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RUPTURA CON EL PADRE COMBALOT 3 de Mayo 1841. El Padre Combalot termina una redacción de las Constituciones y quiere enviarlas directamente a Roma sin someterlas a la aprobación del Arzobispo. Al saberlo, la Madre María Eugenia se angustia y trata de disuadirle, previendo serias e inmediatas consecuencias. Le parece inadmisible herir la susceptibilidad de Monseñor Affre, siempre tan benévolo con ellas, tan acogedor y dispuesto a favorecerlas. Su protección les es indispensable, tanto más cuanto empiezan a sentir cierta persecución. Después de exponer múltiples razones, Madre María Eugenia consigue contener al Padre, pero no convencerle. Por su parte, el Arzobispo conoce el fervor de la pequeña Comunidad, su humilde sumisión, y desecha las críticas que surgen a su alrededor. Con todo, se alarma de verla dirigida por tal Director. Aprovecha la visita de Madre María Eugenia para abordar el asunto: - Cuando vuelva Combalot le diré que ha llegado el momento de colocar a la Comunidad bajo la autoridad del Ordinario y de darles un superior. - Monseñor, ante todo somos hijas de la iglesia --contesta, agradecida, la Madre. Por fin, a mediados de abril regresa a París el Padre Combalot. El arzobispo Le llama y le participa su decisión. - De ninguna manera- le responde-. Mientras yo viva, mis hijas no tendrán más superior que yo. El arzobispo muestra su disgusto. Se lo hace saber a las Madres y espera una nueva oportunidad. La reacción del Padre es sorprendente. Rápido, se propone cambiar de jurisdicción, sustraerse a la del Arzobispo para conservar su plena autoridad sobre la Congregación. Busca un nuevo lugar y piensa en Bretaña, donde una señora ofrece un castillo. Sin dudar del éxito, se presenta en Vaugirard, anuncia su determinación ante la estupefacción de las Hermanas, que se preguntan: ¿Cómo abandonar París cuando ya se ha empezado la Obra? El desprestigio a los ojos de Monseñor Affre y de todo el clero de la diócesis

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Page 1: asuncioncentroamericaycuba.org · Web viewDe ninguna manera- le responde-. Mientras yo viva, mis hijas no tendrán más superior que yo. El arzobispo muestra su disgusto. Se lo hace

RUPTURA CON EL PADRE COMBALOT 3 de Mayo 1841.

El Padre Combalot termina una redacción de las Constituciones y quiere enviarlas directamente a Roma sin someterlas a la aprobación del Arzobispo. Al saberlo, la Madre María Eugenia se angustia y trata de disuadirle, previendo serias e inmediatas consecuencias. Le parece inadmisible herir la susceptibilidad de Monseñor Affre, siempre tan benévolo con ellas, tan acogedor y dispuesto a favorecerlas. Su protección les es indispensable, tanto más cuanto empiezan a sentir cierta persecución. Después de exponer múltiples razones, Madre María Eugenia consigue contener al Padre, pero no convencerle.

Por su parte, el Arzobispo conoce el fervor de la pequeña Comunidad, su humilde sumisión, y desecha las críticas que surgen a su alrededor. Con todo, se alarma de verla dirigida por tal Director. Aprovecha la visita de Madre María Eugenia para abordar el asunto:

- Cuando vuelva Combalot le diré que ha llegado el momento de colocar a la Comunidad bajo la autoridad del Ordinario y de darles un superior.

- Monseñor, ante todo somos hijas de la iglesia --contesta, agradecida, la Madre.

Por fin, a mediados de abril regresa a París el Padre Combalot. El arzobispo Le llama y le participa su decisión.

- De ninguna manera- le responde-. Mientras yo viva, mis hijas no tendrán más superior que yo.

El arzobispo muestra su disgusto. Se lo hace saber a las Madres y espera una nueva oportunidad.

La reacción del Padre es sorprendente. Rápido, se propone cambiar de jurisdicción, sustraerse a la del Arzobispo para conservar su plena autoridad sobre la Congregación. Busca un nuevo lugar y piensa en Bretaña, donde una señora ofrece un castillo. Sin dudar del éxito, se presenta en Vaugirard, anuncia su determinación ante la estupefacción de las Hermanas, que se preguntan: ¿Cómo abandonar París cuando ya se ha empezado la Obra? El desprestigio a los ojos de Monseñor Affre y de todo el clero de la diócesis estaría bien justificado. Además, las familias de todas ellas juzgarían con severidad, un plan tan descabellado y desconcertante. Por último, ¿las dejaría marchar el Arzobispo?

Después de un cambio de impresiones con la Comunidad, Madre Teresa Emmanuel, serena, respetuosa, pero firme, presenta todas estas objeciones, mientras que Madre María Eugenia guarda un silencio prudente, temiendo provocar la intemperancia del director; reserva en la que se lee su muda desaprobación.

Combalot calla sus futuros planes y se retira por el momento.

¿Cejará en su empeño?, se preguntan. De ningún modo, y emprende una táctica inesperada: separar a las Hermanas de su Superiora y llevar a cabo con ellas lo que no puede bajo la influencia de la Madre. El Padre se equivoca. Con sus continuas ausencias y falta de intuición, no ha visto que la Madre María Eugenia es el punto de conjunción entre él y la Comunidad. Que para ellas arruinar la autoridad de la Madre supone la ruina

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de la Obra, y que, por tanto, el peligro va a unirlas todavía más. La Madre calla y sufre. La situación es insostenible. Sor María Teresa habla con Sor Teresa Emmanuel, y ella misma anota en los anales:

“Nuestra Madre está desmejorada en extremo. Tenemos que escoger entre ella y el Padre Combalot. Si las cosas continua así, se nos muere.”

Si, era preciso terminar. Es más leal hablar con el Padre y decirle en conciencia lo que piensan.

Es él quien salta la barrera.

El 3 de mayo, el Padre Combalot las reúne sin la madre en la Sala de la Comunidad. Anuncia su próximo viaje a Roma y su decisión de dejarlas instaladas en Bretaña. El traslado será inmediato pues urge cambiar la jurisdicción eclesiástica. Su tono es absoluto.

Otra vez la Comunidad designa a Madre Teresa Emmanuel para contestar, lo que hace con dolor, con respeto. Alma de temple, habla decidida cuando lo cree un deber, y ya no puede retroceder. A las objeciones que expuso días anteriores añade la imposibilidad de abrir un colegio en el campo, siendo ésta la finalidad principal de la obra. Y por supuesto, ninguna Hermana aceptará jamás separarse de la Madre. “ Jamás nos separarán de Madre María Eugenia”. Por respetuoso que sea el tono, la forma de exponer el pensamiento, no disimula la firmeza de su determinación.

El Padre Combalot queda desconcertado, aterrado. El golpe es catastrófico, inesperado. Se levanta, pide sus libros, sus

papeles, sus cartas, y declara que se marcha para siempre, dejando apenadísima a la Comunidad que nunca se hubiera imaginado una ruptura tan definitiva.

Tomado de “ Cuestión para muchos “ pag. 235 -238