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JosØ Antonio Baujn 82 no. 47: 82-92, julio-septiembre de 2006. JosØ Antonio Baujn JosØ Antonio Baujn JosØ Antonio Baujn JosØ Antonio Baujn JosØ Antonio Baujn Carpentier: Carpentier: Carpentier: Carpentier: Carpentier: de las lecturas de las lecturas de las lecturas de las lecturas de las lecturas a los juicios crticos a los juicios crticos a los juicios crticos a los juicios crticos a los juicios crticos sobr sobr sobr sobr sobre la obra e la obra e la obra e la obra e la obra de V de V de V de V de Valle-InclÆn alle-InclÆn alle-InclÆn alle-InclÆn alle-InclÆn Todo nuestro saber temporal es una yuxtaposicin de instantes, una lnea recta, un rayo de sol. Sin embargo, este momento tan efmero volveremos a vivirlo en la remota eternidad, y lo que ahora es como el punto que vuela, serÆ un crculo inmutable. Ramn del Valle-InclÆn Uno de los resquicios poco frecuentados por la crtica que se ha ocupado de la obra de Alejo Carpentier (1904-1980) es el diÆlogo de esta con la prole literaria de Ramn del Valle-InclÆn (1866-1936). Ambos autores comparten el estatuto de canonizados por la tradicin y el presente; ambos, el carÆcter de visionarios de un futuro que no les cupo habitar: de las Sonatas a Tirano Banderas y El ruedo ibØrico, y de ¡Ecue-Yamba-! a El arpa y la sombra, puede trazarse un mapa literario del siglo XX. Muy tempranamente se identific la produccin de Carpentier con la manera de hacer del escritor espaæol, y la mencin de Tirano Banderas se hace casi obligatoria cuando se repara en El recurso del mØtodo por razones de genealoga literaria, ¿pero cuÆndo y de quØ forma Valle se inserta en el entramado de referencias culturales de nuestro autor? 1 El 9 de octubre de 1924, Diario de la Marina public una importante semblanza de Carpentier, debida a la pluma de Francisco Ichaso (1901-1962), contemporÆneo suyo y uno de los intelectuales mÆs informados de su momento. El texto es revelador de la vala que ya entonces (ntese que solo contaba diecinueve aæos) se haba granjeado en los medios institucionales del arte y la literatura: Carpentier, os dirÆ cosas de la œltima escuela pictrica, del mÆs reciente alarde «ultrafuturista» hecho en ese Pars demoniaco y multiavizor, y en sus comentarios sorprenderØis la condicin vigilante de su intelecto, que, sin cesar, atalaya el horizonte, Ævido de nuevas luces, de nuevos sonidos, de nuevas imÆgenes [...] Mas esta modernidad no le impide a Carpentier refocilarse con el regustillo de lo bueno aæejo. Su espritu vuela en pos de la œltima rara floracin, pero a cada paso se detiene en la senda para aspirar el perfume perenne de la rosa antigua y paladear, como buen catador, el poso fuerte de aquel «vino que remoza el alma», de que habl el clÆsico. Y en esta alternativa de lo reciente con lo antiguo, en esta infiltracin Profesor. Universidad de La Habana. Premio Temas de Ensayo 2005, en la modalidad de Estudios sobre arte y literatura.

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  • Jos Antonio Baujn

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    no. 47: 82-92, julio-septiembre de 2006.

    Jos Antonio BaujnJos Antonio BaujnJos Antonio BaujnJos Antonio BaujnJos Antonio Baujn

    Carpentier:Carpentier:Carpentier:Carpentier:Carpentier:de las lecturasde las lecturasde las lecturasde las lecturasde las lecturas

    a los juicios crticosa los juicios crticosa los juicios crticosa los juicios crticosa los juicios crticossobrsobrsobrsobrsobre la obrae la obrae la obrae la obrae la obra

    de Vde Vde Vde Vde Valle-Inclnalle-Inclnalle-Inclnalle-Inclnalle-Incln

    Todo nuestro saber temporal es unayuxtaposicin de instantes, una lnearecta, un rayo de sol. Sin embargo, estemomento tan efmero volveremos avivirlo en la remota eternidad, y lo queahora es como el punto que vuela, serun crculo inmutable.

    Ramn del Valle-Incln

    Uno de los resquicios poco frecuentados por lacrtica que se ha ocupado de la obra de AlejoCarpentier (1904-1980) es el dilogo de esta con laprole literaria de Ramn del Valle-Incln (1866-1936).Ambos autores comparten el estatuto de canonizadospor la tradicin y el presente; ambos, el carcter devisionarios de un futuro que no les cupo habitar:de las Sonatas a Tirano Banderas y El ruedo ibrico, y deEcue-Yamba-! a El arpa y la sombra, puede trazarseun mapa literario del siglo XX. Muy tempranamentese identific la produccin de Carpentier con lamanera de hacer del escritor espaol, y la mencinde Tirano Banderas se hace casi obligatoria cuando se

    repara en El recurso del mtodo por razones degenealoga literaria, pero cundo y de qu formaValle se inserta en el entramado de referenciasculturales de nuestro autor?1

    El 9 de octubre de 1924, Diario de la Marina publicuna importante semblanza de Carpentier, debida a lapluma de Francisco Ichaso (1901-1962), contemporneosuyo y uno de los intelectuales ms informados de sumomento. El texto es revelador de la vala que yaentonces (ntese que solo contaba diecinueve aos) sehaba granjeado en los medios institucionales del arte yla literatura:

    Carpentier, os dir cosas de la ltima escuela pictrica, delms reciente alarde ultrafuturista hecho en ese Parsdemoniaco y multiavizor, y en sus comentariossorprenderis la condicin vigilante de su intelecto, que,sin cesar, atalaya el horizonte, vido de nuevas luces, denuevos sonidos, de nuevas imgenes [...] Mas estamodernidad no le impide a Carpentier refocilarse con elregustillo de lo bueno aejo. Su espritu vuela en pos de laltima rara floracin, pero a cada paso se detiene en lasenda para aspirar el perfume perenne de la rosa antigua ypaladear, como buen catador, el poso fuerte de aquel vinoque remoza el alma, de que habl el clsico. Y en estaalternativa de lo reciente con lo antiguo, en esta infiltracin

    Profesor. Universidad de La Habana.

    Premio Temas de Ensayo 2005, en la modalidad de Estudios sobrearte y literatura.

  • Carpentier: de las lecturas a los juicios crticos sobre la obra de Valle-Incln

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    de lo arcaico en lo nuevo DAnnunzio, Valle-Incln,Mir est precisamente el quid del espritu moderno.2

    La investigadora Ana Cairo, quien rescat del olvidoesta rareza periodstica, apunta el carcter polmicode las figuras a que Ichaso atribuye representatividad enel concepto de espritu moderno.3 Si bien no estntodos los que son, para la evaluacin de los que estncreo que no debe perderse de vista la convivencia dedistintas orientaciones artsticas, consideradas comocorrientes de avanzada, en la Cuba de la tercera dcadadel siglo. No obstante, el escritor de ms dudosaactualidad en el momento es, sin duda, GabrielDAnnunzio (1863-1938), gran patriarca de toda una seriede generaciones atrapadas en la crcel modernista, todavaactuante en los aos 20 en nuestro continente, aunqueya en franco declive.4 En cuanto a Gabriel Mir(1879-1930), s constituye una referencia actualizada porparte del periodista; la obra del novelista espaol estinserta en una zona de experimentacin dentro de lanarrativa y de cambio en la funcin social de la literatura.5

    Tocante a Valle-Incln, tngase en cuenta que para lafecha de este artculo haba sumado a su larga trayectoria(en la cual destacan sus Sonatas de inicios de siglo comoejemplos cimeros en lengua espaola de la revolucinmodernista en la prosa), una profunda transformacinen los terrenos esttico e ideolgico, que la crtica sitaen torno a 1920 y que lo encumbran junto a las msvanguardistas expresiones literarias (sobre todo con supieza teatral Luces de bohemia, primer vstago delesperpento).6 Con el tiempo, frente al encierro epocalde compaeros de promocin como Azorn, Baroja,Unamuno mismo, la obra de Valle-Incln cobra visosde sorprendente actualidad.

    En la eleccin de Ichaso para sentenciar lapermeabilidad moderna de Carpentier, queda implcitono solo el conocimiento de la produccin valleinclanianapor parte del elogiado y su gusto por la obra del espaol,sino tambin la consideracin de Valle-Incln comofigura legitimada socialmente o al menos dentro delsector artstico en Cuba.

