apologÍa cristianismo, del... · 2019-11-02 · descúbrese aquí un nuevo horizonte ante...

APOLOGÍA

CRISTIANISMO,

DR. FRANCISCO HETTINGER.

http://www.obrascatolicas.com

DEMOSTRACION CRISTIANA


ENCICLOPEDIA CATÓLICA.

DEMOSTRACION CRISTIANA,

DR. FRANCISCO HETTINGER,

VERTIDA DE LA S·" EDICJON GERliÁNIC.\

D. F. G. AYUSO.

DillECCION Y ADMINISTJ\ACION. F. G. Ayuso.

CoRUD�II.\ D.u�, 11, MADaiP.


SANTO TOMAS D& AQUINO ..


IIADRID. Est. Tip. •SIIceSOJetdc Rlndcneym•, l:llrii.UORI:S DI U aa&lo c.<&o.


CONFERENCIA DECIMA.

l.l'E Y 1\IISTERlO,

La Ciencia conduce al hombre á Dios por la contemplacion razonada y consecuente de la Naturaleza y de sí mismo. El espirito, por medio del pensamiento de Dios, penetra á travcs del estrecho hoiizoDte" d�·-este mundo visible que nos rodea y limita, y ve, de esa manera, descubrirse ante su vista la perspectiva de un nuevo mundo, superior al mundo de los sentidos, pero cuyas profundidades no puede sondear ni aba"i-car. La idea de la eternidad, como un rayo de luz celeste, penetra en la noche de nuestra existencia terrestre; es únaaurora llena de presentimientos, que hace comprender al


·- 6 -hombre que las aspiraciones de su corazon hicia lo eterno y lo infinito 1 hácia lo verdaderoí lo bueno y lo bello 1 son algo mAs que vanos fantasmas ó enigmas indescifrables. Dios es la luz de su inteligencia, el ideal de· sus aspiraciones y la satisfaccion superabundante de su corazon.

Mas no se detiene aquf, ni con esto se satisface la razon. Al tratarse de Dios se agolpan y presentan á. la mente una multitud de cuestiones. ¿ Cuál es la vida intima de Dios ? ¿ Cuil su esencia? �Cuáles sus pensamientos , sus decretos y sus designios sobre la humanidad? ¿ PedrA. tal vez la inteligencia limitada de la criatura sondear el océano de l:rnaturaleza divina, y medir sus dimensiones infinitas ? ¡Cómo! el hombre, que es impotente para leer en el pensamiento de su sémejante, que se oculta bajo la envoltura de la carne! ¿ podrá penetrar el pensamiento eterno de Dios? N o; el hombre no puede conocerle sino en cuanto que Dios consienta en descorrer el velo que le oculta, de la misma manera que no conoce lo que pasa dentro de otro hombre, sino en cuanto éste le descubre su interior. El que se ha reve-


_,_ lado en la Naturaleza que nos rodea, en la bis.

toria que nps precede y en el interior de nues�

tro espíritu, de una manera mediata, y escondido bajo un velo terrestre, ¿no babia de hacerlo tambien de una manera inmediata, más

sencilla é infinitamente más sublime? ¿N o ha· bia de continuar y perfeccionar su obra en una revelacion por medio de su V-erbo, y en un comercio vivo y personal de su Espfritu con el

espíritu del hombre? ¿Puede admitirse que Él que es el Padre de todos los seres no tenga una palabra siquiera para la criatura hecha á su imágen? ¿Puede c:eerseque elque ha prodi..' gado esa inmensa riqueza de las formas y de los colores má11 variados y resplandecientes, as{ como las fuerzas de todO género en su creadon visible, se haya mostrado avaro en el

Iln1udo del espfritu, en la más elevada y propia esfera de la vida del hombre, la vida reliR

giosa, hasta limitar sus clones á. lo estricta

mente nece¡,a,rio , es decir, á los principios naturales del conocimiento de Dios 1 de· maR nera que lo gue l-;¡y de más grande en la creadon hubiera sido dotado con la mayor parsimonia? No 1 esto es itr-9osible.


-·-

Descúbrese aquí un nuevo horizonte ante nosotros; entramos en una esfera de conocimientos más elevados que los conocimientos empíricos, y !un que las mismas verdades ra

'cionales 1 ea decir, en la esfera de la verdad sobrenatural y revelada. lndudablem�te, la razon nos lleva á lo infinito y nos demuestra la existencia de Dios, que es el infinito en per· sona ¡pero aquí termina su imperio. La razon nos hace presentir lo que hay más allá-,-la. verdad divina¡ pero al llegar al umbral de los misterios, se detiene en vista de· su impotencia para franquearle. ¿Quién nos introdUcii-á en este santuario? El mismo Dios. Pues solo Dios puede enseñarnos lo que es Él¡ y únicamente con una ciega sumision i su palabra divina sabrémos «lo que ningun ojo vió1 ni ningun oido oyó 1 ni experimentó jama� él corazon del hombre.:. (1, Cor,u, 9.) La fe nos da entrada en el dominio de la verdad sobrenatural, en los conocimientos que superan á toda inteligencia creada. El hombre posee ya una luz interior inhere.nte á su. naturaleza, la razon, que le permite �1stinguir el mundo de 1� ideas, detras de )¡¡:s formas y de los va-


-·-riadas matices de la vida ¡ pero la revelacion hace que penetre en su alma una luz mucho más resplandeciente que , comunicada por la gracia, le abre los reinos rlF Dios y de la eternidad, y le inunda de celestiales resplandores, La religion viene á ser 1 de esta manera, una religion re,·elada y positiva, que descansa en la fe como su base más sólida y profunda. La revclacion de Dios á los hombres, su importancia, su necesidad, sus relaciones con la inteligencia humana .y los criterios que nos la dan i conocer de una manera infalible¡ tales son las cuestiones e.u_qae; nos vamos á ocupar.

La fe es la que neis da á conocer la natura· leza y el contenido de la revelacion ¡ por consecuencia, est�iarémoa las�tesc:uestiones:

¿Es digna d�l hómbre: 18. fe ? ¿Es digna del hombre la fe en una revela

cien divina ? ¿ Es digna del ·hombre la fe en el misterio? Empecemos por la cuestion : ¿ qué se en

tiende por fe? Dos caminos tiene el hombre para llegar á

la certeza: la ciencia y la fe. l Ha adquirido la certeza de una \'erdad por las luces de su pro-


pio esp{ritu? Entónces no cree¡ conoce. ¿Le viene , por el contrario 1 del testimonio de otros ? Entónces no conoce, cree ¡ pero en ambos casos posee la certeza. -t:Lo que entendemos , es deuda hácia nuestra razon¡ lo que creemos, lo debemos á la antoridad. • (August., De "tr"lit. crcd., c. z.) «En realidad, cu01ndo hablamos, se dice que sólo sabemos lo que comprendemos con segura razon de la mente.» (Id., Retract., 1.., 14--) El c¡_ue no ha visto nunca á Lóndres, pero cree en los relatos de los que le han visto , está. tan cierto de la existencia de esa ciudad como los mismos que l01 han visto con sus propios ·ojos. La diferencia entre la fe y l01 ciencia no consiste, pues, en el mayor 6 menor grado de ccrtcza.-Porquc la certeza no admite grados, ya que es simplemente el reposo del espfritu que, en posesion de la verdad 1 está exento del temor de equivocarse. La única diferencia que hay, consiste en los diversos motivos que determin01n la certeza 1 á. saber 1 el conocimiento propio ó el testimonio. La fe y l01 ciencia se diferenc!01n en que la primera toma su certeza de las razones externas, adquiriendo una evidencia tambien externa,


al paso que la segunda la saca de razones que la son propias. La deduccion al absurdo se apoya tambien en razones extrínsecas.

El cardenal Gerdilio ha definido muy bten estas dos clases de certeza, cuando dice : e Para reconocer la verdad ó la falsedad de una proposicion, es necesario saber si el predicado que se afirma ó niega conviene ó no al sujeto. De dos maneras puede llegarse á cono�r esta conveniencia; primeramente, deduciendo las razones de la idea del predicado igualmente que de la del sujeto¡ y en segundo lugar., recurriendo ! las razones extrlnsecas, siempre que ni una ni otra idea nos deO certeza , ni nos permitan tampoco juzgar de su conveniencia ó repugnancia. En el primer caso, elJuicioquee pronuncia acerca de la verdad ó de la falsedad de una proposicion proviene: de una intuicion directa é fntima que teqem� de tal proposicion, considerada en s( misma , es decir , porque percibimos directamente la conveniencia ó la repugnancia entre el sujeto y el predicado. Entónces no sabemos solamente que la proposicion es verdadera, sino que conocemos tarobien la razon íntima de por qué lo es. En· el


segundo caso, percibimos simplemente que hay conveniencia ó disconveniencia, pero sin que tengamos una intuicion directa de la misma. Tenemos, pues, la certeza de que así es, pero sin que sepamos por ,qué es así, y sin embargo, es una certeza verdadera, puesto que la verdad objetiva consiste en la conexion lógica de lps objetos.» (h1h·od. al ut. de la

reb"g,, 27.) Toda creencia

_ sJJ.p� ��pre y necesaria

mente cierta ciencia, es decir, el eximen pre-liminar de la credibilidad de los testigos, cuyo testimoniO produce en nosotros la certeza de las cosas _q��.9�,,P.B?.s.J.

ustificar por nos-9tros mismos. El testimonio acorde de autoridades dignas de fe mueve al espiritu á creer¡ y de no hacerlo, era' necesario admitir, sin razon alguna, una �.c;ion del órden moral, que constituye la fu,erZá de este testimonio. La fe, pues, tiene la misma importancia universal y objetiva que la ciencia, porque las leyes del órdcn moral, sobre las que descansa su certeza, no ceden en unh-'crsalidad, certeza y necesidad á las de la l<"•gica y de la melal'ísica. «Me atrevo á sostener, que seria incompara-


- 13 -

blemente más facil hacer concebir! un hombre dudas sobre la oerteza ,de una verdad geomé· trica, que sobre la certeza de- un acontecí· miento histórico.:. ( Houtteville, La t•e/i'giim

cn5tiallajJrohada por los !techas, r.) Se concibe erróneamente la naturaleza de la fe 1 cuando se la atribuye, comQlO h"á'éeií.'1acobi1 Pilgram y otros , la cerJ;eza inmediata de los primeros hechos de nuestra conciencia. (T.11 113.) Pero es igualmente inexacto confundirla, como lo hace Kant 1 con la opibiori: subjetiva 1 que no da certeza ni excluye el témÓr de eri'ar. «Opinar, es tener paz: 9érdad�ra una cosa que ni subjetiva D¡· objetivamente puede darse como cierta. La fe consiste en ser cierta una cosa subjetiva�te,. Do pudiQJld.b "�firmarse como tal objetiva'tnente,,. (K:uit , Tmr. del Met.,

n1 3·) Pero basta el lenguaje vulgar para refutar esta definicion. ·El ·c¡ue cree en la existencia de Roma por la autoridad de Otros, tiene una certeza subjetiva y objetiva s�odiciente; de

. otro modo no habría pasado de la

simple presuncion. Las razones puramente subjetivas no son razones. Ulrici (Fe y cien

cr'a, 266) se equivoca tambien al hacer con-


-14 -sistir la diferencia entre el saber y el creer , en que las razones de la fe dependen de la subje· tividad del creyente, porque la subjetividad influye tambien en las razones del saber, asl como en todo acto de la inteligencia humana.

Hechas estas consideraciones preliminares, nos será fácil responder á la primera cuestion, es decir, si la dignidad del hombre admite la fe.

El hombre, de grado'ó por fuerza, no puede pasane sin la fe, asl como tampoco sin la ciencia. Y si observamos 1;�. marcha que el en· tendimiento humano ha seguido en su desarrollo, tanto en general como en particular, verémos que la fe ha precedido siempre á la ciencia, la cual viene des pues á ejercitarse sobre la base de aquella. « La ¡mtoridad , llamada por otro nombre fe, comienza á instruirnos, y despues viene nuestro propio entendimiento; tal es el órden de la Naturaleza• , dice. San Agustin. (De rnori'lms Ecc/. Catlz., 3.) En efecto , la base y el fundamento de toda la vida humana descansan en la creencia de que nuestro padre y nuestra madre son los verdaderos padres ; y sin embargo 1 el hijo no puede tener


-rs-dc ello pruebas por sí mismo , ántes bien , se ve precisado á dar crédito á. testigos fidedignos. La situacion hereditaria de una familia, todo derecho histórico y positivo, en una palabra, todo el derecho que regula la vida civil, descansan sobre el testimonio de documentos probados. « La fe constituye el fondo de todas las cuestiones relativas á la. distincion de lo mio y de lo tuyo.• (Cicer., De off,, 1, ¡.) Toda la administracion de juslicia está subordinada á. la deposicion de lQs testigos y á. su veracirl::d ; el j uez decide y sentencia despues en vista de los indici,os que de ellos ha obtenido. «Si se quita esta fe en las cosas humanas, ¿ quién no comprende qué perturbacion de In cosas, qué horrenda confusion se seguirla? » (August., De Fid., 2 1 n . 4.) « Todo l o que se trata en la tierra, dice San Cirilo de Jerusalen (Catee/l., v, 3), á.un por aquellos que no pertenecen á la Iglesia, estriba en la fe.»

« Si lo que no se sabe no debiera creerse, ¿cómo 10!1 hijos honrarian á los padres, y los amarian con mútua piedad si no creyesen que fueran sus padres? Pues esto no puede saberse ó comprobarse de ninguna manera ni medio,


-16-por parte de los hijos 1 sino que por la autoridad de la madre se cree la \•erdadera persona del padre 1 y muchas ,-cces ni :í.un conocemos .i la ,·erdadera madre por su propio testimonio, sino por el d"e las parteras ó matronas, nodrizas, criadas, cte . . . . . Creemos, no obstante, y lo creemos sin ningun gCnero de duda , lo que confesamos que no puede saberse ó comprobarse ..... Muchos otros ejemplos pueden traerse con los cuales --se muéiti'a que nada absolutamente podria permanecer como se halla, sin daño en la sociedad de los hombres, si se estableciese el no creer nada que no podamos haber perciiBao.:�o (Augaa�,� ."!il· cred., xu, 26.) e Toda la vida humana descansa en la fe y en la esperanza» , dice Eus�bio ( Praep., Evattg., 11 5)_, y, como hace notar Teodoreto, « no podemos llegar al saber sin haber creido .tnies ¡ pues la fe es el fundamento de todo saber. • (Gracc. affcct. cr�ra,d., 816.)

Sin la fe es tambien imposible saber, porque para saber se necesita aprender 1 y toda ensefianza supone la fe en la palabra de un maestro ; por m.ts que en el dominio de los conocimientos racionales la fe se eleve á la categoría


-17-de ciencia, de manera que nuestra primitiva creencia en el testimonio ajeno haga en seguida lugar al eximen de nuestra razon ¡ sin embargo , el estudio de la Naturaleza, la Geografia, la Historia, es decir 1 todas las ciencias empfricas 1 se apoyan en la fe que damos á las relaciones de otros.

« ¡Qué de dificultades insuperables presenta el estudio de la Historia! La vida de una generacion no bastaria para consultar los principales documentos relativos á todas las naciones y á todas las epocas. En semejante materia nos vemos en la obliga.cion de referirnos i las investigaciones y á los relatos de otros. Todo depende de nuestro buen' acierto y de la confianza que depositemos en el gufa.:t ( Dtellinger , Error, duda)' verdad, 52.)

« l.a vida individual y social , la justicia, la instruccion y la moral están subordinadas

.á

la fe 1 pues por la fe adquiere el hombre la certeza sobre la mayor parte de las cosas.:. (Séneca, Ep. XCIV.) Suprimid la fe, y veréis al punto desaparecer la Historia, el estudio de la Naturaleza 1 la Medicina 1 y áun las mismas relaciones entre padres é hijos. Grecia (De veril.


-!8-

re/r"g. &krist., n, 29) hace notar que csegun la. diversidad de las cosas son tambien diferentes los géneros de la demostracion : unos en las Matemáticas, otros tratándose de las afecciones de los cuerpos, otros para tomar decisiones y otros cuando se trata de hechos ¡ de cuyo respectivo géoero no debemos nunca apartarnos, siempre que ofrezcan la debida seguridad los testimonios ¡ y si esto no se admite asi, no sólo se de.�truye toda la nutoridad de la Historia, así como de la mayor parte de la Medicina , sino tambien todas las relaciones que existen entre padres é hijos , ya que no tenemos otro medio para coóocerlos.» �rla ridiculo, dice Eulcr (Corffl TI5), querer exigir una demostracion geométrica de las verdades de experiencia.» As!, pues 1 siempre que se trata de ciencias, de&empefta la fe Un papel importante 1 porque la ciencia supone una creencia en algo , y el dominio entero de la Historia se apoya en la fe que tenemos en la veracidad de los testigos ¡ las ciencias experimentales 1 en la fe de que otros han observado y referido bien lo que habian visto; la Psicologia, en fin , á lo ménos cuando no es la de un hombre aislado,


.-19-supone la fe en el alma de los otros hombres. e Si la fe desapareciera, ¿qué vendria á ser, en último resultado, toda la ciencia? Asl es que el hombre de ciencia no debe ni puede menospreciar la fe, porque en su saber hay siempre fe en el testimonio ajeno, y en el momento que este elemento desaparezca se desvaneced., á su vez 1 la ciencia.• (Fechner 1 l. c. 1 8,)

Ahora bien : ¿ por qué ha de ser la vida religiosa la única excepcion de esta ley de la fe? ¿ Por qué razon Clebe et··hOmbre tener fe en el hombre y no en Dios? ¿Acaso su inteligencia es la fuente única de toda \·erdad religiosa, hasta el punto de que lo que esté fuera de su esfera no sea nada ? Pero entónceS el entendimiento humano seria la misma inteligencia absoluta de Dios, y no este entendimiento eslrecho y 1imitado 1 cuyos conocimientos �o son más que una gota de agua perdida en el océano de lo desconocido é inaccesible á sus débiles fuerzas. Por eso el Concilio del Vaticano decretó lo siguiente (CrmJh'h1h'o tfog. de jide cntlml. De Fid. can. 1) : «Si alguno dijere que la razon humana es de tal manera independiente que Dios no pueda exigir de ella la fe, s. a,!t


«El Ultimo paso de la razon es conocer que .. hay una infinidad de cosas que están sobre ·ella, y es muy grande su debilidad si no llega hasta aqui .:t (P¡¡scal1 Ansam. , v, l.) Á este propósito dice con mucha • oportunidad Hamano: «Desde el momento en que se. sabe lo que es la razon, desaparece toda contradiccion con la fe.•

l Ó acasr.. podrémos admitir que Dios , inteligencia suprema Y Péfsónal, no puede manifestarse al hombre? ¿ Por qué razon el que ha creado al hombre de raza divi,a no ha de poderle instruir por si mismo y formarle á su imágen , de la misma:iDaiieti que el padre es el preceptor natural de su hijo ? (Ad. de los

o pOst. 1 X\'11, 28.) Pues tal es la revelacion. Efectivamente: e La revelacion es para el género humano lo que la educaclon para el individuo. La edpcacion es la re\·elacion para el individuo 1 y la re\·elacion es la educacion que ha recibido y que áun está recibiendo el género humano.» (Lessing, La líutrucckm del hom

hre, 1 1 42.) « Por tanto, para que el hombre alcance su fin , que es la contemplacion ·de Dios, debe creer á Dios del mismo modo que cree


un discípulo en la palabra del maestro que le instruye.:. (Sz1ma, u, n, c. n, a. J.)

i Pues qué! Dios. que es el Sol de los esplri

tus 1 que ha hecho que luzca en la razon humana un rayo de su luz¡ Dios , que coopera á todos y cada uno de los actos del entendimiento humano ¡ que es, en una palabra, el principio de nuestro conocimiento natural, de tal manera qúe podemos decir que todo lo conocemos en Él , ¿no podria Cl"(.>ar un rayo de luz más poderoso , el rayedeJa:revelacion? El que lleva y sostiene al l}ombre durante toda su existencia, ¿no hábia de poder comunicarle las \"crdades de un ófdcn superior 1 bien fuera por signos perceptible!> .. á sus sentidos, bien por símbolos que.biemn su imaginacion¡ ya por medio de ideas que obren sobre su ntismo espirito, ó bien por un dón particular de la inteligencia? El espirito creado obra sObre otro espíritu por una palabra, por una mirada ó por un gesto¡ ¡y Dios, el creador de todos los espíritus , habia de estar reducido á un silencio eterno!

Las obras maestras de los grandes hombres de todos los tiempos, como ya lo ha observado


Bossuet 1 ofrecen cierta analogía con la inspiracion. « De dónde me vienen las ideas 1 dice Mozart, y cómo me vienen , no lo sé; de una mirada las abarco en mi imaginacion á la vez¡ concibo el todó de una vez.:. (Bi'og�·nfia dtt

Mogarl, por St"hlosser, 122 .) Así como el espíritu ó el aire suena donde quiere y tii oyes su sonido, mas 'no sabes de dónde sale ó á dónde va 1 eso mismo sucede al que nace del espíritu.• auan , m, a:)

« Por el dón de profecía se confiere á la inteligencia humana algo que está sobre aquello que pertenece á la facultad natural , en cuanto al juicio mediante el influjo de la luz intelectual y en cuanto á la representacion de las cosas , que se verifica por diversas especies. Y en cuanto á esto. 6l�mo , la doctrina humana puede asimilarse á la revelacion profética 1 mas no en cuanto al primero¡ porque el hombre no puede iluminar interiormente como lo hace Dios.» (&1111a1 111 111 c. cLxxm, a. z.)

Y es que Dios se halla iriteriormente presente al alma , la lle\'a 1 la sostiene, la compenetra en todos los momentos de su existencia, é influye en todas sus acciones, como la pri-


- 2] -

mera y suprema causa ¡ precisamente por esto Él solo es capaz de obrar sobre el alma de una manera terminante é inmediata (per modrm'

cau.rte tJfjicitmlis physr'cc), miéntras que el es� píritu creado no puede obrar sobre los demas sino mediatamente (Jn· modum �j'ecti el/itll"s

moraliúr). (Thom. De tJeril. qu. xxn, a. 9, y Suma, I, c. cv , a. 4, 5, y cxr, a, 2.) Oigamos cómo explica Santo Tomás la influencia inme� diata de Dios sobre la formacion de .las ideas en el espiritu humano.�· segun el órden de la Naturaleza (Suma, I1 c. ClX1 a. 2): e El hom� bre es dueño de sus actos y de querer y no querer, por la deliberacion de la razon, que puede inclinarse á una parte ó á otra¡ pero en cuanto á deliberar ó"no deliberar, tun cuando tambien sea dueño de esto , es preciso que esto provenga de una deliberacion precedente, y no procediendo esto al infinito, necesariamente habrá de llegarse finalmente á que el libre albedrfo del hombre sea movido por algun principio exterior, que está sobre la mente humana , es decir, por Dios.» (Srnna, 11

n , c. I1 a. 4.) .-Si la trasmision de ideas ( verDmn tne�ztis) no


- 24 -

fuera posible más que por la palabra sensible (ver/JIIm oris ) , entónces los puros espfritus y las almas de los que han muerto no podrian producir ni comunicar sus ideas; en otros términos , la inmortalidad, así como la �xistencia de espíritus puros, serian imposibles¡ afirmacien que sólo sostiene el más avanzado materialismo.

Efectivamente, el hombre no es puro espíritu, sino un espirito corporizado; por cuya razon su formacion de ideas, mediante la percepcion de los sentidos y la trasmision de sus ideas por medio de órganos sensibles 1 no puede consti· tuir la norma de esa formacion y trasmision.

Hé aqui por qué ha decretado la Iglesia : «Si alguno dijere que Dios no puede condu·

cir al hombre al conocimiento y á la perfeccion supranatural, sino que por sí mismo puede y debe, por un progreso reguL1.r, llegar á la posesion de lo verdadero y de lo bueno, s. a.• ( CQizsli'tuti'o dog-m. de fide cnth. De Rcvel.,

can. m.) Por eso las tradiciones de todos los pueblos

expresan con notable uniformidad la esperanza de que Dios , ó algun mensajero celestial,


-25 -traerian una ensellanza más elevada, y la creencia en un comercio real entre Dios y el hombre forma uno de los momentos más esenciales de la conciencia religiosa del género huii).ano. Pero esta sed de la revelacion se manifiesta, en términos ·mucho más eatérgicos, en los sabios que han consagrado su Yida al estudio de los grandes problemas de la naturaleza de Dios y del fin último del hombre. Segun hizo ya notar Pitágoras, «el hombre no debe hacer sino lo que sea agradable i Dios ¡ mas no sabrá lo que agrada á la D_ivinidad, i no ser que el mismo Dios P. p.o genio celestial se lo indiquen.� (Jamblich. flll"il. P_ylh. Jiu"t.) Y Sócrates , por boca de Platon, dice que « la piedad es una viJ:tqd que debemos desear ardientemente, pero sólo Dios puede ens.eñárnosla.» (Aicib., u, y Pvlü., :z.¡.I y sig.) «Es necesario, dice en otro lugar, atravesar el borrascoso mar de esta vida sobre los restcs,de la verdad 1 á no ser que se nos dé un medio más seguro , por una revelacion que venga á set- para _noso_tros un bajel capaz de afrontar las tempestades.:o(Fct/., 8 5.)

Esta persuasiQn, comun á todos los pueblos,


- 26 -

no puede ser un error , puesto que tiene por raíz las necesidades más íntimas de su corazon, y nos coloca sobre las huellas de una antigua revelacion, cuyo recuerdo, dehiliU.ndose poco 6. poco, 'eual· lii!ISriiOaidbs.de: una -campana lejana , no ha podido extinguirse nunca por completo. (Lüken , l . c. , 1 869.) Segun Platoa, «todos los conocimientos del hombre, en las altas esferas de la inteligencia, se derivan de una antigua revelacloií-::dilvi.na. Un pod� superior ha dado sus nombres á. las cosas¡ por eso son tan significativos.,. (Cmt., 438.) Así vemos que este gran filósofo, lo mismo que Aristóteles, remite«sie&.p:rei.l�s;,l;:radiciones de la antigüedad, comó'i la: fuente 'purá 'de toda verdad divina y humana.

«Vosotros; griegos. dicen los sacerdotes egipcios á los filósofoS1tvidos·de .ciencia, 'soiS- unos niti.os¡ porque no teneis doctrinas antiguas trasmitidas.por la tradicion.»- (1i'm,, :22.).«Los antiguos, que tienen sobre nosotros la ventaja de haber estado mAs próximos á los dioses, nos han trasmitido esta doctrina . . . . . (P!Jileh., 16 ) ; por eso debemos creer lo que los antiguos nos han trasmitido en materia de religion , aunque


- 17 -

no siempre podamos demostrarlo ..... ( Tim., 48.) Debemos prestar fe á las antiguas y santas tra

diciones, porque los antiguos, descendiendo de los dioses ! estaban en mejores condiciones

de conocer a sus padres; por consiguiente, no puede rechazarse su creencia.• (lb.) «Platon

da su doctrina acerca de· Dios·¡ del alma y de

su inmortalidad, como un dogma ar:.tiguo y

sagrado, conservado por ios sacerdotes. • (Lasaulx1 Fumirmz., 13.) «Siempre que Platon ex·

presa una creencia.,.se.-iefieme á tradiciones antiguas. Jamas encontrareis ei1 él la idea de la

existencia y de la ·ptOduccion del conocimiento religioso eStablecida ñ priori.-. (Ackermann,

Lo gue hay de cristi.mo en Platon, 52.) «Pla�

ton, en el Epimpnis 1 reconoce tambien que es deudor de la mayor parle de· sli sabiduría á un bárb.1ro, á un caldeo. Las tradiciones del Oriente fueron, pues, el puntQ de partida de sus

concepciones , y constituyen .el.fo�do: de toda

su filosofia. » ( Cousin 1. Traduc: de .Piaton, VI. Notas á la Fedra.) «Sabemos por los anti

guos , que nos lo han trasmitido bajo la forma

de mito, que lo divino abraza toda la Naturaleza. Por lo demas, es una pura ficcion creer


- lB -

que los dioses se uem�an á los hombres¡ qui

tada esta ficcion, tenemos que la divinidad es

la sustancia primera, cuya doctrina es una rc

velacion divina.» (Arist • .J.lJciapk., :x.n, 8.)'Di

cearco. se exptesa de igual manera. (Grocio, De uera rcligiolle, 43 ¡ Rmsam'ns, vm, 21 2.)

Cuando los atenienses preguntaron al orácu-

o de Délfos qué religion debian elegir: «La

de vuestros padres•, respondió el oráculo.

«Pero nuestros padnll'·1 replicaron ellos, mu

daron su culto muchas veces: ¿cuál, pues, pre

ferirémos?• e La mcjou, volvió á responder

el oráculo. «Por la mejor, hace notar Ciceron,

entendia el oráculo la más antigua 1 que es tam:bien la más iumediata á Dios; porque cuan

to más inmediatos estaban nuestros padres á su origen. y por consiguiente á Dios, mejor

con ocian la verdad.• «Y es perfectamente se

guro que lo que es mejor debe hacerse remontar á la mayor antigüedad y considerarse como próximo li Dios ..... (Ley. n, 16.) La antigüe

dad reconocia las cosas que eran verdaderas tanto mejor cuanto ménos distantes se halla

ban de su orfgen y de las primeras producciones de los dioses ..... (Tuscul. , 11 u.) Siempre


-29-he defendido y defenderé siempre las creencias que recibimos de nuestros padres con respeCto á los dioses y al culto que les es debido¡ y todos los discursos del hombre, por sabio 6 ignorante que sea, no me harán vacilar en esta persuasion . .... Creo en la tradicion 1 iun Cuando no tenga pruebas que presentarme.» (De

11at. Deor. , Jii, 2.) « Un espirito bienhechor se compadeció de los primeros hombres, segun nos lo refieren venerables tradiciones.• (Fichte, Der. 11at., J1 ga.) .c'J;'oda religion ha sido una tradicion en su orf�n.» (Schelling., l . c., 167 . ) cEs muy digno de notarse que los pueblos antiguos poscian conocimientos muy exactos acerca del mund� y de la inmortalidad del alma , aunque por ot� parte se haflasen sumidos en la barbarie, y aunque las artes destinadas á embellecer la vida son de época mucho más reciente. Las naciones primitivas tenian verdaderas ideas sobre los asuntos de mis importancia¡ pero eran unos nin.os en las cosas de la vida.:. (J. Müller1 Hi'st. rmiv., 1 , 24.)

Mas todo lo que llevamos dicho es una palmaria confirmacion de las palabras del Apóstol : e En otro tiempo habló Dios á nuestros


-»-

padres en diferentes ocasiones y de muchas maneras por los Profetas .»- (Hchr. , 11 l.) El Verbo divino ha sido , pues , el gran preceptor de la humanidad. El Seüor ha hablado en el parafso terrenal , ·ha bi.blado en el monte Sinal1 ha hablado por boca de Jesucri!lto, y por eso la fe en esta divina palabra, por la que ha suspirado todo el mundo antiguo , que se ha manifestado en todos los tiempos y que ha recibido su "6ltitJlll!'Y"fniÜ·'t:leVada expresion en Ji:sucristo , lleno de gracia y de verdad¡ « la fe en la palabra divina viene á ser la forma y el fondo de la vida religiosa, de la misma manera que la fe !1'1.'-•la:�ltbra•'lhiDiana es la condicion de toda la vida propiamente humana.»

Por eso tambien vemo! que todos los pueblos han ido i beber, desde sus orfgenes , á la fuente de la revela"cion y t la creencia en una manifestacion divina , para'poder alimentar su vida religiosa y moral. No sería absolutamente imposible una religion puramente natural y filosófica, es decir, una religion que se apoyira únicamente en la observacion razonada de la Naturaleza y de Dios , porque esto en sí no excederia ni las facultades ni ID! principios de


-3[-la razon natural en el hombre; pero el hecho es que la Historia no habla nunca de una religion semejante. Por muy diferent�s que sean entre si todos los sistemas religiosos, �eg11n los llama la Historia, en lo concerniente á. su metafiSica y á. su moral,-,y.,pQZ:·.,Crto.de que sea la variedad de form..-.'q,ue;presenten en d dogma y en el culto, to4C!IJ elloS tienen un pensamiento comun que los �mpenetr-a,.un fondo comun sobre .el que descansan , es decir 1 la fe en una palabra divina revE;l�!l!� ts1dos dlos hacen remontar su orige�;�. �ta 14 :o¡jJQ;ta Divinidad.

Así vemos .'1�0$. indios hacen derivar su religion.de Brahma, no á cooaecuencia del raciocinio, sino�p.�.�QUI.4.i,ci.m:I.A1. "dice el filó· sofo indio Sap,lt¡a(a:·(Ed. .. Windúdtll4ftn, to6.) La más pura de las religiones 1 segun Herodoto1 es la que los mismos dioses habían dado á los hombres y que h_a;<fillo.dematuralizada por los poetas como Homero y HesiodQ. (Herodot., u, sz.) La verdad, dice un filósofo indio (Humboldt, Cosmos, n, 147), ha sido puesta al principio de la vida en el corazon del hombre, pero insensiblemente se ha extinguido su voz y ha sido olvidada.


-33-

Resulta,' pues , que la fe religiosa 1 lejos de ser indigna del hombre, le es , por el contrario, muy natural , porque responde á una necesidad imperiosa .de su misma naturaleza. En efecto , si examinaÓros atentamente y sin prevencion de ninguna especie, la naturaleza de nuestro espirito 1 hallarémos en él dos tendenci¡¡.s fundamentales que tienen su raíz en lo más profundo de nuestro sér : el deseo de saber y el deseo de creer.

La ciencia y la fe, el saber y el creer, son dos �melos que se hallan en un principio en estado de embrion en el espirito humc"mo, y que 1 desde el"inomifnl'b. .._ despierta la conciencia , se desarrollan juntos para no separarse durante toda la vida. Son dos flores que brotan de un mismo tall�, de tal suerte que arrancada una se marchita y languidece la otra. La ciencia sin la fe conduce á. la dúda y á. la desesperacion , gusano roedor que devora el corazon del incrédulo ¡ la fe sin la ciencia degenera en supérsticion y en fanatismo.

Esto es precisamente lo que ha sucedido con las religiones paganas y con el islan1ismo, que quemó bibliotecas y aseguró su religion


-33 -

con la cimitarra ; mas como se halla casi total· mente desprovisto de ciencia, cae en la des· composicion como un cadáver. « Quitad toda ciencia á la fe , y no os quedará más que su· persticion ¡ mejor dicho, ni Aun habrá materia para la supersticion. Privad á la ciencia de la fe , y anadiréis al vacfo matem:ltico la plenitud del más completo materialismo, Os encontra· réis solo en el mundo, frente i frente con vuestra alma. • (Fechner., l . c.) La fe religio· sn debe ir precedida de cierto saber, y exige el ex:lmen científico y el reconocimiento de la credibilidad de los testigos que , por medio de signos extraordinarios, como los milagros y las profecfas, establecen la divinidad de la re· velacion con una certeza absoluta¡ y toda creencia es un paso hácia la ciencia, si bien nuestro entendimiento no puede jamas llegar i una comprension completa, puesto que sólo Dios , que tiene conocimiento absoluto de las cosas, puede comprender perfectamente la divinidad.

El hombre, ántes de creer, debe tener un motivo para ello: « pues no creeria el hombre en las cosas si no comprendiese que debiera


-n-creer en ellas, ya por la evidencia de los signos 1 ya por alguna cosa semejante. » (Suma, 111 n 1 c. 1, a . ..¡., ad. 2. ) «La autoridad reclama la fe y prepara de esta manera al hombre para el cxámen razonado de las cosas. Este exámen razonado conduce luégo á la clara vision y á la inteligencia, si bien es cierto que no tiene lugar la fe en la autoridad sin un prévio exámen racio�al1 punto que es necesario examinar á quien concedemos nuestro crédito. Dos caminos , pues , nos llevan al conocimiento: la autoridad y la razon. La autoridad marcha la primera en el órden del tiempo , y la razon en el órden lógico. A primera,vh!ta parece que la autoridad s� ha hecho para las masas y la razon para los sabios ¡ sin embargo, ünicamente la autoridad abre el camino á todos aquellos que quieran llegar á una ciencia elevada , y despues de algun tiempo aprenden que todo lo que ántes han admitido, por el testimonio de la autoridad, está absolutamente fundado en la razonJo ( 1 ).

-1 Cuanto más nos a1imentemos de la fe, ma(1) August. /h rml. 11, 9- D1wra r"dl§., XXIV, Ihmoril.

Buln.,n, CMtr11ACIJii1m,, 1,111.


- 35 -

yores serio b.s riquezas intelectuales que llegará á atesorar nuestro espíritu. » (Anschn. Cant. D6 .Fid Trti,·/,1 c. 11.) La fe es, en efecto, un gérmen que contiene en sí la c:encia, que conduce á ella, que prepara á la inteligencia creada para más altos conocimientos y la hace apta para contemplar á Dios 1 orfgen y principio de toda verdad. La fe es el principio de todo conocimiento sobrenatural de Dios, conocimiento, que en la otra vida, se convierte en una vision inmediata y cara á cara. En este mundo no vemos i Dios sino como en un espejo, mejor dicho, no vemos sino un reflejo de Dios ¡ aqul todo lo vemos á la claridad del sol, allá arriba verémos i Dios en si mismo, como la verdad soberana y personal , como el sol de la verdad. Tal sed. la consumacion de todo co· nacimiento, ya indicada por Platon : « Al fin el entendimiento creado verá el sol eterno, y no solamente su imágen como en el agua , sino que la verá tal cual es por su naturaleza.• (De Rejm!JI.,Sl6). ,

Tal es , precisamente, el gran milagro del cristianismo ¡ el Catecismo, ese pequei\o libro que ponemos en las manos del nhio , contiene


-3 6 -

el compendio de la más sublime filosofía 1 porque responde, de la manera más profunda , á las graves cuestiones que han ocupado, durante muchos siglos, á las inteligencias más ele,·adas.

Por eso to¡la oposicion suscitada contra la revelacion es una negacion de las leyes del espíritu humano, ya que éste únicamente halla la plenitud de su fueua y de su naturaleza en el desarrollo armónico y en el constante ejercicio de estas dos tendencias fundamentales. e La ciencia es la estrella esplendorosa de la fe, pero la oracion es la base de la ciencia. Nada más be11o que verlas marchar acordes ; esto es la sabiduría en todo su esplendor, y constituye el pacífico deber de la Iglesia.» (Fed. Schlegel.) Asi como la gracia sobrenatural no destruye la Jibertad humana , intes por el contrario, la presupone y áun la robustece y perfecciona, asf tampoco perjudica en modo alguno la fe il la r.azon, sino que más bien la presupone y completa. cNo podríamos creer si no tuvié· semos alma racional• (August. Ep. uo).

Lo que dejamos dicho nos permite responder á los enemigos que se han levantado en


-37-estos últimos tiempos contra la rcvelacion, su posibilidad y los medios de reconocerla. «Una revelacion es un acto aislado de Dios en el tiempo, que estt en oposicion con su natura· leza inmutable » , dice Strauss (Tcoria, I, 274). Para que esta objeclon tuviera algun valor, seria necesario admitir que Dios no es más que un. \"ano fantasma, una abstraccion .. ·acía, una letra muerta, en una palabra, el tlios de los panteistas. Mas no tiene aplicacion respecto del Dios vivo , de quien se ha dicho : «.l!i Padre, hoy como siempre está. obrando. » (Yttan, v, 1 7 . ) cEsta revelacion extemportnea , dice tambien Strauss 1 es una confesion de la imperfeccion de las facultades que se dieron al hombre al ser creado. Dios , por lo tanto, se habria puesto en contradiccion consigo mismo.»- (Tcoril1 . . ... 1, 2¡.¡. . ) ¿ Acaso se contradice Dios cuando á la gracia natural de la creacion anade la gracia sobrenatural de la revelacion y, en ella y por medio de ella, conduce al hombre, así en inteligencia como en amor, á un fin mucho más elevado que aquél á que le permitia aspirar su naturaleza, limitada y finita ? Es evidentemente absurdo


_,. _ decir que Dios se contradice 1 porque , des pues de haber creado en la vida natural un doble mundo , el mundo de los sentidos y el de las inteligencias, produce un nuevo mundo más sublime , el mundo sobrenatural , el reino de la gracia, en el cual estamos llamados t la participacion de sus esplendores y á la felicidad de contemplarle cara á cara.

cUna revelacion , objeta todavía el escritor citado, ó de otra manera , la accion directa de un Sér superior sobre el espirito humano 1 no le deja á este último otro papel que el de la pasibilidad absoluta , porque el Sér supremo es la actividad absoluta, y la pasibilidad absoluta es el corolario de la absoluta actividad.• Sofística despreciable que , por lo mismo que quiere probar mucho, nada prueba. ¿Acaso no obra Dios sobre la creacion en general y sobre cada criatura en particular, en cada uno de sus actos y en todos los momentos de su existencia, por lo mismo que no vivimos , ni obramos ni existimos sino por Et? Como primer principio de todo movimienlo y de toda actividad en los seres creados, les conserva y coopera á todos los actos; pero mueve i cada


-39-

sér conforme a su naturaleza 1 dejándole á salvo su independencia relativa, su carácter y su libertad de accion. «Dios influye inmediatamente en el que obra sin excluir la operacion de la voluntad y de la Naturaleza.» (Thom. De Potcnt., 11 qu. JIJ1 a. z.) El mismo doctor angélico refuta ya con su acostumbrada maestria la objecion que 1 · como unol gran novedad, presenta el escritor aleman. ( Szuna., 1 1 c. cv., a .. � . ) Oigamos una segunda objecion , tan trivial como las anteriores, y cuya inconsistencia se deduce claramente de la doctrina que antecede : e seria incomprensible toda independencia en el hombre, si se admite que toda revelacion es una comunicacion sobrenatural de principios. determinados, opiniones 1 conocimientos 6 conceptos de todo punto acabados. Semejante proceso no tiene analogía con lo que nosotros concebimos , ni á un siquiera es psicológicamente posible ; ya que, en cualquier rama de la ciencia, todo conocimiento es un comun producto de los objetos que excitan nuestra sensibilidad y despiertan en nosotros ciertas situaciones ó estados , y de nuestro propio espíritu que , á su \"ez, elabora con


- .. -independencia estas excitaciones.• ( P8eidercr, EStmcia de la t·elt"gicm, 379.) Pero es el caso que la accion divina jamas excluye la actividad de la criatura 1 intcs muy al contrario , la presupone en todos los casos y hasta la facilita de una manera notable , circunstancia que no ha tenido en cuenta el escritor mencionado. Si bien se considera, tiene razon Ulrici, cuando dice (Diosylatllll. 724): « Todo progreso de la vida religiosa tiene su raíz y fundamento en una poderosa excitacion del sentimiento religioso, que no puede ser producida sino por influencia divina , ya que emana de la más íntima y propia vida del alma , y ésta tiene su raiz en Dios. Jo

«Finalmente, dice Strauss 1 queda siempre una cuestion en pié , y es la de saber cómo podrá reconocerse que una manifestacion cualquiera es venladeramente una re\·elacion de Dios. Jo Pero precisamente para remover esa duda , la revelacion esta rodeada de sci'lalcs infalibles de su autenticjdad , y no se produce sin mostrar su sello y su garanlia en los grandes acontecimientos de la historia y de la Na· turaleza ; los milagros en el mundo físico y las


-.¡.1-lrofecias en el mundo moral son las señales rrecusables de lo sobrenatural. Y hé aquí por ¡ué tambien la fe católica condena el idealisno religioso, que rechaza la mediacion de una [glesia visible y real para atenerse exclusivanente al testimonio del espíritu. Igualmente :ondena el idealismo filosófico. que pretende :onstruir el mundo ti: pn'ori é independientenente de toda experieocia. En religion, como :n filosoría, el idealismo es el subjetivismo, que legenera en fanatismo en aquélla y en la doc.rina del yo absoluto, y en el panteísmo en la :Htima.

A la manera que en ciertas épocas se decla�n epidemias en los pueblos, así tambien una :endencia, natural y legitima en si misma, iesde el momento que llega á depravarse 1 proluce enfermedades intelectuales que invaden �� mundo de los espíritus. La necesidad de :reer 1 separada de la ciencia 1 degenera en suJersticion 1 y el deseo de la ciencia 1 sin la fe, :onduce al escepticismo 1 á la deS<:speracion de legar á h. \"erdad. Y así como no es raro ver ¡ue una enfermedad 1 des pues del período crí:ico , termina en una afeccion diametralmente


- 42 -opuesta 1 acontece tambien 1 con harta frecuene c:ia 1 que la i'ncredt�litlad tlrgmcra m sujersh._

ct(m , )' la SII)WSHcimJ e1l ÜICreduli'datl.

