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Capítulo 2 LAS MÚLTIPLES VERTIENTES DEL DESARROLLO RURAL

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Capítulo 2

LAS MÚLTIPLES VERTIENTESDEL DESARROLLO RURAL

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1. LOS AVATARES DE UN CONCEPTO MORAL YSOCIOPOLÍTICO: EL DESARROLLO

1.1. EI carácter moral y voluntarista del desarrollo

El diccionario de la Real Academia de la Lengua plantea, entreotras, las siguientes acepciones1z de desarrollar:

"Acrecentar, dar incremento a una cosa del ordenfísico, intelectual o moral [...] Progresar, crecer eco-nómica, social, cultural o políticamente las comunida-des humanas" (Dicc. de la Lengua Española 1992:694).

EI desarrollo es, por tanto, un concepto que contiene una indis-cutible acepción dinámica que, en primer lugar, remite a un ordencuantitativo: alcanzar niveles más altos en una escala determinada.También, en cierto modo, se puede vinculaz con lo biológico: iravanzando en las etapas que la evolución determina; se relacionaríaasí con el crecimiento. Pero cuando el discurso sobre el desarrolloabandona las regiones de los números o de la biología y se intemaen el mundo de los humanos, comienzan a aparecer las posibilida-des de interpretaciones diferentes sobre los mismos fenómenos;surge, por tanto, la dimensión valorativa: ^qué se considera estazmás arriba en la escala y qué significa estar más abajo? Si ^ifícil-mente- se puede sostener que el desarrollo en la esfera social esalgo que se produzca de manera espontánea, predeterminada ynecesaria, como sucede en los organismos vivos, ^no implica, portanto, la intervención de la voluntad humana? ^Y no supondrá, en

1z Concretamente se trata de las acepciones 2 y 7 de desarrollaz, ya que desarrollo seentiende como "Acción y efecto de desarrollar o desairollarse".

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consecuencia, construir una escala, esta vez de valores, para definirqué orientación es deseable que tome el desarrollo?

Lo que se entiende por desarrollo puede, por tanto, variar nosólo de una sociedad a otra, sino también pueden coexistir dife-rentes modelos, concepciones, estrategias o posiciones dentro deuna misma sociedad. Es por lo que se afirma que el desarrollo sedebe entender en términos morales. Dicho de otro modo, su orien-tación moral enfatiza cuál "debe ser" el resultado final del proce-so de desarrollo y cuáles son los medios "correctos" e"incorrec-tos" para llegar a ese fin deseado. En los últimos tiempos se hanpropuesto toda una batería de significados para el desarrollo, pre-cisamente reveladores de ese carácter moral y voluntarista. El pri-mero de ellos se centra en el protagonismo o liderazgo y en el ori-gen de los recursos empleados en tal proceso. Hablamos de"desarrollo endógeno"13:

"La capacidad de liderar el propio proceso de desarro-Ilo, unido a la movilización de los recursos disponibles enel área, de su potencial endógeno, conduce a una forma dedesarrollo que ha venido en denominarse desarrollo endó-geno" (Vázquez Barquero, 1988: 25-26).

Por otro lado, como reacción al énfasis economicista que amenudo se incorpora a la noción de desarrollo, se habla de "desa-rrollo social o comunitario". Incide por tanto en la esfera de losocial, en una necesaria dimensión cualitativa ^n términos de opor-

13 Hay varios supuestos subyacen[es a la concepción del desarrollo endógeno: en primerlugar, y en términos generales, el cazácter "deseable" de un protagonismo local en el procesode desarrollo.; en segundo lugar, la funcionalidad económica y competitividad de este modelode desarrollo; por último, las consecuencias positivas de tipo social para las poblaciones impli-cadas, en términos de equidad y calidad de vida.

Protagonismo local no es, necesariamente, sinónimo de igualdad ni de calidad de vidageneralizada, como tampoco tiene por qué serlo -al menos en ausencia de otras condiciones-de una posición competitiva en el mercado, esto es, de éxito económico. EI que la actividadeconómica se desenvuelva a nivel local puede reforzar el control social e incluso la explota-ción, al convertir, por ejemplo, relaciones laborales reguladas por derecho en prestaciones per-sonales. También es objeto de discusión el saber, en un mundo globalizado como el nuestro,dónde se sitúa la frontera entre lo endógeno y lo inducido: ^en el lugar de residencia de losempresarios? ^en el origen de las materias primas? ^en la procedencia de la mano de obra? ^enel destino de la reinversión del excedente? ^en la identificación -cultural- con lo local? ^qui-zás en todo lo anterior a un tiempo? "La distinción exógeno%ndógeno favorece una polaridadespacial artificial y se propone un enfoque del análisis del desarrollo mral en el que se hagahincapié en la interacción entre las fuerzas locales y extemas en el control de los procesos dedesarrollo" (Lowe et al., 1997: 13)

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tunidades, calidad de vida, carácter participativo y democrático- deldesarrollo. Por su parte, el concepto de "desarrollo sostenible"remite también a la dirección que "debe" tomar el desarrollo: aque-Ila que permita un equilibrio entre la mejora de la vida humana y laconservación de los recursos14. El concepto de "desarrollo integra-do", por último, incide también en la dimensión cualitativa del desa-rrollo, más allá del simple crecimiento, pero frente a esas visionesparciales nos dirá que éste ha de tener lugar de manera simultáneay armónica en todas las esferas aludidas: en lo ambiental, en lo eco-nómico, en lo social, cultural, político...

Se comprueba por tanto que no hay uno si no muchos posiblesdesarrollos. ^Por qué orientación inclinarse? ^Quién propone oimpone esta? ^,Tienen todos los agentes sociales la misma capacidadde decisión al respecto? La sola formulación de estos interrogantesestá hablando de una característica esencial del desairollo, consus-tancial con su orientación moral: su carácter sociopolítico.

1.2. EI desarrollo como proceso sociopolítico. Desarrollodesigual, poder y conflictos locales

A menudo se atribuye al desarrollo local un cierto carácter "idí-lico", pretendiendo que los procesos de desarrollo caen más del ladode la colaboración que del conflicto. Ignorando, así, el carácterinherente de éste a una sociedad como la nuestra, desigual y jerár-quicamente organizada, al tiempo que con una importante fragmen-tación social, resultado, entre otros factores, de altas tasas de paro yprecariedad, de la segregación étnica y de la no aplicación e inclu-so retirada gradual de algunos de los mecanismos de protección queconfiguraron el denominado "Estado de Bienestar". En cualquiercaso, en una sociedad capitalista y competitiva, es muy difícil, si noimposible, entender el desarrollo como un proceso universal y alalcance de todos. Del mismo modo que, por ejemplo, distintos Esta-dos nacionales poseen diferentes capacidades de influencia en loque sucede en la escena internacional, se debe reconocer que el

14 EI informe Brundand (UICN-PNUMA-WWF, 1991) lo define como aquel que "satis-faga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuraspara satisfacer las propias".

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carácter desigual del desarrollo y la existencia de una "divisiónespacial del trabajo" (Massey, 1984) es también un hecho, ya que"la interacción entre lo local y lo global incluye relaciones de explo-tación" (Hadjimichalis, C., 1994: 241).

Para David Harvey, el capitalismo se caracteriza por una cons-tante revolución del espacio o"reorganización espacial", bien ensus fases expansivas o de crisis. El modelo global define el marcode cooperación o competencia entre lugares o localidades con-cretas:

"Las redes sociales que se establecen en y a través delos lugares para procurar ventajas económicas pueden serintrincadas en extremo, pero al final algún tipo de coali-ción, aunque cambiante, es siempre evidente. Pero talescoaliciones no tienen éxito siempre. La competición entrelugares produce ganadores y perdedores. La competenciaentre lugares es, hasta cierto punto, antagonística" (Har-vey, 1993: 7).

La creciente importancia espacial en la era de la "acumulaciónflexible" ^ue toma la fonna de compresión espacio-temporal-guarda relación con la cada vez menor seguridad de éxito porparte de los que han sido lugares centrales en la fase de desarrollofordista (es el caso de Detroit, Sheffield...), con la reducción de loscostes de transporte ^ue implica una creciente sensibilización delas empresas a las diferencias cualitativas locales- y, por último,con el incremento del carácter competitivo entre los distintos luga-res, lo que implica unos cada vez más importantes esfuerzos en laconstrucción de imágenes que sirva como medio de reivindicar lolocal. A esta elaboración de imágenes 15 -culturales, paisajísti-cas...- le llama Harvey "producción postmoderna" 16 (Harvey,1993).

15 También Uny (1995) wta la cuestión de cómo, para ser "consumidos", los espaciosson "remodelados" o"reconswidos" desde las imágenes que de estos tienen determinadosactores sociales.

16 En esa conswcción simbólica, orientada a obtener ventajas competitivas, ocupa unlugar destacado el capital especulativo, el cual encuentra a menudo la "complicidad popular",o dicho de otro modo, una identidad en tomo a(sus) intereses, movida por la pequeña propie-dad, los supuestos beneficios generales del crecimiento, la cooptación o la persuasión (Harvey,1993).

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Pero no sólo puede surgir el conflicto en la confrontación entrelo local y lo global, o entre localidades diferentes. Como se ha podi-do comprobar, el desarrollo no sólo pone en marcha procesos decambio en la esfera económica, sino que afecta también a las rela-ciones sociales en sentido amplio. Andrés Pedreño, tomando laagricultura murciana como ejemplo de estas transformaciones, nosmuestra cómo las discriminaciones de género y etnia operan, a lahora de gazantizaz simultáneamente cualificación y desprotección,en el desarrollo económico ".

Por tanto, la definición y puesta en mazcha de un modelo parti-cular de desarrollo también genera procesos de confrontación aescala estrictamente local. Conflictos locales que tienen una impor-tante componente simbólica, como pugna sociopolítica entre agen-tes diferentes por consolidar o mantener su hegemonía ^oncretadaen el campo económico a través de una particular orientación deldesarrollo-. Este es un aspecto que será planteado más adelante y,en cualquier caso, se hallará omnipresente en el tratamiento de losagentes sociales del área de estudio.

En definitiva, la consideración del conflicto nos permite recono-cer el carácter complejo, dinámico e interrelacionado -en forma deflujos y redes-, a un tiempo global y local, material e inmaterial, delos procesos de desarrollo. Con lo que se consigue conciliar laestructura y la acción, o dicho de otro modo, las características esta-blecidas y los procesos dinámicos -cognitivos o materiales- queconfiguran tales procesos.

2. DEL MODELO DE MODERNIZACIÓN A LATERRITORIALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA

2.1. El desarrollo rural, entre lo global y lo local

En este cambio de siglo todo se "mundializa": la economía, lapolítica, las comunicaciones... Pero frente a tendencias de este pri-mer tipo, y de manera aparentemente pazadójica, asistimos a un

^^ "La movilización de categorías sociales altamente vulnerables en el interior del proce-so de trabajo, feminizándolo y emificándolo, está posibilitando, con todas tas incoherenciasque se quieran señalar, la formación de una mano de obra al mismo tiempo compleja y even-tual" (Pedreño, 1999: 53).

