cantar hoy - revista de espiritualidad

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Cantar hoy AUGUSTO GUERRA Creo que estas pagInas encajan perfectamente en el tema general de este número si digo que equivalen a preguntarse por la presencia del cristiano en el mundo de hoy. Damos con ello por admitido que nuestro mundo es tierra extraña. Otros se en- cargan de probar el aserto, y nosotros partimos de él sin más. Lo que buscamos aquí es adentrarnos en la meditación del tipo, modo o peculiaridad de presencia que el cristiano ha de man- tener en el mundo en que le ha tocado vivir. Limitaciones de base Antes de entrar en el desarrollo del tema es oportuno in- sistir en una precisión inicial, negada con frecuencia, negación que puede condicionar la objetividad y validez de cualquier en- foque. Para nosotros es relativamente claro que el mensaje evan- gélico, llamada ineludible para todos, admite, e incluso impone inevitablemente, unas vivencias limitadas y plurales. Es decir, nadie, ni personas ni épocas, es capaz de abordar el Evangelio en toda su extensión y profundidad. Las personas, lo mismo que las épocas, asumen aspectos limitados, acentuando, tanto en el tiempo como ,en los grupos de personas, algunos solamente de esos aspectos, los que le parecen más importantes. Toda selec- ción es una opción que se ,supone hecha responsablemente, aun- que pueda ser equivocada. Como se verá más adelante también nosotros hemos tenido que optar por unas realidades evangélicas en detrimento de otras.

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Cantar hoy

AUGUSTO GUERRA

Creo que estas pagInas encajan perfectamente en el tema general de este número si digo que equivalen a preguntarse por la presencia del cristiano en el mundo de hoy. Damos con ello por admitido que nuestro mundo es tierra extraña. Otros se en­cargan de probar el aserto, y nosotros partimos de él sin más. Lo que buscamos aquí es adentrarnos en la meditación del tipo, modo o peculiaridad de presencia que el cristiano ha de man­tener en el mundo en que le ha tocado vivir.

Limitaciones de base

Antes de entrar en el desarrollo del tema es oportuno in­sistir en una precisión inicial, negada con frecuencia, negación que puede condicionar la objetividad y validez de cualquier en­foque.

Para nosotros es relativamente claro que el mensaje evan­gélico, llamada ineludible para todos, admite, e incluso impone inevitablemente, unas vivencias limitadas y plurales. Es decir, nadie, ni personas ni épocas, es capaz de abordar el Evangelio en toda su extensión y profundidad. Las personas, lo mismo que las épocas, asumen aspectos limitados, acentuando, tanto en el tiempo como ,en los grupos de personas, algunos solamente de esos aspectos, los que le parecen más importantes. Toda selec­ción es una opción que se ,supone hecha responsablemente, aun­que pueda ser equivocada.

Como se verá más adelante también nosotros hemos tenido que optar por unas realidades evangélicas en detrimento de otras.

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Desde este momento asumimos la responsabilidad de la opción. De lo que no cabe duda es de que esa opción la hacemos todos, consciente o inconscientemente. Y esto es 10 único que puede, sin más, justificarse, la elección. La elección concreta es ya otra cosa.

I. Ev ANGELIZAR EN TIERRA EXTRAÑA

La tierra extraña, sobre todo cuando no es fruto de una aven­turada elección sino tierra que imponen las circunstancias, es tie­na quizá menos para el llanto que para la acción. Es compren­sible que los judíos deportados a Babilonia, o la interpretación teológica del hecho 1, adoptaran la actitud que adoptaron: "¿Có­mo cantar un canto del Señor en tierr'a extranjera?"

Sin embargo, el llanto y la nostalgia no fueron la única ac­titud de los judíos deportados. En el orden civil, y al ir cam­biando las circunstancias y afianzándose ellos mismos en los pues­tos a que habían sido destinados, muchos deportados fueron conquistando buenas posiciones. O por 10 menos posiciones más avanzadas cada día. En el orden religioso y, además de una vi­vencia personal y comunitaria avivada por la presencia de Eze­quiel, el pueblo de Israel no podía olvidar nunca que había sido dispersado entre los pueblos precisamente para irradiar la figura del Dios Yahvé, que así se impondría a los demás dioses.

Esta tarea del Pueblo de Dios ha pasado al Nuevo Pueblo de Dios, y el cristiano no puede olvidar que ésta es también su misión entre las diversas formas de gentiles con que se en­cuentra. Evangelizar continúa siendo la preocupación o tarea fundamental e ineludible de la Iglesia y del cristiano en todo mo­mento.

Una tarea en baja

L. Bouyer constataba hace unos años que en la Iglesia se había pasado de la conquista al testimonio, del testimonio a la presencia, y de presencia a la ausencia 2. Es una caricatura mor­daz de la situación actual en el campo de la presencia de la

1 Cf. aquí mismo F. BRANDLE, pp. 561·576. 2 La décomposition du catholiclsme, Paris, Aubier, 1969, p. 121.

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Iglesia en el mundo. Sería ingenuo, sin embargo, no admitir que el fondo de la observación tiene algo de objetivo. Otras per­sonas, menos esquinadas y desilusionadas, abiertas y firmes, han podido escribir: "ignoro dónde se ha encontrado la opinión, hoy tan corriente, de que hablar es algo facultativo cuando se es cris­tiano" 3.

Las motivaciones de esta actitud son muy variadas. Es pro­bable que una de las más importantes sea la convicción de que nuestro ambiente incrédulo no lo admite ni permite. Sin embar­go, otros antes que nosotros se han preguntado 'ya si el ateísmo no es más bien estimulo que tentación para la evangelización '1

y si no "sería demasiado absurdo imaginar que la fe no pueda mantenerse en los ambientes para los cuales parece existir pre­cisamente" 5. Es una observación válida siempre, que vuelve a las raíces y comienzos de la evangelización verdadera y que no siempre es atendida con el manifiesto interés que encierra. Quizá estamos ocultando que la verdadera causa de esta baja en la evangelización es la debilidad de nuestra fe e incluso nuestro propio ateísmo 6.

Lo cierto e innegable es que tenemos llamadas suficiente­mente graves y recientes para avivar la evangelización en todas las geografías y ambientes: el Concilio Vaticano II 7, la Tercera Asamblea general del Sínodo de los Obispos 8, y el programa ini­cial -y final- de Juan Pablo 1 9• Y estas llamadas no vienen solamente de lugares oficiales. Desde preocupaciones científicas y pastorales, y también desde instancias espirituales, se clama

3 M. DELBREL, Nosotros, gente de la calle, Barcelona, Estela, 1971, p. 216. 4 Cf el libro escrito en colaboración: El ateísmo, ¿tentación o estimulo?, Ma­

drid, Fax, 1965. 5 M. DELBREL, O. c., p. 209. El pensamiento y vida de M. DELBREL en esta situación

lo hemos expuesto en Vida de te en ambientes descristianizados, en Revista de Espi­ritualidad 37 (1978) 435-455.

6 «Dudar de que el mal pueda vencerse... es comportarse realmente como ateo)} (Mons. VEUILLOT, en El ateísmo, ¿tentación o estímulo?, o. e., p. 12.

7 Al recordar el Concilio no deberíamos pensar únicamente en el Decreto Ad Gentes, que habla especialmente de la actividad misionera. Nosotl'OS citaríamos, sobre todo, la Constitución Gaudium et Spes, sobre la presencia de la Iglesia en el mundo.

s Como se sabe, la Exhortación apostólica «Evangelii nuntiandi)} es fruto de esta Asamblea, Véase la Exhortaoión en Ecclesia 36 (1976) 15-25; 77-81; 113-117 (el docu­mento, como se sabe, lleva la firma del 8 de diciembre de 1975),

9 En el programa del pontüicado de Juan Pablo 1 se leía: «queremos recordar a la Iglesia entera que la evangelización sigue siendo su deber principah) (Ecclesla 38 (1978) 1063).

