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AÑO VI. Dia Tòile Diciembre de (850. NCM. U 3 .
BOLETÍN DI ITEMNAIÏII PERIÓDICO OFICIAL
DE LA SOCIEDAD VETERINARIA CE SOCORROS KL'Tl CS
RESUMEN. USO de las aguas minerales en veterinaria.—Medicamentos alterantes.—Podo parenquidermitis cancerosa, CRAPAUD de los franceses, HIGO de les españoles.—Sociedad veterinaria de Socorros mutuos.
Los pedidos y reclamaciones se narán á D. Vicente Sanz Gómale:. Costanilla de los Desamparados, núm. 3, cto. principal izquierda.
USO DE LAS AGUAS MINERALES EN VETERINARIA
ARTICULO III.
Si comparamos las enfermedades que padece el hombre y para las que los médicos recomiendan y mandan las aguas minerales, con las que se desarrollan en los animales domésticos, notaremos son tales las que proceden de lesiones orgánicas del aparato digestivo, de las vias urinarias sobre todo los cólicos nefríticos y los cálculos, las enfermedades crónicas de la piel, las afecciones decididamente reumáticas, ciertas parálisis parciales y afectos nerviosos, el lamparon, etc. etc. Debe observarse sin embargo que el uso de las aguas minerales no es, ni aun para la especie humana, un remedio inocente, como pudiera deducirse del adagio vulgar si las aguas no hacen bien, tampoco perjudican, pues se han visto individuos que las han tomado estando sanos y se han desarrollado en
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ellos enfermedades de alguna gravedad, lo cual no es de estrañar puesto que á esta medicación le sucede ío que ¿ todas cuantas tienen alguna energía, que es preciso emplearlas con prudencia y discernimienlo; mal aplicada puede originar desórdenes funestos Siendo las aguas minerales mas ó menos escitantes no convienen en las afecciones 3gudas, ni en las que están acompañadas de una irritación un poco intensa ó de un esceso de irritabilidad. Deben prohibirse en las enfermedades del encéfalo, epilepsia, supuraciones intensas, hidropesías y en las degeneraciones escírrosas ó cancerosas, etc., porque activándose la circulación, aumentan la fiebre y aceleran la muerte. De aqui el que no solo deben considerarse las aguas mi nerales en su efecto higiénico, sino que debe fijarse la atención en sus aplicaciones medicinales. Nunca debe e s perarse á que el caso sea incurable ó desesperado. Establecidas estas nociones generales pasaremos á determinar las diferentes aguas minerales medicinales; advirtiendo primero que lo dicho hasta aqui es susceptible de mayores ampliaciones y detalles, pero que el laconismo es de a b soluta necesidad en los artículos de periódico y en el Boletín mucho mas por sus cortas dimensiones, hijas de la necesidad.
1." AGUAS MINERALES SULFUROSAS. Se denominan también sulfuradas, hidrosulfurosas y hepáticas, á causa del gas hidrógeno sulfurado ó del sulfuro de sodio que contienen. En efecto en todas se encuentra el azufre, en el estado de ácido hidrosulfúrico ó de hidrosulfato sulfurado, hidrosulfatos de cal, de sosa y de magnesia, de hidrógeno sulfurado ó de un sulfuro hidrogenado y algunas sustancias salinas. Los residuos fangosos dan una cantidad corla de azufre y de hierro. En estas aguas se nota una sustancia vegeto animal, á la cual se la han dado diferentes nombres y que contribuye poderosamente para los buenos efectos que de sus usos se observan, cuya sustancia, denominada baregina ó glerina, es considerada por Anglada como un producto directo de ciertas combinaciones de materiales orgánicos verificadas en el seno de la tierra bajo el influjo de circunstancias favorables. Estas aguas
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son bastante abundantes, observándoselas principalmente en los terrenos graníticos ó á lo menos en los terrenos primitivos.