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redescubrimiento del localismo -entendido éste sin el carácter des-pectivo que a menudo se le atribuye-, que echa por tierra buenaparte de los augurios de los profetas que vaticinaban tiempos en losque las identidades, las diferencias... iban a ser abolidas debido alproceso de homogeneización consiguiente a la nueva era global. Portanto, el lugar de las sociedades y las economías rurales se constru-ye en mitad de dos procesos aparentemente contradictorios: la glo-balización y la relocalización18.

La orientación de los cambios en los macroprocesos globaliza-dores podrían sintetizarse en cuatro grandes niveles interrelaciona-dos: en primer lugar, en la esfera económica, dónde se asiste a una"creciente indiferencia espacial" del capital y sus instituciones pare-jas (Urry, 1984: 55), al tiempo que éste se vuelve cada vez más cir-culante; en el escenario cultural, con una. difusión anteriormentedesconocida de determinadas manifestaciones culturales, propo-niendo como ejemplo gustos musicales, formas de vestir...; en ter-cer lugar, en la esfera política, dónde nos hallamos con una cre-ciente necesidad de concertación internacional y unas tendenciasasociativas paralelas a la dimensión mundial que adquieren tanto laeconomía como los distintos problemas a los que se enfrentan losEstados: hegemonía, seguridad, migraciones...; pot último, al nivelsocial en sentido estricto, donde, entre otros factores, el carácter ins-tantáneo e intensificado que las mejoras en las comunicaciones pro-porciona a las relaciones interpersonales -por muy distantes que sehallen los individuos-, provoca que surjan nuevas imágenes querefuerzan la unidad planetaria y se pongan en marcha mecanismosde identificación/rechazo entre los grupos sociales de diferentesescenarios nacionales; al tiempo que surgen formas sociales y deestratificación desconocidas hasta el momento, derivadas enmuchos casos de las nuevas formas de trabajo (o de la ausencia deéste) y de los procesos migratorios.

Pero al mismo tiempo se ha constatado, desde los años setenta,la eficiencia de los "sistemas productivos locales", así como impor-tantes procesos de descentralización y difusión productiva quebenefician incluso a áreas relativamente remotas. La procedencia delos objetos económicos se convierte en término de elección en lamisma medida en que se desata el furor del "consumo de lugares" a

^g Ver González Fernández y Camarero, 1999.

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través de las prácticas residenciales, de ocio, turísticas... Tambiénlos procesos de descentralización político - institucional contribu-yen al reforzamiento de lo local, como lo hace el "redescubrimien-to" de las identidades, de la dignidad de la diferencia frente al afánmodernista de homogeneización.

Ambos procesos tienen su cara amable: la globalización nosacerca al principio de "una sola tierra", mientras que la relocaliza-ción nos habla de la posible universalización del desarrollo. Perotambién su rostro perverso, que se mueve entre la centralización delpoder político - económico y la aparición de localismos excluyen-tes. En cualquier caso, el devenir de lo rural en la sociedad contem-poránea sólo puede ser comprendido desde la consideración simul-tánea y recíproca de ambos procesos, que remiten a un tiempo aescenarios globales y locales. A un mundo crecientemente global,movilizado, integrado económicamente e interconectado, donde almismo tiempo tiene cabida el localismo, la reivindicación identita-ria y la funcionalidad económica de los sistemas territoriales. Unosy otros forman parte de los argumentos que permiten hablar de undesarrollo rural de cierta entidad ^ aunque, eso sí, tremendamenteselectivo. Pero comprender éste implica tener presentes los atribu-tos que afectan a la naturaleza misma del concepto de desarrollo,como son su carácter no sólo económico-mercantil, sino tambiénsocial, cultural y sociopolítico. Atributos reforzados en el momentoen que consideramos la variable territorial, es decir, en cuantohablamos de desarrollo local. Y es en la comprensión del desanrollolocal, incluso en sus manifestaciones singulares, como un fenóme-no complejo y multidimensional, donde se argumenta la legitimidadde su análisis sociológico.

2.2. EI cambio en las teorías del desarrollo

Los distintos modelos clásicos que, desde las subdisciplinasterritoriales de diferentes ciencias sociales (Geografía Humana,Economía Regional, Sociología Rural y Urbana), se han planteadoespecíficamente para la comprensión de la relación entre el espacioy las actividades económicas, dan respuestas variadas a la existen-cia de diferentes escenarios temtoriales en términos de desarrollo,aunque siempre partiendo de un supuesto básico: la diferenciaciónentre centro y periferia. Sin duda, entre ellas, el enfoque funciona-

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lista ha sido uno de los más influyentes y postula que las activida-des económicas prefieren concentrarse en un lugar determinado delespacio -no estando, por tanto, dispersas aleatoriamente por el terri-torio-, respondiendo a la búsqueda del principio de máximos bene-ficios/mínimos costes. El modelo de las "etapas de desarrollo", porsu parte, desplaza el interés de la dimensión formal ^ómo y dóndetiene lugar el desanrollo económico- hacia la temporal. El desarro-llo desigual, en este caso, vendría explicado por el distinto momen-to de incorporación de los países o lugares a un ciclo evolutivo uni-lineal, en función de sus condiciones intemas. Por último, lasteorías de la dependencia, frente a las condiciones internas aducidaspor los anteriores para explicar ese desfase, se argumentará que obe-decerá a motivos políticos, ya que "la causa misma del subdesarro-llo de unos es el desarrollo de otros" (Benko y Lipietz, 1994: 27).

Lo que resulta evidente es que las teorías clásicas del desarrolloconciben el espacio como dividido entre centros en los que el desa-rrollo se despliega y periferias que permanecen, en mayor o menormedida, al margen de éste. No es necesario insistir, por la obviedadde este extremo, en las similitudes entre estos planteamientos y losque se aplican a la ruralidad, tal y como se ha visto anteriormente.Los fenómenos de auge económico local en espacios periféricosobligarían a superar esa concepción dualista y evolucionista deldesarrollo.

El concepto de distrito industrial como resultado de la evidencia delas múltiples dimensiones del desarrollo territorial

Así que la ruptura con la imagen clásica del desarrollo surge dela "sorpresa" que sacude a determinados economistas regionales-fundamentalmente italianos- a finales de los setenta, cuandoobservan el auge que experimentan ciertas zonas ^n ocasionespequeñas- del centro-nordeste de su país, de manera relativamenteautónoma y en un contexto de crisis generalizado.

"En un momento en que las mayores empresas italia-nas, aparentemente mucho mejor preparadas para operaren los mercados mundiales, perdían terreno en relacióncon los competidores extranjeros, un millar de pequeñasunidades productivas, aparentemente en desventaja en

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cuanto a estructuras de comercialización, escala producti-va, acceso a créditos y experiencia operativa en los mer-cados exteriores, conseguían éxitos en la ampliación desu mercado (interno e internacional), en la realización deganancias y en la creación de `nuevos puestos de traba-jo"' (Becattini, 1988: 3-4).

La noción del "distrito industrial" aparece en la obra Industry andTrade de Alfred Marshall19. Este concepto es "rescatado", casi unsiglo después, por economistas italianos como Bagnasco, Becattini,Triglia..., para interpretar esos fenómenos, identificando en tales dis-tritos una serie de elementos constitutivos como un territorio con supoblación dada, con unas características socioculturales propias, ydonde se ubica un grupo de pequeñas empresas. Pero no basta conque se identifiquen tales rasgos -por otra parte, casi universales-, sinoque los espacios susceptibles de ser considerados como distritos hande reunir una serie de condiciones, la primera de las cuales es la cohe-sión entre las empresas, la población y el territorio a través, precisa-mente, de unos valores propios. Gracias a la aglomeración en el espa-cio, a la proximidad de las empresas, éstas formarían un conjunto decomplejidad y peso semejante a las economías de escala, pero conuna ventaja sobre ellas: al hallarse un distrito constituido por peque-ñas unidades independientes, no llegarían a"perder la flexibilidad yadaptabilidad a las diversas coyunturas de mercado que se despren-den de su fragmentación" (Becattini, 1988: 7). Cualificación, coope-ración, reciprocidad, flexibilidad e imagen pasan a ser términos cla-ves en la comprensión del éxito de los distritos industriales (Becattini,1988, 1989; Bellandi, 1986). La relevancia que a la dimensión socialse le da en estos planteamientos se ha visto condensada en la noción-también propuesta por Marshall- de "atmósfera industrial".

"El punto de apoyo de esta renovación contemporáneadel concepto marshaliano de `distrito industrial' estárepresentado por la idea de la congruencia entre los requi-sitos de una cierta organización del proceso productivo ylas características socioculturales de un núcleo de pobla-

19 En ella se exponen, ejemplificadas en los casos de Lancashire y Sheffield, las ventajasde una población de pequeñas empresas, con una cierta organización intema y una es[recha vin-culación con su mercado de trabajo local.

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ción formado lentamente a lo largo del tiempo" (Becatti-ni, 1988:5).

Uno de los aspectos principales de la teoría de los distritos indus-triales es que permite reconciliar, sobre la base del territorio, losaspectos sociales con los económicos al contemplar "la interpenetra-ción y la sinergia", al tiempo que la "simbiosis entre la actividadproductiva y la vida comunitaria que caracteriza al distrito indus-trial" (Ibid.,:5-6). Otra de las ideas interesantes aportadas por esteplanteamiento es la que propone que la producción de un determina-do distrito es diferenciada desde fuera en virtud de su procedencia detal territorio, en otras palabras, que el "espacio territorial de oferta seconvierta en término de elección" (Ibid.,:6), lo que remite a la ela-boración cultural de los productos, en la que los atributos con que serepresenta ese espacio concreto pasan a jugar un importante papel.

Distintos autores se refieren de la especificidad del fenómeno delos distritos industriales, difíciles de encontrar y comprender lejosde su zona de mayor implantación, esto es, el área mediterránea yen sociedades con fuerte tradición campesina (Garofoli, G., 1994).Otros, como Becattini, no los consideran un fenómeno pasajero, sibien no llegan, como Piore y Sabel 20, a pensar en estos como elnuevo y único paradigma de la organización productiva. Late en laconsideración de la relevancia del fenómeno de los sistemas pro-ductivos locales el rechazo a"la idea, absolutamente dominantehasta hace pocos años, de que ]os senderos de la industrialización yla urbanización, de la modernización en definitiva, eran los mismospara todos los países (y dentro de cada uno de ellos en todas sus par-tes)" (Becattini, 1988: 14) ^'.

