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1. ¿Recuperar la autoridad? La violencia es un problema acucian- te en los contextos sociales. La persona violenta está fuera de su natural estado o situación; actúa con ira, con un ímpetu que le lleva en numerosas ocasiones a estar fuera de razón y de justicia. Los casos de violencia causan asombro espe- cialmente en los ámbitos en los que las relaciones interpersonales tendrían que sostenerse por el afecto y la ayuda, como es en el campo educativo, entre amigos, vecinos y familia. Para prevenir estos incidentes es habitual la invitación a pro- mover “educativamente” la competencia social que consiste en la resolución positi- va de los conflictos y de este modo evitar las conductas violentas. Si bien las causas principales de la violencia no radican en carencias única- mente educativas, éstas pueden consti- tuir un factor acelerador de los comporta- mientos agresivos en aquellas personas que no ejercitan el autocontrol ante las circunstancias hostiles y que no advierten el daño —físico, psíquico y moral— que provoca la violencia. La penuria educati- va se distingue con más brillo en el reciente fenómeno del happy slapping en el que el recurso a la violencia es un modo de divertirse. Para el niño, adolescente o joven que no regula sus emociones, la exi- gencia educativa de padres y profesores suscita una resistencia vehemente que obstaculiza el proceso madurativo. Cuestionar esta exigencia remite a pen- sar sobre la vigencia de la autoridad. No es casual por tanto el creciente interés de la investigación por el valor de la autori- dad y de la disciplina en lo que concierne a la educación de los más jóvenes, relacio- nándolo con el control de la violencia. En este artículo reflexionamos sobre algunos aspectos del tema de la autoridad en crisis o de la crisis de la autoridad en el ámbito de la familia, centrándonos en un aspecto, el educativo. Desde de una perspectiva teórica abordamos cómo se pone en duda la necesidad de la autoridad en la educación y cómo se delibera recu- perarla, y si este proceso se ha reproduci- do a la hora de valorar su papel en la familia. Asimismo destacamos en las pro- revista española de pedagogía año LXVII, nº 244, septiembre-diciembre 2009, 511-528 511 Autoridad, familia y educación por Aurora BERNAL MARTÍNEZ DE SORIA y Mª Grazia GUALANDI Universidad de Navarra

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1. ¿Recuperar la autoridad?La violencia es un problema acucian-

te en los contextos sociales. La personaviolenta está fuera de su natural estado osituación; actúa con ira, con un ímpetuque le lleva en numerosas ocasiones aestar fuera de razón y de justicia. Loscasos de violencia causan asombro espe-cialmente en los ámbitos en los que lasrelaciones interpersonales tendrían quesostenerse por el afecto y la ayuda, comoes en el campo educativo, entre amigos,vecinos y familia. Para prevenir estosincidentes es habitual la invitación a pro-mover “educativamente” la competenciasocial que consiste en la resolución positi-va de los conflictos y de este modo evitarlas conductas violentas.

Si bien las causas principales de laviolencia no radican en carencias única-mente educativas, éstas pueden consti-tuir un factor acelerador de los comporta-mientos agresivos en aquellas personasque no ejercitan el autocontrol ante lascircunstancias hostiles y que no adviertenel daño —físico, psíquico y moral— que

provoca la violencia. La penuria educati-va se distingue con más brillo en elreciente fenómeno del happy slapping enel que el recurso a la violencia es un modode divertirse. Para el niño, adolescente ojoven que no regula sus emociones, la exi-gencia educativa de padres y profesoressuscita una resistencia vehemente queobstaculiza el proceso madurativo.Cuestionar esta exigencia remite a pen-sar sobre la vigencia de la autoridad. Noes casual por tanto el creciente interés dela investigación por el valor de la autori-dad y de la disciplina en lo que conciernea la educación de los más jóvenes, relacio-nándolo con el control de la violencia.

En este artículo reflexionamos sobrealgunos aspectos del tema de la autoridaden crisis o de la crisis de la autoridad enel ámbito de la familia, centrándonos enun aspecto, el educativo. Desde de unaperspectiva teórica abordamos cómo sepone en duda la necesidad de la autoridaden la educación y cómo se delibera recu-perarla, y si este proceso se ha reproduci-do a la hora de valorar su papel en lafamilia. Asimismo destacamos en las pro-

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Autoridad, familia y educación

por Aurora BERNAL MARTÍNEZ DE SORIA y Mª Grazia GUALANDI Universidad de Navarra

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puestas de recuperar la autoridad en lafamilia, tanto los puntos de acuerdo comolos que son discutidos.

2. Autoridad y educaciónA partir de la década de los 70 del

siglo XX, se acrecienta la discusión sobrela compatibilidad entre educación y auto-ridad. Bien conocidos son los estudios deesta polémica reflejados en publicacionesconsolidadas en el ámbito español(Esteve, 1977; Sacristán, 1989; Ibáñez-Martín, 1998). En el cuadro descriptivode las diversas posturas distinguimos lasdos extremas: la vivencia y defensa delejercicio de la autoridad en la educación,con un estilo impositivo y la oposición aesta modalidad autoritaria y con ella, dela autoridad en general. En este segundocaso, si no se rechaza la autoridad porcompleto se procura acotarla a unos míni-mos.

