calidad de vida: concepto y definición

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Calidad de Vida: Concepto y definición A. Brugarolas Opto. Oncología. Clínica Universitaria. Facultad de Medicina. Universidad de Navarra (Rcv Med Univ Navarra 1995; 39: 55-59). Es impensable disertar sob re cal i dad de vici a sin ha- cer referencia al hombre y descuidar las ap01taciones ele la Antropología, la Psicología y la Filosofía, que defin en a su vez la naluraleza del hombre, su actividad intelec- tual, la exisLencia del al ma subsLancial individual y la re- lación con los primeros principios y las últimas causas. Sin embargo, y sin prejuic io para un estudio más pro- f unc.lo de este complejo tema, se puede definir la cali- dad ele vicia atendiendo a la manera ele ser ele la vida humana. En tendiendo que la vida humana puede ser de distinlas maneras, calidad e.le vida significa clase de v i- da, es decir el va l or que ocupa en una escala de lo bue- no y lo malo. Calidad en este sentido designa si si1ve para cumplir el objetivo que se le supone. Decimos que al go ti ene calidad cuando si1ve adecuadamente para re- alizar su cometido e incluso se emplea el Lérmino con- trol ele ca li dad para constatar que algo si 1 ve bien o res- p onde a l as expeclativas o los propós itos de uso. Por lo tanto, calidad e.le vicia signi fi ca también capa- cidad ele cumplir el propósito e.le vicia y desde esta pers- pectiva el tema parece algo más sencillo el e defin ir. Al establecer el fin u objetivo el e la vicia humana se puede disLinguir enLre un propósito general, ele la per - sona como tal, qu e afecta a Lodos los hombres indi vi- du almente considerados, y un propósito parlicular ele cada persona según su situación concre ta . Parlienclo ele esta doble perspectiva, a co ntinuación se expcme el co ncepto gene ral y el con cepto particular de calidad de vida. Se deja pa ra el final la exposición e.le la calidad ele vida en relación a la salud y la en fermedad. 115 Concepto general Para satisfacer mínimamenle la defin ición ele calidad de vicia hay que pa1tir del propósilo ele la vida humana desde la perspectiva global el e Lodas las culturas y razas a lo largo de la hisloria ele la humanidad desde qu e apareció el ho mbre en la tie rra. Los principios que ilu- minan la existencia adoptan, para el hombre, la manera recíproca de derechos y deberes. Los derechos, que no proceden ele l ey humana sino ele naturaleza , se refieren a di gnidad y gob ierno. La dignidad del hombre es con- secuencia de su categoría, que le permite poder asumir numerosas pre rrogativas: li bertad, búsq ueda de la ver- dad , desarrollo personal, propagación de la vicia , pro- greso, felicidad, ele. El gobierno del mundo, o dominio de la naturaleza, también es connatural al hombre y le concede muchos privilegios que abarcan desde la pro- piedad, el goce y la producción de bienes hasla el tra- bajo como instrumento ele subsistencia, incluyendo ta m- bién la consecución el e la ciencia, las invenciones, la creaci ón de cosas bellas y la lucha conlra las plagas, los Lemporales o las enfermedades, por citar solamente al- gunas entre las innumerables activi dades que compe ten al hombre. Eslos dos derechos distinguen al hombre co- rn o el ser viviente por excelencia. A lo largo de l os sigl os la historia atestigua plena- menLe el esfuerzo del hombre por la consecución y re- conocimiento de esLos derechos. Ha sido un progreso l ento y muchas veces el reconocimi ento ele es tos de- rechos se ha acompañado ele violencia y derrama- mi ento de sangre. El hombre tiene po r naturaleza pri- vilegios que asume como prop ios ele su categoría y posee un mundo donde puede ejercerlos. Además e.le estos dos derechos ele naturaleza existen dos deberes que en cierta manera los delimitan y están REVISTA DE MEDICINA DE LA UNIVERSIDAD DE NAVAR RA ABRIL.JU NIO 1995 55

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Page 1: Calidad de Vida: Concepto y definición

Calidad de Vida: Concepto y definición

A. Brugarolas

Opto. Oncología. Clínica Universitaria. Facultad de Medicina. Universidad de Navarra

(Rcv Med Univ Navarra 1995; 39: 55-59).