20 Piore y Sabel (1992) Ilevazían la cuestión mucho más lejos: los distritos industriales noson un caso específico de la organización económica y productiva, sino que serán más bien eltestimonio de la emergencía de un nuevo modelo global de desarrollo que se encargaría de des-bancar a las rígidas industrias de la producción en serie: la denominada "especialización flexi-ble". Una vez más, la pequeña escala, la innovación constante y la cooperación entre empresasserían los aspectos claves del nuevo modelo. Para el caso americano, dónde este proceso seencontraría más arraigado, las transfotmaciones podrían saltar de la esfera económica y sentarlas bases para una "democracia americana de pequeños propietarios" (Piore y Sabel, 1992).

21 La mayor parte de las críticas se han dirigido no tanto a la propuesta de modelo inter-pre[ativo del distrito industrial, sobre todo si éste se aplica para comprender situaciones espe-cíficas, sino hacia su abusiva generalización en el tiempo y el espacio que, en algunos casos,podía Ilevar incluso a suponer una nueva etapa más moral y democrática del capitalismo, igno-rando mientras el carácter central que continuan desplegando las grandes corporaciones, sinque por ningún lado aparezcan amenazas para la influencia de éstas (Amin y Robins, 1991;Martinelli y Schoenberger, 1994).

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2.3. El advenimiento del modelo territorial de desarrollo rural

Lo planteado hasta ahora apunta hacia la caducidad y paulatinasustitución del paradigma de la modernización económica -propiode la Sociedad Industrial-, dado el escenario socioeconómicoactual. Paradigma que propondría una relación directa entre losincrementos de la organización racional y tecnológica, de la pro-ducción y de los beneficios. Este modelo de desarrollo capitalista sehalla traspasado por una lógica económica concentradora, homoge-neizadora, urbana e industrial, la cual descansa sobre los principiosculturales de la Modernidad: primacía de la razón y el conocimien-to científico, racionalidad instrumental, creencia en el carácterlineal y progresivo de la historia... La modernización económica,como "Modernidad en acto" (Touraine, 1993), alcanza su máximaexpresión con la producción en masa de mercancías estandarizadassiguiente a la II Guerra Mundial, en un contexto de primacía de lasgrandes corporaciones, negociación colectiva, aumento sostenidode los ingresos de las empresas y los salarios e intervención estatalgarantista, lo que conduce a que esa producción en masa se corres-ponda con un consumo igualmente masivo. Esta etapa, a la que la"escuela de la regulación" denomina Fordismo, confería a la rurali-dad una funcionalidad renovada y estricta: bien la de proveer decontingentes de mano de obra para el proceso de industrialización,de carácter casi exclusivamente urbano ^on lo que pierde no sólouna importante cantidad de población, sino también la más joven,más fonnada...- bien librar grandes producciones agrarias comer-ciales.

Cuando la modernización no hacía más que empezar para unpaís de "fordismo tardío" (Tickell y Peck, 1992 ) como España, seproducen una serie de crisis internacionales que dan al traste con laetapa de acumulación fordista, y tras las que se acaban poniendo enentredicho buena parte de los postulados de la Modernidad. La cri-sis ambiental y enérgetica, la crisis fiscal del Estado -y, en conse-cuencia, del modelo de bienestar social-, la saturación de los mer-cados... ponen en evidencia la necesidad de buscar un nuevo modeloo paradigma de desarrollo. En el medio rural español se vive congran intensidad la crisis de la modernización ya que, como se hadicho, el modelo no había llegado, ni con mucho, a consolidarse. Elingreso en la Unión Europea ^ntonces CEE- en el año 1986 evi-dencia la inviabilidad de ciertas estructuras productivas y plantea un

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nuevo marco de relación de fuerzas entre Estados y con las grandescorporaciones. Los problemas de las cuotas lácteas, de la vid, elolivo o los caladeros muestran la vertiente concreta de la crisis delas actividades primarias, incluso aquellas más modernizadas.

Ello permite que, en particular para lo rural, surja un nuevomodelo genérico de desarrollo -al que se ha denominado de territo-rialización de la economía o desarrollo tenritoria122-, cuya coartadaideológica última se puede encontrar en los ideales postmodernos:retorno del sujeto frente al imperio ciego de la razón objetiva; diver-sidad frente a la homogeneización precedente. También parece jus-tificado por los nuevos diseños económicos -para algunos indicati-vos de una nueva fase de acumulación que se ha denominado comoposfordista-, en los que se propone flexibilidad productiva frente alas rígidas economías de escala fordistas. Asimismo, frente a laobsesión por el dominio y transformación de la naturaleza, se valo-ran la calidad ambiental y los espacios diferentes a las congestiona-das ciudades.

"El desarrollo teritorial significa sucintamente la utili-zación de los recursos de una región por sus residentes enaras de satisfacer sus propias necesidades. Los compo-nentes principales son la cultura regional, el poder políti-co y los recursos económicos" (Furió, 1996: 19).

A1 agotamiento de la modernización como paradigma genéricode desarrollo rural han contribuido también, como se ha argumen-tado, los estudios y experiencias empíricas por parte de las cienciassociales, las cuales han ido creando un estado de opinión favorablea la difusión de ese nuevo modelo de desarrollo territorial. Asimis-mo, se ha visto favorecido por la tendencia descentralizadora de losEstados, reconocible incluso en aquellos países más centralistas-como Francia o, en su día, la propia España-, así como por el cre-ciente reconocimiento de la importancia de la escala regional osubregional por parte de instituciones como la UE. Pero el hechodecisivo para tal difusión ha sido que los principios fundamentalesdel llamado desarrollo territorial fuesen recogidos por políticas que,

z2 "La aproximación territorial se presenta menos como una teoría del desarrollo econó-mico regional que como un paradigma nuevo del desarrollo: el desarrollo terri[orial" (Furió,1996: 15).

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como la de la Unión Europea, han tenido una enorme repercusiónen nuestro contexto.

En este sentido recogeré, a modo de apunta breve, algunosejemplos que confirman lo planteado hasta ahora y que se ocupanespecíficamente del desarrollo de las zonas rurales. En primerlugar, la filosofía del documento "Gestión pública rural", de laOCDE, poco sospechosa de tendencias enfáticas respecto a la rele-vancia de lo social en el desarrollo económico. En él se nos habla-rá de "desarrollo basado en las riquezas locales [...] soluciones quetomen en consideración las necesidades particulares de las empre-sas rurales y de los jefes de las empresas rurales, así como la natu-raleza de las estructuras sociales y económicas que caracterizan enla actualidad a las regiones rurales" (OCDE 1987:63). Asimismo,la principal política de la Unión Europea -hecho evidente en tér-minos presupuestarios- como es la PAC, constituye un reflejo clarode ese cambio de estrategia. La PAC abandona el "objetivo deintensificar la producción" (Sancho Hazak, 1997: 850), mediante elpaso "del desarrollo agrario al desarrollo rural" (Etxezerreta yViladomíu, 1997: 329). Esto es, de una orientación política de cortesectorial, estrictamente económica, a otra de carácter integrado ycon una importante dimensión social. Producto genuino de estaorientación es la Iniciativa Comunitaria LEADER, plenamenteinserta en ese proceso de territorialización de los modelos de desa-rrollo. El propio concepto de desarrollo local planteado por la UEcomo "una política de desarrollo económico, aplicada por los agen-tes locales en un territorio coherente" (VV.AA., 1996) evidencia laconsideración de las diferentes dimensiones del desarrollo. EILEADER y otras iniciativas semejantes --como el PRODER-, enconsecuencia, aplican estos principios a un modelo de intervenciónen zonas rurales. Ello se concreta en la apuesta que esta IniciativaComunitaria hace por la diversificación de actividades en el mediorural; por el carácter necesariamente integrado en la definición"común de una estrategia y medidas innovadoras para el desarrollode un territorio rural de dimensión local", de "una lógica de desa-rrollo" (CEE, 1994: 20), a través del reconocimiento y la partici-pación de los distintos agentes en los Grupos de Acción Local(GAL); por la importancia que se atribuye a variables socialescomo la formación y cualificación, motivación de la población-valores de identidad, pertenencia y autoestima-, al carácterdemostrativo de los proyectos, etc.

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Como consecuencia de todo ello, en las economías territorialescomienzan a buscarse alternativas en actividades como la artesanía,los productos con denominación de origen, el turismo o, más engeneral, los servicios, que se ven fuertemente apoyadas por laslíneas de la política comunitaria -reforma de la PAC, PolíticaRegional-, las cuales adquieren una especial relevancia en las regio-nes que, como en el caso de la casi totalidad de las españolas, hanestado englobadas en los Objetivos 1 y Sb de la política de cohesiónde la Unión Europea.

Con todo, tras la "fiebre" de las economías territoriales en losochenta, los noventa supusieron la estabilización de éstas ya que, traslos tiempos de crisis, las metrópolis recuperaron parte de su prota-gonismo. Se reconsideran las economías de aglomeración. Se vuel-ve a valorar la concentración, la centralidad, frente a las característi-cas de docilidad de la mano de obra, por ejemplo. En la tensióndescentralización-metropolización, Pierre Veltz (1994) enumera losfactores que favorecen a esta última: la existencia de un mercado detrabajo cualificado, de un mercado de servicios especializados y lainternacionalización de las estructuras productivas. Dicho de otromodo: "El redescubrimiento de la importancia de la profesionalidad,de la cultura técnica, beneficia a los yacimientos de cualificaciónfrente a las cuencas dé empleo" (Benko y Lipietz, 1994: 20).

í,Habrá sido el despunte de las economías regionales, por con-siguiente, un episodio efímero y pasajero? Quizás haya llegado elmomento de aprender de los errores del pasado y de plasmar real-mente, más allá de los eslóganes, nuesta condición postmoderna ensu vertiente más positiva, menos determinista, más antidogmática.De entender el desarrollo como una pugna entre diferentes mode-los, patrones y estrategias, que podrían operar simultáneamente adiferentes escalas o en diferentes escenarios espaciales. Ello ven-dría reforzado por el carácter más complejo y multipolar que havenido adquiriendo la organización económica territorial. El consi-derar que, en algunos casos, nos encontraremos con economíasmetropolitanas claramente al alza coexistiendo con regiones rura-les competitivas parece coherente con la dualidad globalización-relocalización aquí expuesta. Asistiríamos así a una nueva faseexpansiva ^esde el punto de vista territorial- de la economía capi-talista, tanto hacia dentro -hacia los centros- como hacia afuera-las periferias-, en extensión -implicando cada vez territorios másamplios- e intensidad.

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El desanollo local y rural tienen, por tanto, su lugar en unmundo cada vez más complejo y diverso, lo que le pennite coe-xistir con otros modelos de desarrollo no necesariamente basadosen la identificación con la variable teritorial o de carácter descen-tralizado.