    Coincido con Jorge Fornet en tomar como primerensayo cubano dedicado a un representante de la llamadaGeneracin del 98, el publicado en 1910 por Jos ManuelPoveda (1888-1926) con el ttulo Don Ramn del Valle-Incln.7 La lucidez del poeta clave de nuestroposmodernismo al examinar la obra del gallego en elcontexto de la literatura peninsular que le es simultnea,resulta anticipadora al considerarlo su cumbre.8 Otrasvoces cubanas ofrecieron constancia de las lecturasrecurrentes de Valle-Incln (y del resto del grupointelectual del 98 espaol) en las primeras dcadas denuestro siglo. Nombres como los de Alfonso HernndezCat, Jorge Maach, Marcelo Pogolotti, Raimundo Lazo,Julio Antonio Mella, Emilio Roig de Leuchsenring,

    Conrado Massaguer, entre otros, dieron testimonio deello en sus obras.9

    No es de extraar aunque hasta ahora no pasede simple conjetura que Carpentier estuviera al tantode los detalles de las cortas estancias de Valle-Incln enLa Habana en 1921 (ao en el que comienza a penetrarcon fuerza el mundo cultural cubano) y de la estela untanto escandalosa que deja, tan atractiva para un joveninclinado a las transgresiones estticas e iconoclasta porconviccin.10 Las visitas cubanas de Don Ramn delas barbas de chivo fueron comentadas en losprincipales diarios de la poca (especialmente Diario dela Marina), que se hacen eco a veces escandalizadosde sus afirmaciones: se declara afn a los bolcheviques,da precisiones de su cambio esttico hacia elesperpento, se muestra irreverente y ataca la pedanteraespaola en tierras que ya no le pertenecen, es implacableen sus juicios sobre la monarqua espaola de AlfonsoXIII, etc.11 Lo que s resulta irrefutable es que al menosen esta dcada la de los 20 Carpentier ya lee aValle-Incln. Incluso, como dato curioso, convieneapuntar que el texto del cubano Una fuerza musicalde Amrica: Hctor Villalobos coincide, en la revistahabanera Social agosto de 1929 con una de lascolaboraciones valleinclanianas en Cuba: Resol deverbena.

    Dentro de las memorias de sus aos iniciticos,Carpentier suele referirse al impacto que le produjo ensu formacin el contacto con la biblioteca del padre,poblada de literatura espaola decimonnica y deprincipios del siglo XX. Confiesa el apasionamientopaterno por la literatura de la denominada Generacindel 98; contrasta sus apreciaciones sobre los escritorescomprendidos en ese grupo con las adquiridas en elambiente familiar y ah hace explcita su pronta lecturade las obras valleinclanianas: frente a la consideracinde Baroja o Azorn como los modelos supremos del98 espaol, Carpentier opta por Valle.12

    A travs del periodismo, de sus ensayos y entrevistas,puede reconstruirse esa yuxtaposicin de instantes enlos que alumbraron los juicios carpenterianos sobreValle, sus personajes y los elementos de su particularpotica que le interesaron. Es en la bsqueda y anlisisde esos momentos tan efmeros cuando cobra cabaleternidad el proceso receptivo de Valle-Incln en elescritor de El recurso del mtodo. Acierta RobertoGonzlez Echevarra al apuntar que la mejor crticaliteraria de Carpentier est contenida en las novelas yrelatos del escritor.13 Pero para fraguar all, sus juiciosrecorren generalmente un extenso camino que podemostransitar con l si se repasa con detenimiento el restode las zonas de su accin profesional.

    En particular, ha de tenerse en cuenta que elperiodismo no solo constituy una va de supervivencia

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    econmica para l, sino la primera actividad en la quedescoll como intelectual de prestigio. La prensaperidica fue, desde los aos 20, canal eficiente deformulacin y reevaluacin de juicios y conceptos; espaciode sometimiento de las ideas propias a dilogo, tantoconsigo mismo como con el otro; taller experimentalde bsquedas estilsticas en funcin de objetivos msambiciosos.

    La crtica literaria en el caso que nos ocupa, sobreValle-Incln tambin forma parte de la inmersincarpenteriana en la discusin de los problemas literariosy artsticos que entabla la intelectualidad latinoamericanacoetnea a Carpentier, y se inscribe todava en un espaciomayor: el de la recepcin dispar, polmica, de la queValle es objeto ms apreciable an en su teatro enun tiempo en que opone su literatura a las corrientesdominantes en el campo de la gran produccin artstica,y batalla por desbancar a los acomodaticios en el arteque cuentan con el favor mayoritario de pblico y crtica.

    Pero, como se ver, la presencia valleinclanianatambin la encontramos en los ensayos de Carpentier,los cuales suelen identificarse con la produccin de undiscurso terico sobre Latinoamrica que va a sentarpautas en nuestro mundo, con las formulaciones ydesarrollo de los conceptos de lo real maravilloso,barroco (o barroquismo) americano y los contextospara la creacin literaria. Aunque no es el cometido deeste trabajo un estudio de la ensaystica carpenteriana,creo prudente observar que, desde mi punto de vista, seha entendido errneamente su carcter, al interpretar susteorizaciones bsicamente como definicin del serlatinoamericano, de su esencia, y no como expresinmadura de potica literaria personal. Visto de esta ltimamanera, las referencias literarias contenidas en los ensayosamplan las ideas barruntadas en la crtica literaria delautor, que de esta forma las jerarquiza, al tomar las queen l tienen carcter ms raigal, las ms metabolizadas.

    Por ltimo, las reflexiones contenidas en entrevistas,como es obvio, tienden a repetir ideas ya formuladas enartculos, ensayos y novelas, pero al estar motivadas poragentes externos (los entrevistadores, las motivacionesde las entrevistas, el contexto en que se realizan), a vecesel desarrollo discursivo se introduce por vericuetos pocofrecuentados antes, o apela a sucesos de muchainmediatez o a impresiones o a ancdotas y hechos devida que la memoria rescata en ese instante.

    En fin, tanto artculos, ensayos y entrevistas convidana especialistas a sumergirse en el saber de Carpentier. Yes ah, entre patrones de gustos y preferencias epocales;entre la lucha por educar al gran pblico en los caminosdel arte y la literatura de mayor mrito, como forma deliberacin del hombre, en el sentido martiano de asuncinde la cultura como emancipacin del ser; entre labsqueda en el creador de la expresin adecuada para

    una obra en funcin de revelar esencias americanas,que Valle-Incln penetra en el verbo carpenteriano.

    La primera mencin al autor espaol la encontramosen un artculo de la prehistoria carpenteriana. Se tratade La ltima noche de Don Juan,de E. Rostand, aparecidoen el peridico habanero La Discusin el 18 de marzode 1923.14 Comentando la obra del dramaturgo francsEdmond Rostand (1868-1918), se adentra en lagenealoga del personaje del burlador Don Juan, decepa espaola, y considera la recreacin que hace Valle15

    dentro de las ms destacadas:

    Su origen se pierde en los albores de la literatura espaola;pero su carcter fue fijado definitivamente en las letras porTirso de Molina. Desde entonces, su silueta elegante ysarcstica no deja de reaparecer, evocada en todos los tiempospor una verdadera legin de artistas: Molire, Lord Byron,Toms Corneille, Zorrilla, Mozart, Valle-Incln, Bataillepara citar solo los ms importantes.16

    No es hasta 1931 que volvemos a tropezar con unareferencia explcita al gallego, pero ahora tiene mayorsignificacin. Les points cardineaux du roman enAmerique Latin constituye uno de los escasos textosque conocemos escritos y publicados por Carpentierdirectamente en francs, y uno de los primeros trabajosen los que intenta historiar y explicar el proceso denuestra literatura latinoamericana. Se publica en LeCahier.17 En relacin con la produccin literaria de losaos finales del siglo XIX y principios del XX en Amrica,iniciadora de la irrupcin de la norma lingstica propiaen sus letras frente a la incomprensin de la Academiaespaola, Alejo Carpentier nombra a Valle-Incln paraexaltar su posicin en cuanto al empleo deamericanismos. Demuestra as no solo un amplio yactualizado manejo de la creacin valleinclaniana, sinotambin su avanzada percepcin sobre esta respectode la crtica asidua del autor: No comprendemosnada! decan los acadmicos espaoles de 1900, quelean libros escritos en Amrica Latina... Hoy, un Valle-Incln, ibrico en alma y cuerpo, introduce variascentenas de americanismos de pleno sabor local en suTirano Banderas, su Ruedo ibrico o su serie de Esperpentos.18

    Represe en el hecho de que Tirano Banderas es de1926 y que de la serie El ruedo ibrico solamente hanvisto la luz La corte de los milagros (1927) y Viva mi dueo(1928). Por otro lado, aunque la postulacin delesperpento ya est en Luces de bohemia (1920), la trilogadramtica que Valle publica con esa rbrica (Martes decarnaval. Esperpentos) no sale hasta 1930.19 El criterio quesostiene a Valle como el mayor transgresor del idiomade su poca, a tono con los retos que esta impuso,actualmente es casi unnime, pero entonces no faltaronlas rplicas de los puristas de la lengua por lacontaminacin de un espaol castellano con vocesamericanas violatorias de las normas al uso.

