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AÑO VI. Dia Tòile Diciembre de (850. NCM. U3. BOLETÍN DI ITEMNAIÏII PERIÓDICO OFICIAL DE LA SOCIEDAD VETERINARIA CE SOCORROS KL'Tl CS RESUMEN. USO de las aguas minerales en veterinaria.Medicamen- tos alterantes.Podo parenquidermitis cancerosa, CRAPAUD de los franceses, HIGO de les españoles.Sociedad veterinaria de Socorros mutuos. Los pedidos y reclamaciones se narán á D. Vicente Sanz Gómale:. Costanilla de los Desamparados, núm. 3, cto. principal izquierda. USO DE LAS AGUAS MINERALES EN VETERINARIA ARTICULO III. Si comparamos las enfermedades que padece el hom- bre y para las que los médicos recomiendan y mandan las aguas minerales, con las que se desarrollan en los animales domésticos, notaremos son tales las que proce- den de lesiones orgánicas del aparato digestivo, de las vias urinarias sobre todo los cólicos nefríticos y los cál- culos, las enfermedades crónicas de la piel, las afecciones decididamente reumáticas, ciertas parálisis parciales y afectos nerviosos, el lamparon, etc. etc. Debe observarse sin embargo que el uso de las aguas minerales no es, ni aun para la especie humana, un remedio inocente, como pudiera deducirse del adagio vulgar si las aguas no hacen bien, tampoco perjudican, pues se han visto individuos que las han tomado estando sanos y se han desarrollado en TOMO VI.

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AÑO VI. Dia Tòile Diciembre de (850. NCM. U 3 .

BOLETÍN DI ITEMNAIÏII PERIÓDICO OFICIAL

DE LA SOCIEDAD VETERINARIA CE SOCORROS KL'Tl CS

RESUMEN. USO de las aguas minerales en veterinaria.—Medicamen­tos alterantes.—Podo parenquidermitis cancerosa, CRAPAUD de los franceses, HIGO de les españoles.—Sociedad veterinaria de Socorros mutuos.

Los pedidos y reclamaciones se narán á D. Vicente Sanz Gómale:. Costanilla de los Desamparados, núm. 3, cto. principal izquierda.

USO DE LAS AGUAS MINERALES EN VETERINARIA

ARTICULO III.

Si comparamos las enfermedades que padece el hom­bre y para las que los médicos recomiendan y mandan las aguas minerales, con las que se desarrollan en los animales domésticos, notaremos son tales las que proce­den de lesiones orgánicas del aparato digestivo, de las vias urinarias sobre todo los cólicos nefríticos y los cál­culos, las enfermedades crónicas de la piel, las afecciones decididamente reumáticas, ciertas parálisis parciales y afectos nerviosos, el lamparon, etc. etc. Debe observarse sin embargo que el uso de las aguas minerales no es, ni aun para la especie humana, un remedio inocente, como pudiera deducirse del adagio vulgar si las aguas no hacen bien, tampoco perjudican, pues se han visto individuos que las han tomado estando sanos y se han desarrollado en

TOMO VI. ™

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ellos enfermedades de alguna gravedad, lo cual no es de estrañar puesto que á esta medicación le sucede ío que ¿ todas cuantas tienen alguna energía, que es preciso em­plearlas con prudencia y discernimienlo; mal aplicada puede originar desórdenes funestos Siendo las aguas mi­nerales mas ó menos escitantes no convienen en las afec­ciones 3gudas, ni en las que están acompañadas de una irritación un poco intensa ó de un esceso de irritabilidad. Deben prohibirse en las enfermedades del encéfalo, epi­lepsia, supuraciones intensas, hidropesías y en las dege­neraciones escírrosas ó cancerosas, etc., porque activándo­se la circulación, aumentan la fiebre y aceleran la muerte. De aqui el que no solo deben considerarse las aguas mi ­nerales en su efecto higiénico, sino que debe fijarse la atención en sus aplicaciones medicinales. Nunca debe e s ­perarse á que el caso sea incurable ó desesperado. Esta­blecidas estas nociones generales pasaremos á determinar las diferentes aguas minerales medicinales; advirtiendo primero que lo dicho hasta aqui es susceptible de mayores ampliaciones y detalles, pero que el laconismo es de a b ­soluta necesidad en los artículos de periódico y en el Bo­letín mucho mas por sus cortas dimensiones, hijas de la necesidad.

