andrés alcalde en rdo. beethoven - 2014
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Entrevista a Andrés Alcalde (compositor chileno) en Radio Beethoven (2014)TRANSCRIPT
El “Retorno” sinfónico de Andrés Alcalde
El título de la nueva obra sinfónica del compositor chileno denota un regreso, un
reencuentro con la exposición de un amplio público a la música de uno de los compositores
más respetados del país. La Orquesta Sinfónica de Chile dirigida por Juan Pablo Izquierdo
realizará este estreno los días 22 y 23 de agosto en el ex Teatro U.Chile.
Andrés Alcalde Cordero (n.1952) es natutal de Santiago, pero su carrera
artística está estrechamente ligada a la Quinta Región. Fue profesor de
composición en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), y
luego fundador y director del Centro de Estudios de la Composición “Matta
365” en Viña Del Mar, donde sigue trabajando, a pesar de tener su residencia
oficial en la capital.
Su nombre es ampliamente respetado en el medio musical chileno, aunque su
música no se escuche con habitual frecuencia en las salas de concierto. Y
siendo escasas las obras suyas disponibles en discos, la aproximación del
auditor hacia su música tiene que esperar a la instancia de la interpretación en
vivo. Pero aun cuando un músico u oyente no pueda aludir verbalmente a
títulos específicos de su amplio catálogo, existe gran consenso sobre la solidez
de su discurso musical. Este fue moldeado por sus estudios en la Universidad
de Chile junto a Juan Lémann, Alfonso Letelier y Cirilo Vila, más su
experiencia en Italia bajo la guía del compositor Franco Donatoni.
Después de consolidarse en el panorama musical chileno en los años ’80, él
mismo asumió el rol de formador, contándose entre los que fueron sus
alumnos, a compositores tan diversos como Boris Alvarado, Pablo Aranda,
Fabrizzio De Negri y Cecilia Cordero, por solo nombrar unos pocos. Siempre
manteniendo un bajo perfil debido a su distanciamiento (forzado, debemos
decir) de los principales círculos de intelectualidad musical del país, la
trayectoria de Alcalde fue reconocida el año pasado con el Premio a la Música
Presidente de la República.
Como una confirmación del reconocimiento, llegó un encargo por parte de la
Orquesta Sinfónica de Chile para una obra destinada a la presente temporada.
La pieza para gran orquesta titulada “Retorno”, será estrenada bajo la
dirección de Juan Pablo Izquierdo los días viernes 22 y sábado 23 de agosto,
a las 19:40 horas, en la sede del CEAC U.Chile (ex Teatro U.Chile). El
programa incluye también el poema sinfónico “Así Habló Zarathustra” de
Richard Strauss y las Suites 1 y 2 de “Romeo y Julieta” de Prokofiev. Las
entradas se venden en boleterías (Providencia 043) y en Daleticket.
El título de esta obra es significativo en varios niveles, ya que su música no
era expuesta al amplio público que implica una orquesta sinfónica desde el
año 2010, cuando la Filarmónica de Santiago bajo la dirección de Rodolfo
Fischer interpretó su temprana pieza “Stravinskyana”. Alcalde explica las
connotaciones personales de su nueva obra en esta, una de las pocas
entrevistas en extenso de su carrera.
Hablemos de la pieza “Retorno”. En las notas al programa usted dice
“desaparecieron las series, los equilibrios y los desarrollos orquestados”.
¿Podría comentar esas palabras?
También digo en esas notas que fui expulsado de varias universidades, y que
tuve que alejarme de amigos músicos. Creo que esto es por mi radicalidad,
sobre todo en el lenguaje. Eso tiene un origen. Yo me inicié en la composición
estudiando con Cirilo Vila, y a través de él me metí mucho en el contrapunto.
Me adentré en el rigor, porque el contrapunto es rigor. Esto me llevó a tener
problemas con mi familia, y con las instituciones, las que no aceptaban tanto
rigor. Entonces al haber cumplido 60 años, con esta obra yo me hago la
pregunta, ¿cuáles son las cosas que provocaron aquellos distanciamientos?
