apuntes sobre la estructura social de fernando poo - … · tualmente en un esquema la estructura...

32
APUNTES SOBRE LA ESTRUCTURA SOCIAL DE FERNANDO POO NOTA PRELIMINAR ¡o es preciso confesar que el intento de presentar pun- tualmente en un esquema la estructura social de Fernando Póo es un trabajo superior a nuestras fuerzas. La falta de an- tecedentes en este terreno y la poquedad de la preparación, nos relevan de una más explícita confesión de impotencia. Si, a pesar de todo, hemos puesto manos a la obra, ha sido con- tando de antemano con ciertos recursos literarios que, en los momentos más difíciles, suplantasen la precisión exigida por el asunto por la suculencia retórica que el español siempre tie- ne a mano. Esta interpolación literaria en un tema sociológico puede atribuirse al hecho de haber comenzado a vivir en una época en la que las cuestiones sociales derivaban siempre en retóri- ca, panfletaria las más de las veces, pero cariñosamente co- municativa. Si a lo largo de este trabajo presentamos un cuadro vivi- do o una estampa iluminada y barroca de ciertos estratos so- ciales fernandinos, téngase presente que ésta no era nuestra primitiva intención. Nuestro gusto y nuestro mayor deseo hubiese sido lograr un esquema riguroso y preciso, sin otro ornamento que el del juicio acertado y la atinada observación. Gomo a todos, nos hubiera gustado poner el dedo en la Haga. Pero dentro de la medida de nuestras fuerzas, y asumiendo

Upload: vuhuong

Post on 27-Sep-2018

213 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

APUNTES SOBRE LA ESTRUCTURA SOCIALDE FERNANDO POO

NOTA PRELIMINAR

¡o es preciso confesar que el intento de presentar pun-tualmente en un esquema la estructura social de FernandoPóo es un trabajo superior a nuestras fuerzas. La falta de an-tecedentes en este terreno y la poquedad de la preparación,nos relevan de una más explícita confesión de impotencia. Si,a pesar de todo, hemos puesto manos a la obra, ha sido con-tando de antemano con ciertos recursos literarios que, en losmomentos más difíciles, suplantasen la precisión exigida porel asunto por la suculencia retórica que el español siempre tie-ne a mano.

Esta interpolación literaria en un tema sociológico puedeatribuirse al hecho de haber comenzado a vivir en una épocaen la que las cuestiones sociales derivaban siempre en retóri-ca, panfletaria las más de las veces, pero cariñosamente co-municativa.

Si a lo largo de este trabajo presentamos un cuadro vivi-do o una estampa iluminada y barroca de ciertos estratos so-ciales fernandinos, téngase presente que ésta no era nuestraprimitiva intención. Nuestro gusto y nuestro mayor deseohubiese sido lograr un esquema riguroso y preciso, sin otroornamento que el del juicio acertado y la atinada observación.Gomo a todos, nos hubiera gustado poner el dedo en la Haga.Pero dentro de la medida de nuestras fuerzas, y asumiendo

un trabajo superior a ellas» sólo podemos ofrecer un esbozo,trazado con mano insegura, de la abigarrada sociedad fernan-dina, caricaturizando a veces sus conflictos, exagerando lassituaciones o resbalando sobre los primeros problemas sin ape-nas tocarlos.

En el fondo, sólo queda un apasionado Entusiasmo porel tema.

ESTRUCTURA GENERAL DE LA POBLACIÓN FERNANDINA

Todos los pueblos que habitan el Occidente africano des-de Cabo Palma a Cabo 'López están o han estado representa-dos en Fernando Póo, porque la facilidad de acceso a la islapor su situación geográfica, la abundancia de trabajo, la soli-citud constante de trabajadores y su alto nivel de vida, se handejado sentir de un modo continuo, originando una imper-ceptible corriente inmigratoria que, en ocasiones, ha llegadoa producir considerables movimientos de población.

En el censo se refleja cuanto venimos exponiendo porun elevado porcentaje de población transeúnte, como puedeverse en el siguiente cuadro:

AÑOS

1900.1910.1920.WiO.

Poblacióntotal

de hecho

20.29712.10820.65018.60425.770

i 30.561» t

TRANSEÚNTES= = = = =1 Hombres

11.7986.3191.3797.050

14.846

Mujeres

114406173

1.3751.054

1

Totaltranseúntes

Transeúntes

Por ciento

11.9126.7251.4538.42515.900

16338,52453

Puede verse que el crecimiento de la población íeman-'dina es continuo, pero realizado a expensas de la población

transeúnte, que crece tanto en cifras absolutas corno relativas.La ola inmigratoria, continuamente creciente, sostiene la ac-tual e insuficiente tasa de población, y la desármenla que in-troducen en el cuadro las cifras correspondientes al afío 1930deben atribuirse a la terminación de la primera guerra eu-ropea y a la consiguiente repatriación de los internados pro-cedentes del Camerún alemán que, figurando en el censo de1920, no figuran en el siguiente.

La repatriación de una serie de familias a la terminacióndel conflicto no debió de ser el único movimiento de pobla-ción ocurrido al restablecerse la normalidad. Fernando Póoperdió el privilegio de su paz, ya generalizada ésta, y vio des-cender momentáneamente su población para recuperarla len-tamente a lo largo de un ininterrumpido flujo inmigratorio.

Pero esta corriente inmigratoria está constituida funda-mentalmente por braceros, es decir, por varones adultos, conmuy escaso aporte familiar. De tal modo, que la evoluciónde los sexos ha ido evolucionando en la forma que apareceen el siguiente cuadro:

AÑOS

Í9I019201930193219361942

6.99613.69311.87224.50717.90823.073

Hembras

4.1126.9666.7329.6977.8627.58S

Población dehecho total

de habitantes

12.10820.65717.60434.20425.77030.661

Hembras

Por ciento

40303526,52823

Actualmente* las mujeres sólo constituyen la tercera, par-te de la población de la isla de Fernando Póo, lo que quieredecir que corresponde una mujer por cada tres hombres y,aunque la mujer femandina es bastante generosa y la escasez

no se deja sentir demasiado desde ciertos puntos de vista, estaanomalía en la estructura de la población ha de reflejarse enlos dispositivos sociales.

La elevada proporción de transeúntes, que aunque man-tienen sus cifras demográficas renueva continuamente losindividuos que las forman, y la escasez de mujeres no sonhechos favorables para el establecimiento de agrupaciones fa-miliares sólidas ni para el arraigo de instituciones permanen-tes. Los demasiados artificios de la estructura general fernan-dina y su tremenda falta de naturalidad se reflejan en el des-equilibrio de las instituciones sociales vigentes. Las primiti-vas formas sociales del africano no pueden reordenar con po-sibilidades de acierto una población tan extraña, ni es posibleneutralizar los hechos demográficos anormales utilizando es-tructuras sociales consagradas por el uso- dentro de círculosdemográficos más armónicos.