1." AGUAS MINERALES SULFUROSAS. Se denominan tam­bién sulfuradas, hidrosulfurosas y hepáticas, á causa del gas hidrógeno sulfurado ó del sulfuro de sodio que con­tienen. En efecto en todas se encuentra el azufre, en el estado de ácido hidrosulfúrico ó de hidrosulfato sulfurado, hidrosulfatos de cal, de sosa y de magnesia, de hidrógeno sulfurado ó de un sulfuro hidrogenado y algunas sustan­cias salinas. Los residuos fangosos dan una cantidad corla de azufre y de hierro. En estas aguas se nota una sustan­cia vegeto animal, á la cual se la han dado diferentes nombres y que contribuye poderosamente para los buenos efectos que de sus usos se observan, cuya sustancia, de­nominada baregina ó glerina, es considerada por Anglada como un producto directo de ciertas combinaciones de materiales orgánicos verificadas en el seno de la tierra bajo el influjo de circunstancias favorables. Estas aguas

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son bastante abundantes, observándoselas principalmente en los terrenos graníticos ó á lo menos en los terrenos primitivos.

Su olor es mas ó menos fétido, y se parece, ya al de los huevos hueros ó podridos cuando son muy sulfurosas ó calientes, ya al de los recien cocidos cuando son poco sulfurosas; su sabor es nauseabundo y sulfuroso. Son tras­parentes y mas ó menos untuosas según que son fuertes ó débiles, y pierden con facilidad su trasparencia espuestas al aire. Desprenden gas hidrógeno sulfurado, ácido car­bónico y á veces ázoe. Pierden su olor, sabor y propie­dades espueslas al aire ó por un calor suave y continuo Casi todas son termales, aunque también las hay frias.

En la especie humana tienen propiedades medicinales mas estensas que las que pudieran intentarse en los anima­les; asi es que únicamente podrá ensayarse contra las afec­ciones de la piel, que como se sabe son muy difíciles de curar cuando son crónicas; pero no convienen mas que en los casos en que los exantemas antiguos no están acompaña­dos de inflamación y que se presentan en animales de tem peramento linfático, tales son las sarnas, albarazosy her­pes rebeldes; en algunos reumatismos, cojeras invetera­das procedentes de cicatrices inmediatas á las articulacio­nes , músculos ó tendones, y en la corea del perro.

El mariscal mayor D. Juan Manfarré nos ha comuni­cado el siguiente caso observado por él mismo. El caballo Rescatado, capón, 14 años y de temperamento linfático, pertenecía en el año 1842 á un oficial del regimiento y en la actualidad (7 de noviembre de este año) al segundo es­cuadrón, cuyo gefe, á los dos dias de estar en Archena, provincia de-Murcia, le dijo que su caballo venia cojo, y reconocido vio que padecía una distensión de la articula­ción escapulo humeral. Con objeto de ensayar las aguas minerales de dicho punto, colocó al caballo cerca del conducto por donde pasaban aquellas y con una vasija se le iban echando sobre el sitio afectado. A los 4 ó 5 dias desapareció la cojera, sin que se hava vuelto á resentir de la mencionada articulación. Este hecho unido á otros

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irán comprobando la utilidad del uso de las aguas mine­rales medicinales en veterinaria.

Al interior son de uso incómodo, y á lo sumo pudie­ran emplearse contra las dispepsias, en anímale» propen­sos á las indigestiones, cólicos nefríticos, cálcalos vesica­les, asma, buérfago, catarro pulmonar crónico y tisis principiante, bastante difícil de conocer en los objetos de la veterinaria.

Las aguas minerales sulfurosas suavizan la piel, hacen desaparecer su eretismo, restablecen la traspiración y ac­tivan las funciones cutáneas: obran especialmente sobre los sistemas tegumental y linfático. La diferencia terapéu­tica que entre dichas aguas se observa procede tanto de su temperatura como de la cantidad de los principios mine— ralizadores; obran casi de la misma manera, pero con mas ó menos energia.