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por la tarea hoy primordial de la evangelización de las más di­versas realidades 10.

Podrá discutirse fundadamente acerca de ciertos elementos o preferencias, de contenidos y pastoral de la evangelización. Todo ello puede alumbrar caminos y métodos más adecuados a un tiempo concreto y a unas necesidades particulares. Pero debe quedar como básico el hecho de la evangelización. Insistir en ello, resulta superfluo.

Nuestra evangelización

Trayendo de nuevo a la memoria los deportados a Babilo­nia vamos a cambiar su respuesta, por más excelente que fuera la que ellos dieron, vamos a tomar la palabra a nuestros reta­dores y a decirles: sí, vamos a cantar. Y vamos a cantar preci­samente lo que pedís: un cantar de Sión. y lo hacemos no para dejar helados a nuestros enemigos, sino porque se nos presenta la mejor ocasión de manifestar quiénes somos.

Este cantar de Sión tendría en aquellas circunstancias -yen todas las similares, concretamente en la nuestra- esta doble re­ferencia: que a pesar de todas las apariencias Dios continúa siendo Dios, y que es manifiesta injusticia 10 que Babilonia está haciendo con los deportados.

n. EL DIOS DE LA ERA POSCRISTIANA

¿rEstamos en una era poscristiana? Si esto es así, nunca me­jor dicho que el cristiano se encuentra en tierra extraña.

A la hora de enjuiciar la densidad de la fe cristiana -v no sjmplemente de la religiosidad- en el mundo actual hay dos posturas bastante antagónicas.

La primera afirma que estamos entrando efectivamente en una era poscristiana. Pos cristianismo no significa, como alguno lo entendió hace unos años, destrucción de ídolos 11. Tampoco sig­nifica el estado de noche en que llevamos metidos unos años y en el que permaneceremos por un espacio indeterminado, pero

10 Como simbólica citaría la actitud de la revista Christus, que dedica el último número de 1977 a Evangelizar la oración, recordando en la presentación sus otros números anteriores y monográficos también dedicados a la oración, pero con inten· cionalidad distinta. Hoy lo que es urgente es evangelizar, incluso, y quizá sobre todo, la oración.

11 Este es el sentido que da a la expresión G. M.·M. COTTIER, en El atelsmo, ¿tentación o estimulo?, p. 85.

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previsiblemente aún largo. Ni siquiera significa la ateización re­lámpago que ha sufrido la Europa cristiana 12, el "eclipse de Dios" 13 a que presumiblemente asistimos, o el haber hecho de Dios un "juguete roto" 14. Todas estas realidades son pasos pre­vios a la era poscristiana. Porque el hombre que asiste a la muerte de Dios, que renuncia a Dios, de una manera o de otra se ha enfrentado con Dios, o ha visto cómo los hombres se en­frentaban con Dios. La era poscristiana comienza con quienes, siendo herederos de la situación precedente, nacen y crecen en ambientes donde Dios no cuenta, donde no se habla de El. Este es el concepto típico de era poscristiana.

Evidentemente no podemos decir que esta era haya cuajado ya. Es más objetivo decir, dentro de esta primera tendencia, que comienza a cuajar. Algo tan sorprendente para una civilizacIón cristiana de siglos no puede ser impuesto con brusquedad, ni siquiera partiendo de la rapidez con que hoy se suceden los cam­bios. Sí, en cambio, se cree que si bien en otras épocas reCIen­tes, v. gr. el siglo XIX, se ha podido detectar un olvido total del problema de Dios en ciertos campos 15; sin embargo, ahora la situación es mucho más general, de manera que podamos afir­mar, al menos de Occidente: "estamos asistiendo quizás, en este aspecto, a un caso único en la historia. El Occidente cristiano soporta el ateísmo" 16.

Frente a esta tendencia, para la que de una forma o de otra es claro un bajón en la experiencia de Dios, se levanta otra, que piensa poder negar, sociológica y teológicamente, la anterior. Es una tendencia revivalista, convencida de que el hombre está

12 Testifica este hecho M. DELBREL (sin entrar en si esto es poscristianismo o no), o. C., p. 171.

13 Habla de este Eclipse de Dios J. MARTÍN VELASCO, La religión en nuestro tiempo, Salamanca, Sígueme, 1978, p. 84. M. BUBER había dedicado ya un libro al Eclipse de Dios. Como elemental bibliografía sobre el ateísmo citaría en castellano: C. FABRO, Introducción al ateismo contemporáneo; 1. LEpP, Psicoanálisis del ateismo contem­poráneo, Buenos Aires, C. Lohlé, 1965; J. LACROIX, El ateísmo moderno, Barcelona, Herder, 1968; CÁTEDRA PABLO VI, El problema del ateísmo, Salamanca, Sígueme, 1967; M. NEUSCH, Aux sources de l'athéisme contemporain, París, Centurion, 1977.

14 Desde el agnosticismo se ha escrito: «en estos momentos el agnosticismo parece el único camino para devolver al hombre la seguridad y el entusiasmo frente a tantos millones de cristianos decepcionados para los que Dios es, aunque muchos no lo admitan, tan sólo un juguete roto}) (E. TIERNO GALVÁN, Qué es ser agnóstico, Madrid, Tecnos, 1976.

15 Así J. MARÍAS, La filosofía actual y el ateísmo, en El problema del ateísmo, Salamanca, Slgueme, 1967, p_ 93_

16 R. PANIKKAR, en El ateismo, ¿tentación o estímulo?, Madrid, Fax, 1965, p. 51.

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volviendo a responder a las exigencias más Íntimas de su ser, que es Dios. Incluso es una tendencia que se presenta como posterior, y por lo tanto superadora de la primera. Y tendría sus apoyos principales en los movimientos espirituales, sobre todo juveniles, y en la religiosidad popular, una religiosidad que es expresión de la auténtica fe de la gente sencilla del pueblo, que tiene un ritmo de expresión distinto del tradicional (cristianismo festivo), pero cuya validez no puede ser negada sin más 17.

¿Dónde estamos, realmente?

Resulta muy difícil y arriesgado decir realmente dónde es­tamos. Porque, a primera vista, todo 10 dicho con anterioridad parece innegable. Por mi parte creo más en una cercanía de la era poscristiana como hecho sociológico. Me fundo en cuanto dice la primera tendencia y en la profunda ambigüedad que pa­rece existir en cuanto dice la segunda. Porque si es verdad que siempre resulta interesante que los hombres visiten a Dios y ha­yan experimentado en su propia carne la insuficiencia de las puras realidades humanas abriendo así la puerta a una verda­dera evangelización, sin embargo, es lícito hablar de ambigüe­dad muy profunda en muchos de estos movimientos. Estoy con quienes piensan que esta vuelta es supuesta y esencialmente su­persticiosa. Hago mío este duro juicio: "se trata de hechos como el cultivo de 10 maravilloso, la nostalgia de lo mágico, la vuelta de 10 terrorífico, el gusto del ocultismo, y de los movimientos contraculturales que han producido ( ... ) No creemos que la pre­sencia de la iglesia pueda asegurarse sobre bases tan poco sóli­das. Con restos no se construye una vida. La religión no entrará en la nueva sociedad por la puerta del hastío o del cansancio" 18.