Es impensable disertar sobre cal idad de vicia sin ha­cer referencia al hombre y descuidar las ap01taciones ele la Antropología, la Psicología y la Filosofía, que definen a su vez la naluraleza del hombre, su actividad intelec­tual, la exisLencia del alma subsLancial individual y la re­lación con los primeros principios y las últimas causas. Sin embargo, y sin prejuicio para un estudio más pro­f unc.lo de este complejo tema, se puede definir la cali­dad ele vicia atendiendo a la manera ele ser ele la vida humana. Entendiendo que la vida humana puede ser de distinlas maneras, calidad e.le vida significa clase de vi­da, es decir el valor que ocupa en una escala de lo bue­no y lo malo. Calidad en este sentido designa si si1ve para cumplir el objetivo que se le supone. Decimos que algo tiene calidad cuando si1ve adecuadamente para re­alizar su cometido e incluso se emplea el Lérmino con­trol ele calidad para constatar que algo si1ve bien o res­ponde a las expeclativas o los propósitos de uso.

Por lo tanto, calidad e.le vicia significa también capa­cidad ele cumplir el propósito e.le vicia y desde esta pers­pectiva el tema parece algo más sencillo ele defin ir.

Al establecer el fin u objetivo ele la vicia humana se puede disLinguir enLre un propósito general, ele la per­sona como tal, que afecta a Lodos los hombres indivi­dualmente considerados, y un propósito parlicular ele cada persona según su situación concreta. Parlienclo ele esta doble perspectiva, a continuación se expcme el concepto genera l y el concepto particular de calidad de vida.

Se deja para el final la exposición e.le la calidad ele vida en relación a la salud y la enfermedad.

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Concepto general Para satisfacer mínimamenle la defin ición ele calidad

de vicia hay que pa1tir del propósilo ele la vida humana desde la perspectiva global ele Lodas las culturas y razas a lo largo de la hisloria ele la humanidad desde que apareció el hombre en la tierra. Los principios que ilu­minan la existencia adoptan, para el hombre, la manera recíproca de derechos y deberes. Los derechos, que no proceden ele ley humana sino ele naturaleza , se refieren a dignidad y gobierno. La dignidad del hombre es con­secuencia de su categoría, que le permite poder asumir n umerosas pre rrogativas: libertad, búsqueda de la ver­dad, desarrollo personal, propagación de la vicia, pro­greso, felicidad, ele. El gobierno del mundo, o dominio de la naturaleza, también es connatural al hombre y le concede muchos privilegios que abarcan desde la pro­piedad, el goce y la producción de bienes hasla el tra­bajo como instrumento ele subsistencia, incluyendo tam­bién la consecución ele la ciencia, las invenciones, la creación de cosas bellas y la lucha conlra las plagas, los Lemporales o las enfermedades, por citar solamente al­gunas entre las innumerables actividades que competen al hombre. Eslos dos derechos distinguen al hombre co­rno el ser viviente por excelencia.

A lo largo de los siglos la historia atestigua plena­menLe el esfuerzo del hombre por la consecución y re­conocimiento de esLos derechos . Ha sido un progreso lento y muchas veces el reconocimiento ele estos de­rechos se ha acompañado ele violencia y derrama­miento de sangre. El hombre tiene por naturaleza pri­vilegios que asume como propios ele su categoría y posee un mundo donde puede ejercerlos.

Además e.le estos dos derechos ele naturaleza existen dos deberes que en cierta manera los delim itan y están

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implícitamente contenidos en los mismos y son: el res­peto a Jos demás y la recta orck nación hacia el bien. El primero, relacionado primero con la igualdad y des­pués con la solidaridad hacia Jos demás hombres, es la justa correspondencia a los derechos de Jos demás y li­mita e l ejercicio de los derechos ele unos donde co­mienzan los de otros y permite la convivencia civiliza­da. El segundo deber, la respuesta personal y libre de cada uno hacia el bien, constituye un elemento decisi­vo en la trayectoria del hombre (1).

