caute: de la acción y la pasión políticas (editorial revista dialéktica 27 - 2016)

8
Caute De la acción y la pasión políticas Dedicamos este número a lxs que nada esperan para construir la sociedad que deseamos, aquellxs que inician esa labor aquí y ahora. Los partidos de izquierda son máquinas despóticas para el disciplinamiento de sus militantes. Lo incuestionable en su forma vertical de organización se corresponde, por un lado, con la dogmatización del hacer y del pensar y, por otro, con la furia que se descarga sobre lxs traidores, lxs quebradxs, lxs infantiles contra-revolucionarixs. Nada que envidiarle a las mejores religiones. La promesa de un reino de la libertad se vuelve horma de hierro para esas subjetividades militantes. (Lo mismo pasa con los «movimientos» populistas, sólo que en lugar de una tierra prometida anhelan un –improbable– paraíso perdido, con idéntico efecto mistificador y aplastante.) Más cerca de nuestras posiciones, diversos grupos y colectivos, que podríamos sintetizar bajo la esquemática y abstracta rúbrica de “autonomistas”, consideran que la horizontalidad en la toma de decisiones, la apuesta por el trabajo colectivo, la rotación de tareas, etc., presentan esfuerzos de organización que propiciarían otra subjetividad política. Aquí, la crítica a las pasiones tristes que vertebraban la cotidianeidad de la militancia de la izquierda partidaria tiene como correlato positivo la afirmación de aquellas prácticas que se vincularan con el placer, el goce, la alegría, la voluptuosidad, el deseo… «Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa», dicen que dijo la anarquista Emma Goldman, mientras bailaba, a un compañero que le reprochó el ejercicio pequeñoburgués de la entrega disoluta del cuerpo a la danza. Hoy esa frase podría ser pronunciada, tranquilamente, por Mauricio Macri al comienzo de uno de sus shows (o al final, que es cuando suele exhibir, como diría Paolo Virno, su «virtuosismo»). A un lado, como dijimos, la izquierda tradicional con su militancia triste y su religioso «más allá». Al otro, la izquierda autónoma con su activismo alegre y su danzante carpe diem. Pero los animales humanos somos uno y el mismo. Y somos, fundamentalmente, finitos, una parte de la naturaleza. Por ello, podemos afectar o ser afectados. Podemos actuar o padecer. El gran boxeador Abel Laudonio, lo dice con una elocuencia admirable: “Cuando uno no está pegando, es que le están pegando a uno.” Hay pocas cosas que entorpecen más una política auto- emancipatoria que la unilateralización, o sea, cuando se toma solo un lado y se olvida el otro del bicho humano. Cuando se pretende elegir o bien las pasiones tristes o bien las pasiones alegres (o, peor aún, cuando se intenta tomar partido por la preminencia o bien de meter de los pies en el barro, la “práctica” o bien de la antesala del pensar, la “teoría”). Por esa senda, tarde o temprano, lo reprimido retorna. La izquierda partidaria, ante las críticas, los cuestionamientos, etc., ha respondido de manera poco fraternal y ha elaborado un prolífico derrotero de traiciones, expulsiones, exilios, purgas. “El partido se fortalece depurándose” reza el epígrafe del ¿Qué hacer? de Lenin. La historia de los partidos de izquierda y su compulsión a la fracción están

Upload: mariano-repossi

Post on 09-Jul-2016

2 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Editorial del número 27 de la revista de filosofía y teoría social Dialéktica, fundada en 1992. Este editorial corresponde al año 2016.

TRANSCRIPT

Page 1: Caute: de la acción y la pasión políticas (editorial revista Dialéktica 27 - 2016)

CauteDe la acción y la pasión políticas

Dedicamos este número a lxs que nada esperanpara construir la sociedad que deseamos, aquellxs

que inician esa labor aquí y ahora.