Yo añadiría que en tiempos en que se redescubren la humildad, pobreza y sorpresas de Dios, nuestros revivalismos deberían lle­var fuertemente impresa una nota de austeridad, que parece au­sente de los mismos. Estos revivalismos parecen entender todavía la espiritualidad como "cultivo introvertido de la hermosura del

17 Para una bibliografía fundamental y una exposición esencial de los actuales movimientos neomisticos véase L. DEL BURGO, Los neomisticos. Esquema de una vida, en Revista de Espiritualidad 36 (1977) 559-577. Para la religiosidad popular puede verse L. MALDONADO, Religiosidad popular. Nostalgia de lo mágico, Madrid, Cristian­dad, 1975. R. ALVAREZ GASTóN, La religión del pueblo, Madrid, BAC popular, 1976 (recoge bibliogTafía moderna sobre el tema, pp. XV-XX).

18 J. MARTíN VELASCO, La religión de nuestro tiempo, o. c., PP. 80-81.

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alma" 19, Y gustan demasiado de aleluyas y visiones. Un hombre tan poco sospechoso de sequedad como Y. Raguin ha escrito: "otros se creen que el Espíritu Santo está a disposición, de tal modo que basta 'ablirse al Espíritu' para que sucedan cosas ma­ravillosas. Cuando -se trata de la relación con Dios nunca las cosas son tan simples, porque Dios no se deja coger por la red de nuestros métodos" 20.

Sin jugar a ser dramáticos, porque, entre otras cosas, es un juego feo y aburrido, sí parece bastante probable que los indicios apuntados, cuando son juzgados críticamente, describen un am­biente en el que el Dios verdadero está profundamente -ausente. y esto vale, como juicio general, a pesar de que se admitan par­celas, incluso revivalistas, de innegable pureza cristiana y de fuer­te esperanza en un renacimiento espiritual muy evangélico.

,oe especial interés nos parece, mirando de nuevo a los re­vivalismos, que "típico del Dios bíblico y muy significativo es el hecho de que tiene su contradictoria no en el "ateísmo" (como pensaríamos nosotros), sino en los "dioses falsos". Y se afirma no tanto para contradistinguirse de aquél como para distinguir­se de éstos" 21. Es decir, que aparentes religiosidades pueden ser cristianamente ateas.

Hablar más y mejor de Dios

Es normal que el cristiano se sienta incómodo en esta tierra. y esto es ya importante. Pero aquí no tratamos sólo de captar y constatar -esta incomodidad, sino ante todo de ablir un tipo de existencia cristiana en esta tierra en que vivimos.

y precisamente aquí hay que decir que el cristiano no puede renunciar a hablar de Dios, explícitamente de Dios. El P. Rahner, que tanto y tan aceptablemente ha escrito del cristianismo anó­nimo, ha dicho igualmente a la Iglesia alemana en páginas du­rísimas: "en la Iglesia hablamos demasiado poco de Dios" 22; "la Iglesia se ha de ocupar ante .todo y sobre todo de Dios" 23.

y un hombre tan cercano a todo cristianismo adulto como Bon-

19 K. RAHNER, Cambio estructural de la Iglesia, Madrid, Cristiandad, 1974, p. 102. Suya es la expresión, que reprueba, aunque no aplicada a los grupos de que hace­mos mención.

20 Esplritu, hombre, mundo, Madrid, Narcea, 1976, p. 283. 21 J. 1. GONZÁLEZ FAUS, Teologla de cada dla, Salamanca, Sigueme, 19772, p. 284. 22 Cambio estructural de la Iglesia, o. c., p. 108. 23 lb., P. 107.

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hoeffer escribió este programa para el cristiano moderno: "ante Dios y con Dios vivimos sin Dios" 24.

Estas palabras de Bonhoeffer nos introducen tanto en el he­cho como en las modalidades de 10 que tiene que ser la palabra acerca de Dios y la vivencia del mismo Dios. Son palabras a primera vista enigmáticas. Y 10 han sido, y continúan siéndolo sobre todo en ciertos ambientes, porque limitaciones metodoló­gicas ambientales hicieron de ellas algo así como el slogan atei­zante de un mártir y muchos las han convertido en referencia de su estulta postura secularista 25. Parecía como si este hombre recio,asustado ante la muerte y valiente en la fe, hubiera lan­zado un grito incomprensible, pero profético, de estilo nietzschea·" no, desde la propia fe comprometida: hay que vivir sin Dios.

Afortunadamente una exégesis más objetiva ha tenido la va­lentía de protestar con energía contra tan extraña ortodoxia, des­enmascarando exégesis superficiales y aclarando lo que sólo de­bió haber sido oscuro en la enrevesada lengua alemana. Martín Velasco quizá sea el último exegeta claro y contundente de esta expresión: "privando a este texto admirable de todos sus ma­tices, no faltan quienes leen en él que la única forma de vivir cristianamente en nuestro mundo secularizado es "vivir sin Dios", olvidando el "ante Dios y con Dios" que precede a esta expre­sión en el pensamiento de Bonhoeffer. Este se propone aceptar seriamente la mayoría de edad del hombre con la desaparición de Dios que comporta, pero en modo alguno pretende con esta aceptación renunciar a vivir la relación con ese Dios, cultural, social, filosófica y hasta "religiosamente" ausente, pero de cuya presencia en Jesucristo él parte" 26.

Estas palabras precisas nos introducen en la consideración de que no es suficiente vivir ante Dios y con Dios, sino que es preciso hacerlo sin Dios, es decir, superando ese dios que el hom­bre adulto no puede aceptar porque no es el Dios de Jesucristo.

24 Resistencia y sumisión, Barcelona, Ariel, 1969, p. 210. 25 Hacemos expresa mención del secularismo, no de la secularización, que son

dos actitudes esencialmente distintas. Tomamos estas palabras en el sentido teoló­gico bien resumido en Evangelii nuntiandi, n. 55, con referencia a Gaudium et Spes, n. 59.

26 El encuentro con Dios, Madrid, Cristiandad, 1976, p" 191. Quizá no esté de más recordar que en otro contexto el mismo autor describía a Bonhoeffer como «excep­cional testigo de la importancia de lo religioso» (La religión en nuestro tiempo, o. c., p. 98). Con anterioridad O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL se había quejado de que ciertas ideas «se las haga nacer de hombres como Bonhoeffer» (Meditación teológica desde España, Salamanca, Sígueme, 1972', p. 468).

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Cada vez con mayor nobleza y entereza reconoce el verdadero cristiano que Dios es insustituible y que no puede ser puesto en una balanza con cualquier otro peso, sea el que sea 27. Pero con la misma entereza admite y comprende que haya hombres que han podido expresar su "repugnancia" ante diversos conceptos de Dios 28, o a quienes resulte difícil intimar con "un Dios ta­mizado por nuestra propia y larga indiferencia ante [las cuestio­nes sociales]" 29. Es preciso volver a un Dios más auténtico 29a.

Un tema ulterior, complementario y hasta más importante que el del hecho mismo, y que no hacemos más que enunciar, es el modo de hablar de Dios y las connotaciones personales que deben acompañarlo. Sin entrar en cuestiones difíciles como las que se derivan del lenguaje religioso 30, o de la pastoral, sino estrictamente desde la espiritualidad, se insiste en la pasión con que hay que hablar de Dios 31 y en la necesidad de superar ",toda inculcación racional de la existencia de Dios", todo "árido adoc­trinamiento" para llegar a "una mistagogía de cara a la expe­riencia viva de Dios que parta del núcleo de la propia existen­cia" 32. Se nos acusa de que "hemos aprendido demasiado poco el arte increíblemente elevado de una auténtica mistagogía para la experiencia de Dios, y por eso 10 usamos también demasiado poco" 33.

Este parece ser el camino metodológico de nuestra evange­lización acerca de Dios. Con tal de que no olvidemos que nues-

21 «Me era imposible (y sigue siéndomelo) poner en la misma balanza a Dios y todos los bienes del mundo: trátese de mi misma o de la humanidad» (M. DELBREL, Nosotros, gente de la calle, Barcelona, Estela, 1971, p. 274.

