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Tonon de Toscano, Graciela et al. “Calidad de vida de jóvenes de la zona sur del Conurbano Bonaerense:
participación pública y acceso a la salud” en la III Conferencia de la Red Latinoamericana y del Caribe
de Childwatch International, 17 al 19 de julio, 2006
CALIDAD DE VIDA DE JÓVENES DE LA ZONA SUR DEL
CONURBANO BONAERENSE:
PARTICIPACIÓN PÚBLICA Y ACCESO A LA SALUD
Graciela Tonon de Toscano Colaboración:
María de los Ángeles Aguilera Miguel Meza
Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Programa de Investigación Calidad de vida. Argentina
INTRODUCCIÓN
Los estudios sobre calidad de vida, nos presentan la posibilidad de una nueva mi-
rada teórica, tendiente a un trabajo desde las potencialidades más que desde las
carencias y con un anclaje comunitario de tipo psicosocial que incluye el análisis
del contexto sociopolítico (Tonon, 2003). En el caso de la calidad de vida de los/as
jóvenes es necesario considerar que el contexto social en el que desenvuelven su
vida está configurado por elementos actitudinales, psicosociales y materiales; de
esta manera la juventud resulta una construcción social, y esta construcción la
realizan en forma compartida todos los miembros de la sociedad en el momento
histórico en el cual viven. El enfoque tradicional ha logrado invisibilizar a la “ju-
ventud” (que entonces solo se vuelve visible cuando se la observa en situaciones
de conflicto), pero en este trabajo se intenta hacer visible el concepto “juventud”
desde una mirada positiva, mostrando la opinión que los/as jóvenes tienen de su
calidad de vida en el contexto argentino actual.
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REFERENCIAS TEÓRICAS
Construyendo el concepto “calidad de vida”
En la actualidad decimos que la calidad de vida implica la participación de los
ciudadanos en la evaluación de lo que les afecta, convirtiéndose en un concep-
to con significación política, que contribuye al estudio del bienestar de las per-
sonas, desde la perspectiva del bienestar físico y psicológico, relacionando las
necesidades materiales con las socio-afectivas e integrando mediciones psico-
lógicas y sociales de percepción y evaluación de las propias experiencias de los
sujetos1.
Pero ¿cómo se ha desarrollado este concepto? La primera vez que se uti-
lizó el concepto calidad de vida fue cuando el economista Pigou en 1932 se re-
firió a cuantificar los servicios o costos sociales de las decisiones de gobierno
para poder calcular un producto social neto. Asimismo, varios autores escandi-
navos en la década del 30 habían propuesto relacionar los niveles de vida con
la satisfacción de las necesidades sociales. Posteriormente, en 1954, un grupo
de expertos de la ONU se refirió al concepto “nivel de vida” definiéndolo como
el punto en el cual las necesidades globales de la población lograban su satis-
facción; fue un intento de integrar indicadores económicos con indicadores de
desarrollo socio-cultural. Estas necesidades básicas se basaban en considera-
ciones biológicas y psicológicas. De esta manera el informe de 1961 del citado
organismo, estableció 12 componentes: salud, alimentación y nutrición, educa-
ción, condiciones de trabajo, situación de empleo, consumo y ahorro, transpor-
te, vivienda, vestimenta, recreación y entretenimiento, seguro social y
libertades humanas. Finalmente y como evolución del concepto nivel de vida,
se comenzó a hablar de bienestar social, como un concepto “objetivo” que in-
corporaba las ideas de justicia distributiva y equidad entre los habitantes de un
territorio.
1 Casas, F. (1999) “Calidad de vida y calidad humana”. Revista Papeles del Psicólogo Nº 74. Madrid.
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Cuando en la década del 60 se desarrolló el concepto calidad de vida, lo
hizo como respuesta reconceptualizada en relación a considerar el bienestar no
sólo como dependiente de las cuestiones materiales, sino que también de los
valores humanos. Era un momento donde se cuestionaba si el bienestar social
(welfare) producía realmente el bienestar personal (well being). De esta mane-
ra y en forma alternativa al sistema que se venía utilizando de indicadores
económicos, se inició la construcción de los denominados indicadores sociales.
Y si bien los indicadores económicos siguen ocupando un lugar protagónico en
el desarrollo de los estudios sobre las características de las poblaciones de los
países hasta el día de hoy, el estudio de la calidad de vida ha logrado madurar
científicamente y llegar así, a ser considerado como un área particularizada en
las ciencias sociales. Vista desde la perspectiva macrosocial, la calidad de vida
abandonó entonces su centramiento en las condiciones materiales, para orien-
tarse a los denominados componentes subjetivos que posteriormente tomarían
el nombre de componentes psicosociales.
En 1976 Richard Estes construyó el denominado “índice de vulnerabili-
dad social nacional” que luego se convirtió en 1985 en el “índice de progreso
social” (IPS). El IPS medía la adecuación de prestación de servicios sociales, es
decir el punto hasta el cual las necesidades sociales básicas son satisfechas en
una nación (Estes, 1999, 140) y estaba compuesto por 44 indicadores, entre
los cuales se destacaban: salud, educación, condición de la mujer, esfuerzo de
defensa, economía, demografía, geografía, estabilidad política, participación
política, diversidad cultural, esfuerzos de bienestar social. Utilizando esta pro-
puesta se estudiaron 107 países en los períodos 1969/70 y 1979/80 y una de
las conclusiones del autor fue que existían poderosas fuerzas económicas y
políticas que servían sistemáticamente para promover o retardar los patrones
de desarrollo social a nivel mundial. Estas fuerzas trabajaban en pro de las na-
ciones económicamente avanzadas y funcionaban como determinantes de la
estratificación social global que empujaba a las naciones hacia zonas de vulne-
rabilidad social específicas (Estes, 1999, 141). Considerando este enfoque, po-
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demos decir que este trabajo resultó ser el más relacionado con el actual con-
cepto de calidad de vida.
De esta manera y al finalizar la década de los 80, quedó establecida la
diferencia entre calidad de vida y bienestar social; y entonces, si el bienestar
social representa las condiciones materiales objetivamente observables de la
calidad de vida, queda claro que es un concepto que queda incluido en ésta.
También durante la década de los 80 el enfoque del desarrollo a escala
humana, construido por el autor chileno Manfred Max Neef , se relaciona con el
concepto de calidad de vida. El autor propone que el desarrollo:
…se concentra y sustenta en la satisfacción de las necesidades
humanas fundamentales, en la generación de niveles crecientes de
autodependencia y en la articulación orgánica de los seres humanos
con la naturaleza y la tecnología, de los procesos globales con los
comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la planifica-
ción con la autonomía y de la sociedad civil con el estado”.2
Max Neef apoya su propuesta en la teoría del protagonismo de las personas en
tanto sujetos del desarrollo y no como objetos del mismo, respetando la auto-
nomía y la diversidad. Dado que el desarrollo se refiere entonces a las perso-
nas y no a los objetos, el mejor proceso de desarrollo será el que permita
elevar más la calidad de vida de las personas, dependiendo de las posibilidades
que tengan de satisfacer adecuadamente sus necesidades humanas fundamen-
tales. Por necesidades el autor entiende no sólo la falta de algo sino que la po-
tencialidad que eso implica. Aclara que las necesidades tienen un carácter
social-universal y que lo que cambia de acuerdo con la construcción histórica
son los satisfactores. Dado que al hablar de una relación directa entre necesi-
dades y bienes económicos tiende a la construcción de un dato objetivo, Max
2 Max Neef, M. (1986) Desarrollo a escala humana. CEPAUR. Fundación Dag Ham-marskjold. Suecia, p. 14.
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Neef propone la inclusión del concepto satisfactor3 como parte del proceso
económico que implica considerar lo subjetivo. De esta manera, el desarrollo a
escala humana desde la importancia política decisiva que le da a la articulación
micro-macro, viabiliza la constitución de sujetos que desde pequeños y hetero-
géneos espacios puedan sostener y desarrollar sus propios proyectos.