Muchos no creen en Dios , y , sin embargo, creen en las apariciones 1 en su estrella 1 en su destino ¡ en una palabra, se c:renn una divinidad fantástica ¡ no creen en la verdad que se funda en el misterio ¡ pero en cambio creen en su error tan misterioso como enigmático. « He conocido á un hombre que hace alarde de su incredulidad en materia de religion , y , sin embargo, no se atreve á pasar de noche cerca de un cementerio 6 de un patlbulo. » ( Oerstcdt, l. c., 1 , I I S- ) Por el contrario, los judíos y los mahometanos se hacen incrédulos desde el momento que �e ponen en contacto con la civilizac:ion. Sobre este particular, dice muy oportunamente Weiller: « El escepticismo ha matado todo sentido moral, trayendo en pos suyo la supersticion y las locas alucinaciones, porque la vida no es posible sin creer en algo más que lo que tocamos. Se rechazan los misterios , pero como no es posible vivir sin alguna creencia , se abrazan ridículos enigmas. La incredulidad se hace supersticiosa 1 y la supers-


- 43 -

ticion incrédula.»- (Ideas para la lli'stoda del

desellvolvitní'etllo de la ft reli'g. , 1 1 8 . ) « Conozco incrédulos , que creen en el diablo y no creen en Dios. Algunos ai1os ántes de la revolucion francesa, uno de los oficiales de la Biblioteca Nacional me decia que1 desde algun tiempo , la mayor parte de los que iban á instruirse á aquel vasto depósito no pedian m:i.s que libros cabalisticos y de sortilegios. (Porta· lis , Dclttsoy del almso del cspir. jilos., n, 1 7 1 .)

Precisamente esta degeneracion de la fe en supersticion prueba que aquélla es una necesidad para el hombre, porque para que una cosa pueda hacerse mala , es preciso que ántes haya sido buena. De la misma manera que el deseo de saber se trueca en escepticismo, especie de cáncer moral que no cesa de engullir 1 y jamas se ve harto, prut:ba evidente de que la necesidad de la ciencia es inherente al espíritu humano. «Siempre están aprendiendo, y nunca arriban al conocimiento de la verdad. • ( u , Tim. , m 1 ¡. )

Por eso la fe , tan natural a l espíritu humano, satisface una necesidad que tiene su raíz en lo más íntimo de su naturaleza, un instinto


- .. -que le lleva i mayores cosas y que exige imperiosamente ser satisfecho. Y cuando Dios , el Esplritusoberano, propone á la criatura su divina palabra como objeto de la fe, completa la naturaleza del espirito y le traza el camino que ha de conducirle á su desarrollo y á su perfeccionamiento, apartándole de los escollos de la supersticion. e Léjos de haber nacido la supersticion de la re\•elacion 1 debe , por el contrario, afirmarse que, sin el freno de las doctrinas y de las instituciones religiosas positivas , la supersticion 1 las ilusiones y la credulidad no reconocerían límites.» (Portalis, Di'scr�rso sohrc el Concordato.)

¿ Cómo explicar este innegable hecho psicolégico , esta necesidad de la fe ? La razon quiere darse cuenta de las cosas, y de ahí nace su deseo de saber. Pero cuanto mayor y más pode· I'Osa es una inteligenci a , ménos tiempo emplea en J"ecorrer el dominio del pensamiento, y ménos tarda en encontrarse con los límites infranqueables puestos á la especulacion huma· na, donde se le presentan y amontonan una multitud de cuestienespara las que no encuentra respuesta. Cuanto mis ardiente sea su de-


- 45 -

seo de saber 1 mejor conocerá cuán limitada es la esfera de sus conocimientos , y lo poco que puede comprender en comparacion de lo mucho que no llega á concebir ; y áun en aquello que puede abordar ve las innumerables incertidumbres y dudas que le rodean. ( Platon , Apol. Socrat. , 29.) « Yo lo experimento en mí mismo¡ en vano he acaudalado tQdos los tesoros de la inteligencia humana, pues cuando creo haber llegado al término, ninguna nueva fuerza se despierta en mí 1 y veo que no he pasado -del espesor de un cabello, ni me he acercado más al infinito.• ( Goethe.)

De la misma manera que Colon divisaba desde la orilla del Océano el horizonte de su mirada profética , y parecía querer abarcar, de un solo golpe de vista, las lejanas tierras del N nevo Mundo , cuya existencia le revela OO. su inspiracion 1 así la razon , cuando ha llegado al límite de su capacidad , presiente un nuevo mundo , ó sea el reino de la verdad etcirna , mis allá del estrecho circulo que limita sus ávidas miradas. Pues bien , para lanzarse á este pais desconocido, el hombre toma las alas de la fe, por cuyo medio percibe y aprcn-


_ ., _ de verdades relativas á Dios, al mundo y á s{ mismo ¡ verdades que hubieran sido siempre inaccesibles á la razon abandonada á si propia, pero que, una vez conocidas, derraman nueva claridad sobre todas las cuestiones que absorben la atencion de nuestro espirito, y á la luz de las cuales se agrupan, en un grande y armónico conjunto, todas las relaciones fundamentales de la vida humana. La fe, por consi· guiente, es para el espíritu del hombre un verdadero beneficio, por lo que éste se echa en brazos de aquélla, despues de haber intentado en vano resolver tan importantes problemas por solas sus fuerzas, y de haber rechazado hoy, tras incesantes esfuerzos y desenganos, lo que miraba ayer como una verdad inmutable. El hombre quiere creer, es decir, tener certeza sobre cuestiones , tales como la esencia de Dios y la vida futura, de las que posee un conocimiento vago 1 mas no una idea completa y suficiente. Fáltale, por consecuencia , la base fija para apoyar s11 juicio 1 partiendo de la intuicion interior (evitlmtia it'tri,seca ) ¡ pero encuentra felizmente un fundamento externo para su verdad en la autoridad infalible de


- 47 -Dios (eví'de11lia extri,seca) ¡ asf es que se arroja lleno de confianza en los brazos de la fe 1 y ésta le lleva con toda seguridad sobre los vertiginosos abismos que tenemos que franquear cuando buscamos una solucion á los problemas soberanos de la vida.

Hay una region del corazon que permanece inculta y que nunca se satisface miéntras que lo infinito no llega á tomar posesion de ella. El corazon no puede hallar su satisfacclon en la criatura¡ necesita lo infinito¡ pues de la misma manera el espfritu no es dichoso sino cuando llega á comprender lo infinito y á anegarse en Él, como en un mar sin orillas. Cuando se le presenta la verdad en su insondable profundidad y en su sublimidad inaccesible 1 sie�do la inteligencia limitada del hombre incapaz de medirla y alcanzarla, siente que Dios se le acerca bajo la forma de la verdad indecible, infinita é incontestable. Tal es el misterio. Si la vida religiosa ha de ser verdaderamente grande 1 poderosa é inspirada 1 ha de tener su raíz y su origen 1 siempre y en todas partes, en el misterio, porque un Dios concebido por el hombre, y al que pudiera éste medir con su


- 48 -

inteligencia finita , no sería el Dios del univer· so y de la eternidad , sino un ídolo falto de vida , la obra de sus manos , hácia la que no puede elevarse sn corazon.

Esto nos lleva al ex4men de la tercera enes· tion que nos hemos propuesto¡ es decir, si es tfig'IUI dd hombre la fe etl el miSterio.

Toda verdad que excede los límites de la in· teligencia mortal está. para el hombre llena de misterios, puesto que ni puede apreciar su certeza con ayuda de sus propias luces, n i tiene ninguna razon que dar en pro 6 en contra, y por consecuencia, el único motivo que le lleva á. admitirla es la autoridad de la palabra infa. lible 1 que le descorre el velo del misterio. De· bemos empezar por reconocer que el misterio es una verdad sobrenatural, puesto que no puede ser conocido ni combatido por la razon; pero no es opuesto á. ésta ni positivamente con· tradke sus leyes.

Leibnitz lo afirma tambien categóricamente {Arm.otrla de la ft co" la t"aMm, § 63) : «Los misterios superan nuestra razon, porque con· tienen verdades que no están comprendidas en esta serie de conocimientos, pero no son con·


- 49 -

trarios á nuestra razon, n i contradicen ninguna de las verdades, i las que nos conduce la necesidad de pensar.•

Conc. Vah"c. Cr;ttsHt. t/Qgm. tic .fid. catk, IV. De jide et roh"om!: « El consenlimiento unánime de la Iglesia católica ha ensellado en todos los tiempos , como hOy 1 que· existen dos órdenes de conocimientos diferentes , no sólo por su principio, sf que tambien por su objeto: por su principio se diferencian en cuanto que en uno conocemos por la razon natural y por la fe divina en el otro¡ por su objeto en cuanto que , ademas de aquellas cosas que puede alcam:ar la razon natural, se nos proponen, para que los creamos, misterios ocultos en Dios , que no pueden conocerse sino mediante la revelacien divina.• Por cuya ra.zon el Apóstol, que asegura que los hombres conocen á Dios por sus criaturas, al hablar, no obstante, de la gracia y de la verdad que fué traida por Jesucristo (Juan , 11 1 7 ) 1 dice estas palabras : «predicamos la sabiduría de Dios en el misterio (de la encarnacion ) , sabiduría recóndita , ia cual predestinó y preparó Dios Antes de los siglos para gloria nuestra ¡ sabiduda que n¡nguno de


- ¡o -

los príncipes de este siglo ha entendido . . . . . , pero á nosotros nos lo ha revelado Dios por medio de su espfritu ¡ pues el Espíritu de Dios penetra todas las cosas 1 áun las más íntimas de Dios.• ( r, Cor. 111 z, 9.) Y el mismo Unigénito glorifica al Padre 1 porque tuvo encubierlas estas cosas á los sabios y prudentes del siglo y las ha revelado i los pequ�imelos (Matlh . , n,

z:). Si alguno dijere que en la rcvclacion divina no existen misterios verdaderos }' propiamente dichos, sino que la razon bien cultivada puede entender y demostrar, por principios puramente naturales 1 todos los dogmas de la fe , s. a . • (Can. l.)

Todo pensamiento racional, es decir, necesidad de pensar 1 está indudablemente sometido á la ley inmanente del espirito 1 que es la regla y la medida de toda verdad , de manera que toda afinnacion que esté en contradiccion con estas leyes lógicas es un imposible que no existe en la realidad¡ pero nuestro espíritu no es la medida absoluta de la verdad! ni la soberana inteligencia que comprenda en si y produzca la verdad, ya que en tal caso dcjaria de ser finito, seda el misnto espirito absoluto.


- SI -«La inteligencia del hombre y la inteligencia de Dios son dos cosas muy diferentes.:. (Ecker· rnnnn, CmJVers., 11 2t7.) Por eso negar la posi· bilidad de la revelac:on de misterios, es negar al mismo tiempo al Dios libre, consciente y viviente, levantando la inteligencia limitada del hombre sobre el inaccesible pedestal de la divinidad. (Tim., vi, 16 . ) Pero si Dios es real· mente Dios, es decir, la inteligencia in6nita y absoluta, en cuya comparacion el entendi· miento finito del hombre es como la sombra con respecto á la luz , el hombre jamas podrá llegar , por sola su razon , á formarse una idea clara y adecuada de la esencia de Dios y tle sus atributos, y la natur.tleza divina permane· ce para él como una luz inaccesible. Siendo Dios in6nito, se diferencia tolo genel'c de todo sér finito, tanto por sus propiedades y atributos, como por su naturaleza. Ademas, tndas nues· tras ideas y conceptos 1 por estar tomados de los objetos finitos , no pueden aplicarse á Dios sino de una manera imperfecta y por analogfa¡ por eso la naturaleza divina, sus propiedades y sus atributos permanecen siempre envuellos para nosotros en una nube , que sólo la luz de


- 52 -la revelacion divina puede traspasar. ( Srun.a, c. x m , a. 5; c. n , a. 2; qu. disp. qu. XI\' 1 a. 9.)

Precisamente el error esencial del racionalismo consiste en querer aplicar al. la inteligencia divina la medida de nuestro entendimiento enfermizo y limitado , individual y caduco, y en asimilar lo perfecto á lo imperfecto, lo acabado á lo incompleto. El racionalismo vulgar que se ha ensci\orea.do de la opinion del dia, léjos de representar la inteligencia absoluta, no es siquiera la expresion de la razon humana. «Solamente una razon habituada , por una educacion superficial y falsa, á razonar en el vado , puede tomarse á sf misma por la raron absoluta ; la falta de ideas es la que se pretende dar por la plenitud de las ideas y de las luces.» (Schelling, Milodo , 104 . ) «No odiar á sus enemigos, no perseguirles 1 y no sólo no perseguirles 1 sino hacerles bien y amarles 1 es una cosa que está sobre la razon. Los preceptos más sublimes de una moral generosa y hecha para elevar al hombre serian impracticables, si éste no pudiera hacer nada que estu\'iese sobre su razon. Segun esto 1 ¿ por qué no ha de poder Dios hacer lo que superase á la


- 53 -

razon humana ? En este sentido, no es irracional decir que los misterios del Cristianismo, 6 mejor dicho , que el único misterio que cons-·

tituye el objeto y ha sido la causa de la revelacion , es decir, el amor de Dios hácia la humanidad caida en desgracia, está sobre la razon . . . . . No hay nada más miserable que la preten!'lion de los racionalistas de todos los matices , que quieren hacer asequible á la razon lo que está por encima de ella . . . . Á estos testarudos, que quieren tener i todo trance un Dios razonable á s11 manera , podría preguntárscles con Hamann , si acaso no han observado todavía que Dios es un genio que se cui.:l:l muy poco de preguntar lo que llaman razonable 6 irracional.» ( Idem, Ft'losofta de la t'evelacirm, 1 \' 1 2.J..)

« No creo, porque no comprendo» , responden los racionalistas para eludir el deber de la fe¡ pero esta objecion es completamente superficial. Porque ¿cuál es la extension de la esfera que nuestra inteligencia puede recorrer sin

, obstáculo? Ved cómo el naturalista observa y estudia los objetos corpóreos que componen la creacion. Preguntadle por su_s propiedades


- 54 -

y las leyes á que se hallan sometidos, y os enumerará muchas ; pero cada respuesta os presenta una nneva cuestion y un nuevo problema que resolver. ¿ Ha llegado á penetrar la naturaleza intima de los cuerpos? No ¡ ha visto, es verdad , la aguja que marca las horas en el cuadrante del universo¡ pero la suprema fuerza motriz se escapa á sus investigaciones, puesto que ni siquiera sabe lo que es fuerza.

« Muchas cosas mayores que las ya dichas están escondidas, porque es poco lo que de sus obras hemos visto. » (Eclesiást:co, 43, 36.) « El hombre es un sér oscuro, que no sabe de donde viene ni adonde \'a ¡ �abe mtty· poco del mundo y mucho ménos de si nlismo. (Gtrthe.) Ha sentido latir el pulso del gran cuerpo ele la creacion divina¡ pero, ¿ quién ha percibido el alma que la vivifica ? ¿ Quién ha visto la esencia fnlima de las cosas? La incomprensibilidad del misterio no es más que la prueba de la imperfcccion notoria de nuestra inteligencia, «que cxperintenta , ante el resplandor de la claridad absoluta , una ofuscacion semejante á la del ave nocturna ante la plena luz del dia», segun la ingeniosa expresion del filó-


- SS -

sofo más profundo y más juicioso d� la anti· güedad pagana. (Arist., Met. n, 1, 3.) e Ni jur.gues que sabes todas las cosas que son propias de Dios , n i que ignpras todas las cosas que pertenecen i las bestias. Puesto que hay un término medio en el hombre, que es la ciencia unida i la ignorancia, por la cual es atempe· rada.• (Lacltmc. ñutit. tlivhl. 1 m, 6.) Y esta insuficiencia de nuestra razon se hace sentir, no sólo ron relacion á la divinidad , sino en toda ciencia, cualquiera que sea el objeto en que se ocupe. Por eso vemos que la inteligencia, iun sin salir de la esfera de las cosas terrestres, no" lo comprende todo, ni llega jamas á alcanzar un conocimiento adecuado de las mismas. Únicamente el autor d( la Natura· lc:za posee un conocimiento perfecto de la esencia de esa misma Naturaleza; por consiguiente , para que pudiera tenerle el hombre, sl.:ría necesario que fuese el espirito creador absoluto. Por lo cual es una evidente contradiccion admitir la existencia y el poder creador de Dios y negar el misterio. Si el racionalismo ha de ser consecuente consigo mismo, se halla en la precision de admitir que el gl:-


- 56 -

nio humano es el creador del universo. Esto es lo que lia hecho Strauss cuando dice ( Teo,ta, I, 350) : «El espíritu del hombre no puede abandonar sus derechos sobre lo que consiilera como crcacion suya. » Efectivamente, el· hombre no comprende perfectamente sino aquello que el mismo pu.ede hacer¡ as[ comprende el mecanismo de un reloj , porque es su obra. Es verdad que puede disecar un cadiver¡ pero la vida se escapa i su mirada¡ no tiene entre sus manos más que un cuerpo muerto. e Tiene las partes componentes, pero le falta el lazo espiritual » ¡ y es que la vida continúa siendo un misterio. Si el hombre pudiera comprender el cnerpo animado, seria tambien Dios , porque podria crear. Es, pues, muy oportuna la observacion de que sólo Dios puede dar á las cosas su verdadero nombre, que exprese su naturaleza intima , pues él solo conoce esa naturaleza por haberla creado. (Plat. , Cratylo , 438.)

cNo podemos saber en lo que consiste la vida.» (Grethe. ) Por eso tuvo razon Fichte al decir que e llamamos Naturaleza i lo que no podemos explicar ni comprender. » Efectivamente, « la Naturaleza encierra siempre algo de pro-


- 57 -

blemático que la inteligencia humana no alcanza á penetrar. El misterio existe en todas partes áun en pleno dia, porque la Naturaleza no quiere que se levante el velo que la oculta. Y lo que ella se niega i mostrar i tu espíritu no podrás arranciirselo con palancas ni con tornillos. . . . . Estamos sumergidos en el misterio¡ el fondo mismo y lo mejor de las cosas nos es inaccesible.» ( Gccthe.)

Es una verdad inconcusa que el hombre no posee la ciencia completa de ninguna cosa, y le queda mucho que meditar sobre lo que Dios le presenta de antemano en sus ideas eternas, objeto de su pensamiento. El que conociera perfectamente á Dios , conocería todas las cosas en Él como en un espejo ¡ pero no nos es dado ver á Dios en este mundo. Lo único que podemos tener de Él es un conocimiento enigmatico, más ó ménos defectuoso , pero jamas perfecto. Cuando hablamos de vida, de luz, de calor, de fuerza, ¿comprendemos estas cosas? no son otra cosa que palabras, y cada palabra es un misterio. «Conozco las leyes de la atraecien, pero si se me pregunta lo que es, no tengo respuesta que dar. » (Newton. )


- ss -

e Ne sa.bem�s lo que es la fuerza vital, como no sabemos tampoco lo que es la fuerza en sí misma; as( que nos tenemos que contentar con la dcfinicion de que la materia es la causa principal de todos los fenómenos materiales.P ( Burmcister, hmigeues, T, 2�¡ . ) «Fuerza y materia, segun Helmholtz, son puras ahslrnccio

"es. » ( Collservaci(m de lafiler:za, 63.) c ¿ Qué

se ha adelantado con decir que dos moléculas se aproximan una á otra , en virtud de la atraccion reciproca ? Ni siquiera se ha ganado un átomo en la comprension de la naturaleza del fenómeno. » (Du Beis Reymond, Suln·e /" elecld'cr"dad muim1l, 1 , 40.) BrUcke ( Grm,;t,la."rm, 5) no admite la existencia de las fuetzas sino en e1 dominio del pensamiento, dejando indecisa la cuestion de si hubieran llegado á. existir, en el caso de no haber habido un sér pe�1sador. Y el citado Du Beis Reymc..nd (LImites del couocimie11to 11fllllml, 29) presenta como límites del conocimiento natural, por un lado la imposibilidad de comprender la m<!-�eria y la fuerza, y por otro la misma imposibilidad de comprender los procesos espirituales. ¿Qué cosa más natural que la luz? Todo


- �9 -lo vemos en ella y por ella , pero ¿ quién podrá decir lo que es la luz misma ? « La luz, ese agente tan conocido , que nos descubre el mundo de los fenümenos y que, con verdad, puede decirse que es el único fenómeno , permanece , sin embargo, en la naturaleza el m;!,s misterioso y el más desconocido de los fenómenos. ( Ulrici , .Di'os ..... 7 1 . ) Del mismo modo lo vemos todo en Dios , de Él nos viene toda \•erdad y áun nuestra misma inteligencia¡ pero ¿quién sabe lo que es Dios en sí mismo, lo que es la verdad soberana y personal ? c ¿ Quii:n C§ capaz de referir todas sus obras ? Ó , ¿ quién investigará sus maravillas? ¿ Quién explicará el poder de su grandeza 1 6 quién se pondré. á contar su misericordia? Cuando el hombre hnbiese acabado, cntónces estará al principio, y cuando cesáre , qued:trá perplejo.,. ( Edcsinst., XVIII , 21 6 . )

Ahora bien , si e l hombre es incapaz de penetrar en el interior de la Naturaleza, y áun en su propio interior, ¿ cómo puede abrigar la pretension de querer penetrar hasta la K atoraleza de Dios ? No puede comprender la obra del Maestro, y ¿querria comprender al Maestro


- 5o -

mismo, que es infinitamente superior i su obra? ¿No es toda causa siempre mayor que su efecto? El hombre se pierde en el exámen del glóbulo sangu[neo que circula en las venas , y en su loca vanidad quiere penetrar todos los misterios del ciclo. Gccthe ha castigado , como se merece, esta arrogancia del vulgar raciona· lismo de nuestros dias. « Os conozco, sabios, dice ¡ lo que no podeis gustar no lo teneis en cuenta¡ lo que no palpais, no existe ¡ lo que no calculais vosotros , no es verdadero¡ lo que no habcis puesto en vuestra balanza, no tiene para vosotros peso alguno 1 y segun vosotros, nada vale sino aquello que vosotros convertís en dinero. » (Fausto, n. p. )

Lo que es la fuerza visual en la esfera de las cosas sensibles, eso es la razon en la esfera de la verdad suprasensible. Una vista penetrante alcanza mucho mis que una débil ¡ un espirito superior conoce mis y penetra mucho más que una inteligencia flaca. Asf, el aguila ve m u· cho mas que el buho ; pero, por perspicaz que sea la mirada y por poderosa que sea li fuer· za de la intcligencicl 1 siempre hay un Iiml· te mas allá del que no puede pasar. El pen·


sador más profundo acaba siempre por llegar á un punto en donde empieza para él la duda y la imposibilidad de saber¡ por más profundamente que se quiera sondear dónde tiene principio la fe, se termina necesariamente por encontrar lo insondable. «Despues que ha agotado todas sus fuerzas , se apercibe el hombre de que áun se halla al princip:o de la carrera del saber, y cuando , consumidas sus fnenas, se detiene, ve lo que aún le falta. :. El ateo niega á Dios , porque no puede comprender la existencia de un Sér eterno y presente en todas partes ; pero ¿ no es, á su vez , un enigma insoluble la existencia de este Universo l!in Dios ? El _panteista niega la creacion , porque no puede concebir que un mundo haya salido de la nada ; pero ¿ no es más dificil comprender al mundo como una encarnacion de Dios, como un infinito que tiene límites, ó bien como una cosa finita , que es, sin embargo, infinita ? Comprender es una expresion figurada, sacada de las relaciones sensibles¡ nosotros no conocemos un cuerpo si no le abarcamos por todos lados, de tal manera que ninguna de sus . partes nos quede por conocer. Trasportada es·


ta palabra á un objeto mel.afísico , indica, segun eso , un conocimiento al que ·nada se escapa. Mas solo Aquél cuyo conocimiento no tiene límites posee una inteligencia ilimitada, infinita , es la razon última y la fuente de toda verdad, y la verdad misma, que , por su naturaleza, no tiene limites ni fin. Todo lo que no está fundado en esta razon soberana, lo qne no está contenido en esle tipo de toda verdad, no posee la más pequefi.a- parte de \-erdad , no existe. Pero esta no es la razon humana , ni siquiera una razon cr�ada , cualquiera que sea, porque todo lo creado es esencialmente finito y limitado ; esta razon es la de lo infinito 1 la razon absoluta, D1os.

Por donde se ve que la imposibilidad de comprender las cosas de esta creacion constituye el misterio en el reino de la naturaleza, la más contundente argumentacion contra aquellos que niegan el misterio en la revelacien , pues precisamente demuestra la limitacien y la insuficiencia de nuestro entendimiento ; mas el misterio de la revelacion se da á conocer por un motivo áun mucho más pro· fundo, ya que su objeto es Dios y la obra de


- 63 -

Dios , es decir , el infinito , que, superando en un grado lambien infinito á la más alta inteligencia creada, es el único capaz de comprenderse á si mismo. Hé aquf por qué , áun suponiendo que el hombre pudiera tener un conocimiento completo de sí mismo y del mundo, siempre encontrará un limite , insuperable á. toda intE"ligencia creada, para llegar al conocimiento de la esencia de Dios. Por consiguiente , Dios es un misterio eterno para toda razon limitada.

1�1 es el que proPone el misterio á nuestro entendimiento, misterio que conoce nuestra razon , por más que no le comprenda¡ pero que le cree , porque es la expresion y la palabra de la soberana inteligencia¡ misterio que es, pOr oonsiguicnte, superior, pero no contrario á la

«El vocablo entendimien.to implica cierto conocimiento intimo, pues al decir it�tclligcn

se significa algo como leer interiormente.» ( Smn. n, n, c. vm , a. I.) «Aunque la verdad de la fe cristiana exceda los lin1ites de la razon Jmmana , sin embargo, es imposible que esté en oposicion con las leyes naturales é inma-


- 64 -

nentes de la razon. En efecto, lo que la razon lleva naturalmente ..:n si es tan evidentemente verdadero 1 que no es posible ni á un suponer. que pueda ser falso. Pero 1 á su vez 1 la fe, apoyada en la autoridad evidente de Dios , no puede tampoco estar sujeta á error. Por consiguiente 1 puesto que lo falso no es otra cosa que lo opuesto á lo verdadero 1 es absolutamente imposible que las verdades de fe estén en contradiccion con los principios fundamentales de la razon. Por otra parte, la ciencia que el discípulo recibe de su maestro, forma parte de la del segundo; y como quiera que el conocimiento de los primero� principios nos venga de Dios , que es el autor de nuestra naturaleza, síguese que estos principios forman tambicn parte de la sabiduria divina; y por consiguiente 1 todo lo que les sea opuesto contraría tambien á la sabiduría divina, y no puede , por lo mismo, provenir dé ella. Por cuya razon, las cosas divinamente reveladas que nos ensena la fe 1 no pueden ser contrarias á nuestros conocimientos naturales.»lTkoln. Co11h·a Gmt., J , ¡.).

Asi lo ha definido la Iglesia ( Sacr. Crmp·eg.

Imh"c. d. l i Junii , 1 8 5 5 1 Prop. 1 ) : «Aunque


- 6; -

la fe está sobre la razon, no puede ex.h;tir entre ellas nunca verdadera discrepancia ni oposicion , toda vez que ambas proceden de Dios óptimo máximo , que es la única fuente de la verdad eterna é inmutable, por lo cual se prestan mút.uo auxilio .• ( Conc. Laler., v.-Btúla

Aposlolici ''eK'ini,u$ , Conc. Va tic. De jitl. cath.,

cap. IV.) Á principios del siglo XVI babia ya condenado la Sorbona la proposicion emitida por Pomponacio de que una misma cosa podia ser , á la \-ez , verdadera en filosofía y falsa en teologfa, y vice ver!ll. Menester era tener todo el atrevimiento de Lutero para condenar la conducta de la Sorbona en términos tan imprudentes como éstos (Obras , x, p. 1396) : « La Sorbona , esta madre de todos los errores y de todas las herejías , ha dado una definicion vergonzosa cuando se ha atrevido á decir que todo lo que es verdadero en teologla lo es tambien en filosofía. Por esta infernal doctrina da claramente á entender que las verdades de la fe han de pasar por el yugo de la razon huma· na ..... En las cuestiones de fe tropieza la razon en todas partes , como un caballo ciego. Todo lo q'ue viene de ella es tan falso, como cierto es


- 66 -

que Dios existe.» (Véanse otros pasajes semejantes : Ohnrs, xm, 2048; rr, 2541 ; XIX, 1 940;

?'I I 1 859.) e Si 1 pues , aconteciese que la razon quisiera

establecer algun principio contrario :1. la autoridad de la Sagrada Escrilura, este principio no tendría nunca. más qae una efintera apariencia de verdad¡ y recíprocamente, si se pretendiera oponer una proposicion de fe :1. las verdades racionales más ciertas y e\"identes, no seria aqueJla una verdadera proposicion de fe, sino solamente una opinicin particular y falsa.» (August , Ep. CXLIII , ati Marull.) Pero decir : «No admito más que lo que comprendo» equivale :!. decir: «No hay mdsverdad que la que yo comprendo» ; que es tanto como decir : « Mi razon es ilimitada , infinita, el principio y la medida de toda verdad » ; lo cual equivale tambicn á esto: « .Mi naturaleza es tambien ilimitada, infinita; es la base y el principio de todo lo que existe, es decir 1 yo soy un sér infinito , soy Dios.» Mas esto no puede decirlo sino aquél que tiene una razon enfermiza y extra� viada. Siguese, pues, que el misterio es digno del hombre , y la creencia en él se halla fun-


- 67 -

dada en las leyes mismas de la razon. Sin embargo, hay todavía una prueba más profunda. Si existe un Dios , y éste se revela al entendimiento humano , es necesario tambit\n que haya misterio�¡ por eso es el misterio la materia y el objeto de la revclacion , y la fe en él es la forma necesaria de toda vida religiosa. ¿ Qué es la ciencia religiosa? Es la ciencia de Dios y de las cosas divinas , de su esencia eterna, de su naturaleza infinita , de su vida íntima y de sus eternos decretos¡ es, particularmente, el conocimiento del fin sobrenatural del hombre, de ese órden sobrenatural al que ha querido elevarnos el amor de Dios 1 por su gracia 1 ya que nuestra alma estaba tan distante de poder subir ! Él por si misma , que ni siquiera hubiera podido presentirle ni desearle. Y hé ahí lo que , oculto naturalmente al espíritu humano, se le ha descubierto por el hecho de la revelacion.

«Nada puede ser ordenado á un fin si en ello no preexiste alguna proporcion á ese fin . . . .• Por lo que tambien conviene que para que el hombre se dirija al bien de la vida eterna, haya en él algun principio de aquello para lo que


_ ., _ está destinado. POTI.J.Ue la vida eterna consiste en el pleno conocimiento de Dios. ( Joan., xvu , 3.) Por lo cual conviene que haya en nosotros algun principio de este conocimiento sobrenatural, y tal principio nos viene por la fe, que cree por luz infusa aquellas cosas que superan :�,! conocimiento natural.» (Thom., De

wr. g11. XI\"1 a. 2, cf. a. ro.) Y el Concilio Va· ticano ha dicho (De.fid. catk., cap. IV) : «Ade· mas de aquellas cosas que puede alcanzar la razon natural, se nos proponen, para que los creamos, misterios escondidos en Dios 1 que no pueden ser conocidos si el mismo Dios no los revel�. •

La esencia divina es incomprensible é insondable para el espíritu humano , y sus decretos son un misterio escondido desde la eternidad en su espíritu. (Epist. ad Celos., 11 26.) Por eso , si la revelacion ha de ser real y efectiva 1 como su nombre lo indica 1 es absolutamente necesario que comunique al hombre, con respecto á la naturaleza de Dios, algo infinito é incomprensible que aquél no pudiera concebir en su pensamiento, ni expresar por su palabra ; es necesario , en suma 1 que con-


-: " -tenga misterios. Pues nuestra lengua, nuestras imágenes y nuestras palabras , originadas de relaciones creadas y sensibles, no sirven más que para designar los objetos creados y sensibles. Nosotros llegamos á conoCer la exis· tencia de Dios (an .sil Deru ) , pero no su esencia ( r¡uid Deru sit) , es decir 1 como es en si, ya que le reconocemos única�ente por analogía de las cosas finitas y segun la. limitada inteligencia humana. (Stuna, I1 c. xrr, a. u.) No tenemos un conocimiento adecuado de Dios, sino solamente un conocimiento fundado en la analogla.. Una revelacion de la naturaleza y de la vida intima de Dios que no ofreciera al espíritu humano ningun misterio, seria una negacion de la infinidad de Dios. «Admitiendo, pues , que es posible y debe haber una revelacien 1 es razonable ver una prueba de su verdad , en vez de una objecion, en el hecho de que nos ofrezca cosas que exceden la capacidad de nuestra razon. El que excluyera lo sobrenatural de su religion 1 no tendria ninguna ; porque, ¿qué seria una rcvelacion que no revel:i.ra nada ? Toda idea de revelacion supone cierta sumision de la razon á la fe, 6 más bien , e5


- 'io -preciso decir que la misma razon se entrega á di�on , y su acatamiento no es más que la coñfesion de sus propios limites desde el momento que ha reconocido la realidad de la revelacion.:t (Lessing, Ohras, xxtv 1 .20. ) • .\ntes que Lessing1 babia dicho ya Leibnitz: «En materia de religion 1 no creer más que lo que se comprende es rebajar y empequel'iecer la idea de Dios.• (Armrmia de la rnzo11 cot1 In fe,

i 46.) ' «¿De qué serviria la revelacion, y qué objeto

tendria1 si por ella no supiéramos mis que lo que conocemos ó podemos conocer por nosotros mismos ? Hay algunos que rebajan las verdades de la revclacion al n\vel de simples verdades racionales 1 que pretenden suprimir toda diferencia entre la revelacion y lo que llaman razon1 siquiera tengan que recurrir á los medios más violentos, y que juzgan que la materia esencial y propia de la revelacion son las verdades comprensibles por la razon. Si tienen algun motivo para conservar la palabra revelacion ; si consideran , por ejemplo, al fundador del cristianisino como un hombre providencial , como un doctor extraordinario, y ven


- 7 1 -

cn la Iglesia cristiana una obra en la que ha puesto la mano la Providencia; en la suposicion de que se les pregunte qué necesidad babia de la revelacion, responderán que por este medio la humanidad ha llegado ántes á la posesion de ciertas verdades más puras y más importantes. Mas cuando luégo atladen que estas verdades han sido comunicadas bajo Wl espeso \'eiO que no se ha rasgado sino al cabo de mucho tiempo, renuncian á la única ventaja de una revcla�on entendida á su manera, á la ventaja de un conocimiento anticipado de la verdad; y áun si fueran consecuentes, deberian considerar semejante revelacion como una de las causas qu�¡más han retardado el desarrollo de la razon en 11!- humanidad. Por consiguiente, una de dos : ó hay que rechazar absolutamente toda rcvdacion como un contrasentido, ó hay que admitir que las verdades reveladas no sólo no hubieran sido conocidas, sino que no hubieran podido serlo sin la revelacion. :. (Schelling, Obr., IV, 5.)

Abandonándose confiadamente el hombre en brazos de la creencia en el misterio, paga á Dios el más noble tributo, y le rinde el borne-


- 72 -

naje más digno de su majestad 1 dándole la glo� ria que le es debida , puesto que en el mundo de la inteligencia reconoce la supremacla de Dios, se niega á sí mismo, su libertad, su saber y su genio, paTa ponerlos á los piés de Aquel á quien reconoce como el Rey de ese mundo intelectual , no para perderlos, sino para elevarlos á su verdadera rafz y fuente, y afirmar así más la posesion de esos dones.

De esta manera se manifiesta en la fe la más legitima adoracion de Dios y el fundamento de toda religion , ya que por la fe surge ante nuestro espíritu la idea más elevada de Dios, de la Verdad eterna. Pero, áun como aptitud para el conocimiento de la verdad, no hay hecho alguno de la criatura racional que tanto reclame la misma razon y que tan á maravilla responda á su propia esencia como la fe, que supone una completa abnegacion en la voluntad de Dios, supremo principio de toda verdad y de la razon absoluta. De aqui se deduce la gravedad que alcanza el pecado de la incredulidad 1 puesto que al negar á Dios le roba precisamente su más hermosa corona , que es la del imperio del mundo espiritual, cuyo Rey y


- 73 -

Setior es , como principio y fundamento de toda verdad¡ coloca á Dios por .debajo de los hombres, a cuyo testimonio se da mayor autoridad que al del mismo Dios. ( r , Joan. , v , 9.)

La incredulidad , pues 1 no es otra cosa que el abuso de la razon1 i la manera que en el terreno de la moral el abuso de la ·libertad degenera en desenfreno. No existe, pues , mayor pecado que el de la incredulidad, porque nada nos aparta de Dios , nuestro último fin , tanto como ella. Ya lo dió á entender San Agustin cuando dijo (Tract. r.xxxrx , ;,, jotm. r'nr't.) :

41Gran pecado ciertamente se da á entender bajo este nombre general. Es éste un pecado del cual dependen todos Jos pecados. ,.

Por lo demas, el mismo misterio que Dios propone á nuestra creencia está muy distante de ser un enigma completamente ininteligible é inconcebible 1 6 una vana palabra desprovista de significacion y de interes para el espíritu humano, ó sin relacion alguna con el fin á que éste tiende. En cierto sentido es una verdad decir que la revelacion y el cristianismo contienen muchos principios que se hallan en opos:Cion con la naturaleza humana ; pero es tan


- 74 -sólo con las tendencias egoistas y carnales de esa naturaleza; asi vemos que á medida que se despierta en nosotros la vida del espíritu 1 la revelacion se nos presenta mucho más grande, y cuanto mis libre y desprendido de la materia está el espíritu, más se aproxima t la verdad.

Así lo ha definido tambien el Concilio del Vaticano ( Consh'ltU. dogm. de jid. cntk., capftulo Iv. De Fide etrnli'cme): «Ciertamente que la razon, ilustrada por la fe� si investiga con diligencia guiada por la moderacion y la piedad, alcanza con el auxilio divino cierta inteligencia de los misterios 1 y muy fructuosa sin duda, ya por la analogía con las cosas que conoce naturalmente, ya por la relacion de' los mismos misterios entre si y con el fin último del hombre¡ mas nunca se hace apta para comprenderlas como comprende aquellas verdades que constituyen el propio objeto de su actividad en esta vida. » Y en la carta de Pio IX al Arzobispo de Munich, fechada el I 1 de Diciem· bre de 1 862 , se leen estas palabras : , La verdadera y sana filosofía ocupa un lupr nobilísimo en el concierto de las ciencias 1 toda vez que tiene por objeto allanar el camino para que


- 7� -tambien aquellos dogmas esc:ondidos que primeramente sólo pueden ser percibidos por la fe, en cierto modo lleguen á ser entendidos por la razon.»-

El misterio, repetimos, no es una palabra que carezca de significacion y sentido. Aunque no le podamos comprender por completo, no deja por eso de ser como un sol cuya profundidad no puede sondear nuestra vista , pero que proyecta su brillante luz sobre todas las alturas y profundidades de la vida , y perfecciona al hombre en su naturaleza intelectual .y moral. El misterio es un hilo conductor, una cadena de oro que Dios hace descender del cielo, á la que se ase la humanidad por la fe, y de la que se sirve para elevarse, desde las sombrías nebulosidades de la ciencia terrestré, á la clara y serena region de la sabidurfa divina; es la pnlabra que el espíritu infinito pronuncia al oido del espíritu finito, y que éste repite dócilmente ; es verdad que apénas la comprende en un principio, y que nunca la comprenderá por completo, pero que sin embargo la oirá cada vez mejor, cuanto más tiempo la conserve en su corazon ; es la lla\'C que abre al hom-


- 76 -bre la inteligencia de Dios y de si mismo 1 inteligencia tanto más clara cuanto más se deje penetrar por la luz de la fe. Los misterios son problemas que deben ocupa; nuestro entendimiento¡ es cierto que traspasan los limites de su comprension actual , pero comunican una claridad y una luz vivlsimas á todas nuestras ideas naturales y á nuestros presentimientO! sobre el reino de Dios y sobre nuestra propia naturaleza ¡ problemas en cuya solucion puede y debe trabajar el hombre, por más que no puedan alcanzar solucion completa basta el dia en que la fe se COD\•ierta en vision.

Si pudiera explicarse el misterio basta la evidencia , se convertirla en una ,·crdad racional , lo cual suprimirla hasta la idea de lo sobrenatural , puesto que el misterio no sería tal por sí mismo, sino accidental y relativamente a cierto grado de desarrollo intelectual. La revelacion dejarla de existi r , y con ella la religion positiva á la que sirve de bñse, y no sería la manifestacion de Dios infinito , si pudiera medirse por la medida del esplritu finito. La Iglesia de Dios se dividirla entónces en una Iglesia de sabios y una Iglesia de crr.ymtes, de


- 1.7 -suerte que habria una religion esotédca y otra exotériCa 1 doctrinas condenadas en eJ Syllaótu (Error IX ) : e Todos los dogmas de la religion cristian'a, sin distincion, son objeto de la ciencia natural 6 de la filosofía, y la razon humana, no teniendo más que un cultivo histórico, puede llegar, segun los principios y las fuerzas naturales, á un verdadero conocimiento de todos los dogmas, hasta los más ocultos 1 con tal que éstos despues sean propuestos i la razon como su objeto. » Hé aqui cómo el Concilio del Vaticano sustenta la doctrina católica sobre éste particular ( Co11st. dop. de jid. catk., IV. De

Fitle et ratione ) : «Los divinos misterios , por su propia naturaleza, de tal manera exceden al entendimiento creado 1 que áun habiendo sido manifestados por la revelacion y aceptados por la fe 1 permanecen encubiertos bajo el velo de la fe y como ocultos por cierta nebulosidad mientras peregrinamos por esta vida mortal, porque canúnamos hilcia Él por ·la fe y no le vemos todavía claramente.» (111 Cor., v, 7.) Oigamos aún lo que sobre esto dice UM de los más claros ingenios que han florecido en el mundo, «La fe no se opone al conocimiento ra-


- 78 -

cional¡ por el contrario, debe trabajar por ver á la luz dela razon las verdades que cree ya por la fe.» (August. Ep. cxx 1 ná Cosc11l. ) Y en otro lugar dice (De Triuil., xv, z) : «Por qué, pues, busca así , si entiende que es incomprensible lo que investiga, sino porque no debe cesarse en esa investigacion de cosas incomprensibles, por cuanto aprovecha y más se perfe.:ciona el que investiga tan gran bien 1 que debiendo hallarse se busca, y debiendo buscarse se halla? Pues se busca para hallarlo más dulcemente, y se halla para que se busque con más avidez. Segun esto , puede entenderse lo que en e1 1ibro del Eclesiastes se afirma que dice la Sabiduría: «Los que me comen tendrán aün hambre y los que me beben tendrán aún sed .,._ De San Leon son estas palabras ( Sernt. XLII , r) : « Cuando la misma materia concede la facultad de hablar de aquello que es inefable, no puede dejar de decir que lo que se dice acerca de ello jamás puede ser suficiente. » «La razon humana, dice Santo Tomás 1 puede buscar analogías que ayuden á la inteligencia de los misterios de la fe, sin que por eso sean bastantes á. dar una demostracion evidente y á hacerlos compren-


- 79 -

der enteramente. Es 1 sin embargo , muy ventajoso para el entendimiento humano ejercitarse en sondear los misterios de esa manera, siempre que no tenga la pretension de demostrarles y de comprenderles hasta la evidencia. Pues cuando se trata de objetos tan sublimes , es una gran satisfaccion poder percibir algo de ellos , siquiera sea poco. :. ( C. Gent., t, VIII.) «Es un gran descuido, á mis ojos, no procurar comprender lo que se cree, cuando esta fortalecido uno en la fe .» ( San Anselmo, Cr�r . .Deru!Jomo, c. n.) e Hay una gran diferencia entre creer simplemente y sumergirse en el misterio.» ( San Pedro Crisol . , Scrm. CLXVI1 Trit�it., I, 1 .) Como hace notar Rugo de San Victor (De Tri'n. 1, 1 ) : « Cuando estamos seguros en la fe, no debemos desesperar de entre\•er algo del misterio.•' « Cuando un hombre cree con toda su alma , y ama la verdad que cree, é investiga por la meditacion los motivos racionales de su creencia, no pierde por eso el mérito de su fe, sino que, por el contrario, la aumenta.» (Stuna, n, u, c. n, a. 10.)

