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BOLSKAN

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REVISTA DE ARQUEOLOGÍA OSCENSE

20

INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES

HUESCA, 2003

BOLSKAN

Page 6: BOLSKAN - INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES

Edita: INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES(Diputación de Huesca)

Director: Vicente Baldellou Martínez

Secretario: Isidro Aguilera Aragón

Consejo de Redacción: M.ª José Calvo Ciria, Adolfo Castán Sarasa,Carlos Esco Sampériz, Lourdes Montes Ramírez y Pilar Utrilla Miranda

Redacción y Administración: Instituto de Estudios AltoaragonesesParque, 10. E-22002 HuescaTeléfono 974 294 120 - Fax 974 294 122www.iea.es – [email protected]

Imprime: COMETA, S. A. – Ctra. Castellón, km 3,400 – 50013 Zaragoza

Depósito Legal: HU. 242-1984

ISSN: 0214-4999

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PONENCIAS Y COMUNICACIONES PRESENTADASEN EL XXVII CONGRESO NACIONAL

DE ARQUEOLOGÍA

Huesca, 6-8 de mayo de 2003

PLAN DE EDICIÓN DE LAS ACTAS DEL XXVII CNA

I. PREHISTORIA (Bolskan, 18)

II. PROTOHISTORIA (Bolskan, 19)

III. MUNDO CLÁSICO (Bolskan, 20)

IV. EDAD MEDIA / VARIA (Bolskan, 21)

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ÍNDICE

PONENCIA

La casa hispanorromana. Modelos, por Miguel Beltrán ................................

COMUNICACIONES

Valoración comercial de Tarraco: importaciones cerámicas entre el siglo III

a. C. y la dinastía julio-claudia, por Moisés Díaz y Pedro Otiña ..........

La evolución histórica de un solar periurbano en la ciudad de Augusta Eme-rita: la intervención de las antiguas «naves de Resti», por Ana M.ª Beja-rano ..........................................................................................................

El conocimiento del territorio emeritense: la ocupación romana, por CarmenBarroso, José A. Estévez, Berta Marín y Pedro D. Sánchez ..................

Los puentes de la Vía de la Plata en el tramo Mérida-Baños de Montemayor.Consideraciones acerca de su tipología y cronología, por Jesús Acero ..

Aproximación al estudio de la minería del plomo en Extremadura y sus usosen época romana, por Ana I. Cano ..........................................................

El santuario romano de las aguas de Fortuna (Murcia), por Alejandro Egea,Laura Arias, Gonzalo Matilla y Juan Gallardo ........................................

Excavación arqueológica de urgencia en la fábrica romana de aceite y sala-zones de Benalmádena Costa (Málaga), por Gonzalo Pineda de lasInfantas, Juan L. Puerto, Miguel Vila y Rafael Dorado ..........................

El Cerro Martos (Herrera, Sevilla): una almazara de época altoimperial, porJorge Morín, Mercedes Sánchez, Rafael Barroso, Marta Escolà, LuisGonzález, Mario López y Fernando Sánchez ..........................................

13

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10 ÍNDICE

La Gravera de l’Eugeni (Artesa de Lleida): una cabaña de época romana, porJorge Morín, Rafael Barroso, Marta Escolà, Josep Gallart, Mario López,Fernando Sánchez y José Yravedra ........................................................

El hábitat rural durante la época romana en la Comunidad de Madrid, porJorge Morín, Rafael Barroso, Marta Escolà, Mario López y FernandoSánchez ....................................................................................................

De villa a ermita: la pervivencia del hábitat en la Campiña Sur extremeña,por M.ª Soledad Gálvez Pérez ................................................................

Materiales higiénico-sanitarios de Ilici (La Alcudia, Elche, Alicante), porMercedes Tendero y Gabriel Lara ..........................................................

La necrópolis tardorromana del casco antiguo de Alicante. A propósito deuna reciente intervención antropológica, por Consuelo Roca de Togoresy Pablo Rosser ........................................................................................

Figuras en terra sigillata procedentes del yacimiento de la Cañada de Praezen Pilar de la Horadada (Alicante), por María García Samper ..............

Noticia de piezas singulares aparecidas en la Valencia romana, por Juan JoséSeguí, José Manuel Melchor y Josep Benedito ......................................

Segunda campaña de excavaciones arqueológicas en el edificio termal delyacimiento de El Palau (Burriana, Castellón), por José M. Melchor yJosep Benedito ..........................................................................................

Bronces procedentes del yacimiento de El Saucedo (Talavera la Nueva, Tole-do), por Ana M.ª López ..........................................................................

Últimos hallazgos monetarios en el yacimiento de El Saucedo (Talavera laNueva, Toledo), por Isabel Rodríguez y Raquel Castelo ........................

Poblamiento tardorromano en el valle medio del río Guadarrama (Toledo),por Santiago Rodríguez y Carlos Barrio ................................................

La ocultación de un ajuar doméstico a inicios del siglo V d. C. en El Rasillo(Barajas, Madrid). Algunas posibilidades de análisis e investigación,por Diana Pozuelo y Alfonso Vigil-Escalera ..........................................

Instrumental médico-quirúrgico de Segobriga (Saelices, Cuenca). Hallazgosde las campañas de excavación 1999-2002, por M.ª Carmen Santapau

Un recinto funerario romano en Asturica Augusta (Astorga, León), porM.ª Luz González, M.ª Encina Prada y Julio M. Vidal ..........................

El origen del macellum romano en el ágora comercial griega, por Ana Torre-cilla ..........................................................................................................

El entorno rural del núcleo urbano de Huelva en la Antigüedad y la EdadMedia: la villa de La Almagra, por Nuria de la O Vidal, Águeda Gómezy Juan M. Campos ..................................................................................

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PONENCIA

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Bolskan, 20 (2003), pp. 13-63 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

Se traza una aproximación a los principiosgenerales de la arquitectura doméstica en Hispania,analizando las fórmulas más habituales a lo largodel tiempo, desde los modelos de patio hasta lasviviendas asociadas a tabernæ, evidenciándose lafalta de un trabajo que aborde genéricamente elestudio de la casa atendiendo a los hallazgos mate-riales y a los problemas de funcionalidad, ligadosal conocimiento exhaustivo de pavimentos, pinturasy otros elementos. De un conjunto de 365 viviendas,de toda Hispania, exceptuadas las tabernas y losrestos indeterminados, solo subsisten 102 unidadesdomésticas, de las cuales, íntegras y con documen-tación plena relativa a sistemas decorativos, hallaz-gos y evolución cronológica, solo cabe mencionaruna pequeña parte. Subsisten en consecuenciagrandes lagunas en el conocimiento de los sistemasde insulæ en las ciudades, en su relación con loscambios sociales, en lo relativo a las viviendas delas clases menos acomodadas, en el papel de laarquitectura de las villas rústicas respecto de lasurbanas, en los procesos de sustitución de zonasresidenciales por áreas de producción, en el cono-cimiento de significativas partes de la casa (coci-nas, letrinas…) y otros valores sociales de lamisma.

SUMMARY

An approach of the general principles of thedomestic architecture in Hispania is drawn up, analys-ing the more usual methods in the course of times,from the patio models to the houses associated totabernæ, and it is clearly shown the lack of a work

that deals with the generic study of the house, accord-ing to the material findings and the functionality pro-blems related to the exhaustive knowledge of pavings,paintings ans other elements.

Out of a set of 365 houses, from the whole His-pania, apart from the taverns and indeterminateremains, only 102 domestic units persist. Only a littlepart of them could be mentioned, being complete andhaving documents related to decorative systems.

Consequently, there are huge gaps in the know-ledge of the ínsula systems at the towns, in their relat-ion to the social changes, with reference to the housesof the not well-off classes, in the role of the architec-ture in the rustic villas in connection with the urbanones, in the processes of substitution of residentialareas for production zones, in the knowledge of signi-ficant parts of the house (kitchens, latrines…) andother social values of it.

INTRODUCCIÓN1

Un estado actual de la casa romana en Hispaniatendría que plantearse a partir del estudio conjunto decada uno de los aspectos materiales que confluyen ennuestras viviendas urbanas, insertando estas en eltejido de la ciudad a través del tiempo y del espacioy sobre todo partiendo de los modelos sometidos a unproceso de excavación y análisis íntegro.

No es este el lugar para resaltar las carencias eneste terreno, basadas sobre todo en el conocimientodesigual de nuestras viviendas y en la necesidad de

La casa hispanorromana. Modelos

Miguel Beltrán*

1 El presente trabajo forma parte de uno más ambicioso quehemos emprendido con Antonio Mostalac (desarrollo de los pro-gramas pictóricos decorativos usados en la vivienda hispanorro-mana y en sus distintas estancias), parte de cuyas conclusionesenunciamos hace tiempo (BELTRÁN y MOSTALAC, 1996).* Museo de Zaragoza. Diputación General de Aragón.

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reinterpretar antiguas excavaciones, en las que se hanprimado más determinados aspectos relevantes de lascasas, como el estudio los mosaicos, y últimamente elde las paredes pintadas (ABAD, 1992: 13 y ss.; MOS-TALAC y GUIRAL, 1990: 155 y ss.; GUIRAL y MOSTA-LAC, 1993: 365 y ss.; MOSTALAC, 1995: 161 y ss.;MOSTALAC y GUIRAL, 1998: 321 y ss.); además, final-mente se han incorporado estudios detenidos de otrasmodalidades técnicas constructivas, como los apare-jos y materiales usados en los mismos, según la apor-tación de Roldán con el ejemplo de Itálica (ROLDÁN,1988: 119 y ss., y esp. las conclusiones, pp. 137 y ss.).

Frente a la relativamente abundante literaturaantigua sobre la casa romana en general (FERNÁNDEZ

VEGA, 1999)2, son de anotar escasas referencias lite-rarias sobre las viviendas hispánicas. Así la conser-vación, en Córdoba, en época de Varrón, del vocablocenaculum para el espacio destinado a la cena, en laplanta baja de la casa, antes de que se impusiera la cos-tumbre de cenar en el piso superior3. También gene-

rales son las alusiones a las viviendas en terraza deBilbilis: pendula tecta o acutis pendentem scopulis(MARCIAL, V, 2), o las ralas referencias cordubensesen las que se menciona el peristilo de una casa degran fama de la ciudad (MARCIAL, IX, 61)4, o de formagenérica la simple alusión al núcleo doméstico: ædi-bus in mediis (MARCIAL, V, 5)5.

En Hispania es histórico el cuadro orgánicosobre la vivienda, trazado por Balil en el año 1972,con las carencias de su tiempo (BALIL, 1972)6. Re-cientemente interesan las últimas síntesis de BELTRÁN

y MOSTALAC (1996: 61 y ss.)7 y GROS (2001: 137 yss.)8, que constituyen, entre otros, imprescindiblespuntos de partida.

1. CUADRO GENERAL

La tabla general de viviendas conocidas en His-pania es la siguiente:

14 MIGUEL BELTRÁN

2 La obra supone una adaptación del estudio de la casa urba-na romana según las fuentes literarias altoimperiales.

3 VARRÓN, De ling. lat., V, 162: «ubi cenabant cenaculumvocitaban, ut etiam nunc Lanuvi apud ædem Iunonis et in ceteroLatio ac Faleris et Cordubæ dicuntur, posteaquam in superioreparte cenitare coeperunt, superioris domus universa cenaculadicta».

4 La noticia se sitúa hacia el final del siglo I de la Era. Entodo caso el poeta menciona un plátano que fue plantado porCésar, es decir, unos ciento cincuenta años antes.

5 Sin que podamos atribuir esta referencia a un patio abierto,como comenta GROSSE (1959: 261), a propósito de la casa de patioabierto y de sus relaciones con las africanas.

6 Es la puesta al día de la tesis doctoral del autor, cuyo pri-mer resumen data de 1959, momento en que el resumen de los pro-blemas evidenciaba el estado del conocimiento: 1) estudio de laplanta; 2) aparejos y técnicas de construcción; 3) elementos deco-rativos —pavimentos y enlucidos—; 4) todos los hallazgos mobi-liares; 5) modificación de estructuras; 6) estudio estratigráfico. Seevidenciaban en aquel momento errores en las plantas publicadas,

falta del estudio de aparejos, de criterios de datación, ausencia delos materiales muebles, etc. (BALIL, 1959a: 8 y ss).

En BALIL (1972) se puede ver 1) continuidad de los tipos devivienda indígena; 2) adaptaciones o modernizaciones de los tiposindígenas; 3) casas romanas de atrio, o de atrio y peristilo; 4) casasde patio porticado; 5) viviendas plurifamiliares o colectivas de tipoinsula; 6) instalaciones industriales más vivienda anexa; 7) trans-formaciones de casas en instalaciones industriales o artesanas; 8)construcciones rurales absorbidas por el crecimiento urbano.

Así, por ejemplo, se pensó en una simple adaptación de lasviviendas atendiendo a los ejemplos azailenses o las viviendasrupestres de Tiermes. Ambos casos, sin embargo, evidencian unaaplicación de modelos itálicos y de técnicas y tradiciones que sesitúan en la mejor corriente innovadora (pinturas del I estilo y el IIIestilo respectivamente, pavimentos en opus signinum, estanciasmoduladas según unos patrones claros, etc.). Véase, para Azaila,BELTRÁN LLORIS (1991: 131 y ss.); para Tiermes, infra, apartado2.6. No se hace ahora cuestión de las referencias a la vivienda his-panorromana contenidas en trabajos generales, ciertamenteamplios, que no aportan datos de interés para nuestros propósitos,

Cronología Patios Tes tudina dos Tetrástilos Corintios Toscanos Peristilos Tabernas Indet. Total %32 12 13 1 7 44 124 132 365

s. II a. C. 4 2 3 – – 3 1 – 13 3,56s. I. a.C. 23 7 3 – 4 1 5 10 53 14,52Augusto 1 3 1 – 2 8 – – 15 4,10Flavios 1 – 3 – – 5 2 – 11 3,01s. I d. C. 3 – 1 1 – 1 87 21 114 31,23s. II d. C. – – 1 – 1 16 23 13 54 14,79s. III d. C. – – 1 – – 8 6 4 19 5,20s. IV d. C. – – – – – 2 – 9 11 3,01 ? 75 75 20,54

% 8,76 3,28 3,56 0,27 1,91 12,05 33,97 36,16

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2. MODELOS DE CASA

Las presentes líneas se dedicarán ante todo a lavivienda urbana, dejando para otro momento lo rela-tivo a las residencias de las villæ rústicas y urbanas9,cuyas relaciones precisas con la casa urbana estánpendientes todavía de establecer.

Los primeros testimonios son de la segundamitad del siglo II e inicios del I a. C. Esta etapa mani-fiesta una intensa diversidad, y se hacen presentes lasdistintas fórmulas domésticas, partiendo de unos pro-totipos ya definidos en nuestro suelo.

Los ejemplos de viviendas antecoloniales, comoCaminreal o Ampurias (siglos III-I a. C.) (con rótulosen signario ibérico o alfabeto griego), muestran laadopción de los modelos de prestigio tanto por lasélites indígenas como por los comerciantes griegos10.

Metodológicamente parece oportuno partir deuna tipología formal de la casa doméstica. No hay unaevolución cronológica o lineal entre los distintostipos11, por más que se entrecrucen aspectos y ten-

dencias, circunstancias que solo son observables conclaridad en ciudades bien conocidas o con una ampliatipología (Ampurias). No cabe perder de vista eldinamismo que afecta a la casa en cada lugar. Losresultados observados vienen de una larga y comple-ja evolución12, y la difusión de los distintos tipos devivienda no se realiza al mismo ritmo y con idénticaintensidad en todos los ámbitos.

2.1. La casa de patio (fig. 1)

Según el espacio disponible, el patio (distribui-dor de la circulación) adopta una posición más omenos centralizada, mientras que en otros casos,como en los aprovechamientos de áreas residualesdentro de una manzana o en espacios incómodos osaturados (la Neápolis ampuritana), se adoptanviviendas de patio lateral, patentes todavía en la últi-ma fase de desarrollo del núcleo urbano13. Estas dosson las fórmulas que resumen los problemas deimplantación de este elemento estructural. Desde elpunto de vista histórico son imprescindibles los ante-cedentes de la Neápolis de Ampurias, con viviendasdocumentadas en la etapa helenística (desde el sigloII a. C.) que perduran hasta finales del siglo I de laEra.

2.1.1. El patio centralizador

Los ejemplos de Azaila y Caminreal (fines delsiglo II, comienzos del I a. C.) presentan diversas uni-

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 15

ni tampoco a las monografías sobre determinadas ciudades, que setendrán en cuenta en su lugar.

7 Una breve síntesis que avanzamos en su momento sobre losaspectos que ahora desarrollamos.

8 Su último trabajo último constituye una inteligente síntesisde los aspectos más importantes de la vivienda hispánica.

9 De un elevado número de villæ de España solo se conoce laparte urbana, faltando las dependencias de tipo rústico (FERNÁN-DEZ CASTRO, 1982: 88 y ss.). De su mayor o menor grado de cono-cimiento se ha derivado una clasificación tipológica preliminar detipo general: 1) villa residencial señorial; 2) villa de núcleo seño-rial: a) núcleo-peristilo + ambientes de recepción, b) núcleo deperistilo con ambientes de habitación secundarios, c) villas cuyoperistilo es lo único que se conoce; 3) villa señorial no determina-da por el núcleo residencial del peristilo. Desde lo meramente tipo-lógico se han establecido las siguientes categorías (FERNÁNDEZ

CASTRO, 1982: 153): 1) villa de corredor; 2) con torres en la facha-da; 3) de pórtico; 4) de patio (de patio exterior, de patio interior);5) casa de atrio; 6) de atrio + peristilo; 7) peristilo (jardín + pórti-cos; patio + pórticos; peristilo doble).

10 Casa 1, «de las inscripciones», con Xairete y Eutycheo(MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 386) y casa 80 (MAR y RUIZ DE AR-BULO, 1993: 374), con Xaire y Agathos Daimon (MAR y RUIZ DE

ARBULO, 1989: 61 y ss.), así como la casa del mosaico de Hedy-koitos (OLMOS, 1989: 45 y ss.), cuya presencia en la etapa tardo-helenística se explica por los editores como un deseo de autoafir-mación de una tradición aristocrática griega.

11 Deben matizarse algunas observaciones sobre las casasampuritanas (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 346) en las que sedice que las viviendas organizadas en torno a un patio central des-cubierto evolucionan hasta convertirse en las formas canónicas deatrio toscano/tetrástilo. Las casas de patio central se contemplanigualmente como una evolución de las de patio lateral, y estas, a suvez, como una progresión de la taberna doble, a la que se añadeuna expansión lateral (ibídem: 353-354).

12 La casa de los Delfines de la colonia Celsa puede servir deejemplo (BELTRÁN, MOSTALAC y LASHERAS, 1984: 161 y ss. esp.),así como la conocida casa Villanueva de Ampurias (SANTOS, 1991:pássim).

13 Los problemas cronológicos de la Neápolis están sin des-velar en buen número de casos. Conocemos en muchas ocasioneslas épocas finales de uso de las viviendas, pero se ignora elmomento inicial. Así lo dejan ver los últimos editores de la arqui-tectura doméstica (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 232), al indicarque «buena parte de las casas de la Neápolis corresponde a unmomento anterior a la etapa augústea, cuya trama urbana se haconservado por la temprana recesión que experimentó la ciudad afinales del siglo I de la Era». Algunas estratigrafías llevan al sigloII a. C. Es enriquecedora la observación de la planta de Delos, quedocumenta una diversidad ilustrativa de la casa de patio, ya ensituación central, lateral, precediendo a la casa, etc., en extremosque recuerdan constantemente las viviendas ampuritanas (CHAMO-NARD, 1922): patio en el acceso (Delos IIIA, IIID, IVC, VIG…),centralizado (IIIC, VIA), lateral (IIIM), etc. La tipología en con-junto revela una notoria irregularidad, por ejemplo en la ínsula VI(de finales del siglo II – comienzos del I a. C.) (ibídem: 52 y ss.).

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dades de plantas irregulares adaptadas al espacio dis-ponible y en torno a patios rectangulares enlosados(BELTRÁN LLORIS, M., 1991a: 131 y ss.). Los sistemasde desagüe, no conservados, se basan en la inclina-ción de los suelos hacia la zona de acceso. En otrosejemplos, mejor conservados y en dicho sentido másevolucionados, se documenta la presencia de la cis-terna para recogida de aguas y evacuaciones de lasresiduales (Ampurias).

La «casa agrícola» de Contrebia Belaisca estu-vo dispuesta en torno a un patio abierto de 4 m delado (BELTRÁN MARTÍNEZ, 1991: 187, fig. 6, n. 15).Sobresalen la homogeneidad de materiales y dimen-siones, así como los paralelos ya anotados en Delos,Atenas, la propia Cosa en Italia (BRUNNEAU, 1972:146 y ss; YOUNG, 1951: 272 y ss; BRUNO y SCOTT,

1993: pássim14) o el territorio de la Emilia-Romagna(con escasa recepción del modelo de peristilo a favorde un área de patio) (SCAGLIARI, 1983: 316 y ss.),además de los vecinos ejemplos de Glanum yBibracte (BELTRÁN LLORIS, M., 1991a: 135 y ss.).Los últimos hallazgos de Caminreal (que corroboranlas conclusiones cronológicas de Azaila)15 han pro-

16 MIGUEL BELTRÁN

14 Donde alternan las fórmulas del atrio toscano con los sim-ples patios centralizadores.

15 Véase una planta de las viviendas en VICENTE y PUNTER

(1991: 188, fig. 1); también VICENTE (1992: 101 y ss. y fig. 1), sinentrar en la clasificación del tipo de vivienda. Se trata de breves infor-mes donde no se entra en la descripción pormenorizada de las estan-cias y su estructura. Es sugestiva la estancia 6 junto a la casa 1-2, aná-loga a la 14 de la casa de Likinete (I-1) con restos de un horno (?).

Fig. 1. La casa de patio en Hispania (según M. Beltrán).

Patio Siglo II y com. s. I a. C. Siglo I a. C. Siglo I d. C.Centralizador Azaila, Caminreal,

Ampurias, Contrebia

Belaisca, Cáceres el Viejo

Lepida Numancia, Celsa

Columnas no periféricas Conimbriga

Lateral Ampurias (Neápolis)Trasero Ampurias (Neápolis)otras formas Ampurias

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porcionado las viviendas I-2 y I-3, construidas sobreamplios vestíbulos-distribuidores (ámbitos 12 y 1) ycon restos de escaleras (?) en situación simétrica. Enla zona más privada las habitaciones 2 y 6 articulanel paso hacia el fondo de la vivienda y las estancias(¿triclinios?) 4 y 7.

También pertenecen a esta tipología diversasunidades de Ampurias, dotadas de cisternas, entreellas16 la casa de la cisterna en L (MAR y RUIZ DE

ARBULO, 1993: 373 y 374)17, que centralizaba unagran estancia alargada (triclinio) y dos cubicula.

El ejemplo constatado en Numancia de la casade la calle oeste, de planta trapecial con amplio patioirregular al fondo de un pasillo, como protección cli-matológica (SCHULTEN, 1931: fig. 69; ORTEGO, 1967:203; BALIL, 1973: 123), es de cronología imprecisa.En Conimbriga, en la ínsula del Vaso Fálico, se sitúauna estructura de casa con patio sencillo (al que abrendos estancias) al fondo de un amplio paso (ALARCÃO

y ÉTIENNE, 1977: lám. XLVIII).Un último ejemplo de cronología temprana se

presenta en el lado oeste de la supuesta prætenturadel campamento de Cáceres el Viejo (de comienzos delsiglo I a. C.) (SCHULTEN y PAULSEN, 1930: 46 y ss.,fig. 9; ULBERT, 1984: 29, fig. 7.1), calificado comouna casa de patio de reducidas dimensiones (18 x14 m), con estrecho y largo pasillo y diversas estan-cias sin especificar. Paralelos análogos se registran enel campamento V de Renieblas (Numancia), identifi-cados con las viviendas de los tribunos (SCHULTEN,1929: 171, plano 27, 1-4).

La casa IB18 de la Colonia Lepida, de patio enlo-sado (con pendiente hacia la calle vecina), constituyeun eslabón de época triunviral que más tarde conti-nuará en la misma ínsula en la casa C, de época tibe-riana, alcanzando unas enormes proporciones en unaunidad de casi 720 m2 y componiendo hasta elmomento la más significativa y dinámica casa deCelsa (BELTRÁN LLORIS, M., 1991a: 148 y ss., fig. 14;esp. MOSTALAC y BELTRÁN, 1994 [Celsa II])19 (fig. 2).

Al mismo esquema de casa de patio obedece lavivienda III-1 de Varea, en la que resulta difícil dis-cernir el carácter de las distintas estancias (GALVE yANDRÉS, 1983: 837 y ss., planta en lám. I; BASTIDA

y HERAS, 1988: 21 y fig. en p. 22)20. A finales de Tibe-rio y comienzos de Claudio, se levantó la viviendadel «pavimento de opus signinum», en AsturicaAugusta (BURÓN, 1997: 39 y ss.), conocida parcial-mente, con pasillo muy estrecho y largo, plantaincompleta y dudosa y estancias sin interpretar, arra-sadas y sin elementos de juicio21. Se decoró en el IIIestilo.

Se completa el panorama de casas de patio en elcastro de Monte Padrão, Santo Tirso (ALARCÃO,1988: 82, fig. 17)22 (fig. 3).

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 17

16 Además el conjunto 33, que se forma por una casa en U entorno al patio (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 366 y 367). Almismo grupo aunque de peor interpretación por el grado de con-servación, pertenece la casa 52, con el mosaico con la inscripciónHedykoitos en el andron (OLMOS, 1989: 43 y ss.; MAR y RUIZ DE

ARBULO, 1993: 358; véase supra). La última vivienda, la 83, sesitúa en la parte central de una gran L que articula las estancias enambos extremos (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 407).

17 El relleno de la cisterna nos sitúa a finales del siglo I d. C.18 I se refiere a la ínsula y B a la estructura doméstica, es

decir, la casa B de la ínsula I o de los Delfines.19 Téngase en cuenta, sin embargo, que esta vivienda sigue

conservando el atrio testudinado como eje nuclear de la parte másíntima de la morada.

20 No se especifica el tipo de casa que ha sufrido un arrasa-miento de sus pavimentos y estructuras por labores de regadío. Enuna cisterna se documentan pinturas del IV estilo procedentes deun estado anterior de la casa, del siglo II d. C. (GUIRAL y MOSTA-LAC, 1988: 57 y ss.).

21 El ámbito central se interpreta como un atrio, patio oambiente central sin más precisiones (BURÓN, 1997: 71).

22 Casa con patio enlosado, precedido de un vestíbulo. Almismo ámbito corresponden los denominados castella fortificadosdel sur de Portugal —de época tardorrepublicana/augústea—, cuyainterpretación todavía no está clara, entre villas agrícolas fortifica-das o casas-fuertes con otro destino (WAHL, 1985: 149 y ss.; MAIA,1986: 215 y ss.). Se organizan en torno a un espacio central rec-tangular, como en Manuel Galo, o en torno a un ámbito cuadrado,tal vez un atrio toscano (?), como en Castelo da Lousa.

Fig. 2. Celsa, Delfines (BELTRÁN LLORIS, M., et alii, 1984: fig. 68).

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2.1.2. Patios con presencia de columnas

Otros esquemas de patio, más evolucionados23,ofrece Conimbriga (a mediados del siglo I de la Era),entendiendo el patio como un área de luz, sin ámbitoscirculatorios en su torno, como el ejemplo de la «ínsu-la del Vaso Fálico» (fig. 4), con vivienda provista deun amplio pasillo que lleva directamente al patio concolumna central, al que accede una única estancia(ALARCÃO y ÉTIENNE, 1977: lám. XLVIII)24. Otro ejem-plo análogo se localiza en la Neápolis de Ampurias,en el conjunto 70 (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 369y planta general para el detalle de la casa).

Un desarrollo del primer esquema (época fla-via), en Conimbriga, encontramos en la casa al nortede los baños, con patio rectangular provisto de cincocolumnas alineadas en su parte media (ALARCÃO yÉTIENNE, 1977: lám. XLVI)25.

2.1.3. Casas de patio lateral

Documentadas en la Neápolis de Ampuriasdesde el siglo II a. C., se explican como una amplia-ción de la taberna de doble habitación sobre la que seplantea una expansión lateral, surgiendo una vivien-da de planta en L (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 33;véase supra). Se dotan de cisterna y se supone paraeste tipo de casas (no se han conservado escaleras),un segundo y lógico piso. Morfológicamente, suelepredominar una gran estancia o pieza principal. Seexplican, genéricamente, en el aprovechamiento almáximo de los espacios urbanos (fig. 5)26.

18 MIGUEL BELTRÁN

23 No entra propiamente en esta acepción la casa del patiocon cuatro columnas, de la misma ínsula del Vaso Fálico. Dichoámbito no tiene impluvium ni cisterna y en consecuencia tampocopuede considerarse de atrio propiamente dicho (ALARCÃO y ÉTIEN-NE, 1977: lám. XLVIII). Son estos ejemplos los más difíciles deencasillar por su tipología. Esta vivienda, en época trajanea, se vioexpropiada en parte, con lo que quedó reducida a una casa de atriotetrástilo. Numancia ostenta una casa análoga, esta vez con ochocolumnas (SCHULTEN, 1931: fig. 69; BALIL, 1972c: 14 y ss.).

24 No se menciona presencia de cisterna u otras estructurashidráulicas, circunstancias que podrían hacer modificar nuestrojuicio (?).

25 El patio centraliza la cocina, el comedor y diversos cubícu-los. Véase también ALARCÃO (1985: 32 y ss. y figs. 51 y 53).

26 Se clasifican en esta tipología las casas siguientes: núme-ro 5, casa G (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 354); núm. 10. Casa

Fig. 3. Monte Padrão, Santo Tirso (ALARCÃO, 1988: 82, fig. 17).

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2.1.4. Casas con patio trasero

Se trata del conjunto número 42 de la Neápolisde Ampurias, la «casa de la conducción de ánforas»,que ocupa un espacio residual y que en su últimaetapa de desarrollo se dotó de patio trasero, con cis-terna. Este se flanqueaba por una habitación y estabaprecedido por otras dos conectadas a la calle (MAR yRUIZ DE ARBULO, 1993: 369-370).

2.1.5. Otras fórmulas de patio

Ampurias documenta otras modalidades deimplantación, según se combine con un pasillo deacceso lateral (casa número 9 de la escalera, de dosplantas) (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 403), la

vivienda en dos niveles número 20 (ibídem), la casanúmero 55, con patio en el acceso y cuatro habitacio-nes (ibídem: 406), etc., coincidiendo en esta diversi-dad la situación de las casas en los distintos espaciosurbanos.

2.2. La casa de atrio testudinado (fig. 6)

En Ampurias se identifica por una parte la casanúmero 3 (de dudosa cronología), situada al este dela ínsula sureste del foro y cuya investigación defi-nitiva todavía está pendiente de realizar27. Por otraparte, deben tenerse en cuenta algunas de las estruc-turas denominadas por sus editores casas «de núcleocentral» o «pasillo distribuidor» (MAR y RUIZ DE

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 19

de los cuatro apartamentos (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 354).El patio se sitúa en posición delantera central. Sin cisterna. Con-junto número 18. Patio descubierto frontal, con cisterna que acce-día a dos habitaciones (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 404, plantaen fig.). La construcción de la casa, según los materiales en estra-tigrafía, se lleva al siglo II a. C. Estuvo en uso hasta finales del I dela Era. Conjuntos números 23, 28, 32, 43, 50, 74, 82, 84, 87 y 94(MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 353 y ss).

27 Las fauces estrechas conducen a un núcleo central depequeñas dimensiones, que ha tenido diversas reformas. El espa-cio limitado, en este caso, se ve compensado por un crecimiento enaltura (ALMAGRO BASCH, 1962: fig. 2; BALIL, 1972c: 104 y ss.;SANTOS, 1991: 33). Un estudio más detallado de las casas de Azai-la nos ha demostrado la inexistencia en dicho yacimiento de estafórmula (BELTRÁN LLORIS, M., et alii, 1984: 88, y, posteriormente,BELTRÁN LLORIS, M., 1991a: 131 y ss.).

Fig. 4. Conimbriga, casa Vaso Fálico (ALARCÃO y ÉTIENNE, 1977: fig. 48).

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20 MIGUEL BELTRÁN

Fig. 5. Patio lateral: Ampurias, ínsula M, planta de las casas 5, 7, 9, 10 (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 355).

Fig. 6. La casa de atrio en Hispania (según M. Beltrán).

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ARBULO, 1993: 402 y ss.), como el conjunto número35, centrado en un pasillo largo que conduce a tresámbitos al fondo y que se dotó además de un pisosuperior con acceso desde alguna de dichas estan-cias28.

La colonia Celsa representa el mejor expo-nente de esta modalidad (BELTRÁN LLORIS, 1991:141-147), con seis unidades identificadas, desde laetapa triunviral y augústea hasta la etapa de aban-dono de la colonia. Las dimensiones oscilan entre98 m2 (casa IIB) y 534 m2 (casa del Emblema),considerando la existencia de dos plantas (fig. 7).Esta modalidad de arquitectura parece la más liga-da a las clases sociales menos pudientes y signifi-ca un eslabón importante en la tradición de lasínsulas de pisos, siendo mínimas las exigencias derepresentatividad social. También en el valle delEbro, hace acto de presencia esta modalidad enBilbilis (MARTÍN-BUENO y SÁENZ, 2001: 140 y ss.),fechada, como la ínsula I en la que se integra, amediados del siglo I a. C. Este atrio testudinado se

hace convivir, al parecer, con la presencia de unatrio toscano (MARTÍN-BUENO y SÁENZ, 2001: 141,fig. 4)29.

En la vertiente mediterránea, se añade la casade la calle de la Soledad, esquina Nueva de Cartage-na, conocida parcialmente (Ramallo, 1989: 108)30,además de la denominada casa de la Fortuna, deépoca augústea y conocida en su integridad (MARTÍN

et alii, 2001: 21 y ss.; la misma en SOLER, 2001: 55y ss.)31.

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 21

28 Se ignoran otros detalles, así como la cronología de lavivienda, con estancias pavimentadas con opus signinum. Recuér-dese la casa de Celsa II-B, con pasillo muy profundo, doble habi-tación a un lado y dos más al fondo (BELTRÁN LLORIS, M., 1991a:142, fig. 9).

29 Este ámbito, ocupado en su totalidad por una cisterna,parece más un patio de servicio que contiene el depósito que unatrio toscano, dada su situación en la casa y su falta de centralidadrespecto de las habitaciones de representación de la misma, habidacuenta de que está flanqueada por una escalera de acceso por unlado y por una taberna más dos estancias menores asociadas, ade-más de un almacén al norte.

30 Se encuentra en la calle Soledad, esquina Nueva, con dosgrandes ambientes pavimentados con opus signinum y scutulatum.Se ignora su cronología pero debe situarse entre la etapa tardorre-publicana y la augústea.

31 Se trata de la estructura doméstica mejor conocida hasta elmomento en Carthago Nova. El análisis detallado de otros yaci-mientos proporcionará nuevas pruebas, como ha sucedido en Pom-peya (ESCHEBACH, 1970: pássim).

Fig. 7. Celsa, ínsula VII, casa Tortuga (BELTRÁN LLORIS, M., 1991a: fig. 12).

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2.3. La casa de atrio tetrástilo (fig. 6)

En uso en Ampurias, con cierta densidad en susejemplos más antiguos: la «casa de atrio tetrástilo»—final del siglo II y comienzos del I a. C.— (número34) (SANTOS, 1991: 21 y fig. 1.3)32, la del «Clypeus»(número 85) (SANTOS, 1991: 21 y fig. 1.2; MAR yRUIZ DE ARBULO, 1993: 375-377)33, la «casa número1 Villanueva», en su fase primera (ALMAGRO BASCH,1951: 167 y ss.; BALIL, 1972: 90 y ss.; NIETO, 1977:852 y ss.; SANTOS, 1987: 321 y 1991: 22) —media-dos siglo I a. C.— (SANTOS, 1987: 324 y 1991: 23 yss. y fig. 5)34 y la casa 2A35. Esta última se une (salvo

el atrio) con la 2B, de atrio toscano36, conformandouna casa de gran complejidad (figs. 8 y 9). Los ejem-plos de la Neápolis, como los restantes modulados entorno al atrio en Ampurias, se organizan de acuerdocon espacio disponible implantándose los esquemasde prestigio itálicos (casa de atrio toscano con la ins-cripción griega).

Un modelo interesante de la influencia de lavivienda tetrástila como fórmula de prestigio en lapoblación local, deseosa de adquirir hábitos arquitec-tónicos de integración, viene dado (segunda mitaddel siglo I a. C.), por la domus I, 1 de Bilbilis (MAR-

22 MIGUEL BELTRÁN

32 También llamada «casa 34» (MAR y RUIZ DE ARBULO,1993: 367 y 368), el tablinum se flanquea por dos alæ abiertas. Laplanta es irregular.

33 El fondo del impluvium se decoró con mosaico con rosa delos vientos.

34 Se lleva al momento fundacional sin que los materiales, alparecer, permitan una mejor definición. El resto de la superficie dela ínsula se desconoce en su aspecto original en este momento. Lacronología de la primera fase de esta casa depende del rellenoestratigráfico que localizó Almagro en el interior de un pozo cis-terna de la casa (ALMAGRO BASCH, 1947: 190 y ss.), reestudiadoposteriormente por SANMARTÍ (1978: 228 y 229), y que conteníacampan. A tardía, campan. B, campan., F, G, H, ampuritanas y unalucerna Dr. 2, fechable en época cesariana, circunstancias que lle-varon a dicho autor a situar el relleno de la cisterna en la «primeramitad del siglo I a. C.». El propio estudioso (p. 231), concluye aña-diendo que muy difícil situar una fase de vida de esta casa en elperiodo republicano, «faltos de una excavación rigurosamenteestratigráfica». Se insiste de nuevo en trabajo posterior (SANMARTÍ

y SANTOS, 1992: 306 y ss.), a partir de los sondeos realizados en elperistilo de la casa 1, en la taberna al suroeste del atrio y en el relle-no de la cisterna, llevándose la cronología al «segundo cuartoavanzado o mitjan del s. I a. C.», extremos que se aproximan bas-tante a nuestra propuesta. Sin duda el material más moderno es lalucerna Dr. 2, cuyo inicio se lleva en las estratigrafías de la propiaAmpurias a los años 80/70 – 50/40 a. C. (ARXE, 1982: n. 66).Recuérdese que solo un ejemplar de esta forma se ha encontradoen el nivel V (fechado entre los años 100-70 a. C.) y en la fase ter-cera final del área del párking, del tránsito de la primera mitad delsiglo I a. C., apareció otro ejemplar (SANMARTÍ, NOLLA y AQUILUÉ,1984: 149 y ss.). Así las cosas, la cronología de este momentopodría perfectamente llevarse a mediados del siglo I a. C. y noexclusivamente a la fecha más alta que proporcionan las imitacio-nes ampuritanas de campaniense, fecha que recoge SANTOS (1987:232), primer cuarto del siglo I a. C.).

35 La división en dos unidades domésticas se debe a NIETO

(1977: 854) y SANTOS (1987: 324); esta casa está muy afectada porlas modificaciones posteriores. MAR y RUIZ DE ARBULO (1993: 239y ss.) (casa 2B) señalan la ausencia de tablinum axial, en cuyo

lugar se abre una puerta de triple vano hacia el hortus. En estaestancia el tablinum, pudo situarse, sin embargo, en la crujía late-ral al norte.

36 Sobre el programa decorativo de la vivienda, véaseCARRIÓN y SANTOS (1993: 103 y ss.).

Testudinado S. II y com. I a. C. 44 a. C. Augusto Claudio-NerónAmpurias Lepida

Bilbilis

Celsa Celsa

Cartagena (?)

Fig. 8. Ampurias, casa 34, restitución en volumen (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 368).

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TÍN-BUENO y SÁENZ, 2001: 140)37, de la que conoce-mos un estado avanzado (época de Claudio) que noha conservado el impluvio ni restos de cisterna, aun-que sí las basas del porticado que sustentaron colum-nas de madera38. Un atrio tetrástilo desprovisto de sufunción principal que parece más bien la adopción deun modo de prestigio por parte de un representantede la población local. Ejemplo semejante se docu-menta en Conimbriga, en la fase cuarta de la ínsuladel Vaso Fálico, con la transformación del patio 33 enun atrio tetrástilo (como fuente de luz) con implu-vium, pero sin cisterna, evacuando las aguas directa-mente en el colector público (ALARCÃO y ÉTIENNE,1977; GROS, 2001: 207)39.

Otros ejemplos de comienzos del siglo I de laEra se localizan en Pollentia, en la casa de los DosTesoros y en la casa del Noroeste (ARRIBAS, 1982: s.

p.)40. En el primer caso el tablinum centraliza el ámbi-to, flanqueado de triclinio y alcobas. Conimbriga, porsu parte, en la época de Trajano presencia el surgi-miento de este tipo de vivienda en la ínsula al nortede las termas.

Peor se documentan las viviendas identificadasen Astigi (RODRÍGUEZ TEMIÑO, 1991: 345 y ss.), en lacalle San Francisco41 y en Arcobriga, la casa al nortedel supuesto teatro (BELTRÁN LLORIS, M., et alii,1987: 24), sin comprobación por el momento42.

Una nueva interpretación podría aplicarse a la«casa número 1» de Munigua, de época flavia (HAUS-CHILD y HAUSMANN, 1991: 329 y ss.) (figs. 10 y 11),

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 23

37 La vivienda se fecha en la segunda mitad del siglo I a. C.,con varias reformas en época de Claudio.

38 La ausencia de impluvio hace pensar en la adaptación delespacio como un sistema de patio (?). Se describen debajo delsuelo final otros cuatro empedrados y restos de un pequeño canalque pudo corresponder al desagüe del impluvium (MARTÍN-BUENO

y SÁENZ, 2001: 133).39 (ALARCÃO y ÉTIENNE, 1977; GROS, 2001: 207).

40 La primera unidad parece tener su orígen en la etapa deAugusto, prolongándose hasta el siglo V de la Era con transforma-ciones que afectaron a determinados ámbitos de la vivienda. Lasegunda arranca desde la etapa tardorrepublicana; solo se conser-va la mitad de la vivienda.

41 Se conoce solo la mayor parte del atrio tetrástilo, al queaccedía un triclinio. Se fecha a mediados del siglo I de la Era. Esimportante anotar la perduración de esta casa hasta la época deValentiniano (RODRÍGUEZ TEMIÑO, 1991: 351).

42 Se aprecia en la planta del marqués de Cerralbo un espa-cio que puede identificarse, sin más detalles, con un atrio tetrásti-lo con impluvium rectangular ligeramente alargado y tal vez dota-da de pavimentos de opus signinum.

Fig. 9. Ampurias, ínsula C, casas 34-36 (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 367).

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cuya distribución, a pesar del espacio trapezoidal queocupa, se hace en torno a un eje centralizado que hasido clasificado por Hauschild y Hausmann comovestibulum-fauces-atrium-alæ-tablinum, además deotras estancias. La misma tipología se aprecia en lacasa número 6 (HAUSCHILD, 1984: 162). No obstante,Meyer, en reciente interpretación, ha modificado elsentido de la estancia 10, atribuyéndola más bien aluso triclinar por situación y dimensiones y otorgandoasí un valor de peristilo al espacio 5 (antes atrio), enun ejemplo en el que predominaría la función sobrela forma (MEYER, 1999: 106). La misma interpreta-ción sigue GROS (2001: 155)43.

La incidencia de este modelo de atrio tetrástiloen las villæ de Falces (Navarra), en su primera época(?) (FERNÁNDEZ CASTRO, 1982: 172 y fig. 28)44, en lade Sabinillas, Málaga (época severiana) (FERNÁNDEZ

CASTRO, 1982: 172 y fig. 58)45, en la de la Cocosa(¿tetrástilo?) de Badajoz, de la época fundacional(FERNÁNDEZ CASTRO, 1982: 172, quien pone en dudadicha identificación), en la de Bruñel, Quesada, Jaén(FERNÁNDEZ CASTRO, 1982: 172) —en posiciónsecundaria y dependiente respecto del peristilo, comoen la domus de El Pomar, del siglo III—46, o en Piso-es, Beja —siglos I-II d. C.— (NUNES, 1972: planogeneral, 12 y ss.), no parece anecdótica, como se hadicho, sino que obedece al ritmo de convivencia pre-sente en las viviendas urbanas, desempeñando unpapel secundario, o más íntimo, respecto del núcleodel peristilo.

2.4. La casa de atrio toscano (fig. 6)

Cuatro ejemplos se identifican en Ampurias: lacasa 2B ( mitad siglo I a. C.) (SANTOS, 1991: 31; MAR

y RUIZ DE ARBULO, 1993: 239 y ss.; CARRIÓN y SAN-TOS, 1993: 103 y ss.)47, la casa H (PUIG y CADAFALCH,1920: 700, fig. 533, y 1934: 250, fig. 310; SANTOS,1991: 21, fig. 1.1; MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993:

24 MIGUEL BELTRÁN

43 MEYER, K. E., 1999, 106; la misma interpretación sigueGROS, P., 2001, p. 155.

44 Corresponden al siglo II a. C. y desaparecieron en la refor-ma del siglo IV. No se aprecian, sin embargo, restos del implu-vium.

45 Concebido como una zona de tránsito más que como otroespacio.

46 Véase infra, apartado 2.7.47 Véase supra lo dicho acerca de la casa 1 – fase primera.

Las pinturas corroboran las mismas conclusiones cronológicas.

Fig. 10. Munigua, casa 1 (HAUSCHILD y HAUSMANN, 1991: fig. 7).

Fig. 11. Munigua, casa 1 (HAUSCHILD y HAUSMANN, 1991: fig. 10).

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366)48 (fig. 12), la número 80, «de las inscripciones»(con pequeño peristilo) (SANTOS, 1991: 21, fig. 1.4;MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 374 y 375)49 y la casanúmero 41 (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 369)50. Entorno al atrio se abrían un triclinio con el saludo XaireAgathos Daimon (en griego) con espacio para lechoscortos a la griega y el tablinum al oeste.

La primera sufrió añadidos que incorporan lafórmula de un peristilo cuadrado (fase segunda), enépoca de Augusto (CARRIÓN y SANTOS, 1993: 107),como ejemplo de diversificación en los papelessociales de los distintos ámbitos de la casa, contrapo-niéndose los conceptos atrio/peristilo. Se distinguepor el eje fauces-atrium-tablinum; este último, detipo abierto, flanqueado por dos alæ y como ejemplode difusión del modelo romano. La segunda viviendaestuvo habitada hasta la etapa julioclaudia (MAR yRUIZ DE ARBULO, 1993: 63 y ss.). Otras casas de laNeápolis ilustran formas partir del siglo II y primeramitad del siglo I a. C. (SANTOS, 1991: 21)51.

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 25

48 Aparentemente la cisterna, orientada de forma distinta,pertenece a un momento anterior que no se ha podido discernir.Tuvo un pequeño hortus al fondo de la vivienda.

49 Un largo corredor salvaba la parte delantera.50 Esta vivienda se interpreta como una casa de patio. Pero la

presencia canónica de un impluvium cuadrado, que cubre ademásuna cisterna con su misma forma, nos inclina más por la interpre-tación que adoptamos, también manejada por los editores deAmpurias (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 378), pero desechada alno encontrarse con un claro esquema axial en la articulación de lashabitaciones y aducida como una muestra de la ambigüedad de lacasa ampuritana.

51 En ausencia de otros datos de tipo cronológico, son lassucesivas transformaciones arquitectónicas las que prestan elmarco evolutivo correspondiente. Las casas 2A y 2B (atrios tetrás-tilo y toscano), en su primera modulación, obedecen a la parcela-

Tetrástilo Fin s. II a. C. Mitad s. I d. C. Siglo I d. C. Siglo II d. C. Siglo III d. C.Ampurias Ampurias, 1

atrio corintio

Pollentia

Munigua

Pisoes (villa)Falces (villa)Cocosa (villa)

Sabinillas (villa)

Fig. 12. Ampurias, casa H (PUIG y CADAFALCH, 1934: fig. 310).

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Celsa proporciona en la ínsula VII otro ejemplode atrio toscano (BELTRÁN LLORIS, M., 1991a: 150 yss.) correspondiente a la primera fase de la colonia,con desarrollo posterior de la vivienda en el añadidode un patio porticado (fig. 13). Otro modelo de estavariedad de domus viene dado por la casa de la calleLladó de Bætulo, que mantiene el mismo esquema(siglo I a. C. – época flavia)52; se han identificado,entre las estancias, un tablino, el cubículo y un tricli-nio, más dos posibles tabernas en el lado sureste (?)(fig. 14).

En el ámbito de las villæ se documenta un ejem-plo de este modelo de atrio en Torrox, Málaga (FER-NÁNDEZ CASTRO, 1982: 172: fig. 72), concebido con

26 MIGUEL BELTRÁN

ción inicial de las ínsulas en lotes de 120 pies de profundidad (1actus), obra de los agrimensores romanos (MAR y RUIZ DE ARBU-LO, 1993: 242).

52 A ella se refirió también BALIL (1973: 109), calificándolade «atrio tuscánico tetrástilo» (?). Después GUITART, PADROS yPUERTA (1990: 167, fig. 56, y 1991: 37 y ss.) y GUITART (1993: 57).No se especifica el tipo de atrio, como en las referencias anteriores(BARRAL, 1978: 81 y ss., ns. 53-61); por sus características nosparece de tipo toscano, ya que no han quedado huellas de colum-nados junto al impluvium descrito por los excavadores (véaseBARRAL, 1978: lám. XLVII). Son dudosos los ejemplos menciona-dos en Cartagena (RAMALLO, 1989: 110) de viviendas en torno a unatrio con impluvium central y amplios peristilos con estanque y jar-dines, que no se documentan.

Fig. 13. Celsa, ínsula VII, casa Hércules (BELTRÁN LLORIS, M., 1991a: fig. 16).

Fig. 14. Bætulo, casa Lladó (GUITART, PADRÓS y PUERTA, 1990: fig. 56).

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papel subsidiario respecto de la organización del con-junto, en torno a un gran peristilo (siglos II-III d. C.)53,como se conoce en algunos ejemplos suburbanos(casa del Mitreo de Mérida).

2. 5. La casa de atrio corintio (fig. 6)

Solo en Ampurias, en la casa número 1, se am-plía —segunda mitad del siglo I a. C. (SANTOS, 1991:27)—54 el atrio tetrástilo en corintio (SANTOS, 1991: 26y ss. y fig. 8) (fig. 15), como reflejo del gusto por laarquitectura columnada, enriqueciéndose la viviendaen una fase tercera con la creación de un gran peris-tilo, dispuesto en plataforma elevada y apoyado sobrecriptopórtico. La vivienda se mantuvo con sucesivasreformas estructurales en sus fases cuarta (primeramitad del siglo I d. C. —IV estilo—) y hasta finalesdel siglo I (fase quinta).

No se documentan otros ejemplos de atrioscorintios en Hispania55, aunque la villa de Torre Llau-der (Mataró), con pórticos de tres columnas en loslados mayores (FERNÁNDEZ CASTRO, 1982: 174, fig.70)56, puede ser el índice de una mayor extensión de

este tipo de columnado, unido aquí a un posibleperistilo. Esta es una modalidad de escasa relevanciaen Hispania57.

2.6. Formas de atrio indeterminado

La casa del Acueducto de Tiermes (mitad delsiglo I y siglo II d. C.) (ARGENTE, 1991: 217 y ss;ARGENTE, DÍAZ, ALONSO y BESCÓS, 1990: 61 y ss.,esp. planta de la casa en figs. 67b y 77), con pinturasdel tercer estilo (ARGENTE y MOSTALAC, 1982: 147 y

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 27

53 Desde dicho ámbito se accedía a dos habitaciones lateralesy a otra central (de 4,60 x 5,10; 6 x 3,90 y 7,10 x 5,40 m respecti-vamente).

54 Se parte de la cronología que ofrece el emblema teseladodel cubículo, que BALIL (1961: 41 y ss.), sin embargo, situó enépoca augústea.

55 FERNÁNDEZ VEGA (1993: 76 y ss.) hace de atrio corintio lacasa de los Morillos de Juliobriga, pero se trata de un ámbito queno ha proporcionado impluvium, ni enlosado, ni cisterna para elagua. A pesar de dicha clasificación el autor se refiere al espacio A(fig. en plano 3, pp. 70 y 91) como un patio central que denomina«atrio corintio». El autor se decide por un criterio metrológico,atendiendo al atrio corintio cuando las dimensiones de los portica-dos no sean demasiado amplias, siguiendo en esto la formulaciónque ya hicieran TEJA e IGLESIAS (1988: 538). En la misma líneade argumentación clasifica como atrios corintios ciertas casas deCaminreal, Numantia, Bælo y Conimbriga (domus de la basílicapaleocristiana y casa de Cantaber) (FERNÁNDEZ VEGA, 1993: 77 y78). En Juliobriga estamos, evidentemente, ante una estructura depatio porticado o peristilo, como se discute más abajo. Es posibleque un análisis detallado de la casa 3F de Illici permitiera su ads-cripción a esta modalidad (RAMOS, 1991).

56 La estructura definitiva de esta villa se consigue en el sigloII de la Era.

57 Recuérdese que incluso en Pompeya, según la planta másreciente de ESCHEBACH (1970 y 1978: 152 y ss.), esta fórmula sepresenta como un hecho esporádico (solo tres ejemplos).

Fig. 15. Ampurias, casa 1, segunda ampliación (SANTOS, 1991: 26 y ss. y fig. 8).

Toscano Fin s. II a. C. Mitad s. I a. C. Siglo I d. C. Siglo II d. C. Siglo III d. C.AmpuriasCelsa

Bætulo

Torrox (villa)

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ss. y 1985: 881 y ss.), se organiza en torno a un atriode estructura desconocida58, en el que un gran implu-vium, A (con canal para evacuación de sobrantes),excavado en la roca, ocupa el espacio abierto, centra-lizando un triclinio de verano, cubiculum, exedra yun tablinum. Otro impluvium, B, de la misma morfo-logía, nucleaba la zona suroccidental de la viviendarupestre59.

2.7. La casa de «peristilo» (fig. 16)

Supone la fórmula más extendida en Hispania.La adopción de esta manera constructiva equivale ala no necesidad de recoger el agua mediante impluviacomunicados con depósitos, reduciéndose a merosornamentos en forma de estanques o piletas. Fuentes,arbustos y otras fórmulas sustituyen el destino dedicho espacio. La dificultad estriba en la imposibili-dad de definir con detalle ese espacio central enausencia de datos, que sitúan la polémica entre lostérminos de un viridarium + pórticos o un patio por-ticado con suelo de tierra apisonada60, es decir, pre-

28 MIGUEL BELTRÁN

58 No coincidimos con la descripción de los editores, quehablan de peristilo, del que en ningún momento se alude a loscolumnados ni se aprecia su huella en las plantas editadas. Tampo-co se describen apoyos de ningún tipo.

59 No insistimos en otros restos inconexos, imposibles de cla-sificar ahora. En Carthago Nova (RAMALLO, 1989: 107), en la calleDuque 9, se identificó una entrada principal con fauces-vestibu-lum-atrium (?) (RAMALLO, 1989: 109); la casa del Triunfo de Bacode Andelos (MEZQUÍRIZ, 1986: 240 y ss. y 1987: 520), con intere-santes superposiciones, etc.; la casa de la cisterna-eremitorio deAmpurias (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 373 y 374, con tablinumy habitación lateral interpretada como ala (?); los restos de unasupuesta vivienda en Ilerda de época tardorrepublicana, con pavi-mento de opus signinum (PÉREZ I ALMOGUERA, 1984: 76), etc.

60 Disyuntiva que fue adoptada por BALIL (1972: 59), esco-giendo para la primera situación la solución del peristilo. Por suparte, ALARCÃO (1985: 32) reserva exclusivamente el término de«patio» para aquellos ámbitos que no disponen de pórticos, galerí-as u otros ámbitos de circulación envolvente. El viridarium (jardíncon pórticos) se evidencia frecuentemente por la presencia de unestanque, cisterna, fuentecillas, canales u otro sistema de conduc-ción de aguas. Sobre la identificación entre patios porticados yatrios corintios que hace FERNÁNDEZ VEGA (1993: 75 y ss.), véasesupra lo dicho a propósito de los atrios corintios (apartado 2.5).

Fig. 16. La casa de peristilo en Hispania (según M. Beltrán).

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sencia o no de un jardín, circunstancia no siemprediscernible, incluso en ausencia de un suelo pavi-mentado.

Desde lo social, la introducción o uso de lospatios porticados/peristilos significa una cierta idio-sincrasia, como ha visto TAMM (1973: 58 y ss.), asu-miendo, por ejemplo, el triclinium el papel central enla casa, a despecho del tablinum. Del mismo modo, elatrio, cuando se plantea en estas viviendas, asume unpapel fundamentalmente de vestíbulo, nucleandodeterminados ámbitos íntimos de la vivienda o asu-

miendo el carácter de zona de recepción, en contra-posición con el peristilo integrador de grandes espa-cios para el convivium.

Cronológicamente parece anterior la fórmula deámbitos porticados sin presencia de viridaria auténti-cos, que obedecen a fórmulas y tradiciones muy dis-tintas de las que se imponen en la etapa republicanaen Hispania.

Hay varias tendencias no consecutivas en eltiempo:

2.7.1. Añadidos de peristilos sobre viviendas deatrio

Corresponden a esta fórmula, en Ampurias, la yamencionada «casa de las Inscripciones» (con atriotoscano) (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 385)61, la«casa del Horno» —en la ínsula T— (MAR y RUIZ DE

ARBULO, 1993: 387)62, el conjunto número 19 (MAR y

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 29

Así se clasifica como de atrio corintio el espacio central de la «casade los Morillos» de Iuliobriga, atendiendo a sus «dimensiones nodemasiado amplias»: 12,5 m de lado. El mismo tratamiento se daa otros espacios en casas hispánicas de dimensiones semejantes.Respecto del criterio metrológico aludido, al que se ha recurrido enel norte de África, según Fernández Vega, las conclusiones en di-cho ámbito, como deja claramente ver THEBERT (1987: 314 y ss.),van en otro sentido del que se pretende usar: «la importancia rela-tiva de las superficies cubiertas y descubiertas, varía no en funciónde la naturaleza arquitectónica del lugar, sino simplemente en fun-ción de la superficie disponible […] [es] inútil el recurso a lanoción de atrium incluso para interpretar construcciones en las queel patio sigue siendo de modestas proporciones» (THEBERT, 1987:314). Estas conclusiones parecen un contrapunto de las obtenidasa partir del criterio de la relación entre área descubierta y área totalde la casa, como propuso Grimal hace años y continuó después,con precauciones, GOUDINEAU (1979: 234 y ss.), corrigiendo en loscálculos referidos a Volubilis la relación entre área descubierta yárea cubierta que hiciera ÉTIENNE (1960: 121 y ss.) y concluyendoa partir de dichos criterios en tres modalidades: atria itálicos (entre6,5 y 17%), peristilos griegos (18-29%), peristilos itálicos (virida-ria) (33-46% Pompeya; 27-42% Volubilis) (GOUDINEAU, 1979:237). En todo caso, es necesario disponer igualmente de los crite-rios funcionales para los atria itálicos o los peristilos délicos y losviridaria, es decir, impluvium-cisterna, en el primer caso, o ele-

mentos de jardín claramente. En los ejemplos hispanos no siemprese cumplen todas las premisas, por lo que resulta difícil la clasifi-cación atendiendo a ambos criterios, de porcentaje y función. Tam-bién es difícil de averiguar el aspecto real del ámbito central delperistilo: ¿como jardín?, ¿como simple suelo de tierra apisonadaprovisto de un simple drenaje?, circunstancia esta que nos dejaríaen la disyuntiva de patio ¿porticado/viridarium? en más de unaocasión.

61 Del peristilo de 6 x 6 columnas solo se han conservado lascimentaciones, pero no las habitaciones que lo circundaban. Lacisterna del atrio ofrece el momento de abandono de la casa, conmateriales claudios. El inicial es dudoso.

62 Casa número 57.

Peristilo Fin s. II a. C. Siglo I a. C. Siglo I d. C. Siglo II d. C. Siglo III d. C.añadido a atrios Ampurias

+ toscano+ tetrástiloCelsa

+ toscanoAsturica Augusta

+ atrio/patio (?)atrio + peristiloex novo

Emerita (Mitreo) El Pomar

patio sin jardín +pórticos

Caminreal Clunia, Bælo,Portus Illicitanus,Iuliobriga

ajardinado +pórticos

Ampurias Emerita (Basílica,Anfiteatro)Corduba

Conimbriga

peristilo +patios íntimos

Itálica, Clunia(casa Taracena)

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RUIZ DE ARBULO, 1993: 387-389)63, de pórtico en U,y la casa 2B, de mediados del siglo I a. C. (CARRIÓN

y SANTOS, 1993: 105)64. La implantación de un peris-tilo se produce en la casa número 1, Villanueva, en lafase tercera, en el siglo I d. C.65 (fig. 17), y la mismasensación produce el añadido de esta fórmula en laColonia Celsa en la «casa de Hércules», en la épocatardoaugústea, con la presencia de una gran exedraflanqueada por dos salas (BELTRÁN LLORIS, M.,

1991a: 151) y ampliándose los ejes de la casa a par-tir de los ámbitos distribuidos en torno al atrium.

La casa 2B de Ampurias manifiesta diversos aña-didos desde su formulación en torno a un atrio tosca-no, incorporando diversas áreas en sucesivos creci-mientos: 1.º, peristilo cuadrado de 6 x 6 (después deAugusto); 2.º, balneum y segundo jardín porticado +œcus ceremonial flanqueado por dos salas; 3.º, sala detriple acceso (triclinium, más dos aljibes en la partenorte) (SANTOS, 1991: 32 y 33)66. En esta línea se sitúala casa del «pavimento de opus signinum» de Asturi-ca Augusta, que recibe un peristilo, transversalmente,forzado por el espacio libre de la ínsula. Esta zonaporticada (¿cuadrada o rectangular?) se añade en laetapa flavia (BURÓN, 1997: 55 y 71), dotada de colum-nas de ladrillos unidas por medio de pluteus, habién-dose conservado parcialmente las galerías laterales.

2.7.2. La creación (¿ex novo?) de residencias, enun momento avanzado, sobre la fórmula deatrio + peristilo (domus de El Pomar)

Al comienzo del siglo II d. C. corresponde lasuburbana casa del Mitreo (BLANCO, 1978: 14-17 y35-41 y fig. 7), con el conocido mosaico cósmico.Esta vivienda, tal vez propiedad de Vetius Agorius(ARCE, 1982: 209 y ss.), conocida parcialmente, searticula (en una sola fase) en torno un atrio tetrástiloy a dos peristilos. Se han identificado además doscubicula diurna, situados en un plano inferior. Al pri-mer peristilo accede un triclinio alargado (8,12 x4,97 m), flanqueado de otros dos cuadrangulares,cuyo uso se evidencia por los mosaicos (5,10 x 3,85m)67. Peor interpretación tiene la estancia 24, œcus(?), cuyo pavimento sugiere función triclinar (7,10 x5,20). Según la interpretación del mosaico cósmico ypor la vecindad al lugar de las estatuas de culto orien-tal, se ha pensado que su dueño pudiera ser un segui-dor del culto mitráico (BLANCO, 1978: 35).

En la ciudad de Seria (Jeréz de los Caballeros,Badajoz) (ÁLVAREZ, ÁLVAREZ y RODRÍGUEZ, 1992: 51y ss., planta en fig. 1) se documenta a mediados delsiglo III d. C. el mismo esquema, esta vez de atriotetrástilo, concebido con función vestibular, siguien-do el esquema de bayoneta y centrándose la viviendaen torno al peristilo al que se abren las estancias de

30 MIGUEL BELTRÁN

63 Es dudosa la interperetación de las distintas estancias de lacasa. Las distintas fases de la vivienda podrían delimitarse en algu-na forma a partir de los mosaicos. Entre los pavimentos se locali-za, en la número 2, un opus tesellatum blanco y negro, y en la 1,un opus signinum.

64 Se relaciona con el arrasamiento de la muralla en el sectororiental de la ciudad.

65 MAR y RUIZ DE ARBULO (1993: 395) atribuyen la articula-ción de atrio + peristilo a la concepción inicial de la vivienda. Nocoincide exactamente la evolución concebida para esta casa con laestablecida por SANTOS (1991: 22 y ss.), cuya evolución, excep-tuada la fecha alta inicial, nos parece muy coherente. El añadidodel atrio cubierto (testudinado) al norte de la casa es situado en latercera fase por Mar y Ruiz de Arbulo; el estado definitivo de la vi-vienda se adquiere en cuatro etapas, según Santos.

66 Véase también MAR y RUIZ DE ARBULO (1993: 391 y ss.)(la casa de atrio toscano es denominada 2B por Santos y 2A porMar y Ruiz de Arbulo).

67 Se trata de las estancias 18-20; planta en BLANCO (1978:fig. 7).

Fig. 17. Ampurias, casa 1, tercera fase (MAR y SANMARTÍ, 1990).

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representación y los cubicula. El ejemplo presentetiene paralelos en el norte de África, en Volubilis,Cesarea de Mauritania o Djemila68, y en la Bética enla villa de Bruñel (Quesada, Jaén), cuya construccióninicial se atribuye a los siglos II-III y la definitiva al IIId. C.69, es decir, al mismo momento avanzado deSeria (FERNÁNDEZ CASTRO, 1982: 100, fig. 12 y n.34)70. El ejemplo supramencionado de la villa deTorre Llauder (atrio corintio + peristilo), de cronolo-gía análoga, plantea una mayor amplitud de esta fór-mula y una influencia (?) de la casa urbana sobre lavivienda del campo71.

2.7.3. Las casas concebidas exclusivamente sobrela fórmula del «peristilo»

En estas tendencias, muy variadas, se articulanvarios factores, que dependen de distintas circunstan-cias (económicas, climatológicas, disposición deespacio, etc.):

a. El peristilo puede concebirse como un patiosin jardín + pórticos (2.7.3.1), o bien comoun espacio ajardinado + pórticos (2.7.3.2)(en cuyo caso predominan los elementosacuáticos: pozos, estanques, fuentes…).

b. El peristilo puede presentarse aislado centra-lizando toda la vivienda. También es fre-cuente la presencia de uno o más patios deluz, de carácter íntimo, que centralizan lasestancias residenciales de la vivienda y quese articulan de forma diversa, en ocasionesacudiendo al patio adosado en U.

c. Morfológicamente, grandes vestíbulos re-cuerdan por su papel el viejo uso de losatrios como distribuidores generales a laentrada de la vivienda, adoptando rasgostipológicos distintos según su situacióncomo evidencian las casas de Itálica.

2.7.3.1. Patio (¿sin jardín?) porticado

Parece esta la fórmula más simple arquitectóni-camente y mantiene una amplia repartición, tantogeográfica como cronológicamente hablando72.

a. El modelo de Caminreal (fig. 18)

El ejemplo temprano, bien documentado (finaldel siglo II y primer tercio del I a. C.), de la casa deCaminreal (VICENTE, PUNTER, ESCRICHE y HERCE,1991b: 81 y ss. y fig. 7, con bibliografía exhaustiva,VICENTE, MARTÍN et alii, 1989: 11 y ss.)73 ofrece unsugestivo modelo, con espacio central de tres colum-nas por lado y œcus de aparato presidiendo la vivien-da, descentrado del eje principal y del que dependendos estancias de descanso más íntimo.

Un análisis detallado de la funcionalidad dedicha vivienda permite una clara división de lamisma (VICENTE, PUNTER, ESCRICHE y HERCE, 1991a:fig. 62), deducible no solo de la cultura materialencontrada (ánforas, molinos, herramientas agrícolasy ganaderas, útiles artesanales) sino de los espaciosen sí, cuya morfología (estancias 8, 14, 16 y 18) sesitúa en los elementos de la pars fructuaria de unavilla74, junto a otros espacios reservados para el domi-nus (est. 1 + 6 y 22 y cubicula 13, 4 y 11 y pequeñotriclinium 7), y tal vez el vilicus.

El vestibulum y las amplias fauces (est. 15), juntocon el proporcionado «peristilo central» y el gran tri-clinium (est. 1) confieren una nota de gran dignidad alconjunto, con un reparto equitativo del espacio. Nopodemos sustraernos a la comparación con la «catonia-na» villa de Selvasecca (Blera, Lacio), de mediados delsiglo II a. C. compuesta sobre el mismo esquema y dis-tribución (BERGGREN y ANDREN, 1969: 51 y ss.; ROSSI-TER, 1978: 10 y fig. 3a), cuyos antecedentes arquitectó-nicos se han localizado en Olinthus, al modo de la«villa de la Buena Fortuna», concebida como residen-cia de campo (ROSSITER, 1978: fig. 3b; ROBINSON y

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 31

68 Como han visto bien los editores de la «casa de El Pomar»(ÁLVAREZ, ÁLVAREZ y RODRÍGUEZ, 1992: 61 y ss.; LEVEAU, 1982:158; BLANCHARD, 1975: 206; ÉTIENNE, 1960: 123 y ss.).

69 Supone GORGES (1979: 127) que a la primera fase del sigloII corresponde el atrio y a la segunda el añadido del peristilo.

70 Falta la publicación definitiva de la primera parte de estavilla, hecho que impide delimitar con exactitud el comienzo de laedificación originaria de atrio tetrástilo + patio peristilo.

71 Ya insistió en estos extremos GORGES (1979: 126 y ss.),añadiendo los ejemplos de Torrox, atrio + peristilo trapezoidal(siglo III), y Fraga, atrio (?) del siglo II + peristilo del siglo III (?).Véanse, no obstante, las observaciones del mismo autor en pp. 133y ss.

72 El tipo de estructura arquitectónica y la falta de referenciasfísicas impide entrar en detalles.

73 Presumiblemente podríamos localizar el mismo esquemaen Andelos, según la escuela de musivaria, autora de los pavimen-tos (MEZQUÍRIZ, 1991-1992: 365 y ss. y 1992: 347 y ss.): likineabuloraune ekien bilbiliars.

74 A pesar del notabilísimo arrasamiento de los niveles deabandono, que hace sumamente difícil la observación (de la estan-cia 7, con pavimento de terrazo blanco, por ejemplo, solo se haconservado la capa preparatoria, rudus, de cantos de piedra —VI-CENTE et alii, 1991, fig. 33—), nos inclinamos a localizar un posi-ble torcularium (est. 16), con tabulatum en piso superior, instala-ción de trapetum (?) (est. 14), almacenes (est. 16 y 18), etc.

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GRAHAM, 1938: 160), en formas asimiladas por la casaromana posteriormente y que llegan transformadas através de la colonización itálica en el valle del Ebro.

b. El desarrollo de la fórmula

Este esquema de vivienda, en el que el peristiloasume una posición central evidenciando su importan-cia, se localiza en la etapa augústeo-tiberiana en elinterior, en Clunia en la casa 3 (PALOL, 1978: 46 yss.)75, o Portus Illicitanus76 y en Pollentia (ARRIBAS,TARRADELL, y WOODS, 1962: 470 y ss., 1973 y 1978)en la casa de la Cabeza de Bronce, respondiendo a unmódulo que recuerda al ya citado de Caminreal77. En lamisma línea se integra la casa 2 de la Llanuca de Iulio-briga (SOLANA, 1981: 199 y ss. —casa de persitilo, si-

guiendo a Balil—; FERNÁNDEZ VEGA, 1993: 109 y ss.),de comienzos del siglo I d. C., así como la «casa de losmorillos y mosaicos», del año 80 d. C. (FERNÁNDEZ

VEGA, 1993: 68 y ss.; GARCÍA Y BELLIDO, 1956; BALIL,1972: 23 y ss; IGLESIAS, 1985: 34 y ss.)78 (fig. 20) y lafragmentariamente conocida casa número 3 (FERNÁN-DEZ VEGA, 1993: 132 y ss., láms. I y II), así como lavivienda del «Pretorio» de Arcobriga (segunda mitaddel siglo I) (BELTRÁN LLORIS, M., et alii, 1987: lám.XXI, n. 54)79, circunstancias que demuestran la implan-tación de este modelo desde época temprana, con pro-bables extensiones en la arquitectura castrense, toda-vía pendientes de estudio80. En el modelo de Arcobrigadestaca la entrada a partir de una escalinata que salva

32 MIGUEL BELTRÁN

75 Se conserva un œcus y parte del peristilo y mantiene res-tos de estancias con pavimentos en opus signinum. Se fecha enépoca de Tiberio y se vio afectada por el foro en la etapa claudia.

76 Únicamente la casa del Parque el Palmeral (SÁNCHEZ FER-NÁNDEZ et alii, 1989: 39). Se conservan 14 m en el único lado.Parece más bien una villa de lujo.

77 Esta vivienda se replantea sobre un edificio de época repu-blicana en espacio de 32 x 22 m (Caminreal, 30 x 28), con cuatrocolumnas por lado.

78 Independientemente de la clasificación de la viviendacomo de atrio corintio, que arrastra la identificación del tablinumen la estancia que se abre axialmente al patio central (estancia C),el estudio de la vivienda nos parece particularmente acertado.

79 La casa mal llamada «Pretorio» ostenta cuatro columnaspor lado. La decoración pictórica puede verse en GUIRAL (1991:151 y ss.). Sobre esta vivienda, recientemente, véase CABALLERO

(1999: 97 y ss.).80 Puede verse sobre este particular el gran recinto cuadran-

gular con patio porticado central y habitaciones dispuestas en treslados del campamento de Aquis Querquennis (Orense), de crono-

Fig. 18. Caminreal, casa de Likinete (inicio) (según VICENTE, PUNTER, ESCRICHE y HERCE, 1991b: fig. 7).

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un amplio desnivel, dejando a ambos lados tabernasaisladas de la casa, lo que demuestra el esfuerzo hechoen la adaptación del sistema a la realidad del terreno.En el piso superior, el acceso se realizaba medianteestrechas fauces junto a la estancia identificada comotablinum, frente al peristilum (CABALLERO, 1999: 101,lám. II). Las excavaciones de Andión podrían reforzarel conocimiento del momento de introducción de lafórmula del peristilo en dicha porción del valle delEbro (MEZQUÍRIZ, 1987: 520)81.

En la Bética, las dos casas análogas de BæloClaudia, la del «Cuadrante Solar» y la «casa delOeste» (segunda mitad del siglo I d. C.)82, construye-ron el peristilo sobre pórticos de tres columnas conœcus central flanqueado por sendos cubículos.

En los ejemplos conocidos, las proporciones entreel área descubierta y la superficie total de la viviendason homogéneas y llevan a referencias en los modelosde peristilos de tipo délico (20-28%)83, circunstanciasque hay que tener en cuenta para valorar el fenómeno:

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 33

logía posterior al año 50 de la Era (RODRÍGUEZ COLMENERO, 1983:247 y ss.), y la vista general de los hallazgos en FERNÁNDEZ OCHOA

(1993: 236, fig.). Vease también el establecimiento campamentalde Atxa (Álava), de época flavia (69-96 d. C.). Se ha identificadoun patio porticado con estancias alineadas al norte. Se sugierencimientos de piedra complementados con tablazones (GIL, FILLOY

e IRIARTE, 1987: 26 y fig. 8).

81 El gran peristilo corresponde a la última fase de la deno-minada casa 1, presumiblemente del siglo II de la Era, edificadasobre restos con pavimentos de opus signinum.

82 Las casas fueron excavadas hace años (PARIS et alii, 1923)y sus restos se reinterpretaron posteriormente (ABAD, 1982: 103-113; esp. SILLIÈRES, 1991: 321 y ss.).

83 Véanse las conclusiones a este particular, incluso con lasobjeciones que hace el propio autor, en GOUDNEAU (1979: 234 yss.). La proporción de la villa de Selvaseca es del 21%.

Fig. 19. Bælo, casa del Oeste y casa del Cuadrante (SILLIÈRES, 1991: fig. 2, sobre planos de G. Bonsor).

Casa % Modelo Jardín Juegos de agua Impluvio Cisterna Suelo VariaArcobriga(Pretorio)

23,3 Per. gr.4 x 4 cols.

? no no no tierra desagüehacia elexterior

Bælo

(Oeste)23,1 Per. gr.

3 x 3 cols.? no no no opus

sign.

canaldesagüea calle

Bælo

(Cuadrante)20,6 Per. gr.

4 x 4 cols.? no no no opus

sign.

canaldesagüea calle

Caminreal(Likinete)

24,0 Per. gr.3 x 3 cols.

? no no no tierracompacta

Iuliobriga

(Llanuca)28,2 Per. gr./it.

patio port.continuo

? no no si,incom.

tierra

Iuliobriga

(Morillos)26,0 Per. gr./it.

atrio cor.4 x 4 cols.

? no no no tierra canaldesagüea calle

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Más dudas ofrece el ejemplo de Numancia, deaspecto irregular, centrado en torno al patio porticadocon base en tres columnas de lado y en el que noresulta posible conocer la función de los espacios quelo rodean84 (fig. 21).

2.7.3.2. Peristilo con jardín

Las modalidades tipológicas tienen diversosgrados, cuya evolución y relaciones no siempre estánclaras, pero que obedecen a fórmulas paisajísticasrenovadoras y a nuevos criterios físicos:

— Peristilum aislado— Peristilum + patios íntimos

a. Un antecedente en la casa 101 de Ampurias

Conviene introducir este aspecto con la casa

34 MIGUEL BELTRÁN

84 La planta está reproducida en el plano levantado en lasexcavaciones del año 1923 (ORTEGO, 1967: 202; también enALARCÃO, 1985: 36, fig. 52), con identificación sumaria de lasestancias, aunque faltan elementos de juicio. JIMENO (1993: 125)menciona algunas casas con patio central porticado y peristilos decolumnas toscanas, que no hemos identificado.

Fig. 20. Iuliobriga, casa de los Morillos (FERNÁNDEZ VEGA, 1990: 70).

Fig. 21. Numancia (SCHULTEN, 1931: fig. 69).

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número 101 de la Neápolis de Ampurias, de cronolo-gía inicial imprecisa (BALIL, 1970: 45 y lám. VIII;AQUILUÉ, MAR y RUIZ DE ARBULO, 1983: fig. 4)85. Lavivienda se distribuye en torno a un peristilo (5 x 7columnas), en cuyo eje se alza una gran habitacióncon función triclinar o gran sala de aparato (10 x 7 mcirca), precedida de fuente con exedra en la columnacentral del lado corto del peristilo86. A los lados deesta se conecta con otros ámbitos de la casa (de ser-vicio e indeterminados). Se ignora si el interior delperistilo se trató como jardín o como espacio pavi-mentado.

Los últimos editores han señalado su entrada enbayoneta (un acceso desplazado respecto del ejeperistilo-triclinio), y a través de una pequeña sala derecepción, que actúa como vestíbulo. Estas entradasdescentradas tienen paralelos en viviendas helenísti-cas de Olinto y Delos (ROBINSON y GRAHAM, 1938:92 y fig. 37, XII, lám. 120), en la casa de la Cascadade Útica (ALEXANDRE et alii, 1973: 19 y ss.), en lacasa de patio I-B de Celsa87, en determinadas vivien-das norteafricanas (cronología más avanzada) deVolubilis (ÉTIENNE, 1960: 118 y ss., casas 5, 6, 9,etc.), en Banasa (REBUFFAT, 1969: 664, casa 4), Tim-gad (REBUFFAT, 1969: 678, casa de Sertius), etc.(REBUFFAT, 1969: 682, Thuburbo Maius), así comoen las viviendas de Apamea de Siria88.

La gran sala axial de aparato significa otro delos elementos estables y representativos en este tipode viviendas con un amplio contexto en la «vivienda deperistilo» mediterránea.

b. Las últimas consecuencias de las casas deperistilo

Las viviendas de Itálica (siglo II d. C.) reprodu-cen en la Nova Urbs89 esquemas análogos, distribui-dos en generosos espacios de hasta 2000 m, y eviden-

ciando modelos de lujo que pudieron ser tomados deejemplo para otros ámbitos. Se organizan a partir de fa-chadas con porticus90 (siguiendo la norma impuestaen Roma a partir de comienzos del siglo I d. C.), alque abre un cuerpo de tabernas y sobre todo una dis-tribución interior a partir de un vestíbulo de repre-sentación, y disposición axial del triclinium en el ejemayor de la vivienda, como ocurre en Conimbriga,complementándose ocasionalmente este espacio conotra estancia de representación91.

A partir de las puertas ya señaló LUZÓN (1975:31; véase planta general en la fig. 1) dos tipos, la cur-vada (casas de Neptuno, Pájaros, Planetario, Taber-nas) y la rectangular, que se repiten, como ha anota-do CORZO (1983, 317 y ss.), según se orienten al esteo al oeste. Las primeras se modulan en torno a unperistilo (al que accede el triclinium), más patiossecundarios y cubicula, y cuando hay espacio se sitúaun paseo descubierto alargado. Las casas con entradarectangular, orientadas a levante (la contigua a la delos Pájaros, la «casa de Hylas», la de la «CañadaHonda»…), tienen uno o varios peristilos, uno decuyos lados está cerrado o se compone de columnasde distinto módulo92.

Dentro de dichos rasgos, las viviendas adoptancaracterísticas propias. La «casa de los Pájaros»(GARCÍA Y BELLIDO, 1960: 83-86; RODRÍGUEZ HIDAL-GO, 1991: 291 y ss.) (fig. 22) se organiza en torno alas dependencias junto a la puerta, a las estanciasrepresentativas en torno al peristilo y la residencial,en torno al triclinio con entrada de triple vano y lara-rio absidiado. En esta zona, dos patios de luz centra-lizan los dormitorios dispuestos en su torno93. Seanota que, en la elección de los materiales de cons-trucción, los dueños tuvieron acceso a los mismosladrillos usados en la arquitectura pública de Itálica(ROLDÁN, 1988: 128)94.

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 35

85 Los niveles de abandono son de época flavia (SANTOS,1991: 21, fig. 1.5; MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 388-390).

86 La sucesión de elementos peristilo-fuente-pasillo-sala esvista por los editores (p. 389) como un seguimiento del esquemade las salas de aparato en la casa helenística.

87 De los últimos decenios del siglo I a. C. (BELTRÁN LLORIS,M., et alii, 1984: 96).

88 Casa de las consolas y de las pilastras (BALTY, 1980: 472).El estado inicial parece atribuible a comienzos del siglo II de laEra.

89 Puede verse GARCÍA Y BELLIDO (1960: 81-102) y LUZÓN

(1983: 79 y ss.) para el planteamiento general de la ciudad y suscondicionantes, así como la figura 1 con el estado de la ciudadhasta el año 1973. Sobre todo, RODRÍGUEZ HIDALGO (1991: 291 yss. y 1997: 87 y ss.).

90 Hay también calles porticadas en Uxama Argæla (GARCÍA

MERINO, 1991: 238).91 Así, la exedra en la casa de los Juegos de Agua de Conim-

briga (BAIRRÃO, 1992: 84, lám. 1.25).92 En estas casas el mayor número de estancias es de peque-

ño tamaño y forma núcleos simétricos.93 Las últimas investigaciones (RODRÍGUEZ HIDALGO, 1991:

294) clasifican así la piscina supuesta por GARCÍA Y BELLIDO

(1960: fig. 22), que ya puso en duda el propio BALIL (1974: 43) yantes el propio García y Bellido, que recogió las observaciones deCollantes haciendo constar así que su propia observación era dis-cutible (GARCÍA Y BELLIDO, 1960: 85, n. 6).

94 Debe anotarse cómo, al no obtenerse suficientes ladrillos,en las zonas de servicio de la casa se utilizaron los rotos, mientrasque en la parte principal se hizo uso de los enteros.

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La casa 14, al noroeste de la de los Pájaros95,presenta dos patios en su eje longitudinal, con impor-tante triclinio de aparato situado en un nivel de cotamás alta96. La casa de Hylas, una de las de más sóli-da construcción (ROLDÁN, 1988: 130)97 (fig. 23), dis-pone sus estancias residenciales en planta de T98,haciendo uso además de distintos planos de alturas; elárea residencial se sitúa en dos niveles y la zona deservicios en el inferior. Por otra parte, en la casa delMosaico de Neptuno o del Laberinto (con termas pri-

vadas)99, se vertebra por un corredor longitudinal100.Estos patios de luz más íntimos se localizan ademásen la casa del Planetario101, centrando triples estan-cias. La casa de las Tabernas o Emparrado, con trespatios en cruz latina102, documenta formas análogas103

36 MIGUEL BELTRÁN

95 Planta en LUZÓN (1983: fig. 1). El número es el dado en laplanta general de Itálica (1983). También se refirió a ella BALIL

(1974: 44 y 45) y antes GARCÍA Y BELLIDO (1960: 90, fig. 26).96 Nota que BALIL (1974: 44) asocia a la arquitectura domés-

tica romano-africana como concepción de la maiestas domini.97 La selección de ladrillos enteros se hizo igualmente para la

zona residencial, en donde se hizo además de sillares de gran ta-maño.

98 Triclinio en el centro, con doble puerta al frente y dos enlos laterales; delante un patio con fuente central y en un extremo elpatio tetraporticado de 5 x 4 columnas y acceso al cubículo deHylas.

99 A ella se refirió en primera instancia PARLADE (1934), alu-diendo un «aljibe de forma ciertamente rara» (sin duda la zona delas termas); véase BLANCO y LUZÓN (1975: 9 y ss.). El nombre del«Laberinto» lo aplicó García y Bellido por la decoración de uno delos mosaicos. Véase también BALIL (1974: 45).

100 En cuanto a otras viviendas, la casa de la Exedra, del sigloIII de la Era (fig. 25), se identifica recientemente como la sede deun collegium más que como una vivienda privada (RODRÍGUEZ

HIDALGO, 1991: 296 y ss.). No se concibe así en ROLDÁN (1991:303 y ss.), que la clasifica de «lujosa domus de carácter especialpor la presencia de un gimnasio». Los mosaicos de la ciudad, enBLANCO (1973: pássim). De otras moradas faltan datos definito-rios, como de la casa de las Columnas (ABAD, 1983: 203).

101 En los dos ángulos de la crujía oeste de la casa (LUZÓN,1982a: 448, plano, y 455). El espacio central se trata de un peristi-lo más que de un atrium, como es denominado por el editor, aun-que dicha zona está muy mal conservada y afectada por superposi-ciones.

102 El detalle de la planta en GARCÍA Y BELLIDO (1960: 90 yfig. 27).

103 Planta general (1982), casa número 16. Véase GARCÍA Y

BELLIDO (1960); LUZÓN (1975: 60 y ss.); ABAD (1975: 887 y ss.).Una planta sumaria de los hallazgos en EAE 121 (1982), planogeneral.

Fig. 23. Itálica, casa de Hylas (GARCÍA Y BELLIDO, 1960).

Fig. 22. Itálica, casa de los Pájaros (GARCÍA Y BELLIDO, 1960: fig. 8).

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y se repite en otras ciudades, como en Conimbriga(casa Juegos de Agua, patios porticados números 28y 40), asumiendo el papel de centro real de la vidadoméstica (BAIRRÃO, 1992, lám. 1).

Emerita Augusta104, en casas no conocidas en suintegridad, documenta en la segunda mitad del siglo IIun modelo de vivienda de peristilo con habitacionesabsidiadas en torno al patio porticado, como en la«casa Basílica», recientemente reintepretada en suplanimetría (DURÁN, 1991)105. La casa del Anfiteatro(fig. 24) se construyó en la primera mitad del siglo III,sobre peristilo de planta trapecial106 gran tricliniumcentral (13,50 x 12,20)107 con mosaico de composiciónen T, que da a un jardín (?) y ninfeo ajardinado108. La

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 37

104 Como bibliografía general, puede verse BALIL (1976: 75y ss.).

105 La segunda fase de esta casa, del siglo IV, produjo un des-centramiento del impluvium al ampliarse el patio. Se piensa que eneste momento pudo servir de residencia de un alto funcionario dela ciudad (ABAD, 1982: 40 y ss.).

106 Como ocurre en los ejemplos norteafricanos (Banasa,Volubilis, etc.) (BALIL, 1972: 47 y ss.; BLANCO, 1978: 19 y ss.).

107 Incorrectamente clasificada como tablino con tres puertaspor GARCÍA SANDOVAL (1966: 38 y ss.) y BLANCO (1978: 19), quepropone su carácter oriental (?). También se pone en duda la con-dición de triclinium por GUARDIA (1992: 205).

108 Las publicaciones de partida corresponden a GARCÍA SAN-DOVAL (1966 y 1969), no exentas de deficiencias. No es del siglo Ide la Era, como propone este autor. Algunos mosaicos pueden ser definales del siglo III y comienzos del IV, coincidiendo con deter-

Fig. 25. Itálica, casa de la Exedra (ROLDÁN, 1991: fig. 1, sobre planta de García y Bellido).

Fig. 24. Mérida, casa del Anfiteatro (GARCÍA SANDOVAL, 1969).

Page 38: BOLSKAN - INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES

vivienda sufrió transformaciones109, cuyas huellas nopermiten dilucidar su evolución, con la posibilidad detratarse de dos moradas reunificadas. Al peristilo, porsu lado sur, accedían tres habitaciones, entre ellas eltriclinio de aparato 39 (9,15 x 5,86), con las escenasde vendimia.

Otros ejemplos peor documentados se sitúan enla calle de Santa Eulalia, de la Concordia I, en laesquina de la plaza del Rastro (ENRÍQUEZ et alii,1991: 607) y en la Huerta de Otero110, mientras que seestán documentando otras casas de peristilo, como la«de los Mármoles» (MOSQUERA, 1994: 48 y ss.), congran triclinio absidiado en dos niveles e instalacióntermal.

En una etapa análoga se conocen viviendas deeste tipo en Corduba, en la casa de la Fortaleza(SECILLA y MÁRQUEZ, 1991: 337 y ss.), con implu-vium y huellas de fuente en el mismo111, o bien(siglos II-III d. C.) la casa de la Corredera, con grantriclinio de aparato abierto al peristilo (BLÁZQUEZ,1981: 13 y ss.).

Conimbriga constituye el último gran ejemploen el desarrollo del esquema de peristilo aplicado a laarquitectura doméstica (ALARCÃO y ÉTIENNE, 1977:pássim)112, adoptando formas más o menos variadassegún los esquemas propuestos. Así sucede con la«casa del Mosaico con Esvásticas», del siglo III113, la«del Esqueleto», con peristilo distinto114, o bien la se-veriana «casa de los Juegos de Agua»115, que mantieneun sofisticado sistema de ninfeos, galerías y fuentes(figs. 26 y 27). El peristilo ostenta una gran fuente deplanta lobulada en nueve piletas y la zona de servicioo espacio íntimo se distribuyó en torno a un pequeñoatrio con impluvium y fuente. El estanque se ha rela-

cionado con el peristilo inferior de la Domus Augus-tana, en Roma, diseñada por el arquitecto Rabiriusbajo Domiciano116.

Se inscribe en la misma línea la casa de Canta-ber, con vestíbulo de grandes dimensiones y accesosecundario, peristilo con fuente cruciforme y patioscentralizando estancias de reposo y recepción.

La particular arquitectura conimbrigense, deecos italicenses, ha permitido un estudio pormenori-zado de los jardines que propiciaron los peristilos(ALARCÃO y ÉTIENNE, 1981: 69 y ss.). El esquema dela casa de los Juegos de Agua117 se reproduce en lacasa de Cantaber. Se anota el sistema generalizadode jardines interiores en los peristilos y sobre todo lamodulación arquitectónica de los surtidores de aguaque no encuentran otros paralelos en la arquitecturahispánica118 y que significan la implantación de unmodelo áulico creado por un arquitecto inspirado enla Domus Aurea119. No dejan de ser interesantes lospuntos de contacto de la arquitectura domésticaconimbrigense, especialmente de la casa de los Jue-gos de Agua con la Schola de Trajano (BECATTI,1948: 17 y ss.; BAIRRÃO, 1992: 28), evidenciándosela adopción por la arquitectura privada de los modosde la ideología dominante.

Ejemplo especialmente interesante viene dado,en la meseta, por la denominada «casa Taracena» deClunia (TARACENA, 1947: 29 y ss.; PALOL, 1978: 86 yss., esp. la planta de la casa en el plano general del

38 MIGUEL BELTRÁN

minados restos pictóricos (ABAD, 1982: 69 y ss.). El último estu-dio de los mosaicos, en GUARDIA (1992: 204-212). Los ninfeos enU se encuentran ciertamente extendidos en el ámbito mediterrá-neo, así en Saint-Romain-en-Gal (GOUDINEAU, 1979: n. 260).

109 Corresponderían a las «casa de los Peces» por un lado y ala «casa de la Vendimia» por otro, según los motivos de sus mosai-cos (BLANCO, 1978: 20). Esta vivienda tiene distintas fases segúnlas reformas de sus pavimentos.

110 Con dos peristilos contiguos comunicados por escalerade mármol y asociada, probablemente, a unos baños (BLANCO

1978: 48).111 Este elemento es un añadido del siglo III d. C. Otros res-

tos, tal vez análogos, en la casa en el Palacio de Fernández de Cór-doba, con muros bajos para tapar los intercolumnios, y en la calleFray Luis de Granada.

112 Véase también el trabajo ANÓNIMO (s. a.), ciertamente útil.113 Peristilo de 6 x 5 pilastras y œcus con triple acceso.114 Peristilo de 6 x 6 y œcus en el eje, de única puerta central.115 Peristilo de 9 x 6 columnas (BAIRRÃO, 1992: pássim).

116 Como puso de relieve inicialmente CREMA (1959: 319);también BAIRRÃO (1992: 27). Véase infra.

117 Tuvo más de 400 surtidores. El estanque central repro-duce al interior una gran serie de exedras semicirculares como lafrons scæna de los teatros. En este punto debe anotarse laimplantación de este tipo de escenario en la arquitectura teatralque se adopta en la época trajánea o adriánea como ha visto bienCOURTOIS (1989: 258 y ss.). Se comprueba el mismo fenómenoen algunos de los ejemplos teatrales conocidos en Hispania,como en Bilbilis (MARTÍN-BUENO, 1987: 55; posteriormente,MARTÍN-BUENO y NÚÑEZ, 1993: 132, se lleva, por comparacióncon el ejemplo saguntino, a fecha más temprana, últimos añosdel reinado de Tiberio y ascensión de Claudio). Para el teatro deSagunto se aduce sin embargo una fecha muy anterior, entre losreinados de Claudio y Nerón, según el relleno que sustentabadicha área (HERNÁNDEZ, LÓPEZ, PASCUAL y ARANEGUI, 1993: 42y ss.).

118 Se interrogan los autores por el papel jugado por la capi-tal de la provincia, Emerita Augusta, en la transmisión de la arqui-tectura flavio-trajánea. Recuerdan los estudiosos el peristilo C dela domus augustana de Diocleciano y el protagonismo del agua(ALARCÃO y ÉTIENNE, 1981: 75 y ss.).

119 En este punto es particularmente interesante el jardín delas termas trajáneas de Conimbriga, cuya cronología apoya lahipótesis de trabajo esgrimida (ALARCÃO y ÉTIENNE, 1981: 77 y ss.).

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LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 39

Fig. 26. Conimbriga, casa de los Chorros de Agua (BAIRRÃO, 1992).

Fig. 27. Conimbriga, casa de los Chorros de Agua (BAIRRÃO, 1992, lám. I).

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yacimiento; ABAD, 1982: 97 y ss.)120 (fig. 28), cons-truida sobre esquema de cuatro patios en cruz, cen-trados por un triclinio y con peristilo reedificado encierto momento y presencia de diversos triclinia,algunos absidiados. El ámbito porticado era suscepti-ble de determinado cierre de sus intercolumnios. Seadivinan, en suma, diversas viviendas (?), así comotres momentos constructivos, a partir de los restospictóricos y pavimentos (siglos II y III/IV de la Era).La casa de Demetrio Ríos en Itálica se distribuyeatendiendo a los mismos principios.

Otros restos, por su carácter fragmentario, resul-tan de peor juicio, como en Illici (casa 5F)121, Hispa-lis (CAMPOS, VERA, RODRÍGUEZ y FERNÁNDEZ, 1991:313 y ss.)122, Complutum (FERNÁNDEZ GALIANO,

1984: 129 y ss., fig. 56a, y 1984a: 21 y ss., fig. 72,160)123, Carthago Nova124, Barcino125, Iluro126, Andelos(MEZQUÍRIZ, 1987: 520 y ss. y fig. en p. 528)127, etc.

En lo referente a las villæ, se conocen escasosejemplos de época altoimperial (siglos I-II d. C.) enHispania (GORGES, 1979: 125 y ss.; FERNÁNDEZ CAS-TRO, 1982: 180 y ss.)128. El resto corresponde a laetapa bajoimperial, sobre todo siglo IV d. C., adop-tando una gran simplicidad y clasicismo en la distri-bución planimétrica129, ocultando la pobreza de losmateriales de construcción con revoques y estucados,aunque concediendo importante papel a la decora-ción musiva y destacando el carácter dual de lasestancias de prestigio (triclinium y œcus) (GORGES,1979: 136 y ss.; FERNÁNDEZ CASTRO, 1982: 180).

2.8. Tabernæ, insulæ de pisos y viviendas afines

A falta de otros testimonios, los precedentesconstructivos de este tipo de habitaciones deben bus-

40 MIGUEL BELTRÁN

120 Se conoce prácticamente completa la denominada «pala-cio a la griega» por Taracena, su excavador. Los trabajos se hancontinuado después por Palol, que publicó un plano completo(1978) sin estudio detallado. El mejor análisis hasta la fecha es elde BALIL (1974: 15 y ss.), que analiza la planta (fig. 3), a partir dela revisión de Palol.

121 Las primeras referencias, en BALIL (1974: 6 y ss.), que yaincidió en los problemas interpretativos y de cronología, así comoen los paralelos de la fuente lobulada. Después, RAMOS (1991: 75y ss.). Una vista del estanque del peristilo, en ABAD y ARANEGUI

(1993: 86).122 De la segunda mitad del siglo I o comienzos del II d. C.

123 La casa de Baco, entre otras, de la que se estudia ante todoel gran triclinio (7,98 x 6,26) del siglo IV de la Era, con mosaico enU típico.

124 Casa de la calle de San Cristóbal; del probable peristilo (?)se encontraron un Hermes báquico y un oscillum (RAMALLO, 1989:104). Cinco Hermes más proceden de un larario encontrado en1875 en la calle Monroy (RAMALLO, 1989: 105). Restos de implu-vium de la plaza de la Merced. En la calle Jara, número 6, granhabitación con opus sectile y gran estanque con basas de columna(RAMALLO, 1984: 136 y 1989: 109).

125 Casa de la plaza de San Miguel, de la que se conoce elatrio y el impluvium, así como parte de las estancias que lo rodea-ban (GRANADOS, 1992: 143 y ss.). Estuvo habitada entre los siglosI y V de la Era.

126 Peristilo de seis por cuatro columnas (CLARIANA, CLE-MENTE, JÁRREGA y JUHE, 1991: 50); se fecha a mediados del siglo Ia. C. por los fragmentos de ánforas itálicas utilizados como morte-ro en el pavimento de opus signinum de un œcus, pero podría seranterior.

127 Solo se conserva parte de los pórticos y canales de desa-güe hacia el exterior. Cronológicamente corresponde a la últimaetapa, cuya datación no se señala (posterior a la TSI). La vecinacasa del Triunfo de Baco tiene una fecha de abandono no posterioral siglo II de la Era. Los tres momentos que se superponen en estacasa pueden ser muy significativos para conocer la evolución delos tipos de vivienda señalados.

128 Santa Colomba de Somoza (su época de construcciónpodría llevarse a Tiberio —GORGES, 1979: 125—), Pujol de Beni-cató (Nules), Río Verde (Marbella) (final del siglo I o comienzosdel II de la Era), La Cocosa (Badajoz) (mediados del siglo I de laEra).

129 Especialmente en la distribución del triclinium en el eje dela entrada, atravesando el peristilo (GORGES, 1979: 136 y fig. 22).Esta ordenación un tanto simple y rígida parece abandonarse en losmodelos de villas tardías que abandonan la simetría axial.

Fig. 28. Clunia, casa Taracena (BALIL, 1974: fig. 3, sobre plantas de Taracena y Palol).

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carse en Gades, según refiere Posidonio a finales delsiglo II a. C.130, pero sin olvidar los antecedentesarquitectónicos que suelen aducirse para este tipo deedificaciones (PACKER, 1971: pássim), que sí conoce-mos en Hispania. Las casas testudinadas suponen unpaso hacia la vivienda de pisos en desarrollo verti-cal131, así como determinados tipos de patio, o bienlas tabernæ tabulatæ132, con viviendas superiores,además de las referencias literarias con antecedentesantiguos hasta la ley de Augusto De modo ædificio-rum urbis, que limitó la altura de las casas hasta 70pies133.

Un acceso independiente a una vivienda supe-rior podría situarse en la estrecha caja de 1,35-1,50abierta junto a la entrada de la casa de los Morillos yMosaicos de Iuliobriga (FERNÁNDEZ VEGA, 1990: 78y ss.)134, y en la domus I-1 de Bilbilis, circunstanciaconstatada en otros ejemplos.

Se documentan tabernas en Celsa135, Ampu-rias136, Bætulo (GUITART, PADRÓS y PUERTA, 1991: 37y 45 y fig. 3.)137, Tarraco138, Barcino139, Itálica140,

Arcobriga141, etc., además de las escasas referenciasepigráficas, como la lápida cartagenera de C. Plo-tius142. Insistió BALIL (1972: 145 y ss.) en la supues-tas insulæ de Troia de Setúbal. La especial topografíade Bilbilis también favoreció la distribución de lasviviendas en diversas alturas, aunque falten los deta-lles de dicho fenómeno (MARTÍN-BUENO, 1991:170)143, como ocurre en las construcciones de vecinosde Tiermes, según varias líneas paralelas de mechi-nales en altura para los distintos pisos (ARGENTE,1991: 216)144.

El ejemplo de Ampurias es revelador. Interesanlas tabernas concebidas con carácter autónomo ocu-pando pequeños terrenos residuales (MAR y RUIZ DE

ARBULO, 1993: 350 y ss.)145. Además no deben olvi-darse determinadas casas de patio anómalo o pasillodistribuidor, de pequeñas dimensiones, articuladas apartir de pequeños patios en situación no centraliza-da y concebidos como pozos de luz de las habitacio-nes circundantes, distribuidas habitualmente en dospisos, como la casa de la Escalera (conjunto número9), la casa del ángulo (conjunto número 20), la casasobre el depósito de espadas (conjunto número 55), lacasa sobre el horno griego (conjunto número 56) ola casa de los silos de ladrillo (conjunto número 83)(MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 403 y ss.). Estosejemplos no son exclusivos del ámbito ampuritano,ya que Conimbriga documenta un fenómeno análogoen un extremo de la ínsula del Vaso Fálico con dosunidades de tabernas de dos cámaras seguidas(ALARCÃO y ÉTIENNE, 1977: lám. XLVIII), además denumerosos ejemplos de tabernas simples indepen-dientes en la primera fase de la ínsula al norte de lastermas (ALARCÃO y ÉTIENNE, 1977: fig. 46) (fig. 29).

En todo caso, el ejemplo ampuritano hace que lavaloración de las viviendas edificadas sobre lastabernæ pueda medirse en parámetros reales, impor-tantes, numéricamente, respecto de las restantes

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 41

130 Se subió a la azotea de una de las casas para poder estu-diar desde ella un eclipse (BALIL, 1972: 50).

131 Ya hemos aludido a la casa de la Tortuga en Celsa, conescalera de acceso al piso superior situada en el vestíbulo, asícomo a los pisos superiores de la casa II-B y II-D (BELTRÁN LLO-RIS, M., 1991a: 159).

132 En expresión de BOETHIUS (1934).133 Véase PASINI, F., 1978, 11 y ss.134 No parece obedecer al mismo fenómeno el ejemplo de

Bilbilis en la casa SPF, ya que la escalera de acceso parece salvarel evidente desnivel natural de la vivienda. El excavador (MARTÍN-BUENO, 1991: 173) hace constar que «el nivel de la casa era supe-rior al del exterior».

135 Ínsula II, tabernas a la calle III.136 En la ínsula 3, por ejemplo, SANTOS (1991: 33, fig. 17).

Ver especialmente MAR y RUIZ DE ARBULO (1993: 349 y ss.).137 Tabernas de la ínsula de Torre Vella, abandonadas a fina-

les del siglo I de la Era.138 Tabernas de la calle Cervantes / Gasómetro y de la calle

de la Unión (BALIL, 1972: 127). En el primer lugar se trata de unacasa con fauces, cella ostiaria y dos pórticos en T, junto a un tor-cularium para el aceite. Restos de unas posibles tabernas también,bajo la cavea del teatro (MAR, ROCA y RUIZ DE ARBULO, 1993: 14),anteriores al mismo y por lo tanto del siglo I a. C.

139 Casa Padellas; se adivinan restos de difícil identificación.140 Para este ejemplo, las supuestas escaleras de la casa de los

Pájaros se han interpretado recientemente como cámaras que ais-lan las tabernas de la fachada con el resto de la vivienda. Estosejemplos no podrían aducirse, en consecuencia, como ejemplosintermedios entre las casas de vecinos y la casa de familia, a travésde estos pisos altos, como hace BALIL (1974: 65). Algunas taber-nas de Itálica fueron de enormes dimensiones, como las de la casadel Planetario, de hasta 40 m. De las siete casas excavadas en Itá-lica se identifican unas cuarenta tabernas, lo que da idea de su den-sidad (LUZÓN, 1983: 88 y ss.).

141 La estructura de la estancias podría llevarnos más bien aunas estancias de almacenamiento (CABALLERO, 1999: 100).

142 CIL II 3428: C. Plotius Cissi L. Princeps / insulis emptiscryptam / et porticum D. S. P. fecit.

143 Según las huellas conservadas de las vigas de madera,encastradas en determinadas paredes.

144 No puede comprobarse su clasificación, como se propone,como una «casa de vecinos».

145 Tabernas en las fachadas de la calle principal de la Neá-polis, tabernas que se han desarrollado en profundidad por la exis-tencia de mayor espacio (zona oeste del ágora, números 44 y 45),tabernas a espaldas del foro de la ciudad republicana, con arranquede escaleras hacia el segundo piso, etc. Véase planta de distribu-ción en p. 349.

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modalidades de casa y en un momento cronológicociertamente concreto:

— Casas sobre tabernæ: 53— Patio: 21— Testudinado: 2— Tetrástilo: 4— Toscano: 4— Peristilo: 4

Estas elocuentes cifras tienen un ligero contra-punto (solo conocemos 3 ínsulas y parte de otras) enCelsa, en donde las viviendas edificadas sobretabernæ llegan a 14 unidades, descendiendo, como erade esperar, los tipos restantes, cómputo que significaprácticamente el 60% de las viviendas correspondien-tes a las gentes menos favorecidas de ambas ciudades:

— Casas sobre tabernæ: 14— Patio: 1— Testudinado: 6— Tetrástilo: –— Toscano: 1146

— Peristilo: 1

Sobre estos porcentajes deben tenerse en cuentalas unidades identificadas como tabernæ en el restode las ciudades, que suponen las siguientes cifras:

— Conimbriga: 20— Itálica: 20— Bælo Claudia: 3— Iuliobriga: 2— Bilbilis: 3

Todo ello conduce a la identificación de 160unidades, en el conjunto total (382 viviendas), lo queequivale al 40% del total de viviendas localizadas,cifra que se mantiene en los altos porcentajes deduci-dos para Ampurias, sin que quepa ahora extraer otrasconsecuencias habida cuenta de los márgenes crono-lógicos. La variedad y dinamismo de estas formas dehabitación se desprende de su implantación en el teji-do urbano y de sus formas de dependencia. Determi-nadas tabernas dependieron en algún momento deunidades domésticas mayores y se independizarondespués, como se comprueba en Celsa147; en el mismo

42 MIGUEL BELTRÁN

146 La casa de atrio toscano y la de peristilo se refieren a lamisma unidad, la denominada «casa de Hércules», en la ínsula VII.

147 En la ínsula II, la casa B tuvo una taberna dependiente deella misma y con acceso desde la calle III-1, que se independiza enun momento posterior tabicándose la comunicación entre ambas(BELTRÁN LLORIS, M., 1991a: fig. 39).

Fig. 29. Conimbriga, tabernas del Norte (ALARCÃO y ÉTIENNE, 1977: fig. 46).

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lugar, otras tabernas ocuparon parte de las fachadasde determinadas viviendas, manteniéndose desde elprincipio aisladas148, mientras que en otros casos sedestinan a tabernas espacios anómalos o residualescreados con motivo de modificaciones urbanas149.

Itálica (fig. 30) documenta de forma habitual laocupación de las fachadas de las ínsulas, destinada atabernas independientes y de estructura simple comoen la casa de la Cañada Honda o en la del Planetario,con algunas tabernæ de gran tamaño (CORZO, 1983:317), o la casa de las Tabernas (también, LUZÓN,1982a: 61), con formas especiales derivadas del tipode servicio150 o de la propia estructura. Los mismosfenómenos se dan en Bælo Claudia y en Conimbriga(casa de los Juegos de Agua), sin que falten ejemplosde tabernas dependientes directamente de las vivien-das151.

Así, la tipología de estas viviendas, en Hispania,resulta bastante variada dentro de su simplicidad,dependiendo de los siguientes parámetros:

a. Por su relación con un edificio.a.1. Taberna integrada en un edificio como espa-

cio abierto a la calle.a.1.1. Independiente.a.1.2. Comunicada. Indicando siempre un

fenómeno de dependencia directa.a.2. Taberna concebida como edificio constructi-

vamente autónomo152.

b. Morfológicamente. Se combinan diversos espa-cios, pudiendo estar precedidos, a la calle, de unporticado153.b.1. Tabernæ tabulatæ (una sola fachada).

b.1.1. Simple (un ámbito)154.

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 43

148 Ínsula II, casa D, taberna 45.149 La taberna de la esquina noroeste de la casa de los Del-

fines.150 En la casa de los Pájaros, la panadería ocupada por los

ámbitos 2-4.151 Como se desprende de la observación de la no aclarada

ínsula excavada por Demetrio Ríos.

152 De estructura doble: Ampurias 24-27; de estructura sim-ple: Ampurias 3.

153 Por ejemplo en la esquina suroeste de la ínsula del VasoFálico de Conimbriga.

154 Ampurias. 8, 6, 2, 40, 44, 45, 47, 48-1, 48-2, 48-3, 51, 98-100, 58-68, 88, 92 1-8, 77 y 78. Conimbriga: ínsula Vaso Fálico ynorte de Termas. Celsa: tabernas al norte de calle I-1, tabernascalle III-1; II-D, 45. II, panadería; II, J; II, C; II, G; VII, 9; VII, 16.Itálica, etc.

Fig. 30. Itálica, casa del Este (GARCÍA Y BELLIDO, 1960).

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b.1.2. Doble (dos ámbitos seguidos y comu-nicados) cámara155.

b.2. Tabernæ tabulatæ (dos aberturas)156.

En ambos casos se da una división funcional: enla planta de calle se desarrollan las actividadescomerciales y artesanales y en la superior, o en lasestancias más interiores, la vida familiar, cuyos deta-lles nos son desconocidos.

Dependiendo de las zonas urbanas y de los edi-ficios a los que se adosan, hay series de tabernas querodean completamente un edificio doméstico (ínsulaT) o público (Anfiteatro de Ampurias), o se abren enuna serie continua a lo largo de toda una calle, por nomencionar las formas de tabernas continuas de losmercados identificados.

2.9. Casas de tipología indeterminada

Se conservan abundantes restos que por sugrado de conocimiento no resulta posible incluir enesquemas tipológicos. Así, las viviendas de UxamaArgæla (GARCÍA MERINO, 1991: 233 y ss.)157 o lasidentificadas en Valeria (FUENTES, 1991: 265 y ss.)158,que constituyen, en los casos excavados en la roca,junto con las viviendas mejor documentadas de Tier-mes, ejemplos de aprovechamiento óptimo del medionatural, así como los sistemas que mejor se relacio-nan con formas de la arquitectura privada indígena.La gran simpleza de estas viviendas, a partir de estan-cias únicas o con divisiones sumarias159, impide un

análisis minucioso de sus paralelos y antecedentes,como en los ejemplos de Uxama Argæla, en donde sehan señalado dos modelos, de tipo sencillo cuadran-gular o bien de planta más compleja con pasillos yplanos unidos mediante escaleras y estancias organi-zadas en torno a un núcleo central (GARCÍA MERINO,1991: 250)160.

Igualmente sencilla resulta la planta de lasviviendas de Inestrillas161, parcial o totalmente exca-vadas en la roca y que suelen constar de vestíbulo,sala principal y almacén, siendo posible que estuvie-ran asociadas a pavimentos de opus signinum en susprimeros momentos162, con interesante ocupación tar-día (siglo VII) de diversas cuevas, directamente sobreniveles celtibéricos y componiendo unidades domés-ticas de una o varias habitaciones sencillas, algunascon bancos corridos y hogares de suelo (HERNÁNDEZ

VERA, 1993: 16 y ss.).Junto a esto, otros conjuntos permiten atisbar

grandes posibilidades a partir de su estudio deteni-do163.

Por encima de los criterios tipológicos y la refe-rencia a modelos conocidos, el aprovechamientoestrecho del medio físico164 origina, desde lo técnico,criterios uniformadores en los sistemas de drenaje, ysobre todo en lo distributivo. Así, en los Bañales deUncastillo (BELTRÁN LLORIS, F., 1976: 153 y ss. y1977: 1055 y ss.) asistimos a un aprovechamiento delas terrazas, con distribución de viviendas que com-binan dos estancias o una, sin que sea posible distin-guir usos165.

44 MIGUEL BELTRÁN

155 Ampurias: 21, 22, 24-27, 30,36, 39, 46, 96, 97 y 89.Conimbriga: ínsula del Vaso Fálico. Celsa: ínsula I; II almac. I.

156 Ampurias: 50.157 Se trata de las viviendas en la cornisa, en el flanco este de

la ciudad y en las plataformas rocosas, organizadas en torno a unatrio o patio (?). En dicha situación se encuentran la casa del Secti-le, con una estancia central (10 x 5 m), posible patio (¿o triclinio?),la casa del Lampadario (unos 800 m2, nucleada a partir de un vestí-bulo-distribuidor. También persisten las dudas entre atrio/peristilo(?) para la casa de la Atalaya y la casa de la Cantera, con una exe-dra de Claudio/Nerón, tal vez asociada a un peristilo (?).

158 La casa del Hoyo, la casa de Adobes o las denominadas«casas Colgadas», con estancias parcialmente excavadas en laroca.

159 En Tiermes, las «casas Taracena», aplicadas contra laroca, mantenían dos y hasta tres pisos, según dejan ver los mechi-nales en la roca. La planta baja formada por una estancia excava-da en la roca, con escalera de madera para acceder a los pisos supe-riores (Taracena, 1934: 230). Cronológicamente son anteriores a lamuralla bajoimperial que las corta. En la misma línea, las denomi-nadas «casa Meridional», «casa de los Nichos», con alacenas yhogar en altura (ARGENTE, 1991: 216), etc.

160 Son las viviendas rupestres que se identifican con unapoblación media-baja, en contraste con las domus de «tipo roma-no», de notable superficie.

161 HERNÁNDEZ VERA, J.A., 1982, 163-166.162 Fueron hallados por Taracena en las excavaciones inicia-

les y se desconoce su procedencia exacta. Las teselas que los deco-ran son irregulares y de torpe factura, lo que indica verosímilmen-te una copia local de dichos modelos (HERNÁNDEZ VERA, 1982:166).

163 Es significativa la Neápolis ampuritana (AQUILUÉ, MAR yRUIZ DE ARBULO, 1983: fig. 2, planta numerada), en donde lasviviendas números 15, 16, 18, 22, 27, etc., plantean numerososproblemas de clasificación. La superposición de estructuras, comoinsisten los autores, los reaprovechamientos y adaptaciones a cons-trucciones anteriores impiden conclusiones más firmes.

164 Patente en los yacimientos de Alhama (Logroño), Caste-llar de Meca (Valencia), Castro (Soria), El Tolmo de Minateda(Albacete), etc.

165 Una cocina en A-1, junto a la entrada, presenta la mismaestructura que la localizada en Celsa, en el restaurante de la ínsulaII. Por lo demás, desde lo técnico, el aparejo utilizado, en cadena,obedece a módulos completamente romanos.

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Son numerosas las referencias a estancias singu-lares o restos inconexos de determinadas viviendas,sin que se mencionen, o conozcan, otras circunstan-cias generales de la casa que contribuirían, desde lotipológico, a aquilatar los trabajos166.

Al lado de estos modelos mal definidos se cons-tatan también otros de casamatas tardías, del siglo V

de la Era, levantadas con restos amortizados de otrasviviendas en el Pradillo de Itálica, por ejemplo(CANTÓ, 1983: 236), así como formas de viviendasmuy simples, en ocasiones de una sola estancia y conposte central para sustentar la cubierta, como en losejemplos de la acrópolis de Contrebia Belaisca, cuyafiliación exacta no podemos atisbar (BELTRÁN MAR-TÍNEZ, 1991: 196). Se trata en muchas ocasiones deviviendas de tipo modesto de muy difícil clasifica-ción y que se suelen asociar con la pervivencia decasas de tipo indígena en el ámbito específicamenteromano167. Junto a este fenómeno no debe olvidarse lautilización de espacios residuales en los trazadosurbanos o bien de parcelas sumamente irregularesque obligaron a disponer en ellas estructuras queescapan de una clasificación cómoda168, como los res-tos de época bizantina localizados sobre la ima caveay orchestra del teatro de Carthago Nova (RAMALLO,SAN MARTÍN y RUIZ, 1993: 58)169, cuando no se tratade las viviendas de las clases con menor poder adqui-sitivo, que hicieron uso de los materiales más hu-mildes.

En todo caso, además del estudio concienzudode la arquitectura indígena y su reflejo en determina-das formas de la vivienda hispanorromana, está claroque las formas de la casa romana se asimilan y adap-tan de forma generalizada y ante todo por las deno-minadas clases dominantes, que evidencian así unnuevo estilo de vida.

3. ¿EXISTE UNA ARQUITECTURADOMÉSTICA HISPANA?

Es esta una pregunta obligada al final de las pre-sentes líneas. Solo un detenido análisis de las estruc-turas domésticas permitirá vislumbrar los problemasde evolución de tipos y sucesivas adaptaciones deesquemas dentro de cada uno de los núcleos urbanos,de los condicionantes de tipo físico170 y de la estrechaadaptación al terreno, que obliga a plantas en las quese aprecia cierta disparidad171.

En tanto no se haya acometido esta tarea deforma monográfica, solo pueden deducirse unos cri-terios excesivamente generales y conclusiones dedetalle que exclusivamente pueden aplicarse a yaci-mientos muy concretos, lejos de generalizacionesextremas que disienten de la multiplicidad de mode-los del mundo romano172.

El conocimiento parcial de sistemas decorati-vos, parietales, musivos, de técnica constructiva173 yel de las viviendas en su conjunto constituye ungrave obstáculo. Otro tanto ocurre con el del análi-sis exhaustivo de los conjuntos domésticos aten-diendo a todos los hallazgos realizados en los mis-mos, que, aun en los casos llevados a cabo, losmenos, no conducen siempre a conclusiones satis-factorias, sobre todo en lo referente a los aspectosfuncionales174.

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 45

166 No entramos, por ejemplo, en las numerosas referenciassobre mosaicos, sobre cuyo contexto lo ignoramos todo por las cir-cunstancias especiales de su descubrimiento. Así puede observar-se en Barcino (BARRAL, 1978: 45 y ss., mosaico circense, el de las«tres gracias», etc. ).

167 Véase un resumen de los antecedentes indígenas, en losque no insistiremos ahora, en BALIL (1972: I, 20 y ss., y II, 5-34).

168 Por ejemplo, en Ampurias, MAR y RUIZ DE ARBULO (1993:402 y ss.).

169 Son viviendas de una o dos estancias, que funcionalmen-te corresponden a un almacén y cocina con restos de hogar inde-terminado.

170 Además de la orientación de accesos y estancias de tem-porada, son especiales los pasillos que rodean el sistema de patini-llos de la casa Taracena de Clunia, que parecen concebidos en sudesarrollo como defensa contra las condiciones climatológicas(BALIL, 1974: 17), como ocurre igualmente con la casa de losMorillos y Mosaicos de Iuliobriga (FERNÁNDEZ VEGA, 1990: 73) oen Uxama Argæla, en la casa de los Plintos (GARCÍA MERINO,1991: 243), etc.