En la concepción sobre la autoridadeducativa, la historia revela que las teorí-as sociológicas y políticas han liderado elmodo de afrontar esta cuestión, incluso enlas áreas de la psicología y la pedagogía.Esta repercusión constante, la reconoce-mos en la actualidad en la insistencia demodelar la educación con las normas de lademocracia. La educación entraña rela-ciones humanas en contextos sociales ypor ello es lógico que esté influida por laperspectiva de la sociología también en eltema de la autoridad. Sin embargo, elfenómeno educativo supone cierta sustan-cia específica que escapa del molde de lasteorías sociopolíticas. De hecho la recla-mación de la autoridad en la educación se

fundamenta en la experiencia de quepara el crecimiento de las personas esimprescindible la intervención de figuraseducativas autoritativas, esto es, conautoridad (Wilson, 1992). La autoridad enla educación presenta una índole diversaa como se concibe en los constructos ideo-lógicos y sociales, distinción que a veceses velada e impide observar su relevanciaen los procesos educativos.

A la dificultad anterior para el estu-dio de la relación entre autoridad y edu-cación hay que sumar otra, la confusiónque se ha producido al profundizar en elconcepto de la autoridad y en otras nocio-nes relacionadas con esta voz como son:autoritarismo, poder, jerarquía, discipli-na y obediencia. En “Autoridad, obedien-cia y educación”, Esteve (1977) mostróeste laberinto de análisis y de significadosaclarando con precisión el mejor uso deestos términos en el campo educativo.

El siguiente Gráfico, a modo de resu-men, refleja los sentidos principales de laautoridad para comprender su aplicaciónen la tarea educativa. Podemos entreverque el sentido etimológico de auctoritasque significa: hacer crecer —también enel plano moral y espiritual— resultaapropiado para entender su valor en laeducación, si ésta se concibe como unaayuda al crecimiento por parte del queeduca —quien es autoridad— y un dejar-se ayudar por parte del educando —quiense deja guiar para aprender por la con-fianza que le inspira el educador.

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El estudio de Esteve sirve de punto dereferencia sólido, de especial utilidad enel repaso que iniciamos a continuación yen el que comprobamos el galimatías detérminos que se ha acrisolado alrededorde la autoridad.

2.1. El discurso antiautoritarioPodemos diferenciar tres tipos de opo-

sición a la autoridad que repercuten enlos ámbitos educativos.

a) Autoridad sociopolíticaEn Europa, la experiencia de los regí-

menes totalitarios compone el caldo decultivo para investigar cómo es posibleque algunas personas e instituciones ejer-citen la autoridad de un modo lesivo a lalibertad humana. Parte de este análisisredunda en aspectos educativos. Lasobras de M. Horkheimer (1936), T. W.Adorno (1950) y S. Milgram (1974) mues-

tran este cometido. La escuela deFrankfurt juega un papel importante enestos estudios aportando su particularperspectiva freudomarxista a la investi-gación. Horkheimer pretende comprenderlas bases psicológicas de la autoridad conel fin de explicar los totalitarismos delsiglo XX. En la sociedad y en la familia,algunas personas se alzan con el poder yse hacen superiores en la adopción deunos papeles frente a los otros individuos.La figura del padre en la familia juega eserol determinante de las condiciones tem-peramentales por las que los sujetos seadaptan a seguir los dictados de la auto-ridad. En la familia se realiza una repro-ducción social.

Adorno, más tarde, con el objetivo dedefinir los rasgos del individuo potencial-mente fascista emprende una investiga-ción de carácter empírico en la que se

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GRÁFICO: Los sentidos de la autoridad

Dimensiones de la autoridad Autores

AuctoritasSaber socialmente reconocido

EpistemológicaQuien sabe

Propiedad personalreconocida

Prestigio, crédito, mérito

Siendo una autoridad,autoridad teórica sobreconocimientos y creencias

PotestasPoder socialmente reconocido (por la funcióny/o el saber)

DeontológicaQuien ordena

Función

Poder que ejerce el mando

Siendo en autoridad,autoridad práctica sobreconductas

(Álvaro D’Ors, 1979, 79)

(Bochenski, 1979, 23, 60)

(García Hoz, 1974, 91)

(RAE)

(Peters, 1966, 239)

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estudian variables que guardan relacióncon la personalidad autoritaria como son:el convencionalismo, la superstición, lasumisión, la agresión, la anti-introspec-ción, los estereotipos, el poder, el cinismo,la rudeza, la destructividad y la proyecti-vidad. Desde esta posición, la autoridadse entiende únicamente como el ejerciciode dominio y de poder de unas personassobre otras —sea cual sea el carácter desu relación, política, laboral, familiar,educativa— y no se considera otros senti-dos de la autoridad como veremos poste-riormente. A esto se suma considerar bajoesta perspectiva que todas las relacioneshumanas son intrínsecamente políticas.La autoridad es asimilada a autoritaris-mo —exigencia de sumisión incondicionala la autoridad— o abuso o mal uso de lamisma.

