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1 AÑO 2011 CRISTO ES LA LUZ VERDADERA QUE ILUMINA A TODO HOMBRE 3 de abril de 2011 Queridos hermanos y amigos: Me llena de alegría poder dirigirme a vosotros con esta primera carta semanal en nuestra hoja parroquial Iglesia en Tarazona. Comienzo recordando las primeras palabras que os dirigí el día de mi ordenación episcopal en el Monasterio de Veruela, en ellas os expresé lo que quiere ser mi ministerio apostólico entre vosotros. Con la ayuda del Señor deseo que mi servicio a vosotros se fundamente en la confianza y en la amistad, que sintáis la cercanía del Obispo en vuestras dificultades y también en vuestras esperanzas y anhelos, en definitiva, que veáis en mí a un hermano que os acompaña y camina con vosotros. Para ello nos tenemos que conocer, visitar vuestras parroquias, escuchar vuestras preocupaciones, alentaros en vuestros trabajos pastorales y animarnos unos a otros para seguir más fielmente a Cristo para que Él sea conocido y amado por todos. Debemos, pues, intercambiar nuestra experiencia, escucharnos, valorar los dones y talentos que Dios nos ha dado a cada uno, sin buscar protagonismos absurdos que nos alejan de los demás y que todo sea para el bien de todos y edificación de la Iglesia. Para lograrlo no debemos olvidar el aspecto humano en el que se fundamenta nuestra vida cristiana. Jesucristo no dejó de lado o quitó de su plan de salvación este aspecto, quiso ser verdadero hombre, más aún, quiso ser el modelo del hombre nuevo, por lo tanto, lo que Él hizo como hombre es para nosotros un modelo a seguir. De Él debemos aprender su relación de amistad y confianza con sus discípulos, el acercarse al que sufría, el anunciar el perdón y la misericordia al hombre herido por el pecado, el buscar el bien común, sin pretender sólo el nuestro propio. Si esto lo deseo para todos los cristianos que peregrinamos en la diócesis de Tarazona, con mayor empeño lo espero para vosotros mis queridos sacerdotes; quiero ser vuestro padre y amigo, vuestro compañero, aquél en quien confiéis y a quien podáis abrir vuestro corazón; para todos vosotros quiero estar disponible. Sólo me permito pediros que vuestra relación conmigo se fundamente en la caridad y en la verdad. Alejémonos de todo aquello que nos separa y divide y redoblemos los esfuerzos por lo que nos une y crea vínculos de comunión. No puedo olvidar que estamos recorriendo el camino de la Cuaresma que nos conduce hacia la Pascua y que este tiempo privilegiado nos puede ayudar a revisar nuestra vida, a hacer un gran examen de conciencia. Si somos sinceros en este examen reconoceremos que estamos necesitados de purificación y de renovación, que nuestra vida es frágil, débil y necesitada de la mano sanadora de Dios. Abramos, por lo tanto, nuestra vida a Dios, como nos dice el papa Benedicto XVI: “Dios nada nos quita y todo nos da”. En este tercer domingo de Cuaresma se proclama el Evangelio del Ciego de nacimiento (Jn 9, 1-41). El evangelista nos presenta a un hombre que nada pide, que está conformado con la suerte que le ha tocado y que sólo se conforma con la limosna que recibe. En él nos vemos reflejados. San Agustín nos dirá que es imagen del género humano, de la ceguera que viene del pecado. Pero Cristo viene a su encuentro y lo cura de su ceguera, sus ojos se abren y más tarde confesará: “Creo, Señor”. Conoce, pues, a Cristo y su vida se transforma. A esto estamos llamados en nuestro camino de la Pascua, a dejarnos encontrar por el Señor para que Él nos haga hijos de la luz y producir frutos de bondad, de justicia y de verdad (Ef, 5, 8). Que vencidas las tinieblas del pecado Cristo sea la luz verdadera que ilumina a todo hombre (Jn, 1, 9).

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AÑO 2011

CRISTO ES LA LUZ VERDADERA QUE ILUMINA A TODO HOMBRE 3 de abril de 2011

Queridos hermanos y amigos: Me llena de alegría poder dirigirme a vosotros con esta primera carta semanal en nuestra hoja

parroquial Iglesia en Tarazona. Comienzo recordando las primeras palabras que os dirigí el día de mi ordenación episcopal en

el Monasterio de Veruela, en ellas os expresé lo que quiere ser mi ministerio apostólico entre vosotros.

Con la ayuda del Señor deseo que mi servicio a vosotros se fundamente en la confianza y en la amistad, que sintáis la cercanía del Obispo en vuestras dificultades y también en vuestras esperanzas y anhelos, en definitiva, que veáis en mí a un hermano que os acompaña y camina con vosotros. Para ello nos tenemos que conocer, visitar vuestras parroquias, escuchar vuestras preocupaciones, alentaros en vuestros trabajos pastorales y animarnos unos a otros para seguir más fielmente a Cristo para que Él sea conocido y amado por todos.

Debemos, pues, intercambiar nuestra experiencia, escucharnos, valorar los dones y talentos que Dios nos ha dado a cada uno, sin buscar protagonismos absurdos que nos alejan de los demás y que todo sea para el bien de todos y edificación de la Iglesia.

Para lograrlo no debemos olvidar el aspecto humano en el que se fundamenta nuestra vida cristiana. Jesucristo no dejó de lado o quitó de su plan de salvación este aspecto, quiso ser verdadero hombre, más aún, quiso ser el modelo del hombre nuevo, por lo tanto, lo que Él hizo como hombre es para nosotros un modelo a seguir.

De Él debemos aprender su relación de amistad y confianza con sus discípulos, el acercarse al que sufría, el anunciar el perdón y la misericordia al hombre herido por el pecado, el buscar el bien común, sin pretender sólo el nuestro propio.

Si esto lo deseo para todos los cristianos que peregrinamos en la diócesis de Tarazona, con mayor empeño lo espero para vosotros mis queridos sacerdotes; quiero ser vuestro padre y amigo, vuestro compañero, aquél en quien confiéis y a quien podáis abrir vuestro corazón; para todos vosotros quiero estar disponible. Sólo me permito pediros que vuestra relación conmigo se fundamente en la caridad y en la verdad. Alejémonos de todo aquello que nos separa y divide y redoblemos los esfuerzos por lo que nos une y crea vínculos de comunión.

No puedo olvidar que estamos recorriendo el camino de la Cuaresma que nos conduce hacia la Pascua y que este tiempo privilegiado nos puede ayudar a revisar nuestra vida, a hacer un gran examen de conciencia. Si somos sinceros en este examen reconoceremos que estamos necesitados de purificación y de renovación, que nuestra vida es frágil, débil y necesitada de la mano sanadora de Dios. Abramos, por lo tanto, nuestra vida a Dios, como nos dice el papa Benedicto XVI: “Dios nada nos quita y todo nos da”.

En este tercer domingo de Cuaresma se proclama el Evangelio del Ciego de nacimiento (Jn 9, 1-41). El evangelista nos presenta a un hombre que nada pide, que está conformado con la suerte que le ha tocado y que sólo se conforma con la limosna que recibe. En él nos vemos reflejados. San Agustín nos dirá que es imagen del género humano, de la ceguera que viene del pecado.

Pero Cristo viene a su encuentro y lo cura de su ceguera, sus ojos se abren y más tarde confesará: “Creo, Señor”. Conoce, pues, a Cristo y su vida se transforma. A esto estamos llamados en nuestro camino de la Pascua, a dejarnos encontrar por el Señor para que Él nos haga hijos de la luz y producir frutos de bondad, de justicia y de verdad (Ef, 5, 8).

Que vencidas las tinieblas del pecado Cristo sea la luz verdadera que ilumina a todo hombre

(Jn, 1, 9).

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Con afecto os bendigo

LA RESURRECCIÓN DEL CORAZÓN 10 de abril de 2011

Queridos hermanos y amigos: Llegamos hoy al quinto domingo de Cuaresma que este año se caracteriza por el Evangelio de

la resurrección de Lázaro, es el último gran signo que Jesús realiza. En este texto encontramos a Jesús como verdadero Dios y verdadero hombre, como Dios puede devolver la vida a un muerto pero es también el amigo, San Juan nos dice que Jesús amaba a Lázaro y a sus hermanas Marta y María; nos muestra su humanidad incluso con las lágrimas del dolor por la muerte de su amigo.

El corazón de Cristo es divino y humano, en Él Dios y el hombre se encontraban perfectamente, sin separación y sin confusión. Él es la imagen de la encarnación de Dios que es amor, misericordia y ternura del Dios de la vida. La historia de Lázaro nos muestra también que hay una resurrección del cuerpo y una resurrección del corazón; si la resurrección del cuerpo ocurrirá “en el último día”, la del corazón sucede, o puede suceder, cada día.

Los cristianos esperamos la resurrección de la carne, como proclamamos en el Credo, pero también en esta vida experimentamos lo que significa la resurrección. Ante las dificultades, los sufrimientos y los problemas de nuestra vida muchas veces experimentamos lo que significa vivir la muerte del corazón, del espíritu y de la esperanza. Ante todas estas realidades nosotros también queremos escuchar la voz de Cristo, como la escuchó Lázaro en el sepulcro, que nos invita a salir de todas las realidades negativas de nuestra existencia.

En los días que nos quedan de Cuaresma, ésta puede ser una de nuestras tareas: resucitar el corazón y el espíritu. Vivimos momentos difíciles y para algunos dramáticos, a las graves consecuencias de la crisis económica se une la crisis de los corazones y la falta de esperanza. Por eso más que nunca necesitamos oír la voz de Cristo que nuevamente nos llama a resucitar, a vivir una nueva vida fundada en la fe, la esperanza y el amor.

Para resucitar el corazón y el espíritu el tiempo de Cuaresma nos ofrece el poder acercarnos al sacramento de la Penitencia, a través de él, tenemos la oportunidad de sentir el efecto del amor de Dios, de ponernos en sus manos misericordiosas, de sentir su ternura que nos cura y nos resucita. Junto al perdón de nuestros pecados y debilidades recibimos un impulso que renueva nuestras vidas y que resucita el corazón para llenarlo de amor y de esperanza.

Como decía recientemente el papa Benedicto XVI: “La confrontación con los Mandamientos y con las Bienaventuranzas y, sobre todo, con el precepto del amor, constituye la primera gran escuela penitencial” que siempre es camino seguro para resucitar con Cristo.

Con afecto os bendigo.

SEMANA SANTA 17 de abril 2011

Queridos hermanos y amigos:

Bendito el que viene en nombre del Señor La liturgia del domingo de Ramos es un solemne pórtico de ingreso en la Semana Santa. Une

y asocia dos momentos opuestos entre sí: la acogida triunfal y multitudinaria de Jesús en Jerusalén y el drama de la Pasión; el “Hosanna” festivo que repetimos en nuestras procesiones y el grito que escucharemos en el evangelio de la Pasión: “¡Crucifícalo!”; la entrada triunfal y festiva junto a la aparente derrota de la muerte en la Cruz.

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La liturgia de este día es como una síntesis de aquello que nos disponemos a celebrar, anticipa la “hora” en la que el Mesías deberá sufrir mucho, lo matarán y resucitará al tercer día y nos prepara para vivir con plenitud el misterio pascual.

Nos hace ver este día que no hay Resurrección y triunfo sin la Cruz. Un misterio que sólo la fe nos ilumina y que, a su vez, nos hace comprender el misterio de la existencia humana, nuestro triunfo en esta vida no está medido por parámetros humanos: tener, poseer, disfrutar y tener éxito. Nuestra verdadera realización está en la comprensión del misterio de Cristo que es un misterio de amor, de generosidad y de entrega.

Ojalá, queridos hermanos, que este misterio de amor se actualice en estos días de nuestra Semana Santa. Que en cada acto litúrgico revivamos y actualicemos lo que celebramos, que sea un nuevo impulso que nos ayude a comprender el misterio de Cristo y el misterio de la existencia humana iluminada por la fe.

Vividlo así también cada cofradía, que al presentarnos cada uno de los misterios de la Pasión del Señor llevándolo a las calles de nuestras ciudades y pueblos os vayáis transformando en lo que representan vuestras imágenes y pasos procesionales, que lo que trasmitís en nuestras calles sea lo que queréis vivir.

Colecta en favor de los Santos Lugares El próximo Viernes Santo nuestros hermanos cristianos de Tierra Santa extienden sus manos

pidiendo nuestra ayuda. Lo hacen confiadamente, no podemos cerrar nuestro corazón ni nuestra generosidad.

Los cristianos de Oriente experimentan la actualidad del martirio y sufren por la inestabilidad o por la ausencia de paz. La señal más preocupante es su imparable éxodo que hace desaparecer la vida cristiana de los lugares que son tan significativos para nuestra fe cristiana.

Desde la época apostólica el compromiso de toda la Iglesia con ellos se atestigua por el testimonio de San Pablo, en sus cartas a los Gálatas, Corintios y Romanos.

El papa Benedicto nos invita a colaborar con los cristianos que viven en la Tierra de Jesús, ellos representan para nosotros el testimonio vivo en el lugar en el que Jesús se encarnó, predicó y entregó su vida para nuestra salvación. “Las piedras sobre las que ha caminado nuestro Redentor están cargadas de memoria para nosotros y siguen gritando la Buena Nueva” (cf. Verbum Domini, 89)

Seamos, pues, generosos en esta colecta del Viernes Santo, abramos así nuestro corazón de hermanos.

A todos os deseo una fructífera Semana Santa y os bendigo con afecto.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN 24 de abril de 2011

Queridos hermanos y amigos: Celebramos con gozo en este domingo la Resurrección de Nuestro Señor. Él ha resucitado y

nos da su alegría, pidamos que su alegría esté con nosotros en todos los momentos de nuestra vida. La liturgia de la Vigilia Pascual con la que hemos inaugurado este domingo nos invitaba a ver

en todo lo positivo de la existencia cristiana: en medio de la noche y de las tinieblas una luz nueva hacia resplandecer la oscuridad, luz que se pone en nuestras manos para vivir como hijos del día. La palabra de Dios nos hace ver que desde el principio Dios ha salido al encuentro del hombre, que nunca lo ha abandonado y que cuando ha llegado la plenitud de los tiempos en Cristo ha hecho de nosotros nuevas criaturas así si, “con acción maravillosa creó al hombre con mayor maravilla lo ha redimido” (oración después de la lectura del Génesis 1 de la Vigilia Pascual)

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Esta solemnidad de la Pascua nos hace revivir la experiencia de la Resurrección de Jesús y es por lo tanto una llamada apremiante a convertirnos al Amor, rechazando el odio y el egoísmo para vivir como Él “manso y humilde de corazón” (Mt 11,29)

Queridos hermanos que nadie cierre su corazón al amor de quien ha muerto y resucitado por todos. Él nos envía nuevamente a todos a anunciar la alegre noticia de la salvación. La labor es inmensa pero no temamos, Él está siempre con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,20)

Un canto de alabanza surge de nuestros labios porque “hoy se abre la puerta de la vida, somos renovados por el Espíritu Santo y resucitamos en el reino de la luz y de la vida” (cf Oración colecta día de Pascua)

A esta alegría que compartimos con todos los cristianos se une el gran gozo de poder celebrar en este día la Misa Estacional del día de Pascua en la Catedral de Nuestra Señora de la Huerta de Tarazona. El pasado miércoles santo nos reuníamos en ella para la Misa Crismal y dedicar su nuevo altar y hoy para celebrar con gozo la fiesta principal del Año Litúrgico.

Para toda la diócesis de Tarazona debe ser un motivo de alegría y de fiesta, no es sólo la Iglesia principal de la Ciudad, es también la Iglesia Madre de esta porción del pueblo de Dios que peregrina en estas tierras de Aragón. Hoy resuena en sus naves el cántico nuevo, el gozo inmenso de la Resurrección del Señor, el Aleluya pascual que llena de esperanza nuestras vidas.

Agradezco a todos los que han colaborado con tenacidad para que llegara esta hora, no puedo ahora poner aquí nombres de personas ni de instituciones que han hecho posible esta obra magna pero, desde el que ha tenido grandes responsabilidades hasta el más humilde colaborador nuestro agradecimiento, Dios os pagará todos vuestros desvelos y afanes.

Queridos hermanos que Dios os bendiga en este día solemne de Pascua y que os guarde en su misericordia, os conceda la alegría y el gozo de la Pascua eterna.

Con afecto os saludo y bendigo

GRACIAS, JUAN PABLO II (I) 1 de mayo de 2011

Queridos hermanos y amigos:

El día 8 de abril de 2005, durante la misa exequial por el Romano Pontífice, todos los reunidos en la Plaza de San Pedro mirábamos aquella segunda ventana del apartamento del Santo Padre. Estaba cerrada, como la losa del sepulcro; pero estábamos seguros, como nos dijo el Cardenal Joseph Ratzinger que, desde la ventana de la casa del Padre, nuestro amado Papa nos veía y nos bendecía, no solamente a los reunidos en la plaza, sino a todo el mundo.

Juan Pablo II murió el sábado 2 de abril, a las 21:37. Yo tuve la gracia de poder visitarlo en la sala "clementina" de los Palacios Apostólicos, el domingo día 3, antes de llevarlo para prepararlo y así fuese visitado por miles y miles de personas venidas de todo el mundo. Durante más de media hora puede rezar de rodillas ante él y por él, por la Iglesia que él tanto había amado. Nunca olvidaré su rostro sereno y las lágrimas que brotaban espontáneamente de tantas personas que lo amamos.

“¡Santo subito!” “¡Santo, ya!”: estas pancartas que vimos durante la Eucaristía de las exequias, el 8 de abril, recogen el clamor popular, los ríos de fe, de lágrimas y de plegarias que durante estos días se han dirigido al altar de la Confesión de la basílica de San Pedro, para ver por última vez el féretro de un Papa que ha llenado, no sólo las calles adyacentes al Vaticano, sino los corazones de tantas personas de todas las edades, condiciones, lugares e ideologías. El clamor popular de afecto, cercanía y amor hacia el Papa ha constituido el primer mensaje, la primera meditación para los cardenales electores del nuevo Papa. Este día, la Plaza de San Pedro fue la plaza del mundo entero; aquella mañana se rompieron muchas barreras que dividen y la Plaza de San Pedro fue la plaza de la reconciliación y de la paz. ¿Cómo es posible que un hombre pueda reunir a las delegaciones de doscientos países, representadas al máximo nivel, y a sesenta

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delegaciones de iglesias y comunidades cristianas? El motivo de este encuentro fue la despedida de un anciano Papa que nunca dejó de decir la verdad, la verdad de Dios y la verdad a favor del hombre, y por ello todo el mundo le amó.

Aún recordamos la tarde del 16 de octubre de 1978, cuando por primera vez Juan Pablo II se asomó al balcón de la Basílica de San Pedro y desde allí grito a la Iglesia y al mundo: “¡Abrid las puertas a Cristo Señor!”. De veras parecía que el soplo del Espíritu de Dios exhalara sobre aquella inmensa plaza y desde allí, atravesando montes y mares llegar a los confines del mundo. Se habló de “una nueva primavera de la Iglesia” y de un “viento nuevo”; ha sido un verdadero y real huracán del Espíritu Santo.

Con estos primeros sentimientos, ha brotado en el corazón de todos la necesidad de dar gracias al Señor por el gran don que nos ha hecho con la presencia, la vida y la misión apostólica de este Santo Padre. Todas las personas del mundo (niños, jóvenes, novios, familias, gobernantes, intelectuales, enfermos, pobres, religiosos, sacerdotes, obispos, todos los países del mundo, del este al oeste y del norte al sur) todos hemos recibido tanto, de sus palabras, de su testimonio, de su figura fascinante, de sus escritos; todos hemos podido acercarnos a él como pastor y maestro de la Iglesia para recibir apoyo, sugerencias y esperanzas. Nadie se ha sentido excluido de sus preocupaciones e intereses pastorales.

Con afecto os saludo y bendigo

GRACIAS, JUAN PABLO II (y II) 8 de mayo de 2011

Queridos hermanos y amigos:

De la vida de Juan Pablo II querría señalar tres aspectos que me han impresionado profundamente:

1.- Juan Pablo II ha sido un gran místico. Su unión con Dios, alimentada por una oración prolongada -a la que dedicaba no menos de dos horas al día- ha sido la fuente de su vitalidad y la fuerza de su servicio pastoral. Su capacidad de unión con el Señor era tan grande que casi lo aislaba del mundo circundante (la gente, los ruidos…) y lo concentraba del todo en Dios. Esto saltaba a la vista cuando se iba a su capilla privada para concelebrar la misa: se le veía de rodillas, con la cabeza entre las manos, en un profundo recogimiento y meditación.

2.- Juan Pablo II ha sido, además, un gran profeta de nuestro tiempo. La profecía nace de la amistad con Dios, de la escucha atenta de su palabra. Su búsqueda apasionada del rostro de Dios lo llevó hasta las últimas fronteras del mundo con el deseo de “confirmar en la fe”, de testimoniar la fuerza del Evangelio, de comunicar el amor de Dios, de encontrar al hombre extraviado y necesitado, de denunciar con energía y sin miedo los abusos contra la dignidad y la vida del hombre.

Su rostro fuerte y sereno, su capacidad de llenar de esperanza las situaciones más difíciles de la vida, han fascinado a millones de jóvenes, abriendo su corazón a Cristo y ofreciendo a la Iglesia vías de nueva vitalidad.

3.- En fin, Juan Pablo II ha sido un gran misionero. El grito de Jesús en la cruz, “Tengo sed” y el “Nos urge la caridad de Cristo”, que escribió san Pablo, han sido para él un imperativo apostólico. Se veía en él la urgencia por activar una nueva evangelización capaz de alcanzar a todos los confines de la tierra. Era consciente de la necesidad y urgencia de este compromiso misionero: era el “momento favorable” que la Providencia nos había asignado

Su increíble fuerza espiritual lo llevó por todo el mundo. Citaré sólo algunas cifras que evidencian de algún modo la incansable actividad pastoral del Papa Wojtyla. Juan Pablo II realizó 104 viajes apostólicos por el mundo; sólo en Italia hizo 146 visitas pastorales. Como obispo de Roma visitó 317 parroquias, sobre un total de 333. Concedió más de 1166 Audiencias generales del miércoles, en las que participaron -según los cálculos- más de diecisiete millones seiscientos mil

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peregrinos. Sólo en el Gran Jubileo del 2000, entre audiencias especiales y celebraciones religiosas encontró a 8 millones de peregrinos. Entre sus documentos principales se encuentran 14 Cartas Encíclicas, 15 Exhortaciones Apostólicas, 11 Constituciones Apostólicas y 45 Cartas Apostólicas. Como "escritor privado", escribió 5 libros.

Y, dentro de esta pasión misionera, hay que subrayar su preocupación por el mundo del sufrimiento y la enfermedad. Después del atentado del 13 de mayo de 1981, y sobre todo estos últimos años, hemos podido ver en él al hombre de dolores de la profecía de Isaías. Aquel hablar tan excepcional con su voz persuasiva, ha quedado condenado al silencio en sus últimas semanas, aunque nunca ha hablado con tanta fuerza como con su dolor. Con el dolor de su cuerpo y la humillación de su progresiva incapacidad -que él ha llevado con serena fortaleza-, ha dado autenticidad y significado al sufrimiento de todos y cada uno de los hombres. Los enfermos, discapacitados, ancianos y personas solas han encontrado en su testimonio la fuerza para vivir con serenidad los momentos difíciles de su vida.

Y para concluir, quiero recordar un pensamiento que, para mí, resume las principales preocupaciones pastorales del papa Juan Pablo II. En su último mensaje para la Jornada de la Paz el uno de enero, decía, citando a san Pablo: No os dejéis vencer por el mal; antes, venced el mal a fuerza de bien (Rom 12, 21). Este concepto, este imperativo moral, constituye la respuesta clave a los problemas que el Papa ha vivido y afrontado en su libro-testamento “Memoria e identidad”. Este proyecto de vida -vencer el mal a fuerza de bien- es la respuesta a los grandes desafíos de la humanidad que el Santo Padre presentó aquel año al cuerpo diplomático, hablando “de la defensa de la vida desde su concepción”, “de la justa distribución de los bienes”, “de la construcción de la paz sin ninguna violencia”, “de la promoción de la libertad de todas las personas”. Éstas han sido las grandes pasiones apostólicas que han guiado y animado el pontificado de Juan Pablo II.

Con afecto os bendigo.

SEÑOR, CON CONFIANZA TE SUPLICAMOS: CONCÉDENOS VOCACIONES

Domingo del Buen Pastor 15 de mayo de 2011

Queridos amigos y hermanos: La liturgia de este cuarto domingo de Pascua nos presenta a Cristo Resucitado bajo la imagen del

Buen Pastor. En la oración colecta de la Misa de hoy pedimos que la Iglesia (débil rebaño) tenga parte en la admirable victoria de su Pastor. Conscientes de nuestra pobreza nos apoyamos en quien todo lo puede ya que sin Él nada somos.

Coincidiendo con este domingo se celebra desde hace años la Jornada Mundial de las Vocaciones y con tal motivo el papa Benedicto XVI nos ha dirigido a todos un Mensaje. Con el Papa somos conscientes de que contemplando nuestra sociedad las palabras de Jesús no han perdido actualidad: “Al ver a las gentes se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor”, y dijo: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies” (Mt 9, 36-38).

Queridos hermanos, una de mis mayores preocupaciones en mi servicio episcopal es crear el ambiente propicio en nuestra Diócesis para que surjan las vocaciones consagradas tan necesarias y quizás hoy más que nunca.

Con todos vosotros quiero compartir hoy esta preocupación y lo hago con las palabras del Santo Padre en el Mensaje de este año: “Especialmente en nuestro tiempo en el que la voz del Señor parece ahogada por ‘otras voces’ y la propuesta de seguirlo, entregando la propia vida, puede parecer demasiado difícil, toda comunidad cristiana, todo fiel, debería de asumir conscientemente el compromiso de promover las vocaciones. Es importante alentar y sostener a los que muestran claros indicios de la llamada a la vida sacerdotal y a la consagración religiosa, para que sientan el calor de toda la comunidad al decir ‘sí’ a Dios y a la Iglesia. Yo mismo los aliento, como he hecho con aquellos que se decidieron ya a entrar en el Seminario, a quienes escribí: Habéis hecho bien. Porque los hombres, también en la época del dominio tecnológico del mundo y de la

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globalización, seguirán teniendo necesidad de Dios, del Dios manifestado en Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal, para aprender con Él y por medio de Él la vida verdadera, y tener presentes y operativos los criterios de una humanidad verdadera” (Carta a los Seminaristas, 18 octubre 2010).

Conviene, pues, como nos dice el Papa que nos hagamos cada vez más sensibles y atentos a la pastoral vocacional, educando en los diversos niveles: familiar, parroquial, educativo y asociativo, principalmente a los muchachos, a las muchachas y a los jóvenes –como hizo Jesús con los discípulos- para que madure en ellos una genuina y afectuosa amistad con el Señor, cultivada en la oración personal y litúrgica; para que aprendan la escucha atenta y fructífera de la Palabra de Dios, mediante una creciente familiaridad con las Sagradas Escrituras; para que comprendan que adentrarse en la voluntad de Dios no aniquila y no destruye a la persona, sino que permite descubrir y seguir la verdad más profunda sobre sí mismos ; para que vivan la gratuidad y la fraternidad en las relaciones con los otros, porque sólo abriéndose al amor de Dios es como se encuentra la verdadera alegría y la plena realización de las propias aspiraciones.

La capacidad de cultivar las vocaciones es un signo característico de la vitalidad de una Iglesia local. Seamos audaces en proponer iniciativas que lleven a nuestros niños y jóvenes a plantearse en su vida el servicio a Dios, a la Iglesia y a los hermanos.

Aprovechemos las oportunidades ordinarias de la catequesis, de las clases de religión, de las diversas actividades pastorales y también las extraordinarias como será la próxima Jornada Mundial de la Juventud del próximo agosto y la visita de la Cruz por nuestros Arciprestazgos. Con la confianza puesta en Nuestro Señor propongamos sin miedo su seguimiento total.

En este mes de mayo invocamos con confianza e insistencia, como nos propone el Papa, la ayuda de la Virgen María, para que, con el ejemplo de su acogida al plan divino de la salvación y con su eficaz intercesión, se pueda difundir en el interior de cada comunidad la disponibilidad a decir “sí” al Señor, que llama siempre a nuevos trabajadores para su mies

Con afecto os saludo y bendigo.

IGLESIA EDUCADORA 22 de mayo de 2011

Queridos amigos y hermanos: Quiero hacer presentes y dedicar un recuerdo cariñoso a los 9.500 chicos/as de la Diócesis

que cada mañana se ponen en marcha en todos los pueblos hacia sus Escuelas, Colegios e Institutos. La Escuela es una de las realidades más vivas de nuestra sociedad, a la vez que muy importante para el crecimiento y educación de nuestros chicos y adolescentes.

En este momento queda poco más de un mes para finalizar el curso y ya esperan con ilusión las vacaciones del verano. Antes se prepara la matrícula para el próximo.

Ya sabéis que, según la legislación vigente, a la hora de formalizar la matrícula hay un apartado para optar libremente por la Religión Católica o por Atención Educativa. Como Obispo de la Diócesis invito a padres y madres, chicos y adolescentes y a toda la Comunidad Cristiana a caer en la cuenta de la importancia que tiene para la educación el optar por la Religión Católica.

La Iglesia, a través de la Escuela, ofrece esta plataforma de educación porque: - todas las personas tenemos una dimensión espiritual que necesita educación, igual que el

resto de dimensiones de la persona humana. - porque vivimos en Aragón, una Comunidad Autónoma cuya historia y cultura están

empapadas por expresiones, símbolos, valores y experiencias religiosas. La Clase de Religión nos ofrece las claves de interpretación.

- porque en el comienzo del s. XXI el mundo no conoce mejor oferta y vivencia de valores que los que brotan del Evangelio y que aparecen vividos con fidelidad en la persona de Jesús de Nazaret: las familias y sus hijos tienen derecho a conocer y desarrollar los mejores valores del ser humano como son el respeto, la humildad, la tolerancia, la generosidad, la sencillez, la esperanza…

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En este curso que acaba han participado en la Clase de Religión tres de cada cuatro alumnos de nuestra Diócesis y están muy contentos de su opción. Así lo atestiguan los Profesores de Religión que gozosamente entregan cada día su vida y su ilusión a esta tarea educativa.

Antes de realizar la matriculación para el próximo curso quiero invitaros a los padres y alumnos a elegir lo mejor para vuestros hijos e hijas, a la vez que a dialogar con ellos para que su opción no se haga desde lo fácil o cómodo, por corrientes de moda contrarias o por presiones ambientales, sino desde lo que más pueda ayudarles a crecer como personas.

Como Iglesia Diocesana nos sentimos comprometidos en la tarea de la construcción de nuestra sociedad, junto a otras muchas instancias que luchan por conseguirlo. Queremos colaborar a la educación integral de las generaciones más jóvenes de nuestra Diócesis.

Con afecto os saludo y bendigo.

CAMINANDO CON MARÍA 29 de mayo de 2011

Queridos amigos y hermanos: Os dirijo esta carta en el último domingo del mes de mayo, un mes dedicado a la Santísima

Virgen María. Durante este mes hemos celebrado el tiempo de Pascua unidos a María y con ella emprendemos desde este domingo la recta final de este tiempo hacia Pentecostés.

Los últimos días del tiempo pascual son una novena que la Iglesia emprende hacia Pentecostés. Desde el comienzo de la pascua las lecturas bíblicas que hemos escuchado se han centrado en Jesús resucitado. Desde hoy hasta Pentecostés el centro de la atención es el Espíritu Santo.

Es como si volviéramos al cenáculo y con María pidiéramos nuevamente: ¡Ven Espíritu Santo!

Y como María sabemos que el Espíritu Santo es aquel que vendrá, nosotros, lo conoceremos, estará con nosotros para siempre, nos lo enseñará todo y nos recordará todo lo que Cristo nos ha dicho y dará testimonio de Él; nos conducirá a la verdad completa y glorificará a Cristo.

Por ello nos unimos en oración con María la Virgen. Con ella pedimos, con palabras de San Bernardo, que los que se sienten lejos, arrastrados por las olas de este mundo, en medio de las borrascas y de las tempestades, no quiten los ojos de la luz de la Estrella y por ello nosotros invocamos a María.

Que cuando en nuestras vidas tropezamos con los escollos de las tribulaciones o de otras muchas dificultades con confianza miremos a la Estrella, llamemos a María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te extraviarás si la sigues, no desesperarás si le ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiende su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si Ella te ampara.

Sé el amor que en todas las parroquias de nuestra Diócesis se profesa a María y también cómo en este mes de mayo muchos pueblos han celebrado fiestas en su honor o han peregrinado hasta ermitas que siembran nuestra geografía y os habéis reunido en las iglesias para rezar el rosario y hacer “las flores” de mayo.

Que este amor a María se avive en todos los fieles, que los niños y jóvenes encuentren en ella un modelo de apertura a Dios y de servicio generoso, que todas las familias le hagan un hueco en su casa para que nunca les falte el vino de la alegría. Que la Virgen María interceda por toda esta querida diócesis e ilumine a los jóvenes para que escuchen la llamada del Señor y den una respuesta generosa a la vocación sacerdotal.

Con María nos unimos a toda la Iglesia para entonar el canto de la alabanza y con confianza pedimos: ¡Ven, Espíritu Santo!, renueva nuestros corazones, renueva la faz de la tierra.

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Con afecto os saludo y bendigo.

DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR A LOS CIELOS 5 de junio de 2011

Queridos amigos y hermanos: Dentro del tiempo de pascua celebramos en este domingo la Ascensión del Señor a los Cielos.

Es el triunfo cósmico y universal de Cristo (Ef 1, 17-23), desde ahora Él va a estar presente en el mundo y en la Iglesia de un modo nuevo.

San Agustín en un sermón de este día decía: No lo vemos con nuestros propios ojos, lo vemos con los ojos del corazón. Hoy subió al cielo nuestro Señor Jesucristo, habéis oído, hermanos; suba también con Él nuestro corazón (Sermón 263) Está ahora, por lo tanto, más cerca de cada uno de nosotros, cada creyente lo puede experimentar en su propia vida, lo puede conocer y amar.

En este momento de su Ascensión al Cielo nos deja también un mandato: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado (Mt 28, 18-20). Apoyada en este mandato la Iglesia no ha cesado a lo largo de su historia de transmitir el anuncio del Evangelio y de incorporar a la comunidad de creyentes a los nuevos bautizados.

Profundizando y actualizando este mandato de Jesús la Iglesia celebra desde hace 45 años en este día la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. La Iglesia ha utilizado siempre en toda su historia los medios más eficaces de cada época para que el anuncio de la salvación llegue a todos. En nuestra época surge el reto de las nuevas tecnologías y como nos dice el Papa: “Las nuevas tecnologías no modifican sólo el modo de comunicar, sino la comunicación en sí misma, por lo que se puede afirmar que nos encontramos ante una vasta transformación cultural. Junto a ese modo de difundir información y conocimientos, nace un nuevo modo de aprender y de pensar, así como nuevas oportunidades para establecer relaciones y construir lazos de comunión ”.

El Evangelio de Jesucristo que contiene unas verdades eternas y permanentes debe ser, por lo tanto, transmitido de un modo nuevo y como nos dice el eslogan de esta Jornada con verdad y autenticidad.

El empleo de las nuevas tecnologías como nos dice el Papa se fundamenta también en la Verdad, que es Cristo y por ello es la respuesta plena y auténtica a ese deseo humano de relación, de comunicación y de sentido que se manifiesta también en la participación masiva en las diversas redes sociales.

Es pues para nosotros un reto dar testimonio de nuestras convicciones y saber transmitir nuestras aportaciones para que cada persona encuentre en Cristo y su Evangelio su plena realización. Debemos ser pues maestros en el compartir también en las redes sociales partiendo de nuestro testimonio personal que crea siempre vínculos de comunión.

Y junto al uso de las nuevas tecnologías también será importante cuidar lo que es nuestra comunicación verbal y directa, las homilías de cada domingo, nuestras charlas y reflexiones, nuestras catequesis y lecciones de religión. Nuestro estilo siempre sencillo y claro, a la vez que fiel al Evangelio y a la Iglesia, ayudarán a todos a una apertura cada día mayor a la Buena Noticia de nuestra salvación. En el camino de Emaús que es la vida del cristiano tiene también que arder el corazón cuando se nos explican las Escrituras. Un reto para los sistemas más clásicos de la transmisión de la fe y para las nuevas tecnologías de la era cibernética.

Unámonos en oración en este domingo para que con todos los medios a nuestro alcance sepamos transmitir con verdad y confianza a Cristo, respuesta plena y auténtica al deseo humano de relación, de comunión y de sentido.

Con afecto os saludo y bendigo.

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DOMINGO DE PENTECOSTÉS 12 de junio de 2011

Queridos amigos y hermanos: Con la fiesta de Pentecostés llega a su término y a su culminación la solemne celebración de

la cincuentena pascual. Después de haber celebrado a lo largo de estos 50 días la victoria de Jesús sobre la muerte, su manifestación a los discípulos y su exaltación a la derecha del Padre, hoy la contemplación y la alabanza de la Iglesia destaca la presencia del Espíritu de Dios y la entrega por el Resucitado de su Espíritu a los suyos para hacerles participar de su misma vida y constituir con ellos el nuevo Pueblo de Dios.

Las lecturas de hoy son sumamente expresivas al respecto. En ellas se pone de manifiesto que el Espíritu Santo significa el paso de la oscuridad a la luz, del miedo al valor, del encierro al testimonio público, del aislamiento al principio de la comunidad viva y operante. El Espíritu Santo es la unidad en la diversidad, es el don de lenguas, la posibilidad de llegar a todos con un mensaje que cada uno entiende como dirigido exclusivamente para él “en su propio idioma”; el Espíritu Santo es la profundización en el mensaje de Jesús, el momento justo en el que los apóstoles y los discípulos que lo reciben empiezan a conocer de verdad a Jesús, a interpretar sus palabras, a penetrar en su íntimo modo de ser, a ver el mundo con los ojos de Cristo y a diseñar con toda nitidez lo que debe ser la vida de un cristiano.

La solemnidad de Pentecostés debe reavivar en todos nosotros el Espíritu de la evangelización, el mismo Prefacio de la Misa de este día nos sigue abriendo el camino para penetrar en el contenido de esta fiesta: el Espíritu que infundió el conocimiento de Dios a todos los pueblos. A esto hace referencia el texto que nos narra el acontecimiento del don de lenguas: cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua. Es pues un impulso para no cansarnos en nuestra labor evangelizadora; con nuestra vida, con nuestras obras y con nuestras palabras debemos ser testigos que anuncian las maravillas del Señor. El hombre de hoy está reclamando, aunque no lo sepa, una esperanza nueva que es el conocimiento de Dios, perdamos pues la timidez y el miedo para que cualquier oportunidad de nuestro quehacer pastoral sea un testimonio y una invitación a participar de nuestra fe, esperanza y amor.

Pentecostés es también vivir el Espíritu que nos congrega en la unidad, a partir de este día comenzó a extenderse el Evangelio por todo el mundo. Debemos recordar que si el Espíritu nos ha constituido como Iglesia, es para seguir siempre evangelizando hasta que el Señor vuelva. El Espíritu Santo hoy, por la acción maternal de María y de la Iglesia, sigue congregando en una misma fe a todos los hombres divididos por el pecado. A ello se dirige toda la acción evangelizadora de la Iglesia. La Eucaristía es siempre acción del Espíritu Santo que, por el ministerio sacerdotal, hace del pan y del vino el Cuerpo y la Sangre de Cristo; y, por la comunión del Cuerpo Eucarístico, nos congrega cada vez más en la unidad del Cuerpo Místico que es la Iglesia. Por eso debemos implorar en este día la unidad deseada por Cristo para cada comunidad cristiana, para nuestra diócesis y todos sus miembros. Sólo una Iglesia unida por el Espíritu puede hacer frente a todos los desafíos de nuestro tiempo. Unidad que requiere abandono de los planes e ideologías personales para ponerlo todo al servicio del bien común, sintiendo que los demás me pertenecen y yo les pertenezco a ellos.

Pongamos, finalmente, nuestros ojos en María, la Madre de la Iglesia, el mismo Espíritu que cubrió a María con su sombra y visibilizó en la carne al Verbo es el mismo Espíritu que brota como una fuente del corazón de Cristo y que, también por la intercesión maternal de María hace palpable en la sacramentalidad de la Iglesia el Cuerpo, invisible todavía para nosotros, de Jesús Resucitado. Que Ella nos ayude a vivir guiados siempre por el Espíritu y que podamos abrir nuestra vidas para hacer siempre la voluntad de Dios que es nuestra vida.

Con afecto os bendigo.

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LA SANTÍSIMA TRINIDAD 19 de junio de 2011

Queridos amigos y hermanos: Terminado el Tiempo Pascual celebramos en este domingo el misterio de la Santísima

Trinidad. Es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos.

Este misterio sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo. La Encarnación del Hijo de Dios revela que Dios es el Padre eterno, y que el Hijo es consubstancial al Padre, es decir, que es en él y con él el mismo y único Dios.

La misión del Espíritu Santo, a quien hemos celebrado el domingo pasado en la fiesta de Pentecostés, es enviado por el Padre en nombre del Hijo (cf. Jn 14,26) y por el Hijo de junto al Padre (Jn 15,26) para revelarnos que él es con ellos el mismo Dios único y, así., con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria.

Por la gracia del bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y, después de la muerte, en la luz eterna.

Y coincidiendo con este día se nos invita a orar por aquellos y aquellas que lo hacen continuamente por toda la Iglesia, los monjes y las monjas contemplativos que con su consagración total a Dios son el corazón de la Iglesia.

Hablar de vida consagrada es hablar de amor, un amor en el que Dios elige y el otro amor es de la persona que abraza esa llamada, llegando a ser una comunión de corazones, tanto el de Dios como del hombre, De este modo, el hombre y la mujer de amor único se convierte en el hombre de amor a todos, porque se ha posesionado de su corazón la Benevolencia que ama a todos y a todos acoge.

Este amor no se compara con otros amores ya que es totalmente pleno y trae un inmenso gozo en el corazón, permitiéndonos experimentar las promesas del evangelio: yo os aseguro que ninguno que haya dejado casa, esposa, hermanos, padres e hijos por el Reino de Dios, quedará sin que reciba mucho más en el tiempo presente y en el mundo venidero, la vida eterna (Lc 18,29).

Porque es Dios en la Trinidad quien invita a la persona a un seguimiento más de cerca y en el cual esta persona acepta libremente y por amor, a ser total y exclusivamente para Dios y para su Reino.

Esta es una llamada a la perfecta imitación de Cristo que lleva a la comunión de Dios y la perfección en el amor: yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al padre sino por mí (Jn 14.6), es Jesús quien revela al consagrado el amor de Padre creador y el camino que de seguir y es el Espíritu Santo quien suscita en la persona el deseo de una respuesta plena de consagración; además guía el crecimiento llevándolo a la madurez.

Pidamos, pues, hoy por los contemplativos; hagámoslo especialmente por las hermanas que en nuestra diócesis son testimonio de una entrega total. Por la familia franciscana: clarisas, capuchinas y concepcionistas; por las hermanas dominicas, por las carmelitas. Que todas ellas, a pesar de las dificultades actuales, vivan en fidelidad y alegría, que el Señor las bendiga y que sobre todo suscite vocaciones que mantengan su testimonio en nuestra Iglesia en Tarazona.

Con afecto os bendigo.

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EUCARISTÍA Y CARIDAD 26 de junio de 2011

Muy queridos hermanos y amigos: En este último domingo de junio celebramos la fiesta del Corpus Christi. Es la fiesta en la que

subrayamos de forma festiva y popular lo que es el centro de nuestra vida cristiana: la celebración y adoración de Cristo presente en el pan y el vino.

La Eucaristía es la expresión del amor de Dios hacia los hombres, amor que llena nuestros corazones y que nos impulsa a que ese mismo amor llegue a todos nuestros hermanos, por ello la unidad indisoluble que existe entre la celebración eucarística y la caridad.

Toda la Iglesia está llamada a vivir esta realidad del amor en todos los momentos de su vida, y esto se concretiza en el desarrollo, el bienestar social, una solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos que afligen a la humanidad.

La caridad, el amor es el único valor que cuanto más se da más se tiene. No olvidemos que la caridad es el único valor en alza, sus beneficios quedan siempre en manos de nuestro Padre Dios que multiplica nuestros desvelos, generosidades e intereses.

Cáritas es el organismo oficial de la Iglesia a través del cual hacemos presente el mandamiento del amor y lo plasmamos en los rostros de los más necesitados. Cáritas no es una ONG, sino que es la acción pastoral de la Iglesia que continúa la acción evangelizadora de Cristo y que debe impregnar a toda la comunidad. Caritas visibiliza el amor de Dios a los hombres, como Cristo, que “no vino a ser servido sino a servir” (Mc, 10,45)

Cáritas diocesana es el organismo destinado a promover y coordinar los esfuerzos de solidaridad de toda la comunidad diocesana. Es necesario, por ello, que existan equipos de Cáritas en todas las parroquias y arciprestazgos, que haya coordinación entre todos ellos, para que los rasgos característicos de Jesús, que son su amor hacia los últimos.

Cáritas mira al pobre con los ojos de Dios y lo ama con el corazón de Dios. Es más, mira a Dios en el ser humano y lo ama en el misterio hondo de todo ser humano, especialmente en el pobre.

Cáritas presta a la providencia divina las manos y el corazón, a fin de que la narración del Evangelio de la vida llegue y caldee el corazón de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Tenemos que lograr una movilización de todos los verdaderos cristianos en esta transformación de la vida por la fuerza del amor y de la solidaridad.

Por ello en este día del Corpus todos debemos agradecer esta acción de amor de toda la Iglesia que es Cáritas. Os invito a que nuestra aportación económica sea generosa en este día, a pesar de las dificultades económicas por las que todos pasamos, y os animo a colaborar con las diversas acciones que impulsa Cáritas en nuestra Diócesis.

Con afecto os bendigo.

LA CRUZ DE LOS JÓVENES SIGNO DE ESPERANZA 3 de julio de 2011

Muy queridos hermanos y amigos: Durante la próxima semana visita nuestra Diócesis la que es conocida como la Cruz del Año Santo, la

Cruz del Jubileo, la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud, la Cruz peregrina; o como muchos la llaman la Cruz de los jóvenes, porque ha sido entregada a los jóvenes para que la llevasen por todo el mundo, a todos los lugares y en todo tiempo.

En 1984, Año Santo de la Redención, el Papa Juan Pablo II decidió que tenía que estar una cruz –como símbolo de la fe- cerca del altar mayor de la Basílica de San Pedro, donde todos pudiesen verla. Así fue instalada una gran cruz de madera, de una altura de 3,8 m, tal como él la deseaba.

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Al final del Año Santo, después de cerrar la Puerta Santa, el Papa entregó esa misma cruz a la juventud del mundo, representada por los jóvenes del Centro Internacional Juvenil San Lorenzo en Roma. Éstas fueron sus palabras en aquella ocasión:

Queridos jóvenes, al clausurar el Año Santo os confío el signo de este Año Jubilar: ¡la Cruz de Cristo! Llevadla por el mundo como signo del amor del Señor Jesús a la humanidad y anunciad a todos que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención (Roma, 22 de abril de 1984).

Los jóvenes acogieron el deseo del Santo Padre. Se llevaron la cruz al Centro San Lorenzo, que se convertiría en su morada habitual durante los períodos en los que aquélla no estuviera peregrinando por el mundo.

La Cruz del Año Santo (así se denominaba en aquel entonces) hizo su primera peregrinación en el mes de julio de 1984, trasladándose a Munich, Alemania, para el Katholikentag (Jornada de los Católicos). Al ser una simple cruz de madera, al principio la gente no entendía que cosa tenía ésta de especial. Pero poco a poco se dio cuenta que la Cruz estaba ahí en misión por deseo del Santo Padre. En la celebración eucarística final en el estadio de la ciudad, con 120.000 personas presentes, la Cruz estaba cerca del altar, de tal modo que todos pudiesen verla.

Desde aquella primera peregrinación de la Cruz se sucedieron los deseos de que estuviera presente en distintos lugares y, de esta forma, emprendió un recorrido por todo el mundo hasta nuestros días.

El día 27 de abril de 2010 llegaba a Canarias y desde aquel día hasta el 9 de julio de 2011 recorre las distintas diócesis de España. La nuestra es la última y desde aquí ira a Madrid a la espera de la cercana Jornada Mundial de la Juventud

Al recibirla en nuestras parroquias y arciprestazgos nos unimos a una cadena de esperanza que la Cruz ha sembrado en tantos lugares. La acogemos como signo de comunión y esperando la renovación de nuestros corazones.

A lo largo de las distintas Jornadas Mundiales de la Juventud la Cruz Peregrina ha sido testigo silencioso de la transformación de tantos jóvenes que han sentido la llamada de Cristo.

Pedimos que también nuestros jóvenes se sientan llamados a conocer a Cristo la única esperanza de la humanidad. Que conociéndolo y amándolo respondan con generosidad a lo que Él les pida, sin miedo y con amor.

Que esta sencilla Cruz de madera nos haga presente la redención de Cristo y que toque nuestros corazones para que incluso los más alejados o fríos se sientan encendidos por el amor más grande, el de Cristo en la Cruz.

Este domingo, 3 de julio, celebramos el “Día del Papa”. Encomendemos al Señor la persona, la salud, el ministerio de nuestro querido Papa Benedicto XVI. La colecta de este domingo, denominada “Óbolo” de San Pedro será para ofrecérsela al Santo Padre para que prosiga derramando su caridad por todo el mundo. Gracias por vuestra generosidad.

Con afecto os bendigo.

SEMBRAR CON GENEROSIDAD Y AMOR 10 de julio de 2011

Muy queridos hermanos y amigos: Aunque en esta época del año estamos en un período de cosecha y recolección, el Evangelio

de este domingo nos habla de siembra. Escuchamos hoy la parábola del sembrador que confiadamente esparce su semilla por el

campo y que el mismo Jesús explica a sus discípulos. Nos puede parecer que el sembrador es un hombre que no planea bien su trabajo ya que al sembrar la semilla a voleo no calcula bien a dónde llega. Nos dice el Evangelio que la semilla sembrada cae en el camino, en terreno pedregoso, en espinos y en tierra buena.

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Pero lo que a nosotros nos puede parecer un derroche y una falta de cálculo es un signo claro de Dios que al sembrar la Palabra lo hace con generosidad, confianza y amor. De una confianza en que el corazón del hombre puede convertirse en la tierra buena en la que Jesús pueda crecer y transformar, donde puede ser acogido y producir fruto.

Durante los días finales del curso presente he participado en distintas reuniones que han preparado la siembra de la Palabra en distintos campos de nuestra diócesis. En repetidas ocasiones he compartido el interés por la preparación de la próxima Jornada Mundial de la Juventud y por el paso de la Cruz de los Jóvenes por los arciprestazgos de la diócesis. Participé también en la Asamblea de Cáritas y en el lanzamiento del nuevo curso en el Seminario en el Estudio Teológico y de la pastoral vocacional. Podemos decir que así hemos imitado al sembrador del Evangelio y que como él estamos dispuestos a esparcir la semilla confiando que el corazón de muchos la acogerá y producirá fruto y como hemos escuchado en la primera lectura de la Misa: “Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo”.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos hace comprender esta acogida del Reino de Dios en nuestras vidas, así si queremos que la semilla dé fruto la primera actitud es el corazón humilde: El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde (544)

Quisiera encomendar a vuestra oración de un modo especial los planes que hemos preparado para la pastoral vocacional, para el Seminario y para el Estudio Teológico. He encontrado a sacerdotes que con gran interés y generosidad han aceptado colaborar en este trabajo que es fundamental hoy en día para garantizar el servicio sacerdotal en nuestras comunidades.

Que ojala toda la diócesis se vea involucrada en esta tarea y sepa encontrar la forma de colaborar con generosidad y amor.

Con afecto os bendigo.

TODOS ESTAREMOS EN LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUNVENTUD

17 de julio de 2011

Muy queridos hermanos y amigos: En la primera semana de julio llegaba a nuestra diócesis la Cruz de los Jóvenes que fue

acogida con entusiasmo en distintos lugares de los arciprestazgos de Tarazona. En este domingo deseo volver a hablaros de este acontecimiento que será la XXVI Jornada

Mundial de la Juventud que celebraremos en Madrid. El Papa en su invitación a participar nos decía: Ahora, en un momento en que Europa tiene que volver a encontrar sus raíces cristianas, hemos fijado nuestro encuentro en Madrid, con el lema: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Col 2, 7). Os invito a este evento tan importante para la Iglesia en Europa y para la Iglesia universal. Además, quisiera que todos los jóvenes, tanto los que comparten nuestra fe, como los que vacilan, dudan o no creen, puedan vivir esta experiencia, que puede ser decisiva para la vida: la experiencia del Señor Jesús resucitado y vivo, y de su amor por cada uno de nosotros.

Hago mías estas palabras de Benedicto XVI invitándoos a todos a participar en estas Jornadas. Distintos grupos de jóvenes y adolescentes de la diócesis acudirán a Madrid, en ellos ponemos todas nuestras esperanzas de futuro. Dios quiera que este encuentro con miles de jóvenes les ayude a descubrir que no están solos ya que otros muchos chicos y chicas de su edad comparten con ellos la fe y la vida de la Iglesia y, ojala, sientan también la llamada que Jesús sigue haciendo a los jóvenes de nuestro tiempo para seguirle y vivir su vocación como servicio a la sociedad ya sea como sacerdotes, consagrados o familias cristianas.

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A los que no podéis acudir os invito a uniros a ellos en vuestra oración, pedid intensamente en vuestras oraciones y en vuestras celebraciones por ellos. Muchos jóvenes viven hoy como oveja sin pastor, desorientados, sin valores, dejándose arrastrar por las modas y maneras de nuestra sociedad, que nuestra oración alcance de Dios su transformación y así puedan vivir una vida de alegría, servicio y paz en el Señor.

El Papa nos invita a la esperanza con los jóvenes cuando nos habla en su mensaje que: al mismo tiempo la juventud sigue siendo la edad en la que se busca una vida más grande; y todos estos, sigue el Papa ya que, el hombre en verdad está creado para lo que es grande, para el infinito. Cualquier otra cosa es insuficiente. San Agustín tenía razón: nuestro corazón está inquieto, hasta que no descansa en Ti. El deseo de la vida más grande es un signo de que Él nos ha creado, de que llevamos su “huella”. Dios es vida, y cada criatura tiende a la vida; en un modo único y especial, la persona humana, hecha a imagen de Dios, aspira al amor, a la alegría y a la paz.

Queridos amigos, vivamos todos esta Jornada Mundial de la Juventud con ilusión, no desconfiemos de un futuro mejor, Cristo no nos abandona Él estará con nosotros todos los días, el mismo que ha transformado tantas vidas lo puede todo y no se cansa de actuar.

Con afecto os bendigo.

BUSCAR EL TESORO DEL REINO 24 de julio de 2011

Muy queridos hermanos y amigos: Durante estos últimos domingos hemos escuchado las palabras de Jesús sobre el Reino. Él

vino a este mundo para instaurar el Reino de Dios y para hacerlo presente en medio de la humanidad. Dedicó toda su vida pública a predicar en qué consistía ese Reino.

Las dos parábolas que hemos escuchado en el texto de San Mateo: la parábola del tesoro y de la perla, nos invitan a reflexionar sobre ese Reino que ya está en medio de nosotros.

Las dos parábolas nos invitan a una búsqueda: el objeto valioso está oculto, se produce su hallazgo y quien hace lo encuentra pone todos los medios para hacerse con ese objeto valioso que ha encontrado.

El tesoro oculto y la perla es de gran valor, nos dice el Evangelio. Tal vez junto a este tesoro o esta perla han pasado muchos caminantes incapaces de descubrirlos. Han pasado a su lado y no han visto el tesoro o la perla, quizás porque el Reino de Dios es discreto y poco llamativo pero, sobre todo, porque sus preocupaciones y anhelos estaban fijos en otras cosas que consideraban de mayor valor.

Nosotros los creyentes también podemos correr muchas veces este grave error no buscando lo fundamental de nuestra vida que es el Reino y conformarnos con las múltiples ofertas de sentido y felicidad que proliferan a nuestro alrededor. En medio de tanto ruido y de tanto desorden confundimos el oro con la fantasía, las joyas con las imitaciones.

Reconocer al Padre como nuestro Creador, reconocer a Jesús como nuestro Salvador y reconocer al Espíritu Santo como nuestro Inspirador es un auténtico tesoro. La fe es el más precioso de todos los bienes porque nos proporciona el sentido último de nuestra existencia.

Demos, pues, un paso adelante en nuestra búsqueda y adentrémonos en el amor de Dios con confianza para descubrir el verdadero sentido de nuestras vidas en Él. De nada sirve el tesoro que permanece oculto, hace falta encontrarlo y, una vez encontrado, es necesario comprender su valor para no perderlo.

No nos conformemos con una vida de fe rutinaria, es necesario profundizar en la fe que recibimos, actualizarla y hacerla vida. En lo referente a la formación religiosa no podemos quedarnos en lo que aprendimos hace 30, 40 o 50 años. El tesoro de nuestra fe debe ser buscado con pasión y por ello nuestra fe debe ser profundizada y actualizada cada día.

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Descubramos, a través de la oración, de la celebración, de la reflexión y del estudio, las riquezas que nos ofrece la fe y así revisaremos nuestras prioridades, porque quizás estamos dedicando nuestras energías a valores aparentes que no valen la pena.

Quien ha descubierto el tesoro de la fe, reprograma su escala de valores, desenmascara aquellas apariencias que lo habían inspirado hasta ese momento y asume los valores sólidos que le dan sentido a la vida..

Con afecto os bendigo.

FELIZ MES DE AGOSTO PARA TODOS 31 de julio de 2011

Queridos hermanos y amigos:

Hacemos desde este domingo un paréntesis en nuestras actividades. El mes de agosto es un tiempo que muchos dedican a sus vacaciones y que está lleno de encuentros familiares y de fiestas en muchos lugares de nuestra diócesis.

Los responsables de la hoja diocesana Iglesia en Tarazona se toman también un merecido descanso después de haber estado con nosotros todos los domingos de este año, quiero agradecer a todos los que hacen posible esta publicación su trabajo y dedicación. Este sencillo medio de información nos acerca cada semana la vida de la Iglesia y nos pone en contacto y comunión.

Quiero también saludar a todos los que en estos días volvéis a vuestros pueblos dándoles, en muchos casos, una vida y actividad que pocas veces tienen a lo largo del año. Es un tiempo de encuentro con vuestras raíces, con vuestras familias y amigos. Muchos celebraréis las fiestas patronales y espero que estas celebraciones os acerquen nuevamente al encuentro con Dios. Los santos que celebráis son ejemplo de personas que eran como nosotros y que encontrándose con Dios transformaron su vida

Este tiempo de menos actividades nos puede ayudar a todos para descansar pero también para acercarnos con más paz a Dios. Tenemos más oportunidades para reflexionar, para rezar y encontrarnos con Dios que siempre da sosiego a nuestra vida y nos impulsa a una mayor generosidad y amor.

Os propongo para estos días esta oración que tomo de la web de la Conferencia Episcopal Española:

Señor Jesús, tú dijiste a tus discípulos “venid conmigo a un lugar apartado y descansad un poco” Bendice, Señor, nuestras vacaciones. Haz que sean tiempo fecundo para la vida de familia, para el encuentro con nosotros mismos y con los demás para la brisa suave de la amistad y del diálogo, para el ejercicio físico que siempre rejuvenece, para la lectura que siempre enriquece para las visitas culturales que siempre abren horizontes, para la fiesta auténtica que llena el corazón del hombre. Haz que nuestras vacaciones de verano sean tiempo santo para nuestra búsqueda constante de Ti, para el reencuentro con nuestras raíces cristianas, para los espacios de oración y reflexión, para compartir la fe y el testimonio, para la práctica de tu Ley y la de tu Iglesia, para la escucha de tu Palabra, para participar en la mesa de tu eucaristía. Tú vienes siempre a nosotros.

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Tú siempre te haces el encontradizo. Tus caminos buscan siempre los nuestros. Haz que en las vacaciones de verano, sepamos remar mar adentro y te encontremos a Ti. Juntos realizaremos la gran travesía de nuestras vidas. En tu nombre, Señor, también en vacaciones, quiero estar dispuesto a remar mar adentro. Ayúdame. Te necesito, también en vacaciones. AMÉN.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

LA JMJ: UN NUEVO IMPULSO PARA EVANGELIZAR 4 de septiembre de 2011

Queridos hermanos y amigos:

Tras el paréntesis que hemos hecho en el mes de agosto, vuelvo a escribiros al comenzar el mes de septiembre en el que poco a poco todas las actividades vuelven a la normalidad.

En esta carta que os dirijo no puedo olvidar el acontecimiento eclesial vivido hace pocos días en Madrid con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud. Ha sido una experiencia inolvidable. Más allá de los números, en lo que todo el mundo –a pesar de las distintas ideologías- está de acuerdo, es el que Madrid se ha vestido estos días de color, de alegría, de fiesta.

Madrid nos ha hablado de interculturalidad, de solidaridad, de colaboración, de diálogo, de encuentro, de la amistad. Madrid se ha dejado impregnar del sabor de la fe en un Jesucristo que sigue entusiasmando a tantos miles de jóvenes y dándoles motivos para ser felices. Los jóvenes, el futuro de nuestra sociedad, hoy son motivos de esperanza para nosotros. Jóvenes que, en medio de un mundo lleno de frustraciones, desencantos, desesperanzas, apuestan por unos valores distintos: buscan la verdad, la coherencia, la autenticidad, desde la libertad que les concede el encuentro con Jesús.

Me gustaría lanzar a los jóvenes de nuestra diócesis, y a todos una pregunta provocadora ¿Habéis pensado qué es lo que realmente ha movido a estos jóvenes a desafiar, el tiempo, el cansancio, la vergüenza?, ¿qué les impulsa a ir contracorriente sin miedo al qué dirán? y fundamentalmente, ¿qué (o Quién) les produce esa alegría irresistible, serena, profunda, lejos de cualquier fanatismo? La respuesta es Jesús de Nazaret que hoy sigue llamándonos e invitándonos al encuentro con Él, sigue ungiéndonos, es decir, capacitándonos, para luchar por los valores evangélicos, para crear la civilización del amor, de la justicia, de la paz. Y sigue enviándonos para ser testigos ante el mundo de lo que hemos visto y oído.

En la Eucaristía del envío, del domingo, el Papa nos ha pedido dar testimonio de la fe, incluso donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Comuniquemos a nuestros conciudadanos, a nuestros coetáneos la alegría de nuestra fe El mundo necesita el testimonio de nuestra fe, necesita ciertamente a Dios.

La situación actual de nuestra sociedad nos está pidiendo a todos la colaboración y el esfuerzo. Son tiempos difíciles pero si cada uno sacamos lo mejor de nosotros mismos, el rostro de nuestra diócesis, puede cambiar.

Concluyo con unas palabras de Benedicto XVI a los jóvenes: “Estoy convencido de que, animados por la fe en Cristo, los jóvenes aportarán lo mejor de sí mismos, para que este país afronte los desafíos de la hora presente y continúe avanzando por los caminos de la concordia, la solidaridad, la justicia y la libertad” .

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Jóvenes y adultos: No tengáis miedo de ser testigos de la fe. No nos avergoncemos de ser cristianos. El Evangelio de Jesús, merece la pena ser creído y anunciado, el encuentro con Él es capaz de transformar los corazones de las personas y el rostro de la sociedad.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

COMIENZA UN NUEVO CURSO 18 de septiembre de 2011

Queridos amigos y hermanos: Estos días, desde el 7 al 17 de septiembre, me encuentro en Roma pero no quiero a faltar a mi

cita semanal con vosotros. Durante estos días los que hemos sido ordenados obispos en este último año somos

convocados a participar en este encuentro para estrechar nuestros lazos con el Papa y con el Colegio Episcopal.

Son días pues de comunión con Benedicto XVI y con los hermanos obispos de todas las nacionalidades. Este encuentro nos ayuda a comprender el sentido universal de la Iglesia y a abrir nuestro corazón y nuestra mente hasta los últimos confines de la tierra.

A todos os llevo en el corazón en estos días para manifestar nuestra comunión con el Papa y para que cada día seamos más conscientes de participar en una Iglesia que es universal formada por hombres y mujeres de toda lengua, pueblo y nación.

Como os decía la semana pasada las actividades pastorales de nuestra diócesis van lentamente volviendo a su normalidad. Pensando en esto me gustaría recordar unas palabras de Benedicto XVI en el encuentro con los Voluntarios de la Jornada Mundial de la Juventud en el IFEMA de Madrid:

Al volver a vuestra vida ordinaria, os animo a que guardéis en vuestro corazón esta gozosa experiencia y a que crezcáis cada día más en la entrega de vosotros mismos a Dios y a los hombres.

Éste debe ser también nuestro deseo al comenzar nuestro curso pastoral: la entrega a Dios y así, saliendo de nuestro egoísmo, la entrega a los hermanos, poniendo nuestros dones, recibido de Dios, al servicio de los demás.

Por otra parte, el Papa nos invitaba también a preguntarnos en nuestra entrega a Dios, lo que Él quería de nosotros: Es posible que en muchos de vosotros se haya despertado tímida o poderosamente una pregunta muy sencilla: ¿Qué quiere Dios de mí? ¿cuál es su designio sobre mi vida?

No dudemos a confrontarnos con estos grandes interrogantes, sin duda nos abrirán nuevos horizontes en nuestra vida. Seguramente de esta forma descubriremos que lo que Dios nos puede pedir ya se nos ha concedido y nos da una dimensión nueva a nuestra propia vida.

Como nos decía el Papa: Quien valora su vida desde esta perspectiva sabe que el amor de Cristo sólo se puede responder con amor.

Espero también que los jóvenes que comenzaréis las catequesis y sobre todo los que habéis participado en la Jornada Mundial de la Juventud, os preguntéis con las palabras de Benedicto XVI: ¿Me llama Cristo a seguirlo más de cerca? ¿No podría yo gastar mi vida entera en la misión de anunciar al mundo la grandeza de su amor a través del sacerdocio, la vida consagrada o el matrimonio?

Como decía el Papa: Si ha surgido esa inquietud, dejaos llevar por el Señor y ofreceos como voluntarios al servicio de Aquél que “no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por todos” (Mc 10,45).

Espero que los sacerdotes, los catequistas, los profesores y los padres ayudéis a los jóvenes y adolescentes a que todas estas preguntas estén en su corazón y que les alentéis a responder con generosidad a lo que el Señor les pida.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

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COMIENZO DEL CURSO EN NUESTRO SEMINARIO 9 de octubre de 2011

Queridos amigos y hermanos: Desde hace tres semanas ha comenzado la andadura de nuestro Seminario Mayor de la

Inmaculada. Durante la primera semana, del 19 al 24 de septiembre, los seminaristas han tenido los Ejercicios Espirituales con al padre espiritual del Seminario D. Raúl Romero López y la presencia del Rector D. Javier Calvillo Ruiz.

La segunda semana, del 26 al 30, han comenzado las clases en el Estudio Teológico de la Inmaculada, centro de estudios afilado a la Facultad de Teología de la Universidad Eclesiástica de San Dámaso de Madrid. El Estudio Teológico es un centro universitario que cubre la formación filosófica y teológica de nuestros seminaristas. Desde este curso el director del centro es D. Ignacio Tomás Cánovas y secretario D. Javier Sanz Lozano.

En este curso contaremos con once seminaristas. Seis alumnos comienzan sus estudios con un curso preparatorio que además de afianzar su cultura general los introducirá en algunas materias de teología y les preparará para la prueba de acceso a la Universidad. Tres alumnos proseguirán sus estudios filosóficos y teológicos y, finalmente, dos alumnos que ya son bachilleres en teología ampliarán estudios y estarán en una etapa pastoral.

El grueso mayor de alumnos lo forman siete estudiantes pertenecientes a la asociación pública de fieles: Misioneros de Betania. Aprobada por mi antecesor en la Diócesis y que según las normas establecidas por la Iglesia en un futuro se constituirán en Instituto Religioso de derecho diocesano. Al ser constituidos en esta Diócesis nosotros debemos mantener el compromiso adquirido y, a su vez, son una ayuda que el Señor nos da para incrementar nuestro presbiterio. Dos sacerdotes y un diácono de esta asociación ya colaboran en la Diócesis atendiendo parroquias del Arciprestazgo del Alto Jalón.

En el Estudio Teológico el profesorado de este primer semestre del curso lo componen tres doctores, seis licenciados, un profesor de primaria y un diplomado en música. Todos ellos han sido aprobados para la docencia por la Facultad de Teología de San Dámaso. De ellos tres profesores son laicos. A todos ellos quiero agradecer su dedicación y el interés en esta labor tan importante como es la formación de los candidatos al presbiterado.

Junto a esta información que creo es bueno que todo sepamos, os ruego muy encarecidamente vuestra oración por el Seminario y por las vocaciones. Debemos sentir como algo muy nuestro lo que supone el Seminario Diocesano y la necesidad de vocaciones al servicio de la comunidad cristiana. Cuento con vuestra colaboración en todos los sentidos para que esta labor fundamental de la Diócesis que es el Seminario sea apreciada y querida por todos.

Después de la apertura de la catedral, el Seminario constituye objetivo prioritario de mi servicio pastoral. Espero y confío en vuestra colaboración y el trabajo común en favor de este importantísimo servicio de nuestra Diócesis. El Seminario debe constituir la casa de acogida para todos los sacerdotes y aspirantes a ese servicio pastoral.

Este lunes, día 10 de octubre, a las 11 horas inauguraremos el año académico 2011-2012. A todos os espero para compartir la alegría del don de nuestros once seminaristas, de nuestro Seminario y de contar con un Estudio superior de Teología

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

“A DIOS LO QUE ES DE DIOS” 16 de octubre de 2011

Queridos amigos y hermanos:

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En el texto del Evangelio que este domingo se proclama Jesús, ante la prueba que los partidarios de Herodes le proponen presentándole una moneda, responde: “Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Esta frase siempre ha sido explicada en la Iglesia como la necesaria cooperación que los cristianos tenemos que aportar a la sociedad. Colaborar con la nación en la que vivimos, pagar nuestros impuestos con honradez, participar en todo lo que de justo y bueno hay en la sociedad, aportar nuestro talentos para hacer progresar nuestro país, nuestro pueblo o ciudad.

Pero la frase tiene una segunda propuesta en la que quizás pocas veces reflexionamos: “a Dios lo que es de Dios”. Nosotros llevamos en nuestra alma el sello de Dios, estamos marcados por Él y a Él le pertenecemos. Como nos decía la primera lectura el Señor nos ha elegido por amor: “Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios”, por lo tanto le pertenecemos y, de esta forma, nuestra vida es un signo en medio del mundo de Dios mismo, por eso nos dice la misma lectura: “para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro“.

Esta pertenencia a Dios se manifiesta en nuestra continua búsqueda de Él. San Agustín ha expresado preciosamente esta actitud de todo corazón humano: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. El corazón del hombre no está hecho para llenarse de cualquier cosa, sólo quedará satisfecho cuando quede lleno de Dios.

En esta actitud de búsqueda encontramos un estímulo para avivar en nosotros la sed de Dios, propiciar el encuentro con Dios, acercarnos a Dios. Por ello necesitamos orar, hacer silencio en nuestra vida para escuchar a Dios y dejarnos llenar de Él.

Los pastores de la Iglesia, obispos y sacerdotes, que estamos puestos al frente de la comunidad para indicar permanentemente el camino del encuentro con Dios, debemos también en primer lugar buscar en la oración al Señor, no podríamos dar a Dios si Él no es el centro de nuestra existencia; no seríamos pastores “según su corazón” (Jr. 3,15). Dios nos pide, queridos hermanos, la santidad, de esta forma podremos revitalizar la Iglesia que Él nos ha confiado y ser testigos del amor misericordioso de Dios a todos los hombres.

De esta forma una de nuestras misiones es ser maestros de oración. En la liturgia lo expresamos de una forma comunitaria, la escucha atenta de la Palabra, el silencio, el canto y la alabanza, la petición confiada. Pero también debemos crear espacios en los que los fieles puedan orar; todas las parroquias, aun las más pequeñas y humildes deberían cultivar el espíritu de la escucha de Dios, de la oración silenciosa, de la adoración al Señor.

Como Obispo y pastor de esta Diócesis es una de mis mayores preocupaciones. Quisiera, ahora que estamos comenzando el curso, que esta preocupación se plasme en todas las comunidades de una manera concreta. Que como Dios os inspire sepáis en cada parroquia y comunidad crear este espíritu de oración. Orar por las familias, por los jóvenes, por los pobres, por las vocaciones. De esta forma todo lo ponemos en manos de Dios y él nos dará su fuerza para ser testigos de su amor en medio del mundo.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

AVE MARÍA, GRATIA PLENA 23 de octubre de 2011

Queridos amigos y hermanos: Al concluir el mes de octubre quiero meditar con vosotros sobre la importancia que la Virgen

María tiene en nuestra vida. El mes de octubre es junto al mes de mayo un mes mariano. Tradicionalmente este mes está

dedicado a la Virgen María y especialmente en su advocación del Rosario, con Ella meditamos los veinte misterios fundamentales de nuestra fe mientras desgranamos el Santo Rosario.

Dos fiestas marcan este mes que terminamos: en primer lugar el día 7 en que celebramos la Virgen del Rosario o bien el primer domingo en el que muchos pueblos honran esta advocación con

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fiestas especiales; asimismo la solemnidad de la Virgen del Pilar el 12 de octubre que tiene un significado entrañable en nuestra tierra aragonesa.

El Santo Padre quiso encomendarme el pastoreo del Pueblo de Dios en esta querida tierra aragonesa, en la diócesis de Tarazona. Como navarro conozco bien no sólo la devoción de los aragoneses, sino también soy testigo de cómo la devoción pilarista traspasa las fronteras.

Cada vez que invocamos a María lo hacemos generalmente con el Ave María, el saludo del Ángel a la Virgen: ¡Jaire Maria!, ¡Alégrate María! Reproducimos así el saludo que encontramos en el evangelio de San Lucas, éste fue el saludo que recibió la joven doncella de Nazaret cuando Dios quiso que fuera la Madre de su Hijo.

No se trata de un saludo cualquiera, como el que hacemos de forma educada cuando llegamos a una casa o saludamos a alguien, más bien es, fundamentalmente, el anuncio de Dios, anuncio del Evangelio de la Salvación que se extiende a toda la humanidad.

La segunda palabra que pronuncia el ángel es “llena de gracia”. Sí, María no es sólo la “favorecida” por Dios, ni su “favorita” como si de una perla hermosa se tratara. María es la “llena de gracia” porque está habitada por el mismo Dios. La Plenitud de la gracia encuentra acomodo, cobijo y espacio sin fronteras en Ella.

María en esta historia que contemplamos en el Evangelio se muestra como sierva del Señor: Aquí estoy para hacer tu voluntad, aquí está la esclava del Señor. Su “sí” es también la invitación a nuestro sí a los planes de Dios. El sí de María fue absoluto y total el nuestro, frágil por nuestra condición humana, es una suma de pequeños “síes”.

Que el Señor ilumine y ayude para que nuestro corazón sea como el de María, que como Ella sepamos ser discípulos de Jesús, abiertos al don de Dios como María. Que nuestra Madre en sus advocaciones del Rosario y del Pilar ilumine nuestro corazón para ser discípulos de Jesús, abiertos al don de Dios como María.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

“COMO EL PADRE ME HA ENVÍADO ASÍ OS ENVÍO YO” 30 de octubre de 2011

Queridos amigos y hermanos: El pasado domingo celebramos la Jornada del DOMUND, un día profundamente arraigado en

las diócesis de España y que goza de una enorme popularidad. En este domingo toda la Iglesia se siente llamada a ser misionera y a participar en la

evangelización como una de las obras fundamentales que el Señor nos ha confiado. En palabras del evangelista San Juan nos sentimos enviados por Jesús para anunciar la salvación como Él ha sido enviado por el Padre.

Como nos decía el Beato Juan Pablo II sentirnos misioneros es algo que nos da un vigor nuevo a nuestra fe y a nuestra vida cristiana: “La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola! La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal” (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 2).

Por eso en este día todos nos sentimos enviados para anunciar el Evangelio. El papa Benedicto XVI nos recuerda en su mensaje para este día que en cada celebración de la Eucaristía se renueva este envío:

“Este objetivo se reaviva continuamente por la celebración de la liturgia, especialmente de la Eucaristía, que se concluye siempre recordando el mandato de Jesús resucitado a los Apóstoles: «Id...» (Mt 28, 19). La liturgia es siempre una llamada «desde el mundo» y un nuevo envío «al mundo» para dar testimonio de lo que se ha experimentado: el poder salvífico de la Palabra de Dios, el poder salvífico del Misterio pascual de Cristo. Todos aquellos que se han encontrado con el Señor resucitado han sentido la necesidad de anunciarlo a otros, como hicieron los dos discípulos de

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Emaús. Después de reconocer al Señor al partir el pan, «y levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once» y refirieron lo que había sucedido durante el camino (Lc 24, 33-35). El Papa Juan Pablo II exhortaba a estar «vigilantes y preparados para reconocer su rostro y correr hacia nuestros hermanos, para llevarles el gran anuncio: ¡Hemos visto al Señor!» (Novo millennio ineunte, 59)”.

Es, por lo tanto, una corresponsabilidad de todos como nos dice el Papa: El Evangelio no es un bien exclusivo de quien lo ha recibido; es un don que se debe compartir, una buena noticia que es preciso comunicar. Y este don-compromiso está confiado no sólo a algunos, sino a todos los bautizados.

Nuestras formas de participar son muchas y todas necesarias. El DOMUND nos invita a la oración por las misiones y los misioneros, a nuestra generosa aportación a la obras misionera en la colecta de este día y, sobre todo, a sentirnos llamados por el Señor a transmitir a todos la Buena Noticia de la salvación.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

MES DE NOVIEMBRE: SANTIDAD Y ORACIÓN 6 de noviembre de 2011

Queridos amigos y hermanos: Hemos comenzado el mes de noviembre con dos fiestas profundamente arraigadas en nuestra

cultura y en nuestra religiosidad: La fiesta de Todos los Santos y la conmemoración de los Fieles Difuntos.

En la fiesta de Todos los Santos podemos ver el triunfo de Jesucristo. A lo largo de la historia millones de personas han creído en Él, han aceptado su mensaje y le han seguido, algunos hasta dar su sangre en el martirio. Los santos son el mejor fruto de la Pascua, y su felicidad es la felicidad del mismo Cristo.

Es el cumplimiento de lo que leemos en el libro de la Apocalipsis: Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación raza, pueblos y lenguas. De pie, delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: ¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero! (Ap 7,9-1).

Seguramente que muchos de nuestros familiares, amigos e incluso muchas personas que marcaron nuestras vidas con sus enseñanzas y ejemplos ahora, gozarán de la visión de Dios y hoy celebramos su fiesta.

Celebrar a los santos proclamados por la Iglesia o sólo conocidos por Dios es una llamada a la santidad para todos nosotros. San Pablo, en la carta a los Efesios, nos dice: Él nos eligió en la persona de Cristo -antes de la creación del mundo- para que fuésemos santos e irreprensibles ante él por el amor. Él nos ha destinado, en la persona de Cristo, a ser sus hijos (Ef 1,4-5). Es lo que Jesús nos dice en el Evangelio: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5,48).

La santidad consiste en vivir las bienaventuranzas: ser pobre, ser humilde, ser misericordioso, luchar por la justicia, ser portador de paz y sufrir por el reino de Dios. Este es el programa que expone Jesucristo y que nosotros, sus seguidores, hemos de llevarlo a la práctica. Santa Teresa nos dice que la santidad consiste en una disposición del corazón, que nos hace ser humildes y pequeños en los brazos de Dios.

Y junto a esta solemnidad de Todos los Santos la conmemoración de los Difuntos. La Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos (Cuenta San Agustín que su madre Santa Mónica lo único que les pidió al morir fue esto: "No se olviden de ofrecer oraciones por mi alma").

La oración por los Difuntos a lo largo de este mes de noviembre es también una obra de caridad que todo cristiano debe ejercer. A San Agustín le preguntó uno: "¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya muerto?", y él le respondió: "Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos.

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Porque el Evangelio dice que la medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa medida se empleará para darle a él".

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA 13 de noviembre de 2011

Queridos amigos y hermanos: Este domingo 13 de Noviembre, celebramos el día de la Iglesia Diocesana, con el lema: “Tu

Iglesia contigo, con todos” Esta Jornada quiere recordar y dar a conocer la presencia de esta familia Diocesana, que sigue mostrando al mundo el rostro de Cristo y el amor misericordioso del Padre, que a través de la Palabra y de los sacramentos, comunica las gracias que hacen más digna la vida humana. La iglesia está al lado de todos desde que nacemos hasta que morimos; basta pensar en los momentos que en familia celebramos la feliz dicha de un niño recién nacido, al que le ofrece el Bautismo; la felicidad de la celebración del matrimonio, o el momento del fallecimiento de un ser querido, en el que la Iglesia con acompaña y fortalece con la certeza de la Fe; en todos estos importantes momentos el templo se convierte en los brazos abiertos de la Iglesia.

Desde el momento que hemos recibido el Bautismo, somos miembros vivos de esta Iglesia y por tanto somos de la misma familia. No podemos permanecer al margen de ella y todo lo que en ella realicemos, a través de las parroquias, de las asociaciones que agrupan a cristianos con objetivos evangelizadores, litúrgicos, sociales, misionales, educativos o caritativos, serán siempre acciones de la misma Iglesia. Si esto se hace en unidad y en comunión mutua, donde el Obispo, sacerdotes, miembros de Vida Consagrada y laicos se funden en una verdadera fraternidad, entonces se puede hablar de una Iglesia viva y anunciadora del mensaje de Cristo.

La Iglesia no es una invención humana y menos una institución que ha de ponerse en la sociedad como una más. La Iglesia, esa Iglesia que todos conocemos con sus virtudes y fallos, fue instituida, constituida y fundada por Jesucristo. Y es a la que debemos amar con toda nuestra alma porque si algo nos ha dado y nos sigue dando, con su Palabra y sus Sacramentos, es a Jesucristo que ha muerto en la Cruz por amor a todos y sigue vivo y presente porque ha Resucitado. La Iglesia permanecerá siempre, porque si alguien garantiza la vida y la existencia de la Iglesia no somos los hombres y mujeres que la componemos, sino Cristo que sigue diciéndonos: “Yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos” .

Peregrinos aún por este mundo, la Iglesia necesita de la ayuda material para poder realizar su misión, que aunque espiritual, se sostiene y edifica con medios humanos. En nuestra Diócesis de Tarazona, conocéis que hay muchos gastos que generan las acciones que en ella se realizan. Y sobre todo, sabemos que si alguien ha de tener cuidado de los más necesitados somos los miembros de esta misma Iglesia.

Esta Iglesia nuestra, hogar y comunión, que hace opción preferencial por los más pobres y excluidos, necesita que la sostengamos económicamente entre todos. Hoy tiene sentido no sólo creer en ella, sino también quererla y ayudarla del mismo modo que ayudaríamos a un ser querido, porque todos somos una gran familia. La Iglesia es tu Iglesia, está contigo, está con todos.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

EL REINO DEL AMOR Y DEL SERVICIO 20 de noviembre de 2011

Queridos amigos y hermanos: Terminamos, con la celebración de este domingo, el Año Litúrgico. Ponemos hoy nuestra

mirada llena de asombro y de gratitud en Cristo Jesús, Rey del Universo. Un Rey muy especial que reina desde la Cruz y el amor, y cuyo misterio nos ayudan a entender las tres lecturas de hoy.

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La proclamación más solemne de las oraciones y las lecturas, es, junto con los cantos, una ayuda fundamental para que la comunidad sintonice con lo específico de la solemnidad de hoy y se deje sumergir en ella. Con la perspectiva de un Reino que todavía no se manifiesta, sino que se está gestando y madurando hasta el final de los tiempos.

Este año las lecturas nos presentan a Cristo Rey como el Buen Pastor. El profeta Ezequiel nos anuncia que el mismo Señor será el pastor que buscará a su ovejas: “Como sigue el pastor el rastro de su rebaño, cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré, sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones.. Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas; vendaré a las heridas; curaré a las enfermas: a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré como es debido. ”

El Salmo nos invita a tener puesta toda nuestra confianza en el Señor que como pastor nos guarda, nos guía y nos cuida. No es el rey al que tememos, es el que nos acompaña, nos invita a su mesa y, si abrimos nuestro corazón, nos acompaña todos los días de nuestras vidas con su bondad y misericordia.

El empeño del Señor es introducirnos en su amor y que de esta forma nuestra vida se transforme en un acto de amor a Dios y a los hermanos. Así el Reino comienza ya a hacerse presente en el corazón de cada creyente y en el espíritu de cada comunidad cristiana.

Por eso Cristo, el pastor que ahora nos acompaña en nuestra vida, será el que al final de nuestra vidas nos examinará en el amor: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme."

Si en el amor y la entrega generosa de Cristo, nuestro pastor, hemos encontrado el sentido de nuestras vidas y éste es nuestro horizonte vital, la vida de cada cristiano es una irradiación de su amor. En todo hermano, especialmente en el que sufre, está presente el Señor : "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis."

Éste es el secreto del Reino de Dios que cada día debemos descubrir. El reto de cada día para la vida de cada cristiano y de cada comunidad.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

¡VEN, SEÑOR JESÚS! 27 de noviembre de 2011

Queridos amigos y hermanos: Comenzamos hoy el año litúrgico con la celebración del primer domingo de Adviento. El

comienzo de este nuevo año no es un mero volver a empezar. No deberíamos tener nunca la sensación que el año litúrgico que vuelve puntual cada año, sea una repetición; como si nuestra vida y nuestra experiencia de los misterios que celebramos fuera una especie de círculo cerrado que vuelve continuamente sobre sí mismo, como una eterna y monótona repetición de celebraciones.

Cristo, el Señor de la historia, ha salvado nuestra experiencia humana del fatalismo del eterno retorno. El tiempo está abierto hacia el futuro, como en espiral, o como quien va hacia la cima de una montaña, subiendo poco a poco. El tiempo es siempre tiempo oportuno de Dios. Y es tiempo nuevo. Nuevo con la novedad de Dios. Nuevo con la novedad de nuestra propia experiencia humana y eclesial que permite que el misterio celebrado cobre tonos nuevos, tenga resonancias inéditas, nos ofrezca la posibilidad de vivir en salvación el momento presente de nuestra historia, en contacto con el eterno misterio de Cristo.

Por ello podemos decir que no hay Adviento donde no hay deseo y necesidad de presencia y de salvación. El Adviento es el deseo de nuestro espíritu de una nueva venida del Señor en nuestra vida personal, en el momento concreto que estamos viviendo.

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La actitud de espera, propia de la vida cristiana, es la apertura del corazón; como dice un monje oriental (L. Guillet): "Quien espera a Cristo se ilumina y se dilata en cada instante. Se dilata porque lo vemos que tiende hacia su plenitud. Se ilumina porque la presencia de Cristo proyecta ya sobre él la luz de una venida todavía más perfecta. El vendrá, vendrá de nuevo, vendrá siempre hasta el momento de su venida en la gloria. Él ya ha venido. Viene a nosotros en cada instante. Cada instante no tiene otro valor que el de esta venida y esta presencia de Cristo que el momento presente nos trae"

El Adviento nos ofrece en sus celebraciones dominicales las actitudes fundamentales de quien sabe esperar y que podemos resumir en dos aspectos: La vigilancia en la espera de Cristo y la invitación a la conversión.

Vigilar es mantener viva en la tierra la llama del deseo del Señor. Esperamos que Él cada día esté presente en nuestras vidas y en la vida del mundo. Si no esperamos nada, si todo es pesimismo o bien un mero “ir tirando” hemos matado la esperanza que nos sostiene. Por ello hay que avivar nuestra vigilancia, nuestra espera, hay que renovar a toda costa en nosotros la esperanza y el deseo del Señor.

Por ello vuelve a resonar en este tiempo de Adviento la voz de los profetas y la de Juan Bautista que nos invita a la conversión. Conversión que supone siempre una apertura del corazón y del espíritu a la voz de Dios.

Nada hay de negativo en esta llamada. Quien nos llama lo hace por amor, lo hace para abrir nuestra vida a una dimensión nueva que supere todas nuestras limitaciones y desilusiones. Para romper el círculo que nos encierra en nosotros mismo y nos da la posibilidad de abrir nuestra vida a la esperanza y el amor.

Que en este Adviento se avive en cada cristiano el deseo de salir cada día al encuentro del Señor que nos busca.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

ISAÍAS, EL PROFETA DE LA ESPERANZA 4 de diciembre de 2011

Queridos amigos y hermanos: En el tiempo de Adviento y especialmente en este domingo, resuena la voz del profeta Isaías. Su nombre hebreo significa: Dios es ayuda. Durante cuarenta años va a cumplir su misión de

denunciar al pueblo sus infidelidades e idolatrías y anunciar la venida del Mesías. Recibió en el Templo de Jerusalén su vocación de profeta (Is 6, 1-13). Dios le muestra su

grandeza y su trascendencia, la inmensidad de lo que Él es: el Santo de Israel, Señor de los Ejércitos. Esta manifestación pone muy en claro la poquedad del elegido y la desproporción de sus potencialidades para desempeñar la difícil misión que le encomienda el Señor.

El ambiente político que le tocó vivir fue muy tenso y difícil. Frente a esta situación de incertidumbre el pueblo está desorientado, muchos sucumben ante los peligros que la sociedad les ofrece y abandonan la Alianza con el Señor, por eso Isaías, firme en la misión que ha recibido del Señor, no se cansa de anunciar la vuelta a Dios y a su Alianza.

A pesar de los siglos que nos separan del profeta Isaías su voz, que resuena en las Escrituras, sigue siendo válida para nosotros. Quiero en este domingo señalar algunos aspectos del mensaje de Isaías que nos pueden servir también ahora a nosotros: • Frente a la idolatría y el abandono de la Alianza, Isaías proclama la trascendencia de Dios, que

no es la lejanía y superioridad de Dios solamente, en el Dios de Israel es cercanía, amistad, misericordia, protección: ¡Dios está cerca de Israel, lo cuida, lo sana, lo dirige, renueva su Alianza con él! Las dificultades no deben oscurecer la certeza de que Dios es el que salva.

• Frente a la injusticia y la opresión, la voz de Isaías llama y denuncia a los esclavizadores de sus hermanos, y buscará siempre la conversión del pecador y del injusto.

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• La conversión se fundamenta en la cercanía de Dios y por eso invita a una confianza ilimitada en el Señor, en su amor providente, por ello aunque la salvación viene de la bondad de Dios, la confianza de sus fieles será garantía y certeza de salvación.

• .Volver al Señor, preparar el camino, es el centro repetido de su predicación. La vuelta supone una renovación comprometida de la Alianza pactada en tiempos antiguos y que fue pisoteada por el pueblo infiel, rechazar la idolatría y volver a la intimidad con el Señor.

“Abrid caminos al Señor en el desierto, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios, porque se va a mostrar la gloria del Señor y toda criatura a una lo verá” (Is 40, 3-5).

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

JUAN BAUTISTA, PREDICADOR DE LA CONVERSIÓN 11 de diciembre de 2011

Queridos amigos y hermanos: El domingo pasado reflexionábamos sobre la figura del profeta Isaías, hoy lo hacemos sobre

San Juan Bautista, dos figuras que marcan los primeros días del Adviento. San Juan es otro de los modelos bíblicos clásicos de este tiempo. Es santificado por Cristo en

el seno de su madre Santa Isabel aun antes de nacer. Lleva una vida austera y de profunda comunicación con Dios en el desierto. Adquiere conciencia clara de su misión de profeta y no de cualquiera de ellos, sino el que ha de señalar con su dedo al Mesías. Y esto le hace descubrir, igual que Isaías, la trascendencia de Dios y la poquedad de su persona. Y toda esta experiencia la comparte con los israelitas en una predicación fuerte y valiente que le lleva a desenmascarar la mentira y el vicio y a anunciar con entereza la conversión, la verdad y el bien hasta el supremo sacrificio.

El Bautista es un hombre de profunda fe y de valiente compromiso en el seguimiento de su vocación. Hasta dar su vida por los valores y por la verdad que predica.

Su fe sufre la prueba (Mt 11, 1-6) Se siente desconcertado por la pobreza de Jesús, por sus medios demasiado simples o rutinarios: Cristo asume como discípulos a hombres de poca cultura, predica a los sencillos, su lenguaje es simple. Y esto desconcierta al Bautista, hombre profundamente anclado en las categorías religiosas de Israel y para quien era tan clara la trascendencia, la infinitud y la grandeza de Dios.

En esta situación San Juan acude a Cristo mismo: ¿Eres tú, o debemos seguir esperando? Y la respuesta de Jesús fue el testimonio bíblico de las características del Mesías: hace oír a los sordos, hablar a los mudos, y evangelizar a los pobres.

Por haber acudido a Cristo en su duda e incertidumbre, recibió del Señor la confirmación de la fe. Y esta maduración y confirmación le llevan a aceptar el plan de la manifestación simple y sencilla que Dios hacía a través de su Hijo. Descubre que en Jesús, se cumplen las promesas y que Dios mismo está cerca, muy cerca de quien lo busca.

Juan Bautista nos enseña, por una parte, que es necesario aceptar la humildad de la manifestación divina: ¡Dichoso el que no se escandalice de mí! Y resulta también un admirable ejemplo de pobreza y limitación: Conviene que Él crezca y yo disminuya. Para llegar a Dios, Juan Bautista asumió dos actitudes de humildad: acepto la pobreza de los medios de manifestación de Jesús y experimentó la cercanía de la Salvación, no sólo en forma pasiva en el seno de su madre, sino sobre todo en la aceptación dificultosa de los planes de Dios en su Hijo Jesucristo.

Que la voz de Juan resuene en este tiempo en nuestros oídos para abrir el corazón a Dios y seguir sus caminos.

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Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

DEMOS GRACIAS AL SEÑOR POR LA ORDENACIÓN DE NUEVOS SACERDOTES

11 de diciembre de 2011

Queridos amigos y hermanos: El día 17 de diciembre a las 11 de la mañana en la S. I. Catedral de Tarazona ordenaré a tres

nuevos sacerdotes para nuestra Diócesis. Es un motivo de gran alegría para todos por el don de Dios: el regalo de tres nuevos sacerdotes. Con estos tres hermanos nuestros se rejuvenece nuestro presbiterio y nos permite ofrecer a nuestra diócesis una mayor atención pastoral.

Los tres diáconos que serán ordenados presbíteros son: D. Gabriel Chaves Jaúregui, D. Luis Carlos Estrada Cifuentes y D. Servando Bedoya Milián, los dos primeros proceden de Colombia y el último de Guatemala. Realizaron sus estudios teológicos en nuestro Seminario, durante este tiempo de formación participaron en alguna actividad pastoral de las parroquias de Tarazona y en el Oratorio Festivo que los sábados por la tarde organiza el Seminario, dos de ellos obtuvieron el grado de Bachiller en Teología por la Facultad de Teología de la Universidad Eclesiástica de San Dámaso de Madrid a la que está afiliado el Estudio Teológico de Tarazona.

Fueron ordenados diáconos y destinados en un período de pastoral a las parroquias del Santo Sepulcro y San Juan el Real de Calatayud y a la de Villalengua y, después de este tiempo, tras el oportuno discernimiento, serán ordenados presbíteros.

La acción de gracias de toda la Diócesis por este don, debe ir acompañada de nuestra súplica ferviente por estos tres nuevos sacerdotes. La vida del sacerdote necesita del apoyo de los fieles, oremos, pues por ellos y pidamos para nuestros hermanos la fidelidad al Señor y a la Iglesia durante todos los días de sus vidas. Que a pesar de las dificultades nunca se sientan desalentados y que siempre busquen servir al Señor y los hermanos enseñando, celebrando y animando a todos en el camino de la fe. Que sepan impulsar la caridad de todos.

Que su vida sea siempre una irradiación de Cristo el Buen Pastor y que a Él se unan en la oración cotidiana de la Liturgia de las Horas y en la celebración de la Santa Misa. Sólo en la oración y en la celebración de los sacramentos encuentra el sacerdote su fuerza y su apoyo que viene del Señor. Aquí está la fuente que da el impulso a toda actividad pastoral del sacerdote y que llena de sentido los buenos y malos momentos de la existencia.

Sólo así se logra también la verdadera fraternidad sacerdotal y la comunión del presbiterio diocesano. Porque cuando el sacerdote está unido a Cristo puede construir la verdadera comunión con sus hermanos. La espiritualidad de comunión ha de ser la guía maestra de nuestro servicio sacerdotal. "El don de nosotros mismos, raíz y síntesis de la caridad pastoral, tiene como destinataria la Iglesia. Así lo ha hecho Cristo que amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella; así debe hacerlo el sacerdote" (PDV 23).

Pidamos pues estas actitudes para estos nuevos sacerdotes y también para los sacerdotes de nuestra Diócesis. Al asistir a una ordenación sacerdotal todos somos invitados a renovar lo que un día supuso nuestra respuesta a la vocación a la que el Señor un día nos llamó.

Elevamos, finalmente, nuestra oración por los seminaristas que se preparan para ser sacerdotes y para que el Señor nos conceda vocaciones cada día más necesarias.

Que María, Madre de Cristo sacerdote, interceda por nuestros hermanos, Gabriel, Luís Carlos y Servando y por todos los sacerdotes y seminaristas de nuestra querida diócesis.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

CON MARÍA Y JOSÉ ESPERAMOS AL SEÑOR 18 de diciembre de 2011

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Queridos amigos y hermanos: En los anteriores domingos de Adviento he querido reflexionar con vosotros sobre dos figuras

que aparecen en la primera parte de este tiempo: el profeta Isaías y San Juan Bautista. Cierro hoy este tríptico de Adviento con las figuras de María, Nuestra Señora, y la de San José.

El último domingo de Adviento tiene un marcado carácter mariano, podríamos decir que ante la próxima celebración de la Navidad del Señor la mirada de la Iglesia se concentra en Nuestra Señora, Ella que tan perfectamente supo acoger y esperar al Hijo Eterno del Padre.

El Evangelio nos presenta a María como una mujer dichosa por haber creído, por haber descubierto a Dios y por haber sabido fiarse de Él. Asimismo nos la muestra en un proceso de esa aceptación y de este acercamiento al Dios que se le manifiesta. La Virgen escuchó, meditó y vivió el contenido de la Palabra o manifestación de Dios a través de su Hijo.

María escucha la Palabra. Y por esta razón fue dichosa. Tuvo estrecho contacto con su Hijo en el hogar de Nazaret, en donde Cristo vivía los contenidos que después, en los días de su vida pública, anunció; oyó atónita el mensaje del ángel el día de la Anunciación; escuchó la profecía que Simeón le hacía.

Pero en la aceptación de la palabra y en el proceso de la fe, María también siguió el caminar corriente de todos los creyentes. Así vemos que si tal vez no comprendía el sentido y la proyección de lo que escuchaba como manifestación y querer de Dios, la Virgen meditaba y reflexionaba, guardaba en su corazón el mensaje de Dios.

Por eso la grandeza de María consistió en vivir el contenido de esa manifestación de Dios, vivencia que no le fue fácil, sobre todo cuando veía la marginación que se hacía de su Hijo en los días de su vida pública, y más aún cuando estaba de pie junto a la Cruz de su Hijo, asumiendo y viviendo su hora junto a Jesús Salvador. Así se constituyó en madre de los creyentes y mediadora del pueblo de Dios.

En este tiempo de Adviento, la Iglesia nos propone el modelo de María para que nosotros también asumamos este ejemplo de docilidad, que en el itinerario de la fe de la Virgen, no estuvo exenta de dudas e incertidumbres, pero que supo apoyarse en la bondad infinita del Dios que nos ama y que, por ese amor, nos salva en su Hijo.

Junto a esta figura excelsa de María, quiero poner también en este domingo la figura de San José. No son muchos los datos que los Evangelios nos entregan de su vida y misión, pero afirma categóricamente que era un hombre justo (Mt 1, 19). Descubrimos esa justicia en las actitudes que tomó frente a la difícil manifestación de los planes divinos.

Es descendiente de la familia de David y a través de él llega la promesa mesiánica de Jesús. Jesús aparece legalmente como hijo de José y así asume el título y la prerrogativa bíblica de Hijo de David.

Que la Santísima Virgen María y San José su esposo nos ayuden en este tramo final del tiempo de Adviento para abrir el corazón al Señor y recibirlo en nuestra vida.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

¡FELIZ NAVIDAD! 25 de diciembre de 2011

Queridos amigos y hermanos: En este domingo que celebramos la fiesta de la natividad del Señor, quiero acercarme

personalmente a todos vosotros, para compartir lo que estamos viviendo en estos días de Navidad. Es éste un tiempo para callar, para contemplar y acercarse de rodillas al misterio de Dios que se hace hombre para compartir con nosotros los dolores y los gozos de la existencia humana.

Podemos cantar con San Juan de la Cruz que Dios camina “al paso del hombre” para que el hombre pueda caminar “al paso de Dios”, es decir puede ir configurando nuestra vida con la de Cristo, teniendo poco a poco en nuestras vidas sus sentimientos y actitudes.

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En estos días tenemos la oportunidad de contemplar en sencillos o elaborados belenes las figuras centrales de este misterio. Si ponemos nuestros ojos en María y José siempre vemos en sus figuras las posturas que simbolizan las actitudes necesarias para acoger un misterio tan grande cómo es el nacimiento de Cristo. Dios se hace hombre y ante ello sólo podemos quedarnos callados en adoración y contemplación. María, arrodillada, acogiendo sorprendida al Salvador. José, por su parte, asume un papel secundario pero fundamental de testigo, contempla y admira en silencio integrándose en la unidad del misterio.

María y José nos muestran que independientemente del papel que tengamos que desarrollar en los distintos momentos de la vida, sólo podemos ser testigos auténticos si vivimos agradecidos el don de Dios y sabemos descubrirle en los acontecimientos cotidianos.

En medio de la escena de Belén, aparece la figura centrar del Niño Dios que se hace hombre. Una imagen de ternura de un recién nacido que abre sus brazos para acoger dentro de su corazón al mundo entero, para que nadie queda fuera del amor de Dios. Sus brazos extendidos nos comunican el amor. Su mirada, vuelta a María, nos habla de un vínculo que ya no se va a romper: en Ella ama a la humanidad, a cada uno de nosotros. Dios nace para amar hasta el extremo.

La contemplación de este misterio me hace pedir a Dios que me conceda esa capacidad de acogida, de adoración, de abajamiento para hacerme “uno de tantos” y abrirme al dolor y el sufrimiento de tantos hermanos nuestros. Mi deseo para todos es que dejemos que su mirada traspase estos días nuestro corazón para hacernos más como Él.

En estas primeras navidades que paso en la diócesis y en este día de Navidad deseo expresaros mis mejores deseos para todos vosotros. En primer lugar para todos aquellos que pasan por malos o difíciles situaciones: a los ancianos, a los enfermos, a los que estáis en paro, a los que sufrís por cualquier causa.

A todos os quiero poner ante Cristo en este día de la Natividad del Señor, y desde el gozo de estar acogiendo al Señor que nace para nosotros en nuestras vida, os deseo una FELIZ NAVIDAD: El Señor ha nacido, venid y adorémosle.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

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AÑO 2012

JORNADA DE LA PAZ Y MISIÓN DE COCHABAMBA 1 de enero de 2012

Queridos amigos y hermanos: Comenzamos un nuevo año de la mano de María, Madre de Dios, a quien celebramos en este

primer día de 2012. A todos os deseo que la bendición de Dios que hemos escuchado en la primera lectura esté en cada uno de vosotros, en vuestras familias y que sea conservada a lo largo de este nuevo año.

Como es tradicional celebramos en este día la Jornada Mundial de la Paz, llegamos este año a la XLV jornada y el papa Benedicto XVI nos dirige a todos los cristianos y hombres de buena voluntad un mensaje que este año tiene como título: Educar a los jóvenes en la justicia y la paz.

En medio de la oscuridad que en muchas ocasiones envuelve nuestro tiempo, el Papa nos invita a la confianza y de un modo especial a quienes son nuestro futuro: “En esta oscuridad, sin embargo, el corazón del hombre no cesa de esperar la aurora de la que habla el salmista. Se percibe de manera especialmente viva y visible en los jóvenes, y por esa razón me dirijo a ellos teniendo en cuenta la aportación que pueden y deben ofrecer a la sociedad. Así pues, quisiera presentar el Mensaje para la XLV Jornada Mundial de la Paz en una perspectiva educativa: “Educar a los jóvenes en la justicia y la paz”, convencido de que ellos, con su entusiasmo y su impulso hacia los ideales, pueden ofrecer al mundo una nueva esperanza”.

Los jóvenes son por lo tanto nuestra esperanza y así todo esfuerzo que hagamos por ellos colaborará en la construcción de una nueva sociedad. Como nos indica el Papa todos debemos implicarnos en esta labor: “Los padres, las familias y a todos los estamentos educativos y formativos, así como a los responsables en los distintos ámbitos de la vida religiosa, social, política, económica, cultural y de la comunicación”. Por ello debemos “prestar atención al mundo juvenil, saber escucharlo y valorarlo, no es sólo una oportunidad, sino un deber primario de toda la sociedad, para la construcción de un futuro de justicia y de paz. Se ha de transmitir a los jóvenes el aprecio por el valor positivo de la vida, suscitando en ellos el deseo de gastarla al servicio del bien. Éste es un deber en el que todos estamos comprometidos en primera persona”.

Que esta invitación del Papa anime, pues, nuestra actividad pastoral y educativa con los jóvenes de nuestra diócesis. En los últimos días de este año he tenido la oportunidad de ver cómo muchos de ellos responden a nuestras convocatorias: Encuentro en el Monasterio de Piedra, Vigilia de la Inmaculada de Tarazona, Ordenaciones en la Catedral, acciones de Cáritas. Su respuesta nos anima a seguir sembrando el Evangelio de la paz en sus corazones.

Al terminar mi carta de esta semana no puedo olvidar a nuestra misión diocesana de Cochabamba, el próximo día de la Epifanía en todas nuestra parroquias y comunidades nos sentiremos unidos a esa querida parroquia de Santa Mónica, a sus sacerdotes, religiosos y laicos que forman ya parte de nuestra geografía diocesana aun a pesar de la distancia entre los dos continentes.

“La fe hace milagros, continúa este milagro”. Con este slogan la Delegación de Misiones nos invita en este año a seguir colaborando con la misma ilusión en la inmensa labor que se ha realizado y se sigue realizando en nuestra misión de Santa Mónica.

Agradezcamos al Señor lo que hasta ahora ha supuesto la misión y desde esta mirada agradecida sintámonos impulsados a colaborar con nuestra oración y aportación económica.

Con afecto os deseo un FELIZ AÑO DEL SEÑOR 2012 y os bendigo con afecto.

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GRACIAS POR LA MISIÓN DIOCESANA DE COCHABAMBA 8 de enero de 2012

Queridos amigos y hermanos: Con la celebración en este domingo de la fiesta del Bautismo del Señor concluimos el ciclo

de Navidad. El pasado día 6 de enero celebramos la Epifanía del Señor y en nuestras celebraciones de la Diócesis tuvimos presente a nuestros hermanos de la misión diocesana de Cochabamba en Bolivia.

El domingo pasado hice una breve referencia en mi carta semanal a esta realidad misionera de nuestra Diócesis aunque me centré más en el mensaje del Papa con motivo de la Jornada Mundial de la Paz.

Como las dos últimas fiestas de la Navidad tienen un marcado carácter misionero: La Epifanía, el encuentro de Cristo con los hombres de todos los pueblos, razas y naciones; y el Bautismo del Señor, en el que se oye la voz del Padre, invitando a escuchar a su Hijo y su Buena Noticia. Creo que no está de más en este domingo volver a reflexionar sobre nuestra misión en la Parroquia de Santa Mónica.

La misión de Cochabamba nació gracias al impulso misionero de nuestra Diócesis. D. Miguel Asurmendi, obispo entonces de Tarazona, supo animar y encauzar la aventura que nuestra sencilla diócesis quería realizar. Podemos decir que ese entusiasmo se propagó con gran ilusión a todas las parroquias y que se creó una corriente de colaboración en tantas personas e instituciones.

Muchos sacerdotes diocesanos habéis colaborado de una forma estable o temporal en sostener nuestra misión. Actualmente D. Jesús Moreno y D. Lorenzo Sánchez siguen manteniendo la labor pastoral y social de Santa Mónica. También muchos laicos y religiosas han colaborado a lo largo de estos años aportando su trabajo e ideas para que la misión de Cochabamba fuera cada día más efectiva y todos los campos sociales y pastorales progresaran con fuerza.

También los anteriores obispo que han pastoreado la Diócesis, D. Carmelo Borobia y D. Demetrio Fernández, han sabido impulsar y alentar los trabajos de la misión

Al mirar, pues, hacia atrás y contemplar esta gran labor, debemos elevar nuestra acción de gracias al Señor porque a pesar de nuestra pequeñez y humildad el Señor ha querido hacer obras grandes a través de nosotros. Gracias también porque mantener una misión como la de Cochabamba nos ayuda a colaborar con el mandato del Señor: anunciad el Evangelio hasta los confines de la tierra. Y una iglesia diocesana que colabora en este anuncio está siempre viva y animada por el Espíritu.

Pero a la vez el reto sigue siendo actual. Debemos seguir manteniendo, ayudando y aportando nuestro pequeño grano de arena. Cochabamba nos sigue llamando, nos sigue invitando a la colaboración, a la oración y a la comunión.

Sólo cuando abrimos nuestras vidas a la generosidad encontramos un sentido pleno a nuestra existencia humana. Descubrimos que dando se recibe mucho más de lo que damos.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

VIERON DÓNDE VIVÍA Y SE QUEDARÓN CON ÉL

15 enero de 2012

Queridos amigos y hermanos: En este domingo hemos escuchado en las lecturas de la Misa dos llamadas que Dios hace:

Samuel, acostado cerca del arca de Dios en el templo, oye la voz de alguien que le llama (1 Sam 3, 3b-10.19) y dos discípulos de Juan Bautista que oyendo la voz de su maestro siguen a quien él señala como “el Cordero de Dios” (Mt 1, 35-42)

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Estos textos me hacen pensar nuevamente en un tema que considero de vital importancia para nuestra diócesis de Tarazona, es el tema de las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa, tema del que tantas veces he hablado con vosotros.

Quisiera hacer una reflexión sobre ciertos aspectos de estas lecturas que escuchamos hoy. En la primera lectura Samuel escucha la voz que le llama repetidas veces y acude a su maestro Elí pensando que es él el que lo llama. Elí se da cuenta que esa voz que escucha Samuel es la misma voz de Dios y le invita a ponerse a su disposición: “anda acuéstate; y si alguien te llama, responde: Habla, Señor, que tu siervo te escucha”.

También en el Evangelio aparece la mediación de Juan Bautista que señala a Jesús a sus discípulos para que salgan a su encuentro, oyeran sus palabras y le siguieran. Incluso uno de estos discípulos, Andrés, también invita a su propio hermano, Pedro, y lo lleva hasta Jesús.

Hay pues como hemos visto una mediación en todas estas llamadas a escuchar al Señor y a seguir a Jesús. La de Elí en la primera lectura y las de Juan Bautista y Andrés en el Evangelio.

Nosotros hoy también debemos ser estos mediadores de la voz de Dios. También debemos colaborar a que niños, jóvenes y adultos escuchen la voz del Señor, se encuentren con Él y se pongan a seguirle en una vocación concreta en la Iglesia.

Hay lugares en los que debemos cumplir esta misión de hacer descubrir a otros las llamadas de Dios. En primer lugar la familia cristiana en la que los padres deben también plantear a sus hijos esta posible llamada de Dios. La catequesis parroquial y la enseñanza religiosa son igualmente lugares privilegiados en los que catequistas y educadores hacen descubrir que Dios sigue llamando. También todos los grupos cristianos o movimientos deben tener en su actividad pastoral y formativa este horizonte de plantear siempre la vocación a la vida sacerdotal o religiosa.

Es necesario crear, por lo tanto, el ambiente propicio para estar atentos a la voz del Señor. Él nos habla de una manera muy discreta humilde y casi desapercibida. Él no quiere violentar nuestra libertad, por eso sólo lo descubren los que están atentos a su voz. Creemos, pues, el ambiente espiritual necesario para escuchar la llamada y la invitación de Dios.

No quiero terminar mi carta semanal sin recordar que hoy celebramos la Jornada Mundial de las Migraciones. Una realidad tan presente en nuestra sociedad actual. Nuestro compromiso como cristianos es la acogida de esta realidad y la colaboración para que se respete la dignidad y los derechos de todos aquellos que por distintos motivos se ven obligados a dejar su tierra y buscar un futuro mejor en otros lugares, muchas veces lejanos y distintos a los suyos.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

INFANCIA MISIONERA 22 enero de 2012

Queridos amigos y hermanos: Este domingo celebramos la Jornada de la Infancia Misionera. Ya desde los días anteriores a

la celebración de la Navidad los niños de la catequesis y también en los colegios han preparado esta Jornada. Entre otras actividades han hecho el anuncio de la alegría del nacimiento del Señor como sembradores de estrellas, o bien con la confección de la hucha de papel que durante toda la Navidad y en este mes han ido rellenando con sus pequeñas aportaciones. Esta semana se ha hecho más intensa la preparación de la Jornada que culminará en muchas parroquias en la Misa con los niños y familias.

Este año la Jornada tiene por lema: “Con los niños de América... hablamos de Jesús”. El lema para la Jornada de Infancia Misionera se integra dentro del recorrido por los cinco continentes que venimos haciendo estos años, recordando el compromiso misionero con los niños de todo el mundo.

En años anteriores, con los niños de Asia buscamos a Jesús, con los de África nos encontramos con Jesús, con los de Oceanía seguimos a Jesús y, este año, con los niños de América hablamos de Jesús.

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La Iglesia siempre ha estado convencida de que los niños pueden ser evangelizadores de los niños, e incluso de los adultos, con sus obras y palabras. Pero, para que los niños sean realmente misioneros, asimismo se necesita que hablen más de Jesús, que comuniquen sus experiencias de amistad con Él, los descubrimientos que van haciendo sobre su persona; en definitiva, el camino que van recorriendo juntos y que les va haciendo crecer también en la fe y en su compromiso misionero.

Quienes han tenido la gracia de encontrar y seguir a Jesús han vivido una experiencia irrepetible. Es la condición del discípulo, que, una vez ha visto al Señor, se lo dice a los demás. Comunica lo que ha visto y oído. Así lo hicieron los apóstoles, que tuvieron la dicha de convivir con Él. Es la razón por la que un misionero sale de su tierra para decir a otros lo que le ha pasado con Jesús. El niño de Infancia Misionera es “misionero” porque cuenta a otros su amistad con Jesús.

Es la cuarta etapa del recorrido que están haciendo los niños de Infancia Misionera por los cinco continentes. Es el turno de América. Un continente más cercano para los niños de España, por la proximidad de tantos niños americanos que, por efecto de la emigración, se encuentran en nuestro país. En estos años han vivido la triple experiencia de “buscar”, “encontrar” y “seguir” a Jesús. Ahora...

La idea de esta Jornada nació del obispo francés Forbin-Janson. Su nacimiento fue muy sencillo. Él quiso incorporar a los niños en el compromiso misionero y tuvo entonces esta gran intuición. El buen obispo, seducido por el compromiso misionero de Paulina Jaricot y urgido por las necesidades de evangelización en el continente asiático, miró a los niños y les propuso un reto: “Podéis ayudarme a salvar a los niños de China. Vosotros y yo, siendo niños como ellos, podemos lograr este objetivo”. “¿Cómo podemos hacerlo?”, le preguntaron. “Rezando un avemaría cada noche y ofreciendo por ellos una limosna”. Así de sencillo. De este modo, con el lema “Los niños ayudan a los niños”, comenzó la singladura. De esta forma tan fácil, los niños se convierten en “pequeños misioneros”.

Colaboremos pues con nuestros niños en esta hermosa tarea y sintámonos todos misioneros de la alegría del Evangelio.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA 29 enero de 2012

Queridos amigos y hermanos: El próximo jueves día dos de febrero celebraremos la fiesta de la Presentación del Señor en el

Templo. En este día nos unimos a la Iglesia Universal que nos invita a celebrar la Jornada de la Vida Consagrada.

Cuarenta días después de la celebración de la Navidad del Señor ponemos nuestros ojos en la Sagrada Familia que con actitud de fe y obediencia se acercan al Templo para cumplir la Ley del Señor. Presentar al Niño Jesús en templo y cumplir asimismo la Purificación de Nuestra Señora. Fiesta tan popular en nuestras comunidades.

Desde el año 1997 se celebra en este día la Jornada de la vida consagrada, esta Jornada quiere ayudar a toda la Iglesia a valorar cada vez más el testimonio de quienes han elegido seguir a Cristo de cerca mediante la práctica de los consejos evangélicos y, al mismo tiempo, quiere ser para las personas consagradas una ocasión propicia para renovar los propósitos y reavivar los sentimientos que deben inspirar su entrega al Señor. Así nos presentaba esta Jornada el Beato Juan Pablo II en el Mensaje para la Primera Jornada de la Vida Consagrada.

En la exhortación apostólica post-sinodal “Vita Consecrata”, publicada el año 1996, escribía el Beato Juan Pablo II: “En realidad, la vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia como elemento decisivo para su misión, ya que «indica la naturaleza íntima de la vocación cristiana» y la aspiración de toda la Iglesia Esposa hacia la unión con el único Esposo” (n. 3). Asimismo exhortaba: a las personas consagradas quisiera repetir la invitación a mirar el futuro con esperanza, contando

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con la fidelidad de Dios y el poder de su gracia, capaz de obrar siempre nuevas maravillas: “¡Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir! Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas” (ib., 110).

Los motivos de la Jornada de la Vida Consagrada, tiene para nosotros una triple finalidad como indicó el Beato Juan Pablo II en su Mensaje para la Primera Jornada:

En primer lugar, responde a la íntima necesidad de alabar más solemnemente al Señor y darle gracias por el gran don de la vida consagrada que enriquece y alegra a la comunidad cristiana con la multiplicidad de sus carismas y con los edificantes frutos de tantas vidas consagradas totalmente a la causa del Reino.

En segundo lugar, esta Jornada tiene como finalidad promover en todo el pueblo de Dios el conocimiento y la estima de la vida consagrada. La vida de especial consagración, en sus múltiples expresiones, está al servicio de la consagración bautismal de todos los fieles. Al contemplar el don de la vida consagrada, la Iglesia contempla su íntima vocación de pertenecer sólo a su Señor, deseosa de ser a sus ojos “sin mancha ni arruga ni cosa parecida, sino santa e inmaculada” (Ef 5,27).

El tercer motivo se refiere directamente a las personas consagradas, invitadas a celebrar juntas y solemnemente las maravillas que el Señor ha realizado en ellas, para descubrir con más límpida mirada de fe los rayos de la divina belleza derramados por el Espíritu en su género de vida y para hacer más viva la conciencia de su insustituible misión en la Iglesia y en el mundo.

Con este motivo el próximo domingo día 5, el Delegado para la Vida Religiosa en Calatayud y yo mismo en Borja, celebraremos junto a los consagrados de nuestra Diócesis esta Jornada a la que os invito a uniros.

Pidamos vocaciones a la Vida Consagrada y que éstos sean testigos llenos de alegría y de Espíritu Santo y se lancen con brío por los caminos de la misión.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

ANTE LA PRÓXIMA JORNADA DEL ENFERMO 5 febrero 2012

Queridos amigos y hermanos: El próximo día 11 de febrero celebramos la memoria de Ntra. Sra. de Lourdes y coincidiendo

con ese día, desde hace veinte años, se celebra la Jornada Mundial del Enfermo. En este Jornada la Iglesia quiere poner su mirada solicita y amorosa sobre todos aquellos que

sufren por la enfermedad. Ésta siempre conlleva inevitablemente un momento de crisis y de seria confrontación con la debilidad y fragilidad humanas. La enfermedad nos hace ver que la vida humana tiene sus límites. Pero recordando las palabras del beato Juan Pablo II en la carta apostólica Salvifici doloris, tiene palabras iluminadoras al respecto: "El sufrimiento humano ha alcanzado su culmen en la pasión de Cristo. Y a la vez ha entrado en una dimensión completamente nueva y en un orden nuevo: ha sido unido al amor (...), a aquel amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento, así como el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo, y de ella toma constantemente su origen. La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua viva" (n. 18).

En esta Jornada el Santo Padre nos dirige un mensaje en el que reflexiona sobre esta realidad de la enfermedad. Este año pone el acento en los «sacramentos de curación», es decir, en el sacramento de la penitencia y de la reconciliación, y en el de la unción de los enfermos, que culminan de manera natural en la comunión eucarística.

El Papa nos recuerda en su mensaje de este año: cómo Jesús ha mostrado una particular predilección por los enfermos. Él no sólo ha enviado a sus discípulos a curar las heridas (cf. Mt 10,8; Lc 9,2; 10,9), sino que también ha instituido para ellos un sacramento específico: la unción de los enfermos. La carta de Santiago atestigua la presencia de este gesto sacramental ya en la primera

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comunidad cristiana (cf. 5,14-16): con la unción de los enfermos, acompañada con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado, para que les alivie sus penas y los salve; es más, les exhorta a unirse espiritualmente a la pasión y a la muerte de Cristo, para contribuir, de este modo, al bien del Pueblo de Dios.

Para los sacerdotes y todos los miembros de la comunidad cristiana este acercamiento a los enfermos a través de los sacramentos de curación, Penitencia y Unción, y su culminación en la Eucaristía debe ser un gozoso deber. Para ello debemos reactivar en todas las parroquias nuestra pastoral de los enfermos.

La visita a los enfermos, en sus domicilios o centros hospitalarios, la compañía a sus familias y la celebración con ellos de los sacramentos de curación y de la Eucaristía, es mostrar la cercanía de la Iglesia a los que sufren y, sin duda, un motivo para que la fe, que en muchos está en un estado latente, vuelva a encenderse como luz que da esperanza y consuelo.

En nuestras comunidades los enfermos y también los ancianos que sufren la debilidad de sus años deben ser el objeto de nuestra atención. En nosotros deben encontrar siempre el rostro misericordioso de Cristo.

Con afecto os bendigo y hoy la quisiera hacer llegar a cada enfermo, a cada anciano o impedido. Que el consuelo y la esperanza os acompañe.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

LA SALUD DERECHO DE TODOS: ¡ACTÚA! 12 febrero 2012

Queridos amigos y hermanos: En este segundo domingo de febrero Manos Unidas nos propone reflexionar sobre la realidad

de la pobreza en el mundo y pide nuestra colaboración con su campaña que este año llega a su 53 edición. En esta ocasión nos propone el problema gravísimo en muchos países del mundo que es la enfermedad y de sus trágicas consecuencias que cada año causan millones de muertos.

En nuestras sociedades occidentales hemos llegado a una situación de bienestar en el que ciertas enfermedades han sido superadas o al menos controladas. Podemos gozar de tratamientos que nos ayudan a superar problemas de salud y aunque sea con achaques la esperanza de vida llega a edades avanzadas.

Pero hay muchos países en el mundo que debido a la pobreza y a la falta de medios de todo tipo sufren enfermedades que causan una gran mortalidad y diezman la población. Muchas son las causas de esta grave injusticia que somete a ciertos países a vivir en la pobreza, en la indigencia y en la falta de una atención humana.

Todos hemos quedado sobrecogidos más de una vez, cuando en los medios de comunicación hemos visto imágenes de la pobreza en algunos países de la tierra, cuando hemos vistos las precarias condiciones de la existencia de tantos seres humanos y, sobre todo, cuando los países desarrollados han hecho oídos sordos al grito silencioso de los pobres de la tierra.

Antes estas situaciones nos hemos preguntado: y yo ¿qué puedo hacer? Seguramente que nuestra respuesta ha sido: poco. Somos personas de buena voluntad pero con pocas posibilidades de influir en problemas tan graves. Pero hay un milagro que las personas podemos realizar, se llama solidaridad, propia de todos los hombres de buena voluntad y caridad para nosotros los cristianos. Ambas dilatan nuestro corazón y abren desde la sencillez posibilidades de un mundo mejor y más justo.

Manos Unidas nos da la oportunidad cada año de que este milagro de solidaridad y caridad sea nuevamente posible. Es verdad que nosotros también sufrimos un momento de crisis económica y que hay situaciones verdaderamente difíciles en muchas familias pero esto no impide que con generosidad miremos a los que prescinden de lo más imprescindible en otros países. Nos puede parecer fácil dar cuando tenemos abundancia pero quizás esta lógica no funcione, hay que compartir

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también desde la pobreza, y esto ha funcionado siempre en la historia. La abundancia nos hace egoístas y la pobreza y la necesidad nos hace generosos.

Manos Unidas, como otras instituciones, nos hace ver que con poco se puede hacer mucho. Por eso, aunque sólo sea con el céntimo de la viuda del Evangelio, colaboremos con quien tanto necesita.

Creo que es importante que a nuestros niños, adolescentes y jóvenes les introduzcamos también en esta actitud de ayuda, solidaridad y caridad. En la catequesis y en los grupos de formación los debemos hacer también a ellos colaboradores de toda acción solidaria y caritativa. En esta ocasión Manos Unidas nos ofrece esta oportunidad, también para niños y jóvenes.

Esperando vuestra generosidad, tantas veces demostrada en esta campaña anual de Manos Unidas, os bendigo con afecto.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

COMENZAMOS LA CUARESMA 19 febrero 2012

Queridos amigos y hermanos: El próximo miércoles comenzamos el tiempo de Cuaresma. Un año más la Iglesia nos ofrece

el camino cuaresmal como preparación a la celebración del Misterio pascual de Nuestro Señor Jesucristo. Durante este período de tiempo cada cristiano y toda la Iglesia hacemos un ejercicio interior para purificar nuestro espíritu y disponerlo para que la salvación traída por Jesucristo se avive en nosotros.