28 J. M. GoNZÁLEZ RUIZ cuenta que cuando, siendo seminarista, le decían en los ejercicios espirituales: «ven a descansar con Dios, deja todas tus preocupaciones en la pila del ·agua bendita, y ahora hablemos de Dios», él sentía una sacudida especial: «yo tengo que confesar que aquel «dios» me repugnaba» (Un riesgo llamado oración, Salamanca, Sígueme, 1973, p. 34. También «¡Ay de mí, si no evangelizare!», Bilbao, DDB, 1973, p. 25).

29 G. GUTIÉRREZ, Teología de la liberación, Salamanca, Sígueme, 1977', p. 268. 29a Sin tiempo para detenernos, sí debemos hacer constar que la purificación del

concepto de Dios ha venido en buena parte de la desmitificación, la deshelen;,¡ación y la desontologización.

30 También sobre el lenguaje religioso se ha escrito mucho últimamente. Por adecuar lo más posible las referencias bibliográficas dadas en este estudio quiero citar solamente un resumen del problema: J. MARTÍN VELASeO, La religión en nuestro tiempo, Salamanca, Sigueme, 1978, pp. 264-279). .

31 «¿Dónde se habla con lenguas de fuego de Dios y de su amor?» (K. RAHNER, Cambio estructural de la Iglesia, Madrid, Cristiandad, 1974, p. 105).

32 lb., p. 105. 33 lb., p. 108. Sobre este tema puede verse una buena bibliografía y valoración

en J. D. GAITÁN, Experiencia y pensamiento. Reflexiones para una teología viva, en Revista de Espiritualidad 36 (1977) 125·144.

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tro mundo no valora, es más, condena la experiencia que no pue­da ser y de hecho no sea verifioada 34. En amplísimos sectores hay una repugnancia especial hacia la experiencia identificable con un sentimentalismo barato.

El Dios de Jesucristo

En esta tarea evangelizadora, y conscientes siempre de las limitaciones básicas que al comienzo enunciábamos, parece que han de hacerse resaltar ciertas dimensiones de Dios, en sí im­portantes y a las que el hombre de hoy parece especialmente sensible. Entre estas dimensiones unas han sido tergiversadas -y hay que restituirles su rostro evangélico- y otras tienen que ser reafirmadas.

1. Superación del dias griega. El cristiano debe superar de una vez para siempre ante los hombres, sus hermanos y com­pañeros, el concepto griego de Dios, un concepto que se ha ido haciendo vida inconsciente en nuestras aulas. Esta imagen de Dios se ha prolongado en el determinismo del siglo XVIII y en algu­nas parcelas de un moderno intelectualismo 35 de la llamada se­gunda AufkIarung o ilustración.

Esta visión de Dios nos presenta ante todo una figura inmu­table e incapaz de con-moverse (¡es el motor inmóvil!) ante la problemática humana. La espiritualidad que en ella se funda, o que no la supera, se hace estática y fría, racionalista más que racional; destruye, más que la humildad, la confianza que fun­damenta algo tan importante como la dimensión de petición de toda oración cristiana; y en el fondo minimiza la ilusión por un cambio personal y mundano que no se apoye exclusivamente en el más feroz, solapado y anticristiano moralismo. Es lógico y fácil que incluso lleve a una progresiva desconfianza rayana en la desesperación.

Más aún, esta VISIon de Dios lleva igualmente a una antro­pología que se cree perfecta en la apareia del hombre. Según esta visión, el hombre, personal y socialmente, sería perfecto

34 Cf. J. M. CORDOBÉS, Verificación de la experiencia cristiana, en Revista de Espiritualidad 36 (1977) 83-91.

35 De aquí no debe deducirse una infravaloraclón del pensamiento. Es más, somos positivamente afectos a una valoraci6n del mismo. Incluso pensamos que Occidente ha sido siempre un poco racionalista y que s6lo iremos adelante no en una supe­raci6n de la razón, sino en una purificación de la misma.

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cuando fuera impasible, cuando hubiera superado las reacciones de las cosas y, más aún, cuando fuera capaz de renunciar a todo aquello que pudiera con-moverle. Ciertas renuncias -concreta­mente la virginidad- tendrían aquí buena parte de su justifica­ción 36. En el orden social el hombre estaría también tentado de mantener el status qua, la inmutabilidad de las estructuras del mundo dado. Sólo en esta situación el mundo participaría de la inmutabilidad de Dios. ¡Triste destino el que espera a esta espi­ritualidad!

Una visión de Dios a la que se pueden sacar estas conse­cuencias es muy poco atractiva, aunque parezca muy autonómi­ca. y desde luego no es cristiana. Por eso el cristiano tiene que superarla y desde su propia convicción experimental hacerla pa­tente a los hombres de hoy. Y para que esta actitud tan diversa no extrañe desde la fe, el cristiano de nuestro tiempo ha de tener suficiente osadía para creer y proclamar al menos tres principios acerca de Dios que dan juego y jaque al concepto griego de Dios y fundamentan su vida y su palabra. El primero es la frecuente sorpresa que 'constituye la presencia de Dios en la historia de la salvación. Para quien penetra en esta historia Dios podrá ser o no inmutable; 10 que sí es cierto es que esa inmutabilidad, en caso de que pueda ser afirmada, no puede identificarse con el concepto de 10 estático según nuestras categorías. Esta frecuen­te sorpresa de Dios reinterpreta cristianamente la Providencia de Dios en términos evangélicos, y no en categorías escolásticas 37.

El segundo es la Encarnación del Verbo. Porque si creemos en la Encarnación del Hijo de Dios entonces es claro que las cosas de los hombres no le son indiferentes a nios 38. Aparece con cla­ridad que Dios tiene los caminos más insospechados para ha­cerse presente. Ninguno será tan humanamente incomprensible, aunque tampoco le alcance en cercanía, eficacia y estupor, como la Encarnación del Hijo, fruto del amor del Padre (J n 3, 16-17). El tercero es un principio aparentemente herético, pero que es quizá el que mejor fundamenta esta superación del dios griego:

36 En este sentido son importantes las páginas que dedica J. MOLTMANN a «La experiencia de la vida hmnana en el pathos de Dios», en El Dios crucificado, Salamanca, Sígueme, 19772, pp. 382-399_

37 E. SCHILLEBEECKX, Dios y el hombre, Salamanca, Sigueme, 1968, p. 291 (ha­blando de la Providencia de Dios, y más en concreto de «La Providencia y la ora­ción de peticióm».

38 K. RAHNER, Misión de oración, en Escritos de teologla, III, Madrid, 1961, p. 239. Después ha vuelto sobre el mismo tema en Espiritualidad antigua y medieval, en Escritos de teología, VIII, Madrid, Taurus, 1967, pp. 23, 27.

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"quede dicho con toda explidtud que Dios no es el ser inmu­table, sino .el amor personal y admite las mutaciones que crea el amor en la persona. Lo contrario significa pensar a Dios al nivel ínfimo de la realidad, es decir, de cosa" 39.

Todo esto neva a concluir que "frente a la metafísica griega hay que leer el evangelio de las parábolas del Dios Padre, que ama, que espera, que se compadece" 40. Esto no es una visión ingenua de Dios, sino cristiana. Y hay que tener el valor de vivirla y presentarla, sin desnaturalizarla, ante un mundo auto­suficiente y ateo.

