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1

Poemas

Bartolomé Leonardo de

Argensola

2

SONETOS

1

A Don Martín de bolea y Castro

Aunque el bélico pecho y animoso

de tal manera a Orlando le ha ensalzado, que está en suprema cumbre levantado,

pues en todo ha salido victorioso,

no menos por tu pluma fue dichoso, Orlando en ser de ti tan celebrado,

que tanta fama y gloria has tú alcanzado, cuanta él con ser en armas valeroso.

El postrimero límite y subjeto,

donde otros no pudieron allegarse, desde allí comenzó tu vuelo altivo:

ha hallado don Martín tu gran conceto

entre furia y amor determinarse: dio este corte y falló superlativo.

3

2

Soneto de Bartolomé Leonardo y Argensola al muy reverendo P. Fray

Bartolomé Ponce

¿Cómo podrá premiar el bajo suelo, subjeto al corto término de vida,

obra tan encumbrada y tan subida que a su fin principal no abarca el cielo?

El premio, pues (divino Ponce), délo el que, bajo accidentes de comida, a tus manos se rinde y te convida con el disfraz del delicado velo.

Que tu subtil labor y heroico estilo,

donde (cual muro oculto) so la yedra más con su fortaleza reverdece,

o cual bajo la cera está el pabilo,

en rica guarnición la árabe piedra, estando Dios, no sé qué más merece.

4

3

A una dama que sin beber vino ni tener negros los dientes le olía mal la boca,

señal de poca castidad

Si nunca Baco y siempre fuente viva para tus labios su licor ofrece, y de apariencia artificial carece

esa belleza sólida y nativa,

¿de qué causa tu aliento se deriva que los tersos marfiles obscurece? Hoy huele a yema pollo que perece corrompido en la cáscara abortiva.

Decir que en los convites excediendo

se estraga el huelgo, como en su frecuencia de tu rara templanza te desvíes,

no lo quiero creer, con tu licencia.

Colorada te pones y te ríes: mal disimulas, Filis; ya lo entiendo.

5

4

A una persona que se preciaba de platónica

Gala, no alegues a Platón o alega algo más corporal lo que alegares,

que esos cómplices tuyos son vulgares y escuchan mal la sutileza griega.

Desnudo al sol y al látigo navega

más de un amante tuyo en ambos mares que te sabe los íntimos lunares

y quizá es tan honrado que lo niega.

Y tú, en la metafísica elevada, dices que unir las almas es tu intento,

ruda y sencilla en inferiores cosas;

pues yo sé que Apuleyo más te agrada cuando rebuzna en forma de jumento

que en la que se quedó comiendo rosas.

6

5

A un privado

Oh tú, que en las sublimes aulas de oro de reyes vives, huye, y escarmienta

del que a nado escapó de la tormenta, echando al mar riquezas y tesoro.

Y cuando la Fortuna en su alto coro

vieres que el rostro alegre te presenta, teme de Amor la rigurosa cuenta,

como tragedia que provoca a lloro.

¿Qué piensas que has de hallar firme y estable donde están en sus tronos la mentira, la lisonja, el engaño y la mudanza?

Huye de tu rüina lamentable,

que el cielo sólo arroja rayos de ira a los que en él no ponen su esperanza.

7

6

Pródiga de nariz, de ojos avara, espaciosa de boca, angosta en frente,

mejillas de cuaresma penitente, y barba que en pirámide repara;

bosque do el tiempo con los años ara, encubierto a la luz del rojo oriente; fértil mina de pez que eternamente destila en cada poro un alquitara;

vientre de odre, pecho de amazona, cuello de tina, brazos de cordeles, y en piernas de raíces pies de pato;

es dibujada al vivo en líneas fieles,

monseñor, la magnífica persona di quella che vi piace in bel ritrato.

8

7

A la vida quieta y libre

Quiera el primer autor que se eternice este dichoso estado en que me veo, adonde en paz mi libertad poseo,

que es el bien de la tierra más felice.

Apaciente cualquiera o martirice entre quimeras varias su deseo; llueva rojo metal, seque el Ejeo y a los hados en suma tiranice;

que yo, mientras el cielo permitiere que mis ojos de luz ricos se vean,

pobre entre pobres lares verme quiero;

que nunca el rayo a los humildes hiere, ni Jove deja que afligidos sean de tirano envidioso o lisonjero.