3. LO MATERIAL Y LO INMATERIAL EN LA PRODUCCIÓNDE LAS FORMAS Y PROCESOS SOCIO-ESPACIALES

3.1. El "redescubrimiento" de la dimensión cultural y cognitivade la vida social y económica

El empirismo, objetivismo y materialismo dominantes en elpanorama científico de la era moderna -reacción contra la arbi-trariedad, oscurantismo y fatalismo precedentes- relegaron yredujeron a la cultura, en las concepciones de sentido común, alespacio acotado del arte como expresión más refinada y acabadade la excelencia humana. Quizás por ello nos ha costado muchoaceptar hasta sus últimas consecuencias la afirmación de que "lasociedad no tiene exclusivamente una fundamentación económi-ca ni política. También está constituida culturalmente" (Ariño,1997: 10). La Sociología no ha sido en modo alguno ajena a esecambio de actitud, lo que permite hablar a Antonio Ariño de"reorientación cultural" de la disciplina. Así, la cultura "se haconvertido casi en la clave de bóveda de la solución de los tradi-cionales dilemas que han ocupado a la teoría sociológica"(Ibid.: 9). Entre esos problemas podemos situar, sin duda, losque atañen a la ruralidad y su comprensión sociológica, puestostodavía más en evidencia por la crisis de la Sociedad Industrial,los nuevos diseños económicos de base territorial y el marco glo-bal "postmoderno" en lo que a los modelos culturales e ideoló-gicos s^ refiere.

Se abre así la puerta a la consideración transversal de la cultura,y a su relevancia en la comprensión de la dimensión económica,social, y política de la existencia humana colectiva. Dimensionesque, en la práctica, eran a menudo consideradas como comparti-mentos estancos o, de establecerse alguna relación entre ellas, erade tipo causal, atribuyéndose la primacía a los factores más objeti-

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vos y formalizados del conjunto, muy a menudo los de corte eco-nómico -mercantil- e institucional z3.

La consideración de los aspectos subjetivos, simbólicos y, a lapostre, culturales de la realidad social no constituye ninguna nove-dad. De hecho, el propio Marx identifica la influencia social en elconocimiento a través de las distintas acepciones del término ideo-logía. Con todo, desde el principio del proceso de institucionaliza-ción de la Sociología, se reconoce una cierta tensión entre la nece-sidad de entender a la sociedad de manera objetiva, y comprender,al tiempo, que ésta se halla constituida también de manera subjeti-va. Los dos autores más relevantes de la flamante Sociología insti-tucionalizada de finales del XIX y principios del S. XX, Durkheimy Weber, expresan con nitidez la doble vertiente de esa preocupa-ción. Para el primero una de las reglas fundamentales del sabersociológico es considerar los hechos sociales como cosas (Durk-heim, 1983), mientras que para el segundo el objeto de conoci-miento de la Sociología es el complejo de significado subjetivo dela acción (Weber, 1984). Tras un siglo de existencia de la Sociolo-gía como disciplina científica reconocida y formalizada, el primerode los planteamientos encontró un mayor eco que la definiciónsocial e intersubjetiva de la realidad. Últimamente, sin embargo, seha comenzado a conceder a esta última una mayor relevancia. A ladifusión de planteamientos sensibles a la importancia de la realidadsubjetiva y simbólica, así como a la consideración de la culturacomo elemento fundamental de la existencia social ^specialmenteen lo que respecta a la vida cotidiana- ha contribuido, de maneradecisiva, la aportación de autores como Peter Berger y ThomasLuckmann (1984). Sin embargo, no sería posible afrontar la proble-mática de la construcción significativa del mundo social, ni posi-blemente se hubiese producido la obra de estos últimos, sin la figu-ra clave de Alfred Schutz (1993; ver también Schutz y Luckmann,1977).

Schutz propone una concepción peculiar e innovadora de laSociología, ya que "el punto de partida de la ciencia social debe

z3 Ello lo expresa nítidamente Enzo Mingione en la denuncia que realiza acerca del carác-ter dominante que en la Sociología, como en otras Ciencias Sociales, ejerce el que denomina"paradigma del mercado competitivo y autorzegulado", el cual ignora la influencia decisiva losfactores de tipo recíproco (comunitario) y asociativo en la vida sociceconómica (Mingione,1994).

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encontrarse en la vida social ordinazia" (Schutz, 1993: 171). Paza él,la objetivación es un mecanismo fundamental en la vida cotidiana, enla que los distintos productos sociales o subjetivos son experimenta-dos como cosas naturales. Pero también la condición subjetiva se tras-lada a la acción, dirigida desde la "serie de vivencias que se fonnanen la conciencia concreta e individual de algún actor" (Schutz, 1993:69). Tales condicionantes subjetivos de la acción son en buena medi-da adquiridos a través de la comunicación, lo que nos habla de la "his-toricidad del mundo social y cultural" (Schutz, 1977: 37). Berger yLuckmann, por su parte, recogen las ideas de Schiitz para sostener latesis fundamental de "la construcción social de la realidad" 24. Una delas tazeas sociológicas principales ha de ser el comprender los "pro-cesos por los que cualquier cuerpo de `conocimiento' llega a quedazestablecido socialmente como `realidad"'. Ello -frente a la propen-sión modema hacia la objetividad y el "desvelamiento"- "sin dete-nerse en la validez o no validez de dicho `conocimiento"' (Berger yLuckmann, 1984: 15). Son, por tanto procesos de índole social losque consiguen que "los significados subjetivos se vuelvan facticida-des objetivas" (Ibid.: 35), que sean vividos como realidades de tipoobjetivo por los individuos que participan de ellos. Así, recuerdan, "elorden social es un producto humano" (Ibid.: 73).

Con todo, el concepto de grupos sociales no es apenas evocadopor Berger y Luckmann, cuya formulación se acaba convirtiendo enuna teoría individualista de la construcción social de la realidad.Ignoran, por tanto que "las inserciones del individuo en diversascategorías sociales y su adscripción a distintos grupos constituyenfuentes de determinación que inciden con fuerza en la elaboraciónindividual de la realidad social, generando visiones compartidas dedicha realidad e interpretaciones similazes de los acontecimientos"(Ibáñez, T., 1984: 12). Así lo considera, por contra, la teoría de lasrepresentaciones sociales -Moscovici (1985) Jodelet (1985^, lacual también incide en la consideración privilegiada del campo delsentido común en la formación de conocimiento en la sociedad.

"La teoría de las representaciones sociales [...] permi-te dar un paso más hacia una perspectiva integradora de

z^ De hecho, el primer capítulo de la obra que así titulan, está, en gran medida, basado enlas ideas de este último.

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lo individual y de lo social. El individuo es, de parte enparte, un objeto social, inseparable de una sociedad queestá, toda ella, en su propio ser. El individuo se produce através de ingredientes sociales y produce elementossociales. Las representaciones sociales no están ni en lacabeza de los individuos ni tampoco en algún lugarextraindividual de la sociedad. Son un proceso que resul-ta de la naturaleza social del pensamiento" (Ibáñez, T.;1984: 12).

Las representaciones son, por tanto, un instrumento fundamen-tal de economía psicológica para la gestión de la vida cotidiana, locual resulta evidente desde el momento en que reconocemos susfunciones básicas: "función cognitiva de integración de lo nuevo,función de interpretación de la realidad, función de orientación delas conductas y relaciones sociales" (Jodelet, 1985: 372). La conse-cuencia última de su empleo será el de una cierta institucionaliza-ción del comportamiento. Ello implica que también resultan ser, ala postre y en la medida en que una representación determinadadomina en una sociedad o un grupo concreto, un importante instru-mento de estabilidad social.

Una de las críticas que se le hace a esta teoría es que "ignoranlos procesos sociopolíticos implicados en la producción, reproduc-ción y mediación de las representaciones sociales", las cuales aca-ban apareciendo como "excesivamente voluntaristas" (Halfacree,1993: 30). Con todo, las representaciones sociales "restituyen a ladisciplina [Psicología] sus dimensiones histórica, social y cultural"(Jodelet, 1985: 378), con lo que permite tender puentes desde dis-tintas Ciencias Sociales para aplicar sus conceptos a realidades quecada vez precisan de abordajes más complejos y de un despliegueteórico más amplio, en el que se incluya la comprensión de los pro-cesos psicológicos, comunicativos e intersubjetivos que contribuyena la configuración de lo social. Es el caso de lo que ocurre con eldesarrollo rural.

Ampliando el debate: la problemática constructivista

Una aportación fundamental en ese sentido la proporciona elárea de debate que se ha dado en llamar "constructivismo". Habla-

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ré de área de debate antes que de corriente o escuela porque "se tratamás bien de un conjunto de problemas e interrogantes en los quetrabajan estudiosos muy diferentes en cuanto a sus trayectorias inte-lectuales, recursos conceptuales, métodos o relaciones con el traba-jo empírico" (Corcuff, P.; 1998: 19). La orientación constructivis-ta 25 parece esencial en la comprensión colectiva e integrada defactores, procesos y fenómenos de índole tan diversa como los con-tenidos en el objeto de este trabajo:

"En una perspectiva constructivista, las realidadessociales se conciben como construcciones históricas ycotidianas de actores individuales y colectivos. Esteentreveramiento de construcciones plurales, individualesy colectivas, al no surgir necesariamente de una voluntadclara, tiende a escapar del control de los diferentes acto-res presentes. La palabra construcciones remite a la vez alos productos (más o menos duraderos o temporales) deelaboraciones anteriores y a los procesos en curso dereestructuración" (Ibid.: 19).

Se ha visto cómo el "área de consenso constructivista" reconocetanta importancia a las estructuras objetivas de la realidad como alos "mundos subjetivos e interiorizados", habitualmente desprecia-dos 26 por la orientación empirista-realista en la Sociología. Esemenosprecio está en la raíz del interés preferente del constructivis-mo por esa dimensión ignorada -tal vez interesadamente- de la vidasocial, lo que no significa que reduzca ésta a procesos subjetivos,esto es, que el constructivismo derive en alguna forma de idealismo

^ Son distin[as y variadas las posiciones teóricas que pueden Ilegar a aglutinazse bajo elcalificativo de "constructivismo". Así, la genérica orientación conswctivista -"tras el términoconswctivismo encontramos más bien un parecido de familia, en la expresión de Wittgenstein,entre los diferentes autores y aportaciones, que una teoría común" (Corcuff, 1998: 19^ se nutrede aportaciones pioneras como las de Norbert Elías y Schutz, de prés[amos de la filosofía deRicceur, Foucault o Derrida, entre otros, y podríamos situaz en su arranque la obra de autores[an dispares como P. Bourdieu o los ya citados Berger y Luckmann, tradición después seguidapor Cicourel, Callon, Latour...

^ La explícita consideración integrada de procesos materiales y cognitivos, "objetivos" y"subjetivos", que postula esta orientación, desacredita la crítica superficial y caricaturizanteque le dedican autores como Woodgate y Redclift (1998), en la que se vierten afirmacionescomo que el constructivismo concibe la naturaleza -y por ex[ensión "las condiciones materia-les o naturales que subyacen a la sociedad"- simplemente "como un conjun[o de símbolos cul-turalmente generados" (Ibid.: 19-20).