2. Superación del Dios antagónico del hombreo Aunque nos duela tenemos que reconocer precisamente desde la espirituali­dad que los místicos pasan por estar a la base de un concepto de Dios en el que Este es antagónico del hombre. La experien­cia de la distancia hombre-Dios ha llevado a una formulación metafísica de la nada de las cosas y de las creaturas, entre ellas la creatura humana, que ha impuesto consciente o incons~iente­mente la huida, la evasión y ha imposibilitado tomar conciencia del dinamismo interior del hombre. Parece que Dios no es Dios si no se acompaña del rebajamiento del hombre. Dios se senti­ría oeloso del hombre, quien parecería tener que enmendarle la plana a Dios con su trabajo y aspiración a algo más que a estar sentado a la sombra del cuerpo del Señor comiendo caninamente las migajas que El tenga a bien proporcionarle.

No servirá de mucho continuar insistiendo en que los místi­cos no son los culpables, que se trata de "una interpretación falsa de determinadas fórmulas" 41 suyas. Las citas y referencias a los místicos logran, por encima de las precisiones de los oientíficos, crear un clima de opinión que enfrenta los derechos del hombre con los derechos de Dios. La mística cristiana continúa pasando por algo que está en perpendicular con la mística de la ciencia 42.

39 O. GoNZÁLEZ DE CARDEDAL, Meditación teOlógica desde España, Salamanca, Sí­gueme, 19722 , p. 485. Creemos que es el argumento más fundado y más fuerte que haya sido escrito en favor de una digna oración de petición.

40 lb. En esta misma linea acaba de pronunciarse J. MOLTMANN: «Para compren· der la naturaleza de Dios, hay que renunciar a los axiomas filosóficos. Dios no es inmutable en el sentido ... » (La Iglesia, fuerza del Espíritu. Salamanca, Sígueme, 1978, p. 85).

41 lb., p. 75. 42 Hace ya unos años que Ph. ROQUEPLO llamó la atención sobre este aspecto,

que contrasta profundamente con la metodología del marxismo, que logra «la unidad de la mística con la vida concreta» (El ateísmo, ¿tentacíón o estimulo?, o. e., p. 144).

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y la verdad es que no siempre se ha tratado de una falsa inter­pretación, sino de limitaciones verdaderas, que no es fácil, y ·no sé si científico y honesto, justificar.

Pero evidentemente esta imagen de Dios no puede ser pre­dicada, ni confesada como vital, a unos hombres que han supe­rado estas categorías, porque, y es la razón principal, ésta no es una visión auténtica de Dios, sino una hechura humana muy decadente incluso. En la tercera parte intentaremos precisar cómo Dios y el hombre no son antagónicos, sino amigos y compañeros que no se interfieren, sino que conviven y colaboran.

3. El Dios cristiano. Cuando en los últimos años Se ha ha~ blado de un nuevo concepto de Dios se ha insistido en el Dios de la promesa, el Dios que viene. Ha parecido que en una cul­tura abierta al futuro como la nuestra sólo esta visión, que por lo demás es bíblica, podía ser aceptada por unos hombres que ansían precisamente ese futuro al que les empuja la filosofía y su propia ansiedad 43.

Sin los ditirambos con que era casi obligatorio presentarla en los años más eufóricos de la teología de la esperanza, es ésta una visión que retengo sustancialmente válida y adecuada para el hombre de hoy. Y precisamente sobre todo desde la espiritua- . lidad, que tiene el peligro de olvidarla con mucha facilidad.

Sin embargo, desde esta misma espiritualidad hay otroaspec­to de ,Dios -mejor quizá que otra visión- que actualmente parece incluso más perentorio: el Dios gratuito. Es un aspecto que puede ser mal entendido, y que de hecho es mal entendido, siendo enfrentado precisamente al anterior, cuando debería tra­tarse de algo complementario. Ya casi se nos ha hecho viejo, aunque continúa siendo urgente confesarlo, que Dios es gratuito, pero no superfluo 44.

A contrapelo del mundo

Que nuestro mundo sea un mundo pragmático, que busca efectividad y rendimiento es algo que no solamente no podemos negar, sino algo de 10 que debemos alegramos. Los romanticis-

43 Insiste en este aspecto E. SCHILLEBEECKX, Dios tutUI'O del hombre, Salamanca, Sígueme, 19713, pp. 181-221. El tema concreto es: La nueva imagen de Dios, la secularización y el tutUI'O del hombre en la tierra.

44 Es uno de los títulos más afortunados de GONZÁLEZ RUIZ (Madrid, 1970), que ha hecho fortuna, quizá sobre todo en la Teología de la liberación (Cf. GUSTAVO GUTIÉRREZ, Teología de la liberación, Salamanca, Sígueme, 1977', p. 270, nota 49)_

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mos más alegres suelen acabar en frustración y llanto irreme­diables.

Que nuestro mundo tenga como criterio único o prevalente en las relaciones humanas la utilidad, es algo que no podemos menos de lamentar. Olvida a la persona y manipula cuanto ésta tiene de más valor, su intimidad y capacidad de relación. La teología del encuentro, y ya antes la filosofía del encuentro de M. Buber, han dejado esto muy claro y no hay porqué insistir en ello. Sin embargo, sí hay que seguir denunciando que conti­núa presente este desfase infrahumanizanteen las relaciones hu­manas dentro de muchos grupos, sobre todo, quizá, de los que se confiesan de izquierdas. En su concepción de la persona cuen­ta única o directamente su capacidad de maniobra y de eficacia a prestar. Y cuando esta maniobra y eficacia se consigan más fácilmente por otros medios, se acaba totalmente con las perso­nas. Nada hay en éstas que merezca la pena fuera de su utilita­rismo.

Dios es gratuito

Con Dios sucede 10 mismo. Muchos lo miran como si fuese única o principalmente la solución de nuestras urgencias. Otras veces 10 concebimos directamente como plataforma de futuras efectividades. Nada ulterior parece haber en él que pueda enca­denar al hombre, o al menos nada que tenga la preferencia. Es ésta una visión ramplona y descreída de Dios, que es preciso denunciar con fuerza y superar.

Afortunadamente se ha denunciado ya y continúa siendo de­nunciadaen ambientes teológicos abiertos. Los teólogos han te­nido la valentía de enfrentarse a sus amigos sociólogos, unos sociólogos comprometidos en una acción necesaria y dura, cons­cientes de que el mayor bien que pueden hacerles es traerles a la sensatez de un ·encuentro con el Dios auténtico, que no es rémora para su acción ni es celoso de los triunfos y luchas de los hombres 45.

Esta teología insiste en que Dios es gratuito, categoría citada con frecuencia y que no parece haber sido aún asimilada por

45 Entre nosotros, y además de GoNZÁLEz RUIZ, insistió en ello hace unos años J. LLOPIS, La inútil liturgia, Madrid, Marova, 1972. Ha vuelto brevemente, pero con fuerza, sobre el tema L. MALDONADO, Iniciaciones a la teología de los sacra· mentos, Madrid, Marova, 1977, pp. 62·67. Volveremos expresamente sobre el tema en otra ocasión.

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el público. Porque gratuito no quiere decir solamente indebido; no quiere decir ni siquiera, aunque también esto signifique y no sea indiferente, que es Dios quien graciosamente se acerca al hombre. Hoy gratuito quiere decir ante todo in-útil, no direc­tamente rentable, no atrayente por su poder de solución. "Se pre­tende la comunicación, la efusión, nada más y nada menos" 46.

El encuentro con el Dios gratuito es un encuentro no calculado ni medido con estrategias políticas, sino un encuentro espontá­neo y festivo, un encuentro sim-pático. Como es el encuentro entre dos personas queridas y unidas desde el interior, que no tienen necesidad de pensarse antes de abrazarse. Es como el en­cuentro entre marido y mujer, padres e hijos, hermanos o aJ:l1j~ gos. Quien introduce directa y primariamente en estas relaciones interpersonales el criterio de la rentabilidad es un auténtico egoís­ta, aunque 10 disimule con argumentos capciosos.

