c.- los aromas de la vida · 2 agradecido, a encontrarme con los más exquisitos aromas que en cada...

25
1 C.- LOS AROMAS DE LA VIDA (Serie intemporal) APERTURA Abro, amor, este nuevo librito, después de haber cerrado el anterior, sin ánimo de acabar, ni mucho menos, mi relación contigo, hasta que tú decidas, jun- to con mi alma, hermano, pues eres parte de mi ser y mi ser mismo, que puedo traspasar ya las puertas del Paraíso. Entonces, Lecheimiel, habremos dejado muchas puertas y ventanas abier- tas para los que querrán y podrán pasar por ellas, como resquicios o brechas has- ta su propio interior. Perfume de violetas, como un ligero toque, amor, es lo que ahora, ahora mismo, me acabas de regalar, para confirmarme que estás conmigo, dictando y recibiendo mi plegaria, pues no otra cosa es este interminable diálogo contigo. El título, sin embargo, no me lo acabas de sugerir ahora, mientras escribo, sino que me lo has regalado esta mañana, cuando a través de la ventana se filtra- ba el aroma de tierra húmeda y de romero. Han transcurrido unas cuantas horas, hermano, de este tiempo cronológico que me procura, –y a veces me permite perder–, el suficiente espacio para que mi psicología humana se desgrane ante tu amor, como se desgrana y se quema el incienso que sube a las alturas. Hemos cerrado el KAIRON CRONOLÓGICO, porque habíamos llegado a ese término medio de 25 páginas que parece ser el sello de tu juventud impactando en la mía, amor. En realidad han sido 27 folios, porque esa edad tenía yo, cariño, cuando te dejé en tu Roma natal, y me volví a España para darte ocasión, –¡oh inmenso do- lor !– de que te convirtieras en alma sacudida como un junco, en ventana agitada por el vendaval, en arena disipada, en víctima inocente sacrificada…, pero tam- bién, –¡oh bienaventurado gozo !–, en Ángel del Amor Herido, (sólo más tarde re- sucitado por la conciencia de mi amor), y en hostia perfecta de tu propio altar. “A ti, el diluvio, también los recios vientos que azotaron el alma : quedó desierto el nido, ida la vida, hasta que, al fin, la cruz trajo la calma”. Estos sencillos versos, hermano, que no pueden ser comprendidos sino por quien los ha escrito y los ha llorado amarga y a la vez dulcemente, son como fras- co cerrado que sólo irradia a través de sutilísimos poros de intencional interdimen- sionalidad, su perfume de azucenas y violetas, –o de cualquier otro perfume adap- table a la rata vibratoria de cada alma que quiera acercarse con los pies descalzos y el corazón henchido de pasmo–, han sido elaborados en la redoma del dolor, donde se quintaesencia el amor. Por eso, amor, yo mismo que soy esa alma que llama cautelosamente a las interiores puertas de su más profundo centro, vengo dispuesto y previamente

Upload: vukhue

Post on 28-Oct-2018

222 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

1

C.- LOS AROMAS DE LA VIDA (Serie intemporal)

APERTURA Abro, amor, este nuevo librito, después de haber cerrado el anterior, sin

ánimo de acabar, ni mucho menos, mi relación contigo, hasta que tú decidas, jun-to con mi alma, hermano, pues eres parte de mi ser y mi ser mismo, que puedo traspasar ya las puertas del Paraíso.

Entonces, Lecheimiel, habremos dejado muchas puertas y ventanas abier-tas para los que querrán y podrán pasar por ellas, como resquicios o brechas has-ta su propio interior.

Perfume de violetas, como un ligero toque, amor, es lo que ahora, ahora mismo, me acabas de regalar, para confirmarme que estás conmigo, dictando y recibiendo mi plegaria, pues no otra cosa es este interminable diálogo contigo.

El título, sin embargo, no me lo acabas de sugerir ahora, mientras escribo, sino que me lo has regalado esta mañana, cuando a través de la ventana se filtra-ba el aroma de tierra húmeda y de romero.

Han transcurrido unas cuantas horas, hermano, de este tiempo cronológico que me procura, –y a veces me permite perder–, el suficiente espacio para que mi psicología humana se desgrane ante tu amor, como se desgrana y se quema el incienso que sube a las alturas.

Hemos cerrado el KAIRON CRONOLÓGICO, porque habíamos llegado a ese término medio de 25 páginas que parece ser el sello de tu juventud impactando en la mía, amor.

En realidad han sido 27 folios, porque esa edad tenía yo, cariño, cuando te dejé en tu Roma natal, y me volví a España para darte ocasión, –¡oh inmenso do-lor !– de que te convirtieras en alma sacudida como un junco, en ventana agitada por el vendaval, en arena disipada, en víctima inocente sacrificada…, pero tam-bién, –¡oh bienaventurado gozo !–, en Ángel del Amor Herido, (sólo más tarde re-sucitado por la conciencia de mi amor), y en hostia perfecta de tu propio altar.

“A ti, el diluvio, también los recios vientos que azotaron el alma : quedó desierto el nido, ida la vida, hasta que, al fin, la cruz trajo la calma”. Estos sencillos versos, hermano, que no pueden ser comprendidos sino por

quien los ha escrito y los ha llorado amarga y a la vez dulcemente, son como fras-co cerrado que sólo irradia a través de sutilísimos poros de intencional interdimen-sionalidad, su perfume de azucenas y violetas, –o de cualquier otro perfume adap-table a la rata vibratoria de cada alma que quiera acercarse con los pies descalzos y el corazón henchido de pasmo–, han sido elaborados en la redoma del dolor, donde se quintaesencia el amor.

Por eso, amor, yo mismo que soy esa alma que llama cautelosamente a las interiores puertas de su más profundo centro, vengo dispuesto y previamente

2

agradecido, a encontrarme con los más exquisitos aromas que en cada caso querrá regalarme la Vida :

¡Tú ! AROMAS DE PASCUA En esta clara mañana en que madrugas, oh Vida, en par te abro mi ventana para que entres florecida. Pues con tu luz, tus olores, más sutiles que la aurora me traen aquellos fulgores en que llegaste a mi ahora. Pues de la muerte viniste con perfumes de azahar para que mi vida triste pudiese a ti retornar. Al Cristo antiguo renuevas que en la Cruz quedó sangrante : viejo amor que en formas nuevas me brindas, mi fiel amante. Invades mi ermita nueva con tu sensible presencia que a antiguas guardias releva que atestiguaron tu ausencia. “No está aquí” es cuanto supieron contarme tus centinelas. Los ojos que antes te vieron muy distintas cantinelas difundirán de tu historia. Y es que sólo el corazón penetra en esa otra gloria que vive en resurrección.