El psicoanálisis vertebra estos razona-mientos con afirmaciones como: la obe-diencia, comportamiento que consiste enseguir los mandatos de otro, genera senti-mientos de inferioridad; en la familia, losniños se hacen dependientes y sienten odioante esa situación; en ambientes familia-res autoritarios, la educación rigorista creaniños inmaduros; lo que se vive a edadtemprana tiene sus efectos en la vida adul-ta y las experiencias infantiles en la fami-lia se proyectan a todas las relaciones deautoridad en la vida adulta. Los autoresrepresentantes de esta corriente identifi-can obediencia y sumisión, autoridad yautoritarismo. La tesis anti-autoridad delmovimiento del mayo del 68 muestra estadifusa equiparación que se arrastra hastala actualidad (Scheepers y otros, 1990) y se

aprecia en algunas investigaciones; sirvade botón de muestra los estudios que valo-ran la repercusión del movimiento anti-autoritario de la década de los 60 y 70 enEEUU, en una generación que posterior-mente ejercita la paternidad con unosvalores concretos (Weisner, 2001) o queindagan sobre la relación entre los estilosparentales, el autoritarismo y la personali-dad de los hijos (Manuel, 2006; Duriez yotros, 2007).

Parte de la interpretación psicoanalíti-ca contribuye a sospechar que el ejerciciode la autoridad de los padres es contrapro-ducente para los hijos y que un estiloparental afectuoso y privado de normasprotege de la represión de los instintos ydisminuye el maligno sentimiento de cul-pabilidad. Los padres con su autoridadcontroladora de la conducta del niñomediante la exigencia plasmada en nor-mas —si se trata de padres severos— omediante la sobreprotección —si se tratade padres excesivamente afectuosos— for-man parte del superyo del niño. Los crite-rios de los adultos penetran en el interiordel niño produciendo ansiedad y culpa enel caso de la trasgresión (Belloli, 2001, 10).

De igual forma las investigacionesdesde la psicología social sobre la autori-dad repercuten en su valoración en elterreno educativo y en concreto en lafamilia. De nuevo la estima negativa hacepresión y se asemeja la obediencia quehay que prestar a la autoridad con lasumisión ciega. En este sentido los expe-rimentos del ya citado Milgram se hicie-ron famosos.

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A pesar de que algunos de estos estu-dios son criticados por su falta de validezcientífica, contribuyen a la identificaciónde la autoridad con el autoritarismo y aque se perciba el ejercicio autoritativocomo una acción violenta, de aplicación decastigos perniciosos que implican la rup-tura de la libertad de los individuos. Laautoridad no se relaciona con accionespositivas sino más bien se palpa ante ellauna actitud generalizada de prevención yde acción neutralizadora de su posiblefuerza. A esta visión se suman las aporta-ciones filosóficas que inciden en reducirlos usos de la palabra autoridad a uno desus significados, la figura que detenta elpoder. De la misma manera, las indaga-ciones sociológicas equiparan la autori-dad con los grupos de personas que usanel poder para mantener un orden socialdeterminado; sitúan a la educación en unlugar central entre los mecanismos decontrol. Desde estos enfoques preocupadelimitar la legitimidad de la autoridad.Surge así una tendencia a percibirla conrecelo, casi siempre bajo el prejuicio deque se establece una relación social ilegí-tima.

b) Autoridad educativaAl mismo tiempo que los ideales socio-

políticos antiautoritarios se extienden, elpermisivismo impregna los contextoseducacionales interpretándose que laautoridad conlleva siempre una restric-ción de la libertad. El abuso de la autori-dad por parte de los educadores —que semuestra mediante la aplicación de unasevera disciplina— conduce a un rechazológico de esta injusticia pero hasta el

extremo de negar el necesario ejercicio dela autoridad. La defensa de la libertadindividual del alumno se contrapone a laposibilidad de que el profesor indiquecómo debe ser su conducta. Sin duda lacadena de autores, corrientes de pensa-miento y experimentos escolares de la quesobresalen: Rousseau, el naturalismopedagógico, la Escuela Nueva, C. R.Rogers, I. Illich, A. S. Neill y la escuela deSummerhill, instauran los hitos de estemodo de pensar. La concepción de un serhumano que ha de crecer autónomo, sinlas interferencias de los otros para serlibre, lleva no sólo a plasmar la educaciónnegativa —la no mediación directa deleducador— sino a fundamentar que nohaya ninguna intervención. La autoridaddel educador es contemplada como unainterposición que mina la actividad autó-noma del ser humano.

La importancia concedida de un modoexagerado a la actividad del alumno en elaprendizaje conduce a desdibujar el papeldel profesor. Asimismo la tendencia aconcebir al profesor y al alumno comoiguales, en todos los sentidos, predisponea oscurecer el sentido de la autoridad deldocente. En tiempos más recientes, estasideas se expanden con el proyecto educa-tivo de Dewey que inserta el ideal políticode la democracia y de la autonomía indi-vidual en su diseño pedagógico (Reyero,2003). Es promotor de un estilo educativoque prepara para la democracia bajo unaconcepción rebajada sobre la autoridadeducativa y en un contexto de lucha con-tra el autoritarismo político. Sus reflexio-nes sobre este punto han dejado una este-