Cada año el Santo Padre ofrece a toda la Iglesia un mensaje cuaresmal, su palabra es una guía para todo creyente y cada año subraya un aspecto de lo que debe ser el tiempo de Cuaresma.

Este año el tema de su mensaje se inspira en la carta a los Hebreos: Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras (10, 24).

Os invito a que lo leáis durante este tiempo de Cuaresma y que también en los distintos grupos de las parroquias dediquéis algún momento para meditar y comentar lo propuesto este año por el Santo Padre Benedicto XVI.

Este año el Papa nos pone frente a lo que es el corazón de la vida cristiana: La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.

El Papa nos invita a que nuestra mirada atenta esté puesta en Jesucristo, es decir “fijarnos” en Él, y éste fijarnos en Él conlleva fijarnos con sus mismos ojos misericordiosos en los hermanos. Cuando nuestros ojos están puestos en Nuestro Señor el abre nuestro espíritu para que nos abramos a la comunión y a la caridad.

Como nos dice el Papa esta Cuaresma debe ser una oportunidad para fomentar la verdadera fraternidad: La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades.

Debemos pues estar atentos a aquellos que nos rodean y buscar su bien, olvidándonos de nosotros mismos, esto conlleva una preocupación en todos los órdenes de la vida: en el aspecto material, social, buscando siempre el bien de todos. Pero no debemos olvidar que nuestros hermanos tienen también necesidades espirituales, por ello nos dice Bendicto XVI: El “fijarse” en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al

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bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos.

Caminemos, pues, junto en la caridad en esta Cuaresma, busquemos la fraternidad y la comunión entre nosotros y con todos. Que al llegar a la Pascua y renovar nuestro Bautismo todos podamos decir que hemos renunciado a nuestro propio egoísmo para vivir como hermanos en la gran familia de Dios

Esperando vuestra generosidad, tantas veces demostrada en esta campaña anual de Manos Unidas, os bendigo con afecto.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

SEÑOR AYÚDANOS A VENCER CONTIGO Primer domingo de Cuaresma

26 febrero 2012

Queridos hermanos y amigos: En este primer domingo de Cuaresma escuchamos en las lecturas bíblicas de la Misa la

presentación de la Alianza que Dios ha hecho con los hombres. Esta Alianza está presente ya en el libro del Génesis y significada en el Arco Iris que Dios muestra a Noé después del Diluvio (Gn. 9, 8-15) Alianza que ha llegado a su plenitud en Cristo como nos dice San Pedro cuando afirma: Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios (1 Pe 3,18)

Esta Alianza eterna se ha realizado también en cada uno de nosotros por medio del Bautismo. Dios nos ha hecho sus hijos en a través de su Hijo. Nos ha hecho participar de la salvación y nos conduce siempre hacia Él en su amor.

Pero en nuestra vida cristiana muchas veces esta realidad se ve eclipsada por la realidad de la tentación y el pecado. Es la misma realidad que Cristo asume cuando decide emprender este tiempo de desierto y soledad que brevemente nos presenta el evangelista Marcos como hoy escuchamos (Mc 1, 12-15)

Otros evangelistas nos concretan las tentaciones que Jesús sufrió, San Marcos no se detiene en especificarlas, Él fue tentado por lo tanto continuamente. Los cuarenta días en el desierto fueron tiempo de lucha y combate. La posibilidad de ser tentados va unida a nuestra naturaleza. Por una parte, estamos abiertos a la trascendencia. Por otra experimentamos nuestra limitación. Estamos afectados e inclinados al mal desde nuestro nacimiento. Y, con todo, somos conscientes de que Dios es quien nos aguarda siempre en lo más íntimo de nuestro corazón. Así, aparece constante el peligro del fallo. En esta encrucijada es donde aguarda al hombre la prueba, la dificultad, la tentación. Que unas veces tiene su origen en nosotros mismos; otras, en nuestro choque con el mundo, con el ambiente, con las ideologías ambientales, con las personas, con las cosas.

Sólo un amor probado en la verdad y en la justicia, sólo una apertura desinteresada hacia Dios y hacia los hombres, sólo la humildad y una confianza ilimitada para con Dios, nos abren el camino hacia la victoria. Jesús será siempre el modelo, el punto de referencia, la ayuda eficaz. Él se dejó tentar por Satanás. Él vencerá en nosotros toda tentación. Para afianzar en nuestra vida este criterio y renovarnos en este espíritu, se nos ofrece a todos este santo tiempo cuaresmal. Si sabemos aprovecharlo, llegaremos a la celebración de la Pascua del Señor con aumento de gracia y santidad; dispuestos siempre a la conquista del Reino de Dios.

La Cuaresma nos recuerda cada año esta realidad y nos ayuda con las prácticas propias de este tiempo a centrarnos en lo esencial. Aprovechemos todo lo que se nos ofrece para vivir llenos del Espíritu y del amor de Dios.

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Que la oración, el ayuno y la limosna nos acompañen en estos días para que todos lleguemos a la celebración de la Pascua renovados en nuestro interior y firmes en la fe. Con afecto os bendigo y os deseo a todos una fructífera Cuaresma llena de la gracia de Dios.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

CON JESÚS Y SUS AMIGOS, SUBAMOS AL MONTE DE LA ORACIÓN

Segundo domingo de Cuaresma 4 marzo 2012

Queridos hermanos y amigos: En este segundo domingo de Cuaresma escuchamos en el Evangelio de la Misa el pasaje de la

Transfiguración del Señor en el Monte Tabor. Jesús en su humanidad se transforma en luz blanca y deslumbradora. Según los sentidos, la luz del sol es la más intensa que se conoce en la naturaleza, pero, según el espíritu, los discípulos vieron, por un breve tiempo, un esplendor aún más intenso, el de la gloria divina de Jesús, que ilumina toda la historia de la salvación.

San Máximo el Confesor al interpretar este pasaje del Evangelio, afirma que "los vestidos que se habían vuelto blancos llevaban el símbolo de las palabras de la Sagrada Escritura, que se volvían claras, transparentes y luminosas".

De hecho el texto evangélico siempre subraya la presencia de Moisés y de Elías, los dos pilares de las Sagradas Escrituras: la Ley y los profetas. Desde este momento el Antiguo Testamento queda iluminado por Jesús y su Evangelio.

La Transfiguración no es un cambio de Jesús, sino que es la revelación de su divinidad, la íntima compenetración de su ser con Dios, que se convierte en luz pura. En su ser uno con el Padre, Jesús mismo es Luz de Luz.

Pedro, Santiago y Juan, contemplando la divinidad del Señor, se preparan para afrontar el escándalo de la cruz, como se canta en un antiguo himno: "En el monte te transfiguraste y tus discípulos, en la medida de su capacidad, contemplaron tu gloria, para que, viéndote después crucificado, comprendieran que tu pasión era voluntaria y anunciaran al mundo que tú eres verdaderamente el esplendor del Padre".

Este domingo es también una invitación a subir con Jesús en la Cuaresma a la montaña alta que es la oración cristiana, para transfigurarse en nosotros, para que así podamos comprender la grandeza de su gloria y de esta forma convertirnos en discípulos y misioneros, que con su gracia, acercan a otras personas a experimentar la luz de su Palabra, el consuelo de su cercanía, lo maravilloso de su amor.

Que la oración cuaresmal, hecha personalmente y en nuestras comunidades, nos permita que salgamos de ella configurados con el Señor para revestir con su amor nuestros pensamientos, palabras y obras.

En la oración nos sentimos seguidores de Cristo al que abriendo nuestros espíritu debemos escuchar, nos sentimos amigos suyos al que respondemos con nuestro amor, como discípulos sentimos el impulso para imitarlo y darlo a los demás con el propio testimonio de vida. De esta forma, se realiza en nosotros el convencimiento de que cualquier cosa que no sea Jesucristo y su gloria pasa a un segundo lugar.

Prosigamos, pues, nuestro camino hacia la pascua con la fuerza que da la oración y que nos renueva interiormente, afianzándonos en nuestra fe y ayudándonos a comprender y vivir con amor nuestras propias cruces.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

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SOMOS EL TEMPLO DEL SEÑOR Tercer domingo de Cuaresma

11 marzo 2012

Queridos hermanos y amigos: En este tercer domingo de Cuaresma proclamamos el texto evangélico de la expulsión de los

mercaderes del templo. Un texto que siempre llama nuestra atención cuando lo escuchamos. Jesús sube al Templo de Jerusalén y al descubrir que se ha convertido en un lugar de comercio, hace un azote de cordeles y echa de aquel lugar a quienes profanaban la santidad del Templo.

Cristo, al purificar el templo expulsando a unos y otros, dice: Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. La cita es de Jeremías (7:11). El sentido de esta escena no está tanto en los abusos comerciales a que se prestaba aquel comercio cuanto en el hecho mismo de haberse establecido aquí estas ventas. El lugar santo y signo de la presencia de Dios y de su Alianza se veía profanado y mancillado. El evangelista Juan nos dice que, ante todas estas cosas, los “discípulos” “recordaron” que en los Libros Sagrados estaba escrito: “El celo de tu casa me devorará.”

¿Cómo se explica esta expulsión de los mercaderes del templo? En primer lugar lo debemos situar dentro de este tiempo de Cuaresma. Cada uno de nosotros somos el templo del Señor. Estamos llamados a la comunión con Dios y a tenerlo como el mayor tesoro en nuestro espíritu. Pero en muchas ocasiones, lo que encontramos en él es todo lo contrario. El amor por el dinero, las pasiones, las malas intenciones, la falda de amor en definitiva. Hoy debemos, por lo tanto, hacer un examen de nuestro corazón, de nuestras vidas como hijos de Dios, para expulsar también con la ayuda de Cristo todo aquello que desfigura y mancha el templo del Señor que somos cada uno de nosotros.

Para ello debemos en estos días entrar en la escuela del corazón. El auténtico mal reside en el corazón del hombre. Hay que invertir en el interior de las personas, en el alma de los vivientes, en la conciencia de los vivos para que podamos aprender a crecer interiormente en la verdad y el amor de Dios.

Si el Templo era un signo de la presencia de Dios, nosotros debemos también irradiar esa presencia y para ello es necesario celebrar y vivir, escuchar y palpar el amor que Dios nos tiene. Que nuestras celebraciones sean siempre el lugar donde nos encontramos, como discípulos que escuchan y acogen. Por eso necesitamos construirnos como templos día a día. Mejorarnos y renovarnos, de esta forma nuestras celebraciones se convierten en un estandarte que pregona la presencia de un grupo que espera, intenta vivir y seguir las enseñanzas de Jesús Maestro. “Sólo podremos edificar un mundo mejor si nos edificamos, primero, a nosotros mismos”. La belleza del templo católico es precisamente la comunidad que celebra y se congrega dentro de él. La mayor inversión que podemos hacer es precisamente vivir lo que escuchamos y celebramos dentro de cada espacio sagrado.

Que la Cuaresma nos ayude a hacer de nosotros mismos un templo vivo, eficaz y real para Dios.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

UN AÑO CON VOSOTROS Cuarto domingo de Cuaresma

18 marzo 2012

Queridos hermanos y amigos: Mañana día 19 de marzo, solemnidad de San José, cumpliré el primer aniversario de mi ordenación

episcopal en el Monasterio de Ntra. Sra. de Veruela como obispo de la diócesis de Tarazona. Después de un año entre vosotros, mi primer sentimiento es el agradecimiento. Quiero agradecer a

Dios su llamada a este ministerio que me ha confiado, al papa Benedicto XVI que quiso ponerme al frente de

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esta querida diócesis y a todos vosotros, sacerdotes, religiosas y fieles laicos que con tanto cariño me habéis acogido entre vosotros.

Quisiera en este primer aniversario hacer mías las palabras de mi padre San Agustín: “Desde que se me impuso sobre mis hombros esta carga, de tanta responsabilidad, me preocupa la cuestión del honor que ella implica. Lo más temible en este cargo es el peligro de complacernos más en su aspecto honorífico que en la utilidad que reporta a vuestra salvación. Mas, si por un lado me aterroriza lo que soy para vosotros, por otro me consuela lo que soy con vosotros. Soy obispo para vosotros, soy cristiano con vosotros. La condición de obispo connota una obligación, la de cristiano un don; la primera comporta un peligro, la segunda una salvación” (Sermón 340).

Durante este año he tenido la gran alegría de vivir con vosotros grandes acontecimientos, puedo decir con el salmo: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” En primer lugar la apertura de la S. I. Catedral de Ntra. Sra. de la Huerta. Todavía tengo vivo en mí el recuerdo la magnífica celebración en la que dediqué el nuevo altar recién llegado a la diócesis. Meses después la inauguración oficial por los Príncipes de Asturias.

Un gran momento fue también la llegada de la Cruz de los Jóvenes que pocos días antes de la Jornada Mundial de la Juventud recorrió los arciprestazgos de la diócesis de Tarazona. Con cuanta alegría fue acogida en todos los lugares. Nos uníamos así a una cadena de comunión con la Iglesia universal e hicimos resonar en las calles de tantos lugares la buena noticia de la salvación que la cruz nos trasmite.

Importante fue también la ordenación de tres nuevos presbíteros que rejuvenecen nuestro presbiterio y nos llenan de esperanza.

Además de estos grandes acontecimientos, quiero también subrayar los encuentros que he tenido con muchos de vosotros. Las visitas a las parroquias para celebrar las confirmaciones, las fiestas patronales, las reuniones con grupos y comunidades. La apertura del año jubilar de Ntra. Sra. del Rosario en Brea. Es decir tantos y tantos momentos en que me he sentido acogido y querido por vosotros.

Pero junto al agradecimiento también aparecen los retos. El de mayor importancia es lanzar una Nueva Evangelización que haga llegar la alegría de la fe a tantas personas que viven alejadas de la Iglesia o quizás tienen una fe que languidece. Todos estamos llamados a apoyar este esfuerzo de toda la Iglesia y buscar los caminos adecuados para que también en nuestra diócesis encontremos las formas para realizarlo en nuestros días y en nuestras parroquias y comunidades.

Para ello nos hacen falta sacerdotes, todos debemos hacer un esfuerzo para lograr remontar la crisis de vocaciones sacerdotales y a la vida consagrada. Nuestro seminario va poco a poco cultivando esta vocación en nuestros seminaristas. Con gran generosidad y entrega el equipo formador y los profesores ponen todo su entusiasmo para lograr formar adecuadamente a los nueve candidatos al presbiterado que tenemos ahora en la casa de todos que es el Seminario.

A todos pido vuestra generosa colaboración con esta importante labor que realiza el seminario. Es necesaria vuestra oración por ellos y para que el Señor nos bendiga con nuevas vocaciones en los próximos años. También es necesaria vuestra colaboración económica para sostener esta obra.

Tenemos la gran suerte de tener un seminario con nueve seminaristas. Muchas diócesis de España que cuentan con muchos más habitantes se han visto obligados a trasladar sus pocos seminaristas a otros lugares para que los pocos candidatos reciban su formación. Debemos valorar lo que en este tiempo supone el que podamos contar con el seminario y con las personas adecuadas para su formación.

Me encomiendo en este primer aniversario a vuestras oraciones. Pedid a Dios que sea fiel al ministerio recibido que sepa estar cercano a todos vosotros y que mi humilde palabra sea siempre la adecuada para señalar el camino que juntos debemos recorrer.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

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QUEREMOS VER A JESÚS Quinto domingo de Cuaresma

25 de marzo de 2012

Queridos hermanos y amigos: Llegamos esta semana al quinto domingo de Cuaresma, en el texto del evangelio que hoy

escuchamos (Jn 12, 20-33), unos griegos se acercan hasta Felipe solicitando “ver a Jesús”. Los griegos querían ver personalmente a Jesús, deseaban entrar en contacto con Él, es decir,

estaban en la disposición de visitarle y conocerle, seguramente porque habían oído hablar de Él y de sus obras. El evangelio de san Juan y los demás escritos neotestamentarios nos enseñan que Jesús es el sacramento primero de Dios.

Ver a Jesús es ver a Dios; oír y palpar a Jesús es oír y palpar a Dios (1 Jn 1, 1); experimentar a Jesús es experimentar a Dios mismo. Jesús es el sacramento vivo de Dios, que contiene, significa y comunica el amor de Dios para con todos. Sus gestos (cf. Jn 9, 6), sus acciones (cf. Jn 6, 11), sus palabras (Lc 7, 48) son sacramentos que concretizan el misterio de la divinidad.

Jesús hace visible a Dios a través de su inagotable capacidad de amor (cf. Jn 13, 1); su renuncia a toda voluntad de poder y de venganza (cf. Lc 22, 25-27. 49-51; 23, 34a); su identificación con todos los marginados del orden de este mundo. La presencia de Jesús no se quedó en el recuerdo lejano, sino que su acción se actualiza a través de su Iglesia, por lo que en ella encontramos varias formas de “ver a Jesús”. En este tiempo de Cuaresma también nosotros “queremos ver a Jesús”. La Iglesia en este tiempo nos invita a que lo busquemos y nos ofrece lugares donde lo podemos encontrar.

En primer lugar nos lo ofrece en los sacramentos. Los sacramentos son camino y encuentro de los hombres con Dios, ya que Él: “Está presente con su virtud en los sacramentos” (SC 7). En cada sacramento se da un encuentro personal con Jesús. Él “está presente en el sacrificio de la misa, no sólo en la persona del ministro, sino también, y sobre todo, bajo las especies eucarísticas” (SC 7).

En este tiempo debemos aprovechar también el acercarnos al sacramento de la penitencia. El sacramento de la Reconciliación es el lugar donde el pecador experimenta de manera singular el encuentro con Jesucristo, quien se compadece de nosotros y nos da el don de su perdón misericordioso, nos hace sentir que el amor es más fuerte que el pecado cometido, nos libera de cuanto nos impide permanecer en su amor, y nos devuelve la alegría y el entusiasmo

En segundo lugar Jesús “está presente en su Palabra, pues es Él mismo el que habla cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura” (SC 7). Por tanto, hay que escuchar la Palabra de Dios y leerla con devoción, reverencia y disposición para que se dé el encuentro con Jesús.

Otro lugar privilegiado de este tiempo es la oración personal. Hay una invitación maravillosa de Jesús para orar en secreto o desde el interior: “cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 6). Dice san Agustín: “Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetre en mi interior, siendo Tú mi guía. Y Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de Ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste y desee con ansia la paz que procede de Ti”.

Dios no está lejos del hombre, está muy cerca, en su interior. No hace falta mucho esfuerzo para encontrarse con Dios, sólo se requiere silencio personal para poder descubrir al que da sentido a la vida del hombre.

Con afecto y agradecimiento os bendigo.

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SEMANA SANTA 1 de abril de 2012

Queridos hermanos y amigos:

Llegamos hoy a la recta final del tiempo de Cuaresma con la celebración del domingo de Ramos en la Pasión del Señor. Desde hoy nos disponemos a celebrar los grandes misterios de nuestra fe.

En este domingo aclamamos al Señor que triunfalmente entra en la ciudad de Jerusalén para entregar su vida en la Cruz y vencer en su Resurrección. Nos unimos hoy a toda la Iglesia que aclama a quien es su Señor y Salvador.

La Pasión del Señor que leemos en la celebración de la Misa de este domingo pone ante nuestros ojos la Cruz Redentora. “Con la Cruz, Jesús ha abierto de par en par la puerta de Dios, la puerta entre Dios y los hombres. Ahora ya está abierta. Pero también desde el otro lado, el Señor llama con su cruz: llama a las puertas del mundo, a las puertas de nuestro corazón, que con tanta frecuencia y en tan gran número están cerradas para Dios. Y nos dice: si las pruebas que Dios te da de su existencia en la creación no logran abrirte a él; si la palabra de la Escritura y el mensaje de la Iglesia te dejan indiferente, entonces mírame a mí, al Dios que sufre por ti, que personalmente padece contigo; mira que sufro por amor a ti y ábrete a mí, tu Señor y tu Dios” (Beato Juan Pablo II, Homilía Domingo de Ramos año 2007)

La eficacia de la Pasión no tiene fin. Cada uno de nosotros puede decir en verdad: el Hijo de Dios me amó y se entregó por mí (Gálatas 2, 20). Muy cerca de Jesús está su Madre, y con Ella, Juan, el más joven de los Apóstoles. En la persona del discípulo, Cristo nos da a su Madre como Madre nuestra. (Juan 19, 26-27). Pidámosle a Santa María: “Haz que me enamore su Cruz y que en ella viva y more” (Himno Stabat Mater).

La Cruz es la llave misteriosa que nos abre la comprensión de la realidad humana. Sólo desde el amor de Dios que se entrega totalmente, el hombre puede comprender el misterio de su propia existencia.

No pasemos estos días santos desde la indiferencia o la rutina. Contemplemos el amor de Dios que es el mismo Jesús, entregado por nosotros y de la muerte vencedor. Las celebraciones que la Iglesia nos invita a vivir cada día son fundamentales para adentrarnos en los misterios que celebramos y hacerlos realidad en nuestra vida. También las manifestaciones de la religiosidad popular de nuestras procesiones son una catequesis viva que nos adentran en la contemplación de Cristo.

Que lo que celebramos estos días nos ayuden para hacer aunque sea un pequeño esfuerzo por imitar el ejemplo de Jesús. Estos días son ideales para recordar las enseñanzas de Jesucristo, maestro del amor y la compasión.

Que en estos días lo que recordamos en las celebraciones, se haga realidad en nuestra vida para que Él resucite dentro de cada uno de nosotros brindándonos luz y vida eternas.

Os bendigo con afecto y os deseo una activa participación en lo que celebramos estos días.

VERDADERAMENTE HA RESUCITADO EL SEÑOR Domingo de Pascua

8 abril 2012

Queridos hermanos y amigos: En este Domingo de Pascua sean mis primeras palabras la sincera felicitación por el gozo de

la Resurrección del Señor. En este día la Iglesia se alegra por el triunfo de su Señor. Él ha vencido la muerte y el pecado

con su Cruz y una nueva esperanza se abre para toda la humanidad. En nuestro horizonte vital

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sabemos por la fe que no estamos llamadas al fracaso o a la muerte, la vida y la resurrección es lo que nos espera al final del camino.

Si hoy confesamos que Jesús ha resucitado y por lo tanto está vivo, ¿quién podrá jamás separarnos de Él? ¿Quién podrá privarnos de su amor que ha vencido al odio y ha derrotado la muerte?

Por ello, el anuncio de esta victoria, el anuncio de la Pascua, se propaga por el mundo con el jubiloso canto del aleluya. Lo cantamos con la boca pero, sobre todo, lo debemos cantar con el corazón y con la vida, con un estilo de vida nuevo, simple, humilde, y fecundo de buenas obras. “Surrexit Christus spes mea: precedet vos in Galileam” (¡Resucitó mi esperanza! Os precede en Galilea, el Señor allí aguarda). El Resucitado nos precede y nos acompaña por las vías del mundo. Él es nuestra esperanza, Él es la verdadera paz del mundo.

La Pascua del Señor es también un impulso para anunciar la Buena Noticia. Tras la Resurrección los discípulos comprenden todo lo que el Maestro ha dicho y ha hecho, y son impulsados a transmitir al mundo entero la alegría de la salvación que transformará los corazones.

También nosotros ahora, estamos llamados a esta inmensa labor. La Iglesia y cada cristiano son conscientes siempre del reto de una nueva evangelización. Por ello, la Pascua es cada año un recordatorio de que nuestra misión de anunciar el Evangelio sigue siendo el mandato que Jesús nos confía.

Para ello debemos dar pasos para fortalecer la vida cristiana, consolidar la comunión, promover la participación de todos en la vida y misión de la Iglesia, intensificar la solidaridad con los pobres y los que sufren y difundir la doctrina social de la Iglesia y, finalmente, impulsar la acción misionera de nuestra diócesis que haga llegar a todos a Jesucristo, como gran esperanza para todos.

Evangelizar quiere decir: mostrar este camino, enseñar el arte de vivir. Jesús dice al comenzar su vida pública: Él me ha ungido para llevar las buenas nuevas a los pobres (Lc 4, 18); y esto quiere decir: Yo tengo la respuesta a vuestra pregunta fundamental; os enseño el camino de la vida, el camino de la felicidad, mejor dicho: Yo soy ese camino.

¡Feliz Pascua a todos vosotros! con mi afecto y bendición.

¿POR QUÉ LA CLASE DE RELIGIÓN? 15 abril 2012

Queridos hermanos y amigos: Nuestra Comunidad Autónoma de Aragón ha programado el plazo de inscripción de los

chicos y chicas a los centros educativos de cara al próximo curso 2012-13. A la hora de inscribirse en la escuela para Educación Infantil, Primaria, Secundaria o Bachillerato se concede un derecho a los padres-madres o alumnos, que está garantizado por nuestra Constitución: solicitar participar en clase de Religión.

Ya sabéis que es una opción libre, que a nadie se le puede obligar, pero hoy quiero animar a optar por la clase de Religión Católica por la importancia que puede tener en la vida de los chicos y chicas en edad escolar, de vuestros hijos e hijas, y, por extensión, para toda la sociedad:

• El mensaje de Jesús tiene validez universal y los valores del Reino que el Evangelio proclama son una auténtica escuela de vida, de convivencia pacífica, de diálogo, de amor, de gratuidad, de perdón, de tolerancia, de compartir, de lucha por la justicia.

• Todos apostamos por una educación integral, lo que significa que se deben desarrollar todas las dimensiones esenciales a la persona humana. Una dimensión básica de la persona humana es la espiritual, que queremos ayudar a educar en la clase de Religión.

• Valoramos con fuerza nuestra cultura, queremos apoyarla dentro de nuestros pueblos. La Religión ayuda, o mejor, es imprescindible para interpretarla. La cultura aparece, a lo largo de la historia, entretejida con la Religión.

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• La vida es mucho más que lo que vemos y palpamos, lo esencial de la vida va más allá de lo epidérmico. La clase de religión te va a ayudar a descubrir el misterio que late en la profundidad de la vida, a abrirte a la trascendencia y a preguntarte por las cuestiones más radicales de la existencia.

• Merece la pena conocer el “Mensaje” más bello que se ha proclamado y vivido en el mundo: el de Jesús de Nazaret que aparece en los Evangelios.

Quiero agradecer a las autoridades educativas y los centros el que favorezcan la realización de este derecho y apoyen el que los padres puedan ejercerlo pensando sólo en el bien de sus hijos.

Quiero pedir a las familias y alumnos, si se sienten cristianos, que sean coherentes con su fe. La educación en la fe tiene tres plataformas necesarias: la familia, la parroquia y la escuela. Las tres son complementarias y necesarias si queremos conseguir un crecimiento armónico de la persona.

Quiero tener un reconocimiento especial y apoyar el trabajo diario de los profesores de Religión Católica en institutos, colegios y escuelas. Cada día recorren nuestros pueblos llenos de ilusión y se esfuerzan por formarse para realizar su clase con calidad, como atestiguan los alumnos y los padres.

Os invito a asomaros a estas clases con el compromiso de estar abiertos a las grandes preguntas de la vida y a dar una respuesta personalizada, en medio de este mundo tantas veces atrapado por la fuerza de la mayoría.

Queridos alumnos, padres, profesores y comunidad educativa, caminemos juntos en la vivencia y la transmisión del mensaje evangélico. Recibid, junto con mi bendición y afecto, la fuerza para llevar a cabo esta apasionante tarea de anunciar a Cristo Resucitado.

Os saludo y bendigo.

HAZ BRILLAR SOBRE NOSOTROS LA LUZ DE TU ROSTRO

22 abril 2012 Queridos hermanos y amigos:

En este tercer domingo de Pascua las lecturas que escuchamos en la celebración de la Misa nos invitan a unas actitudes fundamentales de nuestra vida cristiana. Quisiera destacarlas y señalar lo necesarias que son en estos tiempos. Especialmente adquieren un sentido especial en la acción que todos debemos emprender para conseguir una nueva evangelización de nuestra sociedad.

La valentía: Más que nunca es necesario en nuestros tiempos la valentía para predicar a Cristo. La primera

lectura de los Hechos de los Apóstoles nos muestra a Pedro lleno de fuerza y valentía para predicar a Cristo. Pedro es consciente de su debilidad y pobreza, incluso de su abandono del Maestro en el momento de la Pasión. Pero el encuentro con el Resucitado lo transforma y le da la fuerza para predicar: Rechazasteis al santo, al justo y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida; pero Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos.

La valentía para predicar el perdón de los pecados y llamar a la conversión es también necesaria hoy. Sabemos que sólo en el encuentro con el Resucitado cualquier persona alcanza la verdad que busca y la felicidad que anhela.

El triunfo del amor: El amor de Cristo triunfa sobre nuestro pecado. Nos perdona con su muerte y resurrección y

sigue intercediendo por nosotros ante el Padre. Jesucristo es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero y es nuestro Abogado ante el Padre.

Quien se encuentra con Él se encuentra con la fuerza del amor que llena el corazón e impulsa a un amor más fuerte, a una entrega más generosa.

No tengamos miedo: No tengamos miedo. Cristo está en medio de nosotros y nos dice como a sus discípulos: Paz a

vosotros. Cristo está en medio de nosotros porque ha resucitado. Podemos ver y palpar las llagas de

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sus manos, de sus pies y de su costado. No es un fantasma. Es una realidad: Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que los fantasma no tiene carne y hueso, como veis que yo tengo. Y comparte la comida con los discípulos.

Se han cumplido las Escrituras: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos comenzando por Jerusalén.

Cristo sigue presente entre nosotros: Cristo resucitado sigue estando presente entre nosotros en la Eucaristía. Está presente su

cuerpo, su sangre, su alma, su divinidad, su Persona divina. Lo contemplamos realmente presente bajo las especies sacramentales. Por la Eucaristía Cristo está en nosotros, y nosotros en Él: El que come mi carne y bebe mi sangre, está en mí y yo en él (Cf. Jo. 6, 56)

Cristo sigue estando presente en el alma por la gracia santificante: En aquel día conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros (Cf. Jo.14, 20). Cristo sigue estando presente, en medio de nosotros, allí donde hay dos o más reunidos en su nombre, esto es, en la familia, en la comunidad... (Cf. Mt.18, 20).

Que esta Pascua que celebramos renueve estas actitudes en nuestra vida y en la de nuestras comunidades.

Os saludo y os bendigo.

YO SOY EL BUEN PASTOR Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

29 abril 2012

Queridos hermanos y amigos: Coincidiendo con este cuarto domingo de Pascua, llamado también del Buen Pastor, la Iglesia

nos invita a orar por las vocaciones. Este año celebramos la XLIX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones con el lema: "Las vocaciones, don de la caridad de Dios". El Papa pone el origen de la vocación en su mensaje de la Jornada para este año en el amor de Dios, en su caridad inmensa hacia la humanidad:

“En todo momento, en el origen de la llamada divina está la iniciativa del amor infinito de Dios, que se manifiesta plenamente en Jesucristo. Como escribí en mi primera encíclica Deus caritas est, “de hecho, Dios es visible de muchas maneras. En la historia de amor que nos narra la Biblia, Él sale a nuestro encuentro, trata de atraernos, llegando hasta la Última Cena, hasta el Corazón traspasado en la cruz, hasta las apariciones del Resucitado y las grandes obras mediante las que Él, por la acción de los Apóstoles, ha guiado el caminar de la Iglesia naciente. El Señor tampoco ha estado ausente en la historia sucesiva de la Iglesia: siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres en los que Él se refleja; mediante su Palabra, en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía» (n. 17)”

Todos estamos llamados a abrir nuestra vida a este amor de Dios como nos dice Benedicto XVI: “Queridos hermanos y hermanas, tenemos que abrir nuestra vida a este amor; cada día Jesucristo nos llama a la perfección del amor del Padre (cf. Mt 5,48). La grandeza de la vida cristiana consiste en efecto en amar “como” lo hace Dios; se trata de un amor que se manifiesta en el don total de sí mismo fiel y fecundo. San Juan de la Cruz, respondiendo a la priora del monasterio de Segovia, apenada por la dramática situación de suspensión en la que se encontraba el santo en aquellos años, la invita a actuar de acuerdo con Dios: «No piense otra cosa sino que todo lo ordena Dios. Y donde no hay amor, ponga amor, y sacará amor» (Epistolario, 26)”.

Si nuestras comunidades viven en esta experiencia del amor de Dios, podemos estar seguros de que en ellas surgirán vocaciones, algo que sigue siendo urgente y necesario en la Iglesia Universal y en nuestra Diócesis. Por eso el Papa en su mensaje de esta Jornada expresa un deseo que nosotros debemos acoger: “Deseo que las Iglesias locales, en todos sus estamentos, sean un “lugar” de

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discernimiento atento y de profunda verificación vocacional, ofreciendo a los jóvenes un sabio y vigoroso acompañamiento espiritual. De esta manera, la comunidad cristiana se convierte ella misma en manifestación de la caridad de Dios que custodia en sí toda llamada. Esa dinámica, que responde a las instancias del mandamiento nuevo de Jesús, se puede llevar a cabo de manera elocuente y singular en las familias cristianas, cuyo amor es expresión del amor de Cristo que se entregó a sí mismo por su Iglesia (cf. Ef 5,32). En las familias, «comunidad de vida y de amor» (Gaudium et spes 48), las nuevas generaciones pueden tener una admirable experiencia de este amor oblativo. Ellas, efectivamente, no sólo son el lugar privilegiado de la formación humana y cristiana, sino que pueden convertirse en «el primer y mejor seminario de la vocación a la vida de consagración al Reino de Dios» (Exhort. ap. Familiaris Consortio, 53), haciendo descubrir, precisamente en el seno del hogar, la belleza e importancia del sacerdocio y de la vida consagrada. Los pastores y todos los fieles laicos han de colaborar siempre para que en la Iglesia se multipliquen esas “casas y escuelas de comunión» siguiendo el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret, reflejo armonioso en la tierra de la vida de la Santísima Trinidad”.

Que en este domingo nuestra oración por las vocaciones consagradas se haga más intensa y que todos hagamos el firme propósito de hacerlo cada día con fe y confianza.

Os saludo y bendigo.

CARTA A LOS NIÑOS QUE HACÉIS LA PRIMERA COMUNIÓN 6 mayo 2012

Queridos niños y niñas que este año habéis recibido vuestra Primera Comunión o bien, en

mayor número, lo haréis a lo largo de este mes de mayo y principios de junio. Sé la gran alegría que sentís en estos días tan importantes para vosotros. De alguna manera os habéis convertido en los protagonistas de vuestras familias y de vuestras parroquias.

Todos los mayores recordamos aquel día de nuestra Primera Comunión como un gran día en nuestras vidas. Para muchos de nosotros fue algo que marcó nuestras vidas pues, desde entonces, hemos mantenido nuestra amistad con Jesús a quien aquel día recibimos por primera vez.

Yo quisiera desearos que también vosotros mantengáis esa misma amistad con Jesús, que este día no sea algo bonito que luego olvidamos. Cuando habéis comulgado, Jesús se ha hecho vuestro mejor amigo, os quiere acompañar siempre en vuestras vidas. Él es el amigo que nunca falla que siempre nos escucha y siempre está cuando lo necesitamos.

Por eso que vuestra Primera Comunión no sea una despedida hasta que dentro de un tiempo recibáis la Confirmación. Tenéis que seguir celebrando la Misa cada domingo y confesaros siempre que lo necesitéis. ¿Verdad que si tenemos un buen amigo nos gusta estar con él y hacerlo lo más frecuentemente posible? Jesús también quiere ser ese buen amigo que desea estar siempre con vosotros.

Se lo podéis también decir a vuestros papas. Ellos, a veces, tienen muchas cosas que hacer pero como decía el Papa Benedicto a un grupo de niños y niñas como vosotros, con todo cariño les podéis pedir: querida mamá, querido papá, sería muy importante para todos nosotros, también para ti, encontrarnos con Jesús. Esto nos enriquece, trae un elemento importante a nuestra vida. Juntos podemos encontrar un poco de tiempo, podemos encontrar una posibilidad. ¿Por qué no vamos juntos a Misa cada domingo? Será algo bueno e importante para todos y será una luz del domingo para toda vuestra familia.

Hay también unas personas que os quieren mucho y que os pueden ayudar, son vuestros abuelos. Seguro que muchos os dirán que vayáis con ellos a Misa, decidles que sí les daréis una gran alegría y Jesús estará muy contento.

Por eso os invito a que el día de vuestra primera comunión le pidáis a Jesús que siempre esté con vosotros y que vosotros nunca lo olvidéis. Con tu amigo Jesús serás un niño feliz y sabrás hacer feliz a todos: a tus padres, a tus profesores, a tus amigos. Además, aquellas cosas que te cuesten serán más fáciles.

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En el catecismo y también tus padres, te han enseñado a rezar. No te olvides de rezar todos los días al levantarte por la mañana y al acostarte por la noche. Cuando empieces las tareas de la escuela y cuando tengas alguna dificultad.

Hay también muchos niños y niñas que después de la comunión siguen en la catequesis, o van a algún grupo de la Parroquia, o hacen de monaguillos, también estas cosas las podéis pensar y seguro que os gustarán mucho.

Finalmente, quiero dar las gracias a vuestros padres que con la catequesis de vuestra preparación a la comunión han querido colaborar en vuestra formación cristiana. Os doy la enhorabuena y me uno a vuestra alegría de este día. Seguid educando a vuestros hijos como cristianos, no os arrepentiréis nunca de haber sembrado en ellos los valores cristianos.

Muchas gracias también a los que de modo abnegado, gratuito y lleno de ilusión habéis dado las catequesis a estos niños y niñas. ¡Cuánto bien hacéis! No os canséis nunca de ser catequistas en vuestras parroquias, que Dios os lo pague.

Queridos amigos me uno a vuestra alegría en estos días de Primeras Comuniones, que Dios os bendiga a todos y os colme de su alegría.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

COMO MARÍA, PERMANECED EN MI AMOR 13 mayo 2012

Queridos hermanos y amigos: Este domingo VI de Pascua coincide con la memoria de Ntra. Sra. de Fátima y estamos

además en pleno mes de mayo, dedicado tradicionalmente a la Santísima Virgen. En muchas parroquias celebráis el mes de mayo o realizáis romerías y peregrinaciones a los muchos lugares marianos que se siembran en nuestra geografía diocesana.

En el tiempo de Pascua la Virgen María tiene una presencia especial. Ella ha sido testigo excepcional de la Resurrección de su Hijo. Los Evangelistas no citan ninguna aparición del Resucitado a su Madre pero a Ella no la turbó la duda como a los otros personajes protagonistas de los sucesos pascuales. María estaba firme en la fe de Jesús.

Por ello podemos decir que Ella es modelo para nuestra pobre fe. La invitación de Jesús en el Evangelio de hoy a permanecer en Él se cumple especialmente en la Virgen. En medio de todas las pruebas y dificultades de su vida, incluso en el intenso dolor de la pasión y muerte del Hijo ella ha permanecido fuerte en la fe, ha permanecido fuerte en el amor.

En este tiempo de Pascua tenemos motivos para hacer presente a María especialmente en la espera del Espíritu Santo. Conviene que la espiritualidad de este tiempo esté marcada por su presencia y su ejemplo. Sabemos indirectamente que la Virgen participa de la Pascua de su Hijo, en la alegría de su Resurrección, y como Mujer nueva que ha vivido, como nadie, junto al Hombre nuevo, el misterio pascual. María está presente en Pentecostés, en la oración común (Hch. 1, 14), como Madre de Jesús. La iconografía más antigua representa a María en la Ascensión como figura y modelo de la Iglesia. Es, pues, Virgen de la Pascua del Hijo, Iglesia orante de la Ascensión y en la espera del Espíritu, Madre de Jesús y de los discípulos de Cristo en la efusión del Espíritu Santo (Cf. LG 59). Por ello la celebración del mes de mayo en honor de María debe tener la dimensión de esta espiritualidad mariana pascual.

Junto a Ella queremos pedir en este tiempo de Pascua un renovado Pentecostés para la Iglesia y para nuestra diócesis de Tarazona. Pentecostés que nace en el corazón de cada fiel que sabe acoger el don del Espíritu Santo y que se convierte en fuego renovador. Por ello debemos pedir con insistencia y por la mediación de María que en nuestros corazones reine la sabiduría, la humildad y la bondad; que reine la paz que vienen de Cristo y que así podamos ayudar a los demás a conocerlo. Pidamos no tener miedo, saber que no estamos solos, que Ella nos dé su mano para guiarnos.

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Que cada una de nuestras comunidades cristianas se convierta en un nuevo Cenáculo que junto a María favorezca la venida del Espíritu Santo, solicitando su acción en el corazón de los discípulos y en el mundo. Que en cada uno de estos pequeños cenáculos que son nuestras comunidades se forme nuevamente la Iglesia que, llena de valentía, lleva la luz de la fe a todos.

Que la poderosa intercesión de María nos ayude a todos en este tiempo de Pascua. Que Ella nos ilumine para dar el testimonio necesario en nuestro tiempo para que la luz del Espíritu Santo llegue con su fuerza a todos y transforme la faz de la tierra.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

NUESTRO PATRIMONIO HISTÓRICO CULTURAL 20 mayo 2012

Queridos hermanos y amigos: Alrededor del 18 de mayo se viene celebrando todos los años, desde 1977 el Día

Internacional del Museo por iniciativa del Consejo Internacional del Museo (ICOM). Desde siempre el hombre admira, contempla y se fascina ante la belleza de la creación; toda

ella es un canto al Creador, como nos dice el Salmo 8. A la vez, la persona humana es capaz de expresar toda la hermosura que lleva dentro y maravillarse de sus múltiples formas artísticas, reflejo de la imagen de Dios. Los museos, como nuestro Patrimonio Histórico Cultural-Religioso, son la historia viva de un pueblo, en este caso, es la historia del Pueblo de Dios que camina en la Diócesis de Tarazona.

Uniéndome a este acontecimiento quiero compartir con vosotros unas reflexiones. 1.- Hemos heredado un rico y amplio Patrimonio. El patrimonio que nos ha llegado, ha

surgido de un pueblo creyente y fiel a Jesucristo, que, a través de los siglos, ha ido expresando su fe y su concepción de Dios en el arte. Los distintos estilos arquitectónicos: románico, gótico, mudéjar, barroco etc, nos describen la relación del hombre con Dios en la sociedad concreta en que vivía.

Nuestra Diócesis con su catedral recién restaurada, sus monumentales iglesias y torres de arte mudéjar, Patrimonio de la Humanidad, es un ejemplo vivo de este pueblo cristiano que supo crear y cuidar espacios de oración, contemplación y celebración.

En nuestras parroquias y pueblos por muy pequeños que sean son unos auténticos museos con su iglesia, imágenes, cuadros, retablos y objetos destinados al culto litúrgico

2.- El Arte Religioso al servicio de la Pastoral y de la Catequesis. Nuestro Señor Jesucristo, Dios y hombre verdadero, se encarnó y se hizo igual que nosotros en todo, menos en el pecado, nos dice San Pablo. Al ser hombre se le puede representar en imágenes de su nacimiento, en escenas de su infancia o su pasión, muerte y resurrección. Pintar los milagros que hizo y las parábolas que dijo.

Desde los primeros siglos del cristianismo el arte ha contribuido al conocimiento de las verdades reveladas en las Sagradas Escrituras, como nos dirá San Gregorio Magno: “la persona culta sabe leer y entiende las Sagradas Escrituras, el ignorante se sirve de las pinturas murales de las iglesias y catedrales para poder entenderlas” (epístola 9, 208). El arte religioso tiene una clara función pastoral y catequética, a la vez que posibilita la expresión de la fe y la celebración.

3.- Debemos PROTEGER, CONSERVAR Y DIFUNDIR nuestro Patrimonio. Tenemos la responsabilidad de hacer llegar a otras generaciones el Patrimonio que nosotros hemos recibido. Para esto necesitamos:

PROTEGERLO de toda clase de riesgos, como los robos poniendo alarmas, cerraduras de seguridad. De los incendios teniendo instalaciones eléctricas apropiadas; las humedades, goteras, inundaciones, lluvias; las carcomas, polillas, plagas, roedores etc.

CONSERVARLO en sitios dignos, seguros y accesibles. Nunca enajenarlo. DINFUNDIRLO aprovechando nuestros medios como la página Web y la Hoja de la

Diócesis. Organizando jornadas de difusión y de formación.

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Para terminar, quiero tener un reconocimiento especial a tantos sacerdotes y fieles que a lo largo del tiempo han hecho posible que este Patrimonio llegase hasta nosotros, y también, quiero manifestar mi preocupación por seguir protegiendo y cuidando tantos bienes culturales-religiosos dispersados en sitios y espacios poco adecuados para tener las suficientes garantías de seguridad y de mantenimiento.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

CUMPLE, SEÑOR, EN NOSOTROS TU PROMESA: DERRAMA TU ESPÍRITU SANTO.

(Carta a los confirmados en esta Pascua) Domingo de Pentecostés

27 mayo 2012

Queridos hermanos y amigos: Quiero dirigir mi carta semanal en este domingo de Pentecostés a los que habéis recibido el

sacramento de la Confirmación en estos días de Pascua y a los que a lo largo del año en vuestras diferentes parroquias lo recibiréis o lo habéis recibido ya.

Es para mí un motivo de gran alegría poder recorrer las parroquias de la Diócesis administrando el sacramento de la Confirmación. Al celebrarlo me encuentro con personas que adolescentes, jóvenes o adultos, tras un período de preparación y catequesis os acercáis a recibir este sacramento y siempre confío que al recibirlo vuestra fe se fortalece.

Quisiera dirigirme hoy a vosotros con toda confianza para que reflexionemos juntos sobre lo que este sacramento debe suponer en vuestras vidas.

Lo primero que quisiera subrayar es que con la Confirmación crecen nuestras fuerzas espirituales. Igual que les pasó a los Apóstoles, se hace más fuerte nuestra fe. El sacramento de la confirmación es como un Pentecostés para cada uno de los bautizados:

La Confirmación, como el Bautismo, imprime en el alma del cristiano un signo espiritual o carácter indeleble; por eso este sacramento sólo se puede recibir una vez en la vida. La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos todavía más a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada de las obras. (Catecismo 1317)

Tradicionalmente se ha dicho que la Confirmación nos hace soldados de Cristo. Esto no significa que luchemos o matemos por Cristo. Jesús no nos enseñó la violencia y Él es el Príncipe de la Paz, por eso ser soldado de Cristo significa que:

Somos leales a Cristo nuestro Rey, enseñamos sin miedo que somos católicos, no nos avergoncemos nunca de Él y de decir que somos cristianos y miembros de su Iglesia. Ciertamente que algunos miembros de la Iglesia no dan un buen testimonio o incluso pueden ser escándalo para los demás, pero en ese caso no nos podemos olvidar nunca que también nosotros tenemos una responsabilidad que es ser buenos cristianos.

Por eso no tengáis miedo: nosotros le defendemos cuando alguien habla mal de Él o de su Iglesia y le servimos, tratando de extender su reino de amor entre los hombres

Para ello es importante que después de la Confirmación tratéis de tener una Buena Cultura religiosa, para poder dar testimonio de nuestra fe. Las parroquias y los distintos grupos y comunidades de la Diócesis os podrán ayudar a ello y así cuando alguien te pregunte por qué eres cristiano sepas dar razón de tu fe.

Es también para muchos momentos de grandes decisiones. El momento de elegir vuestro futuro. Por ello os quiero pedir que lo hagáis con una visión cristiana de la vida. Que vuestro trabajos o estudios sean para el servicio de la sociedad y que os plantéis responder a la vocación cristiana ya sea en el matrimonio o en la consagración al Señor.

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Si el Señor os llama a ser sacerdotes o religiosas, no tengáis miedo a esta llamada, el que os llama nunca os abandonará y el Espíritu Santo os irá iluminando en vuestro camino.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD Jornada "Pro Orantibus"

3 junio 2012

Queridos hermanos y amigos: Concluido el Tiempo de Pascua, celebramos en este primer domingo de junio la solemnidad

de la Santísima Trinidad. Desde hace años coincidiendo con esta solemnidad la Iglesia celebra la Jornada “pro orantibus” ; un día en que se nos invita a unirnos a aquellos que ofrecen su vida a favor de toda la Iglesia y de la humanidad con la oración continua y la contemplación. Efectivamente los monjes y monjas contemplativos son como el corazón de la Iglesia, con su silencio contemplativo y con su intercesión constante animan de una manera misteriosa la vida de la Iglesia.

Hoy, como señal de comunión con ellos y de profundo agradecimiento por su entrega, todos los cristianos elevamos nuestras oraciones por aquellos que tienen como misión el orar por todos.

Queremos así manifestar nuestro reconocimiento, estima y gratitud por estos hermanos y hermanas nuestros que desde el claustro son los grandes representantes del rico patrimonio espiritual de la Iglesia.

Debemos también en este día interesarnos por ellos, conocer su vocación contemplativa que sigue siendo actual, necesaria e imprescindible en la Iglesia y para el mundo. Como nos dice el beato Juan Pablo II en su exhortación apostólica Vita Consecrata (8): Los Institutos orientados completamente a la contemplación, formados por mujeres o por hombres, son para la Iglesia un motivo de gloria y una fuente de gracias celestiales, imitan a Cristo orando en el monte, testimonian el señorío de Dios sobre la historia y anticipan la gloria futura.

Misión, pues, importante en la Iglesia que hoy agradecemos y admiramos. Como nos sigue diciendo el beato Juan Pablo II: Ellos ofrecen así a la comunidad eclesial un singular testimonio del amor de la Iglesia por su Señor y contribuyen, con una misteriosa fecundidad apostólica, al crecimiento del Pueblo de Dios.

Por otra parte, los contemplativos son una escuela de oración para todos nosotros. No deberíamos desaprovechar la oportunidad que nos dan los monasterios de nuestra Diócesis, para participar en la Liturgia de las Horas, en momentos de oración o en la adoración al Santísimo.

Ante la necesidad de nuevos evangelizadores que propongan con renovado entusiasmo el Evangelio a nuestra sociedad, los monasterios y los contemplativos deben ser como el motor que impulsa o como el corazón que continuamente renueva la circulación de la Buena Nueva. Pero, a la vez, es un ejemplo para todos los evangelizadores; sin oración y contemplación es imposible la misión de la Nueva Evangelización.

Como decía el papa Benedicto XVI en un encuentro con el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización: El mundo de hoy necesita personas que hablen a Dios para poder hablar de Dios. Sólo a través de hombre y mujeres modelados por la presencia de Dios, la Palabra de Dios continuará su camino en el mundo dando sus frutos.

En este día quiero manifestar mi agradecimiento, en nombre de toda la Diócesis, por los monasterios de monjas que en nuestra geografía diocesana son un testimonio de la presencia de Dios. Sé que rezan por las necesidades de esta querida Iglesia particular. Oremos también por ellos para que el Señor la mies les envíe nuevas vocaciones. Necesitamos de su providencial y enriquecedora presencia espiritual. Gracias hermanas contemplativas por vuestra presencia y oraciones.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

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EUCARISTÍA Y CARIDAD Solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor.

10 junio 2012

Queridos hermanos y amigos: Tras la solemnidad de la Pascua, el año litúrgico nos ofrece la oportunidad de celebrar tres

fiestas que ponen de manifiesto el amor de Dios. La solemnidad de la Santísima Trinidad, celebrada el domingo pasado, que nos invitaba a la comunión y al amor, contemplando el Misterio Trinitario que es misterio central de nuestra fe.

Hoy, el día del Corpus Christi, damos un realce especial al misterio central de nuestra fe: El Cuerpo y la Sangre de Cristo que se ofrece por nuestro amor, y que nos recuerda que en cada eucaristía que celebramos suplicamos que aquel mismo amor que impulsó a Cristo a dejarse crucificar por nosotros sea infundido por el Espíritu Santo en nuestros propios corazones (San Fulgencio de Ruspe en el Catecismo 1394)

Finalmente, como eco de esta entrega y amor incondicional hacia la humanidad, celebraremos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

Este amor de Dios manifestado en Cristo y en su Eucaristía, entraña un compromiso a favor de los pobres: Para recibir en la verdad en Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos (Catecismo 1397)

La vida del cristiano no se entiende sin la celebración de la Eucaristía y sin en el impulso que en ella se nos da para vivir en la caridad y el amor. Eucaristía y caridad es algo que nunca se puede disociar; así dice San Juan Crisóstomo: Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano… Deshonras esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno de participar en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aun así, no te has hecho más misericordioso (Catecismo 1397)

Por ello hoy, día del Corpus Christi, la Iglesia celebra el Día de la Caridad. Y lo hace con un lema que en nuestros días tiene un significado urgente: No busquemos nuestro propio interés, sino el bien de todos. Efectivamente podemos decir con el papa Benedicto en su carta Caritas in veritate, n. 42: En momentos difíciles tenemos la tentación de refugiarnos cada uno en nuestra seguridad y ceder al “sálvese quien pueda”, o caer en actitudes fatalistas. No podemos quedarnos de brazos cruzados ante la situación de extrema necesidad que viven muchos hermanos nuestros, pensando que no podemos hacer nada con nuestras limitadas fuerzas.

Por ello en este domingo en que Jesús en la Eucaristía se hace el centro de nuestra miradas paseando por nuestros pueblos y ciudades y nos invita a vivir unidos a Él, debemos recordar las palabras del Papa: La unión con el Señor nos lleva al mismo tiempo a la unión con los demás a los que él se entrega (Encíclica Deus caritas est , n. 14) y, a la vez: Nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana que sufre (Exhortación Apostólica Sacramentum caritatis , n. 88)

En nombre de todos nosotros, la institución eclesial de Cáritas hace presente este amor solidario de toda la Iglesia hacia aquellos que sufren; por ello, todos estamos llamados a compartir haciendo verdad en nuestra vida el lema de Cáritas en este año para el Día de la Caridad: Vive sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir.

Os invito a colaborar con generosidad en la campaña de este año. Cáritas, en esta época de crisis, de pobreza y de paro angustioso para muchas familias, sí arrima el hombro, colabora con la sociedad con generosidad, entrega y amor. Y Cáritas somos todos los católicos, todos los miembros de la Iglesia.

Quiero hoy agradecer a los que de una forma directa colaboráis en esta institución vuestra entrega y trabajo. Lo hacéis con gran generosidad, con humildad y dedicación: Cáritas diocesana, las ínterparroquiales de Tarazona o Calatayud y las que en las diversas parroquias de la diócesis formáis los diversos grupos, sois la mano tendida de toda la Iglesia diocesana que desde su pobreza comparte y muestra el amor.

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También quiero aprovechar para deciros unas palabras sobre el sostenimiento de la Iglesia, del que tanto se habla estos días y gracias al cual se llevan a cabo las tareas de Cáritas, entre otras muchas. Es un compromiso que nos afecta a todos los que nos sentimos Iglesia, y también a aquellos que, estando alejados de la misma, valoran la labor inmensa que realiza la misma en nuestra sociedad. Con ocasión de la declaración anual de la renta, tenemos una ocasión fácil y cómoda de colaborar con la Iglesia. La asignación tributaria es un gesto, un signo de compromiso y una forma sencilla y gratuita de colaborar con las innumerables actividades sociales y caritativas que lleva a cabo la Iglesia. Se trata de indicar al Estado que una parte de nuestros impuestos deseamos que se entreguen a la Iglesia. No supone pagar más o que nos devuelvan menos; simplemente consiste en decidir si una parte de nuestros impuestos queremos que se destinen a favor de la Iglesia o preferimos que el Estado los destine a otras finalidades. La Iglesia, siguiendo los Hechos de los Apóstoles, quiere que "nadie pase necesidad", y para esto necesitamos tu colaboración, tu compromiso cristiano.

Con afecto os bendigo y que el Señor recompense vuestra generosidad en este día.

SEMBRAR CON CONFIANZA Y AMOR 17 junio 2012

Queridos hermanos y amigos: El próximo otoño comenzaremos, Dios mediante, el Año de la Fe promulgado por el Santo

Padre Benedicto XVI en la Carta Apostólica Porta fidei. El Año de la Fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo.

Por ello, como nos dice el Papa es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para descubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe.

Debemos pues estar convencidos que con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo.

Con este espíritu quisiera hoy leer e interpretar el texto del Evangelio de la Misa de este domingo del evangelista S. Marcos (4, 26-34). Nosotros somos, en esta época que nos ha tocado vivir, el sembrador que echa simiente en la tierra. La evangelización ha sido siempre sembrar con confianza, con generosidad y con amor sabiendo que el mismo Señor será el que abra el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la semilla que es la invitación a aceptar la Palabra.

A veces una pregunta nos inquieta: ¿Para qué han servido tantos años de esfuerzos por difundir el mensaje de Jesucristo cuando observamos a tantos que no le conocen o viven como si no le conocieran? Sin embargo el Evangelio de hoy nos habla de una semilla pequeña pero que tiene un crecimiento que es imparable. Es como la rama de la que habla el profeta Ezequiel en la primera lectura que se convierte en un frondoso árbol o como la semilla insignificante y sumamente minúscula de la mostaza.

Estamos en un tiempo en que todo corre veloz, estamos acostumbrados a tener todo en el momento en lo que lo deseamos, a encontrar resultados rápidamente. Sin embargo, las lecturas nos hablan hoy de la paciencia, la paciencia es necesaria en esta labor de la evangelización.

Por ello nuestra característica ante el reto de la Nueva Evangelización no es otra que la Confianza de la que nos habla S. Pablo en la segunda lectura de hoy: siempre tenemos confianza.

Esta confianza es, por lo tanto, lo que nos mueve hacia un compromiso eclesial más convencido y valiente de una Nueva Evangelización que nos ayudará a descubrir la alegría de creer y, sobre todo, a volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe.

La semilla, aunque sea pequeña, es fecunda. No nos cansemos de sembrar, de anunciar, de proponer. La fe crece cuando se comunica con gozo y amor.

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Aunque nos gustaría más cosechar que sembrar, la dinámica que el Señor ha querido ha sido distinta: Ha querido que sembremos. Sembremos, pues, con amor, con paciencia, con confianza.

Sabemos por nuestra fe que el Señor dará crecimiento a la semilla. Que el corazón de cada hombre está hecho para recibirla y con ritmos diferentes, sólo conocidos por Dios, crecerá y fructificará.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

“QUE TODOS SEAN UNO” Jn 17, 21 (I) Carta con motivo de la Jornada Mundial

para la Santificación del Clero 24 junio 2012

Queridos hermanos y amigos: El día 15 de junio, en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, nos unimos al sentir de toda la

Iglesia en la Jornada Mundial de Oración para la Santificación del Clero. En esta carta, no sólo me dirijo a los sacerdotes, sino también a los laicos, monjas, religiosos y religiosas de la diócesis para que juntos tomemos conciencia de la importancia que tiene la oración, el silencio, la palabra oportuna y el apoyo a los sacerdotes para que sean auténticos apóstoles de Jesús. La santificación es, ni más ni menos, que la unión con Dios, la configuración con Cristo. En esta jornada todos vamos a sentirnos Iglesia y a reflexionar y trabajar por esta santificación. “Qué todos sean uno, como Tú, Padre, en mí y yo en Ti… para que el mundo crea…” (Jn 17,21) En la llamada “Oración sacerdotal” encontramos algunas claves para vivir esa santificación de la que nos habla la Jornada:

• Conocer al Señor: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti y a tu enviado, Jesucristo” (Jn 17, 3). Conocer, en lenguaje bíblico, sabemos lo que significa. En palabras del Papa Benedicto XVI, “es hacerse uno con lo conocido” (“Jesús de Nazaret”, Joseph Ratzinger), es el camino de la comunión con Dios, con los hermanos y con uno mismo. Y este conocimiento sólo se logra en el encuentro personal con Él. El hombre ha encontrado la vida cuando se sustenta en Él, que es la Vida misma. La configuración con Cristo sólo es posible mediante el trato personal, continuado y en verdad con Él.

• La glorificación del Padre: “Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique” (Jn 17, 1). La verdadera glorificación es la llegada del Reino entre nosotros. Por eso, a lo largo de la oración, Jesús pide por el Reino, pero también por los que le siguen y por el mundo. La gloria de Dios es que el Reino viva ya entre nosotros. Y nosotros somos sencillos portadores de la semilla de ese Reino.

• La misión: En la plegaria por los discípulos, Jesús dice: “Conságralos en la verdad; tu Palabra es verdad... Y por ellos me consagro yo para que también se consagren ellos en verdad” (Jn 17, 17-19. Ser consagrado es ser propiedad de Dios, que es la Verdad. Precisamente porque el sacerdote es totalmente de Dios, es también totalmente para el mundo, para los hombres y mujeres a quienes es enviado. La consagración expresa a la vez la plena unidad con el Padre y el ser enteramente para el mundo. Jesús pertenece por entero a Dios y, precisamente por eso, está totalmente a disposición “de todos”. En Cristo, Dios sale continuamente al encuentro de los hombres para que ellos puedan ir hacia Él. Y nosotros somos humildes heraldos de la Palabra recibida.

• La unidad: “Para que todos sean uno...” (Jn 17, 21). La mirada de Jesús va más allá de la comunidad de los discípulos de aquel momento. Él invoca la unidad para los futuros discípulos. Pero también la unidad con nosotros mismos, con la comunidad de creyentes y con Dios. Permitidme la redundancia, la unidad es una, y no podemos vivir dos amores: En la verdadera unidad con Dios, encontramos nuestra verdad y se equilibran las diferencias entre nosotros porque el amor de Dios nos ha hecho hermanos. El verdadero encuentro con Dios es siempre creador de unidad, no de división. El Señor ha pedido por esto: por una unidad que sólo es posible a partir de Dios y a través de Cristo, pero una unidad que aparece de una manera tan concreta que transparenta la presencia y la acción de la fuerza de Dios. El testimonio de unidad, será el signo por el que otros “crean”. A veces nos es más fácil pensar que los demás creerán por nuestras preciosas predicaciones, por la perfección de nuestros actos litúrgicos, por nuestras magníficas acciones pastorales… Jesús nos lo deja bien claro: “Que todos

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sean UNO para que el mundo crea…”. La unidad será el signo que hará creíble en la iglesia la presencia de Jesucristo.

• La universalidad: “No te ruego solamente por ellos, sino también por todos los que creerán en Mí por medio de su palabra...” (Jn 17, 20) . Jesús no ruega solamente por un círculo limitado de elegidos; su meta es el cosmos, el mundo en su totalidad. A través de los discípulos y su misión, el mundo en su conjunto ha de ser liberado. Y por eso dice: “Apártalos del mundo”. El mundo de la corrupción, del pecado, de la injusticia, tiene que desaparecer; debe ser transformado en el mundo de Dios. No podemos, en nombre de Dios, colaborar con ninguna clase de injusticia, ni excluir a nadie del anuncio del evangelio, ni de la acogida en nuestras comunidades cristianas.

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

“QUE TODOS SEAN UNO” Jn 17, 21 (II) Carta con motivo de la Jornada Mundial

para la Santificación del Clero 1 julio 2012

Queridos hermanos y amigos: La pasada semana os ofrecí la primera parte de esta carta que con motivo de la Jornada

Mundial para la Santificación del Clero, la pasada fiesta del corazón de Jesús, envié a sacerdotes, religiosas y laicos. Prosigo hoy presentándola.

Todo es posible en el corazón de Dios ¿Cómo encarnar, en medio de nuestras debilidades, esta oración sacerdotal? La gran novedad

del cristianismo es que para Dios todo es posible, incluso en los momentos de mayor dificultad. Él pone siempre en nuestro corazón el deseo de la vuelta a su amor y del cambio en nuestra vida. Y con nuestro sólo deseo, Él se encarga de hacer lo demás. Para ello es necesario vivir en continua vuelta a Dios, al amor primero, a ese encuentro transformador siempre vivo. Y recobrar la ilusión y la alegría de aquel día que recibimos nuestra ordenación. No nos cerremos en nuestros propios pensamientos, en nuestro subjetivismo, en nuestro individualismo. Abrámonos a la alegría, a la serenidad, al compromiso por el otro, que requiere nuestro ministerio.

La oración, la comunión y la fraternidad son las actitudes que rompen lo que nos separa. Sólo en la unión de cada uno de nosotros con Cristo se puede dar la verdadera fraternidad sacerdotal. Es por ello necesario la oración personal que abre el corazón y el espíritu para que Él nos hable, para que nos configure a su imagen, para que haga nuestro corazón como el suyo: manso y humilde. La Liturgia de las Horas, la celebración cotidiana de la Eucaristía, la fraternidad con otros sacerdotes, el diálogo y la acogida, la preocupación por los más necesitados,… son gestos que nos ayudan a entrar en una dinámica de asimilación y de configuración con Cristo, Buen Pastor, para vivir la unidad en el amor.

Nuestra fuerza está en Él: frente a nuestras debilidades, fracasos, incomprensiones, falta de salud, ancianidad o soledad; sólo Él nos da la respuesta y la fuerza en su amor. Esta es la clave de la Nueva Evangelización: anclarnos en el amor de Dios, en su corazón, que posibilita en nosotros aquello de lo que solos no somos capaces.

Esta labor de volver la mirada a Dios no es obra de un día, es una actitud continua, de cada día, en todo momento y situación en la que vivamos y requiere constancia y fortaleza.

El próximo Año de la Fe: una llamada a la renovación El Papa Benedicto XVI nos convoca a todos a celebrar el Año de la Fe con la Carta

Apostólica Porta fidei dada en forma de motu proprio el pasado 11 de octubre de 2011: “He decidido -dice el Papa- convocar un Año de la Fe. Comenzará el 11 de octubre de 2012,

en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por mi Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II, con la intención de ilustrar a todos los

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fieles la fuerza y belleza de la fe. Este documento, auténtico fruto del Concilio Vaticano II, fue querido por el Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985 como instrumento al servicio de la catequesis, realizándose mediante la colaboración de todo el Episcopado de la Iglesia católica” (Porta fidei 4).

Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

“QUE TODOS SEAN UNO” Jn 17, 21 (III) Carta con motivo de la Jornada Mundial

para la Santificación del Clero 8 julio 2012

Queridos hermanos y amigos:

El próximo Año de la Fe: una llamada a la renovación. La celebración de este Año de la Fe debe suponer para todos un nuevo impulso para hacer

posible la Nueva Evangelización tan necesaria en nuestros días. Especialmente debe ser una llamada que nosotros los sacerdotes debemos atender. Es Cristo quien nos lo pide, y Él multiplicará en nuestras manos los frutos de lo que sembramos con nuestra debilidad.

A este respecto el cardenal Piacenza señala en su carta, que debemos trabajar en profundidad sobre cada uno de estas realidades eclesiales:

•sobre el Concilio Vaticano II, a fin de que sea de nuevo acogido como “la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX”: “Una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza ”, “una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia”

•sobre el Catecismo de la Iglesia Católica, para que realmente se acoja y se utilice como instrumento válido al servicio de la comunión eclesial

•sobre la preparación del próximo Sínodo de los Obispos, para que sea realmente “una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe”. (Cfr. Carta a los sacerdotes. Cardenal Piacenza, 26 de marzo de 2012)

No debe ser, por lo tanto, un año más o una iniciativa que con tibieza sigamos. Aprovechemos este kairos, el tiempo de gracia, vivido junto a toda la Iglesia y bajo la guía del Papa. Que cualquier iniciativa, por insignificante que nos parezca, sea secundada y acogida por todos. Ante tiempos difíciles nuestra actitud debe ser siempre la de sumar en vez de restar, la de multiplicar en vez de dividir.

Como nos dice el cardenal Piacenza, en la carta para la Jornada Mundial de la Santificación Sacerdotal: “Es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy, como ayer, nos envía por los caminos del mundo para proclamar su evangelio a todos los pueblos” Y recogiendo la cita del Catecismo de la Iglesia católica “El hombre es capaz de Dios” pero lo hace eligiendo —como su primera cita— este texto del Concilio ecuménico Vaticano II: “La razón más alta (eximia ratio) de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor (ex amore), es conservado siempre por amor (ex amore); y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador. Sin embargo, muchos de nuestros contemporáneos no perciben de ninguna manera esta unión íntima y vital con Dios o la rechazan explícitamente”.

Por ello, como sigue en su carta el cardenal, solamente en una vida de comunión podremos realizar la obra de llevar la luz del Evangelio a un mundo que muchas veces vive en la oscuridad. Sin “Creer en un solo Dios que es Amor”, si los cristianos no somos capaces de sorprender y conmover nuevamente al mundo con el anuncio del Amor de Nuestro Dios no será realmente posible ninguna nueva evangelización.

La Iglesia, para poder desempeñar esta tarea, debe permanecer indisolublemente abrazada a Cristo, dejándose impregnar día tras día por el Amor que brota del Corazón del mismo Jesús.

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Con mis mejores deseos os bendigo con afecto.

“QUE TODOS SEAN UNO” Jn 17, 21 (y IV) 15 de julio de 2012

Queridos hermanos y amigos:

Quiero también dirigirme a vosotros, los fieles laicos. Vuestra responsabilidad en la vida de la Iglesia es imprescindible. Los pastores y fieles formamos un solo rebaño guiado por Cristo, todos debemos apoyarnos en nuestra misión y sentirnos miembros de un mismo cuerpo. Si los sacerdotes no deben desentenderse de vuestras inquietudes y necesidades, tampoco vosotros podéis vivir vuestra fe despreocupados de ellos.

Por ello queridos fieles cristianos, los sacerdotes os necesitamos. Necesitamos ser apoyados por vuestra oración: rezad por nosotros que somos débiles y pecadores. Pedid que el Señor nos sostenga y nos haga santos. Los sacerdotes necesitamos que estéis con nosotros, que en la labor de anunciar el Evangelio no falte vuestra colaboración. Los sacerdotes necesitamos de vuestra cercanía y comprensión, es decir que nos queráis. Que nos queráis cuando somos débiles, que nos defendáis cuando somos calumniados, que seáis comprensivos cuando nos equivocamos, que estéis a nuestro lado cuando somos ancianos o estamos enfermos. Hoy os pido también vuestras oraciones por los sacerdotes.

En la Misa Crismal una de las partes más impresionantes es la renovación del compromiso del servicio sacerdotal. Después del Evangelio y la homilía, el obispo invita a sus sacerdotes a renovar su dedicación a Cristo y a la Iglesia. Juntos prometen solemnemente unirse más de cerca a Cristo, ser sus fieles ministros, enseñar y ofrecer el santo sacrificio en su nombre y conducir a otros a Él.

A continuación de esta solemne renovación, conscientes de que no es fácil para el sacerdote vivir a la altura de su vocación y ministerio, y que necesita el apoyo y la oración de los demás cristianos en este acto que manifiesta su entrega, el obispo pide para sí y sus sacerdotes las oraciones de todo su pueblo. ¡Necesitan, pues, vuestras oraciones! Como san Agustín dijo en una ocasión a sus fieles: "Si por un lado me aterroriza lo que soy para vosotros, por otro me consuela lo que soy con vosotros” (Sermón 340, 1. San Agustín).

Proseguid, pues, queridos fieles cristianos en esta actitud de orar y apoyar siempre a vuestros sacerdotes. Dios os lo pagará y recompensará con creces.

Quiero agradecer de un modo especial la oración de las monjas contemplativas que desde el silencio tenéis siempre presente esta intención. También a las religiosas que con tanta generosidad y celo colaboráis en la labor pastoral de las parroquias, apoyando siempre la labor de los sacerdotes en la pastoral en sus distintos ámbitos según vuestros carismas particulares.

Quiero terminar esta carta dirigiéndome a vosotros queridos seminaristas. En estos tiempos sois un don para la Iglesia. Que en los años de vuestra juventud os dediquéis a formaros para ser sacerdotes respondiendo a la llamada que Dios os ha hecho es un milagro.

Sólo os puedo animar a que en estos años de formación aprovechéis bien el tiempo, en primer lugar creciendo espiritualmente en el encuentro con el Señor; Él es el que os ha llamado, Él el que sostendrá vuestra vocación frente a todas las amenazas. No escatiméis tiempo para la oración, para la reflexión, para la celebración gozosa de vuestra fe. Que vuestra meta no sea otra que la configuración con Cristo Buen Pastor que da la vida por sus hermanos.

Cultivad también la amistad fraternal con vuestros compañeros, llamados todos a una misma misión. Que los sacerdotes sean también vuestros amigos, tenéis una misión que cumplir con ellos: que viendo vuestra ilusión y alegría, vuestra entrega y generosidad, ellos se sientan rejuvenecidos e ilusionados en su ministerio.

No penséis nunca que vuestro tiempo de estudio o de clase es un tiempo sin trascendencia. Es importante vuestra formación teológica, filosófica y humana. Vuestra formación intelectual os ayudará a dar razón de vuestra fe. Sé que vuestros profesores con la mayor ilusión han asumido su misión educativa no sólo para daros un nivel intelectual y académico, sino también, sobre todo, os quieren transmitir la experiencia de la fe y preparaos para ser pastores que respondáis en su momento a los retos que la sociedad os proponga.

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Queridos hermanos en el sacerdocio y queridos fieles cristianos: una gozosa llamada sentimos en nuestras vidas. Dios nos llama a participar en su vida, nos llama a participar de su santidad. Nada ni nadie colmará nuestras vidas sólo Dios que nos enriquece con todos los bienes.

Quien a Dios tiene nada le falta, decía Santa Teresa. También ahora para nosotros no hay mayor don que el ser de Dios.

Que Santa María, Madre de Cristo Sacerdote, interceda por nosotros. Con afecto os bendigo y pido también para mí vuestras oraciones.

CARTA DESDE COCHABAMBA

Carta escrita por el Sr. Obispo cuando estaba a punto de regresar de su Visita Pastoral a Cochabamba a finales del pasado mes de junio.

22 julio 2012

Queridos hermanos y amigos: Con un sentimiento especial e intenso de alegría, os escribo cuando todavía estoy viviendo las

últimas horas de mi visita a nuestra Misión Diocesana en Cochabamba. Vine con la esperanza ilusionada de conocer nuestra misión boliviana y con el gozo de haber experimentado el afecto de la Diócesis a esta tarea y a este rincón del mundo en nuestra Asamblea Diocesana de Pastoral. Afecto y compromiso que se concretó con la decisión de D. Francisco Sánchez, presbítero de nuestra Diócesis, y de Dña. Nelly Vicente, laica de Pamplona, de ofrecerse para continuar y reforzar nuestra presencia en nuestra Parroquia de Santa Mónica, en Cochabamba. Mi alegría es completa. Y mi agradecimiento sin límites.

Al finalizar mi visita a nuestra misión en Cochabamba, mi primera impresión, o mejor, mi constatación gozosa es que la realidad supera a lo imaginado. Es verdad lo que decimos: cuanto mejor se conoce algo o a alguien, más se le ama. Así es mi situación personal en estos momentos. Vengo asombrado y sorprendido del inmenso trabajo que nuestros misioneros realizan ahora y del esfuerzo, dedicación y entrega que realizaron los anteriores, sacerdotes y laicos. ¡Qué bien se han cumplido aquí las palabras del Señor Jesús: “Por sus obras los conoceréis”! (Mt 7,20).

He disfrutado contemplando y sintiendo el trabajo pastoral y social, pasado y presente. Misión que viven en comunión fraterna nuestros presbíteros, Jesús y Lorenzo, con las Hnas. de la Caridad de Santa Ana , las Hnas. de S. José de Tréveris , las Hnas. del Amor de Dios y los Hnos. Maristas . Sin este trabajo en comunión, la labor sería imposible. Colaboración corresponsable en la que participan muchas personas de la Parroquia.

La visita de estos días ha tenido dos momentos intensos y vivos, en los que pude contemplar y gozar la vitalidad de la parroquia. El jueves, 21 de junio, participamos en un encuentro general con todos los grupos pastorales de la parroquia. Estaba abierto a todas las personas que quisieran participar. Nos reunimos más de doscientas personas. Allí pude escuchar las ‘fortalezas, debilidades y esperanzas' de los diferentes grupos: Consejo Pastoral Parroquial, grupos de oración, estudio de la Biblia, acción caritativo-social, catequesis, monaguillos, etc. Terminó el largo y alegre encuentro (más de tres horas) con una actuación folklórica, un número por cada una de las capillas, y con ‘refrigerio' preparado por todos. No es posible asistir a un encuentro entre bolivianos sin que se comparta alimento y bebida.

El segundo momento de especial gozo fueron las dos eucaristías que presidí el domingo, 24 de junio, en los dos templos mayores de la Parroquia: templo parroquial de Santa Mónica y templo de Ntra. Sra. del Pilar. Eucaristías muy participadas, festivas, alegres, de respetuoso silencio y siempre con una atención que contemplaba en los rostros.

He visitado detenidamente a las cuatro comunidades religiosas, nuestros cuatro colegios (Ntra. Sra. del Pilar –mañana y tarde-, San Marcelino, Santa Mónica y Santiago). He disfrutado con los niños y niñas de las dos guarderías (Sta. Mónica y Ntra. Sra. del Pilar), bien equipadas, bellas. Celebramos un encuentro con su educadoras acompañado de nuevo con un ‘refrigerio' sencillo.

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Contemplé el apetito de los niñas y niños que asisten a nuestros dos comedores. Visité y compartí con las Hnas. de la Caridad de Santa Ana los problemas, dolores, malos tratos, pobreza, de las mujeres que llenan la Casa de Acogida con sus hijos. Los problemas de Bolivia, como os podéis figurar, son inmensos en gravedad y que afectan a muchísimos de sus hijos. Situaciones que sólo podemos sentir palpándolos en una escucha atenta y comprensiva.

No faltó la visita e información de dos proyectos importantes. El primero, integrado y gestionado por la parroquia: Wiñay Muju (Semilla que crece), que tiene una amplia cobertura social en el campo formativo, de la salud, de asistencia, de acompañamiento. El segundo, más pequeño: Thalita kumi (Niña, levántate) subvencionado por la Parroquia Santo Tomás de Segovia. Y con un campo de acción centrado en los niños y en sus papás, con actividades y programas acomodados a su situación familiar, educativa y de pobreza.

Comprenderéis, queridos hermanos y amigos, que vuelva feliz y más comprometido con nuestra Misión Diocesana en Cochabamba. Lo que acabo de describir brevemente no dibuja, ni de lejos, la realidad que he sentido y vivido.

Me surge espontáneo un profundísimo sentimiento de acción de gracias a todos. En primer lugar, un agradecimiento desde lo profundo de mi alma a nuestro Padre Dios que, ciertamente, no se deja ganar en generosidad y la hace fructificar en cada una de las personas que colaboran con nosotros. Agradecimiento también a los que me han acogido con su cariño aquí, comenzando por el Sr. Arzobispo Mons. Tito Solari, que no oculta su alegría y gratitud a nuestra Diócesis. Agradecer a los que ahora sirven nuestra misión y a los que la sirvieron antes, es poco. Me ha maravillado, y me surge del corazón un inmenso ‘gracias', porque nuestra Diócesis, humilde y sencilla, pero rica en generosidad, ha podido crear y sigue sosteniendo esta inmensa obra. Vuestra aportación en la colecta del 6 de enero, las suscripciones a ‘Un niño en tu mesa', los donativos de tantos, diocesanos y no diocesanos, están haciendo posible este milagro. Un sincero ‘gracias' para todos y cada uno de vosotros. Hago extensivo este reconocimiento también a todas las instituciones políticas y sociales que han colaborado en nuestros proyectos y a las que están dispuestas a seguir colaborando con nosotros.

Vosotros hacéis posible la continuidad de la misión diocesana, este ‘pequeño milagro' que he querido reflejar en palabras totalmente insuficientes y pobres. Que Dios Padre sea bendito.

Con todo afecto os bendigo.

LA CARIDAD DE CRISTO NOS URGE 29 julio 2012

Queridos hermanos y amigos: Dada la incidencia que está teniendo la situación actual económica y social para todos

nosotros, quiero concluir estas cartas, antes de verano, entresacando algunas afirmaciones de la "Declaración final" de la LXIX Asamblea General de Caritas Española, celebrada en El Escorial del 22 al 24 de junio.

“Queremos compartir, -dicen-, con toda la comunidad cristiana y con el conjunto de la sociedad nuestra reflexión sobre los signos de los tiempos y nuestra escucha del clamor que nos lanzan, en esta encrucijada de nuestra historia, los pobres, de manera especial los más vulnerables: personas inmigrantes, familias con hijos menores, jóvenes sin empleo y hogares sin ingresos”.

“Hemos analizado conjuntamente las inquietudes de nuestras Cáritas, de nuestras comunidades y proyectos, y en particular de los 62.000 voluntarios y voluntarias que, en estos tiempos complejos, se encarnan a diario en la realidad de los últimos de la sociedad.

Es esta voz de las personas en situación más precaria, y que en número creciente –más de un millón en 2011— llaman a las puertas de nuestra red confederal de atención primaria, la que nos urge a actuar de manera responsable y global, personal y colectiva. Sus gritos nos hablan del riesgo de quiebra de la cohesión social que amenaza hoy a más de una cuarta parte de la población española,

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mientras asistimos al aumento de los índices de pobreza, a la cronificación de muchas situaciones de precariedad, al retroceso de los sistemas de protección social y al desgaste de los mecanismos de protección familiar.

Por ello, desde Cáritas queremos optar por acciones auténticamente significativas, que activen la solidaridad entre personas, comunidades y pueblos, y que sirvan para denunciar las situaciones de opresión y de sufrimiento a las que nos acercamos cada día.

Por eso, renovamos nuestra apuesta por un modelo, cuyo centro sea la persona y que garantice el ejercicio de los derechos humanos, la participación, la creatividad social, la justa distribución de la riqueza y el desarrollo armonioso con el medio ambiente.

Tal y como nos muestran la Comisión Europea y las Naciones Unidas, se está produciendo un claro retroceso en materia de derechos sociales y una merma de recursos públicos que suponen la quiebra de muchos procesos de acompañamiento a personas excluidas, así como la desaparición de organizaciones sociales, de sus proyectos y centros. Esto genera un grave vacío en el tejido asociativo, tal vez irreparable, precisamente cuando son más necesarios los procesos de acogida y de integración.

Reiteramos, en este sentido, que es el Estado quien, en sus distintos ámbitos territoriales, tiene el mandato de garantizar el acceso de todos a los derechos constitucionales básicos: alimentación, empleo, vivienda, sanidad y educación. Para ello, volvemos a reclamar con urgencia la puesta en marcha de un sistema de garantía de ingresos mínimos.

Apostamos por una presencia de Cáritas en la vida pública que sea, necesariamente, contracultural, imbuida por una lógica de valores diferentes a los imperantes y que nos impulsen, como servicio organizado de la caridad en el seno de la Iglesia, a ser y hacer de otro modo. Debemos estar con y para quienes más sufren, y denunciar también las estructuras de pecado que generan este sufrimiento. De manera especial, queremos manifestar nuestra solidaridad y cercanía con las familias y personas más golpeadas por las actuales condiciones de precariedad.

Renovamos nuestra opción preferencial por los pobres, porque quien opta por Jesús opta por ellos y por el Espíritu que actuó en Él, ungiéndolo “para anunciar a los pobres la Buena Nueva, para proclamar la liberación a los cautivos, y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4,18).

Concluimos nuestra Asamblea con una llamada a la acción y a la esperanza, y con una invitación, en estos tiempos de zozobra, a compartir incluso lo necesario para, como propone nuestra campaña institucional, podamos “vivir sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir”. Y agradecemos la corriente de gratuidad, silenciosa y admirable, de tantas personas voluntarias y donantes de Cáritas que, dando incluso mucho de lo que tienen para vivir, han asumido como estilo de vida el compromiso del ser antes que el tener y son capaces de cambiar cada día su pequeña parcela de mundo”.

Y yo no quiero concluir esta carta sin manifestar mi agradecimiento más profundo a todos aquellos que trabajan con tanta generosidad en Caritas de la diócesis de Tarazona. Gracias, de verdad; por vuestro interés, desvelo y generosidad. También quiero deciros, queridos hermanos y hermanas, que me duele como en propia carne y quiero solidarizarme con todos aquellos que por diversos motivos estáis padeciendo de una manera más acuciante las graves consecuencias de esta crisis, viéndoos privados de las necesidades básicas: vivienda, alimento, vestido, afecto o familia. Rezo y os acompaño en vuestro dolor y sufrimiento.

Sé que es poco lo que hago y poco puedo hacer, pero os aseguro que todos los que sufrís esas pobrezas extremas e injusticias estructurales estáis en mi corazón y pensamiento. Sí, la realidad pide a gritos que la esencia del cristianismo: la generosidad, la solidaridad, la justicia, la compasión, la comunión, la gratuidad... salga por nuestras calles y plazas y cambie el color de nuestro mundo.

Quiero hacer, desde esta carta, una llamada a todos los corazones para que, con gestos concretos, todos hagamos realidad la esencia del cristianismo: la caridad. Es tiempo para vivir la solidaridad y la gratuidad al servicio de una sociedad más justa que sepa redistribuir los bienes y

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servicios para todos. Es tiempo de vivir más sencillamente y compartir con aquellos que tienen más necesidades que nosotros. Junto con mi apoyo, quiero deseaos una felices vacaciones y días de descanso. Que sea un tiempo de sosiego, de privilegiar el trato con Dios, de amistad, de familia y, también de pensar en los otros y de compartir.

Con todo afecto os bendigo.

COMENZAMOS UN NUEVO AÑO PASTORAL 2 septiembre 2012

Queridos hermanos y amigos: Tras el paréntesis del mes de agosto, volvemos a nuestro encuentro semanal a través de la

oportunidad que nos da nuestra carta en “Iglesia en Tarazona”. Espero que este mes de agosto haya sido un tiempo de descanso físico, psicológico y

espiritual; por otra parte, es éste el mes en que muchos de nuestros pueblos cobran más vida, especialmente aquellos que en los largos meses de invierno cuenta con muy pocos habitantes. En todos nuestros pueblos, además, se da el aliciente añadido del reencuentro familiar, de los vecinos y amigos.

Todavía en este mes de septiembre se prolongan las fiestas y celebraciones en muchos de nuestras comunidades: sea la fiesta en honor de Ntra. Sra. el día 8, las muchas celebraciones en torno a la Cruz y a nuestros Santos Cristos el día 14 y las que en muchas parroquias se celebran en el día del Arcángel S. Miguel.

Ojala que, como nos dice la segunda lectura de este domingo tomada de la carta de Santiago, descubramos en todos estos acontecimientos de nuestros pueblos y parroquias que: todo beneficio y don perfecto viene de arriba, del Padre de los astros, en el cual no hay fases ni períodos.

El cristiano siente siempre en su vida la confianza en Dios que es providente y que de manera singular nos ha elegido y nos destina a ser en todo un reflejo de su amor y misericordia.

Para ello es necesario una purificación de nuestro corazón, de él nacen las buenas o malas acciones. El Evangelio de hoy nos invita a ello: del corazón del ser humano surgen las realidades que nos separan de los demás y nos encierran en nuestro egoísmo. Pero, Dios está cerca siempre que lo invocamos, y puede transformar el corazón de todo ser humano.

Esta transformación del corazón es necesaria al comenzar un nuevo curso pastoral. Los retos de este curso siguen siendo los mismos del Evangelio para todos nosotros. No se trata de seguir con las rutinas de todos los años, lo que nos espera es dar nueva vida e ilusión al Evangelio de Cristo que siempre es novedad y vida.

Entre estos retos para este curso pastoral se presenta el próximo Año de la Fe que comenzaremos, Dios mediante, el 11 de octubre. Benedicto XVI, en su carta apostólica Porta Fidei habla de la exigencia de volver a descubrir el camino de la fe para resaltar cada vez más la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo.

Este acontecimiento coincide con dos aniversarios que han marcado la vida de la Iglesia: el quincuagésimo de la apertura del Concilio Vaticano II (1962) y el vigésimo de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica (1992).

El Año de la Fe se propone, ante todo, sostener la fe de tantos creyentes que, en medio de la fatiga cotidiana, no cesan de confiar, con convicción y valentía, su existencia al Señor Jesús. El testimonio de tantos cristianos, que no es noticia, es el que permite a la Iglesia presentarse al mundo de hoy, como en el pasado, con la fuerza de la fe y con el entusiasmo de los sencillos.

Este Año de la Fe nos ofrece a todos la posibilidad de renovar la vida de nuestra Diócesis, subrayando tres aspectos cada día más necesarios: La celebración de nuestra fe, el testimonio y la necesidad de anunciarla y de lo que ella supone y de la caridad. Muchas oportunidades tendremos para seguir en la profundización de todo lo que este año supone para la renovación de la vida

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cristiana. Que al comenzar este curso pastoral todos sepamos responder a lo que hoy la Iglesia nos pide.

Con todo afecto os bendigo.

SED FUERTES, NO TEMÁIS 9 septiembre 2012

Queridos hermanos y amigos: En el Evangelio de este domingo (Mc 7, 31-37) escuchamos el milagro de un sordomudo que

es presentado a Jesús para que le imponga las manos. Jesús le mete los dedos en los oídos y con la saliva le toca la lengua y en actitud de oración al Padre dice: Effetá, o sea ábrete; inmediatamente se le abren los oídos y comienza a hablar sin dificultad.

Todos nosotros el día de nuestro Bautismo recibimos también sobre nuestros oídos y nuestra boca la señal de la cruz que el sacerdote hizo repitiendo el gesto y las palabras de Jesús: “Effetá, que significa, ábrete, el Señor Jesús que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda a su tiempo, escuchar su palabra y profesar la fe para la gloria y alabanza de Dios Padre” (Ritual del Bautismo de niños)

Nosotros somos muchas veces el sordomudo del Evangelio de este domingo. Ser sordos a la hora de escuchar la palabra de Dios, el Evangelio de Jesucristo; y mudos a la hora de confesar y transmitir nuestra fe.

En nuestros días la Iglesia, más que nunca, necesita que se realice en la vida de cada bautizado el milagro de abrir los oídos y nuestra lengua para escuchar el Evangelio que nos transforma y proclamarlo a los demás como la gran esperanza para la existencia humana.

Muchas veces podemos sentir la falta de fuerza y la cobardía para abrir el oído del corazón y acoger en nuestras vidas lo que Cristo nos propone. Asimismo contamos en nuestros días con la dificultad para transmitir con nuestras palabras y acciones lo que significa anunciar el Evangelio de Cristo.

Somos muchas veces una comunidad de sordomudos que encontramos dificultades para escuchar lo que Dios nos pide y para anunciar lo que Él ha hecho con nosotros.

El profeta Isaías en la primera lectura (Is 35, 4-7) nos exhorta hoy diciéndonos: Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará. Por muy pobre y débil que sea nuestra fe, si ponemos la confianza en el Señor se cumplirá en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades aquello que anuncia el profeta: Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará.

Aunque nuestra realidad muchas veces sea débil y pobre, no nos puede nunca faltar la confianza de aquello que el Señor nos ha confiado y de lo que nos ha prometido: Han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa, el páramo será un estanque, lo reseco un manantial.

Más aún, nos anima hoy la palabra de Santiago en la segunda lectura (St 2, 1-5): ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que lo aman?

La palabra de Dios que hoy escuchamos nos anima a todos a emprender el camino de este nuevo curso pastoral con esta confianza y a no acobardarnos ante las dificultades personales, comunitarias o estructurales. Si el Señor confía en nosotros no podemos poner obstáculos a lo que nos pide.

Para fortalecer nuestra debilidad hace falta, como nos dice hoy en Evangelio, que dejemos que Jesús nos toque con su gracia y que a solas nos encontremos con Él en la oración.

Muchos Padres de la Iglesia han identificado los gestos de Jesús como los del Evangelio de hoy con la vida sacramental de la Iglesia. Con confianza, pues, vivamos este encuentro en nuestras celebraciones: en la Misa dominical de un modo especial y en el sacramento de la Penitencia que nos cura de nuestra sordera y nos invita a escuchar a Dios y proclamarlo a nuestros hermanos. Bien podrían servirnos las lecturas de este domingo como punto de arranque del año pastoral que pronto comenzaremos.

Con todo afecto os bendigo.

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¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO?

16 septiembre 2012

Queridos hermanos y amigos: El evangelio que leemos el domingo XXIV constituye uno de los momentos culminante en el

proceso de la revelación del misterio de Jesús. En el evangelio Jesús nos invita a conocerle y seguirle, tal como Él es, abandonando todo lo demás. Entre la gente que no ha convivido con Jesús se corren toda clase de rumores, pero a Jesús le interesa la posición de sus apóstoles: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.

La cuestión es vital para sus discípulos. Les afecta radicalmente. No es posible seguir a Jesús de manera inconsciente y ligera. Tienen que conocerlo cada vez con más hondura. Pedro, recogiendo las experiencias que han vivido junto a él hasta ese momento, le responde en nombre de todos: “Tú eres el Mesías”. La confesión de Pedro es todavía limitada, imperfecta, porque no están dispuestos a aceptar un mesianismo que pasa por el sufrimiento y por la cruz. Ellos, como los Judíos, esperaban un mesías triunfalista, político, que liberase al pueblo judío del imperio romano. De ahí la reprensión de Jesús a Pedro: “Quítate de mi vista, Satanás, tú piensas como los hombres, no como Dios”.

También nosotros tenemos que preguntarnos a qué Jesús seguimos, a qué tipo de mesianismo nos apuntamos. Tanto a los primeros discípulos como a nosotros nos producen rechazo la cruz, el sufrimiento, las dificultades. Nos gusta más el triunfo, las soluciones fáciles, el no complicarnos la vida. Esa misma es la situación del cristiano que confiesa a Cristo y su evangelio con los labios y lo niega con su conducta por falta de concordancia entre la fe y las obras, como advierte Santiago en la segunda lectura.

Y nos lanza una llamada: tenemos que pensar a la manera de Dios para salvar la vida, para hacerla más útil y sobre todo más feliz. Por el contrario, no pensar como Dios, buscar otro guía, fiarse de otros criterios nos avoca a la muerte, a echar a perder la vida, a equivocar el camino.

El modelo a imitar es Cristo mismo, pues él nunca propuso ni mandó algo que él mismo no cumpliera primero. Él nos precedió con el ejemplo, practicando lo que pide al cristiano de siempre. Cristo hizo la opción radical por el reino de Dios, plasmada en su desprendimiento y pobreza total, con su muerte en cruz, en su amor a todos, especialmente al más pobre, y con un talante de perdón y reconciliación.

No dice Jesús que se trate de renunciar a vivir esta vida para alcanzar la otra, ni de despreciar los valores humanos y materiales para poseer los bienes espirituales. La disyuntiva no es: esta vida o la otra, sino esta vida subordinada y orientada a la otra. Porque lo contrario conduce al fracaso que anuncia Jesús. Salvar los propios intereses: dinero, egoísmo y antojos, al margen del evangelio, es decir, del amor a Dios y al prójimo, es lo que arruina la vida.

En el fondo tenemos que reconocer, a nivel personal, que hay mucho deseo de que la Palabra no cambie demasiado lo que nosotros consideramos vida cristiana, que en resumen es mantener lo más posible los ideales del mundo (que tienen poco que ver con “pensar como Dios”).

Por ello no basta saber, no basta pensar. Es inútil conocer el camino si se va por otra parte. Esto es lo que quiere decirnos la carta de Santiago. La fe sin obras es saber cómo piensa Dios y no hacerle caso. ¿Es ésta nuestra situación? Este domingo, pues, nos ofrece una urgencia: la de preocuparnos por ir cambiando de “manera de pensar”, preocupados por acertar para generar vida, para sacarle partido, para buscar correctamente la felicidad y el bien de todos los de nuestro alrededor. Y, para esto, la urgente necesidad de tener a Jesús como referencia de nuestro modo de pensar y de actuar. Vivir la certeza de que el Señor nos abre el oído cada mañana para escucharle, de que Él está con nosotros, nos ayuda, es nuestro defensor, como hemos leído en el profeta Isaías.

Con todo afecto os bendigo.

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EL SEÑOR SOSTIENE NUESTRAS VIDAS 23 septiembre 2012

Queridos hermanos y amigos: El Evangelio de este domingo (Mc 9, 30-37) nos presenta el anuncio de Jesús que,

instruyendo a sus discípulos, hace de su pasión: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo mataran; y después de muerto, a los tres días resucitará.

Frente a este anuncio el evangelista resalta que los discípulos no lo entendían, más aún, iban hablando en el camino de otras cosas, incluso tan contrarias a lo que Jesús había anunciado, pues en el camino habían discutido, quién de ellos era el más importante.

Los evangelistas no tienen reparo en presentar las debilidades e incomprensiones de los discípulos de Jesús, e incluso de los Apóstoles. Si nosotros escribiéramos una historia de nuestros amigos o familiares procuraríamos no poner en evidencia las deficiencias o los fallos de nuestros amigos y familiares.

¿Por qué los evangelistas lo hacen? Creo que la respuesta es clara, lo hacen para resaltar el cambio que se realiza en ellos después de Pentecostés. Después que reciben el Espíritu Santo aquellos hombres débiles, pecadores y deficientes en tantas cosas, cambian radicalmente su existencia, de su situación anterior que es muchas veces tan débil, cambiaran para anunciar a Cristo y su Evangelio, darán testimonio de Él, incluso con su muerte martirial y así se convertirán en los niños, es decir harán suyas en su propia vida lo que Jesús anuncia en el Evangelio de hoy: quien quiera ser primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.

Al señalar como modelo a los niños en el Evangelio, Jesús nos los propone por su confianza en sus padres. La actitud del cristiano es la que nos presenta el Salmo 53 de este domingo: El Señor sostiene mi vida. Un niño no se preocupa del mañana, no desconfía de que sus padres le van a dar lo mejor, está seguro de que nunca le va a faltar aquello que necesite.

Por ello en este domingo recibimos una fuerte llamada a cambiar nuestras actitudes y abrirnos al Espíritu Santo que, así como transformó a los primeros discípulos y a los Apóstoles, nos transforma también a nosotros.

La segunda lectura de este domingo (St 3, 16-4, 3) nos da alguna pistas de lo que debe ser nuestra conversión por obra del Espíritu Santo. Los transformados por la sabiduría son: amantes de la paz, comprensivos, dóciles, llenos de misericordia y de buenas obras.

El reto de este año pastoral que ahora comenzamos es lograr en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades este cambio y transformación.

La Iglesia nos ofrece en este año la posibilidad de ponernos a todos en movimiento con la celebración del Año de la Fe. El papa Benedicto nos invita a todos a atravesar esta puerta de la fe para que el Espíritu Santo actúe en cada cristiano y en cada comunidad.

Quiero concluir invitándoos con las palabras del Papa a que atravesemos esta puerta que se nos abre en la Iglesia: “La puerta de la fe” (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo– equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor.

Con todo afecto os bendigo.

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COLABORACIÓN Y CONVERSIÓN DE TODOS PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

30 septiembre 2012

Queridos hermanos y amigos: En este domingo la palabra de Dios, tanto la primera lectura (Núm 11,25-29) como el

Evangelio (Mc 9, 38-43. 45.47-48), nos presenta dos hechos similares. En el libro de los Números el momento en que el Señor apartando algo del Espíritu que poseía Moisés lo pasa a setenta ancianos que, desde ahora, van a colaborar en la misión que Moisés ha recibido.

Nos dice el texto que dos de los ancianos elegidos no estaban en el momento en que se realiza esta efusión del Espíritu y, a pesar de ello, acuden a decirle a Moisés que “se pusieron a profetizar” y que lo debía prohibir. Moisés reconoce que el Señor los ha elegido y que “¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del Señor!”

En el Evangelio aparece una situación similar, Juan dice a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros”. La respuesta de Jesús es muy similar a la de Moisés: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro”.

Ante el reto que representa para la Iglesia la Nueva Evangelización, estas lecturas nos iluminan y nos invitan a buscar la colaboración de todos y a saber descubrir la acción de Dios que actúa a través de otras personas en medio del mundo.

El Papa nos invita en la carta Porta Fidei (7) a descubrir la urgencia de esta evangelización que nace de la caridad y que a nadie puede excluir:

«Caritas Christi urget nos» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo".

Aunando todas las fuerzas y reconociendo los muchos dones que el Señor derrama en los creyentes la Nueva Evangelización será fecunda y hará brotar el gran don de la fe en el corazón de tantas personas:

"Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo”. El santo Obispo de Hipona tenía buenos motivos para expresarse de esta manera. Como sabemos, su vida fue una búsqueda continua de la belleza de la fe hasta que su corazón encontró descanso en Dios. Sus numerosos escritos, en los que explica la importancia de creer y la verdad de la fe, permanecen aún hoy como un patrimonio de riqueza sin igual, consintiendo todavía a tantas personas que buscan a Dios encontrar el sendero justo para acceder a la «puerta de la fe»".

La segunda parte del Evangelio nos hace ver también la necesidad de conversión en todos los miembros de la Iglesia. Impedir el escándalo, evitar todo aquello que nos aparta del bien y de la comunión, aunque sea tan doloroso como arrancar uno de nuestros miembros.

Sin conversión de todos los miembros de la Iglesia no podrá haber una Nueva Evangelización.

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Nuevamente uso las palabras del Papa en la Carta Porta Fidei (6) que insiste en esta actitud de conversión fundamental para hacer crecer en la fe a cada cristiano:

"El Año de la Fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: “Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva” (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La “fe que actúa por el amor” (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17)".

Que en este domingo todos sepamos admitir y valorar los diversos dones que Dios da a tantas personas y que sintamos la llamada conversión que continuamente el cristiano debe vivir.

Con todo afecto os bendigo.

SAN JUAN DE ÁVILA, DOCTOR DE LA IGLESIA 7 octubre 2012

Queridos hermanos y amigos: Cuando leáis esta carta semanal estaré en Roma participando junto al Papa y los obispos españoles en la

declaración de San Juan de Ávila como doctor de la Iglesia. San Juan de Ávila nació en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), en 1499, hijo único de Alonso Ávila

y Catalina Gijón. Una familia cristiana de muy buena posición económica. Estudió en Salamanca Leyes. Permanece allí cuatro cursos. En 1517 abandona los estudios y regresa a casa de sus padres, donde hace vida retirada y de oración durante tres años.

En esta experiencia de oración y retiro descubre su vocación y va a Alcalá, en cuya Universidad estudia Artes y Teología, con el propósito de recibir la ordenación sacerdotal

Recibe la Ordenación de presbítero y celebra en Almodóvar su Primera Misa solemne. Para festejarlo, invita a comer a doce pobres, vende sus cuantiosos bienes, y los distribuye entre los necesitados. Marcha a Sevilla con la intención de embarcarse hacia México con el primer obispo de Tlaxcala.

Pero esta intención de ser misionero en México se ve truncada cuando el Arzobispo de Sevilla, entusiasmado por su acción evangelizadora, le propone que ejerza el ministerio en Andalucía; concluyendo sus estudios de teología en el Colegio de Santo Tomás de Sevilla.

Su actividad apostólica y su predicación tienen un gran éxito en distintas diócesis de Andalucía, una gran cantidad de fieles, tocados por su palabra, cambian de vida, se convierten y viven como hijos de Dios. Las misiones populares organizadas por toda Andalucía son un claro testimonio de este afán evangelizador. Pero, junto a su fama como predicador y misionero de Andalucía, también surge la crítica, los momentos difíciles, la incomprensión.

Uno de sus grandes empeños es la formación de los sacerdotes y, sobre todo, la de los seminaristas. Para ello funda diversos colegios y pone todo su afán en ellos, ya no sólo para que la formación intelectual sea la mejor, también para que la espiritualidad sacerdotal se fundamente de una forma seria y profunda.

Es también consejero de grandes santos españoles que a él acuden para pedir su orientación: San Ignacio de Loyola, San Francisco de Borja, Santa Teresa de Jesús y San Juan de Dios.

El 20 de agosto de 2011 en el contexto de la Jornada Mundial de la Juventud, el papa Benedicto XVI anunció su declaración como doctor de la Iglesia: “Con gran gozo, quiero anunciar ahora al pueblo de Dios, en este marco de la Santa Iglesia Catedral de Santa María La Real de la Almudena, que, acogiendo los deseos del Señor Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Eminentísimo Cardenal Antonio María Rouco Varela,

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Arzobispo de Madrid, de los demás Hermanos en el Episcopado de España, así como de un gran número de Arzobispos y Obispos de otras partes del mundo, y de muchos fieles, declararé próximamente a San Juan de Ávila, presbítero, Doctor de la Iglesia universal”.

Quiero subrayar algunos aspectos que a todos y, especialmente a los sacerdotes, nos pueden ayudar de las enseñanzas de San Juan de Ávila:

Invitación a no volverse atrás del camino emprendido, a permanecer en fidelidad y a dejar todo juicio a Dios.

San Juan de Ávila, frente a las seducciones del mundo, quiere desenmascarar su "engaño", para que Dios sea nuestro Dios y las realidades del mundo sean para nosotros lo que son en realidad.

San Juan de Ávila concibe el acompañamiento como un proceso de mediación capaz de despertar la experiencia de Dios y de conducir la entrega a la madurez en la fe y a la libertad de los hijos de Dios. Nos invita a abrir nuestras vidas a Dios, escuchando con sinceridad su Palabra, para que la verdad divina penetré en nuestra vida.

La vida de San Juan de Ávila es una llamada a la santidad de vida para todos los sacerdotes. Su mensaje sacerdotal nos invita a vivir profundamente la espiritualidad propia de nuestro ministerio y a que con gran confianza prosigamos en la misión evangelizadora, a pesar de todas las dificultades.

Junto a San Juan de Ávila, se proclamará también doctora de la Iglesia a una mujer singular, Santa Hildegarda de Bingen. Que ambos intercedan por nosotros y nos concedan en este tiempo poder vivir con un mismo espíritu en el deseo de anunciar el Evangelio para que en Jesucristo el mundo encuentre la vida, la esperanza y el amor.

Con todo afecto os bendigo.

VISITA PASTORAL AL BAJO JALÓN 14 octubre 2012

Queridos hermanos y amigos: En este domingo comienzo la Visita Pastoral al Arciprestazgo del Bajo Jalón. Es la primera

visita pastoral que realizo desde mi llegada a esta querida Diócesis, el 19 de marzo de 2011. Durante este tiempo he tenido numerosas ocasiones de visitar muchas parroquias para

conferir el sacramento de la confirmación, para celebrar las fiestas patronales u otras efemérides parroquiales, oportunidades que me han posibilitado encontrarme con muchísima gente y conocer a mis diocesanos.

La Iglesia encarga al Obispo diocesano la labor de visitar cada cinco años las parroquias de su diócesis. No es una visita puramente formal, quiere ser como señala el Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos (220): "Una oportunidad para reanimar las energías de los agentes evangelizadores, felicitarlos, animarlos y consolarlos; es también ocasión para invitar a todos los fieles a la renovación de la propia vida cristiana y a una acción apostólica más intensa".

Con ocasión de la visita pastoral intentaré promover un contacto más directo y personal con los sacerdotes que presiden las parroquias y con los demás miembros del Pueblo de Dios para conocernos, para dialogar más en profundidad con todos vosotros y así poder promover una vivencia y compromiso cristiano más en consonancia con la propuesta del Evangelio.

El Año de la Fe, que iniciamos el pasado día 11 de octubre, nos ha de ayudar a promover la vida espiritual y evangelizadora de nuestras parroquias. Será una ocasión magnífica para revitalizar la propia fe e intentar promoverla en el propio ambiente donde transcurre la vida parroquial.

Espero que el pueblo fiel en cada parroquia del Arciprestazgo participe activamente en este compromiso eclesial y familiar, que nadie se sienta ajeno y que sea para todos un acontecimiento de gracia.

Junto al encuentro del Obispo con sus sacerdotes, es importante también el encuentro con los fieles que están más implicados en la pastoral parroquial: consejos pastorales, catequistas, miembros de Cáritas, de pastoral de la salud, etc. Especialmente significativa debe ser para mí la visita a los

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enfermos y ancianos, los encuentros con los niños, las visitas a las escuelas. También me gustaría visitar a las distintas corporaciones municipales.

La visita pastoral tiene sus momentos centrales en las celebraciones de la fe, las oportunas eucaristías, el rezo de algunas horas litúrgicas, la celebración de algún sacramento y otras que se consideren oportunas.

Con la visita pastoral pretendo privilegiar el encuentro personal y con la comunidad, pero no podemos olvidar también la dimensión organizativa de la Iglesia para el buen cumplimiento de la misión espiritual. Por lo que también me interesaré por el patrimonio, los archivos y la administración económica.

He querido compartir con todos los diocesanos lo que a lo largo de estos días vamos a vivir en el Arciprestazgo del Bajo Jalón, para que no os sea ajeno. Pido para ello la oración de todos vosotros, especialmente encomiendo a los monasterios diocesanos que eleven una súplica al Señor por los frutos espirituales de esta visita pastoral.

Que nuestra Señora la Virgen María que hace poco hemos celebrado en su advocación tan querida del Pilar interceda por nosotros y guíe y acompañe esta visita pastoral.

Con todo afecto os bendigo.

MISIONEROS DE LA FE 21 octubre 2012

Queridos hermanos y amigos: El pasado día 11 de octubre inaugurábamos en la Iglesia el Año de la Fe y, en este domingo, a los pocos

días de ese acontecimiento celebramos esta jornada del Domund 2012 con el lema: Misioneros de la fe. En este contexto del Año de la Fe, " la celebración de la Jornada Misionera Mundial de este año

adquiere un significado especial. La celebración del 50 aniversario del comienzo del Concilio Vaticano II, la apertura del Año de la Fe y el Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, contribuyen a reafirmar la voluntad de la Iglesia de comprometerse con más valor y celo en la misión ad gentes, para que el Evangelio llegue hasta los confines de la tierra" (Mensaje de Benedicto XVI para esta Jornada).

El Papa nos dirige con este motivo un mensaje que nos ayuda a comprender la importancia del anuncio de la fe, ya no sólo en nuestros ambientes, sino en todos los confines de la tierra.

La primera idea que Benedicto XVI nos quiere transmitir en este día es que la misión ad gentes es una labor propia de toda la Iglesia: “Los hombres que esperan a Cristo son todavía un número inmenso”, comentó el beato Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris missio sobre la validez del mandato misionero, y agregaba: “No podemos permanecer tranquilos, pensando en los millones de hermanos y hermanas, redimidos también por la Sangre de Cristo, que viven sin conocer el amor de Dios” (n. 86). En la proclamación del Año de la Fe, también yo he dicho que Cristo “hoy como ayer, nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra” (Carta apostólica Porta fidei, 7); una proclamación que, como afirmó también el siervo de Dios Pablo VI en su Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, “no constituye para la Iglesia algo de orden facultativo: está de por medio el deber que le incumbe, por mandato del Señor, con vista a que los hombres crean y se salven. Sí, este mensaje es necesario. Es único. De ningún modo podría ser reemplazado” (n. 5). Necesitamos por tanto retomar el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades cristianas que, pequeñas e indefensas, fueron capaces de difundir el Evangelio en todo el mundo entonces conocido mediante su anuncio y testimonio”.

Por eso nunca debemos perder esta dimensión misionera aunque nuestras iglesias de occidente pasen por momentos de crisis y debilidad. Es como dice el Papa en su mensaje: “el horizonte constante y el paradigma en todas las actividades eclesiales… debemos dirigirnos hacia los que están lejos, aquellos que no conocen todavía a Cristo y no han experimentado aún la paternidad de Dios, con la conciencia de que la cooperación misionera se debe ampliar hoy con nuevas formas para incluir no sólo la ayuda económica, sino también la participación directa en la evangelización” (Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio, 82). La

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celebración del Año de la Fe y el Sínodo de los Obispos sobre la nueva evangelización serán ocasiones propicias para un nuevo impulso de la cooperación misionera, sobre todo en esta segunda dimensión.

Este anuncio del Evangelio se convierte también en caridad. Son inmensas las obras sociales y culturales que los misioneros sostienen en tantos países que viven en la pobreza y, en este día, se nos hace a todos una llamada para colaborar generosamente con esta obra inmensa que sólo depende de nuestra colaboración.

No quiero terminar sin tener unas palabras de agradecimiento a los miembros de nuestra diócesis que en distintos lugares del mundo participan en el anuncio del Evangelio. Sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos que habiendo escuchado la llamada del Señor, han dejado su tierra y sus familias para responder a una vocación universal. En todos ellos nos debemos ver representados, pues en nombre de toda la Iglesia viven su vocación. Con afecto particular recordamos a nuestra misión de Cochabamba y a los misioneros que en ella trabajan. Que nos les falte nuestra oración, nuestro interés por ellos y nuestra colaboración.

Concluyo esta carta con los últimos párrafos que el Papa nos dirige en su mensaje de esta jornada: “Invoco la efusión del Espíritu Santo sobre la obra de la evangelización ad gentes, y en particular sobre quienes trabajan en ella, para que la gracia de Dios la haga caminar más decididamente en la historia del mundo. Con el Beato John Henry Newman, quisiera implorar: “Acompaña, oh Señor, a tus misioneros en las tierras por evangelizar; pon las palabras justas en sus labios, haz fructífero su trabajo. Que la Virgen María, Madre de la Iglesia y Estrella de la Evangelización, acompañe a todos los misioneros del Evangelio"

Con todo afecto os bendigo.

ANDA, TU FE TE HA CURADO 28 octubre 2012

Queridos hermanos y amigos: Las lecturas de este domingo, leídas a la luz del Año de la Fe que estamos celebrando, nos

ayudan a profundizar en dos aspectos importantes de nuestra fe cristiana: la alegría y la luz. El profeta Jeremías (31, 7-9) hace una invitación a la alegría: “Gritad de alegría por Jacob,

regocijaos por el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: El Señor ha salvado a su pueblo”. El profeta se dirige a un pueblo que vive en el exilio, lejos de su tierra, sometido y sin

esperanza. Lejos de dar un mensaje negativo o de recordar las situación que llevó en su momento a que el pueblo sufriera el exilio; el profeta anuncia la liberación y la vuelta, porque a pesar de las dificultades y de la humillación, Dios no ha abandonado nunca a su pueblo y ahora anuncia a través de Jeremías la vuelta y la liberación.

La alegría cristiana nace también como en tiempos del profeta de la cercanía de Dios que no abandona nunca la obra de sus manos y nosotros somos esa obra. A pesar de las dificultades por las que pasamos, de la falta de fe y del enfriamiento de los sentimientos religiosos, nosotros sabemos que Dios no nos va a dejar. Nuevas fuerzas nos renovarán y Él mismo hará que nuestro anuncio de Jesucristo llegue al corazón de todos.

La verdadera liberación de cada ser humano viene de la acción de Dios en su vida, por ello, con un renovado entusiasmo, en este Año de la Fe nuestras comunidades y cada cristiano debe sentirse llamado a la alegría de saberse liberado de toda atadura que impide nuestra alegría; y a la vez, llamado a hacer partícipes a otros de la misma liberación y alegría.

Si miramos con atención a nuestro alrededor descubrimos que muchas personas necesitan también hoy este anuncio de liberación que Dios puede producir en sus vidas y que les llevará a la verdadera alegría.

No desfallezcamos ni nos desanimemos porque somos pocos o mayores, ni tampoco porque parezca que no nos entiendes o no quieren comprender lo que significa la fe y la vida cristiana. Nuestro anuncio del Evangelio tiene futuro y arraigará en cada corazón. La luz de la fe

El día de nuestro bautismo se nos entregó un cirio encendido indicándonos: “Recibid la luz de Cristo” . Hoy en el milagro del ciego Bartimeo que escuchamos en el Evangelio (Mc 10, 46-52)

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descubrimos en Jesucristo a aquel que puede dar la vista y la luz, la verdadera iluminación al hombre, tantas veces ciego para la vida de la fe.

El ciego Bartimeo es consciente de su necesidad de ver y sabiendo que Jesús pasa a su lado se pone a gritar: “Jesús, ten compasión de mí” . Es la expresión de su fe, de su confianza y por ello Jesús concluirá diciendo, después de devolverle la vista: “Anda, tu fe te ha salvado”.

En este año toda la Iglesia debe elevar también la oración confiada de Bartimeo, como él debemos gritarle a Jesús, suplicarle que nos de su luz que ilumine nuestras vidas, hagamos este ejercicio de fe; que en nuestra oración personal y comunitaria supliquemos la luz de la fe, la luz de Jesucristo, para nosotros y para tantas personas que lo necesitan.

Si llenos de fe suplicamos al Señor el actuará y podremos decir con el salmo de hoy (125): “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. Con todo afecto os bendigo.

A LO FUNDAMENTAL 4 noviembre 2012

Queridos hermanos y amigos: Las lecturas de este domingo nos presentan la realidad de los Mandamientos del Señor. Ya la

primera lectura (Deut 6, 2-6) nos dice: “Teme al Señor, tu Dios, guardando todos sus mandamientos”; y en el Evangelio (Mc 12, 28-34) Jesús, responderá al escriba, presentando los dos mandamientos que resumen toda la ley: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser… Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Es lo que de pequeños aprendimos en el catecismo, después de recitar los diez mandamientos, resumíamos: Estos diez mandamientos se cierran en dos, amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

En este Año de la Fe somos invitados a volver a aquello que es lo fundamental de nuestra fe, en el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos un amplio apartado dedicado a lo que es vivir los mandamientos del Señor. Se trata de la tercera parte del Catecismo, que tiene como título: La vida en Cristo.

Este título nos indica lo que es el fundamento de la vida cristiana, en el cumplimiento de la voluntad de Dios y, por lo tanto, de sus mandamientos: Vivir una nueva vida redimida y salvada en Cristo; por lo tanto, el cumplimiento de los Mandamientos no nace de una acción voluntarista de la humanidad que se esfuerza en cumplir la voluntad Divina, nace y surge, más bien de una actitud de agradecimiento ante la gratuidad del amor de Dios.

Muy acertadamente comienza esta parte del Catecismo (1691) con una cita de San León Magno: "Cristiano, reconoce tu dignidad. Puesto que ahora participas de la naturaleza divina, no degeneres volviendo a la bajeza de tu vida pasada. Recuerda a qué Cabeza perteneces y de qué cuerpo eres miembro. Acuérdate de que has sido arrancado del poder de las tinieblas para ser trasladado a la luz del Reino de Dios".

Este Año de la Fe nos invita a entrar con alegría en el reconocimiento de este don gratuito de Dios hacia la humanidad que su amor incondicional hacia nosotros, de esta forma Él mismo es “nuestra fortaleza” como repetimos hoy en el Salmo (17).

Esta alegría es, pues, lo que debemos transmitir también a nuestra sociedad, así nos lo señala el Papa en su carta Porta Fidei: “Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del

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Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso“ (PF 9).

Asimismo nos ayudará este encuentro con el amor de Dios a tener unas actitudes nuevas que creen la ansiada civilización del amor, como nos invita Benedicto XVI en su carta de este Año de la Fe (PF 11): “El Año de la Fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes —que siempre atañen a los cristianos—, el apóstol Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18).

La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el que él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1)”.

Doble dimensión pues de los mandamientos de Dios que siempre debemos poner en el centro de nuestras vidas.

Con todo afecto os bendigo.

COMIENZO DE CURSO EN NUESTRO SEMINARIO 11 noviembre 2012

Queridos hermanos y amigos: En la carta de esta semana quiero compartir con todos vosotros una realidad importante de nuestra

diócesis de Tarazona: El Seminario diocesano. El pasado día 24 de octubre inaugurábamos oficialmente el curso académico del Seminario y de su

Estudio Teológico que comenzó su actividad el 24 de septiembre, un acto que contó con la presencia de muchos sacerdotes, religiosas y laicos de la diócesis. Fue un honor contar con la presencia de decano de teología de la Facultad de Teología de la Universidad Eclesiástica de San Dámaso de Madrid, a la que está afiliado nuestro Estudio Teológico.

La lección inaugural del curso estuvo a cargo del sacerdote y periodista D. Antonio Pelayo Bombín que desde un lenguaje sencillo y asequible nos presentó la importancia de los medios de comunicación en la labor evangelizadora de la Iglesia.

Una de las primeras preocupaciones de un obispo es la de la formación de los candidatos al sacramento del orden y, por lo tanto, también para mí éste debe ser uno de mis principales trabajos: procurar que en nuestra Diócesis los seminaristas reciban la conveniente formación espiritual y académica para que, en un futuro, puedan ejercer el ministerio sacerdotal con total entrega y haciendo presente en las diversas comunidades en las que sirvan a Jesucristo Buen Pastor.

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Este año contamos con 14 seminaristas, uno de ellos, Ion, en etapa pastoral y ampliando sus estudios, concluyendo este año la licenciatura en teología. El resto cursan los estudios de filosofía y teología en el Estudio Teológico, que es la institución académica que en el Seminario se encarga de la formación académica.

Los alumnos están divididos en tres grupos. El primero formado por tres seminaristas que este año han comenzado sus estudios y cursan un año propedéutico o preparatorio, que amplía sus conocimientos y les introduce en los estudios filosóficos y teológicos. El segundo grupo, también de tres alumnos, cursa el primer año de filosofía y, finalmente, siete alumnos cursan teología, en un plan cíclico que ha establecido el Estudio.

Podemos, pues, alegrarnos porque en estos tiempos de penuria en muchos seminarios, el nuestro cuenta con vida y con un número considerable de estudiantes. Siendo una diócesis pequeña superamos la media de otros muchos seminarios.

Todo esto es posible gracias al esfuerzo y trabajo de los sacerdotes de nuestra diócesis que bien como formadores o como profesores colaboran con entusiasmo y entrega en esta labor que es tan importante para una diócesis. Junto a ellos, también colaboran como profesores, sacerdotes de otras diócesis que vienen a impartir clases y que así facilitan la exigencia de la Facultad de Teología de la Universidad Eclesiástica de San Dámaso de Madrid, y de la misma Congregación para la Educación Católica, con respecto a la titulación exigida a aquellos que imparten clases en este tipo de Estudios Teológicos. Cumplimos así las exigencias que se nos pide para dar la mayor seriedad y solidez a los estudios filosóficos y teológicos.

Para completar la formación humanística de los seminaristas, también un grupos de laicos imparten clases de lenguas -española, griego, inglés- y también música. A ellos también un agradecimiento por esta labor importante.

Que todos en la Diócesis tengamos como algo nuestro el Seminario y que sepamos colaborar con generosidad con él. Para ello el Seminario dispone de una cuenta corriente en la que podéis dar vuestros donativos, y son también bienvenidas otras ayudas que consideréis oportunas.

Y, por supuesto, el arma más importante es la oración; pedid por el seminario, por nuestros seminaristas y por los sacerdotes que colaboran en su formación. Que ninguna comunidad se sienta ajena al Seminario diocesano.

El próximo día 15 de diciembre en la Catedral de Tarazona, dos de ellos, Ion y José Carlos, darán un paso importante en su vocación recibiendo el diaconado, pedid por ellos y si podéis uniros a la celebración que es importante para toda la diócesis. Os esperamos.

Con todo afecto os bendigo.

LA IGLESIA CONTRIBUYE A CREAR UNA SOCIEDAD MEJOR Día de la Iglesia Diocesana

18 noviembre 2012

Queridos hermanos y amigos: En estos tiempos de crisis, en los que parece que todo se tambalea, que nos vemos azotados

por los sentimientos de impotencia, de negativismo, de desesperanza, la Iglesia tiene una ocasión privilegiada para desarrollar su esencia: ser caridad.

La Iglesia, siguiendo los pasos de Jesús de Nazaret, tiene una única preocupación que abarca todo su pensamiento, su voluntad y su corazón: el bien de la persona, en cualquier etapa de su vida, especialmente en los momentos más significativos: al nacer, la Iglesia se abre acogiendo al nuevo ser en la familia de Dios; cuando el niño empieza a tener uso de razón, el sacramento de la Eucaristía inicia al niño en su camino personal de escuchar la Palabra y de compartir el Cuerpo y la Sangre de Cristo; cuando es momento de tomar decisiones propias, el Espíritu se hace presente en el joven con más fuerza mediante el sacramento de la Confirmación. Una de las decisiones más importantes de la vida, el matrimonio, es celebrado como sacramento que ratifica que Dios está presente en el amor humano de los cónyuges, y al final de la vida, ante la espera de la muerte, el sacramento de la unción fortalece e ilumina este momento que con frecuencia se torna oscuro y sin sentido. La Iglesia es compañera de camino y todo lo que sucede a la persona es preocupación nuestra.

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Por eso, y también escuchando la palabra del Maestro, los preferidos de la Iglesia son los más necesitados, las personas que, por razones físicas, espirituales, materiales o de cualquier índole, necesitan una palabra, un gesto de aliento, o ayuda material a sus necesidades inmediatas.

Como decía el cardenal Bertone al recibir el IV Premio Internacional Conde de Barcelona: "Tenemos necesidad de un compromiso universal a favor de los más desheredados del planeta, de los más pobres, de las personas que buscan, a menudo en vano, aquello que necesitan para poder vivir ellos y sus familias". Esta es la opción de la Iglesia, y se manifiesta en tantos cristianos, sacerdotes, religiosos y laicos que dejan su vida en el intento de hacer de esta tierra un lugar más digno para que todos puedan vivir: misioneros, personas comprometidas por la justicia y la solidaridad en el ámbito donde viven, desde la educación, el compromiso social, político, cultural y medioambiental.

Esta llamada del Señor, nos hace a todos los cristianos sabernos enviados y ponernos en camino. Para ello, la Iglesia debe organizar espacios y facilitar las posibilidades a través de instituciones como la parroquia, la escuela, la universidad, Cáritas y otro tipo de organizaciones que promuevan el ejercicio de la caridad, de la acogida, de la justicia y de la compasión.

El Día de la Iglesia Diocesana, que este año se celebra el domingo 18 de noviembre, con el lema "La Iglesia contribuye a crear una sociedad mejor", es una llamada para todos a colaborar, en la medida de nuestras posibilidades con esta sociedad con la que el Señor se comprometió y que todos soñamos. Él nos capacita para llevarla adelante. Escuchemos su palabra que transforma nuestros corazones y nos dispone al bien común. Si vivimos el verdadero sentido de la Iglesia católica y de comunión, se despertará en nosotros espontáneamente esa necesidad de compartir nuestra vida y nuestros bienes con los que lo necesitan más que nosotros.

Por eso, os pido con esta campaña: ayudad a vuestra parroquia, ganamos todos. ¡Contamos con tu generosidad!

Con todo afecto os bendigo.

JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO 25 noviembre 2012

Queridos hermanos y amigos: En este último domingo del año litúrgico se nos presenta la figura de Jesucristo como rey del

universo. Esta solemnidad quiere ser como una síntesis de todo lo que hemos celebrado en el año litúrgico. Jesucristo es el centro de nuestras vidas, a quien la Iglesia anuncia como su Señor y su Rey, portador de vida y salvación para todo el que cree en Él.

El evangelio que hoy escuchamos (Juan 18, 33-37) nos lo presenta en el momento de su pasión. Ante Pilato Jesús proclama: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad”.

Curiosamente, en lo que es un momento de fracaso, la pasión, Jesús se proclama solemnemente como Rey y Señor. Subraya, pues, que en su Pasión y su Cruz va a presentarse como Rey para la salvación del mundo. El pecado y la muerte van en Él a ser vencidos para siempre y, de esta forma, va a hacer partícipes de su realeza a todos los que crean en Él que es la verdad.

Quien se encuentra con Él está llamado a participar de su victoria y, por lo tanto, de su realeza. Así lo dice el mismo Jesús en otro texto del evangelio de Lucas (17, 20): “El Reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o allí; porque mirad el Reino de Dios está dentro de vosotros”.

Nuestra misión como cristianos es, pues, encontrar este Reino y hacer que sea una realidad viva en cada uno de nosotros. Busquémoslo en la sencillez de nuestras vidas y en la verdad que Jesucristo nos presenta. Y, una vez encontrado este Reino, procuremos vivirlo junto a otros que comparten nuestro camino en la Iglesia, y transmitamos con nuestra vida, con nuestra palabras y actitudes, aquello que, como un tesoro, hemos encontrado.

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Y nuestro anuncio es sobre todo que Dios es amor (1Jn 4,8.16). Nos ha creado por amor y para el amor. Por el inmenso amor que le tiene a su criatura humana, no quiere que nadie se pierda, y tanto lo quiere que Él mismo se ha hecho uno como nosotros, Él mismo asumió nuestra naturaleza humana para cargar sobre sí nuestro pecado y para reconciliarnos... ¡en la Cruz! Dios ha hecho todo, hasta lo impensable, para que su criatura humana tenga vida, la tenga en abundancia y la tenga para toda la eternidad.

Y este anuncio lo debemos hacer aunque pensemos que a muchos no les interesa o incluso lo rechazan. Así aunque algunos vivan en la exclusión de Dios de su propia vida para seguir su propio camino lejos de Dios, sin Dios, y muchas veces contra Dios. Nosotros desde la fe sabemos que a pesar de este rechazo, Dios los sigue amando totalmente. Cristo en la Cruz perdona, reconcilia y toca y toca, sin cansarse, a la puerta del corazón de todo hombre invitándolo a abrirle.

El prefacio de la Misa de esta solemnidad nos presenta lo que ha de ser nuestro objetivo evangelizador, especialmente en este Año de la Fe, llevar a toda la humanidad al conocimiento del Reino que Jesucristo ya ha comenzado: “El reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz“.

Que a Él, a Jesucristo nuestro Rey, sea dado la gloria y el poder! Con todo afecto os bendigo.

ADVIENTO: DESCUBRIR A JESÚS QUE CAMINA CON NOSOTROS

2 diciembre 2012

Queridos hermanos y amigos: Con este primer domingo de adviento iniciamos un nuevo año litúrgico y un nuevo ciclo de

lecturas dominicales, el llamado Ciclo C. La Iglesia, en su pedagogía de la Palabra de Dios, quiere que en el arco de tres años, de tres ciclos, dediquemos los domingos a profundizar los evangelios, a conocer a Jesús, conocer su doctrina y su mensaje. Este año corresponde el evangelio según san Lucas. Y en este primer domingo de adviento la Iglesia nos pide meditar un texto del profeta Jeremías, el Salmo 24, un fragmento de la primera carta a los Tesalonicenses y parte del capítulo 21 del evangelio según san Lucas. El mensaje central está contenido en la primera lectura y el evangelio: llegan los días de la liberación, cuando el Señor cumplirá sus promesas.

Al comenzar este tiempo de Adviento nos debemos preguntar cómo podemos vivir este tiempo de espera. La segunda lectura, de la primera carta del apóstol Pablo a los Tesalonicenses, nos responde con las palabras que dirige a los tesalonicenses: que procedamos conforme a lo que nos ha enseñado, a lo que hemos aprendido de él y que sigamos las instrucciones que nos ha dado en nombre del Señor Jesús.

Lo fundamental de esta enseñanza a la que hace referencia la encontramos en las primeras líneas del fragmento de carta que escuchamos: que el Señor nos colme y nos haga rebosar de amor mutuo y de amor con todos. El amor es nuestra máxima ley, nuestro máximo mandamiento, como lo dijo una vez Jesús, el primer mandamiento es amar a Dios con todo el ser, con toda el alma, con todo el espíritu, y el segundo es amar al prójimo. No hay mayor observancia de la ley de Dios, no hay otros caminos, sólo el amor a Dios y a los hermanos es el que nos traerá la salvación y la liberación.

En las lecturas de la Misa dominical, todos los verbos están en futuro. En la primera lectura escuchamos estas palabras de Jeremías: “Mirad que llegan días –oráculo del Señor- en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella hora, suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra”.

A esta espera, realizada con la venida del Mesías, el pasaje evangélico le da un horizonte o contenido nuevo, que es el retorno glorioso de Cristo al final de los tiempos. Verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.

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Se trata de un mensaje de consuelo y de esperanza. Nos dicen que no estamos caminando hacia un vacío y un silencio eternos, sino hacia un encuentro, el encuentro con aquél que nos ha creado y que nos ama más que un padre y una madre.

La espera del cristiano está llena de confianza, pues aquel a quien esperamos camina ya junto a nosotros , Jesús está presente en medio de nosotros en la Eucaristía, en la Palabra, en los pobres, en la Iglesia... pero especialmente, por gracia, vive en nuestros corazones y el creyente lo puede experimentar.

Una labor de cada cristiano en este Adviento podría ser la búsqueda interior de este Jesús que habita en nuestros corazones y que nos acompaña todos los días de nuestra vida. Esta actitud de búsqueda nos ayudará a tener unas nuevas actitudes de vida y a que no se embote nuestra mente como nos dice el Evangelio. Nuestra espera no es algo pasivo y vacío ni tampoco dejar pasar el tiempo. Estar en pie y despiertos, como nos dice el Evangelio, deben ser nuestras actitudes para este tiempo y para toda nuestra vida.

Os invito a todos a que iniciemos este tiempo de gracia que es el adviento con alegría y serenidad. Que reflexionemos sobre nuestra vida, sobre nuestro amor por Dios y por los hermanos, y os invito a que aprovechemos este tiempo para acercarnos al sacramento de la reconciliación, donde Jesús nos espera y con cariño y paciencia nos escuchará para con todo su amor perdonarnos y darnos la gracia, y así descubrirlo presente en nuestro corazón.

Con todo afecto os bendigo.

ADVIENTO: UNA NUEVA OPORTUNIDAD PARA CAMBIAR NUESTRAS VIDAS 9 diciembre 2012

Queridos hermanos y amigos: En este segundo domingo de Adviento la liturgia nos presenta la figura de San Juan el Bautista. El

Evangelio de hoy (Lucas 3, 1-6) nos dice de él que es el anunciado por el profeta Isaías como “la voz que grita en el desierto: Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos”.

San Juan el Bautista es uno de los personajes del Nuevo Testamento que guarda mayor vinculación con el Antiguo Testamento. Su figura ha sido enmarcada a lo largo de la historia como el puente que une las dos tradiciones, el nexo de unión entre el Antiguo Testamento y los primeros escritos de la tradición cristiana. Su personalidad esconde un marcado carácter profético como ya lo reflejaron los primeros padres de la Iglesia situándolo como el último profeta del Antiguo Testamento y el portavoz de la llegada del Salvador. A través de su figura tiene lugar el bautismo de Jesús en el río Jordán, lo que le convierte en una de las figuras clave en el comienzo de la vida pública de Jesús.

Su mensaje tenía como centro el anuncio de la plenitud del tiempo y la llegada del Mesías proclamado y esperado por sus predecesores los profetas. Él mismo se presentase ante los demás como la voz que clama en el desierto y como el precursor del Señor que prepara el terreno para su venida siguiendo la tradición profética de Isaías (Is 40, 3).

La invitación a preparar el camino es una llamada a la conversión. Esta expresión encuentra su correspondencia en la palabra griega metánoia, que significa un cambio de mentalidad que posteriormente nos moverá a un cambio de actitudes y, por lo tanto, de vida. El Bautista invita así a un cambio interior, a disponer las mentes y los corazones para recibir adecuadamente al Mesías que está próximo a llegar. Por “camino” se entiende metafóricamente la conducta del ser humano, sus opciones éticas. Los senderos que deben ser allanados son los caminos de la propia vida moral.

San Agustín, ante estas palabras del Bautista, se pregunta: ¿Qué significa: Preparad el camino? y él mismo nos responde: Rogar insistentemente; y añade que además significa ser humildes en nuestros pensamientos, imitando el ejemplo de humildad del Bautista.

Nuestra tarea en este tiempo de Adviento es la conversión y renovación personales, avanzando por los caminos que Dios señala delante de nosotros. Para acoger al Señor es necesario enderezar las sendas torcidas y allanar los caminos. La buena obra de nuestra reconciliación, iniciada por Dios en cada uno de nosotros, no debe detenerse ni descuidarse ningún día. Debe avanzar y progresar hasta que alcancemos la plena madurez

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de Cristo, de tal modo que cada cual pueda repetir con el Apóstol: "vivo yo, más no yo, sino que es Cristo quien vive en mí "(Gál 2,20).

Quiero terminar esta carta haciendo una referencia a la próxima ordenación diaconal de dos seminaristas de nuestra diócesis, Ion y José Carlos. Ya en una carta anterior os anunciaba que el próximo sábado día 15 de diciembre los ordenaré en la Catedral de Tarazona. En primer lugar debemos elevar todos nuestra acción de gracias al Señor por este don que recibimos, así como por el enriquecimiento que supone para nuestra diócesis contar con estos dos diáconos que, si Dios quiere, serán ordenados sacerdotes, podemos decir con el Salmo: "El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres".

Pero, a la vez, esta ordenación es también una llamada a elevar nuestra oración al Señor por Ion y José Carlos para que el Señor les ayude y sostenga siempre en su vocación y consagración al Señor. No me cansaré nunca de insistir en que todos debemos sentirnos responsables de nuestro Seminario, no es algo ajeno a nadie, en nuestra oración debe tener un lugar privilegiado y, sin cansarnos jamás, debemos pedirle al Señor que nos siga bendiciendo con nuevas vocaciones.

A todos los que podáis os espero el día 15 a las 11 de la mañana en la Catedral de Tarazona, somos miembros de una misma familia, nuestra iglesia diocesana, y esta ordenación es motivo de alegría para todos; acompañad y arropad a estos dos nuevos diáconos con vuestra presencia y oración.

Con todo afecto os bendigo.

ALÉGRATE Y GÓZATE DE TODO CORAZÓN 16 diciembre 2012

Queridos hermanos y amigos: La liturgia de este tercer domingo de Adviento nos invita a la alegría. Por la antífona de

entrada de la Misa, llamamos a este domingo “gaudete” o sea, gozaos, alegraos. Tanto la primera lectura (Sofonías 3, 14-18) como la epístola (Filipenses 4, 4-7) nos insisten en el regocijo y la alegría en el Señor.

En estos tiempos de crisis y dificultades en los que vive nuestra sociedad quizás podemos pensar que nuestros motivos de alegría son pocos y que lo único que podemos esperar es un tiempo de pesimismo y oscuridad. Ciertamente que la situación de muchas personas y familias es en estos momentos angustiosa pero, quizás la crisis, nos debe ayudar a vivir de otra manera y a intentar crear una sociedad nueva que se fundamente en unos principios que vayan más allá de lo meramente económico.

San Juan Bautista en el Evangelio que hoy escuchamos (Lucas 3, 10-18) nos da algunas pautas que también nos pueden servir hoy para vencer las dificultades de una sociedad egoísta que con su afán de riquezas ha hecho la vida difícil para no pocos hermanos nuestros: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene y el que tenga comida haga lo mismo”. Compartir, incluso desde la pobreza, ha hecho siempre el milagro de superar muchas dificultades y problemas. Que nadie piense que puede aportar poco o que bastante preocupación tiene ya con solucionar sus problemas; sólo la generosidad y la apertura a los demás hará vislumbrar la luz del túnel en el que podemos vivir.

Junto a la generosidad, San Juan Bautista, invita a no colaborar con ninguna estructura injusta o inhumana: “no exijáis más de lo establecido… no hagáis extorsión, no os aprovechéis de nadie”. El abandono de toda actitud injusta y, por lo tanto, pecadora, abrirá nuestros corazones a quien viene para darnos su fuerza que es el Espíritu Santo, Jesucristo.

Uno de los dones del Espíritu Santo es la paz, cuando ajustamos nuestra vida a lo que nos pide el Evangelio, nuestra vida y las relaciones con los demás se convierten en verdadera paz, una paz que nadie nos puede arrebatar y que, a la vez, se dilata y expande a nuestra sociedad.

Los pequeños gestos que en estos días podamos hacer a favor de los demás, Dios los multiplicará y generosamente nos lo recompensará.

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Para manifestar esta alegría, hoy los sacerdotes emplean una casulla de color rosáceo. El rosa es el color del amanecer; cuando la noche va desapareciendo y el Sol se va alzando y venciendo la noche y la oscuridad observamos en el horizonte un color rosa que lo envuelve todo. Así es también lo que nos invita a vivir las lecturas de este domingo: nuestras vidas transformadas por la generosidad son un anuncio de la luz que viene, son una llamada a la esperanza frente al pesimismo y el desfallecimiento.

Que lo que nos queda de este tiempo de Adviento lo sepamos aprovechar para crecer en las actitudes que nos propone este tercer domingo.

Con todo afecto os bendigo.

¡FELIZ NAVIDAD! 23 diciembre 2012

Queridos hermanos y amigos: En este último domingo de Adviento, en las vísperas de la celebración de la Natividad de

Nuestro Señor Jesucristo, quiero comenzar esta carta deseando a todos una feliz Navidad. Quisiera llegar a cada uno de vosotros para desearos que lo que celebramos en estos días se realice y actualice en vuestras vidas.

Celebramos en estos días que Dios no se ha desentendido de la suerte de la humanidad, ha querido venir hasta nosotros en la humildad y la sencillez; hecho hombre se hace compañero de nuestro camino y quiere vivir con nosotros.

La humildad es la característica de la manifestación de Cristo, a veces difícil de entender para nosotros por ello decía S. Agustín: “Es la misma humildad la que da en rostro a los paganos. Por eso nos insultan y dicen: ¿Qué Dios es ése que adoráis vosotros, un Dios que ha nacido? ¿Qué Dios adoráis vosotros, un Dios que ha sido crucificado? La humildad de Cristo desagrada a los soberbios; pero si a ti, cristiano, te agrada, imítala; si le imitas, no trabajarás, porque Él dijo: Venid a mí todos los que estáis cargados”. (Enarrat. in ps. 93,15: PL 37,1204).

La doctrina de la humildad es la gran lección del misterio de Belén, así nos dice nuevamente S. Agustín: “Considera, hombre, lo que Dios se hizo por ti; reconoce la doctrina de tan grande humildad aun en un niño que no habla” (Sermo 188, 3: PL 38,1004).

En estos días somos invitados a entrar en relación con Cristo encarnado, cuyo cuerpo glorioso después de su resurrección está ahora realmente presente en la celebración eucarística, no limitado al tiempo y al espacio. La presencia eucarística, tan esencial en la vida de la Iglesia, no puede entenderse sin esta presencia del cuerpo glorioso de Cristo resucitado. Por lo tanto, es al nivel mismo de nuestra humanidad -que tenemos el honor de ver así divinizada- donde se sitúa la Encarnación y por eso no puede dejar de interesarnos.

La Navidad cristiana debe ser una escuela de humanidad que nos enseñe los valores del amor y del compartir. Cristo nos lo enseña cuando recordamos su nacimiento y lo contemplamos con los ojos de la fe.

Por ello, quiero en este domingo invitaros a que todos, en la medida de nuestras posibilidades, colaboremos generosamente con aquellos que más lo necesitan y piden nuestra ayuda. Cáritas nos ofrece la posibilidad de colaborar con ellos en estos días, por ello no podemos hacer oídos sordos a esta llamada, ni cerrar nuestro corazón a los que tanto necesitan.

Todos conocemos familias y personas que sufren las graves consecuencias de la crisis actual. No es algo que sabemos únicamente por los medios de comunicación, como puede suceder con el hambre en África u otras realidades de miseria en países lejanos.

Por ello creo que es necesario que todos los cristianos, unidos a los hombres de buena voluntad, construyamos una cadena de solidaridad y amor. La humilde ayuda de cada uno de nosotros puede crear una cultura nueva, la cultura del amor y de una nueva humanidad.

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He invitado a los sacerdotes de la diócesis en los retiros que hemos tenido con motivo del Adviento a que, si lo consideran oportuno, entreguen a Cáritas Diocesana su paga extraordinaria de Navidad, totalmente o en parte. Esta misma invitación transmito a todos aquellos que queráis colaborar en estos días.

Os deseo a todos una feliz Navidad, especialmente a aquellos que estén en mayores dificultades. Contad todos con mi humilde oración en la próxima Navidad ante el Niño Dios.

Con todo afecto os bendigo.

LA FAMILIA Y LA PAZ 30 diciembre 2012

Queridos hermanos y amigos: En este último domingo del año 2012 quisiera reflexionar con vosotros de dos temas de suma

importancia y que en estos días de Navidad son de una gran actualidad. Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia y el martes próximo comenzaremos un año

nuevo con la Jornada Mundial de la Paz que este año llega a su edición cuarenta seis desde que el papa Pablo VI la instituyera. Desde entonces todos los Papas han dirigido al pueblo de Dios un mensaje con motivo de esta jornada.

Este año nuestro Santa Padre el papa Benedicto XVI, nuevamente, nos dirige su mensaje que queremos reflexionar junto a los hombres de buena voluntad que buscan la paz y bien común de nuestra sociedad.

Al comenzar un año nuevo nos dice el Papa que: “Cada nuevo año trae consigo la esperanza de un mundo mejor. En esta perspectiva, pido a Dios, Padre de la humanidad, que nos conceda la concordia y la paz, para que se puedan cumplir las aspiraciones de una vida próspera y feliz para todos” . Pero, como nos dice también Benedicto XVI, a la vez: “Causan alarma los focos de tensión y contraposición provocados por la creciente desigualdad entre ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad egoísta e individualista, que se expresa también en un capitalismo financiero no regulado. Aparte de las diversas formas de terrorismo y delincuencia internacional, representan un peligro para la paz los fundamentalismos y fanatismos que distorsionan la verdadera naturaleza de la religión, llamada a favorecer la comunión y la reconciliación entre los hombres”.

Todos debemos sentir el deseo de trabajar por la paz y para lograrlo debemos, como cristianos, cuidar nuestra dimensión trascendente como nos dice el Papa: “Para llegar a ser un auténtico trabajador por la paz, es indispensable cuidar la dimensión trascendente y el diálogo constante con Dios, Padre misericordioso, mediante el cual se implora la redención que su Hijo Unigénito nos ha conquistado. Así podrá el hombre vencer ese germen de oscuridad y de negación de la paz que es el pecado en todas sus formas: el egoísmo y la violencia, la codicia y el deseo de poder y dominación, la intolerancia, el odio y las estructuras injustas”.

Para el cristiano debe ser algo que no solamente soñamos o anhelamos, por ello el Papa nos insiste en su mensaje: “La paz no es un sueño, no es una utopía: la paz es posible. Nuestros ojos deben ver con mayor profundidad, bajo la superficie de las apariencias y las manifestaciones, para descubrir una realidad positiva que existe en nuestros corazones, porque todo hombre ha sido creado a imagen de Dios y llamado a crecer, contribuyendo a la construcción de un mundo nuevo. En efecto, Dios mismo, mediante la encarnación del Hijo, y la redención que él llevó a cabo, ha entrado en la historia, haciendo surgir una nueva creación y una alianza nueva entre Dios y el hombre (cf. Jr 31,31-34), y dándonos la posibilidad de tener “un corazón nuevo » y « un espíritu nuevo” (cf. Ez 36,26)”.

En este trabajo a favor de la paz, la familia tiene una importancia especial y, por ello, el Papa ha querido dedicar una parte de su mensaje para esta Jornada a la importancia de la familia, y que en este domingo adquiere una gran actualidad y por ello quiero destacar estas palabras del Benedicto XVI: “Deseo reiterar con fuerza que todos los que trabajan por la paz están llamados a cultivar la

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pasión por el bien común de la familia y la justicia social, así como el compromiso por una educación social idónea.

Ninguno puede ignorar o minimizar el papel decisivo de la familia, célula base de la sociedad desde el punto de vista demográfico, ético, pedagógico, económico y político. Ésta tiene como vocación natural promover la vida: acompaña a las personas en su crecimiento y las anima a potenciarse mutuamente mediante el cuidado recíproco. En concreto, la familia cristiana lleva consigo el germen del proyecto de educación de las personas según la medida del amor divino. La familia es uno de los sujetos sociales indispensables en la realización de una cultura de la paz. Es necesario tutelar el derecho de los padres y su papel primario en la educación de los hijos, en primer lugar en el ámbito moral y religioso. En la familia nacen y crecen los que trabajan por la paz, los futuros promotores de una cultura de la vida y del amor”.

Con un deseo de paz para todos en el ya cercano año nuevo, os bendigo con afecto.

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2013

LA MISIÓN DE COCHABAMBA 6 de enero de 2013

Queridos hermanos y amigos:

El año pasado os escribía mi primera carta sobre nuestra misión de Cochabamba. Llevaba muy poco tiempo en la Diócesis y todavía no había tenido la oportunidad de conocer personalmente aquella hermosa realidad. Por eso, todo lo que os podía decir era sólo de "oídas".

Este año las cosas han cambiado. Como sabéis, en el mes de Junio, el Señor me concedió la gracia de conocer personalmente la misión y quedé impresionado de la labor que está realizando nuestra diócesis en nuestra querida misión de Cochabamba. Por eso este año ya no hablo lo "oídas" sino de lo que yo " he visto con mis propios ojos".

He pisado con emoción las calles de la Parroquia Santa Mónica: Barrio Petrolero, Tic-ti, Santa Ana, Profesional...y, sobre todo, he visto rostros, muchos rostros que se han quedado muy grabados en mi retina. Rostros de niños contentos y felices en nuestras guarderías; rostros de muchos jóvenes alegres en nuestros colegios. Los he visto danzar con sus bailes típicos, llenos de belleza, colorido y vitalidad. También he visto rostros surcados por el sufrimiento y envejecidos prematuramente por la escasez de recursos humanos. Y enfermos que mueren por no poder pagar las medicinas. Todo lo he visto y todo lo he amado.

Pero, sobre todo, me he fijado, con mirada contemplativa y llena de admiración, en la gran generosidad de nuestros misioneros. Nuestro gran Lorenzo regresa ya definitivamente a España después de ocho años de servicio gozoso, exhaustivo, incondicional.

Jesús, con espíritu juvenil y abnegado, se queda todavía acompañando en todo a los nuevos misioneros y trabajando, de modo especial y admirable, como profesor en la Universidad Católica y como guía espiritual, siguiendo personalmente, con exquisita delicadeza y finura, a muchos seminaristas.

Los nuevos misioneros que acaban de llegar, han sido para mí y para muchos sacerdotes y seglares, una bonita sorpresa. No es normal que un sacerdote, a sus setenta años, quiera iniciar una aventura de ese tipo. Y la quiera realizar, con alegría, con elegancia, con tesón, y con una firme determinación de fijar los ojos en la misión, sin echar la vista atrás.

Y queda Nelly, esa mujer navarra, fuerte y valiente, que acababa de perder a su querido esposo y, lejos de refugiarse en un duelo nostálgico y paralizante, lo ha convertido en energía positiva y fecunda. Ella, llena del espíritu de Francisco Javier, ha dicho a sus sorprendidos amigos y conocidos: “yo no me voy a Cochabamba sola. José-Mari, mi esposo, se viene también conmigo”.

Y al mirar a nuestros misioneros, no puedo menos que fijarme también en la espléndida labor de los hermanos maristas en nuestros colegios y la dedicación total, cercana y maternal de nuestras hermanas de la Caridad de Santa Ana, atendiendo las guarderías, comedores y casa de acogida.

Esta maravillosa historia, no es sólo mía, ni de los misioneros, es también de toda la Diócesis. Cochabamba evoca, convoca, sugiere y nos provoca a una generosidad siempre nueva. Es verdad que las cosas no andan bien por España en estos momentos; pero vuestro corazón es más grande que vuestros bolsillos. Lo habéis demostrado con creces. Y quiero agradecer, de un modo especial, a todos los que estáis apuntados en el proyecto de "Pon un niño en tu mesa". Gracias a vuestra preciosa colaboración, seguimos alimentando a más de 800 niños cada día. Es el mejor regalo de reyes que podéis hacerles.

Un abrazo muy grande, mi más profundo agradecimiento y el deseo de un Año Nuevo lleno de paz y felicidad.

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HIJOS EN EL HIJO 13 de enero de 2013

Queridos hermanos y amigos: En el Evangelio de este domingo (Lucas 3, 15-16. 21-22) se nos invita a poner nuestros ojos

en quien la voz del cielo proclama solemnemente: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”. Desde este momento Jesús iniciará su obra, anunciando, llamando a otros, realizando milagros y señales.

En Jesús vemos hoy el personaje anunciado en la primera lectura del día (Isaías 40, 1-5.9-11): aquel que viene con poder y como el pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres .

En esta última fiesta del ciclo de Navidad y Epifanía volvemos, pues, a contemplar el amor de Dios que se ha manifestado con toda la fuerza en Jesucristo. Ha asumido nuestra carne para salvarnos, ha querido vivir entre nosotros, participar del trabajo humano y en un momento de gran humildad comienza su misión poniéndose entre los pecadores para recibir de Juan el bautismo.

Nuevamente, como en la solemnidad de la Navidad, decimos asombrados con San Pablo en su carta a Tito (Tito 2, 11-14; 3, 4-7): “Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres… ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres”.

Por el Bautismo nosotros también nos hemos unido a Cristo. Este día nos evoca nuestro propio bautismo y la profesión de fe que hicieron en nuestro nombre y que debemos corroborar con nuestra adhesión consciente y viva al Dios Creador, al Espíritu santificador y al Hijo amado de Dios, Jesucristo. En esta Año de la Fe se hace más urgente para nosotros renovar cada día aquella gracia que recibimos y que nos hizo hijos de Dios en su Hijo Único.

Nuestro Bautismo no fue un mero “acto social”. Un día fuimos bautizados y aquello marcó un antes y un después que, a lo largo de nuestra vida, debemos ir comprendiendo con mayor profundidad; por el don del agua y el Espíritu Santo fuimos sumergidos en la muerte de Cristo para nacer con Él a la vida nueva, a la vida de Cristo, a la vida de la gracia. Por el Bautismo llegamos a ser una nueva criatura (2 Cor 5,16), revestido de Cristo (Gal 3,27). Por eso como nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: “Mediante el Bautismo, nos hemos convertido en un mismo ser con Cristo” (2565).

El Bautismo nos debe hacer partícipes de la misión de Cristo, como nos dice el Catecismo: “Hecho miembro de la Iglesia, el bautizado ya no se pertenece a sí mismo, sino al que murió y resucitó por nosotros. Por tanto, está llamado a someterse a los demás, a servirles en la comunión de la Iglesia” (1269)

Asimismo, nuestras palabras y actitudes deben ser un testimonio vivo y evangelizador de aquellos que están a nuestro lado y comparten el camino de nuestras vidas: “Los bautizados por su nuevo nacimiento como hijos de Dios están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia y de participar en la actividad apostólica y misionera del Pueblo de Dios” (Catecismo 1270).

Que en este Año de la Fe todos sepamos renovar de esta forma el Bautismo que recibimos y sepamos vivir siempre como hijos de Dios, como testigos de su presencia en el mundo.

Con todo afecto os bendigo.

POR MEDIACIÓN DE MARÍA 20 de enero de 2013

Queridos hermanos y amigos: La lectura del evangelio de este domingo es como una prolongación de las dos fiestas que

últimamente hemos celebrado. El Evangelio de este domingo cierra lo que podíamos llamar el tríptico de la Epifanía del Señor formado por la adoración de los Magos (Mateo 2, 1-12), el Bautismo de Jesús en el

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Jordán (Lucas 3, 15-16.21-22) y, finalmente, el texto de este domingo, el milagro de las bodas de Caná de Galilea (Juan 2, 1-11).

Los tres textos nos presentan lo que ha de ser la misión de Jesús en este mundo: el anuncio del Evangelio, la Buena Noticia, que trae la salvación y la vida. Así, Cristo en la adoración de los Magos se presenta como la luz que ilumina las tinieblas y que llena de inmensa alegría a quien lo encuentra. En el Bautismo del Jordán como el Hijo de Dios en quien nosotros podemos ser hijos de Dios y finalmente en las bodas de Caná de Galilea en las que Jesús al transformar el agua en vino va a comenzar sus signos, manifiesta su gloria y hace que crezca la fe de sus discípulos en él.

En las bodas de Caná aparece la figura de la Virgen María y por su mediación se realiza el milagro. Nos dice el Catecismo (1613): “En el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo —a petición de su Madre— con ocasión de un banquete de boda. La Iglesia concede una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo”.

El comienzo de la vida pública de Jesús es impulsado por la Virgen María, sus palabras serán como algo que va a señalar su misión, ya no sólo en la vida terrena del Señor, sino también en la vida de la Iglesia: “Haced lo que él os diga”. Palabras que siempre deben resonar en nuestros oídos y tenerlas presentes todos los días de nuestra peregrinación en este mundo. Cuando hacemos aquello que Jesús nos dice y seguimos el Evangelio, nuestra vida se va transformando en vino nuevo que llena de alegría el corazón del hombre.

Nosotros contamos también ahora con la mediación de María que viene a animar nuestra vida en la fe: “…por medio de María, el Espíritu Santo comienza a poner en Comunión con Cristo a los hombres «objeto del amor benevolente de Dios», y los humildes son siempre los primeros en recibirle: los pastores, los magos, Simeón y Ana, los esposos de Caná y los primeros discípulos” (Catecismo 725).

Queremos pues, al comenzar este año nuevo, contar con la ayuda de María para que ella anime nuestra vida en la fe. Con nosotros ora la Virgen Santísima, la Iglesia nunca ha dejado de ser consciente de esta mediación celestial: “La oración de María se nos revela en la aurora de la plenitud de los tiempos. Antes de la encarnación del Hijo de Dios y antes de la efusión del Espíritu Santo, su oración coopera de manera única con el designio amoroso del Padre: en la anunciación, para la concepción de Cristo; en Pentecostés para la formación de la Iglesia, Cuerpo de Cristo. En la fe de su humilde esclava, el don de Dios encuentra la acogida que esperaba desde el comienzo de los tiempos. La que el Omnipotente ha hecho «llena de gracia» responde con la ofrenda de todo su ser: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». Fiat, ésta es la oración cristiana: ser todo de Él, ya que Él es todo nuestro” (Catecismo 2617).

Este domingo el Evangelio nos asegura esta continua intercesión de María, la Virgen; por ello podemos decir con el Catecismo (2618): “El Evangelio nos revela cómo María ora e intercede en la fe: en Caná, la madre de Jesús ruega a su hijo por las necesidades de un banquete de bodas, signo de otro banquete, el de las bodas del Cordero que da su Cuerpo y su Sangre a petición de la Iglesia, su Esposa. Y en la hora de la nueva Alianza, al pie de la Cruz, María es escuchada como la Mujer, la nueva Eva, la verdadera madre de los que viven”.

En sus manos de Madre ponemos hoy nuestra fe y la vida de nuestra Diócesis. Con todo afecto y cariño, os bendigo.

JORNADA DE LA INFANCIA MISIONERA 2013

27 de enero de 2013

Queridos hermanos y amigos: En este domingo 27 de enero celebramos la Jornada de la Infancia Misionera que quiere

suscitar en los niños el deseo de compartir su fe con otros niños que están en países lejanos y se les invita a hacerlo mediante la oración y la ayuda económica.

Así desde pequeños podrán entender que el cristiano siempre es misionero y que serlo es además un motivo de alegría; la alegría de ser “misioneros” de Jesús. Por otra parte de esta forma los

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niños aprenden a colaborar con otros niños y consiguen ayudar a aquellos que más lo necesiten en cualquier parte del mundo.

Todos los que tenemos responsabilidad en la formación de los más pequeños, debemos preocuparnos para que el sentido misionero esté presente en ellos. La familia, los sacerdotes, los catequistas y profesores de religión, deben tener entre sus objetivos formativos que los niños descubran que también ellos son misioneros y que también están llamados a compartir con aquellos que más lo necesitan.

Los materiales que nos ofrece la Delegación de Misiones para celebrar esta Jornada son, sin duda, una gran ayuda para fomentar el sentido misionero de nuestros niños. Las catequesis para el día, los dibujos que les ayudan a pensar y las huchas que desde antes de Navidad han tenido en sus casas hasta la Misa de este domingo.

Quisiera detenerme en algunos puntos de lo que los niños pueden descubrir en una catequesis misionera y especialmente en este día.

Cuando los cristianos descubrimos que Dios es nuestro Padre podemos llamar hermanos a todos los que Dios llama hijos. Esto ayuda a valorar a todos los demás y especialmente les ayudará a conseguir una especial sensibilidad por los niños de los países pobres. Así se enseña a los niños a superar su natural tendencia egocéntrica, aumentada en muchos de nuestros ambientes por la educación permisiva de la familia. A su vez, este valor cristiano es una de las aspiraciones más nobles de los hombres y hoy más generalizada; el deseo de una fraternidad universal, que aparece en la actualidad como una exigencia para que nuestro mundo intercomunicado pueda realizar sus posibilidades.

Para ello los niños deben conocer a Jesús, Él debe ser su mejor amigo, descubrirlo como el que está siempre a nuestro lado y que se interesa por nosotros. Para que este encuentro sea verdadero se debe educar al niño en la oración, en la acción de gracias por todos los dones y cosas buenas que Él nos da. Nuestras parroquias y comunidades deben ser un lugar de oración también para los niños, que en la catequesis no sólo aprendan oraciones, por supuesto necesarias, sino también lo que es la oración personal que la sencillez de los niños seguramente sabe vivir mejor que nosotros los mayores.

Estos valores espirituales sembrados en el corazón de los niños no los alejará nunca de la sociedad y de sus problemas. Sembrar estos valores espirituales en ellos producirá frutos de nueva humanidad y de una sociedad mejor.

Valores humanos como el servicio, el saber compartir, descubrir que la persona humana es siempre lo más importante y lo que más vale; crecerán sólo si los sembramos con esperanza e ilusión en ellos.

Que también nosotros los mayores sepamos vivir esta Jornada de la Infancia Misionera junto a los más pequeños y que en este Año de la Fe nuestro sentido misionero crezca y sepamos dar testimonio también en nuestros ambientes de lo que es nuestra fe.

Con todo afecto os bendigo.

NUEVOS BEATOS EN NUESTRA DIÓCESIS 3 de febrero de 2013

Queridos hermanos y amigos: Como informaba nuestro semanario Iglesia en Tarazona en sus páginas centrales del pasado 20 de

enero, el Santo Padre reconocía el 20 de diciembre el martirio de 34 religiosos españoles que, Dios mediante, el próximo 27 de octubre serán beatificados en Tarragona.

Entre ellos se encuentran tres miembros de nuestra diócesis de Tarazona; dos de Aniñón, madre María Montserrat (en el siglo Josefa Pilar García Solanas) y su hermana Lucrecia y de Calatayud el postulante de los Padres Orionistas, Antonio Arrué Peiró.

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Nos debemos alegrar por el honor y ejemplo de santidad que supone para nuestra Diócesis contar con tres nuevos beatos, son un testimonio admirable de entrega a Jesucristo y su Iglesia, un ejemplo de perdón y caridad vivida hasta sus últimas consecuencias. En esta Año de la Fe tenemos la suerte de contar con un testimonio cercano de quienes habiendo vivido en nuestra diócesis supieron expresar su fe con todas sus consecuencias. Conviene que conozcamos sus testimonios de vida y que a ellos encomendemos los frutos de este Año de la Fe.

Las hermanas Josefa Pilar y Lucrecia García Solanas. Madre María de Montserrat (Josefa Pilar) nació en Aniñón, pueblo de la comarca de Calatayud, el 8

de marzo de 1872. A la edad de 27 años ingresa en al convento de Monjas Mínimas de Barcelona y profesa sus votos solemnes en noviembre de 1899. Fue martirizada a los 64 años de edad y 37 de vida religiosa.

Según el testimonio que de ella se da en su proceso de beatificación: Era una monja muy edificante que sobresalía en la humildad, muy puntual a todos los actos de la comunidad, caritativa con todos, y muy amante de la Virgen. Había sido superiora de la comunidad anteriormente y se adelantó deseando vivamente poner a salvo a sus hermanas, sin importarle para ello perder su vida. Junto a ella otras 8 compañeras pertenecientes a las monjas Mínimas del convento de Barcelona fueron martirizadas.

Las monjas Mínimas fueron fundadas por San Francisco de Paula que en 1435 inició la Orden de los Ermitaños de San Francisco de Asís o Frailes Mínimos. Este nombre de "mínimos" indica la vocación de humildad, teniéndose estos frailes como los más pequeños de todos los religiosos. Destaca el cuarto voto de vita cuadragesimalis: la Santa Regla impone abstinencia total y perpetua de carne y un modo de vida cuaresmal. Más tarde se unirá a este espíritu la rama femenina conocida también como Mínimas. La vida de las Monjas Mínimas es una vida sencilla, de trabajo, silencio y oración. Su espiritualidad de caridad, humildad y penitencia forja en ellas ese talante de sencillez y alegría que las caracteriza.

Junto a las hermanas Mínimas ofrecía también su vida Lucrecia (Aniñón 1866), hermana de Montserrat que había decido vivir en el convento de su hermana haciendo los servicios externos. Fueron martirizadas el 23 de julio de 1936.

Antonio Arrué Peiró Nació el 4 de abril de 1908 en Calatayud, con su padre compartió el trabajo de carpintero. En poco

tiempo pierde a sus padres y su única hermana. A los 23 años en 1931 conoce al sacerdote Orionista Ricardo Gil Barcelón que lo acoge en su casa de Valencia y con el que colabora en la atención a los más necesitados. Era un joven piadoso, serio, trabajador y de pocas palabras que tras su experiencia con el P. Ricardo entra como postulante en la Pequeña Obra de la Divina Providencia nombre oficial de los Orionistas.

La familia orionista fue fundada por S. Luis Orione, sacerdote italiano muerto en el año 1940. Fue un gran impulsor de la vida religiosa enfocada fundamentalmente a la caridad y a la contemplación. El 3 de agosto Antonio y su formador P. Ricardo fueron martirizados en Valencia.

Nos alegramos de este acontecimiento importante para nuestra Diócesis y pedimos que los venerables María Montserrat, Lucrecia y Antonio nos alienten y acompañen con su intercesión.

Con todo afecto os bendigo.

MANOS UNIDAS 2013: NO HAY JUSTICIA SIN IGUALDADACTUALIDAD 10 de febrero de 2013

Queridos hermanos y amigos: En este fin de semana la campaña de MANOS UNIDAS se hace presente en nuestras

parroquias y comunidades. Un fin de semana para la reflexión y la colaboración con esta institución que tanto bien realiza. Su lema en este campaña es: NO HAY JUSTICIA SIN IGUALDAD .

La búsqueda de la justicia en el plano social nos debe impulsar a conseguir que desaparezca gradualmente ese abismo intolerable que separa a quienes poseen excesivas riquezas, poco numerosos, de las grandes multitudes de pobres y de los que incluso viven en la miseria.

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Benedicto XVI nos decía en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del pasado día 1 de enero: Los focos de tensión y contraposición provocados por la creciente desigualdad entre ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad egoísta e individualista, que se expresa también en un capitalismo financiero no regulado.

Junto con este problema, sabemos que la justicia reclama igualdad de oportunidades y consideraciones entre hombre y mujer. Manos Unidas impulsa proyectos educativos y de capacitación profesional que refuerza la dignidad de las mujeres y su presencia en la sociedad. En su encíclica Pacem in terris , el beato Juan XXIII colocó el problema de la emancipación de la mujer en el contexto de las características del tiempo actual, “los signos de los tiempos”. Nos invitó a considerarlo como un problema que toca la dignidad humana.

El beato Juan Pablo II al hablar de la dignidad y el papel de la mujer consagrada, en la exhortación Vita Consecrata , dice: Es obligatorio reconocer igualmente que la nueva conciencia femenina ayuda también a los hombres a revisar sus esquemas mentales, la manera de autocomprenderse, de situarse en la historia e interpretarla y de organizar la vida social, política, económica, religiosa y eclesial (VC 57).

En realidad, éste es el objetivo de todos los esfuerzos de la Iglesia en favor de las mujeres: la promoción de su dignidad humana. La Iglesia proclama la dignidad personal de la mujer en cuanto mujer, una dignidad idéntica a la del hombre. La justicia exige que el hombre y la mujer sean considerados iguales en cuanto a naturaleza y dignidad. Esto constituye el primer paso a realizar para promover su plena participación tanto en la vida eclesial como en la social y pública. La igualdad de la mujer con el hombre debe seguir siendo reconocida, como señaló el beato Juan Pablo II en Mulieris dignitatem .

Esta igualdad no debe de ninguna manera oscurecer o ignorar la realidad de que el hombre y la mujer son diferentes. No es uno mejor que el otro, pero tampoco son idénticos. Su complementariedad es un bien preciso para la Iglesia y para la sociedad.

Esta complementariedad asume un rasgo imprescindible cuando se trata de la misión educadora, de la cultura, del mundo sanitario y sobre todo en el promover la defensa de la vida. En todos estos campos la intervención de mujeres preparadas puede dar una gran contribución de sabiduría y moderación, de valentía y entrega, de espiritualidad y fervor para el bien de la Iglesia y de la sociedad.

La mujer, en realidad, posee un genio propio, del que tanto la sociedad como la Iglesia tiene una necesidad vital. No se trata ciertamente de oposición sino de enriquecimiento de la diversidad y complementariedad.

La Iglesia ve en María la máxima expresión del genio femenino y encuentra en ella una fuente continua de inspiración.

Que esta campaña de Manos Unidas nos ayude en nuestra reflexión sobre este tema tan importante para la sociedad y abra la puerta de nuestra generosidad.

Con todo afecto, os bendigo.

CUARESMA: CARIDAD Y EVANGELIZACIÓN 17 de febrero de 2013

Queridos hermanos y amigos: El pasado miércoles comenzábamos el tiempo de Cuaresma con la celebración de la

imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas como signo de penitencia y con espíritu de conversión. La Cuaresma es un tiempo que tiene una gran importancia en la vida de nuestras comunidades y es bueno que sepamos aprovecharlo para transmitir a muchas personas que en estos días y por diversos motivos -cofradías, actos populares, etc.- se acercan hasta nuestras iglesias, aunque a lo largo del año tal vez no vivan con intensidad su pertenencia a la Iglesia. Que Dios nos dé

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la sabiduría de saber transmitir el mensaje cristiano con sencillez y que el mismo Señor obre en cada uno de ellos para que descubran el tesoro que la fe les ofrece.

Todos los años el Papa dirige, al comienzo de la Cuaresma, un mensaje que subraya un aspecto de este tiempo para que todos los cristianos pongamos el acento en algunas de las actitudes que nos pueden ayudar, ya no sólo para el tiempo cuaresmal, sino para ir animando distintos aspectos de nuestra fe. Os invito a todos a leerlo y meditarlo a lo largo de estos días de Cuaresma. En este primer domingo de Cuaresma quiero comentar con vosotros algunos de sus aspectos principales.

El mensaje del papa Benedicto en este Año de la Fe está fundamentado en un texto de S. Juan: “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1 Jn 4, 16), y como nos dice el Papa: nos ofrece una ocasión preciosa para meditar sobre la relación entre fe y caridad: “Entre creer en Dios, el Dios de Jesucristo, y el amor, que es fruto de la acción del Espíritu Santo y nos guía por un camino de entrega a Dios y a los demás”.

En su mensaje nos recuerda el Papa su primera Encíclica "Deus caritas est" y nos presenta la fe como respuesta al amor de Dios: “En mi primera Encíclica expuse ya algunos elementos para comprender el estrecho vínculo entre estas dos virtudes teologales, la fe y la caridad. Partiendo de la afirmación fundamental del apóstol Juan: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» recordaba que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva... y de esta forma el cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo y movido por este amor – «caritas Christi urget nos» (2 Co 5,14) –, está abierto de modo profundo y concreto al amor al prójimo”.

Nuestra Cuaresma debe ser, por lo tanto, una vuelta a lo que es fundamental de nuestra vida cristiana: la fe y el amor. Obras de caridad que deberemos concretar en cada parroquia, comunidad o grupos cristiano.

Un aspecto importante de la caridad cristiana, que el Papa ha querido subrayar es la transmisión del Evangelio: “Es importante recordar que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra». Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación con Dios: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana”.

Debemos vivir esta Cuaresma del Año de la Fe en una doble dimensión caritativa. Por una parte, la ayuda y colaboración con todo aquello que sea servicio y respuesta a las necesidades de nuestros hermanos y, por otra parte, con un empeño renovado por todos para intentar llevar el amor de Dios y su Evangelio a todos aquellos que nos rodean. El Evangelio de Cristo cuando llega al corazón de cada ser humano transforma no sólo a la persona sino a la sociedad.

Que sepamos vivir esta Cuaresma en esta doble dimensión y que hagamos nuestra caridad más intensa en las obras de amor, de servicio y en todo lo que ayude para la transmisión del Evangelio.

Con todo afecto os bendigo.

ORACIÓN Y VIDA CRISTIANA SON INSEPARABLES 24 de febrero de 2013

Queridos hermanos y amigos: En este segundo domingo de Cuaresma escuchamos en el Evangelio el pasaje de la Transfiguración del

Señor (Lucas 9, 28b-36). Y comienza el texto diciéndonos que Jesús subió a lo alto de la montaña para orar. Por ello quiero, en esta carta semanal, compartir con vosotros una reflexión sobre la oración en el Catecismo de la Iglesia Católica. Lo hago por dos motivos, el primero porque el tiempo de Cuaresma es un tiempo especialmente indicado para que los cristianos reavivemos el espíritu de oración que siempre debe estar presente en nuestra vida; en segundo lugar lo quiero hacer señalando algunos puntos del Catecismo ya que estamos celebrando el

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Año de la Fe y se nos pide que nos familiaricemos con él y, de esta forma, nos ayude a profundizar en nuestra fe cristiana.

La oración es la mirada lanzada al cielo (Catecismo 2558-2561) El Catecismo se pregunta qué es la oración al comenzar a tratar de la oración en la vida cristiana y

responde con unas bellas palabras de Santa Teresa del Niño Jesús: “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría”.

La oración que es la mirada lanzada al cielo, como dice Santa Teresa, pero una mirada desde nuestra pequeñez, por ello nos dice el Catecismo que una de sus características es la humildad: La humildad es la base de la oración. “Nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26). La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: “el hombre es un mendigo de Dios” (San Agustín, Sermo 56, 6, 9).

Por lo tanto, la oración es sobre todo un don de Dios que debemos pedir con humildad y fe. Jesús dice un día a la Samaritana: “Si conocieras el don de Dios, tú le habrías rogado a él y él te habría dado agua viva” (Jn 4, 10). Como con la Samaritana podemos decir que Jesús viene a nuestro encuentro, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Nos dice el Catecismo que: “La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él” (San Agustín, De diversis quaestionibus octoginta tribus 64, 4). Cuando descubrimos esta sed de Dios, que es su deseo de amarnos y estar con nosotros, de nosotros tiene que surgir con la oración el deseo de responder desde la fe a la promesa gratuita de la salvación y con amor hacia la sed de Dios.

La oración alianza y comunión (Catecismo 2562-2565) La oración brota del corazón según nos dice más de mil veces la Sagrada Escritura, por lo tanto, si el

corazón es el que ora, si éste está alejado de Dios, la expresión de la oración es vana. El Catecismo define, con claridad y belleza, qué significa la expresión corazón: “El corazón es la

morada donde yo estoy, o donde yo habito” (según la expresión semítica o bíblica: donde yo “me adentro”). Es nuestro centro escondido, inaprensible, ni por nuestra razón ni por la de nadie; sólo el Espíritu de Dios puede sondearlo y conocerlo. Es el lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas. Es el lugar de la verdad, allí donde elegimos entre la vida y la muerte. Es el lugar del encuentro, ya que a imagen de Dios, vivimos en relación: es el lugar de la Alianza. Para que esta Alianza se realice en cada uno de nosotros debemos, por lo tanto, poner con confianza en las manos de Dios nuestro corazón, es decir lo que somos, lo que hacemos y toda nuestra existencia.

De esta forma la oración cristiana se convierte en una relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo. En esta comunión que el cristiano mantiene con la Trinidad nos sentimos en todos los momentos de la vida en la presencia de Dios.

Oración esfuerzo y lucha (Catecismo 2752) Aunque la oración es un don de Dios, nosotros debemos saber que también es importante nuestra

decisión, nuestro esfuerzo y nuestra lucha por mantenerla en nuestra vida. La oración supone un esfuerzo y una lucha contra nosotros mismos y contra las astucias del Tentador. El combate de la oración es inseparable del “combate espiritual” necesario para actuar habitualmente según el Espíritu de Cristo: Se ora como se vive porque se vive como se ora.

Que individualmente y comunitariamente sepamos descubrir en esta Cuaresma lo que es “la respiración” de nuestra vida cristiana que es la oración. Que en este tiempo nuestras parroquias, familias y comunidades se conviertan en sencillas escuelas del amor de Dios, en escuelas de oración.

Con todo afecto os bendigo.

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LA CUARESMA TIEMPO DE ORACIÓN 3 de marzo de 2013

Queridos hermanos y amigos: En este tercer domingo de Cuaresma, escuchamos en el Evangelio (Lucas, 13,1-9) la llamada a la conversión

que Jesús lanza a propósito de la pregunta que un grupo de personas le hace sobre la suerte de algunos, que han muerto en situaciones dramáticas.

La respuesta de Jesús es la necesidad de conversión en todos: “Si no os convertís, todos pereceréis”. Conversión que, a su vez, entra dentro de la paciencia de Dios con nosotros, como nos hace ver la parábola de la higuera que no da fruto.

Como ya hice el domingo pasado quiero ilustrar este aspecto de la conversión comentando con vosotros algunos puntos del Catecismo de la Iglesia Católica.

La conversión don gratuito de Dios y respuesta del hombre. En el número 1848 del Catecismo citando al beato Juan Pablo II en su encíclica Dominum et vivificanten

(31) nos explica lo que es la conversión para el cristiano: “La conversión exige el reconocimiento del pecado, supone el juicio interior de la propia conciencia, y éste,

puesto que es la comprobación de la acción del Espíritu de la verdad en la intimidad del hombre, llega a ser al mismo tiempo el nuevo comienzo de la dádiva de la gracia y del amor: “Recibid el Espíritu Santo”. Así, pues, en este “convencer en lo referente al pecado” descubrimos una «doble dádiva»: el don de la verdad de la conciencia y el don de la certeza de la redención. El Espíritu de la verdad es el Paráclito”.

La iniciativa de la conversión del hombre es sobre todo de Dios mismo. Él no se cansa nunca de llamarnos y de facilitarnos la vuelta a Él. Lo hace además, como nos dice el Evangelio de hoy, con una gran paciencia que manifiesta su amor y la decisión de que no nos perdamos.

Esta paciencia de Dios queda clara en este mismo número del Catecismo: “Como afirma san Pablo, ‘donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia’ (Rm 5, 20). Pero para hacer su obra, la gracia debe descubrir el pecado para convertir nuestro corazón y conferirnos ‘la justicia para la vida eterna por Jesucristo nuestro Señor’ (Rm 5, 20-21). Como un médico que descubre la herida antes de curarla, Dios, mediante su Palabra y su Espíritu, proyecta una luz viva sobre el pecado.

Pero, junto a esta iniciativa de Dios, debe darse también la respuesta del hombre. Comenzando con una frase de San Agustín el Catecismo (1847) nos expone la necesidad de nuestra apertura al don de la conversión: Dios, “que te ha creado sin ti, no te salvará sin ti” (San Agustín, Sermo 169, 11, 13). La acogida de su misericordia exige de nosotros la confesión de nuestras faltas. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia” (1 Jn 1,8-9).

El sacramento de la Penitencia nos da el don de la misericordia de Dios. De los muchos nombre que recibe este sacramento, el Catecismo (1423-1424) destaca el de conversión: “Se

le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión (cf Mc 1,15), la vuelta al Padre (cf Lc 15,18) del que el hombre se había alejado por el pecado”.

Desde este aspecto central de la conversión es como debemos comprender siempre este sacramento. Los demás aspectos van perfeccionando lo que es su núcleo central. Sacramento de la penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador. Sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. En un sentido profundo este sacramento es también una "confesión", reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador. Sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente "el perdón y la paz". Sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia y nos ayuda a reconciliarnos siempre con nuestros hermanos.

Que esta Cuaresma sepamos cultivar este espíritu de conversión tan necesario en nuestra vida y acercarnos al sacramento de la penitencia para recibir el impulso de Dios hacia una nueva vida.

Oración por la elección del nuevo Papa

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No quiero terminar esta reflexión sin dejar de invitaros a todos a la oración personal y comunitaria, en este tiempo especial para la Iglesia. Desde el pasado día 28, la Sede de Pedro está vacante y, junto a todos los cristianos, imploramos al Señor que ilumine, con la acción del Espíritu Santo, a los cardenales que deben elegir uno nuevo pastor de la Iglesia Católica.

Con todo afecto os bendigo.

LA CONVERSIÓN: GUSTAD Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR

10 de marzo de 2013

Queridos hermanos y amigos: Este domingo cuarto de Cuaresma, quisiera seguir profundizando en el tema de la conversión que

iniciábamos el domingo pasado. El Evangelio de la Misa de hoy nos presenta la parábola del hijo pródigo (Lucas 15, 1-3. 11-32) y, por lo tanto, nos invita a una nueva profundización en este tema.

El Catecismo de la Iglesia Católica (1439) nos explica las actitudes de la conversión y de la penitencia a través de este texto del Evangelio que hoy escuchamos en la Misa:

El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola llamada "del hijo pródigo", cuyo centro es "el padre misericordioso" (Lc 15,11-24): la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión. El mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza.

En estas palabras que, de una forma tan clara, nos presenta el sentido de la parábola de hijo pródigo son una introducción que el Catecismo hace antes de presentar el sacramento de la Penitencia.

Dios Padre de misericordia Aunque popularmente esta parábola se conoce con el nombre del hijo pródigo, muchos comentaristas a

este texto nos indican que más que el hijo que vuelve arrepentido, el gran protagonista es el padre que espera. De hecho el Catecismo nos dice que el padre misericordioso es el centro de la parábola.

Cuando en el sacramento de la Penitencia recibimos la absolución, ésta comienza precisamente con estas palabras: “Dios Padre misericordioso”. El Catecismo (1449) subraya este aspecto de la absolución: “La fórmula de absolución en uso en la Iglesia latina expresa el elemento esencial de este sacramento: el Padre de la misericordia es la fuente de todo perdón. Realiza la reconciliación de los pecadores por la Pascua de su Hijo y el don de su Espíritu, a través de la oración y el ministerio de la Iglesia”.

Cuando nos preparamos para celebrar el sacramento de la Penitencia, este aspecto debe es precisamente el que nos debe mover. No el temor, sino el amor. Es decir nuestro arrepentimiento brota del amor de Dios, al que amamos sobre todas las cosas y nos arrepentimos de haber ofendido a quien lo da todo por nosotros.

El hijo que anhela volver al Padre Cuando el hijo descubre el engaño de todo aquello que tanto le había fascinado, reflexiona en su interior,

decide volver. En definitiva, a través de su desgracia, ha sido tocado en su corazón por el Espíritu Santo. Es lo que supone, como llama el Catecismo (1428) la segunda conversión. La llamada de Dios que sigue resonando en nuestro corazón:

Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que "recibe en su propio seno a los pecadores" y que siendo "santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación" (LG 8). Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento

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del "corazón contrito" (Sal 51,19), atraído y movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4,10).

Queridos hermanos, todos somos hijos pródigos. En pequeña o gran medida, si somos sinceros con nosotros mismos, hemos tenido la amarga experiencia de lo mal que se vive lejos del Padre misericordioso. Este domingo y el tiempo de Cuaresma es una nueva oportunidad para volver al Padre, para postrarnos ante Él y para recibir su abrazo amoroso. Que esta actitud de vuelta sea para todos el anticipo de la gran fiesta de la Pascua. En ella el Padre nos ofrece el banquete del verdadero Cordero que es Cristo.

Con todo afecto os bendigo.

DÍA DEL SEMINARIO 17 de marzo de 2013

Queridos hermanos y amigos: El 19 de marzo, fiesta de San José, celebra la Iglesia el día del Seminario, jornada dedicada a

recordar, rezar y promover la formación de los jóvenes que quieren seguir a Jesús desde la vida sacerdotal. Al llegar a nuestra diócesis, hace ahora dos años, encontré el seminario con seis seminaristas que al terminar el curso iban a regresar a sus lugares de origen o culminaban ya sus estudios. Quise en la fiesta sacerdotal de San Juan de Ávila proponer a los sacerdotes el apoyo al seminario y pedir un voto de confianza para promover este lugar de formación, que había sido hogar formativo de tantos sacerdotes diocesanos y que debía ser, además, la casa de todos.

Hoy siento que debemos dar gracias a Dios porque aquella ilusión se ha hecho realidad: hemos ordenado a tres nuevos sacerdotes, y a dos diáconos en diciembre del año pasado; hemos tenido ejercicios espirituales en el seminario, encuentros de formación, reuniones diversas en un ambiente de fraternidad y amistad, y hoy tenemos 14 seminaristas de distintas nacionalidades, pero que todos se ordenarán para la diócesis.

Quisiera pediros, como regalo del segundo aniversario de mi ordenación episcopal, que apoyemos el seminario; sé que lo hacéis, pero siempre se puede hacer más; quisiera que nos ilusionemos con él; para ello sería bueno que conocieseis más a nuestros seminaristas, descubrirías el potencial sacerdotal y pastoral que encierran. Podemos y debemos estar orgullosos de estos 14 jóvenes. En ellos nuestra Diócesis se abre a la esperanza de un futuro prometedor; nuestros pueblos tendrán, seguirán disfrutando espiritualmente de la vida sacramental y del servicio pastoral.

Recemos por nuestros seminaristas actuales y por los que pueden seguir viniendo. Que todos en la diócesis sintamos como algo muy nuestro lo que es el seminario. Quiero también, con confianza y familiaridad, pediros vuestra colaboración generosa en la colecta que este año hacemos para el seminario. El seminario vive con sencillez y austeridad pero los gastos económicos que comporta su mantenimiento son cuantiosos. Antes se crearon unas becas; hoy ya no existen. Sé que la situación económica no facilita esta iniciativa, pero con espíritu generoso se puede hacer tanto, tanto... Os pido que este día, durante la eucaristía, recordéis a nuestros seminaristas y la necesidad de cooperar en este proyecto diocesano, tanto desde la oración y cercanía afectiva como desde el aspecto económico. Dios os lo recompensará.

Como cualquier familia natural, en la Iglesia cada uno -de acuerdo con sus posibilidades- está llamado a poner lo mejor de sí mismo para el bien del conjunto de los fieles. De este modo, todos aportan y todos se benefician. Nadie se basta a sí mismo y, lo mismo que los demás necesitan de mi aportación, yo también necesito del servicio de los otros. Sin duda alguna, ayudando a la Iglesia ganamos todos.

Por ello la Iglesia pide a sus miembros que se impliquen y participen en la vida eclesial, no contentándose sólo con ser sujetos pasivos que disfrutan de las cosas de la Iglesia, sino colaborando activamente con la oración, animación vocacional y, también, con las aportaciones económicas necesarias al sostenimiento de la vida eclesial y del seminario. Ayudar a la Iglesia, colaborar con el

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seminario, es responder a las necesidades que ésta tiene de medios económicos para realizar su misión. Para los católicos hacer frente a esta necesidad es un deber.

En el plano económico, la Iglesia vive y realiza su misión gracias a los donativos y donaciones que recibe. En la actual situación, de profunda crisis económica, nuestra Iglesia diocesana, como es lógico, también se ve afectada por la escasez de recursos. Por ello necesitamos la ayuda de todos. Confío en vuestra generosidad. Gracias.

Con todo afecto os bendigo.

PAPA FRANCISCO: TÚ ERES PEDRO 24 de marzo de 2013

Queridos hermanos y amigos: El pasado día 13 recibíamos con sorpresa el anuncio al mundo, por parte del cardenal

protodiácono, de la elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires en Argentina, como sucesor de Pedro y obispo de la sede romana.

Tras un corto Cónclave el Señor nos concedía nuevamente un Papa que conduzca a su Iglesia. Sabemos desde la fe que es el Papa que necesita nuestro tiempo y que con la asistencia del Espíritu Santo guiará la nave de la Iglesia con amor y sabiduría.

Ha elegido para su ministerio petrino el nombre de Francisco, en recuerdo del santo de Asís que es un modelo para todos los creyentes del seguimiento de Cristo en la humildad, la simplicidad, la fidelidad y la búsqueda de la paz.

Para mí ha sido una grata sorpresa ya que, durante mi trabajo en la Congregación para los institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, he tenido muchas oportunidades de tratar con él ya sea en Roma o en algunos de mis viajes a Buenos Aires. Tuvo el detalle, que nunca olvidaré, de venir a felicitarme a la Congregación cuando me nombraron obispo de Tarazona, coincidiendo que él estaba en Roma en una reunión de cardenales.

El papa Francisco es un hombre espiritual, sencillo, humilde, cercano y al mismo tiempo muy inteligente y valiente para afrontar los problemas y desafíos que tiene planteados la Iglesia.

Quisiera comentar con vosotros los primeros gestos que hemos visto en nuestro Santo Padre. En primer lugar fue impresionante el humilde gesto de pedir, antes de dar su primera bendición, la oración del pueblo por quien va a ser su pastor. ¡Qué importante es la oración del pueblo por el Papa y también por sus pastores! Cuando un cristiano reza por ellos se está implicando de una manera muy especial en lo que es la misión común de todos de transmitir a Jesucristo. En nombre de todos los cristianos de la diócesis quiero asegurar al Santo Padre nuestra oración confiada y constante por su persona y su ministerio. Y así lo he hecho con una carta.

El segundo gesto fue el de acudir a María a primeras horas del día 14, para confiarle a Ella su vida y su ministerio. En la basílica de Santa María la Mayor de Roma se venera un antiguo icono de la Virgen llamado Salus Populi Romani -Salud del Pueblo Romano- considerada como la patrona de la ciudad y a la que tantas veces acuden los romanos para implorar su protección. Desde el papado de Pío V todos los pontífices han manifestado una gran veneración por el icono mariano. Pidamos a María que no falte su intercesión por quien ha sido llamado por el Señor para suceder al Príncipe de los Apóstoles.

Finalmente, han sido también sencillas pero profundas y programáticas sus palabras en la homilía de su misa en la capilla Sixtina junto a los cardenales. Tres ideas que nos trasmite como misión y que a todos nos corresponde: Estamos llamados a colaborar con él para caminar, edificar y confesar:

Caminar: Esto es lo primero que Dios le dijo a Abraham: Camina en mi presencia y sé irreprochable. Nuestra vida es un camino y cuando nos detenemos, la cosa no va. Caminar siempre, en presencia del Señor, a la luz del Señor, buscando vivir con esa perfección que Dios, en su promesa, le pedía a Abraham.

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Edificar: Edificar la Iglesia. Se habla de piedras, las piedras tienen consistencia; pero las piedras vivas, piedras impregnadas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la esposa de Cristo, sobre esa piedra angular que es el mismo Señor. He aquí otro movimiento de nuestra vida: edificar.

Confesar: Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar tantas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, la cosa no va. Nos convertiremos en una ONG asistencialista, pero no en la Iglesia, esposa del Señor.

Emprendamos pues con ilusión y alegría lo que nos propone el papa Francisco. El Papa nos invita a la esperanza cristiana y por lo tanto, a no caer en el pesimismo.

Quiero terminar con la invitación que tantas veces hemos escuchado: Oremos por nuestro Pontífice Francisco: “Que el Señor le conserve y le dé vida, le haga dichoso en la tierra y no le entregue a la voluntad de sus enemigos”.

Con todo afecto os bendigo y os deseo una fructífera celebración de esta semana Santa.

¡FELIZ PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR!

31 de marzo de 2013

Queridos hermanos y amigos: “No está aquí, ha resucitado”. Este sencillo mensaje transformó el mundo para siempre y por

ello la Pascua tiene que ver, desde ese momento, con el sentido de nuestra vida y con la razón de ser de la humanidad.

La resurrección de Jesús es el centro de nuestra fe aunque muchas veces, debido a otras muchas preocupaciones de nuestra vida, nos olvidamos de ello. En la resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana y gracias a ella tenemos el acceso a la plenitud de la vida y a la santidad. Por ello la resurrección revela la misericordia en toda su plenitud, es la muestra de que Dios ha dado a cada ser humano una respuesta a la muerte y el dolor.

Por ello, durante el tiempo de pascua no sólo celebramos la resurrección de Cristo, la cabeza, sino también la de sus miembros, que comparten su misterio. Por eso el bautismo tiene un relieve especial en la liturgia de este tiempo pascual Por la fe y el bautismo somos introducidos en el misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección del Señor.

La exhortación de san Pablo que se lee en la vigilia pascual resuena a lo largo de todo este tiempo pascual: "Los que por el bautismo fuimos incorporados a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva" (Rom 6,3-11).

No basta, pues, con recordar el misterio, debemos mostrarlo también con nuestras vidas. Resucitados con Cristo, nuestras vidas han de manifestar el cambio que ha tenido lugar. Debemos buscar "las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios" (Col 3,1). Esto significa compartir la libertad de los hijos de Dios en Jesucristo.

La resurrección del Señor es también una realidad que nos hace más humanos y en lo humano encontramos lo divino. Desde el momento de la resurrección, Cristo camina a nuestro lado, aunque esto suceda sin darnos cuenta muchas veces, como les sucede a los discípulos de Emaús.

Pero, a poco que abramos el corazón y hagamos despertar nuestra fe, descubrimos que con su palabra y muy especialmente en la “fracción del pan”, la Eucaristía, lo encontramos. Él es esa Palabra única e inaudita que enciende el corazón, es Jesús resucitado, acogedor, que nos busca y anima a no tener miedo, que no reprocha nada y proporciona paz e inmensa alegría.

Cristo resucitado es el apoyo seguro en nuestra peregrinación en esta tierra hacia la eterna morada del Cielo y es el que nos ayuda a transmitir mientras vivimos la fuerza de la resurrección a quien vive sin esperanza. Que la Virgen María, que ha vivido junto a su divino Hijo todas las fases

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de su misión en la tierra, nos ayude a acoger con fe el don de la Pascua y nos haga fieles y alegres testimonios del Señor resucitado.

Feliz Pascua con mi afecto y bendición.

PAZ A VOSOTROS Domingo de la Divina Misericordia

7 de abril de 2013

Queridos hermanos y amigos: "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (Sal 118, 1). Así

canta la Iglesia en la octava de Pascua, casi recogiendo de labios de Cristo estas palabras del Salmo; de labios de Cristo resucitado, que en el Cenáculo da el gran anuncio de la misericordia divina y confía su ministerio a los Apóstoles: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos" (Jn 20, 21-23).

Este domingo de la Octava de Pascua es conocido también por el de la Divina Misericordia, desde que así lo estableció el beato Juan Pablo II en el año dos mil. Ya San Agustín llamaba a este domingo el de la gran misericordia. Es la gran misericordia que contemplamos hoy en el Evangelio cuando Jesús señala las heridas de su Pasión, sobre todo la herida de su corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad.

Destaca también en este domingo el saludo de Cristo a la comunidad reunida en el Cenáculo: “Paz a vosotros”. La paz es uno de los dones que Él da a sus discípulos, un don de la resurrección.

La paz es, pues, un don de la pascua que debemos pedir, pero también tarea a construir con la implicación de todos para que se extienda entre los hombres y los pueblos. La paz no es la mera ausencia de guerras ni el equilibrio de las fuerzas adversarias ni el fruto de una dominación despótica. La paz auténtica se basa en cuatro pilares esenciales: la verdad, la justicia, el amor y la libertad.

Por ello todo cristiano ha de ser testigo comprometido por la paz y constructor de una cultura de la paz. Nos unimos a todos los hombres de buena voluntad que buscan la verdadera paz; por ello el cristiano ha de trabajar por el respeto de la igual dignidad de todo ser humano y ha de poner en práctica el amor fraterno hacia todos.

Cuando los cristianos así lo hacemos nos convertimos en testigos de la paz. El que es testigo de la paz, respeta, acoge y perdona al otro, respeta su cultura y su religión, trabaja para que se implante la justicia para todos los hombres y entre todos los pueblos, se muestra solidario con el que sufre o padece pobreza material o espiritual, fomenta el diálogo sincero, la comunicación y la reconciliación entre los hombres desde la verdad, la libertad responsable y la caridad. La paz es obra de conciencias que se abren a la verdad, a la justicia y al amor.

El cristiano que ha recibido la paz de Cristo se convierte en un propagador de la paz y en un trabajador de la paz en medio del mundo. Pero como la paz es sobre todo un don de Dios, para ser verdaderos constructores de la paz y para llegar a ser un auténtico trabajador por la paz, es indispensable cuidar la dimensión trascendente y el diálogo constante con Dios, Padre misericordioso, mediante el cual se implora la redención que su Hijo Unigénito nos ha conquistado. Así podrá el hombre vencer ese germen de oscuridad y de negación de la paz que es el pecado en todas sus formas: el egoísmo y la violencia, la codicia y el deseo de poder y dominación, la intolerancia, el odio y las estructuras injustas.

Es pues imposible hablar de la misericordia de Dios y de la paz que nos da Cristo, sin fijarnos en el objeto de la misericordia y de la paz, es decir el hombre.

Es nuestra tarea como cristianos, desde una práctica cotidiana y constante del Evangelio. Cristo resucitado nos impulsa en esta pascua para que podamos ser copartícipes en la construcción del reino de Dios. Con el Señor el bienestar, la justicia y el amor serán una realidad para todos.

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Con todo afecto os saludo y bendigo.

EL RESUCITADO ESTÁ SIEMPRE CON NOSOTROS 14 de abril de 2013

Queridos hermanos y amigos: En este tercer Domingo de Pascua el Evangelio nos presenta la aparición de Jesús resucitado

después de la pesca infructuosa de Pedro y otros discípulos (Juan 21, 1-14). Es el pasaje que se conoce con el nombre de la pesca milagrosa.

La aparición de Jesucristo resucitado tiene lugar en un día normal de trabajo, resaltando así que el encuentro con el Señor se puede y se debe vivir en lo ordinario de la vida y en cualquier tiempo y circunstancia. Además este encuentro con el Resucitado es para toda la Iglesia; nos dice el texto que los discípulos que estaban en el lago pescando eran siete, un número simbólico que evoca la universalidad de la Iglesia, por lo tanto, este encuentro es posible para los discípulos de todos los tiempos y de todos los lugares.

El Resucitado se hace además presente en un momento de fracaso nos dice el texto que aquella noche no lograron pescar nada. En contraste con aquella experiencia de “noche”, al clarear el día se presenta Jesús precisamente allí, en la orilla del lago, en medio de la frustración y el cansancio de los suyos. No les quedará otro remedio a los discípulos que reconocer su pobreza y su desánimo.

Jesús les invita a recobrar la fe y a la obediencia a su palabra. Esta obediencia a la fe y a su palabra produce el resultado asombroso de la pesca milagrosa y de esta forma pueden reconocer que Jesús es el Señor. Por eso cuando nosotros, como ellos, nos fiamos de Jesús a pesar de las dificultades de la vida descubrimos la gran novedad de la Pascua que no es otra cosa que la vitalidad y la fuerza que nos da la fe y la obediencia al Señor.

Por ello, nos dice la primera lectura (Hechos 5) que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Sólo en Él debemos poner nuestra confianza y nuestra vida en todo momento y circunstancia.

La Eucaristía como actualización del Misterio Pascual de Jesucristo es la que nos ayuda a encontrar en nuestra vida y en nuestras comunidades a quien se hace presente en nosotros y de un modo especial en el momento del fracaso o de nuestra fragilidad. Por ello la comunidad cristiana se construye alrededor de la mesa eucarística y por ello no se puede celebrar de cualquier manera; la escena de Jesús resucitado, que prepara con profundo afecto el alimento para sus amigos, nos ofrece una orientación muy clara sobre el clima que debe vivirse dentro de nuestras asambleas litúrgicas. Que después de cada Misa cada uno podamos decir como sus discípulos en aquella mañana: “¡Es el Señor!”.

Que este tiempo de Pascua nos ayude a vivir con mayor profundidad nuestro encuentro con el Resucitado; y que, a la vez, nos constituya a todos transmisores de esta gran esperanza que supone para la vida humana que Jesús está siempre con nosotros.

Quisiera terminar invitando a todos los niños de la diócesis de Tarazona a participar el próximo sábado, día 20, al encuentro que la Delegación de Misiones ha preparado para ellos en Novallas. Puede ser un día que siembre en los más pequeños la alegría de la fe, la certeza del amor de Dios y hacer crecer en ellos el espíritu evangelizador y misionero.

Agradezco de corazón el trabajo que distintas personas y la Delegación de Misiones han realizado para este encuentro y quiero pediros que recéis para que los objetivos que se han planteado para el mismo se cumplan.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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JORNADA MUNDIAL POR LAS VOCACIONES 21 de abril de 2013

Queridos hermanos y amigos: Coincidiendo con el IV Domingo de Pascua, conocido también con el nombre de Buen

Pastor, la Iglesia nos invita a todos los cristianos desde hace ya 50 años a orar por las vocaciones consagradas. La vocaciones, signo de la esperanza fundada sobre la fe, éste es el lema de este año.

El concepto de vocación es mucho más amplio que la vocación sacerdotal y religiosa. Tendríamos que “vocacionalizar” toda la Iglesia, donde cada bautizado describiese su propia vocación. Porque la vocación laical y matrimonial son también necesarias en la Iglesia. Según esto, toda pastoral debe ser vocacional porque debe llevar a las personas a descubrir lo que Dios quiere de ellas.

Debemos, por lo tanto, de manera urgente, replantear la pastoral juvenil y vocacional y esto implica una revisión del modo de vivir de nuestra comunidad parroquial o religiosa. En este sentido la Iglesia debe reconocer su dificultad para comunicar con los jóvenes, para crear proyectos vocacionales eficaces.

Necesitamos educadores y compañeros de camino que estén constante y fielmente presentes, sin miedos, con el coraje de la escucha, del amor y del diálogo. El animador vocacional debería ser educador-formador: educador en la fe y formador de vocaciones que siembra, acompaña, educa, forma y discierne.

Hablar de pastoral vocacional es hablar de incitar al joven a que se encuentre con las preguntas más profundas de su existencia y a que dé respuesta a ellas; es provocar la búsqueda de la propia identidad, dejarse envolver por el misterio de Dios, que le llama y le capacita.

Como tantas veces repito, la vocación es asunto de todos, sacerdotes, laicos y consagrados, porque TODOS somos llamados. Sabemos que en la Iglesia de Dios o creemos juntos o no creemos ninguno, por eso la evangelización es una misión compartida por todos los creyentes.

Queridos sacerdotes y religiosos, debemos proponer con valentía evangélica la belleza del servicio a Dios, a la comunidad cristiana y a los hermanos. Sacerdotes y religiosos que muestren la fecundidad de una tarea entusiasmante, que confiere un sentido de plenitud a la propia existencia, por estar fundada sobre la fe en Aquel que nos ha amado en primer lugar. Vivir así sólo es posible por la fascinación que la persona de Jesús ha ejercido en nuestras vidas.

Dios sigue llamando para asociarnos a su tarea de salvación en el mundo. Dios nos llama por nuestro nombre y nos da una misión. La vida es vocación y está llamada a vivirse en plenitud. La vocación es un regalo, la vida consagrada y el ministerio sacerdotal son un don para la Iglesia. Los sacerdotes y religiosos debemos hacernos responsables de cuidad, promover, animar y acompañar a quienes sienten la vocación al sacerdocio o a la vida consagrada.

Recemos hoy en nuestras comunidades unidos a María, mujer consagrada; que ella acompañe nuestros pasos y, con Ella, pronunciemos ese “hágase” que hizo posible la Encarnación.

Con todo mi afecto os saludo y os bendigo.

TENED ENTRE VOSOTROS LOS SENTIMIENTOS PROPIOS DE CRISTO JESÚS 28 de abril de 2013

Queridos hermanos y amigos: Creer en Jesús tiene una trayectoria en nuestra vida: ir avanzando en el seguimiento de Cristo.

Seguimiento que es un proceso de identificación con los ‘sentimientos' de Cristo: confianza total en el Padre, tratar a los demás como hermanos, misericordia, bondad, acogida, perdón, entrega de la vida, identificación con los pobres… Y, por encima de todo, el amor que dio unidad a la vida de Cristo y debe darla a la nuestra (cfr. Col 3,14), “porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito” (Jn 3,16). Por eso la vida de fe y en fe se concreta en el Mandamiento Nuevo de Jesús

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para vivir como Él vivió: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros.” (Jn 13,34-35).

Podíamos aplicar a nuestra vida de fe lo que el Concilio Vaticano nos dijo de manera bellísima sobre Jesús: “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre” (Gaudium et spes, 22). Parafraseando al Concilio, podíamos decir: El cristiano, por el bautismo, ha sido unido a Jesús. El cristiano ha de trabajar como Jesús trabajó, pensar con la inteligencia de Jesús, obrar como Jesús obró y amar como Jesús amó. Es lo que estamos llamados a renovar en este Año de la Fe.

Para ello, necesitamos alimentar con mayor intensidad nuestra vida cristiana con la oración personal, con la lectura creyente y orante de la Palabra de Dios, con la celebración deseada y participada de la Eucaristía y con la vivencia de la Caridad. En nuestras reuniones y encuentros pastorales o de formación, estamos llamados a compartir fraternal y confiadamente nuestra fe, unidos a la Iglesia de cuya fe vivimos y con ella compartimos. Nuestra fe no es individualista, es eclesial y nos tiene que lanzar al encuentro con el hermano, especialmente, al más necesitado. Creemos y vivimos en la fe de la Iglesia.

Nuestra fe nos lleva naturalmente a ofrecerla a todos. La alegría de la fe no es para guardarla, sino para compartirla “con delicadeza y respeto, teniendo buena conciencia, para que, cuando os calumnien, queden en ridículo los que atentan contra vuestra buena conducta en Cristo” (1 Ped 3,16).

Pablo VI expresó en el año 1975 con claridad insuperable la centralidad de la evangelización en la vida de la Iglesia y de cada cristiano. No podemos olvidar sus palabras: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (EN. 14). Pablo VI se hace eco de la afirmación del Vaticano II: “La Iglesia entera es misionera, y la obra de la evangelización, un deber fundamental del pueblo de Dios” . Dicho en negativo: la Iglesia que no evangeliza no es la Iglesia de Jesús, cuya dicha, vocación, identidad y finalidad es precisamente evangelizar. La Iglesia no existe para sí misma, sino para el mundo, para llevarle lo que ella ha recibido.

Con todo mi afecto os saludo y os bendigo.

EL QUE AMA GUARDARÁ MIS PALABRAS 5 de mayo de 2013

Queridos hermanos y amigos: Aunque ya han pasado varios días, no quiero dejar de comunicaros que el pasado día 10 de

abril, miércoles, tuve la oportunidad de poder estar con el papa Francisco. Para mí fue una gran alegría el que al coincidir con un viaje que tenía previsto a Roma en el mes de abril tuviera la oportunidad de concelebrar con el Papa a las siete de la mañana en la capilla de la casa de Santa Marta en el Vaticano.

Como ya os comenté en otra carta con motivo de su elección, he tenido la oportunidad de tratar al cardenal Bergoglio durante el tiempo que estuve en Roma trabajando en la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. También en alguna ocasión he gozado de su hospitalidad cuando era cardenal de Buenos Aires.

Antes y después de la Misa que concelebré con él hablamos de la realidad de nuestra Diócesis de Tarazona y le pedí una bendición especial para ella; él con mucho gusto me dijo que bendecía a toda la diócesis y todos los trabajos que realicemos en ella. Me pidió especialmente que rezáramos por él ya que necesitaba la oración de todos para poder ejercer su ministerio.

Posteriormente participé también en la audiencia general que se celebró en la plaza de S. Pedro y, tras ella, nuevamente tuve la oportunidad de saludar al Santo Padre. En su saludo reiteró que

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rezáramos por él. Creo que debemos todos responder a esta petición que el papa Francisco nos hace con tanta insistencia.

Las palabras que nos dirigió el Papa en su catequesis de la audiencia general de ese miércoles, bien pueden servirnos en este tiempo de Pascua que seguimos celebrando y que nos invita a renovar nuestra fe: "Haber resucitado con Cristo mediante el Bautismo, con el don de la fe, para una herencia que no se corrompe, nos lleve a buscar mayormente las cosas de Dios, a pensar más en Él, a orarle más. Ser cristianos no se reduce a seguir los mandamientos, sino que quiere decir ser en Cristo, pensar como Él, actuar como Él, amar como Él; es dejar que Él tome posesión de nuestra vida y la cambie, la transforme, la libere de las tinieblas del mal y del pecado".

Por ello cuando nuestro vivir es un vivir en su amor, necesariamente de nosotros nace el testimonio de nuestro amor y nuestra esperanza, que es algo fundamental de nuestra vida cristiana como nos decía también el Papa: "A quien nos pida razón de la esperanza que está en nosotros” (cf. 1 P 3, 15), indiquemos al Cristo resucitado. Indiquémoslo con el anuncio de la Palabra, pero sobre todo con nuestra vida de resucitados. Mostremos la alegría de ser hijos de Dios, la libertad que nos da el vivir en Cristo, que es la verdadera libertad, la que nos salva de la esclavitud del mal, del pecado, de la muerte. Miremos a la Patria celestial: tendremos una nueva luz también en nuestro compromiso y en nuestras fatigas cotidianas. Es un valioso servicio que debemos dar a este mundo nuestro, que a menudo no logra ya elevar la mirada hacia lo alto, no logra ya elevar la mirada hacia Dios".

A todos os deseo que prosigamos profundizando en este tiempo de Pascua en el encuentro con Cristo resucitado que llena nuestra vida de alegría, gozo y paz y que nos lanza a transmitir su amor a todos los hermanos.

Con todo mi afecto os saludo y os bendigo.

DOMINGO DE LA ASCENSIÓN A LOS CIELOS 12 de mayo de 2013

Queridos hermanos y amigos: Dentro del tiempo de pascua celebramos en este domingo la Ascensión del Señor a los Cielos.

Es el triunfo cósmico y universal de Cristo (Ef 1, 17-23), desde ahora Él va a estar presente en el mundo y en la Iglesia de un modo nuevo.

San Agustín en un sermón de este día decía: “No lo vemos con nuestros propios ojos, lo vemos con los ojos del corazón. Hoy subió al cielo nuestro Señor Jesucristo, habéis oído, hermanos; suba también con Él nuestro corazón” (Sermón 263). Está ahora, por lo tanto, más cerca de cada uno de nosotros, cada creyente lo puede experimentar en su propia vida, lo puede conocer y amar.

En este momento de su Ascensión al Cielo nos deja también un mandato: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28, 18-20) Apoyada en este mandato la Iglesia no ha cesado a lo largo de su historia de transmitir el anuncio del Evangelio y de incorporar a la comunidad de creyentes a los nuevos bautizados.

Profundizando y actualizando este mandato de Jesús la Iglesia celebra desde hace 45 años en este día la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. La Iglesia ha utilizados siempre en toda su historia los medios más eficaces de cada época para que el anuncio de la salvación llegue a todos. En nuestra época surge el reto de las nuevas tecnologías y como nos dice el Papa: “Las nuevas tecnologías no modifican sólo el modo de comunicar, sino la comunicación en sí misma, por lo que se puede afirmar que nos encontramos ante una vasta transformación cultural. Junto a ese modo de difundir información y conocimientos, nace un nuevo modo de aprender y de pensar, así como nuevas oportunidades para establecer relaciones y construir lazos de comunión”.

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El Evangelio de Jesucristo que contiene unas verdades eternas y permanentes debe ser, por lo tanto, transmitido de un modo nuevo y como nos dice el eslogan de esta Jornada con verdad y autenticidad.

El empleo de las nuevas tecnologías como nos dice el Papa se fundamentan también en la Verdad, que es Cristo y por ello es la respuesta plena y auténtica a ese deseo humano de relación, de comunicación y de sentido que se manifiesta también en la participación masiva en las diversas redes sociales.

Es pues para nosotros un reto dar testimonio de nuestras convicciones y saber transmitir nuestras aportaciones para que cada persona encuentre en Cristo y su Evangelio su plena realización. Debemos ser pues maestros en el compartir también en las redes sociales partiendo de nuestro testimonio personal que crea siempre vínculos de comunión.

Y junto al uso de las nuevas tecnologías también será importante cuidar lo que es nuestra comunicación verbal y directa, las homilías de cada domingo, nuestras charlas y reflexiones, nuestras catequesis y lecciones de religión. Nuestro estilo siempre sencillo y claro, a la vez que fiel al Evangelio y a la Iglesia, ayudarán a todos a una apertura cada día mayor a la Buena Noticia de nuestra salvación. En el camino de Emaús que es la vida del cristiano tiene también que arder el corazón cuando se nos explican las Escrituras. Un reto para los sistemas más clásicos de la transmisión de la fe y para las nuevas tecnologías de la era cibernética.

Unámonos en oración en este domingo para que con todos los medios a nuestro alcance sepamos transmitir con verdad y confianza a Cristo, respuesta plena y auténtica al deseo humano de relación, de comunión y de sentido.

Con todo mi afecto os saludo y os bendigo.

CARTA A LOS NIÑOS DE PRIMERA COMUNIÓN Y A SUS PADRES 19 de mayo de 2013

Queridos hermanos y amigos: En este día de Pentecostés en pleno mes de mayo quiero dirigir esta carta semanal a los niños

y niñas que en estos días celebráis vuestra primera comunión. Nuestras parroquias se convierten en un lugar de fiesta para todos porque, vosotros, los miembros más pequeños de cada comunidad os acercáis por primera vez a recibir a quien es vuestro mejor amigo: Jesús.

A lo largo de la catequesis que habéis recibido en vuestra preparación para la primera comunión, habéis descubierto que sois discípulos de Jesús. El discípulo es aquel que vive unido a Jesús, le conoce, le ama y, sobre todo, lo intenta imitar. Vosotros en vuestra niñez también habéis escuchado la voz de Jesús que os llama y os dice: “Sígueme” (Mateo 9,9). Con Él podéis seguir una aventura a lo largo de toda vuestra vida siendo sus discípulos y amigos.

Para aquellos que conocemos a Jesús, sabemos que Él no es un hombre más. Nosotros que lo conocemos, lo escuchamos y lo amamos; sabemos que cuando somos sus amigos y hacemos lo que Él nos dice, nos llenamos de alegría, porque Él nos quiere, nos perdona, nos ayuda cuando lo necesitamos y nunca estamos solos.

Especialmente los cristianos nos damos cuenta que Jesús está con nosotros cuando celebramos la Misa, es ahí donde nos damos cuenta que Él está resucitado y vive entre nosotros. Por eso es tan importante que después de vuestra primera comunión vayáis a Misa todos los domingos.

Como amigos de Jesús y miembros de la Iglesia, los cristianos acudimos cada domingo al encuentro con el Señor y los hermanos, para orar, para celebrar la Eucaristía. Todos los que formamos la Iglesia somos seguidores de Jesús y por eso formamos una gran familia que necesita reunirse para celebrar una fiesta cada semana.

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Pedidles a vuestros padres o abuelos que os ayuden y acompañen para ir a la Misa del Domingo cada semana. También será importante que podáis seguir en algún grupo de catequesis o en alguna actividad que os propongan en vuestras parroquias.

Quiero también dirigir una parte de esta carta a vuestros padres. En primer lugar os quiero felicitar ya que, junto a la preocupación por dar lo mejor en el aspecto humano a vuestros hijos, habéis querido también que no les falte una formación cristiana. Os habéis preocupado de que asistan a la catequesis e incluso algunos habéis colaborado en la parroquia como catequistas.

Con vuestros hijos estáis llenos de ilusiones y esperanzas, esperáis que crezcan sanos, que adquieran una formación, que se asienten en la vida y que tengan un futuro tranquilo y feliz. Todo esto es muy importante, pero también lo es la actitud que tengan ante la vida. La Iglesia y cada una de las parroquias quieren colaborar en este aspecto con vosotros. Por ello os ofrece la posibilidad de estudiar religión en la escuela y la catequesis en las parroquias. La catequesis, que pueden seguir teniendo después de la primera comunión, les ayudará a seguir descubriendo valores para su vida.

Como padres cristianos que sois, con vuestra dedicación y entrega llena de amor y de cariño, les ayudáis a comprender el valor que tiene vivir como Jesús que pasó haciendo el bien. Estoy seguro que no sólo os conformáis con que vuestros hijos tengan éxito en la vida, que sobre todo queréis que sean personas con valores que enriquezcan su vida y la de la sociedad.

En este día de Pentecostés pido al Espíritu Santo que a todos nos dé la fuerza para vivir unidos y formar, también en cada familia, la gran familia de los hijos de Dios.

Con afecto os bendigo y os felicito de todo corazón.

CENTINELAS DE LA ORACIÓN: VIDA CONTEMPLATIVA EN EL AÑO DE LA FE 26 de mayo de 2013

Queridos hermanos y amigos: En este domingo de la solemnidad de la Santísima Trinidad se nos invita a entrar en

comunión con una parte importante de la Iglesia; celebramos hoy la Jornada pro orantibus, es decir de aquellos que dentro de la Iglesia han consagrado su vida a la oración y a la contemplación.

Hay cosas importantes en la vida de la humanidad que no llaman la atención ni hacen mucho ruido. Lo mismo podemos decir de los contemplativos y contemplativas que desde sus monasterios son el corazón orante de toda la Iglesia.

Por eso en este día se nos pide orar por los consagrados y consagradas en la vida contemplativa y expresar de esta forma la estima y la gratitud por lo que desde el silencio y la oración hacen por cada uno de nosotros.

En este Año de la Fe somos llamados a descubrir lo que significa la comunión con todos los hermanos de la Iglesia y hoy lo hacemos con los contemplativos que desde el silencio, la oración y la total dedicación a Dios son un testimonio para todos nosotros de lo que significa una vida centrada en Dios y consagrada a Él.

Ellos son los “centinelas de la oración” como nos dice el lema elegido para esta año 2013. El centinela es aquel que desde su puesto observa para proteger a los demás y, ante el peligro, da la alarma a los demás para que despertando del sueño protejan y eviten el ataque. Los contemplativos son los que en nuestra Iglesia están despiertos, vigilantes, con su oración para proteger a la Iglesia frente a todo aquello que le puede quitar la alegría y la esperanza de la fe. La misión del centinela es de vital importancia para la seguridad de todos, por ello los contemplativos desde su oración están atentos a los peligros que nos pueden atacar y arrancar de nosotros la buena noticia del Evangelio de Jesucristo.

El centinela nunca abandona su misión porque es consciente de que la seguridad de todos depende de él, de su dedicación, de su vigilancia; por ello es tan importante contar en cada diócesis de comunidades que monjas o monjes que garanticen este servicio a favor de todos los fieles.

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Por ello, si esta labor es tan importante, hoy todos nosotros, desde el agradecimiento, debemos elevar nuestra oración al Señor para que ningún monje ni monja desfallezca en su misión de servir al bien de la Iglesia. Que el Señor fortalezca a cada uno de ellos y encuentre respuesta en los que quiera llamar a esta vocación preciosa para la Iglesia.

Junto al sentido del centinela como aquel que vigila, también existe con el del que muestra el camino o el sendero. En la vida cristiana hacen falta personas que nos muestren el sendero, el camino que nos conduzca hacia Dios. Los contemplativos, consagrados al Señor totalmente, nos muestran con su vida el camino que nos conduce hacia lo esencial de la vida cristiana.

En este día nos sentimos en comunión con las hermanas que en los monasterios de nuestra diócesis son un testimonio de fe. Os pido a todos que recemos al Señor para que también en la ciudad de Tarazona podamos contar algún día con una comunidad contemplativa que desde la cercanía al Obispo y a la Catedral sean centinelas de oración para toda nuestra diócesis.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

CORPUS CHRISTI: CELEBRAR, ADORAR Y AMAR 2 de junio de 2013

Queridos hermanos y amigos: Celebramos en este domingo la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Esta

celebración es como un eco que prolonga las recientes fiestas pascuales. El pueblo cristiano ha sabido reconocer en esta fiesta el gozo y la alegría de la presencia de quien se ha quedado con nosotros para siempre y nos acompaña en el camino de nuestra vida.

Hoy somos invitados a la contemplación y a la adoración de Cristo al que celebramos en la Eucaristía y acompañamos por las calles de nuestras ciudades y pueblos, incluso el más pequeño.

La diócesis de Tarazona ha mantenido siempre una gran espiritualidad eucarística. Prueba de ello son las parroquias que dedican un tiempo de adoración a lo largo de la semana o, incluso, diariamente. Es importante destacar los milagros eucarísticos, llamados Santísimos Misterios, que con tanto amor adoran los pueblos de Aniñón y Cimballa. No podemos olvidar a San Pascual Bailón nacido en nuestra diócesis (Torrehermosa) y patrón de las Asociaciones y Congresos Eucarísticos.

Adoración Nocturna. En este día centrado en la Eucaristía, quiero recordar hoy a la asociación eucarística presente en nuestra diócesis la Adoración Nocturna Española en sus secciones masculina y femenina. Más de 250 adoradores una vez al mes se reúnen en distintas parroquias de la diócesis por la noche, para celebrar la Eucaristía, rezar y adorar al Santísimo, sacramento de piedad, signo de unidad y vínculo de caridad.

Nueve secciones adoradoras en las parroquias de Tarazona, Novallas, Borja, Mallén, Ricla, Brea, Illueca, Jarque y Calatayud, continúan noche tras noche una vez al mes, algunas desde hace más de cien años, dando culto y adoración al Señor presente en el Santísimo Sacramento. A ellos nuestro agradecimiento, pues a favor de toda la diócesis elevan sus oraciones y su adoración.

Animo a todos los adoradores nocturnos de la diócesis a que sigan entregando su tiempo a la adoración, sabiendo que el fruto que se obtiene es muy abundante. Que en las parroquias donde exista la Adoración Nocturna se estimule a los fieles a que participen en estas vigilias y que en las parroquias donde no existan, en la medida de lo posible, se constituya alguna nueva.

Día nacional de la caridad. En este domingo del Corpus celebramos también algo que está intrínsecamente unido a la celebración de la Eucaristía: la caridad.

Es una contradicción comulgar con Cristo en la más recogida intimidad, y no preocuparnos de comulgar con los hermanos; compartir el pan eucarístico, e ignorar el hambre de millones de seres humanos privados de pan, justicia y paz; celebrar el “sacramento del amor”, y no revisar nuestros egoísmos individuales y colectivos o nuestra apatía ante situaciones de injusticia y olvido de los más desvalidos; escuchar la Palabra de Dios en las Escrituras, y no oír los gritos de sus hijos más necesitados; darnos todos los domingos el abrazo de paz, y no trabajar por hacerla realidad entre nosotros

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Los que nos alimentamos del pan y el vino que ofrecemos hemos de ser constructores de comunidad y familia, creadores de unión y nunca de división, conscientes de que el Cuerpo glorioso de Cristo lo formaremos toda la humanidad renovada en la que Cristo es la cabeza. Cada creyente, que participa de la eucaristía, ha de ser, como Cristo, pan que se parte y se reparte para bien y provecho de todos; vino capaz de generar alegría y esperanza, signo de la Nueva Alianza.

Año de la Fe y adoración a Cristo junto a toda la Iglesia. En la tarde de este día nos uniremos en la Catedral de Tarazona al Papa y a toda la Iglesia en adoración a Cristo en la Eucaristía. El papa Francisco nos invita a que a las 5 de la tarde todos los miembros de la Iglesia nos unamos para que en este Año de la Fe adoremos al Señor en la Eucaristía, en todas las catedrales del mundo y en distintas iglesias. Es éste uno de los grandes acontecimientos de este año y que producirá un gran fruto. Uníos espiritualmente a esta adoración si no lo podéis hacer viniendo a la Catedral. Con todo afecto os saludo y bendigo.

A TI TE DIGO, LEVÁNTATE 9 de junio de 2013

Queridos hermanos y amigos: El Evangelio de este domingo (Lucas 7, 11-17) nos muestra la cercanía de Jesús hacia las

personas que sufren. Se compadece de la viuda que ha perdido a su hijo, se acerca hasta su ataúd y muestra su misericordia resucitándolo.

En distintos textos del Evangelio vemos a Jesús que ante situaciones dolorosas de muchas personas se acerca hasta ellas para tenderles la mano que los levanta de su postración o los arranca de sufrimiento.

Jesucristo se acerca de cada hombre y muestra no sólo su poder como Dios que es, muestra sobre todo su compasión; palabra que quiere decir “padecer con”, es decir hace suyas sus debilidades y sufrimientos para transformarlas. No le asusta la miseria ni la debilidad del hombre sino que misericordioso, a todos quiere levantar.

También hoy vivimos situaciones dolorosas en nuestra sociedad. Realidades que provocan un gran dolor en muchas personas y en muchas familias. Jesús actúa ahora a través de nosotros, porque está vivo y presente en su Iglesia y, por ello, nosotros debemos ser la mano de Jesús que toca, como en el Evangelio de hoy, las realidades de dolor y muerte, para decir con Él: “a ti te digo, levántate”.

El anuncio del Evangelio de Jesús tiene la capacidad de renovar y hacer vivir a tantas personas que viven en situaciones de sufrimiento y dolor; por ello no debemos dudar en ningún momento de su capacidad de que regenere, de que resucite, a tantas personas que por problemas de todo tipo pasan por circunstancias adversas.

Hoy pues, en el Evangelio se nos da una respuesta de vida para las crisis personales, para las situaciones de angustia, para las crisis moral y social en la que vivimos. No podemos dudar nunca de esta capacidad de dar vida que tiene Cristo y su Evangelio.

Como cristianos y miembros de la Iglesia no podemos dudar nunca de que Él ha puesto ahora en nuestras manos proseguir su obra que resucita y da la vida. Para ello nosotros debemos ser los primeros que cada día resucitemos con Él. Debemos proponernos encontrarnos cada día con Él para que nos dé vida.

Hay lugares privilegiados en los que nos alimentamos y llenamos de fuerza para poder proseguir su misión. En nuestras parroquias y comunidades debemos crear estos lugares de encuentro con Jesús. En primer lugar la lectura y meditación de la Palabra de Dios. Habría que preparar momentos oportunos para leer juntos la Escritura, meditándola e interiorizándola.

En segundo lugar, en la oración, personal y comunitaria. En la oración se puede abrir el corazón a Dios y decirle todo lo que hay en nuestro interior. La oración hace que la Palabra escuchada y meditada enraíce en nuestro corazón y produzca los frutos de vida para nosotros y para los demás.

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En la celebración de los sacramentos encontramos también al mismo Jesús, en ellos está vivo y presente con todo su poder y su misericordia. Este encuentro con Jesús nos llevará a poder acercarnos a los demás haciéndole presente. Encontraremos así su rostro en los pobres y marginados, en los enfermos y encarcelados, en los que sufren por cualquier pena. Y en ellos veremos entonces que Él se hace presente.

Que transformados por Él sepamos siempre que nuestra misión no es otra que proseguir su obra de dar vida y resucitar.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

TU FE TE HA SALVADO 16 de junio de 2013

Queridos hermanos y amigos: En este domingo en el que pasamos, tras la Pascua y las solemnidades que le han sucedido, a

los domingos del tiempo ordinario. Una palabra puede muy bien resumir el sentido de las lecturas que hemos escuchado, esta palabra es la misericordia.

Ya en la primera lectura (2 Samuel 12, 7-10.13) aparece la misericordia y el perdón de Dios hacia el rey David, después de haber cometido un grave pecado. Tras la exhortación del profeta Natán, David reconoce su pecado: " ¡He pecado contra el Señor!". Y, recibe la misericordia de Dios, con las palabras de Natán: "El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás".

El Evangelio (Lucas 7, 36-50) es un nuevo canto al perdón y a la misericordia que Jesús expresa con la parábola de los deudores y con el gesto de la mujer que llena de agradecimiento a Cristo se coloca a sus pies y los cubre con besos y los unge con perfume.

Nosotros queremos hoy entrar en esa misma misericordia de Dios. Él nos ama y nos acepta como somos y siempre quiere perdonarnos de cualquier pecado. Por eso somos siempre dichosos de poder experimentar la misericordia transformante del Señor.

Para experimentar la misericordia divina sólo hace falta abrir nuestros corazones y, como David, reconocer nuestro pecado. Ésta es la gran alegría de los cristianos, sentirnos dichosos, como David o la mujer del Evangelio, por poder experimentar cada día en nuestras vidas la misericordia del Señor.

Debemos dejarnos asombrar y admirarnos por el beneficio de la misericordia de Dios, la ternura y el cariño, la paciencia y la comprensión, por el amor y el perdón. Es el mismo asombro de David y de la mujer que se pone a los pies de Jesús. Una realidad que cada día podemos experimentar y que Dios no se cansa nunca de darnos.

Experimentar esta misericordia es lo que a su vez nos ayuda a tener las mismas actitudes de misericordia y amor con aquellos que nos rodean. Si Dios nos ama, nosotros también estamos llamados a entender, amar, perdonar. Lo que debemos hacer una realidad en nuestros hogares, en nuestro trabajo y allí donde se desarrolla nuestra vida. Pero, a la vez, este amor nos impulsa a proclamar y anunciar a todos este mismos amor y misericordia, no dudéis que todo hombre y mujer lo necesita.

Para poder vivir en la misericordia de Dios, los cristianos tenemos el sacramento de la Penitencia. Por ello es importante acercarnos a él con confianza y de forma asidua. Los sacerdotes deben ser conscientes de esta misión importante que se le has confiado y facilitar el encuentro a todas las personas con el amor de Dios que transforma la vida e impulsa a vivir con mayor fuerza nuestra fe.

El papa Francisco, en su breve pontificado, ha hablado muchas veces de la necesidad que tenemos los cristianos de celebrar este encuentro con el Señor a través del sacramento del perdón y de la reconciliación. Él mismo expresaba la necesidad que sentía siendo Papa de poder administrar este sacramento, como hacía tantas veces siendo arzobispo de Buenos Aires.

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En una de sus breves homilías en la celebración de la Misa diaria decía: "La confesión es, más bien, un encuentro con Jesús donde se toca de cerca su ternura. Pero hay que acercarse al sacramento sin trucos o verdades a medias, con mansedumbre y con alegría, confiados y armados con aquella "bendita vergüenza", la "virtud del humilde que nos hace reconocer como pecadores".

Queridos hermanos, que sepamos acercarnos cada día a la misericordia de Dios, vivir en ella y pedirla cada vez que la necesitemos.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

TÚ ERES EL MESÍAS 23 de junio de 2013

Queridos hermanos y amigos: Las lecturas de este domingo son todas ellas breves pero llenas de contenido. La primera

lectura del profeta Zacarías (12,10-11; 13, 1) nos anuncia lo que luego escuchamos de boca de Jesús en el evangelio (Lucas, 9,18-24): “Me mirarán a mí, a quien traspasaron”, nos dice el profeta y Jesús con palabras similares nos dice: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho… ser ejecutado”.

Un anuncio claro en ambos textos de lo que será la misión de Jesús. Él no es el Mesías que va a triunfar con la fuerza. Su mesianismo pasa por la cruz: ser traspasado, padecer, ser ejecutado. Una realidad de la fe cristiana que muchas veces nos inquieta o incomoda. Seguimos a quien ha querido salvarnos no a través del triunfo sino del fracaso.

Y Jesús no sólo anuncia para Él la cruz, además pide para todos sus discípulos que quieran seguirle que estén dispuestos a pasar también por ella: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”.

Pasar por la cruz es algo que siempre nos causa una gran dificultad, porque nuestra naturaleza y mentalidad humanas buscan siempre lo contrario, el éxito, el placer o al menos una vida sin grandes dificultades.

Pero hay una realidad que no miente en este deseo de Jesús de que pasemos por la cruz. La realidad humana está herida por el pecado original y, por lo tanto, la debilidad, el fracaso, la pobreza espiritual, son realidades de las que no podemos huir porque va siempre con nosotros. Por eso, Jesús no nos engaña ni nos miente, cuando nos invita a tomar la cruz. Él haciéndose humano, tan humano como cada uno de nosotros, asume nuestra naturaleza débil y pecadora.

Por esto la cruz se convierte, no en el fracaso, sino en la puerta hacia la vida; no en la oscuridad, sino en la luz.

Pero, más aún, Él, Jesús, que ha pasado por el fracaso de la cruz y de la muerte, ha resucitado, es decir ha vencido. Y, ésta es la gran paradoja, en cada cruz hay una semilla de resurrección y de vida, hay un camino abierto a la resurrección.

Nosotros los cristianos, como nos dice hoy S. Pablo en la segunda lectura (Gálatas, 3, 26-29) nos hemos unido a Cristo: “Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo”. Estar revestidos de Cristo es estar arropados por Él, o sea envueltos en Él. Nunca nos faltará ni su presencia ni su fuerza.

Jesús ha pasado por el sufrimiento y por la cruz para que sepamos que Él está en cada una de nuestras cruces y sufrimientos, que nunca estamos solos frente a la debilidad. No nos ahorra la cruz pero sí pone una fuerza en nuestra vida que sólo la fe y la esperanza puede dar. Por ello, si frente a nuestra propia debilidad humana, no estamos revestidos de Cristo, estamos como desnudos, sin cobertura y a la intemperie frente a todas las dificultades y problemas de nuestra vida. Cuando nos revestimos de Cristo cada día, al orar, al escuchar la palabra de Dios y al celebrar los sacramentos, nos estamos haciendo conforme a la imagen del que nos creó, una transformación se da en cada uno de nosotros, una renovación en nuestra vida y en nuestro espíritu.

Hoy como Pedro en el Evangelio queremos afirmar y confesar nuestra fe: “Tú eres el Mesías de Dios”. Y todo ello a pesar de nuestras dudas o temores, de nuestras equivocaciones o desaciertos.

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Con todo afecto os saludo y bendigo.

EL SEÑOR NOS BENDICE CON UN NUEVO SACERDOTE 30 de junio de 2013

Queridos hermanos y amigos: Este sábado, día 29 de junio, solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, nuestra

diócesis de Tarazona ha vivido un momento de gracia con la ordenación sacerdotal del diácono Ion Perea Itarte, en la Catedral de Tarazona. Demos gracia a Dios por este nuevo don que nos hace y pidamos por él al Señor para que, a lo largo de toda su vida, sepa responder con fidelidad y amor en este ministerio que ha recibido.

Ion Perea Itarte, natural de Pamplona, ha realizado en nuestro Seminario su formación teológica, del que ha sido alumno y donde obtuvo el bachillerato en teología al finalizar el curso 2010-2011. Durante los dos últimos cursos ha realizado los estudios de licenciatura en teología en Pamplona y ha colaborado como profesor de filosofía en el Estudio Teológico de la Inmaculada, en su condición de licenciado en filosofía, estudios que realizó antes de ingresar en el seminario.

Como decía el papa Francisco en su homilía con motivo de la ordenación sacerdotal de 12 diáconos de Roma, el pasado día 21 de abril, los que reciben el ministerio sacerdotal: “Son configurados en Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote”.

Os invito a todos a elevar nuestra oración al Señor para que el ministerio que hoy comienza Ion y, a la vez, todos los sacerdotes de la diócesis, sean lo que el Papa pedía en la misma homilía para los sacerdotes: “Conscientes de haber sido elegidos entre los hombres y constituidos en favor de ellos, para cuidar las cosas de Dios, ejerzan con alegría y caridad sincera la obra sacerdotal de Cristo, con el único anhelo de gustar a Dios y a no a ustedes mismos. Sean pastores, no funcionarios. Sean mediadores, no intermediarios. En fin, participando en la misión de Cristo, Cabeza y Pastor, en comunión filial con su obispo, comprométanse en unir a sus fieles en una única familia para conducirlos a Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu Santo. Tengan siempre ante sus ojos el ejemplo del Buen Pastor, que no ha venido para ser servido, sino para servir y para tratar de salvar lo que estaba perdido”.

A su vez debemos sostener nuestro compromiso diocesano para mantener el Seminario y que nuevas vocaciones vayan uniéndose a él con el deseo de formarse y discernir su llamada. Como tantas veces he repetido en el tiempo que llevo entre vosotros el Seminario y su Estudio Teológico es algo importante para mí; lo considero una de las mayores obligaciones que se me ha encomendado en el ministerio episcopal. Todos lo debemos considerar como algo muy nuestro, porque es necesario para la vida de la Diócesis y de la Iglesia Universal.

Os invito, pues, a que también cada de uno de vosotros -sacerdotes, religiosos, laicos- lo llevéis en el corazón; que ocupe un lugar en vuestras oraciones para sostenerlo espiritualmente; que los seminaristas sean conscientes que con ellos están tantas personas de la Diócesis que rezan por ellos, que piden por su vocación, que cada día los recuerdan. Esta oración desinteresada es un verdadero acto de amor a la Iglesia y, de forma misteriosa pero eficaz, una gran colaboración para que el Señor nos siga regalando con el don de los sacerdotes.

Junto a la oración pido también vuestra generosa colaboración económica para poder sostener esta obra del Seminario; aunque sea la pequeña aportación de la viuda del Evangelio, Dios siempre multiplica lo que damos desde nuestra pobreza.

Que ninguno nos sintamos ajenos a la misión que el Señor nos encomienda de orar y cuidar a nuestros seminaristas y pedir que el Señor nos bendiga con nuevas vocaciones.

Con todo afecto os saludo y bendigo

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EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN 7 de julio de 2013

Queridos hermanos y amigos: En estos días en los que finalizamos el año escolar quiero dirigir esta carta a aquellos que a lo

largo del mismo habéis recibido o recibiréis pronto el sacramento de la Confirmación. Administrar la Confirmación es uno de los sacramentos que se reserva al obispo, aunque en algunos casos éste pueda autorizar a otros sacerdotes para que en su nombre lo administren.

Las parroquias hacen con mucha ilusión un gran esfuerzo para poder preparaos convenientemente antes de ser confirmados.

Las experiencias de estos años de preparación son distintas en cada comunidad; a veces las parroquias organizan muchos encuentros con vosotros a lo largo de las catequesis, encuentros de oración, excursiones o peregrinaciones, misas. Otras veces las parroquias son más sencillas y con pocos jóvenes y la catequesis se hace bien, pero sin tantas actividades, aunque la entrega y le generosidad de los catequistas es la misma. Vuestros padres también han apoyados vuestra decisión de confirmaros.

Han sido, pues, muchas las personas que a lo largo de vuestra vida se ha preocupado por vuestra educación humana y cristiana: vuestros padres, los catequistas, los profesores, los sacerdotes. Constatando este hecho creo que es importante que os hagáis esta reflexión: si tantas personas toman tanto interés en transmitiros la fe, en preocuparse por formaros cristianamente, en que recibáis los sacramentos, quiere decir que la fe es algo importante.

Recuerdo que una joven que había recibido la confirmación me escribió una carta en la que me decía que su vida había estado repleta de diferentes experiencias y sabía que Dios había estado siempre con ella, ayudándole en los malos momentos y celebrando los buenos. Y por ello había decidido confirmarse y seguir siendo una discípula suya.

Y en esto es en lo que quisiera insistiros hoy. Vivir la fe y ser cristiano es algo que nos ayuda en la vida, algo que nos da fuerzas, lo que nos hace ser más humanos. La fe no nos libra de ninguna de las dificultades de la vida, pero nos da la fuerza para saberlas superar.

Jesús nos lo dice de una manera sencilla en una parábola que seguramente conocéis, me refiero a la de la casa edificada sobre roca y la casa edificada sobre arena (Mateo 7, 21-29). Las dos casas son construidas con toda habilidad, es decir bien, las dos van a pasar por las mismas dificultades: cae la lluvia, se salen los ríos, soplan los vientos y descargan contra las casas. La que fue edificada sobre la arena, se hunde, la edificada sobre la roca resiste.

El texto que os he comentado en definitiva nos dice que la vida humana siempre ha de pasar por dificultades y que el éxito en ella lo da el material sobre el que lo hayamos edificado. Si después de recibir el sacramento de la Confirmación seguís cultivando vuestra fe y edificando vuestra vida sobre esa roca, podéis estar seguros que la fe os ayudará en todos los momentos de la vida.

La Confirmación ha sido para vosotros como un nuevo Pentecostés. El Espíritu Santo ha descendido sobre vosotros y has transmitido sus dones para que seáis sus testigos.

Animaos, pues, a vivir vuestra fe en la Iglesia, colaborad con ella, seguid vuestra formación. Enhorabuena por vuestra valentía en el seguimiento de Jesús. Él no os defraudará y os hará felices.

Con todo afecto os saludo, bendigo y rezo por vosotros.

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SAMARITANO CON CRISTO SAMARITANO 14 de julio de 2013

Queridos hermanos y amigos: Acabamos de escuchar en este domingo uno de los textos evangélicos más conocidos: la parábola del buen

samaritano (Lucas 10, 25-37). Como respuesta a la pregunta de un maestro de la Ley: ¿Quién es mi prójimo?, Jesús lo explica, como es su costumbre, a través de la parábola.

Aunque esta parábola sólo la recoge el evangelista San Lucas podemos decir que han sido muchas sus interpretaciones desde la antigüedad cristiana hasta nuestros días. Yo quisiera hacerlo hoy desde la que hacen dos grandes padres de Occidente: Orígenes y San Agustín. Ellos interpretan la parábola como una alegoría del cristianismo, ambos nos dicen que el samaritano representa a Cristo y el hombre herido en el camino es Adán o el hombre en su estado caído.

Así lo ha interpretado también gráficamente, el gran artista del arte cristiano actual, el P. Marco Ivan Rupnik, jesuita. En la capilla "Redemptoris Mater" del Vaticano, una de las obras más importantes del artista y de su equipo, quiso representar esta parábola y lo hizo imaginando el momento en que el samaritano, que tiene el rostro de Cristo, se acerca hasta el hombre caído en el camino para levantarlo y, sorprendentemente, el que es auxiliado tiene también el rostro de Cristo. El hombre caído en el camino es aquel que ha salido de Jerusalén, la ciudad santa, para buscar otra ciudad, Jericó. En cierto sentido nos recuerda la parábola del hijo pródigo, que abandona la casa paterna en busca de su propia vida. Al hombre que abandona a Dios, el camino de su vida se convierte en una realidad peligrosa que lo llega a herir profundamente.

San Agustín señala que el hombre que cayó en manos de los ladrones es figura de la humanidad herida y despojada de sus bienes por el pecado original y los pecados personales. “ Despojaron al hombre de su inmortalidad, y lo cubrieron de llagas, inclinándole al pecado ", el levita y el sacerdote que pasaron de largo simbolizan la Antigua Alianza, incapaces de curar. La posada era el lugar donde todos pueden refugiarse y representa a la Iglesia.

En esta situación que parece irreversible aparece el samaritano, signo de Jesús, que se acerca al hombre, a cada hombre para curar sus llagas, haciéndolas suyas. Es decir, lejos de abandonar y olvidar al hombre en su debilidad se ha hecho hombre, de ahí que Rupnik haya representado con el mismo rostro.

Los cristianos debemos ser, sobre todo, aquellos que saben que en el camino de nuestra vida no estamos solos, ni irremediablemente condenados a nuestra debilidad. Alguien, Cristo, nos ha amado tanto que siempre nos asiste, nos cura y nos pone al cuidado maternal de la Iglesia.

Por eso nuestra vida espiritual debe ser siempre un acto de apertura a esta misericordia de Jesús. Dejemos que Él nos asista, recurramos a Él en todos los momentos de nuestra vida. Y esto nos ayudará a ser también nosotros misericordiosos con los demás.

Somos miembros de la Iglesia, o sea, los que están en la posada, para acoger a todos y cuidar de todos. Como en la parábola hemos oído la voz de Cristo que nos ha dicho: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta”. Que ante cualquier situación de sufrimiento seamos el lugar que acoge, cuida y anima; ésa es la misión que a todos Él nos ha encomendado.

Quiero terminar con una oración de la beata madre Teresa de Calcuta que expresa muy bien lo que es la misericordia en la vida de cada cristiano:

Oración para aprender a amar: Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida. Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua. Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor. Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo. Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro. Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado. Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos. Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien. Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos. Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión. Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender. Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.

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Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos. Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo. Con todo afecto os saludo y bendigo.

CARTA PASTORAL

EN EL DÍA DE LOS ABUELOS 21 de julio de 2013

Queridos hermanos y amigos: El próximo viernes, día 26 de julio, celebramos la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, padres

de Nuestra Señora. Desde hace unos años en ese día se ha querido celebrar el día de los abuelos. Quiero, por ello, en este día tener una palabra sobre ellos y para ellos.

La celebración del día de los abuelos nos ofrece la oportunidad de agradecer su presencia en la familia y en la sociedad. Somos deudores de sus servicios prestados con ilusión hasta el final de sus vidas, pero sobre todo somos deudores de la fe que nos han transmitido y del amor que nos han prodigado.

La celebración de esta fiesta nos ayuda a reconocer y valorar el papel que la generación de la sabiduría desempeñada en la vida de todos nosotros.

Lo importante en la vida no es la edad, lo importante es la forma de envejecer, el ir viviendo los valores que se nos ofrecen en cada estadio de la vida. El beato Juan Pablo II, en su Exhortación Apostólica “Vita Consecrata” escribía: “Hay una juventud de espíritu que permanece en el tiempo y que tiene que ver con el hecho de que el individuo busca y encuentra en cada ciclo vital un cometido diverso que realizar, un modelo específico de ser, de servir y de amar”.

Cada periodo de la vida tiene una finalidad y ¡cómo necesita hoy nuestra sociedad y nuestras familias de sus servicios desinteresados!

"Por lo que concierne a senectud- dice Séneca- abrázala y ámala. Te procurará abundante placer si sabes cómo hacer uso de ella". Estar uno libre de las expectativas y fechas límites, de las presiones y responsabilidades, de los horarios y las actividades públicas de la madurez tiene algo que sitúa a los últimos años de la vida bajo una luz del todo diferente.

Es la etapa en la que se tiene derecho a vivir con gratitud por todas las etapas de la vida que nos han traído hasta aquí, por los recuerdos que nos causan gran alegría, por las personas que nos han ayudado a llegar tan lejos, por los logros que hemos ido grabando en el corazón a lo largo del camino. Las experiencias piden a gritos ser celebradas y en esta fiesta queremos hacerlo.

“Envejeced conmigo -escribe Robert Browning- todavía nos aguarda lo mejor, lo último de la vida, meta de lo primero". Las vidas de los ancianos no sólo tienen un nuevo color, sino que traen consigo la clase de profundidad interior que tan acuciantemente necesita un mundo acelerado. La vejez es una nueva experiencia de cómo vivir la vida, cómo exprimirle la bondad, la energía, la gratitud, la calma y la serena creatividad. En ella nos hacemos conscientes de que el éxito tiene que ver con disponer de lo esencial, con aprender a ser feliz, con entrar en contacto con nuestro yo espiritual, con llevar una vida equilibrada, con no causar daño, y con no hacer sino el bien.

Como san Pablo, en la carta a los Corintios (2 Cor 4, 16), dice: “Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día”; es ésta la experiencia de tantas personas mayores que envejecen desde el “saborear a Dios”.

"En la vejez seguirá dando fruto", afirma el Salmo 91. Este salmo celebra la confianza en Dios que es manantial de serenidad y de paz. Una paz que permanece intacta en la vejez (Cf. v. 15), estación vivida todavía en la fecundidad y en la seguridad. Orígenes comenta: "Nuestra vejez tiene necesidad del aceite de Dios. Al igual que nuestros cuerpos cansados recobran vigor ungiéndolos con aceite, al igual que la llama de la lámpara se extingue si no se le añade aceite, así también la llama de

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mi vejez necesita el aceite de la misericordia de Dios”. Por ello, pidamos al Señor que nuestra vejez, nuestro cansancio, y todas nuestras limitaciones sean iluminadas por el aceite del Señor".

Con todo afecto os saludo y bendigo.

VERANO: TIEMPO PARA APRENDER 28 de julio de 2013

Queridos hermanos y amigos: Con esta carta del último domingo de julio nos despedimos hasta el próximo mes de

septiembre. El equipo que realiza semana tras semana nuestra publicación diocesana Iglesia en Tarazona se toma un merecido descanso en el próximo mes de agosto.

Quiero agradecer desde estas líneas el servicio de todos aquellos que colaboran con esta publicación y que facilitan la comunicación de la vida de nuestra diócesis y de las demás diócesis aragonesas. Cada semana recibimos información de la vida de nuestra diócesis y de las diócesis hermanas de Aragón. Es también importante que cada semana, a través de esta carta, me pueda comunicar con vosotros y presentaros mi pensamiento sobre diversas realidades. Durante el período que va de septiembre pasado a hoy creo que ningún domingo he faltado a la cita que cada semana tengo con vosotros.

Comenzamos una temporada del año en que muchos de vosotros gozaréis de unas merecidas vacaciones. Muchos pueblos de nuestra diócesis recobrarán la alegría de contar con la presencia de los que vivís en otros lugares. Os damos la bienvenida y queremos que vuestra presencia colaboré en mejorar nuestros pueblos.

Se abre también una época de fiestas populares que, a lo largo de los meses de agosto y septiembre, se celebran en tantos pueblos de nuestra geografía. Todas estas fiestas en honor de Nuestro Señor, de la Virgen María en sus diversas advocaciones o de santos y santas patronos de vuestros pueblos, son una llamada a revivir la fe. Celebramos a quienes son un testimonio de servicio, de amor y de entrega y nos impulsan a seguir sus huellas en nuestra vida de cada día.

No puedo olvidar a las personas y familias que pasan por dificultades, a los que viven momentos duros y a los que sufren la angustia del paro por la falta de trabajo. A todos os manifiesto mi solidaridad y mi cercanía. Ojala que entre todos sepamos buscar soluciones que mejoren todas estas situaciones.

El verano y este tiempo de descanso puede ser también un tiempo de aprendizaje. Me permito aportaros aquellas cosas en las que podemos aprender y, por lo tanto, crecer en este verano.

Aprendamos a gustar la vida. Por lo general, tendemos a acumular en nuestro interior las experiencias negativas, sin detenernos ante lo bueno y bello de la vida. ¿Por qué no dedicar unos días a vivir más despacio, gustando las cosas pequeñas y saboreando agradecidos tantos placeres sencillos que ofrece el vivir diario? Quedaremos sorprendidos de todo lo que nos regala de manera constante nuestro Padre Dios.

Aprendamos a mirar. Casi siempre corremos por el mundo sin captar apenas la vida que llena el Cosmos y sin abrirnos al misterio que nos envuelve. Es bueno tomarse tiempo para aprender a mirar el entorno más despacio y con más hondura. No se trata de afinar los sentidos, sino de captar la vida que palpita dentro de las personas, los seres y las cosas, y escuchar su eco en nosotros.

Aprendamos a sanar los recuerdos dolorosos. Para recuperar la paz es necesario curar las heridas que nos hacen sufrir interiormente. Liberarnos de los recuerdos dolorosos del pasado y de las amenazas del futuro. El verdadero arte es vivir plenamente el momento presente, aquí y ahora. El creyente lo aprende desde la fe: el pasado pertenece a la misericordia de Dios; el futuro queda confiado a su bondad.

Que este tiempo de verano nos ayude a acercarnos a Jesús con fe, el médico que nos cura y el maestro que nos enseña. Que la Virgen María que supo iluminar y transformar todo lo que fue e hizo nos ayude a contribuir y a mejorar la vida allí donde cada uno estamos.

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Con todo afecto os saludo y bendigo.

UN PROYECTO PARA EL NUEVO CURSO 1 de septiembre de 2013

Queridos hermanos y amigos: Tras el paréntesis del mes de agosto, en el que nuestra publicación Iglesia en Tarazona, se ha

tomado un merecido descanso, volvemos a nuestro encuentro semanal a través de la carta que cada semana os escribo.

Todavía en este mes de septiembre continúan las fiestas en muchos pueblos de nuestra diócesis. Tres solemnidades polarizan muchas de las celebraciones de este mes: La Natividad de Nuestra Señora, en el que muchas parroquias celebran alguna de las advocaciones de la Virgen María; la Exaltación de la Santa Cruz, con las celebraciones de las imágenes del Santo Cristo que en tantos lugares se veneran; y, finalmente, San Miguel Arcángel, protector celestial.

Aunque es un mes lleno de celebraciones, también es un mes en el que muchas actividades de la vida ordinaria comienzan su funcionamiento. En muchas parroquias y comunidades es un tiempo de programación de las distintas actividades pastorales, un tiempo en el que con ilusión nos planteamos nuestro trabajo para intentar llevar el Evangelio de Jesucristo y hacer crecer en la fe a los miembros de nuestras comunidades.

El pasado día 11 de agosto en el diario La Razón publiqué un artículo en el que reflexionaba sobre las palabras y los gestos del Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Río de Janeiro. A mi modo de ver, nos ha dejado unas claves excepcionales para una profunda renovación de la Iglesia. Por ello quiero señalar algunas de ellas en esta carta a la hora de programar nuestro próximo curso. Podemos decir que sus palabras no sólo sirvieron para los jóvenes, son también un proyecto para toda la Iglesia.