Ya en los 90, se difunde la perspectiva del desarrollo basado en la liber-
tad de Amartya Sen que según el mismo autor lo señala, guarda una similitud
genérica con la preocupación por la calidad de vida, al centrar la atención en la
forma en la cual transcurre la vida humana y no solo en los recursos o la renta
que posee cada persona. (Sen, 2000-42). Estas capacidades básicas se basan
en consideraciones políticas. Sen expresa que el desarrollo es un proceso de
expansión de libertades reales, siendo las libertades instrumentales
fundamentales, los componentes constitutivos del desarrollo. De esta manera
identifica: las oportunidades sociales, las libertades políticas, los servicios
económicos, las garantías de transparencia y la seguridad protectora. Al hablar
de oportunidades sociales, el autor se refiere a los sistemas de educación y
salud que tiene cada sociedad. Por libertades políticas, incluye los derechos
humanos y las oportunidades que tienen las personas de decidir quien los debe
gobernar, así como poder expresarse políticamente, criticar a las autoridades,
el derecho de voto y la participación en los poderes legislativo y ejecutivo.
Entiende por servicios económicos las oportunidades que tienen las personas
de utilizar los recursos económicos para consumir, producir o realizar
intercambios. Respecto de las garantías de transparencia, señala la necesidad
de franqueza que pueden esperar las personas y la libertad para
interrelacionarse con la garantía de divulgación de información y claridad;
garantías éstas que cumplen un rol fundamental en la prevención de la
corrupción. Finalmente la seguridad protectora es la red de protección social
estable, es decir los mecanismos institucionales fijos (como por ejemplo el
s ayudas extraordinarias que brinda el gobierno a los seguro de desempleo) y la 3 Max Neef define “satisfactor” como “formas de ser, tener, hacer y estar, de carácter individual y colectivo, conducentes a la actualización de necesidades”. En op. cit., p. 41.
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que brinda el gobierno a los ciudadanos. En esta concepción las personas son
conceptualizadas como “agentes” y no como “receptores pasivos”. Estos agen-
tes tienen capacidades humanas centradas en la libertad fundamental para
vivir la vida, teniendo razones para valorar y para aumentar las opciones re-
ales entre las que pueden elegir (Sen, 2000. 350).
Ahora bien, podemos sintetizar que, el estudio de la calidad de vida re-
mite al entorno material (bienestar social) y al entorno psicosocial (bienestar
psicológico). Este último, basado en la experiencia y en la evaluación que cada
persona tiene de su situación, incluyendo medidas positivas, negativas y una
visión global de la vida de la persona que se denomina satisfacción vital.
En todo lugar del planeta, la calidad de vida de una persona depende de
su habilidad para pensar bien acerca de su propia vida. Si bien lo que cada
persona necesita para experimentar satisfacción varía en las diferentes socie-
dades, tradicionalmente, las mediciones comparativas que hasta el momento
se han desarrollado, arrojan como resultado un alto nivel de correlación entre
la condición económica y el sentirse satisfecho. Sin embargo, ya en 1974, Eas-
terlin había expresado que la prosperidad económica de un país no tenía nece-
sariamente consecuencias en la apreciación de la calidad de vida de cada
sujeto. Asimismo, Campbell (1976) señaló que los indicadores de condiciones
materiales debían ser considerados como subsidiarios dado que eran descripti-
vos de las condiciones que se supone influyen en las vidas de las personas, no
midiendo directamente la experiencia de las mismas; señalando que la utiliza-
ción de mediciones denominadas “objetivas” resulta incorrecta.
En nuestro trabajo partimos de una mirada descentrada de la dimensión
económica, focalizando el estudio en la dimensión psicosocial; coincidiendo con
Casas (1999) cuando dice que la calidad de vida conforma “un ámbito de estu-
dio interdisciplinar de la realidad social con netos componentes psicosociales”.
Actualmente el término es utilizado en forma cotidiana y para hacer re-
ferencia a diferentes situaciones consideradas deseables para las personas.
Vista como el “buen vivir”, la calidad de vida es considerada una vivencia in-
terna no comunicada; de esta manera, la idea de estar bien es una referencia
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a estar por encima de un determinado punto evaluable por debajo del cual se
está “mal” (Casas, 1996, 95). Es así como la calidad de vida se ha convertido
en un objeto de estudio concreto, en tanto componente de la realidad social.
Deconstruyendo el concepto “Juventud”
El concepto “juventud” resulta complejo de ser definido, dado que las repre-
sentaciones sociales que sobre la juventud tiene cada población, en cada mo-
mento histórico, conforman parte del contexto social en el cual los y las
jóvenes viven y se desarrollan, condicionando su vida cotidiana y /o constru-
yendo estereotipos al respecto. Se entiende por representaciones sociales un
conjunto de conceptos, percepciones y significados que comparte un determi-
nado grupo humano en relación a sus miembros y al medio circundante, siendo
construcciones que estructuran la información y que en tanto proceso cognitivo
organizan categorías y clasificaciones, proveyendo un código comunicacional
compartido e implicando los saberes cotidianos que existen en las mentes de
las personas. Martínez Muñoz (2002, 3) define las representaciones sociales
como un mecanismo de interpretación de la realidad, producto del sistema en
el cual el sujeto está inmerso y que tiene dos componentes: el cultural y el in-
dividual, que remite a las experiencias individualmente vividas; por eso es im-
portante considerar el discurso social tanto como el hecho de que ante un
mismo estímulo cada sujeto puede darle diferente significado. Dado que las
personas piensan en base a un lenguaje cualitativo, resulta que la formación
de conceptos es previa a la cuantificación y la condiciona, de allí la necesidad
de lograr primero una buena sistematización conceptual. De esta manera, si la
extensión de una palabra es la clase de cosas a las que se aplica, la intención,
es el conjunto de propiedades que establece a qué cosas es aplicable la pala-
bra (Sartori, 1984). Es por eso que una clase no debería ampliarse más allá del
punto en el cual perdiera su connotación, es decir su identificación positiva.
Pero generalmente, solo se pide una identificación negativa, resultando con-
ceptos calificados por lo que no son (ex adverso). En el caso de la “juventud”,
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al igual que la niñez, la misma aparece definida más que por lo que es , por lo
que no es o por lo que algún día será (Tonon, 2001:14). Se requeriría enton-
ces de un cambio radical en la colocación de los adultos y las instituciones que
supondría considerar a la niñez y a la juventud como formas del ser persona
que tienen igual valor que cualquier otra etapa de la vida y no como meras
etapas de preparación para llegar a la adultez (Corona Caraveo, 2002:148).
Pero los/as jóvenes no conforman un grupo homogéneo y es en este
sentido que no puede hablarse de juventud en forma generalizada. Ellos/as
interactúan con el ambiente en el cual se desarrollan y son producto de la his-
toria que les ha tocado vivir. Autores como Urresti definen a la juventud desde
una mirada que tiene en cuenta la convivencia de diferentes generaciones en
sociedades diferentes, no resultando posible comparar la juventud de hoy con
la juventud de hace dos o tres décadas atrás, agregando que a los/as jóvenes
es necesario comprenderlos en relación con la situación histórica y social que
les toca vivir ya que más que de actores se trata de emergentes (Urresti,
1999, 178).
Y hablamos de juventud y no de adolescencia, porque esta última ha si-
do conceptualizada como etapa de transición entre la niñez y la adultez, como
etapa preparatoria para, como etapa definida desde la falta, es decir desde lo
que no es y para nosotros la juventud necesariamente debe ser definida por lo
que es hoy, no por lo que será mañana. Esta juventud que en este “mundo
adulto” solo logra hacerse visible, aparentemente en situaciones de conflicto,
ya que pareciera ser, son las únicas situaciones que los adultos logran percibir.
Entonces al hacerse visible de esta manera, corre el riesgo del logro de la visi-
bilidad por la exclusión, más que por la inclusión, lo que Krauskopf (1999:126)
llama visibilidad aterrorizante como mecanismo de autoafirmación y emponde-
ramiento.
La sociedad actual ha producido cambios en la socialidad y en las rela-
ciones personales que particularmente afectan la vida de los/as jóvenes. Nos
referimos al aumento de las libertades derivadas de los procesos de individua-
lización que generan que los/as jóvenes dependan más de sus propias compe-
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tencias y de las de sus compañeros, que de la ayuda de su familia y/o el esta-
do. Dice Balardini (2000:12) que estas relaciones personales se sustentan en
la emocionalidad caracterizada por la fluidez, el agrupamiento momentáneo y
la dispersión.