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Una de las razones que hacen especialmente sugerentes este tipode planteamientos es que abre un espacio, en tiempos de "pensa-miento único", que permite mantener posturas críticas en la medidaen que: "cuestionan lo dado y dejan margen a una diversidad de rea-lidades cuyas relaciones deben ser objeto de reflexión" (Ibid.: 21).Se enfrentan así a la "ilusión de la transparencia" (Bourdieu et al.,1989: 30), fuente de una ingenuidad ideológicamente intencional.

3.2. La construcción signif;cativa y simbólica del espacio

Hasta ahora se han recogido un conjunto de formulaciones teó-ricas que tienen entre sus postulados fundamentales la afirmaciónde que la realidad es, al menos en parte, socialmente construida. Enconsecuencia, se puede indagar cómo se "construyen socialmente"los atributos de un elemento de la realidad: el espacio. Lo que, enúltimo término, tiene también como resultado la categorización dedeterminadas partes de ese espacio -y de manera aparentementeconsecuente, de las relaciones sociales que soportan-, como rurales.Parece pertinente destacaz la aportación de un autor que ya a prin-cipios de siglo ofrecía planteamientos, al respecto de esta cuestión,que hoy tienen plena vigencia: George Simmel. Quien, en el capí-tulo noveno de su obra "Sociología. Estudios sobre las formas desocialización" (Simmel, 1976) publicado en 1908, niega la capaci-dad causal directa del espacio sobre las formas sociales, lo que tam-bién se conoce como determinismo espacial. Llega así a afirmaz que"el espacio es una forma que en sí misma no produce efecto algu-no" (Ibid.:644). ^,Cuál es entonces la causa de que percibamos unaunión tan íntima entre formas espaciales y sociales? Paza Simmel nohay duda de que ello hay que atribuirlo a que ambas comparten, enbuena medida, una misma naturaleza, ya que "el espacio no es másque una actividad del alma, la manera que tienen los hombres dereunir, en intuiciones unitarias, los efectos sensoriales que en sí noposeen lazo alguno" (Ibid.: 645) 27. En la reflexión Simmeliana

27 Como ejemplo de sus planteamientos encontramos la "propensión espiritual" ^omo éldiria- a desatrollar una especial vinculación afectiva con su terruño, basada en una específicamanera de organizar el conocimiento y los sentidos en los hombres, que existe entre los habi-tantes de las montañas: "en sí mismo no hay ninguna razón por virtud de la cual el habitantede las montañas deba amar su comarca más que el de los países Ilanos. Pero la vida sentimen-tal se liga más fuertemente y de un modo más eficaz a las configuraciones diferenciadas,incomparables, sentidas como únicas" (Simmel, 1976: 651).

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sobre el espacio aparecen esbozados elementos que más tarde seríanplanteados por teorías como las de Berger y Luckmann o Moscovi-ci: la objetivación y naturalización de significados sociales.

"No son las formas de proximidad o distancia espa-ciales las que producen los fenómenos de la vecindad oextranjeria, por evidente que esto parezca. Estos hechosson producidos exclusivamente por factores espirituales,y si se verifican dentro de una forma espacial, ello notiene en principio más relación con el espacio que la queuna batalla o una conversación telefónica pueda tener conél" (Ibid.: 644).

Sin embargo, la cuestión de la construcción o producción social(Lefevbre, 1974) de las formas espaciales no es más que secunda-riamente considerada hasta fechas relativamente recientes. Peropoco a poco se irán dando pasos hacia la relevancia que a este asun-to se le concede en la actualidad. En ese sentido, Manuel Castellsplantea en sus primeras obras, la afirmación de que uno de losmodelos de asentamiento, la ciudad, "es un producto social resul-tante de intereses y valores sociales en pugna" (Castells, 1983: 27).Por su parte, Macnaghten y Urry ( 1998), aplican la premisa de laconstrucción social del espacio a las ideas sobre la naturaleza "noexiste una naturaleza singular como tal, sólo naturalezas. Y talesnaturalezas están constituidas histórica, geográfica y socialmente".Introduciendo, así, un elemento fundamental: el carácter reflexivode la producción del espacio; esto es, la sociedad construye el espa-cio con unos atributos determinados, logrando así objetivar y esta-bilizar a su vez las formas o circunstancias sociales que han produ-cido ese espacio:

"Las ideas de la sociedad y de su ordenamiento pasana ser reproducidas, legitimadas, excluidas, validadas y asísucesivamente, a través de referencias a la naturaleza o lonatural" (Ibid.: 15).

Por tanto, el espacio "es producido, reproducido y transformadopor la sociedad". Pero tal afirmación no supone una apuesta por elidealismo, ya que las representaciones del espacio, pese a su natu-raleza ideal, generan consecuencias reales, porque "el espacio pro-

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ducido [...] se usa para (re)producir espacio, para (re)producirestructuras y finalmente, para (re)producir sociedad" (Halfacree,1993: 27). Por tanto "las representaciones de los lugares tienen con-secuencias materiales en la misma medida que las fantasías, deseos,miedos y anhelos son expresados en el comportamiento real" (Har-vey 1996: 22).

Reconocida la importancia que los aspectos inmateriales tienenen la configuración de las formas espaciales, hay una serie de geó-grafos como David Sibley, Edward Soja o Derek Gregory, entreotros, que se enfrentan a cualquier forma de comprensión o inter-vención abusivamente organizadora y totalizadora del espacio, altiempo que reivindican una especial sensibilidad por la diferencia,por los "saberes locales" y por las muchas maneras de entender elespacio en sí transnacional, transgrupal y transculturalmente. Es loque ellos mismos denominan una actitud postmoderna en el estudiodel espacio (Cloke et al. 1991). Y esto último remite a una cuestiónde gran trascendencia para este trabajo: la pluralidad de espacios orepresentaciones espaciales y, en definitiva, la relevancia sociológi-ca de todas ellas.

Pluralidad que no implica la inexistencia de mecanismos dedominación e imposición de unas representaciones del territoriosobre otras, en función de los grupos que las generen y su lugar enuna estructura social cada vez más movilizada y dinámica pero nopor ello menos jerárquica. Carece por tanto de sentido el debateentre las "comunidades y lugares representados" y las "prácticassociales materiales" que los constituyen, si la pretensión es queprevalezcan unas sobre otras como fuente de causalidad universalen la construcción del lugar. Antes bien, la primacía de uno u otroaspecto obedecerá a la voluntad sociopolítica de los distintos gru-pos o actores sociales 28. Todo esto permite ahondar en las implica-ciones de los contenidos de las representaciones, ya que a través deellas se les asigna a los lugares un valor y una clasificación jerár-quica. En ello desempeña un papel de crucial importancia la "orga-nización y distribución del poder económico-político" (Harvey1996: 21).

z8 "Comprendemos que la movilización política a través de procesos de construccióndel lugar debe tanto a actividades en el campo representativo y simbólico como a activida-des ma[eriales, y que las disyunciones entre ellas ocurren frecuentemente" (Harvey, 1996:23).

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No debe sorprender, por tanto, que David Harvey afirme, meta-fóricamente, que "las luchas sobre la representación son, en conse-cuencia, tan fieras y tan fundamentales para las actividades de cons-trucción del lugar como los ladrillos y el mortero" (Ibid.: 23). Losplanteamientos expresados hasta ahora se alejan de la consideraciónunitaria, consensual o idílica de la construcción de lo local y, enconsecuencia, del desarrollo. Antes bien, es el ejercicio del poderpor parte de los grupos sociales -y su distribución desigual-, estoes, la dimensión sociopolítica, el elemento definitivo en la forma-ción del lugar. En este mismo sentido se podría afirmar que los dis-cursos de los actores sociales de un determinado lugar contienen nosólo la representación de éste, sino, en cierta medida, también sufuturo 29, ya que las ideas, representaciones sociales, apariencias,contribuyen a"la generalización de consensos 30 sobre aspectos con-cretos de la realidad" a"imprimir orden sobre su complejidad"(Oliva, 1998: 3). Por tanto, la producción o construcción de espa-cios concretos ^scenarios-, es guiada desde plurales imágenescolectivas -representaciones- de los mismos, generadas y puestasen práctica por diferentes grupos sociales -agentes o actores-. Loque nos aleja de una visión idealista o materialista a ultranza de larealidad social local:

"El escenario aparece así como el resultado de unanegociación entre actores que promueven o imponen suspropias definiciones de la situación [...], que las aceptan orechazan o bien anteponen otras distintas. Un procesomediante el que se establecen consensos/disensos más omenos generalizados, duraderos y determinantes sobre larealidad misma. Estos actores ejercen y despliegan unasprácticas sociales concretas y tienen unos intereses, dis-ponen de unos recursos, capitales (culturales, relacionalesy simbólicos) e identidades diferenciados que se cristali-zan en estilos de vida divergentes, un poder de seduccióndesigual y una experiencia diferenciada del mismo esce-nario" (Ibid.: 3).

z9 "Cómo imaginamos las comunidades y los lugares del futuro pasa a ser parte del rom-pecabezas de lo que puede ser nuestro futuro" (Harvey, 1996: 28).

30 Entendiendo el consenso no en un sentido armónico, sino como acoplamiento de volun-tades y consentimientos en una situación de desigualdad.

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4. LAS APORTACIONES DE LA SOCIOLOGÍA RURAL A LACOMPRENSIÓN DE UN OBJETO COMPLEJO

No existe un planteamiento paradigmático en la SociologíaRural que permita dar cuenta de las múltiples dimensiones, recono-cidas hasta ahora, de los aspectos relativos a lo rural y a su desan-o-llo. Tal vez sea esta una consecuencia más de la deslegitimación delas grandes teorías y del tópico pluralismo teórico contemporáneo.Sin embargo, la consideración de algunas aportaciones recientes enel campo de la Sociología Rural nos pueden permitir acercarnos,desde diferentes y complementarias perspectivas de nuestro objeto,a las distintas vertientes -incluso las olvidadas o ignoradas- deldesarrollo rural.

4.1. Espacios y sociedades rurales en el procesode globalización y reestructuración económica:la "Reestructuración Rural"

Es el caso de la comprensión de los macroprocesos globalesen relación con lo rural desde la óptica de la "ReestructuraciónRural" 31. Los autores de esta corriente enfatizan la inserción delas problemáticas de las sociedades rurales en los procesos glo-bales de transformación socioeconómica. En su artículo "A RuralSociology for the fordist transition", Terry Marsden (1992)^uien junto con autores como P. Lowe, S. Whatmore, J. Mur-doch (Marsden et al. 1990, 1992) y otros forman el cuerpo prin-cipal de la "Reestructuración Rural"- expresa algunas de laslíneas básicas de ésta:

"La sociología rural ^n su sentido más amplio- pasaa ser particularmente relevante durante un periodo detransformación que coloca un gran énfasis sobre el con-sumo de bienes y servicios rurales y la re-explotación de

3^ L,os antecedentes teóricos inmediatos de la orientación afín a la economía política ^ti-quetada teóricamente bajo la denominación "Rural Restructuring"- se hallan en formulacionescomo el regulacionismo, la teoria del capitalismo desorganizado, la "división espacial del tra-bajo" o circuito sectorial, la economía política agraria y, en menor medida, las teorías de losdistritos industrtales y la especialización flexible.