La fe, y precisamente la fe en el miste.rio, es la que, como lo ha declarado en estos últi-


- So -

mos tiempos el Jeft: de la Iglesia, -fiesclarece� fortifica y perfecciona la inteligencia humana, haciéndola conocer las cosas divinas• (Pio IX, Enciclica, n, Nov. 1846), porque la revelacion histórica y positiva es superior á la revelacion natural, pero el órden sobrenatural está fundado en el órden natural , y léjos de destruirle le supone. Existe una íntima correlacion entre uno y otro, y el órden superior penetra en el órden inferior de una manera eficaz; de donde se sigue que muchas verdade'i, muchas leyes y muchas formas vitales , áun cuando pertenezcan al 6rden natural, no aparecerian en toda su claridad, en toda su importancia y en todo su verdadero valor si no estuvieran iluminadas por la luz de la verdad sobrenatural.

De esta manera se explica el hecho innegable de que los estudios filosóficos 1 tal como los practicaron los Santos Padres y las escuelas de la Edad Media, sobre todo en lo que se refiere á la Teología, á. la Ética y á la PoHtica, dieron resultados inmensamente superiores á los que obtuvieron los antiguos." '

Asi sucede que la sabiduría divina se manifiesta, de una manera especial, en la revelacion


- 81 -

de los misterios, y el hombre careceria de toda aspiracion á lo infinito si no tuviera ningun conocimiento de ellos. La revelacion le permite percibir , como en un telescopio, el dichoso porvenir que le aguarda. Nuestro entendimiento no hubiera podido formarse ninguna idea de la infinita majestad de Dios , si los misterios no nos le hubieran hecho conocer como un sér cuya inmensidad no puede abarcar nuestra naturaleza, puesto que permanece impcne;trable á toda sabiduría: creada.

Aunque la fe no haga mas, por decirlo así, que descorrer una punta del tupido velo que nos oculta la divinidad, lo poco que nos es dado entrever basta para proporcionarnos una luz y un placer que ninguna ciencia de las cosas creadas podria darnos (Thom. , C. Ge11t.1

11 8 ). En ella se ofrece al hombre la llave para alcanzar una inteligencia cada vez mAs clara de la naturaleza divina 1 y un punto de vista desde do�de puede percibir y apreciar en su justo valor todas las observaciones de la inteligencia humana 1 desde el grosero fetichismo hasta la mb refinada forma del ateismo1 conocida bajo el nombre de panteismo filosófico.


- 8= -En la doctrina de la fe halla tambien el hombre la palabra que descifra el enigma de su existencia, de suerte que esta palabra esclarece é ilumina las profundidades de su propiil. naturaleza, que permanece siempre incomprensible fuera de la revelacion.

La historia del mundo deja de ser un cáos, para recibir profunda significacion y sentido , porque la corriente de la revelacion 1 que la compenetra, sirve para orientarlo todo, y todas las acciones de los hombres, áun las más oscuras , parecen concurrir, a lo ménos subsidiariamente , al fin de la creacion , que es l a gloria de Dios y la salvacion del hombre, á la manera que las fuentes toman su orfgen en las ocultas quebraduras de las rocas, para desde alli repartir la fertilidad á los valles, y del mismo modo que las fuerzas fisicas obran y trabajan léjos de las miradas del hombre en el profundo y misterioso seno de la tierra, para manifestarse despues en pleno dia en las producciones maravillosas, y ¿ no babia tambien de hallarse tan bella armonía en el órden más elevado del mundo intelectual ?

De esa manera la fe religiosa llega al se-


- SJ -

gundo grado, infinitamente más eh:vado, del conocimiento de Dios. Por cuyo medio conoce el entendimiento humano la naturaleza de Dios , no ya sólo por la creacion, sino por Dios mismo 1 por su Verbo, y por consecuencia, le conoce de un modo más sublime y más perfecto que podria hacerlo pQ.r la sola razon, toda \•ez que la naturaleza de Dios no se manifiesta nunca por entero en la creacion visible.

« Nadie tiende i una cosa con deseo, i no ser que intes le sea conocida ¡ y como los hombres, por divin� Providencia, se hallan ordenados i un bien mas alto que el que la humana fragilidad pueda probar en esta vida, es conveniente que la inteligencia del hombre sea impulsada i alguna cosa más alta que lo que nuestra razon puede alcanzar en la vida presente» ( Thom. , c. Gnzt., I, s ). « Por el conocimiento de las cosas sensibles no puede conocerse toda la perfeccion de Dios . . . . . porque las criaturas sensibles son efectos de Dios que no alcanzan la perfeccion de la causa » . ( Suma 1 I 1 c . Xll 1 a . 1 2).

La fe tiene i la vez un lado luminoso y un


-:- 8-1 -

lado oscuro. El hombre ve con evidencia y claridad que puede y debe creer, porque tiene una certeza inquebrantable de que ha hablado Dios , pero no' la evidencia inmediata de que ha hablado, asr como una vision clara de lo que ha dicho, y por eso abandonarse confiada· mente en la palabra divina es siempre un acto libre y meritcrio á los ojos de Dios.

« Digo que esta evidencia de lo que ha de creerse no impide el acto de la fe acerca de las cosas que son creibles ..... porque siempre deja oscura la verdad misma. » (Suarez, De .Fitfc disp. IV, v , n. 6 ; Disp. m , z.) Y es que « el que cree tiene suficiente motivo determinante para creer, mas no le tiene bastante para saber.» ( Suma , n, n, cu. n , a. 9.) Por la fe, lo invisible se hace visible para el hombre, y lo venidero presente¡ pues como dice el Apóstol (Hebr., u, 1)1 e la fe es el fundamento de las cosas que se esperan y la certeza de las que no se ven »1 pues la fe contempla lo que no ven los ojos corporales y lo que no alcanza la razon ¡ de suerte que , allf donde ésta no daria más que tinieblas y oscuridades, penetra la mirada de la fe hasta la region de la eterni·


- S; -dad 1 y comunica al alma una certeza más elevada que si se hubiera visto cop los ojos y tocado con las manos.

La fe es el principio de una vida superior y sobrenatural, porque el jttskJ vive de la ft (Rbm . , 1, 1 7 ), vive de lo que cree; y es que la fe penetra todns las fibras de su corazon y le descubre un nuevo órden de cosa.s , en el que se desvanecen las manifestaciones sensibles ; un nuevo mundo invisible, del que se considera miembro, y en el que camina sin dejarse extraviar por las mutaciones de esta vida , caduca y pasajera , sacrificando gustosamente los bienes presentes , porque ve algo mejor y más grande.

« La fe espera 1 á un contra toda esperanza• ( Rom. , n· , 1 8 ) . «La fe es una especie de ojo que ilumina todo el hombre interior y le procura la \'erdadera sabiduría» (Ciril. Jerus., Cnteck. 1 v, 4). « Es un acto propio de almas nobles y grandes, en oposicion á la incredulidad de los entendimientos mezquinos y rastreros.» (Chrisostom. , Hmn. vm, 7 in. Ep. Rom.) Es el fundamento sobre el que se edifica la verdadera justicia 1 la raíz oculta á las miradas sen�


- 86 -

sibles, profundamente arraigada en el alma regenerada pQr la gracia 1 que produce el árbol admirable de la vida cristiana ; árbol cargado de flores de elevadas virtudes, qucadmira y contempla con asombro el entendimiento humano , aunque no le comprende ¡ 4rbol en el que maduran los frutos que refrigeran i los elegidos en el tiempo y en la eternidad.

«La casa de Dios está fundada en la fe, se eleva con la esperanza y la corona el amor» (Augustin. De Ve�·h. A p. S. , x x , c. 1). cLa fe es el fundamento y la raíz de toda justicia» ( Coucil. Trident. , Sess. v11 c. vm) ; es , como ha dicho San Leon el Grande, la fuerza y el principio \" ilal de las grandes almas, el principio y como el goce anticipado de la vision futura de Dios, y por consecuencia, la base más sólida de toda religion. Un solo principio de fe, recibido en los dias de la infancia y conservado despucs en el corazon , la fe plantada en el espiritu de los pueblos 1 obra con m!s eficacia y produce más vida que toda la inteligencia y todo el genio del hombre.

En efecto 1 ¿ cuál es la esencia de nuestra civilizacioq y de la verdadera humanidad? La


- S i -

palabra cir�tlizaJi'o es del latin monoistico. En los claustros 1 esos centros en los que se ha formado el mundo cristiano , es donde se pronunció esa palabra por vez primera ¡ y es que sólo la influencia de la fe cristiana ha podido dar una idea de una verdadera civilizacion que abarque todo el género humano. La destruccion de los fdolos 1 el establecimiento del derecho civil y político 1 la libertad de conciencia y la distincion del poder espiritual y de Jos poderes temporales 1 la caridad 1 la abnegacion y el sacrificio de sí mismo , la abolicion de la esclavitud, Ja caridad con los pobres y con los enfermos , y la difusion de la enselianza gratuita; tales son los caractéres principales de nuestra civiliiacion. ¿ De dónde procede ese poder elevado de la civilizacion cristiana 1 que ha vencido al mundo griego y al romano á pesar de su cultura intelectual y artística? Del dogma, del dogma misterioso de la Encamacion de Dios. Por eso todo lo que ha creado el mundo moderno ha sido fruto de su creencia en el misterio 1 y todo lo grande, poderoso y sublime que encierra la historia de la humanidad tiene su raíz en el


- SS -

misterio, como el árbol la tiene en la tierra, y de él saca la sustancia que le nutre.

El mismo Strauss reconoce que , �ni bien todo misterio parece absurdo 1 no hay, sin em· bargo, nada profundo 1 ni en la vida, ni en el arte , ni en el Estado, donde no exista el misterio.• (Ln fe . . . . . 266. ) Por cuya razon preséntasc el misterio principalmente en la religion, que es lo más profundo que existe en el corazon humano¡ asf es que no hay, ni puede haber religion sin misterio. Y por eso tam· bien 1 desde el momento que el hombre quiere amoldar el Cristianismo á su razon y á las cir· cunsta.ncins de la época en que vi,·e, le despo· ja del mágico poder que ejerce sobre los corazones, y la oracion, la humanidad, el amor, Cl celo por la salvacion de las almas, todo se marchita y muere.

Nuestra fe es la victoria que triunfa del mun· do. Efectivamente (Juan, v, 4) : « Por la fe con· quistaron reinos, ejercieron !ajusticia, alcanzaron las promesas, cerraron las bocas de los leones, apagaron la violencia del fuego, evitaron el filo de Ia espada 1 convalecieron de enfermeda· des , se hicieron fuertes en la guerra, desbara-


- 8') -

taron ejércitos extranjeros, y las muj�.cres recobraron sus mUertos por resurreccion 1 en tanto que otros fueron estirados en el potro , no queriendo rescatar su vida por alcanzar mejor resurreccion ¡ otros asimismo sufrieron escarnios y azotes, ademas de cadenas Y� cárceles; fueron apedreados 1 aserrados , probados 1 murieron muerte de espada 1 anduvieron errantes cubiertos de pieles de oveja y de cabra, desamparados , angustiados y afligidos , de los cuales el mundo no era digno , y anduvieron perdidos por los desiertos, por los montes , en- las C!lCVas y en las cavernas de la tierra . • (Hchr. , XI , 33-38 . ) ¿ Quién e s capaz de comprender toda la importancia y toda la grandeza del triunfo que ha conseguido la fe sobre el mundo pagano? Era un mundo en el que imperaba el orgullo más desenfrenado é inmoral, y en el que el hombre de pecado no encontraba descanso sino despues que una raza degenerada · le habia colocado sobre los altares y convertido en Dios. Era un mundo en que la crueldad se tenia por derecho, y por deber sagrado la \"Cnganza; en el que se derramaba la sangre de millares de criaturas humanas para saciar las


_ ,. _ miradas de una turba embrutecida; en el que la más desenfrenada lujuria celebraba sus fiestas á la luz del dia¡ en el que el templo de la Divinidad se convertía en antro del "ido, consagrindole por sacerdotisa la deshonra; un mundo en el que los poderosos mandaban sin freno alguno , y los súbditos obedecían sin conciencia y guiados por el más abyecto servilismo ¡ en el que las pasiones se desencadenaban descaradamente y la desesperacion no tenia consuelo alguno.

Pero la fe ha triunfado de todo esto, y ha creado un nuevo mundo sobre las ruinas del antiguo mundo pagano 1 que se hallaba carcomido y en descomposicion completa. Es cierto que el mundo antiguo ha formado la idea de la humanidad ¡ pero ni áun esta idea, tal como se babia desarrollado en la ciencia y en el arte, en el Estado y en la sociedad, poclia hacer al hombre verdaderamente libre ni , por consiguiente , .elevarle. Oígase lo que dice uno de sus más esclarecidos ingenios: e El verdadero derecho, la justicia pura , no habita ya entre nosotros¡ su imágen divina se ha borrado de nuestras leye¡¡, apénas si de ellas hemos con-


- 91 -

servado alguna sombra, un retrato imperfecto; y sin embargo, iun seriamos felices si las siguiéramos ,• (Cic., De offic. , m, 17. ) cSu arte tendia á la perfeccion de la forma ; pero bajo esta forma tan serena y tan pulida no hay santidad, ni compasion, ni esa libertad noble y grande que no teme la muerte ¡ es una esclavitud disfrazada, y el alma se muere de horror ante aquel sombrío destino, á cuyo influjo están sujetos !un. los mismos dioses.» (Staudenmaier, Eneklop. teol. , 197 . ) El antiguo mundo era un cadáver exánime y una mansion de la muerte ¡ mas de rep¡mte la palabra de la fe resonó en este campo de muerte, el soplo de Dios pasó por él y una nueva vida animó los calcinados esqueletos. La fe escribió leyes nuevas para su nuevo mundo¡ la ciencia, ennoblecida por aquélla, se elevó al rango de verdadera sabiduría ¡ el arte contempló el cielo con una mirada pura y llena de presentimientos divinos, y la paz recorrió el orbe, apoyada en el Verbo de la fe. «Desde que creemos en el Verbo, dice Jusiino, á quien la filosofía llevó al conocimiento de Jesucristo , se ha trasformado por completo


- 92 -nucstra vida. Antes no hallábamos placer sino en las obras de la impureza , ahora no buscamos más que la castidad ¡ áotes nos entregábamos á la magia, ahora no servimos más que al Dios Supremo é increado ¡ intes buscábamos sobre todo el oro y las riquezas, ahora ponemos nuestros bienes en comun y los partimos con los pobres¡ ántes estábamos siempre en guerra unos contra otros, ahora amamos de cora2:on hasta á los extranjeros y pedimos pOr nuestros enemigos .» (Ajolog. , 1 1 J I . )

Nuestra fe es la verdadera victoria, la que pone el mundo entero á nuestras plantas. En eiJn posee el creyente el gérmen de la vida futura, que se desarrolla cada di a mas hasta que termina en la contemplacion de Dios. Por eso dijo con mucha oportunidad el doctor Angélico: «La fe es cierto gozo anticipado de aquel conocimiento qti

.e en la vida futura nos

hace felices.»- (Opuse., rx, c. u) , porque «el que cree, tiene la ,·ida eterna. »o (Juan , m, 36) .

SUPLEML"'TO. Oigamos de qué manera San CipriaÍlo, en su carta á Donato, describe, segun su propia experiencia, la e6cacia regeneradora de la fe:


- gJ -cCuando me hallaba sumido en las tinieblas

y en la oscuridad; cuando vagaba al acaso por el borrascoso mar del siglo, desconociendo el camino recto, privado de la verdad y de la luz, tenia por cosa muy dificil y costosa, merced á mis costumbres de entónces, la realizacien de las promesas de la divina Providencia, relativas á la salvacion, á saber: que el hombre puede renacer y, animado de

Ja nueva

vida, por efecto del agua saluda! el bautis-mo, despojarse del hombre viej cambiar por completo el estado de su ah áun per-maneciendo unida al cuerpo, pa1 cerse un nuevo hombre. ¿ Cómo es posib me decia1 trasformacion semejante? ¿ Cómo desarraigar repentinamente los vicios que hemos traido al venir al mundo , ó los hábitos antiguos que han 11egado á ser para nosotros una nueva naturaleza ? ¿ Cómo aprender la frugalidad y la práctica del ayuno, cuando se ha pasado la vida en continuos festines y en los excesos de la mesa? ¿ Cómo sobreponerse á la vanidad, hasta tomar el vestido humilde del pueblo y de los pobres, cuando se ha vestido ricamente y se ha brillado bajo el oro y la púrpura ? El


- 94 -

que no encuentra al presente placer sino en las dignidades, no podrá. abrazar la oscuridad de un corazon humilde ¡ el patricio que á.ntes iba siempre acompai\ado de la muchedumbre de sus clientes y rodeado de cortesanos y ser· vi dores, experimentará. un amarguísimo dolor al verse solo. La destemplanza tiene demasiado ascendiente sobre el rico y &Obre el hombre de mundo , quienes se hallan de tal manera poseidos de orgullo, inflamados por la cólera, solicitados por la avaricia, estimulados por la crueldad, cautivados por la ambicien y arrastrados por la lujuria, que no es creible que puedan abandonar esta vida para abrazar la de los cristianos.

»Estas reflexiones me hacia cuando estaba aún envuelto en los errores de mi primera vida, de los cuales no creia poder desprenderme, como tampoco de los " vicios

.que son . su

consecuencia natural y ordinaria; as{ es que desesperaba mejorarme, pareciéndome la corrupcion una cosa natural y necesaria. Pero cuando me sumergi en el baño de la regeneracien 1 purificándome de las manchas de mi vida pasada¡ cuando una nueva y clara luz


- 95 -

alumbró mi alma, así purificada¡ cuando recibí el espfritu de lo alto y la regeneracion me trasformó en un hombre nuevo, mis dudas se convirtieron en certeza, disipáronse las sombras y recibí (uerza para emprender con exito la obra que ántes consideraba como dificil y casi imposible .»-

Pero el ejemplo más notable que puede presentarse de la eficacia de la fe, es el de San Pablo: « Primero arrebatado y colérico, despues animoso y resuelto; ántes brutal, despues fuerte y emprendedor ; ántes impaciente y rebelde, despues dotado de una perseverancia admirable¡ ántes salvaje y sombrJo, despues grave ; ántes cruel, d��pues severo y enérgico; ántes groseramente fab�CO, despues temeroso de Dios; ántes duro , inflexible, implacable é inaccesible á la compasion y á la misericordia, despues propenso ;i enternecerse y derramar l;igrimas¡ ántes sin amistad para nadie, despues el hermano de tOdos, afable, benévolo, compasivo, y sin embargo, nunca débi l , sino siempre grande, varonil y noble en medio de los sufrimientos, de las amarguras y de los contratiempos de todo género. De esta mane-


_ ,. _ ra , no sólo toma su valor una direccion opuesta y tiende su ardiente actividad á otro fin, sino que ademas, sus cualidades feroces 6 indó-

itas conocen la moderacion en todas las inclinaciones y pasiones, y de 111s facultades enérgicas, armonizadas y sometidas al freno saludable del órden, se formó una admirable unidad , de la que resultó uno de los más sublimes caractére:a que la humanidad ha conocido. » (Hug., li•trod,ccWtz al Nuevo Tesla

t�uto, n, 8¡.)


CONFERENCIA UNDtCIMA.

NECESlDAD DE LA Ri:VELACION.

La historia de la humanidad es la historia de su alejamiento de Dios y del oscurecimiento progresivo de 13. idea religiosa. El hombre, .nacido de raza divina , se olvidó bien pronto de su orfgen y, postrándose ante un vil idolo, obra de sus manos, le dij o : cT4 eres mi Dios, tú me has hecho.»- Verdad es que el pensa· miento de que un fdolo no podia ser Dios permaneció vivo en el cora:zon de los hombres; pero mú bien como un- presentimiento vago, y sólo en algunas inteligencias privilegiadas se consen•ó . un conocimiento puro, claro y preciso de la divinidad. ¿ Quién es


_ ,. _ Dios ? He ahí la pregunta que surge sin cesar en el mundo antiguo. Ciceron recoge, en su obra de la Nnlunrleza de los dioses , todas las respuestas dadas i semejante pregunta por las eminencias intelectuales que le habían prece4 dido¡ pero al leer los datos consignados en este libro se experimenta á. la vez un sentimiento de placer y de pena: de placer, cuando se consideran los esfuerzos llevados i cabo por tantos genios á. fin de

' llegar al conocimiento

de la verdad y lo mucho que ci ella se acercaron ; y de pena, al ver que no lograron poseerla por completo y con certeza. Observase que el espirito humano va progresando y se ensaya en la ciencia y en el arte ; el suelo clásico de Grecia llega á ser la escuela civilizadora del mundo antigno, y el Olimpo se consideraba, hacía mucho tiempo, como un mundo de quimeras, á tal punto , que Sócrates manifestó claramente su creencia en un solo Dios 1 y por eso bebió la cicuta; pero el verdadero Dios no se babia manifestado todavía. En este momento comienza la fi.losofia sus investigaciones, y Platon hace sus viajes á la gran Grecia y á Egipto á fin de interrogar á las antiguas tra·


- 99 -diciones y volver á encontrar la verdad religiosa perdida. (Cic., Tuscu/. 11 1 7 ; IV, 1 9.) Tambien el arte expresaba plisticamente estas aspiraciones con el altar levantado en el Arcópago de Aténas al Dios desco11ocido. (Act. de

los Ap6st. , xvn, 23.) Pero todos estos esfuerzos obtuvjeron resultados tan mezquinos y tan contradictorios, tan insensatos y tan absurdos á veces, que mú que opiniones de filósofos' hubiera podido llamárseles, segun la frase de Ciceron , fantasias de imaginaciones delirantes. « Expuse, como .si dijéramos, no los juicios de los filósofos, sino de gente que delira.• (Cice· ron , De "at. deor. , 11 16 . ) Es verdad que la mayor parte, siguiendo el impulso de la naturaleza, adm� ian la existencia de la divinidad¡ pero sus opiniones acerca de la esencia de Dios son tan variadas y tan opuestas, que se declara impotente para darlas á conocer todas, «La cuestion relativa á la naturaleza de los dioses es tan oscura y las opiniones de los :6.16� sofos más distinguidos son tan distintas sobre este particular, que no puede, en justicia, prestárseles confianza.» (Cic. De nat. d40r. , r,

1 3 ¡ 111 , 40 ; 1 1 6.)


El mundo antiguo moria por ex_tenuacion, el genio helénico se babia gastado, y Roma, en otro tiempo tan poderosa 1 empezaba á decaer. En tan críticos momentos osa presentarse un hombre ante el Areópago para ensei\ar la religion del verdadero Dios. �Atenienses, dice San Pablo, .,ngo á anunciaros ese Dios desconocido g)i�: �orais, el Dios invisible y oculto qut se 'ba" 'm¡nifestado al mundo"de diferentes maneras y últimamente en la persona de su hijo Jesucristo•; y sa palabra halló eco en las masas, y los que tenian el corazon recto decian , paiodiando á San Pedro: ¿Á quién irémos sino i tí, que tienes palabras de vida eterna? (Juan , VI, 68.) El Apóstol designa la i-evelacion de Dios en la Naturaleza y en la razon (en el sentido impropio y mis lato de la palabra) , por manifesttwse, f!IV'poüv, y la revelacion propiamente dicha del misterio de la Salvacion, oculto en Dios , por revelarse,

iKOMI.Um:�w. (Rom. , 11 1 9 ¡ xvr, 25 ¡ r , Petrus, r, 20.)

Y así es en efecto. Sólo la revelacion divina puede dar al hombre la verdad plena y com

�a¡ por eso la re"elacion es indispensable á


la humanidad, que , privada de este auxiliar, no podria realizar una vida verdadera, séria, moral y religiosa. No nos propondremos examinar aqui de dónde le proviene al hombre, en su estado actual, esta incapacidad de crear· se una vida moral y religiosa¡ si es el resultado de su constituclon original ó .la consecuencia de un hecho prehistórico que haYa paralizado y entorpecido su voluntad y sus facultades.

Tampoco se contradice con esto, en manera alguna, la proposiclon demostradaaDteriormente de que el hombre está absolUtamente destinado y obligado al culto de Dios., y de que puede llegar i conocerle por medios inmanentes al espíritu humano, es decir, independieiJ.-· temente de toda revelacion positiva. Lo que si afirmantes es la imposibilidad moral en que se encuentra de realizar, de una manera perfecta y completa, la idea religiosa, y por con· siguiente, la necesidad moral, no ab!oluta, de la revelaclon ¡ sostenemos, pues, que iun cuan· do tenga el hombre en si mismo la fuerza y el poder necesarios para realizar la idea religiosa, sin embargo, jamas ha pasado esta posibilidad al acto en la humanidad considerada en masa! .


es decir, que atendidas todas las circunstancias y todas las necesidades de la vida presente, jamas se ha convertido semejante posibilidad en acto real. El estado actual del hombre pesa sobre su voluntad como una carga que le oprime , y sujeta á su espirito de tal manera, que no puede realizarse el tránsito de potencia á acto, de suerte que la verdad completa y pura es ex.tratl.a en la tierra 1 ya que rara vez aparece y no logra sentar su planta sino tras larga lucha. Lo que hemos indicado como posibilidad absoluta para el hombre, considerado en abstracto, aparece , pues , moralmente imposible en la humanidad , tomad� en concreto y tal como se presenta en la historia.

Suarez particularmente ha expuesto esta distincion con la claridad y precision que le distinguen (Disjmtat. tkeolog. , r, tít. n, n , capitulo xv� :

e La naturaleza humana , tanto por parte de la voluntad, que , á la manera que la causa física , ejecuta realmente un acto moral bueno, como por parte del entendimiento, que , cual causa moral, al proponerle mue\"e é impulsa ! la voluntad á obrar, tiene fuerzas suficientes.


� 103 -Porque las fuerzas, tanto del entendimiento como de la voluntad, no s_e han disminuido intrínsecamente por la caida, 'puesto que no son otra cosa que la entidad misma de la voluntad y el entendimiento que permaneció integro. El impedimento que se presenta no merma. intrfnsecamente las fuerzas de e5tas·potencias; ni presenta una resistencia insuperable .••.• Esta necesidad de la gracia no proviene de una im-

·

potencia fiSica y absoluta del libre albedrío, sino de una impotencia moral, que es la debilidad de la inteligencia y de la voluntad para obrar con constancia, nacida inmediatamente de la flaqueza de la voluntad y de la ignorancia del entendimienlo, por cuanto el apetito propende con vehemencia hAcia las cosas sensibles, que, estando próximas á los sentidos y siendo pro· perdonadas á ellos, le mueven con más fuerza¡ y porque el entendimiento alcanza las razones superiores tarde, lentamente y con gran dificultad ..... De todas estas cosas, consideradas en conjunto, se origina la impotencia moral. Así en la mano, por ejemplo, existe la potencia f!Sica para trazar un circulo, mas nunca llega á trazarle sin el auxilio del compas. •


- 104 -

Con arreglo á. estos principios se pueden apreciar las demostraciones dadas en estos 61· timos tiempos, en favor de la necesidad de la revelacion , por Bonald, Bonetti, Ventura y otros. Todas ellas tienen por pensamiento fundamental comun la necesidad absoluta de una enseñanza tradicional, sin la que el hombre no hubiera podido alcanzar sino, á lo sumo , un desarrollo de todo punto insuficiente de las ideas religiosas y morales, puesto que no es posible el desenvolvimiento de las ideas sin el lenguaje, y éste debe ser considerado como un dón exclusivo de Dios. Esta hipótesis menoscaba la dignidad del hombre, igualmente que la opinion de Schleiermacher, Jacobi , Tholuck y otros, segun la que el pnnteismo seria el re· soltado necesario de toda consideracion que haga el pensamiento humano sobre la naturaleza del mundo. (Tholuck, La ini'ciacion del rpupi'ensa , u.)

Embrollando y confundiendo el órden cósmico natural con el órden sobrenatural, se llega, por semejante hipótesis, á afirmar la necesidad absoluta de la revelacion. Las pruebas que se aducen en confirmacion de ella son de-


- 10� -fectuosas bajo muchos puntos de vista¡ porque la palabra (verómn oris ) es , por su naturaleza, posterior t la idea ( verhum menti's) ¡ la idea produce Ia palabra, y el conocimiento no consiste en las palabras 1 ni en las ideas , sino en los juicios acerca de éstas. eN o puede considerarse el lenguaje como complemento dado 81 hombre; porque en este caso seria inexplicable cómo hubiera podido comprender una lengua que se le daba completamente formada, y cómo hubiera podido servirse de ella. El lenguaje procede necesariamente del hombre mis· mo, y esto por grados, pero de tal suerte, que su organismo no yace como una masa inerte en el fondo del alma, sino que determina. como ley la funcion de la fuerza intelectual¡ de modo que la primera palabra contiene ya todo el lenguaje y le supone.• (G. de Humboldt, Es

tlldir- comparaiwo da las lnJguas,; Memor. Acad. de Berlin, 1 8 zo- r 8z i , 247.)

El espíritu popular es indudablemente la fuerza generadora del lenguaje ¡ pero nada más falso que figurarse el espfritu popular como una cosa formada con anterioridad á la pro· duccion del lenguaje. (Heyse , I.a Ct"mcia del


- lo6 -lellgJiaje, 232 ; Humboldt, La Le11p1a . .. , Inlrod., Llll j Ayuso, El Estudio de /a FUo/ogla

en su relaci'on con el Smukri'l, p. 1 1 á 55, donde se exponen. las principales teorías acerca de la naturaleza del lenguaje y su origen. )

El lenguaje no ha podido formarse ni por convencion ni por onomatopeya : no por onomatopeya, porque toda palabra expresa un pensamiento¡ no por convencion, porque hasta en las lenguas más groseras se notan una regularidad y una lógica admirables. Hablando Duponceau de las lenguas americanas, dice que su estructura parece ser obra de filósofos más bien que de salvajes. {Tholuck1 �liisceldneas, u, 260.) Segun la Biblia (Geiusis, 11, I9 , 20), el hombre es el que ha dado nombre á las cosas bajo la direccion de Dios. Así que el lenguaje no le ha sido dado al hombre como un todo completo y perfecto que venga de fuera de él ¡ ni es tampoco la obra de la reftexion, ni un producto arbitrario de su propia invencion. El lenguaje es la obra de Dios en el hombre, con el hombre y por el hombre. (San Greg. Nis. , Opp. eá.

Maur. , n , 768.) Dante considera tambien el lenguaje como el producto de la necesidad y


- 107 -

de la libertad (Par. xxv1, 1 30 ) : «Operacion natural es el lenguaje del hombre, pero de una 6 de otra manera la Naturaleza deja despues obrar á éste segun le agrada.• Tanto la opinion del. tradicionalismo como la opuesta del racionalismo, descansan en la falsa hipótesis de que el lenguaje es una cualidad accidental del hombre, y no pertenece á la esencia de su

· naturaleza. La ensellanza, que por otra parle no va siempre unida á la palabra, no es de una necesidad absoluta, sino relativa, y sólo sirve para facilitar los progresos del esplritu en el conocimiento ¡ pues , segun hace notar San Agustin (De Magi'str., z o ) , «mejor se aprende un signo, conocido ya el objeto, que se aprende el objeto mismo dado el signo• ; y Santo Tomás se expresa de este modo (De 11/a

Kistr. , a. 1 ) : « Dos maneras hay de adquirir la ciencia: una, cuando la razon natural llega por si misma al conocimiento de las cosas desconocidas, y esta maneu. se llama invencion¡ la otra, cuando se auxilia con algun medio exterior, y este modo se llama disciplina 6 ensefianza .. . . . Segun esto, se dice que uno ensena á otro , porque expone á ese otro, por medio de


- roS -

signos, el discurso de la razon que forma, en si mismo , por la razon natural, aplicando á determinadas materias principios conocidos por si solos.•

Ciceron (De Orator. , m, 3 1 ) hacfa obs"ervar ya la diferencia que hay entre hallar una verdad todavfa desconocida y demostrarla. Lo primero es propio del genio ¡ lo segundo, de cualquier talento que quiere instruirse. Fué necesario que apareciese un Euclfdes, un Copérnico, un Newton, etc. , para descubrir las leyes matemáticas y astronómicas que hoy puede demostrar cualquiera fundado en sus principios. De la misma manera, ayudado el hombre por la revelacion, se halla en estado de reconocer y demostrar, por sola su razon, los principios esenciales de la religion natural ¡ y sin embargo, era necesaria la revelacion, puesto que sin ella no hubiera podido desplegar jamas la razon toda su fuerza. , y la revelacion ha fijado de una vez para siempre los puntos de vista 1 con ayuda de los cuales se orienta el espirito que piensa. Así se explica tambien la posibilidad del progreso de la filosofía moderna cristiana comparada con la filosofia an-


- Iog -tigua, Toda nuestra vida intelectual se halla sumergida en la atmósrera de la fe cristiana, ;l cuyo influjo nadie puede sustraerse por completo. La frase de Ciceron anteriormente citada encuentra su aplicacion en su sentido mis lato , lo mismo que la siguiente: « Ni la penetracion de la naturaleza y del ingenio humano es tan fuerte que jamas pueda llegar ;l ver tantas cosas, á. no ser que le sean ensefiadas, ni tampoco es tal la oscuridad de las cosas que no llegue á. comprenderlas plenamente el hombre dotado de vigoroso ingenio.! si con atencion las examina:. ¡ con esto, sin embargo , no se pretende negar, en manera alguna 1 la independencia de la Filosofia y su distincion de la Teología ¡ porque la diversa razon cognoscible produce tambien diversidad de ciencias. ( Sll· ma, 1, c. 11 a. I . ) Y en otro lugar dice ( r, Pos/4r., lec:t. 41) : «No es la diversidad material de objeto lo que constiluye diversidad de hábito, sino la formal. .... Si algunas cosas son id�Sn· ticas por su naturaleza, y se consideran, sin embargo, bajo dircrentes principios, es evidente que han de pertenecer á diversas ciencias.•

Por consiguiente, la Filosofia y la Teología


se distinguen por la diferencia del principio, del método, de la especie y del grado de certeza. Sin embargo, la inftuencia de la Teologfa sobre la Filosofía es inmensa, puesto que le indica los problemas en cuya solucion puede trabajar indePendientemente la razon con los medios de conocer que le son propios. La Filosofta encuentra un apoyo seguro en los datos que la suministra la fe, á la manera que el naturalista tiene en los hecb� de la experiencia la prueba de sus cálculos. La Filosofía es , por tanto, independiente dentro del cristianismo y distinta de la Tcologfa¡ pero se halla bajo la influencia de ésta, aunque no directamente y de una manera intrínseca, sino indirectamente y a!J utn"nstco 1 usando el lenguaje de las escuelas. Esta distincion podría dar la solucion de muchos errores y equivoeaciones1 como los que se condenan en las siguientes proposiciones del S;•llalms. (Prop. x ) : «Como el filósofo es una cosa y otra la Filosofía, aquel tiene el derecho de someterse á. una autoridad que ha reconocido como verdadera ¡ pero la Filosofía ni puede ni debe someterse ! ninguna autoridad.• (Prop. XIV) : «Debe el hombre ocuparse en la


filosofía sin tener en cuenta para nada la revelacion sobrenatural.,.

De la carta de Pío IX al arzobispo de Munich ( 2 1 de Diciembre de 1863 ) , son las siguientes palabras : « Aun cuando esas ciencias naturales se fundan en principios que les son propios, y que se conocen con ayuda de la razon , no obstante, conviene que los católicos que las cultivan tengan delante de sus ojos la divina revelaclOn como una estrella conductora, cuya luz les preserve de caer en escollos y errores.• Y el Concilio del Vaticano ( Consh't,t. dogm. de fid. catk., cap. IV1 de Fiá. el Rah'rme)

sienta la misma doctrina cuando dice : e Aun cuando la fe esté sobre la razon, nunca pUede existir, sin embargo, verdadera discrepancia entre una y otra , toda vez que el mismo Dios, que revela los misterios y comunica la fe, ha infundido en el alma humana la luz de la razon , y Dios no puede negarse i sf mismo ni jamas contradecir una verdad con otra ..... Ni tampoco pueden diferir jamas entre si la fe y la razon, :lotes por el contrario, se prestan mUtuo apoyo 1 toda vez que la recta raxon demuestra los fundamentos de la fe, é ilustrada


con su claridad cultiva las cosas divinas ; en tanto que la fe libra y preserva de error á la razon , fortaleciéndola con múltiples conOcimientos. ( Can. n . ) Si alguno dijese que las disciplinas humanas deben tratarse con tal libertad que , áun cuando sus afirmaciones se opongan á la doctrina revelada , deben sostenerse como verdaderas y no pueden ser condenadas por la Iglesia, s. a .•

El hombre no es una máquina que piensa, sino que toma parte en la vida real y práctica, y por consiguiente, en las debilidades y 8aquezas de su raza , de su nacion y de su época. La historia y la naturaleza misma del asunto demuestran claramente la necesidad de una intervencion inmediata de Dios en el progreso del desarrollo humano , de un socorro divino que ayude al hombre á. elevarse hasta la religion , á. la cual ·no se elevaria por solas sus fuerzas. Comprendemos, por tanto , la presente conferencia en lal tres proposiciones siguientes:

t .a La humanidad, abandonada á solas sus fuerzas, no ha realizado la. idea de la verdadera religion.

:z.a La humanidad, abandonada i sí sola , es


- 1 1 3 -

impotente para realizar la idea de la verdadera religion.

3.a La religion natural, considerada en si misma, es demasiado defectuosa y débil pa.ra que pueda conducir al hombre, en su estado actual, al fin á que está destinado. La ensenanza contraria está condenada en las siguientes proposiciones del Sylla!Jus. ( Prop. u) : Debe negarse toda accion de Dios sobre los hombres y el mundo. (Prop. m ) : La razon humana, considerada sin relacion alguna con Dios , es el único irbitro de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal ; es en si propia su ley , y basta con sus fuerzas naturales para proporcio�ar el bien de los hombres y de los pueblos. (Prop. IV) : Todas las verdades de la religion proceden de la fuerza

-nativa de la ra

zon humana , de lo cual se deduce que la ra:zon es la regla so!ltrana, segun la cual el hombre puede y debe adquirir el conocimiento de todas las verdades 1 de cualquiera especie que sean. ( Prop. vi) : La fe de Jesucristo está en oposicion con la razon humana, y la revelacion divina, no sólo no sirve de nada, sino que perjudica al perfeccionamiento del hombre.


- 1 1-l- -Consultemos primero la Historia: ella nos

dirá elocuentemente cuin distante está. la razon de adquirir 1 sola y por sí misma 1 un conocimiento suficiente de la divinidad, y de dotar á la humanidad de una religion natural, perfecta,

¿ Qué necesita el hombre para su espíritu? La verdad ; pues la verdad es el pan del espíritu y el principio de su vida. Así como el cuerpo vive de alimentos rñateriales, así el espíritu vive de verdad 1 y de la misma manera que al buscar el ojo la luz, se vueh•e hácia el sol , asf tambien el entendimiento aspira hácia la verdad , hácia una verdad eterna , divina é infalible, que permanezca siempre inmutable en medio· de las fluctuaciones de las cosas terrestres ; no una verdad de circunstan� cias , que hoy se afirme y se rechace malla. na, sino una verdad constante y siempre la mism a , grande y sublime, tal como la necesita el espíritu para encontrar en ella su punto de apoyo. El hombre necesita de esta · égida de luz, que es la certeza evidente, para poderse defender de los acerados dardos del escepticismo y de la duda.

¿ Quién puede ofrecerle esta verdad ? Su


- 1 1 ) -propio entendimiento, su razon, responde el racionalismo. Pues bien ¡ probemos esta aser· cien en el crisol de la Historia.

Si fuese verdad que el hombre, la humanidad , puede descubrir por las . solas fuerzas de su razon esta suma de verdades, y desarrollar todo este conjunto , todo_este ciclo perfecto de leyes religiosas y morales que su vida exige, es evidente que debiera haberlas descubierto du· ranle los siglos que precedieron á la revela· cien cristiana; pues toda facultad que no se manifiesta pot'" medio de actos, toda potencia que permanece siempre inactiva, es una impotencia moral , ya que no física y absoluta.

Pues bien ¡ el hombre no ha encontrado la verdad, Efectivamente, si echamos una ojeada sobre la historia de todos los siglos y de todos los pueblos 1 no vemos otra cosa que tradicio· nes medio oscurecidas y desfiguradas acerca de los origenes y del destino del hombre¡ montañas de errores, en las que se encuentran filones de verdad ocultos bajo escombros se· colares ; lo sublime desfigurado y convertido en monstruoso , como sucede en las religiones de la India ¡ el elemento espirilual degenera-


- 1 15 -

do, unas veces en un espiritualismo exagerado y contrario á la Natural�za, y convertido otras en un grosero y brutal naturalismo ¡ resplan� dores aislados en una noche oscura ; fugaces y rápidos relámpagos de sabiduría en medio de una negra y oscura ignorancia : hé ahf lo que ha producido la razon abandonada á si sola. �Por mucho que hayan brillado los griegos en todo lo que se refiere al desarrollo artístico é intelectual , y en todo lo que del interior del hombre se manifiesta al exterior y á la super� ficie , no puede, sin embargo, negarse que lo que constituye el fondo de estas manifestado� nes tan brillantes de la inteligencia, es decir, sus opiniones relativas al mundo , al hombre y á Dios , eran, demasiado materiales, insuficien� tes y esencialmente detestables. Hasta los más antiguos filósofos de Grecia eran de esta opinion1 puesto que acusaban á Homero y á Hesíodo, sus poetas más conocidos y populares, á la vez que fundadores de la Teogonfa helena , de haber corrompido la idea religiosa y la nocion de la divinidad en el espíritu de los pueblos, oscureciéndola y ofusc.indola con ficciones poéticas , por cuya razon los condenan


- l i1 -

y atacan en los términos más enérgicos. En cuanto á nosotros, no vemos en sus obras poéticas más que encantadoras creaciones de la imaginacion, hechas para entretener y deleitar. Per_o cuando consideramos que estas ficciones pasaban como verdad en el espíritu crédulo del pueblo¡ desde el momento que pensamos en las consecuencias prácticas de estos errores, y á pesar del prestigio que ejerce sobre nosotros una poesia arrebatadora, no podemos ménos de unirnos á los filósofos para vituperados y condenarlos. • (Schlegel , Hr"slon'a ds /a litsrtllt�ra anti'guay moásrna 1 1 1 55.)

Los sacrificios humanos y las deshonestidades eran los elementos esenciales del culto pagano en todos los pai�es ; por cuya razon la Sagrada Escritura condena justfsimamente la idolatria 1 llamándola el culto de la lujuria (1) .

(1) Partil:ulnrmente loa proietu jeremfal, Eecquiel y Nahum.

Est4 demostrado hasta la evidencia que e:datieron tales aberraciones entre los galos (C�sar, .Dt k/1. e-U., VI, 16); entre los tirios, fenicios, cananeos y cartagineses (Jerem. , XXXI I , 35i XIX1 S i Diod. , XX1 14. Plut:nch., Dt s.¡n-sl., 13); en Aténasy en Roma, en Africa, en Am�rica y en la India, (De Maistre, Ez¡l�ation�J 111"ua d6 � s ... &rifieios , 370; Dcellinger, l. c., 35 1 1 389Y Sig.)


- 1 18 -«Segun Tertuliano (.Apologla , c. IX), los africanos sacrificaban públicamente los nitios á Saturno , hasta el proconsulado de Tiberio, quien expuso á los sacerdotes en los mismos d.rboles que sombreaban su templo sobre cruces , testigos de sus crímenes, hecho presenciado por la milicia de nuestra patria, que ejecutó esta misma funcion con aquel cónsul. » « No puede alabarse lo bastante a Roma por haber abolido el abominable uso , que consistía en sacrificar y áun en comer víctimas humanas, lo cual ha sido considerado como una obra eminentemente religiosa. » (Piin. , Hi'slo

,·i'a flnt. , xxx , 1 2 . ) Sin embargo, estos sacrificios tenían lugar en la misma Roma. « Aun en nuestros dias , en el centro- de Roma, corre la sangre humana sobre el altar de Júpiter Lacia l . • ( Tert11l. Scorpiac. , 7i Sa.chs, Los

Arpos e" el ctdto de Roma , x 866¡ Drellinger, Pag. ;• jud. 1 538. )

Y no sólo los escritores cristianos, sino tambien los autores paganos han demostrado la influencia noch•a y perjudicial que ejercía la Mitología en las costumbres , y es cosa probada hasta la saciedad que no hay pueblo , despues


- ug -

de los tiempos cristianos, por muy relajado que haya estado, cuya corrupcion pueda compararse con la horrenda degradacion del mundo pagano, tal como nos la describen Juvenal, Plinio1 Tácito , Séneca , etc. ( 1) .