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la de debate e investigación (Rosenow,1993; Gordon, 1998; Johnston, 2004). Laconsecuencia práctica de estos plantea-mientos se resume en el intento de reno-var las instituciones educativas eliminan-do las “jerarquías” (Haynes, 1987). Comoapunta Esteve (1977, 56) se piensa en lajerarquía en función de la posesión depoder sin comprender que en el ámbitoeducativo, como en otros, jerarquía supo-ne el reconocimiento de un orden entrelas personas según su capacidad y res-ponsabilidad a la hora de actuar en uncampo de actividad humana o en ungrupo social. El movimiento de democra-tización educativa que fija la antinomiaprofesor autoritario-profesor demócratasin considerar la posibilidad de un profe-sor autoritativo, presupone que cualquierejercicio de la autoridad es autoritarismo.

c) La tradiciónLos autoritarismos sociales y educati-

vos argumentaban la imposición de sufuerza con el bastión de la salvaguardiade lo tradicional y esto conduce a que elenfrentamiento a los autoritarios arras-tre la impugnación de las tradiciones. Laautoridad de la tradición —el saber reco-nocido— se equipara a imposición autori-taria. Cabe mencionar el trabajo deHanna Arendt que en un agudo diagnós-tico expresó: “la crisis de la autoridad enla educación está en conexión estrechacon la crisis de la tradición, o sea con lacrisis de nuestra actitud hacia el tiempopasado” (Arendt, 1996, 205). Esta refle-xión es discutida hasta nuestros días(Garner, 1985; Gordon, 1999; Hache,2005).

Se apela al ideal kantiano de autono-mía para alegar que aceptar la tradiciónes doblegarse a la autoridad. Por otraparte, el escepticismo gnoseológico queimpide afirmar la verdad, impela a res-guardar la libertad en las certezas subje-tivas. La autosuficiencia como idealempuja a superar la dependencia de losotros y su ayuda es reducida a unos míni-mos, los imprescindibles para subsistir.En este sentido no se acepta la autoridado su papel es limitado a lo que demande elconsenso para establecer un orden social.La tradición no es portadora de la verdad,ni tampoco los que la transmiten, por loque es preferible seguir exclusivamentela razón propia; únicamente se aceptaaprender métodos para conocer con certe-za lo que sí es evidente en la experiencia.

Nos encontramos con una diversidadde posturas que concilian o enfrentanautoridad educativa —prestigio del quesabe y puede enseñar— y autonomía —capacidad de razonar y actuar por unomismo— (Carson, 2006). Es frecuente tro-pezar con una defensa de la autoridadeducativa que establece la necesidad de ladisciplina, un orden de las conductasexternas para lograr el autocontrol de losdiscentes pero que no consiente en latransmisión de conocimientos como ver-daderos (Law, 2006).

2.2. Noción renovada de autoridadLa presión sociopolítica ha influido en

la tendencia a identificar autoridad conautoritarismo y a considerar que sólo esacorde a la democracia un clima socialpermisivo, sin normas ni autoridad que

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las sustente, de modo que los individuosen estas condiciones pueden aprendermejor a ser libres. La comprobación decómo las personas aprenden o no apren-den bajo estos principios, fuerza a recon-siderar la necesidad de la autoridad almenos para el desarrollo educativo. Lapermisividad tiene un efecto tan pernicio-so como el autoritarismo porque el sujetollega a considerar aceptable todo deseopersonal e inaceptable la limitación alrespecto (Sarramona, 1993, 51). Esta con-clusión se entresaca tanto de los estudiosteóricos como de los empíricos (Clark,1976; Carroll, 1979; Rossman y Rea,2005; Cava y otros, 2006; Jacquard,2004).

Como recordamos en el comienzo deeste epígrafe, la autoridad es reconocidaen las personas por alguna propiedad desu modo de ser y también se dice delpoder que tienen en cierta actividad por elque dirigen a otras a proceder de un mododeterminado. Desde la perspectiva socio-lógica se ha enfatizado el sentido de auto-ridad como poder, sin embargo en la edu-cación es más razonable advertir que elpeso fuerte de la autoridad educativaradica en su dimensión de auctoritas. Seprecisa subrayar esta distinción paracomprender que no existe oposición entreautoridad y educación en libertad y parala libertad del educando. Si bien el auto-ritarismo supone la sumisión incondicio-nal a la autoridad, seguir las indicacionesdel educador no consiste en un doblegarsesin condiciones. Al menos podemos subra-yar tres requisitos que sostienen la legiti-midad de la autoridad educativa:

1. Reconocimiento del educador envirtud de lo que es y sabe —inclu-yendo la posesión de conocimien-tos teóricos y habilidades y hábi-tos prácticos para enseñar—. Sialguien pretendiera educar sinesas capacidades, su actividadeducativa se transforma en unejercicio autoritario. De ahí que seprocure discernir la autoridadauténtica del educador (Kimball,1988). Es importante revitalizarel prestigio de los educadores(Espot, 2006).

2. Ordenación de la actividad de loseducandos con el fin de orientarsu proceso de aprendizaje ymaduración, ni más ni menos, enlos aspectos y en el tiempo, nece-sarios. De este modo, prolongaren el tiempo el ejercicio de laautoridad cuando ya no es necesa-rio por las características del edu-cando y dirigirle a tareas en ámbi-tos que no son competencia deleducador supondría un ejercicioautoritario.

3. Trabajo educativo que contribuyaal crecimiento de las personas quees el fin último de la educación.Es decir, no se trata de enseñar yconseguir resultados como metaúltima sino que el objetivo centrales contribuir al bien de la perso-na. De ahí que no sirva cualquiermedio como pudiera ser el uso deuna coerción nociva o a la coac-ción desproporcionada, señales

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claras de autoritarismo (Altarejosy Naval, 2000, 150-162).