También en nuestra diócesis de Tarazona debemos intentar crear un ambiente que nos renueve en nuestro impulso misionero. Por ello debemos trabajar por una Iglesia que tenga estos acentos, según señalaba el Papa:

CERCANA Y ACOGEDORA El Papa es consciente de que muchos jóvenes –también personas mayores– se han alejado de

la Iglesia. No es momento de analizar las causas. Propone “una pastoral de cercanía con todos”. Él es un ejemplo vivo para todos. Sus palabras son cálidas, cercanas, abrazadoras. Así, la Iglesia que nos presenta el Papa no es una Iglesia fría, de despachos oficiales. La Iglesia debe acoger con afecto a toda persona que llame a su puerta, sin pedir su carnet de identidad. Todo encuentro con los hombres y mujeres es bueno y positivo porque me da la oportunidad de abrir las puertas del corazón. Los sacerdotes, antes de dar catequesis o sacramentos, deberían ser Sacramento de la ternura del Padre.

En la Misa con los obispos, sacerdotes, seminaristas y religiosas, el Papa les decía: “Estamos llamados a promover la cultura del encuentro”. Esta cercanía es como “esa lluvia suave que cae poco a poco y empapa la tierra” ( cf. Is. 55, 10). Los jóvenes y los que han asistido a la JMJ de Río no se van a acordar de la lluvia y el frío que han tenido que soportar en la Playa de Copacabana, bautizada como “Playa de Dios”. Lo que no van a olvidar son las palabras tiernas, delicadas, cariñosas, del Papa: “Habría querido llamar a cada puerta, decir 'buenos días', pedir un vaso de agua fresca, tomar un 'cafezinho', hablar como amigo de casa, escuchar el corazón de cada uno, de los padres, los hijos, los abuelos...”.

JOVEN Y ALEGRE Sabe que la Iglesia de Europa es una Iglesia vieja, cansada y, en palabras de Benedicto XVI,

“una viña devastada”. La mayoría de los que van a Misa es “gente mayor”. Cuando el Papa se encuentra con un grupo numeroso de jóvenes cristianos, se enardece, y con palabras cargadas de emoción, exclama: “Veo en ustedes la belleza del rostro joven de Cristo, y mi corazón se llena de alegría”. El Papa confía en los jóvenes y apuesta por ellos. Y lo hace de esta manera tan expresiva y

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tan bella: “Es común entre ustedes oír decir a los padres: 'Los hijos son la pupila de nuestros ojos' (...). ¿Qué sería de nosotros si no cuidáramos nuestros ojos? ¿Cómo podríamos avanzar? Mi esperanza es que, en esta semana, cada uno de nosotros se deje interpelar por esta pregunta provocadora. La juventud es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo”.

Por otra parte, el Papa Francisco no quiere engañar a los jóvenes. A través de su larga vida pastoral, ha podido observar que la lejanía de Jesús es causa de tristeza y el encuentro con Jesús es fuente de alegría. Además, el Papa no quiere personas tristes en su Iglesia. A los propios Obispos les decía: “Un Obispo triste... ¡qué feo!”

SENCILLA Y POBRE Todos recordamos aquella exclamación espontánea del Papa en su primera reunión con los

periodistas que habían cubierto el cónclave: “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”. A lo largo de estos meses de su ministerio como Obispo de Roma, y muy especialmente en este viaje programático de la JMJ, ha ido poniendo acentos y señalando preferencias en el camino de esa meta evangélica: una Iglesia pobre, capaz de renunciar a pompas y vanidades; una Iglesia sencilla, mucho más parecida al retrato que nos ofrecen las páginas del Evangelio.

LLENA DE TERNURA Y MISERICORDIA Llama poderosamente la atención el hecho de que el Papa, en todos sus discursos de la JMJ,

no se haya dedicado a condenar. Es verdad que en este mundo abundan las sombras del pecado y de la muerte. Pero ha preferido mirar a Cristo y arrojar una nueva luz sobre tanta oscuridad. “En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, su inmensa misericordia. Y es un amor del que podemos fiarnos, en el que podemos creer”. Naturalmente que el amor gratuito y perdonador de Dios, especialmente manifestado en la Cruz de Cristo, lleva consigo unas consecuencias: “El amor nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor; pero la Cruz nos invita también a dejarnos contagiar por este sobre todo a quien sufre”.

MISIONERA Sabe que la Iglesia de Jesús se ha quedado vieja y necesita una profunda renovación. Sin

querer culpabilizar a nadie, el Papa es consciente de que la Iglesia “no puede seguir así”. Podríamos decir que el hilo conductor de todos sus discursos es la “evangelización”. El Papa recoge el grito de Pablo, el evangelizador por antonomasia: “!Ay de mí si no evangelizo!”. La evangelización es “su carnet de identidad”. Lo dice de mil maneras: “La Iglesia no puede quedarse mirándose el ombligo”. “No hay que balconear”, sino “callejear”. “Hay que hacer lío”. “Hay que ser revolucionarios”. En el mejor sentido, como lo fue Jesús.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

BODAS DE PLATA EPISCOPALES DE D. MANUEL UREÑA

8 septiembre 2013 Queridos hermanos y amigos.

Me siento sumamente contento y honrado de dirigiros hoy esta breve reflexión con motivo de las bodas de plata episcopales de nuestro querido arzobispo metropolitano S.E. Mons. Manuel Ureña Pastor. Es el momento de dar gracias a Dios por el don de su vocación sacerdotal y de su generosa respuesta, lo que le ha permitido ser ministro del Señor y dispensador de sus abundantes gracias en favor de tantas y tantas personas.

Es, pues, momento de alegría y acción de gracias al Señor por el servicio de pastor, que la Iglesia le ha confiado como sucesor de los Apóstoles.

El día 11 de septiembre de 1988, en Ibiza, era ordenado obispo nuestro querido Mons. Manuel Ureña. Veinticinco años jalonados por su celo pastoral en la isla de Ibiza, por los claustros de Alcalá de Henares, por Cartagena y finalmente en Zaragoza. Por todas esas diócesis ha ido

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dejando su impronta de una mente lúcida, preparación intelectual, celo pastoral y sobre todo de un obispo cercano, acogedor, amante de sus sacerdotes y de los fieles a él encomendados.

Recuerdo con infinito agradecimiento, a D. Manuel, el 18 de enero del 2011, cuando vino a recogerme a la estación del tren de Zaragoza. El Santo Padre me había comunicado una semana antes su deseo de que fuese obispo de Tarazona. Antes de hacerse público el nombramiento quise entrevistarme con mi arzobispo, D. Manuel Ureña. Me recibió como padre recibe a un hijo. Hablamos mucho, hasta las 12.30 de la noche; me ofreció sabios consejos, respondió a mil preguntas y cuestiones, serenó mi ánimo, alentó mi espíritu; nunca olvidaré el largo día que pasé en su casa. Al día siguiente concelebramos en el altar de nuestra querida madre la Virgen del Pilar. Aunque todavía no era público, rezamos por mi nuevo ministerio episcopal. Sentí que en Aragón me acogía una Madre, la Pilarica, y que D. Manuel me acompañaría en mi servicio pastoral.

Para san Agustín el buen pastor, el buen sacerdote u obispo, es aquel que a imitación de Cristo, da la vida por las ovejas que le han sido confiadas, que no busca sus propios intereses, sino los de Cristo (s. 46, 3). Y esto es, precisamente, lo que yo destacaría de D. Manuel: un pastor que tiene siempre en mente su papel de servidor y de humilde instrumento en las manos de Dios (en. Ps. 123, 3).

Que la llama del agradecimiento, de la fidelidad, de la certeza y del Amor siga encendida en el corazón de D. Manuel y continúe iluminado esta hermosa parcela de la Iglesia de Aragón.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EL RETO DEL SANTO PADRE PLANTEADO EN TRES IDEAS

15 de septiembre de 2013

Queridos hermanos y amigos: A mediados de este mes de septiembre comenzamos ya a preparar el año pastoral de nuestras

parroquias y de nuestras comunidades. En mi carta del pasado día 1 de septiembre os proponía una serie de principios que el papa Francisco había propuesto en la Jornada Mundial de la Juventud y que podemos considerar con un valor universal para todas las comunidades cristianas.

Hoy hago mías otras tres consignas que pueden ser “el alma” de nuestra actividad pastoral a lo largo del próximo curso.

1.- VAYAN Sus últimas palabras, en la homilía de despedida de la JMJ, fueron éstas: Vayan, sin miedo,

para servir. El Papa Francisco nos ha repetido una y mil veces que tenemos que salir, que la misma Virgen nos empuja a salir. Los cristianos hemos confundido lamentablemente el verbo “venir” con el verbo “ir”. Nosotros decimos: “¡Que vengan!”. Que vengan a Misa porque para eso hemos tocado las campanas. Que vengan a inscribirse si quieren bautizar a sus hijos. Que vengan a dar su nombre si desean confirmarse. Que vengan a la oficina para arreglar los papeles para el Matrimonio. Y a los que ya no pueden venir porque se han muerto, ¡que nos lo traigan!... La palabra evangélica, repetida hasta la saciedad por Francisco es “id”: “Vayan ustedes a la viña”.

2.- SIN MIEDO Evangelizar en nuestro tiempo, especialmente en Europa, es una misión difícil. El miedo

puede ser el compañero de camino. El Papa nos pide que dejemos los miedos, como dejó el miedo Moisés ante el faraón. Como dejó el miedo Jeremías, que era un niño. Como dejó el miedo María ante lo que se le venía encima. Todos quitaron el miedo cuando se convencieron que no iban solos, que “Dios estaba con ellos”. “Yo estoy contigo”. Es la consigna de Dios a todo misionero. Por otra parte, nos dice el Papa Francisco: “Jesús no ha dicho: ‘Ve’, sino ‘Vayan’: somos enviados juntos”. “Queridos jóvenes, sientan la compañía de toda la Iglesia”, les dijo en Copacabana.

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3.- PARA SERVIR Es una bonita palabra. Es la clave para acertar en la vida. Nadie puede ser feliz en el egoísmo,

encerrándose en sí mismo. En el Papa Francisco esta palabra se convierte en espléndida realidad. Por eso está siempre alegre. Sus palabras al llegar a su casa de Roma fueron éstas: “Cansado pero contento”.

Que estos sencillos pero fundamentales principios nos muevan a todos en este próximo curso pastoral.

Quisiera también hacer referencia a dos acontecimientos que estamos viviendo estos días en nuestra diócesis.

En primer lugar la exposición temporal SYMBOLON que desde el día 9 de agosto y hasta el día 22 de septiembre se está realizando en la parroquia de Brea de Aragón. Una gran muestra que recorre los artículos del credo a través de distintas obras artísticas. Agradezco el trabajo realizado e invito a visitarla en ésta su última semana.

En segundo lugar el proyecto catequético SHEMA que nos propone en dos volúmenes el desarrollo del catecismo Jesús es el Señor para la preparación de la primera comunión. Gran parte de este proyecto ha sido realizado por fieles de nuestra diócesis de Tarazona y debemos felicitarlos por el esfuerzo realizado. Espero que sirva para la catequesis de nuestras parroquias y sea acogido con la misma ilusión con la que se nos ha ofrecido.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EL SEMINARIO, CORAZÓN DE LA DIÓCESIS 22 de septiembre de 2013

Queridos hermanos y amigos: Mañana, día 23 de septiembre comenzará un nuevo curso en nuestro Seminario Diocesano.

Tras el período estival volvemos con ilusión a una de las tareas fundamentales de una diócesis: la formación de los candidatos al sacerdocio.

Todos nos debemos sentir, como tantas veces he repetido, responsables de nuestro Seminario y de la pastoral vocacional. La Iglesia está siempre necesitada de sacerdotes y, por ello, todos los fieles cristianos deben mostrar interés en que nunca nos falten para servir a la evangelización, animen la caridad y celebren los sacramentos.

El Concilio Vaticano II, en el Decreto Optatam totius, destaca la importancia del Seminario para la vida de las parroquias y el afecto y apoyo que ha de recibir por parte de toda la comunidad diocesana. Dice así: “Todos los sacerdotes deben considerar al Seminario como el corazón de la diócesis y prestarle gustosamente su ayuda”.

Junto a la preocupación por el Seminario y los seminaristas, todos los sacerdotes y demás responsables de pastoral, catequistas, etc, debemos estar motivados siempre para que permanezcamos atentos a los jóvenes y a los niños que se plantean la vocación al sacerdocio.

Para mí, como obispo de la diócesis, el Seminario debe ser, como indica el Directorio para el ministerio pastoral de los obispos, la institución primaria de la diócesis: “Entre todas las instituciones diocesanas, el Obispo considere la primera el seminario y lo haga objeto de las atenciones más intensas y asiduas de su ministerio pastoral, porque del Seminario dependen en gran parte la continuidad y la fecundidad del ministerio sacerdotal de la Iglesia” (IV, 5)

En esta misión que me encomienda la Iglesia, quiero contar con todos vosotros, siendo una de las mejores ayudas que me podéis brindar. Por ello os propongo una serie de acciones que podéis estudiar en los arciprestazgos y parroquias para potenciar nuestra ayuda al Seminario y a la pastoral vocacional.

1. Nada es posible sin la oración y ésta se hace más urgente cuando debemos apoyar el Seminario, a los seminaristas y a la pastoral vocacional. Por ello hay que pedir en cada misa por el Seminario y por las vocaciones, así como organizar un día especial de oración ante el Santísimo

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Sacramento, semanal o mensual, en cada parroquia o comunidad. Rogad al dueño de la mies que mande operarios a su mies, sin cansarnos y con confianza.

2. Necesitamos mantener materialmente nuestro Seminario. Somos una diócesis pobre con pocos recursos y nuestro Seminario necesita de vuestra caridad. Aunque sea el óbolo de la viuda debemos colaborar todos de forma individual y comunitaria. Ojalá sepamos encontrar en cada comunidad la forma más efectiva de nuestra colaboración

3. Proponer. Finalmente os invito a proponer en la catequesis de comunión y confirmación, encuentros con los jóvenes y clases de religión la vocación como una posibilidad de vida y una respuesta a Dios. La delegación diocesana de pastoral vocacional gustosamente os ayudará cuando se lo pidáis.

Me gustaría que esta carta fuera transmitida a todos los fieles, dedicando dentro de las misas de estos domingos del comienzo del curso un breve espacio para concienciar sobre la importancia del Seminario y la corresponsabilidad que todos tenemos respecto a él.

Que el Señor nos bendiga con nuevas vocaciones sacerdotales y sostenga con su fuerza a los seminaristas que mañana comienzan un nuevo curso académico.

Con todo afecto os saludo y bendigo. 20 octubre 2013 FE + CARIDAD = MISIÓN Queridos hermanos y amigos: No quiero dejar pasar este domingo sin hacer junto a vosotros una breve reflexión sobre el día del DOMUND que hoy celebramos. La palabra DOMUND evoca una realidad querida y apreciada por los cristianos españoles: las misiones y la obra evangelizadora de la Iglesia. ¿Qué se nos invita a hacer en este día? En primer lugar es un día de oración, la Iglesia universal reza por los misioneros y misioneras para colaborar de esta forma con su labor evangelizadora que se desarrolla entre los más pobres. Es también el día en que subrayamos un aspecto fundamental de la vida cristiana y de la Iglesia: la Iglesia existe para evangelizar, para anunciar en todos los lugares y a toda la humanidad la vida nueva que hay en Cristo. Es en definitiva una fiesta de la catolicidad y de la solidaridad universal. Podemos decir que hoy el corazón de cada comunidad y de cada cristiano se dilata, para salir de sí mismo y abrirse generosamente hasta el último lugar de la tierra. Este dilatar nuestro corazón se concreta en una especial llamada a la colaboración económica de los fieles. Con los donativos se construyen templos, se compran vehículos, se forman catequistas, se atienden proyectos sociales, sanitarios y educativos. Con los más pobres de la tierra los misioneros, en nombre de todos los cristianos, sostienen junto a la obra evangelizadora una amplia labor social y educativa. El lema de este año. Este año 2013 se nos propone el eslogan: Fe + Caridad = Misión. No podemos separar la fe y la caridad, dos virtudes teologales íntimamente unidas. “La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la

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fuerza que derivan de este, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios” (Benedicto XVI). Contemplación y acción están llamadas a coexistir e integrarse. La acogida salvífica de Dios, su gracia, su perdón por la fe orienta y promueve las obras de la caridad. Que todos sepamos en este día valorar la obra misionera de la Iglesia y sentirnos solidarios con los misioneros con nuestra oración y generosidad. Con todo afecto os bendigo. TRES RASGOS DE LA ORACIÓN CRISTIANA: AGRADECIMIENTO, INSISTENCIA Y HUMILDAD. 27 de octubre de 2013 Queridos hermanos y amigos: En estos tres últimos domingos hemos escuchado en el Evangelio de San Lucas lo que podríamos llamar tres catequesis sobre la oración cristiana. Oración de acción de gracias. El día 13 de octubre se proclamaba el pasaje de los diez leprosos que piden a Jesús su curación (Lc 17, 11-19); comienza el texto presentándonos la súplica confiada que los leprosos le hacen a Jesús: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. Es el grito de quien sufre y con confianza acude a quien es “maestro” para que desde su compasión los cure. En momentos de dificultad o de sufrimiento es la oración que muchas veces hemos podido elevar al Señor y, a la vez, hemos podido contemplar como Él ha atendido nuestra súplica. Este pasaje nos hace reflexionar sobre nuestro agradecimiento, nuestra acción de gracias, nuestra alabanza por lo que el Señor ha hecho con nosotros. De aquellos diez leprosos que habían sido curados sólo uno de ellos vuelve a agradecer lo que el Señor había hecho con él. Nuestra oración debe ser también de acción de gracias. El cristiano debe reconocer los dones que recibe de Dios, nuestra mirada sobre lo que somos y tenemos tiene que ser siempre positiva y sobre todo agradecida. Oración insistente. El domingo pasado escuchábamos la parábola conocida como de la “viuda inoportuna”, una mujer que ante la injusticia que sufría no dudaba ni cesaba de pedirle al juez que le hiciera justicia. El mismo evangelista nos dice que esta parábola es propuesta por Jesús para que los discípulos supieran que tenían que orar siempre sin desfallecer. La insistencia de esta mujer consigue aquello que busca, más aún, lo consigue ante un juez que es injusto y que como dice el texto del Evangelio: ni teme a Dios ni le importan los hombres, es decir, un hombre que no tiene escrúpulos y que se desentiende de los demás. Si un juez injusto presta atención a una viuda insistente, ¡Cuánto más prestará Dios atención a quien es su hijo! Si el juez es injusto, Dios es un padre justo; si al juez no le importan los hombres, Dios es el Dios con nosotros que no se desentiende de los problemas y dificultades de nosotros.

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Oración humilde. Este domingo el Evangelio (Lc 18, 9-14) nos da una nueva nota característica de la oración cristiana: la humildad. El publicano, un hombre que era considerado despreciable por su colaboración con el opresor romano, se presenta avergonzado e indigno en el templo, sólo se atreve a situarse cerca de la puerta para no ser visto en su osadía de mezclarse con los que cumplen la ley. El fariseo, un hombre religioso y cumplidor, se sitúa ante Dios como el que tiene derecho a ser escuchado y atendido ya que cumple con las normas de la ley. Mientras el publicano sólo puede reconocer que es un pecador, el fariseo presenta ante Dios sus logros cumpliendo la ley y los mandamientos. Pero el evangelista nos dice que la oración que fue escuchada es la de aquel publicano que sin pretensiones se presentó ante Dios. Debemos recuperar la oración en nuestra vida, estos tres domingos nos ayudan a profundizar en lo que debe ser una realidad presente en nuestras vidas. Al inicio de este curso San Lucas nos indica el camino de una oración cristiana que debe ser siempre acción de gracias, constante y humilde. Con todo afecto os bendigo.

NUESTRA PROGRAMACIÓN PASTORAL PARA ESTE CURSO

10 de noviembre de 2013

Queridos hermanos y amigos: Esta semana pasada han sido presentadas en Tarazona y Calatayud la programación pastoral

de este curso, así como la carta pastoral, “La Iglesia según Francisco”, que he escrito reflexionando sobre la Iglesia que el papa Francisco quiere que construyamos. Tanto la carta pastoral como la programación de este curso quieren estar unidas y que sean las palabras del Papa las que nos guíen e iluminen en este año pastoral.

En este domingo escuchamos en la segunda lectura de la Misa la carta de S. Pablo a los Tesalonicenses (2, 16-3,5). Me centro hoy en este texto del Apóstol ya que es la luz de la Palabra de Dios sobre la que deseamos hacer la programación pastoral de nuestra Diócesis y, a la vez, nos recuerdan las palabras que el Papa ha repetido tantas veces en su homilías, catequesis y reflexiones diarias.

“Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto”. Con estas palabras comienza el texto de S. Pablo y ésta es la realidad que debemos vivir los cristianos todos los días de nuestra vida: ¡Dios nos ama! Un amor sin límites, un amor misericordioso que nos brinda una gran esperanza.

Todos los días deberíamos tener conciencia de esta experiencia del amor de Dios, de su misericordia sin límites. Si los cristianos viviéramos cada día lo que supone la misericordia transformante de Dios, nada ni nadie nos quitaría la esperanza ni la alegría, aún en medio de todas las dificultades. Vivir en la esperanza y en la misericordia del amor de Dios nos da siempre un ardiente deseo de transmitir a los demás la experiencia de Dios; más aún, vivir en el amor de Dios es el testimonio que llega al corazón de otras personas. No puede haber una actividad pastoral en la Iglesia que no sea movida por este amor de Dios, nuestros planes pastorales de nada sirven si no es éste el motor y así Él nos da fuerzas para toda clase de palabras y de obras buenas.

Al programar nuestras acciones pastorales no podemos olvidar lo que el Papa Francisco decía en una entrevista reciente; en ella, el Papa compara la Iglesia con un hospital de campaña, donde hay tareas urgentes ("curar heridas") y otras que pueden esperar a una fase posterior ("medir el colesterol

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y el azúcar"); así, expresa que la acogida de las personas y el anuncio del Evangelio deben ser prioritarios. Hay que curar las heridas comenzando por lo más elemental que es anunciar: ¡Jesucristo te ha salvado!

Los que viven alejados de la Iglesia o incluso como si Dios no existiera también deben estar presentes en nuestra acción pastoral. Debemos ser, como nos dice el Papa: “una Iglesia que encuentra caminos nuevos, capaz de salir de sí misma yendo hacia el que no la frecuenta, hacia el que se marchó de ella, hacia el indiferente. El que abandonó la Iglesia a veces lo hizo por razones que, si se entienden y valoran bien, pueden ser el inicio de un retorno. Pero es necesario tener audacia y valor”.

A la vez, debemos pedir a Dios ser la casa abierta que acoge y recibe manteniendo las puertas abiertas, las puertas de nuestros templos pero sobre todo las puertas de nuestro corazón.

Que el Señor nos ayude para que como nos dice hoy la lectura S. Pablo: La palabra de Dios siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros.

Con afecto os saludo y os bendigo.

LA IGLESIA CON TODOS, AL SERVICIO DE TODOS Día de la Iglesia Diocesana

17 de noviembre de 2013

Queridos hermanos y amigos: Celebramos hoy 17 de noviembre el Día de la Iglesia Diocesana 2013. Cada año en esta

Jornada se nos invita a reflexionar sobre la importancia que tiene en nuestras vidas la familia diocesana. Tenemos la suerte de formar parte de una pequeña diócesis en la que es más fácil el conocimiento mutuo, emprender acciones conjuntas, sentirnos miembros de una familia más que de una institución lejana a nuestras vidas.

Este domingo en las distintas iglesias de la diócesis se os repartirá un folleto en el que se informa de nuestra iglesia diocesana. En él os escribo una reflexión sobre lo que supone este día, a ese escrito os remito para que os ayude a tomar conciencia de lo que es la diócesis y de la labor que todos juntos debemos desarrollar para que, como nos dice el eslogan de este día, seamos La Iglesia con todos, al servicio de todos.

La primera misión que se nos encomienda a todos en nuestra diócesis es el anuncio del Evangelio. Nuestra fe no es un tesoro que vivimos unos pocos, la fe y la Buena Nueva del Evangelio es un tesoro que crece y se multiplica con la transmisión y el anuncio.

Este anuncio del Evangelio no es una transmisión de ideas o de meros principios morales, es sobre todo la transmisión de una vida y la invitación a un encuentro con Alguien, Jesucristo. Para ello cuando un cristiano quiere colaborar en la misión evangelizadora de la Iglesia tiene que tener a Jesucristo en su vida y en su corazón. La oración cristiana que es el encuentro sosegado y confiado con Cristo llena de vida el corazón del cristiano para que dé aquello que ha recibido.

La misión evangelizadora es también comunitaria, todos los bautizados estamos implicados, no sólo unos pocos están llamados a ella. En la celebración de la Misa de cada domingo sentimos esta pertenencia a una comunidad que celebra y se llena de gracia para cumplir su misión.

Esta experiencia del encuentro con Cristo nos impulsará para ponernos al servicio de todos. Nuestras actividades pastorales, caritativas y sociales alcanzarán un nuevo vigor y un mayor entusiasmo.

Esta Jornada es también una invitación a compartir económicamente con la Iglesia diocesana. Con gran sencillez mantenemos en nuestra diócesis una gran labor en las acciones pastorales, caritativas y sociales, en los centros educativos, en las residencias de ancianos, en la conservación de edificios y en la retribución de los sacerdotes. Como podéis imaginar es un gran esfuerzo para una diócesis pequeña y humilde, sólo gracias a vuestra colaboración económica que aportáis a las parroquias y con vuestra “X” en la declaración de la renta es posible el sostenimiento de tantas

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labores. Hoy os invito a colaborar con generosidad en la campaña de sostenimiento de la Iglesia diocesana.

Que esta Jornada cree conciencia en cada uno de nosotros y en todas nuestras comunidades de sentirnos miembros de una familia diocesana que quiere ser nuestra diócesis de Tarazona.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LA CLAUSURA DEL AÑO DE LA FE: UN IMPULSO NUEVO PARA COMUNICAR

LA ALEGRÍA DE LA FE 24 de noviembre de 2013

Queridos hermanos y amigos: Hoy 24 de noviembre, solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, concluye el Año de la Fe.

Un tiempo durante el cual el papa Benedicto XVI y, posteriormente, el papa Francisco, han invitado a todos los fieles a que comprendamos más profundamente el fundamento de la fe cristiana, que podría resumirse como encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da a la vida un nuevo horizonte y una orientación decisiva.

La fe es un viaje espiritual que nos cambia la vida y nos llena de fuerza, arrojando luz que ayuda a comprendernos y a comprender a los demás y a entender la vida y el mundo. Esta luz ilumina los anhelos de felicidad, de paz y de amor que están anclados en el centro de nuestros corazones.

Por ello la conclusión del Año de la Fe no es un punto final de una realidad que termina es un punto de inicio, un impulso para que la fe sea el motor que anima la vida de cada cristiano y cada comunidad.

Como miembros de la Iglesia este Año de la Fe todos hemos debido sentir la llamada a ser siempre fieles a nuestro Maestro, Jesucristo, que nos invita continuamente a anunciar con palabras, obras y actitudes la salvación que Él nos regala.

Para los obispos, presbíteros y diáconos debe suponer una apertura al Espíritu Santo para sabernos siempre acompañados por Él y poder así pedirle la respuesta oportuna que debemos dar ante los retos que nos presenta nuestra acción pastoral y para no sentirnos desfallecidos o desorientados ante las dificultades.

Junto a los pastores, para los religiosos y fieles laicos dedicados al cuidado pastoral de alguna parcela de la Iglesia, el Año de la Fe debe también suponer una actitud de dejarnos guiar por la luz de la palabra de Dios, que ilumina y salva. En las distintas actividades pastorales -catequesis, enseñanza, Cáritas- el cristiano se debe sentir impulsado por la fuerza de la Palabra.

Una mención especial merecen las familias, un elemento fundamental de la Iglesia. Este Año de la Fe debe suponer para ellos el saber captar el don de la fe y vivir en ella para saber afrontar con amor las dificultades y pruebas de la vida, constituyéndose en los que son: Iglesia doméstica.

El Año de la Fe ha debido ser una oportunidad para sensibilizarnos para trabajar por un mundo mejor y más justo, intentando motivarnos a una vida más comprometida, caritativa y constructiva. Es, en definitiva, el ejercicio del amor por parte de la Iglesia como “Comunidad de Amor”.

Al clausurar este año de gracia y renovación de la fe en cada miembro de la Iglesia no hemos puesto un punto final, supone un punto de inicio un impulso renovado para vivir y profesar con palabras y obras nuestra fe, hasta el día en que oigamos de Cristo, como hemos escuchado en el Evangelio de esta solemnidad: Hoy estarás conmigo en el paraíso.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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ADVIENTO: SALIR AL ENCUENTRO DE CRISTO CON LA ORACIÓN Y LA CARIDAD

1 de diciembre de 2013

Queridos hermanos y amigos: Al comenzar el Adviento pedimos en la colecta de la Misa de este domingo “que el Señor

avive en nosotros el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene”. Es por lo tanto un tiempo litúrgico centrado en Cristo al que queremos acoger en nuestras vidas.

Espiritualmente el Adviento nos impulsa a la espera de Cristo al final de los tiempos , es decir la Parusía, y en esta idea se centran las lecturas y oraciones del primer tiempo del Adviento; por otra parte, aparece en un segundo lugar la perspectiva de la Navidad que se centra en el Emanuel, es decir el Dios con nosotros.

Cada vez que recitamos el Credo afirmamos la primera realidad que celebramos en el Adviento, así decimos: “de nuevo vendrá con gloria para jugar a vivos y muertos” (Credo nicenoconstantinopolitano), o bien, “desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos” (Credo de los Apóstoles). Conviene, pues, subrayar en este tiempo lo que tantas veces repetimos en nuestras Misas y oraciones: “Venga tu reino; ven, Señor Jesús; mientras esperamos tu venida gloriosa; Bendito el que viene en el nombre del Señor”.

La segunda venida del Señor es fundamental para comprender y vivir la esperanza cristiana. El cristiano dejaría de serlo si no espera y pide la vuelta del Señor. Revitalicemos en este Adviento esta realidad de nuestra fe cristiana, ojala vivamos con intensidad la confianza de este triunfo final de Nuestro Señor en el que definitivamente instaurará su Reino.

En función de esta segunda venida de Cristo el Adviento nos invita a dos actitudes que debemos mantener siempre en nuestra vida cristiana. La primera es la oración y la segunda es la caridad.

La oración se debe hacer más intensa en nuestra vida personal y comunitaria en este tiempo de Adviento. En la oración colecta del lunes de la primera semana decimos: “Concédenos, Señor Dios nuestro, permanecer alertas a la venida de tu Hijo, para que cuando llegue y llame a la puerta nos encuentre velando en oración y cantando tu alabanza”. También en el prefacio II de este tiempo encontramos la misma idea: “El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza”.

Es el momento, por lo tanto, de que cada uno de nosotros busquemos tiempos personales y comunitarios para orar y celebrar nuestra fe. Por ello, para nosotros y para toda la humanidad, pedimos los dones del Señor y, que a pesar de nuestra fragilidad, Él nos fortalezca, nos libere de las esclavitudes, nos dé su gracia y que se acreciente en nosotros el sabernos peregrinos encaminados hacia la meta que es el mismo Cristo.

Es también un tiempo para incrementar la caridad que nos hace descubrir en el rostro de cada hombre al Señor que sale a nuestro encuentro, como nos dice el prefacio III de Adviento: “El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe y por el amor demos testimonio de la esperanza dichosa de su reino”.

Un reto para nuestra fe es pedir, por lo tanto, que en este Adviento nos dé el Señor un corazón nuevo y unos ojos nuevos para “ver” a Cristo en cada hombre y en cada acontecimiento y descubrir en palabras del papa Francisco que “si en nuestro corazón no hay misericordia, no estamos en comunión con Dios”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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MARÍA INMACULADA Y LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO 8 de diciembre de 2013

Queridos hermanos y amigos: Coincidiendo con este segundo domingo de Adviento celebramos la solemnidad de la

Inmaculada Concepción de Nuestra Señora. Combinamos en este día el sentido de la esperanza propio del Adviento y la alegría del inicio de una nueva humanidad realizada en la Virgen María.

Hace unos días el papa Francisco nos regalaba su Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” (La alegría del Evangelio). Debemos leerla con sosiego y dejarnos impregnar por las palabras del Papa, para que sepamos vivir lo que nos propone desde el inicio de la exhortación: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años” (EG 1)

Es el mismo anuncio de la alegría del Evangelio que hoy hemos escuchado: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lucas 1, 26-38). Podemos decir que el Papa se convierte en nuestros días en un nuevo Gabriel que vuelve a repetirnos las palabras del Arcángel para nosotros.

Como nos dice el Papa el pesimismo y la falta de esperanza es uno de los grandes males que nos atacan sin piedad en nuestros días: “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada” (EG 2)

Dios tiene una respuesta a toda tristeza que pueda afectar al ser humano y esa respuesta ha comenzado con el sí de María y la encarnación de Jesucristo. Por eso el papa Francisco nos invita a abrirnos a Él: “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor” (EG 3).

El sí de María la Virgen se debe convertir hoy en el sí de cada cristiano y de cada comunidad al plan de Dios que siempre da la alegría al mundo. Por ello en este Adviento y en esta fiesta de la Virgen María podemos decir con el santo Padre: “Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores” (EG 3)

En esta fiesta de la Inmaculada quiero terminar con un fragmento de la oración final de la Exhortación que el Papa dirige a María (EG 288):

Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro «sí» ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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NAVIDAD: ADORACIÓN DEL DIOS CON NOSOTROS 22 de diciembre de 2013

Queridos hermanos y amigos: El próximo miércoles celebraremos la Natividad de Nuestro Señor. Una fiesta profundamente

arraigada en nuestra cultura y que nos hace contemplar y vivir el misterio de Dios que viene a nosotros.

De los muchos aspectos que podríamos subrayar para esta próxima Navidad quisiera reflexionar con vosotros en uno de ellos: la adoración. Espero que esta actitud de adoración nos acerque a comprender, celebrar y vivir el misterio de la Navidad.

Recientemente el Papa en una de sus homilías diarias en la casa de Santa Marta ha hablado de la importancia de la adoración en la vida cristiana y en especial en las celebraciones litúrgicas. En este tiempo de Navidad es la primera actitud que debemos tener ante el misterio del amor de Dios que se nos manifiesta en el portal de Belén.

La adoración que se da en el corazón del hombre en cuanto es “templo del Espíritu Santo” , como nos dice el Papa, pero también en la comunidad reunida para celebrar su fe: “El Templo es el lugar donde la comunidad va a rezar, a alabar al Señor, a dar gracias, pero sobre todo a adorar: en el Templo se adora al Señor. Éste es el punto más importante”; por ello, como nos dice el Papa: “creo –humildemente lo digo- que nosotros cristianos quizás hemos perdido el sentido de la adoración, y pensamos: vamos al Templo, nos reunimos como hermanos, esto es bueno ¡es bello! Pero el centro está donde está Dios. Y nosotros adoramos a Dios”.

Ojalá sepamos, pues, vivir estos días personalmente, en la familia y en cada comunidad con este espíritu de adoración que aumentará nuestra alegría y el gozo del Dios con nosotros y así podamos hacer realidad las palabras del papa Francisco: “Cuando se habla de la alegría del Templo, se habla de esto: toda la comunidad en adoración, en oración, dando las gracias, en alabanza. Mi persona en oración con el Señor, que está dentro de mí porque yo soy ‘templo'. Mi persona en escucha. Mi persona en disponibilidad. Que el Señor nos conceda este verdadero sentido del Templo, para poder ir hacia delante en nuestra vida de adoración y de escucha de la Palabra de Dios”.

De esta forma la Navidad se convertirá en un tiempo de encuentro con el Señor que purifica nuestro corazón con su misericordia y que transformándonos en el amor nos impulsará a ser también nosotros misericordiosos. Misericordia que se manifestará en nuestra caridad, en nuestra ayuda a los demás, en la búsqueda de la justicia y de la paz y también en nuestra colaboración a transmitir el Evangelio, la Buena Noticia del Dios con nosotros.

Os deseo una FELIZ Y SANTA NAVIDAD. Estáis especialmente presentes en mi corazón aquellos que sufrís u os encontráis en momentos de dificultad.

Con todo afecto os saludo y bendigo. JORNADA POR LA FAMILIA Y POR LA VIDA 29 de diciembre 2013 Queridos hermanos y amigos:

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En este domingo de Navidad celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Cristo, nuestro Salvador, quiso asociarse en su Encarnación con toda la realidad humana participando también, por lo tanto, en lo que es una familia humana. Hoy celebramos la Jornada por la familia y por la vida, ésta es una Jornada promovida por la Conferencia Episcopal Española. El Día de la Familia se venía celebrando hace ya bastantes años en la fiesta de la Sagrada Familia; la Jornada por la Vida comenzó a celebrarse en 1996, respondiendo a la propuesta del beato Juan Pablo II, en la encíclica Evangelium Vitae, “para manifestar el gozo por una vida que nace, el respeto y la defensa de toda existencia humana, el cuidado del que sufre o está necesitado, la cercanía al anciano o al moribundo, la participación en el dolor de quien está de luto, la esperanza y el deseo de inmortalidad”. Familia y vida son dos realidades intrínsecamente unidas, que la Iglesia quiere celebrar juntas en los días de la Navidad, Fiesta del Nacimiento de Jesucristo en el seno de una familia. La fe cristiana nos ayuda a comprender el valor de la vida desde su concepción hasta su muerte natural. El amor cristiano nos mueve a cuidar y respetar la vida, especialmente urgente, cuando la vida del ser humano se encuentra en un momento de debilidad o indefensión. Nuestra voz no puede callar ante la injusticia que atenta contra las personas más débiles: el no nacido, el anciano, el enfermo o las familias sin recurso. Es una injusticia colaborar con aquellos que piensan y trabajan asumiendo que la vida sólo tiene sentido y es digna cuando cumple cierto nivel de calidad y que hay vidas que no merecen ser vividas. La vida humana vale en sí misma, es un bien fundamental para el hombre, toda vida humana es digna y merecedora de protección y respeto. Ciertamente que hay vidas que son muy duras, situaciones que son insoportables, pero la actitud humana ante el sufrimiento y el dolor nos es del “descarte” como nos dice el papa Francisco; la actitud fundamental es la de la caridad, es “misericordiar”; es decir buscar la protección y el respeto eficaz que dignifica a quien es más débil. Defendemos la vida porque en sí misma es un bien y todo ser humano es digno de amor y respeto. Si somos conscientes de que toda vida es un don de Dios y que todos hemos sido creados por el amor nada hay descartable y todos deben ser objeto de nuestro amor y servicio que da el verdadero y pleno sentido humano a nuestra existencia. El Papa ha reafirmado en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium la postura de la Iglesia a favor de los no nacidos y de rechazo del aborto. La Iglesia, nos dice el Papa quiere cuidar con predilección a “los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer de ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo” (EG 213) Que esta Jornada nos impulse a todos los cristianos asociados a los hombres de buena voluntad a trabajar sin desfallecer en favor de la vida y de la dignidad de quien es más débil y pobre. Con todo afecto os saludo y os bendigo.

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2014

DÍA DE LA MISIÓN DIOCESANA DE COCHABAMBA 5 de enero de 2014

Queridos hermanos y amigos: Mañana, día de la solemnidad Epifanía, se celebra desde hace años en nuestra querida

diócesis de Tarazona la jornada dedicada a nuestra misión en la parroquia de Santa Mónica en la ciudad de Cochabamba (Bolivia). Hoy recordamos a nuestros hermanos en aquella parroquia y volvemos a establecer un puente de solidaridad y amor entre las dos diócesis hermanas.

Desde hace unos 20 años tenemos el compromiso fraterno de atender la parroquia de Santa Mónica en Cochabamba. Una larga historia de cooperación se ha fraguado entre las dos diócesis desde que Mons. René por parte de la diócesis de Cochabamba y Mons. Asurmendi, obispo en aquel tiempo de Tarazona, establecieron este compromiso que hemos cumplido hasta el día de hoy.

En este tiempo han sido varios los sacerdotes y los seglares que han pasado por nuestra parroquia de Santa Mónica, todos los que han vivido esta experiencia misionera han vuelto encantados con aquellos hermanos nuestros que siempre han expresado su gratitud por nuestra colaboración. Quiero agradecer a todos los que habéis estado en Cochabamba, en períodos largos o cortos, vuestra generosidad.

Hoy recordamos con especial afecto a Jesús Moreno y Francisco Sánchez, son una presencia de nuestra diócesis y a todos nos representan y saben que cuentan con toda nuestra colaboración, afecto y oración.

Podemos decir que estos años de presencia diocesana en Cochabamba ha implicado a todos en esta labor misionera. Siendo una diócesis pobre y pequeña hemos sabido colaborar con gran generosidad en todo lo que ha sido solicitado para ayudar a la parroquia de Santa Mónica. En primer lugar las personas que habéis pasado por ella, y también la aportación que generosamente aportamos en la colecta de este día o en la campaña un niño en tu mesa, sin olvidar las pequeñas iniciativas que muchas parroquias o grupos realizáis a lo largo del año a favor de la misión.

Todo ello hace posible que en santa Mónica se desarrolle una magnífica labor pastoral que atiende los distintos campos: la catequesis familiar, la catequesis básica de niños, grupos de evangelización, pastoral juvenil y las celebraciones en distintos lugares como el templo parroquial y en las capillas de Santa Ana o del Pilar construidas para atender distintos barrios de la parroquia de Santa Mónica. Y además, no podemos olvidar la gran labor social y educativa que con la colaboración de pequeñas comunidades de religiosos y religiosas se lleva a cabo atendiendo las necesidades que la dignidad humana exige. Disponemos de 2 guarderías y dos comedores, dando de desayunar y comer a más de 700 niños; un albergue para acoger a mujeres maltratadas; un instituto técnico de formación profesional y diversos proyectos de ayuda y formación humana.

Debemos dar gracias a Dios por habernos implicado en esta labor misionera. Siempre recibimos más de lo que damos. Os invito a seguir manteniendo nuestra generosidad que, sin duda, Dios bendecirá.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EN LA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR 12 de enero de 2014

Queridos hermanos y amigos: Concluimos con la fiesta del bautismo del Señor el tiempo litúrgico que hemos dedicado al

nacimiento y manifestación del Señor en la Navidad y la Epifanía. Todavía hoy contemplamos a Cristo hecho hombre que, tras su vida oculta, va a iniciar su ministerio público y de una forma solemne resuena la voz del Padre que confirma la misión de Jesús.

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San Juan Bautista, figura presente en todos los Evangelios (Mateo 3; Lucas 3; Marcos 1 y en distintos lugares de Juan), recuerda la figura de los profetas del Antiguo Testamento; su aspecto y su palabra nos recuerdan especialmente a uno de los mayores profetas de la Antigua Alianza, el profeta Elías. Es como un eslabón que une las dos Alianzas, el final de la primera y el inicio de la Nueva.

El bautismo de San Juan es un bautismo de conversión, es decir un bautismo que pide un cambio de actitudes en aquel que lo recibe y supone, por lo tanto, tomar partido a favor de los planes de Dios. A su vez es también provisional ya que como el mismo San Juan dice: “viene detrás de mí el que no bautiza con agua, sino con Espíritu Santo y fuego”. En el momento en que Jesús es bautizado se realiza una especial manifestación de Dios –teofanía- que confirmará la misión de Jesús como Mesías Salvador y, a su vez, también confirma lo que ha sido la misión de San Juan como Precursor.

Jesús no necesita el bautismo de Juan pero quiere participar en él. Para los evangelistas tuvo una especial importancia este hecho ya que los tres primeros Evangelios lo recogen al inicio de la vida pública de Cristo. El bautismo de Jesús tiene un sentido importante ya que lo vemos en este momento sumándose a la fila de los pecadores y, en definitiva, haciéndose solidario de la humanidad pecadora y débil. A su vez, este gesto de Jesús, más allá de su manifestación de humildad, es un anticipo de lo que será su misión salvadora que culminará en la Cruz, el sacrificio que sella el amor que en todo ha mostrado a la humanidad.

Jesús es ungido como Mesías y el Espíritu Santo moverá su vida, como lo ha hecho desde el momento de su Encarnación en el seno de Santa María. De una forma breve el Prefacio de la Misa de este día nos presenta la novedad del bautismo de Cristo:

Porque en el bautismo de Cristo en el Jordán has realizado signos prodigiosos, para manifestar el misterio del nuevo bautismo: hiciste descender tu voz desde el cielo, para que el mundo creyese que tu Palabra habitaba entre nosotros; y por medio del Espíritu, manifestado en forma de paloma, ungiste a tu siervo Jesús, para que los hombres reconociesen en él al Mesías, enviado a anunciar la salvación a los pobres.

Incorporémonos a Cristo en este día, renovando nuestro propio bautismo y vivámoslo en cada momento de nuestra vida en una actitud de renovación espiritual y abiertos al Espíritu Santo que nos impulsa a evangelizar y hacer presente a Cristo.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

JORNADA MUNDIAL DEL EMIGRANTE Y SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

19 de enero de 2014

Queridos hermanos y amigos: Hoy quiero reflexionar con vosotros sobre dos temas que coinciden en estos primeros días del

año. Por una parte, en este domingo, celebramos la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado y, por otra parte, del 18 al 25 de enero celebramos el Octavario o Semana de oración por la unidad de los cristianos.

Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado Todos recordamos la visita del papa Francisco, el 8 de julio de 2013, a la pequeña isla de

Lampedusa, en el sur de Sicilia, célebre por el desembarco continuo de emigrantes y que tantas veces es noticia ya que en las dos últimas décadas más de 25.000 personas han perdido sus vidas en el intento desesperado de salir de la pobreza o de la persecución de sus países de origen. Las costas del sur de España también nos recuerdan tantas veces esta realidad que conmueve nuestro corazón.

Como nos dice el mensaje de la Comisión Episcopal de Migraciones para este día: “A los inmigrantes les abrimos las puertas cuando los necesitamos y se las cerramos cuando su presencia choca con nuestros intereses”. El papa Francisco en su homilía en Lampedusa decía: “Hoy nadie en el mundo se siente responsable de esto; hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna;

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hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del servidor del altar, de los que hablaba Jesús en la parábola del Buen Samaritano: vemos al hermano medio muerto al borde del camino, quizás pensamos ‘pobrecito’, y seguimos nuestro camino, no nos compete; y con eso nos quedamos tranquilos, nos sentimos en paz”.

Por ello en este día debemos todos hacer, como nos decía el Papa en aquella ocasión, un acto de penitencia: “Pedimos perdón por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas, te pedimos, Padre, perdón por quien se ha acomodado y se ha cerrado en su propio bienestar que anestesia el corazón, te pedimos perdón por aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que llevan a estos dramas. ¡Perdón, Señor!”

Semana de oración por la unidad de los cristianos Durante estos días estamos también celebrando la Semana de oración por la unidad de los

cristianos. Es el deseo del Señor que quiere que todos los cristianos “seamos uno”. Con ocasión de este octavario podemos dar un paso en ese identificarnos con los mismos sentimientos de Jesús. Como nos decía el beato Juan Pablo II en estos días concretamos con nuestra oración el deseo de la unidad de la Iglesia y de todos los cristianos (Encíclica Ut unum sint, nn. 1 a 4)

En estos días pedimos al Señor que acelere los tiempos de la ansiada unión de todos los cristianos. Con palabras del papa Francisco pidamos a Dios: “Ayúdanos a ser miembros del Cuerpo de la Iglesia siempre profundamente unidos a Cristo; ayúdanos a no hacer sufrir el Cuerpo de la Iglesia con nuestros conflictos, nuestras divisiones, nuestros egoísmos; ayúdanos a ser miembros vivos vinculados entre sí por una sola fuerza, la del amor, que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

JORNADA DE LA INFANCIA MISIONERA 26 de enero de 2014

Queridos hermanos y amigos: Este domingo celebramos la Jornada de la Infancia Misionera, Jornada que incluye a los más

pequeños de nuestras comunidades en la labor misionera de la Iglesia. Los niños de nuestras parroquias, especialmente los que se preparan para recibir la Comunión, se han implicado desde antes de Navidad en esta Jornada con distintas actividades.

En esta Jornada han tenido siempre un protagonismo especial los niños de nuestras comunidades a los que se les ha invitado a ser también ellos misioneros. Nadie mejor que ellos comprenden lo que significa ayudar a otros niños y, a la vez, nadie mejor que ellos para que desde pequeños comprendan lo importante que es transmitir la alegría de da la fe y ser amigos de Jesús.

Las actividades que desde antes de Navidad los más pequeños han emprendido para celebrar esta Jornada de hoy han querido ayudarles a compartir la fe y los medios naturales. En muchas parroquias y colegios se preparó esta Jornada con las catequesis que la Delegación de Misiones de la Diócesis ofreció a todos. En muchos hogares ha estado presente la “hucha para compartir”, que los niños dibujaron y recortaron y que con la generosidad de toda la familia se ha ido rellenando, y que hoy en muchas parroquias habréis presentado en el ofertorio de la Misa. También en muchos lugares habéis recibido la pequeña estrella de la Navidad que los niños os han ofrecido para recordar la alegría de la Navidad y lo importante que es transmitir la luz del Evangelio.

Os invito a todos a colaborar con los más pequeños en esta Jornada. La obra de la Infancia Misionera cuenta con un Fondo Universal de Solidaridad, donde se recogen todas las aportaciones económicas de los pequeños. De él cada país toma lo que hace falta para atender las necesidades sociales y pastorales de los niños que carecen de lo necesario para subsistir en países pobres. Como siempre, podemos decir, que con nuestra pequeña aportación se repite el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces.

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El Señor siempre se sirve de las cosas pequeñas para hacer obras grandes. Esta Jornada de la Infancia Misionera nos lo demuestra; en primer lugar porque estamos sembrando en el corazón de los más pequeños lo importante que es transmitir la fe y ser siempre misioneros y, en segundo lugar, porque ante una sociedad tantas veces egoísta e insolidaria, ponemos en ellos los valores del compartir y de la generosidad que, sin duda, colaboraran a hacer una sociedad mejor.

Elevemos hoy nuestra oración junto a los niños de todo el mundo para que el Evangelio llegue a todos y con él la fe, la esperanza y la alegría renueven los corazones y construyan una nueva sociedad fundamentada en el amor.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA 2 de febrero de 2014

Queridos hermanos y amigos: Celebramos hoy la fiesta de la Presentación del Señor en el Templo, conocida también con la fiesta de

la Candelaria. Es un día popular que, en este año, al coincidir con el domingo, sin duda, tiene una mayor participación en las celebraciones.

Desde el año 1997 se celebra en este día la Jornada Mundial de la Vida Consagrada instaurada por el beato Juan Pablo II. Este año el lema de la jornada es: “La alegría del Evangelio en la vida consagrada”. Lema que nos evoca la reciente exhortación del papa Francisco Evangelii Guadium.

La exhortación del Papa comienza: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”. Frase que podemos aplicar a la vida de todo cristiano en los distintos estados de la vida, pero que debe adquirir un sentido predominante en la vida de todo consagrado.

Si de algo carece hoy nuestra sociedad es de la verdadera alegría, ya que otras “alegría efímeras” llenan el corazón de muchos y los encierran en el egoísmo y los propios intereses. Es por ello urgente que los que se han consagrado al Señor -sea en la vida contemplativa, en el servicio pastoral, educativo, sanitario o social- transmitan a aquellos que el Señor les ha confiado la verdadera alegría que brota del Evangelio y que se hace vida en su propia entrega y consagración.

La alegría de haberse consagrado a Dios debe llenar el corazón, y mover toda la existencia. Alegría que se debe reflejar en la vida fraterna, rompiendo todo lo que nos aísle o nos encierre en nosotros mismos. Alegría que en cualquier actividad debe transmitirse a los demás ya que no somos meros asalariados o funcionarios sino que con nosotros está el Señor, prolongando en nuestros trabajos o servicios a Él mismo.

Debemos dar gracias al Señor por el don que hace a su Iglesia a través de tantas personas que consagran su vida al servicio del Señor y de los hermanos. Nuestra diócesis es testigo de la inmensa labor realizada por comunidades que desde la vida contemplativa a las labores educativas o sociales ha llenado, a través de los tiempos, de la alegría del Evangelio a tantas personas y familias.

Finalmente, debemos elevar nuestra oración al Señor para que siga suscitando vocaciones a la vida consagrada. Que los niños y jóvenes descubran la belleza de la vocación y en ella el horizonte de una vida llena de sentido y alegría.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

MANOS UNIDAS: UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN

9 de febrero de 2014

Queridos hermanos y amigos: En este domingo, Manos Unidas en su Campaña contra el Hambre llega a su edición

cincuenta y cinco y, por lo tanto, otros tantos años que han llamado a nuestra sociedad y a nuestras conciencias para descubrir tantas necesidades que acucian a muchos hermanos nuestros en distintos lugares de la tierra.

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Como nos recuerda Manos Unidas en el Manifiesto de esta campaña: En el año 2000, todos los países acordaron trabajar juntos para acabar con el hambre antes de 2015. A menos de un año para que se acabe el plazo, comprobamos que estamos muy lejos de poder conseguir este objetivo. Hoy, 842 millones de personas pasan hambre. Es un escándalo que no podemos consentir. Está en nuestras manos ofrecer soluciones para que se cumpla este derecho fundamental para todos.

Ante estos números sobrecogedores de personas que pasan hambre y, a la vez, ante la crisis económica que pasa nuestro país, es fácil pensar que nada podemos hacer y que nuestra respuesta sea sólo la indignación y la impotencia. En el Manifiesto Manos Unidas nos recuerda unas palabras del papa Francisco invitándonos: “A dedicar un lugar especial, en nuestros corazones, para esta emergencia, que es respetar el derecho otorgado por Dios a todos de tener acceso a alimentos adecuados, a compartir lo que tenemos, en caridad cristiana, con aquellos que tienen que hacer frente a muchos obstáculos, para satisfacer esa necesidad básica”.

El eslogan de la Campaña de este año -Un Mundo Nuevo, Proyecto Común- nos invita a implicarnos para cambiar esta realidad superando nuestras propias dificultades y limitaciones.

En enero el Santo Padre ha iniciado una campaña contra el hambre en el mundo organizada por Cáritas Internacional. El Papa está preocupado por esta herida de la humanidad y va a la raíz del problema cuando indica que el hambre en el mundo hunde sus raíces en el egoísmo del hombre que ha preferido pensar en sí mismo y no pensar en los demás, por ello nos invita a todos a prestar nuestra voz: “Invito todas las instituciones del mundo a toda la Iglesia y a cada uno de nosotros, como en una sola familia humana a dar voz a todas las personas que sufren silenciosamente el hambre, para que esta voz se vuelva un rugido capaz de sacudir el mundo” (Videomensaje del Santo Padre en apoyo de la campaña de la Caritas Internacional,10 de diciembre de 2013).

Os invito a todos a unirnos a esta llamada que nuevamente Manos Unidas nos hace en su Campaña anual. Ellos nos ayudan a participar en este proyecto común de hacer un mundo nuevo. Los distintos actos realizados en estos días -Vigilias de oración, cenas del hambre, actos de difusión, etc- nos conciencian y, a la vez, nos hacen colaboradores desde nuestra pobreza de este gran proyecto. La Misa de este domingo nos une a todos en este ejercicio de amor y generosidad.

Felicito al equipo diocesano por su labor, al que ha dirigido hasta este año Dª. Rosa María Larraz como delegada, Dios os pagará vuestra generosidad y la eficacia y entrega con la que habéis realizado vuestro trabajo; asimismo deseo al nuevo equipo formado este año y presidido por Dª. María Isabel Uriol un trabajo fructífero y una entrega generosa.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

D. FERNANDO SEBASTIÁN AGUILAR, CARDENAL 16 de febrero de 2014

Queridos hermanos y amigos: Con enorme alegría recibimos del papa Francisco, el 12 de enero pasado, tras el rezo del Ángelus

en la plaza de San Pedro, los nombres de los 19 purpurados que creará en el Consistorio del próximo 22 de febrero. Entre los nuevos cardenales está nuestro querido paisano bilbilitano, D. Fernando Sebastián Aguilar.

El nuevo cardenal nació en nuestra querida ciudad de Calatayud, el 14 de diciembre de 1929. Tiene familiares hoy día en los pueblos de Cubel y Fuentes de Jiloca. Ingresó en la Congregación de Misioneros Hijos del Corazón de María (Claretianos) en Vich, donde hizo su profesión religiosa, el 8 de septiembre de 1946. Realizó sus estudios filosóficos y teológicos en Solsona y Valls, donde fue ordenado sacerdote, el 28 de junio de 1953. Los Padres claretianos que descubrieron su capacidad intelectual lo destinaron a ampliar sus estudios en Roma y en la Universidad de Lovaina (Bélgica), centros en los que realiza estudios de filosofía, teología y pastoral, obteniendo el grado de doctor.

Desde el 1956 al 1979 su actividad ministerial estuvo centrada en el estudio y en la enseñanza de la teología dogmática; primero en los centros teológicos claretianos y posteriormente en la Universidad

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Pontificia de Salamanca, donde fue decano de la Facultad de teología en 1970 y rector de la misma desde el 1971 y 1979.

En septiembre de 1979 fue consagrado Obispo de León y desempeñó su ministerio episcopal en esa sede hasta 1983. En 1982 fue nombrado Secretario General de la Conferencia Episcopal Española hasta el 1988. Desde ese año hasta 1993 fue arzobispo coadjutor de Granada y administrador apostólico de Málaga, y finalmente arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, donde ejerció su ministerio pastoral hasta el 2007.

Este nombramiento constituye un reconocimiento público por su larga, denodada y generosa aportación a la Iglesia, no solamente a la española, sino a la Iglesia universal. D. Fernando es un obispo de una gran preparación intelectual, pero al mismo tiempo es un hombre sencillo, honesto, coherente y con una gran capacidad comunicativa.

Ha publicado numerosos libros y artículos. Ha impartido numerosas conferencias y ejercicios espirituales. Muchas de sus publicaciones han sido objeto de lectura del Santo Padre.

El 22 de febrero, fiesta de la cátedra de San Pedro, tendremos el honor y la alegría de acompañarle en el "consistorio público", ceremonia en la cual se le concederá los signos de la dignidad cardenalicia y al día siguiente en la eucaristía presidida por el Santo Padre y en la que concelebrarán los nuevos cardenales. Tendremos también la ocasión de felicitarle en la llamada "visita di calore" o de cortesía.

El Papa ha dirigido una carta a los nuevos cardenales en la que les expresa lo que significa ser cardenal, entre otras cosas les dice que “El cardenalato no significa una promoción, ni un honor, ni una condecoración; es simplemente un servicio que exige ampliar la vista y agrandar el corazón”.

Asimismo les hace el siguiente ruego: “Te pido, por favor, que recibas esta designación, con un corazón sencillo y humilde. Y, aunque lo hagas con alegría y con gozo, intenta que este sentimiento se aleje de cualquier expresión mundana, de cualquier celebración ajena al espíritu evangélico de austeridad, sobriedad y pobreza”.

Mi enhorabuena más calurosa para toda la diócesis de Tarazona, pero especialmente a los queridos bilbilitanos.

Felicidades a D. Fernando al que expresamos nuestra alegría por contar con un Cardenal entre los miembros de nuestra Diócesis.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

PRÓXIMA VISITA AD LIMINA 23 de febrero de 2014

Queridos hermanos y amigos: Entre el día 24 de febrero y el 8 de marzo, los obispos españoles realizaremos la Visita ad

Limina Apostolorum. Esta Visita es la que todos los obispos diocesanos efectúan cada cinco u ocho años hasta los umbrales de las tumbas de los apóstoles San Pedro y San Pablo; podríamos decir que en cierto sentido es una peregrinación a Roma para venerar a los que son columnas de la Iglesia y manifestar la comunión con el sucesor de Pedro, el Papa, y con todo la Iglesia. La última Visita la realizaron los obispos españoles en enero del año 2005.

Las Visita ad Limina tienen su origen en el siglo IV y nace como una manifestación de comunión de los obispos, sucesores de los Apóstoles, con el sucesor de S. Pedro. Desde un principio las distintas iglesias locales manifestaron su unión espiritual con el Vicario de Cristo y Obispo de Roma.

Más tarde el Papa Sixto V, en 1585, institucionalizó esta Visita y dispuso de modo más sistemático la forma en que debía realizarse. En la actualidad, la Visita ad Limina se define y precisa en los cánones 399 y 400 del Código de Derecho Canónico. Según esta legislación de la Iglesia, los Obispos diocesanos deben visitar las tumbas de los Apóstoles, encontrarse con el Sucesor de Pedro y presentar un informe o relación de sus respectivas diócesis.

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En el informe que se presenta al Santo Padre se recopilan las distintas actividades de la Diócesis a lo largo de los últimos años. El informe de nuestra Diócesis lo hemos realizado desde el pasado mes de octubre, contando con la colaboración de las delegaciones y secretariados diocesanos de los distintos campos pastorales y de los miembros de la Curia. A todos os quiero agradecer este trabajo que con competencia habéis realizado.

Este informe no es un control sobre la Diócesis, es más bien una expresión de comunión, aportando la riqueza de nuestras labores pastorales y, a la vez, recibiendo las sugerencias que se nos puedan dar para hacer más eficaz nuestra labor pastoral. Se produce de esta forma un enriquecimiento mutuo, fruto de la comunión eclesial con la Sede de Pedro.

Durante la visita hay audiencias públicas y privadas con el Papa, que recibirá a los obispos en grupos de 7 u 8. A los obispos de Aragón nos recibirá el Santo Padre el jueves, 27 de febrero. Todos los obispos de España tendremos la audiencia con el Papa el día 3 de marzo a las 12 horas. Se celebran también eucaristías en las 4 basílicas mayores de Roma y se visitan los Dicasterios o Congregaciones que se encargan de los distintos aspectos pastorales de la Iglesia Universal. Durante 35 años me ocupé yo de estos encuentros en el Dicasterio de la Vida Consagrada.

Cada obispo diocesano va acompañado espiritualmente de todo su pueblo, por lo tanto conmigo vais a Roma todos. A todos os tendré presentes en cada una de las celebraciones y también en los encuentros con el papa Francisco.

Os pido que también vosotros me tengáis presente durante esos días en vuestras oraciones.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

COMENZAMOS LA CUARESMA 2 de marzo de 2014

Queridos hermanos y amigos: El próximo día cinco, Dios mediante, con la celebración del Miércoles de Ceniza,

comenzaremos el camino anual que nos conduce a la Pascua: la Cuaresma. La Cuaresma es un tiempo de gracia que todos debemos aprovechar cada año para progresar y

crecer en nuestra vida cristiana. Es, pues, un don de Dios que cada año la Iglesia nos ofrece para renovarnos interiormente.

El Evangelio que escuchamos en la celebración del Miércoles de Ceniza nos da las pautas para el camino que debemos recorrer en este tiempo de Cuaresma (Mateo 6, 1-6. 16-18). No olvidemos que este texto pertenece al Sermón de la Montaña que en los capítulos cinco, seis y siete recoge el evangelista Mateo. El Sermón de la Montaña es el “corazón” del mensaje cristiano y por lo tanto nos propone en cada uno de sus versículos el camino luminoso que Cristo invita a recorrer a todos los cristianos.

En este camino de seguimiento de Cristo, Él mismo nos propone tres armas espirituales que siempre deben estar en las manos del cristiano y que más intensamente vivimos en la Cuaresma: la oración, la limosna y el ayuno. Todas ellas con un denominador común, realizarlo en lo secreto del corazón.

Quisiera que este año todos los fieles de la diócesis viviéramos con intensidad este camino y que ejercitáramos en nuestra vida las tres propuestas del Evangelio del Miércoles de Ceniza. Para ello me permito proponeros algunas actividades que con sencillez podemos realizar en nuestras parroquias y comunidades.

Oración. Sería bueno y provechoso para todos que, además de las celebraciones de las Misas dominicales, realizadas con esmero y profundidad, durante un día a la semana pudiéramos reunirnos para hacer más intensa nuestra vida de oración. Podemos en ese encuentro meditar un texto bíblico, adorar el Santísimo, reflexionar sobre la Pasión de Cristo. De esta forma nos iremos adentrando en la

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oración para sentir la fuerza renovadora de la misericordia de Dios. Nos puede servir también para la oración el mensaje del papa Francisco que con motivo de la Cuaresma ha dirigido a toda la Iglesia. Su título es: “Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”.

La oración en comunidad nos ayudará, sin duda, a que también sepamos encontrar momentos de oración individuales y hacer así nuestras las palabras de Jesús: “cuando vayas a rezar entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que está en lo escondido, te lo pagará”.

Limosna. La limosna nos ayuda a salir de nosotros mismos y de nuestro egoísmo y a abrir nuestro corazón al que sufre. No seamos tacaños a la hora de compartir nuestros bienes. El Papa nos dice en su mensaje de este año: “La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele”.

Ayuno. Íntimamente unido a la limosna está el ayuno. El ayuno nos hace ver nuestra debilidad y la necesidad del verdadero alimento que es Cristo; a su vez nos hace compartir la suerte de aquellos que carecen hasta de lo más fundamental. Cada uno de nosotros sabemos cuál ha de ser nuestro ayuno, de aquello que nos debemos privar para crecer con fortaleza interior y hacernos cercanos y solidarios de nuestros hermanos.

Queridos hermanos, recorramos juntos este camino luminoso de Cuaresma para que en la Pascua la luz de Cristo resucitado nos renueve.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

PRÓXIMA ORDENACIÓN DE DIÁCONOS Y DÍA DEL SEMINARIO

9 de marzo de 2014

Queridos hermanos y amigos: Con gran alegría os anuncio que el próximo domingo día 16 de marzo, en la Santa Iglesia

Catedral de Tarazona, a las 5 de la tarde, ordenaré de diáconos a dos seminaristas de nuestra diócesis. Os invito a todos los que podáis a acompañarnos en esta celebración. Nuestra diócesis debe estar contenta de que el Señor nos siga concediendo nuevos ministros que nos acompañen en la camino de la fe. No es, pues, una celebración privada que sólo implica a los sacerdotes o seminaristas es una celebración en la que todo el pueblo de Dios manifiesta su gozo y alegría por el don de la vocación que se concede a favor de todos. Orad especialmente en esta semana por ellos.

Los ordenandos son Bayron-David Albizures Ortega y César-Augusto Gómez García. Ambos han recibido la formación en nuestro Seminario y están unidos a los Misioneros de Betania, asociación de fieles que se ha formado en nuestra diócesis y que con tres sacerdotes ya ordenados y formados también en nuestro Seminario atienden varias parroquias del Arciprestazgo del Huecha.

Tanto Bayron como César están en el último curso de los estudios teológicos que, como os decía, han realizado en el Estudio Teológico de la Inmaculada. Es un motivo de alegría ver los frutos del trabajo del equipo de formadores del Seminario y de los profesores que han participado en su formación. Que Dios pague el valioso trabajo que desde el Seminario y el Estudio Teológico realizan distintos sacerdotes de nuestra diócesis y de fuera para la formación de los futuros sacerdotes.

Como bien sabéis en este mes de marzo se celebra el día 19, solemnidad de San José, el día del Seminario, aunque al no ser festivo este año lo adelantamos al domingo 16. Siempre que puedo insisto en que todos debemos considerar el Seminario como una de las obras más importantes de la diócesis, para mí, como obispo lo es. Tener un Seminario abierto es un don de Dios y contar con 11 seminaristas, como tenemos este año, lo debemos considerar como una bendición que debemos agradecer y cuidar con todo amor.

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Me gustaría que todos -sacerdotes, religiosos y laicos- compartierais conmigo la importancia y ayuda que debemos prestar al Seminario, en él nos jugamos nuestro futuro como diócesis, necesitamos sacerdotes que nos garanticen los sacramentos y el crecimiento en la fe. Sed pues colaboradores de esta obra: rezad por los seminaristas, por sus formadores y profesores, valorad con cariño lo que en él se está realizando y colaborad con vuestra generosidad en la campaña de ayuda económica que realizaremos estos días.

Con María podemos hacer nuestras sus palabras en el Magníficat: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Sí, con el don del Seminario y con estos dos nuevos diáconos el Señor mira nuestra pequeña diócesis y la bendice.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

UNA NUBE LUMINOSA LOS CUBRIÓ CON SU SOMBRA

16 de marzo de 2014

Queridos hermanos y amigos: En este segundo domingo de Cuaresma escuchamos en el Evangelio de la Misa el pasaje de la

Transfiguración del Señor, este año según el evangelista Mateo (17, 1-9). El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica nos explica en el número 110 este pasaje que aparece en los Evangelios Sinópticos (Marcos 9.2-10 y Lucas 9.28-36): “En la Transfiguración de Jesús aparece ante todo la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa (Santo Tomás de Aquino). Al evocar, junto a Moisés y Elías, su ‘partida’ (Lucas 9, 31), Jesús muestra que su gloria pasa a través de la cruz, y otorga un anticipo de su resurrección y de su gloriosa venida, ‘que transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo’ (Filipenses 3, 21)”.

“En el monte te transfiguraste, Cristo Dios, y tus discípulos contemplaron tu gloria, en cuanto podían comprenderla. Así, cuando te viesen crucificado entenderían que padecías libremente y anunciarían al mundo que tú eres en verdad el resplandor del Padre” (Liturgia bizantina).

Como nos explica el Compendio del Catecismo, el Espíritu Santo es representado en este pasaje por la “nube luminosa” que los cubre con su sombra. Es, pues, el Espíritu Santo el que protege y guarda a los discípulos que acompañan a Jesús (Pedro, Santiago y Juan). Podemos decir que esta protección les acompañará a partir de ahora hasta que su mente se abra en el día de Pentecostés.

A pesar de sus debilidades, el Espíritu Santo les hará superar el momento en que llenos de miedo abandonan a su maestro o lo niegan. El Espíritu Santo será el que los guíe hasta el sepulcro del Maestro y ver que está vacío y que Jesús ha resucitado.

Pues bien, nosotros en este tiempo de Cuaresma estamos también llamados a pedir que el Espíritu Santo con su luz nos proteja y envuelva. Nuestras debilidades y dudas pueden aparecer en el camino de nuestra vida, especialmente en el momento de la cruz, incluso la tentación del abandono o del tedio en la camino de nuestra fe.

Si el Espíritu Santo está en nuestras vidas, todo aquello que nos cuesta trabajo comprender o incluso nos supera, puede quedar iluminado y nuestra debilidad se convierte en fuerza que viene de Dios.

Que la oración de estos días de Cuaresma nos ayude a sentirnos inmersos en esta nube luminosa que nos envuelve y nos cubre con su sombra que nos protege siempre y que nos conduce por caminos misteriosos hasta el sepulcro de Cristo en el que podemos decir: “No está aquí, ha resucitado y nos acompaña en el camino de nuestra vida”. Por ello el Papa Francisco nos dice: “No huyamos de la Resurrección de Jesús. ¡Nunca nos declaremos muertos pase lo que pase! ¡Que nada pueda más que su vida, que nos lanza hacia adelante!”. (E.G. 3). Vivamos, pues, queridos hermanos, con la seguridad de la resurrección que nos da el mismo Jesús.

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Con todo afecto os saludo y bendigo.

ANTE LA INDIFERENCIA, VALENTÍA PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO Reflexión sobre las palabras del Papa a los obispo españoles (I)

23 de marzo de 2014

Queridos hermanos y amigos: Como ya sabéis por la publicación “Iglesia en Tarazona” del 24 al 3 de febrero se realizó la

primera tanda de la Visita ad Limina de los obispos españoles. En este primer periodo un total de 44 obispos, además de visitar distintas oficinas de la Santa Sede, fuimos recibidos por provincias eclesiásticas por el Santo Padre. Los cinco obispos de las diócesis aragonesas nos encontramos con el Papa el 27 de febrero. El Santo Padre nos recibió en un clima de familiaridad, con simpatía, cordialidad, compartiendo con nosotros las preocupaciones propias de nuestras diócesis aragonesas y de la Iglesia universal. Le dije que rezábamos por él y le pedí una bendición para toda la diócesis. Me dijo: “Llévales mi afecto y bendición”.

Quiero comentar con vosotros las palabras que el Papa nos dirigió a todos los obispos españoles el día 3 de marzo. Estas palabras son una guía para impulsar la pastoral de la iglesia en España y, por lo tanto, también para nuestra diócesis de Tarazona.

Como nos dijo el Papa estamos sufriendo en nuestros días un tiempo de indiferencia y de preponderancia de una cultura mundana que, en palabras del Santo Padre, “arrincona a Dios en la vida privada y lo excluye del ámbito público”. Pero esta realidad no nos debe hacer pensar en un fracaso o que es poco lo que podemos hacer frente a una cultura que ha arrinconado a Dios y no valora lo que la Iglesia ofrece; al contrario el Papa nos propone otro camino, abrir nuestra vida y todas nuestras acciones al Espíritu Santo: “Conviene no olvidar vuestra historia. De ella aprendemos que la gracia divina nunca se extingue y que el Espíritu Santo continúa obrando en la realidad actual con generosidad. Fiémonos siempre de Él y de lo mucho que siembra en los corazones de quienes están encomendados a nuestros cuidados pastorales” (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 68).

Pidamos, por lo tanto, la valentía en medio de la adversidad, sabiendo que nuestra propuesta cristiana puede aportar a nuestra sociedad y a cada persona el encuentro con Cristo como amigo y hermano. ¡Fiémonos de Él! Para ello como nos decía el Papa a los obispos: “No ahorréis esfuerzos para abrir nuevos caminos al Evangelio, que lleguen al corazón de todos, para que descubran lo que ya anida en su interior. Y todo ello, con paciencia y sin miedo, de corazón a corazón, con ternura y misericordia debemos buscar lo que verdaderamente une y sirve a la mutua edificación”.

Estas palabras del Papa, nos recuerda a los obispos una expresión bíblica: “parresía”. La parresía, palabra griega que tiene distintas traducciones pero que en el lenguaje bíblico del Nuevo Testamento tiene como significado la capacidad para hablar de forma atrevida, manteniendo con valentía, frente a las adversidades, el mensaje del Evangelio de Cristo. Y lo debemos hacer así porque estamos convencidos de que nuestra aportación a la sociedad y al hombre le va a llevar a la verdadera libertad y le va a hacer cercano a quien ama al hombre con una ternura y misericordia que da todo para la plena felicidad y realización.

Pidamos en estos días de Cuaresma esta valentía, más necesaria que nunca, para transmitir a todos una esperanza que nunca defraudará.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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ANTE LA INDIFERENCIA, VALENTÍA PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO Reflexión palabras del Papa a los obispo españoles (II)

30 de marzo de 2014

Queridos hermanos y amigos: El domingo pasado comencé a comentar el discurso que el Papa Francisco dirigió a los

obispos españoles en la Visita ad Limina del pasado mes de febrero, quiero seguir hoy con un segundo aspecto que el Santo Padre nos proponía.

Al obispo se le encomienda, como sucesor de los Apóstoles, el anuncio del Evangelio y el cuidado de una Iglesia particular. Este trabajo es para el obispo su principal misión a la que se tiene que entregar con todas su fuerzas, con todo su corazón y confiando plenamente en la palabra y la acción del Señor.

En este empeño nos decía el Papa que el obispo nunca se debe sentir solo: “Es importante que el obispo no se sienta solo, ni crea estar solo, que sea consciente de que también la grey que le ha sido encomendada tiene olfato para las cosas de Dios”.

San Ignacio de Antioquía exhortaba a los cristianos de Magnesia a una profunda comunión dentro de cada comunidad en torno al obispo: “No intentéis presentar vuestras opiniones particulares como razonables, sino que haya una sola oración en común, una sola súplica, una sola mente, una esperanza en la caridad, en la alegría sin mancha, que es Jesucristo. Nada hay mejor que él. Corred todos a una, como a un único templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo, que procede de un solo Padre, el único a quien volvió y con quien está”.

Las palabras del Papa y de San Ignacio nos invitan, no a una uniformidad u obediencia ciega, sino a vivir en la comunión que da el amor y que sabe que tiene que cumplir la misión de transmitir la fe, la esperanza, la caridad y la alegría. Por ello el obispo nunca se debe sentir solo, su misión no es algo que asume en soledad, como nos dice el Papa todos los miembros de la Iglesia “tienen olfato para las cosas de Dios”.

Todos, pues, nos debemos sentir comprometidos en la misión que se encomienda a todo bautizado, el Papa nos señalaba la mutua colaboración que entre todos teníamos que tener para que el obispo nunca se sienta solo: “Especialmente sus colaboradores más directos, los sacerdotes, por su estrecho contacto con los fieles, con sus necesidades y desvelos cotidianos. También las personas consagradas, por su rica experiencia espiritual y su entrega misionera y apostólica en numerosos campos. Y los laicos, que desde las más variadas condiciones de vida y respectivas competencias llevan adelante el testimonio y la misión de la Iglesia”.

Por ello quiero siempre, para cumplir las palabras del Papa, contar con todos vosotros, que todos, desde la comunión, tengamos claro que por encima de nuestros intereses o nuestros gustos tenemos una misión conjunta que cumplir: “poner a vuestras Iglesias - en nuestro caso la querida diócesis de Tarazona- en un verdadero estado de misión permanente, para llamar a quienes se han alejado y fortalecer la fe”.

Os invito a todos, desde los niños a los más ancianos, a que compartáis conmigo esta misión que el Señor nos encomienda en nuestros días. Que nadie se sienta extraño o que piense que sus fuerzas son pocas. Todos podemos desde nuestra debilidad o pobreza aportar el pequeño grano que construya la Iglesia de Jesús. Queridos hermanos: ¡Os necesito! Esta querida iglesia particular nos necesita a todos juntos, en comunión. Rezad por mí, como yo lo hago por vosotros.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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ANTE LA INDIFERENCIA, VALENTÍA PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO Reflexión palabras del Papa a los obispo españoles (y III)

6 de abril de 2014

Queridos hermanos y amigos: Quiero concluir hoy la reflexión que con vosotros he hecho sobre el mensaje del Papa a los

obispos españoles en la Visita ad Limina. El Santo Padre ha querido darnos en sus palabras cuatro puntos importantes para que los obispos en nuestras diócesis y con la colaboración de todos pongamos en obra, son los siguientes:

1.- Prestar una atención particular al proceso de iniciación a la vida cristiana y despertar y avivar una fe sincera. 2.- Favorecer la preparación al matrimonio y el acompañamiento de las familias. 3.- Interés de vuestras Iglesias particulares en la pastoral vocacional. 4.- El amor y el servicio a los pobres es signo del Reino de Dios que Jesús vino a traer. Podemos decir que estos cuatro puntos son los elementos fundamentales de la pastoral que

debemos seguir en cada una de nuestras comunidades, el Papa no sólo nos proponía estas cuatro tareas, también nos daba algunas pistas de cómo poder realizarlas, os invito a secundar conmigo lo que debe ser nuestro principal interés.

1.- Prestar una atención particular al proceso de iniciación a la vida cristiana. Francisco señalaba especialmente a los niños como receptores de esta iniciación, presentándoles nuestra fe no sólo como una mera herencia cultural sino como un regalo, un don que nace del encuentro personal con Jesús y de la aceptación libre y gozosa de la nueva vida que nos ofrece. Esta iniciación cristiana no se concluye con la catequesis de preparación a la primera comunión o a la confirmación sino que debe ser un empeño continuado por un anuncio incesante y animación constante, para que el creyente sea coherente con la condición de hijo de Dios que ha recibido en el bautismo.

2.- Favorecer la preparación al matrimonio y el acompañamiento de las familias. La familia como nos dice el Papa es lugar nativo de convivencia en el amor, célula originaria de la sociedad, transmisora de vida e iglesia doméstica donde se fragua y se vive la fe. Por ello todo lo que hagamos para favorecer la pastoral familiar producirá grandes frutos ya que, como nos dice Francisco: “Una familia evangelizada es un valioso agente de evangelización, especialmente irradiando las maravillas que Dios ha obrado en ella”. Por ello debemos dar importancia a la preparación al matrimonio, avivando así una fe sincera.

3.-lnterés de vuestras Iglesias particulares en la pastoral vocacional. Como sabéis los que compartís cada semana mis cartas éste es el tema en el que más insisto y por ello hago mías las palabras del Santo Padre: “Es un aspecto que un obispo debe poner en su corazón como absolutamente prioritario, llevándolo a la oración, insistiendo en la selección de los candidatos y preparando equipos de buenos formadores y profesores competentes”.

4.- El amor y el servicio a los pobres es signo del Reino de Dios que Jesús vino a traer. Como nos dice el Papa es mucho lo que a través de Caritas y otras obras benéficas de la Iglesia se hace en España que debemos seguir manteniendo también en nuestra diócesis a pesar de las dificultades económicas por las que pasamos.

Creo que estos cuatro puntos que nos ofrece el Papa son fundamentales y que entre todos debemos proponer también en nuestra diócesis de Tarazana. Pidamos en este tiempo de Cuaresma esta valentía para anunciar y vivir todos juntos el Evangelio.

Con todo afecto os saludo y os bendigo.

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SEMANA SANTA: LA MISERICORDIA DE DIOS HACIA NOSOTROS

13 de abril de 2014

Queridos hermanos y amigos: Inauguramos con la celebración de este domingo la Semana Santa, días en los que con

intensidad vivimos la pasión, muerte y resurrección del Señor. En las diversas celebraciones de estos días y en las manifestaciones de la devoción popular el misterio de nuestra salvación se hace cercano a nosotros.

En cada una de las celebraciones de estos días, Jesús sale a nuestro encuentro para hacernos comprender y vivir que nunca estamos solos en el camino de nuestra vida; tenemos la certeza de que los momentos que revivimos en cada celebración son un acto del amor incondicional de Cristo hacia cada uno de nosotros. Como decía el papa Francisco en su homilía del Domingo de Ramos pasado: “Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; que está entre nosotros; nace del saber que, con Él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables”.

Tras el pórtico que se abre este domingo se presenta ante nosotros un recorrido por los distintos momentos que el Señor ha vivido para salvarnos y que nosotros podemos recorrer ahora con Él. Si lo hacemos abriendo el espíritu en cada celebración de estos días, sin duda, se dará en cada uno de nosotros una renovación que nos ayudará a vivir nuestra fe.

Esta Semana Santa puede ser un buen momento para acercarnos con confianza al sacramento de la Reconciliación, la confesión nos ayuda a vivir personalmente el encuentro con Cristo que por nosotros muere y resucita. No tengamos miedo a presentarnos ante el sacerdote para recibir de él, después de confesar nuestros pecados, la absolución que nos reconcilia con Dios por la muerte y resurrección de Jesucristo y nos concede, por el Espíritu Santo, el perdón de los pecados y la paz que llena el alma.

El mismo Papa nos ha dado recientemente un ejemplo de cómo todos los cristianos estamos necesitados de este sacramento cuando, el pasado día 28 de marzo en la basílica de S. Pedro en una celebración de la penitencia, no sólo escuchó en confesión a un grupo de fieles sino que él mismo quiso acercarse hasta un confesionario para arrodillarse ante un sacerdote y hacer su confesión.

El Santo Padre, que recuerda continuamente la misericordia de Dios, ha confesado fieles en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro y dedica siempre media hora a esta actividad en las visitas a las parroquias romanas que realiza algunos domingos, nos da a todos un testimonio de la necesidad de este sacramento acercándose, él mismo, hasta un confesor.

Su testimonio nos ayuda a todos los fieles a acercarnos a la confesión con confianza y a que también los sacerdotes sepamos estar siempre disponibles y facilitemos el escuchar a nuestros hermanos en confesión.

A todos os deseo que esta Semana Santa sea fructífera y que reviviendo la pasión, muerte y re-surrección del Señor nuestra fe se vea reforzada y animada.

Con todo afecto os saludo y os bendigo.

FELIZ PASCUA EN ESTE AÑO EN EL QUE CON GOZO LA IGLESIA NOS REGALA DOS NUEVOS SANTOS (I)

20 de abril de 2014

Queridos hermanos y amigos: ¡Cristo ha resucitado! En este día de Pascua contemplamos nuevamente el triunfo del Señor

sobre la muerte, ésta es la Buena Noticia: el amor ha vencido a la muerte y al pecado. La fuerza del mal no tiene la última palabra ya que Cristo resucitado es la palabra definitiva que da un nuevo

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sentido a la vida y nos da la paz. Por eso queremos anunciar a toda la humanidad la gran alegría de la Resurrección del Señor especialmente, siendo instrumentos de salvación para los niños y los jóvenes, para las familias y, de un modo especial, para los más pobres, los menos amados y para aquellos que buscan el sentido de sus vidas.

El próximo domingo, segundo de Pascua o domingo de la Divina Misericordia, nos alegraremos por la canonización de dos testigos de la Resurrección del Señor: los papas Juan XXIII y Juan Pablo II. Los dos vivieron con pasión y total entrega su servicio a la Iglesia de Cristo siendo testigos de que, en medio de un mundo convulso y difícil como ha sido el siglo XX y los inicios del XXI, el amor de Cristo nos seguía urgiendo a anunciar a todos nuestra fe, esperanza y candad para que todos tuvieran vida y vida en abundancia (cf. Juan 10, 10). Podemos decir que esta canonización es un gran regalo para la Iglesia que el papa Francisco ha querido darnos en esta Pascua.

Es difícil en unas pocas líneas resumir el mensaje de estos dos grandes gigantes de la espiritualidad cristiana, pero intentaré subrayar algunos aspectos que son su gran legado a la Iglesia.

Juan XXIII: la Iglesia, Madre y Maestra y paz en la tierra. Su pontificado fue breve pero de una gran intensidad. El 28 de octubre de 1958 con 77 años

fue elegido el sucesor de Pedro, todos pensaban que su pontificado iba a ser transitorio y sin grandes novedades. Sin embargo, cuando muere el 3 de junio de 1963, nos deja una gran herencia, en primer lugar su misma persona que supuso el que todos lo conociéramos con el sobrenombre de “el papa bueno”, por su gran bondad, su cercanía y sencillez.

Nos dejó también dos grandes encíclicas: Mater et Magistra (Madre y Maestra de 1961) Y Pacem in Terris (Paz en la Tierra de 1963). La Iglesia no es una institución que se desentiende de los problemas y dificultades de la humanidad, nada intenta imponer para mantener su “poder”, es fundamentalmente una madre que acoge, entiende y protege con amor y, a la vez, es maestra que intenta conducir y enseñar los verdaderos motivos que conducen al hombre a la verdadera felicidad y plena realización.

Cuando el mundo entero temblaba por la amenaza de diversas guerras y especialmente por los peligros de la guerra fría que enfrentaba a los países occidentales y al bloque comunista, Juan XXIII proclamaba con valentía la necesidad de una paz estable y justa.

Son dos encíclicas de un profundo contenido social por lo que fue admirado y apreciado por su insistencia en los derechos y deberes que se derivan de la dignidad del ser humano como criatura de Dios.

Pero si esto fue de una gran importancia, Juan XXIII pasará a la historia cuando el 11 de octubre de 1962 inauguró el Concilio Vaticano II que quería ser un acercamiento al mundo con todas sus problemáticas, impulsando un nuevo ardor por el anuncio del Evangelio en una nueva cultura del mundo moderno y, a la vez, buscar caminos de unidad de las iglesias cristianas en todo aquello que nos une y no en lo que nos separa.

En el año 2000 fue beatificado por el papa Juan Pablo II, durante el Gran Jubileo del año 2000. Finalmente el 5 de julio de 2013 el papa Francisco firmó el decreto que autoriza la canonización de Juan XXIII, que se efectuará conjuntamente con la de Juan Pablo II el día 27 de abril de 2014.

Con todo afecto os saludo y os bendigo.

FELIZ PASCUA EN ESTE AÑO EN EL QUE CON GOZO LA IGLESIA NOS REGALA DOS NUEVOS SANTOS ( y II)

27 de abril de 2014

Queridos hermanos y amigos: En este domingo segundo de Pascua o de la Divina Misericordia nos unimos al gozo de

toda la Iglesia por la canonización de los que desde hoy son ya, san Juan XXIII y san Juan Pablo II, dos grandes Papas que han engrandecido a la Santa Iglesia de Dios con su admirable

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testimonio. Juan Pablo II: ¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Jesucristo! El 16 de octubre de 1978, tras dos días de cónclave, Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia en

Polonia, fue elegido sucesor de San Pedro, adoptando el nombre de Juan Pablo, como su antecesor, y convirtiéndose, con 58 años, en el Papa más joven del siglo XX y en el primero no italiano desde el año 1523 en que murió el neerlandés Adriano VI.

Es muy difícil poder resumir su pontificado que fue el segundo más largo de la historia, exactamente, 26 años 5 meses y 18 días que culminaron en día 2 de abril de 2005. Quizás la frase con que encabezo estas líneas puede ser un buen resumen de su largo pontificado: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Jesucristo!”.

Con estas palabras, en el momento de su presentación en la plaza de S. Pedro, Juan Pablo II nos presentaba lo que sería su ministerio como sucesor de Pedro. Ante la dificultad que los cristianos podíamos vivir para testimoniar nuestra fe en un momento convulso del siglo XX el Papa nos invitaba a no tener ningún temor: “¡Hermanos y hermanas! ¡No tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad! ¡Ayudad al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la potestad de Cristo, servir al hombre y a la humanidad entera! ¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!”.

Y, él mismo, fue el primero en vivir con total entusiasmo este proyecto. Ni el grave atentado del 13 de mayo de 1981, ni su precaria salud al final de su pontificado, ni la incomprensión y rechazo de sus palabras y gestos, le impidieron llevar hasta los confines de la tierra la Buena Noticia.

A él debemos la necesidad de una nueva evangelización. El Santo Padre usa por primera vez la expresión nueva evangelización en el año 1983, cuando anuncia a los obispos del CELAM reunidos en Haiti: “Una evangelización nueva en su ardor, en sus métodos y en sus expresiones”. Realidad que sigue siendo un reto para todos nosotros también ahora.

A su vez, nos debe seguir animando su compromiso ético y social defendiendo siempre la dignidad de la persona humana, de sus derechos frente a todo tipo de injusticias y desigualdades. Lo que conlleva el empeño en trabajar a favor de la vida, de la familia, la justicia y la paz, rechazando el relativismo insolidario y hedonista que a tantos envuelve y aísla en sus propios intereses.

Su vida fue un gran testimonio del seguimiento de Cristo, sin reserva alguna, como decía el cardenal Ratzinger, su sucesor días después, en su funeral: "¡Sígueme!; dice el Señor resucitado a Pedro, como su última palabra a este discípulo elegido para apacentar a sus ovejas. ¡Sígueme!, esta palabra lapidaria de Cristo puede considerarse la llave para comprender el mensaje que viene de la vida de nuestro llorado y amado papa Juan Pablo II”.

Santos Juan XXIII y Juan Pablo II, rogad al Señor por esta iglesia que peregrina en Tarazona.

Con todo afecto os saludo y os bendigo.

CON MARÍA EN EL CAMINO DE LA PASCUA 4 de mayo de 2014

Queridos hermanos y amigos: Hemos comenzado el mes de mayo que la Iglesia dedica a la Virgen María. Este año coincide

todo el mes con la celebración del tiempo Pascual, el tiempo del encuentro con Cristo Resucitado y de la espera del don del Espíritu Santo. Durante todo este tiempo de Pascua la Iglesia saluda cada día a la Santísima Virgen con el canto del “Regina Caeli”: ¡Reina del cielo, alégrate, aleluya!

La vida de la Virgen ha estado toda ella al servicio del plan salvador de Dios Padre y, por ello, ha sido obediente a la acción del Espíritu Santo en Ella y ha estado unida a su Hijo en todos los momentos de su vida. Acepta con un sí obediente y generoso en el momento de la Anunciación, acompaña a su Hijo en momentos importantes de su vida y es la que invita al comienzo de la vida pública de Jesús en las bodas de Caná a hacer lo que Él nos diga (cf. Juan 2, 5), en el momento de la

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Cruz permanece en pie junto a su Hijo (cf. Juan 19, 25) y cuando Él es depositado en el sepulcro, mantiene viva la fe como única lámpara encendida en medio de la noche de la desolación.

Aunque el Evangelio nada nos dice, la tradición de la Iglesia siempre ha supuesto que el primer encuentro del Resucitado ha sido con su Madre. En la religiosidad popular se ha sabido plasmar este encuentro en la mañana del domingo de pascua que en tantos lugares de nuestra diócesis de Tarazona se celebra con gran gozo antes de la solemne celebración de la Misa del domingo de Pascua.

En este tiempo de Pascua, la Virgen María adquiere un protagonismo especial cuando en el Cenáculo persevera en oración junto a los discípulos de su Hijo en la espera del Espíritu Santo que hará nacer la Iglesia y colmará a la comunidad cristiana de la plenitud de sus dones (cf. Hechos 1, 14 ss).

Podemos decir que la celebración de este mes de mayo debería ser también ahora en cada una de nuestras comunidades como una reproducción de aquel cenáculo primero en el que María nuevamente intercede con nosotros para que se cumpla la promesa de su Hijo. Las oportunidades que se nos ofrecen son muchas ya que, además, de los distintos actos marianos que cada día se celebran en las parroquias, son muchas los pueblos que en estos días peregrinan a distintas ermitas marianas o celebran fiestas en honor de la Santísima Virgen. Hoy mismo celebraré la fiesta de la Virgen de la Peana en Borja, fiesta mariana que en el primer domingo de mayo convoca a todos los hijos de esta ciudad en una magnífica expresión de amor a nuestra Madre.

Os invito a todos a que en este mes de mayo pidamos, por intercesión de la Virgen María, que sepamos ser testigos de la Resurrección del Señor, confiando como Ella en la fuerza que viene de Dios. Que el Señor nos ayude a saber transmitir la Buena Noticia del Evangelio a todos y a cada uno de los hermanos de nuestra diócesis y que para animar nuestra vida de fe nos conceda vocaciones a la vida sacerdotal y consagrada.

Que éste sea para nosotros un tiempo propicio para agradecer a Dios la bendición de tener a Santa María, nuestra Madre, entre nosotros, para acudir a Ella, ponernos en su presencia y con Ella vivir el amor de Dios.

Con todo afecto os saludo y os bendigo.

SAL A DARLO TODO. VOCACIONES TESTIMONIO DE LA VERDAD

Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 11 de mayo de 2104

Queridos hermanos y amigos: En este IV domingo de Pascua la Iglesia nos invita a unirnos en una oración común pidiendo

vocaciones consagradas al Señor. El Papa nos dirige con este motivo un mensaje para esta LI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que titula: “Vocaciones, testimonio de la verdad”.

Comienza con estas palabras: “El evangelio relata que Jesús recorría todas las ciudades y aldeas... Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”. (Mateo 9, 35-38).

Estas primeras palabras del papa Francisco nos dan desde el principio las ideas fundamentales que nos llevan al convencimiento de la necesidad de pedir al Señor vocaciones a la vida consagrada.

Jesús sale a la búsqueda del ser humano: “Recorría todas las ciudades y aldeas”. Su búsqueda del ser humano es una mirada atenta y profunda de sus necesidades: “Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas como ovejas que no tienen pastor”. Y, finalmente, invita a sus discípulos a que no se desentiendan de esa situación: “La mies es

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abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”.

Podemos decir que en este domingo, a cada uno de nosotros, nuevamente, nos pide como aquel día decía a sus discípulos que insistentemente pidamos ahora para que el Señor envíe trabajadores a su mies. Somos conscientes como lo fue Jesús en el momento que recorría las ciudades y aldeas que tantas personas viven hoy como ovejas sin pastor, es decir sin una orientación en su vida, buscando el sentido en cosas que son efímeras y caducas y que, por lo tanto, nos pueden dar la plenitud y la vida.

Por ello necesitamos que siga habiendo entre nosotros personas que dando todo sean testigos de una vida distinta y plena. Necesitamos sacerdotes, religiosos y religiosas que con distintos servicios a la Iglesia indiquen, no sólo con palabras, sino con su entrega total, que en Cristo hay una posibilidad de una vida plena y feliz.

Estoy convencido que esta semilla de una vocación a la vida consagrada -como sacerdote, religioso o religiosa- está plantada en el corazón de muchos niños y niñas y también de muchos jóvenes de nuestra diócesis. Pidamos la sabiduría para hacerla crecer, cultivarla y llegar a su plenitud.

Por eso el Papa nos invita a que nuestras comunidades sean el campo bien cultivado para hacer crecer estas vocaciones: “La vocación es un fruto que madura en el campo bien cultivado del amor recíproco que se hace servicio mutuo, en el contexto de una auténtica vida eclesial. Ninguna vocación nace por sí misma o vive por sí misma. La vocación surge del corazón de Dios y brota en la tierra buena del pueblo fiel, en la experiencia del amor fraterno”.

Ojala sepamos, en nuestras parroquias y en las familias cristianas, ser esta buena tierra donde se acoja el don de una vocación y se sepa hacer crecer. Oremos hoy para que esto sea una realidad en nuestra diócesis.

Nada hay peor que no esperar y confiar, no nos resignemos a que nuestras comunidades sean estériles como un desierto; con fe, con confianza y con amor, pidamos al Señor: Envía también ahora trabajadores a tu mies; danos vocaciones para seguir sirviendo a nuestra querida diócesis.

Con todo afecto os saludo y os bendigo.

CARTA A LOS NIÑOS DE PRIMERA COMUNIÓN 25 de mayo de 2014

Queridos hermanos y amigos: Como cada año quiero, en este mes de mayo, dirigir una carta a los niños y niñas que ya

habéis recibido o recibiréis en estos próximos días vuestra primera comunión. El día de vuestra primera comunión es un momento importante en vuestras vidas; tan

importante que, al menos, durante dos años habéis participado en las catequesis en vuestras parroquias. ¡Cuántas cosas habéis aprendido en estos años! Lo más importante, sin duda, ha sido conocer a una persona que se llama Jesús, que os quiere como nadie y que quiere ser el amigo que os acompañe durante toda vuestra vida.

Al conocer más a Jesús, sabéis que Él quiere que seamos sus amigos. Por nuestros despistes vivimos a veces sin ser conscientes de la amistad que Jesús quiere tener siempre con nosotros y así nos olvidamos de rezar cada día o de ir a misa los domingos. Espero que después de vuestra primera comunión, sabiendo que Jesús quiere ser siempre nuestro amigo, os acordéis cada día de rezar, aunque sea una breve oración que surja de vuestro corazón y que os acostumbréis a ir a Misa todos los domingos. Estoy convencido de que vuestros padres o abuelos estarán muy contentos si les decís que queréis ir a Misa y que irán con mucho gusto con vosotros.

También habéis aprendido que como Jesús es nuestro amigo Él siempre nos perdona. Muchas veces hacemos cosas que no están bien y que incluso hacen daño a los demás, pero sabemos que

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hacer el bien nos hace ser más felices y, por lo tanto, más alegres. Por ello necesitamos que Él nos dé su fuerza porque a veces somos débiles; así, además de prepararos para la primera comunión, también os habéis preparado para recibir el sacramento de la reconciliación o de la penitencia. Cada vez que lo necesitemos debemos confesarnos, sin miedo ni vergüenza, como nos dice el papa Francisco. Cuando nos confesamos decimos lo que hacemos mal -nuestros pecados- y el sacerdote que representa a Jesús, nos vuelve a recordar que Dios nos ama, nos perdona y siempre sigue esperando lo mejor de nosotros mismos. ¡Qué paz sentimos en el corazón!, y, ¡qué fuerza para hacer el bien nuevamente!

Habéis aprendido también que la vida es un camino en el que siempre debemos aprender. Ahora sois niños y en la medida de vuestra capacidad conocéis a Jesús y lo amáis, pero debéis seguir formándoos en la fe cristiana para que cuando seáis adolescentes, jóvenes o adultos, la fe nos siga ayudando en el camino de nuestra vida. Por eso os animo a que sigáis en la catequesis después de la primera comunión o bien, que participéis en algún grupo que haya en vuestras parroquias. En el colegio no sólo nos limitamos a aprender a sumar o a escribir y leer, cada año se aprenden cosas nuevas: hacer problemas complicados, aprender otra lengua, conocer nuestra historia y nuestra geografía y muchas más cosas. Pues igual pasa con nuestra fe: sabemos que Jesús es nuestro amigo que nos quiere pero, según vayáis creciendo, os va a enseñar muchas más cosas, de forma que vuestra vida sea más plena y feliz.

Finalmente, también habéis aprendido que el cristiano es siempre una persona que da gracias. Y en estos días de vuestra primera comunión debéis darlas, en primer lugar a Dios que os quiere, os ha hecho cristianos y nos ha dado a Jesús. Sin duda, el día de la primera comunión es un día de alegría y de felicidad para toda la familia. Por eso: ¡Gracias, Señor! Pero también debéis dar gracias por todas las personas que tanto se han preocupado para que llegara este momento. En primer lugar a vuestros padres que un día os bautizaron y se han preocupado para que vayáis a la catequesis y os preparéis para recibir a Jesús, también a muchos de vuestros abuelos que os acompañado a la catequesis, os han llevado a Misa muchos domingos y os han hablado de Dios y de la Virgen María. Gracias a los catequistas que de una forma desinteresada y llena de generosidad han querido estar con vosotros tantos días durante vuestra preparación, os han dado lo mejor de sí para que conocierais a Jesús. También a los sacerdotes de vuestras parroquias que con tanta entrega se preocupan de vosotros y de vuestra formación.

Felicidades a todos vosotros, a vuestros padres y familia y a cada parroquia que cada Pascua ve con alegría a tantos niños y niñas que son ya un presente prometedor y del que tanto esperamos.

Con todo afecto os saludo y os bendigo.

VISITA PASTORAL AL ARCIPRESTAZGO DEL ALTO JALÓN 1 de junio de 2014

Muy queridos hermanos sacerdotes, religiosas y fieles laicos del arciprestazgo del Alto Jalón: Inmersos en el tiempo pascual y en pleno mes de mayo en el que recordamos especialmente a nuestra

Madre, la Virgen María, quiero comunicaros que, en junio, comenzaré mi primera visita pastoral a las parroquias de ese arciprestazgo.

El motivo de dirigiros esta carta pastoral es animaros a preparar cuidadosamente este encuentro, a vivirlo con sentido de corresponsabilidad y a aprovechar esta oportunidad para renovar y revitalizar nuestras comunidades cristianas. "Es una oportunidad para reanimar las energías de los agentes evangelizadores, felicitarlos, animarlos y consolarlos; es también la ocasión para invitar a todos los fieles a la renovación de la propia vida cristiana y a una acción apostólica más intensa" (Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos, 220).

Desde mi llegada a esta querida Diócesis, el 19 de marzo de 2011, he tenido numerosas ocasiones de visitar muchas parroquias para conferir el sacramento de la confirmación, para celebrar las fiestas patronales u

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otras efemérides parroquiales, oportunidades que me han posibilitado encontrarme con muchísima gente y conocer a mis diocesanos.

El Papa Francisco nos propone “una pastoral de cercanía con todos”. Soy consciente de que todo encuentro con los hombres y mujeres de estos queridos pueblos es bueno y positivo porque me da la oportunidad de abrir las puertas del corazón. Y lograr juntos que nuestras parroquias sean "Una comunidad de comunidades, vividas en comunión".

Con ocasión de la visita pastoral intentaré promover un contacto más directo y personal con los sacerdotes que presiden la parroquias y con los demás miembros del Pueblo de Dios para conoceros, para dialogar más en profundidad con todos vosotros, queridos fieles, y así poder promover una vivencia y compromiso cristiano más en consonancia con la propuesta del Evangelio.

Nos decía el Papa a los Obispos en la visita ad limina, "No ahorréis esfuerzos para abrir nuevos caminos al Evangelio, que lleguen al corazón de todos, para que descubran lo que ya anida en su interior: a Cristo como amigo y hermano".

Con las palabras, delicadas, cariñosas, del Papa y siguiendo sus orientaciones os digo “Quiero llamar a cada puerta, acercarme a cada uno, hablar como amigo de casa, escuchar vuestro corazón, ... " y compartir con vosotros ilusiones, alegrías, esperanzas, anhelos, tristezas, preocupaciones, ...

Esta visita pastoral puede ser una ocasión magnífica para revitalizar la propia fe y el sentido de comunión de nuestras parroquias y así comprometernos más activamente en la difusión del Evangelio en los ambientes propios en donde compartir vuestro diario caminar y donde sois luz y sal de la tierra.

Para lograr estos objetivos será importante que se sensibilice al pueblo ante este importante acontecimiento eclesial; se prepare un informe adecuado de la realidad parroquial y se facilite el encuentro personal del obispo con los miembros y con las distintas instituciones parroquiales.

El informe podría ayudar a tomar conciencia de la situación parroquial, lo qué es y lo qué hace la comunidad parroquial, para conocer sus logros y detectar las dificultades, en orden a mejorar la vida espiritual y pastoral y tomar las medidas oportunas.

El Vicario General examinará con la debida diligencia los libros sacramentales, las anotaciones marginales; el archivo parroquial; el inventario del patrimonio de los bienes muebles e inmuebles y la administración económica. Todo ello en orden a ayudar al párroco en esta tarea.

Será de particular importancia el encuentro del Obispo con el párroco para conocer más directamente su situación personal y pastoral, así como las reuniones con los distintos miembros y grupos parroquiales existentes (consejos pastorales, catequistas, miembros de Cáritas, de pastoral de la salud, etc.). El laico en la Iglesia no es sólo colaborador del clero, sino que sois personas realmente "corresponsables" del ser y del actuar de la Iglesia.

Para mí será especialmente significativa la visita a algunos de los enfermos de la parroquia, los encuentros con los niños y jóvenes, las visitas a las escuelas. También me gustará visitar a las distintas corporaciones municipales.

Dentro de estos encuentros habrá que organizar momentos de celebración de la fe, con oportunas eucaristías, celebración de algún sacramento y otros momentos que se consideren oportunos.

Queridos amigos y hermanos: ahondemos y vivamos este espíritu de comunión profunda para que sintamos el compromiso cristiano de trabajar en favor la misión de la Iglesia, que es nuestra madre.

Hasta que nos encontremos, os saludo cordialmente y os bendigo.

VEN ESPÍRITU DIVINO Domingo de Pentecostés

8 de junio de 2014

Queridos hermanos y amigos: Concluimos hoy el tiempo de Pascua con la celebración de la solemnidad de Pentecostés.

Nuestra voz y nuestra mente elevan nuevamente esta súplica: “Envía tu Espíritu Señor y renueva la

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faz de la tierra”. Ruego que, cada día, debemos hacer con confianza y que en este día adquiere un sentido especial.

En su reciente peregrinación a Tierra Santa el papa Francisco quiso concluirla precisamente en un lugar especialmente significativo: el Cenáculo, allí Jesucristo instituyó la Eucaristía antes de su muerte en la Cruz, allí se apareció resucitado a sus discípulos y allí la primera comunidad en torno a María, la Virgen, imploró con fe la venida del Espíritu Santo que descendió sobre ellos e hizo nacer la Iglesia.

Como decía el Papa en aquel lugar, el Cenáculo, nació la Iglesia y "nació en salida. Desde aquí salió, con el Pan partido entre las manos, las llagas de Jesús en los ojos, y el Espíritu de amor en el corazón. En el Cenáculo, Jesús resucitado, enviado por el Padre, comunicó su mismo Espíritu a los Apóstoles y con esta fuerza los envió a renovar la faz de la tierra"

Esa misma fuerza es la que hoy nosotros imploramos al Señor: Volver al Espíritu que animó a la Iglesia naciente como nos decía el Papa: “El Cenáculo, finalmente, nos recuerda el nacimiento de la nueva familia, la Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia, constituida por Cristo resucitado. Una familia que tiene una Madre, la Virgen María. Las familias cristianas pertenecen a esta gran familia, y en ella encuentran luz y fuerza para caminar y renovarse, mediante las fatigas y las pruebas de la vida. A esta gran familia están invitados y llamados todos los hijos de Dios de cualquier pueblo y lengua, todos hermanos e hijos de un único Padre que está en los cielos”.

Ojalá también nuestra Iglesia diocesana viviera siempre en este mismo espíritu. Necesitamos volver al Cenáculo y hacer renacer la nueva familia que es la Iglesia. En este día de Pentecostés cada uno de nosotros y todas nuestras comunidades debemos unirnos implorando esta renovación necesaria que nos impulse a partir hacia el mundo para anunciar la vida nueva que el Resucitado quiere ofrecer a todos los hombres.

Sintámonos hoy enviados a ofrecer esta Buena Noticia de Jesucristo a todos aquellos que nos rodean: “Como el Padre me envió, os envió yo”(Juan 20, 21). Y para ello no sólo contamos con nuestras fuerzas, muchas veces débiles, es el mismo Jesús que envía también da el Espíritu: “Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20, 22). Espíritu que nos abre a una comunicación nueva y más profunda con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Espíritu que nos libra del vacío interior y la difícil soledad, devolviéndonos la capacidad de dar y recibir, de amar y ser amados.

Solo hace falta que abramos nuestro corazón a este don y pongamos nuestra confianza en El. En este día hacemos nuestra las palabras de la secuencia que después de la segunda lectura elevamos a Dios:

“Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus Siete Dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno”. Con todo afecto os saludo y bendigo.

EVANGELIZAMOS ORANDO Solemnidad de la Santísima Trinidad

Jornada Pro Orantibus 15 de junio de 2014

Queridos hermanos y amigos: En este primer domingo después Pentecostés celebramos la solemnidad de la Santísima

Trinidad y, desde hace años, se nos invita a que elevemos nuestra oración por aquellos que en la Iglesia han consagrado sus vidas a orar por todos con total dedicación. Hoy nos unimos, con agradecido reconocimiento, a los monjes y monjas que han decido seguir a Jesucristo desde la vida contemplativa.

Desde su vida escondida en Cristo y completamente dedicada a la oración y a la contemplación del amor de Dios, estos hermanos y hermanas nuestros colaboran de una forma

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extraordinaria a la transmisión del Evangelio en nuestro mundo. Puede parecernos algo paradójico pero, los contemplativos, con su consagración son el motor y el alma de toda la acción evangelizadora de la Iglesia.

Fácilmente podemos creer que evangelizar es sólo una acción, una labor exterior que debemos realizar y que, por lo tanto, sólo aquellos que predican, se reúnen, escriben, organizan y trabajan pastoral y directamente con la gente y sus problemas son los evangelizadores. Sin embargo, como nos dice el papa Francisco en Evangelii Gaudium, 262, no sólo son evangelizadores quienes trabajan también lo son aquellos que oran, sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades y el fervor se apaga la Iglesia necesita imperiosamente del pulmón de la oración.

Todo evangelizador necesita de esta interioridad y de una intensa vida de oración y de encuentro con Dios en lo más profundo del corazón para que su labor no sea un mero activismo, sino fundamentalmente una acción de Dios y por ello como también nos dice el Papa: “Cuando un evangelizador sale de la oración, el corazón se le ha vuelto más generoso” (EG 282).

Los contemplativos subrayan desde su carisma este aspecto que ningún miembro de la Iglesia debe olvidar, en este sentido, su vida tiene un carácter profético, puesto que en ellos y ellas estamos recibiendo una llamada a buscar lo único importante que es Cristo y que una vez llenos de Él podamos transmitir la vida que el Señor ha creado en nuestro interior.

A la vez, de una manera misteriosa pero eficaz, sabemos que cada monasterio es un motor que mueve a la Iglesia y desde su intercesión en favor de todos, tantas oscuridades quedan iluminadas y los que desfallecen encuentran una nueva fortaleza para proseguir la misión.

Agradecemos hoy al Señor la vida entregada de estos hermanos y hermanas nuestros que son el corazón que mueve todas nuestras acciones. Recemos para que Dios les conceda la fidelidad en su vocación y para que el Señor continúe llamando a seguir esta vocación, especialmente en los monasterios de nuestra diócesis. Sigamos muy unidos a estas queridas hermanas contemplativas que tanto rezan por nosotros y que nosotros tanto necesitamos de sus oraciones. Gracias, hermanas, por vuestras presencias tan significativas en la vida diocesana y por vuestras plegarias.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

JORNADA DE SANTIFICACIÓN DEL CLERO 22 de junio de 2014

Queridos hermanos y amigos: Tras la fiesta del Corpus que hoy celebramos con gran alegría y solemnidad en todos los

lugares de nuestra diócesis, el próximo viernes día 27 celebraremos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús que quiere ser un eco de la fiesta del Corpus. En ella se nos muestra la misericordia de Jesucristo que nos ama de una forma humana y entrañable que se muestra en su corazón.

En la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús se celebra desde hace años la Jornada de Santificación del Clero. Quiero por ello invitaros a todos a que os unáis con vuestra oración a esta intención de toda la Iglesia para que los sacerdotes, entregados cada día con mayor generosidad y alegría a su vocación, sean un testimonio de santidad para todos los fieles.

Os invito a que todos los sacerdotes acudáis en la mañana de ese día a uno de los dos encuentros que hemos organizado en la diócesis: En Tarazona en la parroquia de S. Francisco y en Calatayud en las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. A las 12 tendremos una hora de oración y adoración al Santísimo. Nos manifestaremos así como personas orantes que todo lo esperan de la fuerza que viene del Señor.

Cuando los sacerdotes oramos, debemos ser conscientes de nuestra pequeñez y de la necesidad que tenemos de que Jesús nos enriquezca. Así nos lo decía el papa Francisco en su homilía de la Misa Crismal de este año: “El sacerdote es el más pobre de los hombres si Jesús no lo enriquece

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con su pobreza, el más inútil siervo si Jesús no lo llama amigo, el más necio de los hombres si Jesús no lo instruye pacientemente como a Pedro, el más indefenso de los cristianos si el Buen Pastor no lo fortalece en medio del rebaño.

Nadie más pequeño que un sacerdote dejado a sus propias fuerzas; por eso nuestra oración protectora contra toda insidia del Maligno es la oración de nuestra Madre: soy sacerdote porque Él miró con bondad mi pequeñez (cf. Lucas. 1,48). Y desde esa pequeñez asumimos nuestra alegría. ¡Alegría en nuestra pequeñez!”

Esa pequeñez y debilidad de la que nos habla el Papa no nos lleva a la tristeza o al pesimismo, todo lo contrario, nuestra debilidad y pobreza enriquecida por Cristo produce en nosotros la verdadera alegría: “Encuentro tres rasgos significativos en nuestra alegría sacerdotal: es una alegría que nos unge (no que nos unta y nos vuelve untuosos, suntuosos y presuntuosos), es una alegría incorruptible y es una alegría misionera que irradia y atrae a todos, comenzando al revés: por los más lejanos”.

Junto a nuestro deseo de pedirle al Señor la santificación de los sacerdotes no podemos olvidar lo que hoy es una gran necesidad para nuestra diócesis: Que el Señor nos conceda vocaciones y que nuestros seminaristas se sientan reafirmados en la llamada que han recibido.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

SOLEMNIDAD DE LOS SANTOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO 29 de junio de 2014

Queridos hermanos y amigos: Este domingo celebramos la solemnidad de los santos Apóstoles Pedro y Pablo. Cada año el día 29

de junio la Iglesia nos invita a celebrar esta fiesta pero quizás este año adquiere una mayor relevancia al coincidir con un domingo.

Podemos decir que es una fiesta de la catolicidad, o sea de la universalidad de todo la Iglesia. En las figuras de los dos Apóstoles, reconocemos las dos columnas sobre las que Jesucristo ha querido construir su Iglesia.

Tras la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo (Mateo 16, 13-20): “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”, Jesús confía la misión a Pedro: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”.

Jesucristo al fundar la Iglesia quiso colocar a Pedro y a sus sucesores como la piedra angular de la misma. Por ello la Iglesia quiere afirmar, no solamente, que es católica y apostólica, también romana, ya que Pedro y sus sucesores como obispos de Roma dan fuerza y solidez a nuestra fe.

En el Papa los católicos tenemos un punto firme y seguro de nuestra fe. En sus enseñanzas y en su Magisterio pontificio hallamos una roca inconmovible. En el Papa encontramos al mismo Cristo, Buen Pastor, que guía a sus ovejas a los pastos del cielo.

Junto a San Pedro la figura inseparable de San Pablo que tras su encuentro con el Resucitado en el camino de Damasco se convierte en el apóstol de los gentiles, dejando atrás todo lo que ha sido hasta ese momento su vida como él mismo nos dice: "Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo" (Filipenses 3,7-8). La vida de Cristo en San Pablo lo transforma en hombre nuevo, lleno de la gracia, conocimiento de Dios. Es capaz de comunicar la vida de Cristo.

Después de dos años en cadenas sufrió martirio en Roma al mismo tiempo que el Apóstol Pedro, obispo de la Iglesia de Roma. San Pablo, por ser romano, no fue crucificado sino degollado.

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Nos unimos en este día a la Iglesia universal celebrando esta solemnidad y especialmente al papa Francisco, sucesor de San Pedro, al que queremos en este día manifestar nuestra adhesión filial, comunión y amor.

Él con su testimonio de vida y sus palabras sigue encaminando a la Iglesia de Cristo y con la invitación que continuamente nos está haciendo, no sólo a los cristianos, sino también a todos los hombres, nos alienta a construir un mundo nuevo en la paz y en la comunión.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

VENID A MÍ 6 julio 2014

Queridos hermanos y amigos: En este domingo escuchamos en el Evangelio de la Misa (Mateo 11, 25-30) la oración que

Jesús, lleno de alegría, eleva a Dios, su Padre: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor”.

Jesús fue un hombre de oración. En los Evangelios encontramos cómo en distintos momentos de su vida, algunos de gran importancia, Jesús se recoge en la oración. Así lo vemos desde el principio de su vida pública en el momento del bautismo (Lucas 3, 21) o cuando rodeado de tantos que le seguían y pedían su curación, Él se retira a un lugar apartado para orar (Lucas 5,16; Marcos 1,35).

Antes de elegir a los Apóstoles se retira al monte a orar durante toda la noche (Lucas 6,12). También en el momento de angustia de Getsemaní, Jesús ora e invita por tres veces a sus discípulos a orar (Lucas 22,39-46), e incluso en la Cruz (Lucas 23,34 y Lucas 23,46).

Jesús en su oración presenta a su Padre todos sus sentimientos: la alegría por la gente sencilla que acoge la Buena Noticia, como escuchamos hoy en el Evangelio. También presenta su angustia: “Siento una tristeza mortal” (Marcos 14,32- 42), o la angustia de sentirse abandonado (Marcos 15,34).

La oración de Jesús es la manifestación de la relación con Dios, su Padre, en la que expresa los distintos sentimientos de cada momento de su vida: la admiración, la queja, el agradecimiento y la confianza. Esta actitud de Jesús es sumergirse en la presencia de Dios Padre en todo momento y circunstancia.

Hoy también hemos escuchado la llamada de Jesús: “Venid a mí”. Podemos decir que es una invitación a que acudamos a Él, también con nuestra oración. Nuestra oración que debe ser como la de Jesús, expresando con confianza en cada momento las diversas circunstancias que vivimos. Es decir, la oración sencilla y humilde que expresa nuestra confianza en Dios en los distintos momentos de nuestra vida.

Por eso para Jesús la oración es una cosa simple, sencilla. No hacen falta métodos y fórmulas complicadas: “Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto” (Mateo 6,6). Podemos decir que Jesús nos dice que, cuando oremos, nos dejemos llevar por el corazón, que con sencillez y confianza se presenta ante Dios. Por eso la oración cristiana debe ser humilde y sin pretensiones ante Dios.

En este tiempo de verano en el que estamos, también puede ser una oportunidad para que descubramos este gran don de Dios que es la oración y el encuentro con Él. Si nos sentimos incapaces o vemos alguna dificultad para rezar, pidámosle al Señor, como los discípulos: “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11, 1).

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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DIOS ACTÚA A TRAVÉS DE LAS PEQUEÑAS COSAS 13 de julio de 2014

Queridos hermanos y amigos: En este domingo escuchamos nuevamente tres parábolas que nos ofrece el Evangelio de hoy

(Mateo 13, 24-23): la cizaña, el grano de mostaza y la levadura. Las dos últimas no hablan de algo pequeño: el minúsculo e insignificante grano de mostaza que, sin embargo, sembrado crece hasta convertirse en un gran árbol, y la levadura que siendo algo mínimo en el conjunto de todo lo que se amasa para hacer un pan, logra que todo fermente y se multiplique.

La primera nos advierte de aquello que puede malograr el fruto que esperamos cuando hemos sembrado la mejor semilla: la cizaña. Semilla que el enemigo siembra junto a la buena semilla y que crece produciendo un mal fruto.

El Reino de Dios nace de lo pequeño. Jesús insiste siempre en las cosas pequeñas que, sin embargo, producen grandes frutos. Su Palabra es como una pequeña semilla o como una pequeña porción de levadura, algo que a los ojos humanos parece insignificante y sin importancia pero que es fundamental por la riqueza de sus frutos o de sus efectos.

En nuestras acciones pastorales también las pequeñas cosas son importantes. Vivimos en una diócesis pequeña y poco poblada, con pueblos que cuentan con muy pocos vecinos y, a veces, nuestras iniciativas pastorales son simples y pequeñas, como la semilla de mostaza o la pequeña porción de levadura. Humanamente podemos pensar que es algo carente de importancia y que, incluso, nuestros esfuerzos sirven para poco.

Pero no es así, Dios se hace presente también entre nosotros y en medio de nuestra pequeñez, por eso hay que saberlo oír y ver en las pequeñas cosas. Dios es el Rey y Señor de lo pequeño, podemos esperar grandes manifestaciones pero Él ha elegido lo pequeño, lo humilde cuando actúa aquí en la tierra.

Todos recordamos aquello que se decía en los seminarios y también en alguna predicación: aunque sólo fuera por un hombre necesitado de redención, Cristo habría muerto en la Cruz.

Un peligro que hace fracasar a lo pequeño: la cizaña. El diccionario nos explica qué es la cizaña: “Planta de tallo ramoso, hojas estrechas y espigas anchas y planas cuyos granos contienen un principio tóxico; crece espontáneamente en los sembrados y es muy difícil de extirpar”. En una segunda acepción nos dice: “Cosa o persona que daña, perjudica o estropea aquellas otras entre las que surge o está”.

La cizaña "tóxica" es fundamentalmente el desánimo y la falta de ilusión. Es también aquel que desilusiona a los demás o apaga cualquier pequeño fuego que el Espíritu Santo enciende en pequeñas iniciativas. Es en definitiva aquel que no da importancia a lo pequeño.

La cizaña, como nos dice el Evangelio, siempre está presente en todas nuestras acciones, por ello es imprescindible nuestra fidelidad y sobre todo nuestra paciencia. Jesús, pues, hoy nos propone que el bien que hacemos, aunque sea pequeño, y nuestro testimonio de vida tengan fuerza y capacidad transformadora.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LA ACCIÓN DE DIOS SIEMPRE PRODUCE FRUTOS 20 de julio de 2014

Queridos hermanos y amigos: En la Misa de este domingo escucharemos la parábola del sembrador (Mateo 13, 1-23). Dios

es el sembrador y su semilla siempre crece y produce fruto, si en algún caso no produce el fruto esperado es debido al lugar en donde cae que no está conveniente preparado.

Nosotros recibimos también la semilla de la Palabra de Dios muchas veces en nuestra vida porque Dios no se cansa nunca de sembrar, pero nuestra actitud al recibirla puede hacer que no

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produzca el fruto esperado. Por ello, la lectura de este domingo es una invitación a revisar nuestra actitud ante la semilla que recibimos y la forma en que la acogemos.

Podemos preguntarnos, pues, a la luz de esta parábola en este domingo: ¿Cuál es mi actitud ante la semilla que Dios pone en mi corazón? ¿Cómo recibo el don de Dios en mi vida? ¿Qué es lo que debo cambiar para que la acción de Dios que es siempre eficaz se vea cumplida en mi vida?

Nuestra actitud negativa, para que la semilla no fructifique, la explica Jesús mismo en la parábola. Él mismo nos muestra que hay cuatro tipos de actitudes frente a la recepción de la semilla que es la escucha del Evangelio.

La primera actitud es el del que escucha y no entiende. Nos dice el Evangelio que es la semilla que cae en el camino, es decir un lugar de paso, marginal, no ha entrado en lo profundo, la tierra del camino está endurecida por el paso de los hombres y de las herramientas del trabajo del agricultor. Podemos decir que la semilla no ha llegado al corazón y ha quedado a la intemperie, vienen los pájaros y la arrebatan.

Son los que vienen a la iglesia de una manera rutinaria, por costumbre, sin esperar que Dios y su Palabra los pueda sorprender. Se está en la iglesia pero "de cuerpo presente" sin escuchar, sin interés; en definitiva lo que se pueda escuchar o vivir en la celebración no entra en su corazón. Por eso no entienden y se olvidan, no se acuerdan de nada, es decir nada tocó su vida.

La segunda actitud es el que escucha con gozo pero carece de profundidad. Es la semilla que cae en el pedregal y la semilla no llega a enraizar. Muchas personas al escuchar la Palabra o participar en la vida de la Iglesia sienten una gran emoción, quieren entregar su vida a Dios, pero sólo ha sido un momento de entusiasmo. Cuando vienen las pruebas o las dificultades desfallecen. La Palabra no ha caído en la profundidad del corazón y el sufrimiento o la adversidad han hecho que el gozo inicial quede seco.

La tercera actitud es el del que escucha pero sus propias preocupaciones son más importantes. El Evangelio nos dice que es la semilla que cae en espinos. Los espinos son las preocupaciones del mundo, incluido el engaño de las riquezas. Es decir todo lo material es más importante que lo que Dios mismo le aporta. Su atención es parcial y superficial. No han descubierto que sin Dios nada es posible, ni la propia seguridad.

La cuarta actitud es la de aquel que escucha y da fruto. Para ello ha acogido la Palabra y da fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento. Podemos tener esta actitud cuando escuchamos con el corazón abierto, la entendemos, sabiendo que es vida y la obedecemos. Os invito, pues, queridos hermanos a que acojamos así la Palabra de Dios para que demos abundantes frutos de bondad y santidad.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

ARRIÉSGATE 27 de julio de 2014

Queridos hermanos y amigos: Siguiendo hoy el Evangelio de San Mateo volvemos a escuchar una nueva parábola, esta vez

la del tesoro escondido (Mateo 13, 44-52). Un hombre encuentra un tesoro enterrado y consciente de su valor, vende todo lo que tiene para poder adquirir aquello que tiene mucho más valor que todos sus bienes.