Dios no es superfluo

El cristiano tiene que continuar insistiendo y viviendo esta dimensión, traducción de la tesis teresiana del encuentro amis­toso con nios. Deberá hacerlo sin ocultar, es más, resaltando los verdaderos contenidos del encuentro y desenmascarando un tipo de encuentro que lejos de ser amistoso ·es evadente y huidizo. Porque algunos grupos se alegrarán externamente y apoyarán que se vuelva a esta dimensión de gratuidad, pero quizá no se­pan exactamente lo que están diciendo. Y habrá otros que rece­len con excesiva rapidez de -esta dimensión fundamental por no haber entendido con precisión de qué se trata. Con una meto­dología distinta para cada grupo se nos presenta una ocasión de oro para la evangelización quizá más apremiante del momento.

En esta evangelización deberán entrar al menos estos con­tenidos, que bien expresados y profundizados abren un campo inmenso a la espiritualidad más seria: el juego y la fiesta pueden y deben ser tomados en serio (sólo los no verdaderamente afi­cionados ignoran las alegrías y dolores del juego); la estética lleva necesaria, aunque indirectamente, a la ética: no hay posi­ble admiración sin trabajo esforzado por la perfección; la efi­cacia indirecta no tiene porqué ser menor que la directa, aunque

46 L. MALDONADO, O. o., p. 66.

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sea distinta; habrá que explicar de qué se habla con Dios al en­contrarse con El si no es de todo lo que Dios trae entre manos, que es no sólo sus promesas, sino también las fechorías de los hombres; los encuentros, comunicaciones y efusiones se realizan tanto en la alegría como en el dolor: .tener amigos para el gozo y no al mismo tiempo para el dolor es otra dicotomía más y un buscarse en la persona más que buscar a la persona; toda co­munión que no acaba en participación es comunión engañosa.

Sería insistir demasiado decir de nuevo que estos son los as­pectos más necesarios actualmente en la Evangelización de Dios. Parece, no obstante, objetivo afirmar, como conclusión, que Dios debe ser la preocupación fundamental del Evangelizador, y que una Evangelización actual de Dios no puede prescindir de los aspectos que aquí hemos insinuado.

III. OPCIÓN ESPIRITUAL POR LA JUSTICIA

La evangelización es también urgente en todo el complejo mundo actual de la opción por la justicia. Y un momento opor­tuno para hablar de esta tarea debiera ser el momento en que hemos dejado, pienso, claro que es preciso hablar más y mejor de Dios. Dios nunca ha sido competidor de los hombres.

y en esta tarea de evangelización, despaciosa, pero llevada adelante sin desmayo, la espiritualidad tiene también un come­tido. Adelantando un poco los mecanismos con que suele contar esta opción por la justicia podríamos decir: no es previsible, de momento, que toque a la espiritualidad fundamentar y desarro­llar una teología de la revolución, a pesar de que ya E. Mounier hablase de "la exigencia revolucionaria de lo espiritual" 47. Sin embargo, no hay que deducir de aquí que en dicha teología, en las que se le acercan, o al menos en una verdadera opción por la justicia no tenga nada que hacer la espiritualidad.

A la espiritualidad toca, por lo menos, desenmascarar ciertas constantes pietistas que pasan por tradicionales, romper de una vez el idilio integrismo-piedad {que ya ha durado demasiado tiempo), no hacer ascos, o no hacerlos más de lo que conviene,

47 Obras de Mounier, 1, Barcelona, Estela, p. XV.

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a ciertos compromisos duros e incluso discutibles en favor de la justicia. Abriremos así una casa, más que una puerta, a tantos como carecen de hogar.

Cambio inicial ya conseguido

Bautizado con varios nombres, como suele suceder en los bautizos de rango, hay algo que ya no puede negarse: la espi­ritualidad ha establecido en los últimos años diálogo leal con el socialismo, incluso con el socialismo marxista 48. No vamos a repetir aquí los argumentos que motivan este diálogo, ni los resultados estables a que tal diálogo ha llevado y los interrogan­tes que quedan abiertos 49, pero no es fácil, ni parece serio, negar la importancia de tal hecho. Es algo que deberemos agradecer a quienes, de una manera o de otra, se han atrevido con este "enemigo" difícil y tradicional del cristianismo y, más aún, de la espiritualidad.

Junto a este logro hay que enumerar una conciencia distinta que se va haciendo en la confrontación entre lucha por la justi­cia -a veces expresada en términos como "muy seria preocu­pación por los aspectos sociales y públicos de la fe" 50_ y es­piritualidad. Esta conciencia distinta quedaría integrada hoy, en­tre otros, por estos elementos: preferencia por la dimensión so­cio-política de la fe sobre la dimensión "espiritual"; consiguiente aumento y presencia de movimientos cristianos socio-políticos (observación que no pierde fuerza por la existencia e incluso proliferación de los movimientos intimistas, que han sido una constante en el cristianismo); progresiva desmitificación de los juicios peyorativos sobre movimientos que encaman la lucha so­cio-política (¿por qué va a ser peor el comunismo que el fascis­mo?); progresiva utilización y justificación de los medios para conseguir el fin y fundamentación evangélica de estos medios; superación de la dicotomía persona-estructura (o quizá incluso

" Cfr. A. GUERRA, Socialismo y espiritualidad en España, en Revista de Espiri­tualidad 36 (1977) 493-516. Añádase, para el mundo francés, A. LAUDOUZE (y otros), Le choix de l'espérance. Pratique marxiste et chrétienne, Paris, Le Centurion, 1977.

49 lb. 50 Es sorprendente que un teólogo tan sensible como O. GONZÁLEZ DE CARDEnAL

haya coniesado en el Prólogo a la segunda edición de su obra Meditación teológica desde España: «entretanto al autor, cada día más inmerso en la masa hispánica, le han comenzado a preocupar muy seriamente los aspectos sociales o públicos de la fe» (p. 7). La sinceridad de OIegario justifica que se hable de aspectos nuevos, sinceramente nuevos, aunque algunos al oírlos digan: ¡esto es tan viejo como el mundo!

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nueva formulación en beneficio de la estructura); creciente ad­misión de la posibilidad de un no ateísmo de base en el marxis­mo a medida que aumenta la explicación sociológica del ateísmo de Marx.

Todo esto no deja a las personas indiferentes. Se va progre­sivamente creando un clima, que hace mirar con ojos muy dis­tintos aspectos idénticos de otros tiempos. Nunca deberíamos ol­vidar lo que se ha repetido con tanta frecuencia y que cierta­mente nadie ignora: que muchas visiones de la existencia que costaron ser descubiertas y que alumbraron civilizaciones nuevas han parecido a 10 largo del tiempo 10 más normal. Lo que en un momento fue nuevo y transformante se convierte en vulgar y olvidado posteriormente. Pero ni s'iquiera este olvido puede ocuItar su importancia cuando se hace un ,examen consciente y sereno de la historia.

Hacia adelante

El camino comenzado debe ser proseguido, porque todo ca­minar nos acerca más al futuro y el futuro es una etapa irrenun­ciable. En este caminar recordemos ciertos pasos que deberían acercamos un poco más a ese futuro y que deberían constituir la base de nuestra evangelización en el campo de la justicia:

1. La tuerza de la lógica. Si no se trata de un paso nuevo, es un paso que aparece siempre tan necesario, que puede ser rebautizado -lo cual encierra siempre una novedad. Una de las constataciones más ilógicas es la de quienes insisten en un pa­raíso eterno desde el disfrute temporal, junto a quienes piensan haber desbancado esa eternidad con un presente feliz que pro­claman desde la miseria. Nos interesa destacar la falta de lógica de los primeros: ¿por qué no abandonan el paraíso terreno, dado que les llama el eterno? La respuesta parece muy sencilla: por­que se creen compatibles los dos, aunque también podría aña­dirse: porque no intel'esa más que uno, .el que se posee. Lo cierto es que quienes más disfrutan del paraíso terreno, y lo hacen com­patible con el Evangelio, deberían no poder olvidar principios evangélicos en los que dicen Cl'eer yen los que difícilmente puede fundamental'se esa coexistencia 51.