Vistos estos prerrequisitos de la legi-timidad de la autoridad educativa, estoes, de observar quién debe tener autori-dad y cómo debe ejercitarla, se precisaacceder a otro tema: la autoridad comocondición en sí de la educación. Se tratade considerar si obedecer, ser dócil al quesabe más es un comportamiento pruden-te. Si se juzga que alguien pierde libertadpor seguir las normas y orientaciones deotro aunque sean sensatas hay que limi-tar hasta el máximo la autoridad. Estapropuesta es la predominante sobre todocuando se trata de enseñanzas en elorden moral (Wall, 1975; Sanders, 1982).

En el orden epistemológico másamplio, se restringe la autoridad cuandoestimando que no pueda darse la verdad,se insiste en los procedimientos y métodosracionales y no en la transmisión de losconocimientos alcanzados por los maestroso sabios. Se discute cómo dilucidar los lími-tes de la autoridad en el proceso de desa-rrollo intelectual (Allen, 1987). Sin embar-go, se admite con un consenso amplio quelas personas dependen de otros en su cre-cimiento. Mientras no puedan ser autosu-ficientes tienen que acceder a seguir lasindicaciones del que sabe más, al que hanprestado su confianza. Es esta confianza,la actitud y sentimiento que permite noviolentar la propia libertad. Para crecer serequiere certidumbre en lo que se hace yesa seguridad se logra siguiendo las indi-caciones de quien muestra cuidado y afec-to. Se obedece hasta que se alcanzan las

competencias para desenvolverse por unomismo, postura razonable por nuestromodo de ser —sociales, dependientes,racionales, vulnerables, libres— (Mauro yRodríguez Sedano, 2005, 474).

La aplicación exacta de los criteriosdemocráticos de la vida sociopolítica a laeducación distorsiona el proceso. Laigualdad no puede asimilarse a igualita-rismo entre educador y educando. No sefalta a la libertad del educando ni a sucapacidad de participación si no se adop-tan por mayoría las principales decisionesque afectan a la actividad educativa.Igualdad, libertad, participación, son ele-mentos fundamentales de la democraciaque en las relaciones educativas adoptanuna modalidad específica, en la que elreconocimiento de la autoridad del educa-dor es tan importante como el reconoci-miento de la dignidad de todos los sujetosque protagonizan la educación (Renaut,2007, 14).

3. Autoridad y familiaLa vida familiar y en concreto las

relaciones familiares han sido objeto denumerosos estudios psicológicos para evi-tar la gestación de relaciones, conductas ypersonalidades autoritarias. Cabe men-cionar los estudios de liderazgo que seimpulsan desde la década de los 30 delsiglo XX por Lewin y que establecen laequiparación entre autoridad y autorita-rismo al investigar la conformación de losindividuos que se constituyen en líderes“autoritarios”. Se centra en observar lasocialización en la familia y el impacto delos distintos estilos parentales valorando

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el ajuste psicosocial de los hijos: autoesti-ma, desarrollo moral, competencia esco-lar (Gracia Fuster, 2000, 21-28). Los estu-dios sobre la relación entre estilos paren-tales y formación de personalidades líde-res continúan en la actualidad aunquematizando el posible rechazo a la autori-dad parental (Ferguson, 2006).

En la década de los 60 del siglo quenos precede, el centro de atención es exa-minar la autoridad repartida entre elpadre y la madre, con una distribución deroles. Pero desde la década siguiente,años 70, se extiende y divulga el debatesobre la autoridad parental, así como lainvestigación sobre: legitimidad, modo deejercicio, frecuencia y contextos (Buri,1991, 110). Primordialmente, juzgandoque ha correspondido al padre detentar laautoridad, se plantea transformar este rolen la familia. Acaba siendo frecuente ladenuncia de la familia autoritaria quefalta a la libertad de los miembros de lafamilia y en la que las funciones de cadaindividuo están delimitadas en relación aunos objetivos que cumplir para la propiafamilia y la sociedad.

Los cambios respecto a quienes tienenautoridad y respecto a qué asuntos, en lasociedad y en la familia, han producidouna evidente desorientación paterna res-pecto a qué y cómo exigir a sus hijos enorden a su crecimiento. Se vivencia alunísono el rechazo a lo que se hacía antes,sin alternativas seguras para encauzar elpresente. La repulsa al autoritarismo esunánime. En la década de los años 80 delsiglo pasado, aumentan las familias de

clima permisivo que se sitúan en el extre-mo opuesto de la atmósfera autoritaria.Las normas y deberes no están determi-nados por el contexto social ni familiar.La libertad ganada para cada miembro dela familia tiende a excluir el compromisoen funciones concretas para servir al pro-pio grupo familiar y a la sociedad. Asícomo los esquemas rígidos del autoritaris-mo social pasaron a las familias, luegoreemplazan su lugar los permisivos(Maioli, 2006, 58). El contraste de losextremos del autoritarismo y del permisi-vismo ocupa el centro de atención de algu-nos investigadores (Lazartigues, y otros,2005). En los años 90 se reaviva la polari-zación entre una autoridad paternalistaque sitúa a la obediencia como un objetivocentral de la formación del carácter y losque reclaman como centro de atención quelos niños sepan ejercitar sus derechos.

