barreiro martinez. conocimiento y accion en la arqueologia aplicada

Upload: enzomartin

Post on 19-Feb-2018

217 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 7/23/2019 Barreiro Martinez. Conocimiento y Accion en La Arqueologia Aplicada

    1/15

    Conocimiento y accin

    en la Arqueologa AplicadaKnowledge and action in Applied Archaeology

    David BARREIRO MARTNEZ

    Laboratorio de Arqueoloxa da Paisaxe. Instituto de Estudos Galegos Padre Sarmiento (CSIC-XuGa).Ra San Roque, 2. 15704-Santiago de Compostela. A Corua. [email protected]

    RESUMEN

    Desde hace ms de quince aos venimos asistiendo a la eclosin de una arqueologa desvinculada de su tradi-

    cional mbito acadmico y a su conversin en una profesin liberal, en paralelo a la cada definitiva del para-

    digma neopositivista y al auge de la preocupacin poltica por la gestin del patrimonio. Desde el campo de la

    investigacin en arqueologa, este proceso no est exento de problemas epistemolgicos y axiolgicos, pero,

    adems, es un proceso susceptible de ser estudiado desde perspectivas no arqueolgicas (filosficas, sociolgi-

    cas, polticas). Las mltiples dimensiones que presenta el problema del divorcio entre gestin e investigacin

    son asimilables a problemas que superan el mbito de la arqueologa para remitirnos a viejos debates filosfi-

    cos. Aqu trataremos de sentar las bases tericas de nuestra propuesta: una Arqueologa Aplicada que intenta

    superar dicotomas que paralizan tanto el conocimiento como la accin y que permite una gestin del patrimo-

    nio arqueolgico integrada en la prctica discursiva del sistema pero que apunta ms all de sus condicionan-

    tes inmediatos.

    PALABRAS CLAVE:Arqueologa comercial. Arqueloga aplicada. Gestin del Patrimonio. CTS (Ciencia, tecnologa ysociedad). Modernizacin. Pragmatismo. Teoria Crtica.

    ABSTRACT

    For more than fifteen years we have been witnessing the birth of a type of archaeology that has become discon-

    nected from its traditional academic environment, and its conversion into a liberal profession, alongside the

    definitive decline of the neo-positivist paradigm and an increase in political concern for heritage management.

    From within the field of archaeological investigation, this process is not free of epistemological and axiological

    problems, although it is also a process susceptible to be studied from non-archaeological perspectives (philoso-

    phical, sociological and political). The multiple aspects presented by the problem of the divorcebetween mana-

    gement and investigation may be compared to problems that go beyond the field of archaeology, where we may

    turn to old philosophical debates. In this paper we will attempt to lay down the theoretical foundations for our

    proposal: an Applied Archaeology that attempts to overcome dichotomies that paralyze both knowledge and

    action, and which allow for a type of archaeological heritage management that is integrated within the discur-

    sive practice of the system, but which goes beyond its immediate conditioning factors.

    KEY WORDS: Contract Archaeology. Applied Archaeology. Heritage Management. STS (Science, Technology andSociety). Modernization. Pragmatism. Critical Theory.

    SUMARIO 1. Introduccin. 2. Pragmatismo crtico. 3. Entre la ciencia y la tcnica. 4. Conclusiones.

    Complutum, 2006, Vol. 17: 205-219 ISSN: 1131-6993205

    Recibido: 13-06-2005Aceptado: 20-09-2005

  • 7/23/2019 Barreiro Martinez. Conocimiento y Accion en La Arqueologia Aplicada

    2/15

    1. Introduccin

    Desde hace ms de una dcada, es patente elcambio que ha sufrido la disciplina arqueolgica(en Espaa, algo ms tarda que en otros pases delentorno). El debate en torno a la sucesin del para-digma neopositivista implica un cambio sustancialen las bases epistemolgicas de la disciplina. Estoes algo ya sabido, y ya ha sido analizado por nume-rosos autores (Shanks y Tilley 1988; Hodder 1988;Criado 2001b entre otros) al hilo de las discusionessuscitadas en torno al post-procesualismo.

    Pero, paralelamente, ha tenido lugar otro cam-bio. Un cambio que afecta de raz a la configura-cin social de la disciplina, y que no ha motivado

    ni de lejos el mismo inters por parte de la teoraarqueolgica. Este cambio es el que ha sacado a ladisciplina de su tradicional reducto acadmico pa-ra, en consonancia con las nuevas polticas de ges-tin del Patrimonio Cultural, consolidarse comouna profesin liberal, encarnada por sujetos pro-fesionales autnomos, independientes de las insti-tuciones acadmicas, y como un mbito ms de laAdministracin.

    A pesar del desinters general sobre este tema(al menos, sobre el papel), hay que recordar que sha sido tratado por algunos autores, bien mediante

    anlisis sobre la condicin profesional de ese nuevosector comercial (Martnez 1990; Daz-del-Ro2000), bien mediante un acercamiento a los proble-mas generados por esta divisin entre una arqueo-loga de investigacin (supuestamente asociada ala actividad acadmica) y una arqueologa de ges-tin (asociada a la actividad comercial) (Vicent1991; Criado 1996a, 1996b; Querol y Martnez 1996).

    Nuestra intencin en este trabajo es abordar estaproblemtica atendiendo a cmo afecta a los pla-nos epistemolgico y axiolgico de la disciplina. Yello porque los indudables avances terico-meto-dolgicos en la cuestin de la gestin del Patrimo-nio Arqueolgico (Darvill 1994; Ruiz et al. 1996;VVAA 1998; Heritage Council 1998, 1999, 2000a,2000b; Deeben et al. 1999; Burillo 1999; Gonzlez1999; Barreiro 2000; Amado et al. 2004 son sloalgunos ejemplos) no han propiciado una solucinal debate, sino su abandono a favor de investiga-ciones y desarrollos libres de problemas epistemo-lgicos y centrados en alcanzar un tratamiento loms sistemtico posible de las contingencias impl-citas en la arqueologa comercial, generalmente enel marco de las polticas de proteccin del medio

    ambiente o de ordenacin del territorio (Rodrguez1998; Muoz 1998; Llavor 1998), y en consonan-

    cia con recomendaciones de alcance internacional(Willems 1998).En nuestra opinin, la pervivencia de este debate

    no puede ser obviada: la arqueologa comercial de-be mantener sus vnculos con la arqueologa enten-dida como actividad cientfica y crtica. Optar pormantener una lnea de desarrollo tecnolgico y me-todolgico sin un marco terico-crtico que le pro-

    porcione una cobertura es un error, y reproduceadems la dinmica que subyaca al funcionalismocomo paradigma, donde las exigencias sistmicasmarcan la pauta del saber. Esto no es una muestrade ingenuidad acerca de las condiciones reales de

    trabajo para la inmensa mayora de los arquelo-gos y la dificultad de mantener dichos vnculos enesas condiciones, sino una llamada de atencin a laAcademia, en la que nos incluimos, y que es el m-

    bito que debe mostrarse receptivo a las inquietudesmanifestadas tanto por los arquelogos que traba-

    jan para la Administracin como por los que ejercensu profesin al margen de las instituciones.

    As, el presente texto se inscribe en la trayecto-ria que, desde principios de la dcada de los 90,mantiene el Laboratorio de Arqueologa del Paisa-

    je (antes dependiente de la Universidad de Santiago

    de Compostela y hoy vinculado al CSIC, aunqueindisolublemente unido a su Unidad Asociada endicha universidad, el Laboratorio de Patrimonio,Paleoambiente y Paisaje). Buscar la integracin delos distintos componentes sobre los que hemos idoconstruyendo nuestro propio campo de actividadha sido una preocupacin constante de nuestro gru-

    po de trabajo.La prestacin de servicios comerciales especia-

    lizados, (relacionados, sobre todo, pero no exclusi-vamente, con actuaciones de gestin de impactoarqueolgico de obras de infraestructura) que ge-nera buena parte de los recursos necesarios para elmantenimiento y reproduccin del grupo. Este com-

    ponente se relacionara con el mbito de la aplica-cin (y aqu seguimos la distincin de Javier Eche-verra entre los campos de innovacin, educacin,aplicacin y evaluacin: 1995a, 1995b), en la me-dida en que se tratara de llevar a la prctica los pro-ductos y resultados procedentes del mbito de lainnovacin (que, para entendernos, aunara tanto loque se denomina investigacin bsica como aplica-da, aunque nosotros descartemos el uso sistemti-co de estos ambiguos conceptos).

    David Barreiro Martnez Conocimiento y accin en la Arqueologa Aplicada

    206Complutum, 2006, Vol. 17: 205-219

  • 7/23/2019 Barreiro Martinez. Conocimiento y Accion en La Arqueologia Aplicada

    3/15

    El desarrollo de un programa de investigacinen Arqueologa del Paisaje, que proporciona un

    marco terico a la vez que se alimenta de los datosgenerados por la prestacin de servicios. Aunqueno slo, ste es el componente que ms propiamen-te se relacionara con lo que sera la vertiente b-sica del mbito de innovacin.