171 Las casas emeritenses del Mitreo y del Anfiteatro (BALIL,1976: 185 y ss.).

172 Véanse las justas reflexiones de HANOUNE (1984: 431 y ss.).173 El estudio del opus testaceum en Itálica ha llevado a inte-

resantes conclusiones (ROLDÁN, 1988: 137 y ss.). Así, el ladrillo seempleó en ocasiones solo en las partes residenciales, mientras queen las de servicio se hizo uso de otros materiales, o se combinaron,o bien se usaron los fragmentos de los ladrillos (casa de los Pája-ros, Cañada Honda, etc.). En algunas casas se tuvo acceso almismo tipo de ladrillo que los usados en los edificios públicos. Secomprueba, como era de esperar, cierta uniformidad en los mate-riales seleccionados para las construcciones públicas, mientras queexiste irregularidad en la edilicia privada, como se transparenta enItálica, o en Munigua (ROLDÁN, 1987: 109).

174 Así, el demostrativo ejemplo de la Caridad de Caminreal,en donde el análisis de los materiales encontrados en la casa I-1(VICENTE, PUNTER, ESCRICHE, y HERCE, 1991) no ha permitido pro-gresar en el conocimiento funcional de las estancias, más allá de lo

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En la península hispánica se imponen unosmodelos de prestigio desde el siglo II a. C., tomadosdel mundo romano, y son los grupos aristocráticos o lasélites mejor situadas (por ejemplo en Ampurias o enAzaila), las que adoptan estos hábitos culturales, queen lo material no se limitan exclusivamente a la ar-quitectura doméstica175.

Queda pendiente el estudio detallado de lavivienda indígena y su posible paso a fórmulas roma-nas. La diversidad hispánica sigue siendo notable ynuestro grado de desconocimiento también, perocabría plantearse, a la vista de los modelos analiza-dos, cómo la adopción de formas de prestigio se pre-senta como una pauta casi normalizada. Es en lasviviendas más atípicas donde se han querido rastrearlas influencias locales derivadas de la Segunda Edaddel Hierro y muchas veces se ha querido ver unatradición local en determinadas técnicas (en lasviviendas rupestres de Tiermes o en el tipo de plantarectangular) (BALIL, 1972: 21 y ss.)176. Hay un mante-nimiento y empleo no solo de materiales autóctonos(barro, piedra, etc.) sino también de operarios locales,y en este ambiente hay que explicar muchas de lasanomalías y desajustes observados.

3.1. El primer horizonte cronológico (figs. 31 y 32)

Ampurias ilustra el fenómeno comentado conlas viviendas localizadas en la neápolis (siglos III-II a.C.), especialmente en lo relativo a las casas de patiolateral, articuladas mediante pasillos, en las que lomediterráneo (helénico) se presenta de forma insis-tente (PUIG, 1915-1920: 700 y ss.; BALIL, 1972: 41-44; MAR y RUIZ DE ARBULO, 1989: 61 y ss. y 1993:353 y ss.)177, aunque no encontremos los tipos de la

casa de pastas griega, caracterizada por un vestíbuloporticado (KRAUSE, 1977: 164 y ss.). En el mismohorizonte mediterráneo se instalan las restantes casasde patio localizadas ante todo en Azaila, Caminreal yotros yacimientos del valle del Ebro. Estas formassintonizan con hábitos constructivos obedientes acorrientes mediterráneas de amplia instalación.

En lo decorativo, a las formas de vivienda men-cionadas se asocian, en el valle del Ebro, ejemplosprecoces del I estilo pictórico (Azaila, Belmonte,Contrebia Belaisca) en la segunda mitad del siglo II

a. C., constituyendo el momento más temprano dellegada de cuadrillas de pintores y albari itálicos alvalle del Ebro.

Las viviendas de atrio aportadas por Roma (tos-cano o tetrástilo), ilustran enseguida (en la helenísti-ca Ampurias) (¿comienzos del siglo I a. C.?), las for-mas de prestigio adoptadas por las élites (incluso conla adopción, cuando el espacio lo permitía, del siste-ma axial fauces-atrium-tablinum-alæ)178, entre otros,de comerciantes adinerados de origen griego, cir-cunstancia patente en el «triclinio» de la casa —deatrio toscano— con la inscripción xaire ataqos dai-mon (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1989: 63 y ss.)179. Elmismo fenómeno se documenta en el celtibéricoejemplo de Caminreal (final siglo II – comienzossiglo I a. C.), en donde se adopta el peristilo/patioporticado e incluso otras normas derivadas de las másantiguas medidas de seguridad, como el ambitus180.En el mismo ambiente de aceptación de elementosculturales de prestigio, se inscribe la vivienda de Ilicicon nombres ibéricos en caracteres latinos incluidosen los pavimentos de signino (ABAD, 1983-1984: 97y ss. y 1985: 159 y ss.). Se trata una tendencia queperdurará durante todo el imperio romano, la de laadopción por las clases autóctonas de las fórmulasarquitectónicas innovadoras y definidoras de laromanidad.

Estos modelos de viviendas, más las casas testu-dinadas, se ven acompañados en lo decorativo porpavimentos en opus signinum de forma cada vez más

46 MIGUEL BELTRÁN

sugerido simplemente por las formas arquitectónicas. Otro tantoocurre con el análisis detallado de la cultura material mueble pro-cedente de la casa de los delfines de Celsa, por ejemplo (BELTRÁN

LLORIS, M., et alii, e. p.). De este modo, determinados hallazgosintroducen interesantes matizaciones sobre el poder adquisitivo delos propietarios, como los conjuntos numismáticos (CHAVES, 1976:339 y ss., casa de Venus de Itálica, 1974: 209 y ss., 1975: 356 y ss.,casa del Planetario del mismo lugar).

175 Así, el horreum de Contrebia Belaisca (BELTRÁN MARTÍ-NEZ y BELTRÁN LLORIS, M., 1989: 353 y ss.) o las termas de Azai-la (BELTRÁN LLORIS, M., 1976: 147 y ss.).

176 Se comparan, por ejemplo, las plantas rectangulares deTiermes con las de Cortes de Navarra.

177 La casa con la inscripción Hedykoitos, correspondiente alandron o sala de invitados.

178 Supra, Ampurias, casa 2B.179 Esta casa tuvo actividad hasta la etapa julioclaudia.180 Así, el principio de no mantener muros comunes entre

casa y casa en la ínsula I (casas 1 y 2) (VICENTE, PUNTER, ESCRI-CHE y HERCE, 1991: fig. 7), que plantea la presencia del ambitus(?), hasta la fecha solo se ha documentado en época muy posterioren Conimbriga (siglos I-II d. C.) (ZACCARIA, 1990: 79, fig. 2).Incluso el canal construido delante de la ínsula I de Caminrealpodría estar recordando el mismo principio, esta vez de cara al dre-naje y desagüe de las viviendas afectadas.

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densa, que se conocen no solo en torno al valle delEbro (LASHERAS, 1984: 165 y ss.; BELTRÁN LLORIS,M., 1990: 191 y ss.) sino también en el ámbito levan-tino, y se han querido asimilar al asentamiento deveteranos en nuestro suelo181. Los pavimentos tesela-dos en blanco y negro sustituyen paulatinamente, trasuna leve coexistencia, al opus signinum, pavimentan-do los añadidos de las casas 1 y 2 de Ampurias, quese enriquecen con la adición de peristilos y estanciasde representación y un claro aprendizaje de los arte-sanos en ámbitos itálicos, como avalan, además, losemblemata policromos de la casa 1 de Ampurias(BALIL, 1961: 41 y ss.) o la aplicación de cartones enla costa catalana (BARRAL, 1978).

Restos de viviendas con pavimentos en opussigninum se localizan en los niveles del siglo I a. C.de Itálica (Pajar de Artillo), con muros de piedrasdiminutas pero sin que se hayan definido las casastipológicamente (LUZÓN, 1973: 25 y ss.)182.

Los repertorios decorativos, especialmente lospictóricos, muestran la temprana llegada de modelosy talleres centro y suritálicos a Hispania183 y esimportante apuntar cómo, en el II estilo, los reperto-rios ornamentales y los esquemas compositivos deCelsa del año 44 a. C., por ejemplo, no tienen ante-cedentes en Hispania y aparecen como los preceden-tes de Ampurias (casa 2B), con paralelos en Italia. El

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 47

181 Mapa de repartición de hallazgos en RAMALLO (1990: 138y ss. y fig. 1). No deja de extrañar la casi ausencia de este tipo depavimentos en la Bética, salvo ejemplos dispersos de Carteia e Itá-lica. No insistimos ahora en la cronología antigua para los pavi-mentos de opus signinum, que no parece afectar a la cuestión queahora nos ocupa. Para la cronología de estos suelos a partir del año146 a. C. —toma de Cartago por Roma—, puede verse FERNÁNDEZ

GALIANO (1982: 235 y ss.).

182 Lamentablemente no conocemos en Itálica los niveles delsiglo I de la Era, por lo que nos vemos imposibilitados para estu-diar la evolución de técnicas, materiales y formas domésticas hastalas viviendas de la nova urbs. Los niveles inferiores de la casa deVenus (PELLICER, HURTADO, y LA BANDERA, 1982: 16) tampocoilustran estos aspectos. El estrato del de mitad del siglo I a. C. dela Era proporcionó una pileta con revestimiento de signino.

183 En el fenómeno han insistido GUIRAL y MOSTALAC (1993:389 y ss.).

Fig. 31. La arquitectura doméstica en el siglo II a. C. en Hispania (según M. Beltrán).

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extraordinario parecido entre la decoración de la casadel Laberinto y la 2B de Ampurias evidencia la trans-misión de esquemas itálicos a la pintura provincial deforma directa. Los «zócalos salientes», por ejemplo,sugieren el ámbito campano. Así se destacan las con-comitancias de los talleres itálicos que actúan en laTarraconense (Ampurias, Tarraco, Celsa, Bilbilis) yen el sur de las Galias (Glanum, Nîmes) entre losaños 40 y 30 a. C.

El triclinio de la casa de Hércules evidencia lapreocupación de los pintores, estucadores y musiva-rios por confeccionar un programa decorativo quedefiniera ornamentalmente la funcionalidad de laestancia mencionada (MOSTALAC, 1992: 19).

3.2. El siglo I de la Era (fig. 33)

El sistema de añadidos que ofrece la casa 2B deAmpurias, de atrio toscano, que incorpora sucesiva-mente un primer peristilo cuadrado, un segundoperistilo más un balneum y finalmente una sala derecepción más dos aljibes, permite seguir de cerca el

proceso de incorporación a la vivienda de los princi-pios que evidenciaban el poder del propietariomediante dichas formas arquitectónicas, que se ve-rían complementadas en la ornamentación de la casa.

El final de la ciudad en la etapa flavia impideconocer el desarrollo de otras fórmulas arquitectóni-cas, cuyo estudio es deficitario en nuestro suelo. Sinembargo, no debe perderse de vista que la carencia derecursos económicos en Ampurias, a partir de dichomomento, provoca una perduración de determinadasviviendas de la zona alta y de sus programas decora-tivos (casa número 1) hasta finales del siglo II e inclu-so el III de la Era (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1993: 418y ss.)184.

Por otra parte, la colonia Celsa permite atisbar elproceso evolutivo de las distintas modalidadesdomésticas, con presencia en la época triunviral de

48 MIGUEL BELTRÁN

184 Tampoco se conoce la evolución de las viviendas de laNeápolis hasta su momento final, pero parece que hubo una per-duración clara hasta comienzos del siglo I de la Era (MAR y RUIZ

DE ARBULO, 1993: 354 y ss.).

Fig. 32. La arquitectura doméstica en el siglo I a. C. en Hispania (según M. Beltrán).

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casas testudinadas, de patio y de atrio toscano conintroducción del patio porticado/peristilo en épocaaugústea (BELTRÁN LLORIS, M., 1991a: pássim), quese documenta en el mismo momento en la casa de losJuegos de Agua de Conimbriga (BAIRRÃO, 1993: 151y ss. y 167). El final relativamente temprano de Celsa(MOSTALAC y BELTRÁN, 1994: 10), más brusco que elde Ampurias, impide el análisis detallado de otrascuestiones relacionadas con la arquitectura domésticay su evolución en un ámbito estricto, especialmenteen lo relativo a las últimas conclusiones de las casastestudinadas, en inmejorables condiciones para origi-nar modelos de viviendas de pisos como las ínsulasostienses185.

Son los cambios ornamentales los que poseen unmayor dinamismo. Un poco antes, en Celsa, la testu-dinada casa del Emblema ve añadirse un cuadro, enépoca augústea (?) de opus tesellatum blanco ynegro, abriendo su caja sobre el pavimento del tabli-

num de opus signinum (BELTRÁN LLLORIS, M., 1985:92 y ss.). La casa de la calle Lladó, de atrio toscano,en su ampliación de mediados del siglo I, introduceigualmente pavimentos análogos blanquinegros en sufase tercera en el tablinum y el triclinium (GUITART,PADRÓS y PUERTA, 1991: 40, láms. VII-IX).

El estudio detallado de los distintos talleres quellevan a cabo suelos, pinturas y estucos (III estilo)(MOSTALAC, 1996: 11 y ss.) se evidencia como unpunto de partida significativo. En Celsa, la llegada ala colonia de talleres de pintores y estucadores deprocedencia distinta a los que trabajaban hasta lafecha en la ciudad es importante para entender losprocesos creativos. Así, la ínsula II evidencia la pre-sencia en la colonia (comienzos del III estilo) dealbari que realizan cornisas bellísimas pero que notienen cartones o repertorios, puesto que pintan lasparedes de negro o rojo monocromo, panorama quecambia a finales de Tiberio, en cuyo momento ya dis-ponen de programas decorativos más complejos,como evidencian las casas restantes conocidas. Seadvierte la capacidad adquisitiva de los propietarios.Los más ricos obtienen los servicios diferentes de los

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 49

185 Sobre las casas testudinadas, véase también HOFFMAN

(1978: 162 y ss.).

Fig. 33. La arquitectura doméstica en el siglo I d. C. en Hispania (según M. Beltrán).

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talleres que están trabajando en la colonia y aportanlas composiciones del momento, como demuestra lacasa de los Delfines en su fase C. En las viviendasmás modestas las innovaciones se reducen a una solahabitación186, adoptándose el sistema de pintura eco-nómica en las habitaciones secundarias.

Conocemos peor, en lo doméstico, las adapta-ciones del IV estilo pictórico (segunda mitad delsiglo I d. C.), que, en todo caso, a partir de otrosejemplos, permiten comprobar el constante flujo yreflujo de talleres decorativos itálicos que trabajaronen Hispania de forma continua.

3.3. La fórmula del peristilum (fig. 34)

La forma de la casa de peristilo con los antece-dentes vistos, los fenómenos de perduración señala-dos o bien las ampliaciones y mejoras de los mismos

esquemas187 parecen ser predominantes desde el sigloII de la Era188. A partir de dicho momento el modelode la casa de atrio parece desterrado, retomando supapel el peristilo, aunque este tránsito fue matizado.

En lo urbano, el ejemplo de Munigua (flavio) esde los más recientes, aunque la reinterpretación delatrio como peristilo, funcionalmente, modifica estasituación, y en la misma línea está el pequeño atrio dela ínsula al norte de las termas de Conimbriga, lige-ramente posterior (trajáneo) (ALARCÃO y ÉTIENNE,1977: lám. XLIX), sin que conozcamos otros ejemplosposteriores, que los casos mencionados de las villæno hacen sino abonar189.

50 MIGUEL BELTRÁN

186 Por ejemplo los triclinios de la casas IIB y IID.

187 Casa de los Juegos de Agua, fase segunda (BAIRRÃO,1993: 168 y ss.).

188 Anótese el interesante ejemplo de la casa aparecida en lacalle San Fernando de Córdoba, en la que se han advertido dosfases. La primera estuvo dotada de atrio, conociéndose el implu-vium, que se modifica y anula en la segunda a favor de un peristi-lo, cambio que se ejecutó a finales del siglo II de la Era (SECILLA yMÁRQUEZ, 1991: 341 y ss.).

189 Véase supra la casa de atrio tetrástilo. Son inciertos los

Fig. 34. La arquitectura doméstica en el siglo II d. C. en Hispania (según M. Beltrán).

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De un lado, en lo doméstico asistimos a la per-duración de determinadas estructuras, al paso que enlo decorativo, tanto lo musivario como lo pictóricoincorporan evidentes novedades. En los pavimentosse introducen desde el comienzo del siglo II las pri-meras composiciones figuradas con el tema del thya-sos marino en los talleres de Barcelona-Badalona,por ejemplo, junto a la presencia de pinceladas decolor (RAMALLO, 1990: 144 y ss.), tomando tambiénevidente fuerza en el ámbito levantino, así como en laBética.

En la Bética se recrean interesantes esquemascon composiciones bitonales sobre blanquinegros y apartir de tradiciones de las creaciones adrianeas deTivoli u Ostia. En los ejemplos emeritenses es signi-ficativa la convivencia de artesanos de procedenciaoriental (mosaico cósmico) con la tradición blanqui-negra, tendencias que veremos repetirse en numero-sos ejemplos. En lo pictórico encontramos pautasartísticas desconocidas hasta el momento —Varea(GUIRAL y MOSTALAC, 1988: 57 y ss.), Tiermes(ARGENTE y MOSTALAC, 1985: 881 y ss.)—, las cua-les evidencian ejecuciones provinciales recreadassobre modelos o cartones anteriores, que permitenconocer la existencia de talleres con característicaspropias. Así se documenta en las ciudades de Bilbilis,Arcóbriga, Uxama y Tiermes, en donde se aprecia lapresencia del mismo taller (GUIRAL, 1991: 191 y ss.).En la decoración pictórica observamos el regreso acomposiciones de tipo arquitectónico, la readapta-ción de esquemas del III estilo y sobre todo las deco-raciones con fondos monocromos blancos, acompa-ñados de zócalos moteados (MOSTALAC y GUIRAL,1998: 1998: 323 y ss.).

La arquitectura de la casa de peristilo pareceadoptar ahora sus formas más desarrolladas, cristali-zándose el modelo de peristilo-triclinio de represen-tación más estancias de descanso en torno a los ámbi-tos abiertos, resaltándose su carácter a partir de loselementos decorativos, según la musivaria. En los cu-bículos se refuerza el carácter de la intimidad a partirde alcobas + antecámaras de servicio, organizadas entorno a espacios abiertos, en forma de patio de luz de

tipo variado, según se hace patente en los modelosvistos (Iuliobriga, Itálica, Bælo, etc.).

Esta arquitectura de peristilo ajardinado + tricli-nium de representación centralizando el área públicade la casa obedece a la que en este momento predo-mina en una amplia koiné mediterránea y con la quemantiene abundantes puntos de contacto190, con signi-ficativas casas de representación y gran extensiónfísica, en la línea de las grandes mansiones conocidasdesde antes en los ejemplos ampuritanos.

Siglo I a. C.:

Y que se prolongan en la primera centuria denuestra Era, como fruto de la suma de espacios diver-sos en una sola mano:

Documentándose el fenómeno con mayor am-plitud en el siglo II y obedeciendo ante todo a creacio-nes ex novo:

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 51

comienzos de las villas de Falces (atribuida en su primera fase alprincipio del siglo II de la Era según la sigillata decorada encon-trada; MEZQUÍRIZ, 1971: 49 y ss. y 1976: 317 y ss.), la Sabinilla(POSAC y RODRÍGUEZ, 1979: 129 y ss.; de los severos) y Bruñel(PALOL y SOTOMAYOR, 1972: 375 y ss.; se fecha en el siglo II, peroel descubrimiento de una moneda de Claudio debajo de un mosai-co introduce márgenes de incertidumbre para el comienzo real deesta villa).

190 Puede verse el repertorio de ejemplos africanos en REBUF-FAT (1969: 658 y ss. y 1974: 445 y ss.) y el brillante análisis parael mismo ámbito de THEBERT (1992: 305 y ss.). Para las Galias,BÉDON, CHEVALLIER y PINON (1988: 354 y ss.). Surgen así vivien-das que ocupan extensiones notables en el interior de las ciudades,entre 1000 y 1500 m2 por término medio, con casos extremos. Así,en las superficies de las casas observamos las siguientes —estassuperficies pueden compararse con las conocidas en otros ámbitosdel mundo provincial—: Vaison: casa del Delfín, 2700 m2; Bustode Plata, 1800 m2; casa de los Messi, 2000 m2; Pretorio, más de3000 m2; Saint Romain-en-Gal: casa Suroeste, 1700 m2; GranCasa, 2500 m2; Tipasa: casa de los Frescos, 1200 m2; Pompeya:

Peristilo Ampurias c. 101 713Peristilo Ampurias c. Inscripciones 1168

Atrio toscano + per. Celsa c. Hércules 1002Peristilo Illici sector 5-F 862Peristilo Pollentia c. Cabeza Bronce 945Atrio toscano+ per. Ampurias c. 2A + 2B 2951Atrio corintio + per. Ampurias c. 1, fase segunda 1820Atrio corintio + per. Ampurias c. 1, fase final 4291Atrio indet. Tiermes c. del Acueducto 1296

Atrio tetr. + per. Emerita Augusta c. del Mitreo 1866Peristilo Clunia c. Taracena 3699Peristilo Conimbriga c. Juegos de Agua 3440Peristilo Emerita Augusta c. Basílica 629Peristilo Itálica c. del Planetario 2661Peristilo Itálica c. de Hylas 2194Peristilo Itálica c. de los Pájaros 1414Peristilo Itálica c. contig. Pájaros 1477Peristilo Itálica Cañada Honda 1459Peristilo Iuliobriga c. 1 1161Peristilo Iuliobriga c. 2 1134

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3.4. El desarrollo de la domus en los siglos III-IV

de la Era (figs. 35 y 36)

Los ejemplos documentados en el siglo III conti-nuan ofreciéndonos los modelos de peristilo comouna arquitectura firmemente asentada. Esta centuria,en lo musivario, significa la consolidación de lostalleres polícromos, enfatizándose las influenciasorientales (FERNÁNDEZ GALIANO, 1984: 411 y ss.) endeterminados casos, pero sometiéndose a las modaspresentes en el ámbito occidental del Imperio romano.En lo pictórico se consolidará la tendencia a la incor-poración de imitaciones de crustæ marmóreas (MOS-TALAC y GUIRAL, 1998: 328). Sobre esto los tallereshispanos adquieren particulares formas expresivascon identidades en la Bética (casa de la calle CruzConde, de Corduba, casa de los Pájaros, de Itálica), enlos talleres de Clunia-Uxama o en la propia EmeritaAugusta (LANCHA, 1990: 277 y ss.)191. Las decoracio-nes musivas enfatizan la función de las estancias,según se trate de espacios de tránsito o paso o de resi-dencia, contrastando con el tratamiento dado a lasparedes192. En el caso de las estancias de aparato, seobserva además una cierta concentración de ciclosfigurados o temas especializados. Así, los tricliniaostentaron representaciones del ciclo dionisiaco, cua-dros con fauna marina, algunas escenas mítico-litera-rias o temas de cacería enfatizando el carácter repre-sentativo. Los cubicula muestran figuras de Eros yPsyque, Venus, las Tres Gracias, etc., en los escasosejemplos identificables (GUARDIA, 1992: 418 y ss.),aunque esta sensación no deja de ser inestable193.

El siglo IV (RAMALLO, 1990: 161 y ss.) presenciagrandes composiciones policromas geométricas yconexiones africanas y orientales intensas, notas quejuntamente con la introducción real del stibadium enlos triclinios prestan su carácter a las viviendas delmomento194, cuyo conocimiento resulta parcial, ya que

conocemos proporcionalmente mejor las villæ rus-ticæ195 y en los ejemplos domésticos se compruebanclaras perduraciones de esquemas anteriores, como lacasa de los Juegos de Agua (Conimbriga), que culmi-na en el siglo IV las reformas decorativas de sus pintu-ras196, o la vivienda italicense del Mosaico de Venus197.

Ejemplos significativos de la musivaria, comoreferencias directas a los propietarios de las vivien-das, no son excesivos en ellas, salvo el ejemplo deItálica, en opus signinum con el letrero alusivo a M.Traius, C. F. (BLECH, 1993: fig. 44), de Anniponus deEmerita Augusta y la inscripción Leonti Vita acom-pañando a una representación dionisíaca de Tarraco(GUARDIA, 1992: 437), ejemplos estos que tienen sucontrapunto pictórico en los retratos del dominus enalgunas viviendas, como en la casa de la Basílica deMérida (MOSTALAC, 1995). Junto a dicho fenómeno,algunos temas especiales, como el tema de Orfeo enCæsaraugusta y Emerita o el de los Siete Sabios enEmerita, nos llevan directamente al fenómeno cultu-ral como importante componente en la decoración dedeterminados ámbitos, junto a la presencia de repre-sentaciones más o menos estereotipadas aportadaspor los talleres decoradores (GUARDIA, 1992: 440).

Junto a los fenómenos enumerados continúan eneste momento los ejemplos de privatizaciones deespacios públicos a favor de establecimientos priva-

52 MIGUEL BELTRÁN

casa de los Vetii, 1200 m2; casa del criptopórtico, 1400 m2; casa deMenandro: 1500 m2; casa del Fauno: 2970 m2, etc.

191 En el caso de Emerita, la influencia del dichos talleres norebasa el territotrio que rodea a la ciudad. Se comprueban, no obs-tante, algunas relaciones con Itálica, explicándose la influenciaoriental y africana por las facilidades de contacto de la capital dela Lusitania con otras ciudades.

192 La estancia del pavimento cosmogónico de Mérida, porejemplo, careció de repertorio figurado (ABAD, 1982: 356 y ss.).No obstante, no debe perderse de vista el escaso repertorio de pin-tura mural de la época bajoimperial que nos ha llegado.

193 Pueden tenerse en cuenta las conclusiones, para los ejem-plos africanos, de DUNBABIN (1978: 26 y ss.).

194 De esta centuria estamos especialmente informados sobre

las habitaciones de representación de las casas (triclinium,exedra…).

195 Podría parecer abusivo transferir a las viviendas urbanastodas las consecuencias derivadas del estudio de las residenciasrústicas dada la diferente situación en que se encuentran ambasvertientes. No obstante, en lo decorativo, no parecen presentarsediferencias entre los repertorios temáticos usados ya en la ciudadya en el campo (por ejemplo, las representaciones de los ciclosdionisíacos) y el caso de Emerita, con temas practicamente idénti-cos en las villæ vecinas es sintomático, al menos para el periodobajoimperial, como se comprueba igualmente entre Barcino y otrasvillæ (GUARDIA, 1992: 424 y ss.). En todo caso es mucho más sig-nificativo el conocimiento de la residencia privada a través de lasdistintas modalidades de villæ que a través de los hallazgos ciuda-danos, que no dejan de ser en la mayoría de las ocasiones incone-xos, por más que nuestro conocimiento, negativo, de esta etapa enlas ciudades no está motivado, por supuesto, por una falsa deca-dencia, sino por una peor conservación de los niveles y estratigra-fías de dicha etapa. Véase la útil valoración de este periodo quehace ARCE (1993: 402 y ss. especialmente).

196 A dicho fenómeno se debe la discordancia entre la crono-logía propuesta para determinados pavimentos y la aplicada adeterminadas pinturas de imitación de crustæ (BAIRRÃO, 1992: 169y ss.).

197 Según evidencian los hallagos numismáticos de 29 piezasdel siglo IV, que por otro lado dan fe de la pobreza y escasez de laciudad (CHAVES, 1976: 339 y ss.).

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dos domésticos, como se comprueba en Corduba enlos siglos IV-V de la Era en el foro provincial (VEN-TURA, 1991: 261 y ss.), o bien se manifiesta en la reu-tilización de la parte oriental de la escena, parodos yparascænium, del teatro de Segobriga, que en el sigloIV ve surgir una vivienda de grandes dimensiones(ALMAGRO BASCH y ALMAGRO GORBEA, 1983: 27)198.

Seguimos anotando en estas centurias viviendasde peristilo que ocupan una notable extensión en elinterior de las ciudades, emulando en ocasiones laextensión de las villæ exteriores y continuando la ten-dencia de la centuria anterior en los núcleos conoci-dos de Conimbriga, Seria o Itálica entre otros docu-mentados.

3.5. Más interrogantes

A pesar del panorama expuesto, lamentablemen-te, quedan numerosas interrogantes todavía por con-testar, muchas de ellas dependientes del escasonúmero de viviendas conocidas y de su conocimien-to deficitario, con ejemplos como el numantino,cuyas excavaciones de comienzos de siglo deberíanrevisarse y ponerse al día, al igual que se ha hechocon tan magníficos resultados en Ampurias199. Hastala fecha nuestro conocimiento se resume, tipológica ynuméricamente, de la forma siguiente:

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 53

198 La casa se fecha en época tardorromana e hispanovisigoda.

199 Los trabajos sobre la Numancia romana son a todas lucesinsuficientes, como se desprende del trabajo de BALIL (1974: 11 yss., con el resumen de la bibliografía anterior, en la que no insisti-remos). El estudio de ORTEGO (1972: 77 y ss.) no llegó a calar enlos problemas reales de la casa numantina. La planta de lo excava-do a comienzos de siglo, publicada por la Comisión de la JuntaSuperior de Excavaciones ( y reproducida en la Crónica del Colo-quio Conmemorativo del XXI Centenario de la Epopeya Numanti-na, pp. 32 y 33), no permite excesivas observaciones, como tam-poco las referencias de las correspondientes memorias deexcavaciones.

Fig. 35. La arquitectura doméstica en el siglo III d. C. en Hispania (según M. Beltrán).

Atrio tetr. + per. Seria c. del peristilo 3113Peristilo Conimbriga c. Esvásticas 829Peristilo Conimbriga c. Esqueletos 720Peristilo Conimbriga c. de Cantaber 1774Peristilo Emerita Augusta c. Anfiteatro 2777Peristilo Itálica c. Demetrio Ríos 1368

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Es decir, conocemos un conjunto de 356 vivien-das, de toda Hispania; de ellas, exceptuadas las taber-nas y los restos indeterminados, solo subsisten 102unidades domésticas, de las cuales, íntegras y condocumentación plena relativa a sistemas decorativos,hallazgos y evolución cronológica, solo cabe men-cionar una pequeña parte.

¿Qué documentación fiable podemos esgrimirpara abordar el conocimiento de los sistemas deinsulæ en las ciudades?

¿Qué significa dicho cambio desde el punto devista social?

Junto a lo expuesto, solo muy lentamente, y enescasas ciudades, nos acercamos al conocimiento dela vivienda de las clases menos afortunadas de la so-ciedad (las gentes de fortuna común, al decir de Vitru-bio, los pequeños artesanos, comerciantes de escasosrecursos, etc.) y el panorama conocido hasta la fecha,con ser representativo, dista mucho de reflejar la rea-lidad de la sociedad hispanorromana. Son sin duda

54 MIGUEL BELTRÁN

Fig. 36. La arquitectura doméstica en el siglo IV d. C. en Hispania (según M. Beltrán).

Cronología Patios Tes tudina dos Tetrástilos Corintios Toscanos Peristilos Tabernas Indet. Total %32 12 13 1 7 44 124 132 365

s. II a. C. 4 2 3 – – 3 1 – 13 3,56s. I. a.C. 23 7 3 – 4 1 5 10 53 14,52Augusto 1 3 1 – 2 8 – – 15 4,10Flavios 1 – 3 – – 5 2 – 11 3,01s. I d. C. 3 – 1 1 – 1 87 21 114 31,23s. II d. C. – – 1 – 1 16 23 13 54 14,79s. III d. C. – – 1 – – 8 6 4 19 5,20s. IV d. C. – – – – – 2 – 9 11 3,01 ? 75 75 20,54

% 8,76 3,28 3,56 0,27 1,91 12,05 33,97 36,16

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determinadas casas de atrio testudinado las que mejorilustran este aspecto, además de las viviendas esta-blecidas sobre las tabernæ, cuya situación y modestí-sima extensión no deja de ser significativa.

¿Es acertado concebir el desarrollo de la arqui-tectura de las villæ rusticæ (en su parte residencial)como un reflejo de las formas urbanas exclusivamen-te? Las villæ mencionadas, concebidas como unaconjunción de la fórmula del atrio (desplazado de susentido originario) más peristilo, así parecen indicar-lo. Por otra parte, las villæ de aparato, de gran exten-sión, desarrolladas en suelos más económicos, fuerade las ciudades y en una etapa sometida a una diná-mica social distinta, han podido igualmente influir enla configuración de determinadas casas urbanas,según los ejemplos vistos.

¿Qué sabemos realmente de otras partes de lacasa que no sean exclusivamente las habitacionesmencionadas más arriba, como el ergastulum, lasletrinas, las cellæ penuariæ,…?

¿Cómo se documenta el proceso de sustituciónde zonas residenciales por otras áreas de produc-ción?200.

¿Cuál es realmente el valor social de la casa his-panorromana, en relación con los espacios públicos y privados, su articulación, dependencias, ocupantes yfunciones reales de sus ámbitos?201.

¿Cuál es la posición de la casa respecto delentramado urbano que la envuelve?

Todas estas interrogantes y otras muchas no sonde fácil contestación y es evidente que no puedenserlo fuera de un análisis detallado de los criteriossociales e históricos202 que de forma rigurosa debenpreceder a cualquier consideración y que nos impidenpor el momento acudir a extrapolaciones para suplir

nuestras deficiencias. Descubrimientos y avancestécnicos suponen importantes modificaciones quedeben ser tenidas en cuenta y que pueden afectar a laestructura de las viviendas, como los acueductos203, oel vidrio de ventanas, que permite grandes vanos enla iluminación204.

Junto a este panorama es evidente el valor de lasituación particular en el tiempo y en el espacio, decada de una de las ciudades consideradas. El análisisde la documentación disponible, especialmente laarquitectónica, evidencia ante todo la procedencia dedeterminadas élites itálicas que participan de formavariada en la colonización de Hispania. Así, porejemplo, se ha señalado para Ampurias la interven-ción de una officina del Lacio, Samnio y Campaniadurante la etapa republicana, patente en el uso del pieitálico, que ya está presente en el foro de Ampurias.El pie romano, 0,296 m, está plenamente implantadoen la etapa augústea (Celsa: casa I, cubículos del IIestilo, en los tablina del III estilo, II-H, 7; VII-B, 29,en los triclinios del III estilo y, por ejemplo, en lasataduras de las cañas del techo del triclinio de I-C,12). Esta modulación con base en dicha medida laencontramos en Ampurias o en Cæsar Augusta en lostrazados urbanos.

De este modo, el mecanismo de los talleres quetrabajan en Hispania ayuda en alguna medida a com-prender el proceso de la asimilación y práctica de laarquitectura doméstica, en cada etapa, sometida amúltiples influencias. Nótense por ejemplo las desar-monías en determinados ámbitos. La pintura del tri-clinio de la casa de Hércules de Celsa obedece en sudistribución a un esquema de módulos 1/3 – 2/3,mientras que el pavimento sigue un módulo distinto,1/2 – 1/2. Es decir, están actuando los talleres itálicosen lo pictórico, mientras que en los pavimentos sonlos talleres del valle del Ebro, ignorándose el progra-ma de conjunto que pretendía crear unos espacios derepresentación concretos complementados entre lapintura y el suelo.

En todo caso, quedan delineadas una serie derasgos que en lo tipológico y formal pueden permitirun primer acercamiento a la casa urbana hispanorro-

LA CASA HISPANORROMANA. MODELOS 55

200 Así, las transformaciones de las domus de Bælo Claudia,en su etapa final, en una factoría de transformación de salazones(DARDAINE, 1983; SILLIÈRES, 1991). Bætulo también evidencia unaredistribución de usos en los espacios antes dedicados a residen-cias privadas, de la mano del fortalecimiento de las villæ en lasegunda mitad del siglo I de la Era, que demuestra un traslado dela residencia principal (GUITAR, 1993: 73 y ss.). Ampurias docu-menta fenómenos análogos, por ejemplo, en la casa 57, de peristi-lo, en cuya última fase se instaló un taller de broncista (MAR yRUIZ DE ARBULO, 1993: 387).

201 Estamos todavía muy lejos de poder llegar a un análisisdetenido, desde el punto de vista social, por ejemplo, como los rea-lizados ultimamente sobre las viviendas de Pompeya y Herculano(WALLACE-HADRILL, 1994). Son útiles las reflexiones de BALIL

(1972: 139 y ss.), aunque en un plano general y sin posibilidadesde profundizar en el análisis de cada casa por la falta de datos.

202 Perduración de modelos y repertorios decorativos porfalta de medios económicos, etc.

203 La presencia de acueductos hace innecesaria la recogidade aguas mediante el sistema compluvium-impluvium, como sucedeen el ejemplo pompeyano a partir del año 62.

204 En Hispania durante el siglo I de la Era los vidrios de ven-tana son muy escasos; solo en la etapa flavia parecen comenzar ageneralizarse, y son más abundantes en los siglos II y III. De hecho,en Celsa los restos son muy escasos en la ínsula de los Delfines(PAZ, en Celsa IV, apdo. II. 1.3.1).

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mana dentro de las pautas enunciadas y a la espera deque programas de trabajo más detallados y sistemáti-cos nos permitan modificar nuestro estado de conoci-miento.

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62 MIGUEL BELTRÁN

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ABREVIATURAS

AA Archaologischer AnzeigerAEA Archivo Español de ArqueologíaAIEC Anuari de l’Institut d’Estudis Cata-

lansAJA American Journal of ArchaeologyAn. Arq. Cord. Anales de Arqueología CordobesaAPL Archivo de Prehistoria LevantinaBd’A Bolletino d’ArteBESA Boletín del Seminario de Estudios de

Arte y ArqueologíaCMRE Corpus de Mosaicos Romanos de

EspañaCNA Congreso Nacional de ArqueologíaEAE Excavaciones Arqueológicas en Es-

paña

MA Monografías ArqueológicasMAAR Memoirs of American Academy in

RomeMAI Mosaichi Antiqui in ItaliaMB Monografies BadaloninesMEFR Mélanges de L’École Française de

RomeMJSEA Memorias de la Junta Superior de

Excavaciones y AntigüedadesMM Madrider MitteilungenMMAP Memorias de los Museos Arqueoló-

gicos ProvincialesMZB Museo de Zaragoza. BoletínNAH Noticiario Arqueológico HispánicoOA Opuscula ArchæologicaPV Príncipe de VianaSt. Arch. Studia Archæologica

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COMUNICACIONES

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Bolskan, 20 (2003), pp. 67-82 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

La gran cantidad de excavaciones arqueológi-cas de urgencia llevadas a cabo en la ciudad deTarragona los últimos años ha permitido, entre otrascosas, recuperar numerosos contextos cerámicos deépoca tardorrepublicana y altoimperial. En este tra-bajo presentamos los datos derivados del estudio dediversas excavaciones, con material abundante ybien datado, a través del cual podemos definir laslíneas comerciales de Tarraco entre el final del perio-do republicano y los primeros años del Imperio.

SUMMARY

The great number of urgent archaeologicalexcavations carried out in Tarragona during the pre-vious years has allowed us, among other things, torecover many ceramic contexts from the late Repu-blic and high Empire periods. In this essay we pre-sent the information obtained from the study of seve-ral excavations, with ample material and well dated,through which we can define the commercial lines ofTarraco from the final of the republican period to thefirst years of the Empire.

INTRODUCCIÓN

Con el presente trabajo se quiere ofrecer unaprimera aproximación a la dinámica comercial en laciudad de Tarraco entre finales del siglo III a. C. ymediados del I d. C. Esta aproximación se ha reali-zado utilizando como base el análisis y la cuantifi-cación de diferentes depósitos cerámicos localiza-dos durante los últimos años en la zona urbana de laciudad de Tarragona. Así mismo hemos procuradoque los depósitos cerámicos utilizados procedan dediferentes puntos de la ciudad con el fin de evitarofrecer tan solo datos de un determinado sector dela ciudad (fig. 1)1.

Valoración comercial de Tarraco: importaciones cerámicas entre el siglo III a. C.

y la dinastía julio-claudia

Moisés Díaz* - Pedro Otiña**

* CODEX – Arqueologia i Patrimoni, plaça Sant Fructuós, 1.43002 Tarragona.

** Apartado de Correos 448. 43840 Salou (Tarragona). E-mail:[email protected]

1 Los conjuntos estudiados para época republicana procedende las intervenciones realizadas en el solar 23 de la calle Caput-xins, bajo dirección de Pedro Otiña; en la plaza de la Font, reali-zadas por el Servei Arqueològic de la URV con la dirección dePere Gebellí; Parc Central, realizadas por el Servei Arqueològicde la URV con la dirección de Jordi López, en el solar 7 de la calleApodaca, realizadas por la empresa CODEX – Arqueologia i Patri-moni con la dirección de Montserrat Garcia, Josep A. Remolà yJosep M. Puche; y en el solar 9 de la calle Apodaca, realizadas porla empresa CODEX – Arqueologia i Patrimoni con la dirección deJosep M. Macias, Immaculada Teixell y Moisés Díaz. Los conjun-tos de época imperial proceden de las intervenciones realizadas porCODEX – Arqueologia i Patrimoni en la parcela 13B del PERI 2con la dirección de Immaculada Teixell, y en la parcela 22B delPERI 2 con la dirección de Josep A. Remolà y Pedro Otiña. Qui-siéramos agradecer a Jordi López y Pere Gebellí, y a nuestros com-pañeros de CODEX – Arqueologia i Patrimoni ya citados, el acce-so a los materiales que han sido objeto de estudio para realizar elpresente trabajo.

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IMPORTACIONES CERÁMICAS ATARRAGONA ENTRE LOS SIGLOS III A. C. Y I D. C.

Las décadas previas a la segunda guerra púnica:el siglo III a. C.

El siglo III a. C. se nos revela como un periodooscuro, especialmente su segunda mitad, debido a lafalta de conjuntos significativos. Este hecho, entreotros factores, puede responder a las importantestransformaciones urbanísticas que sufre la actualparte baja de la ciudad a partir de época tardorrepu-blicana2 y que han perdurado hasta nuestros días.

Cabe destacar, a finales de la centuria y desde lasegunda guerra púnica, la fundación de la ciudadromana de Tarraco, con el establecimiento en la partealta de la colina, dominando el oppidum de Cese, delcuartel general de los hermanos Cneo y Publio Esci-pión, en el año 218.

Los escasos conjuntos ceramológicos conocidosfechados en el siglo III a. C. nos indican que predo-minan ampliamente los contenedores anfóricos deorigen ebusitano. Es especialmente significativa lagran cantidad de recipientes PE 14 / T-8.1.1.1 y PE 15/ T-8.1.2.1, que podían transportar productos muyvariados3. En la segunda mitad del siglo III, el pano-rama comienza a cambiar, ya que aunque se siguemanteniendo una notable actividad comercial conEbusus, tal y como lo demuestran las ánforas PE 17 /T-8.1.3.1, la irrupción del vino itálico provocará lainstauración de un efectivo y continuado contactocomercial entre la península itálica y Tarraco, paraacabar, como veremos, dominando el mercado casipor completo a partir de la primera mitad del sigloII a. C.

Las evidencias de ánforas del tipo grecoitálicoantiguo, fechables en la segunda mitad del siglo III a.C., son relativamente escasas y quedan reducidas atan solo tres ejemplares localizados en contextos

cerrados4. Estas producciones suditálicas y siciliotasque ahora se exportan bajo el dominio sociopolíticoromano constituyen la primera evidencia de la ins-tauración de una ruta comercial directa y premedita-da, establecida muy posiblemente a partir de media-dos del siglo III a. C. y que alcanzará la supremacíatras la victoria romana en la segunda guerra púnica.Igualmente, dentro de este contexto se documentanproducciones púnicas de origen centromediterráneo,como las Mañá D 1.2 / T-5.2.3.2 y Mañá D 1.1 / T-5.2.3.1 (figs. 2.1 y 2.5), y de la zona conocida comoel Estrecho de Gibraltar, de donde procede la formadel tipo Carmona / T-8.2.1.1 (fig. 2.9).

Por lo que respecta a las importaciones de vaji-lla de barniz negro fechables en siglo III a. C., sonmuy escasas. En estos momentos podemos destacarla presencia de un «plato de pescado» de la formaLamboglia 23 en campaniense A antigua, un frag-mento de pared con decoración pintada de la formaLamboglia 33a y un fragmento de labio de la formaLamboglia 31a documentados en el solar 24 de lacalle Caputxins. A ello debemos añadir, como se verámás adelante, fragmentos residuales en contextos delsegundo cuarto del siglo II y hallazgos puntuales, enocasiones fuera de contexto, de piezas fechadas enlos últimos decenios del siglo III a. C.

Igualmente escasa es la representación de cerá-micas comunes de importación. Entre los pocos frag-mentos documentados podemos señalar la presenciade morteros ebusitanos del tipo AE-20 / I-167. Tam-bién procedentes de Ibiza se documentan diversosfragmentos de cerámica común entre los que pode-mos destacar una copa con el labio reentrante conrestos de pintura en el exterior, jarras del tipo EB 69y un labio de una hydria del tipo AE-20 / II-23. Todasestas formas son características en contextos de fina-les del siglo III a. C., contemporáneos a la segundaguerra púnica5.

Entre la segunda y la tercera guerra púnica: la primera mitad del siglo II a. C.

Una vez instalado el campamento militar roma-no en Tarraco, en el transcurso de la segunda guerrapúnica, esta ciudad acaba por convertirse en su basede operaciones, mejor situada que Emporion, y pos-teriormente en capital de la Hispania Citerior. De

VALORACIÓN COMERCIAL DE TARRACO 69

5 ASENSIO, CIURANETA, MARTORELL y OTIÑA. Art. cit.; ASEN-SIO y OTIÑA. Art. cit.

2 En esta zona se encuentra el llamado Foro Bajo o ForoMunicipal, entre otros restos.

3 RAMÓN, J. (1995). Las ánforas fenicio púnicas del Medite-rráneo central y occidental. Barcelona.

4 ASENSIO, D.; CIURANETA, M.; MARTORELL, S., y OTIÑA, P.(2000). L’assentament ibèric de Tarragona. L’excavació arqueolò-gica al carrer dels Caputxins, 24, l’any 1978. Tarraco 99. Arqueo-logia d’una capital provincial romana, pp. 71-81. Documentsd’Arqueologia Clàssica, 3. Tarragona; ASENSIO, D., y OTIÑA, P.(2002). Àmfores d’importació i comerç en època ibèrica (segles V-II a. C.) a la zona del Camp de Tarragona. Citerior 3, pp. 93-128.Tarragona.

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este momento, en que conviven dos núcleos física-mente diferenciados (el oppidum ibérico de Cesedominando la zona portuaria y el campamento mili-tar sobre la acrópolis de la futura ciudad romana),tenemos pocas evidencias materiales, tanto por lo querespecta a restos arquitectónicos como a culturamaterial, principalmente cerámica. Este hecho condi-ciona los datos sobre la dinámica comercial en la pri-mera mitad del siglo II a. C. en Tarragona, aunque dosexcavaciones recientes han permitido recuperar sen-dos importantes contextos cerámicos fechados en elsegundo cuarto de esta centuria6. El procedente de lacalle Caputxins, 24, proporcionó una gran variedadde importaciones, entre las que destacan sobre todolas itálicas, tanto en lo referente a la vajilla fina de bar-niz negro, compuesta casi exclusivamente de campa-niense A media7, como la vajilla común8 que acom-pañaba en los barcos a las numerosas ánforasgrecoitálicas halladas en este contexto9. Ya en menormedida, pero siempre presentes, encontramos cerá-mica púnica centromediterránea, tanto en vajillacomún10 como en ánforas, así como productos púni-co-ebusitanos, entre los que destacan recipientesanfóricos PE 16 / T-8.1.3.1 inicialmente y después PE17 / 8.1.3.2, junto a PE 23 y cerámica común11.

Respecto al contexto recuperado en la calle Apo-daca, 9, presenta una mayor variedad y cantidad dematerial importado, destacando también el grannúmero de productos itálicos, tanto anfóricos12 comola vajilla de barniz negro campaniense A media13,

junto a algún ejemplar campano de la producción debarniz negro de Cales, además de un gran númerode piezas de vajilla común y de cocina14. Por lo querespecta a las importaciones púnicas, del área centromediterránea nos llegan ánforas de la zona de Carta-go-Túnez15 y cerámica común16, así como ánforas ebu-sitanas17 y púnicas del Círculo del Estrecho, con lasprimeras ánforas gaditanas de conservas de pescadodel tipo CC NN / T-9.1.1.1, que se incrementarán con-siderablemente a partir de la tercera guerra púnica.

La segunda mitad del siglo II a. C.: creación yurbanización de la nueva ciudad de Tarraco

A mediados del siglo II a. C. se produce un cam-bio radical en la fisonomía de la ciudad; la murallaque rodea al campamento militar romano situado en laparte alta de la colina se amplía hasta el puerto, dondese hallaba, hasta entonces, el oppidum ibérico deCese. A partir de este momento, en que se planificauna ciudad de nueva planta de tipo romano, dentro delrecinto amurallado comenzarán las obras de adecua-ción de infraestructuras, cuyos niveles constructivosnos han proporcionado numerosos contextos cerámi-cos. Este hecho coincide con el episodio bélico de lasguerras celtibéricas, siendo Tarraco el centro de lle-gada e invernada de las tropas itálicas, a las que acom-pañarían los productos con los que eran abastecidas,así como el vino y la vajilla para su consumo.

En este momento las importaciones que llegan anuestra ciudad son masivas, básicamente procedentesde la zona de la Campania, el gran centro productor devino itálico que abastece los ejércitos en campaña yla población desplazada lejos de Roma, y el gran cen-tro productor de la vajilla para su consumo, siendonumerosísimo el barniz negro del tipo A18, seguida

VALORACIÓN COMERCIAL DE TARRACO 71

31b, así como las palmetas radiales rodeadas de estrías y los círcu-los blancos en los fondos internos.

14 Entre ellas destacan, además de morteros, gran cantidad deplatos-tapaderas (la mayoría asimilables a la forma Vegas 16 / F1Burriac 38, 100), cazuelas y sartenes.

15 Entre las que destacan los envases Mañá D / T-5.2.3.1,Mañá C 1/2 / T-7.3.1.1 y Mañá C2 del grupo 7.0.0.0 (en especiallas T-7.4.3.3 y T-7.4.2.2).

16 De las que cabría señalar, además de lópades en pastacaracterística rojo ladrillo, tapaderas de la forma Lancel 911a1 enpastas verdes.

17 Entre las cuales hemos identificado PE 24 y PE 17 / T-8.1.3.2.

18 Por su elevado número habría que destacar, de la vajillatipo A, sobre todo los platos de la forma L 36, junto a las páteras

6 Una de ellas llevada a cabo el año 1999 en el solar número23 de la calle Caputxins, dirigida por Pedro Otiña, y otra realizadaen el año 2001 en el solar número 9 de la calle Apodaca, a cargode la empresa CODEX – Arqueologia i Patrimoni y dirigida por losarqueólogos Josep M. Macias, Immaculada Teixell y Moisés Díaz:CODEX (2004). Memòria d’intervenció arqueològica al CarrerApodaca núm. 9. Inédita.

7 Con formas ya presentes a inicios del siglo II a. C., comoson los platos L 36, las copas L 33a, L 27, L 28, algún elementoresidual como el plato de pescado L 23, junto a una forma quetiene su aparición en estos momentos, la pátera L 5.

8 Imitación de lópades púnicos y platos tapadera.9 Las que se han recuperado en esta intervención pertenecen

a las variantes típicas de primera mitad del siglo II a. C.10 Se ha podido recuperar un mortero.11 Morteros ibicencos.12 Un gran número de ánforas grecoitálicas de las variantes

fechadas en la primera mitad del siglo II a. C., y tan solo un ejem-plar de transición a Dr. 1.

13 Donde encontramos representado la mayoría del repertorioformal básico de esta producción, como son las copas L 31a, 31b,33a y 33b, platos L 36 y L 55, boles L 27b y 27c, y algún ejemplarde plato de pescado L 23. Entre las decoraciones cabe destacar ladecoración de bandas pintadas bajo el labio en las copas L 31a y

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del barniz negro Cales en su variante antigua19 ysobre todo la B de Cales, siendo muy escasa, como hapodido comprobarse, la presencia de barniz negroetrusco (B auténtica); finalmente el servicio de vaji-lla fina se completaba con los vasos (cubilotes) deparedes finas. Por último habría que destacar la granpresencia de vajilla común del área campana, comoson los platos de borde bífido, las cazuelas (algunascon engobe interno del tipo rojo pompeyano), junto alos platos-tapadera y los morteros.

No habría que olvidar, junto a los productos itá-licos, otro tipo de importaciones, como son las púni-cas, básicamente ánforas que traen los productos tra-dicionales de este ámbito, ahora bajo el control denegotiatores itálicos, una vez que Cartago ha sucum-bido al poder de Roma en el 146 a. C. De esta formaparece que las factorías púnicas del Círculo del Estre-cho (sur de la Península Ibérica) salen reforzadas,estando presente en los contextos de Tarraco en altonúmero los envases de salazones, sobre todo el ánfo-ra CC NN / T-9.1.1.1, y en menor medida la MañáC2b / T-7.4.3.0. Dentro de este mundo púnico nohabría que obviar la importancia de Ibiza, cuyos pro-ductos están bien representados, sobre todo con loscontenedores vinarios de los tipos PE 17 y la imita-ción de las ánforas itálicas PE 24, junto a cerámicacomún, como son los morteros.

Por último habría que destacar la presencia deenvases vinarios orientales, de las islas del Egeo, yaque, si bien aparecen en las excavaciones de formapuntual, su presencia es, aunque muy minoritaria,constante.

La primera mitad del siglo I a. C.

Este periodo no difiere sustancialmente del ante-rior por el hecho que, el mercado tarrconense, conti-núa dominado por los productos itálicos, más concre-tamente los campanos. A tenor del material que

hemos podido estudiar se observa el mantenimientode la hegemonía de las importaciones de barniz negrodel tipo A, seguidas muy de cerca por los productostambién campanos de Cales (variante B o calena tar-día), mientras que producciones como la B Etrusca ola siciliota del tipo C aparecen de forma puntual. Endefinitiva, lo que se ve es que se ha impuesto unnuevo repertorio formal, que ya apuntaba en el tramofinal de la anterior centuria, en el que perduran algu-nos elementos de la vajilla clásica de la A20. Acompa-ñando a la vajilla fina seguimos encontrando la cerá-mica de cocina itálica y las engobadas (rojo internopompeyano), básicamente cazuelas, platos-tapaderay morteros.

Esta vajilla estaría acompañando en los barcosque la transportaban al vino itálico, que se traía enenvases del tipo Dr. 1, ya en sus tres variantes, entrelas que parece dominar ligeramente la C. Pero a estosproductos de la zona tirrénica, habría que añadir losprimeros ejemplares de la Italia meridional adriática,como son los contenedores vinarios Lamb. 2 y lasánforas de Brindisi, junto ánforas olearias de cuerpoovoide de la Apulia.

Continúan apareciendo, además, importacionesun tanto exóticas, como son los vinos griegos de lasislas del Egeo, presente en recipientes de Cos y deRodas, así como algunos productos centro mediterrá-neos, como las ánforas de la Tripolitania y las MañáC2c / T-7.5.2.2, los lopades de vajilla común púnica,junto a ánforas ibizencas del tipo PE 18 / T-8.1.3.3acompañadas de vajilla común, y del Estrecho tipoMañá C2b / T-7.4.3.3. Continúa así la dinámicacomercial que se da en la segunda mitad del siglo II a. C.en Tarraco durante, al menos, los años siguientes,hasta mediado el siglo.

El final del período republicano

Hacia mediados del siglo I a. C. vemos unavariación en las tendencias de las importaciones,tanto por el cambio de productos como por la diver-sificación de los centros productores/exportadores.Así es que en el apartado de la vajilla fina destaca lapresencia de barniz negro del tipo A tardío, que enmuchas piezas presenta restos del barniz intencional-

VALORACIÓN COMERCIAL DE TARRACO 73

20 Acompañan ahora a las copas L 33 y 27c y a los platos L36 las páteras L 5/7, las copas L 1, L 8, L 4 y el pixys L 3. La vaji-lla fina viene completada con los típicos cubilotes de paredes finas,vasos de las variantes Mayet II y IIIB.

L 5 y 5/7, las copas L 31 a y b, L 33b, L 27c y los boles L 27ab.Entre el barniz negro de Cales cabría destacar en un primermomento las copas MP 127, las copas crateriodes F 4753 y losboles SM 166, sustituidos después por formas de la B, principal-mente por la copa L 1, que acompaña las páteras L 5, junto a losplatos de pie alto L 4, las copas L 8 y el pixys L 3. Respecto a la Betrusca, muy escasa a diferencia de lo que se pensaba hasta fechasrecientes, únicamente son significativas las copas L 1 y la pátera L5. Por último, de la puntual presencia de barniz negro siciliota deltipo C, hay que destacar la pátera L 7.

19 Producción que ya encontramos en el periodo anterior, yaque se inicia en torno al 180 a. C.

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mente rojo, junto a producciones que podemos ads-cribir probablemente a la variante tardía de la B deCales y campaniense C21. Como novedad importantedestaca la llegada de vajilla de barniz rojo, en con-creto vajilla etrusca del tipo terra sigillata itálica22,forma Goudineau 1, la variante de las páteras L 5/7de barniz negro, así como vajilla oriental de barnizrojo del tipo pre-sigillata. Completarían esta vajillalos vasos de paredes finas, que diversifican los típi-cos cubilotes de borde ganchudo de las formas Mayet1 y 2 en sus diversas variantes, con vasos de paredesrectas como los Mayet 24 y Marabini 12, y los ovoi-des con labio carenado Mayet 21. Acompaña a estavajilla, como viene siendo habitual en los contextostardorrepublicanos, cerámica de cocina itálica yengobada de rojo interno pompeyano, entre la quedestacan los platos-tapadera.

Si bien la península itálica continúa siendo ellugar de donde procede el grueso de la vajilla finatarraconense de este momento, respecto a los produc-tos alimentarios que se comercializan en ánforas hayun cambio importante, ya que junto a las importacio-nes de vinos itálicos23, aún la más numerosa, empie-zan a destacar en número los envases vinarios loca-les24, que hacia mediados de siglo ya se estánproduciendo en Cataluña de forma importante, princi-palmente en la Laietania, junto a algún ejemplar másexótico procedente de las islas griegas25. Completaríanlas importaciones los salazones sudhispánicos de tra-dición púnica, que llegan en ánforas T-7.4.3.3 / MañáC2b, y en envases ya de tipología romana, que seránmuy abundantes en época augústea, como son las Dr.7/11 y LC-6726, junto a vino bético que llegaría en

ánforas Dr. 1C y Halt. 7027, el cual ya es mencionadoen la historiografía antigua por Estrabón (III.2.6) y queestá presente en Tarraco a finales del periodo republi-cano.

El reinado de Augusto

Con la llegada de Augusto al poder se estableceun nuevo sistema político-administrativo a lo largode todo el territorio romano, que implicará la trans-formación del sistema económico. A partir de esemomento las provincias periféricas de Roma entranen el circuito comercial de esta importándose yexportándose productos por toda la cuenca medite-rránea bajo un estricto control del fisco imperial.

En función de los datos de que disponemosactualmente, vemos cómo Tarraco participa activa-mente en esta transformación económica del Imperioincorporándose de una manera definitiva a las rutasmarítimas relacionadas básicamente con el vino, nosolo como centro receptor sino como exportador.

La vajilla fina28 dominante durante los primerosaños del reinado de Augusto sigue siendo la cerámi-ca de barniz negro. Cabe señalar la abundancia de lacampaniense B típica del siglo I a. C., destacando porencima de todas las formas, y de una manera absolu-ta, el plato Lamb. 5. Por otro lado, la presencia decampaniense B de Cales, que se documenta en con-textos tarraconenses desde finales del siglo II a. C., estodavía significativa. Las formas representadas en elnivel que utilizamos de referencia son F-1222, F-1640 y F-2822. En proporciones sensiblementeinferiores se presenta la campaniense A tardía que, adiferencia de la clase anteriormente comentada, ofre-ce un repertorio bastante más amplio. La presencia deformas que se comienzan a recibir en torno a finalesdel siglo III a. C. y principios del II a. C., como pue-den ser las copas Lamb. 27, Lamb. 31 y Lamb. 33 yel plato Lamb. 3629, nos da una idea de la larga per-durabilidad y aceptación que tuvieron durante elperiodo tardorrepublicano en Tarraco.

VALORACIÓN COMERCIAL DE TARRACO 75

27 Que también podrían haber contenido olivas preparadas endefrutum.

28 Se han documentado fragmentos de cerámicas prearetinasy paredes finas, pero la falta de formas concretas en los contextosanalizados nos impide establecer hipótesis sobre las formas a lasque podrían pertenecer.

29 DÍAZ, M. (2000). Tipocronología de los contextos cerámi-cos tardorrepublicanos en Tarraco. Empuries 52, pp. 201-260.Gerona.

21 Entre las formas de la A cabe destacar la pervivencia deformas propias de esta producción, como las omnipresentes L 27C,31 y 36, así como las páteras L 5 y las numerosísimas L 5/7. De losejemplares probablemente calenos tendríamos representadas for-mas más antiguas, como la F 2615 y la L 55 (?), junto a piezas delrepertorio formal propio de la B, como son la copita L 2, el pixysL 3, el plato alto L 4 y las copas L 1 y 8, y la muy numerosa páte-ra L 5/7.

22 Esta producción se inicia en el área etrusca, en la ciudadde Arezzo, cuyos talleres se extienden por la península itálica,incluso con sucursales provinciales, como sucede en Lyon (Roca,363). Al ser esta una de las piezas más antiguas, seguramente pro-cedería de algún taller etrusco.

23 Que llegan en contenedores Dr. 1 de sus tres variantes yLamb. 2.

24 De las formas Pascual 1 y Layetana 1, y también del tipoOberaden 74.

25 Concretamente ánforas Dr. 2-4 de Cos.26 Cuyo contenido se cree que podía ser muy variado: con-

servas de salazones, aceite, vino, defrutum…

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Progresivamente se irán imponiendo las produc-ciones de barniz rojo itálico, terra sigillata itálica,que llegarán a dominar el mercado de la cerámica delujo casi por completo. Ya hemos visto cómo desde eltercer cuarto del siglo I a. C. se documenta la formaGoudineau 1 / Consp. 1. Progresivamente se iránincorporando el resto de las producciones itálicas,caracterizadas en un primer momento por tener unpie ligeramente alto y macizo, que recuerda las pro-ducciones de barniz negro. Los conjuntos analizadosa este respecto nos ofrecen escasa información sobreeste fenómeno30, pero los tipos de pies localizadospueden identificarse con las formas Consp. 4.5,Consp. 7, Consp. 10, Consp. 11 y Consp. 12, entreotras (fig. 6a).

En líneas generales, la cerámica común enépoca de Augusto presenta cierta continuidad conrespecto al momento anterior. Se documentan de unamanera masiva producciones y formas típicas deépoca tardorrepublicana, como por ejemplo los lopaso cazuelas del tipo Vegas 14 de cerámica itálica. Cabedestacar la abundancia de cerámicas ibéricas del tipokalathos31. El resto de las formas conocidas se rela-cionan con ollas de labio más o menos exvasado, enocasiones apuntado, en otras biselado y mayoritaria-mente redondeado.

Las ánforas son los recipientes donde más clara-mente se observa la transformación económica que seproduce durante el reinado de Augusto. Por lo querespecta a las ánforas extrapeninsulares, cabe desta-car la presencia de ánforas vinarias del tipo Dressel2-4 itálicas. Aunque el tipo mayoritario seguirá sien-do la forma Dressel 1, que progresivamente acabarápor desaparecer, para dejar paso a la Dressel 2-4 (fig.6b). Este recipiente será imitado en toda la cuencamediterránea y presenta una larga cronología que seinicia a finales del siglo I a. C. perdurando, en el casode Tarraco, muy probablemente hasta el siglo III d. C.

32.

Entre las ánforas de la Península Ibérica cabedestacar la presencia de los recipientes de transportede vino conocidos más significativos: en este mo-

mento parece finalizar la producción del tipo Layeta-na 1 / Tarraconense 1, se encuentra en el momento demáxima difusión el tipo Pascual 1 (fig. 6a)33 y seintensifica la producción de Dressel 2-4, que acabarásustituyendo como envase de transporte de vino a lasdos formas anteriormente comentadas. Aunque yaestán en contextos preaugusteos, parece probable quedurante el gobierno de Augusto se inicie la utilizaciónmasiva de las ánforas Oberaden 74 y Dressel 28 paracomercialización de vino tarraconense, tal y como seconstata en las intervenciones efectuadas en el teatrode Tarraco34.

El recipiente por excelencia del sur de la Penín-sula Ibérica en época de Augusto es el tipo Dressel7/11 (fig. 6b)35. Se trata de un envase fabricado portodo el litoral andaluz36, en Cataluña37 y en la Galia38,concebido para transportar diferentes salsas de pesca-do y garum. Se comienza a fabricar a finales del sigloI a. C. y perdura hasta finales del siglo I d. C.,momento en el que es sustituido por los contenedoresBeltrán IIA y Beltrán IIB.

También en este momento se documentan lasprimeras ánforas olearias del tipo Dressel 20 (fig.6b), de producción igualmente sudpeninsular. Las

VALORACIÓN COMERCIAL DE TARRACO 77

33 MIRÓ, J. (1988). La producción de ánforas romanas enCataluña. Un estudio sobre el comercio del vino de la Tarraco-nense (siglos I a. C. – I d. C.). BARIS, 473.

34 GEBELLÍ, P. (1996). Un nou centre productor d’amfores alCamp de Tarragona. El forn de la Canaleta i el segell Philodomus(Vila-Seca, Tarragonès). Butlletí Arqueològic RSAT V ép., pp. 69-96. Tarragona.

35 Se conoce una gran cantidad de variantes de bordes deánforas Dressel 7/11, pero hoy en día todavía no ha sido posibleestablecer si existe una evolución cronológica de estos.

36 LAGOSTENA, L. (2001). La producción de salsas y conser-vas de pescado en la Hispania romana (II a. C. – VI d. C.). Barce-lona.

37 Por lo que respecta al territorio próximo a Tarraco, cabeseñalar que se han detectado evidencias de la fabricación de ánfo-ras del tipo Dressel 7/11 en los talleres cerámicos de l’Aumedina(Tivissa) y Mas d’en Catxorro (Benifallet). Para ampliar, consultarel trabajo de REVILLA, V. (1993). Producción cerámica y economíarural en el bajo Ebro en época romana. El alfar de l’Aumedina,Tivissa (Tarragona). Barcelona. En la zona del Camp de Tarrago-na se conoce una gran cantidad de hornos cerámicos pero pocos deellos han sido excavados. Presumiblemente se pudieron fabricaránforas del tipo Dressel 7/11 en algunos, como por ejemplo Masde Coll, Els Antígons o La Boada. Véase el trabajo de J. Miró yacitado. Recientemente, en las intervenciones efectuadas en la partebaja de la ciudad de Tarragona por parte de la empresa CODEX –Arqueologia i Patrimoni, se ha recuperado un fragmento de ánforaDressel 7/11 completamente quemada, por lo que no es descarta-ble que también se fabricaran en la propia ciudad de Tarraco.

38 MOLINA, J. (1997). La dinámica comercial romana entreItalia e Hispania Citerior. Universidad de Alicante.

30 La mayoría de los fragmentos conocidos son informes obien pertenecen a la base del recipiente.

31 En diversos conjuntos conocidos, como por ejemplo losque pueden fecharse en época de Augusto en la zona de Parc Cen-tral, el kalathos ibérico es la forma mayoritaria de cerámicascomunes.

32 MACÍAS, J. M.; MENCHÓN, J.; PUCHE, J. M., y REMOLÀ, J.A. (1997). Nous contextos ceràmics del segle IV i inicis del V en laprovíncia de Tarragona. Contextos ceràmics d’època romana tar-dana i de l’alta Edat Mitjana (segles IV-X). Arqueomediterrània 2,pp. 153-177. Barcelona.

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exportaciones de aceite en Dressel 20 se inician pocoantes del cambio de era y se mantienen hasta el sigloIII. Estos primeros prototipos de ánforas olearias imi-tan los tipos olearios de origen itálico del grupo deBrindisi. Al margen de los ejemplares documentadosrecientemente en la ciudad de Tarraco, cabe destacarla presencia de la variante A en el pecio de Els Car-buncles39, una nave hundida cerca de la costa tarraco-nense.

Las últimas ánforas documentadas originariasdel sur de la Península Ibérica son los tipos Haltern70 (fig. 6b) y Lomba do Canho 67 (fig. 6b). Por loque respecta a la primera podemos decir que se docu-menta de una manera relativamente abundante en loscontextos por nosotros conocidos. Se trata de un reci-piente que transportaba defrutum y cuyo inicio defabricación se sitúa en la segunda mitad del siglo I a.C. y su utilización se prolonga hasta época flavia. Porotro lado, el recipiente conocido como Lomba doCanho 67 ha sido individualizado recientemente40 ytodavía no se ha podido realizar una constrastadavaloración de su presencia en Tarraco, puesto queconocemos escasos ejemplares. Su utilización parececentrarse entre la recta final de la tardorrepública ylos primeros decenios del siglo I d. C.

La dinastía julio-claudia

La consolidación en el poder de la dinastía julio-claudia supone una continuidad de la política estable-cida por Augusto. Tarraco se estaba convirtiendoprogresivamente en uno de los núcleos más impor-tantes del Mediterráneo occidental, puerto ineludiblede las transacciones comerciales entre la gran urbe yel extremo Occidente.

Por lo que respecta al reinado de Tiberio, cera-mológicamente nos encontramos con una situaciónparecida a la del reinado de Augusto. Entre la vajillafina41 destaca de una manera notable de la terra sigi-llata itálica. A las formas ya documentadas en épocaaugustea se añaden ahora las formas Consp. 20,

Consp. 21, Consp. 33 y Consp. 3642. Se siguen docu-mentando, aunque en proporciones muy reducidas,barnices negro del tipo campaniense A y B (formasLamb. 2, Lamb. 5 y Lamb. 8) y se incorpora la terrasigillata sudgálica43.

Entre las ánforas, el panorama durante el perio-do julio-claudio será prácticamente igual al periodoaugústeo. Destaca ahora la escasez de ánforas deltipo Taraconense I / Layetana 1, que parece dejarsede producir durante el reinado de Augusto, y el auge derecipientes de producción local, sobre todo de Dressel2-4, que presentará ahora un labio más redondeado ymacizo y, en menor medida, de Pascual 1. El ánforaitálica del tipo Dressel 2-4 tendrá altibajos, destacan-do su presencia en contextos de Claudio-Nerón. Cabedestacar de una manera testimonial la presencia deánforas orientales del tipo Dressel 5.

Hacia finales del reinado de Tiberio, o quizás yaen época de Claudio, la vajilla fina va ampliando elrepertorio formal de formas. Los recipientes de terrasigillata itálica siguen dominando casi por completoel mercado de la vajilla fina, si bien ya se empieza anotar la presencia de recipientes de terra sigillatasudgálica (formas Drag. 18/31, 16, 24/25 y 27 y Ritt.8). Los recipientes anfóricos continúan siendo losmismos que los comentados para el periodo augusteosi bien, alguno de ellos, como por ejemplo las ánfo-ras olearias Dressel 20, presentan ligeros cambiostipológicos. Por lo que respecta a las cerámicascomunes y de cocina cabe destacar la llegada a Tarra-co en este momento de la primera producción decerámica de cocina africana, concretamente la tapa-dera Ostia II, 30244.

Entre los reinados de Claudio y Nerón se termi-nan de incorporar la práctica totalidad de las formasde terra sigillata itálica que se conocen, tal y como lodemuestra el nivel 1078 de la parcela 13B del PERI2 de Tarragona. A ello se une la presencia más quenotable de la terra sigillata sudgálica (formas Drag.15/17, 18, 24/25, 27, 29, Herm. 11a (?), 18 y Ritt. 8).También es a partir de este momento cuando dispo-nemos de información suficiente como para referir-nos a las paredes finas. Las formas documentadas enel nivel fechado entre los reinados de Claudio y

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42 Citamos tan solo las formas que ha sido posible identificaren los diferentes contextos conocidos por nosotros.

43 La primera forma documentada es la Drag. 17B.44 AQUILUÉ, X. (1989). Algunas consideraciones sobre el

comercio africano. Tres facies características de la cerámicacomún africana de época alto-imperial. Empúries 47, pp. 210-221.Barcelona.

39 BERNI, P. (1998). Las ánforas de aceite de la Bética y supresencia en la Cataluña romana. Barcelona.

40 MOLINA, J. (1995). Las ánforas Lomba do Canho 67. Apor-taciones al estudio de un nuevo tipo, difusión y valoración econó-mica. Actas del XXII Congreso Nacional de Arqueología (Vigo,1993), vol. 1, pp. 419-424. Vigo.

41 Igual que sucede durante el periodo augústeo, también sedocumentan restos de prearetinas, paredes finas y cerámicas comu-nes de posible procedencia africana, pero no disponemos de lasformas concretas.

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Nerón nos indican una alta perdurabilidad de formastípicas de época augústea, como lo son las MayetXIV, XVI y XXI. Por otro lado, también hay formasque presentan un marco de producción algo másamplio, como lo es la forma Mayet X, y por último,de entre las formas típicas de época de Claudio yNerón tan solo podemos destacar la presencia de lasformas Mayet XX y XXXVII. También se amplía elrepertorio de la cerámica de cocina africana con laforma Ostia II, 30645.

CERÁMICA Y DINÁMICA COMERCIALEN TARRAGONA ENTRE EL SIGLO III A. C.Y MEDIADOS DEL I D. C.

La victoria de Roma en la segunda guerra púni-ca supuso no solo el control político y territorial delMediterráneo occidental, con el establecimiento deTarraco como plaza fuerte en la Península Ibérica,sino su hegemonía en la navegación marítima, esdecir, en el tráfico comercial. Este hecho se ve refle-jado en los contextos cerámicos que hemos estudia-do, con un claro dominio de las importaciones itáli-cas, donde el vino transportado en ánforasgrecoitálicas, a las que acompaña la cerámica de bar-niz negro, casi exclusivamente campaniense A mediajunto a algún ejemplar de Cales, y cerámica común yde cocina, supone el 61% de los contendores anfóri-cos46. Sin embargo, este importante hecho bélico nosupuso el final de las exportaciones púnicas a laPenínsula Ibérica, tanto centro mediterráneas comoebusitanas y del Estrecho, que tienen una gran impor-tancia a finales del siglo III a. C. Lo que se detecta, araíz de los estudios generales47 y de los contextostarraconenses, es una continuidad en la llegada deestos productos, como son los envases que, probable-mente, traían vino del área tunecina, inicialmente encontenedores Mañá D / T-5.2.3.1 y luego en envasesdel tipo Mañá C 1/2 y C 2 de la serie 7.0.0.048 acom-

pañadas de cerámica común49, así como el vino ebu-sitano que llegaba en ánforas PE 24 y PE 17. Ademáscontamos también con la incipiente llegada, que iráen aumento en los años siguientes, de las ánforas desalazones y conservas del Círculo del Estrecho, comolos primeros contenedores numantinos (T-9.1.1.1)procedentes del área gaditana, y que manifiestan la«continuidad y pujanza comercial de los centrospúnicos de Eivissa o, incluso, la propia Cartago, trasel enfrentamiento militar»50.

La segunda mitad del siglo II a. C. supone unmomento de ruptura con la situación anterior. Elpoder de Roma, que ha acabado con su principal ene-miga, Cartago, en la tercera guerra púnica, buscaafianzarse en los territorios conquistados con unapolítica que, definitivamente, consolide su estableci-miento fundando nuevas ciudades y acabando consublevaciones de los pueblos sometidos. En este con-texto encontramos la fundación de la ciudad deTarraco, que supuso el final del oppidum ibérico, alque se superpondrá una ciudad de nueva planta de ti-po romano. Además, la ciudad, capital provincial dela Hispania Citerior desde el 197 a. C., se convirtióen la base militar y de invernada de las numerosastropas itálicas que llegan con motivo de las guerrasceltibéricas (152-133 a. C.), lo que supuso un bruscoaumento de la población latina, y no solo de solda-dos51, ya que estos eran seguidos por mercatores ynegotiatores romanos, que se encargaban de abaste-cer a la tropa de vino y otros alimentos, los cualesconstituían junto al pan la base nutricional. En estecontexto tenemos que entender el gran número deánforas del tipo Dressel 1, que transportaban hastaaquí el vino campano, y que es el envase mayoritariocon diferencia en los contextos estudiados52, al quesuelen acompañar ánforas vinarias ibicencas de lostipos PE 17, 18 y 24, así como conservas de pescadode las factorías del Estrecho, en concreto gaditanas,

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49 Lopades y tapaderas de Lancel 911a1 básicamente.50 RAMÓN. Op. cit., p. 291.51 El ejército fue un destacado factor del incremento de la

producción agropecuaria itálica, como se desprende de los últimosdatos arqueológicos aportados por Molina Vidal en Molina (1997).Op. cit.

52 Para más datos remitimos a las últimas publicacionessobre el tema: DÍAZ, M. (1996). Excavacions en la Rambla Vella:noves aportacions al coneixement de la Tarraco republicana. But-lletí Arqueològic RSAT V ép. (18), pp. 155-190. Tarragona, y DÍAZ,M. (2000). Op. cit., con bibliografía; DÍAZ, M., y PUCHE, J. M.(2001-2002). El proceso de urbanización de la Tarraco Republica-na: los niveles constructivos del colector principal de la ciudad.Revista d’Arqueologia de Burent 11-12, pp. 291-320.

45 En uno de los niveles estudiados se han documentado dosfragmentos de cerámica de cocina africana identificadas comoOstia III, 267 y Ostia I, 261, interpretadas como intrusiones. CO-DEX (2000). Memòria d’excavació: PERI-2, parcel.la 13B, Tarra-gona (Tarragonès). Memoria inédita depositada en el Servei d’Ar-queologia de la Generalitat de Catalunya. Directora: Imma Teixell.

46 Tanto en el conjunto recuperado en la calle Apodaca, 9,como en la calle Caputxins, 23, fechables en el segundo cuarto delsiglo II a. C.

47 RAMÓN. Op. cit., pp. 286 y ss.48 En concreto los tipos T-7.3.1.1 y 7.4.2.1 definidos por J. Ra-

món en su obra sobre las ánforas púnicas, ya citada en este trabajo.

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en envases CC NN / T-9.1.1.1. A este comercio maríti-mo está igualmente ligada la llegada de vajilla fina debarniz negro, a la que se suma en estos momentos la deparedes finas. Respecto al barniz negro, destaca la pre-sencia de campaniense A, mayoritaria, junto a barniznegro de Cales, de manera que la Campania es el grancentro abastecedor de vino y vajilla fina para su con-sumo durante este momento, siendo prácticamenteanecdótica la presencia de campaniense B etrusca.Este hecho estaría directamente relacionado con eldesarrollo, en la región campana, de las grandes villæmonumentales productoras de vino que abastecían a lapoblación itálica, principalmente al ejército, en el occi-dente del Imperio53. A lo largo de la segunda mitad desiglo las villæ productoras se van extendiendo por elresto de la península itálica, y llegan a nuestros yaci-mientos importaciones de vino del área etrusca ylacial, junto a vajilla campaniense B, que, como yahemos dicho, es siempre testimonial y muy escasa.

A largo del siglo I a. C. las importaciones se vandiversificando, como demuestran los contextos quehemos podido estudiar. Así, junto a las ánforas vina-rias tirrénicas, llegará vino y aceite de la Italia adriá-tica y de la zona de Apulia (Lamb. 2 y ánforas olea-rias apulas). Esta diversificación hace que noslleguen nuevos productos, como los vinos de las islasdel Egeo (Rhodas, Chios y Cos), y los de la Tripoli-tania, los cuales vendrían relacionados con unacorriente de importaciones orientales que se da entorno al 50 a. C. y que se conoce bien en la Galia54.Estos contenedores anfóricos vienen acompañadosde cerámica de barniz negro, principalmente campa-niense A tardía, que a lo largo de esta centuria conti-núa siendo la vajilla fina mayoritaria.

A raíz de la política colonizadora con veteranosiniciada por César y continuada por Augusto, se fun-dan nuevas ciudades y se implanta el modelo itálicode villa para la explotación del territorio hispánico,hecho que repercutirá en la disminución de los pro-ductos importados itálicos. Este proceso se iniciaprimero en la Bética55 entre el segundo y tercer cuar-

to del siglo I a. C.56, y las primeras evidencias ar-queológicas son la fabricación de ánforas del tipoLomba do Canho 67, en torno al 50 a. C. Posterior-mente parece que es en la Laietania donde se empie-za a producir y exportar vino, en envases del tipoLayetana 1 y Pascual 1, desde la segunda mitad delsiglo I a. C. Poco tiempo después serán los produc-tos del Camp de Tarragona los que, ya antes del últi-mo cuarto del siglo I a. C., hagan su aparición en elmercado, como el vino transportado en envases deltipo Pascual 1 y los productos comercializados en lasOberaden 74.

La llegada de Augusto al poder no provocó, enun primer momento, en términos comerciales, gran-des transformaciones en Tarraco, puesto que se obser-va cierta continuidad con el proceso comentado e ini-ciado por César. Los contactos con la península itálicason igualmente intensos y se comienza a generalizarla exportación desde los centros productores itálicos laterra sigillata itálica que acompaña en los navíos a lasánforas vinarias. Este fenómeno no provocará un des-censo inmediato de la utilización de la vajilla de barniznegro, tal y como se puede observar en los diferentescontextos estudiados; más bien todo lo contrario.Hemos podido observar cómo conviven las dos pro-ducciones de vajilla fina si bien progresivamente seirá imponiendo la terra sigillata itálica. Así pues,debemos de valorar los recipientes de barniz negro ensu justa medida, ya que podemos considerar que unimportante lote de las formas documentadas se conti-nuarán utilizando durante el reinado de Augusto.Sucede lo mismo con la gran cantidad de recipientesde tradición ibérica, especialmente los cálatos y lasimitaciones de la forma Lamb. 5 de la cerámica cam-paniana en común oxidada y reducida ibérica.

La península itálica seguirá exportando vinohacia el área de territorio de Tarraco. Este fenómenoresponde a diversos factores de muy diversa índole.Por un lado, la necesidad de comercializar los exce-dentes vinícolas itálicos llevó a los mercatores a bus-car nuevas rutas comerciales y nuevos puertos dondevender sus productos, así como a ampliar y consoli-dar otras ya existentes. De esta manera, Tarraco,comunicada con Roma de una manera estable desdela instalación del campamento militar de los Escipio-nes, se convierte en uno de los principales centros

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56 Pausanias cita a Estrabón, quien dice que en el año 70 a. C.la Bética exportaba grano, vino y aceite. Extraído de TCHERNIA, A.(1986). Le vin de l’Italie romaine: essai d’histoire économiqued’après les amphores, p. 140. Roma.

53 El Ejército constituyó uno de los motores de la produccióny exportación agraria itálica, a partir de las villæ de producción es-clavista: primero la villa catoniana, y en la segunda mitad del sigloII a. C. la varroniana.

54 HESNARD, A. (1990). Les amphores. Gaule interne et GauleMéditerranéenne aux IIe et Ier siècles av. J.-C. Confrontations chro-nologiques. RAN 21, pp. 47-54. Narbona.

55 Con una antigua tradición en la fabricación de salazones,que en estos momentos comercializan en las ánforas T-7.4.3.3, untipo de recipiente que intenta competir con la llegada de productostunecinos en contenedores T-7.5.2.3 (RAMÓN, 1995: 289).

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receptores de mercancías, asumiendo de esta maneratambién el papel de centro redistribuidor, enviando elvino itálico y el resto de los productos a los contin-gentes militares, administrativos y ciudadanía engeneral ubicada en su territorio y en el interior de laPenínsula Ibérica a través del ramal de la vía Augus-ta que comunicaba Tarraco-Ilerda-Cæsaragusta.

La concesión de tierras a veteranos de guerrapor parte de César, junto con la política de agrupa-ción de la población indígena en las ciudades que ini-cia Augusto, ayudará a implantar el modelo de ocu-pación y explotación del territorio típicamenteitálico. La elevada cantidad de terreno útil provocó lacreación de grandes explotaciones que producíanvino, probablemente de menor calidad que el itálico,pero en una mayor cantidad y mucho más barato.Vinculada a este fenómeno debemos destacar la cre-ciente implantación de centros alfareros donde seproducían contenedores anfóricos de los tipos Pas-cual 1, Dressel 2-4 y Oberaden 74, destinadas a enva-sar y transportar los excedentes producidos en la zonadel territorium de Tarraco57.

Los contextos cerámicos mejor conocidos hastala fecha de época julio-claudia son los que hemospresentado en este trabajo. Ambos conjuntos formanparte de sendos vertederos, pensamos que muy útilespara el fin de este trabajo, puesto que nos introducenen envases que quedan fuera de circulación en unmomento muy preciso. A través de ellos podemos vercómo la importación de vino itálico sufre algunosaltibajos debido a la cada vez más efectiva competi-tividad de los vinos tarraconenses, que provocaránque el flujo comercial acabe moviéndose en gran

medida en un único sentido: de Tarraco al resto delImperio, llegando de una manera minoritaria a Tarra-co vinos de origen exótico, como por ejemplo el grie-go. Por otro la emergente introducción de la vajilla delujo de origen galo, terra sigillata sudgálica, llegaráa competir de igual a igual a partir de finales delgobierno de Claudio o inicios del de Nerón, momen-to en el que mejor representada tenemos la vajillafina itálica. El consumo de vajilla de lujo de barnizrojo itálico y sudgálico provocará la desaparición dela vajilla de barniz negro en época de Tiberio, siendoya ausente casi por completo en los niveles de verti-dos fechados en época de Claudio.

De esta manera, a finales de la dinastía julio-claudia se nos plantea una dinámica comercial en laque Tarraco se convierte en un gran centro exporta-dor, siendo a la vez una gran urbe que aglutina la fis-calización de las grandes explotaciones de viñas quegeneran una alta actividad empresarial en su territo-rium. En el caso de la exportación/importación devino, pasa de ser un centro receptor a un centroexportador, constituyéndose por otro lado como cen-tro receptor de aceite bético, defrutum y otros pro-ductos de naturaleza piscícola originarios del sur dela Península Ibérica o exóticos, de origen general-mente oriental. Siguiendo la moda itálica se introdu-cen los recipientes de cerámica de lujo característicosde época alto-imperial: terra sigillata itálica en unprimer momento y poco después la terra sigillatasudgálica, quedando en desuso de esta manera la uti-lización como vajilla fina las producciones de barniznegro itálicos y los recipientes típicamente ibéricos,como por ejemplo el cálatos.

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57 Podemos citar una gran cantidad de centros alfareros loca-lizados en el área inmediata de Tarraco. Destacaremos La Canale-ta (Vila-Seca), donde se fabricaban ánforas del tipo Oberaden 74con el sello de phylodamus asociado, Dresel 2-4 y Pascual 1, elMas d’en Corts o Planes del Roquís (Riudoms), donde se fabrica-ban ánforas del tipo Dressel 2-4 y posiblemente Pascual 1. Másalejados de Tarraco, debemos señalar los centros ya referenciadosdel Mas d’en Catxorro (Benifallet) y l’Aumedina (Tivissa), estu-diados por Revilla en el trabajo ya citado.

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Bolskan, 20 (2003), pp. 83-92 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

Este trabajo se basa en los resultados obtenidosen los trabajos de excavación de un solar ubicadoextramuros de la ciudad romana, próximo a lasestructuras domésticas identificadas bajo los sótanosdel actual MNAR. La intervención ha propiciado larecopilación de nuevos datos acerca de la evolucióndel espacio periurbano situado al norte de AugustaEmerita.

SUMMARY

This essay is focused in the results obtainedfrom the excavation works carried out in a site plac-ed outside the Roman town, near the domestic struc-tures identified under the basements of the MNAR.The works have brought about the compilation ofnew data about the evolution of the peri-urban areaplaced in the north of Augusta Emerita.

La excavación llevada a cabo durante losmeses de noviembre de 2001-marzo de 2002, efec-tuada en el solar que se conocía como «naves deResti», ha supuesto la ampliación de los datos sobrela urbanización de este espacio extraurbano de laciudad de Augusta Emerita en los primeros años desu fundación. La zona objeto de la intervención seengloba dentro del entramado periurbano de la ciu-

dad en época romana, próximo al recinto amuralla-do (fig. 1)1.

Las intervenciones arqueológicas que se hanvenido efectuando en las últimas décadas en la ciu-dad han permitido documentar la existencia deimportantes vestigios en toda esta área. A destacar,tanto por su proximidad como por la importancia delos mismos, la excavación de un solar intramurosubicado en la esquina de las calles J. R. Mélida ySagasta, donde apareció el conocido mosaico Nilóti-co, así como restos de la muralla y parte de estructu-ras de carácter doméstico.

Ya extramuros, debemos hacer referencia a laexcavación del solar del MNAR, que ha proporcio-nado interesantes datos acerca de la ocupación deeste espacio ya en temprana época (Augusto-Tibe-rio), con un marcado carácter doméstico. Así se handocumentado varias estancias con magníficos restospictóricos, en las cuales son apreciables determinadasreformas, que principalmente afectan a sus decora-ciones y que se datarían en una fecha temprana delsiglo II d. C. Este espacio se completa con la apari-ción de una monumental vía y los restos del ramal delacueducto de San Lázaro, procedente de la casa del An-fiteatro. La reocupación del espacio en época tardíasupone un cambio de funcionalidad del mismo, es-

La evolución histórica de un solar periurbano en la ciudad de Augusta Emerita: la intervención

de las antiguas «naves de Resti»

Ana M.ª Bejarano*

* Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida. C/ PublioCarisio, 23. 06800 Mérida. E-mail: [email protected].

1 La excavación se efectuó durante el año 2001 y el presen-te artículo pretende dar a conocer de forma general los resultadosobtenidos durante el proceso de intervención. Actualmente se estállevando a cabo un estudio más exhaustivo de los registros obteni-dos que verá la luz en próximas publicaciones. Los datos seencuentran archivados en el Consorcio de la Ciudad Monumentalde Mérida. Departamento de documentación. 2001. N.º reg. 8034.

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tando ahora la zona ocupada por enterramientos yconstrucciones funerarias (BARRERA, 1995).

Otros solares intervenidos son los de la callePontezuelas, donde en el número 22 se documentaronlos restos de un mausoleo, así como incineraciones,todo ello datado por los objetos hallados entre lasegunda mitad del siglo II y el siglo III (GIJÓN, 1988);el número 28, donde con restos de un enlosado dedioritas asociado con la pavimentación de una víacon orientación Norte-Sur (MOSQUERA, 1990); trave-sía de Rambla, numéro 7, donde se excavaron sepul-turas de inhumación tardorromanas y un posible edi-ficio de carácter industrial, amortizado todo ello porenterramientos musulmanes (MÁRQUEZ, 1993); y yaen la zona de la rambla de Santa Eulalia, los solares6-8, con restos de una conducción hidráulica, estruc-turas murarias y sepulturas tardías (MOSQUERA yMÁRQUEZ, 1990); número 22, con un conjunto deconstrucciones asociadas a una domus (arquitecturaprivada), datadas en época altoimperial con pervi-vencia en el mundo tardío y enterramientos visigo-dos, y por último, en el Parque de la Rambla (FERREI-RA, 1993), donde se registró parte de la calzadacontinuación del decumanus maximus, así como res-tos de estructuras industriales (horno) y dependenciasde carácter doméstico, con una reocupación del espa-cio en época tardoantigua.

La evolución histórica del espacio intervenidonos ha permitido recopilar datos acerca de una inten-sa actividad constructiva en el período comprendidoentre la época romana y el siglo XI, con un impasseedilicio puesto de manifiesto por la inexistencia deconstrucciones posteriores, siendo las primeras data-das ya en época contemporánea (finales del sigloXIX).

Cronológicamente, los primeros vestigios docu-mentados corresponden a una serie de oquedadespracticadas en la roca natural, las de mayor tamañointerconectadas por pequeños canales a los que aso-ciar orificios menores equidistantes entre sí y situa-dos periféricamente respecto la obra principal. Des-conocemos la funcionalidad de estos orificios ya queno hemos encontrado paralelos precisos, aunque nodescartamos que se trate del apoyo o cimiento deestructuras constructivas, confirmándose como merahipótesis de trabajo, ya que los elementos tales comolas grúas o apoyos que hay registrados de la Antigüe-dad no casan con la sucesión de oquedades aquíexpuestas (VITRUVIO, 1995: 359-363). El único datofiable es la cronología de amortización, que se haestablecido por la existencia en los niveles de rellenode varios fragmentos de lucernas Deneauve V A y V

G, fechados claramente en la ciudad desde Tibe-rio/Claudio hasta el siglo II (RODRÍGUEZ, 2002: 26-31).

Cortando en parte las oquedades mayores, halla-mos la zanja de cimentación de un ramal del acue-ducto de San Lázaro. Esta derivación del canal prin-cipal tiene su punto de arranque por el lado orientalde la ciudad, concretamente en el recinto denomina-do actualmente «casa del Anfiteatro» (fig. 2).

El acueducto principal llega a la ciudad trasefectuar un recorrido de más de 5 km de longituddesde su caput aquæ, en el cual atraviesa colinas yllanos, salvando los obstáculos pertinentes bien seamediante obra subterránea o arcuationes. Se sitúa enla cercanía de la muralla culminando en un pequeñocastellum aquæ, la Torre del Agua, que servía de edi-ficio de decantación y distribución (JIMÉNEZ, 1976).A partir de aquí se observa una serie de reformas deampliación y subdivisión de la conducción principal,dirigiéndose una de ellas hacia el anfiteatro, concre-tamente para abastecer la zona de espectáculos y pro-bablemente los baños de la ciudad, mientras que laotra se bifurca hacia el Noreste con un recorridoextramuros del cual se han hallado trazas tanto en elsolar del MNAR (ÁLVAREZ, 1987: 292) como enResti o la propia rambla de Santa Eulalia.

Tal y como hemos expresado, los restos delramal aparecen en uno de los perfiles del solar y locruzan en diagonal, correspondiendo con parte de laobra asociada al citado acueducto de San Lázaro.Constructivamente este canal en nada difiere del tra-mo hallado en las excavaciones del solar del museo,actualmente visible, ya que constituye su prolonga-ción hacia la zona norte de la ciudad. Su fábrica esde opus incertum, que constituye el cajero, con canalinterior o specus revestido de opus signinum. Estácubierto por una bóveda de cañón igualmente deopus incertum con revestimiento exterior de unacapa de mortero de cal. Haciendo el seguimiento delmismo, nos encontramos con otro tramo hallado enel solar de la rambla de Santa Eulalia, 6, que se diso-cia en parte de los trechos anteriores. En este caso, selocalizó una parte de él consistente en un cajero enforma de U configurado por dos paredes y una sole-ra fabricada en opus incertum y recubierto de unacapa de opus signinum. Carecía, en buena parte de sutrazado, de una cubierta, ya que esta conducción ibaa cielo abierto y fue a la larga reutilizada y reforma-da, no solo como conducción de agua potable sinocomo cloaca, cubierta esta vez por gruesos sillares.

Adentrándonos en el interior del tramo que nosocupa, hemos podido observar cómo este se conserva

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Fig. 2. Plano de curvas de nivel. Trazado del ramal del acueducto.

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intacto en un recorrido ascendente de 27 m, es decir,en dirección hacia la confluencia de las calles J. R.Mélida y Sagasta, estando parcialmente taponado porla obra contemporánea del alcantarillado. El ramal vahaciendo inflexión adaptándose a las curvas de nively circulando en paralelo a la línea de muralla identi-ficada tanto en el solar de la calle J. R. Mélida, 22,como en las obras de acometida del gas en el iniciode la calle Sagasta (BARRERO, 2002).

Los estudios realizados para fechar la construc-ción del acueducto de San Lázaro establecen la exis-tencia de una primera fase constructiva de época deClaudio en el tercer cuarto del siglo I y, atendiendo asu técnica constructiva, se ha logrado identificar unasegunda fase de obra en época posterior a comienzosdel siglo II (JIMÉNEZ, 1976). El canal documentadocorrespondería a una fase de reforma del conductoprincipal consistente en una rotura del mismo paradar cabida a un nuevo ramal de abastecimiento a lazona nororiental. El análisis de los materiales, tantoen la zanja de cimentación del mismo como en losniveles de amortización de las fosas excavadas en elsustrato rocoso, aportan una cronología de mediadosdel siglo I o siglo II d. C. Su función sería sin lugar adudas el aporte de agua para abastecer las necesida-des principales de todas aquellas construcciones quese desarrollaron en el área periurbana de la ciudad yadesde los primeros decenios de la colonia (FEIJOO,2000: 575-578 y 2002: 18-20).

La aparición de dicho ramal supone no solo ladocumentación prácticamente completa de la red deabastecimiento hidráulico de esta zona de la ciudadsino que ayuda en gran medida a confirmar buenaparte del trazado de la muralla en lo que se corres-ponde actualmente con la calle J. R. Mélida. El canal,como ya hemos establecido, pertenece a una obraextramuros que discurre en paralelo a la cerca. Si ubi-cáramos en planta los restos conocidos del mismo,podríamos apreciar como esta se adaptaría perfecta-mente a la curva de nivel con un suave trazado que lallevaría a discurrir por la calle J. M.ª Álvarez Sáenzde Buruaga, donde se aprecia sobre el terreno unimportante desnivel topográfico.

Continuando con la evolución del solar, desco-nocemos si en el momento de construcción del canalya había en la zona restos asociados con estructurasde carácter doméstico. Lo que sí es indudable es quela construcción de una domus señorial, que ocupa ungran espacio en las proximidades de una de las puer-tas de acceso cercana al foro municipal, se realizócuando el ramal ya estaba finalizado y en uso, ya que,como hemos podido observar, hay muros de delimi-

tación de estancias de la casa que apoyan directa-mente sobre la bóveda de cierre.

El estudio la casa en el conjunto de viviendasregistradas en la zona nos permite observar cómo eldesarrollo del área extramuros nororiental presentauna evolución en paralelo a la urbanización del inte-rior de la ciudad, siguiendo aparentemente un pro-grama preestablecido. Obviando la idea obsoleta deque las grandes domi extramuros se erigiesen funda-mentalmente en época tardía, los datos arqueológicoshan puesto de manifiesto que a lo largo de la primeracenturia se llevó a cabo una importante actividad edi-licia en toda la zona comprendida entre los edificiosde espectáculos y la salida de la ciudad en su prolon-gación del decumanus maximus por el norte.

Lo hasta ahora registrado en la zona nos permi-te establecer un marco de referencia aproximado res-pecto a los elementos fundamentales que contribui-rían a la ubicación y desarrollo urbanístico de la zonaen época romana, es decir, en relación con la murallay calzadas o caminos2.

El solar se vería delimitado por la existencia desendos caminos de salida de la ciudad, continuaciónde las vías interiores3. Arqueológicamente conocemosen el interior restos de una pavimentación, decumanusminor, que discurre por las cercanías del foro munici-pal, concretamente el denominado «pórtico del foro»,y que probablemente generase a su salida de la ciudadun camino periurbano que se ubicaría cerca de lamedianera de nuestro solar4. Por otra parte, la zona severía encuadrada por un posible segundo camino, talvez se trate de los restos de pavimentación de losasdioríticas hallados en un solar de la calle Pontezuelasy que, a falta de datos arqueológicos, se relacionaríacon la prolongación anterior y la vía hallada en elsolar del MNAR (SÁNCHEZ y MARÍN, 2000: 564).Dicha vía a su vez constituiría la continuación de unacalzada que discurriría hacia el interior frente a lafachada principal del pórtico del foro5.

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2 Para la ubicación del solar respecto al entramado viario deépoca romana hemos seguido el plano de calzadas trazado porMATEOS (2001: 205).

3 Tanto SÁNCHEZ y MARÍN (2000: 567) como ALBA (2001a:410 y 411) plantean la idea de que el entramado viario de AugustaEmerita, las calles generadas a partir de los ejes principales «queiban a dar a la muralla contaban con su correspondiente puerta» yprobablemente presentasen una continuidad al exterior tal y comose ha podido identificar en la zona oriental de la ciudad.

4 Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida. Departa-mento de documentación (1995). N.º reg. 740.

5 Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida. Departa-mento de documentación (1988). N.º reg. 0027-2000 y n.º reg. 2260.

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En la zona noreste y siguiendo la línea de estosy otros caminos periurbanos, se desarrollaron, comoya hemos establecido, una serie de construcciones decarácter doméstico localizadas en el recinto de la«casa del Anfiteatro» y su vecina la «casa de la Torredel Agua», los vestigios de las domi excavadas en lossótanos del MNAR y los restos localizados en laactual rambla de Santa Eulalia (SÁNCHEZ y NODAR,1997: 368-380). A todos ellos se han de sumar losexhumados en el transcurso de nuestros trabajos,limitados a niveles de cimentación pero que sinembargo nos permiten reconstruir fidedignamente laplanta de gran parte de otra domus con un desarrolloparalelo a lo hasta ahora conocido en la zona.

Son escasos los restos de estructuras localizadosasociados a una primera etapa constructiva. Los vesti-gios se limitan a cimientos de pobre factura, general-mente realizados mediante el empleo de diorita y tierra,reducidos a la zona baja del solar y que divergen enorientación del resto de las estructuras documentadas.La escasez y mala conservación de los mismos no per-mite reconstruir la planta de ninguna edificación. De en-tre todo lo registrado y centrado en esta primera etapaconstructiva, destaca la presencia de un pequeño mure-te de ladrillos con revoco exterior de mortero de calpintado en rojo pompeyano y que se nos antoja inter-pretar, a falta de datos más precisos, como una posibleestructura tumular, tal vez de carácter funerario, aun-que esto se convierte en una mera hipótesis de trabajo.

La casa, en su generatriz, corresponde con elmodelo tradicional de vivienda alrededor de patiocentral. Se han documentado una sucesión de estan-cias, las cuales se interconectan inicialmente a travésde un pasillo periférico que da acceso a las habitacio-nes meridionales, teniendo conexión directa con elperistilo aquellas ubicadas en la parte oriental, conacceso reconocido por la existencia de improntas desillares en un muro de fábrica, que delimitan un vanode entrada (fig. 3).

Desconocemos la puerta principal de entrada ala vivienda; sin embargo, con los datos aportadossobre el entramado viario, se podría establecer comohipótesis la existencia de un acceso condicionado porla posible vía de salida procedente del foro y que por lotanto estaría ubicada al sureste, existiendo otra posi-bilidad que sería un acceso en paralelo a la muralla ycon conexión directa con la calzada, que bordearía lamisma por la zona exterior6.

Los elementos asociados a esta primera etapa selimitan a la existencia de un depósito de agua ubica-do en el patio central, que se surtía por el aporte deun canal de ladrillos cuyo punto de arranque desco-nocemos, aunque no sería erróneo pensar en una cap-tación del propio ramal del acueducto cercano. Anivel de solería, se conservan escasos restos de lospavimentos que adornaban las estancias y que en sumayoría son de opus signinum, aunque no descarta-mos la existencia de suelos decorados con mosaico,ya que en los niveles estratigráficos se han recogidopequeños bloques de teselas. La decoración en alturacorrespondería con ricos paneles pictóricos de loscuales son variados los fragmentos recogidos contemática diversa muy cercana a la documentada en lacasa del MNAR.

Igualmente se ha registrado in situ un nivel dederrumbe al que asociar parte de un muro que en sudía estaría ricamente decorado con un friso estucado,cuyos vestigios aparecen caídos y acumulados en suzona inferior. La composición de los estucos recogi-dos es geométrica y reproduce en sus paños los ele-mentos decorativos que ya se habían identificado enel citado solar del MNAR (BARRERA, 1995: 227 y228). Una alineación de medias cañas hace de tapizpara una sucesión de rombos, concatenados por laspuntas y en su centro, y una flor de cuatro pétalos conbotón central. Junto a estos se han identificado frag-mentos menores de roleos con caulículos que se enro-llan en sí mismos. En un único fragmento, aunqueperfectamente sistematizado, nos hallamos con losrestos de un animal sentado sobre sus cuartos trase-ros, que forma parte de una rica composición cuyocampo central lo ocupa una crátera ventruda flanque-ada por dos cornucopias (ibídem: 230 y 231). En laparte superior aparecen sendas aves zancudas, asícomo dos crecientes lunares. La parte inferior delpanel está ocupada por panteras, animales habitualesen el thiasos báquico. El estudio de estos estucadospermite acercarnos a una cronología aproximada quelos sitúa en el último cuarto del siglo I d. C., cronolo-gía que viene avalada por el análisis material delestrato de amortización.

Este conjunto de fragmentos de estucados nohan sido los únicos hallados en nuestra excavación,ya que en la zona central de la misma e in situ, esdecir, enluciendo la cara interna de un muro que deli-mita el corredor primigenio de acceso al patio, halla-

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la Vía de la Plata como camino al exterior de la cerca en el área de Mo-rería (ALBA, 2001b: 285 y 286; FEIJOO, 2000: 573).

6 La existencia de un camino perimetral que bordeara todo elrecinto amurallado por el exterior se plantea ante la continuidad de

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mos los restos de un lienzo estucado donde en unalzado de 55 cm hay un estucado con decoraciónimpresa a base de octógonos concéntricos7.

Conocemos al menos una reforma importanteque afectaría a la primera estructuración de la casa.Se trata de una modificación en el peristilo consis-tente en la amortización del depósito ubicado en esteespacio al abierto. Este depósito se colmataría entemprana época empleando parte de los materiales deconstrucción del mismo en la realización de un murode opus incertum, construido en paralelo al ya exis-tente de conexión con la vivienda y que configuraríaun corredor probablemente conectado con el pasilloprimigenio. Asociados con esta galería tenemos losrestos de un pavimento de opus signinum, que cons-tituiría la solería del mismo.

La domus aparece amortizada en una fecha queresulta cuando menos temprana por la escasez detiempo en que permanece en uso, escasamente unsiglo. Su amortización viene impuesta por la apari-ción de una serie de enterramientos que en sí mismosno podemos asociar con un área funeraria concreta,sino que más bien se trataría de sepulturas aisladas.La práctica totalidad de estas se ubican en el espacioabierto de la casa, obviamente la zona del peristilo,que en su día se configuraría como zona ajardinada,lo que facilitaba en gran medida la realización de lasfosas destinadas a la colocación de los cuerpos, yaque se limitaban a horadar la capa vegetal existente.Así mismo, y en menor medida, se han excavadoenterramientos sueltos en una de las habitaciones másbajas de la vivienda, rompiendo un pavimento de sig-ninum de una gran sala y en los límites aparentes delrecinto doméstico. En cualquier caso, se observa unapredilección por espacios terrosos donde practicarcómodamente la excavación de las fosas de inhuma-ción.

Son un total de dieciséis enterramientos, dondeprevalece el rito de la inhumación frente a la incine-ración —solo una documentada— y que presentanunas cronologías más o menos uniformes situadas enun espacio temporal ceñido a la segunda mitad delsiglo II o siglo III d. C. Cita aparte merece la sepultu-ra de inhumación correspondiente con la actividad17, en la que se halló una botella de vidrio Ising 103

(ISINGS, 1957: 121 y 122) con decoración de escenasde la ciudad y bahía de Pozzuoli (PAINTER, 1975), yque cronológicamente se circunscriben a un cortoespacio temporal fijado entre finales del siglo III yprimeros decenios del siglo IV d. C.

Las aparición de inhumaciones en esta época noresulta extraño por cuanto el ritual se extiende más omenos uniformemente por todo el Imperio a partir delas primeras décadas del siglo II. La incineración, ritoque prevalece durante las dos primeras centurias, aúnsiendo mayoritaria, cohabita con la inhumación paraposteriormente dar paso al ritual inhumatorio, predo-minante en el siglo III d. C., cambio que se transmitea las provincias con un lapso más o menos corto detiempo respecto a la ciudad de Roma, en relacióndirecta con el proceso de romanización (NOCK,1932).

Observamos por lo tanto que estas sepulturas nodifieren de la tónica general establecida en su perío-do de ejecución, en cuanto al uso deposicional yritual subsiguiente. Vemos cómo se continúa con laincorporación de objetos materiales, depósitos secun-darios que acompañan los restos y, observando laglobalidad de los mismos, podemos apreciar cómo serigen por parámetros similares donde se observa lapresencia del conjunto plato-jarra, sin faltar la lucer-na que ilumine en el más allá, las piezas de vidrio olos elementos de adorno personal, como las acus cri-nalis. Hay que reseñar que, en el espectro de objetosque normalmente componen los depósitos de losenterramientos, no aparece en las sepulturas excava-das moneda alguna, tan común para el pago del bar-quero Caronte en su trayecto al más allá. Así mismo,únicamente en uno de los enterramientos se han loca-lizado clavos de variado tamaño, que, ubicados a lospies y lateral del esqueleto, nos llevan a pensar en laexistencia de un ataúd de madera en el cual se trans-portó y depositó el cuerpo.

Mención aparte merece la única sepultura deincineración que nos hemos encontrado. Correspon-día con una fosa perfectamente delimitada en su con-torno, en la que se podía apreciar la compactaciónproducida por el fuego purificador, en la cual se habíandepositado los restos de la cremación junto con loselementos del depósito funerario, en este caso plato-cuenco, así como acus crinalis y clavos de hierro.

La aparición de este enterramiento siguiendo elrito de la cremación viene a sumarse a las escasassepulturas registradas en la zona y que continúancon este rito propio de las dos primeras centurias.Cercano a nuestro solar, encontramos un paralelopróximo en un solar situado en la calle Pontezuelas,

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7 La documentación pertinente a este muro, así como al restode los sondeos efectuados en el solar antes de la excavación delmismo, la tenemos recogida por el arqueólogo A. Silva en elDepartamento de Documentación del Consorcio de la CiudadMonumental de Mérida. N.º reg. 8038.

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28, en el que se documentaron los restos de un mau-soleo, así como incineraciones, todo ello datado porlos objetos hallados en la segunda mitad del siglo IIo el siglo III.

A diferencia de otras domi excavadas en estazona, no se observan reformas sustanciales en lavivienda, salvo la modificación de parte de la estruc-tura del depósito de aguas o piscina que formabaparte del peristilo y que se amortiza con la construc-ción de un nuevo muro de tosca factura. Ello puedeser un indicio significativo de que esta vivienda per-maneciese en uso durante un tiempo determinado yfuese, por causas desconocidas, prontamente abando-nada o cayese en desuso, lo que facilitaría la ocupa-ción de parte de su solar por enterramientos que sur-girían aprovechando la cercanía de una de las vías deacceso a la ciudad.

Superponiéndose a esta fase de enterramientos,no hemos podido documentar, por lo que a la zonaasignada respecta, salvo los niveles de relleno que losamortizaban, nuevas etapas constructivas. Esto esdebido a que las labores de explanación para la cons-trucción de las dependencias fechadas en época con-temporánea arrasaron cualquier vestigio posterior, sies que lo hubo. Lo que sí parece evidente es que nosencontraríamos en esta zona con un potente vertede-ro datado en época visigoda, tal y como que se pudodocumentar en uno de los sondeos de la zona másbaja del solar y que respondería a las necesidades deeliminación de residuos de los espacios intramuros.

Sobre estos hipotéticos niveles de colmatacióndel vertedero se acumularon una sucesión de rellenosdeposicionales, sobre los cuales se asentaba unaimportante maqbara perfectamente documentada enla zona baja de solar8. De esta área de enterramientosislámicos, únicamente podemos registrar en nuestroespacio la aparición de los restos de una sepultura enfosa excavada en un sustrato terroso, de la que seconservaba solamente parte de costillar, así como res-tos óseos de una de las extremidades superiores. Laaparición de este resto de enterramiento aislado, con-servado en una de las esquinas, nos induce a pensarque la maqbara del siglo XI documentada se exten-diese más allá de los límites actualmente reconocidosy marcados por el sótano de las naves contemporá-neas, estando totalmente arrasada en lo que a nuestraparte del solar se refiere.

Por último, y ya en época contemporánea, con-servamos los restos de tres construcciones que se hansuperpuesto en la zona. Inicialmente, parece que nosencontramos con una vivienda de pequeñas dimen-siones que tendría su acceso dispuesto hacia la callePontezuelas, de la que nos resta únicamente un muroy parte de nivel de cantos rodados que constituiría unfragmento de la solería. Coetáneas a esta construc-ción serían las dependencias policiales que durante elprimer cuarto del siglo XX ocuparon este solar, de lascuales no nos quedan vestigios aparentes, a excep-ción quizás de los muros localizados en la esquina delas calles Pontezuelas y J. R. Mélida.

La última fase de construcción la constituían lasantiguas naves de Resti, fábrica destinada al salado ycurado de jamones. La construcción de este edificio,con sus consiguientes reformas, provocó la nivela-ción del terreno buscando la rasante a unos 3 m bajoel nivel de tránsito de la calle J. R. Mélida, lo que,como ya hemos expresado, vino a condicionar engran medida la documentación de los restos arqueo-lógicos.

En resumen, este artículo viene a ser un avancede los estudios globales de la zona en cuestión y queafectan principalmente al área periurbana comprendi-da entre el recinto de espectáculos y la entrada a laciudad ubicada en la zona norte.

Estos estudios se centran en la actualidad enampliar el conocimiento en torno a puntos tales comoposible planificación urbanística desde los primerosaños de la colonia (análisis de los restos pictóricos,similitudes de talleres, ubicación y desarrollo de lasviviendas…), desarrollo viario e infraestructura (aná-lisis de la red de abastecimiento), amortización coetá-nea o paulatina de los espacios (catalogación de losdepósitos materiales asociados a los contextos funera-rios, tanto de la vivienda excavada como de loshallazgos obtenidos en el solar del museo o la casa delAnfiteatro…). Son aún numerosas las dudas e interro-gantes que se nos plantean y que esperamos se puedanresolver y ver la luz en próximas publicaciones.

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8 Agradecemos la información aportada por el arqueólogoGilberto Sánchez Sánchez, quien actualmente está llevando a cabola dirección de los trabajos en la parte del solar que nos ocupa.

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Bolskan, 20 (2003), pp. 93-103 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

En el marco de desarrollo del proyecto de inves-tigación «El territorio emeritense, 2000 años de his-toria: 1000 a. C. – 1000 d. C.» se viene potenciandoel conocimiento del entorno inmediato de la ciudadde Mérida durante ese periodo. Un equipo de inves-tigación está llevando a cabo un análisis de esa ocu-pación dentro de la época romana, basándose en larecopilación sistemática de todo indicio, a partir dela cual se está procediendo a la caracterización de laocupación del territorio, aportando nuevos datos alos ya conocidos a través de la bibliografía científicay acometiendo nuevos frentes con el estudio detalla-do del medio geográfico.

SUMMARY

Within the framework of the project «El territo-rio emeritense, 2000 años de historia: 1000 a. C. –1000 d. C.», the knowledge of the environment ofMerida during this period is being encouraged. Aninvestigation team is carrying out an analysis of thatoccupation in the Roman times, based on the syste-matic compilation of all the evidences. From thiscompilation they are determining the occupation ofthe territory, adding new data to the information

known through the bibliography and undertakingnew studies about the geographical environment.

INTRODUCCIÓN

A finales del año 2000 la Dirección General deEnseñanzas Universitarias e Investigación de la Juntade Extremadura aprobó el proyecto «El territorioemeritense, 2000 años de historia: 1000 a. C. – 1000d. C.)», presentado por el Consorcio de la CiudadMonumental, dentro del Primer Plan Regional de I +DT, con una dotación de casi 30 000 euros y un desa-rrollo en tres años. El equipo investigador está inte-grado actualmente por personal de tres instituciones:Consorcio de la Ciudad Monumental, Junta de Extre-madura e Instituto de Arqueología de Mérida (CSIC).

El proyecto persigue profundizar en el estadodel conocimiento sobre el entorno de la ciudad deMérida a lo largo de los ya mencionados dos mil añosde historia, siendo el periodo central, precisamente,el de la fundación de la ciudad romana, y plantea undiagnóstico del patrimonio arqueológico del territo-rio en estudio de cara a su mejor proyección científi-ca y social.

Desde planteamientos metodológicos actualesse entiende que no es posible comprender el desarro-llo y la dinámica histórica de la ciudad antigua sinabordar de forma paralela el estudio del territorio enque se sitúa, del que se erige como centro y foco deactividades administrativas, económicas y culturales,pero del que, en última instancia, subsiste. Bajo estaperspectiva se ha planteado desde el Consorcio de laCiudad Monumental el proyecto «El territorio emeri-tense, 2000 años de historia…», que persigue actua-

El conocimiento del territorio emeritense: la ocupación romana

Carmen Barroso* - José A. Estévez** - Berta Marín***

Pedro D. Sánchez***

* Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura. Direc-ción General de Patrimonio Cultural. C/ Almendralejo, 14. Méri-da.

** Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura. Ofici-na ARI de Cáceres.

*** Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida. C/ ReyesHuertas, 5. Mérida.

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ciones tanto en el campo de la investigación históri-co-arqueológica cuanto en el del diagnóstico y valo-ración del patrimonio arqueológico de la comarca deMérida, de cara a la mejor comprensión de su pasadoy, en última instancia, de cara a su disfrute social.

LA IMAGEN CONOCIDADEL TERRITORIO EMERITENSE

El territorio de la colonia romana de EmeritaAugusta no nos es en absoluto desconocido, sino queha sido objeto de estudios sucesivos y a día de hoy secuenta ya con una abundante literatura científica queha venido a reflexionar sobre la organización del te-rritorio emeritense en época romana y posteriores.

Ya desde la experiencia de la arqueología espa-cial, que fuera abordada por parte de la Universidadde Extremadura en los años ochenta, con estudiosnovedosos como el de E. CERRILLO (1984), quien rea-liza consideraciones de carácter global acerca de laestructuración de la vida rural en Extremadura enépoca romana, así como el estudio realizado por FER-NÁNDEZ CORRALES (1988), que evalúa la ordenacióndel poblamiento romano en Extremadura a través dela aplicación del corpus metodológico generadodesde la arqueología espacial en boga.

El análisis morfológico, y con él las aproxima-ciones más cercanas a la organización del territorioemeritense, se ha centrado fundamentalmente en larestitución del catastro en sucesivas tentativas porparte de SILLIÈRES (1982), CORZO (1976), GORGES

(1982 y 1983) y GURT y ARIÑO (1993).Esta imagen se ha venido a completar con el

conocimiento de los yacimientos arqueológicosmediante la realización de prospecciones intensivasdel territorio, que han posibilitado la aproximación ala distribución de los asentamientos rurales romanosy su distribución en la cuenca del Guadiana a travésde trabajos como el realizado recientemente porRODRÍGUEZ MARTÍN (1999).

Recientemente, SAQUETE (1997) publicaba unarevisión exhaustiva y reflexión acerca del proceso defundación de la colonia Emerita Augusta y su organi-zación político-administrativa1.

Los límites del territorio de Emerita Augustahan sido objeto de análisis por parte de diversos auto-res. RAMÍREZ SÁDABA (1993) establecía la fronterasur en las proximidades de Valencia del Ventoso2,

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1 HIGINIO GROMÁTICO. Res gestæ; TÁCITO. Annales.2 En la definición del territorio se cuenta con dos hitos (LE

ROUX 1999: 268), el hallado en Montemolín, a 105 km de Mérida,

Fig. 1. Comarca de Mérida.

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limitando con la ciudad de Nertóbriga y HABA (1998)avanzaba una primera aproximación al conocimientodel territorio perteneciente a Metellinum, con el queMérida limitaría al este.

Por su parte, LE ROUX (1999), a partir de lectu-ra de los textos gromáticos, no parece albergar dudasacerca de la organización administrativa de Mérida,que debería contar con tres prefecturas, Mullica,Regio Turgaliensis y Feroniæ.

PROPUESTAS PARA UNA REVISIÓN DE LAIMAGEN TERRITORIAL CONOCIDA

Abordamos la aproximación al paisaje desde larecopilación de experiencias anteriores, las simula-ciones teóricas y el establecimiento de nuevas premi-sas para un territorio que cuenta con fuentes particu-lares para su estudio.

Sin embargo, a la hora de abordar la construc-ción de un marco conceptual en el que encuadrar elestudio de la ocupación y explotación del territorio deEmerita Augusta dentro de la actual arqueología delpaisaje, nos situamos ante un panorama extremada-mente complejo y rico en cuanto a la reflexión teóri-ca, como bien ha señalado OREJAS (1991). Siguiendoa esta autora, la expresión arqueología del paisaje seencuentra caracterizada fundamentalmente por el«dinamismo y flexibilidad que garantizan una cons-tante discusión, un avance multidireccional, abierto eintegrador», de modo que se acojen y suceden bajodicha denominación términos como espacio, territo-rio, medio ambiente, paisaje…, que dan lugar a unaarqueología del territorio, a una arqueología del pai-saje, etc.