¿Qué circunstancias repercuten endesdibujar el sentido de la autoridad en lafamilia en el presente? Subrayamos cua-tro realidades.

1. Un defecto de la práctica parentalque consiste en no compaginar la exigencia—estableciendo unas normas razonablesde comportamiento— con el afecto —el cui-dado cálido de las personas—. La autori-dad “autoritaria” marca la dinámica fami-liar con el cumplimiento de normas y rele-ga la calidez de las relaciones a últimolugar. El polo opuesto lo ocupan las fami-lias que orientan sus relaciones sólo por elafecto, el sentirse y hacer sentirse bien,evitando a toda costa el conflicto; para sor-tear cualquier pugna eluden las normas y

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pactan con un ambiente permisivo. Eneste caso podría pervivir un autoritarismopaternalista, manipulador por vía afecti-va. De forma similar a las familias autori-tarias, las permisivas producen numerosostrastornos de personalidad. Los hijos nece-sitan aprender haciendo algo con sentido yalguien externo les tiene que indicar cómoactuar mientras no tengan capacidad desaberlo y de decidirlo. Para aprender elcontrol de uno mismo hay que acatar elcontrol externo. Es preciso aprender loslímites de la realidad.

2. La prioridad otorgada a lo afectivoencaja en sociedades permisivas. En estosambientes la autoexigencia se debilita —no se tiene seguridad sobre qué valoresson los auténticos ni se goza de fortalezapara plasmar vitalmente unos princi-pios—. Cuando los padres no se obligan así mismos, pierden fuerza para conducir asus hijos, por la arbitrariedad, por laausencia de ejemplo, por la falta de crite-rios claros. Si por el contrario, los padresprocuran vivir unos valores en su conduc-ta tienen que hacer frente, a la hora deeducar a sus hijos, a una corriente gene-ralizada de relativismo y de hedonismoen el contexto sociocultural actual en elque se desestiman las convicciones vitalesdefinidas y el ejercicio de la autoridad(Polaino, 2006). Como hemos visto, anteunos padres que ejerciten su autoridad, laopinión pública sin diferenciar el modo deaplicarla los juzga de autoritarios y de nodemocráticos.

3. A las anteriores circunstanciascabe añadir la sospecha levantada desde

algunos enfoques sociopolíticos de que laautoridad supone relaciones jerárquicasinjustas y que éstas vividas en la familiareproducen socialmente subordinacionesque fracturan la igualdad entre las perso-nas. Un apéndice de esta consideraciónglobal radica en el tema de la relaciónmujer-varón. La mujer ha logrado másautoridad en diversos campos de activi-dad también en la familia, compartiéndo-los con el varón. Mientras se produce latransición de funciones y se piensa qué eslo que corresponde a cada uno en el hogar,se precipita una situación de vacío deautoridad en la familia.

4. Otro factor a tener en cuenta paraevaluar la autoridad son los vínculosfamiliares. Su inestabilidad resta y hacediscutible la legitimidad de la autoridadde los que son padres o hacen sus veces.Las relaciones esponsales o de pareja másdébiles causan tanto relaciones paterno-filiales más endebles o por el contrariomás absorbentes por el afecto. La familiase ha transformado en una sociedad deamigos, de iguales (Donati-Di Nicola,1989, 88). Sin embargo la familia es unasociedad “específica” en la que si bienalgunas relaciones pueden asemejarse enalgunas características a la de los amigos,la amistad no define las relaciones pro-piamente familiares.

En este contexto actual se observa yse reivindica la necesidad de autoridadprofundizando y en cierto sentido reno-vando su razón de ser.

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4. Autoridad parental y educaciónLa educación familiar no se reduce a

la interacción familiar, no obstante, eltipo de interacción repercute en la posi-ble educación de los miembros de la fami-lia ya que guarda una estrecha relacióncon aspectos del desarrollo de las perso-nas que participan en las relacionesfamiliares (Pérez, 2003, 66-71, 74). Unode los elementos de la interacción fami-liar es el ejercicio de la autoridad queconfluye en las acciones específicamenteeducativas que se realicen en la familia.En la investigación de las familias hadestacado el interés por las relacionesentre los padres y los hijos. Los estilosparentales —noción que abarca básica-mente el modo en que los padres se rela-cionan con sus hijos, la forma en que con-tribuyen a su socialización, las pautas decrianza, las prácticas de control y disci-plina— contienen elementos educativosentre los que sobresale que los padresenseñan a comportarse a sus hijos, a diri-gir su libertad. De ahí que el estudio delos estilos parentales por parte de la psi-cología contiene la observación de losestilos de educación parentales y que eltema de la autoridad tenga su importan-cia en esta indagación.

En las investigaciones de los estilosparentales de una estela de importantesinvestigadores tales como: Baldwin,Schaefer, Becker, Baumrid, Maccoby yMartín, entre otros, encontramos intere-santes referencias más o menos directas ala educación que se deriva de los modosde la relación entre padres e hijos y a laautoridad (Rodríguez, 2004, 349-368).

