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  • SEVILLA

  • LA HISTORIA DE LA ARQUEOLOGÍA HISPANO-PORTUGUESA A DEBATE

  • Colección SPAL Monografías Arqueología

    Director de la ColecciónFerrer Albelda, Eduardo

    Consejo EditorialFerrer Albelda, Eduardo. Universidad de SevillaÁlvarez Martí-Aguilar, Manuel. Universidad de MálagaÁlvarez-Ossorio Rivas, Alfonso. Universidad de SevillaBelén Deamos, María. Universidad de SevillaBeltrán Fortes, José. Universidad de SevillaCardete del Olmo, Mª Cruz. Universidad Complutense de MadridGarriguet Mata, José Antonio. Universidad de CórdobaGavilán Ceballos, Beatriz. Universidad de HuelvaMontero Herrero, Santiago C. Universidad Complutense de MadridPereira Delgado, Álvaro. Universidad de SevillaTortosa Rocamora, Trinidad. Instituto de Arqueología de Mérida, CSIC

    Comité CientíficoArruda, Ana Margarida. Universidade de LisboaBonnet, Corinne. Universidad de ToulousseCelestino Pérez, Sebastián. Instituto de Arqueología de Mérida, CSICChapa Brunet, Teresa. Universidad Complutense de MadridDíez de Velasco Abellán, Francisco. Universidad de la LagunaDomínguez Monedero, Adolfo J. Universidad Autónoma de MadridGarbati, Giuseppe. CNR, ItaliaMarco Simón, Francisco. Universidad de ZaragozaMora Rodríguez, Gloria. Universidad Autónoma de MadridOria Segura, Mercedes. Universidad de SevillaVaquerizo Gil, Desiderio. Universidad de Córdoba

  • LA HISTORIA DE LA ARQUEOLOGÍA HISPANO-PORTUGUESA A DEBATEHistoriografía, coleccionismo, investigación y gestión arqueológicos en España y Portugal

    José Beltrán Fortes Carlos Fabião

    Bartolomé Mora Serrano(coordinadores cientí� cos)

    Sevilla, 2019

    SPAL MONOGRAFÍA ARQUEOLOGÍANº XXX

  • Colección Spal Monografías Arqueología Número XXX

    Coleção Cadernos UNIARQ Número extra

    Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecáni-co, incluyendo fotocopia, grabación magné-tica o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito de la Univer-sidade de Lisboa, UMA Editorial y de la Editorial Universidad de Sevilla

    © UNIARQ - Centro de Arqueologia da Universidade de Lisboa 2019 Faculdade de Letras da Universidade de Lisboa Alameda da Universidade, 1600-214 Lisboa, Portugal© UMA Editorial 2019 Bulevar de Louis Pasteur, 30. Campus de Teatinos - 29010 Málaga. Correo electrónico: [email protected] Web: © Editorial Universidad de Sevilla 2019 C/ Porvenir, 27 - 41013 Sevilla. Tlfs.: 954 487 447; 954 487 451; Fax: 954 487 443 Correo electrónico: [email protected] Web:

    © José Beltrán Fortes, Carlos Fabião y Bartolomé Mora Serrano (coordinadores) 2018

    © De los textos, los autores 2018Impreso en papel ecológico. Impreso en España-Printed in SpainISBN de la Editorial Universidad de Sevilla: 978-84-472-1986-5 ISBN de UMA Editorial: 978-84-17449-64-3Depósito Legal: SE 420-2019Diseño de cubierta: Santi García. [email protected] Maquetación: Rui Roberto de Almeida. [email protected] Impresión: Tórculo Comunicación Grá�ca, S.A.

    Comité editorial:José Beltrán Fortes (Director de la Editorial Universidad de SevillaAraceli López Serena (Subdirectora)Concepción Barrero RodríguezRafael Fernández ChacónMaría Gracia García MartínAna Ilundáin LarrañetaMaría del Pópulo Pablo-Romero Gil-DelgadoManuel Padilla CruzMarta Palenque SánchezMaría Eugenia Petit-Breuilh SepúlvedaJosé-Leonardo Ruiz SánchezAntonio Tejedor Cabrera

  • ÍNDICE

    Presentación ......................................................................................................................... 9

    Historiografía

    Em busca das “antiguidades” no Alentejo. O movimento humanista português nos alvores da modernidade (1560-1600)André Carneiro ..................................................................................................................... 15

    El interés de la Ilustración española por las antigüedades portuguesas. El caso de ÉvoraJesús de la Ascensión Salas Álvarez .................................................................................... 27

    Moneda y anticuariado hispano-portugués: notas sobre una particular relaciónBartolomé Mora Serrano ................................................................................................... 57

    Estácio da Veiga e a Carta Archeologica do Algarve (1876-1891): o nascimento da moderna arqueologia portuguesaCarlos Fabião ..................................................................................................................... 79

    José Formosinho e a arqueologia da primeira metade do século XX no barlavento algarvioJoão Pedro Bernardes ........................................................................................................ 105

    Antonio García y Bellido (1903-1972) y la arqueología romana de ExtremaduraJosé Beltrán Fortes ........................................................................................................... 121

    Coleccionismo

    Colecciones arqueológicas privadas en Málaga de los siglos XVI al XIXPedro Rodríguez Oliva ................................................................................................... 153

  • Sobre el origen improvisado de los museos arqueológicos de titularidad pública en AndalucíaJosé Ramón López Rodríguez ........................................................................................ 209

    La formación de los museos arqueológicos en Andalucía: los casos de Sevilla y AlmeríaManuel Camacho Moreno, Ana D. Navarro Ortega y Concepción San Martín Montilla ................................................................................ 229

    Investigación y gestión arqueológicas

    La in�uencia de la termodinámica en las ciencias históricas yantropológicas de los siglos XIX y XXLuis-Gethsemaní Pérez-Aguilar ..................................................................................... 255

    Axiomas en la cuerda �oja. El caso del «tatuaje facial» de las gurillas hispanoportuguesas de la edad del cobreJosé Luis Escacena Carrasco ........................................................................................... 273

    La administración consultiva en materia de patrimonio en Andalucía: análisis de la labor de la Comisión Andaluza de Arqueología (CAA) en el período 1984-1991María Luisa Loza Azuaga ............................................................................................... 293

  • Presentación

    El interés, recuperación y estudio de los hoy denominados bienes arqueológicos (llamados tradicionalmente “antigüedades”) ha sido una constante en las socie-dades históricas de la Europa occidental, prácticamente desde los inicios de la Edad Moderna, con diversos objetivos y métodos, hasta la conformación de una disciplina cientí�ca, como se plasma en la Arqueología durante el siglo XIX. En efecto, la Arqueología, incluyendo también la española y la portuguesa con sus particulari-dades, y en concreto la Arqueología Clásica, tuvo un �oreciente y largo anticipo en la llamada “Antiquaria” que, de facto, se desarrolla desde el siglo XVI hasta el si-glo XIX, en que se conforma la Arqueología como disciplina cientí�ca en Europa.

    El interés por el conocimiento del pasado y, especialmente, de la antigüedad es propio de todas las sociedades humanas y la recuperación de restos materiales de pe-ríodos anteriores ha cumplido a veces importantes objetivos ideológicos a lo largo de la Historia, destacando, sobre todo, su empleo y manipulación para la de�nición de las nacionalidades modernas en Europa. La Arqueología, y también precedente-mente la referida Anticuaria, han sido un factor importante –en ocasiones de pri-mera línea– en la formulación de ciertos modelos ideológicos y de pensamiento de la sociedades modernas de Europa occidental, como ocurrió, por ejemplo, con res-pecto a la Arqueología Prehistórica en relación a la quiebra de las entonces predo-minantes visiones creacionistas de base bíblica en la segunda mitad del XIX, si bien nunca se han llegado a desterrar totalmente y, en fechas recientes, hay un recreci-miento en sectores tradicionalistas de determinadas sociedades actuales.

    En lo que respecta a la Arqueología cientí�ca, incluida dentro de las disciplinas históricas, se desarrolla con un planteamiento diverso del de otras muchas ciencias históricas por la propia singularidad de su objeto de estudio; por esa evidente ma-terialidad e inmediatez de los restos arqueológicos, los bienes arqueológicos, que ha hecho más fácil su instrumentalización en el marco social e ideológico, político, re-ligioso, económico (mercado de antigüedades), de falsi�caciones, etc..

    En los últimos tiempos tanto en España como en Portugal se ha desarro-llado en nuestras comunes disciplinas arqueológicas el interés por la Historia o la

  • José Beltrán, Carlos Fabião y Bartolomé Mora10

    Historiografía de la Arqueología en cada país, aunque –justo es reconocerlo– con un cierto retraso con respecto a otros países de nuestro entorno, como Inglaterra, Francia, Italia o Alemania, entre otros, en los que la Historiografía Arqueológica se había desarrollado como línea de investigación consolidada desde hace ya años. En nuestros respectivos países el recorrido llevado a cabo en los últimos decenios del siglo XX y en este nuevo siglo XXI ha sido muy intenso y ha afectado tanto a la puesta en marcha de proyectos de investigación, de congresos especializados o de exposiciones sobre el tema, con sus consiguientes catálogos, cuanto en la realiza-ción de tesis doctorales o numerosas publicaciones que han enriquecido ese pano-rama cientí�co.

    Así, hoy conocemos mucho mejor cómo y porqué se han desarrollado nues-tras respectivas disciplinas arqueológicas. Remitimos, por ejemplo, a las Actas de los cuatro Congresos internacionales de Historia de la Arqueología celebrados hasta el presente en España1, o asimismo la importante exposición celebrada en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid sobre El Poder del Pasado en conmemoración del 150 aniversario de la fundación de esta institución museística, que tuvo lugar en el año 1867, con un catálogo donde, amén del repaso a las 150 piezas que han confor-mado la muestra, se lleva a cabo un análisis por diversos especialistas del desarrollo de la Arqueología en España desde ese año 1867 hasta la actualidad, así como de sus antecedentes en la llamada anticuaria, bajo la coordinación cientí�ca de Gonzalo Ruiz Zapatero2. Como ha indicado este autor en la introducción de esa publicación: “Resulta crucial trazar los procesos que determinan cómo conocemos lo que pen-samos que sabemos del pasado... Porque en de�nitiva, la historia de la arqueología nos ayuda a entender algo fundamental: como nos hemos hecho a nosotros mismos como arqueólogos”3.