9

8

Cuando a su dulce olvido me convida la noche, y en sus faldas me adormece,

entre sueños la imagen me parece de aquella que fue sueño en esta vida.

Yo, sin temor que su desdén lo impida,

los brazos tiendo al gusto que me ofrece; mas ella (sombra al fin) desaparece,

y abrazo al aire, donde está escondida.

Así burlado, digo: «¡Ah falso engaño de aquella ingrata, que aun mi mal procura;

tente, aguarda, lisonja del deseo!»

Mas ella, en tanto, por la noche obscura huye; corro tras ella, ¡oh caso extraño!

¿Qué pretendo alcanzar, pues sigo al viento?

10

9

A la mañana de la resurrección

Porque hoy llegó a sus términos la ira del daño universal, más viva aurora cuanto yace en sus fábricas explora, cuanto crece a su luz, cuanto respira.

Naturaleza en sus esencias mira intrépida virtud que las mejora,

y que la suerte humana vencedora a sucesos más prósperos aspira.

En tanto que el eterno anfiteatro

hoy introduce al inmortal difunto, componiendo otra vez el orbe suyo,

mísero yo en el ámbito de un punto,

de esta segunda perfección me excluyo y a dioses fabricados idolatro.

11

10

A una dama que desdeñaba un paje suyo, con quien estaba amancebada

Pues tú con tanta propiedad desdeñas

ese paje que es todo tu apetito, miente de cualquier cosa el sobrescrito: no es frío el hierro, ni ásperas las penas.

Sabe, señora, que una de tus dueñas (a quien yo algunas veces ejercito) me hace ver en tus brazos el cabrito

que, como cabra, en tu retrete ordeñas.

Pues yo le vi atreverse a tu camisa suplir pródigamente ajenas menguas

de tu marido, por tu industria ausente;

y mientras ambos os chupáis las lenguas, yo, atento al espectáculo, impaciente,

muerdo la mía con envidia y risa.

12

11

A un amigo que no daba en el punto para alcanzar cierta dama

En la edad de oro, aunque hubo afectos tiernos,

se ve que honestidad guardaron, Niso; mas la de plata el freno más remiso

vio en frente humana los primeros cuernos.

La de hierro acabó de ensordecernos a la voz del ejemplo y del aviso;

después ningún metal, de honesto, quiso intitular la edad de los modernos.

Y por Gala, tu Eurïalo, cautivo,

no sin risa del pueblo anda fogoso, cohechando siervos y falseando llaves.

Dile tú que lo trate con su esposo, que, con ciertos capítulos süaves,

su mismo esposo le tendrá el estribo.

13

12

Rendida la cerviz al sacrificio, en la ardiente parrilla recostados están los duros huesos abrasados,

sin mostrar de flaqueza algún indicio.

«Tu amor, mi Dios, teniéndote propicio, aunque el rigor del fuego era sobrado, por Dios y por señor te he confesado,

poniendo en alabarte mi ejercicio.

»Como al oro en el fuego me probaste, y aunque fue tan terrible aquel tormento,

lo deshice, en tu amparo confiado.

»Así mi corazón perfecto hallaste, que, por tener en ti su dulce asiento, no le es notado rastro de pecado.»

14

13

Hoy que amontona fiestas y alegrías la madre más fecunda y la más santa, dando a sus buenos hijos toda cuanta honra les dio partida en muchos días,

subid, deseos y esperanzas mías,

donde se goza lo que aquí se canta, sin temer la grandeza que os espanta

de aquellas celestiales jerarquías.

Penetrad los palacios soberanos hasta el trono do asiste el Rey que juzga

y gobierna y sustenta a los mortales;

y ved si entre sus nobles cortesanos habrá por gran favor quien me introduzca siquiera en el zaguán o en sus umbrales.

15

14

Lo que merece nombre de esperanza nace de causa de esperar dudosa, si se espera sin ella, y fe animosa,

si con seguridad es confianza.

