armas para una estética de la destrucción (sema d'acosta)
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Texto crítico para el catálogo de la exposición colectiva comisariada por Jesús Reina “ARTE=VIDA=ARTE”.Museo Vostell. Malpartida, CÁCERES. Febrero, 2009TRANSCRIPT
COLECTIVA. “ARTE=VIDA=ARTE”Museo Vostell
(Malpartida –CÁCERES-) Febrero 2009
Armas para una estética de la destrucción
“Son las cosas que no conocéis las que cambiarán vuestra vida”1
Wolf Vostell
En el año 1958, mientras estudiaba en la Escuela de Bellas Artes de París los
retruécanos de las vanguardias y sus repercusiones, hastiado de tanta discusión baldía,
Wolf Vostell decide visitar España para conocer de cerca la obra de Goya y Zurbarán.
Ese viaje cambiará su vida. Aquí se enamoró de España y de Mercedes (no se sabe bien
qué fue primero, si el amor a la tierra o a la mujer; o los dos a la vez), además de
entusiasmarse con el carácter afable y el modo de vida de la gente humilde que
encuentra a su paso. Cuando vuelve a Extremadura en 1974, la casualidad le lleva a
Malpartida de Cáceres. Él, que había expuesto por medio mundo y en las ciudades más
importantes, desde Berlín a Nueva York, cae rendido ante el encanto ensoñado de un
paisaje primitivo, intocado, telúrico.”Me enamoré entonces también de Los Barruecos2
y declaré aquella zona obra de Arte de la Naturaleza3” proclama, decidiendo a partir de
entonces -con una convicción pertinaz y a prueba de escépticos-, concebir allí mismo,
en mitad del campo, un museo para la creación conceptual. Un centro desintoxicado de
las perversiones urbanitas y los turistas accidentales, que estaría destinado a mostrar su
trabajo, el arte Happening y los destellos del Movimiento Fluxus.
Establecido al margen de los circuitos habituales y en un paraje de singular
belleza natural, el Museo Vostell de Malpartida es uno de los centros de arte
contemporáneo más singulares de Europa. Todo a su alrededor posee un halo de extraña
particularidad, incluso el edificio que lo alberga, un antiguo lavadero de lanas, es un
inusual ejemplo de arquitectura popular del siglo XVIII (‘un raro testimonio de
arqueología preindustrial ya citado en su tiempo por Pascual Madoz y Cean
Bermúdez’4). Arte y Naturaleza unidos en una simbiosis provechosa, un lugar
descontaminado en el que poder soñar al margen del pesimismo de la sociedad. Un sitio
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libre, que Vostell consideró perfecto por su pureza, al que no había llegado todavía el
carácter negativo y agresivo del mundo actual.
La vida es igual que el arte. Mejor aun, el verdadero arte debe ser como la vida.
“Así entendido, el arte es vida y la vida arte…y el hombre una obra de arte. Porque a
Vostell no le importa sólo la ampliación del concepto de arte, sino siempre (y ante todo)
la ampliación del concepto de vida5”. La obra del artista alemán es dispar porque va
unida a los designios de la segunda mitad del siglo XX, unos tiempos confusos y
desmitificados, pesimistas incluso, que van a descreer de las parábolas edulcoradas
nacidas del positivismo decimonónico y la Revolución Industrial. La máquina se vuelve
contra el hombre, las ideologías nos llevan al enfrentamiento. La solución, ya
auspiciada por los futuristas, es la destrucción de lo establecido, la negación, el
desencuentro. Volver a empezar de nuevo cimentando sobre los rescoldos de lo anterior.
No hay convergencia posible, hace falta buscar la inocencia para edificar una nueva
realidad. Ése es el porqué, ahí tenemos la respuesta al maridaje: en su equilibrada
espontaneidad, el paisaje de Los Barruecos representa un lugar idílico donde construir el
inicio del camino. Por eso Vostell decide, admirado ante el envés evidente de todo lo
nocivo que conocía, asentarse en un terreno ajeno que todavía no había sido depravado
por la codicia humana, una dehesa primitiva -que convierte en su característica Arcadia-
donde conviven en armonía hombres y animales sin excederse con la Naturaleza.