    Para el caso de Portugal debe destacarse la síntesis monográ�ca llevada a cabo por uno de nosotros sobre la historiografía arqueológica portuguesa4, donde se ana-liza ese desarrollo de la disciplina anticuario-arqueológica portuguesa durante las Edades Moderna y Contemporánea, con el objetivo básico de ver la función de la Arqueología en la construcción “da nossa Identidade ou, melhor dizendo, dos

    1. AA.VV. (1991): Historiografía de la Arqueología y de la Historia Antigua en España (Siglos XVIII-XX) (Arce, J. y Olmos, R. eds.), Ministerio de Cultura, Madrid; AA.VV. (1997): La cristali-zación del pasado: Génesis y desarrollo del marco institucional de la Arqueología en España (Mora, G. y Díaz-Andreu, M. eds.), Universidad de Málaga, Málaga; AA.VV. (2005): El nacimiento de la Prehisto-ria y de la Arqueología Cientíca (V. Cabrera y M. Ayarzagüena, eds.) (= Archaia, 3-5), Sociedad Espa-ñola de Historia de la Arqueología, Madrid; AA.VV. (2017): 150 años de Historia de la Arqueología: Teoría y método de una disciplina, Sociedad Española de Historia de la Arqueología, Madrid,

    2. RUIZ ZAPATERO, G., coordinador cientí�co (2017): El Poder del Pasado. 150 Años de Arqueología en España, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Madrid.

    3. RUIZ ZAPATERO, G. (2017): “Una historia de la Arqueología en España”, en El Poder del Pasado. 150 Años de Arqueología en España, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Madrid, p. 10.

    4. FABIÃO, C. (2011): Uma História da Arqueologia Portuguesa, CTT Correios de Portugal, Lisboa.

  • 11Presentación

    modos como ela se foi construindo ao longo de séculos... abordam-se algumas das etapas julgadas mais relevantes na construçao de distintas imagens identitárias...”5.

    Por el contrario, no ha sido muy habitual llevar a cabo análisis historiográ�cos comunes sobre esta materia entre investigadores de España y Portugal, aunque cabe señalar la existencia de una sesión propia de historiografía arqueológica ya desde el III Congreso de Arqueología Peninsular, celebrado en Oporto en 1999, si bien no se ha hecho de manera especí�ca. Por esto hemos pretendido iniciar un acercamiento en este tema de estudio a raíz de esta publicación. Lógicamente es un acercamiento sesgado, ya que no se pueden tratar todos los temas ni es el objetivo previsto, puesto que no se trata de una síntesis del proceso en todos sus aspectos sino aproximacio-nes a partir de estudios concretos, llevados a cabo por especialistas de ambos paí-ses. Nos parece que el resultado re�eja esa realidad compleja a la que nos referimos, destacando tanto similitudes como diferencias desde una perspectiva histórica, que arranca desde el humanismo del siglo XVI y llega hasta el presente. Ello justi�ca el título de esta monografía.

    Finalmente, debe indicarse que esta publicación ha sido posible por la colabo-ración de las tres Universidades a las que pertenecen los coordinadores cientí�cos, las Universidades de Sevilla, Lisboa y Málaga.

    José Beltrán, Carlos Fabião y Bartolomé MoraSevilla – Lisboa – Málaga, diciembre de 2017

    5. FABIÃO, C. (2011): Uma História da Arqueologia Portuguesa, CTT Correios de Portugal, Lisboa, p. 11.

  • HISTORIOGRAFÍA

  • Estácio da Veiga e a Carta Archeologica do Algarve (1876-1891): o nascimento da moderna arqueologia portuguesa

    Carlos Fabião

    Universidade de Lisboa

    "Para porém se escrever a historia das sociedades extinctas, não ha senão um só ar-chivo, archivo imenso, que abrange todas as regiões da terra; archivo cujos códices são as rochas sedimentares accessiveis á observação, e as folhas desses códices, as camadas que constituem a sua formação. É pois, n’essas mysteriosas folhas […] que �caram registra-dos em rigorosa ordem os factos mais essenciaes para o estudo critico da ethnologia geo-lógica. Não ha n’essas folhas nomes escriptos por signaes calligraphicos para exprimirem a existência de todos os mimos da creação, mas os proprios seres que foram creados, fa-zendo parte integrante da contextura d’essas folhas, á feição de hieroglyphicos que n’ellas �caram estampados, cuja interpretação cabe sómente ao intimo concurso da geologia, da paleontologia e da archeologia, desde que surgem as primeiras manifestações da indus-tria humana.” Veiga, S. P. M. E., Paleothnologia. Antiguidades Monumentaes do Algarve Tempos Prehistoricos, vol. 1, Lisboa: Imprensa Nacional, 1886: 30-31.

    Com estas palavras, de verdadeiro manifesto cientí�co, apresentou o algarvio Sebastião Philipes Martins Estácio da Veiga (1828-1891) o objecto da investi-gação arqueológica em que empenhara boa parte da sua vida. O presente texto pre-tende ensaiar uma contextualização da sua obra no âmbito desta nova disciplina, em Portugal (Fig. 1).

    1. A AFIRMAÇÃO DA ARQUEOLOGIA, NA EUROPA, NO SÉCULO XIX

    A Arqueologia entendida como a disciplina que estuda a história das sociedades, re-correndo preferencialmente aos vestígios materiais que delas se conservaram, tem

  • 80 Carlos Fabião

    profundas raízes, dado que, por di-ferentes razões, sempre houve uma consciência, concreta ou difusa, da presença de indícios antigos da ac-ção humana, interpretados dos mais diversos modos, pontuando as pai-sagens habitadas. No contexto das sociedades europeias, onde estas prá-ticas de observação e colecção de materiais mais precocemente se a�r-maram, os primeiros interesses en-caminharam-se, como não podia deixar de ser, para o legado da civi-lização romana. Em normal re�exo do que ocorreu em outros domí-nios, como a literatura ou as artes plásticas, por exemplo, o modelo clássico assumia-se como o para-digma a registar, assinalar e seguir. De igual modo, a demonstração da remota antiguidade de um local ou de uma cidade assumia contornos de

    evidente enobrecimento do mesmo, pelo que se assinalavam os vestígios epigrá�cos, numismáticos e arqueológicos como indicadores da localização de antigos lugares, muitas vezes registados pela literatura antiga. Constitui aquilo a que habitualmente se chama a fase da “arqueologia ilustrativa”, na medida em que os vestígios materiais são convocados somente para comprovar ou simplesmente acompanhar discursos que se constroem a partir dos documentos escritos.

    Na Europa do século XIX, num quadro de profundas transformações civiliza-cionais, emergiu e ganhou consistência aquilo a que se pode chamar um novo para-digma laico e evolucionista para a história do mundo, dos seres vivos e dos homens, que passou pela rejeição do texto bíblico como referência literal para os mais remotos tempos da existência da terra, das plantas, dos animais e do homem e, consequente-mente, do paradigma criacionista, até então consensualmente aceite.

    Esta mutação veri�ca-se fundamentalmente em países como a França e a Grã--Bretanha onde, primeiro, no domínio da geologia e, imediatamente depois, no âmbito da paleontologia, se lançaram as bases cientí�cas dos novos modelos expli-cativos para a história da terra e dos seres vivos, ambos enfatizando o seu carácter de processo inscrito numa longa diacronia, conservada em sedimentos geológicos, re-jeitando, assim, em simultâneo, a noção de Criação e o seu quadro temporal, nos moldes de�nidos pela Bíblia. Os fundamentos empíricos desta mutação resulta-ram, por um lado, de um crescente conhecimento técnico do subsolo, associado ao

    Figura 1. Estácio da Veiga em 1880. Gravura publicada em “Occidente”, vol.3 – 3º anno, 1880, p. 184. http://hemerotecadigital.cmlisboa.pt/OBRAS/Ocidente/1880/Indice/

    Indice_item1/P7.html

  • 81Estácio da Veiga e a Carta Archeologica do Algarve (1876-1891): o nascimento da moderna arqueologia portuguesa

    incremento da exploração de matérias-primas, mas também aos grandes planos de obras-públicas, que regularizaram leitos de rios, rasgaram canais e construíram es-tradas e caminhos-de-ferro; por outro, de um conhecimento cada vez mais alargado da diversidade e variedade das espécies vegetais e animais, minuciosamente regista-das e catalogadas. Deste modo, sedimentou o conceito de Pré-História, aplicado a um tempo para o qual não existiam quaisquer registos escritos (Daniel, 1968; Tri-gger, 1989). Pode dizer-se que esta nova perspectiva do mais remoto passado resulta, sobretudo, do progresso material oitocentista e os seus agentes principais são os “en-genheiros” e “naturalistas” e menos os sábios e eruditos de formação académica tra-dicional, baseado nos velhos princípios das chamadas “artes liberais”.

    Naturalmente, as novas perspectivas não se a�rmaram sem polémica, pelo que as “provas” que permitiam sustentá-las foram persistentemente procuradas, quer pelos seus defensores, quer pelos seus detractores e, acima de tudo, esta noção de Pré-História implicava a existência de um tempo inacessível ao legado documental e só alcançável pelo estudo minucioso e persistente dos vestígios materiais dessas eras. É verdadeira-mente neste domínio que aquilo a que hoje chamamos o registo arqueológico ganha foros de verdadeira (e única) fonte de conhecimento do passado, alçando a pesquisa dos remotos vestígios materiais a uma dignidade que anteriormente não possuía.

    2. OS PRIMÓRDIOS DA ARQUEOLOGIA PRÉ-HISTÓRICA PORTUGUESA

    Habitualmente considera-se que, pela sua situação periférica e menor desenvolvi-mento económico, Portugal se teria conservado alheado dos grandes debates que, pela Europa, consolidavam este novo paradigma. Na realidade, tal não aconteceu. Provavelmente, pela emigração liberal, nos meados do século XIX, havia no nosso país uma elite su�cientemente ilustrada e cosmopolita, que de perto acompanhava o que eram então as principais novidades cientí�cas. Não admira, por isso, que os es-tudos pré-históricos se tivessem a�rmado precocemente.

