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Ana la de Avonlea Serie Ana de las Tejas Verdes, 2 Por Lucy Maud Montgomery

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AnaladeAvonleaSerieAnadelasTejasVerdes,2

Por

LucyMaudMontgomery

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CAPÍTULOPRIMERO

Unvecinoairado

Una alta y delicadamuchacha, de pocomás de dieciséis años, con ojosgrisesyuncabelloquesusamigosllamaban«castañoclaro»,sehabíasentadouna hermosa tarde de agosto sobre la ancha escalera de caliza roja de unagranja de la isla del Príncipe Eduardo, firmemente decidida a traducir unosversosdeVirgilio.

Perouna tardede agosto, con lasbrumas azulesqueornaban las cuestascultivadas,lasbrisassusurrantescomoduendesentrelosálamosyundanzarínesplendor de rojas amapolas que brillaban contra el oscuro seto de pinosjóvenesenunrincóndelbosquedecerezos,seprestabamásasoñarquealaslenguasmuertas.ElVirgiliosedeslizódescuidadamentealsueloyAna,conlamandíbulaentre lasmanosy losojos sobreelespléndidobancodemullidasnubesqueseextendían justosobre lacasadel señorJ.A.Harrisoncualunagranmontañablanca,estabamuy lejos,enunmundodelicioso,dondeciertamaestradeescuelallevabaacabounalabormagnífica,modelandolosdestinosde futuros estadistas e inspirando las mentes y los corazones juveniles conelevadasambiciones.

Hablandoconfranqueza,sisemirabalacrudarealidad(cosaque,debemosconfesar,Anahacíamuypocasveces,ysóloporobligación),noparecíahabermaterialmuyprometedorparacelebridadesenlaescueladeAvonlea;peronosepuededecirquépuedepasarsiunamaestraempleaparabiensuinfluencia.Anaposeíaciertasideasrosassobrequépodíallegarahacerunamaestrasólocon tomar por el camino correcto e imaginaba una escena, que ocurriríacuarentaañosmásadelante, conun famosopersonaje, la razónexactade sufama era dejada en una conveniente oscuridad; peroAna pensaba que seríamuy hermoso que se tratara del rector de una universidad o de un primerministro delCanadá, quienhacía unagran reverencia frente a sus arrugadasmanosyleasegurabaqueellafuequienalentaraporvezprimerasuambiciónyque todo su éxito sedebía a las leccionesque ellaprodigara tanto tiempoatrásen laescueladeAvonlea.Estaplacenteravisiónfuehechapedazosporunainterrupcióndelomásdesagradable.

Unavaca Jersey apareció corriendopor el senderoyunos segundosmástarde llegó el señor Harrison… si es que «llegar» era el término apropiadoparadescribirsumaneradeirrumpir.

Saltó la empalizada sin esperar a abrir la puerta y se puso frente a lasorprendidaAna,quesehabíapuestoenpiedeunsaltoylecontemplabaalgoperpleja. El señor Harrison era su nuevo vecino y ella nunca se lo había

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encontradocaraacaraantes,aunquelohabíavistodelejosunpardeveces.

A principios de abril, antes de que Ana regresara de la Academia de laReina, el señor Robert Bell había vendido su granja que lindaba con lahaciendadelosCuthbertporeloeste,ysehabíamudadoaCharlottetown.Sugranjahabía sidocompradaporunciertoJ.A.Harrisoncuyonombre, juntocon el hechodeque eraoriginariodeNuevaBrunswick, era todo cuanto sesabíadeél.PeroantesdecumplirsuprimermesenAvonleasehabíaganadola reputación de ser un hombre raro, un «maniático», comodijera la señoraRachel Lynde. La señora Rachel era, por cierto, unamujer que hablaba demás, como recordarán aquellos que ya la conocen. El señor Harrison eradistintodelasotrasgentesyésaeralacaracterísticaesencialdeunmaniático,comotodoelmundosabe.

