (que mantiene a este cadáver llamado sistema) y la indiferencia o la maldad asedien tu alma, esa flor, tu belleza, como una luz astillando la oscuridad se proyecta, se proyecta más allá de cualquier pesadumbre. Yo, que pasaba por ahí, pude sentir un rayo de tu luz, conocí un poco de Vos. Aunque inmerecedor del paisaje, sólo puedo describir lo que dulcemente me golpea con palabras, con tibias conexiones de sonidos, que no llegan a reflejar la paz, la claridad que regala tu sonrisa. Sos una mujer impresionante. Y ya que hablo de luminosidades, quisiera contar algo que imaginé. Hace un buen rato (la fecha minuciosa es baladí), en el dominio de la óptica, Newton demostró que la luz blanca está conformada por todos los colores. El prisma permite que se liberen los

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matices. Bien, si tenemos el decoro de imaginar una poética comparación, podríamos afirmar que el Amor como promesa y realidad existe en cada uno de nosotros. Y el alma si ha de tener un color es el blanco, un blanco a punto de ser radiante. Para sentir el milagro del amor y los colores que viven en él, para que el amor y el alma se manifiesten de la mejor de las maneras, necesitamos un prisma... el cristal donde nos miremos y proyectemos, y ese cristal mágico está hecho de un nombre que es perfume, del otro, del ser amado... En el arte ocurre algo similar. Para que surjan los colores que nos vivifiquen, es necesario que haya dos principios: un haz de luz y un prisma. El artista vendría a ser una luz atonal, no blanca sino muy gris: homogénea, aburrida. Pero al encontrarse con un prisma, con una Musa verdadera, se transforma. En virtud de esa unión la luz del artista –que a veces tiene la forma de una sombra ilimitada– cambia; ahora es algo definido y cromático, es un milagro que comienza a resplandecer…

XIII

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Malamente recordemos que el poeta sin Musa no es poeta, y sin embargo la Musita sin poeta sigue siéndolo. De acuerdo, usted es lo más maravilloso que le pudo ocurrir a la poesía; pero admita que su carácter es muy, muy singular, por no decir asaz feroz (podrido queda feo). ¡Vamos, que tu dulce apariencia angelical esconde a una maja muy mala! ¡A nadies se le ocurra hacerla enojar! Nah, mentira (ojo, nada más lo de muy mala). Fuera de broma, Musita, yo sé que la vida no es fácil; yo sé que no estás libre de dolores y broncas. Pero también sé que las oscuridades o pesares no nublan tu belleza. Sos una mujer fuerte. Eso sí, también muy linda, generosa, inteligente, buena y sensible. Agraaaándese tranquila que está en todo su derecho. Ahora, luego de escribir la frase anterior y las que precedieron, es imposible no pensar en todo lo que pude haber dicho de un modo menos inelegante; y es incómodo pero también inevitable admitir la probabilidad de que hayas llegado a este párrafo ya fatigada y aburrida, y tal vez absteniéndote a la poderosa tentación de fabricar avioncitos de papel o de armar un gran bollo con todas estas hojas para jugar al básquet improvisado. De seguro tuviste que hacer bastantes interrupciones, por lo denso y extenso

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que puede parecer este anhelo de charlar con vos. Pero no te aflijas que ya falta poco. Y si el cansancio le pide una pausa, por favor, ahora vaya y tómese un té o algo reconfortante a mi salud... No quiero ser tan desvergonzado, pero entre copa y copa digamos que podés llegar a sentir que agrego distancia al hablar de ciertas cosas, que en gran medida son cacofónicas apreciaciones prescindibles; o por ahí pensás que confundo o idealizo (como ya te dije una vez: me gusta la poesía, no el vitreaux), aunque idealizar no es el término, más bien sería distorsionar, pero no, no es así. Estas pobres palabras persiguen lo contrario: sacar lo que enturbia, lo que enturbia el fluir de cierta realidad... Ay, realidad... realidad... ¡Carajo!, la realidad no es una inundación solipsista; la realidad es un prodigio delimitado por nuestra ignorancia, por nuestros miedos, por nuestra civilización. A esta altura del campeonato, no bastan las tautologías algebraicas y las glorificaciones de la mera lógica, no basta la superposición de anhelantes doctos exigiendo un número creciente de amparos dimensionales. ¡Aceptemos el misterio como aceptamos el asombro! De acuerdo, me pueden explicar por qué el infinito es tan azul, pero no deja de ser

