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Antonio Piñero: “El miedo al infierno es la principal arma de la Iglesia para controlar a los ignorantes"
Más Allá de la Ciencia nº 247
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1. Mito del Apocalipsis
2. Cosmogonía infantil
3. Temor colectivo
TEMOR COLECTIVO
¿A quién favorece la creencia en un próximo e inevitable fin del mundo? ¿Acaso no ha dado origen a una de las más prósperas industrias de la
posguerra, como, por ejemplo, la construcción de refugios antiatómicos individuales y colectivos?
Sí, totalmente de acuerdo. Influye sobre todo en la creencia un poco infantil que tienen la mayoría de los ricos en el mundo occidental de que esa
conflagración, dada su potencia armamentística, cada vez mayor, les tocará a otros, no a ellos. En el fondo, corresponde al antiguo mito del W.A.S.P.
[acrónimo inglés correspondiente a “white, anglo-saxon and protestant”]. Detrás de esa idea está la noción de que solo se salvarán los blancos anglosajones y
protestantes. Están totalmente convencidos de que solo ellos eludirán la catástrofe. Los españoles no estamos incluidos en el lote.
¿A quién cree que le puede interesar en la actualidad explotar el temor colectivo a un cercano fin del mundo? Son muchas las profecías que
apuntan al año 2012. ¿Qué opina de ese tipo de predicciones?
Desde luego, no creo que a los gobiernos inmediatos actuales les interese una cosa así, porque no es productivo en el terreno de la política. Desconozco los
fines de tales predicciones y, sinceramente, no me importan. Tampoco me he puesto a pensar a quién le puede resultar interesante o lucrativo divulgar la idea
de que el fin del mundo está próximo, ni estoy familiarizado con lo que cuentan en otras culturas al respecto. Como todos los individuos que nos concentramos
en temas de estudios técnicos y que nos lo tomamos en serio y leemos prácticamente solo literatura científica y caemos en la cuenta de la inabarcabilidad de
nuestro objeto, nos ponemos de forma voluntaria unas orejeras. Yo me confieso ignorante respecto a la mayoría de esos temas. Tengo un ojo abierto, pero soy
un tuerto en un país de ciegos. Por desgracia, la gente tiene los dos ojos casi cerrados, pero a mí me falta abrir un ojo todavía.
LA BESTIA, LA SERPIENTE Y EL ESCORPIÓN:Los símbolos del Apocalipsis
Al ser interrogado sobre cuáles son los principales símbolos apocalípticos, Antonio Piñero responde: “Hay tantos...
En realidad, son símbolos elementales: el escorpión, la serpiente, la Bestia, el pseudoprofeta, la gran ramera, la copa, los ángeles que disparan flechas y los
jinetes que aparecen en el cielo y van derramando males, que es la contrapartida de la caja de Pandora. Son símbolos arquetípicos y para nosotros
universales porque nos hemos acostumbrado a leer el Apocalipsis. Vienen de una cultura que nació aproximadamente en el año 400 a.C.”.
VALLE DE JOSAFAT El escenario apocalíptico
El escenario del Juicio Final recogido en el Apocalipsis de Juan se sitúa en el valle de Josafat, donde se encuentran todas las almas. Allí, muy arriba, hay un
estrado, y sobre él un trono en el que está Dios omnipotente; debajo hay otro trono en el que estará sentado Jesús y, a su derecha e izquierda, sus apóstoles y
los ángeles. Los demonios están un poco más abajo, porque son los acusadores. Las diferentes descripciones coinciden en que hay tablas o libros celestiales,
maravillosos, que se van abriendo y donde están anotadas las obras de todos y cada uno. Este imaginario está presente en toda la apocalíptica judía. Hay una
condena expresa de Satanás, del falso profeta, de todos los grandes que ayudan a Satanás, que son encadenados, y los ángeles los entierran definitivamente
en un lago de azufre y fuego hirviente en las profundidades de la Tierra. Para nosotros este escenario es absolutamente infantil. Sin embargo, las
descripciones que hicieron del mismo Dante y, sobre todo, El Bosco son impresionantes.