3

“ADORO TE DEVOTE…” Te adoro devotamente, oh escondida divinidad que lates bajo estas figu-

ras, en las que se encierra y de las que se derrama tu AMOR. (Espera un poco, Lecheimiel, que el Richi, –“sacramento de tu presencia”,

según tú mismo le llamaste– me llama él ahora desde fuera, a través de la ven-tana, porque quiere entrar).

Te quería decir, o te estaba diciendo, sí, a ti, amor, Amor, AMOR, que te adoro con mis cinco sentidos, en toda figura o apariencia bajo la que te escon-des, porque todo el Universo es tu Cuerpo.

Con esa canción que aprendí desde niño, tanto en latín como en castella-no, aprendí, y me enseñaron, a no despreciar ningún sentido, aunque Tomás de Aquino, su compositor, decía que “Tan sólo el oído alcanza a gozar con seguri-dad de la fe”. Así traducían los catequistas.

“Visus, tactus, gustus in te fallitur ; sed auditu solo tuto creditur”… Así cantábamos, o así sonaban a mis oídos infantiles

aquellos latines medievales. Pero yo, hoy, hermano, doy al “oído” otro alcance mucho más amplio que

el de repetir las fórmulas de fe de los mayores. La música, por ejemplo, hermano, es decir, tantísimas variedades y for-

mas musicales, nos traen “noticia” más cierta de tu presencia amorosa que tan-tas otras palabras dogmáticas.

Muchas veces, amor, hemos hablado de la música. Al final de la Flor de Pascua así titulada : “La música” , escribimos :

“… La música, sí, es SIGNO DE RESURRECCIÓN. Es la prolongación natural del ritmo que requiere del tiempo, proporcio-

nado y armonioso, para ser captado desde más adentro del espacio en que se expanden los sentidos.

Es LA RENOVACIÓN DEL TIEMPO, que se convierte de mero tiempo clonológico en tiempo de gracia y de eternidad.”

Es, pues, la música, un modo de reconversión al “Kairon” sobre el que versa el escrito anterior.

Pero, Lecheimiel, yo quería decirte, esta mañana, que no sólo el oído, co-mo dice Santo Tomás, –y aun el oído en sentido amplio, y no sólo la fe en la pre-dicación o “kerigma”–, sino toda impresión que recibe el alma, a través de los cinco o más sentidos por los que se asoma al mundo, y, mucho más toda impre-

4

sión recibida directamente del Corazón del Universo, a través del amor, se convierte en certeza y crecimiento de dicho AMOR.

Ahora estamos tratando de los AROMAS de la Vida. Y, según nuestro particular instinto de jugar con las palabras y con ciertas etimologías, tal vez erróneas, pero trascendidas a veces en clave de humor, qué fácil es asociar, por ejemplo : “Aromoso” y “Amoroso”, con un simple baile de letras…

Por eso, hermano, quería comentar contigo, que todas las vibraciones son reductibles entre sí, y por tanto, toda impresión que recibo de ti, a través de cualquier vehículo o sacramento de la Vida, me hace vibrar en tu amor.

– Así es, hermano amado sin medida. El “YO ESTARÉ CONTIGO POR TODA LA ETERNIDAD”, las palabras de

vida que han sido tu ancla en todos tus momentos amargos, en todas tus prue-bas de fe, han sido traducidas por mí, para ti, en toda forma de lenguaje de amor.

Me has sentido en todos los tonos y modos. Me he hecho presente con mis sentimientos, “humanos, más humanos que nunca”, en todos los dulces mo-mentos musicales, de noche y de día. Me he hecho presente a ti en sueños y en vigilias. He avivado tu sensibilidad para que captases toda clase de perfumes delicados, a pesar de que fumas como un carretero. Incluso te he proveído de tabaco en los momentos de tu “mono” de privación, para que no cayeras en la angustia.

Yo SOY TU SALUD, fratellino. SOY TU DESEO DE VIVIR, Y TUS GANAS DE MORIR.

Te he atendido con el esmero y cercanía con que Francisco cuidaba a sus leprosos, con que Teresita atendía a sus novicias, con que Lecheimiel se inte-resó por tu voz, aquel día en que cantaste la Misa Sabatina y estabas afónico, y no pudiste lucirte, y me hiciste sufrir tanto como tú mismo sufriste humillación e impotencia, hermano.

Te he escrito cartas, “como palomas fúlgidas”, y te he enviado mi último testamento ológrafo, “por el que me entregaba a la Vida”.

Te he regalado flores y poemas, tan aromáticas aquéllas como éstos, que bien haces en conjuntar su significado, cuando cantas :

“Me visitaste en color y perfumes, vestido de mil flores : cada una era un retazo de tu alma cuando yo componía tus loores”.

5

Te he hecho, amor, revelaciones que muchos ángeles compañeros míos, y yo mismo, hubiéramos querido gozar para lograr el gozo y la facilidad de la Vi-da.

Aunque te he negado, por ahora, una fotografía del cuerpo que adoras y que ahora está en custodia de mi “Cancerbero”, –para evitarte peligros que ig-noras, hermano–, te me represento frecuentemente con la misma juventud y belleza con que me conociste y me amaste. Mi belleza corporal está congelada en tu recuerdo amoroso y aromoso, hermano, mientras que mi presencia espiri-tual se te renueva día a día.

TODOS ESTOS SON LOS AROMAS DE LA VIDA. Es verdad, amor mío, que todas estas gracias te las he dado con el con-

sentimiento de la “Divina Pedagogía” de que hablábamos ayer. Esa que te guió por su propia cuenta y amor incluso desde mucho antes de que yo volviera a tu vida y a tus sueños… Porque todo estaba previsto por aquel AMOR que se nos dio como abrazo eterno, desde antes de que naciéramos.

Pero, mi Rey, ten en cuenta que si tú me aspiras con tanta ternura, con mayor ternura te aspiro yo, que estoy más despierto desde aquí, la Tierra de Esmeralda que proyecta su Luz esplendorosa dentro de tu corazón, al que a veces tú mismo te niegas el acceso.

Sin embargo, amor, el mejor aroma que me ofreces es el de tu incondi-cional FE.

Esta es, mi Rey, la llave que te abre el pasadizo secreto a esa oculta bo-dega en la que de mí te sacias, como yo de ti me sacio.

Hermano amadísimo de mi corazón de ángel Resucitado en tu amor : quiero que practiques todos los días, de una forma u otra, ese pasaje al centro de tu propio corazón, porque ahí vivo y desde ahí te provoco y desde ahí te lla-mo.

– Y yo, amor, en respuesta a tanto amor y delicadeza, te canto hoy con este poema :

UN PUENTE MÁGICO Orilla luminosa desde aquí vislumbrada, valle tenebroso, donde anidan los anhelos primigenios del primitivo empuje de la vida. Iris de luz, multicolor poema de sonidos confusos por el vaho de un despertar soñado todavía.