    Como bem sublinhou José Leite de Vasconcellos, foi no âmbito da Comissão Geológica de Portugal, criada em 1857, e dirigida por Carlos Ribeiro e Pereira da Costa, a que logo se juntou Nery Delgado, que se iniciaram as investigações pré-his-tóricas, em moldes análogos aos que então se desenvolviam na Europa (Vasconce-llos, 1897: 3ss.; Almeida; Carvalhosa, 1974; Fabião, 1993). Os estudos publicados por estes autores estavam profundamente marcados pelo debate em torno das ori-gens do homem, como os seus títulos expressivamente demonstram:

    Da existencia do homem em epochas remotas no valle do Tejo. Primeiro opúsculo. Noticia sobre os esqueletos humanos descobertos no Cabeço da Arruda (Costa, 1865), Da existencia do homem no nosso solo em tempos mui remotos provada pelo estudo das caver-nas. Primeiro opúsculo. Noticia ácerca das Grutas da Cesareda (Delgado, 1867); Noções

  • 82 Carlos Fabião

    sobre o estado prehistorico da terra e do homem seguidas da descripção de alguns dolmins [sic] ou antas em Portugal (Costa, 1868), Descripção de alguns sílex e quartzites lasca-dos encontrados nas camadas dos terrenos terciário e quaternário das bacias do Tejo e Sado (Ribeiro, 1871) todos dados à estampa com versões em francês, em evidente esforço e desejo de “internacionalização”, como hoje diríamos.

    Não se �cava pelo acompanhamento das principais tendências europeias ou pela divulgação dos textos em língua francesa, então uma das principais línguas de comunicação “universal”, a internacionalização da arqueologia pré-histórica portu-guesa. Passou também pela participação dos seus principais agentes em colóquios além-fronteiras. Na sexta sessão do Congresso de Antropologia e Arqueologia Pré-His-tóricas, realizada em Bruxelas, em 1872, Carlos Ribeiro apresentou os seus dados so-bre o suposto Homem Terciário, identi�cado no território português. O assunto era polémico, mas constituía um tema forte na época e não se circunscrevia aos sílices da Ota (Alenquer), uma vez que vários outros autores pretendiam ter encontrado tam-bém vestígios do labor humano em estratos geológicos atribuídos ao período Terciá-rio (Trigger, 1989: 87 e ss.). Este tema relativo à antiguidade do Homem acabou por justi�car a realização em Lisboa da nona sessão do Congresso, em 1880, como mais detalhadamente se comentará. O que importa agora reter é o dinamismo, a quali-dade e a relevante internacionalização dos estudos pré-históricos portugueses, nos alvores da segunda metade do século XIX, em absoluta sintonia com o que se veri�-cava além Pirinéus. Foi também por esta altura que se publicou um primeiro esboço de síntese, Introdução á Archeologia da Península Ibérica. Parte primeira Antiguida-des Prehistoricas (Simões, 1878), da autoria de Augusto Fillipe Simões, lente de Me-dicina da Universidade de Coimbra, participante activo na fase �nal da recuperação do templo romano de Évora e interessado por temas históricos, que não somente da Antiguidade, com obra publicada em vários domínios, sobretudo nos que hoje co-locaríamos no âmbito da História da Arte Medieval.

    Contudo, a emergência deste novo paradigma, embora tivesse trazido novos domínios e territórios de estudo aos eruditos, não apagou por completo a matriz an-terior, constituindo antes uma nova plataforma, que se adicionou a perspectivas já anteriormente consolidadas.

    3. ESTÁCIO DA VEIGA ARQUEÓLOGO

    O arqueólogo Sebastião Phillipes Martins Estácio da Veiga (1828-1891) formou-se neste contexto e foi também neste âmbito que desenvolveu o seu trabalho. A sua obra, sendo absolutamente pioneira e singular, no contexto da arqueologia portuguesa, constitui um curioso exemplo de síntese entre tradicionalismo, continuando as vetus-tas tradições de erudição dos antiquários, e os novos desenvolvimentos, nascidos no âmbito dos estudos da Natureza e suscitados pela eclosão do paradigma evolucionista.

  • 83Estácio da Veiga e a Carta Archeologica do Algarve (1876-1891): o nascimento da moderna arqueologia portuguesa

    Para lá das peculiaridades típicas de época, com aquilo a que chamaríamos hoje digressões por múltiplos géneros, poesia, cancioneiro popular, temas políticos, Está-cio da Veiga acabaria por se centrar na investigação arqueológica. No fundo, nada de muito distinto do que podemos encontrar no percurso dos seus contemporâneos, de-signadamente em Martins Sarmento, embora, no caso do algarvio, com a absoluta originalidade de o ter feito ao serviço do Estado, por encomenda desse mesmo Es-tado, e por ter revelado, de um modo muito mais marcado, uma inclinação para o estudo arqueológico, que cedo separou claramente das pesquisas etnográ�cas, con-trariamente a tudo o que pauta, por exemplo, o percurso do estudioso vimaranense (Fabião, 1999). Se Martins Sarmento buscava, sobretudo, as raízes da nação, entre Lígures e Lusitanos, com ruínas, epígrafes e registos etnográ�cos, Estácio da Veiga estudava exclusivamente as Antiguidades do seu Algarve natal, sem procurar nelas qualquer matriz primordial dos portugueses. Tal não signi�ca que não exista uma marcada matriz romântica na sua obra, expressa, por exemplo, nos moldes em que va-lorizou sistematicamente o “indígena”, em face das supostas in�uências externas, mas simplesmente que o tema da etnogénese nacional não pertence, de todo, ao horizonte das suas preocupações – para os principais dados biográ�cos de Estácio da Veiga, veja-se o extenso trabalho de João Luís Cardoso (Cardoso, 2007) ou o volume que publica as actas do colóquio realizado em sua homenagem, em Silves (“Xelb”, 2007).

    3.1. Os primórdios

    "Entre o povoado de Santa Luzia (…) e a freguezia da Senhora da Luz (…) nota-se numa zona de terra quasi parallela á costa de SE, onde a todo o passo se estão manifes-tando grandes e numerosos vestígios de edi�cações antigas, e muitos objectos, que assas denunciam ter naquelle ou em parte daquelle campo vivido uma população romana." Veiga, S. P. M. E., Povos Balsenses. Sua situação geographico-physyca indicada por dos mo-numentos romanos recentemente descobertos na Quinta da Torre d’Aires distante seis ki-lomteros da cidade de Tavira. Lisboa: Imprensa Nacional, 1866: 12.

    Estácio da Veiga estudou na Escola Polythecnica de Lisboa, o centro por ex-celência de formação dessa nova estirpe de técnicos, os engenheiros, que o desen-volvimento das sociedades europeias oitocentistas crescentemente reclamava e valorizava, e aí terá bene�ciado das lições de Francisco Pereira da Costa, um dos pioneiros dos estudos pré-históricos em Portugal, que mais tarde viria a evocar, na condição de seu antigo mestre. De facto, este professor, juntamente com Carlos Ri-beiro, dirigiu a primeira Comissão Geológica do Reino, onde se desenvolveu impor-tante actividade quer no domínio dos estudos pré-históricos, quer no domínio da divulgação das novas perspectivas darwinistas. O labor da Comissão marcou verda-deiramente o nascimento de uma arqueologia pré-histórica em Portugal, como una-nimemente de há longa data se reconhece (Vasconcellos, 1897: 3-9).

  • 84 Carlos Fabião

    O interesse de Estácio da Veiga pelos temas arqueológicos parece ter nascido, ou ter-se incrementado substancialmente, pelo contacto com o alemão Emílio Hüb-ner, encarregue pela Academia de Berlim de realizar o levantamento das epígrafes da Península Ibérica para o monumental Corpus Inscripcionum Latinarum, que �eo-dor Mommsen dirigia. No decurso dos seus trabalhos, Hübner visitou pela primeira vez Portugal no ano de 1861. Cinco anos depois, Estácio da Veiga publicou o seu pri-meiro opúsculo dedicado a temas da Antiguidade: Povos Balsenses. Sua situação geo-graphico-physyca indicada por dous monumentos romanos recentemente descobertos na Quinta da Torre d’Aires distante seis kilomteros da cidade de Tavira. Lisboa: Imprensa Nacional (Veiga, 1866).

    A obra constitui bom exemplo de um tipo de estudos bastante popular no sé-culo XVIII pelo qual se ensaiava a proposta de localização de um aglomerado antigo, pelo cruzamento entre informações extraídas da literatura latina com a observação de epígrafes e de vestígios de edifícios soterrados. No caso vertente, tratava-se da cidade de Balsa. A proposta é importante porque até então se considerava generi-camente que a cidade de Tavira se sobrepunha à antiga urbe, embora sem outro fun-damento para além da relevância que o aglomerado da foz do Gilão tinha conhecido em épocas históricas mais recentes. Apesar das judiciosas e bem fundamentadas obser vações, não se pode dizer que a obra se afaste substancialmente dos moldes habituais que estes estudos assumiam na época. Nesta primeira obra, desde logo se evidencia também a escassa preparação do autor para lidar, por exemplo, com as epígrafes, quer latinas quer gregas, que só descodi�cou com o auxílio de outrem. Aqui se sente a tí-pica limitação do engenheiro relativamente às formações de teor humanista. Esta- mos, pois, bastante longe do cariz pioneiro que a obra de Estácio da Veiga mais tarde veio a assumir. Há, contudo, alguns elementos que desde logo se destacam, por um lado, a atenção à geogra�a, visto que a discussão sobre a localização de Balsa se faz a partir das informações do chamado Itinerário de Antonino, e, por outro, uma evi-dente propensão para discutir o tema a partir das observações de terreno, aquelas que o levam a identi�car nas ruínas da uilla de Milreu a cidade de Ossonoba e a defen-der a localização de Balsa, sobretudo, a partir dos abundantes vestígios de antiguida-des que se tinham descoberto nas quintas de Torre d’Ares e Antas. No frontispício da obra, Veiga só tem como apodo ao seu próprio nome, a referência de se tratar de “moço �dalgo com exercício na casa real de sua majestade �delíssima” (Veiga, 1866). Num tempo em que o reconhecimento cientí�co se realizava pelo aval dos pares, com obra feita e devidamente inscrita em agremiação académica, o algarvio não ti-nha ainda nada que particularmente o pudesse recomendar, para além dessa difusa condição, mais social que académica.

