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Bajamar Por Robert Louis Stevenson

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Page 1: Bajamar Por Robert Louis Stevenson

Bajamar

Por

RobertLouisStevenson

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PRIMERAPARTE

Eltrío

Nocheenlaplaya

En las islas del Pacífico, aquí y allá, hombres de diferentes puebloseuropeos,devaria claseycondición social,desempeñanactividadesde todaíndole,ycontagianenfermedades.Unosprosperan,otrosvegetan.Loshayquehanascendidopor lasgradasde los tronos,quehan llegadoaposeer islasycompañías de navegación. Sin embargo, otros se casan para sobrevivir.Haydamas bien parecidas, de buen carácter y del color del chocolate, que lostoman a su cargo y los mantienen en completa ociosidad. Vestidos comonativos, reposan bajo tejadillos de hoja de palma, apenas conservan algúnelementoextranjeroenlosandares,enlosgestos,talvezinclusonosehayandesprendido de algún recuerdo del pasado (quizá unmonóculo), de cuandofueranoficialesocaballeros;sededicanengeneralaentreteneraunpúblicodeaborígenescon recuerdosde losmusic-halls.Loshaymenosdóciles, conmenostalento,conpeorfortuna,acasomenosdegradados,queinclusoenestasislasdelaabundanciasiguencareciendodepanquellevarsealaboca.

EnlasafuerasdePapeete,enlaplaya,sentadosbajounpurao,sehallabantreshombrespertenecientesaestaúltimacategoría.

Sehabíahechotarde,hacíaratoquelabandahabíadesfiladosindejardetocar,mientraslaseguíabailandounpintorescogrupodehombresymujeres,tenderosyoficialesdemarina,cogidosellasyellosdelascinturas,coronadosconguirnaldas.Yahacíaratoquelaoscuridadyelsilencioreinabanentodaslas casas de esta frágil ciudad de paganos. Sólo brillaban las farolas, quedibujabanunhalocomodeluciérnagaentrelasfrondosasalamedasosobrelasaguas del puerto. Entre los montones de leña del embarcadero, junto a lasoficinasdelpuerto,seescuchabaunronquido.Elvientolollevabaalaorilla,donde las graciosas goletas, cuya obra muerta era como la de los veleros,estaban amarradas unas a otras como barquitas; los tripulantes dormían encubierta, bajo las estrellas; o se apretujaban bajo unos deteriorados toldos,entrelasmercancías.

Pero los que estaban bajo el purao no tenían intención de dormir.Cualquierahabríapensadoquela temperaturaera lanormalenunveranoenInglaterra,peroerademasiadofríaparalosmaresdelsur.Lamudanaturalezalo sabía,porqueel aceitedecoco sehabíaheladoen lasbotellasde todasycadaunadelasmuyventiladascasasdelaisla.Estostreshombrestambiénlo

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sabían,porquetiritaban.Seabrigabanconunasprendasdealgodónmuyfinas,en las que habían estado sudando a lo largo del día, en las que habíansoportadoelcastigodelas lluvias tropicales;paracompletar ladesgracia,nohabíandesayunado,nohabíanalmorzadoni,porsupuesto,habíancenado.

Comodicen en losmares del sur, estaban on the beach (en las últimas).Una desgracia similar había reunido aquí a estas tres criaturas, las másdesdichadasdehabla inglesaenTahití.Ningunosabíacómose llamaban losotros dos, sólo sabían que los tres eran unos desgraciados.Haber caído tanbajohabíasidoelresultadodeunlargoproceso,duranteelcuallosnombreshabíanencogidohastaconvertirseenapodos.Sinembargo,ningunodeelloshabía tenidoquecomparecer anteun juez.Dosde ellosdemostrabanposeerbuen carácter: unode estos dos, sentado, tiritandobajo el purao, llevaba undeterioradoVirgilioenelbolsillo.

Seguro que si de este libro hubiera podido sacarse algún dinero, RobertHerrick habría sacrificado su última posesión hacía mucho tiempo; pero lademandadeliteratura,muyelevadaenalgunoslugaresdelosmaresdelsur,noparecíaquefavorecieralaslenguasmuertas;esteVirgilioquenohabíapodidocanjearporunacomida,sinembargo,lehabíaservidoparaengañarelhambre.Tumbadoenelsuelodelviejocalabozo,conelcinturónapretado,buscabaenél los pasajes favoritos, pero hallaba tal vez otros pasajes que acaso no leparecerían tan buenos, porque les faltaba la consagración del recuerdo. Aveces, cuando paseaba por el campo, se detenía, se sentaba a un lado delcamino,contemplaba,sobreelhorizontedelmar, losmontesdeEimeo,ysezambullíaenlaEneidaparahacerlapruebadelassortes.Cuandoeloráculo(comotodoslosoráculos)titubeabaytraíapronósticosdesalentadores,porlomenoslasimágenesdeInglaterracolmabanlamemoriadelexilio:laescuelatan llena, los verdes campos de juego, la ruidosa y perenne actividad deLondres, el hogar, los blancos cabellos de su padre. El destino de esosescritores clásicos, serios y circunspectos, con los que con frecuenciamantenemos una relación difícil y dolorosa en la escuela, es el de adquirircartadenaturalezaennuestrasangre,yladeserparteimportantedenuestrosrecuerdos. Por ello, un verso de Virgilio apenas dice nada deMantua o deAugusto, pero sí que habla de lugares ingleses, y de la abolida juventud dequienfueestudiante.

RobertHerrickerahijodeunhombreinteligente,enérgicoyemprendedor,que teníaunamodestaparticipación enuna importante empresadeLondres.Se pusieron muchas esperanzas en el muchacho. Fue a un buen colegio,consiguióunabecaparaestudiarenOxford;asudebidotiempo,concluyólosestudios en la universidad. A pesar de su talento y de su buen gusto (muyconsiderables), carecía de determinación y de madurez intelectual: seentretuvoenvariasramasdelárboldelaciencia,seinteresóporlamúsicayla

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metafísica, cuando debía haberse aplicado al griego; en fin, se licenció sinpena ni gloria. En esemomento, la prestigiosa empresa deLondres quebró.Mr. Herrick tuvo que empezar de cero, como empleado, en otra compañía;Robertsevioobligadoarenunciarasusesperanzas,tuvoqueagradecerqueloadmitieran en la carrera que siempre había detestado y despreciado.No erabuenoparalascuentas,nosentíaningúninterésporlaeconomía,detestabalosinconvenientesdeloshorariosdetrabajo,despreciabalasmetasyéxitosdeloscomerciantes.Desdeluego,nuncahabíapensadoenhacerserico,sóloqueríaque le fueran moderadamente bien las cosas. Cualquier joven peor o másvalientehabríaluchadocontraeldestino,quizáhabríaprobadosuerteconlasletras,o,incluso,habríapreferidolamilicia.Robert,másprudente,quizámástímido, aceptó la forma de vida que le brindaba más oportunidades paraayudar a la familia. Lo hizo sin convicción, por ello quiso alejarse de susantiguos compañeros; eligió, entre varias posibilidades, un empleomediocreenunaoficinadeNuevaYork.

Suvidaprofesionalfueunaconcatenacióndehumillaciones.Nobebía,eraescrupulosamentehonrado,sellevababienconlosjefes,peroapesardetodolo despedían de todas partes.Como no le interesaba lo que hacía, no poníaningúnentusiasmo.Losdíaseranparaélunrosariodeasuntosinconclusosymalhechos,adondequieraquefuera,lafamadeincompetenteloprecedía.Nohaynadiecapazdesoportarelreprochedeesafamasin,almenos,ruborizarseun poco, porque ninguna otra ofensa contra el amor propio es tan hiriente;Herrick,quesabíacuálerasutalento,sumérito,yque,además,desdeñabaloshumildes empleos que le ofrecían, hallaba en el dolor un sufrimientoexquisito.Alprincipiodesudecadenciahabíadejadodeenviardineroacasa,después, alno tenernadaquecomunicar, excepto supropiaderrota,dejódeescribir.Unañoantesdequecomenzaseestahistoria,arrojadoenmediodelascalles de San Francisco, víctima de un vulgar pero colérico judío alemán,rompió los últimos lazos de su amor propio; un impulso repentino le hizocambiarsedenombre,e invertirelúltimodólarenunahuidaenelbergantíncorreoCiudaddePapeete.Herricknosabíamuybienquéesperabahallarenlosmaresdelsur.Sí,podíahacerseunafortunaconelnegociodelasperlasolacopra;porsupuesto,otros,noconmástalentoqueél,habíanprosperadoenelmundodelasislas,sehabíanconvertidoenreyesconsortesoenministros.Si Herrick hubiera ido allí con alguna finalidad bien definida, habríamantenidosuapellido,peroelcambiodenombrehacíaexplícitasubancarrotamoral.Habíaarriadolabandera,habíaperdidolaesperanzadevolveraserelque fue, de poder ayudar a su empobrecida familia; decidió irse a las islas,dondesabíaque loaguardabanunclimasuave,unascostumbresfáciles,unaformasencilladeganarselavida;sefuecomoquienhuyedelabatalladelavidaydesusobligaciones.Sedijoqueelfracasoeraloquelehabíatocadoensuerte,porlotantohabíaquedejarquefueseunfracasoagradable.

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Por fortuna, decir «seré un fracasado» no es suficiente. La carrera deHerrickhacia el fracaso continuó en las islas; aun enunnuevopaisaje, connombre nuevo, siguió sufriendo como antes. Obtuvo un nuevo empleo, loecharon; pasó del sufrimiento de ser sustentado por los propietarios de losrestaurantesauntipodecaridadmuchomásevidente,laqueseejercejuntoalacuneta.Conelpasodeltiempo,disminuíalacaridad:despuésdeunoodosrechazos, Herrick renunció a mendigar. Había muchas mujeres que habríanmantenidoaalguienmuchomásfeoypeor,peroHerricknollegóaconocerlasniasabernadadeellas;silasconoció,algúnsentimientodeorgullobrotódesuinterior,yhubierapreferido,enesecaso,morirdehambre.Empapadoconlaslluvias,asfixiadodecalorduranteeldía,tiritandoporlasnoches,sutechoera el de una deteriorada prisión abandonada; mendigaba el alimento, o loobtenía de las inmundicias que hurtaba de la basura; sus amigos eran dosdesterrados como él. Éste era el vaso de la penitencia que había estadoapurando durante meses. Demasiado bien conocía la experiencia de serdespedido, la de estallar con infantil rebeldía ante el infortunio, lo quesignificaba entrar en el comade la desesperación.Había cambiado.Dejódeengañarse con cuentos de una suave decadencia, acaso grata, empezó aconsiderarse de forma diferente. Había aceptado que no podía ascender, laexperiencia le había enseñado que no sabía resignarse a la caída. Algo queapenas podía calificarse de orgullo o vigor, que tal vez sólo fueserefinamiento,leimpedíarendirse;encualquiercaso,aveces,contemplabasudesgraciaconiracreciente,otrasvecesseadmirabadesupropiapaciencia.

Habíanpasadocuatromeses,todavíanohabíaningúnsignodequeaquellofuese a cambiar. La luna, deslizándose entre nubes de diferentes tamaños,formasydensidad,algunastannegrascomolatinta,otrastandelicadascomolasuavehierba,ofrecíasumaravillosobrillosureñosobreunpaisajequeeraalmismo tiempo detestable y encantador: las montañas de la isla siemprecoronadas por estáticas nubes, la exuberante ciudad adornada de extrañasfarolas,losmástilesdelpuerto,ladelicadaimagendelatolón,yelespigóndelarrecife donde las grandes olas se desvanecían en blanca espuma. La lunabrillaba con ráfagas destellantes sobre sus compañeros: sobre el robustoamericanoquesehacíallamarBrown,unoficialdemarinaaquienlehabíanidomal las cosas;y sobreel empleado londinensedecorta estatura,deojosclaros, sonrisa desdentada y mal corazón. ¡Menuda compañía la de RobertHerrick!Almenoselcapitányanquieraunhombredeveras:teníaexcelentescualidadesdecomprensiónydecisión;eraunodeesoshombresalosquenoteavergonzaríadarle lamano.Por el contrario,nohabíaningunacualidadquepudiese destacarse del otro, que a veces se hacía llamar Hay, otras veces,Tomkins,yquesereíadeestadiscrepancia.HabíasidodependienteentodaslastiendasdePapeete,porqueteníaaptitudparaello,perolohabíandespedidodetodasporsuvileza;habíaconseguidoofenderasusantiguosjefes,conlo

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cualéstosahoralotratabancomosifueseunperrocuandoloveíanenlacalle,todossusantiguoscompañerosloevitabancomosifueseunacreedor.

NohacíamuchotiempoqueunbarcodePerúhabíatraídolagripe,quesehabíaextendidoportodalaisla,especialmenteenPapeete.Desdeelpuraoseoíaelescalofriantesonidointermitentedehombresquetosían,queinclusoseahogabanaltoser.Losaborígenesenfermos,quedesconocíanlafiebre,habíansalido a rastras de las casas para refrescarse; tendidos en la orilla o en lascanoasdelaplaya,esperabandolorosamenteaquellegaseelnuevodía.Comoseoíaelcantodelosgallosporlasnochesentodasycadaunadelasgranjasdelaisla,asíseoíanestosaccesosdetos;seescuchabacómosepropagaban,cómomorían en la distancia y cómo renacían. Cada uno de estos enfermosimitabaasucompañero,esdecir,sedesgarrabaduranteunosminutos,víctimadeuncruelataquedetosquelodejabasinánimonivozcuandohabíapasado.Sialguiennohubierasabidodóndeinvertirsupiedad,laplayadePapeeteenesas fríasnochesy en esa estación insalubrehabría sidounbuen lugarparahacerlo.De todos losque sufrían esta enfermedad,quizá elmenosdignodepiedad,peroalmismotiempoelmáslamentable,eraelempleadolondinense.Estaba acostumbrado a otra forma de vida: a un hogar con camas, a loscuidados delicados que suele haber en la habitación de todo enfermo; sinembargo,ahorayacíaallí,alaintemperie,expuestoalosvientosrepentinos,yconelestómagovacío.Ademásse sentíamuydébil, laenfermedad lohabíadestrozado; a sus compañeros los sorprendía su resistencia.Los invadía unaprofundacompasión,yhacíaqueporunmomentodesaparecieseelodioquesentían hacia él. El asco que provocaba una enfermedad tan repulsiva hacíamayoreldesagrado.Alavez,conidénticafuerzacontraria,elremordimientopor su falta de piedad los movía a ser más solícitos. Incluso ese diabólicocarácter suyo hacía que sus compañeros se ofreciesen a ayudarlo con másafán,porquelaideadelamuerteeslamásinsoportablecuandoseaproximaalo sensorial y egoísta. De vez en cuando, lo incorporaban entre los dos;entorpeciendo más que ayudando, le daban golpecitos entre los hombros;cuandoeldesdichadovolvíaatumbarse,exhaustodespuésdeunataquedetos,suscompañerosselequedabanmirando,comosiquisieranasegurarsedequeseguía vivo. No hay nadie que no tenga, al menos, una virtud, la de esteempleado era el valor; siempre se apresuraba a tranquilizarlos aunque nosiempredeformarefinada.

—Estoybien,chicos—dijoconvozentrecortada—,estovienebienparafortalecerlosmúsculosdelalaringe.

—¡Comoquiera!—exclamóelcapitán.

—Estoybien,mesientofuerte—continuóelenfermoconvozapagada—.Peromeparecerealmenteduroquedebaserelúnicoquetomepartedeestevicio,yqueseayoloúnicoquelesdivierta.¿Quétalsidespiertan?,¿quétalsi

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mecuentanalgo?

—Elproblemaesquenotenemosnadaquedecir,muchacho—respondióelcapitán.

—Siquieren,puedocontarlesloqueestabapensando—dijoHerrick.

—Loquesea—dijoelempleado—;sóloquierosentirquesigovivo.

Herrick empezó a contar su parábola, tumbado boca abajo y hablandolentamente, como si le faltara el aliento; se notaba que no hablaba comoalguienquetuvieseganasrealmentededeciralgo,sinoquelohacíamásbiencomosilefaltaratiempo.

Empezóahablar:

—Enfin,estabapensandoenqueestaba tumbadoen laplayadePapeeteuna noche, brillaba la luna, soplaba el viento, los compañeros tosían; teníafrío, tenía hambre.Me sentía derrotado.Tenía unos noventa años, y llevabaunosdoscientosveinteenPapeete.Estabapensandoenquedesearíatenerunanillo que frotar, o poder convocar un hada madrina, o, quizá, a Satanás.Intentabarecordarcómosehacía.Séquesehacíauncírculodecalaveras,lovien Freischütz. Te quitabas el abrigo y te remangabas, vi a Formes hacerlocuandointerpretabaelpapeldeKaspar,ytedabascuenta,porlaformaenquelohacía,dequeeraunatareaqueconocíabien.Teníasqueteneramanoalgode donde saliera humo y un olor apestoso, supongo que valdrá un cigarro;después,teníasquedecirelPadrenuestroalrevés.Mepreguntabasiyopodríahacerlo,porqueparecíarealmenteunaproeza,tambiénmepreguntabasiluegosabríadecirlobien,medijequesí.Sí,encuantolleguéa«porlossiglosdelossiglos»,viaunhombrequevestíaunpariu,conunaesterabajoelbrazo;veníapaseandopor laplayadesdelaciudad.Eraunseñormayorconmalaspecto,estaba tullido, cojeaba y no dejaba de toser, al principio nome gustó, perodespuéssentílástimaporél,porquelatosdemostrabaqueestabaenfermodeverdad.EntoncesrecordéquenosotrosteníamosunjarabeparalatosquenoshabíadadoelcónsulamericanoparaHay.AHaynolehabíaservidodenada,pero pensé que podría serle útil a aquel hombre, entonces me puse de pie.Saludé:

»—Yorana—dije.

»Mecontestó:—Yorana.

»—Mira esto, tengo algo muy bueno para la tos en este frasco, ¿túentender?, aquí, te daré una cucharada en la palma de la mano, porque elserviciodemesalotenemosenelbanco.

—Dijeestoparaqueseacercara,perocuantomásseacercabamenosmegustaba.Peroyamehabíacomprometido,¿no?

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—¿Qué es toda esta tontería?—interrumpió el empleado—.Se parece alassandecesdelossermones.

—Esuncuento.Solíacontarcuentosalosniñosencasa—dijoHerrick—,perosileaburre,lodejo.

—No,no,continúe.Siempreserámejorquenada—respondióalgoirritadoelenfermo.

—Bien—continuóHerrick—,apenashabía terminadodedarleel jarabe,cuando el tipo pareció enderezarse y cambiar de repente; entonces me dicuentadequenodebíadeserdeTahití,másbienparecíaárabe, llevabaunabarbamuylarga.

»—Elbienconelbiensepaga—dijo—.SoyungeniodeLasmilyunanoches, esta estera que llevo bajo el brazo es la auténtica alfombra deMohamed-Ben-como-se-llame. Pronuncia la palabra, y podrás viajar en estaalfombra.

»—¿Quieredecirqueéstaeslaauténticaalfombramágica?—pregunté.

»—Ustedlohadicho—respondió.

»—SesuponequehaaparecidoporAméricadesde laúltimavezque leíLasmilyunanoches—comentéuntantodesconfiado.

»—Asíes.Heestadoportodaspartes.Conunaalfombracomoéstanovaadejarsepudrirunoensucasita.

»Aquellomeconvenció.

»—Bien —dije—, ¿quiere decir que puedo subir a esta alfombra, e irvolando,porejemplo,aLondres,Inglaterra?

—Dije a Londres, Inglaterra, capitán, porque él parecía haber pasadomuchotiempoenesapartedelplanetaqueustedtanbienconoce.

»Contestó:

»—Enunabrirycerrardeojos.

»Quisecalculareltiempo.

—¿CuálesladiferenciahorariaentrePapeeteyLondres,capitán?

—Tomandocomopuntode referenciaGreenwichyelpuntoVenus,unasnuevehorasypico—respondióelcapitán.

—Sí,esoesloqueyopensaba—dijoHerrick—,unasnuevehoras.Comoesto ocurría a las tres de la mañana, calculé que podría estar en Londresalrededordelmediodía.Estabaemocionadoconlasolaideadequepudieraserverdad.

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»—Sólo hay un problema—dije—, no tengo ni un centavo, y sería unapenallegaraLondresynocomprarlaedicióndelamañanadelStandard.

«Contestó:

»—Veo que no conoce las ventajas de esta alfombra. ¿Ve este bolsillo?Sólotienequemeterlamano,ylasacarállenadesoberanos».

—¿Está hablando de esas monedas de veinte dólares? —preguntó concuriosidadelcapitán.

—¡Justamente ésas! —exclamó Herrick—. Eran muy grandes, ahorarecuerdoquetuvequeiraCharingCrossacambiareldineroporlibras.

—¿Estuvoallí?—preguntóelempleado—.¿Quémáshizo?Seguroquesetomóunacopadebrandy.

—Puesbien, fueexactamentecomodijoelviejo, enunabrirycerrardeojos—dijoHerrick—.Eran las tresde lamadrugada,estabaen laplaya;derepente era mediodía, y estaba ante la Golden Cross. Al principio, estabadeslumbradoymetapélosojos,nocambiónada.ElsonidoenStranderamuyparecidoaldelosarrecifes,escuchen,¡aqueoyenelruidodelostaxis,delosautobuses,elruidodeltráficodelascalles!Abrílosojos,todoseguíaigual,nohabíaduda.Allíestabanlasestatuasdelaplaza,losmonumentos,St.Martin’s-in-the-fields, los policías, los gorriones, los coches de alquiler; no puedoexplicarloquesentí.Teníaganasdeecharmeallorar,supongo,debailar,desaltarporencimadelacolumnadeNelson.Mesentíacomounapersonaquehubieraestadoatrapadaenelinfierno,y,derepente,aparecieraenlapartemásmaravillosa del cielo. Después alquilé un cabriolé que tenía un caballoespléndidoyveloz.

»—¡Le doy un chelín si consigue llegar en veinteminutos!—le dije alconductor.Ibabastanterápido,aunque,desdeluego,nopodíacompararseconlaalfombra;endiecinueveminutosymedioestábamosdelantedelapuerta.

—¿Quépuerta?—preguntóelcapitán.

—Lapuertadeunacasaqueconozco—respondióHerrick.

—¡Seguro que era un bar!—exclamó el empleado, pero no lo dijo conestaspalabras.

—¿Por qué no fue en la alfombra en lugar de ir traqueteando en uncarruaje?

—No quería llamar la atención en una calle tan tranquila. Es de malaeducación.Además,erauncabriolé—continuóelnarrador.

—Bueno,y¿quémás?—preguntóconcuriosidadelcapitán.

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—Entré—respondióHerrick.

—¿Suspadres?—preguntóelcapitán.

—Esoes—contestó,teníaunahierbaenlaboca.

—¡Me parece a mí que no es ustedmuy bueno para esto de inventarsecuentos!—replicóelempleado—.¡Diosmío!,escomodelaAsociaciónparalaDefensa de la Infancia.Yo sí que podría contar un buen cuento sobremiviajecito. Yo habría entrado y habría tomado una copa de brandy, parapropiciar la buena suerte.Despuésmehabría conseguidounbuen abrigodeastracán,y,conmibastón,mehabría idoapresumirporPiccadilly.Despuéshabría idoaunlujosorestauranteyhabríapedidounplatodeguisantes,unabotelladechampán,yunasbuenaschuletasdecordero,¡ah!,semeolvidaba,también habría pedido para empezar un plato de pescaditos fritos biensazonados, también pediría una tarta de grosella, y una copa de esarepresentación del placer que viene en grandes botellas con un sello,¡Benedictine!, ése es el nombre. Después iría al teatro, charlaría con losamigos, iría a salones de baile y a bares, no volvería a casa hasta por lamañana,hastaqueempezaseaamanecer.Aldíasiguiente,tomaríaensaladadeberros,jamón,bollitosconmantequilla,¡vayaquesí…!

Lointerrumpióunnuevoataquedetos.

—Bueno, ahora les contaré lo que habría hecho yo—dijo el capitán—.Paraempezaryonomehabríametidoenunodeesoscarruajesconjarciasdefantasía, de esos que se gobiernan desde las crucetas de mesana, habríaescogido un sencillo carruaje, sencillo de proa a popa, con el registro detonelajemásalto.Primerohabríaidoalmercado,habríacompradounpavoyun lechón.Después iría a una bodega, compraría una docena de botellas dechampányvinodulce,fuerte,espeso,algoparecidoaloportooalmadeira,lomejor de la tienda.Después iría a una tienda de juguetes,me gastaría unosveintedólaresenjuguetesdediferentesclasesparalosniños.Despuésiríaalaconfitería,encargaríapasteles,tartas,pandulce,yesaespeciedebizcochoconciruelas dentro. Después iría a un quiosco, compraría todos los periódicos,cuentosilustradosparalosniños,novelonesparamimujer,deésasdecómoelconde se declara a Anna-Mariar, y sobre cómo Lady Maude se fuga delmanicomio.Luegolediríaalconductorquemellevaseacasa.

—Ycaramelospara losniños—sugirióHerrick—,a losniños lesgustanmucholoscaramelos.

—Sí,claro,caramelosparalosniños,caramelosrojos—dijoelcapitán—.Yesas cosasque tiras de ellas yhacen ruido, que tienen en el interior unaspoesíascursis.NoslopasaríamoscomosifueraunamezcladeldíadeAccióndeGraciasmáslosregalosdeNavidad.¡Diosmío,cómomegustaríaveralos

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niños!Estoy segurodeque saldrían corriendode casa en cuantoviesenquellegabasupadre.LapequeñaAdar…

Elcapitánsecallóderepente.

—¡Continúe!—dijoelempleado.

—Lopeordetodoesquenisiquierasésiestaránmuriéndosedehambre—gimióelcapitán.

—Encualquiercasosíquesabequenoestánpeorquenosotros,esoesyaun consuelo —respondió el empleado—. ¡Desafío al diablo a que meempeore!

Pareciórealmentequeeldiablohubieraestadoescuchándolo.Laluzdelaluna había estado durante un buen rato velada, y habían estado hablandoprácticamente a oscuras. Pero ahora se oyó un gran ruido, que sonófrancamentecerca;elatolónsepusoblancoderepente;antesdequehubieranpodido ponerse de pie, empezó a llover a cántaros sobre los náufragos. Lafuerzayelvolumendelalluviaenestoslugaressonrealmenteinconcebiblespara quien no haya vivido en el trópico; se asfixia uno como si estuvieradebajodeunaducha.Parecíaqueelmundosevinieraabajoentrelaoscuridadyelagua.

Corrieronatientasaresguardarseenelrefugiodecostumbre,queyacasipodríadecirsequeerasuhogar:elviejocalabozo.Llegaronempapadosalasvacías habitaciones, se tumbaron como tres despojos dehumanidad sobre elfrío suelocoralino,cuandopasó la tormentaseescuchabaen laoscuridadelcastañeteodedientesdelempleado.

—Amigos—gimió—, por el amor deDios, acérquense a darme algo decalor;sino,creoquemevoyamorir.

Gatearon a la vez comouna únicamasamojada, se tumbaron junto a élhasta que amaneció, estuvieron tiritando y despertándose continuamente,sumidosenladesesperaciónporcausadelatosdeldesdichadoempleado.

Amanecerenlaplaya:lastrescartas

Habían desaparecido las nubes, reapareció la luz tropical de Papeete;volvíanaagitarseenmediodel calor lasgrandesolasen losarrecifes,y laspalmerasdelaisla.

Unbarcodeguerrafrancésregresabaasupaís,estabaenmediodelpuerto,parecíaunhormiguero.Porlanochehabíaentradoenelpuertounagoleta,que

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descansaba lejos de la isla, cerca del canal; había izado bandera amarilla,símbolodeepidemia.Desdelacostapodíadivisarseunalargahileradecanoasqueencabezabanlamarchahaciaelmercado,erancomounlargopañueloalque policromaban la vestimenta de los aborígenes, y la fruta quetransportaban.Peronilabellezanielcálidosaludodelamañana,nisiquieratodo el movimiento del puerto que tan interesante era para los marineros,inclusopara losmás vagos, atraía la atenciónde estos vagabundos.Estabanheladoshasta loshuesos, teníanen laboca laamargurade la faltadesueño,caminabansindirecciónacausadelhambre,ibanenfilaporlaplayacomosifueranpatosmareados,enunsilenciodescorazonador.Sedirigíanalaciudad,en la que brotaba humo de las chimeneas, donde los ciudadanos másafortunadosestaríandesayunandoenesosmomentos;mientrassedirigíanalaciudad,susojoshambrientosmirabanatodaspartesbuscando,sencillamente,algoquecomer.

Unapequeñaysuciagoletaestabaplácidamenteamarradaalmuelle;bajounpequeñotoldohabíacincocanacosqueerantodalatripulación,estabanencuclillasalrededordeuncuencollenodeplátanosfritos(feis),bebíancaféenunostazonesdemetal.

—Ocho campanadas, ¡descanso para el desayuno!—gritó el capitán conalegríafingida—.Barconuevo,primeraactuación,seguroquellenoelteatro.

Seacercóadondedescansabaunatablasobrelahierbadelmuelle;diolaespalda a la goleta, empezó a silbar esa divertida canción: «La lavanderairlandesa». La melodía llegó a los oídos de los marineros canacos, que semovieron al unísono: miraron todos al mismo tiempo desde donde estabancomiendo, se acercaron a gatas hasta el otro extremo del barco con losplátanosenlamano,masticandosindejardemirar.AligualqueunpobreosopardodelosPirineosbailaporlascallesdealgunasciudadesinglesasbajolabatutadelamo,delamismaforma,peroconmuchomásánimoyprecisión,elcapitán marcaba el paso siguiendo el ritmo de su propia tonada, su largasombra bailaba y lo precedía saltando alegremente sobre la hierba. Loscanacos sonrieronante laescena;Herrickmirabaconojos tristes, elhambrehabía vencido en esta ocasión su timidez, un pocomás lejos, nomucho, elempleadoseguíasufriendobajolosefectosdelagripe.

Elcapitánseparóderepente,fingiendoverasuauditorioporprimeravez,secomportócomounapersonasorprendidaensumáscompletaintimidad.

—Hola—dijo.

Loscanacosaplaudieron,lehicieronseñalesparaquecontinuase.

—¡No,señores!—dijoelcapitán—.Nocomida,nobaile,¿entender?

—¡Pobrehombre!—respondióunodelostripulantes—.¿Nocomer?

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—¡Yalocreoqueno!—dijoelcapitán—.Gustarcomer.Notenercomida.

—Ah. Mí tener —volvió a decir el marinero—, venir aquí. Aquí café,plátanosmuchos.Compañerosvenirtambién.

—Creoquepodemoshacerlesunavisita,compañeros—dijoelcapitán;suscompañeros y él cruzaron la tabla. Los recibieron a bordo incontables yamistosos apretones de manos; se les hizo sitio alrededor del cuenco;añadieronunabotelladeespesamelazaalafiestaenhonordelosvisitantes,trajeronunacordeóndelcastillodeproa,ylodejaronintencionadamentejuntoalartista.

—Ariana—dijoconsuavidad,acariciandoelinstrumentoalhablar;cogióunbuenpedazodesabrosoplátano,selocomió;despuésalzóeltazóndecafé,y,dirigiéndosealportavozde la tripulación,dijo—: ¡Salud,buenamigo!,esustedelorgullodelPacífico.

Conladesagradableguladeunajauríadeperrosengullerontodalacomidacaliente,ybebieronelcafé;inclusoelempleado,aquienlebrillabanlosojos,pareció revivir. Vaciaron la cafetera y dejaron limpio el cuenco; losanfitriones, que habían atendido todas sus necesidades con amablehospitalidad polinesia, se apresuraron a ofrecerles como postre tabaco de laisla enrollado enhojas depandáneoque servíandepapel, se sentaron todosalrededor de los platos echando bocanadas de humo como si fueran jefesindios.

—Lagentenosabeapreciar loqueespoderdesayunar todos losdías—comentóelempleado.

—Lo siguiente es almorzar —dijo Herrick, y después dijoapasionadamente—:¡Cómomegustaríasercanaco!

—Hay una cosa que está clara—dijo el capitán—, estoy al borde de ladesesperación; tanto es así que preferiría colgarme antes que seguirpudriéndomeaquí—diciendoesto,cogióelacordeónyentonó«Hogar,dulcehogar».

—¡Notoqueeso!—gritóHerrick—,noloaguanto.

—Tampocoyo—contestóel capitán—,pero tengoque tocar algo, tengoque pagarmi parte, muchacho—cantó «John Browns Body», con delicadavozdebarítono;despuésvino«DandyjimofCarolina»;porúltimo,«RorintheBold», «Swing low, Sweet Chariot» y «The beautiful Land». El capitánpagaba su parte con intereses, como ya había hecho en muchas otrasocasiones; más de una vez había canjeado por comida estas canciones quetantogustabanalosmelómanosaborígenes.Estabacantando«Quincedólaresen el bolsillo» con un entusiasmo que no justificaba la realidad, cuando de

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repentenotaronunararareacciónentrelostripulantes.

—TapenaTomHarrymy—dijoelcabecilla,señalando.

Lostresvagabundos,siguiendosuindicación,miraronyvieronlafiguradeunhombrequeseacercabaaprisaenpantalóndepijama,conunjerseyblanco;veníadelaciudad.

—TapenaTom,¿no?—preguntóelcapitándejandodetocar—.Meparecequenoconozcoaeseanimal.

—Mejornoslargamos—dijoelempleado—.Nomegusta.

—Bueno—dijoelmúsicocondecisión—,no se sabe, engeneral.Voyacontinuar. Puede que la música amanse al fiero Tapena, chicos. Puede quehayasuerte,puedequeconsigamosunponcheheladoenelcamarote.

—¿Ponchehelado? ¡Oh,Diosmío!—exclamóel empleado—,dedíquelealgo,capitán,«PorelríoSewanee»,pruebeconésa.

—No, dijo el capitán, parece escocés —se puso a cantar «Auld LangSyne».

El capitán Tom se acercaba con prisa indiferente; no percibieron ningúntipodecambioensubarbudacaracuandoempezóacolumpiarseenlatabla;nisiquieramiróalartista,quecontinuabacantando:

Jugábamoslosdosjuntoalrío,

Desdelamañanaalanoche.

El capitán traía un paquete bajo el brazo, lo dejó sobre la toldilla, yvolviéndosederepentealosdesconocidosvociferó:

—¡Eh,ustedes,yaestábien!

ElempleadoyHerrickselevantaronyecharonacorrerporelmadero.Elartista,porsuparte,dejócaerelinstrumento,yseincorporólentamente.

—¿Qué ha dicho? —preguntó—. No me importaría nada darle algunasleccionesdecivismo.

—Deje de marearme con su cháchara —contestó el escocés—, o leenseñaréloqueesbueno.Heoídohablardeustedestres,ypuedoasegurarlesquenovanadurarmuchotiempoeneste lugar.Elgobiernonolespierdelapista. Los franceses saben cómo terminar de forma muy rápida con losvagabundos.

—¡Espere a que le encuentre fuera del barco! —gritó el capitán;volviéndose hacia la tripulación dijo—: ¡Hasta luego, amigos! Vosotros, almenos, sois unos caballeros. El peor negro de entre vosotros tendría mejor

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aspectoenelpuentedemandoqueestesucioescocés.

ElcapitánTomnisiquierasemolestóencontestarle;observóconsonrisairónica cómo se marchaban «los invitados»; tan pronto como el último pieestuvofueradelatabla,dioórdenesparaquelosmarinerospusieranmanosalaobraenelcargamento.

Los vagabundos se retiraban deshonrosamente derrotados por la playa.Herrick iba el primero, con la cara de color rojo encendido, con las piernastemblandoporlairahistéricaquesentía.Adecirverdad,setiróbajoelmismopuraodondehabíanestadotiritandolanocheanteriory,gimiendo,hundió lacaraenlaarena.

—Nomehablen,nomedigannada.Noaguantomás—estallóderepente.

Losotrosdossequedaronmirándolosorprendidos.

—¿Qué es lo que no aguanta?—preguntó el empleado—, ¿acaso no hacomidoya?Yoaúnestoyrelamiéndome.

Herrick,conlacararojadeira,lomiróencolerizadoygritó:

—¡Nosémendigar!—Despuésdedeciresto,volvióatirarsebocaabajo.

—Estotienequeterminar—dijoelcapitánrespirandohondo.

—Sí,realmentetienetodoelaspectodeestarllegandoasufin,¿no?—serioconironíaelempleado.

—Aélnolefaltamuchoparaconseguirlo,yustednosehagailusiones—contestó el capitán. Luego ya, con una voz más afable, añadió—: Bien,esperen aquí, compañeros; voy a ver si puedo entrevistarme con mirepresentante.