El modelo adulto predominante se basa en el individualismo, en el “yo
me salvo solo” lo cual podría ser un claro indicador de una baja autoestima.
Este utilitarismo, que Bendit (1999:24) denomina la importancia que se le da
al valor de uso como forma de superar conflictos en la vida adulta, hace que no
surjan contradicciones entre el denominado bien social y la utilidad personal. Y
si bien se necesita de un diálogo intergeneracional, resulta difícil para los y las
jóvenes lograr esa comunicación cuando les toca relacionarse con adultos que
en realidad se encuentran atravesando “etapas de juventud” o que necesitan
ser “eternamente jóvenes”.
Los y las jóvenes viven en la incertidumbre, con un horizonte de acción
acotado, en el cual le dan a los hechos su propia significatividad,4 de acuerdo
con sus preocupaciones fundamentales, que distan mucho de ser las que tenían
la generación de sus padres/madres. Padres y madres, por su lado en un nú-
mero importante de casos, sostienen el adultismo5, rigidizando sus posturas
adultas que resultan inefectivas en su relación con los/as jóvenes, expresando
una imposibilidad de comprender lo que sus hijos/as sienten y evitando reali-
zar una mirada introspectiva que les permita buscar la respuesta en sus pro-
pias acciones previas. Pero más que un enfrentamiento entre dos
generaciones, deberíamos considerar este fenómeno como la existencia de dos
generaciones preparándose en forma simultánea (Krauskopf, 2000:125). En-
tendiendo por generación el grupo de personas nacidas en un determinado
4 Schutz, A. (1974) desarrolla el concepto en El problema de la realidad social. Amo-rrortu editores. Bs.As. 5 Proceso que se produce porque los cambios acelerados dejan a los adultos desprovis-tos de referentes suficientes en su propia vida para orientar y enfrentar lo que están viviendo los jóvenes. Tema desarrollado por Krauskopf, D. (2000) En “Dimensiones críticas en la participación social de las Juventudes”. En Balardini, S (comp.) La partici-pación social y política de los jóvenes en el horizonte del nuevo siglo. CLACSO. Bs.As., p. 124.
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momento histórico, expuestas a las mismas fuerzas socio-político-económicas,
que las hacen sentirse miembros de una generación y en oportunidades actuar
como unidad en este sentido. Dice Gaitán (2000:122) que una generación está
compuesta por el conjunto de los que son coetáneos en un círculo actual de
convivencia y que el ámbito de la generación abarca una “zona de fechas” que
pueden ser de 15 años. Asimismo caracteriza al fenómeno generacional por el
proceso de mudanza, dado que como en la sociedad existe un movimiento de
portadores de cultura, las generaciones están en constante interacción produ-
ciendo un cambio generacional en forma continua. Ya Manheim (1928) señala-
ba tres aspectos a tener en cuenta en las generaciones: la posición
generacional dada por haber nacido en el mismo ámbito histórico social y de-
ntro del mismo periodo; la conexión generacional que hace que los sujetos es-
tén vinculados por algo debido a la proximidad por los años sin que esto
genere la adhesión a un grupo concreto y la unidad generacional que expresa
la mayor intensidad de adhesión que vincula a cada sujeto con el grupo. Para
reunir, entonces, los atributos de generación, resulta necesario tener capaci-
dad de acción y capacidad de influencia. En el caso de la juventud, Manhein le
atribuyó un protagonismo especial dentro de las generaciones, señalando que
a los 17 años comienza la “vida autoexperimentada” que implica la posibilidad
que tiene el sujeto de cuestionarse las vivencias transmitidas.6
Proponemos entonces para la juventud, un reconocimiento desde la dig-
nidad igualitaria para todas las personas, porque “el reconocimiento no es solo
una cortesía que debemos a los demás: es una necesidad humana vital” (Tay-
lor, 1993:46) Este reconocimiento basado en la dignidad humana tiende a la
protección de los derechos básicos de los individuos en tanto sujetos y al reco-
nocimiento de las necesidades particulares en tanto miembros de grupos cultu-
rales específicos. (Gutman,1993:20).
6 Manheim, K. (1993) desarrolla el tema en “El problema de las generaciones”. REIS Nº 62 (e.o.1928 en Kölner Vierteljahreshefle for Soziologie, VII, 2).
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Juventud, participación pública y acceso a la salud
La calidad de vida de los y las jóvenes desde la perspectiva de su salud se diri-
ge básicamente al cuestionamiento de alguno de los esquemas de pensamiento
orientados por el eje de la racionalidad, y se dispara con la pregunta: ¿Qué es
la Salud?
Se parte de la categoría teórica que define a la Salud "No sólo como la
ausencia de enfermedad, sino como el equilibrio bio, psicosocial" categoría
aceptada por la Organización Mundial de la Salud. Este concepto intenta incor-
porar cuestiones psicosociales para alejarse de lo meramente biológico; sin
embargo, el pensar en un "equilibrio", constriñe posibilidades de conflicto, con-
tradicción, lucha, empoderamiento que son inherentes a lo humano, pasando
la definición, casi inadvertidamente, por el tamiz de "lo natural". Porque la sa-
lud, a lo largo de la vida de los sujetos, es uno de los ejes que los atraviesa y
los constituye como tales; las formas culturales de estar sano o enfermo, son
producto de procesos sociales e históricos y conforman las subjetividades co-
lectivas. Por lo tanto, en lugar de definir “la salud” la cuestión sería identificar
procesos salud/enfermedad/atención y es aquí donde cobra relevancia central
el estudio de la calidad de vida de los y las jóvenes.
Con abordajes técnico instrumentales, se invisibilizan los procesos sa-
lud/enfermedad/atención vividos (padecidos). Creyendo tener la posibilidad de
hacer inteligible una salud absoluta, se comete un error de desproporción infi-
nita, ya que lo que es dable conocer es la salud relativa a los sujetos (indivi-
duales o colectivos).
La salud tiene que ver con el continuo accionar de la sociedad y sus
componentes para transformar aquello que deba ser cambiado y que
permita crear el óptimo vital de esa sociedad.7
7 Ferrara, F. (1985) Teoría social y salud. Ed. Catálogos. Bs. As.
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Desde esta perspectiva, la direccionalidad de la investigación se dirige a
profundizar el conocimiento de aspectos relacionados con la salud a partir de la
calidad de vida de los/las jóvenes desde su perspectiva, emergente en el con-
texto de sus comunidades. Incorporamos el contexto comunitario ya que el
término de salud al que adherimos propone que la salud es un proceso: "La
salud es como el río de Heráclito, nunca es la misma" (Ferrara, F. 1985); es
decir que está asociada a aquello que está ocurriendo. Esto nos plantea una
lectura que se acerca a entender el proceso salud/enfermedad/atención desde
lo colectivo.
Dentro de la civilización occidental, la situación de salud, o la enferme-
dad, son leídas como algo ajeno; algo que, generalmente es planteado a nivel
individual. Sin embargo, una sociedad que no construye su salud, que no se
organiza, que no lucha por ella; está enferma. Esta idea de equilibrio con la
que discute Ferrara, es la misma idea de "normalidad", donde el "desvío" es
entendido como a-social o patológico, en síntesis como algo ajeno. La salud,
está inevitablemente condicionada por la sociedad, se expresa en lo colectivo,
es un proceso histórico-social, sinónimo de articulación con los otros, con la
historia y con el contexto.
En relación al giro lingüístico como ya fuera mencionado en lo relativo a la
juventud, obviamente también al conceptualizar a los procesos de salud, éste
deja de ser un medio entre los sujetos y la realidad y se convierte en algo ca-
paz de crear tanto al sujeto, como a la realidad misma. Desde esta perspecti-
va, se apunta a las formas constructivas de las metáforas y discursos sociales
relacionados con la enfermedad, encontrando cuestiones que muchas veces
permanecen inalterables.
La intervención social en el ámbito de la salud, aparece como método pa-
ra que los que quedaron atrás, aprendan. Se constituye dentro de un orden
discursivo esencialmente higiénico y moralizante. El cuerpo va convirtiéndose
en un objeto neutro, ahistórico, asocial al que habrá que cuidar con prácticas
que se aproximan a una nueva ética.
