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PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS. TRES CANTOS (MADRID) Guía para Contemplar el Nacimiento Belén: acoger la Navidad

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PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS. TRES CANTOS (MADRID)

Guí a para Contemplar el Nacimiento

Belén: acoger la Navidad

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [2]

ada Navidad celebramos que Dios sale a nuestro encuentro por

amor. Asume la vida humana para nuestra salvación por medio

del nacimiento de Jesús. Hace suya nuestra realidad al

encarnarse a través de una familia; mediante la complicidad y el amor

entre un hombre y una mujer. Para que naciese Jesús, Dios necesitó

de la aceptación de María para ser

Madre de Dios y de la cooperación

de su esposo José, que hace suya la

decisión de María acogiendo su

maternidad y a su hijo, al recibirla

en su casa y aceptar ser el padre de

Jesús ante sus contemporáneos.

Vivir la experiencia de la

Navidad conlleva, en consecuencia,

una disposición para la acogida. Al

igual que el amor entre María y José

se abrió para recibir al Mesías en la

primera Navidad, Dios precisa

también de nuestra colaboración

para nacer hoy. Y como ellos, acogerle significa salir al camino en su

busca, mirar la propia realidad desde otra perspectiva, y dejarse

encontrar por Él en las periferias, en un lugar apartado del centro,

como fue la cueva de Belén para el matrimonio de Nazaret.

C

Guiados Por José

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [3]

A esto te invitamos con el belén de nuestra parroquia. Si lo

contemplas, da la impresión de que todo está descolocado o, al

menos, pasa desapercibido: el Misterio parece escondido, el cortejo

de los Magos de Oriente se confunde con las figuras en medio del

paisaje de Palestina, el anuncio a los pastores tampoco llama la

atención… y así ocurre con la mayoría de las escenas. Pues la Navidad

no está ni es hoy tan evidente.

Para que puedas acoger el Nacimiento de Jesús, te ofrecemos las

vivencias de José, el esposo de María, que te guiarán por los caminos

de tu vida al contemplar las figuras del belén. Ojalá, Dios te cambie la

vida como a ellos, y así hagas posible que, una vez más, llegue a los

hombres y mujeres de nuestro mundo la salvación por amor que Él nos

ofrece.

¡¡Feliz Navidad!!

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [4]

uestra vida cambió para siempre una mañana en Nazaret. María

y yo estábamos ya comprometidos. Nuestros padres, como es

costumbre según la Ley de Dios en nuestro pueblo Israel,

habían acordado públicamente nuestro desposorio aunque, siguiendo la

tradición, no vivíamos juntos aún por no haberla acogido todavía como

esposa en mi casa.

María era una joven virgen que rezumaba una profunda belleza

interior: serena, alegre, sensata, pronta para ayudar, llena de bondad…

Para unos ojos enamorados como los míos, ¡no eran pocos los dones que

atesoraba! Pero, lo que de forma particular me atraía más de ella era una

honda presencia, que afloraba en sus ojos con un brillo especial y llenaba

de vida su persona, cuando se dirigía confiada al Dios de nuestros padres.

N

“Concebirás un Hijo” I

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [5]

“Yahvé hace lo que dice, José me repetía a menudo en los tiempos

difíciles que acontecían. Y los profetas, en su nombre, nos prometieron que enviaría al Mesías para nuestra salvación”.

¡Qué bien lo sabía también el

mensajero de Dios que la visitó aquella

mañana al saludarla llamándola “llena de gracia”! Días después, María me

compartió su confidencia: “Concebirás y darás a luz un hijo... el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios” fueron las palabras del anuncio que

recibió. “Me sentí amparada por la sombra del Espíritu me explicó. Y, aunque no sabía cómo iba a suceder, acogí su Palabra, dejé que el

Altísimo hiciera en mí según me anunciaba; y su Presencia me habitó totalmente”.

Por su vida por nuestra vida

había pasado un ángel de Dios; todo

había cambiado. En su seno

acogedor, con su libertad abierta a

su acción y su confianza decidida,

aunque no entendiera o supiera

cómo iba a ocurrir, porque no había

tenido relación con ningún hombre,

María dejaba así entrar totalmente a Dios en su vida para que cumpliera

su promesa del Salvador con el Hijo que ella ya gestaba y esperaba.