Enprimerlugar,llevabalacasaélsoloyhabíadeclaradopúblicamentequeno quería en sus posesiones esa tontería que son las mujeres. El sectorfemeninodeAvonleasevengómediantehorribleshistoriassobresucocinayelmanejode la casa.Él había tomado a su servicio al pequeño JohnHenryCárterdeWhiteSandsyéste fuequiendiopiea lashabladurías.Enprimerlugar,jamáshabíahorafijaparacomer.Éste«comíaunbocado»cuandosentíahambreysiJohnHenryestabaamanoenlaocasión,seacercabaatomarsuparte;perosinoloestaba,debíaesperarhastaelpróximomomentodehambredelseñorHarrison.Elpequeñodeclarótristementequesehubieramuertodehambre de no haber ido a su casa los domingos, y hartarse allí, y graciastambiénaquesumadreledabaunacestadecomidaparaquellevaradevueltaconsigoloslunesporlamañana.

En loque se refería a fregar losplatos, el señorHarrisonnuncahacía laintentona de llevarlo a cabo a menos que llegara un domingo lluvioso;entoncesloslavabatodosjuntosenelbarrildelaguadelluviaylosdejabaallíhastaquesesecaran.

OtravezelseñorHarrisonseportócontacañería.CuandoselepidióquecontribuyeraparapagarelsueldodelreverendoAlian,dijoqueesperaríaavercuántos dólares de bondad sacaba de su prédica… Él no creía en eso decomprar las cosas a ciegas. Y cuando la señora Lynde fue a pedirle unacontribución,ydepasoaecharunamiradaalacasa,ledijoquehabíamásdepaganoenlashabladuríasdelasviejasdeAvonleaqueencualquierotrapartequeconocierayqueconmuchísimogustocontribuiríaasufragarlamisióndecristianizarlas,siellasehacíacargodelalabor.LaseñoraRachelLyndesalióairada diciendo que era una suerte que la pobre señoraBell estuviera en sutumba,pueslehubierarotoelcorazónverelestadodelacasadelaquetantoseenorgulleciera.

—¡Lapobrefregabaelsueloundíasíyotro también—ledijoaMalilla

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Cuthbert con tono indignado—, y si lo pudiera usted ver ahora! Tuve quealzarmelasfaldasparapodercruzarlo.

Yparacolmo,elseñorHarrisoncriabaunacotorrallamadaGinger.NadieenAvonleahabíacriadohastaentoncesunacotorra;enconsecuencia,elhechofueconsideradocomomuypocorespetable.¡Yademás,quéclasedecotorra!Si se le hacía caso a JohnHenryCárter, nohabíapájaromáshereje. Jurabaterriblemente.La señoraCárter hubiera retirado inmediatamente a su hijo sihubiera estado segura de conseguir en seguida otra ocupación para él.Además,Ginger lehabíaarrancadoun trozodecuelloa JohnHenry,undíaqueseacercóalajaulamásdelodebido.LaseñoraCártermostrabalamarcaa todo el mundo cuando el infortunado pequeño regresaba los domingos acasa.

Todas estas cosas cruzaron la mente de Ana cuando el señor Harrisonestaba de pie ante ella, al parecer mudo de ira. Aun en un estado másamigable, no se podía considerar al señor Harrison como a un hombreatractivo; era bajo de estatura, gordo y calvo; y ahora con su redonda caraenrojecida por la ira, con prominentes ojos azules que casi se salían de lasórbitas, le pareció aAna la personamás fea que jamás viera.De pronto, elseñorHarrisonrecuperóelhabla.

—Esto no lo voy a aguantar—estalló— ni un solo día más, ¿me oye,señorita?Pormialma,eslaterceravez,señorita…¡laterceravez!Advertíasutíaquenovolvieraaocurrir…yellaladejó…ellahizo…Quéquieredecirestoesloquemegustaríasaberyporesoestoyaquí,señorita.

—¿Mehaceelfavordeexplicarquéesloqueocurre?—preguntóAnaconsuacentomásdigno.Lohabíaestadopracticandoamenudoúltimamente,paratenerlo bien ensayado cuando comenzaran las clases nuevamente. Pero elacentopareciónoproducirefectosobreelairadoseñorHarrison.

—¿Qué ocurre, señorita? Ya lo creo que ocurre algo. Lo que ocurre,señorita,esquehevueltoaencontrarlavacadesutíaentremiavena,nohacenimediahora.Eslaterceravez.Fíjese:laencontréelúltimomartesyotravezayer.Vineadecirleasutíaquenodebíavolveraocurrir.Yellahadejadoqueocurriera.¿Dóndeestásutía,señorita?Quisieraencontrarlaparadecirleloquepienso…loquepiensaJ.A.Harrison.