Trasdecirestosediolavuelta,ysedirigióhaciaPapeeteconsusandaresdemarinero.

Había pasado más de media hora cuando regresó. El empleado estabaechandounacabezadaapoyadocontraunárbol;Herricktodavíaestabaechadoenelsitiodondesehabíatirado;nosesabíasidormíaoestabadespierto.

—¡Chicos! —gritó el capitán, con ese entusiasmo fingido que a vecesresultatandoloroso—,tengootraidea.

Sacópapel,sobresfranqueadosylapiceros,trescosasdecadauno.

—Podemosenviarunacartaacasaenelpróximobarcocorreo.Elcónsulmehadadopermisoparavolveralaoficinayescribirlasdireccionescontintaallí.

—Bueno,estopuedeserunbuencomienzo—comentóelempleado—.La

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verdadesquenohabíapensadoenello.

—Fue lo que hablamos anoche acerca de volver a casa lo queme hizopensarlo—dijoelcapitán.

—Bien,páselo—comentóelempleado—,probaréaver.Seretiróhacialasombradeunacanoa.

Losotrosdossequedaronbajoelpurao.Escribíandoso trespalabras,aratosgarabateaban;mordisqueabanel lapicero, sequedabanmirandoelmar;otrasvecesmirabanalempleado,queseguíaapoyadoenlacanoa,mirabacongestoobsceno,tosía;veíancómosulapicerosedeslizabaconfacilidadporelpapel.

DerepenteHerrickdijo:

—Nopuedo,notengovalor.

—Escuche—dijoelcapitánhablandoconseriedadpocohabitualenél—,resultamuydifícil escribir,y sobre todoesdifícil escribirmentiras, ¡bien losabeDios!,peroesloquehayquehacer.Tampococuestatantodecirqueestábien,contento,yquesientenopodermandardineroenestaocasión;sinolohace, tendréquedecirle loquepiensodeusted,y loquepiensoesquetieneustedlasensibilidaddeunanimal.

—Quéfácileshablar—dijoHerrick—.Peromeparecequetampocoustedhaescritodemasiadoalolargodesuvida.

—¿Porquiénmehatomado?—estallóelcapitán.Lavozapenaseraalgomás que un susurro, pero había emoción en ella—. ¿Qué sabe de mí? SihubiesedirigidoelmejorbricbarcaquehayasurcadolasaguasdePortland;sihubiese estado borracho en el camarote cuando el barco encalló en losrompientes de las Catorce Islas, y no hubiese tenido la inteligencia depermanecer allí y morir ahogado, sino que, en lugar de hacer eso, hubiesesalidoacubierta,borracho,adarórdenesestúpidasquefueranlacausadelamuerte de seis personas, ¡entonces sí que podría entenderlo! —siguióhablandodeformamásmoderada—.Bonitocuentoparaunpadredefamilia,ya lo sabe. Cinco hombres y una mujer asesinados. Sí, había una mujer abordo,noteníaqueestarallí.Creoquelaenviéalinfierno,siesqueexiste.Nomeatrevíavolveracasa;miesposaylospequeñossefueronaInglaterra,acasa de mi suegro. No sé qué habrá sido de ellos —añadió, con gesto deamargura;seencogiódehombros.

—Gracias,capitán—dijoHerrick—.Megustaahoramásquenunca.

Se dieron un apretón demanos, breve pero intenso; evitaronmirarse, ensuscorazonesdesbordabalaternura.

—¡Vengachicos,aseguirmintiendo!—dijoelcapitán.

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—Creo que voy a dejar a mi padre, voy a probar con mi novia, paracambiar—respondióHerrickconunasonrisaforzada.

Escribió:

Emma:

Hetachadoelcomienzodelacarta,eraparamipadre,perocreoquemeesmás fácil escribirte a ti.Éste esmiúltimoadiós a todos, será loúltimoquesepáisdeunhijoyunamigodespreciable.Hefracasado;estoyenlaruina,hedestrozadomivida,ahorainclusoutilizounseudónimo;tendrásqueexplicarleamipadre todoestocontodaladelicadezaqueteseaposible.Todohasidoculpamía.Séque si hubiera tenido la oportunidad, habría triunfado, te juroqueloheintentado.Nopodríasoportarquetúpensarasquenolohabíahecho.Porque os quiero a todos, nunca debéis dudar de eso, tú menos que nadie.Siempretehequerido,pero¿dequémeservía?,esmás,¿paraquésirvoyo?No he tenido la hombría de cualquier don nadie, no quise trabajar paramerecerte; sé que te he perdido, pero, por tu bien, me alegro de ello. Laprimera vez que viniste a casa de mi padre, ¿lo recuerdas? Quiero querecuerdes lomejordemí, todas lasvirtudesqueposeyera.¿Recuerdaseldíaen que te cogí la mano, y la retuve entre las mías? ¿Recuerdas cuandomirábamosunabarcazaenelpuentedeBattersea,yempecéacontarteunodemis estúpidos cuentos para terminar diciendo que te quería?Aquello fue elprincipio,estoeselfinal.Cuandoterminesdeleerestacarta,dalesatodosunbesodedespedida:amipadre,amimadre,alosniños,unoauno,alpobretío,y diles a todos que me olviden, e intenta olvidarme tú también. Cierra lapuerta,nodejesentrarningúnrecuerdomío;olvidaaestepobrefantasmaquefingió serunhombre,que robó tuamor.Al escribir,me torturaeldesprecioquemetengo.Debodecirtequeestoybienycontento,quenonecesitonada;noesqueganemucho,porqueentoncessesuponequedeberíamandaralgo,peroestoybiencuidado,tengoamigos,vivoenunbonitolugarconunclimaestupendo,talcomohabíamossoñadoparanosotrosdos;noesnecesario,portanto,quesintáispenapormí.Sabesqueenestoslugaresesmuyfácilvivir,incluso vivir bien, pero, al mismo tiempo, es difícil conseguir dinero.Explícaseloamipadre,loentenderá.Notengonadamásquedecir,creoquesoycomoeseinvitadoquetardaenirse.

QueDiostebendiga.Piensaenmí,porúltimavez,aquí,enunahermosaplaya,conuncieloyunmardedeslumbrantecolorazul,congrandesolasquerompensobrelosarrecifes,dondehayunaislapequeñaconverdespalmeras.Estoybien,estoysano.Esuna formamuchomásplacenterademorirquesitodosvosotrosestuvieseisentornoamíenunacamadeenfermo.Memuero.Esteesmibesodeadiós.Perdónameyolvidaaestepobredesgraciado.

Con lo escrito había llenado el papel.Levinieron recuerdosde tardes al

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piano, y de aquella canción, la obramaestra del amor, en la que tantos hanencontrado laexpresióndesuspensamientosmásqueridos.Escribió:«Einst,O Wunder». No necesitaba escribir nada más, sabía que su amada podríaimaginarselasituación,conbellasimágenesylaadecuadaarmonía.Sabíaquealolargodetodasuvidaelnombredeellaresonaríasiempreensusoídos;encualquier sonido de la naturaleza escucharía el eco de su nombre, y cuandollegase la muerte, cuando yaciese sin vida, ese recuerdo seguiría en él, yestremeceríatodosuser:

Unavez,¡ah,quémaravilla!,unavez,

Entrelascenizasdemicorazónbrotóunaflor.

Herrickyelcapitánterminaronlascartasmásomenosalmismotiempo;losdosrespiraronprofundamente,mientrascerrabanlossobres,susmiradassecruzaron.

—Sientohaberescritotanto—dijoelcapitánbruscamente—.Cuandoestáunoinspirado,vienetododegolpe.

—Lo mismo me ha pasado a mí —continuó Herrick—, podría haberescrito una resma, una vez que empecé; pero, después de todo, demasiadolargaesparaloqueteníaquecontar.

Estaban todavía poniendo las direcciones cuando se acercó el empleado,sonriendo y retorciendo su sobre como quien está satisfecho de lo que hahecho.MiróporencimadelhombrodeHerrickydijo:

—Vaya,nohaescritoalossuyos.

—Sí—contestóHerrick—,peroesqueellaviveconmispadres…,ah,yaentiendoaquéserefiere—añadió—,miverdaderonombreesHerrick,noHay—ambosutilizabanelmismoapodo—,soytanHaycomousted.

—Hadadoenelclavo—serioelempleado—.Sí,mellamoHuish,porsiquiere saberlo.Todoelmundo tienedosnombresenelPacífico.Apuesto loqueseaaqueelcapitántambiénlostiene.

—Sí, yo también—respondió el capitán—, nunca he dicho mi nombredesde el día en que arranqué la primera página delBowditch, y la arrojé almar.Austedessíselodiré.MellamoJohnDavis.SoyDavis,delSeaRanger.

—¡Conque ése es usted!—dijoHuish—. ¿Qué clase de barco era?, ¿unpirataounnegrero?

—Era el bricbarca más rápido de todo Portland, Maine —contestó elcapitán—, y por la forma en que lo perdí, podría decirse que perforé unagujeroenunodesuscostadosconuntaladro.

—¿Así que lo perdió?—preguntó el oficial—. Pero, al menos, ¿estaría

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asegurado?

No hubo respuesta a esta ocurrencia; Huish, rebosante de vanidad, conganasdehablar,cambiódetema.

—Medantentacionesdeleerlesloqueheescrito.Cuandoquiero,semedamuybienlodeescribir,ymehasalidomuybien.EsparaunacamareraalaqueconocíenNorthampton;quétía,quéestilazo,nosgustamosalaprimera,comoenunaobrade teatro.Creoquemegastécinco librasenella.Resultaqueme he acordado del nombre, y le he escrito. Le he contado queme hehecho rico,quemehecasadoconuna reinade las islas,quevivimosenunsitio maravilloso. ¡Qué montón de mentiras! Voy a leerles el trozo de midiscurso de la apertura solemne del parlamento de los negros. Es realmentefantástico.

Elcapitánsepusoenpiedeunsalto.

—¿Esoesloquehahechoconelpapelquehemendigadoparausted?—vociferó.

Fue una fortuna para Huish, aunque no para los demás, que en esemomento se viese nuevamente atormentado por otro ataque de tos; suscompañeroslohabríanabandonadosisehubiesendejadollevarporsuamargoresentimiento. Cuando se le pasó el ataque de tos, el empleado extendió lamano,recogiólacarta,quesehabíacaído,ylarompióentrocitosconselloytodo.

—¿Contento?—preguntócongestodeenfado.

—Nosehablemás—contestóDavis.

Elviejocalabozo:eldestinoalapuerta

El viejo calabozo, que tantas veces había acogido a los vagabundos, eracomo un pequeño patio rectangular situado en la esquina de una sombríaavenida, en la parte occidental de la ciudad; miraba hacia el consuladobritánico.Habíaunpatio interior cubiertodehierbay llenodedesperdicios,consignosevidentesdeservirdeviviendaavagabundos.Dabanalpatioseisosieteceldas,ylaspuertas,queenalgunaocasiónsehabíancerradopararecluiraunos cuantospescadoresdeballenas alborotadores, sepudrían en el patio.Noquedabaningunaseñaldecuálhabíasidosuantiguafunción,exceptolosbarrotesoxidadosdelasventanas.

El suelo de una de las celdas estaba algomás limpio; junto a la puerta,llenodeagua,habíauncubo (elúltimomuebleque lesquedabaaestas tres

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calamidades humanas); medio coco junto al cubo hacía funciones de vaso;entre los andrajos de una vieja estera dormía Huish: tenía la boca abierta,parecíaunmoribundo.Elbrillodelatardecertropicalyelverdordelluminosofollajellegabanhastaestelugaratravésdelapuertaylaventana.Herrick,quenodejabade ir yvenir por lahabitación, a veces separabapara refrescarsecara y cuello con el agua tibia del cubo. Sus anteriores sufrimientos, lasnochesenvela, los insultosde lamañanay laangustiosa tareadeescribir lacartalehabíanalteradolosnervioshastatalpuntoqueyaconfundíaeldolorcon el placer; el tiempo se reducía para él a un simplemomento, y tanto lavidacomolamuerteleeranindiferentes.Semovíadeunladoaotrocomounanimalenjaulado;sumenterecorríafebrilmentetodoununiversoderecuerdosy pensamientos;mientras caminaba,miraba todo lo que estaba escrito en lapared. Las enjalbegadas paredes estaban escritas hasta el último rincón:nombres de Tahití, pero también franceses e ingleses, y rudos bosquejos debarcosnavegando,obienhombresquesepeleabanapuñetazos.

De repente, se le ocurrió que también él debía dejar en la pared algúnrecuerdo de su paso por allí. Se detuvo justo ante un espacio limpio quequedabalibre,sacóellapicero,reflexionó.Lavanidad,tandifícildeexpulsar,seadueñódeél.Lollamamosvanidad,aunquequizáseainjusto.Acasofueelsimple sentido de su existencia el que lo impulsó a hacerlo; tal vez fue elsentidodesuvida,esacosa tanmaravillosaa laqueélescasamente lograbaaferrarseconlosdedos.Susnervios,aflordepiel,leadvertíandequealgoibaacambiar,nosabíasiparabienoparamal;uncambio…nosabíanadamás,uncambioseaproximabaconocultasintenciones,inescrutable.Juntoconestesentimiento,tuvounavisióndeunasaladeconciertos,escuchólosdelicadostonos de los instrumentos, se fijó en el silencioso auditorio, en el agradablesonido de la sinfonía. Pensó: «El destino llama a la puerta»; trazó unpentagramasobreelyesodelapared,yescribióesafamosafrasedelaQuintaSinfonía.«Asísabrán—pensó—quemegustabalamúsica,queteníagustosclásicos». ¿Sabrán?, sabrá, supongo: ese desconocido y amable espíritu quevendráalgúndíayleerámimemorquerela.¡Ah,perotendráquesaberlatín!—siguiópensando—:«…terquequaterquebeati,/quisanteorapatrum…».

Volvió otra vez al desasosegado paseo, pero ahora con la sensaciónirracionalyreconfortantedehaberhechoalgoquedebíahacer.Habíacavadosupropia tumbaesamismamañana, ahora acababadegrabar su epitafio; lamortaja estaba preparada; ¿por qué retrasar esa insignificancia que aún lequedabaporhacer?Sedetuvo,sequedómirandoduranteunbuenratolacaradeHuish, sequedóabsorto, empapándosede ladecepcióny lanáuseade laexistencia. Le dieron arcadas con sólo ver ese semblantemezquino. ¿Podíacontinuarasí?,¿quéloataba?,¿noteníaningúnderecho?,¿estabaobligadoaseguirsiempresindescanso,sinrespiro,aguantandoloinaguantable?Ichtrageunertrdgliches,recordólacita;repitiótodalapieza,unadelasmejoresobras

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deunodelosmejorespoetas.Lepareciócomosilafraselehubieradadounmazazo:Du,stolzesHerz,duhaslesjagewollt.¿Dóndeestabaelorgullodesu corazón? Ardía en cólera contra sí mismo, como cuando una personamuerde con un diente dolorido, con la sensualidad pervertida del sarcasmo.Pensó: «No tengo orgullo, no tengo valor, no tengo hombría, ¿por quéentonces debo prolongar una vidamás vergonzosa que estar en el patíbulo?¿Por quéhe tenidoque caer en esto?Ni orgullo, ni voluntad, ni fuerza. ¡Nisiquierasoyundelincuente!,¡aquí,muertodehambre,conindividuospeoresque lospropiosdelincuentes, conestemiserablemonstruo!».Desbordabadeiracontrasucompañero,loamenazóconelpuñotembloroso.

Derepenteseoyeronunospasosrápidos.Aparecióelcapitánenelumbraldelacelda:colorado,jadeaba,sucarareflejabaunaneciafelicidad.Traíapany cervezas, tenía los bolsillos de la chaqueta llenos de cigarros.Dejó todasestas joyas en el suelo, agarró a Herrick por las manos, gritó y se rio conentusiasmo.

—¡Abra la cerveza! —exclamó—, ¡abra la cerveza!, ¡gloria, gloria,aleluya!

—¿Cerveza?—repitióHuishintentandoponersedepie.

—¡Sí,cerveza!—exclamóDavis—.Cervezaenabundancia.Paragrandesy pequeños (como las píldoras Lyon), de la forma más sencilla y natural.¿Quiénsirve?

—¡Yo,yomismo!—dijoelempleado.Rompióloscuellosdelasbotellasconuntrozodecoral,seturnaronparabeber.

—Tengatabaco—dijoDavis—.Todoentraenlacuenta.

—¿Aquévienetodoesto?—preguntóHerrick.

Elcapitánsepusoserioderepente.

—Ahoraibaaeso—dijo—.MegustaríahablarconHerrick.Usted,HayoHuish,comosellame,cojatabacoylaotrabotella,yvayaavercómosoplaelvientobajoelpurao.¡Lollamarécuandolonecesitemos!

—¿Secretos?Esonoestánadabien—dijoHuish.

—Mire,muchacho—dijo el capitán—, esto es un asunto importante, noqueremosquesecometaningúnerror.Sivaacrearproblemas,vaatenerquearreglárselasporsucuenta,nohaynadamásquehablar.Sólodebetenerunacosa clara: si Herrick y yo nos vamos, nos llevamos también la cerveza,¿entender?

—No quiero entrometerme—respondió Huish—.Yame voy. Denme lacerveza. Por lo que a mí respecta, pueden ustedes charlar hasta que se les

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caigan las muelas. Lo único que digo es que no me parece de muy buenaeducación —salió a la luz del sol arrastrando los pies y refunfuñando. Elcapitánsequedómirándolohastaquesaliódelpatio,despuéssevolvióhaciaHerrick.

—¿Quépasa?—preguntóHerrickconconfianza.

—Ahora ledigo—dijoDavis—,quieropedirlesuopinión.Tenemosunaoportunidad que no podemos desaprovechar. ¿Qué es eso? —preguntó,señalandoelpentagramadelapared.

—¿Qué?—dijoelotro—,¡ah,eso!Música,esunafrasedeBeethovenqueestabaescribiendoenlapared.Significa:«Eldestinollamaalapuerta».

—¿De veras? —dijo el capitán pensativo; se acercó y analizó lainscripción.

—¿Yestoenfrancés?—preguntóseñalandolainscripciónlatina.

—Esosimplementequieredecirquehabríasidomásafortunadosihubiesemuertoencasa—contestóconimpacienciaHerrick—.¿Cuáleseseasuntodelquemequierehablar?

Sinembargoelcapitánseguíarepitiendo:«Eldestinollamaalapuerta»;alpoco,volviéndose,añadió:

—Bien,Herrick,deesojustamentequierohablar.

—¿Quéquieredecir?Explíquese—dijoHerrick.

Peroelcapitánsequedódenuevomirandofijamenteelpentagrama:

—¿Cuántotiempohacequeescribióesto?—preguntó.

—Pero,bueno,¿quépasa?—exclamóHerrick—,pues,aproximadamente,mediahora.

—¡Diosmío,quéextraño!—exclamósorprendidoDavis—.Sediríaqueessólounacoincidencia,peronocreoquelosea.Eso…—señalóconelgruesodedoelpentagrama—,esoesloqueyollamolaProvidencia.

—Bueno, ha dicho usted que habíamos tenido buena suerte, ¿no? —preguntóHerrick.

—¡Sí,señor!—dijoelcapitán,sediomediavueltaysequedómirandoasucompañero—.Esohedicho.Sirealmenteesustedelhombrequecreoquees,entoncesmeparecequesíhemostenidosuerte.

—No sé qué piensa de mí —respondió Herrick—. No creo que puedatomarmepornadapeordeloquesoy.

—Demelamano,señorHerrick—dijoelcapitán—.Creoqueloconozco.

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Esuncaballeroyunhombredeespíritu.Noqueríahablardelantedeesevago,ahorasabráporqué.Austedpuedocontárselo:heconseguidounbarco.

—¿Unbarco?—exclamóHerrick—.¿Québarco?

—Lagoletaquevimosestamañanaenelcanal.

—¿Lagoletaconlabanderadecuarentena?

—Eso es una urca—explicó Davis—. Yo hablo de la Farallone, cientosesentatoneladas,deSanFranciscoaSidney,conuncargamentodechampánde California. El capitán, el piloto y la tripulación murieron de viruela,supongo que contrajeron la enfermedad en Pomotu. El capitán y el primeroficial eran los únicos blancos; los demás eran canacos: extraña tripulaciónparaunpuertocristiano.Tresdeellosyelcocinerosemarcharon,nosabíandóndeestaban;adecirverdad,tampocoyosédóndehabránestado;Wisemanseguroqueestababorracho, sino,no se entiendeque siguiera aquel rumbo.Sinembargo,allíestaba,muerto;loscanacoseracomosisehubieranperdido.Habíanvagadopor elmar comoniños perdidos en el bosque, de repente sedieron de cabeza conTahití. El cónsul se hizo cargo de ellos. Le ofreció elmandoaWilliams;Williamsnohatenidolaviruela,lehadadomiedo.Enesemomento entré yo a pedir papel para escribir; me di cuenta de que pasabaalgo,me pareciómuy extraño que el cónsulme pidiera que volviese, pero,comoaúnnosabíanada,nolesconténadaparaquenosehiciesenilusiones.El cónsul había hablado también con M’Neil, pero también a éste le dabamiedolodelaviruela.LointentódespuésconCapirati,elcorso,conLeblue,ocomo que se llame, no quisieron saber nada; amaban demasiado la vida.Finalmente,cuandoyanohabíanadiemásaquiendecírselo,meloofrecióamí:

»—Brown,¿podríahacersecargodelmando,y llevarlohastaSidney?—mepreguntó.Ledije:

»—Déjemeelegir primeroficial yunmarineroblanco, nomegustan lastripulaciones sólo de canacos; denos dos meses de anticipo para poderconseguir la ropayotrascosasque tuvimosqueempeñar;haréel inventarioestanoche,llenarédeprovisioneslosalmacenes;zarparemosmañanaantesdequeanochezca.

»Esodije.Elcónsulmecontestó:

»—Está bien. Considérese muy afortunado, Brown —lo dijo de formasignificativa».

—Esoes todoporahora.PondréaHuishaproa,pero ledejaréquehagavidaapopa,porsupuesto,ustedseráprimeroficialasetentaycincodólares,dosmesesdeanticipo.

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—¿Primeroficial?¡Soyhombredetierra!—exclamósorprendidoHerrick.

—Tendráqueaprender—contestóelcapitán—.Nohabrápensadoqueibaa largarme dejando que se pudriese en esta playa, ¿no? Yo no soy así,compañero.Detodasformas,ustedsabehacerlascosas,puedoasegurarlequehetenidooficialesbastantepeores.

—Sabe que no puedo rechazar esta oportunidad—dijo Herrick—. BiensabeDiosqueseloagradezcodetodocorazón.

—Deacuerdo—dijoelcapitán—.Puesnoesesotodo—sediolavueltaparaencenderotrocigarro.

—¿Hayalgomás?—preguntóelotrountantoalarmado.

—Ahora se lo cuento —dijo Davis haciendo una pausa—. Escuche —empezó a hablar mientras sujetaba el cigarro entre el índice y el pulgar—,piense en cuánto podemos ganar, ¿me sigue?Bien, recibimos dosmeses deanticipo;nopodemosmarcharnosdePapeete,nonosdejaríanlosacreedores;nos va a llevar unos dosmeses llegar aSidney, cuando lleguemos allí, sóloquieroplantearloconlamayorclaridad,¿quéhabremosganado?

—Almenosestaremosfueradelaplaya—dijoHerrick.

—EsperoqueenSidneytambiénhayaplaya—contestóelcapitán—,perolediréunacosa,señorHerrick¡noquiero;no,señor!NoquieroiraSidney.

—Expliqúese—dijoHerrick.

—Estámásclaroqueel agua—respondióel capitán—.Voyaquedarmecon lagoleta.Noes tan raro,ocurrecontinuamenteenelPacífico.Stephensrobóunagoletanohacemucho,¿no?HayesyPease robanbarcossinparar.Seremosunodetantos.Escuche,pienseenelcargamento,¡champán!,esmuysencillo,escomosilohubieranhechoapropósito.Podríamosvenderloenelmuelleunavezhubiéramos llegadoaPerú, despuésvenderíamos también lagoleta,siesquehallamosauntontoquequieracomprarla;despuésnosvamoshacialasminas.Simeapoya,meapuestoelcuelloaqueloconseguimos.

—Capitán—dijoHerrickconvoztemblorosa—,¡nolohaga!

—Estoy desesperado—contestóDavis—.Tengo una oportunidad, puedequenovuelvaatenerotraigual.Herrick,ayúdeme;meparecequeyahemospasadobastantehambrecomopararechazaresto.

—Nopuedo hacerlo. Lo siento, no puedo hacerlo.No he caído tan bajocomoparahacereso—dijoHerrick,queestabapálido.

—¿Qué ha dicho esta mañana? —insistió Davis—. ¿Que no sabíamendigar?Unacosaolaotra,amigo.

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—Sí,¡peroesosignificalacárcel!—gritóHerrick—.Nometiente.Eslacárcel.

—Habráoídoloquedijoelcapitánéseabordodelagoleta—continuóelcapitán—.Loquedijo es cierto.Los franceses nos handejado enpaz largotiempo,peronocreoquesiganasímuchomás;nosvigilan,tansegurocomoqueahoramismoestávivo,dentrodetressemanasestaráenlacárcel,hagaloquehaga.Selenotabaalcónsulenlacara.

—Se olvida de algo, capitán —dijo el joven—. Hay otra posibilidad.Puedomorir;adecirverdad,esloquedeberíahaberhechohacetresaños.

Elcapitánsecruzódebrazos,sequedómirandoasucompañero:

—Sí—dijo—,sí,escierto,puedecortarseelcuello;esoesbastanteeficaz,¡puedehacerlemuchobien!,yyo,¿quépintoeneso?

SeiluminólacaradeHerrickconunaextrañaalegría,dijo:

—Losdos, losdos juntos.Nomecreoqueesteasunto legustedeveras.Vamos —acercó con timidez la mano a su compañero—, unas cuantasbrazadasenlalaguna,¡adescansar!

—Herrick,tengoquecontestarleconunafrasedelaBiblia:«¡Apártatedemí,Satanás!». ¿Acasopiensaquevoya ahogarme,quevoyadejarquemishijossemuerandehambre?¿Mepreguntasimegusta?No,porsupuestoquenomegustanadatodoesto,perotengomuchatelaquecortar,yleaseguroquevoyacortarlamientraspueda.Tengotreshijos,doschicosyunachica,Adar.El problema es que usted no es padre. Tengo que decirle que realmente loquiero,Herrick—seirrumpióelcapitán—,alprincipionomegustabanada,siempre tan refinado, educado, pero ahora lo quiero, soy sincero, estoy conusted,luchojuntoconusted.Nopuedoecharmealmarsóloconesevago,esimposible.Siseahoga,perderémiúltimaoportunidad,laúltimaoportunidadde un pobre animal que apenas puede conseguir un mendrugo de pan paraalimentaralossuyos.Noséhacerotracosa,sólonavegar,ynisiquieratengopermisoparaeso.Sepresentaunaoportunidad,yustedmedalaespalda.¡Biensevequenotieneustedfamilia,éseeselproblema!

—Síquetengo—contestóHerrick.

—Sí—dijoelcapitán—,esoesloquesecree.Nadietienerealmenteunafamiliahastaquenotienehijos.Enelfondoesloúnicoquecuenta.Hayalgoespecialenesoschavales…,nopuedohablardeellos.Sipensaraunpocoenestepadrequeleestáhablando,oenesanoviaalaqueescribióestamañana,se sentiría como yo. Diría: «¿Qué me importan las leyes, Dios y todo lodemás?, los míos no tienen ni un centavo, no puedo ayudarles, tengo queconseguir pan, ¡qué demonios!, tengo que hacerles ricos aunque para ello

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tengaquequemarLondres».Esoseríaloquediría.Ledigomás,séqueenelfondodesucorazónestápensandoesoahoramismo.Loleoensucara.Estápensando:«Noestoyayudandoaestepobrehombreconelquehecompartidotantossufrimientos,niaesachicadelaqueestoyenamorado;tengounaformade amar que nome llevamuy lejos, no voy ni siquiera lo lejos que estaríadispuesto a ir cualquiera por unpar debotellas dewhisky».No es un amormuyrománticoelsuyo,noescomoeldelascanciones.Noséparaquéhablo,siyatienetododecidido.Selopreguntoporúltimavez:¿Vaaabandonarmecuandomáslonecesito?,sabequeyonuncalohabríaabandonadoausted.¿Vaadarmelamanoparaprobarsuerteypodervolveracasacomounmillonario?Digaquenoy ¡queDiosseapiadedemí!;digaquesíyharéquemishijosrecen por usted de rodillas todas las noches. «¡Dios bendiga al señorHerrick!»,esoesloquedirán,unotrasotro;sumadreestáallíalospiesdelacama, esperando a ver qué pasa, los pobrecitos niños… —De repenteprorrumpióensollozos—.Nomegustahablarasídelosniños,perocuandolohago,hayalgoenmíque…

—Capitán—dijoHerrickconunsusurro—,¿tienealgomásquedecir?

—Sí, quiero predecir algo—añadió el capitán tras recobrar la fuerza—.Rechaceesto,porunpruritodehonradez,peroantesdeunmesestaráen lacárcelporratero.Seloaseguro.Vaustedcuestaabajo,Herrick.Sirechazaestaoportunidad,nocreaquevaapoderseguirhaciéndoseelapóstol,nolequedanada: antes de que se dé cuenta, estará al otro lado. Entonces, aCaledonia.Seguroquenohaestadoallí,noconoceaesosblancos,tanbienafeitados,consusguardapolvos,sussombrerosdepaja,paseandoa la luzde las farolasenNoumea;parecenlobos,sacerdotes,lepondránenfermo.Huishesuncorderitocomparadoconelmejordeellos.Ésaserásucompañía.Loesperan,Herrick,ustediráconellos,ésaeslaprofecía.

Al decir esto su alto cuerpo tembló de arriba abajo, parecía alguien quehubieratransmitidounoráculopormandatodivino.Herricklomiraba;apartólavista,no leparecíadebuenaeducaciónquedarsemirandoaalguienen talestado de nerviosismo; el valor del joven se esfumó. De repente empezó ahablar:

—Habla de ir a casa—dijo—, pero sabe de sobra que nunca podremoshacereso.

—Síquepodemos—dijoelotro—.NopodrávolverelcapitánBrownnielseñorHay,elprimeroficial.Pero,hombredeDios,¿quétienenqueverellosconelcapitánDavisoconelseñorHerrick?

—PeroHayesalmenosteníaesasislasdesconocidasadondeacostumbrabair—ésafuelasiguienteperoyacadavezmásdébilobjeción.

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—TenemoslasislasdePerú—replicóDavis—.Fueronlosuficientementedesconocidas para Stephens, apenas hace un año.Me imagino que tambiénvaldránparanosotros.

—¿Latripulación?

—Los canacos. Veo que está de acuerdo, compañero, veo que se hadecidido—elcapitán,unavezmás,letendiólamano.

—Comoustedquiera,entonces—dijoHerrick—,loharé.Noescosaqueunopudierapensarqueibaahacerelhijodemipadre,peroloharé.Parabienoparamal,estoyconusted.

—¡Dioslobendiga!—exclamóelcapitán,sequedócallado—.Herrick—añadió con una sonrisa—, ¡creo que me habría muerto aquí mismo si mehubieradichoqueno!

Herrick,mirandoasucompañero,quisocreerlo.

—HabráquedecírseloalvagodeHuish—dijoDavis.

—Mepreguntocómoselotomará—dijoHerrick.

—¡Nodejarápasarlaoportunidad!—Fuelarespuesta.

Banderaamarilla

La goleta Farallone permanecía en medio de la embocadura del canal,haciadondeelaterradopilotosehabíadirigidoatodaprisaparaamarrarlayescaparcuantoantes.Desdelaplaya,alotroladodelafinalíneadebarcos,seveían dos objetos que destacabannítidamente contra el fondodelmar: a unlado,laislaconsuspalmerasyloscañonesybateríasquesehabíanutilizadocuarenta años antes para defender la capital de la reina Pomare; al otro, laproscrita Farallone, detenida a la entrada del puerto, inclinada sobre losimbornales,conlabanderadeepidemiaizada.Algunasavesmarinaschillabansobreelbarco;cercadelacosta,enunapatrullera,destellabanlasarmasdelosinfantesdemarina.Laexuberante luzdeldíayeldeslumbrantecielode lostrópicosresaltabanyenmarcabanelpaisaje.

Unabonitabarcatripuladapornativosvestidosdeuniforme,conelmédicodelpuertoalmando,partiódelaorillaaproximadamentealastresdelatarde,ypusorumboalagoleta.Sobrelasescotasdetrinqueteseamontonabansacosde harina, de cebollas, de patatas; entre los sacos estaba Huish, vestido demarinero;estorbabanalosremeroslosmuchoscofresycajasqueallíhabía;apopa, a la izquierda del médico, estaba sentado Herrick, vestido con un

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aparejonuevodemarinero,consubarbadecolorcastañoterminadaenpunta;ensuregazohabíaunmontóndenovelas;asuspieshabíauncronómetro,ibanacambiarloporeldelaFarallone,quenoteníacuerdanimanecillas.Cruzaronanteelpatrullero, saludaronalayudantedelcontramaestrede servicio.Cadavezestabanmáscercadelbarcoencuarentena.Nosemovíaniungato,niseoíahablaranadie;alhaberoleaje,yalestarcercadelosrompientes,elruidodelasolasparecíapropiamenteelsonidodeunabatalla.

—Ohé lá goëlette! —gritó el médico, lo mejor que pudo, con vozcantarina. Almomento, de la camareta, donde se estibaban las provisiones,salióDavis,trasélapareciólasuciatripulacióndetezmorena.

—Hola,Hay,¿esusted?—dijoelcapitán,apoyándoseenlabarandilla—,dígale que la arrime al costado, con cuidado, es frágil como una docena dehuevos.Haydemasiadooleaje,ysubarcaesmuydelicada.

Elmovimientodelagoletaeneseinstanteeramásqueviolento.Subíacasihasta la altura de un transatlántico, y se llegó a ver incluso un destello decobre, luego se venció del lado de la barca hasta que los imbornalescomenzaronaborbotear.

—Esperoquetenganbuenascondicionesmarineras—comentóelmédico—,vanahacerlesfalta.

Dehecho,parasubiralaFaralloneenlaposiciónyadescrita,senecesitabamucha pericia. La mercancía de menos valor se subió sin miramientos; elcronómetro, tras varios intentos, se subió pasándolo de mano enmano conmucho cuidado; sólo faltaba lomás difícil de embarcar: Huish. Incluso esepeso muerto (contratado por dieciocho dólares, descrito por el capitán alcónsulcomoun inestimablemarineropreferente) fuefinalmentearrastradoabordosinningúncontratiempo;elmédico,trassaludarmuyeducadamente,sedespidió.

Lostresconfederadossemiraronunosaotros;Davisrespiróaliviado.

—Vamosacolocarelcronómetro—dijo,yseencaminóhacialacamareta.Eraunlugarbastanteespacioso,condoscamarotes,yunagrandespensaquedabapasoalcamaroteprincipal.Losmamparosestabanpintadosdeblanco,elsuelo cubierto con un hule. No había basura, ni había señales de vida. Laspertenenciasde los fallecidos las habíandesinfectadoy las habían llevado atierra. Lo único que había era un plato, encima de la mesa, en el que sequemabaazufre,elhumoquedespedíaleshizotoseralentrar.

Elcapitánmirócondetenimientoelcamarotedeestribor,dondeaúnhabíaropa de cama en una de las literas, la manta estaba echada hacia atrás, lahabíanretiradoantesdesacareldesfiguradocadáverparaenterrarlo.

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—¡Les dije a esos negros que tirasen toda esta basura por la borda!—Gruñó Davis—.Me imagino que les habrá dadomiedo tocar todo esto. Almenoshanlimpiadoellugartodoloquehanpodido.¡Huish,encárguesedelasmantas!

—Queselohacreído—dijoHuish,retirándose.

—¿Cómo?—contestó airado el capitán—. Le diré una cosa, muchacho,estácometiendounerror.Elcapitánsoyyo.

—Fíjeseloquemeimporta—contestóelempleado.

—Ah, ¿sí?—dijo Davis—. ¡Entonces se alojará a proa con los negros!¡Salgaahoramismodelcamarote!

—Vamos,¿esquesecreequemehecaídodeunguindo?Unabromaesunabroma—dijoHuish.

—Voyaexplicarlecómovaesto,sedarácuentaalmomentodequenohaybroma que valga—dijoDavis—. El capitán soy yo, y voy a serlo hasta elfinal. Tiene tres opciones: se queda de ayudante de cámara, y en ese casopodráquedarseaquí;dos,puederechazarlo,ylomandoaproa,enunabrirycerrardeojos; tercerayúltima,mandoavisoalpatrulleroy lohagoarrestarporamotinarse.