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [6]

“Viene del Espíritu”

l misterio del embarazo de María había abierto una distancia entre

nosotros y la herida de la incomprensión en mí. No entendía que

nuestro amor, que habíamos acogido siempre como un don del

Altísimo, se viera ahora amenazado por el escándalo de un hijo que María

gestaba antes de vivir juntos; y como era evidente, yo no había

intervenido en su concepción. Además, confiaba en ella. Y la posibilidad

de que el padre fuera otro hombre me resultaba imposible, tal como era

María.

Así que sufría dudando lo que hacer. De niño, mi padre me había

iniciado en la fe de Israel. Siempre había cultivado la oración a Yahvé,

celebrado las fiestas y frecuentado la sinagoga. Cada Sabbat escuchaba la

Torah y los Profetas, y practicaba sus mandatos en mi vida sencilla como

E

II

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [7]

carpintero, fiel a los designios del Dios de nuestros padres. Y ahora, esa

misma Ley de Dios me obligaba a denunciarla por infiel y humillarla en

público.

Esta posibilidad me resultaba increíble. Si Yahvé había entregado a

Israel la Torah para nuestro bien, ¿cómo podía querer el mismo Dios que

nos había regalado nuestro amor que ahora éste quedara indigno de esta

forma? Así que decidí que la mejor manera de salvar la dignidad de María

sin crear escándalo era abandonarla en secreto. Me parecía lo más honesto

con la voluntad de Dios y con María.

Entonces, en mi taller, el mensajero de Dios me anunció en sueños:

“No temas acoger a María porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo” (Mt 1, 20). Mi decisión permitía que el Altísimo revelara

su salvación y me ofreciera una mirada nueva sobre nuestro amor y su

misión en la llegada del Mesías.

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [8]

hora todo iba encontrando su sentido. En verdad, el amor

sincero entre nosotros era un don del Altísimo. No había

obstáculos ya para que completáramos la ceremonia de nuestro

desposorio. Y al mismo tiempo, los dos habíamos acogido un gran

misterio difícil de comprender: el Señor había elegido nuestro

matrimonio para hacerse presente entre los hombres enviando al Mesías.

¡Qué cierto me resultó, entonces, lo que reza el libro de los Proverbios:

“El hombre proyecta su camino; el Señor dirige sus pasos”! (Prov 16, 9)

Cuando conté a María que también yo, a través de un sueño, había

recibido el anuncio del mensajero de Dios, y que la acogería como mi

mujer para hacer mía su decisión de ser madre del Hijo de Dios, la alegría

fue inmensa.

A

“La recibió en su casa”

III

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [9]

Tanta, como la que sentimos al celebrar el rito definitivo de nuestros

desposorios. Aquel día, la puerta quedaba totalmente abierta para María

al recibirla en mi casa, como marca la tradición esponsal de Israel. Y con

ella, también para los designios de Dios, al acoger al Hijo que ella esperaba

por obra del Altísimo.

De esta forma también cooperaba junto a María con el Dios de

nuestros padres para crear las condiciones humanas necesarias que

permitirían que se desarrollase la llegada del Mesías con normalidad; para

que, cuando naciese, tuviera un padre legítimo como todos los hombres.

¡Qué bendecido me sentía a la vez que indigno!

Dios necesitaba de nosotros a la vez que todo estaba en sus manos.

Entonces comprendí las palabras que el mensajero divino le había dirigido

a María: “Porque para Dios nada hay imposible” (Lc 1, 37).

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [10]

ronto se supo en Nazaret la noticia del embarazo de Isabel la

anciana prima de María que el ángel le había anticipado en su

anuncio. Y entonces entendimos que acoger al Mesías significaba

implicarse en la vida al servicio de los demás llevando su presencia.

Isabel y su esposo Zacarías, sacerdote del Templo de Jerusalén, vivían

en una pequeña aldea montañosa de Judea llamada Ain Karim. Isabel no

había concebido descendencia y era considerada estéril por muchos. Por

eso, el nacimiento de su hijo Juan nombre que le impondría Zacarías

resultó ser una bendición que sus padres no imaginaron en ese momento

a cuántos israelitas agraciaría como a ellos. Su futura invitación a la

conversión mediante el bautismo desde las orillas del río Jordán para

“preparar el camino al Señor” (Is 40, 1 - 3), precedería la llegada del

Mesías.