ACCIÓN SOCIAL DE LA COLONIZACIÓN. SUS FASES.

La anormal estructura de la población fernandina se debeen gran parte a la acción colonizadora que, necesitada demano de obra, ha provocado una fuerte succión del elementohumano en el territorio de la costa vecina. La afluencia devarones adultos y la organización de la vida de éstos en unrégimen peculiar de trabajo asalariado son derivaciones delaspecto económico de la colonización. Pero ésta originó tam-bién una intensa acción sobre la primitiva organización socialpartiendo de otras motivaciones.

El proceso de la colonización, no sólo representa un cam-bio de mercancías, sino también un trueque y transfusión deculturas. Quiérase o no, esto ocurre aunque sólo presida estas*relaciones el más estricto apetito económico.

26

Con la colonización se abandonan los antiguos usos» mu-chas veces motejados injustamente de paradisíacos, y se esta-blecen otros nuevos ensalzados, a veces en demasía. Todo elmovimiento puede reducirse a la rápida y creciente puesta envigor de fundamentales estructuras económicas y sociales eu-ropeas, en círculos culturales pobres, colectivistas e igualita-rios, que precipitadamente se quiebran en múltiples indivi-dualidades, cuya reorganización social se efectúa en estratosde distinta potencia económica y diferente contenido cul-tural.

Esta honda conmoción no transcurre sin violencias y espreciso admitir que en la gestación de las colonias hay esta-dos fetales que no deben ser enjuiciados desde el mismo pun-to de vista que la lozanía de la juventud o la gallardía de lamadurez.

Las colonias jóvenes tienen una horrenda fealdad embrio-naria en la que no puede encontrarse un atisbo perverso, sinopotencias que aún no han logrado forma perfecta y un fluido«legar a ser» sobre el que sólo pueden recaer juicios proviso-rios, fiuentes y dinámicos. No puede establecerse una siste-mática entitativa de las colonias, sino que es preciso limitarseal estudio del ambiente en el que el nuevo ser se va creandoy a la constelación de circunstancias que preside su nacimien-to y desarrollo.

Las fuerzas que pusieron en marcha las anquilosadas es-tructuras sociales fernandinas sólo en una mínima parte fue-ron conscientes de su papel y escasamente tuvieron una visiónde los efectos que resultarían de su actuación. No hay en estonada rigurosamente censurable porque el impulso colonizadorrequiere el concurso de fuerzas tremendas, brotadas de todaslas concupiscencias y pasiones.

La colonización, en sus comienzos, no es obra de fríos po-líticos o de sutiles sociólogos que observan y regulan los pro-

cesos que bullen en el crisol de la colonización. Hay que te*-ner presente que la iniciación de toda colonia es obra de mer-caderes ávidos, de soldados osados, de aventureros, de frailes,idealistas y de gentes descontentas, aunque luego la versiónescolar trasmute esta multitud abigarrada en legión de santos,héroes y juristas.

Pasado el ímpetu de la primera oleada colonizadora, los-mismos aspectos adquieren distintos matices: el comercianteque no ha muerto, se ha enriquecido, hecho conservador ycircunspecto; quizá continúan el negocio sus hijos, de mane-ras más pulcras y educación colegial. El misionero predica enpecadoras cristiandades y teje la ordenada red de reduccio-nes y parroquias. La aventura es escasa y el soldado audaz seaburre y rememora los tiempos heroicos, mientras los técni-eos amplían la labor que él inició.

En esta segunda jornada, el gobernante tiene ocasión ymedios para actuar dentro de planes ambiciosos y a largo pía-zo: la colonia ha comenzado su niñez liberada de las cubier-tas fatales que la limitaban y protegían. Es también la horadel primer llanto.

La primera fase es corta y fecunda, como un poema cósmi-co que abre camino a la siguiente jornada, más dilatada: la-bor de siglos, pura Historia. La primera fase ha concluido enFernando Póo, la segunda comienza apenas. Ambas han in-fluido en' la actual estructura social del indígena y ambas,desde el pasado histórico una y desde su inmediata realidad laotra, seguirán influyendo durante largo tiempo. Creyendo es-tar en la coyuntura de las dos fases, es por lo que nos haparecido oportuno echar una ojeada sobre la actual estructurasocial de Fernando Póo.

CLASIFICACIÓN DE LOS ESTRATOS SOCIALES FERNANDINOS

Vamos a permitirnos ahora el artificio de' considerar lascapas y estratos sociales que actualmente podemos encontraren Fernando Póo. Para esto congelaremos el fluido curso desu evolución y daremos un corte a través de este año .de gra-cia de 1949, a fin de considerar estáticamente lo que sabe-mos que fluye y cambia al mismo* tiempo que estas cuartillasse escriben. Pero nos parece absolutamente necesario el arti-ficio para que la mirada tenga tiempo de observar y puntosde referencia con los que limitar el espectáculo. Como el es-pectador del teatro prescinde de lo que ocurre entre bastido-res, para centrar su atención en lo que el escenario ofrece, asínosotros olvidaremos, en lo posible, la energía que anima lasociedad fernandina a la que .presentaremos quieta y petrifi-cada, quizá en tan extraña posición como quedan los mucha-chos al dar la palmada el director del juego que todos cono-cemos.

Ya que Fernando Póo es función estricta de la acción ci-vilizadora de España, es lógico que en la ordenación de lasclases sociales creadas y en vías de creación, nos guiemos demodo fundamental, por el grado de instrucción, los conoci-mientos técnicos y, de modo subsidiario, del nivel económi-co. Los tres referidos aspectos suelen ir estrechamente empa-rejados, y en una primera ordenación podemos distinguir cua-tro estratos fundamentales en la población fernandina de co-lor, a saber:

L Un grupo muy reducido, con instrucción supe-rior recibida en la metrópoli, de conocimientos técnicoselevados, generalmente con sólida posición económica ytotalmente europeos en sus hábitos, costumbres socialesy educación.

29

II. Otro grupo, muy numeroso y muy por debajodel anterior, ha recibido en la colonia instrucción pri-maria y posee conocimientos técnicos elementales. Suscostumbres y usos sociales están muy lejos de los eu-ropeos. Grupo muy extenso y abigarrado, incluye for-mas muy distintas que se continúan insensiblemen-te con

IIL Un tercer grupo de instrucción y tecnolo-gía escasísimas que comprende los numerosos bracerosque trabajan en la isla ? y"

IV. Un apartado especial que merecen los «déclas-ses» de los grupos mencionados, inadaptados a las for-mas de vida establecidas y que, constituyendo la pica-resca fernandina, se les conoce con el nombre de «va-gos».