Los sacerdotes no formaban un cuerpo docente, encargado de ensc1iar la religion y de velar por la conservacion de las buenas costumbres. Bien es verdad que no tenian doctrina religiosa que guardar ni que exponer 1 puesto que entre los griegos no babia ense1ianza religiosa 1 y únicamente por la tradicion se trasmitian los mitos de boca en boca, consignados á lo sumo en las obras de sus poetas. Cuando Plutarco y Dion Crisóstomo indican las fuentes en donde se pueden buscar noticias acerca de la religion 1 no mencionan para nada á los sacerdotes, y sólo enumeran á los poetas, filósofos y legisladores. (Plut. A.tnato,·., 4991 IX, 59.) Así, pues, era imposible toda infiuencia levantada 1 regular y eficaz de la religion

(1) Plat . , Re}. , 11 , 377·3112 ; PTopert., Eleg. , 1 1 ; Ho· rat. , Ej. , r , r6 ; Ovid., Trisl. , n; Terent., E11111��., m, 5 ; Sé11ee., p, tJiJ, lrtt�., r6; /k 'llil. lmd,, :26; Au¡ust. Citi. D., 11. 7.


sobre las masas. (Di Chri. Or. , XII, 391 y sigs.¡ Dcellinger, I . c. , 1 8 1 . ) Es indudable que intes del cristianismo no babia en el mundo occidental una ensei'ianza moral , popular, que se presentára bajo forma religiosa, formando parte de la fe. (E. Burnouf, ReviSta de Ambos Mtmdos, LIV 1 982). «Vuestros dioses debieran, por un deber de providencia, no ocultar á sus adoradores los preceptos de una vida moral, sino profesarles en alta voz , y reprender y acusar i los pecadores 1 por el órgano de sus pontifices, poniendo á la vista del criminal la amenaza de los castigos, y á la del justo la promesa de las recompensas. Pero ¿ quién ha oido jamas resonar en vuestro templo el eco de tales ensefianzas? . . • . . Y no se nos hable de aquellos vanos cuchicheos, con lQS cuales se trata de inspirar, al oido de algunos iniciados en misteriosos ritos, ciertos principios de probidad y pudor, sino dtense lugares consagrados á piadosas reunio�es , en donde no se celebren juegos con cánticos, posturas y bailes cfnicos, ni bacanales en las que se dé rienda suelta á todos los vicios, sacrificando la verguenza y el honor ¡ lugares en que el pueblo


reciba ensel'l.anzas divinas que contengan la avaricia, quebranten la ambician y refrenen la lujuria, y en donde el desvalido pueblo apren· da lo que debe saber. »tiAugustin. De cit,rl.

Dei, n , 6.) Por eso los filósofos imputaban á Jos poetas el haber hecho penetrar en las masas fábulas licenciosas que .corrompían el corazon y pervertían las costumbres. Heráclito decia que Homero m�cia ser arrojado de la asamblea del pueblo y apaleado por sus fal· sas doctrinas acerca de los dioses. ( Diógenes L. XI, I.) En opinion de Jenófanes, Hesíodo y Homero h"an imputado 6. los dioses todos los vicios que deshonran al hombre, como el robo, el adulterio y el fraude. ( Sextres empi'ri.,

JX 1 193.) «Homero atribuía á los dioses todas las 8aquezas humanas, y como que gustaba de aplicar al hombre las cualidades divinas.• (Cicer., Tusctd. , I , 16 ¡ Dura/. Dcor. , m, 21).

Algunos i quienes no bastaba el culto en que habian naCido, ensayaban todas las religiones 1 una despues de otra , y se hacian iniciar en todos los misterios, para venir al fin á permanecer indecisos é inciertos t las puertas de la eternidad 1 ó bien fijarse en el banco de


arena de un vago y triste panteísmo hylozofstico. Todas estas diferentes religiones, y babia tantas como pueblos , llevaban , prescindiendo de sus grOseras contradicciones, la marca manifiesta de una estrecha y egoísta nacionalidad. Sus dioses eran seres fabricados y convencionales 1 á los que cada pueblo atribuía sus pensamientos, sus gustos y sus defectos; dioses de los cuales hacían los servidores y los cómplices de sus vicios, y los instrumentos de su egoismo 1 en vez de considerarles como verdaderos se1iores y dueños. Por eso los hombres que, como Tácito, marchaban á la cabeza de su época, experimentaban un profundo sentimiento de tristeza y la dolorosa amargura que acompañan siempre al alma cuando ha perdido. los bienes más preciosos de la vida 1 la fe en Dios y en la inmortalidad. Estas inteligencias privilegiadas reconocian la inutilidad del combate contra la corrupcion reinan.te y veian la impotencia de las leyes. En v�no volvían las miradas por todas partes, porque no podian encontrar el gérmen de una nueva vida y de una grande regeneracion moral ; así es que se veian como obligados i abrazar la tris-


- 1 23 -te y desconsoladora doctrina de que todo sobre la tierra es vano suetlo, y la vida humana, en todas sus manifestaciones , una gran comedia. (Tácit. A.nnal, , m, 18.) Dcellinger ha puesto bien de manifiesto ctián grailde fué la decadencia de las costumbres de la religion entre los romanos y los griegos. Completamente extra1ios á la idea de la santidad de Dios , pasaban de la incredulidad á la supersticion , y temblaban ante los poderes tiránicos y malignos, á quienes creian no poder aplacar sino con la observancia mis estricta de los ritos , y por medio de incesantes ofrendas. c A cualquier parte que t e \'uelvas , la supersticion te persigue: ya es un adivino 6 un ortculo que oyes, ya el sacrificio que ofreces, el ave que examinas, 6 el caldeo y el arúspice que ''es; ya el relámpago que cruza el espacio , 6 el rayo que cae del cielo; ya cualquier cosa extraordinaria que ocurre ; de suerte que tu alma jamas encuentra reposo.» (Cicer. � .DiiJi

'zat. , 11, c. últ. ) Pero nadie aventaja á Plutarco en la prccision con que nos describe la supersticion de su tiempo. (.De srpersh't.) Asf es que Grethe tiene mucha razon cuando, en


- 124 -nombre del paganismo, dice : «Toda accion nos parecia un crimen 1 el hombre un enemigo de los dioses 1 y el cielo 1 en todos sus oráculos, no ha61aba más que de muerte y de castigos.• Precisamente desde que el epicureismo apartó .i las clases elevadas de las creencias y de la religion nacionales 1 la magia y la astrología se propagaron de . una manera extraordinaria. « Persigo con esfuerzo la tarea de desligar los .inimos de los lazos de la religion »- 1 dice Lucrecio ( Ds 11at. rer., I, 93 1 ) . Y Ciceron hace notar que los filósofOs son precisamente los que niegan la existencia de los dioses. (De i�t

ven.t. 1 t 1 29.) Tito Livio habla de una época muy remota en la que se creia todavía en los dioses, cuya memoria se habia poco ménos que borrado en su tiempo. (Bi'st.1 x , 40.)

Las vidas de los Césares están llenas en todas partes de adivinos 1 presagios y supuestos prodigios. Tiberio tenía siempre á su lado un adivino� Pisen empleaba la magia contra Germánico ¡ Galba aspiraba i conseguir el poder apoyindose en una prediccion que se le habia hecho; Vespasiano pretendia haber obrado milagros y curado á ciegos. Tambien el arte


- 125 -de envenenar, segun Tácito , estaba en el nU· mero de los medios empleados por la magia, y se�via para asegurar sus efectos. {.Anal.,

u , 69.) Áun lo poco que quedaba del culto antiguo

en tiempo de los Césares, se hallaba mancillado por la corrupcion general de costumbres. Se procuraba ganar á los dioses y corromperles , á !in de hacerles favorables en las empresas más vergonzosas y criminales¡ y la adoracion á la divinidad era, por regla general, un grosero fetichismo. Cuéntase qUe habiendo sufrido Augusto una derrota naval, hizo destruir la estatua de Neptuno, á fin de castigar asf á este dios ¡ y á la muerte de Germánico se destruyeron en muchas ciudades de Italia las imágenes de los dioses, para vengar en ellos semejante desgracia. (Suetonio , Augustus, Cajus. - Villemain 1 Cuadro de la elocttcllci'a crish"ana nJ el si'glo IV, 24.) El mismo Renan confiesa que le causa profunda admiracion ver pueblos enteros, que han sido nuestros maestros en la ci\-"ilizacion 1 postrarse de hinojos ante divinidades entregadas al vicio y á la borrachera , y prestar fe religiosa á las más absurdas fábulas


- H6 -

y á los mitos más escandalosos. ¿No es asombro· 50 ver un pueblo tan culto como el griego, ó tan poderoso como el romano, que extiende su dominacion y sus leyes por todo el mundo conocido, degradarse hasta el nivel del más abyecto salvaje en materia religiosa, y asimilarse al más grosero adorador de fetiches ? ¿No parece incomprensible que pueblos que pueden hoy mismo servir de modelos en la vida civil y política, en el arte, en la fi.losofla y en la poesía, se encuentren en religion ar nivel de esas tribus salvajes cuyas aberraciones repugnan ! la sencilla razon de un niño ? (Estttdi'os sohre Aist. l"eli'g. , ¡8.)

Este es un hecho innegable, pero no incomprensible. En nuestros dias nos ofrecen un ejemplo análogo los chinos y los japoneses. La causa de tan extraf\o fenómeno debe buscarse en la incapacidad en que el hombre se encuentra de hallar la verdad religiosa sin un auxilio sobrenatural , por muchos progresos que haya realizado en las artes y profesiones de la vida y por grande que sea la altura de civilizacion i que se haya elevado. El niilo, por el contrario, se halla en aptitud de reconocer y jm:gar


- 1 n -

las aberraciones de los cultos helenos y los ex· travios del civilizado romano, porque su razon está esclarecida por la luz de la revelacion cristiana (1).

¿ Reunia acaso la Filosofia condiciones para cambiar t.al estado de cosas ? Debemos decirlo con franqueza; la Filosofía no creyó nunca que

(I) Zotoamo, que prediea la rnts pura doctrina de la. antiglled:u:l pagana, ineurre en tremendaa aberracioneB y deja en su religion el gdnnen del dua.!iamo ( Ayuso; l11 htMN iranios y ZrmmstrD, 187.¡. ) ; Buddha funda una sect.a atea y ofrece por !'mica recompensa de la abnegacion y de In vinud Ida acrisolada, la total aniquilacion de la existencia ( ldem, E/ Nirfl4ntr , r88S ) ; lot eglpcios profesan un politeii'lno horrendo, impregnado de supersticiones, de rit.ol vergonzosos y de ideas panteista.s, y proclaman ademas el dualismo religioso, ri11diondo ado· raeion y culto al dio. del mal juntamente con los dioses de la luz. (/J. la VmklJ s!Wre el 111dig. EK.); en todos !01 B.istemas chinos la nocion de Dios es tan vaga, que no puede en mna critica afirmarse que sus filóso(os hayan en�eflado con claridad esta con1oladora creencia, base de toda moral y de toda 6101o(ll\, aunque algunoa pre1.Cnden probar lo contrario, &in parar mien1.Cs e:n que las obras de l.aotseu , de Confudo , de Menrseu, y mil& adn los (aDIOllos King, patentizan la incertidumbre de sus argumentos ( Baudio, El Fdi&Ail-, 188 5 ) , siquiera se descubran cn todas las religionea , hasta en el mis grosero feticbismo, huellss de la idea de un solo Dios, corrompida precisamente por la pasion humana. ( N . de! Tr.)


- 1�8 -su mision consistiera en sustituir sus ideas al culto nacional. Asf Ciceron quiere que se ve� nere á los dioses patrios, y que no se cambie nada de lo que han establecido los sacerdotes y los augures. (Ley. , n, ro y u.) Los hombres de Estado romanos que reflexionaban 1 estable� clan , como lo hace el gran sacerdote Cotta, segurt Ciceron, cierta distincion entre la ob� servancia exigida por las leyes y la conviccion personal, Uegando, muchas veces, á afirmar que los usos religiosos no eran más que un negocio de política. c Al rendir nuestros homenajes á esta multitud de dioses inferiores que ha crea� do la supersticion 1 en el largo trascurso del tiempo , no olvidemos que su adoracion es una costumbre más bien que un asunto de convic� cien . » (Séneca, citado por San Agustín , Ci�

vit. Dei, VI , to . ) Hasta en la república ideal de Platon no se permitía otra religion que la tradicional de los griegos, y el filósofo reserva la decision de muchos puntos importantes al oráculo de Delfos, afirmando que la religion, bajo su forma puramente politeísta, es el sosten y el alma de todo. (.De Rep., 1v, 427 ¡ v, 461 ¡ vn, 56o.-Sympos., 202 . ) Tambien Só·


- 129 -

cratcs se adhirió, en general, á la religion de su país, y declaraba que el mejor medio de honrar á los dioses c:ra tributarles los homenajes prescritos por las leyes de cada Estado. (111em. , I1 3 ; 1 1 4 ¡ 111 1 1 6 ) ¡ y Jenofonte alega que dicho fil6!!iofo no ofrecia nunca sacrificios sino á Júpiter, Juno y á las divinidades de la misma familia , que no juraba jamas por otras y que no admitia más que ellas. (Jenof. , A1oloK. XXIV. ) Ha tenido, pues, razon4etancio al decir que la última voluntad de este filósofo de ofrecer un gallo á Esculapio, era un hecho no muy propio de un sabio. (li1slit. div., lll1 20.) Pero la costumbre de acomodarse á las exigen· clas de la religion del Estado se halla aUn de una manera más mim:ada en los filósofos paga· nos posteriores á Jesucristo, como Máximo de Tiro, Apuleyo y Celso. San .Agustin dice de Séneca, que adoraba lo que despreciaba ¡ y Epicteto declaraba tambien que era preciso sacrificar á los dioses segun la costumbre tra· dicional del país. ( E,�ehirid. , 38.)

Síguese, pues , que la Filosofía no podia lle· var á cabo la reforma de la vidlt' moral y reli· giosa, segun el explicito testimoatio de sus


- 130 -principales representantes. Es cierto que bus· caban la sabiduría; mas por lo mismo que se tenian por sabios, se hicieron necios. ( 1 , Co· rint. , I , 20 ¡ Rom . , 1, 22 . ) Tal wz parezca demasiado severo este juicio del Apóstol¡ y sin embargo, áun se muestra más duro Ciceron cuando dice : « No hay absurdo, por grandty que sea , que no hayan· dicho ó profesado los filósofos. » (De Difnk , u, 58.) No obstante, el gran orador romano se habiá. dedicado con cariii.o á los estudios filosóficos , y sus escritos · ofrecen un resúmen completo é imparcial de todos los sistemas de las diferentes escuelas; perO, aunque llenos de erudiciQil y redactados en estilo arrebatador y perfecto, son pobres en pensamientos, y de escasa utilidad. En medio de un exámen detenido de las diversas teorías acerca del alma· humana, se le escapa una pa· labra llena de aquella desesperacion, de que ni á.un las almas privilegiadas estaban libres : « Sólo un Dios puede reconocer cuál de estas teorías, relativas al alma , es la verdadera, y ofrece muy á.rduas dificultades indicar la que es más probable.• (Cicer., Tu.rc., 11 IV. ) Y en otra parte dice tambien : «Esto es lo que ten·


- 131 -g o que deciros con respecto á los dioses, no porque pretenda yo negar su existencia, sino para que podais formaros juicio de las tinieblas y dificultades que envuelve semejante cuestion .• (De tuzt. Dcor., m, 39 . ) Cuando el mismo autor nos indica la razon de esta incertidumbre que oscurecia todas las cuestiones más importantes de la vida, nos prueba las profun· das indagaciones que habia hecho sobre la historia del espíritu humano (.Tusc., m, r y 12) : «La Naturaleza no nos ha dado más que dé· hiles resplandon!s de inteligencia, que oscurecemos y borramos bien pronto por nuestras malas costumbres y nuestros errores ¡ as{ que jamas brilla para nosotros la luz de la Naturaleza en toda su claridad. Nuestra alma posee naturalmente los gérmenes de las· virtudes que labrarian nuestra felicidad· si " les dejáramos qu'e se desarrollasen¡ pero apénas hemos nacido, vivimos sumidos en el mal y en las mis falsas ideas y opiniones, de manera que puede decirse que mamamos al error con la la leche de nuestras madres. Y áun nuestros maestros nos inducen de tal manera el error, que la verdad es ofuscada por la apariencia y


- 132 -la misma voz de la Naturaleza tiene que ceder á la ilusion que tan profundas raíces echa en nosotros.» Y es precisamente lo mismo que da á entender el Apóstol cuando dice : «Retienen la verdad de Dios cautiva en la injusticia.• (Rom. , r, z 8 . )

¡ Quién sabe s i esta misma impotencia de l a Filosofía e s la que movió á sus más ilustres re· presentantes á conservar su religion nacional, en vista de qúe la mayor parte de los filósofos habian llegado á caer en la desesperacion! De· plorando Jenófanes la incertiddmbre de los conocimientos humanos, declaraba que nadie babia conocido, ni conoceria nunca, la verdad acerca de Dios ó acerca del universo, y que, áu1l cuando en absoluto llegára á conocer la verdad, 110 podria afirmarlo con certeza, porque no hay' en ninguna cuestion más q,ue opinion y probabilidad. (Sexhu Emjn"r., vm, 326.)

Á un más amargamente se lamenta Parménides (Teodoret., De Gra:c. nffict. ctlrtmd. , 11, 10 ) : e El nacimiento de los hombres es la cosa más triste ¡ más les valiera haber permanecido sepultados en el seno del Uno. Existe tambien en e! hombre una mezcla de las dos formas


- l.S3 -

primordiales, la luz y las tinieblas, y permanece alejado de la verdad bajo el yugo de una

dura fatal idad. El demonio arroja las almas unas veces de la luz á las tinieblas 1 y otras por

el camino contrario. Los mortales se parecen á los sordos y á los mudos¡ es una raza ignorante y loca.• Heráclito sostenia que el hombre estaba privado de int�gencia , que ésta �lo era patrimonio de la Divinidad 1 y que el hombre más sabio, comparado con Dios, no es mAs que un mono. (Platon 1 Hippins 111n}. 1 426. ) Anaxágoras declaraba que, á causa de la debilidad de nuestros sentidos, no nos hallamos en estado de conocer la verdad ni de descubrir las causas de las cosas ( Sextus Emp. , vm, 90) ¡ y Demócrito deducia de su filosofia que, ó no hay verdad, ó está oculta para nosostros. (Aris

tot . , .nkt. , m, 5i Lasaulx , Esllldi'os , 6o.)

El mismo Platon , cuyo sistema filosófico es el que más se acerca al cristi�ismo, oscurece sus grandes y nobles teorlas con doctrinas que,

no sólo sublevan, por su carácter irreligioso é

inmoral , nuestra inteligencia , esclarecida por

la luz de la revelacion, sino que están en abierta oposicion con las ideas más elementales de


- 1).4. -humanidad y del derecho natural. Efectivamente , segun San Justino ( Apolog. u, 7) ¡ « las doctrinas de Platon no son hostiles al cristianismo:. , y los apologistas cristianos de los primeros siglos, principalmente Atenágoras , emiten· el mismo juicio. Tambien San Agustin afirma « que la doctrina que de todas h1.s filosoflas se acerca más i la nuestra, es la de Platon.» ( Civ. Dei, vm , 5 . - De Vera r4· Hg. , n . 7.) Y sin embargo , segun todas las apariencias, Platon no tenia ideas propias acerca de la creacion , 6 si las tuvo, no las expuso de una manera clara y precisa. La idea de la creacien absoluta del mundo fué desconocida de toda la antigüedad griega y latina . . (Brandis, Historia de lajilosofia greco-t·omtma, n, 11 306.) Platon prescribe la exposicion de los nii\os dé· hiles y la comunidad de mujeres ¡ aprueba la esclavitud, tolera la pederastia, designa i todo

. e.¡tranjero con el denigrante calificativo de bárbaro, y llega hasta condenar el tercer es· tado, que componia la mayorla de les ciudadanos, á. una esclavitud ilimitada. Su moral, como todo su sistema cósmico , es esencialmente aristocrá.tico, otorgando absoluto predominio


- 135 -á la inteligencia superior, que es evidentemente el patrimonio de _unos pocos hombres. (Piaton, ObrQs , IV, InÚod. de Steinhart. Clem.. Alex.¡ St1-om., m , .2 ¡ Eus. Prt��j. Evm1g. , xm , 19.)

Si despues de haber visto cuán vanas fueron las filosofías antiguas examinamos nuestras modernas filosofías, verémos que no han sido más afortunadas "'! repudiar en estos últimos tiempos la fe y la religion revelada, y tomar la duda universal por punto de partida de todas sus investigaciones. La Historia las tiene ya juzgadas. La manía del libre pensamiento da por resultado el que uno produce un engendro más i�ulso que los que le han precedido. Á cada nuevo sistema filosófico que aparece, puedeaplicársele lo que San Pedro dijo á. Safira: «Los piés de los que han enterrado á tu marido está.n á la puerta. • (Hegel, Hi'st. de la Filosofia , Introd.) Si tratamos de indagar los resultados positivos· que han obtenido acerca de la religion y de la moral los filósofos de estos últi

'mos tiempos, que, en su orgullo, han roto abiertamente con la fe, verémos que no han traído el mAs pequeño destello de luz sobre estas grandes cuestiones. Sus \'anos esfuerzos nos recuerdan el


- rs6 -mito de Crono que de�a á sus propios hijos ¡ de la misma manera sus teorias nos ofrecen el triste especticulo de incesantes variaciones¡ son la ola que empuja á la ola, un sistema que anega á otro sistema¡ y despues de tantas promesas y tantos esfuerzos no han sabido darnos otra cosa que el materia,lismo, la sustitucion de la Filosofia por esa deshonra de la inteligen· cia humana , por esa negacion de toda verdad elevada, que es á la vez la abdicacion de la razon.

eN o sé por qué (Rousseau, m, Carta de la

Mollfatja) se quiere atribuir al progreso de la Filosofía la bella moral de nuestros libros. Esta moral, sacada del Evangelio, era cristiana in· tes de ser filosófica.»- « No podrá ménos de concederse, escl"ibe Kant a Jacobi (Obras de.

jaco/Ji, m , 332 ) 1 que si el Evangelio no hu· bi� presentado las leyes morales en toda su universalidad y pureza, jamas hubiera llegado la razon humana á comprenderlas de una manera tan completa.» El panteismo babia reemplazado al racionalismo, venciendo tambien al criticismo; pero á su vez ha tenido que ce· der el campo al materialismo, Y estas Lres


- 137 -formas de la especu1acion :filosófica, si por ventura el materialismo merece tal nombre, no nos han satisfecho y se han mostrado impotentes para resolver e1 problema de 1a existencia. Por consiguiente, ninguno de estos sistemas podría llenar el vacio que dejarla la fe si fuera posible que desapareciera del mundo. ("F. JI, Confer. IV i vn.)

Pero tal vez se nos objetará que el entendimiento humano ha ideado cosas grandes fuera de la revelacion ¡ que ha concebido sublimes pensamientos, y la Filosofía ha enunciado importantes verdades. Convenimos en ello¡ pero tales verdades están mezcladas de errores de todas clases, y ¿ quién seria capaz de reunir estos rayos esparcidos á. fin de formar un sol luminoso de verdad?

« Si álguien fuera capaz de reunir todas las verdades que se encuentran esparcidas en Jos diferentes sistemas

.filosóficos 1 formarla un

conjunto que no se diferenciarla notablemente de nuestra cnse1ianza. Pero ésta es una empresa superior á las fuerzas humanas que sólo podría realizar uno que estuviese bien instrui· do en la verdad, y ésta no puede venir sino


- rll -

de Dios.:. (Lactant., Ij It�Stit. div., VII , 7.) Tal era el circulo fatal en que se hallaba encerrado el mundo antiguo. Los griegos, lo mismo que los romanos, sabia.n demasiado para creer en las divinidades mitológicas, pero muy poco para hallar y servir al verdadero Dios. Y es que los pensamientos que expresaban eran presentimientos y vagas aspiraciones más bien que doctrinas ciertas y colocadas fuera del alcance de la duda ; y precisamente lo bueno que babia en su enseñanza no era el fruto de su razon abandonada t sus propias fuerzas. Pues los conocimientos verdaderos que poseian acerca de Dios no eran m:is que el ceo de la revclacion primitiva, de esa gran palabra que desde el principio no babia dejado de resonar á fin de que pudiera oirla todo el gé�o humano. cEn las obras de los filósofos se hallan muchas cosas verdaderas acerca de Dios¡ pero no las sacnron de su propio fondo, sino de los depósitos profundos, colocados por la divina Providencia en todas partes.» (August. De

doc/r. ckri'st., 1, 30¡ u, 43. ) Segun hnce notnr Lactancia, Pitigoras y Platon, persuadidos de que todo conocimiento filosófico estaba


- •39 -contenido en la religion, emprendieron viajes al Oriente, á fin de observar las creencias y las prácticas religiosas de aquellos pueblos. (Ji1st.

dir1, , IV, 2.) El mismo Platon y Aristóteles llegan á llamar su doctrina acerca de la divinidad «una trad.icion antigua y sagrada, resto de una sabiduría antigua que se halla alterada, y que con justicia puede considerársela como una TC\•elacion divina. » (LCJ'• IV1 354i Meta(., xn, 8, :z6.)

Resulta, pues , que la Filosofía no podia ser para el mundo antiguo e�cuela de la sabiduria y maestra de la verdad¡ porque, como dice Platon, «s i dificil es hallar al Creador y padre del universo, es imposible hacer que todos le comprendan.• (.7i'm,, 23.) Palabras que demuestran su impotencia. «Por otra parte, la filosofía no puede ser el patrimonio de todo el mundo , porque no es accesible sino á la parte privilegiada del género humano , á la aristocracia de la inteligencia.:. (Rep. , Vl1 292 ¡ Ciceron. De nat. D. 22 . ) Ni podia tampoco esta ciencia, que debiera haber dirigido al pueblo, conseguir su objeto, porque babia perdido todo su prestigio á los ojos del vulgo, á causa


- 1 40 -

de las perpétuas luchas en que se hallaban empeiladas las diferentes escuelas y los manejos é intrigas á que apelaban para atraerse discípulos y retenerlos en su bandería. Estas luchas tenian todo el encarnizamiento de las disidencias religiosas, porque todas tenian alguna relacion con el culto del Estado, y daban al pueblo el triste espectáculo de irreconciliables disensiones y de contradicciones sin fin acerca de las cuestiones de primera importancia. Cuéntase á este propósito que cuando el proc6nsul Gelio fué á Grecia, reunió en Aténas .á todos los filósofos, y procuró persuadirles que debiao renunciar á sus disputas y ponerse de acuerdo para ensefiar un sistema que fuera adoptado por todos, prometiéndoles su concurso para llevar .á cabo semejante empresa. Pero 1 como dice Ciceron (Ley., 1, 20} , creyeron que se burlaba de ellos, y algunos se mofaron de él con razon. Por eso se puede comprender hasta qué punto se creia imposible la fusion de las diferentes escuelas filosóficas. ( Ttucr�/. , n , 4. )

Y ha de tenerse presente que no era ésta la única causa del descrédito en que babia caido


- 141 -la Filosofia. Los mismos filósofos contribuian á aumentarle por el desacuerdo que reinaba entre sus preceptos r sus costumbres.

Debemos considerar como una providencia divina eí que toda aquella sabiduría pagana viniese á resolverse en la tremenda ironfa Que encierran estas palabras de Epicteto, el más virtuoso de los filósofos antiguos : « j Ah ! mostrad me siquiera un estOico; por los dioses, que tengo deseos de ver uno. Pero estoy seguro que no podréis presentarme uno solo que re una las- cualidades del verdadero estoico, y si podeis, no negueis este favor á un pobre viejo que ansfa ver lo que hasta ahora ha te· nido por imposible.» (Di'ss., n, 19 . )

e¿ Cuántos filósofos hay, cuyas costumbres y modo de vivir estén en rt;lacion con los dictados de la razon? Los unos son tan vanos y tan orgullosos, que fuera mejor que nada hubieran aprendido¡ los otros Son avaros, ambiciosos 6 esclavos de loa placeres. De suerte que sus acciones estlin en palpable contradiccion con sus enseñanzas. Hecho que me parece altamer.tc vergonzoso.» (Cic. , Tus,·. , 11, 4. ) La


- 141 -

misma confesion hace Rousseau (Em. , m): cHe consultado á los filósofos, he registrado sus obras, he examinado sus distintas opinio· nes , y les he hallado orgullosos, altivos, do¡· máticos 1 ilun en su pretendido escepticismo, no ignorando nada y mofándose los unos de los otros, que es lo único en que me parece que tienen razon; su principal fuerza. consiste en refutarse y destruirse mutuamente, por cuya razon no he .podido encontrar en ellos la más pequeña solucion á mis dudas.»

La descripcion que hace Luciano de sus vi· cios, de su vanidad, hipocresía y avaricia es todavía muy favorable comparada con la que nos ha dejado Arístides. « Su avaricia, dice, es insaciable¡ disfrazan el robo con el nombre de comunismo; llaman filosofía :i su envidia, y menosprecio de las riquezas :i su mendicidad; orgullosos para con los inferiores, son humil· des y rastreros ante los ricos y áun ante los criados y cocineros de los poderosos. Una des-carada concupiscencia, la mentira y la calum· nia, he ah[ lo que constituye su fuerza.• ( OJJ.

ed. jeM., 111 307 , 3 1 4.) Segun Quintiliano, la


- 143 -mayor parte ocultan los vicios mils vergonzosos bajo el manto de lo que llaman antigua filosofía. (Instit., 1; Proocm., Cic., .TtiS., u, 1 2.)

'« En realidad, ¿qu6 ha hecho la Filosofia para la felicidad y el ejemplo del mundo? ¿ Qué virtud saludable ha practicado en medio de tantos crfmenes y males? Uno de sus más elocuentes intérpretes, Séneca, era ministro de Neron, y, aunque su muerte deba absolver su vida , áun cuando haya sido víctima del tirano de quien fué apologista, no puede •;erse en él, á pesar de su esclarecido talento, sino un espfritu falso y un alma débil y cobarde, condiciones las más á propósito para cometer sin remordimientos los actos más vergonzosos. Leed á Tácito y os convenceréis de que Séneca ful: el que aconsejó la muerte de Agripina, 6 á lo ménos el que más hizo para que apareciese justificada. No quiere. decir esto que sus obras no presenten, en .un grado notable, aquel género de elevacion que pertenece i la imaginacion más bien que al alma, y que con frecuencia engaria á los hombres, haciéndoles tonlat el entusiasmo pasajero de sus ideas por la fuerza de su carácter ... . . Séneca predica una


- 144 -

moral severa, casi excesiva¡ pero se echa de ménos en ella algo de serio y de verdad ¡ su estilo deslumbra al espfritu, pero no conmueve al corazon. La virtud no es para él otra cosa que un texto de elocuencia, y por eso la p�esenta de modo que sea deslumbradora más bien que benéfica. De donde resulta que su moral, por muy rigurosa que sea , no infunde amor á la virtud por lo mismo que no expresa la conviccion. Séneca se burlaba de las fábulas del politeismo, y sin embargo, acrecentaba su nl1mero concurriendo á la apoteósis de Clandio . . . . . Aun nos ofrece este escritor otro de esos rasgos que describen á maravilla las disposiciones morales de un pueblo. Séneca compuso el discurso pronunciado por Ncron en el acto de trasladar á Claudio al Olimpo de los dioses, y miéntras que el pueblo romano se moria de risa al oir celebtar la prudencia sobrenatural del imbécil esposo de Mesalina, este mismo filósofo componia una parodia de su propio discurso, en la que , bajo una sátira demasiado picante, describia, en vez de la pretendida apoteósis del Emperador, su metamórfosis en calabaza. Juego de ingenio más digno de un


- 145 -

retórico que de un sabio, y que caracteriza perfectamente esas épocas de servilismo, en las q.ue el talento se paga solamente de palabras,:t (Villemain, E/octlmci'a cn"st., ,3 1 .)

Segun hace notar Dion Casio (Hist., xx:,.J6),

e Séneca, el gran predicador de la virtud 1 fué condenado al destierro por Claudia en castigo de sus excesos con Julia , y luégo le vemos vivir amancebado con Agripina. Tronaba con· tra la tiranía en el acto mismo en que aceptaba el cargo de maestro de un tirano¡ se burlaba de los cortesanos, y él era un parásito que no sabía vivir alejado del palacio del Emperador ¡ atacó á los aduladores, y de- tal manera se rebajó en sus elogios á Mesalina y al liberto de Claudia, que, avergonzado, destruyó los escritos en que babia estampado tan mezquinas alabanzas¡ vituperaba hasta con

.intempe

rancia á los ricos á la vez que llenaba de tal modo su bolsillo, que logró· ahorrar cerca de 75 millones de dineros ó 6o millones de pesetas¡ condenaba el lujo en los demas, y le gastaba tan escandaloso, que entre otros objetos de ese género hacía alarde de poseer soo mesitas de madera de cedro con incrustaciones


- 146 -de marfil ¡ se daba 1 en fin , por severo predicador de las costumbres al mismo ... tiempo que se entregaba escandalosamente al vicio de la lujuria, y hasta excitaba á su discipulo Neron á practicarle en sus más vergonzosas formas.»

La Filosofía no fué 1 por consiguiente 1 capaz de salvar al mundo antiguo. Podia presentir su restauracion y aspirar á ella 1 pero no llevarla á cabo. Habia por su parte gran debilidad intelectual, y en más alto grado , una enfermedad moral. (Presscnsé, HiStoria de la

Iglesia c,.jstirma , 1 1 1 60. ) Por eso no se ha conocido un solo filósofo que haya osado manifestar con franqueza. el fondo de su pensamiento, y obrar abiertamente en conformidad con sus con,·icciones. Todos se prosternaba.n ante los dioses, á quienes en su interior neiaban y menospreciaban. « Opino , dice Ciceron, que se deben obServar piadosamen� las ceremonias pUblicas y los ritos religioso& » ¡ y sin embargo 1 sabemos lo que pensaba respecto de los dioses. (Ttmr�l, I , 1 3 ¡ 11 26¡ Ley., I , 8 ¡-n,

8; Oral. jl"o Cltumt., c. LXI.) Séneca no encuentra reparo en declarar que es necesario observar los usos religiosos , no por conviccion,


- 147 -

sino por obedecer las leyes del Estado. De suer,. te que , en propiedad, veneraba lo que reprendia , practicaba lo que combatia , y adoraba aquello mismo que era objeto de sus burlas. (Augustin., Civ. Dei, VI1 I I ). Por eso tambien su enseftanza se ocultaba 1 de ordinario, en el misterio: « Nos hallamos solos , dice Ciceron, y podemos sin temor discutir y manifestar toda la verdad. »> No babia siquiera comprendido que la verdad no exige el secreto , sinO la publicidad 1 y exige testigos que mueran por ella. As[ vemos que el pueblo lanzaba con frecuencia al rostro de_ los filósofos esta grave acusadon : «Vives de diferente n1ancra que hablas.:. (Séneca, De Vita 6eat.1 c. X\'U. Ej. XXIX. )

Luciano ha hecho, en su Hermdtimo, un retrato vivo y admirable de la situacion de un hombre que quiere decidirse por una de las es· cuelas filosóficas. Hermótimo se propone dar cuenta á su amigo Licinio de las razones que ha tenido para elegir la escuela estoica. En la eleccion que ha hecho de esta , en su concepto, verdadera :filosofta 1 se ha determinado en atendon al número de sus prosélitos; sin embargo, declara que no sabe de una manera cierta si


- r48 -los estoicos son más numerosos que lo! secta

rios de otras escuelas. Añade ademas otra razon , t saber: qúe generalmente ha oido decir que los epicúreos vivian exclusivamente para los placeres ; que los peripatéticos eran muy apegados al dinero ¡ que los platónicos estaban llenos de vana presuncion ¡ pero que los estoicos eran sufridos y sabios, y sus discípulos eran los únicos hombres perfectos. Mas, por último, tiene que reconocer que estos detalles se los debe á hombres ignorantes y sin instruccion, y busca otra razon para explicar su eleccion. Ha observado , dice � que Jos estoicos eran rigerosos y severos eQ. su conducta, que vestian con decencia y llevaban rapada la cabeza. Entónces Licinio le hace ver la nulidad de todas estas razones, y compara la Filosofra á una ciudad á la que se quiere ir , pero cuyo camino se ignora. Vense una multitud de sendas que se cruzan en todas direcciones, se presentan numerosos guias , y cada uno se mofa de todos los demas , diciendo que él es el unico guia seguro. En el trascurso de su investigacion llega á convencerse de que , áun con una gran penetracion 1 una paciencia infatigable y una per-


- 149 -fecta imparcialidad , sería necesario poseer tam· bien la larga vida de un fénix para poder exa· Ii:tinar detenidamente todas las sectas ; que po· dria suceder que todas estuvieran en el error, y que no hubieran llegado todavía á descubrir la verdad; y que 1 ántes de aceptar por maestro y por gura á un hombre, conv-endria asesorar· se de otro respecto de su capacidad ; de la de este último por otro, y así sucesivamente has· ta lo infinito. ( Drellinger , .Pngam$1no , 604.)

Han trascurrido seis mil a11os1 y el espíritu humano, alejado del santuario de la revelacion, no ha dado hasta la fecha·más·que respuestas vagas y contradictorias sobre todas las cuestio· nes importantes de la vida , en las que , sin embargo , es más imperiosa que en todas las demas la necesidad de la certeza , puesto que sin ella no puede vivir ni morir el hombre. c ¡ A h ! ésta era tambien mi suerte, dice el poeta 1 cuando escuchaba y leia á los filósofos 1 y les veia medir el mundo á palmos¡ y yo me preguntaba entónces : ¿ Qué es todo esto sino un juego de niños ?• (Grethe. ) «Los filósofos son los Sfsifos del pensamiento humano»-. (Schlegel.) Con justa duda puede preguntarse:


- rso -¿ Dará alguna vez la Filosofia una respuesta cla

ra , completa y cierta ? Se nos aconseja que pongamos nuestra esperanza en una filosofm del porvenir , que debe realizar el ideal de una perfecta sabiduría racional ¡ pero la vida es corta, la muerte se acerca, y no espera á que la verdad se manifieste por fin , despues de trascurridos millares de a1ios ¡ y tantas almas como desde hace seis mil a11os han pasado sobre la tierra, ¿habrán descendido al sepulcro sin que sus ojos se hayan regocijado jamas á la vista de la verdad ? Cada segundo marca la muerte de un hombre, y esta multitud tan innumerable que apenas puede concebirla el espíritu , toda la hun1anidad '

. en fiJl, hubi�a m u� con la terri

ble cuest1on en los lab1os, sm poder esperar consuelo ni salvacion , toda vez que no hay salvacion para el hombre sin el conocimiento de Dios? No : Qios no hace tan poco caso de la humanidad , á la que, en su amor, ha creado para la felicidad. Muy al contrario ¡ á sus ojos, toda alma tiene un precio inestimable, porque ha sido ht:cha á su imágen y animada por su soplo divino. El que ha dado la vida á la criatura no ha limitado sus dones á algunas gotas


- rsr -

de agua para calmar su sed , 6 á un poco de pan para sustentarla. La ha entregado la tierra por dominio, dcspues de haberla decorado como una morada Real¡ ha derramado sus dones sin medida sobre el hombre , colmándole de beneficios. ¿Y se quiere

'que Dios, que ha

provisto con tanta largueza á las necesidades del cuerpo, haya. sido tan avaro, tan escaso para el espirito ? ¿ Le habrá negado el alimento más necesario, el pan de la intelige�cia? No, repetimos, no:· esto es imposible. « Del conocimiento de la verdad depende la salvacion de todos los hombres, que debe buscarse en Dios.• ( Suma , r , 11 a. 1 .) Este es precisamente uno de los obstáculos que no permiten á la Filosofía, separada de la revelacion, dirigir á las naciones, puesto que , segun la observacion de Aristóte· les (.Rúit., vm, 6, 6), la invcstigacion filosófica no aparece en los pueblos sino cuando éstos disfrutan de cierto bienestar¡ entre los griegos, por ejemplo, despues de las guerras pérsicas. Es necesario, en una palabra, hallarse al abrigo de las nece;idadcs corporales, á fin de que tenga el espfritu toda la libertad y tranquilidad necesarias para reflexionar.


- 1 5Z -

« Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conoci�iento de la verdad.• ( 1 , Tim. , rr, 4). Todos, entendedlo bien; no sólo el hombre de vasta inteligencia, sino tambien el débil nilio ; todos, no sólo los poderosos de la tierra, sino tambien el último de sus súbditos y el más humilde de sus siervos. Y al hablar San Pablo de esta manera, no sólo ha enunciado un artículo de fe 1 sino tambien un principio de la sana razon. Pues por lo mismo que tod�s están llamados al conocimiento de la verdad , de tal manera que no hay un solo espíritu, por enfermizo y débil que se le suponga , que sea indigno de ella , se infiere rigurosamente que la razon, privada de la ayuda de una revelacion divino-positiva, es incapaz de formar y perfeccionar la educacion religiosa. y moral del hombre 1 y por esto se halla demostrada la necesidad de una religion que le venga al hombre por la vía de la revelacion 1 y que por la fe inicie á cada uno en las más altas verdades. Esto nos lleva á la segunda parte de nuestra demostracion 1 relati�a t la necesidad de una revelacion divino-positiva , deducida de la naturaleza del hombre, tal como en realidad


- t53 -se nos manifiesta, ó lo que es lo mismo , que la humanidad abandonada á sí propia no puede realizar la idea de la verdadera religion.

Si el hombre no pudiera llegar al conocimiento de Dios y de las cosas divinas, sino por la vía del raciocinio, la Verdad sería el patrimonio exclusivo de un pequeno número de elegidos, porque, como dice Ciceron (De nat. Deor. , r, 22) 1 va con el menor número , y huye de la muchedumbre , que ¡zrecisamente es lo que pensaba Platon, segun hemos visto más arriba. Y como hace notar Gccthe ( Obras, m, 1 5 1 ) , c es mucho más fácil encontrar el error , que conocer la verdad : aquél está en la superficie; ésta, por el contrario, se halla profundamente encerrada , y no á todos es dado sondear la.,. La inmensa mayoría del gé· nero humano estaria, por consiguiente, excluida para siempre de la verdad, como foi.cilmcnte se comprende. ES notorio que la razon conduce al conocimiento de Dios 1 por la vía de las especulaciones filosóficas 1 es decir, que exige estudios detenidos, profundos y difíciles. Pues bien ; echemos una mirada sobre el mundo, y consideremos al hombre tal cual es. En


- rs.¡. -primer término se nos presentan los pobres,

los que gimen bajo el peso del trabajo cotidiano , y que componen la inmensa mayorfa de la humanidad. Como tienen que ganarse el pan con el sudor de su frente, no les queda tiempo para filosofar¡ y sin embargo, tienen necesidad ante todo de la verdad. de Dios , por lo mismo que sobre ellos pesa principalmente la carga de la vida , y que no se alimentan más que con un pan empapado en lágrimas. ¿ Qué consuelo, pues , les quedaria, si tambien se hallasen privados de la verdad ? La Filosofía no se digna ocuparse de los pobres ¡ concede á algunos privilegiados el monopolio de la sabiduria y de la ciencia 1 condenando desdenosamente i todos los demas á la ignorancia y al error.