Si a complacer en lo imposible alcanza, puede llamarse adulación forzosa,

y casi posesión toda otra cosa que quita el miedo a la desconfianza;

declina Amor en quien esperar puede,

que la enajenación y encogimiento aun discurrir al esperar prohíbe,

Y en el gozoso asombro que pretende, contemplando posee el pensamiento

todo el bien de que nace y de que vive.

16

15

A Dios omnipotente

Señor, que miras de tu excelsa cumbre el tiempo todo en un presente eterno,

tu imagen mira en mí, que al ciego infierno la inclina su terrena pesadumbre.

Oh suma luz, ya la encendida lumbre

de mi gozoso abril florido y tierno muere, y ya temo ver en el invierno más verde la raíz de mi costumbre.

Mírala, sacro santo Rey divino,

con ojos de piedad, que al dulce encuentro del rayo celestial verás volvella

a verte, como en vidrio cristalino

la imagen mira el que se espeja dentro, y está en su vista dél su mirar della.

17

16

Corneja que vestiste ajenas plumas, ganso que le usurpaste al cisne el canto,

cuervo cuyo graznar anuncia llanto, voz que siendo de Arcadia suena en Cumas;

como hendrija de pipa te rezumas, el rebozo destapa, quita el manto,

ingenio de almofrex de cal y canto, ligero como plomo en las espumas;

que dejes de enredar más el urdimbre

de parte de las Musas te conjuro, antes que el bello Apolo te confunda.

No mezcles nuestro abril con tu diciembre;

si no, por el Estigio lago juro que el verdugo te dé una brava tunda.

18

17

Mi afecto, Amor, me acometió con brío, mas no pudo rendirme a tu obediencia, ni la exterior beldad que con violencia

dio el mismo asalto al pensamiento mío;

hasta que con más noble poderío allanó la razón mi resistencia,

y por su autoridad y en su presencia juró tu servidumbre mi albedrío.

Mas aunque la prisión que arrastro suena,

y sabe Cintia bien que adoro el peso, no la oye, o no la admite, o la aborrece.

Suple o adorna tú el valor del preso, pues su elección ya sierva no merece que Cintia quiera asir de la cadena.

19

18

A Felipe cuarto, que entró en un convento de monjas y le ayudó el patrón

Qué mucho que en tus lámparas, oh Vesta,

la casta luz tus vírgines desamen, si en una tiene concubina el flamen, fuego vecino por lo menos tuesta.

Y ella hace ostentación de tan honesta, que siempre que ante Séneca la llamen

pasará sin temor por el examen de recoger el agua en una cesta.

¿Es posible que al cómplice estupendo

le admitan sin horror las aras pías que han recibido dél tantas injurias?

A Júpiter al fin yo no lo entiendo:

él castiga con rayos niñerías y solapa sacrílegas lujurias.

20

19

Hoy el nefando autor del color bayo y el sacrílego vil que a hecho injuria

al sacro honor de la romana curia son mariposas en el blanco sayo.

Guarda, Sodoma, que deciende el rayo

dela mano de Dios, con justa furia, contra la gomorrea vil lujuria

que abrasa a España con mortal desmayo.

Saca en los hombros la virtud, Eneas, de las llamas del ocio consumida,

si ser piadoso príncipe deseas.

Camina, Loth, con tu mujer querida; vuelve los ojos, Corte, no lo veas,

si no quies ser en piedra convertida.

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20

Soneto a Madrid, cuando se trataba mudar la corte a Valladolid

Volverse han muchos a labranzas toscas, que fueron sus primeros ejercicios;

tratarán los magnates y patricios en rubias mieses y vacadas hoscas.

Dejarán las culebras ya sus roscas

en que enlazaban huéspedes novicios; andarán los casados en sus quicios,

pues le dejan en paz su miel las moscas.

Viviráse con gusto y más sin arte, y cesará el hablar por cartapacio, engomar el copete y frente lucia,

y las mohatras en igual descarte.

En faltando la Corte, Rey, Palacio, aunque limpia, Madrid será muy sucia.

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EPIGRAMAS

1

Cuando una liebre me envías, Gelia, me sueles decir:

«Mi Marcial, has de salir hermoso estos siete días.»