Su olor es mas ó menos fétido, y se parece, ya al de los huevos hueros ó podridos cuando son muy sulfurosas ó calientes, ya al de los recien cocidos cuando son poco sulfurosas; su sabor es nauseabundo y sulfuroso. Son trasparentes y mas ó menos untuosas según que son fuertes ó débiles, y pierden con facilidad su trasparencia espuestas al aire. Desprenden gas hidrógeno sulfurado, ácido carbónico y á veces ázoe. Pierden su olor, sabor y propiedades espueslas al aire ó por un calor suave y continuo Casi todas son termales, aunque también las hay frias.
En la especie humana tienen propiedades medicinales mas estensas que las que pudieran intentarse en los animales; asi es que únicamente podrá ensayarse contra las afecciones de la piel, que como se sabe son muy difíciles de curar cuando son crónicas; pero no convienen mas que en los casos en que los exantemas antiguos no están acompañados de inflamación y que se presentan en animales de tem peramento linfático, tales son las sarnas, albarazosy herpes rebeldes; en algunos reumatismos, cojeras inveteradas procedentes de cicatrices inmediatas á las articulaciones , músculos ó tendones, y en la corea del perro.
El mariscal mayor D. Juan Manfarré nos ha comunicado el siguiente caso observado por él mismo. El caballo Rescatado, capón, 14 años y de temperamento linfático, pertenecía en el año 1842 á un oficial del regimiento y en la actualidad (7 de noviembre de este año) al segundo escuadrón, cuyo gefe, á los dos dias de estar en Archena, provincia de-Murcia, le dijo que su caballo venia cojo, y reconocido vio que padecía una distensión de la articulación escapulo humeral. Con objeto de ensayar las aguas minerales de dicho punto, colocó al caballo cerca del conducto por donde pasaban aquellas y con una vasija se le iban echando sobre el sitio afectado. A los 4 ó 5 dias desapareció la cojera, sin que se hava vuelto á resentir de la mencionada articulación. Este hecho unido á otros
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irán comprobando la utilidad del uso de las aguas minerales medicinales en veterinaria.
Al interior son de uso incómodo, y á lo sumo pudieran emplearse contra las dispepsias, en anímale» propensos á las indigestiones, cólicos nefríticos, cálcalos vesicales, asma, buérfago, catarro pulmonar crónico y tisis principiante, bastante difícil de conocer en los objetos de la veterinaria.
Las aguas minerales sulfurosas suavizan la piel, hacen desaparecer su eretismo, restablecen la traspiración y activan las funciones cutáneas: obran especialmente sobre los sistemas tegumental y linfático. La diferencia terapéutica que entre dichas aguas se observa procede tanto de su temperatura como de la cantidad de los principios mine— ralizadores; obran casi de la misma manera, pero con mas ó menos energia.
En Bagneres-de-Luchon (Francia, á dos leguas de la frontera) hay un manantial de aguas sulfurosas termales que los bueyes y caballos beben con placer y se dice les liberta del asma y del huérfago. Todos los años según Barrió, acuden muchos caballos estrangeros atacados, ya de un principio de aquellas afecciones, ya de infosura ó ya de tumefacción en las estremídades: se les hace beber dos veces al dia en el resorvatorio particular donde se reúnen las aguas de todos los manantiales de este grande establecimiento, siendo raro el que á las tres ó cuatro semanas no se encuentren curados ó al menos muy aliviados.
En Portugal en el establecimiento de las Caldas de la Reina, que es de agua sulfurosa muy abundante, después que el agua ha servido para los baños de las personas enfermas la reúnen en un depósito ó baño grande donde se meten los animales con el fin de aliviarlos de sus afecciones cutáneas y otras. Los pastores usan las aguas de Zebras para curar la sarna á las reses.