TIERRA PLANA Una cosmogonía sencilla
Según explica Antonio Piñero, la cosmogonía del Apocalipsis es bastante sencilla: una Tierra plana con un fondo muy profundo. En su interior hay dos
estancias: una, pasajera, donde las almas esperan la llegada del Juicio Final para ser condenadas al infierno o enviadas al cielo, y el infierno definitivo, que
está muy abajo y consta de fuego, aceite y, sobre todo, azufre. La Tierra está rodeada por un río gigantesco. El mundo de arriba tiene encima una especie de
media naranja que ha sido cortada en franjas. La última es el séptimo cielo. Los ángeles vienen del primer cielo y descienden o van bajando desde el séptimo.
Es decir, es una cosmogonía muy parecida a la de los griegos, que condiciona por completo no solo la visión del ser humano, sino también la de Dios y la
posibilidad de la revelación.
¿Está próximo el fin del mundo, según creen millones de personas? Antonio Piñero nos ofrece una visión clarificadora sobre el origen del mito del
Apocalipsis y nos explica por qué ha pervivido hasta nuestros días.
El doctor Antonio Piñero, catedrático de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid y autor de numerosas publicaciones sobre la literatura
apócrifa tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento que han permitido sacar a la luz aspectos completamente novedosos y desmitificadores sobre la Biblia
y, en especial, sobre el Jesús histórico, nos ha hecho un hueco en su apretada agenda de trabajo. Comenta que acaso se anime pronto a plasmar en un libro
la historia y el mito de Jesús haciendo especial hincapié en el problema de la divinización, pero que ahora, tras el éxito de su Guía para entender el Nuevo
Testamento, está preparando una obra similar a esta, pero dedicada a San Pablo. También colabora en un proyecto colectivo, junto con cuarenta especialistas
españoles, de una Biblia laica y aconfesional, absolutamente fidedigna y a la vez de bello lenguaje que tardará años en concluirse. También está volcado en
una traducción “ultratécnica” de un comentario al Evangelio de Lucas.
Entre tanto trabajo tenemos el gusto de charlar un rato con él sobre el Apocalipsis de Juan, pues no en vano es autor de un libro titulado Los Apocalipsis. 45
textos apocalípticos, apócrifos judíos, cristianos y gnósticos. Sin dejar de situarlo históricamente ni de perder de vista el valor del mito y su trascendencia, este
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gran especialista nos lo acerca al mundo actual. ¿Sigue vigente? ¿En qué medida nos condiciona? Sus respuestas son sumamente enriquecedoras para
aclarar estas ideas.
OBRA DE CONSOLACIÓN
En su obra Los Apocalipsis habla de 45 apocalipsis judíos, cristianos, gnósticos e incluso uno pagano, que fueron elaborados a lo largo de
seiscientos años. ¿Existen diferencias fundamentales entre ellos?
Entre los que son judíos no hay diferencias fundamentales. Van aproximadamente del siglo IV a.C. al siglo I de nuestra era y siguen una especie de tema único
o muy parecido. Además de tratarse de un género literario muy determinado, con gran predominio de la imaginación, era habitual que los autores se copiaran
unos a otros. Todos se refieren al momento del final del mundo presente y al del juicio del ser humano delante de Dios, junto con la suerte después del juicio.
El único Apocalipsis pagano es de Virgilio y es una revelación o intuición de una futura edad de oro de la humanidad, pero tiene tantas concomitancias con los
apocalipsis judíos que parece haberse inspirado también en estos. Luego queda otro género, que son los apocalipsis del Jesús revelador gnóstico, que, en
realidad, son diálogos de revelación. Siempre tienen el mismo esquema. Con estos tres tipos tenemos prácticamente encuadrados todos los apocalipsis
cristianos.
Sin embargo, convendrá en que de todos ellos el Apocalipsis de Juan ha sido el más influyente en nuestra cultura.
Sin duda alguna, pero eso ha tenido que ver sobre todo con su admisión en la lista de los libros sagrados. Curiosamente, tiene una historia muy particular: por
una parte, hay estudiosos que defienden que fue la primera pieza del Nuevo Testamento que resultó canonizada y, por otra, nos encontramos con el hecho de
que en algunas iglesias orientales hasta el siglo X de nuestra era no se admitió como canónico. Tuvo una suerte totalmente dispar.