    La necesidad de fortalecer la dimensin pedag-gica de la arqueologa, tanto cuando se dirige a laformacin de personal especializado (a travs de laorganizacin de cursos de especializacin, porejemplo) como cuando lo hace hacia la divulgaciny difusin de los valores asociados a la Arqueolo-ga y el Patrimonio (a travs de actuaciones de re-valoracin, que hoy por hoy se estn convirtiendo

    en una importante fuente de recursos, pero tambinmediante publicaciones propias, as como median-te la organizacin de seminarios y conferencias detemtica variada). sta es la dimensin que se en-globara en el mbito de la educacin, inseparable,como decimos, de la actividad cientfica entendidacomo un todo integrado.

    La definicin de una estrategia valorativa e inter-pretativa que abarque la totalidad de las accionesdesarrolladas por nuestro grupo de investigacin esun tema que ya ha sido hace tiempo diseado y for-mulado en sus planteamientos bsicos (Criado

    1996a, 1996b), por lo que, en cierta forma, lo queaqu se propone es una actualizacin de dicho plan-teamiento a travs de una nueva perspectiva. Cree-mos que la integracin entre estas reas y mbitosde trabajo puede y debe llevarse a cabo a travs deldiseo de un programa de investigacin especfico,que complemente a la Arqueologa del Paisaje peroque convierta a la propia actividad arqueolgica, ysu dimensin social, en el objeto de estudio (este esel componente que hasta ahora no haba sido abor-dado por nosotros de forma sistemtica, y que en-trara en el mbito de la evaluacin, si nos atenemosa la propuesta de Echeverra).

    En un principio, una arqueologa entendida comoprestacin de servicios podra ser concebida sim-plemente como arqueologa comercial. Sin em-bargo, lo que nosotros postulamos es una arqueolo-ga que reintegre la dimensin cientfica y la comer-cial, que denominamos Arqueologa Aplicada, ycuyas bases teorticas constituyen el ncleo de estetrabajo.

    De entrada, cualquier arqueologa (y vamos amantener puntualmente, para evitar confusiones, ladistincin entre arqueologa de gestin y de inves-

    tigacin) es prctica social, pero es que la arqueo-loga de gestin presenta una serie de caracters-

    ticas que la convierten en una actividad profunda-mente inmersa en la accin social. Por ello, es enel campo de los estudios sobre Ciencia, Tecnologay Sociedad (CTS), surgidos precisamente a causadel declive del paradigma neopositivista, dondedebemos buscar ese marco terico-crtico. En Es-

    paa, algunas referencias bsicas para aproximarseal tema seran Lamo et al. (1994), Iranzo et al.(1994), Gonzlez et al. (1996) y Echeverra (1999).A nivel internacional, la cantidad de referenciasexistentes y la diversidad interna del propio campoCTS dificulta el poder ofrecer una sntesis adecua-da. De trabajos recientes podramos destacar a Fun-

    towicz y Ravetz (2000), aunque una referencia quesintetiza los avances logrados a principios de la d-cada pasada podra ser Pickering (1992).

    Sin profundizar en las caractersticas de estosestudios, podemos resumir su razn de ser en elabandono (o posposicin) de las preocupacionesepistemolgicas clsicas (objetividad, verdad) para

    pasar a centrarse en las caractersticas de la activi-dad tcnica y cientfica en cuanto prcticas social-mente constituidas. Es decir, el campo CTS surge

    bajo las tendencias reflexivistas que, en el campode la sociologa de la ciencia y el conocimiento

    cientfico, nacen con la crisis de la concepcin he-redada.Como seala Bourdieu, lo no-analizado de todo

    anlisis cientfico (subjetivista como objetivista) esla relacin subjetiva del cientfico social con elmundo social y con la relacin (social) objetiva queimplica esta relacin subjetiva (Bourdieu 1991:53). Por lo tanto, ni la ciencia ni la tcnica son neu-trales axiolgicamente; y la arqueologa no es unaexcepcin. La propia actividad arqueolgica se

    puede considerar as como un objeto de estudiopara ella misma, incluyendo dentro de este campode estudio las implicaciones que la arqueologa

    puede tener en tanto asuncin y generacin de unosdeterminados valores.

    La asuncin de este presupuesto obliga a retomarel debate en torno a la supuesta dicotoma gestin-investigacin. En nuestra opinin, los problemasimplcitos en este debate siguen siendo de ndoleepistemolgica, no slo poltica o sociolgica. Esdecir, no se trata de enfocar la cuestin pensandoen una supuesta afinidad a un poder establecido,

    por parte de los gestores, ni en la oposicin al sis-tema desde el campo de la Academia tradicional,

    Conocimiento y accin en la Arqueologa Aplicada David Barreiro Martnez

    207 Complutum, 2006, Vol. 17: 205-219

  • 7/23/2019 Barreiro Martinez. Conocimiento y Accion en La Arqueologia Aplicada

    4/15

    por parte de los investigadores(como si tener unaempresa de arqueologa, o trabajar para la adminis-

    tracin de cultura supusiese ser ms connivente conel sistema que permanecer en un departamentouniversitario).

    Ms bien, bajo nuestro punto de vista, las dico-tomas implcitas que subyacen a ese debate entregestin e investigacin son las que enfrentan a unacierta concepcin de ciencia (o, en general, de sa-

    ber) y de tcnica. No se puede enriquecer un deba-te sobre la condicin sociolgica de la arqueologacomercial sin replantearse cul es el alcance epis-temolgico de dicha prctica: a qu campo del saberse adscribe, si es que se adscribe a alguno.

    El debate, a nuestro juicio, debera centrarse en

    cmo superar estas falsas dicotomas y cmo rein-ventar su verdadera condicin, que es la de unarelacin dialctica. Autores como Velandia (2003)reprochan a Hodder, por sus trabajos de finales dela dcada de los 80, que considere dicotoma lo queen realidad es relacin dialctica (esencialmente, larelacin objetivismo-subjetivismo). Hodder (1998)demuestra una evolucin hacia esa misma idea, pe-ro lo que siguen reprochndole es que la llamada auna arqueologa postcolonial, democrtica y liberalrevela una mezcla postmoderna de paternalismo(como si viniese a decir: dejemos que hablen los

    subyugados) y relativismo (como si dijese: ya quenadie puede demostrar su verdad terica, abando-nemos los problemas de la epistemologa). Ya he-mos argumentado que, para nosotros, adoptar una

    perspectiva reflexivista y/o constructivista no sig-nifica abandonar el problema epistemolgico; quesa sea una tendencia generalizada no significa queesa perspectiva se deba transformar en paradigma(por eso es preferible hablar de campo CTS, antesque de paradigma CTS).

    Para construir nuestra argumentacin, nos cen-traremos en la primera parte de este artculo en unaficticia discusin entre el pragmatismo y la tradicinterica crtica, a fin de comprobar si es posible lle-var a cabo una sntesis de estas posturas antagni-cas y, a travs de sta, poder abordar el prejuicioque enfrenta a la teora con la prctica.

    En la segunda parte, intentaremos exponer lasbases de una arqueologa concebida como tecnolo-ga para la gestin del patrimonio arqueolgico.Esto requiere una ampliacin del concepto ms co-mn de tecnologa, entendindola como una legti-ma forma de saber en la que pueden confluir ele-mentos instrumentales y cognitivos, a la vez que

    puede ampliar su campo hacia otras esferas del sa-ber, como la moral y la esttica. Esta ampliacin de

    la arqueologa, aun estando orientada a la gestindel patrimonio arqueolgico, es condicin sine quanonpara poder concebir una arqueologa aplicadaque no pierda su potencial epistemolgico, es decir,que suponga una ampliacin respecto a una arqueo-loga entendida como una actividad meramente co-mercial (por muy correcta que sea metodolgica-mente) y que implique la superacin del prejuicioque postula el saber y la tcnica como dos mbitoshumanos dicotmicos.

    2. Pragmatismo crtico

    La definicin de un marco terico-crtico para laarqueologa aplicada supone aceptar que toda acti-vidad racional, del tipo que sea, implica conoci-miento y accin. Si una de las grandes dicotomasde la Modernidad es la que se estableci entre teoray prctica, resulta evidente que intentar superar esadicotoma, basada en los prejuicios intelectualistay pragmatista, debera ser nuestro primer objetivo.