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La visión del orden y el progreso, desde una concepción armónica de la
salud, prescinde de toda posibilidad de conflicto; lo considera patológico y con-
tradictorio con los ideales de esa visión. La base de la sociedad está centrada
en la idea de igualdad de oportunidades y la higiene médica y social son pre-
sentadas como formas de obtenerlas. Y desde allí se define a “lo público” (al
público ) de la salud, con prácticas y representaciones relativas al abordaje de
la salud que se encuentran focalizadas en aspectos biológicos naturalizándolas
como "lo dado", ocultando el carácter social del proceso salud-enfermedad.
Para reunir la palabra salud (concepto) con la salud de los sujetos se re-
quiere comprender cómo es vivido, percibido, padecido el proceso sa-
lud/enfermedad por sus protagonistas. Las apariencias no permiten reconocer
obstáculos epistemológicos y epistemofílicos al considerar que "lo enfermo" es
el cuerpo de los sujetos, y que se subsana únicamente con la "adherencia" al
tratamiento. Este modelo se centra en una práctica técnica y social donde los
factores etiológicos y curativos son depositados en la persona y, a lo sumo, en
su ambiente natural, mientras los procesos colectivos son secundariamente
tomados en cuenta. La “enfermedad” así, es un hecho natural y no social lo
que se traduce en prácticas y representaciones relativas al abordaje de la salud
focalizadas en aspectos biológicos que subordinan, en términos metodológicos
e ideológicos, otros posibles niveles explicativos. Es así que lo manifiesto de la
enfermedad es ponderado de acuerdo con este rasgo causal, ignorando o mi-
nimizando la red de relaciones de sentido.
Una de esas relaciones de sentido, puede ser la posibilidad concreta que
tienen los y las jóvenes para acceder a las instituciones que conforman el sis-
tema sanitario. Y de allí nuestro interés por salud y la calidad de vida de los y
las jóvenes, ya que señalan y articulan problemáticas relacionadas con los con-
ceptos de integración, participación, ciudadanía, inclusión de la diversidad, ac-
cesibilidad y vigentes en la discusión actual del ámbito académico.
Al hacer referencia a la accesibilidad al Sistema de Salud, se toma como
eje de la reflexión la Declaración de Alma Ata (Conferencia Internacional sobre
Atención Primaria de la Salud, 1978) la que expresa la necesidad de acciones
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urgentes para proteger y promover la salud de toda la población, con una
“atención de la salud basada en la práctica, en la evidencia científica, en méto-
dos y tecnologías socialmente aceptables y universalmente accesibles para to-
dos los individuos”.
Se entiende que el acceso al sistema de salud, esto es, la posibilidad de to-
da persona de acudir al sistema previsto está condicionado por un conjunto de
variables:
La Accesibilidad Geográfica; determinada por la distancia de los recursos
institucionales y los medios existentes para recorrerla.
La Accesibilidad Económica; ya que la eficacia de la acción en muchos
casos está condicionada por la capacidad económica para elegir la forma
y los medios para hacerlo.
La Accesibilidad Cultural; o sea, la incorporación de la perspectiva de las
personas y sus representaciones con respecto al concepto de Salud, así
como también el conocimiento e información que tienen las mismas a
cerca de la posibilidad de ejercer el Derecho a la Salud y de la disponibi-
lidad de recursos o servicios de los que puede hacer uso.
La Accesibilidad Administrativa, que está determinada por el grado de
simplicidad con que la población puede llegar a resolver sus demandas
en las tramitaciones o exigencias solicitadas por las administraciones de
los servicios.
El acceso al Sistema de Salud entonces, guarda íntima relación con la vulnera-
bilidad social, y ésta pasa a ser uno de los factores determinantes en el ejerci-
cio de los derechos cuando se convierte en un obstáculo insalvable para
quienes requieren atención de los problemas de salud tanto en el ámbito públi-
co como en el de las Obras Sociales.
Por consiguiente, la investigación se dirige a la calidad de vida de los y
las jóvenes, pero está en íntima relación con el contexto social en que ellos son
definidos como tales. Intentamos complejizar el debate sobre la participación
14
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participación pública y acceso a la salud” en la III Conferencia de la Red Latinoamericana y del Caribe
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en la vida pública de los y las jóvenes, ya que la participación puede ser en-
tendida más allá de la información y pasar a ser un concepto relacionado con
la posibilidad de decidir y controlar los procesos sociales que los incluyen y
producir las acumulaciones sociales necesarias para ser integrados en los pro-
cesos de los que son excluidos; y en el sistema sanitario, a pesar de la vigen-
cia de legislación en la que se expresa la obligatoriedad de la atención de los y
las jóvenes, existen barreras de inaccesibilidad que más que concebirlos como
sujetos de derecho, los reconocen como objetos de asistencia.
Visibilizar los procesos de exclusión y hacer públicas las situaciones que
en lo cotidiano construyen y sostienen representaciones y prácticas sociales
que niegan el conocimiento, ejercicio y exigibilidad del derecho a la salud, pue-
de convertirse en un aporte para que, mediante el debate, se logren transfor-
maciones tendientes al reconocimiento de los y las jóvenes como sujetos de
derecho. Además el poder transferir los resultados de la investigación, puede
generar un proceso que optimice su accesibilidad para los y las jóvenes, e inci-
dir en las prácticas de asistencia, prevención y promoción que sus equipos de
salud desarrollen para y con la juventud.
En lo relativo a las instituciones sanitarias, las definiremos como, institu-
ciones públicas; organismos que conforman el conjunto de las instituciones del
Estado y de la sociedad civil. En este caso no se entiende al Estado como un
sujeto dotado de intereses propios; por el contrario, se lo concibe como un
conjunto de instituciones de gobierno, administración y coerción, que se ocu-
pan de las fuerzas sociales y políticas de la sociedad civil, las que disputan y
negocian en su interior. Ahora bien, en sociedades de cierta complejidad, es
común que suceda que las instituciones del Estado, logren definir sus propios
intereses y los promuevan, de igual manera que lo realizan las fuerzas sociales
y políticas de esa sociedad civil. 8
8 Isuani, E. Bustelo, E. (1990) Mucho, poquito o nada. Ed. UNICEF -C.I.E.P.P – Siglo XXI. Bs. As.
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Por lo tanto es preciso aclarar, que lo público tiene que ver con un espa-
cio compartido por toda la sociedad. De tal modo, todo lo estatal es público,
sin embargo, no todo lo público es estatal. Lo público es diverso de los indivi-
duos, pero no debería ser adverso a ellos.9 .Contradicción y adversidad que
puede encontrarse en las por lo menos tres horas de filas que tienen que reali-
zar las personas para "conseguir" un turno para hacer uso de algo que en tan-
to público es suyo. Adversidad y frustración de los sujetos (pacientes y equipo
de salud), por la insuficiencia de insumos.
Se considera que probablemente los problemas de equidad y racionali-
dad que surgen son el resultado de la existencia del desarrollo de poderosas
organizaciones (industria farmacéutica, mercantilización de la salud, burocra-
cias) que expresan intereses sectoriales, impidiendo una racionalidad más glo-
bal, más comprometida con la reducción de desigualdades. Existen además,
problemas relacionados con la falta de sistemas de información, de seguimien-
to o evaluación de la eficacia y eficiencia de las políticas sociales argentinas,
que logren asegurar una mejor calidad en la producción de bienes y servicios,
facilitando el acceso a los mismos. La obtención de resultados positivos por
parte del amplio conjunto de instituciones públicas prestadoras de servicios
tales como la salud, no ha alcanzado niveles satisfactorios (aun con un alto
nivel del gasto público) por la escasa racionalidad de la estructura institucional
y por la falta de coordinación y coherencia entre los modelos que prevalecen
en los diversos sectores sociales. Un conjunto tan diversificado de instituciones
prestadoras de servicios tiende a la fragmentación, debido a la ausencia de
una instancia central que oriente hacia las metas nacionales, con mecanismos
que faciliten la coordinación y optimización de los recursos, procurando enfati-
zar en la promoción y prevención de las condiciones que permitan un adecuado
desarrollo social. 10
9 Aguilar Villanueva, L. El estudio de las políticas públicas. Grupo editorial Miguel Ángel Porrúa. México. 10 Cf: Isuani, E. (1990), op. cit.
