aventuras de un cadáver

1
unos anteojos y un sombrero de fieltro echado hacia delante. El pobre Maurice había estado durante tres días imaginándose el aspecto probable de aquel hombre a quien él tomaba por uno de los más temibles bandidos de la hez de Londres. Su primera impresión al ver al verdadero Pitman fue de desencanto, pero una segunda ojeada que dirigió a la extraña pareja, le convenció de que, a pesar de las apariencias, no se había engañado acerca del carácter real del en- cubridor de cadáveres. La verdad es que en su vida había visto hombres vestidos de un modo igual. "¡Sin duda son seres habituados a vivir al margen de la ley", pensó. Luego, dirigiéndose al hombre que acababa de hablarle dijo: -¡Deseo hablar con usted en privado! -¡Oh -respondió Pitman-, la presencia del señor Appleby no es un inconveniente, pues lo sabe todo! -¡Todo! ;Sabe usted de lo que vengo a decirle? -exclamó Maurice-. ¡Del tonel! Pitman se puso blanco como la cera; pero era su virtuosa indignación lo que le hacía palidecer. -¡Conque es usted! -exclamó a su vez-. ¡Miserable! -¿Verdaderamente puedo hablar ante él? - preguntó Maurice señalando al acompañante de Pitman. El epíteto que éste acababa de dirigirle no le causaba impresión, por venir de semejante hombre. -El señor Appleby ha asistido a todas las peripecias del asunto -dijo Pitman-. Él mismo fue quien abrió el tonel. Por tanto, se halla en posesión del criminal secreto de usted. -Pues bien, en ese caso -dijo Maurice-, qué ha hecho usted del dinero? -¡Desconozco de qué dinero me habla! - respondió con energía Pitman. -¡Ah! ¡A mí no me engaña! -declaró Maurice-. He descubierto y seguido su pista. Usted vino a esta misma estación, después de disfrazarse de eclesiástico (sin miedo al sacrilegio de semejante dis-

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unos anteojos y un sombrero de fieltro echado hacia delante.El pobre Maurice haba estado durante tres das imaginndose el aspecto probable de aquel hombre a quien l tomaba por uno de los ms temibles bandidos de la hez de Londres. Su primera impresin al ver al verdadero Pitman fue de desencanto, pero una segunda ojeada que dirigi a la extraa pareja, le convenci de que, a pesar de las apariencias, no se haba engaado acerca del carcter real del encubridor de cadveres. La verdad es que en su vida haba visto hombres vestidos de un modo igual."Sin duda son seres habituados a vivir al margen de la ley", pens.Luego, dirigindose al hombre que acababa de hablarle dijo:-Deseo hablar con usted en privado!-Oh -respondi Pitman-, la presencia del seor Appleby no es un inconveniente, pues lo sabe todo! -Todo! ;Sabe usted de lo que vengo a decirle? -exclam Maurice-. Del tonel!Pitman se puso blanco como la cera; pero era su virtuosa indignacin lo que le haca palidecer.-Conque es usted! -exclam a su vez-. Miserable! -Verdaderamente puedo hablar ante l? -pregunt Maurice sealando al acompaante de Pitman. El epteto que ste acababa de dirigirle no le causaba impresin, por venir de semejante hombre.-El seor Appleby ha asistido a todas las peripecias del asunto -dijo Pitman-. l mismo fue quien abri el tonel. Por tanto, se halla en posesin del criminal secreto de usted.-Pues bien, en ese caso -dijo Maurice-, qu ha hecho usted del dinero?-Desconozco de qu dinero me habla! -respondi con energa Pitman.-Ah! A m no me engaa! -declar Maurice-. He descubierto y seguido su pista. Usted vino a esta misma estacin, despus de disfrazarse de eclesistico (sin miedo al sacrilegio de semejante dis-