Biológicamente el hombre dispone de graneles habi­lidades fís icas e intelectuale5 capaces ele cambiar el mundo, pero el rasgo más distintivo . y específico del hombre, más que lá profundidad mental de Ja razón es la conciencia moral, que le informa del bien y el mal y le permite incl inarse libremente hacia la consecución de lo q ue es bueno . La clefinicion del bien no está en Jas cosas en sí, ni tampoco procede de la elaboración personal o colectiva de las conveniencias humanas, si­no que se encuentra en el ~egis,ti:<? personal y se aplica referido a tocio lo anterior~ hacer v~ler los derechos de la persona, uso y apropi~~Mq-·,~~; la naturalc~a 'y rela­ción con los demás. Los abusos o la s~jeción al criterio forjado individualmente como bien es valorado siem­pre p rimero por la p ropia persona y solamente ele for­ma retrospectiva por la sociedad. El concepto por el cual se define el hombre recto, el hombre ele bien, in­dependientemente ele Ja cultura, re ligión o normativa aplicable a cada situación es probablemence idéntico y la motivación por la cual la persona así designada se comporta como tal, con seguridad corresponde a la conciencia moral, que rige las decisiones libres de los hombres.

Puede hablarse con razón de reivindicaciones y con­quistas cuando se enumeran los logros en el reconoci­miento ele los derechos humanos: igualdad, libe1tad, protección de la familia o de la infancia, educación de los hijos, repa1to de la tierra, etc, representan valores constantemente reclamados, con medios violentos o mediante esfuerzos bien organizados. Las leyes, la justi­cia, el bien común, la convivencia cívica y socia l, el hu­manitarismo, etc .. ., son expresiones formales del deber de respeto a los derechos de los demás.

Por otra pa1te solamente Ja respuesta personal e.le ad­hesión y búsq ueda del bien, da sentido pleno y elo­cuente culminación a los derechos y deberes expuestos anteriormente, porque incrementa la dignidad de la persona, el orden del trabajo, la conse1vación del mun­do, e l desarrollo armónico de la civilizacion y el pro­greso social. De hecho su ausencia es un signo inequí-

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voco ele tergiversación de objetivos, manipulación ele personas y perversión ele intenciones. La historia ha de­mostrado que, cuando las acciones humanas no van presididas por la adhesión al bien por sí mismo, se pro­ducen fracasos y retrocesos. De hecho las extraordina­rias vicisitudes en la conquista de estos elementales de­rechos y deberes se debe exclusivamente a la ausencia ele compromiso hacia el bien absoluto, y sólo secunda­riamente a la negacion ele los deberes hacia los demás o al abuso de los derechos personales.

Estos cuatro p rincipios son los pilares que rigen la vida del hombre y representan un conocimiento común ele la humanidad , sostenido por tocias las cultu ras y co­munidades humanas, a través de los siglos.

Si atendemos a estos principios, alrededor de los cuales se desarrolla Loda la actividad humana a través ele las generaciones, surge la calidad ele vicia como un índice ele coherencia y satisfacción entre ellos: Calidad de v ida es vivil' con dignidad p et'sonal, tt'abajo bien hecho, s alario justo, pt'otección y educación familia!', solidaddad con el pt·ójimo, participación en la constn1cción social, goce d e los bienes y de­sa1'1'ollo de un estilo de v ida orientado hacia la vet'­dad, la belleza y el bien.

La interdependencia de estos principios, se hace evi­dente: e l abuso ele un derecho es siempre omisión de algún debe r. En la práctica, puesto que solamente el cumplimiento estricto de todos los derechos y deberes la asegura, es evidente que la calidad de vida es un proyecto planetario muy difícil ele conseguir.

Como consecuencia se puede decir que la obtención de calidad de vida es un programa universal porque se trata de un mundo que compartimos tocios los hombres.

Si olvidando estos principios fundamentales re lega­mos la calidad de vida a un aspecto más restrictivo y perseguimos el consumo de la existencia en el goce creciente o exagerado de bienes y la experiencia ele sensaciones placenteras ele diverso tipo, perpetuamos la pe1versión del orden necesario y podemos incluso llegar a la destrucción de la vicia en el p laneta; si por el contrario adoptamos un criterio conforme a estos prin­cipios seremos capaces de construir un mundo enri­quecido por el paso del hombre.

Concepto particular ·En la práctica se cometen in fracciones constantes de

los derechos y deberes enunciados, que además no se aplican, cuando esto se hace, por igual a todos los hom­bres, lo cual impide-el acceso a una vicia de calidad a la mayoría. Por este motivo a nivel personal existe Ja al-

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ternativa de definir un proyecto donde, mezclados de­seos y necesidades y circunstancias favorables o adver­sas, cada uno pueda adquirir, mejorar o comple tar la ca­lidad de vida que le falta. Según esta premisa el hombre elabora un proyecto de vivir bien, de tener una vida de calidad.