Ante este panorama, nos interesa el acercamien-to a la arqueología del paisaje concebida como cien-cia para el estudio del espacio social, de manera queel objetivo no es el paisaje sino la sociedad antigua.Es esta una posición a la que se llega asumiendo pers-pectivas anteriores procesuales (funcionalista) ypostprocesuales (arqueología simbólica, arqueologíamarxista, arqueología del poder…) (OREJAS, 1998).Desde esta perspectiva nos interesa la arqueología enlos términos también anunciados por Nocete en 1999,

cuando afirma que la arqueología del territorio es unaarqueología de la formación social (SASTRE, 2001).

Las múltiples dimensiones del territorio queenvuelve una ciudad como Emerita Augusta requierenuna lectura que entienda el espacio de manera multi-dimensional, sin olvidar que los aspectos administra-tivos, económicos y sociales no van a coincidir en elespacio, y que además van a evolucionar de formadiversa con el paso del tiempo. La aproximación aesta organización y a esta evolución, así como al diá-logo que se ha de establecer entre estos diferentes pla-nos de una misma realidad arqueológica, es la quesubyace en la pretensión que, del conocimiento sobreel territorio, impulsamos desde el proyecto de investi-gación para el estudio del territorio emeritense.

Nos acercamos así a las formas de trabajar vis-lumbradas por otros autores, como J. M.ª Palet, quienen 1999 daba a conocer los resultados de una aproxi-mación morfológica heredera de una tradición impul-sada desde el ámbito universitario francés, represen-tado por P. Leveau o G. Chouquer y F. Favory. J. M.ªPalet abordaba el conocimiento del Plà de Barcelonaen época, siguiendo los ejes marcados por P. Leveau(Université d’Aix-en-Provence), mediante un estudiodiacrónico de la organización territorial. Utiliza unametodología específica que PALET (1997) encuadradentro de la arqueología del territorio con el fin de«definir els models d’ocupació de l’espai en diferentsperíodes» y que plantea, por tanto, el estudio delterritorio antiguo desde el análisis del paisaje actual.Sin duda, un trabajo de estas características debe serafrontado desde la multidisciplinariedad, al combinarel estudio de la evolución del paisaje físico con el dela organización social.

Para la identificación del trazado de la centuria-ción asociada a la ciudad, se propone una revisiónmediante prospecciones e incluso sondeos arqueoló-gicos en los posibles límites, que ayuden a su defini-ción. Así mismo, los resultados de las prospeccionesarqueológicas van a completar, sin duda, el conoci-miento del paisaje con la identificación de los espa-cios de explotación, mediante la reflexión sobre lasposibilidades del medio y su posible evolución, y delos espacios de transición y de los espacios de circu-lación, a partir de simulaciones teóricas.

EL PROYECTO

La realización del proyecto sobre la ocupaciónterritorial de la colonia emeritense intenta, desde unadoble vertiente, recopilar lo ya realizado por otros

EL CONOCIMIENTO DEL TERRITORIO EMERITENSE: LA OCUPACIÓN ROMANA 95

en el cortijo del Santo: Termin[us] / s aug[ustalis] para[torum] /col[oniæ] Aug[ustæ] Emeritæ. El segundo hito es de época deDomiciano [81-96 dC.]: Imp[eratore] Domiti / ano Cæs[are]Aug[usto] / divi Aug[usti] Vesp[asiani] f[ilio] / augustalis te / rmi-nus c[olonorum] c[oloniæ] C[laritaits] Iu[liæ] / Vcubitanor[um]inter Aug[ustanos] Emer[itenses].

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investigadores precedentes más la suma de las nuevasaportaciones en las que se está trabajando reciente-mente.

De este modo, el primer paso fue consultar,investigar y analizar cada uno de los yacimientosrecogidos en la Carta Arqueológica de Extremadura,centrando nuestro esfuerzo en los ubicados en lacomarca emeritense, marco del estudio. Necesaria-mente, la información arqueológica se tamizó dese-chando algunas variables, cuya importancia paranosotros era escasa, como por ejemplo los propieta-rios de las diferentes fincas objeto de prospección,elementos de tipo administrativo, etc. De esta mane-ra se utilizó aquello que pudiese aportarnos datosconcretos sobre asentamientos romanos, localiza-ción, coordenadas, posible evolución ocupacional,estado de conservación, etc.

En este primer paso, la consulta de la CartaArqueológica de Extremadura supuso superar unaserie de dificultades, como la duplicidad de fichas,muchas de ellas con datos contradictorios, informa-ción incompleta o errores en las coordenadas, que alpasarlas a soporte informático no correspondían conla localización real. Así mismo, también hubo pro-blemas con la base de datos cedida por la administra-ción para centralizar la documentación, por lo quehubo de crearse una nueva.

Toda esta información se está vertiendo en unordenador para interrelacionarla con otros elementosarqueológicos que se incorporan diariamente a labase de datos del Consorcio de la Ciudad Monumen-tal de Mérida, fruto de las excavaciones arqueológi-cas urbanas realizadas o supervisadas por este orga-nismo. En esta línea de trabajo, iniciada ya para laciudad de Mérida en el último decenio del pasadosiglo, se elaboró una nueva herramienta con una ven-tana única, a partir de la cual se pudiese navegar porla información que se iba a obtener, tanto de las pros-pecciones como de la propia Carta Arqueológica.

La ficha, de fácil manejo, está dividida en seiszonas de trabajo, y en ella, inicialmente y a simplevista, podemos ubicar un primer grupo de celdasdonde se localizan los datos administrativos, comopor ejemplo el número de registro del yacimiento,nombre, situación, etc., seguidos de los distintoscampos donde van todas las referencias de tipo carto-gráfico, lo que supone la inclusión de coordenadas,litología, edafología, visibilidad, proximidades acorrientes de agua, etc. Todos estos datos son de inte-rés para poder comparar y establecer similitudes odiferencias en las formas del poblamiento rural enépoca romana, entre otros aspectos.

La tercera parte es la planimetría, con un volu-men de información mayor donde aparecen referen-cias de ubicación y en conexión directa, a través delnavegador de un plano general o de detalle de cadauno de los asentamientos localizados, así como suscoordenadas reales.

En cuarto lugar, nos encontramos con los espa-cios donde van las referencias de tipo toponímico,obtenidas a través del análisis comparativo de cadauno de los mapas utilizados en el proyecto.

Seguidamente, y en quinto lugar, aparece unapartado destinado a la bibliografía existente sobre elyacimiento objeto de análisis, lo que nos permite laconsulta de cualquier estudio relacionado con eltema, así como su localización espacial dentro de losfondos bibliográficos de cualquier biblioteca nacio-nal. También se incluye en este espacio un lugar des-tinado a las fuentes antiguas, que nos están sirviendopara profundizar y obtener nuevos datos sobre la evo-lución del territorio.

Finalmente, damos importancia al análisis mi-nucioso de cada uno de los vestigios de la culturamaterial recogidos en las distintas prospecciones, asícomo una nueva revisión del material de las excava-ciones ya publicadas para, de esta manera, poderobtener datos fiables de contextos arqueológicosinalterados, información que no pueden aportarnos,hasta el momento, las prospecciones arqueológicas.

CARTOGRAFÍA

Un elemento importante, con el que se podríatrabajar en cualquier territorio de una colonia romana,es la presencia de los restos del documento oficial enbronce que nos permitiría conocer su verdadera orga-nización. Sin embargo, salvo raras excepciones(ARIÑO y GURT, 1993: 65)3, nos falta una documenta-ción cartográfica clara que nos oriente sobre su estruc-turación. En este caso, únicamente contamos con lapresencia de un fragmento broncíneo de forma, aun-que según las publicaciones al respecto (SÁEZ, 1990),está relacionado con la organización de parte de unterritorio pero sin vínculos aparentes con la estructu-ración de las tierras de la colonia emeritense.

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3 «Como paralelismos formales hay que destacar que tam-bién en Orange, en el catastro A, aparecen centurias rectangularesque por sus dimensiones deben ser de 40 x 20 actus. Este catastrodebe pertenecer a la colonia de Arelate (Arlés) y datarse en elmomento fundacional. En el año 46 a. C., como se ve fecha nolejana a la limitatio emeritense».

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Las referencias cartográficas que estamos utili-zando sobre la comarca se remontan al siglo XVIII. Deesta manera tenemos mapas editados por ingenieros4,donde aparecen datos más o menos precisos sobreciertas partes del territorio emeritense, con informa-ción complementaria de sumo interés a la hora de es-tudiarlo, y que están siendo de gran ayuda para de verla evolución del mismo a lo largo de los siglos y lasposibles pervivencias en el tiempo.

Con posterioridad, a fines del siglo XIX, se edi-taron algunos mapas y planos, como el de COELLO

(1988), que se centra en el análisis más o menosminucioso de los núcleos urbanos, incluyéndose laciudad de Mérida, donde aparecen referencias alámbito periurbano de la ciudad en aquel momento,aunque, en la actualidad, estos espacios han sidoengullidos progresivamente por el núcleo urbano. Sinembargo, la información que aporta ayuda a conocerla evolución de determinados espacios al cotejarestos datos con los que aparecen en los diferentesmapas editados años después.

La información que se está utilizando con mayorasiduidad, y que es de inestimable ayuda a la hora deanalizar el terreno, la proporciona el conocido comomapa topográfico, editado por el Instituto Geográfi-co Nacional en 1941 a escala 1/50 000, donde afortu-nadamente aparece gran cantidad de datos sobre elterritorio y que todavía no han sido alterados por lasremodelaciones que se produjeron años después en lacuenca del Guadiana con la elaboración del conocidoPlan Badajoz.

Este nuevo planteamiento del paisaje supusouna pérdida importante de información arqueológicay una nueva estructuración en las parcelas y vías decomunicación existentes en la zona. Más tarde, en losaños ochenta, se realizaron nuevas concentracionesparcelarias en zonas próximas a la capital emeritense,eliminando una información cartográfica importanteque afortunadamente sí está recogida en este mapa.

De esta manera, aparecen datos sobre trazadosde caminos antiguos, referencias toponímicas de graninterés para la localización de asentamientos, calza-das romanas que aparecen indicadas con el nombrede calzada romana o el topónimo la calzada, tal ycomo sucede con la que unía la capital de la Lusita-nia con el puerto de Lisboa o con la zona sur emeri-tense; el topónimo nos indica la presencia de la cono-

cida como Vía de la Plata, que no es más que lasuperposición de tres itinerarios en dirección Sur, loscuales unían Emerita con diferentes ciudades béticas.Sin embargo, en este mapa se omite información, quesí aparece en el editado por este mismo Instituto enlos años noventa, pese a poseer una escala diferente,1/25 000, aparecen referencias en el plano que no seencontraban en el anterior y que son necesarias a lahora de realizar cualquier prospección. Así, por ejem-plo los topónimos silillo o castillejos, de gran interéspara realizar una prospección en la zona, no aparecenen el primer mapa, aunque sí son recogidos en estesegundo más reciente.

Otro elemento importante es la presencia en esteúltimo documento cartográfico de cotas absolutas ycoordenadas UTM, lo que nos permite obtener loca-lizaciones topográficas rápidas y una relación de altu-ras, respecto al nivel de mar, que posibilita interrela-cionar cada uno de los yacimientos.

Los nuevos sistemas de posicionamiento porsatélite empleados en la actualidad han permitido quedejemos de utilizar las antiguas referencias en gra-dos, minutos y segundos. De igual modo, las referen-cias de localización que aparecen reflejadas así enalguna de las fichas antiguas de la Carta Arqueológi-ca, una vez registradas, se han convertido a UTMpara que sean utilizadas de forma conjunta con lasque se están obteniendo en la actualidad.

Todas estas nuevas herramientas de localizacióny posicionamiento son necesarias para poder trabajarcientíficamente en numerosos aspectos dentro delterritorio emeritense, y constituyen a la vez un verda-dero catálogo, el cual permite salvar a muchos deestos yacimientos de los impactos que tienen sobreellos las obras de infraestructura que están prolife-rando con bastante asiduidad en las proximidades deMérida.

Con el uso del GPS en nuestro proyecto se hahecho indispensable la utilización de la cartografía detipo digital, facilitada por las diferentes administra-ciones competentes en temas de urbanismo y ordena-ción del territorio, y que proporciona gran rapidez ala hora de introducir elementos e interrelacionarloscon otros programas de la base de datos. Sin embar-go, al utilizar esta cartografía contamos con los pro-blemas de la omisión de información de tipo toponí-mico, que es de inestimable ayuda a la hora deplantear una prospección intensiva o elaborar unmapa de concentración de yacimientos en un áreaconcreta.

De esta manera, el trabajo con la cartografía,pese a que estamos iniciando un largo proceso de

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4 Mapa de comunicaciones de 1793 de Joachin de Iturbide,donde aparecen referencias a la cuenca del río Guadiana, entreBadajoz y Mérida, así como a la cuenca del Guadalquivir.

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análisis, supone la confrontación de la informaciónofrecida por los diferentes mapas editados hasta lafecha, sin olvidarnos de las publicaciones cartográfi-cas militares o la carta digital de España, cuyos con-tenidos son analizados minuciosamente y compara-dos con el resto del material existente sobre lacomarca emeritense.

Todo lo anterior nos lleva, inicialmente, a plan-tear prospecciones selectivas en determinadas zonasde gran interés, a confirmar la presencia de estructu-ras o restos de cultura material en zonas cuya toponi-mia es recogida en los mapas antiguos, a la localiza-ción de canteras de diferente material constructivo, atrazar las fosilizaciones de las antiguas calzadas queconfluían hacia la colonia emeritense, así como deposibles restos de la divisio emeritense, y a entendercómo ha evolucionado el paisaje próximo a la colo-nia desde el periodo romano hasta nuestros días.

FOTOGRAFÍA AÉREA

Otra herramienta que está siendo utilizada ennuestro proyecto, aunque de momento de formamenos frecuente, es la fotografía aérea, sin olvidar-nos de la presencia de las ortoimágenes de satélite, de

gran utilidad a la hora de emplear las técnicas de tele-detección, siempre en colaboración con otros centrosde investigación con medios suficientes para sacarpartido a dicha técnica.

Las fotos que estamos empezando a analizar y atratar informáticamente corresponden al conocidocomo vuelo americano, realizado durante 1956, queinicialmente está dando unos resultados aceptables ala hora de localizar antiguos trazados de caminos,junto a estructuras emergentes en superficie, visiblesen aquel momento, aunque, debido a los movimien-tos de tierra efectuados con posterioridad, únicamen-te se conservan escasos vestigios en superficie. Buenejemplo de ello es el trazado de la conocida como Víade la Plata, donde, al ampliar en el ordenador la ima-gen, son visibles algunas posibles estructuras asocia-das a la vía y en las proximidades de la colonia eme-ritense. Los cambios de tonalidad y la recreacióntridimensional a través del estereoscopio, junto conlas diferentes tonalidades del blanco y negro sobre elterreno, nos indican la presencia de vestigios quetenemos que confirmar a través de la prospección.

También hay que mencionar la superposición delas fotografía aéreas con los mapas digitales, ajustan-do, claro está, el factor de escala, aunque hasta el mo-mento los resultados iniciales no son muy satisfacto-

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Fig. 2. Fotografía aérea de la ciudad de Mérida.

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rios, ya que existen desajustes mínimos entre las es-calas de los diferentes mapas y las fotografías aéreas,que nos pueden llevar a errores de interpretaciónsobre los elementos fosilizados en el paisaje emeri-tense.

Tampoco dejamos a un lado vuelos aéreos másrecientes, donde se introduce el color en las imáge-nes, así como elementos paisajísticos cambiantes queson cotejados con los vuelos anteriores para intentarsacar el mayor partido a esta serie de herramientasanalizadas minuciosamente en el laboratorio.

CONSULTA Y REVISIÓN DEINTERVENCIONES ARQUEOLÓGICASANTERIORES

Dentro de la labor de gabinete está la consulta yrevisión de intervenciones arqueológicas realizadasanteriormente por otros investigadores y que nos pue-den aportar nuevos datos para el conocimiento de eseespacio del territorio emeritense.

Así, con la realización de obras de infraestructu-ra en las proximidades de la actual capital autonómi-ca extremeña, la información sobre asentamientosrurales se ha visto incrementada, ya que tradicional-mente y hasta hace unos años en la provincia deBadajoz había que ceñirse a las publicaciones de lavilla de Las Tiendas (ÁLVAREZ, 1970), Pesquero(RUBIO, 1988) y Torre Aguila (RODRÍGUEZ MARTÍN,1988). Estos asentamientos, junto con la publicaciónde la memoria de excavaciones de la villa romana deLa Cocosa (SERRA, 1947), han proporcionado datosde gran valor para empezar a conocer el hábitat ruralen la cuenca media del Guadiana, estableciendosecuencias ocupacionales obtenidas fidedignamentea través de los contextos arqueológicos. Sin embargo,esta información, importante pero insuficiente, ha idoaumentando progresivamente en los últimos años, alconocerse otra serie de asentamientos que han podi-do ser excavados paradójicamente gracias a las obrasde infraestructura que se han venido realizando en laregión extremeña y más concretamente en la zonaque ocupa nuestro estudio. Buen ejemplo de ello sonlos seis asentamientos que se han excavado en lazona de afección de la autovía de la Plata en un radiode unos 15 km en torno a Mérida y cuyos resultadosvan a ser publicados próximamente, y pasarán a for-mar parte de la base de datos del territorio emeritense.

Otros asentamientos, por el contrario, sí estánpublicados, y tanto los datos estratigráficos y plani-métricos como la cultura material, que ya han sido

incluidos en el soporte informático, van a ser revisa-dos nuevamente y relacionados con el resto de asen-tamientos que se conocen en las proximidades. Unejemplo significativo es la intervención realizada enel vial en 1996, donde se documentaron los restos deestructuras de tipo agropecuario e industrial, refleja-dos en su correspondiente memoria de excavaciones(SÁNCHEZ y ALBA, 1998), y que se están poniendo enrelación con estructuras cronológica y morfológica-mente similares exhumadas en otros espacios próxi-mos, como en la barriada de Plantonal de la Vera,Bodegones o en la zona norte emeritense. La presen-cia de estos asentamientos, junto con los resultadosde las prospecciones, de las que hablaremos poste-riormente, hace que se baraje la posible existencia enlas proximidades de Mérida de una serie de estable-cimientos rurales con unas determinadas característi-cas comunes, que siguen patrones de ocupación simi-lares y con una cronología bastante temprana.

LA REALIZACIÓN DE PROSPECCIONES SISTEMÁTICAS

Lógicamente, cuando se inicia un proceso deprospección sobre un territorio determinado, se debepartir de lo que con anterioridad se ha realizado sobredicho espacio. De esta manera, además de lo recogidoen la Carta Arqueológica de Extremadura, existenpublicaciones donde se recoge información y datos deinterés sobre asentamientos rurales romanos en zonasque abarca nuestro estudio. Estas prospecciones, rea-lizadas en los años ochenta por investigadores comoGORGES (1986) o RODRÍGUEZ DÍAZ (1986), nos danuna visión muy general pero a la vez valiosa de la ocu-pación romana en parte del antiguo territorio de la co-lonia emeritense.

Nuestra pretensión inicial fue realizar una pros-pección intensiva en un área superior a 1000 km2,pertenecientes a la actual comarca emeritense, paradespués, en una futura prórroga del proyecto, ir ale-jándonos de la antigua colonia.

El tamaño del área a prospectar era muy exten-so para poder abarcarlo en su totalidad, por lo que seprocedió a delimitar subzonas de prospección quecoincidirían con los puntos cardinales.

La primera parte del territorio objeto de pros-pección fue la denominada como zona sur. Este espa-cio, delimitado topográficamente por la sierra de laMoneda, San Serván y el cauce del río Guadiana, estácaracterizado por terrenos pobres, con abundantesgravas del Cuaternario en las zonas próximas a la ciu-

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dad y terrenos arcillo-arenosos al alejarnos de laurbe, con algunos afloramientos de dioritas de grandureza. Las suaves lomas y pequeños riachuelos, decauce irregular, que vierten sus aguas hacia el Gua-diana, caracterizan este paisaje.

Actualmente destaca una alternancia de cultivosde secano (vid y olivo) junto con espacios de regadío(maíz, tomates, etc.). En el término municipal deCalamonte y parte del de Mérida (zona sur) se reali-zó en los años ochenta una concentración parcelariaimportante, por lo que muchas de las formas fosiliza-das del territorio cambiaron irremediablemente eneste área. Se plantearon por parte de CORZO (1976:217-233) posibles restos de centuriaciones en estazona, aunque por nuestra parte van a ser tomados concautela para ser analizados y estudiados.

La prospección se planteó de forma intensivarecorriendo un amplio espacio sin dejar zonas inter-medias para evitar lagunas en los mapas de concen-tración de yacimientos que se elaboran. El númerohabitual de prospectores es de cinco, provistos de unGPS, así como de fichas de campo para anotar losdatos más significativos. La distancia entre los pros-pectores es de 10 m, por lo que existe muy buenavisibilidad entre ellos.

Los primeros hallazgos se centraron en los restosdel rudus de la vía romana conocida como de la Plata,que en esta zona sur va a ser un eje fundamental a lahora de plantear la prospección, alrededor de la cualse localizaron una serie de yacimientos. En el ladoizquierdo de la calzada, en una amplia zona, se locali-zaron los sitios de El Berrocal, La Coscoja, La Here-dad, La Fernandina, Castillejos (SÁNCHEZ, 2000),Cerro Pulido, etc. Todos ellos ofrecían patrones deasentamiento similares con restos de estructurassemienterradas y con abundante material constructivoen sus proximidades. La presencia de sigillatas enestos yacimientos es una constante, así como abun-dante material relacionado con recipientes de almace-naje. El material recogido está en fase de estudio y nospermitirá aproximarnos al momento de ocupación deestas tierras, intentando relacionar estos asentamien-tos con los ubicados en las proximidades de la ciudad.

En el lado derecho, se localizó también un nú-mero considerable de yacimientos en la zona de Ce-rro Verde, La Rinconada, La Moneda, Los Monteci-llos y Cantarrana, a los que se deben sumar los seisexcavados en el trazado de la autovía de la Plata, loque nos indica una importante concentración depoblamiento de época romana en esta zona.

Queda todavía por prospectar una amplia banda,paralela al trazado de la calzada, donde consideramos

que quedarán todavía yacimientos por localizar debi-do a la cercanía de este importante eje de comunica-ción en época romana.

En la zona norte la prospección se planteó deigual modo, con un espacio delimitado por las estri-baciones de sierra Bermeja (Cornalvo) y la sierra deCarija, ubicado todo en el término municipal de Mé-rida y parte del de Trujillanos. Esta amplia zona estácaracterizada por tierras de tipo granítico con cultivosde cereal y presencia de dehesa con encinas y alcor-noques, con vegetación destinada al pastoreo devacas y ovejas. La topografía del terreno es bastanteondulada, con una escasez de riachuelos que siguenla orientación Norte-Sur para desembocar en el Gua-diana.

La presencia desde época antigua de la conocidacomo Vía de la Plata (ROLDÁN, 1971) también marcael sentido de la prospección en este espacio, ya queexisten tramos perfectamente conservados de estavía, alrededor de la que se sitúan numerosos asenta-mientos, algunos de los cuales conservan estructurasen buen estado, como es el caso de Casa Herrera(CABALLERO y ULBERT, 1976) y todo su entorno,mientras que el resto presentan tégulas e ímbrices ensuperficie, con abundante cerámica pero sin restos demuros, tal y como sucedía en la zona sur.

En la zona este los límites naturales están mar-cados por el río Guadiana y las primeras estribacio-nes de la sierra de Hornachos. Este espacio, ocupadopor tierras con afloramientos de granito, junto conterrenos cuaternarios, posee una vegetación muydiversa compuesta por vid, olivos, cereales y zonasde regadío en las proximidades del Guadiana.

Actualmente se está empezando a prospectar enzonas donde se han localizado varios asentamientos,organizados entorno a dos calzadas, la que se dirige aMedellín y otra considerada tradicionalmente endirección a Córdoba, aunque está en fase de revisión(SÁNCHEZ y MARÍN, e. p.). Los asentamientos de SieteColchones, La Tijera, etc., demuestran unos patronesde asentamiento similares, con una presencia dematerial, en fase de estudio, y estructuras en superfi-cie en un estado de conservación bastante aceptable,como es el caso de Siete Colchones.

La última zona a prospectar es la situada aloeste de la ciudad, espacio amplio que limita con eltérmino de Montijo y que trascurre paralela al caucedel río Guadiana. Este espacio, al igual que sucedíacon los anteriores, está caracterizado por suaves coli-nas con una vegetación diversa de matorral, encinas,alcornoques y zonas regables, cuando nos vamosaproximando a las poblaciones de la Garrovilla y

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Esparragalejo, y con terrenos graníticos en las pro-ximidades de la sierra de Carija, con zonas con terre-nos cuaternarios más fértiles ubicadas en las proxi-midades del río.

Al igual que sucedía con las otras zonas pros-pectadas, las calzadas romanas van a ser un elemen-to fundamental en el paisaje. Así, en esta zona es visi-ble el tramo que se dirigía a Lisboa, ubicado en lazona conocida como La Calera, con restos de estruc-turas, algunas de ellas de tipo funerario, e instalacio-nes rurales como Araya, El Escobar, El Prado, la villade Esparragalejo, la villa de Canchales, etc., conmuros perfectamente conservados, en algunos casos,y con una cultura material de cerámicas comunes ysigillatas que están en fase de estudio.

CONCLUSIONES

Los resultados finales del estudio que aquí sepresentan deben ir desde la concepción inicial del tra-bajo enfocados en una triple y complementaria direc-ción.

La primera de ellas es la referida a los funda-mentos propios de un trabajo científico desarrolladodesde el ámbito de la denominada arqueología delpaisaje, es decir, el conocimiento del medio ambien-te histórico (forma, carácter, comportamiento y su-

pervivencia), como entorno vital donde interactúanentre sí los elementos físicos, biológicos, económi-cos, sociales, culturales y estéticos con el individuo yla comunidad en que vive. Se formularán en sumacuestiones sobre patrones de asentamiento, evolucióndel poblamiento o aspectos de organización econó-mica, social y política. Para ello, avanzamos en laconstrucción de una potente herramienta de análisisque nos posibilite contrastar hipótesis de trabajo, de mo-do que los datos acumulados en este proceso de reco-pilación van a formar parte de un sistema de infor-mación geográfico (SIG), cuyo potencial es innecesariodesgranar en estas líneas al ser una herramientaampliamente conocida por la bibliografía científica.Los mecanismos utilizados para esta reconstrucciónde la ocupación en época romana serán la infor-mación historiográfica, cartográfica y arqueológica(trabajos de campo), a las que podríamos añadir aná-lisis de elementos medioambientales que puedeninfluir en el establecimiento de asentamientos y en suevolución diacrónica.

La segunda de las vías de aproximación es lareferida a la gestión administrativa de esos bienesculturales conocidos tras la etapa puramente investi-gadora anterior. Incluye además una clara vocaciónsocial, orientada a fortalecer los mecanismos de todotipo que permitan una mejor conservación del patri-monio arqueológico de la comarca y fomentar su

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Fig. 3. Estructura conocida como Siete Colchones.

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mayor difusión y disfrute social entre la población.Este punto comprende la publicación de los bienespertenecientes a ese patrimonio en todos los niveles yla «musealización» de ciertos sitios insertos en elmedio ambiente del que forman parte. A un nivel másde gestión administrativa, se elaborará una carta deriesgo que incorpore la relación detallada de yaci-mientos localizados y los peligros potenciales quepuedan afectarlos, con la aportación de un plan deactuaciones en el patrimonio arqueológico, entendidocomo propuesta técnica que ejerza el papel de sopor-te inicial sobre el que trabajarían las dos institucionesencargadas de su custodia y difusión: el Consorcio dela Ciudad Monumental de Mérida y la DirecciónGeneral de Patrimonio Cultural de la Junta de Extre-madura. Toda esta información debe ser utilizada enlas políticas de ordenación del territorio, especial-mente en las tomas de decisiones relativas a actua-ciones con gran incidencia territorial, como puedenser las grandes obras públicas que se desarrollan o loharán en un futuro cercano, en el ámbito espacial delque nos ocupamos (tren de alta velocidad y autovíade la Plata).

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Bolskan, 20 (2003), pp. 105-117 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

En este trabajo presentamos una serie de oncepuentes romanos o de posible origen romano que for-maron parte del trayecto de la Vía de la Plata a supaso por las actuales provincias de Badajoz y Cáce-res. La mayoría de ellos son conocidos y han sido yaestudiados con mayor o menor profundidad, aunquealgunos en la actualidad no conservan apenas restoso ya han desaparecido completamente, de modo quese hace difícil realizar alguna consideración relevan-te sobre ellos.

SUMMARY

In this essay we present a series of elevenRoman —or of possible Roman origin— bridgeswhich are part of the Vía de la Plata through thecurrent provinces of Badajoz and Cáceres. Most ofthem are known and have already been studied moreor less in depth, though some of them hardly keepsome remains or have even disappeared, so it is diffi-cult to make important considerations about them.

INTRODUCCIÓN

El Iter ab Emerita Cæsaraugustam mencionadoen el Itinerario de Antonino constituye uno de lasprincipales caminos del interior a través de la Mese-

ta, compuesto por al menos cuatro vías perfectamen-te individualizadas. El tramo fundamental parece serel Iter ab Emerita Asturicam, conocido como Vía dela Plata y al cual le dedicó ROLDÁN (1971) un bri-llante trabajo que se ha visto corregido parcialmentepor otros autores1. En este artículo presentamos unaserie de once puentes romanos o de posible origenromano que tradicionalmente se cree formaron partedel trayecto de la Vía de la Plata, en el tramo com-prendido entre las localidades extremeñas de Mériday Baños de Montemayor (pueblo cercano al límiteprovincial de Cáceres con Salamanca). La mayoríade ellos son conocidos y han sido ya estudiados conmayor o menor profundidad; sin embargo, hastaahora no habían sido analizados en conjunto con eltratamiento que aquí le damos2.

Lamentablemente, las características de estapublicación nos impiden describir con más detalle ymayor cantidad de material gráfico cada uno de lospuentes que presentamos. Del mismo modo, tampocohemos podido dedicar un apartado al puente romanode Cáparra, una construcción que, a pesar de noencontrarse sobre la Vía de la Plata, está directamen-te vinculada con ella, no sólo por encontrarse el

Los puentes de la Vía de la Plata en el tramo Mérida-Baños de Montemayor.

Consideraciones acerca de su tipología y cronología

Jesús Acero*

* Laboratorio de Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras.Avda. de la Universidad, s/n. 10071 Cáceres. E-mail: [email protected]

1 Para el tramo que aquí estudiamos debemos destacar lossiguientes trabajos: ÁLVAREZ ROJAS (1985: 111-117), FERNÁNDEZ

CORRALES (1987: 47-55), GIL MONTES (1988: 14-17), GONZÁLEZ

CORDERO (1990: 17-19).2 Los puentes correspondientes a la actual provincia de

Cáceres fueron incluidos en nuestro trabajo de investigación Puen-tes romanos en la provincia de Cáceres. Estudio arqueológico yanálisis espacial, dirigido por el profesor Enrique Cerrillo Martínde Cáceres, y presentado en el Departamento de Historia de la Uni-versidad de Extremadura en octubre de 2002.

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puente en íntima relación con la ciudad de Cáparra,mansio de la Vía de la Plata, sino también por serprácticamente el punto de arranque de un ramalsecundario de ésta. En cualquier caso, a pesar de laexclusión del puente de Cáparra de nuestro pequeñocatálogo, tendremos en consideración su existencia ala hora de establecer nuestras reflexiones finales.

LOS PUENTES DE LA VÍA DE LA PLATA

Puente del Albarregas

En este puente daba comienzo el Camino de laPlata, el cual constituía la salida de la ciudad de Eme-rita por el norte. Su fábrica ha sido descrita conmayor o menor profusión por casi todos los viajerosy eruditos que se han ocupado de las ruinas y monu-mentos de Mérida, aunque la atención prestada a estepuente ha quedado un tanto a la sombra del granpuente construido sobre el Guadiana. De hecho,mientras que del puente sobre el Guadiana contamoscon importantes estudios (FERNÁNDEZ CASADO, 1980;ÁLVAREZ MARTÍNEZ, 1983; HERNÁNDEZ RAMÍREZ etalii, 1995; FEIJOO MARTÍNEZ, 1999: 321-337), elpuente del Albarregas aún no dispone de un estudiodefinitivo, pudiéndose destacar únicamente algunasobservaciones de FERNÁNDEZ CASADO (1980), ROL-DÁN (1971: 112) y, sobre todo, ÁLVAREZ MARTÍNEZ

(1983: 75-79).Las restauraciones sufridas por este puente aún

no están bien documentadas, aunque algunas de ellaspueden observarse con nitidez sobre su fábrica. Entreestas reparaciones hay que destacar la efectuada en1863, fecha en que se construyó la carretera de Cáce-res y a la cual debe pertenecer el paramento con elque en la actualidad se inicia el puente en la partecontigua a la ciudad, así como la cornisa y el pretil.Actualmente el puente ofrece una longitud total de144,35 m, mientras que la anchura de la calzada esde 7,90 m. La parte correspondiente a la obra primi-tiva consta de cuatro arcos de medio punto sensible-mente iguales (con luz en torno a los 5,20 m) y dosaliviaderos secundarios, estos últimos también dis-puestos sobre la parte más cercana a la ciudad (mar-gen izquierda).

En la actualidad el puente carece de tajamares, yningún autor da noticia de ellos, salvo LABORDE

(1811), que en uno de sus grabados los representa enforma semicircular y rematados con sombreretescónicos. El ancho de las dos pilas centrales es de 3,30y 2,91 m respectivamente. Las dovelas de los arcos

tienen 0,70 m de longitud y 0,40 de ancho. El apare-jo está formado por bloques de granito con un almo-hadillado muy pronunciado y dispuestos en hiladasregulares de 0,40 m de ancho, oscilando la longitudde los sillares a soga entre 0,85 y 1 m, mientras quelos sillares dispuestos a tizón son de 0,55 m.

En cuanto a la datación del puente, tradicional-mente se atribuía a época de Trajano, aunque dadassus evidentes semejanzas con el puente del Guadiana,así como con otros casos bien conocidos en Italia,parece clara su adscripción a época augustea.

Puente del Aljucén

A pesar de las referencias a las ruinas y a losintentos de reparación de este puente en siglos pasa-dos, su localización permanecía desconocida para lainvestigación moderna, hasta que los restos pertene-cientes al puente del Aljucén fueron descubiertos ypublicados por ÁLVAREZ MARTÍNEZ y DÍAZ PINTIADO

(1985: 95-100). La escasez de restos y la ausencia deun estudio en profundidad impiden realizar demasia-das conjeturas sobre la fábrica del puente, aunque loscitados autores lo consideran de similares caracterís-ticas y época de construcción que las del puente delAlbarregas, constando su aparejo de una silleríalabrada con un almohadillado rústico semejante y,además, con una estructura que tendría tres o cuatroarcos principales y unas pilas similares, aunque en elcaso del puente del Aljucén seguramente provistas detajamares, según apunta LEÓN GUERRA (1854: 7 y 8).

Puente del Ayuela

Las referencias en la bibliografía a los escasosrestos de este puente eran mínimas, hasta que GIL

MONTES (1988: 35) descubrió lo que parecen ser loscimientos del puente romano. La fotografía aérea lepermitió comprobar a este investigador que la calza-da, paralela a la carretera N-630, cruzaría el río Ayue-la prácticamente por el mismo lugar por donde lohace la carretera actual3, lo cual fue ratificado, ade-más, con el hallazgo de los supuestos restos de estepuente. Hasta entonces, el cruce del río Ayuela enesta zona había constituido una incógnita, de ahí quealgún autor considerara que la calzada atravesaría elrío por un puente que hoy existe en el mismo pueblo

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3 Circunstancia que ya había intuido ROLDÁN (1971: 142).

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de Casas de Don Antonio, a unos 500 m aguas arribadel puente que emplea la carretera actual (ARIAS,1987: 323).

En cuanto a la estructura del primitivo puenteromano, muy poco es lo que se puede decir, dada laescasez de restos. Los cimientos del posible puenteromano se encuentran a pocos metros al noreste delpuente moderno de la carretera N-630, pero resultamuy difícil su visión por estar medio ocultos en unzarzal. Tan solo se conservan dos hiladas de sillaresgraníticos, sin almohadillado, pero de cuidada talla ydispuestos a hueso. Sin embargo, la dispersión de losrestos es amplia, pues existen otros sillares que hansido reutilizados por los hortelanos de Casas de DonAntonio en las paredes de sus fincas y otros más quehan sido colocados sobre el lecho seco del Ayuelaformando una pasadera para cruzar el río, a menos de100 m al este del puente actual.

Puente sobre el arroyo Santiago

Algo más de 3 km al norte de Casas de DonAntonio corre en dirección Este-Oeste el arroyo San-tiago, límite entre las propiedades actuales de Santia-go de Bencáliz y la Dehesa La Atalaya. Se trata de unarroyo de escasa entidad, afluente del río Ayuela ycaracterizado por su escaso caudal y sus fuertes estia-jes. Parece indudable que originalmente la Vía de laPlata cruzaba el arroyo de Santiago por el lugardonde hoy se levanta este pequeño puente, pero en suestado actual, tal y como lo conocemos hoy, no exis-te ningún indicio en su fábrica que delate su origenromano. Únicamente algunos sillares de los estribospodrían ser de aquella época. Gracias a LEÓN GUERRA

(1854: 11 y 12) sabemos que el puente fue reedifica-do al menos en 1779, momento en el que se extraje-ron del lecho del río dos piedras miliarias pertene-cientes al Iter ab Emerita Cæsaraugustam.

Todos los autores que se han ocupado de él coin-ciden en afirmar que se trata de un puente muy trans-formado, por lo que, en su estado actual, muy poco eslo que conserva de su fábrica romana original (ROL-DÁN, 1971: 113, 114 y 142; CERRILLO, 1982: 197;ÁLVAREZ MARTÍNEZ, 1983: 323). Es un pontón de unsola arcada pero flanqueada por dos aliviaderosmodernos adintelados. Su longitud total es de 28,50 m,incluyendo la prolongación de los pretiles sobre elterreno durante un pequeño trecho. La anchura es de3,50 m, aunque si le restamos el grosor de los preti-les, queda un espacio útil de vía de tan solo 2,66 m.Dicha vía se quiebra en doble pendiente. El arco

tiene 4,30 m de luz y es ligeramente rebajado. Lasdovelas son de sillería granítica, colocadas de modotransversal. Los estribos sobre los que se levanta elarco están construidos de sillares en la zona más cer-cana a este, pero el resto de la fábrica es un recreci-do (que incluye también los pretiles) construido demampostería, a base de piedras graníticas, pizarras ycuarcitas de pequeño y mediano tamaño, sin labrar,y trabadas con grandes cantidades de mortero de cal yarena.

Puente Mocha

No es escasa la nómina de autores que se refie-ren a él, aunque la mayoría de veces no pasa de unasimple mención, sin ningún tipo de descripción(PAREDES, 1886: 87; MÉLIDA, 1924: 87; FLORIANO,1957: 58; ÁLVAREZ MARTÍNEZ, 1983: 81; GONZÁLEZ,1990: 16). Es ROLDÁN (1971: 114 y 142) el únicoinvestigador que hasta el momento se ha ocupado deeste puente con cierto detenimiento. Es conocido conel nombre de Puente Viejo o Puente Mocha, y en estecaso también todos los autores coinciden en conside-rarlo de origen romano, si bien tremendamente trans-formado (fig. 2).

En su estado actual el puente consta de unagran longitud, alrededor de los 107 m, con once ojosde diferentes dimensiones y dos aliviaderos adinte-lados en el extremo derecho. Pero la parte primitiva,con una longitud aproximada de 50 m, correspondea los cinco primeros arcos (desde la margen dere-cha), aunque se encuentran profundamente transfor-mados, pues todos ellos son apuntados. Solo lasbóvedas de los arcos emplean sillares; el resto dela fábrica en pilas y tímpanos es de mampostería. Laanchura del puente es de 3,90 m, que se reduce hastalos 3,35 si excluimos el grosor de los pretiles. La víatiende a mantenerse horizontal, aunque se adapta alas diferentes alturas que alcanzan los desigualesarcos.

Construido sobre el río Salor, responde al tipode puente con arcos pequeños, tanto en su luz comoen su altura, característico de los ríos con un anchocauce. La obra primitiva debió corresponder a loscinco arcos que hoy se levantan en medio del caucedel río, pero es muy posible que con el discurrir deltiempo se transformara el curso del río en esta zona,desplazándose hacia la izquierda, de modo que resul-tó obligada la ampliación de la arquería del puentepor este extremo en sucesivas remodelaciones. Lafactura de la parte central del puente es medieval, con

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arcos apuntados, de modo que la traza romana solo seadivina ya en los sillares reaprovechados en el dove-laje de estos arcos. El resto de la arquería de la orillaizquierda y los dos estribos extremos corresponden aañadidos posteriores4.

Muy cerca de este puente, en el vecino pueblode Valdesalor, que queda apenas a 1 km al norte, seencontró un tesorillo con 180 denarios de plata(CALLEJO, 1965: 39 y ss.), todos ellos anteriores alaño 81, lo cual constituye un dato que podría sertomado como referencia acerca de la historia de lacalzada y del propio puente.

Puente del Garro

Este puente sobre el río Almonte aparece entodas las crónicas como compañero del puente deAlconétar, a pesar de las grandes diferencias exis-tentes entre ambos5. Originalmente el puente delGarro se levantaba sobre la misma desembocaduradel Almonte en el Tajo, pero sus escasos restos yacendesde 1969 bajo las aguas del río, puesto que se que-daron embalsadas en lo que hoy es la parte final delpantano de Alcántara. Hasta esa fecha, los restos quese conservaban del puente se limitaban al estribo dela margen derecha y a un trozo de la plataforma con laque se iniciaba el puente en la margen izquierda delrío. El estribo consistía en un pequeño cuerpo de tresplanos a escuadra, hecho en sillería granítica lisa.FERNÁNDEZ CASADO (1980) opina que, por la altura aque llegaba el viejo camino que en él confluía, pare-ce que este puente no debió tener nunca bóvedas, porlo que dicho autor plantea que se tratase de un puen-te mixto con estribos de fábrica y pasarela de ma-dera.

Puente de Alconétar

Se trata indudablemente del más monumental yoriginal de los puentes romanos levantados sobre laVía de la Plata. Originariamente se emplazaba sobreel río Tajo, pero sus ruinas fueron trasladadas delugar cuando toda la zona quedó inundada tras laconstrucción del embalse de Alcántara en 1969.

En lo que se refiere a su estructura primitiva, elpuente de Alconétar se extendía en una longitud de290 m, de los cuales unos 100 quedaban en secodurante el estiaje, y el resto dentro del río6. Su anchu-ra rondaría los 6,60 m. Respecto al número de arcos,las opiniones discrepan entre los que consideran queconstaba de 13 arcos y los que calculan 16. El tama-ño de los arcos aumentaría en progresión gradualdesde los extremos del puente hasta los vanos centra-les. De todos ellos solo se conservan 4 arcos en laparte derecha, aunque únicamente los dos primerosconservan su factura romana primitiva; ambos arcos,abiertos sobre el estribo de la margen derecha, sonescarzanos (como debieron ser todos los arcos delpuente), con una luz, respectivamente, de 6,82 y 7,09m. La luz de los demás puede calcularse aproxima-damente si tenemos en cuenta la distancia que hayentre las pilas que aún subsisten: 7,49-8,09-8,93-10,41.

Las pilas alcanzan un grosor de 4,25 m por tér-mino medio. Están dotadas de un agudo tajamar en sufrente aguas arriba y un original espolón convexo enel frente posterior. De todas ellas, únicamente la ter-cera pila se conserva prácticamente en toda su alturay escasamente afectada por las reparaciones. La pilase compone de 3 cuerpos, señalados por cornisasiguales entre sí, de 0,45 m de altura y 0,30 de vuelo,con una moldura de gola o cima recta. El cuerpo infe-rior tiene una altura de 5,75 m, contándose 14 hiladascon la primera cornisa; en su parte superior este pri-mer cuerpo tiene en los costados 7 largas muescaspara asentar los andamiajes y cimbras. Por su parte,el segundo cuerpo, de igual planta que el primero,alcanza los 2,25 m de altura y está compuesto por 5hiladas, incluyendo la segunda cornisa. Finalmente,el cuerpo superior cuenta con 8 hiladas, incluyendo lacornisa de remate; este último cuerpo es de plantamenor que los inferiores y, salvo el tajamar, que con-serva su verticalidad de paramentos, el resto se retrae

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6 La información que a continuación aportamos puede com-pletarse con la consulta de los estudios de PRIETO (1925: 147-158),CALLEJO (1963: 61-72), CABALLERO (1973), FERNÁNDEZ CASADO

(1980) y CRUZ (1989: 159-173).

4 A ese respecto, gracias a la información aportada por elprofesor Enrique Cerrillo, se ha localizado en el Archivo Provin-cial de Cáceres (leg. 4392) un documento de 1751 como testimo-nio de una de las ampliaciones acometidas sobre la fábrica delpuente: Escritura de obligación y fianza para la obra del puentedel río de Salor. En este documento se expone: «los reparos que endicha puente han de hacerse es que de la parte del mediodía han deconstruir y fabricar dos ojos más de los que tiene dicha puente,para el derrame de las aguas, e quienes han de tener de largo vein-te e seis varas».

5 Entre los últimos autores que se han referido a él habría quedestacar a CALLEJO (1963: 64 y 65), ROLDÁN (1971: 114 y 115);FERNÁNDEZ CASADO (1980) y CRUZ (1989: 166).

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en planos oblicuos para recibir los arcos, de hecho, seconservan 2 hiladas cortadas en bisel de 1,35 m delongitud para formar los salmeres en los que apoya-ban los arranques de los arcos (fig. 3).

Los sillares están realizados en granito congrano de gran tamaño, que se presta a una labra rús-tica, dejando un potente almohadillado (en algunoscasos supera los 8 cm) en la cara vista de los sillares,con recercado exterior. En cuanto al aparejo, es deopus quadratum, con un predominio de las hiladasdispuestas a soga. Las hiladas presentan una granregularidad, con una ancho alrededor de los 0,45 m,y bajo este revestimiento de sillería existe un macizointerior de opus cæmenticium.

Desconocemos la fecha de construcción delpuente de Alconétar. Existen noticias de la presenciade un miliario de Tiberio colocado a la cabecera delpuente, lo cual llevó a algunos eruditos a considerar-lo como una obra relativamente temprana. Sinembargo, sus propias características técnicas vienen ademostrar la falta de relación cronológica entre puen-te y miliario. En este sentido, la originalidad de sudiseño, el empleo de las tres cornisas, la curvatura delfrente posterior y, especialmente, el empleo de arcosescarzanos han llevado a quienes lo han estudiado aconsiderarlo de fecha tardía, entre el final del siglo Iy el siglo II, perteneciente al reinado de Trajano o deAdriano, grandes restauradores de la Vía de la Plata,como veremos.

Puente sobre el arroyo Riolobos

Hoy día ha desaparecido, pero Paredes Guillén yMélida consiguieron ver algunos de sus restos. Seencontraba sobre el arroyo Zangaena, también llama-do Riolobos, situado, según ROLDÁN (1971: 116 y117), justamente donde el río corta el límite de lostérminos municipales de Riolobos y de Plasencia, aunos 2 km al este de la primera población. Lo que-brado del terreno en esta zona exigía la presencia deun puente para salvar el arroyo, aproximadamente 2km antes de que la calzada alcanzara la mansio Rus-ticiana.

Muy poca es la información que tenemos deeste puente. No podemos más que transcribir lasnoticias aportadas por Paredes Guillén y Mélida.Así, el primero de ellos, cuando describe el trazadodel Camino de la Plata a su paso por esta zona,comenta: «pasaba el riachuelo llamado Riolobos,que dio el nombre al pueblo que está más abajo doskilómetros, por un puente de cuyos estribos se con-

serva algo, y de cuya fabricación debe hacer referen-cia una piedra que hay puesta en la compuerta de unmolino que está por bajo del puente, la cual tiene unainscripción muy larga, que no pude copiar porquehabía mucho lodo en el sitio desde donde podíaverse cuando yo visité aquel sitio. Creo haga refe-rencia a la construcción del puente, porque la lleva-ron de cerca de su entrada, en donde la encontraroncubierta de tierra» (PAREDES, 1886: 85 y 86). Estainscripción fue publicada posteriormente por elpadre FITA (1896: 546) y recogida después por Méli-da, y es simplemente una lápida funeraria. Por suparte, la noticia del puente que nos da Mélida es muyescueta: «puente, arruinado, sobre el riachuelo Zan-gaena o río Lobos, del que tomó este nombre el pue-blo, el cual está a dos kilómetros. El puente formóparte de la calzada romana. Era de piedra y tan solose conservan, en parte, los pilares sobre los que vol-teó el arco» (MÉLIDA, 1924: 193). De esta descrip-ción podemos deducir que el puente era de un soloojo y que estaba construido en piedra.

Puente Guinea

También desaparecido, es mencionado breve-mente por Paredes Guillén, Mélida, Sayans Castañosy Roldán Hervás (PAREDES, 1886: 85; MÉLIDA, 1924:50; SAYANS, 1957: 224 y 225; ROLDÁN, 1971: 117). Elpuente toma su nombre de la propia calzada, que enépoca medieval era conocida como calzada Guinea,en la zona del río Jerte. No entraremos aquí a valorarla etimología del nombre de Guinea, aunque lo másplausible es que se trate de una derivación de equinea(del latín equus > caballo).

El puente Guinea se levantaba sobre el río Jertey, según Roldán Hervás, «se encontraba en el caseríode San Pedrillo en el lugar donde el río corta perpen-dicularmente los términos de Carcaboso, pueblosituado unos dos kilómetros al oeste, y Plasencia».Por su parte, SAYANS (1957: 224 y 225) encontró ypublicó un miliario de la época de los Severos corres-pondiente al Camino de la Plata, situado muy próxi-mo al lugar en el que se encontraba el puente.

Muy poco es lo que se puede decir sobre sufábrica. PAREDES (1886: 85) menciona que en 1851 sesacaron del fondo del río gran cantidad de sillares quepertenecieron al puente. Aún hoy es muy común eldescubrimiento de sillares y tégulas en aquella zona.De hecho, muchos de los antiguos sillares del puentehan sido empleados en la construcción de la casa deSan Pedrillo, junto a la orilla izquierda del río, y tam-

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bién existen algunos en las paredes de las fincas cir-cundantes.

Puente sobre la garganta Buitrera

Se encuentra en mitad del pueblo de Aldeanue-va del Camino, salvando la garganta Buitrera, unpequeño curso de agua que va a desembocar 500 m aloeste en el río Ambroz. Fue SÁNCHEZ RECIO (1906:177-182) el primero que lo consideró de facturaromana, y tras él todos los autores que posteriormen-te han mencionado este puente (BLÁZQUEZ, 1966: 42;ROLDÁN, 1971: 118; CASTILLO et alii, 1991: 1059),aunque todos ellos coinciden en afirmar que seencuentra muy modificado, habiendo perdido granparte de su carácter original (fig. 1).

Es un puente de un solo arco de medio puntorebajado, construido en sillares, pero se encuentramuy transformado tanto en la zona superior como enla inferior. Su luz es de 8,30 m. Para compensar ladiferencia de altura entre las dos orillas de la gargan-ta, el arranque derecho del arco se apoya directamen-te sobre la roca, con una primera hilada en voladizo,pero el arranque izquierdo se apoya previamentesobre un estribo de al menos 1 m de altura y 4 hila-das de sillares (también con voladizo), todos ellos demayor tamaño que los que configuran la bóveda delarco. Las dovelas se presentan dominadas por la desi-gualdad en su tamaño, aunque la labra de los bloquespor lo general está bien cuidada y no hay restos deargamasa entre ellos. Los tímpanos están peor cuida-dos, con partes construidas en sillares, en este casocalzados con ripios, y otras partes hechas con mam-postería. Existen además muros de sillares formandoparte de las paredes de las casas contiguas, pero elencajonamiento del puente entre las casas actualesimpide considerar cómo serían sus accesos. El puen-te está rematado por un pretil moderno de sillares,que apoya directamente sobre el arco en la zona cen-tral. La rasante del tablero se quiebra ligeramente,aunque toda la obra superior del puente es moderna yla calzada en la actualidad está cementada.

En su estado actual se encuentra muy transfor-mado, pero el hecho de que sobre él pase la calzada yel que algunos sillares evidencien una factura roma-na pueden ser criterios suficientes para considerarlode origen romano, aunque sin atrevernos a proponeruna cronología más concreta. BLÁZQUEZ (1966: 42)encuentra paralelos con el Ponte della Rocca (enBieda) y el Ponte sul Lys (en Pont St. Martin, Aosta).Nosotros hemos hallado un ejemplar similar mucho

más cercano: el puente de la Fuente Chiquita, situadoal pie del barrio judío de Hervás, sobre el río Ambroz,aunque no lo consideramos de época romana.

Puente Romanillos

Situado aproximadamente a 1 km al norte deAldeanueva del Camino, este puente se levantó paraque la Vía de la Plata salvara el arroyo Romanillos,también conocido como arroyo de Andrés, formandoparte posteriormente del trazado de la carretera N-630 hasta mediados del siglo XX, cuando fue sustitui-do en sus funciones por un nuevo puente contiguo aél. Su propio nombre parece evidenciar su origen. YaPONZ (1983: 5) lo considera obra de romanos, a pesarde que se encuentra muy arruinado cuando él escribe.Cuando es descrito por MADOZ (1953: 161) ya estabadestruido, conservándose solamente el simple arcoque formaban las primeras piedras del mismo, por loque se había colocado un pontón de madera en elmismo lugar para hacer frente a las crecidas del río.

Respecto a su fábrica primitiva, muy poco es loque se puede decir de ella, puesto que la obra que seconserva en la actualidad es totalmente moderna,aunque en las primeras hiladas el arco parece reapro-vechar algunos sillares de factura romana, caracteri-zados por su cuidada talla y por un leve almohadilla-do en su cara exterior. De la noticia proporcionadapor Madoz se deduce que respondía al tipo de puen-te de un único ojo (al igual que en la actualidad), locual no deja de ser una característica de los puenteslevantados sobre pequeñas gargantas. El puenteactual tiene una luz de 10 m, y esa medida debe ser laque tuvo aproximadamente el primitivo puente sitenemos en consideración el cauce del arroyo Roma-nillos.

Puente de la Doncella

Se encontraba situado sobre el río Ambroz, aalgo más de 2 km al norte de Aldeanueva del Cami-no, y aún seguía siendo utilizado por la carretera N-630, que en este tramo discurría sobre la antiguacalzada romana. Este prolongado uso fue la causa deque perdiera gran parte de su primitiva traza romana,con sucesivas reconstrucciones para mantener susolidez. Finalmente, en 1957 el puente fue destruidopara modificar el trazado de la carretera a su paso poresta zona del río, por lo que actualmente solo se con-serva un estribo y el arranque de la bóveda en la mar-

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gen izquierda, prácticamente debajo del actual puen-te que hoy emplea la carretera para atravesar el río8.

De los restos conservados se desprende que res-pondía al tipo de puente de arco central con el quesalva el cauce del río, sin que en este caso conozca-mos si estaría complementado con algún otro vanosuplementario. Por el arranque que del arco aún per-manece, FERNÁNDEZ CASADO (1980) ha podido deter-minar su luz en 9,30 m. Ese arco se apoya directa-mente en las rocas que afloran del lecho del río, lascuales han sido retalladas para proporcionar un buenasiento a los sillares de la primera hilada. En líneasgenerales, los sillares de la bóveda están bien cuida-dos, con buena talla y superficie lisa, aunque su tama-ño es irregular. Los estribos, en el mismo plano de lasboquillas, están realizados en mampostería en el fren-te de aguas abajo, mientras que el frente de aguasarriba combina los sillares en la parte más cercana alarco, con la mampostería en el resto del paramento.Estos sillares se caracterizan por su superficie lisa ypor tener un tamaño irregular, formando tambiénhiladas desiguales. Debido al seccionamiento delpuente ha quedado al descubierto el relleno interiorentre paramentos, aunque este se aleja mucho deltípico opus cæmenticium romano, estando compues-to por una amalgama de cantos y hormigón, algo máscompacta en la zona inferior.

CLASIFICACIÓN

A la vista de lo expuesto en páginas anteriores,resulta muy aventurado realizar un intento de compa-ración cuando nos encontramos ante una diferenciatan manifiesta entre unos pocos puentes de indudablefactura romana (Albarregas, Alconétar, los restos delAljucén y Cáparra) y una gran mayoría de ejemplaresde dudosa adscripción a época romana. En cualquiercaso, no dudamos que algunos de estos ejemplares decronología incierta, efectivamente, tengan su origenen aquella época (si bien en la actualidad están tre-mendamente transformados), o al menos, que esténlevantados en el mismo lugar que ocupó un primitivopuente romano.

Ahora bien, si tomamos en consideración aque-llos puentes acerca de cuya estructura original tene-mos ciertas evidencias, podemos realizar una clasifi-

cación tipológica de los puentes romanos (o mejor,históricos) de la Vía de la Plata en el tramo Mérida-Baños de Montemayor, atendiendo fundamentalmen-te a su número de arcos, su luz y el perfil del tablerosuperior:

a. Puentes de vano único, con luces pequeñascomprendidas entre 4 y 10 m y todos elloscon doble pendiente. Corresponderían a estetipo los puentes del arroyo Santiago (con dosaliviaderos adintelados laterales), de Riolo-bos, de la garganta Buitrera (fig. 1), Romani-llos y de la Doncella.

b. Puentes de poca altura, con pilas bajas yvanos con luces similares, manteniendo larasante horizontal o muy levemente inclina-da. En este caso el número de arcos puedevariar entre los 4 hasta más de 10. Dichosarcos suelen ser homogéneos, con luces quenormalmente no llegan a superar los 10 m.Formarían este grupo los puentes del Alba-rregas, del Aljucén, del Salor (fig. 2) y elpuente de Cáparra. Un caso particular dentrode este grupo sería el puente de Alconétar,con pilas más altas y esbeltas, y arcos demayor luz (fig. 3).

La estructura de un puente no suele ser capri-chosa. Aparte de condicionantes derivados de intere-ses políticos, modas estéticas y constructivas, localis-mos, etc., en nuestra opinión un factor fundamentallo constituye el cauce y la morfología de la corrientede agua a salvar. Por eso, las dos modalidades depuente que hemos establecido pueden ser explicadas,en su mayor parte, en función de la adaptación alcauce y caudal del río que cruzan. De este modo, enel primer tipo (puentes de vano único) se incluyenfábricas que salvan gargantas y arroyos con valles es-trechos. Por ello estos puentes predominan en la zonadonde la calzada atraviesa la parte norte de la actualprovincia de Cáceres, fundamentalmente sobre el ríoAmbroz y las gargantas que confluyen en él. El se-gundo tipo de puente responde a ejemplares tendidossobre ríos con cauce ancho y caudal escaso, de ahí laescasa altura que alcanzan sus pilas y arcos. Apare-cen aquí los puentes de mayor número de vanos y conmás longitud, como los puentes del Albarregas, delAljucén o del Salor.

Por tanto, es posible apreciar el cumplimientode ciertas regularidades en la construcción de puentessegún la variedad de ríos y arroyos. Sin embargo,dado que el cauce de los ríos también es alterado porotros factores geográficos y geológicos, es posible

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8 Los principales trabajos que se refieren a este puente sonlos de BLÁZQUEZ (1968: 67), ROLDÁN (1971: 118), FERNÁNDEZ

CASADO (1980) y CASTILLO et alii (1991: 1058).

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112 JESÚS ACERO

Fig. 1. Puente de la garganta Buitrera en Aldeanueva del Camino. Vista aguas arriba.

Fig. 2. Puente Mocha sobre el río Salor. Arcos centrales. Vista aguas abajo.

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encontrar más de una modalidad de puente sobre unmismo río, adaptándose a la problemática que planteecada lugar en concreto. De este modo, por ejemplo,en un río como el Ambroz, donde predominan lospuentes de un solo arco, es también posible encontrarel puente de Cáparra, construido en una zona donde elcauce del río se ensancha, lo cual requirió la cons-trucción de 3 arcos y 1 aliviadero.

Podría pensarse que la fisonomía final de unpuente deriva también de la importancia de la vía a laque pertenece. Por supuesto, no es lo mismo erigir unpuente en un vía principal, como el Iter ab EmeritaCæsaraugustam, un camino perfectamente miliado yque goza de la atención de los emperadores, que cons-truirlo sobre un ramal secundario o un camino priva-do. Sin embargo, entendemos que cada puente es unaconstrucción única, que debe resolver el problema defranquear una corriente de agua en un punto concre-to, por lo que, aparte de la influencia más o menosdirecta que en su construcción pueda tener el tipo decamino en que se ubica, los intereses políticos, lasposibilidades económicas, los criterios estéticos decada época, los materiales de construcción disponi-bles y un largo etcétera, sin duda, es la morfología dela corriente de agua a salvar la que decide en última

instancia la fisonomía final de un puente, y da comoresultado una solución distinta para cada caso.

Por otra parte, ÁLVAREZ MARTÍNEZ y DÍAZ PIN-TIADO (1985: 95-100) consideran la existencia de ungrupo de puentes que conformarían lo que ellos deno-minan el tipo emeritense, caracterizado por unos ras-gos comunes a todos ellos: la forma achaparrada ylarga, una imposta corrida que sirve de coronamientode las pilas y como lugar de establecimiento de lascimbras, los sillares dispuestos en hiladas casi isodó-micas con poca preocupación por la alternancia desoga y tizón, el almohadillado tosco y pronunciado,tajamares (aunque no en todos los puentes) y la pre-sencia de aliviaderos (incorporados a las propias pilaso sobre los tímpanos). El modelo de este tipo emeri-tense habría que buscarlo en Italia. Ambos autoresconsideran al puente sobre el Guadiana como cabezade la serie que, además de los otros dos puentesenclavados en la ciudad de Mérida (Albarregas y elconocido como Alcantarilla Romana), englobaría alpuente de Aljucén, al de Alter do Chao, al de Cáparra,al de Salamanca y algún otro más fuera del área lusi-tana, como el de Villa del Río.

Como vemos, cuatro puentes de esta serie perte-necen a la Vía de la Plata: Albarregas, Aljucén,

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Fig. 3. Puente de Alconétar. Pilas y arcos junto al estribo derecho. Vista aguas arriba.

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Cáparra y Salamanca, pero no por ello debemossobrevalorar el papel jugado por la calzada como ele-mento determinante del tipo de puente a emplear. Entodo caso, habría que hablar de la importancia delentorno geográfico más que de la vía. En efecto,parece clara la influencia que ejerció el puente delGuadiana sobre el resto de puentes tendidos en tornoa Mérida (Albarregas y Aljucén), pero las semejanzastécnicas disminuyen cuando intentamos relacionarlos puentes de la capital emeritense con los de Cápa-rra y Salamanca, dos puentes, por otro lado, cuyaadscripción cronológica aún es incierta. Lo mismosucede con otros puentes importantes como el deAlcántara, cuyo modelo compositivo es seguido enotras fábricas cercanas, como el puente de Segura, omás alejadas, como el puente de Bibey e incluso el deSalamanca, que tiene una articulación de contrafuer-tes semejante (LIZ, 1990: 139).

CRONOLOGÍA

Dentro de los estudios referidos a puentesromanos resulta un aspecto fundamental la dilucida-ción de la época concreta en que fueron edificados.Sin embargo, en Hispania son muy pocos los puen-tes que hayan podido ser fechados directamentemediante alguna inscripción9, un problema que seagudiza aún más si tenemos en cuenta la enormevariedad de construcciones con que nos encontra-mos y los escasos datos que proporcionan las pro-pias fábricas para la correcta interpretación de sucronología. Esto nos lleva a buscar otros recursosque puedan aproximarnos de algún modo a la data-ción de las obras. A este respecto, los únicos ele-mentos de los que se puede extraer alguna informa-ción de interés son los miliarios, no en cuanto a ladatación absoluta de las fábricas, sino al esclareci-miento de las zonas y momentos en que se aprecieuna mayor actividad constructiva o reparadora delos caminos. Es evidente que la reparación de las

calzadas debió afectar también a las obras de fábri-cas. Afortunadamente, contamos con una serie regu-lar de miliarios epigráficos en el Iter ab EmeritaCæsaraugustam. Del cuadro esquemático de milia-rios que ROLDÁN (1971: 65) incluye en su estudiodel Camino de la Plata, hemos tomado únicamenteaquellos ejemplares encontrados en el tramo objetode nuestro estudio que pueden darnos alguna clase deinformación cronológica, prescindiendo tanto de losmiliarios anepígrafos como de aquellos otros que elautor considera falsos o dudosos. De este modo,hemos elaborado un nuevo cuadro (tabla), ordenadocronológicamente, indicando en cada miliario el nú-mero que le adjudica Roldán en su catálogo, su núme-ro de millas, el emperador al que corresponde y ellugar del hallazgo.

En cualquier caso, toda conclusión a que sepueda llegar tras la revisión de los miliarios de la Víade la Plata debe tener presente tres consideracionesprevias:

I. Nuevas prospecciones por el entorno delcamino conllevarán el descubrimiento denuevos miliarios.

II. Los miliarios de los primeros momentosdeben haber desaparecido al ser sustituidospor otros de tiempos posteriores correspon-dientes a los períodos en que la vía era repa-rada.

III. Las mayores necesidades político-propagan-dísticas de los emperadores en el siglo III d.C. llevarían a la sustitución de los anterioresepígrafes por los suyos, lo cual explica enparte el mayor número de ejemplares con-servados de esta fecha.

Aun siendo conscientes de las salvedades ante-riores, a la vista de la tabla resulta evidente que seproducen unos períodos de mayor actividad construc-tiva que otros, pudiéndose distinguir al menos cincomomentos diferentes: época julio-claudia (ochomiliarios), época flavia (sin miliarios), imperio deTrajano y Adriano (trece miliarios), época antonina(sin miliarios) y siglos III-IV (siete miliarios).

Existiría un primer momento, durante los siglosII-I a. C., con un carácter claramente militar, en el quese producen los primeros contactos con la topografíade la zona y en el que las legiones romanas aprove-charían como medio de avance las rutas prerromanas.Es en ese momento cuando aparecen uno o varioscaminos que en dirección Sur-Norte ponen en con-tacto el río Guadiana con el Tajo. Pero el Camino de laPlata, tal como la conocemos hoy, es obra de Augus-

114 JESÚS ACERO

9 Ubicado en el mismo espacio geográfico, aunque no perte-neciente a la Vía de la Plata, el puente de Alcántara ha podido serfechado directamente por una inscripción, lo mismo que el puentede Chaves. No obstante, en estos casos la información aportada porel epígrafe solo es aplicable al ejemplar sobre el que aparece dichainscripción honorífica, por lo que las posibilidades de extrapola-ción de información resultan inútiles, únicamente aplicables demodo totalmente aproximativo e indefinido a otros puentes situa-dos en un radio geográfico próximo y que guarden un claro para-lelismo técnico y estilístico.

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to, quien funda Emerita en el 25 a. C., levanta tam-bién el famoso puente sobre el Guadiana y el delAlbarregas, y señaliza la vía posiblemente hasta elTajo, pues se conserva un miliario con su nombreentre Casar de Cáceres y Alconétar. Esta actividadconstructiva continuaría con los demás miembros dela familia Julio-Claudia, en cuya política los caminosjugaban un papel fundamental como medio que favo-recía el proceso romanizador. En este sentido, ya noshemos referido al miliario de Tiberio que existíajunto al puente de Alconétar, lo cual llevó a algunosautores a considerar al puente como obra de dichoemperador. Asimismo, con Nerón, el último empera-

dor de esta dinastía, se conocen cuatro miliarios entreCáparra y Salamanca.

No sucede lo mismo con la familia Flavia, de laque no se conoce ningún miliario en esta calzada,pues los que se citan de Vespasiano y Tito son falsos.Es conocida, sin embargo, su gran atención a las pro-vincias del Imperio, de ahí que se pueda pensar quela ausencia de miliarios se deba bien a la sustituciónde sus miliarios por otros posteriores, o bien a la soli-dez de las obras que había efectuado Nerón.

Posteriormente, con Trajano y Adriano se desa-rrolla una activa etapa constructiva y restauradora,señalizando perfectamente el recorrido de la vía(trece miliarios entre los dos en el tramo que nosocupa) y seguramente levantando diversas obras defábrica, como el puente de Alconétar. Los miliariosde Adriano se concentran en torno a Cáparra, mien-

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10 Agradecemos la información prestada por el profesor SalasMartín, quien en breve tiene previsto publicar este nuevo miliario.

N.º

catálogo

Roldán

Número

de millasEmperador Lugar de hallazgo

25 LIX Augusto Casar de Cáceres

30 -- Tiberio Puente de Alconétar

5 -- Claudio --

3 VI Claudio Mérida-Carrascalejo

Inédito10 XX Claudio o Nerón Puerto de las Herrerías

43 CII Nerón Dehesa de Cuarto Real (Plasencia)

52 CX Nerón Cáparra

32 LXII Nerón Alconétar

15 XXVII Trajano Santiago de Bencáliz

18 -- Trajano Aldea del Cano

59 -- Trajano Cáparra

62 CXVI Trajano Cáparra

70 -- Trajano Aldeanueva de Camino

71 -- Trajano Baños de Montemayor

42 CI Adriano Cáparra

44 CII Adriano Carcaboso

45 CIII Adriano Carcaboso

48 C... Adriano Carcaboso

55 CXII Adriano Oliva de Plasencia

63 CXVII Adriano La Granja

67 CXVIII Adriano Plasencia

23 LII Sept. Severo Casar de Cáceres

39 LXXII Sept. Severo --

66 -- Sept. Severo Finca de San Pedrillo (Carcaboso)

46 CIII Alej. Severo Carcaboso

56 C... Alej. Severo Oliva de Plasencia

20 XXXVIII Maximino I El Trasquilón

26 LVIIII Valente Casar de Cáceres

Miliarios del Camino de la Plata en el tramo Mérida-Baños.

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tras que los de Trajano tienen una mayor dispersión,apareciendo en la zona de Aldea del Cano, en elentorno de Cáparra y en Baños de Montemayor.

Hasta finalizar el siglo II y durante un periodoaproximado de sesenta años no vuelven a aparecerpiedras miliarias. Hay que pensar, por tanto, que lavía se conservaba en un buen estado tras las reformasde Trajano y Adriano, y prácticamente no se precisa-rían nuevas obras.

Con los Severos, a finales del siglo II se produceuna nueva etapa reconstructiva, aunque encontramosmenor número de miliarios y solo extendidos porespacios más reducidos. Por lo que se desprende deestos testimonios materiales, parece atestiguarse unareparación de Septimio Severo entre la zona de Alco-nétar a Cáparra, habiendo sido hallado uno de susmiliarios muy cerca del desaparecido puente Guinea,y otro de Alejandro Severo en torno a Cáparra. Otrosdos miliarios de Caracalla se sitúan en la zona de lasierra de Béjar. A partir de entonces, los restantesmiliarios de emperadores posteriores o bien son sos-pechosos o bien se reducen a un solo ejemplar.

En definitiva, si consideramos los datos propor-cionados por la epigrafía, parece lógico pensar que lagran mayoría de los puentes aquí tratados, sobre todolos más imprescindibles, en los ríos principales deaguas permanentes, serían construidos al mismotiempo que la vía a la que servían, con lo que elnúmero de obras que fueron construidas original-mente en el siglo I d. C. debe ser alto, aunquemuchas ya han desaparecido o han perdido todo sucarácter primitivo, camuflado bajo las sucesivasreconstrucciones. Habría otro número indeterminadode obras que por su menor necesidad (cursos de aguadiscontinuos o posibilidad de vadear el río) seríanedificadas más tarde, pudiéndose situar el momentofinal de construcción de obras de cierta envergadurahasta fines del Imperio. A partir de entonces, talcomo indica LIZ (1985: 85) para otros territorios his-panos, quedaría una tradición edilicia que solo seríacapaz de acometer obras de pequeña entidad y repa-raciones en las fábricas preexistentes, habiendo per-dido el respaldo de una infraestructura económica ypolítico-administrativa que promoviera mayoresempresas.

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Bolskan, 20 (2003), pp. 119-130 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

En el presente estudio se pretende realizar unaaproximación a la explotación del plomo en diversospuntos de Extremadura y comprobar, a través de losrestos hallados, cuáles fueron los usos de este metalen época romana. Aparte de los hallazgos ya publi-cados, se ha podido contar, para su estudio, con otrosinéditos conservados en el Museo Nacional de ArteRomano de Mérida, así como algunos del Consorciode la Ciudad Monumental, Histórico-Artística yArqueológica de Mérida.

SUMMARY

The aim of this essay is to approach the exploi-tation of lead in different places of Extremadura andto check, by means of the remains found, the uses ofthis metal in the Roman period. Apart from the dis-coveries that have already been published, we havecounted on some unpublished ones, kept in the MuseoNacional de Arte Romano de Mérida, as well as someothers from the Consorcio de la Ciudad Monumental,Histórico-Artística y Arqueológica de Mérida.

INTRODUCCIÓN

La riqueza en minerales de un territorio ha ejer-cido siempre como factor fundamental en la ocupa-

ción y utilización de ese espacio (FERNÁNDEZ CORRA-LES, 1997). Tradicionalmente se ha considerado quela presencia romana en la Península Ibérica se debióen gran medida a la riqueza metalífera de esta y quetal circunstancia jugó un papel decisivo para que losromanos decidieran quedarse en Hispania y tratar deconquistar todo su territorio.

La Península Ibérica fue uno de los enclavesmineros más importantes de la Antigüedad, un hechoreflejado por las fuentes clásicas, a través de autorescomo Estrabón, Plinio, Mela, Diodoro, Polibio oFloro. Pese a que en la mayoría de las ocasiones susreferencias son muy generales y casi anecdóticas, conclara vocación descriptiva y geográfica, no dejan deser un testimonio de lo que supuso Hispania para losromanos y sus propósitos económicos.

Uno de los minerales más abundantes en laPenínsula es precisamente la galena, y como compo-nente de ella, casi siempre en altas proporciones, apa-rece el plomo. Plata y plomo están vinculados porcompartir origen en las galenas argentíferas y por sereste último un elemento fundamental en los procesosde extracción de la plata a través de la copelación.

La ocupación romana, en sus momentos inicia-les, tuvo un carácter totalmente militar, hecho quemarcó, de alguna manera, la actividad minera de His-pania en los primeros momentos, dirigida fundamen-talmente a la explotación de los filones argentíferos,para obtener plata y poder acuñar moneda con quepagar a las tropas. La extracción de plata favoreció, asu vez, un aprovechamiento de toneladas de plomopresentes en las galenas.

El plomo, el plumbum nigrum de los romanos(AREMBERG y SAGLIO, 1969), ha sido un material tra-

Aproximación al estudio de la minería del plomo en Extremadura y sus usos

en época romana

Ana I. Cano*

* Laboratorio de Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras.Avda. de la Universidad, s/n. 10071 Cáceres. E-mail: [email protected]

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dicionalmente relegado a un segundo plano, frente aotros metales estéticamente más vistosos o con carác-ter suntuario. Su aspecto poco atrayente le ha desti-nado a fines fundamentalmente prácticos e industria-les y con un marcado carácter auxiliar respecto aotros materiales.

MINERÍA ROMANA DEL PLOMO EN EXTREMADURA

Las minas de plata y plomo peninsulares fueronla base principal de la minería hispanorromana y lalabor extractiva más destacada junto a las llevadas acabo en las minas de oro del noroeste peninsular.Muestra de ello es la intensa actividad desarrolladaen numerosas minas plumbíferas de Cartagena, Sie-rra Morena, Andalucía y otros puntos de la Penínsu-la. Como se indicó anteriormente, el carácter militarde la presencia romana en suelo peninsular dio lugara que los filones argentíferos de las minas hispanasfueran especialmente buscados y explotados paraextraer plata con la que acuñar la soldada de las tro-pas y es este hecho el que, en gran medida, provoca-ría el aprovechamiento de las toneladas de plomo queacompañaban a la plata en las galenas, tanto para laextracción de la propia plata como para la manufac-tura de objetos de diverso uso.

Las fuentes clásicas y los estudios arqueológicosactuales muestran esta riqueza metalífera y noshablan de una intensa explotación por parte de losromanos también para el caso de Extremadura. Laregión extremeña se encuadraba en los primerosmomentos de la ocupación romana en un espaciogeográfico y administrativo más amplio, la Lusitania,y a partir del último cuarto del siglo I a. C., comoconsecuencia de la bipartición de la Ulterior, su terri-torio se repartió entre las provincias Lusitania y Béti-ca. Tomando como límite aproximado el río Anas, losterritorios extremeños situados al norte del río forma-rían parte de la provincia Lusitania, al tiempo que losque estaban al sur pasarían a pertenecer a la Bética.En la Bética, una de las zonas mineras más destaca-das era sin duda Sierra Morena, y a ella estaban vin-culadas las explotaciones de la parte sur-oriental de laactual provincia de Badajoz y algunos de los enclavesmineros más importantes en época romana de estaregión.

Desde un punto de vista geológico, en Extre-madura, los filones de galena se encuentran asocia-dos a pizarras precámbricas del complejo esquisto-grauwáquico, en las proximidades de los batolitos

graníticos (VV AA, 1993). El subsuelo de la provin-cia de Badajoz es, sin duda, el más rico en plomo,aunque también existen algunas zonas plumbíferasen la provincia cacereña. En general, la abundanciay aprovechamiento de las explotaciones mineras deplomo extremeñas se han mantenido a lo largo deltiempo (GUERRA, 1972), desde épocas antiguas hastamomentos contemporáneos, especialmente en el si-glo XIX (GUERRA, 1975).

Al igual que sucede en el resto de la Península,la explotación romana se detecta a través de las zan-jas y huellas de herramientas dejadas en las galerías,aún visibles hoy día. Son escasos los restos estructu-rales y se hace patente la existencia de asentamientosmineros y fundiciones a través de restos de sillares,tegulæ, ladrillos y materiales como cerámicas, lucer-nas, herramientas (CHICO y RUBIO, 1984), copelas,escorias, restos de metal y de litargirio producto de lacopelación.

Actualmente son numerosos los enclaves mine-ros extremeños con huellas de una explotación anti-gua (DOMERGUE, 1987), especialmente en la BajaExtremadura.

En la provincia de Cáceres, existen explotacio-nes que han estado dedicadas al aprovechamiento delplomo o plata y plomo; algunos de ellos aún no hansido objeto de un estudio exhaustivo que permita afir-mar su aprovechamiento en época romana, aunque enotros casos sí se ha comprobado claramente a travésde restos materiales. En la zona de las Villuercas, sonconocidas algunas minas de Berzocana, como la mi-na San Roque, Navacebrera en Logrosán y en el tér-mino de Guadalupe. En las inmediaciones de la sie-rra de San Pedro, existen puntos mineros en la zonade Valencia de Alcántara (FERNÁNDEZ CORRALES,1997). Al norte de la provincia cacereña, entre elvalle del Ambroz y Las Hurdes, destacan Zarza deGranadilla y Abadía, y en el entorno de Cáceres y enla denominada meseta Trujillano-Cacereña, encon-tramos el Cerrón del Tamuja, con explotaciones deplata y plomo (ibídem).

La meseta Trujillano-Cacereña es la zona mine-ra más importante de la provincia de Cáceres. Desta-can Trujillo, con mina Serafina, y especialmente elentorno de Plasenzuela, en el valle del río Tamuja.Este entorno minero posee entre sus mineralizacionesla galena, en este caso muy rica en plata. Las explo-taciones en este distrito minero se remontan a la Edaddel Bronce (DOMERGUE, 1987), pero los vestigiosmás importantes se corresponden con la ocupaciónromana, cuando se desarrolló una intensa actividadminera que duró aproximadamente cien años, desde

120 ANA I. CANO

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finales de la época republicana. Prueba de ello son lashuellas de una contaminación imperante en la zonadebido a la extracción y fundición de metales, con-cretamente de la plata y el plomo (SCHIMDT, AGER yGIL, 1999). La presencia romana está atestiguada através de abundantes restos materiales, entre los quedestacan picos, tenazas, palas, ánforas, lucernas,monedas, etc. También se encontraron restos cons-tructivos, como tegulæ, ladrillos y por supuesto esco-rias, litargirio y plaquitas de plata (DOMERGUE, 1987).

Pero sin duda es la actual provincia de Badajozla que presenta mayor riqueza minera en su subsuelo,especialmente en lo que a explotaciones de plomo serefiere. Los hallazgos e indicios son abundantes yencontramos tanto minas como fundiciones antiguas.

La mayor concentración de explotaciones deplomo se da en lo que en época antigua se denomina-ba la Beturia túrdula, que se corresponde, aproxima-damente, con la zona oriental de la actual provinciade Badajoz. De hecho, Estrabón define a la Beturiacomo una región metalífera a la que la administraciónimperial dividiría por sus diferentes economías ypoblamiento entre Beturia céltica, con explotacionesde hierro, y la Beturia túrdula, con metalurgia deplomo (RODRÍGUEZ, 1995).

En la actualidad, explotaciones mineras delplomo antiguas están atestiguadas en la campiña surextremeña, en los términos de Azuaga, Berlanga,Granja de Torrehermosa y Villagarcía de la Torre(DOMERGUE, 1987). En todos ellos encontramosminas y fundiciones que han sido explotadas aún enépoca contemporánea. Los restos de cerámicas, ánfo-ras, escorias y litargirio son decisivos para su ads-cripción romana. De entre todas ellas destaca sinduda Azuaga, por el amplio número de minas y fun-diciones antiguas. La explotación en esta zona sehabría desarrollado durante las guerras de Sertorio(79-76 a. C.) (DOMERGUE, 1971b). El hallazgo de ungran número de balas de honda, hechas de plomo,nuevas y perfectamente embaladas, muestra una acti-vidad minero-metalúrgica intensa basada en la explo-tación del plomo, a juzgar por este hallazgo y por lapresencia de minas en la zona con restos romanos.

Otra zona minera por excelencia es La Serena,con enclaves mineros antiguos en Higuera de LaSerena, Zalamea de La Serena y especialmente Cas-tuera, el área minera más destacada de la Baja Extre-madura junto con Azuaga. Al igual que sucedía enaquella zona, las labores de extracción fueron inten-sas a lo largo del siglo XIX (GUERRA, 1975). En Cas-tuera se dan otras mineralizaciones, pero la principales la galena argentífera con fuertes proporciones de

plata y plomo. En el Museo Provincial de Badajoz seconserva un grupo de piezas y herramientas pro-cedentes de Castuera (CHICO y RUBIO, 1984) y susalrededores, que son una muestra de la actividad mi-nera desarrollada. Entre esos objetos destaca el selloo precinto de plomo con la inscripción S. B. A., inter-pretado como Societas Bætica (DOMERGUE, 1971a)Arsensis o Artigensis (JIMÉNEZ, 1989-1990), que nosindica que esta zona estaba bajo el control de unasociedad minera, entidades propias de la época repu-blicana y al mismo tiempo la importancia de lasexplotaciones en esta zona. En general, la zona de LaSerena ha sido considerada por algunos investigado-res como foco productor y exportador de plomo, bajocontrol militar, a partir de hallazgos como el delpecio de Comacchio, con un cargamento de lingotesde plomo con marcas que hacen pensar en un origenextremeño, concretamente La Serena (GARCÍA-BELLIDO, 1994-1995).

La Siberia extremeña también posee ciertariqueza en plomo y de nuevo la galena es el mineralmás abundante. Dedicados a la explotación de estemineral y trabajados ya en época romana, son signi-ficativos los términos de Cabeza del Buey y Garlitos.Al igual que los anteriores ejemplos, los restos deescorias evidencian la presencia de fundiciones juntoa fragmentos cerámicos, pero destacan especialmen-te restos de crisoles de arcilla que habrían sido utili-zados para la copelación (DOMERGUE, 1987).

Otra zona minera es Tierra de Barros, en la quedestacan dos áreas: Villalba de los Barros y, especial-mente, el entorno de Hornachos. Los filones de gale-na en el término de Villalba son ricos en plata, y sehan hallado restos romanos, como una lucerna piri-forme de bronce, vinculada a un enclave denominadoCerro de la Mina (ibídem). Pero es la zona de Horna-chos la que ha dado mayor número de hallazgos queevidencian una explotación minero-metalúrgica delplomo intensa en época romana y posteriores, tantoen el siglo XVI como en el XIX (GUERRA, 1972 y1975). Destaca especialmente el cerro de las Cruces,con mina y fundición romanas (DOMERGUE, 1987).Los restos romanos encontrados son muy abundan-tes: fragmentos de tegulæ, ladrillos, cerámica común,bordes de ánforas, pesas de cerámica, abundantísi-mos restos de escorias de fundición de metal y blo-ques de opus cæmenticium. La vinculación de estazona con la explotación del plomo viene atestiguadaademás por los abundantes objetos realizados en estemetal encontrados en el poblado de Hornachuelos(JIMÉNEZ, 1989-1990), a pocos kilómetros de Horna-chos. En las excavaciones se han atestiguado abun-

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dantes restos de escorias de fundición y fragmentosde plomo, varios centenares de glandes o balas dehonda, hojas, grapas, cuentas, tesseræ grabadas, plo-madas y un grupo de pondera. La gran cantidad debalas y la más que probable vocación minero-meta-lúrgica de este poblado de Hornachuelos han provo-cado que estos sean considerados producto de la pro-pia producción local más que vestigios de unenfrentamiento bélico, como también se ha planteadoen el caso de Azuaga (DOMERGUE, 1971b). Por otrolado los restos de objetos hechos en plomo testimoniala incidencia del plomo en el conjunto de actividadescotidianas de este enclave, algo que también se apre-cia en poblados minero-metalúrgicos de Sierra More-na, como Valderrepisa (FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ yGARCÍA BUENO, 1993), o en el Cerro del Plomo enJaén (DOMERGUE, 1971a).

Por último, la zona en torno a Mérida tambiénaporta datos sobre explotaciones de plomo antiguas.A tan solo 5 km de la urbe se sitúan las minas de ElJudío, que presentan galena aunque no hay indiciosclaros de aprovechamiento del plomo en ella. En eltérmino de Oliva de Mérida, a poco más de 30 km dela capital lusitana, se han encontrado restos que noshablan de labores mineras antiguas. Las minas de susinmediaciones muestran evidencias de haber alcanza-do altos niveles de plata por tonelada de plomo. Hayconstancia de una mina-fundición, La Perdiz, cuyaproducción de plomo supondría un 18%, junto a otrosminerales, y en cuyas cercanías se encontraron restosde un escorial antiguo.

A la vista de los datos, expuestos aquí a grandesrasgos, se puede comprobar cómo la actividad mine-ra en época romana en Extremadura alcanzó una cier-ta intensidad, especialmente la basada en la explota-ción de la plata y el plomo, e incluso se podría hablarde una integración en los circuitos comerciales extra-peninsulares del metal (GARCÍA-BELLIDO, 1994-1995). Los métodos de explotación utilizados enestas minas era, como sucede en el resto de las minasde plomo peninsulares, la extracción mediante pozosy galerías, siguiendo la dirección de los filones demineral (FERNÁNDEZ CORRALES, 1998). El conoci-miento que se tiene sobre estos enclaves es, en algu-nos casos, muy limitado, y a pesar de que solo unospocos han sido objeto de estudio exhaustivo, dichosestudios y los indicios más que evidentes del restonos muestran una actividad minera bastante desarro-llada.

Otro hecho que demuestra que la región extre-meña formó parte de los circuitos económicos de laminería romana es la existencia de Societates y

Procuratores metallorum, controladores de los dis-tritos mineros, atestiguada a través de hallazgoscomo los sellos-precinto de Castuera, el galápagohallado en Hornachos o los lingotes de Comacchio,que nos hablan de un distrito minero militar pro-ductor de plomo en la zona de La Serena, controladopor un procurator y bajo la supervisión del propioAgripa.

En términos generales, las explotaciones lleva-das a cabo por los romanos en estas tierras se habríandesarrollado en momentos similares al resto de laPenínsula, teniendo su apogeo en época republicanay extendiéndose hasta época bajoimperial. A modo deejemplo, para la zona de Hornachos, se ha propuestocomo fechas iniciales de explotación el siglo II a. C.,momento de mayor auge de la minería romana enHispania. Fechas republicanas también se han pro-puesto para enclaves como Azuaga, uno de los cen-tros de mayor importancia. La decadencia coincideaproximadamente en torno al Alto Imperio con lapuesta en marcha de las explotaciones británicas(BLÁZQUEZ et alii, 1978: 443). Sin embargo, estudiosllevados a cabo en la zona de Berzocana indican unlaboreo minero que se extenderá hasta el siglo V d. C.(SÁNCHEZ, 1980). Se trata pues de un largo periodoen el que se habrían producido altibajos y cambios enlas explotaciones, incluso abandonos de las minas ytal vez retornos a su puesta en marcha, como estáconstatado para el resto de los centros mineros delplomo peninsulares.

En el mapa (fig. 1) se muestra una distribuciónde enclaves mineros del plomo en Extremadura, cuyaexplotación en época romana habría que comprobar.Hasta hoy están atestiguados yacimientos minerosantiguos en la zona suroriental de Badajoz, entre losque destacan Azuaga, Castuera y Hornachos. En laprovincia de Cáceres está comprobada la presenciaromana en yacimientos de la zona de las Villuercas, yen la meseta Trujillano-Cacereña y el valle del ríoTamuja, especialmente Trujillo, Plasenzuela y Berzo-cana.

USOS DEL PLOMO EN ÉPOCA ROMANA

El plomo es un metal con unas característicasmuy determinadas que le hacen inadecuado paraalgunos fines, al tiempo que posee otras muy particu-lares que lo diferencian de otros metales y facilitan suaplicación a algunos usos específicos. En pocos casosse aprecia tan claramente la relación función-propie-dades como en el caso del plomo.

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Tradicionalmente, el plomo es conocido por sugran maleabilidad, ductilidad y rápida fundición.Uno de los inconvenientes que presenta es su impor-tante falta de dureza, la cual le confiere una escasaresistencia a las fricciones mecánicas; esta es la razónprincipal por la cual no sería habitual utilizarlo en laelaboración de herramientas, objetos de percusión ocualquier tipo de elemento que hubiera de estarsometido a un roce constante, una manipulación con-tinuada o que exigiera precisión en su montaje. Sinembargo, hablamos de un metal altamente resistentea la corrosión, alto peso específico y un punto defusión muy bajo.

Como material arqueológico ofrece ciertas difi-cultades derivadas de sus propiedades particulares. Elestudio de piezas plúmbeas antiguas es complicadopuesto que frecuentemente estas llegan hasta noso-tros muy fragmentadas y deformadas.

En función de sus cualidades, el plomo fue elegi-do en época romana para usos diversos. Sin duda, los

más conocidos están vinculados al mundo funerario ylos ámbitos industriales, especialmente la ingenieríahidráulica y otras actividades relacionadas con el agua.Su uso tal vez no sea comparable con el que se hizo deotros metales como el bronce, ya que las aplicacionesde este fueron múltiples y la cantidad de objetos con-servados hasta hoy innumerable. Este hecho ha lleva-do a pensar a algunos autores en la posibilidad de queuna parte importante del cobre, el estaño y el plomoproducidos por las minas hispanas fuera consumido enel mundo romano para la fabricación del bronce.

Otro inconveniente del plomo es su escaso valorestético. Su color gris-negruzco y su poco atrayenteaspecto externo hacen que, en principio, no se le des-tinara a fines decorativos. Es considerado como unmaterial secundario, con valor auxiliar frente a otros,incluso ya desde épocas prehistóricas. Será precisa-mente en época romana cuando empiece a adquirir unuso más amplio y generalizado y su aprovechamien-to sea máximo.

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Fig. 1. Distribución de las principales áreas mineras del plomo.

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Uno de los primeros usos que se le dio al plomofue el formar parte de aleaciones metálicas. La pre-sencia del plomo en aleaciones ya es conocida en laEdad del Bronce, y se hizo predominante en las alea-ciones ternarias que conformaban el bronce. La apli-cación del plomo confiere características como unamayor fluidez y maleabilidad. Esta importancia delplomo en las aleaciones aumenta en época romana,fundamentalmente en el proceso metalúrgico delbronce (HOFMANN, 1970).

Plinio el Viejo explica en su Historia natural laadición de diversas clases de plomo, como el plomometálico común (plumbum nigrum) o el argentífero(plumbum argentarium)1. Según el uso que se le fueraa dar al objeto, las proporciones de uno u otro tipo deplomo variaban, para proporcionar al metal unascaracterísticas concretas. La adición de plomo albronce convertía a este en un material más maleable,facilitaba el trabajo en frío y abarataba los costes,debido a su abundancia en las minas hispanas. Ade-más se trataba de un metal que daba pocos problemasal trabajarlo. Los bronces romanos solían conteneraltas proporciones de plomo, especialmente en losvaciados de estatuas.

El mundo funerario es un ámbito donde el plomotuvo uno de los usos más conocidos e interesantes. Elempleo que se le dio fue fundamentalmente para lafabricación de receptáculos de los restos funerarios,concretamente urnas cinerarias y sarcófagos. Tantolas urnas cinerarias como los sarcófagos de plomofueron concebidos como destino final de los restos ocomo elemento protector de los mismos, y se vinculana las dos modalidades de ritos utilizados en épocaromana: la inhumación y la incineración.

Como su nombre indica, las urnas cinerarias secorresponden con el rito incineratorio, uno de los másextendidos en todas las civilizaciones, consistente enla calcinación de los restos y su posterior deposiciónen un contenedor. Este contenedor podía ser de mate-rial muy variado y el plomo fue uno más de los utili-zados (fig. 2). La elección de este metal podría estarrelacionada, entre otras cosas, con su capacidad deresistencia a la corrosión, su poder aislante y, tal vez,con el peso específico que posee, el cual favoreceríasu fijación en la tumba, protegiendo a los restos decaídas o deslizamientos.

Este tipo de urnas podían funcionar de dosmaneras: como recipiente que acoge directamente losrestos, es decir, como urna propiamente dicha, o bien

actuando como ossuarium o caja protectora del reci-piente que los contenía, formando parte de un doblereceptáculo. Es muy habitual en este último caso laasociación urna de vidrio interior – caja de plomoprotectora.

Las formas que adoptan estos contenedores sonmuy variadas (MARTÍN DE LA TORRE, 1991), y todasllevan como característica común una tapadera decierre. En ocasiones portan decoraciones, aunque nomuy profusas (ALMAGRO, 1953-1956). Se podríaestablecer una relación forma-función en ellas, de talmodo que las cajas de plomo que funcionan comoossuarium suelen presentar formas globulares o cilín-dricas, adaptándose a la forma de la urna interna,mientras que aquellas que son urnas propiamentedichas, que suelen acoger no solo los restos sino tam-bién el ajuar, suelen ser rectangulares o cuadradas(MÁRQUEZ, 1999).

En época romana, la incineración en urna fue untipo de enterramiento característico de los momentosfinales de la República y durante el Alto Imperio, deahí que este tipo de receptáculos plúmbeos esténdatados en estos momentos.

El otro tipo de contenedor funerario en el cual seutilizó el plomo como materia prima fue el sarcófagoo ataúd, y su uso se generalizó a partir de la extensión

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1 Naturalis historiæ, XXXIV, 94-98.

Fig. 2. Urna cineraria de plomo (Museo Nacional de Arte Romano, Mérida).

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del rito inhumatorio. El origen de este tipo de recep-táculos hay que buscarlo en Oriente, donde empiezana difundirse a partir de los siglos I y II d. C. Desdetalleres sirios, libaneses, israelitas y egipcios, seextienden hacia Occidente a partir del siglo II, y sobretodo en los siglos III y IV d. C (GONZÁLEZ, 2001). Lossarcófagos de plomo no son una novedad en elmundo romano; por el contrario, resultan muy fre-cuentes y presentan una dispersión que abarca todaslas provincias del Imperio (BALIL, 1959).

Este rito consistía, generalmente, en la deposi-ción del cadáver, previamente lavado y perfumado,en el interior de un ataúd o sarcófago, en este caso deplomo. A continuación el féretro era introducido enun nicho excavado en la roca o en el interior de unaestructura construida a tal efecto, como estructurasde muretes de piedra, mampostería o estructuras detegulæ (BALIL, 1962).

Las formas adoptadas por este tipo de cajas sonvariadas (COCHET, 2000), en ocasiones con una pro-fusa decoración, que se dispone tanto en las paredeslaterales como en la tapadera. En general, los mode-los occidentales suelen presentar superficies lisas, sibien existen numerosos sarcófagos decorados enOccidente, como bien demuestran los ejemplares deCórdoba (MARTÍN URDIOZ, 2002) o de la Galia(COCHET, 2000).

La elección del metal plúmbeo en su elabora-ción respondería al deseo de restrasar, lo más posible,la descomposición del cadáver. El plomo garantizaque los cuerpos se corrompan lentamente, dando

lugar incluso a la momificación de los restos inhu-mados (CANTÓ, BEJARANO y PALMA, 1997), ademásde resultar menos costoso que otros materiales decaracterísticas similares.

Sin embargo, pese a las ventajas, también escierto que las piezas de plomo presentan algunos pro-blemas de corrosión en contacto con suelos ricos encales, óxidos de hierro o materias orgánicas, quefavorecen la presencia de ácidos orgánicos y bacte-rias. En muchas ocasiones tanto sarcófagos comournas presentan corrosiones que a veces llegan a laperforación completa por la acción de descomposi-ción del cadáver y por contacto con raíces de vegeta-les (COCHET, 2000).

Cuando se trata la aplicación del plomo enépoca romana, es con la ingeniería hidráulica con laque parece tener una mayor vinculación, sobre todocuando nos referimos a las conducciones de agua, talvez el uso del plomo más conocido: el de las tuberíasde plomo o fistulæ (fig. 3).

Sin embargo, su uso en este ámbito es másamplio y va más allá de las tuberías plúmbeas. Lapresencia del plomo se hace patente en las ciudadesromanas en cada una de las etapas que comprendía elciclo de abastecimiento de aguas: captación, conduc-ción hasta la ciudad, distribución dentro de ella,almacenamiento, consumo y evacuación de las aguassobrantes.

De esta manera, encontramos plomo en formade tubos de desagüe en presas como la de Proserpina(Mérida) (VV AA, 1992) y en sifones de acueductos

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Fig. 3. Tubería de plomo (Consorcio de la Ciudad de Mérida).

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como el que abastecía de agua a Cæsaraugusta(Zaragoza) para superar desniveles del terreno. Laventaja del plomo en estas construcciones es su granresistencia a las presiones del agua, la maleabilidaddel metal, que permitía cambios bruscos del trazado,así como la facilidad de repararlas, frente a otrascomo las cerámicas, que no gozaban de estas propie-dades.

Una vez en la ciudad, el agua desembocaba enlos castella aquæ o divisoria, en los que el plomoesta también presente, tanto en las fistulæ que partende ellos hacia los distintos puntos de la ciudad comoen las placas o rejillas que solían decantar las aguasantes de su distribución por el entramado urbano.Además existían depósitos o castella secundarios,consistentes en una cubeta realizada en plomo quefacilitaba la distribución del agua a los diferentesbarrios y reducía la presión hidrostática del sistemade tuberías en puntos de acusado desnivel topográfi-co (VENTURA, 1996).

De estos depósitos partía el agua hacia el entra-mado urbano a través de las fistulæ. Asociadas a ellasexistían otras piezas que estaban igualmente realiza-das en plomo; tal es el caso de las piezas de unión detuberías y los elementos de bifurcación (FERNÁNDEZ

RODRÍGUEZ y GARCÍA BUENO, 1993), que permitíanpasar de una conducción a dos o más, cambiar laorientación de las tuberías y eliminar burbujas de aireen ellas.

El ciclo del agua en las ciudades terminaría enlas viviendas e industrias y en la red de alcantarilla-do; en el primer caso el plomo se hace presente a tra-vés de las cubetas o pilas, que actuarían en las casasromanas como los lavabos o fregaderos actuales(VENTURA, 1996: 93), y por último existirían rejillasde desagüe en plomo que se encargarían de conducirel agua sobrante a su medio natural (ibídem).

Se tiene constancia de la existencia de otros usosdel plomo relacionados con la red hidráulica, comopueden ser grifos o llaves de paso, pero lo normal esque se hicieran de bronce, puesto que el plomo, comose indicó anteriormente, no sería muy adecuado paraestos fines.

Estos serían algunos de los usos del plomo en laingeniería hidráulica, pero la vinculación del plomocon el mundo del agua llega a otras actividades,como son la navegación y la pesca. Su aplicación eneste ámbito se debería, entre otros motivos, a la granresistencia del plomo ante la corrosión que produce elagua en otros metales, de ahí que se empleara habi-tualmente para la fabricación de artilugios navales,como escandallos, aros de vela, elementos de las

anclas de madera como los cepos y los zunchos ytubos de desagüe para las bombas de sentina (ANTO-NA et alii, 1987).

Los romanos también practicaron otra actividaden la que el uso del plomo fue frecuente: la pesca. Laelección de este metal en el ámbito de la pesca esta-ría relacionada, en gran medida, con el alto pesoespecífico que posee este metal, junto a la ya men-cionada eficacia anticorrosiva frente al agua. Deplomo eran las pesas o lastres de red de pesca, ya quefacilitaba el hundimiento de las artes en el mar o enlos ríos. Podían ser con forma de pondera, con perfo-ración excéntrica o con forma tubular, arrollando unaplanchita de metal (GIL, 1997). También podíanhacerse de plomo los anzuelos; la ventaja que teníanes que no necesitaban de ningún peso adicional parahundirse, pero presentaban el inconveniente de su es-casa resistencia a la acción mecánica o las fricciones.

En la arquitectura el plomo también tuvo supapel, relacionado generalmente con los sistemas deensamblajes y empotramientos de piezas o elementosconstructivos como sillares y columnas, así como conel acabado de los muros. En el primero de los casos,se podría decir que actúa como una especie de pega-mento o fijador para garantizar la unión y estabilidadde elementos, aplicación que ha pervivido práctica-mente hasta nuestros días. En época romana el usogeneralizado de grapas o clavijas metálicas para unirsillares conllevó el uso del plomo fundido para ajus-tarlas y fijarlas a la pieza pétrea. El mismo método seutilizaba para ensamblar los tambores de las colum-nas, mediante espigos de hierro fijados por coladasde plomo fundido (ADAM, 1996).

También hay constancia de la existencia de gra-pas realizadas en plomo en las diferentes formas quesolían tener estas (ibídem: 58), pero sin duda las máshabituales serían las de hierro por resultar más resis-tentes a las deformaciones.

El plomo no solo actuaría como elemento deunión: además ejercería una acción protectora de lapiedra frente a la oxidación provocada por el hierro;esta oxidación se puede ver claramente en piezaspétreas en las cuales el recubrimiento de plomo no hallegado a todas sus partes.

En los acabados de los muros también se hacepresente el plomo, fundamentalmente en enlucidoscon decoración pictórica. Vitrubio, en el libro VII deLos diez libros de arquitectura, explica largo y tendi-do diversos aspectos sobre los pigmentos más emple-ados en época romana. Enumera una serie de colores,en muchas ocasiones extraídos de minerales macha-cados. De entre todos ellos son dos los que, a través

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de distintos métodos, se sirven del plomo para su ela-boración: el minio y el albayalde. El minio es un pig-mento que se obtendría a partir de la calcinación deóxido de plomo pulverulento, para dar lugar a uncolor rojizo-anaranjado muy vivo. En cuanto al alba-yalde, un carbonato de plomo de color blanco, cuen-ta el método seguido por los rodios para su elabora-ción, que consistía en la colocación en tinajas de unossarmientos, vinagre y planchas de plomo, que tras unperiodo de tiempo se veían reducidas a albayalde.

Los pigmentos eran muy utilizados por los roma-nos en su afán decorativo y como medio para rematarlas construcciones arquitectónicas, pero se podríaindicar que los elaborados con plomo tendrían, almismo tiempo, un carácter protector, por sus propie-dades de resistencia a la acción corrosiva del agua yde otros metales como el hierro.

En época romana, la escultura fue una de lasmanifestaciones más destacadas, teniendo en cuentala importancia que se otorgaba a las imágenes y a lapropaganda política y social. Sin duda los materialesmás utilizados fueron el mármol y el bronce; en esteúltimo caso la técnica más habitual era la del vacia-do. El plomo se utilizó poco como material protago-nista, se fundieron algunas figuras y pequeñas escul-turillas, incluso juguetes, exvotos y apliquesdecorativos (ROVIRA y CASANOVAS, 1995), pero enrealidad el plomo actuó como material auxiliar, conun papel secundario aunque esencial.

En las manifestaciones escultóricas realizadasen otros metales, como en los vaciados de bronce,por ejemplo, el plomo ejerció de material de relleno,bien en toda la pieza o como pie de estatua. La den-sidad y el alto peso específico del plomo facilitanesta labor de contrapeso, para garantizar la estabili-dad de las piezas. Otro uso habitual del plomo fue,como sucedía en el caso de la arquitectura, comopegamento o elemento fijador para asegurar piezas omiembros de una escultura que habrían sido realiza-dos por separado.

Encuadrado en el ámbito industrial y económi-co existe un uso muy particular de este metal, vincu-lado a la actividad minera: los sellos o precintos deplomo. Se supone que se utilizaban para sellar lossacos llenos de mineral para su transporte desde laexplotación minera hasta la fundición, y al mismotiempo eran una marca de propiedad en la que seindicaba quién o quiénes llevaban a cabo la explota-ción del enclave minero. El Cerro del Plomo (Jaén)y otros puntos mineros de Sierra Morena (DOMER-GUE, 1971a) son un claro ejemplo de este tipo deobjetos plúmbeos.

Otro uso conocido del plomo en época romanafueron las tesseræ. Fueron especialmente utilizadasen ámbitos mineros, por representar una manera fácily sencilla de que la mano de obra de las minas pudie-ra realizar intercambios sin problemas. Estas gentescontaban con escasos conocimientos y con una vidalimitada al área de explotación, fuera de los circuitosmonetales normales. En los enclaves dedicados a laexplotación del plomo su presencia sería especial-mente destacada por la abundancia de la materiaprima.

El plomo jugó un papel esencial en el sistema depesos y medidas romanas, especialmente en el primercaso, ya que fue muy utilizado para elaborar pesas yponderales de diversa tipología y funcionalidad,debido a su alto peso específico en pequeños volú-menes. Aparte de las típicas pesas de balanza o pon-derales, el repertorio de pesas es muy variado, desdelas de red, ya comentadas anteriormente, hasta las detelar, pasando por pesas de todo tipo y vinculadas acualquier actividad pública o privada.

Se dan ejemplos de pesas y ponderales que serealizaban mediante una fundición hueca en bronce yrellenos en su interior de plomo, garantizando así unaspecto más estético y un peso determinado en un vo-lumen de masa reducido. También se hicieron de plo-mo recipientes de medidas de capacidad o de alma-cenaje (MARINÉ, 1983), aunque no son muchos losejemplos conocidos.

Sin duda, algunos de los objetos realizados enplomo más conocidos de época romana son los glan-des o balas de honda, también utilizados en épocaprerromana. Nuevamente, las propiedades de estemetal son las que le hacen adecuado para esta funciónbélica, puesto que su contundencia estaba aseguradapor su considerable peso y su pequeño volumen, ade-más de que la maleabilidad del metal permitía sureforzamiento, al poder ser dotados de extremidadescónicas. Su forma habitual era la bitroncocónica ysolían llevar inscripciones. Son numerosísimos losejemplos de este tipo de piezas en diversos puntos dela Península (DOMERGUE, 1971b).

Otra muestra del uso del plomo lo constituyenlas lañas o grapas que, a modo de de remiendos, ser-vían para asegurar recipientes cerámicos fracturadosde gran tamaño. Se obtenían rebajando la superficiedel recipiente mediante incisiones y vertiendo enellas el metal fundido. También son sobradamenteconocidas las plomadas, que han mantenido su formay función hasta nuestros días. No solo las hubo conun carácter particular, además sirvieron a los ingenie-ros romanos para sus aparatos de medición. Así nos

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lo describe Vitrubio cuando habla del chorobates2 yde las plomadas que pendían de su regla nivelada.

En el ámbito personal y doméstico tambiénencontramos aplicaciones muy variadas del plomo.En el mundo romano no es extraño encontrar piezasque, por lo general, son conocidas en su versión bron-cínea y que sin embargo se encuentran también enplomo; tal es el caso de los espejos. Tal es el caso delos espejos, que fueron objetos casi imprescindiblesen el ajuar doméstico. Conocidos son los fabricados enbronce, pero también hay constancia de ejemplaresrealizados en plomo, incluso con decoración, siguien-do el estilo de los broncíneos (AURROCOECHEA,1990).

En este mismo ámbito se incluyen recipienteshechos en plomo; sobre todo son conocidas las sítu-las o cubas, de carácter doméstico. También las vaji-llas metálicas son habituales en época romana: desdeplatos, cubiertos o copas hasta coladores, calderos yjarras de tipología variada. En general, estas vajillasconstituían una parte importante del utillaje delhogar. Destacarían sobre todo las realizadas en bron-ce, pero se sabe del uso de otras en plomo, incluso através de las fuentes clásicas que mencionan el peli-gro que suponían debido a la toxicidad de este metal.

De cualquier manera, es de suponer que las vaji-llas y demás utensilios domésticos de plomo estaríanespecialmente presentes en aquellos lugares donde elplomo fuera una materia prima abundante, tal es el ca-so de fundiciones o zonas mineras.

Al igual que otras sociedades antiguas, la roma-na se caracterizó por una marcada naturaleza religio-so-supersticiosa. Muestra de ello son los numerososexvotos elaborados en materiales diversos. Son abun-dantes los realizados en bronce, desde figuracionesantropomorfas, con miembros corporales, hasta zoo-morfas e incluso pequeños utensilios que se muevenentre el mundo de la superstición y el juego, como esel caso de pequeñas herramientas, y para estosmenesteres también se utilizó el plomo.

Dentro del ámbito de la superstición y relacio-nado con el uso del plomo, destacan especialmentelas denominadas defixiones. Las tabella defixioniseran objetos en el que el plomo, como materia prima,resultaba indispensable para su correcta ejecución.Eran pequeñas tablillas realizadas generalmente enplomo, con una forma más o menos cuadrada o rec-tangular y un grosor milimétrico. Estaban vinculadasal mundo de la magia negra y de la superstición, ya

que con ellas y mediante un ritual mágico plasmadoen un texto inciso en su superficie se trataba de per-judicar a alguien a través de la invocación a ciertosespíritus o divinidades, encargados de cumplir aque-llo que el oficiante les pedía. Tienen relación con elmundo funerario, puesto que el final del ritual con-sistía, generalmente, en la deposición de la tablilla enuna tumba.

En el texto debía aparecer el nombre de la vícti-ma del conjuro y el lenguaje utilizado era muy popu-lar, sentencioso y con constantes repeticiones. En oca-siones e intencionadamente se recurría a juegoslingüísticos como invertir las letras o combinar distin-tos alfabetos, adicionar dibujos o símbolos de difícilcomprensión. Su utilización se dio prácticamente portodo el mundo clásico; en la Península Ibérica conta-mos con ejemplos realizados en alfabetos griego(ALMAGRO, 1947), latín e ibérico, que se han datadodesde el siglo III a. C. hasta los siglos II y III d. C., e in-cluso hay ejemplos que se adentran en el siglo VII d. C.

Aunque se han encontrado piezas elaboradas enotros materiales, es el plomo el elegido generalmentepara la realización de las defixiones. En principio noes extraño puesto que, entre los metales, era uno delos más económicos y accesibles, y su blandura hacíamuy fácil la escritura sobre su superficie. Por otrolado, se trata de un metal que tradicionalmente haestado vinculado con divinidades o espíritus de ultra-tumba, hecho que también se puede relacionar consus propiedades de metal pesado y frío, característi-cas típicas del ser sin vida y de la propia muerte.

Sin duda, los usos del plomo en época romanafueron más allá de los ejemplos aquí expuestos, peropueden servir estos apuntes como muestra de lasposibilidades que se dio al plomo como materiaprima. Tradicionalmente se le ha otorgado un valorsecundario y auxiliar de otros materiales; su escasopotencial estético y su aspecto poco lucido le desti-naron en la mayoría de las ocasiones a estar oculto otapado, como así lo demuestran los usos que se le dio,tal es el caso de las urnas cinerarias, sarcófagos, tube-rías o las propias defixiones. Pero sustancialmente sele podría definir como un metal extraordinariamentepráctico. Tuvo un papel preponderante en usos indus-triales como en la elaboración de pesas, ponderales,lañas o utensilios para la navegación y la pesca; perosu función fue más allá de la fabricación de piezas uobjetos diversos, ya que jugó un papel fundamentalen los procesos de transformación y obtención demetales como la plata. De igual manera sirvió de granutilidad en aleaciones, ya que aportaba mejoras en elresultado final de algunos metales.

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2 Los diez libros de arquitectura, VIII, 6.

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Precisamente estas características han propicia-do que el plomo sea un material altamente reaprove-chado a lo largo del tiempo. La rápida fundición deeste metal, así como la facilidad para trabajarlo, hafavorecido el rapiñeo continuo de piezas y es justa-mente este uno de los problemas que ofrece el estu-dio de piezas plúmbeas antiguas, puesto que, contoda seguridad, las piezas arqueológicas de que dis-ponemos hoy día no son más que una pequeña repre-sentación de un total mucho mayor.

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RESUMEN

En 1990 se iniciaron los trabajos arqueológicosen el yacimiento Baños Romanos, situado a 4 kiló-metros al norte de la actual localidad de Fortuna(Murcia), a pocos metros del moderno balneario.Desde esa fecha hasta 1999 la excavación se centróen unas estructuras de habitación que fueron inter-pretadas como los restos de una hospedería asociadaa los baños. En 1999 se trasladó la zona de excava-ción y se localizó el antiguo manantial de agua ter-mal en época romana. Desde entonces, y tras cuatrocampañas de excavaciones (1999-2002), se han idodescubriendo los restos de un espectacular edificio,mitad tallado en la roca, mitad construido.

SUMMARY

In 1990 the archaeological works of the siteBaños Romanos, 4 kilometers to the north of thecurrent town of Fortuna (Murcia), only few metersaway from the modern spa, were started. From thentill 1999 the excavation was focused on some habitat-ion structures, which were interpreted as the remainsof an hospice associated to the baths. In 1999 theexcavation area was moved and the ancient spring ofthermal waters from Roman times was located. Sincethat moment, and after four excavation campaigns(1999-2002), the remains of an spectacular construct-ion, half carved in the rock, half built, have been dis-covered.

SITUACIÓN Y LOCALIZACIÓN DEL YACIMIENTO

Fortuna, municipio situado a 26 km al norestede la ciudad de Murcia, cuenta con un importanteatractivo turístico, como es la existencia de unmanantial de aguas termales cuyas aguas están espe-cialmente indicadas para tratar un amplio abanico deenfermedades debido a su alto poder curativo. A par-tir de las excavaciones realizadas desde 1991 en elparaje denominado Los Baños Moros, en la localidadde Los Baños, frente a la entrada del actual balnea-rio, podemos confirmar que estos manantiales fue-ron conocidos y utilizados desde la Antigüedad. Sinlugar a dudas, las características de sus aguas y lapeculiaridad de la zona provocará que este munici-pio cuente con dos yacimientos arqueológicos deprimer orden: los denominados Cueva Negra y Ba-ños Romanos (fig. 1).

La Cueva Negra, localizada 2 km al noroeste dela actual población de Fortuna, se abre en una estri-bación de la sierra del Baño. Su denominación res-ponde al típico hollín que cubre sus paredes, pero suimportancia se debe a las inscripciones parietales enlatín (tituli picti) que localizamos en su interior,fechadas la mayoría de ellas en época altoimperial yque documentan el culto a las Ninfas y otras divini-dades romanas como Baco, Esculapio o Cibeles.

Por su parte, en los Baños Romanos, yacimien-to localizado a 3 km al norte del centro urbano, seencuentra un santuario de las aguas que constituye unclaro ejemplo de la monumentalidad y maestría de laarquitectura romana.

Ambos enclaves distan entre sí tan solo unos3 km, existiendo una antigua senda que los une y quepasa a los pies de una necrópolis y un poblado ibéri-

El santuario romano de las aguas de Fortuna (Murcia)

Alejandro Egea - Laura Arias - Gonzalo Matilla - Juan Gallardo*

* Área de Historia Antigua. Universidad de Murcia. C/ SantoCristo, 1. 30001 Murcia / Instituto del Próximo Oriente Antiguo.Universidad de Murcia. Edificio Universitario Saavedra Fajardo.C/ Actor Isidoro Máiquez, 8. 30007 Murcia.

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cos, quedando patente la estrecha relación existenteentre los dos enclaves.

Además, se hallan algunos otros vestigios de lacultura romana en el interior de este municipio, aun-que conocidos tan solo en superficie, fruto de las la-bores de prospección extensiva. Estos son la Casa Rojay La Fuente, ambos con una cronología altoimperial(MATILLA y PELEGRÍN, 1987: 112, 113 y 121).

En el municipio de Fortuna queda igualmenteconstatada la presencia de numerosas fases culturalesademás de la romana. Encontramos los yacimientoscalcolíticos de Rambla Salada (JIMÉNEZ, 1987), tallerde sílex al aire libre, los enterramientos de la cueva delBarranco de la Higuera (GARCÍA DEL TORO y LILLO,1980; MATILLA y PELEGRÍN, 1987: 117-118) y elCabezo de la Mesa (CRESPO, 1947: 48-51; MATILLA yPELEGRÍN, 1987: 110), documentado tan solo a nivelsuperficial. Relativos a la fase ibérica conocemos elCastillejo de los Baños (LILLO, 1981: 338, 345, 362,371, 375, 378 y 387; GARCÍA CANO, 1982: 115-122;PAGE, 1988: 114-118), localizado a escasos metros delos Baños Romanos, y el Castillico de las Peñas(CRESPO, 1948: 238-243; GARCÍA CANO, 1982: 123-129; MATILLA y PELEGRÍN, 1987: 119). De épocamedieval podemos mencionar la Torre Vieja o Casti-llo de los Moros (MATILLA y PELEGRÍN, 1987: 122-124), fortificación de los siglos XII-XIII d. C. localiza-

da a 1,6 km al sur de Fortuna. Queda por tantodemostrada la riqueza arqueológica del municipio encuestión.

ANTECEDENTES

Las labores arqueológicas en el yacimiento delos Baños Romanos fueron iniciadas en 1991, moti-vadas esencialmente por el gran interés que desperta-ba el poder relacionar este enclave directamente conla Cueva Negra, conocida y sometida a estudio desde ladécada anterior.

La noticia de la aparición de epígrafes en carac-teres latinos en las paredes de la Cueva Negra fueconocida en 1979 y los trabajos de transcripción yanálisis de dichos textos dieron comienzo inmediata-mente. Así, en marzo de 1981 se iniciaron las laboresde estudio de los tituli picti a manos de expertos epi-grafistas, como los doctores M. Mayer, A. U. Stilowe I. Velázquez, coordinados por el doctor GonzálezBlanco. Con extrema paciencia y laboriosidad hanido desvelando el contenido de los más de cuarentaepígrafes localizados hasta el momento1.

Volviendo a las tareas de excavación de losBaños romanos, estas se vienen realizando desde1991 hasta 1999 bajo la dirección del Área de Histo-ria Antigua de la Universidad de Murcia. Esta seriede intervenciones quedaban centradas principalmen-te en la recuperación de los restos hallados en el sec-tor meridional del yacimiento, un edificio rectangu-lar con once habitaciones en torno a un recinto quese insinúa como patio central, con una cronología entorno al siglo I d. C. El conjunto se completa con lainstalación de dos cisternas de planta ovalada, segu-ramente utilizadas para el almacenamiento de aguapotable o como balsas de riego. Hasta el momentohabía sido interpretado como lugar de alojamientode las personas que acudían a los baños de épocaromana2, aunque tras los análisis cerámicos y lascaracterísticas propias del edificio se puede plantearuna finalidad diversa, ya sea como lugar de almace-

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1 La bibliografía sobre la Cueva Negra es abundante, por loque se puede ampliar en GONZÁLEZ BLANCO et alii (1992, 1997,1979, 1989, 1994) y GONZÁLEZ BLANCO (1987b).

