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  • 8/2/2019 Calveiro - El Testigo Narrador - Revista Puentes

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    El testigo narradorTanto en la investigacin de los crmenes del terrorismo de Estado, como en la construccin de memoriascolectivas acerca de lo sucedido, el relato de las vctimas sobrevivientes resulta fundamental. Sin embargo,desde la historia, se pretende d e p u r a r e s o s relatos p ara acogerlos com o insum es para su discurso.No podrapensarse en hacer una historia que no clasifique, califique y com pita con esas narraciones, sino que las admitacomo elementos iluminadores, que aportan algo propio e irreductible a la mera informacin que ninguna otrafuente puede aportar?

    Por Pilar CalveiroIlustraciones Gianbattista Piranesi

    Debemos permitir q ue [as imgenesatroces no s persigan.

    Ante el dolor de los dems, Susan Sontag

    En Direccin nica, Walter Benjamn describa irnica-mente la tcnica del crt ico como una actividad con-sistente en destruir (y se podra agregar aunque se acon el nimo de rescatar) un libro citando unas cuantas desus frases. Tratar de tomar encuenta la advertencia del au-tor para hacer una lectura posible de Elnarrador sin destruir-lo. Con este objeto, intentar adentrarme un poco en su ideadel empobrecimiento de la experiencia y de la narracin -co-mo t ransm is in de la m ism a - y en la f o r m a en que estaafirmacin se ha retomado recientemente de manera enga-osa, como argumento para desechar la importancia de laexperiencia y, sobre todo, de su comunicabilidad en la com-prensin de los hechos traumticos de la historia reciente.

    Ya en un texto previo, Experiencia y pobreza, de 1933,Benjamn af irmaba que en la Primera Guerra, las personashaban tenido una de las experiencias ms atroces de la his-toria universal... Sin embargo volvan mudas del campo debatalla,.. Mspobres en cuanto a experiencia comunicable.Indefensos en un paisaje en el que todo menos las nubeshaba cambiado. O sea, no desapareca la experiencia, queera atroz, pero se haca incomunicable; la experiencia vivi-da no se transformaba en experiencia transmitida en las so-ciedades individualistas de la modernidad (Esto lo ha abor-

    dado Enzo Traverso en Historia y memoria). Y esta prdi-da no est referida al carcter atroz de lo vivido, sino a laextraordinaria modificacin del mundo del que proviene yen donde debera inscribirse, lo que impide su significacin.En efecto, en la primera posguerra todo haba cambiado.Se-g n Benjamn, la imagen de l mundo exter ior com o la del ti-co sufrieron, de la noche a la maana, t ransformaciones qu ejams se hubieran considerado posibles, q u e implicaban unenorme d esarrollo de la tcnica y la sofocante riqueza delas ideas. Como reverso inseparable de ello, Benjamn ad-verta la retirada de la facultad de intercam biar experiencias.Es decir, mucha tcnica, muchas ideas y una pobreza de ex-periencia que no ha y que entenderla como si lo s hombresaorasen una experiencia nueva. No; aoran l iberarse de lasexperiencias... No siempre son ignorantes o inexpertos. Confrecuencia es posible decir todo lo contraro: lo han devo-rado todo, la cultura y el hombre y estn sobresaturadosy cansados... Al cansancio le sigue el sueo. Pero, mientrasestn somnolientos, la crisis econmica est a las puertasy tras ella, como un a sombra, la guerra inminente.

    As Benjamn parece advert ir el intento de los hombrespor l iberarse de la atroz experiencia de la guerra, a causade un cansancio que los adormece y les impide comun-

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    caria, intercambiar experiencias, m ientras los am enaza otraguerra inminente. El hombre, con su minsculo y quebra-dizo cuerpo humano, rodeado por corrientes devastadorasy explosiones haba enmudecido por una experiencia queno poda, no saba o no quera nombrar.Y sin embargo, despus de estos textos de 1933 y 1936,e incluso despus de las atrocidad es repetidas por el ad-

    Por qu remitir un texto narrativo a lo informativo?Qu proporciona cada uno de ellos para el saberacadmico y cules son los peligros que el materialtestimonial comportara?