Estos cuatro grupos, y las clases sociales que incluyen, que-dan reflejados en el siguiente cuadro:

I. - Clases completamente 1 Glsndes propietarios.europeizadas. Alto nivel p t . o £ e s i o n a l e s d e f o r m a d ó l l metropolitana,cultural y técnico )

Clase de transición: Fernandinos.

' Auxiliares técnicos..

II. — Clases más o menoseuropeizadas. Instrucciónprimaria y conocimientostécnicos elementales

Agricultores

\ Artesanos. •

Obreros más omenos califi'cades

Funcionarios auxiliaresde los diversos ramos.de la Administración.

Escribientes y oficinistasde las empresas pri-vadas.

Arrendatario.Agricultor menor.

Albañiles.Carpinteros.Chóferes.Mecánicos, etc.

Trabajadores Iagrícolas {

Clase de transición: Braceros distinguidos.III. — Instrucción, solaí conocimientos técnicos, escasos.

Capataces.Encargados, etc.

Braceros.

IV. — Inadaptados a las formas anteriores \ Vagos.

GRUPO PRIMERO

Muy homogéneo es este grupo, constituido por ricos terra-tenientes, educados en España, que a veces ejercen profesionesliberales. Sus costumbres no se distinguen de las europeas, yapenas conservan recuerdos de tradiciones típicas. Aunquepoco numeroso, su crecimiento se lleva a cabo seguramente,desde el seno de las familias que lo integran, afirmando unacierta tradición familiar y aristocrática de amplia trascendenciapolítica.

Bastante desligados de sus hermanos de color, su influenciaentre ellos es menor de lo que pudiera esperarse, estando muylejos de sus propósitos el constituirse en clase directora de lamenuda política social de la isla. En cierto modo, no pertene-cen al círculo social fernandino, sino al europeo colonizador yterrateniente.

Sin embargo, ellos mismos se denominan fernandinos, de-nominación bastante amplia, que comprende individuos de muydistinta posición económica y de diferente nivel cultural, ad-quiriendo así el grupo fernandino una proyección hacia arri-ba que no tiene otro fundamento que la comunidad históricay familiar de los individuos así encasillados.

E L FERNANDINO.—En esta denominación se incluye la po-blación de color, que aunque de diverso origen (Costa occiden-tal, Cuba, etc.) hace muchos años que afincó en Fernando Póo,donde todavía conservan algunas tierras, hace algún tiempomás extensas. Un cierto refinamiento social, les distingue delresto de la población de color y hablan un castellano con acen-to criollo, que no deja de tener gracia, aunque en la intimidadsuelen hablar inglés adulterado (i).

(i) El inglés fernsndino suele ser comentado en términos patrióticos,con evidente desconocimiento de los elementos que lo integran y de sn pe-

La misma falta de comunidad, de origen les ha españoliza-do profundamente, y hay en el fernandino una dignidad y unempaque de hidalgo venido a' menos absolutamente castellana.

Por eso su españolía no es una españolía de mitin, sino devoto de nobleza sostenido con gallardía, aun cuando el tiempohaga perder brillo a la seda de los trajes de sus mujeres.

Su mismo, nombre de fernandinos es una alusión al paisa'je y no a la oscura noche de la raza, buscando1 la misma calidadque encontró el castellano cuando pudo eludir el celtiberismoarevaco. Mal dotado el fernandino para los negocios, se ha de-jado escapar de las manos la riqueza e incluso la influenciapolítica y sólo le queda un recuerdo, denso y apretado, de tiem-pos mejores del que alimenta su doble pereza africana y criolla.

Viven de las rentas de sus pequeñas o grandes fincas quearrendaron a algún europeo con arrestos y ganas de trabajar.Su vida es fácil, un poco por la pendiente de la relajación decostumbres. Un poco también en la pompa de la conversación

culiar estilo. El «english» fernandino, ligeramente difetente del que se ha-bla en otros lugares de la costa, forma parte mínima del negro-english, quese habla en las dos riberas atlánticas. La desviación fonética parece, en mu-chos casos, igual en ambas orillas: mó (more), bifó (before), o lake (like).

El negro-english representa una formación de urgencia, capaz de vehicu-lar una rápida transfusión cultural. A tal efecto, el «english» fernandino acep-ta las más variadas influencias y se orienta siempre hacia el logro de una

%mayor expresividad. Representa además lo que de común tienen los abi-garrados habitantes de Femando Póo, es decir, una cierta cantidad de cul-tura europea en camino de ser asimilada, tras una adecuada elaboración afro-negra.

No es, por consiguiente, una estructura cultural cerrada, históricamenteaceptada, sino que como tal estructura cultural este idioma es de pura crea-ción negra, partiendo de influencias exteriores en un momento en el quelas lenguas vernáculas no son capaces de abarcar los círculos culturales denueva creación.

El hecho de. que la base lingüística sea el idioma inglés obedece a ra-zones económicas y políticas fáciles de comprender, y el fernandino ve ensu «engfish» un idioma propio, que él ha sabido crearse a través de unimpetuoso aluvión de influencias culturales y políticas que dejaron ' inservi-bles sus idiomas vernáculos.

y el ademán, tal que a veces, ai mostrar cualquier anodino do-cumento parece que van a exhibir ejecutorias, ia ejecutoria es-pléndida de su carta de emancipación.

Los fernandinos, enlazados entre sí por lazos familiares,parientes todos por delante o por detrás de la Iglesia, van per-diendo en su mayoría el privilegio de vivir sin trabajar mien-tras otros de sus hermanos escalan superiores posiciones so-ciales.

Es un estrato de transición en el que lazos familiares y re-cuerdos de antaño, fotografías pálidas con marcos alemanes ylas primeras casas prefabricadas que los suecos llevaron a Áfri-ca, agrupan desde el licenciado al analfabeto, desde la ccmamy»opulenta y visitona hasta la muchacha que estudia farmaciaen una Universidad metropolitana.

El fernandino es un producto único, afro-criollo y metodis-ta. Del prestigioi inglés tomaron el nombre y, en muchas oca-siones, la religión. Del castellano, la gravedad y el empaque,el amor a los pequeños privilegios y una exigente propensiónal vino y a las mujeres llena de delicadezas, que no son de ne-gro, sino de meridional trasplantado a los trópicos.

