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Anecdotas de exalumnos del colegio San José

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La Industria Anecdotario La fajina

Cuando ingresé al colegio nacional de San José, junto a un grupo de chiquillos que iniciábamos el

tránsito delicado de la educación primaria a secundaria, más aún llegando a un colegio de más de 2,000

alumnos, que para le época era fabuloso.

Mi primera impresión fue tan grande que me parecía llegar a una ciudad majestuosa con su

estructura de material noble y bellos jardines, cuando en mi caso, venía de una escuelita de apenas 150

alumnos. Creo que esa misma impresión tuvieron mis compañeros que venían de diferentes lugares del

departamento de Lambayeque y de otros sectores.

El creador de la “fajina” era un hombre de 1.80 m de estatura y unos 90 kilos de peso, voz grave,

impresionante para unos mozalbetes que estábamos entre los 11 y 12 años de edad. Para empezar, nos

pidió un folder para llevar apuntes, el que no cumplía con este requerimiento, era objeto de una “fajina”.

Recuerdo que en sus clases había un silencio sepulcral, no podíamos ni movernos, tenía un dominio

extraordinario de la disciplina, más pareciía alemán que peruano, en el aula no se escuchaba ni el

zumbido de los zancudos, poque creo que hasta los insectos los atemorizaba.

Fajina, según el diccionario de la Real Academia, es sinónimo de faena, que significa trabajo

corporal, seguramente que este profesor entendía que darnos cachetadas era su trabajo corporal, para

nosotros, “fajina” era ver al profesor despojarse de su anillo y su reloj y unir sus dos manos en la cara

del alumno, con tal fuerza que nos dejaba zumbando los oídos.

L A ANÉCDOTA sanjosefina que viene al caso es

precisamente, porque había un profesor que nos enseñó

en primero de secundaria y que inventó la “fajina”.

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Martes 21/9/2010

Aquí chocó

Tenía por costumbre tomar paso oral en grupos de cinco alumnos y dando frente al resto de la

clase, un día nos tocó salir a los últimos de la lista y empezó con el alumno Urrutia, que era el primero del salón en orden de mérito.

A cada pregunta del profesor respondía acertadamente y para hacerle caer le preguntaba de

temas que no había tratado, pero el “chato” Urrutia le respondía igual, viéndose vencido el

examinador, lo felicitó y dijo al resto de alumnos que todos debían estudiar como él y de paso le dio

su cachetada, es decir, nadie se escapaba de la “fajina”,

conozcas o no el tema.

Por el mes de junio se ausentó “fajinador” y lo remplazó un joven profesional egresado de la

Universidad Nacional de Trujillo, mandó al tacho los folders y nos recomendó tomar apuntes en un

cuaderno convencional. Saltamos de alegría, rompimos el folder en mil pedazos, se vivió una algara-

bía tremenda comparada con la que vivimos en México 70.

Pasaron treinta días y se apareció nuestro antiguo profesor el “fajinador”, no se imaginaban la

tristeza que nos invadió, se puso a frente de la clase, rompió los cuadernos y nos dijo que para le

próxima clase, teníamos que llevar el folder que habíamos iniciado el año.

Además dijo, con lágrimas en los ojos, que nos había extrañado mucho, pues había estado

trabajando en un colegio de señoritas y no las podía “fajinar”, por su condición de mujeres, por lo

que de inmediato empezó a tomar paso oral de cinco en cinco a todo el salón, para nivelarse con la

“fajina” y empezaron a resonar las cachetadas que cada uno de nosotros recibía.

Jorge Valdivia Limo 5to “E” Profesor

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“Las almohadillas”

Colegio nacional de San José de Chiclayo año 1962 …...corrían esos

años en lo que la juventud es plena, era primavera y ésta la sangre altera en

todos los mozos de la época…como en todas las épocas….

La clase del quinto “b” acababa de terminar la lección de inglés a cargo del

profesor limo….y esperaba la llegada del profesor cumpa a cargo del la

materia de filosofía……. En el ínterin todo era chanza y jolgorio…

Alguien se le ocurrió que la fiesta no seria fiesta sino se lanzaban las almohadillas llenas de polvo

de tiza de yeso a fin de embadurnar la cara o el uniforme de los incautos, y así comenzó una imparable

batalla de almohadillas, pero como solo eran tres almohadillas y los alumnos llegaban a 50, las

lanzaderas de completaron con lo que se tenia a mano….entonces lo que comenzó como una simple

chanza y juego se convirtió en una especie de batalla campal en la que se lanzaba de todo…

En uno de los cuatro rincones del aula había una botella de coca cola, de estilo clásico, y no se sabe

como, pero de un momento a otro, esa botellita fue volando por los aires y fue a dar a estrellarse contra

el rincón de la papelera de basura, que se ubicaba justo a la entrada de aula a un costado de la puerta, en

ese preciso momento entraba el profesor cumpa con paso parsimonioso y tranquilo hacia el aula…

justamente cuando se escucha un estruendo y sonoro “ crashh” y la botella se hizo añicos….

El profesor cumpa giró su cuerpo y así evitó le cayera en la cabeza, ese fue el gesto que hizo como

reacción a algo imprevisto que se le venia encima…. Aunque en realidad el proyectil cayó bastante lejos

de su delgado cuerpo….pero el profesor se empeñó en pensar que habia sido atacado…y por tanto hubo

consecuencias….