En Bagneres-de-Luchon (Francia, á dos leguas de la frontera) hay un manantial de aguas sulfurosas termales que los bueyes y caballos beben con placer y se dice les liberta del asma y del huérfago. Todos los años según Barrió, acuden muchos caballos estrangeros atacados, ya de un principio de aquellas afecciones, ya de infosura ó ya de tu­mefacción en las estremídades: se les hace beber dos veces al dia en el resorvatorio particular donde se reúnen las aguas de todos los manantiales de este grande estableci­miento, siendo raro el que á las tres ó cuatro semanas no se encuentren curados ó al menos muy aliviados.

En Portugal en el establecimiento de las Caldas de la Reina, que es de agua sulfurosa muy abundante, después que el agua ha servido para los baños de las personas enfermas la reúnen en un depósito ó baño grande donde se meten los animales con el fin de aliviarlos de sus afec­ciones cutáneas y otras. Los pastores usan las aguas de Zebras para curar la sarna á las reses.

En España tenemos bastantes manantiales de aguas sulfurosas, que seria demasiado prolijo citarlos todos, siendo pocas las provincias que no las poseen en mas ó menos número. Sin embargo no podemos menos de hacerlo de los baños de Alceda, Alhama de Granada, Hervideros de

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San Vicente en Almeida, Archena, Arechabaleta, Areno-silla, Azcoitia, Baños de Montemayor y los de San Yi-sens, Caldas de Bohi, de Cuntis, Santiago de Caldas, Cari-atraca, Casares, Cortegada, Espinosa de los Mon­teros, Fuente la Encina, Grávalos, Ledesma, Losa, Mo­lar, Ontaneda, Tiermas, etc. etc. Los profesores curiosos que gusten enterarse de todos ellos, con cuantos por­menores puedan desearse, deben consultar el Manual de las aguas minerales de España que acaba de publicar mi amigo y entendido doctor en medicina y cirujía Don Francisco Alvarez Alcalá.

2.° AGUAS MINERALES ACIDUIAS. Se las denomina tam­bién gaseosas, espirituosas y carbónicas. Están caracte­rizadas por la presencia del gas ácido carbónico que contienen. Se ha observado que cuanto mas cargado está de cal el terreno de que proceden y mas se aproxima al terreno primitivo mas abunda en las aguas el ácido car­bónico, fierzelius opina que toman su origen de las mon­tañas de los volcanes apagados. Es fácil conocer los ma­nantiales de esta clase, aun á la simple vista, pues el gas ácido carbónico que de continuo desprenden bajo la forma de burbujas ó ampollas mas ó menos multiplicadas, per­mite distinguirlas al momento. El desprendimiento de gases es mayor cuando va á descargar una tormenta, lo cual parece modificar en algun tanto su acción terapéutica.

Son claras é inodoras, tienen un sabor vivo, picante, que se pierde conforme se va desprendiendo el ácido car­bónico; las burbujas ó ampollas se rompen sin cesar en su superficie y le dan el aspecto de hervor. Espuestas al aire libre y á un calor suave, pierden el gas del cual emana su principal virtud; su peso específico es mayor que el del agua destilada. Son calientes ó frias; pero siendo las primeras poco numerosas y gozando de virtudes especia-Jes, se aplicarán esclusivamente á los manantiales gaseosos frios las consideraciones siguientes.

Las aguas acídulas forman un precipitado blanco con el agua de cal y enrojecen la tintura de tornasol y de violetas, pero adquieren su color al poco tiempo al aire libre. Contienen rara vez tanto ácido carbónico como su

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volumen; comunmente encierran muriato y sulfato de sosa, carbonato de sosa, de cal, de magnesia y de hierro y sílice.