Las cuatro dimensiones del proyecto de calidad de vida para cada hombre concreto son: estado de salud, situación económica, relaciones sociales y valores es­pirituales. La canción lo dice ace1tadamente: Tres cosas hay en la vida, salud, dinero y amor... La salud implica bienestar físico y psíquico para realizar las actividades de d istinto orden que uno se propone y obviamente es un factor de importancia. El dinero engloba muchos factores culturales y sociales, que definen el estatus per­sonal. El amor comprende la relación inte rpersonal que satisface el afecto por los demás y el respeto por uno mismo.

Es dificil tener simultáneamente éxito en estos tres frentes, pero existe un movimiento compensador entre e llos. La falta de dinero, con salud y trabajo hace más sublime el amor. La falta de salud, cuando uno puede conseguir cuidados afectuosos, o la soledad cuando uno dispone de salud y dinero, pueden ser re lativa­mente bien toleradas.

La ínfima calidad de vida de más de tres cuartas par­tes de los habitantes de la tierra magnifica la impo1tan­cia del cuarto vector, la dimensión espiritual, donde asientan las convicciones y la capacidad de sopo1tar el sacrificio. Solamente esta dimensión es capaz de pro­porcionar respuesta al silencioso e impotente alarido de los vencidos que cuestiona por qué existe tanto mal, para qué sufrir y hasta dónde llegaremos . Las víctimas conocen bien que esta dimensión pe1mite hacer posi­ble la existencia cuando falta todo lo demás. Algunos, en vi1tud de la misma y por se1vicio a la religión, tam­bién han renunciado a los otros factores voluntaria­mente y manifiestan tener vida de calidad.

De hecho, numéricamente hablando, la dimensión espiritual de la calidad de vida es lo más impo1tante porque los defectos en salud, dinero y amor muchas ve­ces van juntos y aparecen como superaciones inalcan­zables. Los seres más desgraciados, los deshauciados del mundo, son los miserables, sobreviviendo la pesa­dilla del hambre o del miedo, abandonados y solitarios, incomunicados. En estos casos la enfe1medad es sólo una faceta más de la plaga. Estas personas, tipificadas muchas veces en el tercer mundo, también se encuen­tran en regiones desarrolladas en forma de minorías que unen a la pobreza y soledad la enfermedad: ancia-

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nos, minusválidos, marginados, etc ... Todos los conoce­mos bien.

El énfasis relativo puesto en cada una de las cuatro áreas amplía las posibilidades personales de forma que no existe una receta común para vivir bien. Es bastante frecuente que el hombre se conforme con lo que tiene y existen mecanismos de adaptación y renuncia.

Se puede concluir, que en definitiva la calidad de vida como aspecto concreto de cada persona es vi­vir bien con la esperanza de satisfacer un p1·oyec­to de vivir mejor, de acuerdo con los principios enumerados bajo el concepto general: dignidad personal, solidaridad humana, reparto de bienes y riqueza, trabajo y adhesión al bien.

Una situación particular que debe mencionarse ex­presamente, es la del hombre de los países desarrolla­dos. La estructura social moderna de los Estados de Bienestar, como se les denomina con frecuencia, ase­gura vivir bien a la mayoría de las personas. El ejerci­cio de los derechos y deberes, el acceso a la salud y las diversas medidas de protección económica hacen que el mínimo vital necesario sea cumplido con creces y se alcancen altos índices de confortabilidad y satisfacción: Se habla insistentemente de sociedad de consumo, de­rroche de riqueza, hedonismo y cultura lúdica. Al ha­berse superado muchas contrariedades, un factor pre­potente de la calidad de vida en el mundo desarrollado es la salud. Las actuaciones para educar sanitariamente a la población, investigar y prevenir las enfermedades graves y prolongar la vida representan en el momento actual una de las áreas prioritarias del presupuesto na­cional en el mundo desarrollado. Por este motivo, en este caso pa1ticular calidad de vida es, probablemente más que cualquier otro factor, conse1var la ;alud. Este punto se desarrolla en el siguiente apa1tado.