En España tenemos bastantes manantiales de aguas sulfurosas, que seria demasiado prolijo citarlos todos, siendo pocas las provincias que no las poseen en mas ó menos número. Sin embargo no podemos menos de hacerlo de los baños de Alceda, Alhama de Granada, Hervideros de
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San Vicente en Almeida, Archena, Arechabaleta, Areno-silla, Azcoitia, Baños de Montemayor y los de San Yi-sens, Caldas de Bohi, de Cuntis, Santiago de Caldas, Cari-atraca, Casares, Cortegada, Espinosa de los Monteros, Fuente la Encina, Grávalos, Ledesma, Losa, Molar, Ontaneda, Tiermas, etc. etc. Los profesores curiosos que gusten enterarse de todos ellos, con cuantos pormenores puedan desearse, deben consultar el Manual de las aguas minerales de España que acaba de publicar mi amigo y entendido doctor en medicina y cirujía Don Francisco Alvarez Alcalá.
2.° AGUAS MINERALES ACIDUIAS. Se las denomina también gaseosas, espirituosas y carbónicas. Están caracterizadas por la presencia del gas ácido carbónico que contienen. Se ha observado que cuanto mas cargado está de cal el terreno de que proceden y mas se aproxima al terreno primitivo mas abunda en las aguas el ácido carbónico, fierzelius opina que toman su origen de las montañas de los volcanes apagados. Es fácil conocer los manantiales de esta clase, aun á la simple vista, pues el gas ácido carbónico que de continuo desprenden bajo la forma de burbujas ó ampollas mas ó menos multiplicadas, permite distinguirlas al momento. El desprendimiento de gases es mayor cuando va á descargar una tormenta, lo cual parece modificar en algun tanto su acción terapéutica.
Son claras é inodoras, tienen un sabor vivo, picante, que se pierde conforme se va desprendiendo el ácido carbónico; las burbujas ó ampollas se rompen sin cesar en su superficie y le dan el aspecto de hervor. Espuestas al aire libre y á un calor suave, pierden el gas del cual emana su principal virtud; su peso específico es mayor que el del agua destilada. Son calientes ó frias; pero siendo las primeras poco numerosas y gozando de virtudes especia-Jes, se aplicarán esclusivamente á los manantiales gaseosos frios las consideraciones siguientes.
Las aguas acídulas forman un precipitado blanco con el agua de cal y enrojecen la tintura de tornasol y de violetas, pero adquieren su color al poco tiempo al aire libre. Contienen rara vez tanto ácido carbónico como su
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volumen; comunmente encierran muriato y sulfato de sosa, carbonato de sosa, de cal, de magnesia y de hierro y sílice.
Suelen obrar por las deyecciones, mas lo general es que lo hagan por la orina aumentando su secreción. Ejercen una acción especial sobre el estómago, al cual fortifican sin irritarle, calmando su estado espasmódico. Su acción sedante sobre el sistema nervioso y la escitacion lenta y moderada que comunican al organismo son muy favorables en las afecciones en que existen algunos indicios de irritación y cierta disposición inflamatoria. Calman la sed y convienen en las enfermedades que reclaman las bebidas refrigerantes; son útiles en las del higado, gastritis y enteritis antiguas; por su virtud diurética producen resultados admirables en las afecciones de las vias urinarias, catarro vesical, cólicos nefríticos y cálculos, pues obran como diuréticos y disolventes; originan este último efecto especial cuando abundan en bicarbonato de sosa.
No convienen en las enfermedades cutáneas, á no ser que estas sean sintomáticas, lo que es raro en los animales domésticos.
En la especie humana exige ciertas precauciones la administración de las aguas acídulas; pero los animales tienen un gusto singular para ellas, sobre todo por las frias. Si las beben en gran cantidad enflaquecen. Dice Brieude que los animales que han bebido una vez las aguas gaseosas, el instinto les atrae desde bastante lejos, sobre todo si el manantial existe en un edificio cuyas paredes están impregnadas de sal: el sabor acídulo de las aguas, que produce en ellos la misma impresión que la sal ó las incrustaciones salinas de las tapias que lamen y de que son tan ávidos, les incita á dirigirse hacia dichos manantiales. Las vacas que las beben están espuestas á que se les retire la leche: de aqui el haberlas utilizado para las ingurgitaciones lechosas.