2 Entre los trabajos que recogen las intervenciones arqueoló-gicas que se han desarrollado desde 1990 en la denominada hos-pedería de los Baños Romanos de Fortuna podríamos citar:RAHTZ, WATTS, AMANTE y GONZÁLEZ (1996); GONZÁLEZ BLANCO

et alii (1996b); GONZÁLEZ BLANCO y AMANTE (1997, 1998 y1999), y GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, MATILLA y FERNÁNDEZ (1996).

Fig. 1. Localización de los yacimientos Cueva Negra y Baños Romanos de Fortuna (Murcia).

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namiento o como zona de servicio para el manteni-miento del conjunto sagrado que se abre a escasosmetros.

En 1999, ante la ausencia de estructuras que per-mitieran constatar la existencia de un balneario oconjunto termal romano en la zona excavada, y con laintención de delimitar los límites reales del yaci-miento, se decidió el traslado del área de excavaciónhacia la zona más septentrional del yacimiento. Afor-tunadamente se obtuvieron los resultados esperadosque a continuación describiremos detenidamente.

De esta manera quedaban abiertas dos áreas deexcavación diferenciadas, las denominadas zona hos-pedería, anteriormente descrita, y la inicialmentedenominada como zona ninfeo, en la que centraremosmás minuciosamente nuestra atención.

Fruto de las labores de investigación desarrolla-das en torno a los dos complejos, la Cueva Negra ylos Baños Romanos, ha sido la publicación de dosmonografías (GONZÁLEZ BLANCO, 1987a; GONZALEZ

BLANCO et alii, 1996a) dedicadas en exclusiva al aná-lisis de todos los aspectos que rodean a ambos yaci-mientos: epigráficos, numismáticos, arqueológicos,cronológicos, geológicos, ambientales… y la prepa-ración de un tercer volumen de esta serie, que recogelas últimas novedades, principalmente arqueológicas,de los enclaves en cuestión.

CARACTERÍSTICAS MORFOLÓGICAS DEL COMPLEJO RELIGIOSO

La serie de campañas arqueológicas acometidasdesde 1999 nos ha permitido constatar la existenciade un manantial de aguas termales que adquiere unrealce tremendamente singular debido a la monu-mentalidad de las obras de tallado y edificación quese proyectaron en torno a él. Los datos que aportan lacerámica, la numismática y el estudio de las técnicasconstructivas coinciden en que estas labores tuvieronlugar en época augústea, mientras que el momento deuso más intenso se alargó durante todo el siglo I d. C.

Aunque las excavaciones todavía pueden apor-tar sorpresas, lo hasta ahora aparecido nos permiteestructurar el complejo en tres niveles o terrazas.Todos se sitúan en la falda oriental de la sierra, si biencada una de estas terrazas va descendiendo en alturaconforme nos alejamos del monte. Los dos primerosniveles están prácticamente excavados por completo.Del tercero aún queda bastante por descubrir perocreemos que pudo funcionar como describimos acontinuación.

Primer nivel. Nacimiento 2

De una fractura del monte ubicada en la terrazasuperior brotaría un caudal de agua termal. Este cau-dal sería encauzado mediante la construcción de unacanalización de opus signinum, parcialmente conser-vada. Este specus bordeaba la capilla lateral existen-te en el lado septentrional de la terraza inmediata-mente inferior. A falta discernir el modo, el aguallegaría a una serie de balsas que aún está por delimi-tar. Todo este nivel superior debía quedar oculto trasla cubierta de la cabecera del santuario.

Segundo nivel. Nacimiento 1 y cabecera tripartita (fig. 2)

Este nivel aparece estructurado mediante unhemiciclo prácticamente perfecto compuesto por unaserie de gradas talladas en la roca situadas alrededorde la fractura de la que nacía el agua. En torno a esteeje quedaba organizado todo el edificio, funcionandocomo auténtico ábside del conjunto. A ambos ladosde la exedra semicircular se abren sendas capillasrectangulares igualmente talladas en la roca. Estasaparecen recrecidas mediante grandes sillares traba-jados, empleando la técnica del opus quadratum enaquellas zonas donde ha sido necesario elevar la altu-ra propia de la roca. En los lugares donde no se hanconservado dichos sillares, debido al expolio propioque sufren estos monumentos para reaprovechamien-to de estos materiales de primera calidad, podemosobservar perfectamente la caja tallada donde iríanencajados los mismos. El uso de dicha técnica cons-tructiva mediante sillares escuadrados, el llamadoopus quadratum, se constata allí donde la cota des-cendente de la ladera no era lo suficientemente ele-vada para realizar el alzado necesario. Un ejemplo deello es el muro que sirve como cierre perimetral deledificio por su lado sur, cuyos sillares poseen unasdimensiones realmente considerables, alcanzandoalgunos de ellos una longitud de 1,75 m, por 0,7 de al-tura y 0,65 de anchura. El ingente trabajo de talla de lapropia ladera oriental de la sierra del Baño, dondesurgía el agua termal, combinada con el uso del opusquadratum, confirma el claro proceso de monumen-talización al que fue sometido y dota al edificio de lasolemnidad propia de la arquitectura pública y reli-giosa romana.

Tal complejo necesitaba un frente y acceso nomenos espectacular. Este estaría compuesto por unpórtico que aparece en parte desplomado sobre la

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superficie inmediatamente anterior al edificio. Pareceser que estaría formado por una serie de arcadas sus-tentadas sobre anchos pilares de piedra maciza, atenor de los restos constatados. Hasta el momento hapodido ser documentada la existencia de al menos unarco de grandes dimensiones que quedaría emplaza-do frente a la estancia o capilla sur del monumento,debido al hallazgo del derrumbe de las dovelas que locomponían. Junto a las dovelas, en la campaña de2002 se ha localizado un sillar de 1,38 m de longitud,0,85 de anchura y 0,50 de altura, que parece confor-mar la base de uno de los pilares de sustentación dedicha arcada. Junto al citado derrumbe se ha consta-tado además un sillar de grandes dimensiones, unos3 m de longitud, 0,62 de anchura y 0,42 de altura, quepor su disposición en la caída y la peculiaridad de susproporciones nos hace pensar que pudiera tratarse deun dintel que conformara la entrada al conjunto encombinación con el arco, a modo de los accesos pro-pios de los teatros romanos (aditus). Este pórticodividiría el sector sacro del resto del conjunto bal-near, la parte profana, además de aparecer algo ele-vado en altura al asentarse sobre un podium tambiéntrabajado en la roca, accediéndose al interior delcomplejo mediante una pequeña escalinata igualmen-

te tallada compuesta de tres escalones, lo que confe-riría una mayor solemnidad al edificio.

Por su parte, el ábside queda dividido en dos porla fractura donde nacía el agua, que en algunos pun-tos llega a superar el metro de anchura y cuya pro-fundidad aún es desconocida. Esta fractura es salva-da mediante una losa de 2 m de longitud por 1,10 deanchura, que sirve de paso entre sendos laterales de laexedra. Bajo la losa discurriría el agua, quizás hastallegar a una gran piscina o estanque sagrado situadoen posición central de todo el espacio o área de exca-vación.

Tercer nivel. Área de balsas

Tan solo conocemos de esta zona inferior, dondedesembocarían las aguas, una salida de una canaliza-ción que aparece perfectamente alineada con elmanantial, que finaliza en un espacio rectangular amodo de balsa. Sin embargo, gracias a un plano de1868 que recogía la topografía de la zona, se insinúanpara todo este sector una serie de estructuras cua-drangulares a modo de balsas, que aún están por des-cubrir (fig. 3).

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Fig. 2. Santuario romano de las aguas de Fortuna. Cabecera tripartita. Vista general.

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El programa ornamental

Acerca del programa ornamental propio de esteedificio, poco es lo que sabemos. Han aparecido,fuera de contexto, tres fragmentos de molduras condecoración en bandas y ovas que quizás formaronparte de la decoración interior del edificio al estarrealizadas en estuco. La longitud de los fragmentosconservados es de 16,2, 11,1 y 17,1 cm respectiva-mente. Encontramos igualmente una placa de már-mol trabajada, que parece pertenecer a un revesti-miento parietal, al presentar una superficie alisada alexterior y una terminación en cuarto de círculo en suparte superior. La escasez de elementos hallados sedebe especialmente a que la zona estuvo a la vistahasta el siglo XVII, por lo que el proceso de expolia-ción al que ha sido sometido fue sin duda muy grave.

Algún dato más se puede añadir precisamente sianalizamos las improntas dejadas por algunos ele-mentos hoy desaparecidos. Así, es de señalar la pre-sencia de una serie de seis orificios, de unos 2 cm dediámetro, ubicados en un lateral del cierre de la exe-dra. Están dispuestos en línea, con una distancia entreellos que varía, siendo la separación, a partir del pri-mero, de 15, 14, 13, 12 y 13 cm. Cuatro de ellos con-

servan restos de las grapas de metal que contenían.Tal evidencia nos permite aventurar la existencia deun pretil o cancel que aislara el ábside del resto de laplataforma del santuario. Se trata, sin duda, de deli-mitar físicamente el sancta sanctorum del complejoreligioso, el lugar donde reside la divinidad, allídonde surge el manantial, el punto de unión entre elmundo subterráneo y la superficie.

EL SANTUARIO DE LAS AGUAS

La búsqueda de paralelos no es sencilla. ParaHispania son pocos, prácticamente ninguno, los yaci-mientos comparables. La sacralización de la fuentenatural termal está muy extendida por todos los bal-nearios; sin embargo, la monumentalización que sufreel balneario romano de Fortuna, con la planificaciónde un recinto sagrado completo que culmina en unacabecera tripartita, con ábside axial y capillas rectan-gulares laterales, es realmente único en España.

Las características propias del edificio en cues-tión, comparable tipológicamente a los ejemplos nor-teafricanos de Djebel Oust (AUPERT, 1991; DUVAL,1971; FENDRI, 1965) o Zaghouan (RAKOB, 1969-1970

EL SANTUARIO ROMANO DE LAS AGUAS DE FORTUNA (MURCIA) 135

Fig. 3. Plano del santuario romano de las aguas de Fortuna. Área de balsas y cabecera tripartita.

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y 1974), nos permitirían afirmar con cierta holgura elcarácter sacro de este recinto. Además, su perfectaintegración en la naturaleza, conseguida mediante eltrabajo de talla en la propia ladera del monte y larecreación escenográfica obtenida a través del cons-tante flujo de agua alrededor de este edificio, crea unambiente inigualable, a modo de locus amœnus, quecon toda seguridad va ligado al carácter sacro del edi-ficio. Pero poseemos otras evidencias dignas de serdestacadas, como son las evidencias de la realizaciónde ofrendas en este lugar.

Ante la aparición de un particular depósitomonetal, procedente del interior de la grieta delmanantial y de la canalización que arrancaba desdeesta, solo cabía una explicación: que estas monedasfueran arrojadas al interior del manantial como ofren-das a las divinidades tutelares de este santuario ycomo manifestación de gratitud de los enfermos queacudían a estos lugares por el poder curativo de susaguas. Esta práctica aparece documentada en nume-rosas ocasiones (ABAD, 1992; DÍEZ DE VELASCO,1997 y 1998: 24), resultando una costumbre tan anti-gua como la existencia de la propia moneda.

Junto a las ofrendas monetales (stipes iacere)encontramos además la dedicación de algún ara quecumpliría la misma finalidad. Hasta el momento hanaparecido dos fragmentos correspondientes a dosaras diferentes. De una de ellas se conserva la partesuperior, que conforma un rectángulo de 24 cm deancho y 22 de largo. En su centro se puede observarun pequeño orificio circular de 7 cm de diámetro,destinado a las ofrendas y libaciones. Respecto a lasegunda ara aparecida, conservamos en este caso suparte inferior, hasta una altura aproximada de 21 cm.La parte inferior se compone de un zócalo de 6,4 cm, so-bre el que se desarrolla el cuerpo del ara.

Pero lo que realmente resulta un caso excepcio-nal y que encontramos en el ejemplo de los BañosRomanos de Fortuna son los exvotos puramente epi-gráficos, constatados en la Cueva Negra. Entre lostituli pintados sobre las paredes de esta cueva encon-tramos alusiones a este tipo de prácticas, debiendoser considerado el escrito como un exvoto en símismo. El texto más significativo, y que no dejalugar a dudas acerca del carácter de algunos de lospoemas que aquí encontramos, es el siguiente: «fvitTi C Qvintinvs / vbi venis infestvs et docilis et mobi-lis / Nymphæ qvem vos qvoqve paventes hæc me fei/ Martina vocatur hic me s[ana]sti. VI K April»3.

Hemos visto la fácil comunicación existenteentre ambos enclaves, distando entre sí tan solo unos3 km a través de una senda que discurre a los pies dela sierra del Baño, por lo que la posibilidad de que elenfermo, una vez sanado, se acercara a este santuarionatural a agradecer a los dioses su final recuperaciónmediante unos versos y dejar testimonio de su pre-sencia allí no resulta nada peregrina.

Analizando estas evidencias materiales y tenien-do en cuenta las creencias curativas de las aguas,dotándolas de cierto carácter milagroso, no resultanada extraño que nos encontremos ante un auténticosantuario de carácter salutífero al que accedían losfieles para estar más cerca de la divinidad y aprove-char las cualidades sobrenaturales de las aguas.

FORTUNA ¿UNO O DOS SANTUARIOS?

Antes de finalizar creemos imprescindible poderrelacionar entre sí los tres enclaves que hemos analiza-do a lo largo de este artículo: el santuario de las aguas,la denominada hospedería y la Cueva Negra.

El descubrimiento en 1980 de la Cueva Negrasupuso un avance científico en diversos planos. Encuanto al progreso de la ciencia histórica general serefiere, la aparición de sus tituli picti convertía alyacimiento en un unicum para todo el Mediterráneoromano. A escala local, conllevaba el hallazgo de losorígenes más remotos de un pueblo, de una comarca,que ha derivado en la celebración de unas fiestas,Sodales Romanos, que anualmente hacen honor yrecuerdan a los otrora visitantes de la cueva.

El carácter de santuario de esta es innegable.Los poblados ibéricos que existen en las proximida-des la eligieron como lugar sagrado. Para los íberos,el escoger una cueva como santuario era algo habi-tual (TARRADELL, 1973; APARICIO, 1976).

Con la llegada de los romanos, ese carácter delculto ciertamente naturalista que albergaba la cuevadurante época ibérica no fue, ni mucho menos, des-preciado. El agua de sus fuentes, las oquedades desus paredes, sus dimensiones y su ubicación, fueronalgunos de los factores que determinaron que se pro-siguieran las actividades cultuales en la cueva duran-te prácticamente toda la época romana.

136 ALEJANDRO EGEA - LAURA ARIAS - GONZALO MATILLA - JUAN GALLARDO

mo), dócil y voluble. Ninfas, vosotras que favorecéis a cualquiera,también a mí me lo habéis hecho. Se llama Martina, a mí me sanas-te (?). El 27 de marzo» (VELÁZQUEZ y ESPIGARES, 1996: 471 y 472,inscripción n.º 31).3 «Estuvo T. C. Quintino. Donde vienes contrariado (enfer-

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El discernir sobre la divinidad tutelar de lacueva es algo complejo. Las alusiones a las Ninfas,Esculapio, Baco, Phrygia Numina y otras posiblesasociaciones impiden el concretar con exactitud.

La aparición del agua como elemento sanadoren los textos es fundamental. Tanto es así que Díez deVelasco, en su catálogo de santuarios de las aguashispanos y africanos, citaba a la Cueva Negra comoúnico caso probable para Hispania (DÍEZ DE VELAS-CO, 1998: 31-33). Sin embargo, los manantiales delinterior de la cueva no son termales, sino fríos. Estedato planteaba un cierto inconveniente para la inter-pretación de la cueva como uno de estos santuarios,sugiriéndose así una asociación Cueva Negra –Baños de Fortuna. Los baños termales estarían en elllano, mientras que el santuario, la morada de los dio-ses que propiciaban las curaciones quedaba ubicada a3 km de donde manaba el agua sanadora.

Sin embargo, esta distancia, aunque escasa,debía ser un inconveniente para los fervorosos clien-tes que acudían al balneario. No hay que obviar queen los balnearios, y más aún en los santuarios de lasaguas, la clientela constaba mayoritariamente deenfermos, personas en una situación límite, impedi-dos físicos o psíquicos.

Aunque la interrelación entre ambos puntos esmanifiesta, los 3 km que separan ambos yacimientossolo pudieron ser recorridos por una mínima parte delos usuarios del balneario. No puede ser consideradocomo habitual y común el hecho de que aquellos quehacían uso del balneario decidieran acercarse al san-tuario cercano de la Cueva Negra a dar gracias a lasdivinidades que allí moraban.

La atracción que ejerció la cueva incitó a losinvestigadores a tantear el horizonte arqueológico enel entorno del balneario. En los Baños de Fortuna, lasexcavaciones que durante la década de los noventa sellevaron a cabo en las cercanías de los Baños Morosno fueron concluyentes. Sin embargo, los restos apa-recidos un poco más al norte de la probable hospede-ría certificaron la presencia de sendos manantialestermales aprovechados en época romana.

Las estructuras talladas en torno a los manan-tiales reproducen con plena exactitud una cabeceratripartita, en el centro una exedra a modo de ábsidey en los laterales sendas capillas rectangulares. Estamanera en la que se remodela el entorno del naci-miento termal no es extraña en los santuarios de lasaguas. Frente a la monotonía de las plantas de losbalnearios y termas, las de estos santuarios presen-tan una variedad que radica en el respeto y acomo-do al paraje natural en el que el agua brota, lugar en

el que se produce una auténtica manifestación físicade las fuerzas sobrenaturales (DÍEZ DE VELASCO,1998: 28). Este carácter sagrado del lugar hizo quelos arquitectos romanos tomaran como modelo losedificios de índole religiosa y no los civiles. Laadaptación a la topografía y el valor simbólico ydestacado que adquiere la cabecera tripartita son lascaracterísticas principales y comunes de este tipo desantuarios.

Pero, además de la planta, los exvotos ofrecidosa las aguas, monedas y aras básicamente, certificanque el edificio localizado junto al antiguo balneariode los siglos XVII-XVIII responde en realidad a la partesacra de este tipo de complejos.

En cuanto a la convivencia de ambos santuarios,uno de los tituli de la Cueva Negra puede aportar algode luz: «Los ríos […] fluyen hacia el descanso y elplacer. Yo, compañero bien dispuesto, me he alejado».

Los ríos que fluyen hacia el descanso pueden serentendidos como los nacimientos termales que, unavez encauzados, son conducidos a la parte de las ter-mas donde los clientes del balneario disfrutaban delas propiedades del agua. Sin embargo, este visitantedel santuario termal no ha optado por el placer y el ociosino que ha preferido visitar otro santuario cercano,menos accesible y alejado del mundanal ruido.

Finalmente, la relación entre la hospedería y elsantuario de las aguas queda confirmada tanto por lacercanía de ambas, a escasos 100 m una de otra,como por la posesión de una cronología coincidente,con una prosperidad de ambos centros entre princi-pios del siglo I d. C. y mediados del siglo I, momen-to en el que comienza un periodo de declive de lasestructuras. Si bien las inscripciones de la CuevaNegra poseen un abanico cronológico más amplio,debido a la menor posibilidad de concreción de ladatación mediante el análisis paleográfico, únicométodo susceptible de ser utilizado en dicho empla-zamiento al no haber aparecido ni estructuras nimateriales asociados a él, el grueso de las inscripcio-nes aparecen datadas en torno a los siglos I y II d. C.,con algunos casos que podrían ser llevados hasta elsiglo III (STYLOW y MAYER, 1996).

A partir de este momento asistimos a un periodode declive generalizado en todo el levante peninsular.Tal estancamiento económico ha sido constatadotanto en torno a Carthago Nova (RUIZ VALDERAS,1995: 179) como a Ilici (ABASCAL, 1989: 90), siendoestos los núcleos urbanos más próximos a Fortuna yde los que principalmente debía nutrirse el enclave;esta recesión económica repercutiría en la vida delsantuario romano de Fortuna.

EL SANTUARIO ROMANO DE LAS AGUAS DE FORTUNA (MURCIA) 137

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Visto lo cual podemos afirmar con rotundidad queFortuna cuenta con dos santuarios romanos. Aun-que cercanos en el espacio y con una cronología coe-tánea, cada uno de ellos poseía unas característicaspropias. Dichos caracteres particulares son conse-cuencia de la diversa etapa histórica en la que se vie-ron gestados. Mientras que la Cueva Negra tuvo suorigen al menos en época ibérica, por su parte la edi-ficación del santuario de las aguas de Los Baños fueemprendida en torno al cambio de era. El primero deellos bebe de un indigenismo claro bastante más natu-ralista. El segundo, aunque adaptándose a la topogra-fía previa, es en suma una obra realizada por romanos,en pleno siglo I d. C. El tallado del monte y la eleva-ción de pórticos, bóvedas y muros de sillería era algohabitual para los arquitectos de la época y de la re-gión. No hay que olvidar que, de manera paralela y almismo tiempo, se están levantando en Carthago Novaimportantes edificaciones, prácticamente remodelan-do de raíz toda la ciudad.

DE SANTUARIO ROMANO A BASURERO CONTEMPORÁNEO

Pese a que a lo largo de este artículo hayamoscentrado nuestra atención especialmente en las insta-laciones creadas en torno al manantial de aguas ter-males en época romana, la vida del yacimiento encuestión es muy larga: llega a ser aprovechado hastael siglo XIX.

Con toda probabilidad el nacimiento de aguastermales debió de ser utilizado en épocas anteriores asu monumentalización en época romana. De hecho,a escasos 500 m del manantial encontramos restos deun asentamiento ibérico datado entre los siglos V-IV

a. C., el denominado Castillejo de los Baños, quepodía hacer uso de esta agua tanto con fines salutífe-ros como cultuales o simplemente agrarios.

Pero el proceso de monumentalización que sufreel manantial termal tendrá lugar en época augústea,momento en que se creó entonces el complejo queanalizamos. A lo largo de todo el siglo I d. C. el esta-blecimiento termal sufrirá el mayor periodo de auge,y su actividad pervivirá hasta mediados del siglo II d. C.A partir de este momento comienza una etapa dedeclive a lo largo de la cual el complejo realizadosufrirá un proceso de progresivo abandono.

Si atendemos a los contextos materiales, desdeépoca ibérica hasta el siglo XIX no se puede hablar dediscontinuidad, al estar representados todos los perio-dos aunque con un número muy escaso de ejempla-

res. El aprovechamiento del agua termal será proba-blemente una constante, pero será un uso más bienresidual sin una actividad destacada desde el sigloI d. C. hasta su recuperación en el siglo XVII.

El área volverá a gozar de cierta actividad enépoca islámica, ya que a lo largo del siglo XII seránconstruidas una serie de balsas en torno al manantialde aguas, y las estructuras creadas en época romanavolverán a ser aprovechadas; sabemos que todavíapermanecen gran parte en pie, aunque quizás seandestinadas más a un fin agrícola que balnear.

El siguiente momento álgido que vivirá el esta-blecimiento será ya en el siglo XVII, momento repre-sentado en todas las zonas excavadas y con unariqueza destacada de materiales y estructuras.

En el siglo XVII el yacimiento vuelve a ser ocu-pado totalmente y se construyen nuevas estructurasen torno al manantial de aguas directamente sobre losniveles romanos, con lo que queda, ahora sí, amorti-zado totalmente. Las balsas y canalizaciones deépoca romana serán reparadas y recrecidas para suóptimo uso, y se procederá a la limpieza del manan-tial romano y de la canalización que parte del mismo.Serán construidas en torno al nacimiento de agua unaserie de terrazas, prolongación de las gradas de laexedra, que no tendrán otro fin que crear una nuevasuperficie horizontal propicia para la construcciónsobre estas de una serie de estructuras de habitacióncercanas a los baños, destinadas al disfrute de lasaguas de carácter salutífero.

En un momento indeterminado del siglo XVIII elmanantial romano se secó o dejó de ser lo suficiente-mente cuantioso como para abastecer a tan florecien-te negocio. El caso es que, ya en 1804, conocemosque el estado de los Baños de Fortuna era lamentable,situación que culmina en 1839 cuando el manantialse seca para siempre. A partir de esta fecha se iniciala construcción del balneario, justo en el lugar queocupa hoy día. Con la construcción del moderno bal-neario esta zona queda casi abandonada, si bien en1864 aún se conservaban veintiséis casitas antiguasen muy mal estado y una capilla, cuyos restos se con-templan todavía al norte del área de excavación san-tuario y nacimiento. Durante estos momentos definales de siglo XIX, toda esta superficie era la desti-nada a alojar a los visitantes más pobres y humildesque bajaban al balneario a tomar los baños. A princi-pios del siglo XX las referencias al uso y explotaciónde esta parte del balneario desaparecen por lo que sesupone un abandono total.

Sin interés para los vecinos de los alrededores, lagran vaguada que conformaba la fractura del viejo

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nacimiento y la exedra se colmataron con enormesbolsadas de escombros mezclados con materiales con-temporáneos desde la superficie del yacimiento hastala canalización romana principal. La colmatación fuede tal calibre que, en 1999, momento en el que deci-dimos la intervención en este sector, toda la superficieaparecía perfectamente horizontalizada, siendo impo-sible adivinar el espectacular complejo monumentalromano que se escondía en el subsuelo (fig. 4).

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EL SANTUARIO ROMANO DE LAS AGUAS DE FORTUNA (MURCIA) 139

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Bolskan, 20 (2003), pp. 141-150 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

En esta comunicación presentamos los resulta-dos preliminares de la intervención arqueológica deurgencia efectuada en el yacimiento romano de LosMolinillos de Benalmádena Costa (Málaga), los cua-les han proporcionado una importante fuente deinformación para el conocimiento histórico de la cul-tura romana en la costa, especialmente en el ámbitosocioeconómico.

Aunque el yacimiento había sufrido importan-tes destrozos, se ha podido documentar un comple-jo industrial con varias fases de ocupación, desdelos inicios del siglo I d. C. hasta el V, a pesar de quela zona no es abandonada hasta bien entrado elsiglo VII.

SUMMARY

In this essay we present the preliminary resultsof the urgency archaeological works carried out inthe Roman site of Los Molinillos in BedalmádenaCosta (Málaga), which have provided an importantsource of information for the historical knowledge ofthe Roman culture at the coast, especially in thesocioeconomic field.

Although the site had suffered important dama-ges, we have been able to document an industrialcomplex with several occupation stages, from thebeginning of the 1st century AC until the 5th century,

even though the area is not abandoned until well intothe 7th century.

ANTECEDENTES

Con motivo de la apertura de una zanja para lacimentación de una edificación en calle García Lorcaesquina avenida Antonio Machado de BenalmádenaCosta, se localizaron abundantes restos cerámicos yestructuras de época romana que revelaron la exis-tencia de un yacimiento arqueológico en el lugar; enconsecuencia, se dio traslado de los hechos al Ayun-tamiento competente y, en cumplimiento de la Ley1/1991 de 3 de julio de Patrimonio Histórico deAndalucía, se solicitó la preceptiva autorización a laDelegación Provincial de Cultura para efectuar unaintervención arqueológica de urgencia con el objetode documentar y salvaguardar los restos arqueoló-gicos.

MARCO HISTÓRICO Y ARQUEOLÓGICO

La importancia que supuso la industria pesqueray la elaboración de productos derivados de ella semanifiesta con el conjunto de establecimientos exten-didos a lo largo de todo el litoral andaluz, entre losque Benalmádena mantendría una excelente situa-ción con respecto al conjunto de vías comerciales.Así, se localizan yacimientos como Torremuelle o lavilla romana de Benalmádena Costa (RODRÍGUEZ,1982: 9-54).

Excavación arqueológica de urgencia en la fábrica romana de aceite y salazones

de Benalmádena Costa (Málaga)

Gonzalo Pineda de las Infantas* - Juan L. PuertoMiguel Vila - Rafael Dorado

* Arqueólogo municipal de Benalmádena.

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El solar que nos ocupa, ubicado en la calle Gar-cía Lorca esquina avenida Antonio Machado de Be-nalmádena Costa (Málaga) se sitúa en un pequeñopromontorio, en primera línea de playa y a tan solo530 m de la villa romana de Benalmádena Costa. Esde suponer que a lo largo de toda la costa benalma-dense existieron abundantes asentamientos de carác-ter industrial interrelacionados que, además de expor-tar productos, abastecieron las necesidades de lavilla.

DESARROLLO DE LA EXCAVACIÓN

Corte 1

El primer corte (8 x 5 m) se planteó sobre lazona oeste del solar.

Los materiales y estructuras de los primerosniveles, algo alterados por las cimentaciones de lasviviendas y locales demolidos con anterioridad, esta-ban otorgando una cronología muy tardía, en torno alos siglos VI y VII d. C. No obstante, y a pesar de losniveles de pérdida o deterioro, gran parte de las es-tructuras arqueológicas presentaban un buen estadode conservación.

A pocos centímetros de la superficie se hallaronvarias piletas: en el sector sur del corte (a una cota de8,82 m sobre el nivel del mar), se localizó una piletacuadrangular (de 160 x 130 cm) revestida de opussigninum de buena calidad; durante su excavación,pudo documentarse en su interior la disposición deun conjunto de mampuestos irregulares unidos enseco, que conformaban una estructura rectangular.Bajo la misma se localizaron dos escalones tambiénde opus signinum, que daban acceso al fondo de lapileta por la esquina suroeste; el ángulo sureste pre-sentaba un pocete circular (de 40 cm de diámetro)para la limpieza de residuos. Esta pileta fue cons-truida sobre otra más antigua con fuerte enlucido deopus signinum, esquinas matadas mediante mediascañas y, en uno de sus ángulos, pocete con las esqui-nas curvas.

En el sector norte de la cuadrícula, y separada dela anterior por un tramo de muro de opus incertum(trabado con mortero de cal y arena), localizamosotra pileta, de mayores dimensiones y escasa profun-didad; se presentaba fracturada y atravesada diago-nalmente de suroeste a noreste por una canalizaciónde hormigón proveniente de una servidumbre. Lacomunicación entre ambas piletas era posible a través

de un sumidero que atravesaba el muro de separaciónentre ambas.

En la zona este del corte se localizaron variospavimentos de opus spicatum (fig. 1).

En el sector sureste del corte, el pavimento despicatum (de 300 x 200 cm) presentaba revoque de trescapas de signinum poco depurado y de poca consis-tencia. El revoque se introducía bajo el muro de deli-mitación de la pileta de signinum, por lo que esta selevantó en una fase posterior al momento de cons-trucción del pavimento.

Dicho pavimento limitaba al norte con unaestructura cuadrada interpretada como lapis pedici-nus; se trataba de un sillar de arenisca con cuatro hue-cos labrados en la roca para insertar los postes oarbores de una prensa.

Al norte del lapis pedicinus, se extiendía un «araquadrata» de opus spicatum realizado con ladrillos de19 x 3 cm. El ara presentaba canalis de 6 cm. de an-cho y se introducía bajo las piletas de signinum.

En el sector norte del corte, otro bloque de sillarlabrado adopta el aspecto de lapis pedicinus con doshuecos para la base de los postes.

142 GONZALO PINEDA DE LAS INFANTAS - JUAN L. PUERTO - MIGUEL VILA - RAFAEL DORADO

Fig. 1. Torcularium altoimperial amortizado por piletas de salazón de época tardorromana.

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Corte 2

Al norte del corte 1 y con orientación Este-Oestese planteó el corte 2, con unas dimensiones de 9 x 5m. El pavimento de spicatum hallado en el corte 1tenía su continuidad en el sector suroeste del corte 2y estaba delimitado por un muro de opus incertum de60 cm de ancho que atravesaba la cuadrícula de estea oeste. Esta estructura, debido a la escasez de mate-rial arqueológico hallado extramuros y a la disposi-ción de la secuencia estratigráfica, fue interpretadacomo el muro de cierre de la zona industrial por sulado norte. Un muro de opus africanum con orienta-ción Norte-Sur y parcialmente destruido atravesabael corte y delimitaba el pavimento de spicatum y otrapileta de signinum de escasa profundidad arrasadapor la máquina retroexcavadora. La pileta en cuestiónpresenta en su base varios huecos irregulares realiza-dos ex profeso, probablemente para la inserción depostes o algún elemento de sujeción.

Corte 3

Al sur del corte 1 se planteó un corte de 9 x 6 m.En algunas zonas la secuencia estratigráfica estabaligeramente alterada en los primeros niveles debido ala instalación de estructuras para el saneamiento delocales y viviendas. No obstante, la zona afectada eramuy reducida, por lo que se pudieron documentaríntegramente las estructuras antiguas.

En la zona sur y a una cota de 8,14 m sobre elnivel del mar comenzaron a localizarse los restos deun muro de opus incertum de gran espesor (100 cmde ancho) levantado con mampuestos irregulares yripios de ladrillos unidos con mortero de cal y arena.Esta estructura (de más de 8 m de largo y orientaciónEste-Oeste) se vio interrumpida y arrasada en la zonaeste.

Es digna de mencionar la abundancia, en estecorte, de cerámica asociada a contextos de los siglosV al VII d. C.

Corte 4

Este corte, de 5 x 5 m, se planteó al este del corte2. En los primeros rebajes, se hallaron abundantescascotes y fragmentos de ladrillo y tégula, así comocerámica común bastante fragmentada. El muro decierre de la zona industrial tenía su continuidad en lamitad sur del corte. Intramuros, se pudo documentar

una estructura rectangular de piedra anexa con unasdimensiones de100 x 64 cm.

Corte 5

En la zona más oriental se planteó un corte de6 x 9 m junto a la calle García Lorca. A tenor de losrestos visibles en los perfiles realizados por la máqui-na retroexcavadora, se presumía la localización de unhorno.

En los inicios del rebaje, se localizaron frag-mentos de cerámicas tardías correspondientes a lossiglos V y VII d. C. A una cota de 8,65 m sobre el niveldel mar se localizó una estructura de piedras de formaovalada perteneciente a la parte superior de los restospertenecientes al horno (fig. 2). Los materiales halla-dos en el interior abarcaban una cronología de entremediados del siglo III al siglo V d. C. El horno fueexcavado con especial cautela para evitar situacionesde pérdida o deterioro de la estructura; se comprobóque carecía de bóveda y de gran parte de la cámara decombustión o laboratorium (arrasado por la máquinaexcavadora). La cámara, de gran tamaño y formaovalada, estaba formada por hiladas de ladrillossuperpuestos. Del præfurnium, orientado hacia elEste, solo pudo excavarse el tramo que le unía a lacámara de combustión, ya que el resto se introducíabajo la calle García Lorca. Un muro de opus incer-tum, pero de época posterior al momento de abando-no del horno, fue levantado con orientación Sureste-Noroeste, y el præfurnium quedaba arrasado por esteen su mitad superior.

Aunque del material arqueológico hablaremosextensamente en el epígrafe siguiente, hemos demencionar que aquí se produjeron contenedores parael transporte y almacenamiento, como las ánforas tar-días para salazón Keay XXIII y las ánforas para vinobético Beltrán 68, ampliamente documentadas en laBética y en la provincia malagueña (BERNAL, 1997),o las cazuelas de imitación de cerámica de cocinaafricana como la Lamboglia 10 A y la Ostia III, 267.

Corte 6

Por último, al sureste del corte 3 se planteó unacata de 3 x 3 m. La secuencia estratigráfica alcanza-ba casi los 2 m de potencia debido al visible buza-miento del terreno hacia el Sur. En los primeros nive-les, los materiales hallados arrojaban una cronologíade los siglos XIX y XX. Una vez excavados los estra-

EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA DE URGENCIA EN BENALMÁDENA COSTA 143

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tos contemporáneos y modernos, se alcanzaron inme-diatamente niveles de época bizantina. En este corte,donde se llegó a agotar la secuencia arqueológica,llegando a niveles estériles constituidos por un poten-te estrato de pizarra, se localizó un tramo de muro deopus incertum con orientación Noroeste-Sureste.

MATERIAL ARQUEOLÓGICO

Cerámica

Cerámica de entre los siglos I a. C. y II d. C.

Entre los restos de época altoimperial, destaca-mos las ánforas para el transporte de salazones depescado Beltrán I o VI, ampliamente documentadas alo largo de toda la costa malacitana; las olearias deproducción sudhispánica Dr. 20 / Beltrán V, tambiénmuy presentes en los yacimientos de la provincia, yla Beltrán IV, fechada entre los inicios del siglo I d.C. y el siglo III.

Entre las cerámicas comunes de cocina, se hanpodido documentar las tapaderas de producción itáli-

ca de borde prolongado y vuelto al exterior asimila-bles al tipo Celsa 80.8145, bien documentadas en laTarraconense (AGUAROD, 1991: 115) y con presenciaen diversos puntos de la Bética; y las tapaderas de laforma Ostia III, 332, de cocina africana de borde dife-renciado y ennegrecido, con amplia cronología, lle-gando incluso hasta el Bajo Imperio (AQUILUÉ, 1995:67), y de gran difusión en el Mediterráneo occidental,en la Tarraconense (AGUAROD, 1991: 250), en la Béti-ca (SÁNCHEZ, 1995: 268) y en la provincia malagueña.

También tienen cabida en esta intervención lasjarras de cuello corto y pico vertedero, pasta anaran-jada y manchas grisáceas sobre la superficie, asimila-bles a la forma Gosse 1950, 510, registradas en yaci-mientos como el Castillón o la Fábrica (SERRANO,2000: 92) y fechadas en los siglos I-II d. C.

Entre los productos de vajilla de mesa, aunquemuy escasa, se ha podido documentar un fragmentode campaniense; varios fragmentos de cerámica deparedes finas, de las formas Mayet XXXVII y MayetXXXVIII, producidas en la Bética con arcillas finas,depuradas y homogéneas, de color ocre claro y engo-be con reflejos metálicos; sigillatas sudgálicas conmotivos decorativos vegetales o de ovas y lengüetas;sigillatas hispánicas de la forma Drag. 37 y fragmen-

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Fig. 2. Muro de cierre del yacimiento y panorámica del horno afectado.

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tos de sigillata clara A de la forma Lamboglia 3a, demediados del siglo II d. C.

Cerámica tardorromana de los siglos III al VI d. C.

Entre los restos de época tardía destacan sobre-manera las ánforas de origen sudhispánico y lascazuelas de imitación de originales africanos produ-cidas en este enclave: entre las ánforas, se han regis-trado las salsarias Keay XXIII fechadas entre media-dos del siglo IV y mediados del V d. C. (ampliamenterepresentadas en la provincia), y las ánforas destina-das al transporte de vino bético Beltrán 68 (fig. 3),fechadas entre mediados del siglo III y finales delsiglo IV d. C., e incluso inicios del V d. C., y registra-das en yacimientos de la provincia, como la calleCerrojo (PINEDA DE LAS INFANTAS, 2002: 483).

Estas dos formas, ampliamente documentadasen la provincia, aparecen amortizando el laborato-rium del horno, en contextos de mediados o finalesdel siglo IV d. C.

Aparte de estas formas, se han documentadotambién otras de producción sudhispánica, como la

destinada al transporte de salazones Keay XIX (sus-tituta de la Beltrán I a mediados del siglo III d. C.) yla olearia Keay XIII / Dr. 23 (que suple a la Dr. 20 /Beltrán V en época bajoimperial). Se registra tambiénla olearia Keay XLI (siglos IV-V d. C.), de la que solocontamos con un pivote.

De los contextos de los siglos VI y VII d. C. con-tamos con restos de pequeñas ánforas de posible ori-gen baleárico (REYNOLDS, 1995: 63), como la KeayLXXIXA, de cuerpo globular, cuello alto, pasta ana-ranjada con pocas inclusiones y pequeñas incisionesen la superficie. Paralelos cercanos los podemosencontrar en Molina Lario (NAVARRO et alii, 1999 :359, figs. 7 y 8) o en Torreblanca del Sol (PUERTAS,1988: 160, fig. VIII).

En cuanto a las de procedencia norteafricana,tan solo se han podido registrar algunos fragmentosrepresentativos de los siguientes tipos: Keay IV /Africana IIA, Keay XXIV, Keay XXVB, KeayXXVP, Keay XXVIF / Spatheion, Keay XXVIG yKeay LXII / Beltrán 59.

Las cazuelas de imitación de cerámica de cocinaafricana constituyen un conjunto cuantitativamenteimportante. En estas imitaciones, en las que la seme-

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Fig. 3. Ánforas Beltrán 68 y Keay XXIII localizadas en el laboratorium.

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janza respecto a la forma es bastante cercana, el aca-bado de la pieza es totalmente desigual; es decir, seimita la forma pero no el acabado. Las dos formasque se imitan son Ostia III, 267 A y B de bordealmendrado, y paredes y fondo convexos sin estrías,y Lamboglia 10 A de borde engrosado al interior,pared curva y fondo convexo (fig. 4).

En ambas se utilizan pastas marrones anaranja-das con abundante desgrasante y gran porosidad. Lascazuelas carecen de engobe anaranjado, pátina griscenicienta y, en la mayoría de los casos, de estrías(tanto al interior como al exterior).

Recordemos que, en algunos yacimientos de nues-tra provincia (SERRANO, 2000: 37) y fuera de ella, —Los Matagallares (BERNAL et alii, 1998), Cercadi-lla (MORENO, 1997: 147-163), Marchena y en diver-sos puntos de la Tarraconense—, se realizaron imita-ciones de cerámica de cocina africana, en algunoscasos tanto en la forma como en el acabado y en otrostan solo en la forma.

Grosso modo, estas formas se ubican cronológi-camente entre los siglos II y V d. C., aunque debemosconsiderar que las imitaciones deben ser posteriores asus originales (SERRANO, 2000: 37).

En esta intervención, las imitaciones aparecenbien fechadas en niveles de finales del siglo IV e ini-cios del V d. C., asociadas a ánforas Keay XXIII yBeltrán 68.

Durante el desarrollo de los trabajos tambiénpudieron documentarse, en niveles del los siglos IV alV d. C., cazuelas de origen africano Lamboglia 9a /Hayes 181, un ejemplar de cazuela Atlante CVIII 3,una tapadera de borde ahumado de la forma Ostia I,261 y varios fragmentos de Lamboglia 10 A / Hayes23B, con superficies bien depuradas, pátina gris ceni-cienta al exterior y fondo estriado.

En cuanto a la vajilla de mesa de los siglos III-IV d. C., destacamos la sigillata clara C de la formaHayes 50 / Lamboglia 40; de los siglos IV-V d. C.las formas Hayes 61 / Lamboglia 54 y la Hayes 67/ Lamboglia 42, y de los siglos V-VI d. C. la Hayes91 / Lamboglia 24-25, 38 y la Hayes 99 / Lambo-glia 1.

También se han registrado varios fragmentos deterra sigillata focense tardía, cuya cronología sesituaría entre el siglo V e inicios del VII d. C. Entreellas destacamos un fragmento de fuente de la formaHayes 3 de pasta anaranjada y borde con saliente,

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Fig. 4. Imitación de cerámica de cocina africana. Cazuelas Lamboglia 10 A halladas en la cámara de combustión.

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sobre el que aparece una decoración de ruedecillacaracterística de estas cerámicas.

Son también abundantes las cazuelas de bordeondulado, los morteros (alguno de ellos con incrusta-ciones de piedra abrasiva en la superficie interna), loslebrillos y los dolia.

En cuanto a las lucernas, destacan las de proba-ble imitación local de originales norteafricanos, conuna cronología de mediados del siglo III d. C., cuyosparalelos más cercanos los podríamos encontrar enyacimientos como Toscanos (BAKKER y NIEMEYER,1976) o Los Matagallares (BERNAL, 1998: 215, fig. 78).

Destacamos también dos fragmentos de lucernade disco de difícil adscripción cronológica y orna-mentada con motivos figurativos; por último, hemosde mencionar el hallazgo, en niveles del siglo VII d.C., de una lucerna de pasta anaranjada cuya morfolo-gía podría ser un claro precedente de los candilesemirales del siglo VIII d. C.

Otro capítulo importante dentro del materialcerámico hallado en niveles del siglo VI y VII d. C. loconstituyen las cerámicas a torno lento, cuyo reperto-rio tipológico se limita exclusivamente a recipientesde cocción de alimentos como las ollas, cazuelas ytapaderas de cochura reductora y superficies pocodepuradas. Los paralelos más próximos podríamoshallarlos en las excavaciones del teatro romano deMálaga (ACIÉN, 1988: 225 y 226), en Molina Lario(NAVARRO et alii, 1999 : 359, fig. 8) o en Torreblancadel Sol (PUERTAS, 1991-1992).

Utensilios metálicos

La excavación arqueológica ha proporcionadouna cantidad ingente de utensilios de metal, entre losque destacan los bronces y el plomo. Entre los obje-tos de bronce, además del conjunto de monedas, delque hablaremos en el siguiente apartado, son muyabundantes los clavos sección cuadrada y diferentestamaños (entre 2 y 9 cm), hallados en el transcurso delas excavaciones.

Entre el resto de bronces se halló una launa (ele-mento de vestimenta) revestida de metal dorado, unpasador y algún objeto de difícil finalidad utilitaria.También contamos con varios utensilios de pescapara reparación de redes y un anzuelo.

Del material de plomo, destacamos las ploma-das para pescar y varios utensilios de forma alargadacon lengüetas en las extremidades, cuya utilidadpodríamos vincularla a las actividades relacionadascon la pesca.

Además de estos objetos metálicos, se hallaronescorias y abundantes fragmentos de plomo fundido,muy utilizado para realizar planchas que servían paraimpermeabilizar los sumideros de las piletas o loscanalis del torcularium.

Monedas

Los hallazgos numismáticos han sido determi-nantes para fechar las secuencias estratigráficasdurante el desarrollo de las excavaciones. Más de unaveintena de hallazgos han proporcionado cronologíasmuy amplias y otorgan a este enclave una ocupaciónque va desde el siglo II o I a. C. hasta el siglo VII d. C.La mayoría de ellas no llegan a presentar un muybuen estado de conservación, por lo que alguna deellas son ilegibles.

Entre las monedas más antiguas podemos desta-car una unidad neopúnica de Malaca con cabeza dedivinidad barbada y birrete cónico y varios broncesde la primera mitad del siglo I d. C., entre las que seencuentran tres monedas de Tiberio, una de ellas conla leyenda en el anverso TI CÆSAR DIVI AVG F

AVGVSTVS.Entre las monedas del Bajo Imperio, destacamos

un denario de plata en buen estado de conservación,con la leyenda en el anverso ANTONINUS PIUS AVG ycabeza del emperador mirando a derecha, identificadoposiblemente con Caracalla (inicios del siglo III d. C.).

Entre los bronces del Bajo Imperio destacamoslos antoninianos de la segunda mitad del siglo III d.C., como los de Gallieno, los de Claudio II el Góticoy los centenionalis de Constancio II (primera mitaddel siglo IV d. C.).

De entre todas la monedas halladas en la inter-vención, la que presenta un mejor estado de conser-vación es, sin duda alguna, un sestercio de bronce deMarcus Antonius Gordianus (Gordiano III, 238-244d. C. de la 3.ª off. de la ceca de Roma, 8.ª/11.ª emisión).En el anverso conserva la leyenda IMP GORDIANVS

PIVS FEL AVG y, en el reverso, LÆTITIA AVG N / SC.Para finalizar, destacamos el hallazgo de un

numus en niveles de época bizantina.

Varios

En hueso se confeccionaron un buen número deobjetos pertenecientes al tocado femenino. Entreellos dominan, en número, los acus crinalis (alfileresempleados para fijar el peinado).

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CONCLUSIONES

Los resultados de esta intervención arqueológi-ca han aportado una importante fuente de informa-ción para el conocimiento histórico de la culturaromana en la costa, especialmente en el ámbitosocioeconómico.

En este enclave se desarrollaron importantesactividades industriales desde el siglo I d. C. hasta, almenos, comienzos del siglo V d. C., momento en elque se confirma el cese de la producción de envasesdestinados fundamentalmente al transporte de sala-zones.

Gracias a la distribución, superposición deestructuras y lectura de las secuencias estratigráficas,se han podido corroborar varias fases de ocupaciónen la zona: primero con la producción de aceite yposteriormente con la de salazones.

Los centros que decididamente intervinieron enel cometido de la fabricación del aceite fueron lasvillas (FERNÁNDEZ, 1983: 576); en este sentido, seinfiere que la producción de aceite, cumplió unaimportante función en la villa de Benalmádena Costa,desde donde, posiblemente, se exportó el producto engrandes cantidades.

Los escasos materiales de época republicanahallados en el curso de las excavaciones indican úni-camente fenómenos de carácter residual. A comien-zos del siglo I d. C. los materiales se intensifican,dato indicativo para ubicar el primer momento deocupación de carácter industrial en torno a esa fecha.Como hemos indicado anteriormente, este primermomento de ocupación estuvo vinculado a la produc-ción de aceite; este producto, de reconocida fama enla Bética a partir del siglo I d. C. y con una importantepresencia en el Mediterráneo en época de los antoni-nos, fue elaborado en un torcularium de ara quadra-ta y pavimento de opus spicatum con al menos dosprensas que vertían el líquido oleaginoso a piletas olabrum hoy desaparecidas.

Este comercio, tan floreciente en los primerossiglos del imperio, parece que atravesó por momen-tos de dificultad a partir de la denominada crisis delsiglo III d. C. Este fenómeno viene a coincidir posi-blemente con el cese de esta actividad entre mediadosdel siglo III y el siglo IV d. C., momento en el que seintensifican las producciones de ánforas destinadas altransporte de salazón (Keay XXIII) y las cazuelas deimitación de cocina africana (utilizadas posiblementepara acelerar el proceso de elaboración del garum).

Con el cese de la producción de aceite, no seabandona el enclave sino que se produce una trans-

formación en el tipo de actividad industrial: se susti-tuye esta producción por la de salazones y derivadosde la misma. Este cambio está sobradamente atesti-guado con la superposición de estructuras.

La secuencia estratigráfica de los primerossiglos del Imperio aparece en gran parte alterada porlos momentos de ocupación posterior (época tardo-rromana), por lo que la interpretación secuencial delos primeros momentos de ocupación ha sido máscompleja. Por ello, entendemos que la escasez dematerial altoimperial no implica la debilidad de laactividad industrial sino una pérdida de informaciónen pro de la de época tardorromana que causaron lasalteraciones estratigráficas.

Estas consideraciones generales en torno a laproducción del aceite nos permiten suponer que enlos primeros momentos de ocupación de la villa(situada a tan solo 530 m) se iniciaron las actividadesindustriales a lo largo de toda la costa benalmadense.

Es evidente que el fruto de los olivos gozaba dereconocida fama en la Antigüedad como condimentoculinario e incluso como fármaco curativo; sin dudaalguna, en la Bética el aceite tuvo mayor prestigio,no solo por la cantidad sino por la calidad del pro-ducto.

Tenemos constancia en la provincia de numero-sas villæ oleícolas, en las que se producía aceite; enla vega de Antequera y en zonas del interior se hanregistrado más de una treintena de yacimientos contorcularium o elementos utilizados en la producciónde aceite (contrapeso, mola olearia, labrum, lapispedicinus o cella olearia); contamos por ejemplo conyacimientos como el Gallumbar (ROMERO, 1987a),Prado del Verdún (ROMERO, 1987b), Cortijo Valse-quillo (ATENCIA, 1988: 31-114), Aratispi (PERDIGUE-RO, 1995-1996) o la Villa de Manguarra y san José deCártama (SERRANO y LUQUE, 1976).

Pero sin duda alguna destacamos la singularidadde este yacimiento por su proximidad al mar, situadoen primera línea de costa y sin parangón en la pro-vincia (aunque el hallazgo de un lapis pedicinus enHuerta del Rincón podría revelar en sus proximida-des la existencia de un torcularium de aceite).

Nos planteamos también el interrogante paradeterminar el área de distribución del aceite produci-do en el torcularium. En el estado actual de la inves-tigación, y con insuficientes elementos de juicio,resulta difícil establecer si se trató de un productocomercializado para el abastecimiento de las villæmás cercanas o si fue un producto de exportación agran escala. Por el momento, carecemos de datos(sellos y tituli picti en los restos anfóricos) que pue-

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dan corroborar las hipótesis barajadas. Para los encla-ves oleícolas de la comarca de Antequera se ha plan-teado la posibilidad de que el óleo fuera transportadohasta el puerto de Malaca, en envases como odres ycueros, donde sería definitivamente envasado enánforas abastecidas por los alfares más cercanos(BERNAL, 1997: 240 y 241). Partiendo de esta premi-sa, queremos avalar la teoría de que el aceite produ-cido en Los Molinillos sería igualmente transportadohasta el puerto de Malaca, desde donde podía ser dis-tribuido por el Mediterráneo o incluso iniciar lasrutas de exportación desde la ensenada de Torremue-lle, única vía comercial de Benalmádena (TEMBOURY,1975).

A grandes rasgos se determina el abandono de laproducción oleícola a finales del siglo II d. C. o ini-cios del III, relacionado intrínsecamente con la crisisdel siglo III d. C.

Sin embargo, en gran parte de los yacimientosde la comarca de Antequera (donde se concentra el90% de los yacimientos oleícolas de la provincia)(ROMERO, 1997-1998: 129), se tienen indicios de quela producción de aceite no cesa hasta, al menos, fina-les del siglo IV d. C. o inicios del V. Este fenómenono ocurre en el yacimiento que nos ocupa: la secuen-cia estratigráfica revela que el cese de la producciónde aceite no se origina a raíz de la denominada crisisdel siglo III d. C. sino por razones que se nos escapan(probablemente pudo estar vinculada a cuestiones derentabilidad del producto), ya que la actividad indus-trial, aunque sufre una transformación en el tipo deproducto elaborado (salazones, garum) continúahasta al menos el siglo V d. C. El cese de la produc-ción de envases, se produce a finales del siglo IV oinicios del V d. C., aunque este fenómeno no impli-caría el abandono total de la zona, evidenciado por elregistro de material arqueológico, donde se observauna continuidad hasta, al menos, mediados del sigloVII d. C.

La construcción y reestructuración de la factoríade época tardorromana continuó ocupando el mismolugar en el que se estableció el torcularium de aceite,imaginamos que por diversos factores: en primerlugar, por su espléndida ubicación, en primera líneade costa y en un pequeño promontorio, desde dondeera más fácil el avistamiento de las bandadas; ensegundo lugar por su proximidad a un arroyo, que lesabastecía de agua dulce necesaria para este tipo deactividad industrial; y en tercer y último lugar, esindicativo que gran parte de la infraestructura de lafábrica oleícola permaneció intacta (como el muro decierre de la zona norte), por lo que fue de gran utili-

dad para el establecimiento de la factoría en épocabajoimperial.

Contamos con indicios arqueológicos entre losque son dignos de mención los estucos polícromos quecorroboran la proximidad de zonas residenciales decierta suntuosidad. El carácter residencial de ciertosestablecimientos, justifica en algunos casos su aso-ciación con las lujosas villæ a mare itálicas (MORA yCORRALES, 1997). Estos estucos parietales, localiza-dos a 20 m escasos al oeste de la excavación, a raízde la apertura de una zanja para la instalación de uncableado, se localizan también en las excavacionesde la villa romana de Benalmádena Costa (RODRÍ-GUEZ, 1982: 28) en contextos del siglo I d. C. Portanto, barajamos la hipótesis de la existencia de con-juntos residenciales de lujo próximos cuyos propieta-rios estuvieron probablemente ligados a las pujantesoligarquías comerciales.

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Bolskan, 20 (2003), pp. 151-162 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

La construcción de la LAV. Córdoba-Málaga hapermitido plantear el estudio de diferentes yacimien-tos afectados por el trazado de esta obra de ingenie-ría. Entre ellos destaca el yacimiento del Cerro Mar-tos, próximo a la localidad de Herrera (provincia deSevilla).

La intervención arqueológica llevada a cabo eneste yacimiento consistió en la realización de pros-pecciones, campañas de sondeos y excavación enárea. Desde el punto de vista arqueológico, la exca-vación del yacimiento del Cerro Martos resultasumamente interesante, ya que ha permitido docu-mentar un complejo destinado a la fabricación y tra-tamiento del aceite, cuyas estructuras denotan unproceso de producción oleícola de tipo industrial.

En efecto, la excavación en área ha permitidodocumentar los restos de una almazara altoimperialque, a pesar del estado de deterioro que presentabanlas estructuras inmuebles, conservaba aún las diver-sas estancias necesarias para la producción de acei-te en sus diferentes fases. Este proceso comenzabacon la recolección de la aceituna y su transporte a lacella olearia, donde se realizaba un primer trata-miento del fruto: la separación del hueso y el ablan-dado de la pulpa. Este proceso se realizaba median-te dos ingenios técnicos destinados específicamente atales menesteres: el trapetum y la mola olearia. Pos-teriormente la aceituna debía pasar a una prensa

(torcularium) destinada a extraer el aceite de laoliva. Por último, una vez acabada la extracción delaceite, se producía su trasvase y refinamiento.

SUMMARY

Construction works of the LAV Cordoba-Malagahave allowed to raise the study of different archaeo-logical deposits affected by the plan. Among them itemphasizes the location of Cerro Martos (Herrera,Seville). The archaeological works consisted of theprospectings, campaigns of test pits and excavationin area.

It was possible to document the rest of analtoimperial oil mill that, in spite of the ruin state ofthe structures, conserved the different necessarystays for the oil production in its different phases.This process began with the harvesting of the oliveand its transport to cella olearia, where a first treat-ment of the fruit would be made. The separation ofthe stone and the process to soften the pulp werecarried out using technical devices —trapetum andmola olearia—. Later the olive had to be put into apress, the torcularium. Finally, once finished theextraction of the oil, took place its decanting and refi-nement.

The excavation of the site of Cerro Martos isextremely interesting, since we find a complex thatseems to have been used exclusively in the treatmentof the oil, and their structures denote a process ofindustrial oil production.

El Cerro Martos (Herrera, Sevilla): una almazara de época altoimperial

Jorge Morín - Mercedes Sánchez - Rafael Barroso - Marta EscolàLuis González - Mario López - Fernando Sánchez*

* Área de Arqueología Clásica del Departamento de Arqueolo-gía y Recursos Culturales de Auditores de Energía y Medio Ambien-te, S. A. Avda. Alfonso XIII, 72. 28016 Madrid. Tel.: 914 118 376.Fax: 914 118 377. E-mail: [email protected]; www.audema.com.

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El motivo de la intervención arqueológica reali-zada en el yacimiento romano del Cerro Martos fuela inminente remoción de tierras encaminada a reali-zar el tramo «Arroyo del Ingeniero Herrera», entrelos puntos kilométricos 322 + 780 al 322 + 825,dentro de la ejecución de las obras del trazado delAVE Córdoba-Málaga1.

La localización de estos restos al noreste del tér-mino municipal de Herrera (mapa 16-40 —988— dePuente-Genil, e. 1:50.000 de la Cartografía Militarde España), en la parte más elevada de la ladera surdel Cerro Martos, tuvo lugar en el curso de los traba-jos de seguimiento arqueológico de la obra del traza-do del AVE por parte del Departamento de Arqueolo-gía de Auditores de Energía y Medio Ambiente S. A.Posteriormente, la Dirección General de Bienes Cul-turales —Consejería de Cultura de la Junta de Anda-lucía— consideró oportuno realizar sondeos mecáni-cos y excavar de forma sistemática el yacimiento concarácter de urgencia. La intervención se llevó a cabodesde mediados de julio a finales de septiembre de2002 sobre una superficie de 1200 m2 aproximada-mente, documentándose depósitos diversos que, deforma mayoritaria, podían relacionarse con onceámbitos, agrupados en tres edificios.

El enclave dominaba un espacio fértil y amplioaprovechado hasta hace pocos años para huerta yconocido como La Viguilla, siendo una vega, la delarroyo de los Borrachos —aguas abajo denominadoarroyo de la Vizcaína—, que vierte al Genil.

Desde el punto de vista geológico el cerro pre-senta un substrato de formaciones autóctonas tercia-rias correspondientes al Mioceno inferior y superior,compuestas por margas y arcillas margosas sobre lasque alternan margas y limos arenosos y, sobre estas,calcarenitas «albero», calizas arenosas y areniscasanaranjadas. Como recubrimiento se encuentran for-maciones cuaternarias, con depósitos holocenos conarenas carbonatadas pulverulentas, siendo estos losniveles de formación geológica que principalmenteestaban afectados por las líneas de cimiento docu-

mentadas durante la intervención arqueológica (figs.1 y 2).

ANTECEDENTES Y CONTEXTOARQUEOLÓGICO

Del mismo modo que sucede en términos muni-cipales próximos (ESOJO, 1990: 54 y 55), son nume-rosos los yacimientos arqueológicos, sobre todoromanos, conocidos en el término de Herrera. Algu-nos de ellos han sido excavados parcialmente conmotivo de la realización de obras urbanas (ROMO yVARGAS, 1990: 435). Asimismo, algunos eruditos y afi-cionados locales, años antes de que se efectuasen lostrabajos de seguimiento de la obra y posteriores son-deos, habían recogido algunos materiales, funda-mentalmente monedas. Al margen de esta informa-ción proporcionada por los habitantes de Herrera,durante el proceso de excavación se recuperaronotras, entre ellas un denario de Domiciano (a. 87 E.C.) de la ceca de Roma, con busto del emperadorlaureado a la derecha en el anverso y Minerva queavanza con escudo y jabalina y lechuza a los pies enel reverso (diámetro 29 mm, peso 3,10 g —los dena-rios bajan de peso medio teórico, de 3,40 a 3,24, conDomiciano—). La recuperación de esta y otrasmonedas en un yacimiento tan visitado y arrasado nodebe extrañar, y el hecho confirmaría propuestas rea-lizadas desde estudios de campo en otras zonas: «lasmonedas eran un elemento de uso frecuente y diarioincluso en pequeñas y medianas explotaciones cam-pesinas que se habían convertido en época altoimpe-rial en auténticos generadores de riqueza» (HINOJOSA,2001: 152).

Es obvio que el entorno del yacimiento teníaenormes posibilidades para su explotación agrícola.En la actualidad, tanto los olivos como el trigo y lavid pueden producirse bien en un término situado enla cuenca del Genil, suavemente ondulado y regadopor numerosos arroyos que además permiten, y segu-ramente permitían en su tiempo, un buen aprovecha-miento desde el punto de vista de la horticultura. Entérminos generales, para la etapa histórica y la zonaque nos ocupa, cabe suponer que una población sufi-ciente favoreció la adaptación diacrónica a los cam-bios socioeconómicos, siendo prueba de ello losnumerosos y diversos enclaves en los que se ha deter-minado presencia romana. Esas posibilidades agríco-las, junto con la importante red de caminos a la quepuede ligarse el Cerro Martos y su entorno, debieronfavorecer tanto el intercambio comercial a pequeña

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1 La dirección de los trabajos arqueológicos corrió a cargo deJorge Morín de Pablos, Mercedes Sánchez García-Arista y LuisGonzález Carrasco, mientras que los trabajos de vigilancia arqueo-lógica fueron realizados por Fernando Sánchez Hidalgo. Agrade-cemos los medios puestos a nuestro alcance y las atenciones reci-bidas durante el tiempo que estuvimos realizando nuestro trabajo alos técnicos de las empresas adjudicatarias del proyecto en estetramo, ACS y Vías y Construcciones, al gestor de InfraestructurasFerroviarias y, muy especialmente, a Cristina Galdón, por los tra-bajos de topografía.

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Fig. 1. Mapa geológico.

Fig. 2. Corte geológico del Genil.

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escala como a mayor distancia, siempre dentro deunos parámetros determinados por los intereses eco-nómicos romanos.

Herrera se encuentra en el camino natural entreÉcija (Astigi) y Estepa (Ostippo), a una distancia de33 km de la primera y a tan solo 9 de la segunda. Estecamino es un tramo perteneciente a una de las víasque comunicaban el valle del Guadalquivir con lacosta malagueña, en concreto la calzada que va deÉcija a Antequera, que los numerosos miliarios pro-cedentes de la zona parecen poner en relación con suprolongación hasta Málaga por el Guadalhorce(CORZO y TOSCANO, 1992: 157). El Cerro Martos nodistaría más de 3 ó 4 kilómetros del tramo Écija-Este-pa, participando así de las ventajas de situarse en elárea de encrucijada de vías del centro de la regiónandaluza.

Algunos autores destacan que la importanciahistórica de la Antikaria romana corresponde amomentos tardíos (del siglo III d. C. en adelante),momento en que la vía recibe una especial atenciónoficial (CORZO y TOSCANO, 1992: 155). Pero no hayduda de que el mismo fue transitado ya anteriormen-te, como ponen de manifiesto otros documentos

(CORZO y TOSCANO, 1992: 158). Así, por ejemplo,existe un documento epigráfico de Estepa, fechadobajo el consulado de Quinto Veranio y Gaio Pompe-yo Gallo, en el que se honra a Claudio por la restitu-ción y renovación de los límites de sus campos (año49 de la Era). Asimismo, un miliario de Claudio des-cubierto en Lora de Estepa se vincula a la obra colo-nizadora de ese emperador en la comarca. Precisa-mente el establecimiento que se ha excavado en elCerro Martos debió comenzar su actividad en torno aese momento en el que se marca el trazado recto dela vía como eje de los agri decumani.

METODOLOGÍA EN LA INTERVENCIÓNARQUEOLÓGICA

La intervención arqueológica buscó documentarampliamente la parte del yacimiento que iba a serafectada por la remoción de tierras que causaría laejecución de la Línea de Alta Velocidad. Con este finse delimitó en la zona alta de la ladera del cerro, alsur del camino de la Genara, dos franjas de terrenodentro de la traza: los sectores A y B, separados entre

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Fig. 3. Sectores A y B.

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sí por una pista en uso para la obra (figs. 3 y 4). En elprimero de ellos, situado en el tercio este, los sondeosmecánicos habían ofrecido materiales arqueológicosabundantes y, en el segundo, el tercio central de latraza, las catas fueron estériles, pero se observaban enel talud sur del camino de la Genara fragmentos cerá-micos y restos de material de construcción. La exca-vación en extensión confirmó la esterilidad arqueoló-gica de este último, documentándose la presencia deuna formación natural de arcilla roja bajo la capasuperficial (fig. 4). En el sector A, por el contrario,una vez retirado el nivel superior de destrucciónmecánica y formación continua, en cuya matriz semezclaban materiales constructivos, teja y piedrascon restos cerámicos, etc., comenzaron a descubrirselíneas de cimientos de muros y algunas otras unida-des que fueron dando en lo sucesivo las pautas paraposteriores ampliaciones del sector.

La extensión abierta finalmente formaba unpolígono de tendencia rectangular con eje longitudi-nal Este-Oeste, en el que se instaló una red de cua-drículas de 3 x 4 m con el fin de tener una referen-cia próxima para la documentación gráfica. En todocaso, la escasa profundidad y complejidad de lasecuencia estratigráfica permitieron optar por la

representación en un solo plano «de planta» de losrestos excavados, opción que hacía también plausibleel carácter urgente de la intervención (fig. 5).

Siguiendo el método Harris, los datos descripti-vos de relación estratigráfica y las incidencias diver-sas relativas a las diferentes unidades estratigráficas,ámbitos y estructuras que se excavaron fueron trasla-dados a fichas-tipo para formar la base de datoscorrespondiente.

Antes de pasar a enumerar la clase de elementosexhumados que se han considerado de interés parainterpretar el yacimiento, es preciso mencionar bre-vemente los factores que han podido influir en el malestado de conservación que presentaban los restos.

En términos generales es obvio que la pendien-te del lugar, en conjunción con diversos fenómenosatmosféricos, así como la actuación de otros factoresconocidos de transformación del medio, debió favo-recer la destrucción de los restos arqueológicos. Eneste sentido, se ha de mencionar que la plantación deolivos conllevó sin duda una preparación del terrenocon profunda roturación. De ello derivaría en parte laformación del nivel superficial del que procedennumerosos materiales y que en el momento de suexcavación tenía una potencia de entre 20 y 40 cm.

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Fig. 4. Sectores A y B.

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Otros factores que deben haber intervenido ademásen la aceleración del proceso de destrucción del yaci-miento han sido el laboreo de las olivas continuo ynecesario, la realización de zanjas para la instalaciónde riego, que dificultó el establecimiento del tipo derelación estratigráfica existente entre algunas de lasunidades y, finalmente, la inevitable actuación de losfurtivos, muy abundante en la zona.

Al menos estos procesos arruinaron la arquitec-tura del establecimiento, que había quedado reducidaen el momento de la excavación a diversas líneas decimiento de muro, escasos y mal representados, res-tos de pavimentos, una estructura mural, otras nega-tivas, varios estratos de mediana y mayor potencia,en general correspondientes a rellenos y derrumbes,etc.; en definitiva, pocos elementos para poder inter-pretar cada uno de los ámbitos.

Por otra parte, la mayoría de las construcciones,alguna clave en la interpretación de los espacios, pre-sentaban un alto grado de deterioro, siendo frecuen-tes en ellas cortes, interrupciones, robo de mampues-tos u otras partes integrantes, incluso su desaparicióntotal. Las estructuras se encontraban mayoritariamen-te incompletas, quedando de ellas, en ocasiones, res-

tos tan escasos que no resulta fácil o simplemente noes posible su interpretación. A todo esto hay que aña-dir el riesgo que entraña proponer la función quepudieron desempeñar los distintos ámbitos dentro delestablecimiento, puesto que sus «interiores», enbuena parte de los casos, están desmantelados, casi ototalmente arrasados, incluso por debajo del nivel delsuelo.

CARACTERÍSTICAS Y CORRELACIÓN DE UNIDADES ESTRATIGRÁFICAS

Con la intención de comentar brevemente lasprincipales líneas estratigráficas del yacimiento delCerro Martos, establecidas en parte mediante la rea-lización de una serie de catas de comprobación, cabeseñalar como característica fundamental de lasecuencia su escaso desarrollo vertical, mínimo en elnoroeste del sector, el área centro oriental de la zonasur y la central de la zona norte, zonas en las que noexistían restos en posición primaria. El máximo sedetectó al este del «muro oriental», donde se docu-mentó un relleno de mayor potencia.

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Fig. 5. Planta del sector A.

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En el borde norte y mitad noroeste del sectortodos los restos se encontraban sobre una plataformageológica tabular de costra calcárea con bordes pul-verulentos, y en torno a ella otras unidades estratigrá-ficas de contenido arqueológico se asentaban sobreuna amplia franja diagonal al área abierta, de matrizareno-arcillosa con intrusiones de caliche. En la mitadsur como base geológica de los restos aparecían cali-zas que afloraban en el ángulo sureste del sector.

En términos generales, y salvo la edificaciónsituada al este, que tenía una orientación Sureste-Noroeste, los demás elementos arquitectónicos for-maban una planta de zócalos en relación ortogonal —prácticamente Norte-Sur y Este-Oeste—, muy pro-bablemente correspondientes a una misma unidad deexplotación agrícola, aunque la carencia de límitesperimetrales en el norte, noroeste, este y sur, juntocon el arrasamiento total de algunas zonas interiores,supone de hecho un sesgo muy importante a la horade hacer cualquier valoración sobre el tamaño delasentamiento, así como sobre su categoría o signifi-cado desde el punto de vista económico en la zona.Esta carencia de límites, en el norte y noroeste, serelaciona sin duda con la presencia del camino de laGenara, que permitía el tránsito por la parte más altadel cerro, y es probable que las ruinas del yacimientohubieran servido tanto para asentar el camino comopara repararlo cuando haya sido necesario. De hecho,su talud sur no era más que la continuación de unaserie de unidades de destrucción formadas posterior-mente y que apoyaban directamente sobre la costracalcárea tabular, excepto en los lugares en los quequedaban restos de elementos arquitectónicos y deotros, también en posición primaria, correspondien-tes al fondo impermeabilizado de una o dos piletas ya varios «alojamientos» para grandes tinajas. Los res-tos próximos a la ladera del cerro, algo mejor conser-vados, son más fiables de cara a la interpretación, asícomo la presencia de una serie de elementos mueblesrelacionados con la molienda.

Por otra parte, los afloramientos del nivel geoló-gico, junto con la diferencia de cota entre los cimien-tos del área noroeste y la de los del sur y los escasosrestos de suelos (tres en total) que han podido docu-mentarse, permiten sugerir que el conjunto debió deedificarse al menos en dos niveles, tal vez más, esca-lonados de norte a sur. La estructura mural situada aleste marcaba a su vez el paso a otro nivel, el delámbito 11, al que se accedería descendiendo desde lazona norte.

En los dos niveles descritos en primer lugar, selevantaban tres edificios comunicados entre sí a tra-

vés de dos pasillos, los cuales permitían también elacceso a otro más amplio probablemente pavimenta-do con pequeños ladrillos dispuestos sobre un nivelde explanación de arcilla roja, como parecen indicarlos restos del suelo hallado en su zona central.

Se constató una «discontinuidad» física entre ellímite oriental del nivel de explanación y la estructu-ra mural y unidades asociadas a ella, situadas al este.La consecuencia sería la distinción, a nivel formal, dedos bloques estratigráficos separados: uno en el ter-cio oriental, el ámbito 11, en el que se encontrabanalgunos de los elementos relacionados con el procesode obtención de aceite, y el otro, del resto del esta-blecimiento, con algunas unidades que también podí-an corresponder a espacios en los que pudieron lle-varse a cabo otras fases del proceso mencionado.Esta disociación estratigráfica constatada a nivel for-mal no impide una valoración conjunta y coherentede ambas secuencias, considerando, desde el sentidocomún, que nos encontramos ante un solo estableci-miento con elementos que pueden ponerse en rela-ción con la producción de aceite, máxime si se tieneen cuenta que estos mismos elementos han sido valo-rados en el mismo sentido incluso en trabajos deprospección. Aparte de la proximidad física, algunosdetalles conectaban ambos bloques, como la presen-cia de pequeños ladrillos en el hueco del eje de unameta situada en el primer bloque, iguales que los delpavimento descrito del segundo bloque, tan comunespor otra parte en establecimientos con prensas aceite-ras y espacios dedicados a la molienda de aceituna.La amortización de una meta estriada en el primerbloque permite pensar que podía proceder del ámbito2, en el bloque segundo. Algunos autores incluyenestas últimas metas —tipo de galérie-gouttière—entre sus tipos de molinos de aceite inequívocamente(BRUN, 1986: 68-80) y otros las consideran bastantefrecuentes (AKERRAZ y LENOIR, 1982: 73).

INTERPRETACIÓN. EDIFICIOS, ÁMBITOS Y ESTRUCTURAS

En la planta documentada en el Cerro Martos(fig. 6) se pueden distinguir tres «edificios» (ámbitos3, 4, 5, 8, 9 y 10) separados y comunicados entre sípor dos pasillos/corredores formando ángulo recto,uno de los cuales (ámbito 7) conducía al espacio cen-tral pavimentado con laterculi (ámbito 2). Al oeste ysur, este espacio se encontraba limitado por dos delos tres edificios mencionados, ámbitos 3, 4, 8, 9 y10, y al este por la estructura mural a la que se aso-

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ciaban elementos de uso en la molturación de aceitu-nas y formaciones estratigráficas y depósitos quesugerían la presencia cercana de una prensa de acei-te. Los pequeños ladrillos se repiten en otros lugarescon prensas aceiteras como en la casa 2 de Mulva,donde se asocia además a una meta estriada similar ala nuestra funcionando como contrapeso fijo (MEYER

et alii, 2001: 226). Estaban también estos ladrillos depequeño tamaño en los restos de almazara documen-tados bajo el suelo del atrio de la casa 1 de Munigua(HAUSCHILD, 1985: 241), y en otros lugares comoAratispi, asociados también a meta estriada (PERDI-GUERO, 1996: 128) o El Gallumbar (ROMERO, 1993:500 y 1998: 123). Las dimensiones y característicasdel ámbito 2, en Cerro Martos, permitirían interpre-tarlo como el lugar del segundo tabulatum dondepudo llevarse a cabo la molienda o moliendas delfruto antes de pasar a la prensa —torcularium o ter-cer tabulatum—, que en este establecimiento quizásse encontraba en las proximidades del ámbito 11.

La estructura esencialmente muraria situada aleste del sector ofrecía un aspecto compacto a pesar desu evidente deterioro y se había levantado cubriendola verticalidad de un escalonamiento realizado en el

estrato geológico dando paso, en su extremo norte, aun espacio —ámbito 11— cuyo suelo se encontrabaa una cota inferior a la del colindante ámbito 2. Estasapreciaciones serían suficientes para considerar estosrestos como muro de aterrazamiento, pero las carac-terísticas de la secuencia estratigráfica completadocumentada en esta zona del sector permiten tam-bién hacer otras lecturas.

Integrada por tres tramos de fábrica y plantadiferentes, resultaba evidente en esa estructura, poruna parte, el cambio de dirección existente en suextremo meridional, en el cual se encontraban tresmetas completas de molino de tamaño y morfologíadiversa y fragmentos de otras dos más y, por otra, laplanta cuadrangular del tramo norte que permitió qui-zás salvar el desnivel entre los ámbitos 2 y 11. El blo-que central era el más sólido, levantado con mam-puestos de grandes dimensiones (fig. 7).

Al este de la misma se documentó un rellenobastante potente en el que únicamente se recuperaronartefactos romanos, lo que avalaba, independiente-mente de la finalidad que tuviese el ámbito 11, la for-mación antigua del nivel y, en consecuencia, la de laestructura que efectivamente se encontraba, según se

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Fig. 6. Planta general.

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comprobó después, sobre materiales romanos. Bajoel nivel de relleno se identificaron otras unidades:suelo y restos de pasta de aceituna molida (sampsa)cerca de los tramos central y meridional de la estruc-tura, lo que sugiere desde luego la proximidad de unaprensa, acaso con el ara o pie de la misma cerca deltramo central, cuya solidez pudo necesitar con eltiempo el refuerzo de las metas de molino situadas enel tramo sur. Por otra parte, la plataforma de fábricaque apoya en el escalón calizo situado en el nortepodría haber permitido el acceso al ámbito 11 sal-vando el desnivel, siendo una diferencia de cota quese habría creado para facilitar la recogida del aceite.En esta línea argumental es en todo caso difícil valo-rar como contrapesos, fijos o no, las muelas recupe-radas de la supuesta prensa, simplemente por el des-gaste de las mismas, aunque la mayor de las trespresenta escotaduras en su base menor.

Si la prensa estuvo allí, pudo ser tal vez del tipode palanca (prelum) y, dentro de estas, quizás de lasmás sencillas (BRUN, 1986: 84). Del pie de prensa,lugar en el que se depositaban los fiscinæ o capachospara el prensado de la pasta, podría proceder la samp-sa encontrada en el suelo del ámbito 11, así como elcolor oscuro que caracterizaba la matriz del nivel

arcillo-arenoso, con límites irregulares y compacidadmedia, situado al oeste —el otro lado— del muro enel ámbito 2. Los resultados de los análisis de ecofac-tos determinarán la variedad o especie y la cronolo-gía de los mismos que, en caso de confirmar su con-temporaneidad con los artefactos, colocaría una basemás firme a la lectura que estamos proponiendo.

Como ya se ha señalado, desde los tres edificiossituados en el sur y el oeste del sector, en el ladoopuesto del establecimiento, a través del pasillo cen-tral (ámbito 7) se accedería también al ámbito 2. Ladisposición de algunos elementos arquitectónicos enla zona oeste nos hizo considerar la posibilidad deque existiesen dentro del edificio 1 (ámbito 5) hastatres piletas escalonadas destinadas a la decantacióndel aceite y definidas por algunos tramos de zócalo yotros elementos arquitectónicos, como el canal paravaciado documentado en la pileta sur realizadomediante la yuxtaposición de tejas planas en la base.Esta idea, sin embargo, se desechó puesto que, alcontrario de lo que había sucedido en otros lugaresdel establecimiento, en las matrices de los estratosallí excavados no había ningún resto de revestimien-to o enlucido, algo que está presente siempre en estaspiletas para impermeabilizarlas. Por otra parte, la cata

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Fig. 7. Detalle del reaprovechamiento de las metas de molino.

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Fig. 8. Muestra de materiales.

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realizada a la salida del canal no aportó ningún ele-mento de juicio a considerar en cuanto a la funciónque pudo haber desempeñado esta estructura, tal vezla de limpiar (simplemente lavando) el fruto luegoalmacenado en el ámbito 8, al otro lado del pasillocontiguo (ámbito 6).

Así, pues, en el edificio 1 quedaban definidoslos zócalos de apoyo de muros perimetrales y restosde la estructura interpretada como pileta con canal deevacuación que acabamos de mencionar. En este últi-mo, el lateral mejor conservado, el oeste, ofrecía unafábrica de mampostería concertada y aparejada for-mando un triple escalonamiento hacia el canal que seabría paso en el muro sur del edificio.

En conjunto, el edificio 2 tenía peor definición.Sin límites en el norte y el oeste y arrasado por deba-jo del nivel de suelo, el espacio se encontraba apa-rentemente compartimentado, ámbitos 3 y 4, conser-vando restos de elementos que tal vez podríanrelacionarse también con algunas fases del procesode elaboración de aceite. Es el caso del lecho de opussigninum cubierto por dos tramos de impermeabiliza-ción, que podrían interpretarse como restos de los«contenedores» (labra) de aceite. En el ámbito 4 sedocumentó la mitad inferior de una vasija soterradaen el suelo geológico. Quizás este sector se dedicabaal trasvase y refinado del aceite, tal vez incluso deforma conjunta (ROMERO, 1998: 127).

Tampoco eran muy significativos los restos delos tres ámbitos (8, 9 y 10) del edificio 3, en los quefaltaba el límite el sur y cuyos interiores se encontra-ban también arrasados por debajo del suelo, exceptoel del ámbito 8, en el cual se conservaba todavía unpequeño tramo de pavimento lítico realizado en opusspicatum. Este tipo de suelo resulta adecuado paraalmacenar la aceituna, lo que sugiere haber sido esteel lugar destinado a primer tabulatum. En todo casodesconocemos el tamaño exacto de los interiores y,por lo tanto, las necesidades de almacenamiento quepudo tener el establecimiento, así como el volumende producción de aceite.

En el interior del ámbito 9 algunas líneas deenlucido ponían en evidencia la existencia de unzócalo adosado a la pared oeste y posiblemente la deuna estructura colocada a igual distancia de los tresparamentos conservados, que también estuvieronenlucidos y probablemente pintados. Este interiorpuede haber correspondido al de un almacén de pro-ductos u otro tipo de estancia.

CONCLUSIONES

A pesar de la certeza de haber excavado solo unaparte del yacimiento y del arrasamiento casi total delas estructuras del mismo, debido al emplazamiento yprocesos de destrucción posteriores, podemos esta-blecer algunas conclusiones acerca del papel quepudo desempeñar un establecimiento como este.

El establecimiento rural romano de Cerro Mar-tos, situado en la cuenca del Genil, estaba destinadoa la producción oleica. Debido a un emplazamientofavorable dentro de la red viaria de la época tuvooportunidad de dar una excelente salida a sus pro-ductos. Como ya se ha mencionado, la proximidaddel lugar a la vía entre Écija (Astigi) y Estepa (Ostip-po), un tramo de la que iba de Astigi a Antikaria y aMalaka por el Guadalhorce (o bien por su afluente elCampanillas). A través de ella, se podía acceder a unaimportante red de caminos que sin duda permitíantanto el intercambio comercial a corta distancia, enlos mercados locales, como a mayor escala. Todo ellopuede haber ocurrido desde una época temprana,como indicaría la presencia de marmorata en el esta-blecimiento y la valoración que se hace del docu-mento epigráfico de Estepa antes citado.

En conclusión, este asentamiento parece haberformado parte de la densa red de poblamiento ruralque se fue creando a partir de la época flavia en laBética y que se materializó en forma de pequeñosestablecimientos campesinos dispersos que caracteri-zaron social y económicamente el territorio de losdiferentes municipios y colonias del valle del Betis.

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Bolskan, 20 (2003), pp. 163-175 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

La construcción de la LAV. Madrid – FronteraFrancesa ha permitido plantear el estudio de dife-rentes yacimientos afectados por el trazado de lanueva línea férrea. Entre los yacimientos afectadosdestaca el documentado en la Gravera de l’Eugeni.

La intervención arqueológica comenzó en juliode 2001 y finalizó en octubre de 2001, realizándoseprospecciones, campañas de sondeos y excavacionesen área que han documentado los restos de una caba-ña estacional. Este hábitat fue ocupado desde épocaromano-republicana hasta el Alto Imperio.

Hasta la fecha la mayoría de los asentamientosrurales de cronología altoimperial documentadosson villas (villæ), aunque es evidente que junto aellas debieron proliferar estas estructuras máshumildes (cabannæ, tugurium), que sin duda debie-ron ser mucho más abundantes de lo que manifiestael registro arqueológico. El carácter perecedero delos materiales empleados en su construcción no hafavorecido su conservación.

Estas cabañas no llegaban a la categoría de lasdependencias agrícolas de época imperial. Más bienparecen tratarse de lugares donde, en épocas desiembra y recolección, el personal de una villa cer-cana se desplazaba temporalmente y se protegía delas inclemencias, al tiempo que realizaba otras acti-

vidades domésticas comunes y almacenaba de susaperos. Serían, por tanto, dependencias supeditadasa la villa, destinadas a las labores agrícolas y depen-dientes de la estacionalidad de las mismas. Es unaposibilidad a tener en cuenta, aunque también sepodría pensar que el lugar conformaba un asenta-miento estable no estacional y «autónomo», en rela-ción con una economía de subsistencia no enfocadaa la producción de excedentes para venta y exporta-ción. Esto hace necesario la profundización en estu-dios de este tipo de hábitats, poco monumentales ensí mismos pero de enorme trascendencia para lacomprensión de los fenómenos de transformaciónsocial y económica que vivieron.

SUMMARY

The construction of the high speed railwayMadrid – Frontera Francesa has allowed to raise thestudy of different sites affected by the project. Amongthem it emphasizes, by the shortage we have of thetemporary habitats of Roman time, the site of Grave-ra de l’Eugeni. The archaeological interventionbegan in July of 2001 and finished in October of2001, once prospections, campaigns of test pits andexcavations in area were made.

The excavation in area has made possible todocument the rest of a cabin. This habitat was occu-pied from Roman-republican time to the High Empi-re. The rural settlements of high imperial chronologyare in most cases villas (villæ), although we shouldnot disdain these humbler structures (cabannæ, tugu-rium), which without a doubt had to be more nume-rous than the archaeological registry shows. It isobvious that the perishable nature of the materials

La Gravera de l’Eugeni (Artesa de Lleida): una cabaña de época romana

Jorge Morín* - Rafael Barroso* - Marta Escolà* - Josep Gallart**

Mario López* - Fernando Sánchez* - José Yravedra**

* Área de Arqueología Clásica del Departamento de Arqueolo-gía y Recursos Culturales de Auditores de Energía y Medio Ambien-te, S. A. Avda. Alfonso XIII, 72. 28016 Madrid. Tel. 915 102 555.Fax: 914 150 908. E-mail: [email protected]; www.audema.com.

** Servei d’Arqueologia. Direcció de Patrimoni Artistic deLleida. Generalitat de Catalunya.

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used in the construction of many of these humblebuildings has not made possible its conservation.

These cabins were not comparable to the ruralcottages of Roman imperial time and could be aplace where, at times of sowing and harvesting, thepersonnel of a near villa moved temporarily andwere protected of the inclemency, and where they useto eat, sleep and keep farming implements. Theywould be, therefore, buildings depending on the villa,set aside for the land workings and being seasonalones. It is a working hypothesis to be considered, alt-hough it is possible that the place conformed a nonseasonal and self-governing stable settlement, withinmargins, in relation to a subsistence economy nonfocused on the production for sale and export. Thismakes necessary to deal with the studies of this kindof habitats, which, without being monumental, havean enormous importance for the understanding of thesocial and economical development processes theylived.

La intervención arqueológica realizada en elyacimiento de la Gravera de l’Eugeni forma parte delos trabajos de impacto ambiental que se están desa-rrollando para el trazado de la Línea de Alta Veloci-dad Madrid – Barcelona – Frontera Francesa, tramoLérida-Martorell, subtramo IIa, en el término munici-pal de Artesa de Lleida (Lérida).

El yacimiento de la Gravera de l’Eugeni seencontraba afectado por el Préstamo 7 de la LAVMadrid – Barcelona – Frontera Francesa. El empla-zamiento elegido para el préstamo, en el pago de LesEres de Lo Freginal, se destinó a la extracción de gra-vas para las obras ferroviarias. Por tanto, se reco-mendó la paralización del proyecto de obra, exclusi-vamente en cuanto a extracción de áridos, hasta quese realizaran las excavaciones sistemáticas paraconocer la superficie, entidad y adscripción culturaldel enclave arqueológico de la Gravera de l’Eugenien el área de afección.

De esta forma, el proyecto de LAV Madrid –Barcelona – Frontera Francesa se incluye dentro delas zonas arqueológicas protegidas en el términomunicipal de Artesa de Lleida (Lérida). Este hechoha venido determinado por la concentración de yaci-mientos que se suceden a lo largo del recorrido delcurso del Segre (Segrià), constituyendo un hábitatfavorable para el asentamiento humano desde tiem-pos inmemoriales. Concretamente, en el área de laintervención arqueológica, se conocía la existenciade diferentes yacimientos, con una gran dispersión de

materiales paleolíticos y neolíticos, con restos dehábitat (cabañas y «fondos») de la Edad del Bronce,y diversos poblados o asentamientos de época prerro-mana y romana (fig. 1).

Todo el valle de La Femosa, y buena parte de lacomarca del Segrià, han visto salvaguardados susinnumerables yacimientos arqueológicos gracias alesfuerzo desarrollado desde la década de los setentapor los museos de Artesa de Lleida, Juneda y LesBorges Blanques, y, en especial, por el Grup deRecerques Arqueològiques de La Femosa, lo que hapermitido conocer un importante número de lugaresarqueológicos en el espacio comprendido entre laslocalidades de Les Borges Blanques y Artesa deLleida.

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Fig. 1. Distribución de los asentamientos humanos en el valle de La Femosa.

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Esta labor previa despertó el interés de otrosinvestigadores, que aprovecharon el favorable pano-rama que tales trabajos les brindaban, iniciándosediversos trabajos de investigación en la comarca conel objetivo de profundizar en el conocimiento de surico pasado histórico. Destaca en especial la línea deinvestigación desarrollada por diferentes prehistoria-dores en el conocimiento de la evolución humana enla zona, recogiéndose varios yacimientos en obras desíntesis, como la realizada por CANAL y CARBONELL

(1989: 391-414).En el año 1981, el Departamento de Prehistoria

y Arqueología del Estudi General de Lleida inició unproyecto de investigación para paliar las lagunas enel conocimiento de la Antigüedad ilerdense, ya que elbagaje arqueológico del municipium romano másimportante de la Cataluña interior podía considerarseexiguo. Estos trabajos proporcionaron buenos resul-tados, tanto en las excavaciones urbanas (plaza deSan Joan), como en las intervenciones en yacimien-tos periféricos, entre los cuales destaca la de la Fon-teta de Grealó (Segrià). Este proyecto se centraba enel territorium dependiente del municipio ilerdense,dejando al margen las comarcas más orientales que se

encontrarían con seguridad bajo la órbita de Iesso oSigarra.

LA INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA

Las primeras referencias sobre el yacimiento dela Gravera de l’Eugeni se deben al Grup de Recer-ques de la Femosa, que lo citan en algunas de suspublicaciones. En mayo de 2001 se realiza una pri-mera prospección arqueológica en la gravera, bajo ladirección de Eva Solanes i Potrony, con motivo de laconstrucción de los trabajos de la LAV. El yacimien-to se encontraba afectado por la zona de préstamo 7,destinada a la extracción de gravas. Por tanto, se pro-pusieron una serie de medidas correctoras, queincluían la realización de una prospección de altaintensidad y la excavación de los restos arqueológi-cos. Ambas se realizaron durante los últimos mesesdel año 20011.

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1 Los trabajos de excavación arqueológica se realizaron bajola dirección de Jorge Morín de Pablos y Fernando Sánchez Hidalgo.

Fig. 2. Zona de préstamo de la LAV.

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Los trabajos de excavación del yacimiento de laGravera de l’Eugeni comenzaron en el mes de octu-bre de 2001, y finalizaron en el mes de noviembre delmismo año. Antes de comenzar la ejecución de laactuación arqueológica, se delimitó un área de actua-ción, que a su vez se dividió en una serie de cuadrí-culas de 5 x 5 m. Cada una de estas cuadrículasequivalía a una unidad de intervención, susceptible deser ampliada o reducida, en función del desarrollo de lostrabajos de campo, o incluso de la propia identifica-ción de estructuras durante el proceso de excavación.En concreto, se replantearon en el terreno hasta 16cuadrículas, divididas en dos filas de 8, conformandoun perímetro rectangular cuyo lado más largo seorientaba de este a oeste (fig. 2 y 3).

La excavación del yacimiento se efectuó enárea, siguiendo el método propuesto por E. C. Harristras sus trabajos en Winchester (HARRIS, 1979, 1991y 1992), posteriormente adaptado por Carandini enyacimientos clásicos y en estos últimos años comple-mentado por las investigaciones de M. O. H. Carversobre yacimientos urbanos (CARANDINI, 1977 y 1981;CARVER, 1979 y 1983), así como los trabajos de J. M.

Solías Arís, J. M. Huélamo Gabaldón y J. Coll Cone-sa en el edificio de la Inquisición de Cuenca, cuyasfichas de trabajo son las que aquí se han utilizado(SOLÍS et alii, 1990) con ligeras modificaciones.Dicha metodología encuentra su base fundamental enel registro sistemático, con posibilidad de informati-zación de los datos cualitativos de toda unidad estra-tigráfica, entendiendo como tal cualquier elementoidentificable de la realidad. El elemento principal delsistema de Harris se halla en la conversión de losdatos cualitativos recogidos en el campo en datoscuantitativos, y es en esa cuantificación de las unida-des estratigráficas de donde sale una definitiva rela-ción ordenada en una matriz o diagrama de secuenciadel funcionamiento y evolución de un yacimiento.

EL YACIMIENTO DE LA GRAVERADE L’EUGENI

La excavación en el yacimiento de la Gravera del’Eugeni se desarrolló centrándonos en el área másmeridional de la plataforma. La decisión de excavar

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Fig. 3. Distribución de las cuadrículas de excavación.

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esta parte se llevó a cabo después de comprobar, traslos trabajos de desbroce y excavación de la coberteravegetal, que en la zona norte no había restos arqueo-lógicos de ningún tipo, salvo un hogar o fuego, quese documentó y excavó inmediatamente. En el interiordel mismo, apareció un cuenco fragmentado, quizáspara la preparación del hogar (fig. 4). Sin embargo,ningún otro resto material apareció en las cercanías,hasta el área replanteada al sur. Así, se ponía de mani-fiesto que existía una zona muy específica con unagran concentración de material cerámico. Los restoslocalizados y la ubicación nos permitían plantear apriori la existencia de un hábitat de época romana(republicano-altoimperial), aunque muy alterado porlas extracciones sucesivas de gravas en los últimosaños. En el terreno en torno al hogar se realizó unaexcavación minuciosa por parte del equipo técnicopara tratar de localizar los restos del suelo de ocupa-ción asociado al mismo, y se llegó a la conclusión deque este había desaparecido. Algo que debió de suce-der por efecto de las labores derivadas de diferentestrabajos agrícolas, tales como plantación de frutales ycultivos diversos, además de la citada extracción degravas, que destruirían algunos de los niveles arqueo-lógicos.

Sector principal

El sector donde se aplicó el sistema de reticula-do se componía de dieciséis cuadrículas de 5 x 5 my se hallaba situado en la parte de la plataforma cita-da más al sureste. La excavación quedaba al sur de laRiera de la Femosa, a pocos metros de la misma,aprovechando una pequeña elevación sobre el terre-no. Como ya se ha indicado, dicha plataforma no eraplana en un principio, sino que la topografía original

ha resultado muy alterada durante los últimos 50-70años por diversas actividades antrópicas. En trabajosde prospección previos se había supuesto que dichosrestos pudieran pertenecer a una villa romana. Sinembargo, entre las cuadrículas 6, 7, 8 y 9, aparecióuna gran huella o depresión en el terreno, de carácterantrópico, con una gran acumulación de materialesarqueológicos. La estructura era artificial, ya queestaba excavada en las gravas calcáreas —que cons-tituyen el nivel geológico—, y se asoció a un hábitatpequeño, gracias a la buena muestra de material cerá-mico que se ha obtenido. El nivel geológico aparecióa escasos centímetros del nivel de superficie y estabacompuesto por las gravas calcáreas, redondeadas ensu mayor parte, y bloques del mismo material, are-nas, limos y arcillas, que son depósitos típicos de losglacis de las Garrigas (fig. 5).

Aunque se hallaron fragmentos cerámicos en laexcavación del resto de las catas, es decir, las nume-radas como cortes 13, 14, 15, 16, 17 y 18, la potenciadel nivel arqueológico era tan solo de entre 5 y 10 cm.Este hecho es clarificador a la hora de certificar la totalausencia de cualquier tipo de estructura, tanto de sue-lo como de sustentación, apoyo, cimentación, etc.

Área exterior

Este sector está situado en la parte septentrional,ligeramente desviada al oeste de la parte cuadricula-da, en el mismo lugar llano de la Gravera, al sur de laRiera de la Femosa, lo que da una idea de la idonei-dad de su ubicación, gracias a la presencia de agua enabundancia en toda la zona.

Se decidió no plantear cuadrículas en este sec-tor, ya que, tras el desbroce, limpieza y excavación dela capa vegetal (esta última muy exigua), no apareciómás que el círculo de carbones que delimitaba unhogar, así como restos de dos cuencos de barro coci-do fabricados a torno. La estructura fue numeradacomo UE 4 y su «relleno», o composición de carbon-cillos mezclados con arena, UE 3. Alrededor se lim-pió, sin hallarse ningún otro resto cerámico, ni mate-rial arqueológico de ninguna otra clase, debido a queel suelo(s) de ocupación está perdido.

La cronología de este hogar parece correspon-derse con la del hábitat localizado en la zona cuadri-culada, como se deduce de la tipología del cuencohallado, perteneciente al período romano, muycomún entre los siglos I a. C. y I d. C.

Tras la limpieza total del sector apareció elmismo nivel geológico de gravas, arenas, arcillas y

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Fig. 4. Cuenco de cerámica común utilizado en la base de un hogar.

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limos que en el sector anterior, aunque seguramenteya excavadas porque prácticamente afloran y llevanbuzamiento hacia el sur. Esa es otra de las razonespor las cuales se han conservado más restos allí, yaque al nivelar la plataforma no se llegó a horadar elárea reticulada hasta el nivel arqueológico más pro-fundo, que se ha preservado en parte.

DEFINICIÓN Y JUSTIFICACIÓN DE LAS FASES DETECTADAS

La excavación se desarrolló en el sector reticu-lado, ubicado en la mitad meridional de la plataformaque conforma el área de excavación. Como ya se hadicho, en otro tiempo se extendía más hacia el sur,

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Fig. 5. Planimetría del área principal de excavación.

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hasta que fue horadada una buena parte del terrenopor acción de las máquinas de la gravera, dejandouna gran mordedura que permitió detectar en sus per-files materiales arqueológicos asociados al hábitat.

La práctica totalidad de materiales arqueológi-cos apareció en el área delimitada, destacando algu-nos fragmentos de cerámica de barniz negro (fig. 6) yterra sigillata (fig. 7), así como varios fragmentos dekalathos, con motivos pintados de tradición indígena,además de cerámica de paredes finas (arenosa y conbarbotina) y otra más basta, de almacenaje. Estosmateriales son testimonio mudo de una ocupación delterreno durante la Roma republicana y altoimperial,sin que se pueda afirmar con rotundidad en qué perio-do concreto de esta puede encuadrarse el yacimiento,aunque muy probablemente deba fecharse en torno alsiglo I d. C. En la ciudad de Ilerda se ha podido docu-mentar una especie de crisis a mediados del siglo I denuestra era, lo cual pudo tener relativos efectos ennuestro asentamiento. Tal vez es entonces cuando seabandona la cabanna en favor de otro emplazamien-to seguramente próximo. Muy probablemente el con-trol absoluto de Roma desde época augústea provocópaulatinamente la desaparición de estos yacimientosde rango menor. Este cambio en el patrón de asenta-mientos debió producirse de forma pacífica, ya queno se han hallado niveles de destrucción, algo que porotra parte no tendría mucha lógica en estos tiemposde relativa paz.

Por otra parte, hay que subrayar la falta deestructuras claras asociadas a los hallazgos, circuns-tancia que dificulta aún más la interpretación delyacimiento, el cual, además, se halla cortado hacia elsur. Sí nos ha parecido consistente la estructura defi-nida como UE 7, que, aunque al principio supusimosque conformaba una especie de «basurero», con lasreservas lógicas que este término conlleva, luegopudimos asociar con el área de habitación de la caba-ña. Suponemos, en definitiva, que el emplazamientose fundó a finales de la etapa republicana, época con-vulsa por la sucesión de guerras civiles. Transcurri-dos dos siglos, este emplazamiento dejó de funcionar,con un abandono pacífico, en favor de otro lugar talvez más propicio para la continuidad y productividadde las labores agrícolas, o quizá debido a un trasladohacia otros centros poblacionales más urbanizados,como Ilerda.

LA CULTURA MATERIAL

En el transcurso de la excavación se han halla-do múltiples fragmentos cerámicos y, en menormedida, metálicos, líticos y vítreos. Si nos centra-mos en los primeros, observamos, en primer lugar, laenorme proporción de piezas que pertenecen a cerá-mica común y de cocina (ollas, cuencos y platos),constatándose en menor grado cerámicas de impor-tación, que reflejarían los contactos entre estas gen-tes con zonas de gran intercambio de productos forá-neos. En este sentido, hemos detectado campaniensedel tipo B y cerámicas de barniz negro que imita lasproducciones itálicas anteriores a la difusión de lacerámica campaniense. En cuanto a otras cerámicasimportadas, se han hallado fragmentos de sigillatassudgálicas, de gran calidad, lo cual nos indica suprocedencia foránea y las relaciones comerciales

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Fig. 6. Cerámica de barniz negro.

Fig. 7. Fragmentos de terra sigillata.

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entre este asentamiento y el sur de Francia, así comoitálicas.

Entre los materiales de tradición indígena desta-can los fragmentos de bordes y galbos de uno ovarios kalathoi y algunos galbos de vasijas pintadascon bandas de rojo-vinoso, e incluso alguna concírculos concéntricos. La cerámica polícroma ilerge-ta está bien representada en la zona de los llanos deUrgell, con diversos yacimientos que aprovechan ele-vaciones en el tránsito a asentamientos en llano: LaFita (Juneda), el Tossal de l’Aliga (Borges Blanques),Arbeca o el Tossal del Mor (Tàrrega) (GARCÉS, 1998:559).

Los alfareros ilergetes adoptaron primero lasformas y decoraciones de la cerámica ibérica, con-vergiendo influencias meridionales a finales del sigloIII a. C., que llevaron a la creación de la original cerá-mica de barniz rojo ilergete (JUNYENT y ALASTUEY,1991: 32-35).

Los ejemplares de kalathoi de L’Eugeni poseenun ala gruesa característica, que se diferencia de susantecesores de principios o mediados del siglo II a. C.por la pérdida del borde totalmente exvasado y laacusada forma cilíndrica. En cuanto a las decoracio-nes, hemos notado la ausencia tanto de «dientes desierra» (del siglo II a. C.) como de los posteriores«dientes de lobo». En su lugar lo que se documentanson conjuntos de trazos o bandas finas transversalespor el borde, alternando con zonas desiertas. Los gal-bos hallados presentaban decoraciones diversas entodas las piezas pintadas, destacando los de kalathoicon costillares verticales u horizontales separadospor bandas, además de otros motivos característicosenmarcados en metopas, con formas geométricas ycuadradas en pintura roja-marrón.

En otras piezas destacan decoraciones de reticu-lados romboidales a mano alzada, algunos de círculosconcéntricos. Entre los motivos curvilíneos destacanlas series de eses horizontales o verticales. Los ejem-plares más curiosos por su rareza son fragmentosmuy pequeños de piezas con decoración pintada dediversos colores, sobre todo tonos blancos y pinturasroja y morada. Esta solución se documenta en cuatroyacimientos de la zona, entre los que destacan la pro-pia Ilerda y el yacimiento rural de La Fita (Juneda),en las cercanías de Artesa de Lleida.

Respecto a las decoraciones del plato (o pátera)de campaniense B hallado en la gravera, destacansobre la base interior los motivos de estrías a ruede-cilla, que nos fechan un momento entre finales delsiglo II a. C. y pleno siglo I a. C. Hasta el último cuar-to del siglo II a. C. no se importa cerámica campa-

niense B en Ampurias y otras zonas del interior deCataluña, aunque poco a poco irá imponiéndosesobre la campaniense A. Sin embargo, hay que seña-lar la dificultad para distinguir estos productos forá-neos de las imitaciones locales de barniz negro. Estasúltimas están ampliamente estudiadas, ya que seconocen talleres en la zona catalana entre los quecabe destacar Rosas. Un plato de campaniense tipo Bapareció en el yacimiento de Sidamunt, muy cercanoa Torregrossa. Posee un barniz negro bastante espesoy decoración de cuatro fajas delgadas de estrías muyfinas entre círculos concéntricos incisos, muy similarpor tanto a nuestra pieza. Uno análogo, procedente deAlbintimilium, es citado por Lamboglia, quien loatribuye al siglo II a. C., entre lo más antiguo del cam-paniense tipo B.

La pieza 139 es un plato de terra sigillata areti-na, que se corresponde con una forma Goud. 27 –Haltern 8 – Ritterling 5 – Loeschcke 8 A y B. La TSAcon esta forma está datada entre el 10 y el 8 a. C. Otrade las piezas importantes halladas en L’Eugeni es unborde de terra sigillata, que parece correspondersecon una forma Dragendorff 27 o Goudineau 32(32B). En Bolsena no se fabrica hasta el 3 d. C., peroGoudineau fecha su aparición hacia el 10 d. C. Llevaun barniz rojo brillante de buena calidad, así comouna pasta bastante depurada, rojiza también. Dichapieza Drag. 27 tiene una amplia cronología en laGraufusenque, que puede situarse desde inicios delsiglo I d. C. hasta el II d. C.

Los platos de terra sigillata numerados como137, 140 y 223 corresponden a producciones aretinasde la forma Goudeineau 39, aunque cercanas tam-bién a la Goud. 37 – Haltern 9, como las piezas ha-lladas en el estrato 3 de la villa romana del Roser deCalella.

Varias de las cerámicas exhumadas llevan elcaracterístico barniz rojo conocido como «pompeya-no», que parece haberse difundido en la zona de Léri-da desde talleres de la Campania, y tienen una pastacaracterística, denominada pasta 2 en las tipologías.Las piezas así tratadas eran de cocina y de mesa, nor-malmente platos y tapaderas, y este revestimientoimpedía que se pegaran ciertos alimentos (sobre todopanificables) durante el proceso de cocinado. Estasproducciones de cocina, modestas por otra parte, fue-ron difundidas en una primera etapa por las legionesde Roma, que las usaban para su régimen cotidiano;después, por aculturación, fueron asumidas por elmundo indígena, y sin que varíen prácticamente susperfiles hasta época augústea y durante todo el sigloI d. C.

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Dentro de las cerámicas comunes destacan loscuencos con decoración incisa a buril (una continua-ción de la tradición decorativa de la ruedecilla), perono se considera realizada con estampillado (Amare,1988: 129). Existen varios fragmentos de pared yborde, y en general presentan un ligero tratamientode la superficie, que suele ir alisada con un barnizsuave. Cronológicamente se suelen encuadrar en elsiglo I de nuestra era, y se conocen algunos talleres aloccidente de Ilerda, como el de Rubielos de Mora(Teruel).

La pieza 162 es una característica vasija de pare-des finas con decoración de barbotina de la formaMayet XVIII. La 85 parece ser una forma MayetXXVIII – Marabini XLII. Aunque los orígenes deestas formas se remontan a época augústea, algunosejemplares se han fechado en el principado de Nerón.A la primera se le ha asignado una difusión por elnordeste peninsular, junto con la forma Mayet XIX, yparece tratarse de una producción local que seencuentra con más frecuencia en las zonas próximasal litoral. Estos ejemplares se relacionan sin duda conunos vasos en parte contemporáneos que suponemosmanufacturados en Tarraco o su hinterland (LÓPEZ,1985: 191), siendo más frecuentes en época augús-teo-tiberiana. La otra pieza, la número 85 de la formaMayet XXVIII – Marabini XLII, se fecha sobre todoen época de Tiberio, pero también hay ejemplaresdatados durante el principado de Claudio. Es básica-mente un producto itálico.

Destacan en l’Eugeni las típicas cerámicas deparedes finas con decoración arenosa, representadasen las formas Mayet XXXV y Mayet XXXVII. Secorresponden las primeras a producciones béticas,fechadas desde época de Augusto hasta Claudio. Gra-cias a la presencia de engobe podemos «afinar» másla datación, situándolas en el segundo cuarto del sigloI. La forma XXXVII se da también en contextos mástardíos.

La tapadera con número de inventario 304 esuna forma Vegas 16-A de cerámica común romana,en pasta de cocción oxidante.

La ausencia de ánforas, aunque significativa, noes del todo rara, ya que en las tierras del interior deCataluña son menos numerosas que en estableci-mientos costeros. Primero, por razones evidentes encuanto a su llegada por vía marítima y la relación coneste tipo de comercio, y, segundo, porque son perfec-tamente sustituibles por dolia u otro tipo de grandestinajas para almacenamiento de vino, aceite o grano,en un hábitat como el que nos ocupa. En efecto, en elyacimiento romano de la Gravera se han documenta-

do evidencias de dolia, aunque no en gran propor-ción, quizá por la escasa superficie que se ha podidoexcavar.

CONCLUSIONES

La comarca de Artesa de Lleida se caracterizapor un régimen de lluvias escaso, lo que ha determi-nado la necesidad de transformar el paisaje desde laAntigüedad, algo especialmente notable a lo largo delos cursos fluviales. Así, al no existir ríos o arroyoscon suficiente caudal se hizo necesaria la construc-ción de acequias de riego y otro tipo de infraestructu-ras hidráulicas destinadas a facilitar las labores agra-rias en la zona. Su situación próxima al canal deUrgel le permitió vivir de los cultivos de regadío,complementados por una agricultura cerealística desecano y por la actividad ganadera.

En la actualidad observamos los paisajes delvalle de La Femosa completamente antropizados ymuy diferentes a como debieron ser al comienzo denuestra era. En sus orígenes correspondían mayorita-riamente a zonas de secano. La construcción delcanal de Urgell, en 1862, y el posterior canal auxiliardel año 1932 provocaron una profunda transforma-ción del paisaje agrario primitivo, convirtiéndolo enuna importante zona de regadío.

La Gravera de L’Eugeni ha sido explotadadurante los últimos 40 ó 50 años por su propietario,quien cultivó estas tierras y mantuvo durante bastan-te tiempo una plantación de almendros cuyas cepasaún hoy se observan al horadar el terreno. Aparte deeste hecho, estas tierras han sufrido una extraordina-ria transformación como consecuencia de la recon-versión de los terrenos de secano en regadío iniciadaa principios del siglo XX e intensificada después de laguerra civil, que transformó la fisonomía del paisajeagrario.

Desde la explanada donde se ha realizado laintervención, el terreno ascendía hacia el norte for-mando un pequeño promontorio que en la actualidadha desaparecido por efecto de los desmontes produci-dos por las máquinas de la gravera. Asimismo, se hapodido constatar que el nivel de gravas en la zona deexcavación arqueológica lleva un ligero buzamientocon caída hacia el sur.

Cuando el equipo de arqueólogos llegó al áreadonde se concentraban los restos arqueológicospudo comprobarse, tanto en superficie como en loscortes producidos por las extracciones de gravas,que la desaparición de la cobertera vegetal era casi

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absoluta en toda el área. Este hecho es debido a lasnivelaciones producidas por las obras de extracciónque se han venido sucediendo durante las últimasdécadas. Además, salvo en la parte donde luego serealizó el replanteo y cuadriculado para las excava-ciones, en el resto del área había desaparecido casipor completo el nivel arqueológico denominadonivel de ocupación, con la excepción del hallazgo deun hogar arrasado (aislado), pero con varios frag-mentos cerámicos, no asociado a ningún otro restoen el perímetro más cercano.

El asentamiento romano de la Gravera de l’Eu-geni perteneció al ager ilerdensis, el cual poseía unaextensión considerable. A partir del Alto Imperiopasó a depender del denominado Conventus Tarraco-nensis, una de las siete demarcaciones de carácterjudicial en que se dividía la Hispania Citerior, cuyacapital coincidía con la capital provincial, Tarraco,sin duda el núcleo urbano más importante de la pro-vincia Citerior en el cambio de era.

Un hecho ciertamente importante para la zona esque los movimientos de gentes que iban de Tarracohacia Ilerda se producían a través del valle de LaFemosa, por una de las vías romanas que lo atravesa-ban y que han sido documentadas gracias a loshallazgos de miliarios cerca de Les Borges Blanques

y Grealó. Evidentemente, la principal vía de comuni-cación y la más cercana al yacimiento era la que uníaTarraco, capital provincial, con Ilerda, y que seencontraba enlosada a tramos. Después, a través deCæsaraugusta, esta vía se dirigía hacia la Meseta yGalicia. La vía aparece denominada en el Itinerariode Antonino como iter ab Asturica Terracone, y par-tía de Tarraco hacia Ilerda, desde donde se dirigíaposteriormente a Osca y Cæsaraugusta, para desdeallí discurrir paralela a la margen derecha del Ebro endirección a Asturica Augusta. Esta situación favore-cía el transporte de mercancías a los mercados muni-cipales ilerdenses y con ello la romanización de suterritorio, convirtiéndose además en cabeza de las tie-rras del interior gracias a su riqueza cerealística. Todoello, unido al temprano control cesariano sobre laciudad, le hizo ganar el título de municipium de dere-cho romano en tiempos de Augusto.

La arqueología viene a confirmar el relato de lasfuentes antiguas: los restos de cerámicas indígenas secombinan con las romanas durante el último siglo dela República. Continúan los tipos cerámicos ibéricospintados, que mantienen su calidad, pero comienzana ser numerosas las importaciones itálicas, entre lasque hemos identificado campaniense B, además deimitaciones locales, y terra sigillata itálica, de la se-

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Fig. 8. Vías romanas.

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gunda mitad del siglo I a. C. Parece que, durante lasegunda mitad del siglo II a. C., una reorganizaciónterritorial, ligada a una estrategia de intervenciónromana, como testimonia la construcción de esa redviaria básica que se ha citado anteriormente, no supo-ne aún la construcción de ciudades ex novo, sino lapotenciación de aquellos centros indígenas más útilesen la articulación y explotación del territorio. Sedetecta arqueológicamente un fenómeno homogéneoque puede definirse, en opinión de Olesti, a partir devarios rasgos comunes:

— Potenciación de determinados oppida quepresentan notables elementos de filiaciónromana con un papel administrativo y tribu-tario importante, y que se convertirán en civi-tates integradas en el modelo romano.

— Multiplicación de los poblamientos dispersosubicados en las zonas de llano, retomando aveces sitios ya ocupados en el Ibérico pleno,o colonizando zonas nuevas. Curiosamente,algunos de estos nuevos hábitats surgen alpie de centros indígenas abandonados.

— Se observa un incremento de los conjuntosde silos que parece indicar un aumento de losexcedentes fruto de la ocupación y explota-ción de nuevas tierras y redistribución de lasmismas.

Ya durante el Alto Imperio, época en que Ilerdaposee la categoría de municipium, las cerámicas de laGalia comienzan a sustituir progresivamente a las itá-licas en territorio catalán, al tiempo que las produc-ciones hispánicas se harán predominantes. Es muysignificativo, para entender el yacimiento que nosocupa, el hecho de que el año 50 de nuestra era seproduce una crisis en la ciudad de Ilerda, que se hacenotar en el descenso de las importaciones cerámicas.Este declive de la actividad económica de Ilerda seha relacionado con el interés de la administraciónromana de potenciar la colonia de Cæsaraugusta(Zaragoza), que ejercerá una hegemonía en la zonainterior, convirtiéndose en el centro de una regiónque englobaría pueblos de origen diverso: celtas alsur, íberos al este y norte y vascones al occidente.

En este contexto debe incluirse el yacimiento dela Gravera de l’Eugeni. Aunque no se han halladorestos de los paramentos que formaban la cabaña quese ha excavado, la ausencia de elementos murarios yde techumbre a base de tejas parece indicarnos queno se trataba de una villa, sino de un establecimientorural indígena de menor entidad, que fue ocupadodesde época romano-republicana hasta la fase altoim-

perial. Tanto la terra sigillata itálica como la sudgá-lica y la cerámica de paredes finas pueden datarseentre el cambio de era y pleno siglo I respectivamen-te, época en que debió abandonarse este hábitat, enfavor de algún asentamiento cercano mejor situadode cara a las comunicaciones y a la explotación delterritorio, probablemente aprovechando las condicio-nes favorables que en tal sentido impuso la paxaugustea.

En cualquier caso, dadas las características delyacimiento, no queda claro si se trataba de un vicus,un pagus o algún otro tipo de propiedad rural demenor entidad que una villa, y dedicada básicamentea los trabajos agrícolas y ganaderos. Asimismo resul-ta extraño no haber hallado mayor número de restosóseos de cierto tipo de fauna que acabara por confir-mar este último término, aunque la presencia en un80% de gos d’atura es un dato muy significativo.

Hasta la fecha, la mayoría de los asentamientosrurales de cronología altoimperial documentados porla investigación arqueológica son villas (villæ). Elyacimiento de la Gravera de l’Eugeni pone de relievela existencia, junto a estas grandes propiedades lati-fundistas, de otros modelos de hábitats caracterizadospor estructuras humildes (cabannæ, tugurium), quesin duda debieron ser mucho más abundantes de loque hasta ahora ha documentado el registro arqueoló-gico. Por ejemplo, en el yacimiento de Tinto Juan dela Cruz, en Pinto (Madrid), se hallaron restos de va-rias construcciones rectangulares de época altoimpe-rial que conservaban paredes de tapial y techumbresde material perecedero, probablemente pertenecien-tes a un vicus (Barroso y Morín, 2001). Es evidenteque el carácter perecedero de los materiales emplea-dos en la construcción de muchas de estas humildespropiedades no ha facilitado su conservación.

Por otro lado, es sabido que en época romana seabandonaron la mayoría de los poblados situados enlugares elevados, y la población pasó a establecerseen terrenos llanos o en las ciudades. En los primerosse constituyen los asentamientos denominados villæ,que eran a la vez centros de residencia y explotaciónagraria, y también otros lugares que se denominaronvici o pagi, centros menores de explotación agraria.En el valle de La Femosa se han localizado diversosyacimientos donde aparecen abundantes fragmentoscerámicos que prueban que estos parajes estabanhabitados en época romana, aunque la falta de inter-venciones arqueológicas ha imposibilitado conocer laentidad de dichos centros.

La aparición de numerosos asentamientos deépoca romana a lo largo de la zona prueba que des-

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pués de la época ibérica el valle de La Femosa noquedó tan despoblado como se suponía. Ilerda es,desde los primeros momentos de la romanizaciónhasta el desarrollo de otros núcleos que la superaron,el centro más importante del interior de Cataluña,como demuestra la concesión del título de munici-pium por el emperador Augusto antes del cambio deera. Este rango se comprueba también en la impor-tancia de la población en el periodo anterior al domi-nio romano, principal centro de una de las tribus másimportantes del noroeste peninsular, así como en elprotagonismo que adquirió durante la guerra civilentre cesarianos y pompeyanos.

Gracias a la proximidad en la que se encontrabael asentamiento de L’Eugeni con respecto a la ciudadde Ilerda es de suponer que sería un centro dedicadofundamentalmente a la explotación ganadera. Elasentamiento se realizó sobre las gravas, comodemuestran los restos de la cabaña y el hogar delnorte, desapareciendo por completo los elementosque la conformaban tras los trabajos de acondiciona-miento para los cultivos y extraciones de gravas.