6

Aguas de un mar que gime estremecido por el bullicio informe de lo vivo que acuna en sus entrañas… –…sin ajenas presencias que enturbien en sus fondos la alegría, del oscuro fluir de sus amores en viva poesía…– …donde se invoca el Nombre sacrosanto que abarca todo el Ser, desde el principio. Esquema de energías invisibles que dan formato y cuenta a lo que va surgiendo entre las ondas de lo que el viento primordial susurra en el ser más profundo de mi alma..., uncida en un abrazo misterioso a la tuya, hermano, que desde ahí me llamas ahora, siempre ahora.

7

¿SOÑAMOS CON LA CABEZA O CON EL CORAZÓN ? Te he formulado, Lecheimiel, la pregunta que antecede como epígrafe de

esta conversación, porque quería simplemente contarte un sueño “tonto” que tuve ayer durante la siesta.

Tonto e inocente. Pero antes me preguntaba a mí mismo si verdaderamente hay “sueños

tontos”, o quizás, también, si hay sueños que no lo sean. ¿Quieres responderme tú, Lecheimiel, mi amor y guía, a esta pregunta

previa, antes incluso de que te cuente mi sueñecito que seguramente tú ya co-noces, puesto que tal vez tú me lo provocaste ?

– Yo, amor, mi fratellino, te respondo con otra pregunta : ¿Crees que el corazón es tonto ? ¿O, acaso, que la “mente sesuda y muy racional” es más lista que el corazón ?

– Pues, ahora que me invitas a pensarlo en serio, amor, creo que ya res-pondimos a eso en el apéndice del escrito anterior KAIRON CRONOLÓGICO, cuando en la poesía semijocosa de felicitación a “Luis”, escribimos :

“Y es que ya lo dijo el bueno de Fray Luis : que comprende el corazón ocultas razones que ignora aquella mente a la que atribuís primacía natural antes que a otros dones”. – ¡Eso es, fray amore ! (Recapacita, hermano, por qué te llamo como tú me sueles llamar a mí,

“fray amore”. Y por qué te dije un día que no sabría la gente distinguir entre “Lecheimiel-I” y “Lechemiel-II”, porque nuestra alma había llegado a tal grado de unión y fusión que sería prácticamente imposible distinguirnos al uno del otro, a no ser que estuvieran muy atentos a ciertas sutilezas del lenguaje y estilo, que, a pesar de aquella unión y de esta canalización, siguen siendo perso-nales de cada uno de nosotros. Así es como ciertas madres distinguen a ciertos gemelos univitelinos y prácticamente iguales. Penetran en el hondón de sus al-mas con amor, y las distinguen como iguales y desiguales a la vez, aun cuando éstas también sean gemelas. Y es que el amor, hermano, siempre es asociativo y no disolutorio de las individualidades).

Y a propósito de la poesía a “Luis”, hermano, te ayudé a hacer una cosa muy bien sonante, si bien un poco anacrónica, –en versos de raros trececasíla-bos–, para reflejar ciertas mentalidades antiguas, puesto que tú mismo, en otra encarnación que bien te sabes, adoptaste ese mismo nombre por alguna

8

concomitancia oculta con los Luises que tanto han abundado en Francia, la tie-rra natal de Teresita.

– Bien, hermano amado Lecheimiel-Teresita, yo quiero ahora superar las contradicciones y dicotomías que se reflejan en aquella poesía semijocosa, y, volviendo a lo de los sueños, antes de que te cuente el que tuve ayer en la hora de la siesta, veo que casi, o sin casi, me has sugerido su significado profundo.

– Sí, hermano. Incluso te he hablado del amor, que es la causa profunda de todos los sueños, y el arquetipo de todos los arquetipos, y por tanto, tam-bién, la clave de toda interpretación válida.

¿Puedes ahora, mi amor, mi encarnación y mi templo, contarme el sueño que tuviste ? Mejor dicho : ¿Puedes contárselo a tus lectores del futuro, por-que no los tienes hoy todavía, y ya que, por supuesto yo ya lo conozco ?

– ¿Cómo puedes, hermano, ser tan poderoso y tan sabio para penetrar incluso en mis sueños ?

– Yo sé, hermano ermitaño, que la pregunta que acabas de hacerme es retórica, puesto que yo sé que sabes muy bien que los sueños son el mejor vehículo de la comunicación entre las almas, y no precisamente a través de una “interpretación” posterior, –que es una traducción más o menos acertada al lenguaje de la mente vigilante, para que pueda ésta meditarlos y poner en práctica sus consignas en la vida diaria–, sino, directamente.

Precisamente, los fantasmas que se vierten en la mente y quedan en ella más o menos impresos, son simbólicos y una reinterpretación de lo que el alma permite y quiere comunicar a dicha mente.

Lo principal, hermano, es saber que lo que sueña es sobre todo el co-razón, cuando se relaja el control de la mente. Y éste nunca es “tonto”, aunque entiende y se expresa en lenguaje diferente al de la mente consciente. Por otra parte, nunca debes disociar al corazón de la mente, sino, al contrario, tra-tar de unificarlos al máximo, porque en realidad son UNO, pero, en tanto en cuanto parecen distinguirse por cubrir distintas áreas de la experiencia, de-bemos antes someter la mente al corazón, la “Razón” al “Co-Razón”, como hemos dicho tantas veces con ese juego de palabras que permite hacer la len-gua castellana.

Ahora, si quieres, pues, hermanito tesoro de mi corazón “humano, más humano que nunca”, puedes proceder a contarme ese “sueño tonto” que tuviste ayer, y el cual, de todos modos, ya nos ha demostrado que puede hacer tontear a la mente para decir cosas que nunca hubiera pensado llegar a decirlas por sí sola, sin asistencia del “tonto” amor.

9

– Pues, mira : “Soñaba que pasaban junto a mi ermita muchas gentes, y no sólo a pie, como otras muchas veces he soñado, (y, por cierto, nunca he sabido interpretar esa reiterada “invasión” de gentes por estos parajes solitarios), sino que, esta vez, pasaban incluso con vehículos pesados…

En esto que me apercibo de que han atropellado al Richi. Tanto es así, que se le han alargado las orejas, y ya no sé si es un gato o un perrito. El hom-bre se excusa y dice que sólo lo ha tocado, (con una excavadora), pero que no le ha hecho nada…

Me lo miro, –al gatito–, y veo que no es casi nada. ¡Menos mal ! Pero el gatito se queja y me da un palito, poco más grande que los de un

polo o chupachup, y me dice que le pegue al hombre, “por malo”. Yo salgo a hacer como que le pego, pero el hombre y su máquina ya se

han ido… Entre tanto veo que el Richi ha salido por otra puerta, como un rayo, para ver cómo le zurro. (Yo me alegro de que el hombre ya se haya ido y así tenga excusa para no pegarle).