    El prejuicio intelectualista se encarna en aque-llas actitudes que manifiestan la superioridad deltrabajo intelectual sobre toda actividad prctica y/o

    material, y es evidente la raigambre de dicho pre-juicio, con la divisin entre sophia y techne en laGrecia clsica, y con la exclusividad del saber paralos filsofos. As pues, hoy en da est muy exten-dida la opinin de que los que se dedican a la ar-queologa comercial no hacen, arqueologa de ver-dad, sino otra cosa. Esta postura puede ser criticadadesde el punto de vista epistemolgico, ya que ig-nora todo el cuerpo valorativo y cognitivo que sub-yace a cualquier prctica arqueolgica, que es pre-cisamente lo que hace que sea una disciplina querequiere una gran dosis de especializacin y queslo pueden consumar, en su ltimo grado, los ex-

    pertos. Adems, ignora, como veremos, que en laprctica de la arqueologa (como en cualquier prc-tica) se movilizan conocimientos adems del teri-coinstrumental. Por ltimo, tambin debe ser criti-cado desde el punto de vista moral, pues no es sinoel reflejo de un elitismo intelectual bastante grose-ro. Se podra replicar que tambin nuestra reivindi-cacin del potencial epistemolgico de la arqueo-loga de gestin comparte dicho prejuicio (esdecir, que lo hacemos porque, si no, tampoco nos

    parecera arqueologa de verdad). Nosotros repli-

    David Barreiro Martnez Conocimiento y accin en la Arqueologa Aplicada

    208Complutum, 2006, Vol. 17: 205-219

  • 7/23/2019 Barreiro Martinez. Conocimiento y Accion en La Arqueologia Aplicada

    5/15

    caramos que lo que buscamos no es subsumir a lagestin dentro de la investigacin (toda arqueo-

    loga sigue siendo arqueologa) sino una reintegra-cin de las dos dimensiones de la disciplina: poreso hablamos de la Arqueologa Aplicada como lu-gar de esa reintegracin.

    En relacin con la postura desde la que se podrahacer esta ltima rplica a nuestra argumentacin sesita el prejuicio pragmatista (por qu tiene quegenerar conocimiento terico para ser consideradaarqueologa? No basta con que use las tcnicas ylos mtodos de la disciplina para ello?). Si la pocadel funcionalismo se caracteriz por intentar dotarde un marco terico slido a una prctica cuyos in-tereses se hallaban, implcita o explcitamente, en

    consonancia con la dinmica reproductora del sis-tema, la poca actual se caracteriza por un predo-minio abrumador de las actitudes pragmticas, sinnecesidad de cobertura terica, pues es la raciona-lidad tecnolgica en la que se manifiestan estas ac-titudes su propio criterio de justificacin, a travsde conceptos como la utilidad, la eficacia, la opera-tividad, etc... La teora no tiene relevancia prctica.Esto es lo que sostiene Rorty (2000: 131) cuandohabla de lo innecesario de un ideal regulativo quenunca se acaba de traducir en la prctica de las ac-ciones. Los argumentos epistemolgicos frente a

    este prejuicio son idnticos a los anteriores: en laprctica arqueolgica interviene el conocimiento;por lo tanto, una reflexin terica sobre esa prcti-ca tendr, forzosamente, incidencia en la forma enque dicha prctica se materializa (el know how, es-to no se niega desde el pragmatismo, pero tambinel know that, el saber qu se est haciendo y con quobjetos estamos trabajando).

    Los prejuicios intelectualista y pragmatista debe-ran ser eliminados a travs de una estrategia quecombinase la capacidad crtica de la teora con lacapacidad transformadora de la prctica. Lo que

    para nosotros es una primera premisa en este sen-tido es que todo intento de reconciliar ambas pasa

    por la asuncin de las contradicciones internas dela prctica discursiva. sta puede ser esta una pro-

    puesta subversiva para quien siga aspirando a lapureza moral, pero el hecho de vivir en las socie-dades del occidente avanzado, y hacerlo sin desga-rrarse, implica vivir con nuestra necesaria dosis decinismo (por qu llamarlo de otra forma?): de noser as, las contradicciones reales y objetivas de larealidad desintegraran nuestra identidad. La frag-mentacin identitaria del sujeto postmoderno, tal y

    como lo concibe Dufour (2003) es una consecuen-cia y una condicin de posibilidad para que el sis-

    tema se reproduzca, pues slo ante este sujeto frag-mentado puede la lgica de las mercancas mante-ner su ritmo expansivo y penetrar las relacionessociales. Esta fragmentacin definitiva de la iden-tidad, adems de suponer la crisis del sujeto freu-diano (cuya identidad pugna por emerger frente ala objetividad social), y del sujeto marxista (cuyaidentidad adquiere sentido en el mundo de la luchade clases) supone la crisis misma del sujeto racio-nal kantiano, capaz de juicio y crtica, que discier-ne aquello susceptible de valor de cambio de aque-llo que no puede ser valorado (la tica), y que, des-de luego, es incompatible con esa dinmica expan-

    siva de la forma mercanca y la racionalidad tcni-ca. Este progresivo desmembramiento de la subje-tividad se puede interpretar como el final de laderiva que a lo largo de la Modernidad ha marcadoel debate en torno a la identidad del sujeto occiden-tal, como seala Hernando (2002: 28 y ss).

    Ante esto, Habermas (1989) propone centrarseen aquellos aspectos ms resistentes a la dinmicaimpuesta por los medios sistmicos, que son los dela reproduccin simblica, que todava est en unincipiente proceso de descomposicin. Ahora bien,en nuestra opinin, esta reivindicacin no puede

    efectuarse al margen del sistema y de la racionali-dad tcnica que lo reproduce, pues el poder expan-sivo y absorbente de la misma terminara por asi-milarlo, quizs cuando ya estos elementos simbli-cos se hallasen ms debilitados. Por eso, nuestra

    propuesta es asimilar las contradicciones internasde la prctica discursiva.

    Para ello, partimos de que la supuesta unidirec-cionalidad y unidimensionalidad del sistema no estal, que sa es una imagen proporcionada por la ra-cionalidad tcnica y su paradigma epistemolgico(el funcionalismo) y de que el sistema tiene sus

    propias contradicciones internas que no puede di-luir, pues lo constituyen de raz. As, plantear unaestrategia de aislamiento de la arqueologa de esadinmica, de falta de integracin en el sistema y enla racionalidad tcnica, supone considerar al patri-monio como una entidad a-capitalista, como unano-mercanca. El problema de esta estrategia seraque, ms bien a corto plazo, la dinmica del siste-ma eliminara esas molestas entidades, como havenido sucediendo en multitud de lugares someti-dos a la marcha incontenible de la modernizacin.Donde esto no ha tenido lugar ha sido en aquellos

    Conocimiento y accin en la Arqueologa Aplicada David Barreiro Martnez

    209 Complutum, 2006, Vol. 17: 205-219

  • 7/23/2019 Barreiro Martinez. Conocimiento y Accion en La Arqueologia Aplicada

    6/15

    lugares no tocados por la modernizacin, o en luga-res donde esa huella del pasado que es el patrimo-

    nio ha sido transformada en una mercanca ms, enun recurso econmico.Por otro lado, nuestra propuesta apunta hacia un

    horizonte de transformacin, partiendo de que estatransformacin, como histricamente ha venidosucediendo, es un producto de las tensiones gene-radas por la propia estructura autocontradictoriadel sistema. El rol de experto, por lo cerca que nostoca, es un buen campo para aplicar nuestros pre-supuestos. Si, como defiende Foucault, la realidadse ha hecho suficientemente compleja como paraimpedir soluciones exclusivamente tericas y tota-lizadoras, entonces est claro que la solucin con-

    creta al problema de la arqueologa est en nos-otros mismos, los expertos como intelectuales es-

    pecficos. Si, adems, el poder es co-extensivo, ylo distinguimos convenientemente del dominio,entendiendo ste como el campo de relaciones dedominacin que normalmente se entiende comopoder, tenemos un campo de accin en el que, almenos idealmente, priman las relaciones de inter-subjetividad. Nosotros vivimos inmersos en unadeterminada prctica discursiva y no podemos es-tablecer una falsa distancia, no podemos instalar-nos en un falso nivel sobremundano que nos legiti-

    me para ejercer una crtica a la totalidad. O pode-mos hacerlo, pero entonces es evidente que lo quedecimos y lo que hacemos son dos cosas muy dife-rentes. La teora al margen de la prctica proporcio-na una independencia al pensamiento crtico (comocrean Marcuse o Horkheimer), pero es una inde-

    pendencia que, en primer lugar, es falsa, ya que, enel nivel ms profundo del anlisis, toda reflexinsobre las prcticas es inseparable del contexto enque stas se desarrollan (como sealan Derrida yFoucault en numerosos lugares de su obra) y, ensegundo lugar, es equvoca, pues esa supuesta in-dependencia del crtico, que le confiere su supuesta

    pureza moral, no hace sino propiciar el avance real,prctico, material, de un sistema inherentementeexpansivo.

    As pues, toda pureza moral, al estilo kantiano,no tendra sentido si se asume el principio de quetoda moral es condicional y situacional (como de-ca Dewey), si se considera que la separacin dehechos y valores perpeta la divisin weberianaentre una tica de la conviccin y una tica de laresponsabilidad cuyo resultado ms evidente es queel sistema ha podido reproducirse sin obstculos

    frente a una esfera prctico-moral que ha sido arrin-conada y mantenida, voluntariamente en muchos

    casos, al margen de la lgica profunda del mismo.Si Marcuse (1993) acertaba al pensar que ningu-na prctica cientfica es neutral y siempre reprodu-ce el sistema, se equivocaba al pensar que la filo-sofa posea una rango diferente, alejado de los

    problemas terrenales. La crtica, si ha servido paraalgo desde Marx, ha sido para introducir la teoraen la prctica, y para transformar la realidad posi-tivamente (no en el sentido de que esa transforma-cin tuviese efectos intrnsecamente buenos o va-liosos, sino en el sentido de que, efectivamente, larealidad se transforma a travs de la combinacinde teora y prctica). De forma que identificar toda

    prctica con reproduccin del sistema y toda crticanegativa con oposicin al sistema es radicalmentefalso, pues supone identificar al sistema como unaentidad monoltica, sin fisuras y sin contradiccio-nes; en definitiva, la imagen que del sistema pre-tende ofrecer el neopositivismo.