Poco a poco se van haciendo católicos, y para ellos son losmejores cirios procesionales y las cintas más anchas. Y aman aEspaña. Sin embargo, les falta ese tipismo bronco que impre-siona al viajero, y los mejores relatos de excursionistas han ol-vidado al fernandino, como si no fuera el tipo más interesantey acabado de la isla.

SEGUNDO GRUPO

Forman este grupo representaciones étnicas de muy diver-so origen; bubis, camerunes, pámues de nuestros propios te-rritorios continentales, nigerianos, etc., predominando los dos

primeros.

33 . s

Todos poseen en común una instrucción elemental sufi-ciente para leer y escribir el castellano y hablarle con mayor omenor imperfección. Sus conocimientos técnicos son variables,según los oficios u ocupaciones, pero nunca pasan de una me-diocre artesanía. Han recibido instrucción religiosa, pero en sumayoría la.cristianización ha quedado1 reducida a manifestacio-nes muy periféricas e irregulares.

Han perdido sus instituciones familiares típicas, de las queperduran algunos restos en combinación con algunos elemen-tos/cristianos y formas improvisadas de muy reducida validez.Legalmente no existen en Fernando Póo sino dos formas dematrimonio, a saber: el canónico católico o, en su lugar, el pro-testante, y el llamado «al estilo del país», que se regiría poruna tradición conocida de oídas, se signaría mediante entregade dinero al padre de la desposada y sería utilizable dentrode los círculos culturales en que fue creado. El abismo* que me-dia entre la forma típica y el matrimonio canónico, no está cu-bierto por ninguna fórmula legal. Más aun, en caso de con-flicto entre la costumbre y el derecho canónico predomina lacostumbre primitiva, salvo que, bautizados ambos contrayen-tes, se acojan al derecho canónico.

Fácilmente se comprende que el matrimonio al estilo delpaís, que prescinde en absoluto del consentimiento de la mu-jer, tiene una vigencia reducidísima en círculos, como los fer-nandinos, en los que las muchachas han adquirido cierto gra-do de instrucción y una no despreciable preeminencia social.También es notorio que la solidez del matrimonio canónicono resulta grata ni es adaptable a una fase de transición de lascostumbres sociales en las que predomina la improvisación ylas instituciones de tránsito.

No le queda otro remedio- a este sector de la población f er-nandina que establecer conatos de familia, improvisando unio-nes maritales más o menos permanentes sobre la base del mu-

tuo acuerdo de las partes y el consentimiento familiar, en oca-siones.

A esas formas de unión, en las que falta el pago al padrede la mujer y se exige el agrado más que el consentimientode la desposada, se le llama «matrimonio del país», con eviden*te incorrección. Gomo realmente carecen de tradición, de for-ma propia y de base legal o consuetudinaria, tales matrimoniossuelen ser de una inestabilidad tremenda, y el destino de laprole sólo queda regulado por residuos de tradiciones, recur-sos de urgencia e instituciones benéficas de origen europeo.

El cuadro de la vida familiar fernandina es a todas luces.lamentable y para los más ingenuos, fruto de una concupiscen-cia desenfrenada y un embotamiento brutal de la sensibilidadmoral. Las cosas pueden ocurrir así, pero es más sensato pen-sar que la quiebra de las instituciones familiares tradicionalesno ha encontrado todavía fórmulas de tránsito hacia una orga-nización cristiana de la vida. Actualmente, la sociedad fernan-dina se sostiene precariamente merced a los recursos que el ne-gro encuentra más a mano, y hay que reconocer una absolutafalta de originalidad en las fórmulas que viene utilizando.

Así basada la sociedad fernandina, y teniendo pendiente Issolución del grave problema de la vida familiar, podemos dis-tinguir en este grupo tres sectores de población de figura ymentalidad muy recortadas.

Primeramente hay que señalar a la cabeza del grupo laminoría escogida de escribientes, auxiliares, etc., cuya instruc-ción es un poco superior a la del grupo y a los que mueve unaaparente vocación intelectual. -A continuación, los propietariosde tierras, bastante bien dotados económicamente, y, por últi-mo, los artesanos que viven de su oficio, escalón de terminadel grupo que se enlaza, por insensibles gradaciones, con elsiguiente.

E L OFICINISTA FERNÁNDINO.—La burocracia española, dí-gase de ella lo que se diga, es fecunda. Quizá por mantenerseespañola y castiza entre el balduque y la prosa curialesca deoficios y diligencias.

Parto de su fecundidad, son los 400 o más fernandinos ofi-cinistas que mecanografían prosas arcaizantes, ordenan archi-vos y registros de entrada. Todo un ejército burocrático seha creado al calor de la fecunda Administración española,que ha sabido, no sólo darles trabajo, sino proporcionarles untipo mental que oscila entre el esbozo de maestro de escuelay el alevín de jefe de Negociado. Siempre correctamente ves-tidos, con zapatos y americana, corbata las más de las veces,tiene el habla reposada y erudita, léxico de quien en casa tieneun Diccionario y no en vano. Servicial y hasta eficiente.

La instrucción elemental que recibió ha sido ampliada ensuperficie y ésta les permite sostener entre elos conversacio-nes inefables. Por fuera, hasta donde llegó el barniz de unacultura libresca •—de regla de tres y ejercicios de lectura enfá-tica—• parecen escolares formales, demasiado crecidos. Pero enel fondo de su espíritu hay un tremendo vacío de valores socia-les y morales. Han olvidado sus sólidas costumbres primitivasy no han adquirido un auténtico núcleo de civilización.

Así se comprende su inseguridad, su infidelidad. Roban enla primera ocasión y fácilmente sucumben a la tentación defalsificar un papel o un documento. En su vida sentimental yeconómica estarán llenos de hijos, de amantes y de deudas-•cambiarán de empleo y de vivienda, beberán con exceso y vi-ven en una prolongada edad del pavo.

La frase ritual: «No se puede uno fiar de los negros», estan cierta como superficial. Este tipo fernandino está abso-lutamente desprovisto de salvajismo, es" decir, de ese sólido Me-que de cultura primitiva en el que su raza ha vivido hastahaca poco. Dentro de la exigua corteza de civilización que ha

adquirido se agitan todas las humanas concupiscencias sin cau-ees ni frenos, que se abren al exterior al quebrarse la frágilcascara civilizada que les cubre.

La falta de solidez y de integridad de este tipo es un ras-go muy acusado que se refleja de un modo continuo en su vidaprivada desasosegada e inestable.

Limitadas sus ambiciones por la realidad de las circunstan-cías con que sus sueños se enfrentan, se dedica a «vivir suvida», sin norma ni ejemplo, pura improvisación apasionaday elemental con impulsos de «petit blanche».