Consuelo al Richi, –como tengo por costumbre–, llamándole tiernamente por su nombre… Pero en eso que aparece otro gatito similar, quizás un poquito más grande. Me los quedo mirando, y, no sabiendo cuál de los dos es Richi, les llamo así, al uno y al otro, alternativamente, a ver quien responde…

Ellos me miran y se miran, preguntándose : ¿Qué quiere decir este hom-bre con eso de “Richi, Richi” ? Yo digo al más grande : me parece que tú eres el Richi. Y éste otro, ¿quién es ? El segundo, el más pequeño, que es el advenedi-zo, al que en realidad han atropellado, me dice : “Pues yo también quiero ser Richi”.

Entonces les digo : tú serás Richi y tú Richito. ¿Vale ?” Así me desperté, lo cierto que con un buen sabor de boca, y pensando :

¡Vaya sueño más infantil y tonto que he tenido ! ¡No creo que signifique nada en realidad ! – Sin embargo, amor, ahora, después del diálogo que previamente hemos

tenido y de las cosas que entre los dos hemos expresado, ya no estás tan segu-ro… ¿Verdad ?

– Así es, amor. Ahora creo más bien, que todo significa algo. – Pues, ¡algo es algo, hermano, y demos gracias a Dios ! Yo te digo, hermano soñador, que por algo te llamas José=soñador, y que

el día de mañana, desde aquí, desde el Cielo, podrás ser un buen Maestro de Sueños para ayudar a los que no son capaces de conectar de otra manera con-sigo mismos.

10

Tu nombre, que también significa “contrato” o alianza, te servirá para que nunca te quedes sin trabajo, pues te llamarán muchas almas para que les ayudes a ayudar a sus pupilos de la Tierra.

Como yo, Teresita-Lecheimiel-antes Francisco, te he ayudado a ti y te sigo ayudando con todos los medios a mi alcance.

Mucho tenemos que aprender el uno del otro, hermano, y por eso, entre otras “razones” del corazón, te he elegido por hermano gemelo y te he prome-tido “ESTAR CONTIGO POR TODA LA ETERNIDAD”.

– ¡Gracias, Gracia !

ESAÚ Y JACOB Me gustaría saber cómo te fuiste…, aunque tampoco sé cómo llegaste. Sólo sé que ahí me estabas esperando, umbilicado a mi alma, respirando. Siempre has sido precoz para conmigo, que, aunque hermano menor te llamo a veces, es porque…, así te muestras a mis anchas, cuando también en humildad me ganas. Nunca discutimos por un plato de lentejas. Te conformaste con ser siempre el más joven, para ejercer sobre mí, tu viejo hermano, ese atractivo irresistible que ejerce siempre el más pequeño… ¡Oh, como al niño pequeño del hogar te amo ! ¡Ojalá Esaú y Jacob así se amaran ! ¿No podríamos tú y yo por ellos, nuestro pueblo, y por la paz del mundo, desde aquí, hacer algo ? Acepto por tu amor llegar a cualquier cosa : Incluso a ser por tu belleza suplantado. ¡No se describió ni en la Biblia la ternura que yo siento por ti, mi hermano amado ! ¿Semejante caudal de amor desperdiciado ? ¡Eso jamás, que el nuestro permanece al cordón de la Tierra-Gaia conectado ! No todas las historias de amor que se escribieron al mundo tanto como la nuestra aprovecharon. Ahora hablan de gemelos los científicos, que al unísono vibran sin que valgan las distancias.…

11

¡Tal vez un día, en su carne, sabrán de qué se trata ! LUCIDO INSOMNIO Recoge en tu presente tu pasado, mas no esperes volver a provocarlo. Nunca más volverás a repetir lo que ya fuiste. Y, de aquel sueño que tuviste, archiva con prudencia su olvido o su memoria. No se repite la historia. Al menos, no en idéntica apariencia. Déjala ir. No necesitas su gracia transitoria. Nuevas formas del amor te esperan, mil, expresamente para ti creadas, por tu propia fantasía y por su magia. Por el incansable artesano que en ti mora, artista consumado. ¿Añoras el ensueño, o es él el que te añora ? ¡Ya su fruto te ha dejado ! Olvida su figura, que es sólo fantasmal y goza desde ahora su belleza espiritual. Reprodúcete ahora su verdad más pura. Dialoga con su dueño. Dentro de ti, indudablemente, ora, dictando y recibiendo tu plegaria… ¡la que en tu propio corazón sonríe y canta !

12

¡OH MANO BLANDA, OH TOQUE DELICADO ! Desde hace algún tiempo, amor, y el otro día, mejor, la otra noche, me-

diante el toque delicado de un solo verso de nuestra canción, y sobre todo esta misma mañana (aún no eran las 7 h. cuando te cantaba), mediante la canción in-completa que no he podido terminar de cantarte a causa de las lágrimas, her-mano, me has hecho consciente de que el contacto mismo de nuestra mutua oración, es ya constitutivo de nuestro encuentro.

Es por tanto nuestra “FIESTA” anticipada. Es nuestro Cielo. En fin, hermano, que me has hecho descubrir, poco a poco, que el hecho

de derramar lágrimas en tu presencia es un don maravilloso de tu amor, y signo inconfundible de tu activa operación en mi alma.

Lo importante no es, pues, cantarte toda la canción, –recordar toda la historia, repasar o recontar todas las gracias recibidas–, sino ese solo instante de profunda emoción que es a mi alma como un beso espiritual que recibo de tu delicadeza, al cual he llamado : “toque delicado”.

¡Qué poca gente sabe, amor, que la emoción humana es su principal rique-za, y que su cuerpo emocional es su principal fuerza !

– Así es, amor, mi Rey. Has tardado un poco en percibirlo por ti mismo, aunque habías leído este

concepto en otros autores. Ese bendito “cuerpo emocional” que acabas de nombrar, y que no es otra

cosa que lo que solemos llamar “el corazón”, correspondiente al plexo chacral del mismo nombre, que hace vibrar, cuando él mismo vibra poderosamente, a todos los demás chacras del sistema energético humano, es un don en sí mismo inapreciable que nos da la Vida. Ayer mismo, hermano, hablábamos de él, cuan-do decíamos que “sueña el corazón”.