Pero esto supone un riesgo ya que, a lo peor, aquel tesoro que se supone magnífico resulta no serlo tanto. Ésta es la gran tentación que podemos tener cuando decidimos seguir al Señor con fidelidad y amor. Siempre nos puede asaltar la duda de pensar que dejar aquello en lo que está nuestra seguridad puede ser algo que no nos llene plenamente.

El Evangelio de hoy es una invitación a arriesgarnos, a no tener miedo; si algo se mueve en nuestro espíritu y nos invita a seguir con fidelidad al Señor, no tengamos miedo. El tesoro escondido está en nuestro corazón, es decir en lo más profundo de nuestro corazón.

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Tras esta breve reflexión sobre el Evangelio de hoy quiero, en primer lugar, saludar a todos los que en este verano volvéis a vuestros pueblos para un merecido descanso y convivir con vuestros familiares y amigos. Os deseo unos días felices y llenos de alegría.

También me gustaría que sintierais mi cercanía en las diversas celebraciones festivas que estos días próximos celebráis en tantos pueblos. Que las fiestas religiosas en honor de Nuestra Señora y de los Santos Patrones de vuestros pueblos os hagan revivir vuestra fe y sentir la fe como un don que llena nuestras vidas. Ese es el tesoro precioso del Evangelio: la fe, el encuentro con Jesús.

Quiero, finalmente, agradecer a los responsables de esta Hoja diocesana, Iglesia en Tarazona, por su trabajo y preocupación por hacer llegar la vida de la diócesis cada semana. Que el descanso del próximo mes de agosto os haga volver en septiembre con la misma competencia y entusiasmo.

Desde el pasado mes de septiembre cada semana he reflexionado con vosotros sobre distintas realidades de la vida de la Iglesia y de nuestra diócesis. De una forma sencilla he querido cada domingo que mi palabra os ayudara a vivir nuestra fe. Espero que así se haya logrado. Agradezco a todos los que me decís que estas cartas semanales os ayudan.

Con todo afecto os saludo y os bendigo.

VIII CENTENARIO DE LA FUNDACIÓN DE LA IGLESIA Y CONVENTO DE

SAN FRANCISCO DE ASIS DE TARAZONA 7 de septiembre de 2014

Queridos hermanos y amigos: Tras el paréntesis del mes de agosto volvemos a nuestro encuentro semanal en la publicación

diocesana Iglesia en Tarazona. Espero y deseo que este mes pasado, cargado de fiestas y encuentros con la familia, haya sido un tiempo de alegría para todos.

Poco a poco, a lo largo de este mes iremos iniciando nuestras tareas pastorales y de esta forma comenzaremos el nuevo año pastoral. Lo debemos de hacer con gran ilusión y con toda nuestra confianza puesta en el Señor que nos acompañará en todas nuestras acciones.

A lo largo de este mes de septiembre tendremos una serie de celebraciones especiales que quiero ya anunciaros. La primera es la inauguración del VIII Centenario de la fundación del convento e iglesia de S. Francisco de Asís en Tarazona, el día 14 a las 7 de la tarde. La segunda es la ordenación sacerdotal de tres de nuestros seminaristas el día 27. A este último acontecimiento dedicaré otra carta más adelante.

Una memorable tradición, mantenida siempre en la ciudad de Tarazona ha sido la venida de S. Francisco en el año 1214 en su peregrinación a Santiago de Compostela. Otros lugares de España han querido también buscar el origen de otros conventos franciscanos en esta peregrinación del santo de Asís.

Según crónicas antiguas de los hermanos Menores, San Francisco, después de permanecer un tiempo en Tudela pasa a la vecina Tarazona, donde se recoge en una ermita dedicada a San Martín de Tours que había albergado una pequeña comunidad monástica fundada en tiempos de S. Gaudioso. En el retiro de la ermita, contando con la venia del obispo de la localidad, funda igualmente un pobrísimo convento. No le faltaron vocaciones. Uno de los primeros religiosos que habitan el humilde convento fue un canónigo del noble linaje de los Vierlas, que movido a mayor estrechez de vida por el ejemplo pobre de Francisco, toma el hábito de sus manos en el recién fundado convento. A lo largo de los siglos el convento franciscano de Tarazona ha sido un faro espiritual para la ciudad e históricamente un lugar que ha albergado en sus muros acontecimientos importantes para nuestro país, como la ordenación episcopal del Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, con la presencia de los Reyes Católicos.

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Especial mención debemos hacer al Santo Cristo de la Venerable Orden Tercera que ha sido el centro de la vida de muchos turiasonenses y que sigue siendo el centro de la Semana Santa de Tarazona.

El próximo día 14 celebraremos una solemne eucaristía y, posteriormente, se hará una procesión extraordinaria por las calles de la ciudad del santo Cristo que sólo en acontecimientos especiales sale a las calles fuera del viernes santo. Invito a todos los turiasonenses a uniros a esta celebración como en tantas ocasiones a lo largo de la historia de esta forma manifestaremos nuestra fe centrada en Cristo.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

¡CRUZ DE CRISTO, REDENTOR, TE ADORAMOS, SÁLVANOS! 14 de septiembre de 2014

Queridos hermanos y amigos: Celebramos este domingo la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, conmemoración que en

muchos lugares es ocasión de las fiestas patronales, y que al coincidir este año con el domingo nos hace a todos aproximarnos, nuevamente, a este misterio de amor.

Paradójicamente, celebramos en un signo de derrota como es la cruz, el signo de nuestra victoria y de nuestra salvación. Como nos dice hoy el texto del Oficio de Lecturas, de San Andrés de Creta, obispo: “Por la cruz, cuya fiesta celebramos, fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz. Celebramos hoy la fiesta de la cruz y, junto con el Crucificado, nos elevamos hacia lo alto, para, dejando abajo la tierra y el pecado, gozar de los bienes celestiales; tal y tan grande es la posesión de la cruz. Quien posee la cruz posee un tesoro... la salvación”.

La Cruz no es, por lo tanto, un mero símbolo religioso, es sobre todo un misterio de amor. El perdón y la reconciliación se muestran en las llagas de Cristo. El perdón que nos da Dios no es cancelar una cuenta que tenemos con Él: el perdón que nos da Dios son las llagas de su Hijo en la Cruz, elevado sobre la Cruz. Que Él nos atraiga hacia Él, y que nosotros nos dejemos curar. Cuántas veces ha insistido el papa Francisco en este aspecto fundamental de nuestra fe cristiana.

En este día de la Cruz no podemos olvidar a todos aquellos que viven crucificados y que como Cristo son inocentes. La violencia extrema que hemos visto estos días en Ucrania, Siria, Irak o Tierra Santa; el hambre y las enfermedades en países de África, la pobreza a la que tantos se ven sometidos. En todas estas realidades, Cristo sigue agonizando en la Cruz y, nuevamente, nos dice “tengo sed”, sed de justicia, sed de perdón, sed de amor.

Acerquemos, con nuestra oración y con nuestra solidaridad, un poco de agua a aquellos que con Cristo nos siguen pidiendo calmar su sed. Por eso, como dice la antífona de entrada de la Misa de este día: “Nosotros hemos de gloriarnos en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo”.

Nos gloriamos en ella, cuando en nuestras dificultades y “cruces” ponemos en Cristo nuestra esperanza; y nos gloriamos en ella cuando nos sentimos hermanos de todos aquellos que sufren y sabemos, a pesar de nuestras debilidades, tender nuestra mano a todo aquel que sufre.

Por ello, en este día, unidos a toda la Iglesia, elevamos nuestra súplica al Señor: ¡Cruz de Cristo, Redentor, te adoramos, sálvanos! Que la Virgen de los Dolores –cuya fiesta celebraremos mañana–: nos enseñe a estar al pie de la Cruz de su Hijo para ser salvados y recoger las fuentes de salvación, para que así podamos nosotros salvar a nuestro mundo.

No quiero concluir esta carta sin informaros, queridos hermanos, que el domingo 21 por la tarde, 22 y 23 de este mes tendremos un encuentro de formación todos los sacerdotes de la diócesis, a fin de organizar el plan pastoral para el próximo curso. Es un encuentro muy importante. Os invito cordial e insistentemente, queridos sacerdotes, a participar en este momento tan decisivo de la vida de la diócesis, dejando por unos días las labores pastores ordinarias. Así mismo ruego a todos los fieles de la diócesis a rezar por estas importantes jornadas. Gracias.

Con todo afecto os saludo y os bendigo.

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TRES NUEVOS SACERDOTES PARA LA DIÓCESIS

21 de septiembre de 2014

Queridos hermanos y amigos: Nos preparamos esta semana para participar en la celebración de la ordenación presbiteral de

tres diáconos de nuestra diócesis que, en este curso pasado, han completado sus estudios filosóficos y teológicos.

El próximo sábado, día 27, todos estamos convocados en la Catedral de Tarazona, Iglesia Madre de nuestra diócesis, para acompañar y ser testigos de la gran alegría que supone para todos nosotros contar con tres nuevos sacerdotes.

Los tres jóvenes que recibirán la ordenación son: José Carlos Hernández Martínez, natural Villel de Mesa (Guadalajara), Bayron David Alvizures Ortega y César Augusto Gómez García, de Guatemala; los dos últimos perteneciente a los Misioneros de Betania que trabajan en el arciprestazgo de El Huecha.

Ante esta ordenación debemos tener un corazón agradecido al Señor, ya que nuestra diócesis de Tarazona se ve enriquecida con tres nuevos servidores de la viña del Señor. Durante estos años en la diócesis he tenido la gracia de poder ordenar a cuatro nuevos sacerdotes y que con los que recibirán la ordenación el próximo sábado serán siete. En estos tiempos difíciles para las vocaciones es un gran don que Dios nos concede.

Como tantas veces os he dicho, para mí el Seminario y las vocaciones son unas de mis más importantes preocupaciones y uno de mis intereses más urgentes en mi labor como obispo de la diócesis. Cuánto me alegraría que todos participarais de esta misma preocupación, debemos hacer todo lo posible para que no nos falten sacerdotes, no nos cansemos de proponer esta vocación a los niños y jóvenes, de realizar actividades que posibiliten la recepción de esta llamada.

Debemos ser conscientes de que el Señor nos concede la gracia en nuestra diócesis de que la casi totalidad de niños participen en la catequesis de primera comunión y de que muchos adolescentes y jóvenes reciban la preparación para recibir la confirmación. Aunque estamos en tiempos de secularización, no deja de ser sorprendente que tantas familias decidan inscribir a sus hijos en la catequesis. Es una oportunidad que no podemos desaprovechar y que debemos utilizar para sembrar la semilla de la llamada.

Junto a nuestra acción de gracias, nunca debe faltar nuestra súplica llena de fe pidiendo al dueño de la mies que envíe operarios a su mies. Todos los días debemos pedir para que el Señor suscite vocaciones y de elevar nuestra oración por los seminaristas, sus formadores y profesores. El ejercicio de la comunión cristiana comienza siempre por la oración, orando unos por otros estamos, misteriosamente pero eficazmente, colaborando en que crezca la fe en cada uno de nosotros y la generosidad de nuestra respuesta a Dios.

El próximo sábado os espero a todos en la Catedral, mostrando así que somos una familia que sabe compartir los momentos de alegría y que en la oración nos apoyamos los unos a los otros. Demos gracias a Dios por este don que nos hace.

Con todo afecto os saludo y os bendigo.

PEREGRINACIÓN A TIERRA SANTA 5 de octubre de 2014

Queridos hermanos y amigos: La Delegación Diocesana de Peregrinaciones ha preparado del 5 al 12 de diciembre una

peregrinación a Tierra Santa. No es una excursión o un viaje de turismo cultural, peregrinar a los Santos Lugares es para los cristianos vivir una experiencia de fe, sintiéndonos sumergidos en lo que algunos han llamado el quinto Evangelio.

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Peregrinar a Tierra Santa es poner nuestros pies donde el mismo Señor los puso y nos hace reflexionar sobre la historia de nuestra fe y, a la vez, nos hace vivir con mayor intensidad nuestra vida cristiana.

Los últimos Papas han querido peregrinar a Tierra Santa, este año se ha cumplido el cincuentenario de la peregrinación de Pablo VI en el año 1964. Aquel viaje marco un hito histórico, podemos decir que el sucesor de San Pedro volvía al lugar en el que tiene origen nuestra fe y desde donde la Iglesia se había expandido a todo el mundo.

También San Juan Pablo II quiso en el año 2000 peregrinar hasta los Santos Lugares, él mismo quiso definir esa peregrinación como la más importante de su pontificado. También el papa Benedicto XVI en el año 2009 quiso seguir a sus predecesores e ir hasta Tierra Santa como peregrino de la paz.

Más recientemente, este año del 24 al 26 de mayo el papa Francisco, nuevamente, ha querido, como sucesor de Pedro, peregrinar a Tierra Santa; además de un claro mensaje a favor de la paz, ha querido dar un carácter ecuménico a esta peregrinación a favor de la unidad de los cristianos.

El ejemplo de los Papas nos invita a todos a que, dentro de nuestras posibilidades, peregrinemos hasta la tierra de Jesús. ¡Cuántas personas han sentido una renovación espiritual peregrinando hasta Tierra Santa! Podemos decir que cada viaje a los Santos Lugares es como unos ejercicios espirituales, en los que la historia de la salvación se puede tocar con la mano y ver con nuestros ojos.

Además de este aspecto espiritual cada peregrinación a Tierra Santa tiene un sentido caritativo y solidario. Los cristianos en los Santos Lugares son una minoría que, con grandes dificultades económicas y sociales, sobreviven en aquellos lugares. Si no fuera por la ayuda recibida por los cristianos de otros lugares de la tierra sería imposible mantener los templos, las obras sociales y caritativas de aquellos lugares. Es pues una obligación de todos los cristianos colaborar con ellos, para que sean la pequeña lámpara encendida junto a los lugares en los que Jesús predicó, curó e impulsó a sus discípulos. Peregrinar a Tierra Santa es una forma de colaborar con ellos.

La situación política ha mejorado en los últimos días lo que garantiza una peregrinación sin sobresaltos por lo que no hay que tener ningún temor al respecto.

Desde allí tendremos presente a nuestra amada diócesis de Tarazona y rezaremos por todos para que cada día vivamos con mayor autenticidad la Buena Noticia de Jesús.

Con afecto os saludo y bendigo.

V CENTENARIO DE SANTA TERESA: PARA VOS NACÍ 5 octubre 2014

Queridos hermanos y amigos: El lema del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa: “Para Vos Nací”, está tomado de

una de sus poesías, cuyos dos primeros versos dicen así: “Vuestra soy, para Vos nací. ¿Qué mandáis hacer de mí?”

Con motivo de esta efeméride se ha concedido a España un año jubilar que será inaugurado el día 15 de octubre próximo en Ávila, ciudad natal de santa Teresa y donde inició la reforma del Carmelo.

Será, pues, Año Jubilar en todas las diócesis españolas por decisión papal. Un Año Jubilar que se conmemorará en su ciudad natal, principalmente, a través de celebraciones, exposiciones y congresos que repasarán aspectos de su vida y obra. Pero, a la vez, Año Jubilar que en cada diócesis se concretará también en distintos actos que se celebren en ellas.

Actualmente nuestra diócesis sólo cuenta con un monasterio carmelita femenino en Maluenda, el Convento de S. José, allí el día 15 de octubre inauguraremos en nuestra diócesis de Tarazona este Año Jubilar Teresiano. A lo largo de todo el año, se irán dando a conocer los detalles

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de todos los actos previstos en torno a la vida de la primera mujer Doctora de la Iglesia, declarada como tal por el Papa Pablo VI.

Santa Teresa de Jesús es una de las grandes santas de nuestra nación y patrimonio místico de toda la Iglesia. Supo en tiempos difíciles colaborar con la renovación de la Iglesia y de la vida contemplativa. Ella ha experimentado su vida como un don de Dios que, a su vez, ha sabido ofrecer para gloria de Dios.

Esa experiencia espiritual de la Madre Teresa de Jesús no queda reducida, sin embargo, a un acontecimiento personal que sólo le incumbió a ella. Tras sus experiencias místicas supo transmitir en sus escritos magistrales, que han pasado a la historia de la literatura universal, la experiencia que otros muchos han vivido siguiendo su propio camino de entrega a Dios.

Nuestra diócesis ha sido privilegiada con la presencia carmelitana, durante el siglo XX contábamos con la de los Padres Carmelitas en Tarazona, y de las Madres en Tarazona: Sta. Ana, fundación del obispo Yepes, amigo y asesor de la Santa, y S. Joaquín, así como las hermanas de Calatayud. La crisis vocacional que hemos sufrido en los últimos años ha reducido esta presencia a un único monasterio, el de San José de Maluenda.

Pidamos en este año a la Santa, andariega y fundadora, que nos conceda la gracia de mantener nuestro "palomarcico" de Maluenda y por qué no, que nuestra ciudad de Tarazona vuelva a contar con la presencia carmelitana que tanto bien ha hecho a lo largo de los siglos.

Que Santa Teresa interceda este año por todos nosotros. Con todo afecto os saludo y bendigo.

PILAR BENDITO, TÚ A LA VICTORIA NOS LLEVARÁS

12 de octubre de 2014

Queridos hermanos y amigos: En este domingo celebramos a la Santísima Virgen del Pilar. Fiesta no sólo importante en

Aragón, podemos decir que hoy España y también los países de América, celebran a la que, como dice la jota, es la que más altares tiene.

La tradición secular sostiene que antes de su Asunción a los cielos la Virgen María vino en carne morta1 a Zaragoza y allí dejó como signo de su presencia el Pilar o columna que todavía hoy veneramos.

El Pilar es un signo de la evangelización; siempre hemos escuchado en la tradición pilarista que la Virgen vino en un momento de crisis para Santiago y los siete varones apostólicos que se sentían fracasados ante la escasa acogida de la predicación evangélica. El Pilar que la Virgen deja en Zaragoza es un claro signo de Cristo, columna sobre la que se debe edificar la Iglesia. Pilar que nunca falla por muy adversas que sean las circunstancias o el rechazo que nuestro mensaje puede tener en muchas personas.

La Virgen María siempre acompaña la acción evangelizadora de la Iglesia, la Madre de Jesús es la madre solicita que siempre está atenta a las necesidades de los hombres, como en las bodas de Caná, nos sigue diciendo: “Haced lo que Él os diga” (Juan 2, 5).

Asimismo la Virgen del Pilar es una llamada continua a la conversión, se dice que uno de los grandes milagros de la Virgen en su basílica es el numeroso grupo de fieles que se acercan al sacramento de la Penitencia. Muchos fieles al entrar en la basílica sienten la necesidad de acercarse hasta un confesor y encaminar de esta forma su vida cristiana.

¡Cuánto sabe la Virgen del Pilar de las necesidades y súplicas de todos aquellos que se acercan hasta su imagen y besan su Pilar! Personas que probablemente no lleven una vida cristiana intensa pero que sin embargo saben que María es la Madre que a todos acoge y protege. Dios no quiere que caminemos solos, sino acompañados por una madre, nuestra Madre la Virgen del Pilar.

Estos dos aspectos son los milagros silenciosos que la Virgen del Pilar realiza en muchas personas, no hay grandes signos o milagros espectaculares, pero sí esa acción materna de María que

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cada uno experimenta en su corazón y que, muchas veces, impulsa a un cambio de vida. Como dice la antífona del Aleluya de su solemnidad: “Afianzó mis pies sobre la roca y me puso en la boca un cántico nuevo”.

La reina Blanca de Navarra contribuyó a que la devoción de la Virgen del Pilar se extendiera en el orbe católico, con ella pidamos en este día: “Arrimémonos todos a esta Madre, medianera de todas las gracias”. Ella lo mismo asiste a un modesto campesino, como Miguel Juan Pellicer, el Cojo de Calanda, o a toda una reina soberana.

Cantemos hoy con fe las palabras del himno: “Este pueblo que te adora, de tu amor favor implora y te aclama y te bendice abrazado a tu Pilar. Pilar sagrado, faro esplendente, rico presente de caridad. Pilar bendito, trono de gloria, tú a la victoria nos llevarás”.

A todos os deseo un feliz día de Nuestra Señora la Virgen del Pilar y con afecto os saludo y bendigo.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

RENACE LA ALEGRÍA. DOMUND 2014 19 de octubre de 2014

Queridos hermanos y amigos: En el mes de octubre, volvemos a nuestra cita anual con la Jornada Mundial de las Misiones

(Domund). Como nos dice el Papa en su mensaje de este año: “La Jornada Mundial de las Misiones es un momento privilegiado en el que los fieles de los diferentes continentes se comprometen con oraciones y gestos concretos de solidaridad para ayudar a las Iglesias jóvenes en los territorios de misión. Se trata de una celebración de gracia y de alegría”.

Aunque hoy en día, podemos decir que todos los países de la tierra son territorio de misión, esta Jornada Misionera nos invita a poner nuestros ojos en aquellos países que todavía no han recibido la Buena Noticia de Jesús. Es lo que se llama la misión ad gentes.

Este año se quiere subrayar la alegría que supone para la Iglesia y para cada cristiano el anuncio del Evangelio. Una de las características de los misioneros es la alegría, es difícil encontrar a un sacerdote, religioso o religiosa o laico que después de dedicar una parte de su vida a la misión, manifieste que su experiencia haya sido de tristeza o desilusión; todo lo contrario, todos hablan con gran alegría de ese tiempo y de la felicidad que supuso para su vida. Más aún, cuántos de ellos desean permanecer hasta su muerte en aquellos lugares a los que un día fueron enviados y, todo ello, en medio de dificultades de todo tipo.

En este día todos somos llamados a ser contagiados por esta alegría de la misión, ciertamente que no todos podemos partir hacia una misión lejana, pero sí que podemos ofrecer nuestra oración, nuestros sacrificios y nuestra colaboración económica para que los misioneros y misioneras nunca pierdan la alegría de su entrega y del anuncio de la Buena Noticia.

En los territorios de Misión la Iglesia atiende a 26.711 instituciones sociales. Esto significa que el 22,81% de las instituciones sociales del mundo están en la Misión. La Iglesia en estos territorios también se encarga de 99.045 instituciones educativas, lo que representa el 47,23% del total de instituciones educativas que tiene la Iglesia. Todos estos proyectos son financiados con los donativos recogidos en el DOMUND. Las misiones siguen necesitando nuestra ayuda económica por eso es muy necesaria toda nuestra colaboración.

Nuestra diócesis colabora con su pequeño grano de arena a esta inmensa obra que hace renacer la alegría en tantos lugares de la tierra. Seamos pues generosos para que, de esta forma, como nos dice el Papa en su mensaje de este año: “Dios ama al que da con alegría” (2 Cor 9, 7). La Jornada Mundial de las Misiones es también un momento para reavivar el deseo y el deber moral de la participación gozosa en la misión ad gentes. La contribución económica personal es el signo de una donación de sí mismos, en primer lugar al Señor y luego a los hermanos, para que la propia ofrenda

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material se convierta en un instrumento de evangelización de una humanidad que se construye sobre el amor.

Termino mi carta de esta semana agradeciendo a Dios el don que para la diócesis son todos aquellos que dedican su vida a las misiones en distintos lugares de la tierra y también a los que estáis ahora entre nosotros pero habéis dedicado vuestros mejores años a las misiones.

Con todo afecto os saludo y os bendigo.

EL AMOR SIEMPRE DA VIDA: HACE CRECER 26 de octubre de 2014

Queridos hermanos y amigos: En este domingo el Evangelio que escuchamos (Mateo, 22, 34-40) nos pone frente al núcleo

central de nuestra fe cristiana: “Amarás al Señor tu Dios... Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En el corazón de cada persona está impresa esta ley del amor ya que hemos sido creados por

amor y para vivir en el amor; pero, a la vez, todos experimentamos la dificultad que muchas veces sentimos para que este amor sea una realidad en nuestra propia existencia. Especialmente sentimos esta dificultad cuando debemos perdonar a quien nos ha hecho un mal o a aquellos que han dificultado nuestra vida.

A veces podemos pensar que Jesús nos pide un imposible o algo "ideal" pero irrealizable, mas Él nos ha dicho cuál es el camino, no nos ha dejado una bonita teoría o un simple principio. Él mismo ha mostrado el amor hasta el límite que ha sido su propia pasión y muerte en la cruz.

El amor a Dios y al prójimo está íntimamente unido, son como los vasos comunicantes, no existe el uno sin el otro, ni es posible el uno sin el otro. Cuando hablamos de este doble amor, no hablamos de dos amores diferentes. Dios es la fuente del amor que llena nuestros corazones y que, por este amor divino, se convierte a la vez en manantial de amor. Amar a Dios es reconocer que el mundo tiene sentido, que el universo ha sido creado por su amor, y que tiene en el amor su razón de ser. Amar a los hermanos es la forma coherente de corresponder, agradecidos, al inmenso amor que Dios ha derramado primero sobre cada uno de nosotros.

El papa Francisco en una homilía en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús nos daba unas sencillas claves para comprender lo que significa el amor: “Hay dos aspectos del amor. En primer lugar, el amor está más en el dar que en el recibir. El segundo aspecto: el amor está más en las obras que en las palabras. Cuando decimos que está más en dar que en recibir, es que el amor se 'comunica': siempre comunica. Es recibido por la persona amada. Y cuando decimos que está más en los hechos que en las palabras: el amor siempre da vida, hace crecer”.

Y para vivir en el amor al prójimo necesitamos el amor de Dios que llene nuestro corazón, y descubrimos este amor en el momento que somos conscientes, como decía el Papa, en la misma homilía: "Cuando llegamos, Él está. Cuando lo buscamos, Él nos ha buscado antes. Él siempre está adelante nuestro, nos espera para recibirnos en su corazón, en su amor. Y estas dos cosas pueden ayudarnos a comprender este misterio de amor de Dios con nosotros. Para expresarse necesita de nuestra pequeñez, de nuestro abajamiento. y, también, necesita nuestro asombro cuando lo buscamos y lo encontramos ahí, esperándonos"

Podemos decir que la vida cristiana es un oficio de amor, oficio artesanal, como el de un orfebre que cuida cada detalle de su trabajo o como el de un hortelano que cultiva atento, esmerándose en todo.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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EL QUE CREE EN MÍ, AUNQUE MUERA, VIVIRÁ 2 de noviembre de 2014

Queridos hermanos y amigos: Celebramos este domingo, día 2 de noviembre, la conmemoración de los fieles difuntos. Tras

la celebración de ayer, Todos los Santos, aquellos que han triunfado y viven para siempre con el Señor, hoy recordamos a aquellos hermanos nuestros que esperan la visión de Dios. Esta conmemoración anual responde a una larga tradición de fe en la Iglesia: orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrena y que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, pasan después de su muerte por un proceso de purificación, para obtener la completa hermosura de su alma. Es, pues, un ejercicio de comunión y de caridad cristiana elevar en este día nuestra oración por ellos.

En este día todos los cristianos experimentamos dos sentimientos que no son contrarios sino complementarios. Por una parte, lo que expresamos en el prefacio de difuntos: “La certeza de morir nos entristece”; la muerte siempre es una incógnita, algo que nos preocupa ya que sabemos que hemos sido creados para vivir; nos entristece también no tener con nosotros a quien tanto hemos querido y que tanto nos han querido. Pero a la vez, hoy sentimos, con las palabras del mismo prefacio: “Nos consuela la promesa de la futura inmortalidad”. La vida cristiana tiene como horizonte la eternidad. La vida eterna colma todos nuestros deseos porque es la vida de Dios y para ella fuimos creados.

La vida eterna comienza ya aquí pues, cuando abrimos nuestra vida a Dios, es él mismo el que habita en nosotros, vida que alimentamos en la Eucaristía que es fuente de vida eterna: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día” (Juan 6, 54).

La esperanza de la vida eterna se va haciendo más fuerte en nuestra existencia cuando vivimos como discípulos fieles de Cristo y vivimos en profunda comunión con el Padre y el Hijo a través de Espíritu Santo a quienes cada día queremos conocer, amar y servir con mayor intensidad.

Nuestra fe en la vida eterna no nos evita los problemas y dificultades de este mundo, pero sí que, en medio de las tinieblas y de la oscuridad, la luz de la fe nos conduce y nos guía. Tampoco la esperanza de la vida eterna nos aleja de los hermanos y de sus sufrimientos, más bien al contrario, nos da la posibilidad de servirlos con amor y generosidad porque la vida eterna nos ayuda a vencer el egoísmo y generosamente entregar nuestra vida que no termina con la muerte. Como nos dice San Juan es la garantía de que existe la vida eterna: “Puesto que amamos a nuestros hermanos, sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida” (1 Juan 3,14).

En este día de los fieles difuntos elevamos nuestra oración por todos los fieles difuntos, lo hacemos con agradecimiento por todo lo que de ellos hemos recibido y a la vez sabiendo que ellos también interceden por nosotros.

Con todo afecto os saludo y os bendigo.

CONSTRUIR EL TEMPLO QUE NO SE DESTRUYE 9 de noviembre de 2014

Queridos hermanos y amigos: En la primera lectura de este domingo (Ezequiel 47, 1-2.8-9.12) escuchamos la visión que el

profeta tiene del templo como un manantial de agua que purifica y que va creando vida en todos los lugares a donde llega esta agua. Una visión que presenta el templo de Dios como creador de vida y de alegría.

Lejos de esta imagen encontramos la presentación del templo en el Evangelio de hoy (Juan 2, 13-22), es el momento en que Jesús entra en él y descubre un lugar totalmente profanado:

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vendedores de bueyes, ovejas y palomas, cambistas. Es decir, un lugar dedicado al culto a Dios que ha perdido la hermosura de lo que describía el profeta Ezequiel.

Jesús es presentado por San Juan realizando un signo profético: “Haciendo un azote de cordeles los echó a todo”; cumple por una parte las profecías mesiánicas y, a la vez, anuncia un nuevo templo, el santuario será su propio cuerpo. Nos dice San Juan que después de la Resurrección del Señor lo comprenderán y, por ello, tantos textos del Nuevo Testamento desarrollan esta idea: Cristo Resucitado es el verdadero Santuario, Pontífice y Sacrificio. Cristo es nuestro Templo; y nuestro culto es espiritual, filial, intimo; es verdad, amor, vida. Y en Cristo somos nosotros Templo santo, morada de Dios en el Espíritu Santo (cf. Efesios 2, 22). Cristo nos ha asociado a ser en Él un Cuerpo, un Templo: Nosotros somos la Casa-Templo de Cristo (Hebreos 3, 6). “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿No sabéis que vuestro cuerpo es Santuario del Espíritu Santo? Glorificad, por tanto, a Dios con vuestro cuerpo” (1 Corintios 6, 15.19).

Al escuchar las lecturas de la Misa de este domingo, nosotros también nos debemos plantear individual y comunitariamente, como templos que somos de Dios, cómo conservamos en nosotros este lugar de encuentro con el Señor; si es el lugar que va purificando el agua de la gracia de Cristo y que nos vivifica y da vida allí donde llega a través de nosotros o, por el contrario, es el lugar ocupado por otros muchos intereses que lo alejan de su fin fundamental.

San Agustín comentando este evangelio de hoy habla de la responsabilidad de los pastores, sobre todo del obispo, de tener el celo de Jesucristo para expulsar con sus palabras todo aquello que oscurece y mancha el templo que es cada cristiano. Pero, también invita a cada cristiano a la obligación de advertir como hermano, cuando ve a otros apartándose del camino u olvidándose de su misión como hijo de Dios. Como dice San Agustín cuando veas a tu hermano en peligro por olvidarse de su vocación: “Amonéstalo, apártalo, siéntelo, si el celo de la casa de Dios te devora… atrae con suaves halagos a cuantos puedas, y no te des punto de reposo”.

Todos debemos sentirnos responsables de nuestros hermanos y colaborar en que nadie olvide su vocación y misión: construir el templo que no se destruye y que el Señor vivifica con su continua presencia.

Que nadie nos robe la alegría de nuestra fe y nos envuelva en redes que sólo conducen al pesimismo y la tristeza.

Con todo afecto os saludo y os bendigo.

DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA: PARTICIPAR EN TU PARROQUIA ES HACER UNA DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

16 de noviembre de 2014

Queridos hermanos y amigos: En este domingo de noviembre somos, como cada año, invitados a reflexionar sobre nuestra

Iglesia en Tarazona en esta jornada del Día de la Iglesia Diocesana. En primer lugar es un día para dar gracias a Dios por la familia que entre todos formamos, no somos una mera institución o una asociación, fundamentalmente somos una familia reunida en torno a Cristo y, por ello, en este día queremos hacer más estrecha nuestra comunión.

Después de estos tres años entre vosotros, creo que muchos sabéis cuáles son mis preocupaciones como obispo de Tarazona, los he expresado en mis homilías y también en las cartas que cada semana quiero compartir con vosotros. Hoy, nuevamente, al reflexionar con vosotros en este día de la Iglesia Diocesana quiero insistir en ellos; lo hago con la confianza de un hermano que comparte sus preocupaciones en familia.

Me preocupa, y mucho, los tiempos de crisis que ahora nos están tocando vivir y que producen sentimientos negativos o de desesperanza. Tantos desempleados, ancianos solos, jóvenes en situación de riesgo, familias desestructuradas. Estas realidades nos pueden llevar a llenarnos de sentimientos negativos y de desesperanza, de hecho así lo es para muchas personas, pero nosotros

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debemos aportar una visión esperanzada que no nace sólo de una mera ilusión sino que es la certeza de que, con la ayuda de Dios, nuestra solidaridad y caridad pueden cambiar, poco a poco, nuestra mente y nuestro corazón.

Como respuesta a todas estas situaciones la Iglesia aporta el trabajo y la generosidad de Cáritas, Manos Unidas, comunidades religiosas al servicio de ancianos y niños, feligreses que con su colaboración desinteresada hacen posible el buen funcionamiento de las parroquias; sin olvidar a los sacerdotes que dedican su vida y su tiempo al servicio de la Iglesia Diocesana. A todos vosotros mis más sincero agradecimiento.

Otra de mis preocupaciones, como bien sabéis, es el Seminario y la formación de los seminaristas, la diócesis necesita sacerdotes que garanticen la celebración de los sacramentos y animen la vida pastoral y para ello debemos favorecer un ambiente en el que surjan vocaciones y que las que ahora tenemos sean estimadas por todos.

Estas y otras muchas labores de la Iglesia Diocesana necesitan de vuestra colaboración. Con cualquier forma de ayuda estaréis contribuyendo de manera valiosísima e indispensable al sostenimiento de la Iglesia, vuestra Iglesia, nuestra Iglesia Diocesana que quiere ser siempre hogar y comunión. Os invito, pues, a colaborar humana, económica y espiritualmente. Mil gracias por vuestra siempre generosa disponibilidad.

Con todo afecto os saludo y os bendigo.

JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO 23 de noviembre de 2014

Queridos hermanos y amigos: Llegamos hoy a la culminación del Año Litúrgico con la celebración de la solemnidad de

Jesucristo, Rey del Universo. Su figura es presentada en el Evangelio de hoy como pastor que separa a sus ovejas de las cabras y a las que juzga (Mateo, 25, 31-46).

Pastor que aparece también en la primera lectura (Ezequiel, 34, 11, 15-17), un pastor que busca a sus ovejas cuando se han perdido, las apacienta y las cuida cuando están heridas o enfermas. Un pastor que con toda dedicación y amor no desatiende a ninguna y da cada una aquello que necesita.

Ezequiel emplea esta figura para animar al pueblo que pasa por un momento de gran sufrimiento: Jerusalén ha sido destruida, el pueblo vive en medio de los paganos y todo parece perdido y sin salida. A pesar de la oscuridad y los nubarrones, Ezequiel presenta a un pastor que no desfallece en atender las necesidades de los que sufren y buscarlos con amor.

Este pastor es el anuncio de Cristo que es nuestro rey, un pastor-rey que cuida de nosotros con amor, que nunca se cansa de llamarnos, de buscarnos, de cuidarnos y que quiere congregarnos a todos en su amor. En las situaciones más difíciles de la vida, ahí está Él, “aunque camine por cañadas oscuras, nada temo”, escuchamos en el Salmo 22 que hoy hemos empleado.

Este amor tiene que conducir nuestra vida en el amor, si Dios nos ama incondicionalmente, ¿cómo cerrar nuestra vida al amor al prójimo?, ¿cómo no sentirnos movidos al amor a nuestro hermano que sufre? Dar de comer al hambriento, agua al sediento, hospedar al forastero, vestir al desnudo, visitar al enfermo o encarcelado.

Dios que no necesita nada de nosotros, es el todopoderoso, ha querido, sin embargo hacerse hambriento, sediento, sin techo, desnudo, enfermo y encarcelado en cada persona que sufre y nos dice: “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis; y, cada vez que no lo hicisteis, tampoco lo hicisteis conmigo”.

Jesús emplea un verbo antes de usar estas frases, es el verbo ver. Por eso la fe y el amor consisten en ver y, ver es descubrir atentamente al que necesita nuestra ayuda. A nuestro lado hay hermanos que pasan materialmente por las necesidades que nos describe el Evangelio, la injustica y el egoísmo provocan tantas necesidades.

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Pero nuestro ver es más profundo, buscamos la justicia y la solución a los graves problemas materiales de nuestra época pero, a la vez, vemos una sociedad que desorientada necesita una luz que les guíe y conduzca. También hay hambrientos y sedientos de Dios, aunque ellos no lo sepan; faltos de amor, familias desestructuradas, enfermos en su corazón por la tristeza o la desesperación, jóvenes encarcelados en una existencia sin sentido y volcada en el triunfo, el alcohol, la droga o el sexo.

A todos ellos, pedimos al Señor, que los podamos ver y amar; y que este amor sea lo que guíe nuestra vida.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA 30 de noviembre de 2014

Queridos hermanos y amigos: Comenzamos hoy un nuevo año litúrgico con el primer domingo de Adviento y, a la vez, un

año dedicado a la Vida Consagrada. Desde hoy, 30 de noviembre de 2014, hasta el 2 de febrero del año 2016, por convocatoria del Santo Padre Francisco la Iglesia es invitada a vivir este tiempo con el lema, “Vida Consagrada en la Iglesia hoy: Evangelio, Profecía y Esperanza”.

Este tiempo especial busca resaltar la belleza y don de la Vida Consagrada y, a su vez, quiere ser una oportunidad para reflexionar y orar por quienes han dedicado su vida a la iglesia a través de su consagración al Señor, que siempre debe ser testimonio de fe y presencia evangelizadora.

El Año de la Vida Consagrada fue convocado, ahora hace un año, en noviembre de 2013 por el Papa Francisco durante un encuentro que sostuvo con los Superiores Generales de los Institutos de Vida Consagrada. Invitación que acogió la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, Dicasterio que está encargado de animar el evento y proponer diversas iniciativas.

Con motivo de este año se ha presentado un "logo" que quiere expresar lo que son los valores fundamentales de la vida consagrada. El gran protagonista de este logo es una paloma, símbolo del Espíritu Santo, reconociendo que la vida consagrada es una obra incesante del Él, a través de múltiples carismas, y que también por esta vía hace presente de modo perenne en la Iglesia y en el mundo, en el tiempo y en el espacio, el misterio de Cristo, pobre, casto y obediente, inspirándose en la Exhortación Apostólica Postsinodal “Vita Consecrata” de San Juan Pablo II.

El Año de la Vida Consagrada coincide igualmente con el 50° aniversario del Decreto Conciliar "Perfectae Caritatis", sobre la adecuada renovación de la Vida Religiosa, que hizo público el Papa Pablo VI en octubre de 1965 y en el que se propuso ahondar en la identidad carismática de los Institutos cuyos miembros profesan castidad, pobreza y obediencia, así como “proveer a las necesidades de los mismos en conformidad con las exigencias de nuestro tiempo”.

El lema de este Año de la Vida Consagrada es también una propuesta de lo que debe ser la vida de cada comunidad religiosa y de su misión dentro de la Iglesia. Las tres palabras: Evangelio, profecía y esperanza, presentan los tres grandes retos que cada consagrado junto a sus hermanos y hermanas debe vivir como prioritarios.

Hacer realidad en la propia existencia el Evangelio de Jesucristo es el objetivo de cada consagrado y de cada comunidad religiosa. Supone poner a Dios en el centro de la existencia y vivir apasionadamente la adhesión al Evangelio “sine glossa”, es decir, sin compromisos, condición indispensable para ser testimonio creíble de Jesús.

Una vida vivida en esta sintonía con el Evangelio es siempre una vida profética, una voz que, con el propio ejemplo, llama a todos al encuentro con Dios y a la felicidad que supone una vida entregada en su totalidad a Él.

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El testimonio de la vida religiosa es, finalmente, un signo de esperanza pues, haciendo visible a través de una vida concreta el Evangelio, a todos nos llama a descubrir en él una nueva forma de vivir en el amor y en la comunión.

Durante este año tendremos distintas oportunidades de profundizar en la vida consagrada y de dar gracias a Dios por el don que ella supone para la vida de la Iglesia.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

MARÍA INMACULADA TESTIMONIO DE GRACIA Y EJEMPLO DE SANTIDAD 7 de diciembre de 2014

Queridos hermanos y amigos: Estamos en un fin de semana en el que confluyen tres días festivos en el calendario. Ayer el

día de la Constitución Española, hoy el segundo domingo de Adviento y mañana la solemnidad de la Inmaculada Concepción. Entre los tres días podemos encontrar una línea en común que es la Santísima Virgen María.

España está ligada a esta fiesta de la Inmaculada o Purísima desde antiguo ya que nuestra nación quiso defender este dogma. En el año 675 el rey Wamba en el XI Concilio de Toledo ya recibió el título de "Defensor de la Purísima Concepción de María", defensa que mantuvieron otros monarcas españoles como Fernando III el Santo, Jaime I el Conquistador, el emperador Carlos I o su hijo Felipe II. Muchas ciudades y pueblos, así como otras muchas instituciones, hicieron igualmente un "voto inmaculista", y los ejércitos portaban su estandarte en campañas militares.

Podemos decir que en España se vivió un “sensus fidelium” que a todos unió en torno a María la Virgen y, sobre todo, en la defensa de este dogma hasta que mucho después el papa Pio IX definiría solemnemente con la bula “Ineffabilis Deus”, el 8 de diciembre de 1854.

María Inmaculada es la patrona de nuestra nación desde el año 1644. Bajo su protección y amparo está, por lo tanto, nuestro país y después de haber celebrado el día de la Constitución nosotros queremos en su fiesta pedir de un modo especial la protección de Nuestra Señora sobre nuestra tierra y sobre todos los que en ella habitan.

En su fiesta nos unimos en la oración y súplica al Señor, con la intercesión de María Inmaculada, por nuestra nación. Pidamos para que España no pierda sus raíces cristianas que a lo largo de los siglos ha sabido mantener y cultivar. Necesitamos también pedir para que, a pesar de nuestras diferencias, sepamos todos colaborar en un proyecto común que encuentre caminos que busquen el bien común y el progreso, que se respete la vida y la dignidad de todos, especialmente de los más débiles e indefensos: los niños no nacidos, los ancianos y enfermos, aquellos que carecen de trabajo o sufren a causa de la crisis económica. Ojalá todos, venciendo nuestro propio interés, sepamos poner lo mejor de cada uno por el bien de todos.

Una oración especial por nuestros niños y jóvenes para que, en medio de la desorientación que hoy les ofrecen muchas realidades de nuestra sociedad, sepan encontrar en la fe el camino seguro para una vida más plena y feliz.

Cuando leáis esta carta estaré participando en la peregrinación diocesana a Tierra Santa. Desde la tierra de Jesús quiero teneros a todos presentes en mi oración y me uno espiritualmente a las muchas actividades que en el día de la Inmaculada habéis organizado en las parroquias y arciprestazgos.

Con las palabras del himno a María Inmaculada termino hoy mi carta: “Patrona augusta de España, Purísima Concepción, escucha nuestras súplicas protege a tu nación. Pilar de nuestra fe, clave de nuestra historia, prenda de nuestra gloria y bienestar, por ti, por ti esperamos siempre, siempre triunfar, siempre vivir en paz”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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CONVERSIÓN: CURAR EL CORAZÓN 14 de diciembre de 2014

Queridos hermanos y amigos: En este segundo domingo del Adviento toma el protagonismo en el Evangelio de hoy (Juan 1,

6-8. 19-28) la figura de San Juan Bautista. Es uno de los personajes que dan una tonalidad especial a este tiempo; junto a él también las figuras de los profetas del Antiguo Testamento, de un modo especial Isaías y sobre todo la Santísima Virgen María en la que nos centraremos el próximo domingo y en el último tramo del Adviento.

San Juan Bautista es un eslabón que une los dos Testamentos, es el último de los profetas que continuamente en el Antiguo invitan al pueblo a la fidelidad a la Alianza y es la vez el que presenta la Alianza definitiva de Cristo: "El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan 1, 29). Juan Bautista es, como nos dice hoy el texto evangélico, “el hombre enviado por Dios, que viene como testigo, para dar testimonio de la luz y para que por él todos vinieran a la fe”.

La figura del Bautista nos invita en este tiempo de Adviento a escuchar su anuncio: en Cristo tenemos todos, una esperanza para nuestras vidas. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; por lo tanto, ante todo lo que de negativo y triste hay en nosotros tenemos una respuesta y una luz que viene de Cristo y nos invita a la fe.

Esta esperanza es la que nos propone la primera lectura del profeta Isaías (61, 1-2a.1 0-11) Y. que se cumple plenamente en Cristo, ya que Él es el que ha sido enviado para dar la buena noticia a los que sufren y vendar los corazones desgarrados. ¡Qué necesario es hoy que tantas personas encuentren a quien cura los corazones y las vidas desgarradas! Por eso es importante que nosotros en este tiempo de Adviento, como Juan Bautista, podamos con nuestras vidas, palabras y acciones prolongar dentro de la Iglesia esta misión de Cristo.

Para poder proseguir la misión de Cristo necesitamos tener un espíritu de conversión, como siempre indica la figura de San Juan Bautista. La conversión que siempre supone un cambio de vida y de mentalidad, y realizar en nuestras vidas una opción por seguir los caminos del Señor llenos de confianza y de amor.

A veces la conversión puede parecernos dolorosa ya que supone una separación en nuestra vida de lo que es el trigo y la paja, de lo que es oscuridad y de lo que es la luz. Siempre cuesta desprendernos de nuestras falsas seguridades para ponernos con confianza en las manos de Dios; pero es algo que, lejos de frustrar nuestras vidas, le da un nuevo impulso y la llena de una esperanza que nada ni nadie nos podrá jamás quitar.

Espero que estos días que nos restan del Adviento sepamos todos reavivar la llamada que este tiempo supone para nuestras vidas.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

MARÍA: CONFIANZA Y DISPONIBILIDAD 21 de diciembre de 2014

Queridos hermanos y amigos: En este último domingo de Adviento la liturgia nos presenta la figura de Nuestra Señora la

Virgen. Como nos dice el Concilio Vaticano II: "Con ella, excelsa Hija de Sión, tras larga espera de las promesa, se cumple la plenitud de los tiempos y se inaugura la nueva Economía, cuando el Hijo de Dios asumió de ella la naturaleza humana para librar al hombre del pecado mediante los misterios de su carne" (LG 55).

Así, pues, antes de celebrar el nacimiento del Hijo de Dios, la Iglesia pone sus ojos en María, la Virgen, y nos la propone como modelo de quien ha acogido la Buena Noticia y la deja crecer en Ella. Su actitud ante Dios debe ser la que nosotros debemos seguir y que podemos resumir así:

-Confianza en la Palabra de Dios que cumple su promesa.

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-Disponibilidad para acoger al Señor. Para poder tener estas dos actitudes nosotros debemos seguir el camino que la Virgen María

ha seguido: la vida de fe, el silencio que acoge la Palabra en el corazón, su oración que abre la vida a la voluntad divina, su alabanza por la acción de Dios, su disponibilidad al plan de salvación de Dios y su servicio al Hijo de Dios y a los hermanos. Estas actitudes nos ayudarán a vivir el misterio que nos disponemos a celebrar y que debemos seguir siempre en nuestra vida.

Vivir esta espiritualidad nos ayudará a descubrir que el Señor está cerca de nuestras vidas y que esta cercanía llena nuestra vida de alegría. El Señor ha venido y se ha quedado con nosotros. Él está siempre a nuestro lado y habita en nosotros. A pesar de las dificultades, contradicciones y sufrimientos, Él es la fuente de nuestra alegría y de nuestra paz.

Tanto el Adviento como la Navidad es una continua invitación a que busquemos el manantial de la alegría que es Cristo. En medio de la oscuridad, Él es nuestra luz que no nos abandona y nos ayuda en todas las pruebas.

Alegría que estamos llamados a transmitir a los demás con nuestro servicio y con nuestras actitudes. No dudemos nunca que es éste el gran tesoro que llevamos en nosotros y que se nos ha dado para compartir y transmitir. Para Dios todo es posible, por eso por encima de nuestras limitaciones, Él actúa y hace posible siempre lo que a los ojos humanos parece imposible.

Os deseo a todos una feliz Navidad, tengo especialmente presente en mi pensamiento y en mi oración a todos los que sufrís por distintas situaciones de dificultad de la vida. No os sintáis solos, Jesús está siempre entre nosotros. Os acompaño con mi afecto y cercanía. Que a todos llegue la alegría y la paz que llene vuestros corazones. Os deseo unas gozosas y entrañables fiestas navideñas.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO DE LA FAMILIA 28 de diciembre de 2014

Queridos hermanos y amigos: En medio de estas fiestas de la Navidad celebramos en este domingo a la Sagrada Familia:

Jesús, María y José. Fiesta que nos hace presente el amor de Dios que ha querido encarnarse en nuestra realidad humana viviendo los mismos contextos y situaciones que todo ser humano vive y participando en las alegrías, esfuerzos y trabajos de cualquier hombre.

En esta fiesta de la Sagrada Familia celebramos desde hace años una Jornada dedicada a reflexionar, orar y celebrar el don de la familia cristiana. Este año secundando la exhortación apostólica del papa Francisco, “Evangelii Gaudium”, se ha querido dar a esta Jornada el lema: “La alegría del Evangelio de la Familia”.

La Subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal Española nos ofrece a todos en este día un breve pero profundo mensaje que nos invita a reflexionar sobre la realidad de la familia cristiana en este momento en que vivimos.

El mensaje parte de una realidad que el Papa constata en su exhortación apostólica y de la que todos nosotros somos cada día más conscientes: “La familia atraviesa un crisis cultural profunda… en el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a los hijos” (EG 66)

Si para nosotros los cristianos esta institución que es la familia es tan importante y la consideramos como elemento fundamental de nuestra sociedad, debemos plantearnos cada vez con más seriedad cómo buscar el camino adecuado para que el Evangelio llegue a transformar y dar vigor a la misma.

El Evangelio de Jesucristo es la propuesta que Dios nos hace para encontrar en nuestras vidas el verdadero sentido de la existencia y la fuerza que nos ayuda a superar el mal para vivir el bien y con ella la felicidad y la alegría. También la familia debe sentirse invitada a vivir la propuesta

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evangélica para superar las dificultades y encontrar el sentido de su vocación y misión en medio del mundo.

El Evangelio como buena noticia es una invitación a vivir en el amor, en el amor de Dios que generosamente se nos dona en Jesucristo y del amor hacia el prójimo que es posible cuando hemos conocido el amor de Dios.

La familia cristiana debe ser una escuela del amor, escuela no sólo de la teoría sino escuela de vida que en la entrega, en el perdón, en el ejercicio de la generosidad y en la aceptación incondicional del otro; va creando unos lazos de amor que es Dios mismo. Ésta es la fuente de la verdadera alegría.

Quiero en este día invitar a toda la comunidad diocesana a que eleve una oración confiada para que, a pesar de las muchas dificultades de todo tipo por los que pasa hoy la familia, pueda encontrar en el Evangelio de Jesucristo, su fuerza y su alegría. Que el Señor nos conceda la sabiduría para saber transmitir a tantos hermanos nuestros la fuerza del Evangelio.

Que en las distintas celebraciones que hoy se organizan en nuestra diócesis nos sintamos todos corresponsables de la misión que el Señor nos confía y que elevemos nuestra acción de gracias por el don de la familia cristiana.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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2015

FELIZ AÑO DEL SEÑOR 2015 4 de enero de 2015

Queridos hermanos y amigos: El Señor nos concede comenzar un nuevo año que debemos convertir, por su gracia, en un

tiempo lleno de sus bendiciones, de modo especial por el ejercicio de la evangelización y de la caridad.

Elevemos nuestra acción de gracias al Señor por todos los dones que el pasado año hemos recibido, siempre con espinas y sombras pero, también, con su acción salvadora y su impulso, incluso en las cosas más sencillas y ordinarias de la vida. Somos una diócesis pequeña y con pocos recursos pero con la vitalidad de quien tiene en su seno la fuerza del Evangelio. En nuestras pobres y sencillas acciones pastorales y caritativas el Señor se muestra con toda su fuerza. Él está con nosotros.

Se nos plantea ahora un reto nuevo que es el año que hemos comenzado, lo hemos hecho de la mano de la Virgen en la celebración de su maternidad el día uno de enero y queremos que con su ayuda e intercesión se cumpla en nosotros lo que Ella ha expresado en el canto del Magníficat: “Ha mirado la humildad de su sierva”; como el Señor mira también la humildad de nuestra diócesis; pero, a la vez, también podemos hacer nuestras las palabras de María: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí”.

Con este espíritu mariano emprendamos nuestra peregrinación en el año que comienza, sin que el pesimismo o la amargura nos paralicen. Pensemos y reflexionemos lo que cada uno podemos aportar desde nuestra pobreza y, sin desfallecer, pongamos todo lo que tenemos para conseguir lo que nos proponemos.

Jornada de nuestra misión diocesana en Cochabamba. La primera acción conjunta que se nos ofrece es la de la Jornada de nuestra misión de

Cochabamba el próximo día 6 de enero, fiesta de la Epifanía. ¿No creéis todos que es un día para dar gracias al Señor por todo lo que hemos realizado allí durante tantos años? Puede parecer imposible que una diócesis como la nuestra haya mantenido durante años una misión en un país lejano aportando tantas iniciativas y recursos.

Todos los obispos de estos años hemos acogido y cuidado todas las iniciativas y hemos querido visitar lo que allí se estaba realizando. Tantos sacerdotes que han entregado con total generosidad una parte de su vida a labor pastoral de la parroquia de Santa Mónica en Cochabamba; de forma estable, como lo hacen ahora Jesús Moreno y Francisco Sánchez y, en distintas ocasiones, en que algunos sacerdotes se han ofrecido para atender un tiempo reducido aquella labor.

Todo hubiera sido imposible sin que tantas personas de nuestra diócesis hubieran aportado su pequeño grano de arena en diversas colectas y campañas y también con su trabajo en Cochabamba durante años o bien en momentos concretos. Cuántas veces hemos hecho posible, desde nuestra sencillez, aquello que parecía imposible o difícil. Por ello os doy las gracias.

Que este año, el próximo día de la Epifanía, prosigamos con toda generosidad aquello que hace ya tantos años comenzamos como una misión que a todos nos pertenece. Participemos, queridos hermanos, en esa misión con nuestra oración y aportación económica. Gracias.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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HIJOS DE DIOS, LLAMADOS A LA MISIÓN Y A LA EVANGELIZACIÓN

11 enero 2015

Queridos hermanos y amigos: El Evangelio de este domingo, en que celebramos el Bautismo del Señor, concluye con la voz

del Padre que dice: “Tú eres mi hijo amado, mi predilecto” (Marcos, 1, 7-11). Desde este momento, Jesús va a iniciar lo que conocemos como su vida pública que va a tener como misión fundamental anunciar la Buena Noticia y cumplir el plan salvador del Padre.

Nosotros somos también hijos de Dios por el Bautismo y proseguimos la misión que Cristo ha realizado. También hoy debemos escuchar en nuestro espíritu la voz del Padre que nos dice que también nosotros somos sus hijos amados y predilectos y, por lo tanto, también enviados con Él a anunciar el Evangelio que trae la salvación. Al inicio de este año 2015 nuestra diócesis de Tarazona debe sentirse nuevamente enviada a proseguir la misión que el Padre nos sigue encomendando.

Al comienzo de este curso pastoral quise dirigiros una carta pastoral, “La Iglesia soñada por el papa Francisco”, que quiere transmitir y aplicar en nuestra diócesis la Exhortación Apostólica del papa Francisco: “Evangelii Gaudium”.

En los dos primeros capítulos de la carta pastoral he querido subrayar dos aspectos fundamentales que nos exigen nuestros tiempos actuales: La Iglesia es misionera y es evangelizadora. Ser misioneros y evangelizadores incumbe a todo bautizado, es una invitación que se nos hace a todos; es, como dice el Papa, “Una etapa evangelizadora marcada por la alegría” (EG 1).

Jesús para cumplir esta misión “ha salido del Padre y ha venido al mundo” (cf. 1 Juan 4, 10). Salir del Padre es decir que ha salido del corazón del Padre, de la ternura del Padre; y venir al mundo es venir a un lugar que el Padre ama. Jesús se siente enviado por amor y, a su vez, amando el objeto de la misión que se le ha confiado, el mundo.

Ese mismo amor es el que nosotros debemos tener al asumir nuestra misión que la Iglesia nos confía. Este amor sólo es posible si nuestra relación con Dios es cada día más fuerte: “la evangelización se hace de rodillas”. Sin una relación constante con Dios la evangelización se convierte en un mero activismo que no produce nunca frutos verdaderos.

Al comenzar este año nuevo debemos sentirnos enviados, es decir misioneros. Podemos poner muchas excusas para no cumplir lo que Dios pone en nuestras manos, que incluso pueden parecer justas: ser mayores, falta de preparación, la indiferencia que nos rodea, los valores antievangélicos que vive nuestra sociedad, nuestra debilidad; pero es Dios quien lo hace posible; Él no se cansa de llamarnos, de darnos su amor y de confiarnos la transmisión de su amor al mundo.

Incrementemos en todos nosotros y en cada comunidad el encuentro con Dios, con nuestra oración, con la escucha de la Palabra, con la celebración de los sacramentos. De esta forma estaremos cimentados en el amor de Cristo, dejándonos llevar por el Espíritu Santo y, así, injertar nuestra propia vida en el árbol de la vida, que es la cruz del Señor.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

HABLA, SEÑOR, QUE TU SIERVO ESCUCHA 18 enero 2015

Queridos hermanos y amigos: En las lecturas de hoy, especialmente en la primera (1 Samuel 3, 3b-1 0.19) y en el Evangelio

(Juan 1, 35-42), encontramos la llamada del Señor a personas concretas. La primera es la de Samuel que, por tres veces, siente la voz de Dios que le llama; la del Evangelio nos presenta a los discípulos de Juan el Bautista que tras oírlo señalando a Jesús como el “Cordero de Dios”, lo siguen.

El domingo pasado os hablaba de la importancia de la misión y de la evangelización en la que todos debíamos participar, hoy quiero volver a insistir en lo mismo, también nosotros, como Samuel,

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como Andrés o Pedro debemos sentidos llamados por el Señor y, como Samuel, debemos contestar: “Aquí estoy, habla, Señor, que tu siervo escucha”.

Sí, amigos, también nosotros somos llamados. Hoy quisiera como Elí deciros: “Si te llama alguien responde: Habla, Señor, que tu siervo te escucha”; o también como Juan el Bautista señalaros a Cristo: “Éste es el Cordero de Dios”.

Como os decía el domingo pasado, no sirven nuestras excusas para no seguir a esta voz que nos llama. Hoy lo vemos en las llamadas de las lecturas que hemos escuchado: ¿A quién llama el Señor? A un niño como Samuel o a unos pescadores, seguramente con poca formación. Podemos decir que es el caso de muchos de nosotros, pero lo importante es que oigamos su llamada y lo sigamos.

Al hablar de la llamada, no puedo olvidar hoy a nuestro Seminario. Para animarnos a todos a la evangelización, necesitamos sacerdotes y, por lo tanto, también el lugar que forme y prepare a nuestros futuros sacerdotes. Quisiera que todos en la diócesis, especialmente los sacerdotes, educadores y padres, fuéramos como Elí y como Juan el Bautista y que en nuestras parroquias y comunidades supiéramos decir a niños y jóvenes: “Si oyes la voz del Señor, dile, habla, Señor, que tu siervo escucha”.

Octavario de oración por la unidad de los cristianos No quiero olvidar que hoy comenzamos el Octavario de oración por la unidad de los

cristianos que concluirá el día 25 de enero. Este año su lema es: “Jesús le dice: dame de beber”, palabras que Jesús dirige a la Samaritana en el pozo de Sicar.

El pasaje del encuentro de Jesús con la Samaritana nos hace ver que sólo en Jesús podemos encontrar la unidad de los cristianos divididos por el pecado; Él nos pide agua para beber y, a la vez Él es el único que nos puede dar la verdadera agua, el agua viva que salte hasta la vida eterna y que crea la verdadera comunión.

Nos unimos en estos días a todos los cristianos que buscan y ansían la unidad querida por Cristo, y le pedimos que el mismo Cristo nos ayude a encontrar los caminos que nos conduzcan a la plena comunión con nuestros hermanos que creyendo en Él vivimos separados.

No podemos olvidar en nuestra oración en estos días a todos los cristianos que en diferentes países del mundo son perseguidos por su fe. No son noticia y nuestra sociedad vive de espaldas a esta injusta persecución pero su sangre redamada por Cristo nos une a todos, católicos, ortodoxos o evangélicos en el testimonio de la fe en Cristo, nuestro Señor.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

“YO SOY UNO DE ELLOS” Jornada de la Infancia Misionera

25 enero 2015

Queridos hermanos y amigos: En este domingo nos unimos a los niños de todo el mundo en la Jornada de la Infancia

Misionera. Es importante que desde el inicio de su vida cristiana nuestros niños sientan la importancia de lo que es transmitir a los demás la Buena Noticia del Evangelio, y esta jornada es una oportunidad para lograrlo.

Con el lema "Yo soy uno de ellos", se pretende inculcar a los niños que no hay distinción entre unos y otros, y que, por tanto, no puede haber discriminación entre ellos en el mundo. Quienes por la fe y el bautismo se han incorporado a la Iglesia tienen el deber de decírselo a quien aún no lo sabe. El que así lo hace se convierte en un "pequeño misionero".

El cartel de este año nos presenta un gran corazón que un grupo de niños están construyendo. Estos niños son de distintas razas y procedencias y, a la vez, se sienten contentos y alegres de participar en una misma labor aunque este trabajo les supere pues el corazón es grande.

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Como bien sabemos el corazón es el signo del amor y, a su vez, signo de reconciliación y de solidaridad de unos con otros; de hecho, cuando una persona es solidaria, caritativa y amable, decimos que tiene un gran corazón. Ese gran corazón debe ser lo que transmitamos a nuestros niños. Dios quiere que en medio de un mundo dividido, insolidario y violento, los cristianos seamos el corazón que palpita y transmite el amor.

Para que nuestros niños comiencen a vivir estos valores cristianos y la importancia de ser misioneros, transmitiendo a otros niños quién es Jesús, esta jornada nos aporta grandes iniciativas que sé que en muchas parroquias y colegios habéis seguido desde el comienzo del Adviento. Con todas las iniciativas que la Delegación diocesana de Misiones nos propone estamos sembrando en el corazón de nuestros niños una semilla valiosa que debemos esperar, con confianza, que crezca en ellos y les vaya acompañando a lo largo de toda su vida.

Ayudemos en este día a nuestros hermanos más pequeños y más queridos a que descubran con alegría todo lo que nuestra fe nos aporta y lo útil que es para crear una sociedad nueva en el amor de un gran corazón.

Nuestros niños aportan una cantidad de dinero a esta colecta, durante toda la Navidad y hasta el día de hoy han tenido en sus casas una hucha que ellos mismos han coloreado y preparado, allí han depositado lo que sus padres, abuelos y amigos les han ido dando en estos días, así como lo que ellos han aportado de sus propinas. ¡Qué gesto tan cristiano y que educativo!

La cantidad aportada por nuestros niños en la campaña del año pasado, en comparación con otras diócesis, es considerable y, además, tiene el valor añadido de que ha sido aportado fundamentalmente por nuestros pequeños.

Que mantengamos esta colaboración misionera y sepamos educar a los más pequeños en el deseo por transmitir la Buena Noticia de Jesús, como pequeños misioneros.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LA VIDA CONSAGRADA ESTÁ EN EL CORAZÓN MISMO DE LA IGLESIA 1 febrero 2015

Queridos hermanos y amigos: Mañana, día 2 de febrero, celebraremos la fiesta de la Presentación del Señor en el Templo y,

como se viene haciendo desde hace años, la Jornada Anual que dedicamos a la Vida Religiosa. Como bien sabéis desde el 30 de noviembre del 2014, primer domingo de Adviento, al 2 de febrero de 2016, estamos celebrando en toda la Iglesia el Año de la Vida Consagrada que adquiere, pues, un significado especial en la Jornada en este año.

El papa Francisco nos ha sorprendido gratamente con esta decisión. Quiere, recordando Nuovo Millenio Ineunte (n. 1), en el que se nos invita a "recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro" que "Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre".

En este Año y en la Jornada de mañana, toda la Iglesia debe agradecer a Dios el don de la vida consagrada en sus diversas formas. Esta actitud de agradecimiento es, a su vez, un impulso para vivir en el seguimiento del Señor y hacerlo con toda la fidelidad. Asimismo esta renovación en la fidelidad al propio carisma y a la propia consagración y misión, abre a todo consagrado al futuro con esperanza. Una vida totalmente entregada al Señor, por encima de las dificultades, produce misteriosamente sus frutos; y lo que ha sido sembrado con la propia vida llegará a producir frutos cuando Dios quiera y de la forma que Él quiera.

Esta actitud positiva y esta visión providencial de la propia vida y consagración nos hace “vivir el presente con pasión”; rejuveneciendo de esta forma el espíritu y dándonos audacia en nuestras iniciativas evangelizadoras y caritativas.

Al celebrar en este año la Jornada de la Vida Consagrada recordamos los motivos que movieron a San Juan Pablo II, en el año 1997, a establecerla: “Toda la Iglesia quiere valorar cada vez

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más el testimonio de quienes han elegido seguir a Cristo de cerca mediante la práctica de los consejos evangélicos y, al mismo tiempo, quiere ser para las personas consagradas una ocasión propicia para renovar los propósitos y reavivar los sentimientos que deben inspirar su entrega al Señor”.

San Juan Pablo II era sabedor de que la vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia como elemento decisivo para su misión. Por ello invitaba a las personas consagradas a mirar al futuro con esperanza, contando con la fidelidad de Dios: “¡Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir! Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas” (ib., 110).

Juan Pablo II hacía suyas las palabras de Santa Teresa: “¿Qué sería del mundo si no existieran los religiosos?”, (Libro de la vida, c. 32,11). He aquí una pregunta que nos lleva a dar incesantes gracias al Señor, que con este singular don del Espíritu continúa animando y sosteniendo a la Iglesia en su comprometido camino en el mundo.

Os invito a todos a que en este Año de la Vida Consagrada y de modo especial en la Jornada de mañana, demos gracias al Señor por el gran don de la vida consagrada que enriquece y alegra a la comunidad cristiana con la multiplicidad de sus carismas. De igual manera esta Jornada tiene como finalidad promover en todo el pueblo de Dios el conocimiento y la estima de la vida consagrada. Si os llama el Señor a esta vida, no tengáis miedo. Merece la pena vivirla. Y, finalmente, se refiere directamente a las personas consagradas, invitadas a celebrar juntas y solemnemente las maravillas que el Señor ha realizado en ellas.

En este Año de la Vida Consagrada queremos hacer nuestras las palabras de San Juan Pablo II: La vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LUCHAMOS CONTRA LA POBREZA… ¿TE APUNTAS?

8 febrero 2015

Queridos hermanos y amigos: Como cada año en este segundo domingo de febrero, la Iglesia en España se moviliza a favor

de los más pobres de la tierra con la campaña que Manos Unidas organiza para ayudar a aquellos que, en distintos lugares del Mundo, carecen hasta de lo más necesario.

En este año 2015, llegamos a la campaña número cincuenta y seis. En esta ocasión se nos motiva con este eslogan: Luchamos contra la pobreza ¿Te apuntas? Es necesario que todos tomemos conciencia, cada día mayor, que la lucha contra la pobreza, no es sólo algo que los gobernantes o responsables de la sociedad deben solucionar, todos y cada uno de nosotros se debe sentir corresponsable de la lucha necesaria para erradicar la pobreza en el mundo.

Debemos crear una conciencia social que marque, en el corazón de cada persona, la responsabilidad de que todos los hombres de la tierra deben contar con aquellos dones que Dios ha querido para una vida digna del ser humano. Haciéndonos eco de las palabras del papa Francisco todos debemos trabajar a favor de un modelo de sociedad que no excluya a los débiles, los empobrecidos, los que sufren la falta de oportunidades.

La campaña que cada año organiza Manos Unidas no pretende sólo dar de comer, respondiendo a una necesidad inmediata, despreocupándose de aquello que conlleva la pobreza. Dar de comer al hambriento es, por supuesto, un acto de caridad y de justicia que es necesario realizar. Manos Unidas va más allá ya que pretende crear lo que podemos llamar una cultura contra la pobreza y la injusticia; por ello sus proyectos intentan ir a la raíz de todo aquello que causa la pobreza y crear estructuras que den dignidad a las personas y les ayuden a un justo desarrollo.

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Como sabéis, cada año, la diócesis acoge uno de los muchos proyectos que se proponen a Manos Unidas en distintos lugares del mundo y todo aquello que en nuestras parroquias y comunidades se aporta va destinado a esa obra. El año pasado fue destinado a una institución educativa en West Rengal en la India.

Este año se nos propone colaborar con la rehabilitación de un centro de salud en Ruanda. Se trata del Centro de Salud de Nyarusange, regentado por las religiosas de San José que atiende a unos 4.500 usuarios; además de un dispensario para la atención primaria, cuenta con secciones para la hospitalización, para la maternidad y un centro nutricional. Confío en que la generosidad de todos hará posible, como otros años, este proyecto.

Quiero agradecer a todos los que colaboráis con Manos Unidas vuestro trabajo generoso a lo largo del todo el año. En primer lugar al equipo responsable en la diócesis pero también a tantas personas que colaboráis en vuestras parroquias y que organizáis tantas actividades para que cada año alcancemos lo que nos proponemos con los distintos proyectos y crezca una nueva mentalidad en todos nosotros capaz de colaborar en la lucha contra la pobreza. Mil gracias por vuestro interés y colaboración económica generosa.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

CUARESMA (I): TIEMPO DE RENOVACIÓN Y DE GRACIA

15 febrero 2015

Queridos hermanos y amigos: El próximo miércoles, día 18, comenzaremos, con la ayuda del Señor, nuestro camino

cuaresmal que nos conduce a la Pascua. Al recibir la ceniza sobre nuestras cabezas queremos hacer nuestras las palabras que se pronuncian en ese momento: “Conviértete y cree en el Evangelio”. La conversión es una tarea de cada día para el creyente que se hace más intensa en este tiempo de Cuaresma.

Como cada año el papa Francisco nos ha dirigido a todos los católicos un mensaje para esta Cuaresma. Tomando una frase de la carta de Santiago (5,8) lo ha titulado: “Fortaleced vuestros corazones”. Os invito a que durante este tiempo que empezamos lo leamos y meditemos personal y comunitariamente.

Este año el Papa subraya una serie de aspectos de este tiempo de Cuaresma. En primer lugar nos presenta este tiempo como tiempo de renovación y sobre todo de gracia; es decir, Dios que nunca se olvida de nosotros, nuevamente, se vuelca incondicionalmente hacia cada uno.

Esta actitud divina, su incondicionalidad hacia nosotros, choca con nuestras actitudes de indiferencia hacia los problemas y dificultades de los demás y por ello una de las primeras gracias que debemos pedir en esta Cuaresma es romper este círculo que nos encierra en nuestro egoísmo y en nuestros propios intereses. Por ello nos dice Francisco: “El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo”.

El Papa nos pide que recuperemos la sensibilidad para descubrir el sufrimiento de nuestros hermanos y hacer nuestras las palabras de San Pablo en la primera carta a los Corintios: “Si un miembro sufre, todos sufren con él”; de esta forma expresamos lo que significa la comunión de los santos. Comunión que requiere la unión al amor de Dios para que rebose en nosotros y se vierta hacia aquel que sufre. Así, en nuestras parroquias y comunidades, se despertará una sensibilidad nueva para reconocer y aliviar a aquellos que sufren.

Si ésta ha de ser nuestra tarea cuaresmal debemos reforzar nuestra unión con el Señor, fortaleciendo nuestro corazón. El Papa nos propone varias cosas concretas que harán posible esta unión con Dios y los hermanos para que despierte nuestro corazón:

En primer lugar, “podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo

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que se celebre en toda la Iglesia -también a nivel diocesano-, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración”.

En segundo lugar, “podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad”.

Y, en tercer lugar, “el sufrimiento del otro constituye una llamada a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos”.

Emprendamos, pues, con este espíritu nuestro camino cuaresmal; el Señor nos ayuda y a través de su Iglesia nos conduce hacia la renovación pascual.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LA CUARESMA (II): ESCUELA DE ORACIÓN

22 febrero 2015

Queridos hermanos y amigos: Hoy es el primer domingo de Cuaresma, comenzábamos el miércoles pasado nuestro camino

cuaresmal con la imposición de la ceniza; los domingos de Cuaresma van marcando con sus lecturas bíblicas los pasos que debemos seguir para celebrar renovados la Pascua.

Terminaba la carta del domingo pasado con las tres propuestas que el papa Francisco nos proponía para este tiempo en su mensaje para la Cuaresma del año 2015. Quiero hoy reflexionar con vosotros sobre la primera propuesta:

En primer lugar, podemos orar en la comuni6n de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia -también a nivel diocesano-, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.

El Papa nos invita a ponernos en un estado de oración, es por otra parte una de las actitudes que nos pide el Evangelio que escuchamos el miércoles de ceniza: “Cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en los escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido te lo pagará” (Mt. 6)

Cada uno de nosotros debe encontrar los tiempos y momentos que nos ayuden a realizar esta oración personal que se nos pide en el tiempo de Cuaresma. El pasado 3 de febrero, en la reflexión que el Papa hacía en la Misa diaria que celebra en Santa Marta, invitaba a la oración personal con la lectura del Evangelio: “Leer cada día una página del Evangelio durante diez, quince minutos y no más, teniendo fija la mirada en Jesús para imaginarme en la escena y hablar con Él, como surge de mi corazón; estas son las características de la oración de contemplación, auténtica fuente de esperanza para nuestra vida”.

Muchas parroquias al comenzar el año reparten a los fieles los Evangelios que se proclaman cada día en la Misa, podemos aprovecharnos de estos textos para hacer una lectura orante y contemplativa del Evangelio de cada día y seguir así lo que nos propone el Papa. Qué bueno sería que lo hiciéramos en esta Cuaresma y que se convirtiera en un hábito para todo el año.

De esta oración contemplativa renacerá la esperanza en el corazón y con ella la confianza en el Señor, como nos dice el papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: Fac cor nostrum secundum Cor tuum": "Haz nuestro corazón semejante al tuyo" (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). “De ese modo tendremos

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un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia”.

Junto a esta oración personal también debemos organizar momentos de oración en nuestras parroquias y comunidades, aquéllas que son clásicas de este tiempo como el rezo del Via Crucis, los dolores de la Virgen u otros actos de piedad, pero también iniciar a los fieles en la Liturgia de las Horas o también en la adoración al Santísimo.

El Papa nos propone una acción concreta que es 24 horas para el Señor en los días 13 y 14 de marzo. Sería conveniente que en cada arciprestazgo buscarais la forma de realizarlo, contando con las posibilidades que nos ofrece nuestras parroquias; en muchas será difícil ya que cuentan con pocos feligreses e incluso de edad avanzada pero lo importante es que con creatividad nos unamos a esta iniciativa en comunión con toda la Iglesia.

Deseando que este tiempo sea para todos un escuela de oración os bendigo y saludo con todo afecto.

LA CUARESMA (III): ESCUELA DE CARIDAD

1 de marzo de 2015

Queridos hermanos y amigos: El domingo pasado meditaba con vosotros sobre la importancia de la oración en la vida

cristiana y especialmente en este tiempo de Cuaresma. Hoy en este segundo domingo de nuestro camino cuaresmal quiero hacerlo sobre la caridad.

En su mensaje de este año para la Cuaresma, el Santo Padre nos invita a vivir gestos concretos de caridad; así, en su segunda propuesta para este tiempo, nos dice:

“En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad”.

Es lo mismo que escuchábamos en el Evangelio del miércoles de Ceniza: “Cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará” (Mt 6)

Tiempo, pues, propicio para aprender lo que significa y es la caridad cristiana. El principio fundamental de la caridad es como nos dice Francisco: “Mostrar interés por el otro con un signo concreto, aunque sea pequeño”. El Papa nos habla en su mensaje de Cuaresma sobre la indiferencia que muchas veces vivimos con respecto a los sufrimientos de los demás y para vencer esta gran tentación el tiempo cuaresmal lo debemos vivir como un camino de formación del corazón, es decir, un corazón que sea como el de Dios, misericordioso.

El Papa nos explica qué es tener este corazón: “Un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro”.

No podemos terminar la Cuaresma sin haber buscado en nuestro interior aquellos gestos que concreten nuestro deseo de ser misericordiosos; el Papa nos señala a los cercanos y a los lejanos. Muchas veces los gestos de caridad hacia los lejanos pueden ser más fáciles; colaboramos con generosidad con muchas campañas a favor de los más necesitados de lugares lejanos, esto por supuesto es bueno y necesario, y yo siempre os animo a hacerlo con largueza. También ahora en Cuaresma debemos destinar a instituciones como Cáritas, Manos Unidas o Misiones nuestra aportación.

Pero en esta Cuaresma también debemos plantearnos los gestos concretos hacia los cercanos. Todos sabemos que con algunas personas nuestras relaciones no van bien, que ha habido roces o

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malos entendidos, que les hemos juzgado duramente o herido con nuestras palabras o actitudes, o que, como dice el Papa, hemos sido indiferentes antes sus sufrimientos. Aprovechemos la Cuaresma para pedir al Señor que, aunque nos cueste, nos ayude a realizar el gesto que muestre nuestro interés por el otro.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LA CUARESMA (IV): ESCUELA DE CONVERSIÓN

8 de marzo de 2015

Queridos hermanos y amigos: Quiero seguir meditando hoy con vosotros las propuestas que el Papa nos hace en su mensaje

para esta Cuaresma. En su tercera propuesta para este tiempo nos dice: “Y en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye una llamada a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos”.

El tiempo de Cuaresma se presenta como un tiempo propicio para escuchar la voz de Dios que nos invita a la conversión, precisamente con estas palabras comenzábamos nuestro camino cuaresmal cuando imponían la ceniza sobre nuestra cabeza: “Conviértete y cree en el Evangelio”.

A veces hemos podido pensar que la conversión es un acto voluntarista con el que intentamos cambiar de vida o de mentalidad, como si sólo dependiera de nosotros; pero, la conversión, como todo en la vida cristiana, es una iniciativa que viene de Dios, Él es el que sale a nuestro encuentro.

La conversión es, por lo tanto, descubrir el amor de Dios en nuestras vidas. Es como nos dice el Papa en su mensaje de esta Cuaresma descubrir que Él: “Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede”.

Cuando descubrimos esta búsqueda continua de Dios hacia nosotros y abrimos con confianza nuestro corazón a Él, podemos decir que algo se transforma en nuestras vidas, algo cambia, en definitiva, nuestro corazón se convierte. Es decir, la conversión, no es otra cosa que haber descubierto el amor de Dios en nuestras vidas. Si Él nos ha amado así, nuestra respuesta es responder con amor, hacia Dios y hacia los hermanos.

El papa Francisco señala especialmente para esta Cuaresma la necesidad de desterrar de nosotros la indiferencia hacia los demás. Ésta debe ser la actitud de conversión que necesitamos actualizar en esta Cuaresma; es lo que debemos pedir al Señor en nuestra oración: “Tú, Señor, que no eres indiferente a nuestros sufrimientos y que siempre nos buscas para darnos tu amor, no permitas que seamos indiferentes frente a los males que afectan a nuestros hermanos; ensancha mi corazón en tu amor”.

Que cada uno individualmente y cada comunidad sepamos oír la voz de Dios que no se cansa de llamarnos a la conversión y fortalecidos por Él buscar los signos que necesitamos realizar para manifestar que no somos indiferentes ante las dificultades y los problemas de nuestros hermanos.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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DÍA DEL SEMINARIO 15 de marzo de 2015

Queridos hermanos y amigos: Después de las cuatro cartas anteriores en las que he querido reflexionar con vosotros sobre el

tiempo de Cuaresma, hoy hago un paréntesis para hablaros sobre una realidad importante para el presente y el futuro de la diócesis, me refiero a nuestro Seminario Mayor. Tradicionalmente el mes de marzo y la solemnidad de S. José, especialmente, que celebraremos el próximo jueves están vinculados a las vocaciones sacerdotales.

A pesar de ser una diócesis pequeña tenemos la gracia de contar con un Seminario en el que un grupo de jóvenes maduran en su llamada a la vida sacerdotal. La vida comunitaria y formativa del Seminario, así como la formación académica en el Estudio Teológico acompañan este proceso vocacional sin escatimar ningún esfuerzo para que, si Dios quiere, contemos con nuevos sacerdotes que rejuvenezcan nuestro presbiterio y prosigan la misión en las distintas parroquias de nuestra diócesis. Es, por lo tanto, algo en lo que todos nos debemos sentir implicados, nunca me cansaré de insistiros que nadie se puede sentir indiferente ante el Seminario y la pastoral vocacional.

Cuando visito las parroquias muchos pedís que nunca os falte la atención de un sacerdote en vuestras parroquias; es importante que se tenga esta sensibilidad y esta necesidad de una atención pastoral, pero no podemos olvidar que las vocaciones no surgen de la nada y que, por lo tanto, debemos comprometernos todos en crear un ambiente en el que puedan surgir vocaciones.

En primer lugar es importante la oración, no nos cansemos nunca de pedir con insistencia a Dios que suscite vocaciones a la vida sacerdotal. Es también importante, en segundo lugar, que sepamos proponer la vocación sacerdotal a nuestros niños y jóvenes, son muchas las posibilidades, en la familia, en la catequesis, en la escuela y en distintos encuentros; que la propuesta de la vocación se presente con claridad y sin miedo. Finalmente, en tercer lugar, que acompañemos cualquier pequeño brote vocacional que nazca en un niño o un joven.

Nos debe animar el que el próximo domingo a las 5 de la tarde en la S. 1. Catedral dos de nuestros seminaristas serán ordenados diáconos, son Esteban-Mauricio Barahona Picado y César-Alejandro D'Arbelles Benavides, en nuestro Seminario han recibido su formación teológica que este curso concluirán y han desarrollado su actividad pastoral en las parroquias de Bureta y de Ainzón. Recemos por ellos en estos días y pidamos al Señor que les conceda la perseverancia en su vocación.

El día del Seminario va unido también a la colecta que realizamos para sostener económicamente nuestro Seminario, os invito a ser generosos y que colaboremos de esta forma con los jóvenes que se forman en nuestro Seminario.

Quiero terminar esta carta invitándoos a que os unáis a mí en acción de gracias al Señor ya que el próximo día 19, solemnidad de San José, celebraré el cuarto aniversario de mi ordenación episcopal. Rezad por mí para que el Señor me conceda ser para vosotros la imagen de Jesús el Buen Pastor.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LA RECONCILIACIÓN: EL ABRAZO DEL PADRE

22 de marzo de 2015

Queridos hermanos y amigos: En este quinto domingo de Cuaresma, tras la carta que os dirigí el pasado domingo sobre el

Seminario, quiero hoy volver a reflexionar con vosotros sobre un tema que, de un modo especial, somos invitados a vivir en este tiempo de Cuaresma, me refiero al sacramento de la Penitencia o la Reconciliación. ¿Cuándo ha sido la última vez que te has confesado?

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En estos últimos días de Cuaresma en muchas parroquias se organizan celebraciones comunitarias de la Penitencia con absolución individual, también muchos sacerdotes hacen más intenso su servicio a este sacramento, permaneciendo más tiempo disponibles para escuchar las confesiones de los fieles.

Os animo a todos a acercarnos a este sacramento que muchas veces hemos olvidado y que sigue siendo necesario para que nuestra fe se robustezca y nuestra vida cristiana se haga más intensa. Desearía también que los sacerdotes estuvierais más disponibles para acoger a los fieles e introducirles así en la misericordia de Dios.

El papa Francisco no se cansa de exhortarnos a vivir este sacramento, más aún, él mismo nos ha permitido verle acercándose hasta un confesor; es una catequesis elocuente sobre este sacramento y que, además, ha querido presentarnos en tantas catequesis de un modo sencillo pero claro.

Recientemente en febrero, en una de sus catequesis del miércoles nos presentaba este sacramento como un "auténtico tesoro" y nos recordó que el perdón de los pecados no es fruto de nuestro esfuerzo personal, sino don del Espíritu Santo que nos purifica con la misericordia y la gracia del Padre. Si es un "don", o sea un regalo, es algo que debemos recibir con agradecimiento.

Muchas veces algunos fieles dicen que ya se arrepienten ante Dios y que no necesitan de la mediación de un sacerdote, frente a esta idea bastante extendida el Papa nos recordaba: "No basta pedir perdón al Señor interiormente; es necesario confesar con humildad los propios pecados ante el sacerdote, que representa a Dios y a la Iglesia"

El pecado siempre causa muchas heridas en nuestras vidas, nos hiere y hiere también a los de-más. Ante una herida física necesitamos acudir a un médico o a alguien que esté capacitado para darnos la cura eficaz que necesitamos. Podemos decir que lo mismo sucede en el orden espiritual. Como señalaba el Papa: "El sacramento de la reconciliación es un sacramento de sanación. Cuando yo voy a confesarme, es para sanarme: sanarme el alma, sanarme el corazón por algo que hice no está bien. El ícono bíblico que los representa mejor, en su profundo vínculo, es el episodio del perdón y de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y de los cuerpos" (Mc 2, 1-12 / Mt 9, 1-8; Lc 5,17-26).

Os invito, pues, a hacer examen de conciencia, a recuperar la conciencia de pecado que con frecuencia perdemos y acerquémonos hasta el sacramento de la reconciliación o de la penitencia y hagámoslo sin vergüenza porque, como dice el Papa: ¡Cada vez que nos confesamos, Dios nos abraza, Dios hace fiesta!

Con todo afecto os saludo y bendigo.

VIVAMOS CON INTENSIDAD LA SEMANA SANTA 29 marzo 2015

Queridos hermanos y amigos: En este Domingo de Ramos en la Pasión del Señor emprendemos la recta final del tiempo de

Cuaresma que nos conduce a la celebración del Triduo Pascual. Celebraremos en estos días el misterio pascual de Cristo, no como un recuerdo de algo que sucedió, sino que actualizaremos en nosotros el misterio redentor de Cristo que muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando restauró nuestra vida. Quisiera en este Domingo de Ramos llamar vuestra atención sobre algunos de los aspectos que nos ayudarán a vivir estos días y a sentirnos en comunión con toda la Iglesia.

- Misa Crismal - El Jueves Santo, o un día próximo, se celebra la Misa Crismal, en nuestra diócesis el

miércoles santo a las 11 de la mañana en la S. l. Catedral. La Misa Crismal, presidida por el obispo y concelebrada con los presbíteros de la diócesis, es la celebración en la que se consagra el Santo Crisma (de aquí el nombre de Misa Crismal) y bendice además los restantes óleos o aceites (para los enfermos y lo que se van a bautizar).

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Dentro de esta celebración se incluye la renovación de las promesas sacerdotales. Tras la homilía, el obispo invita a sus sacerdotes a renovar su consagración y dedicación a Cristo y a la Iglesia. Juntos prometen solemnemente unirse más de cerca a Cristo, ser sus fieles ministros, enseñar y ofrecer el santo sacrificio en su nombre y conducir a otros a él. Por tanto otro tema importante de la Misa Crismal es el sacerdocio. Al entregar el misterio de la eucaristía a la Iglesia, Cristo instituyó también el sacerdocio.

Os invito a que en ese día os unáis a esta renovación que los sacerdotes haremos en la Misa Crismal, si podéis asistir a la celebración será una gran alegría para nosotros contar con vuestra presencia y apoyo; pero es importante que en ese día, aunque no podáis estar presentes, elevéis una oración especial al Señor por los sacerdotes, por su santificación y para que cumplan su misión con generosidad, dedicación y caridad pastoral. Que nos sintamos respaldados por todos los fieles en la misión que hemos recibido.

Os invito también a acompañar con devoción las imágenes y pasos de nuestras procesiones que expresan el misterio del amor de Dios, el sufrimiento de su Hijo y la fe profunda de nuestros pueblos.

- Colecta a favor de los fieles y de los lugares de Tierra Santa - El Viernes Santo se nos invita a realizar una colecta a favor de los cristianos y de los lugares

de Tierra Santa. En una carta que desde la Santa Sede se ha enviado a todos los obispos se nos decía: “Actualmente son millones las personas desalojadas que huyen de Siria y de Irak, donde el rumor de las armas no calla y la vía de la concordia y del diálogo parece estar completamente perdida, mientras parece prevalecer el odio insensato de quien mata y la desesperación desarmante de quien ha perdido todo y ha sido expulsado de la tierra de sus padres”. A los fieles de todo el mundo se nos pide que estemos atentos con toda solicitud a esta circunstancia que aquellos hermanos nuestros están viviendo. Recemos por ellos como nos invita a hacer el Papa y colaboremos con generosidad en esta colecta a favor de estos hermanos nuestros que viven en su carne la Pasión de Cristo.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EL SEÑOR HA RESUCITADO. ¡FELIZ PASCUA!

5 abril 2015

Queridos hermanos y amigos: En este Domingo de Pascua quiero iniciar esta carta deseándoos a todos la alegría del Señor

Resucitado. Que mi primer saludo en este día sea un eco de aquel que el mismo Jesús resucitado da a sus discípulos en el Cenáculo: ¡Que la paz de Cristo esté con todos vosotros! ¡Feliz Pascua!

Cada domingo de Pascua deberíamos vivir el mismo asombro que los discípulos de Jesús sintieron aquel día cuando, atemorizados y tristes, fueron testigos de la resurrección de Jesús que nada les reprochaba por su falta de fe sino que les daba su paz y su amor.

Este tiempo de Pascua que hoy iniciamos está lleno de grandes momentos que vamos a vivir en nuestras comunidades. Durante este tiempo muchos niños recibirán por primera vez la Eucaristía, adolescentes y jóvenes recibirán el sacramento de la Confirmación y en muchos lugares celebraréis distintas fiestas en honor de Nuestra Señora. Que todos estos acontecimientos nos ayuden a ser testigos de la alegría de la Pascua y que sepamos vivirlos en la profundidad de la fe.

Una de las primeras citas es el encuentro diocesano misionero de niños que la Delegación de Misiones organiza este año, el día 18 de abril, en Brea de Aragón. Todos los años ha sido un momento importante, vivido en distintos lugares de la diócesis, y que aporta a nuestros niños un sentido misionero de la vida cristiana, os invito a participar en él y a facilitar la asistencia de los niños que asisten a catequesis.

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También en este tiempo de Pascua nos iremos preparando para celebrar el próximo Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia. El papa Francisco anunció el viernes, 13 de marzo de 2015, en la Basílica de San Pedro, la celebración de un Año Santo Extraordinario.

Este jubileo de la Misericordia se iniciará el presente año con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica Vaticana durante la solemnidad de la Inmaculada Concepción y concluirá el 20 de noviembre de 2016 con la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

El anuncio se realizó durante la homilía de la celebración penitencial con la que el Santo Padre dio inicio a las 24 horas para el Señor. La apertura del próximo Jubileo adquiere un significado especial ya que tendrá lugar en el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, ocurrida en 1965. Será por tanto un impulso para que la Iglesia continúe la obra iniciada con el Vaticano II. El anuncio oficial y solemne del Año Santo tendrá lugar con la lectura y publicación junto a la Puerta Santa de la Bula, el Domingo de la Divina Misericordia, fiesta instituida por San Juan Pablo II que se celebra el próximo domingo.

Con el Jubileo de la Misericordia, el papa Francisco pone al centro de la atención el Dios misericordioso que invita a todos a volver hacia Él. El encuentro con Él inspira la virtud de la misericordia.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

BENDITA Y ALABADA SEA LA HORA EN QUE MARÍA SANTÍSIMA

VINO EN CARNE MORTAL A ZARAGOZA 12 abril 2015

Queridos hermanos y amigos: Celebramos en este año 2015 un año Jubilar del Pilar, el 1975 aniversario de la Venida

en carne mortal de la Virgen a Zaragoza, efeméride que, a su vez, coincide con el 250 aniversario de la finalización de la actual Santa Capilla. Con este motivo se han organizado diversas iniciativas y actos. Vivimos, especialmente en Aragón, un tiempo de gracia y misericordia que se ofrece a todos para fomentar el amor a Dios y a la Santísima Virgen.

Una expresión propia de aquellos que van a la Basílica del Pilar es decir que se va a "ver a la Virgen", la expresión tiene un carácter familiar, es la misma que empleamos cuando vamos a ver a un ser querido; no es una visita de cortesía o cumplimiento es una visita que expresa nuestro amor.

¡Cuánto sabe la Virgen del Pilar de las necesidades, preocupaciones y dolores de los que acu-den hasta Ella! ¡Cuánto sabe de las alegrías con las que sus hijos van a darle gracias por tantos beneficios!

El próximo día 25 de abril, sábado, todas las diócesis aragonesas estamos invitados a ir a "ver a la Virgen". Lo haremos en la peregrinación que se ha organizado para todas nuestras diócesis; también en la nuestra de Tarazona nos queremos unir a este homenaje a nuestra Madre. A Ella presentaremos en ese día, llenos de confianza, todas las preocupaciones y necesidades de nuestra diócesis de Tarazona, ante ella llevamos especialmente las intenciones de los que más sufren entre nosotros. Ella es la Madre de Misericordia a la que acudimos confiados.

Os animo a que organicemos esta peregrinación con ilusión y a que venzamos la pereza para manifestar nuestro amor a María, Ella se lo merece y nos bendecirá. Que tengamos el gozo de vernos junto a todos nuestros hermanos que peregrinan en las diócesis aragonesas y que María nos ayude a dar el testimonio que nuestra sociedad necesita para encontrar en Dios su plena realización.

En este segundo domingo de Pascua, o de la Divina Misericordia, somos invitados con santo Tomás a no ser incrédulos sino creyentes y a poner nuestras dedos en las heridas de Cristo que nos muestra en ellas su misericordia y su amor.

A Nuestra Señora la Virgen del Pilar queremos confiar el que esta misericordia llegue a todos y que, como nos decía el papa Francisco al anunciar el Año Extraordinario Jubilar de la

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Misericordia: “Estoy convencido de que toda la Iglesia podrá encontrar en este Jubileo la alegría de redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos somos llamados a dar consuelo a cada hombre y cada mujer de nuestro tiempo. Lo confiamos a partir de ahora a la Madre de la Misericordia para que dirija a nosotros su mirada y vele en nuestro camino”. Nosotros a la Virgen del Pilar confiamos el próximo año de la Misericordia.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

FELIZ DÍA DE LA PRIMERA COMUNIÓN 19 de abril de 2015

Queridos hermanos y amigos: Como he hecho los últimos años, hoy os quiero dirigir esta carta a los niños y niñas que este

año hacéis, durante los próximos días, vuestra Primera Comunión. Es un momento importante para vosotros, queridos niños, y también para toda vuestra familia. Vuestros padres, que siempre os dan lo mejor, han querido que sigáis creciendo como cristianos y por eso os han llevado a la catequesis de vuestra parroquia.

Durante, al menos, dos años de preparación, los catequistas os han ido formando poco a poco en los fundamentos de la fe. ¡Cuántas cosas habéis aprendido en estos años! Sobre todo habéis conocido a Jesús como a vuestro mejor amigo, que rezando habláis con Él, que está siempre a nuestro lado y que nos ayuda en todo. No os olvidéis nunca de las cosas que habéis aprendido estos años.

A partir de ahora, también vosotros, como Jesús desde niño, tendréis que crecer no sólo en estatura, sino también “en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres”, así la “semilla” que se plantó en vuestro bautismo empiece a dar sus frutos, tales como: el descubrir que la vida es un regalo de un Dios Padre, que nos la da por amor y para amar. La Eucaristía que celebramos cada domingo nos ayuda a vivir la alegría de ser hijos de Dios y nos da la fuerza para que siempre hagamos el bien, sobre todo amando, perdonando y ayudando a los demás.

En este día tan bonito de vuestra Primera Comunión, además de a Dios, nuestro Padre, tenéis que agradecer a todas las personas que tanto han hecho por vosotros para que lleguéis a este día. En primer lugar a vuestros padres que un día decidieron que formarais parte de la Iglesia por medio del Bautismo y que han querido que conozcáis más a Jesús con la catequesis. También a vuestros abuelos, ¡cuánto hacen hoy en día los abuelos por los niños! Vuestros padres a veces están muy ocupados y son ellos los que os acompañan y cuidan. Estoy seguro que muchos os han acompañado a la catequesis y os han llevado a Misa. Esto me recuerda lo que un día un joven me decía: yo voy a misa todos los domingos y se lo debo a mis abuelos que desde niño muy pequeño siempre me llevaban con ellos a la Iglesia. ¡Qué gran labor hacen los abuelos transmitiendo la fe!

Además, debéis dar las gracias por vuestros catequistas y sacerdotes que, con tanta generosidad y entrega, han comprendido las palabras de Jesús: “Dejad que los niños se acerquen a mí”. Vuestros catequistas y sacerdotes han entendido muy bien las palabras de Jesús: Cuando hagáis algo a estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo estáis haciendo.

Quiero unirme estos días a la alegría que estáis viviendo por vuestra Primera Comunión; sabed que todos los días rezo por los niños, estos días con mayor intensidad, lo hago especialmente por vosotros y por los niños que sufren. Os recuerdo a todos que con la Primera Comunión comenzáis una nueva etapa en vuestra vida. No os olvidéis de seguir yendo a Misa, de participar en las catequesis que se hace después de la comunión o de uniros a algún grupo que siga haciéndoos crecer como cristianos. No os arrepentiréis nunca de seguir siendo amigos de Jesús y de ser miembros de la Iglesia. No olvidéis nunca que Jesús os ama, es vuestro mejor amigo.

Con todo afecto y cariño os saludo y bendigo.

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EL ÉXODO, EXPERIENCIA FUNDAMENTAL DE LA VOCACIÓN Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

26 abril 2015

Queridos hermanos y amigos: En este cuarto Domingo de Pascua la liturgia nos presenta a Jesucristo Resucitado como el

buen Pastor. Resuena la voz de Jesús que nos dice en el Evangelio: “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da la vida por las ovejas” (Juan 10, 11). Cristo resucitado nos acompaña en el camino de nuestra vida, Él nos conoce y sigue dando su vida por nosotros.

Jesús ha querido también llamar a personas concretas para que con una consagración total hicieran presente con su testimonio y sus palabras a esta figura de Jesús como buen Pastor. Por ello, en este cuarto Domingo de Pascua, desde hace más de cincuenta años celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.

El Papa nos ha dirigido, como es tradicional en este día, un mensaje en el que comienza recordándonos: “La importancia de rezar para que, como dijo Jesús a sus discípulos, ‘el dueño de la mies... mande obreros a su mies’ (Lucas 70,2). Jesús nos dio este mandamiento en el contexto de un envío misionero: ‘además de los doce apóstoles, llamó a otros setenta y dos discípulos y los mandó de dos en dos para la misión’ (cf. Lucas 7017-76)”.

Para poder vivir esta llamada el Papa Francisco nos recuerda la experiencia del Éxodo del pueblo de Israel, narrada en el segundo libro de la Biblia que lleva el mismo nombre, Libro del Éxodo. Nosotros queremos, también hoy, escuchar la voz de Cristo, nuevo Moisés y, así, como nos dice Francisco: “Seguir la voz de Cristo buen Pastor, dejándose atraer y conducir por él y consagrando a él la propia vida y -como nos sigue diciendo el Papa- suscitar en nosotros el deseo y la determinación gozosa de entregar nuestra vida y gastarla por la causa del Reino de Dios”.

Es necesario, como tantas veces os insisto, en que no desfallezcamos en orar con insistencia al Señor para que conceda a su Iglesia personas consagradas y especialmente en nuestra diócesis de Tarazona. Junto a la oración es importante también la propuesta; sí, debemos proponer, sin vergüenza y con ilusión la vocación consagrada. La mejor propuesta es nuestro testimonio que presente una vida entregada con alegría al servicio del Señor y de los hermanos.

El Papa Francisco nos recuerda, citando al Papa emérito Benedicto XVI, que: “La raíz profunda de todo esto es el amor. En efecto, la vocación cristiana es sobre todo una llamada de amor que atrae y que se refiere a algo más allá de uno mismo, descentra a la persona, inicia un camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios”.

Con el Papa quisiera que todos nos uniéramos hoy en oración y en torno a María, como en el Cenáculo, “Ella, nos ayudará para estar plenamente disponibles al designio que Dios tiene para cada uno de nosotros, para que crezca en nosotros el deseo de salir e ir, con solicitud, al encuentro con los demás (cf. Lucas 1,39). Que la Virgen Madre nos proteja e interceda por todos nosotros”.

Con todo afecto y cariño os felicito y os bendigo

FELIZ DÍA DE LA PRIMERA COMUNIÓN 3 de mayo de 2015

Queridos hermanos y amigos: Como he hecho los últimos años, hoy os quiero dirigir esta carta a los niños y niñas que este

año hacéis, durante los próximos días, vuestra Primera Comunión. Es un momento importante para vosotros, queridos niños, y también para toda vuestra familia. Vuestros padres, que siempre os dan lo

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mejor, han querido que sigáis creciendo como cristianos y por eso os han llevado a la catequesis de vuestra parroquia.

Durante, al menos, dos años de preparación, los catequistas os han ido formando poco a poco en los fundamentos de la fe. ¡Cuántas cosas habéis aprendido en estos años! Sobre todo habéis conocido a Jesús como a vuestro mejor amigo, que rezando habláis con Él, que está siempre a nuestro lado y que nos ayuda en todo. No os olvidéis nunca de las cosas que habéis aprendido estos años.

A partir de ahora, también vosotros, como Jesús desde niño, tendréis que crecer no sólo en estatura, sino también “en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres”, así la “semilla” que se plantó en vuestro bautismo empiece a dar sus frutos, tales como: el descubrir que la vida es un regalo de un Dios Padre, que nos la da por amor y para amar. La Eucaristía que celebramos cada domingo nos ayuda a vivir la alegría de ser hijos de Dios y nos da la fuerza para que siempre hagamos el bien, sobre todo amando, perdonando y ayudando a los demás.

En este día tan bonito de vuestra Primera Comunión, además de a Dios, nuestro Padre, tenéis que agradecer a todas las personas que tanto han hecho por vosotros para que lleguéis a este día. En primer lugar a vuestros padres que un día decidieron que formarais parte de la Iglesia por medio del Bautismo y que han querido que conozcáis más a Jesús con la catequesis. También a vuestros abuelos, ¡cuánto hacen hoy en día los abuelos por los niños! Vuestros padres a veces están muy ocupados y son ellos los que os acompañan y cuidan. Estoy seguro que muchos os han acompañado a la catequesis y os han llevado a Misa. Esto me recuerda lo que un día un joven me decía: yo voy a misa todos los domingos y se lo debo a mis abuelos que desde niño muy pequeño siempre me llevaban con ellos a la Iglesia. ¡Qué gran labor hacen los abuelos transmitiendo la fe!

Además, debéis dar las gracias por vuestros catequistas y sacerdotes que, con tanta generosidad y entrega, han comprendido las palabras de Jesús: dejad que los niños se acerquen a mí. Vuestros catequistas y sacerdotes han entendido muy bien las palabras de Jesús: Cuando hagáis algo a estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo estáis haciendo.

Quiero unirme estos días a la alegría que estáis viviendo por vuestra Primera Comunión; sabed que todos los días rezo por los niños, estos días con mayor intensidad, lo hago especialmente por vosotros y por los niños que sufren.

Os recuerdo a todos que con la Primera Comunión comenzáis una nueva etapa en vuestra vida. No os olvidéis de seguir yendo a Misa, de participar en las catequesis que se hace después de la comunión o de uniros a algún grupo que siga haciéndoos crecer como cristianos. No os arrepentiréis nunca de seguir siendo amigos de Jesús y de ser miembros de la Iglesia. No olvidéis nunca que Jesús os ama, es vuestro mejor amigo.

Con todo afecto y cariño os felicito y os bendigo.

NO TENGÁIS MIEDO A SER CRISTIANOS: Carta a los que se confirman este año.

10 de mayo de 2015

Queridos hermanos y amigos: El pasado domingo 19 de abril, dirigía mi carta semanal a los niños y niñas que durante estos

días harán su Primera Comunión; hoy quiero dirigirme a aquellos que a lo largo de este año habéis recibido o recibiréis el sacramento de la Confirmación.

Aunque el tiempo de Pascua es el más idóneo para celebrar el sacramento de la

Confirmación, durante todo el año las parroquias me pedís en distintos días que administre este sacramento. Es para mí siempre un motivo de alegría poder celebrar este sacramento, a veces a grupos numerosos y otras muchas a pequeños grupos, lo importante es que el Obispo se haga presente en vuestras comunidades y con su presencia anime vuestra fe y vuestra esperanza.

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El gran protagonista del sacramento de la Confirmación es el Espíritu Santo, como nos dice Jesús en el Evangelio es Él el que nos lo enseña todo (Cf. Lucas, 12, 12) y, por ello, es necesario que después de recibir el Bautismo, que nos hace hijos de Dios y miembros de su Iglesia, recibamos este sacramento.

Así como un niño pequeño debe llegar a su plenitud en la madurez, en el aspecto espiritual la Confirmación produce en nosotros el crecimiento necesario para llegar a la madurez cristiana. Desde el Bautismo Dios habita en nosotros pero en la Confirmación se nos da el Espíritu Santo con más abundancia, es como un Pentecostés para los discípulos de Cristo. Así como en Pentecostés descendió el Espíritu Santo, también ahora por la imposición de las manos y la santa unción viene a cada confirmando.

En la oración que el Obispo pronuncia sobre los confirmandos se pide al Señor que envíe sobre ellos los siete dones del Espíritu Santo: “Sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad, temor de Dios”.

Todos estos dones nos ayudan a vivir como hijos de Dios, llenan de plenitud nuestra vida y cada día debemos pedir vivir de acuerdo a ellos. Es un tesoro que Dios pone en nuestras vidas y que debemos cuidar cada día. Muchas otras cosas que ahora os parecen magníficas pasarán y sólo los dones de Dios permanecerán y os ayudarán siempre.

Queridos adolescentes y jóvenes que recibís este año el sacramento de la confirmación, quisiera hacer mías las palabras que el papa Francisco dirigía a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud de Brasil: "Ustedes son el campo de la fe. Ustedes son los atletas de Cristo. Ustedes son los constructores de una Iglesia más hermosa y de un mundo mejor…No tengan miedo de lo que les pide Dios. Vale la pena decir sí. En él está la alegría”.

Vuestro obispo y los sacerdotes, vuestras parroquias y sus catequistas y los cristianos de Tarazona, ponemos nuestra esperanza en vosotros, no sólo porque sois el futuro sino porque sois ya el presente. No tengáis miedo, pues, como os decía el Papa, a ser cristianos, decid un rotundo sí a Dios porque nunca os arrepentiréis.

A vosotros y a vuestras familias os quiero felicitar, hoy nadie se siente obligado por presiones sociales a recibir este sacramento, seguid pues con alegría este camino que libremente habéis elegido.

No me olvido de los sacerdotes, religiosas y catequistas que os han acompañado durante el tiempo de preparación y catequesis, lo habéis hecho con total entrega, generosidad e ilusión, mis gracias más sinceras y de corazón por vuestra labor.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

APUNTA A TUS HIJOS A CLASE DE RELIGIÓN 17 de mayo de 2015

Queridos hermanos y amigos: Desde hoy, día 17 de mayo, iniciamos la campaña “Apunta a tus hijos a la clase de Religión”

que la Delegación Diocesana de Enseñanza nos presenta con el lema: “Queremos que te conozcan”. Quiero, pues, reflexionar hoy con todos vosotros sobre la importancia que tiene para nuestros

niños y adolescentes, para vuestros hijos, el que dentro de su formación académica reciban en sus escuelas, institutos y colegios una adecuada formación religiosa a través de las clases de religión y moral católicas.

Es importante que los padres a la hora de realizar la inscripción y matrícula de sus hijos, piensen en inscribirlos y matricularlos también en la clase de Religión Católica. Es un derecho que cada padre puede y debe ejercer en beneficio de la educación plena e integral de sus hijos y de acuerdo con sus propias convicciones morales y religiosas.

No es, por lo tanto, una concesión que se nos hace cuando se permiten las clases de religión en las escuelas e institutos, es un derecho fundamental de los padres, reconocido por la Constitución

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Española en el artículo 27.3; que sus hijos reciban la enseñanza religiosa y moral católica, siguiendo sus propias convicciones. Apostamos, por lo tanto, por la libertad de los padres a la hora de educar a sus hijos y pedimos que este derecho sea plenamente respetado.

Las clases de religión colaboran, sin duda, a dar un sentido importante a la vida de vuestros hijos. Una serie de principios morales se transmiten desde el Evangelio de Jesús que ayudarán a construir una sociedad mejor y a que desde la niñez se les ayude a elegir valores que impulsen su vida y a ensanchar su mirada y sus metas.

Las clases de religión ayudan a conocer más y mejor a Jesús y a descubrir los valores que el cristianismo ha aportado y aporta a la sociedad: la riqueza interior, ser solidarios, relacionarse mejor con los demás y vivir valores éticos que hagan una sociedad más justa.

Junto a estos valores morales, la clase de religión aporta también los conocimientos que ayudan a comprender nuestra cultura occidental. No podemos prescindir del hecho religioso cristiano para poder comprender la filosofía, el arte y la cultura que encontramos en el estudio de diferentes materias. Sin el acervo cristiano hay muchos aspectos de nuestra sociedad que no podremos comprender ni interpretar.

Quisiera que todos tomáramos interés en este tema importante de la educación religiosa en la escuela. No lo hacemos por lo que podríamos llamar “proselitismo”, lo hacemos para aportar a nuestra sociedad una serie de valores éticos, morales y culturales que la enriquece y aporta sus valores más positivos y que colaboran a una sociedad mejor.

Os ruego a los sacerdotes y catequistas, así como a los responsables de los colegios de la Iglesia que transmitáis esta carta a los padres y que los animéis a que sus hijos se apunten a la clase de religión. Comentad con ellos las muchas aportaciones que una adecuada formación religiosa puede proporcionar a sus hijos.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

RECIBID EL ESPÍRITU SANTO 24 de mayo de 2015

Queridos hermanos y amigos: Llegamos hoy a la culminación del tiempo pascual con la solemnidad de Pentecostés.

Hacemos presente hoy la promesa del Señor al ascender a los cielos: “Dentro de pocos días seréis bautizados con Espíritu Santo” (cf. Hechos, 1).

Hoy es el día en que abrimos nuevamente el corazón y el espíritu para recibir en nuestra vida el Espíritu Santo que como nos decía San Agustín es: “La caridad que viene de Dios y es Dios, es propiamente el Espíritu Santo, por el que se derrama la caridad de Dios en nuestros corazones, haciendo que habite en ellos la Trinidad. Por esta causa, siendo el Espíritu Santo Dios, se llama Don de Dios. ¿Y qué puede ser este Don, sino amor que nos allega a Dios, sin el cual cualquier otro don de Dios no nos lleva a Dios?” (De Trinitate XV, 18, 32).

Efectivamente, cuando pedimos el Espíritu Santo, pedimos la caridad, el amor de Dios que obra en nuestras vidas y habita en nosotros. Él quiere acompañarnos en el camino de nuestra vida sin abandonarnos jamás, por eso escuchamos hoy la exhortación de San Agustín: “El Espíritu Santo ha comenzado a habitar en vosotros. ¡Que no se tenga que marchar! No lo excluyáis de vuestros corazones. Es buen huésped: si os encuentra vacíos, os llena; si hambrientos, os alimenta; finalmente, sí os halla sedientos, os embriaga. Sea Él quien os embriague, pues dice el Apóstol: No os embriaguéis de vino, en el cual está todo desenfreno. Y, como queriendo enseñarnos de qué debemos embriagarnos, añadió: Antes bien llenaos del Espíritu Santo, cantando entre vosotros con himnos, salmos y cánticos espirituales, cantando al Señor en vuestros corazones (Ef 5,18-19)” (Sermón 225, 4).

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Que la celebración de este día sea una sincera petición para llenarnos de Él y que nuestras parroquias y comunidades sean un nuevo Cenáculo que transforme nuestras vidas y nos dé la valentía para anunciar el Evangelio, como fue el primer Pentecostés.

María tiene una presencia especial en este día que además coincide con la fiesta de María Auxiliadora. Como decía un día de Pentecostés el papa emérito Benedicto XVI: “No hay Iglesia sin Pentecostés. Y querría añadir: no hay Pentecostés sin la Virgen María. Así fue al inicio, en el Cenáculo, donde los discípulos ‘perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos’, como nos refiere el libro de los Hechos de los Apóstoles (1,14)”.

Es también hoy un día importante en nuestro país ya que somos convocados para votar a aquellos que formarán los Ayuntamientos y las Cortes de Aragón, en nuestro caso. Es una obligación a la que los cristianos tenemos que responder con responsabilidad. Debemos votar en conciencia buscando a aquellos que sean los mejores candidatos y que busquen el bien común, así como el adecuado progreso de nuestros pueblos y ciudades. Rezamos hoy especialmente para que sepamos ejercer este derecho y obligación ciudadana y para que los resultados sean los más adecuados y los elegidos sepan ejercer sus cargos como un servicio en el respeto a todos.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

SÓLO DIOS BASTA: JORNADA PRO ORANTIBUS 2015 31 de mayo de 2015

Queridos hermanos y amigos: Después de haber concluido el domingo pasado el Tiempo de Pascua con la solemnidad de

Pentecostés, hemos vuelto al Tiempo Ordinario; pero todavía en estos domingos inmediatos vamos a celebrar dos grandes solemnidades del año litúrgico: La de la Santísima Trinidad y la del Corpus Christi.

Confesamos hoy el misterio de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, misterio de amor y salvación que se derrama sobre los hombres. En este domingo la Iglesia nos invita a orar por aquellos y aquellas que han consagrado su vida a la contemplación y la oración. Este año adquiere un sentido especial ya que estamos dentro del Año de la Vida Consagrada y en el Año Jubilar Teresiano; de ahí el eslogan elegido con una frase de Santa Teresa de Jesús: “Sólo Dios basta”.

Los contemplativos han querido hacer vida la expresión de Santa Teresa, con una existencia totalmente dedicada a Dios y al bien de la Iglesia. Ellos han sabido responder a la llamada de Dios y con su vida completamente dedicada al Señor han descubierto en Él que sólo Dios llena las aspiraciones más profundas del ser humano y de esta forma colma la vida entera, algo que nadie ni nada en este mundo puede hacer. Sus vidas son un testimonio vivo de lo que nos dice la Santa Andariega y Fundadora, sólo Dios basta.

Nos unimos hoy a los monasterios contemplativos de nuestra diócesis que en los últimos años han ido disminuyendo y en los que las monjas que lo habitan pasan por la dificultad de ser menos y más mayores. ¡Qué necesario es que pidamos al Señor, que esas lámparas encendidas que son nuestros monasterios sean bendecidos por el Señor con nuevas vocaciones! Los monasterios en una diócesis son una gran riqueza espiritual que, desde el silencio y la entrega, tanto nos aportan.

La vida monástica es a la vez una invitación a descubrir que todo bautizado debe ser también un contemplativo en medio del mundo. El Catecismo de la Iglesia nos explica en el número 2709, empleando palabras de Santa Teresa qué es la contemplación:

“¿Qué es esta oración? Santa Teresa responde: “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Santa Teresa de Jesús, Libro de la vida, 8).

La contemplación busca al “amado de mi alma” (Ct 1, 7; cf Ct 3, 1-4). Esto es, a Jesús y en Él, al Padre. Es buscado porque desearlo es siempre el comienzo del amor, y es buscado en la fe

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pura, esta fe que nos hace nacer de Él y vivir en Él. En la contemplación se puede también meditar, pero la mirada está centrada en el Señor.

Concluyo esta carta recordando a los monasterios de nuestra diócesis que, a pesar de las dificultades que más arriba señalaba, siguen viviendo con total entrega, generosidad y alegría su consagración al Señor. No perdáis nunca vuestra esperanza y, sin desfallecer, pedid por la Iglesia, por nuestra diócesis y para que el Señor suscite las vocaciones que necesitamos.

Queridas hermanas contemplativas: rezamos por vosotras y rezad vosotras por toda la diócesis.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

SOLEMNIDAD DE CORPUS CHRISTI: LA FIESTA DEL AMOR CRISTIANO 7 de junio de 2015

Queridos hermanos y amigos: Celebramos en este domingo la solemnidad del Corpus Christi, una de las fiestas más

populares y arraigadas en nuestra nación, pocos serán los pueblos o ciudades que no tengan en este día una solemne y popular procesión acompañando a Jesús Eucaristía por sus calles. Una participación importante es la de tantos niños y niñas que con sus vestidos de la primera comunión acompañaran a Cristo en las distintas procesiones.

Cristo ocupa hoy las calles de nuestras ciudades y pueblos y con Él el pueblo cristiano que, junto a su Señor, quiere transmitir un mensaje de amor, de esperanza y de paz a todos los que la contemplan.

La Eucaristía está unida a la caridad y al amor cristiano, en la Eucaristía recibimos el amor de Cristo entregado por nosotros y, llenos de Él, somos invitados a vivir como transmisores de su amor y su caridad. Por eso hoy la Iglesia en España une a este día una jornada dedicada a Cáritas.

Cáritas es la presencia caritativa de la Iglesia que presta hoy en día un servicio imprescindible en nuestra sociedad y lleva a todos el esfuerzo que los cristianos realizamos con nuestros donativos para paliar las dificultades y sufrimientos de muchas familias que sufren la dureza de la crisis económica.

La Iglesia se preocupa por los problemas que hoy en día azotan a nuestra sociedad y quiere poner a disposición de ella aquello que pueda colaborar en un mundo más justo en el que el bien de cada persona prime por encima de la codicia financiera y la avaricia personal.

Recientemente los obispos españoles hemos querido transmitir esta preocupación con una reflexión sobre estos problemas de nuestra sociedad. El pasado 24 de abril en Ávila, en la conclusión de la Plenaria de la Conferencia Episcopal, quisimos transmitir a nuestra sociedad una Instrucción Pastoral titulada “Iglesia, servidora de los pobres”.

Como decimos en la Introducción de este documento: “Como pastores de la Iglesia, queremos compartir con los fieles y con cuantos quieran escucharnos nuestra preocupación ante la difícil situación que estamos viviendo y que a tantos afecta. Nuestra reflexión en esta Instrucción es algo que modestamente queremos ofrecer a nuestra sociedad basada en la Doctrina Social de la Iglesia”.

Ningún cristiano puede permanecer indiferente ante la situación social que nos interpela, por ello quiero agradecer a todas las instituciones eclesiales que, con un esfuerzo generoso y muchas veces con escasos recursos, colaboran a mantenernos solidarios con los que más lo necesitan.

Especialmente en este día quiero manifestar mi agradecimiento a Cáritas que en nuestra diócesis de forma humilde pero eficaz, a pesar de sus menguados ingresos, multiplican por mil la caridad de todos. Apoyemos hoy a Cáritas con nuestra oración y con nuestras donaciones.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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VISITA PASTORAL AL ARCIPRESTAZGO DEL HUECHA 14 de junio de 2015

Queridos hermanos y amigos: En este domingo comienzo la Visita Pastoral al Arciprestazgo del Huecha que en una

primera etapa se prolongará hasta el día 28 de junio, posteriormente en el mes de octubre se retomará y concluirá.

La Visita Pastoral del Obispo a las distintas parroquias de su diócesis es una de sus ocupaciones principales, el Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos señala en su número 220 que: “Es una oportunidad para reanimar las energías de los agentes evangelizadores, felicitarlos, animarlos y consolarlos; es también la ocasión de invitar a todos los fieles a la renovación de la propia vida cristiana y a una acción apostólica más intensa”.

Desde mi llegada a esta diócesis el 19 de marzo de 2011 he tenido numerosas ocasiones de visitar muchas parroquias para conferir el sacramento de la Confirmación, para celebrar las fiestas patronales u otras efemérides parroquiales, oportunidades que me han posibilitado encontrarme con muchísima gente y conocer a mis diocesanos.

La Visita Pastoral es una oportunidad de profundizar más en este conocimiento de la diócesis, durante muchos días el Obispo se encuentra con sus sacerdotes, conoce los trabajos pastorales de las parroquias e intenta acercarse a todas las realidades.

El papa Francisco nos anima a los pastores a esta cercanía al Pueblo de Dios. El año pasado en la Visita ad limina nos recomendaba: “No ahorréis esfuerzos para abrir nuevos caminos al Evangelio, que lleguen al corazón de todos, para que descubran lo que ya anida en su interior, Cristo como amigo y hermano”.

Siguiendo esta invitación quiero en esta Visita Pastoral llamar a cada puerta, acercarme a cada uno, hablar como amigo de casa, escuchar vuestro corazón y compartir con vosotros ilusiones, alegrías, esperanzas, anhelos, tristezas y preocupaciones.

La Visita Pastoral puede ser una ocasión magnífica para revitalizar la propia fe y el sentido de comunión de nuestras parroquias y así comprometernos más activamente en la difusión del Evangelio en los ambientes propios en donde compartir vuestro diario caminar y donde sois luz y sal de la tierra.

Estos días en el Arciprestazgo del Huecha quieren ser unos días dedicados en exclusividad a vosotros encontrándome con los sacerdotes, miembros y grupos parroquiales. Especialmente significativa debe ser la visita a los enfermos, los encuentros con los niños y jóvenes. Además me gustaría compartir las preocupaciones de las instituciones civiles, escuelas, institutos, corporaciones municipales y centros donde realizáis vuestros trabajos.

La cumbre de todos estos encuentros serán las distintas celebraciones que en cada comunidad realicemos, expresando así la alegría de nuestra fe y de nuestra comunión.

A todos os ruego una oración por esta Visita Pastoral y con todo afecto os saludo y bendigo.

A JESÚS LE IMPORTAN NUESTROS SUFRIMIENTOS 21 de junio de 2015

Queridos hermanos y amigos: En estos últimos días del mes de junio van concluyendo las actividades del curso; los colegios

entran en un periodo de evaluación, las distintas actividades culturales van realizando sus actos de clausura y también en nuestras parroquias y grupos de formación se pone fin a muchas actividades.

Es un tiempo para revisar aquello que hemos realizado intentando siempre mejorarlo en el futuro pero, sobre todo, es un tiempo de acción de gracias; los cristianos siempre debemos tener un corazón agradecido por lo que Dios realiza en nosotros. Es verdad que muchas veces podemos estar

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descontentos, o nos sentimos desalentados porque no vemos los frutos deseados de nuestros desvelos y trabajos pero el pesimismo no nos puede vencer.

El Evangelio de este domingo (Marcos 4, 35-40) nos ofrece una escena que muchas veces nosotros podemos vivir: nos presenta a Jesús con sus discípulos, al atardecer y estando en una barca se levanta una gran tempestad y surge el miedo y el terror, en esta situación difícil choca el dato que el evangelista nos da, Jesús se ha dormido; los discípulos gritan angustiados y Jesús los escucha y calma la tormenta.

Cuántas veces sentimos en nuestra vida esa misma angustia y, a la vez, esa impotencia ante aquellas cosas que nos cuesta trabajo comprender; parece incluso que también Jesús está dormido y no responde a nuestra angustia. También en el campo de nuestras actividades pastorales nos puede suceder lo mismo.

En estas situaciones se pone a prueba nuestra fe porque no podemos nunca dudar de que a Jesús sí le importan las situaciones por las que pasamos y por qué no decirlo, quiere que le gritemos con nuestra oración.

Pongamos nuestros ojos en el Señor, con la confianza de que a pesar de las dificultades, Él es quien guía nuestra barca y aunque las dificultades y sufrimientos siempre están presentes, nuestra fe nos asegura que quien grita al Señor será escuchado.

Tampoco las dificultades nos pueden apartar de los hermanos ya que abrirnos a ellos y tenderles la mano, al contrario de lo que podemos pensar, disipa y alivia todo aquello que de negativo hay en nosotros.

Por eso podemos decir con las palabras de San Pablo que hemos escuchado en la segunda lectura (2 Corintios 14-17): “Nos apremia el amor de Cristo”. Ponemos pues nuestros ojos en el hermano, especialmente en aquellos que más necesitan encontrarse con la Buena Noticia del Evangelio de Jesús.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

MAÑANA DÍA DE LOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO 28 de junio de 2015

Queridos hermanos y amigos: Mañana celebraremos la solemnidad de San Pedro y San Pablo, Apóstoles. Fiesta que

siempre los católicos hemos querido conmemorar con especial solemnidad, aunque desde hace ya años fue suprimida del calendario laboral de España como día festivo. La cercanía de esta solemnidad me da la oportunidad este domingo de reflexionar con vosotros sobre lo que celebramos mañana.

En la solemnidad de los dos Apóstoles queremos hacer nuestra la frase que tantas veces los católicos hemos repetido y hemos hecho nuestra: “Cum Petro et sub Petro”, es decir, con Pedro y bajo Pedro; el Papa es garantía para todos y custodia de la fe.