Pequeño agricultor bubi, escolar ciudadano o niño de Mi-sión, ha visto en el seno de su familia el conflicto no resueltoentre las viejas tradiciones desprestigiadas y la civilización ainedias conocida. Si se, creyó' por encima de estos problemasgracias a los conocimientos escolares, más adelante, en la diarialucha por la vida, percibe la debilidad e insuficiencia de las nor-mas disponibles.

E L AGRICULTOR INDÍGENA.—Prácticamente, el bubi es efexclusivo dueño de las tierras de propiedad indígena, aunquealgún monrovia, por matrimonio o complicadas negociaciones,-ha llegado a convertirse en propietario de tierras que primiti-vamente fueron bubis. Así, pues, son términos casi sinónimosagricultor indígena, fernandino y bubi.

El bubi propietario dedica una mínima parte del terrenoque trabaja a los cultivos- precisos para su alimentación, dedi-cando la mayor parte de sus propiedades al cultivo de produc-tos de exportación, bien directamente o arrendando sus tierrasa los europeos.

Actualmente el bubi vive, sin saber cómo, incluido dentrode un círculo económico capitalista y explota sus tierras en í<x*ma típicamente tal Qomaleros, créditos bancarios, comerciali-zación de los productos, etc.).

37

Todas sus actividades agrícolas, o por lo menos la mayorparte, están dirigidas a satisfacer la demanda exterior o a apro-vechar la coyuntura comercial europea. Estas actividades leproporcionan el numerario con el que adquiere los productosimportados que necesita para su sostenimiento o para su satis-facción. Incluido en este círculo de intereses que no abarca yen un ciclo económico muy amplio, que no comprende, al bubisólo le quedan dos posibilidades sociales: o seguir afirmandosu calidad de pequeño capitalista terrateniente o, en caso con-trario, convertirse en un auténtico proletario si por cualquiercircunstancia queda desprovisto de tierras de labor aptas paratales tipos de cultivo.

El tipo de labrador, cultivando sus tierras para obtener deellas el sustento preciso' y un sobrante intercambiable en lasproximidades, y la organización de la familia en torno de estabase económica que no precisa brazos asalariados, sino familia-res interesados en la común tarea, son cosas desconocidas enFernando Póo.

La máxima aspiración del bubi es sentirse señor feudal desus tierras y encontrar un colono a quien arrendárselas. El altogrado de comercialización que las instituciones europeas hanalcanzado y la perfección de sus mecanismos mercantiles, fa-cilitan esta orientación de la economía bubi y vienen a deter-minar, secundariamente, la disgregación de la familia labra-dora, que posiblemente se hubiese creado-

La economía del bubi, estrictamente mercantil y moneta-ria, es perfectamente estable a pesar de su falta de sentido. Lasfactorías están llenas de un sinfín de cosas de las que el negrose encapricha, y en las que invierte su dinero sin finalidad al-guna. Todos los beneficios obtenidos por la agricultura indí-gena se desvanecerían en gastos antieconómicos si la previsiónde los organismos tutelares y mercantiles no ahorrasen al indí-gena toda preocupación acerca del futuro.

38

Al lado de una situación económica sólida, estable y cui-dada por todos, el bubi contemporáneo carece de toda estruc-tura social y de organización familiar. Las formas típicas dematrimonio bubi han sido sustituidas por el emparejamientovoluntario y temporal. La familia bubi así constituida comien-za a preocuparse por el número de hijos. Si tenemos en cuen-ta que en todos los pueblos primitivos el número elevado1 dehijos se considera, no sólo una bendición, sino un obligadoaporte a la comunidad, la reducción voluntaria de la natali-dad marca el final de una etapa social y el comienzo, no muyhalagüeño, de una nueva era. ,

La mujer bubi más de una vez se ve abandonada a susfuerzas con uno o varios hijos. Su situación no suele ser extre-madamente grave, puesto que siempre encontrará un parien-te o un amigo que le ayude a resolver la situación. Y siendo lamujer la encargada de trabajar la tierra, su capacidad económi-ca y su rendimiento son siempre suficientes para mantenerseen cierto nivel económico a pesar de las quiebras que sufra suarriesgada vida familiar.

Pero ante esta perspectiva, la mujer, que ya no se encuen-tra incluida en un grupo familiar amplio ni protegida por cos-tumbres ancestrales y tiene que vivir de su trabajo, ve enlos hijos una carga pesada y una considerable ampliación desus gastos.

De otra parte, la repartición entre los hijos de las tierraspaternas acarrea el estrechamiento de la base económica so-bre la que el bubi vive cuando éstos son demasiados.

El ocio del hombre, el trabajo de la mujer, la limitaciónvoluntaria de los,hijos, juntamente con la morbilidad del cli-ma, tienden a llevar a la raza bubi a la extinción. Y en estascondiciones demográficas la urgencia de un afianzamiento delos lazos familiares no es sentida por el indígena, que vive

39

dentro de cierta abundancia» libre de tradiciones ancestrales^y poco afectado todavía por las trabas de la civilización.

No queremos apurar las tintas sombrías que sociaímenteofrece la agricultura bubi, el pueblo bubi en general. Sólonos parece lícito señalar, escondido en la abundancia mate-rial en que viven, un vacío de instituciones y contenidos so-ciales que rápidamente conducen a la desaparición de la raza.La quiebra familiar que comentábamos en el apartado gene-ral de este grupo adquiere en este sector agrícola una mayorsignificación, presuponiendo que la vida rural y la dedicaciónlabradora favoreciesen el afianzamiento de los lazos familia-res y una organización social estable y eficiente.

Los ARTESANOS.—Forman parte del artesanado fernan-dino los camerunes y demás pueblos venidos a la Isla que^aclimatados en cierto modo a la vida económica de FernandoPóo, no tienen acceso a la propiedad territorial ni poseen otromedio de vida que el trabajo de sus manos o los arbitrios desu astucia.

Los más jóvenes de este sector saben leer y escribir y co-nocen su oficio tan mal como los más añosos, porque el fun-damental, la poca eficiencia del obrero fernandino y su faltade conocimientos técnicos que a veces, contrasta con su re-lativamente elevado grado de instrucción.

Este desequilibrio puede ser atribuido a la orientación queen nuestra Colonia ha tenido la enseñanza. Parece ser queésta ha actuado en función de una «libido docendi» absoluta-mente ajena a su trascendencia. Se ha enseñado al indígenalo que corrientemente se enseña en la escuela primaria, sinpensar qué pudiera ser más útil o fundamental: si llenar lasexposiciones escolares de fin de curso de estampas iluminadasy trabajitos manuales sin sentido profesional o económico, o,

40

por el contrario, organizar núcleos de formación profesionalatendiendo a las demandas laborales de la misma colonia.