    Entre 1866 e 1875, Estácio da Veiga residiu em Mafra, onde exerceu a sua acti-vidade pro�ssional, no âmbito dos serviços postais do reino (Cardoso, 2007: 300). Datará dessa altura todo o labor de levantamento de informação que culminou no volume: Antiguidades de Ma�a ou relação archeologica dos característicos relati-vos aos povos que senhorearam aquelle território antes da instituição da monarchia

  • 85Estácio da Veiga e a Carta Archeologica do Algarve (1876-1891): o nascimento da moderna arqueologia portuguesa

    portugueza, apresentado à Academia Real das Sciencias de Lisboa e dado à estampa em 1879, pela tipogra�a da dita Academia. Esta obra difere em muito da anterior. Apresenta uma extensão, solidez e maturidade incomparavelmente superiores, ainda que sem atingir o nível de trabalhos posteriores. De mais assinalável será o facto de encontrarmos nas páginas de Antiguidades de Ma�a aquilo a que chamaria uma abordagem eclética, que não deixará de se notar em outros escritos seus, ainda que de uma forma mais esbatida. Estácio da Veiga explorou, durante a sua investigação, fontes muito distintas, desde logo, os dados arqueológicos, fundamentalmente os de superfície, mas também documentação histórica e as tradições populares. O passado é aqui visto como uma continuidade que torna pertinente a consideração sequencial do dado material de eras remotas, com a documentação escrita e as tradições orais. Neste particular, pode dizer-se que, nas Antiguidades de Ma�a temos um Estácio da Veiga mais próximo das abordagens de Martins Sarmento, mais etnógrafo-historia-dor-arqueólogo do que o arqueólogo “puro e duro”, passe a expressão, que se revela nas Antiguidades Monumentaes do Algarve.

    Foi durante a sua estada em Mafra que parece ter tomado corpo o Estácio da Veiga arqueólogo. De facto, não só encontramos na publicação de 1879 o eco das suas actividades, como sabemos que durante estes anos, mais concretamente, em 1873, ingressou na Real Associação dos Architectos Civis e Archeologos Portuguezes, por proposta do seu fundador Possidónio da Silva, tendo-se desvinculado da mesma dois anos depois, em ruptura com as concepções subjacentes à organização das co-lecções do museu da instituição (Cardoso, 2007: 364-366).

    A saída da Real Associação, em ruptura com o seu fundador, não representou para Estácio da Veiga um desinteresse pelos temas arqueológicos, pelo contrário. Ti-nha em preparação um trabalho sobre as Antiguidades do Algarve, de que dava co-nhecimento a várias personalidades, mas não foi esse o campo que escolheu, para se impor no meio dos amadores de antiguidades. Teria visto melhor oportunidade para a�rmar os seus méritos na recente descoberta e disponibilização pública da tábula de bronze contendo um fragmento da legislação da zona mineira de Vipasca (Aljustrel). Um estudo desta natureza dar-lhe-ia a possibilidade de buscar um novo (e mais pres-tigiado) enquadramento institucional, na Academia Real das Sciencias de Lisboa.

    O ponto de partida é interessante. A lápide recém-descoberta fora colocada no espaço da Comissão Geológica, à disposição de quem se interessasse em estudá-la. Fazendo fé em Estácio da Veiga, ali se apresentaram Augusto Soromenho, Profes-sor do Curso Superior de Letras e continuador da obra de recolha e publicação de fontes históricas portuguesas iniciada por Alexandre Herculano, e ele próprio Está-cio da Veiga. Trabalharam ambos a epígrafe, encarregando-se Veiga de limpar, com lupa e buril, a superfície gravada (Veiga, 1880b). Uma primeira publicação do texto foi apresentada por Soromenho, o que não passou sem reparo do investigador al-garvio, ainda que lhe tenha fornecido o pretexto para não ir muito além da simples transcrição do texto �xado pelo Professor de Letras (Idem). Estácio da Veiga teria consciência das suas limitações no domínio dos estudos epigrá�cos e do próprio

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    latim, pelo que utilizou o trabalho sobre este documento com um duplo objectivo. Por um lado, produzir uma memória que lhe abriria as portas da Academia Real das Sciencias; neste particular, não deixa de ser signi�cativo que no frontispício das Antiguidades de Ma�a se mencione tratar-se de uma memória apresentada à Aca-demia Real das Sciencias de Lisboa, pelo seu sócio correspondente, o que era bem distinto de tratar-se de um simples opúsculo saído da pena de um “moço �dalgo com exercício na casa real”. Por outro lado, a�rmar o que começava a ser verdadei-ramente a sua singularidade no domínio da arqueologia portuguesa, a valorização dos sítios e contextos arqueológicos – ainda que não seja possível determinar se es-sas ideias estariam já presentes na memória produzida em 1876 ou se resultou so-bretudo de perspectivas posteriores, uma vez que o texto só foi dado à estampa em 1880 (Veiga, 1880b).

    Assim se compreende que, embora Estácio da Veiga somente tivesse publicado o opúsculo sobre os “povos balsenses”, fosse, em 1877, reconhecido como arqueó-logo, não só merecedor de ser convidado para aquele que costuma ser referido como o “primeiro congresso de arqueólogos portugueses”, realizado em Guimarães, por sugestão de Pereira Caldas e iniciativa de Martins Sarmento (Lemos, 1985), mas também para ser nomeado pelo governo para o reconhecimento das antiguidades de Mértola, reveladas pelas grandes cheias do Guadiana, de Dezembro de 1876 (Veiga, 1880a e Cardoso, 2007).

    3.2. Um contexto: panorama da arqueologia portuguesa em 1877 - o encontro de Briteiros

    “O Holstein está entusiasmado e além dos convidados que V. Exª no-meou, lembrava o Estacio da Veiga”. Carta de Martins Sarmento a Pereira Caldas, de 30 de Outubro de 1876 (s/a, 1925: 77).

    Um dos mais relevantes acontecimentos da arqueologia oitocentista portu-guesa foi a escavação da Citânia de Briteiros empreendida por Francisco Martins Sarmento. O erudito minhoto iniciou investigações sistemáticas neste sítio arqueo-lógico, a expensas próprias, no ano de 1874 ou 1875 – as habituais hesitações em torno das datas de início das intervenções no local devem-se ao facto de Sarmento a�rmar que começara as escavações somente em 1875, uma vez que se limitara a um “pequeno reconhecimento”, em 1874 (Lemos, 1985: 198). Os espectaculares resultados foram sendo comentados em todas as agremiações cientí�cas nacionais e também conhecidos internacionalmente, designadamente através da divulgação que delas fez Hübner. Numa época em que a circulação da informação não era fá-cil, muito menos a das imagens – embora Martins Sarmento tenha sido um pioneiro da fotogra�a e tenha constituído álbuns, que distribuiu por pessoas e instituições –, o professor bracarense Pereira Caldas instou o vimaranense a reunir em Briteiros os

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    arqueólogos e amadores de antiguidades para que, in loco, pudessem observar os re-sultados das suas pesquisas e debater as questões suscitadas pelas mesmas. Martins Sarmento abraçou entusiasticamente a ideia e logo meteu mãos à obra, sempre em colaboração com o seu amigo. Pela correspondência entre ambos, podemos seguir a preparação do evento e a progressiva constituição da lista dos convidados que foi, de facto, relativamente extensa e abrangente, embora muitos tenham acabado por não comparecer, por motivos vários (s/autor, 1922, 1923 e 1925; Lemos, 1985).

    As primeiras iniciativas passaram pelo convite ao Marquês de Sousa Holstein (habitualmente designado como Marquês de Sousa), �lho do Duque de Palmela, Vice Inspector da Academia das Bellas Artes, que então se distinguia por pugnar (em vão) pela criação de um grande museu nacional de arte, e de uns quantos outros no-mes conhecidos, de entre os quais Martins Sarmento colocava especial empenho em Carlos Ribeiro. A 30 de Outubro de 1876, Martins Sarmento em carta a Pereira Cal-das comunica-lhe: “O Holstein está entusiasmado e além dos convidados que V. Exª nomeou, lembrava o Estacio da Veiga” (s/autor, 1925: 77). Ficamos deste modo a sa-ber a quem se deveu a lembrança de designar o então desconhecido algarvio como alguém digno de �gurar na lista dos reconhecidos amadores de antiguidades, que incluía já Carlos Ribeiro, Pereira da Costa, Possidónio da Silva, Luciano Cordeiro, Sousa Holstein, Augusto Soromenho, Miguel Osório, Filipe Simões e Gomes Mon-teiro, para além dos amigos minhotos de Sarmento, entre os quais se contava Camilo Castelo Branco, que teria feito expresso empenho em estar presente - embora não ti-vesse chegado a ir (s/autor, 1922: 111-112; 1923: 104-105). Olhando para a lista de convidados, que chegou a incluir também Alexandre Herculano, outro que acabou por não comparecer por motivos de saúde, facilmente se percebe que, para lá dos ami-gos locais, se tratava da quase totalidade dos autores com obra publicada sobre temá-tica arqueológica, pelo que não deixa de surpreender que Estácio da Veiga ali �gure uma vez que, à época, seria aquilo a que se poderá chamar um “ilustre desconhecido”. O facto de ser arrolado pelo próprio Vice-Inspector da Academia das Bellas Artes su-gere que se encontraria bem relacionado com os círculos do poder, o que justi�cará também a sua nomeação, nesse mesmo ano, para o reconhecimento das antiguidades de Mértola – sobre estas relações cf. Cardoso (2007: 303). Somente a título de cu-riosidade, re�ra-se que Veiga não chegou a responder ao convite (s/autor, 1923: 5) e acabaria por também não estar presente, porque nessa mesma altura já se encon-trava envolvido nos trabalhos de Mértola (Cardoso, 2007).

    3.3. Arqueólogo pro�ssional: o reconhecimento arqueológico do Baixo Guadiana

    "Este conjunto de bem averiguadas noticias [o aparecimento de edifícios arruina-dos, na sequência das grandes cheias do Guadiana, em 1876] não podia ser votado ao esquecimento, havendo n’este paiz uma imprensa vigilante e illustrada e um governo

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    zeloso pelo progresso das sciencias e da instrução publica, presidido pelo distinto es-tadista o sr. António Maria Fontes Pereira de Mello, sendo ministro do reino o sábio decano dos publicistas portuguezes o sr. António Rodrigues Sampaio." Veiga, S. P. M. E., Memoria das Antiguidades de Mértola observadas em 1877 e relatadas. Lisboa, Im-prensa Nacional, 1880: 2.