Las aguas gaseosas son unas de las que reclaman mas cuidados para ser trasportadas, en cuyos pormenores no
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creemos deber entrar por lo raro de que se pongan en uso, bajo este concepto, en veterinaria.
Poseemos los baños de Alange, Alcantud, Alhama y Segura de Aragón, Alamilla, Almagro, Argentona, Fuensanta, Marmolejo, Molinar de Carranza, Las Burgas de Orense, Piedrabuena, Puertollano, Valdepeñas, etc. etc.
3.* AGUAS FERRUGINOSAS , conocidas también con los nombres de marciales, ferrosas y calibeadas. Son tales las en que predomina el hierro, las cuales provienen comunmente de los terrenos de transición ó secundarios. Abundan bastante, siendo rara la localidad que no las posea. Las mineraliza por lo común el carbonato de hierro mantenido en suspensión por el ácido carbónico: contienen ademas sulfato de hierro, y sales de magnesia, de sosa y de cal. Casi todas son frías, y el corto número de las termales que se observan tienen propiedades especiales.
Las aguas ferruginosas son cristalinas, inodoras, de sabor estíptico y astringente. Espuestas al contacto del aire se cubren de una película erisada, se enturbian, dejan precipitar su óxido de hierro bajo la forma de un de pósito coposo, rojizo, y después se vuelven trasparentes è insípidas: se observa igual depósito en las balsas que la contienen y á lo largo de los sitios por donde corren.
Con la infusión de nuez de agalla dan un precipitado que no tarda en volverse azul negro; con el cianuro de hierro y potasio da un depósito azulado, tanto mas oscuro cuanto el hierro está mas oxidado. Los elementos que las componen son las sales de base alcalina ó terrea, de amoniaco y principalmente de hierro que á veces se halla en estado de sulfato, crenato ó bicarbonato. Es bastante común contengan mucho ácido carbónico, en cuyo caso son algo acidas y dejan escapar el gas bajo la forma de burbujas mas ó menos multiplicadas.
Deben su eficacia á la combinación del hierro con el ácido carbónico, unido á los bicarbonatos alcalinos. Aumentan el apetito, facilitan la digestión, originan estreñimiento y entonan todo el organismo, el cual ejerce sus funciones con energia y regularidad. Las modificaciones
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TERAPÉUTICA Y MATERIA MEDICA. MEDICAMEXTOS ALTERANTES.
ARTICULO XVI.
Mercurio.
recienlTl í í f ***"•*« «" la medicina es muy haíer L 1 USn d ° °S m e , c u r i a I e s - Los antiguos temían hacer uso de ellos a causa de las propiedades venenosas que lo* suponían. Es necesario llegar hasta los árabes para
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encontrar nociones positivas acerca del uso medicinal del mercurio. Estos no le emplearon al principio mas que contra ciertas enfermedades cutáneas, contra las úlceras, la enfermedad peticular ó la lepra y mas tarde contra el venéreo, advirtiendo que en las primeras enfermedades le usaban en el hombre y en ciertos animales. Vidmann fué el primero que en 4497 publicó una obra acerca del uso del mercurio. Poco después, y casi al mismo tiempo, vieron la luz pública una multitud de escritos sobre la misma materia, y desde esta época el mercurio ha ocupado en la terapéutica un lugar de los mas importantes que ha conservado hasta nuestros dias, especialmente contra la sífilis.
Sin embargo, el uso de esto medicamento, al principio limitado á algunas enfermedades, se estendió muy pronto extraordinariamente, y hay pocas afecciones, por graves é incurables que puedan ser, que no se hayan intentado curar con el mercurio, de lo que muchos veterinarios han pretendido sacar un gran partido.