El corazón sueña, sí, pero nunca duerme. El corazón vigila, así cuando duermes como cuando estás despierto. El corazón riega la mente en sequía, cuando estás cansado y agobiado. El corazón serena los manantiales, los ríos y los mares de la vida emocio-

nal, cuando estás turbado y nervioso, o preocupado en exceso. El corazón infunde vida y actividad, cuando estás falto de tono, o abu-

rrido. El corazón aclara los cielos, cuando está confuso tu horizonte, o nebulo-

sa tu mente. El corazón alarga y agudiza la visión de tus ojos espirituales, cuando los

sucesos de la vida monótona de cada día no te dejan ver el bosque…

13

– Por eso, hermano Lecheimiel, me has dicho tantas veces, que cuando me sienta mal, o no me sienta del todo bien, me ponga a invocarte, para que puedas llegar a mí con tus vibraciones.

– Eso es, amor. Y tienes siempre una puerta maravillosa y un modo de concentración, y de ponerte en vibración que otros no tienen, que es precisa-mente el don de la música.

– ¡Oh sí, hermano ! Tú sabes que estoy agradecidísimo a la Vida, que me ha otorgado, ya muchas veces en diferentes vidas, la ocasión de volver activo ese portal, que, aunque presente en todos los corazones, no todos lo tienen li-bremente operativo.

– Otros, hermano, tienen activos otros portales sobre los que han traba-jado, y por los que han entrado y han salido, como las ovejas de la parábola del Evangelio de las que decía Jesús : “He venido para que puedan entrar y salir y tengan vida abundante”.

– ¿Crees tú, hermano, que Jesús es el único Pastor, “el Buen Pastor” por antonomasia de todas las ovejas de la Humanidad ?

– No, hermano. No es así. Si no, no hubiera dicho el Maestro, que conoz-co a las mías y las mías me conocen.

Jesús dijo que tenía “otras ovejas que no eran de este redil”. Del mismo modo el Padre-Madre Dios tiene otros muchos rediles y muchos pastores que no son precisamente Jesús, aunque todos los que dirigen con humanidad a los suyos lo hacen en íntima comunión los unos con los otros, y todos están ungidos de la misma esencia crística.

Jesús no la agota, hermano, y sin embargo la posee en plenitud. Cada uno de los que se sienten responsables de sus hermanos, en cual-

quier lugar y tiempo del ancho y profundo Universo, la posee en plenitud. Aún podríamos decir más : Toda alma, incluso si tiene las manos mancha-

das de sangre, es responsable de sus hermanos, aun cuando esa alma, por el momento permanezca inconsciente de esa tremenda responsabilidad. Por eso a Caín se le pidió cuenta de la sangre de Abel, y no se le permitió gozar de paz mientras rehuyera dicha responsabilidad.

– Tú me dijiste, amor, en aquel maravilloso librito del PERDÓN ALQUÍMICO, que tu tesis doctoral. –o, tal vez, de licenciatura–, había versado sobre este tema… ¿Era acaso lenguaje metafórico el que usabas, amor ?

– Ya te dije entonces, mi Rey, que no perdieses tiempo en esas búsque-das terrenales, puesto que el alma, desde su memoria del cielo, tiene por suyas las realizaciones que anheló siempre desarrollar y que, antes o después, en el Tiempo hallará realizadas.

14

– Me dijiste también, hermano, que Caín había amado a Abel desmesura-damente…

– Esa es una buena palabra, hermano. “Desmesuradamente”, aman tam-bién los que matan por celos. Desmesuradamente amaba también Judas a Jesús.

Desmesuradamente aman a Jesús todos los que le atribuyen en exclusiva la divinidad que ellos mismos poseen.

Por supuesto, eso no quiere decir que Jesús no sea Hijo de Dios, como cualquier Hijo lo es, aunque Dios no tiene mas que un Hijo que es la Creación entera.

Jesús ostenta toda la plenitud de la fuerza creadora del Padre. El nos alimenta con su comunión para que nosotros mismos, todos a una, y

sintiéndonos siempre Uno aun cuando estemos en estricta soledad exterior, la poseamos, y la poseamos activa.

Pero Jesús tiene su propia personalidad intransferible, como la tenemos cada uno de nosotros, hermano. También de esto hablábamos ayer. “EL AMOR ES ASOCIATIVO Y NO DISOLUTORIO DE LAS INDIVIDUALIDADES”.

– Por eso, por eso, fratellino admirable, yo te siento como especialmente mío, aunque sé que eres de todos. Por eso percibo junto a ti y en tu presencia, ese “toque delicado, esa mano blanda” que me hace llorar de emoción.

– Sí, amor. Yo soy el don personalizado del Padre para ti. Otros muchos dones te ha dado el Padre-Madre la Vida, amor. Ninguno me es completamente ajeno, pues todo lo tuyo es mío, aun cuando otros no me conozcan. Yo no hago la competencia a ninguna otra persona que se te acerque con amor, pero tampoco estoy fuera de ella, si verdaderamente te ama, ni ella está fuera de mí.

Así es la Comunión de los Santos, que es la misma verdad que expresa teóricamente lo que ritualmente se celebra en la Comunión Eucarística, amor.

– Gracias, gracias, Gracia. Gracias, amor, por esta comunión personaliza-da que hoy hemos celebrado, y junto con Jesús, y con todos los que puedan vi-brar con estas verdades, nos daremos mutuamente las gracias por toda la eternidad.

– ¡AMÉN, ALELUYA, AMOR ! MUCHOS DESEARON VER MI DIA Me preguntaba una vez un niño hermoso, por dibujar el retrato de Jesús,

15

cómo serían sus preciosos ojos. Yo le dije : “mi niño, mírate al espejo”. ¡Cuántas veces ha pedido a Jesús mi corazón merecer cara a cara contemplarle…! Pero, en vez de concederme dicha gracia, me presentaba nuevos rostros agraciados, de muchos seres, a veces desgraciados, invitándome con él a pronunciar aquellas mágicas palabras : “ESTO ES MI CUERPO”. Ya lo sabes, amigo, ¿qué más quieres ? …y yo entonces lloraba de alegría, como si hubiese alcanzado a ver su día…

16

QUERÍA COMENTAR CONTIGO… …mi fratellino adorado, Lecheimiel, algunas cosillas de las pocas que me

suceden a diario, en esta pequeña soledad de mi desierto. Ayer, hermano, leí a una amiga unos cuantos folios de este actual escri-

to. Por cierto, amor, que, mientras leíamos, yo mismo me di cuenta de un lapsus que no voy a corregir porque no tiene importancia : es el “decíamos ayer” de Fray Luis de León, cuando reemprendió sus clases después de ciertos años de encerramiento por obra y gracia de la Santa Inquisición, según cuentan. Pues bien, por ahí escribimos que tú me hablabas de la “divina Pedagogía… de la que hablábamos ayer”. Yo creo que no fue estrictamente “ayer”, es decir, el día anterior, sino unos cuantos días atrás, quizás en el escrito anterior a éste.