—Sepiensaqueyonodescubriría elpastel, ¿verdadqueno?—contestóHuishburlándose.

—¿Quién lo creería, muchacho?—preguntó el capitán—. No, señor, seacabaron las bromas con el capitán. Ya se ha hablado bastante. ¡Recoja lasmantas!

Huishnoera tonto,sabíacuándohabíaperdido; tampocoeracobarde,deformaque seacercóa la litera, cogió la ropa infectadaentre losbrazosy lasacódelacamaretasinunsolomovimientodetemor.

—Estaba esperando esta oportunidad—le dijo Davis a Herrick—. Conustednonecesitoportarmeasí,sabecómosonestascosas.

—¿Va a dormir aquí?—preguntó Herrick, siguiendo al capitán hacia elcamarote,dondeésteempezóacolocarelcronómetroensusitio,esdecir,alacabeceradelacama.

—¡No mucho! —contestó el capitán—. Me imagino que dormiré encubierta.Nosésirealmenteestoyasustado,peronotengoganasdeenfermardeviruela.

—Tampocoyosésiestoyrealmenteasustado—dijoHerrick—.Perotengoatravesado en la garganta el recuerdo de estos dos hombres; el capitán y eloficial, muertos aquí, uno enfrente del otro. Es realmente horrible. Me

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preguntoquéseríaloúltimoquesedijeron.

—¿WisemanyWishart?—dijo el capitán—.Probablemente estupideces.Eslaclasedecosaqueunosepiensadeunaforma,yenlarealidadesmuydiferente.AlomejorWisemandijo:«Eh,buenhombre,acérquemelaginebra,estoyfastidiado».QuizáWishartcontestó:«¡Alinfierno!».

—Puesbastantemacabro,¿no?—dijoHerrick.

—Yalocreo—dijoDavis—.Estecronómetroyaestácolocado.Podemoslevarelanclaylargarnos.

Encendióuncigarroysalióacubierta.

—¡Eh, tú!, ¿cómo te llamas?—gritó a uno de los tripulantes; a un tipoenjuto, pero bien formado, de alguna remota isla oriental, con una piel tanoscuraqueparecíaafricano.

—SallyDay—contestóelhombre.

—¡Vaya!—dijoelcapitán—.Nosabíaquehubieramujeresabordo.Bien,Sally,complácemearriandoeseharapodeallí.Yoharélomismoportienotraocasión—observócómosearriabalaamarillalanillaantelascrucetas,ycómollegabaacubierta—.Novolveráaondearnuncamásenestebarco—dijo—.Reúnaatodos,Mr.Hay—añadió,hablandodeformainnecesariamentealta—,tengoalgoquedecirles.

Herrick notó una rara sensación al dirigirse por primera vez a unatripulación. Dio gracias al cielo de que fuesen nativos. Pero pensaba que,aunque fuesen nativos, pronto se darían cuenta de que era un principiante;notaríancualquiererroreneseingléstanprecisoycotidianoqueseutilizabaabordo; era muy probable que sólo conociesen ese inglés; se estrujaba elcerebrointentandorecordarnovelasquehubieraleídosobreelmarparabuscarpalabrasapropiadas.Finalmentedijo:

—¡Eh,muchachos,todosapopa!

Seagruparontodosenelpasillocomocorderos.

—¡Aquílostiene,señor!—dijoHerrick.

Duranteunrato,elcapitánsiguiódeespaldasaproa;derepentediomediavueltacongranviolencia;parecíainclusodivertirsealverlostemblar.

Empezó a hablar, retorciendo el cigarro en la boca, y jugando con lascabillasdelarueda:

—Bueno,soyelcapitánBrown.Estoyalmandodeestebarco.EsteesMr.Hay,primeroficial.Elotrohombreblancoeselauxiliardecabina,peroharálas guardias, como debe ser.Mis órdenes hay que obedecerlas almomento.

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¿Entender?Almomento.Noquieroquejaspor el kaikai (rancho), esmuchomás de lo normal. Los nombres de los oficiales siempre con la señal derespeto,cadaordenmíasecontestaráconun«sí,señor».Sisoisinteligentesyrápidos,haréquelaestanciaenelbarcosealomáscómodaposibleparatodalatripulación—sequitóelcigarrodelaboca—.Sinolosois—prosiguióconvoz ronca—, haré que sea horrible. Ahora, señor Hay, si le parece,formaremoslasguardias.

—Deacuerdo—contestóHerrick.

—Hagaelfavordedecir«señor»siemprequemehable,Mr.Hay—dijoelcapitán—.Yome llevaré a la señora.A estribor, Sally—susurró al oído deHerrick—:quédeseconelanciano.

—Tútevienesconmigo—dijoHerrick.

—¿Cómotellamas?—preguntóelcapitán—.¿Cómo…?Esonoesinglés;novoyaconsentirnombresrarosenmibarco.TellamaremosCalvete,porqueno tienes pelo justamente en ese lugar donde se supone que debe crecer.Ababor,Calvete.¿NohasoídoqueMr.Haytehaescogido?Yomequedoconelblanco. ¡Eh, blanco, a estribor! Vamos a ver, ¿quién es el cocinero? ¿Tú?Entonces queMr.Hay se lleve a tu amigo delmono azul. ¡A babor,MonoAzul!Asíyanosconocemostodos:MonoAzul,Calvete,SallyDay,BlancoyCocinero. Aristócratas deVirginia, ¿no?Ahora,Mr. Hay, si le parece bien,levaremosanclas.

—PorelamordeDios,dígamequétengoquedecir—susurróHerrick.

Una horamás tarde, la Farallone navegaba a toda vela, todo a babor; elalegre sonido metálico del cabrestante había acompañado al ancla en suascenso.

—¡Todobien,señor!—gritóHerrickdesdeproa.

El capitán aguantó en la rueda la sacudida (como un ciervo que sedespertarade repente)delbarcoque temblabay seagitabaconelviento.Elpatrullerosedespidió,laestelapalidecióydesapareció;laFarallonessehizoalamar.

Había estado amarrada cerca del paso.Avanzaba lentamente, yDavis lahizovirarporelcanalquepasabaentrelosdiquesdelarrecife,lasgrandesolasnodejabandesonarydeblanquearconsuespumaaamboslados.Atravésdeesaestrechabandadeaguaazul,lagoletaseencaminómaradentro;elcorazóndelcapitánsaltabadegozoalsentircómolaembarcaciónsemovíabajosuspies; almirar hacia atrás, por encimade la borda, veía cómo los tejados dePapeeteparecíancambiardeformaenlaorilla,lasmontañasdelaislaseveíancadavezmáselevadasdetrásdelaestela.

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Peroaúnnohabíanterminadoconlacostaniconelhorrordelabanderadecuarentena.Cuandosehallabanenmediodelcanal, seoyóungrito,alguienechóacorrer;unode loshombressaltópor laborda, levantó losbrazosporencimadelacabeza,describióunacurvaenelaireysezambullóenelmar.

—Mantengaelrumbo—exclamóelcapitán,dejandoenmanosdeHuishlaruedadeltimón.

En un momento estuvo en medio de los canacos con una cabilla en lamano.

—¿Alguienmásquieretirarse?—gritó,yelsalvajebramidodesuvoz,nomenos que el arma que llevaba en lamano, llenó demiedo a todos. Todosmiraronestúpidamenteal compañeroque sehabía tirado, cuyanegracabezaaún podía verse por encima del agua, dirigiéndose a tierra. La goleta, entretanto, seguíadeslizándoseaprisaa travésdel canal; lamarabierta la recibióconunarociadadeespuma.

—¡Quéneciohesidopornohabertenidounapistolaamano!—exclamóDavis—. Navegamos con pocos marineros, y ahora ya no podemos hacernada.Suguardiahaquedadoreducida,Mr.Hay.

—Nosécómovamosaseguir—dijoHerrick.

—Tenemos que hacerlo—respondió el capitán—.No quiero saber nadamásdeTahití.

Losdossedieronlavueltaalavezymiraronhaciapopa.Laislaparecíaextenderseentrelacumbredeunamontañayotra;Eimeo,ababor,dejabaversuresquebrajadacumbre;lagoletaseguíaabriéndosepasoaprisahaciaelmar.

—¡Pienseenqueayerporlamañana—exclamóelcapitán,haciendounamueca—tuvequebailarcomounperritoparapoderdesayunar!

Elcargamentodechampán

Porlaposicióndelaproa,elbarcodejabaEimeoalnorte;elcapitánestabasentadoenelcamaroteconunmapa,unareglayunmanualdenavegación.

—Esnordeste—dijo,dejandoporunmomentoloqueestabahaciendo—.Mr.Hay,tendráquehacernavegacióndeestimacontodocuidado;cadayardaque avance, quiero saber si se desvía, aunque sea el ancho de un pelo. Iréderecho a las Pomotu, pero eso es arriesgado. Si los alisios siguen del este,comodeben, creo que quedaremos amedia cuarta del rumbomarcado.Unacuarta todo lomás.Esdecir,abarloventodeFakarava.Dejaremosatráseste

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salpicón de islas, llegaremos a un lugar despejado, ¿lo ve?, —le mostróexactamente el lugardonde la regla formabauna intersección con el ampliolaberinto delArchipiélago Peligroso—.Me gustaría que fuese ya de noche,para poder virar; estamos perdiendo tiempo, si seguimos hacia el este, nosalejamosdeldestino.Bueno,haremosloquepodamos.SiacasonollegamosaPerú,llegaremosaEcuador.Daigual,supongo.Unosdólaresmenos,perosinpreguntas.Menudainstitución,ladelosseñoresdeAméricadelSur.

Tahitíyahabíaquedadoapopa,surgíalacumbredelmonteDiademeentrelas escarpadas montañas. Eimeo parecía hallarse junto a la borda, negro yextrañoenladoradayespléndidaluzdeponiente;elcapitándijoadiósalasdosislas;echaronlacorredera.

Unosveinteminutosdespués,SallyDay,quecadadospor tresdejaba larueda del timón para mirar el reloj del camarote, anunció con voz aguda:«Cuatrocampanadas»,elcocinerosalióparallevarlacomidaalcamarote.

—Creo que voy a sentarme a tomar algo con usted —le dijo Davis aHerrick—. Cuando haya terminado, será de noche, la urca ésta ya habrácogidoelvientodeAméricadelSur.

Enlamesadelcamarote,justodebajodelalámpara,estabasentadoHuish,asotaventodeunabotelladechampán.

—¿Quéeseso?,¿dedóndelohasacado?—preguntóelcapitán.

—Eschampán,yparasuinformaciónlediréquelohesacadodelabodega—contestóHuishapurandoelvaso.

—Eso no se hace —exclamó Davis, instintiva e incongruentementehorrorizadoalverquehabíacogidoalgodelcargamento,sinpararseapensarquehabíanrobadoelbarcoentero—.Traemuymalasuerte.

—¡Infeliz! —dijo Huish—. Cualquiera diría, si le oyeran, que somoshonrados.Escúcheme,ustedmehaasignadoestetrabajoamablemente,¿noesasí?Tengoquesaliracubiertaatrabajarmientrasustedessesientanyzampantodo lo que quieren; a mí me ponen un apodo, pero tengo que dirigirme austedesdiciendo«señor».Asíque,amigo,opuedotomartodoelchampánquemedé la gana, onohay trato.Se lodigodeveras.Sabeperfectamentequeahoranohaybuquedeguerraalquehacerseñales.

Davisestabaasombrado.

—Daríaahoramismocincuentadólaresparaqueestonohubieraocurrido—dijoconvozapagada.

—Puessíquehaocurrido,yave—contestóHuish—.Pruebeunpoco.Estábuenísimo.

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CruzaronelRubicónsinmásproblemas.Elcapitánllenóunvasoybebió.

—Preferiríaquefuesecerveza—suspiró—.Peronocabedudadequeeschampánauténtico;además,noshasalidomuybarato.Ahora,Huish,lárgueseypóngaseotravezaltimón.

Elmiserablesabíaqueestavezhabíaganado,estabacontento.

—Sí,sí,señor—dijo,ylesdejóquecomiesen.

—¡Guisantes! —exclamó el capitán—. La verdad, jamás pensé quevolveríaaprobarlos.

Herrickseguíasentadoinmóvilycallado.Eraimposible,despuésdetantosmeses de ayuno, no oler estos apetitosos alimentos sin, al menos, algo deansia; la boca se le hacía agua con sólo ver el champán. Pero también eraimposible, tras haber asistido a la escena entre el capitán yHuish, no darsecuenta, bruscamente, del abismo en el que había caído. Era un ladrón másentre ladrones. Se lo dijo a sí mismo. No pudo probar la sopa. Si hubieratenidoquemoverse,habríaabandonadolamesa,sehabríatiradoporlaborda,yhabríamuertoahogado,comounhombrehonrado.

—Eh,parececomosi estuviera enfermo—dijoel capitán—,compañero,tómeseunacopa.

El champán que le ofreció en el vaso tenía espuma y burbujas; el colorbrillante y la efervescencia atrajeron su mirada. «Demasiado tarde paradudar»,sedijoHerrick;sinpensarlo, lamanoseacercóalacopa,bebióconinsaciableplaceryansia;apuróhastalaúltimagota,dejóelvasoconlosojosbrillantes.

—¡La vida tiene sentido después de todo! —exclamó—. Ya ni meacordaba de cómo era. Sí, incluso esta vidamerece la pena. Vino, comida,ropa seca, ¡sí, realmente merece la pena!, ¡merece la pena incluso que teahorquenporesto!Capitán,dígameunacosa:¿porquénosonladronestodoslospobres?

—Déjelo—dijoelcapitán.

—Debendesermuybuenos—exclamóHerrick—.Hayalgoquemerondapor la cabeza. ¡Acuérdese del calabozo! Imagínese que nos enviaran allí denuevo—seestremeciócomosiloagitaraunaconvulsión,hundiólacaraentrelasmanos.

—¿Qué es lo que le ocurre? —preguntó el capitán. Pero no obtuvorespuesta; Herrick se limitaba a levantar los hombros, al hacerlo movía lamesa.

—Tomeunpocomásdeesto.Beba.Seloordeno.Notienesentidollorar

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estandoasalvo.

—Noestoy llorando—dijoHerrick, levantando la caraparamostrarqueteníalosojossecos—.Esmuchopeorquellorar.Eselhorrordepensarenlatumbadelaquehemosescapado.

—Venga, tómese los guisantes, se sentirá mejor —dijo Davis conamabilidad—, ya le dije que estaba realmente hundido, que no habríaaguantadoniunasemanamás.

—¡Eso es lo peor de todo! —exclamó Herrick—. ¡Otra semana más yhubiese asesinado a alguien por un triste dólar! ¡Dios! Sabiendo eso, ¿aúnestoyvivo?Escomounapesadilla.

—¡Tranquilo, tranquilo! Cálmese compañero. Tómese la sopa. Lo quenecesitaescomerunpoco—dijoDavis.

Lacomidalofortalecióytranquilizósusnervios;ademásdelosguisantessetomóotrovasodevino,unachuletadecerdoadobadoyplátanosfritos;unavezmás,volvióamiraralacaraalcapitán.

—Nosabíaqueestabatandesesperado—dijo.

—Bueno—dijoDavis—,haestadoustedmásfirmequeunarocatodoeldía;ahora,encuantohayacomidoalgo,volveráaestarcomoestaba.

—Sí,yaestoybastantefuerte—fuelarespuesta—,sóloquesoyunprimeroficialbastanteraro.

—¡Tonterías!—exclamó el capitán—. Sólo tiene que preocuparse de larutadelbarco,yceñirsealasindicacionesdelcuadernodebitácora.Unbebépodríahacerlo,asíque,conmásmotivo,todounlicenciadocomousted.Unosedacuentadequenohaynadacomplicadoenlanavegacióncuandoseponea ello de verdad. Ahora iremos y lo comprobaremos. Traiga la pizarra;tendremosqueempezarlaestimaahoramismo.

A la luz de la bitácora, comprobaron la distancia que había recorrido lacorrederadesdelasalida,loanotaronenlapizarra.

—Virar por avante—dijo el capitán—.Demeel timón,HombreBlanco,vayaalaescotamayor.Aparejodecontradelabotavara,Mr.Hay,porfavor,despuésvayaaproayatiendalasvelasdetrinquete.

—Sí,sí,señor—respondióHerrick.

—¿Tododespejado?—preguntóDavis.

—Tododespejado,señor.

—¡Orza a la banda!—gritó el capitán—. Temple el seno—le ordenó aHuish—.Templeelsenocontodassusfuerzas,póngasedeespaldasalavela,

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ymantengalospiesfueradelasadujas.

UnfuertegolpederribóaHuish,elcapitánocupósulugar.

—¡Levánteseymantenga toda la caña!—vociferó—. ¡Estúpido!, yaveoquequierematarse.Cazadel foque—gritódespués;más tarde,dirigiéndoseotravezaHuish,dijo:

—Demeotravezeltimón,yveasisabecazaresavela.

PeroHuishselevantóymiróaDavisconexpresiónmalévola:

—¿Sabequemehahechodaño?—lepreguntó.

—¿Sabe que acabo de salvarle la vida?—respondió el otro sin dignarsesiquieramirarlo;adecirverdad,noquitabalosojosdelabrújulaylasvelas—.¿Dónde estaría ahora si ese botalón hubiese borneado y usted se hubiesequedado atado a la cuerda?No, señor, noqueremosgente comousted en laescotamayor.Lospuertosestánllenosdehombresquehanestadoenlaescotamayor, ahora van dando saltitos sobre la única pierna que les queda,compañero;losquequedan,losdemásestánmuertos.¡Aparejodecontradelabotavara,Mr.Hay!Asíquedicequelehehechodaño,¿no?,puesesasuertequehatenido.

—Bueno—dijoHuish lentamente—,puedequetengarazón,espero—sedio la vuelta y entró en el camarote, donde el inmediato estampido aldescorcharunabotelladechampándemostróqueHuishsededicabaapasarlobien.

Herrickfueapopadondeelcapitán:

—¿Quérumbollevaahora?—preguntó.

—Esnordeste—dijoDavis—.Marchacomoesperábamos.

—¿Quépensarálatripulacióndetodoesto?—preguntóHerrick.

—Nopiensan.Noselespagaparaeso—dijoelcapitán.

—Hapasadoalgo,¿no?,entreustedy…—Herricksecalló.

—Es un animal, un ladrón—contestó el capitánmoviendo la cabeza—.Peromientrasustedyyonosllevemosbien,noimporta.

Herrickse retiróadescansarbajoun toldo; lanocheestabadespejada,elmovimientodelbarcolomecía;además,traslaprolongadaabstinencia,estaballeno,habíacomidodemasiado; lodespertódesuprofundosueño lavozdelcapitánquecantaba:

—¡Ochocampanadas!

Selevantótorpementeysedirigiótambaleándoseapopa,dondeelcapitán

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ledejólarueda.

—De bolina —dijo el capitán—. Vienen pequeñas bocanadas de aire,cuandovengaunafuerte,viretodoloquepuedaabarlovento,tengaelaparejoenviento.

Sedirigióalcamarote,separóysaludóalcastillodeproa.

—¿Tienenunaconcertinaporahí?—preguntó—.¡Bien,Calvete!Llévalaapopa,hazelfavor.

La goleta se manejaba fácilmente; Herrick se adormecía observando lasvelasblancascomolaluna.Unfuerteestampidoqueproveníadelcamarotelodespertó;habíanabiertolatercerabotella;Herrick,enesemomento,seacordódelSeaRangerydelasCatorceIslas.Enesemomentoempezaronasonarlasnotasdeunacordeón,y,justodespués,seoyólavozdelcapitán:

Vidamía,eldineroquenuestrosbolsillosllene,

enelmuelle,enelmuelle,enelmuellelolargaremos.

CuandodeAméricadelSurvolvamos,

conKateyobailaré,TombailaráconSall.

Músicas de antaño. Los de la guardia remoloneaban y escuchaban lamúsica desde la puerta; Calvete, a la luz de la luna, seguía el ritmo con lacabeza; Herrick sonrió desde la rueda, olvidando por un momento laspreocupaciones.Sesucedíanlascanciones,seescuchóelruidodeotrotapón;seoyeronvocesdediscusiónenelcamarote,derepentecesóladisputa,ahoraeraHuishelquecantaba,elcapitánhacíaelacompañamiento:

Arriba,englobo,muchachos,

arriba,englobo,

entrelasmenudasestrellas,

hastalaluna.

Herricksintiónáuseasmientrasgobernabalarueda.Sepreguntabaporquétantolamúsica,comolaletradelacanción,queteníansugracia,ylavozdelcantante, podían herir su espíritu igual que una lima que aplicaran a ladentaduradeunhombre.Lehacíaenfermarelpensarquesusdoscompañerosintentabanolvidarsuresponsabilidadconvinorobado,discutiendo,tosiendo,despertándose, mientras ya estaba abierta la puerta de la prisión que muyprontolosrecibiría.Herrickpensó:«¿Hevendidomihonraparanada?»;ensupecho brotaron la ira y la determinación: ira contra sus compañeros;determinaciónpara llevara términoesteasunto, siesquesepodía terminar.Sacaría valor de la humillación, ya que, en este caso, era inevitable la

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humillación; volvería a casa, a casa desde América del Sur, ¿cómo era lacanción?:«conlosbolsillosllenosdedinero».

Vidamía,eldineroquenuestrosbolsillosllene,

enelmuelle,enelmuelle,enelmuellelolargaremos…

Asíserepetíalacanción;ese«Vidamía»tomóformavisible,aparecióanteél el muelle, supo que eran las farolas del Embankment, vio las luces delpuente de Battersea, que cruzaba el lúgubre río. Con todos estos recuerdosparecíaestaren trancemientras ibarevisandosupasado.Siemprehabíasidosinceroconsunovia,peronosiemprehabíasidoconstanteensusrecuerdos.Traslascalamidadesdesuvida,ellasehabíaalejadocadavezmás,comolalunaenmediode laniebla.Lacartadedespedida,esadeshonrosaesperanzaque lo había sorprendido y corrompido en un momento de postración, elcambiodepaisaje,elmar,lanoche,lamúsica,todasestascosasconmovíansuhombría.Herrickpensó:«Volveréconella—apretólasmandíbulas—,porlasbuenasoporlasmalas».

—Cuatro campanadas, señor. Creo que son cuatro campanadas —lodespertóderepenteconestaspalabraslavozdeCalvete.

—Mireelrelojdedentro,buenhombre—dijo.Élnoqueríaasomarsepornoveralosdosborrachos.

—Yapasar,señor—repitióelhawaiano.

—Mejorparati,amigo—contestó;dejóeltimón,repitiólasórdenestalycomolashabíarecibido.

Diodospasosyrecordólaestima.«¿Quérumbohabíaseguidolagoleta?»,se preguntó; enrojeció de pies a cabeza. No lo había observado o,simplemente, se le había olvidado; la incompetencia de siempre, tenía quehacerlasanotacionesenlapizarraaojo.«¡Nuncamás!—sejuróasímismoensilencio—,nuncamás.Siestosalemal,¡quenoseapormiculpa!».Elrestode laguardiasequedó juntoaCalvete, leyó labrújulaconun interésconelquenohabíamiradonilascartasdesuamada.

Todoeltiempo,obligándoloafijarsemás,llegabaasusoídoselruidodelas canciones, las conversaciones, las risas efímeras, el descorchar de lasbotellas; cuando se relevó a la brigada de babor amedia noche,Huish y elcapitán aparecieron en el alcázar con caras rojas y andares inseguros. Elprimero iba cargado de botellas; el segundo, con dos recipientes de metal.Herricklosadelantósindirigirleslapalabra.Losaludaronconvozronca,peronocontestó;loinsultaron,lollamaronpatán,peronoprestóatención,aunqueensuinteriorseenfurecíaconascoyrabiaalmismotiempo.Cerrólapuertadelcamarote,seencerróenlahabitación,noparadormir,sinoparapensary

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desesperarse.Peroescasamentehabíadadodosvueltasenlaincómodacama,cuando una voz embriagada le saludó al oído, tuvo que subir de nuevo acubiertaparahacerlaguardiadealba.

Esta primera tarde serviría demodelo a todas las que iban a seguir.Doscajas de champán escasamente duraban veinticuatro horas, casi todo se lobebíanentreHuishyelcapitán.

Huish recobró la salud rápidamente; nunca estaba sereno, pero tampocoestabacompletamenteborracho;lacomidaylabrisamarinalohabíancurado,empezó a engordar. Pero a Davis las cosas le habían ido peor. Era difícilreconoceralrobustomarineroquesehabíapaseadoporlascallesdePapeeteen la encorvada y desgarbada figura que pasaba todo el día en el camaroteempinandoelcodoyleyendonovelas,enelembrutecidomarinoquehacíadecadaguardiadelatardeunajuergaenlacamareta.Estabamedianamentebienhasta que le daba el sol, bostezaba y garabateaba los cálculos; desde elmomentoenqueenrollabaelmapa,selepasabanlashorasenunaindolenciaserviloenunprofundosopor.Descuidabacualquierotraobligación,exceptolademantenerunaseveradisciplinaenlascomidas.Unaveztrasotra,Herrickescuchaba cómo llamaban al cocinero a popa, lo veía pasar corriendo connuevas latas de comida, o llevándose la que no había gustado. Cuantomásborracho estaba el capitán,más delicado se volvía su paladar.Unamañana,sacó la silla del contramaestre por la borda, estaba desnudo de cintura paraarriba,saliófueraconunbotedepintura.

—No me gusta cómo está pintada esta goleta —dijo—. Además hepensadoborrarleelnombre.

Peroalamediahorayaestabacansado,dejóunasmanchasincongruentesenlaproadelagoleta,quedólapalabraFarallonemediotachada.

Se negó a hacer la guardia de media y la de alba, porque, según él, senavegabaconbuentiempo;riéndose,preguntó:

—¿Dóndesehavistoqueeljefetengaquehacerguardias?

Noprestabaatenciónaltrabajo,niofrecíasuayudaalaestimaqueHerrickintentabamantener.

—¿Paraquéqueremoslaestima?—preguntó—.Conelsolquetenemosessuficiente,¿noleparece?

—Peronolotendremossiempre—objetóHerrick—.Ustedmedijoquenosefiabadelcronómetro.

—¡Elcronómetrosabemuybienloquehace!—exclamóDavis.

—Haga el favor de ayudarme, capitán—dijo Herrick seriamente—.Megustaríamantenerestaestima,queformapartedemisobligaciones;peronosé

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cómo calcular las corrientes, ni cómo tenerlas en cuenta. Soy bastanteinexpertoenesteasunto,poresolepidoayuda.

—Nunca hay que desanimar a un oficial entusiasta —dijo el capitándesenrollandoelmapaunavezmás,porqueHerrickhabíatenidolasuertedecogerloenunmomentoenelquetodavíaestabaalgosereno.

—Aquí está, mírelo usted mismo: de oeste a nordeste, de cinco aveinticincomillas.Esoesloquediceelmapadelalmirantazgo.Confíoenquenoquierasermáslistoquesuspropioscompatriotas.

—Sólo intento cumplir con mi deber, capitán Brown —dijo Herrickenrojecidopor lacólera—;tengoelhonordeinformarledequenomegustaquemetomenelpelo.

—¿Quédemoniosquiere?—vociferóDavis—.Vayaustedmismoamirarla maldita estela. Si quiere cumplir con su deber, ¿por qué no lo hace?Supongoquenoesasuntomíoirasacarlacabezaporlapopadelbarco.Esasunto suyo.Le diré algomás, compañero, no sea tan pedante conmigo.Esusteduninsolente,esoesloquelepasa.Déjemeenpaz,señordonHerrick.

Herrickrompiólospapeles,lostiróalsueloysefue.

—Sehavueltounpocopedante,¿nocree?—seburlóHuish.

—Secreemejorquelosdemás,esoesloquerealmentehacesufriralseñordonHerrick—dijoelcapitánenfurecido—.Secreeráquenomedoycuentadequeesunengreído.¿Noquieresentarseconnosotros?,¿noquieretratarnosconeducación?Puesyaledaréaesepistoleroloquesemerece.¡Leprometo,Huish,queledemostraréquenoestáalaalturadeJohnDavis!

—¡Cuidado con las palabras, capitán!—dijo Huish, que siempre estabaalgomásserenoqueelotro—.¡Vayaconcuidado,amigo!

—Deacuerdo,Huish.Alprincipionomecaíademasiadobien,peroahoraveoqueesustedbuenapersona.Vamosaabrirotrabotella—dijoelcapitán;ese día, quizá porque aún estaba nervioso por la discusión, bebió de formamuchomásimprudente,alascuatroyaestabatumbadoenlacama.

HerrickyHuishcenaronsolos,unodespuésdelotro,no lejosdelcuerpodel capitán, que ya había comenzado a roncar. Si por una parte, estadesagradablevisiónlequitóelapetitoaHerrick,porotrapartelasoledaderatanangustiosaparaelempleadoque,nadamáscomer,quisoreconciliarseconsuviejocamarada.

Herrick manejaba la rueda cuando Huish se acercó sigilosamente y seapoyóenlabitácora.Dijo:

—Hola,compañero,meparecequenosotrosdosnohacemosmuybuenas

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migas.

Herrickmoviólaruedaunpardecabillas,peronohabló;lamiradaibadelabrújulaalgratildeproa,pasabaporaltoaquienlehablaba.PeroHuisheratorpe,carecíaderecursosparaquedarsesolo.

LaideademantenerunaconversaciónasolasconHerrick,aestasalturasde su relación, estimulaba a una persona con un carácter como el suyo. Labebida,quehacíaquealgunoshombressevolviesenmásdelicados,aHuishlohacía más insensible. Habría hecho falta que le dieran un buen golpe paraquitarledelacabezalaideadehablarconHerrick.

—Estamos bien, ¿no?—continuó—. ¿Davis está borracho? Creo que lediocientoyrayahoy.Nolegustónada;sepusocomounafieracuandoustedsemarchó.Yoledije:«Vamos,sírvaseotracopa.Herrickteníarazón,losabe.Deleotraoportunidad».Élmedijo:«Huish,nomemaree,cálleseolesacarélosojosagolpes».Bien,¿quépuedohacer,Herrick?Estonomegustanada.EmpiezaaparecersealSeaRanger.

Herrickseguíacallado.

—¿Meestáescuchando?—preguntóHuishalgoenfadado—.Esustedmuyamable,¿losabía?

—Apártesedelabitácora—dijoHerrick.

Elempleadolomirófijamentedurantelargoratoconmiradaperversa;sucuerpoparecía retorcersecomoeldeuna serpientequeestuviera apuntodeatacar; después se dio la vuelta, volvió al camarote y abrió otra botella dechampán.Cuandosonaron lasochocampanadas,dormíaenelsuelo juntoalcapitán; de la brigada de estribor, sólo acudió Sally Day a la llamada. Eloficial se ofreció para ayudarle a hacer la guardia, dejó que Calvetedescansara;llevabayadocehorasencubierta,probablementeestaríadieciséis,pero,navegandoconuntiempotanbueno,podíadormirtranquiloentreturnosantelaruedadeltimón,nosindejarórdenesdequeleavisasenencasodequeseacercasealgunaturbonada.HabíasurgidounarelaciónmuyestrechaentreHerrick y estos hombres, por eso confiaba tanto en ellos. Habíamantenidolargas conversaciones con Calvete durante las noches, el anciano le habíacontadosusencillaperocruelhistoriadeexilio,sufrimientoeinjusticiasquelehabíatocadovivirentrelosdespiadadosblancos.CuandoelcocinerosediocuentadequeHerrickcomíasolo,intentóprepararleplatosexquisitos,aunque,aveces,tuvieranunsaborhorrible,ytuvieraqueesforzarseencomer.Undía,estandoHerrickaproa,sesorprendióalsentirunamanoque le tocabaenelhombro,oyólavozdeSallyDayquelesusurrabaaloído:«¡Ustedserhombrebueno!».Herricksediolavuelta,conteniendolaslágrimas,lediounapretóndemanosalnegrito.Eragentedebuencorazón,amableeinocente.Alllegar

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eldomingo,cadaunotraíasupropiaBiblia,yaquetodoshablabanunidiomadiferente;SallyDaysecomunicabaconsuscompañerossolamenteeninglés.Cada uno leía, o hacía que leía el capítulo que correspondía, Calvete secolocabalasgafassobrelanariz;despuéstodosjuntosseuníanenuncantodehimnosdelasmisiones.NohabíanipuntodecomparaciónentrelosisleñosylosblancosquenavegabanabordodelaFarallone.Herrickseavergonzabaalrecordarelempleoquehabíaaceptado,alveraestospobresdesdichadosqueleerantanleales,eincluíaaSallyDay,hijodecaníbales,caníbalél,contodaseguridad. El hecho de que fuese tratado de forma tan amable por estosinocentes calmaba su conciencia, habíamomentos en los que, cuando SallyDay se hallaba cerca, se atrevía a pensar en que era un hombreverdaderamentebueno.Peroestesinceroaprecioque leprofesabannohabíahechomásquecomenzar.Latripulaciónempezóaprotestaralunísono;antesdequeHerricksehubieradadocuentadeloquepasaba,habíandespertadoalcocinero,queseofrecióvoluntario;latripulaciónseapiñóentornoasuoficialparamanifestarle su afecto; le ordenaron que se echase y que se tomase sudescansosinpreocuparse.

—Éldecilveldad—dijoCalvete—.Usteddolmil.Todossabelloquehacelpelfectamente.Ustedgustalmuchoatodos.

Herricksiguióinsistiendohastaatragantarseconlaemociónalpronunciaralgunaspalabrasdegratitud;sefuehaciaelotroladodelcamarote,seapoyóenlacamaretaintentandocontenerlaemoción.

Calvetelosiguióylepidiódenuevoqueseechara.

—No puedo, Calvete —replicó Herrick—. No podría dormir. Estoydemasiadoemocionadoporvuestrabondad.

—¡Nunca más llamalme Calvete! —exclamó el anciano—. No sel minomble.MinombleDavida,DavidacomoleydeIslael.¿PolquéélllamalasíenHawai?Noentendelnada,igualqueWiseman.

Era la primera vez que se mencionaba el nombre del difunto capitán;Herrickaprovechólaoportunidad.

Se leomiteal lectoreldifícildialectodeCalvete,perose traduceaquíauna lengua comprensible el relato que le contó a Herrick. El barco apenashabíapasadolasGoldenGates(SanFrancisco),cuandoelcapitányelprimeroficial entraron en un estado tal de embriaguez que escasamente habríainterrumpido la enfermedad,yque sólo lamuerte lohizo concluir de formairrevocable. Durante días y semanas no vieron tierra ni barcos; al verseperdidos en medio del vasto océano con aquellos dos oficiales locos, losnativossintieronterror.

Finalmente, a lo lejos, divisaron una islita, se acercaron; Wiseman y

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Wishartsefueronatierraenunabarca.

Habíaungranpueblo,muybonito,ymuchísimoscanacos,parecíanmuypreocupados;Davidaescuchólamentosportodaspartes.

—Mínoentendelhablalenlaisla—dijo—,entendelllolal.Pensalmuchagentemolilaquí.

PerotantoWisemancomoWisharteranajenosalsentidodeloslamentosfúnebres.Comoestabanbienabastecidosdepanybebidas,sededicaronasusjuergas, sin fijarse en nada: abrazaban a las chicas, que escasamente teníanfuerza para liberarse de ellos; se quedaron allí; con voces embriagadas, seunieron al canto fúnebre; por último, al entender que habían sido invitados,entraronbajotechodeunacasadondehabíaunaconsiderableconcurrenciadegentequeestabasentadaensilencio.Seagacharonbajolosaleros,ruborizadosyriéndose;alcabodeunminutosalieronmudosyconelsemblantecambiado.Al apartarse la gente para abrirles paso en la sombría casa, Davida pudodiscernir la figura de un hombre enfermo que intentaba incorporarse en laestera, con la caradesfiguradapor la enfermedad.Sinpensárselodosveces,losdos juerguistashuyerona labarca,gritandoaDavidaque se apresurase;llegaronabordoremandoa todaprisa, levaronanclas,desplegaron todas lasvelas,maldiciendoydandogolpesalosmarineros;yotravezenelmar,yotravezcompletamenteembriagadosantesdelanochecer.Lasegundamuertetardóunasemana.HerricklepreguntóaDavidadóndeestabalaisla,yéstecontestóque por la forma de hablar de los habitantes, que pudo escuchar cuandoestuvieron en la playa, se imaginóquedebía de ser unade lasPomotu.Eramuyprobable,puestoqueelArchipiélagoPeligrosohabíasidobarridoeseañodeesteaoesteporladevastadoraviruela;HerrickpensóquesusantecesoreshabíanseguidounaextrañarutaparairaSidney.Enseguidaseleocurrióquepodíahabersidocosadelabebida.