La influencia es evidente, porque a la pregunta “¿qué es el Apocalipsis?” mucha gente responde haciendo referencia al último libro del Nuevo
Testamento y asociándolo al fin violento del mundo, a pesar de que se refiere sobre todo a una revelación. ¿Por qué hemos llegado a asociar el
Apocalipsis con el fin del mundo? Es una revelación, pero está relacionada con algo que va a ocurrir en breve (capítulo I). Hay mucha preparación a
propósito de lo que va a suceder en tono de exhortación moral, así como visiones en círculos concéntricos –es decir, que se repiten hasta tres veces– que van
adelantando la catástrofe final. Aunque el fin del mundo como tal no se describe hasta el final, toda la narración está orientada hacia ese momento. Es algo que
el cristiano tiene que pasar, pero al autor –quienquiera
que fuera– le interesa sobre todo escribir una obra de consolación para una serie de cristianos de su época que supuestamente están sufriendo una
persecución o van a sufrirla de forma inmediata. Escribe un tratado inmenso para, en el fondo, decirles: “¡Aguantad! ¡Dura poco! ¡La victoria es segura! ¡Los
enemigos quedarán derrotados! Una vez que venga la victoria el futuro es un paraíso fantástico, primero aquí en la tierra y luego en el cielo”. Así pues, si no se
entiende como una obra de consolación, no se entiende el Apocalipsis.
COSMOGONÍA INFANTIL
¿Hasta qué punto es original la visión del Apocalipsis presentada por el judeocristianismo?
No es original en absoluto. Aunque no hay una sola cita del Antiguo Testamento en el Apocalipsis, las alusiones al mismo son innumerables. Parece como si el
autor hubiera querido copiar algunas partes, pero su maestría era tal que no lo hizo al pie de la letra.
¿Cómo es la cosmogonía descrita en el Apocalipsis de Juan?
Esencialmente, es la misma que la de los judíos y la del judeocristianismo (ver recuadro en la pág. 34). Se trata de una cosmovisión típica de todos los semitas
desde los antiguos asirios, una visión del mundo que condiciona totalmente el concepto mismo de la revelación. Esto es fantástico. Si los antiguos hubieran
tenido una noción más o menos acertada de cómo es el Universo de verdad, jamás habrían podido imaginar que un dios que mira la tierra como entidad única
enviaría aquí a su hijo para ser sacrificado por los mortales. En la actualidad tenemos una concepción del mundo radicalmente distinta y el concepto de
revelación judío y cristiano nos resulta infantil. En aquel momento no lo era.
Sin embargo, es sumamente sugerente. De hecho, ha habido artistas que han ilustrado esa visión en obras maravillosas, como el pintor William
Blake.
Sí, creo recordar que sus imágenes son de este estilo. Claro que es sugerente. Y yo añadiría, además, que es manejable. Es un mundo donde Dios está lejos,
pero a la vez es relativamente accesible y cognoscible. Es un Dios que se concentra en una única tierra y que tiene sus hijos aquí, en este mundo tan
pequeñito que entonces era el centro del Universo.
¿Ha utilizado la Iglesia católica el Apocalipsis como arma para mantener a sus fieles bajo control?
Sí, continuamente. Todo el imaginario del infierno se nutre sobre todo del Apocalipsis, porque, aunque la gente no lo crea, la referencia al fuego eterno solo
aparece seis veces en todo el Nuevo Testamento. Jesús habla del infierno y del fuego eterno, pero la alusión tiene una importancia mínima. Con esas seis
referencias, que son, más o menos, crujir de dientes, eternidad y fuego eterno, poco se puede montar. Sin embargo, con un Apocalipsis tan dantesco se
pueden montar muchas cosas. El miedo al infierno ha sido el arma principal de la Iglesia para controlar a la gente ignorante desde los primeros tiempos.
APOCALIPSIS CONTEMPORÁNEOS
¿Hasta qué punto cree que sigue vigente el mito del Apocalipsis en nuestros días? ¿Ha perdido fuerza con el declinar de la fe religiosa y el
cuestionamiento de la idea de progreso?
Sigue vigente porque es una obra literaria magistral. Posee un encanto, una potencia, una retórica, una fuerza, un dinamismo y una capacidad de atracción tan
grandes que sigue subyugando a los lectores. Sin embargo, el mito religioso tal como lo hemos descrito antes no se ajusta a nuestro mundo actual, montado
sobre la ciencia o la pseudociencia, y esto ha supuesto que haya perdido fuerza. Lo observamos sobre todo en los jóvenes, que están continuamente
manejando ordenadores y viendo películas de ciencia ficción. En este mundo, en el que reina la electrónica, nacerán otros mitos, ya que los antiguos mitos
religiosos basados en esa cosmogonía y en la relación Dios-humanidad no tienen ningún sentido. Para los jóvenes de hoy, el concepto de una divinidad que
sacrifica a su hijo único enviándolo a la Tierra es tan pavorosamente poco encajable en su visión del mundo que lo expulsan de modo automático. Ahora bien,
los jóvenes de hoy corren el peligro no solo de eliminar los mitos religiosos, sino todos los mitos. No tienen mitos literarios ni artísticos potentes. Ahora los
mitos duran poco y son muy elementales y superficiales.