  • Carpentier: de las lecturas a los juicios crticos sobre la obra de Valle-Incln

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    En 1938, en el importante texto Abajo lainteligencia! Viva la muerte!, cuando Carpentier analizalas causas que han llevado a la emergencia del fascismoespaol, la remisin a Valle-Incln vuelve a ser muysignificativa: No por mera casualidad los espaoleslcidos de nuestro siglo criticaron acerbamente una falsaEspaa pas real, dira el viejo imbcil de Maurrasque pretenda regir los destinos de la nacin. No pormera casualidad Valle-Incln, en Tirano Banderas, hacarepresentar dicho pas por un abarrotero y un baroncitoembajador y pederasta.20

    La crtica valleinclaniana a la estulticia y la indigenciagobernativa de Espaa y su presencia en la Amricaposcolonial es incisiva en la novela de 1926 sobre eltirano latinoamericano. Este motivo, incluso, permiteuna lectura de la pieza en clave espaola; o sea, alpresentar el ambiente espaol de Santa Fe de TierraFirme, la novela adquiere las dimensiones de unaradiografa de la Espaa que le es coetnea.

    Con posterioridad, en 1940 nuevamenteCarpentier en Cuba despus de su estancia parisina deonce aos, la vista de una Misa de Gallo en la Iglesiade Santa Mara del Rosario, le trae a Carpentier elrecuerdo de las decoraciones conventuales de la Sonatade primavera. Esta experiencia la trasvasa a una excelentecrnica, publicada en Tiempo, cuyo estilo debe muchotambin al arte preciosista del modernismovalleinclaniano.21

    En Caracas donde resida desde 1945 aparece,en 1949, un importante texto de Carpentier: Tristn eIsolda en Tierra Firme (Reflexiones al margen de unarepresentacin wagneriana),22 contemporneo del ensayo-prlogo de El reino de este mundo y reverso de la mismamoneda respecto de este. El discurso contiene dosmarcas que remiten a la obra de Valle-Incln: una, paracaracterizar en pocas palabras y con toda irona, lasituacin musical del siglo XIX en Espaa: un siglo dezarzuelas y peras menores que no salan de los lmitesdel ruedo ibrico,23 con lo que ya deja sentado elcarcter provinciano, bufo, insulso, de la produccinmusical, al apelar al mundillo de castauela y panderetacon el que Valle-Incln recrea la misma centuria desdeel punto de vista social y poltico en la truncada serienovelesca. La otra de ellas, de carcter erudito, remite alas Sonatas: la formidable solidez del culto wagnerianoest muy lejos de haberse conseguido a base de

    concesiones, sonrisas, madrigales y presentes [...]Todava hoy, el buen burgus que se parece a Stravinskyen lo de amar a Bellini, se complace en largar, sobre lamsica de Wagner, las mismas tonteras que dijera, ciertavez, el Marqus de Bradomn informadoposiblemente por Chueca.24

    En efecto, en la Sonata de esto el marqus prendadode la Nia Chole tiene un ataque de celos tras el crucede miradas que observa entre la criolla mexicana y unprncipe ruso. El incidente se resuelve cuando ella lehace reparar en la homosexualidad de este. Bradomnconcluye la deliciosa reflexin interior producida porel hecho con las siguientes palabras: Solo dos cosashan permanecido siempre arcanas para m: el amor delos efebos y la msica de ese teutn que llamanWagner.25 Si nos guiamos por una lectura atenta aldiscurso de autorreproche que recorre el repaso de losvicios del marqus y su reconocimiento de unaheterosexualidad raigal, que le cercena el placer deAquel bello pecado, regalo de los dioses, y tentacinde los poetas,26 la vecindad de la incomprensin de lamsica wagneriana adquiere la misma intencionalidadde lamento.

    La seduccin por la msica en Valle y el dilogoque establece con ella en su literatura en este casopresente desde el propio ttulo de la tetraloganovelesca tienen que haber regocijado a Carpentier,para quien la msica es violn de Ingres y elementode capital presencia en su ficcin incluso en laestructura de muchas de sus creaciones, pero laadmiracin del escritor cubano por la obra de RicardoWagner (1813-1883) le prejuicia la interpretacin deltexto del espaol y volver a insistir en ello en su artculoMart, estudiante de msica, publicado en Caracas el4 de marzo de 1953.27 De todas formas, vale apuntarque, en otras ocasiones, Valle-Incln deja constancia dedisensin ante la desmedida aficin de los modernistaspor la msica del alemn.28

    No es, sin embargo, hasta la dcada de los 50 quevan a empezar a aparecer con mayor asiduidad, enartculos, ensayos y entrevistas, referencias y valoracionesde Carpentier a propsito de su lectura de Valle-Incln.Podra explicar este hecho la circulacin mayor de suobra en Amrica despus de su muerte y, porconsiguiente, el aumento de la atencin crtica en elcontinente, en consonancia con la revalorizacin y las

    Carpentier siempre estuvo con la causa de Valle, pues enmomentos en que an no se valoraba su obra a la altura deuna de las imprescindibles en la literatura del siglo XX, enValle-Incln encuentra un maestro.

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    preocupaciones internacionales que suscita el autordentro de la segunda y tercera etapas de los estudiosque se le han dedicado, segn apuntamos antes. Adems,el hecho de que el cubano cuente con la seccin diariaLetra y Solfa en El Nacional caraqueo, as como laintensidad de escritura ficcional a que se entrega porentonces, justifican estas referencias: mientrasexperimenta nuevas tcnicas narrativas afines a susintenciones y perfecciona otras, Carpentier vuelve a laliteratura de los maestros. As penetra en Valle.

    El 16 de noviembre de 1952 publica en su Letra ySolfa, de El Nacional, de Caracas, La tipografa vuelveal orden, artculo en el que la mencin a una edicinde El ruedo ibrico, que ha ido a parar, recientemente, ami mesa de trabajo... hace reafirmar el criterio de unams marcada presencia en Latinoamrica de edicionesvalleinclanianas. Carpentier se queja de las edicionespoco cuidadas que demeritan el trabajo de editor eimpresor y afectan la consideracin literaria del receptor(en particular, critica ciertas ediciones argentinas). Estolo ejemplifica con la de El ruedo ibrico, a la que faltandos captulos (se trata de la edicin argentina de Losadade 1940?).29

    Capital para nosotros es su artculo Lo local y ellocalismo (29 de noviembre de 1952). Como se sabe,un temprano principio axiomtico del trabajocarpenteriano se lo suministra una idea de Miguel deUnamuno que formula la necesidad de una tensinpermanente en la obra entre lo universal y lo local.30

    Carpentier ilustra la tesis con la creacin valleinclaniana:

    As tomemos las cuatro Sonatas de Valle-Incln,recientemente traducidas al francs y publicadas en un solovolumen. Nada han perdido de su frescor, de su gracia, desu elegancia, al ser ledas en un idioma que no sea elcastellano, si bien la versin no alcanza a transcribir, para ellector extranjero, todos los matices de la prosa maestra. Enla hermosa tetraloga del marqus de Bradomn, donRamn sigue siendo una suerte de Stendhal barroco, queno necesita del localismo para pensar y sentir en espaol debuena cepa... Dudo, en cambio, que El ruedo ibrico pudieratraducirse con igual fortuna. La sombra del Caf Suizo, lapera en el Real, la silueta del Espadn, pesan demasiadoen una accin que exige, por parte del lector, el conocimientode los santos y seas. A partir del instante en que el traductor,al ver aparecer a Valero y a Julin Romea en un camerino delTeatro de la Cruz, se sintiera obligado a hacer una llamadaa fin de pgina 1. Valero, Julien Romea, acteurs fortcellebres en Espagne le sicle dernier, etctera el captulo sevendra abajo.31