Los partidos de izquierda son máquinas despóticas para el disciplinamiento de sus militantes. Lo incuestionable en su forma vertical de organización se corresponde, por un lado, con la dogmatización del hacer y del pensar y, por otro, con la furia que se descarga sobre lxs traido-res, lxs quebradxs, lxs infantiles contra-revolucionarixs. Nada que envidiarle a las mejores re-ligiones. La promesa de un reino de la libertad se vuelve horma de hierro para esas subjetivi-dades militantes. (Lo mismo pasa con los «movimientos» populistas, sólo que en lugar de una tierra prometida anhelan un –improbable– paraíso perdido, con idéntico efecto mistificador y aplastante.)

Más cerca de nuestras posiciones, diversos grupos y colectivos, que podríamos sinteti-zar bajo la esquemática y abstracta rúbrica de “autonomistas”, consideran que la horizontali-dad en la toma de decisiones, la apuesta por el trabajo colectivo, la rotación de tareas, etc., presentan esfuerzos de organización que propiciarían otra subjetividad política. Aquí, la críti-ca a las pasiones tristes que vertebraban la cotidianeidad de la militancia de la izquierda par -tidaria tiene como correlato positivo la afirmación de aquellas prácticas que se vincularan con el placer, el goce, la alegría, la voluptuosidad, el deseo… «Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa», dicen que dijo la anarquista Emma Goldman, mientras bailaba, a un compañero que le reprochó el ejercicio pequeñoburgués de la entrega disoluta del cuerpo a la danza. Hoy esa frase podría ser pronunciada, tranquilamente, por Mauricio Macri al comienzo de uno de sus shows (o al final, que es cuando suele exhibir, como diría Paolo Virno, su «virtuosismo»).

A un lado, como dijimos, la izquierda tradicional con su militancia triste y su religioso «más allá». Al otro, la izquierda autónoma con su activismo alegre y su danzante carpe diem. Pero los animales humanos somos uno y el mismo. Y somos, fundamentalmente, finitos, una parte de la naturaleza. Por ello, podemos afectar o ser afectados. Podemos actuar o padecer. El gran boxeador Abel Laudonio, lo dice con una elocuencia admirable: “Cuando uno no está pegando, es que le están pegando a uno.” Hay pocas cosas que entorpecen más una política auto-emancipatoria que la unilateralización, o sea, cuando se toma solo un lado y se olvida el otro del bicho humano. Cuando se pretende elegir o bien las pasiones tristes o bien las pasio-nes alegres (o, peor aún, cuando se intenta tomar partido por la preminencia o bien de meter de los pies en el barro, la “práctica” o bien de la antesala del pensar, la “teoría”). Por esa sen -da, tarde o temprano, lo reprimido retorna. La izquierda partidaria, ante las críticas, los cues-tionamientos, etc., ha respondido de manera poco fraternal y ha elaborado un prolífico derro-tero de traiciones, expulsiones, exilios, purgas. “El partido se fortalece depurándose” reza el epígrafe del ¿Qué hacer? de Lenin. La historia de los partidos de izquierda y su compulsión a la fracción están condensada en la repetición de ese mantra. Lxs autonomistas, a su modo, han experimentado el retorno del lado “malo” de lo humano de diferentes modos, que van des-de la imposibilidad de darle una tratamiento politizante a esas pasiones tristes cuando se des-tapan en los propios espacios, hasta el pavor ante el presunto retorno de “la derecha” en el reciente ballotage presidencial, coyuntura que lxs acomodó rápidamente en las filas del su-puesto “mal menor”.

Como sea, partidaria u autónomanente, vertical u horizontalmente, la política anticapi-talista no deja de codearse con las pasiones. Está más lejos de una racionalidad more geome-trica de lo que suele pretender y más cerca de una religiosidad inconsciente de lo que suele aceptar. ¿Cómo podría ser de otro modo en un mundo que esconde, como la clave de su exis-tencia, la separación de una fuerza de lo que es capaz? En el capitalismo, la fuerza productiva de la sociedad está escindida de lo que produce, alienada de las decisiones que atraviesan su vida diaria, enajenada de su cuerpo y sus deseos. En términos clásicos: la fractura entre las condiciones de trabajo y el trabajo mismo, el capitalista colectivo y el obrero colectivo, la re-naciente relación social capitalista. En esa brecha se entremezclan las pasiones y las acciones de la humanidad. Spinoza distinguía entre dos tipos de pasiones: las tristes, que disminuyen