Entonces, si el Apocalipsis ha perdido su dimensión escatológica y su urgencia histórica, ¿qué nos queda de él? ¿Quizá está volviendo debido al
cambio climático y los desastres que este implica?
En primer lugar, queda de él una imagen global, una destilación de que la historia no es cíclica, sino lineal, es decir, de que existe algún poder misterioso que
está dirigiendo nuestra historia, y con ella al hombre, hacia un final ineluctable que vendrá tarde o temprano. Sabemos que ese final puede acelerarse por el
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mal uso de las cosas que tenemos a nuestra disposición, de lo que a la humanidad se le pedirá cuentas. Es, por así decirlo, una destilación global y vaporosa
del mito. Esto es así sobre todo porque el ser humano tiene una capacidad de inventar muy reducida. Los mitos que crea están condicionados por su cultura.
Si fabrica nuevos mitos o si los destila lo hace dentro de la cultura que ya posee. Generar una idea totalmente nueva es muy difícil.
¿Qué opina de las teorías esotéricas que interpretan el Apocalipsis en el sentido de “hecatombe final” y que se producirá pronto a través de
explosiones nucleares? ¿Se atrevería a emitir algún pronóstico en relación con los países orientales que poseen armamento nuclear y parecen
dispuestos a utilizarlo si lo consideran necesario para proteger su integridad y sus intereses?
En este caso, más que el término “apocalipsis”, prefiero utilizar el de “conflagración cósmica”, por ejemplo. Son circunstancias que se están repitiendo en la
humanidad occidental desde la época de los estoicos, que se inició en el siglo IV a.C., e incluso los encontramos antes en la filosofía griega. Dentro de un
marco puramente laico, político, de orden sociológico y de simple sentido común, cualquiera que piense un poco y lea la prensa observará la polarización del
mundo en dos partes o en tres, sobre todo en dos absolutamente irreconciliables: el mundo occidental y el islámico. Tampoco podemos pasar por alto el
problema de la superpoblación. Dentro de 50 años se agravarán de forma extrema la carencia de materias primas y la falta de alimentos. Ya lo dijo hace más
de una década [el escritor argentino] Ernesto Sábato
en un Informe que me convenció: no le daba a este mundo más de 50 años, pero no porque estuviera pensando en el Apocalipsis de Juan, sino simplemente
por sentido común. Yo pienso lo mismo que él.
Entonces, ¿cree que estamos cerca de ese Apocalipsis final?
El progreso indefinido asociado al crecimiento indefinido de la población no es posible. Si seguimos así, es ineluctable un final catastrófico más o menos
pronto. Desde luego, antes de cien años. Lo que no sabemos es si habrá una gran hecatombe y desaparecerá toda la humanidad o solo lo hará una parte. Hay
otro problema en el ser humano que favorece esa hecatombe o apocalipsis, aunque no me gusta usar este último término porque siempre pienso en él en
griego y lo asocio a “revelación”: en su propia constitución el ser humano posee el impulso de emplear todos los medios que tiene a su alcance. Pongo un
ejemplo: sabemos perfectamente que el atún rojo se está acabando, pero cada año incrementamos las capturas. Somos incapaces de no utilizar los nuevos
sonares que se meten dentro del agua y detectan los bancos de peces. Aun a sabiendas de que caminamos hacia la catástrofe, emplearemos cada año todo
aquello que nos lleva a acelerar el fin.
¿Está próximo el fin del mundo, según creen millones de personas? Antonio Piñero nos ofrece una visión clarificadora sobre el origen del mito del Apocalipsis y nos explica por qué ha pervivido hasta nuestros días.