Según Enrich, que excavó entonces los restos deunas estructuras similares a las de l’Eugeni, estascabañas no llegaban a la categoría de las dependen-cias agrícolas de época imperial, y podría tratarse deun lugar donde, durante las épocas de siembra y reco-lección, el personal de una villa cercana se desplaza-ba temporalmente y se protegía de las inclemencias,al tiempo que servía para acoger otros menesteresdomésticos básicos (comer, dormir, guardar sus ape-ros, etc.). Serían, por tanto, dependencias supeditadasa la villa, destinadas a las labores agrícolas de lamisma y dependientes de la estacionalidad de dichaslabores. También se podría pensar que el lugar con-formaba un asentamiento estable no estacional y«autónomo», dentro de unos márgenes, en relacióncon una economía de subsistencia no enfocada a laproducción para excedentes de venta y exportación.Esto hace necesaria la profundización en estudios deeste tipo de hábitats, poco monumentales en sí mis-mos pero de enorme trascendencia para la compren-sión de los fenómenos de transformación social yeconómica que se vivió en el tránsito del mundo indí-gena a la romanización.

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Bolskan, 20 (2003), pp. 177-189 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

La presente comunicación se ocupa de los hábi-tat rurales de época romana en la Comunidad deMadrid, que se conocen relativamente bien graciassobre todo a los trabajos arqueológicos desarrolla-dos en la últimas décadas. En la mayoría de loscasos se trata de villas (villæ), aunque no faltanestructuras más humildes (cabannæ, tugurium).

Estas villas eran por lo general centros relacio-nados con la explotación de la tierra a gran escala,dentro del sistema de producción latifundista quecaracterizaba la economía rural romana desde elAlto Imperio, y constaban de un número indetermi-nado de edificios destinados tanto a uso domésticocomo a tareas productivas.

SUMMARY

This essay studies the rural habitats from theRoman period in the Community of Madrid, whichare relatively well known thanks, above all, to thearchaeological works carried out in the recent deca-des. In most cases they are villæ, although there arealso humbler structures (cabannæ, tugurium).

This villas were generally centres related to thedivision of land into large states, which was a cha-racteristic of the rural Roman economy since theHigh Empire, and they were composed of an indefi-

nite number of buildings used both for householdpurposes and for productive tasks.

La Península Ibérica se incorporó a la órbita ro-mana como consecuencia de la pugna mantenida en-tre Roma y Cartago por el dominio del Mediterráneooccidental, cuando, tras la primera guerra púnica, la jo-ven República romana se vio obligada a trasladar lalucha a Hispania. Así, con el fin de privar a su ene-migo de un territorio que se había convertido en unaimportante base de abastecimiento de hombres y bie-nes, el senado romano envió a España en el año218 a. C. a Publio Escipión.

Si en principio el objetivo de Roma en la Penín-sula se había fijado únicamente en utilizar su territo-rio como campo de batalla contra los cartagineses yprivarles así de su principal base de infraestructuras,con la definitiva derrota de Cartago existe una claradeterminación por parte del senado romano decomenzar la conquista de Hispania, que se prolonga-rá durante dos siglos, hasta la definitiva sumisión delas últimas tribus cántabras.

LOS TESTIMONIOS HISTÓRICOS

El dominio de la Carpetania, territorio en el queestaría incluida en la Antigüedad la actual Comuni-dad de Madrid, aún careciendo de una integraciónpolítica o administrativa bien definida que pudiesesuponer un peligro potencial para el dominio romano,y presentando un suelo y una climatología menosfavorable que la Bética o Levante, que pudiera susci-tar el interés de su conquista, constituyó sin embargo

El hábitat rural durante la época romana en la Comunidad de Madrid

Jorge Morín - Rafael Barroso - Marta Escolà Mario López - Fernando Sánchez*

* Área de Arqueología Clásica del Departamento de Arqueo-logía, Paleontología y Recursos Culturales de Auditores de Ener-gía y Medio Ambiente, S. A. Avda. de Alfonso XIII, 72. 28016Madrid. Tel. 915 102 555; fax 914 150 908. E-mail: [email protected]; www.audema.com.

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un objetivo pronto apetecible dado su carácter dezona de paso para los que desean desplazarse desdeel valle del Duero hacia la depresión del Tajo o vice-versa. Ese carácter de frontera natural y zona de trán-sito a través de los puertos de la sierra y los valles flu-viales hizo que las tierras que hoy conforman laComunidad de Madrid fueran escenario, entre losaños 200-180 a. C., sino de grandes batallas entreromanos y carpetanos, sí de luchas de cierta impor-tancia entre las armas romanas y los pueblos indíge-nas. Son precisamente esa situación y la presencia deuna frontera natural como el Macizo Central, a lasque antes hacíamos referencia, las que convirtieron ala Carpetania en un territorio de gran valor estratégi-co para asegurar el dominio romano. Esto se demos-tró a partir de la segunda mitad del siglo II a. C., cuan-do tropas romanas se vieron obligadas a combatira celtíberos y lusitanos. Durante los años siguientes ala revuelta celtíbero-lusitana la Carpetania se convir-tió en una zona de relativa tranquilidad sobre la queRoma ejerció un control manifiesto. Evidentementela pacificación conllevó la pérdida de valor estratégi-co de la región y, a partir de este momento, la Carpe-tania dejó de aparecer en las fuentes clásicas.

Sin embargo, a partir del 78 a. C. la región seconvierte de nuevo en escenario bélico, esta vez den-tro del contexto de guerra civil que asola la Repúbli-ca romana entre los populares de Sertorio y los parti-darios de Sila. La derrota de los sertorianos supuso elpaso definitivo de la zona al dominio romano. Co-mienza a partir de entonces un proceso de paulatinaromanización del territorio y asimilación de las tribusque lo habitaban, ahora de forma pacífica, asegurán-dose la explotación de sus riquezas. Gradualmentelos indígenas fueron adoptando el modo de vidaromano.

Respecto al territorio hoy ocupado por la Comu-nidad de Madrid, la mayor concentración de pobla-miento en época romana se sitúa en torno a los vallesfluviales del Guadarrama, Manzanares, Henares yJarama, mientras que en las zonas serranas la apari-ción de restos de época romana es menos abundante,probablemente debido a las peculiares condicionesclimatológicas y del terreno, que lo hacen impracti-cable para una agricultura extensiva. No obstante,nuestro conocimiento en este sentido puede estarcondicionado por los resultados de prospecciones,que en estas áreas indudablemente presentan unamayor dificultad (BALIL, 1987: 139-140).

Dentro del territorio carpetano, los únicos núcle-os urbanos de los que poseemos noticia a través delas fuentes escritas son Complutum (Alcalá de Hena-

res), Titulcia (proximidades de Aranjuez) y Miaccum(Casa de Campo).

A falta de noticias literarias, los asentamientosrurales de cronología altoimperial se conocen relati-vamente bien gracias sobre todo a los trabajos ar-queológicos desarrollados en las últimas décadas. Enla mayoría de los casos se trata de villas (villæ), aun-que no faltan también estructuras más humildes(cabannæ, tugurium). Estas villas eran por lo generalcentros relacionados con la explotación de la tierra agran escala dentro del sistema de producción latifun-dista que caracteriza la economía rural romana delAlto Imperio, y constaban de un número indetermi-nado de edificios destinados tanto a uso domésticocomo a tareas productivas. Se suele distinguir en lasvillas dos zonas: una destinada al disfrute y ocio delpossessor o dominus y su familia, es decir, la partepropiamente residencial, y otra dedicada a las áreasde habitación de servidumbre (pars rustica) y a losprocesos productivos que esta desempeñaba dentrodel dominio (pars fructuaria). En general, las villasestán conformadas de manera eminentemente funcio-nal, orientadas hacia la producción agrícola cerealís-tica (sobre todo trigo) y quizá, si nos atenemos al pai-saje actual de ciertas áreas madrileñas, otros cultivoscomo las leguminosas, el olivo y la vid, especiesestas últimas introducidas en nuestra región en épocaromana. En muchas de estas villas, como las de Villa-verde, Bayona (San Fernando de Henares), el cerrodel Viso (Alcalá de Henares), etc., se documenta bienel mestizaje cultural que acarreó la romanización yque, en el ámbito de la cultura material, se refleja enla convivencia de las cerámicas pintadas y las gran-des vasijas de cocina de tradición indígena con lasclásicas producciones romanas a molde.

La época tardorromana se caracteriza por unatotal transformación de los sistemas económico,social y cultural que habían caracterizado la épocaclásica. En muchos aspectos, el siglo III supuso unaruptura con respecto a la época precedente, debidaprincipalmente a la creciente amenaza bárbara y a lacrisis política en la que se ve inmerso el poder roma-no. Sin embargo, el siglo IV asiste a un nuevo renaci-miento político que se ve acompañado de una serie dereconstrucciones generalizadas y que arqueológica-mente se traducen en la aparición de numerosos asen-tamientos de tipo rural de economía autosuficiente(villæ) o la renovación de antiguas estructuras de estetipo (caso, por ejemplo, de La Torrecilla). Es eviden-te que en muchos casos la nueva etapa no supuso unaviolenta implantación de un sistema social y econó-mico original, sino la adaptación y asimilación del

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antiguo sistema administrativo, inyectando savia enlas debilitadas estructuras supervivientes de la admi-nistración imperial. El siglo IV es un periodo marca-do por una gran estabilidad política, social y econó-mica; una etapa que se rompe bruscamente en unmomento final de la centuria y a comienzos del siglosiguiente, cuando la crisis política y la presión bárba-ra darán paso a una nueva fase de tumultos e invasio-nes generalizados en todas las provincias del Impe-rio, y sobre todo, en las del Mediterráneo occidental,y que a veces han dejado su huella en el progresivoabandono y destrucción de las villas rurales (Villa delVal y Tinto Juan de la Cruz).

Durante la época tardorromana nuestra región secaracteriza por la existencia de un poblamiento másdenso que en el periodo precedente. Este aumento depoblamiento sigue la tónica general de la mesetanorte, en clara divergencia con la meseta sur, cuyoscentros principales parecen sufrir un claro retrocesoen su índice demográfico (casos de Segobriga yErcavica, en la vecina provincia de Cuenca), quecontrasta con el que presenta Complutum. Además,en la región de Madrid se observa un predominio delos asentamientos rurales de carácter estable, entrelos que destacan los yacimientos que circundan Com-plutum y los de La Torrecilla, Tinto Juan de la Cruz yValdetorres del Jarama, entre otros.

LA ARQUEOLOGíA ROMANAEN LA COMUNIDAD DE MADRID

Evidentemente, partiendo de la base de que ladivisión administrativa actual no corresponde porcompleto con la que se dio en la Antigüedad, hay queentender que cualquier aproximación al contexto his-tórico de la zona deberá abordarse desde una pers-pectiva más amplia que el territorio que conforma laComunidad de Madrid.

El territorio que actualmente ocupa la Comuni-dad madrileña fue conquistado por la Repúblicaromana como consecuencia de la primera guerra cel-tibérica (197 al 154 a. C.), y pasó entonces a depen-der de la administración de la provincia HispaniaCiterior. Con posterioridad, tras la división adminis-trativa establecida en época de Augusto, este territoriocentropeninsular pasó a integrarse dentro de la pro-vincia Tarraconense, que a su vez se hallaba divididaen dos conventos jurídicos diferentes: la zona nores-te, englobada dentro del convento cesaraugustano,con capital en Cæsaraugusta (Zaragoza), y el resto,dependiente del convento cartaginense, con capital en

Carthago Nova (Cartagena). Alicia Cantó en un estu-dio sobre la llamada Piedra Escrita de Cenicientos,un oratorio rupestre con representación del sacrificioofrecido por un matrimonio a la diosa Diana, apuntala posible coincidencia fronteriza del monumento,que en tal caso marcaría el límite entre las provinciasLusitania y Citerior Tarraconense. En tal caso, el lí-mite provincial estaría señalado por la línea que mar-can las poblaciones de Guisando-Cenicientos-Pueblade Montalbán-Hontanar-Corral de Cantos, enlazandohacia el norte con Arévalo (CANTÓ, 1994).

Así, pues, resulta evidente que la actual Comu-nidad de Madrid no puede ser considerada como unaentidad homogénea dentro de la divisoria administra-tiva imperial, ni tampoco como un elemento impor-tante dentro del organigrama administrativo delmismo, ni desde el punto de vista económico, ni en lopolítico o demográfico. No debe olvidarse, en estesentido, que gran parte del territorio de nuestraComunidad estaría ocupado en aquella época por unaimportante masa boscosa. Sin embargo, entre los fac-tores positivos que a la larga potenciarán la impor-tancia de este territorio cabría destacar la circunstan-cia providencial de que nuestra región fuese unimportante cruce de caminos entre ambas mesetas,algo que va a repercutir de modo trascendental a lolargo del curso de su historia.

Las vías de comunicación

El estudio de las calzadas romanas despertódesde muy pronto el interés de excursionistas, erudi-tos e investigadores, los cuales muchas veces hanrectificado, añadido o imaginado los trazados de lasvías. Pero desgraciadamente continúan siendo esca-sos los estudios que han analizado la estructura viariadetenidamente, por lo que las conclusiones que desdeestas líneas se proponen habrá que observarlas concierta cautela (figs. 1 y 2).

Ciertamente, a pesar de las diversas teorías quese han expuesto sobre la localización del trazado via-rio romano, todas ellas tienden a concluir en unmismo punto: considerar que la actual provincia deMadrid es el lugar de confluencia de varias de lasprincipales vías de la Antigüedad. Pero obviando esteprimer punto de coincidencia, la disparidad de crite-rios en cuanto a número y localización de las dife-rentes vías es notoria, siempre sostenidos por fuentesdocumentales o arqueológicas (BLÁZQUEZ, 1911 y1912; MARINÉ, 1979; ARIAS, 1987; JIMÉNEZ GADEA,1992; PALOMERO y ÁLVAREZ, 1990).

EL HÁBITAT RURAL DURANTE LA ÉPOCA ROMANA EN LA COMUNIDAD DE MADRID 179

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Un análisis bibliográfico sobre el estado de lacuestión debe lógicamente comenzar con la obra deBlázquez y Sánchez Albornoz. Ambos investigado-res, basándose en la lectura del Itinerario de Antoni-no, fueron los primeros en establecer la tesis de queen la Antigüedad el territorio madrileño se encontra-ba en el cruce de dos importantes vías romanas: unaen dirección Noreste-Suroeste que partiría de Cæsa-raugusta (Zaragoza) y se dirigiría a Emerita Augusta(Mérida), y otra en dirección Noroeste-Sureste queenlazaría Asturica Augusta (Astorga) con la Béticacruzando el puerto de la Fuenfría y saliendo de nues-tra región por un punto próximo a Aranjuez. Ambasvías se cruzarían en Titulcia (BLÁZQUEZ y SÁNCHEZ

ALBORNOZ, 1917-1921).

También el Anónimo de Rávena refleja la exis-tencia de estas dos vías romanas, pero el cruce deambas se produciría no en Titulcia, como refleja el Iti-nerario de Antonino, sino algo más al norte, en la pro-pia Complutum. El Ravenate mantiene el trazado de lacalzada Noreste-Suroeste (vía de Mérida a Zaragoza),proponiendo una variante al trazado de la vía Sureste-Noroeste, que, aunque iniciada también en el puertode la Fuenfría, la hace pasar por Complutum y de allíhacia el extremo suroriental de Madrid, donde enlaza-ría con la Bética. ROLDÁN (1975: 128-129) ve en estavariación una nueva vía que se dirigiría a Cástulo yque no fue recogida en el Itinerario de Antonino.

Posteriormente a los trabajos de Blázquez-Sán-chez Albornoz y Roldán, G. Arias realizó una inter-pretación particular que pretende dar una lecturacoherente a las fuentes para arrojar luz sobre la redviaria romana a su paso por nuestra Comunidad. Suhipótesis se basa en la lectura del Itinerario de Anto-nino desde una perspectiva diferente, a través delanálisis de la forma en que en él se menciona a lasdistintas mansiones. Según Arias, el problema de unacorrecta interpretación de los datos del Itinerariodepende de si las distintas localidades aparecen cita-das en ablativo o acusativo. Cuando lo hacen en lasegunda forma, no estarían indicando la ciudad en sí,sino la distancia que hay desde dicha ciudad a unempalme o ramal secundario. Esta interpretacióncoincide mejor con las distancias que se citan en elItinerario, con la ventaja añadida de no tener quehablar de errores del copista a la hora de transcribir elmanuscrito o achacar el presunto error a la omisiónde alguna mansio. Por otro lado, este autor proponeuna identificación de Titulcia con algún punto locali-zado entre Villaviciosa de Odón y Las Rozas, y Miac-cum en un lugar cercano a Alpedrete (ARIAS, 1987:98-102). Basada en estas premisas, la interpretación

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Fig. 1. Vías romanas en la Comunidad de Madrid (según Mariné, Arias y Fernández Galiano).

Fig. 2. Vías romanas en la Comunidad de Madrid.

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que ofrece Arias hace pasar por Madrid tres vías: lavía 25 del Itinerario de Antonino, la de la Machota yla llamada del Esparto:

— Vía 25 del Itinerario de Antonino. Uniría lasciudades de Emerita Augusta con Cæsarau-gusta. Su trazado pasaría por la ciudad deMadrid (cuesta de la Vega, calle Mayor, callede Alcalá y carretera de Aragón), eludiendosu paso por Toletum y Complutum. Dichasciudades quedarían comunicadas con esta víaa través de unos ramales (tal como se des-prende de la interpretación del Itinerario deAntonino y la mención de estas ciudades enacusativo). Estos ramales secundarios se lo-calizarían en la Torre de Esteban Hambram,el que comunica esta vía con Toledo, y en unpunto cercano al Jarama, el que se desplaza-ba hacia Alcalá.

— Vía de la Machota. Su nombre deriva delpico del mismo nombre situado en el términomunicipal de El Escorial, donde se conservaun tramo de calzada en bastante buen estado.Según Arias, al ser esta vía de fábrica similara la de la Fuenfría, probablemente enlazaríacon esta, y a partir de ahí se dirigiría hacia elnorte para enlazar con la vía de AsturicaAugusta. Por el sur su trazado enlazaría conla Torre de Esteban Hambram, desde dondepartiría hacia la Bética.

— Vía del Esparto. Comunicaba la Meseta conel Campus Espartarius citado por Estrabónen las inmediaciones de Cartagena. Hacia elNoroeste se acercaría a las fuentes de estañopor la zona de Salamanca, lo que da una ideade la importancia económica de esta calzada.Desde el Sureste llegaría a Madrid a partir deSegobriga (Saelices, Cuenca) por la actualcarretera Nacional-III, entrando por Vallecas,Portazgo, Pacífico, avenida Ciudad de Barce-lona, calle de Atocha, plaza Mayor, y conti-nuando por la carretera de Castilla, Aravaca,Las Rozas, Colmenarejo, El Escorial. Desdeaquí, cruzando la sierra de Guadarrama, sedirigiría hacia Salamanca. Como nota curio-sa, hay que mencionar que el trazado de estavía ha quedado fosilizado en la anómala dis-posición de uno de los arcos de la plazaMayor de Madrid.

Hasta ahora se han mencionado como pasos dela sierra el de la Fuenfría y El Escorial. Algunos auto-

res apuntan también la existencia de otro paso máspor Somosierra (HERNÁNDEZ, 1973; TORRES, 1960:235-266). Aducen para ello la existencia de otra víaque enlazaría Clunia (Coruña del Conde, Burgos) yUxama Argæla (Osma, Soria), en la Meseta superior,con la vía principal de Mérida a Zaragoza. La exis-tencia de esta vía se propone independientemente deque la calzada que une Mérida con Zaragoza pasaseo no por Complutum. Los argumentos más importan-tes son el hecho de que fuera un paso de enormeimportancia en época medieval, los restos romanosexistentes en Talamanca y el propio topónimo Somo,derivado del latín Summus (puerto de montaña), uti-lizado con este significado, por ejemplo, en SummumPyrenæum, y que ha perdurado en otros topónimospeninsulares como Somorrostro, Somport, etc.

La ciudad

Es indudable que el área carpetana mostraba yadesde antes de la conquista romana cierto grado dedesarrollo urbano. Las fuentes clásicas proporcionanlos nombres de varias de las ciudades de la Carpeta-nia (Ebura, Consabura, Ascua, Toletum, Laminium,etc.), aunque la mayoría de ellas no debieron ser másque poblados fortificados con un nivel urbanísticomás que discreto. Algunas de estas poblaciones, sinduda las mejor situadas o las que tuvieron más impor-tancia de cara a la administración romana, lograronsobrevivir a la conquista, si bien adecuándose a lasnuevas circunstancias. La nueva situación se tradujogeneralmente en el abandono de los lugares altos queles habían caracterizado (pues, de hecho, el etnónimocarpetano parece estar directamente relacionado con‘escarpe’ o ‘lugar elevado’). Por el contrario, otrosnúcleos de la Edad del Hierro, desaparecidas las cau-sas que motivaron su desarrollo primigenio despuésdel impacto que supuso la romanización, fueronabandonados para siempre en provecho de centrosmejor adaptados a la nueva situación.

La ciudad de Complutum es, en realidad, la úni-ca ciudad que como tal puede considerarse dentro delterritorio madrileño. El yacimiento arqueológico del ce-rro de San Juan el Viso ha sido identificado tradicio-nalmente como el Complutum carpetano y romanorepublicano y altoimperial. El momento de trasvasede la población del cerro de San Juan al llano no sellega a definir con claridad. Fernández Galiano, des-pués de una serie de campañas de excavación efec-tuadas en la década de los setenta, planteó la hipóte-sis de que el asentamiento romano se emplazaría en

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el cerro del Viso, aunque no llegaría a coincidir deltodo con el asentamiento indígena. No llegaría a serhasta tiempos de la dinastía flavia cuando su pobla-ción se trasladara al llano (fig. 3), aunque el antiguonúcleo se mantendría con vida hasta época tardía(FERNÁNDEZ, 1984). Otros autores suponen que estetraslado poblacional no se produciría hasta ya entra-do el siglo II d. C (RASCÓN, 1995). Vistas así las co-sas, Complutum parece ser un ejemplo más de un fenó-meno frecuente en Hispania: el traslado de un núcleourbano antiguo a uno nuevo situado en sus proximi-dades, fenómeno que se ha documentado en otras ciu-dades (Bilbilis, Valeria, Clunia) y que se ha supuesto,con discutibles argumentos no siempre categóricos,para otras (Segobriga, Ercavica).

A falta de noticias literarias, los asentamientosrurales de cronología altoimperial se conocen relati-vamente bien gracias a los trabajos arqueológicosdesarrollados en las últimas décadas. En la mayoríade los casos se trata de villas (villæ), aunque no fal-tan también estructuras más humildes (cabannæ,tugurium). Estas villas eran, por lo general, centrosrelacionados con la explotación de la tierra a granescala dentro del sistema de producción latifundistaque caracteriza la economía rural romana del AltoImperio, y constaban de un número indeterminado deedificios destinados tanto a uso doméstico como atareas productivas. Se suelen distinguir en las villasdos zonas: una destinada al disfrute y ocio del pose-sor o dominus y su familia, es decir, la parte propia-mente residencial, y otra dedicada a las áreas de habi-tación de servidumbre (pars rustica) y a los procesosproductivos que ésta desempeñaba dentro del domi-nio (pars fructuaria).

El ámbito rural

Es evidente que, a falta de grandes núcleos urba-nos en el territorio madrileño en época romana, nues-tro conocimiento se circunscribe sobre todo al ámbi-to rural. En efecto, la mayoría de los datos que hasuministrado la arqueología se deben a excavacionesrealizadas en yacimientos de carácter rural, general-mente villas que aprovechaban la diversidad derecursos agrarios y ganaderos que proporcionan lasriberas fluviales.

Resulta complicado definir con exactitud qué esuna villa. La definición clásica la define de maneraambigua como una construcción enclavada en elcampo: Ager cum ædificio fundus dicitur (Digesto, I,16, 211). La villa, sin embargo, es mucho más queeso: es un centro autosuficiente sobre el que girabuena parte de la vida rural, de ahí que una definiciónmás exacta del término sentencie que la villa es unaurbs in rure. Aunque el prototipo de villa romana seinicia ya en época altoimperial, el auge de estas cons-trucciones se produce en el periodo que media entrela Tetrarquía y el siglo IV, ligada a dos factores: lamarcha de los grandes terratenientes a sus posesionesen el campo, huyendo de las pesadas cargas y obliga-ciones que las constituciones imperiales imponían alos curiales, y la constitución del régimen de patro-nato. El patronato dota al dominio señorial de unaindividualidad (traducida en la propia denominacióndel fundo) que le sustrae de la autoridad de los magis-trados de la ciudad y en muchos casos incluso a la delos propios gobernadores provinciales (LOT, 1945:137-141).

La tipología de las villas es, sin embargo, muyamplia, aunque la mayoría de ellas pueden englobar-

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Fig. 3. Foro de Complutum (según Sebastián Rascón).

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se en dos categorías: villas de tipo mediterráneo, conestancias dispuestas alrededor de un patio central queactúa de distribuidor de los distintos ambientes, yvillas de corredor, con estancias dispuestas en línea.De forma genérica, pueden definirse también unaserie de características comunes a todas las villas: entodos los casos se trata de establecimientos de tipoagropecuario de carácter latifundista, que están situa-dos en la proximidad de alguna vía de comunicación,aunque algo alejadas de ellas por motivos de seguri-dad. Además, las villas se disponen en terrazas flu-viales, cercanas al cauce de los grandes ríos (en nues-tro caso los cursos del Henares, Jarama, Tajo, etc.), sibien lo suficientemente alejadas de estos caucescomo para evitar el riesgo de inundación ante unacrecida. Esta ubicación en las cercanías de los ríos esespecialmente importante en lo que se refiere a laexplotación agraria, porque implica la explotación dela riqueza de los suelos de las vegas fluviales, asícomo otros recursos ligados al entorno del río (pesca,agua, ganadería ribereña, huertas, etc.). En cuanto asu subsistencia, las villas se levantan en áreas de ricoy variado ecosistema, próximas a bosques y montebajo, generalmente en un lugar en el que concurrenfactores muy diversos desde el punto de vista agríco-la y forestal que les permite la posibilidad de explo-tar todos los recursos que aquél les ofrece (caza,madera, productos del bosque, etc.).

Dentro de la villa pueden distinguirse variaszonas. La primera a la que hay que hacer referenciaes lógicamente el área residencial (pars urbana). Estazona corresponde a la residencia del señor (dominus,possessor) y actúa como escaparate de su grandeza yprestigio social. Aquí es donde se encuentran losmayores niveles de lujo y ostentación de todas lasedificaciones que conforman la villa, puestos demanifiesto en la calidad constructiva de las estancias,en la decoración parietal (a base de pinturas y relie-ves estucados) y de sus pavimentos (a veces decora-dos con ricos mosaicos) y en el mobiliario. Es la zonadestinada al descanso y disfrute del otium del domi-nus, pero también de gestión de los asuntos que ata-ñen a la administración de sus propiedades. En ella seencuentra también la sala destinada a recepción, quemuchas veces adopta la forma de salón absidado (LaTorrecilla, Tinto Juan de la Cruz, Carranque), que noes sino un remedo de los ambientes palatinos de laépoca. Esta estancia comparte la simbología queexpresa la arquitectura áulica de jerarquización,poder y autoridad, y como tal destinada a una afir-mación fehaciente del poder del dominus y de su sta-tus social. Por ello no es extraño encontrar en ella

motivos decorativos característicos de la cultura ofi-cial, que se hacen presentes sobre todo en la decora-ción musiva, donde serán tópicos los temas de carác-ter mitológico o del ciclo anual. En muchas ocasionesla villa contaba con su propia área termal, que, apar-te de otras consideraciones, servía también comosigno externo de ostentación de la cultura aristocráti-ca del dominus.

Además de la residencia señorial, la villa conta-ba con una serie de dependencias de las que en últi-ma instancia dependía su subsistencia y su economía.Habría que hablar aquí de los establos, gallineros yrecintos dedicados a las aves de corral, de fundamen-tal importancia no solo con vistas a la dieta sino tam-bién a la hora de mejorar los rendimientos de laexplotación agraria (estiércol). Todas estas depen-dencias integran lo que se denomina la pars rustica,en la que se incluirían también las viviendas de la ser-vidumbre. Junto a ellas habría que mencionar lasdependencias que componían la pars fructuaria,recintos destinados al procesamiento de los produc-tos agrarios (bodegas, prensas, molinos, etc.) y de losrecursos del territorio (ferrerías, hornos).

Dentro de la actual Comunidad de Madrid sehan documentado numerosas villas, algunas de lascuales han sido objeto de excavación o son conocidasdesde antiguo1. Este es el caso, por ejemplo, de lavilla de la Quinta de los Condes de Montijo, en Cara-banchel Bajo, explorada por Amador de los Ríos yJuan de D. Rada y Delgado en el año 1860, aunque suexistencia se conocía de antiguo. Fue identificada enun principio con la Miaccum mansio citada por el Iti-nerario de Antonino, identificación que fue poste-riormente desestimada por Blázquez. En el procesode excavación de esta villa se documentó la presen-cia de terra sigillata (barros saguntinos), restos demosaicos (tema de las estaciones), una figura de Mi-nerva en bronce, una representación de una cabeza deasno, probablemente perteneciente al fulcrum de unlecho de triclinium decorado con una escena de cor-tejo báquico (RADA, 1875).

En el mismo área del Manzanares se encuentrasituada también la villa de Villaverde Bajo excavadaen 1928 por Pérez de Barradas en un arenero (fig. 4).La villa se ubicaba en una de las terrazas del río, queformaba una pequeña llanura apta para la explotaciónagraria. Se documentaron dos fases de construcción ydos momentos de ocupación. El primero corresponde

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1 Para un estado de la cuestión, véase BALIL (1987: 135-165),CARRERA et alii (1995) y CASTELO y CARDITO (2000).

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a una villa altoimperial del siglo I d. C. —asentadasobre una fase anterior de fondos de cabaña—, encuya excavación se constató la presencia de terrasigillata itálica, sálica y marmorata o veteada, juntoa grandes tinajas contenedores y cerámica pintada detradición indígena. De esta misma villa procede unacabeza de Silvano, unos moldes de antefijas y unlampadario de bronce. Esta primera fase fue destrui-da en el siglo III d. C.

En una segunda fase, correspondiente a una villade finales del siglo III y que pervive hasta el siglo IVo V, parece detectarse una separación física de lasestructuras de habitación correspondientes al señor ylos trabajadores. Se documentó igualmente un mosai-co de tema geométrico y restos de pinturas muralescon motivos florales y de imitación de mármoles.Asimismo se comprobó la existencia de un horno decal y varios depósitos de agua. La ausencia de restoscerámicos y la lenta ruina que sufrieron sus estructu-ras sugieren que la villa fue abandonada por susmoradores (PÉREZ DE BARRADAS, 1931-1932).

En la vega del Manzanares se han identificadorestos de otras construcciones similares en el puentede Segovia, el arroyo de la Vega (villa de la Pinga-rrona) y en el arroyo Meaques. Más importante es,sin duda, la villa de La Torrecilla (Getafe), que cuen-ta con trabajos de excavación desde hace ya unasdécadas, pero cuya publicación se ha retrasado hastael presente (VV AA, 2000). Como las anteriores, lavilla de La Torrecilla se encuentra ubicada cerca deun meandro del Manzanares, en la confluencia de losríos Jarama y Henares. Asimismo, la villa se sitúa enlas proximidades de una vía secundaria (la cañada

real o galiana), aunque algo alejada de ella. Su privi-legiada situación le permitió aprovechar las posibili-dades que le proporcionaban los diferentes nichosecológicos, entre los que se halla enclavada, conju-gando bien los recursos agrícolas y ganaderos: ribe-ra, bosque mediterráneo, campiña y monte bajo. Susexcavadoras han distinguido tres fases:

— Fase I o de los suelos blancos. Llamada asípor el tipo de suelos, en realidad una prepa-ración para otro tipo de pavimentos (mosai-co, opus signinum, baldosas). Se trata de unavilla de cronología altoimperial y tipo medi-terráneo, con habitaciones dispuestas alrede-dor de un patio peristilado y entrada situadafrente a un edículo o exedra que quizá actua-ra como fuente ornamental.

— Fase II o de los suelos rojos (siglos IV-V). Setrata de una villa de estancias cubiertas conpavimentos de opus signinum y que conta-ban con decoración parietal en estuco pinta-do y en relieve. Levantada prácticamentesobre las estructuras de la villa anterior, pre-senta una reforma sustancial que consiste enla construcción de una sala absidada consuelo de opus signinum, que debió actuarcomo sala de audiencias (œcus). El resto delos cubicula se dispone de forma simétrica aambos lados de esta sala principal, con unadistribución semejante a la que presenta lavilla de Cuevas de Soria (fig. 5).

— Fase III o de suelos negros. Es la fase finaldel yacimiento (siglo V) y corresponde al

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Fig. 4. Villa de Villaverde Bajo (según Pérez de Barradas).

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abandono de la villa como sinónimo de resi-dencia señorial, aunque no de la villa en susentido fundiario. Es el momento de uso de laantigua villa por parte de los descendientesde los campesinos que trabajaron en ella yque ahora se ocupan de la explotación agra-ria del fundo. Destaca la aparición de hoyosdestinados al almacenamiento de productosdiversos.

Dentro de la región de Madrid, una de las áreasque presenta una mayor densidad de poblamiento essin duda el corredor del Henares. Allí se han docu-mentado numerosos asentamientos de época romana,entre los que cabe citar el de Torres de la Alameda,los varios registrados en el término municipal de SanFernando de Henares, el del cerro de San Benito enTorrejón, el de la Estación de Meco, el del cerro delViso y, de forma muy especial, el yacimiento de lavilla de El Val en la propia Alcalá de Henares (MÉN-DEZ y RASCÓN, 1988). La villa en cuestión se encuen-

tra situada en un cruce de caminos, a unos 4 km deComplutum y bien comunicada con ella. Existen res-tos de una villa de cronología altoimperial, escasa-mente documentada, de la que procede una pinturacon representación de un auriga dentro de una escenade ludi circenses y varios fragmentos de estuco condecoración vegetal. Además se pudo constatar laexistencia de otra villa edificada hacia el siglo III ycon vida durante toda la cuarta centuria, de la que seha identificado una zona termal, así como un áreadestinada a zona de trabajo (establos, almacenes) yvivienda de los trabajadores adscritos a la villa, quepresentaba una distribución eminentemente funcio-nal. Probablemente estaba destinada a la cría caballaro a la preparación de aurigas. De hecho, esta segun-

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Fig. 5. La Torrecilla, segunda fase (según Raúl Maqueda).

Fig. 6. Reocupación de la sala del Auriga Victorioso de la villa de El Val (según Sebastián Rascón).

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da villa presenta pavimentada también su sala princi-pal (œcus) con un mosaico de tema geométrico cuyoemblema presenta la imagen de un auriga victorioso.Es precisamente en esta sala donde mejor se handocumentado las huellas de una reutilización de lasestructuras arrasadas de esta villa, que habría que lle-var a comienzos del siglo V (fig. 6). Esta reocupacióndel espacio de la villa no supuso, sin embargo, elmomento final del yacimiento, pues todavía un siglodespués las estructuras de la villa se amortizaron para

la construcción de la necrópolis del Camino de losAfligidos (RASCÓN et alii, 1991 y 1993).

En la vega del Jarama tenemos noticia de variosasentamientos (San Martín de la Vega, Barajas), entrelos que destaca un yacimiento excepcional: la villa deValdetorres de Jarama (ARCE et alii, 1979 y 1984). Setrata, como decimos, de un conjunto arquitectónicoexcepcional que cuenta con un importante edificio deplanta octogonal fechado en época teodosiana (fig.7). La villa se encuentra próxima al camino que uníaTalamanca con Complutum y su excavación propor-cionó un buen lote de materiales: TSHT, cerámicaspintadas, cerámicas paleocristianas, instrumentos detrabajo, vidrios, bronces y un grupo escultórico deinterés con esculturas de Tritón, Asklepios, Ganíme-des, Nióbide, etc. (ELVIRA y PUERTA, 1989).

Más al sur, próximo al cauce del arroyo Culebro,en el término municipal de Pinto se encuentra el yaci-miento de Tinto Juan de la Cruz, que nosotros mis-mos tuvimos ocasión de excavar (BARROSO, MORÍN etalii, 1995, 1993a, 1993b, 2001, y 2002; BARROSO yMORÍN, 2002). Los trabajos arqueológicos pudierondocumentar dos asentamientos: una serie de estructu-ras de cronología altoimperial y una villa bajoimpe-rial. El primero de ellos se encontraba en una peque-ña elevación a cierta distancia del curso del Culebro,pero cercano a él (fig. 8). Pudo comprobarse la exis-tencia de al menos dos construcciones rectangulareslevantadas con paredes de tapial y techumbres proba-blemente de material perecedero, dada la ausenciaabsoluta de tejas y clavos de carpintería. La relativapobreza de estas construcciones contrasta un tanto

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Fig. 7. Villa de Valdetorres del Jarama (según Luis Caballero).

Fig. 8. Tinto Juan de la Cruz. Yacimiento 10.

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con la gran variedad de hallazgos cerámicos que pro-porcionó su excavación: TSH, TSHB, cerámica pinta-da y cerámica común de tradición indígena, cerámicacomún romana, etc. Probablemente nos encontremosante un asentamiento de carácter agropecuario quemuestra cierta similitud con otros yacimientos de laépoca precedente (Santorcaz, La Gavia, etc.), si bienen nuestro caso se encuentra en llano, ubicación quese explica bien en el contexto general de la romaniza-ción del territorio carpetano. No hay que descartar porcompleto que se trate de la pars rustica de una villa noconservada, cuyas ruinas podrían encontrarse enterra-das bajo la línea férrea del AVE Madrid-Sevilla.

No lejos de este primer asentamiento se docu-mentó una villa de cronología bajoimperial (TSTH ycerámicas tardías), de la que se han podido distinguirtres zonas (fig. 9): una estructura rectangular (17 x 15m) pavimentada con un suelo de opus signinum; unazona central destinada a residencia del dominus, conuna gran sala central (triclinium) que conservaba enel momento de su excavación huellas de los lecti tri-clinares y que remataba hacia el lado sur en unaestancia absidada (œcus), a la que se accedía median-te un pequeño escalón. Hacia el lado oriental, estahabitación central daba a otra estancia cuyos murosestaban decorados con estucos pintados de temavegetal. Hacia el lado occidental la villa mostraba unárea que parece corresponderse con la pars fructua-ria de la villa. Separada de la edificación principal,algo más al sur, se encontraron restos muy arrasadosde estructuras que podrían corresponder asimismo aconstrucciones destinadas al servicio de la villa.

Esta villa bajoimperial de Tinto Juan de la Cruzpresenta una secuencia evolutiva muy semejante a lade la alcalaína villa de El Val: reocupación de lasestructuras de la villa a comienzos del siglo V y usodel terreno como área cementerial en la siguientecenturia. En el momento de esta reocupación la villase encontraba ya en ruina, aunque evidentementealgunos muros debieron continuar en pie, al menosde forma parcial, porque se advierte una cierta inten-cionalidad en colocar junto a ellos los hogares. Enesta fase los dos pavimentos de opus signinum fueronhoradados con objeto de excavar sendos silos dealmacenaje de grandes dimensiones, y en otras zonasde la villa se excavaron fosas de forma irregular quefueron usadas como basureros. Parte de los objetosmuebles de la villa fueron reutilizados también enesta época, especialmente varios objetos fabricadosen metal (cuchillo tipo Simancas, lanzas, cuchillos,escudo).

Finalmente, las ruinas de la villa fueron amorti-zadas para ubicar en ellas un cementerio visigodo degrandes dimensiones (un centenar de sepulturas apro-ximadamente, aunque seguramente hubiera un núme-ro mayor de tumbas), cuya excavación proporcionóimportantes elementos de ajuar: broches de cinturónde los tipos I y II de Santa Olalla, fíbula de técnicatrilaminar, hebillas arriñonadas y apliques escutifor-mes, cuentas de collar, etc.

Queda referirse, por último, a un yacimiento quesi bien no pertenece a nuestra Comunidad merece serdestacado por su importancia y por su cercanía anuestra región. Se trata de la villa de Carranque,

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Fig. 9. Tinto Juan de la Cruz. Yacimiento 10.

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situada en el límite de la provincia de Toledo conMadrid, en el término municipal de Santa María deAbajo. La villa se hallaba situada en la vega del Gua-darrama, en la confluencia de las vías Segovia-Tole-tum y Cæsaraugusta-Emerita. La primitiva villaaltoimperial, cuya primera fase constructiva seremonta al siglo I d. C., sufrió una gran remodelaciónen época teodosiana. Las excavaciones han docu-mentado tanto la residencia señorial como las depen-dencias domésticas (hornos, almacenes, silos, etc.),así como un edificio de planta basilical cuyo uso con-tinuó hasta época medieval, convertido ya en monas-terio cluniacense. La mansión señorial se ordena alre-dedor de un patio central y, como hemos visto que eshabitual en otras villas, en torno a un eje que comu-nica el acceso a la residencia señorial con la estanciaprincipal de la villa. Poseía agua corriente y sistemasde canalización y desagüe, jardines exteriores e inte-riores rodeados de columnas, pórtico de entrada flan-queado por dos torreones, etc. Varias habitacionesconservaban los suelos pavimentados con mosaicosde tema mitológico, verdadera exhibición del conoci-miento de la cultura oficial por parte del dominus(baño de Diana, Hilas raptado por las ninfas, tema dePíramo y Tisbe, tema de Amimore, bustos de Okea-nos, Diana, Atenea y Herakles, devolución de Brisei-da a Ulises), o de tema geométrico y floral. La casaestaba amueblada además con muebles de pórfidotraídos expresamente de Egipto. La riqueza de estavilla da una idea de la elevada posición de su dueño,un tal Materno, a juzgar por la cartela de uno de losmosaicos de la villa, si bien la identificación de estepersonaje con Cinegio Materno, familiar de Teodosio,defendida por Fernández Galiano, es discutible.

La pars rustica de la villa no ha sido lo sufi-cientemente excavada, no así un edificio contiguo deplanta basilical levantado sobre otro anterior, proba-blemente un mausoleo. El edificio se hallaba recu-bierto interiormente a base de placas de mármol(opus Alexandrinum) de procedencia oriental. Laconstrucción, fechada en el siglo IV, tuvo cierta rele-vancia en época visigoda y ha sido interpretada comola primera basílica cristiana de Hispania (VV AA,2001).

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Bolskan, 20 (2003), pp. 191-200 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

A continuación se propone un análisis delpoblamiento a partir de un elemento concreto muypresente en la cultura rural popular, la ermita, en unárea incluida dentro de la actual comarca de la Cam-piña Sur, situada en el sureste de la provincia deBadajoz. El análisis se plantea de una forma retros-pectiva, de manera que a partir de fuentes bajome-dievales, procedentes de los Libros de visita de laOrden de Santiago, se ha localizado un conjunto deermitas repartidas por todo el territorio. A través dela prospección superficial del entorno de estos edifi-cios, se ha comprobado que la ocupación de losespacios es anterior, remontándose en la mayoría delos casos al periodo romano.

SUMMARY

We suggest an análisis of the population basedon an element which is very common in the rural tra-ditional culture, the hermitage, in an area within thecurrent region of Campiña Sur, in the southeast ofBadajoz. This analysis is presented in a retrospectiveway, so that starting from sources of the late MiddleAges, coming from the Libros de visita of the Orderof Santiago, a series of hermitages spread all overthe territory have been located. By means of the sur-face prospecting of the surroundings of these buil-dings, the occupation was proved to be previous,dating back to the Roman period in most cases.

INTRODUCCIÓN

Los asentamientos de los que vamos a hablardebieron constituir en su origen explotaciones ruralesromanas, que se vuelven a ocupar en la Edad Media,momento en que se construye un edificio de cultocristiano. El hecho de que la mayor parte de estasermitas se encuentre sobre un asentamiento de épocaromana plantea la hipótesis de la pervivencia delhábitat en determinadas zonas, elegidas en origen porsus características físicas. Las ermitas no siempreconstituyen núcleos de población, y por tanto la elec-ción del lugar posiblemente responde, además de alas condiciones físicas, a la tradición de esta presen-cia poblacional anterior.

PLANTEAMIENTO

En el estudio que se presenta a continuación, laidea de partida fue la de trabajar sobre una zona con-creta, la Campiña Sur, situada al sureste de la provin-cia de Badajoz, y sobre una época que tiene comopunto de partida la tardoantigüedad y como límite losaños finales del siglo XV. El motivo de elegir unacronología tan amplia vino determinado por la esca-sez de fuentes escritas, que se han conservado princi-palmente a partir del siglo XV, datando de 1494 lavisita santiaguista más antigua, que será base funda-mental del trabajo. Por ello el análisis parte de unpunto de vista retrospectivo, ya que a través de lasnoticias que aparecen en estas fuentes, se ha realiza-do la investigación arqueológica y se han localizadoocupaciones anteriores.

En la Campiña Sur se encuentran dos mediosfísicos diferenciados: uno de sierra, situado al sures-

De villa a ermita: la pervivencia del hábitat en la Campiña Sur extremeña

M.ª Soledad Gálvez Pérez*

* Área de Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras. Avda.Universidad, s/n. E-mail: [email protected].

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te, formado por las estribaciones de Sierra Morena, yotro propiamente de campiña, que ocupa la mayorparte del espacio. En las zonas de sierra, predominael cultivo del olivar y la ganadería de ovicápridos,dada la orografía del terreno. El cuidado de los reba-ños ha ocasionado la aparición de chozos de pastoresy casas de campo donde han vivido familias hasta nohace muchos años. Estas casas se encuentran disper-sas por el territorio, pero manteniendo una relación losuficientemente cercana con los núcleos poblaciona-les para permitirles el intercambio de productos.

En la campiña predomina el cultivo cerealístico,en el que se intercalan algunas parcelas de olivar. Ladeforestación progresiva de este espacio hasta mo-mentos muy recientes para conseguir tierras de culti-vo ha transformado el paisaje, de manera que de ladehesa originaria solo quedan algunas manchas dis-persas. En el análisis arqueológico hay que tener encuenta estos cambios que se producen en el medio, yaque suponen una variación respecto a la forma devida anterior, en la que la producción agrícola estaríadistribuida de otra manera.

El trabajo se desarrolla a partir de un elementoque se encuentra muy presente en las comunidadesrurales, como es la ermita. La importancia de la ermi-ta radica principalmente en dos cuestiones: en que esun lugar donde la población que vive dispersa puederecibir auxilio espiritual y en que constituye un lugarde encuentro, donde se practica y se siente la religión deuna manera colectiva, participando en ello toda lacomunidad. Por tanto, tiene una significación espe-cial, supone un rasgo de «civilización» y de conexióncon el resto de la sociedad, de manera que a veces seencuentran en lugares aparentemente apartados perorelacionados con la presencia poblacional.

La elección de la ermita responde a que es unreferente indirecto de población, ya que mientras semantienen «activas» es porque hay un grupo de per-sonas en el entorno que cuida el edificio, ya que pre-cisa de ellas para cumplir con sus obligaciones espi-rituales. Así, se encuentran ermitas que terminaronpor constituir núcleos de población y otras en las queocurrió el proceso contrario, es decir, que de iglesiasparroquiales pasaron a ermitas porque se abandonó elnúcleo que constituía la población. Por tanto, tratan-do la ermita desde un punto de vista arqueológico yconsiderándola de este modo, puede mostrar una evo-lución en la distribución de los asentamientos, que,aunque parcial, ya que en principio solo es válidopara periodos cristianos, resulta orientativa. Para unacompleta comprensión del proceso sería necesarioampliar la investigación a todo tipo de asentamientos,

de manera que se obtuviese una visión global paratodo este periodo.

El trabajo se llevó a cabo en tres fases: una dedocumentación previa, otra «de campo» o de pros-pección y una tercera que incluyó el tratamientoinformático de los datos y el análisis e interpretaciónde los mismos.

La documentación y recogida de datos relacio-nados con el tema de investigación ha contado conalgunos inconvenientes de partida, como han sido lalimitación de las fuentes escritas y la falta casi total debibliografía arqueológica relacionada con la zona de es-tudio. En cuanto a las fuentes y bibliografía utiliza-das, podrían hacerse dos grupos: un conjunto defuentes históricas, cronológicamente situadas a par-tir del siglo XV, que ha sido consultado sistemática-mente y en el que aparecen referencias a prácticamen-te todas las localidades y también a sus ermitas, y unsegundo grupo más amplio y diverso, que ha com-pletado los datos del primero.

Esta documentación del primer grupo parte de1494. El espacio de la Campiña Sur fue cedido a la Or-den de Santiago para su administración, siendo laprincipal generadora de documentos, entre los que secuenta con los Libros de visita, que han resultado serla fuente de consulta principal para este trabajo.

La consulta de los Libros no ha sido directa, esdecir, que se ha recurrido a fuentes editadas que hantratado aspectos relacionados con las ermitas (comola religiosidad popular) o con otros aspectos de lazona de estudio, pero que han tomado la informacióndirectamente de los Libros, de manera que ademástranscriben algunas referencias. Teniendo en cuentaque el trabajo se plantea desde un punto de vistaarqueológico, las fuentes constituyen un elementomás en la investigación y no la finalidad de la misma.Quiere decir que no se puede olvidar su validez y uti-lidad, pero tomadas como un punto de apoyo que nodebe determinar los resultados.

La documentación conservada de fechas ante-riores es muy escasa, datando la primera de ellas demediados del siglo XIII, momento en el que es con-quistado el territorio por las tropas cristianas y conce-dido a la Orden de Santiago. En esta fecha se formanlas encomiendas de Reina, Hornachos o Montemolíny se otorgan algunos fueros de población, entre losque se encuentra el de Usagre (UREÑA y BONILLA,1907). Las donaciones mencionadas, recogidas porCHAVES (1740) y CORRALIZA (1929) en el caso deReina, resultan útiles desde el punto de vista de latoponimia, ya que establecen los límites geográficosde cada una de ellas. Algunos de estos topónimos se

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han perdido, pero otros, sobre todo relacionados conlos nombres de ríos, han perdurado hasta la actuali-dad.

Dentro de este primer grupo de fuentes, consul-tado sistemáticamente y en el que aparecen todas laspoblaciones, se encuentran los trabajos de RuizMateos et alii, V. y J. M. García Lobo, y los históri-cos de Ortiz de Thovar, el Interrogatorio de la RealAudiencia y el diccionario de Pascual Madoz (v.infra).

Las dos publicaciones que en más profundidadhan tratado el tema de la religiosidad popular, y portanto de las ermitas, partiendo de la documentaciónsantiaguista, son el trabajo de RUIZ MATEOS et alii(1995) y un artículo de fecha anterior, también inclui-do en el de Ruiz Mateos, de los hermanos GARCÍA

LOBO (1978-1979). Este último se restringe a la visitade 1494, la más antigua conservada, mientras que RuizMateos realiza una evolución de las ermitas a través delas visitas en el periodo comprendido entre 1494 y

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Fig. 1. Ermitas de la Campiña Sur en las fuentes medievales.

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1604. A partir de estas fuentes se plantea al menos unafecha ante quem para las ermitas, con lo cual se consi-gue un panorama bastante completo de la dispersión ylocalización de estas a finales del siglo XV.

Fuera de la administración de la Orden de San-tiago quedó la localidad de Villagarcía de la Torre,comprada por la Corona a la Orden en 1386 y cedidaal maestre García Fernández (PINO, 1991). Pasó adepender del obispado de Badajoz, de manera queaparece en la historia del obispado escrita por SOLA-NO DE FIGUEROA (1664). Esta población ha quedadofuera de las investigaciones referidas que han tomadocomo base los Libros de visita, pero se ha incluido eneste trabajo, a partir de los datos que aportan Ortiz deThovar (v. infra) y Solano de Figueroa, a los que sesumó la información aportada por los vecinos de lalocalidad.

La consulta de fuentes ha continuado con traba-jos que fueron desarrollados en el siglo XVIII, en losque se tratan diversos aspectos de cada población.Estos son el de ORTIZ DE THOVAR (1779) y el Interro-gatorio de la Real Audiencia de Extremadura. Parti-do de Llerena (RODRÍGUEZ y BARRIENTOS, 1994).Ortiz de Thovar fue un monje franciscano que buscóel origen de las localidades situadas a una determina-da distancia de Hornachos (Badajoz), lugar donde seencontraba el convento en que residía. Este interéspor conocer la antigüedad de las poblaciones le llevóa recoger notas sobre despoblados, inscripciones,referencias a ermitas desaparecidas, etc. Por otrolado, el Interrogatorio se compone de un conjunto depreguntas referidas a distintos aspectos de la organi-zación y estado de las localidades extremeñas, quefueron enviadas a todas ellas por la Real Audienciade Extremadura y contestadas por algún personajeeminente. Las únicas respuestas desaparecidas queafectan a la zona de estudio son las pertenecientes alas poblaciones de Reina y Villagarcía de la Torre.Entre las preguntas, las cuestiones de interés paraeste trabajo son las relacionadas con las ermitas quetiene cada localidad (número XXIII) y si hay algúnpueblo ya desaparecido en los alrededores (preguntanúmero LII). Por último, se consultó el Diccionariode MADOZ (1845-1850), en el que son de interés lasreferencias a las ermitas de cada población y otrosdatos relacionados con hallazgos arqueológicos odespoblados.

Tras esta información de partida, se amplió conun segundo grupo de referencias bibliográficas, rela-cionadas no solo con las ermitas, sino con aspectosmás amplios, que han ido completando la informa-ción a medida que han surgido otras cuestiones.

Una vez reunidos estos datos agrupados porpoblaciones, con la relación de ermitas con las quese contaba en el siglo XV, ampliada en algunos casoscon estas fuentes posteriores, se procedió a su loca-lización sobre el terreno. Primero, se buscaron losnombres de las ermitas en mapas topográficos esca-la 1:50 000 del IGN de la edición más antigua posi-ble, ya que en ella aparece mayor número de topóni-mos. A su vez, la consulta toponímica podía aportarotros datos que indicasen la presencia de ermitas norecogidas en las fuentes, o de restos arqueológicosque mostrasen la existencia de un lugar de culto deépocas anteriores. Ejemplo de ello y en relacióndirecta con el tema del trabajo es el cerro de la Igle-sia (Berlanga), donde, aunque no se encontraronindicios de la existencia de una ermita o iglesia,existe gran cantidad de material arqueológico ensuperficie, hecho que muestra la existencia de unasentamiento.

El paso siguiente fue la salida al campo, parasituar exactamente las ermitas, comprobar la crono-logía de cada una de ellas a través del edificio, el ori-gen del asentamiento y la entidad del mismo. Aunquelas ermitas aparecen documentadas en las fuentes yperviven en la memoria de la población, su localiza-ción no siempre fue sencilla, resultando fundamentalla ayuda de algunos vecinos de las localidades1. Elentorno de cada ermita fue prospectado en busca demateriales arqueológicos, siendo el más representadoel material cerámico. A través de estos elementos setrató de esbozar una secuencia de la ocupación delsitio, o al menos una aproximación al momento deocupación y construcción de la ermita.

La prospección superficial, intensiva en estecaso, plantea, a la vez que ventajas, dada su facilidadde ejecución y necesidad de pocos recursos, algunosinconvenientes, como son la descontextualización delos materiales recogidos y la mezcla de los mismos.Separar y distinguir los materiales pertenecientes acada momento de ocupación es sin duda la tarea máscomplicada, sobre todo cuando no aparecen elemen-tos constructivos o cerámicas «tipo». La etapa me-

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1 Mi agradecimiento a A. Gálvez, A. Chacón, J. Gil, J. Iñes-ta; J. Reyes, Fernando Montalvo, Emilio y Antonio de Villagarcía;J. Moreno y Juan José de Reina; J. Murillo, J. A. Calderón, R.Rábano; J. M. Martínez, A. Fernández, el párroco Fermín y Car-men, de Valencia de las Torres; M. Chacón e hijo, J. Salguero, J.A. Calero Carretero, A. Martín, A. Ramírez; Sr. Tena, de Granja;M. y J. Morillo, A. Zoga, J. Gallego, J. Larrey, y oficina CEDERde Azuaga, que resultaron ayuda fundamental para localizar lasermitas.

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dieval presenta la dificultad añadida del escaso co-nocimiento de las producciones, en las que predomi-na el carácter local, lo que complica aún más laseriación de las mismas. De ahí la importancia derealizar estudios locales, a pequeña escala, para defi-nir los grupos cerámicos en espacios no muyamplios que permitan ver la producción y relacióncon el comercio urbano.

La posición de cada ermita fue tomada con GPS,herramienta que permite su localización precisa, ycon los datos descriptores de las ermitas se creó unabase de datos. Ambas informaciones fueron despuésvertidas en programas de SIG (Sistemas de Informa-ción Geográfica), que permiten relacionar datos alfa-numéricos, de manera que a una serie de puntos geo-gráficos, en este caso tomados con GPS, se puedeasociar una base de datos georreferenciada. Así, sepuede visualizar simultáneamente el punto, en estecaso la ermita, con sus características, facilitando elanálisis espacial. El mayor rendimiento de estos pro-gramas se consigue a través de la realización de con-sultas, de manera que se eligen los puntos que sequiere visualizar y que cumplan unas exigencias es-tablecidas en la consulta. Sin embargo, no hay que ol-vidar que es una herramienta de trabajo más, que estásiempre supeditada a la información arqueológicaobtenida en una zona mediante el trabajo de campo(excavación, prospección…) y los avances progresi-vos en el conocimiento de la misma.

VILLÆ-ERMITAS

En el desarrollo del trabajo se han localizado 21ermitas a partir de los Libros de visita de 1494, a lasque se han añadido otros asentamientos en los queposiblemente también habría existido un lugar deculto, que se sintetizan en las figuras 1 y 3.

Los dos asentamientos que pueden añadirsecomo posibles lugares de culto son Valdezamarra(Maguilla), y la Cañada Hazá (Villagarcía), dondeaparecieron dos necrópolis. Estos asentamientos noaparecen en las fuentes consultadas, sino que se hanhallado durante la prospección, gracias a los datosaportados por vecinos de ambas localidades. Elhecho de que aparezca cierta concentración de ente-rramientos lleva a relacionarlos con lugares dondedebió existir una «ermita» o lugar de culto al quesiempre se asocian las necrópolis. Por la tipología delas tumbas, y los ajuares encontrados en ellas, perte-necieron al periodo visigodo, aunque en el caso de laCañada Hazá el origen del asentamiento puede

remontarse al periodo romano, a juzgar por el mate-rial cerámico de superficie.

De las ermitas, cabe destacar que el 81% fueconstruida sobre una asentamiento anterior, de origenromano en el 94% de los casos. Esto plantea una ocu-pación del sitio en dos momentos cronológicamentealejados, que no implica necesariamente la continui-dad poblacional en el mismo lugar. La primera con-clusión que se obtiene al analizar el cuadro (fig. 3) esla presencia de población durante todo el periodomedieval, que aunque no ocupase exactamente losmismos asentamientos permaneció en la zona deestudio.

Para explicar esta relación en la ocupación dia-crónica de los asentamientos, como son la ocupaciónromana y el siglo XV, hay que buscar la relación direc-ta con las características del medio físico, que res-ponden a un determinado patrón. Las «villæ-ermitas»se sitúan en terrenos con abundantes corrientes deagua (fig. 3), donde se han creado tierras de aluvión,muy aptas para el cultivo de huerta y de frutales,motivo que explica suficientemente la ocupación enépoca romana. En el periodo romano el principalnúcleo de atracción en este territorio es el asenta-miento de Regina, situado en el actual término muni-cipal de Casas de Reina, donde posteriormente seconstruyó la ermita de San Pedro, aprovechando partede los muros del teatro (ÁLVAREZ y RUBIO, 1982:225). La ciudad de Regina supuso un centro de atrac-ción para la localización de asentamientos, y a ello sedebe la concentración situada en el entorno de Reina-Casas de Reina, en este momento de ocupación roma-na. Para corroborar esta hipótesis sería necesaria unaprospección extensiva, que sin duda plantearía la rela-ción de los asentamientos con Regina.

Para comprobar esta cercanía a arroyos se trazóun «área de influencia» de 1600 m en torno a losasentamientos que constituyeron explotaciones rura-les en el periodo romano. Se estableció este radio de1600 m porque es el calculado a partir del asenta-miento principal o villa para otras zonas de Extrema-dura (CERRILLO y FERNÁNDEZ, 1980: 159), y efectiva-mente se comprueba que dentro de esta «zona deinfluencia» aparecen corrientes de agua que garanti-zan la calidad de las tierras de su entorno para deter-minados cultivos. En otros lugares de la campiña,durante el trabajo de prospección, se han localizadoconstrucciones hidráulicas pertenecientes a esteperiodo que debieron ser utilizadas para almacenaragua y regar este espacio de vegas destinado a huer-to, como se comprueba en otras partes de Extrema-dura (SERRA, 1947: 464). Por ello, analizando el

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medio de los asentamientos, no resulta extraño quebajo estas ermitas santiaguistas se encuentren estosestablecimientos cuya finalidad era la explotaciónagroganadera del territorio.

Otra cuestión sería determinar qué motivó a losgrupos cristianos tras la conquista para reocupar estosasentamientos y establecer un lugar de culto. Lasermitas que aún se mantienen en pie han sufridoinnumerables modificaciones y en algunos casos sereedificaron de nuevo a finales del siglo XV, comorecogen los Libros de visita, por lo que no se ha con-servado en uso ningún edificio que se pueda fecharen momentos anteriores a siglo XIII. Esto lleva a pen-sar en la creación ex novo de estas ermitas para res-ponder a las necesidades de la población existente yde los nuevos grupos repobladores que comienzan aestablecerse en la zona. La elección del emplaza-miento pudo estar motivada, entre otras causas, por lapresencia de restos constructivos o necrópolis queindicasen la ocupación anterior de ese espacio, y dealguna manera llamasen la atención para situar el edi-ficio de la ermita.

En la distribución de las ermitas que se observaen la figura 1, se aprecia una concentración en la par-te inferior, situada en torno a las localidades de Reinay Llerena. Se debe a que Reina fue cabeza de la En-comienda santiaguista, y perdió su importancia comocentro administrativo en favor de Llerena, que pasa amediados del siglo XV a ser residencia de los maes-tres de la Orden. Este hecho resulta de interés porqueReina y Llerena se localizan en medios físicos dife-rentes, situándose Reina en los inicios de las estriba-ciones de Sierra Morena y Llerena en la campiña. Laocupación de ambos espacios muestra la dispersiónde la población por todo el territorio, adaptando laagricultura y ganadería a cada tipo de terreno. Elespacio de sierra de la Campiña no presenta una oro-grafía muy abrupta, de manera que amplias zonasaparecen cultivadas, principalmente con olivar, ade-más del aprovechamiento ganadero.

Las ermitas localizadas durante los trabajos deprospección presentan diferentes grados de conserva-ción, desde estar todavía en uso hasta completamen-te arrasadas, quedando apenas algunos restos cons-

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Fig. 2. Asentamientos romanos reocupados como ermitas.

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tructivos. Se encuentran todavía en uso las ermitas dela Virgen del Ara y Nuestra Señora de las Nieves;conservan parte del edificio Santa María de Dissan-tos, San Bartolomé (Azuaga), San Benito, San Barto-lomé (Granja de Torrehermosa), San Cristóbal, SanBartolomé (Reina), Santa Brígida y San Martín. Delresto, apenas han quedado algunos restos constructi-vos o el topónimo, que se ha mantenido sobre todo enel nombre de los arroyos cercanos.

Los materiales empleados en su edificación sonbastante comunes: ladrillo, mampostería realizadacon la piedra del entorno y algunas piezas reaprove-chadas, como sillares realizados en arenisca, ya queel granito es muy escaso en la zona. El empleo deestos materiales de poca calidad provocaba la cons-tante reparación de tejados y muros de la ermita, apa-reciendo frecuentes quejas en las referencias de losvisitadores santiaguistas, sobre por el estado en quese encontraban las construcciones. Esta fragilidaddebió ser el motivo por el que no se han conservadoermitas anteriores al siglo XIII, ya que posiblementedurante la ocupación islámica se dejarían de usar y decuidar, lo que causaría su progresivo abandono ydesaparición.

CONCLUSIONES

A partir de las ermitas se ha logrado una buenavisión de conjunto de la zona propuesta, a pesar de lafecha tan amplia elegida en un principio. Se han con-firmado algunas hipótesis planteadas al inicio del tra-bajo, pero también ha ido surgiendo otra serie decuestiones, que se irán resolviendo a medida queavancen investigaciones futuras.

La ermita ha resultado ser un referente pobla-cional no solo para el periodo bajomedieval sino tam-bién para localizar asentamientos con otra cronolo-gía, como es el periodo romano. Desde estemomento, el espacio de la Campiña aparece organi-zado con una red poblacional de la que estos asenta-mientos son solo un ejemplo, ya que sería necesariauna prospección extensiva, pero que manifiesta laocupación de este territorio.

Estas explotaciones rurales romanas se localizantanto en zona de sierra como de campiña, de maneraque entre las ermitas situadas en este terreno másescarpado en San Bartolomé de Azuaga, San Barto-lomé de Reina, Nuestra Señora del Ara y Santa Martase encontraron durante la prospección restos cerámi-

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Ocupación: épocaErmitas

romana visigoda islámica bajomedieval

Sta. Mª de Dissantos (Ahillones)San Bartolomé (Azuaga) x xSanta Olalla (Azuaga) x x xSanta Catalina (Berlanga) x xSan Pedro (Casas de Reina) x xSanta Engracia (Casas de Reina) x x xSan Blas (Casas de Reina) x xSan Benito (Fuente del Arco) xVirgen del Ara (Fuente del Arco) x x ? xSan Bartolomé (Granja de Torrehermosa) xSan Sebastián (Llerena) xSan Benito (Llerena) x xSan Fructuoso (Llerena) x ? xSan Cristóbal (Llerena) xNecrópolis de Valdezamarra (Maguilla) xNtra. Sra. de las Nieves (Reina) x x x xSan Bartolomé (Reina) x xSanta Marta (Trasierra) x xSanta Lucía (Usagre) x x xSanta María Castellana (Usagre) x ? xSanta Brígida (Usagre) x xSan Martín (Valencia de las Torres) x x xNecrópolis de la «Cañada Hazá»(Villagarcía de la Torre)

x x

x x

Fig. 3. Ermitas y evolución en la Campiña Sur.

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cos y materiales constructivos pertenecientes alperiodo romano. El patrón de estos asentamientosresponde al mismo que las explotaciones situadas enla campiña, comentado en párrafos anteriores; esdecir, son lugares próximos a arroyos o corrientes deagua de cierta importancia que permiten la creaciónde huertos para el cultivo de hortalizas y frutales.Solo la ocupación romana del castillo de Reina,donde se encuentra la ermita de la Virgen de las Nie-ves, debió responder a motivos estratégicos y de vigi-lancia del entorno más que a la explotación delmedio, dadas las características de lugar donde seencuentra.

El aprovechamiento agrícola y ganadero estálimitado por las condiciones físicas, pero hay quetener en cuenta que el paisaje ha sufrido transforma-ciones a causa de las intervenciones del hombre a lolargo de la historia. El espacio de la Campiña Sur hasido modificado para ampliar la superficie cultivable,de manera que en la parte de campiña la dehesa haido despareciendo progresivamente y en la de sierrase ha desmontado la ladera de algunos cerros con elmismo fin. En la Campiña aún quedan pequeñasextensiones de encinar que muestran cómo pudo sereste espacio en origen, y algunos topónimos quehacen referencia a este tipo de paisaje, tales comoLas Dehesillas (Villagarcía), Dehesa de la Vaca (Lle-rena), Las Encinillas (Casas de Reina) o La Dehesilla(Ahillones).

Así pues, habría que imaginar toda la extensiónde la campiña con un paisaje de dehesa, donde secombinaría el aprovechamiento agroganadero conpequeñas huertas a la orilla de las riveras para laobtención de productos hortofrutícolas.

En las estribaciones de Sierra Morena, el paisa-je ha sufrido cambios igualmente, y en la actualidadno presenta la fragosidad que pudo tener al menos enla Edad Media. En el Libro de montería de AlfonsoXI, se describen algunas zonas del territorio de estu-dio, situadas en el sureste hacia Azuaga, Guadalca-nal, Malcocinado y, al norte, hacia Hornachos, Cam-pillo de Llerena y Valencia de las Torres. En ellasabundaba la caza de venados, jabalíes e incluso osos,lo que muestra la espesura vegetal que debieron tenerestas sierras. Una de las monterías propuestas porAlfonso XI se sitúa en las cercanías de la ermita de laVirgen del Ara, donde los «voceadores», colocadosen la sierra de la Jayona, intentarían espantar a losanimales hacia el valle de la ermita, donde esperaríanlas armadas. Gran parte de la sierra de la Jayona,donde según el Libro de montería había osos, apare-ce en la actualidad cultivada con olivos, situada en el

entorno de la ermita mencionada. El hombre ha actua-do sobre el medio de manera que el paisaje ha sufridotransformaciones, hecho que no hay que olvidar enlas interpretaciones históricas.

El patrón de asentamiento de las ermitas-explo-taciones rurales situadas en estos terrenos más abrup-tos responde al mismo modelo, localizándose siem-pre en espacios con abundante agua, donde losarroyos han creado una plataforma de vegas útil parala creación de huertos. Estos asentamientos no seencuentran aislados, ya que se sitúan cerca de algunavía de comunicación que garantiza el intercambio deproductos. En cualquier caso, Sierra Morena no cons-tituye un obstáculo natural que pueda provocar el ais-lamiento entre las provincias de Sevilla y Badajoz,por lo que hay que pensar en estos asentamientos dela sierra como parte integrada dentro de la red pobla-cional.

Queda por explicar qué motivó a la poblacióncristiana a partir del siglo XIII a elegir el mismo lugarpara construir una ermita. Este mismo hecho se hadocumentado durante las excavaciones de la villaromana de Santiago de Bencáliz (CERRILLO, 1982:202), donde sobre los restos de la villa se construyóuna ermita en la baja Edad Media. A pesar del malestado en que se encontraban sus edificaciones, de-bían emerger los muros de determinadas zonas dejan-do al descubierto una planta rectangular rematada porun ábside de herradura. Este ábside debió ser asocia-do con una antigua ermita o iglesia, de manera quetras la conquista cristiana la población volvió a recu-perar lo que según su interpretación debió haber sidoun espacio sagrado.

En el territorio de estudio no se puede compro-bar si se dio el mismo proceso sin recurrir a la exca-vación. Solo en el caso de San Pedro (Casas de Rei-na) se documentó un reaprovechamiento similar, enel que la mencionada ermita reutilizaba parte de losmuros del teatro del asentamiento romano de Reginay de la valva hospitalium derecha (ÁLVAREZ y RUBIO,1982: 225). La forma semicircular de la valva hospi-talium debió provocar a los grupos cristianos repobla-dores la misma idea que en el caso de Santiago deBencáliz, y el interés por recuperar un espacio que fuesacro antes de la conquista islámica. A través de laprospección no puede asegurarse que en todas lasvillæ se diese el mismo proceso, pero queda mani-fiesta la idea de «recuperación» de espacios ya ocu-pados, seguramente también motivada por la calidadagrícola de estos lugares.

En otros ejemplos, tales como la ermita de laVirgen del Ara, la presencia de una necrópolis pudo

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ser la causa «indirecta» de la construcción de la ermi-ta. La causa «directa» fue la aparición de la Virgen alrey moro Jayón y su hija Herminda, milagro que leshizo convertirse al cristianismo, y que ha quedadoreflejado en una de las pinturas que se encuentra enel santuario (TEJADA, 1995: 17).

Para este asentamiento la presencia romanaqueda atestiguada a través de restos de columnas demármol de cierto grosor, que se encuentran colocadasen el entorno de la ermita, localizándose posiblemen-te el lugar de origen en las cercanías, donde se apre-cian restos cerámicos y constructivos. Otro indicio,además de los trozos de columnas, mencionados yapor los visitadores santiaguistas (TEJADA, 1995: 22),de la pervivencia del asentamiento, es la mencionadanecrópolis de época visigoda sobre la que se encuen-tra construida la ermita, compuesta por gran númerode tumbas que fueron excavadas en una costra calcá-rea que se ha ido depositando en este lugar. El únicoajuar que se ha conservado de estas sepulturas ha sidouna jarrita de clara tipología visigoda, y que resultasuficiente para plantear esta cronología para la necró-polis.

Considerando la presencia de la necrópolis, qui-zás fuese esta la que motivase la construcción de laermita en ese preciso lugar, que se justificó en épocaposterior con el milagro de la aparición de la Virgen.En época visigoda debió existir algún edificio reli-gioso asociado a la necrópolis, siendo esta idea derecuperación de un lugar cristianizado la causa de laedificación de la ermita. Por otro lado, y tomando conprecaución el fenómeno de las apariciones, el hechode que la Virgen se aparezca a población musulmanapuede ser un indicio de la presencia de la misma enesta zona.

A través de las ermitas queda patente la pervi-vencia del hábitat en determinados lugares, elegidospor transmitir esa idea de un lugar ya cristianizadoque se debe recuperar, a lo que se unen sus buenascondiciones físicas para la agricultura. La construc-ción de estas ermitas a partir del siglo XIII, alejadas delos núcleos urbanos, responde a las necesidades espi-rituales de la población que vive dispersa. Al princi-pio del trabajo se ha hecho referencia a la existencia,sobre todo en los espacios de sierra, de chozos de pas-tores y casas de campo alejadas de los núcleos de po-blación, destinadas a albergar a pastores o familiasdedicadas al cuidado de la ganadería.

Este modo de vida se ha mantenido hasta hacerelativamente pocos años, de manera que durante laEdad Media el poblamiento debió seguir unas pautassimilares, posiblemente de pequeños núcleos disper-

sos pero a la vez en relación con las localidades. Lasermitas surgen para satisfacer las necesidades espiri-tuales de esta población, y se deterioran cuando dejande usarse y de cuidarse. La concentración poblacio-nal que se produce a partir de la conquista cristianaformaría los núcleos actuales, que tienen su origen almenos en este momento (BERNAL, 1998: 195), lo queprovocaría el abandono progresivo de las ermitas másalejadas o con culto menos popular. Es significativoque de las ermitas localizadas solo dos se mantenganen uso, la de la Nuestra Señora del Ara, por la devo-ción con la que cuenta en toda la zona, y la de Nues-tra Señora de las Nieves, localizada en el castillo deReina, lugar original del núcleo urbano, y muy próxi-ma a la localidad.

Por tanto, la Campiña Sur aparece como unlugar poblado desde antiguo, con una serie de asenta-mientos que perduran y se recuperan a lo largo deltiempo. La extensión de la investigación a todo tipode asentamientos con una prospección extensiva deeste territorio aportará nuevos datos sobre la organi-zación y evolución poblacional del mismo, y si estaorganización responde a algún modelo de poblamien-to. Por otro lado, se abordará la etapa islámica, demanera que la secuencia ocupacional sea completapara todo el periodo medieval.

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Bolskan, 20 (2003), pp. 201-214 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

Presentamos un conjunto de materiales de dife-rente naturaleza (metálicos, óseos, etc.) relacionadoscon la salud y la higiene en época romana. Este con-junto forma parte de los fondos arqueológicos depo-sitados en el Museo Monográfico de La Alcudia, per-tenecientes a la ciudad romana de Ilici, urbe deespecial relevancia al sur del País Valenciano.

Los materiales analizados comprenden tantoaquellos artículos claramente vinculados a prácticashigiénico-sanitarias como otros tradicionalmenteidentificados como objetos de tocador. Incluimos,por tanto, scalpella, specilla de varios tipos (auriscal-pia, stila, maula, etc.), acus, strigiles, vulsellæ, irriga-dores o ligulæ.

SUMMARY

We present a set of materials of different nature(metallic, osseous, etc.) related to the health andhygiene in Roman times. This set is a part of thearchaeological collection in the Museo Monográficode La Alcudia, belonging to the Roman town of Ilici,an important city in the south of the Valencian region.

These materials include both the items clearlyrelated to hygienic-sanitary practices and the oneswhich have been traditionally identified as boudoirarticles. So, we include scalpella, different kinds ofspecilla tipos (auris calpia, stila, maula, etc.), acus,strigiles, vulsellæ, irrigators or ligulæ.

INTRODUCCIÓN

La adquisición en 1996 del yacimiento arqueo-lógico de La Alcudia por la Universidad de Alicante,así como la creación de la Fundación Universitaria deInvestigación Arqueológica, suponen el inicio de unanueva etapa en las actividades del yacimiento, con unrenovado enfoque que afecta a varias líneas de actua-ción: investigación, consolidación y restauración,docencia (ABAD et alii, 2002) y difusión del patrimo-nio histórico. El trabajo que ahora presentamos seinserta en uno de estos proyectos de investigacióndestinados a la revisión, catalogación y estudio de losmateriales existentes en los fondos del Museo Mono-gráfico de La Alcudia.

La cantidad y calidad de los restos arqueológi-cos de este yacimiento es sobradamente conocida porla historiografía tradicional1; no obstante, convienerecordar que muchos de ellos continúan inéditos opendientes de una revisión actualizada. De este enor-me conjunto, presentamos ahora algunas de las pie-zas expuestas en las salas del Museo Monográfico,que podemos relacionar, por su funcionalidad, conobjetos destinados a la higiene personal o a las prác-ticas quirúrgicas durante la etapa romana.

Partimos pues de una selección totalmente sub-jetiva, puesto que es probable que otros materiales deidéntica adscripción funcional y cultural se encuen-tren hoy almacenados en secciones del Museo pen-dientes de catálogo. Aun así, el estudio resulta sufi-

Materiales higiénico-sanitarios de Ilici (La Alcudia, Elche, Alicante)

Mercedes Tendero* - Gabriel Lara**

* Fundación La Alcudia. Sección de Arqueología. Universi-dad de Alicante.

** Área de Arqueología. Universidad de Alicante.

1 Basta recordar la amplísima bibliografía sobre el yaci-miento que recoge Rafael Ramos en su artículo «Recuerdos de LaAlcudia», publicado en la revista Canelobre 48 (2003), así comootras publicaciones de diferentes autores, que no mencionaremospor no extendernos demasiado.

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cientemente significativo para cumplir nuestros obje-tivos.

Junto a estos materiales, hemos incluido otrosde reciente descubrimiento y vinculados a las exca-vaciones practicadas en las termas occidentales de LaAlcudia (ABAD y TENDERO, s. f. y 2001; RAMOS

MOLINA y TENDERO, 2000: 245-250; ABAD, MORATA-LLA y TENDERO, 2000: 133-147 y 2001). Esta inter-vención arqueológica, así como la ya conocida de lastermas orientales (RAMOS MOLINA y TENDERO, 2000),está ofreciendo los primeros contextos claros dondeubicar estos materiales quirúrgico-sanitarios no solodentro de unos parámetros cronológicos precisos2

sino también en un paisaje urbano concreto y poco apoco mejor definido. Como es evidente, la existenciade estos espacios termales monumentales y su tradi-cional asociación con recintos propicios para realizarlas prácticas higiénicas no descartan su vínculo conotros espacios de uso doméstico o polivalente pero, almenos, nos permiten relacionar los resultados y com-prender mejor el modelo de vida de la sociedad roma-na en la antigua Colonia Iulia Ilici Augusta.

ESTUDIO DE LOS MATERIALES

El conjunto de materiales que podemos relacio-nar con usos higiénico-sanitarios procedentes de LaAlcudia muestra bastante versatilidad a la hora de rea-lizar su adscripción a una faceta determinada, ya quese tiene constancia de que estos pequeños instrumen-tos proporcionaban soluciones diversas ante ciertonúmero de situaciones de la vida cotidiana. Atendien-do a esta particularidad, resulta bastante arriesgadointentar atribuir un uso exclusivo a ciertos elementosque por sus características formales están dotados dedos extremos funcionales, del mismo modo que algu-nas herramientas sencillas de uso general podíanincorporarse de forma habitual a pequeñas interven-ciones de tipo quirúrgico.

Por ello, analizaremos cada elemento de formaindividualizada, para evitar confusiones entre las for-mas y su empleo.

Entre los objetos de metal debemos distinguirdos grupos fundamentales, tomando como referenciaprimera la materia prima empleada en su fabricación,en este caso hierro o bronce.

En el conjunto de instrumental realizado enbronce podemos diferenciar siete grupos atendiendoa su posible funcionalidad.

Auriscalpium (LA-1498)

El ejemplar que presentamos está formado porun vástago de sección circular de 0,3 a 0,2 cm de gro-sor y 10,6 cm de longitud, rematado en uno de susextremos en un ensanchamiento de tendencia circulary aplanado, con un grosor de 0,15 cm.3. El extremoopuesto termina en punta (fig. 1, 1). Pesa 1,6 g y noha sido restaurado. Este tipo de herramientas seempleaba de forma preferencial en la limpieza de losoídos (D’AREMBERG y SAGLIO, 1911: 572, s. v. auris-calpium), aunque se conoce un amplio repertorio desituaciones donde podía recurrirse a su empleo, comoveremos más adelante.

Pinzas o vulsellæ (LA-652, 1491 y 2707)

Nuestros tres ejemplares pertenecen a un tipoconstituido por una varilla de sección rectangulardoblada por la mitad en lo que constituiría su zonaflexora. En dos de ellos, LA-652 y 2707 (fig. 1, 3 y2), se conserva un elemento suspensor metálico enforma de anilla. Otras veces, el estado de conserva-ción parcial nos permite apreciar cómo se desarrolla-rían los extremos libres o brazos, como en LA-1491y 2707 (fig. 1, 4 y 2), mientras que en la pieza LA-652 se observan dos brazos rectos ligeramente curva-dos en su extremo hacia el interior. Esta última piezatiene una anilla de suspensión con un diámetro exter-no de 1,1 cm y el espesor de la lámina es de 0,2 cm.Las pinzas LA-652 miden 7,1 cm de longitud, 0,6 deanchura en la varilla y 0,4 de espesor. La sección de lavarilla es rectangular y el peso de la pieza es de 7,6 g.Muestra numerosos indicios de oxidación y no hasido restaurada, por lo que se ha potenciado su rotu-ra y laminado. LA-1491 tiene un peso de 4,5 g,4,7 cm de longitud y 1 de anchura en su lado másamplio y 0,4 en el más estrecho. El grosor de la lámi-na es de 0,15 cm y, como la anterior, está recubiertapor una capa de óxido. Aunque por la tipología de

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3 La pieza aparece recogida en diversas publicaciones(RAMOS, 1955: 107-136, lám. LIII, 2; UROZ, 1985: 218), aunque enalgunos casos se incluye dentro del conjunto de útiles de pesca,atribución que consideramos bastante aventurada.

2 A tenor de los estudios estratigráficos y muy puntualesefectuados hasta el momento, las termas occidentales se constru-yen hacia el último tercio del siglo I d. C., precisándose una fechapróxima al siglo IV para el abandono de parte de sus instalaciones.

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MATERIALES HIGIÉNICO-SANITARIOS DE ILICI (LA ALCUDIA, ELCHE, ALICANTE) 203

Fig. 1. Materiales de bronce.

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nuestros ejemplares deberíamos inferir un uso exclu-sivamente estético —depilación—, no descartamossu posible funcionalidad en otros menesteres quirúr-gicos, bien como herramientas para ejercer presión obien para capturar cualquier elemento e incluso partede algún órgano o piel.

Punzones, sondas punzantes o estiletes (LA-1486, 2953 y 2956)

La pieza LA-1486 (fig. 1, 5) es un vástago alar-gado de sección circular rematado en punta por unextremo y romo en el opuesto. Su peso es de 2 g, sulongitud 4,6 cm y su grosor oscila entre 0,4 y 0,1 cm.LA-2953 (RAMOS, 1955: 107-136, lám. LIII, 2) estáconstituida por un vástago de sección cuadrangularque en uno de sus extremos se estrecha hasta remataren punta, mientras que en el otro presenta un ensan-chamiento de sección cuadrada. La pieza está fractu-rada, con un peso total de 6,5 g, 5,4 cm de longitud yuna anchura variable entre 0,7 y 0,2 cm; se observatambién que el grosor oscila entre los 0,5 y 0,3 cm(fig. 1, 6). El último ejemplar que presentamos de es-te tipo es LA-2956, compuesto por un vástago de sec-ción circular rematado en punta por uno de sus extre-mos, que se decora desde su extremo medio por unasucesión de molduras hasta rematar en el lado opues-to con forma roma (fig. 1, 7). La longitud total de lapieza es de 9,4 cm; la longitud del tramo decoradomide 4,6 cm y el grosor varía desde 0,2 cm en lapunta a 0,4 en el resto. La zona decorada tiene ungrosor de 0,5 cm. La punta de la pieza está fragmen-tada. La sucesión de molduras se organiza a partir deestrechos filetes de sección cuadrangular que dejanentre sí espacios más amplios de sección octogonal,rematado en el extremo por un nuevo anillo y unabultamiento de tendencia esférica.

Dada la simplicidad del diseño de este tipo de pie-zas —se trata fundamentalmente de varillas, de sec-ción circular o cuadrangular, donde la importanciareside en su extremo apuntado destinado a realizarpunciones, a modo de sonda simple, o bien perfora-ciones— encontramos diversas aplicaciones que vandesde los ámbitos artesanales a los quirúrgicos. Estadiversidad de funciones les lleva a ser empleadosincluso para la escritura o, como describe GALENO

(libro V, t. XII, 865), para la extracción de dientes. Delos ejemplares presentados, LA-1486 y 2956 mues-tran una sección circular, mientras que LA-2953 esde sección cuadrangular. LA-2956 es el más signifi-cativo de todos, debido fundamentalmente a su buen

estado de conservación y a que sobre un mismo vás-tago se conciben el útil y su enmangue, profusamen-te decorado con diversas molduras. Este énfasisdecorativo tal vez se deba a su pertenencia a un con-junto de útiles destinados al uso personal, comoherramienta de aseo o quirúrgica. Las otras piezas,mucho más sencillas formalmente, quizás tuvieronun uso distinto al que nos ocupa, aunque no descarta-mos su adscripción a este grupo.

Espátula (LA-1494)

El único objeto que incluímos (fig. 1, 9) presentaun vástago retorcido de sección cuadrangular, con unextremo aplanado y el otro terminado en punta. Supeso es de 5,6 g; su longitud de 5,7 cm; la anchura dela terminación en forma de espátula mide 1,2 cm y elgrosor de la pieza oscila de 0,4 a 0,2 cm en el vástago,con un grosor en la espátula de 0,1 cm. No ha sido res-taurada. Esta fisonomía puede responder a la de un útildestinado a la escritura o ser óptimo para facilitar elenmangue de la pieza espatulada. En el caso de que setrate de una herramienta de escritura o stilus, el extremoapuntado serviría para realizar los trazos sobre la su-perficie de una tablilla encerada, y el dotado con laespátula sería empleado para borrar o reparar posiblesimperfecciones de la superficie —stilum vertere—. Enel caso de llevar enmangue o no ser un stilus, el útilfuncionaría como una espátula, ideal, por ejemplo,para la mezcla de pigmentos o medicamentos. Hemosencontrado ejemplares similares en Augst, pertene-cientes a las variantes H o J. M., catalogadas comosondas espatuladas y caracterizadas por tener tambiénuna parte enrollada y otra dotada de una pala o extre-mo plano (RIHA, 1986: 78, tabla 55, nos 612 y 614).

Sonda espatulada, specillum o spathomele (LA-1484)

Esta pieza está compuesta por un largo vástagode sección circular con una terminación en oliva enuno de sus extremos y con una espátula en el opues-to. Su peso es de 7,7 g, con una longitud de 13,2 cmy un espesor que varía entre los 1,1 cm en la oliva,0,7 cm en la espátula y 0,3 cm en el vástago (fig. 1,8). Puede englobarse dentro de la variante D estable-cida por RIHA (1986: 72, 73 y 76, tabla 52, nos 582-583; tabla 53, nos 584 y 585).

Según BOROBIA (1988:30), este sería un instru-mento más típico de farmacia que quirúrgico, ya que

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su remate en oliva podría utilizarse como agitadorpara las mezclas y la espátula para aplicar el ungüen-to resultante en las partes afectadas. Para MILNE

(1907: 51-90), este tipo de sondas encontraría tam-bién su aplicación entre el gremio de pintores al serutilizado en la mezcla de los colores. Aunque en prin-cipio no se descarte esta función, Borobia cree quepara ello se usarían materiales más ligeros, como elhueso o la madera.

Escalpelos o scalpella (LA-2963 y 2965)

Los scalpella están sin duda entre los instrumen-tos más importantes de la cirugía en la Antigüedad,debido a que su borde cortante era empleado en lapráctica de todo tipo de intervenciones. De los dosejemplares conservados en los fondos del MuseoMonográfico de La Alcudia, podemos destacar laausencia del mango en ambas piezas, como resultadode su rotura en el extremo más fino y por tanto másdébil. Muestran una hoja de tendencia lanceolada y deun grosor muy fino, especialmente LA-2963, debido asu mejor estado de conservación, que ofrece una lon-gitud de 4,6 cm y una anchura máxima de 0,8 cm y de0,2 en su enlace con el vástago de sección circular. Elgrosor es de 0,1 cm y el peso de la pieza 1,9 g (fig. 1,10). LA-2965 (fig. 1, 11) tiene un peso de 4,6 g, unalongitud total de 4,2 cm y su anchura máxima es de 1cm. El grosor de la pieza es de 0,3 cm. Como pode-mos apreciar, su forma es la de una lámina de tenden-cia lanceolada fragmentada en uno de sus extremos,que posiblemente constituye la unión con el vástago,del que no conservamos más evidencias.

Retractores o disectores curvos (LA-2957 y 2958, LA’99-1000-649 y 650)

Se trata de una serie de varillas de secciónmayoritariamente rectangular, con una curvatura ten-dente al ángulo de 90º en uno de los extremos, quefunciona como el asidero de la pieza. El otro extremopresenta un estrangulamiento que deja paso a unpequeño vástago cuadrangular rematado en ganchodenominado hamus o hamulus. Es probable, dadaslas peculiaridades fisonómicas, que LA-2957 estu-viese dispuesto sobre un mango4. De los cuatro ejem-

plares que presentamos, todos muestran roturasdiversas, circunstancia que impide su anexión algrupo de remates agudos (hamulus acutus) o romos(hamus retusus). Su utilización en medicina encuen-tra diversas aplicaciones (MILNE, 1907: 85). LA-2957pesa 2,5 g y su longitud es de 4,2 cm, con una anchu-ra que varía desde 0,2 cm en el extremo a 0,8 en eltramo del vástago. El grosor de la lámina es de 0,1cm y de 0,3 en el mástil. Se trata de una lámina enro-llada que forma un vástago en su extremo de seccióncircular y ligeramente curvado, fragmentado enambos extremos. Está sin restaurar y con importantesdesperfectos por la cantidad de cloruros que han idoafectando a esta pieza perteneciente al conjunto demateriales exhumados en las excavaciones del año1955 (RAMOS FOLQUÉS, 1962: 91-97, lám. LXXVI,24a). LA-2958 (fig. 1.13) tiene un peso de 13,6 g. Sulongitud es de 6 cm y la anchura de la pieza oscilaentre el 1,1 cm del vástago y los 0,5 del extremo con-servado. El grosor de lámina varía entre 0,3 y 0,4 cm.La forma es muy característica, pues muestra un vás-tago de sección rectangular que se estrecha paraadoptar una sección cuadrangular en uno de susextremos, en el que realiza un ángulo o codo al haber-se doblado la pieza hasta formar un ángulo recto.LA’99-1000-649 (fig. 1, 15) ofrece un peso de 18,9 gy sus dimensiones son: longitud 12,6 cm; anchuraentre 1,1 y 0,7 cm y grosor 0,2 cm. Como la piezaanterior, es una varilla de sección rectangular con uncodo tendente a los 90º en el extremo del mango y unrepentino estrechamiento en el extremo opuesto,donde se encontraría, en origen, el garfio o hamulus.LA’99-1000-650 (fig. 1, 16) pesa 22,4 g; mide 12,9cm de longitud; la anchura varía entre 0,9 y 0,5 cm yel grosor de la lámina oscila entre 0,4 y 0,3 cm. Esuna varilla de sección rectangular que en uno de susextremos presenta un cambio de dirección en formade ángulo recto como remate, posiblemente para ase-gurar la sujeción de la pieza, mientras que en el ladoopuesto y tras un estrangulamiento del vástago, seencuentra la parte conservada del garfio o hamulus.Hemos observado en parte del mango una serie demarcas producto del martilleado que sirvió para con-feccionar la pieza. Estos dos últimos ejemplares —números de inventario 649 y 650— aparecieron enel estrato UE 1000, que se engloba entre los nivelesque identificamos como superficiales de las termasoccidentales de La Alcudia, anteriormente menciona-das. Esta UE se caracteriza por su enorme heteroge-neidad, tanto en su composición como en la diversi-dad de los materiales que contiene, cuestión queexplica la poca precisión cronológica que ofrece.

MATERIALES HIGIÉNICO-SANITARIOS DE ILICI (LA ALCUDIA, ELCHE, ALICANTE) 205

4 Existe una fotografía de esta pieza donde aparece completoel gancho o hamus: RAMOS FOLQUÉS, 1962: 91-97, lám. LXXVI, 24a.

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Entre los materiales hallados en este estrato abundanlos de cronología muy tardía —siglos VII y VIII

d. C.—, mezclados con otros residuales entre los quepriman los de adscripción ibérica y, sobre todo, roma-na —siglos I a IV d. C.—. Esta amplia banda crono-lógica no nos permite afinar la datación de estos obje-tos pese a estar localizados dentro de un contextoarqueológico determinado, y debemos relacionarlos,por tanto, con el resto de hallazgos residuales docu-mentados en el estrato. El estado de conservación esnotable por estar restauradas.

Sondas dobles o sondas en horquilla (LA-1495 y 1510)

LA-1495 (fig. 1, 14) es un vástago de seccióncircular fragmentado en uno de sus extremos, dondese dispone una horquilla de tendencia cerrada de 1,3cm de longitud, 0,6 cm de anchura y con un grosor ensus secciones de 0,1 cm. La longitud total de la sondaes de 5,3 cm, con un diámetro para la varilla o vásta-go de 0,3 cm. El peso de la pieza, también restaura-da, es de 1,4 g. En las fotografías antiguas (RAMOS

FOLQUÉS, 1955: 107-136, lám. LIII, 2) aparece frag-mentada hacia la mitad del vástago, con el extremoopuesto a la horquilla bastante deteriorado y posible-mente fracturado también. Desgraciadamente, hoy nose conserva o no hemos podido identificar ese frag-mento de vástago con fisuras. LA-1510 (fig. 1, 15)mide 18,9 cm de longitud y está constituida por unvástago de sección circular de 0,3 cm de diámetro,ocupando cada horquilla entre 3,6 y 4 cm de longitud,1,2 cm de anchura y 0,2 cm de grosor de sus seccio-nes. El peso total es de 8,6 g. Nos hemos decidido aincluir estos ejemplares dentro del estudio pese a suidentificación tradicional como útiles de pesca5, debi-do a que el plano en el que se disponen las horquillasno es opuesto al del vástago y, aunque a veces frag-mentados, los extremos de las horquillas no sonromos sino apuntados. No obstante, mantenemosciertas reservas al identificarlos como útiles quirúrgi-cos. Destaca la diferencia de tamaño entre ambosejemplares aunque, como hemos comentado, LA-1495 tiene fracturado el vástago. Este tipo de sondasse empleaba de forma habitual en el tratamiento depólipos nasales o en la extracción de objetos (MILNE,1907: 83 y 84).

Por lo que respecta al otro grupo de instrumentalmetálico, podemos apreciar que el conjunto de piezasde hierro lo constituyen tres fragmentos de diferentetamaño, LA-1274, 1275 y 1276, que podemos rela-cionar con una serie de estrígilos de ejecución bas-tante sencilla, pues a partir de una lámina de hierro seobtiene una curvatura idónea para satisfacer la fun-ción deseada, esto es, retirar los excesos de ungüentoo materias que recubren la piel del usuario. LA-1274es un fragmento de mango de estrígilo que presentauna espesa capa de óxido, cuya longitud máxima esde 11,6 cm, 2,5 cm de anchura y el grosor de la lámi-na, de sección rectangular, de 0,4 cm (fig. 2, 2). Supeso es de 48,9 g. Otra de las piezas, LA-1275 (fig.2, 3), se identifica con la parte del extremo superiorde la cuchara de un estrígilo de hierro, cuyo peso esde 33,7 g, su longitud de 10,5 cm, su anchura de2,6 cm y el grosor de la lámina de entre 0,6 y 0,3 cm.Está fragmentado en dos partes, cubierto por unacapa de óxido y sin restaurar. Por último, LA-1276corresponde a otro fragmento de estrígilo que conser-va la cuchara completa y parte del mango. El peso delobjeto es de 75,4 g, su longitud de 14,4 cm y suanchura entre 2,3 y 2,6 cm. El grosor oscila entre 0,4y 0,9 cm. Está seccionado en tres fragmentos, conuna espesa capa de óxido a la que se adhieren peque-ños trozos de cerámica. Es probable que a esta piezacorresponda el fragmento LA-1274 (fig. 2, 1). Aunqueel desarrollo de estos elementos alcanza elevadas co-tas de refinamiento y gusto estético, en nuestros ejem-plares prima la funcionalidad, debido a que el mate-rial en que se ejecutaron limitaba las posibilidades deincorporar elementos de mayor atractivo visual.

El empleo de los estrígilos se realizaba de formapreferencial en las instalaciones termales o en lasproximidades de las palestras, hasta el punto de seruno de los instrumenta balnei más característicosjunto con los frascos para el aceite y los perfumes6.Existían otros dos tipos de estrígilos más específicosen función de su zona de aplicación y tamaño7: losempleados en la limpieza cutánea (faciale) y en la delos pies (pedale)8.

Su uso médico está documentado en los textosclásicos, donde se menciona su frecuente utilización

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6 Diversas fuentes muestran la importancia de los estrígilosen ambientes termales, como por ejemplo Petronio (Sat., 91).

7 Como pueden ser los múltiples ejemplos procedentes dePompeya; véase a modo de ejemplo BLÍQUEZ (1994: 197 y 198, nos

317 y 318).8 Como recogen NIELSEN (1990: n. 27) y D’AREMBERG y

SAGLIO (1911: IV, 1532-1534, s. v. strigilis).

5 Véase RAMOS FOLQUÉS (1955: 107-136, lám. LIII, 2) yUROZ (1985: 218).

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Fig. 2. Materiales de hierro y piedra.

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para verter en el conducto auditivo externo medica-mentos de consistencia líquida previamente calenta-dos, como podemos apreciar en las recomendacionesde GALENO (libro III, t. XII, 622)9 o CELSO (libro VI, VII,1)10. Sin embargo, su presencia en el yacimiento ilici-tano responde muy probablemente al desarrollo deactividades sanitarias y deportivas aunque, comohemos comentado, su vínculo con estos espacios ter-males no debía ser exclusivo.

En lo referente a su cronología, conocemos laexistencia de al menos un ejemplar muy similar a losfragmentos que aquí presentamos, procedente de lasexcavaciones de Valentia, donde aparece como partedel ajuar de una inhumación de filiación romana(MARÍN y RIBERA, 1999: 23 y 24)11, que debe datarsehacia finales del período republicano, tal vez coinci-diendo con las fechas de los enfrentamientos serto-rianos. La falta de referencias sobre el lugar dehallazgo y posibles contextos relacionados con lapieza impide precisar las cronologías, aunque tal vezresponda a un momento próximo a mediados o fina-les del siglo I a. C. Los datos cronológicos que ofre-cen en la actualidad los dos conjuntos termales exca-vados en La Alcudia (ABAD y TENDERO, s. f. y 2001;RAMOS MOLINA y TENDERO, 2000: 245-250; ABAD,MORATALLA y TENDERO, 2000: 133-147 y 2001) nosremiten a localizar las prácticas termales en este yaci-miento desde finales del siglo I d. C. y posteriores,hasta al menos los siglos III-IV, hecho que posibilitaque estos elementos pertenezcan también a unmomento más tardío.

Otro conjunto destacable lo constituyen losmateriales de piedra. Existe una serie de coticulæ oplaquetas (LA-2469 y 2768) realizadas en marmorade diferentes procedencias. LA-2469 (fig. 2, 4) esuna placa de tendencia rectangular fragmentada enuna de sus esquinas y con los cantos biselados, de 8,8cm de longitud por 5,6 de anchura y con un espesorbastante regular que oscila entre 1,4 y 1,3 cm. Fuerealizada en giallo antico, por lo que su cronologíadebe ser altoimperial, en torno al siglo I d. C. En susuperficie fue trazada con lápiz la letra D, forma conla que los antiguos excavadores indicaban el nivelarqueológico del que era exhumada12. LA-2768 (fig.

2, 5) es otra plaqueta de forma similar aunque demayor tamaño —13,6 cm de longitud por 9,8 deanchura—. El espesor de la placa oscila entre 0,9 y 1cm y se conserva en buen estado pese a apreciarseuna serie de roturas en tres de sus ángulos. Los bor-des de esta pieza también están biselados y, por elaspecto del material empleado, creemos poder identi-ficarlo con alguna variedad de cipollino. Encontra-mos ejemplares similares a los nuestros en diversosyacimientos (RIHA, 1986: 45, 48 y 49), identificándo-se de forma preferente con paletas para realizar mez-clas de elementos de naturaleza sólida o semisólida.Su empleo, en este sentido, corresponde a un ámbitode finalidades diversas que incluyen desde el maqui-llaje, la elaboración de fórmulas magistrales en con-textos médicos13 o incluso la elaboración de pigmen-tos para la pintura.

Los objetos realizados en hueso relacionadoscon actividades higiénico-sanitarias existentes en elMuseo Monográfico de La Alcudia nos permitenestablecer diferentes grupos atendiendo a la funcio-nalidad de cada pieza:

Sondas para los oídos o auriscalpia (LA-2908)

También reciben otros nombres, como specillumu oricularium, y están entre los elementos más men-cionados en las fuentes clásicas. Normalmente secomponen de un vástago de sección circular en unode cuyos extremos suele aparecer un instrumentopuntiagudo o una dilatación en forma de oliva. Noobstante, el ejemplar que hemos localizado está frag-mentado, y por ello solo se identifica el extremo máscaracterístico, que consiste en una cucharilla plana,circular y ligeramente adelantada con respecto al ejedel mango. Las dimensiones de nuestra pieza mues-tran vástago de sección circular de 8,9 cm de longi-tud y cuyo grosor oscila entre 0,4 y 0,2 cm. La sondatiene un ancho de 0,6 cm y 0,25 de grosor (fig. 3, 1).Este tipo de objetos se relaciona con la limpieza delcerumen de los oídos, aunque también sirvieron paraotro tipo de intervenciones menos específicas. Lasfuentes clásicas mencionan que en la patología del

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12 Existen numerosas publicaciones donde se hace referenciaa la estratigrafía de La Alcudia, documentada a partir de los traba-jos de campo de A. Ramos Folqués y de R. Ramos Fernández.Como síntesis de todos ellos, remitimos a la obra de RAMOS FER-NÁNDEZ (1975).

13 En este caso, la mezcla se realizaría con sondas espatula-das. Véase BOROBIA (1988: 84).

9 «Habiendo calentado la grasa de ardilla en un strígile, lainstilamos».

10 «Conviene además inyectar en el oído algún líquido medi-camentoso que siempre debe emplearse tibio; el estrígile es un ins-trumento muy conveniente para esta inyecciones».

11 Estos autores destacan la presencia de dichos elementos enlas tumbas que se han encontrado en la calle Quart.

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Fig. 3. Materiales de hueso y vidrio.

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tracto urinario se emplearon para la extracción decálculos (CELSO: libro VII, 26)14, así como también enla aplicación de fármacos o para instilar líquidosmedicamentosos enrollando lana en uno de sus extre-mos. Su funcionalidad en la cirugía menor y en elcauterio fue muy frecuente (BOROBIA, 1988: 33-35)15.

Clíster o irrigador (LA-2951)

Se trata de una cánula de sección circular conuno de sus extremos redondeado, en cuyo lateral seabre un orificio de 3 mm de diámetro, y en el opues-to muestra dos molduras estriadas separadas por unabanda en reserva. La primera de las molduras tienecuatro anillos y la segunda tres. El diámetro de ali-mentación de la cánula es de 3,5 mm. La longitudtotal de la pieza es de 12 cm y el grosor oscila entre1,1 cm para la boca, 0,8 cm para la parte central de lapieza y 0,5 cm para el extremo de salida. Era unapráctica habitual en la medicina de la Antigüedad ser-virse de los orificios del cuerpo humano para, a tra-vés de ellos, realizar lavados e instilaciones con pre-parados farmacológicos (BOROBIA, 1988: 58). A laboca de alimentación de este instrumental se le apli-caría, mediante ligaduras, una vejiga o pellejo de ani-mal donde se introduciría el líquido o preparado. Alpresionar la vejiga, el líquido saldría por el orificiodel extremo opuesto de la cánula, introduciéndosecon fuerza o bien en el recto o bien en la vejiga ovagina. Quizás la decoración moldurada del extremode nuestra pieza responde más que a motivos orna-mentales a una finalidad práctica: facilitar y asegurarla ligadura entre las dos bandas molduradas. Se apre-cia que la boca de alimentación de la cánula está frag-mentada por uno de sus laterales y, además, una fisu-ra que recorre toda la pieza por uno de sus lados. Aúnasí, la conservación es excelente (fig. 3, 2).

Cucharas (LA-2954, 2955, 2962 y 3096)

LA-2954 (fig. 3, 3) es un vástago de sección cir-cular en cuyo extremo se abre una cuchara de ten-dencia circular ligeramente biselada en sus extremos,fruto posiblemente del uso. La longitud del fragmen-to conservado es de 5,3 cm, mientras que la cucharatiene 2,5 cm de anchura y un grosor variable entre 0,6a 0,5 cm para el vástago y 0,8 cm para la cazoleta. Lacuchara presenta señales de uso en el interior y unadecoración incisa en forma de dos triángulos inscri-tos por su lado externo. El vástago está fragmentado.LA-2955 (fig. 3, 4) muestra una varilla de seccióncircular, fragmentado y con pequeñas grietas que ero-sionan su superficie, en cuyo extremo se abre unacuchara de forma redondeada. La longitud conserva-da es de 3,5 cm y la anchura de la cazoleta es de 2,2.El mango tiene un grosor de 0,4 a 0,45 cm, mientrasque la cuchara tiene 0,55 cm. LA-3096 conserva enperfecto estado la cazoleta, de tendencia cuadrangu-lar con los cantos romos —2,4 cm de longitud, 2,45cm de anchura y 0,5 cm de grosor—. Podemos apre-ciar la rotura del vástago o mango, de sección rectan-gular, que apenas conserva 0,4 cm de longitud y deespesor (fig. 3, 5). Se observa en la pieza una C rea-lizada con lápiz, letra que corrobora su aparición enun estrato de cronología romana16. La última de laspiezas incluidas en este grupo es LA-2962 (fig. 3, 6).Está compuesta de un vástago decorado que en unode sus extremos se abre en forma de cucharilla lan-ceolada. La longitud total de la pieza es 6,8 cm, elgrosor máximo del vástago es de 0,6 cm y el menorde 0,4. La cazoleta tiene una longitud de 2,5 cm, 1,2 deancho y 0,4 de grosor. La decoración de esta pieza secompone por una serie de anillos de sección circularque, en series de dos, dejan espacios con engrosa-mientos a modo de perlas. En la zona más próxima ala cazoleta se observa un campo decorado con reticu-lados incisos entre dos molduras de anillos. La uniónentre la cazoleta y el mango se decora con un motivoapuntado. En la superficie interna de la cucharilla seobservan marcas de uso y un posible grafito en formade L (?), que podría ser un signo indicativo de pro-piedad. En lo referente a la terminología empleadapara designar este tipo de piezas, encontramos dife-rentes significados, a veces contradictorios y otras noprecisados. Como prueba de ello podemos referir que

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16 Remitimos de nuevo a la amplísima bibliografía que sobreel tema encontramos en RAMOS FOLQUÉS (1955, 1956, 1959 y1962) y RAMOS FERNÁNDEZ (1975).

14 También AECIO (t. IV, libro IV, cap. 94).15 El cauterio se realizaría fundamentalmente con piezas de

metal. Este autor comenta también las diferentes funciones de estetipo de instrumental, apuntando que incluso serviría para cohibirlas hemorragias en la venosección comprimiendo con el dorso dela cucharilla el orificio proximal de la vena, así como también pararealizar incisiones en la piel en el tratamiento de la fístulas peria-nales.

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Marcial reprocha a los gramáticos que se obstinan enconservar la forma lingula —término etimológica-mente vinculado con su aspecto de pequeña lengua—frente a la forma ligula, empleada por la buena socie-dad romana equitesque patresque17. De igual forma,existen diferencias entre los términos ligula y cochlearo cochleare (D’AREMBERG y SAGLIO, 1911: III, 2,1253-1255); el primero haría referencia a una cucha-ra, que difiere del cochlear por la forma de su mango,más parecido al de nuestras cucharas modernas, y porsu cucharón, generalmente más ancho y alargado. Laligula tendría por tanto una cazoleta de forma oval,mientras que el cochlear presenta una extremidadmás circular destinada al consumo de mariscos, cara-coles o huevos, sirviendo el mango puntiagudo delextremo opuesto para romper la concha o cáscara quelos protege18. No obstante, el uso indistinto de uno yotro término debió ser bastante frecuente. Los mate-riales utilizados para realizar este tipo de piezas sonmuy variados, desde hueso, como es el caso de losejemplares que presentamos, hasta metales nobles19.BÉAL (1983: 249), al referirse a la decoración de las cu-charas, comenta que el repertorio decorativo de laspiezas realizadas en hueso se reduce en extremo. Lomás habitual son las ranuras o incisiones que rodeanel mango, así como otras figuraciones geométricasque suelen ocupar el dorso de las cazoletas —comohemos podido comprobar en LA-2954— o partes delvástago. Decoraciones tanto en el dorso de las cucha-ras como en el mango se documentan en la pieza LA-2962. La datación de este tipo de objetos resulta bas-tante difícil de establecer, pues su existencia, a priori,está documentada desde el siglo II a. C. hasta el sigloIII d. C. Es fácil identificarlas incluso en contextosmás tardíos. Independientemente de su utilizacióncomo elementos vinculados a la práctica alimenticia,el reducido tamaño de las cucharas presentadas posi-bilita su relación con otro tipo de actividades: comounidades de medida para elaborar medicamentos,como mezcladores (BOROBIA, 1988: 35 y 36) o inclu-so para administrarlos directamente20. De igual modo,el extremo opuesto a la cazoleta, generalmenteagudo, pudo tener funciones de estilete, muy útil para

desmenuzar cierto tipo de componentes, como lospigmentos de tocador o las sustancias medicinales.

Agitadores o cucharillas de perfume (LA-2960 y 2961)

Estas dos piezas pueden identificarse con objetoscaracterizados por tener en una de las extremidadesdel vástago unas pequeñas cazoletas, profundas peroestrechas, talladas dentro de la prolongación delmango (BÉAL, 1983: 245-246). LA-2960 (fig. 3, 7)tiene una longitud de 12,3 cm, 0,6 cm de anchura enla cazoleta tallada y el vástago de sección circular, queoscila entre 0,4 y 0,5 cm de grosor. El extremo opues-to a la cazoleta está fragmentado, con numerosas grie-tas que erosionan la superficie de la pieza y que hanperforado el fondo de la cazoleta. LA-2961 consta deun vástago de sección circular de entre 0,3 y 0,4 cmde espesor. En uno de sus extremos se abre en forma decazoleta de 0,6 cm de anchura y de 0,3 de espesor. Lalongitud total de la pieza es de 4,5 cm. El vástago estáfragmentado y presenta numerosas grietas que erosio-nan la superficie. Existen numerosos ejemplos de estetipo de removedores, localizados en puntos diversosdel mundo romano21, para los que se especifican otrotipo de funciones adicionales al emplearlos como pe-queñas espátulas o incluso al clasificarlos como son-das de oído de forma exclusiva, sin atender a las pecu-liaridades formales que las diferencian de estos objetos(BOROBIA, 1988: 32 y 33).

Mangos (LA-1552 y 2964)

Debido a la cuidada ejecución y decoración de es-tas piezas, así como por su fragmentado estado deconservación, intuimos que tal vez deban pertenecera herramientas que tuvieron una utilización relacio-nada con los usos higiénico-sanitarios que tratamos.LA-1552 (RAMOS FOLQUÉS, 1956: 113, lám. CXIX,n.º 5) es una lámina de hueso de 7,3 cm de longitud,con una anchura variable entre 2,5 y 2,1 cm y unespesor de 0,6 cm. La sección muestra una hendidu-ra por su parte posterior para facilitar el encaje a lapieza que recubre. Muestra además una perforaciónen el centro del extremo conservado, de 0,4 cm de

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21 Sirvan como ejemplo los catalogados en el Museo deNîmes (BÉAL, 1984: 66, n.º 268, pl. 13, 908.51.179) o los proce-dentes de yacimientos como Augst o Kaiseraugst (RIHA, 1986: 63y 64).

17 Marcial, XIV, 120: «ligula argentea».18 Marcial, XIV, 121: «sum cocleis habilis, sed nec minus uti-

lis ovis. Numquid sci potius cur cochleare vocer?».19 Debemos destacar la existencia de un nutrido lote de

cucharas de plata y bronce en los fondos del Museo Monográficode La Alcudia, actualmente en proceso de estudio y análisis.

20 La forma apuntada de nuestra pieza LA-2962 podría seridónea para la instilación de preparados farmacológicos líquidos.

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diámetro, y una serie de orificios, más pequeños, querecorren ambos laterales. Estos agujeros diminutos,además de contribuir a la ornamentación del mango,posiblemente facilitasen la sujeción y el enmangue abase de remaches o de ligaduras. La decoración pro-piamente dicha se realiza en el espacio comprendidoentre las dos series de pequeños orificios y consisteen una sucesión de dos círculos concéntricos que tie-nen como origen un punto. Se conservan tres de estosmotivos completos y un cuarto de forma parcial, porcoincidir con la fractura de la pieza (fig. 3, 9). Por susdimensiones y características, tal vez sea el mango deuna navaja de afeitar22. Por el contrario, LA-2964(fig. 3, 8) es un vástago de sección circular cuyo gro-sor oscila entre los 0,5 cm en uno de los extremosconservados y los 0,6 en el otro. La longitud total esde 8,6 cm y está fragmentado por ambos lados, por loque resulta difícil su adscripción a algunos de los ins-trumentos analizados. Por su decoración y sección,podría formar parte del vástago de la pieza cataloga-da como LA-2962. La decoración consiste en seriesde dos anillos de sección circular entre los que se dis-ponen espacios más engrosados, que forman perlas.Tras estos motivos moldurados aparecen otros inci-sos compuestos por una línea de la que parten otrasmás cortas y oblicuas hacia ambos lados, dando laapariencia de una cenefa vegetal de trazo esquemáti-co. Se combina a su vez con una banda más ancha re-llena por un reticulado de tendencia romboidal, se-cuencia que muestra también la pieza LA-2962 (fig.3, 6).

Peine (LA-1557)

Incluimos dentro de este estudio un elementoque, por su singularidad y relevancia dentro del con-junto de instrumental de hueso existente en los fon-dos del Museo Monográfico de La Alcudia, no hemosquerido omitir. Su funcionalidad relacionada con lahigiene personal y su pertenencia clara al conjunto deelementos de tocador justifican su presencia. Se tratade una lámina de hueso (fig. 3, 10) de 7,3 cm de lon-gitud, 3,9 de anchura y 0,4 de espesor, donde se ha

realizado una serie de cortes solo en uno de los ladoshasta obtener cuarenta y siete púas, además de dosapéndices laterales. Las dimensiones de las púas son2 cm de longitud, 0,3 de anchura y 0,05 de espesor.Los apéndices laterales tienen el mismo largo, aun-que su anchura es ligeramente mayor —0,7 cm—.Ambas superficies están decoradas con motivos orni-tomorfos de trazo inciso y muy geométrico, mostran-do dos cabezas de aves afrontadas y una serie de lí-neas dispuestas en distintas direcciones. La pieza fuehallada en la campaña de 1952, «en el mismo nivelque una urna conteniendo los restos de un niño decorta edad» (RAMOS FOLQUÉS, 1956: 113, lám. CXIX,n.º 6 y 1959: 220-224). La cronología de la pieza fueestablecida a partir de los elementos materiales queaparecen en su contexto, donde destacan las cerámi-cas ibéricas decoradas según el estilo denominadoElche-Archena y un asa de ánfora púnica con marcade alfarero. Estos hallazgos fueron datados, a tenor delas fechas que se manejaban en la década de los añoscincuenta, en unos momentos más antiguos que per-mitieron relacionar el peine con influencias de tipocartaginés, estableciendo similitudes con algunoshallazgos localizados en Carmona. De este modo, sefechó entre los siglos IV y III a. C. (RAMOS FOLQUÉS,1958: 224), cronologías que hoy en día deben sermatizadas. Por una parte, sabemos que la dificultadmayor existente en la fabricación de este tipo de obje-tos residía en la obtención de placas suficientementeamplias para tallarles el dentado. De hecho, una delas soluciones escogidas durante el Bajo Imperio con-siste en unir placas que podían estar elaboradas pre-viamente (BÉAL, 1984: 107). En este sentido, la piezapresentada no muestra este tipo de solución técnica,pero tampoco tiene el esquema típico de doble denta-do propio de los peines sencillos. Ya que el análisismorfológico no garantiza una mayor precisión crono-lógica, creemos que la decoración sumamente esque-mática debe relacionarse con momentos de épocaplenamente romana o, al menos, contemporáneos delas cerámicas Elche-Archena y, por tanto, de crono-logía republicana.

Los objetos de vidrio que hemos localizadorelacionados con usos higiénico-sanitarios remiten auna serie de elementos destinados a la remoción desustancias, por lo general conocidos como remove-dores de perfume23. Se trata de las piezas LA-2953 y

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23 Estos elementos fueron designados como osculatorios porFERNÁNDEZ GUERRA (1879: 307), término revisado y adaptado a surealidad funcional por ALONSO (1982: 235, fig. 12).

22 Hemos encontrado un paralelo de esta pieza, con una deco-ración muy similar y el mismo sistema de orificios laterales parafacilitar su unión a la pieza metálica. Nos referimos a la fig. XII, n.ºinv. 1305, identificada por BÉAL (1983: 359 y 360) como unenmangue de un objeto metálico no identificado, en el que se con-servan restos de hierro y de su oxidación. No se ofrece en el estu-dio una datación precisa.

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2959. LA-2953 es un fragmento de vidrio retorcidode color púrpura con sección circular de 0,4 cm degrosor. La pieza muestra una curvatura pronunciadade tendencia circular, que podría inscribirse dentrode un círculo de unos 3 cm de diámetro, por lo queconsideramos que posiblemente se trate de la anillade un removedor de perfumes. La superficie estácubierta por una ligera pátina con irisaciones (fig. 3,12). LA-2959 es un fragmento de vidrio retorcido decolor azul turquesa, con una curvatura tendente alcírculo, cuyo diámetro aproximado es también de unos3 cm. La sección de la pieza es circular y de 0,3 cmde espesor (fig. 3, 11). La utilidad de estos elemen-tos debió ser casi exclusivamente la de mezcladoresde perfumes, pues debemos tener en cuenta que losperfumes por lo general eran el resultado de unacombinación de sustancias oleosas. La función de laanilla, en este sentido, sería actuar a modo de peque-ña batidora manual, al hacer girar el vástago que seune a la anilla entre las dos manos (ALONSO, 1988:118). Existen numerosos ejemplos de este tipo deobjetos24, siendo las cronologías más aceptadas lasque remiten al período altoimperial, en torno a lossiglos I-II d. C.

VALORACIÓN

Hablar de términos como salud e higiene a par-tir de los elementos que presentamos en este trabajoimplica observar la existencia de una doble moralrespecto a los signos de un aspecto saludable en elmundo romano, heredera de unas concepciones máso menos conservadoras. Mientras los moralistas pre-conizan el regreso a la antigua dignidad y parsimoniarepublicana contra la propagación del lujo y la pros-peridad, causantes de corrupción y desenfreno, de losque una de las primeras manifestaciones es el excesi-vo cuidado del cuerpo —como dice Séneca (Ep. 114,9)—25, otros se ocupan de procurar numerosos conse-jos para sacar partido del atractivo físico26.

Recordemos también que la higiene personalconstituía una de las operaciones sanitarias funda-mentales para la prevención de afecciones de tipoexterno o infeccioso, y por ello no debe extrañarnosla mayor presencia de elementos relacionados conestas operaciones de limpieza periódica. Además,la cosmética entendida como parte de la medicina —kommotiké techne— se ocupaba de solucionar pro-blemas que afectaban al aspecto externo, no como elmaquillaje, «que proporciona una belleza adquirida:tener más blanco o más rosado el colorido del rostroo hacerse los cabellos rizados o pelirrojos o negroscomo hacen las mujeres, aumentar con desmesura lalongitud, estas y otras semejantes son operaciones delarte pernicioso del maquillaje, no del arte médico»(GALENO: XII, 434)27.