Los Santos Pedro y Pablo, elegidos por el Señor como columnas de la Iglesia, son dos personas muy diferentes y con historias muy distintas. Sus caminos de encuentro con el Señor son también distintos; Pedro conoció al Señor personalmente, lo acompañó durante tres años, conoció su amor y su perdón después de la traición; la de Pablo fue muy distinta: de perseguidor de los cristianos se convirtió en acérrimo defensor y apóstol de Jesús. Dos apostolados que empiezan siendo muy diferentes, pero que cada vez se van pareciendo más, hasta quedar unidos en el martirio en Roma, bajo Nerón.

Tanto San Pedro como San Pablo, apóstoles, han compartido la misma misión por caminos distintos, pero han demostrado su grandeza en el sufrimiento. Una vez dado el sí a Jesucristo, no se echaron atrás. Entregaron la vida por la comunidad (por el Cuerpo de Cristo, por Cristo).

Al celebrar en esta fiesta a los dos Apóstoles, es natural, que hoy tengamos presente al Papa, y recemos por él, e intentemos ayudarle en su preocupación y acción caritativa a favor de los pobres

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con nuestro donativo económico, con lo que se llama el óbolo de San Pedro. Siempre los católicos hemos tenido este tierno afecto a todos aquellos que han sido elegidos como pastores universales y han ocupado la sede de Pedro en Roma.

Hoy el papa Francisco es el sucesor de Pedro, todos hemos tenido la oportunidad de verlo ya sea personalmente o por los medios de comunicación; su ministerio es una gracia que el Señor concede en estos tiempos a su Iglesia. Su testimonio público de la fe nos hace presente tantas veces la misericordia de Dios y su amor hacia los hombres.

Lo hemos visto acercarse a todos, recorrer las calles y plazas de tantos lugares, dejando de lado su fatiga y totalmente entregado a confirmar en nosotros la verdadera fe que salva y a reavivar nuestro compromiso cristiano.

Especialmente ha llegado su testimonio acercándose a aquellos que sufren, su “salida” hacia lo que él mismo llama las “periferias”, es decir aquellos sumidos en la enfermedad, en el dolor, la injusticia o la pobreza. Es la Iglesia en salida y al encuentro de todos. Es una imagen que se ha impreso para siempre en el alma de la Iglesia y debe permanece en nuestra memoria para garantizar y consolidar nuestra fidelidad a Cristo y a su Iglesia.

Esta solemnidad es una cordial invitación para renovar nuestra adhesión incondicional al vicario de Cristo sobre la tierra, el papa Francisco. Nuestro amor por el Santo Padre debe ser un amor práctico y realista. Un amor que se traduzca en obras y que se puede manifestar en la lectura asidua de su magisterio y en la conformación de nuestra mente y de nuestra vida con sus directrices. Se trata de seguir no sólo sus órdenes, sino de escuchar y llevar adelante también sus deseos.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LA CATEDRAL: DE TARAZONA A OSLO 5 de julio de 2015

Queridos hermanos y amigos: El 11 de junio del 2015 quedará enmarcado en la historia de nuestra catedral de Tarazona con

letras de oro, porque en ese día recibió el Premio de Europa Nostra, Premio Unión Europea de Patrimonio Cultural. De los 263 proyectos presentados de 29 países, 28 han merecido premios. La catedral de Tarazona ha obtenido el premio en la categoría de conservación. El jurado ha valorado también que la restauración llevada a cabo en la seo turiasonense es, asimismo, un excelente ejemplo de colaboración interinstitucional. Esperamos el 5 de octubre, fiesta de nuestro querido patrón, San Atilano, para hacer la presentación de la placa y diploma que tuvimos el honor de recibir en la capital de Noruega.

La catedral de Tarazona nos recuerda que la “via pulchritudinis”, el camino de la belleza, es un lugar privilegiado para llegar a Dios. Los artistas han sido dotados por el Creador con una parte de su ser, para poder captar el misterio y hacerlo asequible a los hombres. Es ese misterio el que celebramos, adoramos y proclamamos en nuestra catedral. Es el misterio de la Belleza inmutable.

Entrar en la Catedral “Santa María de la Huerta” es una experiencia inolvidable; es sentir un impulso vertical hacia lo alto y dejarnos envolver por la luminosidad que se ha recuperado tras la restauración. La decoración del presbiterio, la luminosidad del cimborrio, las pinturas murales y la disposición de las figuras nos quieren mostrar la catedral como una piedra preciosa, que eleva en su dignidad a todos aquellos que la visitan.

Puedo afirmar, y así me gustaría que sucediera, que los fieles que entran en contemplación de toda esta maravilla, experimenten los misterios de un reino que no es de este mundo, pero que lo transfigura según la voluntad del Creador. Así pues la catedral de Tarazona, como todas las catedrales, quiere ser una síntesis entre la fe y el arte, que se expresa con armonía mediante el lenguaje universal y fascinante de la belleza. El impulso hacia lo alto quiere invitar a la oración. De este modo, la catedral gótica desea traducir en sus líneas arquitectónicas el anhelo de las almas hacia Dios.

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Una catedral donde todos los estilos brillan por sí mismos y en el conjunto, haciendo de la catedral de Tarazona un monumento único. Se ha respetado el aspecto exterior de la catedral (la obra gótica con decoración mudéjar), pero dentro se ha apostado por recuperar el aspecto renacentista. Las figuras del cimborrio han dado pie a que, entre los especialistas, se hable ya de la catedral de Tarazona como la "Capilla Sixtina del Renacimiento Español". Espero que todos los que tengan la oportunidad de visitar esta catedral puedan disfrutar y gozar en la contemplación de esta hermosísima obra.

Se han hecho muchas cosas, pero quedan todavía muchas por hacer. Por eso la concesión de este premio es un impulso para todos nosotros a seguir trabajando en este proyecto común que busca recuperar en su plenitud esta joya de arquitectura, pintura y arte, fruto de fe profunda, de sensibilidad espiritual y del talento artístico.

Esta catedral una vez finalizada será motivo de orgullo, todavía mayor, y de viva satisfacción para toda la diócesis, para Aragón, para España y para la humanidad.

Con alegría y cordialidad os saludo y bendigo.

TAMBIÉN NOSOTROS SOMOS ENVIADOS 12 de julio de 2015

Queridos hermanos y amigos: En el Evangelio de este domingo (Marcos 6, 7-13) vemos a Jesús que envía a sus Apóstoles

de dos en dos; hace partícipes a los Doce de la misión que Él ha recibido del Padre. El envío tiene la fuerza en su palabra, por ello, los manda con lo imprescindible: “Un bastón y nada más, pero ni pan ni alforja, ni dinero suelto en la faja, que llevasen sandalias pero no una túnica de repuesto”.

Recibir la misión confiada es un acto de fe y saber que Dios en su providencia los va a sostener. Sólo dos elementos, subraya el Evangelio, pueden llevar, “un bastón y sandalias”. Podemos comparar el bastón con la cruz, es decir el leño donde poder apoyarnos en los momentos difíciles de nuestra misión. Las sandalias nos recuerdan el texto del profeta Isaías 52, 7: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz, del que trae las buenas nuevas de gozo, del que anuncia la salvación, y dice a Sion: Tu Dios reina!”

Jesús, que es conocedor de sus Apóstoles, sabe de sus debilidades y de los momentos difíciles por los que pueden pasar pero, a la vez, sabe que es necesario que experimenten lo que después de Pentecostés va a ser su misión. Por ello los envía de dos en dos; un compañero da fuerza y puede alentar en las circunstancias difíciles, el ir de dos en dos es signo de apoyo mutuo.

Escuchando este Evangelio de hoy también todos nosotros nos debemos sentir enviados por Jesús para anunciar la Buena Noticia e invitar a la conversión. Lo hacemos no apoyados en nosotros mismos, sino fiándonos de su Palabra. Igual que conocía a sus apóstoles, nos conoce a nosotros, comprende nuestras limitaciones y nuestros miedos. El Señor ha confiado la transmisión de su mensaje a personas normales y con medios normales.

Para nosotros también la cruz debe ser nuestro bastón que nos sostenga en la misión. Cuando vivimos nuestra fe cristiana puede haber incomprensiones y dificultades pero si vamos apoyados en la cruz de Cristo, Él será nuestra fortaleza. Cuando la cruz nos acompaña y está presente en nuestras vidas se convierte en un signo de esperanza.

Para la evangelización hace falta también alegría, es decir vivir nuestra fe con alegría, con ilusión, sabiendo que llena de sentido toda nuestra existencia. Como nos decía el texto de Isaías que antes citaba, transmitir nuestra fe es llevar buenas nuevas, paz, gozo, salvación.

Ante esta misión no estamos solos, ni somos enviados solos; el Señor quiso enviar a sus apóstoles de dos en dos. En cada comunidad cada uno debe ayudar a su hermano, animarle en los momentos difíciles, sostenerle con su oración. Nuestras comunidades son pequeñas y por ello es más fácil tratarse, conocerse y animarse unos a otros en la misión que hemos recibido. Nada peor que una parroquia o comunidad pesimista que se fija más en sus limitaciones que en sus posibilidades por

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pequeñas que estas sean. La bondad que descubro en todos vosotros durante visita pastoral me hace esperar en que podemos crear entre todos una sociedad más humana y más evangelizadora.

Con alegría y cordialidad os saludo y bendigo.

VIVAMOS LA TERNURA DE JESÚS 19 de julio de 2015

Queridos hermanos y amigos: El domingo pasado comentaba con vosotros que todos éramos enviados por el Señor a

anunciar la Buena Noticia. Hoy el Evangelio que hemos escuchado en la Misa (Marcos 6, 30-34) nos da el motivo de esta necesidad: “Vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma”.

Jesús al ver a la gente siente lástima. Sentir lástima es un conjunto de sentimientos de tristeza y de ternura. Al ver cómo está la gente desorientada, como ovejas sin pastor, Jesús siente tristeza que nace de la ternura de su amor.

La comparación que nos hace el evangelista es la de una oveja sin pastor. Una oveja fuera del rebaño es una oveja que vive en la desorientación, aunque lo parezca no es libre, fuera del rebaño va errando por los montes sin saber a dónde va y a la vez está expuesta al ataque de cualquier enemigo.

Todos conocemos a muchas personas que viven así, jóvenes y adultos que buscan una satisfacción a sus deseos, que buscan por libre lo que consideran va a ser su verdadera alegría y realización, pero lejos de alcanzarla sólo encuentran la desorientación y la frustración.

Jesús se nos muestra como la expresión plena del amor por los hombres, de la ternura de Dios. Su carácter está lleno de sentimientos por todos y cada uno de los hijos de Dios. El siente una profunda pena y lástima por la desgracia o por el sufrimiento ajeno, por ello nunca deja de conmoverse y se muestra comprensivo ante las miserias y sufrimientos, motivado por un auténtico sentimiento de afecto, cariño y solidaridad.

También los hombres, para ser verdaderamente libres, necesitamos a un pastor que oriente nuestros pasos, que ilumine nuestras mentes. Porque la libertad humana es una libertad atada y sólo puede realizarse cuando el hombre escucha y responde a una llamada. Necesitamos a un pastor que nos llame.

La primera lectura (Jeremías 23, 1-6) advierte seriamente a los pastores que olvidan esta solicitud por las ovejas que le han sido encomendadas. Que olvidan la ternura de Jesús hacia el que vive en la desorientación. Aceptar ser pastor es desear ser como el Pastor, Jesucristo.

El Evangelio nos dice que Él se puso a enseñarles con calma, por ello, Él debe ser nuestro modelo. El corazón de un apóstol, no puede permanecer indiferente ante las necesidades de sus hermanos, sean estas espirituales o de otra índole. Sepamos como Jesús, mirar alrededor nuestro y veremos que hay mucho que necesitan oír una palabra de esperanza y que les hablemos del amor del Padre.

El Señor, espera de nosotros, un corazón compasivo y lleno de ternura, no dejemos de acudir en auxilio del que necesita, no dejemos de ayudar a los más necesitados. También hoy en día mucha gente anda desorientada, también hoy en día muchos caminan por el mundo como ovejas sin pastor. Parece que cada vez tenemos más problemas y menos soluciones. Nosotros sabemos que el Evangelio es la gran noticia que puede cambiar a cada hombre y mujer.

Con alegría y cordialidad os saludo y bendigo.

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HASTA SEPTIEMBRE 26 de julio de 2015

Queridos hermanos y amigos: Tras este domingo, nuestra hoja Iglesia en Tarazona hace un paréntesis de un mes en su cita

semanal. Un merecido descanso para todos los que colaboran con esta publicación que puntualmente llega a nosotros.

Desde el primer domingo de septiembre del año pasado hasta éste último de julio he querido, todos los domingos, dirigiros una carta semanal. En ellas he compartido con vosotros mis preocupaciones pastorales y mis reflexiones sobre distintas realidades que hemos vivido.

He querido que la sencillez y la cercanía sean las notas características de estas cartas semanales, y que no pretenden otra cosa que animaros siempre a vivir nuestra fe con alegría y confianza.

Algunos han gozado ya de sus vacaciones, otros muchos lo haréis en estos próximos meses, a todos os deseo que este tiempo de descanso os hagan bien y los aprovechéis para vivir el encuentro gozoso con la familia y los amigos.

A todos los que celebréis las fiestas patronales de vuestros pueblos en el mes de agosto os deseo que las celebraciones religiosas os ayuden a no olvidar vuestras raíces cristianas y a sentir un impulso en la fe.

Si me permitís una recomendación os diría que sería un tiempo muy bien aprovechado si durante las vacaciones pudieseis leer la carta encíclica que nos ha regalado el Papa Francisco. Lleva como título “Laudato si”. Es una carta de profunda actualidad y gran riqueza existencial sobre la ecología integral. Nos invita a caminar “hacia una realidad reconciliada con la Creación”, a recuperar el equilibrio de la “casa común”. Somos responsables de las generaciones que vendrán; estamos preparando el futuro de vuestros hijos. Esta carta constituye un excelente servicio no solo a la Iglesia, a los católicos, a las personas creyentes, sino a toda la humanidad.

Finalmente quiero agradecer a todos los que colaboran en esta publicación su trabajo generoso que tanto nos ayuda y que nos hace vivir la comunión en cada diócesis y con las iglesias hermanas de Aragón.

Os deseo un feliz mes de agosto con todo afecto y con mi bendición.

CAMINANDO HACIA EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA (I) 6 de septiembre de 2015

Queridos hermanos y amigos: Tras el paréntesis del mes de agosto volvemos a nuestro encuentro semanal; nuestra Hoja

Diocesana, Iglesia en Tarazona, nos brinda la oportunidad de poder entrar en contacto semana tras semana. Espero, con la ayuda de Dios, no faltar cada semana de este curso a poner en vuestras manos mi reflexión.

Estamos ya en la recta final del verano, aunque todavía muchas parroquias y pueblos celebraréis vuestras fiestas patronales en honor a Cristo y a su Cruz o bien, con motivo de la Natividad de Nuestra Señora. Poco a poco nos vamos acercando al inicio del curso, con el comienzo del año escolar también las parroquias y las distintas comunidades van programando las diversas actividades pastorales.

Sin olvidar ni descuidar nuestras actividades pastorales habituales este próximo curso va a quedar marcado por la propuesta del papa Francisco de celebrar un Año Santo Extraordinario, llamado Jubileo de la Misericordia, que comenzará en la Basílica Vaticana el próximo día 8 de diciembre.

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Sintiéndonos en comunión con el Papa y con toda la Iglesia os invito a que todas las actividades e iniciativas pastorales de este próximo curso queden marcadas por esta decisión papal que hemos de vivir, también nosotros, en comunión con él y con la Iglesia.

En estos primeros meses del curso pastoral deseo que las delegaciones y secretariados pastorales, así como los arciprestazgos, las parroquias y comunidades, preparéis las actividades que se nos proponen para este año del Jubileo de la Misericordia. El deseo del papa Francisco es que en las Iglesias particulares se celebre con intensidad este año como signo visible de unidad y caridad de toda la Iglesia.

Breve historia de esta iniciativa papal: El pasado 13 de marzo, en el segundo aniversario de su elección como Sucesor de Pedro, el

papa Francisco anunció el Año Santo Extraordinario en el que se resalte el rasgo de Dios Padre más evocado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento: Su Misericordia. Este año comenzará el día 8 de diciembre, con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica Vaticana y concluirá el 20 de noviembre de 2016. En las catedrales de todo el mundo se abrirá el domingo siguiente al día de la Inmaculada, 13 de diciembre, III domingo de Adviento.

Todos recordamos la celebración del último Año Jubilar proclamado por San Juan Pablo II para conmemorar los 2000 años del nacimiento de Cristo. Fue un año de “jubileo ordinario”; los jubileos ordinarios son aquellos que se celebran a intervalos regulares, cada 25 años, recordando al nacimiento de Cristo.

Los jubileos extraordinarios son aquellos que no se celebran a intervalos regulares, sino que se realizan para conmemorar circunstancias especiales. Los primeros jubileos extraordinarios se celebraron en 1390 y 1423.

Entre los jubileos extraordinarios hay que recordar los "Años Santos de la Redención", que se celebran como forma de conmemorar especialmente el sacrificio redentor de Nuestro Señor Jesucristo. El último de ellos fue convocado y posteriormente celebrado por San Juan Pablo II en 1983, al cumplirse el 1950 aniversario de la Redención.

El próximo domingo seguiré esta misma reflexión que hoy hemos comenzado esperando que os entusiasme la propuesta del Papa.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

CAMINANDO HACIA EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA (y II). 13 de septiembre de 2015

Queridos hermanos y amigos: En este domingo quiero seguir reflexionando con vosotros sobre el próximo año jubilar de la

Misericordia. La Bula Misericordiae Vultus: La Bula por la que se convoca el año jubilar tiene por título, Misericordiae Vultus, fue

publicada el 11 de abril de 2015. Una bula es un documento oficial que el mismo Papa firma y sella y que, de una manera solemne, en este caso, convoca a toda la Iglesia a celebrar el Año Jubilar Extraordinario.

Os invito a que la leáis ya que nos presenta una síntesis teológica sobre la misericordia. En ella nos recuerda la misericordia, no como una palabra abstracta, sino como el rostro de Dios, la acción cotidiana de Jesús y la forma a través de la cual se expresa de una manera convincente la credibilidad de la Iglesia.

El rostro misericordioso de Dios lo hemos visto en Nuestro Señor Jesucristo, como nos dice el Papa en la oración que ha redactado por el Jubileo: “Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia”.

Lema y logo del Jubileo:

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Para sintetizar el propósito de este Jubileo se ha elegido una frase o lema: Misericordes sicut Pater -Misericordiosos como el Padre -. Asimismo se ha buscado una imagen o logo que nos lo hagan presente: el Buen Pastor que lleva sobre sus hombros a la humanidad.

El lema está tomado del Evangelio de San Lucas (6,36), en esa frase se nos propone vivir la misericordia siguiendo el ejemplo del Padre, que pide no juzgar y no condenar, sino perdonar y amar sin medida.

El logo ha sido realizado por el jesuita Marko Rupnik, nos presenta la imagen de Cristo que carga sobre sus hombros al hombre extraviado, destaca la imagen de Jesús que toca la carne humana y lo hace con un amor capaz de cambiarle la vida.

El calendario del año jubilar: Como ya os he indicado más arriba el inicio de este año será el día 8 de diciembre solemnidad

de la Inmaculada; como el mismo Papa nos dice en la Bula del Jubileo (4), ha elegido ese día: “En el quincuagésimo aniversario de la conclusión del concilio ecuménico Vaticano II, esta iniciativa pretende que, la Iglesia sienta la necesidad de mantener vivo este evento”.

Tras la apertura del Jubileo, el domingo siguiente, en cada catedral de las distintas diócesis comienzan toda una serie de actividades que también nosotros secundaremos para que como nos dice Francisco en la Bula (25): “Vivir en la vida de cada día la misericordia que desde siempre el Padre dispensa hacia nosotros, dejémonos sorprender por Dios. Él nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida”.

El testimonio de las obras de misericordia: Todo este año nos debe ayudar a vivir en la misericordia y a ser nosotros misericordiosos. El

Papa nos propone (Bula 15) realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. Por ello nos invita a cada uno y a todos como Iglesia a reflexionar sobre las obras de misericordia corporales y espirituales, como nos dice el Papa: “Será un modo de despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza y de entrar todavía más en el corazón del Evangelio”.

Nos encaminamos, pues, hacia un Jubileo que deseamos vivir junto a toda la Iglesia; lo deseamos vivir con intensidad para que produzca una verdadera conversión de nuestro corazón y, así, vivir la coherencia entre el anuncio del Evangelio y la forma de vida que debe caracterizar y configurar la vida de nosotros que llevamos el nombre de cristianos.

Con toda alegría e ilusión convoco a nuestra Iglesia en Tarazona y a todos sus hijos a vivir este acontecimiento que el Señor nos permite vivir en comunión con toda la Iglesia.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

PRÓXIMAS ORDENACIONES SACERDOTALES 20 de septiembre de 2015

Queridos hermanos y amigos: Con gran alegría os anuncio las ordenaciones sacerdotales que el próximo sábado 26 de

septiembre tendremos en nuestra S. I. Catedral, a las 11 de la mañana. Todos estáis invitados a participar en ellas acompañando a los nuevos sacerdotes y también os pido vuestra oración por ellos.

Los ordenandos son Esteban-Mauricio Barahona Picado y César-Alejandro D'Arbelles Benavides, ambos naturales de Costa Rica. En su país estuvieron unidos desde jóvenes a la pastoral de los Agustinos Recoletos y con ellos comenzaron la vida religiosa. En su país realizaron los estudios filosóficos y tras ellos comenzaron el noviciado en Monteagudo.

El noviciado es un intenso tiempo de formación para la vida religiosa, en este caso para la vida agustina recoleta pero, a la vez, es un tiempo de discernimiento para saber cómo vivir la llamada que Dios hace. En este tiempo descubrieron que el Señor los llamaba pero no a una vida

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religiosa sino sacerdotal. Tras un periodo de discernimiento fueron admitidos en nuestro Seminario donde han vivido completando su formación espiritual e intelectual con los estudios de la Teología.

Además de la vida del Seminario han estado vinculados al arciprestazgo del Huecha en el que han atendido distintas realidades actividades pastorales en colaboración con los sacerdotes de la zona.

A través de la ordenación sacerdotal, César Alejandro y Esteban Mauricio, como decía el papa Francisco en la homilía de la últimas ordenaciones sacerdotales en el Vaticano, en el pasado mes de abril: “Serán en efecto configurados con Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, o sea, serán consagrados como auténticos sacerdotes del Nuevo Testamento, y con este título, que los une en el sacerdocio a su obispo, serán predicadores del Evangelio, pastores del pueblo de Dios, y presidirán los actos de culto, especialmente en la celebración del sacrificio del Señor”.

Rezamos para que su fidelidad a este don recibido se mantenga en ellos hasta la muerte y que la alegría de este día sea la nota característica de su ministerio, superando con la ayuda del Señor todas las dificultades y problemas.

No me cansaré nunca de insistir en la importancia que tiene que todos los fieles recen siempre y mucho por los sacerdotes. Todos sabéis que son tiempos difíciles para la vida sacerdotal, incomprendida a veces por muchos y con muchas pruebas que cada día hay que superar. El apoyo afectivo y espiritual del Pueblo de Dios es, por lo tanto, cada día más necesario.

Oremos también por nuestros seminaristas y pidamos que el Señor suscite vocaciones en nuestra Diócesis.

Nos damos la enhorabuena por este regalo que el Señor nos hace con estos dos sacerdotes y felicitamos a Esteban Mauricio y César Alejando, que el Señor os bendiga siempre.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

RECONOCER LA ACCIÓN DE DIOS 27 de septiembre de 2015

Queridos hermanos y amigos: El Evangelio de este domingo nos presenta dos realidades importantes para la vida cristiana.

La primera es la de saber reconocer la acción de Dios en aquellos que no piensan como nosotros y la segunda llevar una vida cristiana coherente.

San Justino, Padre de la Iglesia del siglo II, defensor de la fe y mártir laico, enseña en sus escritos que Dios ha sembrado en lo creado la “semina verbi”, es decir la semilla del Verbo o de la Palabra. El bien y la bondad residen en todo lo creado por Dios y es importante que los creyentes sepamos descubrirlos también en nuestro alrededor, en las personas y en los acontecimientos de la historia.

Es lo que nos dice la primera parte del Evangelio que hoy escuchamos (Marcos 9, 38-43. 45. 47-48), Juan le dice a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros”. A Juan con una visión ofuscada le sucede lo que a veces nos puede pasar a nosotros, pensamos que sólo nosotros tenemos la exclusividad de la bondad y el bien.

Dios ha sembrado el bien en todo lo creado y, por lo tanto, todo aquello que coincida con los valores del Evangelio, aun cuando no sea realizado por los cristianos es obra de Dios. Debemos valorarlas y apoyarlas por lo que tienen de evangélico y de búsqueda del bien.

Peor es aún, cuando la visión ofuscada de Juan se da dentro de la Iglesia y nos dividimos no aceptando las distintas formas de vivir la fe o de expresarla, rompemos la comunión que Cristo quiso y nos convertimos en grupos que sólo buscan su propia idea rechazando la de los demás.

La segunda idea es la de vivir con coherencia la fe; de una forma severa Jesús nos dice: “El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello

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una piedra de molino y lo echasen al mar”. El escándalo en la vida de los cristianos es una grave lesión a la credibilidad de la Iglesia que hace daños irreparables en los pequeños.

Cada vez que los medios de comunicación multiplican cualquier incoherencia en la vida de un cristiano, especialmente en obispos, sacerdotes o religiosos, sabemos el grave disgusto que causa en los que creemos y la burla que crea en muchas personas. Especialmente es muchas veces una amenaza para la fe de los más débiles.

Por eso el Evangelio nos indica que debemos rechazar cualquier motivo que pueda causar un escándalo. Todo lo que nos aparte de la coherencia de le fe debe ser rechazado aunque sea doloroso. El Señor no nos privará nunca de su fuerza y de su gracia para que, como decimos en el Padre Nuestro, “no caigamos en la tentación”.

Comencemos este curso pastoral con una gran apertura de espíritu, buscando la comunión dentro de la Iglesia y de nuestras comunidades y también con todos los que buscan el bien y, propongámonos dar un testimonio de nuestra fe, con sencillez, coherencia y amor.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

CRISTO: SABIDURÍA, PRUDENCIA Y PALABRA 11 de octubre de 2015

Queridos hermanos y amigos: Las lecturas de este domingo nos hablan de la prudencia y de la sabiduría (Sabiduría 7, 7-11),

también de la palabra de Dios que es viva y eficaz (Hebreos 4, 12-13) y, finalmente el Evangelio (Marcos 10, 17-30) nos invita a dejar todo para seguir a Jesús.

Podemos decir que las tres lecturas de hoy mantienen una misma línea: el creyente es aquel que ha encontrado la sabiduría y la prudencia; ha descubierto la riqueza de la palabra de Dios que es viva y eficaz y ha decidido seguir con confianza y alegría a Jesús.

Cuando hablamos de sabiduría, de prudencia y de la palabra, no nos referimos a unas “ideas” o a una serie de principios intelectuales y morales. Para los cristianos todo esto tiene un “rostro” y este rostro es el mismo Cristo.

El cristiano es el que vive inmerso en la “sabiduría” de Dios que Jesús proclama en el Evangelio y nos ofrece como un tesoro; por ello el que abre su vida a esta sabiduría la prefiere a todas las cosas de este mundo, así como nos dice la primera lectura, el que la encuentra descubre que no es equiparable a la piedra más preciosa, porque todo el oro a su lado es un poco de arena y junto a ella la plata vale lo que el barro, por ello cuando se encuentra se prefiere a la salud y a la belleza, y se convierte en luz que guía y conduce la vida.

Esto es lo que nos presenta el Evangelio de hoy, el hombre que se acerca a Jesús deseando heredar la vida eterna. Un hombre que “cumple” los mandamientos y, por lo tanto, lleva una vida ordenada pero, sin embargo, su corazón está en las riquezas de este mundo y esto le impide seguir a Jesús.

Ser rico, no es sólo tener muchas riquezas y propiedades, ser rico es también poner nuestro corazón en nuestra “pequeñas cosas”, sean éstas materiales, ideas o egoísmos. Por ello hoy la liturgia de este domingo nos invita a recibir la sabiduría que viene de Dios y descubrir que ella es nuestra única riqueza y lo que va a dar el sentido más pleno a nuestra existencia.

Conclusión del Año Jubilar del Pilar: Mañana día 12 de octubre, celebramos la solemnidad de nuestra patrona La Virgen del Pilar,

advocación mariana que todos llevamos en el corazón. Un día que tiene un significado muy especial para nuestra tierra de Aragón.

Con esta solemnidad de mañana se clausurará el Año Jubilar que hemos celebrado con motivo del 1975 aniversario de la venida de la Virgen en carne mortal a Zaragoza; hasta su Basílica hemos peregrinado este año todas las diócesis de Aragón y a Ella hemos presentado nuestras

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inquietudes y necesidades, le pedimos que siga ayudando a nuestras comunidades cristianas en el camino de la fe.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

DOMUND 2015: MISIONEROS DE LA MISERICORDIA 18 de octubre de 2015

Queridos hermanos y amigos: Celebramos en este domingo de octubre el día del DOMUND o domingo de la propagación

de la fe. En este año coinciden dos acontecimientos importantes, por una parte estamos todavía celebrando el Año de la Vida Consagrada y, a la vez, el quincuagésimo aniversario del decreto de Vaticano II, “Ad gentes”, que impulsó con gran fuerza la acción misionera de la Iglesia. Además se ha querido elegir como eslogan de esta jornada: MISIONEROS DE LA MISERICORDIA, que nos proyecta hacia el Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia que comenzaremos el próximo 8 de diciembre.

La combinación de estas tres realidades nos ayuda a celebrar este día tan apreciado en nuestras parroquias y que con tanta ilusión se prepara en muchas comunidades. Los religiosos son y, especialmente algunos institutos misioneros, los que más personal aportan a la labor misionera de la Iglesia. En todos los territorios de misión su presencia es una garantía de evangelización y de trabajo social en favor de los más necesitados

A su vez celebramos el quincuagésimo aniversario del decreto “Ad gentes”. Este decreto es uno de los 16 documentos y uno de los 9 decretos resultantes del Concilio Vaticano II, sobre la actividad misionera de la Iglesia, donde, según, el mismo documento, expone que “desea delinear los principios de la actividad misional y reunir las fuerzas de todos los fieles para que el Pueblo de Dios, caminando por la estrecha senda de la cruz, difunda por todas partes el reino de Cristo”. Fue, y sigue siendo ahora, un impulso a la actividad misionera de la Iglesia. Con motivo de este aniversario, todos debemos sentir el impulso a ser misioneros ya que este documento afirma solemnemente que todo cristiano está llamado al anuncio del Evangelio.

La jornada del Domund de este año nos proyecta hacia el próximo Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia. Nuestra colaboración generosa este día es participar en la gran labor misionera de la Iglesia y, a su vez, nos ayuda a cumplir el mandato de Jesús en el Evangelio: “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mateo 25, 40). Seamos, pues, generosos, como siempre lo hemos hecho en este día.

Quiero, finalmente, agradecer a la directora del Secretariado de Misiones, Hna. Mª Jesús Sanjuán, el trabajo entregado que durante todo el año realiza en favor de la obra misionera de la Iglesia.

Encuentro de catequistas de Aragón en Tarazona: El próximo sábado 24 de octubre, tenemos la alegría y el orgullo de recibir en la ciudad de

Tarazona a los catequistas de las diócesis aragonesas en su encuentro anual. En nuestra diócesis nos queremos volcar en la acogida de tantas personas que dedican su tiempo desinteresadamente a la transmisión de la fe en las parroquias de nuestras diócesis.

Os invito a todos los catequistas de nuestra diócesis a que participéis en este encuentro mostrando así nuestra hospitalidad y nuestro calor.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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EL CIEGO QUE QUIERE VER 25 de octubre de 2015

Queridos hermanos y amigos: En la primera lectura de la Misa de este domingo (Jeremías 31, 7-9) hemos escuchado el

anuncio de la obra del Señor con su pueblo: El Señor ha salvado a su pueblo. Y nos da las señales que va a realizar: “Los congregaré de los confines de la tierra”. Este pueblo que el Señor va a congregar es un pueblo débil, ciegos, cojos, preñadas y paridas y, a la vez, es una gran multitud, con la que el Señor se va a volcar en su gran misericordia, ya que los consolará y será un padre para ellos.

En relación con esta lectura el Evangelio (Marcos 10, 46-52) nos presenta un milagro de Jesús, la curación del ciego Bartimeo. En los Evangelios se nos presentan distintas curaciones de ciegos, la de Bartimeo el ciego de Jericó, la recogen los tres Evangelistas sinópticos (Mateo 20; Marcos 10; Lucas 18).

En los milagros de Jesús siempre contemplamos el amor de Dios hacia el hombre, Jesús que busca el bien para la humanidad herida y sufriente; ningún milagro de Jesús tiene un carácter negativo o busca la destrucción, todo lo contrario, siempre trae la curación, la salvación, la alegría.

Los distintos milagros de Cristo en los que cura a un ciego tienen dos actitudes previas en aquellos que son beneficiados, hay dos tipos de ciegos en el Evangelio, uno es el ciego resignado a su ceguera, es el caso que nos presenta el evangelista San Juan (9) un ciego de nacimiento que nada pide y se resigna a su situación. Distinto es el ciego de hoy, Bartimeo, que no se ha resignado y como nos dice el texto del Evangelio: “Al oír que era Jesús Nazareno empezó a gritar Hijo de David, ten compasión de mí” de una manera insistente. Es un ciego que sabe lo que quiere y por ello cuando Jesús le dice: “¿Qué quieres que haga por ti?” , él inmediatamente responde: “Maestro, que pueda ver”.

Vivir en la ceguera es vivir en las tinieblas y en la oscuridad, es signo de quien no ha sido iluminado por la luz de Cristo. Es la situación que muchas veces podemos vivir también nosotros, la falta de la luz nos encierra en nosotros mismos, nos aísla de los demás.

Si somos conscientes de esta realidad, el ciego de hoy es una invitación a hacer también nosotros lo mismo. No nos podemos resignar a vivir una vida en las tinieblas; también en el camino de nuestra vida pasa Jesús y también nosotros debemos gritar como él, insistentemente sin cansarnos y sin desanimarnos: Jesús, Hijo de David, que vea. Ésta puede ser nuestra oración, expresar nuestro deseo con insistencia de que no nos hemos resignado a una vida en la oscuridad, queremos ver, queremos la luz de Cristo que ilumine nuestras vidas.

La Iglesia está llamada a anunciar esta luz, a acercar la misericordia del Señor a toda la humanidad. El próximo año Jubilar de la Misericordia, éste debe ser nuestro principal objetivo: que a todos llegue la cercanía del Señor, que un pueblo débil pueda saber que Dios es su Padre que nos guía entre consuelos.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LA SANTIDAD ES POSIBLE EN NUESTRO TIEMPO 1 de noviembre de 2015

Queridos hermanos y amigos: Celebramos hoy, coincidiendo con el primer domingo del mes de noviembre, la solemnidad

de Todos los Santos. Contemplamos en este día, como escuchamos en la primera lectura (Apocalipsis 7, 9-10.13-14): “A una inmensa muchedumbre que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas de pie delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos”. Todos aquellos que a lo largo de la historia han vivido con plenitud la vocación cristiana a la santidad.

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Como dice el papa Francisco también hoy la santidad es posible en nuestro tiempo; todo bautizado, sea cual sea su estado, está llamado a ser santo. La vida cotidiana es el marco de esta santidad, por ello nos dice el Papa: “Santidad significa vida inmersa en el Espíritu, apertura del corazón a Dios, oración constante, humildad profunda, caridad fraterna en las relaciones con los colegas. También apostolado, servicio pastoral discreto, fiel, ejercido con celo en contacto directo con el Pueblo de Dios”.

La santidad es posible y lo es para personas muy diferentes con distintas maneras de ver y de hacer, y éste es el mensaje que el actual pontífice nos invita a vivir en este momento de nuestra vida y de nuestra historia. En la Iglesia que es santa, sus hijos vivimos la santidad, y ésta es nuestra vocación. El Papa en una homilía pronunciada una mañana en su misa de la casa de Santa Marta se preguntaba: “¿Pero cómo puede ser santa si todos nosotros estamos dentro? Aquí somos pecadores todos. ¡Es santa la Iglesia! Nosotros somos pecadores, pero ella es santa. Es la esposa de Jesucristo y Él la ama, Él la santifica, la santifica cada día con su sacrificio eucarístico, porque la ama tanto. Y nosotros somos pecadores, pero en una Iglesia santa. Y también nosotros nos santificamos con esta pertenencia a la Iglesia: somos hijos de la Iglesia y la Madre Iglesia nos santifica, con su amor, con los Sacramentos de su Esposo”.

La santidad es, en palabras del Papa, “el rostro más bonito de la Iglesia” y, a la vez, “no consiste en cerrar los ojos y poner cara de estampita”; consiste, sea cual sea nuestra vida, en recibir la gracia de Dios: “¿Estas casado? Sé santo amando y cuidando a tu marido o tu mujer… ¿Eres padre o abuelo? Sé santo enseñando con pasión a tus hijos o nietos a conocer y seguir a Jesús”.

Al celebrar en este día a Todos los Santos debemos, pues, sentir también nosotros la llamada que Dios nos hace a ser santos con el testimonio del amor de Dios en la vida de cada día.

Unida a esta solemnidad, mañana celebraremos la conmemoración de todos los fieles difuntos. La Iglesia recomienda, en este día, la oración en favor de los difuntos. No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

DARLO TODO 8 de noviembre de 2015

Queridos hermanos y amigos: En este domingo se nos presentan en la primera lectura (1 Reyes 17, 10-16) y en el Evangelio

(Marcos 12, 38-44) la figura de dos viudas que dan todo lo que tienen. Las viudas tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento son personas pobres y muchas veces sin ningún recurso; por ello Dios mismo las ha querido proteger con su Ley (Isaías 10,2; Deuteronomio 26,12-13; Siracidas 35,13-15; Salmo 94,6-10). El mismo Jesús tendrá un especial aprecio hacia ellas (Lucas 7,11-15; 18,3-5; 20,47; 21,2-4). Las primeras comunidades cristianas concederán un lugar especial a las viudas y a su misión caritativa y de hospitalidad en la Iglesia.

De las dos viudas que hoy nos hablan las lecturas se debe destacar su generosidad, no dan sólo lo que les sobra, lo dan todo. La viuda de Sarepta dirá al profeta Elías: “Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos”. De la viuda del Evangelio el mismo Jesús dirá: “Los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, he echado todo lo que tenía para vivir”.

Qué lejos estamos muchas veces de esta generosidad, porque damos de lo que nos sobra, pero no lo damos todo como ellas. La viuda pobre y generosa quizá acudió al Templo ocultando lo poco que estaba dando, como si le pareciese una miseria comparado con lo mucho que daban otros; pero Jesús la ensalza y en el Cielo se anota su generosidad. ¡Qué distinta su actitud de la de los fariseos! Ellos echaron mucho de lo mucho que tenían; ella echó todo lo que poseía. San Agustín comenta este pasaje y subraya: “Mucho tenía, pues tenía a Dios en el corazón. Es más poseer a Dios en el corazón que oro en el arca. ¿Quién echó más que la viuda que no se reservó nada para sí?” (Sermón 107).

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En estos momentos difíciles en los que vivimos es necesario que todos los cristianos tengamos esta generosidad, es decir, darlo todo. Quizás podamos pensar que es poco lo que podemos ofrecer al servicio de Dios y nuestras excusas sean muchas: soy mayor, no sé hablar, no puedo hacer otra cosa que venir a misa, estoy ya cansado, tanta gente piensa de distinta manera y así un largo etcétera de miles de excusas.

Frente a tantas excusas Jesús lo espera todo de nosotros. Él se da por completo a nosotros y espera que ante tanto amor nosotros también lo demos todo. Dar ese “todo” es dar lo poco que tenemos. Todos tenemos mucho que aportar aunque nosotros creamos que es poco lo que podemos dar.

La Iglesia se construye gracias a lo poco que somos, ya que lo que cuenta no es que tengamos mucho que dar, lo importante es que nos demos totalmente para construir el Reino de Dios. El Evangelio se propaga y comunica de igual manera, nuestra entrega puede ser como una pequeña semilla que Dios multiplica y hace crecer.

En este domingo quiero invitaros a que, con ilusión y alegría, pongamos todo en la construcción de la casa común que es la Iglesia y el anuncio del Evangelio.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA 15 de noviembre de 2015

Queridos hermanos y amigos: Este domingo 15 de noviembre, celebramos el día de la Iglesia Diocesana, con el lema: “Una

Iglesia y miles de historias gracias a ti”. La iglesia católica en España tiene una larga historia. Durante siglos se ha celebrado la fe, se

ha anunciado el Evangelio y se ha vivido la caridad a favor de los más pobres y necesitados. Todo ello gracias al esfuerzo y entrega generosa de miles de cristianos que, con su tiempo o con sus bienes han contribuido a la gran misión de la Iglesia de Jesucristo.

Este año el papa Francisco ha convocado un año jubilar de la misericordia. Nuestra Iglesia no puede ser ajena a la palabra de Jesús que ha señalado la misericordia como ideal de vida y como criterio de credibilidad de nuestra fe. “Dichosos los misericordiosos porque encontrarán misericordia” (Mateo 5, 7)

La Iglesia siente la urgencia de anunciar la misericordia de Dios; esta llamada a ser el rostro visible de la misericordia de Dios, no sólo anunciándola y celebrándola sino también haciéndola visible. Porque todos los miembros de la Iglesia somos llamados a vivir la caridad con el prójimo.

La labor social y asistencial de las iglesias diocesanas que atienden a los más desprotegidos facilita el conocimiento del verdadero rostro de la Iglesia, ayudando a los más necesitados de nuestra sociedad con la entrega generosa de la vida de sus agentes de pastoral y de tantos y tantos colaboradores, benefactores y voluntarios con que cuenta.

A pesar de la continuidad del contexto económico desfavorable sigue aumentando el porcentaje de personas que quieren colaborar con la Iglesia a través de la declaración de la renta. Hoy sigue teniendo sentido no sólo creer en la Iglesia, sino también quererla y ayudarla del mismo modo que ayudaríamos a un ser querido, porque todos somos una gran familia

Las obras de caridad no solamente no excluyen sino que presuponen la lucha por la justicia, lo afirma el mismo Concilio y toda la doctrina del Magisterio: "Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente irreprochable y aparezca como tal, es necesario (...) cumplir antes que nada las exigencias de la justicia, para no dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por razón de justicia" ((Apostol. actuositatem, 8). Y en la Gaudium et spes (77) insiste en que el Concilio "pretende hacer un ardiente llamamiento a los cristianos para que con el auxilio de Cristo, autor de la paz, cooperen con todos los hombres a cimentar la paz en la justicia y el amor"

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El día de la Iglesia Diocesana es una llamada para todos a colaborar, en la medida de nuestras posibilidades con esta sociedad con la que el Señor se comprometió y que todos soñamos. Él nos capacita para llevarla adelante. Escuchemos su palabra que transforma nuestros corazones y nos dispone al bien común. Si vivimos el verdadero sentido de la Iglesia católica y de comunión, se despertará en nosotros espontáneamente esa necesidad de compartir nuestra vida y nuestros bienes con los que lo necesitan más que nosotros.

Por eso, os pido con esta campaña: Ayudad a vuestra parroquia, ganamos todos. ¡Contamos con tu generosidad!

Con todo afecto os saludo y bendigo.

INAUGURACIÓN DEL AÑO SANTO EXTRAORDINARIO DEL JUBILEO DE LA MISERICORDIA (I) 22 de noviembre 2015

Queridos hermanos y amigos: El Santo Padre ha convocado a toda la Iglesia, el día 13 de marzo de 2015, en la Basílica de

San Pedro a la celebración de un Año Santo Extraordinario, el Jubileo de la Misericordia. El anuncio se realizó en el segundo aniversario de la elección del Papa Francisco, durante la homilía de la celebración penitencial con la que el Santo Padre dio inicio a las 24 horas para el Señor, iniciativa propuesta por el Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización para promover en todo el mundo la apertura extraordinaria de las iglesias y favorecer la celebración del sacramento de la Reconciliación.

Este Jubileo de la Misericordia se iniciará el presente año con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica Vaticana durante la solemnidad de la Inmaculada Concepción y concluirá el 20 de noviembre de 2016 con la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

Por otra parte, la apertura del próximo Jubileo adquiere un significado especial ya que tendrá lugar en el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, ocurrida en 1965. Será por tanto un impulso para que la Iglesia continúe la obra iniciada con el Vaticano II.

Durante el Jubileo las lecturas para los domingos del tiempo ordinario (ciclo C) serán tomadas del Evangelio de Lucas, conocido como el Evangelista de la misericordia. Dante Aligheri lo definía como “scriba mansuetudinis Christi”, o sea, narrador de la mansedumbre de Cristo. Son bien conocidas las parábolas de la misericordia presentes en este Evangelio: la oveja perdida, la moneda extraviada, el padre misericordioso.

El anuncio oficial y solemne del Año Santo tuvo lugar con la lectura y publicación, junto a la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, de la Bula, “Misericordiae Vultus”, el rostro de la misericordia, el domingo de la Divina Misericordia, 12 de abril, fiesta instituida por San Juan Pablo II que se celebra el domingo siguiente a la Pascua. En esta celebración se convocaba a toda la Iglesia a preparar un acontecimiento extraordinario. El marco elegido subrayaba dos aspectos, la Puerta Santa, signo de Cristo que a todos invita entrar en su infinita misericordia y la fiesta que nos hace comprender a quien nos ama con un corazón lleno de su misericordia transformante e infinita.

Para sintetizar el propósito de este Jubileo se ha elegido una frase o lema: “Misericordes sicut Pater” -Misericordiosos como el Padre- Así mismo se ha buscado una imagen o logo que nos lo haga presente: el Buen Pastor que lleva sobre sus hombros a la humanidad. Con esa frase se nos propone vivir la misericordia siguiendo el ejemplo del Padre, que pide no juzgar y no condenar, sino perdonar y amar sin medida.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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INAUGURACIÓN DEL AÑO SANTO EXTRAORDINARIO DEL JUBILEO DE LA MISERICORDIA (II) 29 de noviembre 2015

Queridos hermanos y amigos: Continuo hoy con la presentación de la inauguración del Año Santo Extraordinario del

Jubileo de la Misericordia. Origen y significado de los Años Santos Jubilares Para los hebreos el jubileo era un año declarado santo, que sucedía cada 50 años, y durante el

cual se debía restituir la igualdad a todos los hijos de Israel, ofreciendo nuevas posibilidades a las familias que habían perdido sus propiedades e incluso la libertad personal de los esclavos. A los ricos, el año jubilar, les recordaba que llegaría el tiempo en el que los esclavos israelitas, llegados a ser nuevamente iguales a ellos, podrían reivindicar sus derechos.

Siguiendo esta tradición bíblica del Antiguo Testamento, la Iglesia católica inició, a su vez, la tradición del Año Santo con el Papa Bonifacio VIII, en el año 1300. Este Pontífice previó la realización de un jubileo cada siglo. Desde el año 1475, para permitir a cada generación vivir al menos un Año Santo, el jubileo ordinario comenzó a espaciarse al ritmo de cada 25 años. Desde esa fecha, los Años Santos ordinarios celebrados hasta hoy han sido 26. El último, que todos recordamos gratamente, fue el Jubileo del año 2000, convocado por San Juan Pablo II.

Más tarde nacen los jubileos extraordinarios que se proclaman con ocasión de un acontecimiento de particular importancia. La costumbre de proclamar Años Santos extraordinarios se remonta al siglo XVI. Los últimos de ellos, celebrados el siglo XX, fueron el de 1933, proclamado por Pío XI con motivo del XIX centenario de la Redención, y el de 1983, proclamado por Juan Pablo II por los 1950 años de la Redención.

La Iglesia Católica ha dado, al adoptar los años jubilares hebreos, un significado más espiritual que consiste en un perdón general, una indulgencia abierta a todos, y en la posibilidad de renovar la relación con Dios y con el prójimo. Los Años Santos son siempre una oportunidad para profundizar la fe y vivir con un compromiso renovado el testimonio cristiano.

Con el Jubileo de la Misericordia, el Papa Francisco pone al centro de la atención el Dios misericordioso que invita a todos a volver hacia Él. El encuentro con Él inspira la virtud de la misericordia.

La apertura del Año Jubilar en las Iglesias particulares El rito inicial del jubileo es la apertura de la Puerta Santa. Se trata de una puerta que se abre

solamente durante el Año Santo, mientas el resto de años permanece sellada. Tienen una Puerta Santa las cuatro basílicas mayores de Roma: San Pedro, San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María Mayor. El rito de la apertura expresa simbólicamente el concepto que, durante el tiempo jubilar, se ofrece a los fieles una vía extraordinaria hacia la salvación. El Papa ha querido realizar la inauguración del Año de la Misericordia en dos días distintos, como ya he señalado antes, el día 8 de diciembre en la Basílica de San Pedro, y el domingo siguiente, III de Adviento, domingo Laetare , en la Catedral de Roma, San Juan de Letrán y ese misma día en todas las Catedrales de las distintas diócesis del mundo.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

INAUGURACIÓN DEL AÑO SANTO EXTRAORDINARIO DEL JUBILEO DE LA MISERICORDIA (y III)

6 de diciembre 2015

Queridos hermanos y amigos: En comunión con toda la Iglesia, nosotros inauguraremos el Año Jubilar de la Misericordia el

día 13 de diciembre a las 5'30 de la tarde. Lo haremos según el ritual que la Pontificia Comisión de la

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Nueva Evangelización y la Congregación del Culto Divino ha preparado siguiendo las directrices del Santo Padre.

Como indica dicho ritual: “La Eucaristía que inaugura el Jubileo en las Iglesias Locales con la apertura de la Puerta de la Misericordia será única y se celebrará en la Catedral”. La Iglesia Catedral aparece así como Iglesia madre de toda la diócesis y lugar de comunión y encuentro de todos los que, en este caso, peregrinamos en esta Iglesia en Tarazona.

El desarrollo de la celebración tiene cinco momentos: •La “statio” en una iglesia cercana •La procesión •La apertura de la Puerta de la Misericordia y la entrada en la Catedral •La memoria del Bautismo •La celebración de la Eucaristía Todos estos momentos tienen una alta carga simbólica y teológica. Recuperando un antiguo

uso de la Iglesia de Roma se comenzará con una “statio”. Las estaciones romanas quieren resaltar la dimensión peregrinante del pueblo de Dios. Consisten en el encuentro de la asamblea en una iglesia donde comienza la celebración, con cantos y la escucha de la palabra de Dios para, desde allí, procesionalmente dirigirse a otra iglesia en la que se celebrará la Eucaristía. Se subraya de este modo que somos un pueblo convocado por el Señor, reunido en su nombre y peregrino en medio del mundo.

Al llegar a la S. I. Catedral procederemos a la apertura de la que durante este año será la Puerta de la Misericordia y que quiere ser un signo cristológico (Juan, 10, 7.9) y, a su vez, significa la puerta del corazón misericordioso de Dios, desvelado en el costado abierto de Cristo en la Cruz (Juan 19, 34).

Una vez que todos entremos por la Puerta de la Misericordia comenzaremos la celebración de la Eucaristía con la memoria del Bautismo con la bendición y aspersión del agua bendita. Hacemos así memoria de nuestro Bautismo que nos hace hijos de Dios y miembros de la Iglesia.

Después de estos ritos culminaremos con la celebración de la Misa que es el centro de la vida cristiana. En la Eucaristía el Padre, en su misericordia, sale al encuentro de todos los que le buscan con sincero corazón.

Comenzaremos nuestra celebración en la Iglesia de San Francisco de Asís y, desde allí, nos encaminaremos a la S. I. Catedral en la que abriremos la Puerta de la Misericordia y seguiremos el desarrollo que se nos indica en el ritual ofrecido para esta inauguración.

En la ciudad de Calatayud la Colegiata del Santo Sepulcro será también templo jubilar, por ello el siguiente domingo, 20 de diciembre, tendremos una celebración en la que abramos la Puerta de la Misericordia de este templo.

Delegación para el Año de la Misericordia Para coordinar las distintas actividades de este Año Jubilar he nombrado delegado episcopal a

D. Ignacio Tomás Cánovas. Durante este año se nos irá informando de las distintas actividades y, a la vez, se nos convocará a participar en los distintos actos propios del Jubileo.

Concluyo esta carta invitándoos a todos a participar en la inauguración del Año de la Misericordia, hagamos un esfuerzo por participar en esta celebración y sentirnos así hermanos de una misma familia, la Iglesia que peregrina en Tarazona.

Bajo la protección de María, Madre de Misericordia, ponemos este Año Jubilar Extraordinario en nuestra Diócesis de Tarazona.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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DELANTE DE NOSOTROS SE ABRE LA GRAN PUERTA DE LA MISERICORDIA 13 de diciembre de 2015

Queridos hermanos y amigos: En este domingo III de Adviento inauguramos en todas las catedrales del Mundo el Año

Jubilar Extraordinario de la Misericordia. Los tres anteriores domingos se ha publicado en Iglesia en Tarazona la carta pastoral convocando a toda la diócesis a participar en la celebración que hoy a las 5:30 tenemos en la S. I. Catedral de Tarazona.

Emprendemos este camino del Año de la Misericordia que nos propone el papa Francisco en el domingo que llamamos de Gaudete, es decir alegría o gozo, tomando la palabra en latín con la que comienza la antífona de entrada de este domingo: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres”; palabras que, a su vez, están tomadas de San Pablo en su Epístola a los Filipenses (4, 4), y que escuchamos hoy en la segunda lectura de la Misa.

La misericordia de Dios Padre es, sin duda, el camino que nos conduce a la verdadera alegría, al gozo de sentirnos hijos de Dios y a descubrir que Él está siempre con nosotros actuando y salvando.

La misericordia de nuestro Padre es siempre capaz de transformar nuestra vida. La conversión que hoy nos propone el Evangelio, con las palabras de San Juan Bautista (Lucas 3, 10-18), es posible cuando abrimos nuestra vida a la misericordia del Señor y dejamos que el Espíritu Santo nos transforme como un fuego que todo lo purifica.

Al comenzar hoy este Año Jubilar, atravesamos la Puerta de la Misericordia. El Papa dedicó la Audiencia General del miércoles 18 de noviembre a reflexionar sobre el sentido de la puerta santa: “La puerta es generosamente abierta, pero nosotros debemos valerosamente cruzar el umbral”. Además indicó que “la puerta no debe ser forzada, al contrario, se pide permiso, porque la hospitalidad resplandece en la libertad de la acogida”.

Hemos llegado, pues, al umbral del Jubileo. Como decía el papa Francisco en la audiencia: “Delante de nosotros se encuentra la gran puerta de la Misericordia de Dios, que acoge nuestro arrepentimiento ofreciendo la gracia de su perdón. La puerta es generosamente abierta”.

Atravesar la puerta de la Misericordia es entrar en el amor de Dios y descubrir a Jesús como la “puerta”. Él nos dice: “Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento” (Juan 10,9).

Al comenzar este año, hagamos nuestras las palabras, con las que el Papa, concluye la oración de este jubileo de la misericordia:

Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos. Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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FELIZ NAVIDAD 20 de diciembre de 2015

Queridos hermanos y amigos: Estamos ya en el último domingo del Adviento, dentro de cinco días celebraremos el

nacimiento de Cristo, por ello, en este Año Jubilar de la Misericordia, os deseo, a través de esta carta, una feliz y santa Navidad.

En estos días de Navidad quiero estar cercano a cada uno de vosotros y a vuestras familias, de un modo especial, tengo presentes a todos aquellos que por diferentes circunstancias estáis pasando dificultades o problemas.

El próximo domingo celebraremos, dentro de la Navidad, la fiesta de la Sagrada Familia. Tendremos, en ese día, uno de los primeros actos de este Año Jubilar, en las parroquias y arciprestazgos que habéis organizado celebraciones, y en la Catedral de Tarazona a las 7 de la tarde, preparado por la Delegación diocesana de Familia y Vida.

La familia es el lugar en el que de un modo muy especial vivimos la misericordia de Dios. Sobre todo cuando se convierte en un signo vivo de la acogida de Dios. El domingo pasado hemos abierto la Puerta de la Misericordia en este Año Jubilar y como nos indicaba el Papa recientemente (Catequesis del día 18 de noviembre): “La Sagrada Familia de Nazaret sabe bien qué cosa significa una puerta abierta o cerrada, para quien espera un hijo, para quien no tiene amparo, para quien huye del peligro”.

A su vez, la Sagrada Familia es un modelo de las relaciones que deben reinar en cada familia, por ello el Papa alentó a que “las familias cristianas hagan del umbral de sus casas un pequeño gran signo de la Puerta de la Misericordia y de la acogida de Dios”.

En la Navidad celebramos que Dios se ha hecho hombre y ha nacido pobre y humilde, con las palabras del Papa podemos decir que “Dios ha tocado a la humanidad”. La Iglesia está llamada siempre, pero especialmente este año, a convertirse en esa mano de Dios que toca, cura y salva. Nos decía el Papa: “Es así que la Iglesia deberá ser reconocida, en cada rincón de la tierra: como la custodia de un Dios que toca, como la acogida de un Dios que no te cierra la puerta, con la excusa que no eres de casa. Por ello en el pasado Sínodo sobre la familia, todas las familias, y la Iglesia entera, han recibido un gran aliento para encontrarse bajo el umbral de esta puerta”.

No podemos olvidar en estos días a las familias que pasan por graves problemas de todo tipo, ni tampoco a las personas más vulnerables, los niños y los ancianos. No sólo en Navidad, todos los días del año estamos llamados a que todas las situaciones de dificultad encuentren posibles soluciones y que a nadie le falte nuestra atención.

Os deseo a todos que estos días de Navidad sean un impulso nuevo para vivir bajo la mano misericordiosa de Dios y para que cada uno de nosotros nos convirtamos en una prolongación de su misericordia.

Con todo afecto os saludo y bendigo. ¡FELIZ NAVIDAD!

MARÍA, MADRE DE MISERICORDIA 27 de diciembre de 2015

Queridos hermanos y amigos: Os escribo esta carta en el último domingo de este año 2015, el próximo viernes

comenzaremos un año nuevo que para nosotros debe ser un año del Señor. En estos últimos días del año damos gracias a Dios por todos los dones recibidos y, a la vez, pedimos perdón por nuestros pecados y debilidades, sobre todo por nuestros pecados de omisión. A la misericordia de Dios confiamos nuestras vidas y el año 2016.

Vamos a comenzar el año con una solemne fiesta en honor de Nuestra Madre María, Madre de Dios. En este Año Jubilar la invocamos como Madre de Misericordia, el título con el que nos

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dirigimos a Ella cuando cantamos o rezamos la Salve. Bajo su amparo y protección queremos vivir también el Año de la Misericordia.

San Juan Pablo II, en la Encíclica “Dives in misericordia” –rico en misericordia-, ha expresado muy bien este aspecto de María como Madre de Misericordia. De Ella nos dice: “Nadie ha experimentado como la Madre del Crucificado el misterio de la cruz, el pasmoso encuentro de la trascendente justicia divina con el amor: el beso dado por la misericordia a la justicia. Nadie como Ella, María, ha acogido de corazón ese misterio: aquella dimensión verdaderamente divina de la redención, llevada a efecto en el Calvario mediante la muerte de su Hijo, junto con el sacrificio de su corazón de madre, junto con su fiat definitivo”. (Enc. Dives in misericordia, 9).

Por este fiat -hágase- de María ha llegado hasta nosotros la Misericordia de Dios hecho hombre en Nuestro Señor Jesucristo. San Juan Pablo II lo expresaba así en la Encíclica: “María, pues, es la que conoce más a fondo el misterio de la misericordia divina. Sabe su precio y sabe cuán alto es. En este sentido la llamamos también Madre de la misericordia: Virgen de la misericordia o Madre de la divina misericordia; en cada uno de estos títulos se encierra un profundo significado teológico, porque expresan la preparación particular de su alma, de toda su personalidad, sabiendo ver primeramente a través de los complicados acontecimientos de Israel, y de todo hombre y de la humanidad entera después, aquella misericordia de la que por todas las generaciones nos hacemos participes según el eterno designio de la Santísima Trinidad” (Enc. Dives in misericordia, 9).

De su mano comenzamos este año y a Ella confiamos este Año Jubilar de la Misericordia, que nuestra diócesis de Tarazona se vea renovada en este Año Jubilar y que Dios Padre mire nuestra humildad como ha mirado la de María.

Desearía hacer mías las palabras del papa Francisco para que vivamos este Año Jubilar: “¡Qué María, Madre de Misericordia, nos ponga en el corazón la certeza de que somos amados por Dios. Que esté cerca de nosotros en los momentos de dificultad y nos done los sentimientos de su Hijo! Así, nuestro itinerario del Año de la Misericordia será: experiencia de perdón, de acogida y de caridad”.

Con todo afecto os bendigo y deseo un feliz año 2016.

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SE ABRIÓ EL CIELO

10 de enero de 2016

Queridos hermanos y amigos: Celebramos hoy la fiesta del Bautismo del Señor y con esta fiesta concluimos el tiempo de

Navidad, vivido en los primeros días del Año jubilar de la Misericordia. En el texto del Evangelio que hoy proclamamos en la Misa (Lucas 3, 15-16.21-22) subraya el

evangelista Lucas que “se abrió el cielo”; es como si una puerta se abriera, o como un camino que Dios Trinidad ofrece a la humanidad.

Ponemos los ojos en Jesús que humildemente, “en un bautismo general se bautiza y mientras oraba” se realiza esta gran manifestación de la Trinidad: la humildad del hijo, el Espíritu Santo que lo cubre con su sombra en forma de paloma y la voz del Padre que confirma la misión del Hijo: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”.

Ponemos nuestra mirada en Él porque como inicia la Encíclica “Misericordiae vultus” en su comienzo: “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret” (MV 1). En el bautismo de Jesús contemplamos la acción misericordiosa de Dios comprometida con la humanidad y que abre para ella una puerta o un camino que conduce al cielo.

A partir de este momento del bautismo, Jesús va a comenzar su vida pública en la que va a cum-plir lo anunciado por los profetas, como escuchamos hoy en la primera lectura (Isaías 40, 1-5.9-11), todo ello lo va a realizar con paciencia y mostrando misericordia como nos dice la Encíclica Misericordiae vultus: “Paciente y misericordioso" es el binomio que a menudo aparece en el Antiguo Testamento para describir la naturaleza de Dios” (MV 6). Esta actitud de Dios hacia la humanidad, presente en el Antiguo Testamento, va a llegar a su plenitud en la persona de Jesús.

Al inicio de este año 2016 y viviendo el Año jubilar de la Misericordia, como os decía antes y empleando ahora las palabras del Papa Francisco en la Encíclica os invito a mirar a Jesús: “Con la mirada fija en Jesús y en su rostro misericordioso podemos percibir el amor de la Santísima Trinidad. La misión que Jesús ha recibido del Padre ha sido la de revelar el misterio del amor divino en plenitud. Dios es amor (1 Juan 4,8.16), afirma por la primera y única vez en toda la Sagrada Escritura el evangelista Juan. Este amor se ha hecho ahora visible y tangible en toda la vida de Jesús. Su persona no es otra cosa sino amor. Un amor que se dona gratuitamente. Sus relaciones con las personas que se le acercan dejan ver algo único e irrepetible. Los signos que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la misericordia. En Él todo habla de misericordia. Nada en Él es falto de compasión” (MV 8).

Al comienzo del Año Jubilar abríamos simbólicamente la Puerta de la Misericordia, Puerta que como nos dice el texto del Evangelio es para nosotros las puertas del cielo, por la que debemos entrar e invitar a todos a atravesar.

Con todo afecto os saludo y bendigo

PLAN PASTORAL 2016-2020 DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA 17 de enero de 2016

Queridos hermanos y amigos: Con el título “Iglesia en misión al servicio de nuestro pueblo”, los Obispos españoles

aprobamos, en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE) celebrada en noviembre de 2015, un Plan Pastoral para los años 2016-2020.

Un Plan de Pastoral es un proyecto con objetivos, metas y actividades específicas que marcan el camino de la Iglesia en España y, por lo tanto, en cada una de sus Diócesis. A través

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del Plan Pastoral, los Obispos proponemos las actividades que, con la ayuda del Señor, queremos realizar en nuestras acciones pastorales para renovar el espíritu misionero de la Iglesia. El nuevo Plan Pastoral de la CEE tiene su origen en la llamada de los últimos papas a renovar el espíritu misionero de la Iglesia y, de manera especial, en la invitación del papa Francisco que propone inaugurar una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría (EG, n. 1).

Se trata, en definitiva, de realizar una conversión misionera de la Iglesia en España y reavivar el ardor evangelizador de las comunidades, lo que exige una seria revisión y puesta a punto de la tarea de evangelización.

En el momento de poner en marcha este Plan Pastoral, teniendo en cuenta que la evangelización es obra de Dios y requiere nuestra colaboración, los Obispos españoles queremos proponer a todos los fieles cristianos españoles una jornada de ayuno y oración el próximo día 22 de enero, pedimos en ese día la ayuda de Dios y, de esta forma, disponernos todo el Pueblo de Dios a colaborar en la gran tarea misionera que nuestros tiempos requieren para nuestra nación.

Al comenzar este trabajo necesitamos abrir nuestros corazones a la presencia y a la acción del Espíritu Santo. Para mantener vivo el espíritu misionero es preciso confiar en la acción del Señor resucitado y en la asistencia permanente de su Espíritu.

Emprendemos este camino con la confianza puesta en el Señor y en la acción secreta del Espíritu Santo, que mueve a la Iglesia y actúa en los corazones de todos los hombres. Con nosotros está María, Madre de Jesús y Madre nuestra. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos en la vida cristiana y en el ejercicio de la misión. Como buena Madre cuida de nosotros y nos asiste en este empeño por reavivar y fortalecer la fe viva y operante en sus hijos. Ella es la mujer creyente que, con su fe firme y amorosa, sostiene la fe de los Apóstoles y hace posible, como en el primer Pentecostés, el entusiasmo por el Evangelio. A la Virgen María, Madre del Evangelio viviente, le pedimos que interceda para que esta invitación a una nueva etapa evangelizadora sea acogida por toda la comunidad eclesial (EG, n.286) que nos aliente en el caminar de discípulos misioneros y que vuelva a nosotros esos sus ojos misericordiosos (EG, n.287). ¡Santa María, Estrella de la Evangelización, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros

Unidos en la oración por la nueva evangelización de España, os saludo y bendigo con afecto.

JORNADA DE LA INFANCIA MISIONERA 2016 24 de enero de 2016

Queridos hermanos y amigos: Celebramos en este domingo la Jornada de la Infancia Misionera. La Infancia Misionera es

una de las Obras Misionales Pontificias. La finalidad de estas Obras es crear un espíritu misionero en todos los católicos.

Esta Jornada, también conocida como Santa Infancia, es de todas ellas una Obra que destina todos sus esfuerzos a los niños y un aspecto original de esta empresa es hacer que los niños sean sus verdaderos protagonistas. Es decir, es un día en el que todos, también nosotros los adultos, nos debemos sentir implicados, con nuestra oración, nuestra solidaridad y aportación económica; pero son los niños de nuestras parroquias y colegios los grandes protagonistas y autores de todas las iniciativas de este día.

En efecto, sé que el Secretariado Diocesano de Misiones ha distribuido en todas las parroquias y colegios, materiales para que en la catequesis y clases de religión, los niños tomen conciencia, ya desde pequeños, que todo bautizado es misionero; misionero entre los demás amigos y compañeros pero también con una proyección universal y que se preocupa para que Jesucristo sea conocido y amado por otros niños de otros países que todavía no lo conocen.

Entre todos los materiales se entregó a los niños, en las vísperas de la Navidad, una hucha para que la coloreen y la monten y, desde entonces hasta la celebración de este día, estuviera en casa para invitar a todos a la generosidad y a la solidaridad. De una forma sencilla pienso que es una manera de educar en los valores cristianos y misioneros de los niños y de toda la familia.

Es también un pequeño pero elocuente gesto que en sí mismo evangeliza. Los niños de

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nuestras parroquias, preocupándose por los niños que viven en países de misión con sus huchas, a la vez se convierten en pequeños misioneros de sus mismas familias. Sin duda que, cuando han pedido colaboración a los familiares que han visitado sus casas, les han tenido que explicar, a su manera, que pedían para las misiones y para que otros niños conocieran a Jesucristo.

Este año la Jornada quiere cultivar en los niños el espíritu de agradecimiento, “Un niño misionero siempre dice ¡gracias!”, es el lema de este año. Gracias que damos a Dios porque nos ha elegido y llamado, gracias por los padres y la familia, gracias por todo lo bueno que recibimos.

Hoy con los niños de nuestras parroquias queremos dar gracias a Dios en la Misa porque sus familias se preocupan de su educación cristiana y porque son muchos los que vienen a nuestras parroquias para participar en la catequesis.

Nosotros los mayores también hoy estamos llamados a colaborar con los niños y dar ante ellos el testimonio de que también somos generosos y solidarios. En este Año Jubilar de la Misericordia es una forma de cultivar y vivir las obras de misericordia.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

JUBILEO DE LA VIDA CONSAGRADA 31 de enero de 2016

Queridos hermanos y amigos: El 21 de noviembre de 2014, el Papa Francisco nos convocaba a celebrar un año dedicado a

la Vida Consagrada: “He decidido convocar un Año de la Vida Consagrada haciéndome eco del sentir de muchos y de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, con motivo del 50 aniversario de la Constitución dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia, que en el capítulo sexto trata de los religiosos, así como del Decreto Perfectae caritatis sobre la renovación de la vida religiosa. Dicho Año comenzará el próximo 30 de noviembre, primer Domingo de Adviento, y terminará con la fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de febrero de 2016”.

A lo largo de este periodo de tiempo, todos los miembros que viven una forma de vida consagrada han buscado cumplir los objetivos que el Papa proponía para este Año.

El primer objetivo era mirar al pasado con gratitud y nos decía Francisco: “Cada Instituto viene de una rica historia carismática. En sus orígenes se hace presente la acción de Dios que, en su Espíritu, llama a algunas personas a seguir de cerca a Cristo, para traducir el Evangelio en una particular forma de vida, a leer con los ojos de la fe los signos de los tiempos, a responder creativamente a las necesidades de la Iglesia”.

El segundo era vivir el presente con pasión y, por lo tanto, escuchar al Espíritu y poner en práctica los aspectos constitutivos de la vida consagrada, como son la consagración, la comunión y la misión.

En tercer lugar abrazar el futuro con esperanza, conociendo las dificultades y problemas que conlleva hoy en día la vida consagrada, y señalaba el Papa: “La disminución de vocaciones y el envejecimiento, sobre todo en el mundo occidental, los problemas económicos como consecuencia de la grave crisis financiera mundial, los retos de la internacionalidad y la globalización, las insidias del relativismo, la marginación y la irrelevancia social. Pero, a pesar de todo sin perder la esperanza, fruto de la fe en el Señor de la historia, que sigue repitiendo: No tengas miedo, que yo estoy contigo”.

El próximo martes, día 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor, concluiremos la celebración de este Año de la Vida Consagrada y lo haremos coincidiendo con el Año Jubilar de la Misericordia.

El Papa ha querido que en ese día se celebre en cada diócesis el Jubileo de los consagrados. Por ello os invito a todos los religiosos y religiosas, a las monjas de clausura, a los miembros de institutos seculares, a las vírgenes consagradas y todos los que vivís cualquier forma de vida

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consagrada a participar a las 6 de la tarde en la S. I. Catedral de Tarazona en la celebración de esta fiesta de la Presentación del Señor y a hacerlo con el deseo de dar gracias a Dios por el Año de la Vida Consagrada y participar en este Jubileo del Año de la Misericordia.

Sé que para algunos de vosotros será un esfuerzo pero estoy convencido que merecerá la pena hacerlo y, de esta forma, sentirnos en las manos misericordiosas del Padre. Yo mismo regresaré el día 1 de Roma, donde participaré en diversos encuentros con motivo de la clausura del año de la vida consagrada, para presidir esta significativa eucaristía en agradecimiento al Señor por esta enriquecedora presencia carismática en la Iglesia.

Invito a todos los sacerdotes que podáis a uniros a nosotros e igualmente a todos los fieles cristianos.

Con todo afecto os saludo y bendigo. EMPRENDEMOS EL CAMINO DE LA CUARESMA EN EL AÑO DE LA MISERICORDIA

7 de febrero de 2016

Queridos hermanos y amigos: El próximo miércoles, día diez de febrero, comenzamos la Cuaresma con la celebración del

Miércoles de Ceniza; lo hacemos dentro de del Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia. Esta Cuaresma que vamos a comenzar debe ser un tiempo privilegiado en el que vivamos de

un modo más intenso la misericordia del Señor, como nos dice el Papa: “Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre”.

Ese momento más intenso puede ser para nosotros el tiempo de Cuaresma que vamos a comenzar. Podemos decir que Dios, nuevamente, sale a nuestro encuentro y debemos abrir el corazón para sentirnos amados por Él. Debemos experimentar en el camino cuaresmal que, a pesar de nuestros pecados, Él siempre nos ama y nos espera.

La Cuaresma tiene dos dimensiones fundamentales; por una parte es el camino bautismal que recorremos cada año y que tiene como meta la renovación de nuestro Bautismo en la solemne Vigilia Pascual. Por otra parte, un camino penitencial que quiere rejuvenecer nuestro corazón y nuestra mente con la fuerza renovadora de la misericordia de Dios.

En este Año Jubilar podemos decir que el amor de Dios nos abre, de par en par, la puerta de la Misericordia, por eso, no dudemos, preparémonos para entrar por esa puerta santa y dejemos atrás todos los miedos y dudas que tantas veces nos anclan y detienen en el camino de la fe.

En esta Cuaresma tendremos la oportunidad de reconocer que Dios es nuestro Padre, Él jamás se da por vencido en la búsqueda de sus hijos por más extraviados que estén. Por ello debemos convertir cada una de nuestras comunidades en lugares de misericordia, especialmente en la acogida y la escucha y también en la atención a quien desee recibir el sacramento de la Reconciliación, ningún servicio mejor podemos ofrecer los sacerdotes que ser un icono de la misericordia del Padre. Es lo que quiere ser este Año Jubilar, un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual para acoger a todos con misericordia.

El Santo Padre nos invita en su mensaje de este año para la Cuaresma a redescubrir las obras de misericordia, corporales y espirituales; os invito a leer y meditar estas palabras del Papa que marcan el camino de esta Cuaresma.

Finalmente, quisiera invitaros a todos a fomentar este año la iniciativa del Papa, “24 horas para el Señor”, para que más personas se acerquen a la misericordia de Dios, a través del sacramento de la Penitencia o Reconciliación, como nos dice el Papa: “Durante el Jubileo extraordinario de la Misericordia, el confesionario será la Puerta Santa del alma”.

Tiempo de Cuaresma, tiempo de la misericordia, oportuno para cambiar de vida y tiempo para dejarse tocar el corazón.

Con todo afecto os saludo y bendigo

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CAMPAÑA DE MANOS UNIDAS 2016 El hambre no sólo se combate con comida

14 de febrero de 2016 Queridos hermanos y amigos

Este domingo Manos Unidas pide nuestra colaboración generosa. En este año el eslogan de la campaña es: “El hambre no solo se combate con comida”. Como en años anteriores se quiere hacer llegar a la sociedad española un llamamiento a la colaboración que ayude a continuar con un trabajo que, desde hace 56 años, promueven para acabar con la lacra del hambre que afecta a casi 800 millones de personas en distintos países del mundo.

Como ha quedado constatado en estos 56 años, Manos Unidas es una organización de confianza y sabemos cómo hasta el último céntimo que aportamos llega a su destino a través de distintos proyectos. Manos Unidas es la ONG de desarrollo de la Iglesia Católica y de voluntarios, que trabaja para apoyar a los pueblos del Sur en su desarrollo y en la sensibilización de la población española. Los ingresos para desarrollar sus proyectos provienen, en un 87,1 %, de fuentes privadas, es decir, fundamentalmente de nuestras pequeñas aportaciones en este día y en un 12,9 % del sector público.

En la campaña de este año Manos Unidas quiere nuevamente mentalizarnos sobre el problema lacerante del hambre en tantos países del mundo. Problema que no sólo se soluciona aportando alimentos, de ahí su eslogan de esta campaña: “El hambre no sólo se combate con comida”. Si queremos terminar con esta vergüenza mundial que es el hambre, debemos apoyar programas, planes y proyectos de desarrollo integral promovidos siempre por las personas de los países más necesitados de América, Asia, África y Oceanía.

En esta campaña, Manos Unidas explica cómo aborda diariamente la lucha contra la pobreza en los países del Sur; y lo hace a través de programas de formación que permiten mejorar la educación -tanto escolar como profesional- de aquellos que más lo necesitan, pero también a través de la construcción y rehabilitación de infraestructuras como escuelas, hospitales y pozos; y programas sociales que permitan fortalecer el papel de la mujer. Se trata en definitiva de abrir caminos y tender puentes para mejorar las condiciones de vida del mayor número de personas; de llegar a todos, hasta en los lugares más remotos.

Estamos participando en el Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia, en él el Papa nos invita a vivir las Obras de Misericordia, propias de la vida cristiana. Todos recordamos que una de ellas es dar de comer al hambriento y otra, dar de beber al sediento. Manos Unidas nos da la oportunidad de ejercernos en estas dos Obras de Misericordia en esta campaña del año 2016 de Manos Unidas.

Quiero terminar agradeciendo a todos los voluntarios de Manos Unidas en nuestra diócesis, todos sus trabajos para que todos nos concienciemos de esta realidad que es una de las heridas de toda la humanidad.

Como nos dice la segunda frase del eslogan de este año, en este domingo, unimos nuestras manos a los voluntarios de Manos unidas y queremos colaborar.

Con todo afecto os saludo, agradezco y bendigo.

“MISERICORDIA QUIERO Y NO SACRIFICIO” (Mt 9,13) Las obras de misericordia en el camino jubilar

21 de febrero de 2016

Queridos hermanos y amigos: Titulo esta carta del segundo domingo de Cuaresma con el mismo que el papa Francisco ha

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querido poner a su mensaje cuaresmal de este Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia. El Papa quiere profundizar este año en las obras de misericordia. Como nos dice Francisco

éstas son una irradiación del amor de Dios en nuestras vidas: “Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia, corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados”.

Me permito recordaros cuáles son las obras de misericordia, todos las aprendimos de pequeños en la catequesis pero quizás, ahora, nos conviene refrescar nuestra memoria. Hay 7 Obras de Misericordia Espirituales: Enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar al que nos ofende, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo y rogar a Dios por los vivos y los difuntos. Como nos dice el Papa estas obras espirituales tocan nuestra condición de pecadores.

Las 7 obras de Misericordia Corporales: Visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, visitar a los encarcelados y enterrar a los muertos. Cuando las hacemos nuestras nos dice el Santo Padre en su mensaje tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas.

A lo largo de esta Cuaresma somos invitados a vivir estas obras de misericordia, tanto personal como comunitariamente. El mensaje del Papa en este Año Jubilar es una invitación a abrir nuestros ojos y a descubrir a Cristo en nuestros hermanos y así, tocar con nuestras manos la carne de Cristo sufriente.

Hoy, hemos contemplado en el Evangelio de este domingo, segundo de Cuaresma, a Cristo transfigurado, un anticipo de su gloria. Cuando vivimos las Obras de Misericordia, podemos decir que también nosotros somos transfigurados.

Termina el papa Francisco invitándonos a que no perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión, quiero secundar esta invitación para todos nosotros; que en todo lo que realicemos, busquemos la conversión de nuestro corazón y vivir las obras de misericordia como testimonio de nuestro amor.

Que la dulzura de la mirada de María nos acompañe en este Año Santo, para que podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios (MV 24).

Con todo afecto os saludo y bendigo.

24 HORAS PARA EL SEÑOR 28 de febrero de 2016

Queridos hermanos y amigos: Desde hace tres años, el Papa Francisco nos propuso realizar en el tiempo de Cuaresma una

jornada de 24 horas para el Señor. Esta iniciativa se celebra durante el viernes y sábado que anteceden el IV domingo de Cuaresma. Este año entre el 4 y 5 de marzo.

En la Bula Misericordiae Vultus con la que el Papa convoca a la celebración del Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia, nos invita a que este año se incremente esta experiencia en nuestras diócesis y comunidades (MV 17).

Como constata el Santo Padre esta experiencia está haciendo que: Muchas personas están volviendo acercarse al sacramento de la Reconciliación y entre ellas muchos jóvenes, quienes en una experiencia semejante suelen reencontrar el camino para volver al Señor (MV 17).

No debemos, pues, desaprovechar esta oportunidad que dentro del Año de la Misericordia debe tener un relieve especial. Por ello, pido a todos los sacerdotes responsables de las parroquias y a las comunidades de nuestra diócesis que secundemos esta iniciativa, sintiéndonos en comunión con el Papa y con todos los cristianos que, a lo largo de la geografía mundial, van a vivir la misma

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experiencia. Para realizar en nuestras comunidades y parroquias esta Jornada, debemos convocar en

primer lugar a celebraciones en las que oremos intensamente y redescubrir el sentido de nuestra propia existencia (Cf. MV 17). Nos puede ayudar, organizar, a lo largo de esta Jornada, distintos momentos en los que utilizando la Liturgia de las Horas, el rezo del Via Crucis o del Rosario, nos reunamos en oración; también la exposición del Santísimo puede ayudar a este encuentro con el Señor y su misericordia en nuestras vidas.

Un momento muy especial de esta Jornada, es facilitar a los fieles la posibilidad de participar en el sacramento de la Reconciliación; según las posibilidades de cada comunidad se pueden preparar celebraciones comunitarias de la Penitencia con absolución individual o bien que los sacerdotes estén disponibles a lo largo de la Jornada para administrar el sacramento de la Reconciliación.

En la S. I. Catedral de Tarazona, el viernes día 4 a las 7 de la tarde, tendremos una celebración comunitaria de la Penitencia con absolución individual en la que se convoca a todos los cristianos de la ciudad y del arciprestazgo. Cada parroquia ha organizado, como se hizo el año pasado, distintos encuentros y celebraciones y, en la tarde del viernes, nos encontraremos para celebrar la Misericordia del Señor.

Para facilitar la participación en esa hora, 7 de la tarde, no habrá otras celebraciones en la ciudad y ruego que todos los sacerdotes acudáis para facilitar la confesión de los fieles.

Espero y confío que estas 24 horas para el Señor que celebraremos sea un momento de gracias para todos en este Año Jubilar.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

¡GRACIAS, COCHABAMBA! 6 de marzo de 2016

Queridos hermanos y amigos: Del 16 al 23 de febrero, he tenido la dicha de visitar la misión que nuestra diócesis de

Tarazona tiene en Cochabamba. Me ha acompañado, D. Javier Bernal, Vicario General de nuestra diócesis. A lo largo de estos días, pocos pero intensos, la palabra más repetida para nosotros, ha sido la de agradecimiento.

Momentos, verdaderamente especiales, a la vez que emocionantes, han sido la visita a las guarderías, a nuestros tres colegios, al técnico, a la parroquia de Santa Mónica y a nuestras capillas, donde en todo se respira el aire de amor y generosidad que viene directamente de Tarazona.

Los cochabambinos están enormemente agradecidos a la diócesis de Tarazona, y así también quieren que os transmitamos su acción de gracias a todos vosotros, que colaboráis con donativos, tanto en la campaña del 6 de enero, en el día de Cochabamba, como los que tenéis niños en la campaña "Pon un niño en tu mesa".

Como en el anterior viaje que realicé, cada vez que compruebo la pastoral evangelizadora y todas las obras sociales que allí se hacen me siento orgulloso de lo mucho que hay ¡Todo para el servicio de los pobres! Pero a la vez pienso lo mucho que se ha tenido que trabajar en sus orígenes para levantar una misión de estas características, donde evangelizamos, donde ayudamos en educación cristiana y humana y también en almuerzos a centenares de niños. Con el convencimiento que si no acudieran a nuestras guarderías, no comerían; si no recibieran las clases en nuestros colegios, probablemente crecerían sin educación; si las madres no fueran a formarse no podrían forjarse un pequeño futuro para sacar adelante a los hijos que sus maridos han dejado abandonados... Situaciones verdaderamente dramáticas, en las que uno se llena de emoción y me preguntó, si nuestra misión no estuviera allí, ¿qué sería de estas personas, hijos e hijas de Dios, como tú y como yo?

Por eso, comenzaba la carta diciéndoos que en todo momento la palabra más común en estos días ha sido la de agradecimiento. Agradecimiento a Dios, que tocó el corazón de la diócesis de Tarazona para saltar barreras y prolongar su carácter misionero, agradecimiento a todos los que habéis pasado por allí, y que como a D. Javier y a mí, en estos días, habéis sido recibidos como ellos

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nos cantaban “Bendito el que viene en nombre del Señor”. Agradecimiento a Dios, porque siempre ha despertado en los sacerdotes la respuesta para que la misión siguiera adelante. Agradecimiento a toda la diócesis de Tarazona porque sin vosotros, sin vuestras oraciones y vuestra colaboración en la campaña "Pon un niño en tu mesa", la misión no podría seguir adelante. Agradecimiento a las comunidades religiosas, las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, a las Hermanas del Amor de Dios, a las Hermanas de San José, que colaboran en las parroquias y forman, con nuestros sacerdotes, verdaderas comunidades de pastoral, siendo para ellos respaldo y apoyo para trabajar, en comunión, por la extensión del Reino de Dios. Agradecimiento a los Hermanos Maristas, que con gran diligencia dirigen nuestros centros educativos. Y agradecimiento también a la diócesis de Cochabamba, que siempre nos ha acogido y respaldado esta misión, en su comienzo a Mons. Tito Solari, y en la actualidad a Mons. Oscar Aparicio. Estos días pude estar con los dos y manifestarles nuestro deseo de que siempre nos apoyen y respalden en esta misión tan importante para nuestra diócesis, que siendo pequeña hace el esfuerzo de seguir con esta gran labor.

Y por último gracias a D. Jesús Moreno, D. Francisco Sánchez, D. Alejandro D´Arbelles y a D. Esteban Barahona, por su entrega generosa en la misión, por todo el trabajo que realizan y porque estos días nos han hecho sentir como en nuestra propia casa, haciendo de este viaje, días inolvidables, donde ha reinado el entendimiento, la fraternidad sacerdotal, el cariño, la sencillez, el servicio y la ternura de descubrir la mano amorosa de Dios que sigue derramando su Bendición hacia los más pobres y necesitados.

Que nuestra Madre, la Virgen de Urkupiña, patrona de Cochabamba, siga bendiciendo bajo su manto nuestra querida misión.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

ENVÍADOS A RECONCILIAR Día del Seminario 2016

13 de marzo de 2016 Queridos hermanos y amigos: El próximo sábado celebraremos la solemnidad de San José, en ella, cada año, celebramos el

día del Seminario. Este año coincide con el comienzo de la Semana Santa, el sábado es la víspera del domingo de Ramos. Queda pues, este año, reducida la solemnidad de San José a unas pocas horas, pero no por eso debe pasar desapercibida y os invito a celebrarla en todas las parroquias y comunidades.

San José es un testimonio de acogida de la voluntad de Dios, de fidelidad a su plan de salvación y un hombre que siempre ha actuado con misericordia. A él encomendamos este Año Jubilar de la Misericordia, nuestra diócesis y a nuestros seminaristas.

En estos días previos a la solemnidad de San José debemos tomar conciencia de la importancia que tiene en la oración de los cristianos pedir al Señor que nos conceda vocaciones que el día de mañana sean nuestros sacerdotes. Todos debemos colaborar con la pastoral vocacional y nadie se debe sentir ajeno a lo que es una necesidad de todo el pueblo de Dios.

Esta oración se debe extender también hacia los seminaristas que, sobre todo, necesitan de nuestro apoyo espiritual, para que sepan acoger el don de Dios que los ha llamado y para que sepan superar todas las dificultades que en su camino de formación se pueden presentar.

También en estos días ofrezcamos nuestra oración por los sacerdotes, agradeciendo a Dios por el don de su sacerdocio, por hacerlos instrumento de su misericordia al enviarlos a reconciliar, poniendo en sus manos la gracia del perdón.

También en este día del Seminario se pide la colaboración económica de los fieles para poder sostener esta obra. La diócesis de Tarazona hace un gran esfuerzo económico para poder

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llevar adelante la formación de sus seminaristas. Es importante que los fieles colaboréis con vuestras donaciones en su sostenimiento y formación, por eso os invito a la generosidad que Dios, más generosamente, os pagará.

CINCO AÑOS CON VOSOTROS Además de celebrar el día del Seminario, en la solemnidad de San José también se cumplirán

cinco años de mi ordenación episcopal en el Monasterio de Veruela y, con ella, el inicio de mi servicio pastoral a la querida diócesis de Tarazona.

Quiero tener una mirada agradecida a estos cinco años pasados entre vosotros en los que me he sentido acogido y querido. Os he querido transmitir siempre la misericordia de Dios y estar atento a vuestras necesidades. Gracias, pues, al Señor y gracias también a vosotros por vuestro cariño y acogida.

Os pido también perdón, el obispo es débil y pecador por su condición humana, por ello a veces he podido fallar o no dar respuesta adecuada a lo que esperabais de mí. Como hermano vuestro que soy sabréis perdonar. Por favor, rezad por mí, yo lo hago por vosotros cada día.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EN LA RECTA FINAL HACIA LA PASCUA 20 de marzo de 2016

Queridos hermanos y amigos:

Emprendemos en este domingo la recta final del tiempo de Cuaresma que nos conduce a la celebración del Misterio Pascual de Nuestro Señor Jesucristo. Con la celebración del domingo de Ramos abrimos las puertas de la gran semana del año litúrgico que tiene su meta en la celebración del día de Pascua. Hemos vivido intensamente este tiempo de Cuaresma del Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia. Especialmente la Jornada de las 24 horas para el Señor que ha tenido una gran acogida en todas las comunidades y parroquias de nuestra diócesis. En Tarazona la inauguramos con una celebración comunitaria de la Penitencia en la S. I. Catedral. Los días que nos esperan esta semana nos ofrecen a todos la oportunidad de revivir los aspectos fundamentales de nuestra fe cristiana. Por una parte, nos ayudan las celebraciones litúrgicas que, con gran esfuerzo, los sacerdotes de nuestra diócesis garantizan en todas las parroquias. Las celebraciones de estos días nos ayudan a entrar en los misterios que celebramos, una cuidada y devota celebración de estos días santos nos tocan en lo más profundo y nos hacen más patente el amor incondicional de Dios Padre manifestado en el Hijo que por la fuerza del Espíritu Santo nos adentran en la misericordia divina. Por otra parte, todas las manifestaciones de la piedad popular acercan a todos, a lo que estamos celebrando; quizás habrá muchos bautizados que no participen en las celebraciones pero hasta ellos sí que llegará la contemplación de Cristo en la Cruz, la esperanza de María, a pesar del dolor; las palabras de Jesús en la predicación del Vía Crucis o de las Siete Palabras. Es el gran servicio que las cofradías hacen hoy a la Iglesia en un mundo secularizado y, tantas veces, alejado de Dios. Para los sacerdotes, religiosos y religiosas y todo el pueblo de Dios debe tener también un significado en estos días la celebración de la Misa Crismal que, Dios mediante, celebraremos el miércoles santo a las 11 de la mañana en la S. I. Catedral. Estamos en el Año de la Misericordia y se nos invita a realizar las obras de misericordia. Os propongo para estos días la colaboración económica que el viernes santo los cristianos queremos hacer en favor de los Santos Lugares. Como todos sabéis por las noticias que cada día vemos y oímos la situación por la que estos lugares pasan a causa de la violencia es difícil y dramática. Todas

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las personas que allí viven y operan, tienen necesidad de nuestras oraciones y de nuestra ayuda concreta, para ser sostenidas en su voluntad de aliviar las heridas, continuando con confianza en el empeño por realizar la justicia y trabajar por la paz. Los refugiados, los evacuados, los ancianos y los niños de aquellos lugares tienen necesidad de nosotros y también de nuestra aportación económica. Os deseo a todos que estos días de Semana Santa sean un tiempo de gracia y de misericordia que alegre nuestro corazón.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

¡BENDITA LA MAÑANA QUE ANUNCIA TU ESPLENDOR AL UNIVERSO! 27 de marzo de 2016

Queridos hermanos y amigos: ¡Feliz Pascua de la Resurrección del Señor! Este es mi primer deseo en este día santo de la

victoria del Señor Resucitado. He querido titular esta carta con las palabras de uno de los himnos de la liturgia de las horas de este día de pascua: “Cristo, alegría del mundo”.

El acontecimiento central de nuestra fe es la Resurrección del Señor, Él es nuestra única esperanza y la luz que ilumina las tinieblas y dificultades de la vida. El corazón misericordioso de Dios Padre ha brillado en el rostro de Cristo que muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando restauró la vida.

Es la Buena Noticia que transforma nuestras vidas y que no podemos callar porque sabemos que el mundo necesita esta esperanza que puede cambiar todo y que puede hacer nuevo cada corazón.

Por ello hacemos nuestras hoy las palabras de otro himno de este día:

Que nadie se sienta muerto cuando resucita Dios, que, si el barco llega al puerto, llegamos junto con vos. Hoy la cristiandad se quita sus vestiduras de duelo. Ya torna, ya resucita, ya su olor inunda el cielo.

Ante nosotros, se abren hoy cincuenta días de alegría para vivir la Pascua hasta Pentecostés. Días que

debemos vivir profundizando en el acontecimiento de la resurrección y dejándonos transformar por su fuerza. Especialmente este año de Misericordia debe ser un gran incentivo para vernos transformados.

La Pascua debe ser una escuela en la que como discípulos nos pongamos a los pies de Jesús y, con docilidad, nos dejemos modelar por sus palabras que nos hablan al corazón y que nos transforman y nos hacen testigos de su misericordia. Vivamos, pues, con gozo y profundidad estos días de Pascua y que todos nos ayude a descubrir la presencia del Resucitado en todos los momentos de nuestra vida. Que María la Virgen, madre de misericordia y toda ella corazón, nos conduzca en nuestro camino dela pascua. Que Cristo Resucitado sea nuestra alegría.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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CANTARÉ ETERNAMENTE LAS MISERICORDIAS DEL SEÑOR Segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia

3 de abril de 2016

Queridos hermanos y amigos: Desde el año 2000, en este segundo domingo de Pascua, se celebra la fiesta de la Divina Misericordia por indicación de San Juan Pablo II. El santo Papa lo había anunciado durante la canonización de Sor Faustina Kowalska, el 30 de abril de ese año: “En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de domingo de la Divina Misericordia”. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros. Santa Faustina, una religiosa polaca, que es conocida como la mensajera de la Divina Misericordia, recibió revelaciones místicas en las que Jesús le mostró su corazón, fuente de misericordia y le expresó su deseo de que se estableciera esta fiesta. La espiritualidad que promocionó este mensaje de Santa Faustina tocó a San Juan Pablo II y se fue propagando en distintos lugares del mundo. Siendo papa, dedicó una de sus encíclicas a la Divina Misericordia (Dives in misericordia). En este año Jubilar de la Misericordia, también el papa Francisco ha querido presentarnos esta espiritualidad y a santa Faustina. Como escribe en la bula Misericordiae vultus: “Nuestra plegaria se extiende también a tantos santos y beatos que hicieron de la misericordia su misión de vida. En particular el pensamiento se dirige al gran apóstol de la misericordia, santa Faustina Kowalska. Ella, que fue llamada a entrar en las profundidades de la divina misericordia, interceda por nosotros y nos obtenga vivir y caminar siempre en el perdón de Dios y en la inquebrantable confianza de su amor” (MV 24). En este Año Jubilar de la Misericordia, esta fiesta adquiere un significado especial ya que tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: “Dios es misericordioso y nos ama a todos, más aún, como escribe Santa Faustina en su diario, cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a mi misericordia” (Diario, 723). En este mensaje, que Nuestro Señor nos ha hecho llegar por medio de Santa Faustina, se nos pide que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones, porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil ( Cf. Diario, 742). A la alegría de la Pascua unimos hoy el gozo de la misericordia de Dios. Como nos dice el directorio sobre la piedad popular y la liturgia (154): “El Cristo pascual es la encarnación definitiva de la misericordia, su signo viviente. Por ello la liturgia del tiempo pascual pone en nuestros labios las palabras del salmo: Cantaré eternamente las misericordias del Señor” (Salmo 89). Que éste sea, pues nuestro canto en esta pascua recién comenzada, que sea el canto de nuestro corazón transformado por el Resucitado. Con todo afecto os saludo y bendigo.

¡MIRAD QUÉ AMOR NOS HA TENIDO EL PADRE! Carta Pastoral con motivo del Año Jubilar de la Misericordia

10 de abril de 2016 Queridos hermanos y amigos:

El pasado Miércoles Santo entregué a los sacerdotes, tras la celebración de la Misa Crismal, una Carta Pastoral que, con motivo del Año Jubilar de la Misericordia, he querido dirigir a todos los fieles de la diócesis de Tarazona. En el mes de septiembre ya os dirigí una carta presentando el Año Jubilar que titulé, “Caminando hacia el Jubileo de la Misericordia”, y fue publicada en esta Hoja los días 6 y 13 de

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septiembre. En ella os exponía las grandes líneas de lo que papa Francisco nos proponía en este Año Jubilar que estamos celebrando. También en otras ocasiones os he escrito sobre el tema, especialmente invitándoos a uniros a las distintas celebraciones que, desde el inicio del Jubileo, hemos tenido en la S. I. Catedral o en otros Templos Jubilares. La respuesta que habéis dado hasta ahora a las distintas celebraciones ha sido secundada por muchos y han producido un gran fruto. Desde que se anunció este Año Jubilar he tenido el deseo de dedicar una reflexión más amplia sobre lo que estamos celebrando; por ello, he dedicado un tiempo a la meditación personal y la he querido plasmar en una Carta Pastoral sobre el rico contenido que nos ofrece este Jubileo.

La reflexión de la Carta parte de la Bula con la que el Papa nos convocaba a este Año Jubilar: Misericordiae Vultus. No me he salido del texto maravilloso de la Bula de Francisco y he querido resumirlos en siete capítulos, por otra parte, este número siete encierra un carácter simbólico de plenitud.

Le he puesto el título de una frase de la primera carta de San Juan (3, 1): Mirad que amor nos ha tenido el Padre. Creo que expresa bien el deseo de este Año Jubilar, es decir, todos los cristianos invitados a saberse hijos en las manos de Dios nuestro Padre y, a la vez, una invitación a que toda la humanidad, sea creyente o no, puede ver en nosotros, a través de nuestra misericordia, el amor manifestado en Cristo, imagen del amor del Padre. Sobre todo deseo que la Carta os ayude a vivir este Año Jubilar como un año de gracia. Es precisamente, explicando el tiempo, como “kairós”, o sea, el tiempo en el que Dios actúa y salva, como he querido comenzar la Carta Pastoral. Es decir, aunque en la historia de la humanidad y de cada uno de nosotros, el tiempo en que vivimos en este mundo, está envuelta en luces y sombras, sin embargo, Dios lo transforma en su misericordia en tiempo de gracia. El mensaje de las Sagradas Escrituras, desde el Antiguo al Nuevo Testamento, es una constante llamada a la confianza, a la apertura a Dios, a no temer.

Humildemente y hablándoos desde el corazón he querido compartir con vosotros, como hermano vuestro, mis deseos para este Año Jubilar publicando esta Carta Pastoral. Espero que la leáis, que os haga bien y que sirva también para la formación cristiana de grupos y comunidades. En cada parroquia vuestros sacerdotes os la facilitarán.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES Y JORNADA DE VOCACIONES NATIVAS

La Iglesia, madre de vocaciones 17 de abril de 2016

Queridos hermanos y amigos: Este cuarto domingo de Pascua recibe el nombre del Buen Pastor, en las lecturas de la Misa

Jesucristo es presentado como aquel que cuida de su rebaño por el que ha entregado su vida y ha resucitado venciendo la muerte.

Desde hace cincuenta y tres años, en este domingo, se invita a todos los fieles cristianos a rezar por las vocaciones. Este año la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, nos presenta a la Iglesia, madre de vocaciones. Éste es el aspecto que el papa Francisco subraya en su mensaje para este año. Con estas palabras comienza su mensaje:

“Cómo desearía que, a lo largo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, todos los bautizados pudieran experimentar el gozo de pertenecer a la Iglesia. Ojalá puedan redescubrir que la vocación cristiana, así como las vocaciones particulares, nacen en el seno del Pueblo de Dios y son dones de la divina misericordia. La Iglesia es la casa de la misericordia y la «tierra» donde la vocación germina, crece y da fruto”.

Dos objetivos fundamentales para este Año Jubilar, descubrir que todo bautizado tiene una

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llamada de Dios, su vocación cristiana y, que del seno del Pueblo de Dios nacen las vocaciones particulares. La Iglesia es nuestra madre que es fecunda dando a luz nuevos hijos de Dios y, a la vez, dándonos nuevas vocaciones consagradas al servicio de la Iglesia. Descubrir la propia vocación cristiana y la vocación consagrada es sentirnos amados por Dios que a través de Jesús nos mira compasivamente, como nos dice el Papa en su mensaje:

“Toda vocación en la Iglesia tiene su origen en la mirada compasiva de Jesús. Conversión y vocación son como las dos caras de una sola moneda y se implican mutuamente a lo largo de la vida del discípulo misionero”.

Todos debemos sentirnos comprometidos en este doble sentido: que cada bautizado descubra su vocación como hijo de Dios y que, desde ese ser hijo de Dios, otros muchos descubran su especial consagración. En este día nuestro compromiso es la oración para que esto sea una realidad en nuestra diócesis y en toda la Iglesia. Oración que cada día debemos realizar sin cansarnos y llenos de confianza.

El papa Francisco en su mensaje insiste en este compromiso de todo el Pueblo de Dios: “En esta jornada, dedicada a la oración por las vocaciones, deseo invitar a todos los fieles a asumir su responsabilidad en el cuidado y el discernimiento vocacional. Cuando los apóstoles buscaban uno que ocupase el puesto de Judas Iscariote, san Pedro convocó a ciento veinte hermanos (Hch 1,15); para elegir a los Siete, convocaron el pleno de los discípulos (Hch 6,2). San Pablo da a Tito criterios específicos para seleccionar a los presbíteros (Tt 1,5-9). También hoy la comunidad cristiana está siempre presente en el surgimiento, formación y perseverancia de las vocaciones”. (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 107).

Unámonos hoy a toda la Iglesia que con confianza suplica a su Señor. Nuestra diócesis de Tarazona necesita también vocaciones. Sabemos que el Señor sigue llamando por eso no desfallecemos para que su voz sea escuchada en el corazón de muchos.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

CARTA A LOS NIÑOS Y NIÑAS QUE RECIBÍS ESTA PASCUA LA PRIMERA COMUNIÓN

24 de abril de 2016

Queridos hermanos y amigos: Todos los años, en el tiempo de Pascua, quiero dirigir una carta a los niños de nuestra

diócesis, especialmente dedicada a los que recibirán la primera comunión. Me siento obligado a dirigirme a vosotros cada año porque, como en otras ocasiones os he escrito, no sois por vuestra edad sólo el futuro de la Iglesia, sino que sois el presente. Sois nuestros hermanos más pequeños y, por ello, los más queridos.

Con qué ilusión os habéis ido preparando en vuestros grupos de catequesis para el gran día en que vais a recibir a Jesucristo en la Eucaristía; ilusión que a veces se transforma incluso en nervios, porque sabéis lo importante que va a ser ese día.

Es un día en el que vuestros padres, abuelos, hermanos, tíos, familiares y amigos os van a acompañar con todo cariño. Como signo de su cariño os harán regalos, aunque sé que vuestros catequistas y sacerdotes os han dicho que el mejor regalo, lo más importante, es el gran regalo que Dios os hace: sentaros a su Mesa y daros su mismo Cuerpo. Estoy convencido que lo habéis comprendido muy bien y que, aunque os alegráis por los regalos, como es natural, sabéis bien lo importante que es el regalo de Jesús.

Sé también que, como cada año, algunos de vosotros, durante estos dos años habéis recibido el Bautismo ya que libremente y con el permiso de vuestros padres lo habéis pedido. No sabéis cuanto me alegro de vuestra decisión y de que vuestros padres os hayan facilitado el ser miembros de la Iglesia e hijos de Dios.

Catequistas y sacerdotes me han comentado cómo lo habéis hecho con toda seriedad y responsabilidad y que han sido celebraciones que han hecho mucho bien a todos los que han participado en ellas.

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Os quiero invitar a que después de vuestra comunión no os alejéis de vuestras parroquias, seguid viniendo a la misa de los domingos, seguid en la catequesis o en otros grupos que haya en vuestras parroquias, hay mucha cosas que los sacerdotes están dispuestos a ofreceros y sé que si se lo pedís se alegrarán mucho.

Agradeced al Señor el que vuestros padres os hayan llevado a la catequesis preocupándose por vuestra formación cristiana, también el que vuestros abuelos, en algunos casos, os hayan enseñado a rezar y que os hayan invitado a ir con ellos a misa.

También hay que agradecer la labor que han hecho vuestros catequistas que cada semana os han acompañado en la catequesis y tanto os han enseñado y, sobretodo, os han ayudado a conocer el amor de Dios, a saber que nos quiere siempre y que está a nuestro lado acompañándonos en nuestra vida.

Os deseo un día muy feliz junto a todos los que os quieren y sabed que también el Obispo se acuerda de vosotros y reza por cada uno de vosotros, a todos os quiero dar hoy un gran abrazo y deciros: no olvides nunca este día, Jesús es tu mejor amigo, no lo dudes nunca.

Con todo afecto os abrazo y bendigo en el día de vuestra primera comunión.

LA ALEGRÍA DEL AMOR (I) 1 de mayo de 2016

Queridos hermanos y amigos: El pasado día 8 de abril, se presentó en Roma la Exhortación Apostólica Postsinodal, Amoris

Laetitia –la alegría del amor-. Fue firmada por el Papa el pasado 19 de marzo, solemnidad de San José. Esta Exhortación es fruto de los dos últimos Sínodos dedicados a la familia. Del 5 al 19 de octubre de 2014 y, un año después, del 4 al 25 de octubre de 2015, el Sínodo de los Obispos se reunió en Roma para reflexionar sobre los problemas de la familia.

Los temas tratados fueron, en el primer Sínodo: Los desafíos de la familia en el contexto de la evangelización y, en el segundo: Jesucristo revela el misterio y la vocación de la familia. El tema de la familia es uno de los más actuales en este tiempo que vivimos y el Sínodo de los Obispos, junto al Papa, ha querido reflexionar sobre su situación, sus problemas y dificultades.

Creo que este documento es importante y puede iluminar a las familias cristianas, por ello quiero dedicarle tres cartas, esperando que su lectura os anime a leerla y reflexionarla. Puede ayudar a todos a orientarnos sobre un tema que tiene máxima actualidad y especialmente su profundización es necesaria para los agentes de pastoral, en primer lugar para los sacerdotes, que muchas veces os debéis enfrentar a los problemas que hoy presentan algunas familias, también para las familias cristianas y, por supuesto, para los responsables de la pastoral familiar.

¿Qué es un Sínodo? Muchas veces damos por sentado que todos los cristianos comprenden ciertas palabras e

instituciones de la vida eclesial, pero no es así; por ello brevemente introduzco esta Exhortación Apostólica explicando cómo ha nacido para que así comprendamos el sentido de La Alegría del Amor.

La Iglesia tiene una larga tradición de celebrar sínodos. Esta palabra de origen griego significa, “caminar juntos” o “hacer camino juntos”. Un Sínodo es una asamblea en la que obispos del todo el mundo, reunidos con el Santo Padre, comparten experiencias sobre diversos temas, para buscar soluciones pastorales que se puedan aplicar y vivir en la Iglesia Universal. En este caso el tema tratado en las dos sesiones ha sido el de la familia. El Beato Pablo VI recuperó esta institución para mantener vivo el espíritu del Concilio Vaticano II.

Tras la celebración del Sínodo y con las aportaciones de los obispos que a él han asistido el Papa redacta un documento que llamamos Exhortación Apostólica, en él plasma las sugerencias que se han aportado y nos lo ofrece para ayudar a la pastoral de cada diócesis.

La familia un tema fundamental para la Iglesia Como bien sabemos, la familia atraviesa hoy las graves crisis que afectan a nuestra sociedad; a su

vez sigue siendo un elemento fundamental de nuestra sociedad y, por supuesto, de la Iglesia. Por ello, como decía la Relación final del Sínodo de 2015: El anuncio cristiano relativo a la familia es verdaderamente una buena noticia.

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El proyecto del matrimonio y de la familia cristiana no es un proyecto desfasado o válido sólo para otros tiempos, tienen toda su actualidad en el momento presente y son fuente de verdadera alegría; por ello, como decía el papa Francisco en el Encuentro de Familias de Santiago de Cuba (septiembre 2015) “las familias no son un problema, son principalmente una oportunidad”.

La Exhortación Apostólica, La alegría del amor, viene a hacer más vigorosa y fuerte la realidad de las familias y con su reflexión nos ayudará, sin duda, a conocer el proyecto de Dios sobre ellas. Como nos dice el Papa: “La reflexión de los pastores y teólogos, si es fiel a la Iglesia, honesta, realista y creativa, nos ayudará a encontrar mayor claridad. Los debates que se dan en los medios de comunicación o en publicaciones, y aun entre ministros de la Iglesia, van desde un deseo desenfrenado de cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación, a la actitud de pretender resolver todo aplicando normativas generales o derivando conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas” (AL 2).

Continuaré la próxima semana, con la breve presentación de la Exhortación apostólica La Alegría del Amor.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LA ALEGRÍA DEL AMOR (II) 8 de mayo de 2016

Queridos hermanos y amigos: Como os dije la semana pasado, he decidido dedicar estas tres cartas a la Exhortación Apostólica

Postsinodal La Alegría del Amor. ¿Cómo leer la Exhortación Apostólica? Francisco en la parte introductoria de la Exhortación Apostólica nos ofrece un posible método

para adentrarnos en ella pues nos dice: “Aborda con diferentes estilos, muchos y variados temas. Eso explica su inevitable extensión”. Ciertamente, como el mismo Papa reconoce, la Exhortación es extensa (9 capítulos y 262 páginas) y él mismo nos propone: “Por eso no recomiendo una lectura general apresurada. Podrá ser mejor aprovechada, tanto por las familias como por los agentes de pastoral familiar, si la profundizan pacientemente parte por parte o si buscan en ella lo que puedan necesitar en cada circunstancia concreta. Es probable, por ejemplo, que los matrimonios se identifiquen más con los capítulos cuarto y quinto, que los agentes de pastoral tengan especial interés en el capítulo sexto, y que todos se vean muy interpelados por el capítulo octavo. Espero que cada uno, a través de la lectura, se sienta llamado a cuidar con amor la vida de las familias” (AL 7).

Me permito unir a este método propuesto por el papa Francisco el que por temas se pueda hacer una lectura en los grupos de pastoral familiar, en los cursillos prematrimoniales y en otros grupos de formación cristiana.

¿Qué nos ofrece la Exhortación Apostólica? Partiendo del proyecto de Dios y de la realidad La Alegría del Amor en sus primeros capítulos nos presenta dos realidades inseparables, por una

parte la luz de la Palabra (AL cap. I) y la vocación de la familia (AL cap. III). Es decir, el proyecto amoroso de Dios sobre el matrimonio y la familia. Pero, a su vez, sobre la realidad y desafíos de las familias (AL cap. II). No puede ser de otra manera puesto que el proyecto cristiano no se desentiende de las dificultades y problemas, más bien, quiere darles una respuesta desde la fe.

Un canto a la belleza del amor Tras estos puntos de partida se nos presenta lo que podríamos llamar el núcleo central de la

Exhortación: El amor en el matrimonio (AL cap. IV) y El amor que se vuelve fecundo (AL cap. V). Podemos decir que estos dos capítulos son un canto a la belleza del amor humano que se ve plasmado en el matrimonio cristiano.

Como nos dice el papa Francisco al iniciar el capítulo IV: “Todo lo dicho no basta para manifestar el evangelio del matrimonio y de la familia si no nos detenemos especialmente a hablar de amor. Porque no podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega recíproca si no estimulamos el crecimiento, la consolidación y la profundización del amor conyugal y familiar” (AL 89).

Continua el Papa fundamentando el amor en el matrimonio y la familia con las palabras del Catecismo (1641) En efecto, la gracia del sacramento del matrimonio está destinada, ante todo, “a

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perfeccionar el amor de los cónyuges”. Amor que es presentado con las palabras de San Pablo, también aquí se aplica que, “podría tener

fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve” (1 Co 13,2-3). Este texto paulino nos hace comprender lo que realmente significa el amor y no, como nos dice el Santo Padre, la falsa comprensión del amor: “Pero la palabra amor, una de las más utilizadas, aparece muchas veces desfigurada” (AL 89).

Este texto de San Pablo servirá para ir desarrollando de una manera pormenorizada las actitudes del amor cristiano plasmadas en el matrimonio y en la familia, pues: “En el así llamado himno de la caridad escrito por san Pablo, vemos algunas características del amor verdadero” (AL 90).

Seguiremos la próxima semana, con la presentación de la Exhortación apostólica La Alegría del Amor.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LA ALEGRÍA DEL AMOR (y III) 15 de mayo de 2016

Queridos hermanos y amigos: Como os dije la semana pasado, he decidido dedicar estas tres cartas a la Exhortación

Apostólica Postsinodal La Alegría del Amor. Retos y desafíos pastorales Como no podía ser de otra forma, la Exhortación quiere hacer una honda reflexión pastoral

sobre los distintos aspectos del matrimonio y la familia. Los capítulos VI, VII y VIII van recorriendo todos los retos y desafíos que nos presenta la pastoral de la familia y el matrimonio.

No son ajenos estos capítulos a las diversas realidades, desde la preparación prematrimonial, los primeros años de vida matrimonial, las angustias y dificultades, la educación de los hijos y finalmente la muerte de los seres queridos.

No se olvida en estos capítulos pastorales de la crisis más agudas y graves por los que algunos matrimonios pueden pasar, especialmente las creadas por rupturas o divorcios. El papa Francisco nos ofrece una visión misericordiosa hacia estas situaciones de sufrimiento y nos presenta tres palabras que deben empujar nuestro celo pastoral: Acompañar, discernir e integrar.

No se trata de una aceptación sin más o de una justificación simple, es más bien una actitud de misericordia y de cercanía que busca la verdad y que intenta renovar.

Nada es posible sin Dios Concluye la Exhortación Apostólica con el capítulo IX dedicado a la espiritualidad

matrimonial y familiar. No podemos olvidar que es Dios quien actúa en cada realidad humana y en cada vocación cristiana y que sin Él nada es posible.

El fundamento de la espiritualidad está en Cristo como nos dice el Papa: Si la familia logra concentrarse en Cristo, él unifica e ilumina toda la vida familiar (AL 317). Es por lo tanto necesario, la oración en familia, contar con la presencia de María, el alimento de la Eucaristía (cf. AL 318).

Conclusión De una forma sucinta os he querido presentar la Exhortación Apostólica La alegría del amor.

Creo que será necesario que profundicemos en ella para que descubramos la verdadera alegría del amor y la podamos contemplar en los matrimonios y en las familias.

No nos podemos limitar a saber de ella por lo que los medios de comunicación han dicho, muchas veces de forma sesgada e interesada, buscando más un titular sorprendente y llamativo que la verdad que encierra la Exhortación. Por ello es necesario que dediquemos un tiempo a su lectura reposada y que en grupos de pastoral, poco a poco, se vaya leyendo y comentando.

Quisiera terminar esta carta con unas frases de la oración con las que el Papa concluye su Exhortación:

Santa Familia de Nazaret, haz tomar conciencia a todos

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del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios. Jesús, María y José, escuchad, acoged nuestra súplica. Amén.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

CONTEMPLAD EL ROSTRO DE LA MISERICORDIA

JORNADA PRO ORANTIBUS 22 de mayo de 2016

Queridos hermanos y amigos: Celebramos en este domingo, terminado el Tiempo de Pascua, la solemnidad de la Santísima

Trinidad y coincidiendo con ella la Jornada Pro Orantibus. En este día somos invitados a valorar y agradecer la vocación de tantos hermanos y hermanas nuestros que han consagrado toda su vida a la oración, a la contemplación y a la vida fraterna en comunidad en el silencio del claustro. Son los monjes y monjas que desde sus monasterios sirven a la Iglesia, desde una vida oculta y entregada totalmente a Cristo.

En estos tiempos en los que se valoran otras muchas cosas, ellos nos dan el testimonio vivo de una vida completamente entregada a Cristo y desde la que misteriosamente participa cada cristiano y toda la Iglesia. Son lo que podemos llamar un tesoro oculto en beneficio de toda la humanidad.

En este día todos los cristianos hacemos nuestras las palabras de San Juan Pablo II en su exhortación Vita Consecrata (8): “Los Institutos orientados completamente a la contemplación, formados por mujeres o por hombres, son para la Iglesia un motivo de gloria y una fuente de gracias celestiales. Con su vida y misión, sus miembros imitan a Cristo orando en el monte, testimonian el señorío de Dios sobre la historia y anticipan la gloria futura. En la soledad y el silencio, mediante la escucha de la Palabra de Dios, el ejercicio del culto divino, la ascesis personal, la oración, la mortificación y la comunión en el amor fraterno, orientan toda su vida y actividad a la contemplación de Dios. Ofrecen así a la comunidad eclesial un singular testimonio del amor de la Iglesia por su Señor y contribuyen, con una misteriosa fecundidad apostólica, al crecimiento del Pueblo de Dios”.

Elevamos hoy todos los cristianos en nuestras celebraciones dominicales una humilde pero intensa oración por los que continuamente oran en favor de todos. Pedimos para ellos la fidelidad a la vocación que han recibido, la alegría de su vida entregada y, por supuesto, que el Señor siga bendiciendo con vocaciones a los distintos monasterios contemplativos. De un modo especial tenemos hoy presentes a los monasterios que pueblan nuestra diócesis de Tarazona. Que nunca nos falte esta presencia preciosa y necesaria. En sus vidas entregadas contemplamos el Rostro de la misericordia del Padre; su vida entregada es un ejemplo de gratuidad, del don que se derrama generosamente.

No quiero terminar esta carta, sin pediros hoy por los seminaristas que recibirán la ordenación diaconal en la S. I. Catedral.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EUCARISTÍA Y CARIDAD La Eucaristía nos configura con Jesús compasivo y misericordioso

29 de mayo de 2016

Queridos hermanos y amigos: Celebramos en este domingo la solemnidad del Corpus Christi, un día en el que somos

invitados a adorar con agradecimiento y admiración la presencia de Jesucristo en las especies sacramentales. La Eucaristía es el centro de nuestra vida cristiana, en ella encontramos la cumbre hacia la que se encaminan todas las actividades de la Iglesia y ella es la fuente de donde surge toda

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actividad de la Iglesia. En la Eucaristía recibimos el amor de Jesucristo, amor misericordioso que nos transforma y

nos impulsa. Como dicen en su mensaje los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social en este día del Corpus: “La Eucaristía es el gran sacramento de la compasión de Dios”.

En este día en que subrayamos la importancia de la Eucaristía no podemos olvidar que ella es fuente de caridad y amor; por ello hoy celebramos también una Jornada para colaborar con Cáritas en sus muchas actividades que siempre muestran la cercanía y la compasión de los cristianos hacia los más desfavorecidos, siguiendo así las huellas de su Maestro.

Celebramos esta fiesta dentro del marco de este año en el que celebramos el Jubileo Extraordinario de la Misericordia y como nos dice el Mensaje al que antes hacía referencia: “En la raíz de toda la vida y actividad de Jesús está su amor compasivo. Se acerca a los que sufren, alivia su dolor, toca a los leprosos, libera a los poseídos por el mal, los rescata de la marginación y los devuelve a la convivencia. Entre los que siguen a Jesús están los desposeídos que no tienen lo necesario para vivir: vagabundos sin techo, mendigos que andan de pueblo en pueblo, jornaleros sin trabajo o con contratos precarios, arrendatarios explotados, viudas sin rentas mínimas ni seguros sociales, mujeres obligadas a ejercer la prostitución. Son los excluidos, los vulnerables, los descartados de ayer… y los de hoy”.

Más que nunca en este tiempo estamos llamados los cristianos a participar en la misión que Jesús encomienda a toda la Iglesia: “Hacer presente la misericordia del Padre a través de nuestras vidas. Por ello, estamos llamados en este día a reavivar en nosotros nuestra condición de discípulos del Maestro, es decir, discípulos compasivos y misericordiosos”.

Por eso nosotros, hoy, ante Jesús-Eucaristía, queremos renovar nuestra unión con Él y nuestro seguimiento y lo hacemos manteniendo vivo su proyecto compasivo, como nos pide el papa Francisco: “En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos”.

Agradezco a todos los que colaboráis con Cáritas, tanto a nivel diocesano, como en los pequeños grupos de cada parroquia, vuestro trabajo entregado y humilde.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

CARTA A LOS QUE RECIBÍS ESTE AÑO LA CONFIRMACIÓN 5 de junio de 2016

Queridos hermanos y amigos: Todos los años por estas fechas quiero dirigir una carta a aquellos que, a lo largo de estos

meses o en fechas próximas, habéis recibido o recibiréis el sacramento de la Confirmación. Después de un tiempo de catequesis y de preparación, vuestras parroquias organizan la

celebración para que recibáis este sacramento. Unos lo hacéis después de haber seguido con la catequesis después de la primera comunión, otros cuando estáis terminando los estudios de la ESO y algunos pocos en una edad madura.

No importa tanto la edad como la apertura de vuestro corazón y de vuestras vidas para que el Espíritu Santo actúe en vosotros y sea el Guía que os oriente todos los días de vuestra vida.

El papa Francisco se dirigió a un grupo numerosísimo de jóvenes como vosotros en México y quiero hacer mías algunas de las cosas que él dijo en aquella ocasión porque pienso que también os pueden servir.

Vosotros sois una riqueza para la sociedad y para la Iglesia. Todos esperamos mucho de vosotros y para que se cumplan todas las esperanzas que sobre vosotros tenemos pienso que la vida cristiana os va a ayudar. Os aseguro que siendo cristianos vuestra vida va a tener un sentido pleno siempre. No hagáis caso a los que os invitan a vivir una vida sin Dios o a los que dicen que el cristianismo os va a quitar vuestra libertad.

Debéis valoraos a vosotros mismos. Hoy en día en muchos sitios se os ofrecen tantas cosas

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que parecen atractivas pero, muchas veces, todas esas ofertas resultan al final una manipulación de vuestras vidas, es decir, se os utiliza y no se os valora. Por ello debéis valorar vuestras vidas como algo precioso que Dios os ha dado, para Él sois importantes y Él lo espera todo de vosotros.

Jesús es capaz de encender en vosotros lo mejor. Cuando con confianza decidimos seguir lo que Jesús nos dice en el Evangelio, Él mismo enciende en nuestras vidas el deseo de ser mejores, de saber que podemos hacer tanto por los demás y que podemos vivir con generosidad nuestra vida. Hemos sido creados para el amor y cuando sabemos amar y ayudar a los demás es cuando somos plenamente felices, a pesar de las dificultades que pueda haber en nuestras vidas.

Cuando la vida os parezca dura y difícil abrazaos a Jesús. Muchas veces existe la idea de que la adolescencia y la juventud es una época sin dificultades, pero es una idea falsa. Muchos de vosotros pasáis por momentos difíciles en distintos momentos y por diversas causas. En esos momentos no os sintáis solos, con vosotros está Jesús y es el mejor amigo.

Deseo finalmente invitaros a que os plantéis en vuestra vida la posibilidad de seguir a Jesús siendo sacerdotes o personas consagradas, estoy seguro que Jesús sigue llamando, si es así no lo dudéis decidle que sí, no os arrepentiréis.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

TU FE TE HA SALVADO, VETE EN PAZ 12 de junio de 2016

Queridos hermanos y amigos: En las lecturas de la Misa de este domingo vemos la acción misericordiosa de Dios hacia

aquel que reconoce con humildad su pecado. En la primera lectura se nos presenta el diálogo entre Natán, profeta enviado por Dios para denunciar el pecado, y David que gravemente ha quebrantado la ley de Dios (Samuel 12,7-10.13). En esta lectura hay que destacar la actitud de humildad del rey David, lejos de excusarse ante la denuncia de Natán, David confiesa su pecado: “¡He pecado contra el Señor!” Esta actitud de David logra que Natán, en nombre de Dios, le anuncie el perdón: “El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás”.

La misma actitud de humildad encontramos en el evangelio de hoy (Lucas 7,36–8,3): “Una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume”. El evangelista nos presenta a una mujer pecadora, tal vez una prostituta, y que es un escándalo para aquel lugar donde estaba Jesús. Podemos decir con toda seguridad que ella habría oído a Jesús y en sus palabras descubrió que su vida no estaba llamada a vivir sumergida siempre en el pecado, en Jesús encontró a quien podía cambiar su vida y hacerla una persona nueva.

Como David, también esta mujer escuchará de la boca de Jesús: “Tus pecados están perdonados” y, a la vez, le da un impulso para su nueva vida: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”.

Todos, pues, somos invitados en este domingo a tener las mismas actitudes de David y de la mujer del Evangelio. Pero, quizás, podemos encontrar un primer obstáculo que es la falta del sentido del pecado y también la justificación que muchas veces hacemos de lo que en conciencia sabemos que hemos hecho mal. David, ante la denuncia de Natán, no se justifica, con humildad reconoce su pecado, sabe que aunque es el rey, ante Dios es sólo un siervo. La mujer lo sabe también e incluso es señalada por todos, pero la esperanza que Jesús ha prendido en su corazón, le mueve a salir de sí misma y ponerse con humildad y confianza a los pies de Jesús.