    Varios elementos contenidos en la cita merecencomentario. En primer lugar, resulta revelador de laconsideracin carpenteriana del magisterio de Valle, desu carcter modlico, su lectura de las Sonatas tambinen francs,32 para corroborar que la pieza resisteseal de universalidad la traslacin a otra lengua yse mantiene como prosa maestra. El reparo efectuado,

    no obstante, a una posible traduccin de El ruedo ibricoobra que Carpentier reverenciar en mltiplesocasiones no es de extraar; le asiste el hecho de quesean muy escasos los intentos de llevarla a otros idiomas,an hoy, a pesar del reconocimiento unnime deespecialistas espaoles y extranjeros de su importanciaen el concierto de la renovacin de la novela en lasletras hispnicas y universales.33

    Otra edicin valleinclaniana sus Obras completas34

    motiva un artculo en El Nacional, con fecha 7 de enerode 1953, La vuelta a Don Ramn.35 Insiste Carpentieren la actualidad de la literatura de Valle incluso, de lams tpica modernista frente al desgaste de obras deotros escritores espaoles de su momento. Destaca laplasticidad del idioma que fluye orgnicamente,despojado de artificialidad; el difcil trabajo con laadjetivacin y la sonoridad en la prosa; su barrocosentido de la frase y de la composicin; la concepcinde la literatura como espectculo; el dominio de la ironacomo recurso expresivo. As, Carpentier se entrega areproducir la belleza del cuadro de la llegada a la estacinde Alczar del coronel Sagastizbal con su familia, deregreso a Espaa procedentes de la Cuba colonial,contenido en el Libro octavo de La corte de los milagros(primera parte de El ruedo ibrico). La eleccin del pasajeno deja dudas acerca del propsito implcito de sealarla recreacin de temas nuestros en el autor; hecho quecorrobora la culminacin del artculo enarbolando elmagisterio alcanzado por el primer captulo de TiranoBanderas, colmo de la sntesis para expresar: eldecorado de una ciudad martima y tropical acasoVeracruz, en menos de veinte palabras: Santa Fe deTierra Firme arenales, pitas, manglares, chumberasen las cartas antiguas, Punta de las Serpientes. Y comono hace falta ms, se pasa al segundo captulo!....36

    La expresin de Amrica en la literatura espaolahaba preocupado constantemente a la intelectualidaddel continente y este fenmeno se potencia a partir dela independencia. Socializada est la idea si bieninexacta de que la Generacin espaola del Desastreno tematiza el problema colonial y sus consecuencias.Se ha hablado entonces de una dialctica de ausencia/presencia que responde a un mecanismo de defensapsicolgico-social, a la abulia espaola de fin de sigloque comentan los historiadores o a la concentracin defuerzas en la necesaria incorporacin de la pennsula alcontexto europeo. No se ha cualificado suficientemente,en cambio, el tratamiento mucho o poco delespacio americano en dicha literatura. Valle, por susobvias implicaciones con Latinoamrica, siempre hasido presentado como excepcin. Y de alguna maneralo es, por su gradual cercana al espritu americano quele permite alejar de su literatura visiones folkloristas,exticas de esta ribera transocenica. Entre nosotros,

  • Carpentier: de las lecturas a los juicios crticos sobre la obra de Valle-Incln

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    Jorge Maach ya haba enfocado con brillantez el asuntoen un ensayo dedicado al autor de Tirano Banderas, araz de su muerte.37 Ahora Carpentier ejemplifica alpblico latinoamericano cmo dar plenitud cabal a loamericano en literatura con las obras de Valle, de estegran don Ramn de las barbas de chivo segn elverso inicial del famoso soneto de Daro, que fueobjeto de veneracin por los hombres de su promocinen el continente desde sus comienzos intelectuales, talcomo lo recuerda Alejo en El porqu de ciertaaoranza (26 de septiembre de 1953).38

    Carpentier emite juicios osadamente transgresivosdentro del panorama crtico internacional, a propsitode Valle-Incln, como el expuesto en De una supuestainfluencia del cine, artculo aparecido tambin en suseccin Letra y Solfa, el 18 de marzo de 1954. En l,el cubano engrandece la figura del gallego comomaestro precursor de las letras contemporneas,tomando como eje el tpico, usual dentro de la crtica,de los recursos literarios supuestamente debidos a lainfluencia del cine. El texto reviste una importanciacapital para dimensionar exactamente el alcance de laestimativa carpenteriana por Valle:

    Mucho se habl, durante mucho tiempo, de la influenciaejercida por el cine sobre la literatura contempornea. Sedio esa influencia por un hecho cierto, afirmndose que lasenseanzas del sptimo arte haban impreso una velocidadnueva a la novela, contribuyendo a esquematizar sussituaciones, y que los bruscos cambios de planosobservados en ciertos relatos de hoy se deban a una nocindel montaje puesta en la mente de sus autores.[...]Sin embargo, habr que recordar un da que quien us de eseprocedimiento con todas las barbas de un autntico precursor,fue Don Ramn del Valle-Incln a quien Camilo JosCela detesta, tal vez precisamente porque escribi La Colmena.Y no me refiero concretamente al Ruedo ibrico, que pudosufrir aunque lo dudo una influencia de ciertosnovelistas norteamericanos, sino a la triloga de La guerracarlista, que le es muy anterior en su concepcin... Quien seacerca nuevamente a Valle-Incln en estos das, sin ms anheloque el de disfrutar, una vez ms, de su prosa deleitosa, quedaasombrado, de pronto, al descubrir algo que ya nadie hubierapensado en buscar en su obra: una tcnica eminentementenovedosa, anticipada, en muchos casos, a ciertas cosaspresentadas despus como grandes hallazgos de forma ydesarrollo [...] Quien relee actualmente a Valle-Incln sesorprender al hallar, en sus novelas, con bastanteanterioridad a la teora de una influencia del cine en la literatura,todo lo que a esa supuesta influencia atribuyeron algunoscrticos: rapidez de accin, esquematizacin de dilogos ysituaciones, perpetua mutacin de planos cuando nadieusaba an los trminos de montaje, ni de contrapunto...39

    Tanto Valle como Carpentier fueron grandesadmiradores del cine, en cuyo desarrollo e importanciaartstica confiaron ilimitadamente. Pero Carpentierhace referencia temprana a lo que la crticacontempornea ha dado en llamar con sorna

    cinemana aplicada, de la cual la obra de Valle-Inclnno ha estado exenta.40 No asombra ya la condicinde Adelantado de las letras que otorga Carpentieral escritor espaol; pero s la lucidez de su pensamientoen cuanto a la relacin cine-literatura, y ms, al utilizarla serie novelesca de La guerra carlista como muestrade tcnica precursora. Carpentier demuestra en suartculo poder moverse con facilidad dentro de laestructura de La guerra carlista, evidenciadora de variasatentas lecturas.

    De las obras de Valle, Tirano Banderas y El ruedoibrico han sido (son) siempre las recurridas para tratarlos asuntos su renovacin novelstica en el conciertode la gran experimentacin narrativa de las primerasdcadas del siglo XX. La guerra carlista Los cruzadosde la Causa (1908), El resplandor de la hoguera (1909),Gerifaltes de antao (1909) y la inacabada La corte deEstella (1910) ha desandado caminos siempre conel estigma del conservadurismo carlista de Valle-Incln, y con la desafortunada posicin entre las Sonatasy las novelas de los aos 20, creaciones santificadasrpidamente como piezas modlicas. El mencionadociclo novelstico padeci durante muchos aos dedesatencin y olvido cuando no de rechazo entrelos estudiosos,41 y es bastante reciente el acrecentamientode la atraccin crtica por l y la voluntad de justipreciarlo.