    Como o próprio Estácio da Veiga refere, a sua nomeação para o reconheci-mento arqueológico do Baixo Guadiana foi suscitada pela revelação de extensas áreas com ruínas decorrente das grandes cheias do Inverno de 1876, mas também pelo facto de constar que já há alguns anos se ocupava do estudo das antiguidades monumentais do Algarve (Veiga, 1880b: 2-3). A portaria de 15 de Janeiro de 1877 incumbia-o de fazer o reconhecimento do local e de proceder à revisão da sua carta archeologica. Tratou-se do primeiro caso de nomeação governamental para a reali-zação de levantamentos arqueológicos e, sublinhe-se, não foi seguido por qualquer outro, o que, desde logo, suscita alguma perplexidade. Trata-se, no fundo, de perce-ber por que razão tal nomeação se deu e, também, por que razão não foi seguida de outras análogas para outros territórios e regiões.

    Creio que só o contexto político da época poderá explicar minimamente esta singularidade. Governava então Fontes Pereira de Melo, à frente de um ministério �rmemente empenhado na modernização do país. Era um governante (e um minis-tério) cosmopolita, conhecedor dos novos ventos que sopravam nos países euro-peus mais desenvolvidos e ansioso por colocar Portugal a par das restantes potências europeias (Mónica, 1999). Os estudos arqueológicos acarinhados nos países escan-dinavos, em França ou na Inglaterra apareciam aos portugueses ilustrados de oito-centos como um verdadeiro emblema de civilização e progresso, constantemente referido por todos os autores da época, desde Augusto Filipe Simões a Martins Sar-mento sem esquecer, bem entendido, o próprio Estácio da Veiga. Paradoxalmente, os estudos arqueológicos em Portugal a�rmam-se como um elemento de moder-nidade, como as estradas e os caminhos-de-ferro. De resto, a favorável conjuntura económica da viragem do ano de 1876 para 1877 (Idem: 106 e ss.) teria criado boas condições para esta iniciativa em concreto e, no fundo, para o enquadramento geral de toda essa actividade que já foi designada como a “Idade do Ouro” da Arqueolo-gia portuguesa (Lemos, 1987). Verdadeiramente inexplicável me parece o facto de se não terem efectuado outras nomeações para reconhecimentos análogos em ou-tras zonas do país.

    Os moldes em que decorreu esta investigação foram detalhadamente relatados por Estácio da Veiga e recentemente ilustrados pela edição crítica da correspondên-cia do autor com as autoridades locais de Alcoutim, particularmente esclarecedora sobre os cuidados colocados pelo investigador algarvio na preparação dos seus tra-balhos e dos apoios de que dispôs (Cardoso; Gradim, 2004 e Cardoso, 2007). O resultado �nal foi dado à estampa no volume Memoria das Antiguidades de Mér-tola, observadas em 1877 e relatadas (Veiga, 1880a), apresentado no decurso da

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    IX Sessão do Congresso Internacional de Antropologia e Arqueologia Pré-Histó-ricas, realizado em Lisboa. Podem identi�car-se nesta obra três componentes dis-tintas: uma nota prévia, onde o Autor esboça e discute um modelo de organização dos estudos arqueológicos em Portugal (tema particularmente importante de que se tratará in�a); uma exposição dos trabalhos realizados, apresentados por ordem cronológica e com breve relação das principais realidades identi�cadas e recolhi-das; �nalmente, uma síntese, de novo por ordem cronológica, das diversas etapas históricas da região, desde os tempos pré-romanos ao período medieval português, sem esquecer o domínio romano, a época visigoda e a islâmica, não faltando um apêndice documental com a transcrição da doação do castelo de Mértola à ordem de Santiago, por Sancho II, e os forais medievais da vila (Veiga, 1880a). As distintas etapas são documentadas com as realidades observadas e os materiais recolhidos, sendo notável a valorização, diria, em plano similar, das diferentes épocas históri-cas, algo que estava muito longe de constituir um hábito nas investigações do seu tempo. Enquanto organização, não estamos longe do modelo já ensaiado nas Anti-guidades de Ma�a, ainda que, no caso presente, o nível e so�sticação da abordagem seja incomparável, sendo verdadeiramente modelar o estudo sobre Mértola. Quem assina é já também um cientista de créditos �rmados. Uma vez mais, o frontispício é esclarecedor, já que identi�ca Veiga como: moço �dalgo, comendador, sócio da Academia Real das Sciencias de Lisboa, da secção de arqueologia de “O Instituto”, de Coimbra, do Imperial Instituto Archeologico Germânico de Roma e um enfá-tico triplo etc que pretende ilustrar os múltiplos enquadramentos institucionais e cientí�cos do Autor.

    Quando se publicou a Memoria sobre Mértola, já existia o primeiro esquiço da Carta Archeologica do Algarve aquela que foi, sem dúvida, a grande obra de Estácio da Veiga. Correspondia ao aprofundamento de um primeiro ensaio, desenvolvido desde 1874 (Cardoso, 2007: 370ss.), tido por já concluído em 1878 (Veiga, 1880b: 41 e nota 2), publicamente apresentado pela primeira vez em 1880, recti�cado, de-pois, acrescentado de novos estudos (Veiga, 1886: viii-ix) e �nalmente culminado pela publicação dos primeiros quatro volumes monográ�cos, subordinados ao título Antiguidades Monumentaes do Algarve, de um plano geral que incluiria pelo menos cinco, mas que �cou interrompido por morte do Autor (Veiga; 1886-1891).

    3.4. A maturidade: A Carta Archeologica do Algarve

    "[…] a grande importancia dos monumentos [artefactos, epígrafes, moedas] está tão intimamente ligada á dos logares em que se manifestam, que de modo algum se pode prescindir do estudo destes logares." Veiga, S. P. M. E., A Tabula de Bronze de Aljus-trel lida, deduzida e commentada em 1876. Memoria apresentada á Academia Real das Sciencias de Lisboa por Estácio da Veiga sócio correspondente da mesma Academia. Lis-boa: Typographia da Academia, 1880: 41.

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    A ideia da realização de “cartas arqueológicas” constituía uma novidade em termos europeus. Como o próprio Veiga sublinhou, os primeiros ensaios similares desenvolvidos em outros países remontam à década de 50 do século XIX, quando os seus trabalhos algarvios se teriam iniciado em 1865 – alegadamente “(…) antes mesmo de conhecer as poucas cartas archeologicas já anteriormente publicadas [em outros países]” (Veiga, 1886: 9). No caso concreto, o nosso Autor defrontou-se com um problema prático: o suporte cartográ�co sobre o qual trabalhar, uma vez que a cartogra�a sistemática do reino, em escalas menores, ensaiava ainda os seus pri-meiros passos, estando muito longe de oferecer matriz su�cientemente credível, de tal modo que Estácio da Veiga se permitia duvidar de alguns dos elementos de que dispunha, a partir do seu conhecimento directo do terreno (Id: 16-18) – “Devo entretanto confessar, que muito sinto não ter podido dispor de uma carta que re-presentasse com verdade a orographia d’esta accidentada região (…) Não con�ando, porém, na exacção do esboço que �gura o relevo montanhoso e as suas complicadas rami�cações, resolvi omittil-o” (Id: 19).

    É importante sublinhar também qual era o entendimento de Estácio da Veiga dos seus trabalhos de cartogra�a arqueológica. Consistiam em identi�car e cartografar os sítios (Figura 2), com a respectiva interpretação da sua natureza, sustentada na evidên-cia empírica que resultava da observação directa, no terreno, e da recolha de materiais que possibilitavam a sua datação. Esta dimensão de interpretação gerou uma complexa e riquíssima sinalética, que acompanhava o desenho cartográ�co, propriamente dito.

    Em concreto, a apresentação do conjunto de evidência empírica que sustentava as classi�cações assumia distintos planos. Por um lado, a publicação (a extensa e pro-fusamente ilustrada obra Antiguidades Monumentaes do Algarve); mas também a apresentação / exposição dos elementos móveis – “A carta, a obra e o museu cons-tituem portanto o quadro geral d’estes trabalhos, isto é, um todo homogeneo e in-separável (…)” (Id.: 15). Os espólios móveis, representados em desenho e reunidos no museu constituíam as “provas” que sustentavam as suas classi�cações, provas es-sas que se deverão entender, simultaneamente, numa óptica de a�rmação de uma dis-ciplina nascente e ainda rodeada de alguma controvérsia ou suspeição social, mas também, no domínio do método, de apresentação positiva, logo, pretensamente in-controversa, dos dados.

    Lamentou Estácio da Veiga que o não tivessem autorizado a explorar as caver-nas algarvias, onde supunha poder encontrar os mais antigos vestígios da presença humana na região: tinha em mente não só a informação internacional, mas também os trabalhos realizados no país por Ribeiro e Delgado (Id. 33-85). As páginas de Antiguidades Monumentaes do Algarve espelham bem a mágoa do Autor por aquilo que considerava uma verdadeira amputação do seu estudo, pelo que deixou registada uma longa lista de cavernas identi�cadas em diversas regiões do Algarve.

    O projecto da Carta Archeologica do Algarve impressiona pelo volume de da-dos coligidos e pelo número de sítios escavados, muitos deles em apreciável exten-são. A precisão e rigor do levantamento são facilmente veri�cáveis, pela escassez de

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    sítios algarvios posteriormente identi�cados que não �guravam já nas cartas de Es-tácio da Veiga. Numa época onde eram difíceis as comunicações e penosas as deslo-cações, �ca-nos a ideia de que o Autor foi a todo o lado, identi�cou o que havia para identi�car e interveio a preceito em muitos dos locais, uma vez que se impunha, na sua perspectiva, a colecção das necessárias “provas” para a cartogra�a dos antigos lu-gares usados pelo Homem. Terá contado com algumas colaborações, que são devi-damente assinaladas, mas é absolutamente evidente que, nesta época de nascimento da arqueologia portuguesa, não eram numerosos os amadores de antiguidades no Algarve, como não o eram também no resto do país, pelo que mais relevante se torna o trabalho desenvolvido.

    Figura 2. A Carta Archeologica do Algarve relativa aos “Tempos Historicos” publicada como desdobrável, já depois da morte do autor, nas páginas da revista O Archeólogo

    Português (Veiga,1910). http://www.patrimoniocultural.pt/static/data/publicacoes/o_arqueologo_portugues/serie_1/volume_15/209_antiguidades_algarve.pdf

    Figura 3. A rica e complexa sinalética da Carta Archeologica do Algarve relativa aos “Tempos Historicos” publicada como desdobrável, já depois da morte do autor, nas páginas da revista O Archeólogo Português (Veiga,1910). http://www.patrimoniocultural.pt/static/

    data/publicacoes/o_arqueologo_portugues/serie _1/volume_15/209_antiguidades_algarve.pdf

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    3.5. De novo o contexto: o Museu e a Carta Archeologica do Algarve na Neuvième Session do Congrès Internationale D’Anthropologie et D’Archéologie Préhistoriques (Lisboa, 1880)

    "Ao actual senhor ministro do reino, que, sendo-o igualmente em 1880, se dignou incumbir-me da organização do museu archeologico do Algarve, porque o julgou tão indispensável para a comprovação authentica da carta archeologica, como de publica utilidade scienti�ca (…)." Veiga, S. P. M. E., Paleoethnologia. Antiguidades Monumen-taes do Algarve Tempos Prehistoricos, 1º vol, Lisboa: Imprensa Nacional, 1886: viii-ix.