    venimiento de esa guerra inminente qu e multiplic las ex-periencias atroces de las que los seres hum anos qu eran li-berarse, esos mismos seres humanos realizaron extraordi-narios esfuerzos por narrar y hacer comunicables incluso lasm s dolorosas y limtrofes de esas experiencias. A m i mo-do de ver , no se pueden entender de ot ra manera lasobras de Prim o Levy o de Jean Amry , por ejemplo. No creoque su palabra pueda asociarse a la marea de libros de gue-rra ajenos a la transmisin de boca en boca qu e rechazabaBenjamn. Propongo, en cambio, que ese tipo de material,memorioso y fuertemente testimonial, funciona en relacincon las experiencias traum ticas com o narracin, es decir,como intento de recuperacin de stas, con miras a su trans-misin o pasaje, qu e recrea a la vez qu e conserva los sen-tidos de la experiencia vivida.L o s rasgos de la n arracin

    Benjamn presenta la narracin como el relato de histo-rias memorables, que se construyen a partir de la experien-cia propia o transmitida. Recuperan lo inolvidable de lo vi-vido y tambin lo sabido de odas, para transmitirlo deboca en boca, en una interaccin qu e comprende la palabrapero involucra tambin el ojo, la mano y el alma de los in-volucrados: uno que cuenta y otros que escuchan y me-morizan para ser capaces, a su vez, de contar y conservarla historia dejando su propia marca. En c ada relato, lahuella de l narrador queda adherida a la narracin previa,formando u na serie de capas traslcidas de las mltiples ver-siones sucesivas. Es decir, el narrador de Benjamn no pien-sa desde afuera de su expe riencia sino que la hace jugar, laacopla con otras, dejando abierta la posibilidad de nuevase interminables superposiciones y recreaciones.

    La narracin incluye lo extraordinario o prodigioso c ongran precisin y, al mismo tiempo, tiene una orientacin ha-c ia lo prct ico, hacia lo ejemplar, aunque sin buscar lo di-rectamente explicativo.

    Toma muchos acontecimientos dispersos, en los cualesse sealan acciones justas o personajes justos, que suelenser seres sencillos de los que ninguno encarna al justo p orantonomasia. En este sentido, ensea la posibi lidad del serhumano de oponerse. Estos rasgos hacen qu e conserve u nacapacidad germinativa de largo plazo. Bu ena parte de estosrasgos aparecen en un gnero particular de relato de las ex-periencias, en especial las traumticas, como es la serie tes-timonial, q u e recogen los trabajos de la memoria social .En ellos se pu ede identif icar el relato de historias m em ora-bles a partir de experiencias propias o transmitidas; la vo-luntad de contarlas p ara conservarlas, en actos q u e invo-lucran la palabra, el ojo, la mano y, sobre todo el alma; lagran precisin detallista en bsqueda de lo ejemplar, perocon cierta perplejidad y escasa intencin explicativa; la dis-persin de acontecimientos y personajes y , sobre todo, laposibilidad del ser humano de oponerse a las fuerzas de lpoder que se pretende inexorable y que los mismos testi-monios se encargan de desmentir.

    No se trata aqu de intentar una correspondencia puntop or punto entre las figuras del testigo y el narrador, impo-sible, pero sobre todo estril. Se trata ms bien de interro-garnos p or qu, si el testimonio y su recup eracin en los tra-bajos de la m em oria tienen estos pu ntos de con tacto con lanarracin, son sin embargo cuestionados, desde cierto de-bate acadmico, en particular historiografa), p or criteriosde validez p ropios de una construc cin diferente, la infor-m ativa, cu yas c aractersticas principales seran la transmisinsuscinta del asunto en s, la pronta verificabilidad, lo nove-doso de la aportacin y su potencial explicativo. Por quremit ir u n texto narrativo a lo informativo? Qu propor-ciona cada uno de ellos para el saber acadmico y cules sonlos peligros que e l material testimonial comportara?Historias

    Como no poda ser de otra m anera, los esfuerzos de trans-m isin y pasaje de las experiencias traum ticas del siglo XX-su narracin en el sentido benjaminiano- h an discurridoprincipalm ente por los senderos de la m em oria en general,y del testim onio com o su h erram ienta privilegiada. Poco apoco, han do cons t ru yendo u na memor ia co lec t i va c onreconstruc ciones e interpretaciones del p asado que tocanlos bordes del relato propiamente historiogrfico. Aunqueestructurados de otra manera, van construyendo verdadeshistricas independientes de la vigilancia epistemolgica delas disciplinas.

