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www.cop.es/colegiados/m-13106 [email protected] ________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________ Guillermo Ballenato Prieto Psicología-Formación c/Magallanes, 9 5ºA 28015 Madrid Tel. 914456680 / 660648333 [email protected] www.cop.es/colegiados/m-13106 Suegras y nueras. Convivencia pacífica Guillermo Ballenato Dice la sabiduría popular que una madre y un hijo caben en un serijo, pero una suegra y una nuera no caben en una era. La cercanía y complicidad madre-hijo se invierte cuando se trata de la nuera. La familia política no es un tema menor. Algunas parejas llegan a la ruptura por la tortuosa relación que se establece entre suegros, nueras o yernos. Cuando se crea un nuevo hogar el protagonismo le corresponde a la pareja; y tres son multitud. El estereotipo que se ha ido creando alrededor de la figura de la suegra presenta una imagen bastante negativa. Es poco frecuente escuchar adjetivos que la describan como apaciguadora, respetuosa, cariñosa, discreta o comprensiva. Lo habitual es calificarla de quisquillosa, manipuladora, entrometida, agobiante, cotilla, absorbente, posesiva y dominante. Los celos están a menudo en la base de las discusiones. La suegra puede percibir a la nuera como la persona que intenta romper el vínculo madre-hijo y arrebatarle el amor de su “pequeño”. Y más si se trata del único hijo y hay ausencia del marido. Ninguna mujer parece lo suficientemente buena para su hijo. Ni una ni otra deberían entrar en esa rivalidad por ganarse el cariño del hijo- esposo. El amor de pareja no tiene por qué ser incompatible con el amor materno-filial. Sólo es diferente y complementario. El hijo-esposo camina por la cuerda floja entre las relaciones conflictivas de su madre y su pareja, intentando mediar y amortiguar los envites. Si su actitud es pasiva, indecisa o ambigua lo que suele conseguir es avivarlos. A veces el hijo no ha logrado desengancharse emocionalmente de la madre. Le resulta difícil romper con pautas de dependencia que se han mantenido durante años. Hacer vida independiente implica madurez y autonomía, y no todo el mundo está preparado. Con frecuencia los conflictos se desatan por una cuestión de límites que, o bien se desconocen o aun conociéndolos se sobrepasan. Igual que los padres deben marcar límites a sus hijos pequeños, los hijos ya adultos deben establecer algunas normas a los padres cuando afrontan la tarea de dirigir su propio hogar. Puede resultar inoportuno que se presenten en casa sin previo aviso, que se apunten a la fiesta sin haber sido invitados o que intenten organizar la casa como si fuese suya. Los conflictos se intensifican normalmente en vacaciones y en las celebraciones especiales. Del roce nace el cariño, pero en muchos casos lo que brota es una alergia personal que tarda en remitir. La chispa puede saltar cuando se hacen comentarios relativos a la comida, al aspecto físico, a los gastos, a la decoración. En boca de la suegra, algunas observaciones pueden resultar demoledoras: “Ya casi no nos llamas... Esa comida preparada no os alimenta bienCon lo cansado que llegas y te tienes que poner con la casa... ¿Otro vestido nuevo? Te habrá costado un dineral… Pues a la ex de mi hijo eso le encantaba…”. Algunas suegras especialmente controladoras emplean con cierta maestría el chantaje emocional, utilizando la lástima, la culpabilidad o la desvalorización. Cuando se habla de suegros, yernos y nueras de lo que se habla en realidad es de personas, cada una con su carácter. La actitud de los suegros viene determinada en muchos casos por cómo se comporta la pareja con su hijo. También influyen las respectivas interpretaciones y atribuciones que se hacen sobre el comportamiento del otro: “Mira, eso lo ha dicho para hacerme daño”. Pero hay muchos casos en los que la relación es muy positiva. Cuando el padre habla con su hija para hacerle entender el punto de vista del yerno, incluso estando en contra de su opinión. Muchos suegros ayudan económicamente al hijo y a su pareja en momentos difíciles, y no vuelven a mencionar más el tema. Hay madres que recalcan a su hijo todas las c ualidades de la nuera: “Mira cómo cuida y quiere a los niños, cómo saca adelante su trabajo y atiende tareas de la casa…” Es una lástima que en otros casos se dediquen a echar leña al fuego, encizañando o mostrándose distantes con una actitud fría y despectiva. No está de más recordar que algún día tanto los padres como los suegros ya no estarán con nosotros. Deberíamos evitar sobredimensionar esas pequeñas discusiones y cuestiones menores que no son sino fruto de la propia condición humana.