    A apresentação pública da Carta Archeologica do Algarve e respectivo museu conheceu o seu momento solene de consagração na Neuvième Session do Congrès In-ternationale D’Anthropologie et D’Archéologie Préhistoriques, reunido em Lisboa no ano de 1880. Do debate sobre o tema e das sugestões então recebidas sabemos pelo próprio Estácio da Veiga, nas páginas introdutórias das Antiguidades Monumentais; ou pelas notícias publicadas na imprensa generalista. Por exemplo, a revista O Occi-dente, vol. III, nº 70, p. 186, depois de publicar o elogio do autor e das suas qualida-des de trabalho, não deixa de referir, “O publico pôde certi�car-se do que dizemos, indo visitar na Academia das Bellas Artes a galeria archeologica, organisada pelo sr. Estacio” (p. 186). No entanto, é absolutamente extraordinária a ausência de referên-cias ao chamado Museu do Algarve em duas obras fundamentais, relacionadas com o evento lisboeta. Desde logo, no espesso volume de Compte Rendu, organizado por Nery Delgado e dado à estampa somente em 1884; mas também no extenso Apên-dice à segunda edição de Elementos de Antropologia, de Oliveira Martins, justamente intitulado Notícia acerca dos trabalhos do Congresso de Antropologia reunido em Lis-boa de 20 a 29 de Setembro de 1880, divulgado ainda antes de se editar o volume de Compte Rendu e que permanece como a mais detalhada resenha da sessão do con-gresso que se publicou em português (Martins [1881] 1987: 169-218).

    No volume de Compte Rendu, que reúne as comunicações, os debates e outros detalhes das sessões de trabalho, nem uma palavra existe sobre a Carta Archeologica, omissão tanto mais estranha quanto pareceria evidente que a ela se �zesse menção, já que na detalhada relação das actividades e nos extensos agradecimentos a per-sonalidades e instituições não se encontra a mais leve menção a Estácio da Veiga ou ao seu trabalho. Poderemos deduzir que o contacto com o Museu do Algarve tenha ocorrido no dia 26 de Setembro, quando os congressistas efectuaram “Visites aux Musées et autres établissements publics de Lisbonne” (Compte Rendue, 1884: 43). Sobre a Carta Archeologica nem uma palavra, apesar de ser expressamente refe-rida a apresentação por M. Pawinski de “(…) une magni�que carte archéologique de la Prusse occidentale et dês parties contiguës du grand-duché de Posen” (Compte Rendue, 1884: 51).

    No Apêndice de Oliveira Martins, que longamente descreve os mais relevantes aspectos do congresso, no que respeita às realidades portugueses, desde o Homem

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    Terciário, de Carlos Ribeiro, à microcéfala Benvinda, apresentada por Oliveira Fei-jão, sem esquecer a gruta da Furninha, de Delgado, e o tema do canibalismo, a cra-niologia ou os concheiros do vale do Tejo, também nada se diz sobre o Algarve e sobre as investigações ali realizadas. Uma vez mais, a omissão é particularmente bi-zarra, porque o autor consagra quatro páginas ao comentário do mapa de Portugal arqueológico-pré-histórico exposto no museu da secção geológica (Martins [1881] 1987: 215-218). O seu comentário acaba por ser su�cientemente esclarecedor da não in-corporação da informação coligida por Estácio da Veiga no referido mapa, uma vez que para o Algarve �gura somente a referência de uma anta de Alcoutim. Oliveira Martins faz alguns comentários críticos ao mapa e à escassez de dados disponíveis, não deixando de sublinhar tratar-se de “(…) estudos ainda apenas iniciados” e men-cionando “(…) a necessidade do mapa pré-histórico – com que sem dúvida a comis-são geológica brindará mais tarde ou mais cedo os estudiosos” (Id.: 217). Dir-se-ia que o autor não fazia a mínima ideia de que alguns esforços mais signi�cativos esta-vam já concretizados e publicamente apresentados.

    Pode dizer-se que, pelo menos em alguns periódicos, Estácio da Veiga foi de-vidamente enaltecido, sirva de exemplo o esboço biográ�co que do investigador al-garvio apresentou a revista “O Occidente” (3º ano, vol. III, nº 70, p. 186). Veiga é descrito como um investigador incansável, apesar de possuir saúde frágil, refere-se a publicação do Cancioneiro, os seus trabalhos no Baixo Guadiana e o projecto da carta arqueológica. Concretamente, refere-se:

    "Os sábios estrangeiros tiveram ocasião de admirar o methodo, ordem e dispo-sição dos trabalhos do sr. Estacio da Veiga, de quem formaram o mais elevado conceito (…) O publico póde certi�car-se do que dizemos, indo visitar na Academia das Bellas Artes a galeria archeologica, organisada pelo sr. Estacio." (Id.Ibid.).

    No mesmo esboço biográ�co alude-se à apresentação dos dois estudos o dedi-cado à epígrafe de Aljustrel e o consagrado às Antiguidades de Mértola, ambos da-dos à estampa no contexto do Congresso. Não seria, pois, por falta de informação que o público ilustrado de Lisboa não a�uiria à exposição das “provas” da Carta Arqueológica algarvia.

    Somente a título de curiosidade, re�ra-se que também não há qualquer alusão ao investigador algarvio e à sua obra na “Crónica” humorística dada à estampa por Rafael Bordalo Pinheiro nas páginas do “António Maria”, onde se podem ler res-peitosos menções à �gura de Carlos Ribeiro e um comentário ácido sobre Possidó-nio da Silva, “(…) Sábio nacional, organisador de um basar de prendas velhas no museu archeologico (…)” (Gonçalves, 1980a: 322), onde, dir-se-ia, ecoam as críti-cas que Estácio da Veiga �zera, anos antes, à organização do Museu do Carmo. Os apontamentos de Bordalo Pinheiro dão-nos também uma ideia do tom de polé-mica que rodeava ainda as novas perspectivas sobre a mais remota antiguidade das sociedades humanas:

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    "Entre os congressistas anthropologos �guram dois ecclesiasticos. Como pó-dem estes dois varões alliar no seu espírito os interesses da fé que professam com os da sciencia que cultivam? A investigação geológica e a tradição bíblica repellem-se ou des-troem-se entre si. São estes clérigos, como o padre Bourgeois, dois verdadeiros sacerdo-tes da sciencia, ou são dois falsos sábios de sachristia?"(Id: 314).

    A�gura-se, pois, deveras estranha a escassa repercussão pública do projecto da Carta Archeologica do Algarve e respectivo Museu, situação tanto mais estranha, quanto resulta evidente que uma e outro foram expressamente preparados e apre-sentados no âmbito do encontro e, pode dizer-se, constituíam um relevante investi-mento público. Tudo se passa como se resultassem da iniciativa exclusiva de Estácio da Veiga e não merecessem particular destaque, não deixando também de contrastar vivamente com a atenção dispensada à Citânia de Briteiros, de Martins Sarmento, essa sim, uma iniciativa de um privado, que a expensas suas realizou a investigação. Provavelmente, o facto de Fontes Pereira de Melo se encontrar então fora do poder (“na oposição”) e do país, viajando pela Europa, de onde só voltaria no ano seguinte (Mónica, 1999), poderá justi�car o desinteresse das autoridades de então, que pode-riam considerar a Carta e o Museu como obra alheia e, por isso mesmo, não merece-dora da devida valorização.

    Por outro lado, em 1880, a Real Associação dos Architectos Civis e Archeolo-gos Portugueses assumiu posição relevante na elaboração da lista dos monumentos históricos nacionais, questão que de há muito se arrastava, sem visíveis avanços. Tal nomeação consagra o ascendente de Possidónio da Silva no panorama da ainda titu-beante arqueologia nacional. Sabidas que são as discordâncias entre Estácio da Veiga e o fundador da Associação, não custará admitir que a nova situação representasse para o algarvio uma perda evidente de in�uência junto dos poderes públicos. Mas, deve sublinhar-se, uma real avaliação do tema depende de estudo mais detalhado.

    Em 1882, de novo com Fontes à frente do governo, Estácio da Veiga voltou a receber apoio para realizar os estudos complementares no Algarve (Veiga, 1886: ix), o que reforça a ideia de que o seu projecto era acarinhado, sobretudo, pelos Regene-radores, não constituindo de facto nada que se pudesse considerar como um desíg-nio nacional de amplo consenso.

    3.6. O apogeu: as Antiguidades Monumentaes do Algarve (1886-1891) e o programma para a instituição dos estudos archeologicos em Portugal (1880-1891)

    "D’este modo a nação portugueza, que tão amplamente levou ás mais longínquas regiões do mundo os seus ensinamentos (…) daria novo testemunho dos seus um tanto já deslembrados méritos, mostrando haver comprehendido ser a sciencia a mais poderosa alavanca que póde levar as nações decadentes, ou ainda incultas, a nivelarem-se com o valor intellectual dos maiores potentados (…). Programma para a instituição dos estudos

  • 95Estácio da Veiga e a Carta Archeologica do Algarve (1876-1891): o nascimento da moderna arqueologia portuguesa

    archeologicos em Portugal." In: Veiga, S. P. M. E., Paleoethnologia. Antiguidades Monu-mentaes do Algarve Tempos Prehistoricos, vol. 4, Lisboa: Imprensa Nacional, 1891: 3.

    A publicação dos volumes monográ�cos contendo as Cartas Archeologicas do Al-garve, a relativa aos tempos Prehistoricos e a concernente aos períodos Históricos, bem como as respectivas “provas”, constituiu o corolário da obra de Estácio da Veiga, a sua produção maior. Contudo, o Autor não deixou também de re�ectir sobre aquilo a que chamou um “programa para a instituição dos estudos archeologicos em Portugal”, que reputava de essencial para o bom desenvolvimento da disciplina no nosso país, e que formalmente apresentou, primeiro, no estudo dedicado às Antiguidades de Mértola (Veiga, 1880 a) e, depois, no derradeiro volume publicado das Antiguidades Monu-mentaes (Veiga, 1891: 1-16) – veja-se, também, a análise de V. S. Gonçalves (1980 b).