    De lo que se tratara, sin embargo, no es de asu-mir los principios del pragmatismo acrticamente,como sugeriran los neopragmatistas como Rorty oFish. Para nosotros, resultan ms interesantes lasideas de Foucault acerca de las posibilidades detransformacin en el propio modo de produccin

    de la verdad, o las ideas de Habermas acerca de lasposibilidades transformadoras que ofrece el princi-pio de integracin social que rige las prcticas so-ciales. En tanto prctica social, la arqueologa apli-cada tiene acceso a la produccin de una determi-nada verdad dentro de la prctica discursiva delsistema y de la racionalidad tcnica, y se articulaen torno a un concreto modo de integracin social.

    Pretendemos, entonces, rescatar dicho modo deintegracin social de las formas propias de la racio-nalidad tcnica y de la lgica funcional del siste-ma. En nuestra opinin, esto slo es posible a tra-vs de una potenciacin de la intersubjetividad, elnico modo de paliar los efectos producidos por lacrisis del concepto de verdad objetiva e inmuta-

    ble propia de la Modernidad, y esto, que es nuestrasegunda premisa, nos proyecta hacia una perspec-tiva fundamentalmente pragmtica.

    Previamente, conviene extenderse algo en el te-ma de cmo se manifiestan en la arqueologa apli-cada los efectos de la cosificacin, tal y como losconcibe Habermas (1989): como un principio deautoconservacin sistmica que pasa por encimade las prcticas de socializacin comunicativa. Ha-

    David Barreiro Martnez Conocimiento y accin en la Arqueologa Aplicada

    210Complutum, 2006, Vol. 17: 205-219

  • 7/23/2019 Barreiro Martinez. Conocimiento y Accion en La Arqueologia Aplicada

    7/15

    bra que entender este proceso como un desacopla-miento entre los nexos funcionales y los nexos co-

    municativos de toda prctica social. Esto es lo quepropiciara que el conocimiento generado en la ar-queologa aplicada, en su vertiente ms puramentetcnica, se reifique. Este conocimiento no se pier-de, se archiva; pero, en primer lugar, no tiene mstrascendencia social que legitimar proyectos demodernizacin que s van a tener una incidenciasocial; en segundo lugar, dado que no revierte alentorno profesional ms que tangencialmente, nofavorece la conformacin de una estrategia inter-subjetiva en dicho entorno (no se generan solucio-nes comunes para problemas comunes).

    Otro sntoma de la cosificacin es el aislamien-

    to entre los expertos y la sociedad, que se produceen una doble direccin: la sociedad no recibe elconocimiento experto generado en la actuacin, y

    percibe adems dicho conocimiento como algoajeno a su propio mbito de accin, como una ins-tancia sistmica en la que el agente social no tieneopcin de participar (ste es el sometimiento de losagentes sociales a la cultura experta que denunciaHabermas). Por otro lado, el experto que no invo-lucra la perspectiva de los agentes sociales impli-cados, incluso las propias contradicciones que sedan entre stos, y de stos con el proceso de mo-

    dernizacin, no puede percibir enteramente la pro-blemtica patrimonial que pretende resolver.Ahora bien, instaurar los necesarios canales de

    intersubjetividad requiere una estrategia de con-senso, que se convertir en el nico modo de arti-cularlos. Este consenso debe darse entre los pro-

    pios expertos, a travs de mecanismos de comuni-cacin y puesta al da en distintas facetas relacio-nadas con cuestiones metodolgicas. Pero tambinentre los expertos y los agentes sociales implica-dos, lo que resulta bastante ms complejo, puestoque toda prctica social se puede definir como unconflicto de intereses a varias bandas. No consisti-ra, como en las lecturas ms simplistas al respec-to, en enfrentar los intereses de los grupos domi-nantes (grandes corporaciones, empresas privadas,obras pblicas) con los de un pueblo indefenso antelas agresiones del sistema. El pueblo tambin inte-gra la prctica discursiva de la modernizacin, en laque la arqueologa aplicada se ve inmersa. General-mente, incluso, los intereses de los agentes socialesson coincidentes con los del grupo dominante. EnGalicia, en la periferia de Europa, todo proyectomodernizador es, a grandes rasgos, bien recibido,

    incluso acrticamente recibido. Pero esta es la per-cepcin que se tiene cuando se igualan los distin-

    tos intereses que constituyen el cuerpo social; enrealidad, las voces crticas slo se dejan or cuandodichos proyectos afectan a intereses particulares.

    Por otra parte, esta implicacin directa de losagentes sociales con la prctica discursiva de lamodernizacin va a conllevar el que se d un en-frentamiento entre diversas formas de moderniza-cin: la que encarnan los agentes sociales afectadosy la que supone el proyecto que incide sobre el terri-torio. Podra ser el caso, por ejemplo, de una auto-va que vaya a atravesar una zona de cultivos co-merciales. No se puede decir que dichos cultivossean ms agresivos que el proyecto de autova, ni

    mucho menos ignorar que dichos cultivos son elmedio de vida de la poblacin local, pero s es cier-to que lo que se est dirimiendo no es un conflictoentre la modernizacin y el modo de vida tradicio-nal, sino entre dos formas de modernizacin, loque manifiesta esas contradicciones reales que soninternas a la prctica discursiva del sistema. En es-te caso, lo que es evidente es que los procedimien-tos de evaluacin de impacto socio-econmico de-

    ben funcionar a diferentes niveles y deberan (aun-que no conocemos ningn caso) integrar la pers-

    pectiva del patrimonio cultural y el Medio Am-

    biente en su seno. No es cuestin de mantener alpatrimonio cultural apartado de los procesos eco-nmicos de desarrollo y de modernizacin, sino deintegrarlo en ellos, considerando la posibilidad deotros modos de desarrollo diferentes, y asumiendounas contradicciones reales, implcitas en el dis-curso de la modernizacin.

    El consenso es as la condicin de posibilidadpara introducir la tica y la esttica en el modo deracionalidad tcnica, como un componente opera-tivo ms dentro del sistema (Queralt 2000), y ha-cerlo de forma que sta no corra el riesgo de su ins-trumentalizacin, pues el ideal regulativo no resideen un fin intrnsecamente valioso, sino en aquellosasertos que son susceptibles de crtica y se encuen-tran intersubjetivamente compartidos. Que estosasertos de verdad no se puedan caracterizar comoverdad absoluta no significa que no tengan rele-vancia prctica (como acusa Rorty), ya que, en estecaso, habra que preguntar a Rorty si las certezascotidianas, que forman parte del mundo de la vidaal haber sido asumidas por la colectividad, no tie-nen una relevancia prctica. Cabra preguntarle aRorty para qu sirven el derecho y la legalidad, si

    Conocimiento y accin en la Arqueologa Aplicada David Barreiro Martnez

    211 Complutum, 2006, Vol. 17: 205-219

  • 7/23/2019 Barreiro Martinez. Conocimiento y Accion en La Arqueologia Aplicada

    8/15

    no es para regular los procesos de socializacin,aunque cambien y evolucionen continuamente. Y,

    con ello, si no es de relevancia prctica esta regu-lacin, aunque se fundamente en una verdad inde-mostrable. Y es cuando estas reglas son visiblemen-te injustas para una parte importante de la colecti-vidad, o cuando se manifiesta una evidente separa-cin entre el espritu de la norma y su aplicacin,cuando se puede entrar en una dinmica transfor-madora y se puede cuestionar la verdad sobre laque se construyen las leyes para construir otra ver-dad y otras leyes.

    Que las normas y reglas que rigen la arqueologaaplicada deben ser intersubjetivamente compartidassignifica que existe un cuerpo legal que administra

    la actividad arqueolgica, pero tambin que esecuerpo legal es susceptible de modificacin, a tra-vs del consenso si es posible. Este objetivo, y deah que la interiorizacin de la contradiccin sea la

    primera premisa de nuestra propuesta, implica tra-bajar desde dentro de la prctica discursiva porquees ah donde operan los mecanismos conceptualesy prcticos que la constituyen. La legalidad es lamanifestacin normativa, pero la vida social late

    bajo ella.Otro punto de consenso debe ser buscado en el

    terreno antagonista. Ha sido con el paso del tiempo

    y con base en el dilogo como las grandes empre-sas modernizadoras han ido asumiendo algunosprincipios bsicos provenientes del mundo de laarqueologa aplicada. Para llegar hasta donde esta-mos, que es el inicio del camino, ha habido quetransigir en ms de una ocasin con intereses opues-tos a una gestin del patrimonio moralmente pura;es decir, que velase slo y exclusivamente por losintereses del patrimonio. La propia estructura pro-cedimental en temas de gestin del impacto haceque esto sea imposible, pues el vnculo que se esta-

    blece entre experto y promotor es clientelar: el ex-perto se debe, prioritariamente, a los intereses de laempresa que le contrata. Lo que ha venido cam-

    biando, pero debe cambiar mucho ms, es el com-portamiento de las empresas hacia el patrimonio. Yesto ha sido posible porque se ha dado un primer

    paso: conseguir que las empresas asuman los inte-reses del patrimonio como parte de sus propios in-tereses.