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fantástico... Aceptemos, disfrutemos de este milagro llamado realidad. Pero mejor volvamos a la idea de “sacar” lo que enturbia... Recuerdo que intenté decírtelo la primera vez que conversamos en aquel living perfumado de penumbras: eso que había manifestado un escultor renacentista–de cuyo nombre no puedo acordarme– que también era un prodigioso pintor. Él dijo que cuando trabajaba en una escultura no imprimía una imagen a la piedra; la imagen, la belleza, ya estaba ahí, preexistente; su misión era sacar lo que sobraba, lo demás. El verdadero artista quizá sea un poeta con pulso de arqueólogo. A muchos les lleva años descubrir alguna reliquia; otros tienen suerte y encuentran rápido; hay quienes no encuentran de ningún modo, ya que en vez de buscar cerca del valle del Nilo promueven excavaciones en la terraza de un supermercado. Pero también no nos olvidemos de la inmensa mayoría que no busca nada y encima nos interrumpe. Ni siquiera una postal o un souvenir… OK, por más que no seamos Michelangelo debemos sacar lo que sobra, lo que impide que nos visite aquel fulgor que llaman belleza. Y es encantador que en estos ministerios,

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para sacar lo que sobra, se incluye lo que no abunda.

XIV

Mientras extingo el último cigarrillo, reconozco que hablo de ciertas cosas algo intempestivas. Y me parece que está bien que así sea. No volveré a atajarme, sino a decir que yo no vivo, como te dije alguna vez, en un departamento de cristal. Estoy al tanto de la miseria más terrible, de la pobreza, de los problemas, y el bajón de saber que está todo mal, y que en cualquier momento me desayuno un plomazo de parte de algún trastornado. No ignoro la falta de trabajo, la desolación y toda esa monstruosidad que desgarra tantos sueños. Y sé bien que a lo mejor es superfluo y hasta infame postular una suerte de cosmovisión artística o siquiera bohemia cuando la mayoría del pueblo a duras penas tiene la dignidad mínima de sustentación. Asimismo, huelga preguntar qué condena le corresponde a un pibe de once años que sale a chorearse un picaporte, si tuvo la desgracia de conocer los vapores del poxirán en vez del ensueño de una infancia con afecto. Pero creo, Musita, que además de la intolerable

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indigencia material hay una pobreza de espíritu que no reconoce géneros sociales y se manifiesta continuamente, progresivamente. Uno eso también lo vive. Uno ve como se bastardean los significados más conmovedores y se aplaude y se fomenta el prestigio de tipos que venden la vida por un minuto de televisión. Las ruinas ya no pueden taparse con basura, con papel picado... Acordemos que yo no pido que los choferes de colectivos me expliquen la teoría del campo unificado, pero al menos, flaco, si podés, esmerate en no ser un zombie. Parecería ser, perdóneseme la adjetivación panteísta, parecería ser que cuanto más corto y cuadrado se tienen el corazón y la mente, uno es mucho mejor. Así el aburrido jamás desencaja. Así el mundo es tan previsible como un adoquín. Sí, ese es un tipo de pobreza peligrosa. Yo creo que si sos un cuadrilongo, un insensible, tenés garantizada la entrada a muchas fiestas. Pero esas fiestas no son interesantes. Y no es que yo voy a fiestas bohemias a charlar con el fantasma de Cervantes o con uno que me hable de la cuarta dimensión, o de temas profundos. De mí sé decir que me gustan los festejos. Y pueden servir unas cuantas copas de Malbec, pero creo que no soy tan pipiolo como para quedarme entre guarangos