« Si pudiera formarse un Estado en el que todos los ciudadanos fuesen sabios, no habria

· ninguna necesidad de todos estos mitos ¡ pero como el pueblo es voluble y tiene malos instintos , no hay mis medio que éste para refrenar á la muchedumbre.� ( Polibio , VI, 56.) Y en sentir de Strabon ( 1 , 2 ) , « los mitos son buenos para los ni!'\os y para los hombres incultos é i"g¡tOJ"antes que se asemejan á aquéllos;


- rss -

en una palabra, los mitos son necesarios para todas las personas que no han recibido mis que una mediana instruccion, y que no tienen suficientemente desarrollada su razon para poderse gobernar por ella. • Pero Dios , el Dios de amor y de misericordia , no se olvida de los desheredados de este mundo. Á la manera que el sol derrama por todas partes sus rayos, iluminando todas las miradas y reanimando todos los corazones, del mismo modo la revelacien por Jesucristo es el sol universal de los espíritus, c la luz que ilumina á todo hombre que viene á este mundo• , y precisamente para el pobre, en primer término, reserva el Seflor toda-su predileccion.

« Me ha enriado á anunciar el Evangelio á los pobres. • ( Luc. , rv, 18 . ) Respecto de la ensealanza. filosófica, oigamos una preciosa confesion de Justino el filósofo (Dialog. c. Trif., :z): e Me dirigí á un peripatético i fin de que me enseti;ira la verdad, pero muy luégo le abandoné , cuando al cabo de algunos dias me indicó que debiamos fijar su honorario, porque de esa manera serian más útiles nuestras relaciones.• Jamas se le ocurrió á la antigUedad paga-


- 156 -

na la idea de la ensetianza gratuita. El mismo Platon (Ley., vm, vu, 804) queria poner la enset\anza en manos de extranjeros asalariados, y, como sucede con todo empleo retribuido, no era considerada. Miéntras que el paganismo confiaba la educacion de sus hijos á esclavos que no podian prestar Qtros servicios (Tacit., .De caus. corr.. elot¡te. , XXlX ) , la Iglesia católica , en su caridad universal, se consagraba con amor á la instruccion de la juventud , ya valiéndose de asociaciones, ó simplemente de particulares. Y no es solamente pobre el indigente que mendiga su pan , ó el artesano que vive del trabajo de sus manos, sino que tarobien es pobre el que desempeila un cargo ó un empleo que absorbe su atencion por completo, puesto que no le deja tiempo para estudiar. Es necesario, por lo tanto, que una autoridad superior le suministre el pan de la inteligencia que no podria porporcionarse por si mismo.

Tenemos aquí , pues, dos clases de hombres que no pueden dedicarse á los estudios filosóficos, y que, sin embargo , componen la inmensa mayoría del género humano. Por consecuen-


- 1$7 -cla, no queda más camino que éste : 6 la hu

.manidad , en su mayor parte, estará privada de lo que constituye el alimento de su espíritu, la luz de su alma, el nervio más íntimo de toda su vida , la verdad, y permanecerá abismada en las tinieblas y en la dese!peracion , ó tiene que existir otro con el encargo de suministrar el pan del alma, la verdad, á los hom· bres ocupados en trabajar para ganar su sustento. No pudiendo admitirse lo primero, es fuerza reconocer que todos est:in obligados á someterse á una autoridad superior, infalible, y por consiguiente divina, puesto que no pudiendo ninguna inteligencia humana arrogarse la infalibilidad, no es tampoco capaz de dirigir á la humanidad en las importantes cuestion� de la vida. Sólo la revelacion , á la que el hombre se adhiere por la fe, es el faro colocado en el camino que conduce á la otra vida, para iluminar la marcha del género humano ¡ y el hombre, para conocer la verdad acerca de las cosas de Dios , debe hacerse disclpulo de Dios ¡ pues como

. dice el profeta : e Todos se

r.in discípulos de Dios .• (Isaías, uv, 1 3 ; Juan; Vl 1 4q


-_ IS8 -

Vemos1 pues, que :;i se prescinde de la revelacion cristiana será muy limitado el número de los afortunados, á quienes su posicion deja tiempo suficiente para reflexionar acerca de la naturaleza de Dios y sobre la naturaleza y el destino del hombre, y que la verdad sería cntónces un privilegio de la aristocracia del dinero. Pero vamos á ver estrecharsC áun más este círculo reducido. Efectivamente ¡ « no está en disposicion de dedicarse al estudio de la sabiduría aquel que ha recibido de la Naturaleza un alma grosera, esclava, inactiva y olvidadiza¡ la vocacion filosófica requiere una naturaleza prh•ilegiada, una memoria vasta, un vivo deseo de instruirse, un gran coral':on, y un alma que por naturaleza se sienta inclinada á todas las virtudes, á la verdad, á la justicia , la fortaleza y la templanza.• (Plat., DcRep., vn, 277, 365.) Asi lo reconoce ya J ustino el filósofo cuando dice : d1·Ie dirigí á un pitagorco, hombre de gran fama y sobremanera orgulloso de su saber ¡ manifestéle mi deseo de aprender la sabiduría en su escuela, y lo primero que me preguntó fué : « ¿ Has aprendido la Música, la •�'Utronomía y la Geometría? No esperes hacer


- 159 -,

:oel más pequeiio progreso en el estudio de la :.Filosofía , sin haberte iniciado ántes en estas •ciencias.:. Exige, ademas, que el discípulo de la Sabiduría esté dotado de una buena memo

ria , que haya estudiado las Matemáticas, que ame el trabajo 1 y que tenga una perseverancia á toda prueba. Ahora bien ¡ todo el mundo sabe cuán exiguo es el número de los que están en disposicion de satisfacer todas estas exigengias , y que, á la capacidad natural que se requiere, unan el gusto y)a aficion á semejanles estudios. No es la abundancia de tiempo , sino la dura necesidad, la que &aca á muchos de la ina.ccion y les obliga al trabajo : ¿cómo encontrar un amor tan desinteresado y un atractivo al estudio tan poderoso, que puedan resistir á todas las seducciones de una vida de molicie y

de placer? Algunas personas se CQnsagran con gusto y con éxito feliz al estudio de las ciencias naturales, que, sin embargo, ocupan los sentidos y se mueven en el mundo concreto¡ pero es muy reducido el número de aquellos á quienes no causan fastidio las teorf¡¡.s abstractas de la Metafísica.

Resulta, pues, que de eliminacion en elimi-


- 16o -

nacion 1 n"Os encontramos con un número insignificante de persOnas que puedan dedicarse á la Filosofia. La riqueza, et tiempo y una posicion independiente no son bastantes. Sin la revelacion , . el conocimiento de laS verdades religiosas sería el patrimonio exclusivo de algunos predestinados que poseyeran 1 en las mencionadas condiciQnes, las· más bellas dotes de la · inteligencia, y un deseo formal de consagi-arse á la investi.¡ac;ion de la verdad. En una palabra, ésta seria el jirivilegio.de la aristocracii. del espíritu 1 y as[ resulta más reducido el número de los que la �mponen. Y sin embar

.go , la ver$4 � .la.,.c_oa �énos exclusiva de la

"Naturaleza j "CS�el patritUonio de todos , y debe ser· tan universal como el pan que comemos, el .\gua que bebenios 6 el aite que �piramos. Por esó estuw -muy oportuno Lactancia, al observar 1 dirigiéndOle á los filósofos del paganismo, g,ue «"no puede .llamarse · sabiduría aquella que Q.Q..es patrimonio comun de todos los hombreS ¡ porque si fuC:se tal sabidurfa deberla estar al alcance de todo el mundo , sin excepcion ni a.cepcion de persoñas 1 ya que lo contrario equivaldria á privar á los hombres


- 161 -de la única y verdadera luz que les corresponde.» Ya los estoicos comprendieron la justicia y la fuerza de este argumento 1 al afirmar que los esclavos y mujeres dcbian tambien tomar parle en las discusiones filosóficas, pero esto no pasó nunca, entre ellos , de un principio que jamas se llevó al terreno de la práctica. Las razones en que el eminente escritor católico funda su opinion , y que ya las conocen en parte nuestros lectores, son : « primeramente, porque se necesita el copocimiento de muchas artes .para llegar á entrar en el santuario de la Filosofia¡ precisa conocer la Gr.amitica y otras disciplinas , cuyo estudio consumiria muchos años. Son

" asimismo necesarias, precisas nocio

nes de Geometria, de Música y de Astrologfa, cuyo conocimiento no pueden adquirir las mujeres , sobre las cuales cae todo el peso de las ocupaCiones domésticas, ni los siervos, á quienes se ocupa incesantemente sin dejai-les tiempo ni solaz para dedicarse al estudio, ni tampoco los pobres, artesanos y rllsticos, que se ven precisados á ganar el sustento con el sudor de su frente. »- (T11stit., 111, zs.)

« Es de esencia de la verdad, dice San Agns-


- 162 -tin (De li6. aró., XI , 1 4) , el que todos podamos disfrutar de ella y que sea comun á to-dos.»- « La Filosofía, por el contrario, segun confesion del mismo Renan (&tllái'os de ln'ston"a , 2) 1 es un hecho casi imperceptible en la historia de la humanidad , y muy contadas las inteligencias que la deben su elevacion, Se puede escribir en una sola página la historia de esta aristoCracia rcducidísima ¡ el resto de la humanidad camina con la cabeza inclinada, guiado por el instinto y la falta de razon.• cEstoy muy distante de querer atenerme simplemente á la Filosofía, camino dificilísimo, y que será aún por mucho tieMpo el del menor número .» (Quinet, Gcm'o de las ,·e/igirmes 1 en Dechamps; El Cn'sto , Z I .)

Pero_yo os concedo que poseais, ademas de una fortuna que os asegure la libre disposiclon de vuestro tiempo , una inteligencia bastante privilegiada para abordar las cuestiones más graves y más árduas de la Filosofía.

Mas con esto no habeis llegado á la pose&ion plena de la verdad. Para lograrlo no será bastante, áun dadas tan favorables condiciones , concentrar sobre tal punto todas las fuer-


- 163 -zas de vuestro espirilu ; se necesitarán an.os, tal vez una vida de trabajo incesante ; porque cada palmo de terreno que tengais que conqui�tar al error, os empellará. en una obstinada lucha y en polémicas harto complejas. Al fin habeis llegado al término tan deseado, despues de penosas fatigas y de excesivo trabajo; y1 absorto en vuestras med!taci�nes , no habeis sentido deslizarse vuestra vida, y sufrfs el horrible desenga1io Ue que tocais1 A la vez que el término de vuestros afanes , el de vuestros dias. Por ese exclamaba justamente Teofrasto en el momento de su muerte : c ¡Oh Naturaleza ! ¿ por qué me arrebatas A la vida en el momento en qae .Ja verdad me abre las puertas de su santuario 1» (Cic. , Tuscld. , m , 28.)

Es un hecho incontestable, y nos complacemos en reconocerle , que el entendimiento humano ha 'becho progresos verdaderamente extraordinarios en la esfera de las ciencias exactas y en el estudio del mundo material , y que ha conquistado para siempre gran número de verdades ; pero , por desgracia , no ha sucedido lo mismo respecto al conocimiento de Dios y de sf mismo , r tocante al origen de todas las


- 16" -

cosas. Efectivamente : ¿ qué vemos en el terreno de las verdades morales ? Fluctuaciones perpétuas y, ·con harta frecuencia en nuestros mismos dias 1 retrogradaciones i los antiguos errores que vuelven á disputar su imperio i la verdad ( 1 ) . Y sin embargo, el conocimiento de Dios y de nuestro propio sér vale infinitamente mis para nosotros que toda la ciencia del mundo. Una verdad moral nos importa mis que la ciencia del cielo estrellado. Porque esÍa verda"il es necesaria al hombre 1 no sólo al finar su vida , sino siempre, y muy principalmente en los dias borrascosos de su juventud , porque sólo entónces puede dar al alma la solidez, el impulso y la fuerza de que há menester en esta seductora época de la vida. Por consiguiente, el hombre necesita una revelacion que le salga al encuentro á su ingreso en la vida 1 que le acompa11e en todo el camino de la existencia, y que derrame en su alma una luz cada vez más copiosa, más clara y más sublime.

:Mas áun este tan penoso y prolongado cami-

(r) Ahl esta la modemfsimn filosoffa de lo Inconsciente, quc, entn otras , reproduce la repu¡DantecloctriDa buddhista del Nirvioa.-N. dtl Tr.


- I6S -no de la investigaclon filosófica es de1odo punto insuficiente para conducir al fin deseado á los raros privilegiados que han tenido la fuerza intelectual necesaria y el suficiente amor á la verdad para recorrerle. Es cierto que han ha11ado algunas verdades, pero no toda la verdaa , ni mucho ménos la verdad exenta de toda mezcla extraña¡ han percibido resplandores , pero envueltos entre una nube de errores ¡ y es que el espirito humano rara vez se halla en condiciones de encontrar el oro de la verdad, purificado de toda escoria del error, por mucho que profundice en las capas de la ciencia ¡ ni tampoco la razon individual de cada uno es la ra1.on absoluta , la razon ideal. Por otra parte, todo hombre es hijo de su pafs y de su tiempo¡ y nunca podrá sustraerse á su influencia y emanciparse de sus errores, áun prescindiendo de las debilidades , d.e los defectos y de las pasiones propias de cada individuo. Si la razon fuera infalible, desaparecería toda divergencia de opiniones ¡ pero precisamente vemos que ésta aumenta á medida que crece la elevacion de las cuestiones en que se ocupa el espfritu humano, y que la verdad en semejante mate-


- 106 -

ria no es conocida con e\•idencia y certeza sino raras veces. Bien palpable aparece esto en la historia de la filosofía antigua, que, segun confesion de sus mú ilustres representantes, sólo nos ofre� como resultado de sus largas investigaciones , probabilidades y conjeturas más bien que convicciones inquebrantables y fuera del alcance de toda duda.

e He leido muchas veces lo que ha escrito Platon acerca del alma ¡ pero ¡ cosa extrafta! miéntras estoy leyendo este autor 1 le apruebo¡ pero en el momento que he cerrado el libro y me pongo á reftexionar 1 desaparece el ficticio conocimiento que me habia inspirado mis aparentes convicciones.» (Cicer. 1 Tt'.rc., 1 , 1 1 .) cTambien la gran diversidad que se encuentra en las opiniones de los hombres mú sabios, hace yacilar á los que poseen conocimientos ménos profundos. & (De nat. , 11 r.) Y sin embargo, nuestro espíritu tiene necesidad de la verdad¡ no de una verdad mezclada de errores, no de una simple probabilidad , sino de la verdad pura , inquebrantable, que nos permita afron� tar tranquilamente la muerte. Y precisamente esta verdad no nos puede venir de la inteli�


- r67 -gencia humana abandonada á sus solas fuerzas; por consecuencia, la revelacion divina es necesaria ; es preciso que nos hable Dios , cuya palabra es la verdad misma 1 la verdad completa, sin mezcla de duda ni de error. Platon1 en sus diálogos 1 hace repetir muchas veces á

su maestro Sócrates el pensamiento de que , si pudiera sobrevenir algul\8 mejora en el estado del mundo , esta mejora vendria por la intervencion de un Dios que nos manifestaría el principio y el tipo de la verdadera justicia. (Ajolog. Socrat. , n ¡ , n 8 ; De Rrp. 1 n, 361 , 36.2 . ) El mismo Platon designa tam'6ien á este Sér Supremo con ei nombre de Verbo Divino (Fed. , _ 85) , sobre el cual , como sobre segura nave , se Podría hacer sin riesgo la peligrosa travesía de esta vida. Los filósofOs posteriores i Jesucristo, por más que algunos le ignoraban y. otros le combatían , reconocieron, igualinente que Platon 1 la necesidad de una'revelacion divina, porque,·at considemr el desarrollo de la filosofia que les habia precedido, veian de una manem clara la imposibilidad de llegar, por este camino 1 al verdadero conocimiento de la divinidad.


- 168 -0igamos una preciosa confesion de Male

branche sobre este particular: « Yo me pierdo

siempre que pretendo filosofar sin el auxilio de la fe; ésta es la qu� me conduce y me sostiene en mis investigaciones � de las verdades que tienen alguna relacion con Dios, como son las de la MetafJSica.» (Novma conWt'SQci'o,, 6.)

Entre los que profesaban esta opinion , merecen ¡)articular mencion : Yamblico (De vi'la

Pytlzag. , xX\'IIl, y Dc 1lf;•stn·. , 1 1 1 , rS), Porfirio (De abshiietll. , n , 53), Plutarco , (De Is. et Ósi'r. , r¡ De Pytkng. ot'ac., 21-24), Proclo (In .Plat. Tlteolog. CommctJt,, 1, r), Simplicio {ht E11chirid. Eji'ct. Commcnt. , r, I) y otros, que seria ocloio tiOmbrar. ·

Aun suponiendo que un pequeiiO número de predestinados hubiera conseguido hallar la verdad exenta de todo error, siempre resulta que ésta permanece limitada á un reducido circulo, sin tener medios para hacer participes" de su tesoro al resto de la humanidad. c Es difícil, declara Platon y con él toda la Filosofia, hallar al Creador y al Padre del universo; pero es absolutamente imposible hacérsele conocer filosóficamente á todos.• (Tim., 23 .) Por eso,


- I6g -repetimOS1 tun cuando la Filosoffa lograse formar un sistema completo de religion natural y de moral, no podria llegar á ser nunca la maestra del género humano ¡ porque la mayo· ría de los hombres 1 6 bien porque se hallan desprovistos de inteligencia, 6 porque están agobiados bajo el pe�o del trabajo y de lás neo cesidades de la vida¡ finalmente, porque se hallan cegados por las pasiones y preocupaciones de partido 6 de secta, no podrían llegar á la verdad por la via de un examen penonal, y contrastar por sí mismos cada una de las doctrinas que Jos sabios les han presentado. La autoridad, la ensetiar:�za , tal será siempre el único medio de aprendizaje y de cultura moral para la geoeralidad de los hombres ¡ miéntras que una instruccion superior, un espfritu vivo y penetrante, el amor perseverante al trabajo, la fuerza necesaria para refrenar la imaginacion, y, finalmente, el hábito de las ideas abstractas, continúen siendo el monopolio del menor número, y no lleguen á ser la herencia comun del genero humano¡ es decir, miéntras el pueblo sea pueblo, siempre será neCesaria la autoridad para instruir al pueblo, en tanto que las


- 1'10 -verdades fundamentales de la religion y de la

moral, los principios del conocimiento de Dios, del mundo y del hombre, sean difíciles de comprender j miéntras que sea una cosa fácil cometer errores, y las demostraciones sean oscuras, penosas de seguir y poco comprensibles para la muchedumbre. Pero la Filosofía no posee ni puede poseer esta autoridad, este ascendiente dominador y esa confianza inquebrantable que pueden hacer que las masas acepten su palabra con entera confianza; porque la falta de uni

dad , la completa diversidad d.e opiniones y el espectáculo de las luchas incesantes y obstinadas.de las dife�l;es escuelas entre sl , bastarian nara quitarla la consideracion que es indispensable al que nos ha de inspirar· respeto.

Cuando en 1797 La Reveill�re Lepeaux presentó al Instituto el proyecto de su nueva religion del filantropismo, le hizo Talleyrand la justfsima observacion siguiente : « Sólo tengo que hacer una observacion , y es : que para fundar y probar su religion, Jesucristo fué crucificado, murió y resucitó. Vea V. si estil en disposicion de hacer lo propio.»

La Filosofía no puede influir sobre el pueblo,


- l7l -y aunque pudiera, no Jo baria. En la antigüe� dad , como en los tiempos modernos, la Filosofía se ha encerrado siempre, con respecto á la mayorla de los hombres, en el más desdedoso y repulsivo egoismo. Schelling (Lecd<mes, m)

toma por divisa el otfi pt·ofanum vulgus et

arceo, de Horacio ; Platon (De Rep., IV, 292) declara formalmente que la Filosofía no es patrimonio de las masas, sino que está reservada á algunos privilegiados de la Naturaleza y de la fortuna. (Frotar., J S S-) La respuqta que dió Aristóteles á su discfpulo Alejandro de Macedonia, que le reprendía 'por haber profanado su doctrina esotérica, entregándola á la publicidad , caracteriza á maravilla la importancia de la Filosofía para las masas, y su inftuencia sobre ellas. « Se ha divulgado en un sen�do, pero no en otro•, respondió aludiendo á su oscuridad. (Piut. Alex., 7 ¡ A u l. Gel/, , x , 5 ¡ Cicer. De Finr1J. , S i Tennemano , Hist, de la

Fil., n, 200, zos, 220¡ Beausobre, Hi'st. crit. del Jl{anif¡ueismo, n, 41 ¡ 1\htter, Hist. del G"ostJ'. ci'smo, 11 1 3 ; n, 83 , 370j Grote, n;st. de Grecr"a 1 1 , 561 ; IV 1 544.) Y Buckle (Hist. de la civi/i'saci'ott , r, 230) declara tambien el hecho,


- 171 -aunque no sabe cómo explicarle. Ya vimos .tntes lo que pensaba Ciceron respecto d. tan capital asunto.

En este carácter exclusivista de la ciencia filosófica se funda tambien la escuela hegeliana para establecer dos divisiones en la humanidad : la de los sabios y de los simples creyentes en materias religiosas; y otro de los representantes de esta filosofía , declara que sólo á un pequeno número es dado cernerse en las elevadas regiones de la inteligencia, y que, contentos y satisfechos éstos con poder volar con sus propias alas , se inquietan muy poco por saber de qué manera comprende el vulgo á su Dios. Asf es como entiende tambien que se ju�tifica la religion, porque satisface por lo ménos á los que ocupan el ínfimo grado y no pueden elevarse .t. un conocimiento superior y porque les asegura su parte en ese ideal. (E. Renao, Estudios, Prol.) Schopenhauer nos ofrece otro ejemplo del repugnante orgullo de estas escuelas; pues afirma su biógrafo Gwinner que «hay mis distancia de él á los hombres, en medio de los cuales vivia , que de las estrellas á la tierra . » (Vtila de Scho}e11kauer, 1861 .) El


- 173 -contacto con los demas hombres era para el famoso precursor de la filosofía de lo Inconsciente 1 una mancha 1 'y se veia como un brahman entre sudras y parias. (Origen. 1 C. Cels.1 7 2 1 vm , 72.) « La humildad que desagrada á los paganos es causa de que nos dirijan impro· perios.»o (August. Enarr. i11. Ps. xcm.) «Ojalá que tú descendieses hasta el punto de no mirar con disgusto á los pobres. • (Quintil.1 .Dsclam.

301.) « Desprecias á todos como jornaleros y bárbarou (Cicer.1 Tuscul., v1 36) son expresiones que repite de mil maneras la filosofia pagana.

Pero áun la concesion del citado filó.sofo frances no es má.s que aparente 1 es una de las figuras retóricas que acostumbra emplear este escritor para expresar mejor el amargo sarcasmo que siempre asoma á. sus labios. Seguiriase de esa doctrina que la religion se baria acepta1· sin razon y de antemano; que es 1 por consiguiente, falsa, y que sólo es verdadero el instinto religioso que ha creado las diversas formas de las religiones. Y tendriamos entónces á. la inmensa mayorla del brénero humano condenada por los representantes de la Filosofia .i


- 174 -alimentarse de errores para satisfacer la necesi· dad más profunda de su naturaleza. ¡ �pre· ciable teoría que revela toda la indignidad de estos pretendidos apóstoles! Tendencias diametralmente opuestas aparecen en el Cristianismo. El caricter de la filosofta cristiana es ¡;er universal, dirigirse á todos, y asegurar á cada uno, cualquiera que fuere, su lugar en el festin de la verdad ¡ y así vemos que nada es· candalizó tanto, desde el principio, como este distintivo al exclusivismo de la filosofía paga· na y al orgullo de sus representantes¡ y ésta fué una de las principales razones que impulsaron á los filósofos á condenar, desde luégo, y sin haberla examinado, la religion de Jesu· cristo. El filósofo epicúreo Celso echa en cara al Cristianismo el habene dirigido á pecadores pobres y desgraciados de toda especie, el esta· blecer como precepto el amor á los esclavos, seres de una especie inferior de quienes no se cuidan los dioses¡ preceptos que parecian i la F"Uosof'm. un atentado al derecho recibido y á las costumbres públicas. (De mrwle .Peregn"n., II1 597.) Y el filósofo Ma.crobio les dirige esta tremenda acusacion (Sa/UriJ.1 l 1 u): «Como si


- 175 -prestasen alguna atencion á los asuntos religiosos que se refieren á Jos siervos, ó como si alguno de sus sabios admitiera en su casa la afrenta de nna sociedad tan inmunda. »

Mas hecha abstraccion d e todo esto, ¿ qué podia la palabra de los filósofos, que, á pesar de todo, era una palabra humana 'privada de sancion? e Nadie cree á los filósofos, porQue cada uno de ellos se arroga igual derecho.» (Lact., I11st. , m, 4.) El discfpulo no permanece sino breve tiempo á los piés de su maestro¡ despues se hace á su Vez maestro, y exige una cáteJra, á veces sin otro iin que el de combatir á aquel que le ha instruido. Jamas ha fundado la Filosofía una escuela verdaderamente estable, ni ha impreso su sello, no diré al espirito de un pueblo entero, pero ni siquiera i una ciudad. Y es que nada recomendaba su palabra, nada daba i sus preceptos el poder de obligar¡ ni la consideracion pública, ni la naturaleza de su doctrina, que, falta de toda sancion , no prometia ninguna recompensa al que la observaba, rii ningun castigo al que la traspasaba. «Semejantes preceptos no tienen fuerza alguna, porque son puramente humanos y ca·


- 176 -recen de mayor autoridad.» (Lact., l . c., xxvn.) El mismo Platon conviene en que el hombre no puede elevarse á"la virtud por sus propias fuerzas. oió La virtud , dice, no se ensei1a; es un dón divino , y los que lo poseen lo deben al favor de Dios. ,. (Ms1to,.,40. Hermann, lJi'sjml. de Plat. J.llellOII.) « Debe cuidarse de las demas cosas en el interior del ánimo.» (Tácit., AtJ·

tlal., m, ;4.) No es ménos preciosa esta coufesion de Rowseau (Em., m): « En vano pretendes fundar la virtud sobre la conviccion puramente racional¡ tus preceptos morales son bellos 1 pero no tienen sancion alguna. • Mas « lo que pretendía producir la Filosofía sin lograr su objeto, lo ha conseguido la doctrina de Dios, porque ésta es la tinica sabiduría.:. (Lact., Iusll"t. , m, z6.)

•

Por lo mismo que todos aspiramos á la verdad, que nos es necesaria para vivir y para morir , Dios se la ha comunicado á. los hombres , y puesto que no es tan sólo hombre el que podia ensenar á los demas hombres, era necesario que el mismo Dios viniera á desempefiar este cargo, ya que sólo ante la autoridad divina que proclama los dogmas de la fe, desaparece toda


- l i7 -

contradiccion y cesa toda oposicion. Por eso Jesucristo no ensena á. la manera de los sabios de este mundo 1 sino que habla e como el que tiene todo

-poder.• (Mat. , vn, 29 . ) Y única

mente Él podia ensenar de esta manera, porque vi6 en su padre lo que ensenaba ¡ (Juan, vm, 23.) Él ; el Hij_o {mico que está en el seno del Padre, el que hace las mismas obras de su Padre, á. fin de que el que no crea en sus palabras dé crédito á. sus obras, las cuales dan tes;timonio de que Él está. en el Padre y el Padre en Él. (Juan , x, 38.) Todo hombre que quiera abandonarse confiadamente i la palabra revelada , se halla en el camino que le llevari al conocimiento de la verdad, por la vía más fácil y más corta, sin que tenga que temer ni el error ni la mentira ¡ y de esta manera se cumple la frase del Apóstol : e Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Por eso la Iglesia, que es órgano de la revelacion divina, eS la ánica encargada de cumplir este precepto : « Id y ensenad á todas las naciones » (Mat., xxvm , 19) , á todas sin distincion , griegos y bárbaros , sabios é ignorantes, ricos y pobres, reyes y mendi-


- 178 -gos ; nadie 1 por ·muy pequeno que sea, debe quedar excluido de la verdad, que es la vida de su éspfrit� y de su corazon:.. e Reconozco, con la Historia en la mano , decia Agustin Thierry, en su última enfermedad 1 la necesidad evi· dente de una autoridad divina y visible para el desarrollo de la especie humana.:. (Gratry , Co.

nocimirmto , (1 461 .) ¡ Y cuántos han reconocido esa necesidad en tan terrible trance!

De esta manera se asegura tambien su participacion en la verdad al mAs pobre trabaja· dar y al más débil nino. Efectivamente, no bien se ha despertado en éste la conciencia, cuando la Iglesia le pone en sus manos un pe· quei\o libro, muy modesto y sin apariencia, el Catecismo; y sin embargo, en sus pocas páginas se hallan contenidas las cuestiones más graves de la vida, aquellas que han ocupado á. los grandes genios de la antigüedad, y dan soluciones tan satisfactorias 1 cuya existencia no pre· sintieron siquiera los mñs sabios. En él se hallan expuestas 1 bajo la forma más sendlla 1 una filosoffadivina 1 la metafísica y la moral más sublimes, y la historia mis completa de Dios , del mundo y del hombre¡ es una ensei\anza que


- 179 -satisface á la inteligencia mú elevada, igualmente que al entendimiento limitado del último de los hombres. Por eso Chateaubriand ha podido decir con vtrdad que el pueblo mis cOTrOlllpido de los tiempos cristianos, es todavía un pueblo de filósofos en comparacion de los antiguos pueblos paganos. «El último tra· bajador entre los cristianos ha aprendido á conocer á Dios, y sabe de Él lo que el hombre tiene necesidad de saber, no obstante haber dicho Platon que es dificil descubrir al Creador del mundo, y áun en la suposicion de que se le descubra , imposible darle á conocer á todos.» (Apolog., XLII. ) «Observad á los cristianos; entre ellos hallaréis ignorantes, artesanos y mujeres ancianas que no pueden demostraros la verdad por medio del raciocinio, pero de cuya excelencia os persuadirán por la santidad de su vida. Porque no emplean bellas palabras, sino que brillan p�r sus obras ¡ no hieren al que les hiere ¡ no demandan ante los tribunales á los. que les roban , dan á los que les piden y aman al prójimo como á si mismos.• ( Atenagor., Le

gat. pro Glw., u.) Parecia que todos los cristianos eran verdaderos filósofos, ó que todos le»


- 1So -

filósofos se habian hecho cristianos. Con razon puede 1 pues , afirmarse con un gran genio de nuestros dias , que e el Catolicismo es un sistema completo de ch•ilizacion ¡ tan completo, que en su inmensidad lo abarca todo: la ciencia de Dios , la ciencia del ángel, del universo , del hombre ..... En él aprende el hombre cómo y cuándo han de acabar 1 y cuándo y cómo han te· nido principio las cosas y los tiempos¡ a1lf se le descubren secretos maravillosos, que estuvie· ron siempre escondidos á las especulaciones de los antiguos filósofos y á la inteligencia de sus sabios; a!H se le revelan las causas finales de todas las cosas , el concertado movimiento de las cosas humanas , la esencia de los cuerpos y la naturaleza de los espíritus, los caminos por donde deben marchar los hombres, el término á donde van los enigmas de sus sufrimientos y los misterios de la vida y de la muerte; de ma· nera que los nifios amamantados á sus fecun· disimos pechos saben hoy más que Aristóteles y Platon 1 lumbreras de Até: nas.• (Donoso, Ett·

sayo , 111 27 y 28.) Pensamiento que babia ya expuesto Lactan·

cio cuando dij o : « ¿ Quién ha dirigido sus ense·


- 181 -11anzas al hombre llano y tosco sobre cuestiones naturalmente envueltas en la oscuridad y ofuscadas por las disquisiciones de los ingenios y veladas en los melifluos discursos de los varones elocuentes ? Jamas ensenaron A discurrir á las mujeres . . . . . ni á los siervos . . . . . Nosotros no vendemos el agua, ni otorgamos el sol como una mercancía. Á todos está abierta la abundantísima fuente de la doctrina de Dios, y ésla luz acLual brilla indistintamente para todos cuantos tienen ojos. ¿ Qué filósofo ha otorgado jamas cosa semejante , ni cuál de ellos seria capaz de darla aunquE: quisiera ? »- (L. c., 251 z6). c Es un hecho indisputable que los sacerdo�es europeos que han combatido la doctrina de la religion natural, como insuficiente é incapaz de reemplazar la institucion sagrada del Catolicismo 1 han comprendido mucho mejor que los filésofos la realidad de la vida ; así vemos que hoy 1 gracias á los resultados de la experiencia, la religion natural apénas tiene ya defensores.» {Em. Burnouf, Rcv, de 01116. �11. , uv 1 523.)

Por o demas, el genio de Santo Tomás de Aquino ha resumido en pocas palabras todas las razones que acabamos de exponer. c Era ne-


- 182 -cesario que el hombre fuese instruido por Dios, áun en las cosas que su entendimiento limitado puede comprender, porque el conocimiento que se adquiere acerca de Dios por Via del simple raciocinio 1 no es accesible sino á un pequcflo número, exige un gran trabajo y se halla mezclado de en·ores¡ sin embargo, del conocimiento de esta verdad depende toda la salvacion de la humanidad 1 que está únicamente en Dios.» (Sr�ma , 11 c. r , a. J ¡ 111 c. n, u, a. 4• C. Gtml. , IV. 4.) Y el Concilio Vaticano ha dicho ( Co111/. dogm . . . u¡ De revela/.) : « Úni· camente á esta divina revelacion se debe el que todos podamos conocer aquellas enseflanzas divinas , que no se hallan al alcance de la razon humana , por si solas, áuu en la actual condicion del género humano, de una manera pronta 1 con firme certeza y sin mezcla alguna de error. Mas no por eso debe afirmarse que la revelacion es absolutamente necesaria, s.ino porque Dios , en su infinita bondad, ha orde� nado al hombre á un fin sobrenatural, á fin de que tenga participacion en bienes divinos que no puede comprender la inteligencia humana, porque ni el ojo vió, ni el oido oyó, ni es dado


- 183 -

al corazon humano comprender las cosas que Dios ha preparado á los que le aman .» (11 Crw. , n, 9 . )

Y e l Catecismo romano dice tambien (Dl Si1nho/o Fidei, n, 6) : « Los filósofos han descubierto algunas verdades importantes y bellas

. acerca de Dios ; pero áun en esto mismo debemos reconocer la necesidad de una enseftanza divina , ya porque la fe comunica en un instante , áun á los más ignorantes, lo que los sabios no aprenden sino despues de largos estudios , ya tambien porque procura á nuestro entendimiento una certeza mucho mayor y más exenta de lodo error que la que tendriamos si no conociéramos tales verdades más que con ayuda de nuestra razon natural.•

Sin embargo, pudiera objetársenos: ¿ No podria alcanzar alguna vez la humanidad lo que no ha logrado hasta el presente, dado su constante progreso y su desenvolvimiento, y de tal suerte que resultase innecesaria y supérftua toda religion positiva? Á esta suposicion de Hegel, Cousin , Vico y otros, responderémos con una rotunda negativa. No es posible que tal suceda¡ en primer término, porque el bom·


- 18.¡. -

bre no puede alcanzar t:n un porvenir tan vago y lejano , que se prolongaria quids millares de atlas , una cosa sin la cual no puede vivir ni morir. Ademas , el progreso es una ley moral efectivamente, pero de ninguna manera puede cpnsiderarse como una ley natural necesaria é inmanente que , por si misma, produce un desenvolvimiento cada vez n1ás ámplio ¡ ántes muy al contrario, al progreso ha seguido no pocas veces, en la Historia , el retroceso 6 una paralizacion equivalente á un verdadero retroceso. Ya lo hizo notar esto Santo Tomás ( h1 Arist. Ethic., r , Lect. 2) : «Si se descuida el ejercicio del estudio, el tiempo es agente pode· rosísimo del olvido, no sólo en el individuo, si que tambien en las masas¡ de tal suerte, que si se deja llevar de la negligencia, muy luégo olvidará lo que babia aprendido.• Pruebas inequivocas de este hecho nos suministra la histo· ria de todos los pueblos, y tan palpables que no hemos menester recordarlas. Pero áun admitida la hipótesis del progreso, no queda resuelto el problema, ya que jamas, en tanto que el hombre sea hombre, logrará la tan ponderada palanca del progreso hacer desaparecer los obs-


- 185 -táculos exteriores que se oponen á la investigacion individual y puramente racional , hecha abstraccion de toda religion positiva, á saber: la pobreza y el tUbajo ¡ mucho ménos podrá remover los internos, como incapacidad , cortedad de inteligencia, falta de inclinacion al estudio 1 y otros que hemos enumerado anteriormente. Es, pues, innegable que la humanidad , tal cual se halla constituida desde el origen del mundo, necesita y necesitará siem-pre de la autoridad. -

Si echamos una ojeada á lo que antecede, resultan demostradas hasta la evidencia, las siguientes proposiciones: J. • Que la religion y la moral naturales no se han manifestado nunca en toda su pureza, en toda su verdad y en toda su perfeccion, como el producto de un trabajo puramente racional. 2." Que la religion y la moral naturales, verdaderas y perfectas, no pueden llegar á ser, por el único auxilio de la razon, el patrimonio de la humanidad.

Á estas dos verdades, de todo punto incontrovertibles , anadirémos una tercera proposicion , que va á. suministrarnos una nueva serie de pruebas en favor de la necesidad moral de


- I86 -

}a revelacion ¡ esto es 1 que la religion natural, considerada en si misma, es demasiado defectuosa y débil, para que el hombre, en su estado actual, pueda conseguir por ella sola y de una manera completa el fin á.- que se halla destinado.

Examinemos esto con toda la brevedad posible. En la adoracion hemos reconocido anteriormente la expresion inmediata de la religion, una necesidad de la naturaleza humana y un deber de la moral. Pero cuanto más prorundamente se implanta la vida religiosa en el alma, brota con más vigor de esta manera y exteriorizase en el culto público 1 que á su vez obra sobre el sentimiento ré1igioso 1 solicitándole , fortificándole y protegiéndole. La investigacion racional reconocia la necesidad de un culto en general, pero no se hallaba en estado de determinar circunstanciadamente la naturaleza, el fin y los elementos del mismo. Erectivamente, da Filosofía echa las bases del culto exterior y público¡ pero una vez que ha llegado á esto, en presencia, por decirlo así., del Cristianismo, se detiene, á fin de no traspasar los límites de su dominio; porque aqui se en-


- 187 -

cuentra el limite donde comienza otro reino.• e Ves, pues , dice Sócrates (Alci'!Jr"tuús, u , u), que no es prudente pedir sin refl.exion 1 por el temor de que salga de nuestra bc,ca uoa blasfemia m�lada con la sUplica, y Dios no admita tu ofrenda, ó te conceda otra cosa que la que pides. En mi opinion 1 el mejor partido que podemos tomar es esperar con paciencia, hasta que venga alguno á ensedarnos cómo hemos de portarnos con respecto i Dios y á los

hombres.» Efectivamente, aunque todos los pueblos

han mirado como necesario el culto exterior, reconociendo en él una gran influencia sobre las costumbres, no por eso ha dejado de ser general la duda expresada por Sócrates. En teJas partes se ha desfigurado el culto por ritos tan crueles como absurdos , y el hombre ha creido que se hacía favorable á la divinidad, áun por la deshonestidad y el asesinato,

El sacrificio cruentb aparece en todas partes y en todos los tiempos 1 ya como una necesidad y un deber, ya como una reliquia de la primitiva tradicion de la humanidad, y Unicamente el hombre es el que trasformó un acto


- 188 -de religion en matanzas odiosas y en vergonzosos actos, principio que aprecia la expiacion por la dignidad de la víctima. De esa manera el hombre, al querer determinar la forma del culto , ha incurrido precisamente en el crimen. Por eso ha declarado el Concilio del Vaticano que : « si áJguien dijera que no puede suceder, ni conviene que el hombre sea instruido Por revelacion divina, acerca de Dios y del culto que debe tributarle , sea anatematizado.» (Dt! /id. callz,; De revela!. , catz. n.)

El sacrificio expresa, ante todo, la conciencia que tien.e el hombre de su culpabilidad , el sentimiento de su falta y la necesidad de una reconciliacion con Dios, No existe ningun pueblo que no haya creído ofendida á la Divinidad y dispuesta á vengarse. Las Euménides, que, con Jos cabellos sueltos y la tea en la mano, perseguian por todas partes al criminal y le azotaban hasta hacer brotar la sangre, no son más que la expresion mitológica de este sentimiento general y profundo de la humanidad. Ningun pagano ha negado jamas que se cierna una Némesis sobre la cabeza de los mortales, y ningun sofista podrá aríancar semejante


- J!g -

creencia del espirito del hombre .. Sin embar go, no puede deducirse de esto la necesidad absoluta de la revelacion, porque el pecado no es una detenninacion ffsica y absoluta del hombre, sino que proviene de un acto libre; es cierta cosa que no debiera ser, y el hombre tiene en sí y por si mismo el poder de evitarle y de preservarse de él, Pero la religion natural no conoce medio alguno de reconciliacion; pues Ii pura razon nos manifiesta igualmente al Dios de la justicia que al Dios de la misericordia, y áun para el que se coloca bajo el punto de vista: de la �peculacion puramente natural y fuera de toda revelacion, Dios se manifiesta más frecuentemente con el atributo de la justicia severa; que con el de la misericordia que perdona. Era riecesaria. la venida del Salvador del mundo ; eran necesarias sus reiteradas exhortaciones y su propio ejemplo¡ era necesario un precepto formal �por su parte para que el alma humana , anonadada bajo el sentimiento de lo infinito 1 y agobiada bajo la conciencia de su falta , pudiese creer una palabra tan grande como ésta : « Dios es amor, y de tal manera ha amado al mundo , que ha


- 190 -dado i su Hijo unigénito, á fin de que todos los que crean en Él no perezcan : sino que vi· van l'ida et�na. » {Juan 1 IV, 1 6 ; m, 16.) Por eso en la revelacion es donde se manifiesta la voluntad de Dios que obra la salvacion del mundo , por un puro efecto de su buena voluntad. (Ephes. , 11 5.) Un solo pecado hay en el Cristianismo que no halla gracia delante de Dios : es la incredulidad y la falta de confianza en su misericordia, que es inmensa, insondable como el mar , y que jamas puede ser agotada por los pecados del hombre, mil veces perdonados y repetidos.

¿Quién es dllombre que puede decir: Jamas he pecado grave ni vergonzosamente? ¿ Quién es el que no ha sentido desgarrar su alma por el agudo aguijen del remordimiento? El poeta describe co� mucha precision y verdad los tormentos que sufre la mala conciencia : « Hay espíritus malignos que por un momento se apoderan del pecho desprevenido del hombre , estableciendo en él su morada ; que de pronto nos presentan cosas horribles huyendo con igual rapidez al infierno , no sin dejar el terror en el manchado seno. • Suprimid


- rgr -

la revelacion : ¿ qué os queda? Nada más que esta incertidumbre ardiente y terrible : l Puedo yo aplacar la cólera de Dios 1 ¿ Me perdonará ? ¿ Por qué medios podré obtener mi gracia? Esta era la cuestion que hacia temblar al mundo antiguo ¡ cuestion de vida 6 muerte, que en vano intentaba resolver la razon. Sus sacrificios 1 sus purificaciones y sus misterios no eran más que medios de expiacion i pero sus esfuerzos eran vanos, porque la sangre de sus toros y de sus cameros no podia lavar la mancha del pecado� (He6r., x , 4-) Por lo demas, las ceremonias de purificacion varian hasta lo infinito , y Se las encuentra bajo formas diferentes en los misterios de Eleusis (Proclus i'n

· Tim. , rv, 26) , es d�cir, entre los griegos, como entre los persas y los romanos. (Hermano 1 .Ant. Relig. de los griegos/ Drellinger, Pag. y Jud . , p. 39 5 , 539.) Si la misericordia e.s un acto libre de Dios , una efusion de su amor, ¿quién asegura al hombre que Dios quiere per· donarle y que le perdonará? ¿ No es él quien, en su tremenda majestad, gobierna la Creacion, que es su obra? ¿ No es él quien ha establecido un órden eterno, que es la ley del universo?