Si no te burlas, si das crédito a tales antojos,

Gelia, liebre tú a mis ojos no la comiste jamás.

2

Escribí y no ha respondido Nevia; luego indicio es malo que no hará lo que le pido; pero pienso que ha leído mi billete; luego harálo.

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Dístico de Ausonio

Dido infeliz, no bien eres dada a marido ninguno,

huyes, cuando muere el uno, y cuando el otro huye, mueres.

Al libro de las fundaciones de Santa Teresa de Jesús

Bien probáis que quien se humilla

crece, oh virgen, hasta el Cielo, pues le fundáis un Carmelo

en cada humilde casilla; demás que otra maravilla

merecen ver superior: que las baña un resplandor tan apacible y tan fuerte,

que en cada cual se convierte vuestro Carmelo en Tabor.

24

A un caballero de la casa del duque de Híjar, que trajo un francolín al autor de parte de la duquesa Doña Estefanía, siendo dama

Si es cosa cierta, señor, que suelto el francolín canta,

y le añuda la garganta la vista del cazador;

por retrato de mi amor la dulce tirana mía

este francolín me envía: mas si a cantar me atreví, y en viéndola enmudecí, yo seré cisne algún día.

Hombre

Hombre, si esa unión divides que se obró con astas fuertes, por presto que la conciertes

habrá tardanzas y lides; húyelas, y como Alcides,

siquiera una vez, temprano forma un justo abrigo humano que dure y guarde tus paces, pues para este fin las haces

con el acero en la mano.

25

Al velo de D.ª Jerónima López en el monasterio del Santo Sepulcro de Zaragoza

Si os ha de valer a vos el privilegio de esposa,

ya, Jerónima, sois diosa, porque os desposáis con Dios.

Iguala Amor los amantes,

y él sólo es quien juntar sabe con lazo fuerte y süave

los extremos más distantes.

Hoy lo muestra bien con vos, pues de sierva os hace esposa,

dándoos título de diosa por ser esposa de Dios.

A vuestro esposo abrazad

porque en ese abrazo estrecho os comunica el derecho

no menos que a su deidad.

Ya el Reino es de ambos a dos, porque la unión poderosa

os transforma a vos en diosa desde que os casa con Dios.

26

Últimos suspiros míos

Últimos suspiros míos,

pues que me dejáis de suerte que, en despidiéndoos, la muerte

hinchirá vuestros vacíos, partir con vuelo ligero

a dar nuevas del postrero esfuerzo con que os arrojo, si no habéis de dar enojo

con decir lo bien que muero.

Que pues no gusta esta fiera de haberme dado la vida, también quedará ofendida de oír que por ella muera;

mas si entrambas cosas siente, decidle que se contente

del fruto de sus desdenes, pues ninguno de estos bienes

le dio voluntariamente.

Y si en ella echáis de ver señales de compasión

(¡oh triste imaginación, lo que me atrevo a creer!),

proseguid y acrecentad aquella tarda piedad

hasta que mi muerte sienta de suerte que se arrepienta

en vano de su crueldad.

Porque es tan libre y altiva, que si no a su pecho injusto

jamás ha mostrado gusto de que muera o de que viva;

y yo, intérprete confuso, cuando su silencio acuso,

o el público desamor, por cordura y por valor lo canonizo o lo excuso.

Pues basta lo que he vivido,

ni admitido ni olvidado

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que sin saber si la enfado, soy por su ley excluido;

su vida tan trabajosa, pues que la muerte es honrosa,

acertado el trueque fue, que en su callar bien se ve que no esperaba otra cosa.

¡Oh Dios, qué trasordinaria

y tiránica inclemencia con no hacer diligencia

mostrar que no es voluntaria; y que obedeciendo a tiento

adivinemos su intento, y ella mire los servicios,

no obligada a dar indicios de amor o aborrecimiento!

Por otra parte, el engaño

en que por su causa estoy, hace sospechar que soy

yo mismo autor de mi daño, y que el fuego donde moro, cual salamandra lo adoro

aunque yo sigo otro estilo, que muero como Perilo

dentro de su mismo toro.