—¿Noseextrañaroncuandollegaronalaisla?—preguntó.

—Wisemandecil:«Diosmío,¿quéselesto?»—respondióelnativo.

—¡Vaya!—exclamóHerrick—.No creo que supieran ni siquiera dóndeestaban.

—Yo también pensal así —dijo Calvete—. Cleo que ellos no entendelnada. Éste sel mucho mejol —añadió señalando el camarote donde yacíasomnolientoelembriagadocapitán—,guialsesiemplepolelsol.

Este último detalle completó finalmente el retrato que Herrick se habíaimaginado de la vida y muerte de sus dos predecesores; de la prolongada,sórdida y embrutecida sensualidad en la que se complacieron cuandonavegaban,sinsabernisiquieraadonde,ensuúltimoviaje.Porunmomento,tuvounafugazeinseguracreenciaacercadelfuturo;lehizograciapensaren

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unposiblecastigo;aunasí,aél(aligualqueatodos)losorprendióelaterradorfinaldeunhombreembrutecido.Enfermósóloconimaginárselo,enfermóconla comparación entre esa situación con esta otra en la que él mismo erapartícipeahora;anteeldestinoqueparecíacernersesobrelagoleta,seapoderódeéluntemor,quepodríaconsiderarsecasisupersticioso.Aunasí,eraextrañoque ni siquiera tuviera dudas. Él, que tantas veces había demostrado suincapacidad para muchas tareas, se empeñaba en cumplir ahora con unasobligaciones que ni siquiera entendía, en una posición muy delicada, sinningún tipo de ayuda, incluso sin ninguna clase de estímulo, pero lo habíahecho mucho mejor de lo que se hubiera esperado; incluso la conductavergonzosa y las estremecedoras revelaciones de esa noche parecía que, enparte,lohubierananimadoyfortalecido.Habíavendidosuhonor,juróquenoseríaenvano.«Noseráculpamíasiestonosalebien»,volvióadecirse.Enelfondo,estabasorprendidodesímismo.Loquerealmentelomanteníaasíeraunarabiaintensa,laideadequesetratabadelaúltimaapuesta;setratabadehaberquemadolasnaves,detenertodaslaspuertascerradasexceptouna;erauna sensación que habría sido fuerte como un tónico para el débil, peroperniciosacomounnarcóticoparaelcobarde.

Durante un tiempo, el viaje continuó sin ningún problema. DejaronFakaravaabarloventodeunabordada.Unvientofrescoyconstantesoplabahaciael sur,pasaronentreRarakayKatiu;otrosdíassoplabaalnordesteuncuarto,sequedaronasotaventodeTakumeyHonden,lugaresalosquenoseacercaron.Entreloscatorcegradosalsur,yentreloscientotreintaycuatro,ylosciento treintaycincoaloeste,hubounacalmacompletaacompañadademar gruesa. El capitán no quiso recoger velas, trincaron el timón, sesuprimieron las guardias; durante tres días la Farallone se dejó sacudir yzarandear sinapenasmoversedelmismositio, segúnsuscálculos.El cuartodía,pocoantesdequeamaneciese,selevantóunasuavebrisaquerefrescóelambiente. El capitán, que había bebido demasiado la noche anterior, no selevantómuydespejado;cuandosubióacubiertaporprimeravezalasochoymedia, quedó claro que había estadobebiendo considerablemente durante eldesayuno.Herricknoquisomirarloydioelrelevoencubierta,indignado,aunhombrebastanteembriagado.

Sediocuentadesdeelcamarotedequeestabanforzandolasvelasporlasórdenesqueelcapitánvociferabayporlasvocesdelosmarinerosalcogerloscabos; dejó el desayuno a medias, salió a cubierta de nuevo; ya estabancolocadoslagaviadegoletayelfoquevolante;lasdosguardiasyelcocinerohabíansidoreclamadosparacolocarlaveladeestay.

La Farallone se detenía; el cielo estaba oscureciéndose por una densaneblina, de barlovento se avecinaba una inquietante turbonada, que ibaensanchándoseyoscureciéndoseconformeseacercaba.

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Herricksintiómiedo.Violamuertecercana;sinolamuerte,almenoselnaufragio.Porque,encasodequelaFarallonesobrevivieraalaturbonada,contoda seguridad iba a quedar desarbolada. Así terminaría su negocio,ingresaríanenprisiónantelasabrumadoraspruebasdesudelito.Lamagnituddel peligro y su propio miedo lo enmudecieron. El orgullo, la ira y lavergüenzaseagolparonensucabezaalmismotiempo;apretólosdientes,ysecruzódebrazosconfuerza.

Elcapitánestabasentadoabarlovento,vociferandoórdeneseinsultos,conlos ojos vidriosos, con la cara completamente congestionada; sujetaba unabotellaentrelaspiernas,teníaunvasomediovacíoenlamano.Estabasentadode espaldas a la turbonada, al principio estuvo atento a la colocación de lavela.Cuandoestoestuvohecho,ylagranlonatrapezoidalempezóacogeraireyaacercarloscairelesdesotaventodelaFarallonealniveldelaespumadelasolas,serioescandalosamente,apuróelvaso,sedejócaerentrelostrastosdelbarco,sacóunaarrugadanovela.

Herrick lo observaba, su indignación ya estaba al rojo vivo. Miró abarlovento,dondelaturbonadayablanqueabaelmarmuycerca,yanunciabasullegadaconsonidoextrañoytenebroso.Miróaltimonel,viocómoésteseagarrabaa las cabillasde la rueda: tenía la cara lívida.La tripulacióncorríahacia sus puestos aunque no había recibido ninguna orden. De repente, fuecomosihubieraestalladoalgodentrode lacabezadeHerrick,esarabiaquedurante tanto tiempo había contenido y mantenido en secreto surgiórepentinamente y le hizo estremecerse como si se tratara de una vela. Seacercóalcapitán,dejócaerconfuerzalamanosobreelhombrodelborracho.

—Bestia—dijoconvoztrémula—,¡mirehaciaatrás!

—¿Quépasa?—gritóDavis;almoversederramóelchampán.

—Perdió el Sea Ranger porque es usted un borracho imbécil —dijoHerrick—. Ahora va a perder también la Farallone. Va a ahogarse, comoahogóalosotros,malditosea.Suhijatendráqueprostituirse,sushijosseránladrones,aligualquelofuesupadre.

Estaspalabrasdejaronalcapitánpálidoyatontado.

—¡PorDios!—gritó,mientrasmirabaaHerrickcomosifueseunfantasma—;¡porDios,Herrick!

—¡Mirehaciaatrás!—repitióelagresor.

El desdichado capitán, algomás sereno, obedeció, se puso en pie de unsalto.

—¡Abajo lavelade estay!—vociferó.Lasmanos le temblabanmientrasdaba las órdenes, la vela cayó al momento, prácticamente fuera del barco,

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entre la espumaque corría a bordo—. ¡A las drizas del foquevolante! ¡Losestays…!—empezóadecir.

Peroapenaspudoterminardepronunciaresto,porquelaturbonadaseechóencima de la Farallone en forma de una masa sólida de viento y lluviaentremezclados; la goleta se inclinó por el golpe, estaba tumbada comomuerta.Porunmomento,Herrickdejóde razonar; seagarrócon fuerzaa lajarciadebarlovento,exultantedealegría;yanoestabavivoysealegrabadesuliberación, se alegraba de los ruidos aterradores del viento y del violentoataque de la lluvia; se alegraba demorir de esa forma y en ese instante, enmedio de la furia de los elementos. Entre tanto, en el combés, con el aguahastalasrodillas,acausadela inclinacióndelagoleta,elcapitáncortabalaescota de trinquete con una navaja. Fue cuestión de segundos, la Farallonetragó una buena ración de agua de mar. Pero el capitán tenía ventaja; elbotalón de trinquete rompió los últimos cabos de la escota que sujetaban lavela,queseestrellóhaciasotavento.LaFarallonesenderezódenuevoconelviento, las drizas de pico y de la boca, que habían largadohacía tiempo, setensaronalmomento.

Durante unos diez minutos más, la goleta siguió avanzando a todavelocidaddebidoalimpulsodelaturbonada;peroelcapitányaeradueñodesímismoydelbarco;elpeligrohabíapasado.Después,repentinamentecomountrucodemagiasobreelescenario,laturbonadadesapareció,elvientodiopasoauna ligerabrisa,el solvolvióabrillar sobre lacastigadagoleta;elcapitánaseguróelbotalóndetrinquete,pusoadostripulantesatrabajarenlabombadeagua,despuéssedirigióapopa,sereno,algopálidoyconlacolilladeuncigarro todavía en la boca, como antes de la turbonada. Herrick lo siguió;apenaspodíarecordarlaviolenciadelasúltimasemocionesvividas,pero,aunasí, presentía que le faltaba sufrir otra escena trágica, estaba dispuesto asufrirla,inclusolodeseaba.

El capitán, al darse la vuelta al final de la camareta, se encontró conHerrickcaraacara:apartólavista.

—Hemosperdidolasdosgaviasylasvelasdeestay—farfulló—.Menosmalque,almenos,nohemosperdidoningúnmástil.Me imaginoqueestarápensandoquenosirámejorsinlossobrejuanetes.

—No estaba precisamente pensando eso —dijo Herrick con vozsorprendentemente tranquila, una voz que hizo que el capitán se sintieraconfuso.

—Losé—exclamólevantandolamano—.Séloqueestápensando.Peronotienesentidodecirloahora.Estoysereno.

—Apesardetodo,tengoquedecirlo—volvióadecirHerrick.

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—Conténgase, Herrick, ya ha dicho bastante —dijo Davis—. Ha dichocosasquenohubieseaceptadodeotrapersona,exceptodeustedmismo;sólopuedodecirqueloquedijoesverdad.

Herrickcontinuó:

—Tengo que decirle, capitán Brown, que dimito de mi puesto comooficial.Puedeencadenarmeopegarmeuntiro,comoquiera,novoyaofrecerningún tipo de resistencia…, sólo quiero decirle queme niego a ayudarle uobedecerle; le sugiero que ponga aMr. Huish en mi lugar. Será un primeroficialalaalturadelcomandante,señor—sonrió,seinclinóysediolavueltaparamarcharse.

—¿Adóndeva,Herrick?—gritóelcapitánsujetándoloporelhombro.

—A proa, con la tripulación, señor —respondió con la misma sonrisaodiosa—.Hepasadomuchotiempoaquíenpopaconustedes…,caballeros.

—Está equivocándose —dijo Davis—. No me juzgue de formaprecipitada; no hay nada malo, sólo la bebida; ¡es la misma historia desiempre,amigo!Espereavermeserenodenuevo,júzguemeluego—imploró.

—Perdóneme,peroloúltimoquedeseoesvolveraverlo—dijoHerrick.

Elcapitánrefunfuñaba.

—¿Sabeloquedijoacercademishijos?—vociferó.

—Dememoria.¿Quierequeselorepitadenuevo?—preguntóHerrick.

—¡No!¡Nomeobligueamataraunhombreaquienapreciodeverdad!—exclamóelcapitántapándoselosoídosconlasmanos—.Herrick,sivuelvoaacercarotravezunvasoamislabios,desdeahorahastaquelleguemosatierra,le permito queme pegue un tiro; esmás, ¡le pido que lo haga! Es usted elúnicohombreabordoquevalealgo.¿Creequeno losé?,¿piensaque lehefallado?Siemprehesabidoqueteníaustedrazón;borrachoosereno,losabía.¿Qué quiere que haga?, ¿que lo jure?Es usted lo bastante inteligente comoparadarsecuentadequehabloenserio.

—¿Quieredecirconestoquenovolveráabebermás?—preguntóHerrick—, ¿ni usted niHuish?, ¿quiere decir que no seguirán robandomi parte deganancias,nibebiéndoseelchampánporelcualhevendidomihonor?,¿queatenderáasusobligaciones?,¿quetrabajaráadosguardias?,¿queaceptaráeltrabajoquelecorrespondaenelbarco,enlugardecargaresetrabajosobrelaespalda de un profano, mientras usted se convierte en la vergüenza de losmarineros nativos?, ¿es eso lo que quiere decir? Si es así, dígalo con todaclaridad.

—Pone usted las cosas demasiado difíciles como para que un caballero

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puedaaceptarlas—dijoelcapitán—.Noquerráquedigaquemeavergüenzodemímismo.Confíeenmíestavez;prometoqueharéloquetengoquehacer,tengamimano…

—De acuerdo, le daré otra oportunidad—dijoHerrick—. Falle esta vezy…

—¡Basta! —interrumpió Davis—. ¡Basta, compañero! Ya ha dichobastante.Tieneustedrealmenteunalenguatemiblecuandoseenfada,Herrick.Alégresedequevolvamosaseramigos,comomealegroyo,seadelicadoconlossentimientosdelosdemás.Nosearrepentirá.Hemosestadomuycercadelamuertehoy,¡nodigadequiénhasidolaculpa!,tambiénhemosestadomuycercadelinfierno,supongo.Estamospasandoporunamalarachaennuestrasvidas,losdos,mejorseráquenosllevemosbien.

Estabadivagando;parecíaquelohacíaapropósito,seandabaconrodeos,porquehabíaalgoquerealmentequeríacomunicar,yledabamiedohacerlo,oquizá sólo hablaba sin parar por temor a lo que Herrick pudiera seguirdiciendo.PeroHerrickyahabíaescupidoelveneno;erabondadoso,ycomoyaestaba contento con el triunfo, había empezado a compadecerse del otro.Quiso terminar la conversaciónconpalabras tranquilizadoras, sugirióque secambiaranderopa.

—Todavíano—dijoDavis—.Quierodecirlealgo.¿Seacuerdadeloquedijosobremishijos?Mehiriótanto…Supongoqueahoratambiénleafectaráa usted. Es sobre mi pequeña Adar. No debía haber dicho eso, pero, porsupuesto,ustednosabíanada.Estámuerta.

—¡Quédice,Davis!—exclamóHerrick—.¡Ustedsiempremehabíadichoqueestabaviva!¡Aclárese!Debedesercosadelabebida.

—No,señor—dijoDavis—.Estámuerta.Muriódeuna infecciónen losintestinos.OcurriócuandoyoestabaenelbergantínOregon.EllayaceahoraenPortland,Maine:Adar,decincoañosdeedad,hijadelcapitánJohnDavisysuesposaMariar.Llevabaunamuñecaparaellaenelbarco.Nisiquieralleguéadesenvolverla,Herrick;sehundió lomismoqueelSeaRanger;apartirdeaqueldía,meechéaperder.

Los ojos del capitán estaban fijos en el horizonte, hablaba conextraordinaria quietud, en completa serenidad. Herrick lo observaba, casipodríadecirse,contemor.

—Nocreaqueestoyloco—concluyóDavis—.Tengolasensacióndequeséloquetengoquehacer.Perocreoqueunhombredesgraciadoescomounniño,yésteesmijuegoinfantil.Nosupeaceptarlaverdad,yalove,vivodefantasías. Quiero avisarle simplemente de que en cuanto terminemos estaconversación, empezaré otra vez conmis fantasías. Sólo quería que supiera

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que ella no va a poder prostituirse—añadió el capitán—, ¡ni siquiera pudoalcanzaradisfrutardelamuñeca!

Herrickpusosumanotemblorosaenelhombrodelcapitán.

—¡No haga eso! —exclamó Davis, retrocediendo—. ¿Acaso no se dacuentadequeestoydestrozado?Venga,venga,compañero,puedeconfiarenmíplenamente;vamosaponernosropaseca.

Entraron en el camarote, y allí estabaHuish de rodillas intentando abrirconunapalancaotracajadechampán.

—¡Quieto!—gritó el capitán—.Ya está bien. En este barco no se va avolverabeber.

—Derepentesenoshavueltoabstemio,¿no?—dijoHuish—.Meparecebien.Ya ibasiendohora,porquemeparecequehaestadoapuntodeperderotrobarco,¿verdad?—Sacóunabotellayempezóaromperelalambreconelganchodeunsacacorchos.

—¿Esquenomehaoído?—gritóDavis.

—Sí,supongoquesí.Hablaustedmuyalto—dijoHuish—.Elproblemaesqueamímedaigualloquediga.

Herricktiródelamangaalcapitán.

—Déjeloenpazporelmomento—dijo—.Yahemostenidosuficienteconlodeestamañana.

—Dejémosleentonces—dijoelcapitán—.Peroeslaúltima.

Paraentoncesyahabíacortadoelalambre,cortólacuerdayrasgóelpapeldorado;Huishesperaba,conlacopaenlamano,escucharelestampidousual.Pero no lo oyó. Aflojó un poco el tapón de corcho con el pulgar, pero nisiquieraasí.Finalmentecogióel sacacorchosy laabrió.Saliócon facilidad,sinruido.

—¡Vaya!—dijoHuish—.Unabotellaquehasalidomal.

Echóunpocoenelvaso;eraincoloro,olióyloprobó.

—Pero¿quéesesto?—dijo—.¡Esagua!

Niaunquehubieransonadoenesemomentounastrompetasalrededordelbarco,enmediodelocéano,habríahabidotreshombresmássorprendidosporun incidente semejante. Se pasaron la copa, olieron, probaron, se quedaronmirando la botella envuelta en papel dorado, no menos sorprendidos queCrusoe cuando vio la huella de una pisada humana en su solitaria isla. Derepente, a todos se les pasó por la cabeza la misma idea. No había grandiferenciaentreunabotelladechampányunadeagua;sinembargo,delhecho

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dellevaruncargamentodeunacosaolaotradependíasuriquezaosuruina.

Abrieron una segunda botella, había otras dos cajas preparadas en elcamarote; las acercaron, las abrieron, y las probaron. Todas con el mismoresultado: el contenido era incoloro e insípido y conmenos burbujas que elaguadelluviaqueseestancaenunabarcaabandonada.

—¡Caramba!—dijoHuish.

—Vamos a examinar la bodega—dijo el capitán con ceño hosco, y selimpió la frente con el dorsode lamano; salieron los tres del camarote conpasocansado,serios.

Echaronmanodetodalatripulación;enviaronadoscanacosalabodega,dejaronauntercerojuntoalaparejo.Davis,hachaenmano,sequedójuntoalasbrazolas.

—Vanaenterarsedetodo…—susurróHerrick.

—¡Que se vayan al Infierno! —dijo Davis—. Antes tenemos queasegurarnosnosotros.

Sesubierontrescajasmásacubierta,yseexaminócadaunadeellas.Elcapitángolpeabalasbotellas,salíaunchampánespumosoyburbujeante.

—¿Podéissacardelasdeabajo?—gritóDavisaloscanacosqueestabanenlabodega.

La nueva orden acarreó un cambio desastroso.De todas las botellas queabrieron y de todas las cajas que sacaron, salió simplemente agua. Todavíaexaminaron un poco más, llegaron a un punto en el que ya ni siquiera sepretendía engañarlos, porque las cajas ya no llevabanmarcas de fábrica, lasbotellasni siquiera estabanenvueltas enpapel, ni teníanalambre; el engañoeraahoramanifiesto,seburlabadeellosantesucara.

—¡Dejemos ya esto! —dijo Davis—. ¡Guarda las cajas en la bodega,Calvete,tiraporlabordatodaslasbotellasrotas!Venganconmigo—dijoasuscompañerosdeaventura;sedirigieronalcamarote.

Socios

Sesentaronentornoalamesa;eralaprimeravezquesesentabanjuntos;pero,enestaocasión,todadesavenenciaydiscordiaquehubierahabidoentreellos anteriormente había desaparecido, a causa, sencillamente, de unadesgraciaqueleseracomúnatodos.

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—Caballeros—dijoelcapitándespuésdehacerunapausa;asumiendoelpapel de un presidente que acabara de abrir una sesión de Juntas, continuóhablando—,noshanengañado.

Huishrompióareíryexclamó:

—¡Éstasíquehasidounabuenaestafa!,¡yDavisquecreíahaberhechounbuennegocio!¡Hemosrobadouncargamentodeaguafresca!¡Ay,Diosmío!—Aldeciresto,seretorcíaderisa.

Elcapitántambiénintentóesbozarunasonrisa.

—Unviejoamigo,elDestino—ledijoaHerrick—,peroestavez,envezdellamar,hadadounapatadaalapuerta.

Herrickmoviólacabeza.

—¡Dios mío, esto es muy gracioso!—se rio Huish—. ¡Lo hubiésemosconsideradounabromaestupenda si lehubiesepasadoaotrapersona!¿Quévamosahacerahoraconestabonitagoleta?

—Éseeselproblema—dijoDavis—.Sólohayunacosasegura:notienesentido acarrear estas viejas botellas y el lastre hasta Perú. No señores.Estamosenunaprieto.

—¡El comerciante! —exclamó Huish—, ¡el hombre que hizo estecargamento!Habrárecibidonoticiasdelbarcocorreo,pensaráque,enefecto,nosdirigimosaSidney.

—Sí,menudocomercianteserá—dijoelcapitán—.Estoexplica lode latripulacióndecanacos.Siquisieraecharapiqueunbarco,tambiényoquerríauna tripulacióndecanacos.Perohayunacosaque sigo sinentender;nomeexplicoporquésedirigióhaciaTahití.

—¿Porqué?¡Parahundirla,porsupuesto!—dijoHuish.

—Usted síque sabe—dijoel capitán—.Nadiequiere echar apiqueunagoletaporlasbuenas,hayquehundirlaenlaruta,¡esustedmuyinteligente!¡Cómoquelosaseguradoresnosabenloquehacen!

—Bueno—dijoHerrick—,metemoqueyosíquepuedoexplicarporquélagoletasedesviótantohaciaeleste.MelocontóCalvete.Pareceserquelosdos desdichados, Wiseman y Wishart, estuvieron borrachos desde quepusieronpieabordo…yasímurieron.

Elcapitánbajólavista.

—Estaban tumbados en las dos literas, o sentados aquí, en estemalditocamarote—continuóHerrick,cadavezconmásenfado—,inflándoseconestaporquería, hasta que cayeron enfermos. Al enfermar y aumentar la fiebre,

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bebíanmás. Aquí estuvieron, gritando, quejándose, bebiendo y agonizando,todoa lavez.Nosabíandóndeestaban,pero tampoco les importaba.Parecequenisiquieraseguiabanporelsol.

—¿No se guiaban por el sol?—exclamó el capitán alzando la vista—,¡Diosmío,quépareja!

—Bueno, ¡y eso qué importa! —dijo Huish—. ¿Qué tienen que verWisemanyelotromemoconnosotros?

—Bastante—dijoelcapitán—.Creoquesomossusherederos.

—Estupendaherencia—dijoHerrick.

—Bueno, no lo sé —respondió Davis—. Podría haber sido peor. Elcargamentonotienevalor,desdeluego;esdecir,nohaydinero.Perolesdirélo que me imagino: parece como si el individuo de San Francisco hubieraapostadoatodoonada.

—Unmomento—dijoHuish—.Unmomento,¿cómoesesto,amigo?

—Bien, chicos —continuó el capitán, que parecía haber recuperado laconfianza en sí mismo—. A Wiseman y Wishart les pagaron por hacernaufragarlaviejagoletaconelcargamento.Nosotrosvamosahundirlagoletacomo es debido, ya me encargaré yo de que paguen. No puedo saber conseguridadquéesloqueWisemanyWishartibanasacardeesto.Peroestabanen este asunto. Nosotros somos honrados, sencillamente, nos lo hemosencontrado; el comerciante tendrá que confesar, me encargaré yo de queconfieseabsolutamentetodo.¡No,señor!AlgotenemosquesacardelaestafadelaFarallone.

—¡Adelante,capitán!—exclamóHuish—.¡Adelante,siga!Duroconello.Estasíqueesbuenaformadeconseguirdinero.Megustamuchomásquelaotra.

—Noentiendonada—dijoHerrick—.Tengoquepedirlesdisculpas,peronoentiendoabsolutamentenada.

—Bien,Herrick, preste atención—dijoDavis—.Voy a hablar conustedsobreunasuntodiferente,seríabuenoqueHuishseenterasetambién.Hemosidodemasiadolejoscontodoesteasuntodelabebida,lepedimosperdón,aquíyahora.Tenemosqueagradecerletodoloquehahechopornosotrosmientrasnosemborrachábamoscomocerdos;apartirdeestemomento,cambiaremos.Con respecto al champán, que reconozco que se lo robamos, haré elinventario,se lepagará.Creoqueesoarregla lascosas.Pero loquequisieraaclararleeslosiguiente:loquehabíamostramadoerabastantearriesgado.Elnuevoplannosbrindaunnegociohonradocomounapanadería.Noshacemosa la mar con la Farallone, navegamos hasta quedar considerablemente a

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sotavento del puerto de partida, hasta que lleguemos casi a cualquier puntodonde haya un consulado americano, decimos adiós a la Farallone, lahundimos.Después,undíaodosenlabarca,elcónsulnosmandaacasaporcuentadelTíoSam,yaSanFrancisco,entonces, sielcomerciantenopaga,sabráquiénsoy.

—Peroyopensaba…—empezóadecirHerrickparaterminardiciendo—:¡continuemosaPerú!

—¡SiquiereiraPerúpormotivosdesalud,nodiréqueno!—respondióelcapitán—. Pero si es por cualquier otro motivo, la verdad es que no loentiendo.Nohacefaltaquevayamosallíconestecargamento;nocreoqueunmontóndebotellasviejasseaunartículodelujoenningúnsitio;desdeluego,meapuestohastaelúltimocentavoaqueesesitionoesPerú.Siemprehabíadudado de si podríamos vender la goleta, no tenía muchas esperanzas, laverdad, pero ahora estoy seguro de que no vale ni un centavo. Hay algúnproblemaconestagoleta,nosécuál,peroalgolepasa,sino,noestaríaaquíconestecargamento.Si laechásemosapique, sidesembarcásemosenPerú,¿quéharíamos?Nopodríamosdeclarar lapérdida,nisabríamosexplicarquéhacíamosenPerú.Enesecaso,elcomerciantenopodríacobrarelseguro;lomásprobableesquequebrase.¿NosveenlaplayadeCallao?

—Almenosallínohayextradición—dijoHerrick.

—Deacuerdo,peronosotrossíqueremos laextradición—dijoelcapitán—.¿Quéqueremos?Queremosqueuncónsulnosconcedalaextradición,aserposible,aSanFrancisco,másconcretamente,alapuertadelaoficinadeesecomerciante.PiensoqueSamoapodríaserunlugaradecuadopararnegociar.La tenemos justo a popa.Hay cónsul de losEstadosUnidos, los buques devapor de San Francisco pasan por allí, por tanto podríamos largarnos parahacerleunavisitaalcomerciante.

—¿Samoa?—dijoHerrick—.Nosllevaráunaeternidadllegarhastaallí.

—Noconunvientofavorable—dijoelcapitán.

—Peroelcuadernodebitácora,¿qué?—preguntóHuish.

—No hay problema—dijo Davis—: Brisas suaves y vientos contrarios.Turbonadasycalma,navegacióndeestima:cincomillas.Nohayregistrosdedemora.Bombasenorden.Paraterminarponemoslosdatosdelbarómetroydel termómetro del viaje del año pasado. Le diré al cónsul: «El viaje másextraño de mi vida. Pensaba que iba a quedarme sin…»—dejó la frase amedias—. Pero… —empezó de nuevo, aunque se calló otra vez—.Perdóneme, Herrick —añadió con evidente humildad—, pero ¿ha llevadocuentadelasprovisiones?

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—Si me lo hubiese mandado, lo habría hecho, como he hecho todo lodemás, lomejorquehepodido, teniendoencuentamiescasaexperiencia—dijoHerrick—.Supongoqueelcocineroselashabráarregladoporsucuenta.

Davisbajólamirada.

—Lohicebastantebien,comohabrápodidocomprobar—dijofinalmente—.HabíaquealejarsecuantoantesdePapeete, antesdequeel cónsul se lopensaramejor.Voyahacerelinventario.

Selevantódelamesaydesaparecióenelpañoldelpanconunalámpara.

—Otrofallo—comentóHuish.

—Compañero —dijo Herrick con un repentino acceso de antipatía—,todavíaessuhoradeguardiaacubierta,yseguramentedetimóntambién.

—Esustedunengreído,¿nocree,joven?—dijoHuish—.Sigaeserumbo.Seguramentedetimóntambién…

Encendióuncigarroysepusoapasearporelcombésconlasmanosenlosbolsillos.

Alpocotiempovolvióaaparecerelcapitán;nomiróaHerrick,sinoquellamóaHuishysesentó.

—Bueno—empezóadecir—,hehechoel inventariopor encima—hizounapausacomosiquisieraquealguienloayudaseacontinuar;peroningunolohizo,losdoslomirabanfijamentemostrandoevidenteinquietud,porloqueel capitán terminó diciendo bruscamente—: no va a salir bien.Nopodemoshacerlo,ésaeslaverdad.Losientotantocomoustedes,omás.Nohaynadaquehacer.NopodremosniaproximarnosaSamoa,muchomenosaPerú.

—¿Quéesloquequieredecir?—preguntóHuishconbrusquedad.

—Apenaspuedoexplicármeloyomismo—contestóelcapitán—.Lohicebien,deveras,¡loquepasaaquíestásacándomedequicio!Parececomosieldiablo hubiera estado enredando por aquí. El cocinero debe de ser el másexcelso estafador. ¡Enunadocenadedías!Esde locos.Esto es lo quehay:creoquenovamosmuymaldeharina,perolodemás,¡Diosmío,noentiendonada! Se ha consumido en este barco de tres al cuarto más que en untransatlántico —miró de reojo a sus compañeros: nada bueno presagiabanaquellas caras serias, y recurrió a la ira—. ¡Esperen a que charle con esecocinero! —gritó con rabia y golpeó fuertemente la mesa con el puño—.Hablaréconesemiserablecomonuncaanteslehanhablado.¡Lotengoenelpuntodemira…!

—¡Nopondrániundedosobreesehombre!—dijoHerrick—.Laculpaessuya,losabeperfectamente.Sidejaunsalvajesueltoenladespensa,yasabe

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loqueleespera.Noconsentiréquemolesteaesehombre.

Nuncasesabrácómosehabríatomadoestaadvertencia,porqueDavistuvoqueenfrentarseconunnuevoenemigo.

—Muybien—empezóahablarconlentitudHuish—,esusteduncapitánmaravilloso,¿no?,¡menudocapitán!Nomesuelteningunodesussermones,JohnDavis,queya loconozco, ¡noesustedmásqueuncretino!«Nomeloexplico», ¿no? «Nunca podré entenderlo», ¿verdad? ¿Es que no pedíaconservasatodashoras?¿Cuántasveceshetenidoqueoírlepedirelalmuerzo,para después ordenarle a ese hombre que lo tirase todo a la basura? ¿Y eldesayuno?¡Diosmío!¡Undesayunoparadiezytodavíaberreabaparaqueletrajeranmás! Pero ahora «no puede explicárselo». ¡Quememuera si no esmotivo suficiente para enviar a Dios una carta de protesta! Cuidado, JohnDavis,cuidado,nomeprovoque,soymuypeligroso.

Davis permanecía sentado como si todo esto lo dejara estupefacto; nisiquieraparecía estar escuchando, aunque la vozdel empleado sonaba en elcamarotecomoladeuncormoránentrelaspiedrasdeunacantilado.

—Yabasta,Huish—dijoHerrick.

—Así que, usted también está de su parte, ¿no? Engreído, señorito.Adelante;continúen losdos.Peropor loqueaJohnDavisse refiere, ¡voyadecirle algo!Me golpeó la primera noche a bordo, y nunca he recibido ungolpequenohayadevuelto.Arrodílleseypídameperdónportodoloquehahecho.Notengonadamásquedecir.

—Estoy con el capitán —dijo Herrick—. Dos contra uno, y buenos,además, la tripulación está conmigo. Esperomorirmuy pronto, pero nomeimportaría nadamatarlo a usted primero. Inclusome gustaría, no tendría elmenorremordimiento.¡Tengacuidado,tengamuchocuidado,sinvergüenza!

LacóleraconlaquehabíapronunciadoestaspalabraseratanrotundaytanextrañaenelhombrequelashabíapronunciadoqueHuishsequedóperplejo;inclusoelhumilladoDavislevantólacabeza,sequedómirandofijamenteasudefensor.PorloqueaHerrickrespecta,todaslasemocionesydecepcionesdeldía lo habían vuelto temerario, sentía una alegre sensación de bienestar, losojos le escocían cada vez que parpadeaba; tenía la garganta seca como unagalleta;elhombremenospeligrosopornaturaleza(teniendoencuentaquelosdébilessonsiemprepeligrosos)estabadispuestoenesemismomomento,sinqueparecieraimportarlemucho,tantoaasesinarcomoaserasesinado.

Sehabíalanzadoeldesafío,sehabíaanunciadolabatalla;quienhablaraacontinuacióndecidiríasielasuntollegabaasutérminoallí;todoslosabíanypor eso dudaban; durante unos segundos, a puerta cerrada, los trespermanecieronsentadosinmóvilesycallados.

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Derepentehubouna interrupción,una interrupciónnomenosbienvenidaquelasfloresdemayo.

—¡Tierra!—profirióunavozdesdecubierta—.¡Tierraababor!

—¿Tierra?—exclamóDavis, poniéndose de pie de un salto—. ¿Qué esesto?Aquínopuedehabertierra.

Aligualquesalencorriendoloshombresdeunahabitacióndondeyaceuncadáver, así salieron corriendo los tres hombres del camarote, dejaron trasellosladiscusiónsinconcluir.

El cieloadquiría enelhorizonteunablancuraopalina; elmismomar,deformainsolente,azulcomolatinta,circunscribíaelininterrumpidocírculodelhorizonte.NisiquieraelexpertoojodelcapitánDavissupodivisarlamenorseñaldetierra.Algunasnubestransparentesseentremezclabanporencimadesuscabezas;sobrelagoleta,comosifueraelúnicopuntodeinterés,unpájarotropical,blancocomolanieve,volabaencírculosylucía,cadavezquedabalavuelta,lalargaplumabermellóndelacola.Exceptomarycielo,nohabíaotracosa.

—¿Quiénhagritadodiciendoquehabíavistotierra?—preguntóDavis—.¡Si alguno de vosotros se cree que puede jugar conmigo, ya le enseñaré yocómodivertirse!

PeroCalvete,queestabacontento,señalóunapartedelhorizontedondesepodíadiscernirunairidiscenciaverdosaytransparentequeflotabacomohumoenelpálidocielo.

Davisenfocósusanteojoshaciaesazona,despuésmiróalcanaco.

—¿Aesolollamastierra?—dijo—.Yonolohabríaconsideradoasí.

—Hacelmuchotiempo—dijoCalvete—,yovelAnaaigual,cuatloocincoholasantesIlegal.Capitándecilsolcael,solsubilotlavez;éldecilatolónselcomoespelo.

—¿Serqué?—preguntóDavis.

—Espelo,señol—dijoCalvete.

—Ah,espejo—dijoDavis—.Yaentiendo,elreflejodelalaguna.Bueno,quizá,peroesmuyextrañoqueyonohayaoídoesoantes.Veamoselmapa.

Volvieronalcamarote;vieronquelaposicióndelagoletaeralacorrecta,abarloventodelarchipiélagoqueestabasituadoenmediodelblancopedazodepapel.

—Mírenloustedesmismos—dijoDavis.

—Aunasí,yonosé—dijoHerrick—,puedequeelcanacotengarazón.Le

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diré una cosa, capitán, lo del reflejo de la laguna es verdad, lo he oído enPapeete.

—¡PásemeentonceselFindlay!—dijoDavis—.Locomprobaré.Unaislanopuedehabérselespasadopor alto en el punto enquenoshallamos ahoramismo.

Lepasaronelvoluminosolibro,queteníaellomoroto;empezóamirareltexto,murmurandoalgo,ypasandolashojasconeldedohumedecido.

—¡Vaya!—exclamó—.¿Cómoesesto?—leyóenvozalta:

«Isla Nueva. Según M. Delille, esta isla, que por intereses particularespermanecedesconocida,estáenlatitud12º49′1″alsur,longitud133º6′oeste.Además de la posición que aquí se indica, el comandante Matthews, deH.M.S.Scorpion,declaraquehayunaislaenlatitud12º0′sur,longitud133º16′oeste.Debedeserésta,siesqueexiste,locualesbastanteimprobable,loscomerciantesdelosmaresdelsurnocreenqueexista».

—¡Dios!—exclamóHuish.

—Nolodacomoseguro—dijoHerrick.

—Será lo que usted quiera —exclamó Davis—, ¡sólo sé que está ahí!Téngaloporseguro.

—«Queporinteresesparticularespermanecedesconocida»—leyóHerrickporencimadelhombrodeDavis—.¿Quépuedequererdecir?