- 192 -¿ Es acaso Dios un padre débil que esté siempre dispuesto á estrechar en sus brazos al hijo arrepentido? El mundo antiguo, anterior á Jesucristo , lo juzgaba así. Y áun cuando Dios quiera perdonar , ¿ con qué condiciones concederá su perdon? ¿ No es justo que el hombre soporte el peso de su falta, y n� es tambien necesario destruir las consecuencias de ella y dar satisfaccion al ofendido ? La necesidad de la expiaci�n admitida por todos los pueblos, ¿ no es una prueba irrecusable de que no bastan el 'arrepentimiento y la enmienda, sino que es necesaria tambien una expiacion ? Particular mencion merecen las taurobolias y las criobolias entre los medios de purificacion empleados en los Ultimes siglos del paganismo. Abrfase una hoya profunda que se cubria con tablones agujereados, sobre los cuales inmolaba el sacerdote las vfctimas, cuya sangre caia 1 á manera de lluvia 1 sobre el purifican te que se encontraba en el fondo de la hoya ; éste salia todo cubierto de sangre 1 y se mostraba. así al pueblo 1 que le saludaba entónces como un hombre purificado y satisfecho. Prudencio (Peristepk. , x, ror) nos ha dejado


- 193 -una descripcion detallada de esta ceremonia.

Por lo mi&m&que el hombie babia merecido la muerte por el pecado, ofrecia el pagano la vida de uñ. animal para rescatar la sUya. Á esto se refiere Ovidio cuando dice (Fatt. , vi, 161 ) : «Os ruego que admitais 1:1n corazon por otro , Y unas fibras por otras ¡ os ofrecembS esta alma por otra mejor.» Segun hace notar !3an Anselmo de Cantorbery (Cur Der�S honw, I1 20) 1 e si , á un cuando no peque no me ofrezco á mi mismo y todo cuanto tengo 1 á fin de no caer en el pecado, no tengo nada que darle en expiacion del mismo pecado ¡ y entónces, ¿ cómo podré alcanzar la salvacion ?» Inútil es advertir que el hombre no puede ofrecer á Dios una satisfaccion adecuada á su pecado, en la rigurosa acepcion de la palabra. El arrepentimiento no es una satisfaccion , ni puede obrar por s[ mismo la reconciliacion ¡ no es más que la disposicion y la preparacion para la recepcion de la gracia. Lo mismo sucede con la conversion, 6 la enmienda, Suarez (.Disjut. Tlteolog-. , XIV, IV. disp. c. ío) explica esto con su acostumbrada maestría: «como quiera que el pecado, que ha dejado de existir en acto,


- 194 -permanezca en el reato, no es una misma cosa salir del estado de pecado que cesar en el acto de pecar ¡ salir del pecado equivale á recuperar aquellas cosas que el hombre perdió por el pecado. Porque el hombre, al pecar, se acarrea tres clases de males: la mancha, la corrupcion del bien natural y el reato de la pena. Se acarrea la mancha, en cuanto que, por la deformidad del pecado , queda privado del ornato de la gracia. Corrómpese el bien de la natui-aleza, en cuanto que la naturaleza humana se sale del órden establecido negando la debida sumision á la voluntad de Dios ; y si este órden se perturba , es consiguiente que toda la naturaleza del hombre pecador permanezca en un estado desordenado. Y el reato de la pena consiste en que el hombre, al cometer un pecado mortal, se hace reo de la condenacion eterna. Es asimismo e\-idente que ninguna de estas tres cosas puede ser reparada sino por el mismo Dios. » (Sunza, r, u, CIX , a. 7.)

Si atentamente examinamos la historia de la revelacion 1 verémos que su primer acto ha sido despertar en el hombre la conciencia del pecado, á fin de que &urja aún mú poderosa


- 195 -la aspiracion del alma htcia su salvacion y su redencion. Precisamente, la esencia propia del Cristianismo, su punto capital, consiste, no tanto en sus doctrinas, como en la manifestacion vh•a, palpable y evidente de la salvacion para todos, en la encarnacion del Santo de los santos , del Verbo de Dios , YII!D.- la redencion y reconciliacion que en realidad se han efectua· do. Con él cambia el uÓiverso de aspecto, un nuevo mundo se levanta de las ruinas del antiguo , y los genios mcis esclarecidos saludan con entusiasmo la era naciente de paz y felicidad que va t comenzar para los discfpulos de la nueva doctrina. Esta es la obra maravi· llosa del Cristianismo ; obr& que sólo él podia llevar á cumplido efecto 1 porque no se limita únicamente t dar leyes y preceptos, sino á procurar la salvacion del alma , ya que « el reino de Dios es justicia, paz yalegría.:t{Rom., XlV 1 17 .)

¿ Acaso no es evidente la necesidad de un Salvador en la humanidad ? « No obrar más es la mejor penitencia •, dice el superficial racio· nalisn:to1 copiando con estúpido servilismo una frase de Lutero condenada por Leon X. (Prop.


- rg6 -

7 .) Y en sentir de Strauss (Las anti'pas . . . . . , 37 I) 1 -e el sufrimiento de la conciencia nos obliga á aferrarnos más y más á la consolacion que va unida al esfuerzo incesante de la inteligencia , de tal suerte que la misma insuficiencia de este consuelo nos mueve á redoblar ese esfuerzo .,. ¿ Pero es suficiente esto para procurarnos la salvacion ? De ninguna manera ¡ eso nó puede borrar la mancha del pecado que desfigura en el hombre la hermosa imágen de Dios , ni restablece el órden alterado de la divina justicia contra la que el pecador se rebela ¡ la enmienda no es resarcimiento equitativo por el castigo que uceaariamente acompai\a al delito ; por consecuencia , ese castigo debe durar tanto como la misma culpa , es decir, eternamente, ya que la pena no es otra cosa que la indisperuable .sa.tisfaccion dada al órden moral que se ha quebrantado. De donde se infiere que ni el arrepentimiento ni la penitencia son en s( c:apaces de redimir la culpa ¡ dan tes· timO!lÍO de nuestro deseo de alcanzar la redencion , y tal vez nos hacen dignos de ella, pero nadie puede otorgarnos la sa.lva.cion sino Aquel á quien hemos ofendido, que es el mismo ór·


- 197 -den moral injuriado. «Contra Tí s6lo he pecado, 10h Dios mio ! :t (Sal. L1 6.)

¿ Es acaso el hombre su propio Salvador, Redentor de sf mismo ? Tal es la insulsa doctrina de los partidarios de Spinosa 1 reproducida en nuestros dias por Strauss (Tsorfa . . .. , 111 495) 1 por J. Frobel (Sistema . . .. , 1, 2) y por ,l!. Auerbach (En la Almra, II1 319 ). ¿ Pero cuándo se ha perdonado un hombre i sí mi!· mo sus propios delitos? ¿ Qué pasa en nosf:?tros cuando nos sumergimos en « la conciencia de nuestra relacion con el Infinito ? • ¿Acaso se desvanece ante nosotros el pecado como una vana apariencia , como una sombra impalpable, como una tocara pasajera, 6 como una manifestacion necesaria de la criatura finita? Nada de eso ; la mala conciencia permanece dentro de nosotros para declarar contra nosotros mismos, y su aguijen ha penetrado tan profundamente en nuestra alma , que seguramente no podrémos arrancarle con semejantes argucias filosóficas. La naturaleza obedece á la imperiosa ley de la necesidad 1 por cuya razon para ella no existe el pecado ; pero el hombre obra guiado por una voluntad moral y el pe·


_ ,.. _ cado es algo que no debe existir. Lo malo no es tampoco mera apariencia ¡ ántes al contrario, reviste el carácter de un poder efectivo que obra en la vida del individuo y en la de la humanidad entera¡ que destruye, ata y paraliza nuestras mejores fuerzas¡ no es en mane· ra alguna un tránsito hicia el bien , sino que siempre y sin cesar engendra sólo el mal. Y siendo asf , ¿ cómo ha de romper sus propias cadenas el que se encuentra aprisionado en los lazos de la culpa ? lCómo ha de darse el muerto á s[ mismo la vida 1 Dios solo tiene poder para perdonar, y Él solo es capaz de devolvernos la vida, como faente que es de toda vida.

Es , pues , indudable que ni el arrepentimiento ni el no ohrar tnds pueden salvarnos. Tenemos necesidad de un Redentor, porque nos encontramos sumidos en el pecado , y es hasta absurdo suponer que el hombre pueda redimirse á si mismo. Busquemos, por consiguiente, en derredor nuestro un Salvador. ¿Será nuestra redentor'!l la Naturaleza, esa Naturaleza pura y tranquila en cuyo seno volver�mos 4 encontrar la perdida paz del alma para entrar en una hermosa vida, que sea un


- rgg -continuado idilio? Tal era la opinion de Rousseau y de otros muchos que sostienen doctrinas afines. Pero es3. paz no existe en la Naturaleza 1 es una ficcion de sol1adores como el filósofo ginebrino ; lo que por doquier nos ofrece la Naturaleza es , más bien , lucha , combate, dolor 1 destruccion y muerte. Porque esas voces de paz, que nos hablan como si procediesen de la Naturaleza 1 no son más que el eco de nuestra paz interior 1 que por eso no se oye sino cuando domina realmente nuestro corazon. Pero la misma Naturaleza tieo.e necesidad de un Redentor y en él confia constantemente. (Rom:. , v111 1 19.)

Si no es la Naturaleza nuestra redentora, ¿ lo será acaso la ciencia? Tal es la insulsa creencia del panteismo y del materialismo. e Conocerlo todo equivale á perdonarlo todo:o, es . su axioma. Pero semejante principio ser[a verdadero si la acclon humana fuese el producto de causas que obran necesariamente¡ y esto es de todo punto falso. Es verdad que la cultura sirve en alg10nos casos de norma al hombre exterior y contiene á veces los groseros estallidos de sus pasiones. Pero su influencia sobre


el hombre hiterior es bien insignificante, segun lo vemos todos los dias y todos los momentos. Efectivamente, ¡ qué pobreza de conciencia se observa á menudo en medio de la más refinada cultura exterior¡ qué rudeza de corazon y qué espfritus tan ordinarios se ven á traves del mágico y enganoso velo de la civilizacion materialista, y qué profunda miseria se oculta á

ras del aparato de la ciencia ! No pacultura y el refinamiento acre

que el brillo de nuestras faaptitud de sentir el dolor. Si

puramente mundano, áun en el supuesto de que sepa moderar sus apetitos y pasiones y hasta sufrir con resignacion la desgracia 1 y la cultura del que vive por y para Dios 1 siquiera haya nacido en la más pobre cuna. Y es que en el primero la cultura no tenia más fundamento que la Naturaleza , al paso que en el segundo descansa sobre un corazon reconciliado con Dios y perdonado.

Tampoco puede redimi-rnos el arte. Considéresele enhorabuena como una profecla, como


la expresion visible ·de la necesidad de la Redencion 1 capaz de presentir y representar el ideal de una vida humana armónica y perfecta ; pero es el caso que es de todo punto impotente para restaurar 6 restablecer esa vida, convertida en ruina por el pecado. Éste no es una simple pintura , ni la miseria, bajo la cual gime el alma, es mera ficcion poética, por cuya razon suspiramos por un Redentor verdadero y real , que no lo sea tan sólo en imágen, ni se nos presente como mera creacion de la fantasia. El arte puede muy bien derramar flores sobre el tremendo abismo dél pecado y de la muerte, pero no tiene poder alguno para cerrarle. Profundos pensadores, como Stolberg, Solger, Schnaa.se, Schelling y otros han hecho notar la expresion melancólica que pesa sobre las cabezas de casi todas las estatuas del arte antiguo, e sobre las que se cierne el pensamiento de la muerte, cual negra nube, velando las facciones lo mismo de la vejez que de la eterna juventud de los dioses.» Por ot{a parte, como dice el poeta 1 e las artes helenas desconocian al Salvador y

. su luz divina, por lo cual se las ve

entregarse descuidadamente á la chanza y no


hacen memoria del profundísimo abismo del

sufrimiento.:. Aunque fuese verdad, como pretende Strauss,

que «en la eterna region á que nos elevan nuestros gri\ndes poetu, en medio del mar de armonía que derraman en derredor nuestro los genios de la Música, se desvzn.ecen y disipan todas las penas de la vida terrestre, se borran como por arte mágica todas olas manchas que, de otra suerte, no logramos ·lavar, áun haciendo todds los esfuerzos imaginables (sic /) ; mas este encanto sólo dura bre\'es momentos, durante los cuales tampoco traspasa los Umites del imperio de la fantasía; asi que no bien volvemos á la dura realidad y al estrecho círculo de la vida , nos asaltan por doquier las necesidades y la miseria.• (Las rmti"guas ..... , 368.) Ademas 1 esta redencion alcanzarla tan sólo al corto n"dlriero de privilegiados que poseen aptitud para sentir placer en el conocimiento cientrfi.co 6 en la contemplacion de las obras artísticas, y teniendo en cuenta la inmensa muchedumbre que no participaria de ella , no se estimará tan alto la importancia del arte y de la ciencia bajo este concepto ¡ y '5i luégo se


- 103 -atiende al escaso número de los que se hallan en disposicion de procurarse tal placer, áun será. necesario rebajar algunos grados esa importancia. (Hartmann, l . c., sss.)

Lapolitica es la que ménos derecho tiene á llamarse redentora del género humano, si puede hablarse de mis ó ménos en una cuestion en que no existeJerecho alguno. La política promete mucho , "Se agita en todos sentidos, excita las pasiones, pero no produce satisfa.ccion alguna. Aunque la hermosa Espan.a volviera á aquellos felices tiempos en que imperaba la paternal politica deTe)'eS que, con propiedad , llevaban el nombre de católicos y en cuyos dominios jamas se ponia el sol , no encontrariamos en su polltiCa la Redencion. La ley de un Estado no posee aptitud ó capacidad para verificar la trasformacion interior del hombre¡ á lo sumo puede alcanzar sumision que muchas veces no pasa de ser un acto puramente externo, que se ejecuta á pesar de cierta contradiccion interna. Y luégo el Estado más perfecto no es otra cosa que la forma establecida para procurar la felicidad relativa del pueblo¡ en tanto que su contenido se encuentra


- "4 -en otra parte. « Confio en mi Salvador»·, es el grito de la humanidad entera, como lo fué en otro tiempo del profeta. (Mtf., vn, 7.)

Consideremos , por 11ltimo, la naturaleza del hombre. Es verdad que éste lleva en su corazon el impulso indestructible hicia lo eterno; pero hay en él dos naturalezas y dos amores: uno celeste, que aspira á los bienes imperecederos, y otro terreno, que tiende hácia las cosas visibles y caducas. El uno quiere remontarse hasta la felicidad que nunca acaba, el otro nos atrae hácia los goces pasajeros. « ¡ QuE diferencia entre mi mismo y yo mismo ! :t exclama San Agustin , _ bajo el imperio de esta lucha interior que con tanta agudeza describe el Apóstol, cuando dice : e No hago lo bueno que quiero, sino lo malo que aborrezco» (Rom., vn, 19), de acuerdo en esto con los filósofos y los poetas de todos los tiempos.

Oigamos lo que dice Platon : « El carro del alma está. tirado por dos caballos ¡ el uno es hermoso, blanco, con los ojos negros, lleno de fuego y de brfos ¡ el látigo es inútil con él ; el otro es feo, canoso, con los ojos rojos y rebe· Ion. • ( F�d., 253. ) De un modo aná.logo se


- 205 -expresa Jenofonte : •Yo tengo dos almas muy distintas, porque si no tuviera mis que una, no amaria á la vez el bien y el mal , ni tendria al mismo tiempo el deseo y el disgusto de una misma cosa. El admitir dos almas es lo más conforme á la razon, y segun que seamos llevados por una ú otra, practicamos el bien y el mal . » ( Cirop., Vl1 1.) Tal es la creencia de Plutarco, segun el cual : e Las pasiones nacen con el hombre, y forman parte de su naturaleza¡ no se manifiestan sino por influencias extrañas, y si no se ejerciera sobre ellas una excesiva vigilancia, el hombre .seria probablemente tan salvaje como las bestias. » (De recte a11rl., :z,) Bien sabida es la frase de Ovidio, que nos re

cuerda la de San Pablo, anteriormente citada (�ll'efam. , VII , 20) : e Veo lo bueno y lo aproe· bo, pero practico lo malo.»

Dos poetas han desarrollado casi con idénticas palabras esta idea:

"'Dios mio, ¡ guerra cruel! Dos hornbrc, encuentro enm!. Bl uno, :ardiente portl1 Su cultote rinde 6el ¡ El otro, indócil, traidor, Rebeld.c contra liU ley,


- �o6 -De&precia tu santa ley Y provoca tu furor.

•Espíritu celestial, Quiere e\ uno quc mi anhelo Seeifre sltlo en e\ cielo Y en la dtdiva etemal¡ Á su yugo mundanal QWeretenermesujeto.JO

(Racine, Cutk. Espiril, 1 y Gc:ethe, .htuttJ.)

¿Quién no conoce estos dos espfritus que se disputan el dominio de nuestro interior y li· bran dentro de nosotros combates tan ter4 ribles, que de sus resultas queda trastornado todo nuestro sér ? Cuando la pasion nos devora, cuando la ambiclon nos inflama y la sensuali· dad hace brillar un paraiso ante nuestros des-lumbrados ojos ¡ cuando sólo basta alargar la mano para obtener todo lo que en este mundo se reputa comci la felicidad suprema, 6 cuando, por el contrario, nos persiguen la deshonra, la privacion, la pobreza, el dolor 6 la muerte como horribles fantasmas, ¿quién nos sosten· drá en trance tan terrible y nos dar! fuerzas para exclamar : ¡ Atras, vanas seducciones del mundo , es preferible sufrirlo todo á ser infiel al deber ! Y &in embar¡o, si alguno de vOl•


- a07 -otros dijere: «Voived atras, 6 el mundo entero va á desaparecer en el abismo »- , y Dios os lo prohibe 1 debeis obedecer á. Dios aunque se desplome el universo. (Anselm. Ctmt. 1 l. c., � I . ) ¿ Nos sostendni.n acaso la Filosofia , los principios de la moral racional, la humanidad 6 el respeto de nosotros mismos? ¡ Ah ! éstos son apoyos bien frágiles , puntales carcomidos que arrastrará el torrente de las pasiones. « Hablad de un hombre que haya sacrificado su vida por la verdad, sin un testigo que le admire, y sin que se haya derramado una lágrima por su desgracia, ántes bien , con el convencimiento de que muere abrumado por las maldiciones de la muchedumbre 1 y no hab�i seguramente ninguno que deje de admirar al que de esta manera abandona la vida. Pero ¿ quién le demuestra que era razonable obrar de esa manera? No hay nadie que no admire el perdon de las injurias y la mansedumbre 1 áuq há.cia aquel que nos aborrece. Mas l por qué ha de ser esto asf, cuando todo mi sér se subleva contra el pensamiento de que no debo aborrecer al autor de mi desgracia? La moral filosófica no ha pasado aó.n de los primeros principios de la moral uni�


- 2o8 -

:versal, sus reglas son demasiado: generales y vagas, y el hombre necesita una autoridad in� falible que ejerza imperio absoluto pobre sw acciones .» ( Manzoni , l. c.1 111. ) Por consiguiente 1 la Iglesia ha demostrado una vez más su altfsima sabiduría al condenar 1 en el Sylla

llll..r 1 estas proposiciones (Prop. LVI ) : « Las leyes morales no tienen necesidad alguna de la sancion divina , y no es necesario, en manera alguna, que las leyes humanas reciban de Dios su fuerza obligatoria 1 ni estén conformes con el derecho natural.» ( Prop. LVII. ) «La ciencia filosófiCa y moral , asf como las leyes civiles , puede y debe declinar la autoridad divina y eclesiástica.» cEs una locura pensar que, una vez desencadenadas las pasiones, puedan moderarse por una ley 6 cualquiera otro medio.»(Tucidid., De Bel/. Pe/o}o" , m, 45.) ECectivamente 1 cuando la vida se nos presenta ataviada con sus encantos y galas más seductoras, ó el corazon se halla profundamente conmovido y agitado, ¿es posible una meditacion filosófica, tranquila y recogida? ¡Cuan frias y pálidas apa· recen entónces las abstractas teorfas sobre Dios y la eternidad, comparadas con el brillo des--


_ ,., _

lumbrador de la vida y de la realidad ! Cuando se comprometen intereses tan sagrados y se rebelan ó conmueven todos los afectos del hombre interior, surgen dudas y vacilaciones profundas, y entónces, para resistir i la rebelion de todo nuestro sér, es necesaria una palabra indiscutible é infalible , es decir, la palabra de Dios , demasiado elevada para poder ser atacada por los sofismas de l_a pasion , y demasiado pura y clara para ser susceptible de distintas interpretaciones ¡ de tal manera resplandeciente, que no pueden ofuscarla los vapores de la sensualidad, por lo que brillará siempre en una inalterable serenidad, como un firmamento sobre las conmo'#idas olaa del alma humana. Si nuestro ciego corazon no admite más ley que la palabra y la agudeza humanas, pronto hallará una infinidad de razones, de excusas sofisticas y de anomalfas para franquear esta barrera tan· débil. Pero cuando la tentacion circunda nuestra alma con sus miles de brazos, la fe nos da fuerzas y aliento para separarnos de ese abrazo fatal , y lanzar léjos de nosotros el pecado, cual reptil venenoso; la palabra de Dios es la que, en medio del oleaje de las


pasiones 1 cuando nueStro esp[ritu se encuentra rodeado de tinieblas y nue!tra voluntad paralizada , grita con voz retumbante á la natur�leza sublevada: c ¡ Atras ! • Dios es el que nos mues-tra entónces la corona del triunfo, y el cielo como precio de nuestra fidelidad 1 y el infierno y sus tormentos como el castigo de nuestra desobediencia. Jesucristo, cuya adorable figura se ha mostrado á nuestra alma , durante las horas molestas y abrumadoras ; esta vision y revelacion de la verdad y de la caridad divina, son las que nos han confortado, apareciéndosenos con su majestad y su humildad , con su gravedad y su mansedumbre, en su grandeza y en sus abatimientos , en su pobreza y en su abnegacion. La santidad de su vida , su palabra y su gracia son el único poder que da fuerza i la humanidad para triunfar de los asaltos del rqal. El fuerte no puede ser vencido más que por otro que sea más fuerte que él ; por eso cuando nuestros sentidos nos arrastran al pecado, á lo perecedero, i lo puramente sensible, es necesario oponerles, como contrapeso, las ideas de verdad y de vida eterna ¡ el hombre necesita entónces una ayuda sobrenatural, es


decir 1 la gracia. 'Í'al es la naturaleza del Cristianismo, una fuerza que sostiene nue8tro espirito y obra en nosotros la salvacion y la vida. (Ja. 1 VI 1 64.)

«La Filosofia nosensefta á hablar, pero no á obran ( Séneca, Ep. XVI) , frase que pone de manifiesto la diferencia entre la Filosofía y el Cristianismo. La palabra y la enseftanza no bastan al hombre 1 sino que necesita la accion que le salve y le rescate del pecado. Algunos pasajes de la Epfstola t los romanos (vu, 18 1 y vm, zo) indican esta sed del hombre que le hace aspirar t la gracia. Este deseo no hace la revelacion absolutamente necesaria , pero prepara al hombre á recibirla, y cuando exclama: « ¡ Desgraciado de mf ! l Quién me librará de este cuerpo mortal ? • , la revelacion, como un c\ngel consolador 1 le responde : «La gracia de Dios por Nuestro Señor Jesucristo. »- (vn, zs.) De suerte que la naturaleza, en su desnudez y debilidad, ha recurrido i los tesoros de la gracia 1 y no pudiéndoles reclamar como un derecho, les acepta como un beneficio inmerecido. Gc:ethe da testimonio de esta aspiracion y sed ardiente del espirita humano, en estas pa-


labras que pone en boca de Fausto: «Aprendemos á estimar lo sobrenatural ; suspiramos por la revelacion , que en ninguna parte brilla con tanta. dignidad y con tanto esplendor como en el Nuevo Testamento. :.

Aunque en el seno de la divina religion de Jesucristo, á pesar de la luz resplandeciente de la. revelacion que nos esclarece, y por la que sabemos lo que es Dios y lo que es la eternidad ¡ que la vida no es más que un momento de pena , y la eternidad un reposo y una felicidad sin fin ; cuando , á pesar de todos estos pensamientos que nos fortalecen , la vida no deja de ser por eso un combate y una larga lucha de los malos instintos contra la aspiracion del alma, ¿ qué seria de nosotros si para defenderse nuestra debilidad contra las seducciones del mundo, no tuviera más que ideas oscuras é incompletas sobre la existencia de Dios y la inmortalidad del alma , sobre el premio y el castigo que nos espera en la vida futura, y esas pocas ideas alteradas aún con mil errores , cual sucedió en todas las religiones y sistemas filo. sóficos del paganismo ? Es cierto que el hombre podria ser una criatura religiosa y moral, y


- U3 -buscar su destino en la religion y en la moral; pero su vida , esclarecida únic�mente por los débiles rayos de la razon natural , no seríá más que una tierra desolada y adormecida bajo los hielos del invierno, alumbrada Unicamente por los débiles resplandores de la luna. El hombre arrastraria una vida miserable, viéndose entorpecido incesantemente en sus aspiraciones morales 1 expuesto á caer á cada paso. ¡ Tal es el lastimoso espectáculo que nos ha ofrecido el pagani�mo por la degradacion , siempre creciente 1 de la humanidad, ( August. .&lchir., 25.)

Muy al contrario , la revelacion muestra al hombre un Dios lleno de amor, un Dios que se aproxima á su alma , por el cual combate y al que se dirige en demanda de proteccion y ayuda, por el que sufre con resignacion, no sin prometerle una fidelidad á. toda prueba. Per eso, cuando desde lo alto de la cruz resonó en el universo esta consoladora palabra: « ¡ Dios es amor ! • la humanidad entera la repitió con alborozo y alegría. El Cristianismo es la respuesta del cielo á las aspiraciones de la tierra, ha solucion del enigma que habia bus-


- 2ro4 -cado ya con noble empeño Zoroastro, y que el maravilloso genio de Platon no habia podido descubrir ¡ la paz del corazon traida al mundo antiguo, tan fatigado por la duda: la luz y la vida, la verdad y el amor aparecian á la vez sobre la tierra.

SUPLEMENTO. -La idea que se babian for· mado los antiguos de la miseria de la existencia humana ; se manifiesta de una manera especial y caracterfstica en la costumbre que tenian los tracios, al decir de HerotJ,oto (v , 4; Boeckh, FikJI. , 1 8 1 ) , de saludar á cada recien nacido, i su entrada en la vida , con lamentos y llantos, enumerandó todos los males que le aguardaban ; miéntras que, por el contrario, al enterrar á los muertos manifestaban su alegria , por verles ya libres de tantos y tan grandes sufrimientos. En la A.polo,gia de SOcratu

hace decir Platon al más sabio de los mortales, que , á un cuando la muerte nos privára para siempre de la conciencia, ion asi sería una gran ventaja, puesto que un suei\o completo valdria mucho mú que Ja vida mis dichosa ( p. 40). Digno de atencion es el siguiente pasaje de Tbeo¡nis : "' Lo mejor para el mortal terfa no


- 2 15 -

haber nacido jamas 1 ni haber visto nunca los deslumbradores rayos del sol ; pero una vez nacido, su mejor destino es ganar pronto la mansi?n del Hades, reposando bajo el pesado túmulo del sepulcro. ,.

Sófocles expresa el mismo pensamie::�.to en su Edipo en Colo1za : «El primero de los bienes sería no haber nacido nunca ¡ el segundo, volver al lugar de donde se ha venido.• (v. 1225).

En sentir de Eurípides (Htp. 189), «la vida del hombre esti llena de dolores, y sus penas no tienen té;mino.• Y Homero babia dicho ántes (Ih"ad., xvn , 4.36¡ Odis. , xvm, 1 ,30) : « El hombre, á mi entender, es el mis miserable de todos los seres que viven y se mueven sobre la tierra.•

El mismo Plinio dice : «Cada uno de nosotros debemos consolarnos con el pensamiento de que entre todos los bienes que la Naturale-21 ha dispensado al hombre, no hay ninguno que sea preferible á una muerte prematura »- ; pensamiento repetido tambien por Ciceron. (Tusa;'/., 1, 48; Ht"st. 11at., X\:"IIJ, 2.)

En esto se fundaba aquella tan conocida frase de Sileno (Edi}. Col., 124), que lQ mejor


- 216 -para el hombre es no haber nacido, 6 morir inmediatamente despues de venir al mundo. Sófocles ( CollSol. ad Apoll., 1 1 5) y Plutarco (�llet1a11dr. , 48 ; Plaut. , Bacck. , 1\', 7) lo repiten, y en el tiempo del mayor esplendor de Grecia, un poda dccia que el favorito de los dioses es el que muere jóven.

«Los dioses, dice el pueblo en una comedia de Plauto ( Cajliv. pról., xxu), se sirven del hombre como de un juguete» ¡ expresion que encontramos ya en las obras de Platon (Ley., r,

zr9)1 como en las de Herodoto, quien afirma que la vida es un azar (r, 32), una serie de calamidades y uu juego de los dioses. Los teósofos de Persia y de la India opinaban del mismo modo, y el buddhismo no es más que la desesperacion 1 el escepticismo erigido en sistema. (Ayuso, El Nirvát�a lmddlzr"sta , 241 sig. ; Tácit.,Amml., m , iS; Tholuck,At�tkologia, 88.)

«Todo lo que han cantado los antiguos poetas respecto i la desgracia de la existencia¡ todos estos rayos sombrios que comunican al mundo un aspecto tan profundamente triste, esparcidos en los dramas, y manifestados en las leyendas y en las historias de los dioses y


- 217 -de los hombres, y nacidos todos del pensamiento de que el universo estaba regido por una ciega fatalidad; todo eso reunido y despoiado de las imágenes poéticas, para sustituirlo con una gravedad sombrfa y eterna, nos dará una idea todo lo completa posible del estado peculiar del espiritu de los antiguos indios.• (Schlegel, Úllg. y sa6., 99.) Y Homero pone en boca de Aquiles estas palabras, que han llega· do á hacerse célebres :

«Noble Ulises, no adulo á un muerto, mejor desearla ser el mercenario de un hombre próximo á la pobreza, que reinar sobre la inmensa muchedumbre de los muertos.:. (Odis., XI1 488.f La Filosofía y la Poesía antiguas expresan estos asuntos en todas las formas y en todos los tonos imaginables. « No queda más que un solo consuelo, que es esperar el inevitable destino con ánimo varonil, y sufrirlo todo sin quejarse» (Etteida , v, 710), porque « al hombre , lo mismo que al prisionero de guerra, no le queda ninguna esperanza de salvacion.» (Séneca, Natur. r¡ruzst., v1 1 2 .) Tal es el destino reservado á los mortales. (IIt'ada , XXIV 1 524.) En los mb grandes pensadores se revela el


- 111 -

lrldium 11ilar que tan admirablemente n� ha descrito Séneca (Ep. XXIV), cuyas afirmaciones est.in muy lejos de confirmar lo que ha dicho Gcethe , en su escrito sobre Winckelmann, de la salud inalterable de la vida antigua. El modo que tenian los antiguos de representar la muerte, no contradice en manera alguna las observaciones que acabamos de hacer. El arte helénico representa á la muerte bajo la figura de un genio con una tea apagada y vuelta há.· cía abajo, conduciéndose en esto, segun la jui· ciosa observacion de Herder, como el nilio que

:e cubre los ojos con las manos á fin de no ver el objeto que le aterra. FiJ].ta su alma de valor para mirar de frente i la muerte, el arte la encubre bajo la belleza de las formas, y disfra· za de esta manera el abismo de la nada y de la desesperacion, al paso que lw que sobrevi· ven emplean el tiempo en buscar locamente vanos placeres.

e Entrégate i tu genialidad, pesquemos cosas agradables , porque no tenemos otra cosa que lo que vivimos. Despues nos volvemos ceniza, manes é ilusion.:. (Persio, Sat, v, 1 5 1 ¡ Horac., I, Od. u , z, Ep. u.)


- ng -

El arte cristiano ha quitado esta máscara ;t la muerte, y la presenta en toda au horrible realidad¡ y es que la mirada del cristiano se eleva sobre la muerte y la tumba i la mansion de la gloria y de la vida, porque Jesucristo ha vencido el dolor y la muerte 1 y es el principio de la vida.

«Es preciso no ver mis que un lado 6 la superficie de los objetos 1 para descubrir en todas las cosas de la antigüedad bellos ideales. El alabar lo pasado y despreciar lo presente proviene con frecuencia del mal humor, ó de la vanidad que denigra á los contemporineos para elevarse y dar á entender que es uno taií.

grande que nada se le parece, á no ser los antiguos héroes. Pero lo cierto es que existen negras sombras, ante las cuales desaparece el falso brillo de la vida exterior. Examinese el fondo de la vida helénica 1 asf en el Estado como en la familia, por ejemplo 1 en la más floreciente de las sociedades antiguas 1 en Aténas , y se hallará una profunda corrupcion que babia penetrado hasta la médula del pueblo. Aquella multitud de formas de gobierno en que se hallaba fraccionada la nacion helena,


eran causa de constante inseguridad y zozobra, a la vez que gérmen de innumerables extravíos y maldades ; y si hacemos abstraccion de algunas inteligencias elevadas , para quienes no babia más mundo que su propio espfritu, y que, por consiguiente, se bastaban a si mismos, tendrémos que reconocer que las masas se encontraban enteramente desprovistas de los consuelos que una religion más pura ha venido despues á derramar sobre el mundo. Los griegos erá.n, tun en los más bellos dias de su arte y de su libertad, más desgraciados de lo que generalmente se cree. Llevaban en su seno el gérmen de la muerte, y debia caer el árbol tan luégo como se hubiera carcomido por completo.• (BOckJ:¡., EcettJotn. , i9l i u, Reisacker, El

.Pwsami€11/o de /4 mrurte, 1 862.)


GONFERENCIA DUOO�CIMA.

EL CAMINO D E LA F E RAZONADA.

Como ya vimos Antes, bay en el hombre dos tendencias que , profundamente arraigadas en su naturaleza, procuran con igual esfuerzo abrirse paso y ganar terreno : el deseo de saber y la necesidad de creer. Si se desarrollan aisladamente excluyéndose la una á la otra , producen las dos grandes formas del error humano, las dos enfermedades principales de la inteligencia : el escepticismo y el fanatismo ¡ excesos ambos que se manifiestan siempre, así en la humanidad como en el individuo, donde quiera que la vida normal de la inteligencia ha sido extraviada por alguna influencia fu-


nesta, 6 se ha separado la savia del espfritu del vástago natural en provecho de retoi\os paribitos é inútiles. La ciencia y la fe 1 la razon y la revelacion son indispensables en igual grado al espfritu humano, y reunidas, se equilibran y armonizan una á otra, i fin de dar por resultado una distribucion justa y equitativa de todas las fuerzas intelectuales, en la cual se funda toda vida sana como la verdad y la belleza de la existencia. Nuestra tarea se reduce, Por tanto, á indicar el camino que conduce á la razon hicia la fe, presentando á esta última como el complemento de_ la primera, no sin tratar de hacer ver el lazo, natural y sobrenatural á la vez , que une fntimamente al mundo de la razon y al de la fe, fundiéndoles en una armónica unidad , en la que la razon se hace creyente y la fe razonable. En este proceso se impondrá. á. nuestra razon una verdad incontestable, á saber : que cuando el hombre parte de los hechcs más elementales de la conciencia , de los hechos inmediata é intuitivamente ciertos , siempre que se deje guiar por la razon y no se halle turbado su espíritu por ninguna preocupacion nacida de las perversas inclina·


- _223 -ciones del corazon, viene necesariamente á admitir que- la fe es el postulado natural de l a ra.z:on.

La Iglesia misma lo ha declarado. (Prop. S. Congreg. Ind., II Jun. 185� ; Prop. m): « El uso de la razon precede á la fe, y conduce al hombre á ésta con el auxilio de ]a revetacion y de la gracia.• Si por consecuencia consideramos la fe como acto del conocimiento, tendrémas que tratar en primer término del exám.en científico de la revelacion y de la obligacion y del método de este eximen ; mas si la consideramos como acto religioso y moral , tendrémos que hablar de la influencia del libre albedr[o sobre la fe , y de las condiciones bajo las cuales se lleva á erecto y subsiste.

La razon nos lleva á la fe, y, recíprocamente , la re esclarece la razon y la completa. Nuestro espíritu reclama una revelacion divina, sin cuya soberana lw: se consume en una vana é incesante investigadon ele Ia verdad. Pues bien ¡ así como cuando nos devora ardiente sed , buscamos una fuente en que apagarla, y cuando nos vemo.s envueltos por las tinieblas 1 ansiamos un rayo de luz que nos


- 224 -ilumine, de la misma manera languidece el alma cuando no puede apagar la sed en la fuente de la verdad divina. No pedir, no·buscar , no aspirar á. una verdad más elevada, equivaldría á. la muerte del espfritu , al suicidio. El espíritu 1 pues , tiene la obligacion ineludible y sagrada de investigar si Dios se ha manifestado realmente al mundo , i fin de responder á. la necesidad mlis apremi.i.nte y más profunda de la naturaleza humana ¡ y si el resultado de sus investigaciones es afirmativo, está. en el deber de someter i él su inteligencia con fe y con confianza.

Por otra parte, la creencia en una revelacien divina se halla en el mundo desde que el mundo existe ; y .el Cristianismo, que es el co· ronamiento de toda revelacion, existe en el mundo hace más de diez y ocho siglos. Este es un hecho. lCuál es nuestra tarea, 6, más bien, cuá.l es la tarea del esp[ritu humano en presencia de semejantes acontecimientos ? l Debe ignorarles? l Puede ignorarles ? No ¡ tal ignorancia es imposible, porque desde hace diez y ocho siglos la historia del mundo se halla penetrada de ideas cristianas, ó, mejor dicho, la


- 225 -

historia del mundo es la del Cristianismo, la narracion de su desarrollo y de sus luchas, de su fuerza 1 y de su benéfica influencia en todas las esferas de la vida humana. El Cristianismo, en una palabra , ha estampado su sello indeleble en nuestra vida social y pfllítica. Bien cla· ro lo dice uno de los principales corifeot de la moderna filosofía :- • El Cristianismo no pertenece únicamente á los teólogos, sino tambieD. al dominio de la historia. Aun cuando los racionalistas hubieran llegado á rebajarle al nivel de un fenómeno ordinario, la gran. critica histórica le mantendría siempre su rango y su importancia histórica, como lo ha hecho, pqr ejemplo, Juan de Milller en medio de un siglo de decadencia y de superficialidad intelectual.» (Schelling 1 Ft1os. de la revel. , 111 1v1 u.)

No podemos ignorar el Cristianismo, porque en todas partes nos cierra el camino 1 por todas partes nos acosa y le-encontramos i cada paso ; ya que él forma la atmósfera espiritual dentro de la que vivimos y á la que nO podemos sustraernos. Todas las cuestiones políticas y sociales, ha dicho con razon un eminen· te estadista moderno (Guizot), conducen siem-


- n6 -pre 1 en último resultado, á un principio reli· gioso. El mismo Proudhon dice ( Conftn(mes}:

«Es digno de atencion que siempre que queremos prorundizar la Polltica, tropezamos con la Teología.• Así es que el hombre puede negar el Cristianismo, puede aborrecerle, porque condena sus obras tenebrosas, de la misma manera que el malvado aborrece la luz que descubre sus depravados crímenes; segun aE(uella sábia frase del profeta: «Apartaron sus ojos para no mirar al cielo , y para no acordarse de los justos juicios de Diou (Dan , , XIII , 9)1 puede combatirle , por lo mismo que los preCeptos de la fe condenan su orgullo; pero no puede ignorarle. La historia ha demostrado la verdad de estas palabras divinas: e El que no está conmigo, e&ti en contra mia.» Roma lanzó sus ejércitos de verdugos para acabar con el Cristianismo; diez veces se recrudecieron las

perse�uciones con una violencia siempre nueva , y millones de mártires cayeron bajo el hacha del verdugo. Desde aquella época sangrienta, no ha pasado un siglo que no le haya visto combatido por las poderes del mundo¡ las ciencias, con ayuda de Jos sofistas, lc han


- 227 -

atacado ¡ y el arte mismo, asalariado por el pecado, ha preferido echar el ridlculo y el desprecio sobre el pensamiento cristiano. Todos se han puesto de acuerdo para acabar con el Cristianismo; pero ninguno le ha ignorado, porque cada dia se muestra más pujante.

Podemos creer 6 no creer, estar al lado ó enfrente de Cristo ; pero no podemos sustraer� nos al exámen de los principios de esta insti· tucion divina. Lo único que exige de nosotros es que no se le condene sin oirle. (Tertuliano.) Desde el dia en que el Cristianismo apareció sobre la tierra 1 no ha cesado de decir al mundo : Examinad mi doctrina 1 discutid mis principios, y ved el derecho que me asiste para imponerme al entendimiento humano. juzgad, dice· el Sefior; y por eso no exige sino el exámen que , con una certeza segura, debe imponer su revelacion á todo espíritu que re· flexione.

Jesucristo da por pruebas de au miiion divi· na sus milagros, las profecías que ya se h&n cumplido, las que deben realizarse más tarde, y, finalmente, el espirito y el texto de su doc. trina. (Mat . , IX , 6; Marc., 11, I o ; Juan , x, 371


- 331 -

XIV, 10 ; Luc. , v, 23 . ) Por eso el Sen.or absuelve á los incrédulos que no hubieran visto sus milagros. (Act. , x, 1 1 ; Juan , xv, 24.) De acuerdo con éstos el gran Apóstol, el

-heral

do de la fe entre las naciones, léjos de exigir una sumision servil , una fe ciega 1 quiere, por el contrario, una adhesion libre del entendimiento , una fe racional, que conozca los motivos de su creencia y sea capaz de dar razon de nuestra esperanza y de refutar las objeciones de los adversarios (Ro,n . , xn , 1 ) ¡ un culto que esté en armonía con la doctrina (T;/. 1 11 9; r , Petr. ur , I s .)