Page 2: Caute: de la acción y la pasión políticas (editorial revista Dialéktica 27 - 2016)

nuestro hacer-pensar y nos sumen en el padecimiento, y las alegres, que lo aumentan y nos conducen a la acción. En la batalla entre ambas pasiones se juega la política, una política que favorece unas u otras. En el capitalismo, huelga decirlo, las pasiones tristes, la perpetuación de la relación social capitalista, la creciente distancia entre nuestra potencia y lo que puede, vienen ganando. Las alegres, que tienden a su abolición, son raras. La lucha de clases es también –no podría no serlo- una lucha entre nuestras afecciones. Porque una pasión sólo puede ser transformada por otra pasión. La política constituye su nervio en las pasiones y no en contra de ellas (cuando la razón las denostó… produjo monstruos).

***

La presencia de las pasiones en el seno de la auto-producción de la sociedad se muestra sin tapujos cuando miramos el mundo de la real politik. Allí nadie se hace problemas por apelar a las formulaciones más morales y religiosas que puedan encontrar. Lo que sea eficaz para mantener el sistema, será dicho. Las elecciones de la democracia burguesa son un festín de ingeniera mediática para conquistar el corazón de lxs votantes. Siempre se apela a las pasiones. Siempre se busca afectar para que unx vote para que decidan por unx. Para separar –una vez más- la fuerza de lo que puede. Por eso, siempre estamos al borde de la religiosidad… Y las pasiones tristes predilectas del paraíso perdido, del reino prometido son la esperanza y el miedo. Una añora un pasado mítico, otra huye de un pasado aterrorizante. Una sueña con lo que puede venir, otra teme ante lo imprevisible futuro. Paralizadas en el pasado o proyectadas hacia el futuro, ambas dudan y trastabillan en el presente. Padecen: no actúan porque esperan, no hacen porque temen. Y se va del temor a la esperanza y de la esperanza al temor porque son ramas del tronco común de la obediencia política. Séneca conocía esa triste hermandad: “Dejarás de temer, si dejas de esperar”.

La primacía de la obediencia política se mostró nítidamente en el ballotage entre Mauricio Macri y Daniel Scioli. Dejando de lado que las opciones pro-capitalistas hegemonizaron de punta a punta la maratón de elecciones que fue el 20151, mencionemos antes que nada que, en el plano programático, hasta los propios kirchneristas reconocían que los lineamientos político-económicos del candidato que les eligió “su” jefa era el del macrismo salvo en su celeridad: ajuste en cámara lenta. El triunfo de Macri -y lo que estamos viviendo desde el 10 de diciembre- se adecua a ese pronóstico, que no es otro que el que rige los ciclos vitales de la economía capitalista. Pero lo que nos interesa es otro punto. Ajuste veloz o ajuste lento se iba a decidir en las urnas. Y lo esencial de ese juego sólo se ve desde el corazón. El rejunte de Cambiemos desde su nombre prometía un futuro distinto, la esperanza de otra vida, una vuelta de página a los doce años de kirchnerismo, ese reciente y ominoso pasado (que incluía desde la inflación hasta la inseguridad y el narcotráfico). El Frente para la Victoria, por su parte, enarboló sin medias tintas la campaña del miedo, apeló al fantasma del neoliberalismo y de la crisis del 20012 (bastante más que a los puntos progresistas de los que se jactaban en la década ganada). Obviamente, la eficacia del marketing político tiene su fuente y correspondencia en el cuerpo de la sociedad y en las pasiones que cortan transversalmente las distintas clases sociales. Esperanza y temor para ir a las urnas y votar 1 Tan sólo mencionemos un caso. El domingo 25 de octubre votó más del 80% el padrón electoral y, de esa ci-fra, más del 95% optó por más capitalismo. Y aclaramos que el ínfimo voto al FIT no nos entusiasma, no por lo ínfimo sino por el FIT: el Frente de Izquierda y de los Trabajadores –¿una cosa es la izquierda y otra los trabajadores?– nada ofrece de relevante para la auto-organización de lxs productorxs sociales, precisamente porque su política se limita a ofrecer. Y cuando la apuesta política es de «oferta» sólo queda seducir o persuadir a la «demanda». (Pero el proble -ma es la producción, ¿no?) Y lo que ofrece, desde su invariable exterioridad, es la sustitución representativa. Como ya nos extendimos sobre esto en nuestro número anterior –donde también criticamos el derrotero de la «izquierda inde-pendiente» y de la «nueva nueva nueva izquierda», las cuales, lejos de templarse en la paciencia que implica pensar contra el tiempo hegemónico, rápidamente se ajustaron al ritmo de la agenda electoral burguesa–, nada agregare-mos. Nada excepto una delimitación. No es que estemos en contra de participar en elecciones.  Cada vez que tenemos fuerza suficiente, quienes integramos esta revista, nos presentamos a elecciones en nuestros lugares de trabajo (sin-dicatos, colegios secundarios, terciarios, universidades…). De manera que, de hecho, ni estamos en contra de presen-tarnos a elecciones ni estamos en contra de votar. Al menos, no por principio. Pero consideramos que no debemos atender por separado los contenidos y las formas, los medios y los fines, de la acción política. Pero eso, cuando pode -mos presentarnos a elecciones, cuando hay un proceso político que lo sustenta, lo hacemos denunciando el carácter burgués de la representación; socializando toda la información a la que accedemos y que normalmente queda en la «mesa chica» de quienes toman las decisiones que nos afectan; mediando instancias colectivas de elaboración y deci -sión que propicien la mayor apropiación posible del proceso por parte de «los electores»; y defendiendo la revocabili-dad en asambleas y la rotación periódica de «los electos». Las formas expresan contenidos, los medios anticipan fi -nes.2 El 6/11/2015, en una de sus poquísimas apariciones para apoyar al candidato del proyecto, dijo: "Después no vengan con el que se vayan todos porque nos vamos a quedar todos los que estamos". Como diría Dardo Scavino, “más claro, echale agua bendita…”