Llamó al brigadier para que anotara a los posibles culpables y allí cayeron justos y pecadores…

fueron anotados hasta cinco o seis alumnos( no puedo recordar sus nombres)……aunque al final nunca

se supo quien fue el autor del lanzamiento, pero esos cinco o seis alumnos fueron castigados… o al

menos yo nunca lo supe…

Esta es la experiencia que nunca se borro de mi mente y aun no encuentro explicación de porque este

episodio aun continua en mi recuerdo como algo vivo…..podéis llamarla experiencia o anécdota pero es

un hecho verdadero y cierto de la época de nuestros estudios secundarios

Tomás Segundo Escajadillo Popuche

5to “B”

Profesor

Residente en España

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Ya están cerca los exámenes finales, ya casi tenemos todos las fechas de cada de unos los cursos,

pero el primero que empieza es el de IPM (INSTRUCCIÓN PRE MILITAR), no recuerdo bien si el

profesor que nos enseñaba tenía el apellido Frías ó Tuestas.

Los que estamos en quinto de media, sentimos que algunas exigencias para estos exámenes ya no

se deben dar para nosotros, esas exigencias, son para los que están empezando, los de quinto ya

estamos ad portas de dejar de ser escolares, tenemos que ser diferentes a los que todavía se van a quedar

en el colegio.

Para el examen de IPM, se tenía que presentar no solamente con el uniforme impecable y

completo, los galones, la cristina, el rombo en la cristina, la corbata, los zapatos bien ilustrados y el

cabello bien cortito.

El examen era oral y lo rendíamos en el patio, que estaba ubicado frente al comedor, el examen era

frente a un jurado, y con balotario. Todos bien formaditos, el examen era por orden alfabético, y

conforme se daba el examen se retiraban los alumnos, cuando ya se acercaba nuestro turno, estaba

delante mío, el cholo SAUCEDO, se paró uno de los jurados y nos dijo “quítense la cristina “ , no sé si

porque se notaba algo de nuestro pelo o era para cerciorarse que el corte del cabello era conforme se de-

bía presentar al examen, o mejor dicho como el jurado lo quería.

Corría el mes de Noviembre del año 1962, estamos

concluyendo nuestro último año en el Colegio, ya sentimos

despedirnos en una mezcla de sentimientos contradictorios, pues

se mezclan sentimientos de alegría y de triunfo y a la vez de

tristeza; alegría y triunfo porque cumplimos un objetivo, el de

concluir la secundaria, la tristeza no es ajena también en esta

etapa o en estos días de fin de año por los compañeros,

maestros, auxiliares que compartieron esta etapa de nuestra

vida, porque la realidad es que para bien o para mal este tiempo

de colegio secundario se volvió una parte de nosotros y donde adquirimos indudablemente una

experiencia sumamente enriquecedora, y dentro de éstas, están aquellos hechos que hoy lo tomamos

como anecdóticos.

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Teníamos el cabello corto, no tanto porque consideramos que a los quinto de media ya no se nos

podía exigir que para este examen nos cortáramos el cabello sumamente corto, ya pronto seriamos ex

alumnos, esa exigencia era para los de primer año, a nosotros no se nos debía tratar de esa manera.

Cuando nos quitamos la cristina, nos mandó a que nos cortásemos más el cabello, no nos tomaban el

examen sino no veníamos con el cabello más corto; el colegio no tenía peluquería y si lo hubiese tenido

no teníamos plata para cortarnos el pelo, éramos casi los últimos de la lista y teníamos que regresar a dar

el examen, sino jalados, además “las ordenes se cumplen sin dudas ni murmuraciones”.

El colegio como todos recordamos estaba sumamente lejos de nuestras casas para pedir para que nos den

para ir a una peluquería, yo vivía en Leonardo Ortiz y Saucedo, no sé dónde, no había casas cerca del

colegio, las más cercanas estaba por el Molino Piedra, por ahí nos dirigimos con Saucedo a buscar una

casa donde puedan prestarnos unas tijeras, para cortarnos un poquito más el cabello y encontramos una

casa, cerca del “rin”, donde después de “chocarla para la salida”, se medían nuestras habilidades boxísti-

cas.

Como niños recién ingresados, medios llorosos y bastantes asustados, tocamos la puerta de esa casa,

salió una señora a quien le contamos nuestro drama y nos prestó sus tijeras y descolgó un espejo de su

pared para mirarnos después, teníamos que cortarnos el cabello entre nosotros, Saucedo me decía que le

cortarse bonito, que no se note mucho, yo igual le decía a él, pero fue Saucedo quien primero puso a

prueba sus instintos de peluquero, por supuesto que lo hizo a la mala, “me tresquiló”, fue horrible

mirarse al espejo; pero la venganza en ese momento era necesaria, imprescindible, así que igual lo

tresquilé, después nos insultamos entre nosotros, cholo de m.; serrano de m.

Así “tresquilados”, regresamos al colegio a dar el examen, con nuestro “nuevo corte”, nos presentamos al

jurado y exhibimos nuestro look, nos miraron con una gran sonrisa, que uno de ellos se paró a un costado

para reírse a rienda suelta, se imaginarán todo o que nosotros también murmuramos de estos jijunas.

Y así rendimos nuestro examen, con calificaciones buenas por supuesto.

WALTER TEJADA ZAMORA

QUINTO “E”

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