De tantos ensayos, con frecuencia poco filosóficos, de tantas exageraciones ridiculas y de tantos trabajos mas ó menos bien hechos han quedado muchos resultados preciosos para la medicina humana y una pequeña parte para la veterinaria, que procuraremos dar á conocer, y sobre todo su acción fisiológica de la que nos vamos á ocupar.
Es preciso distinguir en la acción fisiológica de los mercuriales la que es el resultado de la absorción del medicamento, y la que lo es de la aplicación directa del mercurio ó de algunas de sus preparaciones sobre los tejidos vivos.
Se indicará aqui detalladamente el primero de estos modos de obrar; en cuanto al segundo haremos mención menos estensa, reservándonos tratar de él de una manera general, cuando se trate de la medicación irritante.
En los animales se ha ensayado casi siempre la acción fisiológica del mercurio y según los resultados de esta acción asi han sabido los médicos sacar grandes consecuencias para poder apreciar la acción terapéutica; asi se ha
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observado constantemente, que cuando por algun tiempo el animal ha estado sometido por mucho tiempo á la a c ción de los mercuriales, cae en un estado de caquexia que todos los prácticos han señalado y que es de la mayor importancia conocer bien.
El animal sano ó enfermo, sometido á la acción del mercurio empieza por decolorarse sus tejidos y ponerse pálidos. La sangre sacada de las venas, que antes del tratamiento tenia el color y la consistencia normales, pierde un poco de su color y sobretodo de su consistencia, pero se forma pronto un coágulo muy blanco. Si se continúa la acción del mercurio, se hace la disolución de la sangre mucho mas manifiesta, los párpados y varias partes del cuerpo se infiltran y ponen clematosos, tanto que los animales caen pronto en una anasárea general. Ademas s o brevienen todos los síntomas que acompañan ordinariamente á la liquidación de la sangre; las palpitaciones del corazón, la anhelación y diversos trastornos funcionales, consecuencias necesarias del contacto de sangre alterada y en una verdadera disolución.
La disolución de la sangre, de la que acabo de hablar, puede comprobarse por los esperimentos hechos en los animales vivos, que se han sometido á la intoxicación mercurial, y que Bretonneau de Tours ha hecho muchas veces-, se puede comprobar también por la auptosia en usos bastante numerosos, en que una enfermedad grave no puede vencerse por altas dosis de mercurio, pero se d e muestra directamente en la vasija donde se recibe la sangre, se hace también manifiesta por ciertos fenómenos morbosos indicados ya por los autores que nos han precedido, de los cuales el mas capital es la tendencia á las hemorragias llamadas pasivas. Hechos muy recientes comprueban la influencia que tiene el mercurio sobre la sangre para provocar en ella su disolución y como consecuencia de este estado las hemorragias por diapedesis.
Otro de los fenómenos consecutivos á la administración del mercurio tanto en la especie humana como en algunos animales es la salivación., las encías se hinchan, se ponen doloridas y calientes y se cubren de una película blanca
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Y muv delgada tomando el aliento un olor.fétido y metálico Y la lengua sin aumentar de volumen se cubre de un barni muorSo mas espeso que el natural. La membrana mucosa de la faringe y del velo del paladar se pone mas roja y un poco dolorosa. La h.nchazon empieza poi as encías^e los incisivos posteriores y por el » j m U » £ k . dientes; después se va «tendiendo poco a poco a toda a encía hasta que participa de este estado toda la "«cosa bucal. Entonces es cuando entran en consenUm.entoJas glándulas salivales y sus pretorios deponen en la cavidad de la boca una abundante entidad de saliva.