    Pero velar por los intereses del patrimonio no eslo mismo que velar por la materialidad del patri-monio, que es lo que muchos parecen entender. Escierto que, dentro de las estrategias de desarrollo

    sostenible, la preservacin de los bienes culturalespara las generaciones futuras es una accin bsica,

    a lo que habra que aadir los propios derechos queel patrimonio posee en tanto huella del olvidodepositario de las racionalidades que nos han pre-cedido (Criado 2001a). De este modo, es evidenteque el patrimonio arqueolgico, como entidad ma-terial e inmaterial, debe ser preservado. Lo queocurre es que su propia existencia, en ocasiones, esincompatible con la dinmica modernizadora. Se

    puede abordar el problema desde todas las pticasposibles, pero lo que es inapelable es que slo hayuna forma de que esto no ocurra anrquicamente:entrar de lleno en la dinmica modernizadora y tra-

    bajar progresivamente en la busca de modelos ms

    respetuosos con el patrimonio. Es posible y desea-ble proponer modelos alternativos de desarrollo, oincluso de decrecimiento, pero es imprescindibletrabajar en el seno de las modelos actuales para ha-cer posibles aqullos. De no ser sta la actitud deintegracin que oriente el trabajo, nuestra purezamoral y nuestra integridad pueden quedar a salvo,

    pero no el patrimonio.Nosotros optamos por el consenso (entendido

    como un medio para el entendimiento, no como unfin en s mismo) porque creemos que trabajar de ta t con los promotores, con los agentes moderni-

    zadores, supone aceptar que detrs de todo movi-miento sistmico estn las personas. Hablar contrael modelo actual de desarrollo, en abstracto, vienea ser como reconocer que los procesos sistmicosslo son transformables desde instancias ajenas adichos procesos, cuando hemos visto que no es as,y que no por mantenernos alejados de los mismosnuestra implicacin en su dinmica va a ser menor.Hablar directamente con los agentes modernizado-res supone que se les est haciendo partcipes denuestra verdad pero, adems, que se les est evi-denciando que sus intereses no son unvocos, y quetienen mucho que ganar integrando la gestin del

    patrimonio cultural en sus proyectos.En lo que atae a nuestra propuesta tica, el se-

    gundo punto fundamental es el que incide en la ne-cesidad de abrir canales de intercomunicacin entreexpertos. El gran problema es la fragmentacin queafecta a la prctica arqueolgica. Es evidente quecuanta mayor sea la fortaleza de la arqueologa

    profesional independiente mayores sern las posi-bilidades de que sta, a su vez, afronte con garan-tas la tarea de modificar paulatinamente el com-

    portamiento de ingenieros y promotores hacia una

    David Barreiro Martnez Conocimiento y accin en la Arqueologa Aplicada

    212Complutum, 2006, Vol. 17: 205-219

  • 7/23/2019 Barreiro Martinez. Conocimiento y Accion en La Arqueologia Aplicada

    9/15

    racionalidad ms prctica que tcnica, en la medi-da en que incorporen a sus criterios de operatividad

    y eficacia las necesidades y posibilidades de la ges-tin patrimonial.Este contexto entre expertos afecta a tres mbi-

    tos bsicos de la arqueologa aplicada, y al ms am-plio mbito de la intervencin ambiental y socio-econmica, y cada uno debe asumir las responsabi-lidades necesarias para lograr esa consolidacin dela intersubjetividad.

    a) Los arquelogos independientes deben sumaresfuerzos, en la lnea de lograr una comunicacinentre ellos y con otras instancias, para poder con-solidar las posiciones alcanzadas. El incremento deconocimiento que est a la base de un nuevo modo

    de hacer arqueologa aplicada es en su propio be-neficio, y deben aportar sus perspectivas particula-res y su experiencia.

    b) La Academia debe proporcionar el marco y loscanales adecuados para ese incremento de conoci-miento, debe coordinar su gestin, asumir las inquie-tudes y necesidades de los arquelogos independien-tes y reorientar la investigacin en funcin de stas.

    c) La Administracin de Patrimonio debe inte-riorizar las formulaciones que desde la Academia lellegan, asumiendo una posicin de defensa del ar-quelogo independiente frente a las presiones eco-

    nmicas directas que stos sufren. Respecto a laspresiones polticas que desde su propio mbito lellegan, que transmiten presiones econmicas, debenasumir que la mayor fortaleza de las otras instanciastambin acta en su beneficio, pues es el contactodirecto de la arqueologa profesional independientecon el mercado el que posibilita que sta, ms con-solidada, pueda incidir en el curso de la moderni-zacin.

    d) Los expertos afines, ya en un segundo momen-to, deben ser partcipes de ese nuevo modo de pro-duccin de conocimiento, e intentar generar, a suvez, cauces de intercomunicacin con los expertos

    procedentes de otras reas afines (entre ellas, la ar-queologa aplicada).

    Hasta aqu la argumentacin referente al prag-matismo crtico como estrategia axiolgica para unanueva arqueologa aplicada. Los componentes prag-mticos, sintetizando, pretenden la superacin del

    prejuicio intelectualista, que reniega de toda funda-mentacin terica para la prctica y estigmatiza asta como mera funcin reproductora del sistema.Creemos que el no dar la espalda a las contradic-ciones reales, el trabajar en sus resquicios, es una

    maniobra crtica de bastante mayor alcance que lacrtica efectuada desde las torres de marfil de la in-

    telectualidad. Como tan bien ha denunciado Bour-dieu (2002), es como si los sabios se creyerandoblemente sabios por no hacer nada con sus cono-cimientos, mientras lo cierto es que toda prcticacientfica slo puede ser evaluada en la prctica.

    La propuesta se basa, como ya se ha expuesto,en la intersubjetividad. Creemos que sta es la ni-ca salida para evitar una fragmentacin del conoci-miento experto que slo beneficia a intereses eco-nmicos inmediatos. Ser sta nuestra propuesta

    para evitar que el objetivo cognoscitivo se subordi-ne a intereses econmicos ajenos (Vicent 1991). Sinembargo, un segundo frente de argumentacin se

    abre en este punto, pues habiendo postulado la in-teriorizacin de las contradicciones y el incrementode conocimiento intersubjetivo como la base prag-mtica para una nueva forma de hacer arqueologaaplicada, se hace necesario profundizar en el tipode conocimiento que es generado por ella y en c-mo operan los mecanismos para su produccin ygestin. O lo que es lo mismo, a la superacin dela dicotoma entre los prejuicios cientificista y tec-nicista. Para ello, debemos conceptualizar la ar-queologa aplicada como un modo tecnolgico de

    produccin de conocimiento.

    3. Entre la ciencia y la tcnica

    El incremento en los ltimos aos de las deman-das tecnolgico-cientficas que la conservacin delPatrimonio Cultural requiere se debe, fundamen-talmente, a su conversin en un recurso econmicoy social. Como disciplina encargada de la produc-cin y gestin del patrimonio arqueolgico, que esuna parte sustancial de ese patrimonio cultural, laarqueologa aplicada se constituye como una prc-tica inmersa en el proceso de tecnologizacin. Noobstante, conviene discernir entre una dimensinmetodolgica, centrada en los aspectos prcticosconcretos que contribuiran a esta adaptacin tec-nolgica de la disciplina (Blanco et al. 1998, VVAA1999) y una dimensin teortica, a travs de la quela arqueologa aplicada debe ser conceptualizada,en s misma, como una tecnologa para la produc-cin y gestin del patrimonio arqueolgico y delconocimiento en relacin con ste. Es esta dimen-sin teortica la que ahora nos ocupa, para lo quedebemos comenzar por intentar superar el prejuicio