    Algunos historiadores ven con preocupac in la posicinmarginal de los especialistas (no hay que olvidar la voca-cin de relato oficial que subyace en la historia), frente al

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    predominio de relatos interpretativos, de fuerte resonanciasocial y polt ica que, aunque autnomos del c a m p o discipli-nar, encuentran u na fuerte validacin social. Pero no es ra-ro que as haya ocurrido. Como los historiadores ms tra-dicionales reclaman un camp o disciplinar c u y o objeto de es-tudio es el pasado, c uando ste es demasiado cercano noconforma el objeto fro necesario para construir las inter-pretaciones relevantes qu e presupone esa visin de la his-toria. Por lo mismo, historiadores tradicionales e incluso

    totros que no lo son tanto, se resisten a la falta de sistema-t icidad del relato memorioso, carente de fuentes documen-tales sufic ientemente convalidadas, de dispositivos de con-trol y crt ica adecuados y tratan de resolver este problemacon un enfoque disciplinar que los proteja de las limitacio-nes de la memoria.

    S in duda, toda form a de reflexin sobre pasados traum -ticos compartidos puede contribuir a su comprensin y a sunarracin -entendida c o m o transmisin de la capacidadsocial de experiencia-; pero lo que llama la atencin de al-gunas m iradas histricas es su nfasis en diferenciarse de lamemoria y el testimonio, sealando las limitaciones de s-tos y pretendiendo subsanarlos desde la disciplina.

    Por ejemp lo, sorprende que Enzo T raverso -cu ya p roduc -cin resulta ineludible para comp render fenm enos como elnazismo y otras violencias del siglo XX- convoque a la his-toria, para exist ir como campo del saber, a emanciparsede la memoria, no rechazndola sino ponindola a distan-c i a . Para ello debera pasarla por el tamiz de una verifica-cin objetiva (!), emprica, documental y fctica, sealan-do si es necesario, sus contradicciones y sus trampas. EnHistoria y memoria propone q u e el historiador es deudor dela mem oria pero acta a su vez sobre ella, porque contri-buye a formarla y a orientarla.

    En qu sentido el saber del entrevistado podra consti-tuir un problema? Es ndudable que el entrevistado sabe al-go que nosotros desconocemos; si no fuera as, no nos in-teresara entrevistarlo. Pero ese saber no cancela los otrosy slo p uede constituirse en problema si el acadm ico noreconoce ms que un lugar del saber (por lo regular el su-yo), que se traduce en una relacin de poder. Parece en c a m -bio evidente que entrevistador y entrevistado saben, perosaben cosas distintas que se rec laman m utuamente.Asimismo, otros autores sealan que es imprescindible in-sistir en que estos ejercicios de memoria, por sugerentesqu e resulten, no nos au torizan a desconoc er el punto ciego,que constituye esazona siempre difusa y lbil que separala experiencia vivida de lo que recordamos y podemos na-rrar de ella. Por eso, el testimonio no podra bastarse a s m ism o dada su imposibilidad de demostracin (donde no

    sorprende el sealam iento de las l imitaciones del testim o-nio, sino la suposicin de que la historia vendra a subsa-nar los con una supuesta capacidad de demostrac in ca-rente de puntos ciegos).

    Ms frecu ente an es la afirmacin de que tras haberse es-tablecido la verdad jurdica a partir de los testimonios seha consagrado la legit imidad de la palabra de las vctimasy la verdad histr ica sin las objeciones de dicha palabra.En esa lnea de validacin del testimonio como verdad jur-dica, pero de dudosa legitimidad para la explicacin o la re-construcc in historiogrfica se encuentra la argumentac inde Beatriz Sarlo en Tiempo pasado, quien -desde un mbi-to diferente del conocimiento pero posicionndose supues-tamente en la perspectiva histrica- critica la existencia deuna narracin memoralstica que compite con la historia.S inembargo, de lo recogido hasta aqu parecera ocurrir exac-tam ente lo inverso: se constituyen primero una serie de re-latos desde la memoria que no compiten con nada sino quellenan u n vaco, relatos de alta densidad poltica en tantocomprenden determinada mirada histrica. Es cierto discur-so acadmico el que afirma que tales relatos deben poner-se a distancia, formarse y orientarse por parte de un saberm s estructurado, sistemtico y confiable. Enpalabras de El-zabeth Jelin, la memoria -a la que reconoce sucreatividad yproductividad- sera un objeto de disputa y objeto de estu-dio, inclusive de la propia disciplina de la historia.