—SiserefierealaseñoritaMarillaCuthbert,ellanoesmitía,ysehaidoaEastGraftonparaveraunparientelejanoqueestámuyenfermo—dijoAna,coneldebidoaumentodedignidadencadapalabra—.Sientomuchoquemivaca haya irrumpido en su avena; esmi vaca y no de la señorita Cuthbert.Matthewme la regaló hace tres años cuando era ternera y se la compró alseñorBell.

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—…¡Quelosientemucho!Elsentirlomuchonoarreglanada.Vayaaverlosestragosquehahechosuvacaenmiavena;lahapisoteadotoda.

—Losientomuchísimo—repitiófirmementeAna—,peroquizássiustedconservara su cerca enmejor estado, Dolly no hubiera podido pasar. Es supartedelacercadivisorialaqueseparanuestrospradosdesuavenayelotrodíanotéquenoestabaenmuybuenascondiciones.

—Micercaestábien—gruñóelseñorHarrison,másenfadadoquenuncaante esta entrada del enemigo en su propio terreno—.La reja de una cárcelsería inútil paramantener fuera a ese demonio de vaca.Y le digo, pelirrojainsignificante,quesiesavacaessuya,comodice,mejorharíaustedencuidarque no pisotee el grano de los demás en lugar de estar leyendo noveluchasamarillas —concluyó echando una mirada al inocente Virgilio forrado decanelaqueestabaalospiesdeAna.

Enesosmomentoshabía algomás rojo, ademásdel cabellodeAna,quecomosabemoserasupuntodébil.

—Prefiero tener el cabello rojo a no tener nada más que una líneaalrededordelasorejas—contestó.

El tiro dio en el blanco, pues el señor Harrison era muy sensible a sucalvicie. La ira le dominó otra vez y sólo atinó a contemplarmudo aAna,quienrecobrósutranquilidadyaprovechólaventaja.

—Le puedo perdonar, señor Harrison, porque tengo imaginación. Puedoimaginarcuandolorosoeshallarunavacaensuavenaynoleguardarérencorporloquehadicho.LeprometoqueDollynuncamásvolveráaentrarensucampo.Ledoymipalabradehonor.

—Bueno,cuídesesinoocurreasí—murmuróelseñorHarrisonenuntonoalgomás suave. Pero partió airado yAna siguió oyendo sus protestas hastaqueseperdióenladistancia.

Conlamentetristementeturbada,AnacruzóelcampoyencerróaDolly.

—Nohayposibilidaddequesalga,amenosquehagapedazoslacerca—reflexionó—. Ahora parece bastante tranquila. Me atrevería a decir que laavenalehasentadomal.OjalálahubieravendidoalseñorShearercuandomelapidiólasemanapasada,peromepareciómejoresperaralasubasta,asísevan todas juntas.Creoqueesverdadqueel señorHarrisonesunmaniático.Porciertoqueenélnohaynadadealmagemela.

Anasiempreestabaalacechodealmasgemelas.

MarillaCuthbertllegabaalcorralconelcocheenelmomentoenqueAnaregresaba de la casa y la muchacha corrió a preparar el té. Discutieron elasuntoenlamesa.

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—Mealegrarécuandohayaterminadolasubastadeganado—dijoMarilla—. Es demasiada responsabilidad tener tanto ganado en el lugar, con nadieapartedeeseMartin,enquiennosepuedeconfiar,paracuidarlo.Todavíanohavueltoyesoquemeprometióqueregresaríaanochesiledabaeldíalibreparairalfuneraldesutía.Teaseguroquenosécuántastíastiene.Eslacuartaqueselemueredesdehaceunaño.EstaréagradecidacuandolleguelacosechayelseñorBarrysehagacargodelagranja.TendremosquetenerencerradaaDollyenelcorralhastaquevengaMartin,puesdebemosponerlaenelpradotrasero y debe arreglarse la cerca.Confieso que éste es unmundode dolor,comodiceRachel.AhítienesalapobreMaryKeithmuriéndoseynoséquéserádesusdospequeños.TieneunhermanoenlaColumbiaBritánicaylehaescritosobreellos,peroaúnnotienenoticias.