En el conjunto de materiales presentado, hemospodido apreciar que existen elementos suficientespara realizar tanto pequeñas intervenciones de medi-cina externa como intervenciones de tipo más com-plejo, aunque la versatilidad de numerosos elementospermite adscribirlos a diferentes ámbitos. Destacatambién que los objetos empleados de forma prefe-rencial en ambientes de tocador —el mundus mulie-ribus de las fuentes clásicas— se incorporan deforma evidente a las pequeñas operaciones de medi-cina externa, en ocasiones relacionadas con afeccio-nes localizadas, pero mayoritariamente con finesestéticos. A estos dos grupos deben añadirse los estrí-gilos, cuya utilización se asocia de forma directa conla presencia de establecimientos termales.

Pese a que disponemos de un conjunto bastantesignificativo, la dificultad de relacionarlo con con-textos claros, sobre todo que concreten sus cronolo-gías, así como las pocas noticias estratigráficas quetenemos de antiguas excavaciones, nos impiden pre-cisar en mayor medida los datos que hemos maneja-do para este trabajo. Los proyectos emprendidos porla Fundación La Alcudia, tanto las nuevas interven-ciones arqueológicas como la investigación, nosauguran un futuro más esperanzador que sin dudacontribuirá a que, de forma global, obtengamos unconocimiento más amplio de este emblemático asen-tamiento histórico.

MATERIALES HIGIÉNICO-SANITARIOS DE ILICI (LA ALCUDIA, ELCHE, ALICANTE) 213

27 Tomado de VIRGILI (1989: 11).

24 Destaca, por la proximidad geográfica del hallazgo, el con-junto procedente del Tossal de Manises (Alicante). Véase ALONSO

(1988: 109); otros ejemplos, en HAYES (1975: 158 y 159, n.º 656B,fig. 21). En ambos casos se incide sobre la posible procedenciaoriental de este tipo de removedores, con centros de producción enSiria o Chipre.

25 Actitudes de tipo moralista se observan también en autorescomo Plinio (NH, XIII, 4) o Juvenal (Sat., VI, 464 y ss.), como refle-ja VIRGILI (1989: 9-10).

26 Ovidio, en su obra Ars amatoria, refleja un nutrido com-pendio de trucos de belleza.

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Bolskan, 20 (2003), pp. 215-224 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

En 1989, previa a la rehabilitación del PalacioLlorca para albergar lo que hoy es el Archivo Muni-cipal de Alicante, se realizó una excavación arqueo-lógica llevada a cabo por el COPHIAM. En ella sedetectó parte de la necrópolis tardorromana de laciudad, datada entre los siglos VI y VII d. C. Tras elinteresante hallazgo se decidió dejar una pequeñaparte de ese cementerio como área expositiva dentrodel edificio. Trece años después se hizo necesariauna intervención para su restauración y recupera-ción en la que se optó por una nueva vía de exposi-ción.

Se abordan en este estudio los resultados obteni-dos desde la perspectiva arqueológica de la excava-ción de 1989, desde la intervención de restauración ynueva vía de exposición en 2002 y desde los análisisantropológicos y paleopatológicos realizados.

SUMMARY

In 1989, before the restoration of the PalacioLlorca in order to locate the current Archivo Munici-pal de Alicante, an archaeological excavation wascarried out by the COPHIAM. A part of the late-Roman necropolis of the town, dating from 6th or 7th

centuries AC, was discovered. After that, a little part

of that cemetery was kept as an exhibition area insi-de the building. Thirteen years later, its restorationmade necessary more works, and a new exhibitionway was set.

In this essay we deal with the results, from thearchaeological point of view of the 1989 excavation,from the one of the 2002 restoration and new exhibit-ion way and from the anthropological and paleo-pat-hological analysis that were carried out.

INTRODUCCIÓN

Entre los años 1988 y 1989 se excavaron, porparte del COPHIAM1, dos solares correspondientesal «edificio Espacio», sito en la rambla Méndez Nú-ñez, y al antiguo Palacio Llorca, ubicado entre lascalles Labradores y San Isidro de la ciudad de Alican-te, los cuales dieron importantes hallazgos arqueoló-gicos.

La zona donde se ubican estos solares se sitúa enla Vila Vella de la ciudad, en lo que hoy es el cascoantiguo de Alicante. Su proximidad a la iglesia deSan Nicolás le confiere un lugar central en el núcleoantiguo de la ciudad (fig. 1).

En el transcurso de dichos trabajos se documen-taron, por debajo de un nivel islámico, dos niveles deenterramiento, los cuales pertenecían a una necrópo-lis tardorromana. Tras los interesantes hallazgos sedecidió dejar un área expositiva in situ, como zonamusealizada, dentro del antiguo Palacio Llorca, edi-

La necrópolis tardorromana del casco antiguo de Alicante. A propósito de una reciente

intervención antropológica

Consuelo Roca de Togores* - Pablo Rosser**

* Museo Arqueológico Provincial de Alicante (MARQ). Pza.Dr. Gómez Ulla, s/n. 03013 Alicante.

** Unidad de Conservación del Patrimonio Histórico-Artísti-co Municipal. Ayuntamiento de Alicante. Pza. Quijano, 1. 03001Alicante.

1 Unidad de Conservación del Patrimonio Histórico-Artísti-co Municipal (Alicante).

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ficio barroco construido sobre un primer edificio delsiglo XVI (MARTÍNEZ, 2001), que actualmente albergael Archivo Municipal de la ciudad. De esta manera sehacía visitable y se daba a conocer de forma másdirecta unos restos arqueológicos de gran interésdesde el punto de vista histórico para comprender laevolución de la ciudad.

En el presente trabajo se pretende analizar losaspectos arqueológicos de ambas excavaciones res-pecto de los niveles funerarios, ritual, ajuares y depó-sitos funerarios, y la cronología de los mismos. Asímismo se expone de una manera más detallada lareciente intervención sobre el área expositiva de partede esa necrópolis, pues se trata de una novedosa for-ma de mantenimiento-restauración de zonas museali-zadas in situ.

Sobre los estudios antropológicos y paleopato-lógicos realizados de los enterramientos se expondráun breve resumen, por razones de espacio, dejando lapublicación de los resultados para el XIII Congresode la Sociedad Española de Antropología Biológica(ROCA DE TOGORES y SUBIRÀ, 2004).

LOS RESULTADOS ARQUEOLÓGICOS

Solar de la rambla Méndez Núñez

En 1988 comenzaron las excavaciones en unsolar de la rambla Méndez Núñez. En él se documen-taron cuatro fosas de enterramiento que cortaban elnivel de huerta de la zona sobre el que sobresalían li-geramente las grandes losas de cubrición de las tum-bas.

La orientación que guardaban las tumbas eraEste-Oeste y la disposición de los esqueletos en suinterior era en decúbito supino. Se trataban de fosasindividuales y solo una de ellas fue reutilizada poste-riormente para enterrar otro cadáver. Conservabancubierta de grandes losas de piedra sin carear.

Probablemente no se han documentado másenterramientos por destrucciones modernas, comocimentaciones de edificios, apertura de pozos ciegos,aljibes o pozos de captación de agua en la zona pordonde se desarrollaba la necrópolis2, estando ademásmal conservados los existentes. No obstante, se han

216 CONSUELO ROCA DE TOGORES - PABLO ROSSER

2 Ello explicaría también la no existencia del nivel superiorde enterramientos, como ocurre en el solar de Palacio Llorca.

Fig. 1. Localización de los dos solares, respecto del monte Benacantil, donde se ha documentado la necrópolis tardorromana del casco antiguo de Alicante.

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podido obtener pocas pero importantes piezas deldepósito funerario de algunos de los enterramientos,como una redoma encontrada a los pies de un esque-leto (UE 7143), un fragmento de broche de cinturóny una anilla de metal.

La aparición del broche de cinturón induce apensar que los cadáveres eran enterrados con un sim-ple sudario y/o vestidos con ropa, al menos eso es loque sucede para el enterramiento que albergaba elbroche. No debieron usar cajas por no haber apareci-do ningún tipo de clavo o remache metálico, ni frag-mento de madera de las mismas. La profundidad delas fosas tampoco hubiera permitido el uso de cajas oataúdes (ROSSER, e. p.).

El estudio antropológico efectuado indica que setrataba de dos adultos, de avanzada edad para laépoca (43-55 años), un indeterminado y una niña deno más de 8 años (SAFONT y SUBIRÀ, 1995).

Solar del Palacio Llorca

Un año más tarde, en 1989, y tras la aprobaciónde la rehabilitación del antiguo Palacio Llorca paraalbergar el Archivo Municipal de Alicante, comien-zan las excavaciones arqueológicas en el interior deledificio. Este se encontraba en la confluencia de lascalles Labradores y San Isidro (fig. 2). En esta oca-sión se documentaron, además de estructuras de edi-ficaciones modernas, niveles de ocupación de otrosmomentos culturales; entre ellos se hallaron dos nive-les de enterramiento que, por la localización estrati-

gráfica y proximidad al solar anteriormente descritopertenecen a la misma necrópolis (ROSSER, PÉREZ yROBEY, 1992).

En esta intervención arqueológica se exhuma-ron un conjunto de veinticuatro fosas, pero proba-blemente serían más, ya que se documentaron enépoca islámica tres vertederos que destruyeronvarias fosas tardorromanas. La mayoría de las tum-bas eran individuales pero también aparecían algu-nas con más de un esqueleto. Se sitúan en dos nive-les de tierra (superior e inferior), por lo que existeuna variación cronológica entre las tumbas, aunquetodas ellas presentan las mismas características cul-turales.

Las tumbas eran simples fosas excavadas en latierra, con cubierta de grandes losas de piedra sin tra-bajar. Por encima de estas solía haber una estructurasemitumular de piedras más pequeñas formando unaelipse. En los dos niveles las fosas de enterramientoeran muy estrechas y en ninguna de ellas aparecieronclavos, hechos que confirman el uso de la mortaja yno del ataúd. La posición de los cadáveres era endecúbito supino, con una orientación Noreste-Suro-este, la cabeza al norte y los brazos solían ir cruza-dos sobre la región púbica, y en algunas ocasionesestirados a lo largo del cuerpo. Las extremidades in-feriores solían estar estiradas, excepto en algunoscasos en los que aparecían ligeramente flexionadas(ROSSER, 1996).

El ajuar o depósito funerario hallado en las tum-bas de Palacio Llorca es muy escaso (fig. 3); debajode la cabeza de un enterramiento infantil de la segun-

LA NECRÓPOLIS TARDORROMANA DEL CASCO ANTIGUO DE ALICANTE 217

Fig. 2. Planta general de enterramientos del Palacio Llorca, con la delimitación del área musealizada.

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da fase de la necrópolis (UE 1009) apareció un anillocon entrelazados de unión, muy mal conservado.Cerca de la zona de la clavícula de un individuoinfantil (UE 1036), también de la segunda fase de lanecrópolis, se encontró una moneda, un A/E 3/4, dececa no precisable, con el anverso en donde apareceun busto perlado a la derecha y leyenda ilegible; en elreverso se vislumbra la figura de un emperador haciala izquierda sosteniendo un labrum y dando la manoa un cautivo arrodillado. La moneda debía hacer lasfunciones de colgante, ya que presenta un agujerocerca del borde (ROSSER, 1992).

A través de los estudios antropológicos de latotalidad de los restos humanos exhumados en ambaszonas de enterramiento, al pertenecer a la mismanecrópolis, se puede hablar de un total de veintisieteindividuos (ALESAN, SAFONT y SUBIRÀ, 1993 y 1995).A estos enterramientos habría que unir, para el mismoespacio excavado, los totalmente destruidos por losvertederos islámicos, y con los que quizá haya querelacionar algunos de los restos humanos aparecidosen el interior de aquellos, ya que otros perteneceríana enterramientos de los que sí se ha conservado unaparte in situ (ROSSER, e. p.).

INTERVENCIÓN ANTROPOLÓGICAEN EL ÁREA EXPOSITIVA3

Tras la importancia de los hallazgos se decidiódejar expuesta una pequeña parte de esa necrópoliscomo área musealizada, conservando in situ los res-tos humanos. De esta forma se incluía dentro del edi-ficio, para que pudiera ser contemplada por el visi-tante, a la vez que se acompañaba de unos panelesexplicativos. El área quedó enmarcada por pilastras yuna estructura de hierro, situándose el nivel de ente-rramientos a unos 130 cm por debajo del suelo deledificio actual. Todo el área se cubrió con un gruesocristal que, sostenido por seis pivotes de hierro,levantaba del suelo del edificio 5 cm para permitir suventilación, con el fin de evitar concentraciones dehumedad.

Este sistema de cierre, en un principio, resultóser una solución adecuada, pero comportaba una seriede inconvenientes, desde distintos factores biológicos(rápida acumulación de suciedad, fácil entrada deinsectos, etc.) hasta lo que se denomina en restaura-ción agresión pública (voluntaria o involuntaria), esdecir, diversos objetos que se arrojan o caen porcasualidad dentro del área expositiva. Pero el proble-ma de mayor envergadura era la alteración que mos-traban los esqueletos, causada por los cambios detemperatura y humedad a que estaban sometidos, yaque además de soportar los factores anteriormentemencionados, recibían la humedad directa de la tierrasobre la que se encontraban.

A través de las fotografías e informes arqueoló-gicos y antropológicos de 1989 se observa el buenestado de conservación que presentaban los restoshumanos en el momento de su excavación y posteriormusealización.

El evidente estado de deterioro en el que seencontraban los restos humanos, así como toda elárea expositiva, catorce años después y para podercontinuar con el mantenimiento de la misma dentrodel edificio, hizo que se planteara una necesaria inter-vención, con carácter de urgencia, con el fin de frenarlos deterioros en la materia orgánica y realizar unadebida consolidación y conservación de los restos.

Tras una valoración de las actuaciones necesa-rias a realizar se presentaron dos propuestas de inter-

218 CONSUELO ROCA DE TOGORES - PABLO ROSSER

3 Esta actuación se encuentra recogida en la Memoria deintervención sobre el área expositiva de la necrópolis tardorroma-na conservada en el Archivo Municipal de Alicante, realizada porC. Roca de Togores en 2002 y que permanece inédita en el Patro-nato Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Alicante.

Fig. 3. Parte del material arqueológico, exhumado en ambas excavaciones, perteneciente al depósito

funerario de los enterramientos.

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vención: la primera consistía en una limpieza, restau-ración y consolidación in situ de los restos óseos,mientras que la segunda consistía en la limpieza, con-solidación in situ y exhumación de los huesos, susti-tuyendo los originales por modelos anatómicos deesqueletos humanos de PVC4. Ambos proyectosincluían la limpieza y consolidación de toda el áreaexpositiva y la posibilidad de incorporar unas placasde aluminio perforadas entre el cristal y el suelo conel fin de mejorar el cierre, evitando así la entrada deobjetos y reduciendo la acumulación de polvo.

Fue aprobada por el Servicio del PatronatoMunicipal de Cultura del Ayuntamiento de Alicantela segunda propuesta presentada, y se aceptó también laincorporación del cierre con placas de aluminio. Lospasos que se siguieron en toda la intervención sedetallan a continuación.

Limpieza general del área expositiva

Una vez levantado el cristal que cerraba el árease procedió a una limpieza general de toda la zona.Con brochas, de distintos tamaños según la necesi-dad, se barrió toda la tierra suelta que había ido des-prendiéndose de las paredes y cubriendo en parte losesqueletos, así como la suciedad acumulada con elpaso del tiempo. Se recogieron varias bolsas de tierray diversos objetos que se habían ido introduciendo enel área expositiva. La causa principal se debía, comose ha comentado anteriormente, al espacio considera-ble (5 cm) que existía entre la cubierta de cristal y elsuelo actual del edificio.

Toma de datos arqueológicos

Antes de comenzar con los trabajos de limpiezay restauración de los restos óseos se realizó un dibu-jo arqueológico de toda la zona expositiva, con larepresentación de los enterramientos musealizadospara poder documentar la disposición de los huesosde cada esqueleto.

El área musealizada albergaba tres enterramien-tos; uno más o menos completo (UE 1036) y dosincompletos (UE 1030, sin cráneo debido a la des-trucción de la fosa en época islámica, y UE 1035, sin

la mitad inferior, por acotamiento de la zona expositi-va). Estos se encontraban en la ampliación sur, sectorB/2, de la excavación arqueológica, y correspondían alas UU EE 1030, 1035 y 1036. Las fosas correspon-dientes (UU EE 3016, 3017 y 3018) guardaban unaorientación Este-Oeste, y estaban excavadas directa-mente en la tierra. Una de las fosas (UE 3017) cortabaligeramente a otra (UE 3018) por la cabecera. Losesqueletos estaban orientados con la cabeza al Oeste ylos pies al Este y guardaban una disposición en decú-bito supino. Los brazos, estirados junto al cuerpo conlas manos descansando, en el caso del individuo 1030,por debajo de las caderas; en el individuo 1036 aambos lados del cuerpo y en el individuo 1035 enci-ma de la pelvis (lo que se conoce gracias a los dibujosde la excavación de 1989). Las piernas mantenían unadisposición estirada con los pies juntos para los indi-viduos 1030 y 1035 (se sabe por la excavación de1989), mientras que en el individuo 1036 no se cono-ce con certeza, ya que de los miembros inferiores soloconservaba los fémures, aunque por la disposiciónque guardaban parece que se encontrarían paralelas.Se realizó además una ficha de campo por esqueleto yotra por tumba, registrándose todos los datos y medi-das que se pudieron recoger.

Limpieza, consolidación y exhumación de los esqueletos

Los restos óseos se encontraban recubiertos deuna espesa capa de polvo y aparecían con un colorblanquecino. Tras su eliminación, por medio depequeñas brochas y pinceles el hueso, recuperaban sucolor original. Debido al mal estado de conservacióngeneral de los huesos y con el fin de evitar destruc-ciones tanto en la exhumación como en el trasladoposterior, fueron consolidados in situ con Paraloid B-72 rebajado con acetona al 10%. Este consolidantese aplicó por medio de pincel y, en aquellos casos enlos que el hueso se encontraba muy deteriorado, seinyectaba mediante jeringuilla para que penetrase a laparte interna del hueso (fig. 4).

Solo en un caso fue necesaria la utilización degasas con consolidante, para proceder a la exhuma-ción del cráneo del individuo 1036. Al encontrarserellena de tierra la cavidad craneana, esta podía llegara desmoronar el cráneo por completo, ya que se esta-ba fragmentado por varios sitios. La aplicación degasas con consolidante formaba una capa protectoraque reforzaba el cráneo hasta que se limpiara y res-taurara debidamente en el laboratorio.

LA NECRÓPOLIS TARDORROMANA DEL CASCO ANTIGUO DE ALICANTE 219

4 Se plantearon otros métodos, como la obtención de réplicaspor medio de moldes de silicona o por poliuretano de colada, ade-cuados para realizar reproducciones exactas sin dañar el original,pero resultaban excesivamente costosos (QUINTEIRO, 1999).

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Antes de la exhumación de los huesos se excavóa su alrededor para poder extraerlos sin riesgo defragmentarlos, ya que los esqueletos se encontrabansemiexcavados. En algunos casos se descubrieronmás restos óseos que o bien no habían sido excava-dos en su momento o bien se habían ido ocultandopor la tierra desprendida de la pared perimetral delárea. Por ejemplo, el individuo 1035, que solo pare-cía conservar un fragmento de cráneo, en realidadconservaba varios fragmentos más de la calota, asícomo restos de mandíbula y piezas dentarias. Tam-bién este mismo individuo parecía conservar desde la1.ª vértebra cervical hasta la 8.ª dorsal, cuando real-mente conservaba hasta la 12.ª dorsal.

Una vez terminada la excavación de los esque-letos se procedió a su exhumación. Esta se efectuóde una forma ordenada, guardando en bolsas los hue-sos por diferentes miembros e incluyendo dentro decada bolsa una etiqueta identificativa con los datosarqueológicos de la excavación y el hueso de que setrataba. Las bolsas se guardaron mediante adecuadasmedidas de embalaje en cajas de plástico duro queportaban en el exterior idénticas etiquetas identifica-tivas. El traslado definitivo de los restos óseos serealizó a los depósitos del Museo Arqueológico Pro-vincial de Alicante (MARQ), donde se encuentran

custodiados los enterramientos que fueron exhuma-dos en 1989.

Sustitución por modelos anatómicos de PVC

Una vez vaciadas las fosas de los esqueletos ori-ginales se procedió al montaje de los moldes de hue-sos de PVC. Para ello, primeramente se consiguieron,por medio de una empresa de suministros médicos,tres esqueletos humanos desarticulados: uno comple-to y dos incompletos. Se trata de unos modelos ana-tómicos que se fabrican para prácticas médicas yestán realizados con todo detalle, de modo que elresultado es muy realista, por lo que no fue necesarianinguna modificación. En cambio sí tuvieron que sertratados para procurarles un aspecto antiguo, lo másparecido a los huesos originales.

Fueron diferentes tareas las que se realizaron,siempre intentando que cada hueso se pareciese aloriginal: se cortaron algunos moldes de huesos enPVC siguiendo las líneas de fractura que presentabanlos reales, se lijaron para darles un aspecto envejeci-do, aparentando la rugosidad y las pérdidas delperiostio, se pintaron con una base especial para PVCcon el fin de afianzar bien la pintura de color que se

220 CONSUELO ROCA DE TOGORES - PABLO ROSSER

Fig. 4. Proceso de limpieza y consolidación in situ de los restos óseos.

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les aplicó después y por último se empleó un sprayfijador para evitar desprendimientos de pintura y pararepeler la suciedad.

Una vez conseguido un aspecto similar al de losoriginales, se ubicaron dentro de las fosas, siguiendola misma disposición que guardaban los cadáveres5.Se utilizó la misma tierra que se había extraído decada una de ellas, previamente cribada, para dejarsemienterrados los huesos de PVC, es decir, como siestuviese excavado, tal y como se encontraban loshuesos originales antes de proceder a su exhumación(fig. 5).

Finalizado el trabajo, se procedió a consolidar,por medio de un pulverizador, la tierra y los huesosde PVC.

Cierre del área expositiva

Para una mejor conservación del área expositivase intervino en la renovación de su cierre. Se optó porla colocación entre el cristal y la moldura de hierro

que enmarca el área de unas placas de aluminio conperforaciones, de tal forma que además de protegermejor el área de los agentes agresores permitía venti-lación constante para evitar concentraciones de hu-medad.

Laboratorio antropológico

Una vez trasladados los restos óseos al labora-torio antropológico, se inició su estudio. Para ello seeliminó previamente la tierra adherida a los huesoscon cepillos suaves y, en los casos que lo requerían,se limpiaron superficialmente con agua. También sequitaron las gasas con consolidante que envolvían elcráneo, mandíbula y primeras cervicales del indivi-duo 1036, para sacar la tierra adherida tanto en elexterior como en el interior de los huesos. En eseproceso se descubrió entre la tierra y los huesos delcuello numerosas cuentas de collar que en el mo-mento de la exhumación no se advirtieron, ya que seextrajo todo en un solo bloque. Se encontraron untotal de veintiuna cuentas completas y varios frag-mentos de otras, todas de pasta vítrea y de diferentescolores y tamaños. Todas ellas fueron debidamentelimpiadas y consolidadas en el taller de restauracióndel MARQ.

LA NECRÓPOLIS TARDORROMANA DEL CASCO ANTIGUO DE ALICANTE 221

5 Para ello se emplearon las fotografías y el dibujo arqueoló-gico de los esqueletos originales, que se habían realizado antes desu exhumación.

Fig. 5. Proceso de sustitución de los restos óseos originales por modelos en PVC.

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CONSIDERACIONES FINALES

Es bien conocida la existencia de cerámicas tar-días (siglos V y VI d. C.) en los alrededores del monteBenacantil, próximo a la zona de la necrópolis, quehacen evidente la existencia de un importante asenta-miento de altura, a pesar de que hasta la fecha no seha llevado a cabo una investigación exhaustiva en ellugar (ROSSER, 1996; ABAD, 1984; GUTIÉRREZ, 1988).

Varias excavaciones realizadas por el COP-HIAM en la Vila Vella han reflejado que por debajode un nivel islámico aparece otro muy arrasado, consigillatas tardías y monedas, alguna fechada en la pri-mera mitad del siglo V d. C., como se documentó enlas calles Balseta y Lonja de Caballeros.

La datación de esta necrópolis (con sus dos loca-lizaciones: rambla Méndez Núñez y Palacio Llorca)se puede encuadrar cronológicamente, gracias alhallazgo de unos vertederos islámicos, en los que seconstataron materiales del siglo X y también tardo-rromanos, como sigillatas claras y fragmentos deánforas tardías. Estratigráficamente estos vertederosdestruyen los dos niveles de enterramiento, por loque son claramente posteriores a la necrópolis, y sepuede establecer, por tanto, que la necrópolis perte-nece a un momento anterior al contexto paleoandalu-sí (ROSSER, 1994).

Otro elemento que permite datar con mayor pre-cisión esta necrópolis son los depósitos funerarios,entre los que se distinguen, por un lado, los objetosdel ajuar personal, y por otro, los relacionados con elritual de enterramiento. Aunque escasos en estas dosexcavaciones, permiten situar una cronología aproxi-mada. Como objetos rituales, en el nivel inferior deenterramientos, se documentó un fragmento de bro-che de cinturón con hebilla seudo-oval de tendenciarectangular, sin decoración aparente y charnela condecoración de círculos troquelados, de clara asigna-ción tardorromana (fig. 3).

También se exhumó una redoma, que por suengobe exterior blanquecino y su forma con cuerpopiriforme (del tipo VEGAS 41), recuerda también apiezas tardorromanas y visigodas (ROSSER, e. p.).Entre los ajuares personales se documentó una mone-da perforada que seguramente formaría parte delcollar hallado en la reciente intervención en el mismoenterramiento (UE 1036). Esta moneda es de graninterés desde el punto de vista cronológico. Se tratade un AE 3/4, de ceca no precisable, en cuyo anversoaparece un busto perlado a la derecha con leyendailegible; en el reverso se observa la figura del empera-dor hacia la izquierda, que sostiene un labrum y da la

mano a un cautivo arrodillado. Por su módulo yrepresentaciones podría situarse en la segunda mitaddel siglo IV d. C. (ABASCAL, 1992). Teniendo en cuen-ta el carácter de reutilización de la moneda, habríaque situar cronológicamente las tumbas en un mo-mento claramente posterior al dado por la moneda(ROSSER, e. p.). Respecto a las veintiuna cuentas depasta vítrea6, presentan unas características que se re-piten durante largo tiempo, por lo que no sirven paraajustar la cronología (fig. 3).

Lo anteriormente expuesto lleva a la conclusiónde que se trata de una necrópolis con dos momentosde utilización en la que se encuentran sepulturas rea-lizadas en fosa simple que, por los ajuares, ritual deenterramiento y situación estratigráfica, se situaría acaballo entre el mundo tardorromano y los inicios dela época altomedieval o paleoandalusí, concretamen-te entre los siglos VI y VII d. C. (ROSSER, 1992).

Este descubrimiento ha significado un granimpulso en la investigación histórico-arqueológica delos orígenes de la actual ciudad de Alicante, y ayudóa replantearse muchas de las teorías que se teníanhasta el momento. Hasta finales de los años ochentadel siglo XX se había mantenido que la fundación dela actual ciudad de Alicante, en el solar que hoyocupa el casco antiguo, se debía a los musulmanes,los cuales, tras el Pacto de Teodomiro (siglo VIII d.C.), fundaron la Medina Laqant (ROSSER, QUILES yROSELLÓ, 1993). Después de este hallazgo arqueoló-gico se tiene la certeza de atribuir dicha fundación aun momento anterior, dentro del contexto del periodotardorromano. Y con esto la posibilidad de que lapoblación tardía de Lucentum (la primera se encon-traba en el Tossal de Manises, La Albufereta) sesituara entre las laderas del Monte Benacantil y lazona ocupada actualmente por el casco antiguo deAlicante. De este modo la ciudad citada en el Pactode Teodomiro como LQNT, y que a partir de dichoacuerdo iban a ocupar los musulmanes, ya existía conanterioridad y se encontraba en el mismo lugar dondesurgió la Medina7.

Los datos obtenidos a través de los diferentesestudios antropológicos aportan una información

222 CONSUELO ROCA DE TOGORES - PABLO ROSSER

6 Una de mayor tamaño de color verde con decoración inci-sa en espiral, cinco de color anaranjado de formas circulares y ci-líndricas, seis blancas de pequeño tamaño y nueve completas, yvarios fragmentos marrones de sección lenticular.

7 Estas suposiciones deben tomarse como hipótesis, ya queno se tienen suficientes datos, así como tampoco se puede asegu-rar si aún existía la Lucentum tardorromana cuando llegaron losislámicos (ROSSER, 1994).

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que, a pesar de no permitir reproducir a todo el con-junto de la población alicantina del momento dado elescaso número de individuos recuperados, es de graninterés para conocer los hombres que vivieron en Ali-cante durante el periodo tardorromano. Una vez com-pletado el estudio antropológico, cuyos resultados semuestran en el XIII Congreso de la SEAB citadoanteriormente, se puede adelantar una gran mortali-dad de individuos infantiles, una esperanza de vidaque no sobrepasaba los 50-60 años de edad y, comoenfermedades más comunes, destacaban las artrósi-cas y las bucales, con elevada presencia de sarro, queparece indicar una amplia representación de aportecárnico en la alimentación del grupo (SAFONT ySUBIRÀ, 1995; ROCA DE TOGORES y SUBIRÀ, 2004).

En lo que respecta a las áreas musealizadas parasu exhibición al público, lleva consigo una serie dedificultades, como el necesario mantenimiento y lasmedidas de seguridad. Los problemas de exhibición yambientales han sido tradicionalmente tratadosmediante escasas y demoradas intervenciones de lim-pieza y conservación (VAILLANT et alii, 1998). Elloconstituye una solución momentánea ya que, comoen el caso que nos ocupa, con el paso del tiempo hanido degradándose más los restos humanos. Por tanto,el problema es ya no solo la estética sino también ladegradación de la materia orgánica. Los huesos, si noestán protegidos contra la humedad, cambios de tem-peratura, etc., van fragmentándose progresivamente yllegan a una situación completamente irreversible.Por tanto en la línea de seguir conservando el áreaexpositiva in situ dentro del edificio, se ha llevado acabo en esta intervención una novedosa técnica demantenimiento: la sustitución de los restos óseos ori-ginales por huesos realizados en PVC debidamentetratados, salvándose así un material que estaba enclaro proceso de destrucción, y que de haber conti-nuado con su exposición se hubiese perdido la infor-mación definitivamente.

Es, por tanto, una nueva forma de manteneráreas expositivas in situ: la sustitución, sin modificarel significado del hallazgo, de originales por artifi-ciales (modelos prefabricados), guardando los prime-ros en lugares adecuados para su conservación y estu-dios antropológicos. Este tipo de recurso resulta máseconómico, más rápido, más resistente y menos des-tructivo, al no manipular los originales en la realiza-ción de copias o moldes.

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LA NECRÓPOLIS TARDORROMANA DEL CASCO ANTIGUO DE ALICANTE 223

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224 CONSUELO ROCA DE TOGORES - PABLO ROSSER

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Bolskan, 20 (2003), pp. 225-232 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

La presente comunicación recoge una serie defiguras en terra sigillata sudgálica e hispánica proce-dentes del yacimiento de la Cañada de Praez, quehoy engrosan los fondos del Museo Arqueológico-Etnológico Municipal Gratiniano Baches de Pilar dela Horadada, en la provincia de Alicante.

Están decoradas a base de motivos en relieveobtenidos mediante la utilización de moldes. Se cla-sifican, según las representaciones, en motivos geo-métricos, vegetales, animales, humanos y mitológi-cos, además de escenas compuestas por varios de losmencionados motivos.

SUMMARY

This essay presents a series of figures in South-Gallic and Hispanic terra sigillata coming from the si-te of Cañada de Praez, which swell the funds of theMuseo Arqueológico-Etnológico Municipal Grati-niano Baches in Pilar de la Horadada, Alicante.

They are decorated mainly with motifs in relief,obtained through by means of casts. They are classi-fied, according to the images, in geometric, plant,animal, human and mythological motifs, apart fromthe scenes composed of some of these motifs.

ORNAMENTOS GEOMÉTRICOS

Motivos de separación de metopas (fig. 1.1)

Estos motivos aparecen en Abella (Lérida)(SERRA VILLARÓ: láms. III a V), para la fabricación devasos de terra sigillata hispánica de la forma 37 tar-día. Corresponden a las formas 29, 29/37, 30 y 37(MEZQUÍRIZ DE CATALÁN, 1961: láms. 4, 114 y 117);hallamos la 29 en Granada, Funes, Mérida, Numan-cia, Ampurias y Julióbriga; la forma 29/37 en Citaniade Briteiros y Mallén; la 30 en Citnia de Briteiros, yla forma 37 en Numancia, Granada Funes, Mérida,Mallén, Bilbilis, Coimbra, Bonchales, Ampurias, Lié-dena, Ramalete, Sangüesa, Uxama, Corella y Julió-briga.

Espirales

Aplicación espiraliforme (PÉREZ ALMOGUERA,1990: 30-48). Decoración muy extendida (RU-PRECHTSBERGER, 1980: 31). Borde simple siguiendoel perfil y borde vertical simple adornado con espiral(figs. 1.2 y 1.3).

Decoración burinada (fig. 1.4)

Mal llamada ruedecilla, exclusiva del taller deAndujar (MEZQUÍRIZ IRUJO, 1983a: 136) y relacionadacon las formas 29, 30, 29/37, datadas desde mediadosdel siglo I y comienzos del siglo II.

La técnica de burinado, se utiliza frecuentemen-te en Andujar (SOTOMAYOR, 1999: 32), aunque se

Figuras en terra sigillata procedentes del yacimiento de la Cañada de Praez

en Pilar de la Horadada (Alicante)

María García Samper*

* Directora del Museo Arqueológico-Etnológico MunicipalGratiniano Baches de Pilar de la Horadada (Alicante). C/ Carreti-llas, 19. 03190 Pilar de la Horadada (Alicante).

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Fig. 1. Piezas procedentes del yacimiento.

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constata igualmente en otros alfares béticos, comolos de Cartuja y Albaicín en Granada o Singilia Barbaen la provincia de Málaga.

Bajo ella, ovas y lengüetas con perlas. En laparte inferior, empalizada de strigiles (MONTESINOS,1991: 58 y 59) o motivos en S alineados.

FIGURAS VEGETALES

El reino vegetal constituye el reino inferior, sim-boliza la unidad de los seres vivos, símbolo de reno-vación cíclica se caracteriza por su abundancia y fer-tilidad.

La planta simboliza la energía solar condensaday manifestada. Captan las fuerzas ígneas de la tierra yreciben la energía solar. Ellas acumulan esta poten-cia; de ahí sus propiedades curativas o venenosas y suempleo en la magia. Se les atribuye la manifestaciónde la energía en sus formas diversas, como la des-composición del espectro solar en colores variados.En cuanto a la manifestación de la vida, son insepa-rables del agua tanto como del sol.

Muchas han sido las civilizaciones que han mos-trado el paso de lo vegetal a lo animal de lo humanoa lo divino o viceversa. Las divinidades femeninasgriegas han protegido la vegetación: Hera, Deméter,Afrodita y Artemis. También algunos dioses como Ares(Marte) y Dionisos (Baco).

Roseta (MEZQUÍRIZ, 1961: lám. 79, n.º 950) (fig. 1.5)

Se aprecian cinco de los once pétalos simétricosy botón central. La roseta es muy frecuente en la sigi-llata hispánica. Decoración que aparece en Corellaen la forma 37 tardía. Con doble motivo circular(MEZQUÍRIZ, 1961: lám. 92, nos 1498 y 1513) se daen Sartaguda y Uxama, con la forma 37 en ambas.Este doble círculo segmentado se utiliza como moti-vo de decoración a molde en la TSH1.

Las hojas se emplean frecuentemente comomotivo ornamental en las culturas de labradores.Motivos circulares se presentan en Tricio (MEZQUÍ-RIZ, 1961: lám. 105, n.º 1883) en la forma 37. En frisosuperior aparecen en Mallén (MEZQUÍRIZ DE CATA-LÁN, 1961: lám. 122, nos 2475 y 2501) con la forma29/37 y en Julióbriga con la forma 29.

Hoja de forma pinada de Blechnum (fig. 1.6)

Decoración que se da en Andujar (FERNÁNDEZ,1998: 73; SOTOMAYOR, 1977: 77, lám. 42, y 1999: 59,fig. 37).

Vaso decorado con motivos vegetales Drag. 29/ 37 (fig. 2.1).

Sudgálica. Diámetro 15,5 cm. Altura 7,4 cm.Borde simple vertical saliente y base plana.

Durante la época flavia tiene lugar la transiciónde la forma carenada 29 a la semiesférica 37 con losproductos híbridos 29/37.

Presenta una primera decoración con una seriede elementos circulares2, y restos de sello: ONET.Motivos similares documentados en Tricio (MEZQUÍ-RIZ DE CATALÁN, 1961: lám. 105) en la forma Drag.37, y en Liébana (ZARZALEJOS, 1991: 125, fig. 20;MEZQUÍRIZ DE CATALÁN, 1961: lám. 105, n.º 1893).Decoración circular similar hallada en Numancia(MEZQUÍRIZ DE CATALÁN, 1961: lám 29) en la formaDrag. 29. En Talavera de la Reina en la forma 37(JUAN TOVAR, MORALEDA y RODRÍGUEZ, 1983: 169),en Julióbriga (MEZQUÍRIZ DE CATALÁN, 1961: lámina217, n.º 85) en la forma 37, del tipo de borde dealmendra. Separación superior con doble baquetón.

Los círculos combinados con elementos vegeta-les aparecen en algunas de las formas antiguas, comola 29, pero es más característico de la forma 37A,siendo la decoración dominante en el siglo II.

En la zona inferior, representación de hojas deFittonia, superpuestas en tres bandas de diferentetamaño, con forma aovada y limbo foliar entero.

Un ramillete o un haz de hojas designan el con-junto de una colectividad, unida en una misma accióny en un mismo pensamiento.

Guirnaldas ligadas

Adscritas en registros anchos. Guirnalda consti-tuida por un tallo principal y rematada en motivosvegetales (fig. 1.7).

Se aprecian seis pequeños elementos vegetalesde contorno alargado en forma de espiga, cuya dispo-sición forma triángulo. Estos elementos proceden deArcóbriga (ROMERO, 1999: 188); en Numancia yUxama se dan en las formas 29/37 y 37 A y B.

FIGURAS EN TERRA SIGILLATA PROCEDENTES DEL YACIMIENTO DE LA CAÑADA DE PRAEZ 227

2 Motivo de decoración a molde en la TSH.

1 Monografías del Museo Arqueológico Nacional (1983).TSH, 2, p. 119.

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FIGURAS DE ANIMALES

Terra sigillata sudgálica que representa a losanimales que protagonizan los sueños y el mundo delas artes, forman identificaciones parciales del hom-bre: aspectos, imágenes de su naturaleza compleja.Espejos de sus pulsiones profundas, de sus instintosdomesticados y salvajes.

Delfín

Plato forma Dragendorff 15/17. Fragmento deborde. Diámetro 16 cm. Borde exvasado con unainflexión exterior corto (fig. 1.8).

El delfín como animal que destaca por su inteli-gencia, espíritu amistoso y movilidad. Muchos pue-blos lo han hecho objeto de numerosos mitos, sobretodo los navegantes y pescadores. Ser deiforme paralos cretenses, micénicos, griegos y romanos. En Gre-cia estaba consagrado a Apolo, deidad solar, y a Dio-niso3. Como ejemplo tenemos a la representación deuna copa griega del siglo V a. C., donde se aprecia aDionisio navegando por Exequias.

El delfín es un tema muy corriente para la necró-polis paleocristiana de Tarragona (AMO, 1979-1981:

25, fig. 7), aunque también aparece en la producciónpagana (FÜLEP, 1967: 25, fig. 7, citado por PÉREZ

ALMOGUERA, 1990: 31). En Ilici se representa enplato itálico (MONTESINOS, 1995: 242; OSWALD yPRYCE, 1920: lám. III, n.º 3).

Felino

Fragmento de pared que representa los cuartostraseros de un felino hacia la izquierda. Podría tratar-se de un leopardo o una pantera (fig. 1.9).

El leopardo es símbolo de ferocidad, agresivi-dad, espíritu de lucha o soberbia, atributo de Artemisy de Dioniso, símbolo del vigor y la fecundidad. Enlas celebraciones dionisíacas y báquicas, interveníacon sus impresionantes saltos que le comparaban conlas ménades.

La pantera es símbolo de origen etrusco, atribu-to de Dionisio y emblema de la procreación.

228 MARÍA GARCÍA SAMPER

3 Como protector de los marineros, a Afrodita y a Poseidón.

Fig. 2. Vasos decorados realizados en terra sigillata.

1

3

2

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Tortugas

Fragmento de pared donde se representan tor-tugas (fig. 1.10) desfilando hacia la izquierda, sím-bolo de la fecundidad por su numerosa progenie.La tortuga estuvo consagrada a Afrodita, así comoal dios Pan, debido al aspecto fálico de su cabeza.Al llevar la casa a cuestas simbolizó las virtudesdomésticas. Su casa forma cuerpo con ella, y portanto no la deja nunca; es siempre al mismo tiem-po perfectamente silenciosa, incluso en sus despla-zamientos4. En la proximidad del peligro, se escon-de y se mete por completo en su caparazón:símbolo de prudencia y de constante protección.Imagen del universo, su caparazón es redondo enla parte superior, como el cielo, y plano en la infe-rior, como la tierra. En medio de las dos conchas,la tortuga es mediadora entre el cielo y la tierra. Essabia porque se la supone vieja. Instrumento deestabilidad.

FIGURAS HUMANAS

Las figuras humanas suelen aparecer como ele-mento decorativo de relleno en vasos con decoraciónmetopada. Solo de forma excepcional se documentanformando escenas.

Pensador

Fragmento de pared que reproduce una metopaen cuyo centro se representa a un hombre en actitudpensante de perfil hacia la derecha, sentado sobre laparte posterior de sus piernas (fig. 1.11). Separaciónde metopa formada por dos líneas onduladas. Seaprecian restos de extremidades humanas en la meto-pa superior.

El propio hombre no ha dejado de percibirsecomo un símbolo, el centro de este mundo. Una sín-tesis del espacio, un modelo reducido del universo,un microcrosmos. Participa en los tres reinos: mine-ral, vegetal y animal; por su espíritu, entra en relacióncon la divinidad. Es espíritu y carne.

La cabeza del hombre se relaciona con la sededel espíritu y se identifica, como el fuego, con lo san-tificante, purificador y renovador. Producción sudgá-lica.

Vaso de terra sigillata con escena de danza

Copia de vaso en terra sigillata, de la que noconsta clasificación, desaparecido durante la guerracivil española. 10 cm de altura por 10,5 de diámetro.Dragendorff, forma 23. Borde simple vertical. Labiosemicircular (fig. 2.2).

La danza es un movimiento rítmico estructura-do, y sin embargo estático; muchas culturas han rela-cionado la danza tanto con las energías creativascomo con las fuerzas del orden. De ahí que en mito-logía existan dioses o héroes que crean el mundo y almismo tiempo lo ordenan danzando. Las danzasrituales han sido un medio para establecer la uniónentre los cielos y la tierra, es decir, para implorar lalluvia, la fecundidad, la gracia etc.

La danza se acompaña con frecuencia de unagestualidad simbólica, de ademanes que reflejan laactividad y el poder, cuyo significado solo suele sercomprensible para los iniciados.

Para Platón la danza tiene origen divino; antesde ser movimiento es signo. Los gestos son un len-guaje que parte de lo más profundo del inconscientey se abandonaba a las pulsiones divinas: el entusias-mo manifiesta la presencia interior del dios. La danzasimboliza y reclama la acción de este.

Este vaso muestra una copia de la escena reali-zada en un bronce helenístico del siglo II a. C. cono-cido como crátera Borghese, copia romana realizadaen mármol del siglo I d. C. que hoy se halla en elMuseo del Louvre.

Estilo neoático que emerge en el seno del artehelenístico en oposición a las escuelas de Pérgamoy Alejandría. El arte ateniense vuelve a utilizar losregistros propios del siglo IV a. C., como ejemplo laménade danzante de Escopas, que continúa con la tra-dición anterior, sobre todo en las proporciones y enla armonía de las composiciones; así puede com-probarse en la ménade orgiástica, conocida por re-lieves neoáticos, que utilizan este tema decorativo.Su autor consiguió un resultado de gran belleza conun caso de patología nerviosa. Las sacudidas histé-ricas de la ménade le hacen doblarse con un gestoanormal.

Huellas artísticas de Hermes y las ninfas repre-sentados en un bajorrelieve griego del siglo IV a. C5.

Durante los últimos siglos de la República seaprecia la influencia en obras como el brocal de pozo

FIGURAS EN TERRA SIGILLATA PROCEDENTES DEL YACIMIENTO DE LA CAÑADA DE PRAEZ 229

4 Plutarco, SECG, 375. 5 Museo Barraco (Roma).

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de Palestrina con el Cortejo de las Horas6 o la Danza delas Horas7.

Los relieves de culto de la Bacalia, importadapor los griegos coloniales de la baja Italia, danzan ycantan para solicitar la epifanía de Dionisos8. Se tratade un friso que representa a mujeres danzando atri-buido a época de Trajano.

Este estilo permanece en el arte romano hasta laépoca de Adriano.

La banda que portan algunas bailarinas en lacabeza significa superación de la vida carnal.

Escena erótica

Vaso Drag. 30. En la terra sigillata hispánicacorresponde a las formas decoradas durante los siglosI y II (fig. 1.12). Bajo el borde, un friso de ovas doblesalternando con lengüetas acabadas en trilobulado(MONTESINOS, 1991: 60 y 61).

Metopa con escena sexual. Mujer desnuda a laizquierda, ligeramente inclinada, que utiliza unsoporte de apoyo, mientras el hombre desnudo trasella flexiona las piernas en pleno acto sexual. Escenaque se asemeja a las recogidas por OSWALD y PRYCE

(1936-1937: lám. 90, B-D). Junto a esta metopa, a laizquierda, cruz de San Andrés. Representada tambiénen la forma 41 (MEZQUÍRIZ IRUJO, 1983b: lám. 1),separación inferior con doble baquetón.

La unión sexual simboliza la búsqueda de la uni-dad, el apaciguamiento de la tensión, la realizaciónplena del ser (CHEVALIER, 1993).

Ovas similares a las halladas en Mallén en laforma 37 (MEZQUÍRIZ DE CATALÁN, 1961: lám. 118,n.º 2368).

FIGURAS MITOLÓGICAS

Cupido

A Cupido se le presenta siempre provisto dealas, porque la pasión que inspira no es duradera. Enla representación anda con aires de conquistador (fig.1.13). El pie anterior ligeramente elevado indica elproyecto de alguna travesura.

Posición similar a la publicada por OSWALD yPRYCE (1936-1937: 43, lám. 22, n.º 435; HERMET,

1934)9, pero con diferente terminación del ala. Guir-nalda ondulante con hojas alargadas a la derecha(LAVIZZARI, 1972: 49, tav. XXXIV, n.º 257); bajo ella,motivo de separación de metopa.

También puede tener relación con Eros, como elrepresentado en la escuela helenística de Alejandría.Los romanos llamaron a Eros Amor o Cupido; sinembargo, este dios no es más que una simple traspo-sición del griego y nunca gozó en Roma de un autén-tico público, como ocurrió en la Hélade.

Producción sudgálica.

ESCENAS COMPUESTAS

Naturaleza

Ave en marcha hacia la izquierda con larga cola,de la familia de las carádridas. (fig. 1.14). Por sulargo pico simbolizó la sabiduría oculta, que se alcan-za ahondando en las cosas. Bajo ella, hoja de hiedrade forma trilobulada, con limbo foliar crinado. Hojasimilar a vaso decorado gálico hallado en Ilici (MON-TESINOS, 1995: 243). A la derecha, restos de guirnal-da y motivos de decoración vegetal.

Producción sudgálica.

Escena de caza

La caza se presenta generalmente en dos aspec-tos: el primero, la matanza del animal, que es la des-trucción de la ignorancia, de las tendencias nefastas;el segundo, la persecución de la pieza rastreando sushuellas, que significa la búsqueda espiritual. Despuésde una persecución infatigable, el cazador reposa trasvencer a las connotaciones de cobardía, al símbolo devigilancia que representa la liebre (fig. 1.15). Porta eltrofeo en su mano izquierda. Escena recogida en unametopa.

Producción sudgálica.

Competición

Vaso de terra sigillata sudgálica. Drag. 37. Diá-metro 19,4 cm. Borde aplicado. Período de transi-ción, hacia el año 60 concretamente, aparece estaforma (VERNHET, 1975: VI), que se va a fabricar de

230 MARÍA GARCÍA SAMPER

9 Claudio-Domiciano.

6 Museo de las Termas (Roma).7 En el Vaticano.8 Museo de la Acrópolis de Atenas.

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manera abundante en el período de Vespasiano a Tra-jano (HERMET, 1934: 6). Producción de La Graufe-senque (fig. 2.3).

Escena de carácter alegórico, que, a través de lasimágenes representadas, refleja la pasión que puedecaber en el pensamiento humano, con sus atributoscorrespondientes.

Decoración con línea superior formada con óvu-los (ovas triples) y lengüetas10 acabadas en perlas,similar al estilo de Germanus (OSWALD y PRYCE,1920: lám. XXX, n.º 51).

La primera escena incompleta muestra un frag-mento de representación humana donde se aprecia unbrazo alzado. La escena central superior, un carrotirado por un león en plena carrera. El esfuerzo esmuy acentuado: las extremidades anteriores, total-mente dobladas, impulsan el cuerpo, mientras las pos-teriores incrementan la velocidad hacia la victoria.

El león, el rey de los animales, emblema de fuer-za, poder, dominio de soberanía y de justicia. Reves-tido de significado solar o íntimamente relacionadocon la luz, entre otras cosas por su fuerza, su colorentre amarillo y dorado y su melena. La vinculacióncon la luz se debe a la creencia de que nunca cerrabalos ojos. Fue el símbolo de la Cibeles siria y lo seríadespués de la griega.

El carro se asocia al sol como emblema de sucurso por el cielo en cultos como el de Cibeles, entreotros. El culto a Cibeles llegó a naturalizarse del todoen Roma en época imperial (SEEMANN, 1993: 196).Su lugar originario fue la región de Pesinunte, unaáspera y accidentada comarca montañesa, dondeCibeles realizaba sus tumultosas correrías en un carrotirado por leones o panteras, entre la estrepitosamúsica de sus arrebatados acompañantes, los cori-bantes y curetas.

La majestuosa fiereza de los leones encarna elcarácter de Cibeles.

Bajo esta escena, ganso, entre festones, conlarga cola, como símbolo de la vigilancia, que gira lacabeza hacia la izquierda (OSWALD y PRYCE, 1936-1937: 141 y 142, lám. 85, nos 2245, 2247, 2248 y2249). Esta representación aparece desde época deTiberio hasta Domiciano.

Su posición es contraria a la hallada en Tiermes(ROMERO, 1999: 186).

Tanto la representación de león como de gansose dan en las formas Dragendorff 37 y 29/37(OSWALD y PRYCE, 1920: lám. XI, nos 3 y 8).

Desde la Antigüedad las aves se encuentranemparentadas con el cielo, debido a la creencia deque el alma, al abandonar el cuerpo del difunto, echa-ba a volar tomando figura de pájaro.

Los gansos, consagrados a Juno, fueron los queavisaron con sus graznidos despertando a Manlio,evitando con ello que los galos tomaran el Capitolio.

En la escena de la derecha, Victoria alada. Tantoel arte griego como el romano suelen regularmenterepresentar a la diosa de la Victoria con alas; sus atri-butos normales son la palma y la corona de laurel,que entre los antiguos eran los distintivos honoríficosdel triunfador en las lides de la guerra.

En la esquina superior izquierda de la metopa,hoja de laurel invertida representada con cinco pé-talos.

La Victoria, representada hacia la izquierdasujetando la corona en la mano derecha, con grandesalas algo extendidas y con vestiduras ágiles, ligera-mente movida por el viento, es la mensajera de losdioses que desciende a la tierra para coronar al ven-cedor de la competición.

La Victoria se encuentra en el repertorio decora-tivo de la sigillata sudgálica (OSWALD y PRYCE, 1936-1937: 820). Sus alas recuerdan a la representación deLa Graufesenque y Banassac, en época de Domicia-no (OSWALD y PRYCE, 1936-1937: 65 y 66, lámina 39,n.º 808B y 817). La posición y la producción del surde la Galia corresponden a la misma época. Aunquemuestra características arcaizantes por asemejarse alrelieve votivo de Apolo y Niké del siglo I a. C., con-servado en el Louvre (PASQUIER, 1982: 132). Lasituación de los brazos recuerda a la imitación enmármol de Hércules Farnese de Lysipo (OSWALD yPRYCE, 1920: lám. 35, n.º 9).

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FIGURAS EN TERRA SIGILLATA PROCEDENTES DEL YACIMIENTO DE LA CAÑADA DE PRAEZ 231

10 Motivos decoración a molde en la TSH.

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Bolskan, 20 (2003), pp. 233-236 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

En las excavaciones realizadas durante el vera-no de 1999 y en la posterior segunda fase del año2000, en el terreno que ocupaba el solar número 26a 32 de las calles de San Vicente y Mesón de Teruelde la ciudad de Valencia, apareció un importantenivel de incineraciones e inhumaciones de épocaromana. La intervención arqueológica ha aportadoun amplio conjunto de fragmentos de lápidas funera-rias y materiales asociados. En este artículo expon-dremos los más significativos.

SUMMARY

During the excavations carried out in the Sum-mer of 1999 and the second stage in 2000, in thepiece of land taken up by the numbers 26 to 32 of SanVicente and Mesón de Teruel streets, in Valencia,great number of cremations and inhumations fromthe Roman period were discovered. The archaeologi-cal works have provided many remains of funerarygravestones and associate materials. In this essay wewill present the most significant ones.

En el curso de dos campañas realizadas durantelos años 1999 y 2000 en el terreno que ocupaba elsolar número 26 a 32 de las calles de San Vicente yMesón de Teruel de la ciudad de Valencia, sobre unasuperficie total de 700 m2, apareció un importantenivel de incineraciones e inhumaciones de época

romana1. Los enterramientos se localizan en unaestrecha franja paralela a la actual calle San Vicente.Esta concentración parece indicar la existencia de unespacio bien delimitado, que formaría parte de unanecrópolis junto a la via Augusta, y extramuros de laantigua Valentia. La gran variedad de ritos funerariosutilizados (cremación, bustum, inhumación en fosa yen tegulæ, en ataúdes, en ánforas, bajo cubierta deadobes) evidencia, entre otras cosas, una larga pervi-vencia cronológica durante buena parte del Imperioromano. Casi todas las inscripciones aparecen en uncontexto de época musulmana, entre los siglos VIII yIX d. C., que se manifiesta arqueológicamente en unatransformación de la zona, utilizando los abundantesrestos constructivos de época romana, lo que debióproducir la definitiva fragmentación de las lápidas yla destrucción de las tumbas. La intervención arqueo-lógica ha aportado un amplio conjunto de fragmentosde lápidas funerarias y materiales asociados, de losque en esta comunicación pretendemos dar solo noti-cia de los más sobresalientes.

Cabeza de escultura (fig. 1), que apareció juntoa los fragmentos epigráficos y restos materiales deépoca romana dentro de un gran vertedero, y cuyocontexto original ignoramos. En este caso se localizócasi un metro por encima de las inhumaciones queestaban en el fondo de la fosa y aproximadamente50 cm por debajo de la cimentación de uno de lospilares de un patio porticado con balsa central de

Noticia de piezas singulares aparecidas en la Valencia romana

Juan José Seguí* - José Manuel Melchor** - Josep Benedito***

* Universitat de Valencia.** Director del Museo Arqueológico de Burriana.*** Arqueólogo codirector de la excavación.

1 De estas campañas ya dimos noticia en MELCHOR, J. M.;BENEDITO, J., y SEGUÍ, J. J. (e. p.). Nuevas aportaciones a la necró-polis romana del sector meridional de la ciudad de Valentia, juntoa la vía Augusta. Actas del XXVI Congreso Nacional de Arqueolo-gía (Zaragoza, 2001).

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época musulmana, y que estaba construido directa-mente sobre el relleno del vertedero. Esta es una delas piezas que nos hace pensar que nos podemosencontrar ante los restos de la destrucción del espaciosepulcral romano, una vez que es evidente que esteelemento no se reutiliza. Además, su mutilación es yade antiguo y tampoco se han localizado otros frag-mentos de la pieza, por lo que cabe pensar que elrellenado de la fosa se produjo cuando ya había sidoabandonada.

Como detalle anecdótico, podemos citar que apesar de que no pudimos asociar la pieza a un con-texto cierto, dentro del espacio sepulcral romanorecuperamos los restos de una inhumación infantilfemenina de corta edad y los restos de un enterra-miento infantil en pythos.

Se trata de una cabeza de mármol muy mutilada(dimensiones máximas de 15 x 12 cm). En su parteposterior, que no está completamente realizada, seobserva una perforación de 2 x 2,5 cm de ancho y4 cm de profundidad, destinada a insertar un vástagometálico con el fin de fijarla a otra superficie. Mues-tra el pelo ondulado recogido hacia atrás con unadoble cinta o diadema que pasa por detrás de las ore-jas hasta perderse a la altura de la parte superior de lanuca y que permite dejar la frente despejada. Pese alos daños se evidencian unos ojos almendrados y unaboca pequeña. El óvalo redondeado de la cara, lospómulos resaltados y la piel tersa corresponden a laescultura de una niña. Como singularidad, en su parte

posterior, en el arranque del cuello, presenta unaextraña marca epigráfica.

Posiblemente formaría parte, bien de un monu-mento funerario en una de cuyas paredes estaría ori-ginalmente empotrada, bien de una estela funeraria.Debió ejecutarse entre el primer tercio del siglo I

d. C. y el mismo periodo de la centuria siguiente2.

Dos piezas epigráficas. La primera, la más des-tacada, es una lápida funeraria (fig. 2) reutilizada enun nivel bajomedieval formando parte de un pavi-mento, adosado a un muro de encofrado de tierra yenlucido con mortero. Lamentablemente esta zona seencontraba bajo la calle Mesón de Teruel, con lo quelos desagües y la misma obra de la calle le afectaronprofundamente, toda vez que el hallazgo apareció aun metro escaso de profundidad. De la misma forma,en este espacio había una necrópolis musulmanaextremadamente masificada, con lo que los enterra-mientos ya habían afectado previamente el anteriorespacio de la necrópolis romana, de modo que no fueposible ni siquiera intentar asociar la inscripción aalguna de las tumbas excavadas, con las que podríatener una cronología similar. Los hallazgos conserva-dos más cercanos corresponderían a una cimentaciónque podría pertenecer a un monumento funerario enforma de columna o pilar y una incineración muyarrasada.

Se trata de una placa de mármol gris oscuro (21x 24 x 1,5 cm), que se halla partida por su lateralizquierdo, conservándose el fragmento superior, el

234 JUAN JOSÉ SEGUÍ - JOSÉ MANUEL MELCHOR - JOSEP BENEDITO

2 Cf. SEGUÍ, J. J.; MELCHOR, J. M., y BENEDITO, J. M. (2001).Hallazgo en Valencia de una cabeza infantil con marca epigráfica.Studia Philologica Valentina 5, pp. 119-132.

Fig. 1. Cabeza de escultura hallada en las excavaciones.

Fig. 2. Lápida funeraria.

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cual se repone sin problemas, mientras que se ha per-dido el inferior. La placa tiene dos muescas con orifi-cio lateral. Es una lápida funeraria que posiblementeestaría empotrada en un monumento funerario. Latranscripción sería L(uci) Cass(i) / Fusci / [B]æbiaAt(tica?) / viro piissi(mo).

La segunda pieza es un fragmento de lápidafuneraria aparecido dentro del gran vertedero junto aotros de menor tamaño y abundantes restos materia-les de época romana. A falta de la finalización delestudio de los materiales aquí encontrados, podemossuponer que los vertidos se originaron al colmatarselas grandes fosas que estaban dispuestas perimetral-mente al espacio sepulcral romano. Este proceso seprodujo en un espacio cronológico entre los siglos IVd. C. —fecha en la que situamos gran parte del mate-rial más reciente encontrado en la fosa y las inhuma-ciones que aparecieron el fondo de la misma, y quefueron cubiertas por el material del relleno— y el IXd. C., cuando empiezan a surgir las primeras cons-trucciones musulmanas sobre el relleno del verte-dero.

Así pues, en este caso, nos podemos encontrarante los restos de la destrucción del espacio sepul-cral romano, una vez que es evidente que estos ele-mentos no se reutilizan. Por otro lado, su excesivafragmentación y la ausencia de una gran cantidad derestos constructivos nos podría indicar que el relle-nado de la fosa se produjo cuando la necrópolisromana ya se encontraba arruinada y que los vesti-gios que aún permanecían en el lugar fueron a pararal relleno.

Los dos trozos, que se reponen sin dificultad,conforman una placa de mármol blanco ([22] x [9,5]x 2 cm). La parte conservada corresponde a un trozodel remate inferior de la placa original. Formabaparte de una lápida funeraria de, quizás, un monu-mento funerario en el que estaría originalmenteempotrada. La transcripción podría ser [—] u[xori?]/ [—innoce]ntissimæ / [—] maritus3.

Gran pieza escultórica en forma de hoja deacanto (fig. 3), que fue reutilizada en los cimientosde una estructura cuadrangular excavada en la terce-ra y última campaña de intervenciones arqueológicas

llevadas a término en el solar, muy arrasado desdeépoca musulmana. Correspondería a un monumentofunerario de características indefinidas. El avance delestudio de los materiales parece indicar que habría almenos una incineración asociada a un pequeño ustri-num. La cronología, inicialmente, se centraría en unmomento cercano al siglo II d. C.

Está realizado en caliza travertínica y presentasolamente la cara anterior trabajada de grandesdimensiones (altura máxima 45 cm; ancho máximo30 cm; espesor máximo 21 cm). Estas característicashacen pensar que se encontraría adosada a algún edi-ficio singular como elemento decorativo.

Por la cronología de la estructura en la que apa-rece reutilizado podemos proponer una cronologíaanterior al siglo II d. C.4.

NOTICIA DE PIEZAS SINGULARES APARECIDAS EN LA VALENCIA ROMANA 235

4 Cf. SEGUÍ, MELCHOR y BENEDITO (2003). Art. cit., fig. 5,lám. I.

3 Para el estudio completo de ambas piezas, así como de losotros fragmentos aparecidos, cf. SEGUÍ, J. J.; MELCHOR, J. M., yBENEDITO, J. M. (2000). Nuevas inscripciones funerarias de Valen-tia. Hispania Antiqua XXIV, pp. 135-154, y (2003). Nuevas inscrip-ciones funerarias de Valentia: un anexo. Hispania Antiqua XXVII,pp. 201-210.

Fig. 3. Pieza en forma de hoja de acanto.

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Otros materiales, claramente asociados conrestos funerarios: restos epigráficos, molduras lisas yabundantes restos de materiales cerámicos, pinturamural, vidrio, tegulæ, todos arrojados al gran verte-dero. Entre ellos destaca, especialmente, un fragmen-to de capital jónico sobre una placa de mármol dondese aprecia, en bajorrelieve, parte de la voluta de unarepresentación estilizada de un capitel jónico. Segu-ramente fue un elemento decorativo sepulcral roma-no. Además, debemos contabilizar un fragmento derecubrimiento de mármol en forma de arco con apén-dice, que podría ser parte de la representación esque-mática del arconsolio de un monumento funerario. Laparte posterior no se encuentra pulida, lo que indica-ría que estaba adosada a otra superficie. En esta piezase aprecian marcas de lapicida para dibujar el semi-círculo y el apéndice. Finalmente, hay que destacarun fragmento de friso de mármol, donde se apreciandos bandas que tendrían elementos figurados en alto-rrelieve no identificados, uno de los cuales podríacorresponder a una guirnalda. Sería, asimismo, un ele-mento decorativo sepulcral romano5.

CONCLUSIONES

El conjunto funerario de la calle San Vicentemuestra arqueológica y epigráficamente trazas dehaber albergado tanto mausoleos individuales o fami-liares como algunas sepulturas de carácter colectivo,del tipo de los monumenta columbariorum, comoponen de relieve los numerosos fragmentos de placasmarmóreas y de restos de edificación. Estas caracte-rísticas se acomodan perfectamente a lo que cabríaesperar de una necrópolis ubicada junto a la antiguavia Augusta y muy próxima a la ciudad, en las cerca-nías de la porta Sucronensis. Además, el yacimientose ubica en una zona de la ciudad que presenta otrasevidencias funerarias, tanto arqueológicas como epi-gráficas.

Socialmente, el aspecto que se desprende de laslápidas es el propio de enterramientos de personasque debieron ser, en su mayoría, de condición socialplebeya, dentro de una cronología que abarcaríadesde la segunda mitad del siglo I d. C. hasta la pri-mera del siglo III.

236 JUAN JOSÉ SEGUÍ - JOSÉ MANUEL MELCHOR - JOSEP BENEDITO

5 Para estas piezas, véase la bibliografía citada en notas pre-cedentes.

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Bolskan, 20 (2003), pp. 237-241 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

La última campaña de excavaciones arqueoló-gicas en el yacimiento de El Palau se realizó duran-te el mes de septiembre del año 2001 y ha ampliadolos resultados obtenidos en las primeras intervencio-nes. En la excavación se documentaron nuevas salasjunto a un conjunto muy interesante de cerámicaromana. Del estudio de estos nuevos hallazgos sededuce que en un momento cronológico situado entrelos siglos II d. C. y IV d. C. ya se venía ocupando estesector del yacimiento.

SUMMARY

The latest campaign of archaeological excava-tions in the site of El Palau was carried out duringSeptember 2001 and has improved the results obtai-ned from the first works. In the excavation, newchambers have been documented, as well as an inte-resting set of Roman ceramics. From the study ofthese new discoveries we can infer that this area ofthe site was already occupied between the 2nd andthe 4th centuries.

Entre los meses de febrero a diciembre del año2000 y enero del 2001, se llevó a cabo una primeracampaña de excavaciones arqueológicas en el yaci-miento de El Palau1, con motivo de la construcción de

la ronda de Burriana (BENEDITO y MELCHOR, 2001)2.La intervención fue sufragada íntegramente por laCOPUT. En el yacimiento destacaba por su impor-tancia la estructura de un edificio termal de plantacompuesta, que formaba parte del conjunto construc-tivo de una villa. Su extensión se prolongaba pordebajo de la vía de servicio.

Excavado el edificio solo en parte, hasta aquelmomento únicamente había sido posible reconocer sudistribución en cuatro estancias. De la primera seconservaban los restos de la cámara de calor del hipo-causto, y que probablemente se identifica con el cal-darium. La habitación contigua correspondía a otrasala calefactada construida por el sistema de hypo-causis, posiblemente el tepidarium; por último, el fri-gidarium con suelo de opus signinum. La primera delas estancias calefactadas se hallaba adosada en elextremo norte del edificio; de esta sala se accedíaposiblemente al tepidarium o a otra sala calefactada.Al este de dicha estancia se abría el frigidarium, conbalsa o piscina rectangular en su flanco norte.

La siguiente fase de ocupación del yacimiento3

se daba con el estudio de la alquería islámica deBeniham entre los siglos IX y X d. C.4. Las estructuras

Segunda campaña de excavaciones arqueológicas en el edificio termal del yacimiento de El Palau

(Burriana, Castellón)

José M. Melchor* - Josep Benedito**

* Director del Museo Arqueológico de Burriana.** Arqueólogo director de la excavación.1 Los primeros estudios científicos realizados en el yaci-

mientos fueron publicados por ALGILAGA, AGUILELLA y MELCHOR

(1992). Existían escasas referencias anteriores en FLETCHER yALCÁCER (1956), en MESADO (1969), UTRILLA (1964) y ROCA Y AL-CAIDE, F. (1932), ninguna de ellas con un visión ni tan siquieraaproximada de lo que en realidad era el yacimiento.

2 Y más concretamente sobre el edifico termal, ver MELCHOR

y BENEDITO (e. p.).3 Las primeras noticias concretas sobre la superposición in

situ de distintos horizontes culturales aparecen en MELCHOR

(1996).4 Encontramos algunos paralelos en LÓPEZ (1994).

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halladas cubrían una superficie aproximada de unos2000 m2. El conjunto de las estructuras halladas pare-cía articularse con relación a un patio central o áreaabierta con una superficie aproximada de 120 m2. Seconstruyeron numerosos edificios al tiempo que se reu-tilizaron las estancias de los baños de la construcciónde época romana.

Entre los siglos XIII y XIV tuvo lugar una rees-tructuración del espacio de la alquería. Se niveló elterreno y se construyeron nuevos muros de tapialvalenciano. Esta técnica se ha utilizado de maneraexclusiva en el área fabril documentada junto a laalquería del Batle5, arquitectura que reutiliza materia-

les de época romana y medieval y quedó como únicoresto visible a partir de época moderna junto al veci-no molino de El Palau6.

SEGUNDA CAMPAÑA DE EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS

La última campaña se realizó durante el mes deseptiembre del año 2001 y ha ampliado los resultadosanteriores. En este caso la intervención fue sufragada

238 JOSÉ M. MELCHOR - JOSEP BENEDITO

zona. Entre ellos podemos citar MUNDINA (1873) y SARTHOU

(1913).6 Publicada su excavación arqueológica en MELCHOR y

BENEDITO (2000).

5 Al principio del siglo XX, algunos historiadores ya refleja-ban la existencia de la alquería, el molino y un despoblado en la

Fig. 1. Planta completa del edificio.

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íntegramente por el Ayuntamiento de Burriana. En laexcavación se documentaron nuevas salas (fig. 2)junto a un conjunto muy interesante de cerámicaromana. Del estudio de estos nuevos hallazgos sededuce que en un momento cronológico situado entrelos siglos II d. C. y IV d. C. ya se venía ocupando estesector del yacimiento.

En primer lugar, procedimos a retirar de formamecánica 60 ó 70 cm de zahorra y arena que laempresa constructora había utilizado para rellenarel cajero abierto sobre el yacimiento y que, por otraparte, supuso la destrucción de una parte de suestratigrafía. Alcanzado el nivel arqueológico, ini-ciamos la excavación manual de los niveles y com-probamos que estos habían sido destruidos casi ensu totalidad; únicamente restaba parte de las cimen-taciones y varias fosas, excavadas ya sobre el nivelestéril.

A la vista de esta situación, procedimos a com-probar el estado de las estructuras y excavar los depó-sitos de materiales. El primero de los depósitoscorrespondía a una fosa de forma irregular que arra-saba parcialmente una cimentación de mampostería.Los materiales del relleno correspondían en su mayorparte a piedras, material cerámico mezclado de épocaromana y musulmana y, en menor cantidad, fragmen-tos cerámicos de los siglos XVI y XVIII. El segundo setrata de una fosa de forma rectangular, que secciona-ba un muro encofrado de mortero de cal con cimen-tación de grandes cantos. Los materiales del rellenocorrespondían, como en el caso anterior, a materialesromanos y musulmanes mezclados, apareciendo tam-bién algunos fragmentos cerámicos adscritos crono-lógicamente a los siglos XV y XVI.

Por último, documentamos un nivel de derrum-be que sellaba el pavimento de opus signinum de lahabitación correspondiente al frigidarium, incluidauna importante mancha de carbones donde registra-mos gran cantidad de materiales constructivos de losbaños romanos.

Respecto a los elementos estructurales, de la faseconstructiva hispanomusulmana únicamente excava-mos los restos muy afectados de un muro encofrado.De época tardorromana documentamos un departa-mento de forma cuadrangular y una sala con ábsideque reaprovechaba parte de un departamento relacio-nado posiblemente con el vestíbulo de los baños.

Dentro también de la época romana, excavamosunos cimientos de piedras desbastadas por una de suscaras, que se hallaban trabadas con abundante morte-ro de cal, junto a dos pavimentos de opus signinum,que completan la planta del edificio termal.

Entre los materiales recuperados, todos los ele-mentos constructivos que aparecieron en estas habi-taciones, excepto en las fosas, son de época romana(tegulæ, dolia, imbrices, fragmentos de tubos espa-ciadores, opus latericium, opus signinum, fragmentosde pintura mural, fragmentos de ánforas, etc.), lo que,sin duda, una vez estudiado, permitirá restituir buenaparte del programa constructivo de los baños.

CONCLUSIONES

En primer lugar, vamos a referirnos al muro detapial de mortero que apareció en el extremo norestede la excavación. Posiblemente se trata del cierre delas estructuras de la alquería musulmana, construidasjunto al edificio de los baños. Respecto a las fosas,quizá se realizaron para buscar material constructivo;una es de época hispano-musulmana, otra del perio-do bajo medieval y la otra de época moderna. Lamayor parte de ellas afectaron a la totalidad de losestratos de la antigua alquería musulmana y del edi-ficio romano. Esta circunstancia nos ayuda a inter-pretar la ausencia de parte de las estructuras excava-das; prueba de la reutilización es la alquería delBatle, construida junto a la vía de servicio en el siglo

SEGUNDA CAMPAÑA DE EXCAVACIONES EN EL EDIFICIO TERMAL DEL YACIMIENTO DE EL PALAU 239

Fig. 2. Vista general de la segunda campaña.

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XVII (MESADO, 1986 y 1991), ya que en sus paredesencontramos abundante material constructivo proce-dente del yacimiento.

Muy distinta es la situación que se refiere a lamezcla generalizada entre materiales romanos ymusulmanes, sin duda fruto de la reorganización delasentamiento llevado a cabo por estos últimos. Solopodemos diferenciar una mayor concentración derestos romanos en lugares muy puntuales, como porejemplo la superficie del frigidarium.

En el edificio (fig. 1), como ya citamos antes,hemos diferenciado tres claras fases constructivas:

Fase 1. Época romana (siglos II al IV d. C.)

Se trata de un edificio termal de planta compues-ta formada por cinco estancias, donde sobresale lahabitación del hipocausto por su situación destacadadel conjunto. El resto correspondería, en primer lugar,a una gran sala de planta rectangular con cabeceraabsidiada, que tiene adosadas en su flanco norte tresnuevas estancias (caldarium, tepidarium y frigida-

rium). De esta primera sala pudimos excavar el acce-so al caldarium y frigidarium. Estas habitaciones te-nían un pavimento que se hallaba totalmente destrui-do, excepto el suelo de opus signinum del frigidarium,sobre el cual se había dispuesto otro de mortero quetenía grandes piedras angulosas como preparado. Otrasala, también de planta rectangular, localizada al finalde la estancia con cabecera absidiada podría corres-ponder al vestíbulo o apodyterium.

Fase 2. Época romana bajoimperial otardorromana (siglos IV al (?) d. C.)

La segunda fase constructiva se asocia con laanulación de los baños, se añade al menos una habi-tación en el extremo este y se amortiza parte de laestancia con cabecera absidiada. En este espacio selevantan dos columnas que formarían quizá un nuevoacceso y se reforma la parte exterior de la cabecera.La parte oeste de la habitación ha sido anulada y seconstruye un nuevo ábside sobre una parte de ella ydel antiguo apodyterium.

240 JOSÉ M. MELCHOR - JOSEP BENEDITO

Fig. 3. Vista de la fosa excavada, donde se observan las estructuras adosadas.

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También se levanta una estructura de morfologíarectangular que afecta al antiguo hipocausto y a otraconstrucción, aún por determinar, en el extremo oestedel nuevo edificio. En este momento, se dispone unnuevo suelo de mortero con preparado de grandescantos de río que fueron desbastados para hacerlosterminar en ángulo agudo en dos de las habitaciones,la estancia con cabecera absidiada y el frigidarium,circunstancia que hace desaparecer en la primera deellas cualquier otro indicio de suelos anteriores. Porsu parte, la segunda de las habitaciones se cubre conun suelo anterior de opus signinum de gran calidad.

La técnica constructiva de esta fase es distinta ala anterior, piedras ligeramente desbastadas por unade sus caras y trabadas con barro, frente a la otra, conpiedras apenas sin desbastar y trabadas con mortero.Parte de los antiguos muros son derribados enrasán-dolos con el nuevo nivel de suelo.

Antes de la última fase de ocupación podemoshablar de un periodo de abandono, pues no han apa-recido durante los trabajos de excavación materialesadscritos al periodo de transición entre el final de laocupación romana y la musulmana.

Fase 3. Época musulmana (siglos IX-X al XIII d. C.)

La última fase constructiva lleva consigo unabandono de buena parte de las estructuras de la faseanterior, la construcción de dos nuevos hornos, posi-blemente de uso doméstico, y la reutilización dealgunas de las habitaciones. En este momento seexcava una fosa con el objeto de extraer materialconstructivo, delimitada por un ábside que práctica-mente ha desaparecido y se realiza un agujero deforma circular (fig. 3)7 dentro del antiguo frigida-rium, que indicaría el pleno abandono de estas cons-trucciones.

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SEGUNDA CAMPAÑA DE EXCAVACIONES EN EL EDIFICIO TERMAL DEL YACIMIENTO DE EL PALAU 241

7 Debido a su situación dentro de una habitación romana y laproximidad de una zona hormigonada por la empresa constructo-ra, nos fue imposible excavar la totalidad de este depósito musul-mán.

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Bolskan, 20 (2003), pp. 243-256 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

El yacimiento de El Saucedo, en el términomunicipal de Talavera la Nueva, a unos 5 kilómetrosde Talavera de la Reina, se halla cerca de la vía queunía Emerita Augusta con Cæsar Augusta. Trasvarios años de investigaciones, hemos podido deter-minar su evolución histórica, la cual se concreta entres fases de ocupación: la primera abarca desdefinales del siglo I hasta finales del II; en la segundase construyó una villa de corte palaciego (a finalesdel III – principios del IV), y la tercera, en la que laedificación existente sufrió una reforma para sertransformada en una basílica de culto cristiano afinales del siglo V – principios del VI. En este trabajopresentamos el conjunto de objetos de bronce proce-dentes de las excavaciones realizadas hasta la fechaen el yacimiento.

SUMMARY

The site of El Saucedo, in Talavera la Nueva,about 5 kilometres from Talavera de la Reina, islocated near the way that linked Emerita Augusta andCæsar Augusta. Some years after we have been ableto determinate its historical development, which canbe defined in three occupation stages: the first onecovers from the end of the 1st century to the end of the2nd; during the second one a palatial villa was built(end of 3rd century – beginning of the 4th), and thethird one, when the existing building suffered somealterations in order to be converted into a Christian

basilica at the end of the 5th century – beginning ofthe 6th). In this paper we present the set of bronzeitems coming from the excavations carried out untilnow in this site.

INTRODUCCIÓN

El yacimiento de El Saucedo se encuentrasituado en el término municipal de Talavera laNueva, en la provincia de Toledo. Hemos podidodocumentar la existencia de tres fases de ocupación.Una primera (segunda mitad del siglo I – últimocuarto del siglo II d. C.), de la que no se conservanrestos arquitectónicos, pero sí materiales proceden-tes de un basurero. La segunda abarca desde finalesdel siglo III hasta principios del siglo IV, cuando seedificó en El Saucedo una villa palaciega. Es en estemomento cuando se produjo el período de mayoresplendor de este tipo de asentamientos. Los gran-des propietarios fueron abandonando las ciudades yasentándose en sus propiedades rurales, construyen-do residencias verdaderamente lujosas y convirtien-do a las villæ en centros de la vida económica ysocial. A finales del siglo V y comienzos del VI d. C.,comienza una tercera fase, con la remodelación departe de las habitaciones de la villa y su transforma-ción en una basílica de culto cristiano con una pisci-na bautismal de inmersión, siguiendo un procesosimilar al de muchas otras villas, que fueron a parara manos de la Iglesia debido a la proliferación delcristianismo. Mientras la basílica estuvo en funcio-namiento se mantuvo la explotación de las tierrasdel fundus como sustento económico del templo.Finalmente, a principios del siglo VIII, el edificiosufrió un importante incendio que destruyó toda la

Bronces procedentes del yacimiento de El Saucedo (Talavera la Nueva, Toledo)

Ana M.ª López*

* Barrio Canedos, 4. 27267 Triabá (Castro de Riberas deLea, Lugo).

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Fig. 1. Representación de las piezas de bronce procedentes de El Saucedo (I).

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zona de almacenes, tras lo cual fue abandonado defi-nitivamente1.

En este artículo se recogen las piezas encontra-das en las campañas de excavación realizadas en losaños 1996, 2000 y 2001, aunque hay que señalar quefaltan algunas: unas por haber sido ya objeto de estu-dio (CASTELO et alii, 1995) y otras debido a que estánsiendo estudiadas por el profesor Ángel Fuentes2.

CATÁLOGO DE MATERIALES

1. N.º de inventario 30013. Fíbula tipo omega. Elaro es de forma circular y sus extremos terminanen botones cónicos. Tanto el cuerpo como laaguja tienen una sección cuadrangular. Medidas:longitud de la aguja: 2,4 cm; grosor de la aguja:0,1 cm; diámetro: 2,2 cm (fig 1.1)3.

2. N.º de inventario 30014. Fragmento de pulseraformada por una varilla de sección cuadrangular.Medidas: anchura máxima: 0,6 cm; diámetro:8,5 cm (fig. 1.2).

3. N.º de inventario 30019. Anillo de sección semi-circular. Medidas: diámetro: 2,3 cm (fig. 1.3).

4. N.º de inventario 30021. Anillo poligonal denueve lados. Medidas: diámetro: 2,5 cm (fig.1.4).

5. N.º de inventario 30026. Fíbula de tipo Aucissa.Incompleta, le falta la aguja. Puente semicircu-lar, con pie terminado en botón y cabeza conarticulación de charnela. Medidas: longitud: 6,5cm; altura: 4,2 cm (fig. 1.5).

6. N.º de inventario 30030. Cinta de bronce fundi-do. Presenta dos nervaduras longitudinales en unade sus caras, que dividen su superficie en tresbandas de similar anchura; cada una de ellas estácalada por una hilera de perforaciones circularesen toda su longitud. La otra cara presenta un aca-bado tosco, sin limar las rebabas de las perfo-raciones. Actualmente está retorcido sobre símismo, formando una espiral, debido a la degra-

dación sufrida por la pieza. Medidas: longitud:8,83 cm; anchura máxima: 0,75 cm; grosor: 0,16cm (fig. 3.1).

7. N.º de inventario 30033. Anillo sello, compues-to por un chatón circular, de sección plana, y unanillo de sección triangular, de bronce. En elchatón se inserta una plaquita circular de plata,con un motivo decorativo. Las malas condicio-nes de conservación impiden distinguir quérepresenta, si bien parece adivinarse una figurahumana, de pie, en su parte central. Medidas:diámetro del anillo: 2,6 cm; diámetro del chatón:1,8 cm; diámetro de la plaquita de plata: 1,38 cm(fig. 3.2).

8. N.º de inventario 30041. Anillo de sección rec-tangular. Medidas: diámetro: 2,06 cm (fig. 3.3).

9. N.º de inventario 30043. Alfiler de tocado (acus)compuesto por una varilla de sección circular,más ancho en su extremo superior, rematado enuna cabeza bicónica. Presenta una decoraciónen su parte superior consistente en una espiralrealizada a través de una línea incisa. Está frag-mentado, faltándole la punta. Medidas: longi-tud: 9,43 cm; diámetro del extremo superior:0,45 cm; diámetro del extremo inferior: 0,3 cm;longitud de la cabeza: 0,46 cm (fig. 3.5).

10. N.º de inventario 30047. Pinzas formadas poruna plaquita de bronce, de sección rectangular,doblada sobre sí misma dejando un apéndice cir-cular en el que iría una anilla, hoy perdida, quepermitiría colgarla. Tiene una anilla móvil amodo de tope. Medidas: longitud: 6,06 cm; gro-sor: 0,15 cm (fig. 3.6).

11. N.º de inventario 30052. Pinzas formadas poruna plaquita de bronce, de sección rectangular,doblada sobre sí misma dejando un apéndice cir-cular. Medidas: longitud: 7,55 cm; grosor: 0,19cm (fig. 3.7).

12. N.º de inventario 30053. Pinzas semejantes a lasanteriores. Medidas: longitud: 6,5 cm; grosor:0,17 cm (fig. 3.8).

13. N.º de inventario 30058. Anillo formado por unacinta muy fina de bronce de sección rectangular.Medidas: diámetro: 1,88 cm; grosor: 0,8 cm (fig.3.4).

14. N.º de inventario 30046. Fragmento de hebillarectangular. Se conserva íntegro uno de los ladosverticales, de sección ovalada, en cuyo centrohay un rebaje rectangular para alojar la punta dela aguja; está decorada por una serie de líneasincisas paralelas. Los lados horizontales estánprácticamente perdidos, conservándose tan solo

BRONCES PROCEDENTES DEL YACIMIENTO DE EL SAUCEDO (TALAVERA LA NUEVA, TOLEDO) 245

1 Para mayor información sobre la villa de El Saucedo lesremitimos a la bibliografía existente. Tras más de veinte años deinvestigaciones, los estudios publicados son muy numerosos, porlo que, para no hacer demasiado extensa esta lista, señalamos lostrabajos más recientes en los que se dan cuenta de las últimas inter-pretaciones: AGUADO et alii (1999a, e. p. a y e. p. b), CASTELO etalii (e. p.), JIMÉNEZ et alii (e. p.).

2 Se trata de un petral o botón de tres pasadores y un cuchi-llo tipo Simancas con su vaina.

3 Los dibujos han sido realizados por Celia Talens Alfonso.

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Fig. 2. Representación de las piezas de bronce procedentes de El Saucedo (II).

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el arranque de los mismos, de sección rectangu-lar. Medidas: longitud máxima: 4,64 cm; anchu-ra máxima: 1,57 cm; grosor: 0,76 cm (fig. 3.9).

15. N.º de inventario 30056. Hebilla de cinturóncuyo arco presenta sección en forma de D y, losextremos, circulares, están aplanados. En laparte superior de cada uno de dichos extremos sehan realizado cuatro entalles paralelos, que lesdan un aspecto de ruedas dentadas. Medidas:longitud: 4,9 cm; altura del arco: 42,3 cm (fig.3.10).

16. N.º de inventario 30003. Botón circular, plano,realizado sobre una fina lámina con decoración abase de tres círculos concéntricos y borde ondu-lado. En su parte posterior encontramos unremache como elemento de sujeción. Medidas:diámetro: 3,8 cm; grosor: 0,1 cm; longitud delremache: 0,7 cm; anchura del remache: 0,3 cm(fig. 1.6).

17. N.º de inventario 30006. Botón de cabeza circu-lar y umbo de sección cónica de lados cóncavosy punta redondeada, con vástago cilíndrico,rematado en un tope circular. Medidas: diámetrocabeza: 4 cm; diámetro del remache: 2,9 cm;grosor: 3 cm (fig. 1.7).

18. N.º de inventario 30010. Botón de cabeza reali-zada en una fina plaquita circular decorada en sucentro por una pequeña esferita en relieve; vás-tago cilíndrico y remate en un tope circular.Medidas: diámetro de la cabeza: 3,4 cm; grosor:1,2 cm (fig. 1.8).

19. N.º de inventario 30018. Botón de cabeza circu-lar con el arranque de un remache en su parteposterior. Medidas: diámetro de la cabeza: 3,9cm; grosor: 3 cm (fig. 1.9).

20. N.º de inventario 30023. Pasador formado poruna varilla de bronce. El extremo que se conser-va es redondeado. En el cuerpo presenta dos en-grosamientos irregulares, que dejan entre ellos unespacio de 0,4 cm. La pieza está incompleta, fal-tándole el remate superior. Medidas: longitud má-xima: 3,1 cm; grosor máximo: 0,7 cm; grosormáximo del cuerpo: 0,4 cm (fig. 1.12).

21. N.º de inventario 30036. Botón de bronce fundi-do de cabeza plana, circular, decorada a moldecon un círculo formado por una línea de puntos,en cuyo interior está representada una rosáceacentral de nueve pétalos romboidales; los huecostriangulares que se forman entre los pétalos sedecoran con un círculo. Pasador inferior anilla-do. Medidas: diámetro de la cabeza: 1,24 cm;grosor total: 0,43 cm (fig. 3.11).

22. N.º de inventario 30055. «Osculatorio» de bron-ce fundido en una sola pieza. Consta de una ani-lla circular, de sección redonda, sin ningún tipode decoración; de ella parte directamente el vás-tago, consistente en una varilla de sección circu-lar, con un resalte en su centro en forma de pris-ma rectangular con sus lados facetados y, unremate decorativo en forma de paloma, con lasalas plegadas. El cuerpo del animal, al igual quesucede con la anilla, arranca directamente de lavarilla central y está representado de maneramuy esquemática, presentando una serie de lí-neas incisas para indicar someramente las alas yel plumaje del dorso y de la cola. Medidas: lon-gitud total: 10,63 cm; diámetro de la anilla:2,68 cm; sección de la varilla: 0,38 cm (fig.3.12).

23. N.º de inventario 30004. Mango de pátera queremata en el extremo que iría unido al cuerpo delrecipiente, en tres apéndices que aún conservanlos remaches de unión. En el otro extremo, deperfil redondeado, presenta un remate de formaglobular, de sección circular. La sección delmango tiene forma de U invertida. Medidas: lon-gitud total: 13.8 cm; grosor del cuerpo central:0,6 cm; anchura del cuerpo central: 2,3 cm;anchura de la parte inferior: 6,7 cm; grosor de laparte inferior: 0,4 cm (fig. 1.10).

24. N.º de inventario 30022. Fragmento de labio ygalbo de vasija. Medidas: grosor del labio: 0,4cm; grosor del galbo: 0,1 cm; diámetro: 9 cm(fig. 1.13).

25. N.º de inventario 30040. Mango de pátera, delados curvos que se abren y ensanchan en ambosextremos. Presenta una decoración a base de dosmolduras en sus dos lados en toda su longitud. Elmango está roto y no ha conservado su extremodistal. Forma una sola pieza con el cuerpo, delque se conserva una pequeña parte: el labioengrosado, el cuello y el arranque del cuerpo, deforma globular. Medidas: longitud total: 14,6cm; anchura en el extremo de unión: 4,7 cm;anchura en el centro: 2,38 cm; anchura en elextremo distal: 3,3 cm; diámetro reconstruido:13,2 cm (fig. 3.13).

26. N.º de inventario 30045. Fragmento de un reci-piente de bronce del que solo se conserva el labioy el arranque del cuello. Lo conservado no nospermite reconocer la forma de la vasija. Medidas:diámetro reconstruido: 7,8 cm (fig. 3.14).

27. N.º de inventario 30007. Anilla de suspensióncircular con una zona aplanada para facilitar la

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soldadura con el objeto del que formara parte.Medidas: diámetro: 2,3 cm; grosor: 0,5 cm (fig.2.1).

28. N.º de inventario 30011. Arete de bronce de sec-ción rectangular. Medidas: diámetro: 1,4 cm;sección: 0,3 x 0,1 cm (fig. 2.2).

29. N.º de inventario 30012. Arete de bronce de sec-ción oval. Medidas: diámetro: 1,4 cm; sección:0,2 x 0,1 cm (fig. 2.3).

30. N.º de inventario 30017. Conjunto de cuatro are-tes, de sección cuadrangular (fig. 2.4):a. Fragmentado. Diámetro: 0,9 cm; sección: 0,3

x 0,1 cm.b. Completo. Diámetro: 0,6 cm; sección: 0,2 x

0,1 cm.c. Fragmentado. Diámetro: 0,7 cm; sección: 0,2

x 0,1 cm.d. Fragmentado. Sección: 0,3 x 0,1 cm.

31. N.º de inventario 30028. Anilla formada por unavarilla muy fina, de sección circular, cuyosextremos rematan en sendos ganchos. Medidas:diámetro: 3,5 cm; grosor: 0,2 cm (fig. 2.5).

32. N.º de inventario 30035. Argolla en forma deocho. Medidas: longitud máxima: 5,5 cm; anchu-ra máxima: 2,78 cm; grosor: 0,3 cm (fig. 3.15).

33. N.º de inventario 30039. Argolla formada poruna gruesa varilla doblada sobre sí misma. Enlos extremos, que no se llegan a tocar, no seaprecian restos de soldadura. Medidas: diámetro:2,4 cm; grosor: 0,56 cm (fig. 3.16).

34. N.º de inventario 30044. Varilla muy fina cuyosdos extremos se doblan sobre sí mismos forman-do pequeños ganchos. La sección de la varilla escircular y es más gruesa en su centro, desdedonde se va afinando hacia sus extremos, siendouno más fino que el otro. Actualmente estádeformada pero seguramente se trata de una ani-lla de sujeción similar a la número 30028. Medi-das: longitud total de la varilla: 9,85 cm; grosoren su centro: 0,23 cm; grosor gancho: 0,12 cm;grosor gancho: 0,15 cm (fig. 3.17).

35. N.º de inventario 30049. Anilla de sección circu-lar. Medidas: diámetro: 4,3 cm; diámetro de lasección: 0,65 cm (fig. 3.18).

36. N.º de inventario 30051. Abrazadera formadapor dos patillas de sección triangular con losextremos de forma circular y sección aplanada.Dichas extremidades están unidas por un rema-che de vástago circular. El remate superior en lazona de unión presenta tres molduras planas,separadas entre sí por entalles de perfil en V.Encima hay una anilla de sujeción de la que

pende una argollita realizada, también, en bron-ce. Medidas: longitud: 4,32 cm; anchura máxi-ma: 0,54 cm; diámetro de la argolla: 0,5 cm (fig.3.21).

37. N.º de inventario 30054. Anilla formada por unavarilla de sección redondeada cuyos extremosestán biselados para facilitar su ajuste. Hoy laanilla está abierta y no se conservan restos desoldadura. En uno de los lados se observa unaacanaladura incisa que parte desde uno de losextremos de la varilla hasta aproximadamentelos 2/3 de la misma. Medidas: diámetro: 37,2cm; diámetro de la sección: 0,32 cm (fig. 3.19).

38. N.º de inventario 30008. Punzón formado poruna varilla de bronce, de sección cuadrangularen su parte central; se va afinando hacia susextremos, en uno de los cuales mantiene laforma cuadrada en la sección, mientras que en elotro, adquiere una forma redondeada. Medidas:longitud máxima: 6,6 cm; anchura máxima: 0,4cm; anchura mínima: 0,2 cm (fig. 2.6).

39. N.º de inventario 30024. Anzuelo formado poruna varilla, de sección circular, terminada en pun-ta. El otro extremo está aplanado. Medidas: lon-gitud máxima: 4,2 cm; grosor: 0,3 cm (fig. 2.7).

40. N.º de inventario 30032. Punzón formado poruna varilla de sección romboidal en uno de susextremos y circular en la otra. Medidas: longitudmáxima: 3,55 cm; grosor: 0,45 cm (fig. 3.22).

41. N.º de inventario 30031. Pestillo de bronce for-mado por una plaquita rectangular, muy fina,con uno de los extremos redondeado. Presentauna muesca ultra-semicircular próxima a dichaextremidad, para ser encajada con otra pieza. Elotro lado está fusionado con una pieza de hierro,tan deteriorada por la corrosión que resulta unamasa informe y es imposible determinar ni suforma ni si originalmente formaban parte delmismo dispositivo. Medidas: longitud: 4,27 cm;anchura máxima de la plaquita de bronce: 1,63cm; grosor: 0,1 cm (fig. 3.20).

42. N.º de inventario 30002. Aplique formado poruna plaquita de bronce de forma triangular, condos escotaduras en su parte superior. Medidas:longitud máxima: 4,6 cm; anchura máxima: 2,1cm; grosor: 0,09 cm (fig. 2.8).

43. N.º de inventario 30005. Fragmento de un discode bronce, cuya cara posterior es plana, mientrasque la anterior presenta una decoración realizadaa base de una serie de círculos concéntricos reali-zados a molde. Medidas: longitud máxima: 5 cm;anchura máxima: 3,5 cm; grosor: 0,4 cm (fig. 2.9).

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44. N.º de inventario 30057. Aplique decorativohecho a molde. A pesar de estar incompleto suforma parece indicar que lo que falta sería simé-trico a lo conservado, teniendo forma de lingotemetálico convexo. Solo se conserva uno de losángulos del mismo y está rematado por un apén-dice trilobular con un engrosamiento rectangularen su base decorado con dos líneas incisas. Unremate similar al anterior se encuentra situadojusto encima, en el centro del lado mayor del«lingote», aunque en este caso el engrosamientorectangular es liso. Además presenta una decora-ción punteada, formando líneas onduladas yvolutas. En su centro, sobre dos molduras rec-tangulares superpuestas de tamaño decreciente,tiene un resalte en forma de prisma rectangularcon su cara superior redondeada y decorada abase de molduras de sección triangular y semi-circular alternas. En su cara posterior tiene sol-dada una lámina del mismo material a modo depasador. Medidas: longitud: 5,40 cm; anchura:4,23 cm (fig. 3.23).

45. N.º de inventario 30001. Lámina con decoraciónincisa en uno de sus lados. Medidas: longitudmáxima: 2,3 cm; anchura máxima: 2,3 cm; gro-sor: 0,1 cm (fig. 2.10).

46. N.º de inventario 30009. Varilla de sección cua-drangular, seccionada en sus extremos. Medidas:longitud máxima: 4,7 cm; grosor: 0,3 cm (fig. 2.11).

47. N.º de inventario 30015. Fragmento de un obje-to formado por un vástago cuyos extremos sehan doblado sobre sí mismos y presentan un per-fil en S. Medidas: longitud máxima: 5,1 cm;anchura máxima: 1,5 cm; grosor: 0,4 cm (fig. 2.12).

48. N.º de inventario 30016. Objeto de uso indeter-minado, formado por un haz de láminas estre-chas, unidas en su parte superior por un nudo delpropio material. Medidas: longitud máxima:7 cm; grosor: 0,1 cm (fig. 2.13).

49. N.º de inventario 30020. Placa cuadrada con unremache en su parte central. Medidas: longitudmáxima: 2,2 cm; anchura máxima: 2 cm; grosor:0,3 cm (fig. 2.14).

50. N.º de inventario 30025. Tres fragmentos deláminas de bronce (fig. 2.15):a. Sección rectangular. Longitud: 7,9 cm; grosor:

0,1 cm.b. Sección rectangular; posee un remache en uno

de sus extremos. Longitud: 5,6 cm; grosor:0,1 cm; remache: 0,7 x 0,1 cm.

c. Longitud: 3 cm; grosor: 0,3 cm.51. N.º de inventario 30027. Placa de sección rec-

tangular. Está rota y dividida en cuatro fragmen-tos. Medidas: longitud: 11 cm; anchura: 1,9 cm;grosor: 0,09 cm (fig. 1.11).

52. N.º de inventario 30029. Tres fragmentos de pla-cas de bronce:a. Longitud: 5,7 cm; grosor: 0,2 cm.b. Longitud: 4,7 cm; grosor: 0,2 cm.c. Longitud: 3,1 cm; grosor: 0,2 cm.

53. N.º de inventario 30034. Plaquita triangular. Suforma es la de un triángulo isósceles; la parteinferior se ha recortado desde aproximadamentela mitad de su altura, dejando una tira de metalque se va estrechando hacia la base. El vérticesuperior está roto. Medidas: longitud máxima:7,26 cm; anchura máxima: 1,67 cm; grosor: 0,05cm (fig. 2.24).

54. N.º de inventario 30037. Fragmento de una placade bronce de perfil convexo. Medidas: longitudmáxima: 6,55 cm; anchura máxima: 2,69 cm;grosor: 0,35 cm (fig. 3.25).

55. N.º de inventario 30038. Varilla muy fina de sec-ción circular; el extremo superior está roto y elinferior remata en punta. Medidas: longitudmáxima: 7,18 cm; grosor en el extremo superior:0,14 cm; grosor en la punta: 0,05 cm (fig. 3.26).

56. N.º de inventario 30042. Varilla de sección rec-tangular; en una de las caras, en su centro, se harealizado una incisión longitudinal, de secciónen V. Medidas: longitud: 5,14 cm; sección: 0,3 x0,28 cm (fig. 3.27).

57. N.º de inventario 30048. Lengüeta muy fina deforma circular en cuya parte superior hay dosorificios de forma trapezoidal que están rotospor arriba. En su cara anterior hay un pequeñoagujerito circular, que no llega a perforar lapieza, marcando el centro de la misma. Medidas:longitud total: 3,48 cm; diámetro: 2,93 cm; gro-sor: 0,06 cm (fig. 3.28).

58. N.º de inventario 30050. Plaquita de sección rec-tangular rota en sus extremos. Medidas: longi-tud: 4,08 cm; anchura máxima: 0,81 cm; grosor:0,18 cm (fig. 3.29).

ESTUDIO DE LOS MATERIALES

A continuación abordamos el análisis de losobjetos descritos en la sección anterior, los cuales sehan clasificado en diferentes apartados, atendiendo asu funcionalidad.

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Fig. 3. Piezas de bronce procedentes de El Saucedo.

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Elementos de adorno y tocador (n.os 1 al 13)

Hemos de resaltar que este es el grupo másnumeroso de piezas, lo que da idea de la importanciaque el cuidado personal tenía en el mundo romano, sibien hemos de recordar que los objetos de adornorealizados en bronce serían los más humildes, frentea los realizados en metales más valiosos, como el oroy la plata4.

En primer lugar, destacan dentro de este conjun-to las fíbulas. Estas tenían un doble destino: orna-mental y funcional. Tenemos dos ejemplares pertene-cientes a tipos distintos.

Las fíbulas en omega se caracterizan por tenerun anillo abierto de sección cuadrangular o circular;sus extremos se abren hacia fuera y rematan en diver-sos tipos de botones. Su fabricación se realiza a par-tir de una varilla fusiforme, obtenida por fundición,que luego es trabajada a martillo para darle la formadefinitiva (LABEAGA, 1999-2000). Este tipo de fíbu-las deriva de tipos prerromanos si bien se discute sisu origen estuvo en Gran Bretaña, Escandinavia o enla Península Ibérica. Se encuentran, en general, portodo el Imperio y, en concreto, en Hispania tenemosnumerosos ejemplares, por lo que solo citaremosalgunos: Cáceres el Viejo (Cáceres) (SÁNCHEZ ySALAS, 1983); en la provincia de Álava: Iruña, Salba-tierrabide, Castro de Oro y La Hoya (FARIÑA, 1967);Barcelona (RIPOLL, 2001); Quintanilla de la Cueza(Palencia) (FERNÁNDEZ IBÁÑEZ, 2000); en la provin-cia de León: Cacabelos, Priaranza de la Valduerna,La Corona de Quintanilla de Somoza, el Castro deCorporales (MAÑANES, 1983) y Astorga (FERNÁNDEZ

LEÓN et alii, 1995); Lugo (RODRÍGUEZ COLMENERO etalii, 1995); Tiermes (ARGENTE et alii, 1984), Conim-briga (PONTE, 1973; ALARCÃO et alii, 1979), etc. Cro-nológicamente estas piezas tienen una perduraciónmuy amplia, que abarca desde mediados del siglo II

a. C. (como los ejemplares de Numancia) hasta laetapa visigoda.

Las fíbulas de tipo Aucissa se caracterizan portener un arco semicircular, el pie y la mortaja cortos,terminando aquel en un botón, la aguja recta y la arti-culación en charnela. Su nombre lo reciben de lafirma de uno de los talleres que más fabricaron estetipo de piezas, aunque se conservan los nombres deotros fabricantes, como Durnacus, Carinus, Iullius,

Marullus y Ursinus, entre otros. Durante su existen-cia, este tipo de fíbula sufre variaciones, pudiendodistinguirse tres variantes: A, B y C. El ejemplar queaquí estudiamos se encuadraría en el tipo A, que secaracteriza por tener un arco triangular y laminar; elpie forma un ángulo obtuso con respecto al arco; elbotón del pie es achatado y la decoración del arco essobria. Este tipo de fíbulas ha sido fechada en el sigloI d. C. y encontramos paralelos de la misma enConimbriga (PONTE, 1973; ALARCÃO et alii, 1979).

Otros elementos de adorno de los que poseemosun gran número de ejemplares son las pulseras o bra-zaletes. Sin embargo, no existe una sistematizaciónde estas piezas que nos permita atribuirla a algúnarquetipo en concreto. Se trata de piezas muy senci-llas, realizadas en una cinta de bronce fundido. Elnúmero 2 del catálogo es un fragmento de brazaletesin ningún tipo de decoración. En cuanto a la núme-ro 6, la hemos incluido en este apartado interpretán-dola como una posible pulsera dadas sus característi-cas, aunque con ciertas reservas, ya que tambiénpodría tratarse de un elemento decorativo de algúnmueble u otro objeto. El estado de conservación de lapieza no nos permite precisar más.

En el caso de los anillos nos encontramos anteuna situación parecida en cuanto a la no existencia detipologías establecidas. En la mayoría de los casos,estos materiales aparecen simplemente citados en lasmemorias de excavación, sin profundizar más en suestudio. En este trabajo presentamos cinco anillos.Tres de ellos (números 3, 8 y 13) son de factura muysencilla; se trata de simples aros sin ningún tipo dedecoración. El número 4 tiene forma poligonal de nue-ve lados. Los anillos de este tipo son menos fre-cuentes que los anteriores y generalmente suelen seroctogonales, como por ejemplo el hallado en lanecrópolis hispano-visigoda del Camino de los Afli-gidos de Alcalá de Henares (FERNÁNDEZ-GALIANO,1976). Según PAPANIKOLA-BAKIRCHÍ (2003), estosanillos octogonales eran utilizados en la ceremoniasde boda en la zona oriental del Imperio, ya que estaforma geométrica era el símbolo de la fertilidad. Unejemplo lo tenemos en el anillo procedente de la ne-crópolis paleocristiana de Porto-Rafti (Ática-Meso-geia) de la tumba T-95, si bien en este caso se trata deun anillo de oro. Este tipo de anillos no ofrece unacronología clara.

En cuanto a los anillos sellos, son también muyabundantes y poseen una gran variedad de formas. Asíencontramos unos que presentan el chatón también debronce, y otros con un engaste que aloja un entalle dediversos materiales: metales preciosos (como en el

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4 Como señala FUENTES (1990), la mayoría de los objetosdestinados al adorno personal estarían realizados en estos metalespreciosos, sobre todo en plata.

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número 7 de nuestro catálogo), pasta vítrea, así comodistintos tipos de piedras. No hemos podido encontrarun paralelo exacto de nuestra pieza que nos permitaestablecer una cronología concreta para ella.

Dentro de los objetos del adorno personal feme-nino, cabe destacar como piezas características losalfileres de tocado o acus. Generalmente se aceptaque su finalidad principal era la de sujetar los cabe-llos, recibiendo entonces el nombre de acus crinalis,pero también se admite otras aplicaciones, como quesirvieran para separar los cabellos durante el peinado,llamándose en este caso acus discriminalis, para apli-car cosméticos o perfumes o como elemento de suje-ción del vestido. Las excavaciones en la villa nos hanproporcionado varios alfileres realizados en hueso(AGUADO et alii, 2000). Existe una tipología estable-cida por ÁVILA (1968) para los alfileres de bronce deConimbriga. Nuestro ejemplar, el número 9, con-cuerda con el tipo B/III/2, que correspondería a losalfileres decorados con estrías en su parte terminal.Esta clasificación es solo tipológica y no refleja nin-guna secuencia cronológica.

Como últimos elementos dentro de este aparta-do solo nos queda estudiar las pinzas (volsellæ). EnEl Saucedo hemos encontrado tres ejemplares en bron-ce (números 10, 11 y 12), además de otros en hierro(AGUADO et alii, 1999b). Las pinzas se utilizabantanto en el campo de la higiene personal (para ladepilación), como instrumental médico (BOROBIA,1988). Dentro de la variedad de formas existentes, laspiezas que aquí presentamos se encuadran dentro delas más sencillas: una pletina que se dobla sobre símisma, dejando un apéndice circular en el que iríauna anilla, que, en los casos que nos ocupan, no sehan conservado. Dicha anilla permitiría colgarlas oengarzarlas a otros instrumentos. Una de ellas, lanúmero 10, conserva un ajustador corredizo. Algunosautores apuntan que dicho ajustador controlaría laabertura de las pinzas para facilitar la extracción depelos o cuerpos extraños. Borobia Melendo sugiereademás la posibilidad de que la pinza con ajustadorpudiera ser utilizada a modo de grapa en operacionesmédico-quirúrgicas. Dado el contexto arqueológicoen que fueron halladas, nos inclinamos a adscribirdichos instrumentos al ámbito higiénico, ya que no sehan encontrado ningún tipo de instrumental médico.Pinzas como las encontradas en El Saucedo abundanen toda la geografía ibérica: Barcelona (RIPOLL,2001), Paredes de la Nava (Palencia), Baelo (Bolo-nia, Cádiz) (VV AA, 1990), Conimbriga (ALARCÃO

et alii, 1979), entre otros.

Hebillas (n.os 14 y 15)

En época altoimperial las hebillas de cinturónformaban parte casi exclusivamente del atuendo mili-tar. Sin embargo desde mediados del siglo IV en ade-lante cambia la moda en el vestir y empiezan a apa-recer numerosos broches de cinturón (PALOL, 1990).Quien inició el estudio sistemático de los mismos fuetambién PALOL (1969) y, aunque se centró en lasnecrópolis del Duero, creó el punto de partida desdeel que arrancan los trabajos posteriores sobre loshallazgos de piezas similares de toda Hispania. Pre-sentamos aquí dos hebillas de cinturón, de formasmuy sencillas, que se engancharían a la correa direc-tamente, sin placa metálica de transición. El primerode ellos (el número 14) tiene forma rectangular. Esdifícil adscribir este tipo de elementos a una cronolo-gía concreta, ya que pervive mucho en el tiempo y seencuentran tipos semejantes en época visigoda eincluso medieval (RIPOLL, 1986). Por lo que respectaa la número 15, encontramos un claro paralelo enConimbriga (ALARCÃO et alii, 1979), en donde seencontraron varios ejemplares similares. En este casolos autores adscriben estas piezas a elementos delajuar militar y los datan entre la primera mitad del si-glo I y, al menos, la segunda mitad del II. Otros auto-res aluden a estas piezas sin asignarles una crono-logía (RIPOLL, 1986).

Botones y pasador (n.os 16 al 21)

En este apartado recogemos todas aquellas pie-zas de bronce cuya finalidad era unir elementos delvestido o del correaje. ABASCAL (1993) estudió losobjetos de bronce depositados en el Museo de Alba-cete y estableció una tipología para los botones. Lomismo hizo CABALLERO (1974) con los hallazgosprocedentes de la necrópolis de Fuentespreadas. Laspiezas números 16, 18 y 19 corresponderían al tipoIIID de Caballero (botones de forma circular, de unsolo pasador, sin calar, sin dientes ni umbo). SegúnAbascal Palazón, la segunda correspondería al tipo2.1 (botones con cabeza lisa y pasador inferior circu-lar), mientras que las otras dos concuerdan con el tipo2.2 (con cabeza decorada y pasador inferior circular).La número 17 correspondería al grupo IIIC de Caba-llero (botones circulares, de un solo pasador, conumbo). La pieza número 20 se pertenece al grupo VIde Caballero y la 21 al tipo 1.6 de Abascal Palazón(botones de cabeza circular, con anilla inferior). To-das estas piezas son de cronología tardorromana,

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aunque el grupo IIID de Caballero se mantendría enuso hasta época visigoda.

«Osculatorio» (n.º 22)

Con este nombre se ha venido denominando enEspaña un tipo de útil cuya funcionalidad todavía noestá clara. Fue FERNÁNDEZ GUERRA (1879) quienpublicó por primera vez una de estas piezas, dándoleeste nombre al considerarla como un instrumentolitúrgico para dar la paz durante la celebración de laeucaristía. Posteriormente, TARACENA (1926) se incli-na por interpretarlos como paces usados por lossacerdotes para bendecir a los fieles. ÁLVAREZ (1929)rechazó las hipótesis anteriores y los interpretó comoamuletos. En 1934, ALCALDE DEL RÍO (1934) apuntala posibilidad de que se trate de amuletos ligados alrito del matrimonio. MARTÍN BUENO (1975) los con-sidera objetos de tocador, concretamente removedo-res de perfume. Esta idea es apoyada por ALONSO

(1986-1987) y por FUENTES (1986-1987), si bienambos autores discrepan en cuanto a cuál sería laparte activa del útil: la anilla para la primera, el rema-te para el segundo. Finalmente REGUERAS (1990) ha-bla de un posible uso como ruecas votivas. El debatesigue abierto. En cuanto a su cronología, los ejem-plares de bronce habría que fecharlos entre los siglosIV al VII d. C., si bien hay algunos ejemplares realiza-dos en otros materiales, vidrio o hueso, que se datanen época altoimperial.

Vajilla metálica (n.os 23 al 26)

Hay cuatro piezas pertenecientes a una vajillametálica: dos mangos de pátera y dos bordes de reci-pientes sin determinar. Los hallazgos de recipientesde bronce son muy numerosos, lo cual indica laimportancia que tuvieron dentro del utillaje domésti-co y ha permitido que este tipo de piezas hayan sidobien estudiadas. PALOL (1970) estableció una tipolo-gía que fue matizada por CABALLERO (1985). Losdos fragmentos de recipientes que estudiamos,números 24 y 26, son tan reducidos que no nos per-miten identificar a qué tipo de vasijas pertenecían,puesto que solo se conservan el labio y el arranquedel cuello. En cuanto a los mangos de pátera, perte-necerían al tipo 6 dentro de la tipología de Palol y,más concretamente, la número 25 se incluiría en eltipo VIB de Caballero. La funcionalidad de estaspáteras no está clara; en algunos casos se han rela-

cionado con un uso litúrgico, pero no se sabe conseguridad a qué tipo de ceremonia estarían vincula-das. Para unos podrían asociarse al sacramento delbautismo o de la comunión; para otros a los actoslitúrgicos de diáconos o subdiáconos (AGUAROD yMOSTALAC, 1998).

Aros, anillas y abrazadera (n.os 27 al 37)

Hemos encontrado una gran variedad de anillasy aros en la villa de El Saucedo. El uso que podríahacerse de ellas abarca un amplio abanico de posibi-lidades, difíciles de determinar, lo que explicaría laamplia diversidad morfológica que hemos encontra-do. El número 27 sería una anilla de suspensión queformaría parte, mediante soldadura, de algún objetoque no podemos precisar. El resto de anillas y aretes(n.os 28, 29, 30, 32, 33, 35 y 37) podrían haber for-mado parte de cadenas, haber sido utilizadas comoargollas de suspensión, etc. CABALLERO (1974) apun-ta la posibilidad de que formaran parte de atalajes decaballo y que, junto con las piezas del grupo VI, for-masen un tipo de cierre entre correas que necesitasenun desabrochado fácil y mantuviesen una cierta ten-sión entre ellas. Queremos señalar las anillas núme-ros 31 y 34, formadas por unas varillas muy finascuyos extremos rematan en ganchos que permiten sucierre al engancharse el uno con el otro. Debido a loendeble de las mismas, suponemos que solamentepodrían usarse como elementos de aprehensión dealgún objeto u objetos que no las sometieran a ningúntipo de presión. No hemos encontrado ningún parale-lo para estas piezas. Finalmente, el número 36 corres-ponde a una abrazadera que serviría para conectaralgún tipo de correa, a la que iría unida medianteel remache existente en su extremo, con otros ele-mentos.

Útiles (n.os 38 al 40)

Dentro de este apartado podemos señalar laexistencia de dos punzones, cuyos números de inven-tario son el 38 y 40 respectivamente. Ambos tienenuna sección cuadrangular en el extremo que iríaenmangado y una sección redondeada en la zona útilde la pieza. En el yacimiento ya se había documenta-do la existencia de actividades relacionadas con lacarpintería, herrería y albañilería (AGUADO MOLINA

et alii, 1999b), a través de diversos útiles de hierro,entre los que se encontraban otros dos punzones. Este

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hecho se repite en el caso de los anzuelos, ya que sehan encontrado uno de hierro y el de bronce que pre-sentamos aquí (n.º 39).

Cerradura (n.º 41)

Pasador a modo de cerrojo. La plaquita que loconforma es demasiado frágil para cerrar puertas oventanas, por lo que posiblemente estaría asociado aalgún tipo de mobiliario o cajita. Un ejemplar similara este, aunque de mejor factura y acabado, lo encon-tramos en Lugo (RODRÍGUEZ COLMENERO et alii,1995: 164).

Apliques (n.os 42 al 44)

En esta sección presentamos tres elementos queaparecen decorados y que no parecen tener otra utili-dad que la de ser meros adornos. Dadas sus caracte-rísticas, los números 42 y 43 podrían haber formadoparte de algún tipo de mueble o similar, mientras quela pieza 44, al tener un pasador en la parte posterior,nos indica que iría sujeto a una correa o cinturón.

Indeterminados (n.os 45 al 58)

En este último grupo englobamos aquellas pie-zas que por su grado de fragmentación no podemosidentificar de ninguna manera. Se trata de una seriede varillas, placas y láminas de tamaños, grosores yformas variados.

CONCLUSIONES

Después del estudio pormenorizado de todas laspiezas, cabe señalar, en primer lugar, que el númerode hallazgos de este material es exiguo en compara-ción con otro tipo de materiales encontrados en lavilla. Este hecho no es un caso aislado y se repite enotros yacimientos debido a la reutilización que habi-tualmente se hacía de este metal cuando los objetosestaban ya amortizados. De hecho existían talleresambulantes de lañadores y caldereros que a su pasopor villas y aldeas compraban utensilios desechadosy arreglaban los estropeados.

Todos los objetos encontrados son de pequeñotamaño y pertenecientes al ámbito doméstico. Llamala atención que el conjunto de objetos más numeroso

sea el destinado al adorno y aseo personal. Se trataademás de artículos de manufactura sencilla, que norequieren de grandes recursos técnicos.

La mayor parte de los materiales que presenta-mos son de cronología tardorromana (siglos IV-VI).Dos de las piezas pueden ser datadas en el siglo I, lafíbula Aucissa y la hebilla número 15. Ambas piezasproceden de basureros, uno bajo la cabecera de labasílica y otro detrás de ella.

El estudio microespacial de distribución de losobjetos de bronce en toda el área excavada no aportaningún dato relevante, ya que aparecen dispersos portoda la superficie del mismo; con la salvedad de losobjetos que hemos clasificado como de adorno ehigiene personal, el 38,46% ha aparecido en el basu-rero documentado detrás de la cabecera de la basíli-ca. Por otra parte, si excluimos de este grupo losobjetos de aseo y nos centramos exclusivamente enlos elementos de adorno, el porcentaje es aún mássignificativo, ya que estamos hablando entonces deun 50%.

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RESUMEN

Las monedas que presentamos en este trabajo,todas ellas acuñadas en bronce, fueron documenta-das en las campañas de excavación llevadas a caboentre los años 2001 y 2002; al año 2001 correspon-den once de los doce ejemplares estudiados. Todaslas monedas recuperadas ofrecen un estado de con-servación muy malo, por lo que no es posible adscri-birlas a ningún emperador en concreto.

SUMMARY

The coins presented in this essay, all of themminted in bronze, were documented during the exca-vation campaigns carried out between the years 2001and 2001; eleven of this twelve items were found in2001. All these coins are in a bad state of preservat-ion, so that it is not possible to assign them to a par-ticular emperor.

Las campañas arqueológicas llevadas a cabo pormiembros del Departamento de Prehistoria y Arqueo-logía de la UAM, dirigidas por M. Bendala y R. Cas-telo, subvencionadas por la Junta de Comunidades deCastilla-La Mancha con la colaboración del Ayunta-miento de Talavera la Nueva, se iniciaron en 1982 yse han sucedido —de forma sistemática— hasta elaño 2002 (AGUADO et alii, 1999a) (fig. 1).

Gracias a estas intervenciones se han podido do-cumentar las diversas fases de ocupación de la villa:

1. Siglo I d. C. En El Saucedo no hay constan-cia alguna de estructuras arquitectónicaspero está representado por fragmentos cerá-micos encontrados en un basurero (ARRIBAS

et alii, 1999), fechados entre la segunda mitaddel siglo I d. C. y el último cuarto del siglo II d. C.