Para entender el trabajo de Vostell hay que saber, primero, que padeció en
primera persona y de manera muy sentida las miserias de la Segunda Guerra Mundial,
una contienda que vivió de pleno cuando era niño. Su familia, que llegó hasta
Checoslovaquia huyendo de los bombardeos, hace andando el camino de vuelta desde
Praga a Colonia. Tres meses de peregrinaje, acompañado de su madre y de su hermana,
donde sólo halla devastación y lágrimas. Fue un éxodo a cámara lenta que le
conmocionó sobremanera, impresiones infantiles que van a dejar una profunda huella en
su mirada. La sinrazón y la violencia van a marcar su persona para luego imbuir el
corpus de su creación. Una violencia impetuosa (pero no agresiva) que se basa en el
caos y en el absurdo de los sinsentidos, una fuerza novedosa que nace de la
desesperación a la que se verá abocado el hombre postmoderno. Sus armas serán los
bienes relictos que albergan la identidad contemporánea (el televisor, el coche, el
hormigón, la grandilocuencia…), un patrimonio que visto con nuestros ojos de hoy
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resulta extemporáneo, pero que encierra en su brutalidad -tosca unas veces, descarnada
otras- un sentido exacto de las vivencias humanas padecidas en el siglo pasado. “Vostell
ha preferido un arte impuro, híbrido, mixed-media, donde los objetos o jalones de vida
encontrada coexisten con las propias intervenciones gráficas, pictóricas o escultóricas.
Y no sólo es híbrido en sus medios, sino ecléctico6” comenta Simon Marchan Fiz al
referirse a lo intrincado de su quehacer, concentrado en un esfuerzo centrífugo de
acción, movimiento constante y zarandeo. La conocida artista Esther Ferrer escribe: “la
estética de Vostell es una estética des-codificada, des-programada, una renuncia
voluntaria de todas las formas de hacer estereotipadas. Su obra puede gustar o no, pero
en cualquier caso, su carga revulsiva es como una purga purificadora que ayuda a
eliminar los residuos excretores de un arte instalado en la conveniencia y la cómoda
autosatisfacción7”. Cualquier comentario seleccionado sobre el germano elogia su
aptitud para despertar conciencias y denunciar pasividades.
Cincuenta años después de su primer encuentro con España, a modo de pequeño
homenaje, el Museo que lleva su nombre le dedica una exposición colectiva
comisariada por Jesús Reina. Dos generaciones de artistas se enfrentan de manera
personal a las vicisitudes de su obra, entendiéndola cada uno de muy diferente manera
según sus procedimientos habituales de trabajo. Manolo Bautista, Patricio Cabrera,
Ricardo Cadenas, Fernando Clemente, Juan del Junco, María José Gallardo, Noelia
García Bandera, Alonso Gil, Curro González, Gabriela Grech, José Guerrero, Federico
Guzmán, Abraham Lacalle, Miki Leal, Rafael López-Bosch, Rogelio López Cuenca,
Javier Martín, Carlos Miranda, Ramón David Morales, Lourdes Murillo, Jesús
Palomino, Guillermo Paneque, José Miguel Pereñíguez, Paco Pérez-Valencia, Cristóbal
Quintero y los hermanos MP&MP Rosado. Una nómina de veintiséis creadores que con
libertad de medios han desarrollado en distintos formatos, según sus métodos de hacer,
una pieza admirativa. Un recordatorio a modo de guiño cómplice que nace de la
inquietud por conmemorar no sólo la figura de Wolf Vostell, sino todo su corolario de
principios rebeldes. Como el propio Vostell afirmaba: “el arte no puede mentir, si no no
sería arte. El arte, mediante sus procesos estéticos, debe aclarar el sentido de la vida a la
sociedad basándose en la realidad de cada momento8”.
Sema D’Acosta
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NOTAS:
1: Famosa frase dicha por el propio Vostell en 1973. La referencia está sacada del catálogo que le dedicó el
Museo Español de Arte contemporáneo de Madrid durante noviembre y diciembre de 1978.
2: El paraje conocido como ‘Los Barruecos’ es un enclave de gran belleza situado en la provincia de
Cáceres. Ocupa una superficie de más de trescientas hectáreas y se caracteriza por la presencia de grandes rocas
redondeadas de granito. Fue declarado Monumento Natural por la Junta de Extremadura en febrero de 1996.
3: Vostell, W. ‘Al ser preguntado Diógenes por el nombre de su patria contestó: el mundo’.
Museo Vostell Malpartida, pg. 29. Junta de Extremadura. Consejería de Cultura 1994.
4: Franco Domínguez, A. ‘Museo Vostell-Malpartida, proyecto utópico y voluntad de resistencia’.
Museo Vostell Malpartida, pg. 51. Junta de Extremadura. Consejería de Cultura 1994.
5: Rüdiger, U. ‘Testigo de su época contra el espíritu de su época’.
Museo Vostell Malpartida, pg. 41. Junta de Extremadura. Consejería de Cultura 1994.
6: Marchan Fiz, S. ‘Vostell o el arte como vida encontrada’. Catálogo.
Sala de Exposiciones del Museo Español de Arte contemporáneo. Madrid. Noviembre 1978.
7: Ferrer, E. ‘Wolf Vostell o el exilio de la incomprensión’. Revista Lápiz, número 25, pg 22. Mayo 1985.
8: Vostell, W. ‘Wolf Vostell o el exilio de la incomprensión’. Revista Lápiz, número 25, pg 27. Mayo 1985.
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