brasas de babilonia embers of babylontodavía; y la nueva babilonia que soñaron sobre-vive en el...

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278 1996 La edad del espectáculo The Age of Spectacle 1996 279 P ropusieron salir del siglo xx, pero el siglo les ha inscrito en su historia secreta; advirtie- ron que sus nombres sólo quedarían escritos en el agua, pero en torno a su leyenda florece una activa industria académica; teorizaron y despreciaron la sociedad del espectáculo, pero el espectáculo con- temporáneo ha canonizado sus provocaciones en los museos: los situacionistas, que constituyeron la vanguardia más radical de los años sesenta, han accedido en los noventa al panteón equívoco de la cultura establecida. Su líder, el escritor y cineasta Guy Debord, que se suicidó en noviembre de 1994, tituló su última película con un palíndromo latino: In girum imus nocte et consumimur igni (Giramos en círculo en la noche y somos consumidos por el fuego). Pues bien, esas polillas ardientes brillan todavía; y la nueva Babilonia que soñaron sobre- vive en el fulgor cálido de las brasas que restan de su incendio. Surgida en 1957 de la fusión de varios grupos vanguardistas situados en la estela del expresio- nismo, el surrealismo y el dadá, la Internacional Situacionista se propuso la disolución de los límites entre la vida y el arte, y eligió la arquitectura y el urbanismo como campos prioritarios de actuación. Algunos de sus integrantes, como Guy Debord, Michèle Bernstein y Gil Wolman, provenían de la Internacional Letrista, una agrupación parisiense de activistas culturales en cuyo boletín multicopiado Potlatch se vertían críticas iracundas de «un hombre particularmente repugnante», enemigo de la calle, constructor de máquinas de habitar y guetos verti- cales, ‘Le Corbusier-Sing-Sing’. Otros de sus miembros, artistas como el holan- dés Constant Nieuwenhuys o el italiano Giuseppe Pinot-Gallizio, se habían aglutinado inicialmente en torno al Movimiento Internacional por una Bauhaus Imaginista, fundado por el pintor danés Asger Jorn tras disolverse el grupo CoBrA, y que aspiraba a ser una alternativa expresionista al funcionalismo mi- nimalista y silencioso de la Escuela de Ulm, donde el escultor y arquitecto Max Bill intentaba en los años cincuenta reanudar la experiencia interrumpi- da de la mítica Bauhaus. Tanto los intelectuales bohemios como los ar- tistas de vanguardia propugnaban una arquitectura pasional y un urbanismo azaroso, construidos como ‘situaciones’ deliberadas y efímeras, y entendidos como gestos subversivos a través de los cuales el mundo reprimido de los deseos entra en conflicto con el orden totalitario y policial de la ciudad mo- derna, proyectada por los herederos de Le Corbusier o los discípulos de la Bauhaus. Así, Debord y sus colegas exploraban la ‘psicogeografía’ de París a través de interminables y errabundas caminatas, a la deriva en la tradición baudeleriana y surrealista del flâneur; y Constant se transformó de pintor en urbanista para dar forma a la más ambiciosa utopía situacionista, el proyecto de la Nueva Babilonia, una ciudad laberíntica y nómada cuyas maquetas neoconstructivistas constituyen un eslabón insólito entre las esculturas de Tatlin o Gabo y las megaes- tructuras futuristas de Archigram. Como es habitual en los movimientos de van- guardia, los situacionistas tuvieron su ración de herejías, cismas, expulsiones y purgas antes de di- solverse en 1972. La crisis más importante se pro- dujo en el verano de 1961, con la salida del sector ‘artístico’, que incluía a Constant, y la radicaliza- ción del grupo, al que Debord condujo a la órbita del filósofo marxista heterodoxo Henri Lefebvre, crítico de la vida cotidiana y teórico del urbanismo antiburocrático, que sintonizaba bien con la sensibi- lidad anarquista y contracultural de la Internacional Situacionista. Ésta acabaría teniendo un papel sig- nificativo en los acontecimientos de mayo de 1968, para los que suministró panfletos, imágenes y con- signas de laconismo incendiario y lírico, aplicando su brillante terrorismo verbal a la demolición de la ‘sociedad del espectáculo’ que Guy Debord había descrito en su libro del año anterior. La sociedad del espectáculo Tras la disolución del grupo, Debord eligió situarse en lo que llamaba ‘notoriedad