—Querrá decir que tiene perlas—dijo Davis—. Aunque, ¿una isla conperlas de la que elGobierno no sabe nada?Eso suena a propiedad privada.Supongamos que no. Supongamos que se trata simplemente de una isla.Seguroquepodremosaprovisionarnosdepescado,cocoytodotipodecosasdelaisla;enesecasopodremosllevaracaboelplandeSamoatalycomoloteníamos pensado. ¿Cuánto tiempodijo que tardó en llegar aAnaa?, ¿cincohoras?

—Cuatroocinco—dijoHerrick.

Davissedirigióhacialapuerta.

—¿QuévelocidadllevabaisaquellavezenAnaa,Calvete?—dijo.

—Seisosietenudos—fuelarespuesta.

—Treintaotreintaycincomillas—dijoDavis—.Hayquereducirvela.Sirealmenteesunaisla,noqueremosdarnosdecabezaconellaporlanoche;sinoesunaisla,podríamospasarporallíalaluzdeldía.¡Virarporavante!—vociferó.

La proa del barco se encaminó hacia el impreciso brillo del cielo, que

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empezaba ahora a palidecer y a disminuir de tamaño, comounamancha dealiento que se desvanece del cristal de una ventana.Empezaron a tomar losrizosalmomento.

****

SEGUNDAPARTE

Elcuarteto

Elpescadordeperlas

Sobre las cuatro de lamadrugada,mientras el capitán yHerrick estabansentados juntos en la barandilla, comenzó a oírse en medio de la noche elruido de las olas. Los dos se pusieron en pie al momento, se quedaronescuchandoymirando.Elsonidoeracontinuo,comoelpasodeltren;nopodíadistinguirseningún ascensoodescenso; unavez trasotra, el océano llegabaincansablealaislainvisible,ycomoHerrickesperabaenvanoquecambiarael ruido, se levinoa lamente la ideade laeternidad.Elojoexpertopodríadeducirperfectamentedóndeestabalaislaapartirdeunahileradepuntosqueseextendíaalolargodelcieloestrellado.Lagoletasepusoalpairo,peronodejarondeobservarhastaelamanecer.

Porlamañanaapenashabíaunatenueniebla.Habíaundébildestellohacialevante; un conato de color inefable, apagado, sin nombre, entre carmesí yplateado; después hubo unos destellos de incandescencia. Durante unmomento resplandeció el horizonte como si hubiera un incendio que sepropagara, pero, aun así, reinaron indiferentes la noche y las estrellas, eracomosiunachisparevolotearaalpiedeunadornoenlaparedincombustible,queapenasfueracapazdeamenazaralrestodelahabitación.Pocomástardetodoelorientedeslumbrabaconuncolordoradoyescarlata:elcieloseinundódeluzdeldía.

Laisla,laoculta,encuyaexistencianadiecreía,sehallabajustoanteellos,muycerca;Herrickpensóquenuncaensussueñoshabíacontempladoalgotanextrañoydelicadoalmismo tiempo.Laplayaeramuyblanca, labarreradeárboleseradeunverde inimitable; la tierraalcanzabaquizá losdiezpiesdealtura;losárboles,treintamás.Albordearlagoletalacostahaciaelnorte,seabríanclarosaquíyallá,yHerrickpudoverclaramente,sobrelanomuyaltaelevación de tierra (como por encima de una tapia) el interior del atolón;tambiénpodíaversealotroladodelatolónundibujodeárbolesquedestacabaante el cielo de la mañana. Herrick se rompía la cabeza intentando hallar

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semejanzas.Laislaeracomoelbordesuperiordeunrecipientequesehubierahundidoenelagua;comounterrapléncirculardeunferrocarrilsobreelquehubierancrecidounashierbas:parecíatandelicadaentrelasfuriosasolas,tanfrágilybonita,queno lehubieraextrañadoverlahundirseydesaparecersinhacerruido,mientraslasaguassecerrabandelicadamentetrascubrirla.

Elcapitánestabaenlascrucetasdetrinquete,conlosgemelosenlamano,buscandoincansablepor todaspartesunaentrada,signosdeocupación.Perola isla continuaba extendiéndose mediante diferentes articulaciones queconcluíanencabosirregulares;noseveíancasas,hombres,señalesdehumo.Unamultituddeavesmarinasvolabandesplazándoserápidamenteparapescarenlasazulesaguas;tambiénhabíaunalargaysolitariafranjadecocoterosypandáneosqueseextendíaalolejos,queofrecíaalanadaexquisitosrefugiosverdes.Sóloellatidodelmarinterrumpíaestesilenciomortal.

Apenashabíaviento,hacíamuchocalor.Lacubiertaabrasabalospies,elsolardíasobresuscabezas,enelcielo incandescente;elcalafateborboteabaenlasjuntas;lossesos,enlasesera.Elnerviosismodelostresaventureroslesrecorría loshuesoscomosi fuera fiebre.Susurraban,asentíancon lacabeza,señalaban,acercabanloslabiosaloídodelotrocomosiestuviesencontándosesecretos, mientras se acercaban a la isla sigilosamente, como atrevidosladrones; inclusoDavis, desde las crucetas, daba lamayoría de las órdenesmediante gestos. La tripulación también participaba de esta muda tensión,comoperros,sincomprenderabsolutamentenada;entreelruidodelaslargasolas,unsilenciosobarcoseaproximabaaladesiertaisla.

Finalmente vieron la entrada de la inacabable cinta.A un lado había unespolón de tierra coralina; al otro, una alta y espesa mata de árboles queimpedíaverelpaisaje:enmedioestabalabocadelenormetazón.

El océano se agolpaba en esa estrecha entrada dos veces al día, secongregabaentresusfrágilesparedes;dosvecesaldía,también,enlabajamar,lainmensamasadeaguasobranteteníaquelucharparapoderescapardeallí.Cuando llegó laFarallone,subía lamarea.Elmar regresaba(con instintodepalomamensajera)al inmenso receptáculo;alarremolinarseen laentradasetransformabaenunamaravilladematicesdecolorestransparentesysedosos,parecíarebosaryderramarsehaciaelinteriordelaisla.Lagoletanavegabadebolina,fueatrapadaytransportadaalinteriorporlagranmasadeaguacomosifueseunjuguete.Apenasrozabaelagua,parecíavolar;unasombrapasajeraqueproveníadelosárbolesdelaorillasereflejóenelsuelodelacubierta;elfondodelcanalaparecióydesaparecióalmomento;yaestabaenelinteriordelatolón;abajo,en la transparentehabitaciónque formaban lasaguas, jugabanmilesdepecesdecolores,millaresdepálidasfloresdecoralpolicromabanelfondodelmar.

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Herrick estaba extasiado. El deleite de la vista le hizo olvidarcompletamente el pasado y el presente; olvidó que, por una parte, loamenazabalaprisión;porotra,elhambre.Olvidóquehabíavenidohuyendoaesta isla,desesperado,aferradoaunclavoardiendo.Unbancodepeces,conlos colores del arco iris, con picos como loros, rodearon la sombra de lagoleta,ladejaronatrás;sereflejabanenelaguagraciasalsolsubmarino.Eranpreciosos, como pájaros, su paso silencioso lo impresionó tanto como lamelodíadeunacanción.

Entre tanto,Davis seguíaen lascrucetas sinapartar lavistade lasaguasvacíasde la laguna interior, ni de la largahilerade árbolesde la orilla, queparecíannacerdelamismaformaquebrotaelsedaldeuncarrete.Peroaúnnohabía ningún signo de que aquello estuviese habitado. La goleta, nadamásentrar,habíafijadorumbonorte,dondeparecíaquehabíamayorprofundidad;ahoracasirozabalagranarboledaqueocultabaelpaisajequeseextendieraalotrolado.Detodaslaorillasbajasdelaisla,sóloestaensenadapermanecíasindescubrir.Derepente,sealzóeltelón;aparecióunamuycómodaensenada,yvieron,congransorpresa,lostejadosdeunasviviendas.

Estaaparición,quefue«reveladaenuninstante»aquienesestabanabordode la Farallone, no era una ciudad propiamente dicha, sino más bien unagranja importante con su correspondiente caserío: una larga hilera decobertizosyalmacenes;porotrolado,seveíaunaresidenciaconunahermosaterraza cubierta; también había una docena de cabañas de indígenas, unedificio con un campanario en una casa que ostentaba una rara muestra derasgosarquitectónicosqueparecíanhabersidodiseñadosparaunacapilla;enla playa había unas cuantas barcas varadas; un embarcadero de madera seinternabaenlosardientesbajíosdelalaguna.Alpiedelembarcaderoseveíaondear en un mástil la roja enseña de Inglaterra. Detrás, a los lados y porencimadeella,lamismagranarboledadepalmerasqueanteshabíaocultadola población prolongaba aún más las copas de sus verdes árboles, que seagitaban y cantaban una canción de plata al dejarsemecer por el viento.Ellugarteníalaindescriptibleperoinequívocaaparienciadeserunadelegacióncomercial;peroserespirabaunairedeabandonoqueeracasimolesto,noseveía ningún ser humanoque saliese o entrase en las casas, no había ningúnruidodehumanidadatareada,nidediversión.Solamenteenlapartemásaltade la playa y cerca del asta de bandera, una mujer de estatura gigantesca,blancacomolanieve,parecíahacerseñasconelbrazo.Lasegundavezqueselamiraba,sedabaunocuentadequeeraunatalla,eraelmascaróndeproadeunbarcoquehabríaestadoporallíhacíatiempo,quehabríanaufragadoentrelasolas;ahoralahabíansacadoalaorillaparaserlainsigniayemblemaquepresidieralaciudadvacía.

LaFarallonecogióunbuenviento,másfuerteenelinterior,alsocairede

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la tierra; la goleta robada descubría a cada paso una serie de objetos queaparecían a la velocidad con la que aparecen los dibujos de una linternamágica; los aventureros se habían quedado sin palabras. La bandera era untestimonioelocuente:noeraunestandartedeshilachadoydescolorido,noeraun trofeo sacudido por el viento y ajado por el tiempo, adherido a un palo,presidiendo la soledad; para mayor seguridad, se divisaba entre la espesasombra de la terraza un destello de cristal, el movimiento de una blancamantelería.Sielmascaróndeproadelmuelle,conelademáninterrumpidoyla blancura desconchada, reinaba solo en esa aldea, como realmente parecíaser, no llevaba haciéndolo mucho tiempo.Manos de hombre habían estadoocupadasallí,ypiesdehombretambiénsehabíanmovidodentrodelrecintocircular que era la isla. Los tripulantes de la Farallone estaban seguros, susojos buscaban con ansiedad en cualquier recoveco entre las palmeras por siveíanaalguienoculto.Silaintensidaddelamiradahubieseservidodealgo,las suyaspodríanhaber taladrado lasparedesde las casas; en estos intensossegundos,tuvierontodoslaextrañasensacióndeserobservados,lasensaciónde que estaban jugando con ellos; esperaban, con ansiedad difícilmentesoportable,ungolpequecaeríasobreellosmuypronto.

El grupo de palmeras que acababan de pasar en un cabo había ocultadohasta elúltimomomento, a losojosdequienes estabanabordo,una ría;deaquísalióderepenteunabarca;unaenérgicavozsaludó.

—¡Ah de la goleta! —gritó—. ¡Gobiernen hacia tierra, al muelle! Adoscientas cincuenta brazas tendránveinte brazas deprofundidadyunbuenfondeadero.

Tripulabalabarcaunaparejaderemerosdepieloscuraquellevabanunostaparrabosazules.Lavozprocedíadequiengobernabalabarca,llevabaropablanca, el traje típicode los trópicos; un sombrerode ala anchaocultaba sucara, pero se advertía que era un individuo robusto, la voz parecía de uncaballero. Eso fue todo lo que pudieron averiguar por el momento. Eraevidente,además,queyahacíatiempoquehabíandivisadolaFarallone,yquehabíanpreparadolarecepción.

Obedecieron las órdenes mecánicamente: el barco atracó; los tresaventurerosseagolparonenlapopajuntoalacamareta;conelpulsoalterado,con las mentes completamente en blanco, aguardaban la llegada de aqueldesconocidoque tantopodía significar para ellos.No teníanningúnplan, nihabían pensado qué contar, tampoco había habido tiempo para inventarsenada; los había pillado con las manos en la masa, tenían que afrontar sudestino.Peroestainquietudibaacompañada,almismotiempo,deunaligeraesperanza. Al no estar declarada esta isla, no había tampoco ningunaposibilidaddequeestehombreocupasealgúncargoimportante,nisiquieradequepudieraexigirlesningunaclasededocumento.Apartedeeso,sihabíaalgo

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deverdadenlodeFindlay,comoparecíaser,seríaésteelrepresentantedelos«interesesparticulares»,yseguroqueestabamuydisgustadoporlallegadadelosaventureros;quizá(lessusurrabalaesperanza)estaríadispuestoacomprarsusilencio.

Labarcaavanzabarápidamente,yfinalmente,pudieronverconquétipodehombre tenían que enfrentarse. Era un hombremuy alto, seis pies y cuatropulgadas,decomplexiónfuerte,perotodosuvigorparecíadisolverseenunaapatía que ibamás allá de lamera languidez. Solamente sumirada parecíadecir lo contrario; era una mirada de una extraña mezcla de brillantez ysuavidad,sombríacomoelcarbón,peroconunbrilloquesobrepasabaeldeltopacio; una mirada de intacta salud y virilidad; una mirada que ordenabatenercuidadoconlacóleradevastadoradeestehombre.SelehabíabronceadolapieldetalformaenlaislaquepodríahaberpasadoporunnativodeTahití;hacían evidente que era europeo su forma de moverse, los modales y suvitalidadinterior,comochispaquebrotaradelpedernal.Ibavestidodeblanco,conropaexquisitamentecortada,lacorbatayelpañueloerandesedapálida;enlabancada,juntoaél,descansabaunrifleWinchester.

—¿Está elmédicoabordo?—preguntóal llegar—.Me refiero aldoctorSymonds.¿Quenohanoídohablardeél?¿TampocodelTrinityHall?¡Ah!

Nopareciósorprenderse;porelcontrario,parecíaquefingíasorprendersepor educación; sin embargo, no desviaba la vista de cada uno de los tresblancosconunacuriosidadtalquepodríacalificarsedeimpertinente.

—¡Ah!,entonces—dijo—hayunpequeñoerror,sinningunaduda,debopreguntarles,pues,aquiénestengoelgustodesaludar.

Yaestabaenlacubierta,peroseguíasiendosuficientementeinaccesible:elmás amable plebeyo ni embriagado se hubiera atrevido a tomarse ningunalibertadconél,ningunodelosaventurerosseatrevióadarlelamano.

—Bueno—dijoDavis—,supongoquepodríamosdecirquesehatratadodeunacasualidad.Habíamosoídohablarde la isla,y leímosalgo sobreeseasuntodelos«interesesparticulares»enelDirectorio;cuandovimoselcieloreflejado en la laguna, nos encaminamos hacia aquí al momento, y aquíestamos.

—¡Noqueremosmolestar!—dijoHuish.

EldesconocidomiróaHuishconairedetenuesorpresa,desviólamiradade forma significativa. Hubiese sido difícil ser más insultante en unapantomima.

—Puedeque inclusomeconvengasu llegada—dijo—.Mipropiagoletatraeretraso,podríaponeralgoenlasuyamientrastanto.¿Admitiríanunflete?

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—Supongoquesí—dijoDavis—,depende.

—MellamoAttwater—continuóeldesconocido—.Supongoqueesustedelcapitán.

—Síseñor.Soyelcapitándeestebarco,capitánBrown—respondió.

—¡Bien,veamos—dijoHuish—,esmejorempezarbien!Eselcapitánencubierta, pero no abajo. Abajo todos somos iguales, todos tenemos nuestropapelenestaaventura;cuandosetratadenegociaryosoytanbuenocomoél;propongoquepasemosalcamarote,tomemosunascopasyhablemosdeltemaentreamigos.Tenemoschampándeprimeracalidad—dijoguiñandoelojo.

La presencia del caballero iluminaba como una vela la vulgaridad delempleado; Herrick, instintivamente, como queriendo protegerse de lavergüenza,seapresuróainterrumpir.

—Me llamoHay—dijo—,yaque seguimoscon laspresentaciones.Nosagradaríaquepasaradentro.

Attwatersedirigióaélalmomento.

—¿Licenciado?—dijo.

—Sí,Merton—dijoHerrick,seruborizóenseguidaporlaindiscreción.

—Yosoydelaotra—dijoAttwater—:TrinityHall,Cambridge.Lepuseamigoletaelnombredeestaviejainstitución.Noestamosenellugarniconlacompañía idónea para conocernos, Mr. Hay —continuó hablando con unaevidente descortesía hacia los demás—. Pero ¿corrobora usted…? Pidodisculpasaestecaballero,creoquenoheoídobiensunombre.

—Me llamo Huish, señor —respondió el empleado, ruborizándose alhacerlo.

—¡Ah! —dijo Attwater. Después, dirigiéndose otra vez a Herrick—,¿corroboraustedlaopinióndeMr.Whishsobrelacosecha?,¿oessolamentelapoesíanaturaldesupropioserquelesaleaborbotones?

Herrick estaba avergonzado; la delicada brutalidad del visitante le hizosonrojarse;elhechodequeél fueseaceptadocomoun igual,que losdemásfueran despreciados de forma deliberada, le agradaba a pesar de todo, perotambién hacía que una sensación de repugnancia y cólera le recorriese lasvenas.

—Nosé—contestó—.EsdeCalifornia,creoqueesbastantebueno.

Attwaterpareciódecidirse.

—Bien,entonces,lesdiréalgo:ustedestres,caballeros,desembarquenestanoche, traigan ese champán; yo intentaré que haya comida —dijo—. Por

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cierto,unapreguntaquedebíhaberhechocuandosubíabordo:¿hanpasadolaviruela?

—Nosotrosno—contestóHerrick—.Perolagoletasílahapasado.

—¿Muertes?—preguntóAttwater.

—Dos—dijoHerrick.

—Esunaenfermedadespantosa—dijoAttwater.

—¿Hahabidoaquíalgunamuerte?—preguntóHuish—,¿aquíenlaisla?

—Veintinueve—dijoAttwater—.Veintinuevemuertes,más treinta y unenfermos,de treintay tres almasquehabitabanen la isla.Extraña formadecalcular,¿no,Mr.Hay?,¿no leparece?¡Almas!Nuncadigoesapalabra,mesobresalta.

—¿Poresoestátodoabandonado?—preguntóHuish.

—Por eso,Mr.Whish—respondióAttwater—; por eso es por lo que lacasaestávacíayelcementeriolleno.

—¡Veintinueve de treinta y tres! —exclamó Herrick—. ¿Pudieronenterrarlosatodos?

—A duras penas —dijo Attwater—; hubo un día en que lo dejamos.Aquellamañanahubo cincomuertos, había además trecemoribundos, nadiepodíahacernadaexceptoelenterradoryyo.Celebramosunconsejodeguerra,llevamosaloscamaradasalalaguna,losarrojamosallíalagua.

Miróporencimadelhombrohacialasdeslumbrantesaguas.

—Bien, entonces, vendrán a cenar, ¿no?, ¿sobre las seis y media?, ¡lesagradezcosuamabilidad!

La voz, al decir estas frases tan convencionales, regresó al convencionalregistromundano;Herrickinconscientementesiguiósuejemplo:

—Estoysegurodequepasaremosunratomuyagradable—dijo—.¿Alasseisymedia?Muchasgracias.

«Afinélavozconelcañón

queretumbaenlabatalla»,

recitóAttwaterconunasonrisaqueenseguidafuesustituidaporungestodefúnebresolemnidad.

—Especialmente esperaré aMr.Whish—continuó—.Mr.Whish, confíoenqueustedentiendaestainvitación.

—¡Yalocreo,compañero!—replicóelsimpáticoHuish.

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—De acuerdo entonces; bien entendido, ¿no? —dijo Attwater—. Mr.WhishyelcapitánBrownalasseisymediasinfalta;usted,Hay,alascuatroenpunto.

Dichoesto,llamóalosdelabarca.

Durante toda la conversación, el capitán parecía muy inquieto. Lanaturalezalohabíafavorecidoconeldondelalocuacidad,peroesedíaestabasilencioso y distraído. Quienes lo conocieran bien habrían advertido queescuchabaconatencióncadasílabaquesepronunciaba,parecíaexaminarlasysopesarlascontodocuidado.Seríamuydifícildescribirsumirada:fría,atenta,siniestra, como la de quien madura unos planes que se ciernen sobre eldesprevenidoinvitado;seveíaydejabadeverse,eratantenuequeHerricksetenía que reprender a sí mismo por su frívola imaginación, a ratos era tanevidentequesediríaquehastaelúltimopelodelacabezadeestehombreeraunpuroengaño.

Derepente,despertódesuensimismamiento.

—Hamencionadounflete,¿no?—dijo.

—¿Sí?—dijoAttwater—.Bueno,yahablaremosdeeso.

—Sugoletaseharetrasado,¿no?—continuóelcapitán.

—Asíes, capitánBrown—dijoAttwater—; treintay tresdíasde retrasohoyalmediodía.

—Vayviene,¿no?,vadeaquía…—insinuóelcapitán.

—Exactamente,cadacuatromeses,tresviajesalaño—dijoAttwater.

—¿Viajaustedenellaenalgunaocasión?—preguntóDavis.

—No,yovivoaquí—dijoAttwater—;haymuchascosasalasqueatender.

—Asíqueviveaquí,¿no?—exclamóDavis—.Diga,¿cuántotiempohacedeeso?

—¡Mucho tiempo, Dios mío! —dijo Attwater con absoluta y rigurosaseriedad—.Peronoloparece—añadióconunasonrisa.

—No,meatreveríaadecirqueno.No,supongoqueno.Nocontodoslosdiosesquelorodean,enunlugartancómodocomoéste.Porqueesrealmenteunlugarmuyagradable—dijo,mientrasabarcabatodoconlamirada.

—Ellugar,comobiendice,noestámaldeltodo—respondió.

—Conchas,supongo—dijoDavis.

—Sí,conchas—respondióAttwater.

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—Buenalagunaesésta,¿no?—dijoelcapitán—.¿Hubouna…?;¿fuelapesca…?;¿podríadecirsequeenciertaformahaybuenapescaaquí?

—No sabría cómo decirlo —dijo Attwater—, si me lo pregunta así,directamente.

—¿Tambiénhabíaperlas?—preguntóDavis.

—Perlastambién—contestóAttwater.

—Bien, me rindo —se rio Davis, pero la risa sonó cascada como unamonedafalsa—.Sinoquierehablar,noquierehablar,esoestodo.

—Nohayningunarazónporlaquedebafingirquehayalgúnsecretoenmiisla—respondióAttwater—,esosehaacabadoconsu llegada,estoysegurode que hubiese estado encantado en su momento de tener aquí en casa acaballeros como usted yMr.Whish. El tema en el que ahora diferimos, sipuede llamarse diferencia, es sobre horarios y estaciones. Yo tengoinformaciónqueustedpiensaquedebodesvelar,yopiensoqueno.Bien,¡nosveremos esta noche! ¡Adiós, Whish! —Abordó la barca, zarpó—. ¿Haquedadotodoclaro?—preguntó—.ElcapitányMr.Whishalasseisymedia,usted,Hay, a las cuatro en punto. ¿Ha comprendido,Hay?Tenga en cuentaquenoaceptounanegativa.Sinoestáalahoraquehemosquedado,nohabrábanquete,¡sinocumple,nohaycena,Mr.Whish!

Unospájarosblancossemovíanvelozmenteporelaire;abajo,enunmedioapenas más denso, se movía un banco de peces policromados; entre ellos,comosifueraelféretrodeMahoma,labarcasealejabaagranvelocidadhaciala orilla, la sombra la seguía por el reluciente suelo de la laguna.Attwater,sentado,mirabahacia atrás por encimadel hombro; no apartó la vista de laFarallone,nidelgrupodelalcázar,juntoalacamareta,hastaquelabarcallegóal embarcadero. Después, con paso ágil, ganó la orilla, vieron flotar lasblancasvestidurasenelcrepúsculodelaarboleda,hastaquefuerecibidoenlacasa.

El capitán, con gesto y mirada que lo decían todo, hizo pasar a losaventurerosalcamarote.

—Bien —dijo a Herrick una vez que estaban sentados—, al menostenemosalgo.Lehacaídoustedengracia.

—¿Esoesalgo?—preguntóHerrick.

—Ah,verámuyprontocómovasaliendotodo—respondióDavis—.Vayaa laorillayquédeseconél; ¡esoes todo!Conseguirámilesde indicaciones;podráaveriguarquéesloquetiene,quéeselasuntoesedelflete,yquiéneselcuartohombre,porquehaycuatro,ynosotrossólosomostres.

—Suponga que lo hago, a continuación, ¿qué? —exclamó Herrick—.

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¡Respóndameaeso!

—Lo hará, Robert Herrick—dijo el capitán—. Pero primero veamos siestátodoclaro.Meimaginoquesabe—prosiguiócongransolemnidad—,meimagino que se habrá dado cuenta de que lo de la Farallone se ha acabado.Que no hay nada que hacer, que si esta isla no se hubiese interpuesto ennuestrocamino,comolohahecho,supongoquesabedóndeestaríamosahoramismousted,Huishyyo.

—Sí,losétodo—dijoHerrick—.Noimportaquiéntengalaculpa,losé.¿Quémás?

—No importa quién haya tenido la culpa, lo sabe, correcto —dijo elcapitán—;leagradezcoquemelohayarecordado.Ahora,derepente,apareceesteAttwater,¿quépiensadeél?

—No lo sé —contestó Herrick—. Me atrae y, al mismo tiempo, merepugna.Sehacomportadodeunmodogroseroconustedes.

—¿Usted,Huish?—dijoelcapitán.

Huish estaba sentado limpiando su pipa de madera de brezo favorita;apenaslevantólavistadelatareaqueleocupaba.

—¡Nomepreguntequéesloquepiensodeél!—dijo—.Esperoquellegueeldía,aDiosselopido,enquepuedadecírseloyomismoalacara.

—Huishpiensa lomismoqueyo—dijoDavis—.Cuandoesehombreseacercó y dijo: «Miren, soy Attwater», ¡Dios!, creo que lo juzguécorrectamente.Esdeverdad, ynomegusta; es el aristócratadeverdad, sinpaliativos,orgullosodeserlo.«Ah,nolosconozco»,¿no?«Malditosea,¡Diosmío!».¿Diossuyo?No,no,esdeverdad,hanacidoparaeso;elegantecomoelchampán,perodespiadado;notieneniunpelodetonto;no,señor,¡niunpelo!¿Paraquédemoniosestáenestaisla?,mepregunto.Noestaráaquírecogiendohuevos.Tiene en Inglaterra un palacio con lacayos que le sirven, si no estáallí…,¡lesaseguroquesabeperoquemuybienloquehace!,¿mesiguen?

—Sí,leescucho—dijoHuish.

—Ha estado haciendo un buen negocio aquí —continuó el capitán—.Durante diez años ha estado haciendo un buen negocio. Por supuesto, deperlas y conchas; en un lugar como éste no puede ser otra cosa; sin dudaalguna,transportalasconchasconfrecuenciaeneseTrinityHall,eldinerovadirectoalbanco,conesonohacemosnada.Peroaquíhayalgomás,¿nohaynadamás que le haga quedarse aquí? ¿No hay nadamás que lo ate a estelugar? ¡Sí señor, las perlas! Primero, porque son demasiado valiosas comopara dejarlas enmanos de terceros. Segundo, porque el asunto de las perlasrequieremuchamanipulaciónycuidados,elhombrequevendelasperlasuna

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aquíyotraallá,enlugardequedarsetodas,esehombreesestúpido,ynoesprecisamenteelcasodeAttwater.

—Probablemente —dijo Huish—, a lo mejor es así; no es seguro, esprobable.

—Esseguro—afirmótajantementeDavis.

—Imagínese que es así —dijo Herrick—. Suponga que todo esexactamentecomohadicho,queéltengaesasperlas,unacoleccióndeperlasdediezaños.Supongaquelastenga,¿yqué?

Elcapitánnodejabadegolpearconlasgruesasmanoslatabladelamesa;sequedómirandoaHerrickfijamente,mientrasqueHerricknoperdíadevistalamesaylosdedosquelagolpeaban;hubounapequeñaoscilacióndelbarcoanclado,unhazdeluzpasódeunoalotro.

—¡Escúcheme!—estallóHerrickderepente.

—No,escúchemeustedamíprimero—dijoDavis—.Escúchemeeintentecomprenderme. Nosotros no tenemos nada que hacer con ese tipo; sinembargoustedsí.Essutipo,noelnuestro;lohaelegidoausted,mientrasqueaHuishyamínoshapisoteado.¡Sálvelosipuede!

—¿Quelosalve?—repitióHerrick.

—¡Sálvelosipuede!—volvióadecirDavis,dandoungolpeconelpuñocerrado—.Vayaalaorillayhableconéltranquilamente;siconsiguequeélylasperlassubanabordo,entoncesloperdonaré.Sino,metemoquevaahaberunfuneral.¿Noesasí,Huish?¿Leparecebien?

—Nosoyunhombre indulgente—dijoHuish—,pero tampocomegustaestropear los negocios. Traiga a ese tipo a bordo, traiga las perlas, despuéshaga lo que quiera, puede dejarlo en una isla desierta, donde usted quiera,conforme.

—¿Ysinopuedo?—exclamóHerrick,mientrasel sudor lecorríapor lafrente—. ¡Me hablan como si yo fueraDios todopoderoso, como si pudierahacertodoloquequisiera!Pero¿ysinopuedo?

—Hijomío—dijo el capitán—, serámejor que haga el trabajo lomejorquepueda,olomandaremosapaseo.

—Sí —dijo Huish—. ¡Por supuesto que sí! —Miró a Herrick con unasonrisadesdentadaquesobresaltabaporlosalvajequeresultaba;laexpresióntan trivial que había utilizado le hizo romper a cantar un fragmento de unacanción cómica que debió de haber oído veinte años antes enLondres: unatontería sin sentido, que en ese momento y en ese lugar sonaba insultantecomounablasfemia:

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«Porsupuestoquesí,la-rí,la-rá,la-rí,la-rí,la-rá».

Elcapitándejóqueterminara;surostronocambió.

—Talycomoestánlascosas,cualquierotrohombrenolodejaríairatierra—concluyó—.Pero yo no soy así. Sé que usted nuncamedaría la espalda,Herrick. ¡Pero sivaahacerlo,hágalodeunavezpor todas,maldita sea!—gritó;selevantóbruscamentedelamesa.

Salió del camarote; cuando llegó a la puerta se dio la vuelta y llamó aHuishviolentamente,sonólavozcomoelladridodeunperro.Huishlosiguió,Herricksequedósoloenelcamarote.

—¡Escúcheme!—susurróDavis—.Loconozcomuybien.Nolehable.Sivuelveadirigirlelapalabra,loecharátodoaperder.

Aprendiendoaconocerse

Labarcazarpódenuevo;habíarecorridomediocaminohacialaFaralloneantes de queHerrick se diese la vuelta, antes de que echase a andar por elembarcadero de mala gana. Desde el extremo de la playa, el mascarón lomiraba como con ironía. La cabeza tenía el casco echado hacia atrás, elrobustobrazoparecíaapuntodelanzaralgo,unaconchaounproyectil,hacialaamarradagoleta.Semejabaunadeidaddesafiantequeasomaraalaspuertasdelaislaconunímpetutalqueparecíaquefueraaecharseavolar,peroquesehubiesequedadoinmóvilenesaactitud.Herrick,conunextrañosentimientodecuriosidadyatracción, alzó lavistaparacontemplarla; seerguía sobreélconmajestad; intentó viajar por los acontecimientos de su vidamediante laimaginación.Durantemuchotiempofuelaciegaguíadeunbarcoquesurcabala mar; mucho tiempo había permanecido aquí, desocupada, bajo un solimplacable,sinquenisiquieraseleirritaralapiel;¿eraésteelfinaldetantasaventuras?,sepreguntaba,¿lesucederíaalgomás?Herricklamentóenlomásprofundodesucorazónquenofueseunadiosa,yqueélnofuesepagano,delocontrariosehabríaarrodilladoanteellaenestemomentodedificultad.

A medida que avanzaba, la sombra de las altas palmeras hacía querefrescase; la corrientede lamortecinabrisa las agitabapor arriba, conmásrapidez que las libélulas o las golondrinas, destellos de la luz del solrevoloteabanportodaspartes,sequedabansuspendidosenelaire,regresaban.Bajo lospies, la arenaerabastante firmey lisa; estohacíaque lospasosdeHerrick fuesen tan silenciosos comosipisaranieve reciéncaída.El senderoconservaba huellas de haber sido limpiado de malas hierbas, como en unjardín inglés; pero también en esto se había dejado sentir la peste, la mala

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hierba empezaba a aparecer de nuevo. Los edificios del lugar, que podíanverseportodaspartesa travésdeloshuecosdelacolumnata,estabanreciénpintados,cuidadosyelegantes;todoestabasilenciosocomounatumba.Aquíyallá,oculto,alotroladodelacasaconlaterraza,podíaoírseelrumoryelcantodeunasavesdecorral;Herrickvioquesalíahumo,oyóelcrepitardelfuego.

A la derecha, cerca de donde él estaba, había varias casas de piedra. Laprimera estaba cerrada, en la segunda se entreveía, a través deunaventana,cierta acumulación de conchas perlíferas apiladas en un rincón. La tercera,abierta de par en par, atrajo la atención de Herrick por la gran variedad ydesorden de románticos objetos que encerraba. Había cables, molinetes ycalzos de toda clase y condición; en la confusión y oscuridad del cobertizohabíaventanasdecamaroteyescaleras,depósitosoxidados,unaescotilla,unabitácoraconsubasedelatónyconunabrújulaqueinútilmenteseñalabaaunolvidado polo; también había cabos, anclas, arpones, un cucharón de cobrepara la grasa de ballena enmohecido con los años, una rueda de timón, unacajadeherramientasconelnombredelnavíoenlatapa,Asia,quecontenía,asu vez, toda una tienda de curiosidades y efectos navales, grande y pesada,difícil de levantar y de romper, reforzada con cobre y forrada de hierro.Almenos dos naufragios habían sido necesarios para reunir este heterogéneoconjunto de utensilios. Mientras Herrick observaba todo esto, se le ocurriópensar que en el fondo era como si las dos tripulaciones de ambos barcosestuvieranpresentes,comosiescucharasuspisadasysusurros,comosivieraporelrabillodelojolosvulgaresfantasmasdelosmarineros.

Peroestoyanoerasimplementeobradesuimaginación,sinoqueerareal;no había duda de que se acercaba alguien sigilosamente: mientras élpermanecía allí mirando todos estos objetos, sonó de repente la voz de suanfitrión,quien,conunasuavidadalhablar inclusomayorque lausual,dijodesdeatrás:

—¡Trastos,solamentetrastosviejos!Pero,Mr.Hay,¿hallaalgúnsentidoatodoesto?

—Al menos es impresionante —respondió Herrick, dándose la vueltarápidamente para ver si podía captar en la cara de su interlocutor algunaintenciónensuspalabras.

Attwater sequedóenelumbral, queocupabacasipor completo; con losbrazosextendidos,agarradoaldintel.Sonriócuandolasmiradassecruzaron,perolaexpresiónerainescrutable.

—Sí,esimpresionante.Esustedcomoyo;¡nadameafectatantocomolosbarcos!—dijo—.Las ruinas de los imperiosmedejan indiferente, pero unapiezadeunabarandillaenlaquesehayaapoyadounviejolobodemarenla

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guardiademediameemociona.Pero,venga,haymáscosasqueverenlaisla.Todo está cubierto de arena, corales y palmeras; pero este lugar tiene ciertaoriginalidad.

—Me parece un paraíso —dijo Herrick respirando profundamente,quitándoseelsombreroenlasombra.

—Esoesporqueacabadellegardelmar—dijoAttwater—.Estoysegurodequelegustaráelnombre.Tieneunnombreencantador.Tienesabor,color,cadencia;¡comosuautor,esmediocristiano!Recuerdelaprimeraimpresiónde la isla, sólo bosque y más bosque y agua; imagine que le hubiesepreguntadoaalguienelnombredelaislaylehubiesencontestado:NemorosaZacynthos.

—Iammedioapparetfluctu—exclamóHerrick—.¡Sí,quéhermoso!

—Siesverdadqueapareceenelmapa,yaseencargaránloscapitanesdeella—dijoAttwater—.Perovengaaquí,veaelcobertizodelosbuzos.

Abrió la puerta y Herrick vio una larga hilera de trajes de buzoperfectamenteordenados;habíatambiénbombasdeaguaytuberías,botasconsueladeplomo,enormescascoscontuberíasquebrillabanenhilerasalolargodelapared;diezequiposcompletos.