Tal es la eñseñanza expresa de la Iglesia, manifestada por el Concilio del Vaticano ( C011st. dogn1./ De ftd.) : «Para que, no obstante, el asentimiento de nuestra fe no fuese ménos conforme 6. Ia razon, quiso Dios que i los auxilios interiorea del Espfritu Santo acompailasen los argumentos externos de su revelacion i saber : los hechos divinos , los milagros y las profecfas en primer tér:mino, ya que , demostrando con evidencia la omnipotencia y la s:t.· bidurfa infinita de Dios, sen pruebas ciertísimas de la revelacion 1 acomodadas á la capaci·


- ug -

dad de todo el mundo.• Por cuya razon 1 tanto Moises como los profetas 1 y muy particularmente el mismo Senor Jesucristo, hicieron muchos y evideJI.tlsimos milagros. Y de los Apóstoles se nos dice : «Ellos fueron y predicaron por todas partes, cooperando el Seiior y confirmando su doctrina con los milagros que la acompa11aban. • (Marc., XVI , 20.) Y en otro lugar leemos: «Todavía tenemos un testimonio mis firme que el nuestro, que es el de los profetas 1 al cual haceis bien en mirar atentamente como á una antorcha que luce en un lugar oscuro.• (11. Petr. I1 19 .) En vista de cuyos brillantísimos testimonios 1 decreta el santo Concilio (Can. 111 ) : .e Si alguno dijere que no puede hacerse creíble la divina revelacien

_. por signos exteriores 1 y que por eso los

hombres sólo puede� ser movidos á. admitir la fe por la experiencia interna de cada uno 6 por inspiracion particular , s. a. (Can. IV) : Si algwto dijere que no pueden obrarse milagros, y que , por consiguiente, todas las descripciones que á. ellos se refieren , incluso las que se encuentran en la Sagrada Escritura, deben contarse en el número de los mitos y fá.bulas,


- 230 -6 bien que no es posible conocer con certeza los milagros, ni probar con ellos el orfgen divino de la religion cristiana, s. a. :t

La revelacion es sin duda alguna un hecho nuevo y sublime, pero no es extrati.a á la razon hasta el extremo de no tener con ella ningun punto de contacto. Antes bien 1 la revelacion se dirige á la inteligencia, que debe comprenderla con ayuda. de la reflexion ¡ por eso la razon tiene derecho á examinarla (Examen ftut

dmnentale et e.rlcrmnn) , pero despojándose de toda idea preconcebida ; porque «el que cree de ligero, tiene el corazon liviano:. ( Ecclesias

tlc., XIX , 4 ) , pues e la razon no descuida la autoridad 1 cuando se trata de examinar á quién ha de darse crédito.• (Augustin., De ver. relig.,

.24.) Asf es que la razon nos lleva t la fe , examinando los motivos que nos hacen creer. Ya San Justino hizo notar ! los gentiles de su tiempo que los cristianos tenian poderosisimas razones para adorar al Crucificado. (Apol. 11 1 3. ) Tertuliano sincera su fe diciendo : e Lo que yo entiendo es que no debe creerse nada con ligereza 6 sin motivo.:. ( C. More. ; v 1 1 .) San Clemente Alejandrino ( Str., n, .3, 4, 6) y Orf-


- 231 -genes citan los motivos racionales que confirman Jos dogmas cristianos ( C. Cels. 1 , 9 ) , y San Gregorio Nacianzeno hace notar que obedecer al Verbo divino es perfectamente conforme t la razon (Yambl. , 2 ; De prw.) ¡ observacien j ustfsima 1 puesto que la razon �os conduce á la fe, examinando los motivos en que se funda , y nadie en s11na critica puede afirmar que « l a razon stt aparta de la autoridad 1 al considerar á. quién debe darse crédito.» ( August . , De v. r. , 24. )

Precisamente esta·confianza en pedir un eximen serio y profundo de su doctrina constituye )lOO de los rasgos caracteristicos del Cristianismo. ¿ Ha dicho alguna vez un pontífice pagano : Juzgad, examinad mis ensei'ianzas? No; el pagano y el mahometano no conocen esta palabra, y rechazan toda oposicion con la punta de la espada. Ellos dicen : Creed , pero no penseis. (Reland , La Reli&ion de Mañoma1 pref., u.) La Iglesia católica, por el contrario, se dirige al hombre reflexivo é inteligente ; le muestra los criterios que prueban 1 con una certeza moral infalible, la divinidad de su revelacion , haciéndola aparecer evidentemente


- 333 -

digna de fe, y mostrando de· una manera manifiesta que la fe que se la concede es, en toda la extension de la palabra, una fe justificada por la razon , una fe razonable. Porque, segun hace notar Suarez (De /iáe, disp . , IV , 2) , para que se imponga un artículo de fe como tal , no basta que el objeto sea simplemente verosimil ántes bien debe ser evidentemente fidedigno como procedente de Dios , y por lo tanto, infaliblemente cierto ¡ porque el motivo que determine á. la voluntad á creer, debe ser cierto y palpable, hallándose fundado en la evidencia de sus motivos de credibilidad. Por consiguiente , es necesario que la revelacion se manifieste re\•estida de circunstancias que la hagan fidedigna, y de tal manera, que la razon natural se mueva á creerla con una certeza que excluya toda opinion contraria, En efecto , la revelacion , aunque sobrenatural , no es por eso ménos susceptible de poder ser demostrada digna de fe por los milagros y otras senales exteriores que la razon natural reconoce y comprueba, Pues como observa ei Doctor Angélico, « el hombre no creeria si no viera con evidencia y claridad que se halla obligado á. creer la


- 233 -evidenc:ia de los signos.� (Stmr.., n, n, e:. I 1 a. 4.) Con igual claridad se expresa uno de los primeros apologistas del Cristianismo, acusando de error .i los que pretenden que sus partidarios son meros· esclavos de la fe ( Etu, De

mollstr. I!V, i'n. ) : «Puesto que algunos creen que la fe cristiana carece de razones y motivos en que fundarse y que los fieles la admiten sin reflexion y enteramente .i ciegas 1 por no tener ninguna prueba segura que demuestre la verdad de las divinas promesas, de donde se supone que les viene el nombre de fieles ó cieyentes, me propongo presentar las pruebas de la verdad evangélica. •

Y e l mismo Suarez llama la atencion acerca de e la diferencia de los vocablos creer y ver/ porque el primero indica cierta oscuridad misteriosa, miéntras que el segundo despierta la idea de claridad y evidencia, sin que repugnen estos dos cone<eptos, por cuanto venan sobre cosas diversas, toda vez que se ·cree una cosa bajo la razon de verdadero , y se ve bajo la razon de credibilidad . • Es cierto, ciertísimo, que la revelacion cristiana est.i fundada y atestiguada por pruebas tan irrefutables, que , al


- 234 -

considerar los motivos que establecen la divinidad de su origen , puede decir todo fiel con Ricardo de San Víctor: c Si nuestras creencias son erróneas, Dios mio , vos mismo nos habeis engaiiado. �o (De T1-init. , J1 z¡ Suarez , l . c., sect. 21 3; Pifia , dtmmat tkes. TrtthiJ. n, 1 88, 2 13 , 2 1 7. ) Efectivamente, no hay nada mejor demostrado por la armonla de la justicia y del amor divino que resplandecen en este órden admirable. Como Creador nuestro y como verdad absoluta, tiene derecho á imponernos la fe en su revelacion ¡ pero en vez de hacerlo así, la exige de nosotros de tal conformidad que, al someternos .t ella, obedezc:amos á la vez al mandatQ de la propia razon 1 segnn la doctrina de Santo Tomás ( Stmu71 II1 11, e x, 1 ) : c No esti en el solo poder de la naturaleza humana el tener fe; pero esti en -ella el hacer que la inteligencia del hombre no se oponga al instinto interior y i la predicaci�n estéril. de la verdad. De donde se sigue que la infidelidad es contraria á la naturaleza. • e Si mi religion fuera falsa, sería el lazo tendido con mis arte que es posible imaginar ¡ era inevitable caer en él y ser cogido en sus redes. ¡ Qué majestad ! ¡ Qué res-


- 155 -plandor en sus misterios ! ¡ Qué fuerza tan invencible y profunda la de los testimonios que la confirman sucesivamente¡ por ella dan su vida , durante tres siglos enteros, millares de personas, las más sábias y las más justas que han existido en la tierra ! Tomad la Historia¡ remontaos hasta el principio del mundo , hasta la vispera de su nacimiento: ¿ ha habido alguna COlla parecida á esta hermosa creacion del Cristianismo en todas las épocas? ¿ Podia hablar el mismo Dlos otra cosa mejor para seducirme? ¿ Pordónde escapar ? ¿ A dónde ir ? ¿ En dónde arrojarme para hallar 1 no digo una cosa mejor, pero ni siquiera algo que se asemeje á ella? Si es necesario morir 1 moriré gustoso por ella; me es más agradable renegar de Dios , que no creer que me haya engaiiado ; pero lo he profundizado, no puedo ser ateo¡ me siento llevado y arrastrado á mi religion 1 y no ha. y remedio posible.» (La Bruy«e, Espiritus

j11er/es.) Queda sólidamente establecido que ningu

no puede sustraerse á la obligacion de informarse y de examinar los moth•os de la fe. La naturaleza intima de todo el que aspira á la re-


- 236 -

velacion le pone en ese deber, y ünicamente por la luz que derrama este eximen sobre toda la vida , se manifiesta aquélla en toda su importancia y en su ,·erdadera dignidad. 14 gravedad y el inmenso alcance de la misma cuestion , exigen que el convencimiento se funde en el valor de los motivos que hacen�aceptar ó rechazar la fe. Pero es falsa la proposicion que dice : e Cada hombre es libre de abrazar y profesar la religion que haya creído verdadera segun la luz de la razon.:t (S.yllalms, Prop. xv.) Porque no puede haber en esto conviccion contraria al Cristianismo que sea fundada. Por eso ha condenado la Iglesia (Prop. XXI damnat

a!J Itmoctmt. XI) la proposicion que dice , que puede fundarse la fe en una simple probabilidad 1 y que aün puede subsistir con el temor de que la revelacion no • más que una impostura. Lo cierto es que cuanto más profundiza el hombre los motivos de credibilidad, mAs fuerte é inquebrantable es su conviccion. En la revelacion hay que distinguir dos cosas : los hechos y la esencia. El entendimiento humano puede reconocer y contrastar los hechos; pero en cuanto á la esencia, no puede percibir


- 237 -

su verdad inmediatamente y por intuicion propia, sino que la tiene por verdadera en virhud de la palabra de Dios , que sabe por él mismo que es infalible , lo cual constituye el motivo formal de la fe. Mas ¿qué hacer cuando más tarde surja una nueva dificultad en el espíritu del creyente? ¿ No debe entónces sobrevenir la duda , y con ella la necesidad de un �uevo exámen ? No , áun cuando un ingel del cielo trajera un nuevo evangelio. ( Gal., r, 8 . 1. Tti�t., 1, 1 8 ¡ 11_. Peb·., n , z i ¡ He!Jr., v11 4.)

Dos elementos externos concurren á la produccion de la fe católica : la predicacion de la palabra y los motivos de credibilidad que la acampanan, cuya certeza.- �o puede negar sino el que cierre los. ojos i la· evidencia ¡ pero el principal elemento es la gracia interior, que ilumina el entendimiento y mueve la \-'oluntad. De donde se infiere que la fe católica engendra una certeza inquebrantable, una conviccion fundada, no tan sólo en medios puramente naturales 1 sino en motivos sobrenaturales. (Tho11J. i"n 111. &tzl. dt'sl. XXIII, q. 111 a. 2.) Esta evidencia de los motivos de credibilidad demuestra en prin1er tél'mino la nulidad de


- 231 -

todas las ruones que se la oponen, de suerte que únicamente aquel que ha desoido la voz de la gracia , puede pasar de la verdadera fe i la duda. Segun hace notar el Doctor Angélico (Su,n. n. II, c. x, a. z ) , «el desprecio de la vo· Juntad engendra la oposicion del entendimien· to, por lo que se realiza la infidelidad. • Y en otl'O lugar (c. vm. a. 4) : « La facultad de entender no se aparta de los santos en aquellas cosas que son necesarias i la salv.acion. •

Una vez que se haya conocido con certeza la \>erd.ad del Cristianismo, toda objeclon es ya de antemano infundada, porque es imposi· ble que exista una conviccion fundada contra las doctrinas que predica. e Primero dudaria si yo estaba vivo , que dudase de la existencia de aquella· verdad que se ve y conoce por las criaturas •, dice San Agustin, ( Confts. VII, Io.) Tales objeciones no prueban más que -la in· suficiencia de nuestro entendimiento, que no ha sabido aún encontrar la solucion 1 pero tampoco la falsedad de la fe. e No tienen fuerza demostrativa sus argumentos, ántes bien , ó son razones con mis ó ménos visos de proba· bilidad 1 ó meros sofismas , y queda siempre


- Z]9 -

abierto el camino para su solucion. :. ( Suma, C. Gntl. , 11 ¡.) e Se ha apelado contra Moises al testimonio de la Historia, de la Cronología, de la Astronomía, de la Geología , etc. , y la! objeciones se han desvanecido ante la ciencia, por mAs que los verdaderos sabios han sido los

que , despreciándolas ante todo exámen, las han examinado únicamente para resolverlas; pero sin dudar jamas de la verdad .• (De Mais· tre , Veladas , 1, 242.) Esto es igualmente ver· dadero con respecto á todas las ramas de la ciencia. Un dia se dijo á Copérnico: « Si vues· tro sistema fuera verdadero, Vénus tendría sus fases como la Luna ¡ pero como no las tie·

ne, vuestra teoría es falsa. • Cop6rnico respon· dió : « Confieso que no tengo f.espuesta que dar ¡ pero con b gracia de Dios , espero que se hallará una. ,. Despues de su muerte se han podido percibir con telescopio las fases de dicho planeta.

No cabe 1 por tan lo 1 desconocer la justicia con que ha proCedido el pontifice Inocencio XI al c�a1denar las siguientes proposiciones , que atentan á la grandeza de la fe tanto como á la dignidad de h r:tzon. ( Prop. x1x ) : «La volun-


- 240 -

tad no puede hacer que el asentimiento de la fe sea en si más firme de lo que merece el peso d.e las razones que nos inducen al mismo asentimiento. » (Prop. XJC.) : e Cualquiera puede, por tanto , rechazar el motivo sobrenatural que tenía para la fe. » (Prop. xxt ) : e El asentimiento sobrenatural de la fe, útil i la salvacien 1 no tiene en su apoyo mis que el testimonio probable de la re\o·elacion , que no excluye el miedo de que Dios no se haya revelado. » (Viva .. . . . ) El Concilio del Vaticano sustenta la antigua doctrina de la Iglesia de que se hizo intérprete el mencionado Pontífice ( Collst. tkgm. de fid., c. m . . . .. ) : «Porque son exclusiva propiedad de la Iglesia católica todas aquellas cosas que de tan dh•ersa y admirable manera han sido dispuestas por Dios para hacer patente la credibilidad de la fe cristiana .. . . . Con lo que sucede que, á manera

· de set\al

puesta para todas las naciones, llama hácia s[ i los que iun no han creido, y comunica mayor certeza i sus hijos haciéndOles ver que se funda en firmísima base la fe que profesan. A cuyo testimonio se agrega el auxilio eficaz que viene de lo.aho. Porque Nuestro Set1or , en su


- .1141 -bondad infinita, impulsa y ayuda con su gracia f los que vagan fuera del redil , á fin de que puedan llegar al conocimiento de la verdad , y confirma con su gracia á los que ha hecho pasar de las tinieblas á esta admirable clarÍclad suya 1 á fin de que perseveren viviendo en esta luz , no abandonando jamas sino i aquellos que le abandonan. Por cuya razon no se hallan en igual condicion aque11os que se han adherido i la fe católica en virtud del dón celestial de la fe , y los que, siguiendo únicamente opiniones humanas 1 han abrazado una religion falsa ¡ por cuanto aquellos que han recibido la fe por el magisterio de la Iglesia , jamas pueden alegar un motivo. que en algun modo justifique su mudanta , ó por el que puedan con justicia poner en duda su fe. • Por tanto (Can, vr ) , · « si alguno dijere que es igual la condicion de los fieles y la de aquellos que '-un no están en posesion de la única fe verdadera , de tal suerte, que los católicos puedan tener justo y suficiente moth•o para negar su asentimiento y poner en duda la fe que recibieron por el magisterio de la Iglesia, hasta tanto que �ayan obtenido una demos-


- 242 -

tracion cientffica de la credibilidad y de la verdad de su fe, s. a. :t Y en el cap. IV 1 dice el mismo Concilio : cÁun cuando la fe esté por encima de la razon , sin embargo , nunca puede existir verdadera oposicion entre la fe y la razon , toda vez que el mismo Dios ciue revela los misterios é infunde la fe 1 ha implantado en el alma humana la luz de la razon, y Dios no puede negarse á si mismo ; ni contra� decir una verdad con otra. Pero es el caso, que la razon de esta sup�.�esta contradiccion estriba en que, ó no se entienden ni exponen los dog· mas de la fe, segun la n1ente de la Iglesia , ó se toman simples teorfas opinables por dictados de la sana razon. Asf , pues , definimos y declaramos abiertamente falsa toda afirmacion contraria á la fe revelada. :t

De aquí se infiere naturalmente nuestra segunda tésis: ¿ qué camino hemos de seguir para convencernos de que la revelacion cristiana merece ser creida? «Es preciso no perder de vista que Dios no es sólo la sustancia suprema que ha creado y conserva el univer� so, que todo lo dirige y coopera á todos los actos del espíritu 1 sino q�_e tiene tambien sus


- 243 -dcsignios particulares y manifiestos con respecto d. cada una de sus criatuns ¡ tiene sus leyes para el gobierno de su pueblo, y para declararlas 1 sancionindolas con recompensas y con penas , ha establecido revelaciones. Pero esta voluntad divina debe darse á conocer por ciertas seftales que puedan asegurarnos de que todo lo que contiene y todo lo que nos ordena es la voluntad de Dios, y no una ilusion 6 engail.o de un genio maléfico. La sabidurla no puede , en efecto 1 haber ignorado las precauciones habitualmente tomadas por todos los legisladores pruderites , á fin de dar á. la vohmtad del soberano una publicidad suficiente. A la sana razon , eu su caüdad de intérprete natural de Dios 1 perteD.ece, por consiguiente, juzgar la autoridad de todos los que pretenden interpretar la voluntad divina ántes de admitirla ¡ pero una vez que estos nuevos intérpretes hayan dCIJ!ostrado la legitimidad de su derecho, debe la razon someterse bajo los dictados de la fe. Por consiguiente , todas las demostraciones de la revelacion divina 1 prescindiendo de las pruebas que se sacan de la excelencia de su doctrina, vienen siempre á apo-


- 244 -

yar!C sobre un milagro, es decir, sobre un hecho inimitableó un conjunto de circunstan. cias maravillosas 1 que no puede atribuirse al acaso ni á la accion puramente humanas. Ade. mas 1 si los milagros efectuados en otro tiempo se nos refieren con todas la.s pruebas que 1 de ordinario 1 nos sirven para establecer la verdad de los hechos pasados , debemos creerles como si tuvieran lugar en nuestros dias . . • . .

Por otra parte, no debe creerse que la Provi· dencia , que gobierna el mundo 1 permita que la mentira tome todas las apariencias de la verdad. • (Leibn. , Sist. teol. princ.)

Dios ha creado la Naturaleza para que nos sirva de maestra, é instruidos por ella , poda· mos creer más fácilmente en la revelacion. (Tertul. , De Rest#'t', Carn./ u.) Y Santo Tomás (C. Gent. , J, 6 ) : «á esta verdad , cm. pero, que no puede probar pricticamente la razon humana , no la creen con fe liviana ó ligera. Porque la misma divina sabiduria se ha dignado revelar á los hombres sus secretos, de un modo que pone de manifiesto, con argu· mentes adecuados , su divina presencia, á la v�z que la verdad de la inspiracion y de la


- 24) -doctrina 1 ejecutando visiblemente obras qua: estoin fuera del poder de toda la Naturaleza.» Segun hace notar Ferrari, comentando este pasaje 1 « las obras milagrosas no confirman la � cristiana 1 como para hacer ver tk un modo parh"cular que son verdaderas las cosas que pertenecen á la fe .. . . . ántes bien 1 mueven á la voluntad para que, al verlas 1 crea. Porque por ellas se juzga que eS conveniente prestar fe al que anuncia la verdad 1 por cuanto ponen de manifiesto, de un modo general, que son verda� deras las cosas que se anuncian.»-

Efectivamente , los milagros y las proCedas son la piedra de toque para contrastar la verdad de todas las manifestaciones que se nos presentan como revelaciones divinas en la historia de la humanidad. Y estos signos externos se encuentran á cada paso en la historia del Cristianismo , que no duda en declararse á si mismo como la mú grande y)a Ultima revelacion. Á nosotros, pues , nos toca juzgarla con el auxilio de estas seflales infalibles. Pero á estos signos exteriores es preciso anadir la claridad que despide la naturaleza misma de su doctrina, y con cuya ayuda se percibe su


- 246 -unidad fntima, la armenia perfecta de todas sus partes , su sublimidad , su santidad y su divinidad, y aunque esta Ultima prueba es ménos sencilla y ménos fácil de percibir, sin embargo, para muchas almas, especialmente para las naturalezas más inteligentes y reflexivas, tiene una fuerza demostrativa, que crece á medida que penetra el hombre en el fondo riquísimo, luminoso y lleno de vida de la doctrina cristiana.

La re\·elacion, en su cumplimiento histórico, e.� un hecho exterior y visible. Es cierto que es un hecho milagroso, extraordinario ¡ pero el milagro tambien es un hecho exterior, visible , una cosa, en fin , que cae bajo la accion de los sentidos. Y por lo mismo que pueden per· cibirle los sentidos, puede ser tambien atestiguado ¡ y los testigos que le afirmen , tienen el derecho de ser creidos. Para atestiguar la curacion de un sordo-mudo ó de un ciego, no necesitan los padres más que saber que su hijo era sordo-mudo 6 ciego de nacimiento, y que en un instante ha adquirido el uso de la palabra ó de la vista. Todo hombre de espíritu recto puede examinar este hecho y añrmarle. De la


- :247 -

misma manera, para dar fe de que ha resucitado un muerto, basta saber que ha estado encerrado algunos dias en el sepulcro, que la descomposicion babia ya empezado, y que despues ha salido de aUi lleno de vida. Todo hombre que tenga sanos sus sentidos puede comprobar tambien este hecho. Es verdad que un acontecimiento milagroso exige que se le examine con cuidado especial ¡ pero esto no cambia ni la naturaleza ni la fuerza demostrativa del testimonio. La revelacion en general y la revelacion de Dios en 1 esucristo en particular 1 es un acontecimiento visible, perceptible por los sentidos y conocido y afirmado por testigos.

¿ Es cierto que Jesucristo , el Hijo de Dios y de la Virgen , ha nacido en Belen 1 en un estatabla ? ¿ Ha dado vista á los ciegos, oido á los sordos y sauado á los cojos y á. los paralíticos? ¿ Ha resucitado á. los muertos? ¿ Ha resucitado Él mismo al tercer dia , despues de haber sido sepultado por sus discípulos y amigos , y sellado por sus enemigos el sepulcro en donde reposaba su cuerpo 1 ¿ Qué ha dicho de sf mismoi' ¿ Cuál ha sido su enseftanza? ¿ Cómo ha pro-


- 248 -

bado la verdad de su mision y de su doctrina? Tales son las cuestiones á las cuales vamos á

responder brevemente. El Cristianismo desaparece ó subsiste, segun la respuesta que se dé. ¿ Qué necesitamos para adquirir certeza de los hechos que no hemos visto ni podido ver? En una de las anteriores Conferencias hemos ya tratado esta cuestion: creemos á los que han podido saber tales hechos 1 por ser testigos oculares ó auriculares , y que han querido decir la verdad acerca de ellos, por lo miwo que no han tenido ningun motivo para engaftarnos 1 y que hasta han confesado su fe en medio de los más pcm0101 sacrificios. Allí hemos demostrado que la mayor parte de las cosas que sabemos con certeza 1 así en la ciencia como en la vida, las debemos al tf!Stimonio de otro ; que toda ciencia desaparece, y que se destruyen la vida doméstica y la vida �ocial, si rehusamos nuestra creencia al testimonio que se nos presente con caractéres de fidedigno.

¿ Cuál es , pues, nuestra tarea con respecto á la revelacion cristiana ? Cumplir el deber de un juez imparcial y recto que, para cerciorarse de la verdad de un hecho, hace comparecer á


- 249 -

los testigos. Un testigo honrado y concienzudo basta en la vida civil para dar �na certeza moral y para decidir una cuestion de vida ó muerte. e Por deposicion de dos ó tres testigos perde·

rála vida el que es digno de muerte.• ( .Dsul6r.,

XVII. 6.) cNo es una misma C05a ver algo que puede saberse y \'er algo que puede creerse. Porque una cosa puede saberse por s[ misma, pero es creible por el testimonio de otro , por cuya razon 1 si consta que una cosa se sabe, consta á la vez que es verdadera, necesaria, etc. Mas si , por e.l contrario, consta que algo es creible, no por eso se tiene absoluta concien· cia de que es verdadero ¡ pero conste que son tales lo.s testimonios, que la cosa resulta creibl�:, segun demuestra la experiencia de todos los dias en las sentencias de los jueces, funda· das en los testigos y en la confesion propia. Mas del hecho de que testigos fidedignos aseguren una cosa y el mismo reo la confiese espontá· neamente , no se tiene evidencia completa de que así sea¡ sin embargo, se tiene evidencia de que así es creible y puede recaer sobre ella sentencia sin que haya temor por una ú otra parte.• ( Caj. ;,. Tkom. u. n, q. 11 a. 4· )


- 250 -Antes de' dar principio á este importante

exámen 1 en e1 que no se trata de cuestiones insignificantes, sino de la verdad más elevada, y en que no se juega una vida perecedera , sino la vida eterna de nuestras almas , tomemos, pues , la resolucion de no dejarnos dominar por ninguna de las consideraciones sugeridas por el orgullo, la sensualidad 6 cualesquiera otras pasiones, sino de emitir nuestro juicio con arreglo á las más severas leyes de ! a justicia y del derecho.

¡ Levantaos, testigos todos de Jesucristo , de su vida Y de sus sufrimientos 1 de sus palabras y de sus acciones ! ¡ Levantaos, vosotros todos los que le habeis visto , los que le habeis oido, los que habeis vivido con él , los que habeis padecido y los que habeis muerto por su causa! ¡ Compareced ante el jurado de la razon, ante el tribunal del mqndo , que duda y que os pregunta ! ¡ Declarad y proclamad todo lo que de Él sabeis! Ahi están. Ved á doce hombres, de figura grave y respetuosa, que comparecen en primer término. ¿ Sus nombres? Ellos mismos nos los dirán : Simon Pedro, Andres, Santiago , Juan , Felipe , Bartolomé , Tomás, Mateo,


- :251 -Santiago, hijo de Alfeo¡ Tadeo, Simon y júdas Iscariote, el traidor. « ¿ Quién sois ? » e Somos , los testigos de Jesucristo, porque nuestro Maestro nos ha dicho : -Seréis mis testigos en Jerusalen y en toda Judea, en Samaria y has

ta los confines del mundo. :. (Act. Apost. , I, 8.) e ¿ Podeis decir la verdad ? • e Lo que os anunciamos , lo oimos con nuestros oidos , lo vimos con nuestros ojos y lo palparon nuestras manos .:. (Juan , 11 I ¡ Luc. 1, 2 . ) «Lo que te doy á leer 1 no lo he escrito sino despues de haberme informado de todo exactamente ..... á fin de que podais conocer la verdad pura.:. (Luc. r , 3, 4.} « No os hemos hecho conocer el poder y la venida de Nuestro Seti.or Jesu

. cristo siguiendo fábulas ingeniosas 1 sino como testigos oculares de su grandeza.:. ( 11. Ped. I, 1 6. } De manera que ellos lo han examinado todo i fondo 1 y no eran excesivamente crédulos , ántes al contrario , algunos eran tardos en creer 1 y otros , como Santo Tomás, escépticos. Entónces él les dijo : «j Oh necios y tardios de corazon para creer todo lo que han anunciado los Profetas ! • (Luc. XXIV , 25 .) e Si no viese en sus manos la hendidura de los clavos, y metiese


- :352 -mi dedo en el lugar de ellos 1 y mi mano en su costado, no lo creeré. :. (Juan , xx, 25 . )

c¿Quereis decir la verdad ?• e Hemos firma· do nuestro testimonio con nuestra sangre, y le hemos sellado todos 1 ml!inos uno 1 con nuestra mQerte.• Pues bien : c ¿ quién decfs que soy yo?• pregunta el mismo Salvador i e!. tos testi· gos tan veraces que han sellado su testimonio con su propia sangre. Entónces Pedro, su jefe, tomó la palabra y dijo: « Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo » (Mateo, XVI , 1 6 ) , cal que Dios ha hecho conocer por sus maravillas, sus prodigios y sus milagros.• (Act. Apost., n,

2 2 . ) Tal es la deposicion de estos doce testigos 1 que de seguro no han creido ligeramente lo que os refieren. Pues bien 1 ántes hemos reconocido que en la boca de dos ó tres testigos se halla la verdad¡ aquf teneis doce que han muerto para confirmar la fidelidad de su declaracion. Pero ¿ no os bastan aún doce ? ¡ Levan· taos, levantaos, vosotros todos los que sois testigos de Jesucristo ! La tierra tiembla y se agita como las olas del mar 1 las tumbas se abren , y millares , millones de muertos salen de ellas. Traen atravesado el costado, desgar·


- 253 -

rado el cuerpo y destrozados todos sus miembros. e¿ Quiénes sois ? :. e Somos los testigos de Cristo, somos los mártire�.»- e Vosotros seréis mis testigos. • (Mat. , X, 18 ¡ Luc. , XXIV 1 48.) e No venimos i dar testimonio solamente con palabras, sino que atestiguamos tambien con hechos, puesto que hemos derramado nuestra sangre por él , y le hemos confesado en medio de los suplicios y de los tormentos más atroces. e¿ Cuü es vuestra declaracion ?»- Y todos responden con San Ignacio en las actas de su martirio (Ruinart, Acta Marf:Yrum .nizcera) :

e No hay ml.s que un solo Dios, que ha creado el cielo y la tierra, y un solo Jesucristo, su unigénito Hijo, de cuyo reino .quiero participar, y que ha unido mis pecados i su cruz. »

Asf , pues , yo creo en el testimonio de los apóstoles, porque su declaracion les ha costado la vida ¡ si no creyera en ellos, no creería en ningun testimonio humano. Creo en las palabras de los mártires , porque han firmado su l;leclaracion con su sangre. Creo, con Pascal, en los testigos que se dejan degollar. ¿ Dirémas que la historia del Evangelio es una invendan caprichosa? « Amigo mio , no es así


- 254 -como se inventa, y los hechos de Sócrates, de quien nadie duda 1 se hallan ménos compro ha� dos que los de Jesucristo• (Emt1r"o , 1v) ; y sin embargo , ¿ quién duda en Sócrates ? Pues na� die ha muerto ni derramado su sangre por atestiguar la verdad de los hechos del mencionado filósofo.

l No son bastantes estos testigos ? Véase aún otro ; es uno solo , pero de siglo en siglo , sobre toda la haz de la tierra, millones y millones hablan por su boca 1 y el eco de sus palabras no ha dejado de resonar ni un solo momento durante dieziocho siglos. Este testigo único es la Iglesia (lreo. C. Haer., 11 10) ¡ institucion que no tiene semejante , cuyo desarrollo se halla tan íntimamente enlazado con la historia universal, que efectivamente ella es la que constituye la historia del mundo. l Dónde hay una asociacion tan fuertemente constituida 1 tan general y tan poderosa que haya creado un nuevo mundo y formado su educacion ? Su duracion inquebrantable en medio de las tempestades de todas las épocas, prueba las bases divinas que la sostienen y la palabra de Jesucristo 1 sin la cual serta un


- 2'�� -enigma inexplicable. Todos sus miembros, des· de los primeros siglos hasta nuestros dias , son te!:>tigos de Jesucristo. ¿ Guá1 es su declaracien ? e Creemos en Jesucristo, Hijo 11nico del Padre.)) ( Symóo/. Apasto!.) Tenemos, pues , un mundo de testigos, ó por mejor decir, la historia entera que atestigua i Je"Sucristo.

Aun hay otro testigo que se arrastra i la barra del tribunal¡ desfallecido de cansancio y fatigado de la vida , tiene la vista hundida y en su rostro se ven impresas las huellas de dieziocho siglos de dolor y de sufrimiento. «¿ Quién eres tú , desgraciado?»- e Soy Israel, el pueblo desdichado, el pueblo maldito por Dios. » El pueblojudio es el testigo por excelencia de Jesucristo, porque

. sigue en todas

partes á la cruz , como la sombra sigue al cuerpo. Es tan viejo como el mundo¡ todas las naciones que se repartian con él la tierra han sido sepultadas, muchos ailos hace, en el polvo del olvido¡ él solo permanece levantado, porque Israel no puede perecer, sino que debe subsistir y vagar perpétuamente de pafs en país y de pueblo en pueblo, sin hacer asiento jamas, ni reunirse en ninguna parte para


- 2S6 -constituir nacion. ¡ Ah ! este testigo mudo es el mis elocuente de todos. ¡ Él , que ha visto t Jesucristo, que ha vivido con Él, que le ha perseguido y, para colmo de su infamia, ha querido que su sangre cayera sobre su cabeza ! Pues bien ; sobre él ha caido esta sangre 1 y cada judío lleva en la frente su huella impreS1. en caractéres de fuego.

«Y lo grande que hay en esto es que Dios ha dirigido siempre t su Iglesia, propagada por todos los ámbitos de la tierra, haciendo qu� el pueblo judfo , ya disperso y esparcido por la tierra 1 diese t COf!.ocer y llevase consigo por todas partes los códices de nuestras profecfas, á fin de que ios mismos enemigos de nuestra fe se hiciesen testigos de nuestra verdad.• (Augustin., De Co11sms. Evang., r., r 6.)

Efectivamente, Él estaba al pié de la Cruz en la persona de sus abuelos¡ Él es la prueba viva del cumplimiento de las antiguas profedas que le anuncian su triste destino. (Os., m, 4.) « i Los hijos de Israel estarán muchos dias sin rey y sin prfncipe1 y sin sacrificio y sin altar 1 y sin Efod y sin Terafines ú oráculos_.» La leyenda del judío Errante es la historia


- 25? -del mismo pueblo que ha rechazado al Mesfas, y que , en castigo de su crimen 1 vaga dispersado por todo el univeno, sin patria ni reposo, y sin que pueda desaparecer ni reconstituirse como nacion.

El poeta Prudencia ha expresado esta misma idea en los siguientes versos (Apoth. IV1 adv, jud.): «El judio andaerrante en va.riable destino, de uno ci otro confin del mundo , desde que fué arrojado de su patria para expiar con su suplido la muerte , y manchado con la sangre de Cristo que negó, cumple la condena del delito cometido. ,. Yo tengo fe en el pueblo judio , porque, á su pesar, depone en favor de Jesucristo. JucHos y paganos

', Flavio Josefot

los rabinos, Tácito 1 Celso, Porfirio, todos reconocen la vida milagrosa de Jesus. No niegan sus milagros¡ únicamente los des na tu ralizan, presentándolos como el resultado de sortilegios y de artes mágicas. «Nuestros testiñionios , Sei\or, se han hecho por extremo creibles. • (Salmo xcn , 5 . ) En efecto, cualquier hombre que, sin preocupacion alguna y con un corazon recto y sincero, quiera emprender el camino que le hemos seftalado, y


- 258 -exami.nar de cerca las deposiciones de los testigos, no podrá ménos de repetir estas palabras de Aguesseau : « Os doy gracias, Dios mio, por haberme permitido probar la divinidad de mi religion con la misma facilidad que la existencia de César ó de Alejandro. » Segun la expresion de Ricardo de S. Victor (De Tn'· nit., u , :a) , e si son falsas nuestras creencias, vos mismo ¡oh Dios mio ! sois el que nos habeis enga11ado, pues nadie más que vos puede obrar los milagros y portentos con que lo habeis atestiguado.Jto « La <lemostracion de la revelacion cristiana, tomada de los milagros de Jesucristo, que con tanta viveza hirió los sen· tidos y la mente de los testigos oculares·, no ha perdido su fuerza y su esplendor para las siguientes generaciones .. . . . No tenemos dere· cho á exigir del incrédulo que admita la resurreccion de nuestro divino Salvador, ántes de haberle presentado pruebas perfectamente seguras y ciertas. La razon puede probar, con entera certeza, la autenticidad de la revelacien , anunciada á los judios por Moises, y por Jesucristo á los cristianos.• (Thu. , 111 . . . . . a Baut. subscr .. . . . )


- 259 -Sin embargo, con los datos expuestos no

hemos cumplido sino en parte lo que nos habíamos propuesto : si los motivos exteriores han probado, hasta la evidencia, la verdad y la divinidad de la rcvelacion , debe ser vivisimo nuestro deseo de conocer su doctrina, porque la majestad de la Sagrada Escritura nos arrebatará tambien hasta la admiracion , y la santidad de su doctrina hablará con eficacia á nuestro corazon. Los · escritos de los filósofos desaparecerá.n ante la luz del Evangelio, y su sencilla grandeza nos elevará hasta Dios, como su único autOr posible. «Los preceptos de Platon son , con frecuencia , sublimes ; pero ¡ cuá.nta; veces se equivoca y cuán trascendentales son sus errores 1 · En cuanto i Ciceron, ¿ podria nunca este orador haber redactado sus oficios , i no ser por Platon ? ¡ Sólo la moral del Evangelio es siempre segura, siempre verdadera, siempre única y siempre semejante i si misma 1 • (Rouss., .Em. , IV. C. m de la Mont.)

Ante todo debemos reconocer y confesar que la doctrina de Jesucristo tiene en sí misma un valor interno y una verdad que lle\<-a


- 26CI -el sello de su divinidad, por lo que se impone

al espíritu con una certeza irresistible¡ merced á ella, se resuelven las cuestiones más abstractas de la vlda con una maravillosa facilidad, y se descubren los verdaderos caminos y el fin de la naturaleza humana.

La revelacion responde á las necesidades de la naturaleza humana , y por otra parte hace que el espíritu religioso descubra y conozca sus verdaderas necesidades. El hombre se forma 'con frecuencia ideas falsas acerca de sus necesidades ; no sólo desea lo que cree necesario , sino que acontece muchas veces que rechaza lo que le es indispensable. (FeuchtersIeben, Obr., IV. , 19 . )

El la ptOCUJa elevar al hombre á una grandeza moral extraordinaria, y á un poder con el cual , victoriosa de sus enemigos, da una vida divina á milla tes de seres, y crea un nuevo órden de cosas en el universo. Para los que tOdavía duden 1 San Agustin les presenta en elegantes frases esta serie de pruebas de la divinidad d� Cristianismo (.De ver. reh'g. , 3) :

e Si viviese todavia Platon y no se desdel1ase escucharme, ó mejor dicho, si alguno de


- :61 -sus discfpulos le hubiese interrogado en h. época en que vivia, acerca de la opinion por él sustentada de que la verdad no se ve con los ojos corporales, sino con el alma pura ¡ que uniéndose el alma á ella se hacia bienaventurada y perfecta¡ que nada nos aleja tanto de ella como una vida desordenada y las falsas imágenes de las cosas sensibles 1 que, impresas en nosotros por este mundo sensible, engendran diferentes opiniones y errores , por cuya razon es preciso tener el alma sana para poder percibir la forma inalterable de las cosas , esta belleza siempre igual, siempre la misma, exenta de todas las variaciones del tiempo y del espacio, que se conserva en todas partes una 6 id4Sntica1 y-Cuya existencia no admiten los hombres á pesar de ser la verdad suma y perfecta 1 puesto que todas las demas cosas nacen y mueren , pasan y desaparecen, y no subsisten , en todo lo que son , sino por el Dios eterno, cuya verdad les ha dado la existencia ¡ que entre todas las cosas creada& sólo al alma racional é intelectual la ha sido concedido el poder gozar de la contemplacion de la verdad, embellecerse y adornarse con ella,


- 262 -

y merecer la vida eterna ; pero que si se deja arrebatar por el amor y el dolor de las cosas creadas y perecederas¡ si se entrega únicamente á la vida de los sentidos corporales y se pierde en vanas ilusiones, se burla entónces de aquellos que admiten la existencia de un Sér que no se ve con los ojos del cuerpo ni puede representarse bajo una fonna sensible, sino que sólo puede comprenderse por la razon y la inteligencia¡ cuando dicho discípulo, persuadido de todos estos hechos, hubiese preguntado á su maestro si juzgaba digno de los honores divinos al hombre extraordinario que hiciera creer .esta& .v.erdadq i los pueblos, de tal manera, que las creyera áun sin comprenderlas, quedando así libres de las erróneas opiniones d� la multitud , sin duda alguna respondería Platon que esto no podia hacerlo un hombre, i 110 ser que estul-·iera dotado de una naturale2:a especial , ilustrado desde su origen, no por la ense11anza de los hombres, sino por los rayos de una luz interior, enriquecido con tantas gracias por la sabidurla y el poder de Dios , revestido de tal fortaleza y adornado de una majestad tan elevada, que,


- 263 -soportando resignadamente lo que ellos evitan , y haciendo lo que ellos juzgan imposible, encaminára al género humano i esta fe saludable con el . mayor amor y la autoridad más imponente. ¿Á qué preguntar entónces, aftadiria Platon, qué honorés se deben i tal sabidurfa , que es la sabiduría divina ? ¿ No ha merecido este genio excepcional, colocado como ha estado bajo la providencia y direccion de Dios , extraordinaria y particular recompensa, por las muchas cosas sobrenaturales- que ha hecho en favor de la salvacion del género humano ?

•Ahora bien : si todo esto se ha cumplido¡ si se halla comprdbáda"-p�ltós escritos y documentos púbUcos ¡ si desde la única region en la que se adoraba al verdadero Dios, y en donde debia nacer este hombre extraordinario, se han enviado por todo el mundo mensajeros escogidos, que con sus palabraS 1 sus virtudes y sus hechos maravillosos han encendido en todos los corazones el fuego del amor divino¡ si despues de haber confirmado tan saludable doctrina , han dejado i los venideros todo el mundo lleno de h1z , y, para no hablar de co-


· - zt4 -sas pasadas, que pudieran acaso no creerse, si áun hoy mismo se predica en todos los pueblos y en todas las naciones : « En el prin•cipio existia el Verbo, y el Verbo existia en »Dios , y el Verbo era Diol. Éste existia en el •principio con Dios. Todas las cosas fueron »hechas por Él , y nada de lo que fué hecho se :tbizo sin Éb ( Juan, r, I·J)¡ si para poder conocer á este Verbo, para amarle y hallar en Él las delicias que curan el alma y dan al espiritu la fortaleza que necesitl!-1 á fin de comtemplar" una luz tan clara, se ha dicho á los avaros : « No querais atesorar para vosotros »tesoros en la tierra, donde el orin y la polilla »los consumen , y los ladiones los desentier:t ran y roban, sino atesorad tesoros en el cie» lo , en cl&ldé--ni los consume el orin ni la »polilbl, ni los desentierran ni roban los la-

• :tdrones, porque en donde está tu tesoro 1 allí »está tambien tu corazon:t ¡ á los lujuriosos se dice: : cEl que siembra en la carne, de la »carne recogerá la muerte ; el que siembra en :.el espiritu, recogerá del espiritu la vida :. eterna. ;.. Y á los orgullosos : e El que se en»salza será humillado, y el que se humilla será


- 26,; -

»enHlzado.» A los coléricos : «Recibiste una »bofetada, pon la otra mejilla:. ¡ á los vengativos : e Amad á vuestros enemigos» ¡ á los supersticiosos : «El reino de Dios está en :.vosotros mismos » ¡ á los curiosos : e No bus:tqueis las cosas que se ven , sino las que no :.se ven , porque las cosas visibles son tempo.rales, y las invisibles eternas ¡ » y finalmente se ha dicho á todos : e No querais amar al » mundo ni las cosas que están en él , porque •todo cuanto en el mundo existe es concu» piscencia de la carne 1 concupiscencia de los :tojos y ambicien del siglo.»

:eoSi estas máximas se leen hoy dia en· todas partes 1 se oyen con �pet�· ��ia¡_s.i. despues de tanta sangre derramia&:, � tántas hogueras encendidas y de tan diversos tormentos de los mártires, se ha multiplicado el rebafio de la Iglesia como los frutos de un árbol fecundo, hasta en el seno de las naciones salvajes ¡ s.i ninguno se admira ya de ver :iim·iates de jóve-nes y de vfrgenes que desprecian el matrimonio á fin de vivir castamente, en tanto que el mismo Platon , á pesar de haber elegido semejante género de vida, temfa la torcida opinion de


- 266 -

sus contemporáneos 1 cual si hubiese "cometido una accion pecaminosa ; si es cierto que hoy sería tan extraño atacar tal género de vida, como lo era en otro tiempo defenderle; si en todos los países del mundo están confiados ios misterios cristianos precisamente á los que han hecho esta promesa y este voto ; si son leidas estas co.sas diariamente en la Iglesia y expuestas por los sacerdotes ; si es tal el núme· ro de los que abraz:m esta profesion , que los hombres de todas clases, que abandonan las riquezas y los honores del siglo por consagrarse exclusivamente al servicio de Dios supremo, bastarian para llenar las islas que áun no se hallan habitadas é inmensos desiertos ; si 1 en fi n , en las ciudadee y·.en -las villas, en los pue· blos y en las aldeas , en los campos y en los caserios1 es.tanto lo que se estiman el menosprecio de Im bienes 'terrenos y la conversion al Dios único y \"erdadero, que en todo el mundo y cada dia responde el género humano casi á una voz : «Tenemos le\o·antados nuestros :.corazones hácia Dios:. 1 ¿ por qué permanece· mos indiferentes ante las infamias de ayer, y buscamos los oráculos del paganismo ? Que te-


- :67 -

dos reconozcan á Dios y honren á Aquel que ha traido á los pueblos al camino de la fe. �

¿ Qué más pruebas s e necesitan ? E l entendimiento que considera estas seftales, estos hechos y estas doctrinas del CristianiSmo 1 sin preocupacion ni pasion de ningun género, lleno de amor á la ,•erdad, con la firme resolucion de seguirla hasta el-finl sin mirar atras y á un sacrifid.ndose 1 si fuese menester, llegará por necesidad, atcaido dulce, pero irresistiblemente 1 hasta la fe 1 basta el s�ntuario mismo en que ella reside. Sin embargo 1 sólo á la voluntad pertenece reconocer la certeza de la revelacion y abandonarse confiadamente en brazos de la fe ; éstp .�1�.más grande y más noble de su libertad , porque la doctrina de la fe no obliga al hombre al consentimiento. La esencia de la revelacion permanece más ó ménos envuelta en el misterio, ya se considere en si misma ó en el que la ensella 1 y la verdad de sus doctrinas descansa siempre en el testimonio de Dios que las revela , y no en la propia intuicion. «La fe es el fundamento de las cosas que se esperan, la conviccion de las que no se ven . • (Hebr. , XI, 1.) El objeto


- 268 -

de la fe es , por lo tanto, lo invisible, es decir, lo que no se puede percibir por los sentidos ni reconocer por la razon. (Stmta, u, 11, cu. 1 1 a. 4· ) Lo que percibimos por los senlidos no es, en cierto modo 1 más que una preparacion para nuestra fe, y no' pertenece á la esencia de la fe sino que constituye lo que se llama moti· vos de credibilidad. '

«El que cree tiene motivos suficientes que le inducen a creer, porque es obligado á ello por la autoridad de la doctrina divina , confir· mada por los milagros, y lo que es mas , por el instinto interior de Dios, que á ello le invita, por lo que no cree ligeramente. Sin embargo , no tiene suficiente motivo para saber (tanto por parte de la misma re\·elacion como del que la atestigua) ¡ por lo tanto, no se destruye la razon del mérito.» ( Smna u, 111 c. n , a. 9.) e La evidencia del motivo de credibilidad siempre deja oscura la verdad misma.» (Suarez, Dc .Fid., IV1 5.) Y es que, como hace notar Santo Tomás, « los argumentos que obligan á adnÍitir la fe, no dan por sí solos evidencia de la fe, sino que prueban ta · verda.d del que anuncia la fe, por cuya razon no constitu-


- 269 -

yen ciencia de las cosas que son de fe.» (In. 111.