P

“Una fuerza de salvación” IV

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [11]

Y aunque la gestación

de su hijo seguía avanzando,

acordamos que María

acudiera presurosa en ayuda

de Isabel.

¡Cuánta alegría para

todos supuso aquella visita!

El Señor se hacía presente

desde su vientre en el gesto

de servicio de María. Juan

había saltado en el seno de

su madre ante su llegada. Isabel la bendijo por traer

la visita del Altísimo: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”. Y alabó su fe:

“Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc 1, 42. 45).

María me contó que, entonces, un gozo

intenso le empujó a alabar al Altísimo por las obras

que realizaba en ella para hacer llegar su misericordia

a sus fieles “de generación en generación”.

Mientras, Zacarías contemplaba la fuerza de salvación que portaba

el Mesías.

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [12]

coger la llegada del Mesías nos exigía ponernos en camino.

Vivíamos tiempos difíciles en Palestina, dominada por el

Imperio romano. Y el edicto del procurador de Siria, Quirino,

no fue la mejor noticia que recibimos durante las últimas semanas del

embarazo de María. Ordenaba a la población acudir a la ciudad de su

familia para empadronarse, y poder cobrarnos impuestos como señal de

sometimiento a su autoridad.

Tras un viaje por caminos polvorientos, lleno de incomodidades

para mi esposa, que yo trataba de aminorar con ingenio, llegamos a la

aldea de Belén. Ese era nuestro destino, al descender de la familia de David.

A

“No había sitio” V

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [13]

Recordé, entonces, las palabras del profeta Miqueas: "Y tú, Belén Efratá, la más pequeña entre los clanes de Judá. De ti sacaré al que será el soberano de mi pueblo Israel" (Miq 1, 1).

En la plaza, el bullicio

del mercado se confundía

con las órdenes de los

soldados que custodiaban

al escribano del censo. Las

gentes deambulaban en

busca de alojamiento.

Todo mi empeño era

cuidar a María, que ya

sufría los primeros dolores de parto, y encontrar un lugar digno para que

diera a luz al Hijo de Dios. Aunque era esperado inminentemente, nadie

pensó en recibir al Mesías en el centro de Belén. No era evidente que

nacería de aquella joven galilea a punto

de dar a luz, para la que, junto a su

esposo, no había hueco en la posada. Y

las preocupaciones les impedían mirar

más allá.

Así que, para acompañar la llegada

del Hijo del Altísimo, nos alejamos

pacientemente del centro en busca de

un lugar para cobijarnos, movidos por

la esperanza de que Yahvé no nos iba a

abandonar, igual que había guiado

siempre los pasos de su pueblo Israel.

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [14]

uvo que ser una cueva a las afueras de Belén. No encontramos

nada mejor para no pasar la noche al raso. Una cueva sucia, oscura,

húmeda, usada como establo, en la que se respiraba el hedor de

los orines de los animales que allí estaban resguardados. Entre ellos, un

buey y una mula, propiedad de los aldeanos que nos la cedieron con una

mirada impotente por no poder ofrecer a María nada mejor para el

alumbramiento. ¡Qué alejado del lugar limpio, caliente y cómodo más

adecuado, sin duda que hubiera deseado para que naciera el Mesías que

Israel esperaba de Yahvé hacía muchos siglos!

T

“Dios salva” VI

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [15]

Sin mucha pausa para lamentaciones,

pues en el rostro de mi esposa asomaba ya el

parto, con toda mi sabiduría de carpintero me

esforcé por convertir en cuna para el Niño el

pesebre donde comían las bestias, que hice

más cómodo y cálido llenándolo de paja y

vistiéndolo con los pañales que María traía

guardados desde Nazaret. Ella seguía con ojos

agradecidos mis esfuerzos por cuidarla y

acoger al Niño de Dios. Era mi pobre manera

de humanizar y dignificar la pobreza del lugar.

Y en aquella gruta retirada, la Salvación del Altísimo se manifestó

en la humanidad de un recién nacido. Era nuestro hijo Jesús. Y soñé su

vida: como padre, le pondría el

nombre que indicó el ángel:

«Dios salva»; le educaría en la

fe de Israel; le enseñaría a ser

carpintero; y junto a María, le

cuidaríamos para que sano

creciese en estatura y gracia de

Dios.

Con el rostro ardiendo

de entusiasmo musité las

palabras de Isaías: "La Virgen dará a luz un hijo y le pondrá por nombre «Emmanuel», que significa «Dios entre nosotros»" (Is 7,14).