Es muv esencial conocer que la salivación no es mas que la consecuencia del estado de la m e m b r a m , « j parque se ha observado, que el mercurio ataca de prefe renda á estas membranas, y sm ^ ^ ™ * ™ que esta sustancia tiene una acción e s l ^ c , a , , J 0 ™ ?
e ^ glándulas salivales. Por otra parte, y P » " * » ^ S idea debe notarse que la sahvacon es un fenomen, común á todas las flegmasías de la membrana mucosa bucara todas las irritaciones vivas producidas sobre esf membra na ya sean desarrolladas por causas comunes o por espe
& £ « i fega£« inflamación mercurial de la Doca. s i " una acción especial sobre las f n J ^ a inflamclon de la mns sobrevenir la sa ivacion antes de la inflamación ue ta mos soDrevemí io »«« , veríamos sobrevenir boca, lo que nunca se oteeiva y¿ia e necesariamente cuando «eonünua por j ^ P ^ administración de los « n a t e ^ u F concluir, q ^ cualquiera que se a UOen° \ insista en dichas preparaciones jamas » a e a n t e r ior-livacion sin que las encías se hayan h ¿ d a J or mente; puesto mismo ^ ^ J ^ ^ S e 0 irritante si observamos, que aplicando a l o o u» ^ , e g u_ aumenta la secreción de la tag"1?8. c0™° '» l a n c ¡ a i r r ¡ _ cede al hígado y páncreas; poniendo una sustancia
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tante en contacto con la membrana mucosa del duodeno del estómago y de los demás intestinos.
Reasumiendo pues esta cuestión podemos asegurar, que el mercurio no tiene sobre las glándulas salivales mas que una acción indirecta, su acción primitiva y directa se ejerce sobre la membrana mucosa bucal, y aunque muchos autores quieren sostener lo contrario, sometemos á la práctica el resultado definitivo de una cuestión que hace mucho tiempo viene debatiéndose por profesores de una nota nada dudosa.
Esta discusión seria ociosa y de ninguna utilidad sino condugese á puntos importantes de terapéutica. En primer lugar, para juzgar que los órganos empiezan á saturarse de mercurio, no será preciso esperar a l a salivación; la hinchazón de las encías será un indicio suficiente, y en seguida para atenuar y calmar la irritación de las menbra-nas mucosas.
Las encías sin embargo, son el barómetro seguro por donde debe guiarse el profesor para no abusar en la administración de los mercuriales en los casos que tenga relación con la medicina veterinaria; porque es indudable que cuando se hace uso del mercurio á unas mismas dosis las encías se hinchan y se ulceran, los dientes se conmueven y se caen algunas veces, la lengua se hincha y se ulcera, la membrana interna de los carrillos se abulta y escoria, y en fin, no es raro ver los alveolos necrosarse y destruirse hasta las muelas.
La mayor parte de individuos de la especie humana y algunos animales, especialmente los perros á quienes se somete por largo tiempo á un plan mercurial, ya sea con objeto de llenar una indicación ó ya por confirmarse en sus resultados, esperimentan á muy poco tiempo la inflamación de la membrana mucosa bucal, y la salivación que es su consecuencia; pero hay sin embargo, constituciones rebeldes, á las cuales el mercurio no causa ninguna alteración aparente.
El modo de administrar los mercuriales influye singularmente en la rapidez del desarrollo de la salivación en el cual basta una cortisima cantidad de mercurio para
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producir este efecto, el cual consiste en maridar una cierta cantidad de gemiana con los calomelanos; y es muy eficaz esta medicación en algunas afecciones, tales que en la peritonitis, en las inflamaciones erisipelatosas, en la inflamación de la laringe, etc.
Conviene manifestar en este lugar las influencias que tiene el mercurio sobre las funciones digestivas; pero dejaremos á un lado la que directamente tiene sobre la membrana mucosa digestiva cuando el mercurio se pone en contacto con ella, y nos ocuparemos solo de los desórdenes causados por la absorción de esta sustancia. La impotencia, tan perjudicial en los animales, se manifiesta desde el momento en que las encías empiezan á hincharse; al mismo tiempo el vientre se pone mas suelto, y ordinariamente se ven los efectos de la purgación porque es común, que este fenómeno supla el de la salivación y dure por algunos dias.