    Conocimiento y accin en la Arqueologa Aplicada David Barreiro Martnez

    213 Complutum, 2006, Vol. 17: 205-219

  • 7/23/2019 Barreiro Martinez. Conocimiento y Accion en La Arqueologia Aplicada

    10/15

    cientificista y tecnicista. Ambos se fundamentan enuna estrategia conceptual reduccionista, y suponen

    las dos caras de la misma moneda.El prejuicio cientificista se basa en la negacinde la posibilidad de que una tcnica implique unconocimiento no instrumental. Sin embargo, comoya hemos dicho, la desvinculacin de tcnica y co-nocimiento fue un proceso histrico generado conel nacimiento de la filosofa en Grecia. La formaque adopta en arqueologa, de ah su peligro, estribaen que, bajo la defensa de la arqueologa aplicadafrente al prejuicio intelectualista, atrincherado enuna Academia celosa de sus privilegios epistemo-lgicos, se esgrime como argumento el que la ar-queologa aplicada a la gestin del patrimonio tam-

    bin genera conocimiento histrico, esto es: datos.Esto ya es indudable, y apenas se oyen voces ensentido contrario. Pero el prejuicio cientificista resi-de en lo que afirma: que sin generacin de conoci-miento histrico, la arqueologa aplicada no ten-dra sentido. Es decir, no se concibe otro conoci-miento ms que el histrico, si la arqueologa quiereseguir siendo considerada como cientfica. A estoes a lo que se refiere el establishmentacadmicocuando afirma que toda Arqueologa es investiga-cin. Nosotros intentaremos demostrar que hayotros tipos de conocimiento inmersos en la arqueo-

    loga aplicada.Como el reverso de la moneda, el prejuicio tec-nicista seala el carcter eminentemente tcnicode la arqueologa, y no slo de la aplicada. La ver-sin ms conocida es la que considera a la arqueo-loga como una tcnica auxiliar de la Historia. Esevidente que la arqueologa y la historia (y la his-toria del arte, y la etnografa, y la geografa huma-na) son disciplinas con un alto ndice de comple-mentariedad, pero no de subsidiariedad. De hecho,esta complementariedad se ha visto fuertementeatacada por la fragmentacin e hiperespecializacindisciplinar. La cuestin es que el prejuicio tecnicis-ta niega a la arqueologa, y ms a la arqueologaaplicada, el estatuto de cientfica, buscando descar-gar a la disciplina de toda responsabilidad social.

    Como suele suceder, en ambos prejuicios sub-yace un momento de verdad. Es cierto que una ar-queologa que no genere conocimiento histrico

    parece menos arqueologa. Sin embargo, como se-ala Criado (2001b), la inteligencia arqueolgica norevela slo significados relacionados con los acon-tecimientos histricos en su sentido tradicional. Laarqueologa del paisaje, la arqueologa de la cultura

    material, la arqueologa de la arquitectura, la arqueo-logia rural... son lneas de accin especficamente

    arqueolgicas, basadas en el empleo de metodolo-ga arqueolgica y que producen conocimiento ar-queolgico. Que este conocimiento no se considerecomo histrico, o que se considere subsidiario deste, es otra cuestin que no vamos a entrar a dilu-cidar aqu. Lo que nosotros proponemos es que, in-cluso asumiendo estos presupuestos, hay otros tiposde conocimiento que slo y especficamente puede

    producir una arqueologa orientada a la gestin delpatrimonio en conflicto con la modernizacin.

    Por otro lado, es cierto que la prctica arqueol-gica es, en buena parte, tcnica. Pues si una tcnicaes una clase de realizaciones tcnicas equivalentes

    respecto al tipo de acciones, a su sistematizacin, alas propiedades de los objetos sobre los que se ejer-cen y a los resultados que se obtienen (Quintanilla1989: 33-4), entonces, en la arqueologa tendrancabida muchos tipos de tcnicas, que implican ope-raciones conceptuales y fsicas concretas.

    Esto ltimo nos llevara a concebir la arqueolo-ga, cualquier tipo de arqueologa, no slo la apli-cada, como una tecnologa (e incluso a concebirtoda arqueologa como arqueologa aplicada). Sinembargo, vamos a relegar este argumento en este

    punto, dado que nuestro inters (al menos de mo-

    mento) no es conceptualizar la arqueologa comouna tecnologa per se, sino hacerlo orientndonoshacia un fin, que es la gestin integral del patrimo-nio cultural, lo que no slo implica la gestin de la

    prctica arqueolgica (excavar un yacimiento comoun fin en s mismo tambin implicara una labor tc-nica y de gestin, como sealan Querol y Martnez1996), sino la gestin de todo lo que acarrea esa

    prctica en cuanto prctica social (que parte de laindisociabilidad de los procesos instrumentales ycognitivos).

    Por lo tanto, concebir la arqueologa aplicadacomo una tcnica no es suficiente; y hacerlo comouna ciencia es problemtico. Llegado es el momen-to de empezar a hablar de la arqueologa aplicadacomo una Tecnologa, como un saber hacer queimplica y produce distintos tipos de conocimiento(operacional, representacional, relacional) y queimplica distintas acciones (cognitivo-instrumenta-les, prctico-morales, expresivo-estticas) orienta-das segn la disposicin y necesidad social de co-nocimiento, que a su vez es generado por dichasacciones, en el marco de una prctica discursiva enla que conocimiento y accin se integran.

    David Barreiro Martnez Conocimiento y accin en la Arqueologa Aplicada

    214Complutum, 2006, Vol. 17: 205-219

  • 7/23/2019 Barreiro Martinez. Conocimiento y Accion en La Arqueologia Aplicada

    11/15

    As, una arqueologa concebida como tecnologano ve menoscabado su potencial epistemolgico. En

    tanto tcnica, exige un saber operacional (know-how) y un saber representacional (know-that), quenecesitan entrenamiento e instruccin. En tantotecnologa, implica una gama de conocimientosque engloba al mero hecho tcnico de la arqueolo-ga. sta trabaja a partir de una serie de conoci-mientos por s misma generados, que sobrepasan laaccin de prospectar, o excavar, y de otros conoci-mientos que provienen de otros procesos, tantocognitivos como morales e incluso estticos.

    Estos procesos entran en contacto con la arqueo-loga como tcnica a travs de la capacidad relacio-nal que la racionalidad tcnica posee. Esto es lo que

    permite establecer vnculos entre los distintos obje-tos que constituyen el registro arqueolgico. La ins-trumentalidad de los entes gestionados exige enfa-tizar el componente relacional, que dota de nuevosignificado a los objetos en sus relaciones con otrosobjetos y con los propios sujetos del presente.

    Pero este nuevo significado, este incremento delconocimiento, asume nuevos valores cuando se po-ne en relacin con conocimientos previos adquiri-dos a travs de la interpretacin previa del registro,es decir, a travs del conocimiento acumulado sobrelas clases a las que se adscriben los objetos que son

    gestionados y sobre las relaciones que se estable-cen, apriorsticamente, entre dichas clases. Este co-nocimiento acumulado proviene, como es lgico,de la experiencia arqueolgica global (no slo delos agentes implicados en el momento presente)

    previa a la accin presente.Pero, adems, una correcta gestin de los entes

    exige ampliar la relacin a distintas clases de obje-tos, con lo que la gama de conocimientos implica-dos se ampla una vez ms. Esto no sera relevante,dado que cualquier tcnica es potencialmente sus-ceptible de gestionar distintas clases de objetos (uncarpintero puede hacer puertas, ventanas, mesas osillas), si no fuese porque, en un momento dado,aparece el elemento interpretativo, es decir, la ca-

    pacidad de relacionar los objetos gestionados coninstancias actualmente ajenas al mismo (siguiendocon el ejemplo, un carpintero puede y debe co-nocer las virtudes de las distintas maderas y la me-

    jor tcnica para trabajarlas, pero no necesita saberbotnica, no necesita saber cules son los procesosvitales de una determinada especie de rbol, la razn

    por la que tal o cual madera tiene stas o aquellaspropiedades). Por el contrario, un experto arque-

    logo puede no saber por qu los yacimientos deuna u otra poca presentan distintos patrones regu-

    lares de emplazamiento, pero eso supondr unadisminucin en la calidad de su trabajo; la cuestines si esa merma de calidad es suficientemente im-

    portante como para suponer una merma en los ob-jetivos que se le exigen, pero eso es otro tema.

    Indudablemente, en este punto es en donde ha-bra que establecer la diferenciacin entre un saberpuramente tcnico (el del carpintero) y un saberexperto (el del arquelogo). Es decir, el saber hacerde la arqueologa exige, como el de cualquier tcni-ca, entrenamiento e instruccin, amn de una des-treza que le permita competir, pero tambin toda lagama de conocimientos adyacentes al buen hacer

    de dicha tcnica, que proceden de otras disciplinasno arqueolgicas (la historia, la antropologa, lageografa fsica y humana, etc.).

    A su vez, estos conocimientos, que constituyenla accin cognitivo-instrumental, en la arqueologaaplicada deben ponerse en relacin con otros mbi-tos de la experiencia. Al producir Patrimonio Ar-queolgico (no slo Registro Arqueolgico), la ar-queologa aplicada entre en contacto directo con eldominio poltico, en tanto es responsable de susacciones ante la Administracin, que en Espaa esla depositaria de la legitimidad que permite al ex-

    perto actuar arqueolgicamente. Por lo tanto, msall de una tica profesional, que le mueva a esta-blecer un parmetro mnimo de calidad en sus tra-bajos (que tambin debera tener el carpintero), hayuna dimensin axiolgica en su trabajo, que pro-yecta a esta arqueologa ms all del nivel cogniti-vo-instrumental.

    El experto, entonces, debe ejercer constantemen-te acciones que no se pueden caracterizar comocognitivas en su sentido tradicional, pero s como

    prctico-morales. Esta dimensin prctico-moralmueve conocimientos que son igualmente suscep-tibles de transformacin y acumulacin, pero quese refieren al mundo social en el que desarrolla suaccin el experto. Esta identificacin entre tica yepistemologa ya la encontramos en algunos auto-res (Dewey, Putnam, Marcuse), y nosotros suscri-

    bimos que esta dimensin cognitiva de la experien-cia tica es la que posibilita la transformacin denormas y valores.