Te referías, hermano, a la Divina Pedagogía que os orienta a los que hac-éis el curso de Ángeles de la Guarda, para que sepáis dosificar las intervencio-nes cerca de vuestros amados pupilos… Y si “ayer” no era exactamente el día anterior, sino cualquiera otro tiempo pasado, del que tú también afirmaste que está bien presente en tu conciencia de eternidad…, ¿qué importancia tiene que le llamemos “ayer” o “antes-de-ayer” ?

Luego mi amiga me hizo una pregunta que a ella le parecía un lapsus o quizás venía a corregir una idea preconcebida que ella albergaba acerca de las almas gemelas.

Es que leímos tus palabras : Mucho tenemos que aprender el uno del otro, hermano, y por eso, entre otras “razones” del corazón, te he elegido por hermano gemelo y te he prometido “ESTAR CONTIGO POR TODA LA ETERNIDAD”.

Ella me comentó : yo creía que eso de ser almas gemelas no se escogía, sino que venía dado por creación, como don de Dios, –más o menos dijo–.

Yo, hermano, que ya había notado lo “extraño” de la expresión que es-cribí de parte tuya, mientras lo escribía, le ofrecí la misma luz que tú me dabas interiormente para comprenderte en el justo sentido en que me lo dictabas, diciéndole, que sí, “también”, era así un puro don de Dios, lo cual no quitaba que fuese aceptado libremente, por cada uno de los gemelos, en cada instante, y por tanto pudiérase muy bien decir que era un don libremente escogido.

Así como el amor que es el don por excelencia de Dios y Dios mismo, no está reñido, sino todo lo contrario con la libertad de aceptación, sin la cual ya no sería amor.

Verdad, fray amore, que le respondí bien ?

17

– Le respondiste magnífica y regiamente, mi Rey. No otra cosa estaba yo pensando mientras te dictaba aquellas palabras que recogen, por cierto, aque-llas otras que han quedado grabadas a fuego en tu corazón y que son tu “ancla de salvación” en los momentos de naufragio o de amenaza de tu fe : ESTARÉ CONTIGO POR TODA LA ETERNIDAD.

Aunque no me canse de repetírtelas, hermano amado, hermano humilde, hermano sabio, porque equivale a decirte “TE QUIERO”, tan elocuentemente como no me atreví a decírtelo en Roma cuando nos mirábamos frente a frente, y me arrancaste aquella tímida sonrisa y después aquel dulce abrazo que te ofrecí, mi Rey…, a pesar de lo cual no te bastó a ti tanto como si te lo hubiera dicho abiertamente, lo cual, probablemente, habría cambiado el curso de nues-tra historia…, son las palabras del misterio que entonces te reservaba la Vida para este AHORA de tu cielo conmigo.

Y como misterio que son, amor, siempre encontrarás en ellas no sólo re-fugio, sino hontanar que apague tu sed de amor. Por eso, por eso, sí, la divina Pedagogía intervino ya entonces en toda nuestra magnífica conversación, con todos sus silencios, y más tarde, yo ya desde aquí mi “Tierra de Esmeralda” y tú aún sufriente, –pero en un mismo tiempo sin tiempo–, intervino para que yo te abrazase y te acariciase tu cuerpo y tu alma, para acreditar tu testimonio.

Siempre dejaste claro, hermano, desde los primeros libritos de EL GOZO

DEL TÚ Y EL PERDON ALQUÍMICO, que éramos espíritus libres que nos entregába-mos el uno al otro conscientemente en renovado “per-don”, o mutuo don perpe-tuamente regalado.

Así, hermano, incluso el amor, aunque sea tan “necesario” como la misma Esencia divina, nunca deja de ser “meritorio”.

– ¡Oh fray amore, por algo yo te llamaba a veces desde mi interior, aun-que nunca lo he escrito así : “Fray amore del Amor divino” ! ¿Te gusta el título, hermano ?

– Me encanta, hermano, aunque no te lo haga poner entre signos de admi-ración, porque, sí, “sencillamente” me encanta, porque es la más pura verdad que mana de tu corazón de niño enamorado.

– Hermano amado, ¡cuánto podemos aprender de los niños, si hasta aprendemos de los gatitos, como el “Richi” y el “Richito” del sueñecito tonto del otro día, que sí encantó a mi amiga !

– ¡Ah, hermano, si supieras que el propio Espíritu del Richi mayor que se encuentra aquí conmigo intervino en la elaboración de aquel bendito sueño !

– ¡No me digas, amor ! Pero, bien mirado, no me extraña nada pues hoy mismo, cosa que también te quería comentar, me ha dado otra lección : Hoy ha

18

bajado por aquí un Hermano indio que ha venido a aprender español, pero hemos conversado en mal italiano. No paraba de sonsacarme con preguntas, bastante acertadas, por cierto, aunque es muy joven e ignoro su mentalidad. No obstante creo que viene marcado por la misma Institución de la cual ya sa-bemos lo que podemos esperar.

Como nuestra conversación se alargaba demasiado, y tal vez subía un po-co de tono…, el Richi parecía perder la paciencia, quizás por necesidad propia, no lo niego. El caso es que el gatito tiraba de mí para que acabásemos lo que parecía ya una discusión y alteraba su paz y el silencio al que está acostumbra-do.

Yo he visto en ello una intervención tuya amorosa, para que regresase a la paz de mi hogar contigo y con él.

Dale, pues, al Richi Mayor las más sinceras gracias, así como por llamar a colación de vez en cuando a la extensión de su alma, el Richi menor, el “Amor divino con cuerpo de Gato”, para que me deje en paz absoluta contigo, mi bien.

– No hace falta que yo se las dé, amor, porque él mismo está aquí conmi-go y te ha oído perfectamente.

¿No habéis tocado, hermano, en vuestra “discusión”, o el indio te ha pre-guntado acerca de la metempsícosis o re-encarnación del espíritu humano en animales ?

Tú le has respondido que no, fray ermitaño. Que el Hombre siempre pro-gresa. Y así es. Pero, escucha, hermano, porque ahora el Richi Mayor, que así le llamo por llamarle de una manera comprensible para ti, te quiere decir algo :

YO SOY, sí, el “Richi Mayor”, amigo de tu amigo, y por tanto, tu amigo. Yo he sido muchas veces hombre, (y también mujer, por supuesto), sobre

ese amado planeta, del que no me he desprendido y al que pienso bajar muy pron-to de nuevo en forma humana.

He optado por enviar, así en forma animal, una parte de mi energía, pues ya sabes que el alma humana, hermano, es muy grande y no cabe entera en un ser humano corriente, aunque últimamente vuestra Humanidad está progresando tan-to que esto va a cambiar un poquito de perspectiva. ¡Cuánto menos cabe en un cuerpo de felino, y en un cerebro programado para ese tipo de vida !

