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Ensayo de Baudelaire. Exposición
El artista, hombre de mundo, hombre de la multitud y niño.
El texto que vamos a exponer pertenece a un fragmento de la obra “El Pintor de la vida
moderna” escrita por Charles Baudelaire en 1859.
Baudelaire fue un poeta crítico del arte y traductor francés además de uno de los máximos
exponentes del simbolismo y considerado el iniciador de la poesía moderna.
Fue incluido entre los poetas malditos debido a su vida bohemia, sus excesos y la visión del mal
que impregnaba su obra.
Baudelaire elige a Constantin Guys (llamado señor G) como protagonista en su escrito al
quedarse impresionado por su personalidad. Éste era un dibujante y acuarelista de gran valor
pero de poca repercusión en la historia de la pintura.
El pintor de la vida moderna refleja la modernidad de finales del siglo, la incoherencia de la
expresión artística y sus formas de pintura. La elección de Guys responde a su manera de
utilizar la cotidianidad como materia prima en su arte, característica principal de la vida
moderna.
A través de la personalidad del señor G, definiremos los conceptos básicos del artista de esta
época.
Diferencia entre hombre de mundo y artista.
Cuando Baudelaire lo conoció, vio enseguida que no se trataba de un artista sin más, sino más
bien de un hombre de mundo, alguien que se interesa de todo lo que ocurre, que quiere saber,
descubrir, comprender y apreciar todo lo que nos rodea. El artista en cambio, vive ignorando
lo que pasa más allá de su entorno más próximo, de su barrio… Los artistas son inteligencias de
pueblo, cerebros de aldea.
Para que esto se entienda de otra forma, podríamos hacer un símil un tanto in extremis entre
un autista que se correspondería con el artista y la persona extrovertida con el hombre de
mundo, es decir, el hombre de mundo se relaciona con la sociedad, está en continuo
movimiento y el artista se limita a un círculo muy estrecho, “ no se levanta de su silla”.
La curiosidad.
Lo que mueve al hombre de mundo es su curiosidad que puede considerarse como punto de
partida de su genio. Este concepto se relaciona con el estado de convalecencia y la infancia.
La curiosidad se manifiesta tanto en el convaleciente que ha estado a punto de olvidar todo y
busca sus recuerdos, como el niño que lo ve todo como novedad y quiere conocer.
La convalecencia por lo tanto, es como un retorno a la infancia, es decir, el convaleciente
disfruta en el más alto grado, como el niño que se interesa vivamente por las cosas.
En conclusión, “el genio no es más que la infancia recobrada a voluntad”.
El hombre de genio recupera su infancia pero se expresa con espíritu analítico, se basa en la
razón, al contrario del niño que se basa en los sentimientos y sensaciones.
La multitud
El hombre de mundo está dominado por una pasión insaciable, la de ver y sentir.
La profesión del hombre de mundo, perfecto paseante, observador o flaneur es adherirse a la
multitud.
La multitud es su dominio, como el aire es el del pájaro, como el agua el del pez, por ello, aun
estando fuera de casa se siente como en ella, hace del mundo su familia.
Decía un día el Sr. G. que todo hombre que se aburre en el seno de la multitud es un necio y lo
desprecia.
Este observador, está tan inmerso en su labor, que es capaz de percibir cualquier detalle que
ocurra a su alrededor por insignificante que sea.
Si una moda, un corte de vestido, ha sido ligeramente transformado, si el moño ha descendido
un punto sobre la nuca, si el cinturón se ha elevado y la falda ampliada, su ojo de águila ya lo
habrá adivinado.
Es tal su adicción por observar, que cada hora de luz perdida por su sueño significa “¡cuántas
cosas iluminadas habría podido ver y no he visto!”.
Por lo que cuando anochece, él se quedará el último para poder captar el resplandor final de
una luz, el hormiguear de la vida y donde una pasión pueda posar para su ojo.Y cuando ya no
quede resquicio de vida, aprovechará para poner en orden sus pensamientos y observaciones.
A diferencia de él, pocos hombres están dotados de la capacidad de ver y todavía hay menos
que posean el poder de expresar.
La modernidad
El hombre de mundo busca introducir el concepto de modernidad que se definiría como “lo
transitorio, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte, cuya otra mitad es lo eterno e
inmutable”.
La modernidad consiste en ir más allá, en no acomodarse o copiarse de la antigüedad. Sin duda
hay que estudiar a los antiguos maestros para aprender a pintar, pero no puede ser más que
un ejercicio superfluo, ya que con ella no se puede extraer el carácter de la belleza del
presente.
En palabras de Baudelaire: “¡Ay de aquel que estudie en lo antiguo otra cosa que el arte puro,
la lógica o el método general!, si sólo te centras en el pasado dejas de lado la memoria del
presente, se abdican los valores y los privilegios que aportan la circunstancias.
Para que la modernidad sea digna de convertirse en antigüedad, es necesario que se haya
extraído la belleza misteriosa que cada época nos muestra.
Esta última conclusión que vamos a realizar, creemos que se debe tomar como un concepto
general vinculado a cada cambio histórico. Es decir, para que la modernidad sea digna de
convertirse en antigüedad, es necesario que se haya extraído la belleza misteriosa que cada
época nos muestra, por ejemplo:
La arquitectura ha ido evolucionando y de ella se han ido extrayendo las claves esenciales para
construir en la actualidad pero nunca copiando todo al detalle.
Podríamos hablar en concreto de Le Corbusier. Él marcó un hito un hito en la historia de la
arquitectura, ideó un sistema modular que ha sido tan funcional y reconocido que nos sirve de
referencia para cualquier tipo de edificación.