La fundamentación de la autoridadeducativa nos sirve para comprender lasbases de la autoridad parental. Puede dis-tinguirse al referirnos a los padres, el serautoridad del tener autoridad, el saber ysaber obrar del hacer de un modo deter-minado. Esta consideración se argumentadesde un sentido antropológico y ético dela paternidad y de la filiación, y según seaéste se deriva la justificación de un tipode autoridad o de otro. El modo más res-petuoso de comprender la paternidad y lafiliación de acuerdo con la dignidad de laspersonas presupone que estas relacionesse fundamentan en el amor. Se es padre ymadre con responsabilidad respecto a ladignidad de los hijos por amor recíprocoentre un varón y una mujer. De quienesprocede la vida se espera la vida y el cui-dado por esta vida, su conservación y cre-cimiento. La autoridad de los padres sefunda en quienes son, padres, y su queha-cer fundamental es la crianza de sushijos. Proceder de, supone cierto dependerde y la necesidad de recibir ayuda. El senti-do de pertenencia a una familia viene a sercomo la dimensión sensible de la vinculacióna unos padres y es básico para aceptar laautoridad. Se establece una relación jerár-quica entre quien da la ayuda —deber— yquien la recibe —derecho—, entre quienpuede exigir una serie de conductas paraayudar —derecho a ser obedecido— y quienacoge la ayuda —deber de obedecer.

La autoridad paterna se convierte enautoritaria, rememorando la definición deautoritarismo que citamos en páginasprecedentes, si se produce una sumisiónsin condiciones de los hijos respecto a los

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padres. No se trata tanto de argüir sitiene que existir o no una autoridadpaterna sino deliberar sobre su legitimi-dad. Al revisar las condiciones de legiti-midad entrevemos también respecto aqué contenidos tienen autoridad lospadres. Reiteramos tres condiciones bási-cas:

1. Los padres como tales les corres-ponde querer a sus hijos, aceptar-los y respetarlos como son; preci-san de la competencia para cum-plir la función de la crianza. Laautoridad paterna se funda en susabiduría práctica, en su pruden-cia para vivir (Steutel y Spiecker,2000, 330). Esta condición permi-te el descubrimiento de la identi-dad por parte de los hijos, básicopara obedecer y para crecer hastaser dueños de sí mismos (Ber -zonsky, 2004). La continuidadentre quien es padre y quien ejer-ce como padre facilita este procesode aceptación y afirmación de laautoridad parental.

2. Los padres buscan como primerobjetivo el bien de sus hijos, quealcancen la madurez suficientepara desenvolverse como adultosresponsables de su propia vida.Los padres ejercitan su autoridadno sólo velando por la subsisten-cia y bienestar de sus hijos, prote-giéndoles, controlando las conduc-tas que aseguren su salud sinoencaminándoles hacia la adquisi-ción de hábitos y de un sentido de

la vida que les permita ser res-ponsables y libres. Para estaenseñanza no requieren ser profe-sionales de la educación sino vivircomo adultos que son, exigiéndosepara mejorar como personas queprocuran trabajar bien, que man-tienen adecuadas relacionessociales y de amigos, que se esme-ran en el uso de los recursos, etc.Esa ejemplaridad sobreabunda enla legitimidad de la autoridadparental.

3. Los padres enseñan usando losmedios convenientes al bien de loshijos, a su edad, a sus caracterís-ticas y posibilidades. Cabe elrecurso a la coerción y la coacciónproporcionadas a las necesidadescuya posible dimensión nociva sereduce si hay confianza, seguri-dad en los padres que exigen yque acompañan en la frustraciónque experimenta un hijo cuandole cuesta hacer algo. Se trata decombinar la capacidad de res-puesta, de atención a las necesi-dades de los hijos, con cariño,comunicación, procurando el biende cada uno y de la familia con laexigencia (Baumrind, 2005, 61).

Los múltiples estudios sobre estilosparentales permiten profundizar en estascondiciones. En ellos son mostradas lasventajas de la autoridad bien ejercida porparte de los padres que se denomina esti-lo autoritativo. Los investigadores admi-ten que el estilo parental óptimo es el

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autoritativo que consiste en el ejercicio dela autoridad pero sin desviarse hacia elautoritarismo o hacia el permisivismo.

La conducta de los hijos es orientadacon el propósito de que aprendan valoresen la práctica. Los padres evitan la arbi-trariedad, razonan sus indicaciones,motivan el respeto a su autoridad(Baumrid, 1996, 405). Los padres vandejando mayor autonomía y responsabili-dad a los hijos, recurren con prudencia alcastigo y a las restricciones y todo elloconforme a los modos de ser, a las con-ductas en las que haya que insistir, ysegún el contexto sociocultural. Lospadres han de lograr la obediencia perolograr la docilidad no es su meta final. Elobjetivo es el aprendizaje de la libertad.Los padres muestran normas claras yrazonables no por el valor de las normasen sí mismas sino para facilitar la adqui-sición de valores. La disciplina suponepara los padres un continuo esfuerzo. Laconfrontación es normal y sin embargo, laarbitrariedad resulta nociva. Hay eviden-cias de que el estilo autoritativo potenciael crecimiento de los hijos y por tantoposibilita la puesta en marcha de accio-nes intencionalmente educativas en lavida familiar aunque aún queda muchopor investigar (Demo, 2000, 880-881).