—¿Cómosonlosniños?¿Quéedadtienen?

—Pocomásdeseisaños…sonmellizos.

—¡Oh, desde que la señora Hammond tuvo tantos, me interesan losmellizos!—dijoAna—.¿Songuapos?

—Teaseguroquenolosabríadecir;tansuciosestaban.DavyhabíaestadofuerajugandoconbarroyDorasalióabuscarle.Davylametiódeunempujóndentrodelmontónmásgrandedebarroyentonces,comoellallorara,semetióéltambiénychapoteóparademostrarlequenohabíamotivoparallorar.MarydijoqueDora era realmenteunabuenaniña,peroqueDavyestaba llenodemaldad. En realidad no ha tenido educación. Su padre murió cuando erapequeñoyMaryhaestadoenfermacasisiempredesdeentonces.

—Siempresientolástimaporlosniñosquenohantenidoeducación—dijoAna seriamente—.Usted sabe que yo no la había tenido hasta que se hizocargo demí. Espero que su tío se ocupe de ellos.Dígame, ¿qué parentescoexactohayentrelaseñoraKeithyusted?

—¿EntreMaryyyo?Ninguno.Sumaridoera…primoterceronuestro.AhívienelaseñoraLynde.SupongoquevendráapreguntarporMary.

—NolecuentelodelseñorHarrisonylavaca—imploróAna.

Manilaloprometió,perolapromesafueinnecesaria,pueslaseñoraLyndenohabíaterminadodesentarsecuandodijo:

—Vi al señor Harrison echando la vaca de su campo de avena cuandoregresabaacasadesdeCarmody.¿Armómuchoalboroto?

AnayManila cambiaron furtivamenteuna sonrisadivertida.Pocas cosasen Avonlea podían escapársele a la señora Lynde. Aquella misma mañana,Anahabíadicho:«Sientraraalguienensuhabitación,amedianoche,cerraralapuertaconllave,corrieralascortinillasyestornudara,laseñoraLyndediría

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aldíasiguientequeestabamuyfríalanoche».

—Creoqueseenfadómucho—contestóMarilla—.Yonoestabaencasa.LeechóunbuensermónaAna.

—Me parece un hombre muy desagradable —dijo Ana, con unmovimientoofensivodesurojizacabeza.

—Nuncahasdichounaverdadmásgrande—confirmó solemnemente laseñoraRachel—.SupequehabríainconvenientescuandoRobertBellvendiósu hacienda a un hombre de Nueva Brunswick, eso es. No sé qué será deAvonlea, con tanta gente nueva. Pronto, ni siquiera estaremos seguros ennuestrapropiacama.

—¿Esquevienenmásforasteros?—preguntóMarilla.

—¿Nolosabía?AhítienealafamiliadelosDonnell,enprimerlugar.HanalquiladolaviejacasadePeterSloane.Peterhaempleadoalhombreparaquecuide del molino. Son del Este y nadie sabe nada de ellos. Luego tiene lafamiliadeldescuidadodeThomasCortón,quesemudarádesdeWhiteSandsyseráunacargapública.Élestátísico…cuandonoroba…ysumujeresunacomodísimacriaturaquenohacenada.Lavalosplatossentada.LaseñoradeGeorgePye se ha hecho cargo del sobrino huérfano de sumarido,AnthonyPye.Iráaestudiaratucolegio,Ana,demaneraquepuedesesperarproblemaspor ese lado; eso es. Y también tendrás otro alumno forastero. Paul IrvingvienedelosEstadosUnidosavivirconsuabuela.¿Recuerdaustedasupadre,Marilla…StephenIrving,elquedejóplantadaaLavandaLewisenGrafton?

—Nocreoqueladejaraplantada.Tuvieronunadisputa…Supongoquefueculpadeambos.