    Aos ms tarde, en Vigencia de Tolstoi en AmricaLatina (1960), Carpentier vuelve sobre la idea de laanticipacin en lengua espaola que supuso el empleode una tcnica valleinclaniana de contrapuntocinematogrfico, de montaje paralelo de escenas, deutilizacin del personaje colectivo como entidaddominante en la composicin novelesca; pero en estecaso, subordina la novedad de Valle, dentro de laconstelacin de la literatura universal, al genio delTolstoi de La guerra y la paz.42

    Me interesa llamar la atencin sobre el aciertocarpenteriano de emparentar la obra del ruso con lapotica de Valle-Incln. En numerosas ocasiones, estemanifest encontrar en Tolstoi uno de los autores delos que mayor influjo recibi. Un criterio como elexpresado por Valle en La Habana en 1921, hubierahecho las delicias de Carpentier, no solo por laexplicitacin de su comunin con Tolstoi yDostoievski, sino por el consejo que da a los jvenesescritores (recurdese que Alejo les deca a loslatinoamericanos algo parecido en las dcadas de los60 y los 70 cuando reparaba en la fundacin de unanueva pica en la literatura de continente).43 En Diariode la Marina, casi al pisar tierra habanera, Valle afirma:

    Soy radical en mis opiniones. Creo que los novelistashemos estado perdiendo el tiempo. Tengo por cierto quesolo hubo dos autores de novelas geniales: Tolstoi yDostoyevski. En Espaa el ambiente ha sido hasta ahora

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    muy pobre. Hemos escrito novelas de casas de huspedes.Se hace indispensable cambiar los moldes y abandonar lainsulsa novela de amoros. Yo le digo a la juventud espaolaque vaya a buscar sus novelas a la cuestin agraria enAndaluca y a la enorme tragedia que se viene desarrollandoen Catalua. Ah esta la cantera de donde han de surgir losgrandes libros del futuro en Espaa.44

    Regresemos al periodismo carpenteriano de losaos 50. Dos artculos ms en Letra y Solfa reclamanreferencias al autor de Tirano Banderas: De la correccinen el hablar (7 de julio de 1954), e Idioma escrito,idioma hablado (5 de julio de 1955).45 En ambos casos,la zona que motiva la presencia valleinclaniana es surevolucin en el terreno literario mediante el uso deuna lengua preada de localismos y americanismos.

    La dcada de los 60 reserva para Alejo Carpentiersu definitiva consagracin como novelista y como unode los intelectuales ms prestigiosos del panoramamundial. El crdito abierto con las obras de losaos 50 ser multiplicado desde entonces con laaparicin de El siglo de las luces y las sucesivas entregasficcionales. Los aos 70 cierran con el otorgamientodel Premio Cervantes a Carpentier, y se considerabacon mucha fuerza su eleccin para el Premio Nobelfrustrado por su entrega al proceso revolucionariocubano y las campaas en contra de este por sectoresde poder internacional. En muchas de las innumerablesentrevistas que concede, volver tras la huellavalleinclaniana.

    En 1964, cuando habla de la poltica editorial cubanaque se encuentra dirigiendo, incluye a Valle-Incln comouno de los autores de cuyas novelas se imprimen treintamil ejemplares.46 Aunque no lo explicita, es evidenteque la obra en la que piensa es Tirano Banderas, editadaen el propio ao por el Consejo Nacional de Culturadentro de su coleccin Biblioteca Bsica de LiteraturaEspaola.

    Esta edicin de Tirano Banderas cuenta con unaIntroduccin, un breve texto que no aparece firmado,de la misma manera que tantos otros prlogos de lasediciones populares con las cuales el nuevo proyectocultural de los 60 inund el pas. Segn testimonios depoca como los de Graziella Pogolotti o LisandroOtero, estos prologuillos, con intenciones de aportarinformacin elemental sobre el autor y la obra encuestin, con la inclusin de algunas claves de lecturaspara facilitar la comprensin de la mayor cantidad degente, solan ser escritos por Carpentier, que luego nolos firmaba probablemente por modestia y porpreservar, tras el anonimato, el acercamiento de un lectorcomn que, de otra forma, poda prejuiciarsenegativamente al encontrar la mediacin de un nombremuy identificado con el sustrato ms culto de laintelectualidad. En la Introduccin a la edicin cubana

    de Tirano Banderas hay juicios que posibilitan elotorgamiento a Carpentier de la paternidad del texto.

    A Ramn Chao confiesa en 1974: [a Valle-Incln]cada da lo encuentro mejor y ms moderno, pero sobretodo en la extraordinaria Guerra carlista y en lasportentosas Divinas Palabras.47 Reafirma el criterio demodernidad para la serie carlista, pero una nueva obrase introduce en su abanico de preferencias, obra queconstituir una revelacin, en la escena contemporneainternacional, de la esplndida tesitura del teatro de Valle.

    En 1975, en Buenos Aires, habla de la importanciade Mxico y del viaje del espaol en 1921 enTirano Banderas; de modelos reales que tom Valle parasu novela (como el ambiente veracruzano, el Castillode San Juan de Ula para la prisin descrita en el texto)y de la tcnica caricaturesca, as como de las estampasbarrocas que utiliza; pero se contradice cuando aseguraque no ve sincretismo por ninguna parte en la obra (lmismo ha reparado en ello en otras ocasiones!).48 Elpropio ao, en Per, comenta con entusiasmo la proezavalleinclaniana de realizar Tirano Banderas y su carcterde antecedente de El recurso del mtodo.49 Y, en Pars, alao siguiente, retorna a la novela de 1926 dentro de lahistoria de la narrativa sobre el dictador enLatinoamrica.50

    En 1977, en el volumen dedicado a Carpentier enla Serie Valoracin Mltiple de Casa de las Amricas,aparece un collage de entrevistas ya publicadas, preparadopor Salvador Arias (compilador del libro) y ExciliaSaldaa. La importancia del texto radica en que estrevisado y ampliado por el novelista y que se incorporanrespuestas a preguntas que le formularon los dosespecialistas mencionados. A la revelacin de preferenciapor Valle-Incln por sobre el resto de la gente del 98,Carpentier agrega las siguientes valoraciones:

    Valle-Incln se acrece, de da en da, en mi estimacin. No elValle-Incln de las Sonatas, harto preciosista para mi gusto,sino el de La guerra carlista, y, sobre todo, el de los Esperpentosy de Divinas palabras... Esta ltima obra es prodigiosa por lamodernidad de su concepcin. Hay, ah, una cruel energa,que hace pensar en Genet un Genet pasado por Goya.[...] (por algo ha tenido tal xito teatral, recientemente, enFrancia e Italia!) [...] Valle-Incln, en cambio, con su TiranoBanderas vislumbr el futuro de una posible novelsticalatinoamericana.51

    Al ser nuevamente entrevistado por su amigoRamn Chao para La voz de Galicia (La Corua, 19 demarzo de 1978), dice, a propsito del uso literario dela norma lingstica latinoamericana (una y diversa comosucede siempre con las cosas de nuestra regin):

    Debe recordarse con justicia, que el ms barroco de losescritores espaoles del siglo XX, don Ramn Mara delValle-Incln, haba sentido ya la necesidad de eseenriquecimiento, usando decenas de americanismos, tantoen sus admirables Esperpentos, como en su Tirano Banderas,

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    novela que si no es del todo latinoamericana pues paraexpresar a Latinoamrica hace falta tener una sensibilidadlatinoamericana, y Valle-Incln era demasiado espaol paraverlo todo de una manera que no fuese un tanto caricatural, demuestra una voluntad de acercamiento a nuestromundo. Hay entendimiento, en cierto modo, de lo quesomos y lingsticamente es importante, porque trae a laPennsula todo un vocabulario que proviene de nuestraAmrica.52

    Casi textualmente idntica, ya ha aparecido estaobservacin en uno de los ensayos fundamentales deCarpentier en los aos 70: Problemtica del tiempo ydel idioma en la moderna novela latinoamericana,versin de una de sus conferencias en la UniversidadCentral de Venezuela en mayo de 1975.53

    Una valoracin carpenteriana que hemos idopresentando es la que designa a Valle-Incln como elms barroco de los escritores de su generacin (o delsiglo XX espaol, como tambin la enuncia). Barroco,como se sabe, ha tenido hasta el momento tres usosbien amplios dentro de la literatura. El primero remitea un perodo concreto de la historia literaria (marcadopor el espritu de la Contrarreforma): siglos XVI y XVII,aunque ah tampoco haya verdades establecidas. Elbarroco como concepto histrico cerrado secircunscribe, en ltima instancia al tiempo de la literaturade los Siglos de Oro espaoles. Una segunda manerade utilizarlo la internacionaliza el espaol EugenioDOrs, coetneo de Carpentier, que habla de unconcepto asociado a las manifestaciones artsticas detiempos de crisis en la conciencia colectiva. De estamanera, aparece como una forma cclica en el continuumdel desarrollo literario. La tercera asla rasgos del barrocoy los potencia como valor absoluto (el horror vacui,fundamentalmente) y de esta forma se utiliza la palabrabarroco en calidad de adjetivo que cualifica la obraque los contiene, independientemente de su pertenenciaa cualquier etapa, movimiento o tendencia.