La infección mercurial se acompaña constantemente de una aceleración del pulso fácil de observar. Al mismo tiempo la piel está mas caliente y se desarrolla la fiebre, por manera que los mercuriales alteran la circulación y aumentan la calorificación. ¿Esta calentura es sintomática de las diversas lesiones locales que provoca el mercurio, ó bien por el contrario depende de la acción que el medicamento obsorvido va á ejercer sobre toda la economía? Yo pienso que estas dos cauías desempeñan un papel en la producción de esta fiebre, pero estoy inclinado á admitir que la primera es la principal, pues se observa que durante la administración de los mercuriales no se observan fenómenos febriles internos; por el contrario, ja calentura se desarrolla cuando aparece la diarrea y la hinchazón de la membrana mucosa que tapiza la boca y la faringe. G. S.
PODO PARENQUIDERMITJS CANCEROSA: Crapwd DE LOS FRANCESES; I Higo DE LOS ESPAÑOLES.
Et higo es una enfermedad especial de los monodáctilos, de naturaleza cancerosa, que ataca la constitución del individuo e invade la ranilla y aun la palma de una ó mas estremidades, y a
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veces de todas á la vez, afectando de preferencia las posteriores es rara en el asno, poco común en nuestra Península, pero muy frecuente en los paises del Norte.
Las causas predisponentes de este padecimiento son el temperamento linfático, los cascos largos y encastillados, los talones altos y deprimidos y el pastar las animales en sitios húmedos y pantanosos; y como ocasionales locales la acción de las orinas, de los estiércoles, de los barros acres y gredosos, de las infiltraciones purulentas, etc.—Hay también causas ocasionales internas, especie de diátesis, acaso sea la sicosis de los homeópatas, pero no está bien determinado: lo cierto si es. que se ha observado presentarse muchas veces á consecuencia de la curación del arestin, de la sarna, de las grietas y aun del lamparon.—Algunos patólogos la consideran también como hereditaria.
En el principio solo presenta el higo los caracteres de la ranilla recalentada, pero á poco se nota la secreción de un humor ¡coroso fétido y de color agrisado, que reblandece los tejidos que toca dando lugar al desenvolvimiento de vejetaciones fibrosas cancerosas que invaden la almohadilla plantarponiendo á la córnea filamentosa y elevada, de modo que la cara plantar no ofrece entonces mas que una masa informe de color agrisado y de olor fétido: el animal siente mucho dolor; claudica constantemente y no se apoya mas que sobre las lumbres.—Si la enfermedad hace progresos los vasos de la región digital se ponen 'varicosos, la corona se tumefacta, se deforman los talones y se afecta el fibro cartílago lateral del pie; y como complicaciones se observan el arestin, las grapas, el muermo y lamparon, la caries del fibro cartílago y tejuelo, la esfoliacion de los tendones, el anquilosis de los dos últimos falanges y aun la caída del casco.
El pronóstico debe darse siempre con mucha reserva, por ser una enfermedad grave, estar sujeta á frecuentes recidivas y ser sumamente pertinaz para corregirse, tanto que Chabert la considera (y con razón) como el oprovio de la medicina veterinaria.