Suelen obrar por las deyecciones, mas lo general es que lo hagan por la orina aumentando su secreción. Ejercen una acción especial sobre el estómago, al cual fortifican sin irritarle, calmando su estado espasmódico. Su acción sedante sobre el sistema nervioso y la escitacion lenta y moderada que comunican al organismo son muy favorables en las afecciones en que existen algunos indi­cios de irritación y cierta disposición inflamatoria. Calman la sed y convienen en las enfermedades que reclaman las bebidas refrigerantes; son útiles en las del higado, gas­tritis y enteritis antiguas; por su virtud diurética produ­cen resultados admirables en las afecciones de las vias urinarias, catarro vesical, cólicos nefríticos y cálculos, pues obran como diuréticos y disolventes; originan este último efecto especial cuando abundan en bicarbonato de sosa.

No convienen en las enfermedades cutáneas, á no ser que estas sean sintomáticas, lo que es raro en los animales domésticos.

En la especie humana exige ciertas precauciones la administración de las aguas acídulas; pero los animales tienen un gusto singular para ellas, sobre todo por las frias. Si las beben en gran cantidad enflaquecen. Dice Brieude que los animales que han bebido una vez las aguas gaseosas, el instinto les atrae desde bastante lejos, sobre todo si el manantial existe en un edificio cuyas paredes están impregnadas de sal: el sabor acídulo de las aguas, que produce en ellos la misma impresión que la sal ó las incrustaciones salinas de las tapias que lamen y de que son tan ávidos, les incita á dirigirse hacia dichos manan­tiales. Las vacas que las beben están espuestas á que se les retire la leche: de aqui el haberlas utilizado para las ingurgitaciones lechosas.

Las aguas gaseosas son unas de las que reclaman mas cuidados para ser trasportadas, en cuyos pormenores no

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creemos deber entrar por lo raro de que se pongan en uso, bajo este concepto, en veterinaria.

Poseemos los baños de Alange, Alcantud, Alhama y Segura de Aragón, Alamilla, Almagro, Argentona, Fuen­santa, Marmolejo, Molinar de Carranza, Las Burgas de Orense, Piedrabuena, Puertollano, Valdepeñas, etc. etc.

3.* AGUAS FERRUGINOSAS , conocidas también con los nombres de marciales, ferrosas y calibeadas. Son tales las en que predomina el hierro, las cuales provienen co­munmente de los terrenos de transición ó secundarios. Abundan bastante, siendo rara la localidad que no las posea. Las mineraliza por lo común el carbonato de hierro mantenido en suspensión por el ácido carbónico: contie­nen ademas sulfato de hierro, y sales de magnesia, de sosa y de cal. Casi todas son frías, y el corto número de las termales que se observan tienen propiedades espe­ciales.

Las aguas ferruginosas son cristalinas, inodoras, de sabor estíptico y astringente. Espuestas al contacto del aire se cubren de una película erisada, se enturbian, dejan precipitar su óxido de hierro bajo la forma de un de ­pósito coposo, rojizo, y después se vuelven trasparentes è insípidas: se observa igual depósito en las balsas que la contienen y á lo largo de los sitios por donde corren.

Con la infusión de nuez de agalla dan un precipitado que no tarda en volverse azul negro; con el cianuro de hierro y potasio da un depósito azulado, tanto mas oscuro cuanto el hierro está mas oxidado. Los elementos que las componen son las sales de base alcalina ó terrea, de amoniaco y principalmente de hierro que á veces se halla en estado de sulfato, crenato ó bicarbonato. Es bastante común contengan mucho ácido carbónico, en cuyo caso son algo acidas y dejan escapar el gas bajo la forma de burbujas mas ó menos multiplicadas.

Deben su eficacia á la combinación del hierro con el ácido carbónico, unido á los bicarbonatos alcalinos. Au­mentan el apetito, facilitan la digestión, originan estre­ñimiento y entonan todo el organismo, el cual ejerce sus funciones con energia y regularidad. Las modificaciones

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TERAPÉUTICA Y MATERIA MEDICA. MEDICAMEXTOS ALTERANTES.

ARTICULO XVI.