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En la crisis de la Salud Pública que nos atraviesa, es frecuente el discur-
so que expresa "No hay política sanitaria". Volviendo a la reflexión respecto al
discurso como generador de "verdades" y como ocultamiento de situaciones,
nos preguntamos si es posible la inexistencia de políticas. Consideramos que
siempre, por acción u omisión, se propende a acumulaciones sociales en un
sentido o en otro, hacia la equidad o hacia la inequidad, hacia los sectores
hegemónicos o hacia los subalternos.
Las políticas públicas relacionadas con la atención del proceso salud-
enfermedad se concentran en prácticas curativas y son deficitarias en cuanto a
prácticas preventivas y de promoción. Estas políticas están enmarcadas en el
“Modelo Médico Hegemónico”, definido como el conjunto de prácticas, saberes
y teorías generadas por el desarrollo de lo que se conoce como medicina
científica, que deja como subalternos otros conjuntos de saberes y prácticas,
identificándose como única forma de atender la salud, legitimada por la ciencia
y el Estado11. La inversión en controles preventivos, sobre todo en el medio
ambiente, es reducida y muy inferior a las inversiones en la dimensión
curativa. Este marcado predominio a la vez que demuestra una baja eficacia
respecto a los principales problemas de salud y la producción de problemas
generados por la misma práctica (iatrogenia) incrementa el costo de la
atención de la salud, ya que supone un aumento de la medicamentación y del
uso del equipo técnico de diversos niveles de complejidad, que favorece la
reproducción de la “industria de la salud”. La reproducción no sólo se da en
este plano, ya que también se produce en lo que hace a la legitimación del
sistema global, generando una aceptación por parte de los conjuntos sociales
de la hegemonía de estas prácticas y una creciente exigencia de las mismas
por parte de la población. Institucionalmente se desestima la implicancia social de este proceso lo
que produce la desvalorización implícita en el sistema sanitario de las potencia-
lidades de los sujetos, en lo que respecta a sus procesos salud-enfermedad-
atención; concibiéndolos como objetos de asistencia. Se deriva de aquí la es-
11 Menéndez, E. (1990) Morir de alcohol. Saber y hegemonía médica. Ediciones de la Casa Chata. México.
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casa difusión de conocimientos, habilidades y destrezas relativos a dichos pro-
cesos para que sean apropiados por la comunidad, manifestándose así también
la escasa promoción de prácticas preventivas al respecto y el no reconocimien-
to o la subestimación de los saberes existentes en la población. La desvaloriza-
ción de las potencialidades de los sujetos explican el desinterés en la
participación real de la población, quedando dicha “participación” subsumida en
las propuestas institucionales. En este sentido las prácticas y representaciones
relativas al abordaje de la salud fragmentan los conjuntos sociales. Una prácti-
ca que pretenda generar algún tipo de transformación requiere partir de un
ejercicio teórico-práctico de movilización que favorezca una redistribución del
saber/ poder en el área de la salud e implique un impacto favorable en las con-
diciones de vida de los sujetos; pero en el modelo disciplinar que domina las
prácticas sanitarias, la participación real comunitaria es limitada al quedar redu-
cida a planteamientos teóricos y condicionada a las respuestas institucionales;
concentrando de esta forma el saber/poder en los técnicos profesionales.
Participar es ejercer el poder de tomar decisiones, actuar y transformar
la realidad. La participación alude al protagonismo activo de sujetos (individua-
les y colectivos) con respecto a aquellos procesos que los afectan en sus condi-
ciones de existencia. En este sentido, protagonismo implica la capacidad para
opinar, decidir, modificar y controlar dichos procesos. Esa capacidad está con-
dicionada por el contexto en el cual tiene lugar: canales de participación insti-
tuidos, acciones de otros sujetos que interactúan en el mismo escenario, el
imaginario social, la lucha de intereses y de poder; es decir, las condiciones
económicas, sociales, culturales y políticas en que estos sujetos desarrollan su
acción. Posibilitar transformaciones en las formas instituidas de “participar” la
y a la comunidad es iniciar un proceso de vinculación, de reconocimiento, de
incorporación de las perspectivas y racionalidades de todos los actores que in-
teractúan en la situación sociosanitaria. Participar no es sinónimo de exigencias
institucionales, tampoco un instrumento para alcanzar objetivos profesionales
predefinidos, sino un proceso que despliega una modalidad relacional inclusiva
y abierta hacia “los otros”; este vínculo no siempre requerirá acciones que de-
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riven en actividades comunitarias, sino que es un modo de relación que se
constituye en todas y en cada una de las prácticas. La participación y el forta-
lecimiento de los lazos sociales, permiten que los sujetos nos pensemos como
parte del colectivo, solidarios con el grupo, siendo este lazo el que nos une a
una vida en común.
Ignacio Katz, médico sanitarista argentino e interventor del Hospital Na-
cional de Agudos Profesor Alejandro Posadas, señala las humillaciones sufridas
por las personas al llegar a esta institución –prototípica del sistema de salud de
nuestro país–; esperas interminables en condiciones desesperantes, sin baños
en condiciones de uso, sin asientos disponibles, formando filas interminables
de una ventanilla a la otra. Expresa: “Parecían refugiados de una guerra más
que ciudadanos que concurrían a un hospital de la Nación”. Este autor constru-
ye y propone para comprender al sistema de salud una cascada conceptual: No
hay deseos sin estructura, estructura sin sistema, sistema sin función, función
sin órgano, ni órgano sin finalidad. De esta forma identifica las falacias que
inciden en el campo de la salud. La primera de ellas es la falacia de la pobreza,
que asocia el problema de la salud con un tema de pobres, negando que el es-
tado sanitario total de la población es afectado por el proceso sa-
lud/enfermedad/atención y derivando en prácticas que refuerzan la pobreza o
aumentan el deterioro de la salud. La falacia de la educación, la que ya fuera
mencionada en párrafos anteriores, aquí el autor resalta que la educación ade-
cuada de la población podrá ser en todo caso una viga en el edificio que repre-
senta el sistema sanitario nacional, pero nunca el edificio mismo. La tercer
falacia es la del presupuesto, según la cual basta con aumentar los recursos
para mejorar en cantidad y calidad las prestaciones. Y la última de las falacias
es la de la libre elección, que presupone que el ciudadano posee los conoci-
mientos necesarios para poder discernir entre las distintas ofertas sanitarias,
cuando en realidad hay una clara asimetría de información y de formación.
(Katz, 2003)
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En síntesis, la accesibilidad de la población al sistema de salud, debe ser
considerada desde la perspectiva participativa antes desarrollada. O sea, valo-
rizar el potencial participativo de la comunidad12 identificando los potenciales
de salud comunitarios, siendo estos las capacidades de percepción, participa-
ción y transformación creativa de los factores o situaciones destructivas que
requieren cambios13.
En cuanto a la vivencia de lo público, no es que los/as jóvenes estén
desinteresados, sino que su interés se muestra de otra forma. Y al definir “lo
público” lo entenderemos como campo simbólico de deliberación y actuación
colectiva de los ciudadanos, preocupados por los asuntos de interés general,
que desborda el campo de la esfera política para comprender el dominio de lo
social (Quiroga, 1994:151). Este espacio de lo público es tanto un espacio for-
mal (las instituciones), como informal (la sociedad civil), dado que conforma
un espacio de comunicación entre los miembros de la comunidad. El problema
es que esta comunidad se caracteriza en la actualidad por la importancia que le
da a “lo económico” como valor central de la época.
También hay quienes dicen que los/as jóvenes rechazan la política, sien-
do que en realidad lo que rechazan son a los actores políticos.
“En la percepción de la mayoría social la política se ha separado de los asuntos de la vida cotidiana, se ha deshumanizado, ha perdido su carácter comunita-rio...”14. De igual manera, cuestionan la legitimidad de las instituciones públicas, en un
Estado que ha ido abandonando sus lugares tradicionales para pasar a ser un
actor más, a veces ni siquiera uno importante, frente al poder de los mercados
y las empresas (Urresti, 2000:194). Un Estado que en términos de Sen, no
ofrece garantías de transparencia. Así también, es en este mismo escenario
que el trabajo aparece como un privilegio más que como un derecho social.