Page 3: Caute: de la acción y la pasión políticas (editorial revista Dialéktica 27 - 2016)

más economía capitalista, más política estatal, más ideología burguesa. Las pasiones tristes por antonomasia caldearon tanto la coyuntura que en todos lados se hablaba del sufragio del año. Recibíamos a diario (en nuestros lugares de trabajo, en reuniones amistosas o familiares, en encuentros ocasionales) la vehemente insistencia con que sciolistas de toda estirpe –quie-nes lo votaron porque son sciolistas de la primera hora, quienes lo votaron porque «lo ordenó la jefa» y quienes, tras conocerse la definición mano a mano contra Macri, lo votarían porque, si no, «se viene la derecha»– nos interpelaban para que votáramos lo que ni votamos ni vota-remos. La interpelación que más nos sorprendió fue la de aquellxs “autonomistas” que habían pasado años denostando sin matices desde cualquier intento de (auto)organización hasta las elecciones estatales porque sometían su deseo, sus ganas, su individualidad, etc. El miedo a “la derecha” hizo lo suyo.3 Lo reprimido autonomista, retornó. Y se pasó sin medias tintas de la indiferencia al “mal gobierno” a devorar la agenda de la burguesía4. La religiosidad se pa-seó victoriosa entre nosotrxs… El Capital, también.

Las elecciones ya pasaron, pero las pasiones políticas se mantienen en primera plana. Es por eso que debemos tomar distancia, dar un paso atrás y re-comenzar otra vez con la pre-misa de toda crítica, la crítica a la religión. Precisemos: la crítica a la forma de la religión. Es que ésta –la forma- es la que se mantiene, la que se trasviste, se distrae en colores, en tonos, en retóricas que la encubren y hasta la niegan para confirmarla. Su forma: el paraíso perdido al cual regresaremos, tarde o temprano, pero regresaremos. Y una vez que la religiosidad, la continuidad en la forma de la religión, está en marcha (otra vez) no sólo se templan promesas de ineluctable redención, de restitución de un goce perdido sino que también se prepara la li-turgia para los fieles, los anatemas para los traidores y las beatificaciones para los mártires de la causa. Tiempos álgidos estamos viviendo. Tiempos álgidos vienen. Pero, en un sentido relevante, nada nuevo para lxs que peleamos contra la relación social capitalista…