51 Citarla fundamentalmente textos tan conocidos, y tan importantes, como: Mt 25, 31-46; Le 6, 24-25; Sant 2, 1-13; 4, 13-5, 6; 2 Cor 8, 9; Fil 2, 6-7.

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2. Desmitificar la rectitud moral. De Rousseau es esta cons­tatación: "es cierto que el cristiano cumple con su deber; pero lo hace con una profunda indiferencia con respecto al buen o mal éxito de sus esfuerzos; mientras no tenga motivo para creer­se culpable, le importa muy poco si las cosas de este mundo van bien o van mal" 52. Pensar que se trata de una calumnia lanzada contra los cristianos es una vulgar respuesta. Teilhard de Chardin habló ya de 10 incompleta que resultaba la respuesta de quien valora las cosas sólo por la intención y reconocía que ésta es la solución a que acuden con frecuencia los directores espirituales 53.

La preocupación por los resultados es el sIgno de nuestra comunión con quienes necesitan de ellos. Es, además, la fuente de los cambios de estructura, que busca precisamente dar a los hombres lo que precisan. Con la buena intención continuaríamos viviendo corno hace muchos siglos, viviendo la solidaridad con métodos ineficaces y superados por simple inercia; porque no estaría bien que nos echásemos nosotros mejor intención encima que la que movió a nuestros antepasados. Esto quiere decir que no basta la buena intención, que la impasibilidad con que mira­mosel resultado de nuestra acción, porque todo el fuego lo en­cendimos en la rectitud de intención, es un equívoco importante que puede habemos mediatizado. La espiritualidad no puede apoyar esta visión. No puede decir que su parcela es la buena intención.

3. Introducir el mundo en el diálogo espiritual. Puede unir­se al punto anterior. Se r,epitió muchas veces que al estar con Dios había que dejar en la pila del agua bendita las preocupa­ciones mundanas. Pero afortunadamente se ha superado también esta visión miope y se ha afirmado que el mundo no debe ser objeto de distracción en la oración, sino de comunión 54. Hemos insistido en ello al hablar de que Dios no es superfluo. Pero conviene volver a insistir ,en ello. Y conviene, sobre todo, añadir ahora que una vez introducido el mundo en el diálogo del hom­bre con Dios ~o mejor, de Dios con el hombre- este mundo

52 Contrato social. Citado en J. G. DAVIES, Los cristianos, la política y la revo­lución violenta, Santander, Sal Terrae, 1977, p. 28.

53 El medio divino, Madrid, Tauros, 1967', pp. 39-43. 54 La primera parte es afirmación de E. SCHILLEBEECKX, Dios y el hombre, o. e.,

p. 236.

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se convierte en necesario interlocutor de toda espiritualidad, en cualquiera de las dimensiones y de los momentos en que ésta se desarrolla.

4. Diacrisis futuro-eternidad. Al enjuiciar la teología de la liberación insisten algunos en que no podemos quedarnos en un lenguaje de futuro, sino que es preciso avanzar hacia un lenguaje de eternidad, porque el futuro es perfectamente compatible con una doctrina atea. Está bien el futuro, pero no olvidando la eter­nidad 55.

Es indudable que para un cristiano tiene la eternidad un pre­dicamento ineludible. No obstante, quizá la evangelización de esa misma verdad deba hacerse desde otros presupuestos, que siendo incluso quizá más teológicos preparan el camino a su acep­tación y racionalidad. Si el Dios de la teología es el Dios del futuro, el Dios que viene, y sobr,e todo el Dios que hace nuevas todas las cosas nosotros no podremos hablar de este Dios si no es manifestando que los que creen en Dios ya van haciendo esa novedad. Predicar que Dios hará nuevas todas las cosas, y cons­tatar que los que son de Dios las van haciendo cada vez más vie­jas, es mala metodología 56. El Evangelio sufrirá falta de credibili­dad si vamos por este camino. En cambio, costará poco admitir que siendo mayor ese en quien creemos deba él continuar esta obra de remozamiento.

Es preciso traer esta consideración también al campo social. y si Dios va a enjugar todo llanto y dolor es preciso que lo vayamos enjugando ya los que creemos en Cristo.

5. Vuelta al Americanismo que fue. No parece que el Ame­ricanismo condenado fuese la corriente espiritual que trataban de introducir en el mundo los americanos 51. Como sucede a veces, se condena una caricatura de sistema que nadie ha defendido, tiznando indeleblemente a todo lo que se cubre con su nombre o ha tenido algo que ver con ello. El americanismo como pre­sencia cultural en el mundo y valoración nueva de las virtudes

ss Es uno de los pocos ptmtos en que insistió Juan Pablo 1, no muy favorable, según parece, a la Teología de la liberación (of. Ecclesia 38 (1978) 1223).

56 Of. E. SCHILLEBEECKX, Dios futuro del hombre, Salamanca, Sígueme, 1971', p. 197.

57 Para tener una idea de lo que supuso el Amerioanismo en la vida espiritual puede oonsultarse G. DE PIERREFEU, en Dict. de Spiritualité, 1, 475·488.

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activas es algo que debe perder toda sombra de condenación y toda apariencia de sospecha.

6. El mito de la paciencia, resignaclOn y sumlSlOn. En este ejército de la reserva, que son las virtudes pasivas, es pre­ciso detenerse un momento particular en estas tres dimensiones humanas y cristianas, porque buena parte de las críticas a una actitud espiritual recae sobre ellas.

No vamos a ser los primeros, por supuesto, que hablemos de la necesidad de superar el mito que ,encierran. De la pacien­cia uno ha escrito: "aconsejar que se tenga paciencia es, sen­cillamente, inútil" 58. De la resignación escribió ya Tellhard de Chardin a caballo entre 1926 y 1927: "son muchas las perso­nas honestas que sinceramente consideran y rechazan la resig­nación cristiana como uno de los elementos más peligrosamente adormecientes del 'opio religioso' " 59. El P. Rahner lanzaba in­mediatamente después de la segunda guerra mundial su mani­fiesto sobre la superación de la l'esignación 60. Y sobre la sumi­sión -o sobre la obediencia vista desde esta dimensión de su­misión- ha dicho no hace mucho el P. Chenu que "es una me­diocre virtud moral" 61.

Desmitificar es también aquÍ evangelizar, y ahora sobre todo desde una clara y tajante opción por la justicia. A la espiritua­lidad le resulta duro tener que aducir algunos de los testimonios que preceden, y hacerlos suyos en su esencia. La espiritualidad sabe que sería preciso elaborar estudiadas distinciones para no condenar, y sí vivificar, unas l'ealidades consideradas como vir­tudes, o como aproximaciones y clima de la virtud. Sabe, por ejemplo, que tendría que hacer un análisis sobre las diferencias que existen entre impaciencia, espera, demora, retraso, pereza y abandono, a fin de poder desenmascarar lo que no es paoien­cia y pasa por tal. Sabe que también sería útil distinguir entre la i~paciencia del reformador y el dolor por las ocasiones per­didas que distingue al profeta 62. Y quizá todo ello tenga que

58 J. G. DAVIES, Los cristianos, la política y la revolución violenta, Santander, Sal Terrae, 1977, p. 125.

59 El Medio divino, o. c., p. 88. 60 überwindung der Resignation, en Geist und Leben 20 (947) 81·88. 61 Un théologien en liberté, Paris, Le Centurion, 1975, p. 122. Estas palabras

las dijo el P. Chenu interrumpiendo las que le dirigía el Arzobispo de París en un homenaje que se le tributó al dominico durante el Vaticano n.