Numerosos han sido los medios terapéuticos á que se ha recurrido para combatir este terrible ¡«decimiento: cada práctico ha elogiado la eficacia del que ha tenido por mas cierto según la idea que ha formado de la enfermedad: nosotros siguiendo estas mismas huellas espondremos el que recientemente nos ha dado en
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nuestra práctica resultados mas felices. Hemos pues considerado al higo como una enfermedad constitucional, aunque causas puramente locales hayan provocado su aparición. Esto supuesto, nuestro plan será combinado, es decir general y local: para satisfacer el primero empezamos poniendo al animal bajo condiciones higiénicas favorables, le colocamos pues, en una caballeriza seca y bien ventilada, dándole solo por alimento una moderada ración de cebada con poca paja; agua natural ligeramente saturada de alguna de las preparaciones del hierro; limpieza mañana y tarde almohazando mucho al paciente; dos tomas por dia de una opiata purgante-diaforética ó reconstituyente-purgante, á proporción que haya robustez ó debilidad; paseo diario si el estado del animal lo permitiese, y sedales en las nalgas y esternón según que el mal afecte los miembros abdominales ó torácicos—El segundo se llena rebajando el casco cuanto sea posible, haciéndolo en los talones hasta la sangre , adelgazando perfectamente la tapa de este sitio, pero no con la escofina sino con la hoja de sahia ó ras-potomo; después se colocará una herradura un poco estrecha de tabla con los callos elásticos y prolongados; hecho esto se separa con una hoja de salvia bien pulimentada toda la porción cancerosa que invade el tejido recticular, deteniendo luego la hemorragia por medio de la compresión que se hará con planchuela y lechinos empapados en tintura de árnica, sujetando este aposito con una chapa de hierro ó madera igual á la que se usa para el despalme: á los cuatro ó seis días se hará la primera curación levantando el aposito con cuidado, y cubriendo después la úlcera que ha resultado de la escisión de los tejidos cancerosos, con una mezcla de una parte de ácido sulfúrico en cuatro de esencia de trementina, dejándola parte al descubierto, procurando solo que el enfermo apoye sobre paja seca ú otro cuerpo equivalente: todos los dias se repetirá la curación hasta que la secreción de la cornea empiece á coivirse y á hacerse de buena naturaleza, en cuyo caso se retardará mas ó menos según lo exijan las circunstancias; y luego que la córnea regenerada se haya endurecido algo se cambiará la herradura dicha por otra de callos cubiertos y chapados á fin de que con ellos se ponga á salvo el sitio enfermo de las injurias del terreno, terminando asi la curación de un padecimiento que tanto suele abrumar á los prácticos en todos los países.
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Este sencillo método nos acaba de proporcionar (á la vista de nuestros compañeros los mariscales de la remonta de Baena Don Felipe Montenegro y D. Gregorio Pantoja) la satisfacción de haber curado un higo, que invadía los cuatro remos con todos los caracteres de la cronicidad, en un caballo de raza, de temperamento linfático, que había resistido á todas las tentativas que se habían hecho para combatirlo, cuyo animal pertenece al Sr. Marqués de la Garantía de esta vecindad, quien lo conserva en su poder perfectamente sano. Y como hallamos creído notar que esta enfermedad no esté bien observada entre nosotros, á pesar de ocupar ya un lugar en nuestros cuadros nosológicos, nos ha parecido conveniente cooperar á su monografía y llamar sobre ella la atención de nuestros comprofesores. Ecija 20 de noviembre de 1850.—José María Giles.
SOCIEDAD VETERINARIA DE SOCORROS MUTUOS,
La Comisión Central en sesión de 10 del corriente ha declarado socios en primer grado de salud á D. Manuel Anselmo Reta y D. Luis Mariscal Romero, correspondientes á la Comisión provincial de Zaragoza.
En la misma sesión se concedió el pase á la pensión de seis reales á D. Hermenegildo Callejo Gílarranz y D. Ramon Gómez González, de la Comisión provincial de Segòvia; áD. Manuel María Baun y D. Pablo García Resa, de la Central.
En dicha sesión se señaló para celebrar la junta general de socios que previene el art. 40 de los Estatutos el dia 30 del corriente mes de Diciembre.
Madrid H de Diciembre de 1830—E1 Secretario-contador, Bartolomé Nuñez.
MADRID: IMPRENTA DE FORTANET.—Greda 7.
1850.