    En general, Carpentier se adscribe a la tesis dorsiana.De sus libros de ensayos se colige que el barroco esuna suerte de pulsin creadora, que vuelve cclicamentea travs de toda la historia de las manifestaciones delarte. Contrapone el espritu barroco al clasicismo. Aceptala caracterizacin de lo barroco como ornamento, horrorvacui, descentralizacin estructural (a veces aparente),profusin de volutas o ncleos proliferantes, afasia enel lenguaje, bsqueda de contrastes, teatralidad orepresentacionalidad exagerada, voluntad expansiva enel tratamiento del espacio, ente otras. Visto as, escomprensible que Valle-Incln se le presente comoautor barroco, apreciacin que comparte con otrasfiguras. Tngase en cuenta la afinidad de la estticavalleinclaniana con escritores representativos del barrocohistrico como Cervantes y Quevedo. Todava llega ams Rafael Alberti cuando lamenta en La arboleda perdida

    la negativa de Valle a compartir el homenaje a Gngoraen 1927: cosa absurda en un gongorino, aunque pasadopor agua agua rubendariana como l.54

    La crtica es unnime en ver a Valle-Incln como elartfice supremo de la prosa modernista espaola consus Sonatas. Amn de otras marcas del simbolismoeuropeo finisecular, el contacto con Daro es decisivopara l. Carpentier, que se hace eco de ello, tiene queconsiderar barroco al autor, si seguimos su lgica depensamiento:

    [Q]u cosa es el modernismo, sobre todo en su primeraetapa, sino una poesa sumamente barroca? Es toda laprimera etapa de Daro. Y hay un barroco que llega ya alabsurdo, que llega al garabato, que llega al exceso en lapoesa de un Herrera y Reissig. Jos Mart, tan directo, tanelocuente, tan, diramos, tan explcito en sus discursospolticos, cuando se suelta la pluma y escribe por su gusto,como en el antolgico estudio que escribe a la memoria deCarlos Darwin, nos resulta un artfice maravilloso de laprosa barroca, y en su ensayo fundamental, NuestraAmrica, donde se definen todos los problemas deAmrica en pocas pginas, es un maravilloso ejemplo deestilo barroco.55

    Frente al conservadurismo, el carcter bastanteinmvil de la esttica de Azorn, Baroja y Unamuno(que Carpentier les atribuye de manera precursora),Valle-Incln, con sus constantes mutaciones estticas,aunque coherentes en una lectura global de su obra, sele descubre al novelista cubano como el ms barroco(el hijo prdigo del 98, en frase espaolahomologable). Por ltimo, la permanenteexperimentacin en el terreno del lenguaje de Valle-Incln, lo sitan (an ms cuando se adentra en AmricaLatina en tanto objeto de ficcionalizacin) como unnuevo Adn nombrando las cosas, asunto, segn sesabe, determinante para la conceptualizacincarpenteriana del barroco.

    La presencia en Espaa de Carpentier para recibirel Premio Cervantes constituy momento propiciopara el asedio de periodistas. Uno de los documentosque considero cruciales para conocer las ideas de estaltima etapa vital del escritor es la entrevista televisadaque le realiza Joaqun Soler Serrano para el programaA fondo.56 En ella da testimonio de haber hecho, en suprimera visita a Madrid en 1932,57 el itinerario detertulias literarias que, a manera de ocasin de lujo paraun escritor, ofreca la urbe capitalina. As, asegura queestuvo en la tertulia valleinclaniana de la Granja delHenar.58 Y ms adelante, cuando alude a las enseanzasde la literatura espaola contempornea para un escritorlatinoamericano, sentencia:

    [M]e pongo a estudiar a los del 98, y me doy cuenta, porejemplo de que la prosa de Azorn, que se me daba entoncescomo la cosa ms ejemplar y admirable, no serva paratraducir el mundo americano [...] Sin embargo, con la de

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    Valle-Incln s podan penetrarse muchos arcanos delmundo todava no descrito ni pintado de Amrica Latina[...] hasta tal punto que Valle-Incln logra en su TiranoBanderas una novela que es un cincuenta por ciento espaolay un cincuenta por ciento americana, la consideramos, en ciertomodo, un punto de partida del personaje del dictador en la literaturalatinoamericana.Y debo decir que el estilo de Valle-Incln aunque jamshaya tratado de imitarlo, porque si no perdera el juegoenseguida, es un estilo demasiado personal me sirvide mucho, muchsimo; y debo decir que en este caso mepasa lo que al hombre que se enorgullece de haber estadodesde el primer momento con una buena causa; yo soy elhombre que estuvo con la causa Valle-Incln siempre ytengo la satisfaccin de ver que hoy la fama mundial deValle-Incln se acrece de da en da. [...] Valle-Incln crecetodos los das. Yo observo a la juventud universitaria [...] Ypara la juventud no ha cado.

    Si antes nos habamos encontrado a un Carpentiercuyas preocupaciones valleinclanianas llegaban a recabarla atencin sobre los problemas del mercado y ladifusin del libro, a tono con su visin sistmica dela literatura y la cultura, ahora se presenta totalmenteinformado de la fortuna de puestas en escena de piezasdel espaol,59 as como del trasvase de obras de este aotros cdigos artsticos como el de la msica opersticao su utilizacin transtextual.

    Efectivamente, Carpentier siempre estuvo con lacausa de Valle, pues en momentos en que an no sevaloraba su obra a la altura de una de las imprescindiblesen la literatura del siglo XX, en Valle-Incln encuentra unmaestro para apoyar algunos de sus ms atrevidos ycontundentes juicios crticos sobre fenmenos de lasletras y la cultura en general. En la recepcin crtica querealiza Carpentier de la obra del autor gallego est supresentacin como autntico modelo de excelenciapara los retos literarios propios y de la literaturalatinoamericana.

    Notas

    1. A la utilizacin de la obra de Valle en la narrativa de Carpentierle he dedicado el trabajo La obra de Valle-Incln en la ficcincarpenteriana: un abanico de relaciones transtextuales, en Jos A.Baujn, Francisca Martnez y Yolanda Novo, eds., Alejo Carpentier yEspaa: Actas del Seminario Internacional, Santiago de Compostela, 2-5de marzo de 2004, Servizo de Publicacins e Intercambio Cientficoda Universidade, Santiago de Compostela, 2005, pp. 429-78.

    2. Francisco Ichaso, Alejo Carpentier (Diario de la Marina, LaHabana, 9 de octubre de 1924, p. 3), en Ana Cairo, La dcadagensica del intelectual Carpentier (1923-1933), Imn, La Habana,a. II, 1984-1985, pp. 380-1.

    3. Ana Cairo, ob. cit., p. 381.

    4. El propio Carpentier realiza sus primeros tanteos maduros enla escritura ficcional con innumerables resabios modernistas ytiene a DAnnunzio como uno de los modelos. En El martirio deSan Sebastin (Chic, La Habana, diciembre de 1923, p. 12),

    comentaba: El ensayo ms completo y feliz que conozco de lamodernizacin de un misterio, es El martirio de San Sebastinde Gabriele dAnnunzio. Y no solo tiene esta obra el atractivo deser una de las ms bellas creaciones del autor de La nave, sino quemusicalmente su inters es tambin considerable, pues la acompaauna partitura que, para muchos, es la ms perfecta y puraconcepcin de Claudio Debussy. Sin duda, es el italiano un autorcon el que dialoga buena parte de la produccin valleinclaniana;a propsito puede consultarse el clsico texto La presenza diDAnnunzio in Valle-Incln, de Amrico Bugliani (InstitutoEditoriale Cisalpino-Goliardica, Miln, 1976).

    5. En general, los estudiosos han fluctuado entre la consideracinde Mir como un neomodernista y un escritor cubista por elempleo constante de la tcnica del fragmentarismo. Figura entendidacomo caso aislado en un primer momento, hoy suele reconocrselesu familiaridad con Ramn Prez de Ayala, Juan Ramn Jimnez yOrtega y Gasset.

    6. Aunque suele justipreciarse Luces de bohemia (cuya primera versines de 1920) como exponente mximo del cambio esttico conhonda preocupacin sociopoltica el famoso giro a la izquierdade Valle, no se puede olvidar la importancia en tal sentido deobras de este mismo momento como los poemarios La Pipa de Kif(1919) y El pasajero (1920) o las obras de teatro Farsa y licencia de lareina castiza, Farsa de la enamorada del r ey y Divinas palabras.Tragicomedia de aldea (todas publicadas entre 1919 y 1920). Es este,por otra parte, el perodo al que comnmente han acudido losestudiosos para fundamentar la escisin entre un Valle-Inclnmodernista y otro vanguardista o esperpntico; entre unocomprometido con el carlismo, o bien, desinteresado en losproblemas de orden poltico-social, y otro que manifiesta su decididaentrega a las causas del progreso y fija su meridiano en la revolucinrusa de 1917. La tendencia dominante hoy es evaluar el proceso deforma ms orgnica y menos cismtica, tanto en el campo estticocomo en el ideolgico.