    Começando pelos volumes das Antiguidades Monumentaes do Algarve, deve sublinhar-se o ingente trabalho realizado em curtíssimo espaço de tempo. De facto, numa época de comunicações difíceis e partindo de escassa informação, Estácio da Veiga logrou reconhecer, escavar, levantar plantas, fotografar e desenhar artefac-tos de um vastíssimo número de sítios arqueológicos, primeiro, por sua conta, en-tre 1865 e 1866, depois, por encomenda pública, trabalhos mais vastos, entre 1877 e 1878, prolongados por novos reconhecimentos, em 1882 (Veiga, 1886: 5-14). O seu estudo não se iniciou pelas cavernas (que somente enumerou), como visivel-mente pretendia e desejava (Veiga, 1886: 33-85), mas pelo Período Neolithico (Id.: 87ss.). Aqui, estudou e publicou de uma forma sistemática sítios e artefactos, com abundantíssima ilustração, a que atribuía especial signi�cado. Nestes domínios, na sistematização dos dados e na apresentação de copiosa ilustração de monumentos e objectos, as suas “provas”, que se estende ao segundo volume (Veiga, 1887), realizou um notável trabalho pioneiro, ímpar no seu tempo e mesmo em subsequentes obras publicadas em Portugal. De facto, podemos observar nas páginas das Antiguidades sistemas de ilustração que combinam a representação em planta, com as vistas em corte e os desenhos de artefactos, mesmo quando se trata de meros fragmentos ce-râmicos, numa valorização dos monumentos e artefactos somente compreensível na justa medida em que, no seu plano, constituíam as “provas” das realidades arqueoló-gicas que cartografou e pretendia apresentar em moldes incontestáveis.

    No terceiro volume, aborda um tema que era, à época, objecto de aceso debate –que permaneceu controverso, diga-se, durante quase um século– a Idade do Cobre, concebida como etapa autónoma do desenvolvimento das sociedades humanas, si-tuada entre o �nal da Idade da Pedra e os inícios da Idade dos Metaes (Veiga, 1889). A valorização de um período tecnológico intermédio, entre a mais antiga fase da “in-dústria humana” e a primeira “idade metálica”, constituía uma proposta que com-plexi�cava a primitiva proposta de um sistema de três idades para descrever as mais antigas fases da existência humana, primeiramente apresentada pelos arqueólogos es-candinavos, que Estácio da Veiga bem conhecia e explicitamente discutiu (Idem). O tema tinha sido já objecto de debate na nona sessão do Congresso Internacional

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    de Antropologia e Arqueologia Pré-Históricas, de Lisboa, com a tímida proposta do arqueólogo espanhol M. Vilanova a ser veementemente contestada, sobretudo pelo francês M. Chantre, devidamente secundado por outros investigadores (Compte Rendu, 1884: 352 – 357). Neste volume das Antiguidades, Estácio da Veiga retoma a discussão e alinha, de um modo �rme e sistemático, um conjunto de argumentos, que reputou de incontroversos. Contra as opiniões então mais genericamente acei-tes, a�rma a existência de uma Idade do Cobre, ao mesmo tempo que rejeita a ori-gem oriental da difusão desta nova técnica (Veiga, 1889). O peso das propostas de Veiga acabou por ser de algum modo reconhecido em trabalhos posteriores, como por exemplo, na obra de Leite de Vasconcellos, ainda que com algumas cautelas (Vas-concellos, 1897: 72-78), não deixando de ser algo irónico o facto de só muito tardia-mente se ter a�rmado nos meios cientí�cos espanhóis a noção de Calcolítico, como momento especí�co do desenvolvimento tecnológico das sociedades pré-históricas, já que foi prevalecendo a designação de Bronze I, apesar de ter pertencido justamente a M. Vilanova a defesa da dita Idade do Cobre na reunião de Lisboa, de 1880.

    O quarto e último volume das Antiguidades integra uma recapitulação das principais observações contidas nos volumes anteriores, reiterando a existência de uma etapa intermédia entre as idades da pedra e do bronze e debruçando-se sobre esta última e sobre a Idade do Ferro, de que regista um único sítio por si explorado, no Algarve, a necrópole da Fonte Velha de Bensafrim, sem esquecer a crucial ques-tão da escrita do sudoeste, justamente representada neste local (Veiga, 1891).

    O que poderemos chamar as teses centrais das Antiguidades resumem-se a uma continuada proclamação da criatividade local e subsequente rejeição das in�uências externas, nos principais elementos culturais identi�cados na pré-história algarvia. O natural corolário consiste na negação de uma origem externa para a primeira escrita identi�cada no extremo ocidente peninsular, seguindo, diga-se, as ideias que então foram popularizadas por João Bonança (Guerra, 2007). Sobre o tema, José Leite de Vasconcellos escreveu, em carta a Martins Sarmento, datada de 1891, o ano da morte de Estácio da Veiga: “(…) O peor é que os investigadores sérios faltam. Bonança con-tinua asneando; Estácio da Veiga, que deveria fazer trabalho seu, está-se deixando in-�uenciar por aquele parlapatão, e creio que também tresvaria.” (Cardozo, 1959: 99).

    A restante obra, abarcaria os períodos históricos, sobre os quais Estácio da Veiga realizou extensa investigação, uma vez mais, com características notáveis. Contudo, a morte surpreendeu-o antes de conseguir concluir o trabalho e, somente a título pós-tumo, uma parte do que seria o quinto volume de Antiguidades Monumentaes do Algarve acabaria por ser publicada por José Leite de Vasconcellos, nas páginas de O Ar-cheólogo Português (Veiga, 1904-1910), expurgado de alguns capítulos iniciais onde, certamente, Vasconcellos considerou que, uma vez mais, o algarvio “tresvariava”, mas incluindo a Carta Archeologica dos Períodos Históricos que sublinha eloquentemente a extraordinária extensão dos trabalhos realizados – a recente edição desse quinto vo-lume, restituiu o capítulo inicial, de óbvia relevância para o conhecimento do pen-samento de Estácio da Veiga na última etapa da sua vida, mas infelizmente sem a

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    preciosa Carta Archeologica dos Periodos Historicos (Veiga, 2006), que terá de conti-nuar a procurar-se nas páginas de O Archeólogo Português (Veiga, 1910).

    Ainda que se trate de obra incompleta, podemos identi�car nas páginas dedica-das às épocas históricas, sobretudo ao período romano, a constante rea�rmação do vigor das sociedades locais, onde os romanos pouco mais fazem do que acrescentar novos elementos a uma matriz que se encontrava já constituída. No fundo, uma rea-�rmação das teses expendidas para os tempos pré-históricos, onde facilmente se re-conhece o forte cunho romântico que, de um ou outro modo, acabou por marcar a investigação portuguesa de então. Nada de muito distinto do que poderemos ler nos textos de um Martins Sarmento ou mesmo de outros autores posteriores.

    Mais tarde, no âmbito da sua tese de licenciatura, Maria Luísa Estácio da Veiga A�onso dos Santos explorou a ampla documentação deixada pelo seu antepassado, prestando, na prática, a justa homenagem a essa relevante parcela do seu labor que tinha permanecido inédita (Santos, 1971-2).

    Embora não tenhamos su�cientes elementos, a�gura-se bastante provável que a parte nunca escrita das Antiguidades Monumentaes dedicada aos períodos histó-ricos também contemplasse o período islâmico. Estácio da Veiga dedica particular atenção ao tema nas páginas da sua Memória das Antiguidades de Mértola, contra-riamente ao que foi norma em épocas posteriores, e confronta mesmo as evidências arqueológicas observadas com a lição de Alexandre Herculano (Veiga, 1880a: 123-164). Na Carta Archeologica dos períodos históricos regista também abundantes sítios de época islâmica, para além de ter recolhido numerosas “provas” associadas a este mesmo período. Infelizmente, por nada restar nos seus manuscritos, não poderemos saber que espaço dedicaria ao tema e em que perspectiva.

    Para além do extenso tratamento das “provas” da sua Carta Archeologica do Al-garve, Estácio da Veiga empenhou-se na apresentação de um “programa para a ins-tituição dos estudos archeologicos em Portugal” (Veiga, 1880a: 4-12; 1891: 1-16; Gonçalves, 1980b). Uma vez mais, encontramos nesta proposta uma perspectiva pro-fundamente inovadora e de extraordinária actualidade, com uma complexa arqui-tectura, que se foi so�sticando, desde o primeiro esboço (Veiga, 1880a), à qual não faltou, �nalmente, uma organização bastante coerente, acompanhada do respectivo cálculo de custos (Veiga, 1891).

    Centremo-nos, pois, na proposta mais recente (1891). Em primeiro lugar, pro-põe a criação de um organismo de nível governamental, uma direcção-geral de Ar-queologia e Belas-Artes, com incumbência de supervisão destas duas áreas, tidas como essenciais num país que se pretende desenvolvido – uma vez mais, era em nome do progresso que se defendia a necessidade do estudo do passado. Esta es-trutura deveria articular-se com seis circunscrições regionais (Faro, Évora, Lisboa, Coimbra, Porto e Braga ou Guimarães), que se deveriam encarregar de organizar as respectivas cartas arqueológicas. No fundo, defendia e preconizava para outras áreas o modelo adoptado e desenvolvido no Algarve. Cada uma destas circunscrições comporia a sua parcela do que deveria vir a ser a carta arqueológica nacional. Cada

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    uma delas deveria também reunir os respectivos acervos probatórios, que deveriam constituir outros tantos museus locais. Estes �cariam articulados com um grande museu nacional de Anthropologia que, sendo importante por se constituir como uma síntese antropológica da nação, não excluía a pertinência e necessidade dos mu-seus locais. A defesa das regiões foi sempre explicitamente assumida:

    "A todos os respeitos sou e sempre fui inteiramente contrario ao systema da cen-tralisação absoluta (…) A concentração, n’um só ponto, de todos os monumentos nacionaes, se por um lado tem alguma vantagem, por muitos outros é justamente con-trariada” (Veiga, 1880a: 9-11); ou (…) a centralisação archeologica em Lisboa impede a cultura de muitas aptidões distinctas, que em varias terras do reino se estão manifes-tando, aniquila nas províncias um dos mais athraentes incentivos ao estudo de diver-sos ramos de conhecimentos humanos (…) privar as províncias d’esse poderoso meio de cultura e representação scienti�ca, equivaleria a destruir as suas condições de progresso intellectual (…) e a querer que não houvesse no reino mais do que duas ou três cidades dignas de atenção." (Veiga, 1891: 12).