62 Para todo este tema creo aún muy útiles las páginas que le dedica Y. CONGAR

9

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hacerlo. Pero teme de nuevo perder ~1 tiempo, porque está tam­bién convencida de que es un trabajo ya realizado, que prácti­camente muy pocos se toman en cuenta y se pasan todo el día distinguiendo. Falta poner manos a la obra.

Cuando la espiritualidad baja al terreno de las instancias ab­solutas que no admiten demora, debe abandonar sutilezas inne­cesarias, proclamar principios de actuación, aprobar pasos con­cretos incluso cuando sean discutibles (porque también discuti­ble es lo contrario y la condición del que posee no es mejor que la del que espera), y ponerse con su presencia y actuación de parte de quien va por este camino.

No será una incitación a la rebeldía estar de parte de los que trabajan por mejorar unas condiciones infrahumanas y de quienes dan preferencia a la necesidad como principio de actua­ción sobre cualquier ley que se haya demostrado incapaz de avan­zar rápidamente por el camino de las igualdades reales 63, No es invitación a la rebeldía alejarse prácticamente de los órganos de control cuando éstos no han pasado de ser control y, además, ineficaz.

La conciencia clara de que también así podemos equivocar­nos no debe amilanar fácilmente. Sobran acusaciones sobre el peligro que tienen quienes viven en la temeridad de lo nuevo, porque también es temerario el estancamiento. Siempre nos ace­chará la tentación de ser tímidos de facto siendo arrie'Sgados de iure.

Dos pasos muy difíciles

En una opción por la justicia que quiera ser fiel al Evan­gelio sin renunciar a la implantación de una fraternidad efectiva ni a una vida cristiana hay dos pasos que quizá sean más difíciles que los demás. Podrían ser éstos:

1. La distracción del marxismo. La estrategia juega muchas veces con el método de la distracción o el despistamiento. Se juega a despistar, con pmebas razonables, a quien nos anda bus­cando.

en Falsas y verdaderas reformas en la Iglesia, Madrid, Estudios políticos, 1953, pp. 223-242.

63 No podemos olvidar que Gaudium el Spes caracterizaba el período de la his­toria en que vivimos «por cambios profundos y acelerados» (GS 4).

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Quizá sea demasiado decir que la Iglesia está siendo dis­traída por el marxismo. El marxismo es algo más que una dis­tracción. Sin embargo, tampoco parece fuera de lugar decir que la Iglesia está obsesionada con el marxismo. Y no sólo porque durante mucho tiempo haya olvidado la condena del capitalis­mo y no haya tenido la inventiva, hasta muy tarde, como para hablar de Cristianos por el Capitalismo 64, sino sobre todo por­que no ha tenido la misma postura frente a otros ateísmos, que, vistos incluso desde la filosofía, son más destructivos que el mis­mo marxismo. Nos referimos, v. gr., al ateísmo existencialista de filósofos como Nietzsche y Sartre 65. Para algunos, Sartre po­dría muy bien ser colocado en los antípodas de quienes, en el siglo XVTItI, decían: "si no hubiera Dios, habría que inventarlo". Sartre, por el contrario, diría: "si hubiera Dios, habría que eli­minarlo u olvidarlo" 66.

Quizá hoy, cuando nos damos cuenta de que puede estar re­surgiendo ese terrible ateísmo de la soledad podemos juzgar me­nos imprecisamente la pobreza humana y espiritual del ateísmo existencialista. Duele constatar que la Iglesia se haya obsesio­nado con un ateísmo que por lo menos no ha renunciado nunca a estar con los hombres y mejorar sus condiciones sociales.

Esto no significa, por supuesto, vanalizar objeciones tan se­rias hechas al marxismo como su ateísmo, el carácter violento con que suele desarrollar su revolución, el carácter utópico con que han sustituido la vida eterna cristiana por su revolución que no llega, y d haberse convertido en una ideología más 67. No es conversión al marxismo lo que queremos aquí, sino superación de la obsesión con un más cuidado diálogo y una mayor aten­ción a otros ateísmos y movimientos antievangélicos que recla­ma la sociedad de todos los .tiempos y más aún la nuestra.

2. El "cantus firmus" del cristiano. En cualquier situación posible el cristiano debe manejar y vivir ciertas constantes ele­mentales en una existencia de fe. Con una imagen de Bonhoeffer,

64 V. CODINA, Cristianos por el capitalismo, en Sal Terrae, 66 (1978) 637-647. os «La otra opción atea, la otra manera de estar en el mundo, es la de «la sole­

dad». Es, a mi parecer, incluso más atea y mucho más perniciosa que la del manós­mo» (A.-M. HENRY, en El ateísmo, ¿tentación ° estímulo?, Madrid, Fax, 1965, p. 41).

66 Cf. J. MARÍAS, La filosofía actual y el ateísmo, en El problema del ateísmo, Salamanca, Sígueme, 1967, p. 101.

67 Son objeciones comúnmente hechas al marxismo. Quizá en cuanto a la vio­lencia hay que distinguir perfectamente entre los diversos géneros de violencia, incluso física, pues hay distancias abismales entre unas formas y otras.

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muy recordada hoy, se acusa -a los movimientos modernos pro­gresistas de no saber compaginar el "cantus firmus" con la "plu­ridimensionalidad" de la fe, obsesionados con una única dimen­sión, que sería el compromiso socio-político y cerrados a las res­tantes dimensiones esenciales en la vida del cristiano 68. Bonhoef­fer escribió expresamente: "el amor de Dios debe ser el cantus firmus hacia el cual las demás voces de la vida se elevan como contrapuntos ( ... ). Te quisiera pedir que dejéis sonar con todo vigor el cantus firmus" 69. Es lo que pedimos a todos aquellos con quienes compartimos los contrapuntos de las situaciones an­gustiosas y dramáticas, dispuestos incluso a admitir una violen­cia física que respete 10 que, en todo caso, es soporte de un posible cambio y de cualquier otro valor: la vida. Pocos como Bonhoeffer conocían las situaciones injustas que llevan a la mis­ma muerte. Cualquier encerrona, por dura que sea, apenas puede compararse con pasar unos meses en capilla esperando el cum­plimiento de una sentencia que está pronunciada.

Pienso que la espiritualidad cristiana podría muy bien afir­mar: si este cantus firmus se mantiene y profundiza todo lo de­más es compatible y exigible a quien opta por los valores evan­gélicos ,en un mundo des evangelizado como el nuestro.

68 Cf. O. GoNZÁLEZ DE CARDEnAL, Meditación teológica desde España, o. c., p. 8, haciendo suyas unas palabras de A. ALVAREZ BOLADo.

69 Resistencia y sumisión, o. c., pp. 171-172 (hace suyas estas palabras J, MARTÍN VELASCO, en La religión en nuestro tiempo, o. C., p. 98). A nadie debiera pasar desapercibida esta advertencia del Obispo Ramón BUXARRAIS en carta a las Comu­nidades Populares de Andalucía: «¿Cristianos que no oran? También el año pasado en el 1 Encuentro de Granada, un cristiano se quejó de la falta de oración. Ante esta queja la Asamblea respondió con el aplauso más cerrado. A pesar de todo, el II Encuentro no ha hecho caso de la sugerencia. Se ha rezado pOCOl> (en Vida Nueva, n, 1.146 (23,9.1978), p. 1834).