¿Cuál es mayor maravilla, el padecer con valor vida de tanto rigor,

o morir por no vivilla? Yo que no me satisfago de sufrir sólo un estrago, ambicioso de más gloria,

en esta última victoria ambas maravillas hago.

Mas, triste, ya está a la puerta,

¡oh mis suspiros!, la vida debilitada y perdida

y de espíritus desierta. Id volando, no tardéis, que detrás la llevaréis como víctima al altar,

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donde podréis celebrar con llanto lo que perdéis.

Yo, cual cisne que lamento el fin que contento espero,

¡en qué desdén vivo y muero, que es nido y sepulcro junto!

Y mi lástima os obliga a que cada cual le diga

que sea a todos intractable, pues quien la mereció afable

no la mereció enemiga.

29

ROMANCES

1

Aquel pastor, que pajizo un vestido hizo en la aldea y por volverlo encarnado gotas de sangre le cuesta

(es tan costosa la gala,

que ha comprado cinco piezas de grana, que le hizo Tiro en el blanco de una oblea),

hoy sale en santa Lucía

y ofrece a todos su mesa, que es la vida perdurable contar el regalo de ella.

Se casa en casa Bernardo,

que en pruebas de su limpieza un hábito da a la novia

y en su orden la encomienda.

En el raso de los cielos hale cortado la tela:

mucho durará el vestido por ser gala sempiterna.

Toda de blanco la viste,

y en la cruz roja le muestra la pureza de su sangre,

dulce candor de sus venas.

La novia el alma le ofrece con mucha gracia dispuesta,

en tres potencias su dote, en la condición su suegra.

Si calidad sólo busca

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en su profesión por prenda, sin duda es galán de la alma

pues se paga de finezas.

De fina y enamorada con sus tres votos profesa,

y para no errar el caso toma en Bernardo la regla.

Este favor que recibe

es una merced muy cierta, que pasará a señoría

cuando se vea abadesa

Romance lírico

¡Oh qué soberanas lumbres dispensan cándidos rayos, y entre soñolientas luces el sol sale pestañeando!

El sol de justicia viene, y del Oriente los lazos

desata la claridad que en botón tuvo el ocaso.

Crédito es la Providencia que el rosicler desmayado

temió no gozar el día desconfió del sol los pasos.

Esta fiesta lo publica,

y a su común desagravio fundará la Providencia religión en Cayetano.

¡Oh qué noblemente espera

el influjo soberano sin zozobrar que le pase su fecundidad por alto!

Toma el ejemplo en las aves,

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que ramilletes del campo a flor y pluma vinculan el alimento del canto.

Sus censos son la piedad, la limosna el mayorazgo fundado en el no pedir,

que es un vínculo apretado.

La viña del Evangelio a sus hijos ha dejado:

manda que cojan buen fruto y son las cepas carrascos.

Vivid, hijos del cristal de roca más soberano, a cuyo espejo las luces

reflejos dan por milagros.

Que aunque mis coplas lo empañen con el aliento bastardo,

en los lejos de sus sombras habrán visto su retrato.

3

Sabia pastora, decid: ¿Cuándo las penas que siente

supo tan discretamente templarlas Valladolid?

No me juzgues por tan lerda

que crea que es la poeta que habla tan como discreta y siente tan como cuerda.

Agravios harto diversos de los de la Corte son

los que con la indignación os hacen componer versos.

Que como anda en esta casa quien gasta tan buen humor,

que en poético furor

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se tuesta, si no se abrasa,

por las poetas crespinas os le dan las nueve hermanas, bien que con ellas humanas y con vos más que divinas.

Andad entre las poetas, a lo menos con los dos, aunque se diga por vos Saúl entre los profetas.

Que seso en quien tanto cabe no es posible que no pegue a cualquier que se le llegue

cordura y estilo grave.

Cuanto a mí (pues ya he juzgado sin aplicación escura

que es Valladolid figura y algo más lo figurado)

digo que con vos, severo, las penas de esta tardanza, en virtud de la esperanza de otro tiempo venidero.

Súfrase quien penas tiene,

pero si no enmienda el cielo a la causa, no es consuelo

que siempre tras tiempo viene.