Mercurio.

recienlTl í í f ***"•*« «" la medicina es muy haíer L 1 USn d ° °S m e , c u r i a I e s - Los antiguos temían hacer uso de ellos a causa de las propiedades venenosas que lo* suponían. Es necesario llegar hasta los árabes para

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encontrar nociones positivas acerca del uso medicinal del mercurio. Estos no le emplearon al principio mas que contra ciertas enfermedades cutáneas, contra las úlceras, la enfermedad peticular ó la lepra y mas tarde contra el venéreo, advirtiendo que en las primeras enfermedades le usaban en el hombre y en ciertos animales. Vidmann fué el primero que en 4497 publicó una obra acerca del uso del mercurio. Poco después, y casi al mismo tiempo, vieron la luz pública una multitud de escritos sobre la misma materia, y desde esta época el mercurio ha ocu­pado en la terapéutica un lugar de los mas importantes que ha conservado hasta nuestros dias, especialmente contra la sífilis.

Sin embargo, el uso de esto medicamento, al prin­cipio limitado á algunas enfermedades, se estendió muy pronto extraordinariamente, y hay pocas afecciones, por graves é incurables que puedan ser, que no se hayan intentado curar con el mercurio, de lo que muchos vete­rinarios han pretendido sacar un gran partido.

De tantos ensayos, con frecuencia poco filosóficos, de tantas exageraciones ridiculas y de tantos trabajos mas ó menos bien hechos han quedado muchos resultados pre­ciosos para la medicina humana y una pequeña parte para la veterinaria, que procuraremos dar á conocer, y sobre todo su acción fisiológica de la que nos vamos á ocupar.

Es preciso distinguir en la acción fisiológica de los mercuriales la que es el resultado de la absorción del medicamento, y la que lo es de la aplicación directa del mercurio ó de algunas de sus preparaciones sobre los tejidos vivos.

Se indicará aqui detalladamente el primero de estos modos de obrar; en cuanto al segundo haremos mención menos estensa, reservándonos tratar de él de una manera general, cuando se trate de la medicación irritante.

En los animales se ha ensayado casi siempre la acción fisiológica del mercurio y según los resultados de esta ac­ción asi han sabido los médicos sacar grandes consecuen­cias para poder apreciar la acción terapéutica; asi se ha

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observado constantemente, que cuando por algun tiempo el animal ha estado sometido por mucho tiempo á la a c ­ción de los mercuriales, cae en un estado de caquexia que todos los prácticos han señalado y que es de la mayor importancia conocer bien.

El animal sano ó enfermo, sometido á la acción del mercurio empieza por decolorarse sus tejidos y ponerse pálidos. La sangre sacada de las venas, que antes del tra­tamiento tenia el color y la consistencia normales, pierde un poco de su color y sobretodo de su consistencia, pero se forma pronto un coágulo muy blanco. Si se continúa la acción del mercurio, se hace la disolución de la sangre mucho mas manifiesta, los párpados y varias partes del cuerpo se infiltran y ponen clematosos, tanto que los ani­males caen pronto en una anasárea general. Ademas s o ­brevienen todos los síntomas que acompañan ordinaria­mente á la liquidación de la sangre; las palpitaciones del corazón, la anhelación y diversos trastornos funcionales, consecuencias necesarias del contacto de sangre alterada y en una verdadera disolución.

La disolución de la sangre, de la que acabo de hablar, puede comprobarse por los esperimentos hechos en los animales vivos, que se han sometido á la intoxicación mer­curial, y que Bretonneau de Tours ha hecho muchas ve­ces-, se puede comprobar también por la auptosia en usos bastante numerosos, en que una enfermedad grave no puede vencerse por altas dosis de mercurio, pero se d e ­muestra directamente en la vasija donde se recibe la san­gre, se hace también manifiesta por ciertos fenómenos morbosos indicados ya por los autores que nos han pre­cedido, de los cuales el mas capital es la tendencia á las hemorragias llamadas pasivas. Hechos muy recientes com­prueban la influencia que tiene el mercurio sobre la san­gre para provocar en ella su disolución y como conse­cuencia de este estado las hemorragias por diapedesis.

Otro de los fenómenos consecutivos á la administración del mercurio tanto en la especie humana como en algunos animales es la salivación., las encías se hinchan, se ponen doloridas y calientes y se cubren de una película blanca

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Y muv delgada tomando el aliento un olor.fétido y metá­lico Y la lengua sin aumentar de volumen se cubre de un barni muorSo mas espeso que el natural. La membrana mucosa de la faringe y del velo del paladar se pone mas roja y un poco dolorosa. La h.nchazon empieza poi as encías^e los incisivos posteriores y por el » j m U » £ k . dientes; después se va «tendiendo poco a poco a toda a encía hasta que participa de este estado toda la "«cosa bucal. Entonces es cuando entran en consenUm.entoJas glándulas salivales y sus pretorios deponen en la cavi­dad de la boca una abundante entidad de saliva.