    Adems, en tanto el fin de la arqueologa aplica-da es la socializacin del patrimonio (aunque setrate de una socializacin no exenta de contradic-ciones, como hemos visto), incluye as mismo una

    Conocimiento y accin en la Arqueologa Aplicada David Barreiro Martnez

    215 Complutum, 2006, Vol. 17: 205-219

  • 7/23/2019 Barreiro Martinez. Conocimiento y Accion en La Arqueologia Aplicada

    12/15

    dimensin esttica. Nuevamente, debemos matizarque la preocupacin esttica, por s sola, no quiere

    decir nada (tambin el carpintero debera tenerla).Pero, en el caso de la arqueologa aplicada, adquie-re un rol fundamental, por cuanto la experienciaesttica, y sus consecuencias (deseadas o no), es (odebe ser) el fin ltimo de la prctica. Naturalmente,no nos referimos a un concepto restringido de es-ttica, reducido al componente meramente recre-acional de la socializacin, sino a un concepto glo-

    bal que implique la socializacin del patrimonio entoda su complejidad.

    Por tanto, si se puede caracterizar a la arqueolo-ga aplicada de Tecnologa es porque su prcticamoviliza un saber que supera con creces al de una

    mera tcnica, y abarca a toda una serie de conoci-mientos y valoraciones paralelos y sucesivos. En

    primer lugar, el saber que moviliza de forma inme-diata la arqueologa aplicada es un saber cognitivo-instrumental orientado al xito (siguiendo la termi-nologa de Habermas): es un saber estratgico. Portanto, aqu estamos hablando de una racionalidadexclusivamente tcnica. En segundo lugar, la prag-mtica de la arqueologa (no slo de la aplicada)moviliza un saber terico (histrico) que se acoplacon el saber instrumental comofeed-back. Esta re-lacin es la que se establece entre investigacin b-

    sica y aplicada. En cualquier caso, el acoplamientodel saber terico (conocimiento histrico) y del sa-ber instrumental es el que configura, en arqueologaaplicada, la esfera cognitivo-instrumental de la dis-ciplina.

    Pero la arqueologa aplicada, como prctica so-cialmente constituida, moviliza otros saberes. Mo-viliza un saber prctico-esttico, que implica la so-cializacin de los resultados obtenidos a travs dela prctica (y de la propia prctica), y que presentauna dimensin formativa y una dimensin divulga-tiva. La investigacin acerca de estas dimensionesimplica a los campos de la pedagoga, la crtica es-ttica, la museologa (con todo su saber tcnico im-

    plcito) y la comunicacin social, por poner algunosejemplos. Sin embargo, la temtica relativa a estembito de trabajo es lo suficientemente complejacomo para que no entremos ahora en ella.

    Simultneamente, moviliza un saber prctico-moral, regulado por normas, que funciona social-mente e implica la puesta en juego de unos valores.Por tanto, presenta una dimensin jurdica, unadimensin socio-poltica y una dimensin tica. Lainvestigacin acerca de estas dimensiones no es

    exclusivamente arqueolgica, sino que moviliza loscampos del derecho, de la sociologa y de la filoso-

    fa. Sin embargo, mantener dichos campos comoindependientes de la investigacin supone mante-ner una disociacin de las esferas de accin que, porun lado, inutiliza para la prctica real de la arqueo-loga aplicada los criterios que pudieran derivarsede dichas investigaciones. Por otra parte, suponeque los criterios internos de evaluacin (utilidad,eficacia, rendimiento, fiabilidad, homogeneidad, re-lacionalidad) son los nicos que van a regir la acti-vidad, con lo que se est reproduciendo el modelode una racionalidad tcnica desprovista de elemen-tos de control distintos de los exclusivamente cog-nitivo-instrumentales. Como ya se dijo, la solucin

    no estribara tanto en el mantenimiento de unos cri-terios externos de regulacin y crtica, al modo kan-tiano, sino de introducir (o reintroducir) los compo-nentes prctico-morales como criterios operativosdel sistema. Esto no supone una tecnologizacin dela esfera prctico-moral, contra lo que pudiera pa-recer, pues dicha esfera sigue siendo independientede la cognitivo-instrumental (y no depende de nues-tra voluntad, adems, hacer que no sea as), sinoms bien una moralizacin del saber cognitivo-ins-trumental.

    Adems, el mantenimiento de una doble dimen-

    sin dentro del saber prctico-moral sigue siendofundamental, y aqu es donde entraran en juego laspremisas derivadas del pragmatismo crtico postu-lado ms arriba. Por un lado, la adaptacin a lasnormas y regulaciones vigentes supone la movili-zacin de presupuestos pragmticos de accin; entres palabras: la aceptacin de las reglas del juego.Por otro lado, el mantenimiento de un ideal regula-tivo posibilita la crtica de los valores normativosvigentes. La diferencia con la dicotoma weberianaentre tica de la conviccin y tica de la responsa-

    bilidad radica en que esa distincin, si bien perti-nente, aqu no implica una dicotoma, sino que setratara de una relacin dialctica. La contradiccinse interioriza, no se normaliza ni se anula.

    Por ltimo, se postula que dicho ideal regulativoque orienta la crtica es, a su vez, susceptible de cr-tica, con lo que entrara en juego la segunda premi-sa antes explicada: la intersubjetividad necesaria

    para paliar los efectos de la fragmentacin identi-taria que esa interiorizacin de la contradiccin po-dra provocar. El mantenimiento de los presupues-tos comunicativos implcitos en toda accin humanase convierte en requisito indispensable para que esa

    David Barreiro Martnez Conocimiento y accin en la Arqueologa Aplicada

    216Complutum, 2006, Vol. 17: 205-219

  • 7/23/2019 Barreiro Martinez. Conocimiento y Accion en La Arqueologia Aplicada

    13/15

    moralizacin de la razn tcnica pueda hacerseefectiva; de no ser as, el saber prctico-moral per-

    manecer, en el mejor de los casos, alejado de lasacciones guiadas por la racionalidad cognitivo-ins-trumental. En el peor de los casos, acabar siendoabsorbido en su totalidad por sta.

    4. Conclusiones

    En sntesis, la arqueologa concebida como tec-nologa supone slo una parte de lo que la arqueo-loga es en tanto prctica social, como encarnacinde distintos tipos de saber. La arqueologa aplicadaes una tecnologa, pero no puede ser descontextua-

    lizada del mundo social en el que tiene lugar. Laarqueologa aplicada como tecnologa es un medio

    para la produccin y gestin del patrimonio arqueo-lgico, no un fin en s misma, pero es necesario in-tegrarla en un programa de investigacin ms am-

    plio que abarque otros saberes adems del cogniti-vo-instrumental. Una gestin del patrimonio quefinalice donde lo hace una arqueologa concebidacomo saber cognitivo-instrumental no tiene senti-do; debe proyectarse hacia su socializacin median-te la incorporacin de otros saberes y racionalidades.

    Este nuevo programa de investigacin, denomi-

    nado Arqueologa y Sociedad, pretende concebircomo su objeto de estudio a la arqueologa comoprctica social, para lo que debemos concebirla noslo como una tecnologa para la gestin integralde patrimonio, sino tambin como una prctica so-cial normativizada y como una tecnologa para la

    socializacin. A grandes rasgos, se pretende trasla-dar la investigacin al campo CTS, englobando, y

    no suprimiendo, las lneas de investigacin, tantobsica como aplicada, que se han venido desarro-llando hasta el momento.

    Hemos tratado de sintetizar brevemente una pro-puesta que, en realidad, ha ido gestndose a lo largode los aos, y cuyo desarrollo ha sido posible, ade-ms, merced a la colaboracin de todos los miem-

    bros del LAr-LPPP. Por lo tanto, somos conscientesde que una de las grandes virtudes de nuestra pro-

    puesta es, al mismo tiempo, una gran debilidad: lade haber sido diseada desde un lugar concreto ysingular. Por lo que cualquier pretensin de univer-salidad sera un error por nuestra parte.

    Es por esto que hablamos de propuesta, y no defundamentacin. Y, adems, de una propuesta rea-lizada desde y para la academia, porque lo que pre-tendemos es, en primer lugar, hacer un llamamientoa la reflexin por parte del mundo acadmico, paraque el mundo de la arqueologa de gestin no seadejado de lado. En segundo lugar, porque creemosque es la Academia quien tiene que ofrecer los me-dios y mecanismos epistemolgicos, axiolgicos,tericos, metodolgicos e incluso tecnolgicos pa-ra que la disciplina no se desintegre ni se escindadefinitivamente. En tercer lugar, porque es la Aca-

    demia quien tiene que hacer una propuesta de ca-rcter abierto y plural, en la que las distintas sensi-bilidades y experiencias de los otros sectores tengancabida igualmente. Depende de nosotros el que es-to sea posible o se quede en un modesto sueo.