¿Lo de la desaparición de la series se refiere a dejar atrás el pensamiento
del serialismo?
Yo nunca fui muy serial, así que es una referencia más bien simbólica. Es
tomarlo como un signo de un rigor neoacademicista que se deja atrás.
Como usted recalca, el propio texto del programa hace referencias a su
vida personal y cotidiana. ¿Se podría inferir que la obra está cargada con
asociaciones más íntimas?
Efectivamente. Yo estudié en un colegio muy católico, y muy “cuico”
también, y la obra parte aludiendo a tres canciones católicas de la época en
que yo estudiaba, estamos hablando de los años ’60. Entonces en los primeros
tres compases aparecen de manera simultánea en distintas voces de la
orquesta. Es un contexto casi de collage. El otro aspecto lingüístico está en el
ritmo, que aparece en una escritura bouleziana. También aparece otro aspecto
que es musical y no-musical, que es el metro de 9/8, que significa lo perfecto
de lo perfecto, por eso en la Edad Media todos los motetes isorrítmicos se
escribían en esta cifra. Esto refleja la pregunta que me hago por la perfección,
o mejor dicho, el abandono de la perfección. No sé si mi música es tan
“moderna”, pero hay otro elemento importante presente y es la escritura a
través de ‘bits’, es decir, tomar una hoja cuadriculada, y colorear aquellos
cuadrados para generar una curva. Es un pensamiento binario para ordenar el
material.
En las notas al programa usted también alude a György Ligeti.
Eso es parte del concepto de perfección, y se refleja en la partitura como una
masa sonora, semejante a una atmósfera, que se asoma.
Este concierto de la OSCH se titula “Música y Filosofía”, e incluye el
poema sinfónico “Así Hablo Zarathustra” de Strauss inspirado por el
texto de Nietzche.
Curiosamente le pusieron así, que habla de filosofía y música, pero yo no
estaría tanto en la filosofía, sino más bien en la poesía. Debería haberse
llamado “Poética y Música”. La poética es llevar a cabo los planteamientos y
los procesos, las comprensiones filosóficas. Eso se transforma en lenguaje, y
esta obra toca algunos aspectos de lo que Humberto Maturana llama el
‘lenguajear’. Tal como dije, yo en esta obra, como Nietzche, me hago
preguntas, en mi caso por la sintaxis, por la forma, así que me parece una feliz
coincidencia que el estreno se programara junto a la pieza de Strauss.
Cuando se habla o se escribe sobre su música, se suele usar el término
‘donatoniano’ en relación a sus estudios con Franco Donatoni. ¿Le
incomoda esa etiqueta?
Sí, me molesta bastante. Porque ni siquiera yo entendí mucho a Donatoni, y lo
que hice acá en Chile es algo personal, como por ejemplo eso de los ‘bits’ que
comentaba. Es algo muy propio, muy chileno. He desarrollado mi trabajo
siempre pensando en ¿cómo compongo yo? ¿Cómo compongo en ESTA
realidad? Ese tipo de etiquetas son cosas que se dicen fácilmente. Entonces
surgió eso de los “tres donatonianos”, que seríamos yo, Guarello y Pablo
Aranda, donde yo soy el más donatoniano (risas).
Siendo usted uno de los compositores más respetados de Chile, llama la
atención que no exista un disco monográfico que recoja su música. Solo
encontramos algunas pocas obras en compilaciones.
No creas que soy uno de los más respetados (risas). No me habrían echado
tanto (risas). Ahí tienes una gran diferencia entre yo y otros compositores. Yo
pienso que antes de abrir la academia hacia lo público, es necesario
concentrarse en la poesía de la música, lo que siento como algo muy necesario
para Chile. Hay una opción personal de mi parte de no querer llevar mi
música a discos. Tendrían que arreglarse muchas cosas en este país, sobre
todo en cuanto a mentalidad, para que eso suceda.
Es sabido que usted se enfoca solamente en la escritura de la música, en el
texto resultante, y no le importa mayormente si las obras se tocan o si
alcanzan a una audiencia.