Es muv esencial conocer que la salivación no es mas que la consecuencia del estado de la m e m b r a m , « j parque se ha observado, que el mercurio ataca de prefe renda á estas membranas, y sm ^ ^ ™ * ™ que esta sustancia tiene una acción e s l ^ c , a , , J 0 ™ ?

e ^ glándulas salivales. Por otra parte, y P » " * » ^ S idea debe notarse que la sahvacon es un fenomen, común á todas las flegmasías de la membrana mucosa bucara todas las irritaciones vivas producidas sobre esf membra na ya sean desarrolladas por causas comunes o por espe

& £ « i fega£« inflamación mercurial de la Doca. s i " una acción especial sobre las f n J ^ a inflamclon de la mns sobrevenir la sa ivacion antes de la inflamación ue ta mos soDrevemí io »«« , veríamos sobrevenir boca, lo que nunca se oteeiva y¿ia e necesariamente cuando «eonünua por j ^ P ^ administración de los « n a t e ^ u F concluir, q ^ cualquiera que se a UOen° \ insista en dichas preparaciones jamas » a e a n t e r ior-livacion sin que las encías se hayan h ¿ d a J or mente; puesto mismo ^ ^ J ^ ^ S e 0 irritante si observamos, que aplicando a l o o u» ^ , e g u_ aumenta la secreción de la tag"1?8. c0™° '» l a n c ¡ a i r r ¡ _ cede al hígado y páncreas; poniendo una sustancia

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tante en contacto con la membrana mucosa del duodeno del estómago y de los demás intestinos.

Reasumiendo pues esta cuestión podemos asegurar, que el mercurio no tiene sobre las glándulas salivales mas que una acción indirecta, su acción primitiva y directa se ejerce sobre la membrana mucosa bucal, y aunque muchos autores quieren sostener lo contrario, sometemos á la práctica el resultado definitivo de una cuestión que hace mucho tiempo viene debatiéndose por profesores de una nota nada dudosa.

Esta discusión seria ociosa y de ninguna utilidad sino condugese á puntos importantes de terapéutica. En primer lugar, para juzgar que los órganos empiezan á saturarse de mercurio, no será preciso esperar a l a salivación; la hinchazón de las encías será un indicio suficiente, y en se­guida para atenuar y calmar la irritación de las menbra-nas mucosas.

Las encías sin embargo, son el barómetro seguro por donde debe guiarse el profesor para no abusar en la ad­ministración de los mercuriales en los casos que tenga re­lación con la medicina veterinaria; porque es indudable que cuando se hace uso del mercurio á unas mismas dosis las encías se hinchan y se ulceran, los dientes se conmue­ven y se caen algunas veces, la lengua se hincha y se ul­cera, la membrana interna de los carrillos se abulta y es­coria, y en fin, no es raro ver los alveolos necrosarse y destruirse hasta las muelas.

La mayor parte de individuos de la especie humana y algunos animales, especialmente los perros á quienes se somete por largo tiempo á un plan mercurial, ya sea con objeto de llenar una indicación ó ya por confirmarse en sus resultados, esperimentan á muy poco tiempo la in­flamación de la membrana mucosa bucal, y la salivación que es su consecuencia; pero hay sin embargo, constitu­ciones rebeldes, á las cuales el mercurio no causa nin­guna alteración aparente.

El modo de administrar los mercuriales influye singu­larmente en la rapidez del desarrollo de la salivación en el cual basta una cortisima cantidad de mercurio para

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producir este efecto, el cual consiste en maridar una cier­ta cantidad de gemiana con los calomelanos; y es muy eficaz esta medicación en algunas afecciones, tales que en la peritonitis, en las inflamaciones erisipelatosas, en la in­flamación de la laringe, etc.