—Lamitadorientaldemiatolónespocoprofunda,¿sabe?—dijoAttwater—; por eso trabajamos muy bien con los equipos. Es casi increíble lo quepuede conseguirse con ellos; era extraño verlos trabajar; estos monstruosmarinos —dijo golpeando el casco que tenía más cerca— aparecían ydesaparecíanenmediode la lagunadelatolón.¿Legustan lasparábolas?—preguntóbruscamente.

—¡Sí!—dijoHerrick.

—Bueno,veíaestosequiposquebajabanysubíanchorreando,bajabanyvolvíanasubirchorreando,yeltipodedentroestaba¡secocomounatostada!—dijoAttwater—; pensé que a nosotros también nos hacía falta un equipocomoéstos para entrar en elmundo, para salir indemnes. ¿Cómo llamaría aesto?—preguntó.

—Vanidad—dijoHerrick.

—¡No,habloenserio!—dijoAttwater.

—¡Llámeloamorpropio,entonces!—volvióadecirHerrick,peroestavezriéndose.

—¿Por qué no Gracia? ¿Por qué no la Gracia de Dios, Mr. Hay? —preguntóAttwater—. ¿Por qué no laGracia de suCreador yRedentor, quemurióporusted,quelosostieneentodomomento,aquienustedcrucificauna

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veztrasotra?¡Nohaynadaaquí—dijo,golpeándoseelpecho—,nadaallí—golpeandolapared—,ynohaynadaahí—dandoconelpieenelsuelo—queno sea laGracia deDios! ¡Caminamos, respiramos, vivimosymorimosporella;eselejedeluniverso;yvienecualquierpetimetreylollamavanidad!

ElgigantescohombredetezmorenapermanecíafrenteaHerrick,juntoaloscascosdebuzo,parecíacadavezmásnervioso;peroderepenteseevaporósuenfado.

—Lepidomildisculpas—dijo—,medoycuentadequenocreeenDios.

—Almenos,nodelamismaformaenqueustedcree,metemo—contestóHerrick.

—Nunca discuto con ateos ni con borrachos —dijo Attwater de formafrívola—.Crucemosparaverlaplayaexterior.

Era un camino corto, la parte más ancha de la isla apenas rebasaba losdoscientos metros, caminaban despacio. Herrick parecía estar viviendo unsueño.Habíaidohastaallíllenodedudas,paraestudiarestamáscaraambiguaeirónica,parasacaralaluzalhombrequeseocultabaensuinterior,yparaactuar en consecuencia; la decisión quedaba aplazada. Crueldad de acero,insensibilidadhaciaelsufrimientodelosdemás,satisfacciónaultranzadelosintereses propios, distante,modales carentes de simpatía humana, esto es loque había esperado hallar, y todavía creía verlo en él. Pero lo había dejadomudo de la sorpresa de haber hallado un celo y entusiasmo religiosos pococomunes.Mientras caminaba, trabajaba en vano para reunir las piezas, paradarsentidoaunaespeciedetotalidadqueabarcaseestaextrañacoleccióndeobjetosdispersos,paraenfocaruna imagenlomásnítidaposibledelhombrequesehallabajuntoaél.

—¿Quélotrajoalosmaresdelsur?—preguntó.

—Muchascosas—dijoAttwater—.Juventud,curiosidad,fantasía,elamoralmar, y, le sorprenderá, el interés por lasmisiones. Este último, en buenamedida, ha desaparecido. No saben hacer las cosas, son demasiado beatos,comoviejasoinclusocomovendedorasdecastañas.Loexterno,laropaesloquelespreocupa,¡perolaropanoloestodoenelcristianismo,niellossonelsolenmediodelcielo,nipodránserlojamás!Creenqueunaparroquiallenaderosas,quelascampanasdelaiglesiaylasencantadorasancianasquesalenasaludaramitaddeloscaminosformanpartedelareligión.Perolareligiónesalgosalvaje,comotodoeluniversoalqueilumina;salvaje,frío,desnudo,peroinfinitamentefuerte.

—¿Dicequeencontróestaislaporcasualidad?—preguntóHerrick.

—¡Exactamente igual que usted!—dijo Attwater—. Desde entonces he

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tenido una tarea que cumplir, he tenido una colonia y he tenido unamisiónpropia. Yo era un hombre de mundo antes de ser cristiano, todavía soy unhombredemundo,yhepuestoarendirmimisión.Nuncasaliónadabuenodelexcesodeprotección.UnhombredebemantenersefirmeantelapresenciadeDios, debe trabajar hasta que gane tanto como sea su peso; entonces podráhablarconél,noantes.Diaestosmendigosloquequerían:unjuezdeIsraelconespadaylátigo;creéunnuevotipodepersonasaquí,y¡mire,elángeldelSeñorlosgolpeóyyanovolvieronaserloquefueron!

Mientraspronunciabaestaspalabras,acompañadasdegestos,salierondeltejado de palmeras junto a la orilla del mar, ante el sol, que comenzaba aponerse.Anteellos,lasolasrompíanlentamente.Alrededor,conairedecosasimperfectas y torpes, dedicados a una actividad malévola, los cangrejosrodabanaprisahaciasusagujeros.Attwaterseñalóaladerecha,yseencaminóbruscamente hacia un lugar en que se hallaba el cementerio de la isla, uncampocubiertodepiedrasdetodoslostamaños,lashabíacomolamanodeunniño, hasta del tamaño de una cabeza, estaban separadas unas de otras porunostúmulos,cercadosporunatoscatapiarectangular.Nocrecíanadaenesazona,exceptoalgúnarbustodefloresblancas;nadaapartedelgrannúmerodetúmulosdeinquietanteformaindicabalapresenciadelosmuertos.

«¡Duermenaquílosantepasadosdelpueblo!»,citóAttwatercuandoentróporlapuertadeeselugarnoconsagrado.

—Coral a coral, piedra a piedra —dijo—, éste ha sido el escenarioprincipal de mi actividad en el Pacífico Sur. Algunas cosas fueron buenas;otras, malas; la mayoría (por supuesto, siempre), nulas. Este era cariñosocomounperro;silollamabas,veníarápidocomoflechaquesalieradelarco;sinolollamabas,tambiénvenía,comoporinercia,deberíahabervistoaquellamiradasumisayloscomplejospasosdebaile.Bueno,yanotieneproblemas,ahorayace junto con reyesy cancilleres; el restode sus acciones, ¿noestánescritasyaenellibrodelascrónicas?EseotroeradePenrhyn;comotodosloshabitantesdePenrhyn,eramuydifícil;demasiadovivaz,celoso,violento,¡untipomuyastuto!Ahorayaceaquítantranquilo,comotodos.

«¡Laoscuridadfuelasepultureradelosmuertos!».

Enlapenumbradelocaso,sedistinguíalacabezainclinadadeAttwater;suvozsonabaaratosdulceyaratosamarga,cambiabadetono.

—¿Queríaaestagente?—exclamóHerrick,emocionado.

—¿Cómo? —dijo Attwater—. ¡No, por supuesto! No crea que soy unfilántropo.Nomegustanloshombres,odioalasmujeres.Simegustanestosisleños,essimplementeporquehansidodespojadosde todolosuperfluo,delascertezas,lostricornios,loscamisones,lasmediasdecolores.Aquíyaceel

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quesíquemegustaba—pusoelpiesobreuntúmulo—.Eraencantador,perosualmaeramuyoscura;sí,megustaba.Soybastanteextravagante—añadiómirandoseriamenteaHerrick—,meentusiasmoenseguida.Tambiénustedmegusta.

Herrick se dio la vuelta lentamente y miró a lo lejos, donde las nubeshabíancomenzadoaagruparseyaamontonarseparaasistiralasexequiasdeldía.

—Nopuedogustaranadie—dijo.

—Seequivoca—dijoelotro—,nadieesbuenjuezdesímismo.Ustedesatractivo,muyatractivo.

—No,noespormifísico—dijoHerrick—,nopuedogustaranadie. ¡Siustedsupieracómomedesprecioamímismo,yporqué!—Lavozretumbabaenelsilenciosocementerio.

—Sé que se desprecia —dijo Attwater—. Vi cómo enrojeció cuandorecordóOxford.Tambiényomehabría ruborizadoporusted,unhombre,uncaballero,condosvulgaresdelincuentes.

Herricklomiróuntantoagitado.

—¿Delincuentes?—repitió.

—Sí,hedichodelincuentes,yvulgares—dijoAttwater—.¿Sabeustedquehoy,alsubirabordo,meechéatemblar?

—Disimulaustedmuybien—tartamudeóHerrick.

—Sí,séhacerlo—dijoAttwater—.Peroestabaasustado,measustaronlosdelincuentes —levantó la mano poco a poco—. Ahora, Mr. Hay, pobrecachorrillo perdido, dígame qué es lo que está haciendo con esos dosdelincuentes.

—¿Qué hago? Nada —dijo Herrick—. Todo está en orden, todo eshonrado; el capitán Brown es una buena persona; es un… es…—La vozfantasmaldeDavis le susurrabaaloído:«Vaahaberun funeral»; empezóacorrerle el sudor por la frente—. Es un hombre muy hogareño —dijofinalmente,tragandosalivaaldecirlo—;tienehijos,esposa.

—Es un hombre encantador, ¿no?—dijoAttwater—.ComoMr.Whish,sinningunaduda,¿no?

—Nodiríayoeso—dijoHerrick—.Huishnomegusta.Reconozcoque,sinembargo,tambiéntienesusméritos.

—Enpocaspalabras,seguroquemevaadecirquesonlamejortripulaciónparacualquierbarco,¿noesasí?—dijoAttwater.

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—Sí,porsupuesto—dijoHerrick.

—Entonces, analicemos desde otro ángulo el porqué de su desprecio—dijoAttwater.

—¿Nonosdespreciamostodosunpoco?—exclamóHerrick—.¿Acasonosedespreciaustedasímismo?

—Yodiríaquesí,pero¿soysincero?—dijoAttwater—.Almenos tengoalgoclaro,¡yonohegritadocomousted,Mr.Hay!¡Esosólopuedevenirdeunamalaconciencia!¡Ay,amigo,esetrajedebuzosuyodelavanidadestáenmuymalestado!Hoy,ahoramismo,simeescuchara,mientraselsolsepone,aquí, en este cementerio llenode inocentes aborígenes, podría arrodillarse yarrepentirseanteelRedentordetodossuspecadosyculpas.Mr.Hay…

—¡No me llamo Hay! —interrumpió el otro, casi sofocado—. ¡No mellame así…! Por el amor de Dios, ¿no se da cuenta de que estoycompletamenteabatido?

—Loveo,losé,tengolaculpa,hepuestoeldedoenlallaga,¿no?—dijoAttwater—.SiDiosquiere,hoyseacercaráunarrepentidoatutrono.¡Venga,vengaagozardelamisericordia!¡DiosdeseaconcederlelaGracia,laGracia!

Extendió los brazos en forma de cruz, su cara brillaba como la de unserafín; suvoz,alpronunciar laúltimapalabra,parecíaapuntode romperallorar.

Herrickparecióreaccionarderepente.

—Attwater—dijo—,meestállevandomásalládeloquepuedosoportar.¿Quévoyahacer?Yonocreo.Deverdad;esto,paramí,noesmásquesimplecultura popular. No creo que haya ninguna forma de expresar nada bajo elcieloporlacualyopuedaliberarmedelacargaquellevosobreloshombros.Tengoqueenfrentarmeconmis responsabilidades,nopuedoeludirlas; ¿creequenoloharíasipudiera?Peronopuedo,no,nopuedo,¡basta!

EléxtasissehabíaevaporadodelsemblantedeAttwater;eloscuroapóstolhabía desaparecido; en su lugar había un amable e irónico caballero, que sequitóelsombreroehizounareverencia.Lahizoconpresunción;esoprovocóqueHerrickseruborizase.

—¿Quéhace?—preguntó.

—¿Volvemos a casa? —dijo Attwater—. Están a punto de llegar losinvitados.

Herrickcontinuódepieduranteunmomentocon lospuñosy losdientesapretados;mientrasestabaasí, se leaparecióelmotivodesuvisita,comosifuera la luna moviéndose entre las nubes. Había venido para atraer a este

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hombre a la goleta, pero no lo había conseguido; francamente, ni siquierapodría decirse que lo hubiese intentado; estaba seguro de que fracasaría, losabía;tambiénsabíaqueesoseríalomejor.¿Quépasaríadespués?

Conunlamentosediolavueltaparaseguirasuanfitrión,queloesperabacon una educada sonrisa, y lo condujo al momento a través de la oscuracolumnatadepalmeras;latierraofrecíatodosuperfume,elaireeraaromáticoycálidoalolfato;dentrodelbosque, lejos,podíadivisarseel resplandordelfuegoqueindicabadóndeestabalacasadeAttwater.

Entre tanto, Herrick se resistía a la tentación de acercarse a Attwater,tocarleenelbrazo,susurrarlealoído;«Tengacuidado,vanamatarlo».Podíasalvarse una vida; pero ¿las otras dos? Iban y venían ante él las tres vidas,como los cubos en un pozo, como los platillos de una balanza. Tenía queelegir, teníaqueelegir rápidamente.Duranteunos intensosminutos, laruedadelavidagiróanteél,sabíaquepodíacambiarsudirecciónconsólotocarla,podía elegir quién viviría y quién moriría. Analizó a los tres hombres. LeintrigabaAttwater, se sentía sorprendido, confuso,peroa lavez le resultabarepugnante.Vivo,noleparecíagrancosa,perolasolaideadeverlomuertoleeratandesagradablequeloperseguíacomounavisión,enlaquenofaltabancolorysonido.Teníaconstantementeanteéllaimagendeestehombreenormeheridodediferentesformasyendiferentesposturas;seloimaginabadecúbitoprono,supino,delado,obien,agarradoalajambadelapuerta,conelgestoconvulso,condedosquepierdenlafuerzaenmediodelaagonía.Oíaelclicdelgatillo,elgolpedelabala,elgritodelavíctima;veíalasangrecorrer.Estareconstrucciónimaginarialorepresentabacomosiestuvieraconsagrado,hastaelpuntodequenoleparecíasinocarnedispuestaparaelsacrificio.Después,empezóa analizar aDavis, dededosgruesos, basto, vulgar, con aquelvaloradmirable, con la alegría de los días de hambre, la atrayente mezcla dedefectos y virtudes; el repentino resplandor de una ternura demasiadoprofunda para manifestarse mediante lágrimas; sus hijos, Adar, la de laenfermedad de los intestinos, lamuñeca deAdar. No, ni en la imaginaciónpodía la muerte tocar la cabeza de este hombre; el sofoco y los músculostensos informaron de repente a Herrick de que el padre de Adar tendríasiempreenélunhijofielhastalamuerte.InclusoHuishparecíatambiéntomarparte en esa consagración; habían llegado a ser comohermanos por todo loque habían compartido diariamente; había un lazo implícito de lealtad tantopor la convivencia en el barco como por las anteriores desgracias; Herricktenía que cumplir la palabra dada, o quedaría deshonrado: ante el horror detenerqueelegirentredosmuertesinesperadas,nolecabíandudas: teníaqueserAttwater. Tan pronto como llegó a esa conclusión (un fallo judicial), seapoderódeélelpánico:cuandoexaminósuconciencia,sólovioturbulenciaeinexpresableslamentos.

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En esta reflexión no había cabida para él mismo, para Robert Herrick.Habíaaceptadolabajamarenloquesereferíaalosasuntosdeloshombres,lamarea lo había arrastrado lejos, ya oía el rugido del maelstrom que loarrastrabaysepultaba.Ensuendemoniadaydeshonradaalmanohabíaniunsolopensamientoparasímismo.

No sabía cuánto tiempo llevaba caminando junto a su compañero. Lasnubessefueronderepente;elentusiasmoseacabó;sesentíatranquilo,conlatranquilidad de la desesperación; recuperó el habla y oyó sorprendido supropiavoz:

—¡Quétardetanagradable!

—Sí, ¿verdad? —dijo Attwater—. Sí, las tardes aquí son realmenteespléndidassiunotienealgoenquéaprovecharlas.Poreldíasepuedecazar.

—¿Cazausted?—preguntóHerrick.

—Sí,soyloquesediceunbuencazador—dijoAttwater—.Escuestióndefe; mis balas siempre aciertan, si alguna vez fallara, no me recuperaría ennuevemeses.

—¿Nuncafalla?—dijoHerrick.

—No,amenosquequierafallar—dijoAttwater—.Perolomejoresfallaraposta.HubounavezunviejoreydelasislasoccidentalesquesolíavaciarsuWinchesteralrededordeunhombre;lerozabaelpeloolequitabaalgunodelos harapos con todas las balas excepto con la última; ésa iba directamenteentrelosojos.Eracurioso.

—¿Sabríahacereso?—preguntóHerrickuntantonervioso.

—Séhacer loquequiera—respondióelotro—.Ustedno loentiende: loquedebehacersedebehacerse.

Yaestabancercadelapartetraseradelacasa.Unodeloshombresestabaocupado preparando el fuego para cocinar, que ardía con el brillo claro,intensoynaturaldelascáscarasdelcoco.Seolíanaromasdecarnesextrañas.Había algunas lámparas encendidas que bordeaban la terraza, el lugar sereflejabaenelcrepúsculoentrelassombrasqueofrecíanlosárboles.

—Vengaalavarselasmanos—dijoAttwater;locondujoaunahabitaciónlimpiayoscuraenlaquehabíaunacuna,unacajafuerte,unaodosestanteríascon librosenunarmariodecristal,yun lavabodehierro.Enesemomento,Attwatervociferóalgoenelidiomadelosnativos;almomentoaparecióenlapuertaunachicajovenregordetayguapa,conunatoallalimpia.

—¡Hola! —exclamó Herrick, que veía por vez primera al cuartosuperviviente de la plaga, y que estaba impresionado por las órdenes del

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capitán.

—Sí—dijoAttwater—,todalacoloniaviveahoraenlacasa,loquequedadeella.Tenemosmiedodelosdemonios,¡quéselevaahacer!Tanierayelladuermenenelsalóndelaentrada,elotrochicoduermeenlaterraza.

—Esguapa—dijoHerrick.

—Demasiado guapa—dijo Attwater—. Por eso la he casado. Nunca sesabecuándosevaasentiratraídounhombreporunamujer;poreso,cuandonosquedamos solos, llevé a los dos a la capilla y celebramos la ceremonia.Ellaprotestó.Peroyonocompartotodoesodelromanticismodelmatrimonio—explicó.

—¿Lepareceunasalvaguardia?—preguntóHerricksorprendido.

—Por supuesto. Soy un hombre sencillo, muy literal. «Lo que Dios haunido…».Creoqueesesoloquesedice.Portanto,unoloscasayrespetaelmatrimonio—dijoAttwater.

—¡Ah!—dijoHerrick.

—Mire, puedo hacer un matrimonio excelente cuando llegue a casa—empezóadecirAttwaterconfidencialmente—.Soyrico.Sóloestacajafuerte—dijo poniendo lamano sobre ella— representa una buena fortuna, cuandotengatiempoparavenderlasperlasenelmercado.Aquísehallaacumuladalariqueza de diez años en la laguna, donde he tenido, al menos, diez buzostrabajando todo el día; lo he hecho mejor que otros, porque muchas soncultivadas.¿Quiereverlas?

La confirmación de la conjetura del capitán hizo que Herrick seestremeciese;secontuvo,aunquecondificultad.

—No, gracias, creo que no—dijo—.Nome importan las perlas. Sientobastanteindiferenciaconrespectoatodaesa…

—¿Bisutería? —sugirió Attwater—. A pesar de todo, creo que deberíaecharunvistazoamicolección,porqueesúnicayporque…¡Diosmío,estoesloquepasaatodoyatodos,pendemosdeunhilo!Hoyfloreceycrece,peromañanapuedeacabartodoenelhorno.Hoyestáaquí,todojuntoenestacaja;mañana, ¡esta misma noche!, cada una podría ir por su camino. ¡Hombrenecio,estamismanochepodránrequerirleelalma!

—Nolecomprendo—dijoHerrick.

—¿No?—preguntóAttwater.

—Parecequehablamedianteadivinanzas—dijoHerrickuntantoinquieto—. No logro comprender qué clase de hombre es usted, ni adonde quierellegar.

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Attwater aún permanecía con las manos en las caderas y con la cabezainclinadahaciaadelante.

—Soy un fatalista —replicó—, pero en estos momentos (ya que lopregunta)soyuncientífico.Hablandodetodounpoco,¿quiénpintóelnombredelagoleta?—dijocontonoirónico—,porque,nosésisabequecualquieradiría que podría hacerse algo mejor. Apenas puede leerse, y todo lo quemerezcalapenahacersedebehacersebien.¿Nocree?¡Aquesí!¿Quierequedemosunpaseoporlaterraza?Quierosaberquéleparecemijerezseco.

Herrick lo siguió hacia una mesa que relucía con manteles y cristal; losiguiócomoundelincuentesiguealverdugo,olaovejaalcarnicero;cogióelvino, bebió, dijo unas elogiosas palabras de cumplido.Ahora elmotivo delterror había cambiado por completo. Hasta este momento había visto aAttwater como una víctima indefensa, atado y amordazado; había deseadoincluso correr hacia él, salvarlo; sin embargo, ahora lo veía erguido ante él,misterioso, amenazador, como un ángel exterminador, con un conocimientosuperior, temible. Soltó el vaso, se dio cuenta con asombro de que lo habíavaciado.

—¿Siemprevaarmado?—dijo;yenseguidasediocuentadequehubiesesidomejormorderselalengua.

—Siempre—dijo Attwater—. He tenido que enfrentarme con un motínaquí;unodelosincidentesdemividademisionero.

Justoenesemomentooyeronvocesdesdelaterraza,yvieronacercarseaHuishyalcapitán.

Lacena

Sesentaronparacelebrarelbanqueteenlaisla,unbanquetenotableporsuvariedadyrefinamiento:sopadetortuga,filete,pescado,aves,unlechón,unaensaladadecoco,ycocofrescoasadoparapostre.Noabrieronningunalata;y,exceptuando el aceite y el vinagre de la ensalada y algunas hojas verdes decebollas que el mismo Attwater cultivaba y recogía, ni siquiera loscondimentos procedían de Europa. Alternaron el jerez, el vino blanco y eltinto,dejaronelchampándelaFaralloneparaelfinal,conelpostre.

Estaba claro que, al igual que algunos religiosos radicales, antes de lostiemposdelaabstinencia,Attwaterteníaalgodeepicúreo.Paraestaspersonas,comerbien eraunade las cosasmás importantes, por esohabíaordenadoypreparado una exquisita cena; sus modales se habían dulcificadoconsiderablemente. Un gato de gran tamaño se sentaba en su hombro

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ronroneando,y,devezencuando,conunsigilosozarpazo,capturabaalgunapresaenelaire.PodríadecirsequeAttwaterseasemejabamuchoalgato,yaquetambiénél,presidiendolamesa,semovíalentamenteintentandoatenderatodotipodecumplidoseinsinuaciones,utilizando,oportunamente,lasuavidady la garra. Huish y el capitán se rindieron al encanto de su generosahospitalidad.

Sin embargo, para el tercer invitado, todos estos detalles del banquetepasaban inadvertidos.Herrick se limitaba a aceptar todo lo que le ofrecían;comíaybebíasinsiquierasaborear,oíatodosincomprendernada.Sumente,enesemomento,estabaocupadaencontemplarelhorrordelascircunstancias.Consideraba lo que Attwater sabía, lo que el capitán había planeado, y sepreguntabaquiénseríaelprimeroentraicionar;poreste terrenovagabansuspensamientos.Habíamomentosenlosquehubieradeseadoderribarlamesayhuir en medio de la noche. Pero incluso eso le estaba prohibido: hacercualquiercosa,deciralgo,hacercualquiermovimientosólosupondríaacelerarla bárbara tragedia; por tanto, continuaba sentado, como hipnotizado,comiendo, intensamentepálido.AttwateryDavis lomirabandetenidamente;Attwater con miradas penetrantes, de soslayo, pero sin interrumpir laconversación; el capitán, sin embargo, lo contemplaba con ansiedad ypreocupación.

—Tengo que decir que este jerez es de primera calidad—dijoHuish—.¿Cuántolehacostado,sinoesmuchopreguntar?

—Ciento doce chelines en Londres, más el flete a Valparaíso, y deValparaísohastaaquí—dijoAttwater—.Noesunlíquidodelospeores,creo.

—¡Ciento doce!—murmuró el empleado, disfrutando del vino y de lascifrascomosiestuvieseenéxtasis—.¡Ay,Diosmío!

—Encantado de que le guste tanto—dijo Attwater—. No se prive,Mr.Whish,quédeselabotella.

—Micompañerono se llamaWhish, sinoHuish, señor—dijoel capitánsonrojándose.

—Lepidodisculpas.HuishynoWhish,porsupuesto—dijoAttwater—.Iba a decir que todavía tengo ocho docenas—añadió,mirando fijamente alcapitán.

—¿Ochodocenasdequé?—dijoDavis.

—Dejerez—respondió—.Ochodocenasdeexcelentejerez.Desdeluego,síquetienevalor,paraalguienqueentiendadevino.

Estasambiguaspalabrassobresaltaronaquienes teníanremordimientodeconciencia;Huishyelcapitánseirguieronenlassillas,lomiraronasustados.

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—¿Cómoquevalor?—dijoDavis.

—Unvalordecientodocechelines—contestóAttwater.

Elcapitánrespiróconfuerza.Habíabuscadoconganasparahallaralgúntipo de coherencia en las palabras de su compañero; después, con granesfuerzo,cambiódetema.

—Supongoquesomoslosúnicosblancosdeestaisla,¿no?—dijo.

Attwaterlesiguió,consolemneseriedad,alnuevocampodeinterés.

—ExceptoelDr.Symondsyyo,sí, losúnicos—contestó—.Pero¿quiénsabe? Durante todos estos años alguien ha podido vivir aquí; de hecho,creemosqueasíhasido.Crecencocoterosportodalaisla,esraroqueesoseaobra de la naturaleza. Además, cuando llegamos a tierra, encontramos unmonumentoenlaplaya,deusodesconocido;peroprobablementeerigidoparaaplacaraalgúngranespíritucuyonombrenadiesabrá,poralgunoscaballerosnada inteligentes de cuyos huesos no ha quedado recuerdo.Además, la isla(véase el Directorio) ha sido descrita en dos ocasiones; desde miarrendamiento,hemostenidodosnaufragios.Todolodemásespuraconjetura.

—ElDr.Symondsessusocio,¿no?—dijoDavis.

—¡Buenmuchacho, Symonds! ¡Cómo lo lamentará cuando se entere dequehanestadoustedesaquí!—dijoAttwater.

—EseldelTrinityHall,¿no?—dijoHuish.

—Sí,ysiustedpudieradecirmedóndeestáelTrinityHall, ¡meharíaunfavor,Mr.Whish!—respondió.

—Supongoquellevaunatripulacióndenativos—dijoDavis.

—Comosehamantenidoelsecretodurantediezaños,podríadecirquesí—respondióAttwater.

—Mireloqueledigo—dijoHuish—.Todoestoestáfrancamentebien,eslamardebonito,nohayduda,peronoesparamí,nomegusta.Eseseestilode«Elviejopuentejuntoalmolino»;demasiadolejosdetodo.¡AmídemelascampanasdeLondres!

—Nocreaquehasidosiempreasí—respondióAttwater—.Laislaestuvohabitada, aunque ahora, ¡escuchen!, lo único que puede oírse es la soledad.Paramíesestimulante.Yaqueestamoshablandodecampanas,voyahacerunexperimento en medio de este silencio—había una campana de plata a suderecha para llamar a los criados; les hizo una señal para que se quedasenquietos, golpeó la campana con fuerza, se inclinó hacia adelante. Se oyóclaramente; el sonido se adentró en medio de la noche en la desierta isla;murió a lo lejos, hasta que sólo quedó en los oídos de cada uno una tenue

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vibraciónquenisiquieraeraunsonido.

—¡Casasvacías,marvacío,playassolitarias!—dijoAttwater—.¡Aunasí,Diosoyelacampana!¡Nosotrosestamosaquí,sentadosenestaterraza,enunescenariollenodeluz,conelcieloporespectador!¿Aestolollamansoledad?

Sehizounlargosilencio,elcapitánestabafascinado.

Después,Attwaterseriosuavemente.

—Sondiversionesdeunsolitario—siguióhablando—,queacasocarezcade buen gusto.Hay que contarse a veces cuentos de hadas para no sentirsesolo.Pero ¿si hubiera algode cierto en las supersticiones,Mr.Hay?Bueno,aquíestáel tinto.NopuedoofrecerleLafitte,capitán,porquecreoquesehavendidotodoenlosvagonesrestaurantedesuinmensopaís;peroesteBráne-Moutonesdeunabuenacosecha,Mr.Whishloconfirmará,seguro.

—¡Qué idea tan extraña! —exclamó el capitán, estallando de repente,comosisehubierarotoelhechizoquelomanteníamudo—.¿Pretendequemecreaqueustedsesientaaquítodaslastardesyllama…llamaalosángeles…aquísolo?

—Como hecho histórico, ya que usted lo ha preguntado de forma tansincera, no—dijo Attwater—. ¿Para qué tocar una campana cuando puedesurgir de unomismoyde todo lo que lo rodeaun silencio tan solemne?Elmínimolatidodemicorazón,elmenorpensamientodemimenteresuenanenlaeternidadparasiempre,siempreysiempre.

—¡Ah,bueno—dijoHuish—,apaguelaslucesyaparecerálaBandadelaEsperanza!Vamos,estonoesespiritismo.

—No seburle,Mr.Whish, le pidoperdón, capitán:Huish, noWhish, esverdad—dijoAttwater.

CuandoelcriadoestaballenandoelvasodeHuish,labotellaseleescapóde lasmanos, se rompió; el vino sederramópor el suelode la terraza.Unasonrisa tenebrosa, funesta, apareció en el rostro de Attwater; golpeó lacampana con fuerza, los dos oscuros nativos se quedaron firmes, callados,temblaban.Hubounmomentodesilencio,miradashostiles;despuésleshablómuyenfadadoensupropialengua;luegoleshizoungesto,elserviciosiguiócomoantes.

Ningunodeloscomensalessehabíafijadohastaahoraenelportedeestosdoshombres.Eranmorenos,bajos,peroestabanbienformados:caminabansinapenashacerruido,servíansilenciosamente,traíanvino,platos,interrogabanasuamoconlamirada.

—¿Dóndereclutalamanodeobra?—preguntóDavis.

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—¡Ah!,¿dóndeno?—contestóAttwater.

—Supongoquenodebedeseruntrabajofácil—dijoelcapitán.

—¡Dígamedóndesí loes!—dijoAttwater, encogiéndosedehombros—.Ennuestrocaso,comonodijimosadondelosllevábamos,tuvimosqueandarmuchoparahallarlos.Hemos idopor eloestehastaKingsmills,ypor el surhastaRapaIti.¡QuépenaqueSymondsnoestéaquí!Siempretieneunmontónde anécdotas. Ese era su trabajo, reclutarlos. Luego empezaba el mío, laeducación.

—¿Quieredeciradiestrarlos?—preguntóDavis.

—Sí,adiestrarlos—dijoAttwater.

—Unmomento—dijoDavis—,aversimeentero.¡Cómo!¿Quieredecirquelohahechosolo?

—Tenía que hacerlo solo—dijoAttwater—, no había nadie que pudieraayudarme.

—¡Diosmío,debedeserustedaterrador!—exclamóelcapitáncongranadmiración.

—Lohicelomejorquesupe—dijoAttwater.

—¡Ah!—exclamóDavis—, yo he sido capataz, y no de losmalos.Mehacía respetar. Tercer oficial, doblé el Cabo de Hornos con un puñado debribonesquehubiesensidocapacesdesacaralmismodiablodelinfierno,ylohubiesendejadofuera,perodigoyoquelodeMr.Attwatersellevalapalma.¡Enunbarco,bueno,nohayproblemas!Tieneslaleydetuparte,esoestodo.Pero en esta maldita playa, sin nada, excepto un látigo y un montón deinsultos, yme pide que… ¡no señor!, ¡no basta! ¡Yo no valdría!—exclamóDavis—.Eslaconfianzadelrespaldodelaley—añadió—,¡siempre!

—Lascosasnosonloqueparecen—comentóHuishconhumor.

—Bueno, hay formas de entender la ley —dijo Attwater—, había quehacermuchascosas.Aveceserabastanteaburrido.

—¡Merío!—dijoDavis—.¡Yodiríaquetuvoquesermuydivertido!

—Alomejorestamosdiciendolomismo—dijoAttwater—.Sinembargo,deunaformauotra,conseguímeterlesenlacabezaquedebíantrabajar,ylohicieron…¡hastaqueelSeñorselosllevó!

—Seguroqueleshizoespabilar—dijoHuish.

—Cuandoeranecesario,Mr.Whish,leshacíaespabilar—dijoAttwater.

—Claroquesí—exclamóelcapitán.Estabamuyrojo,peronoporelvino,

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sino por la admiración; sus ojos miraban fijamente a los del otro conentusiasmo—. ¡Claro que lo hizo, esmás, me imagino cómo lo hizo! Diosmío,esustedtodounhombre,puededecirqueyoafirmoqueesustedtodounhombre.

—Esustedmuyamable—dijoAttwater.

—¿Algunavez…algunavezsehacometidoaquíalgúndelito?—preguntóHerrick,rompiendoelsilencioconunavozqueteníauntonodereproche.

—Sí—dijoAttwater—,secometió.

—¿Cómolosolucionó?—exclamóelcapitánconimpaciencia.

—Bueno, verá, fue un caso raro —contestó Attwater—. Un caso quehubiesedejadoboquiabiertoalmismoSalomón.¿Selocuento?,¿quieren?

Elcapitándijoquesíalmomento.

—Bien—dijoAttwaterconvozcansada—,asífue.Imaginenquehaydosnativos,elsumisoyelhosco.Yoyasabíacómoeracadaunodeellos,estabanjuntos. El sumiso se ofrecía siempre voluntario, el primero, como vino quesalieradelabotella;elhosco,sinembargo,erasiempreelsegundo.Elsumisosiempre estaba sonriendo; intentaba llamar la atención, le encantaba hablar;sabíaaproximadamenteunadocenadepalabrasdelinglésparaandarporcasa,tenía unas gotas de cristianismo. El hosco era muy trabajador, parecía unaabejatriste.Cuandoalguienledirigíalapalabra,contestabaconmiradatétrica,se encogía de hombros, pero hacía las cosas. Nunca lo pondría yo comoejemplodebuenaeducación,nolegustaballamarlaatención,peroerafuerte,constante,muyobediente.Elhoscosemetióenproblemas,noimportacómo:infringióalgunasnormas,selecastigóporello,sinquesurtieseningúnefectoenél.Asíundíayotroyotro,hastaqueempecéacansarme,ymetemoqueelhoscotambiénsecansó.Llegóundíaenquecometióunairregularidad,quizáportrigésimavez;memirócontristeza,perohabíafuegoenlamirada,parecíaquequeríahablar.Perolasnormasdejanbienclaroquenosepermitehablar,noseconsentíaniserecibíaningunaexplicación.Locallé,perotoménotadelasituación.Aldíasiguientenoapareció.Fueunfastidio;si lostrabajadoresseescapaban,lapesqueríaseríaundesastre.Laislamideunassesentamillas,comosifueraunacallemayor;laideadeperseguirloeraunapuerilidad,nisemepasóporlamente.Dosdíasmástarde,descubríalgo;medicuentadequeel hosco había sido castigado injustamente de principio a fin, el culpablerealmente era el sumiso. El nativo charlatán, como la mujer que duda, novalen.Siempreestabahablandoymintiendo;habla,mienteyobservatucaraparaversitehaagradado,hastaquealfinal,¡surgelaverdad!Saliódelpropiosumiso a su debido tiempo. No le dije nada; lo despedí. Aunque era tarde,porqueyaeracasidenoche,salíabuscaralhosco.Notuvequeirmuylejos;

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aproximadamenteadoscientasyardasdecamino,lalunamelomostró.Estabacolgado de un cocotero, no entiendo demasiado de botánica como paraexplicarcómo,peroasíescomosesuicidan losnativos,nuevedecadadiezcasos.Teníalalenguafuera,pobrediablo,lospájarossehabíanadueñadodeél;lesahorrarélosdetalles,¡eraunavisiónrepugnante!Estuvepensandosobreelasuntounasseishorasenestaterraza.Sehabíahechoburlademiideadelajusticia;creoquenuncahabíaestadotanenfadado.Aldíasiguientehicesonarlaconchaparalosobrerosantesdequesalieraelsol.Cogíunarmaymepuseen camino con el sumiso. Estabamuy hablador, el pobre se imaginaba quetodo ibaa irbienahoraquehabíaconfesado;comodiríauncolegial, estabasimplementehaciendolapelota;nohacíamásquehablardebuenavoluntad,debuenaconducta,nirecuerdoloquelecontesté.Entoncesvimoselárbolyalahorcado.Todosirrumpieronenlamentosporsucompañero,elsumisoeraelplañidero más apenado. Era bastante sincero; una criatura desagradable sinningunaconcienciadeculpabilidad.Bien, enesemomento,paraabreviar, ledijequesubieraalárbol.Sequedómirándomefijamenteduranteunmomento,memiraba preocupado, con una sonrisa forzada; pero subió. Fue obedientehastael final;poseíamuchasvirtudes,peromentía.Tanprontocomoestuvoarribamiróhaciaabajo,elrifleloapuntaba,sequejócomounperro.Sepodíaoír unamosca volar, había dejadode quejarse; allí estaba él, en la copa delárbol, del color del plomo;más abajo estaba el hombremuerto, queparecíabailarenelaire.Fueobedientehastaelfinal,enumerósusdelitos,encomendósualmaaDios.Después…

Attwatersecalló;Herrick,quehabíaestadoescuchandoatentamente,hizounmovimientoconvulsoquelehizotirarelvaso.