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relaciones de trabajo rurales en un periodo de globaliza-ción. Producción -consumo y relaciones entre lo local-global deben ser vistos como conjuntos de dinámicas entorno a los cuales podemos basar una serie completa deanálisis sustantivos" (Marsden, 1992: 225).

La reestructuración rural, como dinámica de cambio, seríapor tanto el resultado de procesos globales en los que se con-fiere una gran importancia a la esfera económica (producción-consumo) local. Para entender tales dinámicas, el paradigma dela "Reestructuración Rural" reivindica un alto grado de elabo-ración teórica, frente a lo habitual en parte de la SociologíaRural, sobre todo aquella más institucionalizada y descriptiva.También manifiesta la inoperancia de la caracterización queésta hace de las sociedades rurales, en el sentido "unitario" quemás arriba se ha expuesto. Por tanto proponen la puesta en mar-cha de una perspectiva crítica del cambio rural, de carácterinterdisciplinario, que resulte en un análisis más holístico, conmayor carga teórica y que responda a la "necesidad de trascen-der las fronteras disciplinarias tradicionales, así como distintosniveles, espaciales e institucionales, de análisis" (Marsden etal. 1990: viii). La Sociología Rural que surge de la crisis defundamentos que comienza a evidenciarse en los años sesentadebe tener una nueva actitud, lo que supone "una aproximaciónmás informada teóricamente, [...] más cercana a las corrientesprincipales de la teoría social, al tiempo que abandonandototalmente los métodos funcionalistas en el estudio de lascomunidades rurales" (Ibid.: 2). Todo ello basado en un diag-nóstico global del cambio en lo rural en los términos quesiguen:

"Las áreas rurales, sus residentes y organizaciones(agencies) se enfrentan en la actualidad a un rápido cam-bio social, económico y político. El balance entre pro-ducción, ocio, movilidad y desarrollo se reajusta en lamedida que las actividades económicas se relocalizan.Igualmente los valores relativos a la vida y la participa-ción en lo rural son objeto de cambio. Fuerzas políticaslocales, nacionales e internacionales tienen una influen-cia directa sobre las áreas rurales" (Ibid.: viii).

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Las nuevas y cambiantes realidades imponen, por tanto, unnuevo estilo de investigación que para los teóricos de la reestructu-ración rural pasa por la ampliación de la "problemática rural", laconsideración de ésta dentro del contexto de regulación y reestruc-turación internacional, o dicho de otro modo, el establecimiento dela"vinculación del cambio en lo local con el que se produce a nivelmacro" (Ibid.: 11).

Esta teoría identifica una serie de rasgos comunes en las áreasrurales de las sociedades capitalistas avanzadas. Entre ellas, la exis-tencia de un sustrato derivado del dominio histórico de la produc-ción agraria. La cual, pese al proceso de desagrarización, tiene aúnhoy una enorme importancia tanto "social e ideológicamente" comoen el uso y control de la tierra. Sin embargo, a medida que esaimportancia decrece, se redefine el espacio rural hacia otras pro-ducciones primarias y hacia la satisfacción de "roles de consumodiferenciados". En consecuencia, todo ello "crea oportunidades deacumulación nuevas y específicamente locales, nuevas identidadesy procesos de reproducción social" (Ibid.: 12).

La Reestructuración Rural propone, por tanto, una visión de lorural encardinada en una visión compleja y globalizadora. Elloimplica la "importancia decreciente de los criterios espaciales(especialmente la dicotomía rural-urbano)" (Ibid.. 9) reemplaza-da por la nueva lógica espacial de la acumulación capitalista, quebusca explotar las facilidades que el medio y las poblacionesrurales ofrecen: sus menores costes laborales, sus recursos histó-ricos, culturales, ambientales... Reestructuración económica glo-bal-efectos sociales locales son, por consiguiente, los dos ele-mentos claves en la lógica argumental de esta corriente, alcontemplar: "la naturaleza de las relaciones entre la reestructura-ción de la producción capitalista y de la `sociedad civil' por unlado, y los efectos de ese conjunto de relaciones en los `sistemaslocales' de estratificación social por otro. [Así como la] com-prensión del poder y las clases en las localidades rurales y parti-cularmente las maneras en que estos pueden modelar el cambioestructural" (Ibid.: 10).

Con esta consideración de lo social como aspecto clave en elcambio acaecido en las áreas rurales se intenta romper con el ries-go de dar un cariz exclusivamente economicista o globalizador aesta teoría. Por tanto se llega a afirmar que "hoy se reconoce cadavez más que la naturaleza de las relaciones entre lo global y lo local,

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y su especificidad deben ser comprendidas en referencia a la acciónsocial, económica y política local" (Ibid.: 11)3'-.

Con todo, pese al "cataclismo renovador" que para la fosilizadaSociología Rural supuso la "tesis de la reestructuración" y los logrosque sus autores le atribuyen -haber "superado la ortodoxia conduc-tista de las primeras teorías [...] Ha hecho desaparecer la noción deautarquía de la sociedad rural. Ha superado el aislamiento teórico dela Sociología Rural" (Marsden et al., 1990: 11)-, presenta algunospuntos oscuros que deben ser sometidos a crítica: su orientación pre-ferentemente económica, no permite atisbar en su verdadera dimen-sión e importancia los aspectos culturales, ideológicos y, en definiti-va, la dimensión sociopolítica, intersubjetiva y micro del cambio enlo rural. También sigue sin resolver qué es lo rural más allá de unescenario territorial relativamente indefinido, un referente históricode un pasado agrario o un conjunto de problemáticas. Recogiendo laspalabras de Luis Camarero, "la teoría de la reestructuración rural esun paso adelante en la reflexión teórica sobre lo rural, pero es parcial,abre tan sólo un angosto sendero. Nos dota de nuevos elementos: elespacio, pero nada nos dice sobre el sistema social" (1997: 13). Pare-ce por tanto necesario ir más allá de la dimensión estrictamente socio-económica del cambio en los espacios y sociedades rurales.

4.2. I.o rural como constructo sociocultural

De la economía política a la sensibilidad constructivista

La indudable fecundidad teórica de la formulación que hace vera lo rural como un constructo social --conteniendo una representa-

32 En España, en su momento, la teoría de la Reestructuración Rural causó un importanteimpacto, sobre todo entre aquellos sociólogos más jóvenes y los más conectados con lascorrientes europeas de investigación en Sociología Rural. Tal influencia la hemos reconocido,por ejemplo, en la obra de Rosario Sampedro(1996). También Andrés Pedreño (1998) ha reco-gido algunos de sus argumentos y antecedentes en el estudio de la agricultura murciana. Peroquizás su expresión más clara y explícita haya sido el trabajo del Profesor lesús Oliva, titula-do "Mercado de trabajo y reestructuración rural" (1995). "La tesis de la reestructuración comomarco [eórico y conceptual no resuelve todas las necesidades de un programa de investigación,pero representa una posición integrativa y holís[ica sobre la naturaleza del cambio, pues se pre-ocupa por la relación entre las fuerzas globales del mismo y su expresión local. EI foco del aná-lisis se traslada aquí desde el episodio pasado de lo agrario hasta los actuales procesos macro-económicos y las nuevas fonrtas de acumulación capitalista. La variable rural-urbana esabandonada definitivamente como categoría explicativa y el concepto es utilizado más bien,como una ca[egoría que permite identificar el pasado del que proceden estas sociedades y espa-cios" (Marsden et al., 1990: 63).

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ción- y que hace depender a la expresión dominante de ésta y sumaterialización -tanto en toda la sociedad como en sociedades oespacios concretos- de la pugna sociopolítica entre agentes o gru-pos con distinto poder, influiría de manera importante en la Socio-logía y Geografía Rural británica y especialmente en algunos teóri-cos de la Reestructuración Rural, hasta el punto de integrar estacuestión entre sus planteamientos centrales.

Significativo de ello es el título de la obra que, sin lugar a dudas,más claramente expresa este intento de síntesis: "Constructing theCountryside", escrita conjuntamente por los miembros del ESRC"Countryside Change Centre" del University College de Londres,T. Marsden, P. Lowe, R. Munton y A. Flynn (1993). En ella decla-ran la "necesidad de un enfoque interdisciplinario para nuestra com-prensión de los efectos combinados de fuerzas de cambio sociales,económicas, políticas e institucionales", así como de "integrar lasfuerzas nacionales e internacionales de cambio con las respuestasde actores situados en sus contextos locales particulares". Por elloconsideran cruciales cuatro parámetros en la comprensión del desa-rrollo de las zonas rurales, a saber: económicos, como la diversidady diversificación económica y la acción local del Estado en el apoyoo promoción de determinadas actividades; sociales, como el nivelde presencia de clase media y las dinámicas de movilidad laboral yresidencial que encontremos en cada caso; políticos, que aluden a larepresentación política y a la participación colectiva; y, por último,culturales, entre los que se encuentran las actitudes hacia el desa-rrollo y el sentido de pertenencia.

En consecuencia con esa ampliación de perspectiva, estos auto-res fijan su atención en la formación de representaciones "como unproceso social y político que continuamente redefine la "arena" enla cual se produce la contestación sobre los recursos" (Ibid.: 21). Lalocalidad se convierte así en un "constructo social", con lo que elmedio rural se reproduce "como una entidad tanto física como ideo-lógica" (Ibid.: 30).

33 Consideran crucial el reconocimiento de los mecanismos de producción y las funcionesde las representaciones. Entre los primeros, destacan que "los procesos de representación estánsujetos a continua disputa y renegociación", ya que son objeto de auténticas `9uchas de poderde la vida diaria" en las que distintos actores construyen sus intereses. Respecto a sus funcio-nes, juegan un importante papel en el citado proceso de mercantilización, actúan como mediopara lograr o resistirse al cambio y"permiten a la acción local vinculazse con procesos econó-micos y políticos más amplios" (Mazsden et al., 1993: 30).

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En definitiva, propugnan la "aparición de un campo ("Country-side") más diferenciado" debido al "ensamblaje más complejo deelementos económicos, sociales y políticos. Estos elementos pue-den estar presentes a escala local, regional, nacional e internacio-nal" (Ibid.: 185). Con todo, esta declaración no les aleja definitiva-mente de muchas de las inercias de corte economicista einstitucionalista que se derivan de su tradición formativa en elcampo de la economía política y que, aunque amplificadas, había-mos hallado en sus obras anteriores. También es significativo elhecho de que la cuestión de las representaciones sea planteadadesde una óptica preferentemente localista, dejando a un lado la for-mación de representaciones globales de lo rural, olvido éste mássignificativo si consideramos la relevancia que atribuyen, sin ir máslejos, a las transformaciones económicas a nivel global. Es decir, enel fondo no han conseguido liberarse de la lógica de considerar pre-ferentemente los "procesos globales y sus respuestas" que dabantítulo a sus trabajos anteriores (Marsden et al.; 1990).