Una cierta falta de decisión encauzó la enseñanza por elcamino más fácil: la instrucción primaria. Las escuelas deArtes y Oficios no han pasado de las cifras presupuestariaso de las líneas de cualquier Memoria.

Con dos problemas fundamentales se enfrenta el artesanofernanclino.

De una parte, la escasez y anarquía de su formación pro-fesional y la falta de medios pedagógicos exigen un apren-dizaje larguísimo, de tal modo que sólo alcanza una acepta-ble maestría al declinar de sus fuerzas físicas, si no ocurre quededica su vida íntegra al aprendizaje de los más variados ofi-cios, insatisfecho de todos y desencantado' del progreso de susconocimientos tecnológicos.

La casi imposibilidad actual de cursar un aprendizaje efi-ciente y la dificultad de conseguir un mediano grado de maes-tría quitan todo encanto a la perspectiva, por otra parte cier-ta, de conseguir fácilmente una colocación bien remunerada.

Del mismo modo que la burocracia ha sabido encontraren la raza negra una inagotable cantera de escribientes, laacción colonizadora tropieza con serias dificultades para for-mar obreros útiles. Desde la escuela la juventud indígena seorienta hacia los empleos burocráticos, dotados de una mayorpreeminencia social y para los que la instrucdón primariatiene un subido valor instrumental. El escolar quiere ser maes-tro auxiliar, administrativo, empleado de una factoría o es-cribiente de una casa comercial, porque sabe que su forma-dón le permite llenar fácilmente el papel con que sueña. Raravez querrá ser albañil, carpintero o mecánico, sí para ello tie-ne que seguir un largo e inderto aprendizaje nó bien salgade la escuela.

La formación escolar deforma la mentalidad indígena y

41

ia encauza hacia determinadas profesiones. No es que estaformación difiera de la que en España reciben los niños detodas las clases sociales? lo que ocurre es que en la Metró-poli esta orientación escolar se equilibra por las presiones dela clase social a que el niño pertenece y por la tradición ar-tesana, agrícola o intelectual de la familia. En Fernando Póo,donde las tradiciones ancestrales han perdido vigencia y sonpoco adecuadas al momento cultural, donde las clases soda-les son poco definidas y en vías de formación y donde la so-ciedad entera es fluida y maleable, la presión unilateral dela escuela encuentra compensaciones que eviten la deforma-dora desorientación de la juventud.

Esta falta de sentido social de la enseñanza y el no ha-ber sabido incluir en ella la dotación instrumental precisa paraque el indígena pueda resolver su vida y rendir un esfuerzoútil y económico, es claramente percibida por todos los co-loniales. Pero aunque el problema es claro y su etiología estáen el ánimo de todos, las soluciones no son rápidas ni hace-deras. El artesanado no se caracteriza solamente por la pose-sión de ciertos conocimientos tecnológicos, sino por formarun estrato social definido empapado de tradiciones que per-miten la adaptación a la vida ciudadana moderna de ciertasancestrales y seguras formas de vida. Pudiera ocurrir que tra-tando de crear a la ligera artesanos nos encontrásemos conuna inquieta clase proletaria económicamente útil, pero des-provista de esa alegre limitación y de ese reposo social quecaracterizan a la auténtica artesanía.

El otro problema que afronta el menestral indígena esla coexistencia de un artesanado europeo, mejor dotado téc-nicamente, que ocupa los mejores puestos. Este artesanadoeuropeo ha surgido de la necesidad de disponer de mano deobra especializada y eficiente, a la vista de la poca utilidaddel negro en ciertos menesteres y de su falta de preparación.

42

Cada día crece más en número y amplía más la extensión desus actividades, paralelamente al crecimiento de la colonia y•a la mecanización de los instrumentos de trabajo. La legis'lación laboral organiza esta artesanía jerárquicamente en apren-¡dices, oficiales y maestros, o considerando permanente tal es-tado de cosas.

Existen, pues, en la realidad fernandina, dos artesanados,uno indígena y otro europeo, dotados de la misma funcióny articulados en el mismo punto del engranaje económico dela colonia. La competencia, apenas perceptible, es absoluta-mente desleal por una y otra parte. Se apoya el europeo ensu mayor conocimiento de la técnica que utiliza, no permi'tiendo al indígena el acceso total a los conocimientos propiosdel oficio y justificando su actitud en una pretendida inca-pacidad mental del negro.

Este, por su parte, compite ventajosamente desde un ni-vel de vida inferior, con un contrato laboral en el que nofiguran viajes, vacaciones peninsulares, etc.

Planteada así la competencia, el indígena tiene pocas po-sibilidades de aumentar sus conocimientos técnicos y poner-le aí nivel de eficiencia del europeo a cuyo lado trabaja, yeste no puede ampliar sus exigencias económicas más allá dellímite en el que resulta barato el poco eficiente trabajo in-dígena.

La separación de razas y el prestigio del europeo no de-jan traslucir esta competencia, pero es indudable que la con-currencia de dos razas y de dos estratos sociales muy distan-ciados, dentro del mismo sector económico y laboral, no pue-de prolongarse sin una sorda y continua fricción.

La falta de formación profesional y. la competencia eu-ropea restan al indígena posibilidades sociales y económicas,relegándole a los planos laborales inferiores. El obrero fer-nandino está condenado a ser un subalterno a las órdenes,

43

muchas veces, de europeos menos inteligentes que él y no-excesivamente sobresalientes en el oficio que desempeñan.

Tal estado de cosas proporciona pocos encantos a la elec-ción de un oficio mecánico, por lo que la artesanía femandi-na se nutre, en general, de sujetos poco dotados a los que las.circunstancias obligan a escoger tal medio de vida.

Muchas veces el artesano* fernandino hábil y afortunado-alcanza una posición económica bastante halagüeña, pero, enocasiones, su nivel social se acerca al del bracero. La clase detransición entre este grupo y el siguiente se establece merceda estos artesanos nial dotados que nunca llegan a aprenderel oficio, y cuya vida toda transcurre formando parte de lapeonada.

El artesano agrícola, el capataz, el encargado de una pe-queña finca o de una factoría rural se desenvuelve más hol-gadamente en su profesión que el obrero industrial. Su efi-ciencia es mayor, como es más completa .e idónea su forma-ción. La misma vida rural que llevan está más próxima ala vida tradicional indígena que la vida ciudadana, y mu-chos hábitos y tradiciones primitivas pueden tener vigenciaen estos círculos.