12 Documento de Alma-Ata. 13 Conde, S.-Leal, M. -Schmunk, S. (1998) Salud Comunitaria. Diagnóstico, estrategia y participación. Ed. Espacio. Bs. As. 14 Quiroga, H. (1996) “Esfera pública, política y ciudadanía”. En Revista Internacional de Filosofía Política 7. UNED-Universidad Autónoma Metropolitana. Barcelona, p. 153.
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La participación política de los y las jóvenes puede darse en forma con-
vencional a través de su inserción en los partidos políticos y en forma no con-
vencional e indirecta, a través de una manifestación pública o juntando firmas
para lograr que una situación se modifique. Un ejemplo concreto han sido los
episodios de cortes de calles realizados en distintos barrios de la Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires y en el centro de la misma, protagonizados por alumnos
y alumnas de escuelas medias, durante mayo de 2005, reclamando por las
riesgosas condiciones de los edificios de las escuelas. En aquellas escenas lla-
mó la atención la ausencia de los adultos en un rol participativo y cuando
hablamos de adultos nos referimos tanto a los funcionarios gubernamentales
como a los docentes, padres y madres.
En este contexto: ¿qué opinan los/as jóvenes del gobierno y de su ac-
cionar, del nivel de vida en el país, de la seguridad , de las posibilidades eco-
nómicas, del accionar de las empresas, de las condiciones sociales y de la
situación del medio ambiente? ¿ Cuán satisfechos se encuentran con su salud,
su familia, sus logros personales, sus creencias religiosas y espirituales, sus
relaciones personales, su seguridad?
Para contestarnos estas preguntas consideraremos las respuestas de jó-
venes de ambos sexos de entre 16 y 18 años, que viven en localidades de la
zona sur del Conurbano Bonaerense, quienes contestaron en forma anónima
un cuestionario.
PLAN DE INVESTIGACIÓN
Objetivos
a. Determinar la medida de calidad de vida de los y las jóvenes de entre
(15 y 18 años de edad) que habitan en la zona sur del conurbano bo-
naerense.
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b. Detectar modificaciones operadas en la medida de calidad de vida de la
población bajo estudio tomando como referencia el estudio previo des-
arrollado en el año 2004.
c. Facilitar el entrenamiento de alumnos y alumnas cursantes de las asig-
naturas Metodología del Trabajo Social I y Seminario de Integración
Asistenciales (2005) en la recolección de datos en campo y la construc-
ción de diagnósticos situacionales.
Método y Técnicas
En este trabajo de investigación se parte de la consideración del entorno mate-
rial en conjunción con el social, considerando a la persona tradicionalmente
llamada “objeto de estudio” como “sujeto” y protagonista del accionar. Se utili-
za el método cuantitativo, a partir de la aplicación del well-being index (Cum-
mins, 2001)15. Este instrumento mide el nivel de satisfacción de los sujetos en
dos escalas: una correspondiente al nivel personal y otra al nivel nacional. El
nivel personal16 comprende: nivel de vida, salud, logros alcanzados, relaciones
personales, seguridad futura, ser miembro de la comunidad, creencias espiri-
tuales y religiosas, relaciones familiares, amistades, seguridad financiera. El
nacional17 comprende: vida en el país, situación económica nacional, situación
del medio ambiente, seguridad nacional, condiciones sociales, gobierno nacio-
nal, posibilidad de hacer negocios, ayuda que el gobierno brinda a las familias,
ayuda que los empleadores brindan a las familias.
El proyecto de investigación desarrollado se enmarca en el Programa de
Investigación sobre Calidad de Vida de la Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad Nacional de Lomas de Zamora, creado en el año 200418.
15 La traducción del instrumento se puede consultar en la página: (http://www.deakin.edu.au/research/acqol/instruments/wellbeing_index.htm 16 Personal well being. 17 National well being. 18 La autora propuso la creación de dicho Programa el cual dirige en la actualidad. Re-solución del Consejo Académico 497/04.
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El estudio de la calidad de vida implica dos ejes: el objetivo y el subjeti-
vo, siendo cada eje el agregado de dominios que fueron operacionalizados en
la escala de comprensión de calidad de vida de Cummins, McCabe, Romeo and
Gullone (ComQol-1994) 19. Al mencionar los dominios, Cummins incluyó las
características definidas tanto objetiva como subjetivamente, señalando que
para estudiar la calidad de vida, resulta necesaria la utilización de indicadores
sociales subjetivos, ya que los indicadores denominados objetivos, en general
no resultan buenos predictores de la calidad de vida subjetiva. En este sentido,
la pregunta acerca de la satisfacción con la vida en general, hace que la perso-
na se conecte con un sentimiento de lo que le está pasando, más que con la
realización de una evaluación cognitiva. Esta pregunta resulta un estimativo
que requiere repreguntar por los distintos dominios en forma específica, a fin
de conocer como cada uno de ellos contribuye en forma positiva o negativa al
estado general. Sucede entonces que cuando se pregunta por un dominio en
particular, la respuesta resulta menos abstracta, apareciendo la evaluación
cognitiva y decreciendo la expresión afectiva20. Cummins (2001) construyó el
personal well-being index (PWI) en tanto grupo de dominios definido como el
primer nivel de reconstrucción de la pregunta por la vida en general. La cons-
trucción de los dominios quedó de esta manera organizada a partir del princi-
pio teórico de la “deconstrucción” aplicado a la satisfacción con la vida en
general. En este sentido es importante señalar que los dominios no fueron se-
leccionados desde una teoría, sino que se utilizaron criterios tales como: la ne-
cesidad de que cada dominio describa un aspecto que responda tanto desde lo
subjetivo como desde lo objetivo (teniendo en cuenta que la calidad de vida
remite a ambas dimensiones); el hecho de que no se incluya la afectividad (es
por eso que no se considera por ejemplo : la felicidad) y la cuestión de que
cada dominio resulte un indicador variable inequívoco, es decir que no actúe
como mediador.
19 Comprehensive quality of life scale. A. C. Q. O. L.. Melbourne. Australia. 20 Cummins, R. Documento de discusión del International Well-Being Group en Inter-net. Mayo 2005.
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El PWI utiliza una escala del 0 (cero) al 10 (diez), en la cual el 0 corres-
ponde a no estar satisfecho y el 10 corresponde al más alto nivel de satisfac-
ción. Los resultados obtenidos se ajustan posteriormente a un orden del 0 al
100, habiéndose establecido que la “medida normal” se encuentra comprendi-
da entre 70 y 80, si bien las mediciones en algunos países muestran valores
por debajo. (Cummins et al., 2003)21
El desafío se ha centrado en desarrollar la validación trasnacional del
PWI para lo cual y a partir del año 2002 Cummins conjuntamente con Lau con-
vocaron a investigadores de diferentes lugares del planeta a trabajar en la va-
lidación transnacional del instrumento, organizando desde el Australian Center
of Quality of Life Studies de la Universidad de Melbourne Australia, el trabajo
del International Well Being Group.22
La participación de estudiantes universitarios en la recolección de
datos en campo
Una vez más han participado del trabajo en campo alumnos y alumnas cursan-
tes de la asignaturas Metodología del Trabajo Social I de la Carrera de Trabajo
Social de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y del Seminario de in-
tegración asistenciales, de la Carrera de Técnico en Minoridad y Familia de la
misma universidad.
En el caso del programa de la asignatura Metodología del Trabajo Social
I, la misma conforma un espacio académico de integración teoría-práctica, por
lo cual la propuesta de que alumnos y alumnas se entrenen en la construcción
de diagnósticos situacionales comunitarios, implica necesariamente que expe-
rimenten una breve recolección de datos en campo, con los cuales poder ope-
rar después. El eje de la asignatura es metodológico, por lo cual se trabaja con
21 Cummins, R et al desarrollan el tema en “The australian unity wellbeing index: and overview” En Land, K (editor). SINET Nº 76. Duke University USA. Noviembre 2003, pp 1-4. 22 Graciela Tonon es Primary Researcher del International Well Being Group (http://acqol.deakin.edu.au).