No lo plantearía de esa manera. Yo siempre estoy pensando en un “otro”, pero
no en la institucionalidad que tenga que tocar las obras. En “Retorno”, al igual
que en “Fugi”, otra pieza sinfónica estrenada por la Filarmónica de Santiago
en 1987, queda al final un instrumento solo tocando, luego de que el resto de
la orquesta ha terminado. En el caso de “Retorno” es el arpa, que en las
últimos páginas apenas se escucha, pero al final toca sola. Yo me imagino a la
orquesta como una sociedad, y esa es una manera de pensar en el “otro”. Eso
sí, no estoy preocupado de que me toquen las obras, porque hay muchos
mecanismos sociales y de comercio con los que no estoy de acuerdo.
Alcalde junto al maestro Juan Pablo Izquierdo.
¿Y en cuanto al público? ¿Le preocupa a usted la audiencia?
Toda la sociedad neoliberal se basa en lo económico y en asignarle un valor a
las cosas y las personas. Y yo no sé cómo se puede valorar a una persona
desde ese punto de vista. A mí me echaron de la universidad porque yo
trabajaba con un alumno hasta que podía ponerle un 7. No se puede valorar en
el sentido de decir “tú eres mejor” o “tú tienes más talento”. En el caso de las
audiencias, está plagado de esa mentalidad. Adorno decía que el compositor
estuvo primero a merced de la Iglesia, luego quedó a merced de las cortes, y al
desaparecer las cortes quedó a merced del público, y eso implicó una manera
de escribir para este en relación a lo que ellos esperan. Yo siempre me he
preocupado de que ninguno de esos elementos comerciales aparezca en mi
música.
Hace un tiempo el compositor Rafael Díaz y el musicólogo Juan Pablo
González publicaron un libro antológico sobre la composición en Chile.
Usted fue representado por su obra “Llongüein”, una composición
bastante breve. ¿La siente representativa de su lenguaje?
Fue una obra que trabajé mucho con el pianista Luis Alberto Latorre y la
compañía Pilcomayo, y que tiene su origen en un ciclo titulado “Tranquilein
Llongüein”. Este incluía una espineta, que es una especie de clavecín
pequeño, y participaron músicos como el violinista Isidro Rodríguez, el
oboísta Rodrigo Herrera y el flautista Guillermo Lavado. El “Llongüein”
surgió de manera muy rápida, como un impulso. Parte con un espectro donde
no hay semitonos, y después empiezan a aparecer de a poco. La obra en sí
representa un enfoque de mi trabajo por mucho tiempo, una época en que
evité usar sonidos bajos, y por eso no incluía contrabajos en mis obras. Me
daba cuenta que para la sociedad, por las películas y el surround, los sonidos
bajos eran sinónimo de eufonía. Y la eufonía musical se prestaba para el
desarrollo comercial de la música.
Usted ganó un Premio Altazor por su ópera “Y de Pronto la Tarde…”.
¿Cómo se relaciona usted con el género operático y por qué la
denominación de ‘ópera de barrio’ para esta obra?
En esa obra yo me encargué de todo, libreto, música y dirección escénica.
Pienso que el compositor debe asumir todos los roles, como Wagner. No es
por vanidad, es porque se tiene que configurar toda la unidad, el compositor
debe preocuparse de la semántica, las luces, cada elemento. Y lo de que sea
“de barrio”, es porque no estoy de acuerdo con esa aura pomposa y elitista que
tiene la ópera actualmente, donde la clase alta se la tiene tomada
prácticamente, incluso en el lenguaje. Hasta Henze tuvo que comprometer su
lenguaje para presentar sus obras en Salzburgo. Yo estoy de acuerdo con una
ópera brechtiana, que pone en crisis las cosas. Y que no necesariamente tiene
que hacerse en un teatro, lo que tampoco es homólogo a “ópera de cámara”.
Puede hacerse en una casa, por ejemplo, una casa que está emplazada en un
barrio. Cuando la estrenamos, la hicimos en La Ligua primero y luego en Viña
en nuestra casa, la sede del Centro “Matta 365”.
Usted tiene otra ópera más reciente titulada “Sola”. ¿Nos podría hablar
de ella?