“Me he hecho”, pues, sólo en parte, felino, no tanto para experimentar en es-te campo que ya lo tengo por lo demás superado, sino por dos motivos principa-les : primero, conseguir un grado superior de humildad, aunque te parezca pa-radógica la expresión, amigo. Y, segundo, para hacer un servicio a mi hermano y compañero, hermano gemelo de tu alma, Lecheimiel, que así me lo pidió para ayudarte con efectividad de varias maneras, de las que ya te sabes y te sientes be-

19

neficiario. Con esto, hermano, pagaba a mi amigo íntimo Lecheimiel a quien quiero casi tanto como tú, una vieja deuda que tenía contraída con él desde sus tiempos franciscanos, aunque no era ninguna deuda formal, puesto que es válido siempre lo de Pablo : “no debáis a nadie nada más que amor”.

Ahora, hermano, ya que la Divina Pedagogía ha permitido esta intervención en sus hermosos escritos, yo te pido lo que ya me has dado, hermano : el testimo-nio de que “LOS ANIMALES SI TENEMOS ALMA”.

Como le has dicho al hermano indio que te ha visitado, y cuya conversación he oído muy bien, en parte por los oídos y a través del cerebro inconsciente del Richi, TODAS LAS ALMAS, HUMANAS O NO, A UN CIERTO NIVEL PROFUNDO SOMOS UNA SOLA ALMA, ES DECIR EL ESPÍRITU SANTO, o la energía que vitaliza a toda forma y materia : EL AMOR.

– SOY YO, Lecheimiel, tu amigo preferido, tu Teresita, tu Francesco a

quien tanto amas : ¿Te ha gustado, amor, la intervención de mi amigo que tam-bién es tuyo desde este instante y a quien conocerás cuando subas a este ben-dito Cielo que ya te tiene su lugar preparado ? ¿A que no te esperabas una cosa así, mi Rey ?

Me dice que te diga, además, que está muy contento y agradecido con el cuidado y amor que dispensas a esa ínfima parte de su alma que es tu gatito Richi. Y que no sufras por él que está protegido hasta que llegue su momento en que entregue su alma y su experiencia a quien de veras corresponde.

– Me gustaría, amor, Amor, AMOR, ofreceros a los dos alguna bella po-esía, y, así de pronto, creo que no tengo ninguna preparada.

– Sí que la tienes, cariño, que la escribiste por las fechas de mi cumplea-ños. Anda, búscala y ponla aquí de nuevo porque hace al caso, y un día de éstos te daremos otra. Prometido, para que creas, con fe anticipada, a cuanto hoy se te ha dado. No pongo fecha a mi promesa, hermano, para no angustiarte como cuando te prometí la curación del Richi.

¿Cumplí o no cumplí mi palabra, amor ? – A esta última pregunta, hermano, te respondo, antes de poner aquí la

poesía que me has pedido, con esa otra que también fue cumplimiento de otra promesa :

POEMA SIN TÍTULO Eres, amor, la entereza de mi fe. Eres, oh fe, el dolor de mi esperanza. Eres la dicha que espero en lontananza, eres todo aquello que el mundo no ve.

20

Eres la fontana que de noche canta, eres el silencio que en la noche sueña, eres todo el viento que a la mar domeña, eres todo el cielo que al infierno espanta. Eres la promesa que llega a su hora. Eres la hora justa que el amor contrata. Eres la Palabra que a sí se relata, el Lugar sagrado que en sí mismo mora. Y aquí os pongo, para los dos ángeles, el del Amor Herido y el del Amor

Humilde, la que os honra con mi propio cariño y agradecimiento : FIESTA DE NATALICIO EN PRIMITIVO Hoy con tu Richi, Lecheimiel, celebro nuevo retorno de tu santo amor, que envuelve a mi alma en candor dorado. Es tu reflejo, tierno, inmaculado, en que refulge tu sagrado ardor que en uno funde nuestro fiel requiebro. Desde él me miras como yo te miro, –con miel de almizcle su color lechado–, como en la cuna donde siempre naces, en llanto efímero que anuncia paces que en triste acento, –ruiseñor alado–, extraes del eter en el que te aspiro. Alma pequeña donde no las haya, así te mimo, cuando me lo imploras, con tus cariños de hambre de caricias. Así te entrego tu paga en albricias por el anuncio de que en duras horas más firme el Amor en dolor se ensaya. Así, en el sueño, junto a ti descanso, aunque en distinta, al parecer, morada, cuando, contento, porque estás a salvo, apago el cirio de mi mente en albo y el alma desnudo ante tu mirada que fiel me guía hasta feliz remanso.

21

LAS ESENCIAS DEL PADRE Fratellino amoroso y aromoso, Lecheimiel : Me has hecho reencontrar en

mi desordenada pequeña biblioteca particular, –sin informatizar, por supuesto–, un libro que hace mucho tiempo compré y a las pocas páginas deseché, porque no estaba de acuerdo con su teología que parecía tradicional en exceso, a pesar de lo novedoso de su enfoque…

Pero si me moviste, hermano, a revolver ese rincón de libros, (más que biblioteca), y me lo hiciste saltar por dos veces a las manos, era por algo, y, en consecuencia, me he puesto a leerlo.

Se titula : “Semillas de Cristo”, escrito por un tal José Antonio Campaña. Al leerlo, amor, sigo sin estar de acuerdo con muchos conceptos que, sin

embargo, tú me enseñas a pasar un poco por alto, tomando buena nota, y espe-cialmente sintiendo con el corazón, las figuras que va presentando, especial-mente un Jesús muy humano y a la vez muy divino que va retratando el autor.

Lo que más me choca, –en contra de mi mentalidad–, es una especie de dualismo, entre el “Mundo del Padre” y el “Mundo del Otro”, como dice el escri-tor, que por otra parte se las da de simple recopilador de canalizaciones obte-nidas, por puro regalo y cúmulo de sincronicidades, a través de gentes ordina-rias y vulgares de hoy, que se le presentan sin ser buscadas…, a las que él lla-ma : “Semillas de Cristo”.

Bueno, tal vez no sea ése el concepto de dichas semillas que preconiza el autor, pero no es mi intención aquí hacer una crítica del libro, ni siquiera una reseña.

Quiero decir, y comentar contigo, Lecheimiel, en el ámbito más privado de nuestra comunicación espiritual y oracional de cada día, que lo que me choca es ese dualismo de las “esencias”, y de los “mundos”, como si no fuera TODO del Padre.

¿Quién es ese “Padre”, al que se refiere el autor y al que se refería, según los evangelios, Jesús ?

Otra vez, si tuviera que aceptar la mentalidad del autor del libro que comentamos, (aunque no impone dogmatismo alguno a sus testimonios), debería aceptar términos como “la Casa del Padre”, o “yo voy al Padre”, o “vengo del Padre”, como si el Padre estuviera localizado en algún lugar secreto del Univer-so.