antiespectacular’, y desde esta penumbra pública produjo alguna pelí- cula y varios libros. El último, Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, es un texto a la vez lúcido y megalómano, cuya aparición en 1988 avivó el interés por la experiencia situacionista; ésta sería objeto al año siguiente de tres exposiciones mono- gráficas en París, Londres y Boston, así como tema de un libro de gran éxito, escrito por un crítico de rock, Greil Marcus, investigador de los ‘rastros de carmín’ que unen el Cabaret Voltaire del Zúrich dadá con el punk de Johnny Rotten y los Sex Pistols (violentamente desmentido por éstos en su ‘gira del lucro indecente’ del último verano), a través del situacionismo de Debord. En este caso, el vínculo era desde luego Malcolm McLaren, mánager de los Sex Pistols y antiguo si- tuacionista que como tantos otros —del arquitecto Ettore Sottsass al historiador Timothy Clark— tras- ladaron a sus diferentes ámbitos de actividad la se- milla infecciosa de Debord; una semilla que todavía ahora se oye germinar en los escritos de críticos Noviembre November Brasas de Babilonia Embers of Babylon T hey proposed to defect from the 20th century, but the century has inscribed them in its secret history; they warned that their names would be recorded only on water, but an active academic industry surrounds their legend; they theorized on and scorned the society of the spectacle, but the con- temporary spectacle has canonized their provocations in museums: the Situationists, consti- tuting the most radical avant-garde movement of the 1960s, have in the 1990s made it to the equivo- cal pantheon of the cultural establishment. Their leader, the writer and film director Guy Debord, who committed suicide in November 1994, entitled his last movie with a Latin palindrome: In girum imus nocte et consumimur igni (We go around in circles at night and are consumed by fire). True enough, these burning moths still shine, and the new Babylon they dreamt of survives in the warm gleam of the embers remaining of the fire. Emerging in 1957 from the fusion of several avant-garde groups in the wake of expressionism, surrealism, and Dadaism, the International Situ- ationist propounded the dissolution of the borders between life and art, choosing architecture and urban planning as prioritary fields of action. Some of its members, including Guy Debord, Michèle Bernstein, and Gil Wolman, had been part of the In- ternational Letrist, a Parisian group of cultural ac- tivists whose newsletter Potlatch poured out wrath- ful critiques about “a particularly repugnant man,” enemy of the street, builder of inhabited machines and vertical ghettos, ‘Le Corbusier-Sing-Sing.’ Other members, artists like the Dutch Constant Nieu- wenhuys or the Italian Giuseppe Pinot-Gallizio, had initially joined the International Movement for an Imaginist Bauhaus, which was founded by the Danish painter Asger Jorn after the disintegration of the CoBrA group and aspired to be an expres- sionist alternative to the minimalist functionalism of the Ulm School, where the sculptor and architect Max Bill tried in the 1950s to resume the experi- ence of the mythical Bauhaus. Bohemian intellectuals and avant-garde art- ists alike advocated a passional architecture and a daring urbanism, built as deliberate and ephem- eral ‘situations’ and understood as subversive gestures through which the repressed world of desires comes in conflict with the totalitarian and police-like order of the modern city designed by the heirs of Le Corbusier or the disciples of the Bau- haus. Thus Debord and his colleagues explored the La Internacional Situacionista, cuyos manifiestos y obras inspiraron el mayo de 1968, fue la última vanguardia del siglo. The International Situationist, whose manifestos and works inspired May ’68, was the century’s last avant-garde movement. Arquitectura y urbanismo fueron campos prioritarios del interés situacionista. En la página anterior, The Naked City (1957) de Guy Debord, antecedente de la New Babylon de Constant Nieuwenhuys, ilustrada con dos imágenes en ésta. Architecture and urban planning were prioritary fields of action for the situationists. Opposite page, The Naked City (1957), by Guy Debord, and New Babylon (1958), by Constant, illustrated with two drawings.