Otros autores con antecedentes similares a los citados han idomás lejos en la necesaria integración de los aspectos materiales einmateriales que explican las importantes transformaciones que haconocido lo rural, entre ellas que tenga sentido hablar de un desa-rrollo rural. Es el caso de los últimos trabajos de Jonh Urry (1995;Macnaghten y Urry 34, 1998), quien proporciona una interesanteperspectiva -ya iniciada en la obra que escribe con Scott Lash(1994) "Econornies of Signs and Spaces"- a través de la cual enfa-tiza que el consumo aparezca como principal elemento mediadorentre lo económico, lo social y lo cultural. Como se ha visto, Urryse fija no ya en el clásico consumo de mercancías, de objetos mate-riales, si no que atribuye una gran relevancia al consumo de "sig-nos", lo que hace que podamos hablar, en consecuencia, de un "con-sumo de lugares" (Urry, 1995).

Los lugares no sólo son "reestructurados como centros de con-sumo", afirmación con la que sin duda estarían de acuerdo los auto-res de la Reestructuración Rural, si no que también son "ellos mis-mos, en cierto sentido, consumidos, especialmente de maneravisual", al tiempo que también "su identidad" puede ser consumida

3Ó Recordaré que esta obra ha sido criticada por Woodgate y Redclift por haber ido dema-siado lejos en su "giro culturalista".

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(Urry, 1995: 1). Los elementos explicativos de ese "consumo" losencuentra tanto en el proceso de reestructuración que lleva a un cam-bio profundo en la comprensión económica del lugar como en el"vuelco cultural" o"turn towards culture" que explica cómo el lugares "construido culturalmente" (Ibid.: 2) en el marco de las "econo-mías de signos" en las que el tiempo y el espacio recuperan la impor-tancia central que a menudo la teoría social les había negado. Den-tro de ésta, en los noventa, se desarrolla una "Sociología del lugar(place)" la cual "cada vez más incorpora el análisis de diversos pro-ductos, industrias e imágenes culturales en su examen de lugar y delos mitos a él vinculados" (Ibid.: 29). Esta última noción, la de"place-myth" o mito del lugar se emparenta con la de representaciónsocial del espacio, como se desprende de estudios concretos de laformación de imágenes de lugares como el "Lake District" inglés.

El esfuerzo sintético realizado por John Uny queda expresadopor la frase siguiente: "Así que es claro que lo que ocurre en elcampo no puede ser separado de cambios más amplios en la vidaeconómica, social y cultural" (Ibid.: 228), con lo cual se identificacon la actitud -antes que con modelos o paradigmas dogmáticos-con la que la teoría social más reciente plantea el estudio de lo rural.Actitud que en buena medida se nutre, como se ha venido repitien-do, de la inserción de los espacios rurales y del desarrollo rural en losgrandes procesos socioeconómicos que realiza la teoría de la Rees-tnacturación Rural. A1 tiempo que de la interpretación que ofrece elenfoque constructivista, al hacer aflorar el carácter intersubjetivo ysociopolítico de la categorización de deterrninadas partes del espaciocomo rurales, y las pugnas reales y simbólicas que se producen en ladefinición global y local de éstas. Por último, de la puesta en cues-tión del papel que la Sociolcgía y las Ciencias Sociales han jugadoen la construcción de tales categorías. Así, los estudios de lo rural:

"Se han dirigido, durante muchos años, a lo materialhasta la virtual exclusión de lo político y lo inmaterial [...]Los estudios de economía política, culturales y postmo-dernos pueden ser vistos como un desafío a estas posicio-nes y pueden incluso ser vistos como un movimientohacia los otros dos polos" (Philips, 1998: 146).

Se dibuja de este modo un nuevo espacio teórico -como planteaCamarero (1997)- donde se puede comenzar a plantear un nuevo

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estilo de hacer Sociología Rural, recogiendo elementos de los deba-tes teóricos y metodológicos centrales a las Ciencias Sociales engenera135 y rompiendo con su marginación respecto a las corrientesprincipales de la reflexión sociológica. Logrando que, en el estudiode lo rural y los procesos de desarrollo que en este escenario tienenlugar, se recojan los "tres aspectos de la imaginación social: lomaterial, lo inmaterial y lo político" (Philips, 1998: 146).

El e^ifoque constratctivista en Sociología Rui^al

Ya en el año 1965, Bealer, Wilis y Kuvlesky, en un artículo quese planteaba la necesidad de una definición compleja de la ruralidaden términos ocupacionales -agrarios-, ecológicos ^lensidad y aisla-miento- y socioculturales, reconocían que esta última dimensión sepodía desplegar a su vez en otras dos. Así, podía actuar como varia-ble dependiente y designar una "cultura específica", resultado de lainfluencia de factores estructurales. Pero, además, planteaban que"`rural' como un constructo sociocultural puede también ser usadocomo una variable independiente y como una fuente de factoresexplicativos" (Bealer et al., 1965: 264). Siguiendo esa última.orien-tación, enmarcada en el contexto del que se ha dado en llamar "vuel-co cultural" de la Sociología y otras Ciencias Sociales, al tiempo quetomando elementos de las teorías postestructuralistas, del constructi-vismo, así coma asumiendo una versión ampliada del concepto de"representación social", se elabora una de las teorías más fructíferasen el estudio reciente de lo rural desde la Sociología:

"En una era descrita por algunos como postmoderna,donde los símbolos parecen cada vez más estar `libera-dos' de sus amarras referenciales, es cada vez más impor-tante comprender explícitamente la diferencia entre elespacio y su representación social" (Halfacree, 1993: 34).

A pesar del reconocimiento que merecen estudiosos como KeithHalfacree en la divulgación de ésta, el belga Marc Mormont (1984,

3s En los que se confron[an pero también integran de manera abierta elementos disparestomados de las teorías acerca de la postmodemidad, el postestructuralismo. el constmctivismo,la economía política neomarxista o la reestructuración entre otros.

ó^

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1987, 1990, 1996, 1997) es, sin duda, el autor de referencia en talcomprensión de lo rural, no sólo como objeto de representación sino, sobre todo, "como categoría de lectura de lo social" en términosamplios. Lo trascendental de la teoría de lo rural como categoría yconstrucción social es que realiza, definitivamente, una ruptura conla concepción de lo rural en los planteamientos clásicos. Así, "estaperspectiva busca romper con un sesgo muy frecuente que consisteen suponer efectos mecánicos y unívocos entre estructura espacial yestructura social" (Mormont, 1997: 31). Es decir, erradica el deter-minismo geográfico y el carácter unilineal de los planteamientosimperantes en nuestra disciplina, la cual "se desarrolló bajo el pos-tulado (más o menos explícito) de que en las sociedades modernas(industriales) existía una división significativa del dominio social endos mundos relativamente independientes, el rural y el urbano"(Mormont, 1990: 21). Tal ruptura supone una reformulación pro-funda no sólo en el objeto si no también en el sentido de la Socio-logía Rural:

"Así puede resultar más pertinente, en adelante,hablar, más que de una sociología rural, de una sociología`de lo rural' [...] que se atribuiría como objeto el papelespecífico que la categoría (como categoría construida)juega en la vida social" (Ibid.: 36).

Mormont rastrea en la formación histórica de la categoría y lasrepresentaciones de lo rural, constatando la importancia de losmovimientos ruralistas o naturalistas (1987), de cara a conocer lagenealogía de la actual preocupación por la "conservación" de lorural. Asimismo, indaga en el papel que la propia Sociología hajugado en la construcción de la categoría rural, la cual "se halla his-tóricamenté situada. Ella emerge con el proceso que vio a las fuer-zas conjugadas de la industrialización y de la urbanización (de lamovilidad más la expansión de las ciudades) integrar progresiva-mente a los pueblos en un sistema económico y sociopolítico unifi-cado" (Mormont, 1996: 161). Así, la sociedad y las ciencias socia-les promovieron una concepción unitaria de lo rural, frente a laenorme diversidad de situaciones -incluso en la sociedad tradicio-nal- en que se encontraban los espacios y las poblaciones que sonsituadas bajo esta denominación. El propio concepto de "mundorural" va a conferirle a éstas una unidad de acción y reivindicación

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sociopolítica, además de como objeto de investigación. El realizazuna "Sociología de la Sociología Rural" permite contemplaz, portanto, el desarrollo paralelo de las Ciencias Sociales a los procesosde urbanización e industrialización, al tiempo que éstas recogen lascuestiones que de tales procesos se desprenden (Mormont, 1990): lasupervivencia de los pueblos frente a la difusión del modelo urba-no, la oposición entre un modelo de sociabilidad de corte "persona-lista" y otro más "societazio" y, entre otras, la cuestión de la capa-cidad del espacio o, en su lugar, del trabajo, en la configuración dela identidad. Desde un punto de vista antropológico lo rural es "unacategoría de pensamiento del mundo social. Es un modo de clasifi-caz los hombres, las cosas, que toma su sentido del juego de oposi-ciones que lo sostiene. Su función es, sobre todo, pensaz el mundosocial construyendo una representación de su espacio-tiempo"(Mormont, 1996: 162).

No sólo se representa a los pueblos, el campo, en la categoríarural. También ésta "buscando pensar una ruptura social [contraziaa buena parte de los valores de la Sociedad Industrial]; implica unarepresentación del mundo social" (Ibid.: 163). Es la respuesta a unacrisis sociopolítica, en algunos lugares más explícita y en otros máslatente, además de a la propia crisis de los modos de vida tradicio-nales. Como tal respuesta, "lo rural es afirmado como un modelodel vínculo social: la defensa de lo rural es la de un modelo desociedad que se ve como respuesta a los conflictos de la sociedadindustrial" (Ibid.: 165). La categoria de lo rural se convierte así en"categoría sociopolítica" que va a actuaz a su vez como "categoríatransacional". El proceso transacional logra resolver la contradic-ción entre la especificidad del medio rural y la globalización pro-pia de la Sociedad Industrial, al reconocer al mismo tiempo la legi-timidad de esos dos procesos contradictorios. Tal transacción 36 seresumiría en la expresión "dejaz vivir un mundo rural fuerte pazaque pueda contribuir a la estabilidad demográfica, moral y socialde toda la sociedad". El lema que condensa el deseado resultadofinal de esa operación sería el de "preservaz y modernizar" (Ibid.:165) a la vez.

^"Categoría de la acción, la ruralidad instaura así ^ste es su carácter transacional- unarelación de cambio entre campo y sociedad global, entre rwales y urbanitas o, más ezacta-mente, entre las poblaciones y representaciones rurales y las élites sociales" (Mortnont, 1996:l71).

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Lo rural es por tanto fruto del encuentro entre reivindicaciones,oposiciones ideológicas o políticas y estrategias entre distintas fuer-zas sociales, algunas de las cuales buscan, a través de la deslocali-zación, reinventar formas de identificación o afiliación a un espacio.Distintos argumentos -patrimonio, interés económico, vinculación,el pasado o el futuro- configuran los mecanismos de legitimaciónde los agricultores, turistas, nuevos residentes... los cuales acabanpor desbordar la escena local.