GRUPO TERCERO

Comprende individuos de instrucción nula, reducidísimasconocimientos tecnológicos y limitada capacidad económica.Si posee tierras y éstas le permiten vivir, hay en ciertos mo-mentos de su vida urgentes necesidades de dinero que leimpulsan a buscarlo en el trabajo asalariado.

Queda así encasillado el bracero, es decir, el individuo quepor un salario presta su trabajo poco diferenciado en las ex-plotaciones agrícolas o forestales y constituye la inmensa ma-

44

yoría de la población íernandina y la casi totalidad de supoblación transeúnte.

Legal y socialmente está protegido por leyes, ordenanzas,costumbres y compromisos cuyo cumplimiento se cela cuida'•desámente, y, desde el punto de vista sentimental, su exis-tencia transcurre sosegadamente por los cauces y senderos queuna inteligente burocracia cuida. Como actualmente proce-den en gran parte de Nigeria, se ha llegado a establecer un.sistema en el que felizmente se aunan el puritano laborismoinglés con el tradicional frandscanismo español, de donde re-sulta irreprochable la situación del bracero, tanto para el so-cialista agnóstico como para el cristiano fervoroso.

Quizá el punto de vista del bracero sea otro, porque nun--ca el africano es bracero sino por un corto período* de su vida-©, al menos, esa es su intención. Si se aviene a afirmar uncontrato para trabajar como bracero es para salvar algún gra-ve escollo de su vida, porque las seguridades que la protec-ción oficial le proporciona no son motivo bastante para con-vertirle en bracero a perpetuidad. El negro ama la indepen-dencia, su círculo familiar, sus usos vernáculos y el horizontede su patria chica, y todo esto está muy lejos de la explota-ción en que trabaie. El contrato de trabajo sólo proporcionadinero de amplio valor adquisitivo, puesto que su adminis-tración es cuidadosamente vigilada, de forma que no puedadilapidarse alegremente. El trabajo es también, para algunos,aprendizaje de técnicas agrícolas que más adelante el africanopondrá en práctica en'sus propias tierras.

Con el tiempo, sin embargo, se va notando una ciertatendencia a la perpetuidad del bracero, a constituirse comoen una forma de vida casi permanente. Esto no sólo obedece

• al relativo confort de esta manera de vivir, sino a las dificul-tades que el negro de las fincas encuentra para desenvolversejpor su cuenta dentro de sus círculos sociales en disgregación

45

o en las ciudades, que apenas conoce. Esta tendencia es másperceptible en el artesano o en el bracero de la ciudad, cosaperfectamente comprensible dado el atractivo que la ciudadafricana posee y la falta de encanto' que para el negro tienela finca de su patrón.

En cualquier caso, el trabajador negro es poco eficaz ysu rendimiento muy bajo. Sus conocimientos son insignifi-cantes, su cometido elemental (cortar hierba, recoger frutoso acarrearlos, etc.) y las satisfacciones que pueden derivarse.de su labor, inexistentes. Falta al bracero el gozo creador delartesano ante su obra o del campesino ante la parcela pro-metedora. Sin otro afán que el descanso, y todavía escasa-mente proletarizado, el bracero buscará otra forma de vidaen cuanto terminen las circunstancias interinas que le forza-ron a contratarse.

En la zona española, donde el indígena siempre tiene de-recho a un trozo de tierra en su poblado de origen, la reclu-ta de braceros es muy difícil. En otros tiempos, el contrato'de trabajo y la prima antecedente era el medio más fácil paraadquirir el numerario preciso para comprar mujer, por ejem-plo. Hoy las cosas han variado mucho y no es éste el lugarde precisarlas, y es raro el nativo de la colonia española quetrabaja en Fernando Póo como bracero, puesto que disponede otros sistemas para resolver las periódicas necesidades dedinero que a lo largo de su vida suelen presentarse.

La no proletarización del indígena y el desarrollo de otrasformas sociales bien cimentadas económicamente limita ne-cesariamente el número de braceros, y, por otra parte, cuan-do el africano se proletariza, falto de asideros económicos ysociales, pierde toda posibilidad de adaptación y queda in-cluido en la categoría de «vago», con una fisonomía peculiary unas características político-sociales perfectamente recor-tadas.

El hecho de que el bracero constituya uno de los funda-mentos de la economía fernandina viene a complicar la cues-tión, proporcionándola una mayor resonancia. Si socialmenteel contrato como bracero constituye un estado de vida pro-visorio, las necesidades laborales son permanentes y muy pocoadaptadas a esta característica social del tipo de trabajadorque utiliza. Esta inadaptación expresa el anquilosamiento delpunto de vista del agricultor europeo, frente al fluido y con-tinuo cambio de las condiciones sociales del indígena. En los

. primeros tiempos de colonización la «puesta en cultura» delas poblaciones indígenas originó la urgencia de numerarionecesaria para conseguir la afluencia de braceros. Este tipode población primitiva se agotó pronto por su relativa esca-sez, pero se hubiera . agotado1 más tarde de disponer de unamayor densidad demográfica.

Una población permanente de braceros no puede existircuando coexisten al alcance del indígena otras formas socia-les más de su agrado. La falta de braceros no es, pues, sen-cilla expresión de la debilidad demográfica de nuestra colo-nia, sino de la competencia de las formas sociales que el ac-tual estado de colonización brinda al indígena. La escasa den-sidad de población ha planteado el problema en FernandoPóo antes que en otras colonias, y los mismos factores de-mográficos han podido determinar la estructura de las res-tantes formas sociales que concurren en la isla. Pero nuncadebemos dejarnos impresionar por las cifras y olvidar los me-canismos sociales y estrictamente humanos que eternamenteactúan en la vida de no importa qué pueblos.

Arrastra esto la continua elevación del nivel de vida delbracero, hoy el más alto posible dentro de la realidad eco-nómica y de la poca calidad del trabajo que presta. Falto deindependencia, reglamentados y ordenados su trabajo y suvida, el bracero sólo puede acogerse a una ventaja: la se-

47

guridad de que no ha de faltarle casa, comida y asistenciamédica. Pero esta seguridad está tan ampliamente difundidapor el resto de las clases sociales fernandinas que no cons-tituye en sí peculiaridad estimable.

GRUPO CUARTO

Los VAGOS.—Incluímos bajo este epígrafe a cuantos sinmedios de vida conocidos realizan un esfuerzo considerablepara no trabajar. No son muchos en número los vagos, pero,concentrados en su mayoría en Santa Isabel, crean un per'manéate problema policíaco.