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Page 1: Brasas de Babilonia Embers of Babylontodavía; y la nueva Babilonia que soñaron sobre-vive en el fulgor cálido de las brasas que restan de su incendio. Surgida en 1957 de la fusión

278 1996 La edad del espectáculo The Age of Spectacle 1996 279

Propusieron salir del siglo xx, pero el siglo les ha inscrito en su historia secreta; advirtie-

ron que sus nombres sólo quedarían escritos en el agua, pero en torno a su leyenda florece una activa industria académica; teorizaron y despreciaron la sociedad del espectáculo, pero el espectáculo con-temporáneo ha canonizado sus provocaciones en los museos: los situacionistas, que constituyeron la vanguardia más radical de los años sesenta, han accedido en los noventa al panteón equívoco de la cultura establecida. Su líder, el escritor y cineasta Guy Debord, que se suicidó en noviembre de 1994, tituló su última película con un palíndromo latino: In girum imus nocte et consumimur igni (Giramos en círculo en la noche y somos consumidos por el fuego). Pues bien, esas polillas ardientes brillan todavía; y la nueva Babilonia que soñaron sobre-vive en el fulgor cálido de las brasas que restan de su incendio.

Surgida en 1957 de la fusión de varios grupos vanguardistas situados en la estela del expresio-nismo, el surrealismo y el dadá, la Internacional Situacionista se propuso la disolución de los límites entre la vida y el arte, y eligió la arquitectura y el urbanismo como campos prioritarios de actuación. Algunos de sus integrantes, como Guy Debord, Michèle Bernstein y Gil Wolman, provenían de la Internacional Letrista, una agrupación parisiense de activistas culturales en cuyo boletín multicopiado Potlatch se vertían críticas iracundas de «un hombre particularmente repugnante», enemigo de la calle, constructor de máquinas de habitar y guetos verti-cales, ‘Le Corbusier-Sing-Sing’.

Otros de sus miembros, artistas como el holan-dés Constant Nieuwenhuys o el italiano Giuseppe Pinot-Gallizio, se habían aglutinado inicialmente en torno al Movimiento Internacional por una Bauhaus Imaginista, fundado por el pintor danés Asger Jorn tras disolverse el grupo CoBrA, y que aspiraba a ser una alternativa expresionista al funcionalismo mi-nimalista y silencioso de la Escuela de Ulm, donde el escultor y arquitecto Max Bill intentaba en los años cincuenta reanudar la experiencia interrumpi-da de la mítica Bauhaus.

Tanto los intelectuales bohemios como los ar-tistas de vanguardia propugnaban una arquitectura pasional y un urbanismo azaroso, construidos como ‘situaciones’ deliberadas y efímeras, y entendidos como gestos subversivos a través de los cuales el mundo reprimido de los deseos entra en conflicto con el orden totalitario y policial de la ciudad mo-derna, proyectada por los herederos de Le Corbusier o los discípulos de la Bauhaus. Así, Debord y sus

colegas exploraban la ‘psicogeografía’ de París a través de interminables y errabundas caminatas, a la deriva en la tradición baudeleriana y surrealista del flâneur; y Constant se transformó de pintor en urbanista para dar forma a la más ambiciosa utopía situacionista, el proyecto de la Nueva Babilonia, una ciudad laberíntica y nómada cuyas maquetas neoconstructivistas constituyen un eslabón insólito entre las esculturas de Tatlin o Gabo y las megaes-tructuras futuristas de Archigram.

Como es habitual en los movimientos de van-guardia, los situacionistas tuvieron su ración de herejías, cismas, expulsiones y purgas antes de di-solverse en 1972. La crisis más importante se pro-dujo en el verano de 1961, con la salida del sector ‘artístico’, que incluía a Constant, y la radicaliza-ción del grupo, al que Debord condujo a la órbita del filósofo marxista heterodoxo Henri Lefebvre, crítico de la vida cotidiana y teórico del urbanismo antiburocrático, que sintonizaba bien con la sensibi-lidad anarquista y contracultural de la Internacional Situacionista. Ésta acabaría teniendo un papel sig-nificativo en los acontecimientos de mayo de 1968, para los que suministró panfletos, imágenes y con-signas de laconismo incendiario y lírico, aplicando su brillante terrorismo verbal a la demolición de la ‘sociedad del espectáculo’ que Guy Debord había descrito en su libro del año anterior.

La sociedad del espectáculoTras la disolución del grupo, Debord eligió situarse en lo que llamaba ‘notoriedad antiespectacular’, y desde esta penumbra pública produjo alguna pelí-cula y varios libros. El último, Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, es un texto a la vez lúcido y megalómano, cuya aparición en 1988 avivó el interés por la experiencia situacionista; ésta sería objeto al año siguiente de tres exposiciones mono-gráficas en París, Londres y Boston, así como tema de un libro de gran éxito, escrito por un crítico de rock, Greil Marcus, investigador de los ‘rastros de carmín’ que unen el Cabaret Voltaire del Zúrich dadá con el punk de Johnny Rotten y los Sex Pistols (violentamente desmentido por éstos en su ‘gira del lucro indecente’ del último verano), a través del situacionismo de Debord.

