boletin 5 x xiii
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Boletín # 5 www.facebook.com/paginadelabogadoTRANSCRIPT
EL SALVADOR NO CUENTA CON UN SISTEMA SENSIBLE A LOS
DERECHOS Y A LAS DENUNCIAS
Los derechos que otorga la
Constitución de la República a
los ciudadanos, por virtud del
contrato social, en el que
prestamos sumisión y
obediencia a las leyes emitidas
por el Órgano correspondiente
en forma debida, a cambio de
seguridad jurídica, lo que pasa
por hacernos valer todos los
derechos y garantías que
reconoce la legislación primaria,
para garantizar la paz social, no
está siendo del todo eficiente.
El sistema de Órganos
encargados de resguardar los
derechos constitucionales, se
va mostrando cada vez más
insensible a los derechos de los
ciudadanos, siendo más
permisivo para con las
autoridades que cometen
abusos y menos dispuesta a
escuchar las quejas y
denuncias de los ciudadanos.
Efectivamente, El Salvador no
es un país de denuncias ni de
demandas, ya que se entiende
como “pelearse con la cocinera”
y ésta puede “envenenar la
comida del quejoso” en
venganza; y éste principio ha
sido hecho propio por casi todos
y todas, quienes ostentan algún
puesto más o menos importante
o de alguna utilidad pública.
La cultura debe cambiar, si la
cocinera está haciendo mal su
trabajo, procede despedirla y
contratar a alguien que trabaje
de forma correcta y debida.
Pero en todo esto, tenemos un
sistema que no incentiva a
denunciar fallas ni infractores;
porque permite a los servidores
públicos ampararse en su
derecho a estabilidad, para
ignorar los derechos de los
usuarios y quedarse sin ninguna
clase de amonestación o
sanción de ningún tipo.
La desmotivación a demandar,
denunciar recurrir o quejarse se
genera en todos los ámbitos del
aparato gubernamental; siendo
las entidades encargadas de
hacer valer los derechos, cada
vez más insensibles a esos
derechos que deberían hacer
valer, por medio de sus
actuaciones y/o resoluciones.
Por ejemplo en materia de
control constitucional, se
interpone una demanda de
inconstitucionalidad en contra
de una disposición que
contradice claramente el
derecho de igualdad regulado
en el artículo 3 de la
Constitución y la Sala de lo
Constitucional, previene que se
mencione “otro derecho
vulnerado” porque para que
“proceda la inconstitucionalidad”
tiene que infringirse más de un
derecho constitucional… es
decir, que la vulneración de un
derecho consagrado en la
Constitución, por parte de una
ley, no legitima la acción de
inconstitucionalidad, según
jurisprudencia de los
semejantes magistrados de la
Sala de lo Constitucional, la
vulneración de un solo derecho,
como decir el de igualdad, no
significa nada y debe ser
pasado por alto.
Tenemos entonces una cultura
de “dejar hacer y dejar pasar” y
totalmente insensible a los
derechos de los ciudadanos. Un
sistema que padece de sordera
y ceguera crónicas; que solo
reconoce formalismos y los
lenguajes generados en las
altas esferas “jurisprudenciales”
y un cuerpo que ha sido herido
tantas veces, que sus procesos
de cicatrización le han vuelto
totalmente insensible.
Se da también en tribunales y
juzgados donde hay que
soportar la más larga y dilatada
justicia, sin que nadie haga
absolutamente nada; y los
justiciables nada más les queda
esperar y seguir esperando por
que termine el letargo de los
administradores de justicia.
Ante todo este escenario,
tendremos una cultura de
denuncia y de transparencia,
cuando se aprenda a escuchar
a quienes se quejan porque
como dice el dicho “cuando el
río suena, arrastra piedras”, es
decir, que las quejas no se
presentan sin una justa causa; y
sobre todo, cuando son tantas y
tan pronunciadas voces
pidiendo cambios en la forma
de hacer justicia y derecho.
Cambios en la forma de
contratar y nombrar servidores
públicos, que es donde hasta la
fecha se ha fallado totalmente,
en un sistema de nepotismo
absoluto; por ello, quienes
dependen de un padrino fuerte,
en las altas esferas, puede
sentirse intocable y desconocer
los derechos de las personas,
porque sabe que tiene una
protección fuerte.
Un cambio de cultura, requiere
un cambio de estructura; un
cambio de actitud para dejar
atrás esas viejas costumbres,
donde el más fuerte es el que
ocupa el cargo más alto y ese
está por encima de casi todos
los demás, hace uso de
privilegios y es inmune a
investigaciones, denuncias o
acusaciones.
Necesitamos un país de
derechos, donde éstos sean
efectivos; donde las autoridades
escuchen a los ciudadanos en
sus justas demandas y dejen de
hacerse sordos y ciegos en sus
cómodas oficinas con aire
acondicionado.
Lic. Juan Ramón Araujo López