Es también la experiencia que nos presenta san Pablo en la segunda lectura (Gálatas 2,16.19-21): “Vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí”. Él es consciente de que el amor de Jesús que ha salido a su encuentro en el camino de Damasco ha hecho de él un hombre nuevo. No ha tenido en cuenta su pecado cuando ha perseguido con saña a los primeros discípulos de Jesús, le ha entregado su gracia y ha hecho de él un hombre nuevo.

En este Año de la Misericordia debemos aprovechar la llamada que se nos hace a todos a vivir en este amor que transforma y hace nuevas todas las cosas.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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¿QUIÉN ES JESÚS PARA MÍ?

19 de junio de 2016

Queridos hermanos y amigos: Hoy en el Evangelio de la Misa (Lucas 9,18-24), el Señor dirige una pregunta a sus

discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Esta primera pregunta es fácil ya que, al fin y al cabo, sólo tienen responder aquello que han escuchado decir a otros: “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas”.

La segunda es quizás más difícil, no se trata de contestar aquello que otros dicen, sino de aquello que cada uno puede decir de Jesús: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. La pregunta seguramente creo un cierto desconcierto en todos. Pero, de entre ellos, Pedro hace una confesión de quién es Jesús: “El Mesías de Dios”.

El evangelista Lucas nos dice que, inmediatamente, Jesús va a anunciar en qué consiste ser el Mesías: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día”. La idea de un Mesías victorioso y reconocido por todos se desvanece; más aún, quien quiera seguirle se va a tener que identificar con Él, no en un camino de triunfo y éxito: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará”.

Seguramente lo que Jesús les dijo les causó un gran asombro, el mismo que todavía causa en nosotros cuando se nos anuncia la vida cristiana como una vida de cruz, de negación de uno mismo. Pero es éste un gran misterio de la vida cristiana, quien pierde la vida la encuentra, quien la entrega generosamente la multiplica.

Hoy, como siempre en toda la historia, ésta es la clave de la vida cristiana. Es también la clave de lo que llamamos la Nueva Evangelización, que no será posible sin un pueblo cristiano dispuesto a entregar su vida para que todos tengan vida.

Todos hemos conocido a personas que con gran generosidad entregan su vida al servicio de los demás, en distintos trabajos y servicios se dan con totalidad; pero a la vez siempre nos llama la atención su alegría y su optimismo que nace de la fe y de la esperanza.

Estas personas son las que enriquecen nuestro mundo y son grandes a los ojos de Dios. Y a esta misión somos llamados todos, ya que como hemos escuchado en la segunda lectura de hoy (Gálatas 3,26-29): “Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo”.

Debemos, pues, revestirnos con el vestido nuevo de Cristo. La desnudez manifiesta nuestra debilidad por eso la vestidura es como nuestra fuerza, nuestra dignidad de hijos de Dios. El vestido de Cristo es la mansedumbre y la humildad del corazón.

Que todos sepamos reconocer a Jesús como el Mesías que necesitamos en nuestras vidas y llevarlo a los demás.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

PEREGRINACIÓN A ROMA EN EL AÑO DE LA MISERICORDIA 26 de junio de 2016

Queridos hermanos y amigos: Desde el próximo 28 de junio y hasta el día 4 de julio celebraremos la peregrinación de

nuestra diócesis de Tarazona a Roma en este Año de la Misericordia. En este Año Jubilar de la Misericordia peregrinamos en nombre de la diócesis de Tarazona hasta la Puerta Santa de las distintas basílicas romanas.

Como nos dice el papa Francisco en la bula con la que convoca a la Iglesia a este Año Jubilar: “La peregrinación es un signo peculiar en el año santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. La vida es una peregrinación y el ser humano es ‘viator’, un peregrino que recorre su camino hasta llegar a la meta anhelada. También para llegar a la Puerta

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Santa en Roma y en cualquier otro lugar, cada uno deberá realizar, de acuerdo con las propias fuerzas, una peregrinación” (MV 14).

Secundando esta propuesta del Papa para este Año Jubilar, la diócesis de Tarazona nos hemos hecho caminantes, peregrinos y hemos querido llegar hasta Roma, la meta de nuestra peregrinación. Con el grupo que formamos esta peregrinación venís todos vosotros y, por todos vosotros, vamos a rezar.

No es, por lo tanto, un viaje turístico, aunque disfrutemos de todo lo que, a lo largo de los siglos, la fe cristiana ha querido plasmar en el arte. La peregrinación quiere ser una experiencia que refuerce en todos la fe y cree vínculos de comunión. Nuestro objetivo es reafirmar nuestra unión con la Iglesia Universal, a través del Papa.

Lo más importante de una peregrinación es el salir de nosotros mismos para abrirnos a Dios y a los hermanos. El papa Francisco habla de este aspecto de la peregrinación cristiana, las etapas de la peregrinación mediante la cual es posible alcanzar esta meta, para ello nos propone el vivir las siguientes palabras del Evangelio (Lucas 6,37-38): “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad y se os dará: os verterán en el regazo una buena medida, apretada, sacudida y repleta. Con la medida seréis medidos” (MV 14).

Coincide nuestra peregrinación con la solemnidad de San Pedro y San Pablo que celebraremos en Roma, si Dios quiere. Cada 29 de junio, en la solemnidad de los dos Apóstoles, recordamos a estos grandes testigos de Jesucristo y, a la vez, hacemos una solemne confesión de fe en la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Ante todo es una fiesta de la catolicidad.

Unida a esta solemnidad los cristianos queremos colaborar con las obras de caridad que el Papa realiza. Es lo que llamamos el Óbolo de San Pedro. Confío en vuestra generosa aportación económica. Gracias.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

ROGAD AL DUEÑO DE LA MIES QUE MANDE OBREROS A SU MIES 3 de julio de 2016

Queridos hermanos y amigos: Aunque en este domingo me encuentro en Italia junto a la peregrinación diocesana en este

Año de la Misericordia, no quiero dejar de escribiros como hago todas las semanas. En el Evangelio de este domingo (Lucas 10,1-12.17-20) hemos escuchado el mandato de

Jesús que nunca pierde actualidad: “La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies”.

Nunca pierde actualidad porque siempre es necesaria la presencia y la misión de los obreros que trabajen en la mies. Todos los cristianos estamos llamados a este trabajo evangelizador pero, para que toda la Iglesia se sienta dinamizada y cumpla su misión plenamente, son necesarios los sacerdotes.

Muchas veces en mis cartas y homilías os he invitado a rezar para que el Señor nos conceda vocaciones y también os he insistido en que las vocaciones y el seminario no son sólo una preocupación del obispo, todo cristiano se debe sentir corresponsable de esta necesidad para la Iglesia.

Aunque en nuestro Seminario tenemos un grupo de jóvenes que se preparan para ser sacerdotes y, por lo cual, damos gracias a Dios, rezar para que el Señor mandé obreros a la mies es una obligación en la que no debemos desfallecer.

La vocación al sacerdocio es un don que Dios hace a algunos para el bien de todos; por lo tanto todos necesitamos la presencia, la cercanía y el servicio de los sacerdotes.

Junto a nuestra oración continua rogando obreros para la mies del Señor, debemos también proponer a niños y jóvenes esta posibilidad de servir a Dios y a su Iglesia. En la catequesis, en la clase de religión, en nuestras homilías y en la familia debemos siempre tener presente la llamada vocacional. Lo debemos hacer con la confianza del sembrador que cuando deposita la semilla en la tierra sabe que a su tiempo fructificará.

El Evangelio de hoy nos narra cómo cuando los setenta y dos enviados por el Señor regresan

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de su misión, venían muy contentos y alegres. Esa misma alegría es la que vive quien responde a la llamada del Señor. La vida del sacerdote, sin duda, tiene dificultades pero, a su vez, está llena de la presencia de Dios.

Todos nos debemos sentir responsables de la pastoral vocacional, responsables con nuestra oración, como nos pide Jesús y responsables con nuestra propuesta a niños y jóvenes y ¿por qué no?, también a personas adultas, a las que el Señor también puede llamar y, sin duda, llama.

La pastoral vocacional no es exclusivamente juvenil, porque en toda edad de la vida resuena una invitación del Señor a seguirle. En el paso de una a otra etapa de la vida, en las situaciones de cambio, el Señor sigue llamando.

Hagamos, por lo tanto, una cadena continua de oración por las vocaciones sin cansarnos ni desfallecer.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

AL VERLO, LE DIO LÁSTIMA, SE LE ACERCÓ Y LE VENDÓ LAS HERIDAS 10 de julio de 2016

Queridos hermanos y amigos: En la liturgia de la Palabra de este domingo escuchamos uno de los pasajes del Evangelio

más conocidos, al que damos el nombre del Buen Samaritano (Lucas 10,25-37). En este Año de la Misericordia lo vemos con frecuencia ya que una pintura inspirada en este pasaje es la imagen que representa este Año y que contemplamos en muchas de nuestras iglesias.

El Buen Samaritano es Jesucristo, muchos padres de la Iglesia lo han interpretado así. El hombre caído en el camino somos cada uno de nosotros, es decir la humanidad herida y desvalida a la que nadie auxilia. San Agustín comenta este encuentro con las siguientes palabras: “Así, pues, como el Justo e Inmortal estuviese lejos de nosotros, los pecadores y mortales, bajó hasta nosotros para hacerse cercano quien estaba lejos” (Homilía 171).

San Pablo, en la lectura que hoy hemos escuchado (Colosenses 1,15-20), nos presentaba a Cristo en toda su majestad como Dios: “Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él”. Pero, a la vez como aquel que quiso reconciliar consigo todos los seres; y lo hizo no desde su majestad, sino desde su entrega: “Haciendo la paz por la sangre de su cruz”.

Es lo que escuchamos en el Evangelio de hoy y que otro de los padres, Orígenes, lo explica así: “Este Samaritano lleva nuestros pecados (Mateo 8,17) y sufre por nosotros. Él lleva al moribundo y lo conduce a un albergue, es decir dentro de la Iglesia. Ella está abierta a todos, no niega sus auxilios a ninguna persona y todos están invitados por Jesús. Venid a mí todos los que estáis fatigados y cansados, y yo os aliviaré” (Mateo 11,28) (Homilías sobre el Evangelio de Lucas). Cristo no ha pasado indiferente ante nuestro dolor, se ha volcado hacia nosotros y, por ello, sigue viniendo en ayuda de la humanidad herida

Pero, a la vez, ha querido que nosotros sigamos su misión, así termina el Evangelio de hoy: “Anda, haz tú lo mismo”. Debemos ser los posaderos que acogen y cuidan y, de esta forma, colaboramos y cumplimos la misión que Jesús nos ha encomendado.

Para poder cumplir esta misión de ser misericordiosos y buenos samaritanos, como lo ha sido Cristo, nosotros debemos ser los primeros en sentirnos objeto de su misericordia, es decir, sentir que Él se ha volcado hacia nosotros, nos lleva sobre sus hombros y cura nuestras heridas.

Comenzaba este comentario haciendo referencia a la imagen de este Año de la Misericordia, vuelvo ahora a ella, para destacar cómo las dos caras son idénticas, Jesús porta sobre sus hombros al hombre caído, destaca el que los dos comparten un ojo, el ojo derecho de Cristo es el ojo izquierdo del hombre que lleva sobre sus hombros. Podemos decir que es el ojo que nos mira con misericordia y que transformados por ella es “nuestro ojo” misericordioso para los demás.

Que este domingo nos ayude a acoger la misericordia y dejarnos abrazar por el amor incondicional de Dios. Dejarse tocar, cargar y escuchar y que, como nos dice hoy el Evangelio,

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sepamos cumplir: “Anda y haz tú lo mismo. Experimenta mi Misericordia y sé tú también misericordioso”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EL VERANO: UN TIEMPO PARA ESCUCHAR A DIOS

17 de julio de 2016

Queridos hermanos y amigos: En este domingo hemos proclamado un Evangelio conocido por todos (Lucas 10, 38-

42). Jesús es recibido en casa de sus amigos: Lázaro, Marta y María. Marta se afana y preocupa de que no falte ningún detalle para agasajar al huésped mientras que María no hace otra cosa que escuchar al Maestro: “Sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra”.

Las dos actitudes de las hermanas son importantes, acoger con todo amor al invitado y escuchar al Maestro. Santa Teresa de Jesús nos dice que las dos actitudes son complementarias en la vida cristiana (Moradas séptimas, capítulo IV): Acoger y escuchar.

Quiero centrarme en la actitud contemplativa de María ya que en este tiempo de verano, puede ser más fácil, ya que para muchos hay más tiempo de descanso.

Durante nuestras actividades a lo largo del año estamos ocupados en muchas cosas, quizás este tiempo más relajado nos ayuda a tener una actitud de escucha. De ponernos a los pies de Jesús para acoger a quien nos habla a lo más profundo de nuestro corazón.

Hay una diferencia entre oír y escuchar. Aunque oír y escuchar parecen ser lo mismo, no lo son en lo absoluto ya que uno puede oír sin escuchar. Oír quiere decir que percibimos los sonidos a través de los oídos, sin necesariamente entender lo que estamos oyendo. Por el contrario, para escuchar algo, debemos tener activados otros sentidos para entender lo que estamos oyendo.

De hecho, en nuestro lenguaje coloquial, decimos que, cuando alguien no presta atención a lo que hablamos, me ha oído como el oye llover; es decir, no ha dado importancia a lo que nosotros queríamos transmitir.

Al oír sólo tenemos activado nuestro sistema auditivo, mientras que cuando escuchamos también debemos prestar atención, concentrarnos, pensar y razonar. Oír es un acto involuntario, mientras que el escuchar es un acto intencionado. Es decir, yo te puedo estar oyendo, pero si no te pongo atención no voy a entender lo que me estás diciendo, por lo tanto, te oí pero no te escuché. Esto mismo nos puede pasar con el Señor.

Este tiempo de verano puede ser una oportunidad para escuchar a aquel que nos habla al corazón y puede transformar tantas cosas en nuestra vida. Es la experiencia de Abraham, como hemos escuchado en la primera lectura de hoy (Génesis 18,1-10a). Cuando el Señor lo visita le ruega: “Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo”.

Aprovechemos, pues, este tiempo para elegir la mejor parte, y con sosiego acoger y escuchar a Dios que no se cansa nunca de hablarnos al corazón.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EL VERANO: UN TIEMPO PARA LA ORACIÓN

24 de julio de 2016

Queridos hermanos y amigos: El domingo pasado os proponía aprovechar este tiempo de verano para abrir nuestro espíritu

y escuchar a Dios. Hoy impulsados por las lecturas que escuchamos en la Misa somos también invitados a hacer más intensa nuestra oración. Escucha y oración son como dos caras de una misma moneda, ambas son necesarias.

Nuestro modelo y maestro de oración es Cristo, precisamente su testimonio de oración es lo que hace que los discípulos le pidan que les enseñe a orar: “Una vez que estaba Jesús orando en

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cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”. Así comienza el Evangelio de este domingo (Lucas 11,1-13).

El Señor enseña a sus discípulos el Padre Nuestro, la oración característica de los cristianos como hijos de Dios. Oración que llenos de confianza, tantas veces elevamos a nuestro Padre y que, como decía San Agustín es como “un resumen de todo el Evangelio, podemos recorrer todas las oraciones que hay en la Sagrada Escritura y no encontraremos algo que no esté incluido en el Padre Nuestro. Es, pues, la oración por excelencia que fue enseñada por el mismo Jesús y contiene las siete peticiones más importantes que existen”.

Jesús mismo nos propone en el Evangelio que nuestra oración sea inoportuna e insistente, el ejemplo que nos da es bien claro: “Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle. Y, desde dentro, el otro le responde: No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos. Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite”. Es decir, Dios mismo nos propone que le molestemos, más aún que le importunemos con nuestra oración.

Un aspecto importante de esta oración inoportuna e insistente es la oración de intercesión, como hemos escuchado en la primera lectura (Génesis 18,20-32). Abraham casi negocia con Dios sobre la destrucción de Sodoma, él también pide con insistencia y lo hace en favor de otros.

La oración de intercesión es importante en la vida del cristiano y Dios quiere que pidamos por los otros. Sabemos que de una forma misteriosa la oración todo lo puede, quizás una de las carencias de los cristianos de hoy sea ésta, haber olvidado la fuerza y la importancia de la oración.

En las celebraciones de cada día se eleva nuestra oración, en la Misa y en la Liturgia de las Horas. Pedimos por todos y de un modo especial por aquellos que más lo necesitan, los enfermos, los necesitados, los que sufren violencia, los perseguidos… Pidamos, pues, los unos por los otros y por toda la humanidad, pidamos por la Iglesia y por nuestra diócesis.

Cuando se saluda al papa Francisco sus últimas palabras son siempre éstas: “Sobre todo no te olvides de rezar por mí”. Es lo que también nosotros tendríamos que pedir y hacer, rezar los unos de los otros.

Lo debemos hacer llenos de confianza en Aquel que nos ha dicho: “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

FELIZ MES DE AGOSTO 31 de julio de 2016

Queridos hermanos y amigos: Nuestra publicación semanal Iglesia en Tarazona se toma unas merecidas vacaciones en

este próximo mes de agosto. Hacemos un pequeño paréntesis en nuestro encuentro semanal. Durante estos últimos 11 meses no he querido dejar de dirigirme a vosotros todas las semanas.

Semana tras semana he comentado con vosotros distintos temas y muchas veces os he presentado mis preocupaciones. Mi intención es que cada domingo dejéis entrar en vuestras casas al Obispo que quiere entrar en contacto con vosotros. Muchas personas me habéis dicho, en las visitas a las parroquias, que leéis cada semana mis reflexiones, me alegro que mis comentarios os ayuden.

Siempre comienzo las cartas con el saludo: queridos hermanos y amigos; estas dos palabras expresan mis sentimientos hacia cada uno de vosotros, quiero ser el hermano que acompaña a otros hermanos en la misma fe y, a la vez, ser el amigo de todos, de los que estáis cerca de la Iglesia y también de todos los que vivís en esta diócesis. Os llevo a todos en mi corazón.

Aprovecho esta carta para desearos a todos un feliz mes de agosto. Muchos pueblos y parroquias celebraréis las fiestas patronales y las pocas personas que viven en muchos de

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nuestros pueblos, se verán multiplicados en sus habitantes, deseo que tengáis unos días felices y que vuestros vínculos familiares o de amistad se van más reforzados.

Si Dios quiere, en septiembre volveremos a nuestro encuentro semanal a través de estas cartas que quieren ser siempre sencillas y que son escritas con el corazón.

Nos espera un próximo curso pastoral en el que todos nos debemos sentir involucrados en la misión evangelizadora de la Iglesia. Me gustaría que mi “sueño” de la diócesis de Tarazona en “estado de misión”, se realizase. Gracias por la benévola acogida que ha tenido este proyecto.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

AUMENTANOS LA FE PARA QUE PODAMOS REVIVIR EL DON DE DIOS 2 de octubre de 2016

Queridos hermanos y amigos: Durante el pasado mes de septiembre he querido reflexionar con vosotros, a través de las

cartas dominicales, en lo que considero una necesidad para nuestra diócesis en estos momentos que estamos viviendo: La diócesis de Tarazona en estado de misión.

El Evangelio que escuchamos en la Misa de este domingo (Lucas 17,5-10) nos habla de algo fundamental para poder lograrlo y por eso, nosotros, como los Apóstoles, le pedimos a Jesús: Auméntanos la fe.

Jesús nos dice que aunque esa fe sea algo tan pequeño como un granito de mostaza, puede realizar obras que parecen imposibles y difíciles. La semilla de la mostaza es una de las semillas más pequeñas e insignificantes que existen, algo así como una mota de polvo. A esta cosa tan insignificante Jesús contrapone a uno de los árboles más robustos y fuertes, la morera.

Esta comparación nos anima a que, a pesar de nuestra pequeñez, nos sintamos llamados con fuerza para colaborar en la transmisión del Evangelio y de nuestra fe, uniéndonos a esta misión común de toda la diócesis.

Muchas pueden ser las excusas que nos impidan vivir la audacia de la fe: la edad avanzada, la falta de capacidades, el no saber expresarnos, la comodidad y tantas otras; pero la fe, aun cuando sea pequeña y débil, puede realizar grandes obras.

Por ello hacemos nuestra la recomendación que San Pablo hace a su discípulo Timoteo en la segunda lectura de hoy (San Pablo a Timoteo 1,6-8.13-14): Reaviva el don de Dios que recibiste. Efectivamente, todos nosotros hemos recibido el don de Dios que es la fe y, a su vez, el don de ser misioneros y apóstoles. Es lo que se nos dio el día en que recibimos los sacramentos del Bautismo y la Confirmación: un espíritu de energía, amor y buen juicio; que, a su vez, nos impulsa a tomar parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios.

Y esta obra misionera la debemos realizar con toda humildad, como concluye hoy el texto del Evangelio: Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

La fe siempre va acompañada de la humildad, más aún, es la única manera de crecer en ella y de dar fruto y el elemento que la hace creíble. Todos admiran a quienes humilde y no tiene pretensiones. Nadie se debe sentir protagonista, sólo Dios es el que puede hacer crecer y multiplicar en nuestras manos la obra encomendada, a pesar de nuestra pequeñez y pobreza.

Que al emprender la andadura de este nuevo curso pastoral en nuestra diócesis la palabra de Dios que hoy hemos proclamado en nuestras celebraciones sea la hoja de ruta que nos conduce y que

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de un modo especial como hoy hemos repetido en el Salmo (94,1-2.6-7.8-9) No endurezcáis vuestro corazón, ante la llamada que Dios y la Iglesia nos hace.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

TESTIGOS DE LA ACCIÓN DE DIOS 9 de octubre de 2016

Queridos hermanos y amigos: En las lecturas de la Misa de este domingo debemos subrayar el aspecto de agradecimiento y

alabanza a Dios por su acción en nosotros. Lo vemos en la primera lectura (segundo libro de los Reyes 5,14-17) y se vuelve a repetir en el Evangelio (Lucas 17,11-19).

Frente a esta actitud de alabanza nos choca la ingratitud de aquellos que habiendo sido curados por el Señor de la lepra, no vuelven a darle gracias: “¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios”.

La acción milagrosa de Jesús ha sido la misma en los diez leprosos, ya que todos ellos han sido curados de la terrible enfermedad. Jesús ha escuchado y acogido la súplica que le han dirigido: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”.

El texto del Evangelio señala que aquel que vuelve agradecido a Jesús era un samaritano, es decir uno que no pertenecía al pueblo de Israel. Lo mismo que en la primera lectura, Naamán que es de Siria, por lo tano paganos.

En ambos dos se da, junto al milagro físico de ser curados de la enfermedad de la lepra, un milagro que podemos llamar espiritual; pues, no sólo se benefician siendo librados de su grave enfermedad, sino que reconocen la acción de Dios. Naamán confiesa después de ser curado: “Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel”; y el leproso samaritano agradecido vuelve a Jesús: “Viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias”.

Nosotros muchas veces también dirigimos nuestras súplicas a Jesús por tantas cosas, le pedimos incluso con fe pero, quizás, después no tenemos el corazón agradecido de quien reconoce que todo es puro don de Dios. En el momento de la angustia o de la preocupación gritamos a Jesús como los leprosos: “Ten compasión de nosotros”; y podemos decir que Él nos ha escuchado y ayudado, pero la rutina no nos hace abrir los ojos para agradecer de corazón y para descubrir que lo que el Señor quiere es cambiar nuestro corazón, darnos unos nuevos ojos que reconocen su obra y, sobre todo, su presencia que nos acompaña siempre.

Quien, ante la acción de Dios en su vida, tiene estos nuevos ojos se convierte en un evangelizador ya que, tener este corazón agradecido significa también dar testimonio público de los dones recibidos. El que se siente beneficiado por el Señor sabe que el don recibido no es sólo para él, sabe que lo recibido es un tesoro para la comunidad a la que debe comunicar la gracia recibida.

Más aún, un corazón agradecido por la obra de Dios, desea que su amor sea conocido por todos para que todos puedan participar de la acción del Señor en el corazón de todo ser humano.

En este año, en el que todos estamos trabajando juntos por un nuevo impuso evangelizador en nuestra Iglesia diocesana, es ésta una dimensión que no podemos olvidar. La evangelización no sólo consiste en métodos y programaciones, que son necesarios; la evangelización consiste sobre todo en transformar nuestro corazón, crear unos nuevos ojos en nuestro espíritu para testimoniar lo que Dios ha hecho en nosotros.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

ORAR SIEMPRE Y SIN DESFALLECER 16 de octubre de 2016

Queridos hermanos y amigos: Las lecturas de este domingo son una invitación a la oración. Tanto la primera lectura (Éxodo

17,8-13) como el Evangelio (Lucas 18,1-8), son una catequesis que hoy recibimos sobre la importancia que debe tener la oración en la vida del cristiano.

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Nos precisan ambas lecturas que la oración debe ser además constante e insistente; Vemos hoy a Moisés que incluso necesita ayuda para no cansarse elevando las manos orantes al Señor, para conseguir la victoria de su pueblo y a la viuda que ante un juez injusto no se desanima pidiéndole justicia.

El Papa Francisco insiste a menudo en la importancia de la oración para los cristianos, muchas veces en sus catequesis del miércoles y en sus homilías no se cansa de instruirnos y animarnos a la oración personal y comunitaria.

No hace mucho en una de su catequesis de los miércoles (25 de mayo de 2016) comentaba la lectura del Evangelio que hoy hemos escuchado. El Papa nos explicaba ¿Por qué es bueno orar? En esta catequesis destacó la importancia de la oración y pidió no cansarse nunca de rezar, aunque parezca que a veces no se es correspondido.

Por ello nos invitaba: “No debemos desistir de rezar aunque no sea correspondida. Es la oración la que conserva la fe y ¡sin ella la fe vacila!”. La oración es tan importante que, como nos decía Francisco: “No se trata de rezar alguna vez, cuando lo siento. No. Jesús, dice que se necesita ‘rezar siempre, sin cansarse’. Y pone el ejemplo de la viuda y del juez.

Jesús nos propone en la parábola a un juez injusto que ante la insistencia de una pobre mujer hace lo que ella le pide, por eso ante Dios que es misericordioso, nuestra confianza debe ser total como nos dice el Papa: “Que es un Padre bueno y justo, hará justicia a sus elegidos que gritan día y noche hacia Él”.

Ciertamente que, a veces, parece como si Dios no nos escuchara y esto nos puede desanimar por lo que Francisco nos proponía: “Todos tenemos momentos de cansancio y de desánimo, sobre todo cuando nuestra oración parece ineficaz. Pero Jesús nos asegura: a diferencia del juez deshonesto, Dios escucha pronto a sus hijos, también si eso no significa que lo haga en los tiempos y en los modos que nosotros querríamos”.

Este año pastoral en que queremos dar un nuevo impulso misionero a nuestra diócesis, no podemos olvidar que la oración individual y comunitaria es un elemento esencial e imprescindible. No se trata sólo de crear un cierto activismo, fundamentalmente es llevar a Dios al hombre de hoy y, esto, no lo podremos conseguir si no estamos antes llenos de Él.

Enseñar a orar orando debe ser uno de nuestros mejores recursos evangelizadores, pidiendo al Espíritu Santo que Él nos enseñe a rezar y así nos conduzca por el camino que queremos recorrer.

Concluyo mi carta con las palabras del Papa Francisco en la catequesis que antes os he comentado: “Pidamos al Señor una fe que se hace oración incesante, perseverante, como la de la viuda de la parábola, una fe que se nutre del deseo de su venida. Y en la oración experimentamos la compasión de Dios, que como un Padre viene al encuentro de sus hijos lleno de amor misericordioso”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

SAL DE TU TIERRA. DOMUND 2016 23 de octubre de 2016

Queridos hermanos y amigos: En este cuarto domingo del mes de octubre llegamos a nuestra gran cita anual con las

misiones, celebramos hoy el DOMUND. Una jornada profundamente enraizada en todas nuestras parroquias y comunidades. Desde pequeños hemos vivido en nuestros pueblos y ciudades este día con ilusión y alegría por poder colaborar con el anuncio del Evangelio y con todos los países de misión. Este año con el lema Sal de tu tierra celebramos la jornada del DOMUND que llega en esta ocasión a su 90 edición.

Como todos los años el Papa Francisco nos ha dirigido un mensaje que nos hace reflexionar sobre esta labor, siempre necesaria, de anunciar el Evangelio a todos los hombres y especialmente a aquellos que todavía no lo conocen. Por ello nos recuerda al iniciar su mensaje:

“El Jubileo extraordinario de la Misericordia, que la Iglesia está celebrando, ilumina también

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de modo especial la Jornada Mundial de las Misiones 2016: nos invita a ver la misión ad gentes como una grande e inmensa obra de misericordia tanto espiritual como material. En efecto, en esta Jornada Mundial de las Misiones, todos estamos invitados a ‘salir’, como discípulos misioneros, ofreciendo cada uno sus propios talentos, su creatividad, su sabiduría y experiencia en llevar el mensaje de la ternura y de la compasión de Dios a toda la familia humana. En virtud del mandato misionero, la Iglesia se interesa por los que no conocen el Evangelio, porque quiere que todos se salven y experimenten el amor del Señor. Ella tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio (Bula Misericordiae vultus, 12), y de proclamarla por todo el mundo, hasta que llegue a toda mujer, hombre, anciano, joven y niño”.

Esta misión la cumplen de una manera real y efectiva en tantos misioneros y misioneras que, sintiéndose llamados por el Señor y enviados por la Iglesia, en muchos lugares del mundo, realizan esta inmensa obra de misericordia, como nos dice el Papa, espiritual y material. Nosotros no nos debemos sentir ajenos a la obra misionera de la Iglesia y, por lo tanto, debemos sentirnos, como ellos, enviados.

Nuestra colaboración es necesaria y, desde hace tiempo, junto al cartel que nos presenta la jornada del DOMUND, la Delegación de Misiones nos ofrece otro cartel que con el título: “Octubre Misionero”, en él se nos ofrecen indicaciones para celebrar este mes con un carácter misionero, tanto personalmente como comunitariamente.

Cada una de las semanas quiere intensificar lo que debemos hacer para colaborar en esta obra de misericordia que son las misiones: La oración, el sacrificio, la limosna y la vocación misionera. Actividades que el cristiano vive no sólo en este mes sino siempre.

Oración de intercesión por los misioneros para que se sientan siempre fortalecidos por el Señor en su, muchas veces, ardua labor. Ofrecimiento de nuestros sacrificios por ellos y por los lugares de misión. Nuestra colaboración generosa con esta obra que es de todos y, finalmente, nuestra preocupación para que nunca falten personas generosas que, saliendo de su tierra, estén dispuestas a ir a anunciar el Evangelio.

Agradezco el esfuerzo que cada año realizáis en cada parroquia en este día para responder con generosidad a esta obra de la Iglesia. Así como a la Delegada Diocesana de Misiones que siempre nos transmite su interés y cariño por la Obra Misionera de la Iglesia.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

DOS NUEVOS SACERDOTES PARA NUESTRA DIÓCESIS 30 de octubre de 2016

Queridos hermanos y amigos: En este último domingo del mes de octubre, nuestra diócesis de Tarazona está de fiesta y

nuestra Catedral abre sus brazos a todos, para que juntos podamos agradecer al Señor el don que nos hace con la ordenación de dos nuevos sacerdotes. Este domingo reciben la ordenación presbiteral dos diáconos de nuestra diócesis: José-Manuel Vargas Puga y Vicente Patzán Raxón.

José-Manuel se incorporó a nuestra diócesis formando parte de la comunidad de los Carmelitas de la Cruz y durante este tiempo ha colaborado pastoralmente en los arciprestazgos de Calatayud y del Alto Jalón.

Vicente se incorporó a nuestro seminario y en el Estudio Teológico completó sus estudios teológicos que ya habían iniciado en su país de origen. Pastoralmente ha colaborado en los arciprestazgos de Tarazona y Huecha y durante este verano también ha colaborado en nuestra misión de Cochabamba.

Es pues un gran regalo que recibimos con un corazón agradecido. Dos nuevos sacerdotes se incorporan a nuestro presbiterio diocesano y de esta forma se ve rejuvenecido y recibe un nuevo impulso.

Junto a nuestro agradecimiento, debemos hoy elevar nuestra oración para que siempre permanezcan fieles a la ordenación que hoy reciben. Como tantas veces repito es importante que el pueblo de Dios eleve siempre una oración confiada por los sacerdotes, los debemos respaldar siempre y estar cercanos a ellos y nuestra oración es siempre necesaria.

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La ordenación de estos dos nuevos sacerdotes nos hace ver también la necesidad de fomentar la pastoral vocacional. El Señor sigue llamando pero, a la vez, hace falta que su voz resuene en todas las actividades que realizamos en nuestra pastoral. La presentación de lo que es la vocación sacerdotal y la vida consagrada no debe faltar en nuestras catequesis y en los encuentros con los jóvenes.

La propuesta vocacional a nuestros jóvenes es la invitación a buscar lo que Dios quiere para sus vidas y, sin duda, ésta puede hacer saltar la chispa vocacional que les lleve a plantearse la posibilidad de iniciar un camino concreto hacia una consagración al Señor y al servicio de la Iglesia.

Deben hacernos pensar en esta necesidad urgente la pastoral vocacional las palabras del papa Francisco: “En muchos lugares escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Frecuentemente esto se debe a la ausencia en las comunidades de un fervor apostólico contagioso, lo cual no entusiasma ni suscita atractivo. Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas. Aun en parroquias donde los sacerdotes son poco entregados y alegres, es la vida fraterna y fervorosa de la comunidad la que despierta el deseo de consagrarse enteramente a Dios y a la evangelización, sobre todo si esa comunidad viva ora insistentemente por las vocaciones y se atreve a proponer a sus jóvenes un camino de especial consagración” (EvangeliiGaudium 107).

Nos alegramos en este día que recibimos el regalo de dos nuevos sacerdotes, le damos gracias a Dios por este don y le pedimos por ellos, para que siempre vivan con fidelidad el ministerio que han recibido.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

CLAUSURA DEL AÑO JUBILAR DE LA MISERICORDIA 6 de noviembre de 2016

Queridos hermanos y amigos: El pasado día 8 de diciembre de 2015, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen

María, el papa Francisco abría solemnemente, en la Basílica de San Pedro en Roma, la Puerta Santa para inaugurar el Año Jubilar de la Misericordia. En nuestra Catedral de Tarazona, como en el resto de las catedrales del mundo, lo celebrábamos el 13 de diciembre, tercer domingo de Adviento. Tras estas dos solemnes celebraciones hemos vivido desde entonces un año de gracia que junto con la Iglesia Universal hemos ido jalonando con diversas celebraciones.

Llegamos ahora al final de este Jubileo Extraordinario. Así como su inauguración fue realizada a nivel universal y a nivel diocesano en dos fechas distintas; ahora su clausura tendrá dos distintos momentos: En las diócesis de todo el mundo el día 13 de noviembre y en Roma el día 20 de noviembre, Solemnidad de Cristo Rey.

Coincide la fecha del 13 de noviembre con la Jornada del Día de la Diócesis y que mejor expresión de nuestro ser iglesia diocesana unida a la Iglesia Universal, que reuniéndonos todos en la Iglesia Madre de la diócesis que es nuestra catedral de Nuestra Señora de la Huerta. Manifestaremos así nuestro ser peregrinos de una porción del pueblo de Dios –nuestra diócesis de Tarazona- en profunda comunión con el Sucesor de Pedro y la Iglesia Universal.

Os invito a todos a participar en la celebración que, Dios mediante, tendremos el día 13 de noviembre en nuestra Catedral a las 17:30. En ella concluiremos este Año Jubilar, pero sobre todo sentiremos la alegría de ser miembros de una Iglesia que cuenta siempre con el apoyo y la misericordia entrañable de nuestro Padre Dios.

Poner punto final a este Año Jubilar no es pasar la página, olvidándonos de lo que este año ha sido para la Iglesia y buscar nuevos objetivos. La Misericordia de Dios es el mensaje que nos transmite el Evangelio y que contemplamos y vivimos en Cristo y en su Iglesia. Hemos vivido lo que cada día mueve la vida de cada cristiano, como nos decía el Papa al presentarnos este año: “La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo. La Iglesia vive un deseo inagotable de brindar

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misericordia”. Este Año Jubilar ha sido como un gimnasio espiritual en el que nos hemos entrenado para

vivir siempre y más intensamente la misericordia. Misericordia que se derrama sobre nosotros, pobres pecadores, y nos transforma en personas misericordiosas como Dios mismo lo es con nosotros.

Viviendo la misericordia y siendo testimonio vivo de ella, los cristianos estamos ayudando al hombre de hoy y a nuestra sociedad a descubrir una nueva dimensión cada día más necesaria del obrar humano, como nos dice el papa Francisco: “El mundo tiene necesidad de descubrir que Dios es Padre que tiene misericordia y que la crueldad no es el camino”.

Os espero a todos en la celebración del próximo domingo y mientras tanto os bendigo y saludo con afecto.

DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA 2016 13 de noviembre de 2016

Queridos hermanos y amigos: El domingo 13 de Noviembre, celebramos el día de la Iglesia Diocesana, con el lema:

“Somos una gran familia contigo”. La parroquia es una comunidad de comunidades, donde los carismas que regala el Señor a su

Iglesia para embellecerla y hacerla más creíble se manifiestan. Formada por hombres y mujeres de todas las edades, con una geografía, con una cultura, donde todos tienen cabida. No es una comunidad de selectos, es presencia de discípulos misioneros, de cristianos comprometidos, que tienen a Jesucristo como a su único Señor, que están decididos a proclamar esto explícitamente con sus vidas saliendo a los caminos a decirlo con palabras y obras.

Tenemos principios, pero sobre todo somos hijos de Dios y hermanos entre todos los hombres, creados a su imagen y semejanza; somos y nos sentimos una familia que deseamos hacer llegar esta realidad a todos y lo hacemos siguiendo los pasos y huellas de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Todo con su gracia, mostrando que la Iglesia es una gran familia, en la que todos los hombres se sienten acogidos, amados, perdonados y alentados a vivir según el Evangelio.

Los cristianos hemos de vivir la pertenencia a la Iglesia en una comunidad concreta, en nuestras parroquias, que son casas de misericordia.

En la parroquia, los discípulos misioneros, los cristianos vivimos de la Eucaristía, escuchamos su Palabra, celebramos la fe, adoramos al Señor, anunciamos a Jesucristo y, con hechos concretos, hacemos visible la caridad por y para dar a conocer a quien es Camino, Verdad y Vida, Jesucristo. En ella hemos de vivir como los primeros cristianos, llenos del Espíritu Santo, orando y trabajando, siendo contemplativos y siempre motivados para evangelizar desde la experiencia del amor de Dios.

La Iglesia siente la urgencia de anunciar la misericordia de Dios; esta llamada a ser el rostro visible de la misericordia de Dios, no sólo anunciándola y celebrándola sino también haciéndola visible.

La labor social y asistencial de las iglesias diocesanas que atienden a los más desprotegidos facilita el conocimiento del verdadero rostro de la Iglesia ayudando a los más necesitados de nuestra sociedad con la entrega generosa de la vida, de sus agentes de pastoral y de tantos y tantos colaboradores y voluntarios con que cuenta.

Para poder llevar a cabo esta misión la Iglesia de Tarazona necesita medios económicos: para retribuir a los sacerdotes, mantener los Seminarios y los servicios pastorales, ejercer la diaconía de la caridad, ayudar a las misiones, cuidar su patrimonio artístico y cultural, tan cuantioso como bello. Sí, tantas necesidades que cada día surgen a nuestro alrededor que forman parte de nuestra vida eclesial.

Que el Día de la Iglesia Diocesana contribuya a robustecer nuestra conciencia de familia, a amar con sentimientos de gratitud nuestras raíces religiosas y a crecer en actitudes de colaboración con nuestra Iglesia.

Como Iglesia diocesana nos hemos propuesto para este año PONER A LA IGLESIA DIOCESANA DE TARAZONA EN ESTADO DE MISION.

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Esto es TAREA DE TODOS. Sin la participación libre y responsable de los sacerdotes, religiosos y laicos no será posible.

Por eso propongo, os invito a todos, con motivo de esta Jornada, a dar gracias a Dios por la Iglesia, a sentiros en ella como en vuestra familia y a colaborar, con vuestro trabajo apostólico y con vuestra ayuda material, a su misión y a su sostenimiento económico.

Gracias a todos por vuestra entrega, disponibilidad y generosidad. Con todo afecto os saludo y bendigo.

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO 20 de noviembre de 2016

Queridos hermanos y amigos: Concluimos hoy el Año Jubilar de la Misericordia que el papa Francisco nos ha propuesto

desde el 8 de diciembre de 2015 hasta hoy. Lo hacemos en el marco de la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, último domingo del Año Litúrgico.

Escuchamos este domingo en el evangelio de Lucas (23,35-43) el momento en que la misericordia de Dios se ha derramado con toda su generosidad sobre la humanidad, es el momento de la Cruz en la que Cristo ha redimido a la humanidad.

No deja de ser paradójico que celebremos la fiesta de Jesucristo Rey, poniendo nuestros ojos en una realidad de aparente fracaso y de enorme sufrimiento; pero es éste el momento del gran triunfo de Cristo que libremente entrega su vida por amor. Como escuchamos en la carta de S. Pablo a los Colosenses (1,12-20) es el acontecimiento en que Él nos ha sacado de las tinieblas para conducirnos a la luz. Es éste un gran misterio que parece incomprensible a los ojos humanos.

Junto a Cristo en la Cruz, el Evangelista nos presenta a otros dos personajes que están pasando por su mismo suplicio, son dos malhechores. Uno de ellos se une a la burla del pueblo contra Jesús, el otro comprende que Jesús es su Salvador.

Es como una fotografía que nos presenta las dos posturas ante el sufrimiento, el primero se cierra en su dolor y con un corazón resentido se une a la burla, el otro –el que llamamos el buen ladrón- abre los ojos de su corazón y descubre que quien está a su lado es el verdadero Rey y que su Reino va a llenar de pleno sentido su existencia. Por eso grita: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Esta actitud de este malhechor le conseguirá ser el primero en escuchar de los labios de Jesús: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Nosotros queremos también hoy participar de esta actitud de confianza y poner nuestros ojos en Jesús que no nos deja solos antes nuestros sufrimientos y dificultades porque está siempre a nuestro lado. Por ello debemos aclamarlo como nuestro Rey, un rey no según el mundo y sus criterios, sino un rey que es pastor como David (Samuel 5,1-3) que cuida de nosotros con amor y misericordia.

Al concluir hoy el Año Jubilar de la Misericordia pedimos escuchar en nuestro corazón cada día las palabras de Jesús que nos aseguran estar con Él en su paraíso, en su Reino y que nuestra vida sea una trasparencia de él, “de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz”; como proclamamos en el prefacio de este día.

Y todo esto lo pedimos no sólo para nosotros, hacemos nuestras las palabras de la oración de consagración Cristo Rey, que hoy está recomendada hacer, y también le “pedimos por los muchos que por desgracia, jamás le han conocido, por los muchos que despreciando sus mandamientos, le han desechado”. Por ellos pedimos “para que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria. Que sea rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de él: que los devuelva al puerto de la verdad y de la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo pastor”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

QUÉ ALEGRÍA CUANDO ME DIJERON: VAMOS A LA CASA DEL SEÑOR

27 de noviembre de 2016

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Queridos hermanos y amigos: En el Salmo de la Misa de este domingo repetimos en su antífona: “Qué alegría cuando me

dijeron: Vamos a la casa del Señor” (121, 1). La liturgia de este día nos invita a iniciar un nuevo Año Litúrgico, en el primer domingo de Adviento, con este espíritu de alegría. Nuestra vida cristiana es siempre una peregrinación, como expresa el Salmo de hoy, y es una peregrinación hacia un encuentro de plenitud con el Señor. Por ello, también nosotros, decimos en este domingo: “Qué alegría, ahora que salimos al encuentro de Cristo” (Cf. Colecta de la Misa).

El tiempo de Adviento tiene, como bien sabemos, un doble aspecto. En primer lugar se nos invita a poner nuestra atención en la segunda venida de Cristo al final de los tiempos; por otra parte, es un tiempo de preparación a la solemnidad de la Navidad, en la que conmemoramos la primera venida del Hijo de Dios. Es, pues, el Adviento un tiempo de alegre esperanza; con la primera llegada del Señor se nos ha abierto un camino que llegará a su plenitud cuando, en su segunda venida, dé el Señor pleno cumplimiento a su obra.

La alegría de sentirnos llamados a peregrinar en esta vida, guiados por la esperanza, hace menos costoso todo esfuerzo que realicemos para conseguir llegar a la meta. El profeta Isaías en la segunda lectura (2, 1-5) nos invitaba: “Venid subamos al monte del Señor”. Encaminarnos hacia la cumbre de un monte supone siempre un esfuerzo y no hay nada peor que ese esfuerzo lo hagamos cargados de cosas innecesarias que solamente suponen un peso que hacen más difícil el ascenso. En nuestra vida cristiana debemos ir despojándonos de todo aquello que dificulta el camino. El tiempo de Adviento es una escuela de simplicidad, saber descubrir aquello que es esencial y lo único necesario. Si nuestra meta es Cristo, nuestra vida se debe vaciar de otras cosas innecesarias.

Nuestra propia existencia necesita encontrar aquello que le dé solidez y no perder el tiempo en aquello que nos aliena. El Evangelio de hoy (Mateo 24, 37-44) pone varias comparaciones para que lo comprendamos: Aquellos que dejan transcurrir su vida como en los tiempos de Noé –comían, bebían, se casaban- hasta que llega el momento en que ante la soledad o el sufrimiento encontramos nuestro espíritu vacío y no tenemos a quién recurrir.

Por eso el cristiano es invitado a vigilar: “Estad en vela”, nos dice el Evangelio de hoy; es decir despiertos y esperando la venida del Señor. El cristiano vigila y espera siempre la venida del Señor.

Por ello, si nos hemos dormido, o nos hemos desorientado en el camino de nuestra vida cristiana, como nos dice San Pablo en la segunda lectura (Romanos 13, 11-14) hoy “es ya hora de espabilarse… la noche está avanzada, el día se echa encima”. Por ello, el Apóstol nos invita a que dejemos las actividades de las tinieblas y que nos conduzcamos como en pleno día, con dignidad.

La participación más asidua en la oración, la escucha atenta de la palabra de Dios, el acercarnos a los sacramentos en este tiempo, sobre todo la Penitencia o Reconciliación y la Eucaristía nos ayudarán a vivir la alegría del camino y a ir, poco a poco, entrando en la sencillez y plenitud de la vida cristiana.

Emprendamos hoy este camino que se nos ofrece para que el Señor nos siga ofreciendo su misericordia y su salvación.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

SALIMOS ANIMOSOS AL ENCUENTRO DEL SEÑOR 4 de diciembre de 2016

Queridos hermanos y amigos: Peregrinación a Roma Aunque ya han pasado unos días desde la clausura del Año de la Misericordia, 20 de noviembre, no

quiero dejar pasar la oportunidad de esta carta para comunicaros la experiencia que viví en Roma. Del 17 al 18 de noviembre participé en Roma en un curso de formación para los obispos sobre el

nuevo proceso matrimonial, es decir, sobre los procesos canónicos de las causas de nulidad. En este curso tuve la oportunidad de saludar al papa Francisco, ya que el día 18 se hizo presente entre nosotros en el lugar donde se celebraba el curso. Tuve así la oportunidad de saludarle y de pedirle que rezara por nuestra diócesis,

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como nosotros lo hacemos por Él. Al terminar el curso participé en el Consistorio en el que fue creado cardenal el arzobispo de Madrid

D. Carlos Osoro, así como en la clausura, al día siguiente, del Año de la Misericordia. He vivido unos días de alegría en comunión con el Papa, con los obispos que han participado en el curso y en el Consistorio. Emocionante fue especialmente poder concelebrar en la clausura del Año de la Misericordia en la que a todos os tuve presentes.

Al final de esta celebración, se entregó la Carta Apostólica “Misericordia et misera”, regalo que el Papa nos hace a todos los cristianos al concluir este Año Jubilar, en otras cartas próximas reflexionaré con vosotros sobre ella.

Adviento El pasado domingo, al presentar el tiempo del Adviento, lo hacía utilizando la comparación con un

camino que emprendíamos o una montaña a la que ascendíamos. Lo importante era tener presente la meta o la cumbre que para nosotros era el encuentro con Cristo.

La primera oración de este domingo, la oración colecta de la Misa, vuelve a hacernos presente esta idea del camino emprendido y por ello dice: “Cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo”. Es decir la Iglesia y cada cristiano se ponen en camino, y salen, con renovada fuerza para encontrarse con Cristo. El domingo pasado decía que debíamos hacerlo con alegría, otra idea que se repite en la oración de hoy ya que dice que salimos al encuentro del Señor animosos. Ser animoso significa tener actitud positiva, tener valor y energía.

Pero, todo camino, tiene sus dificultades y, por ello, le pedimos al Señor en la misma oración colecta: “No permitas que lo impidan los afanes de esta vida”. Como os decía el domingo es necesario vaciarnos y descargarnos de los pesos que nos impiden tener ligereza en nuestro camino.

Cuando emprendemos un camino o una peregrinación, qué bueno es que haya señales que nos orienten y guíen correctamente para evitar toda confusión. Hoy esta señal es la figura de Juan el Bautista. Es una de las figuras típicas del tiempo de Adviento, que ahora vuelve a elevar su voz, para hacerla resonar en nuestros corazones como hemos escuchado en el Evangelio (Mateo 3, 1-12).

San Juan Bautista se dirige en el texto de hoy a los fariseos y saduceos. Eran dos grupos sociales importantes del pueblo de Israel en los tiempos de Jesús. Quizás podemos tener de ellos una visión negativa e identificarlos como personas falsas, hipócritas o retorcidas; pero en realidad no era así, fariseos y saduceos eran personas de bien: practicaban la religión, procuraban hacer el bien y es precisamente a ellos, sin embargo, a los que Juan dirige sus severas palabras.

La voz de San Juan sigue también ahora diciéndonos: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos… dad frutos que pide la conversión”. Sí, nosotros, como aquellos fariseos y saduceos, hoy escuchamos la voz que nos llama a la conversión. Como ellos nos podemos hacer la ilusión que nuestra vida cristiana –muchas veces mediocre- es ya suficiente con sus prácticas. No es así, Cristo quiere más de nosotros y quiere más, porque quiere hacer más plena y feliz nuestras vidas para vivir la novedad de ser hijos de Dios.

Convertirnos es hacer aquello que hemos escuchado hoy en la lectura de San Pablo a los Romanos (15, 4-9): “Acogeos mutuamente como Cristo os acogió… Él se hizo servidor… acoge a los gentiles para que alaben a Dios por su misericordia”.

Que este tiempo fuerte del Adviento nos ayude y que la voz de Juan el Bautista llamándonos a la conversión resuene en nuestros corazones y nos ponga en marcha.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LA ALEGRÍA CRISTIANA 11 de diciembre de 2016

Queridos hermanos y amigos: Peregrinación a Roma Aunque ya han pasado unos días desde la clausura del Año de la Misericordia, 20 de noviembre, no

quiero dejar pasar la oportunidad de esta carta para comunicaros la experiencia que viví en Roma. Del 17 al 18 de octubre participé en Roma en un curso de formación para los obispos sobre el nuevo

proceso matrimonial, es decir, sobre los procesos canónicos de las causas de nulidad. En este curso tuve la oportunidad de saludar al papa Francisco, ya que el día 18 se hizo presente entre nosotros en el lugar donde se

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celebraba el curso. Tuve así la oportunidad de saludarle y de pedirle que rezara por nuestra diócesis. Al terminar el curso participé en el Consistorio en el que fue creado cardenal el arzobispo de Madrid

D. Carlos Osoro, así como en la clausura, al día siguiente, del Año de la Misericordia. He vivido unos días de alegría en comunión con el Papa, con los obispos que han participado en el curso y en el Consistorio. Emocionante fue especialmente poder concelebrar en la clausura del Año de la Misericordia en la que a todos os tuve presentes.

Al final de esta celebración, se entregó la Carta Apostólica Misericordia et misera, regalo que el Papa nos hace a todos los cristianos al concluir este Año Jubilar, en otras cartas próximas reflexionaré con vosotros sobre ella.

Domingo Gaudete Dicho esto quiero hacer una breve reflexión sobre este tercer domingo de Adviento que se caracteriza

porque subraya, de un modo especial, la alegría. De hecho, todavía lo llamamos con su nombre latino domingo gaudete. En latín gaudete quiere decir regocijaos, alegraos, estad alegres; y es la primera palabra de la antífona de entrada de la Misa.

Como decía San Juan Pablo II: La alegría cristiana es una realidad que no se describe fácilmente, porque es espiritual y también forma parte del misterio. Quien verdaderamente cree que Jesús es el Verbo Encarnado, el Redentor del Hombre, no puede menos de experimentar en lo íntimo un sentido de alegría inmensa… ¡No apaguéis esta alegría que nace de la fe en Cristo crucificado y resucitado! ¡Testimoniad vuestra alegría! ¡Habituaos a gozar de esta alegría! (Aloc. 24-11-1979)

Nos encaminamos hacia la celebración de la Navidad, un tiempo litúrgico que nos hace presente a Jesús Encarnado, hecho como nosotros hombre y que se hace el compañero en el camino de nuestra vida para redimirnos; ésta es la verdadera causa de nuestra alegría. En un mundo herido por tantas dificultades y que nos hace tantas veces ser pesimistas Dios mismo se hace el Emmanuel, el Dios con nosotros.

Por eso la verdadera alegría, la que está por encima de las dificultades y de todo dolor, es la que nace de los que se han dejado encontrar por Dios en medio de las situaciones más diversas y, a pesar de todo, han decidido seguirle.

Con todo realismo el papa Francisco reflexionaba en una de sus homilías: No toda la vida cristiana es una fiesta. Se llora, muchas veces se llora. Cuando estás enfermo; cuando tienes un problema en la familia con un hijo, con una hija, la mujer, el marido; cuando ves que tu sueldo no llega al final del mes y tienes un hijo enfermo; cuando ves que no puedes pagar la hipoteca de la casa y te tienes que ir… Muchos problemas. La tristeza que nos viene a todos nosotros cuando vamos por un camino que no es bueno.

Por ello en todas las situaciones de la vida debemos tener una esperanza, como sigue diciendo el Papa: Yo sé, Señor, que esta tristeza se volverá alegría. ¡No sé cómo, pero lo sé!’. Un acto de fe en el Señor. ¿Tienes paz en el alma en el momento de las persecuciones, cuando todos se alegran por tu mal? ¿Tienes paz? Si tienes paz, tienes la semilla de la alegría que vendrá después.

Que estos últimos días de Adviento nos ayuden a todos a encontrar en Cristo, hecho hombre, los motivos de nuestra verdadera alegría.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

MARÍA, MANANTIAL DE ALEGRÍA 18 de diciembre de 2016

Queridos hermanos y amigos: Este último domingo de Adviento es doblemente mariano, por una parte el cuarto domingo de

Adviento siempre, en las lecturas y en las oraciones, nos presenta a la Virgen María, pero además coincide con el día 18 de diciembre, en el que se celebra a María como Madre de la Esperanza o de la Oh. Es además el punto de partida de la recta final del Adviento, la novena podríamos decir, que nos conduce a la Navidad y donde Santa María tiene una presencia significativa en la liturgia de estos días.

Benedicto XVI proponía una reflexión sobre la Virgen y la alegría en una de las ofrendas florales que el día 8 de diciembre se hace a la Inmaculada en la plaza de España de Roma. El Papa Emérito señalaba cómo con la colaboración de María, la Gracia que es Cristo ha traído a nuestra vidas la alegría: “La Gracia trae la verdadera alegría que no depende de la posesión de las cosas, sino

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que tiene sus raíces en lo más íntimo, en lo más profundo de la persona, y que nada ni nadie puede quitar”.

El Evangelio de Cristo es una continua invitación a la alegría cristiana y por ello subrayaba el papa Benedicto: “El cristianismo es esencialmente un ‘evangelio’, una ‘buena noticia’, mientras que algunos piensan que es un obstáculo a la alegría, ya que lo ven en él una serie de prohibiciones y reglas”; y es, subrayaba el Papa: “En realidad, el cristianismo es el anuncio de la victoria de la Gracia sobre el pecado, de la vida sobre la muerte”.

En la Navidad la Buena Noticia, el Evangelio, se hace carne en Jesús como niño pequeño y débil, y María se llena de alegría porque ve cumplidas en Él las promesas del Padre. Todo esto ocurre en el plano más íntimo de su corazón, en el silencio, en la contemplación y en la oración.

Estos días últimos de Adviento, nuestra actitud debe ser la de María. Benedicto XVI en la reflexión a la que hago hoy referencia nos decía: “Lo que es realmente grande a menudo pasa desapercibido y el silencio apacible se revela más fructífero”. Ciertamente, vivimos agitados por tantas cosas y, por ello, es importante encontrar momentos para que, como nos decía el Papa, sepamos: “Estar tranquilos, escuchar el silencio en el que el Señor hace oír su voz discreta. Con María queremos estar abiertos a la escucha de Dios”.

Esta actitud receptiva de nuestro espíritu nos llevará a encontrar los motivos de nuestra alegría cristiana, como señala el papa Francisco: “Si vivimos nuestra vida como la vivió nuestra Madre, si nos dejamos encontrar por Dios; si nos animamos a decirle Sí como ella lo hizo y a entregarle totalmente nuestra vida a Dios, sirviendo a los demás sin mirar solamente nuestras necesidades, entonces encontraremos los mismo motivos de la Alegría de María”.

Os invito a vivir estas actitudes en estos días últimos del Adviento: escucha, apertura a Dios, silencio, hacernos pequeños, oración, contemplación y servicio. María será nuestro modelo y la Madre que nos ayuda para encontrar en Ella la verdadera alegría.

En este año pastoral he querido presentar a toda la diócesis nuestro plan pastoral para que sea una Iglesia en salida, en salida hacia los de dentro y hacia los de fuera. Las palabras de San Pablo lo resumen muy bien, para los que vivimos dentro de la Iglesia, “acogernos”, es decir, crear fraternidad en nuestras parroquias, vivir unidos a Cristo y, a la vez, ser acogedores de los que viven fuera de la Iglesia, para que ellos también alaben a Dios por su misericordia.

Evangelii Gaudium termina con una hermosa frase del corazón del Papa Francisco que llama a la Virgen: “Manantial de alegría para los pequeños”, “Madre del Evangelio viviente”.

Animémonos, en estos últimos días de Adviento, la vida puede estar llena de tristezas pero Dios quiere hoy poner en tu vida, en tu corazón la misma alegría de María.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

FELIZ NAVIDAD 25 de diciembre de 2016

Queridos hermanos y amigos: Coincide este año la solemnidad de la Natividad del Señor con el domingo, día en que llega a

vuestras manos la carta que semanalmente os escribo; tengo la alegría este año, por lo tanto, de felicitaros este tiempo, en el mismo día en que celebramos que el amor misericordioso de Dios Padre se ha hecho presente entre nosotros en Jesús nacido en Belén. A todos os deseo una feliz Navidad.

Con la celebración de esta solemnidad anunciamos con gran gozo y alegría que hoy ha nacido nuestro Salvador, Cristo el Señor; un Salvador en la figura de un niño pequeño que espera nuevamente la acogida en nuestro corazón y en nuestra vida.

Cristo Jesús, nacido en la pobreza de Belén se hace presente entre nosotros también con los signos pobres y simples del pan y el vino que compartimos en la Eucaristía dando gracias a Dios Padre. En estos días de Navidad debemos aprovechar la oportunidad de celebrar la Misa en familia y

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en nuestra comunidad y así con María y los pastores poderlo reconocer presente entre nosotros y adorarlo.

A la vez, sabiendo que a la luz del misterio del Dios hecho hombre se encuentra la luz del misterio de todo hombre, debemos también en estos días elevar una oración confiada para que esta luz que es Cristo llegue a toda la humanidad y encuentre en Él la plena realización.

Que nuestra fe en Jesús se refuerce y se haga efectiva en el amor gratuito hacia los demás. Nuestra oración en estos días, de forma generosa, se abre a todo el mundo, pidiendo a Dios especialmente por aquellos que sufren o viven excluidos a causa de la injusticia y del desinterés hacia los más necesitados.

El papa Francisco, a lo largo de su pontificado, ha hablado del sentido de estos días, con sencillez y claridad nos ha propuesto algunas claves para vivir estas fechas. Quiero hacerlas mías y proponéroslas:

Hacer espacio para el Niño que va a nacer: “Cada familia cristiana, como hicieron María y José, puede recibir a Jesús, escucharlo, hablar con Él, estar con Él, protegerlo, crecer con Él; y así mejorar el mundo. Hagamos espacio en nuestros corazones y en nuestros días al Señor”.

Un tiempo para alegrarse y compartir esta alegría con fiestas, “pero, a la vez: Que la Santa Navidad no sea nunca una fiesta del consumismo comercial, de la apariencia, de los regalos inútiles, o del desperdicio superfluo. Si no que sea una fiesta de la alegría, de acoger al Señor en el pesebre y en el corazón”.

Un tiempo para compartir: “Esto es la verdadera Navidad: la fiesta de la pobreza de Dios que se despojó de sí mismo tomando la naturaleza de esclavo; de Dios que sirve en la mesa; de Dios que se esconde a los intelectuales y sabios y que se revela a los pequeños, sencillos y pobres”.

Que el débil niño puesto en el pesebre y que es la salvación del mundo nos haga a todos participar de ella.

Feliz Navidad con mi bendición y afecto.

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2017

MARÍA DA AL MUNDO A CRISTO, NUESTRA PAZ

1 de enero de 2017

Queridos hermanos y amigos: Feliz año 2017, en éste su primer día. Que María, Madre de Dios, cuya solemnidad hoy celebramos,

nos acompañe a lo largo del camino que hoy emprendemos y que seamos testigos de la gracia y del amor de Dios que derrama sus bendiciones sobre nosotros.

Jornada Mundial de la Paz: La No-Violencia: un estilo de política para la paz. La Jornada Mundial de la Paz fue instituida por el Papa Pablo VI, hoy hace 50 años, y se celebra

cada año el 1 de enero. Este año nos propone la no-violencia como un estilo de vida: La violencia y la paz están en el origen de dos maneras opuestas de construir la sociedad. La proliferación de brotes de violencia da origen a gravísimas y negativas consecuencias sociales.

En distintas ocasiones el Santo Padre ha utilizado la expresión de la tercera guerra mundial por partes que refleja la situación en la que hoy vivimos, sobre todo, en los diversos conflictos que ocurren en el mundo.

Frente a esta situación de violencia el Papa, en su mensaje de este año, nos propone otra cultura: “La paz tiene consecuencias sociales positivas y permite realizar un verdadero progreso. Por lo tanto, debemos movernos en los espacios de lo que es posible, negociando vías de paz, incluso ahí donde las dichas vías parecen ambiguas e impracticables. La no-violencia podrá adquirir un significado más amplio y nuevo: no solo como aspiración, deseo, rechazo moral de la violencia, de las barreras, de los impulsos destructivos, sino como enfoque político realístico, abierto a la esperanza”.

Como nos dice el Papa la no-violencia está fundamentada en la primacía de la ley, salvaguardando los derechos de cada persona y de la dignidad sin discriminación y por ello es importante que siempre se reconozca la fuerza del derecho, en vez, del derecho de la fuerza.

Creemos también nosotros esta cultura de no-violencia en nuestros ambientes y pidamos la paz para nuestro mundo, especialmente para los países y personas que sufren el flagelo de la violencia y de la guerra.

Misión diocesana de Cochabamba. El próximo viernes, 6 de enero, celebraremos la Epifanía y como ya es tradicional desde hace años,

tendremos una jornada de comunión con la parroquia de Santa Mónica en Cochabamba, tan querida por toda nuestra diócesis de Tarazona.

En ese día tenemos presente la gran labor que tantos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de nuestra diócesis han realizado en aquella maravillosa parroquia. Siendo tan pequeños y pobres hemos hecho todos posible esta realidad que anima la vida cristiana y dignifica al ser humano.

Nuevamente, en este día, elevamos nuestra acción de gracias por lo que el Señor ha hecho con nosotros ayudándonos siempre en todo lo que allí se ha emprendido, por el enriquecimiento espiritual y humano que para ellos y nosotros ha supuesto esta empresa común que es la parroquia de Santa Mónica.

Nos unimos hoy a cuantos allí hacen presente a nuestra diócesis, especialmente nos unimos a Alejandro y Esteban, los dos sacerdotes diocesanos que atienden con toda entrega y generosidad nuestra parroquia de Santa Mónica. Gracias por las aportaciones económicas a favor de esa misión. Sigamos aportando esa ayuda. La necesitamos.

Reitero la felicitación con la que comenzaba mi carta y con todo afecto os saludo y bendigo.

BAUTIZADOS CON CRISTO EN EL JORDÁN 8 de enero de 2017

Queridos hermanos y amigos: Concluimos hoy, con la fiesta del Bautismo del Señor, el tiempo de Navidad. A lo largo de estos

días, hemos ido contemplando, en las celebraciones de los distintos días, al Señor que por nuestra salvación se ha hecho hombre, ha acampado entre nosotros y desde la sencillez y la humildad se ha manifestado para que podamos acogerlo en nuestras vidas.

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En la primera lectura de hoy se nos presenta la profecía de Isaías (42,1-4.6-7) que se cumple en Jesús, el Siervo, que desde la humildad viene al encuentro del hombre: “No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra”.

Desde esta humildad ha venido a llamar a todos, como nos dice la lectura de los Hechos (10,34-38) por boca de Pedro: “Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos”.

Finalmente, en el breve Evangelio de hoy (Mateo 3,13-17) se nos presenta el momento en que Jesús, antes de comenzar su misión, recibe el bautismo de Juan, poniéndose en la fila de los pecadores. De esta forma cumple la voluntad amorosa del Padre hacia la humanidad: “Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere”; y este acto de obediencia y humildad hace que el corazón de Dios Padre se conmueva y se oiga su voz: “Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él y vino una voz del cielo que decía: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto”.

El bautismo de Jesús es el comienzo del bautismo cristiano, Dios Padre nos hace hijos en el Hijo, nos da el Espíritu Santo y nos reviste de gracia para que cómo Jesús ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, prosigamos su misión, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (cf. segunda lectura)

Contemplar a Jesucristo, el Hijo amado de Dios, su predilecto, en esta fiesta del Bautismo del Señor, nos invita a redescubrir el significado de nuestro bautismo. Cada año en este día el Papa, desde San Juan Pablo II, en la capilla Sixtina administra el bautismo a distintos niños.

El papa Francisco invitaba a todos a experimentar en esta fiesta: “En la vida de cada día la gracia que recibimos en el Bautismo, siendo verdaderos hermanos y hermanas en Cristo y verdaderos miembros de la Iglesia”.

A lo largo del año 2015, el papa Francisco ha ofrecido una serie de catequesis sobre los sacramentos, en la dedicada al bautismo señalaba: “El Bautismo es el sacramento sobre el que se fundamenta nuestra fe y nos hace miembros vivos de Cristo y de su Iglesia. No es un simple rito o un hecho formal, es un acto que afecta en profundidad la existencia. Por él, nos sumergimos en la fuente inagotable de vida, que proviene de la muerte de Jesús. Así podemos vivir una vida nueva, de comunión con Dios y con los hermanos. Aunque muchos no tenemos el mínimo recuerdo de la celebración de este sacramento, estamos llamados a vivir cada día aspirando a la vocación que en él recibimos. Si seguimos a Jesús y permanecemos en la Iglesia, con nuestros límites y fragilidades, es gracias a los sacramentos por los que nos convertimos en nuevas criaturas y somos revestidos de Cristo”.

Que a lo largo de este año revivamos individualmente y en comunidad la gracia que aquel día recibimos.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

CRISTO, SIERVO Y CORDERO 15 de enero de 2017

Queridos hermanos y amigos: Tras las celebraciones de la Navidad que concluían el domingo pasado con la fiesta del

Bautismo de Señor, emprendemos hoy el llamado Tiempo Ordinario, es decir el que trascurre desde el fin de Navidad-Epifanía hasta el comienzo de la Cuaresma y, en un segundo periodo, desde la conclusión de la Pascua al comienzo del Adviento.

Quizás el nombre que le damos de Tiempo Ordinario no es muy acertado ya que, ordinario, puede entenderse como algo poco importante; sin embargo es un tiempo de gracia en el que, domingo tras domingo, nos encontramos con Cristo que se hace presente en medio de la comunidad cristiana dándonos su palabra y su Cuerpo. De esta forma crecemos y maduramos en nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor.

Un aspecto que de manera especial debemos cuidar cada semana son las lecturas bíblicas que nos presenta la liturgia de cada domingo. En mi última carta pastoral: “La diócesis de Tarazona en

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estado de misión”, proponía la preparación de la Misa dominical para que al celebrarla, resonará en la comunidad la palabra de Dios y ella nos impulsará en nuestra vida cristiana.

Este domingo las lecturas son breves y nos presentan a Jesús en el Evangelio (Juan 1,29-34), con las palabras de san Juan Bautista: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. También, la primera lectura (Isaías 49,3.5-6) anunciaba la venida de un siervo que será: “Luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”.

En el lenguaje bíblico hay una relación entre estas dos palabras, cordero y siervo. En arameo se emplea la misma palabra para designarlos (talya). Por lo tanto, el siervo anunciado por el profeta Isaías, el que trae la luz y la salvación, es el mismo que el Bautista señala como el cordero, que romperá y destruirá el pecado que atenaza al hombre.

La palabra cordero utilizada por san Juan Bautista recuerda dos imágenes que encontramos en el profeta Isaías y que emplea como un juego de palabras; por una parte el siervo que en sus escritos es conocido como el siervo de Yahveh y del que dice que como cordero será llevado al matadero (Isaías 53, 7). Es un claro anuncio del sacrificio de Cristo que trae la salvación y que con amor infinito se hace siervo de todos y víctima, cordero, del sacrificio pascual.

En Cristo, cordero y siervo, ponemos también hoy nuestros ojos y con Él queremos encontrarnos para que nunca nos falte la luz que ilumine el camino de nuestra vida, la salvación que fortalezca nuestra fe.

También nosotros debemos participar de esta misión y hacer de nuestra vida una entrega generosa que lleve la salvación a cada hombre y al mundo entero, hasta los confines de la tierra. Por ello, con el Salmo de este día (Sal 39,2.4ab.7-8a.8b-9.10), queremos decir al Señor: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.

Voluntad de Dios que no es otra cosa que hacer partícipes a todos del amor de Dios, de su misericordia infinita que se inclina hacia el hombre y escucha su grito.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

SÍGUEME Jornada de la Infancia Misionera 2017

22 de enero de 2017

Queridos hermanos y amigos: Quiero este domingo dirigir mi carta semanal a los niños y niñas de nuestra diócesis, pues

hoy celebramos la Jornada de la Infancia Misionera. Desde hace algo más de un mes en las catequesis y clases de religión habéis ido preparando este domingo.

Antes de comenzar las vacaciones de Navidad, vuestros catequistas y profesores de religión os hablaron de esta Jornada y os dijeron que era importante que, durante los días de las vacaciones, pensarais en los niños que, a lo largo de todo el mundo, pasaban por tantas necesidades. Para ello os entregaron la hucha del compartir, una cartulina que debíais recortar y pintar y tenerla en vuestras casas a lo largo de las vacaciones de la Navidad.

En ella habéis depositado parte de las propinas que os han dado en estos días y vuestros padres y familiares también han querido tener un gesto de generosidad depositando alguna cantidad de dinero. Hoy, en el ofertorio de la Misa, junto al pan y el vino, presentaréis esta pequeña hucha que manifiesta vuestra generosidad y amor hacia tantos niños que lo necesitan.

Junto a esta actividad, también en la víspera de la Navidad, muchos participasteis en la operación sembradores de estrellas, el día en que salís por las calles para llevar el mensaje de amor de Jesús y felicitar la Navidad. De esta forma los niños os convertíais en auténticos misioneros de Jesús llevando la alegría de la Buena Noticia.

Dos actividades muy bonitas que, no sólo a vosotros, sino a todos, nos ayudan a descubrir que todo cristiano debe tener espíritu misionero y que, aunque no estemos en la primera línea de misión como los misioneros y misioneras, hay muchas cosas que podemos hacer por los lugares de misión, por los niños y por los misioneros.

La Jornada de la Infancia Misionera de este año 2017 tiene como lema: “Sígueme”. Así lo habéis podido ver en la hucha que recibisteis y en el cartel de este año. Es la invitación que también

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los niños recibís de Jesús, Él llamó a cada uno de los Apóstoles con esta palabra, pero también ahora sigue llamando a cada uno de vosotros y en nuestro corazón debe resonar esta voz que ahora también os dice, sígueme.

En el cartel de este año, podéis ver a los niños que suben por una escalera que forma la palabra sígueme; esos niños os representan a vosotros, a los chicos y chicas de Infancia Misionera, quiere ser una invitación para ayudaros a descubrir que podéis también ser misioneros. Son niños que han oído la llamada de Jesús y que con la mochila de sus vidas al hombro dibujan la bella imagen de quienes se han puesto en camino siguiendo a Jesús.

Si Jesús os llama significa que Él cuenta con vosotros y que ya desde niños, en la infancia, sois importantes porque también en vuestras vidas podéis ser misioneros y responder a la llamada de Jesús. Estoy convencido que también los niños de nuestra diócesis de Tarazona escucharéis esta voz de Jesús que os llama a seguirle y rezo para que muchos le digáis que sí.

Espero también en este día la generosidad de todos, pequeños y mayores, para esta obra tan importante. Tantos niños en el mundo entero pueden mejorar sus condiciones de vida con nuestra aportación y, sobre todo, van a poder conocer a Jesús. Gracias por vuestra generosidad.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

TESTIGOS DE LA ESPERANZA Y LA ALEGRÍA Jornada Mundial de la Vida Consagrada 2017

29 de enero de 2017

Queridos hermanos y amigos: El próximo jueves, día 2 de febrero, celebramos la fiesta de la Presentación del Señor en el

Templo y, desde el año 1997, por iniciativa de San Juan Pablo II, la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que este año nos propone la Vida Consagrada como una experiencia de esperanza y alegría.

La Vida Consagrada en la Iglesia presenta hoy un rico mosaico que enriquece a todo el Pueblo de Dios: los Institutos Religiosos de Vida Apostólica, los miembros de Institutos Seculares y de Nuevas Formas de Consagración, el Orden de las Vírgenes, los monjes y monjas de vocación contemplativa.

En primer lugar queremos, en la celebración de esta Jornada, agradecer al Señor el don de la Vida Consagrada en sus diversos carismas que es siempre un testimonio de servicio y amor a la Iglesia. En la fiesta de la Presentación del Señor, agradecemos a Dios la vocación consagrada que muchos de sus miembros han recibido. Los diversos carismas y las distintas formas de consagración son expresión de la múltiple gracia con que Dios ha querido embellecer a su Iglesia. Hoy agradecemos a Dios la vocación recibida en el seguimiento de Cristo pobre, casto y siempre obediente al Padre.

Es también, en segundo lugar, un día para elevar nuestra oración por la Vida Consagrada, para que sean testigos de la esperanza y de la alegría y lo sean con el testimonio de su vida completamente entregada y, de esta forma, infundan la esperanza en los corazones de toda la humanidad.

También debemos ser conscientes en este día de las dificultades por los que pasa la Vida Consagrada. El papa Francisco en su mensaje de este año lo constata: “Conocemos las dificultades que afronta la vida consagrada en sus diversas formas: la disminución de vocaciones y el envejecimiento, sobre todo en el mundo occidental, los problemas económicos como consecuencia de la grave crisis financiera mundial, los retos de la internacionalidad y la globalización, las insidias del relativismo, la marginación y la irrelevancia social...”

Pero esta mirada hacia las dificultades no debe llenarse de pesimismo, el Papa nos invita a que en medio de dificultades e incertidumbres: “Se levanta nuestra esperanza, fruto de la fe en el Señor de la historia, que sigue repitiendo: No tengas miedo, que yo estoy contigo (Jeremías 1, 8). La esperanza de la que hablamos no se basa en los números o en las obras, sino en aquel en quien hemos puesto nuestra confianza (cf. 2 Timoteo 1, 12) y para quien nada es imposible (Lucas 1, 37). Esta es la esperanza que no defrauda y que permitirá a la vida consagrada seguir escribiendo una gran

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historia en el futuro, al que debemos seguir mirando, conscientes de que hacia él es donde nos conduce el Espíritu Santo para continuar haciendo cosas grandes con nosotros”.

Agradecimiento y oración que hoy concretamos en nuestra diócesis de Tarazona por todos los que en ella vivís la Vida Consagrada. Vuestro testimonio y oración nos enriquece a todos, con vosotros elevamos, en el día de la Presentación del Señor, nuestra oración confiada, por vuestra fidelidad a la llamada recibida y para que el Señor suscite vocaciones que continúen vuestra misión.

Felicidades querida vida consagrada. Con todo afecto os saludo y bendigo.

LA BATERÍA QUE RECARGUE NUESTRA LUZ

5 de febrero de 2017

Queridos hermanos y amigos: El domingo pasado escuchábamos en la lectura del Evangelio de la Misa las bienaventuranzas

(Mateo, 5, 1-12) que recoge el comienzo del llamado Sermón de la Montaña. A lo largo de los próximos domingos se proclama en las Misas una selección de textos tomados de este sermón que es el corazón del Evangelio predicado por Jesucristo.

Todo cristiano ve en estos capítulos de Mateo (5, 6 y 7) lo que debe ser su vida como hijo de Dios. Es una palabra que nunca pasará y que será siempre un reto para la vida de cada cristiano. Lo que nos presenta es nuestro modelo y la meta a la que nos debemos encaminar.

Hoy el Evangelio (Mateo 5,13-16) nos presenta la vida cristiana como una proyección del que vive las bienaventuranzas y, por lo tanto, es para el mundo sal y luz. Muchas veces nuestra vida cristiana corre el riesgo de esconder la luz y de negar el sabor al mundo que, como sal que condimenta, es el Evangelio de Jesús.

Todos sabemos para qué sirve la sal. Por una parte, no deja que los alimentos se corrompan. Por otra, les da sabor y permite que los podamos saborear mejor. Si vivimos desde el Evangelio contribuiremos a que la sociedad no se deshumanice más y ayudaremos a descubrir el verdadero sentido de la vida.

La luz sirve para dar claridad. Y nosotros, con nuestra vida hemos de aportar claridad para que en la sociedad se pueda descubrir el verdadero rostro del Padre.

Por ello necesitamos hoy, más que nunca, volver a la esencialidad de la vida cristiana y para ello debemos buscar la batería que recargue nuestra luz; tomo esta expresión de una de las reflexiones del papa Francisco en una de las Misas matutinas en la Capilla de Santa Marta: “La batería del cristiano para iluminar es la oración. ¿Pero cómo puede el cristiano entonces hacer que la sal y la luz no se desvirtúen es decir, hacer que no se termine el aceite para encender las lámparas, cuál es la batería del cristiano para hacer la luz? Sencillamente la oración”.

Efectivamente, para que una lámpara pueda dar la luz necesita estar conectada y unida a la fuente de energía. Nuestras fuerzas para hacer el bien son muchas veces escasas; por ello seguía el Papa en su reflexión: “Tú puedes hacer tantas cosas, tantas obras, incluso obras de misericordia, puedes hacer tantas cosas grandes por la Iglesia – una universidad católica, un colegio, un hospital… – hasta te harán un monumento como benefactor de la Iglesia, pero si no rezas, aquello será un poco oscuro o sombrío. Cuantas obras se vuelven oscuras por falta de luz, por falta de oración. Lo que mantiene, lo que da vida a la luz cristiana, lo que ilumina, es la oración”.

Esta oración debe nacer de nuestro corazón por ello: “La oración verdadera – dijo el Papa –, la oración de adoración al Padre, de alabanza a la Trinidad, la oración de agradecimiento y también la oración que pide cosas al Señor, pero la oración del corazón”.

En este año pastoral en que queremos lanzar a nuestra diócesis en un estado de misión, es decir, que queremos que nuestros cristianos y cada comunidad se conviertan en luz y sal para que todos y así, como nos dice el final del Evangelio de hoy todos: “Den gloria a vuestro Padre que está en los cielos” a través de nuestras obras; es necesario conectarnos a la batería que nos trasmita la energía.

Así, nuestro testimonio será como el del gran apóstol Pablo (Corintios 2,1-5): “También yo me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la

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sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”. Con todo afecto os saludo y bendigo.

EL MUNDO NO NECESITA MÁS COMIDA, NECESITA MÁS GENTE COMPROMETIDA

12 de febrero de 2017

Queridos hermanos y amigos: Llegamos en este domingo a nuestro encuentro anual con la campaña de Manos Unidas en su

lucha contra el hambre en el mundo. Este año celebramos la campaña número cincuenta y ocho con el lema: “El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida”.

A lo largo de esta semana precedente hemos desarrollado diversas actividades que han preparado la campaña que hoy realizaremos en nuestras parroquias y comunidades. El día 8, miércoles, se efectuó la presentación de la campaña en Calatayud, y el día 9, jueves, en Tarazona. Contamos para ello con la presencia de D. Juan Rey Catacora Bruna, economista, que desarrolla su trabajo social y misionero en el Perú.

Otra cita arraigada en muchas parroquias es la llamada cena del hambre, en la que reunidas distintas personas de la parroquia reflexionan, oran y comparten una frugal cena en el día del ayuno voluntario, el pasado viernes día 10. Un gesto que nos hace comprender y solidarizarnos con aquellos que en tantos lugares del mundo viven en situaciones de extrema necesidad.

Como bien sabéis, Manos Unidas es la Asociación de la Iglesia Católica en España para la promoción y el desarrollo de los países más empobrecidos y, desde su fundación, en 1960 trabaja para acabar con la escandalosa lacra del hambre en el mundo. En cada una de las diócesis españolas una delegada diocesana y un equipo cuidan con esmero y entrega que el mensaje de esta institución llegue a todos y crear, de esta forma, una cultura de solidaridad en nuestra sociedad, a través de personas cada día más comprometidas en la lucha contra la injusticia del hambre en tantos pueblos de la Tierra.

Desde hace ya unos años nuestra diócesis adopta un proyecto conjunto que une a todos los arciprestazgos y parroquias. El año pasado fue nuestra colaboración a la India, en una población llamada Karnataka, para la creación de un centro de formación para mujeres. Nuestra aportación fue de cincuenta y un mil euros.

Este año el proyecto adoptado es para una comunidad rural, Andemaka, en Madagascar, con el fin de construir un colegio de secundaria para 160 jóvenes y que está al cargo de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. La cantidad solicitada para esta obra es de cuarenta y cinco mil ciento veinte euros.

Manos Unidas, con visión de futuro, no sólo busca una respuesta inmediata al hambre, sabe muy bien que una de las soluciones es la formación y la promoción de los países pobres; por ello promociona tantos centros escolares o de formación profesional.

Debemos dar gracias a Dios porque, a pesar de ser una diócesis pequeña, en muchas ocasiones demostramos nuestra generosidad con nuestra aportación económica. La campaña anual de Manos Unidas es una de ellas. Estoy seguro que este año responderemos como lo hemos hecho siempre.

Además de esta necesaria muestra de solidaridad, cada año Manos Unidas nos invita a cambiar de mentalidad y a descubrir que entre todos debemos formar una nueva sociedad más justa en la que las necesidades de los más pobres sean atendidas. El hambre, en tantos países de la tierra, supone el mayor atentado contra la dignidad de las personas.

No quiero acabar esta carta sin agradecer a la delegación diocesana de Manos Unidas y a los distintos grupos que en las parroquias trabajáis todo el año con gran entrega y generosidad en favor de esta institución de la Iglesia.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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AMAR AL ENEMIGO: UN CAMINO PARA SANAR EL CORAZÓN

19 de febrero de 2017

Queridos hermanos y amigos: Durante estos domingos estamos proclamando en la lectura del Evangelio de la Misa una selección de

textos de los capítulos 5, 6 y 7 del evangelista San Mateo. Estos capítulos contienen lo que conocemos como el Sermón de la Montaña, que es como el corazón del Evangelio y de lo que debe ser la vida cristiana. Hoy escuchamos unos versículos centrales de este Sermón (Mateo 5,38-48).

En las palabras de Jesús que hoy escuchamos, nos puede desconcertar el mandato del amor que no sólo se extiende hacia aquellos que nos aman y respetan. Jesús va más allá cuando nos dice: Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: “Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen”.

El amor es siempre una palabra bonita que todos comprendemos como algo positivo. Todos hemos experimentado la fuerza del amor en las personas que nos quieren y aprecian, en los que incondicionalmente están a nuestro lado o en todos aquellos de los que tantas cosas hemos recibido. Este amor es fácil de comprender e, incluso, nos es grato vivirlo; pero la propuesta de Jesús va más allá puesto que nos manda amar a aquellos que son nuestros enemigos y, por lo tanto, ni nos quieren ni sienten ningún aprecio por nosotros.

Jesús no sólo ha propuesto este mandamiento para que los hombres lo cumplamos, ha sido él mismo quien lo ha cumplido en su propia existencia. La vida de Jesús está llena de amor que se ha manifestado en el perdón. El Evangelio nos presentan los diversos testimonios en los que Jesús perdona incondicionalmente, a Zaqueo, a la mujer pecadora entre otros; también a aquellos que lo han traicionado y abandonado, Pedro, los Apóstoles; a los que persiguen su obra, Pablo. El colmo del amor a los enemigos los vemos en el momento de la Cruz: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen (Lucas 23, 34), palabras que Jesús dirige al Padre en el momento del supremo dolor de la Cruz y de la muerte.

En una de sus homilías, en la Misa diaria del Papa, reflexionaba sobre este texto que hoy escuchamos: “Amar a nuestros enemigos, a quienes nos persiguen y nos hacen sufrir, es difícil; ni siquiera es un buen negocio. Sin embargo es el camino indicado y recorrido por Jesús para nuestra salvación” (Homilía del 18 de junio de 2013).

El Santo Padre se detuvo también en la dificultad del amor a los enemigos, preguntándose cómo es posible perdonar: “También nosotros, todos nosotros, tenemos enemigos, todos. Algunos enemigos débiles, algunos fuertes. También nosotros muchas veces nos convertimos en enemigos de otros; no les queremos. Jesús nos dice que debemos amar a los enemigos”.

Este mandamiento dado por Jesús es doble, por una parte nos pide el amor al enemigo y, a la vez, que recemos por ellos. Este segundo mandamiento de orar por los enemigos, es pedir la gracia y la fuerza para poder cumplir el primero. En otra ocasión, más reciente, en la que el papa Francisco comentaba este mandamiento, así lo interpretaba: “Que el Señor nos de la gracia, solo ésta: oren por los enemigos, por aquellos que nos desean mal, que no quieren el bien para nosotros. Orar por aquellos que nos hacen mal, que nos persiguen. Y cada uno de nosotros sabe el nombre y el apellido: oro por esto, por esto, por esto… Les aseguro que esta oración hará dos cosas: a él lo hará mejorar porque la oración es potente, y a nosotros nos hará más hijos del Padre” (Homilía 14 de junio de 2016)

Francisco indicó que la explicación que hace Jesús de los mandamientos, y que se puede ver sobre todo en el Evangelio de San Mateo, es un camino de sanación: “Un corazón herido por el pecado original -todos nosotros tenemos el corazón herido por el pecado, todos, debe ir por este camino de corazón y sanar para semejarnos al Padre, que es perfecto”.

Que a pesar de las dificultades podamos, también nosotros, con la ayuda de Dios, vivir este camino de amor que da una nueva dimensión a nuestra vida.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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LA PALABRA ES UN DON. EL OTRO ES UN DON (I) 26 de febrero de 2017

Queridos hermanos y amigos: El próximo miércoles día 1 de marzo, comenzaremos nuestra peregrinación anual hacia la

Pascua con la Cuaresma. Expresaremos, al recibir la ceniza, nuestro deseo de convertirnos al Señor y de renovar nuestras vidas actualizando en nosotros el misterio Pascual de Jesucristo.

Todos los años por estas fechas se hace público el mensaje que el Santo Padre ofrece con motivo de la Cuaresma. Siempre es una ayuda para nuestro camino de conversión cuaresmal. Sus palabras luminosas nos deben guiar en estos días. Por ello, hoy, quiero reflexionar con vosotros este mensaje que el papa Francisco ha titulado: La Palabra es un don. El otro es un don.

Su título es ya claro y explícito, la vida cristiana es siempre un don de Dios, un regalo que con amor misericordioso Él mismo nos hace. Nos da el don de su Palabra para poderlo conocer y nos da a los demás para que, también en ellos, podamos reconocerlo.

Me centraré en las líneas generales que traza el Papa en su mensaje de este año y, si Dios quiere, el próximo domingo, primero de Cuaresma, entraremos juntos en su contenido más concreto. Francisco nos invita a vivir la Cuaresma como camino hacia a la Pascua que, como él dice, es un camino que lleva a un destino seguro:

“La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios ‘de todo corazón’ (Joel 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar (cf. Homilía, 8 enero 2016)”.

La Cuaresma es un tiempo que, como nos dice el Papa, nos llama a la conversión, es decir, reconocer que tantas cosas están descentradas en nuestra vida y causan en nosotros el vivir de una forma mediocre nuestra vida cristiana. El Señor nunca se va a cansar de llamarnos. Más aún, como dice el Papa nos acompaña siempre como un amigo fiel que nunca nos abandona. Nos acompaña incluso cuando somos pecadores y débiles como nos dice Francisco: “Espera pacientemente que volvamos a Él y así, manifiesta su voluntad de perdonar”.

Debemos, por lo tanto, aprovechar este tiempo de Cuaresma, tanto personal como comunitariamente, en las parroquias y arciprestazgos, para que sigamos la invitación del Papa:

“La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna. En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia”.

Que esta Cuaresma nos ayude a todos a renovar nuestras vidas y sea un empuje en nuestro deseo diocesano de crear una iglesia diocesana en estado de misión que sale al encuentro de todos.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LA PALABRA ES UN DON. EL OTRO ES UN DON (y II) 5 de marzo de 2017

Queridos hermanos y amigos: El pasado domingo comencé a comentar con vosotros el mensaje que el papa Francisco nos

dirige en esta Cuaresma. Quiero hoy proseguir profundizando en él y buscar la posible aplicación en nuestra vida de lo que en el mensaje se propone.

Como os decía el domingo pasado su título es ya claro y explícito, la vida cristiana es siempre un don de Dios, un regalo que con amor misericordioso Él mismo nos hace. Nos da el don de su Palabra para poderlo conocer y nos da a los demás para que, también en ellos, podamos reconocerlo.

El papa Francisco quiere centrar su reflexión este año en el pasaje del Evangelio que nos presenta la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (Lucas 16,19- 31). Al elegir este texto el

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Santo Padre desea que nos: “Dejemos guiar por este relato tan significativo, que nos da la clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión”.

A través del comentario de esta parábola el Papa nos introduce en una profunda reflexión para hacernos ver que el otro es un don. Es decir, cada ser humano con el que nos encontramos debe ser acogido con un regalo de Dios y, a su vez, atendido por nuestro amor y respeto. Por eso señala Francisco: “Lázaro nos enseña que el otro es un don. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida”.

Siempre, pero especialmente en este tiempo de Cuaresma, debe ser, como nos dice el Papa, una: “invitación… a abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Para poder abrir los ojos del corazón a esta nueva realidad es importante acoger la palabra de Dios”.

En esta Cuaresma tenemos la oportunidad de realizar una acogida sincera de lo que Dios nos dice en su palabra. De profundizar personal y comunitariamente en todo aquello que el Señor nos trasmite, por ello conviene que estemos atentos a lo que escuchamos cada domingo, especialmente en las lecturas del Evangelio, tan rico en este ciclo A de la Cuaresma de este año. Para que como hemos escuchado en el Evangelio de hoy descubramos que “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4, 4b)

Una acogida sincera de la palabra de Dios nos ayudará a descubrir que, tantas veces, el pecado nos ciega, como dice el Papa y por lo tanto nos aísla de los demás y de sus necesidades. Y que como el rico del Evangelio: “Se vislumbra de forma patente la corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia”.

Despojémonos a lo largo de este tiempo de Cuaresma de todo aquello que envejece y afea nuestra vida cristiana. Entremos en el desierto, con el mismo espíritu de Jesús, como hoy escuchamos en el Evangelio. Con Él descubriremos que lo que Él venció también nosotros lo podemos vencer.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

SEGUIR A CRISTO QUE ES LA LUZ ES LO MISMO QUE QUEDAR ILUMINADO 12 de marzo de 2017

Queridos hermanos y amigos: Las lecturas de este segundo domingo de Cuaresma nos proponen una serie de actitudes que

deben mover la vida del cristiano para hacerla más auténtica y plena. Me centro en la primera lectura que hoy escuchamos (Génesis 12, 1-4a), en ella se nos invita a tener una actitud de “salida”. Abrahán escucha la voz de Dios que le invita a salir de su tierra y de la casa de tu padre hacia la tierra que te mostraré.

Para Abrahán, Dios no es sólo una idea o un concepto, es quien le habla y le llama y de quien tiene una experiencia. Él, a su vez, se fía absolutamente de Dios. Por eso la fe de Abrahán es modelo de la fe, una fe auténtica y firme. No tiene miedo de seguir lo que Dios le pide, lo hace con una absoluta confianza. Es un hombre completamente abierto a Dios.

Para nosotros salir, escuchando el mandato de Dios, no significa dejar nuestra tierra, nuestra familia o nuestras ocupaciones, pero sí que es descubrir que en nuestra vida muchas cosas tiene que cambiar, ya lo señalaba comentando el mensaje de Cuaresma del papa Francisco los domingos pasados. Sobre todo de nuestras actitudes egoístas y soberbias que nos encierran en nosotros mismos, cerrando nuestro corazón a los demás.

El Catecismo une la figura de Abrahán a la de la Virgen María: “Obedecer en la fe es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la misma” (Catecismo 144).

Pero, para que se dé esta obediencia en la fe es necesario escuchar la voz de Dios, lo ha hecho

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Abrahán y María; como nos dice la oración colecta de la Misa de este domingo: “Tú nos has mandado escuchar a tu Hijo, el predilecto”. Escuchar la voz de Cristo producirá en nosotros dos frutos: “Alegrarnos con el gozo interior de su palabra”, y, a la vez, “purificarnos con ella”.

Ante estos dos personajes, Abrahán y la Virgen María, podemos pensar que nosotros estamos muy lejos de ellos y de su gran fe; y en parte, estamos en lo cierto. Pero sus actitudes ante Dios sí que pueden ser las mismas.

Fundamentalmente podemos hacer lo que hicieron Abrahán y María: creer que Dios puede hacer lo imposible y que nada es demasiado difícil para Dios. Si de un anciano, como era Abrahán, y de una jovencita, como era María, el Señor hizo grandes cosas, también en nosotros puede hacer grandes obras.

Necesitamos creer en el poder y en las promesas de Dios, sin dudar. Necesitamos creer y estar dispuestos a obedecer voluntariamente a Dios, salir de este mundo y apartarnos del pecado, como nos dice el Papa en su mensaje de Cuaresma.

Un santo padre de la Iglesia, San Ireneo, cuando nos habla del seguimiento de Cristo nos dice: “No nos mandó que lo siguiéramos porque necesitase de nuestro servicio, sino para salvarnos a nosotros mismos. Porque seguir al Salvador equivale a participar de la salvación y seguir a la luz es lo mismo que quedar iluminado”.

Prosigamos, pues, este camino luminoso que es la Cuaresma, abramos nuestro corazón a su llamada y pidamos que su misericordia venga sobre nosotros (Salmo 32).

Con todo afecto os saludo y bendigo.

CERCA DE DIOS Y DE LOS HERMANOS. Día del Seminario

19 de marzo de 2017

Queridos hermanos y amigos: Este año coincide la solemnidad de San José con el tercer domingo de Cuaresma.

Una fiesta que puede ayudarnos para prepararnos mejor en nuestro camino hacia la Pascua. San José es el Esposo de la Virgen María y Patrono de la Iglesia universal. No hay palabra suya en los evangelios, pero sí nos dicen que era “un hombre justo”. Su vida ejemplar rompe el silencio de las palabras y nos habla de su fidelidad a la gran misión encomendada: custodiar, proteger y defender la Sagrada Familia de Nazaret.

En esta fecha seguimos celebrando el Día del Seminario, institución que está puesta bajo el patronazgo de San José. Como sabéis, una de mis mayores preocupaciones, como obispo de Tarazona, ha sido siempre el Seminario y la pastoral vocacional. Suscitar vocaciones y atenderlas en su formación es una de las principales tareas que la Iglesia confía a quien ordena como obispo. Desde el inicio de mi ministerio episcopal en nuestra diócesis he tenido un empeño especial en llevar a cabo esta misión que me ha sido confiada.

Esta preocupación no es una batalla que el obispo debe librar él solo; los sacerdotes, religiosos y pueblo fiel deben estar siempre colaborando para que sean muchos los que oigan la llamada de Dios y la secunden. La necesidad de sacerdotes atañe a todo el pueblo santo de Dios, y nadie debe sentirse ajeno a esta preocupación.

En la celebración de este domingo tenemos presentes de un modo especial a nuestros seminaristas. Lo hacemos con la oración, con confianza e insistencia pedimos que el Señor conceda a nuestra diócesis sacerdotes que sepan hacen presente con sus vidas el amor misericordioso de Dios. Pedimos también para que muchos sepan escuchar la voz de Dios que les llama, que en su corazón se despierte el deseo de la cercanía del Señor y, de esta forma, sepan responder a la llamada.

Hoy, también, se nos invita a colaborar con el Seminario a través de la ayuda económica y de la comunión con ellos. Su formación requiere de recursos económicos y el pueblo de Dios debe colaborar con generosidad en lo que es una necesidad de todos.

En este día de San José queremos también dar gracias a Dios por todos los

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sacerdotes que, a pesar de sus debilidades, son un don de Dios para la comunidad cristiana; agradecemos todo lo que hemos recibido del Señor por su ministerio. No podemos olvidar en este día a los formadores y a todos los que participan en la preparación de los seminaristas, pedimos al Señor que, con su luz, les ayuden a formar futuros sacerdotes cercanos y que nos acerquen siempre a Él.

En este día os invito a uniros a mí, en acción de gracias al Señor, pues se cumplen seis años de mi ordenación episcopal como obispo de Tarazona, tal día como hoy, en el año 2011. Tengo siempre presente aquel día en la iglesia del Monasterio de Nuestra Señora de Veruela, de la cercanía de tantas personas queridas que me acompañaron y, sobre todo, de vuestra acogida al recibir a un nuevo obispo para la diócesis de Tarazona.

En este día quiero dar gracias a Dios y a su Iglesia por la confianza depositada en mi persona al confiarme el ministerio episcopal y una porción del pueblo de Dios, como es la diócesis de Tarazona. Diócesis cada vez más querida y estimada por mí en la que me siento querido y apreciado.

Día también para pedir perdón y reconocer las debilidades que son propias de todo ser humano. Me confío al Señor de la Misericordia y, también, a vosotros. Si alguna vez no he respondido a lo que esperabais de mí, os pido perdón y, ciertamente, os aseguro que no lo hice con mala intención.

Rezad hoy por los seminaristas y por las vocaciones, os pido también que lo hagáis por mí, como yo cada día hago por vosotros; todas las mañanas en la oración presento al Señor a todos los que Él me ha confiado, ya sean estos cercanos o lejanos, conocidos o desconocidos.

Antes de concluir quiero felicitar a todos aquellos que llevan como nombre José y también, ¿cómo no? a todos los padres de familia que tienen la gran responsabilidad de custodiar y sostener la propia familia.

Con todo afecto os felicito, saludo y bendigo.

CRISTO: LUZ EN NUESTRAS TINIEBLAS 26 de marzo de 2017

Queridos hermanos y amigos: Los temas que nos presenta la liturgia de la palabra en estos domingos de Cuaresma del

leccionario del ciclo A, anticipan lo que celebraremos en la Pascua. El domingo pasado, tercer domingo de Cuaresma, se nos ofrecía como hilo conductor de las lecturas el tema del agua, así en la primera lectura (Éxodo 17, 3-7) se presenta al pueblo sediento en medio del desierto y en el Evangelio (Juan 4, 5-42) Jesús que pide agua a la Samaritana. El agua es un elemento fundamental en la celebración de la Pascua pues nos hace presente el Bautismo y nuestra incorporación a Cristo y a su Iglesia.

En este domingo aparece otro tema pascual, la luz. El Evangelio (Juan 9, 1-41) nos presenta el milagro de la curación de un ciego de nacimiento. Es el encuentro entre las tinieblas y la luz que es Cristo, como él mismo nos dice en el texto: “Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”.

El agua y la luz con sus dos realidades opuestas, la sed y la oscuridad, son los símbolos que quieren reflejar la existencia humana. Nos hacen presentes nuestras carencias y, a la vez, el don gratuito de Dios. Él no se mantiene indiferente ante nuestra sed ni ante nuestra oscuridad.

Si acogemos sus dones somos liberados de la sed y de la tiniebla y, así, recibimos el don de la fe que enciende nuestros corazones en la llama del amor de Dios y nos eleva a la dignidad de ser sus hijos.

Para que esto se cumpla en cada uno de nosotros, debemos aprovechar el tiempo que nos queda de la Cuaresma. El Papa, además de en su mensaje de Cuaresma que ya os comenté al iniciar este tiempo, nos recordaba en la catequesis de la audiencia del pasado miércoles de ceniza las actitudes que nos ayudan en este tiempo: “La Cuaresma es un camino de esperanza: la esperanza de

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alcanzar la Pascua de Resurrección a través del desierto del ayuno y de la mortificación; un camino de fe, donde se experimenta la fidelidad del amor de Dios que no nos abandona nunca; un camino de penitencia, donde la salvación se realiza y se cumple a través de la respuesta libre del hombre; un camino de liberación de los ídolos del mundo, para llegar a la libertad de los hijos de Dios; un camino de victoria sobre las tentaciones, con la ayuda de la oración y de los Sacramentos”.

Nuestra preparación para la Pascua no es otra cosa que vivir en espíritu de conversión; y es, como nos explica el Catecismo (1435): “La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (Am 5,24; Is 1,17), por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (cf Lc 9,23)”.

Vivamos con este espíritu las semanas que todavía nos quedan antes de la Pascua ya cercana y, con todo afecto os saludo y bendigo.

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA: RESUCITAR ESPIRITUALMENTE

2 de abril de 2017

Queridos hermanos y amigos: Continuando con la reflexión que el domingo pasado hacíamos de los textos bíblicos que este

año nos presenta el leccionario de la Cuaresma, llegamos hoy al quinto domingo. Las lecturas nos hablan de la resurrección, la primera lectura (Ezequiel 37, 12-14) y también el Evangelio (Juan 11, 1-45), ambos textos nos presentan el deseo de Dios de sacar a sus fieles del dominio de la muerte.

En la noche de la Pascua proclamamos solemnemente la Resurrección de Cristo que ha vencido la muerte y el pecado y nos invita a que, renovando las promesas del Bautismo, nos unamos a esta victoria de Cristo en nuestra propia vida.

Este misterio de la Resurrección se cumplirá en nosotros plenamente cuando al final de los tiempos todos resucitemos, como proclamamos en el credo: “Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna”; pero mientras vivimos en este mundo también participamos en la Resurrección de Cristo, cuando nos unimos a él y vivimos según él nos ha enseñado en el Evangelio.

Sin embargo, muchas veces vivimos lejos de él y nuestra vida no se conduce según lo que él nos ha dicho; es el pecado que nos separa de Dios y de los hermanos. Podemos decir que es como una “muerte espiritual” porque nos falta la gracia del Señor y vivimos según la carne (Romanos 8, 8) como hemos escuchado en la segunda lectura.

Pero, Dios no se cansa nunca de esperarnos, y nos espera de un modo especial en el sacramento de la Penitencia, como nos explica el Catecismo (1439): “El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola llamada ‘del hijo pródigo’, cuyo centro es ‘el padre misericordioso’ (Lc 15,11-24)”.

Por ello en esta carta os quiero invitar a todos a que, para prepararnos a la celebración de la Pascua y alcanzar la nueva vida que Cristo nos quiere regalar, nos acerquemos, en estos últimos días de Cuaresma, a través de la confesión, a su amor. El Catecismo (1455) nos presenta este sacramento desde un punto de vista positivo y benéfico para nuestras vidas: “La confesión de los pecados (acusación), incluso desde un punto de vista simplemente humano, nos libera y facilita nuestra reconciliación con los demás. Por la confesión, el hombre se enfrenta a los pecados de que se siente culpable; asume su responsabilidad y, por ello, se abre de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro”.

El mismo Catecismo (1468) nos hace una bella síntesis de lo que vivimos en este sacramento de la Penitencia: “Toda la fuerza de la Penitencia consiste en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une con Él con profunda amistad (Catecismo Romano, 2, 5, 18). El fin y el efecto de este sacramento son, pues, la reconciliación con Dios. En los que reciben el sacramento de la Penitencia con un corazón contrito y con una disposición religiosa, ‘tiene como resultado la paz y la tranquilidad de la conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual’ (Concilio de

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Trento: DS 1674). En efecto, el sacramento de la reconciliación con Dios produce una verdadera ‘resurrección espiritual’, una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios (Lc 15,32)”.

Celebremos en estos días este sacramento para que podamos “resucitar espiritualmente” y renovar nuestra vida. Y no olvidemos que Dios es nuestro padre misericordioso, dispuesto siempre a perdonarnos. Acudamos a Él, nos espera con sus brazos abiertos y acogedores.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

MIRAD EL ÁRBOL DE LA CRUZ. Reflexión sobre el Viernes Santo

9 y 16 de abril de 2017

Queridos hermanos y amigos: El Viernes Santo es un día sobrecogedor dentro de la Semana Santa. Es el centro del tríptico

que forman las celebraciones del Jueves Santo, con la solemne Misa de la Institución de la Eucaristía y la del Sábado Santo que culmina con la solemne Vigilia Pascual.

Frente a estas dos celebraciones, llenas de luz y de color, de alegría y de emoción; la del Viernes Santo ofrece un aspecto sobrio y recogido, aunque esté lleno el día de tantas manifestaciones de religiosidad popular. Con vosotros reflexiono en los sentimientos que en mí suscita este día santo.

Silencio y palabra El silencio es una de las características de la liturgia de este día, no suenan las campanas, no

suenan el órgano o los demás instrumentos que empleamos en nuestras celebraciones. Aunque sí resuena el profundo sonido del tambor y de los demás instrumentos de las cofradías que son como el clamor de la tierra que se estremece ante la muerte del Salvador de los hombres.

Día de silencio pero día, también, en el que la palabra de Dios se proclama con mayor intensidad. En la liturgia de este Viernes sobrecoge, emociona e impacta, escuchar el anuncio de Isaías (52, 13, 53, 12) o la pasión según San Juan (18, 1-19, 42).

Cómo no estremecerse ante las palabras de Isaías: “Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes”. O ante la presentación de Cristo en el Evangelio de San Juan, arrestado, interrogado, juzgado, renegado por sus amigos, flagelado, condenado, crucificado y muerto. Pero a la vez, en el texto de San Juan, se entrevé la dignidad de Cristo en el momento supremo de la Pasión y de la Cruz. No es la muerte de un fracasado es la muerte de un Rey que triunfa.

Si en la celebración litúrgica, la palabra de Dios se proclama con mayor extensión, no podemos olvidar que, en los distintos actos de piedad, también se predica con mayor fuerza. En tantas iglesias y calles se predican las Siete Palabras o el Via Crucis. Cómo quedar indiferentes cuando escuchamos, paso a paso, los momentos de la Pasión y los aplicamos a nuestras vidas. Es como si Cristo nos hablará al corazón y volviera a decirnos: “Perdónalos”, “hoy estarás conmigo en el paraíso”, “ahí tienes a tu Madre”. Cómo no sentir que llama a nuestro corazón cuando dice: “Tengo sed” o “todo está cumplido”.

Silencio, palabra e imagen Junto al silencio y a la palabra de Dios, la fuerza de la imagen. Lo que escuchamos lo vemos

y contemplamos. Son las imágenes que procesionan nuestras calles. Vemos a Cristo que es flagelado atado a la columna, que cae por tierra, que es crucificado y está dando su último suspiro o bien está ya muerto y es puesto en los brazos de su Madre o sepultado.

Cómo no estremecerse, nuevamente, ante la palabra hecha imagen y ante el silencio de todos, que sólo es roto por el sonido del tambor o la trompeta. Me impresiona en la procesión del Viernes Santo la mirada atenta de los que ven ante sus ojos las distintas imágenes de Cristo y de María. Cómo no enternecerse viendo a los niños que quedan asombrados ante tanto realismo.

En el Viernes Santo hay un fenómeno común a muchos; durante todo el año vemos en

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nuestras iglesias las imágenes de Cristo en la Cruz, sin embargo este día es como si las viéramos por primera vez, nos llenan de asombro y, a la vez, de amor.

Y, cómo no admirar a todos los que, a través de las cofradías y hermandades, hacen llegar en este día el mensaje salvador de la Cruz de Cristo a tantas y tantas personas que llenan las calles de nuestros pueblos y ciudades.

Silencio, palabra e imagen que nos renuevan Sólo Dios conoce el corazón de cada persona y sólo Él sabe la respuesta de cada uno de

nosotros a su llamada. Pero, al concluir esta reflexión, me vais a permitir que, con vosotros, comparta las actitudes cristianas que en este día debemos revivir para que nos ayuden siempre.

- El Viernes Santo no somos meros espectadores que escuchan y ven pasivamente. Somos personajes presentes en lo que escuchamos y vemos. La muerte de Jesús no es una historia pasada, oír y ver es poner los ojos y los oídos del corazón en Cristo y en Él encontrar el amor de Dios.

- El Viernes Santo no sólo quiere crear en nosotros emociones momentáneas, quiere que esas emociones toquen realmente el corazón y hagan crecer en nosotros la fe.

- El Viernes Santo es un día para oír y ver a los hermanos, especialmente a tantas personas que sufren la cruz de la enfermedad, de la pobreza o de la injusticia.

Que en este Viernes Santo, la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo sea el signo de nuestra esperanza y fuente de consuelo para todos los que sufren. Por ello como cantamos, el día de la Cruz y el Jueves Santo: “Nosotros hemos de gloriarnos, en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, en Él está nuestra salvación, vida y resurrección, que nos ha salvado y libertado”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EL DOMINGO ES NUESTRO DÍA 23 de abril de 2017

Queridos hermanos y amigos: Tras las celebraciones de la Semana Santa y del domingo de Pascua es ésta mi primera carta

del tiempo pascual y por ello quiero comenzarla deseándoos una ¡Feliz Pascua! Que estos días en los que celebramos la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte estén llenos de la alegría del Resucitado.

El Evangelio que hoy escuchamos en la celebración de la Misa (Juan 20, 19-31) y que cada año se proclama en el segundo domingo de Pascua; nos presenta a los discípulos de Jesús reunidos en el día en que Cristo ha resucitado, el primer domingo cristiano, subraya San Juan que ya era de noche y que estaban desconcertados e incluso llenos de miedo por los acontecimientos que recientemente habían vivido.

En esta situación de desconcierto el Señor, Resucitado, se hace presente en medio de la comunidad y, lejos de juzgar su cobardía, les ofrece los dones que caracterizaran la vida cristiana:

• ¡Paz a vosotros! • Como me envió el Padre, así también yo os envío. • Recibid el Espíritu Santo.

Son los dones que Cristo ofrece constantemente a su Iglesia y que, especialmente, cada domingo nosotros recibimos cuando nos reunimos en asamblea para celebrar la Eucaristía que siempre recuerda aquella primera comunidad cristiana.

Es la tradición ininterrumpida en la vida de la Iglesia y que el Catecismo (1166) nos recuerda: "La Iglesia, desde la tradición apostólica que tiene su origen en el mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que se llama con razón 'día del Señor' o domingo (SC 106)”. Más adelante, nos dirá: “El día del Señor, el día de la Resurrección, el día de los cristianos, es nuestro día. Por eso es llamado día del Señor”.

Este domingo de Pascua nos invita a redescubrir la celebración del domingo y su importancia en la vida del cristiano y en cada comunidad; por ello el Catecismo (1167) nos volverá a insistir: “El domingo es el día por excelencia de la asamblea litúrgica, en que los fieles ‘deben reunirse para, escuchando la Palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recordar la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y dar gracias a Dios, que los hizo renacer a la esperanza viva por la

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resurrección de Jesucristo de entre los muertos’ (SC 106): ‘Cuando meditamos, [oh Cristo], las maravillas que fueron realizadas en este día del domingo de tu santa y gloriosa Resurrección, decimos: Bendito es el día del domingo, porque en él tuvo comienzo la Creación [...] la salvación del mundo [...] la renovación del género humano [...] en él el cielo y la tierra se regocijaron y el universo entero quedó lleno de luz. Bendito es el día del domingo, porque en él fueron abiertas las puertas del paraíso para que Adán y todos los desterrados entren en él sin temor’ (Fanqîth, Breviarium iuxta ritum Ecclesiae Antiochenae Syrorum, v 6 [Mossul 1886] p. 193b)”.

Que este domingo y el tiempo de Pascua que estamos celebrando nos ayuden a todos a descubrir la importancia que tiene para nosotros la celebración del día del Señor: el domingo. Nuestras celebraciones tienen la capacidad de renovarnos, de curarnos y de impulsarnos a dar testimonio de Cristo Resucitado.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

NUESTRO CAMINO DE EMAÚS 30 de abril de 2017

Queridos hermanos y amigos: Nuevamente, en este tercer domingo de Pascua, hemos escuchado en la Misa unas lecturas que son

típicas de este tiempo. Especialmente el Evangelio (Lucas 24, 13-35) que nos presenta un pasaje característico del tiempo pascual y que, a su vez, es una catequesis de la importancia que tiene la celebración eucarística en el domingo.

De nuevo vemos hoy en el texto evangélico el encuentro de unos discípulos con Jesús resucitado. Dos discípulos, decepcionados por los acontecimientos que habían vivido en Jerusalén -la pasión y muerte de Jesús-, deciden volver a su casa en un pueblo llamado Emaús. Estos dos discípulos han emprendido, este camino de retorno a su pueblo, tristes y apesadumbrados. Habían conocido a Jesús, lo habían escuchado, se habían ilusionado con todo lo que habían experimentado, pero también habían sido testigos de su fracaso; la frase que el evangelista pone en sus bocas es bien clara al respecto: “Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel”. Una frase que expresa los sentimientos de tristeza que llenaban sus pensamientos. Tal es su desilusión que sus ojos no son capaces de poder reconocer a Jesús que ha salido a su encuentro en el camino de Emaús.

También nosotros podemos tener muchas veces estos sentimientos de vernos defraudados por los fracasos y dificultades de la vida. Podemos incluso pensar que Dios ha desaparecido de nuestras vidas o que nada tiene que decirnos. Pero, como vemos hoy en el Evangelio, Jesús siempre sale a nuestro encuentro, aunque como a los discípulos de Emaús nos cueste reconocerlo.

Un encuentro que podemos tener con él se realiza cada domingo en la celebración de la Eucaristía. En cada una de nuestras celebraciones el mismo Jesús sale a nuestro encuentro; algunas veces estamos bien dispuestos para acogerlo, otras vamos con nuestras decepciones y preocupaciones, pero como a los de Emaús, a poco que abramos nuestro espíritu y seamos receptivos, en este camino que hacemos con él nos va abriendo el corazón.

El Evangelio nos describe cómo es este proceso: • Jesús que sale a nuestro encuentro, nunca se cansa de buscarnos. • Jesús que establece un diálogo con nosotros, a él le podemos exponer nuestras dificultades, como hacen los de Emaús. • Jesús nos explica con paciencia: “Comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura”. • Jesús, de esta forma, hace que nazca en nosotros el deseo de que siga con nosotros: “Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída”. • Jesús quiere ser reconocido al partir el pan, es decir en la celebración de la Eucaristía, que abre nuestros ojos para poderlo reconocer. El final de este proceso de encuentro con Jesús termina con el cambio total de los dos discípulos

que exclamaran: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?”.

Corazón que ha sido transformado por la acción de Cristo Resucitado y que transforma la decepción

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en un nuevo impulso misionero: “Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan”.

En cada una de las celebraciones de la Misa dominical se vuelve a realizar este encuentro. Para los sacerdotes y para toda la comunidad debe ser un momento en el que seamos conscientes de ello. Preparemos cada celebración con la certeza de saber que Jesús resucitado sigue viniendo a nuestro encuentro, que él nos transforma, hace arder nuestro corazón y nos envía para anunciar el Evangelio.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EMPUJADOS POR EL ESPÍRITU: AQUÍ ESTOY, ENVÍAME

7 de mayo de 2017

Queridos hermanos y amigos: En este domingo de Pascua, 7 de mayo, se celebra de manera conjunta la Jornada Mundial de

Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas con el lema: “Empujados por el Espíritu: Aquí estoy, envíame”.

En España este año es una acción conjunta de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades, Obras Misionales Pontificias y CONFER. Rezamos, pues, para que el Señor suscite vocaciones en su Iglesia, y lo hacemos en este domingo de Pascua conocido también como el domingo del Buen Pastor, día en el que desde hace 54 años la Iglesia ha querido pedir por las vocaciones.

Durante estos años los papas han querido mandar un mensaje a todos los fieles para invitarlos a elevar su oración para que el Señor mande vocaciones a su Iglesia y, a la vez, para que aquellos que recibieron la llamada permanezcan siempre fieles a ella.

Este año el papa Francisco nos presenta su mensaje con estas palabras: “Con ocasión de la 54 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, quisiera centrarme en la dimensión misionera de la llamada cristiana. Quien se deja atraer por la voz de Dios y se pone en camino para seguir a Jesús, descubre enseguida, dentro de él, un deseo incontenible de llevar la Buena Noticia a los hermanos, a través de la evangelización y el servicio movido por la caridad. Todos los cristianos han sido constituidos misioneros del Evangelio”.

Todo bautizado participa de esta misión confiada a la Iglesia de evangelizar y servir, movidos por la caridad, más aún, como dice el Papa debe ser un deseo incontenible. Y, por eso: “El compromiso misionero no es algo que se añade a la vida cristiana, como si fuese un adorno, sino que, por el contrario, está en el corazón mismo de la fe: la relación con el Señor implica ser enviado al mundo como profeta de su palabra y testigo de su amor”. Esta misión común a todo bautizado, adquiere un especial significado para aquellos que el Señor ha llamado con una vocación particular, por eso nos dice Francisco: “Esto vale especialmente para los que han sido llamados a una vida de especial consagración y también para los sacerdotes, que con generosidad han respondido aquí estoy, mándame. Con renovado entusiasmo misionero, están llamados a salir de los recintos sacros del templo, para dejar que la ternura de Dios se desborde en favor de los hombres” (cf. Homilía durante la Santa Misa Crismal, 24 marzo 2016).

Nos unimos hoy a la Iglesia universal elevando nuestra oración, suplicando para que el Señor suscite vocaciones consagradas, siempre necesarias, pero ahora más que nunca. Lo hacemos en un momento de crisis para la sociedad actual que va perdiendo tantos valores y que necesita un nuevo impulso misionero. Lo hacemos con confianza y sabiendo que todo viene de Dios, el Papa nos propone en su mensaje el ejemplo de la semilla que crece (Marcos 4, 26-27): “Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. Ésta es nuestra principal confianza: Dios supera nuestras expectativas y nos sorprende con su generosidad, haciendo germinar los frutos de nuestro trabajo más allá de lo que se puede esperar de la eficiencia humana”.

En esta confianza de saber que todo viene del Señor, hoy queremos hacer nuestras las actitudes que Francisco nos pide en su mensaje: “Con esta confianza evangélica, nos abrimos a la

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acción silenciosa del Espíritu, que es el fundamento de la misión. Nunca podrá haber pastoral vocacional, ni misión cristiana, sin la oración asidua y contemplativa. En este sentido, es necesario alimentar la vida cristiana con la escucha de la Palabra de Dios y, sobre todo, cuidar la relación personal con el Señor en la adoración eucarística, lugar privilegiado del encuentro con Dios”.

Pidamos para que en nuestra iglesia de Tarazona haya cristianos comprometidos que escuchen la llamada del Señor y se comprometan por entero a su causa. No tengáis miedo jóvenes si un día escucháis la llamada de Dios. Acogedla con entusiasmo. No os arrepentiréis. No olvidéis que Dios es siempre más generoso que nosotros. Os espera.

Que en Buen Pastor, Jesucristo, nos conceda a toda la Iglesia lo que con confianza le pedimos y con todo afecto os saludo y bendigo.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EL DÍA DE LA PRIMERA COMUNIÓN 14 de mayo de 2017

Queridos hermanos y amigos: Desde el primer año que llegué a Tarazona he querido, coincidiendo con el mes de mayo,

enviar una carta a los niños que hacen su Primera Comunión. No quiero este año faltar a mi cita con vosotros y en este domingo deseo seguir esta costumbre, por ello dedico esta carta a todos los niños y niñas que durante este periodo del año, el tiempo de Pascua, os acercáis a Jesús para recibirlo en la Eucaristía por primera vez.

Para vosotros y para vuestras familias, especialmente papás, hermanos y abuelos, es un gran día; se alegran con vosotros porque no sólo estáis creciendo humanamente, sino que también lo hacéis como cristianos. También se alegran en vuestras parroquias y, siendo los más pequeños, sois hoy alguien importante. Hay que dar gracias a Dios por vosotros y por vuestros padres que se han preocupado y se seguirán preocupando de vuestra vida como hijos de Dios, es decir como cristianos.

En nuestra diócesis de Tarazona tenemos la alegría de que casi todos los niños comulgan en sus parroquias. Lo normal es que la Primera Comunión se celebre en la parroquia a la que se pertenece porque es en ella dónde el cristiano nace a la fe, se educa en ella y la vive. La comunidad parroquial es el lugar apropiado para celebrar la fe durante toda la vida. Cada parroquia es como la familia de los hijos de Dios. En ella se nos forma y, por ello, debéis, y debemos todos, dar las gracias por la dedicación de vuestros sacerdotes y de los catequistas que se han preocupado de vuestra formación.

Como os han explicado en la catequesis Dios nos ama siempre porque es nuestro Padre y ha enviado a Jesucristo, su Hijo amado, para que todos nos podamos encontrar con su amor y ser sus hijos. La Eucaristía es precisamente eso, un encuentro con Jesús que siempre nos ama, nos perdona y nos anima en nuestras vidas.

La Eucaristía, como habéis aprendido en la catequesis, tiene su origen en la Última Cena que Jesús celebró con sus discípulos. En la misma, Jesús pronunció una oración de acción de gracias, partió el pan, y lo dio a comer a sus discípulos junto con el vino, diciendo que ese pan era su propio cuerpo, y el vino su propia sangre. Y les encargó que cada vez que repitieran este gesto lo hicieran en memoria de Él, porque Él se hace presente en el pan y el vino así consagrados.

Por eso, cuando comulgamos, Jesús entra en nuestras vidas y Él nos acompaña ayudándonos en todo y dándonos su fuerza. Esto es un gran misterio que comprendemos porque tenemos fe y porque cuando comulgamos debidamente preparados sabemos que nuestra vida se transforma y nos ayuda siempre a ser mejores.

El papa Francisco quiso, hace unos años, ir a una parroquia de Roma para dar la primera comunión a los niños y niñas de esa parroquia y les decía: “El día de la Primera Comunión es uno de los más felices de nuestra vida, pues Jesús viene a nuestra alma y nos llenamos de una gran alegría. El encuentro con Jesús, que nos acompañará a lo largo del camino de la vida, es lo que nos da la verdadera alegría, no lo olvidemos nunca. A Jesús nos lo encontramos todos los días: cuando rezamos, cuando realizamos obras buenas y, sobre todo, cuando le recibimos en la Comunión”.

En este día de vuestra Primera Comunión quiero poneros a todos en las manos de la Virgen

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María, nuestra Madre; también a vuestros padres y familiares y, cómo no, a vuestros sacerdotes y catequistas que tanto hacen para que améis cada día más a Jesús y a todos.

Recibid el abrazo y la bendición de vuestro amigo el obispo.

EL ANUNCIO DE CRISTO RESUCITADO, FUENTE DE ALEGRÍA 21 de mayo de 2017

Queridos hermanos y amigos: Dentro de este Tiempo de Pascua encontramos en las lecturas bíblicas de la Misas dos

realidades fundamentales para la vida de la Iglesia, por una parte la importancia que tiene la celebración del misterio Pascual cada domingo en la Misa, por otra el impulso del Resucitado para que toda la Iglesia sea misionera y no se canse nunca de llevar la Buena Noticia del Evangelio. A lo largo de la primera parte de la Pascua escuchábamos las apariciones del Resucitado en un contexto eucarístico, en esta segunda parte vemos como todos los que han sido testigos de su Resurrección, incansablemente y sin desanimarse nunca, no cesan de anunciar a Jesucristo.

En la primera lectura de la Misa de este domingo nos presenta a Felipe que baja a la ciudad de Samaría y allí les predica a Cristo (Hechos de los Apóstoles 8,5-8.14-17), también acompaña su predicación con los signos de curación y de liberación: Habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. El texto subraya con una frase el fruto de esta predicación: La ciudad se llenó de alegría.

Samaría, en aquel tiempo, es una ciudad que estaba enfrentada a Jerusalén ya que aunque las dos tenían unas raíces comunes de la fe judía, sin embargo, para un israelita los samaritanos habían “paganizado” la verdadera fe. Sabemos que en el tiempo de Jesús, las relaciones entre judíos y samaritanos eran tensas y conflictivas, llegando hasta el odio y la intolerancia en muchas ocasiones.

En algunos textos del Evangelio se nos presenta este rechazo mutuo. Lo vemos en el encuentro de Jesús con la Samaritana (Juan, 4, 1-42). Los samaritanos creían en Yahvé como único Dios, consideraban a Moisés como el profeta por excelencia y observaban la Ley, pero no reconocían el Talmud (tradición oral judía), ni los Profetas, ni otros escritos.