—¿Después?—dijoelemocionadocapitán.

—Disparé—dijoAttwater—.Cayeronjuntos.

Herrick,congestodehorror,sepusoenpiedeunsaltoygritó:

—¡Fueunasesinato!—gritó—, ¡unasesinatoa sangre fría! ¡Esustedunmonstruo! Asesino hipócrita…, asesino hipócrita…, asesino hipócrita —repetía,mientrastartamudeabaalpronunciarestaspalabras.

Elcapitánseacercóaélalmomento.

—¡Herrick!—gritó—,¡compórtese!¡Noseaestúpido!

Herrick luchaba por desembarazarse de él, como un niño frenético; derepente,hundiendo la cara entre lasmanos, sollozó, elprimerodeuna largaserie que sacudía en silencio su cuerpo, que hacía que saliesen de él unossonidosindescriptibleseincomprensibles.

—Suamigoparecealgonervioso—señalóAttwater,que seguía sentado,

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inmóvil,peroquenoperdíadetalledeloqueocurría.

—Debedeserelvino—contestóelcapitán—.Nosuelebeber.Creoquemelovoyallevar.Unpaseoloespabilará,supongo.

Se lo llevó sin que se resistiera, pronto se perdieron en la noche; perodurante un rato,mientras se alejaban, oyeron la voz que intentaba calmar aHerrick, y se oía a éste que contestaba, a intervalos, con el típico sonidomecánicodelahisteria.

—¡Quéescándalo!—comentóHuish,queseguíasirviéndosevino(delcualderramó bastante) con la soltura de todo un caballero—. Un hombre debesabercómocomportarseenlamesa—añadió.

—Muymala educación, ¿no?—dijoAttwater—.Bueno, nos han dejadotête-à-tête.¡Bebamosunvasodevino,Mr.Whish!

Unapuertaabierta

ElcapitányHerrickcaminabanenlaoscuridad,deespaldasalaterrazadeAttwater,sedirigíanhaciaelembarcadero,alaplayadelatolón.

La isla, a esta hora, con la suavidad de la arena del suelo, con un techosujetado comopor columnas, con la intensa iluminaciónde las lámparas, serevestía de un aire de irrealidad, como si fuera un teatro vacío o un jardínpúblicoamedianoche.Cualquierabuscaríaestatuasymesas.Nocorríaelaireentre las palmeras, el silencio se hacía cada vez más intenso debido alcontinuo clamor del oleaje a orillas del mar, como el ruido del tráfico quecircularaporlacalledeallado.

El capitán caminaba aprisa con el enfermo, aún le hablaba, intentabatranquilizarlo;lollevóhastaelotroladodelatolón,locondujohastalaplaya,allílelavólacabezaylacaraconaguatibia.Seleibapasandoelataquepocoa poco, los sollozos ya no eran tan agitados; finalmente cesaron; por unacoincidenciaextrañaperonatural,laspalabrasdeconsuelodelcapitánfuerondesapareciendo también poco a poco, los dos permanecieron callados. Lalagunadelatolónrompíaasuspiesenpequeñasolas,conunsonidodelicadocomounsusurro;seveíanreflejadasenelenormeespejoestrellasdelosmásdiversostamaños;elcolor,menosdelicado,delaluzdefondeodelaFarallonelucía amedio camino.Durante largo rato continuaron observando el paisajequeteníandelante,escuchabancondeleitelossusurrosysuspirosdeltranquilooleaje,olosecosmáslejanosygravesdelacostaexterior.Durantelargoratonosupieronquédecir;cuando,porfin,llegaronlaspalabras,llegaronparalosdosalmismotiempo.

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—¿Sabeloqueledigo,Herrick…?—empezóadecirelcapitán.

Herricksevolviólentamentehaciasucompañero,loasustóconungritodedesesperación:

—¡Levemosanclas,hagámonosalamar!

—¿Adónde, hijo? —dijo el capitán—. Es muy fácil decir que levemosanclas.Pero¿adóndevamos?

—Al mar —contestó Herrick—. ¡El mar es lo suficientemente grande!¡Ah,alejémonosdeestaespantosaislaydeesehombresiniestro!

—Sí, bueno, ya veremos—dijoDavis—.Tranquilícese, ya veremos quéhacemos.Estámuycansado, esoes loque lepasa; esustedunpuronervio,comoJemimar;tienequetranquilizarseyvolverensí,yahablaremosluego.

—Hagámonosa lamar—repitióHerrick—,a lamar, estamismanoche,ahora,¡ahoramismo!

—Nopuedeser,hijo—contestóel capitánmuyserio—.Nosehacea lamarunbarcobajomimandosinprovisiones,esopuededarloporsentado.

—Me parece que no lo entiende—dijoHerrick—.Le digo que todo haterminadoya.Notenemosnadaquehaceraquí,unavezqueéllosabeyatodo.Eldelgatosabetodo,¿esquenosedacuenta?

—¿Todode qué?—preguntó el capitán, evidentemente desconcertado—.¿Por qué? Nos ha recibido como todo un caballero, nos ha tratado conamabilidad, hasta que usted empezó con sus tonterías; debo decirle que hevistohombresquehanmatadoconmenosmotivo,¡yanadieleimportó!¿Quéesloqueespera?

Herricknodejabademoversedeunladoparaotroenlaarena,moviendolacabeza.

—Estaba jugando —dijo—; estaba jugando con nosotros, sólo estabajugando;paraesonosquiere.

—Habíaalgoraro,esosíesverdad—admitióelcapitán,titubeando—;lodeljerez.Francamente,noloentendí.Dígame,Herrick,nomehabrádelatado,¿verdad?

—¡Cómo! ¡Delatarlo! —repitió Herrick con ironía, con voz cansada yquejumbrosa—.¿Quéesloquehayquedelatar?Somostransparentes,senotaalaleguaquesomosunosbribones,¡yunbribónesunbribón!Antesdesubirabordo,vio elnombre tachado,ya entonces sedio cuentade todo.Dioporseguroqueíbamosamatarloallíyentonces,poresoestuvojugandoconustedy conHuish. ¡Decía que estaba asustado!Despuésme llevó hasta la orilla,¡qué momentos tan agradables! «Los dos delincuentes», así los llamaba a

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ustedyaHuish.«¿Quéesloquehaceuncachorrillocondosdelincuentes?».Esome preguntó.Me enseñó las perlas; dijo que podría perderlas antes delamanecer,«todopendedeunhilo»,dijo, se sonreía aldecirlo, ¡qué sonrisa!¡Nopodemoshacernada,selodigo!Losabetodo,nosconoceperfectamente;sóloconseguimosqueserieradenuestrasmentiras; ¡nosmirayseríecomoDios!

Se quedaron callados. Davis permanecía de pie con el ceño fruncido,contemplandolanoche.

—¿Las perlas?—dijo de repente—. ¿Se las ha enseñado? ¿Las tiene encasa?

—No,nomelasenseñó;semeolvidódecirlo:solamentevilacajadondelasguarda—dijoHerrick—.¡Peronoconseguiráquitárselas!

—Con respecto a eso, todavía tengoquedecir unpar de cosas—dijo elcapitán.

—¿Cree que habría estado tan tranquilo en lamesa si no hubiera tenidotodo previsto? —exclamó Herrick—. Los sirvientes estaban armados. Élestaba armado; siempre lo está; me lo dijo. Nunca lo hallará desprevenido.Davis, ¡lo sé! Todo ha terminado, se lo digo y se lo demuestro. Todo haterminado, todo ha terminado. No hay nada, nada que hacer. Nada tienesentidoparamí,nilavida,nielhonor,nielamor.Diosmío,Diosmío,¿porquéhabrénacido?

Sequedaroncalladostrasestearrebato.

Elcapitánsellevólasmanosalafrente.

—¡Otra cosa!—exclamó—. ¿Por qué le ha contado a usted todas estascosas?¡Mepareceunalocura!

Herrickmoviólacabezacontristeza.

—Noloentenderíaaunqueseloexplicase—dijo.

—Creoquepuedoentendercualquier imbecilidadqueustedmeexplique—dijo.

—Puesmuybien,esunfatalista—dijoHerrick.

—¿Quéeseso?,¿quéesunfatalista?—dijoDavis.

—Es un tipo que cree en muchas cosas—dijo Herrick—; cree que susbalassiempredanenelblanco;creequetodoocurrecomoDiosquiere,hagasloquehagas;cosasasí.

—Bueno,tambiényocreolomismo—dijoDavis.

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—¿Deveras?—dijoHerrick.

—¡Claroquesí!—dijoDavis.

Herrickseencogiódehombros.

—Entonces debede ser usted un idiota—dijo, y apoyó la cabeza en lasrodillas.

Elcapitánseguíadepiemordiéndoselasuñas.

—Hayalgoseguro—dijoporfin—.TengoquesacaraHuishdeahí.Noestápreparadoparaenfrentarseconunapersonacomolaqueustedhadescrito.

Sediolavueltaparairse.Laspalabrashabíansidomuyclaras,aunquenoeltono;peroelotrolointerpretócorrectamente.

—¡Davis!—gritó—,¡no!¡Nolohaga!Pienseenmí,nolohaga;pienseenustedydéjeloenpaz,¡porelamordeDios,poreldesushijos!

Lavozcrecióhastaconvertirseenunaardientequejaapasionada;unpocomás, y hasta su no muy lejana víctima habría podido oírlo. Pero Davis sevolvióconungestoyunablasfemia salvajes; eldesdichado jovense tumbóconlacaracontralaarena,allísequedó,mudoeindefenso.

Entre tanto, el capitán se puso en camino rápidamente hacia la casa deAttwater.Mientras se dirigía hacia allí, se le agolpaban las ideas. Se habíadadocuentadetodo,sehabíaburladodeellosdesdeelprimermomento;¡yaleenseñaríaél a reírsede JohnDavis!,paraHerrickeracomoundios; sólopedíaunsegundoparaapuntarbien,yyanohabríadios.Seriocuandosintiólaculatadelrevólver.Teníaquehacerloahora,mientrasiba.¿Desdeatrás?Eradifícilllegarhastaallí.¿Desdeelotroladodelamesa?No,elcapitánpreferíadisparardepie,detalformaqueunopuedaestarsegurodequeagarrabienelarma.LomejorseríallamaraHuish,ycuandoAttwatersepusieradepieysediese la vuelta, entonces, ése sería el momento. Absorto en sus planes, elcapitánsedirigíahacialacasaconlacabezabaja.

—¡Arribalasmanos!¡Alto!—gritólavozdeAttwater.

Elcapitán,sinpensarlo,obedeció.Fueunacompletasorpresa.Animadoyaaconvertirseenunasesino,sehabíametidosinquererenunaemboscada;ahíestaba,conlasmanoslevantadas,mirandohacialaterraza.

La fiesta ya había terminado. Attwater, apoyado contra una columna,apuntabahaciaDavisconelWinchester.Unodelossirvientesestabajuntoaél, con otra arma entre los gruesos brazos, estaba nervioso, los ojos, muyabiertos, revelaban su agitación. En la cabecera de la escalera, otro nativoayudaba a Huish, que sonreía estúpidamente, a sostenerse en pie; Huishparecíacontemplarconatenciónexclusivasucigarroapagado.

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—Bueno—dijoAttwater—,¡creoqueesustedunaprendizdepirata!

Elcapitánhizoeseextrañoruidoconlagargantaquecarecedenombre;seahogabaderabia.

—LedevuelvoaMr.Whish,mejordicho,lacarneempapadaenalcoholenquesehaconvertido—continuóAttwater—.Hablademasiadocuandobebe,capitán Davis del Sea Ranger. Ya he terminado con él, se lo devuelvo congratitud. ¡Eh! —gritó con furia—. Otro falso movimiento como ése y sufamilia tendrá que lamentar la pérdida de un valioso padre; ¡ni un solomovimiento,Davis!

Attwaterpronuncióunapalabraenlalenguanativa,sumiradacontinuabafijaenelcapitán;elsirvienteempujóconfuerzaaHuishhaciaadelantedesdeelbordedelaescalera,éstefuetropezandohastaquecayóatierra,rebotó,seirguióapoyándoseenunapalmera.Sumenteestabaporcompletoajenaa loqueocurría;laexpresióndeagoníaquedeformósurostroenelmomentodelempujón fue probablementemecánica; sufría estas convulsiones en silencio,aferradoaunárbolcomounniño;parecía,porlosmovimientos,queestuvieraentretenidobuscandomanzanasenunárbol.Unamentemásabiertaounojomásobservadorpodríanhabersedadocuentadequeunpocomásadelante,enlaarena,fueradelalcancedesumano,estabaelcigarroapagado.

—¡Aquítienesucarroñalondinense!—dijoAttwater—.Ahoramuybienpodríapreguntarmeporquénoterminoconusteddeunavezportodas,comosemerece.Lediréporqué,Davis,porquenotengonadaquehacerconelSeaRanger,ni con lagentequeustedahogó,ni con laFarallone,ni el champánquerobó.ÉsassoncuentasentreustedyDios,élllevaesoslibrosdecuentas,éldecidirácuándoquierecuadrarlas.Pormiparte,yonotengosinosospechas,peroyonomatoporsospechas,nisiquieraasabandijascomousted.Peroenloqueamíse refiere,escúchemebien, sivuelvoaveracualquieradeustedesporaquí,entoncesseráotracosa,tendráquetragarseunabala.¡Fueradeaquí!¡Andando!,sirealmentevaloraesoqueustedconsiderasuvida,¡mantengalasmanosarribamientrassemarcha!

El capitán se quedó como estaba, con las manos levantadas y la bocaabierta:comohipnotizadoyfurioso.

—¡Enmarcha!—dijoAttwater—.¡Un,dos,tres!

Davissediolavueltaysealejólentamente.Peroyacuandodiolavueltaestaba pensando en la venganza. En un abrir y cerrar de ojos se escondiódetrásdeunárbol,seagachópistolaenmano,seasomódesdeelescondite,seleveíanlosdientes,parecíaunaserpientedispuestaaatacar.Demasiadotarde.Attwater y los sirvientes habían desaparecido; sólo brillaban las lámparassobre la solitaria mesa y sobre la brillante arena alrededor de la casa; las

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lámparas arrojaban en todas direcciones las nítidas y altas sombras de laspalmeras.

Davis apretó los dientes. ¿Adónde se habrán ido, los cobardes? ¿En quéagujero se habrán escondido para que no los alcance? Era absurdo queintentase hacer algo, solo, con un revólver de segunda mano, contra trespersonasarmadasconWinchesters,quenoasomabannisiquieraunaorejaporningunodeloshuecosdelasilenciosacasailuminada.Algunospodríanestaragachadosenlapartetraseradelacasa,apuntándoleenesemismomomentodesdeeltechodelabodega,dondeguardabanlasbotellasvacíasylostrastos.No,nohabíanadaquehacer,sólopodía(sitodavíaeraposible)retirarseconsusdestrozadasydesmoralizadastropas.

—Huish—dijo—,venga.

—Heperdidoelcigarro—dijoHuish,acercándosecontorpeza.Elcapitándejósalirunaamargablasfemia.

—Vengaaquíahoramismo—dijo.

—De acuerdo. Dormir aquí con Attwater. Subir a bordo mañana —contestóconbuenhumor.

—¡Por el amor deDios, si no viene aquí ahoramismo, le dispararé!—exclamóelcapitán.

Nosepuedesabersielsentidodeestaspalabrasllegóaabrirsepasohastala mente de Huish, pero, en un intento de coger el cigarro, se tambaleó yavanzóconpasoirregular;asípudollegarhastaDavis.

—¡Ahoracamineenlínearecta—dijoelcapitánagarrándolo—,osabráloqueesbueno!

—Heperdidoelcigarro—respondióHuish.

La furia contenida del capitán estalló. Cogió a Huish, lo agarró por elcuellodelabrigo, lo llevócorriendohastaelmuelle, loempujóbruscamentehaciéndolecaerdebruces.

—¡Busqueelcigarro,cerdo!—dijo;soplóelsilbatohastaquelabolitaenelinteriordejódemoverse.

Una actividad inmediata respondió a bordo de la Farallone; se oyeronvocesalolejos,enseguidaseoyóelsonidodelosremossobrelasuperficiedela lagunadelatolón;almismotiempo,cerca,Herrickse levantóyempezóacaminar lentamente. Se inclinó sobre la despreciable figura de Huish, bocaabajo,alparecersinconocimiento,tendidojuntoalmascarón.

—¿Muerto?—preguntó.

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—No,noestámuerto—dijoDavis.

—¿Attwater?—preguntóHerrick.

—¡Cierreelpico!—contestóDavis—.Creoqueesosíquesabráhacerlo,¡porDios,sino,yoleenseñaré!Noaguantarémástonteríassuyas.

Esperaron en silencio hasta que la barca tropezó en el extremo delembarcadero;cogieronaHuishde lospiesy lacabeza, locondujeronporelembarcadero, loarrojaronal fondode labarca sinningúncuidado.Mientrasbajaba,aúnseleoyóalgoacercadelapérdidadelcigarro;despuésdequelosubieranalagoletacomosifueraunbulto,ydequelodejaranenelpasilloparaquedurmiera,aúnpudooírsequedecía:

—¡TipoestupendoesteAttwater!

Aunquehabría hecho falta un experto para entender lo que dijo.Esto estestimoniodecuántainocenciaalbergabaesteespíritugenerosorespectodelasaventurasdelatarde.

Elcapitánsepusoapasearporelcombés,conpasosinterrumpidosporlaira; Herrick apoyó los brazos en la barandilla; la tripulación ya se habíaretirado. El barco semecía con un delicadomovimiento; a veces una poleatrinaba comoun pájaro.En la orilla, entre las columnas de las palmeras, seveíalacasadeAttwater,querelucíaacausadelailuminacióndelaslámparas.Nadamásseveía,niarribaenelcieloniabajoenlalagunadelatolón,exceptolasestrellasysureflejo.Podríanhabersidominutos,inclusohoras,eltiempoqueHerrickpasóallíapoyado,mirandoelagua,bebiendopaz.«Unbañodeestrellas», estaba pensando cuando, de repente, se posó en su hombro unamano.

—Herrick—dijo el capitán—, he estado paseando y pensando en cómoresolverlosproblemas.

Eljovenseestremeció,peronocontestó,nisiquieravolviólacabeza.

—Supongo que fui un poco brusco con usted en la orilla—continuó elcapitán—, lo cierto es que estaba fuera de mí; pero ya se me ha pasado,tenemosquepensarenhaceralgo,ustedyyo.

—Nopensaré—dijoHerrick.

—¡Vamos, amigo!—dijo Davis con amabilidad—; ¡éste no nos vale denada,yalohavisto!Tienequearmarsedevalor,yayudarmeaquelascosassalganbien. ¡No ledará la espaldaaunamigo! ¡Esonoespropiodeusted,Herrick!

—Sí,síqueloes—dijoHerrick.

—¡Venga,vamos!—dijoelcapitán;secallócomosirealmentenosupiera

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cómo seguir—. Mire —exclamó—, tómese una copa de champán. No lotocaréparamostrarlequesoysincero.Simplementeesuntónicoparausted,lopondráapunto.

—¡Déjemeenpaz!—dijoHerrick;sediolavuelta.

Elcapitánloagarróporlamanga;élseloquitódeencima,sevolvióhaciaél,porunmomentopareciócomosifueseundemonio.

—¡Váyasealinfierno!—gritó.

Sediolavueltadenuevo,estaveznadielomolestó,sedirigióhaciadondeestaba amarrada la barca, meciéndose, que de vez en cuando se golpeabacontra la goleta. Miró alrededor. Una de las esquinas de la camareta seinterponía entre el capitány él; todoenorden;nadie lovería enestaúltimaescena. Se introdujo silenciosamente en la barca; después se metió,silenciosamente también, en el agua cuajada de estrellas. Se puso a nadar,comoporinstinto;yatendríatiempoparaparar.

La entrada en el agua sirvió para aclararle las ideas al momento. Losacontecimientos de tan desdichado día pasaron ante él como un friso depinturas; agradeció a los dioses, si existieran, la puerta que se le abría alsuicidio. Dentro de poco habría acabado todo, habría acabado la neciaaventura, el hijo pródigo volvería a casa.Ante él lucía un brillante planeta,dibujabaconclaridadunaestelaenelagua.Pensóqueleindicabaelcaminoqueteníaqueseguir.Seríaloúltimoquevería:esamotadeslumbrantequeélhabía agrandado al momento hasta convertirla en Laputa; por sus terrazaspaseabanhombresymujeresderasgosdulcesyhorrorososalmismotiempo,que lomiraban con indiferente compasión. Los espectadores imaginarios loconsolaban;secontabaasímismolasconversacionesde losotros;hablabandeélydesutristedestino.

La creciente frialdad del agua le hizo despertar de todas esas fantasías.¿Porquédemorarlo?Aquí,justodondeestabaahora,quecayeraeltelón,quehallaraporfinelrefugio,quereposaracontodaslasrazasygeneracionesdehombresenlacasadelsueñoeterno.Erafácildedecirydehacer.Sólohabíaque dejar de nadar: no había ningún misterio, si es que de verdad queríahacerlo. ¿Podía?No, no podía.Lo supo almomento. Fue consciente en esemismoinstantedelaoposicióndesusmiembros,unánimeeinvencible,queseaferrabanalavidaconunúnicoyfirmepropósito,dedotrasdedo,tendóntrastendón; algo que, almismo tiempo era y no era él; almismo tiempo estabadentro y fuera de él; se había cerrado cualquier válvula minúscula en sucerebro;conunsimplepensamientovirilpodríavolveraabrirla,peroteníasupropiodestino, nomenos ineludibleque la leyde lagravedad.Acualquierapuede alcanzarlo a veces una conciencia que lo golpee en todas lasarticulaciones del cuerpo a la vez, el soplo del espíritu, algo que no es

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completamentesuyo,quesumenteserebele;quesinembargoeseespíritulolleve en contra de su voluntad a dondeno quisiera ir.En esemomento, eseespíritu se le apareció a Herrick con la fuerza de una aparición. No habíaescapatoriaposible.Sehabíacerradolapuertaantesucaradeapóstata.Debíaregresaralmundodeloshombressinilusión.Debíaarrastrarsehastaelfinalcon lacargadesuresponsabilidadydesudesgracia,hastaqueunresfriado,unabalaperdida,unmisericordiosoverdugoacabaranconsu infamia.Habíahombresquesesuicidaban,habíaotrosqueno;éleradelosqueno.

Durantealmenosunminuto, todoelembrollodeestedescubrimientoseagitóensumente;aestosiguióunasombríacerteza;conlaincreíblesencillezdelasumisiónanteunhechoyaaceptado,sediolavueltaynadóconfuerzabuscandolaorilla.Habíaunavalentíaenestadecisiónquenosupoapreciar;nosupoapreciarelvalordesudecisión.Sólosabíapensarenladegradaciónde su cobardía. Lo golpeó, como viento en la cara, una fuerte corriente deagua; luchócontraellacon fuerzaycon fatiga, sinningúnentusiasmo,peroganóterreno;medíasuavance,sinilusiones,mediantelahileradeárboles.Porunmomento, tuvounatisbodeesperanza.Oyó,haciaelsur,enmediode lalagunadelatolón,elchapoteodeungranpez,sindudaalgunauntiburón;separó un rato, flotando en el agua. ¿No sería el verdugo? Pensó. Pero elchapoteocesó;sehizounprofundosilencio;Herrickhizounúltimoesfuerzopor llegar a la orilla, enfurecido consigo mismo. ¡Ah, le daba igual lo deltiburón,perosiseacercaba…!Susonrisaeratrágica.Habríapodidoescupirseasímismo.

Sobrelastresdelamañana,lasuerte,lacorrienteyelrumboquemarcabaelhechodequefueradiestro,decidieronquellegasealaorillajustoenfrentedelacasadeAttwater.Sesentóallí,sequedócontemplandounmundoenelque no había ni una sola luz de esperanza. ¡El pobre traje de buzo de lavanidad estaba hecho trizas!El cuento de hadas del suicidio, la idea de eserefugioque lo aguardaba, algoque siempre lohabía seducidoy apoyadoentodas las decisiones de su vida, ¡vaya!, también eso había sido un cuento,también eso había sido una superstición. Se daba cuenta de que,inevitablemente, el resto de su vida tendría que enfrentarse con lasconsecuenciasdesusactos.Clavadosobreunacruz,conlosclavosdehierrodesupropiacobardía.Noteníalágrimas,noqueríacontarsemáscuentos.Elascoquesentíahaciasímismoeratalqueinclusotodoelprocesodemitologíaapologética había cesado. Se sentía como un hombre que hubiera sidoderribadodeunacolumna,quetuvierarotostodosloshuesos.Setumbóallí,asumióloshechos,nisiquieraintentólevantarse.

Empezabaaamaneceralotroladodelaisla,elcielobrillaba,lasnubessehabían teñido de espléndidos colores, las sombras de la noche se habíanevaporado.Derepente,Herricksediocuentadequeelatolónylosárbolesse

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habíanvueltoaponersuradianteuniforme;vio,abordodelaFarallone,queDavisapagabaelfarol,queempezabaasalirhumodelacocina.

Davis,sinningunaduda,habíareconocidoalafiguradelaplaya;oquizádudaba, porque, después de haber estado mirando durante largo ratohaciéndose sombra sobre los ojos con la mano, se metió en el camarote ycogió los prismáticos. Eran muy buenos, Herrick los había usado confrecuencia.Conuninstintodevergüenzaocultólacaraentrelasmanos.

—¿Quélotraeporaquí,Mr.Herrick-HayoMr.Hay-Herrick?—preguntóAttwater—. La vista de su espalda desde mi posición actual es realmentebuena, yoqueustedmequedaría quieto.Nospodemos llevar bien así, tal ycomoestamos,porque siusted sediese lavuelta, ¿sabe?, creoqueeso seríadesagradable.

Herrickempezóalevantarselentamente;lelatíaconfuerzaelcorazón,seapoderó de él un repugnante nerviosismo, pero supo controlarse. Se dio lavuelta despacio, se enfrentó con Attwater y con la boca de un rifle que loapuntaba.«¿Porquénopudehacerloanoche?»,sepreguntó.

—Bien,¿porquénodispara?—dijoconvozaltaytemblorosa.

Attwater, lentamente, puso el arma bajo el brazo, después se metió lasmanosenlosbolsillos.

—¿Quélotraeporaquí?—repitió.

—No lo sé —dijo Herrick, diciendo después con una exclamación—:¡Algoquerráhacerconmigo!

—¿Estáustedarmado?—dijoAttwater—.Lopreguntoporpreguntar.

—¿Armado?¡No!—dijoHerrick—.¡Ah,sí,síqueloestoy!

Arrojóalaplayaunapistolaempapada.

—Estámojado—dijoAttwater.

—Sí,estoymojado—dijoHerrick—.¡Algoquerráhacerconmigo!

Attwaterleyósurostroconmuchaatención.

—Esodependeráenbuenamedidadeloqueustedsea—dijo.

—¿Quésoy?¡Uncobarde!—dijoHerrick.

—Pocopuedehacerseconeso—dijoAttwater—;sinembargo,cualquieradiríaqueesunadescripciónmuybuena.

—Y¿qué?—exclamóHerrick—.Es lo que soy.Platos rotos, un tamborreventado; todami vida se ha ido al agua; nome queda nada en qué creer,exceptoenelmásintensohorrordemímismo.¿Porquéhevueltoausted?No

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lo sé; usted es frío, cruel, odioso; le odio o creo que le odio. Pero es ustedhonrado, un caballero. Me entrego, completamente inerme, a usted. ¿Quétengoquehacer?Sinopuedohacernada,seapiadosoyatraviésemeconunabala,¡sólosoyuncachorrilloconunapatarota!

—Siyofueraustedrecogeríaesapistola,vendríaacasaymepondríaropaseca—dijoAttwater.

—¿Lo dice en serio? —dijo Herrick—. Usted sabe que ellos…, quenosotros…,queellos…,supongoquelosabetodo.

—Sébastante,sí—dijoAttwater—.Vengaacasa.

Elcapitán,desdelacubiertadelaFarallone,viocómolosdoshombresseinternabanenlasombradelaarboleda.

DavidyGoliat

La cegadora luz del día mostraba un ovillo humano: piernas encogidas,caracontralacamareta;eraHuish.Losfrágilesmiembroscubiertosporlafinavestimenta tropical apenas ocultaban unos huesos que parecían los de unpajarillo.Davis, sentadosobre laborda,agarradoaunestay, locontemplabacon pesar, se preguntaba qué clase de consejo podría ofrecer semejanteinsignificancia. Desde que Herrick hubo desertado, desde que se pasó alcampoenemigo,Huisheraloúnicohumanoquelequedaba,elúnicoayudanteyoráculo.

Reflexionósobrelasituaciónconelcorazóndesfallecido.Sehallabaenunbarco robado, las provisiones, bien por el descuido inicial, bien por lamalaadministraciónduranteelviaje,eraninsuficientesparapoderllegaracualquierpuerto, sólo podían regresar a Papeete; allí, el justo castigo los esperaba enforma de gendarme, de juez con sombrero extraño, de horror en la lejanaNoumea.Poresapartenohabíaningúnatisbodeesperanza.Aquí,enlaisla,eldragón había despertado; Attwater con los hombres y los Winchestersvigilabanyhacíanlaguardiaenlacasa,¡aydelqueseatrevieseaacercarse!¿Qué les quedaba, pues, sino sentarse allí sin hacer nada, paseando porcubierta hasta que llegase el Trinity Hall y los esposaran, o hasta que lacomida se terminasey comenzasenapasarhambre?Davis estabapreparadoparalodelTrinityHall;haríaunabarricadaenlacamareta,moriríaallímismo,comounarataensuagujero.Pero¿lootro?ElviajedelaFarallone,quetantoprometía,enelqueélhabíapuestotantointeréssolamentedossemanasantes,¿podríaserestapesadillasuconclusión?¿Sepudriríaelbarcoallífondeado?¿Se acercaría a rastras la tripulación para agonizar junto a los imbornales?

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Antesquesemejantecertidumbre,cualquierpeligroseríapreferible.Casiseríapreferiblelevaranclasyprobarsuerte,yquizámoriramanosdeloscaníbalesencualquieradelasmenosconocidasPomotu.Explorabaconlamirada,contodocuidado,cieloymar,buscandoalgúnindiciodeviento,perolasfuentesdelosalisiosestabansecas.Pordondeayerounassemanasantescorríaunabulliciosacorrienteazulque transportabanubes, reinabaahoraelsilencio; laatmósfera permanecía inmóvil. En la inacabable cinta de la isla que sedesplegaba a uno y otro lado, cubierta de palmeras plateadas, verdes ydoradas, no se movía ni siquiera la más leve brizna; las palmerascontemplabansusquietasimágenesenlalagunadelatolón,comosifuerandemetal.Lalargacintacomenzabaareverberarbajoelsol.Nohabíaescapatoriaposible ese día, ni probablemente al día siguiente. ¡Pero las provisionesseguíanconsumiéndose!

Entonces inundó aDavis, desde lomásprofundode su ser, o, almenos,desdealgúnpunto lejanoentre los recuerdosdesu infanciae inocencia,unaoladesuperstición.Estarachademalasuerteeraalgosobrenatural,inclusoenlos juegos de azar interviene la suerte; parecía como si el diablo hubierarepartido las cartas. ¿El diablo? Volvió a oír con claridad la campana deAttwater,quesonabaenmediode lanoche, lejos,queseextinguía.Pero¿siDios…?

Pensó en otra cosa almomento.Attwater, ése era el problema.Attwatertenía comida y un tesoro: representaba la comida en el presente, la riquezafutura. Tendrían que enfrentarse con Attwater, debía morir. Enrojeció devergüenzaalrecordarloimpotentequesehabíasentidolanocheanterior,losdespectivoscomentariosquetuvoquesufrirensilencio.Laira,lavergüenza,el amor a la vida, todo apuntaba en una dirección, el problema era cómo.¿Cómo llegar hasta él?, ¿tendría fuerza suficiente?, ¿lo ayudaría estedesdichadopuñadodehuesosapoyadoenlacamareta?

Lo miraba con rara curiosidad, como si pudiera leer su alma; en esemomento,eldurmientesemovióconunaligerainquietud,sediolavueltaderepente,abriólosojosyselequedómirando.Davismantuvolamismamiradalúgubre,Huishapartólavista,sesentó.

—¡Diosmío,quédolordecabezatengo!—dijo—.Creoqueanochebebídemás.¿DóndeestáellloróndeHerrick?

—Sehaido—dijoelcapitán.

—¿Atierra?—exclamóHuish—.¡Vaya!,tambiénamímegustaríair.

—Legustaría,¿no?—dijoelcapitán.

—Sí,megustaría—contestóHuish—.MegustaeseAttwater.Esuntipoestupendo, nos llevamos la mar de bien en cuanto ustedes se fueron. ¿No

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tenemosaquísuvino?¡EscomoelamontilladodeSpiersyPond!Megustaríatomarmeuntrago—suspiró.

—Pues no va a volver a tomarmás, eso para empezar—dijoDavis conseriedad.

—¿Quéesloquelepasa,Davis?¿Resaca?Puesyonoestoydemalhumor—dijoHuish—;estoycontentocomouncanario.

—Sí—dijo Davis—, está usted contento, ya lo veo, también lo estabaanoche,creo,lodemostróperoquemuybien.

—¿Cómo?—dijoHuish—,¿qué?,¿dequédemostraciónmehabla?

—Bien,selodiré—dijoelcapitánbajándoselentamentedelaborda.

Lohizo,conpelosyseñales,lerefirióysubrayócadaunodelosinsultos;su vanidad y la de Huish estaban en juego, torturó ambas a conciencia;mientrashablabacausabaysufríaagoníasdehumillación.Fuelaobramaestradesarcasmodeunhombresinpretensiones.

—¿Qué le parece?—dijo cuando hubo terminado; se quedó mirando aHuishazorado,serio,perotodavíadesafiante.

—Lediréloquepienso—respondió—,hicimoselridículo.

—Por supuesto—dijoDavis—, ¡Dios qué ridículo hicimos!Megustaríaveraesehombrederodillasantemí.

—¡Ah!—dijoHuish—,pero¿cómoloconseguiremos?

—¡Éseeselproblema!—exclamóDavis—.¡Cómohacernosconél!Soncuatrocontrados,aunquesólohayunoquecuente,Attwater.Metámosleunabala a Attwater, los demás saldrán corriendo y cacareando como gallinasasustadas;elbuenodeHerrickvendráconelsombreroenlamanoparaqueledemos su parte de las perlas. ¡El problema es cómo coger a Attwater! Nisiquierapodemosacercarnos,noscazaríacomoaperrossinosacercáramosenlabarca.

—¿Tiene algún interés especial en cogerlo vivo o muerto? —preguntóHuish.

—Loquieromuerto—dijoelcapitán.

—¡Bien! —dijo Huish—, entonces creo que me prepararé algo paradesayunar.

Sedirigióalacamareta.

Elcapitánlosiguió.

—¿Quéhadicho?—preguntó—.¿Quéideahatenido?

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—Déjeme en paz, ¿vale? —dijo Huish mientras abría una botella dechampán—.Oirámisplanespronto.Espereaquemecalmelaresacaconunacopadechampán—sebebióelvasoyfingióescuchar—.¡Escuche!—dijo—,escúchelo burbujear. Como el jamón al freír. Sírvase un vaso y verá quéamablesevuelve.

—¡No!—dijoelcapitánconénfasis—;¡no,deningunamanera!Hayquetrabajar.

—Ustedpagayusted elige, amigo—respondióHuish—.Mepareceunavergüenzaestropeareldesayunoporalgoqueyaeshistoria.

Sebebiólastrescuartaspartesdeunabotelladechampán,mordisqueóunagalleta,muydespacio;elcapitánestabasentadoenfrente,esperandocomouncaballoquetascaraelfrenoconimpaciencia.Huishapoyólosbrazossobrelamesa,sequedómirandoaDavis.