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y confundir seducción con bobada, elegancia con fastidio. Tomemos un vino, Musita, besémonos con lenta ferocidad en un zaguán abandonado, y si después nos queda algún tiempo para hablar, mejor hablemos de arte y de poesía. ¡Qué me importa cuánto dinero tiene mengano; el onanismo informático; los autitos compensatorios; las rencillas infantiles; las competencias ridículas y el chismorreo barato! ¡Qué me importa! En fin... Yo vivo en una ciudad llena, muy llena, de miserables. El cicatero pulula… Por ejemplo, sin ser tan grave, fijate que los creadores nacionales –al menos en el cenáculo del Rock– que en teoría se encargan de enriquecer un poco la estética de la agradable brutalidad, nuestros rockeros, digo, emplean una economía inhumana, ya no de insonoridades altisonantes, sino de gestos artísticos. Las canciones repiten estribillos huevones, y la pobre poesía parece pisoteada. Propendemos al Pop, huele muy mal... Afortunadamente hay algún “loco” que aún combina. Pero cada vez son menos. La mezquindad de la idiotez y la chabacanería exitosa es la nueva recompensa. Y se ríen de todo... y se jactan de ser incrédulos y no conocen ningún misterio. Abominan de los mejores. La tendencia,

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parece ser, es la falta mental y espiritual. La esclavitud. Yo quiero ser libre, Musita, no quiero ser una oveja filmada. Una sabia señora italiana me recomendó: preferible un día de león y no cien años de oveja. Ay, pecora, pecora... sei una pecora nera. ¿Y a dónde ir? No sé... Por más que suene el cencerro, tengo bien claro que ser libre no se traduce en frecuentar torres marfileñas o universidades privadas. No hay que mentirse, multitud de graduados dan un miedo bárbaro de convertirse en un ganso, en un ganso amaestrado, en un ganso amaestrado de plumaje gris... Y la verdad es que hay amigos que no han terminado el secundario y son dueños de una amplitud mental y un refinamiento admirable; no, no se trata de adquirir palabradas como Dicotomía o Problemática, o de siquiera recordar las siete maravillas del mundo antiguo, se trata, lo repito, de no ser ministro de la crueldad. Albedríos aparte, mucho cuidado: en serio se aprende en las universidades nacionales o en la rigurosidad feliz de algunos libros, y no tanto en bares o cafés edificantes (instituciones comodísimas, afirmo). Bien, somos posmodernos y ortodoxos. E insisto, el tango cafetín de Bs. As. es una pieza muy bonita; sí, es muy cómodo el barsucho pero con

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varios vasos de ginebra encima resulta difícil acercarse, sin tambalear, a las nociones elementales del pensamiento griego: base de nuestra cultura putrefacta que antaño juraron demoler. Ah, y seguro que es mucho más fácil coleccionar noches yonquis como un yunque que aprender a tocar la viola. Yo qué sé, lo malo de vivir acá es que no hay margen para el margen y de pronto chau, o me paso para el otro lado, el exquisito clasicismo, la heterodoxia, o termino jugando a todas las ruletas rusas que destruyen la mínima singularidad. Fijate que en nuestro país no hay organizaciones o prácticas verdaderamente antisociales. Léase antisocial como antimercado. No, no hay trincheras. Y permanentemente asistimos a expropiaciones de lo conmovedor. Hasta el concepto de transgresor es apropiado por gente deleznable. Parecen que añoran las prácticas de los años duros: transgredir no es torturar; transgredir es obscurecer médanos… En fin, la “nueva” transgresión es el atajo glorificado por los peores demagogos. Volviendo al tema del mero rigor, de las bondades de ser instruido, hace poco tuve una sorpresa con un gran amigo; el pibe trabaja toda la semana de carnicero. Algún sábado por la noche, además, labura repartiendo pizzas.