El doctor Antonio Piñero, catedrático de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid y autor de numerosas publicaciones sobre la literatura apócrifa tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento que han permitido sacar a la luz aspectos completamente novedosos y desmitificadores sobre la Biblia y, en especial, sobre el Jesús histórico, nos ha hecho un hueco en su apretada agenda de trabajo. Comenta que acaso se anime pronto a plasmar en un libro la historia y el mito de Jesús haciendo especial hincapié en el problema de la divinización, pero que ahora, tras el éxito de su Guía para entender el Nuevo Testamento, está preparando una obra similar a esta, pero dedicada a San Pablo. También colabora en un proyecto colectivo, junto con cuarenta especialistas españoles, de una Biblia laica y aconfesional, absolutamente fidedigna y a la vez de bello lenguaje que tardará años en concluirse. También está volcado en una traducción “ultratécnica” de un comentario al Evangelio de Lucas.
Entre tanto trabajo tenemos el gusto de charlar un rato con él sobre el Apocalipsis de Juan, pues no en vano es autor de un libro titulado Los Apocalipsis. 45 textos apocalípticos, apócrifos judíos, cristianos y gnósticos. Sin dejar de situarlo históricamente ni de perder de vista el valor del mito y su trascendencia, este gran especialista nos lo acerca al mundo actual. ¿Sigue vigente? ¿En qué medida nos condiciona? Sus respuestas son sumamente enriquecedoras para aclarar estas ideas.
Obra de consolación
En su obra Los Apocalipsis habla de 45 apocalipsis judíos, cristianos, gnósticos e incluso uno pagano, que fueron elaborados a lo largo de seiscientos años. ¿Existen diferencias fundamentales entre ellos?Entre los que son judíos no hay diferencias fundamentales. Van aproximadamente del siglo IV a.C. al siglo I de nuestra era y siguen una especie de tema único o muy parecido. Además de tratarse de un género literario muy determinado, con gran predominio de la imaginación, era habitual que los autores se copiaran unos a otros. Todos se refieren al momento del final del mundo presente y al del juicio del ser humano delante de Dios, junto con la suerte después del juicio. El único Apocalipsis pagano es de Virgilio y es una revelación o intuición de una futura edad de oro de la humanidad, pero tiene tantas concomitancias con los apocalipsis judíos que parece haberse inspirado también en estos. Luego queda otro género, que son los apocalipsis del Jesús revelador gnóstico, que, en realidad, son diálogos de revelación. Siempre tienen el mismo esquema. Con estos tres tipos tenemos prácticamente encuadrados todos los apocalipsis cristianos.
Sin embargo, convendrá en que de todos ellos el Apocalipsis de Juan ha sido el más influyente en nuestra cultura.Sin duda alguna, pero eso ha tenido que ver sobre todo con su admisión en la lista de los libros sagrados. Curiosamente, tiene una historia muy particular: por una parte, hay estudiosos que defienden que fue la primera pieza del Nuevo Testamento que resultó canonizada y, por otra, nos encontramos con el hecho de que en algunas iglesias orientales hasta el siglo X de nuestra era no se admitió como canónico. Tuvo una suerte totalmente dispar.
La influencia es evidente, porque a la pregunta “¿qué es el Apocalipsis?” mucha gente responde haciendo referencia al último libro del Nuevo Testamento y asociándolo al fin violento del mundo, a pesar de que se refiere sobre todo a una revelación. ¿Por qué hemos llegado a asociar el Apocalipsis con el fin del mundo? Es una revelación, pero está relacionada con algo que va a ocurrir en breve (capítulo I). Hay mucha preparación a propósito de lo que va a suceder en tono de exhortación moral, así como visiones en círculos concéntricos –es decir, que se repiten hasta tres veces– que van adelantando la catástrofe final. Aunque el fin del mundo como tal no se describe hasta el final, toda la narración está orientada hacia ese momento. Es algo que el cristiano tiene que pasar, pero al autor –quienquiera
![Page 4: ART Antonio Pinero El Juicio Final Referncias](https://reader036.vdocumento.com/reader036/viewer/2022071701/55cf9cc7550346d033ab04fa/html5/thumbnails/4.jpg)
que fuera– le interesa sobre todo escribir una obra de consolación para una serie de cristianos de su época que supuestamente están sufriendo una persecución o van a sufrirla de forma inmediata. Escribe un tratado inmenso para, en el fondo, decirles: “¡Aguantad! ¡Dura poco! ¡La victoria es segura! ¡Los enemigos quedarán derrotados! Una vez que venga la victoria el futuro es un paraíso fantástico, primero aquí en la tierra y luego en el cielo”. Así pues, si no se entiende como una obra de consolación, no se entiende el Apocalipsis.
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