    AGRADECIMIENTOS

    A todos y cada uno de mis viejos y nuevos compaeros del Laboratorio de Arqueologa, del CSIC, y del Laboratoriode Patrimonio, Paleoambiente y Paisaje, unidad de la Universidad de Santiago de Compostela asociada al CSIC, cuyo

    trabajo ha hecho posible el mo.

    Conocimiento y accin en la Arqueologa Aplicada David Barreiro Martnez

    217 Complutum, 2006, Vol. 17: 205-219

  • 7/23/2019 Barreiro Martinez. Conocimiento y Accion en La Arqueologia Aplicada

    14/15

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS

    AMADO, X.; BARREIRO, D.; CRIADO, F.; MARTNEZ, M DEL C. (2004):Especificaciones para una gestin integral del

    impacto desde la Arqueologa del Paisaje. Traballos en Arqueoloxa e Patrimonio 26, Santiago de Compostela.BARREIRO, D. (2000):Evaluacin de impacto arqueolgico. Criterios y Convenciones en Arqueologa del Paisaje 14,

    Santiago de Compostela.BLANCO, M T.; PRESMANES, B.; BALDINI, U.; GUARINO, A. (1998): Primer informe sobre tendencias en la conserva-

    cin del Patrimonio Cultural: demandas tecnolgicas y cientficas. ANEP, Madrid.BOURDIEU, P. (2002): En defensa de un saber comprometido. Le Monde Diplomatique (edicin espaola), febrero,

    2002.BURILLO, F. (dir.) (1999): Sistemas de Valoracin Patrimonial de los Enclaves Arqueolgicos de Aragn. Cuadernos

    de Trabajo sobre el Patrimonio Cultural, Teruel.CRIADO, F. (1996a): La Arqueologa del futuro, el Futuro de la Arqueologa? Trabajos de Prehistoria, 53 (1): 15-35.CRIADO, F. (1996b): Hacia un modelo integrado de investigacin y gestin del Patrimonio Histrico: la cadena inter-

    pretativa como propuesta. Boletn del Instituto Andaluz del Patrimonio Histrico, 16: 73-8.CRIADO, F. (2001a): La Memoria y su Huella. Claves de Razn Prctica, 115: 36-43.CRIADO, F. (2001b): Problems, functions and conditions of archaeological knowledge.Journal of Social Archaeology,

    1 (1): 126-146.DARVILL, T. (1994):Monuments Protection Programme. Monuments Evaluation Manual. Parts I & II. English Herita-

    ge, Londres.DEEBEN, J.; GROENEWOUDT, B.J.; HALLEWAS, D.P.; WILLEMS, W.J.H. (1999): Proposal for a practical system of signifi-

    cance evaluation in archaeological heritage management.European Journal of Archaeology, 2 (2): 177-200.DAZ-DEL-RO, P. (2000): Arqueologa Comercial y Estructura de Clase. Gestin Patrimonial y Desarrollo Social, Cri-

    terios e Convencins en Arqueoloxa da Paisaxe 12 (Bveda, comp.), Santiago de Compostela.DUFOUR, D.-R. (2003): Servidumbre del hombre liberado.Le Monde Diplomatique (ed. esp.), octubre, 2003.ECHEVERRA, J. (1995a): Filosofa de la Ciencia. Akal, Madrid.ECHEVERRA, J. (1995b): El pluralismo axiolgico de la ciencia.Isegora, 12.ECHEVERRA, J. (1999):Introduccin a la metodologa de la ciencia: la filosofa de la ciencia en el siglo XX. Ctedra,

    Madrid.FOUCAULT, M. (1988): El sujeto y el poder.Michel Foucault: ms all del estructuralismo y la hermenutica (H. Drey-

    fus y P. Rabinow), UNAM, Mxico.FUNTOWICZ, S.; RAVETZ, J. (2000):La Ciencia posnormal. Ciencia con la gente. Icaria, Barcelona.GONZLEZ, M.; LPEZ, J.A.; LUJN, J.L. (1996): Ciencia, Tecnologa y Sociedad. Una introduccin al estudio social

    de la ciencia y la tecnologa. Tecnos, Madrid.GONZLEZ, M. (1999): Investigacin y puesta en valor del Patrimonio Histrico. Planteamientos y Propuestas desde

    la Arqueologa del Paisaje. Humanidades y Ciencias Sociales 1999. Tesis doctorales en CDRom. Universidade deSantiago de Compostela, Santiago.

    HABERMAS, J. (1999): Teora de la Accin Comunicativa, II. Crtica de la razn funcionalista. Taurus, Madrid.HERITAGE COUNCIL (1998):Archaeology and forestry in Ireland. Wordwell Books, Dublin.HERITAGE COUNCIL (1999):Impact of agricultural schemes and payments in aspects of Irelands heritage. Wordwell

    Books, Dublin.HERITAGE COUNCIL (2000a):Review of Archaeological Assessment and Monitoring Procedures in Ireland. Wordwell

    Books, Dublin.HERITAGE COUNCIL (2000b):Archaeology and Development: Guidelines for Good Practice for Developers. Wordwell

    Books, Dublin.HERNANDO, A. (2002):Arqueologa e Identidad. Akal, Madrid.HODDER, I. (1988):Interpretacin en Arqueologa. Corrientes actuales. Crtica, Barcelona.HODDER, I. (1998): Trazando el mapa del pasado postmoderno. Trabajos de Prehistoria, 55 (1): 5-17.IRANZO, J.M.; BLANCO, R.; GONZLEZ, T.; TORRES, C.; COTILLO, A. (1994): Sociologa de la ciencia y la tecnologa.

    CSIC, Madrid.LAMO, E.; GARCA, J.M.; TORRES, C. (1994):La sociologa del conocimiento y de la ciencia. Alianza, Madrid.LLAVORI, R. (1998): Arqueologa y Planificacin Territorial. Un procedimiento aplicado a la arqueologa medioam-

    biental. Complutum, 9: 311-34.MARCUSE, H. (1993):El hombre unidimensional: ensayo sobre la ideologa de la sociedad industrial avanzada. Pla-

    neta-Agostini, Barcelona.MARTNEZ, M I. (1990): El arquelogo como profesional libre en la recuperacin del patrimonio.Jornadas sobre la

    arqueologa como actividad profesional (7-11/05/1990), Madrid.

    David Barreiro Martnez Conocimiento y accin en la Arqueologa Aplicada

    218Complutum, 2006, Vol. 17: 205-219

  • 7/23/2019 Barreiro Martinez. Conocimiento y Accion en La Arqueologia Aplicada

    15/15

    MUOZ, A. (1997): La evaluacin de impacto ambiental. Un instrumento efectivo de proteccin del patrimonio arts-tico arqueolgico en mbito rural.Boletn del Instituto Andaluz del Patrimonio Histrico, 20: 98-102.

    PICKERING, A. (ed.) (1992): Science as Practice and Culture. University of Chicago Press, Chicago.QUERALT, R. (2000): El Caballo de Troya al revs. Diseo de una estrategia tica en la sociedad tecnolgica.Actas

    del III Congreso de la Sociedad de Lgica, Metodologa y Filosofa de la Ciencia en Espaa (26-29 abril, 2000),Donostia-San Sebastin.

    QUEROL, M A.; MARTNEZ, B. (1996): La gestin del Patrimonio Arqueolgico en Espaa. Alianza Universidad,Madrid.

    QUINTANILLA, M.A. (1989): Tecnologa: un enfoque filosfico. Fundesco, Madrid.RODRGUEZ, I. (1998): Nuevas perspectivas en la proteccin del patrimonio arqueolgico en el medio rural. Complu-

    tum, 9: 298-310.RORTY, R. (2000):El Pragmatismo, una versin: antiautoritarismo en epistemologa y tica. Ariel, Barcelona.RUIZ, A.; HORNOS, F.; RSQUEZ, C. (1996): Catalogar el Patrimonio Arqueolgico. Bases, conceptos y mtodos. Cua-

    dernos del Instituto Andaluz del Patrimonio Histrico, VI Catalogacin del Patrimonio Histrico: 28-40.SANMARTN, J.; CUTCLIFFE, S.H.; GOLDMAN, S.L.; MEDINA, M. (eds.) (1992):Estudios sobre sociedad y tecnologa. An-

    thropos, Barcelona.

    SHANKS, M.; TILLEY, C. (1987):Re-Constructing Archaeology. Cambridge University Press, Cambridge.VICENT, J. (1991): Arqueologa y Filosofa: la Teora Crtica. Trabajos de Prehistoria, 48: 29-36.VV.AA. (1998):Environmental Indicators. For National State of the Environment Reporting. Natural and Cultural

    Heritage. Environment Australia, part of the Department of the Environment, Canberra.VV.AA. (1999): Tendencias en la conservacin del Patrimonio Cultural: demandas tecnolgicas y cientficas en Italia

    y Espaa. ANEP, Madrid.WILLEMS, W.J.H. (1998): Archaeology and heritage management in Europe: trends and developments.European Jour-

    nal of Archaeology, 1, (3).

    Conocimiento y accin en la Arqueologa Aplicada David Barreiro Martnez

    219 Complutum, 2006, Vol. 17: 205-219