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La cuestión es que me contó que estaba preocupado por cómo le iba en la vida y más específicamente con el amor. Y bueno, como quien no quiere la cosa, me dijo que tenia ganas de escribirle algo, no sé, creo que era una especie de carta. ¿A quién?, le pregunté. Medio en serio, medio en broma, él me respondió: A una chica que todavía no conocí, pero sé que ya la quiero. Carlos, mi amigo, tiene la precaución de no haber terminado el colegio secundario… Convengamos que hay algunas personas que nacen con una sensibilidad especial, y otras son más aptas, por ejemplo, para el estudio del marketing, la parapsicología, etc. No cabe duda que es injusto cuando la capacidad se oblitera por un trabajo que permita sobrevivir o, mucho peor, por el confort que prometen algunas actividades; eso sí, tampoco es bueno perder la calma en virtud de un supuesto talento. Si uno hace, es... Asimismo estoy convencido de que estos razonamientos, anteriores y ulteriores, están hinchados de esterilidad; ni siquiera engendran una duda linda. Por lo demás, dudar de lo que se debe hacer, casi siempre es demostrar inocencia o ineptitud; pocas veces cartesianismo… Vamos, uno no elige su

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índole, su vocación. Por eso debe redescubrirla. ¡Pico y Pala!

XV

Y mientras uno se sacude la tierra admitir que sí, que es preferible un día de león y no cien años de oveja, pero attenti que tiene razón el gallego: a veces, uno confunde la valentía con la temeridad, se granjea grandes cantidades de dolor... Muchos proclaman lo bueno que es tomar hasta el agua de los jarrones. Ahora bien, ese no es el modo de llegar al extremo de sentir la vida en plenitud. Creo que no tiene nada que ver con pudrirse en el vicio y organizar una fiesta con diez tipas macanudas en el asiento trasero de algún Studebaker. Esos no son verdaderos arrebatos de éxtasis. Eso no es vida (como la dialéctica); esas son las fantasías de una cucaracha de Madagascar. Perfecto, hombre de bien, mas admite que hay días de borrasca. Y bochorno... Pero cuidado, que ya estamos cerca del final; no te vayas musita, no me dejes caer en el ansia de conjurar la noche. Y permitime, permitime que en este momento hable muy en serio, sin hacerme el vivo: estoy convencido, querido lector, que debemos quitarle

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el velo a la oscuridad, a la pertinaz oscuridad, conocer las sombras que nos hacen prisioneros. Y Sentir, sentir que una esperanza está brillando por nosotros, aunque esa luz ya no exista, o no podamos abrazarla, aunque nos haya dejado. El coraje de valorar la vida a pesar de todo. Un filósofo, Kant, estableció que ser moralmente bueno no te hace feliz pero te hace digno de la felicidad. Si bien existe un imperativo mayor: por sobre todo hay que respetar el corazón. Esa categórica y dolorosa ley nos trae muchos problemas, pero también nos vivifica. Mirá, yo no puedo arrepentirme de que la búsqueda del amor me haya conducido a este purgatorio insoportable que visito tantas noches. Tu falta me llena de tristeza y dolor, pero también me llevó a unas profundidades que mejoraron mi modesta mirada del mundo. Ahora sé que la vida verdadera es vivir esa luz que explota dentro del pecho, frente a un gesto desbordado de sensibilidad; no es solamente mirar el cielo o escuchar una canción, es darse cuenta de algo incomunicable, es darse cuenta que uno posee el milagro de sentir, de pensar. El milagro de conmoverse. Sentir el frío y el fuego, sentir el viento, sentir la ausencia de un dolor físico, Sentir... pura vida. En ese darse cuenta, lo

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real nos golpea con la fuerza de un milagro... Creo que mi máximo error es la ingratitud. Ésa es la causa principal de todos mis males.