En este caso, el vínculo era desde luego Malcolm McLaren, mánager de los Sex Pistols y antiguo si-tuacionista que como tantos otros —del arquitecto Ettore Sottsass al historiador Timothy Clark— tras-ladaron a sus diferentes ámbitos de actividad la se-milla infecciosa de Debord; una semilla que todavía ahora se oye germinar en los escritos de críticos

Noviembre NovemberBrasas de BabiloniaEmbers of Babylon

They proposed to defect from the 20th century, but the century has inscribed them in its secret

history; they warned that their names would be recorded only on water, but an active academic industry surrounds their legend; they theorized on and scorned the society of the spectacle, but the con- temporary spectacle has canonized their provocations in museums: the Situationists, consti-tuting the most radical avant-garde movement of the 1960s, have in the 1990s made it to the equivo-cal pantheon of the cultural establishment. Their leader, the writer and film director Guy Debord, who committed suicide in November 1994, entitled his last movie with a Latin palindrome: In girum imus nocte et consumimur igni (We go around in circles at night and are consumed by fire). True enough, these burning moths still shine, and the

new Babylon they dreamt of survives in the warm gleam of the embers remaining of the fire.

Emerging in 1957 from the fusion of several avant-garde groups in the wake of expressionism, surrealism, and Dadaism, the International Situ-ationist propounded the dissolution of the borders between life and art, choosing architecture and urban planning as prioritary fields of action. Some of its members, including Guy Debord, Michèle Bernstein, and Gil Wolman, had been part of the In-ternational Letrist, a Parisian group of cultural ac-tivists whose newsletter Potlatch poured out wrath-ful critiques about “a particularly repugnant man,” enemy of the street, builder of inhabited machines and vertical ghettos, ‘Le Corbusier-Sing-Sing.’ Other members, artists like the Dutch Constant Nieu-wenhuys or the Italian Giuseppe Pinot-Gallizio, had

initially joined the International Movement for an Imaginist Bauhaus, which was founded by the Danish painter Asger Jorn after the disintegration of the CoBrA group and aspired to be an expres-sionist alternative to the minimalist functionalism of the Ulm School, where the sculptor and architect Max Bill tried in the 1950s to resume the experi-ence of the mythical Bauhaus.

Bohemian intellectuals and avant-garde art-ists alike advocated a passional architecture and a daring urbanism, built as deliberate and ephem-eral ‘situations’ and understood as subversive gestures through which the repressed world of desires comes in conflict with the totalitarian and police-like order of the modern city designed by the heirs of Le Corbusier or the disciples of the Bau-haus. Thus Debord and his colleagues explored the

La Internacional Situacionista, cuyos manifiestos y obras inspiraron el mayo de 1968, fue la última vanguardia del siglo.

The International Situationist, whose manifestos and works inspired May ’68, was the century’s last avant-garde movement.

Arquitectura y urbanismo fueron campos prioritarios del interés situacionista. En la página anterior, The Naked City (1957) de Guy Debord, antecedente de la New Babylon de Constant Nieuwenhuys, ilustrada con dos imágenes en ésta.

Architecture and urban planning were prioritary fields of action for the situationists. Opposite page, The Naked City (1957), by Guy Debord, and New Babylon (1958), by Constant, illustrated with two drawings.

Page 2: Brasas de Babilonia Embers of Babylontodavía; y la nueva Babilonia que soñaron sobre-vive en el fulgor cálido de las brasas que restan de su incendio. Surgida en 1957 de la fusión

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En la página anterior, dos carteles de Asger Jorn, La sirena e il pirata de Pinot-Gallizio (1958) y la Ode à l’Odéon de Constant (1969). En ésta, Spatiovore (1959) y un ‘sector’ de New Babylon, obras ambas de Constant.

Opposite page, two posters by Asger Jorn, La sirena e il pirata by Pinot-Gallizio (1958), and Ode à l’Odéon by Constant (1969). On this page, Spatiovore (1959) and a ‘sector’ of New Babylon, both works by Constant.

como Fredric Jameson o Kenneth Frampton; en las obras de artistas como Hans Haacke o Barbara Kruger; y en los proyectos de arquitectos como Nigel Coates o Bernard Tschumi.