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los datos que la realidad nos ofrece considerando que el conocimiento se
encuentra socialmente distribuido (Schutz, 1962, 18)23 . En el caso del
Seminario de integración asistenciales, uno de los temas comprendidos en
dicho seminario es la situación actual de los y las jóvenes en el Conurbano
bonaerense y que mejor forma de conocerlo que teniendo una experiencia
directa
en campo. Si bien en el ejercicio profesional el proceso metodológico no puede es-
tar supeditado al comienzo o finalización de determinadas etapas ni a secuen-
cias rígidas de actuación, en la formación académica los alumnos/as han
podido tener un primer acercamiento a la realidad social a partir de la aplica-
ción del cuestionario de la investigación, que ha operado como dispositivo que
permitió poner en cuestión los distintos supuestos y puntos de partida filosófi-
cos y teóricos que fundamentan las visiones de la realidad social y su conoci-
miento. De esta manera se ha evitado la “simulación” de la realidad para la
realización de los diagnósticos, respetándose la intencionalidad básica de vin-
cular la práctica con la teoría y viceversa, proponiendo la contextualización co-
rrespondiente para el análisis y la interpretación. Asimismo, permitió contribuir
al cumplimiento del objetivo pedagógico centrado en la capacidad de lectura
crítica de los/as estudiantes, no sólo de la realidad, sino del proceso de pro-
ducción del conocimiento y de la lógica investigativa.
Los/as alumnos/as orientaron la investigación diagnóstica obteniendo in-
formación por distintos medios y caminos, y realizaron una caracterización de
las zonas haciendo hincapié en los aspectos relacionados con los indicadores
más relevantes que de las respuestas surgían. Pero no sólo las respuestas han
sido valoradas como material para el proceso de conocimiento, sino que el pro-
ceso de interacción “encuestador – encuestado”, permitió ejercitar la observa-
ción como técnica para el suministro de información cualitativa. De esta
manera pudieron observarse diferencias propias de las culturas barriales y de
los estilos de gestión pública de acuerdo a las localidades.
23 En Schutz, A., op. cit., 1974.
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ANÁLISIS DE LOS DATOS: LAS RESPUESTAS DE LOS Y LAS JÓVENES
La población bajo estudio estuvo conformada por sujetos de ambos sexos de
entre 15 y 18 años. Durante el año 2005 contestaron 289 sujetos, habiendo
contestado previamente en el 2004, 295 sujetos. Una vez más el trabajo se
desarrolló en diferentes barrios de la zona suroeste del conurbano bonaerense.
En primer lugar consignaremos los resultados generales de las mediciones co-
rrespondientes a los años 2004 y 2005, tanto en la escala personal como en la
escala nacional.
Nivel de satisfacción (personal)
2004 2005
Nivel de vida 75,1 69,2
Salud 82,9 80,3
Logros alcanzados 80,8 72,3
Relaciones personales 82,4 80,1
Seguridad futura 71,8 56,5
Ser miembro de la comunidad 68,4 60,4
Creencias espirituales y religiosas 80,3 59,2
Relaciones familiares 80,8 75,7
Amistades 90,1 86,1
Seguridad financiera 62,3 53,8
2004 2005
Vida en el país 56 53,2
Situación económica nacional 40,2 38,3
Situación del medio ambiente en el país 53,6 42,4
Seguridad nacional 36,4 36,7
Condiciones sociales en el país 41,3 38,4
Gobierno nacional 45,2 44,8
Posibilidad de hacer negocios 49,4 45,1
Ayuda que el gobierno brinda a las flias 42,8 42,2
Ayuda que empleadores brindan a las flias 52,2 44,7
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Un análisis comparativo de los datos obtenidos durante los dos años (2004 y
2005) muestran en la escala nacional, la disconformidad que los y las jóvenes
sienten respecto de la calidad de vida en Argentina, percepción que aumenta
en grado de disconformidad durante la medición del 2005. En este sentido, es
el gobierno nacional quien obtiene una de las puntuaciones más bajas de satis-
facción (45,2 en el 2004 y 44,8 en el 2005); así como la situación económica
nacional (40,2 en el 2004 y 38,3 en el 2005) y las condiciones sociales en el
país (41,3 en el 2004 y 38,4 en el 2005), estas dos últimas pudiendo ser con-
sideradas en relación con el accionar del gobierno. En el caso del 2005 los en-
cuestados además especifican tener un 42,2 de satisfacción con el gobierno
local. Resulta necesario a la hora de analizar estos datos, considerar la impor-
tancia del contexto dado que contextualizar es situar un conocimiento dentro
de un conjunto organizado que nos permite comprenderlo (Morin, 1998), y en-
tonces es evidente que las respuestas de los y las jóvenes tenemos que ubicar-
las en su contexto de desarrollo cotidiano.
En cuanto a la ayuda brindada a las familias que más lo necesitan, se
percibe con una puntuación más alta en el año 2004 el accionar de los emplea-
dores (52,2) que del gobierno nacional (42,8). Si bien la tendencia se mantie-
ne en el 2005, la brecha se ha achicado, 42,2 para el gobierno y 44,7 para los
empleadores. Podríamos considerar que esta modificación se relaciona con los
denominados “planes sociales” que otorga el Estado y en este sentido coinci-
dimos con lo que señala Svampa:
Así este modelo asistencial, lejos de prescindir del Estado señala su
ominprescencia, a partir del control biopolítico de los sectores pobres
de la población, definidos por su desvinculación con el mercado de
trabajo y el consumo… el plan apunta a desarrollar una dinámica re-
socializadora, que no es precisamente la de abrir espacios de ciuda-
danía u oportunidades de vida, sino la de excluir al excluido, en
tanto excluido. En realidad, más que nunca, el espacio de ciudadanía
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se distorsiona y se restringe al universo de las necesidades básicas
insatisfechas”.24
Si relacionamos estos datos con el nivel de satisfacción en relación con el sen-
timiento de ser miembro de la comunidad también identificamos un registro
por debajo de la tendencia general observada en otros países (68,4 en el 2004
y 60,4 para el 2005), lo cual podría indicar que la participación actual de los/as
jóvenes más que referenciarse con una comunidad en tanto barrio, correspon-
de a comunidades virtuales, y muchos de los códigos a través de los cuales los
y las jóvenes se reconocen como perteneciendo a una experiencia común están
mundializados (Urresti,2000:194) Particularmente en el caso del 2005, sólo el
17,8% de los encuestados refiere participar de algún grupo comunitario. Cabe
señalar que cuando hablamos de comunidad la consideramos como una totali-
dad que construye un sentido para quienes la habitan, siendo unidad de lo di-
verso y sinónimo de integración en lo diferente, que es voluntariamente
compartido (Tonon, 2004:15). 25
Estas puntuaciones nos llevan a la reflexión de cuales son las formas ac-
tuales que tienen los y las jóvenes de participación en la vida pública. En este
sentido Bendit (2000:35) propone desagregar tres cuestiones para estudiar la
participación política de la juventud: el interés por la política, la confianza de-
positada en las instituciones vinculadas a ella y la participación política activa.
Y hablar de participación implica ser actor en el proceso de toma de decisiones,
por lo cual queda claro que no nos referimos a un accionar en forma conjunta
en relación a decisiones que han tomado otros. De allí la diferencia que reco-
24 Svampa, M. (2004) “Estado, democracia y proyecto de nación”. En Revista Escena-rios 8. Revista Institucional de la Escuela Superior de Trabajo Social. Universidad Na-cional de La Plata. Espacio Editorial. Bs. As., p. 55. 25 “La vivencia de comunidad es lo que genera la sociedad…. La comunidad implica una situación de intersubjetividad, en la cual se comparte: un mismo campo de experien-cia, una comprensión compartida de aquella experiencia, un juicio de hecho que es común a todos y en el cual se afirma que aquella comprensión compartida es verdade-ra, un juicio acerca de los valores que es común a todos”. Lo Biondo, G (1999) En “Al-gunos elementos del aporte de Lonergan a la política”. En Scanonne , J y Santuc, V. (comp.) Lo político en América Latina. Editorial Bonum. Bs As., p 296.