¿¡Y qué mejor que para cocinar estas pasiones que un contexto de ajuste!? Ya se sabía antes de las elecciones, la única diferencia entre la tendencia personificada por Cambiemos-PRO-Macri y la tendencia personificada por el FPV-PJ-Scioli era la velocidad con la que se iba a ajustar. Hasta los kirchneristas más enamorados de Ella lo aceptaban (y en voz baja decían que sólo les importaba esperar a que vuelva…). El macrismo ganó en las urnas y está hacien-do los deberes como el Capital manda, con una celeridad que no sorprende, con un ánimo re-vanchista elocuente. Si se trata del análisis concreto de la situación concreta, no podemos no decir que todavía tanto los productos del trabajo humano como la capacidad de trabajo de la mayoría de los seres humanos toma la forma de mercancía. El despliegue de las contradiccio-nes inherentes a la producción mercantil capitalista nos conduce a los vaivenes del ciclo eco-nómico y a la ineludible lucha de clases… Y así como en la fase ascendente se pavoneaban las políticas progresistas, ahora, en la pendiente del ciclo se señorea el ajuste. Hay que darle se-guridades a los capitalistas para que la tasa de ganancia vuelva a prosperar: devaluación, en-deudamiento, despidos, reducción del déficit fiscal y disciplinamiento de las luchas. El Capital avanza sobre el obrero colectivo. Esa es la esencia de lo que está sucediendo en estas prime-ras semanas macristas. En esta coyuntura se impone la unidad de acción, es el momento cuando las perspectivas tienden a una inestable convergencia. Unidad del espanto. Hemos di-cho, tiempos febriles en los que la confluencia táctica no debe ir en detrimento de la crítica. Hay que afinar el lápiz y matizar en el enredo de posiciones.

Ahora que el kirchnerismo ha dejado el poder ejecutivo del Estado, se encamina a un engorde o duplicación del mito peronista. La mitificación de la “década ganada” va a paso fir-me y de a poco se irá tiñendo con los colores del origen, se irá añorando como el paraíso per-dido5, de donde se ha sido expulsado por el 51% de lxs votantes macristas… Se narran a sí

3 El problema no es nuevo. Conocemos esa actitud pasional, ese convencimiento dogmático de ser y tener «la verdá de la milanesa»: la izquierda –la partidaria, la independiente y la novísima– suele referirse de la misma manera (que lxs sciolistas) a quienes no hacemos lo que ella hace, en esa extensa y gótica tradición de injurias e insultos que se remonta a la polémica entre bakunistas y marxistas durante la I° Internacional. Ayer fue «el izquierdismo, enfer-medad infantil del comunismo»; hoy su nombre es legión: «autonomismo», «horizontalismo», «asambleísmo», «situa-cionismo», «hollowaynismo», «toninegrismo»...4 Pero, siendo sincerxs, digamos que semejante fragilidad ideológica-política no es tan sorprendente ya que se nutre del anti-intelectualismo y del narcisimo propios de estos colectivos. Si para Lenin sin teoría revolucionaria no había movimiento revolucionario, aquí la cosa es inversa y a mitad de camino: sólo hay movimiento revolucionario, la posta es la práctica, lo otro es chamuyo. ¿Y cuál es esa práctica? Lo que ellxs hacen, sin dudas. Y el que no la ve, se jode. Por nuestra parte, limitémonos a decir que no sólo no existe escisión posible entre hacer y pensar sino que desconocer la lógica y las tendencias del sistema que se combate, sólo fortalece las cadenas que se cree –a todo brío- combatir.5 Horacio González ha decidido encarnar este papel en “Derrota y esperanza”, una serie de capítulos en los que le cuenta al corazón popular lo que debe sentir, lo que debe temer, lo que no debe olvidar, lo que debe esperar… Esa paradigmática intervención puede leerse, por ejemplo, acá: http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2016/02/derrota-y-esperanza-un-folletin.html.