Los situacionistas en el museoLa exposición inaugurada el 12 de noviembre en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, de la que son comisarios los críticos Libero Andreotti y Xavier Costa, y que ha sido montada conjuntamente por los arquitectos Enric Miralles y Elías Torres, pone énfasis en los aspectos artísticos y en las pro-

puestas urbanísticas de los situacionistas, que reúnen en sus cartografías desorientadas los conceptos de juego, azar, deriva y laberinto. Las psicogeografías de Debord se exponen junto a las ciudades utópicas de Constant, y los décollages desgarrados de Asger Jorn junto a la ‘pintura industrial’ e interminable de Pinot-Gallizio: espacios del deseo y gestos de nega-ción de la cultura artística establecida que tendrían su culminación política y festiva en la subversión pasional del mayo parisiense del 68.

Desde la mirada nostálgica contemporánea, sin embargo, es posible que el mesianismo conspirati-

vo y lapidario de los situacionistas (alimentado por un cóctel del joven Marx, Lukács, Mauss, Bataille y Huizinga) interese menos que la poesía desolada y maldita de sus derivas alcohólicas suburbiales. Inspirada por Rimbaud y Breton tanto como por las películas del recientemente desaparecido Marcel Carné, la exploración azarosa de los márgenes urbanos —que Debord descubrió, por ejemplo, al joven Juan Goytisolo— condensa con violento lirismo el extravío lúcido de la aventura situacio-nista: la historia de un puñado de niños perdidos que soñaron ser niños del Paraíso.

‘psycho-geography’ of Paris through interminable and errant treks, in the Baudelairian and surrealist tradition of the flâneur; and Constant the painter-turned-urban planner gave shape to the most ambi-tious Utopia of the Situationists, the project for New Babylon, a labyrinthine and nomadic city whose neoconstructivist models are a rare chain’s link between the sculptures of Tatlin or Gabo and the futuristic megastructures of Archigram.

As is typical of avant-garde movements, the Situationists had their share of heresies, schisms, and purges before disintegrating in 1972. The

major crisis came about in 1961 with the defection of the ‘artistic’ sector that included Constant, and the radicalization of the group, which Debord led to the orbit of the heterodox Marxist philosopher Henri Lefebvre, who as a critic of everyday life and a theoretician of antibureacratical urban planning syntonized well with the countercultural sensibility of the International Situationist. The movement would end up playing a significant role in the events of May 1968, for which it supplied pamphlets and provocatively laconic images and slogans, applying its brilliant verbal terrorism to the demolition of

the ‘society of the spectacle’ that Guy Debord had described in his book of the previous year.

After the group’s dissolution, Debord chose to situate himself in what he called ‘antispectacular notoriety,’ and from this public penumbra he pro-duced a film and several books. The last of these, Comments on the Society of the Spectacle, is a lucid and megalomaniac text whose publication in 1988 rekindled interest in the Situationist ex-perience, leading to monographic exhibitions the following year in Paris, London, and Boston, as well as a bestselling book by a rock critic, Greil Marcus, a researcher on the ‘lipstick traces’ that link the Cabaret Voltaire to the punk of the Sex Pis-tols through Debord’s Situationism. In this case the link was Malcolm McLaren, manager of the Pistols and a former Situationist who like so many others – from the architect Ettore Sottsass to the historian Timothy Clark – impregnated his different activities with the seed of Debord: a seed that still germinates in the writings of critics like Fredric Jameson or Kenneth Frampton, in the works of artists like Hans Haacke or Barbara Kruger, and in the projects of architects like Nigel Coates or Bernard Tschumi.

Situationists at the MuseumThe exhibition in Barcelona, curated by Libero Andreotti and Xavier Costa and jointly set up by the architects Enric Miralles and Elías Torres, puts emphasis on the artistic aspects and urbanistic pro-posals of the Situationists, who bring the concepts of play, chance, deviation, and labyrinth together in their disoriented cartographies. Debord’s psycho-geographies are displayed alongside Constant’s Utopian cities, and Asger Jorn’s torn décollages are shown beside Pinot-Gallizio’s interminable industrial paintings: spaces of desire and gestures of denial of artistic culture that were to have their political and festive culmination in the passional subversion of May ’68.

But from the viewpoint of contemporary nostal-gia, the conspiratorial Messianism of the Situation-ists (nourished by sprinklings of the young Marx, Lukacs, Mauss, Bataille, and Huizinga) is prob-ably of less interest than the desolate poetry of their suburban alcoholic ramblings. Inspired as much by Rimbaud and Breton as by the films of the recently deceased Marcel Carné, the hazardous exploration of the urban edges – which Debord revealed to the young Juan Goytisolo – condenses the lucid wan-dering of the Situationist adventure with a violent lyricism: the history of a handful of lost children who dreamt of being children of Paradise.