artículo de opinión

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Proceso de cambio… ¿en qué sentido? Basta con encender la televisión un rato para ser bombardeados por propaganda oficialista que nos intenta convencer de la existencia de un anhelado “proceso de cambio”. Basta con sintonizar por algunos minutos la radio para tener otra gran porción de lo mismo. En los últimos años y de manera progresiva, los bolivianos hemos sido protagonistas de una de las revoluciones pacíficas más profundas que se han dado en el ámbito latinoamericano en toda su historia de vida independiente, llegando al punto de reconocerla actualmente como una gran alternativa o modelo a seguir por el resto de los países. Pero es ahí donde radica lo cuestionable: hasta qué punto se puede tomar como modelo a un paradigma político vigente en nuestro país que, entre muchas de sus contradicciones y paradojas, destacan la progresiva concentración del poder, el atropello al estado de derecho y el paulatino aplacamiento de la libertad de expresión? Sin duda, en la actualidad los bolivianos contemplamos, algunas veces con indiferencia, otras con impotencia, y en el peor de los casos con resignación, la merma que ha sufrido ese derecho inalienable que poseemos todos los seres humanos, como lo es la libertad para expresar nuestros pensamientos, opiniones o críticas al sistema que nos cobija. Una merma que viene reflejada a través de las destituciones en los cargos, los procesos judiciales o las persecuciones políticas a todos esos bolivianos que en el ejercicio de su derecho a pensar diferente han sido considerados tóxicos para la “revolución”, es decir para el “proceso de cambio”. Sin embargo y aunque resulte una ironía de la Historia, es evidente que situaciones parecidas se han repetido una y otra vez en el pasado; basta con recordar que las más importantes revoluciones de la historia de la humanidad, en el peor de los casos han

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Page 1: Artículo de opinión

Proceso de cambio… ¿en qué sentido?

Basta con encender la televisión un rato para ser bombardeados por propaganda oficialista que nos intenta convencer de la existencia de un anhelado “proceso de cambio”. Basta con sintonizar por algunos minutos la radio para tener otra gran porción de lo mismo. En los últimos años y de manera progresiva, los bolivianos hemos sido protagonistas de una de las revoluciones pacíficas más profundas que se han dado en el ámbito latinoamericano en toda su historia de vida independiente, llegando al punto de reconocerla actualmente como una gran alternativa o modelo a seguir por el resto de los países. Pero es ahí donde radica lo cuestionable: hasta qué punto se puede tomar como modelo a un paradigma político vigente en nuestro país que, entre muchas de sus contradicciones y paradojas, destacan la progresiva concentración del poder, el atropello al estado de derecho y el paulatino aplacamiento de la libertad de expresión?

Sin duda, en la actualidad los bolivianos contemplamos, algunas veces con indiferencia, otras con impotencia, y en el peor de los casos con resignación, la merma que ha sufrido ese derecho inalienable que poseemos todos los seres humanos, como lo es la libertad para expresar nuestros pensamientos, opiniones o críticas al sistema que nos cobija. Una merma que viene reflejada a través de las destituciones en los cargos, los procesos judiciales o las persecuciones políticas a todos esos bolivianos que en el ejercicio de su derecho a pensar diferente han sido considerados tóxicos para la “revolución”, es decir para el “proceso de cambio”. Sin embargo y aunque resulte una ironía de la Historia, es evidente que situaciones parecidas se han repetido una y otra vez en el pasado; basta con recordar que las más importantes revoluciones de la historia de la humanidad, en el peor de los casos han tomado la forma de dictaduras o absolutismos que luego tuvieron que ser subsanadas por otras revoluciones; sucedió en Francia con Robespierre, quien en nombre de la Revolución de 1789 llevó a la guillotina a centenares de miles de franceses; en Rusia, cuyo absolutismo stalinista condujo a la muerte a más de veinte millones de personas; otro tanto ocurre hoy en día en China o Cuba, países en que si bien la muerte física no es la principal protagonista, sí lo es el atropello a los Derechos Humanos, el engaño comunista de que todos son iguales, sí, iguales, pero todos bajo los pies de un único partido y gobernador todopoderosos.

Llegados a este punto, los bolivianos no podemos quedar indiferentes a tales situaciones, más aún cuando vemos cómo el sistema actual en nuestro país despliega sus relaciones internacionales, en las cuales brillan por su camaradería países como Cuba, China o Rusia. “Dime con quién andas y te diré quién eres” exclama un dicho popular; popular como tiene que ser la fuerza que revierta esta penosa situación en la que ha desembocado este “proceso de

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cambio” del MAS. Si bien es cierto que existe tal cambio, habrá que preguntarse hacia dónde, en qué sentido. Y es en este punto en el que radica el rol determinante que poseemos los comunicadores como instrumentos de una necesaria contrarrevolución, que sostenga en una de sus manos a los Derechos Humanos y en la otra el firme compromiso de hacerlos respetar.

Es hora de que nos sacudamos la indiferencia, la impotencia y sobre todo la resignación, ya que ellas nos cubren a tal punto de que no nos podemos reconocer como los ciudadanos libres que se han reivindicado en toda revolución. Proceso de cambio?... sí!... pero sólo de nosotros dependerá qué sentido le demos a ese proceso.