Page 4: Caute: de la acción y la pasión políticas (editorial revista Dialéktica 27 - 2016)

mismos que habían llegado al poder (por la ventana, pero habían llegado…) para concretar los sueños por lxs que muchxs pelearon en la década del 70 (que a su vez querían volver a la dé-cada del 40…). Ahora ya no están, pero juran regresar. Imploran al cielo que ella vuelva. Y mientras esperan, se congregan fielmente en las “plazas del pueblo” para oír la palabra del profeta de turno. No sería de extrañar que en la peregrinación de retorno al añorado templo estatal estén con ánimos de separar devotos de impíos.

La izquierda partidaria no es ajena a estas prácticas. Sus mitos bolcheviques no cesan de nacer al par de un férreo dogmatismo y de una furia implacable contra lxs “contra-revolu-cionarixs”. En este punto no tiene nada que envidiarle al kirchnerismo. Sin embargo, la iz-quierda tiene un sentimiento ambiguo con los números de adeptos que suele movilizar el po-pulismo. Por un lado, babea imaginando qué glorioso será el día que esas masas devengan para sí y noten la verdad escrita en el programa de la izquierda y, sin dudarlo un momento, pasen a engrosar sus filas para encaminarse a la toma del palacio rosado… Por otro lado, la actualidad de su orga se nutre de un goce oculto: la minoría es la muestra de su verdad, la marginalidad confirma su posición: la correcta. ¿Por qué no se suman las masas al caballo de la verdad-verdadera? ¡Los engañan! ¡Perdónalos Padre porque no saben lo que hacen!

***

¿Por qué volvemos a la premisa de toda crítica, a criticar a la religión, a criticar a la forma de la religión? Es que no cesa de nacer. Pero el problema no es la religiosidad en sí sino algo más primario: los procesos de subjetivación; el desarrollo de la conciencia política individual y co-lectiva que encarnan esas formas políticas; el tipo de relaciones, deseos e intereses que carac-terizan la praxis política. Cuando decimos «primario» no nos referimos a la mera biografía (empírica, anecdótica, periodística) de ciertos partidos y grupúsculos, sino a las primeras for-mas (transcendentales, lógicas y filosóficas) de la conciencia militante: figuras pobres en de-terminaciones, abstractas y vacías, a pesar de su voraz apetito por encerrar la pletórica reali-dad en las líneas de «su» programa. Lo cual se nota, fundamentalmente, en la precocidad de los juicios: se levanta el dedo con aplomada impaciencia, se eleva la voz súbitamente para de-signar la diferencia perspicua entre el todo (lo que ellxs hacen) y la nada (lo que hacemos quienes no somos ellxs). Estas configuraciones primarias y pobres en determinaciones de la subjetividad militante se afanan en lo que es imposible: llegar al fin sin los medios. Paradójica-mente, la ilusión retrospectiva de un paraíso perdido y su concomitante impulso hacia un futu-ro de redención, convierten la política en un voluntarioso inmediatismo que se irrita con lxs que no hacen lo que ellxs hacen. Esa vehemencia a la que nos referimos tiene para nosotrxs un claro sentido político, un lugar central en el momento de hacer política, porque trama nuestras existencias cotidianas en los lugares de trabajo, en la universidad, en el barrio, etc. Ante esa impaciencia política (que conlleva una violencia a veces explícita, a veces en ger-men), recordamos el lema de Spinoza y su comunidad de amigos: caute. Pero con esto no sólo nos referimos a la cautela en un contexto de pasiones políticas candentes sino también a la paciencia que conlleva una política que anude fines y medios en sí misma, que ella sea su pro-pia mediación. Por eso, para nosotrxs, no hay que ir corriendo a militar a ningún lado, no hay que llevar la revolución a nadie. La política autoemancipatoria es aquí y ahora.