XVI

Yo creo, Musita, que por más alejamiento que ahora exista entre los dos, de algún modo nuestras almas están muy cerca; aunque sé bien que no nos volveremos a ver. Y por algunas convicciones y hechos que vos y yo conocemos, tengo la certeza de que nuestra separación fue tan dolorosa como inexorable. OK, basta, ya me cansé de escribir sabiendo que no termino de decir lo que anhelo. Depender de una red... conceptual, de un índice multicolor, Nominal, que todo lo abarque o lo acaricie resulta –es cuestión de tiempo– no inútil pero sí bastante ineficaz. Mariposas de piedra... Sí, me cansé de no encontrar la expresión menos injusta; y de seguro vos también te cansaste de mi frenesí. ¡Ojo!, me quedan cosas por decirte. Pero ya no tiene sentido continuar. Y ya estoy harto, harto de mis palabras. Tantas palabras. No sé qué hacer. Extraño aquellos momentos, extraño tu voz, extraño mirarte en silencio, Musita. Cuando venías y te quedabas un rato a endulzar las

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semanas: ese arco iris de sinceridad, belleza, despistes, timidez, candor, ternura infinita... Quizás yo sólo necesitaba saberque existen personas como vos; que haya alguien con la hermosura de tus labios y tus ojos, para saber que, en algún sitio al menos, hay un sol por el que valió la pena quemar un par de alas. Yo te defraudé. Yo quisiera regalarte mi vida, mi corazón.

XVII

Hace poco leí un cuento de Oscar Wilde, donde un ruiseñor canta con el pecho apoyado en una espina. Canta y la espina lo hiere y una rosa va naciendo, y a medida que el ruiseñor va desangrándose, su garganta deshoja sonidos cada vez más delicados, y el color de su sangre tiñe los pétalos de esa flor, de esa rosa que se termina de embellecer cuando la espina penetra en el corazón y lo mata. El ruiseñor acaso presentía el inevitable riesgo, la condición para que esa flor naciera y sea especialmente bella... Por eso creo, aunque ni de lejos yo sea un ruiseñor, un buen poeta, creo que algunas veces no fue del todo en vano el error de hablarte, de escribirte con el corazón muy triste, desangrado. Pero si pude arrancar una flor en

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medio de un jardín sin rosas, si te di, por un instante al menos, el propósito más dulce que intentó ser eco de tu aroma, de tu suave recuerdo, si así fue, de algún modo estos melancólicos pecados tal vez encuentren alguna redención. Y quizá la rosa se marchite, o se perdió demasiado pronto en el charco del olvido; pero ya no importa. No importa que solo te haya soñado, y que ahora me abandone la imagen de tu rostro y la forma de tus manos. Una vez yo te di una flor... Sí, le di una flor a la Musa más linda.

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Epilogo:

Por infeliz culpa de un baterista zumbón acepté publicar tamaño vicio tangencial. Declino, pues, toda hortaliza volátil. Ha transcurrido más de un lustro desde que conspiré sobredicho panegírico de la adolescencia y el arrebato. Ya quisiera decir que está intacto, pese a las ganas de incinerarlo... No ignoro que a la postre algunos reparos han sido benéficos y esclarecedores, pese a mi estilo ilegible, brutal, barroco. Asimismo, me avergüenzo de muchas ideas (acerca de lo artístico y lo social, especialmente). Son ideas obsoletas. Pero fueron mías, las hice mías, en mi doliente beligerancia. De ese modo fragmentario, conjeturo, intenté comprender un destino inextricable. La mayoría de mis tímidas especulaciones –repito– fueron vergonzosas y muy limitadas. Yo fui verboso. Sin embargo, no me cuesta afirmar que el Amor y el Arte siguen siendo el faro y la orilla previa... Hoy soy otro, quizá peor; no reniego de este opúsculo, y echo en falta cierta frescura, esa ingenuidad no restituida... Vislumbrando el adiós, dedico el singular heroísmo del librito a Nv. y a los buenos enamorados.

Palma de Mallorca, esta mañana.

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Este libro se terminó de imprimir en DOCUPRINT S.A.

en julio de 2006.