Calidad de vida y salud Clásicamente la Medicina ha instruido al médico en­

tendiendo que el acto médico es fundamentalmente proporcionar ayuda al enfermo con el triple aforismo, fruto de las grandes limitaciones existentes, de curar cuando se pueda, aliviar en lo posible y consolar siem­pre. Más modernamente, con el desarrollo científico de este último siglo, ha entrado en el cometido de la Medi­cina Prevenir y detectar las enfermedades antes de que aparezcan los primeros síntomas y conservar o prolon­gar la vida del enfermo crónico; sin embargo éstos últi­mos se aplican casi exclusivamente en el mundo desa­rrollado porque el coste es excesivo para los países pobres.

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En relación con la calidad de vida hay que resaltar que la Medicina tiene un efecto paradójico: muchas ve­ces los tratamientos para recobrar o mantener la salud generan efectos secundarios nocivos o indeseables (operaciones mutilantes, medicamentos tóxicos, explo­raciones desagradables, etc.). En otras palabras, se pa­sa mal para estar bien.

En el caso de obtener la recuperación o curación los efectos adversos del tratamiento sobre la calidad de vi­da pueden superarse y cuando existen limitaciones graves se pueden adaptar los objetivos o confeccionar nuevos proyectos. La Medicina moderna proporciona ayuda complementaria mediante rehabilitación, sopor­te psicológico u otras técnicas especializadas.

Frente a las enfermedades crónicas se emplean trata­mientos que alargan la vida, impiden el deterioro físico y psíquico y suavizan los síntomas. En estos casos el efecto paradójico del tratamiento sobre la calidad de vi­da tiene valor discriminativo en el sentido que puede hacer inaceptable el sufrimiento sobreañadido al aplicar medicamentos o técnicas d~sagradables, complicados o tóxicos. Por este motivo u'na parte impo1tante de la in­vestigación médica en las enfermedades crónicas es de­sarrollar métodos que conservando o aumentando la eficacia disminuyan los efectos colaterales desfavora­bles. Evidentemente este esfuerzo también se aplica a los remedios destinados a curar.

Finalmente en el caso de enfermedad progresiva e incurable, donde existe deterioro de las funciones vi­tales físicas o mentales, la Medicina se plantea la cali­dad de cuidados y medios necesarios para conseguir la máxima confortabilidad posible .sin medir el tiempo de supervivencia. A este respecto se han desarrollado en el último siglo medicamentos cada vez más potentes contra el dolor, la ansiedad, la depresión y muchos otros síntomas (respiratorios, digestivos, etc.) de forma que se puede decir que nunca en la historia de la humanidad se ha sufrido menos que hoy, aunque lamentablemente no todos los hombres tengan la mis­ma facilidad para acceder a los avances terapéuticos disponibles.

Bajo la perspectiva del enfermo crónico, calidad de vida es recuperarse con las menos secuelas posibles y, si esto no se puede conseguir, evitar el sufrimiento. Es decir, conseguir el máximo bienestar durante el tiempo restante de vida.

Habida cuenta de que por naturaleza la vida del hombre es limitada y tocios tenemos que morir, cabe re­flexionar que los éxitos frente a las enfermedades son únicamente provisionales: la Medicina no se plantea

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que el remedio definitivo ele las enfermedades es la in­mortalidad: el hombre curado de todo se morirá de otra cosa y aunque apreciamos la vicia como lo más valioso que tenemos, la muerte es nuestro destino temporal que sobrevendrá después de una declinación vital más o menos larga.

Por estas razones, en el punto de la enfermedad ter­minal, cuando la vida se apaga, cantidad y calidad de vida son inseparables, se ha perdido la esperanza de recuperación y el enfermo se dispone a morir, desin­teresándose gradualmente, a medida que van fallando las funciones vitales.

Los enfermos ponen en evidencia su preparación de diferentes maneras. Algunas expresio nes relativamente frecuentes son: déjame morir, o, quiero morir. Ambas significan desánimo, necesidad de comprensión, renun­cia a seguir luchando, sufrimiento insopo1table, deses­peración o deseo de terminar. Siempre se han entendi­do como muestra de desinterés por la vida, nunca como un requerimiento de muerte, tanto por los familiares del enfermo como por las enfermeras o los médicos. La so­licitud expresa de terminar la vida, que podría ser: má­tame, de hecho, es absolutamente insólita.