Es la primera parte de un ciclo de siete óperas que proviene de “Y de Pronto la
Tarde…”, que a su vez tiene siete escenas, y cada una de ellas se proyecta a
una ópera por separado. Sería entonces como una sinopsis de este ciclo.
“Sola” toma un poema de Nicolás Guillén, que habla acerca de un soldado y
sobre el encierro. Ahora estoy haciendo la segunda de estas óperas,
concentrada en la noche, por lo que será una ‘ópera-nocturno’. Luego, la
tercera será una ‘ópera-danza’. No sé si alcance en mi vida a componerlas
todas (risas).
Al dejar la Universidad Católica de Valparaíso, usted fundó el Centro de
Estudios de la Composición “Matta 365”. Cuéntenos brevemente sobre el
enfoque de la enseñanza musical en este lugar.
Lo importante para nosotros es erradicar la competencia, erradicar el talento,
que es algo que no existe, y centrarse en la cercanía. Damos mucha
importancia a la eficiencia en toda actividad. Tenemos un conjunto
instrumental, para el cual escribí hace poco una obra titulada “Freitag”, que ya
venimos ensayando desde hace tres meses. Sobre la enseñanza de la
composición, yo la veo desde el episteme, del conocimiento. No comparto lo
de que cualquier amateur venga y haga una pieza. Hay que atreverse, y la
composición debe ser democrática, pero hay que entrar en el rigor, en el
pensamiento en primer lugar.
Junto al centro, se encuentra la Librería Acentto, que también hace una
importante labor en cuanto a la difusión de literatura musical.
Es parte también de lo que es el Centro Matta. Son mis propios alumnos lo
que han hecho el lugar, los que compraron la casa, y armaron todo. Y una de
ellas, Rosario Severín, fue la que inició Acentto. Nosotros distribuimos
partituras y libros sobre música, y ahora estamos empezando a editar
partituras, incluyendo “Retorno”. El único problema que sentimos es que todo
el material está muy centrado en Europa, así que nosotros hemos buscado la
manera de conectarnos con Latinoamérica.
¿Le interesa Latinoamérica? Me imagino que usted no piensa en el tipo
de compositor que toma elementos de lenguajes vernáculos para
integrarlos a la tradición escrita.
Sí, me interesa mucho el continente, y como he venido diciendo, desde el
pensamiento. Yo he tenido mis devaneos en esa concepción del compositor
latinoamericano que tú explicas, de acuerdo a los ritmos y esas estéticas. En
mi caso toma más cuerpo al entender que la invasión de occidente radica en lo
epistemológico. Y al buscar inconscientemente formas de sencillez, encuentro
que la binariedad, la dialéctica del sí y del no, es un aspecto fundamental del
pensar latinoamericano. Y eso es lo que ha tenido siempre mi música, ahora
de manera mucho más consciente, ese pensar en blanco y negro, o en ‘bits’
como hablamos hace un rato.
¿A qué se refiere con “la invasión de occidente”?
¡Cuanto nos ha costado a nosotros meternos con los doce sonidos, y siempre
teníamos que buscar una excusa para no cumplir con los doce sonidos! Ahora
yo veo a todos componiendo igual que cuando yo llegue a Italia, siguiendo a
la ‘nueva complejidad’ de Ferneyhough y Sciarrino, exponentes de un “deber
ser” europeo, que se instaló como “deber ser” latinoamericano. Hubo un
colonialismo, una invasión, a nivel de pensamiento. Lo que yo critico es el
“meterse en las patas de los caballos”. El propio Donatoni recibía partituras
complejísimas de parte de sus alumnos, y él las tiraba a la basura. Si quieren
adentrarse en la complejidad, tienen que tener años o siglos de episteme. Hay
jóvenes que creen que porque tratan de imitar a Ferneyhough son complejos, o
profundos. Hay un supuesto de la racionalidad y un pantalón que no nos cabe.
http://www.beethovenfm.cl/el-retorno-sinfonico-de-andres-alcalde/
Álvaro Gallegos M.
18/08/2014
Fotos: Josefina Pérez