La predicación de Felipe a los samaritanos nos hace ver que debemos tener la valentía de anunciar el Evangelio también a aquellos que no creen en lo mismo que nosotros. Felipe no duda en que también ellos, los samaritanos, que no viven de acuerdo a lo revelado por Dios, son también llamados a la verdadera fe. Es la actitud que nos pide el papa Francisco, cuando nos invita a ser una Iglesia en salida.

También nosotros los cristianos vivimos hoy rodeados de personas que piensan de maneras diversas a la nuestra y podemos pensar que van a rechazar nuestra propuesta cristiana, pero, sin embargo, nuestro anuncio tiene la capacidad de tocar los corazones y de abrir las mentes para que muchos conozcan a Jesús.

Felipe lo acompaña con el testimonio y con los signos de curación y liberación. Nosotros también estamos llamados a dar este testimonio de fe, un testimonio sencillo que se fundamenta en la acogida y la ayuda, porque, como bien sabemos, en nuestro mundo actual lo que tiene fuerza es el ser testigo. Sembremos la semilla del Evangelio con nuestras palabras pero sobre todo, con nuestro ejemplo de vida.

Es lo que nos pide también la carta de san Pedro (3,1.15-18): “Dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, pero con delicadeza y con respeto, teniendo buena conciencia, para que, cuando os calumnien, queden en ridículo los que atentan contra vuestra buena conducta en Cristo”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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FÁTIMA: CENTENARIO DE UNA PRESENCIA Y DE UN MENSAJE DE AMOR

28 de mayo de 2017 Queridos hermanos y amigos:

En este último domingo del mes de mayo dedicado, como bien sabéis, a la Virgen María quiero reflexionar con vosotros sobre Ella que es nuestra Madre. Además, especialmente después de la peregrinación que el papa Francisco ha realizado los días 12 y 13 de este mes al Santuario de Nuestra Señora de Fátima con ocasión del centenario de las apariciones de la Virgen María en la Cova da Iria en Portugal.

En esta peregrinación el Papa ha canonizado a los beatos Francisco y Jacinta Marto, hermanos, que junto a Lucía Dos Santos, más conocida después por sor Lucía, que les sobrevivió hasta el año 2005, recibieron aquel 13 de mayo de hace cien años la aparición de la Santísima Virgen María. Una vez más, al elegir a los que entonces eran tres niños pobres e incultos, se demostraba la predilección de María por los sencillos. Por medio de los sencillos María transmite un mensaje destinado a la Iglesia y a la humanidad.

La devoción a la Virgen de Fátima se extendió con rapidez a toda la cristiandad y, especialmente, a España, en la que encontramos en tantas parroquias e iglesias su imagen que demuestra el fervor y el afecto que encontró entre nosotros. Los Obispos españoles al unirnos al Papa en esta peregrinación y queriendo celebrar el centenario de las apariciones pedimos a los fieles, en un mensaje de la Conferencia Episcopal Española, que vivan con "verdadero espíritu cristiano y afán evangelizador" el "acontecimiento eclesial" del centenario de las apariciones de Fátima y que se renueve en todos la "verdadera" devoción a la Virgen María.

Como señalamos en el mensaje la devoción mariana no es “ni en un sentimentalismo estéril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe auténtica, que induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, e impulsa a un amor filial hacia María y a imitar sus virtudes”.

En la homilía de la beatificación, el Santo Padre señaló que: “Fátima es sobre todo este manto de Luz que nos cubre, tanto aquí como en cualquier otra parte de la tierra, cuando nos refugiamos bajo la protección de la Virgen Madre para pedirle, como enseña la Salve Regina, muéstranos a Jesús”.

La Santísima Virgen se muestra siempre como nuestra Madre, por ello el Papa invitaba al pueblo cristiano a reconocer en nuestras vidas esa presencia maternal: “¡Tenemos una Madre, tenemos una Madre! Aferrándonos a ella como hijos, vivamos de la esperanza que se apoya en Jesús”.

María nos impulsa y ayuda en el camino de nuestra vida para que vivamos con esperanza y a la vez nos convierte en esperanza, por nuestra vida cristiana, para los demás, por ello nos pedía Francisco: “Pidamos a Dios, con la esperanza de que nos escuchen los hombres, y dirijámonos a los hombres, con la certeza de que Dios nos ayuda”.

La llamada a la conversión que contiene el mensaje de Fátima, nos quiere hacer buscadores de Dios en nuestra propia vida, vivirla con la alegría de ser hijos de Dios y saber que, en este empeño, nos acompaña siempre la Virgen María.

Termino esta carta uniéndome a la petición del Papa al finalizar su homilía: “Que, con la protección de María, seamos en el mundo centinelas que sepan contemplar el verdadero rostro de Jesús Salvador, que brilla en la Pascua, y descubramos de nuevo el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es misionera, acogedora, libre, fiel, pobre de medios y rica de amor”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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DOMINGO DE PENTECOSTÉS: Carta a los Confirmados y Confirmandos

4 de junio de 2017

Queridos hermanos y amigos: Quiero en este domingo dirigir mi carta semanal a todos los que habéis recibido el sacramento de la

Confirmación, o bien, lo recibiréis a lo largo de este año. Tenemos la dicha en nuestra diócesis, a pesar de ser pequeña y con una población envejecida, de que sois muchos los que cada año, tras haber recibido la catequesis preparatoria os acercáis a recibirlo.

Dentro de las posibilidades que nos ofrece el directorio de la diócesis recibís este sacramento a diversas edades, unos después las catequesis de poscomunión, otros al terminar la ESO e, incluso, adultos que en su momento no lo recibieron pero que habéis descubierto, pasados los años, la necesidad de completar con la Confirmación vuestra Iniciación Cristiana.

Celebramos en este domingo la solemnidad de Pentecostés, día en el que concluye el tiempo de Pascua y revivimos la venida del Espíritu Santo sobre los primeros discípulos. En ese momento comienzan a comprender todo lo que habían vivido con Jesús y la fuerza del Espíritu los impulsa a anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra.

Podemos decir que la Confirmación es un “pentecostés” personal para aquel que la recibe. La preparación que habéis tenido en la catequesis os ha hecho comprender más las palabras de Jesús y, sobre todo, lo que desea es que comprendiéndolas las viváis; para ello se os da la fuerza del Espíritu Santo.

Si sois receptivos y dejáis que el Espíritu Santo viva y actúe en vosotros, todos los dones que Él os ha dado os acompañaran y ayudarán a lo largo de toda vuestra vida. Así, los dones del Espíritu: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y santo temor; que el ministro del sacramento –el obispo o su delegado- ha pedido para vosotros en la oración de la celebración de la Confirmación, os acompañarán y ayudarán toda vuestra vida.

No tengáis miedo a acoger estos dones y a vivir como hijos de Dios y como cristianos; para ello seguid formándoos en vuestra vida cristiana, dad testimonio de que creéis en Cristo, sed también vosotros sus “apóstoles”.

En el sacramento de la Confirmación se os ha ungido con el Santo Crisma que es un aceite perfumado y bendecido por el obispo, que hace presente al Espíritu Santo. Como os han explicado en la catequesis ese aceite significa la “gracia” abundante que se derrama sobre vuestras almas y, la gracia, es la fuerza del mismo Dios que siempre os acompaña en vuestras vidas, aunque a veces no somos totalmente conscientes de ello.

Este aceite es también “bálsamo”, es decir, hace presente la capacidad de Dios de curarnos en el corazón, sobre todo en los momentos de dolor o de dificultad; es el bálsamo del amor de Dios que cura y fortalece, que nos da vigor para vivir como hijos de Dios amando y sirviendo a los demás.

Es, asimismo, un aceite perfumado, una materia olorosa que nos recuerda y hace presente que, aunque el mundo viva en la corrupción, nosotros somos fortalecidos para huir de ella, y que a través de nuestro testimonio vamos llevando y difundiendo en todas partes el “buen olor de Cristo”.

Recordad también que no estáis solos, si deseáis vivir como cristianos la Iglesia siempre estará a vuestro lado, os ayudará a conocer y amar más a Jesucristo, a rezar, y tendrá siempre las puertas abiertas para que podáis celebrar vuestra fe y fortaleceros en la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos.

Pido al Señor, en este día de Pentecostés, que todo esto se cumpla en vosotros y si alguno de vosotros oye la voz de Dios que lo llama, sin miedo respondedle.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

SAN ÍÑIGO, MODELO CONTEMPLATIVO JORNADA PRO ORANTIBUS

11 de junio de 2017

Queridos hermanos y amigos: Concluido el tiempo Pascual el domingo pasado, hoy celebramos la solemnidad de la

Santísima Trinidad. Confesamos el misterio de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo que se nos ha revelado y manifestado, en este misterio de amor y comunión, en él vivimos, nos movemos y

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existimos como nos dice el libro de los Hechos de los Apóstoles (17, 28). Dentro de este marco litúrgico, recordamos con afecto y gratitud a quienes en la Iglesia han

sido llamados a la vida contemplativa; son aquellos cristianos que ofrecen, a sus hermanos y al mundo entero, un anuncio silencioso pero claro del amor de Dios, siempre misericordioso, es decir: Los monjes, las monjas y la vida eremítica.

Ellos interceden continuamente en su oración por todos los miembros de la Iglesia y también por el mundo entero. De una forma misteriosa, pero real, su oración se convierte en arma eficaz para crear un mundo de mayor armonía y comunión. Sus monasterios son para muchos un lugar de acogida, que en medio de una vida agitada que tantas veces llevamos, nos enseñan a rezar, a vivir la comunión, la armonía y el encuentro con Dios.

Con agradecimiento y en comunión con estos hermanos nuestros, hoy queremos orar por todos los consagrados a una vida contemplativa, y, a su vez, conocer mejor la vocación a la que han sido llamados y valorarla, como un don que el Señor hace a su Iglesia; pedimos para que nunca falten vocaciones en los distintos monasterios que forman el corazón de la Iglesia y que laten transmitiendo vida a todos sus miembros.

Finalmente, al poner, en este día, nuestra mirada en ellos, también nosotros debemos sentir la necesidad de incentivar nuestra vida de oración como uno de los mayores dones que el Señor nos ha concedido a todos los bautizados. En la oración descubrimos que somos el Pueblo adquirido por Dios, llamado a salir de la tiniebla para entrar en su luz maravillosa (1 Pedro 2, 9).

En este año celebramos en nuestra diócesis el ingreso de San Íñigo, santo bilbilitano, como monje benedictino de San Juan de la Peña, donde profesó. A él confiamos, de modo especial, nuestros monasterios y el florecimiento de sus vocaciones, tan necesarias.

Lo hago recordando el emotivo y gozoso día vivido en Calatayud, el pasado 1 de junio, día en que se celebra su fiesta. El arca que contiene los restos de San Íñigo, abad, desde Oña (Burgos), viajó Calatayud después de 1000 años, y procesionaron por primera vez en la historia por la calles de su ciudad natal.

A S. Íñigo encomendamos en este día a todos los contemplativos, especialmente a los monasterios de nuestra diócesis de Tarazona, que en ellos se cumpla y viva lo que el papa Francisco, expresa en la constitución apostólica “Vultum Dei quaerere” (2): “Desde el nacimiento de la vida de especial consagración en la Iglesia, hombres y mujeres, llamados por Dios y enamorados de él, han vivido su existencia totalmente orientados hacia la búsqueda de su rostro, deseosos de encontrar y contemplar a Dios en el corazón del mundo. La presencia de comunidades situadas como ciudad sobre el monte y lámpara en el candelero (cf. Mt 5,14-15), en su misma sencillez de vida, representa visiblemente la meta hacia la cual camina toda la comunidad eclesial que se encamina por las sendas del tiempo con la mirada fija en la futura recapitulación de todo en Cristo, preanunciando de este modo la gloria celestial”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LLAMADOS A SER COMUNIDAD FESTIVIDAD DEL CORPUS CHRISTI, DÍA DE LA CARIDAD

18 de junio de 2017

Queridos hermanos y amigos: Celebramos hoy la fiesta del Corpus Christi, nuevamente, y de forma solemne, ponemos a

Cristo, presente en la Eucaristía, en el centro de nuestras vidas. Celebramos la Misa como cada domino y, a su vez, lo sacamos a las calles de nuestros pueblos y ciudades, transmitiendo un mensaje de amor para todos los hombres. Jesús sale con nosotros los cristianos al encuentro del hombre para que lo puedan conocer, amar y adorar.

Entre la Eucaristía y la caridad cristiana hay una unión intrínseca, porque la Última Cena y su culminación de Cristo en la Cruz, ha sido el testimonio del amor más grande hacia la humanidad; en la Cruz y en la Eucaristía Cristo se entrega totalmente a Dios Padre y a todo hombre, para que por su amor todos tengan vida y la tengan en abundancia (Juan 10, 10).

Coincidiendo con esta solemnidad, celebramos el “día de la caridad” y, de modo especial,

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tenemos presente a Cáritas. Cáritas es la confederación oficial de las entidades de acción caritativa y social de la Iglesia católica en España, instituida por la Conferencia Episcopal. Cáritas desarrolla una importante labor de apoyo y promoción social a diversos grupos en situación de precariedad y/o exclusión.

El compromiso de Cáritas es apoyado por el trabajo gratuito de más de 78.000 personas voluntarias, que representan el 95 por ciento de las personas que trabajan en Cáritas en toda España. En nuestra diócesis se hace presente en la casi totalidad de las parroquias. Podemos decir que Cáritas es la presencia caritativa de la Iglesia, ya sea en sus voluntarios y trabajadores como en todos que sostienen con su aportación económica todas sus obras.

La comunión en cada iglesia y comunidad es un elemento unido íntimamente a la Eucaristía, en ella nos unimos a Cristo y comemos todos del mismo Pan que es Él. Sabemos bien que la Iglesia forma una comunidad que se proyecta en cada parroquia, la comunión es la que hace que nuestro testimonio sea más creíble para el mundo. Hay, por lo tanto, una unión entre Eucaristía, comunión y caridad.

En este año, los obispos españoles que forman la Comisión Episcopal de Pastoral Social nos invitan en su Mensaje para este día a ser comunidad, por ello el lema del mismo es: “Llamados a ser comunidad”.

En este Mensaje nos invitan a vivir en comunión: “El redescubrimiento de nuestro ser comunitario es el punto de partida para superar nuestros intereses individuales, los comportamientos autorreferenciales y colaborar con el Señor en la construcción de un mundo en el que la experiencia del amor de Dios nos permita vivir la comunión y construir una sociedad más justa y fraterna”.

Nos impulsan a que cultivemos la espiritualidad de comunión: “Capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como ‘uno que me pertenece’, para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad”.

De esta forma sabremos promover cauces para vivir la comunión con los que sufren y colaborar para crear un mundo más justo colaborando en el proyecto de Dios sobre la humanidad.

Os invito a la generosidad con Cáritas en este día del Corpus Christi, así, como nos dicen los obispos en sus mensaje: “De este modo, cuantos comemos de un mismo pan no sólo somos invitados a formar un solo cuerpo, sino a crecer en la espiritualidad de comunión que dé sentido y anime nuestro compromiso social en favor de los que sufren”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

NO TENGÁIS MIEDO 25 de junio de 2017

Queridos hermanos y amigos: No tengáis miedo, tres veces se repite esta frase en la lectura del Evangelio de hoy (Mateo

10,26-33). Jesús habla en este texto de la confianza con la que el cristiano debe vivir su vida como testigo del Evangelio. No tener miedo, ante las incomprensiones de los hombres, ante la persecución, ante la debilidad y el fracaso.

Todavía resuenan en nuestros oídos esta misma frase pronunciada por San Juan Pablo II al comienzo de su pontificado: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Jesucristo!”; palabras que guardan la misma actualidad desde que fueran pronunciadas en el lejano año 1978. Vivir según el Evangelio y anunciarlo es siempre algo que va a causar la incomprensión de tantas personas, incluso sus críticas y persecuciones.

Hoy nuestro mundo, en el tercer milenio, con todos sus problemas y dificultades necesita también escuchar el anuncio gozoso del Evangelio de Cristo y verlo encarnado en testigos que con su vida son un “evangelio” vivo y un signo de la presencia de Dios en medio del mundo. Y, esos

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anunciadores y testigos somos cada uno de nosotros que, a veces, dadas nuestras dificultades e incluso pobrezas, podemos sentir miedo.

En la segunda lectura de hoy (Romanos 5,12-15) se nos hace una presentación de la realidad humana: “por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron”. Es la realidad de la fragilidad humana que todos llevamos dentro, es el pecado original. Pero, como decimos en el pregón pascual: “¡Feliz culpa!”; frase tomada de un sermón de San Agustín. Sin ese pecado original de los primeros padres, ¿hubiera conocido la humanidad a Jesucristo? Por eso, el obispo de Hipona nos invita a calificar de feliz el error de Adán -¡feliz culpa!- que nos ha traído a tal Salvador. Por eso, nosotros sabemos que nuestro anuncio, incluso hecho con nuestra pobreza, puede llevar la alegría y el gozo a todo hombre.

Es lo que tantas veces nos recuerda el papa Francisco: “La Iglesia es enviada por Cristo resucitado a transmitir a los hombres la remisión de los pecados, y así hacer crecer el Reino del amor, sembrar la paz en los corazones, para que se afirme también en las relaciones, en las sociedades, en las instituciones”.

El profeta Jeremías nos presentaba también hoy en la primera lectura sus miedos ante la misión que se le encomendaba (Jeremías 20,10-13): “Oía el cuchicheo de la gente: ‘Pavor en torno; delatadlo, vamos a delatarlo’. ‘Mis amigos acechaban mi traspié’. A ver si se deja seducir, y lo abatiremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él”. Pero, frente a tanta adversidad, confiesa: “Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno que no se olvidará”.

Ante la misión que se nos encomienda ésta debe ser nuestra confianza: “El Señor está con nosotros”. Como nos dice el papa Francisco, los cristianos: “debemos tener este coraje de ir y anunciar a Cristo Resucitado. Porque Él es nuestra paz. Él ha hecho la paz con su amor, con su perdón, con su sangre, con su misericordia”.

Con toda confianza, apoyando nuestras vidas en quien nos confía la misión de anunciar el Evangelio, embarquémonos en aquello que se nos encomienda, anunciar el Evangelio, ser testigos con nuestras vidas del Reino de Dios.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EL QUE PIERDA SU VIDA POR MÍ LA ENCONTRARÁ 2 de julio de 2017

Queridos hermanos y amigos: En las lecturas de la Misa de este domingo seguimos profundizando en lo que nos proponían

el pasado domingo. Jesús nos invitaba a todos a ser misioneros y a hacerlo sin miedo, porque el Señor estaba siempre con nosotros a pesar de todas las dificultades que pudieran salir en nuestro camino.

Hoy en la lectura del Evangelio (Mateo 10,37-42), Jesús instruye a sus discípulos en dos aspectos importantes, por una parte, poner a Jesús en el centro de su existencia, amándolo con exclusividad; por otra, ser conscientes de que no hay vida de discípulo sin contrariedades: “el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará”.

Finalmente, les anima, ya que, a pesar de las dificultades y contrariedades, van a encontrar acogida en aquellos que escuchen y vean su testimonio: “El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber,

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aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro”. Es lo que ya nos presentaba la primera lectura (Reyes 4,8-11.14-16a), la acogida del profeta Eliseo por una familia en su paso por Sunan.

Las palabras de Jesús en el Evangelio: “El que pierda la propia vida por mi causa, la salvará” nos pueden parecer fuertes, sin embargo, encierran en sí una gran sabiduría para la vida del hombre. Cuántos santos al escucharlas han cambiado su vida y en ellas han encontrado un tesoro. Perder la vida, es salir de nuestro egoísmo que nos encierra en nosotros mimos, para abrirnos a Dios y a los demás.

El papa Francisco comentaba en un ángelus estas palabras, según él éstas son de las palabras más incisivas de Jesús, una síntesis de su mensaje, expresan una paradoja muy eficaz, que nos hace conocer el modo de hablar de Jesús y hasta escuchar su propia voz.

Pero ¿qué significa perder la vida por causa de Jesús?, se preguntó, para explicar que se trata de la defensa de la fe y de la verdad, como lo hicieron y hacen los mártires de ayer y de hoy: “hombres y mujeres que son apresados y asesinados por el sólo motivo de ser cristianos… Pero también dijo está el martirio cotidiano que no comporta la muerte, pero sí ‘perder la vida’ por Cristo, cumpliendo el propio deber con amor, según la lógica de Jesús, según la lógica de la donación y el sacrificio”.

Concluía animándonos a seguir a Jesús, sabiendo que la Virgen también nos acompañaba: “Por este camino nos precede, como siempre, nuestra Madre, María Santísima: ella perdió su vida por Jesús, hasta la Cruz, y la recibió en plenitud, con toda la luz y la belleza de la Resurrección. Que María nos ayude a hacer cada vez más nuestra la lógica del Evangelio”.

Durante todo este curso hemos reflexionado sobre la necesidad de ser una Iglesia en salida hacia nuestros hermanos que necesitan conocer y amar a Jesucristo que, sin que ellos lo sepan, está presente en sus vidas. Las palabras de este domingo deben ser un nuevo impulso para realizarlo en nuestra diócesis, para tener todos este espíritu misionero que más que nunca necesita hoy nuestro mundo.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

ACOMPAÑAR CON SENCILLEZ 9 de julio de 2017

Queridos hermanos y amigos: En las cartas que os he dirigido estos últimos domingos he reflexionado con vosotros sobre

las lecturas bíblicas que se proclaman en la celebración de la Misa. Creo que la meditación de estos textos, nos pueden servir para que veamos que todos somos llamados a anunciar el Evangelio. Lo hago pensando también, como os decía el domingo pasado, en la iniciativa pastoral que este año hemos emprendido en nuestra diócesis de ser una iglesia verdaderamente misionera, que sale al encuentro de todos para ofrecerle lo mejor que tenemos y que es el Evangelio de Jesucristo.

A la luz de los Evangelios de las misas de los domingos pasados os proponía hacer nuestras las palabras de Jesús: “no tengáis miedo” y “el que pierda su vida la encontrará”. Hoy el texto de San Mateo (11,25-30) nos hace ver como Jesús, bendice al Padre y le da gracias porque su palabra ha sido acogida por los sencillos: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor”.

La sencillez que Jesús alaba es la de aquellos que son capaces de abrirse a la voluntad de Dios; es decir, la de aquellos que han puesto su confianza en él y no en el mundo; por lo tanto, se han

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hecho pequeños y humildes. Pero, a su vez, esta actitud conlleva una gran sabiduría que viene de Dios, sabiduría que nadie ni nada nos podrá quitar.

En la primera lectura del Antiguo Testamento que hoy escuchamos (Zacarías 9,9-10) y que es una profecía de la misión que Jesús cumplirá, se nos presenta a aquel que va a venir “modesto y cabalgando en un asno”, o sea, Jesús que, siendo “rey, justo y victorioso”, de una forma humilde llega hasta la humanidad para llenarla de su “alegría”. Alegría, profunda y verdadera que da a manos llenas a aquellos que como Él se han hecho sencillos. Estas actitudes de son capaces dar la paz al mundo.

Este estilo sencillo de vida cristiana es, sin duda, la que nos pide hoy el Señor para poder llevar el Evangelio a tantas personas que sufren por diversas circunstancias de la vida. Podemos incluso decir que estas actitudes tienen un poder curativo para los que sufren en su corazón.

El papa Francisco en una de sus primeras entrevistas que concedió y que realizó el padre jesuita Antonio Spadaro; fue presentando en ella cómo tantas personas en nuestra sociedad vivían “heridas” en su corazón y cómo el Evangelio se podía convertir en “medicina” que los curara o aliviara y para ello proponía: “Tenemos que anunciar el Evangelio en todas partes, predicando la buena noticia del Reino y curando, también con nuestra predicación, todo tipo de herida y cualquier enfermedad”.

Desde la sencillez del testimonio de nuestra vida nosotros nos hacemos evangelizadores, acompañando a las personas; cómo seguía diciendo el Papa en la entrevista: “Hay que tener siempre en cuenta a la persona. Y aquí entramos en el misterio del ser humano. En esta vida Dios acompaña a las personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición. Hay que acompañar con misericordia”.

Con esta fuerza que viene de la sencillez del Evangelio debemos hacer nuestras las palabras de Jesús que, a través de nosotros, invita a todos: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”. Con todo afecto os saludo y bendigo.

SI FALTA MARÍA, HAY ALGO HUÉRFANO EN EL CORAZÓN 16 de julio de 2017

Queridos hermanos y amigos: En el corazón del verano, celebramos dos fiestas marianas firmemente arraigas en el pueblo

cristiano: hoy, la fiesta de Ntra. Sra. la Virgen del Carmen y el próximo 15 de agosto la Asunción de Ntra. Sra. a los Cielos. Este año la fiesta del Carmen coincide con este domingo y quiero aprovechar esta particularidad para meditar con vosotros sobre Nuestra Madre la Virgen María. En estos domingos anteriores hemos reflexionado sobre la misión que nos confía el Señor a todos nosotros, en la diócesis de Tarazona, de ser misioneros, Iglesia en salida que ofrece el gran tesoro del Evangelio de Jesucristo. La Virgen María debe ser para nosotros un modelo de lo que es la Iglesia misionera que sale al encuentro de la humanidad.

Tras la peregrinación del papa Francisco a Fátima para celebrar el centenario de las apariciones, os dirigí una carta sobre esta celebración; hoy, al conmemorar a la Virgen del Carmen, voy a hacer referencia a un encuentro que el Santo Padre tuvo, antes de su peregrinación, con la

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Comunidad del Pontificio Colegio Portugués de Roma el pasado 8 de mayo. En esta audiencia el Papa presentó la figura de la Virgen María como un impulso para la nueva evangelización.

Del discurso de aquel día subrayo algunas ideas que, en este día de la Virgen del Carmen, pueden también servirnos a nosotros para intensificar nuestra vida cristiana y darnos un nuevo impulso para ser misioneros con el testimonio de nuestra vida.

El encuentro con la Virgen una experiencia de gracia que nos hace enamorarnos de Jesús.

En este día de su fiesta, en tantísimos lugares, el pueblo de Dios venerará y rodeará con su amor a la Virgen María. La Virgen del Carmen siempre lleva Jesús en sus brazos y nos lo ofrece para que en el encontremos la gracia, la fuerza de la vida cristiana, y para que en Él encontremos una experiencia de amor.

María tierna y buena maestra que nos lleva al conocimiento íntimo del Amor Trinitario. Podemos decir que la Virgen María ha dado la mejor lección que una “maestra” puede dar: la

lección sencilla de su testimonio de fidelidad a Dios, “hágase en mí según tu Palabra” (Lucas 1, 38), y, a su vez, una lección breve pero clara, “haced lo que él os diga” (Juan 2, 5). Hoy, ante nuestra Madre del Carmen, queremos escuchar estas dos lecciones sencillas y nos disponemos a hacerlas realidad en nuestras vidas.

Saborear a Dios como la realidad más bella de la existencia humana. María, en el silencio de su vida, ha encontrado a Dios, Él mismo ha habitado en Ella, ha sido

la realidad más bella de toda su vida. Nosotros, pedimos hoy, por intercesión de María que también en nuestras vidas sepamos encontrar esta belleza de Dios, la armonía que Él quiere para el ser humano y la creación.

La relación con la Virgen María nos ayuda a tener una buena relación con la Iglesia: ambas son madres.

Y, termino esta reflexión con las mismas palabras que el Papa dirigía aquel día de la audiencia que estamos comentando: “Ya conocéis, en este sentido, el comentario de San Isaac, el abad de la Estrella: lo que se puede decir de María se puede decir de la Iglesia y también de nuestras almas. Las tres son femeninas, las tres son madres, las tres dan vida. Por lo tanto, es necesario cultivar la relación filial con la Virgen, porque si falta, hay algo huérfano en el corazón”.

Bajo su amparo ponemos hoy nuestras vidas y ponemos también todas nuestras iniciativas pastorales.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LO PEQUEÑO Y ESCONDIDO QUE TRANSFORMA 23 de julio de 2017

Queridos hermanos y amigos: Escuchamos en este domingo en el Evangelio (Mateo13, 24-43), un conjunto de tres

parábolas que Jesús propone a sus discípulos en su enseñanza. Son las parábolas de la buena semilla y la cizaña, la del grano de mostaza y la de la levadura.

Al final del texto del Evangelio que hoy escuchamos, Jesús mismo explica su significado. Las tres parábolas tienen en común la presentación de un elemento pequeño como es la semilla de trigo, el grano de mostaza o la levadura que, sin embargo, crecen y se multiplican de una manera asombrosa.

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La acción de Dios se hace presente en las cosas pequeñas incluso podemos decir que insignificantes a los ojos del mundo. Sin embargo, tienen la capacidad de crecer y transformarse; así un pequeño grano de trigo se convierte en una espiga llena de grano, la semilla de mostaza en un gran árbol o la pequeña porción de levadura fermentar la masa para el pan.

Junto a esta realidad de elementos pequeños, el Evangelio nos dice que todos ellos, a pesar de su pequeñez, son buenos porque tienen la capacidad de crecer y de transformarse. Este ejemplo de Jesús nos presenta nuestra misión como iglesia en salida, con Él queremos sembrar en la “buena tierra” que es nuestra diócesis la semilla del Evangelio y ser fermento en medio de la masa.

El papa Benedicto XVI comentó una vez este texto del Evangelio en una breve catequesis del rezo del Ángelus, os subrayo las frases que nos dan luz para comprenderlo: “Jesús compara el Reino de los cielos con un campo de trigo para darnos a entender que dentro de nosotros se ha sembrado algo pequeño y escondido, que sin embargo tiene una fuerza vital que no puede suprimirse. A pesar de los obstáculos, la semilla se desarrollará y el fruto madurará. Este fruto será bueno sólo si se cultiva el terreno de la vida según la voluntad divina. Por eso, en la parábola de la cizaña, Jesús advierte que, después de la siembra del dueño, ‘mientras todos dormían’, aparece ‘su enemigo’, que siembra la cizaña. Esto significa que tenemos que estar preparados para custodiar la gracia recibida desde el día del bautismo, alimentando la fe en el Señor, que impide que el mal eche raíces”

Asimismo, la parábola es también una invitación a nuestra paciencia, cuando parece que el mal va a triunfar sobre el bien, en las palabras del papa emérito encontramos una explicación de San Agustín, comentando esta parábola: “observa que primero muchos son cizaña y luego se convierten en grano bueno. Y agrega: si éstos, cuando son malos, no fueran tolerados con paciencia, no lograrían el laudable cambio”.

Despertemos, pues, del sueño en el que muchas veces vivimos nuestra fe ya que nosotros somos tierra fértil donde también se puede sembrar la cizaña. Puede venir el “enemigo” presente hoy en tantas realidades anticristianas y mundanas como tantas veces nos recuerda el papa Francisco que sutilmente envueltas en medias verdades o para nuestro bien aparente, siembran en nuestros corazones la semilla de la cizaña.

Estar despiertos es saber velar y orar para que demos fruto bueno como el buen trigo, árbol que acoja como la mostaza y levadura que fermenta y transforma.

La lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,26-27) que hoy hemos escuchado a ello nos anima: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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GRACIAS A IGLESIA EN ARAGÓN Y

FELIZ MES DE AGOSTO 30 de julio de 2017

Queridos hermanos y amigos: Tras este último domingo de julio, nuestro semanario Iglesia en Aragón se toma un merecido

descanso en el mes de agosto, el primer domingo de septiembre, nuevamente, volverá a ofrecernos cada domingo la información de nuestras diócesis aragonesas.

Agradezco desde aquí este servicio que todos los que colaboran con esta publicación nos ofrecen a los cristianos aragoneses. Que Dios premie vuestros esfuerzos y desvelos por mantenernos informados y también por el “servicio de comunión” que supone vuestra revista semanal entre las diversas diócesis.

Creo que los obispos debemos estar agradecidos porque cada semana nos dais la posibilidad de entrar en las casas de tantos fieles y de llevar nuestra palabra a nuestros diocesanos. Durante el curso que hoy terminamos he podido escribir cada semana una carta que habéis encontrado en la quinta página de nuestra publicación. Es una obligación que me he impuesto pero que hago con agrado y espero que mis palabras os hayan servido para animar vuestra vida cristiana. Desde el domingo 4 de septiembre del año pasado hasta este domingo no he faltado a nuestra cita semanal.

Quiero siempre, como otras veces he escrito, dirigirme a vosotros con sencillez y he querido comentar con vosotros de una forma familiar distintos aspectos de la vida cristiana. Me gustaría que este pequeño esfuerzo de cada semana os haya ayudado.

Hoy las vacaciones son un concepto elástico que no necesariamente coinciden siempre con el mes de agosto, también, desgraciadamente, hay muchos que careciendo de lo necesario o bien por vivir en una gran precariedad laboral no se las pueden permitir. A los que podéis tener unos días de merecido descanso os deseo unos días felices.

También muchos pueblos de nuestra diócesis celebran en este mes de agosto sus fiestas patronales y se convierten en un lugar de encuentro. A los que vivís en ellos y a los muchos que volveréis estos días a vuestras raíces os deseo que estos días sean una muestra de comunión vividos con alegría y solidaridad.

Quiero también hacer una invitación a todos para que sepamos aprovechar estos días y que, en ellos, sepamos también encontrarnos con Dios, presente siempre en nuestras vidas. Que la Virgen María y todos los Santos que en estos días celebraréis nos ayuden a ello.

Me despido de vosotros hasta el próximo mes de septiembre en el que, si Dios quiere, volveremos a encontrarnos cada semana en esta carta semanal.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

Al comienzo de un nuevo curso pastoral 3 de septiembre de 2017

Queridos hermanos y amigos: Volvemos en este domingo a nuestro encuentro semanal a través del semanario Iglesia en

Aragón. Dejamos atrás el mes de agosto que espero haya sido para todos un tiempo de descanso y

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encuentros. Poco a poco comenzarán, a lo largo de este mes, las distintas actividades de nuestras parroquias y comunidades, aunque todavía quedan muchas fechas festivas en distintos pueblos de nuestra diócesis.

Estoy escribiendo esta carta al día siguiente de los atentados terroristas de Barcelona y Cambrils. ¡Cuánto horror! Seguimos rezando por las víctimas del execrable evento luctuoso, por sus familiares e imploramos al Dios de la vida y de la paz que no vuelvan a repetirse momentos de tanto dolor y sufrimiento.

Las lecturas que escuchamos hoy en la Misa del domingo pueden ser un punto de arranque para ir poniéndonos a punto en la misión que a todos nos espera en este próximo curso. En el Evangelio (Mateo 16,21-27) Jesús instruye a sus discípulos sobre la culminación de su misión en esta tierra que va a concluir en la Cruz: “Empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día”.

Jesús es siempre sincero con sus discípulos, no les oculta las dificultades que conlleva seguirle: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará”; ni tampoco su propio fin que tiene que pasar por el doloroso momento de la Pasión y de la Cruz.

Por ello, nosotros también somos realistas al comenzar cualquier actividad pastoral, nos esperan dificultades e incomprensiones pero, a su vez, es algo apasionante que nace del encuentro con el Señor que como nos decía la primera lectura (Jeremías 20,7-9) es una seducción: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste”. Jeremías, el profeta que pasa por tantas dificultades ante la misión que el Señor le encomienda, nos dice que, a pesar de todo, hay un fuego ardiente en su interior que le impulsa y le fortalece: “Pero ella (la Palabra) era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía”.

Para cumplir la misión que el Señor nos encomienda a cada uno de nosotros, nunca estamos solos, Él mismo se hace nuestro compañero de camino, Él nos acompaña y consuela en medio de todos los problemas como nos dice el Papa Francisco (Catequesis, 26 de abril de 2017):“En su camino en el mundo, el hombre no está jamás sólo. Sobre todo el cristiano no se siente jamás abandonado, porque Jesús nos asegura que no nos espera sólo al final de nuestro largo viaje, sino nos acompaña en cada uno de nuestros días”.

Por eso con toda valentía, poniendo nuestra confianza en el Señor, queremos como nos decía la segunda lectura (Romanos 12, 1-2): “Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios… transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto”.

Y todo ello, confiando solamente en la fuerza que Dios nos da para realizar lo que a nuestros ojos es difícil o incluso imposible. Así el Papa en la catequesis que antes citaba, invitaba a esta certeza de que el Señor lo hace todo en nosotros: “Cierto, si confiáramos sólo en nuestras fuerzas, tendríamos razón de sentirnos desilusionados y derrotados, porque el mundo muchas veces se muestra contrario a las leyes del amor. Prefiere muchas veces, las leyes del egoísmo. Pero si sobrevive en nosotros la certeza de que Dios no nos abandona, de que Dios nos ama tiernamente y a este mundo, entonces en seguida cambia la perspectiva. ‘Homo viator, spe erectus’, decían los antiguos. A lo largo del camino, la promesa de Jesús ‘Yo estoy con vosotros’ nos hace estar de pie,

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erguidos, con esperanza, confiando que el Dios bueno está ya trabajando para realizar lo que humanamente parece imposible, porque el ancla está en la orilla del cielo”.

A María, Nuestra Señora, a quien en esta semana celebraremos en su Natividad, confiamos este año pastoral que comenzamos para que el Señor realice en nosotros y con nosotros la misión encomendada.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EL CRISTIANO NO SE DESENTIENDE NUNCA DE LOS DEMÁS 10 de septiembre de 2017

Queridos hermanos y amigos: En este domingo quiero, nuevamente, reflexionar con vosotros a la luz de las lecturas que

escuchamos en la Misa; creo que nos pueden ayudar, como ya os decía el domingo pasado, a iniciar este nuevo año pastoral y a hacerlo con unas actitudes renovadas de servicio a la misión que a todos el Señor nos confía.

En el Evangelio de hoy (Mateo 18,15-20) Jesús instruye a sus discípulos y lo hace proponiéndoles tres actitudes de cara a la misión encomendada: la corrección fraterna, el poder de atar y desatar, la fuerza de la oración. Las tres tienen como denominador común, el no desentendernos nunca de los demás.

Vivimos en una sociedad individualista donde cada uno sólo busca su propio interés, lo que nos lleva a desinteresarnos de los problemas y dificultades de los otros. Por otra parte, en una sociedad en la que se valora muy poco la vida cristiana, nosotros los creyentes podemos vivir nuestra fe de una manera también individualista, es decir, sabemos que es importante nuestra fe, pero no sabemos o no podemos proponerla a los demás, sobre todo por el miedo al rechazo.

El cristiano no se desentiende jamás de la suerte de sus hermanos, es decir siente preocupación por los otros cuando están necesitados y también cuando ve que el camino que muchos siguen no conduce al proyecto de Dios y lo desconocen.

Así debemos entender la corrección fraterna que nos propone el Evangelio: “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad”

Corrección que nace fundamentalmente del amor que sentimos hacia los demás y del deseo de compartir con ellos lo que Dios pide de nuestras vidas para poder alcanzar la paz en este mundo. Así nos lo proponía la segunda lectura (Romanos 13,8-10): “A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley… Uno que ama a su prójimo no le hace daño”. Es decir, corregimos no porque nos sintamos “perfectos” que no lo somos, lo hacemos porque sabemos que lo que proponemos va a cambiar para bien la vida de los demás.

De esta forma entendemos también la segunda propuesta del Evangelio: “Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”. Este atar y desatar significa que a través de nuestro testimonio y de nuestra palabra en el momento oportuno podemos abrir un horizonte de libertad para aquellos que están atados a tantas cosas, pero que en ellas no encuentran el verdadero y auténtico sentido de la vida.

Finalmente la tercera actitud que se nos pide es la oración: “Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque

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donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. La oración cristiana en favor de los demás es un acto de caridad y amor y de una forma misteriosa alcanza aquello que pedimos; por ello también debemos pedir para que todos aquellos que desconocen a Jesucristo y su Evangelio puedan tener la dicha de conocerlo y amarlo.

En definitiva, las lecturas de hoy nos piden a todos una actitud que en el lenguaje cristiano llamamos “parresia”, es decir hablar con valentía y sinceridad de nuestra fe, proponiéndola a los demás. La parresia va unida a otras virtudes: la oración, la verdad, la humildad, el testimonio y el amor.

Al comenzar este curso pastoral estas actitudes que nos pide hoy el Evangelio nos pueden servir a todos para vivir y cumplir nuestra misión de salir al encuentro de nuestros hermanos y proponerles la Buena Noticia de Jesús.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

PERDONAR COMO DIOS NOS PERDONA 17 de septiembre de 2017

Queridos hermanos y amigos: Las lecturas que hoy hemos escuchado en la celebración de la Misa nos recuerdan uno de los

fundamentos de nuestra fe cristiana que es el perdón. Al escucharlas nos evocan la petición que cada día repetimos cuando rezamos la oración del Padrenuestro: “Perdona nuestras ofensas como también perdonamos a los que nos ofenden”. Si recordáis, hace unos años esta frase decía, en vez de ofensa, deuda, como hemos escuchado hoy en la parábola del Evangelio (Mateo 18,21-35).

El texto nos presenta a un empleado que ha contraído una gran deuda con su señor, de tal forma que para pagar su deuda su vida quedaría completamente arruinada: “Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así”. Pero, “El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: ‘Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo’. El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda”. Las palabras de súplica se asimilan a una oración llena de humildad y de confianza que alcanzan el perdón que el mal empleado necesita.

Pero, a partir de este momento el texto da un vuelco y nos presenta la maldad del empleado que, habiendo pedido y obtenido el perdón, sin embargo no es capaz de actuar de la misma manera con aquel que le debe una minucia: “Al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: ‘Págame lo que me debes’. El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré’. Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía”. La situación es paralela a la anterior pero el resultado es completamente distinto.

Volviendo a las palabras del Padrenuestro, cuando nosotros pedimos el perdón de Dios nuestro Padre, este perdón debe estar en relación con nuestra disposición a perdonar a aquellos que a nosotros nos han ofendido. La parábola denuncia la hipocresía de quien pide perdón pero no es capaz de perdonar. Algo que causa escándalo como también nos dice el Evangelio: “Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados”; o como nos dice la primera lectura (Eclesiástico 27,33–28,9): “Furor y cólera son odiosos; el pecador los posee. Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas… ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados?”.

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El cristiano perdona siempre porque se sabe perdonado por Dios, el que no sabe perdonar y olvidar es que no se ha sentido perdonado por el Señor. Los hombres pecamos y nos alejamos de Dios, por eso necesitamos pedirle perdón cuando lo ofendemos. Para poder recibir el amor de Dios necesitamos un corazón limpio y puro, no un corazón duro que no perdone los demás. Este perdón debe nacer del fondo del corazón. Para esto necesitamos la ayuda del Espíritu Santo y recordar que el amor es más fuerte que el pecado.

El fin último de la vida cristiana es el amor, todo lo que hacemos, todo lo que celebramos, las actividades que comenzamos tienen todas ellas este fin.

Con afecto os saludo y bendigo.

DIOS LLAMA A TODOS Y A TODAS LAS HORAS 24 de septiembre de 2017

Queridos hermanos y amigos: Las lecturas que hemos escuchado en las Misas de estos domingos del mes de septiembre,

como las que hoy se proclaman, creo que son muy apropiadas para reflexionar sobre el curso pastoral que estamos comenzando en nuestra diócesis.

Hoy el Evangelio (Mateo 20,1-16) no puede ser más oportuno, Dios llama a todos y llama a todas las horas, no se cansa nunca de llamar. Al comienzo de nuestros trabajos pastorales, los que somos responsables de la “viña del Señor”, debemos imitar al propietario de la viña que aparece en el Evangelio; nos dice el texto que, al amanecer, a media mañana, a media tarde e incluso al caer el sol, sale buscando jornaleros. Algunos de ellos tendrán una jornada completa de trabajo, otros apenas unas pocas horas.

Podemos comparar las distintas horas del día con las distintas etapas de la vida de una persona, nuestra pastoral debe siempre buscar a todo ser humano, para hacerles partícipes de los trabajos de la viña del Señor. Es lo que San Juan Pablo II señalaba en su exhortación Christifideles laici, sobre la vocación y la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo: “Los fieles pertenecen a ese pueblo de Dios que está prefigurado por los obreros de la viña… Id también vosotros a mi viña. La llamada no se dirige solo a los pastores, los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, sino que se extiende a todos. También los fieles laicos son llamados personalmente por el Señor” (n.1-2)

La lectura del libro de Isaías (55, 6-9), comienza con una frase que nos indica el fin de nuestras acciones pastorales: “Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca”. Buscar al Señor y dejarnos encontrar por Él, ése es el fin de toda acción pastoral y lo que el pastor debe desear.

El papa Francisco proponía en una de sus meditaciones (Discurso 19 de septiembre de 2014) estos dos principios como un ejemplo para los responsables de la pastoral: “Había mucha necesidad en la viña y este señor pasó casi todo el tiempo yendo por las calles y las plazas del pueblo buscando trabajadores. Al respecto, ha invitado a pensar en los que buscó a última hora, nadie les había llamado, quién sabe cómo podían sentirse, porque al final del día no habrían llevado a casa nada para dar de comer a los hijos”. Buscar sin cansancio, ofrecer el trabajo en la viña del Señor sin desfallecer.

A su vez, sabiendo lo que es fundamental: "No acudamos a la voz de las sirenas que llaman a hacer de la pastoral una serie convulsa de iniciativas, sin conseguir recoger lo esencial del compromiso de la evangelización”. O sea, la búsqueda y el encuentro con Señor.

Por ello, señala el Papa que a veces parece que estamos más preocupados por multiplicar las actividades que por ser atentos con las personas a su encuentro con Dios: "Una pastoral que no tiene esta atención se hace estéril poco a poco".

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Para alcanzar el corazón de las personas y cumplir la misión encomendada nuestras comunidades deben ser lugar de “llamada” y a la vez de “acogida”. Sin la oración y la contemplación nunca lo lograremos.

Que Santa María en su advocación de la Merced que hoy celebramos nos conceda un año pastoral en el que sin cansarnos salgamos al encuentro de nuestros hermanos.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EL ROSARIO: LA ORACIÓN DE LOS SENCILLOS, LA ORACIÓN DEL CORAZÓN 8 y 15 de octubre de 2017

Queridos hermanos y amigos: En este mes de octubre, mes tradicionalmente unido a la Santísima Virgen y al rezo del Santo

Rosario, de hecho muchas veces nos hemos referido a él llamándolo el “mes del Rosario”, quiero invitaros a retomar esta devoción secular.

Desde la Edad Media hasta nuestros días, los Papas han insistido siempre en inculcar esta devoción en el pueblo de Dios. No es una oración pasada de moda o propia de otras épocas, los Papas después del Concilio Vaticano II siempre han querido dar una palabra para transmitir y actualizar el rezo del Rosario.

San Juan XXIII invitaba a rezar el Rosario con estas palabras: “El Rosario, como todos saben, es una muy excelente forma de oración meditada, compuesta a guisa de mística corona, en la cual las oraciones del ‘Pater noster’, del ‘Ave María’ y del ‘Gloria Patri’ se entrelazan con la meditación de los principales misterios de nuestra fe, presentando a la mente la meditación tanto la doctrina de la Encarnación, como de la Redención de Jesucristo, nuestro Señor”.

El beato Pablo VI quiso dedicar, pocos años después de la conclusión del Concilio (1974), una Exhortación Apostólica dedicada al culto de la Virgen María (Marialis Cultus), dentro de este amplio documento en el que presenta el culto a la Virgen, dedica un profundo y amplio apartado al Rosario. Quiero subrayar una invitación que el Papa hacía en un apartado final del documento: “no cabe duda de que el Rosario a la Santísima Virgen debe ser considerado como una de las más excelentes y eficaces oraciones comunes que la familia cristiana está invitada a rezar”.

San Juan Pablo II al inicio del nuevo siglo (2002) dedicaba una Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae”. La carta es una instrucción sobre la riqueza espiritual del Santo Rosario, el modo de recitarlo y la incorporación de los Misterios de la Luz que consideran la vida pública de nuestro Señor Jesucristo.

En ella san Juan Pablo subraya algunos aspectos de esta oración: El Rosario es una presentación orante y contemplativa, que trata de modelar al cristiano según el corazón de Cristo. Podríamos llamarlo el “camino de María”. Recorrer con María las escenas del Rosario es como ir a la “escuela” de María para leer a Cristo, para penetrar sus secretos, para entender su mensaje. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la madre del Redentor.

También Benedicto XVI dedicó varias catequesis para fomentar el amor al rezo del Rosario y presentarlo como una práctica válida para nuestros días: “Hoy, juntos, confirmamos que el santo rosario no es una práctica piadosa del pasado, como oración de otros tiempos en los que se podría pensar con nostalgia. Al contrario, el rosario está experimentando una nueva primavera. En el mundo actual, tan dispersivo, esta oración ayuda a poner a Cristo en el centro, como hacía la Virgen, que meditaba en su corazón todo lo que se decía de su Hijo, y también lo que él hacía y decía” (Palabras al final del rezo del Santo Rosario Basílica Santa María la Mayor 3 de mayo de 2008).

Por último, también el papa Francisco ha hablado de él: “El Rosario es la oración que acompaña siempre la vida, es también la oración de los sencillos y de los santos… es la oración de mi corazón”. Rezando el Rosario, nos dice el Papa: “le entregamos todo a Dios: nuestras fatigas,

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nuestros dolores, nuestros miedos, pero también nuestras alegrías, nuestros dones, nuestras personas queridas, todo a Dios. Rezando permitimos a Dios entrar en nuestro tiempo para que acoja y transfigure todo lo que vivimos”.

Volvamos pues con confianza a esta sencilla forma de orar y meditar junto a la Virgen María y con ella sentirnos enviados a anunciar lo que hemos meditado.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

SÉ VALIENTE, LA MISIÓN TE ESPERA 22 de octubre 2017

Queridos hermanos y amigos: Este domingo, 22 de octubre, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de las Misiones, lo que

conocemos popularmente como “Domund”. Es hoy una jornada misionera en la que, de un modo especial, la Iglesia universal reza por la misión y los misioneros y colabora con ellos.

El Domund, como bien sabemos, es una Jornada universal que se celebra cada año en todo el mundo, y tiene como fin apoyar a los misioneros en su labor evangelizadora que es, casi siempre, desarrollada entre los más pobres. Incluso estas comunidades más pobres en lugares de misión colaboran también en su colecta con lo poco que tienen en esta campaña misionera.

Cada uno de nosotros somos llamados en este domingo a asumir la responsabilidad de todos los cristianos en la evangelización. Nos sentimos en comunión de amor y con el deseo de apoyar la causa misionera. Los misioneros dan a conocer a todos el mensaje de Jesús, especialmente en aquellos lugares del mundo donde el Evangelio está en sus comienzos y la Iglesia aún no está asentada. Es lo que conocemos como los territorios de misión.

Este año se ha elegido como lema del día del Domund: Sé valiente, la misión te espera. La frase se inspira en el mensaje que el papa Francisco nos ha dirigido en este día. Sabemos bien cómo cada misionero es un “valiente” que ha acogido la llamada de Dios y, por encima de su pequeñez, ha dejado todo para servir al Evangelio en aquellos países que aún no lo conocen y que en muchas ocasiones viven en situaciones de gran precariedad.

Nosotros, hoy, queremos también unirnos a esta valentía de todos los misioneros que hacen presente a la Iglesia en tantos lugares del mundo, lo hacemos con nuestra oración y también con nuestro apoyo económico. Oración que quiere sostener su misión en medio de las muchas dificultades y también el generoso apoyo económico que es necesario en los lugares de misión que carecen de recursos e infraestructuras. Debe, pues, crecer hoy en cada cristiano, aunque no esté directamente en un país de misión, un corazón “valiente” y verdaderamente misionero.

El papa Francisco, en su mensaje para esta Jornada del Domund, nos invita a unirnos a la acción misionera de la Iglesia: “El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial. Él, a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor, buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una meta”.

Debemos ser conscientes de que el mundo necesita el Evangelio de Cristo, nos dice el Papa: “Recordemos siempre que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, 1). El Evangelio es una persona, que continuamente se ofrece y continuamente invita a los que la reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida mediante la participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resurrección. El Evangelio se convierte así, por medio del Bautismo, en fuente de vida…. el Evangelio ayuda a superar la cerrazón, los conflictos, el racismo, el tribalismo, promoviendo en todas partes y entre todos la reconciliación, la fraternidad y el saber compartir”.

Siendo una diócesis pequeña nuestra colaboración es siempre generosa ¡Ojalá también este año sepamos crecer en nuestra generosidad! Quiero terminar esta carta, agradeciendo a la Delegación

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Diocesana de Misiones, a su delegada y colaboradores, su trabajo constante durante todo el año en favor de las misiones. Igualmente, hoy están presentes en nuestra oración todos los misioneros y misioneras de nuestra diócesis que en distintos lugares del mundo viven con “valentía” la vocación que un día supieron acoger.

Os saludo y bendigo con afecto.

UN AMOR SIN LÍMITES 29 de octubre de 2017

Queridos hermanos y amigos: En este domingo la liturgia nos presenta un Evangelio breve, pero muy importante, que trata

la cuestión del más grande de los mandamientos (Mateo 22,34-40). Este texto evangélico está, a la vez, en relación con la primera lectura que nos presenta un pasaje de la Ley de Moisés (Éxodo 22,20-26).

Nos dice el texto del Evangelio que un fariseo, doctor en la Ley, intenta poner a prueba a Jesús con esta pregunta: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?”; la respuesta de Jesús es breve y precisa: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas”.

La pregunta que el fariseo hace a Jesús nos es fácil de contestar, conviene tener en cuenta que, además de los diez mandamientos, la Ley de Moisés contenía más de seiscientos preceptos y prohibiciones.

Jesús en su respuesta no elige uno de los diez mandamientos o uno de los preceptos o prohibiciones; elige un texto del libro del Deuteronomio (6,5) y otro del Levítico (19,18). ¿Por qué elige Jesús estos textos y no los Mandamientos? Los diez Mandamientos tienen una importancia excepcional pero, debemos decir que Jesús los resume y los pone en positivo con estos dos mandamientos. Su gran importancia reside en que fijan las condiciones para tener una relación positiva con Dios. Es decir, quien quiera vivir de acuerdo con Dios.

Los dos mandamientos nos presentan un ideal muy alto, amar a Dios con un amor completo e ilimitado y amar al prójimo como a uno mismo. A su vez, encierran una gran dificultad, pues con respecto al primero preferimos otras cosas que no son Dios y en ellas ponemos nuestro corazón y, por otra parte, amar al prójimo como a uno mismo resulta tantas veces difícil e incluso fastidioso. Tenemos por nosotros mismos un gran amor, un amor innato y lo que hacemos por el prójimo es muchas veces poco con respecto a lo que hacemos por nosotros mismos.

Pero, a su vez, lo que nos propone Jesús es un ideal maravilloso que responde al deseo más profundo de nuestro corazón. Hemos sido creados desde el amor y para amar. Dios que es amor nos ha creado para participar en su amor, para ser amados por Él y para amar con Él todas las otras personas.

Para conseguirlo debemos tener un deseo absoluto de la gracia de Dios, de recibir en nosotros la capacidad de amar que viene de Dios. El amor de Jesús se nos ofrece para amar al Padre como Él mismo lo ha amado y para amar al prójimo como también el mismo Jesús lo ama.

La Eucaristía de cada domingo o de cada día es una fuente de este amor. En ella Jesús se ofrece por nosotros y a nosotros. Cuando recibimos el Cuerpo de Jesús, recibimos a Jesús en el momento de su más grande amor, Él mismo se ha ofrecido al Padre por nuestra salvación y alimenta de esta forma en nuestra vida el amor.

Es este mandamiento del amor el que sostiene todos los demás mandamientos, lo que Dios mismo pide ya en el Antiguo Testamento como hemos escuchado en la primera lectura. Crezcamos, pues, cada día todos juntos como Iglesia en el amor hacia Dios y hacia el prójimo. Esa es la meta de nuestra existencia en este mundo, eso será lo que al final de nuestras vidas quedará en nuestras manos para presentarlo a Dios.

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Con todo afecto os saludo y bendigo.

TESTIGOS Y, POR ELLO, MAESTROS 5 de noviembre de 2017

Queridos hermanos y amigos: En las lecturas de la Misa de este domingo escuchamos, tanto en la primera lectura

(Malaquías 1,14–2,2b.8-10) como en el Evangelio (Mateo 23,1-12), la crítica severa que el Señor dirige, a través del profeta, a los sacerdotes del Antiguo Testamento y Jesús a los escribas y fariseos. En contraposición a estas críticas nos encontramos en la segunda lectura las palabras de San Pablo (1ª Tesalonicenses 29,7b-9.13) en las que habla del espíritu maternal que con delicadeza él emplea con las comunidades que le han sido confiadas por el Señor.

Las actitudes negativas que nos muestran los textos que hoy escuchamos, nos hacen presente la tentación de la que no están exentos los que están al frente de la Iglesia. Aunque han sido llamados y puestos al frente de la comunidad por Dios. Muchas veces, su debilidad, porque son humanos, puede ser más fuerte que la misión encomendada.

La meditación de estas lecturas nos debe servir, a todos, para revisar nuestros comportamientos y actitudes, de esta forma podremos rectificar y cambiar nuestras actuaciones. Siendo sacerdotes, debemos escuchar la llamada de Dios y buscar que nuestro trabajo sea servir a la comunidad y atender a los más débiles.

Debemos hacer nuestras las palabras de San Pablo en nuestra relación con aquellos que el Señor nos ha confiado: “Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor”.

Pero, no sólo a los sacerdotes está dirigido lo que hoy escuchamos, también a todos aquellos que están al servicio de los demás. Dentro de la Iglesia son muchos los que colaboran, desde distintos campos de la pastoral y la caridad, desde la enseñanza y la catequesis e incluso, y sobre todo, en la misma familia. Todos debemos hacer nuestras las palabras de San Pablo de servir con delicadeza y sentimientos maternales, entregando incluso nuestras propias personas. Lo mismo sirve para aquellos que están al servicio de la sociedad desde la política o la economía y más si lo hacen desde una opción cristiana.

Muchas veces he escrito y predicado que la Iglesia y nuestra sociedad, ahora más que nunca, necesitan más a los testigos que a los maestros. Son éstas unas palabras proféticas del Beato papa Pablo VI que escribía en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi (n. 41): "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros o si escucha a los maestros es porque son testigos". Todos, pues, somos llamados a ser testigos y sólo quien es coherente a fondo, puede ser testigo auténtico de Cristo. Las palabras pueden resultar ineficaces si falta el testimonio.

También en nuestra diócesis son necesarios los testigos y nosotros somos llamados, como creyentes, a dar este testimonio del amor de Dios con una actitud fraterna e incluso con una actitud materna, como nos dice hoy San Pablo, es decir con ternura y generosidad. Todos debemos caminar en esta dirección, ser dóciles al amor que viene de Dios, para el servicio de nuestros hermanos. Con todo afecto os saludo y bendigo.

Día de la Iglesia Diocesana 2017 12 de noviembre de 2017

Queridos hermanos y amigos: El domingo 12 de Noviembre, celebramos el día de la Iglesia Diocesana, con el mismo lema

del año pasado: “Somos una gran familia contigo”. No es casualidad, porque presenta a la Iglesia como la gran familia de los hijos de Dios. ¿Dónde nos sentimos siempre acogidos, protegidos,

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ayudados, queridos? Sin duda que en la familia. Celebrar el Día de la Iglesia Diocesana es recordarnos que pertenecemos a una diócesis, con sus parroquias, donde cada uno de nosotros ha sido incorporado a la Iglesia por el bautismo. En la parroquia seguimos celebrando los sacramentos en momentos importantes de nuestra vida, primera comunión, confirmación, matrimonio.

Todos vosotros sois embajadores de la Iglesia allí donde estáis y “ser de la Iglesia, es ser Iglesia”.Iglesia es lo que la gente ve, lo que vosotros transmitís con vuestra actitudes y comportamientos. Os invito a todos a tenerlo siempre en cuenta.

El mensaje de la Iglesia es el que nos transmitió Jesús, y es que nos amemos. Por ello utilizad todos los sentidos para transmitir la belleza de la caridad porque Dios es amor y no hay belleza más sublime que la belleza de Dios. Dios es la Belleza Absoluta. Y no hay momento más alto de la revelación de la belleza de Dios que el gesto del Hijo que da su vida en la cruz.De ahí la importancia que tiene en la Iglesia en el “darse”.

De nada serviría ir a la iglesia si no somos capaces de iluminar el camino de cada persona: “Brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas y den gracias a Dios” (cfr. Mt 5, 16)

Iluminar la esperanza de aquellos que son víctimas directas de las estructuras que generan injusticia y exclusión; iluminar el camino de aquellos que saben esto y quieren cambiar su propia vida para ponerla al servicio de otros, o cambiar esas estructuras para servir a quienes más lo necesitan.

Pero si las personas no ven nuestras obras, si nuestro discurso y nuestras obras no son coherentes ¿cómo llegaremos a los hombres y mujeres de nuestro tiempo?

Sabéis que el plan pastoral diocesano tiene como misión “Poner a la Iglesia diocesana de Tarazona en estado de misión”. Y la iglesia en misión es “de puertas abiertas”, es llenar de evangelio la calle y salir al encuentro del hermano que más lo necesita, es asistir al “ultimo” de la sociedad.

Esto sigue siendo TAREA DE TODOS. Sin la participación libre y responsable de los sacerdotes, religiosos y laicos no será posible.

Y, como somos una gran familia, todos debemos colaborar en ella. Os invito a todos a participar no sólo en el espíritu de la Iglesia, sino a contribuir a su sostenimiento.

La labor social de la Iglesia de Tarazona necesita medios económicos para llevar a cabo su misión, que no es otra que evangelizar. Y para ello necesita retribuir a sus sacerdotes, mantener el seminario y los servicios pastorales, ayudar a la misión de Cochabamba, cuidar el patrimonio artístico y cultural y, sobre todo, atender a los más desfavorecidos de nuestra sociedad.

Formar parte de esta familia, que es la Iglesia, estrecha entre nosotros los lazos fraternos hasta sentirnos corresponsables los unos de los otros. Tan importante es quien sostiene la Iglesia con su oración y su interés por la marcha de la parroquia como aquel que colabora económicamente, o está implicado en la actividad pastoral diaria de la misma. En un mundo como el actual, es un gran desafío relacionar nuestras raíces humanas con la fraternidad universal. Y para un cristiano, por medio del testimonio y la participación en la Iglesia, ayudar a todos a tomar conciencia de que unidos como hermanos tenemos futuro.

Que nuestra Iglesia Diocesana sea un recinto de verdad, de amor, de belleza, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando.

Gracias a todos por vuestra entrega, disponibilidad y generosidad. Con todo afecto os saludo y os bendigo.

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NO AMEMOS DE PALABRA SINO CON OBRAS Jornada Mundial de los Pobres 2017

19 de noviembre de 2017

Queridos hermanos y amigos: Al concluir el Año de la Misericordia el día 13 de noviembre de 2016, en las diócesis del

mundo, hace ahora un año; el Papa Francisco celebraba en el Basílica de San Pedro el Jubileo dedicado a todas las personas marginadas socialmente. En la homilía, el Papa se expresaba de esta manera: “Hoy, en las catedrales y santuarios de todo el mundo, se cierran las Puertas de la Misericordia. Pidamos la gracia de no apartar los ojos de Dios que nos mira y del prójimo que nos cuestiona… especialmente al hermano olvidado y excluido, al Lázaro que yace delante de nuestra puerta. Hacia allí se dirige la lente de la Iglesia.… A la luz de estas reflexiones, quisiera que hoy fuera la Jornada de los pobres”.

Este deseo manifestado por el Papa se hacía realidad cuando firmó en la Plaza San Pedro la “Carta Misericordia et misera”. En ella expresaba: “Intuí que, como otro signo concreto de este Año Santo extraordinario, se debe celebrar en toda la Iglesia, en el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, la Jornada mundial de los pobres. Será la preparación más adecuada para vivir la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el cual se ha identificado con los pequeños y los pobres, y nos juzgará a partir de las obras de misericordia (cf. Mt 25,31-46)”.

Para concretar, todavía más, este deseo el papa Francisco, el 13 de junio pasado, hacía llegar a todos los cristianos su Mensaje para la I Jornada Mundial de los Pobres que celebramos este domingo 19 de noviembre.

Esta es una Jornada en la que toda la comunidad cristiana deberá ser capaz de tender la mano a los pobres, a los débiles, a los hombres y a las mujeres a quienes con mucha frecuencia se les atropella la dignidad. El Mensaje tiene como título la expresión bíblica de la Primera Carta de Juan: “No amemos de palabra sino con obras” (1Juan 3,18).

Esta exhortación expresa una actitud que ningún cristiano puede ignorar. El Papa insiste cuando nos presenta el objetivo de esta Jornada: “No pensemos sólo en los pobres como los destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena voluntad para tranquilizar la conciencia. Estas experiencias, aunque son válidas y útiles para sensibilizarnos acerca de las necesidades de muchos hermanos y de las injusticias que a menudo las provocan, deberían introducirnos a un verdadero encuentro con los pobres y dar lugar a un compartir que se convierta en un estilo de vida”.

El Papa Francisco, en este Mensaje, nos invita a identificar con claridad la pobreza que se concreta, como él nos indica en: “muchos rostros marcados por el dolor, la marginación, la opresión, la violencia, la tortura y el encarcelamiento, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, por la ignorancia y el analfabetismo, por la emergencia sanitaria y la falta de trabajo, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio y la miseria, y por la migración forzada. La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero”.

En suma, presenta una “lista inacabable y cruel” que se alarga siempre más por causa de “la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada”.

Esta Jornada nos invita a que cada uno de nosotros y cada comunidad, busque los gestos concretos que ayuden a estar atentos a las necesidades de todos los hombres, especialmente de los que sufren. Es lo que nos pide el papa Francisco en la conclusión de su Mensaje: “Que esta nueva Jornada Mundial se convierta para nuestra conciencia creyente en un fuerte llamamiento, de modo que estemos cada vez más convencidos de que compartir con los pobres nos permite entender el Evangelio en su verdad más profunda. Los pobres no son un problema, sino un recurso al cual acudir para acoger y vivir la esencia del Evangelio”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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VIVIR PARA CRISTO, NUESTRO REY

26, noviembre, 2017 Queridos hermanos y amigos: Con la celebración de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, se cierra el Año Litúrgico.

A lo largo de él hemos meditado sobre su vida, su predicación y el anuncio del Reino de Dios. Esta solemnidad, Cristo Rey, tiene su origen en el Papa Pio XI que, el 11 de diciembre de 1925, con su Carta Encíclica “Quas primas”, la instituyó y mandó que se celebrara en el domingo anterior a la solemnidad de Todos los Santos, es decir al final del mes de octubre. En 1970, con la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II se cambió a la fecha actual y se quiso destacar más el carácter cósmico y escatológico del reinado de Cristo. La fiesta se convirtió en la de Cristo “Rey del Universo” y se fijó en el último domingo del Año Litúrgico, antes de comenzar un nuevo Año con la celebración del Adviento. Su objetivo es recordar la soberanía universal de Jesucristo. Lo confesamos supremo Señor del cielo y de la tierra, de la Iglesia y de nuestras almas.

Una constante de la predicación de Cristo ha sido el anuncio del Reino; Jesús nos muestra lo que éste significa para nosotros, su Reino es salvación, revelación y reconciliación, todo ello frente la mentira del pecado que existe en el mundo. Un Reino que Jesús presenta cuando responde a Pilatos que le pregunta si en verdad Él es el Rey de los judíos: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí" (Juan 18, 36). Jesús no es el Rey de un mundo de miedo, mentira y pecado, Él es el Rey del Reino de Dios que trae a este mundo y al que nos conduce.

El Reino que Cristo anuncia es la Verdad y esa Verdad es la luz que ilumina el camino amoroso que Él ha trazado, el camino hacia el Reino de Dios. "Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz."(Juan 18, 37)

Esta fiesta celebra a Cristo como el Rey bondadoso y sencillo que, como pastor, guía a su Iglesia peregrina hacia el Reino Celestial y le da la fuerza para que pueda transformar el mundo en el cual peregrina.

La celebración de esta fiesta nos debe plantear un interrogante importante que todos debemos hacer, y es éste: si Cristo reina o no dentro de mí. No si su realeza está reconocida por los Estados y por los gobiernos, sino si es reconocida y vivida por mí. ¿Cristo es Rey y Señor de mi vida? ¿Quién reina dentro de mí, quién fija los objetivos y establece las prioridades: Cristo o algún otro?

Según san Pablo, existen dos modos posibles de vivir: o para uno mismo o para el Señor (Romanos 14, 7-9). Vivir “para uno mismo” significa vivir como quien tiene en sí mismo el propio principio y el propio fin; indica una existencia cerrada en sí misma, orientada sólo a la propia satisfacción y a la propia gloria, sin perspectiva alguna de eternidad.

Vivir “para el Señor”, al contrario, significa vivir por Él y para su gloria, por y para su Reino. Se trata, por lo tanto, de una nueva existencia. Este Reino no sólo llegará después de la muerte, el Reino ya está plantado en nuestros corazones y en el mundo a través de la Iglesia que peregrina hacia el Reino Celestial y anuncia el Evangelio sin cesar.

Queridos hermanos, que este Reino crezca en cada uno de nosotros, que nuestras comunidades y parroquias sean un testimonio vivo de su presencia en medio del mundo.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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AGUARDANDO AL SEÑOR, VIGILAMOS Y VELAMOS

3 de diciembre de 2017

Queridos hermanos y amigos: Hoy en la Iglesia comenzamos un nuevo año litúrgico, y como siempre lo iniciamos con el

Adviento. La página del Evangelio (Marcos 13,33-37) nos presenta uno de los temas más sugestivos del tiempo de Adviento: Vigilad, velad.

Recordamos en este tiempo la primera venida del Señor que se produjo con la Encarnación y el nacimiento de Jesús en la gruta de Belén. Vivimos en el presente la segunda venida que se realiza en el momento de nuestra existencia, sabemos que el Señor nos visita continuamente cada día, sabemos, también, que camina con nosotros. Esperamos su última venida, que profesamos cada vez que recitamos el Credo: “De nuevo vendrá en la gloria para juzgar a vivos y a muertos”.

Para ser conscientes de estas “venidas” del Señor a nuestras vidas es necesario tener una actitud de vigilancia, saber velar, como nos dice hoy el texto del Evangelio. El papa Francisco, en su meditación del Angelus del primer domingo de Adviento del año pasado, presentaba cómo podemos vivir este tiempo en la vigilancia y en la espera: “Desde esta perspectiva llega también una invitación a la sobriedad, a no ser dominados por las cosas de este mundo, por las realidades materiales, sino más bien a gobernarlas. Si por el contrario nos dejamos condicionar y dominar por ellas, no podemos percibir que hay algo mucho más importante”

Velar y vigilar, es estar atentos y despiertos para saber descubrir todo aquello que en nuestra vida nos va atando y encerrando en nosotros mismos, de esta forma, vivimos el presente como don de Dios, lo descubrimos acompañándonos a nuestro lado en todos los momentos; y, a su vez, se abre el horizonte al encuentro último, como decía el Papa en la meditación a la que hago referencia: “nuestro encuentro final con el Señor, y esto es importante. Ese, ese encuentro. Y las cosas de cada día deben tener ese horizonte, deben ser dirigidas a ese horizonte. Este encuentro con el Señor que viene por nosotros”.

Para poder velar y vigilar debemos abrir nuestro espíritu, como nos dice la segunda lectura de hoy (Corintios 1,3-9), a: “La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo”. Es decir ponernos en sus manos, para poder experimentar su cercanía en nuestras vidas y abrir el corazón al horizonte que nos espera, es decir al día de su vuelta gloriosa.

Es, pues, este tiempo de Adviento, un momento oportuno para dejarnos transformar por la gracia de Dios, como nos dice hoy San Pablo: “La gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús”, y que es algo que nos enriquece: “Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro”.

Termino esta reflexión con las palabras del papa Francisco, en el primer domingo de Adviento del año pasado: “En este tiempo de Adviento estamos llamados a ensanchar los horizontes de nuestro corazón, a dejarnos sorprender por la vida que se presenta cada día con sus novedades. Para hacer esto es necesario aprender a no depender de nuestras seguridades, de nuestros esquemas consolidados, porque el Señor viene a la hora que no nos imaginamos. Viene para presentarnos una dimensión más hermosa y más grande”.

Que la Virgen Santa María, figura importante en este tiempo de Adviento nos ayude en nuestro camino que hoy reemprendemos con el comienzo de un nuevo Año Litúrgico.

Con afecto os saludo y bendigo.

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UN DOBLE CAMINO: DIOS VIENE A BUSCARNOS, NOSOTROS SALIMOS A SU ENCUENTRO

10 de diciembre de 2017

Queridos hermanos y amigos: El domingo pasado, primer domingo de Adviento, meditábamos en nuestra reflexión semanal

sobre un tema importante de este tiempo, la vigilancia y el estar en vela. Este segundo domingo de Adviento se nos presenta otro tema típico: “Preparar el camino”.

Así, precisamente, inicia el Evangelio (Marcos 1,1-8) de este día: “Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. A su vez, esta voz que grita, es la voz de San Juan El Bautista, una de las figuras características del Adviento.

San Agustín, en un sermón sobre El Bautista (cf. sermón 293), comenta este pasaje del Evangelio de hoy diciendo que “Juan era la voz y Cristo la Palabra eterna del Padre”. El sonido de la voz de Juan permitió a Jesús pronunciar la Palabra de vida y hacerla llegar hasta nuestro corazón. Juan cumplió su misión de voz y desapareció: "Conviene que Él crezca y que yo disminuya". Preparar el camino al Señor va unido a la conversión, así lo anuncia san Juan El Bautista, según escuchamos en el texto evangélico: “Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados”.

Asociamos, a veces, esta palabra conversión, a aquellos que sin creer comienzan a creer, así decimos: “se ha convertido al cristianismo”, pero, esto sería una conversión inicial; cuando hablamos de nuestra necesidad de convertirnos estamos diciendo que convertirse es cambiar de vida, tomar un rumbo diferente del que se venía siguiendo; y, bien sabemos, que dados nuestros fallos y pecados, esta actitud es siempre necesaria.

También podemos pensar que se trata de un esfuerzo que realizamos nosotros solos y, dada nuestra debilidad, creemos que es difícil y costoso, pero no es así, la iniciativa de nuestra conversión proviene de Dios mismos. El papa Francisco en una homilía del año pasado en Adviento (Santa Marta, 28, 11, 2016) señalaba: “En definitiva, Dios nos está buscando, nos está esperando, y solo nos pide a nosotros el pequeño paso de la buena voluntad”. A su vez, nosotros debemos alimentar siempre la aspiración de “salir” a su encuentro, como nos dice el Papa: “El cristiano debe tener el deseo de encontrarlo y después Él nos ayuda. Así, nos acompañara durante nuestra vida”.

Es, por lo tanto, como un doble camino, un camino de encuentro, nosotros que como dice Francisco: “Estoy en camino para encontrarlo a Él, en camino para encontrarme, y cuando nos encontremos veamos que la gran sorpresa es que Él me está buscando, antes de que yo comenzara a buscarlo”. Y el camino del Señor hacia nosotros: “Esta es la gran sorpresa del encuentro con el Señor. Él nos ha buscado antes. Él siempre es el primero. Él hace su camino para encontrarnos”… el Señor siempre va más allá, va Él primero. Nosotros damos un paso y Él da diez. Siempre. La abundancia de su gracia, de su amor, de su ternura que no se cansa de buscarnos. También a veces con pequeñas cosas”.

Un signo eficaz de conversión es celebrar el sacramento de la Penitencia que es siempre un canto a la gloria de Dios por su misericordia. Sé que en muchas parroquias se organizan celebraciones penitenciales con motivo del Adviento, una gran oportunidad para que los fieles nos acerquemos a perdón del Señor y nos pongamos, nuevamente, en el camino. Que sepamos prepararlas con seriedad, pero a su vez, que los sacerdotes sepamos estar disponibles para acoger, animar y perdonar.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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LA ALEGRÍA Y EL GOZO DE LA VIDA CRISTIANA 17 de diciembre de 2017

Queridos hermanos y amigos: He querido escribiros mis cartas semanales en este Adviento sobre los temas principales que

escuchamos en la Misa de cada domingo de este tiempo. Si los domingos anteriores os hablaba sobre la vigilancia y el estar en vela, primer domingo, y sobre la conversión y la preparación del camino para encontrarnos con el Señor, segundo domingo. Hoy quiero resaltar el tema del gozo y la alegría que siempre ha estado unido al tercer domingo de Adviento.

El tema se hace presente en las lecturas que escuchamos en la Misa, ya en la primera lectura (Isaías 61,1-2a.10-11) nos dice el profeta: “Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios”. En la segunda lectura (1Tesalonicenses 5,16-24) san Pablo comenzaba diciéndonos: “Estad siempre alegres”, e incluso el Salmo responsorial pone en nuestros labios las palabras de María en el Magníficat (Lucas 1,46-48.49-50.53-54): “Me alegro con mi Dios”.

Este gozo y alegría que nos proponen hoy las lecturas y los textos de las oraciones tienen un doble motivo: la próxima venida del Señor con su Encarnación y el gozo de su retorno al final de los tiempos.

Por otra parte, nuevamente aparece la figura de san Juan Bautista en el Evangelio (Juan 1,6-8.19-28) que anuncia la inminente venida del Señor que es ya una realidad pues como dice el Bautista está en medio de ellos: “Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia”.

Nosotros también estamos llamados a reconocer la presencia del Señor en medio de nosotros, también escondido y que no reconocemos, pero que debemos buscar. San Pablo nos indica cómo debemos buscarlo, sus palabras hoy, en la segunda lectura, nos marcan el camino de una vida según el modelo cristiano. San Pablo nos da las pautas que deben marcar nuestra vida para poder encontrar al Señor y que debemos vivir, no sólo en el Adviento, sino siempre.

La vida cristiana debe estar llena de alegría, a pesar de las dificultades y problemas; constantes en la oración que es la búsqueda de Dios que no está fuera de nosotros, sino en nuestro corazón; y, sobretodo, saber ser agradecidos por todo lo que nos da. El pesimismo y la negatividad son siempre contrarios a la vida cristiana y denotan que no oramos y no buscamos al Señor. Por ello no apaguemos el espíritu, nos dice San Pablo, no vivamos reducidos y conformados con la tristeza y el decepción.

Santa Teresa de Calcuta expresaba así esta idea de la alegría cristiana buscando siempre tiempo: “para pensar, para rezar, para reír. Es la fuente del poder. Es el poder más grande en la Tierra. Es la música del alma”. Más aún debemos siempre buscar momentos decía: “para amar y ser amado, para dar. Es el secreto de la eterna juventud. Es el privilegio que nos da Dios. El día es demasiado corto para ser egoístas”.

Es por lo tanto necesario, como tantas veces nos repite el papa Francisco, saber discernir que es aquello que hoy hemos escuchado en la carta de san Pablo: “Examinadlo todo, quedándoos con lo bueno” sabiendo que el mismo Señor nos ayuda porque: “El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas”.

Deseándoos que sepamos vivir así nuestra vida cristiana os saludo y bendigo con afecto.

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NAVIDAD: ANUNCIO Y BÚSQUEDA 24 de diciembre de 2017

Queridos hermanos y amigos: Celebramos hoy el último domingo del Adviento y a la vez iniciamos en esta tarde el tiempo

de Navidad. Al coincidir la solemnidad de la Natividad del Señor con un lunes, hemos vivido un Adviento de solo tres semanas, pero no por ello menos intenso. La característica principal de este cuarto domingo de Adviento es el “anuncio”; he comentado con vosotros en estos últimos domingos las ideas más importantes de cada uno de los domingos, hoy, con brevedad, quisiera también profundizar en esta realidad del anuncio que, por otra parte, se hace inminente, especialmente este año, ya que esta misma tarde comenzaremos a celebrar que Jesús, el esperado y anunciado, se ha hecho carne y habita entre nosotros.

La Navidad es un “anuncio”, una llamada que Dios nos hace a todos. En estos días de la Navidad somos invitados a contemplar el amor de Dios que se ha manifestado en el nacimiento de su Hijo, hecho hombre por nosotros. Dios que ha abandonado su grandeza para hacer cercano a cada uno de nosotros.

Todos debemos sentirnos interpelados por esta cercanía de Dios y tenemos que salir a su encuentro. El papa Francisco en su homilía de Navidad del año pasado nos decía cómo hacerlo: “Para encontrarlo hay que ir allí, donde él está: es necesario reclinarse, abajarse, hacerse pequeño. El Niño que nace nos interpela: nos llama a dejar los engaños de lo efímero para ir a lo esencial, a renunciar a nuestras pretensiones insaciables, a abandonar las insatisfacciones permanentes y la tristeza ante cualquier cosa que siempre nos faltará. Nos hará bien dejar estas cosas para encontrar de nuevo en la sencillez del Niño Dios la paz, la alegría, el sentido de la vid”.

Estos días de Navidad conllevan también una fuerte experiencia familiar. El primer espacio donde se vive el amor de la Navidad es la familia. Podemos decir que la Navidad es un reto para la familia, para que ésta sepa acoger a Dios y se deje transformar por Él. ¡Cuánto necesitan hoy las familias de ese amor de Dios! Y ¡cuánto necesita la sociedad de la familia! El Catecismo de la Iglesia católica nos lo recuerda: “La familia es la célula original de la vida social, la vida de familia es iniciación a la vida en sociedad” (Catecismo 2207). De esta forma la familia se convierte en una iglesia doméstica en la que se aprende la fe y donde se crece y madura como persona.

El papa Francisco en su catequesis a las familias en Guayaquil (6 de julio de 2015) presentaba a la familia como el lugar donde se aprende la fe, se aprende a orar, a compartir la vida, a ser agradecidos, a pedir perdón y a perdonar, a respetarse, a amarse: “La familia es el hospital más cercano, la primera escuela de los niños, el grupo de referencia de los jóvenes y el mejor asilo de ancianos”. En la familia es donde se aprende el valor de la persona humana y el sentido del servicio. “El servicio es el criterio del verdadero amor. El que ama sirve, se pone al servicio de los demás. Y esto se aprende especialmente en la familia, donde nos hacemos por amor servidores unos de otros. En el seno de la familia, nadie es descartado; todos valen lo mismo”.

Al terminar esta carta semanal quiero expresaros mi deseo en estos días de Navidad que hoy comenzamos, quisiera estar cercano a todos vosotros especialmente a los que más sufren en estos días o pasáis por distintas dificultades.

Con el deseo de una feliz Navidad os saludo y bendigo con todo afecto.

SOLIDARIDAD Y PAZ PARA UN AÑO NUEVO 31 de diciembre de 2017

Queridos hermanos y amigos: En esta noche iniciaremos un año nuevo. Hoy, al concluir el año 2017, debemos dar gracias al

Señor por todos los beneficios que, a lo largo del mismo, hemos recibido y, a la vez, pedir perdón por aquellas cosas que no hemos hecho según el proyecto de Dios.

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Comenzamos el año celebrando la solemnidad de la Madre de Dios, Santa María. Este título es el más antiguo que la Iglesia ha reconocido en la Virgen. El Concilio de Éfeso, en el año de 431, afirma que Ella es la Madre de Dios: “La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios”. El pueblo se sintió entusiasmado y organizaron ese mismo día una gran procesión cantando: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén"; palabras que todavía repetimos cuando rezamos el Ave María.

Pues bien, la Iglesia Católica quiere comenzar el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María. La fiesta mariana, como decía anteriormente, más antigua que se conoce en Occidente. En sus manos de Madre ponemos este año que comenzamos pidiendo que esté lleno de las bendiciones del Señor.

Desde hace 51 años celebramos también en este día la Jornada Mundial de la Paz. Este año el papa Francisco, en su mensaje para esta Jornada, nos propone a: Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz. Dentro de él el Papa escribe una reflexión que toma de su antecesor san Juan Pablo II en la que nos alienta a buscar la paz: «Si son muchos los que comparten el “sueño” de un mundo en paz, y si se valora la aportación de los migrantes y los refugiados, la humanidad puede transformarse cada vez más en familia de todos, y nuestra tierra verdaderamente en “casa común”». “A lo largo de la historia, muchos han creído en este «sueño» y los que lo han realizado dan testimonio de que no se trata de una utopía irrealizable”.

Nos unimos a este deseo de toda la humanidad con las palabras con las que el papa Francisco inicia su mensaje: “Paz a todas las personas y a todas las naciones de la tierra. La paz, que los ángeles anunciaron a los pastores en la noche de Navidad, es una aspiración profunda de todas las personas y de todos los pueblos, especialmente de aquellos que más sufren por su ausencia, y a los que tengo presentes en mi recuerdo y en mi oración”. De entre ellos quisiera recordar a los más de 250 millones de migrantes en el mundo, de los que 22 millones y medio son refugiados. Estos últimos, como afirmó mi querido predecesor Benedicto XVI, «son hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos que buscan un lugar donde vivir en paz». Para encontrarlo, muchos de ellos están dispuestos a arriesgar sus vidas a través de un viaje que, en la mayoría de los casos, es largo y peligroso; están dispuestos a soportar el cansancio y el sufrimiento, a afrontar las alambradas y los muros que se alzan para alejarlos de su destino”.

Finalmente en este día quiero también recordaros que el próximo día 6 de enero tenemos presente en nuestra Diócesis a la Misión de Santa Mónica en Cochabamba. Este año celebramos además los 25 años de su fundación el 17 de enero. Agradecemos al Señor todo lo que por nuestro medio se ha realizado en aquella querida parroquia y con motivo de esta celebración queremos renovar nuestro compromiso misionero. Agradecemos a todos los que, a lo largo de estos 25 años, han servido directamente a esta parroquia, sacerdotes, religiosas y laicos; también a tantas personas que con gran generosidad han aportado recursos para que esta obra misionera haya perdurado por tantos años. Sabed todos que el Señor os pagará con creces lo que por ella habéis hecho. Seguimos apoyando la parroquia de Santa Mónica que en la actualidad sirven D. Esteban Barahona y D. César D’Arbelles.

Nuevamente pido vuestra generosidad en la próxima campaña para sostener la parroquia de Santa Mónica y en especial la gran obra social, “pon un niño a tu mesa”.

Con el deseo de un feliz año 2018 os saludo y bendigo con afecto.

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Año 2018

25 AÑOS DE UN MILAGRO Aniversario de la Parroquia de Santa Mónica en Cochabamba

7 de enero de 2018

Queridos hermanos y amigos: Elevamos un sentida acción de gracias al Señor, por los 25 años de la parroquia de Santa

Mónica en Cochabamba (Bolivia). Nuestra diócesis de Tarazona, pequeña y pobre en recursos, ha realizado una obra de evangelización inmensa en esa querida parroquia de Cochabamba y por ello queremos hacer nuestras las palabras de María la Virgen en el Magnificat: “proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador”.

En el año 1992, la Iglesia celebraba el V Centenario de la Evangelización de América. Desde el año 1984, San Juan Pablo II quiso iniciar un tiempo de preparación para celebrar este gran acontecimiento de la historia de la Iglesia. Por ello, inicia una peregrinación de Roma a Puerto Rico (del 10 al 12 de octubre), con una escala en Zaragoza el día 10, poniendo en manos de María, en su advocación del Pilar y Patrona de la Hispanidad, lo que él propone como una nueva llamada a evangelizar aquel continente. A su vez, San Juan Pablo II, proponía a la Iglesia en España que retomará la participación en esta nueva evangelización en América, como lo había hecho desde el principio.

Esta llamada fue escuchada y acogida en nuestra diócesis de Tarazona y el obispo D. Miguel Asurmendi Aramendía acepta con gozo y entusiasmo la propuesta de D. Raúl Romero, sacerdote diocesano, de buscar la posibilidad de abrir en Bolivia una parroquia que fuera la respuesta de nuestra diócesis a la llamada del Papa de colaborar a la nueva evangelización.

Finalmente, el 17 de octubre de 1993, comenzaba el trabajo pastoral en la ciudad de Cochabamba en la parroquia de Santa Mónica. En estos 25 años han sido tantos los sacerdotes, religiosos y laicos que han dedicado años de su vida a este trabajo lleno de entusiasmo y generosidad. A la vez, han sido muchos los sacerdotes y laicos diocesanos que, por períodos más breves, han querido hacerse presentes en esta parroquia aportando su trabajo e iniciativas. No nombro a ninguno, porque la lista sería larga, pero sé que el Señor pagará con creces a todos la labor realizada.

También los obispos que durante estos 25 años hemos servido la diócesis de Tarazona, hemos animado esta misión diocesana y todos hemos visitado la parroquia de Santa Mónica, quedando siempre asombrados de lo que el Señor hacía a través de nuestra diócesis en Cochabamba.

Podemos decir que han sido 25 años de un milagro y que, como os decía al inicio, siendo una diócesis pequeña y con unos recursos económicos y humanos muy reducidos, hemos vivido con gran generosidad y alegría estos años de colaboración misionera con una diócesis hermana.

Demos, por lo tanto, gracias al Señor por esta generosidad que en primer lugar ha querido hacer presente el Evangelio entre los pobres, por las iniciativas sociales que en aquel barrio se han realizado a través de nosotros, guarderías, colegios, casas de acogida, comedores sociales y un largo etc., señalemos especialmente la iniciativa “pon un niño en tu mesa” que con tanta generosidad se ha mantenido en estos años; cuántas familias, parroquias, instituciones y, sobre todo, personas sencillas de nuestros pueblos han hecho suya esta actividad.

Gracias, pues, a todos que a lo largo de estos años, con la pequeña gota o grandes aportaciones habéis hecho posible este milagro.

Pero, si nuestra mirada al pasado es agradecida, la mirada al futuro debe ser esperanzada; dos jóvenes sacerdotes, Esteban-Maurizio y Esteban-Alejandro, junto a religiosos y religiosas, siguen haciéndonos presentes en Santa Mónica. Si desde nuestra pequeñez hemos sabido mantener esta

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iniciativa misionera, desde esa misma pequeñez debemos seguir contando que uno de los trabajos de nuestra diócesis es esa parroquia lejana geográficamente pero cercana afectivamente.

En esta fecha jubilar de la misión de Cochabamba renovamos todos aquel ardor evangelizador y solidario hacia ella. Gracias Señor, pues te muestras grande en la debilidad, gracias hermanos de Tarazona, pues desde nuestra pequeñez has hecho obras grandes.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

VIVIERON DONDE VIVÍA Y SE QUEDARON CON ÉL 14 de enero de 2018

Queridos hermanos y amigos: Tras las fiestas de la Epifanía y el Bautismo del Señor que celebramos la semana pasada,

concluyendo así el tiempo de Navidad, comenzamos el llamado Tiempo Ordinario. Este tiempo litúrgico está compuesto por treinta y cuatro semanas en el transcurso del año. Lo comenzamos al concluir el tiempo de Navidad coincidiendo con el inicio del año y, a lo largo de él, se va interrumpiendo para centrarnos en los llamados “tiempos fuertes” de Cuaresma-Pascua y Aviento-Navidad.

Un elemento importante de este tiempo son las lecturas bíblicas de la misas, especialmente las dominicales, que colaboran a la formación cristiana de la comunidad y, a su vez, a profundizar y vivir el Misterio Pascual en la vida de todos días. Esas lecturas no se hacen para cumplir con un rito, sino para conocer y meditar el mensaje de salvación apropiado a todas las circunstancias de la vida. En la lectura del Evangelio de este primer domingo (Juan 1, 35-42) hay una frase que nos puede ayudar a comprender lo que debe ser para nosotros el Año Litúrgico: “Vieron dónde vivía y se quedaron con él”. Jesús que nos llama continuamente nos invita a conocerlo, a descubrir dónde habita y a desear quedarnos siempre con él. La celebración del domingo podemos decir que tiene esa misión, por ello debemos cuidarla incluso en las comunidades más pequeñas y, sobre todo, no cansarnos de proponerla en la catequesis, en los grupos de formación y en la predicación, así como con nuestro testimonio.

Nos puede ayudar el testimonio de los mártires de Abitina a principios del siglo IV, en el norte de África: Tras ser arrestados fueron llevados a Cartago para ser interrogados por el procónsul Anulino. Fue significativa, entre otras, la respuesta que un cierto Emérito dio al procónsul que le preguntaba por qué habían transgredido la severa orden del emperador que prohibía las reuniones cristianas dominicales. Respondió: “Sine dominico non possumus”; es decir, sin reunirnos en asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían las fuerzas para afrontar las dificultades diarias y no sucumbir. Aquella pequeña comunidad de unos 49 miembros fue martirizada.

El papa Benedicto XVI nos lo recordaba, a propósito del testimonio de los mártires de Abitina: “Nosotros tampoco podemos vivir sin participar en el Sacramento de nuestra salvación y deseamos ser “iuxta dominicam viventes”, es decir, llevar a la vida lo que celebramos en el día del Señor. En efecto, éste es el día de nuestra liberación definitiva. ¿Qué tiene de extraño que deseemos vivir cada día según la novedad introducida por Cristo con el misterio de la Eucaristía?” (Sacramentum Caritatis, 95) También el papa Francisco está dedicando en estos meses unas catequesis semanales sobre la Eucaristía y su valor en la vida cristiana, su lectura y reflexión nos pueden ayudar a vivir el domingo y su importancia en la vida cristiana.

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Finalmente, os invito hoy a uniros a toda la Iglesia que nos pide orar y reflexionar sobre los emigrantes y los refugiados; celebramos en este día la Jornada Mundial de las Migraciones. Como bien sabemos es un verdadero drama de nuestra época, tantas personas que por motivos de pobreza, violencia o persecución se ven obligadas a abandonar su tierra y buscar en otros lugares, en condiciones muchas veces trágicas, una posible salida.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS 21 de enero de 2018

Queridos hermanos y amigos: Os escribo esta carta en el domingo dentro del Octavario por la Unidad de los Cristianos,

conocida también como la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que tradicionalmente se celebra del 18 al 25 de enero de cada año. Son unos días de oración y súplica a Dios para que los cristianos sepamos buscar lo que nos une como seguidores de Cristo.

Hacemos así nuestras las palabras del Señor en la Última Cena: “Padre Santo, guarda en tu nombre a aquellos que me has dado, para que sean uno como nosotros” (Juan 17,11). A su vez, la oración de estos días, también alcanza a los miembros de otras religiones no cristianas, siguiendo así las palabras de Jesús. “Tengo otras ovejas que no son de este redil, a ésas también es necesario que las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño con un solo pastor” (Juan 10, 16).

Ciertamente que en nuestra diócesis la presencia de otras iglesias o grupos cristianos es pequeña y en algunos lugares inexistente y nuestro conocimiento y experiencia con ellos es casi nula, pero no por ello debemos privar a la Iglesia de nuestra oración en estos días y, especialmente en este domingo, por la unidad de todos los cristianos en torno a Cristo.

El papa Francisco ha hablado en muchas ocasiones de este deseo que debe estar presente en el corazón de todo cristiano; y, al respecto, ha precisado que el camino es sencillo: “se hace con la oración y con la ayuda a los otros. Rezar juntos, el ecumenismo de la oración, los unos por los otros y todos por la unidad. Y también está el ecumenismo del trabajo por los muchos necesitados, por muchos hombres y mujeres que hoy sufren injusticias, guerras”.

También, ante la persecución y el asesinato de cristianos en el mundo, especialmente los que suceden en nuestros días en Oriente próximo, por ejemplo, a los ortodoxos coptos degollados en la playa de Libia, el Papa ha reconocido que “son nuestros hermanos” y ha hablado del “ecumenismo de la sangre”. Decía Francisco: “Cuando los terroristas o las potencias mundiales persiguen a las minorías cristianas o a los cristianos no preguntan: ¿eres luterano?, ¿eres ortodoxo?, ¿eres católico?, ¿eres reformado?, ¿eres pentecostal? El enemigo, ha asegurado el Papa, no se equivoca, sabe reconocer dónde está Jesús. Ellos reconocen solo uno: el cristiano”.

En estos días pedimos al Señor que acelere los tiempos de la ansiada unión de todos los cristianos. Por nosotros mismos no somos capaces sino de sembrar la discordia y la desunión, pero Dios nos sostiene para que sepamos ser instrumentos de unidad, personas que saben disculpar y reaccionar sobrenaturalmente.

Como tantas veces nos han recordado los últimos Papas esta deseada unión de todos los cristianos sólo se dará con un verdadero espíritu de conversión, como nos invitaba hoy la lectura del Evangelio de la Misa (Marcos 1, 14-20): “Convertíos y creed en el Evangelio” y, a su vez, como nos decía el Salmo (24) pidiéndole confiadamente al Señor que nos instruya en su sendas.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

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INFANCIA MISIONERA 2018

“ATRÉVETE A SER MISIONERO” 28 de enero de 2018

Queridos hermanos y amigos: Celebramos hoy la Jornada de la Infancia Misionera y este año en su lema nos hace un

desafío a todos: “Atrévete a ser misionero”, de un modo especial a los niños y niñas a quienes está dirigida esta Jornada. Todos hemos oído muchas veces que cada cristiano debe ser un misionero en el ambiente en el que vive y, por ello, hoy queremos sembrar en el corazón de nuestros niños está realidad de la vida cristiana.

Desde hace años en muchas parroquias de la diócesis se vive esta Jornada con mucha intensidad, sobre todo en la catequesis y en los grupos infantiles, también en las clases de religión en las escuelas y colegios. Una Jornada que, por otra parte, se prepara con mucha anticipación, ya que desde el Adviento y especialmente en los días anteriores a la Navidad ya se les empieza a hablar de este día y se les inicia con varias actividades; así el Adviento Misionero, sembradores de estrellas, el reparto de la Hucha Misionera, los concursos de comics y postales navideñas. Subrayo estas actividades porque creo que, de una forma sencilla y adaptada a los más pequeños, se va sembrando en ellos la idea de que el cristiano debe ser misionero.

Este año en el guion de formación misionera que forma parte del material de esta Jornada para los niños, se nos presentan los objetivos de este día de la Infancia Misionera y que también pueden servir a los más mayores para reflexionar todos en este día. Se nos dice que debemos “crear una línea de continuidad con el mensaje de la pasada Jornada del Domund y su invitación a la valentía para ser misioneros”, en segundo lugar, “comprender la importancia de apoyarnos en Jesús para afrontar los desafíos que se nos presenten y procurar ser cada vez mejores amigos suyos” y finalmente, “descubrir las bienaventuranzas como camino de vida de los discípulos misioneros de Jesús”.

Estas tres propuestas nos pueden ayudar a captar el sentido de esta Jornada. La valentía para ser misionero es lo mismo que decir la valentía para ser cristiano y vivir como tal en una sociedad que se mueve y vive en otros valores. Frente a los valores del mundo nosotros presentamos los valores del Evangelio, la generosidad, el amor, la acogida, la comprensión, el tener un corazón abierto a Dios y a los hermanos.

Es lo que nos propone el papa Francisco: “El ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual… Mientras tanto, el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro… La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura” (Evangelii gaudium, 88).

Frente a este reto, nuestra segunda reflexión en esta Jornada es descubrir que no estamos solos en la misión encomendada, Jesús nos acompaña y en Él debemos siempre apoyarnos. Debemos crear, por lo tanto, en todos los cristianos, desde los más pequeños de nuestra comunidad hasta los más mayores, esta vida nueva que es vivir según el Sermón de la Montaña y en el espíritu de las bienaventuranzas.

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Un sencillo pero necesario gesto es colaborar económicamente con esta Jornada de la Infancia Misionera, los niños lo harán con la generosidad de sus pequeños ahorros que desde Navidad han ido depositando en las Huchas Misioneras construidas y decoradas por ellos mismos, nosotros los más mayores debemos hoy seguir su ejemplo de generosidad en favor de los niños y niñas en países de misión.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EVANGELIZAR: LA MAYOR URGENCIA DE LA IGLESIA 4 de febrero de 2018

Queridos hermanos y amigos: ¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio! Hoy escuchamos esta frase de san Pablo en la segunda

lectura de la Misa (1 Corintios 9, 16-19. 22-23). Frase que es siempre actual y, a la vez, un desafío en todo tiempo para la Iglesia.

Debemos convencernos de que para la Iglesia, el anuncio del Evangelio, o sea evangelizar, no es una tarea más, entre otras posibles, sino la tarea esencial. Ya el beato papa Pablo VI señalaba esta urgencia: “Con gran gozo y consuelo hemos escuchado, al final de la Asamblea de octubre de 1974, estas palabras luminosas: ‘Nosotros queremos confirmar, una vez más, que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia’: una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (Exhortación apostólica de Pablo VI “Evangelii nuntiandi” 14).

Es lo que os proponía hace un año cuando os presenté la carta pastoral: “La diócesis de Tarazona en estado de misión”. En ella quería subrayar el vínculo indisoluble que une el anuncio evangélico con el testimonio. Podemos decir que el anuncio de Jesucristo y su Evangelio siempre resulta ineficaz si no va acompañado del testimonio; sólo un testimonio convincente evangeliza. Estamos ante un dato constante a lo largo de la historia de la experiencia cristiana.

De este testimonio, como algo imprescindible para la evangelización, nos han hablado los papas después del Concilio Vaticano II; san Juan Pablo II afirma en la encíclica “Redemptoris missio”: “el testimonio de la vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión” (RM 42). Es lo que ya nos pedía el decreto conciliar “Ad Gentes”: el testimonio de vida y el diálogo (AG 11), junto con la práctica de la caridad (AG 12), y lo que el beato Pablo VI señalaba en el documento que antes os citaba: “La Buena Nueva debe ser proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio” (EN 21).

Anunciar el Evangelio es, por lo tanto, la misión de cada bautizado. Es lo que tantas veces ha afirmado el papa Francisco: “Ser cristiano y ser misionero es la misma cosa. Anunciar el Evangelio, con la palabra e incluso antes, con la vida, es la finalidad principal de la comunidad cristiana y de cada miembro suyo” (Angelus 24 de enero 2016).

Para poder realizar esta misión que el Señor encomienda a todo cristiano, la primera actitud que debemos tener es convertirnos a Jesús, a Él que, como vemos en el Evangelio de hoy (Marcos 1, 29-39): “Cura a muchos enfermos de diversos males”; o como nos dice el Salmo (146): “Sana los corazones destrozados”.

Efectivamente, como nos dice el papa Francisco, frente a los diversos males del mundo: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”, así empieza la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”. Éste debe ser pues nuestro testimonio: “Quiero dirigirme a los fieles cristianos –escribe el Papa- para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría”. Se trata de un fuerte llamamiento a todos los bautizados para que, con fervor y dinamismo nuevos, lleven a los otros el amor de Jesús en un “estado

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permanente de misión”, venciendo “el gran riesgo del mundo actual”: el de caer en “una tristeza individualista”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

MANOS UNIDAS 2018: COMPARTE LO QUE IMPORTA

11 de febrero de 2018

Queridos hermanos y amigos: En este domingo celebramos la campaña anual de Manos Unidas que tanta resonancia tiene

en nuestra diócesis. Manos Unidas nació en 1959 como una acción puntual cuando Mujeres de Acción Católica Española organizaron la primera Campaña contra el Hambre que finalmente se celebró en 1960.

Una historia ya larga que, poco a poco, ha ido arraigando en todas las diócesis españolas. Desde 1960, y año a año, se fueron organizando ayunos y colectas para denunciar y luchar contra el hambre y, poco a poco, el importe que se recaudaba iba subiendo hasta que en 1970 la recaudación fue mayor de lo habitual. Pero fue ese año, sobre todo, cuando la organización de la campaña se consolidó ya que la Conferencia Episcopal Española acordó que se hiciera una colecta extraordinaria contra el hambre en el mundo en todas las parroquias de España (el segundo domingo de febrero), y que se convocara una jornada de ayuno voluntario el viernes anterior a dicho domingo.

Nuestra diócesis de Tarazona se ha unido siempre a esta campaña anual de Manos Unidas y lo ha hecho con gran generosidad, ya no sólo con su aportación económica, que siempre ha sido importante pese a ser pequeños, sino sobre todo a la generosidad de los diversos grupos que han fomentado, incluso en los pueblos más pequeños, esta iniciativa. Cuántos gestos de solidaridad y de creatividad se han realizado para que el mensaje de Manos Unidas llegara a todos. Gracias, por lo tanto, a tantas personas, sobre todo mujeres, que han sabido organizar con generosidad las diversas campañas cada año: la Cena del Hambre, que se organiza en tantas parroquias, la campaña del domingo, el montaje de rastrillos y festivales.

En esta campaña que hace el número 59, somos, pues invitados a participar en ella. Comparte lo que importa, es su lema; con éste, en Manos Unidas se pretende seguir trabajando para poner en común experiencias, iniciativas y propuestas que ayuden a vivir la solidaridad. Luchar contra el hambre es la misión de Manos Unidas. Porque el hambre no es una fatalidad o un destino irreparable.

Esta actitud de compartir nos ayuda a hacer realidad el mandato del amor que Jesús nos dio y nos ayuda a vencer nuestro egoísmo. No importa cómo lo hagamos, lo que importa es nuestra ayuda, pequeña o grande, compartiendo lo mucho o lo poco. Existen muchas formas de hacer posibles los proyectos de desarrollo que impulsamos desde 1960 en más de 60 países de África, América, Asia y Oceanía. Cada euro cuenta, porque es un paso más hacia la mejora de las condiciones de vida de miles de personas.

No podemos olvidar hoy, como señalaba más arriba, a los voluntarios y voluntarias de Manos Unidas que con generosidad y sabiendo compartir han hecho posible el crecimiento de esta campaña de año en año. Desde sus orígenes, Manos Unidas se constituyó como una organización de voluntarios, es una de sus señas de identidad. Cada año, más de 4.600 personas colaboran con esta organización en calidad de voluntarios.

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Gracias, a los voluntarios de nuestras parroquias, que lleváis muy dentro lo que es Manos Unidas y habéis puesto a su servicio vuestras mejores iniciativas. Gracias a las responsables, presidentas y equipos directivos, que en estos años habéis sabido animar y fomentar la campaña de cada año y los proyectos que hemos acogido en distintos lugares de la tierra.

En la publicación de esta semana de “Iglesia en Aragón” encontraréis más información sobre el proyecto que este año la diócesis de Tarazona ha adoptado, con él somos todos llamados a compartir lo que importa.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

LA CUARESMA QUE EL PAPA FRANCISCO NOS INVITA A VIVIR 18 de febrero de 2018

Queridos hermanos y amigos: El pasado miércoles comenzamos el tiempo de Cuaresma, camino que recorremos en

comunión con toda la Iglesia, para prepararnos a celebrar las fiestas pascuales. En este primer domingo cuaresmal quiero reflexionar con vosotros sobre la carta que con motivo de este tiempo el Santo Padre Francisco nos ofrece este año.

Desde hace años, los Papas han querido escribir a todo el pueblo de Dios un mensaje con motivo del tiempo de Cuaresma subrayando, cada año, aspectos importantes de la vida cristiana que son necesarios actualizar y que en este tiempo, dadas sus características de renovación interior, pueden ayudar a los cristianos a vivirlos. Este año tiene por título: “Al crecer la maldad, se enfriará el amor de la mayoría” (Mateo 24, 12).

En su mensaje el papa Francisco nos advierte de los falsos profetas que hoy en día, asumiendo variedad de formas desean apagar en nosotros la fuerza del amor y de la caridad. El Papa expone la forma que estos falsos profetas asumen: “Encantadores de serpientes que se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren”. Francisco concreta estas esclavitudes: “El placer momentáneo que se confunde con la felicidad”, “la ilusión del dinero”, “charlatanes que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos”.

Todas estas actitudes quitan, como dice el Papa, “la dignidad, la libertad y la capacidad de amar”. Son, a su vez, una gran mentira, ya que el demonio es “mentiroso y padre de la mentira” (Juan 8, 44); como dice Francisco, mentira que consiste en que: “Presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre”

El fruto que produce esta mentira es el enfriamiento de la caridad en el corazón del ser humano y esto conlleva consecuencias nefastas. El mensaje concreta el principal motivo de este enfriar la caridad: “Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez del dinero, ‘raíz de todos los males’ (1 Timoteo 6,10)” y a su vez “esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras certezas: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero…”. Y, no sólo, el ser humano queda herido o destruido, el enfriamiento de la caridad también conlleva “la creación atropellada y profanada”, “las comunidades envenenadas por el egoísmo, el pesimismo y la tentación de aislarse”.

Sobre todas estas realidades que el papa Francisco nos presenta, deberemos hacer cada uno de nosotros un serio examen de conciencia en esta Cuaresma, para reconocer nuestra inmersión en este mundo de pecado que enfría nuestra caridad y amor. Y, a la vez, abrir el alma a la acción de Dios que con toda generosidad se nos ofrece en este tiempo de Cuaresma.

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El Papa nos propone en esta Cuaresma, como medicina para curar el corazón enfriado, lo que él llama “el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno”. Lo que la Iglesia nos propone ya al inicio del camino cuaresmal desde el mismo miércoles de Ceniza (Mateo 6, 1-6. 16-18).

Emprendamos nuestro camino cuaresmal con el deseo de calentar nuestro corazón con la fuerza y el fuego del Espíritu Santo. Examinemos nuestras vidas y rectifiquemos en todo aquello que enfría nuestra caridad y amor.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EL DULCE REMEDIO DE LA ORACIÓN, LA LIMOSNA Y EL AYUNO 25 de febrero de 2018

Queridos hermanos y amigos: El pasado domingo, al comenzar la Cuaresma, os presentaba el Mensaje del papa Francisco

para este tiempo. Hoy, en este segundo domingo, quiero proseguir comentando con vosotros lo que el Papa nos propone para curar el corazón enfriado por la falta de amor.

El Santo Padre, después de haber presentado en la primera parte de su mensaje, cómo un mundo egoísta va enfriando el amor y esto hace que vaya creciendo la maldad, nos propone recuperar tres elementos fundamentales de la espiritualidad cristiana y que, desde el inicio de la Cuaresma, en la celebración del miércoles de Ceniza, se nos han presentado; él lo llama “el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno”.

La oración: En este tiempo de Cuaresma debemos recuperar la oración, como nos dice el Papa: “La oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos, para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida: ”Nuestro modelo y maestro de oración es el mismo Cristo, San Agustín nos propone que la oración es fijarnos en su oración para poder aprender a hacerla: “Escucha al Maestro que ora; aprende a orar. Efectivamente, para esto oró Él, para enseñar a orar” (Enarrationes in Ps. 56,5).

Dentro de este espíritu de oración que debemos recuperar, el papa Francisco nos propone nuevamente, para esta Cuaresma, celebrar la jornada de oración y penitencia, “24 horas para el Señor”, esta iniciativa nos la presenta como una “ocasión propicia”. “En el 2018 tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: De ti procede el perdón”.

Os animo a que las parroquias secunden esta iniciativa como habéis hecho los años pasados y que en Tarazona y Calatayud sea un motivo para reunir a los feligreses de las distintas parroquias ofreciéndoles la oración y la posibilidad de acercarse al sacramento de la Penitencia. Sin duda serán una gran ayuda para todos.

La limosna: El segundo “dulce remedio” que nos presenta el Papa es el de la limosna. Como nos dice Francisco: “El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío”. Como señala el Papa es una posibilidad de seguir el ejemplo de los Apóstoles: “Me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia”.

Saber compartir en nuestra vida de cada día sabiendo que “cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia: cada limosna es una ocasión para

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participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad?”

El ayuno: Sobre él nos ofrece el Papa esta reflexión: “El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer”. A su vez, “por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre”. Cada uno de nosotros debemos encontrar la forma de vivir estas propuestas del Papa que, por otra parte, son las clásicas de la Cuaresma; sin duda recuperar la oración, la limosna y el ayuno, nos ayudarán a vivir con un corazón nuevo encendido en el amor de Dios.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

PREDICAR A CRISTO CRUCIFICADO 4 de marzo de 2018

Queridos hermanos y amigos : Siempre es tiempo para predicar y anunciar el Evangelio, como nos dice la segunda lectura de

la Misa de este domingo (1 Corintios 1, 22-25). También este tiempo de Cuaresma es y ha sido un momento oportuno para hacer más intensa la predicación. Predicación a los que queremos vivir con intensidad nuestra vida cristiana y predicación también a aquellos que viven lejos de las prácticas religiosas.

Esta predicación del Evangelio y de Cristo crucificado debe ser hecha siempre con humildad. El papa Francisco en una de sus homilías en la casa de santa Marta (25, abril, 2017) nos presentaba porqué es necesaria la humildad para anunciar el Evangelio de Cristo: “¿Y por qué es necesaria esta humildad? Precisamente porque nosotros llevamos adelante un anuncio de humillación, de gloria, pero a través de la humillación. Y el anuncio del Evangelio sufre la tentación: la tentación del poder, la tentación de la soberbia, la tentación de las mundanidades, de tantas mundanidades que existen y nos llevan a predicar o a recitar; porque no es predicación un Evangelio diluido, sin fuerza, un Evangelio sin Cristo crucificado y resucitado. Por esta razón Pedro dice: ‘Vigilen, vigilen, vigilen… Su enemigo, el diablo, va como un león rugiente buscando a quien devorar. Resístanle, firmes en la fe, sabiendo que los mismos sufrimientos son impuestos a sus hermanos esparcidos por el mundo’. El anuncio del Evangelio, si es verdad, sufre la tentación… El Evangelio se anuncia con humildad, vencer la tentación de la mundanidad… el Evangelio debe anunciarse con humildad, porque el Hijo de Dios se ha humillado, se ha aniquilado. El estilo de Dios es éste y no hay otro”

Nuestra predicación es siempre una propuesta, no una imposición y, a la vez, debe ir siempre acompañada del testimonio, la palabra sin testimonio no tiene fuerza. La predicación y el anuncio que no van acompañados del testimonio sabemos que hacen mal, ya que el anti testimonio o el mal testimonio, quitan la fe y debilitan a la gente.

Es el testimonio también, como decía el Papa en aquella homilía, de aquellos que ofrecen sus propios sufrimientos: “Tanto en el camino físico, como en el camino espiritual o en el camino del sufrimiento: pensemos en el anuncio del Evangelio que hacen tantos enfermos. ¡Tantos enfermos!

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que ofrecen sus dolores por la Iglesia, por los cristianos. Pero siempre salen de sí mismos”. Es el testimonio admirable hecho desde la Cruz y para predicar la Cruz de Cristo.

Todos debemos sentirnos llamados a participar de este anuncio de la Cruz de Cristo, lo debemos hacer no mirándonos a nosotros mismos y a nuestras debilidades y miedos que siempre nos paralizan. La tentación del miedo, que muchas veces podemos tener, es una garantía de que es una obra de Dios lo que se nos confía, como observaba el Papa en la homilía a la que os hago referencia hoy: “Si un cristiano dice que anuncia el Evangelio pero jamás es tentado, entonces significa que el diablo no se preocupa porque estamos predicando una cosa que no sirve”.

Finalmente no debemos dudar nunca de la cercanía y el consuelo que siempre el Señor nos dará, como señala Francisco: “Será el Señor el que nos consolará, el que nos dará fuerza para ir adelante, porque Él obra con nosotros si nosotros somos fieles al anuncio del Evangelio, si salimos de nosotros mismos para predicar a Cristo crucificado, escándalo y locura, y si hacemos esto con un estilo de humildad, de verdadera humildad. Que el Señor nos dé esta gracia, como bautizados, a todos, de tomar el camino de la evangelización con humildad, con confianza en Él mismo, anunciando el verdadero Evangelio: ‘El Verbo ha venido en la carne’. El Verbo de Dios ha venido en la carne. Y ésta es una locura, es un escándalo; pero hacerlo con la conciencia de que el Señor está junto a nosotros, obra con nosotros y confirma nuestro trabajo”.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN UN EJERCICIO DE AMOR

11 de marzo de 2018 Queridos hermanos y amigos: Este cuarto domingo de Cuaresma se caracteriza por anticiparnos la alegría de la Pascua en

nuestro camino cuaresmal, recibe el nombre de “Laetare”, alegraos; incluso las vestiduras moradas del sacerdote propias del tiempo pueden ser cambiadas por unas de color rosa que quieren ser como un anuncio de la mañana de pascua.

Las lecturas de la Misa nos dan motivos para que vivamos esta alegría, nos presentan a un Dios liberador que no se desentiende de su pueblo (2 Crónicas 36, 14-16. 19-23) como escuchamos en la primera lectura y en el Evangelio (Juan 3, 14-21) nos anuncia cómo la misericordia de Dios sigue actuando en favor de los hombres porque “Dios envió su Hijo para que el mundo se salve por él”.

Nosotros podemos también ahora obtener esta alegría de la salvación y sellarla en nuestros corazones. La Iglesia nos ofrece este sello a través del sacramento de la Penitencia o Reconciliación que como nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1422) "Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones".

Participar de este sacramento es “un ejercicio de amor”. El amor de Dios, mostrado en el Hijo, que mueve nuestro corazón y la respuesta, también amorosa, de los fieles que se sienten asombrados y admirados por el amor de Dios y acuden a su abrazo de Padre.

El papa Francisco no se cansa de invitarnos a acercarnos al sacramento de la Penitencia o la Reconciliación, incluso en más de una ocasión lo hemos podido ver confesando a los fieles o acercándose él mismo hasta un confesionario para celebrar este sacramento.

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El día 19 de febrero de 2014 dedicó una catequesis del miércoles a este tema, como es habitual en él lo hizo de una manera sencilla y clara, como si se tratara de un párroco que instruye a sus fieles. Quiero aprovechar sus palabras de aquel día para animaros ahora a que os acerquéis a este sacramento.

Partimos de nuestra debilidad: “Todos lo sabemos, esta vida, nosotros la llevamos en vasos de barro (2 Corintios 4,7), estamos todavía sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la nueva vida. Por esto, el Señor Jesús, ha querido que la Iglesia continúe su obra de salvación también hacia sus propios miembros, en particular, con el Sacramento de la Reconciliación y el de la Unción de los enfermos, que pueden estar unidos bajo el nombre de Sacramentos de sanación”.

Nuestra debilidad puede ser sanada: El sacramento de la reconciliación es un sacramento de sanación. Cuando yo voy a confesarme, es para sanarme: sanarme el alma, sanarme el corazón por algo que hice no está bien. El ícono bíblico que los representa mejor, en su profundo vínculo, es el episodio del perdón y de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y de los cuerpos (Marcos 2,1-12 / Mateo 9,1-8; Lucas 5,17-26).

Dios nos sana gratuitamente: “El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino es un regalo, es don del Espíritu Santo, que nos colma de la abundancia de la misericordia y la gracia que brota incesantemente del corazón abierto del Cristo crucificado y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que sólo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en paz. Y esto lo hemos sentido todos, en el corazón, cuando vamos a confesarnos, con un peso en el alma, un poco de tristeza. Y cuando sentimos el perdón de Jesús, ¡estamos en paz! Con aquella paz del alma tan bella, que sólo Jesús puede dar, ¡sólo Él!

Debemos vencer el miedo: “Si ha pasado mucho tiempo, ¡no pierdas ni un día más! Ve hacia delante, que el sacerdote será bueno. Está Jesús, allí, ¿eh? Y Jesús es más bueno que los curas, y Jesús te recibe. Te recibe con tanto amor. Sé valiente, y adelante con la Confesión”.

Espero que estos puntos entresacados de esta catequesis del Papa nos ayuden en esta Cuaresma a acercarnos a este abrazo de amor que es el sacramento de la Penitencia o Reconciliación.

Con todo afecto os saludo y bendigo.

DÍA DEL SEMINARIO 18 de marzo de 2018

Queridos hermanos y amigos: Mañana celebraremos la solemnidad de San José, esposo de la Bienaventurada Virgen María.

En este día se celebra, como es tradicional, el Día del Seminario. Este año el lema con el que se anima esta jornada es “Apóstoles para los jóvenes”. Como en nuestra Comunidad Autónoma nos festivo, celebramos el Día del Seminario en este quinto domingo de Cuaresma que es el más cercano a su solemnidad.

El seminario es en cada diócesis el centro formativo que prepara a los futuros sacerdotes, por lo tanto, un lugar en el que cultivamos con esmero la “semilla” de los que han recibido una llamada de Dios para servir a la Iglesia como sacerdotes. En palabras del papa Benedicto XVI: “La adecuada preparación del sacerdote es el punto de partida de una auténtica reforma de la vida y del apostolado de los presbíteros. (…) También hoy se advierte la necesidad de que los sacerdotes sean testimonio

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de la infinita misericordia de Dios con una vida toda conquistada por Cristo, y aprendan esto desde los años de preparación en el seminario”.

Como tantas veces he repetido, cuando he hablado del seminario y de la vocaciones, todos los cristianos debemos sentirnos responsables de estas vocaciones y de su cultivo es lo que San Juan Pablo II señalaba en “Pastores dabo vobis” (34): “El sacerdocio es un don que se nos da, pero que tenemos la obligación de cuidar y acompañar desde el primer momento en el que surge la semilla de la vocación, en especial de las vocaciones al sacerdocio”.

Es importante, por lo tanto, que cada cristiano pida al Señor, por la buena formación de los candidatos al sacerdocio y por aquellos a los que se les ha confiado esta formación, ya que ellos el día de mañana serán los pastores que acompañen al pueblo de Dios, es lo que el papa Francisco pedía en una ordenación de sacerdotes presidida por él (Daca, 1, diciembre, 2017) y que nosotros debemos pedir para los seminaristas y sacerdotes: “A vosotros, queridos hijos, que vais a ser ordenados presbíteros, os incumbirá, en la parte que os corresponde, la función de enseñar en nombre de Cristo, el Maestro. Transmitid a todos la Palabra de Dios que habéis recibido con alegría. Y, al meditar en la ley del Señor, procurad creer lo que leéis, enseñar lo que creéis y practicar lo que enseñáis. Que vuestra enseñanza sea alimento para el Pueblo de Dios; que vuestra vida sea un estímulo para los discípulos de Cristo, a fin de que con vuestra palabra y vuestro ejemplo se vaya edificando la casa, que es la Iglesia de Dios”.

Debemos también tener presentes hoy a los sacerdotes. Debemos estar agradecidos a su servicio a la Iglesia y a cada comunidad que se les ha confiado, muchos de ellos a pesar de sus edades avanzadas y a sus achaques atienden con entrega y generosidad a nuestras parroquias. Quiero en nombre de todos agradeceros de corazón vuestro trabajo. Pido también que los fieles sepáis acompañarlos y ayudarlos y nunca falte vuestra oración por ellos.

Para mí mañana es también un día especial, pues se cumplen siete años de mi ordenación episcopal y del inicio de mi ministerio en la diócesis de Tarazona. Agradezco al Señor este don que he recibido y estos años vividos con vosotros, os agradezco también vuestras oraciones. Pido también perdón por aquello que haya hecho mal, a Dios y a vosotros os pido perdón sincero.

Me confío hoy a vuestra oración y, a la vez, en este Día del Seminario os ruego una súplica por los sacerdotes, los seminaristas y para que muchos oigan la llamada del Señor a seguirle sirviendo a la Iglesia en la vida sacerdotal.

Cuento también con vosotros para que, con generosidad, participéis en la colecta de este día en favor del seminario, compromiso de todo el pueblo de Dios.

Con afecto os saludo y bendigo.

MEDITACIÓN DE SEMANA SANTA 25 de marzo y 1 de abril de 2018

Queridos hermanos y amigos: Llegamos hoy, Domingo de Ramos, al inicio de la Semana Santa, una semana que queremos

vivir con toda profundidad espiritual y participando en las celebraciones propias de estos días y también en las manifestaciones de la religiosidad popular que también nos acercan a los misterios que celebramos.

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Mirad el árbol de la Cruz: En estos días aparece con fuerza en nuestras vidas el signo de la Cruz de Cristo, en ella

contemplamos la manifestación suprema del amor de Dios, sabemos que en ella murió para salvarnos y, por ello, la cruz es el poder de Dios que vence el pecado y la muerte.

La Cruz nos hace presente y cercano a Dios que ha querido compartir nuestros sufrimientos y “cruces”; un Dios que ha querido vencer el mal con su propio dolor; en la Cruz Cristo ha querido llegar a la total entrega de sí mismo, como imagen del amor y de la misericordia de Dios; con su entrega ha dado al mundo la reconciliación y ha establecido la Nueva Alianza entre la humanidad y Dios.

Por ello la Cruz, siendo un signo de fracaso y sufrimiento, se convierte en luz que ilumina toda nuestra vida. Es la que nos da esperanza y es la que nos enseña el camino de la vida.

El papa Francisco nos presenta el misterio de la Cruz que es “a causa de la gravedad del mal que nos tenía esclavos. La Cruz de Jesús expresa ambas cosas: toda la fuerza negativa del mal, y toda la mansa omnipotencia de la misericordia de Dios”; y, por ello, nos sigue diciendo el Papa, “cuando dirigimos la mirada a la Cruz donde Jesús ha sido clavado contemplamos el signo del amor, del amor infinito de Dios por cada uno de nosotros y la raíz de nuestra salvación. De aquella Cruz brota la misericordia del Padre que abraza al mundo entero”.

La Cruz nos enseña a amar: Cuando contemplamos la Cruz y descubrimos en ella el amor de Dios hacia nosotros,

recibimos una lección de amor y de perdón que nosotros debemos ejercer también con los demás. Decía el papa Benedicto XVI: "Si el amor de Dios ha echado raíces profundas en una

persona, esta está en disposición de amar también a quien no lo merece, como precisamente hace Dios con nosotros. El padre y la madre no aman a los hijos solo cuando lo merecen: los aman siempre, aunque naturalmente les hacen entender cuando se equivocan",

Por ello, continuaba diciendo el Papa emérito: "Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables y mantienen una relación recíproca. Jesús no inventó ni el uno ni el otro, sino que reveló que estos son, en el fondo, un único mandamiento y lo hizo no solo con la palabra sino, sobre todo, con su testimonio".

La Cruz camino de resurrección: Caminar tras las huellas de Cristo en el camino de la Cruz es caminar hacia la victoria de la

Resurrección, por eso, estos días de Semana Santa culminan con la celebración de la Resurrección. Un camino que cada día debemos vivir y recorrer con Jesús, como decía san Agustín: “Que nadie desfallezca en la búsqueda, antes bien avance” (Sermón 261).

Os invito a vivir estos días de Sema Santa y a dejarnos penetrar por este mensaje de amor que es la Cruz de Cristo.

Con todo afecto os bendigo.