Conviene manifestar en este lugar las influencias que tiene el mercurio sobre las funciones digestivas; pero de­jaremos á un lado la que directamente tiene sobre la mem­brana mucosa digestiva cuando el mercurio se pone en contacto con ella, y nos ocuparemos solo de los desór­denes causados por la absorción de esta sustancia. La impotencia, tan perjudicial en los animales, se manifiesta desde el momento en que las encías empiezan á hincharse; al mismo tiempo el vientre se pone mas suelto, y ordi­nariamente se ven los efectos de la purgación porque es común, que este fenómeno supla el de la salivación y dure por algunos dias.

La infección mercurial se acompaña constantemente de una aceleración del pulso fácil de observar. Al mis­mo tiempo la piel está mas caliente y se desarrolla la fie­bre, por manera que los mercuriales alteran la circula­ción y aumentan la calorificación. ¿Esta calentura es sinto­mática de las diversas lesiones locales que provoca el mercurio, ó bien por el contrario depende de la acción que el medicamento obsorvido va á ejercer sobre toda la eco­nomía? Yo pienso que estas dos cauías desempeñan un papel en la producción de esta fiebre, pero estoy inclinado á admitir que la primera es la principal, pues se observa que durante la administración de los mercuriales no se observan fenómenos febriles internos; por el contrario, ja calentura se desarrolla cuando aparece la diarrea y la hinchazón de la membrana mucosa que tapiza la boca y la faringe. G. S.

PODO PARENQUIDERMITJS CANCEROSA: Crapwd DE LOS FRANCESES; I Higo DE LOS ESPAÑOLES.

Et higo es una enfermedad especial de los monodáctilos, de naturaleza cancerosa, que ataca la constitución del individuo e in­vade la ranilla y aun la palma de una ó mas estremidades, y a

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veces de todas á la vez, afectando de preferencia las posteriores es rara en el asno, poco común en nuestra Península, pero muy frecuente en los paises del Norte.

Las causas predisponentes de este padecimiento son el tempe­ramento linfático, los cascos largos y encastillados, los talones al­tos y deprimidos y el pastar las animales en sitios húmedos y pantanosos; y como ocasionales locales la acción de las orinas, de los estiércoles, de los barros acres y gredosos, de las infiltracio­nes purulentas, etc.—Hay también causas ocasionales internas, es­pecie de diátesis, acaso sea la sicosis de los homeópatas, pero no está bien determinado: lo cierto si es. que se ha observado pre­sentarse muchas veces á consecuencia de la curación del arestin, de la sarna, de las grietas y aun del lamparon.—Algunos patólo­gos la consideran también como hereditaria.

En el principio solo presenta el higo los caracteres de la ra­nilla recalentada, pero á poco se nota la secreción de un humor ¡coroso fétido y de color agrisado, que reblandece los tejidos que toca dando lugar al desenvolvimiento de vejetaciones fibrosas cancerosas que invaden la almohadilla plantarponiendo á la córnea filamen­tosa y elevada, de modo que la cara plantar no ofrece entonces mas que una masa informe de color agrisado y de olor fétido: el animal siente mucho dolor; claudica constantemente y no se apo­ya mas que sobre las lumbres.—Si la enfermedad hace progresos los vasos de la región digital se ponen 'varicosos, la corona se tumefacta, se deforman los talones y se afecta el fibro cartílago lateral del pie; y como complicaciones se observan el arestin, las grapas, el muermo y lamparon, la caries del fibro cartílago y te­juelo, la esfoliacion de los tendones, el anquilosis de los dos últi­mos falanges y aun la caída del casco.

El pronóstico debe darse siempre con mucha reserva, por ser una enfermedad grave, estar sujeta á frecuentes recidivas y ser sumamente pertinaz para corregirse, tanto que Chabert la con­sidera (y con razón) como el oprovio de la medicina vete­rinaria.