Ante la forma de la religión como centro del proceso primario de constitución de la subjetividad política, allí donde campea lo Irracional, donde resbalan en ineficacia –por insufi-cientes- los argumentos y las razones6, la crítica intenta atravesar los miedos y las promesas,

6 A modo de ejemplo de ese blindaje a los razones, analicemos las paradojas de lo que repetían muchxs de lxs sciolistas en los días previos al ballotage. Aceptando que la recesión económica está golpeando las puertas hace rato y que el ajuste es inminente, nos instaban a votar a Scioli porque con él en el poder y con la militancia leal “al proyecto”, el ajuste será progresivo y se cuidarán las "conquistas". En cambio, con Macri, la cosa será sin anestesia. Con Macri será peor. Y advierten, yendo contra ese lugar común de fama trostkista, que no es “cuanto peor, mejor”, por eso “no es lo mismo” Scioli que Macri. Hasta lxs que se atreven a aceptar que el problema es el capitalismo, añaden que con Scioli habrá mejores (menos peores que con Macri) condiciones para pelear por otra sociedad. La argumentación aparece sencilla, consistente. ¿Será por eso que se les aceleraba el pulso cuando su interlocutor ocasional no está de acuerdo? Más o menos, con mejores o peores modos, decían eso. Un argumento que ataban la política a la economía de modo directo. Leyeron bien. Sí, lxs convencidxs de que esta última década era la muestra notoria de que “la política” puede –y debe- controlar “la economía”, de que el estado puede –y debe- frenar y encauzar la anarquía del mercado hacia las mesas del consumo popular, ahora nos querían extirpar un voto a favor de Scioli (o en contra de Macri) diciéndonos que con no tan malas condiciones económicas, la política será la mejor posible. Menuda paradoja. Sin mediaciones se pasaba de un determinismo politicista a uno economicista. Pero hay más. Con ese rosario de argumentos sobre la mesa, sin embargo, aparece una segunda paradoja, una irrefrenable aporía. Si aceptan el vaiven de la economía, no pueden no decir que el declive del ciclo económico, lo peor del ciclo, es antecedido por el alza del ciclo, lo mejor del ciclo. (Así también después de la caída -si no logramos hacer otra cosa-, la acumulación renacerá cual Fénix). O sea, momento en que estaban dadas las mejores condiciones para construir otra sociedad "mas justa, igualitaria, etc."... Cuanto mejor, mejor. Pero, si esto es así, y veníamos de lo

Page 5: Caute: de la acción y la pasión políticas (editorial revista Dialéktica 27 - 2016)

horadarlos con armas infieles: a una pasión sólo la modifica otra pasión. Sin esperar nada, sin nada que temer, la actividad política deviene en incertidumbre y en modestia por su finitud. Por eso nuestro énfasis en que la política es aquí y ahora, contra todo más allá, contra toda trascendencia, contra toda forma-de-religión y teología-política… Ante la repitente y renovada subjetivación religiosa, nosotrxs hacemos política aquí y ahora. Ante la promesa de una vuelta al paraíso perdido para beber eternamente las mieles del Padre-estado-revolución-comunismo, nosotrxs optamos por una política que no aspira a saber qué sucederá con lo que hoy se haga, que no establece fines antes de recorrer el camino: experimentación le hemos llamado a esta noción en números anteriores. Aquí y ahora nos conduce a una práctica política que se asume en el trabajo cotidiano con lo que hay, con lo que somos. Nada de utopismos ni de realismos ingenuos. En el mundo tal cual está siendo. Y eso nos sumerge en las pasiones, en los afectos que constituyen nuestra existencia. Las pasiones tristes, que decrecen nuestra potencia de ha-cer y de pensar, que profundizan la brecha entre nuestra fuerza y lo que puede, esa es la ge-neralidad de nuestra cotidianeidad. Tierra fértil para el temor, la esperanza, el egoísmo (que tan bien se muestra en la competencia mercantil, en la mano invisible que mece el mercado), la mala conciencia, el resentimiento, la superstición paranoide… Estamos allí, somos eso. No es casual que en todos los ámbitos de la vida nos encontremos con los mismos problemas: su-misión a la autoridad7, delegación, competencia de egos, ambición, etc. Si esto pasa del lado del mostrador del capitalista colectivo o de “los malos” en general no nos sorprende ni nos im-porta. Cuando sucede “de este lado”, se reprime, se silencia. Y en el ocultamiento del proble-ma bajo una retórica de la búsqueda de la liberación, del amor, de la revolución, etc., sólo se reproduce el mismo juego de pasiones tristes. Y el silencio sobre ellas, impide su politización, su autocrítica. Pero a no confundirse. En ese silencio, en esa ceguera no hay idiotez sino que también el miedo se mezcla con un goce inconciente.