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    Lo s test imonios y los ejerc ic ios de la memoria se con-vierten as en insumos de la investigacin histrica que rea-l izar la verificacin objetiva, contrastar los t es t imo -nios, sealar su s contradicciones y sus trampas, cubr i rsu s puntos ciegos para construir argumentos demostrables,c on grados aceptables de verificacin; es decir convert i rla narracin en informac in (novedosa, ver if icable y expl i -cat iva) . Pero entonces, cul es el objeto de dispu ta? : laval idez social de una y otra en la const rucc in de la me-m or ia co lec ti va que hay q ue formar y orientar m ediante elrelato histr ico. Obviamente, con sus impl icaciones polti-cas. Desde otro pu nto de vista, se podra pensar en hace runa histor ia q ue no c lasif iqu e, cal if iqu e y com pita con lasmemorias, sino que las acoja en tanto narraciones, comoelemento iluminador para descubrir algunas de las clavesde sentido de los actores, en particular las qu e refieren ala resistencia.Se apiada del dolor de los dems

    La voluntad de la historia p or construir el relato social y ,por lo regular, oficialmente aceptado, es paralela a su desa-rrollo como disciplina. En este sentido, no es extrao su celopor disputar ese lugar a los relatos que arma la memoria.

    Pero h ay algo m s en este debate, que concierne no tan-to a la memor ia del pasado reciente de los aos '70 sino anuestro propio presente. Ha y algo m s en esta preocupac inpor procesar la narracin para convertirla en informacin ve-rificable, a distancia de la mem oria, que f ue const ru idadesde la legit imidad de la palabra de las vctimas.Qu es lo que aparece en la palabra de las vctimas queno pu ede objetarse? Antes qu e cualquier pretensin de ve r-dad ltima, que sera fcilmente refutable, hay sin embargoen esa palabra una verdad inobjetable y es la experiencia delsufrimiento y el dolor, q u e slo podemos atest iguar, com oalgo qu e nos deja im potentes: testigos de un dolor que ex-cede nuestra propia experiencia y nos arrebata la posibilidadde hacer algo con eso. En Ante el dolor de los dems, SusanSontag seala q u e la sensibi lidad moderna (...) t iene al su-fr imiento por un error, un accidente o un crimen. Algo qu edebe repararse. Algo que debe rechazarse. Algo que noshace sentir indefensos (...) Es al parecer normal que las per-sonas eviten pensar en las tr ibulaciones de los otros, inclusode lo s otros con quienes sera fcil identificarse.

    En el caso del testim onio poltico, el sufrimiento no se re-fiere a un error ni a un accidente sino a un crimen. En conse-cu encia, la reparaci n ocu rre a travs del derech o, tras lo cualslo cabra rech azarlo, p recisamente porque nos hace sentirindefensos. Tal vez esto aclare el hecho de que, simultnea-mente, se valide el testimonio c om o h erram ienta del derecho,

    para establecer la verdad jurdica, y se lo c uestione com o ins-trumento para la construccin de la verdad histrica.Pero, por qu deberamos acercarnos a ese sufrimiento,obligarnos a contem plarlo, ab rir nuestro ojos y odos a l?Una vez m s Sontag puede ayudarnos: Las n arraciones pue-de n hacemos com prender. Y t ienen mayor capacidad paramovilizarnos que la imagen. Es decir, exponernos a ese re-lato qu e no necesariam ente ofrece explicacin, qu e nos vu l-nera y enm udece -si se lo permitim os-, puede precisamentem ovilizarnos en el sentido de la acci n o en el sentido de latransmisin -inseparable de la com prensin-, com o otra for-m a de accin. Ahora bien, si la historia pretende ser un me-canismo de comprens in y transmisin de los procesos co-lectivos debera revisar con mucho cuidado el pape l que leasigna al material testimonial y a las reconstrucciones desdela m em oria. Debera pensarlas no slo com o fuentes o insu-mos a procesar sino m s bien como narraciones capaces defacilitar la comprensin y transmisin de sentidos mltiples,generalmente escurridizos para la investigacin fra.