2. Finales del siglo III – principios del siglo IV

d. C., momento en el que se edificó la villapalaciega. El área residencial —la únicadocumentada por el momento— se articula entorno a un patio central, porticado y con unagran fuente ornamental. En un intento de inte-grar la naturaleza en la vida cotidiana, dichopatio estaría ajardinado y posiblemente deco-rado con esculturas, creando un agradableespacio dedicado al otium.

3. Finales del siglo V – comienzos del VI d. C.Parte del edificio residencial y en concretouna de las salas del doble complejo termal fueremodelada para convertirla en una basílicade culto cristiano (RAMOS y CASTELO, 1992;CASTELO et alii, 1998) con piscina bautismalde inmersión (RAMOS, 1992). Es muy posibleque la edificación de la basílica estuviera rela-cionada con la intención de cristianizar unlugar sagrado en época prerromana y romana.Mientras la basílica estuvo en funcionamien-to se mantuvo la explotación de las tierras delfundus como sustento económico del templo(AGUADO et alii, 1999b).

4. A principios del VIII d. C., el edificio sufrióun importante incendio que destruyó toda lazona de almacenes, tras lo cual fue abandona-do definitivamente.

Últimos hallazgos monetarios en el yacimiento de El Saucedo (Talavera la Nueva, Toledo)

Isabel Rodríguez* - Raquel Castelo**

* Arqueóloga.** Universidad Autónoma de Madrid.

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Las monedas que presentamos en este congreso,todas ellas acuñadas en bronce, fueron documentadasen las campañas de excavación llevadas a cabo entrelos años 2001 y 2002. Al año 2001 corresponden oncede los doce ejemplares estudiados. Todos los ejempla-res recuperados ofrecen un estado de conservaciónmuy malo, por lo que no es posible adscribirlas a nin-gún emperador en concreto; quizá la número 1 delcatálogo podría corresponder al emperador Adriano yla número 7 al emperador Honorio, sin poderse preci-sar las cecas donde fueron emitidas. Con respecto alas cronologías que nos ofrecen los numismas aquípresentados, podemos concluir lo siguiente:

— Tres de ellos son altoimperiales (n.os de catá-logo 1, 11 y 12).

— Seis son bajoimperiales posteriores al 378 d.C. (n.os 4, 6, 7, 8, 9 y 10).

— Una es bajoimperial del siglo IV —sin quepueda precisarse más (n.º 3).

— Una es frustra (n.º 2).

La mayoría corresponde, por tanto, a la fase ar-quitectónica más importante de la villa bajoimperial,fechada entre fines del siglo III principios del IV y en

uso hasta los siglos V-VI d. C., cuando esta construc-ción se organiza en torno a un peristilo porticado confuente monumental en el centro. En torno al citadopatio se abren las distintas habitaciones, que secaracterizan por su gran amplitud y por su plantacompleja. Entre las estancias que configuran la parsurbana, destacan las destinadas a termas privadas.En El Saucedo podemos contemplar dos complejostermales, reflejo del refinamiento que alcanzaronestos acaudalados terratenientes. Estos complejoscomparten un salón pavimentado con mosaicos,interpretado como apodyterium/frigidarium, quehabría permitido el paso a las distintas estancias y ha-bría jugado un papel importante en la organizacióndel itinerario termal. Tampoco podemos olvidar laimportancia de la vida social del propietario, queencontraba su lugar en habitaciones con un carácterpúblico, como es el caso del œcus o sala de recep-ción, situada en la parte principal de la casa, en habi-taciones cuadrilobuladas con ámbitos poliabsidadosy sala de planta cuadrada con ábside semicircular encada esquina y exedras rectangulares. Esta arquitec-tura monumental se completaba además con una ricadecoración a base de pinturas murales en las paredes

258 ISABEL RODRÍGUEZ - RAQUEL CASTELO

Fig. 1. Fotografía aérea del yacimiento de El Saucedo (Talavera la Nueva, Toledo). MRW Zeppelín.

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interiores y exteriores; placas de mármol en zócalosy suelos, así como pavimentos musivarios (TORRECI-LLA et alii, 1999), además de esculturas labradas enmármol, de las que se conservan algunos restos muyfragmentarios. En definitiva, el propietario quisodotar a su residencia de todo el lujo y las comodida-des que podía encontrar en la ciudad (CASTELO etalii, e. p.; AGUADO et alii, e. p.).

Las monedas que presentamos proceden de dife-rentes sectores, correspondientes a la zona del peris-tilo y del área termal, tal y como podemos apreciarlíneas abajo, así como en el plano en el que se repro-ducen los cortes abiertos en las diferentes campañasde excavación realizadas, como ya hemos señalado,desde 1982, y en donde se ubican los hallazgosnumismáticos (fig. 2).

Comenzamos por el sector ubicado en la zonainterior del peristilo —zona ajardinada—, y en con-creto por el corte A1, donde se ha recuperado unamoneda altoimperial (n.º 1 del catálogo) procedente

del nivel 1, un estrato que se define como de derrum-be general y fase de abandono. De este mismo sectorse habían recuperado otras piezas anteriormente. Enconcreto un AE2 del tipo Gloria Romanorum ensuperficie, hallado en la campaña de 1982 y deposi-tado en el Museo de Santa Cruz de Toledo (CASTELO

et alli, 1999: 278).De los cortes B3-B4 procede nuestra moneda

número 2, hallazgo superficial, que, además, haresultado frustro. Por último en el corte B11, unidadestratigráfica 4, definida por ser un nivel de derrum-be con gran cantidad de tejas, posiblemente corres-pondiente al tejado que protegía el pasillo, se hallóuna pieza que no ha podido ser leída pero por lascaracterísticas de su anverso pertenece igualmente alsiglo IV d. C.

Del pasillo o corredor porticado procedenvarias piezas. En primer lugar, en el corte B14, uni-dad estratigráfica 4, que se define —al igual que enel caso anterior— por ser un nivel de derrumbe con

ÚLTIMOS HALLAZGOS MONETARIOS EN EL YACIMIENTO DE EL SAUCEDO 259

Fig. 2. Plano de la villa de El Saucedo. Se indican los cortes abiertos en las distintas campañas de excavación y los hallazgos numismáticos presentados en esta publicación.

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gran cantidad de tejas, correspondiente al tejado quelo protegía, se recuperó un AE2 del tipo ReparatioRei Pub, lo que nos permite fechar la moneda conposterioridad al 378 d. C. De estos escasos datospodría deducirse que el derrumbe del techo del pór-tico pudo haberse producido con posterioridad alúltimo tercio del siglo IV, proponiendo la cronologíadel siglo VIII d. C., cuando se produce la ruina com-pleta del edificio. La moneda recuperada de la cua-drícula C8 y de su nivel 1, que define una fase deabandono con materiales procedentes de un derrum-be general, no ha podido ser descrita debido a su malestado de conservación, si bien por las característi-cas externas podría fecharse a partir de finales delsiglo III, es decir, ya bajoimperial. De la cuadrículaD4 proceden dos monedas, ambas del mismo estra-to. Se trata de los niveles 1 y 1f, que presentan res-tos de derrumbe general y se describen como fase deabandono de la zona. Las piezas recuperadas son unAE2 del tipo Gloria Romanorum, al parecer emitidopor Honorio, y un AE2 del tipo Reparatio Rei Pub.Ambas piezas se fechan con posterioridad al 378 d. C.De la cuadrícula E2 y de su unidad estratigráfica 65,caracterizada por una tierra suelta, amarilla, conintrusión de adobe y pocos materiales, procedenotras dos piezas del tipo Reparatio, que no podemosfechar con más precisión que como posteriores al

378 d. C. Finalmente, en el desmonte del testigo queseparaba las áreas I y II de la excavación, según ladivisión que se estableció en la primera campaña de1982, se encontró una pieza también del tipo Repa-ratio. Esta zona se ha identificado como la partesuroeste del pasillo porticado que rodeaba el peristi-lo. La unidad 6a, de la que procede el hallazgo, esuna capa de cenizas sin material, apelmazada sobrelos pavimentos y la cara superior de los muros, yaamortizados, y que se viene interpretando como laprimera.

De la zona termal de la villa procede una mone-da, mal conservada, en la que apenas se puede distin-guir una cabeza a derecha en el anverso, pero que porsu aspecto en general podría ser altoimperial. Fuehallada en el corte K1, que se corresponde con lasfauces que conducen a la estancia interpretada comoapodyterium/frigidarium, o salón distribuidor de lastermas. La pieza, en concreto, ha sido hallada en launidad estratigráfica 76, definida por ser una tierra derelleno entre los dos ábsides que forman las faucesantes mencionadas. También de esta zona termal,exactamente del caldarium con doble ábside delcomplejo termal B, procede una moneda altoimperialhallada en el nivel 1 del perfil del cuadro M5. Estenivel 1 es un estrato de derrumbe general correspon-diente a una fase de abandono.

260 ISABEL RODRÍGUEZ - RAQUEL CASTELO

Fig. 3. Reconstrucción infográfica de El Saucedo (C. Sierra).

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Las monedas dadas a conocer en esta ocasión seunen a otras piezas ya publicadas en las Actas del IICongreso de Arqueología Peninsular (CASTELO etalii, 1999) y en el Boletín de la Asociación Españolade Amigos de la Arqueología (CASTELO et alii, 1997).En ambas publicaciones se dieron a conocer monedasdel siglo II: Lucilla (posterior al 161); del siglo III:tres antoninianos, dos acuñados por Galieno (260-268) y otro acuñado por Claudio II el Gótico (268-269); del siglo IV: monedas acuñadas por diversosemperadores como, por ejemplo, Constancio Cloro,

Constantino, Magnencio, Constantino II, Decencio,Constancio II, Juliano II el Apóstata, Graciano, Valen-tiniano II, Magno Máximo; Teodosio y Honorio, cu-yas cronologías oscilan entre el 296 y el 395; del si-glo VI: triens de Recaredo emitido en Toledo, y delsiglo VIII, un triens de Witiza (702-710).

El total de monedas estudiadas para El Saucedo,recogidas tanto durante las tareas de excavación,como durante trabajos de prospección realizados conanterioridad a nuestras intervenciones se resumen enel siguiente cuadro:

No se trata, hasta el momento, de una cantidadde moneda suficientemente significativa como paraextraer datos concluyentes sobre circulación moneta-ria, pero sí intentaremos aportar algunos comentarios.

En primer lugar, la diversidad de procedencia delas piezas dentro del yacimiento podría con el tiempoaportar algún dato más acerca de la distribución espa-cial de los hallazgos, tema sobre el que no se hahecho demasiado hincapié cuando nos referimos ahallazgos en villas. Casi todos los hallazgos quepublicamos en esta ocasión proceden del patio conperistilo, lo mismo que ocurre en la villa romana deLa Olmeda, donde la mayor parte de los hallazgosaislados (36%) (CAMPO, 1990: 50-51) procede tam-bién de la zona del patio del peristilo, lo cual es lógi-co si se trata de una zona sin pavimentar, como en LaOlmeda, o ajardinada como es nuestro caso.

Por lo que se refiere a la composición del con-junto monetario hasta ahora recuperado, hay quetener en cuenta la diversidad de procedencias. Elhecho de que una gran parte de las piezas proceda decolecciones privadas hace pensar que las monedaspueden haber sufrido algún tipo de selección. Viendosomeramente la composición de uno y otro conjunto,llama la atención que las monedas procedentes decoleccionistas presentan una composición más varia-da que el grupo recuperado en excavación. Así, porejemplo, si nos fijamos en la abundancia de monedasdel tipo Reparatio aparecidas en la villa (5 de las 12aquí publicadas), hecho perfectamente habitual en lacirculación monetaria hispana de fines del siglo IV,no se refleja en el conjunto de los coleccionistas. Enél, en cambio, tienen cabida otros tipos más variadosque aún no han sido documentados en estratigrafía.Estos indicios nos hacen pensar en que se produjoalgún tipo de selección de las monedas por sus reco-

lectores, lo que reduce la validez de las conclusionessobre circulación monetaria que se puedan extraer.

Cronológicamente, poco podemos aportar conlas monedas al conocimiento de esta villa. A pesar dela existencia de hallazgos fechables en el Alto Impe-rio, la estratigrafía no permite asignar esta datación almomento de la pérdida: la pieza número 1, posible-mente atribuida a Adriano, aparece en un nivel dederrumbe general y abandono definitivo de la villa(nivel 1), el mismo en el que se encontró la otra piezacon cabeza laureada (n.º 11) en uno de los perfiles. Elresto de piezas altoimperiales, un sestercio de Lucilay tres antoninianos, proceden de la colección de Mar-tín Aguado, por lo que les suponemos una proceden-cia de superficie. Seguimos, por tanto, sin datosnumismáticos que avalen la existencia de ocupaciónen la villa durante el Alto Imperio, ocupación que sípodrían atestiguar las cerámicas y otros materiales,aunque quizás se limitara al área I de la villa (RAMOS

y DURÁN, 1988).Debemos esperar a las emisiones constantinia-

nas para tener monedas documentadas en estratigra-fía. Como ya hemos visto, el grueso de las monedasrecuperadas hasta el momento en la villa de El Sau-cedo se fecha en el siglo IV y, con lo visto hasta elmomento, en la segunda mitad del siglo, con poste-rioridad a la reforma monetal de c. 347. Se engloba,por tanto, en el último periodo de circulación mone-taria antigua. En este periodo se producen tres fenó-menos principales: la acuñación de Magnencio, laabundantísima emisión del AE3 de Fel Temp. Repa-ratio y las imitaciones. De las emisiones del usurpa-dor Magnencio contamos con una muestra bastanterepresentativa, dada la escasez del conjunto, hecho enconsonancia con lo observado para otras zonas penin-sulares como Cauca o Benavente (BLANCO, 1987:

ÚLTIMOS HALLAZGOS MONETARIOS EN EL YACIMIENTO DE EL SAUCEDO (TALAVERA LA NUEVA, TOLEDO) 261

Alto Imperio Siglo III d. C Siglo IV d. C Siglo VI d. C Siglo VIII d. C Ilegibles

4 3 44 1 1 10

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190-191; RODRÍGUEZ, 2002: 136). Sin embargo esescasa hasta el momento la representación de losbronces de Fel Temp Reparatio, que es la más abun-dante en toda Hispania en este periodo.

Las monedas de Reparatio Reipub y de GloriaRomanorum fueron creadas por el emperador Gracia-no tras la muerte de Valente mediante una nuevareforma de la moneda de bronce en el 378. Su peso ymódulo, mayores que los de las sus antecesoras,hicieron que fueran muy pronto retiradas de la circu-lación para ser atesoradas. El hecho de que la villa deEl Saucedo se sitúe en la mitad sur peninsular podríaestar en relación con la abundancia de estas piezas,ya que, al parecer, la circulación del AE2 podría sermayor en determinadas áreas peninsulares (FIGUERO-LA, 1999). El problema de la circulación del AE2 esextenso y los datos que poseemos no aportan nadapara solventarlo. Recordemos, únicamente, que lavigencia en la circulación de estas monedas puedellegar hasta el siglo VI (CALLU, 1978; MAROT, 1996-1997).

Así pues, la fecha límite de esta última etapa decirculación monetaria antigua es difícil de fijar. Seviene tomando como convención la de 408 (BOST,CAMPO y GURT, 1979: 179), pero es un límite quedifiere de unos yacimientos a otros. Sin duda, la lle-gada de los pueblos germánicos supone un corte delsuministro de moneda, al quedar la Península aisladadel resto del Imperio, pero es posible que mucha dela moneda del siglo IV llegara a la circulación ya enel siglo siguiente, como se documenta en Clunia(GURT, 1985: 167)1.

Más allá de principios del siglo V es difícil docu-mentar la circulación monetaria en la Península Ibé-rica. Uno de los pocos ejemplos conocidos es el de lapunta de Illa de Cullera (MAROT y LLORENS, 1995).Este yacimiento, a pesar de la lejanía con el nuestro,presenta la coincidencia de que se trataba de un lugarde culto, concretamente el monasterio que el obispoJustiniano mandó construir para conmemorar la lle-gada del cuerpo de San Vicente mártir. La circulaciónmonetaria de este yacimiento viene marcada por lapresencia bizantina, pero también se documentan conclaridad la circulación y el atesoramiento de AE2durante el siglo VI, quizás igualados ponderalmente aalgún múltiplo del sistema monetario bizantino(MAROT y LLORENS, 1995: 258 y ss ).

De este modo, podríamos plantearnos la posibi-lidad de que en la villa de El Saucedo no se hubieraproducido un paréntesis sin moneda circulante entreel siglo V y la época visigoda, la siguiente etapa quetenemos documentada numismáticamente, del mis-mo modo en que no parece haberse dado una roturaen la continuidad del hábitat.

CATÁLOGO DE LAS PIEZAS

N.º 1 del catálogo

Fecha del hallazgo: 11-7-2001Corte: derrumbe A1, área IUE: 1Metal: AEValor: ?Peso: 11,00 gMódulo: 27 mmEjes: ?Anverso: cabeza laureada a derecha; alrededor,

leyenda interna: [...HA] DRIANUS [S...]Reverso: frustroCronología: ¿Adriano?

N.º 2 del catálogo

Fecha del hallazgo: 2001Corte: testigo B3/B4UE: superficialMetal: AEValor: ?Anverso: frustroReverso: frustroPeso: 274 gMódulo: 20Ejes: ?Cronología: ?

N.º 3 del catálogo

Fecha del hallazgo: 30-7-2001Corte: B11UE: 4Metal: AEValor: ?Anverso: busto del emperador diademado y con ínfu-

las a derecha; alrededor, leyenda ilegibleReverso: frustroPeso: 4,50 gMódulo: 22Ejes: ?Cronología: siglo IV d. C.

262 ISABEL RODRÍGUEZ - RAQUEL CASTELO

1 El conjunto recuperado en la casa número 3 se fecha acomienzos del siglo V pero está compuesto mayoritariamente pormoneda del IV. Lo mismo parece suceder en el País Vasco (CEPE-DA, 1990: 177).

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N.º 4 del catálogo

Fecha del hallazgo: 8-8-2001Corte: B14UE: 4Metal: AEValor: AE2Anverso: busto diademado a derecha con ínfulas,

alrededor; leyenda interna casi ilegibleReverso: emperador de pie levanta a cautivo arrodi-

llado a su derecha; alrededor, leyenda interna[REPARA]TIO-[REI PVB]

Peso: 3,74 gMódulo: 24Ejes: 11Cronología: posterior al 378 d. C.

N.º 5 del catálogo

Fecha del hallazgo: 9-8-2001Corte: C8UE: 1Metal: AEValor: ?Anverso: cabeza del emperador diademado a dere-

cha; alrededor, leyenda interna ilegibleReverso: ¿dos victorias enfrentadas?; leyenda ilegi-

blePeso: 1,41 gMódulo: 17Ejes: 5Cronología: ?

N.º 6 del catálogo

Fecha del hallazgo: 30-8-2001Corte: D4UE: 1Metal: AEValor: ¿AE2?Anverso: busto del emperador diademado a derecha;

alrededor, leyenda interna ilegibleReverso: emperador de pie alzando a cautivo arrodi-

llado a su derecha; alrededor, [REPAR]ATIO- [REI

PVB]Peso: 3,64 gMódulo: 21Ejes: 12Cronología: Posterior 378 d. C.

N.º 7 del catálogo

Fecha del hallazgo: 31-8- 2001Corte: D4

UE: 1FMetal: AEValor: ¿AE3?Anverso: busto del emperador a derecha, con diade-

ma de perlas, ínfulas y manto; alrededor, leyendainterna: DN HONORIUS PF AVG?

Reverso: emperador estante de frente con estandarteen derecha y globo en izquierda; alrededor, leyen-da interna: [GLORIA] ROMANORUM. Marca de cecailegible

Peso: 4,42 gMódulo: 22Ejes: 11Cronología: posterior 378 d. C.

N.º 8 del catálogo

Fecha del hallazgo: 2001Corte: E2UE: 65Metal: AEValor: ¿AE2?Anverso: busto del emperador a derecha diademado

y con ínfulas; leyenda ilegibleReverso: ¿emperador de pie levantando a cautivo

arrodillado a su derecha; alrededor, leyenda inter-na [REPARATIO REI PVB]?

Peso: 4.01Módulo: 22Ejes: 11Cronología: Posterior 378 d. C.

N.º 9 del catálogo

Fecha del hallazgo: 2001Corte: E2UE: 65Metal: AEValor: ?Anverso: busto del emperador a derecha diademado

y con ínfulas; leyenda ilegibleReverso: emperador de pie levantando a cautivo arro-

dillado a su derecha; alrededor, leyenda interna:[REPARATIO] REI [PVB]

Peso: 5,37 g.Módulo: 22Ejes: 6Cronología: posterior al 378 d. C.

ÚLTIMOS HALLAZGOS MONETARIOS EN EL YACIMIENTO DE EL SAUCEDO 263

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N.º 10 del catálogo

Fecha del hallazgo: 2001Corte: testigo área I-IIUE: 6aMetal: AEValor: AE2Anverso: busto del emperador a derecha, diademado

y con manto; alrededor, leyenda interna ilegibleReverso: emperador de pie levantando a un cautivo

arrodillado a derecha; alrededor, leyenda interna:[REPARATIO] REI PVB

Marca de ceca: [-]CON

Peso: 4,29 gMódulo: 25Ejes: 6Cronología: posterior al 378 d. C.

N.º 11 del catálogo

Fecha del hallazgo: 24-10-2001Corte: M5UE: 1 (perfiles)Metal: AEValor: ?Anverso: cabeza laureada a derecha; leyenda no visi-

bleReverso: frustroPeso: 13,67Módulo: 28Ejes: ?Cronología: Alto Imperio

264 ISABEL RODRÍGUEZ - RAQUEL CASTELO

Page 265: BOLSKAN - INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES

N.º 12 del catálogo

Fecha del hallazgo: 2002Corte: K1UE: 76Metal: AEValor: ?Anverso: cabeza a derecha; leyenda no visibleReverso: ?Peso: ?Módulo: ?Ejes: ?Cronología: Alto Imperio

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266 ISABEL RODRÍGUEZ - RAQUEL CASTELO

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Bolskan, 20 (2003), pp. 267-275 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

La siguiente comunicación pretende exponer deforma somera los resultados obtenidos en los trabajosde prospección realizados para las cartas arqueológi-cas de los términos municipales de Casarrubios delMonte y El Viso de San Juan, ambos en la provinciade Toledo. Durante el trabajo de campo se han detec-tado numerosos hallazgos pertenecientes al periodotardorromano, que se han analizado con las limita-ciones que supone este tipo de tipo de metodología.

Se relacionan dichos yacimientos con su entor-no geográfico, el valle medio del río Guadarrama asu paso por la comarca de La Sagra (Toledo), y conotros yacimientos cercanos, entre los que destacan lavilla de Maternus y el Parque Arqueológico deCarranque.

SUMMARY

The aim of this paper is to make a cursory des-cription of the results obtained from the prospectingworks carried out for the archaeological letter ofCasarrubios del Monte and El Viso de San Juan, bothin Toledo. During the fieldwork, many remains fromthe late-Roman period have been found, which havebeen analysed, with the constraints that this kind ofmethod means.

These sites are related to their geographic envi-ronment, the middle valley of Guadarrama river as itflows through La Sagra (Toledo), and to other nearbysites, notably the villa of Maternus and the Archaeo-logical Park of Carranque.

INTRODUCCIÓN

El trabajo que aquí se presenta muestra de formasintética parte de los resultados obtenidos tras los tra-bajos de prospección y redacción de la carta arqueo-lógica de los términos municipales de El Viso de SanJuan y de Casarrubios del Monte, desarrolladosdurante el verano de 2001 y realizados para la Juntade Comunidades de Castilla-La Mancha. Ambos soncolindantes, ocupando gran parte del valle del ríoGuadarrama en un tramo que se sitúa a la entrada delcurso fluvial en la provincia de Toledo.

El volumen de yacimientos de cronología tar-doantigua y visigoda localizados en ambos térmi-nos, con más treinta hallazgos, así como la cercaníaal conjunto del Parque Arqueológico de Carranque(Toledo)1, suponen una interesante aportación parael conocimiento del mundo tardorromano en la me-seta sur.

Esto se debe no solo a la existencia de un patrónde poblamiento bien definido sino también a la exis-tencia de una serie de grandes yacimientos, que indi-can sin duda la existencia de un conjunto urbano enla zona.

Pero no solo queremos ceñirnos a los resultadospuramente arqueológicos; también queremos expo-ner cuál es la finalidad del trabajo realizado, sus limi-taciones y los planteamientos metodológicos emplea-dos en su ejecución. Todo ello ayudará a una mejorcomprensión y valoración de los resultados.

Poblamiento tardorromano en el valle medio del río Guadarrama (Toledo)

Santiago Rodríguez* - Carlos Barrio**

* C/ Río Valdeyernos, 20 – Bl. A, 1.º – 7. Toledo.** Travesía de la Plata, 2. 45001 Toledo.

1 Gran conjunto arqueológico en el que destacan una granvillæ con un importante conjunto musivario, una basílica y un nin-feo (VV AA, 2001a).

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FINALIDAD Y FUNCIONALIDAD DE LA CARTA ARQUEOLÓGICA

Desde aquí queremos hacer una breve reflexiónsobre la funcionalidad de estos trabajos, de sus posi-bilidades y sus limitaciones.

La carta arqueológica es una base de datos quepretende integrar todos los yacimientos arqueológi-cos, en este caso de la provincia de Toledo, realizaday gestionada por la Junta de Comunidades de Casti-lla-La Mancha. Su finalidad es básicamente adminis-trativa, ya que dicha información se debe integrar enlos instrumentos urbanísticos de los municipios quela poseen para la gestión y uso del suelo (artículo 20de la Ley 4/90 de Patrimonio Histórico de Castilla-LaMancha), si bien su funcionalidad es principalmentela de proteger el patrimonio histórico y arqueológico(VILLAR, 2001).

Este planteamiento obliga por tanto a que lasprospecciones a realizar se hagan siempre en base alímites administrativos, los términos municipales, yabarcando todos los periodos históricos, por lo que suplanteamiento es meramente administrativo y noenfocado desde una perspectiva científica.

Esto supone un problema a la hora de plantearuna prospección, ya que en ocasiones los términosson demasiado extensos (algunos superan amplia-mente los 100 km2), y no existe un límite culturaldefinido al abarcar todas las épocas, lo que hace que,en ocasiones, yacimientos paleolíticos o moderno-contemporáneos no sean adecuadamente registrados.

Teniendo en cuenta que la intensidad de los tra-bajos de prospección viene marcada por su presu-puesto, el cual condiciona el número de personas dis-ponibles, lo que está directamente relacionado con elnúmero de yacimientos encontrados, consideramosque la creación de equipos multidisciplinares entreadministración y universidad, empresas, etc., cuyosintereses convergen a la hora de obtener información,ampliaría el número de gente y recursos disponibles,pudiendo el arqueólogo actuar más como un coordi-nador durante la investigación y el posterior trabajode campo.

MARCO GEOGRÁFICO

Los términos municipales de Casarrubios delMonte y El Viso de San Juan se localizan al norte dela provincia de Toledo, dentro de la comarca de LaSagra, muy cerca del límite con la Comunidad deMadrid.

Geológicamente se encuadra esta área dentro delas formaciones correspondientes al Mioceno, consti-tuido por materiales detríticos que configuran arenasarcósicas muy arcillosas, de color rojizo claro, concantos de materiales cristalinos y cuarcitas. Edafoló-gicamente encontramos suelos del tipo luvisoles einceptisoles, con un amplio grado de desarrollo, quepresentan una profundidad media y son pobres encuanto a contenido en materia orgánica (INSTITUTO DE

EDAFOLOGÍA Y BIOLOGÍA VEGETAL, 1984).El mayor uso del suelo se dedica a la labor de

secano intensiva, apareciendo zonas con viñedo ycon olivo como explotaciones secundarias. En elcauce del Guadarrama aparece vegetación de ribera,así como olmos, mientras que el resto de terreno nocultivado aparece ocupado por matorral, monte bajoy algún intento de repoblación con pinos. La cabañaganadera tiene muy poca presencia y está compuestade ganado ovino.

La comarca de La Sagra se encuadra en unazona de clima de contraste estacional, dominada porla continentalidad, si bien tiene influencias del tipoMediterráneo húmedo.

Hidrográficamente, el principal curso fluvial deltérmino es el río Guadarrama, que atraviesa el área deestudio de noreste a suroeste, y al cual vierten peque-ños arroyos estacionales y manantiales por ambasmárgenes.

Una vez que el río entra en la comarca de LaSagra, su cauce aumenta notablemente en anchura,formando una amplia vega, si bien en su margen esteencontramos terrazas más altas y escarpadas que enla zona oeste.

Asimismo, y debido a este cambio en el cauce,la profundidad del río disminuye notablemente, sien-do fácilmente salvable, a excepción de la épocainvernal, en la que puede superar el metro de altura.Aun así existen vados bien localizados a lo largo desu curso por esta zona.

En cuanto a la caminería existente, debemosdestacar la presencia de la cañada de La Calzadilla(RUIZ, 2002), que discurre paralela al río Guadarramapor su margen oeste, y que supone la principal vía decomunicación del valle fluvial.

RESULTADOS DEL TRABAJO DE CAMPO.DESCRIPCIÓN Y LOCALIZACIÓN DE YACIMIENTOS

Como ya se ha expuesto, en los trabajos de pros-pección se localizaron más de una treintena de yaci-

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mientos de cronología tardoantigua entre ambos tér-minos municipales, si bien nos vamos a centrar soloen la zona del valle del río Guadarrama.

Reconocemos en este apartado que, debido a lanaturaleza de los trabajos de carta arqueológica, esdifícil realizar la diferenciación entre yacimientos yhallazgos aislados, que requieren un proceso de aná-lisis más lento y costoso (mapas de dispersión demateriales, estudios microespaciales, etc.), pero con-sideramos que este es muy importante debido preci-samente a la finalidad del trabajo, ya que no se puedeotorgar el mismo nivel de protección a todos los ele-mentos.

Metodológicamente, el tipo de prospecciónempleada en esta zona fue de tipo intensivo de cober-tura total, debido a la potencialidad de la misma(BENITO-LÓPEZ, 1996), atestiguada en trabajos ante-riores (VV AA, 1990), así como por la existencia delconjunto tardorromano que forma el Parque Arqueo-lógico de Carranque. Dentro de los distintos factoresque afectaron al trabajo de campo y, por lo tanto, asus resultados, destacaron la visibilidad y la accesibi-lidad2, si bien las áreas que no pudieron ser prospec-tadas fueron mínimas. No debemos olvidar, sinembargo, que factores como la erosión y la sedimen-tación pueden ocultar los yacimientos (BURILLO,1996).

Aun así, también hemos de mencionar que laconstrucción de multitud de urbanizaciones para resi-dencia veraniega y la explotación incontrolada de ári-dos han producido la destrucción de varios conjuntoso una afectación muy seria sobre los mismos, por loque ciertas zonas en las que no se localizan yaci-mientos es, simplemente, porque estos ya no existen.

En cuanto al tipo de hallazgos de cronología tar-dorromana realizados, tenemos distintos yacimientos(fig. 1):

— Grandes conjuntos, correspondientes posi-blemente con villæ y construcciones asocia-das a las mismas (pars urbana). La disper-sión de los materiales correspondientes conestas localizaciones abarca varias hectáreas.En algunos casos se podían identificar clara-mente las estructuras murarias.

— Conjuntos pequeños bien definidos, que pa-recen corresponderse con pequeñas casas ochozas del tipo de vivienda para esclavos o li-

bertos que trabajaban en el fondus de la villa,o bien para el almacenaje (pars rustica ypars fructuaria). Este tipo de yacimientos sedelimitaban claramente en las zonas aradas,presentando una planta rectangular de pocosmetros cuadrados, en el interior de la cual selocalizaba el material.

— Elementos aislados o de poca identidad quemuestran frecuentaciones, posibles zonas deexplotación, etc. Entre los hallazgos aisladosdebemos mencionar la aparición de la basede un sarcófago que se encontraba partidopor la mitad y que fue arrojado al lecho de unarroyo. Este sarcófago, realizado en granito,se encontraba muy cerca de un gran conjun-to formado por una villæ y varias construc-ciones anejas.

Debemos mencionar también la existencia deuna serie de pequeños yacimientos asociados directa-mente a cañadas o cordeles ganaderos de muy difícilidentificación, a causa de la escasez de materialesarqueológicos (por lo general elementos de cubricióny cerámica a torno lento), y adscripción cultural nodefinida claramente (posiblemente correspondientesa un momento de transición entre el mundo tardorro-mano y el visigodo).

Esta interpretación de los yacimientos se basa enaquellos que estaban bien definidos, bien porque,como ya hemos expuesto, su planta se marcaba per-fectamente en zonas aradas o porque se vislumbrabaalgún elemento arquitectónico. Somos conscientes deque las interpretaciones en base a datos provenientesde prospección superficial pueden ser erróneas, loque se corregiría con las pertinentes excavaciones,para lo cual contamos de momento con los datosobtenidos en el Parque Arqueológico de Carranque,así como el empleo de otras técnicas, como la foto-grafía aérea.

En cuanto a los materiales encontrados, seobserva una homogeneidad entre los yacimientos quenos ofrece un marco cronológico que podemos situarentre los siglos III-IV d. C. y el mundo hispanovisigo-do, produciéndose una continuidad entre ambosperiodos, si bien se produjeron variaciones en cuantoa los patrones de poblamiento.

Los materiales son muy abundantes, documen-tándose abundante terra sigillata hispánica, sigillataclara y TSH tardía, fundamentalmente, lisas, condecoraciones a molde y buriladas, siendo la formapredominante la 37 tardía (BELTRÁN, 1978 y 1990;MEZQUÍRIZ, 1961).

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2 Esta se entiende como la variabilidad en tiempo y esfuerzode un prospector para alcanzar un determinado punto de un área(RUIZ, 1996 y 1983; SAN MIGUEL, 1992).

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Fig. 1. Mapa de situación.

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La cerámica común presenta pastas de colorblanquecino, con desgrasantes pequeños, bien decan-tadas y con cocciones oxidantes para elementos devajilla (cuencos, jarras, vasos, etc.)3 y pastas más gro-seras para elementos de almacenamiento de mayortamaño. También se han hallado fragmentos de lucer-nas, elementos metálicos y de vidrio.

En cuanto a la localización de los yacimientos4,como característica común tenemos que siempre sehallan muy próximos a los cursos fluviales, distin-guiéndose dos zonas:

Margen oeste del río Guadarrama: aquí encon-tramos un amplio número de yacimientos, algunos debastante entidad, entre los que destaca el ParqueArqueológico de Carranque. El terreno es llano, altratarse de una zona de vega, y presenta un ligerobuzamiento hacia el cauce del río. El eje vertebradorde estos yacimientos, aparte del propio río, es lacañada de La Calzadilla, que es la vía de comunica-ción más importante en la vega del Guadarrama.

Margen este del río Guadarrama: también en-contramos importantes asentamientos, que se locali-zan junto a arroyos alimentados por manantialesnaturales y aportaciones de arroyos estacionalesmenores. La existencia de unos molinos de épocatardorromana en uno de estos arroyos5 nos hacesuponer que los asentamientos localizados en estesector estuviesen destinados al proceso del cereal,aprovechando la fuerza de estos torrentes para lamolturación. Aquí el terreno es más abrupto, confuertes desniveles y pendientes, si bien la propiavilla de Carranque (VV AA, 2001a; LANUZA, 1992),situada en zona semillana, se ha construido escalo-nadamente para adaptarse al terreno, por lo que nocreemos que la topografía del mismo sea un factordecisivo para la ubicación del poblamiento. En estaárea no se localizan importante vías de comunica-ción, si bien existe una serie de caminos transversa-les al curso del río Guadarrama, los cuales conducena los vados existentes en él, que deben correspon-derse con los empleados en época romana. Dichoscaminos comunican, además, la cañada de La Calza-dilla con el cordel del Camino Viejo de Toledo a

Madrid, vía pecuaria perteneciente a la Cañada Realsegoviana y que discurre, alejada unos kilómetros,paralela a la anterior.

Así, tenemos que todos los yacimientos se inte-rrelacionan mediante los cursos fluviales, los vados ylas cañadas y caminos.

INTERPRETACIÓN DE LOS RESULTADOS

En base a estos datos podemos establecer unaprimera aproximación a la economía y explotacióndel territorio. La base se correspondería con la agri-cultura, explotándose la llamada triada mediterránea(trigo, vid y olivo), la cual se daría fundamentalmen-te en la zona de vega y llanura existente en la margenoeste del río Guadarrama y en la meseta superior dela margen este. Las zonas de procesamiento del ce-real, basadas en la molturación, se localizarían en losarroyos situados en la margen este del río Guadarra-ma y en el propio río. Se complementaría la explota-ción agrícola con una cabaña ganadera compuestaposiblemente por ovicápridos, los que mejor se adap-tan a los pastos y condiciones de sequedad existentesen esta zona, lo cual proporcionaría además unaabundante industria lanar.

El motor para la explotación del territorio seríanlas grandes villæ localizadas, las cuales centrarían laactividad económica y, por tanto, el control espacial.La gran cantidad de pequeños yacimientos asociadosa estas villas, interpretados como viviendas, almace-nes, etc., nos hablan de la capacidad productiva de lasmismas.

Su localización responde a un mismo patrón:junto a un curso fluvial (no muy separadas de ellos),cerca de una vía de comunicación, sin estar directa-mente junto a esta y controlando los vados existentesen los ríos. En el caso de las villas situadas en la mar-gen oeste del río Guadarrama, su fondus podríaextenderse hacia el oeste, por la vega del río, lo queexplicaría la cercanía entre ellas. En el caso de lassituadas en la margen este, se extendería por el valledel arroyo principal y sus afluentes más importantes.

El hallazgo de un sarcófago asociado a una delas villas indica que estas actúan como unidades auto-suficientes, con su propia jerarquía, su economía y suespacio funerario. Este tipo de sarcófagos, realizadosen granito y carentes de decoración, asociados almundo paleocristiano (CLAVERÍA, 2001), son comu-nes en la provincia de Toledo y se encuentran ejem-plares parecidos en Borox, Casasbuenas, Polán, Tole-do y Villacañas (VEGA, 1991-1992).

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3 El tipo de pasta y el resultado son muy similares a los deparedes finas. La fabricación de estas piezas comienza aproxima-damente a finales del siglo II d. C. (SÁNCHEZ, 1992).

4 Omitimos referencias directas a topónimos de la zona deactuación dado que el inventario de carta arqueológica, como se haindicado, es un instrumento de gestión administrativa y no de fun-ción pública.

5 Cercanos al yacimiento de Carranque.

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Como se ve, tenemos un amplio conjunto deyacimientos que indican el asentamiento en el valledel río Guadarrama de una élite, propietaria de lasvillæ localizadas, que además estaría vinculada estre-chamente al mundo paleocristiano.

Tanto la concentración de villas como los mate-riales encontrados en ellas muestran un nivel deriqueza, asociado al comercio, superior al existenteen otras zonas de la provincia de Toledo, y que cree-mos que responde a la cercanía del fenómeno urbano.

El poblamiento tardorromano en la provincia deToledo no se halla suficientemente estudiado: encon-tramos tan solo estudios locales referentes en lamayoría de los casos a excavaciones puntuales. Sinembargo, el fenómeno de ruralización que se produjoa partir del siglo III d. C. y que supuso el traslado dellujo de las ciudades a las villæ situadas en el territo-rio no es desconocido en el resto de Hispania.

Entre los siglos III y V d. C. y debido a la crisiseconómica y política ocurrida en el siglo II d. C., elpapel de las ciudades y su territorium se redefinenuevamente, produciéndose la estabilización de losasentamientos rurales. Con ellos surge una élite depropietarios latifundistas que crean grandes comple-jos residenciales de carácter agropecuario6, las villas,y que absorben al pequeño campesinado, lo que dalugar a un paulatino abandono de los núcleos urbanospor parte de una aristocracia que comenzará a acu-mular tierras. Posteriormente asistimos a la expan-sión del cristianismo durante los siglos IV y V d. C.,por lo que se producirá una amplia conversión en lasclases altas que transformará alguna de sus villas enbasílicas paleocristianas.

Así, encontramos que la villæ surge como nuevocentro de poder autosuficiente, con control de unamplio territorio7, si bien este es de carácter privadoya que la administración imperial tratará de mantenerla ciudad como centro económico y político, pero nopodrá frenar del todo la salida de las élites a sus resi-dencias rurales (a las que trasladarán las formas deconstrucción urbana), aunque sí conseguirá que losmás poderosos se instalen cerca del núcleo urbano.

De esta forma, encontramos que, si bien todas lasvillas se localizan en zonas cercanas a cursos fluvialesy bien comunicadas, en las cercanías de las ciudadesel número es mucho mayor, así como la riqueza de suspropietarios, mientras que en zonas más alejadas elnúmero es inferior y se encuentran pequeños núcleosrurales muy pobres asociados a ellas.

Podemos establecer así también una jerarquiza-ción en la ocupación del territorio, en la que la ciudadocuparía el centro (al ser la receptora de los impues-tos), las élites el territorio circundante a ellas y lasclases más empobrecidas (pequeño y mediano cam-pesinado) quedarían bajo la esfera de grandes latifun-distas (possesores) cuyas villas, con un territorio ma-yor, se localizarían más alejadas de las ciudades.

En las dos ciudades romanas de la provincia deToledo en las que se han realizado estudios arqueoló-gicos, Toledo y Talavera, se han documentado nume-rosas villas con mosaicos en torno al núcleo urbano(CARROBLES y RODRÍGUEZ, 1988; VV AA, 1996). Sinembargo, este fenómeno lo encontramos en otrosconjuntos urbanos en la meseta sur (FERNÁNDEZ,1988), como Complutum (Alcalá de Henares) (MÉN-DEZ y VELASCO, 1998), Segobriga (Saelices, Cuenca)y Valeria (Cuenca) (CONTRERAS, 1997), en las que selocalizan varias villæ en torno a la ciudad y asociadasa las vías que actúan como eje vertebrador entre ellas,e incluso en Andalucía (SERRANO, 1999).

Esto contrasta con los datos obtenidos en zonascomo el Campo Arañuelo8, situado al oeste de la pro-vincia, donde se localizan numerosos hallazgos tar-dorromanos con un patrón de poblamiento similar, sibien los yacimientos localizados presentan muypocos materiales, incluso en las villæ, documentán-dose tan solo restos de cubrición (tégula e ímbrices)y elementos de cerámica común y, minoritariamente,algunos elementos de TSH tardía y sigillata paleo-cristiana (VV AA, 1992; VILLA, 1990), en una zonasituada entre dos núcleos urbanos como son Augusto-briga (Talavera la Vieja, Cáceres) y Cæsarobriga(Talavera de la Reina, Toledo).

En cuanto a la evolución histórica de los yaci-mientos de la zona de estudio, debemos decir queparece existir un continuismo en época visigoda enuna gran parte de ellos, si bien aparecen nuevos asen-tamientos en altura, con mayor visibilidad, ocupando

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8 La comarca de El Campo Arañuelo o La Campana de Oro-pesa, como también es conocida, abarca el noroeste de la provin-cia de Toledo y parte de la provincia de Cáceres, tiene como ejecentral el valle del río Tiétar y queda situada entre el piedemontede la sierra de Gredos al norte y el valle del Tajo al sur.

6 Según varios autores, los fondus o territorios de explota-ción de las villas tardorromanas no superarían en principio las 50ha, al menos en la zona andaluza (ver nota 7).

7 Algunos autores no consideran posible la existencia degrandes latifundios, debido a la presencia de numerosas villæ enciertas zonas que impediría que estas controlasen un amplio terri-torio. En principio, el estudio de los fondus es muy difícil desde laperspectiva arqueológica, por lo que de momento seguimos consi-derando lo que dicen las fuentes clásicas (BLÁZQUEZ, 1996).

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POBLAMIENTO TARDORROMANO EN EL VALLE DEL RÍO GUADARRAMA (TOLEDO) 273

Fig. 2. En el mapa superior se observan las provincias de Hispania y sus capitales; en el inferior, las principales ciudades romanas del interior peninsular, así como otras que se mencionan en el texto, con el trazado de la vía 25 del Itinerario de Antonino.

El recuadro señala el área de estudio.

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los cerros cercanos a los cursos fluviales, y que estánrelacionados con las cañadas ganaderas.

Esta continuidad en el poblamiento entre épocatardorromana y visigoda se detecta en numerososcasos estudiados en la provincia de Toledo (VV AA,1982) y se debe posiblemente a que la poderosa claselatifundista recogió el poder perdido por la adminis-tración imperial tras las primeras oleadas bárbaras.Estos procesos, la creación de una élite cristianaterrateniente que absorbe al pequeño campesinado,suponen el germen del feudalismo.

CONCLUSIONES

Con lo expuesto hasta ahora creemos que pode-mos definir claramente el patrón de poblamiento tar-doantiguo en el valle medio del río Guadarrama, connumerosas villæ estrechamente relacionadas con loscursos fluviales y con un claro eje vertebrador que esla cañada de La Calzadilla, que sin duda se corres-ponde con una vía romana.

Sin embargo, este conjunto de poblamiento,como ya hemos mencionado anteriormente, creemosque se encuadra en un entorno urbano, si bien estenúcleo no ha podido ser localizado correctamente.

El equipo encargado de las excavaciones y ges-tión del Parque Arqueológico de Carranque, que yaexpuso esta teoría, lo identifica en la zona de alti-planicie que surge al este del río Guadarrama,basándose en unas excavaciones realizadas en eldespoblado conocido como Carranque de Yuso enlas que se descubrieron tres estancias esquinadascon fragmentos de mosaicos geométricos proceden-tes de un edificio aterrazado (OSSA y RICOTE, 2001),considerando que este núcleo se correspondería conTitulcia.

En principio consideramos que, a falta de másestudios en la zona, no se puede concretar la situa-ción del núcleo urbano. Harían falta estudios espa-ciales a mayor escala, empleando sistemas de infor-mación geográfica, estudios microespaciales de losyacimientos —empleando sobre todo la fotografíaaérea oblicua— y nuevas excavaciones para comple-tar los datos que tenemos hasta el momento.

De lo que estamos seguros es de que por el volu-men de yacimientos y por la entidad de los mismosnos encontramos con seguridad ante una ciudad; sinembargo, y a falta de elementos epigráficos, no pode-mos identificarla claramente con Titulcia.

Ptolomeo, en su descripción de la Carpetania,hace referencia a numerosas ciudades (fig. 2), de las

cuales solo unas cuantas tienen una localización cier-ta (Ilacuris, Toletum, Complutum y Laminium),mientras que otras carecen de ubicación: Ilurbida,Egelesta, Varada, Thermida, Titulcia, Mantua, Cara-ca, Libora, Ispinum, Metercosa, Barnacis, Alternia,Paterniana y Rigusa, si bien en algunos casos seintuye la localización de algunas de ellas.

Tanto en el Itinerario de Antonino como en elAnónimo de Rávena la única ciudad que se ubica enesta zona es Titulcia, dentro de las vías de comunica-ción entre Emerita Augusta y Cæsaraugusta, si bienya hemos visto que la lista de urbes sin identificar esbastante larga. Además, se han identificado en losúltimos años otros emplazamientos que podríancorresponderse con ciudades romanas, como es elcaso de los Villares de Ocaña (Ocaña, Toledo) (VVAA, 2001b).

Lo que se pone de manifiesto es que hacen faltamás estudios sobre estos grandes conjuntos para tra-tar de determinar la localización exacta de las ciuda-des romanas existentes en la meseta sur, si bien solola epigrafía podrá identificar con claridad los nom-bres de estos emplazamientos.

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Bolskan, 20 (2003), pp. 277-285 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

Se da a conocer el hallazgo de un depósito deenseres domésticos y herramientas de hierro en lavilla romana de El Rasillo, sita en las inmediacionesdel aeropuerto de Barajas. La ocultación se docu-mentó en el marco de una intervención arqueológicamotivada por las obras de soterramiento de una líneaeléctrica de alta tensión.

Se realiza un estudio preliminar de los materia-les (vajilla cerámica y de vidrio y herramientas yutensilios de hierro) y de su posición en la secuenciaestratigráfica y se exponen algunas perspectivas deanálisis e investigación de este tipo de depósitos y delfenómeno sociológico que dejan traslucir las oculta-ciones a inicios del siglo V d. C.

SUMMARY

The discovery of a household and iron toolsdepot in the Roman villa of El Rasillo, near the air-port of Barajas, is presented. The hiding place wasdocumented within the frame of an archaeologicalwork due to the burial of a high-tension electric line.

A preliminary study both of the materials (cera-mic and glass dishes and iron tools) and of their posi-tion in the stratum sequence is carried out, and someperspectives of analysis and research for this kind ofdepots and the sociological phenomenon revealed bythe hiding places in the beginning of the 5th centuryare presented.

Con motivo de la apertura de una zanja parasoterramiento de una línea eléctrica de alta tensióndentro de las obras de ampliación del aeropuerto deMadrid-Barajas se llevaron a cabo excavacionesarqueológicas en una serie de yacimientos afectadospor la citada obra. El yacimiento de El Rasillo habíasido objeto anteriormente de una campaña valorativamediante la cual fueron documentadas algunas desus principales características, extensión y periodode ocupación (RODRÍGUEZ, 1999). El ámbito de nues-tra intervención se ciñó a la superficie de afección dela obra de soterramiento, de modo que se limitó a laapertura de un corredor que atravesaba longitudinal-mente, de norte a sur, la supuesta extensión comple-ta de la villa con la anchura (unos 15 m) prevista porla zanja.

SITUACIÓN Y CONTEXTO

El yacimiento se sitúa en la margen occidentaldel río Jarama, muy próximo a su curso, sobre unaligera prominencia rodeada por un par de regatos. Lavega de este río se encuentra entre los terrenos demás alta potencialidad agrícola de la región. El Rasi-llo se localiza a escasos metros al norte del puenteque en la actualidad une a las poblaciones de Madridy Paracuellos del Jarama. Históricamente, estos terre-nos debieron formar parte del suburbio agrícola de laciudad de Complutum (Alcalá de Henares). El siste-ma viario romano de la zona incluye el paso de la víaMérida-Zaragoza a unos 2 kms al sur del yacimientoy se sospecha fundadamente la existencia de un ramalque remontaría el curso del Jarama hacia las locali-

La ocultación de un ajuar doméstico a inicios del siglo V d. C. en El Rasillo (Barajas, Madrid).Algunas posibilidades de análisis e investigación

Diana Pozuelo - Alfonso Vigil-Escalera*

* Arqueólogos de Área S. C. M.

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dades de Talamanca o Torrelaguna, en las que se handocumentado importantes restos romanos.

De los datos disponibles sobre otros yacimientoscoetáneos de menor entidad situados a un radio infe-rior a 1 km, todo parece indicar que la villa romanade El Rasillo ocupó un lugar central, en términosjerárquicos. La existencia de estancias termales, suextensión y su prolongada ocupación contrastan conla documentación disponible para los yacimientossatélite1.

PORMENORES DE LA INTERVENCIÓN

A partir de la información conjunta de las cam-pañas llevadas a cabo, parece que el yacimiento seconfigura en torno a un gran patio central, con lasestancias más nobles situadas al este (cerca del río oen la antigua playa fluvial) y las dependencias agrí-colas o la parte rústica al oeste. Es precisamente estazona la afectada por nuestro corredor, que tiene unalongitud aproximada de 235 m, por 14 ó 15 de ancho.

El sistema constructivo responde a lo largo detodas las fases a un único modelo: la construcción entierra sobre zócalos de piedra. Las cubiertas son deteja curva. Como en el resto de los yacimientos rura-les coetáneos de la región, el empleo de tegulæ esmuy poco frecuente.

Durante la época altoimperial los zócalos seconstruyen con materiales seleccionados; en concre-to se emplean bloques escuadrados de forma basta demateriales como yesos o calizas del páramo. Los edi-ficios de la fase bajoimperial, sin embargo, utilizande forma casi exclusiva grandes cantos rodados decuarcita y esporádicamente materiales procedentesdel expolio de anteriores construcciones (por ejem-plo, bloques recortados de opus signinum).

El repertorio cerámico indica que la ocupacióndel sector excavado podría llevarse desde el cambiode era (o el primer tercio del siglo I d. C.) hasta ini-cios del siglo V d. C., momento en que se abandonael lugar hasta época medieval avanzada. Son escasoso de no sencillo reconocimiento los eventuales mate-riales asignables al siglo III d. C.

SECUENCIA ESTRATIGRÁFICADE LA FASE BAJOIMPERIAL

La secuencia bajoimperial se inicia con unaserie de vertederos que proporcionan abundantesmateriales característicos del siglo IV d. C. (terrasigillata hispánica tardía y producciones africanascoetáneas). La UE 7501, en el límite meridional delyacimiento, es un vertedero de amplia extensión yescaso desarrollo vertical. Algo más al norte, llamaespecialmente la atención una gran fosa (UE 7036),también rellena con basura doméstica, aunque pudotratarse originalmente de una cantera de arcilla o laparte subterránea de un horno posteriormente des-montado.

Su importancia radica en que solo tras comple-tarse su colmatación intencionada se construye en lazona (y sobre su último estrato de relleno) el edificioen el que se documenta la más tardía ocupación delyacimiento. Los abundantes y variados materialesrecuperados en los rellenos de la fosa 7036 permitendatar a finales del siglo IV su amortización (sobresa-len los platos de la producción africana TSA D Hayes61 / Lamb. 54, además de un nutrido repertorio de

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1 En los que se han excavado restos de un horno de cerámi-ca y estructuras relativamente modestas de probable función agrí-cola. Agradecemos a V. Sánchez la disponibilidad de esta informa-ción.

Fig. 1. Planta del sector meridional y localización de las estructuras citadas en el texto.

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formas de platos ápodos variantes de la forma Lamb.51 / Hayes 59 y cuencos y jarros decorados a ruede-cilla de TSHT).

La forma Hayes 61 es una de las más difundidasen yacimientos de esta época, y los especialistasestán de acuerdo en que no aparece en contextosanteriores al segundo cuarto del siglo IV (MACÍAS etalii, 1997: 156).

Como se comentó, el edificio formado por losambientes A4, A5, A7 y A8 se construye sobre el últi-mo relleno de la fosa 7036, lo cual condiciona inclu-so la mayor potencia del zócalo observada en distin-tas zonas. Este edificio sufrió un abandono sinhuellas de incendio previo, y se pudieron documentarcasi completos los estratos de derrumbe de las cubier-tas sobre los suelos de las habitaciones. Los nivelesde abandono proporcionaron escaso material datante,posiblemente porque sus últimos ocupantes se lleva-ron consigo sus pertenencias. Sin embargo, en laparte norte del ambiente A5 se comprobó cómo elderrumbe de tejas era más profundo en correspon-dencia con una fosa abierta en el suelo de la habita-ción. La citada fosa (UE 7075) pudo haber estadocubierta por alguna clase de material que se desplo-mó tras la caída de la techumbre.

LA FOSA 7075

Se trata de un hoyo de forma aproximadamentesubrectangular, de 1,20 m de largo por 0,70 de anchoy unos 60 cm de profundidad, paredes verticales yfondo plano, y queda alineada por el norte con elmuro que cierra por ese lado la habitación. Corta alestrato de abandono del interior del ambiente (UE7065), que apenas restituyó material (en su mayorparte, pequeños fragmentos de cerámica residual). Ensu nivel de relleno superior se documentaron variosbloques recortados de opus signinum con el mismotamaño de la anchura de la fosa, restos posiblementede la estructura de cubierta. El relleno más profundopermitió recuperar un ajuar doméstico muy completoformado por vajilla cerámica (de mesa y cocina), doscopas de vidrio y un nutrido conjunto de elementosmetálicos en muy buen estado de conservación.

La disposición de los materiales en el interior dela fosa, completos y ordenados, hace sospechar en sucolocación premeditada en un posible acto de oculta-ción (los platos de cerámica se apilaron en dos pares,por ejemplo).

El elemento que podría proporcionar la mejordatación del conjunto es posiblemente uno de esos

platos, con una forma que recuerda a la varianteHayes 61 n. 26 (ATLANTE, 1981: 84, tav. XXXV, 5),homologable a la forma 9 de la TSHT meridional deORFILA (1993: 139 y 140). Esta forma evolucionadaaparece en contextos bien datados de la primeramitad del siglo V, como el vertedero de la plazaMayor de San Martín de Ampurias (AQUILUÉ, 1997:84-86), en los que resulta patente la caída en la repre-sentación porcentual de la TSHT (solo un fragmento).Por el contrario, están ausentes los platos de la formaHayes 61B y 87a, que sustituyen a las 61 en la segun-da mitad de ese mismo siglo. Una parte poco signifi-cativa del repertorio tiene carácter residual, e inclusose aprecian porciones de vasos recortados y reutiliza-dos con otras funciones (embudos).

AVANCE AL ESTUDIO DE LOS MATERIALES METÁLICOS

Bronces

Tan solo una de las piezas puede catalogarseperfectamente como una pátera. A pesar de las dudasque pueda presentar el uso de la tradicional distinciónentre cuencos sin mango horizontal y pátera, con asahorizontal, preferimos seguir la tipología establecidapor PALOL (1970) para este tipo de recipientes, defi-nidos como cuencos con mango horizontal y sin pie.La pátera que presentamos se engloba dentro de laforma 6, definida como «pátera con un asa fundidaaparte y sujeta por remaches». Poco más se puededecir del uso de este objeto, aunque la extensión delmango y las pequeñas dimensiones del cuenco apun-tan a su uso doméstico o tal vez ritual, sirviendo decazo para verter líquidos de un recipiente de mayoresdimensiones a otros.

Hierros

Son los elementos más numerosos de la oculta-ción y se pueden dividir en dos grandes clases: lasherramientas y otros objetos incompletos o de usoindeterminado. En el siguiente avance, analizaremostan solo los útiles de hierro, ya que el resto de losobjetos son fruto de una distinción vaga, pues apare-cen muy deteriorados y en ocasiones pudieron tenervarios usos simultáneos. La complejidad y en ocasio-nes el mal estado de conservación hacen difícil suclasificación, que requeriría un estudio pormenoriza-

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Fig. 2. Algunos materiales cerámicos del contexto de la ocultación.

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do, de modo que puedan aislarse los lotes de herra-mientas especializadas en cada actividad económica.

Según una clasificación funcional, como la rea-lizada en otros conjuntos similares (CABALLERO,1974 y 1985; GARCÍA, 1995; FILLOY, 2000), se reco-nocen varias categorías de útiles. A esta división tra-dicional queremos añadir una categoría nueva, que esla de los instrumentos para pesar, representados porel hallazgo de una romana completa.

— Uso agropecuario: podemos englobar en esteapartado la hoz-podadera, los fragmentos dearado y la media rueda, posiblemente partede un carro.

— Herramientas de carpintero: tan solo pode-mos citar como parte de esta actividad elhacha-azada.

— Herramientas de uso variado: como las tije-ras de pinza, sacabocados y punteros.

— Uso personal: al que pertenecería la llavedoble y el cuchillo.

— Instrumentos de pesar: representado por laromana hallada completa, con sus ganchos ysobre todo las dos contrapesas en forma dearandela, con un peso aproximado de 60 y120 g respectivamente.

Del análisis de todos los materiales encontradosdebemos destacar la dificultad de poder asegurar aciencia cierta el uso de cada objeto en un conjunto tanabigarrado, y por lo tanto, abogamos por un acerca-miento global al mismo preferible al análisis singularpieza por pieza. Vemos, pues, que lo que se ocultason herramientas que, independientemente de su uso,tienen una característica en común y es que son todasmetálicas. Algunos de los instrumentos están com-pletos, como la romana; sin embargo, otros podríantener una simple consideración como materia prima,como la media rueda, y tan solo encuentran su expli-cación en el valor que tenía como objeto susceptiblede reutilización o refundición.

OTROS CONTEXTOS SIMILARES

Es la ocultación de Getafe, por su proximidadgeográfica a Barajas, la primera en la que vamos acentrar nuestro análisis. Durante el transcurso deunas obras de acondicionamiento en la calle Sur en elcasco urbano de Getafe (CABALLERO, 1985) se hallóen 1981 una fosa de grandes dimensiones (1,50 por0,50 m) con una serie de materiales clasificados de lasiguiente forma: objetos de bronce (cuencos, páteras,

acetres, placas, uñas para asas con anillas), objetos dehierro (cuencos, acetres, mangos, cencerros, varillasde llaves y herramientas de diversa índole) y cerámi-ca (jarras con asa). Un total de aproximadamente cin-cuenta objetos escondidos deliberadamente en unafosa de características similares a la de El Rasillo. Elmeticuloso estudio realizado sobre esos materialeslos pone en relación con los encontrados en las tum-bas de Fuentespreadas y se detiene fundamentalmen-te en el estricto análisis tipológico de las piezas y suposible filiación con otros objetos encontrados, asícomo su funcionalidad distinguiendo las categoríasde objetos de uso personal, agricultura, ganadería,carpintería y trabajos de leñador. Según CABALLERO

(1985: 108 y 109) la dispersión sobre todo de losobjetos de bronce no se reduce al valle del Duero,sino que extiende de manera importante hacia otraszonas, teniendo como límite el sur del Sistema Cen-tral. Destaca la posibilidad de que los objetos forma-ran «servicios» completos utilizados por una unidadfamiliar nuclear dedicada a actividades económicasagropecuarias. En cuanto a la posible interpretaciónde esta ocultación, no arroja mucha luz ya que afirmaque, a tenor de los objetos, cada uno debe analizarseen relación con el resto del conjunto y, en cuanto a suposible relación con otras ocultaciones, a pesar delnúmero de piezas conocidas, son pocas y por lo tantono se puede establecer una correcta analogía (CABA-LLERO, 1985: 110).

Los depósitos encontrados en Uxama, Soria(GARCÍA, 1995) constituyen otra buena muestra deeste tipo de contextos. Fue en la Casa del Sectiledonde con posterioridad a su abandono se excavarondos fosas en el pavimento de mortero en cuyo interiorfueron colocados una serie objetos y útiles de diver-sa índole. El escondrijo 1 se encuentra en el extremonorte de la habitación B y fue excavado en el suelo demortero blanco. La superficie del hoyo estaba cubier-ta con varias piedras sacadas de los muros cercanoshaciendo las veces de tapadera del hoyo y cubriendoel relleno de tierra de color negro con carbones. Laplanta de la fosa era alargada, con paredes verticales,fondo plano y de grandes dimensiones (1,30 por 2,90 m).Los objetos allí enterrados eran de hierro (hoja decuchillo, clavos, cinceles, mangos, hebillas de cintu-rón, una ligula y punzones), bronce (lamina cuchilloy enganche de asa) y cerámica (fragmento de tapade-ra y fragmento de botellita de un asa). El escondrijo 2se encuentra en la esquina noreste de la habitación Ay también fue excavado rompiendo el suelo de mor-tero. Su planta es irregular y sus medidas más peque-ñas, formando casi un rectángulo (1 x 1,90 m). Los

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objetos hallados muestran características muy simila-res al anterior, con objetos de hierro (fragmento dehoja de cuchillo, freno de caballo, cencerro, aro,punta de lanza, fragmento de hebilla, placa, hoces,rastrillos y clavos), bronce (cuenco) y cerámicos(botellita con asa y otra sin asa). El análisis tipológi-co de los materiales fija su relación con las laboreseconómicas que debieron desempeñar los actores deldepósito; así, la gran mayoría son herramientas detrabajo agrícola, a excepción de la ligula de usomédico y las dos botellitas cerámicas de uso domés-tico. GARCÍA (1995: 78) destaca que, pese a la hete-rogeneidad de los útiles, tienen una característicacomún a todos: el metal. Sostiene que este tipo dehallazgos funcionan como depósitos deliberados porsu valor económico en momentos de penuria econó-mica, ya que se podían utilizar para la reventa enmomentos de dificultades de aprovisionamiento ocomo chatarra para obtener de nuevo materia prima.

El caso de Fuentespreadas (Zamora) es un ejem-plo singular, ya que se encontró un depósito similaral de El Rasillo, pero no con un carácter de oculta-ción, sino asociado a fosas de enterramiento (CABA-LLERO, 1975). Pese a que en ninguna de las sepultu-ras se halló el cadáver completo, debemos destacar suorigen como ajuar funerario y no de escondrijo inten-cionado. Es la sepultura I la que tienen mayor núme-ro de elementos de bronce, hierro, cerámicos y ví-treos, divididos en objetos de uso personal (broche decinturón, cuchillos, puntas de lanza), objetos de caba-llería (frenos, botones, anillas), herramientas agrope-cuarias (hoces, cencerros, azuelas, tijeras, doblehacha, barrenas, cortafríos…), de carpintería (azuela,barrena, formón o escoplo), de herrero (cortafríos,limas y tenazas) y por último, de uso doméstico(jarras cerámicas y de vidrio, así como los contene-dores de bronce). En el análisis y catalogación de laspiezas destaca que algunas de ellas son típicas de unajuar tardorromano asociado a la caballería (punta delanza, cencerro y freno de caballo) y, sin embargo,otras están puramente relacionadas con actividadesagropecuarias y no son comunes en enterramientosde esta época, sobre todo en tales cantidades. El ente-rramiento de tal cantidad de objetos de metal resultacuando menos extraño, porque lo que hace es sacardel mercado de forma definitiva un gran número demateriales metálicos valiosos y difíciles de conseguirdada la supuesta situación de inestabilidad. Por lotanto, resulta sospechoso que en tal situación de cri-sis se deshicieran con carácter permanente de todoeste metal. Además, la mayor parte de las herramien-tas están enteras y en general en buen estado, de

modo que podían volver a ser reutilizadas con poste-rioridad.

El último y más reciente ejemplo establece elactual límite norte de este tipo de contextos y loencontramos en el yacimiento de Las Ermitas (Álava).Siendo uno de los asentamientos más importantes deépoca tardorromana del País Vasco, durante la campa-ña de excavación de 1995 (FILLOY, 2000) se realizó laintervención de varias estructuras domésticas de ca-rácter agrícola. Durante la excavación del patio de unade las viviendas romanas bajoimperiales y bajo una ca-pa de escombros se localizó una fosa de pequeñasdimensiones (30 cm por 45 de profundidad) excavadaen el sustrato natural. En su interior fueron colocadosuna serie de objetos metálicos dentro de un saco, ata-dos con correas de cuero y cubierto por lajas de pie-dra caliza. El conjunto estaba formado por 1 instru-mento de bronce, 22 herramientas de hierro y unfragmento de TSHT del tipo 37b considerado fortuito.La tipología de los objetos encontrados es muy simi-lar a la documentada en ejemplos anteriores, herra-mientas dedicadas a labores de carpintería, cantería,actividades agropecuarias y caballería. El estudio delos materiales sitúa su datación en la primera mitaddel siglo V d. C. y ha sido interpretado como la ocul-tación cuidadosa (entre los objetos se encontraron ele-mentos orgánicos, tal vez paja, para evitar el roce de unaspiezas con otras) e intencionada de una serie de útilesmetálicos y herramientas que debieron ser considera-dos valiosos por su posesor, que los escondió con laintención de regresar posteriormente a recuperarlos.Un elemento que distingue a este contexto de los ante-riores es la ausencia de un ajuar cerámico.

CONCLUSIONES

La aparición bastante poco frecuente de impor-taciones en los yacimientos romanos de la región deMadrid y el hecho de que no estemos muy familiari-zados con esas producciones nos mueve a la cautela,pero ello no impide presentar estos datos y su sor-prendente ajuste temporal a las condiciones históri-cas descritas en los textos. La secuencia estratigráfi-ca y sus características parecen reflejar el abandonodel hogar de una familia (que se pensó temporal y fuea la postre definitivo) a inicios del siglo V d. C. Elestudio en profundidad del abigarrado conjunto de ma-teriales permitirá ahondar en la secuenciación detipos dentro de las producciones hispánicas de sigi-llata tardía, su distribución regional y los modelos deajuar doméstico de la época, que nos muestran la

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variedad de actividades relacionadas con la vida dia-ria de una comunidad rural. El impacto causado porlas primeras invasiones en los cronistas de la época(véase Hidacio) y sus consecuencias a corto y medioplazo pueden tener un reflejo sociológico real atesti-guado por el registro arqueológico. Lo cierto es que,a partir de mediados del siglo V d. C., la documenta-ción arqueológica de los asentamientos de la vega delJarama (y de otros contextos regionales) marcaimportantes diferencias que apoyan la idea de quehubo un antes y un después. Las diferencias a las quese alude no atañen solamente al repertorio cerámico,sino a los modelos de arquitectura doméstica rural, ala configuración de las unidades de ocupación fami-liar y, posiblemente, a un entorno marcado por lasdificultades de acceso a especialistas, productos yservicios que ya solo estarán al alcance de una mino-ría de alta posición social.

ANEXO: CATÁLOGO DE LOS OBJETOS METÁLICOS

1. Objetos de bronce

Recipientes de bronce

1.1. Pátera en bronce. Recipiente en forma de cuen-co semiesférico umbilicado de borde recto, sinrestos de decoración, con mango largo planohorizontal. Dimensiones: mango, 33,6 cm delargo por 2 de ancho; el diámetro del cazo tiene12,5 cm, y su altura es de 6 cm.

Restos varios de bronces

1.2. Anilla. Dimensiones: 16 cm de diámetro, sec-ción rectangular y 1 cm de grosor.

1.3 Fragmento de varilla de bronce de sección rec-tangular retorcida. Dimensiones: 0,3 mm degrosor y 12 cm de largo.

1.4 Fragmento de lámina. Forma rectangular; deuno de sus extremos sale un apéndice más fino.Dimensiones: 6,5 cm de largo y 0,4 de grosor.

2. Objetos de hierro

Instrumentos de hierro

2.5 y 2.6. Llaves. Dos varillas de llave que proba-blemente formaban una llave doble. Unían en-

tre sí por los extremos, lo que permitía eljuego de ellas. Ambas llaves tienen una es-tructura similar, aunque el tamaño varía. Estáncompuestas por una barra de sección rec-tangular doblada en ángulo recto en un extre-mo, desde donde parten también en ángulorecto dos dientes, brindándole una forma de E.El extremo contrario está aplanado y tiene unapequeña perforación donde probablemente se encontrara un remache que permitiera eljuego con la otra. Dimensiones: la más peque-ña tiene unas dimensiones de 0,6 cm de anchode la barra y 12,5 de largo, el ángulo rectotiene 5,5 cm de largo y los dientes 3,5 cm cadauno. La más grande tiene 1 cm en la sección,13,5 de largo, 5 en el ángulo recto y 3,5 en losdientes.

2.7-2.11. Romana. Balanza tipo romana compuestapor una barra alargada de 23,5 cm de largo desección rectangular y 0,6 cm de espesor, condos prolongaciones cruciformes desviadas dela mitad del eje a uno de los lados, formando elfiel. Junto con la barra se hallaron dos ganchosformados por una anilla a la que va unida ungarfio (de 13,5 cm de largo). Uno de ellos se

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Fig. 3. Balanza de tipo romana recuperada en la ocultación.

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situaba en la parte de arriba de la barra, juntoal fiel, y era el utilizado para colgar la balanza;el otro se situaba en la parte más corta de labarra y en él se colgaba directamente el objetoa pesar. El lado más largo de la barra se utili-zaba para poner los contrapesos, en este casoformados por dos argollas cilíndricas. Lamayor tiene un diámetro de 4,5 cm, 1,5 de gro-sor y un peso aproximado de 122 g. La máspequeña tiene 4,5 cm de diámetro, 1 de grosory pesa unos 63 g (medidas tomadas antes de sulimpieza y restauración).

Herramientas de hierro

2.12-2.13. Rejas de arado. Son dos, de sección rec-tangular más ancha en su parte central y con unextremo recto y el otro curvado hacia abajo.Dimensiones: la más pequeña mide 24 cm delargo y 20 de grosor, y la más grande mide 37,5cm de largo con un grosor de 24 cm.

2.14. Belorta de arado. Abrazadera de forma y sec-ción rectangular con uno de los lados cortoscurvos y el otro recto, que unía las diferentesbarras de madera que forman el timón delarado. Dimensiones: 16 cm de largo, 8,8 deancho y 2 de grosor.

2.15. Hoz-podadera. Posiblemente utilizada paracortar la vid, está compuesta por una hojapequeña, plana y semicircular con un espigónpara mango de madera o hueso. Dimensiones:11 cm de largo y 2,5 de ancho.

2.16. Hacha-azada. De ojo ovalado en una barra desección cuadrada, con cada brazo aplanado enplanos verticales entre sí. Dimensiones: 23 cmde largo y 65 de ancho.

2.17. Tijera de pinza de la que tan solo se conservala mitad. Tiene forma de pinza partida en dospor el mango y con sus hojas despuntadas. Lahoja es triangular, con el mango siguiendo lalínea exterior, y se encuentra afilada hacia elinterior de la pieza. El mango es de secciónrectangular, en plano perpendicular al de lahoja y tendente a sección cuadrada según seacerca a la hoja. Dimensiones: 14 cm de largoy 1 de ancho.

2.18. Cuchillo. Formado por una hoja de pequeñotamaño recta y plana con un espigón para elmango de madera o hueso. Dimensiones: lahoja tiene 9 cm de largo y 1 de espesor, y elespigón tiene 6 cm de largo y 1 de ancho.

2.19. Atizador. Instrumento formado por un mangolargo de sección rectangular torsionado queacaba en una pala o paleta de forma rectangu-lar. Dimensiones: el mango tiene 54 cm de lar-go y 1,6 de diámetro; la pala mide 12 x 13,5 cm.

2.20. Rueda de la que tan solo se conserva la mitadde la llanta de hierro semicircular con dos agu-jeros donde van colocados los clavos que launirían a la estructura de madera. Dimensio-nes: 58 cm de radio (116 cm aproximados dediámetro) con una anchura de 3,5 cm.

2.21. Sacabocados. Consta de una varilla cilíndricao tubular con una perforación en la zona cen-tral, la cual ha sido golpeada en su centro,aplanándola y aguzándola a su vez, formandoasí una hoja triangular de punta matada, a laque luego han vuelto sobre sí uniendo sus late-rales en forma troncocónica invertida, demodo que la punta redonda en plano estáhueca. Dimensiones: 12 cm de largo y 1,4 dediámetro.

2.22-2.24. Punteros. Tres piezas de hierro de seccióncircular que no parece que estuvieran unidas aningún mango, sino que fueran hechas para sergolpeadas con un martillo. Dimensiones: lamás grande tiene 27 cm de largo con un grosoro diámetro que va disminuyendo desde 1,5 a0,4 cm; la segunda pieza tiene 17 cm de largoy 0,6 de diámetro; la más pequeña mide 8 cmde largo y 1 de diámetro.

Restos varios de hierro

2.25. Argolla de forma circular. Tiene 3,4 cm de diá-metro y 0,8 de grosor.

2.26. Abrazadera. Compuesta por una barra verticalde sección rectangular con dos prolongacionesa los lados en forma de ganchos, uno circular ypequeño y el otro rectangular. Dimensiones: labarra vertical tiene 15 cm de largo y 4 cada unade las prolongaciones, con un grosor de 1 cm.

2.27. Fragmento de placa. Ligeramente curvada,tiene forma rectangular. Dimensiones: 5,5 cmde largo por 5 de ancho y 0,3 de grosor.

2.28. Fragmento de placa. De forma rectangular conun orificio también rectangular en la parte cen-tral. Dimensiones: 4,8 cm de largo por 4 deancho y 0,5 de grosor.

2.29. Fragmentos indeterminados.

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LA OCULTACIÓN DE UN AJUAR DOMÉSTICO A INICIOS DEL SIGLO V D. C. EN EL RASILLO 285

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Bolskan, 20 (2003), pp. 287-295 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

Presentamos un conjunto de material metálicohallado en la ciudad romana de Segobriga durantelas campañas de excavación 1999-2002. Se trata detrece piezas de bronce, adscribibles a lo que conside-ramos instrumental médico-quirúrgico (sondas deoídos y espátulas). Formalmente, este tipo de mate-rial puede ser datado a partir de los paralelos queconocemos en otras ciudades romanas. En este ar-tículo se tendrán en cuenta, además de las caracte-rísticas externas de las piezas, el contexto arqueoló-gico en el que se han recuperado.

SUMMARY

We present a set of metallic material found inthe Roman town of Segobriga during the excavationcampaigns of 1999-2002. It consist of thirteen bron-ze items that we can relate to medical-surgical equip-ment (ear catheter and spatulas). From a formalpoint of view, this kind of material can be dated bymeans of the parallels that we know from othertowns. In this essay, we will have into account, apartfrom the external features of the items, the archaeo-logical context in which they has been discovered.

INTRODUCCIÓN

En este artículo damos a conocer un conjunto depiezas de bronce adscritas a lo que considera instru-mental médico-quirúrgico, farmaceútico y de aseopersonal, hallado en la ciudad romana de Segobrigadurante las campañas de excavación 1999-20021.

El yacimiento ha proporcionado un nutrido con-junto de piezas metálicas diversas. Sabemos que enSegobriga existió una importante actividad metalúr-gica2. Los talleres de forja que se encontraban en laciudad se dedicaron a la fabricación de útiles agríco-las y mineros, a la producción de los pequeños obje-tos para el mantenimiento de las viviendas (clavos,anillas para bisagras, llaves, etc.) e igualmente esposible que también se fabricase aquí alguna parte delinstrumental médico-quirúrgico que hemos encontra-do en las sucesivas campañas de excavación3.

Instrumental médico-quirúrgico de Segobriga (Saelices, Cuenca).

Hallazgos de las campañas de excavación 1999-2002

M.ª Carmen Santapau*

* Departamento de Prehistoria, Arqueología, Historia Anti-gua, Filología Griega y Filologia Latina. Universidad de Alicante.Área de Historia Antigua. Carretera de San Vicente, s/n. 03690 SanVicent del Raspeig (Alicante). E-mail: [email protected]

1 Agradezco a Juan Manuel Abascal Palazón, director de lasExcavaciones de Segobriga, las facilidades dadas para el estudiodel material.

2 Esta actividad la tenemos evidenciada por grandes cantida-des de escorias de hierro aparecidas bajo los niveles de la PuertaNorte. Igualmente sobre la arena del anfiteatro se encontró un con-junto de hoces, podonas e, incluso, cencerros para ganado —aso-ciados a instalaciones ganaderas y agrícolas—, que dan idea delabanico de productos que salían de los talleres de forja de Sego-briga, en este caso en época tardoantigua. Se ha localizado uno deestos talleres sobre el espacio de las termas públicas, también de épo-ca tardorromana, donde se han recuperado restos de moldes de fun-dición.

3 Trabajos donde se muestra algún aspecto del metal halladoen la ciudad: ALMAGRO BASCH (1975), sobre las piezas apare-

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En esta ocasión, creemos necesario examinar, enprimer lugar, la función exacta de cada uno de los ins-trumentos que hemos hallado para exponer, a conti-nuación, el catálogo con la descripción y los contex-tos donde aparecieron las piezas de Segobriga queahora presentamos.

INSTRUMENTAL MÉDICO-QUIRÚGICOROMANO

El instrumental de los médicos y cirujanosromanos era verdaderamente rico, como ya describióCelso y como igualmente vemos en los relieves dePompeya y Herculano, y en otras regiones del Impe-rio, sobre todo en representaciones y en hallazgos desepulturas (D’AMATO, 1993: 91).

El rol importante jugado por la medicina en laAntigüedad queda, por tanto, de manifiesto en la obrade médicos como Hipócrates, Galeno o Celso. En lasobras de estos tratadistas sobre la medicina antiguaaparecen referencias valiosísimas acerca de las prác-ticas médicas, los tratamientos y los procedimientosquirúrgicos, junto con datos sobre el instrumentalempleado (HIBBS, 1991: 111).

Por tanto, uno de los objetivos más interesantescuando se estudia este tipo de material es buscar elanálisis a través del instrumental, de algunas caracte-rísticas de la práctica médica, quirúrgica y farmacéu-tica, en este caso, en Hispania romana.

La gran variedad de instrumentos quirúrgicosromanos pone de manifiesto el grado de precisión aque llegó en esos momentos el campo de la medici-na (D’AMATO, 1993: n. 4, 92); de hecho, nos encon-tramos que en la actualidad hay piezas que han man-tenido sus características formales y funcionalesintactas, como es el caso de las pinzas o de las agu-jas de sutura (CAMPO, 1992: 89). Del mantenimientode las características formales y la funcionalidad dealgunas de las piezas se desprende que resulta com-plejo arrojar una datación precisa sobre este instru-mental.

En cuanto al material de las piezas, cabe decirque generalmente nos encontramos con un mayornúmero de piezas de bronce, de hierro, plomo y enmenor medida, pero también presentes, las de plata y

oro —generalmente instrumentos de bronce conincrustaciones de oro y de plata (D’AMATO, 1993: n.4, 92; CAMPO, 1992: n. 7, 89).

Vemos cómo la práctica médica tuvo un espe-cial cuidado en seleccionar el instrumental, dando acada una de las piezas una misión totalmente especí-fica, de modo que nos encontramos piezas con fina-lidad propiamente quirúrgica y otras para la prepara-ción y aplicación de medicamentos (CAMPO, 1992:n. 7, 89).

LOS ESTUDIOS SOBRE EL INSTRUMENTALMÉDICO-QUIRÚRGICO

Para analizar las piezas halladas en Segobriga,en función de paralelos existentes en otras ciudadesromanas, se ha trabajado con diferentes obras de alu-siones que recogen otros hallazgos similares y refe-rencias a las descripciones que sobre las piezas ha-cían los tratadistas de la Antigüedad (MILNE, 1907;SCARBOROUGH, 1976; TABANELLI, 1958; ALARÇAO yETIENNE, 1979: pl. IX, XIII, XXXV, XXXVI y XLIX;GALIAZZO, 1979; BILKEY, 1980; KÜNZL, 1982; PENSO,1984; KRUG, 1985: 97; RIHA, 1986; D’AMATO, 1993:n. 4; KRUG, 1985).

Destacamos la idea generalizada por algunosautores de que el material médico provendría deRoma, desde donde se manufacturaría a todas lasprovincias del Imperio. En primer lugar, vemosque las dimensiones de las piezas son muy simila-res, pero la mayoría de las veces presentan varian-tes. Evidentemente, parece razonable pensar quetras el paso de los primeros momentos, cuando losmédicos itálicos viniesen a la Península Ibéricacon su propio instrumental, ese instrumental seconocería y su uso se generalizaría, e incluso serenovaría. Sería entonces cuando en muchas ciuda-des hispanas se empezasen a fabricar instrumentosmédicos, quirúrgicos y farmacéuticos (BOROBIA,1988: 327).

Para el caso de Hispania contamos con trabajosde referencia sobre notables conjuntos de materialhallados en importantes ciudades romanas o en elterritorium adscrito a alguna de ellas (ÍÑIGUEZ, 1916;PARIS, 1926; FLORIANO, 1940-1941; OLIVA, 1945;SÁENZ DE BURUAGA, 1946; SANABRIA, 1964); ZARA-GOZA, 1971; OSUNA, 1974; OSUNA, 1976; MANRIQUE,1980; MOLINA, 1981; WATTENBERG, 1983; ARGENTE,1985; FERNÁNDEZ, 1986; MALUQUER, 1987; FUENTES,1987; BOROBIA, 1988; AAVV, 1990; BLÁNQUEZ,1990; HIBBS, 1991: 111-134 n. 5; CAMPO, 1992: 89-

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cidas en área de necrópolis; FUENTES (1987), donde se presenta unconjunto de instrumental médico y farmacéutico aparecido enSegobriga —junto a piezas de Ercávica y Valeria—. ALMAGRO-GORBEA y ABASCAL (1999: 152 y 153), con una consideracióngeneral sobre el trabajo del metal en el yacimiento.

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90; ABASCAL y SANZ, 1993; BELTRÁN et alii, 1998;CASTANYER y TREMOLEDA, 1999).

Formalmente estamos ante instrumentos muyparecidos, de ahí que en nuestro trabajo proponga-mos un estudio de los datos más relevantes del con-texto arqueológico del que proceden las piezas.

DESCRIPCIÓN FORMAL Y FUNCIONALDE LAS PIEZAS. ESTUDIO GENERAL

Presentamos trece piezas de instrumental médi-co-quirúrgico que pertenecen a grupos muy usualesen época romana. Se trata de un conjunto de tres agu-jas, una sonda punzante o estilete, tres sondas deoído, tres sondas espatuladas o espatomeles, unaspinzas de depilar y un ciatiscomele.

En cuanto al material del instrumental hay quedecir que en todos los casos es el bronce el metalempleado, que generalmente se usaba en los instru-mentos de exploración y aplicación de medicamen-tos. Para los instrumentos de corte predominaban elhierro y el acero (BOROBIA, 1988: n. 11, 324). Desta-ca también la utilización de otros materiales, comola piedra con que fueron fabricados los sellos de ocu-lista y las losetas para la preparación de medicamen-tos e incluso para afilar instrumentos; el hueso se uti-lizó, casi exclusivamente, para manos de mortero,cucharas y estiletes; la plata y el oro aparecen deco-rando los mangos del instrumental. En cuanto alplomo, menos frecuente, se utilizaba para recubrirlas manos de morteros (BOROBIA, 1988: n. 11, 324 y325).

Agujas

La aguja (acus), tanto en la Antigüedad como enlos tiempos actuales, es un instrumento que podemoscatalogar de varias maneras: como objetos domésti-cos, de higiene personal y para el desarrollo de acti-vidades artesanales (BOROBIA, 1988: n. 11, 42).

Entre las agujas quirúrgicas encontramos de to-do tipo, en cuanto a su morfología y material de fabri-cación. Así, por ejemplo, las podemos encontrar deacero, de bronce e incluso de marfil y hueso. En co-mún tienen todas ellas que son objetos finos, puntia-gudos y que presentan un ojo, para ser enhebradas, enuno de los extremos, específicamente en el romo(BOROBIA, 1988: n. 11, 42).

Por tanto, dada la variedad de formas entre lasagujas quirúrgicas, nos encontramos con ejemplares

muy similares al que presentaremos en nuestro catá-logo4.

Sondas

La palabra sonda responde al término latino spe-cillum, y era una pieza utilizada tanto en farmaciacomo en medicina. Con ella se exploraba la profundi-dad de las heridas y se preparaban y aplicaban los me-dicamentos (TABANELLI, 1958: n. 10, 75-87; MOLINA,1981: n. 12, 256).

Los médicos-cirujanos tenían un conjunto desondas o instrumentos específicos con los que explo-taran las fosas nasales o los oídos, e incluso podíanutilizarse también para valorar la profundidad y lagravedad de una herida (KRUG, 1895: n. 10, 97; D’AMA-TO, 1993: n. 4, 96).

Las sondas, que normalmente se guardaban enun estuche cilíndrico, podían tener los extremosdiferentes. En la mayoría de los casos se trata de unasonda con un extremo simple. En el otro extremopueden tener una especie de espátula, plana y alar-gada, que podía hacer las veces, en ocasiones, debisturí o de cauterio improvisado (D’AMATO, 1993:n. 4, 96).

De los tipos de sonda que han llegado hastanosotros podemos observar que varían en cuanto atamaño y forma. Entre los diferentes tipos de sondaslas más características están la espatulada (spatome-le), la de oídos (specillum oricularium), y la llama-da ciatiscomele, que presenta en uno de sus extre-mos una cucharilla en forma de V o de U que servíapara aplicar ungüentos líquidos (PARIS, 1926: n. 12,19, 149-150, con piezas de Baelo; MOLINA, 1981: n.12, 256. VV AA, 1990: n. 12, 338 y 339). Las son-das en la época clásica tuvieron el mismo uso que lasde los tiempos actuales, es decir, la cirugía menor yla aplicación de medicamentos (BOROBIA, 1988: n.11, 28-29).

INSTRUMENTAL MÉDICO-QUIRÚRGICO DE SEGOBRIGA (SAELICES, CUENCA) 289

4 PARIS, 1926: n. 12, pl. XXXIII, 190; VV AA, 1990: n. 12, 332y 333: todas procedentes de Baelo; ALARÇÃO y ÉTIENNE, 1979: n.10, pl. XIII, 322-329, con materiales de Conimbriga; BOROBIA,1988: n. 11, 183, y pl. XLII, 11, procedente de Carmona (Sevilla);270 y pl. CV, 1, procedente de Numancia; CXI, 9-16, de proceden-cia indeterminada. HIBBS, 1991: n. 5, 114, 1:7, y 115, 2:1, proce-dentes de Cañada Honda (Gandul).

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Sonda simple

También conocida como specillum. Se trata deuna varilla de metal cilíndrica sin ningún tipo de adi-tamento que la defina. Esta varilla puede ser lisa otener algún tipo de ornamentación en su parte media.Normalmente se trata de una decoración incisa demotivos lineales o circulares (BOROBIA, 1988: n. 11,29). Dadas las características de la pieza, podemospensar que se trataría de un instrumento con uso poli-valente.

Se trata de una pieza muy repertoriada, por loque contamos con ejemplares que presentan decora-ción en el vástago, similares al ejemplar que hemoshallado en Segobriga con el cuerpo decorado5.

Sondas punzantes o estiletes

Se trata de instrumental (stylus o stilus) condiferentes usos. Pudieron utilizarse como objetos detocador o como piezas de médicos y cirujanos, sien-do, posiblemente, muchos de ellos utilizados paraescribir en las tablillas de cera (BILKEY, 1980: n. 10,161 y ss.; BOROBIA, 1988: n. 11, 36).

Morfológicamente se trata de un vástago de sec-ción circular, con uno de los extremos totalmentepuntiagudo. La tipología de sondas punzantes o esti-letes es muy variada —diferentes formas lisas odecoradas—, encontrándonos ejemplares cercanos alque presentamos en nuestro catálogo6.

Sonda de oído

La sonda de oído (oricularium specillum oauriscalpium) es una de las más mencionadas por lostextos clásicos. Se compone de un vástago de sec-ción circular, con uno de los extremos puntiagudo,aunque también existen variantes, y en el extremoopuesto acaba con una cucharilla plana, normalmen-te circular (MOLINA, 1981: n. 12, 256; BOROBIA,1988: n. 11, 33).

Esta pieza se utilizaba fundamentalmente paraauscultar los oídos o para tratar pequeños cálculos delconducto urinario, e igualmente para limpieza de lasheridas (D’AMATO, 1993: n. 4, 98-99). Sabemos porlos autores antiguos que también fue utilizada lasonda de oído para la aplicación de medicamentos ydurante las intervenciones de cirugía menor (MOLI-NA, 1981: n. 12, 256; BOROBIA, 1988: n. 11, 34).

La tipología de sondas de oído es muy extensa,de ahí que encontremos tipos muy parecidos a los quepresentaremos en nuestro catálogo7.

Sonda espatulada o espatomele

Se trata de una pieza (specillum o spathomele)muy citada en las fuentes. Consiste en un largo vás-tago de sección circular en la mayor parte, con unaterminación en oliva —engrosada— en uno de susextremos y con una espátula en el opuesto. Desde elpunto de vista funcional, tendría un uso quizás másfarmacéutico que quirúrgico, ya que el extremo enoliva podría utilizarse para mezclar los medicamen-tos y la espátula para aplicarlos en las partes afecta-das. Como instrumental médico-quirúrgico funciona-ría, principalmente, como depresor para ver lainflamación de garganta o, calentado, como cauteri-zador (MOLINA, 1981: n. 12, 256; BOROBIA, 1988: n.11, 30-31).

Existió una gran variedad de formas de espátu-las. Casi todas tienen en común la forma de remo,pudiendo tomar alguna de ellas la forma de pico depato, o bien la forma lanceolada. Muchas tienen losbordes laterales cóncavos, y generalmente romos. Elvástago, normalmente liso, puede presentar decora-ción de pequeños anillos y acanaladuras, añadiendoen ocasiones incrustaciones de otros metales —fre-cuentemente plata—, si bien la espátula en sí sueleser totalmente lisa (BOROBIA, 1988: n. 11, 32; CAS-TANYER y TREMOLEDA, 1999: n. 12, 314).

Existe, por tanto, un gran número de ejemplaresque comparten características muy parecidas con loshallados en Segobriga8.

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7 FUENTES, 1987: n. 12, 253-254; BOROBIA, 1988: n. 11, 266,pl. CII, 2, procedente de Numancia; 297, pl. CX, 1, de procedenciaindeterminada; 166, pl. CVII, 2-3, procedente de Belo; 248, pl. LXX-XIX, 17, procedente de Mérida; 133-134, pl. LXXI, 1-5. 5, proce-dentes de Cuenca y de Andalucía; XXXV, 1-12, procedente deAmpurias; HIBBS, 1991: n. 5, 119, 6: 1-9.

8 VV AA, 1990: n. 12, 338 y 339, del Museo Arqueológicode Barcelona y del Museo Numantino de Soria, Numancia; ALAR-

5 BOROBIA, 1988: n. 11, 134, pl. XXIX, 2, procedente de Cuen-ca; 248, pl. LXXXIX, 16, procedente de Mérida; 211, pl. XLVII, 4,procedente de Andalucía.

6 ALARÇÃO y ÉTIENNE, 1979: n. 10, pl. XLIX, 194-196 y 202:procedentes de Conimbriga también con decoración; FUENTES,1987, n. 12, 66, 259-260, procedente de Ercávica y más ornamen-tado que el de Segobriga; BOROBIA, 1988: n. 11, 208, pl. LXVII, 3;LXVIII, 6; LXXXIII, 3; 293, CVIII, 10; HIBBS, 1991: n. 5, 123, 8: 3.

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Ciatiscomele

Este instrumento (cyathiscomele) es una varie-dad del anterior, de la sonda espatulada, pero debidoa su forma característica, creemos que sería emplea-da en casos específicos, y de ello dan cuenta los tex-tos clásicos. El vástago suele ser de sección circulary liso, pudiendo, no obstante, estar ornamentado conespirales en su superficie y con una sucesión de ani-llos en su unión con la cucharilla. La cucharilla sueleser alargada, con la terminación roma o puntiaguda,que en sección transversal presenta una cavidadangular obtusa, y en su sección longitudinal una cavi-dad ligeramente cóncava. La mayoría de ellas estánfabricadas en bronce, aunque podemos encontraralguna de plata (MILNE, 1907: n. 10, 85 y ss.; TABA-NELLI, 1958: n. 10; KRUG, 1986: n. 10, 99; MOLINA,1981: n. 12, 256; BOROBIA, 1988: n. 11, 32; D’AMA-TO, 1993: n. 4, 97).

En cuanto a su utilización, se piensa que se dedi-caría a la de aplicación de medicaciones líquidas,incluso previamente calentadas, debido a su forma decucharilla alargada y con acanaladura central; comodisector romo, también sería utilizado para la revi-sión de las heridas (BOROBIA, 1988: n. 11, 32).

La tipología de ciatiscomeles es también varia-da; por tanto, se conocen muchos paralelos de la pie-za que presentamos9.

Pinzas

Junto con las tenazas, las pinzas (vulsella) susti-tuían el trabajo de la mano humana (D’AMATO, 1993:n. 4, 93-94).

Gran parte de las pinzas recuperadas servíantanto para depilarse como para diferentes aplicacio-nes médicas, como la extracción de cuerpos extrañoso fragmentos de huesos en la limpieza del aparato

auditivo. Debido a esta multifuncionalidad, se adscri-ben tanto al grupo de instrumental médico-quirúrgico(BOROBIA, 1988: n. 11, 48 y ss.) como a las piezas decosmética (GALIAZZO, 1979: n. 10, 162; CAMPO,1992: n. 7, 90).

Normalmente las pinzas quirúrgicas son demayores dimensiones y podían aparecer combinadascon otros instrumentos, como espátulas, escalpelos,etc. (TABANELLI, 1958: n. 10, 87).

Pinzas de depilación

Se trata la variedad a la que pertenecen las pin-zas encontradas en Segobriga. Se utilizaban princi-palmente para eliminar el vello facial y el corporal.Pueden ser de diversos metales, normalmente debronce, contando, en ocasiones, con apliques de oroy plata, y como hemos visto anteriormente, con dife-rentes formas y medidas (BOROBIA, 1988: n. 11, 48).

La forma sencilla es la de un vástago metálicodoblado sobre sí mismo; en algunas ocasiones losextremos hacen la presa doblados hacia el interior ypresentan en el vértice una anilla que la unía a otrosinstrumentos o permitía colgarla (ABASCAL y SANZ,1993: n. 12, 132). Algunas veces se le asocian instru-mentos como estiletes, e incluso pequeñas sondas deoído. Este instrumental se utilizaría fundamentalmen-te para la depilación, la limpieza de oídos, sacar espi-nas, y cualquier otra actividad propia de los cuidadosexternos (BOROBIA, 1988: n. 11, 49).

Entre las diferentes variantes que tenemos deestas piezas, la que se documenta en Segobriga seadscribe a un grupo que comparte las siguientescaracterísticas: se trata de pinzas rectangulares, lisaso decoradas, que debieron ser frecuentes tanto en elmundo ibérico como en el romano —en ocasionesformando parte de ajuares funerarios (FERNÁNDEZ,1986: n. 12, 786 y ss.)—; de ahí que, a partir de lasreducidas variaciones formales que se conocen, lacronología de cada ejemplar venga determinada porsu respectivo contexto arqueológico10.

INSTRUMENTAL MÉDICO-QUIRÚRGICO DE SEGOBRIGA (SAELICES, CUENCA) 291

10 PARIS, 1926: n. 12, 149, pl. XXIV; ALARÇÃO y ÉTIENNE,1979: n. 10, pl. XXXV, 237-242; RIHA, 1986: 10, 37; VV AA, 1990:n. 12, 305 y 306, procedentes del Museo Arqueológico Nacionalde Paredes de la Nava ( Palencia) y de Baelo (Bolonia, Cádiz);BOROBIA, 1988: n. 11, 269, CIV, 2, procedente de Numancia(Soria). HIBBS, 1991: n. 5, 119, 5: 1-9; BLÁNQUEZ, 1990: n. 12,292, fig. 78; ABASCAL y SANZ, 1993: n. 12, 133, 136 y 137, sobrelas sepulturas de Hoya de Santa Ana (Chinchilla, Albacete) y delPozo de la Peña (Albacete), altoimperiales; MALUQUER, 1987: n.12, 90, del siglo VI a. C.

ÇÃO y ÉTIENNE, 1979: n. 10, pl. XXXVI, pl. 274; RIHA, 1986: n. 10,77, lám. 55, nos 609-612; BOROBIA, 1988: n. 11, 222, pl. LXXIII, 4,prodecente de Aragón; 160 y 161, pl. XL, 1 y 2, procedente deTarragona; 144 y 145, pl. XXXIII, 2, procedente de Ampurias; BEL-TRÁN et alii, 1988: n. 12, 653 y 656, procedentes de Celsa (Velilladel Ebro, Zaragoza).

9 ALARÇÃO y ÉTIENNE, 1979: n. 10, pl. XXXVI, 269; BOROBIA,1988: n. 11, 296, pl. CX, 2,, de procedencia indeterminada; 295, pl.CX, 8, de procedencia indeterminada; 226, pl. CVI, 3, procedente deArcobriga (Zaragoza); 233 y 234, pl. LXXXVII, 5, procedente de Mé-rida; 237, pl. LXI, 1, procedente de Mérida; 303, pl. XLVII, 1, de pro-cedencia indeterminada; MOLINA, 1981: n. ?, 259; HIBBS, 1991: n. 5,118, 4: 1-4.

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Fig. 1. Instrumental médico-quirúrgico de Segobriga, 1999-2002.

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EL CONJUNTO DE INSTRUMENTALDE SEGOBRIGA

Las piezas que presentamos, tras su recogida enla excavación y una vez catalogadas, fueron tratadasvalorando su estado de conservación y actuando en lonecesario en el taller de restauración que se encuen-tra en el mismo yacimiento arqueológico, por tanto,durante el transcurso de cada campaña11.

A grandes rasgos hemos de comentar que, des-pués de los trabajos de limpieza y estabilización de es-tas piezas, puede advertirse, aunque la mayoría deellas conservan buenos núcleos metálicos, que espe-cialmente los bronces presentaban alteraciones aescala macroscópica, por lo que se acometió un sa-neamiento del material, eliminando los depósitos oelementos que pudieran alterarlo, buscando su estabi-lidad, su protección y una mejora en sus condicionesde conservación.

Catálogo de piezas

Como hemos visto al describir genéricamente lafuncionalidad y las características de los tipos de ins-trumental que aparecen en Segobriga, contamos con(siguiendo la númeración de la figura) tres agujas (nú-meros 1, 4 y 5), una sonda punzante o estilete (núme-ro 2), tres sondas de oídos (números 3, 11 y 12), unaspinzas de depilar (número 6), un ciatiscomele (núme-ro 7) y tres sondas espatuladas o espatomeles (nú-meros 8, 9 y 10).

El esquema de ficha que se ha seguido para ladescripción y catalogación del material es el siguien-te: Número. Tipo. Descripción. Dimensiones. Cam-paña de excavación. Número de inventario. Restaura-ción. Comentario del contexto arqueológico deprocedencia.

Descripción

1. Tipo: aguja de bronce (acus). Dimensiones: 7,5 x0,5-0,15. Campaña de excavación: 2002. N.º deinventario: 02/5585/173. Restaurada. Se trata deuna pieza procedente de un nivel bajo el estratosuperficial del foro de la ciudad, que pertenece a

un contexto islámico. La unidad se puede fechara partir de finales del siglo IX – principios del X,en este caso por la asociación de cerámica vidria-da de dicho periodo con cerámica común y decocina (contenedores de medianas y grandesdimensiones con decoración incisa a veces, sobretodo en las asas y en la parte de los hombros, a loque se le suma un repertorio variado de ollas).

2. Tipo: sonda punzante o estilete de bronce (styluso stilus). Dimensiones: 9,9 x 0,5-1,15. Campañade excavación: 2002. N.º de inventario:02/5641/1. Restaurada. Se trata de una pieza pro-cedente de un nivel que amortiza las estructurasemirales del foro en la zona sur-este, donde elmaterial más moderno es un fragmento de unacerámica vidriada informe con una cronologíadel siglo XX.

3. Tipo: sonda de oídos de bronce (oricularium spe-cillum y auriscalpium). Dimensiones: 10,2 x 0,4-0,1. Campaña de excavación: 2002. N.º de inven-tario: 02/8011/1. Restaurada. Se trata de unapieza procedente de un nivel que cubre underrumbe en la zona del aljibe de la casa tardo-rromana excavada en dicha campaña, donde lacerámica más reciente es en este caso es un frag-mento indeterminado con decoración de TSHtardía, que se puede fechar entre los siglos IV y Vd. C. Sin embargo, la secuencia estratigráfica nosindica que esta aportación de tierra es posterior alo que nos indica el material (siglo VI – iniciosdel VII d. C.).

4. Tipo: fragmento de aguja de bronce (acus).Dimensiones: 6,8 x 0,2. Campaña de excavación:2002. N.º de inventario: 02/5701/33. Restaurada.Se trata de una pieza procedente de la zona delforo de la ciudad, que aparece acompañada dematerial con una datación bajoimperial, siglos IV-V d. C., en concreto TSH tardía.

5. Tipo: aguja de bronce (acus). Dimensiones: 7,2 x0,2-0,1. Campaña de excavación: 2002. N.º deinventario: 02/5680/6. Restaurada. Se trata de unapieza procedente de un nivel de derrumbe en lazona norte-este del foro de la ciudad, donde la ce-rámica más reciente es un fragmento de TS claraC y la TSH tardía, de la que se ha documentadoun borde de un plato y fragmentos informes lisosy decorados. Estos datos nos llevan a manteneruna cronología del siglo IV d. C., a falta de datosmás concretos.

6. Tipo: pinzas de bronce con decoración incisa ensus extremos inferiores en forma de aspa inscritaen un rectángulo (vulsella). Dimensiones: 6 x

INSTRUMENTAL MÉDICO-QUIRÚRGICO DE SEGOBRIGA (SAELICES, CUENCA) 293

11 Hemos de agradecer a Olivia Melero, Maite Rovira yRafael Tarín —restauradores que han trabajado con los materialesde Segobriga— los datos proporcionados y los comentarios verti-dos sobre este conjunto de material.

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0,1. Campaña de excavación: 2002. N.º de inven-tario: 02/5903/1. Restaurada. Se trata de unapieza procedente de un nivel del foro de la ciu-dad, donde el único fragmento de cerámica finadocumentada es parte de un cuenco de TSI que sepuede fechar a finales del principado de Augustoy en época Tiberiana. También hay cerámica pin-tada, fundamentalmente fragmentos informes.

7. Tipo: fragmento de ciatiscomele de bronce (cyat-hiscomele). Dimensiones: 4,1 x 0,7-0,2. Campa-ña de excavación: 1999. N.º de inventario:99/039/3. Restaurada. Se trata de una pieza pro-cedente de un nivel de regulación del interior dela muralla oriental del yacimiento, donde apare-ce TSI, TSG, cerámica vidriada romana, TSHbrillante, lucernas de volutas y abundante cerá-mica común y de cocina, encontrándonos con unnivel que arroja una cronología de finales delsiglo I – comienzos del II d. C.

8. Tipo: fragmento de espatomele o sonda espatula-da de bronce con decoración incisa en el vástago(specillum y spathomele). Dimensiones: 7,5 x0,5-0,2. Campaña de excavación: 2000. N.º deinventario: 00/3227/77. Restaurada. Se trata de unapieza procedente de un nivel de relleno del tem-plo de la zona forense, donde destaca la apariciónde TS clara D, por tanto un nivel con una crono-logía de los siglos IV-V d. C.

9. Tipo: fragmento de espatomele o sonda espatula-da (specillum y spathomele). Dimensiones: 5,7 x0,5-0,2. Campaña de excavación: 2000. N.º deinventario: 00/6000/362. Restaurada. Se trata deuna pieza procedente de un estrato superficial de lazona de necrópolis tardorromana y visigoda.

10. Tipo: fragmento de espatomele o sonda espatula-da (specillum y spathomele). Dimensiones: 7,5 x0,5-0,2. Campaña de excavación: 1999. N.º de in-ventario: 99/1811/186. Restaurada. Se trata deuna pieza procedente de un nivel de relleno de laestancia 3 de la casa de Silvano, en el que apare-ce gran cantidad de material arqueológico: TSG,TSH, cerámica pintada romana de tradición indí-gena, TSH brillante, cerámica de paredes finas yun as del siglo I d. C. Por tanto estamos ante unnivel con una cronología de finales del siglo I –siglo II d. C.

11. Tipo: sonda de oídos (oricularium specillum yauriscalpium). Dimensiones: 9,2 x 0,3-0,1. Cam-paña de excavación: 1999. N.º de inventario:99/079/5. Restaurada. Se trata de una pieza pro-cedente de un nivel de relleno del interior deltorreón octogonal, donde aparece un conjunto

muy significativo de material de fines del siglo Id. C., en concreto de época flavia, en el que apa-rece campaniense B, TSI, TSG, TSH, cerámicavidriada romana, paredes finas, lucernas, cerámi-ca pintada, rojo pompeyano, ánforas, cerámicade cocina itálica y cerámica de cocina local.

12. Tipo: sonda de oídos (oricularium specillum yauriscalpium). Dimensiones: 11 x 0,3-0,5. Cam-paña de excavación: 2000. N.º de inventario:00/821/268. Restaurada. Se trata de una piezaprocedente de un nivel relleno excavado en lazona entre el antiguo museo y la ciudad romana.La pieza aparece únicamente junto a un frag-mento informe de cerámica vidriada medievalcristiana.

13. Tipo: fragmento de sonda (specillum) —no con-serva la cucharilla o espatomele— de bronce conun cuerpo hueco y decorado en el centro del vás-tago. Dimensiones: 10 x 0,3 x 0,6. Campaña deexcavación: 2002. N.º de inventario: 02/5639/95.Restaurada. Se trata de una pieza procedente delnivel que amortizaba el templete pavimentadocon opus sectile del foro. Aparece junto conmateriales que arrojan una cronología del sigloIV-V d. C., siendo la base de esta cronología lapresencia de TSH tardía.

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Bolskan, 20 (2003), pp. 297-308 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

Las obras del gasoducto Villamañán-Astorga-Ponferrada pusieron al descubierto, al sureste delrecinto amurallado de la ciudad, restos de variosenterramientos. Debido a la importancia que repre-sentaba este hallazgo para el estudio del ámbitosuburbano de Astorga en época romana —práctica-mente inédito—, se planteó una intervención arqueo-lógica de urgencia que ha permitido documentar tresestructuras funerarias realizadas con ladrillos, ade-más de varias evidencias arqueológicas que conside-ramos que deben ponerse en relación con el ritualfunerario.

SUMMARY

The works of the gas pipeline Villamañán-Astor-ga-Ponferrada brought to light, at the southeast ofthe walled grounds of the town, some burial remains.Due to the importance that this discovery has for thestudy of the suburban environment of Astorga inRoman times —practically unknown—, a rescue ope-ration has allowed us to document three burial struc-tures made of bricks, as well as several archaeologi-cal evidences that we believe to be related to thefunerary ritual.

INTRODUCCIÓN

La ciudad romana de Asturica Augusta ha sidoobjeto en los últimos años de innumerables excava-ciones arqueológicas, que se han desarrollado, deforma casi exclusiva, en el interior de su recinto amu-rallado; no en vano se ha tratado, fundamentalmente,de intervenciones preventivas, que se adelantan a lasobras de nueva construcción de inmuebles, inheren-tes a la renovación arquitectónica de un conjunto his-tórico que cuenta con un valor edificatorio desigual.Además, la delimitación legal de este último apenassobrepasa la del circuito amurallado, lo que restringenotablemente la posibilidad de intervenir preventiva-mente —desde la perspectiva de la protección delpatrimonio arqueológico— en su ámbito suburbanoantiguo, dejando así fuera de protección relevantesaspectos que se asocian al mismo. Es el caso que nostrae aquí, el del mundo funerario, las necrópolis de laantigua Asturica Augusta, conocidas por contadasnoticias históricas, pero que nunca habían sido obje-to de excavación arqueológica alguna en tiemposrecientes. De hecho, la que ahora presentamos es laprimera que se ha producido en los últimos veinteaños, los que coinciden con la existencia de una realpreocupación por el patrimonio arqueológico de laciudad.

En efecto, si bien podemos en el momentoactual presentar una reconstrucción bastante aproxi-mada de lo que fue el origen y desarrollo de la ciudadromana, su arquitectura pública y privada —en defi-nitiva, el marco físico en el que se desarrolló la vidade sus habitantes—, paradójicamente, ninguna exca-vación había podido enfrentarse a los restos indivi-duales de alguno de sus ciudadanos. De ahí, quizás,la novedad de esta comunicación, por cuanto va a

Un recinto funerario romano en Asturica Augusta (Astorga, León)

M.ª Luz González* - M.ª Encina Prada** - Julio M. Vidal***

* Arqueóloga. E-mail: [email protected]** Antropóloga. E-mail: [email protected]*** Arqueólogo Territorial. Junta de Castilla y León. Servicio

de Cultura. Avda. Peregrinos, s/n. 24071 León. E-mail: [email protected]

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permitir conocer las características del primer recintofunerario1 romano que se conoce en Astorga y ciertosrasgos antropométricos de los asturicenses que en élfueron enterrados.

Las circunstancias que rodearon el hallazgo queaquí presentamos no pudieron ser más azarosas, porcuanto, como tantos descubrimientos arqueológicos,este también se produjo casualmente, fruto de unasobras públicas, las de instalación de la red local de ungasoducto. Al abrir la zanja que albergaría la tuberíase pusieron al descubierto tres inhumaciones ensepulturas construidas a base de ladrillo que, desgra-ciadamente, fueron en parte destruidas. El espacioque las albergaba había sido delimitado por medio deun muro de mampostería, que fue documentado en sulado oriental. Además, se encontraron restos de otrosenterramientos, que denuncian un ritual funerariodiferente; no en vano, al menos dos de ellos presen-tan indicios muy explícitos de prácticas de incinera-

ción. En total, se han estudiado los restos esqueléti-cos de al menos cinco individuos, tres adultos y dosinmaduros.

ASTURICA AUGUSTA: ORIGEN YDESARROLLO DE LA CAPITAL DELCONVENTUS IURIDICUS ASTURUM

La ciudad romana de Asturica debe su origen aun campamento militar en el que estuvo acantonada,con toda seguridad, la Legio X Gemina, instalada allíen los años posteriores al final de las guerras cánta-bras (fig. 1). Las investigaciones llevadas a cabo enlos últimos años no parecen albergar dudas acerca detal origen, con incontestables pruebas de carácterarqueológico2: los restos constructivos de unos castralegionarios, principalmente los fosos que los delimi-taban, trazas de sus efímeras construcciones interio-res, así como materiales arqueológicos que, por sus

298 M.ª LUZ GONZÁLEZ - M.ª ENCINA PRADA - JULIO M. VIDAL

2 Una síntesis reciente, con bibliografía sobre la ciudad, enSEVILLANO y VIDAL (2002).

1 Empleamos esta denominación por analogía con el términoque se emplea en las publicaciones del ámbito francés y anglosa-jón: enclos funeraire y funerary enclosure, respectivamente.

Fig. 1. Urbanística de Asturica Augusta. Se ha representado también la implantación aproximada del campamento de la Legio X Gemina que dio origen al asentamiento civil. El actual recinto amurallado es el del Bajo Imperio

(finales siglo III – principios del IV). La Puerta de San Miguel no existe en la actualidad.

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características y cronología, deben identificarse conun «horizonte militar romano» en estas tierras3 (fig.1). El campamento daría paso a una fundación civil entiempos que, por el momento, la arqueología sitúaen torno a finales del reinado de Tiberio o comienzosdel de Claudio. Esta primera ciudad se dotó de unamuralla puramente simbólica —apenas 2,5 m deanchura—, representativa de la nueva comunidadnaciente. No conocemos los límites exactos que tuvoesta primera fortificación ni, por ello, los del mismoespacio urbano que albergó, en el que se iba a levan-tar un enorme recinto sacro, dominado por un pórticodoble, que debió alcanzar unas 3 ha de superficie. Suscaracterísticas no permiten identificarlo con un foroen el sentido característico que esta expresión tiene enla arquitectura romana, especialmente en lo que serefiere a aquellos que presentan una implantación tri-partita: templo, basílica y plaza abierta porticada,habitualmente dotada de tabernæ en, al menos, dosde sus lados. Este recinto astorgano, verdadero porti-cus (cuadripórtico o τ ′εµενος cerrado, para ser másexactos) albergaba, eso sí, un area sacra que debíacumplir las funciones de forum, a menos que existaotra zona en la ciudad dotada de un espacio que res-ponda más a las características «clásicas» que tienenestas construcciones en las provincias occidentalesdel Imperio. Presenta exedras semicirculares y cua-dradas, algunas en posición axial en, al menos, dos desus lados, los conocidos hasta el momento. En sulado occidental se abre un espacio singular, pavimen-tado de opus sectile y terminado en una exedra, quepresenta una entrada in antis, cuya funcionalidadcomo ædes ha sido propuesta. Construido en opuscæmenticium por medio de un encofrado de madera,su construcción motivó la elevación de toda el áreaen la que se enclava, para producir su adecuada nive-lación y destacarlo como espacio monumental, cerra-do y representativo. En su interior, ocupando unaposición central, se levantó un imponente criptopór-tico semisubterráneo, abovedado en una de susramas, de funcionalidad difícil de precisar, pero quese ha puesto en relación con la posible existencia deun templo destinado al culto imperial, del que talcriptopórtico, en forma de U, constituiría sus subs-trucciones perimetrales4.

Por lo demás, la ciudad se dotó de dos sistemasde alcantarillado; el primero, más antiguo —segura-mente julio-claudio— presentaba un cierre adintela-do, mientras que el segundo, flavio, se resolvió pormedio de galerías abovedadas que transcurrían por elcentro de una red viaria de carácter ortogonal.

SOBRE LAS NECRÓPOLIS ROMANAS DE ASTURICA AUGUSTA (fig. 2)

La ciudad de Astorga, tanto en su recinto amu-rallado como en su ámbito suburbano, ha proporcio-nado hasta el presente un total de setenta y un epí-grafes de carácter funerario: es uno de los conjuntosmás notables del noroeste. A destacar, entre ellos, lamención de un collegium funerario, asociación fre-cuente entre esclavos y libertos, para ayudarsemutuamente, entre otras cosas, a procurar un reposodigno a los asociados (DIEGO, 1986: 109 y 110, n.º99; RABANAL y GARCÍA, 2001: 186-187, n.º 128).Dentro de los hallazgos de carácter funerario másnotables que se han producido en el ámbito de la ciu-dad o área suburbana, destaca el denominado sarcó-fago paleocristiano de San Justo de la Vega5, datadode tiempos de la Tetrarquía, que, siguiendo a M. A.González, habría que denominar de Astorga o de lacatedral de Astorga. En efecto, este investigador hapuesto de manifiesto las serias dudas que existenacerca del origen tradicional atribuido al extraordi-nario sepulcro, el cual no tiene constatación fiablealguna, documental o de otro signo. Lo único cierto,según aquel autor, es que se conoce su presencia enel primer templo astorgano probablemente desde elsiglo X, momento en que habría servido para alber-gar temporalmente los restos de Alfonso III elMagno (GONZÁLEZ, 1986). Sin embargo, resta porsaber a ciencia cierta si el sarcófago procede deAstorga —o sus inmediaciones, en definitiva, de unade sus necrópolis—, o bien de un lugar alejado, habi-da cuenta del conocido predicamento de que gozaronestos antiguos sepulcros entre los miembros de lanobleza del reino leonés (MORALEJO, 1984). El aná-lisis de la dispersión topográfica de estos documen-tos funerarios —sin duda interesante para intentar

UN RECINTO FUNERARIO ROMANO EN ASTURICA AUGUSTA (ASTORGA, LEÓN) 299

bién GROS (1996: 207-233). Ciertas semejanzas se pueden atisbar,salvando las distancias, con, por ejemplo, la porticus Metelli-Octa-viæ de Roma.

5 Esta localidad se encuentra a unos 3 km al este de Astorga.A medio camino entre ambas se localizan hallazgos que se ponenen relación con una necrópolis de la ciudad (fig. 2, n.º 4).

3 Sobre el campamento romano, véase GONZÁLEZ (1996,1997 y 1999); para la identificación y definición del «horizontemilitar», MORILLO (1992a, 1992b, 1996a, 1996b y 1999).

4 Existe, creemos, una evidente dificultad para encontrarparalelos a esta construcción asturicense en el contexto de la arqui-tectura forense hispánica. Cf. VV AA (1987) y BALTY (1994); tam-

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establecer la situación topográfica de las necrópolisa las que se asociaban—, no permite, sin embargo,determinar de forma precisa o concluyente la ubica-ción de aquellas. Por ejemplo, la inmensa mayoríade los monumentos funerarios se han encontradoembutidos en la muralla, en la que se han empleadocomo material constructivo, una vez que han perdi-do su inicial valor simbólico y religioso. Únicamen-te puede atisbarse, debido a la misma procedencia deseis epígrafes, la situación de una de las necrópolis.Se encontraría al este de la ciudad, en torno al actualbarrio de San Andrés —inmediato al espigón suro-riental del recinto amurallado— y del pago denomi-nado Prado Otoño, presencia que, además, vendríacorroborada por alguno de los escasos hallazgosarqueológicos de enterramientos romanos de los quese tiene conocimiento en la historiografía de la ciu-dad. En efecto, el erudito M. Macías recoge, en unaconocida y valiosa obra sobre la epigrafía romana dela ciudad (MACÍAS, 1903), el hallazgo en 1888 de unasepultura de incineración en el pago aludido de Pra-do Otoño (fig. 2, n.º 3), al realizar las obras de cons-trucción de la línea férrea Astorga-Plasencia. Setrataba de una tumba realizada con ladrillos y mam-postería, que albergaba una caja de plomo en cuyo

interior se dispuso una urna cineraria de vidrio6. Estesitio parece estar relacionado con una de las víasinmediatas a la ciudad7, concretamente la que con-ducía a Bracara (It. XVII), Emerita y Cæsaraugusta(It. XXVI y XVII).

Otro de los lugares (fig. 2, n.º 4) en los que setiene indicios de la existencia de una necrópolis se si-túa a oriente, aparentemente al borde de otra de lasvías que comunicaban la ciudad, concretamente haciaLegio, Cæsaraugusta, Tárraco y Burdigala (It. XXXII

y XXXIIII). Este itinerario es aún hoy utilizado por losperegrinos jacobeos para entrar en Astorga y la exten-sión de la necrópolis parece abarcar los terrenos com-prendidos entre la fábrica de hilados AIPTESA y lasinmediaciones de Astorga. En efecto, en esta franjade terreno se conocen hallazgos de sepulturas deinhumación e incineración desde 1935 (LUENGO,1956-1961: 161), aunque no exentos de confusión enlo que a su localización se refiere, por cuanto, algu-nos de ellos, según ciertos relatos, parecen confun-

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6 Este hallazgo lo refiere también LUENGO (1956-1961).7 Sobre las vías romanas inmediatas a la ciudad, cf. VV AA

(2000: 214, plano).