Numerosos han sido los medios terapéuticos á que se ha re­currido para combatir este terrible ¡«decimiento: cada práctico ha elogiado la eficacia del que ha tenido por mas cierto según la idea que ha formado de la enfermedad: nosotros siguiendo estas mis­mas huellas espondremos el que recientemente nos ha dado en

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nuestra práctica resultados mas felices. Hemos pues considerado al higo como una enfermedad constitucional, aunque causas pu­ramente locales hayan provocado su aparición. Esto supuesto, nues­tro plan será combinado, es decir general y local: para satisfacer el primero empezamos poniendo al animal bajo condiciones higié­nicas favorables, le colocamos pues, en una caballeriza seca y bien ventilada, dándole solo por alimento una moderada ración de cebada con poca paja; agua natural ligeramente saturada de alguna de las preparaciones del hierro; limpieza mañana y tarde almohazando mucho al paciente; dos tomas por dia de una opia­ta purgante-diaforética ó reconstituyente-purgante, á proporción que haya robustez ó debilidad; paseo diario si el estado del ani­mal lo permitiese, y sedales en las nalgas y esternón según que el mal afecte los miembros abdominales ó torácicos—El segundo se llena rebajando el casco cuanto sea posible, haciéndolo en los talones hasta la sangre , adelgazando perfectamente la tapa de este sitio, pero no con la escofina sino con la hoja de sahia ó ras-potomo; después se colocará una herradura un poco estrecha de tabla con los callos elásticos y prolongados; hecho esto se separa con una hoja de salvia bien pulimentada toda la porción cance­rosa que invade el tejido recticular, deteniendo luego la hemor­ragia por medio de la compresión que se hará con planchuela y lechinos empapados en tintura de árnica, sujetando este aposito con una chapa de hierro ó madera igual á la que se usa para el despalme: á los cuatro ó seis días se hará la primera curación levantando el aposito con cuidado, y cubriendo después la úlcera que ha resultado de la escisión de los tejidos cancerosos, con una mezcla de una parte de ácido sulfúrico en cuatro de esencia de trementina, dejándola parte al descubierto, procurando solo que el enfermo apoye sobre paja seca ú otro cuerpo equivalente: to­dos los dias se repetirá la curación hasta que la secreción de la cornea empiece á coivirse y á hacerse de buena naturaleza, en cuyo caso se retardará mas ó menos según lo exijan las cir­cunstancias; y luego que la córnea regenerada se haya endureci­do algo se cambiará la herradura dicha por otra de callos cubier­tos y chapados á fin de que con ellos se ponga á salvo el sitio en­fermo de las injurias del terreno, terminando asi la curación de un padecimiento que tanto suele abrumar á los prácticos en todos los países.

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Este sencillo método nos acaba de proporcionar (á la vista de nuestros compañeros los mariscales de la remonta de Baena Don Felipe Montenegro y D. Gregorio Pantoja) la satisfacción de haber curado un higo, que invadía los cuatro remos con todos los carac­teres de la cronicidad, en un caballo de raza, de temperamento linfático, que había resistido á todas las tentativas que se habían hecho para combatirlo, cuyo animal pertenece al Sr. Marqués de la Garantía de esta vecindad, quien lo conserva en su poder perfec­tamente sano. Y como hallamos creído notar que esta enfermedad no esté bien observada entre nosotros, á pesar de ocupar ya un lugar en nuestros cuadros nosológicos, nos ha parecido conve­niente cooperar á su monografía y llamar sobre ella la atención de nuestros comprofesores. Ecija 20 de noviembre de 1850.—José María Giles.

SOCIEDAD VETERINARIA DE SOCORROS MUTUOS,

La Comisión Central en sesión de 10 del corriente ha decla­rado socios en primer grado de salud á D. Manuel Anselmo Reta y D. Luis Mariscal Romero, correspondientes á la Comisión provincial de Zaragoza.

En la misma sesión se concedió el pase á la pensión de seis reales á D. Hermenegildo Callejo Gílarranz y D. Ramon Gómez González, de la Comisión provincial de Segòvia; áD. Manuel Ma­ría Baun y D. Pablo García Resa, de la Central.

En dicha sesión se señaló para celebrar la junta general de socios que previene el art. 40 de los Estatutos el dia 30 del cor­riente mes de Diciembre.

Madrid H de Diciembre de 1830—E1 Secretario-contador, Bartolomé Nuñez.

MADRID: IMPRENTA DE FORTANET.—Greda 7.

1850.