Pues las coplas crispinales las tocas os han quitado, y con zurrón y cayado os sacan a los jarales,

bien puedo yo desde agora con vuestra buena licencia,

pues no es contra mi conciencia, trataros como a pastora.

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DÉCIMAS

1

A un primer movimiento de amor

Apriétame de manera cierto pensamiento mío,

que cuanto más lo desvío, se introduce y apodera.

¿Qué no hará, si persevera en seguir su competencia?

Y más si mi resistencia acude a paso tan lento;

que pierde el merecimiento la contraria diligencia.

Aunque (por decir verdad)

tan agradable se ofrece, que atropellarlo parece

villanía y crueldad. Terrible severidad es esta de la razón;

que arme a un tierno corazón contra el hijo natural. Luego, si resiste mal,

no le cause admiración.

No hago todo lo que puedo, y no puedo más hacer;

que a la gloria de vencer tengo cobrado gran miedo. Es mengua, yo lo concedo; mas si con fuerza lo evito,

doile vigor infinito, porque, al fin, he descubierto que cuanto más lo divierto,

crece porque lo ejercito.

Que como al alma acompaña este apacible importuno,

34

en viendo descuido alguno, valiéndose dél, la engaña. Y de tal gloria me baña infundido por el seno,

que no le tuvo tan lleno de Apolo alguna Sibila

como cuando en mí distila su dulcísimo veneno.

Retrátame en la memoria

de Amarilis la belleza, ya que no hay naturaleza que resista a tanta gloria; mas si queda esta vitoria (por resistida) imperfeta,

acude con nueva treta eficaz y poderosa,

y píntamela piadosa, que es con lo que me sujeta.

Al fin, viene a ser deseo

esto que me hace la guerra, que derribado por tierra,

cobra fuerzas como Anteo. Del aprieto en que me veo

(pues nunca inferior me vi), yo solo la causa fui;

porque no fuera Dios fiel si le hubiera dado a él

mayores fuerzas que a mí. 2

Cuando la razón tenía mis afectos concertados,

le fueron tiranizados, y, a mi ver, sin tiranía;

porque Amor, que pretendía ser dueño del corazón, le mostró a Filis acción tan apacible y tan fiel,

que ya no ha dejado en él ni un átomo a la razón.

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Y luego que a la obediencia de Filis tuvo rendidos

con los fáciles sentidos los de mayor excelencia, en lo puro de mi esencia (a cuya luz no se atreve ni una nubecilla leve) le dedico el vivo altar,

donde se humana a aceptar

el culto que se le debe. En esta región secreta

no tiene el engaño parte, ni la adulación ni el arte que a la fortuna respeta; de la sencillez perfecta

(diosa en esta esfera) alcanza mi decoro su alabanza,

porque, a merecer atento, ejercita el sufrimiento,

y no escucha a la esperanza.

Generosa la pureza se entraña aquí en las acciones,

por quien acepta sus dones otra no vulgar nobleza; que como Naturaleza

en lo esencial siempre es una, no son de importancia alguna,

para premiar voluntades, las falsas desigualdades que introdujo la fortuna.

Y así con esta igualdad

(aunque a la humana licencia pone Filis reverencia

y horror su divinidad), las alas de mi verdad

por los claros aires pruebo, donde, con ejemplo nuevo, propicio al sol me asegura, en cuya luz limpia y pura con felicidad me elevo.

Por fértiles, ya no pueden

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caber sus efectos dentro en mi fe; y así, del centro que los atesora exceden;

y él, aunque más raros queden, cuanto menos exteriores,

muestra en ellos sus favores, atónito de que pudo

llevar con silencio mudo finezas tan superiores.

Mas si en el estéril seno

es Amor quien los cultiva, cierto es que dél se deriva fruto de sazón tan lleno.

Así con humor ajeno crecen pimpollos altivos que en infelices olivos

ingirió industriosa mano, y el árbol se mira ufano de los ramos adoptivos.

3

Burléme (yo lo confieso) de tus cadenas, Amor, mas no merecí el rigor

que padezco en ellas preso. A mi exceso (si fue exceso) excede el de tu venganza,

pues ya en mi nueva mudanza no sólo pruebo su furia, sino que adoro la injuria de tu perdida esperanza.