No queremos referirnos aquí a los procedimientos delic-tivos que emplean para ir tirando, porque no es nuestro pro-pósito enjuiciar la delincuencia fernandina. Sólo queremosapuntar las dificultades que presenta el paro voluntario enun país escaso* de mano de obra y en donde los trabajadoresmás ineficientes encuentran colocación. Estas dificultades sólopueden ser vencidas por un férreo esfuerzo de voluntad, mo-tivado por una profunda adversión hacia el trabajo.

El vago fernandino es una fracción bastante representa-tiva de un tipo social frecuente en todas las ciudades africa-nas populosas en las que la vida comercial es intensa y enlas que la civilización ha desplegado el tapiz de sus adelantostécnicos. El vago es la consecuencia de un urbanismo rápi-damente establecido en círculos culturales que no conocenotro tipo de población que el poblado ni otras actividades quela agricultura rudimentaria o la caza.

La ciudad atrae con sus perspectivas de trabajo bien re-munerado que proporciona una vida mejor, pero al mismotiempo desintegra profundamente la cohesión social indíge-na, dejando al negro aislado en medio de un ambiente hos-

48

til activo y bullicioso que no entiende y al que se sienteajeno y encadenado. El vago es, en cierto modo, un prole-tario que a perdido toda vinculación con su estirpe, y puestoen este camino de desasimientos no encuentra satisfacción enel trabajo que le es dable realizar.

El vago fernandino se recluta en todas las clases socialesde la isla. La vagancia es solamente la expresión de inadap-tación al trabajo o a una determinada forma de vida, inadap-tación incluso a la vida de vagancia que lleva y le irrita. Sueleser instruido e inteligente; su vida de vagancia comienzacon un continuo cambio de empleo y de mujer, descontentode todo, impaciente y aun esperanzado de hallar algo que lesatisfaga. Su familia no £ué un modelo de orden y morali-dad, y los ejemplos de su casa y la falta de orientación pro-fesional le empujan de una colocación a otra y de una mu-.jer- a otra, como si esto fuese la cosa más natural del mundo.Por fin, abandona todo empleo porque la muchacha con quienvive gana, Dios sabe cómo, bastante dinero para alimentarle.Ya es un vago completo en el que se insertan a veces activi-dades delictivas.

En el fondo de sus espíritus late una apagada irritaciónpor la ciudad en que vive; ciudad sórdida, llena de pasionesagrias y de gramófonos ingleses que arañan canciones senti-mentales. Los bajos fondos de Santa Isabel, en los que se mez-clan el vino riojano y la rumba cubana con la agitada perezadel negro, sublevan al que ha ido a la escuela y sabe queen el inundo hay cosas limpias que todos alaban.

El vago no es capaz tan siquiera de adaptarse a la vidaque lleva y de encontrar en ella una gozosa estabilidad. Ne-cesita eludir lo cotidiano en la embriaguez o la riña, y de aquídesciende a una delincuencia diminuta que rara vez pasa alos Tribunales.

Afortunadamente, el vago isabelino es una mínima frac-

49

ción de la población isleña. Si lo traemos a esta relación espor precipitarse en él todos los estratos sociales de FernandoPóo, víctimas escasas de la conmoción social que la coloni-zación provoca y representar un tipo social africano que con-tinuamente ve crecer sus filas.

La vagancia femenina se reduce a la prostitución, sin otracaracterística notable que la falta de resonancia social que talvida supone para el futuro de la muchacha. Tal prostituciónes escasa, si sólo incluímos en ella los casos típicos y consi-deramos la libertad sexual femenina como pervivencia de unacostumbre indígena que el urbanismo y la especial estructurade la población fernandina dan a veces un perverso matiz ci-vilizado.

Siendo el vago el factor común de toda la patología so-cial africana y uno de los tantos menos halagüeños que pue-de apuntarse la colonización, nos parece obligado mencionaraquí, si no las soluciones, al menos las actividades que opues-tamente afrontan la situación.

De una parte, existe una orientación sospechosamenteroussoniana que, deificando la naturaleza humana, califica decriminal cualauier intento activo de introducir modificacio-

i.

nes en ella al margen de su mirífica espontaneidad. Y, de otrolado, imaginando que el negro es una bestia perezosa, se pre-tende someter al africano a unas normas en cuya confecciónno tuvo él participación alguna.

Como cualquiera de las dos posiciones es poco cristiana,nos creemos relevados de una crítica más detallada, no sindejar bien sentado que estas dos actitudes extremas han idoalternando alegremente en la dirección política y social de latotalidad del 'África negra, en contraste con la política segui-da en los pueblos islámicos.

Esta diferencia de actitud parte del supuesto falso de queen estos últimos pueblos existe una cultura concreta y pal-

50

pable, mientras que en ios negros no hay tai cosa. Así, labeatería que el europeo siente por cualquier cultura no pue-de tener cabida cuando se enfrenta con las ignoradas culto--ras afro-negras, quedando vigentes dos únicas posibilidades:o dejar que el «buen salvaje» despliegue espontáneamentelos tesoros de su deífica naturaleza o imponer al «negro pe*rezoso» unas normas de conducta que saca el colonizador delbolsillo. •

Estas dos antitéticas conductas tienen de común la da-»ridad de su teorética y el dogmatismo de sus conclusiones?pero cuando se parte del supuesto de que la colonización noactúa sobre naturalezas vírgenes ni animales elementales, sinosobre estructuras culturales rudimentarias, pero sólidamenteestablecidas, se requiere más aguda comprensión antes de po-der establecer una línea de conducta.

Frente al vago, la pasiva actitud franciscano-roussonianano puede competir con la rigidez normativa, que trata de re-mediar violentamente la falta de formación social del negro*Una y otra actitud se complementan ante el vago, que, de-jado a su espontánea evolución, debe someterse más tarde auna disciplina correctora capaz de reincorporarle a la vidasocial.

La escasa proporción con que en Fernando Póo se presen-ta esta malformación social se ve agravada por la continuaimportación de tales tipos sociales, cada vez más abundantes-en la costa africana y que de puerto en puerto van procla-mando la ineficaz orientación social que muchas naciones eu-ropeas imponen a sus colonizados.

El sentido cristiano de la colonización española posee, des-de profundas raíces religiosas, un cauce social por el que dís-

51

curren las cristiandades que se van formando y que sirvende ejemplo al resto de la población indígena. Y los aspectosmás turbios de la vida femandina pueden explicarse fácil-mente si no olvidamos que arriban a la isla gentes de mu-chas procedencias influidas por actitudes muy ajenas al espí-ritu de España.

RAFAEL ROMERO MOLINER