    7. Jorge Fornet, El sndrome del 98 en la literatura cubana, Casade las Amricas, La Habana, a. XXXVII, n. 205, octubre-diciembrede 1996, p. 125.

    8. Jos Manuel Poveda, Don Ramn del Valle-Incln (LaIndependencia, Santiago de Cuba, 1910), Prosa, Letras Cubanas, LaHabana, 1980, t.1, pp. 198-204.

    9. El pintor Marcelo Pogolotti, por ejemplo, en el impresionantetestimonio de poca que constituye su autobiografa Del barro y lasvoces (Letras Cubanas, La Habana, 1982), al recordar sus constantesencuentros en La Habana de los aos 20 con Carlos Enrquez, evocala embriaguez en que los tena sumidos las lecturas de Valle-Incln.

    10. Valle-Incln haba sido invitado de honor del presidentemexicano lvaro Obregn para participar en los festejos por elcentenario de la independencia. Sus visitas a la Habana se producenen las escalas de ida y vuelta.

    11. Represe adems, en el hecho de que ya a inicios de los 20,Carpentier va a establecer contacto sistemtico incluso, amistadcon la mayora de las figuras habaneras que acompaaron a Valle ensus paseos por la capital en 1921. Esta pudo ser otra va deconocimiento del viaje.

    12. Vase Habla Alejo Carpentier, en Salvador Arias, comp.,Recopilacin de textos sobre Alejo Carpentier, (Serie ValoracinMltiple),Casa de las Amricas, La Habana, 1977, p. 16.

    13. Vase Roberto Gonzlez Echevarra, Carpentier, crtico de laliteratura hispanoamericana: Asturias y Borges, Isla a su vuelo fugitiva

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    (Ensayos crticos sobre Literatura Hispanoamericana), Ediciones JosPorra Turanzas, S.A., Madrid, 1983, p. 180.

    14. Aunque hoy se sabe, gracias a las pesquisas de Sergio Chaple (Laprimera publicacin de Alejo Carpentier. Consideraciones en torno a lagnesis de su narrativa y labor periodstica, UNEAC, La Habana, 1993),que Carpentier empez a publicar en la prensa cubana con el nombrede la madre, la primera vez que lo hace con el suyo es en esteperidico en 1922, en el que mantendr las secciones fijas Obrasfamosas y Teatros hasta el cierre del diario, en 1924.

    15. El Don Juan valleinclaniano (Marqus de Bradomn) es uno delos personajes ms recurrentes en su obra, pero, como se sabe, superfeccin la encontr en las Sonatas: Sonata de otoo (1902), Sonatade esto (1903), Sonata de primavera (1904) y Sonata de invierno (1905):Memorias amables que ya muy viejo empez a escribir en laemigracin el Marqus de Bradomn. Un Don Juan admirable. Elms admirable tal vez!... Era feo, catlico y sentimental. (Sonata deprimavera, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1970, p. 8).

    16. Alejo Carpentier, La ltima noche..., ed. cit.

    17. Marsella, a. 3, n. 6, noviembre de 1931. Manejo la traduccindel texto publicada como Puntos cardinales de la novela enAmrica Latina, La Gaceta de Cuba, n. 6, La Habana, noviembre-diciembre de 1999, pp. 39-41.

    18. Ibdem, p. 40.

    19. Las piezas que la componen (Los cuernos de don Friolera, Las galasdel difunto y La hija del capitn) haban tenido edicin separada anterioren la prensa, pero no creo que Carpentier las conociera de ah.

    20. Alejo Carpentier, Abajo la inteligencia! Viva la muerte!,Medioda, La Habana, 18 de julio de 1938, p. 14.

    21. Vase Alejo Carpentier, Misa de Gallo en Santa Mara delRosario (Tiempo, La Habana, 26 de diciembre de 1940), Crnicasdel regreso, 1940-1941, Seleccin, prlogo y notas de Salvador Arias,Letras Cubanas, La Habana, 1996, pp. 37-9.

    22. Alejo Carpentier, Tristn e Isolda en Tierra Firme (Reflexiones almargen de una representacin wagneriana) (Caracas, Imprenta Nacional,1949), Casa de las Amricas, La Habana, a. XXX, n. 177, noviembre-diciembre de 1989, pp. 4-26.

    23. Ibdem, p. 25.

    24. Ibdem, p. 6.

    25. Ramn del Valle-Incln: Sonata de esto, La Habana, InstitutoCubano del Libro (Cocuyo), 1970, pp. 148.

    26. dem.

    27. Valle-Incln, por boca del Marqus de Bradomn, proclamabasu total incomprensin de la msica de Wagner (Alejo Carpentier,Variaciones, (Letra y Solfa, 9), Compilacin y prlogo de RaimundoRespall, Letras Cubanas, La Habana, 2004, p. 34.

    28. En la farsa La cabeza del dragn (1914), dos acotacionesridiculizan el culto a Wagner con toda irona valleinclaniana: y enlo alto de las torres las cigeas escuchan con una pata en el aire. Laactitud de las cigeas anuncia a los admiradores de Ricardo Wagner[...] y las cigeas cambian de pata, para descansar antes de caer enel xtasis musical. (Tablado de marionetas (Para educacin de prncipes),Espasa-Calpe (Austral), Madrid, 1970, pp. 90-2).

    29. Vase Alejo Carpentier, Literatura. Libros, (Letra y Solfa;7),Compilacin, prlogo e ndices de Amrica Daz, Letras Cubanas,La Habana, 1997, p. 59.

    30. La primera vez que registro la referencia en Carpentier es en elartculo Castilla y el paisaje en la msica nueva (Diario de la Marina,La Habana, 26 de junio de 1927). El texto dedicado al maestroSanjun se inicia con la frase de Unamuno: Es dentro y no fueradonde hemos de buscar al Hombre: en las entraas de lo local ycircunscrito, lo universal, y en las entraas de lo temporal y pasajero,lo eterno. (Temas de la lira y del bong, Seleccin de Radams Giro,Letras Cubanas, La Habana, 1994, p. 400). Despus, la idea conocermil formulaciones en Carpentier a lo largo de toda su vida, siempreremitiendo a la fuente unamuniana.

    31. Alejo Carpentier, Lo local y el localismo, Literatura. Potica,(Letra y Solfa; 8), Compilacin, prlogo e ndices de Amrica Daz,Letras Cubanas, La Habana, 2001, pp. 70-1.

    32. Segn los datos aportados por Javier Serrano y Amparo de Juanen su Bibliografa General de Ramn del Valle-Incln (Servicio dePublicacins e Intercambio Cientfico de la Universidade deSantiago de Compostela, 1995), es posible que la traduccin de lasSonatas al francs de que habla Carpentier sea Les Amours du Marquisde Bradomin [Sonate de printemps. Sonate dt. Sonate dautomne. Sonatedhiver], trad. y pref. Albert Glorget, Delamain et Beutelleau, Stock,Collection Hispanique, Pars, n. 4, 1950.

    33. Puede llegarse a una reflexin de carcter ms general sobre lafortuna de las traducciones de obras de Valle-Incln. As, por ejemplo,Luis Iglesias Feijo apunta en 1992: La exigencia creadora de Vallese plasm en un puado de obras irrepetibles, creadas con tal tensinlingstica, que han gozado del dudoso privilegio de ser tomadaspor intraducibles. Acaso en el futuro esa limitacin se salve (LuisIglesias, Valle-Incln, el modernismo y la modernidad, en ManuelAznar y Juan Rodrguez, ed., Valle-Incln y su obra (Actas del PrimerCongreso Internacional sobre Valle-Incln, Bellaterra, del 16 al 20 denoviembre de 1992), Associaci dIdees, Barcelona,1995, p. 48.).

    34. Evidentemente, las publicadas en Madrid por la editorialPlenitud, en 1952.

    35. Alejo Carpentier: La vuelta a Don Ramn, Literatura. Autores,(Letra y Solfa, 6), Compilacin, prlogo e ndices de Amrica Daz,Letras Cubanas, La Habana, 1997, p. 75.

    36. Ibdem, p. 76.

    37. Jorge Maach, Valle-Incln y la elega de Amrica, RevistaHispnica Moderna, a. II, n. 4, Nueva York, julio de 1936, pp. 302-6.