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www.cop.es/colegiados/m-13106 [email protected]

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Guillermo Ballenato Prieto Psicología-Formación c/Magallanes, 9 5ºA 28015 Madrid Tel. 914456680 / 660648333 [email protected] www.cop.es/colegiados/m-13106

Suegras y nueras. Convivencia pacífica Guillermo Ballenato

Dice la sabiduría popular que una madre y un hijo caben en un serijo, pero

una suegra y una nuera no caben en una era. La cercanía y complicidad madre-hijo

se invierte cuando se trata de la nuera.

La familia política no es un tema menor. Algunas parejas llegan a la ruptura

por la tortuosa relación que se establece entre suegros, nueras o yernos. Cuando se

crea un nuevo hogar el protagonismo le corresponde a la pareja; y tres son multitud.

El estereotipo que se ha ido creando alrededor de la figura de la suegra presenta una imagen

bastante negativa. Es poco frecuente escuchar adjetivos que la describan como apaciguadora,

respetuosa, cariñosa, discreta o comprensiva. Lo habitual es calificarla de quisquillosa, manipuladora,

entrometida, agobiante, cotilla, absorbente, posesiva y dominante.

Los celos están a menudo en la base de las discusiones. La suegra puede percibir a la nuera

como la persona que intenta romper el vínculo madre-hijo y arrebatarle el amor de su “pequeño”. Y

más si se trata del único hijo y hay ausencia del marido. Ninguna mujer parece lo suficientemente

buena para su hijo. Ni una ni otra deberían entrar en esa rivalidad por ganarse el cariño del hijo-

esposo. El amor de pareja no tiene por qué ser incompatible con el amor materno-filial. Sólo es

diferente y complementario.

El hijo-esposo camina por la cuerda floja entre las relaciones conflictivas de su madre y su

pareja, intentando mediar y amortiguar los envites. Si su actitud es pasiva, indecisa o ambigua lo que

suele conseguir es avivarlos. A veces el hijo no ha logrado desengancharse emocionalmente de la

madre. Le resulta difícil romper con pautas de dependencia que se han mantenido durante años. Hacer

vida independiente implica madurez y autonomía, y no todo el mundo está preparado.

Con frecuencia los conflictos se desatan por una cuestión de límites que, o bien se desconocen o

aun conociéndolos se sobrepasan. Igual que los padres deben marcar límites a sus hijos pequeños, los

hijos ya adultos deben establecer algunas normas a los padres cuando afrontan la tarea de dirigir su

propio hogar. Puede resultar inoportuno que se presenten en casa sin previo aviso, que se apunten a la

fiesta sin haber sido invitados o que intenten organizar la casa como si fuese suya.

Los conflictos se intensifican normalmente en vacaciones y en las celebraciones especiales. Del

roce nace el cariño, pero en muchos casos lo que brota es una alergia personal que tarda en remitir. La

chispa puede saltar cuando se hacen comentarios relativos a la comida, al aspecto físico, a los gastos, a

la decoración.

En boca de la suegra, algunas observaciones pueden resultar demoledoras: “Ya casi no nos

llamas... Esa comida preparada no os alimenta bien… Con lo cansado que llegas y te tienes que poner

con la casa... ¿Otro vestido nuevo? Te habrá costado un dineral… Pues a la ex de mi hijo eso le

encantaba…”. Algunas suegras especialmente controladoras emplean con cierta maestría el chantaje

emocional, utilizando la lástima, la culpabilidad o la desvalorización.

Cuando se habla de suegros, yernos y nueras de lo que se habla en realidad es de personas, cada

una con su carácter. La actitud de los suegros viene determinada en muchos casos por cómo se comporta la pareja con su hijo. También influyen las respectivas interpretaciones y atribuciones que se

hacen sobre el comportamiento del otro: “Mira, eso lo ha dicho para hacerme daño”.