El aspecto espiritual de la calidad de la vida que ter­mina se convierte en el factor preponderante y aquí la Medicina cumple una funcion evaluadora del máximo interés: dictaminar cuando ha llegado el momento irre­versible de la enfermedad y advertir al paciente para que pueda cancelar humanamente los compromisos personales y prepararse a morir.

Es un ultraje a la dignidad humana, sacrificar a los in­felices que no tienen calidad de vida o suficiente canti­dad de vida, para poder ser útiles a sí mismos o a los demás. La civilización, tras haberlo comprobado, no ad­mite las masacres de los débiles e impotentes. Sin em­bargo, estamos asistiendo al avance de un concepto más sutil: legitimar el homicidio consentido voluntaria­mente por medio de la renuncia a la vida del enfermo crónico terminal, presentando como deseable morir an­tes que prolongar un sufrimiento intratable. Aquí el fraude está precisamente en el adjetivo intratable, tal co­mo se aprecia en las recientes y contradictorias expe­riencias de los Países Bajos y el Reino Unido. Estos paí­ses, tan sinlilares socioeconómica y culturalmente, han ilustrado perfectamente el llamado debate de la eutana­sia en el mundo desarrollado, donde salud, como se ha visto, es casi un equivalente de calidad de vida. En los Países Bajos existe un programa de eutanasia activa compartido mayoritariamente por médicos y comuni­dad que se correlaciona con la ausencia de infraestruc-

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tura sanitaria para atender a los enfermos termina­les. Por el contrario, en el Reino Unido se ha desa­rrollado la asistencia al e nfermo terminal me­diante centros y equipos especializados y existen muy pocas solicitudes formales ele eutanasia. En tantos otros aspectos, in­cluso tocantes a la moral ele la vida, como es el aborto, ambos tienen le­gislaciún parecida que lo hace permisible sin ape­nas restricciones. Es evi­dente que la existencia de una infraestructura sanita­ria gratuita que cobije a los enfermos y les atienda socialmente, incluso cuando es posible en el propio domicilio, es sufi­ciente para entender de distinta forma la calidad de la mue1te.

Bajo esta perspectiva, parece claro que los im­perativos socioeconómi­cos y culturales predomi­nan sobre la enfermedad. La vida, con el apoyo personal debido, aunque sea incapacitante tiene valor para el enfermo ter­minal aunque al hombre sano le cueste apreciarlo, porque la dimensión es­piritual es generalmente incomunicable, intransfe­rible. Por el contrario, al enfermo terminal la so­ciedad puede p edirle que sacrifique la vida por el bien común y según se presente esta opción, la puede acoger con altruis­mo. La generosidad, dig-

-na de admiración del que

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mue re, s in emba rgo, es­tigmatiza al testigo ense­i1á ndole falsamente que la vicia es re lativa y cuan­do no hay suficiente cali­dad la solución es morir. Esta contradicción fla­grante con la definición de calidad de vida desa­rrollada en este trabajo, lleva a una situación ab­surda. lrúnicamenle se trnta del avance más re­trógrado que se ha inven­tado, destruyendo el pa­radigma ele Darwin e impensable en la evolu­ció n de las especies vi­vas: la autodestrucción. Al final, la calidad ele vi­cia, mal definida o mal in­terpretada, nos llevaría a los dinosaurios, sólo que esta vez, hombres al fin, desapareceríamos volun­tariamente.

(1) Este campo pertenece pro­piamente a la Teología, pero sin

prejuicio hacia un c::;1udio necesario

más profundo, sólo se toma para es­te trabajo el aspeclO más dementa! por d mal distinguimos d bien y el mal en sí mismo, como una referen­cia externa al hombre que le ha<.:e

ver como bien conveniente y acep­table incluso algo que no desea o que personalmente Je puede perju­dicar. Esta restricción, obligada por el tono que se ha elegido para este lrabajo, no pcnnile desarrollar 1'1 ad ­hesión del hombre al bien, la exis­lcncia del bien absoluto y la rela­ción dd hombre con Dios.

utntsor :&Mi ~;íf J

l:&ffi! '1•1

COMPOSICJON: OJNISOR ® 60 mg Oiltiozem, Clorhidrolo 60 mg por comprimido. DINJSOR (120 mg): Oihiozem, Clorhidrolo 120 mg por comprimido DINISOR RETARD 180 mg ®: Diltiazen lo 180 mg por comprimido. INDICACIONES:

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Se recomiendo iniciar el tratamiento poro ambos indicaciones utilizando Din isor 60 '!19 y con JX o la evaluación clinico del Jl<lCienle y esloblecida lo dosis, utilizar los formos relordoélos. Tro' de lo cardiopatía ísquémico: T rolomiento de base éle lo angina crónico 01!oble y de lo l Prinzmelal; lrotarnienlo de lo angina inesloble corno ahernotivo a !01 nilrolo1 y/o beiobloqJ pacientes con angor postinforlo pueden ser tro tados con diltiozem siempre que no ex1! rodiológico1 de con9e1lión pulmonar y/o lron1lorno1 de lo conducción ouriculovenlriculor. Tro de lo hipertension arterial. POSOLOGJA: Cardiopatía isquémico: La do1i1 inicial mg/dio (DINISOR 60 mg 1 comprimido 2 veces al dioJ, admini1!rodo1 preferenlemenle o comidm. Lo do1is 1e debe a ju1lor o 101 nece1idode1 de cado paciente a inlervolo1 de uno o d rango de do1is de monlenimienlo 1e encuentro enlre 180 y 360 mg/dia. En la angina ine1!obl? llegar o odmini1lror do1i1 de ho1!0 480 mg/dio. Hipertensión arterial: Lo do1i1 inicial e1

180 1J19/dio IDINISOR 60 mg 1 comprimido 2·3 veces al dio), odmini1lrado1 preferenlemenle < comidos. Lo do1i11e debe a¡·u1lor a lm nece1idode1 de codo paciente. El efecto anlihipertensivo ob1ervo normolmenle o !01 4 dios de lrolomienlo crónico, por lo que es esle el momenlo par< do1i1. El rango de do1il de monlenimienlo se encuentra enlre 180-360 CONTRAINDICACIONES: Dihiozem e1lá conlroindicodo en pacienfes con: enfennedoc 1inu1al. o bloqueo ouriculo-venlriculor de segundo o !ercer grado, exceelo en pre1encia de un 1

ventricular en fvncionomienlo; hipalen1ión; on!ecedente1 de hipersen1ibilidod al fórmoco; inl de miocardio y 1igno1 radiológicos de congeslioo P"lmonor; bradicardia 1evera; in1uficienci« izquierdo con edema pulmonar y embarazo Y. lactancia. ADVERTENCIAS Y PRECAUCJOl especiolidodes conlienen locto10. Conduccrón cardíaca: Diltiazem prolongo !01 periodo1 j del nodo AV sin ofecloción significativa del liempo de recuperación 1mu10I, excepto en pa enfermedad del nodo sinu10L En raros ocasiones esle efeclo puede dar lugar a bradicardia o 1 de S!'!jundo o tercer grado. Insuficiencia Cardíaca Congestiva: los es!udio1 hemodiná hombre, en sujetos con función venlriculor normal, no hcm pues lo de manifiesto .una reducciól cardiaco ni eleclos negolivos sobre lo conlractilidod. En pacientes con ofecloción de lo fv nciór¡ se evidenció una me¡orio de los índices de función ventricular sin una disminución si9nific conlroclilidod. Hipotensión: El de1een10 de lo lemión arterial a1ociodo ol lrolomienlo cd puede dar l ~gar, en ocasiones, a hipotensión sintomática. Deterioro agudo de 1<1