    As com o la historia tradicional suele reclamar c ierto dis-tanciamiento temporal de los hechos para poder abordarlos,aunque con p lazos m enores, la m em oria suele recurrir a m e-

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    carlismos semejantes. Tam bin a nosotros, como personas ycomo sociedad, nos ha [levado un t iempo hacer memoria.E s m s fcil obser va r los dolores pasados que los queocurren contem porneamente a nosotros. Y esto es as por-qu e su conf inam iento en otro t iem po -pero sobre todo enotras circunstancias- no nos confrontan con la necesidad deactuar o con nuestra impotencia. Hoy podemos hablar delas atrocidades de la Segunda Gu erra -pero no demasiadode Hiroshima, Nagasaki y la amenaza nuclear- e incluso delas Guerras Sucias de los aos '70 y '8 o en Am rica Lat ina-aunque no demasiado de las responsabil idades de secto-res civiles o polticos involuc rados entonces y actualm en-te poderosos- . Esto no se debe tanto a la can t i dad deaos transcurridos, sino m s bien a los procesos relativa-mente cerrados, cu ya observacin e incluso condena no nosconfrontan con la impotencia y tienen una densidad polti-ca menor porque no refieren a relaciones de poder vigen-tes, en sentido estricto.

    Por eso, al m ismo t iemp o que se registra cierta explosinde las prct icas de la memor ia y el archivo de materialtestimonial, es escasa o casi nula la atenci n que se prestaa los testim onios que se producen en este mismo momen-

    to sobre las atrocidades del presente, desconociendo su po-tencial narrativo, es decir, su intento de t ransmisin de sen-tido de las experiencias atroces de esfe tiem po y de las for-mas actuales de l poder global.

    En este rango entra el ya vasto m aterial testimonial de so-brevivientes de Guantnamo y la red de prisiones clandes-tinas, sup uestam ente antiterroristas, sostenida por la CA ylos pases de Europa Oc cidental . Inc luso recientemente seprodujo u na pelcula, Camino a Cuantnamo, con el relatode tres sobrevivientes de esa red desaparecedora que estoperando ahora mismo.S in embargo, h oy c o m o ayer, ese material se recibe yse procesa com o in formac in a la que , en tanto tal, se lerec lama una verificabilidad imposible, una potencialidade x p l i c a t i v a de la que sus p ro tagon is tas ca recen y un anovedad que lo hace rpidamente desechable. De esta m a-nera cer ram os la puer ta a l dolor de los dems, neutral i-z a m o s su potenc ia l narrat i vo , es dec i r su capac idad det ransm i t ir exp er ienc ias v i ta les n icas , de as ignac i n desentido no slo de los hechos relatados sino de c ier tascoordenadas del poder poltico imperante en el mundoac-tual, que nos c o m p e t e n en trminos humanos, polticosy acadmicos.

    Con frecuencia, se cierra el odo social que podra reco-ger, conservar y transmitir, dejando supropia huella; secie-rra la puerta que, en camb io , podra abrir la comprensinde que nu estra c otidianeidad, ms o m enos confortable, com -parte ese espacio del horror, se sup erpone con l y pu edeeventualmente alimentarlo. Como lo sealara Benjamn enlos aos 30, es una fo rma tal vez desesperada de l iberarnosde las experiencias en lugar de com unicar unas c on otras,de intercambiarlas en mltiples narraciones que, abrindo-se al dolor de los dems, no slo al propio, intenten com -prender lo que nos est ocurriendo.

    Pilar Calveiroestudi Ciencias Polticas en Mxico. All seexili cuando la liberaron trasser secuestrada el 7 de mayo de 1977 y pasar como detenida-desapare-cida por el centro de detenc in Mansin Ser , a cargo de la Fuerza A-rea, la comisara de Castelar, utilizada para torturar por el Serv ic io de In-formac iones Navales, y la Escuela de Mecnica de la Armada. Su libro Po-der y desaparicin. Lo s campos de concentracin en Argentina (2001) esun hito en la bibliografa consagrada a desentraar los cmo y los porqu del poder desaparecedor . Inquietante no slo por las rupturas socia-les de las que da cuenta, sino por no desdear los antecedentes del au-todenominado Proceso de Reorganizac in Nacional ni sus continuidadesen la sociedad actual.

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