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [16]

a noche no iba a concluir sin que recibiéramos una grata sorpresa

que aún nos reservaba el Señor. Al calor de la mula y el buey,

arropando al Niño de Dios con caricias de cuando en cuando,

María y yo pasábamos las horas a veces dormitando, entre profundos

silencios, gestos de cariño y palabas alegres, que nos manaban a

borbotones por lo que estaba aconteciendo en la cueva de Belén.

El Altísimo había bendecido nuestro matrimonio con el Mesías. Y

mirando a Jesús, me surgían también muchas preguntas: ¿Qué sería de su

vida? ¿Cuándo se manifestaría su carácter divino? ¿Cómo actuaría?

¿Reconocerían en él los israelitas al enviado de Dios? Porque, a los ojos de

los hombres, tan sólo sería el hijo del carpintero; y esta noche, solamente

L

“Encontraréis un niño”

VII

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [17]

un niño de pocas horas de vida al que cuidaban

sus padres, una humilde pareja de nazarenos de

Galilea.

Pero no sólo en Nazaret anunciarían los

ángeles la llegada del Mesías. Un vocerío que se

acercaba con paso decidido rompió la calma de la

noche: “¡Mirad, ahí está el chiquillo envuelto en pañales! ¡Es la señal que nos dio el mensajero del Cielo!”, gritaban alborozados unos pastores. “¡Es el Mesías, el Señor!”, confesó un zagal. “¡El

Salvador que esperaba Israel! ¡Qué gran noticia para el pueblo!”, celebró

otro más añejo, con toda la fe de siglos en Yahvé, arrodillándose para

adorar al Niño.

María los miraba complacida y los invitaba a besar a Jesús. Con

cariño, me repitió sus

palabras de Nazaret:

“Yahvé hace lo que dice, José”. Aquellos hombres

olvidados en las afueras

de Belén habían recibido

el don de ver más allá de

lo evidente y así

reconocer al Señor en un

niño. Era la Gloria de Dios y la paz para los hombres.

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [18]

sa gloria del Señor brillaba en el cielo, sobre la cueva de Belén,

como una estrella desde que María alumbró a Jesús.

Emocionado, fantaseaba si esa luz no serían los ángeles que aún

seguían celebrando la llegada del Salvador. No podía imaginar que aquel

lucero nos traería una visita tan sorprendente como inesperada. Y una

nueva manifestación de la Salvación de Dios, que no sólo era para Israel.

“En las afueras hay unos sabios de Oriente que buscan a un niño”,

nos avisó la dueña adentrándose en la cueva. “Dicen seguir a una estrella; preguntan por el rey de los judíos. Les envía desde Jerusalén Herodes. Desconfíen; son extranjeros. Tengan cuidado”, nos advirtió antes de

dejarles pasar al interior.

E

“Luz de la Humanidad”

VIII

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [19]

Aquellos gentiles regalaron al Hijo de Dios tres cofres de oro,

incienso y mirra. “Venimos a adorarle” (Mt, 2, 2), se explicaron. Y nos

relataron: “Llevamos años estudiando el cielo y los oráculos divinos. Una noche, al ver lucir la estrella que presagiaba la llegada del Salvador, nos pusimos en camino para acogerle. Nuestros corazones inquietos nos incitaban a buscar a Quien, con su ternura y rectitud entre los hombres, será luz de vida para toda la humanidad”. Nos maravillaron.

¡Qué actitud tan distinta la del rey Herodes! Encerrado en su castillo,

sin querer salir a buscar nada, su interés por el Mesías era temor por perder

su poder. Nos horrorizó su decisión de matar a niños inocentes para

acabar con Él. Un ángel me advirtió del peligro. Acoger al Mesías suponía

cuidar de María y del Niño, ahora para huir e iniciar una nueva vida en

Egipto. En eso consistía seguir al Hijo de Dios.

Ojalá también le busques para acogerle y te encuentre esta Navidad.

JOSÉ DE NAZARET, Esposo de María

PARROQUIA DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS TRES CANTOS [20]

“Ojalá Dios te cambie la vida como a ellos, y así hagas posible que, una vez más, llegue a los hombres y mujeres de nuestro mundo la salvación por amor que Él nos ofrece.”

¡¡Feliz Navidad!!