Sent. Dist . , XXIV 1 a. 2.) Oigamos aún lo que sobre esto dice el mismo Doctor AngCiico : «Se ha dicho que nueStros actos son meritorios en cuanto proceden del libre albedrfo movido por Dios por medio de la gracia. Pero el mis-mo creer es un acto del entendimiento que se adhiere á la volunta4 divina bajo el imperio de nuestra voluntad, movida por Dios por medio de la gracia. El asentimiento á la ciencia no está sometido al libre albedrfo, puesto que el que sabe está obligado á asentir por la eficacia de la demostracion.»- ( Su1nn u, a. 9.) Asf vemos que los pontífices y los fariseos, si bien no podian negar las .�. aobrenatura- · les de la vida del SalvadOr , rehusaban , sin embargo, creer en Él . «¿Qué harémos, declan, porque este hombre hace muchos milagros? • (Juan , XI1 47 ; Act. Apost., n· , 1 6.) « ¿ Qué harémos á estos hombres? Porque han hecho un milagro notorio á cuantos moran en Je�usalen; patente es , y no lo podemos negar.» «Preguntan lo que deben hacer, pero ninguno levanta la voz para decir: debemos creer en Él.» (August. Tract. xux ; 26, in Joan.)


- �70 -

La fe, como tal , es en primer término un acto de la inteligencia; mas como ésta se ejercita obedeciendo á leyes necesarias, no es libre en su accion ; de suerte que la lilx-rtad y la sumision espontánea sólo corresponden inmediata. y propiamente á la voluntad. Pero la voluntad es á su vez la que determina la inteligencia al asentimiento, y por ella r�ulta libre y meritorio el acto de la fe (Marc . 1 XVI1 1 6 ; Rom. 1 x , I 6 ) , segun l a doctrina del Concilio Tridentino. (Sess. V I 1 1 6. ) Y de esa manera es libre el acto de la voluntad bajo dos conceptos: en su ejercicio, por el cual puede creer 6 no creer, y en el objeto especial de la fe, es decir 1 en el asunto creido 6 no creido. Bajo el primer concepto tiene lugar el concurso de la voluntad 1 hasta cuando_ se trata del conocimiento puramente natural¡ toda vez que la voluntad es la que pone en actividad todas las 'demas facultad� del alma 1 incluso la inteligencia, puesto que no conoce el que no quiere conocer. Mas en el acto de la fe · obra tambien. la voluntad bajo el segundo concepto, segun la doctrina del Angel de las escuelas (Sruna 1, 11, c. xvn. a. 6): e Un acto de razon puede con-


- 27I -

siderarse de dos modos : uno en cuanto al ejercicio del acto, y así siempre puede ser imperado, como lo es cuando á uno se le intima que atienda ó que use de su ruon ¡ otro, en 6rden al objeto , y en este concepto surgen dos actos de la r�on : el primero 1 por el cual apreniie la verdad accrc.1. de algun objeto , y esto no está en nuestro arbitrio, pues depende de la intervencion de alguna luz natural 6 sobrenatural , y por lo mismo no puede ser imperado; el segundo, por el que atienle la razon i aquello que aprende ó concibe ; pues si esto es tal que el entendimiento naturalmente le da su asentimiento, cual sucede con los primeros principios, en este caso �,a.;s�a'? 9 . disenso no esti en nuestro arbitrió y s( en el órden de la Naturaleza ; por cuya razon, hablando con propiedad , depende del imperio de la Naturaleza misma. :Mas otros objetos se aprenden de tal mllnera, que no convencen al entendimiento, hasta el punto de no poder ménos de asentir 6 disentir 1 ó al ménos suspender el asenso 6 di4 senso por alguna causa, y ent6nces el asenso ó el disenso está en nuestro arbitrio y cae bajo nuestro dominio.»


- =72 -

La razon de esto es que el objeto de la fe no es por sí y en si mismo evidente y, por consecuencia, el entendimiento no se ve obligado al asentimiento ; de suerte que si la inteligencia ha de dar su asentimiento t un hecho de la revelacion 1 sólo puede verificarse mediante la influencia de la ,;oluntad, y ésta á su vez es determinada por el jui�io de la inteligencia acerca de la credibilidad de la revelacion , por donde se ve que esta influencia de la voluntad sobre el entendimiento, que motiva e] asentimiento , proviene indirectamente de la misma inteligencia, como lo da á entender Santo Tomás cuando dice (in J 1 D. V. Qu. m, 4) : « La voluntad sigue á la razon de dos maneras, ya explfcitamente, cuando la razon juzga por si misma que debe evitarse una cosa, ya tambien implícitam�te1 .cuando la razon juzga que debe eteglrié '6�tarse" una cosa, porque así lo ordena un Superior, como Dios, siquiera no se le perciba con los sentidos, y asf es como la voluntad sigue i la nzon en las cosas que pertenecen á la fe, es decir, impUcitamente.•

Pero el hombre iun puede cerrar sus ojos á la luz de la evidencia , que arrojan los motivos


- :&73 -

de credibilidad , toda vez que e la consideracien de una cosa presente que conocemos cae bajo el dominio del libre albedrío, porque el hombre es Ubre para considerar ó no.» (Thom., l. c.) Puede asimismo sustraerse á su influjo por cuanto la voluntad es la que determina siempre al entendimiento i obrar 1 la que somete los objetos i su juicio y la que sostiene la atencion. Y es que c la voluntad mueve, i manera de agente 1 al entendimiento y i todas las potencias del alma. El objeto de la voluntad es el bien y el fin en general ; y cada potencia se compara al respectivo bien que le es propio, como la vista á la perspectiva del color y el entendlibfeftto al conocimiento de lo verdadero.» ( Suma J, c. LXXXII, a. 4.) El mismo Doctor Angélico describe el influjo de las pasiones sobre el conocimiento, de la siguiente manera (11 n, c. xxxm, a. 3) :

cLas delectaciones corporales impiden ·el uso de la razon por tres motivos : 1.0 Á causa de la distraccion , porque ponemos grande atencien en las cosas que nos deleitan. z.o Por razon de la contrariedad, porque • . . . . falsean el juicio de la prudencia, no empero el especu·


- 274- -

lativo, que no es contrariado por la delectacion • • . . . 3.0 Segun cierta ilacion, en cuanto la dclectacion corporal es seguida de alguna modificacion del cuerpo ..... cuanto con más vehemencia es afectado el apetito por el objeto presente que por el ai!Sente.•

Por eso, aunque el hombre reconozca con evidencia que la revelacion es digna de ser creida y que Dios se ha manifestado en realidad de una manera extraordinaria, sin embargo, tal evidencia es siempre extrínseca y mediata. Las verdades mismas que Dios ha revelado se ocultan de diversas maneras á nuestro entendimiento, y no podemos conocerlas sino por la fe. Pero como la fe es un acto libre, podemos siempre resistirla y combatirla. Por otra parte, el hombre que se abandone á. una indolencia muelle y al placer del inomento, sin tener ninguna aspiracion levantada, no llegará nunca i este eximen, sino que permanecerá sumido en la más completa y culpable ignorancia. En efecto, no puede negarse que la precisiou, la delicadeza y la agudez:a de nuestro juicio y nuestro sentimiento moral pueden ser conducidos por el


- :n -

ejercicio á un alto grado de perfeccion del mismo modo que las demas facultades, miéntras que , por el contrario, se debilitan extraordinariamente por la falta de ej�cio. ¡ Qué diferencia tan notable 1 qué abismo tan inmenso separa al hombre vulgar 1 que vive en completa insensibilidad moral, sin tener un solo pensamiento d� abnegacion 1 no obrando más que bajo el im¡iulso de los sentidos , del egoismo ó de la vanidad, de aquel otro cuya vida ha sido un perpétuo sacrificio en aras del deber 1 cuya conciencia ha sido siempre purá y su voluntad recta y enérgica! ¿ No tendrá tate una superioridad incontestable sobre el primero para reconocer � .verdad .y para resolver problemas que permanecerin insolubles para el otro? (Dcellinger, Error ... , 30.) Pero no sólo la fe, sino la ciencia misma , es algo m.is que el resultado de una evolucion necesaria y lógica de las leyes del pensamiento 1 puesto que tiene una alta significacion moral que radica en la libertad. Ésta ejerce ya su influencia en los comienzos de toda im·estigacion cientffica, y es la que hace que nazca la idea por ser anterior .i las leyes de la lógica. Pensamos, no


- 276 -porque debemos, sino porque queremos pensar, PodemO! asimismo estudiar una cueslion á fondo, 6 bien contentarnos con un exAmen superficial, y á un cuando nuestro espíritu esté bajo las leyes del pensantiento, tenemos sin embargo conciencia de nuestra libertad y proseguimos el fin libremente elegido. ( Deutinger , Renan ... , n• . )

En esto se fundaba Platon (Fed. 23, 27. Sof. 1 49 ) para exigir que el alma que se preparaba para estudios elevados estuviese exenta de pasiones y desligada por completo de las cosas terrenas , porque sólo un corazon puro puede comprender lo verdadero, lo bello y lo eterno ( Phzd. , 1 6 ) ¡ sólo de <."Sta manera puede acercarse 4 Dio& y se hace capaz de comprenderle. {Thoetet., 247 . ) En este sentido tiene tambien razon Pascal cuando dice : « Es preciso conocer las cosas humanas para amarlas, y amar las cosas divinas 4 fin de conocerlas. • Plotino dice igualmente : 41El vidente no puede disfrutar de esta vision de las cosas eternas sino despues de haberse asemejado á aquel á quien debe contemplar, de la misma manera que no puede el ojo mirar al sol si primero no se ha he·


- 277 -

cho apto para ello , es decir, resplandeciente como él.»

Pues lo mismo su�e con el alma : es necesario que sea hermosa :l fin de que pueda disfrutar de la vista y contemplacion de lo bello, Por consiguiente, todo el que aspire t ver :l Dios y lo bello debe hacerse hermoso y divino :l su vez (Ennead., I 1 6), «porque el que viene de Dios escucha la palabra de Dios.• (Juan , IV,

6.) La misma iri:tágen emplea San Anastasio (De incanzat. lTsrD., 57 ) , como verém.os despues. He aquí por qué no basta la sola inteligencia, independientemente de la voluntad, para adquirir estos conocimientos del 6rden moral , cuyas consecuencias vienen :l ser , unas má.s , otras ménos, leyes para la vida , é impo· nen restricciones y áun deberes á la "·oluntad. Esta observacion se aplica al Cristianismo mejor que á ninguna otra institucion , porque el Cristianismo no es letra muerta, sino, por el contrario , una doctrina práctica 1 viva y vivificante, destinada á difundir la actividad y la fuerza á todo lo que le rodea. El espíritu y el corazon, el hombre entero se halla empefiado, en mayor 6 menor escala, en tal exá-


- 278 -

men , y, ya sea que lo conozca 6 que lo ignore, su voluntad dirige á su entendimiento. Por eso, áun cuando el hombre, triunfante de la pereza natural que le lleva á dejar vagar su inteligencia á sus anchas, se dedicára á un estudio profundo de las pruebas del Cristianismo, hallaría todavla mil mecHas de eludir su fuerza demostrativa ¡ su entendimiento, estimulado por el interes que le aconseja SllStraerse á una ley dura y pesada, · pone á contribucion todo su ingenio para refutar los argumentos y suscitar di6cultades, segun confesion del mismo Strauss.

Esta tarea le seria tanto más fácil , cuanto que la evidencia de los motivos de credibilidad del Cristianismo no es una evidencia ficil de percibir á primera vista , como lo son 1 por ejemplo, las verdad� matemáticas. Es una evidencia mediata ; para reconocerla necesita primero . pesar y juzgar una larga serie de hechos históricos, y despues examinar un encadenamiento de ideas 1 que hieren con frecuencia nuestras opiniones preconcebidas y son un obsticulo á nuestras pasiones. Ya lo dió á entender Santo Tomás cuando dijo : q:Las de-


- 2i9 -lectaciones corporales falsean el juicio de la prudencia 1 es decir 1 de un conocimiento que

influye de una manera pri.ct:ica para la vida. No, empero, el especulativo, que no es contrariado por la delectacion , como, por ejemplo, el que los tres ángulos de un triángulo son iguales á dos rectos. » ( Suma.) El mismo Santo

Tomás expresa la diferencia que hay entre la

e\•idencia inmediata y mediata en los términos siguientes: e El entendimiento asiente 1 porque

es movido t ello por el objeto mismo, que es

conocido , ó por s[ mismo , como consta en los primeros principios que pertenecen al enten

dimiento 1 6 lo es por medio de otra cosa conocida, como se ve � Lae �roD.clusiones que pertenecen á la ciencia.» (S11mn n, n, c. I 1 a . 4.) Si no poseeis una voluntad firme y un amor profundo á la moral y á la verdad, vuestro entendimiento se asemejará á un j uez corrompido que, descuidando el exámen de las pruebas, 6 no admitiéndolas sino al�adas y desnaturalizadas 1 se esfuerza por suscitar objeciones, y las desarrolla con calor y pertinacia. Por otra parte , siempre es mucho más f;icil presentar una objecion que resolverla , y negar que afirmar.


- 211o -La fe es , por lo tanto , un a(:tO libre, una

manifestacion de la voluntad , el acto moral por excelencia, ya que de ella saca la moral su Wda y su fuerza , y como dice el Concilio de Trento « la fe es la raíz y fundamento de toda justificacion. » (Sess. VI1 8. )

La fe es una virtud , ó mejor dicho, la primera. y la más excelente dt: las virtudes ¡ porque todas las demas se apoyan en ella. e Creo 1 Señor , ayuda mi credulidad. » (San Márcos , IX1 :14.) Tal es el grito de toda la Naturaleza. El hombre debe estar dispuesto á creer, empezando por reconocer los motivos de credibilidad 1 á fin de adquirir el � preciado dt= los tesoros, la fe, que lleva ya esc:ondida en su corazon. Sus propias fuerzas le bastan para llegar hasta los umbrales del templo ; pero una ve1: que haya llegado á la puerta del santuario, no puede penetrar en él , &i.Dios no le alarga la mano. Para reconocer la verdad natural le basta un medio natural , la razon ¡ pero para llegar á lo sobrenatural. necesita de una fuerza sobrenatural , la gracia ; necesita un segundo nacimiento, la regeneracion en Dios , la eficacia de la gracia , segun la doctrina del citado Concilio de


- t8t -Trento. «Si alguno dijere que el hombre puede creer sin la inspiracion del Espfritu Santo y sin su divino auxilio • . • . . cual conviene para que se le conceda la gracia de l a justificacion , s. a.» (Sess. VJ1 3 y 6.) Ya el segundo Concilio de Orange, celebrado en 529 , babia definido la misma doctrina contra el semipelagianismo (c. v. ) : « Si alguno dice que tanto el aumento como el principio de la fe y el mismo senti� miento por el que nos movemos á creer .... , no lo recibimos como dón de la gracia • . . . . sino que reside en nosotros naturalmente 1 se declara adversario de los dogmas apostólicos. • Y aun� que la evidencia de la credibilidad de la revelacion se manifieste en el �o de la naturaleza , segun hace notar Suarez (Dcfide, d. IV1

s. 6 ) , y nuestra razon pueda, despues de un .exámen suficiente de dichos motivos d e credibilidad 1 reconocer por sí misma los caractéres de la revelacion , sin embargo, la gracia es la que ilumina al entendinliento y mueve á la vo· Juntad á poner . el acto sobrenatural de la fe, para lo cual no bastan las fuerzas naturales de la inteligencia y de la voluntad, por no guardar proporcion con ese acto (Id. Disp. VI1 8.)


- 282 -

y el Concilio del Vaticano establece la misma doctrina en el siguiente pasaje ( Crmstitu

ti'o dogmoti'ca , II1 m. De fide) : «Aun cuando ei asentimiento á la fe no sea un impulso ciego del alma , sin embargo, nadie puede prestar fe á la predicacion evangélica, segun conviene para alcanzar la salvacion , sin la iluminacion y la inspiracion del Espíritu ·santo , que i todos facilita y suaviza el camino para consentir y creer en la verdad. Por cuya razon la fe en si misma, áun cuando no sea producida por la caridad, es un dón dt= Dios , y el acto de la misma es una obra pertinente á la salvacion, ya que por él presta el hombre libre obediencia al mismo Dios , consintiendo y cooperando á su gracia, á la que podria resistir.» (Can. \" ) : « Si alguno dijere que el asentimiento á la fe cristiana no es libre, sino que se produce necesariamente , mediante los argumentos de la ratcn humana , 6 que la gracia de Dios es necesaria para la fe viva solamente, que se opera por la caridad 1 s. a. �o La última parte del decreto condena la opinion de aquellos que, como Hennes (Do¿-., m, 282-87) , creen que sólo es obra de la gracia aquella fe


- 283 -

que se manifiesta por la caridad. ( Braun y Elvenich , Meletnnata Tkeol. , p. 82 sig.)

Necesita, en fin , un motivo sobrenatural de certeza , la autoridad de Dios¡ porque e Dios es objeto formal de la fe, en cuanto que es la primera verdad , en el acto de conocer, que no puede enga11arse y la primera verdad 1 en el decir , que no puede enga:ftar.• (Suarez, De jid., m, 4.) Los motivos que nos inducen á creer en la revelacion pueden ser diversos, segun las diferentes personas ¡ pero el motivo formal de la fe es e1 mismo para todos ¡ es Dios que da testimonio de si mismo , pues , como haee notar Santo TÓmás , e la \'erdad suma da principalmente testilllOIÜO de sHiñs'fttá, por cuya razon en la fe se presenta como medio y como objeto . . . . . Pero el mismo testimonio de la verdad divina se presenta en la fe como el principio en las ciencias demostrativas.» (Thom., De

veril. , q. x1v, a. 8.) Ella es la que bate posible el acto de la fe en la verdad revelada en virtud de la autoridad de Dios , que es la verdad infalible. Y así se abre al espíritu un nuevo mundo , el mundo de la revelacion, y la razon , que hasta aquf ha servido de gula al


- 28.¡. -

hombre, cede su lugar ! la fe y la sigue como una autoridad superior.

Oigamos tambien á. este propósito la definicion del Concilio del Vaticano (Cottsl. d ... _, m) : e Toda vel: que el hombre depende enteramente de Dios , como de su Creador y Sefior, y la razon creada está. completamente sujeta ! la verdad increada, estamos obligados ! prestar, por la fe. obediencia de entendimiento y de voluntad á Dios que se nos ha revelado. Pero la Iglesia católica profesa la doctrina de que esta fe, que es el principio de la salvacion del hombt;e, es una virtud sobrenatural , por la cual , coa el auxili_o v la iospiracion de la gracia divina , creemos que son ,·erdaderas las cosas que Él ha revelado, no porque se vea la verdad intrinseca de las coaas, por la luz natural de la ra¡:on, sino por la autoridad del mismo

· Dios que revela, el cual no puede engañarse ni .:ngai1arnos. Porque la fe es el fundamento ó firme persua:>ion de las cosas que se esperan y el convencimiento de las que no se ven. (Hcbr. , X I . J . ) Si alguno dijere que la fe divina no se distingue del conocimiento natural de Dios y de las cosas morales, y que, por con-


- 285 -

siguiente, para alcanzar la fe divina no se requiere creer la verdad revelada por la autoridad de Dios que revela, s. a;:. (Can. n.)

Asf es que la razon comienza b. obra y la fe la '"'caba, la fuerza natural prepara Jo que la gracia divina desarrolla y termina; de esa manera el creyente entra en una nueva vida; una luz superior ilumina su alma , y una nueva actividad se desenvuelve en su corazon. (Ciem. Al. , Strf»n. , ( 1 5.) Es una raíz bendita-, de la que ha brotado el árbol cargado de los frutos de una vida ·santa 1 y que supera á la simple moralidad natural, tanto como la virtud de Dios supera á la accion del hombre, como el pensamiento divino so��sentido humano. No damos este paso ni entramos en la vida de la fe á ciegas é irracionalmente, sino que la misma razon es la que nos 11eva , nos induce á la credibilidad de la revelacion 1 á cuya evidencia no puede sustraerse ·por mucho tiempo. Esta evidencia varia segun el grado de inteligencia y de instruccion de cada uno, pero es siempre suficient� , y su claridad y su fuerza persuasiva aumentan á medida que el . espiritu avanza y se engolfa en la verdad de


- 286 -Dios. ¿ Cómo podré adquirir la fe? podria preguntarnos alguno : yo quisiera creer ; yo quisiera tener el consuelo, ta: paz y la tranquilidad de la fe ; quisiera hallar en ella la reconciliacion para el pasado, fortaleza para el presente y esperanza para el porvenir ¡ pero no puedo creer.

¿ Cómo llega el hombre á la fe ? Dios quiere que todos los hombres se salven y conozcan la verdad ; ofrece á cada uno la gracia de la fe, y basta alargar la mano para asirla, 6 mejor dicho , basta dejarse asir por ella. Cumplid vuestro deber y estad seguro de que Dios cumplirá el suyo, toda vez que no rehusa su gracia al que pone cuanto está en su mano paTa alcanzarla. Descorred � cerrojo que cierra vuestro corazon , sacudid toda pereza y el horror á todo pensamiento serio. Si está cerrado vuestro espíritu y muerto vll€:6tro corazon, ¿cómo ha de aparecer la vida en un cadáver? No se tiene fe porque no se tiene religion ; y no se tiene religion porque no se quiere ajustar la conducta á las reglas de la moral. La fe no es solamente ciencia, sino que es ademas una virtud , como lo son , por ejemplo, la castidad ó la


- 287 -templanza ; de donde se infiere que la fe no sólo debe ser aprendida como ciencia, sino que exige tambien ser practicada como las demas virtudes. Cuando la te· se apodera del corazon de un hombre, toma posesion completa de él, y reina como soberana sobre sus pensamien· tos y sUs deseos, sin que pueda sustraerse nin· guno de ellos á su inB.ujo saludable. Pero si una pasion ó una &ala inclinacion de su alma fuese impotente para sostener el resplandor de la verdad divina; esto seria bastante para mantenerla en su incredulidad. cEs que no ha querido instruirse para no verse obligado á practicar el bien. :t (Sal. xxxv , 4.) «Romped con vuestras pa&ioq.E!&• 4i9t -.Pt&cal, y al punto creeréis. » Para persistir en la incredulidad no necesita el hombre otra cosa que abandonarse á su indolencia y á sus inclinaciones desorde· nadas. Y es que la fe impone sacrificios , pri· vaciones1 heroismo ¡ por eso prueba más un creyente en favor de la fe ; que mil escépticos en favor de la incredulidad; p;,r eso tambien el hombre se hace más accesible á la fe, en las hqras tristes de la vida , en que el dolor ó la m�erte apartan las afeeciones del corazon de


- 388 -

todo lo que es perecedero, y cuando los pue· blos se ven azotados por grandes calamidades, entónces esU.n mejor preparados para recibir la semilla de la fe.

Por tanto , el corazon debe prepararse á la gracia de la fe, venciendo los obstáculos que le separan de la verdad ¡ para obtener' la fe debe conducirse de la misma manera que para adquirir la razon, porque la fe es la manifesta· cion de la verdad sobrenatural , la expresion de la razon dh•ina. Del mismo modo que la madre da á su hijo las primeras nociones de la razon, con el auxilio de las palabras que el repite y que le ensetian poco i poco á pensar, as{ tambien la Iglesia, esta madre sublime de la humanidad, inicia i s� hijos e� las nociones de la fe y desarrolla en ellos la razon sobrenatural. La fe procede de la predicacion (Rom., x,

1 7 ) , que va acampanada de la graci a ¡ la oradon y las buenas obras la preparan; de lo cual nos ofrece una .Prueba. evidente la historia del Centurion Cornelio. ( Act. Apost. , x, 1 1 . ) La gracia obra en los corazones¡ miéntras que la predicacion resuEna en el exterior. (Act. Aj'JSt., xv1 , 34. ) « Dios abrió su corazon á fin de


- 289 -

qut: creyese lo que decia Pablo. » ( Mat . , XX\' 1 1 1 1 20. ) « Por lo que á nosotros toca, tra· b3Jamos por fuera ¡ pero si no hubiera nadie que trabajára por dentro, no reverdeceria el árbol , ni daria flores ni frutos ; pOl' eso dice el Apóstol (1, Cor., m, 7 ) : «Ni el que planta es algo ni el que riega, sino Dios que da el crecimiento ¡ si Dios no diera éste en vuestro interior , ningun efecto produciría la predicacien en \'Uestros oidos.»(August., Serm. CLII.)

La vida misma suministra un postrer testimonio á la verdad : « Practicad mi doctrina y veréis que procede de Dios.:t (Juan, VJJ, 1 7.) e Quien quisiere hacer la voluntad del que me ha enviado, conocerá si mi doctrina es de Dios. :t De la misma manera· que en el órden de la Naturaleza desempel'ia la vida sus funciones , y se conserva y se desarrolla , áun ántes de que la ciencia haya sei1alado el li.n de cada una de ellas, y del mismo modo que la ra¡on despliega su actividad !ntes que la Filosofia haya determinado las leyes del pensamiento, asi tambien el hombre cuanto más se esfuerza por consagrarse á la vida de santidad , cuyo dh•ino ideal se encuentra mejor en la doctrina


- 2go -y en la vida del Salvador, mejor reconcx:crá, en la claridad siempre creciente que inundará su espfritu, en la paz cada vez mts profunda de su corazon, y en el mejoramiento de su voluntad siempre más pura y más fuerte , la exactitud de estas palabras del Apóstol (Rom. 1, 1 6 ) : « No me avergiienzo del Evangelio. porque es la virtud de Dios para salvar á todos los que creen, á los judíos primeramente, y despues á los griegos.:t

SuPLEMENTO.- La evidente credibilidad del Cristianismo , la vida de la fe razonada se halla brevemente expuesta en la Encíclica de nuestro Santo Padre Pio IX ( 9 de Noviembrt: de 1 846): « No habiendo sido inventada nuestra religion santísima por la razon, sino ma

nifestada directamente por Dios á los hombres , todo el mundo comprende fácilntentt: que , tomando toda su fuerza y toda su virtud de la palabra del m"ismo Dios , no ha podido ser producida n i puede ser perfeccionada por la razon. Es verdad que para. que la razon humana no se equivoque ni se extravíe en un negocio tan grave y de tanta importancia , es necesario que se informe cuiáadosamcntc del


- :g ¡ -hecho de la re\'dacion , i fin dt.• que se la demuestre de una manera cierta que ha hablado Dios , y que , por consiguiente , segun la sábia ensellanza del Apóstol, pueda prestarle una sumision razonable. Pero ¿ quién ignora ó puede ignorar que cuando Dios habla, se le debe fe completa, y que nada hay más confQr'me á "la misma razon que prestarle su asentimiento y adherirse firmemente á las verdades reveladas por Dios, que ni puede engallarse ni engafiarnos ?

� ¡Y cu;in numerosas, cuán admirabk-s y espléndidas son las pruebas, por medio .de las cuales la razon humantl debe ser conducida a la conviccion profunda de que 13. religion cristiana es divina, qpe h¡l. J;ecibido del Dios del cielo la raiz y el priOcipio de todos sus dogmas , y que , por consiguiente, nada más cierto en el mundo que nuestra fe, ni nada más seguro, más venerable y que descanse sobre m:i� sólidos principios! Efectivamente, esta fe es la maestra de la vida , la guia de la salvacion, la enemiga de todos los vicios, á los cuales destruye, la madre y la nodriza fecunda de todas las virtudes; estafe se halll'. consolidada por el n a ·


- �93 -cimiento , la vida , la muerte , la resurreccion, la sabiduría, los milagros y las profecías de su divino autor y consumador Jesucristo ; esta fe despide de todas partes el resplandor de su doctrina sobrenatural, y se halla enriquecida con los teSO!'OS inagotables y verdaderamente celestiales de tantas profecías, inspiradas i sus profetas, con' eJ. resplandeciente brillo de sus milagros, con la constancia de tantos mci.rtires y con la gloria de innumerables santos. Cada vez mas insigne y más notable, lleva por todas partes las leyes saludables de Jesucristo; y adquiriendo y cobrando cada dia nuevas fuerzas en las persecuciones mis crueles , armada lmicamente con el estandarte de la fe, conquista el mundo entero. y la licrra y el mar. desde el Oriente hasta el Occidente ; y despues de haber destruido los idolos engaflosos , disipado las densas tinieblas del error, triunfado de los enemigos de toda especie, ha derramado los benéficos rayos de su luz sobre todos Jos pueblos. sobre todas las naciones y sobre todos los paises. por feroces qne sean sus costumbres, y por contrarias que sean sus instituciones, haciéndolb doblar su cuello bajo el suave yugo de Jesu-


- �93 -

��::.e

�t:��::�.andoles á tod� la paz y la

•Ciertamente, todas estas magnificencias rcf:lejan por doquier el bri11o del poder-y de la sabiduría divina , para que todo pensamiento y toda inteligencia puedan' conocer prontamente y comprender con facilidad que la fe cristiana es la obra de Dios. ·Por eso la razon humana , en virtud de tales y tan incontestables pruebas , se v1! precisada á reconocer clara y manifiestamente que Dios es el autor de esta misma fe : es verd�d que la razon humana no podria ir mas alli ; pero, desechando toda dificultad y toda duda , debe una sumision sin reserva á semejante fe, puesto ·que tiene seguridad de que lo que propone la fe i los hombres para que lo crean ó practiquen , proviene únicamente de Dios. »

La necesidad de la pureza moral, como preparacion para la inteligencia de la religion , es un pensamiento que los Padres de la Iglesia han expresado de mil maneras. Presentarémos tan sólo algunos testimonios.

e Para comprender la Santa Escritura es ne· cesario tener una conducta bien arreglada ; es


- �íl-1- -

preciso llevar i este estcdio un corazon puro y una virtud formada sobre el modelo de Cristo ; y sólo así se podrá comprender la verdad,' en cuanto le es dado al hombre comprenderla. Si no se purifica el espfritu ni se imita á los santos 1 no se comprenderin los discursos de los santos. Cuando se quiere considerar el resplandor del sol , se purilicn el ojo y se le hace brillante, en cuanto lo peqnita la naturaleza de lo que se desea contemplar, á fin de que de esa manera , convertido en luz , pueda mirar la luz. » (Athanas., De ritcam, VeJ'Ó,) «Amar y comprender 1 son dos formas de una misma cosa. Comprender es amar \'crdaderamente , y sólo el amor puede comprender fntimamente.• {Feuchtersleben, Oór. m, 2 1 5.) En sentir de San Gregorio Nacianceno,« nadie debe pretender hacer las cosas santas objeto de sus estudios , si no ha dominado ántes su carne por una larga práctica de la Filosof'�a y una sevel'a disciplina , y purificado su alma de toda man· ch'a ; en una palabra, si no ha triunfado del peso terrestre -que está sobre nosotros , y pudficado sus oidos y sn espíritu . » ( Oral, xx1x. 4/l¡ . ) No es ménos explícito San Juan Crisál>-


- zgs --

tomo : « El desarreglo de la vida es contrario al dogma de la resurreccion , al de la inmortali dad y al del juicio, y entrafta muchos otros males, tales como la creencia en el dt'Stino , la fatalidad y la negacion de la Pro\-·idencia. Porque el alma, sumida en la depravacion, procura de esa manera consolarse, á fin de no entristecerse con el pensamiento de que debe haber un juicio . . • • . El que obra el mal no viene a la luz; una vida impura es un obstáculo para el conocimiento de las verdades ete ... adas , y

oscurece la vida del alma. Del mismo modo que no es posible que el que se halla en el t:rror, y lleva una ... ida arreglada , perma· ne� siempre.en el error, as1 tambien el que vive en el mal no puede fácilmente elevarse á la altura de nuestros dogmas, y el que se dedica á indagar la verdad debe estar exento de todo \'icio. El que está libre de sus \"icios, lo estará tambien del error y llegará á la verdad. No sin razon dice el Ap6stol : « No pequein, para demostrar que la incredulidad proviene del pecado. Cuando el alma se entrega á los placeres carnales 1 su \"ista se anubla ¡ prh·ada de la caridad 1 cae en una envidia querellosa, y


- 3g6 -al punto se extingue la luz de la inteligencia. El que se deja dominar por el deseo de las cosas temporales, se cm briaga con su pasion, y no puede ser el juez íntegro de la verdad. » ( Hom. XLVII , 4· in Act. ItJ Ep. 11 Cor. Hom. vnr, 2¡ XL, 3, Hom. I. in Ep. 1 Tim.) «Arreglar mi vida , dice Sineaio, tiene para m( el mismo sentido y equivale á lo mismo que dar el pri· mer paso en la sabiduría. Este es un punto que los hombres de la antigüedad han recomen· dado como una cuestion de la más alta importancia. Porque el que es impuro, no debe tocar siquiera lo que es puro. ,. (Epist. cxxxv1.)

JtiN DEL TOMO CUARTO.


I N D I C E .

X.-Ft J' mist,;,. . s-g6 l.a dencia conduce al hombre li. Dios ¡ la fu es

un pñntipiosuperior del conocimiento, . • 3-9 Concepto de la fe ¡ IIIO&i.YOI 'qllli;iltaNJtnan la

certeza. ; el testilft01rio¡ la fe ha precedidosiempre á la cienci a ; toda la vida humanadescansa en la re y est:l subordinada ' ella ¡ no hay certeza sin L"l fe ¡ imphuleitz 4t hft eH Mili lflt lifn'tu. . . . • 9 · 1 9

La fe religiosa ¡ Dioa puede manifestarse al hombre ¡ inftuencia de D:ioa enla lormaclon de las ideas; testimonio d� todosloll pUebloe; la tra. dicion. . . 19-30

La fe 1divina fundamento de toda religion y de todacultura¡ testimonio de los indios ; la cien• cia y la fe ; la fe es una necesidad dc=l hombre. 30-36

La revelarion no excluye la voluntad¡ refuta-don de las objeciones de Str:�.uss ; la lncre-


dulid:ul. degenera en supenticion ; necnidad de la fe. . • . • . • • • . 36-.¡.¡

El mi&terio ; no &e opone i la razon ¡ la negadon del misterio envuel\-e la negacion de Dios ; error esencial del racionalismo. , • , . 47·53

El misterio lo invade todo¡ testimonios de la clencia en lavor de la exiatencia del mi&terio. S3·6o

El misterio supem pero no se opone i la ruon; lo que es verdadero en Filosofla lo es tambiCD eD Teologla ; absurdo! qiae 54!"" dedueen de la DCgaeion del misterio .• , . , • , , • , 6o-67

El misterio como ca:r.teter necesario de la lC\'t• laclon ¡ consecuencia del fin "Cdtimo del hom-bre y de la misma idea de Dios. • • , , , 67-73

El n:Usterio es incoiZipnnliblepero no inconcebible ; idea del misterio; el misterio )• la rnzon humana ¡ e1 conveniente tral.ar de BOndear }' comprender los mist.erios • • • , • , 73-So

Efecloll de la fe ; idca m:l.s precisa de la fe, in-Duenda del dogma cri&tia.Do ¡ lot triunfos de la fe. . , , , , , , , , • • , , , . 8o.ga

SnJimrtHf"--Eficacia rege11eradora de la fe, &t· gun San Ciprlano )' San Pablo. • 92-gti

XI.-Ntet.ritlaJ tit ¡, r�t�tltrdM. . 97-220

La. religion es un deber del ilombfe .. , . , . 97·100 Sin la revelacion no se ha realizado la idea de

la religion . . . , • • , , , , , , , • M0-10-' Necesidad moral, no absoluta, de la revelac:ion. r04-10S El lenpje, qu n:�.tur.dez:a y su origen, , , , 105·10.'� LIL Filoaofla y 1:�. Teologfa ¡ su relaeion. • • roS- I r � L a humanidad, abandonada á sus aolas fuerzas,


- 299 -P<i¡;iq�<.

no ha realicado. la Wea de la verdadera reli--gion; la verdad y la t'ilo¡;o(la antigua; el culto. I U · I I S

lnllueneia de 103 mitos en lu coatumbres ; ide:� grosero. que la Filosolia tenfa de la divinidad, rrS- 125

l.a corrupcion de costumbre& ron.<ecuencia de la o.>rrupcion de los dioses ; Zoroastro, Bud-dha., etc . • • . . • • • • • . • • I2)-t27

ltnpotencia de la Filosoflapara reionnar la vida moml y religioaa, demoetrada por testimo-nios intrlnaeeo� y extriDHéoa. . • • • • • U7·IJ5

Resuilados de la Filoao(fa. moderna; la moral 8\'angéliea no es producio de la l-'ilosofía¡ descl'4dit.o de la Filo3olill. y de los úló&of"os, pintaUo por sus m:l• genuinoa represenl.&utes, • . IJS·I.f.6

ln�"ertidumbre de lu uaeriaHU "&1oiÓficaa y lentitud deaQS progntoa ; au iuftuene'iasobre el pueblo es nula. • • • • . . • o t4fi·I.J9

La FiloaoUadel por•-enir y l• uecesidadpresen-te de poteei la vwdad ; l-=liilaclofraicclllble .i. 110 �orto atunero de privilegiados y la verdad patrimonio de todo1. , . • • • o • o • I.f9·16z

l.os resultados de la invesdpeioo cie11tifica se tocan con el t&mino de la vida, y el hombre necesira siempre de la verdad ; retrogndaciones á los antiguos errore& • • . . • • • . 162-16-1

Los nsultadcll de la Filoaofla atlin IDtll::ladol de erTOres y el hombre .oecaita de la verdad sin me�tla de en-or ni de.duda • . . • • • 164-1;"

l.a enseñanza se funda en la autoridad de que care�e la Filosoffa; egoismo exclusivisla de la Filosorfa ; la humanidad condenada al error por la Filosoffa . . • • • • , • • o • . 170- 175

La palabra humana insuliciente para. satisfacer la sed de verdad ¡ la autoridad divinaea nece-


- ;¡oo -

saria para que desaparezca la duda y la.oposi-cion ; universalidad de la ensc�anz.-. cristiana. 17�-183

F.l progreso insu6c:iente. . . . . porque no es una ley ncceaaria ; nece&idl\d dc \a ensef'lanza deduei-da de la necesidad del estudio • . , . , , 183-186

T.a religion natural y el cullo¡ la. necesidad de ls expiac:ion reconoclda port.odoa loa puebl01; la religion natural no conoce un medio ade-cuado de expiacion .• . . , • , , • r86:19i

::i'«esidad del Sah·Kdor ¡ el hombre no puede ser su propio S:alvador ¡ \a l\'aturaleza , el Arte, la Politica tampoco pueden redimir la humanidad. , , . • • . • , • • • . • • I!i1S·204

Lu puionea, lu tentacfonei jr li. Ce ; la reve-lndon. • , , , 204·21-f

l.a idea de la humanidad entre los antigucn ¡ Ja muerte . • • . • • • • , • 2T4·UO

X l l .-E/,4miw tlc laft r(l::onn.la. . . t::U-2g6

l.a razon nos lleva ll. la fe ; el eaplritu tieaeobli· pdon de investigar la existencia de la reve-ladon • • • • , • , , • • • , • • • 221-22) El cri&tianialllO io � ; no e, poaible ig:aorula ezfitenda de la revdacioo de jesucristo . • , • , . . . , , , _ , 225-227 Je&ucri&to pide que �e examine au doctriua ¡ da pruebas de au mision ; los milagros �on pruebu fldedigna� de la revelacion. , , , _ _ :27-231

Evidencia de la credibiUdad del cristiaDilmo ; motivos en que &C (uncia la (e criltiann ; la illfidelidnd contraria i la Naturaleza • . . , . 23 1-237

La predirncion y los motivos de credibilidad ;


- 301 -

�stos no dejan lugar .i dwb. ; no puede haber oposieion entre la fe y la"razou, , , • • . 231-2-P

Los testimonioa de la revebl:ion ¡ lo& milagros y la.s profeclal¡ la revelacion es un heeho ex-teriorvisible. . • • . • 2.p-2.¡.¡

Testimonios que deponen en favor de Jesucristo; superiora ll. los que pruebancualquierhecho; los Apóstoles son testigosfidedignos ¡ IO& m:i.rtiresfirma.n su declaracion con su sangre ; la Iglesia con sus milhme. de testigos ; el judais-mo ; importancia de etto"testtmonio.. • • • 247·25'f

Valor intrfnseco de la doctrina. de Jesucristo ; la revelacion responde il las neccsidades de la naturaleza humana¡ pruebas de la dh·inidad del cristianismo expuesta pcl(.� �g_ustin ¡ la moral del evangelio y la moral fi.losólíca. • 259-268

l.a re es ull aeto libre de la inteligencia ; inllujo de lat pasiones sobrc cl conocimienw ; la rec-titud moral condieion de la re ; n.USDs que pueden !alsear eljuicio:. -;.' '�-�'r"';'·: . • 268-zS:�

La re es la primera de lu virtudes ; la auwñdad de DiO& es motivo de la re y la gracia dh·in11 es tu prineipioeficiente ¡ el proce50 de la fe )' su prepa.n.cion • • , , . . . . . l8o-29'

Sup/.,.meJJI"--Credibilid:ad del criatianis1no, deducida de sus pr';!eba.s ¡ la pureza moml prepar.u:ion parn. la. inteligeacia de la religlon ¡ testimonios de los S:antos Padre!l.. • . lg0-2g!i

indke y anuncio&. . . �-304


. ·· ... · - � ·�

•:•JJtdUÍ$?1( JL·;,

.,,.i��c·' •

, .;"; 1 $ r"'IÚHXF·


EXCICLOPEDIA C.\TÓLICA, Est:i. en prensa e] quinto tomo de esta Biblioteca, 5 ,0 de la Dtiii4MJ'fl&ion Cris

tiana, por el Dr. Hettinger, uaa peseta. Se han publicado los opúsculol : LAs DJrms dt

.1/aYia Stmlisima, precioso libro del P. Arribas, so ce1nimos rústica, 75 �rton, y una peseta tela con plancha. C4Yin dt Pai,IIU1 , 6 exposicion de la doctrina masónica-liberal, por el P. Arribas, 64 paginas de nutrida lectura y elegante impresion, ss céntimos y 1 5 pesetas 1 00 . CaiDs sud/os dt HistoYifl, 6 hechos. importantes de la historia y de las tradi· ciooes de los pueblos, examiilados á la luz de los descubrimientos modernos, por D. F. G. Ayuso (primera respuesta i ua. Qttedr.l.tico racionalista) , zs céntimos y r s pesetas �oo:- -·

Ntt:tsidad tft ·la RtrJdw:ion , por el Dr. Hettinger, belllsimo librito de 128 p;iginas, á so céntimos, ss pesetas 1 00 y 15 pesetas so. Todos est01 opUsculos, son un medio excelente d6 propaganda católica.

COXDICIO�Es ; Se publica un tomo bimensual, i lustrado, cuyo importe, una peseta, se paga en el acto de recibirle. Para ser suscritor basta pasar avi· so á la Direccion. Los suscritores á la Biblioteca 1-eciben de regalo un opúsculo do 3 5 céntimos por cada dos tomos. Por cada diez ejemplares se da uao gr:itis.


apologÍa cristianismo, del... · 2019-11-02 · descúbrese aquí un nuevo horizonte ante...

Documents