"Ahora que las fronteras entre lo rural y lo urbanoestán siendo redefinidas vía la diversificación del uso delespacio rural, el estudio de qué representaciones concu-rrentes se construyen acerca de la ruralidad es quizás unode los problemas centrales de la sociología rural actual,porque estas representaciones [...] determinarán el futurode las regiones rurales" (Mormont, 1987: 19).

La cuestión de los agentes y las representaciones concurrentessobre la ruralidad ^ue Mormont había comenzado a explorar en suinfluyente artículo de 1987 sobre los movimientos ambientalistas yruralistas-, es nítidamente expuesta por Keith Halfacree (1993),quien proporciona así una inmejorable base para la fundamentaciónde estudios que trabajen sobre el análisis del discurso y su relaciónsociopolítica con las prácticas de los grupos y agentes sociales tantoa nivel global como local. Ello se debe al papel clave que este autorconcede a los discursos, aunque debemos estar preparados paracomprender que estos "pueden contener elementos diversos e inclu-so contradictorios" (Ibid.: 32). Lo rural, por tanto, puede aparecercomo "un lugar de lucha social dentro del discurso, en cuanto lospromotores de representaciones competitivas pugnan por la hege-monía" (Ibid.: 33). Los discursos actúan a un tiempo como conti-nente y expresión de la representación. Pero para no caer en el idea-lismo, se insiste en la capacidad de generación de realidad dediscursos y representaciones. En primer lugar, ya que "la represen-tación social de lo rural [...] guía y constriñe la acción" (Halfacree,1993: 32). Por otro lado, ya que confiere al espacio característicasque acaban materializándose. Así, "con la utilización de las repre-sentaciones sociales del espacio, el `espacio material' se ve `recodi-ficado'. EI espacio pasa a estar imbuido con las características detales representaciones, no solo a un nivel imaginario, si no también

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físicamente, a través del uso de esas representaciones en acción"(Halfacree, 1993: 34). Todo ello tendrá notables consecuencias parala teoría y práctica de la Sociología Rural:

"El objeto [de la Sociología Rural] podría definirsecomo un conjunto de procesos a través de los cuales losagentes construyen una visión de lo rural en función desus circunstancias y les define a ellos en relación a la dis-tribución en segmentos sociales, y por tanto encuentransu identidad y a través de tal identidad hacen causacomún" (Mormont, 1990: 41).

La aplicación de la perspectiva constructivista al desarrollo ruralpermite acercarse a una realidad local dinámica, cambiante, abierta,fluida, constituida a menudo en torno a principios sociales informa-les... -lo cual podría quedar enmascarado por los enfoques de corteinstitucionalista-tecnocrático, privilegiadores de las estructuras for-males y el cambio dirigido, o por aquellos de corte estrictamentematerialista-. Y, si bien han de ser tomadas con la cautela necesariapara evitar un excesivo idealismo y culturalismo en la interpretaciónsociológica de lo rural, las propuestas teóricas de M. Mormont y K.H. Halfacree -entre otros- permiten la comprensión de la dimen-sión cultural, ideológica y sociopolítica que legitima el "renaci-miento rural", esto es, la representación del desarrollo rural en tér-minos positivos.

4.3. La ruralidad como productora de significados.EI desarrollo rural y la construcción identitariade las sociedades postindustriales

Lo hasta ahora visto en el orden teórico tiene importantes impli-caciones para con el concepto de ruralidad, que resultan claves en laposibilidad de un desarrollo rural, comprendido en términos multi-dimensionales. En primer lugar, porque permite dar el salto delespacio físico al "territorio", entendido éste como un espacio singu-lar, diferenciado y cargado de atributos tanto físicos como cultura-les -significados-. También, desde una perspectiva global, porqueconlleva la posibilidad de comprender lo rural como un "objeto"representado y construido socialmente, de manera intersubjetiva y

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sociopolítica, aunque con consecuencias tangibles. Por tanto, otorgasentido a la afirmación que se realizaba más amba respecto al hechode que los autores de la Sociología clásica participaban de una repre-sentación de la ruralidad consecuente con los principios de la Moder-nidad. De la misma manera que permite pensar que la Sociedad Pos-tindustrial y la cultura postmodema ofrecerán, a su vez, unarepresentación genuina y propia de los atributos de la ruralidad, quecristaliza en una serie de rasgos concretos. Para ello parece necesa-rio comenzar reconociendo algunos elementos de los valores y plan-teamientos postmodernos ^ de la modernidad tardía, según se pre-fiera-, que nos ayudan a entender el nuevo papel jugado por laruralidad en los tiempos presentes: revalorización del pasado, de losorígenes, de lo identitario y de los referentes comunitarios; interéspor lo diferente, lo exótico, lo étnico. En este momento se despliegatambién la conciencia ecologista, la cual, partiendo de la constata-ción de la crisis ambiental ^onsecuencia del carácter limitado y fini-to tanto de los recursos como de la capacidad humana para su apro-vechamiento-, es de marcada orientación antiproductivista. Estoimplica una fuerte valorización de lo natural, lo tradicional... Cohe-rente con todo ello es la eclosión de los llamados "valores postmate-riales" (Inglehart, 1991), entre los que ocupan un lugar central la pre-ocupación por la calidad de vida y la necesidad de pertenencia.

En el contexto postmodemo encontramos, por tanto, no ya unnuevo "mundo rural", ni siquiera una nueva ruralidad sino múltiplesruralidades, producto de su elección por parte de diferentes agentessociales como uno de los espacios simbólicos vinculados a la for-mación identitaria de las sociedades postindustriales. Las teoríasrevisadas permiten una mejor comprensión de los procesos socialesy del desarrollo en las sociedades rurales particulares, especialmen-te de los mecanismos de legitimación social de las posiciones oprácticas de determinados grupos o agentes colectivos.

De ahí la importancia de conocer los atributos concretos resul-tantes de la construcción del concepto ^ representación- de la rura-lidad en la sociedad actual. Ya que la categoría "rural" evoluciona enla medida en que lo hace la sociedad, tal categoría "comporta lo queyo llamaría una representación o conjunto de significados, en la cualse halla connotado un discurso más o menos explícito que adscribeun cierto número de características o atributos a esos a los que le esaplicada [...] El conjunto de significados que la apuntalan se hallavinculado necesariamente a una representación de la sociedad en

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conjunto" (Mormont, 1990: 22). En consecuencia, lo rural y su defi-nición no pueden ser entendidos separadamente de la comprensiónde la sociedad en que tal definición se plantea. Como igualmentecierto es el argumento que resulta de invertir los términos de estaafirmación: consideraz la formación del concepto, categoría o repre-sentación de lo rural nos acerca a la comprensión de los procesosideológicos, de formación de sentido, en las sociedades contemporá-neas, uno de los aspectos claves a la hora de estudiar éstas.

"Debido a que la ruralidad no es una cosa o una unidadterritorial, si no que deriva de la producción social de unconjunto de significados, lleva a lo rural a ser incorporadocomo una de las materias posibles de una SociologíaGeneral que examine la producción de lo social, y de losespacios, grupos e identidades" (Ibid.: 36).

Los azgumentos teóricos permiten entender a la ruralidad comocategoría construida -incluso material, físicamente- en interaccióncon una representación que va cambiando y evolucionando a lolargo de la historia. Ello se expresa a través del contenido del cua-dro siguiente (Fig. 1.2.), en el que se plantea en qué términos seexpresa la transición en los contenidos de la representación domi-nante de la ruralidad, lo que nos habla a un tiempo de su inserciónhistórica pero nos sirve también como mirador privilegiado de laimagen que la sociedad de cada época tiene de sí misma y, en defi-nitiva, de cual es su proyecto colectivo.

Como puede apreciazse con facilidad, mientras el modelo deSociedad Industrial es dominante, los atributos de la ruralidad seformulan de manera antitética con los principios generales del para-digma societal. Por el contrario, en la Sociedad Postindustrial, laimagen de la ruralidad es absolutamente contingente con esos prin-cipios globales. Los significados de la ruralidad parecen, así, comoun elemento importante, positivo, en la fonnación identitaria de lassociedades postindustriales. Porque hoy "la ruralidad es, primera-mente, la representación del tipo deseado de organización socio-económica" (Mormont, 1987: 19). Con lo que en el campo, la natu-raleza, el medio rural, se configuran así (Urry, 1995; Lefebvre,1974) diferentes "prácticas espaciales" ^omo espacios diferencia-dos por la lógica del mercado-, "representaciones del espacio" ^nlas que éste actúa como soporte ideológico de reivindicaciones loca-

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TABLA N° 2-L• Síntesis de la ruptura de principios, valores... domi-taantes e implicaciones en la representaciórz de la rut-alidad

Sociedad /ndustrial Sociedad Post-indusn-ial

ASPECTO pRINC/Pl0 REPRESENTA- PRINCIPIO REPRESENTA:DOM/NANTE C/ÓN RURAL DOM/NANTE C/ÓN RURAL

Modelo Modernidad Atraso Posmodernidad ArraigoIdeológico

Valores Materialismo Supervivencia Posmaterialismo Calidad de vidaPrincipales

Principio de Unidad Marginalidad, Diversidad Interdependen-

Organización (Homogeneidad) cierre (Heterogeneidad) cia, apertura

Principio Centralización Exclusión, Difusión Integración,

Espacial aislamiento conexión

Principio Futuro Anacronismo Presente Tradición,Temporal (pasado) memoria

Modelo de Evolucionismo Retraso Contingencia, ReferenteCambio unilineal evolutivo inmediatez identitario

(optimista) (pesimista)

Fase de Fordismo Exodo Rural o Posfordismo Economíadesarrollo Modernización tercitorialEconómico Agraria

Principio Producción Improductivo Gestión Espacio deTecnológico (industria) (agrícola) (mercado) consumo y

reproducciónsocial

Modo Anonimato- Control Subjetivación Relacionesrelacional Objetivación social directas e

intensas

listas o nacionalistas-, y"espacios representacionales", a la postre,que actúan como soporte de modos alternativos de organizaciónsocial a través de "complejos simbólicos y nociones que encierranoposición u hostilidad a las concepciones dominantes", esto es,como un espacio en el que se fundamenta una crítica social másamplia. (Urry, 1995: 228).

Por lo que el desarrollo rural no sólo tendrá un alcance y un sig-nifcado puramente local, como tampoco responderá únicamente auna estrategia mercantil, de expansión espacial del sistema capita-lista: guardará también una íntima relación con procesos sociocul-turales y sociopolíticos de alcance global. De ahí su importanciacomo objeto sociológico.

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PARTE SEGUNDA:

Y, SIN EMBARGO, SE MUEVE.RASGOS ESTRUCTURALESY PROCESOS I-^ISTÓRICOS

EN LIÉBANA

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