Aunque se asevera con representativaunanimidad la necesidad de la autoridadde los padres como elemento que facilitala educación familiar, respecto al planomoral se debaten los límites de dichaautoridad. Se cuestiona si los padres pue-den enseñar explícitamente a sus hijos

contenidos morales o religiosos sin poneren riesgo la autonomía personal. Sirve deejemplo de esta incertidumbre un estudiopatrocinado por el Consejo de Europasobre el uso de la disciplina y el ejerciciode la autoridad de los padres (Sinclair,2007, 25).

5. Consideraciones finalesLa historia social y la investigación

que la avala demuestran que no deberíaaplicarse el prisma sociopolítico a uno delos grupos fundamentales para la socie-dad como es la familia. Y en este sentidono se debería emplear la dinámica demo-crática como un modelo que haya que cal-car en la vida familiar. La autoridadfamiliar no emerge del consenso sino deun proyecto de vida que una vez elegido,se sostiene en lo esencial por un compro-miso adquirido sobre la vida de las perso-nas implicadas. Especialmente se apreciaen el crecimiento de los hijos que requie-ren hasta que son maduros del control ydirección de alguien con cabeza; esaorientación es legítima cuando quienesconducen son los que procuran su bien,cuidado que es razonable esperar de losque son padres. Los beneficios de un esti-lo parental en el que se ejerce la autori-dad, comprobados en la investigación psi-copedagógica invalidan las tesis que sos-tenían que en climas permisivos, sin nor-mas, los individuos se desarrollaban conmás equilibrio y libertad. Las investiga-ciones muestran lo nocivo de la ausenciade control en los hijos.

El estudio psicológico de los estilosparentales revela un principio pedagógico

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tradicional, en la educación no se debenacomodar recetas y esquemas prefijadossegún modelos de relación familiar sinomás bien, entender qué personas estánimplicadas y en qué contextos y desdeesta reflexión orientar la vida familiar enla que la educación es uno de los cometi-dos más importantes. En el tema concre-to que nos ocupa, el ejercicio de la autori-dad como uno de los elementos que posi-bilita la educación, hay que tener encuenta elementos personales como: elmodo de ser de los padres, la relaciónentre el estilo educativo del padre y de lamadre (Gaertner y otros, 2007), el modode ser de los hijos (Aluja, y otros 2005) laedad (Darling y otros, 2007) y el contextosociocultural (Musitu, 2004).

Dado el temor también pedagógico aque la enseñanza explícita de contenidosmorales y de creencias pueda romper lalibertad de las personas, se torna necesa-rio profundizar más en el sentido de laautoridad de los padres en general y en loque afecta a la educación en particular.Teniendo en cuenta el derecho paterno aeducar en una serie de contenidos deter-minados, hay que diferenciar la autoridadlegítima del adoctrinamiento y del autori-tarismo.

Estas conclusiones nos conducen apensar sobre la educación familiarteniendo en cuenta todas las variablesque entran en juego, entre la que noshemos centrado en una, la autoridad, ydesde las diferentes perspectivas que lasabordan, siendo la sociopolítica una entreotras tantas de igual importancia. Como

expresa un investigador del tema: “la for-mulación de un modelo integrado de edu-cación referido al sistema familiar seránecesaria para dar cuenta de lo que es lafamilia, sea cual sea su configuración, losmodos de relacionarse sus miembros, laorientación de sus valores, sus contenidospreferentes o los procedimientos de loscuales se valgan para la aplicación de suspropósitos educativos” (Rodríguez, 2004,444).

Dirección de las autoras: Aurora Bernal Martínez de Soriay Mª Grazia Gualandi. Facultad de Filosofía y Letras,Universidad de Navarra. E-mails: [email protected] [email protected]

Fecha de recepción de la versión definitiva de este artículo:20.II.2009

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Resumen:Autoridad, familia y educación

El objeto de este artículo es el tema dela autoridad en el ámbito de la familia,centrándonos en el aspecto educativo.Desde de una perspectiva teórica recorda-mos cómo se descalifica la autoridad iden-tificándola con el autoritarismo. Este pro-ceso se produce primero en el ámbitosocio-político y después pasa a los ámbi-tos educativos, especialmente a los cen-tros educativos y a la familia. Mostramosla necesidad de la autoridad educativa yrepasamos sus condiciones de legitimidadrevisando las investigaciones sobre eltema tanto de carácter teórico como prác-tico. Asimismo se destacan en las pro-puestas de recuperar la autoridad en lafamilia, tanto los puntos de acuerdo comolos que son el centro de atención en eldebate.

Descriptores: Autoridad educativa,autoridad parental, estilo parental auto-ritativo, autoritarismo.

Summary:Authority, family and education

This article is about the topic of au -thority in the context of a family, specifi-cally within the educational aspect. Froma theoretical point of view we remind howit is often disqualified by equating it withauthoritarianism. This process was origi-nated in a socio-political context and thenpa ssed to education, especially in educa-tional institutions and the family. Weshow the necessity of educational autho-rity and review the conditions of its legi-

timacy by reviewing research on the sub-ject both from a theoretical as from apractical point of view. Furthermore, weisolate within the proposals of recoveringauthority in the family both the commonaspects as those points where the debateis focussing on.

Key Words: Educational authority,Parental authority, Authoritative paren-tal style, Authoritarianism.

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