cai - exclusion incluyente
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Gentili, PabloTRANSCRIPT
En nuestro acercamiento a la escuela Delfín Jijena, pudimos entrevistar a una maestra
comunitaria integrante de los Centros de Actividades Infantiles (CAI), ahondamos en cuestiones
referidas a algunas problemáticas que atraviesa un bloque significativo de los destinatarios del
programa, como ser: condiciones de pobreza, ausentismo, deserción, dificultades pedagógicas.
Tomando como eje para este análisis el concepto de “exclusión incluyente” trabajado por Pablo
Gentili, realizamos una breve aproximación al sector más empobrecido de la población y las
circunstancias que lo traspasa a la hora de hacer valer el derecho a una educación constante y de
calidad, circunstancias que implican un conjunto problemáticas que muchas veces impiden, por
ejemplo, el cumplimiento satisfactorio de la continuidad pedagógica necesaria para una inclusión
efectiva.
Siguiendo a Gentili, los que están excluidos del derecho a la educación no lo están por no
pertenecer al sistema, sino que lo están por formar “parte de un conjunto de relaciones y
circunstancias que los alejan de tal derecho”. Encontramos una fuerte coincidencia con las
palabras de la maestra comunitaria que entrevistamos en la escuela Delfín Jijena: “la zona en la
que trabajamos es muy problemática, en el sentido que hay chicos que no están alfabetizados, si
bien vienen a la escuela, a veces no saben escribir ni su propio nombre, nosotros intentamos que
salgan con algún tipo de aprendizaje pero no resulta difícil”. Desde nuestro punto de vista,
pareciera que esta maestra encuentra un fuerte determinismo de “la zona” (el barrio, las
condiciones y las relaciones que se dan en ese determinado espacio dentro de la ciudad) en la
que viven los chicos que asisten a la escuela y las limitaciones que se le presentan al “potencial
democratizador” del programa. ¿Por qué decimos “potencial democratizador? Porque entre los
objetivos de los CAI se presenta la intención de ofrecer una asistencia pedagógica para aquellos
que sufren dificultades en sus trayectorias educativas, ya sean dificultades de índole
socioeconómicas, pedagógicas, etc. Entonces, los CAI, que se presentan como un complemento o
alternativa para la inclusión, también se ven influenciados por las condiciones de vida y de salud
que presentan sus destinatarios (los más pobres). Las condiciones de las que hablamos atentan
contra el derecho de aprender, y por lo tanto, son un obstáculo para la acción efectiva del
programa. No ponemos en duda la existencia una tendencia a la inclusión que supone la
“superación efectiva de las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales que producen
históricamente la exclusión”, y por lo tanto la superación de los obstáculos que impiden el acceso
al sistema o a una formación digna. Lo que sí planteamos es si esta tendencia de la que hablamos
llega a producir el efecto deseado o si el determinismo que generan las condiciones de
vulnerabilidad es demasiado fuerte sesgando o incluso anulando las intenciones del programa.
Llevamos esta misma problematización de la tensión entre pobreza y educación al circuito micro-
educativo particular de la institución de la cual hemos recolectado los datos para realizar este
trabajo. En el diálogo con la maestra comunitaria, mencionada en el párrafo anterior, nos afirmó lo
siguiente: “a los chicos que vienen a esta escuela les cuesta mucho la materia lengua, pero para
las matemáticas casi no presentan problemas. Yo creo que se debe a que muchos de ellos son
vendedores callejeros, trabajan en lavaderos, en el mercofrut, en el hipódromo, así que manejan
plata, así que a las cuatro operaciones las dominan, pero la cuestión se presenta al leer y
escribir”. Nos resultó relevante esta declaración, que si bien presenta un grado de suposición, nos
permite reflexionar sobre cómo dentro del marco de lo institucional e incluso de lo jurisdiccional
puede existir una parcialidad en las preferencias educativas de gran parte de los niños/as: por un
lado, los/as estudiantes presentan facilidades al acercarse a las asignaturas que les sirven para la
subsistencia diaria, que les permiten la satisfacción de sus necesidades básicas día a día, ya que
la pobreza les exige esta lucha constante dentro de un sistema y una sociedad que los atrapa y de
alguna los pone en jaque haciéndolos trabajar siendo aún menores de edad; y, al mismo tiempo,
estos mismos estudiantes se alejan de las materias que pueden brindarles competencias de
superación y/o de movilidad social, como ser competencias de expresión y discernimiento, que les
permita aspirar a “algo más” y salir del circulo vicioso de trabajar-para-vivir al que son sometidos.
Nuestro planteamiento se centra en si los CAI reconocen críticamente este condicionamiento de
las preferencias educativas, que desde nuestra reflexión atenta contra la democratización política
y el ejercicio de la ciudadanía generando segmentación y desigualdad de oportunidades, y si son
capaces de compensar las faltas que resultan de tal condicionamiento, mediante la producción y
aplicación de estrategias de abordaje que “despierten” el interés por la adquisición de habilidades
reflexivas, participativas y creativas, que generen las condiciones para la inclusión.