Pero hay muchos casos en los que la relación es muy positiva. Cuando el padre habla con su hija

para hacerle entender el punto de vista del yerno, incluso estando en contra de su opinión. Muchos

suegros ayudan económicamente al hijo y a su pareja en momentos difíciles, y no vuelven a mencionar

más el tema. Hay madres que recalcan a su hijo todas las cualidades de la nuera: “Mira cómo cuida y

quiere a los niños, cómo saca adelante su trabajo y atiende tareas de la casa…”

Es una lástima que en otros casos se dediquen a echar leña al fuego, encizañando o mostrándose

distantes con una actitud fría y despectiva. No está de más recordar que algún día tanto los padres

como los suegros ya no estarán con nosotros. Deberíamos evitar sobredimensionar esas pequeñas

discusiones y cuestiones menores que no son sino fruto de la propia condición humana.

Page 2: ArtículoSuegra.pdf

www.cop.es/colegiados/m-13106 [email protected]

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Guillermo Ballenato Prieto Psicología-Formación c/Magallanes, 9 5ºA 28015 Madrid Tel. 914456680 / 660648333 [email protected] www.cop.es/colegiados/m-13106

Enfocar adecuadamente la relación implica partir del afecto y del respeto mutuo. Que cada uno

sepa jugar bien su papel y estar en el lugar que le corresponde. El hijo puede ganar unos padres y los

padres ganar un nuevo hijo. No son pocos los padres que encuentran en su nuera o en su yerno un trato

y un cariño igual o mayor que el de sus propios hijos. Hay nueras que, ante la falta de su propia madre

o por la conflictiva relación que mantienen con ella, encuentran en su suegra el apoyo emocional de

una verdadera amiga.

Bueno será poder disfrutar en vida de un contacto positivo con los padres y suegros, igual que en

el futuro nos agradará que nuestros hijos y sus respectivas parejas lo tengan con nosotros.

Disfrutémoslo ahora. Se trata de mantener una relación positiva con el hijo, aceptar e incluir también a

su pareja, y tratar a ambos con el respeto que merecen.

Referencia: “Comunicación eficaz. Teoría y práctica de la comunicación humana”

Guillermo Ballenato Prieto.

Ed. Pirámide. Colección Libro Práctico. 9 €

LA NUERA: “Mi suegra era excepcional. Recuerdo un día que teníamos invitados a comer. Yo

había preparado un guiso y pregunté: „¿Qué os ha parecido?‟. Mi suegra respondió entusiasmada: „Te

ha salido exquisito. Uno de los mejores guisos que he probado. Qué gran cocinera‟. Todos asintieron y

se mostraron de acuerdo. Después, mientras recogíamos la mesa ya solas, me volvía a felicitar y me

decía en tono confidencial: „Pues yo le echo un poco de orégano y también está muy rico. Prueba a ver

qué te parece‟. Después leía que ese condimento era esencial para el guiso pero, en lugar de criticarme,

mi suegra me lo decía de tal modo que yo estaba deseando seguir su consejo”

LA SUEGRA: “La relación con la nuera es cuestión de tacto. A mí me ayuda recordar cómo fue

la relación con mi suegra. He intentado no entrometerme; por ejemplo, en los detalles de la boda, en

cómo decoran la casa o educan a los hijos, o presentándome a visitarles sin avisar… Si discuten, me

guardo mi opinión y evito inmiscuirme o tomar partido. Cuando lo necesitan, vamos a buscar a los

pequeños al colegio. Mi nuera me acompaña a veces al médico, me arregla el pelo, me lleva con el

coche, vamos de compras… Pero lo más importante es que quiere mucho a mi hijo, sabe calmarle

cuando se altera y cuida maravillosamente de mis nietos. Más que una nuera, he ganado una hija y una

buena amiga”.

PAUTAS PARA UNA RELACIÓN POSITIVA

1. Mantener el contacto con una periodicidad razonable.

2. Posibilitar la complicidad, discreción e intimidad de la pareja.

3. Respetar sus decisiones y saber reservar la propia opinión.

4. No competir por el cariño y el afecto del hijo.

5. Evitar predisponer al hijo en contra de su pareja.

6. Evitar decir a la pareja reproches referidos a sus padres.

7. Eliminar comparaciones madre-suegra o madre-esposa.

8. Apoyar a la pareja y saber frenar en su caso a los padres.

9. No utilizar o encizañar a los hijos/nietos.

10. Resolver posibles resentimientos con un diálogo positivo.