—¡Cuandoquiera!—dijo.

—Ahoramismo,¿cuáleslaidea?—dijoDavisconunsuspiro.

—Juegolimpio,¿eh?—dijoHuish—.¿Dígameprimerocuáleslasuya?

—El problema es que no tengo ninguna —contestó Davis; estuvodivagandounbuen rato, una conversación absurda, acercade los problemasconlosqueseenfrentaban,sediorazonesperfectamentesuperfluassobresupropiofracaso.

—¿Ya?—dijoHuish.

—Yamecallo—respondióDavis.

—Bueno,entonces—dijoHuish—,demelamanoydiga:«Quemepartaunrayosinoayudoaestehombre».

Apenassubióeltonodevoz,perosuinterlocutorseinteresóvivamente.Lacara parecía la representación de la astucia, el capitán retrocedió comoparaevitarungolpe.

—¿Paraqué?—dijo.

—Vaya—dijoHuish—.Exijogarantías.

Continuabaconlamanoextendida.

—Noveoaquévieneestapayasada—dijoelotro.

—Yosí—respondióHuish—.Demelamano,digalaspalabrasyoirámiplan.Nolohaga,ynolooirá.

Elcapitánobedeció;respirabadeformaentrecortadaymirabaalempleadoconangustia.Nosabíaquétemer,peroledabamiedoloquepudierasalirde

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aquelloslabiospálidos.

—Ahora, si me permite un segundo —dijo Huish—, iré a buscar a lacriatura.

—¿Lacriatura?—dijoDavis—.¿Aquéserefiere?

—Esfrágil.Hayquetratarlaconcuidado—respondióelempleadoconunguiño,ydesapareció.

Volviósonriéndose,traíaenlamanounpañuelodeseda.LargasarrugasdeperplejidadcubrieronlafrentedeDaviscuandolovio.¿Quépodríacontener?Nopodíapensarennadamásraroqueunrevólver.

Huishvolvióasentarseenelmismositio.

—Ahora —dijo—, ¿se considera usted lo bastante hombre como parahacersecargodeHerrick?,porquedeAttwatermeencargoyo.

—¿Cómo?—exclamóDavis—.¡Nopodrá!

—¡Tranquilo! —dijo el empleado—. Deme tiempo. ¿Cuál es el primerobstáculo?El primer obstáculo es que no podemos llegar a la orilla, le dirécómosalvarlo.¿Quélepareceunabanderablanca?¿Creequevaldráeltruco,oAttwaternosachicharrarácomoperrosenlabarca?

—No—dijoDavis—,nocreoquelohiciese.

—Tampoco yo lo creo —dijo Huish—; no creo que lo hiciese; ¡estoysegurodequenolohará,espero!Entonces,yapuededecirsequeestamosenlaorilla.Lo siguiente es conseguir acercarse algerente.Paraeso tendráqueescribirustedunacartaenlaquedigaqueledavergüenzapresentarseanteél,queelportador,Mr. J.L.Huish, estáautorizadopara representarlo.Armadocon lo que, a simple vista, es un recurso muy sencillo, Mr. J. L. Huishcomenzaráanegociar.

Hizo una pausa como si hubiese terminado, pero aún seguía mirando aDavis.

—¿Cómo?—dijoDavis—.¿Porqué?

—Bueno,verá,ustedesmuygrande—contestóHuish—;élsabequeustedtieneunarmaenelbolsillo,cualquierapodríadarsecuentaenseguidadequeno dudaría en utilizarla. Por tanto, no puede ir, usted queda fuera de juego,Davis. Pero él no se asustará demí, ¡soy tan poca cosa! Estoy desarmado,ninguna duda sobre eso, mantendré las manos bien arriba—se calló—. Sipuedo acercarme con cuidado a él mientras hablamos—prosiguió—, ustedpodríadecirquevoyensondepaz.Sinomedeja,nosvamosynohapasadonada.¿Comprendido?

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La cara del capitán estaba distorsionadapor el tremendo esfuerzoque lesuponíaelintentarcomprenderle.

—No, no comprendo —exclamó—; no puedo entenderlo. ¿Qué quieredecir?

—¡Quiero decir que acabaré con la bestia! —exclamó Huish con unestallidodetriunfoamargo—.Haréqueesematónsecomalahierba.Quieroacabarconélyconsusbromas;entoncesseréyoquienseburledeél,¡ésasíqueseráunabuenabroma!

—¿Cuál?—dijoelcapitán,casiconunsusurro.

—¿Estásegurodequequieresaberlo?—preguntóHuish.

Davissepusodepieysefuehacialacamareta.

—Sí,quierosaberlo—dijoconunúltimoesfuerzo.

—Cuando estás acorralado, haces cualquier cosa, ¿no? —empezó elempleado—. A eso me refiero, porque sé que a la gente no le gusta, seconsideratremendamentevulgar—desdoblóelpañueloymostróunfrascodecuatroonzas—.Vitriolo,esoes—dijo.

Elcapitánlomirófijamenteconlacarapálida.

—¡Estoes!—Seguíamostrándolo—.Quemahastaloshuesos;¡podráverelhumocomosifueraelfuegodelinfierno!Unasolagotasobresusmalditosojosy¡quépenaAttwater!

—¡No,no,porDios!—exclamóelcapitán.

—Vamos,noseamiedica—dijoHuish—,éstaesmifiesta,¿no?Yosíquepuedoacercarmeaesehombreasí,por lasbuenas.Élmidecasidosmetros;yo,apenasalgomásdemetroymedio.Además,tieneunrifleensusmanos,estáalerta,noesunnovato.¡SomosDavidyGoliat,deveras!Silemandaseacercarseyenfrentarseconél,entoncesloentendería.Peronolehemandadoeso.Sólolepidoquepermanezcaallíyentretengaalosnegros.Todoparecerábastantenatural;ya loverá, ¡nadamás!Podráverlocorreryaullarcomounperro…

—¡No!—dijoDavis—.¡Nodigaeso!

—¡Es usted un aguafiestas!—exclamóHuish—. ¿Qué es lo que quiere?Queríamatarlo,anochelointentó.¡Queríamatarlosatodos,lointentó;ahorale enseño cómo hacerlo, y sólo porque hay un frasco con unamedicina, seponehechounafuria!

—Quizátengarazón—dijoDavis—.Peroesquenomeparecebien,sóloeseso.

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—Laaplicacióndelaciencia,supongo—dijoHuishcondesprecio.

—No sé qué es—exclamó Davis, paseando por la cubierta—, ¡pero esalgo!Meniego a hacerlo.Nopuedomancharme lasmanos con un acto tancruel.¡Esdemasiadorepugnante!

—Supongoqueloquelegusta—dijoHuish—escuandotienelapistola,unascuantasbalas,yesparcelossesosdeunhombreportodaspartes,sobregustosnohaynadaescrito.

—Nodigonada—dijoDavis—,esalgodeaquí,dentrodemí.Estontería,simplemente una pura tontería. No lo discuto, simplemente me niego ahacerlo.¿Nohayningunaotraposibilidad?

—Búsquelaustedmismo—dijoHuish—.Noestoycasadoconesto,siesque acaso cree que lo estoy; no soy ambicioso; tampoco quieromandar; loofrezco, eso es todo, ¡si usted no puede enseñarme algomejor, entonces lohago!

—¡Hayriesgos!—exclamóDavis.

—Simepreguntase,lediríaquelasapuestasestánsieteauno,peronohayapostantes—dijoHuish—.Yosoyelcebo,esoesloquesoy.

El capitán se quedómirándolo.Huish seguía allí sentado, pavoneándoseconsumacabravanidad,jactándosedesurefinadamaldad;suvalorydecisiónresplandecían en él como una luz en un fanal. Davis sintió interés y ciertorespeto hacia él, en contra de su voluntad. Hasta ese momento, el gruñónempleado se había mostrado apático, desinteresado, no dejaba de quejarseabiertamentesiteníaquehacercualquiercosa;ahora,comoencantadoporunavaritamágica, allí estaba, sentado,decidido, conel rostro radiante.Sehabíaanimado,pensó,sepreguntó:«¿Quiénlocontrolaráahora?»;seestremeció.

—Mírelo como quiera —continuó Huish—. ¡No tengo miedo! No measustaAttwater nime asusta usted, tampocome asustan las palabras.Ustedquierematara alguien,deacuerdo;peroquierehacerloconmuchocuidado,para no hacer daño a nadie, pero eso es imposible. El asesinato no es nadafino,noesfácil,noesseguro,hacefaltaunhombrequelohaga.Aquíestáesehombre.

—¡Huish!—exclamóelcapitánconenergía;secalló,sequedómirándolofijamenteconlascejasarqueadas.

—¡Bien, continúe! —dijo Huish—. ¿Tiene otra idea mejor? ¿Hay algomejor?

Elcapitánsiguiócallado.

—¡Yalove!—dijoHuish,encogiéndosedehombros.

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Davisvolvióotravezasurápidopaseo.

—Puedequedarsedecentinela todoloquequiera,nohaymássalidas—dijoHuish.

Sequedaroncalladosunmomento;elcapitán,comosilehubiesendadoungolpe,confundido,dudabaentrerechazarlaideaoseguirpensando.

—Pero veamos —dijo, parándose de repente—. ¿Podría…? ¿Podríahacerse?No…,noestanfácil.

—Si consigo ponerme a veinte pies de distancia de él, sí que puedo, siustedestáatento…—dijoHuishcontonoderotundacerteza.

—¿Cómolosabe?—estallóelcapitánconungritoahogado—.¡Esustedunanimal,ustedyalohahechoantes,estoyseguro!

—Eso es asunto mío —contestó Huish—, no soy persona de muchaspalabras.

Seadueñódelcapitánunsentimientodeasco,casillegóasalirungritodesuslabios;dehaberloproferido,habríaatacadoaHuish, lohabríaderribado,habríalimpiadoelsuelodelcamaroteconél,enunaccesodeiraqueeracasiuna reacción moral. Pero pasó el momento, la frustrada crisis lo dejó másdébil.Latentacióneramuygrande;porunaparte:perlas;hambreyvergüenza,por laotra.¡Diezañosdeperlas!Suimaginaciónlas tradujoenunanuevaygloriosaexistenciaparaDavisysufamilia.EllugarparaestanuevavidadebíaserLondres;habíabuenasrazonescontraPortland,Maine;lasimágenesquelellegabanerandecostumbresinglesas.Vioasushijosenlafiladelcolegio,coneluniforme,unprofesorlosatendíayleíaungranlibromientrascaminaba.Sehabía instaladoenunahermosacasa,conelnombreen lapuertadeentrada,Rosemore.Élestabasentadoenunsillóneneljardín,fumandouncigarro,conuncordónazulenelojal,vencedordesímismo,de lascircunstancias,de lamaldad de los banqueros. Vio el salón, con cortinas rojas y conchas en larepisa;con lacuriosa incongruenciade lossueños,sepreparóelaguardienteenlamesadecaobasinentrarenlacasa.Entonces,laFarallonevolvióahaceruno de esos movimientos inútiles e incalificables que (incluso en un barcoanclado en la más completa calma) le recuerda a uno la movilidad de losfluidos;volviódenuevobajolacubiertadelacamareta;laimplacableluzdeldía bañaba todo, iluminaba todos los resquicios; el empleado, con actituddespreocupada,esperabaladecisión.

Empezóacaminardenuevo.Anheló,comouncaballosedientodeagua,elcumplimiento de los sueños; se encendió en su interior la codicia por estascosas.ElúnicoobstáculoeraAttwater,quelohabíainsultadodesdeelprimermomento.Quería compartir conHerrick lasperlas, insistía en eso;Huish seoponía,peroacabóconlaoposición;sealabóasímismo.Él,despuésdetodo,

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noeraquien ibaausarelvitriolo;¿acasoeraélelguardiándeHuish?¡Quépenahaberpreguntado,pero,despuésdetodo…!Vioaloschicosotravezenlafiladelcolegio,conlosuniformesqueenotrotiempoélhabíaconsideradotan finos…A la vez se le vino a lamente la desagradable vergüenza de lanocheanterior.

—¡Hagaloqueledélagana!—dijoconvozronca.

—Sabíaqueaceptaría—dijoHuish—.Ahora,lacarta.Haypapel,plumaytinta.Siéntese,yoledictaré.Elcapitánsesentó,cogiólapluma,miróduranteun momento con impotencia el papel, después miró a Huish. Algo habíacambiado,habíaalgoborrosoensumirada.

—Es un asunto terrible —dijo con un movimiento espasmódico de loshombros.

—Esunbuencomienzo,no lodude—dijoHuish—.Coja tinta.Veamos:SirWilliamJohnAttwater—dictó.

—¿CómosabequesellamaWilliamJohn?—preguntóDavis.

—Lovienunamaleta—dijoHuish—.¿Lotieneya?

—No—dijoDavis—.Unacosamás.¿Quévamosaescribir?

—¡PorDios!—exclamóHuish desesperado—. ¿Qué clase de hombre esusted?Voyadecirleyoquéesloquetienequeescribir,¡esmitarea!,¡siustedfuesetanamabledeescribirlodeunamalditavez!SirWilliamJohnAttwater—repitió.Porfinelcapitánempezóamoverlaplumacasimecánicamente;eldictadocontinuó:

Medirijoaustedconsentimientosdeprofundavergüenzayculpabilidaddespués de los hechos humillantes de la pasada noche. Mr. Herrick haabandonadoelbarcoy,contodaseguridad,lehabráhabladoaustedsobrelanaturaleza de nuestras intenciones. No hace falta decir que no podráncumplirse: el Destino está en contra de nosotros, hemos tenido quedoblegarnos ante él. Consciente como soy de la desconfianza que puedosuscitar, nome atrevo a solicitar el favor de entrevistarme con usted; pero,paraponerfinaestasituacióntanpenosaparatodos,hedelegadoenmiamigoycompañero,Mr.J.L.Huishparaquelemanifiesteunaspropuestasque,porsu moderación, confío en que sean dignas de recibir su atención. Mr. J.L.Huishestádesarmado,¡lojuroporDios!,mantendrálasmanosporencimadela cabeza en todomomento, desde que se acerque a usted. Su fiel servidor,JohnDavis.

Huish leyó la carta con la inocente alegría del aficionado, se rio conemoción, volvió a abrirlamás de una vez después de cerrada para sentir denuevoelmismoplacer;Davis,entretanto,seguíasentado,inmóvil,congesto

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depreocupación.

Derepente,selevantó,parecíadudar.

—¡No!—exclamó—. ¡No, no puede ser!Es demasiado; es una traición.Diosnonosperdonará.

—¿ParaquéquiereaDios?—contestóHuishconvozchillonayconfuria—.UstedyasecondenóhaceañosconlodelSeaRanger,ustedmismolodijo.Porlotanto,daigualqueselecondeneporalgomás,ycierreelpicodeunavez.

Elcapitánlomiróconlágrimasenlosojos.

—¡No!—suplicó—,¡no,compañero!¡Nolohaga!

—Ledoyunultimátum—dijoHuish—.Vayaoquédesedondeestá;nomeimporta;yovoyaveraesehombre,voyaarrojarleelvitrioloa losojos.Siustedsequeda,iréyosolo;probablementelosnegrosmedenungolpeenlacabeza, pero usted no saldrá ganando mucho. Sin embargo, no volveré aescucharningunadesusquejasyestupideces,téngaloporseguro.

El capitán lo aceptó con un nudo en la garganta. La memoria, con vozfantasmal,lerepetíaaloídoalgosimilar,algoqueélmismolehabíadichoaHerrickenunaocasión,peroparecíacomosihubierasidohacíaaños.

—Venga,demelapistola—dijoHuish—.Tengoqueprepararlotodo.Seisbalas,procurenomalgastarlas.

Elcapitán,comosiestuvieraviviendounapesadilla,pusoelrevólversobrelamesa;Huishlimpióloscartuchos,engrasóelmecanismo.

Erayacasimediodía,nocorríaniunapizcadeviento,elcalorapenassepodía soportar, cuando los dos hombres subieron a cubierta, prepararon labarca,unotrasotroentraronenlacámaradelabarca.Pusieronenelextremode un remo una camisa blanca como bandera; los hombres, siguiendoinstrucciones, para que los vieran con claridad, remaban lentamente.La islaaparecíaincandescenteanteellos;sobrelasuperficiedelalagunadelatolón,cegadores rayos de sol como monedas de cobre no más grandes que unamonedadeseispeniquesbailabanyapuñalabanlosojos;unaluzdeslumbrantesedesprendíadelatierra,delmar,inclusodelbarco;comosólopodíanmiraralo lejos con los ojos entrecerrados, el exceso de luz parecía habersetransformadoenunasiniestraoscuridadquepodríacompararseconladeunanubedetormentaantesdedescargarse.

Elcapitánhabíaaceptadolatareaporunadocenademotivos,elúltimodeloscualeseraeldeseodeléxito.Lasupersticióngobiernaatodosloshombres,a los ignorantesya losdenaturalezagrosera,comoDavis, losgobiernaporentero.Podríaasesinar,peroelhorrordelamedicinadelfrascoibamásalláde

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lo que él podía soportar, sentía cómo los últimos lazos que lo unían aDioscomenzaban a romperse. El barco lo llevaba hacia la reprobación, hacia laperdición;sufríaalsertransportadobajounasuertedepasivoconsentimiento,decíaadiósalabondadquehuboenél,alasúltimasesperanzas.

Huish estaba sentado a su lado, estaba animado, aunque no eracompletamente sincero. Quizá jamás haya habido otro hombre tan valiente,valiente como una comadreja; hablaba para hacer público su propio valor,teníaquerepresentarsupapeldeformahistriónica,debíasobrepasarinclusoaHerodes, insultar lomás respetable, desafiar a lomás terrible, como en unadesesperadaapuestacontrasímismo.

—¡Diosmío, qué calor!—dijo—.Hace un calor espantoso. ¡Bonito díaparaserahorcado!Quierodecir,debedeserlamarderaroquetematenenundíaasí.Preferiríaunamañanafríayconescarcha,¿noleparece?—cantando—:«Unamañana fría,deescarchavinimos juntoa la zarza»—hablando—:palabra de honor que hacía diez años que no me acordaba de esto; solíacantarloenlaescuela,enHackney,sellamabaHackneyWick—cantando—:«cómotrabaja,cómotrabaja,cómotrabajaelobrero».

—Menudastonterías.¿Quélepreocupa?¿Legustamáslodeltéopreferirálosplaceresdelgolf?

—¡Cállese!—dijoelcapitán.

—No, si no quiero saberlo —dijo Huish—. Es por razones de índolepráctica, amigo; puedenmatarnos antes de diezminutos, uno boca arriba yotrobocaabajo.Menudasuertesialotroladoaparecieraustedsonriendoyallílo esperase un ángel con su botella de brandy bajo el ala. Usted le diría:«Acérquese,megustaeso».

El capitán refunfuñó. Mientras Huish presumía de valiente, el hombrejuntoaélrezaba.Rezar,¿paraqué?SóloDioslosabe.Perodesuconcienciacontradictoria, ilógica y perturbada, brotaba un torrente de súplicas, tanconfusascomoélmismo,tansolemnescomoeljuicioylamuerte.

—¡Señor,túpuedesverme!—continuóHuish—.Recuerdoqueesoestabaescrito en mi Biblia. También me acuerdo de la Biblia, de Abinadab y losdemás.¡Dios—dijoseñalandoelmeridiano—,verásmuyprontoaunbebedorderon,teloprometo!

Elcapitánseenfureció.

—¡Novoyaconsentirqueseblasfemeenmibarco!—exclamó.

—De acuerdo, capitán —dijo Huish—. Todo sea por complacerle.Cualquier tema que usted quiera sugerir: el pluviómetro, los pararrayos,Shakespeare, instrumentosmusicalesdevidrio…,lostenemostodosamano.

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Ponga unamoneda en la ranura… ¡eh!, ¡ahí están!—exclamó—. ¡Ahora onunca!¿Disparará?

Elhombrecilloseenderezóysecolocóconvalentíaenposicióndealerta;mirabafijamentealenemigo.

Elcapitán,apenaserguido,mirabaconasombro.

—¿Quéeseso?—exclamó.

—¿Quéesqué?—dijoHuish.

—Esasmalditascosas—dijoelcapitán.

En efecto, había algo extraño. Herrick y Attwater, los dos armados conWinchesters, habían salido desde una arboleda justo detrás delmascarón; elsol se reflejaba sobre algometálico, que ocupaba el lugar que en los sereshumanosestá reservadopara lacabeza,perosemovíancomohombres,erancabezassinrostro.ParaDavis,entreelvientoyelagua,sumitologíaparecíahabercobradovida,Tofetparecíavomitardemonios.Sinembargo,Huishnosedejódesconcertarniunmomento.

—Cascosdebuzo,tonto.¿Nolove?—dijo.

—Es verdad —dijo Davis con un suspiro—, pero ¿por qué? Ah, yaentiendo,paraprotegerse.

—¿Quéledije?—dijoHuish—.ComoDavidyGoliat.Losdosindígenas(eranellos losque llevabanlaextraña indumentariadeguerra)sepusieronaderechaeizquierda,secolocaronalasombra,enlosextremosdelaposición.Incluso ahora que ya se había desvelado el misterio, Davis estaba, a decirverdad, preocupado, miraba fijamente el resplandeciente penacho de loscascos,seleolvidó,volvióarecordarlaexplicación,sesonrió.

Attwaterseretiródenuevoalaarboleda;Herrick,elarmabajoelbrazo,seacercósoloalembarcadero.Amediocaminoseparó,saludóalbarco.

—¿Quéquieren?—exclamó.

—SelodiréaMr.Attwater—contestóHuishavanzandocondecisiónporla escalera—. No se lo diré a usted, usted juega sucio, es una serpienterastrera.Tengaunacartaparaél,¡cójala,déselayquelocuelguen!

—Davis,¿esciertoesto?—dijoHerrick.

Davis levantó la barbilla, lanzó una mirada rápida a Herrick, apartó lamirada;semantuvocallado.Lamiradaestabacargadadeprofundaemoción,peroHerricknopudoadivinarsieradeodioodemiedo.

—Bien—dijo—,ledarélacarta.

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Hizounaseñalconelpieeneltablóndelpasillodelembarcadero.

—Nopasendeestaseñalhastaquetraigalarespuesta.

RegresóhastadondeestabaAttwaterapoyadoenunárbol,lediolacarta.Attwaterleechóunvistazo.

—¿Quéquieredeciresto?—preguntó,devolviéndoselaaHerrick—.¿Untruco?

—¡Supongo!—dijoHerrick.

—Dígale que venga—dijo Attwater—. No es uno fatalista sin motivo.Dígalequeseacerqueconcuidado.

Herrick se dirigió de nuevo hacia el mascarón. A medio camino delembarcaderoesperabaelempleado,asuladoestabaDavis.

—Venga Huish—dijo Herrick—. Le ordena que vaya con cuidado, sintrucos.

Huishechóaandarrápidamenteporelembarcadero,hastaqueestuvocaraacaraconeljoven.

—¿Dónde está? —dijo; para sorpresa de Herrick, la cara vulgar einsignificantequeteníaanteélsesonrojóderepente,volvióapalidecer.

—Porahí—dijoHerrick,señalando—.Ahora,lasmanossobrelacabeza.

Elempleadosediolavueltaysedirigióhaciaelmascaróncomosifueseadirigirle sus plegarias; suspiró con fuerza, levantó los brazos. Al igual queotroshombresquecompartíansudesgraciadofísico,lasmanosdeHuisherandesmesuradamentelargasyanchas;laspalmas,enespecial,eranenormes;unfrascodecuatroonzasnoeranadaparaeseespaciosopuño.Enseguidaechóaandarlentamenteparacumplirsumisión.

Herrick lo siguió al principio. Después, un ruido a sus espaldas losobresaltó,sediolavuelta,vioqueDavishabíallegadoyahastaelmascarón.Venía agachado y con la boca abierta, al igual que el hipnotizado sigue alhipnotizador; toda consideración humana e, incluso, la preocupación por lapropiavidaseconsumíanenunaabominableyardientecuriosidad.

—¡Alto! —gritó Herrick, cubriéndole con su rifle—. Davis, ¿qué estáhaciendo?Ustednoviene.

Davis se paró instintivamente, le dirigió la tenebrosa vacuidad de sumirada.

—Póngasedeespaldasalmascarón,¿mehaoído?¡Ahora!—dijoHerrick.

El capitán contuvo la respiración, se colocó contra el mascarón, al

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momentosiguióconlamiradaaHuish.

Habíaunahondonadadearenaenesaparte,unclaroentre los cocoterosdejabapasar ladeslumbrante luzdesol.Enelotroextremo,a la sombra, sepodíaverlafiguradeAttwaterapoyadoenunárbol;haciaél,conlasmanossobre la cabeza, sedirigía el empleadoconpaso torpedebidoa la arena.Elbrillodellugarresaltabalabajaestaturadelhombre;noseríamenosmilagrososuempeñoquesiuncachorropretendieraasaltarunafortaleza.

—Ahí,Mr.Whish.Ahíestábien—exclamóAttwater—.Aesadistancia,conlasmanosarriba,seabuenchico;puedeponermedesdeahíaldíarespectodelasintencionesdelcapitán.

La distancia entre los dos era de, unos cuarenta pies aproximadamente,Huishlamidióaojo,setragóunamaldición.

Estabaangustiadoporelesfuerzodecaminarsobrelaresbaladizaarena,ledolíanlosbrazosporlaposiciónenquelostenía.Teníapreparadoelfrascoenlamanoderecha,elcorazónlelatíaconfuerza;convozentrecortadaempezóahablar.

—Mr.Attwater—dijo—,nosésiustedhabrátenidomadre…

—Paraquenoseagotemuchopensando,sí,latuve—respondióAttwater—,perodeahoraenadelante,simeautorizaasugerirlo,noesnecesarioquevolvamosahablardeelladuranteestaconversación.Quizádeberíadecirlequenosoyproclivealasensiblería.

—Lo siento, señor, si me he entrometido en sus sentimientos—dijo elempleado,agachándoseyavanzandounpasomás—.Almenos,señor,nuncadijequenofueraustedunperfectocaballero;séreconocerauncaballeroencuanto lo veo; como tal, no tengo la menor duda en entregarme a sucompasivaconsideración.Esduro,desdeluego,esdurotenerquerebajarseaesto,tenerquevenirapedirlepiedad.

—Cuando, si las cosas hubieran ido bien, todo el lugar podría ser suyo,¿no?—sugirióAttwater—.Comprendoperfectamentesussentimientos.

—Meestájuzgando,Mr.Attwater—dijoelempleado—,¡perosóloDiossabecuáninjustamente!Señor, túpuedesverme,eralafrasequeteníaenmiBiblia,mipropiopadrelaescribióenlaprimerapáginadellibro.

—Siento tener que pedirle perdón de nuevo—dijoAttwater—, peromeparece que se ha acercado usted demasiado, eso, como sabe, no está en eltrato.Meatreveréasugerirque retrocedauno,dos, trespasos,quesequedeahí.

Eldiablo,anteestainconcebibledecepción,seasomóalacaradeHuish;Attwater fue rápido en darse cuenta. Frunció el ceño, se quedó mirando

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fijamente al hombrecito, lo estudió con detenimiento. ¿Por qué se acercabasubrepticiamente?Almomentoelarmaestabaenelhombro.

—Hagaelfavordeabrirlasmanos.Abralasmanos,déjemeverlosdedos,¡perro,tireloquetengaahí!—vociferó;lairaylaconfianzaenloqueestabadiciendocrecíanjuntas.

Acontinuación,casialmismotiempo,elintrépidoHuishdecidióarrojarlo,Attwaterapretóelgatillo.Apenashubounsegundodediferenciaentrelasdosdecisiones, pero fue a favor del hombre del rifle; todavía nohabía salido elfrasco de la mano del empleado, cuando la bala destrozó la mano y alempleado.Enunabrirycerrardeojos,eldesgraciadoyaestabaenlasagoníasdel infierno, bañado en llamas, convertido en un loco vociferante; después,unasegundabala,máspiadosa,acabóconél.

Todohabíaempezadoyterminadoenunsuspiro.AntesdequeaHerricklediesetiempoareaccionar,antesdequeDavispudieraterminardeproferirsugritodeespanto,elempleadoyacíaenelsueloconmocionado.

Attwaterseacercóalcuerpo,seagachóyloobservó;pusosudedosobreelvitriolo,surostropalideció,acontinuaciónsereflejóenéltodasuira.

Davis aún no se había movido; permanecía atónito de espaldas almascarón,agarradoaél,teníaeltorsoavanzado.

Attwatersediolavueltalentamente,apuntóconelrifle.

—¡Davis!—gritóconvozcomounatrompeta—,¡ledoysesentasegundosparaquehagalaspacesconDios!

Davis levantó la mirada, su mente pareció espabilarse. No pensó endefenderse, ni siquiera buscó la pistola. Se quedó quieto, estremecido,preparadoparaenfrentarseconlamuerte.

—Creo que no voy a molestar al Viejo—dijo—, teniendo en cuenta latareaenlaqueestabametidocreoqueserámejorquenomedirijaaél.

Attwater disparó; la víctima hizo un movimiento espasmódico; justoencimadelafrente,unagujeronegromanchólablancuradelmascarón.Hubounapausatenebrosa;serepitióeldisparo,denuevoelgolpeyelruidodelabala contra lamadera; esta vez el capitán la había notado pasar rozando lamejilla.Untercerdisparo,empezóasangrarporunoído;alotroladodelriflequeapuntaba,Attwatersesonreíacomounpielroja.

Davis teníaahoraclaroenquéconsistíaelcruel juegoenelqueéleraelmuñeco; tres veces había saboreado la muerte, debía saborearla siete vecesmásantesdelfinal.Levantólamano.

—¡Unmomento!—exclamó—,aprovecharélossesentasegundos.

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—¡Bien!—dijoAttwater.

El capitán cerró los ojos con fuerza, como un niño,mantuvo lasmanosalzadascongestoridículoytrágico.

—Diosmío,porelamordeCristo,cuidademisdoshijos—dijo;después,unapausayuntitubeo—,porelamordeCristo.Amén.

Abriólosojos,miróalrifleconbocatemblorosa.

—¡Nomehagaesperartanto!—suplicó.

—¿Ésaestodasuoración?—preguntóAttwaterconuntonorarodevoz.

—Esocreo—dijoDavis.

—¿Sí?—dijoAttwater,apoyandolaculatadelrifleenelsuelo—,¿yalohahecho?¿Yahahecholaspacesconelcielo?Porqueconmigosí.Váyaseynocometamáserrores,padrepecador.Recuerdequecualquiercosaquehagaalosdemás,Dioslamultiplicarápormilsobrelossuyos.

El desdichado Davis se alejó tambaleándose del mascarón donde habíaestadoapoyado,cayóderodillas,moviólasmanos,sedesmayó.

Cuandovolvióensí,teníalacabezaapoyadaenelbrazodeAttwater;juntoaélestabaunodeloshombresconelcascodebuzo,llevabauncubodeagua,con la cual, su anterior ejecutor le lavaba ahora la cara. El recuerdo de esetenebrosomomento volvió a resurgir en él; volvió a ver aHuish que yacíamuerto, a símismo tambaleándose al bordede la insondable eternidad.Conmanotemblorosaagarróalhombrealquehabíavenidoamatar; leestalló lavozcomoladeunniñoquehablaentrelosdeliriosdelafiebre:

—¡Ay!¿Nohaymisericordia?¿Quédebohacerparasalvarme?

«¡Québien!—pensóAttwater—,heaquíunverdaderopenitente».

Final

Unhermosoatardecer,caluroso,confuerteviento,dossemanasdespuésdelos acontecimientos descritos, unmes después de que se subiera el telón deestosincidentes,pudoverseaunhombrequerezabasobrelaarenadelaplayadelatolón.Ungrupodepalmerasloseparabadelasviviendas;desdeellugardonde estaba arrodillado, el único trabajo de la mano del hombre queinterrumpía la extensión de agua era la goleta Farallone, en muy diferentefondeadero,ancladaaunasdosmillasabarloventoenmediodelalaguna.Elbulliciodelosalisiosresonabaconviolenciaportodalaisla;laspalmerasmás

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cercanas silbaban y chocaban entre sí por causa del viento, lasmás lejanashacíanunruidograveparecidoaldelasciudades;aunasí,acualquierhombreque no hubiese estado tan absorto le habría llegado, entre el bullicio delviento,laagudanotadelavozhumanaqueprocedíadelasviviendas.Habíaunaactividad intensa.Attwater, con el torsodesnudo, echandounavigorosamano,dirigíayanimabaacincocanacos;porlavozylosanimadosesfuerzos,podíadeducirquealgúngrato imprevistohacíaqueestuviesenajetreados; labanderabritánicaondeabadenuevoalvientoenelmástil.Peroeloradordelaplaya,totalmenteajenoalasvoces,rezabaconvehemenciayfervor;elsonidode su voz aumentaba y disminuía una y otra vez, su rostro brillaba y sedeformabaconcontinuoscambiosdehumor,avecesdepiedad,otrasdeterror.

Antelosojoscerradoselesquifehabíaseguidorumbohacia ladistanteyabandonada Farallone; pudo verse cómo la abordaba la figura de Herrick,cómopasabaa lacamareta,cómosedirigíadespuésalcastillodeproa,paraentrar finalmentepor laescotillamayor.Losmovimientoseranseguidosporunadensanubedehumo;apenashuboregresadoalesquife,cuandoempezabaasepararsedelnavío,lagoletaempezóaarder.Ardíaconviolencia,nohabíaahorradoqueroseno,yelfuelledelosalisiosavivóelfuego.Amediocaminodevuelta,cuandoHerrickmiróhaciaatrás,vioa laFaralloneenvueltahastalos masteleros en llameantes lenguas de fuego, parecía que el humo lopersiguieraa lo largode lasuperficiede la laguna.Enunahora,calculó, lasaguassehabríancerradosobreelbarcorobado.

Sucedióquelabarcasedejaballevarporlafuerzadelviento,mientrasélteníalamiradafijaenlaestela,ymientrasmedíaelprogresodelasllamas;sehallóderepentejustoalnortedelgrupodepalmeras;fueentoncescuandoviolafiguradeDavisabsortoensusdevociones.Lanzóunaexclamación,porunapartedemolestia,porotradediversión:sepusoaltimón,dirigiólaproahacialaplaya,aunosveintepiesdelinconscientedevoto.

Cogiólaboza,bajóatierra,seacercóysequedódepie.Aunasí,elfluirincoherenteyvoluptuosodelosrezosnocesaba.Noleeraposibleentenderlasplegariasdelorador,sequedóescuchandoconunextrañosentimientodebuenhumor y pena; fue solamente cuando oyó su nombre adornado de epítetoscuandopusolamanosobreelhombrodelcapitán.

—Siento interrumpir su actividad —dijo—, pero quiero que vea laFarallone.

Elcapitánsepusoenpiecondificultad,jadeando,conlamiradaabsorta.

—Mr.Herrick, ¡nomesobresaltedeesta forma!—dijo—.Noestoybiendesdeque…—secalló—.Pero¿quémeestabadiciendo?Ah,laFarallone—miróalolejoscontristeza.

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—Sí—dijoHerrick—.¡Allíestáardiendo!Me imaginoquesabrá loqueesosignifica.

—LaTrinityHall,supongo—dijoelcapitán.

—La misma—dijo Herrick—; fue avistada hace media hora, se dirigehaciaaquíatodavelocidad.

—Bueno,tampocomeimportatanto—dijoelcapitán,conunsuspiro.

—¡Vamos,noseadesagradecido!—exclamóHerrick.

—Quizáustednoopinecomoyo,pero,laverdad,preferiríaquedarmeenla isla —contestó el capitán pensativo—. Aquí he hallado la paz, heencontradolapazenlafe.Sí,creoqueestaislaeslobastantebuenaparaJohnDavis.

—¡Nunca había oído otra tontería igual!—exclamó Herrick—. ¡Cómo!Contodoasufavor, laFarallonehadesaparecido,sehadespedidoa toda latripulacióndeformasatisfactoria,tienealgoseguroparasuesposaysushijos,yusted,ustedmismo,¡resultaqueeselfavorito,elniñomimadoarrepentidodeAttwater!

—No,Mr.Herrick,nodigaeso—dijoelcapitánconamabilidad—;sabemuybienqueélnohaceningunadiferenciaentrenosotros.Pero¿porquénopuede ser usted uno de los nuestros?, ¿por qué no se encomienda a Jesús yconoceestemaravillosoParaíso?Esloúnicoquenecesita,digasencillamente:«Señor, creo, ayúdame a creer». Él lo acogerá en sus brazos. ¡Lo sé conabsolutacerteza!¡Tambiényohesidounpecador!

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