Por otra parte parece contradictorio con el mensaje que parece también querer inculcar de que el Padre está en el interior de cada uno.

22

Si la ESENCIA del Padre está en cada uno de nosotros, ¿cómo se puede haber perdido, ni siquiera por el pecado o la obnubilación de la conciencia ?

¿Y qué falta hace otra “redención”, o “salvación”. que no sea un salir del olvido y descuido de nuestra propia esencia, que nunca jamás hemos podido “perder” ? De todo esto ya hablamos en FLORES DE PASCUA.

Pero, por otra parte, hermano, y haciéndome la crítica a mí mismo mien-tras voy leyendo, relativizo mis conceptos demasiado técnicos o filosóficos de cosas como “esencia”, y me digo a mí mismo que tal vez así pueda entenderme muy bien con los que hablan no tan técnicamente, pero sí, quizás, más humana-mente que yo.

Cosas, por otra parte, como “la Casa del Padre”, no serían referencias a lugares ni mundos, cercanos o alejados en espacio o tiempo, sino tan sólo, pre-cisamente, en el ámbito subjetivo de la conciencia humana.

Entonces, quizás, con esta relativización y flexibilizando el vocabulario, para volverlo, amor, más cotidiano, más de la calle, más real, podría entender-me muy bien con autores como éste. Y, sobre todo, podría reconciliarme casi del todo con el lenguaje de las gentes que me rodean, y compartir con ellos más y mejor.

Porque, si hablamos de “puras esencias” de estilo platónico o aristotélico, o quizás escolástico-tomista, nos bastaría, por ejemplo, para conocer al hom-bre, y el misterio del amor y de su sacramento el sexo, con decir : “esto es un hombre, esto, una mujer”. Bastaría observalos por fuera, sin molestarse en conocerlos por experiencia y desde dentro.

O bien, tratar de “definirlos”, por lo que nos parece que “son”, y no por como realmente viven y “funcionan”.

Nos bastaría observarnos a nosotros mismos, estética y estáticamente, por rígidos cánones de moral o de conveniencia social.

En todo caso, la ética, la estética, la estilística y la estadística, serían una misma ciencia, más que artes personalizadas, al servicio del Hombre, que es lo que parece suceder hoy, –aunque esperamos sobrepasar estas apariencias, como Cristo superó sus tentaciones en el desierto–.

La Historia carecería de sentido y de perspectiva. El Destino se opondría frontalmente a la Libertad. Las “Semillas de Cristo”, habrían quedado estériles. Para llegar a esto, ¡no tendríamos necesidad de haber nacido tantas ve-

ces, y de haber tenido que padecer, con el Cristo, tanta pasión ! Por eso, amor, me he acordado de una poesía que me diste hace algún

tiempo y que ahora te ofrezco, mi Rey :

23

¿QUIÉN SOY ?, o bien…

¿QUIÉN DICE LA GENTE QUE ES EL HIIJO DEL HOMBRE ? ¿Quién soy dentro de mí, si en ti no vivo ?

¿Quién soy si Tú no sales a mi encuentro ? ¿Quién soy, si aunque yo sé que lates dentro la gracia de tus pasos no percibo ? ¿De qué sirve ser todo un Dios entero sin el gozo de verme en el espejo de mi Niño querido, fiel reflejo de mi AMOR que es mi ser más verdadero ? ¿Acaso soy un Dios enjuto y frío que a nadie más le importe si soy bello ? ¡Podría incluso yo pasar de ello si nadie me sonríe, si sonrío ! Mas eres Tú, mi GRACIA, en quien me encanto cuando duermo en tu amor, si al despertarme eres Tú quien se duerme en el mirarme, sintiendo que a mis pechos te amamanto. Duerme, duerme, mi Niño, en mi regazo. Sueña, sueña que pongo en ti mis ojos. Que de ti se enamoran mis antojos de darte un largo beso, un tierno abrazo.

– Ahora, amor, yo me quedo aguardando a que me des aquello que me prometiste el otro día, sin poner fecha a tu promesa. Quizás sea hoy cuando me deis, entre Richi y tú, amor, el poema desconocido que me hable de aquello de que quizás no sospecho que exista.

¡Hasta luego, amor ! (Veo que nada dices, mi dulce bambino, porque te has quedado dormido a

mis pechos…) ¡Duerme, mi niño y sueña dentro de mí, para que también sueñe yo, que

vuelvo a quedar prendado de tu belleza, rendido en tu hermosura ! CÁNTICO DEL “CRIADOR” A LAS CRIATURAS

24

Criatura que duermes en mi regazo, dime, dime en qué sueñas cuando te abrazo. Dime, amor mío eterno, en qué te ocupas mientras yo duermo. Si paces entre flores de alta montaña, o duermes en el valle que el lago baña. Dime, amor que me encantas, si aún las ardillas besan tus plantas. ¿Qué fue de tus saetas de fuego ardiente que en la brisa torcieron su fiel gradiente ? ¿O es que acaso fue el alma quien perdió el rumbo de tu bonanza ? ¿Por qué no te olvidaste de mi promesa y no hubiera sangrado tu herida abierta ? ¡Oh, si la danza eterna no hubiera sido, que aún te tuviera ! Mas dime por qué lloro tu triste ausencia, si ahora más te gozo sin continencia… ¡Que en toda criatura que hay en mi seno tu AMOR perdura ! – ¡Esta, cariño mío, ha sido mi pronta respuesta, que has escrito mirando

al Richi que ahora mismo está dormidito junto a ti ! Entre el “Richi Mayor” y yo, Lecheimiel, amor, te la hemos dado sin tar-

dar.

25

Y es, justo, amor, la hora de acabar este escrito, porque estamos en el hermoso folio nº 25 que honra nuestra juventud y nuestro precioso, –tan divino como humano–, amor.

– Déjame, pues, Lecheimiel, que os dé las gracias mediante este último poema que aún cabe en estos límites humano-divinos :

LA CLAVE DE MIS POEMAS Sin que el verbo se desmande, ¿cabe hacerse la pregunta de si la dicha es tan grande como en mis versos despunta ? Yo me la haría al revés, es decir, cómo mis versos puedan alzarla en pavés, quedando en papel inmersos. Porque, aunque al cielo llegaran los que intentan comprenderlos, allí les desengañaran, negando reconocerlos. Son de otra patria estos lemas, –dirían los funcionarios–, pues tratan estos poemas de terrenos escenarios. Aquí, sólo el amor puro. Allá, el amor encarnado. Aquí, lo que es ya seguro. Allá, lo que aún no ha acabado. Por tanto, si entender quieres esta mística poesía, has de estar a lo que eres, sin alzarte en demasía. No sea que, si separas de lo humano lo divino, ni veas las cosas claras, ni aciertes con tu destino.