—Bueno,detodosmodosnosecasóconellaylapobresehavueltomuyraradesdeentonces,segúndicen,viviendosolaenlapequeñacasadepiedraalaque llaman laMoradadelEco.Stephen se fue a losEstadosUnidosy sededicóalosnegociosconsutía;allísecasóconunayanqui.Nuncavolvióasucasanatal,desdeentonces,aunquesumadrefueavisitarleunpardeveces.Sumujermurióhacedosañosyélmandóalchicoaquíporuntiempo.Tienediezañosynosésiseráunalumnodeseable.Nuncasepuedeaventurarnadasobreesosyanquis.

La señora Lynde contemplaba a todos aquellos que habían tenido ladesgraciadenacerfueradelaisladelPríncipeEduardo,conundecididoairededuda.Podían serbuenasgentes,desde luego,peroerapreferibledudarlo.Teníaunaojerizaespecialalosyanquis.Sumaridohabíasidodefraudadounavezendiezdólaresporunbostonianoynilosángelesnilascelebridades,nipoder alguno podría haber convencido a la señora Rachel de que todos losEstadosUnidosnoeranresponsablesdeello.

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—LaescueladeAvonleanoirápeorporunpocodesangrenueva—dijoMarilla secamente—, y si se parece algo a su padre, será un buen chico.Stephen Irvingeraelmejormuchachoquevivieraporestos lugares,aunquealgunolellamaraorgulloso.CreoquelaseñoraIrvingestarámuycontentaconél.Haestadomuysoladesdequemuriósumarido.

—Oh,elchicopodráserbueno,peroserádistintodelosniñosdeAvonlea—dijo la señoraRachel, poniendo punto final al tema. Sus opiniones sobrecualquierpersona,lugarocosaeransiempreconsistentesydefinitivas.

—¿Quéesesoqueheoídodequevasaformarunasociedaddefomentodelpueblo,Ana?

—SólohablédeltemaconmiscompañerosenelClubdeDebates—dijoAnaruborizándose—.Lespareciómuybien,aligualquealseñorAlianyasuesposa.Muchospuebloslatienen.

—Bueno, tendréisun sinfíndedificultades.Mejorno temetas,Ana, esoes.Alagentenolegustaquela«fomenten».

—Pero no vamos a tratar de «fomentar» a la gente. Es a Avonlea. Haymuchísimas cosas que podrían hacerse para embellecerla. Por ejemplo, ¿nosería una mejora que pudiéramos convencer al señor Levi Boulter de quederribaralaviejacasaquehayensustierras?

—Porciertoquesí—admitió la señoraRachel—.Esavieja ruinaesunavergüenzaparalacomarcadesdehaceaños.Perosilosde«fomento»pudieraninstar aLeviBoulter a que haga algo por la comunidad sin cobrar, quisieraestarallíparaverloyoírlo.Noquisieradescorazonarte,Ana,pueshayalgodebuenoentuidea,aunquesupongoquelahabrássacadodealgunainútilrevistayanqui, pero tendrás lasmanosocupadas conel colegioy te aconsejo comoamigaquenotepreocupesdel«fomento».Aunqueséqueseguirásadelantesisetehametidoenlacabeza.Eresdelasquesiemprellevanadelanteloqueseproponen.

AlgoenelperfildeloslabiosdeAnadecíaquelaseñoraRachelnoestabaerrada.Teníaelcorazónpuestoen la formaciónde laSociedaddeFomento.GilbertBlythe,queenseñaríaenWhiteSandsperoque regresaríaacasa losviernesporlanochehastaellunesporlamañana,estabaentusiasmadoconlaidea y los demás apreciaban cualquier cosa que significara reunionesocasionales y en consecuencia algo de «diversión». Ahora, respecto al«fomento»,nadie,exceptoGilbertyAna,teníaunaideamuyclaraalrespecto.HabíanconversadoyplaneadotodohastaqueensumenteexistióunaAvonleaideal,yaquenoenotraparte.

LaseñoraRachelaúnteníaotranoticia.

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—Le han dado la escuela deCarmody a una tal PriscillaGrant. ¿Tú nofuistealaAcademiadelaReinaconalguiendeesenombre,Ana?

—Sí,asíes.¡PriscillaenseñandoenCarmody!¡Québien!—exclamóAna,conlosojosgrisestanbrillantesquelaseñoraLyndesepreguntósialgunavezdecidiríasiAnaeraonounachicahermosa.