hepática: En raros ocasiones se han observado elevaciones enzlmátjcas si9nificalivas así l aherocione1 suge1liva1 de daño hepático o~udo, hobilvolmenle rever1ible1 al interrumpir el Precauciones: Debe empleorse con precoucion en pacienle1 con nefropalio o hepolopalio. Los dermatológicas pueden ser lronsilonas y desaparecer a pesar de continuar el tratamiento con di raras ocasiones, se han descrito algunos casos de erupciones cutáneos que han rr~resmk multiforme r/ o dermolili1 exfolíolíva. Si uno reacción dermotol(>gico persiste, e fórmoco reti rado. INTERACCIONES: Diltiozem se me!obolizo o lrovés del cilocromo P-450-oxidoso. interrumpir el lrotamienlo con dihiazem de forma concomitante o fármacos con similar rr¡ "'J"!ciolmenle aquellos con e1lrecho margen teror.éulico o en pocienles con ofecloción renal y/¡ lo do1i1 de e1!01 deberá ojuslorse al objeto de monlener unos nivele1 leropéulico1 odec bloqueantes: El uso concomilonle de b-bl'?'lueonle1 puede elevar el riesgo de bloqueo } ocurre roromenle durante lo administración de diltiazem en monolerapio. los efectos pot( lrolamien!o conlunto sobre la conducción cardiaco requieren uno cuidadosa monilorizoció ele<.trocordi9:9rálico; del mismo modo que cuando se emplean en pacientes con insuficiencio izquierdo. Cimetidino: En aquellos paciente1 lrolodo1 con el diltiozem en 101 que se inicie o ir¡ lrolomienlo con cimelidino deberán conlrolar1e !01 efectos formocológico1 del dilliozem. En e1!\ P,tJede ser necesario modificar !m dosis del diltiazem. Digoxina: Se recomienda monitorizo <le digoxino cuando 1e inicio, modifique o inferrumpa el lrolomienlo con el diltiozem, ol objeto d 10bre o infro·digitolización. Anestésicos: Los do1i1 deben a[ustorse cuando se emplee con junto calcio onlogoni1!01 y onesté1ico1. Ciclosporíno: El dilliazem P"ede reducir lo 1 ciclospqrina que se requiere para obtener concenlraciones son uíneos teropéulicos. El uso ombús fármacos requiere una lituloción cuidadoso. Nitratos: ~uronle el frotamienlo con nitro o largo duración de acción deberá conlrolorse odecuodomenle !01 incremenlo1 de dosis, por 1 electo1 hipolemores odilivos. Carbomozepina: El uso concomilonle de diltiozem Y. cor! puede oumenlor los nivele1 pla1mólico1 de é1fo y por con1iguienle el rie1g,o de loxicido<J. D< En un esludio realizado en animales de experimentoc;ón 1e ha observado lo exi1lencio de in!J colcioonlogoni1la1. Otros fármacos: Cuando diltiazem seo odmini1!rodo concomilonlemen fármacos que puedan ofeclor la conducción (p.e. Amiodorono) y/o conlroclilidod cordioco m oquello1 que monifi e1len efectos hipolen1ore1, 1e recomiendo Jo reolizoción de uno lilulacil cu1dodo10 y conlrole1 con cierto periodicidad, por 1u1 P,Osibles efeclo1 adilivo1 1obret cordiova1eulor. EMBARAZO Y LACTANCIA: Su empleo <Juronle el embarazo e1ló conlroi diltiozem no deberá ser utilizado en mujeres loctonte1 pero si 1u odminislroción se comidero deberá emplear un método olternolivo <le loc!ancio. No se ha establecido lo seguridad y diltiozem en el niño. EFECTOS SOBRE LA CAPACIDAD PARA CONDUCIR ,VEHI UTILIZAR MAQUINARIA: Al inicio del· lrolomienlo e1 conveniente que no se reolicenl requieran especial atención ho1la que lo respuesto al medicamento sea soli1foclorio. INDESEABLES: lm reacciones que se pre1enlon más comúnmente son: edema (5,4%). doloi 14,5%), moreos (3,4%), mlenio (2,8%), bloqueo AV de primer grado 11,8%). rubor (l ,7%). nou: bradicardia (l ,5%). y eruf?Cione1 culánea1 (1,5%). SOBREDOSIFICACION: En ca10 de 1 excesivo re1pue1!0, se aeben emplear medidm de 1oporle apropiados junio o lavad PRESENTACION: DINISOR 60 mg: E11uche1 con 30 comerimidos. PVP !VA: 1858 Plo con 60 comprimidos. PVP WA: 3.709 Plo1. DINISOR RETARD 120 mg: Es1uche1 con 40 c{ PVP WA: 5.124 Pis. DINISOR RETARD 180 mg: E1luche1<on 30 comprimidos. PVP IVA: los medicamentos deben mantenerse fuero del alcance de los niños. Preporod<' ¡x>r PARKE·DAVIS, S.A. Poligono lnd u1lriol Mon10 Moleu, 1/n. El Pro! del lJobregol (Borc Grupa WARNER·LAMBERT CO. MORRIS PLAINS, N.J ., U.S.A. -

UNIVERSIDAD Ut. NAVAfit:v n1n1 1nTFr. f\ ni= Clt"l\!CIA~

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