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participación pública y acceso a la salud” en la III Conferencia de la Red Latinoamericana y del Caribe
de Childwatch International, 17 al 19 de julio, 2006
nocemos entre lo que denominaríamos “participación simbólica o ilusoria” (es
un como sí se participara) y “participación real-protagónica”. La participación
necesariamente debe ser entendida como participación activa en la toma de
decisiones, conjuntamente con el resto de los actores sociales, a fin de generar
acciones concretas tendientes a la integración y que den respuestas a las ne-
cesidades de la población. De esta manera, la participación real implica la de-
mocratización del saber y la redistribución del poder para lograr el cambio.
En nuestro caso, de los 295 sujetos encuestados en el 2004, el 25,4%
trabajaba, siendo un porcentaje mayor del total, la cantidad de varones ocu-
pados (57,5 %) que de mujeres. Del total que trabajaba ganaba menos de 200
pesos el 61,8%. Si relacionamos estos datos con el nivel de satisfacción res-
pecto de su seguridad financiera (62,3), y el nivel de satisfacción respecto de
la situación económica nacional (40,2), observaremos que también esta pun-
tuación se ubica debajo de la media obtenida en otros países en la aplicación
del index. En el caso de la medición del 2005 los sujetos encuestados que tra-
bajan conforman el 32, 5%, de los cuales ganan menos de 200 pesos el 28,5%
de ese total.
La ponderación de la dimensión de la salud global de los y las jóvenes
respondentes en 2004 y 2005, presenta un dato similar: 82,9 y 80,3. Datos
que indican un nivel de satisfacción alto en relación con el contexto del sistema
de salud descripto en anteriores páginas. Esto puede tener relación con la
hipótesis presentada por Espluga y otros, quienes sostienen en base a investi-
gaciónes relacionadas al desempleo y a la salud que, “el punto más relevante
en relación al debate teórico sobre desempleo y salud, es la incorporación de la
variable valoración del empleo, que se define por el grado de centralidad que el
hecho de trabajar tiene en el sistema de valores del individuo”.26
Es entonces que se nos abre el camino a otras preguntas, ¿es la salud
de los y las jóvenes un problema para la agenda de las políticas de salud públi-
26 Espluga, J.-Lemkow, L.-Baltierrez, J. Kieselbach, T. (2004) Desempleo juvenil, ex-clusión social y salud. Investigaciones, experiencias y acciones institucionales en Espa-ña. Ed. Icaria. Barcelona.
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participación pública y acceso a la salud” en la III Conferencia de la Red Latinoamericana y del Caribe
de Childwatch International, 17 al 19 de julio, 2006
cas?, ¿o son problemas construidos en forma subsidiaria a las situaciones de
peligrosidad asociadas a los jóvenes?, ¿es valorada por los jóvenes su salud?,
¿en relación a las barreras en la accesibilidad al sistema de salud, los y las jó-
venes se sienten sujetos de derecho?.
Alguno de los datos obtenidos en la investigación pueden esclarecer pro-
visoriamente estas aparentes contradicciones. El 61% de las respuestas hacen
referencia al uso del sistema de salud público. Del total de jóvenes que cuen-
tan con Obra Social (el 44% de los encuestados), sólo el 5,5% usa el sistema
de salud público; lo que daría por tierra con la afirmación de que el sistema
público está colapsado por el uso que hacen los beneficiarios de otras cobertu-
ras. En referencia al nivel de satisfacción de los encuestados frente a las pres-
taciones del sistema público de salud es 72,5; mientras que el correspondiente
al sistema por obras sociales es 95,4.
El 57% de los y las jóvenes no encuentran relación con los niveles de sa-
tisfacción y la distancia geográfica que tienen que recorrer para acceder a los
servicios de salud. El 56%, tampoco encuentra relación de dicha satisfacción
con la comprensión de su cultura juvenil. Mientras que el 53%, encuentra que
la satisfacción está relacionada con la gratuitidad de la consulta y el tratamien-
to y el 56% la relaciona con la simplicidad en los trámites requeridos.
Finalmente, se mantiene la tendencia observada en la medición del 2004
en la cual no se detectaban diferencias significativas en las respuestas de los
jóvenes y de las jóvenes. Las marcadas diferencias de respuesta en base al
género que surgen de estudios desarrollados con adultos, no aparecen en esta
investigación.
Asimismo podemos decir que en el caso de los/as jóvenes se ha obser-
vado que aunque vivan en condiciones físicas, sociales y contextuales conside-
radas negativas, ellos/as pueden experimentar una experiencia relativamente
positiva en relación a su calidad de vida dependiendo de las estrategias y ca-
pacidades que generan en relación al contexto. De igual modo un joven que
vive en condiciones socioeconómicas favorables y con una situación psicológica
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participación pública y acceso a la salud” en la III Conferencia de la Red Latinoamericana y del Caribe
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sin problemas puede experimentar una evaluación de su posición en la vida
relativamente pobre. (Patrick et al., 2002:7)27
CONCLUSIONES
Si la calidad de vida se refiere a
“…. las percepciones, aspiraciones, necesidades, satisfacciones y repre-
sentaciones sociales que los miembros de todo conjunto social experi-
mentan en relación a su entorno y la dinámica social en que se hallan
inmersos, incluyendo los servicios que se les ofrecen y las intervenciones
sociales de las que son destinatarios y que emanan de las políticas socia-
les”28, el efecto de las relaciones sociales y de las relaciones con el me-
dio, se encuentra mediatizado por la particular mirada de cada sujeto, es
decir la manera en que cada sujeto interpreta su contexto y situación, es
por eso que esta mirada es la llave que determina su calidad de vida.29
Las puntuaciones de todos los dominios en la medición del 2005, obtie-
nen valores menores respecto de las del 2004, tanto en el nivel personal
como en el nivel nacional. Particularmente en: ser miembro de la comu-
nidad, seguridad futura, seguridad financiera y creencias espirituales y
religiosas.
El contexto en el cual desarrollan su vida cotidiana los/as jóvenes reviste
particular importancia a la hora de estudiar su calidad de vida, ya que
“el conocimiento de las informaciones o elementos aislados es insuficien-
te. Hay que ubicar las informaciones y los elementos en su contexto pa-
ra que adquieran sentido. Para tener sentido la palabra necesita del
27 Patrick, D, Edwards, T, Topolski, T, Walwick, J. “Youth quality of life: a new measure incorporating the voices of adolescents”. QOL Newsletter Nº 28. Mapi Institute Lyon. Francia, pp 7-8. 28 Casas, F., op. cit., 1996, p.100. 29 Patrick, D, Edwards, T, Topolski, T, Walwick, J., op. cit., p. 8.
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participación pública y acceso a la salud” en la III Conferencia de la Red Latinoamericana y del Caribe
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texto que es su propio contexto y el texto necesita del contexto donde
se enuncia”30
Las dificultades, para los y las jóvenes, en la obtención de un primer
empleo en un escenario con un alto nivel de desempleo como la Argen-
tina, país en el cual la inestabilidad y precariedad de las relaciones de
trabajo se han convertido en estructurales, afecta el proceso de desarro-
llo de la autonomía en los y las jóvenes demorando su cambio de posi-
ción dentro de sus familias. Los jóvenes ven frente a ellos un horizonte
de precariedad duradera. (Kessler, 2002:142)
Del total de jóvenes que cuentan con Obra Social (el 44% de los encues-
tados), sólo el 5,5% usa el sistema de salud público; lo cual desconfirma
la idea que se viene sosteniendo oficialmente acerca de que el sistema
público está colapsado por el uso que hacen los beneficiarios de otras
coberturas. Asimismo es importante señalar que no se verifican relacio-
nes significativas entre el nivel de satisfacción en el dominio salud de los
jóvenes con las distintas posibles barreras de acceso a la misma.
Los resultados obtenidos en los dominios relacionados con la participa-
ción pública, muestran la necesidad de redefinir el espacio público como
espacio compartido del “nosotros”, en tanto campo simbólico de delibe-
ración y actuación colectiva. El reemplazo del modelo del ciudadano que
participa en la vida pública, por el modelo del ciudadano consumidor,
acaecido en la década del 90, ha generado un abandono de los espacios
de participación pública y un desplazamiento a los espacios del mundo
privado. Particularmente en el caso de los y las jóvenes este fenómeno
se evidencia en el escaso nivel de participación activa en organizaciones
de tipo comunitario.
30 Morin, E. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO, p.15.
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