    Foi ainda mais longe o investigador algarvio. Fazendo-se eco da crença no pa-pel redentor de ciência e da instrução, para o desenvolvimento do país, que tão for-temente marcou o nosso Positivismo, Estácio da Veiga propõe a criação de uma disciplina de Archeologia a ser ministrada no âmbito do Curso Superior de Letras ou no último ano do ensino liceal. Para acompanhar e integrar esta formação, o Autor propunha que se elaborasse um compêndio de Paleoethnologia e de Archeologia His-tórica, parecendo, pois, não considerar aptos para tal função os ensaios de Augusto Filipe Simões (1878) ou de Possidónio da Silva (Silva, 1878), aliás manifestou tam-bém uma apreciação fortemente crítica do esboço de curso de archeologia, minis-trado na Real Associação dos Architectos Civis e Archeólogos Portugueses.

    O investigador algarvio, não deixou também de considerar a grande importân-cia que teria este profundo conhecimento dos elementos mais de�nidores da cul-tura nacional, para o futuro desenvolvimento das belas-artes, segundo um princípio, então muito em voga, uma vez mais, de matriz romântica, de que a arte deveria re-�ectir, sobretudo, a “alma nacional”, em lugar de reproduzir estereótipos académicos cosmopolitas. Contudo, subordina muito claramente a dimensão das belas-artes à arqueologia, segundo o correctíssimo princípio de que só se pode verdadeiramente cultivar aquilo que se conhece, pelo que um aprofundado conhecimento da Anti-guidade se a�gurava vital para a moderna formação artística.

    Naturalmente, a proposta de Estácio da Veiga era arrojada, inovadora e pre�-gurava aquilo que mais tarde viria a ser o principal modelo de organização das estru-turas de protecção e salvaguarda do património arqueológico um pouco por toda a Europa. No entanto, resulta absolutamente claro o facto de não existirem ainda as condições necessárias para a instalação deste modelo de gestão, na frágil orgâ-nica administrativa nacional. Podemos encontrar ecos das suas propostas em algu-mas iniciativas locais posteriores, como as desenvolvidas por A. dos Santos Rocha,

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    na Figueira da Foz, ou Tavares Proença Júnior, em Castelo Branco. Em qualquer dos casos, porém, tratou-se de iniciativas avulsas, de certo modo, à revelia do po-der central, relacionadas mais com a determinação, vontade e possibilidade dos seus promotores, sem que se possa vislumbrar qualquer real empenho do Estado na sua concretização. Encontramos também algum eco das propostas de Veiga no decreto constituinte do Museu Ethnograco, de José Leite de Vasconcellos (Vasconcellos, 1915). Sublinhe-se porém, que se trata de situações pontuais, nada que se possa con-siderar uma qualquer aplicação do “programa” preconizado. Por outro lado, resulta absolutamente evidente que a proposta estaciana, para lá dos aspectos característicos de época, como o da proclamação da necessidade do incremento da instrução e ciên-cia, para de novo fazer Portugal ombrear com as restantes nações desenvolvidas, to-cava também num importante pólo de tensão da sociedade portuguesa de então: o debate entre centralização e descentralização política e administrativa. O tema era, de facto, fracturante, como em outro local já comentei (Fabião, 1999), e os seus re-�exos são bem visíveis tanto no modelo adoptado pelo mencionado Museu Ethno-graco, de José Leite de Vasconcellos (Vasconcellos, 1915) como nas reacções que o mesmo provocou (Fabião, 1999); ou pela contundente crítica de Ricardo Severo (um homem do norte, afastado da capital e dos principais centros políticos, mas que não deixava de ser acérrimo defensor de um museu central), ao projecto de regiona-lização, inscrita na (de resto, encomiástica) notícia necrológica de Estácio da Veiga:

    “(…) os monumentos aí �cam (…) cuidadosamente reparados pelo Estado, bens perten-centes de direito a toda a nação, sem que a sua deslocação, geralmente absurda, vá a�ec-tar o chauvinismo ronceiro do concelho ou paroquia, possuidores nominaes de simples acaso.§ Todos os outros materiaes, separados e espalhados pelo paiz, seriam como fol-has soltas de um grande livro (…)” (Severo, 1893: 129).

    Por relevante que fosse o interesse local ou regional, para Severo, e outros seus contemporâneos, o que se impunha era criar e manter um grande museu nacional e não estimular ou permitir a proliferação de estruturas locais.

    NOTA FINAL

    "D’este modo, póde-se dizer, que ainda n’esta data não há uma noção geral das anti-guidades nacionaes, nem mesmo a possibilidade pratica de se ordenar a sua catalogação scienti�ca (…) collocando este paiz na mísera condição de permanecer estacionário em numerosos ramos de conhecimentos humanos perante as nações que caminham na van-guarda do progresso social." Veiga, S. P. M. E., Paleoethnologia. Antiguidades Monumen-taes do Algarve Tempos Prehistoricos, 4º vol, Lisboa: Imprensa Nacional, 1891: 1.

    Em jeito de balanço �nal, pode dizer-se que é complexa a avaliação que podemos fa-zer da obra de Estácio da Veiga, no contexto da arqueologia portuguesa do século XIX.

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    Começa por ser um autor singular, a vários títulos. Em primeiro lugar, por traba-lhar uma região relativamente vasta, mas geogra�camente bem delimitada, em ampla perspectiva diacrónica, sem privilegiar nenhum período cronológico em particular. Trata-se de um Autor fundamental pelo modo como lidou com o terreno e a contex-tualização dos monumentos. Ninguém como ele fez do espaço o seu objecto de es-tudo. A Carta Archeologica do Algarve era verdadeiramente o seu projecto e todas as indagações realizadas no terreno se destinaram sempre à recolha das “provas”, que sustentavam as propostas de atribuição cronológica e cultural de sítios e monumen-tos. Constitui também um caso à parte, na medida em que trabalhou por encomenda do Estado e não por sua livre iniciativa, com o fez, por exemplo, Martins Sarmento e outros eruditos locais. Nesse particular, foi verdadeiramente o primeiro arqueólogo pro�ssional português, uma vez que outros servidores do Estado, que de igual modo se ocuparam de temas arqueológicos, como Carlos Ribeiro ou Nery Delgado, o fa-ziam em complemento de outras actividades, tidas por mais relevantes. É provavel-mente esta dimensão de serviço público (e a natureza da incumbência que recebera) que de um modo tão claro de�ne a singularidade da sua abordagem. Nem voltado para o estudo dos remotos vestígios da Humanidade, como Ribeiro, Delgado ou Pe-reira da Costa, nem em busca da remota pre�guração de Portugal, como Sarmento ou Leite de Vasconcellos, mas tão-somente registando e cartografando vestígios ma-teriais do passado, de todas as épocas e este é, sem dúvida, um dos mais marcantes si-nais da “modernidade” da sua abordagem.

    Distinguiu-se também pela atitude pluridisciplinar com que encarou os seus es-tudos, recorrendo sempre ao concurso de outras especialidades, para melhor os en-quadrar e fundamentar – o encontro promovido pela Câmara Municipal de Silves, cujas actas se publicaram na revista Xelb (Actas 2007), representa bem a multiplici-dade de perspectivas que se podem encontrar na obra estaciana. Neste particular, ti-nha a solidez técnica, de “engenheiro”, obtida na Escola Polythecnica de Lisboa, mas as fragilidades próprias de quem não dominava outras áreas, do domínio das Huma-nidades e das, então nascentes, Ciências Sociais. Foram estas fragilidades que o tor-naram mais facilmente in�uenciável por teses fantásticas, como as de João Bonança, que abraçou acriticamente. Era esta fragilidade que José Leite de Vasconcellos não perdoava, como não perdoou o arrojo de algumas das suas interpretações (Vasconce-llos, 1897: 9, 76), ainda que não deixasse de reconhecer todas as suas qualidades en-quanto arqueólogo de campo e com ele mantivesse uma relação amistosa – re�ra-se, somente por curiosidade, que Vasconcellos escreveu a Martins Sarmento, no dia 7 de Dezembro de 1891 (data da morte de Estácio da Veiga): “O Estacio ouvi que estava muito doente no Algarve. Hei-de ir amanhã saber dele a casa” (Cardozo, 1958: 130).

    É também personagem singular pelo modo como re�ectiu e expôs as suas ideias sobre uma organização dos estudos arqueológicos em Portugal.

    Para além da valorização destas peculiaridades, interessava neste texto indagar do impacte da sua obra nos seus contemporâneos. Neste particular, a avaliação resulta bem mais difícil.

  • 101Estácio da Veiga e a Carta Archeologica do Algarve (1876-1891): o nascimento da moderna arqueologia portuguesa

    Não desempenhou papel relevante na Real Associação dos Architectos Civis e Ar-cheólogos Portugueses, por onde apenas passou, nem se notabilizou nas reuniões de ar-queólogos. Não chegou a ir ao encontro de Briteiros e, na nona sessão do Congresso Internacional de Antropologia e Arqueologia Pré-Históricas, onde tudo indicava poder desempenhar relevante papel, pelo seu Museu do Algarve, Carta Arqueoló-gica, Memória das Antiguidades de Mértola, praticamente nada �cou registado no Compte Rendu, ou no resumo de Oliveira Martins. Quase parece ter estado ausente.

    Finalmente, o seu Programa para a instituição dos estudos arqueológicos em Por-tugal, sem dúvida, relevante e inovador, permaneceu objecto insólito, sem qualquer eco concreto nas práticas governativas. Deve reconhecer-se porém que a crise �nan-ceira que conduziu à declaração de Bancarrota pelo Estado português em 1891 e a sua extensão pelos anos seguintes não constituía um contexto propício ao investi-mento no inventário, estudo e conservação do património arqueológico.

    Assim, pode dizer-se que a obra de Veiga bene�ciou da favorável conjuntura �-nanceira da chamada Regeneração e do explícito apoio dos governos de então para a sua concretização, mas viu-se afectada pela crise �nanceira na sua potencial continui-dade. De qualquer modo, o algarvio já não viveu para o veri�car e somente quase um século passado começou a ser redescoberto e valorizado pela investigação (Gonçalves, 1980; Cardoso, 2007; Actas, 2007).

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