    38. Alejo Carpentier, El porqu de cierta aoranza, Literatura.Potica, ed. cit., p. 107 (el texto vuelve a reproducirse en Variaciones,ed. cit., pero con un cambio de fecha: 29 de septiembre, pp. 160-2).Esta es una idea en la que reincidir en varias ocasiones, por ejemplo:Ramn Chao, Alejo Carpentier, escritor y ciudadano diputado(entrevista), El Pas, Madrid, 8 de enero de 1978), Entrevistas,Compilacin, prlogo y notas de Virgilio Lpez Lemus, LetrasCubanas, La Habana, 1985, p. 401.

    39. Alejo Carpentier, De una supuesta influencia del cine, Cine,(Letra y Solfa, 1), Compilacin y prlogo de Raimundo Respall,Letras Cubanas, La Habana, 1989, pp. 127-8.

    40. Luis Miguel Fernndez en el artculo Romance de lobos en el cineun proyecto frustrado de Valle-Incln? (2001) repasa laproblemtica y otorga relevancia al comentario de Carpentier: Escasi un lugar comn en la investigacin sobre Valle-Incln el referirsea su inters por el cine, utilizndose como apoyo documental delmismo las diferentes entrevistas en las que el autor as lo manifiesta.Ello ha dado lugar a interpretaciones tan pintorescas como las quele atribuyen la concepcin flmica de ciertos fragmentos de obras

  • Jos Antonio Baujn

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    anteriores a 1910, en las que [...] seran visibles movimientos decmara y encuadres que todava no se conocan en el cinematgrafo,[...] Escasas son, en cambio, las cautelas que se han tenido a esterespecto, a pesar de las consideraciones que sobre el particular hacaAlejo Carpentier en 1954. Anuario Valle-Incln, I, Anales de laliteratura espaola contempornea, v. 26, n. 3, 2001, p. 99. TambinAmparo de Juan Bolufer repara en la claridad del juicio carpenterianoen su monografa La tcnica narrativa en Valle-Incln, Servicio dePublicacins e Intercambio Cientfico de la Universidade deSantiago de Compostela, p. 218).

    41. Para problemas de la evaluacin crtica de La guerra carlista, ascomo del polmico tpico del carlismo valleinclaniano, puedeconsultarse el documentado estudio de Margarita Santos Zas,Tradicionalismo y literatura en Valle-Incln (1889-1910), Society ofSpanish and Spanish-American Studies, s/l, 1993.

    42. Vase Alejo Carpentier, Vigencia de Tolstoi en Amrica Latina,Conferencias, Letras Cubanas, La Habana, 1987, p. 232.

    43. De todas formas no es posible absolutizar como a veces haocurrido la importancia del problema histrico-social enfocadopor Carpentier. Habra que recordar que, fiel a sus preocupacionespor la expresin de la realidad del hombre y a una concepcinposmoderna? que va imponindose en l de forma paulatina, llegaa ejercer la defensa de recursos tpicos del melodrama en la literaturade pretensiones artsticas de su contemporaneidad. Entonces, suadmiracin por Valle-Incln aflora nuevamente, cuando ilustra lasexcelencias de la literatura melodramtica en Voces de gesta (AlejoCarpentier, La novela latinoamericana en vsperas de un nuevosiglo, Ensayos, Letras Cubanas, La Habana, 1984, p. 162).

    44. Ramn del Valle-Incln, Don Ramn del Valle-Incln en LaHabana (Diario de la Marina, La Habana, 12 de septiembre de1921), Entrevistas, Edicin de Joaqun del Valle-Incln, AlianzaEditorial, Madrid, 2000, p. 120.

    45. Alejo Carpentier, De la correccin en el hablar; Idioma escrito,idioma hablado, Literatura. Potica, ed. cit., pp. 163-4 y 200-2.

    46. Claude Couffon, Entrevista con Alejo Carpentier (Les LettresFranaises, Pars, 1964), en Alejo Carpentier, Entrevistas, ed. cit.,p.140.

    47. Ramn Chao, Alejo Carpentier: una literatura inmensa(entrevista; Triunfo, Madrid, 29 de junio de 1974), en AlejoCarpentier, Entrevistas, ed. cit., p. 221.

    48. Es evidente que Carpentier contesta molesto a las preguntasque se le formulan. Con toda mala intencin, el entrevistador insisteen la acusacin de escritor europeizado que algunos lanzan encontra suya. El fragmento en que habla de Tirano Banderas estmotivado por un comentario de ngel Rama, que recuerda elperiodista, sobre la tendencia sincrtica caracterstica de la visineuropea sobre Amrica que homogeneiza la rica diversidad denuestras regiones. Quizs sea por esto que Carpentier miente en suapreciacin sobre Tirano... Vase Ernesto Gonzlez Bermejo, Param terminaron los tiempos de la soledad (entrevista; Crisis, BuenosAires, octubre de 1975), en Alejo Carpentier, Entrevistas, ed. cit., p.279.

    49. Edgar Montiel, Carpentier, el hombre y la historia inimaginable(entrevista; Estampa, Lima, 9 de noviembre de 1975), en AlejoCarpentier, Entrevistas, ed. cit., p. 295.

    50. Franoise Barthlemy, Carpentier o el oficio de revelar(entrevista; La Nouvelle Critique, Pars, enero de 1976), en AlejoCarpentier, Entrevistas, ed. cit., p. 311.

    51. En el volumen de Entrevistas de Carpentier se entresacan algunasde estas preguntas y respuestas, con la indicacin de pertenecer auna entrevista mayor, realizada por Excilia Saldaa. Cito por laedicin de Valoracin mltiple de Casa de las Amricas (ed. cit. , p.16).

    52. Alejo Carpentier, Escrib mi obra literaria en espaol porquelo considero una de las lenguas ms ricas del mundo, Entrevistas,ed. cit., p. 417.

    53. Vase Alejo Carpentier, Problemtica del tiempo y el idiomaen la moderna novela latinoamericana (Razn de ser, UniversidadCentral de Venezuela, Caracas, 1976), Ensayos, ed. cit., p. 129. Enotro ensayo-conferencia del mismo libro Lo barroco y lo realmaravilloso encontramos otra referencia a Valle-Incln paraapuntar cmo la literatura latinoamericana (en particular, la delmodernismo de Daro) fructific en Valle-Incln, fundamentalmenteen sus Sonatas). La idea se reitera en Eduardo Hernaiz, Conversacincon Alejo Carpentier, (Pueblo Literario, Madrid, 5 de abril de 1978),en Alejo Carpentier, Entrevistas, ed. cit., pp. 421-2.

    54. Rafael Alberti, La arboleda perdida, Arte y Literatura, La Habana,1975, p. 233.

    55. Alejo Carpentier, Lo barroco y lo real maravilloso, ed. cit., p.124.

    56. Con posterioridad, el entrevistador publica una versin en sulibro Mis personajes favoritos de A fondo, Madrid, t. 1, [1979], pp.225-32. Estos datos los tomo del volumen de Entrevistas deCarpentier, pues no ha sido posible la consulta del de Soler Serrano.La consulta directa de una copia en cassette del programa televisivonos depar sorpresas no contenidas en el mismo. De manera quecito por Las lenguas de Esopo (Entrevistas, ed. cit., pp. 446 y 454),con excepcin de los textos en cursiva que estn tomados de mitrascripcin del material audiovisual y su cotejo con el textopublicado.

    57. Todos los datos de que dispongo apuntan a que ese viaje seefectu en 1933.

    58. Es la primera vez que encontramos esta informacin enCarpentier y resulta extrao que no la vertiera antes, si bien escierto que en otros momentos ha hablado de lo inusitado de laconvivencia de espacios de tertulias literarias de primer orden enlas que simultanean escritores de muy distintas edades y orientacionesestticas. Volver a referir su encuentro con Valle-Incln en laGranja del Henar en la entrevista realizada por Diego Jess Jimnezpara la publicacin madrilea Mundo obrero, que sali el 26 de abrilde 1980, dos das despus del fallecimiento del cubano. Vase DiegoJess Jimnez, Jams me ha defraudado la Revolucin cubana, enAlejo Carpentier, Entrevistas, ed. cit., p. 477.

    59. Como botn de muestra, consltese Phyllis Zattin, Valle-Inclnen los escenarios franceses y Wilfried Floeck, La recepcin de laobra teatral de Valle-Incln en Alemania, ambos en Leda Schiavo,ed., Valle-Incln, hoy. Estudios crticos y bibliogrficos, Servicio dePublicaciones de la Universidad de Alcal de Henares, 1993, pp.95-101 y 103-12, respectivamente. En los dos textos se documentanlas puestas en escena en esas fechas de Divinas palabras en Francia yAlemania, segn el caso.

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