Si te ha ofendido la historia

de mi desdeñosa edad (demás que su libertad

fue materia de tu gloria), nunca es mayor la vitoria

que el esfuerzo del vencido; y tú sabes que lo he sido,

no desarmado ni huyendo, pues me hallaste resistiendo

valiente y apercebido.

37

Y ambos podemos por esto fundar justa competencia:

tú en mi grande resistencia, yo en lo mucho que te cuesto; pues para rendirme has puesto,

contra mi libre opinión, la más alta perfeción: armas con cuyo poder

te fuera fácil traer los dioses a tu prisión.

El resplandor de unos ojos,

donde tus flechas enciendes, a cuya deidad suspendes los enemigos despojos;

allí entre tus dardos rojos gimen corazones vivos, que padecen por altivos

los efetos de tu ira; y porque Cloris los mira, se precian de tus cautivos.

Tú allí, pues tanta noticia

tienes de mi esfuerzo, advierte que estimar al cauto y fuerte no es piedad, sino justicia. Verás cómo en tu milicia las finezas que yo enseño

(que siendo de mejor dueño no he de mostrar menos brío), si cuando arde el hierro frío, arde más que el seco leño.

Mas, ¡ay!, que en plazos tan largos

esta esperanza risueña (aun cuando los desempeña) obra efectos más amargos. Así con los ojos de Argos

el pavo al sol desafía, y cuando más lozanía

muestra en las plumas lucientes, triste y con ojos prudentes,

encoge su gallardía.

38

No trate desta manera tu esperanza a quien la sigue,

sino es para que castigue al que sus glorias espera;

pues cuando más verdadera y constante nos parece, recibimos las que ofrece

los que en su fe confiamos, y al fin velando soñamos, y el desengaño enmudece.

4

Silvia, dos arcos te ha dado para tus cejas Cupido,

de ébano son (no bruñido dices tú, sino aserrado);

mas ni el marfil transformado en el honor de tu frente

recibe sombra indecente, ni el de las pestañas graves turba en tus ojos suüaves

la serenidad luciente.

Antes sus flechas envía con esos arcos Amor, y el vecino resplandor

es su aljaba o su armería. En ellos la diestra impía. de rendir no satisfecha,

las puntas de oro pertrecha de cierto rigor tan vivo,

que es ya un rayo vengativo el cuento de cada flecha.

Ese casto ardor sereno,

que el alma en tus ojos puso, hierve en las flechas infuso, de clemencia y de ira lleno;

que ambas fuerzas desde el seno tu ardiente luz les inspira,

cuando a su instancia las mira, para que obre más estragos la clemencia con halagos

39

que con desdenes la ira.

Que el golpe de un desdén claro, aunque atormente, no injuria, pues no es descortés la furia que nos previene al reparo.

Mas ¿quién prevendrá un tan raro género de rendimiento,

si lo advierte el mismo acento que halaga con la bonanza,

animando la esperanza con mengua del sufrimiento?

Así el favor nos oprime, Silvia, en tu vista risueña

más que cuando nos desdeña desde su altivez sublime.

¿Quién no yace, o quién no gime a tu libre condición?

Tragedia es y adulación, que, en fe de sí misma, atiende

a la crueldad, que pretende que la llamemos razón.

Di que es crueldad; no la dores;

que la razón no ha de hacer ministro al mismo placer del mayor de los rigores.

Como áspid entre las flores, nos da la muerte escondida,

para que asalte la vida, cuando en tu gracia inhumana

se entretiene más ufana y menos apercebida.

Silvia, no más; considera

si es bien que luego comiences a conservar lo que vences, porque tu gloria no muera.

Caiga la piedad severa, con que ha tanto que fulminas

desde esas luces divinas; que no es gloriosa vitoria

la que encomienda su gloria al horror de unas rüinas.

40

5

A una dama que le tiró una naranjilla con agua de azahar

Dulce señora, no hallar fiel vuestra bala quisiera,

pues siendo verde y de cera, me previene a no esperar; porque escondéis el azar en lo hueco de lo verde,

para que por él me acuerde que, con esperanza vana,

cuanto en lo exterior se gana, en lo sustancial se pierde.