Es la generalidad de la existencia capitalista. Pero no solamente. Aquí y ahora podemos explorar el pasaje a pasiones alegres… Es infrecuente, es raro, pero no imposible. Nada nuevo de lo que venimos intentando hace más de veinte años desde esta revista… .

. ***

En el último número habíamos puesto a prueba una hipótesis: la existencia de la izquierda au-tónoma. Para tal tarea, habíamos convocado a diversos espacios e individuos que se pudieran sentir interpeladxs por dicha noción. En esta nueva entrega de dialéktica continuamos traji-nando esa hipótesis en nuestro dossier. Y lo hacemos doblemente. Por un lado, acercando ex-periencias de otros colectivos que han respondido al llamado. Por otro, publicando la desgra-bación de la conversación que tuvimos en el Colectivo de trabajo a modo de balance de la últi-ma revista y de su presentación pública. Allí arrojamos algunas primeras conclusiones, siem-pre provisorias, de la fertilidad y los límites de dicha conjetura. Páginas mas adelante, en la sección “Artículos varios”, encontramos un ensayo crítico de Emiliano Exposto sobre León Ro-zitchner y el opaco problema de la subjetividad política. En el mismo espíritu problemático, vuelve “Debates”, una sección que renace de vez en cuando, en la que compartimos un diálo-go transatlántico que tuvimos, hace ya un tiempo, con unxs anarquistas españolxs. El dispara-dor fue un texto nuestro del número 25: “El olvido del ser (capitalista). Política, subjetividad, deseo, autoconciencia.” Por último, presentamos una nutrida sección de “Reseñas”. Arranca-mos con algo poco común en nuestras páginas, un par de textos sobre las intensas apuestas teatrales de Rafael Spregelburd-Federico Zypce y Silvio Lang. Seguimos con una lectura críti-ca del siempre renovado problema de los derechos, a propósito de Hecha la ley. (Legislacio-nes kirchneritas. Apuntes críticos para la reflexión), el libro publicado por el Colectivo de abo-gadxs populares La Ciega. Por último, nos encontramos alegremente con la invitación a filoso-

mejor, cabía preguntarse, ¿en qué resultó eso? En un mano a mano entre Macri y Scioli. Con el poder del estado y las mejores condiciones objetivas, ¿esto es lo que pudieron conseguir, tan poquito como opción política "de otra sociedad"?... Ante la exposición de estas paradojas, el sciolista se encogía de hombros y pasaba a ignorarnos. Su voto ya estaba decido en otro lado, lejos de las razones. 7 Hay una organización de los afectos que permanece como lo impensado en cualquier análisis ya sea de derecha o de izquierda: la familia. Allí comienza a forjarse la obediencia y la sumisión a la autoridad. Pese a que la tradición de izquierda cuenta, por ejemplo, con el texto donde Engels traza el vínculo entre familia, propiedad privada y estado, no sólo no critica la organización familiar sino que en general la defiende, siendo que allí se cocinan pasiones tristes que tantos estragos causa. Se nota en las relaciones que se tiene con Chavez y Bergoglio, por ejemplo. O en lo que pasó en estas últimas semanas con Milagros Salas.  Esta última representa a la vez el amor a la autoridad y al “sucio secretito familiar”.  Con esto último nos referimos a que muy pocxs ignoran su acción paraestatal y, por momentos, paramilitar sobre lxs disidentes, pero “todo debe quedar en familia”… o serás un traidor como el Perro Santillán.

Page 6: Caute: de la acción y la pasión políticas (editorial revista Dialéktica 27 - 2016)

far que nos hace Quentin Meillassoux en Después de la finitud. (Ensayo sobre la necesidad de la contingencia).

Con todo, un nuevo número de dialéktica…

Colectivo de trabajoFebrero de 2016