Fig. 2. Astorga. Vías de posible origen antiguo, áreas con hallazgos de enterramientos y puertas de acceso a la ciudad: A. Puerta Obispo. B. Puerta Romana y Puerta de Hierro. C. Puerta del Rey. D. Postigo de San Julián.

El recinto funerario se encuentra entre las áreas de necrópolis 3 y 4.

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dirse con los de la zona de Prado Otoño8. Sea comofuere, en esta zona está constatado el hallazgo de unaestatua femenina que, por sus características forma-les, parece que debe ponerse en relación con las quepodían adornar los mausoleos funerarios (GRAU,2002: 58).

J. M. Luengo apunta también la posible exis-tencia de una necrópolis romana tardía en las inme-diaciones del antiguo convento de San Dictino (fig. 2,n.º 5), hoy desaparecido. Se encontraba este en elbarrio de Puerta Rey y se trata del cenobio asturi-cense más antiguo constatado en la documentaciónhistórica, cuya fundación se remontaría al siglo V

(QUINTANA, 1975). Aún más, este sitio parece habersido residencia episcopal —situada, por lo tanto,extramuros— en tiempos visigodos y en los prime-ros compases de la Edad Media (QUINTANA, 1975:pássim). No deja de ser sugerente tal constatacióndocumental para proponer un abolengo aún másantiguo del lugar, desde su posible uso cementerialen época romana tardía9, hasta su misma conversiónen un «grupo episcopal» de los primeros momentosdel cristianismo10.

Otra de las posibles necrópolis asturicenses seconstata en la historiografía sobre Astorga en lasinmediaciones del barrio de Rectivía (fig. 2, n.º 1),junto a la Puerta del Obispo, por donde debía salir lavía —que en el ámbito urbano correspondería al car-do— que llevaba a Lucus Augusti y Bracara Augus-ta (It. XVIII-XIX y XX), así como en la proximidad deuna puerta nueva, la denominada en la documenta-ción moderna Puerta de Hierro, que se enclavaría enel ángulo más septentrional del recinto11. En estazona, S. Gómez Núñez relata el hallazgo de numero-sos enterramientos con ajuar, así como dos inscrip-ciones, en 1923 (GÓMEZ, 1931: 11, n. 1). No muylejos de allí, en las inmediaciones del cuartel de San-tocildes, se ha descrito el hallazgo, en fecha sin pre-cisar, de cuatro sepulturas de inhumación, que seponen en relación con tiempos tardorromanos, sinmucha precisión (CARRO y VARELA, 1986).

Finalmente, en 1982, se encontró, en los terre-nos del Colegio Santa María Madre de la Iglesia(COSAMAI) (fig. 2, n.º 2), una inscripción funeraria(RABANAL y GARCÍA, 2001: 212 y 213, n.º 155) que,de acuerdo con otros hallazgos —urnas con cenizas,alguna lucerna y objetos de vidrio— que se produje-ron en las obras que los depararon, parece que debeponerse en relación con una posible necrópolis12.

EL RECINTO FUNERARIO DE LA CALLE VÍA NOVA

Los enterramientos que aquí presentamos se lo-calizan al sureste del recinto amurallado de Astorga, ala altura de la calle Vía Nova, cuyo trazado continúael del camino de Peregrinos para adentrarse en la ciu-dad. Su descubrimiento se produjo, como ya apunta-mos más arriba, con motivo de las obras de canaliza-ción del gas —correspondientes al ramal de Astorga,del gasoducto Villamañán-Astorga-Ponferrada—, queafectaron, a su paso por ese término a finales del mesde julio de 2002, a tres enterramientos definidos pormuros de ladrillos (fig. 3).

La singularidad del hallazgo —puesto que,como ya hemos señalado, era la primera oportunidadque se nos brindaba de poder abordar el estudio de unposible sector de necrópolis en Astorga, hasta ahorasolo conocidos por referencias de estudiosos y erudi-tos locales—, determinó la inmediata realización deuna intervención arqueológica de urgencia para eva-luar la importancia de los restos y establecer lascaracterísticas de estos enterramientos13. Los trabajoshan consistido en la excavación de dos sondeos, quese plantearon englobando un espacio equidistante auno y otro lado de la zanja del gasoducto. El primersondeo o área A, con unas dimensiones de 8 x 7 m, seubicó de forma que abarcase las estructuras funera-rias y un sector suficientemente amplio alrededor delas mismas. A una distancia de 3 m hacia el Norte, setrazó el área B, de 4 x 6 m, coincidiendo con un man-chón ceniciento que se apreciaba en ambos cortes dedicha zanja.

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12 Debemos las noticias a los Padres Holandeses que regen-taron esta institución.

13 Estos trabajos fueron realizados en agosto de 2002 por elEstudio de Arqueología FORAMEN, S. L., y dirigidos por MiguelÁngel Martín Montes, M.ª Luz González Fernández y BernardoSanz Sanz.

8 Cf. LUENGO (1956-1961: 163), en lo que hace referencia auna urna cineraria de vidrio que sitúa en esta zona.

9 Luengo alude al hallazgo en la zona de una lápida «roma-no-cristiana» del siglo IV, con la que pretende avalar la existenciade una necrópolis tardía (LUENGO, 1956-1961: 48)

10 Esta posible interpretación la hemos apuntado ya con ante-rioridad en SEVILLANO y VIDAL (2001).

11 En esta zona se conoce, por excavaciones arqueológicas, elúnico vano, flanqueado por sendas torres, que conserva restosarquitectónicos de época romana. Véase MAÑANES y GARCÍA

(1985).

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Descripción de la intervención en el área A

La intervención arqueológica efectuada permi-tió documentar tres sepulcros realizados con ladri-llos, que presentaban una cubierta plana del mismomaterial o bien de pizarra, dispuestas con una orien-tación Suroeste-Nordeste, y equidistantes entre sí de0,20 a 0,60 m. Las tres se encontraban afectadas porlos trabajos mecánicos para la apertura de la zanjadel gasoducto, que había interceptado y destruido lazona de los pies. Por otro lado, pudieron identificar-se también restos infantiles de un feto a término enuna bolsada cenicienta, cubierta por un encachado decantos rodados, junto al que se había depositado unaolla con una incineración infantil. Por encima y enlas inmediaciones de las estructuras funerarias seconstató la presencia de diversas ollas de cerámicacomún asociadas a ellas, que aparecieron muy frag-mentadas.

Reseñamos a continuación los enterramientospuestos al descubierto, con una descripción de losmismos y los materiales arqueológicos hallados.

Inhumación número 1

Enterramiento definido por una caja rectangularformada por cinco hiladas de ladrillos cuadrangulares—42 x 28 x 4,5 cm— cogidos con mortero de cal yarena. La solera era de ladrillos similares —41 x 15 x4 cm—, y contaba con una cubierta plana de una granlosa de pizarra. Las paredes interiores habían sidorevocadas, conservándose algunos restos del enfosca-do de cal, especialmente en el murete del costadoseptentrional. En cuanto al sistema constructivo, estaestructura se levantó en el interior de una fosa practi-cada en el nivel geológico, que fue colmatada concantos rodados, de tamaño medio-grande en la zonaoriental.

Por encima de la tumba, cerca de su cabecera,pero sin ningún indicio de asociación directa con ella,se hallaron varios fragmentos de un recipiente devidrio de color verde manzana, con amplio bordehorizontal y cuello cilíndrico, que, tipológicamente ypor las características tecnológicas, parece ofreceruna cronología avanzada.

El interior apenas presentaba filtraciones de tie-rra, de modo que los restos óseos se encontraban des-

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Fig. 3. Aspecto del recinto funerario. En la zona central se puede apreciar la zanja que destruyó parcialmente las tres inhumaciones. A la derecha, el muro que lo delimitaba por el este.

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pejados y prácticamente limpios. Pertenecen a unsujeto femenino adulto, que aparecía en posición dedecúbito supino, con la cabeza ligeramente ladeadahacia la izquierda y los brazos extendidos a lo largodel cuerpo, habiendo perdido las extremidades infe-riores debido a la acción de las máquinas, la derechaconcretamente a partir de la rodilla, y la izquierdadesde la diáfisis del fémur.

Asociados a la indumentaria funeraria, o sim-plemente a la que portaba el difunto, se recuperaronseis plaquitas caladas de oro, de forma rectangular,con un motivo de doble voluta (fig. 4). Dos de ellasaparecieron junto al temporal derecho y otras dosjunto al izquierdo, en tanto que las dos restantes seencontraban a la altura del occipital. Esta disposiciónnos permite considerar que posiblemente fuesen suje-tas a alguna cinta o paño, formando parte del tocadocon que se adornaba la cabeza, quizás una especie denimbus o diadema.

Los restos se identifican con los de una mujeradulta-madura de aproximadamente unos 45 años deedad, diagnóstico que avala el desgaste de la superfi-cie oclusal de los dientes, la obliteración de las sutu-ras de la bóveda craneal, el aspecto liso de la sínfisispúbica, la osificación de los extremos esternales de

las costillas y los signos artrósicos en la columna ver-tebral.

Inhumación número 2

Enterramiento en sepulcro construido con mure-tes de ladrillos rectangulares —43 x 15 x 6 cm—cogidos con argamasa, que revestían una fosa practi-cada en el nivel geológico y el espacio libre estabacolmatado con tierra y cantos rodados. Esta estructu-ra funeraria presentaba cinco hiladas de ladrillos, sibien, a diferencia de la anterior, era más profundadebido al distinto módulo de aquellos, y además,carecía de solera. La cubierta estaba definida en lacabecera y zona central por dos ladrillos bipedales —54 x 53 x 7 cm— con un reticulado inciso, en tantoque a los pies se cubrió con una losa de pizarra, de laque se conservaban evidencias por encima del murooriental de cierre.

Los ladrillos de la cubierta aparecieron rotos y elde la zona central basculado hacia el interior de latumba, por lo que esta se encontraba colmatada contierra. Durante su excavación se recuperó junto a lacabeza del difunto el fondo de una olla de cerámicacomún, que originalmente hubo de depositarse sobre

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Fig. 4. Inhumación número 1. Plaquitas de oro caladas.

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la estructura, ya que el resto de los fragmentos seencontraron por encima de ella. Se trata de una ollaglobular de cuello corto y cóncavo, con el bordevuelto hacia fuera y base plana, de pasta gris, quepresenta en el hombro un friso con decoración bruñi-da de líneas verticales14.

Este sepulcro albergaba los restos de un sujetomasculino adulto en posición de decúbito supino, conlos brazos extendidos a lo largo del cuerpo. La aco-metida para el gas afectó a la zona de la cadera yextremidades inferiores, habiendo perdido tambiénlos dedos de las manos, aunque los de los pies se con-servaban en el extremo final de la tumba, al otro ladode la zanja.

Los restos óseos de este sujeto presentan undeficiente estado de conservación si exceptuamos elcráneo, que permite su atribución a un varón adulto.También las dimensiones de los huesos largos de lasextremidades superiores son características del sexomasculino, manifestando fuertes relieves de inserciónmuscular, propios de una persona robusta. La super-ficie de masticación muestra un grado de desgastepropio de una persona de unos 35 ó 40 años (LOVE-JOY, 1985) y entre los 30 y los 35 años según elesquema de BROTHWELL (1987). Esta cierta juventudestaría respaldada por la ausencia de artrosis en lacolumna.

Inhumación número 3

Enterramiento en sepulcro de ladrillos cuadra-dos —30 x 30 x 5 cm—, levantado, como los ante-riores, en el interior de una fosa que se excavó en elsustrato geológico. Esta estructura contaba con sietehiladas asentadas sobre una solera de ladrillos delmismo tipo. El cubrimiento se resolvió con tres bipe-dales —58 x 57 x 7 cm—, decorados los de la cabe-cera y zona central con trazos digitales, y el de lospies con un reticulado inciso. Las obras del gasoduc-to afectaron igualmente al tercio oriental de la tumba,aunque se mantenía el muro este en el corte de lazanja.

Al igual que ocurriera en el enterramientonúmero 2, también aquí los ladrillos de la cubiertaaparecían fragmentados, especialmente el central,

que había cedido hacia el interior, por lo que la tumbase encontraba completamente colmatada con tierra.Los restos corresponden a un individuo masculinoadulto, en posición de decúbito supino con la colum-na arqueada hacia la izquierda y la cabeza ladeadahacia ese lado. Los brazos estaban ligeramente fle-xionados, descansando las manos a la altura de lascaderas, si bien la derecha se encontraba detrás de lapelvis. Las piernas, por su parte, fueron cortadas porla zanja, y se conserva solamente la mitad proximalde ambos fémures.

Este individuo fue enterrado con una moneda enla boca, conforme al rito funerario del óbolo deCaronte15, tan extendido en el mundo grecorromanoy, particularmente, en el área mediterránea. La mone-da, un as de imitación hispánica a nombre de ClaudioI (41-54 d. C.)16, está bastante amortizada, lo quedenota que es un espécimen numismático de largapervivencia17.

Por encima de la tumba se hallaron restos de dosollas de cerámica común: una en la zona de la cabe-cera, de mayor tamaño, que presenta cocción alternay pasta gris al interior y de tono rosado al exterior,con desgrasantes medio-finos de mica y cuarcita; laotra olla, que apareció junto a los pies, es más peque-ña y de pasta rojiza, mal cocida, habiendo desapare-cido en parte al abrirse la zanja.

Los restos óseos se encuentran en buen estadode conservación, si exceptuamos el deterioro concarácter póstumo que han sufrido las extremidadesinferiores. La adscripción al sexo masculino vieneacreditada por los rasgos morfológicos y métricos del

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15 Caronte era un genio del mundo subterráneo en cuya barcatrasladaba las almas de los muertos que habían recibido las honrasfúnebres, a través de los ríos que separaban el reino de los vivosdel de Hades, servicio por el que cobraba un óbolo a cada uno(FALCÓN et alii, 1981: 130).

16 Su ficha es la siguiente: valor: as; anverso: cabeza de Clau-dio a la izquierda y leyenda ilegible; reverso: frustra; peso: 5,20 g;módulo: 27 mm.

17 La gran abundancia de moneda de Claudio en las provin-cias occidentales del Imperio, habiendo sido cerrados práctica-mente todos los talleres provinciales, parece demostrar la existen-cia de talleres locales, emisores de grandes cantidades de piezas debronce, sobre todo ases. No obstante, mientras que en Britannia oGallia se acuñaron para el pago de las tropas, en Hispania el obje-to de estas emisiones estuvo determinado por fines meramenteeconómicos, apuntándose la existencia de una discutida ceca enCæsaraugusta, o bien en Emerita. Respecto a la cronología deestas imitaciones, parece ser que cesarían en el año 50, cuando fuede nuevo abierto el taller de Roma, si bien pudieron seguir circu-lando al menos hasta el siglo III (MOREDA, MARTÍN y HERREROS,1996; HERREROS y MARTÍN, 1995).

14 Ollas de perfil similar, con borde oblicuo y rectilíneo vuel-to hacia fuera y decoración de series de líneas bruñidas verticalesen el hombro, son relativamente abundantes en el nivel de hábitatde Huerña, cuya cronología se encuadra en el tercer cuarto delsiglo I d. C. (DOMERGUE y MARTÍN, 1977: 56 y 57).

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esqueleto, así como por la configuración de la cintu-ra pelviana. El grado de desgaste de la superficieoclusal de los dientes sitúa la edad de fallecimientoen los 35 ó 40 años.

Inhumación número 4

Al sur de la inhumación número 1, y a unos 0,60m de distancia, se documentó un encachado de can-tos rodados de mediano tamaño cogidos con barro,que presentaban una disposición paralela a las tum-bas, con unas dimensiones de 1,60 x 0,50 m, cuyaforma se asemejaba a una L. Dicho encachado cubríauna bolsada cenicienta correspondiente a un enterra-miento infantil, un feto a término o recién nacido, decuya anatomía se han podido recuperar solamentealgunas partes, debido a la propia naturaleza de losrestos, mucho más endebles que en los adultos. Pesea ello, algunos restos se conservaban lo suficiente-mente bien como para permitirnos tomar algunasmedidas para estimar la edad de fallecimiento. Lasdimensiones de la escápula y la longitud del húmerodeterminan una edad de 9 y medio a 10 meses de ges-tación (BUIKSTRA y UBELAKER, 1994; FAZEKAS yKÓSA, 1978), por lo que consideramos que se trata deun feto a término o recién nacido, sin poder precisarsi nació vivo o muerto. En otros estudios similarestambién se consigna la presencia de neonatos en elárea cementerial, pero en tales casos sus restos fueroninhumados en el interior de un ánfora (GÓMEZ yMIGUEL, 1997).

Incineración número 1

A poco menos de 1 m de distancia de la inhu-mación número 1, se halló una pequeña olla de cerá-mica común, que contenía una incineración infantil.Esta olla, que estaba asentada sobre el encachado, esde pasta marrón rojiza y forma globular con el bordevuelto hacia fuera y base plana, no encontrándoseningún material arqueológico asociado a ella.

El estado de conservación de los restos es muyincompleto y fragmentario, lo que dificulta el diag-nóstico del sexo, y solo nos permite precisar que setrata posiblemente de un sujeto infantil. Es el únicoenterramiento que muestra signos evidentes de haberestado expuesto al fuego. A partir de la coloraciónblanquecina del hueso, con matices negro-azuladosen algunos fragmentos, se puede colegir que dichosrestos han sufrido una cremación pobre en oxígeno y,por tanto, una incineración incompleta en la que no

se quemó totalmente la materia orgánica (ETXEBE-RRÍA, 1994). Y además se sabe que esta se realizócuando el cadáver estaba todavía fresco, por la formaen que se rompen los huesos por la acción del calor(REVERTE, 1991). Cuando el agrietamiento de lasuperficie del hueso presenta líneas de fractura trans-versales, hendiduras irregulares y marcado retorci-miento, indica que la cremación se realizó cuando loshuesos conservaban los tejidos blandos que los recu-bren (UBELAKER, 1989). En experimentos realizadospor F. Etxeberría, exponiendo los huesos a distintastemperaturas, llega a la conclusión de que, cuandoestas alcanzaban los 700º C o más, se producía unretorcimiento de las estructuras con predominio delas roturas transversales y desconchado del hueso. Ala vista del estado fragmentario en que se encontra-ban los restos óseos recuperados del fondo de la vasi-ja, utilizada a modo de urna cineraria, solo podemosprecisar que se trata posiblemente de un sujeto infan-til I —menor de 6 años, siguiendo la clasificación deVallois—. Esta edad temprana de fallecimiento vieneavalada por unos fragmentos craneales de escasoespesor, así como unas suturas craneales permeablesy restos de las epífisis de los huesos largos sin fusio-nar a las diáfisis. En la muestra analizada no apareceninguna pieza dentaria.

El horizonte de circulación relacionado con lastumbas sería el propio nivel natural, definido por unsustrato de gravas anaranjadas sumamente compacto,cuya superficie aparecía regularizada para su usocomo suelo.

Aparte de los enterramientos, la intervenciónarqueológica puso también al descubierto un murocon disposición Noroeste-Sureste, que previsible-mente podría delimitar el área funeraria por el este.No obstante, el hecho de que no se identificasen otrosmuros perpendiculares a ella en torno a los enterra-mientos no permite asegurar este extremo. Se trata deun muro de mampostería de piedra caliza cogida conarcilla, de 0,60 m de ancho. Esta estructura se encon-traba muy arrasada, conservando apenas dos hiladas,retranqueadas unos 10 cm respecto a la cimentaciónde cantos rodados de pequeño tamaño que sobresalíaa modo de zarpa siguiendo el costado occidental delmuro.

Por último, en el sector noroeste del sondeo seidentificó una estructura negativa, a modo de trinche-ra, cuya colmatación ha aportado algunos restos defauna, uno de ellos decorado con tres dobles círculosconcéntricos incisos, y de material constructivo. Estazanja cortaba el nivel de tierra que cubría las tumbas,por lo que es claramente posterior, aunque el escaso

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material cerámico recuperado, el borde de un cuencode TSH de forma 37 y algunos fragmentos de cerá-mica común, nos permite proponer también una data-ción para su colmatación en época romana.

Descripción de la intervención en el área B

La excavación de este sector se centró en unabolsada cenicienta que había sido cortada por la palaexcavadora, con lo que su impronta quedó en loslados de la zanja, y que venía a corresponder a unenterramiento siguiendo el rito de la incineración.

Incineración número 2

Consistía en una mancha de ceniza de colornegro, de 1,60 m de diámetro y un espesor de 0,80 m,que fue atravesada aproximadamente por la mitad alpracticar la zanja del gasoducto. No se encontró laurna ni tampoco restos de huesos quemados, quesuponemos se hallarían en el eje de la acometida.Únicamente se recuperaron algunos fragmentos dematerial latericio, varios clavos de hierro con vástagode sección cuadrangular y cabeza redonda y unungüentario de vidrio casi incoloro, con un suavetonalidad verde azulada, que corresponde al tipo 28bde Isings. Se trata de un ungüentario de base plana,provisto de depósito troncocónico y largo cuello conlabio horizontal ligeramente engrosado, tipo queparece que se originó en época de Claudio, siendomuy numerosos en la segunda mitad del siglo I d. C.,y que perduró hasta los años finales del siglo II o prin-cipios del siglo III (VIGIL, 1969: 113 y 114; ISIGNS,1957; MARCOS, 2002: 165 y 166).

Por debajo de este manchón ceniciento se cons-tataron, además, restos de tablones de madera calci-nados dispuestos sobre el nivel geológico formandouna estructura, que inicialmente debió ser de formacuadrangular. Esto nos permite señalar que la com-bustión del cadáver se llevó a cabo en el mismolugar de su sepultura, por lo que hemos de conside-rarla un bustum, es decir, una cremación realizada insitu, de la cual solo se han podido registrar los restosde la pira funeraria (rogus) —representados por labase de la misma— y algunos elementos, como losclavos, que deben corresponder al féretro (feretrum)o parihuelas (sandapila) en que era transportado elcuerpo hasta el lugar de enterramiento, con el un-güentario que contendría el aceite ofrendado al di-funto.

ANÁLISIS PALEOPATOLÓGICO DE LOS ENTERRAMIENTOS

El examen macroscópico de los restos óseosadultos de la calle Vía Nova puso de manifiesto lapresencia de algunas patologías que han dejado suhuella en el hueso, las cuales nos permiten conoceralgunos problemas de salud relacionados con ciertoshábitos cotidianos o incluso poder establecer a partirde aquéllas posibles vínculos familiares. En general,las patologías que nos encontramos se reducen apequeños traumatismos, signos de artrosis, enferme-dad periodontal, líneas de hipoplasia del esmalte ydepósitos de sarro. Sin embargo, lo que más nos hallamado la atención es la presencia en los dos varonesde exóstosis en el conducto auditivo externo, en dis-posición bilateral, y la ausencia de esta tumoraciónbenigna en el cráneo femenino. Se sabe que estasexóstosis del oído son mucho más frecuentes en elhombre que en la mujer, y no aparecen en los indivi-duos jóvenes. Aunque se han propuesto diversas etio-logías —como la irritación del conducto auditivo porfactores mecánicos o químicos, el alcoholismo, ladeformación craneal, el buceo en busca de recursosmarinos o los baños en agua fría—, también se creeque están implicados factores genéticos (HAUSER y DE

STEFANO, 1989). Esta circunstancia nos hizo sospe-char en un principio la posibilidad de que se tratara deun recinto funerario familiar, hipótesis que seguimossin descartar. Sin embargo, después de haber revisadodiversas fuentes bibliográficas específicas (MANZI,SPERDUTI y PASSARELLO, 1991; FRAYER, 1988; CAPAS-SO, 1988; KENNEDY, 1986), que abordan el problemade esta patología auricular en un contexto determina-do, y a tenor de la presencia del rasgo en los dos varo-nes —en ambos en disposición bilateral—, creemosque, en estos dos sujetos de la calle Vía Nova, el torusauditivo obedece a la costumbre romana de bañarseen el frigidarium, induciendo este shock térmico lahiperemia y excitación local del periostio en el meatoauditivo, lo que desencadenaría la actividad osteo-blástica. Pero entonces, enseguida surge plantearnosuna pregunta: si el uso de las termas era una actividadhabitual en la vida cotidiana de los romanos, cómo esque no encontramos exóstosis auditiva en el caso de lamujer romana. El trabajo de MANZI, SPERDUTI y PAS-SARELLO (1991: 259) proporciona una respuesta satis-factoria a esta cuestión. Es posible que los bañospúblicos fueran menos frecuentados por las mujeres,y que se hiciera un uso diferencial, según el sexo, delas distintas estancias del complejo termal. Así, esposible que los hombres se entregaran al ritual com-

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pleto de limpieza, introduciéndose en la piscina delfrigidarium, con lo cual permanecían más tiempo encontacto con el agua fría. En cambio, se ha podidocomprobar que algunas termas —Stabiane en Pompe-ya—, se distribuían en dos partes, una de uso exclusi-vo para mujeres y otra para hombres, con la particula-ridad de que el sector femenino carecía defrigidarium. En opinión de DASTUGUE y GERVAIS

(1992), la proximidad del agua no lo es todo; sin duda,para que se produzcan tales lesiones en el oído lainmersión debe ser frecuente, regular y suficiente-mente prolongada. Algunos experimentos llevados acabo en animales de laboratorio —conejillos deIndias—, han confirmado que la exóstosis auditivapuede inducirse por irrigación del conducto auditivoexterno con agua fría a 19º C. En este trabajo, losresultados obtenidos no deben considerarse comoconcluyentes, teniendo en cuenta lo exiguo de lamuestra, compuesta solo por tres sujetos adultos, doshombres y una mujer. No obstante, las evidenciasresultan reveladoras al coincidir esta anomalía preci-samente en los dos varones y en ambos conductosauditivos, lo que abogaría en favor de un rasgo adqui-rido tras el contacto con un agente irritante como seríael agua fría. Es por todos conocida la existencia, en laantigua ciudad romana de Asturica Augusta, de dosedificaciones termales de carácter público, las termasMayores y Menores, de las que se conservan impor-tantes vestigios arqueológicos —hoy en día visita-bles— y, posiblemente, un tercer complejo termal enlas inmediaciones de la catedral, además de los bañosprivados de las domus, lo que nos lleva a pensar quela práctica del baño estaba muy extendida entre lapoblación, ya sea por motivos de salud, de limpieza ode placer (GUILLÉN, 1988: 372).

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Bolskan, 20 (2003), pp. 309-324 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

El edificio de mercado romano o macellum tienesu origen arquitectónico en el ágora de época hele-nística de tipo jonio, que se desarrolla en la fachadaegea de Asia Menor. Ello es debido a la influenciaque la arquitectura griega ejerció sobre la romana ya la asimilación funcional de ambos edificios. Elágora jonia sufre una evolución a lo largo de lossiglos y genera el ágora de patio-peristilo, que seaproxima ya notablemente al macellum de plantacentral, el más extendido por todo el Imperio roma-no, incluida la Península Ibérica, al que despuésRoma aporta elementos heredados, a su vez, de laarquitectura etrusca. De hecho, los macella romanosde Asia Menor reproducen en gran medida la fisono-mía del ágora helenística de tipo jonio, siendo algu-nos de ellos interpretados bien como ágoras biencomo macella según los diversos autores.

SUMMARY

The architectural origin of the Roman marketbuilding or macellum is in the Hellenistic agora ofionic kind, which is developed in the Aegean facadeof Asia Minor. This is due to the influence of theGreek architecture on the Roman one and to the func-tional assimilation of both buildings. The ionic agoraundergoes an evolution through the centuries and

generates the yard-peristyle agora, that approachesvisibly the macellum of central plan, the most wide-spread throughout the Roman empire, including theIberian Peninsula, to which Roma provides elementsinherited from the Etruscan architecture afterwards.In fact, the Roman macella of Asia Minor reproduceto a large extent the appearance of the Hellenisticagora of ionic kind, and some of them are interpretedas agoras or as macella depending on the differentauthors.

EL DESARROLLO DEL ÁGORACOMERCIAL DURANTE EL HELENISMO

En las ciudades helenísticas la función comer-cial se implanta tardíamente, en época clásica2,adquiriendo más fuerza que el resto de funciones ini-ciales de carácter político y religioso. Pero posterior-mente el ágora tiende a conservar sus funciones polí-ticas y monumentales, haciéndose necesarias, porconsiguiente, otras ágoras periféricas que albergaranlas actividades económicas y comerciales, separandotopográficamente las instalaciones mercantiles delágora civil y de los santuarios de manera consciente,en un «ágora de los víveres».

Se diferencia entre el ágora de los hombreslibres y el ágora mercantil, según testimonia Aristó-

El origen del macellum romano en el ágora comercial griega1

Ana Torrecilla*

1 El estudio de este edificio es objeto de nuestra tesis docto-ral en curso, titulada Estudio arqueoarquitectónico, funcional ysimbólico de los macella romanos en Hispania, dirigida por el pro-fesor Manuel Bendala Galán. Para su realización recibimos ayudafinanciera de la Fundación Caja Madrid y de la Fundación JoséLuis de Oriol – Catalina de Urquijo.

* Universidad Autónoma de Madrid.

2 Según MARTIN (1951: 280 y 283), es durante los siglos VII

y VI a. C., debido a las grandes revoluciones económicas y aldesarrollo de grandes movimientos de intercambio, cuando elcomercio se instala en la ciudad, concretamente en el ágora, hastaahora de carácter solo político y militar. Anteriormente el comer-cio se llevaba a cabo en el Emporion, usualmente fuera de la ciu-dad, en zona neutral entre dos poblaciones o en zonas de grandesrutas.

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teles3 y Xenophon4, mientras que, en general, el co-mercio era una actividad desmoralizante para losgriegos (COULTON, 1976: 174). Esta separación defunciones se ejemplifica claramente en varias ciuda-des griegas; tal es el caso de Pérgamo, Priene, Éfeso,Corinto y Atenas. En la primera de ellas el ágoracomercial del siglo II a. C. se ubica en la ciudad baja,hallándose integrada por una plaza rectangular, cerra-da y circundada por pórticos y diversos ambientes,mientras que el ágora política se sitúa en la acrópolis,mostrando así su preeminencia e importancia (STAC-CIOLI, 1962: 1028) (fig. 1A). Éfeso cuenta en épocahelenística con un ágora tetrágona cercana al puertoy una segunda ágora, probablemente de carácter polí-tico, aunque mal conocida, en la parte sureste de laciudad (AKURGAL, 1986: 188, fig. 59).

El objetivo de nuestro estudio es el ágora comer-cial jonia, que existía desde el fin del siglo IV en algu-

nas ciudades de la fachada egea, como en Mileto,cuyo ágora norte sirve de modelo, al estar formadapor una plaza cuadrada rodeada de pórticos o estoasen tres de sus lados, tras las que se abren las tiendas,las oficinas, salas de reunión, capillas consagradas alos dioses o los héroes, etc., mientras que el cuartolado se deja abierto y se comunica con un gran eje decirculación (MARTIN, 1974: 274; RUYT, 1983: 276;GROS, 1996: 451). El ágora comercial se sitúa en al-gunos casos próxima al ágora ciudadana, a veces enla zona portuaria (El Pireo, Mileto, Delos), frente aesta, que se ubica en el interior. La planta regular delas ágoras de Mileto y Priene responden a un urba-nismo en retícula, que reserva manzanas para elágora, siendo su planificación dentro del conjunto dela ciudad, por consiguiente, planteada de antemano.Sin embargo, aunque su ejecución se produce a lolargo de los siglos, no parece haber una planificaciónarquitectónica desde el principio, sino que se van rea-lizando acciones constructivas aisladas acordes acada momento, siendo buen ejemplo de ello Mileto.El ágora norte de Mileto se completa a mediados del

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3 Política, VII, 11, 2: 1331 a-b.4 Cyr., 1.2.3.

Fig. 1. Ágoras de tipo jonio: A. Pérgamo. 1. Ágora de la ciudad alta, de función política. 2. Ágora de la ciudad baja, de función comercial (según BARRAL I ALTET, 1995: fig. 442). B. Mileto. 1. Ágora norte y el llamado mercado norte en época helenística.

2. Ágora norte y mercado norte en época romana (según AKURGAL, 1986: figs. 81 y 82).

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siglo II a. C. con una estoa al sur en forma de L, imi-tando a la ya construida estoa norte, aunque con cier-tas diferencias arquitectónicas. Del mismo modo, enel siglo III a. C. el ágora sur se dota de dos estoas en for-ma de L, que posiblemente fueran imitadas por la yacitada ágora norte, aunque el mayor tamaño del ágorasur propició la separación física entre sus estoas,siguiendo el mismo esquema que el ágora del Mag-nesia del Meandro (siglo II a. C.), mientras que elágora norte se asemeja al ágora de Priene, cuya cons-trucción comienza en el siglo IV a. C. o en el III5 (fig.1B). El ágora de Priene parece haber hallado su plan-ta definitiva más rápidamente, pues a fines del sigloIII a. C. se muestra ya como típicamente jonia, contres lados rodeados de estoas y el cuarto por unacalle, a la que se opone una cuarta estoa, habiendosido iniciada en el siglo IV o III, probablemente por suágora en forma de pi en el ala sur, y continuada en elsiglo III por su lado este; en el siglo II a. C. se añadióla estoa norte o estoa sagrada. A diferencia de lasanteriores, la tardía construcción del ágora de Mag-nesia del Meandro, en el siglo II a. C., explica quedesde sus inicios surgiera como típicamente jonia,igualmente rodeada por estoas dobles en tres lados,por una calle en el cuarto, a la que se opone otra estoadoble (COULTON, 1976: 65).

Esta nueva disposición es debida a la influenciadel urbanismo de esta ciudad y de las leyes hipodá-micas, que reglamentaron rígidamente desde el puntode vista arquitectónico, eliminando los anexos exte-riores al ágora propiamente dicha, trazando una plan-ta regular y determinando los límites que separan elpuerto, el mercado, el santuario, etc., modelo quevemos comenzar a desarrollarse tiempo atrás en lasciudades de la costa jonia de Asia Menor: en el ágorasur de Mileto (siglo V a. C.), en Priene y Magnesiadel Meandro (siglo IV a. C.), modelo que derivará enel tipo de ágora cerrada, que forma un bloque unita-rio, en torno a un patio, y con apenas comunicacióncon el exterior6, como en las ágoras tetrágonas7 deMileto, el ágora de Mesenia, las ágoras de Pérgamo,o el ágora de Éfeso (RUYT, 1983: 277).

En Priene se comprueba la tendencia a eliminarde la plaza diversos elementos, como altares, estatuashonoríficas y exedras, que se alinean ahora a lo largode la calle norte, para que las grandes columnatassean visibles y cumplan una función efectista, pues, adiferencia del foro, las estoas tienen valor por sí mis-mas y no como mero marco de otro edificio másimportante, y reciben una atención especial en cual-quier momento de la historia del ágora (MARTIN,1951: 504 y 505). En Mileto, si bien sus ágorascomienzan a ser construidas en el periodo helenísti-co, dotándose entonces de todas sus estoas, sufriránuna evolución hasta época romana, cuando el ágorasur se dota de su puerta monumental (120 d. C.)8, hoyconservada en el Museo Pérgamo de Berlín, yadquieren su carácter unitario definitivo, mediante unmuro en el lado este del llamado mercado norte en elsiglo I a. C. y transformaciones en los pórticos dellado este de las dos ágoras en el siglo II d. C. (fig.1B). Estas ágoras pertenecen al modelo de patio-peristilo, totalmente rodeado por un porticado conti-nuo, que le dan un carácter unitario, de forma armó-nica (MARTIN, 1951: 510 y 511), frente al santuario,que, aunque constituido por un patio-peristilo, este sepone al servicio de un edificio principal. En el ágora,en cambio, los pórticos dan uniformidad, continuidady dignidad a los edificios ante los que se sitúan(COULTON, 1976: 172). En Pérgamo, se construye elágora de la ciudad baja pocos años después que el dela ciudad alta, a principios del siglo II a. C., bajo elreinado de Eumenes II, siendo aquella un ágoracomercial propiamente dicha, bien situada junto a lapuerta principal de la ciudad, tratándose de un edifi-cio independiente del resto y unificado, formado porun patio pavimentado (64 x 34 m), rodeado en suscuatro lados por pórticos de dos pisos, con tiendas(MARTIN, 1951: 508-510; AKURGAL, 1986: 109 y110) (fig. 1A). Éfeso puede ser considerado como unmodelo del ágora de patio-peristilo, rodeada dedobles pórticos y tiendas en tres de sus lados, cuyoinicio data del siglo III a. C. y es sometida al urbanis-mo regular de la parte baja de la ciudad, aunque,como las ágoras de Mileto, no acaba su construcciónhasta época romana (siglos II-III d. C.), agrandada porAugusto y Nerón y restaurada por Caracalla (MAR-

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8 Las puertas de los mercados de Asia Menor muestran algu-nos de los rasgos que definen la arquitectura romana en ese área,pues en la puerta del mercado sur de Mileto se combinan las líne-as rectas horizontales y verticales, mientras que la puerta del mer-cado de Priene consiste en un arco, siendo el arco ya empleadodesde el siglo II a. C. (AKURGAL, 1986: 38).

5 Datada en el siglo IV a. C., según COULTON (1976: 63 y 64).Sin embargo, AKURGAL (1986: 207), la fecha en el siglo III a. C.

6 Este modelo de patio-peristilo surge, en opinión de COUL-TON (1976: 169), en el siglo VI a. C., aunque aún de forma tímida,pero alcanzando un gran desarrollo en el siglo IV a. C. en palestras,albergues oficiales, palacios, heroa y otros edificios.

7 Este calificativo, en griego τετρ ′αγωνος-ον, servía paradistinguir el ágora comercial del ágora política (RUYT, 1983: 280).

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TIN, 1951: 513 y 514; AKURGAL, 1986: 178). Este mo-delo cerrado en bloque se desarrolla ya en época ro-mana, siendo el más directo inspirador del forum.

La exclusión de las actividades comerciales delágora propicia la creación de edificios especiales demercado, distinto del ágora. En Priene y en Corintolos mercados de pescado y los de carne se ubican enel lado oeste del ágora, junto a ella, aunque no pre-sentan aún los rasgos de los macella, si bien en Prie-ne (siglo III a. C.) se aprecian los bancos donde lamercancía podía ser expuesta a la vista, como legum-bres, frutas, carne, cereales, vestidos, etc., y consta deseis tiendas en el lado sur, abiertas al norte y separa-das por una puerta o acceso central (MARTIN, 1974:268; COULTON, 1976: 175 y 176; AKURGAL, 1986: 209).También Mileto se dota a fines del siglo IV a. C. de unmercado o ágora exclusivamente comercial, el llama-do mercado oeste, próximo a uno de los puertos, for-mado por un patio-peristilo rodeado de pórticos, traslos que se abren estancias, probablemente tiendas(COULTON, 1976: 176).

El mercado de Kassope (noroeste de Grecia),del último cuarto del siglo III, que supone un modelode primer orden para los mercados republicanos de lapenínsula itálica, tenía unas dimensiones de 30 x32,60 m, estaba formado por un peristilo rodeado desalas destinadas al comercio, con un piso superior,accesible mediante una escalera de mano, tal vez des-tinado a almacén de mercancías, y destacaban losmuros diagonales en los ángulos, sistema empleadopor numerosos mercados itálicos, como el de Herdo-nia, y de las provincias (GROS, 1996: 451). Sin duda,este modelo helenístico influirá en el modelo romanode macellum, que se va gestando desde mediados delsiglo III a. C., con la aparición de fora especializadosen la venta de determinados productos alimenticios.Otro ejemplo temprano de edificio de mercado enAsia Menor es el recientemente excavado edificio alnorte del ágora superior de Sagalassos. Se ha datadoen época tardohelenística (mediados del siglo II –siglo I a. C.). Se halla bajo un grupo de talleres o tien-das de los siglos VI-VII, fecha en la que aún manteníasu función, tras numerosas remodelaciones y refac-ciones (WAELKENS y VERMEERSCH, 1997: 126 y 127).

También afirma MARTIN (1951: 521-530) que elmacellon se halla ya en el siglo V a. C., según hadocumentado en Mantinea (Arcadia, Grecia). En elcaso de Mantinea, hallamos bajo la exedra de Epígo-na, siglo I, construcciones anteriores identificadascomo vieux marché (?), formado por un edificio cua-drangular, delimitado por un muro de aparejo poligo-nal muy cuidado, que constituiría el zócalo de un

alzado de materiales más ligeros. En el interior, otromuro más delgado sigue el perímetro del anterior,delimitando a su vez un patio columnado de 27 m delado, con 8 columnas dóricas formando un cuadrado,reutilizadas de un monumento anterior. Este edificiobien pudiera haber sido un mercado, pero tambiénuna estancia del ágora o un gimnasio (FOUGÈRES,1890: 264 y 265 y lám. XVIII).

En relación con los macella romanos, las ágorasclásicas, a pesar de su carácter unitario por la asocia-ción de columnatas, carecen de ciertas característicasque aparecen en aquellos, heredadas de la arquitectu-ra etrusca: axialidad, simetría y frontalidad, caracteresque se vislumbran ya también en el modelo de patio-peristilo, siendo en este caso los pórticos un elementopuesto al servicio de la arquitectura para delimitar elespacio, a diferencia de las ágoras anteriores, en lasque las estoas tienen todo el protagonismo, como ya se-ñalábamos anteriormente (MARTIN, 1951: 508 y 538).

Por otra parte, en Grecia se siguió el modelojonio de ágoras comerciales, sobre todo en los gran-des puertos, como El Pireo o Delos, en el siglo II a. C.y, más tardíamente, en el siglo I a. C. en Atenas, aun-que con numerosos matices. Estas ágoras de tipohelenístico se traducen en alineaciones artificiales, deedificios relacionados entre sí, pero no unidos, y ladefinición de la plaza, sobre construcciones preexis-tentes, obra posiblemente de constructores del este,por lo que el llamado modelo jonio o de patio-peris-tilo no resulta unitario, sino adaptado a cada una delas ciudades (MARTIN, 1951: 431, 446 y 508; COUL-TON, 1976: 61). Incluso en ciudades de Asia Menor,como Aspendos, Termessos y Pamphylia, prevaleceel modelo helenístico, quedando dos o tres lados delágora desprovistos de estoas que la cierren (MARTIN,1951: 515). En Delos, se protegió el ágora de laafluencia de mercaderes que se ubicaban en la zonade la playa y del puerto, construyendo aquí un deig-ma9 con tiendas, semejándose al urbanismo de Mile-to en el siglo IV, concretamente a su ágora norte(MARTIN, 1951: 441 y fig. 66). En Corinto estas trans-formaciones tienen lugar en la segunda mitad delsiglo III a. C., cuando se construyen a la vez dos esto-as, una al sur, hacia donde se extiende la gran plaza,dotada de restaurantes y tabernas con cocina en laplanta inferior, y letrinas, así como otra estoa que fijael límite norte del espacio (MARTIN, 1951: 433-437 y1978: fig. 4; COULTON, 1976: 57), sobre la que se eri-gió un macellum romano, que se asemeja a un ágora,

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9 ∆ε′ιγµα−ατος: ‘mercado bazar (en El Pireo)’.

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en la primera mitad del siglo I d. C. (RUYT, 1983: 55-61). Por tanto, este segundo modelo de ágoras, másdesestructuradas, tuvo poca influencia sobre el surgi-miento de los macella romanos.

Se mantuvo esta tradición de ágoras comerciales,donde el comercio era diversificado y de gran volu-men, en Asia Menor y Grecia incluso durante el Impe-rio romano (RUYT, 1983: 278 y 279). El modelo deágora comercial se mantuvo durante toda la épocaclásica, aunque irá cambiando su forma por influenciade los planes urbanísticos y de las divisiones urbanaspropugnadas por Hipodamo de Mileto. De hecho,RUYT (1983: 279), siguiendo a G. Fuchs, defiende latesis de ausencia de macella en ciertas ciudades grie-gas y anatólicas, dado que se mantuvo la tradición delágora comercial durante época romana, lo que haceinnecesaria la construcción de un edificio específico ycerrado con esta función. Un ejemplo muy caracterís-tico que apoyaría esta circunstancia lo hallamos enÉfeso, que en época helenística contaría con dos ágo-ras, el ágora tetrágona junto al puerto y una segundaen la zona este de la ciudad alta, aún no excavada. Laprimera tiene una perduración muy larga en el tiempo,pues, aunque se destruyó durante los siglos III y IV, fuereconstruida en el periodo cristiano (HUEBER, 1997:255). Si bien se ha considerado que en la acrópolis deÉfeso, situada al norte, habría existido quizás unmacellum romano, tal y como han defendido variosautores, aunque ha encontrado opiniones opuestas.Sobre este tema volveremos más adelante.

En época romana el pórtico cobra mayor impor-tancia que la estoa, que ya no ofrece novedades, aun-que esta continúa construyéndose al modo helenísti-co. Sin embargo, el pórtico, que asume un granprotagonismo en la arquitectura romana del mace-llum, comienza a desarrollarse en el periodo tardohe-lenístico, en el siglo II a. C., poniendo en relación losdiversos edificios que formaban parte de un ágora oun santuario, de forma jerárquica o consiguiendo unafachada unitaria (COULTON, 1976: 168 y 169). Dehecho, MARTIN (1951: 522) señala que la similitud defunciones entre el ágora comercial y el macellumgenera la influencia arquitectónica.

ALARCÃO (1983: 6 y 7), siguiendo a MARTIN

(1951: 521 y 522), considera que los edificios comer-ciales de ciudades como Corinto, Cnido, Afrodisiasde Caria, Xanto, Atenas, Pérgamo, Esmirna o Palmi-ra son ya macella desde el siglo III a. C.10, y no pue-

den ser interpretados como ágoras o estoas. Hemosvisto cómo se trata de ágoras de carácter comercial,aunque no de macella tal y como se entienden enRoma.

Además, el término macellum no es una creaciónromana, sino que es un vocablo griego, µ ′ακελλον, -ου(‘recinto’) (THÉDENAT, 1969: 1457). Originariamentese refería, al igual que en la lengua semítica, a ‘reja,enrejado, cuadrícula’, o bien a ‘cercado, cerca, valla’,por lo que µακελλωτ ′ος significa ‘puerta enrejada’(RUYT, 1983: 229). Solo se adopta el modelo arqui-tectónico, pero no el término, que en griego era′αγοραι (‘plaza pública, mercado’), κρεοµωµλ′ια(‘lugar donde se vendía carne’) y ι

7χθυοµωµλ′ια (‘lu-

gar donde se vendía pescado’), o, a decir de Herodoto(VII, 23, en MARTIN, 1951: 281, n. 6), πρητ ′ηριον, -ουcomo ‘mercado cubierto’, frente a ′αγορ ′η o ‘mercadoal aire libre’.

Hay que reseñar que la evolución que hemosobservado en las ciudades griegas del Mediterráneooriental se plasma igualmente en las colonias griegasdel Mediterráneo central y occidental. Así, las ciuda-des helenísticas del sur de Italia contaban con unágora, con presencia de puestos para la venta, aunqueposteriormente adoptaron el concepto de foro roma-no y de macellum (FRAYN, 1993: 38; DOMÍNGUEZ,1995), tal y como se ejemplifica en la ciudad de Pom-peya. El foro pompeyano contaba en el siglo IV conuna plaza abierta carente de pórticos y rodeada detiendas, pero en el siglo II se remodela y las activida-des comerciales pasan a tener un espacio concreto enforma de mercado cubierto en el lado este de la plazaporticada, junto con el templo de Apolo, una basílicay los almacenes (BARRAL, 1995: 274). El ágora de laneápolis ampuritana, de mediados del siglo II a. C.,perteneciente a las ágoras de función estrictamentecomercial, supone un modelo final de esta evolución.Se ha comparado, sobre todo si a la estoa norte nosreferimos, con las de Priene y Magnesia de Meandro(Turquía) (MAR y RUIZ DE ARBULO, 1988: 54). Estasson ágoras de patio-peristilo y, por tanto, cerradas ensí mismas y aisladas del exterior, frente al modelo deGrecia continental, más desestructurado y sin esa

EL ORIGEN DEL MACELLUM ROMANO EN EL ÁGORA COMERCIAL GRIEGA 313

de Pérgamo, el mercado oeste de Mileto, el ágora rectangular deÉfeso, el ágora romana de Atenas, el mercado norte de Corinto yel ágora de Cnidos, aunque interpreta como ágoras de peristilo lasde Afrodisias, Esmirna y Palmira, en oposición a Martin y Alarcão.AKURGAL (1986: 129 y 130) considera, en cambio, que el ágora deEsmirna tendría carácter político, no habiéndose localizado aún elágora comercial, aunque podría situarse en la zona del puerto,donde se descubrió un silo adrianeo.

10 Así mismo, COULTON (1976: 174, 176 y 177) también con-sidera como edificios de mercado propiamente dichos el ágora baja

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apariencia de bloque. Pero no cumple sistemática-mente las condiciones del ágora jonia, pues la plazaampuritana es atravesada por los ejes principales via-rios de la ciudad, en sentido Norte-Sur y Este-Oeste,por lo que no es un elemento independiente o aislado.

EL MACELLUM COMO EDIFICIO.TIPOLOGÍA

Comienza a fines del siglo III e inicios del sigloII a. C. a aparecer el modelo propio de macellumromano, que engloba las instalaciones anteriormenteseparadas en el forum piscatorium y en el forum cup-pedinis de Roma, en el que se vendería carne, pesca-do y, en ocasiones, productos hortícolas (GROS, 1996:451).

A la segunda mitad del siglo II a. C. correspondeel macellum de Morgantina (Sicilia), primer ejemploconocido de macellum propiamente dicho, ya dotadocon una tholos macelli, de forma circular y 6 m de diá-metro, situada algo descentrada en un patio de unos10 m de lado, rodeado por un pórtico, tras el que, enlos lados norte y sur, se hallan las tiendas, carente deentrada central, debido a la incorporación en su ladooeste de un altar anterior, en torno al que se abren dosaccesos. A su vez, este macellum se ubica en el cen-tro de una gran ágora (RUYT, 1983: 109-114 y 253-254; GROS, 1996: 452), rompiendo, por tanto, losesquemas griegos anteriores. Encontramos en esteperiodo macella también en Pompei, Aletrium y enAlba Fucens; este último, de fines del siglo II a. C., unmodelo a medio camino entre la planta cuadrangularhelenística y el diseño axial que caracteriza toda laarquitectura romana, mostrando tiendas en tres de suslados (RUYT, 1983: 25-30, 35-36, 137-140, 253-254;GROS, 1996: 456). El primer macellum de Pompeyase erige en la segunda mitad del siglo II a. C., y tam-bién se asemeja aún al ágora tetrágona griega, en elque se aplica ya el concepto de axialidad itálico, pal-pable en la exedra que lo preside en el lado oriental,opuesto a su entrada, flanqueada por otras dos estan-cias, aunque no presenta tholos hasta época julio-claudia (GROS, 1996: 452).

Aunque el modelo de macellum de planta cen-tral, que deriva del ágora helenística y, según WARD-PERKINS (1970: 16), se genera en Campania o MagnaGrecia, es el más extendido, no debemos olvidar unsegundo modelo, de planta basilical o de pasillo cen-tral, con tabernæ a uno o ambos lados, cuyo expo-nente más antiguo lo hallamos en el macellum repu-blicano de Ostia, de la segunda mitad del siglo II a. C.

(CALZA et alii, 1953: 110, 126, 233 y 235, fig. 29 ylám. XLVII.2; GROS, 1996: 452). Si bien este modeloparece ser antiguo, probablemente su origen ha desituarse en los mercados o bazares orientales, concalle central cubierta, en época helenística (MACDO-NALD, 1982: 88), pero su desarrollo se produce en elLacio, siendo un tipo propiamente itálico.

Un tercer tipo, aunque minoritario y desconoci-do hasta el momento en Hispania, se halla constituidopor los macella de patio central circular, propios de lapenínsula itálica central durante el Alto Imperio, queagrupa a los macella de Herdonia (Ordona), de prin-cipios del siglo II d. C.; Sæpinum (Sepino), posible-mente del siglo II; y Alba Fucens, en su segunda fase,postdomicianea, de patio hexagonal, frente a la plan-ta rectangular de la segunda mitad del siglo II a. C.(RUYT, 1983)11. Es posible que tuvieran su origen yaen época republicana, en opinión de WARD-PERKINS

(1979: 16).En el siglo I d. C. vemos que los mercados impe-

riales romanos poseen ya una configuración propia,que había partido de los supuestos de la arquitecturagriega, del ágora comercial tetrágona, al que se leañade una tholos central y un ábside, aplicando losprincipios de axialidad aportados por Roma, cada vezmás patentes, hasta monumentalizarse en épocaimperial.

MACELLA ROMANOS EN ASIA MENOR:HEREDEROS DEL ÁGORA

La evolución posterior de los macella en AsiaMenor es muy significativa. Recordemos que RUYT

(1983: 279), siguiendo a G. Fuchs, había indicadoque la presencia de ágoras en esta área previene yhace innecesaria la construcción de edificios especí-ficos para la venta de determinados productos, comoen Éfeso, que mantiene durante largo tiempo su ágoracomercial en uso. Sin embargo, en su obra, Ruytejemplifica varios macella de Asia Menor, incluso enciudades en las que ya existía un ágora con anteriori-dad, como iremos exponiendo a continuación. De loque no cabe duda es de que los macella de esta zonason directos deudores de las ágoras jonias de épocahelenística.

El desarrollo urbanístico que propicia la apari-ción de macella en Asia Menor se produce sobre

314 ANA TORRECILLA

11 Para Herdonia ver pp. 80-88; para Sæpinum, pp. 184-188,y para Alba Fucens, pp. 25-35.

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todo bajo Adriano y Antonino Pío (RUYT, 1983: 264y 265). El macellum de Perge es un impresionanteedificio de la primera mitad o mediados del siglo II

situado junto a uno de los principales ejes viarios de laciudad, próximo a la puerta helenística. Se trata deun edificio cuadrangular, de 75,90 m de lado, forma-do por un gran area central (50,8 x 51,2 m), una tho-los circular, rodeada de pórticos de 7,8 m de altura,tras los que se abren 23 tiendas. En el centro de cadalado, entre las tabernæ, se abre un vestíbulo deentrada, adornado con 2 columnas en el lado interior.Existen entradas más pequeñas en los extremos dellado oeste, en la esquina oriental del lado sur y otraopuesta a esta en el lado norte. Las tiendas del ladoeste se abren hacia el patio central, mientras que enlos otros 3 lados se alternan las entradas hacia elinterior y el exterior (MANSEL, 1975: 77; RUYT,1983: 129-133). Las tiendas del lado este pudierontener un piso superior, en función del hallazgo derestos de bóvedas de ladrillo, frescos, mosaicos, etc.(MANSEL, 1973: 55; MELLINK, 1974). No obstante,RUYT (1983: 131) opina que todas las tiendas habrí-an tenido un piso superior, dada la gran altura delpórtico. En el centro se ubica la tholos, formada porun podium circular en opus quadratum, de 13,4 m dediámetro exterior, decorado con 8 nichos rematadosen arco y cúpulas en cuarto de esfera para contenerestatuas de tamaño natural probablemente. Encimase situaba una cella circular, rodeada de 16 columnasde estilo corintio, y decorada con consolas con moti-vos vegetales, cubierta posiblemente por un tejadocónico, quizás una cúpula (MANSEL, 1973: 55 y 56 y1975: 79; RUYT, 1983: 131-133). En el interior, taly como sucede en Side, se guardaría la estatua deldios protector del macellum (MANSEL, 1973: 56 y1975: 80). Existía una letrina, aún en buen estado deconservación, bajo una de las tiendas de dos pisosdel lado sur (MANSEL, 1974 y 1975: 77). En épocabizantina el edificio, al igual que el macellum deAezani, que describimos más adelante, fue reutiliza-do con fines religiosos, tras realizarse diversas refor-mas (MANSEL, 1973: 55 y 56 y 1975: 79 y 81; RUYT,1983: 133). Se la llama casi indistintamente ágora,dado los orígenes griegos de la ciudad y por su con-tinuación estructural, salvando las diferencias, conlas ágoras comerciales jonias de los siglos anterio-res. Sin embargo, Ruyt lo interpreta como un mace-llum; Mansel, su excavador, lo denomina ágora, perolo interpreta finalmente como macellum en estosmismos estudios, comparándolo con Side y Sagalas-sos (RUYT, 1983: 129-133; MANSEL, 1973 y 1975)(fig. 2A).

Del macellum de Aezani (ALARCÃO, 1983: 27)12

(Çavdarhisar, Turquía), del siglo II d. C., se conservahoy en día solo la tholos central, a cuya plataformacentral se accede por dos escalinatas contrapuestas de10 peldaños, circular, de 13,27 m de diámetro, rodea-da por 16 columnas, a las que abraza un pretil com-puesto por ortostatos verticales, dotada de una fuentey cubierta por un tejado cónico, como en el caso delos macella de Side y Perge, con los que guarda evi-dentes similitudes. Parece haber estado rodeada de unpatio circundado por un pórtico columnado (se con-servan fragmentos de columnas en el lugar), tras lasque, siguiendo el modelo usual, se ubicarían lastabernæ. El edificio tendría unas dimensiones de 40x 60 m aproximadamente. RUYT (1983: 25) lo data amediados o en la segunda mitad del siglo II d. C.Recientes excavaciones lo consideran del siglo III,gracias a dos monedas halladas bajo la tholos, datan-do su final mediante una moneda en el tercer cuartodel siglo IV; posteriormente se convertiría en unpequeño edificio de culto cristiano, como el caso dePerge. También han puesto al descubierto la relaciónde la tholos con el pórtico sudoeste, tras el que sehalla una hilera de tiendas (RHEIDT, 1997: 102). Sinembargo, la peculiaridad de este edificio es que fuedotado de una copia del Edictum Pretiis de Diocle-ciano, en el año 302 d. C. (NAUMANN, 1976: 22-25;RHEIDT, 1997: fig. 1). En época bizantina fue utiliza-da la zona como cementerio (RHEIDT, 1997: 101-103)(fig. 2B).

Un caso particular del siglo II (Adriano) lo cons-tituye el llamado ágora de Side, considerada comoágora para la venta de productos alimenticios y exó-ticos y esclavos13 por AKURGAL (1986: 362), siguien-do a su excavador, A. M. Mansel, quien la interpretaal principio como ágora, del tipo «ágora de peristilo»,tipo que surge en el este durante el helenismo tardío,aunque la compara con la de Perge, a la que sí consi-dera como un macellum (MANSEL et alii, 1956: 31;1963: 97 y ss. y 1973: 56), para posteriormente(MANSEL, 1978: 167) interpretarla como macellum o

EL ORIGEN DEL MACELLUM ROMANO EN EL ÁGORA COMERCIAL GRIEGA 315

12 Sin embargo, duda de la funcionalidad de este edificio yevidencia las opiniones contrapuestas al respecto entre los estu-diosos.

13 Esta interpretación surge a raíz de un texto de Estrabón(XIV, 664), que describió Side como un mercado floreciente deesclavos, aunque no se sabe cuál fue su volumen o si se desarrollóen la calle columnada o en tiendas próximas al edificio comercial.Los productos que se venderían serían aceitunas, vino, carne, pes-cado, una resina llamada skiraks, productos de lujo (por ejemplo,telas, especias y perfumes) de Egipto y Siria (MANSEL, 1978: 167).

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Fig. 2. Macella de Asia Menor: A. Perge (según RUYT, 1983: dep. III). B. Aezani (ibídem). C. Side (según MANSEL, 1963: fig. 75). D. Sagalassos (según RUYT, 1983: fig. 70).

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makellon griego14. Ello no es de extrañar, pues se nosmuestra muy similar a las ágoras tetrágonas o comer-ciales de época helenística, tanto de Éfeso, Miletocomo Pérgamo, por citar algunos ejemplos. Sinembargo, sería más propicio defender la entidad deledificio de Side como macellum romano15, dada sutardía fecha de construcción, el siglo II d. C., contem-poráneo al macellum de Perge, cuya semejanza conlas antiguas ágoras helenísticas es también más quenotable16. Se trata de una plaza cuadrangular (90,8 x94 m) rodeada de pórticos por sus cuatro lados, quesuman un total de 100 columnas. Tras ellos se abrentiendas en el noroeste y nordeste, mientras que en elsuroeste se abren estancias abovedadas. En el ladonordeste se abren hacia el area 8 grandes tiendas,aunque ante las dos de los extremos se construyeronsendas exedras cubiertas con bóveda de cuarto deesfera en un momento posterior. En el centro de lastiendas del noroeste se abre un propylon, que hubierapodido servir como sala de culto, compuesto por unasala rectangular precedida por un pórtico que se abresobre la calle, con tres puertas de acceso desde lacalle y hacia la sala principal, de 9,05 x 9,8 m (MAN-SEL et alii, 1956: 26-28; MANSEL, 1963: 97-101). Entorno a esta entrada monumental se abren hacia elinterior 6 tiendas en su lado este y 7 en el oeste, demenores dimensiones que las del lado nordeste. Unasegunda hilera de tiendas se abre hacia la calle com-partiendo el muro posterior de las anteriores. Son 5tiendas al este del propylon, que se ajustan a un espa-cio triangular entre el edificio y la calle columnada, y7 en su lado oeste. En el lado opuesto no hay tiendas,

mientras que en el suroeste se abren 9 espacioscubiertos por bóveda apoyadas contra la pared trase-ra del escenario del teatro adyacente, con el que secomunica por 5 puertas situadas alternativamente. Deeste modo, el «ágora-macellum» cumple también lasdirectrices vitruvianas de servir de refugio ante una tor-menta inesperada. Finalmente está dotado con una le-trina de planta semicircular en la esquina oeste, cuyodiámetro es de 22,18 m, en cuya pared anterior seabren 3 pequeños nichos al interior y un gran nichoabovedado al exterior, hacia el pórtico, que pudo ha-ber servido como fuente. La letrina se adornaba conmármol en las paredes y mosaico en la bóveda y con-taba con dos accesos laterales: uno daba a la callecolumnaza y el otro a las puertas del teatro. Los pór-ticos rodean una plaza central (65,5 x 65,7 m), en laque se sitúa la tholos, aunque algo descentrada y des-viado su eje 3º del eje del edificio, por lo que quizásocuparía el lugar de otro más antiguo, cuya ubicaciónno se quiso alterar (MANSEL et alii, 1956: 27-30; MAN-SEL, 1978: 149-156 y 167). La tholos central se hainterpretado como un posible templete para el culto aTyche. MELLINK (1974) pone en relación la tholos dePerge con la de Side, argumentando que tanto la pri-mera como la segunda albergarían la estatua de ladivinidad que protegía el «ágora-macellum», idea yadefendida por Mansel (MANSEL, 1973: 56; MANSEL etalii, 1956: 35). Esta tholos, de un diámetro máximode 10,37 m, accesible por una escalera saliente de 9 es-calones, estaba formada por un podium forrado conlosas de mármol, sobre el que se ubicaba la cella cir-cular, de 5,45 m de diámetro. La cella quedaba rode-ada por 12 columnas y estaba interiormente rematadapor una bóveda plana de casetones, decorada por los12 símbolos del zodiaco en relieve, y cubierta con untejado cónico de 12 lados, de 5,7 m de altura, tal ycomo se ha reconstruido (MANSEL et alii, 1956: 32-37y figs. 151 y 153; MANSEL, 1978: 157-167 y figs. 174y 175). Esta reconstrucción viene apoyada por suposible representación en numerosas monedas impe-riales de la ciudad, en las que aparece la tholos, concúpula semicircular al interior, bajo la que se sitúa lafigura sedente de Tikhe o Fortuna, y tejado cónico alexterior, similares a otras que representan templos deTikhe, cuyo culto en Asia Menor estaba muy exten-dido (MANSEL et alii, 1956: 35-36; MANSEL, 1978:166 y fig. 183). Al igual que sucede con otros edifi-cios del mismo tipo, este sufrió remodelaciones enépoca bizantina, que prolonga su vida, en este caso enel lado norte (MANSEL et alii, 1956: 27) (fig. 2C).

Otro caso particular y dudoso, aunque similar alde Side, lo constituye el llamado Tetrastoon de Aphro-

EL ORIGEN DEL MACELLUM ROMANO EN EL ÁGORA COMERCIAL GRIEGA 317

14 Una interpretación curiosa es la que le otorga LANCKO-RONSKI (1890: 141 y 143) al describir las ruinas aún no excavadas:un reloj, al modo del Octógono de Andronikos o la Torre de losVientos de Atenas.

15 Como tal lo clasificó ALARCÃO (1983: 10-11), aunqueRUYT (1983) no lo incluye en su catálogo de macella.

16 COULTON (1976: n. 4, p. 176) admite que resulta difícil dis-tinguir un ágora cívica de un patio de mercado, pues en amboscasos el núcleo estaba formado por plazas públicas porticadas, traslas que podían abrirse estancias, y en ambos casos se denominabanágoras. En caso de que existiesen edificios cívicos próximos,podría ser interpretada como un ágora cívica. En este caso Afrodi-sias, Herakleia de Latmos, Kremna, Nysa y Esmirna habrían sidoágoras de peristilo, quizás también Kos, Palmyra y Side fueron ala par mercados. Sin embargo, el ágora baja de Pérgamo, el mer-cado oeste de Mileto y el ágora rectangular de Éfeso podrían con-siderarse como edificios de mercado. No totalmente de acuerdocon Coulton, ALARCÃO (1983: 6 y 7), siguiendo a MARTIN (1951:521 y 522), como ya indicamos más arriba, interpreta como mace-lla los edificios comerciales de Corinto, Cnido, Afrodisias deCaria, Xanto, Atenas, Pérgamo, Esmirna o Palmira.

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disias, según una inscripción hallada en el lugar. Setrata de una plaza ubicada también en la parte traserade la escena del teatro, aunque algo desviada respec-to a este, indicio de que la plaza es posterior, concre-tamente del siglo IV17. Su construcción como lugar demercado vino a sustituir a las ágoras de la ciudad,afectadas por inundaciones y terremotos18. Consisteen una plaza enlosada, rodeada de columnas. Casi enel mismo centro aparece una plataforma circular de 6m de diámetro. Pudo haber servido de fuente o pozo,dado que estaba dotada de una conducción de terra-cota, aunque su función original pudo haber sido unaltar u otra. Sobre la cubierta de la estructura habíaun reloj de sol circular, y aparecían en ella inscrip-ciones que indicaban los lugares de referencia paralos vendedores. Alrededor se conserva en buen esta-do la pavimentación de baldosas de mármol de laplaza. El gran potencial comercial de la ciudad du-rante este periodo hizo necesario construir un segun-do edificio de mercado algo más al sur del Tetras-toon. Tenía, en cambio, planta de tipo basilical, conuna hilera de tiendas a cada lado, suelo de mármol ycubierta abovedada (AYABAKAN, s. a.: 9).

Por otra parte, son varios los casos en los que lainterpretación de estos característicos edificios comomacella en Asia Menor se refuerza por la presenciaen la misma ciudad de un ágora, como en el caso deAezani, o de dos ágoras, como la superior y la infe-rior de Sagalassos, por lo que no siempre la presenciade un ágora y el mantenimiento de su función comer-cial a lo largo del tiempo evita la construcción de unedificio que, si bien es su sucesor, evidencia la pene-tración de la cultura romana. Sin embargo, hemos dereseñar que en época romana se construyen algunaságoras siguiendo el modelo helenístico.

En la ciudad de Sagalassos (Âglasum, Turquía)encontramos de nuevo un edificio que sigue la tipo-logía grandiosa y regular de los macella de AsiaMenor. Se sitúa en la esquina suroeste del ágorasuperior. Está dotado de un patio cuadrado de 21 mde lado interior con una tholos central circular de 6,3m de diámetro, con 3 escalones sobre los que se sitúaun anillo de 8 columnas, rodeado de pórticos, tras los

que se abren las tiendas en los cuatro lados, aunqueestas no han sido aún excavadas totalmente, y elacceso por el lado sur mediante escalinatas, siendoprobable otro en el norte. El edificio19, cuyos ladosdebían de medir entre 40 y 45 m, presenta la peculia-ridad de hallarse situado junto al ágora superior de laciudad20. Su identificación como macellum es, ade-más, clara, gracias a la inscripción situada en la caraexterior del arquitrabe del pórtico, en la que se cita elµ ′ακελον, al magistrado evergeta, sacerdote del cultoimperial, y la fecha de construcción durante el reina-do de Cómodo (180-192), a quien está dedicado, jun-tamente con Crispina (LANCKORONSKI, 1893: 140;RUYT, 1983: 189 y 190; MITCHELL y WAELKENS,1988: 64-65 y fig. 2). En la ciudad existía un segun-do edificio de mercado más antiguo, que ya hemosmencionado, de época tardohelenística, ubicado alnorte del ágora. Posteriormente, en época altoimpe-rial temprana, sufre diversas remodelaciones, asícomo en época julio-claudia, cuando se construye unninfeo al lado. Otras modificaciones son de iniciosdel siglo v y del siglo VI, y continúa en uso hastamediados del siglo VII, en que fue completamentedestruido, probablemente por otro terremoto (WAEL-KENS y VERMEERSCH, 1997: 127-128) (fig. 2D).

Otro caso lo hallamos en Éfeso, donde el granágora comercial helenística mantiene su funciónhasta el Bajo Imperio, aunque es posible que existie-ra un macellum sobre una plataforma en el lado nortede la ciudad, si bien encuentra opiniones contrarias,debido a su ubicación en una zona difícilmente acce-sible y a la presencia de dos inscripciones que citanel µ ′ακελον, que, realmente, aludirían al ágoracomercial tetrágona (RUYT, 1983: 71). Este edificioguarda, en cualquier caso, grandes semejanzas conlas ágoras de Perge, a una escala más reducida, y deAezani: un espacio cuadrangular de 65 m de lado, encuyo centro se eleva una plataforma circular excava-da en la roca, de 17 m de diámetro aproximadamen-te, y 1,2 m de altura, con 12 salientes cuadrangularesradiales, de unos 1,30 m de longitud, que le otorganun aspecto de rueda dentada, a la que se accede poruna escalinata en su lado oeste. Se aprecian aún algu-nos tramos de la cimentación en roca de los muroscorrespondientes al pórtico que rodearía al área abier-ta. En algunos casos, según la recopilación realizada

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19 Puede verse una reconstrucción virtual de los restos cono-cidos de la tholos y los pórticos en www.sagalassos.be/monum/u_agora/macellum/gr_macel.htm

20 RUYT (1983: 189) la denomina forum.

17 RATTÉ (2001: 126) trae a colación el dato de la construc-ción por el gobernador Antonius Tatianus (360-364), aunque añadeque esta información no es fiable, pues posiblemente solo le deba-mos a este personaje el pavimento de la plaza y las columnas, sien-do el edificio una plaza pública de época anterior.

18 Sin embargo, RATTÉ (2001: 126) aporta datos a favor delfuncionamiento del ágora contemporáneamente a la construccióndel Tetrastoon.

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por WIPLINGER y WLACH (1996: figs. 3, 101, 133 y183), se ha representado con todo el aspecto de unmacellum, como es el caso de E. Falkener en 1845, sibien lo interpreta como un serapeion; como un patioexento de tholos pero rodeado de posibles tabernæ,en el plano de W. Modrijan, que lo identifica comomacellum (?); o como un edificio cuadrangular, en elque no se representan espacios a modo de tiendas,dotado de un edificio circular en el centro, tal y comolo representan LESSING y OBERLEITNER (1978: 74-75,n.º 18, y 117-118), quienes lo interpretan como unheroon, quizás el monumento funerario de Andro-klos; o G. Wiplinger y G. Wlach en 1995, esta vezidentificado como un macellum. Por su parte, KEIL

(1964: 63 y 64) insiste en la idea de que, a no ser porsu incómoda ubicación, se trataría de un macellum,por lo que se podría interpretar como un edificio cir-cular tardío o un templo circular. SCHERRER (2001: 78y 79) afirma que la forma «siria» de la estructura cen-tral sugiere que el edificio pudo haber sido un templopara el culto a Caracalla. Se ha datado hacia el año200 d. C., concretamente en el reinado de los Seve-ros, siendo la única construcción de nueva planta deeste periodo (SCHERRER, 2000: 78).

En cualquier caso, en Asia Menor y Grecia sesiguieron prefiriendo los edificios de aspecto unifor-me, cuyo núcleo era el patio-peristilo rodeado de pór-ticos, en los que no destaca ninguna entrada, frente ala axialidad de la arquitectura romana. El ágora dePhilippoi en Macedonia (siglo II d. C.) constituye unarara excepción, dado su carácter axial (COULTON,1976: 174).

CONCLUSIONES

Una vez evaluados todos los datos expuestos, nonos queda duda del origen arquitectónico del mace-llum de planta central, el más extendido en todo elImperio romano, incluida la Península Ibérica(TORRECILLA, e. p.), en el ágora griega de tipo jonio.Esta ágora se desarrolla fundamentalmente entrefines del siglo IV y el siglo II a. C., aunque en algunoscasos, como en Éfeso o Mileto, sufre remodelacionesincluso a lo largo de todo el periodo romano. Se tratade un edificio de planta bastante regular, dado que seimplanta usualmente en ciudades con urbanismo reti-cular. La plaza central se rodea al menos en tres desus lados por estoas, pudiendo quedar el cuarto abier-to a una calle, aunque más tardíamente se rodea total-mente por estoas, aislándose del entorno, tal y comoobservamos en las ciudades ya citadas. En torno al

espacio central abierto se ubica un pórtico, al quepueden abrirse tiendas, almacenes, oficinas y espa-cios con funciones variadas. También hay que reseñarque el ágora jonia está destinada a actividades comer-ciales, existiendo en la ciudad otra ágora política parael desarrollo de funciones más «nobles», que puedeestar ubicada en posición más alta, y por tanto másprivilegiada, como en Pérgamo, o hacia el interior, enel caso de las ágoras tetrágonas portuarias.

Sin embargo, una vez que Roma adopte estemodelo para sus propios edificios comerciales, dadaque la funcionalidad es la misma, tal y como señala-ba muy acertadamente MARTIN (1951: 522), lo some-te a diversas transformaciones, por influencia de laarquitectura etrusca, de la que adopta no pocos ele-mentos. Estas novedades se cifran en el concepto deaxialidad, simetría y frontalidad. En el primer caso elmacellum romano prima su desarrollo a lo largo deun eje central, generalmente el de mayor longitud,entre la puerta de acceso principal y la cabecera, amenudo consistente en un ábside o estancia destaca-da, y sobre el que se ubican las estructuras másimportantes o destacables: la fachada principal, latholos (en otros casos en el centro se ubica una fuen-te, en su lugar) y el aula de culto imperial o a los dio-ses protectores del edificio, en la cabecera. El con-cepto de axialidad suele ser muy rígido en losmacella de la mitad occidental del Imperio y no tantoen los de la mitad oriental, sobre todo los de AsiaMenor, posiblemente debido a que la influencia de laarquitectura helenística, concretamente del ágora, esmucho más importante en esta zona. Roma suele pri-mar el desarrollo externo del edificio, poniendo granénfasis en la decoración de las fachadas, que suelenformar parte de programas constructivos en conjuga-ción con otros edificios, pórticos o plazas del entor-no, frente al ágora griega, en la que primaba el desa-rrollo hacia el interior.

No obstante, pero en consonancia con estas afir-maciones, en general, los macella del Mediterráneooriental presentan un aspecto más cercano al ágoratetrágona jonia, a pesar de su cronología altoimperialy su clara funcionalidad, como es el caso de Perge,Sagalassos o Corinto. Podemos incluir también el«ágora-macellum» de Side, en los que la omisión delos conceptos arquitectónicos de axialidad y simetríaes mucho más evidente, si bien hemos defendido aquísu interpretación como un macellum.

EL ORIGEN DEL MACELLUM ROMANO EN EL ÁGORA COMERCIAL GRIEGA 319

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EPÍLOGO. ÇARSIS: HEREDEROS DELMACELLUM ROMANO

En Sagalassos el edificio comercial se mantuvo,no sin numerosas reformas, hasta mediados del sigloVII, conservando su función originaria. No sería elúnico caso posiblemente. En época bizantina conti-nuaron en funcionamiento algunos mercados deépoca helenística y romana. No hay duda de quedurante la época bizantina existirían numerosos edi-ficios destinados a fines comerciales (venta), queinfluirían en cuanto a su aspecto en los posterioresedificios otomanos destinados a tal fin, entre los quehay que distinguir varios tipos. Poco a poco apare-cieron en las ciudades, sin embargo, un mayor núme-ro de hileras de tiendas a lo largo de las calles princi-pales, incluso algunos puestos de madera en lossoportales, acercándose cada vez más a la fisonomíadel bazar oriental (FOSS, 2002: 73 y 74). De hecho, eltípico bazar, consistente en una larga calle o variascalles cortas cubiertas, podría tener su origen en lakaysariya de época bizantina, que parece más unalmacén de bienes para el comercio que un bazar.Este edificio, que también podría haber servido parala compra y venta de productos, fue conocido en laAlejandría bizantina (CEZAR, 1983: 70).

En época bizantina existe constancia de un edi-ficio, el bedesten21, consistente en cuatro calles concuatro puertas22, término que se mantiene aún paraidentificar, no obstante, a un tipo de edificio concre-to destinado a la venta. Esta idea es refutada porCezar, quien considera que no habría en la ciudadbizantina de Constantinopla un edificio que se corres-

pondiera con el posterior bedesten turco. Este edifi-cio se convertirá en el más típico edificio turco parala venta, aunque aparece como edificio independien-te ya en época seleúcida (CEZAR, 1983: 21 y 23).Existirían igualmente, y desde mucho más antiguo,bazares cubiertos. En la ciudad se hallaban tiendas ytalleres artesanos en los mercados, distribuidos segúnuna normativa: las tahonas en lugares abiertos paraevitar el riesgo de incendio, las tiendas de comesti-bles por toda la ciudad para asegurar un buen abaste-cimiento a la población. A ellos se asociarían alma-cenes y hans. Una buena parte de la sociedad sededicaba al comercio y la estabilidad monetariapermitió la buena marcha de la economía en las ciu-dades (NIKOLAU, 2003; JRISTOFORAKI, 2003). CEZAR

(1983: 53) opina que en la Europa medieval y enBizancio existían tiendas y hans, pero a diferencia delos mismos edificios de época turca, aquellos eransobre todo almacenes y centros de venta al por ma-yor, estando estos, además, destinados a la venta alpor menor y a talleres de manufacturas. Por ello, loshans comerciales turcos se ubicaban en la zona másbulliciosa del bazar y próximos al bedesten y a otrastiendas.

La presencia de Bizancio en Hispania tiene ungran peso, ya que duró más de un siglo, desde eldesembarco en la Península Ibérica en 552, habiendosido Septem (Ceuta) y las Islas Baleares ya anterior-mente tomadas, hasta las primeras décadas del sigloVII23, y se extendió por toda la costa del sureste penin-sular. Fruto de esa presencia es una actividad comer-cial notable, así como ciudades portuarias dedicadasprincipalmente a la actividad comercial: CartagoSpartaria (Cartagena), en la que se ha conservado unbarrio bizantino sobre las ruinas del teatro romano,Malaca, Carteia (San Roque, Cádiz), Traducta(Algeciras), Begastri, Lorca. Aunque no se conocencon precisión los límites territoriales bizantinos,actualmente se sitúan en el fretum gaditanum, al occi-dente, y en Alicante, por el este, con penetraciónhacia el interior. Estos enclaves son continuadores delas relaciones comerciales con la pars orientalis delImperio y con otras ciudades del Mediterráneo, ini-ciadas ya en el siglo v, y durante los siglos V, VI y VII,y desmienten la idea de aislamiento del Mediterráneooccidental tras las invasiones vándalas (RAMALLO y

320 ANA TORRECILLA

23 El final de la presencia bizantina entre los años 621 y 624,así como el primer desembarco peninsular, son cronologías sope-sadas por varios autores y aceptadas igualmente por RAMALLO yVIZCAÍNO (2002: 315).

21 Según ÖZDES (1998: 17), el término bedesten procede debezistan o bezzazistan (bez = bezze), que se traduce como ‘telas obienes procedentes de expolios de guerra’. Por tanto, eran bazarescubiertos destinados a la venta de textiles, y, posteriormente, a lacompra-venta de bienes de lujo y antigüedades. Dentro de la tipo-logía de los bedestens encontramos el más sencillo, consistente enun volumen cubierto, sin pilares ni tiendas. Otro tipo presenta pila-res en el centro, pero sin tiendas alrededor (Sandal Bedesten deEstambul). En otros casos hay tiendas en el perímetro exterior einterior, pero carecen de pilares centrales. Finalmente, el tipo máscomplejo posee pilares centrales y tiendas interiores y exteriores,como el llamado Eski Bedesten del Gran Bazar de Estambul y losbedestens de Bursa y Edirne (ÖZDES, 1998: 139).

22 CEZAR (1983: 8 y n. 22) previene contra el error cometidopor otros autores al identificar el bedesten, haciendo referenciasobre todo al antiguo que existe en el Gran Bazar de Estambul, conla palabra çarsı por la similitud de plantas: cuatro entradas en lasque había tiendas para la venta de telas. Sin embargo, la palabraçarsû, de la que procede çarsı, apareció poco después de la cons-trucción del Eski Bedesten del Gran Bazar.

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RUIZ, 2000; RAMALLO y VIZCAÍNO, 2002: 316; BER-NAL y VALLEJO, 2003: 128 y 129).

Son varios los edificios con fines comercialesque conocemos desde el periodo Seleúcida, momen-to desde el que se atestiguan en la literatura términoscomo çarsı, bazar, bazargâh, kârban (‘caravan’),kârbansaray (‘caravansar’), el término árabe bezzaz(‘vendedor de telas’) o el término persa bezzazistan(‘sección de un bazar para la venta de telas’), térmi-no este usado ya desde el periodo seleúcida, a finalesdel siglo XI (CEZAR, 1983: 3, 10 y 11). Hoy en día eltérmino en la lengua turca que identifica el edificiocomercial por antonomasia es çarsı, traducido como‘bazar’ y empleado desde los siglos XIII y XIV. ÖZDES

(1998: 17) y CEZAR (1983: 5) recogen el testigo de otrosautores que defienden que aquella palabra es unadeformación del giro persa cihar-suk (‘cuatro calles’)o çarsû o çarsu, es decir, ‘calles o espacios cubiertoso al aire libre con tiendas o puestos a ambos lados’ obien ‘un lugar al aire libre con una plaza de cuatrolados’. En realidad su traducción como ‘bazar’ no esdel todo correcta, aunque su identificación funcionalproviene ya del siglo XIV, pues esta palabra, tambiénoriginaria del persa y algo más antigua que çarsı,designa exclusivamente un área comercial cubierta oun lugar para las compras, por lo que es preferibledenominar çarsı al edificio concebido y destinado ala venta (CEZAR, 1983: 4-6; ÖZDES¸, 1998: 17).

Otro tipo de edificio es el caravansar o kervan-saray, construido por los Selyúcidas en las rutascomerciales para alojar a las caravanas, con lugarespara la pernocta, para los animales, para el rezo (unapequeña mezquita) y para la venta de productos.

Si bien el çarsı o bazar es el tipo que ha fosili-zado los antiguos macella de planta basilical, son loshans los que han hecho lo propio con los macella deplanta central, cuyo origen se halla, a su vez, en laságoras jonias de Asia Menor, algunos de los cuales sehan destinado hoy en día a la venta de diversos pro-ductos, es decir, se usan como çarsıs. Consisten en unpatio central, con una pequeña mezquita o fuente enel centro, rodeado de un pórtico tras el que se sitúanlas tiendas. Usualmente suelen contar con un segun-do piso, con una galería y tiendas. Los mejores ejem-plos los hallamos en Bursa (Turquía), concretamenteen los llamados emir han (siglo XIV), koza han (año1490) y fidan han (CEZAR, 1983: 35-40 y 58-66;ÖZDES, 1998: 25 y 26 y fig. p. 29). Entre estos edifi-cios corre un bazar cubierto, a modo de larga callecon tiendas a ambos lados. En Bursa también halla-mos un bedesten, próximo a los hans y al bazar cita-dos, con tiendas al interior y al exterior, así como el

llamado Sipahi çarsı, al noroeste de estos, un edificiorectangular con muros divisorios transversales a loslados largos, que actualmente aloja a vendedores demuebles (fig. 3).

En Edirne (Turquía) hallamos un bedesten simi-lar al de Bursa: un edificio rectangular, con pilarescentrales, y tiendas en todo el perímetro exterior einterior, cubierto con cúpulas. Fue edificado en losaños 1417 y 1418. Otro edificio peculiar es el Aras-ta24, un bazar de 225 m de largo y 73 arcos, que sirvede sustentación y acceso a la mezquita de Selimiye.El Ali Pasa çarsı, construido por el arquitecto Sinanen 1569, por orden de uno de los últimos visires deSolimán el Magnífico, consiste en un larguísimo edi-ficio (300 m) con pasillo central y tiendas a amboslados en todo su recorrido, al que se puede accederpor 6 puertas (CEZAR, 1983: 40 y 41; ÖZDES, 1998: 48y 49 y figs. pp. 55, 59 y 61).

Sin duda el más famoso es el Gran Bazar(Kapalı çarsı) de Estambul. En su interior se conser-van varios bedesten, entre los que destacan el EskiBedesten (‘Bedesten Viejo’) y el Sandal Bedesten.Aunque algunos autores son partidarios del origenbizantino de aquel y de otras partes del Gran Bazar,ÖZDES (1998: 76 y 77 y figs. pp. 91, 93 y 95) defien-de que fue edificado sobre las ruinas de los cimientosy muros de la gran área mercantil bizantina, proba-blemente no cubierta como los bazares, que habíaexistido en este lugar. Como ya indicamos más arri-ba, Cezar es también de la opinión de la inexistenciade un bedesten en la Constantinopla bizantina, pero síexistía un bazar o área comercial de gran tamaño,sobre la que continuó su función el bazar del periodootomano (CEZAR, 1983: 22 y 53). Por tanto, su aspec-to actual se debe a Fatih, conquistador de la Constan-tinopla bizantina en el siglo XV. Al principio la cons-trucción se realizaría en madera, pero numerososincendios y terremotos posteriores causaron gravesdaños al edificio, que fue finalmente levantado enladrillo y piedra en el siglo XVIII. El Mısır çarsı o‘Bazar Egipcio’, junto a la Yeni Cami (‘MezquitaNueva’), fue erigido a mediados del siglo XVII, a mo-do de dos calles cubiertas en ángulo, con tiendas aambos lados, así como en el exterior en su lado oeste(ÖZDES, 1998: 107 y 109).

Estos edificios, actualmente en pleno funciona-miento, nos pueden dar una idea del aspecto de los

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24 Arasta, término igualmente de origen persa, designa unedificio comercial particular y una parte de un bazar (CEZAR, 1983:10).

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Fig. 3. Centro comercial de Bursa (según ÖZDES, 1998: 29, fig.).

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antiguos macella, del bullicio en las horas de merca-do y de las actividades de tipo social que se genera-ban en torno a ellos. CEZAR (1983: s. v. foreword)afirma que «una valoración cuidadosa del áreacomercial en la ciudad turca desde el punto de vistadel desarrollo urbano es esencial para la compren-sión de su fundación, desarrollo y vida», sentenciaque puede ser perfectamente aplicada al macellumromano y a su significado en el contexto de la ciu-dad. Al igual que en Roma, el bazar se ubicaba en elcentro de la ciudad, por razones que se cifran en lasnecesidades sociales, económicas y culturales de lapoblación (CEZAR, 1983: 31), de modo que, al igualque sucedía con el foro romano y con el macellum,que cumplen todas estas funciones y se sitúan próxi-mos el uno al otro, todas las calles principales con-ducen a él.

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Bolskan, 20 (2003), pp. 325-333 ISSN: 0214-4999

RESUMEN

En este trabajo se dan a conocer los primerosresultados obtenidos durante los trabajos de investi-gación arqueológica que el Área de Arqueología dela Universidad de Huelva ha realizado en el yaci-miento del cabezo de La Almagra entre los meses demarzo y julio de 2002. Es este un asentamiento situa-do en la periferia del casco urbano de Huelva y quepresenta como rasgo principal una secuencia ocupa-cional que arranca en época altoimperial y se man-tiene sin solución de continuidad hasta la actualidada través de una villa rustica, una alquería islámica yun cortijo moderno-contemporáneo, que amortizanlas estructuras anteriores para su mantenimiento.

SUMMARY

In this paper we present the first results obtain-ed in the archaeological intervention carried out bythe Archeology Department of the University of Huel-va, in the settlement known as La Almagra, during2002. This place is located near Huelva city and itshows us a continued chronological sequence fromthe Roman period (villa rustica), to Islamic andmodern-contemporary age (farmhouse). The mostsignificant feature in this place is the continousexploitation of the architectonical resources left byevery historical moment (Roman, Islamic and mo-dern people).

INTRODUCCIÓN

Los estudios arqueológicos sobre la ocupaciónrural ligada al fenómeno urbano clásico y medievalde la actual provincia onubense han estado tradicio-nalmente relegados a un segundo plano debido avarias circunstancias: por un lado, la ausencia deestudios sistemáticos sobre el fenómeno urbano,entendido de modo global como proceso históricodiacrónico1; por otro, porque el impacto que ciertosperíodos cronoculturales (caso del mundo colonialprotohistórico, el horizonte tartésico, la gesta colom-bina, etc.) ha producido tanto entre los investigadorescomo en la opinión pública, ha dejado en el olvidootros «mundos» igualmente decisivos en la confor-mación del proceso histórico onubense. Y finalmen-te, por la falta de proyectos sistemáticos para analizaruno de los sectores económicos fundamentalesdurante el mundo antiguo, el agropecuario, eclipsadopor el fenómeno de la minería y la metalurgia a tra-vés de casos tan claros como el de la cuenca minerade Riotinto.

El entorno rural del núcleo urbano de Huelva en la Antigüedad y la Edad Media:

la villa de La Almagra

Nuria de la O Vidal - Águeda Gómez - Juan Manuel Campos*

* Área de Arqueología. Universidad de Huelva.

1 La valoración del modo de vida urbano en la conformaciónde la historia onubense está siendo realizada por el grupo de inves-tigación HUM 132 adscrito al Área de Arqueología de la Univer-sidad de Huelva, gracias a la ejecución de un proyecto de investi-gación financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología (ref.BHA2000-1347: Análisis de la implantación y evolución del fenó-meno urbano en el suroeste peninsular: el Cinturón Ibérico dePiritas y la sierra de Huelva), que a su vez es continuación de otroproyecto financiado por el Ministerio de Educación y Cultura (ref.PB96-1496: Análisis de la implantación y evolución del fenómenourbano en el suroeste peninsular: las campiñas onubenses), finali-zado en el año 2000, ambos bajo la dirección del doctor J. M. Cam-pos Carrasco.

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Afortunadamente, esta situación está siendoatenuada paulatinamente merced a las investigacio-nes que sobre el fenómeno urbano y la explotaciónagrícola ligada a su entorno viene desarrollando elÁrea de Arqueología de la Universidad de Huelva(en adelante UHU) en todo el ámbito onubense(CAMPOS, PÉREZ y VIDAL, 2000; CAMPOS y GÓMEZ,2001; PÉREZ, CAMPOS y GÓMEZ, 2001; PÉREZ, VIDAL

y CAMPOS, 1997; VIDAL, e. p.). Pero junto a todo ellohay que comentar además la incidencia que está pro-yectando la creciente y constante actividad urbanís-tica que desde algún tiempo se ha instalado con-cretamente sobre la ciudad de Huelva, y que hagenerado, además de las consecuentes transforma-ciones estéticas, una frenética actividad arqueológi-ca que gradualmente está modificando la tradicionalidea de una ciudad sin apenas tradición histórica más

allá de los túmulos orientalizantes de La Joya o elDepósito de Bronces de la Ría de Huelva (GÓMEZ yCAMPOS, 2001; CAMPOS, 2002). Como último catali-zador de esta revitalización de los estudios arqueoló-gicos, hay que tener en cuenta la entrada en vigor delBIC Zona Arqueológica de Huelva (14/05/01; inco-ado desde noviembre de 1999 y delimitado a partirde la elaboración de la carta de riesgo de la ciudad deHuelva: CAMPOS, GÓMEZ y LÓPEZ, 2000), que hasupuesto el exhaustivo control arqueológico sobrelos movimientos de tierras afectados por esta delimi-tación.

En este contexto de diagnóstico previo a lasactuaciones urbanísticas se enmarcan las investiga-ciones que a continuación comentamos, cuyo desen-cadenante último fue el proyecto de urbanización delos terrenos donde se enclava el yacimiento, inclui-

326 NURIA DE LA O VIDAL - ÁGUEDA GÓMEZ - JUAN M. CAMPOS

Fig. 1. Plano del asentamiento con indicación de los trabajos realizados.

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dos dentro del campus de El Carmen de la Universi-dad de Huelva.

LA DOCUMENTACIÓN ARQUEOLÓGICA

Los antecedentes inmediatos para el conoci-miento de este yacimiento, con anterioridad a laintervención de 2002, se encuentran en actividadesde prospección superficial desarrolladas en 1998 porel mismo equipo del Área de Arqueología de la UHU(LÓPEZ et alii, 2001) ante las denuncias planteadaspor la aparición de restos romanos (tégulas, ladrillos,sillares) dispersos por toda la elevación en la que sesitúa y especialmente en el cantil que asoma a la ave-nida de Andalucía, que desde hace pocos años vienesufriendo constantes transformaciones urbanísticasque la han convertido en la vía de acceso principal ala ciudad de Huelva desde la Autovía A-49.

A raíz de esos trabajos de prospección se con-cluyó la existencia de una villa rustica bajoimperialamortizada por un cortijo contemporáneo en funcio-namiento hasta mediados del siglo XX, según constaen planos catastrales y según se desprende de noticiasorales transmitidas al equipo arqueológico una vezcomenzada la campaña de 2002.

Ya en esta campaña, junto con los trabajos pre-vios de documentación gráfica —para observar latransformación física del lugar a través de fotosaéreas y planos antiguos—, de prospección arqueoló-gica superficial, previa limpieza exhaustiva de ele-mentos distorsionantes —escombros y basura recien-tes—, y de desmonte manual de las estructurascontemporáneas del cortijo aludido para detectar lareutilización de materiales constructivos anteriores,la mayor parte de la información ha procedido de laexcavación de parte del lugar. Como unidades deanálisis básico se utilizaron 16 trincheras comproba-torias abiertas con medios mecánicos controlados,que en función de sus resultados fueron posterior-mente ampliadas y excavadas manualmente. Tal es elcaso de las números T1, T2, T3, T6 y T7. Estos son-deos mecánicos fueron planteados con criterios gene-rales de anchura (2 m), oscilando sus longitudesextremas entre los 6 (T2) y los 72 m (T14), sobre unamedia de 20-25 m. De la información que proporcio-nó cada una de ellas tratamos a continuación (fig. 1).

La trinchera 1 (2,20 x 25 m) se planteó casiparalela a la trinchera 3. No obstante, la documenta-ción de una serie de estructuras que quedaban embu-tidas en el perfil este, y la hipótesis de que podríanestar conectadas con las que aparecían en la trinche-

ra 3, llevó a plantear una ampliación y la excavaciónúnica de las trincheras 1/3. Por ello se tratarán demodo conjunto en las líneas siguientes.

La n.º 2 ( 2’40 x 6 metros) se abrió en el cantilque asoma a la Avenida Andalucía. A diferencia delresto de trincheras practicadas, ésta ha sido la únicaque ha proporcionado restos romanos, tanto in situcomo en posición secundaria, sin alteraciones medie-vales. En sus perfiles se observan los restos de unapotente acumulación sedimentológica y constructivaque alcanza una potencia máxima de casi tres metrosdesde la cota actual de superficie hasta el nivel delimos estériles. Dentro de esta área de excavaciónsobresale especialmente una estructura circular fabri-cada con tégulas completas y ladrillos (fig. 2) que seobservan actualmente seccionados y colgados sobrelos limos de base en el talud de la Avenida de Anda-lucía. Por el momento se desconoce con total seguri-dad su funcionalidad y su profundidad máxima al nohaber podido documentar su extremo inferior, debidoa la falta de tiempo, y al temor de derrumbe de laparte superior. No obstante, trabajamos con la hipóte-sis de un silo, una vez desechada casi totalmente lainterpretación inicial que se inclinaba en favor de unposible horno destinado a la obtención de cal debidoa la existencia de grandes sillares literalmente «tira-dos» en su interior.

Las medidas iniciales de la Trinchera 3 eran2’20 x 9’20 metros, pero una vez analizadas las cone-xiones con las estructuras de T1, fue ampliadamanualmente en esta dirección e integradas ambas enuna única área de actuación denominada genérica-mente T 1/3, cuyas dimensiones totales han resultado6,50 x 25 m. Una vez unidas ambas áreas de actua-ción se han documentado restos de indudable impor-tancia por lo singular de su hallazgo y por su óptimogrado de conservación. Dichos restos consisten enparte de un complejo industrial relacionado con elprensado de aceituna y la consiguiente obtención deaceite. Dentro del complejo sobresale especialmenteuna balsa rectangular romana, de 1,60 x 1,10 m,excavada en el substrato de gravas rojas, donde lodestacable es la cestería asociada y conservada en lasimprontas de los diferentes capazos empleados en elproceso de molturación, estampillados sobre las pare-des de la estructura (fig. 3). Junto a esta balsa se sitúaotra estructura circular (1,20 m de diámetro y 0,75 mde profundidad) excavada igualmente en el substratode gravas, cuya función parece haber sido acoger elcontrapeso necesario para el funcionamiento de laprensa (torculum). Al sureste de este complejo sedocumenta una estancia cuadrangular, cubierta al

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interior por un pavimento de cal. Igualmente estepavimento aparece perforado por una serie de estruc-turas circulares cuya funcionalidad habría que rela-cionarla con el vaciado de desechos tanto orgánicos(restos de malacofauna: ostras, navajas, almejas, etc.)como de otra índole —constructivos y cerámicos.

Respecto a la T6, inicialmente se planteó conunas medidas de 5,40 x 22,10 m. No obstante, la apa-rición de numerosas estructuras habitacionales inte-rrumpidas por el perfil este motivó la ampliaciónmanual de la misma por el lado este hasta completar8,90 m de anchura y por el oeste hasta eliminar elperfil y llegar al cantil de la avenida de Andalucía. Lomás destacado de esta trinchera ha sido la documen-tación de numerosas unidades constructivas y deposi-cionales que muestran como característica funda-mental su adaptación a la topografía de la ladera,proporcionando un urbanismo aterrazado que semanifiesta claramente a partir de la diferencia de cota—más de 2 m— existente entre las construccionesmás altas, situadas en el extremo norte de la trinche-ra, y las más bajas, localizadas en el sector sur. Todasestas unidades constructivas nos han proporcionado

una completa planta donde se distinguen por elmomento cinco estancias o habitaciones delimitadaspor sus muros, en las que se ha detectado incluso susniveles de pavimentación, realizados con guijarros opequeños cantos asentados directamente sobre loslimos de base. Las habitaciones se disponen longitu-dinalmente en torno a un pequeño pasillo central oandén y sus medidas completas solo se han podidodocumentar en el caso de las situadas en la zona este— habitaciones 1, 3, 4—, ya que la número 2, situa-da hacia el oeste, no nos ha proporcionado su cierreal estar perdido y, en cuanto a la número 5, aún que-dan ciertas reservas sobre su cierre norte, no docu-mentado en su integridad al aparecer seccionado enambos extremos. Las medidas de las anteriores son:habitación 1 (3 x 2,45 m); habitación 3 (2,85 x2,50 m); habitación 4 (2,45 x 1,35 m); habitación 2(medidas mínimas: 5 x 8,50 m); habitación 5 (apro-ximadamente 4 x 2 m).

Además de estas estancias, cuyo uso domésticoestá apoyado en la existencia de pequeños hogarescirculares delimitados por grandes cantos de río en suinterior, se han documentado otras estructuras, como

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Fig. 2. Estructura circular de tégulas. Trinchera 2.

Fig. 3. Restos de la balsa con improntas vegetales. Trincheras 1/3.

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por ejemplo una canalización o atarjea para la con-ducción de agua, y un pavimento de opus signinum—mortero hidráulico— de una cisterna/aljibe o pile-ta construida en época romana y reaprovechada eintegrada en las construcciones domésticas de épocaislámica.

Por su parte, la siguiente unidad de análisisexcavada manualmente, T7 ( 2,20 x 32,20 m) es laúnica que nos ha permitido documentar parte de unsector de necrópolis a través de la exhumación de unaestructura funeraria (estructura 6, tumba 1). Esta con-siste en una tumba sellada mediante cubierta de tégu-las horizontales decoradas, en cuyo interior quedabanlos restos de un individuo dispuesto en posición dedecúbito lateral derecho y con orientación Norte(pies) – Sur (cabecera). Lo más destacado de esteenterramiento es que las extremidades inferiores nose han localizado, ya que aparecían seccionadasdesde la zona media del fémur, presumiblementecomo consecuencia de la violación de la tumba, ya enépoca antigua, con el fin de saquear los posibles ajua-res de su interior.

Junto a la excavación y exhumación de estructu-ras, con la consiguiente documentación de artefactosasociados (material cerámico, vítreo, constructivo,etc.), buena parte del intenso trabajo desarrolladodurante más de tres meses de actividad de campo haconsistido en la recuperación de numerosas muestrasorgánicas e inorgánicas relacionadas con cada una delas unidades estratigráficas excavadas. Así, se hanindividualizado muestras sedimentológicas paratodas las unidades deposicionales documentadas, quehan sido tratadas mediante cribado y flotación, o bienenviadas tras su toma en campo a los distintos espe-cialistas encargados de analizar posteriormente sucontenido orgánico, y que necesitan conocer de pri-mera mano la matriz original (coloración, textura,compacidad, etc.).

Ya de entrada, las dos primeras actividades hanproporcionado abundantes muestras orgánicas (ma-crofaunísticas y malacofaunísticas —restos paleobio-lógicos—, carpológicas y antracológicas —restospaleovegetales—, y polínicas —restos micropaleove-getales—) que junto con las muestras antropológicashan sido enviadas a los distintos especialistas y a tra-vés de las cuales esperamos poder determinar el pa-leopaisaje y las condiciones de vida en el asenta-miento en cada momento de ocupación.

Paralelamente, sobre las muestras constructivasse están realizando análisis de paleomagnetismo, conel fin de determinar la filiación de las construccionesexhumadas, ya que una de las principales dificultades

con las que nos hemos enfrentado durante la excava-ción se relaciona directamente con la datación crono-cultural de la mayoría de las estructuras documenta-das, especialmente en el caso de la trinchera 6 y latrinchera 1, motivadas por el intenso reaprovecha-miento de los materiales constructivos empleados enla confección de los muros —materiales de clarafiliación romana, pero empleados en muros de crono-logía posterior—, así como por el escaso repertoriode materiales cerámicos claramente identificablesasociados a las diferentes unidades estratigráficas.

EL PROCESO DE OCUPACIÓN YEVOLUCIÓN DEL ASENTAMIENTO

A pesar de que aún nos encontramos en una fasede estudio y análisis incipiente, creemos que ya pue-den avanzarse algunas consideraciones de carácterhistórico y patrimonial, que no obstante podrían que-dar matizadas a medida que se incorporen nuevosdatos procedentes de las analíticas específicas.

Por el momento, los primeros indicios sobre laocupación del lugar, sin olvidar algún fragmento ais-lado de cerámica campaniense hallado en la T2, nosremontan a comienzos del período altoimperial, enfunción de algunas producciones cerámicas como lasterra sigillata sudgálicas decoradas, que se hacenespecialmente abundantes en Hispania a partir de losaños 60-80 d. C. Otras producciones típicas, como lasterra sigillata hispánicas con el sigillum en su inte-rior, nos llevan hasta el siglo II d. C. Estas produccio-nes hay que entenderlas como resultado de un comer-cio intenso al que acceden especialmente los grandescentros urbanos o las ricas villæ rusticæ situadas ensu entorno. Este podría haber sido el caso del yaci-miento de La Almagra, donde, a pesar de la presenciade escasos restos romanos in situ, hemos de recono-cer la existencia de una villa rustica de grandes pro-porciones, en función de algunos indicadores arqueo-lógicos.

En este sentido, hemos de referir la estructura detégulas de la T2, cuyas dimensiones nos hablan de unaimportante y decidida labor constructiva y cuya fina-lidad hay que relacionar posiblemente con el almace-naje de excedentes de la producción agropecuaria, demanera que habría que interpretarla como un silo.Como muestra de la capacidad constructiva del yaci-miento romano, se constata igualmente el empleo degrandes sillares almohadillados cuyo uso hay queponer en conexión con construcciones señoriales decierta importancia y además con proyección de futu-

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ro, es decir, plenamente estables, ya que de otromodo no se entienden el gasto económico y el esfuer-zo humano asociados. Otra prueba del carácter seño-rial de las construcciones romanas se hace palpable através de varios fragmentos de mosaicos polícromosrealizados con opus tessellatum, así como de restosde pinturas murales en varios colores (rojo y blanco).

En consonancia con la situación histórica que sevive en el resto del imperio, parece que el yacimien-to también va a sufrir el efecto de la llamada crisisdel siglo III d. C., cuya consecuencia inmediata va aser el abandono generalizado de los centros urbanosy la intensa ocupación de las áreas rurales, que semantendrá como característica fundamental duranteel Bajo Imperio. Esta ocupación e intensificación enel cabezo de La Almagra son igualmente observablesa través de la gran cantidad de material constructivo,cuyas dimensiones —especialmente los ladrillos—,se corresponden con la modulación al uso durante elperíodo bajoimperial.

Con respecto a los materiales constructivosempleados en la fase romana del asentamiento, esespecialmente llamativo un tipo concreto de elemen-to, usado para múltiples funciones: nos referimos alas tegulæ —tégulas—, que pueden hallarse comocubierta de techumbres, base y cubierta de tumbas,etc. La particularidad que presentan las tégulas delyacimiento es la presencia de un tipo de decoracióndigitada que repite varios motivos geométricos: unasondas y una especie de elipse que se asemeja a unapica. Se da la circunstancia, además, de que estosmismos motivos también aparecen sobre otro tipo demateriales, como ladrillos o tejas, lo cual podría estarindicándonos la existencia incluso de un alfar asocia-do con el asentamiento, y que sería el encargado decubrir incluso la demanda de materiales constructi-vos, no solo de esta villa sino que podría abastecer alárea circundante. No en vano, existen ciertos parale-los de estos motivos decorativos con los hallados enun silo cercano localizado en La Orden —Huelvacapital— y excavado por el Área de Arqueología enel año 1998 (PÉREZ, VIDAL y HARO, 2001).

En relación directa con la orientación económi-ca de la villa rustica sí se ha conservado otro de loshitos fundamentales de la intervención: en la T1 se hadocumentado completa una balsa excavada en elsubstrato de la terraza superior, cuyas paredes estánrealizadas con mortero de cal y presentan la particu-laridad de haber conservado las diferentes improntasde los capazos utilizados en la molturación de la acei-tuna, a partir de lo cual se ha estimado su utilizacióncomo balsa para la obtención de aceite. Esta hipóte-

sis se está viendo corroborada además por una granabundancia de huesos de aceituna seccionados longi-tudinalmente en los alrededores de esta estructura.Junto a esta, la existencia de una fosa circular, cuyafunción podría haber sido acoger el contrapeso nece-sario para la actividad del prensado, da unidad al con-junto y nos lleva a establecer un posible área indus-trial en la zona más alta del yacimiento durante elperíodo romano.

Así pues, aunque no siempre visibles de mododirecto, los indicadores de la ocupación romana estándiseminados por todo el yacimiento, y el hecho deque en la actualidad no sea posible su documentaciónin situ obedece básicamente a dos factores: la reutili-zación constante del espacio en otros períodos cultu-rales, y las intensas transformaciones sufridas en lamorfología del cerro, cuya mitad oeste ha desapare-cido a raíz de la construcción de la autovía A-49,justo allí donde pensamos que se ubicaría la villa rus-tica, siguiendo así el esquema implantado en buenaparte de la provincia Bætica para la ubicación deestos asentamientos rurales.

A partir del período bajo imperial se observacierto hiatus en la ocupación del lugar, que no obs-tante habrá que valorar detenidamente a partir de losestudios minuciosos del material cerámico, ya quepor el momento no existen de nuevo claros indica-dores cronoculturales hasta el período medieval islá-mico, produciéndose cierto vacío durante la fasevisigoda y la primera presencia islámica de épocaemiral.

Esta fase de ocupación islámica está atestiguadapor la construcción de una alquería, de la que por elmomento se conoce una planta integrada al menospor cinco estancias o habitaciones localizadas a par-tir de la excavación de la trinchera 6. Las habitacio-nes 1, 3 y 4, se sitúan en un mismo eje Sur-Norte demodo contiguo y quedan separadas de las restantespor un estrecho andén o pasillo. Este pasillo estable-ce cierta simetría entre las estancias localizadas aleste (H1, H3 y H4) y las situadas al oeste (H2 y H4).

Con respecto a estas últimas, existen, no obstan-te, algunas incógnitas: en primer lugar se desconocela planta completa de la H2, ya que su cierre oeste noha sido localizado, posiblemente porque fue elimina-do en época posterior para la introducción de nuevasestructuras (en concreto se ha identificado la intru-sión de un muro perteneciente al cortijo contemporá-neo). En segundo lugar tampoco está absolutamentereconocido su cierre sur, ya que existe un muro deseparación entre la H2 y la H4, que podría interpre-tarse como límite entre ambas, pero el hecho de

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hallarse seccionado en sus extremos este y oeste ysituarse en una cota más profunda con respecto alnivel de ocupación de la H2 hacen plantearse ciertasdudas sobre la contemporaneidad de ambas.

Además existen superposiciones (muros UUEE112-113 bajo muros UUEE 5-83) y rectificaciones enla alineación de algunos de estos muros (caso de UE21) que parecen corroborar la hipótesis de las distin-tas fases de uso y ocupación de esta instalación.

Respecto a la cronología del período islámico, através fundamentalmente del registro cerámico de laH2 se reconocen fragmentos de cerámicas decoradascon trazos pintados digitalmente en color rojo, ade-más de cazuelas con tratamiento de aguada roja ybruñido interior, jarras de cuerpo globular y paredesestriadas «tipo Niebla», algún fragmento de «cuerdaseca parcial», etc., todo lo cual nos sitúa en contextostaifas-almorávides-almohades (siglos XI-XIII). Noobstante, existen algunos fragmentos de cerámicadecorada con «verde y manganeso sobre engobeblanco» que pueden fecharse incluso en el siglo X. Decualquier manera, estas primeras conclusiones crono-lógicas hay que tomarlas con la debida reserva entanto no se examinen detalladamente todos los con-juntos cerámicos procedentes de todas las áreas deexcavación.

Las intrusiones que se observan en esta alqueríason muy evidentes en época moderno-contemporá-nea a raíz de la construcción del cortijo que ha esta-do en funcionamiento hasta bien entrado el siglo XX.Con posterioridad a los registros claramente islámi-cos se han documentado en otras zonas del yaci-miento cerámicas y estructuras constructivas quepodrían estar mostrando una ocupación continuadaya en época medieval cristiana y especialmente en laEdad Moderna. Así por ejemplo la trinchera 14, aun-que únicamente ha sido analizada a nivel superficial,es la que ha proporcionado fragmentos cerámicosencuadrables en la Edad Moderna a través de frag-mentos de cerámica «yayal blue on white» (azulconcéntrico sobre blanco), o lozas tricolores de la«serie Talavera», etc. Igualmente en otras zonas, enespecial en la ladera suroeste, se aprecian en super-ficie otras cerámicas de este período de tipo comúno sin decoración. Del mismo modo, la estructura 1 deesta trinchera 14, atarjea de tejas con pavimento de con-chas asociado, habrá de ser analizada en profundidadpara verificar si la tipología de estas tejas correspon-de a modelos medievales o ya moderno-contempo-ráneos.

Idéntica consideración puede hacerse con lasestructuras situadas en el extremo sur de la trinchera

7, donde los muros UE 12, 38 y 30 delimitan doshabitaciones, cuya excavación ha proporcionadohasta ahora grandes cantidades de tejas fragmentadasy escasos indicadores cerámicos. Igualmente aúnresulta prematuro pronunciarse sobre su funcionali-dad, sobre todo teniendo en cuenta que solo se hanexcavado parcialmente, pero en principio podría pen-sarse en dependencias auxiliares, bien de la alqueríaislámica, bien del cortijo contemporáneo, pero desti-nadas al uso humano (¿barracones o habitacionespara los peones de la explotación rural?), aunque nose puede destacar su función como almacenes o esta-blos para el ganado —cuestión solo verificablemediante la excavación íntegra de ambas dependen-cias.

El enlace con la contemporaneidad está ejempli-ficado a través de algunos fragmentos cerámicos deproducción típicamente decimonónica, conocidos anivel popular como cerámica de la Cartuja. En laexcavación se han recuperado varios fragmentos deplatos decorados, procedentes de este famoso centroproductor que aún conservan incluso el sello alusivoa su lugar de origen, Pickmann y Cía. Junto a estaloza sobre todo en las zonas altas del yacimiento sereconocen fragmentos de lozas de uso reciente (va-sos, platos, tazas de pasta blanquecina) que hay querelacionar con la instalación del cortijo contempo-ráneo.

Existe finalmente otro aspecto relacionado conla ocupación del lugar no resuelto plenamente: lalocalización del área de necrópolis. Desde el comien-zo de la intervención se conoce la existencia de unenterramiento en la zona central de la trinchera 7(estructura 6). Desde ese momento se identificó elenterramiento aludido como de cronología romana,básicamente a través de la cubierta de tégulas que losellaba. No obstante, tras su excavación completa ytras un primer examen por parte del equipo antropo-lógico, se han generado algunas dudas sobre estafiliación cronológica derivadas principalmente dedos cuestiones: una, la ausencia de ajuar y dos, laposición del cadáver. Respecto a la primera, estaausencia de ajuar, que en época romana encontrare-mos básicamente a partir del siglo IV d. C., podríaexplicarse como consecuencia del posible saqueosufrido por la tumba para la obtención de tesoros,práctica que incluso en la actualidad se ha convertidoen el oficio reconocido de muchos expoliadores. Perolo que no parece tan obvio, con respecto a la segun-da, es que la posición del cadáver concuerde con lafiliación romana que se le asignaba, esto es, unadeposición en decúbito supino. Tras los primeros

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análisis antropológicos se ha estimado que la posi-ción en decúbito supino que presentan solo los frag-mentos de fémur conservados responde a procesos dealteración sufridos en el interior de la tumba una vezque el cadáver ha sido depositado —rotación de lacadera en un movimiento circular por efecto de la leyde la gravedad—, de modo que la posición original dedeposición fue en decúbito lateral derecho, que con-cuerda totalmente con el rito de enterramiento en épo-ca islámica, con la cabecera orientada al este, en di-rección a La Meca.

A partir de ahí, otras estructuras de la mismatrinchera 7 interpretadas en principio como fosas deincineraciones —busta— requieren de un mayornivel de análisis sobre todo de las muestras sedimen-tológicas para detectar la presencia de microrrestosantropológicos que confirmen esta hipótesis o por elcontrario la desechen completamente.

Así pues, recapitulando las ideas fundamentalessobre el proceso de ocupación del asentamiento, pue-den destacarse las siguientes:

Como novedad fundamental respecto a lashipótesis de partida que apuntaban a la existencia deun yacimiento bifásico —ocupación contemporáneasobre una precedente de época bajoimperial— en elcabezo de La Almagra, a partir de las excavacionespracticadas se ha comprobado la presencia de otraocupación intermedia, de época islámica, que ya estáamortizando los restos de la villa romana, cuyabanda cronológica podría ampliarse en su límiteinferior hasta época altoimperial, a partir de algunosmateriales cerámicos, anteriormente no documenta-dos. Así pues, desde el punto de vista cronológico, ysiempre teniendo en cuenta las posibles modifica-ciones derivadas del estudio de materiales y loscorrespondientes análisis de paleomagnetismo,antropológicos, etc., el asentamiento parece ocupar-se primeramente en época altoimperial —aunque nose descartan fehacientemente restos anteriores enotras zonas del asentamiento no estudiadas—, paracontinuar con posterioridad habitado en época is-lámica a través de una alquería que, evolucionandoen el tiempo, derivará en un cortijo contemporáneo.Este esquema de poblamiento rural que arranca enépoca romana y se perpetúa hasta nuestros díasresulta una constante prácticamente en toda la pro-vincia Bætica y especialmente en buena parte de laTierra Llana onubense, en cuyo contexto histórico-arqueológico tenemos que valorar este asentamiento(VIDAL, 2002).

En relación con el punto anterior nos encontra-mos ante un asentamiento que presenta una dilatada

ocupación en el tiempo debido fundamentalmente ados factores:

1. La disponibilidad de una potencialidad agrí-cola extraordinaria acrecentada además porel disfrute de una red hídrica que permitiría elmantenimiento de una villa rustica en épocaromana, de una alquería en época islámica yde un cortijo rural ya en época moderno-con-temporánea.

2. El disfrute de una magnífica posición estraté-gica tanto en altura como en superficie quepermite un control directo de las principalesvías de comunicación, tanto terrestres —la víade salida hacia otras poblaciones onubenses dela Tierra Llana (Ilipla, Ostur) y El Andévalo(Urium) y hacia otros núcleos urbanos (His-palis, Córduba, etc.)— como fluviales —laconfluencia de los ríos Tinto y Odiel.

En otro orden de cosas, la ocupación quasi per-manente del lugar se ha traducido en constantes alte-raciones de manos de cada período histórico sobre losrestos precedentes. Estas modificaciones ya se obser-van durante el período islámico a través de la reutili-zación de todos los materiales constructivos de épocaromana (ladrillos, tégulas, mármoles, sillares, etc.),que extraídos de sus contextos originales pasan a for-mar parte de las construcciones domésticas de estemomento. Pero lo mismo se observa durante la fasede ocupación del cortijo contemporáneo, ya que sonhabituales los fragmentos romanos e islámicos en ladisposición de los muros de esta vivienda rural. Todoello no está sino mostrando las inmejorables condi-ciones que el lugar ha presentado siempre tanto desdeel punto de vista natural como de explotación derecursos para las diversas comunidades humanas quesobre él se han asentado. Paralelamente, como resul-tado de esta ocupación permanente, existen constan-tes amortizaciones de los espacios y estructuras pre-cedentes. Tal es el caso de los restos islámicos, cuyogrado de conservación es cuantificable tan solo a par-tir de las cimentaciones de los muros que delimitanlas habitaciones y de los hogares asociados a estas.Con respecto a los restos romanos, su valoración estácondicionada por la ocupación medieval, pero ade-más por otro hecho de gran impacto desde el punto devista de la conservación del yacimiento: la desapari-ción de la práctica totalidad de testimonios romanosin situ a consecuencia del desmonte de parte delpromontorio al abrir los viales de la avenida de An-dalucía / autovía A-49. No en vano, de los análisis dela cartografía antigua (fotografías aéreas) puede

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observarse cómo en el año 1956 el promontorio pre-sentaba una fisonomía completamente diferente a laactual y se ampliaba hacia el este sobre parte de estosviales.

A partir de las anteriores consideraciones, pocasdudas quedan sobre el valor científico de este asenta-miento, suficientemente justificado mediante ladocumentación de una secuencia continuada de ocu-pación que no hace sino confirmar la importancia his-tórica del marco onubense más allá del fenómeno tar-tésico o la gesta colombina. En este sentido, esteasentamiento se adapta en su totalidad a los esquemastípicos tanto de la ocupación rural romana como islá-mica en el sur peninsular.

Pero junto con el interés científico, este lugartambién presenta un marcado interés patrimonial,como lo demuestra el hecho de que actualmente estáen proceso de elaboración el proyecto de puesta envalor del lugar mediante el cual se pretende la inte-gración de los restos documentados, tanto en estafase de excavación arqueológica como en una segun-da, que está previsto iniciar en breve. Dicha integra-ción, además de la protección, conservación y difu-sión de las diferentes estructuras exhumadas, estáencaminada a la reconstrucción ambiental del lugarsegún cada período histórico, para lo cual se estánllevando a cabo análisis polínicos y paleovegetalessobre los indicadores recuperados durante la excava-ción y que esperamos coadyuven a la mejor interpre-tación del lugar por parte de los visitantes que seacerquen a este punto, clave para conocer la evolu-ción de la ocupación del hinterland onubense a lolargo de su historia.

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