CAPÍTULODOS

Unaventarápidayunarrepentimientoinstantáneo

Ana fuede compras aCarmody la tarde siguientey llevóaDianaBarryconsigo. Diana era, desde luego, un miembro activo de la Sociedad deFomentoylasdosmuchachasnohablarondeotracosaduranteelviaje.

—Loprimeroquedebemoshacer tanprontoempecemosespintar—dijoDiana cuando pasaron frente al salón de actos deAvonlea, un edificio algodesaseadoconstruidoenunahondonadadelbosque,conabetosasualrededor—.Es un lugar de aspecto desagradable y debemos arreglarlo antes de queconsigamos que el señor Levi Boulter derribe la casa. Papá dice que notendremoséxitoeneso.LeviBoulter esdemasiadomezquinoparagastar sutiempoenesaspequeñeces.

—Quizá deje que los muchachos la derriben si le prometen cargar lasplanchas y hacer leña con ellas—dijo Ana esperanzada—. Debemos hacercuanto podamos y contentarnos con ir lentamente al principio.No podemosesperar que todo salga bien de improviso. Debemos educar primero elsentimientopopular.

Diananoestabamuyseguradequésignificabaexactamenteesodeeducarelsentimientopopular,perosonababienysesentíaorgullosadeperteneceraunasociedadqueteníatalesmiras.

—Anoche pensé algo que podíamos hacer, Ana. ¿Conoces el terrenotriangular donde se juntaban los caminos de Carmody, Newbridge yWhiteSands? Está cubierto de abetos jóvenes; pero ¿no quedaría bien si lolimpiáramosydejáramossólolosdosotresabedulesquehayallí?

—Espléndido—dijoAnaalegremente—.Ycolocaremosunasientorústicobajo los abedules. Y cuando llegue la primavera pondremos un parterre defloresenmedioyplantaremosgeranios.

—Sí; pero debemos inventar algo para conseguir que la vieja señora deHiramSloanetengasuvacafueradelcamino,odelocontrariosecomerálosgeranios —rio Diana—. Empiezo a comprender qué significa educar el

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sentimientopopular.AhítieneslaviejacasadeBoulter.¿Hasvistoalgomásdestartalado?Ycolocadajustojuntoalcamino.Unacasavieja,sinventanas,siempremehacepensarenalgomuertoysinojos.

—Creoqueunacasaviejaydesiertaesunespectáculomuy triste—dijoAnasoñadoramente—.Siempremehacepensarensupasadoyllorarporsusantiguasalegrías.Maniladicequeunagranfamiliacrecióeneseviejoedificiohaceyamuchosañosyqueeraunlugarmuybonito,conunhermosojardínyrosales por todas partes. Estaba lleno de niños, risas y cantos y ahora estávacíoynada locruza fueradelviento. ¡Cuán tristey solitariadebesentirse!Quizá todos ellos regresan en las noches de luna, los fantasmas de lospequeñosdetiempoatrás,delasrosasyloscantos…yporuntiempolaviejacasapuedesoñarqueesotravezjovenyalegre.

Dianamoviólacabeza.

—Ahora ya no imagino cosas así, Ana. ¿No te acuerdas cuánto seenfadaron mamá y Marilla cuando imaginamos que había fantasmas en elBosqueEmbrujado?Aúnhoynopuedocruzarlo tranquilaal anochecer;y siempiezo a imaginar tales cosas sobre la vieja casa de los Boulter, tambiéntendrémiedodepasarporallí.Además,esosniñosnohanmuerto;hancrecidoylesvamuybien.Unodeellosescarnicero.Y,detodasmaneras,lasfloresyloscantosnopuedentenerfantasmas.

Ana suspiró levemente. Quería mucho a Diana y siempre habían sidobuenas amigas. Pero mucho tiempo atrás había aprendido que cuando seaventuraba en el reino de la fantasía, debía hacerlo sola. Era una sendaencantadapordondenopodíaseguirlanielsermásquerido.

Mientras las chicas estaban en Carmody cayó un chaparrón; no durómucho,sinembargo,ylavueltaacasa,entresendasdondelasgotasdelluviachispeaban sobre los setos y los valles cubiertos de hojarasca, donde loshelechosmojadosllenabanelairedearomáticoolor,fuedeliciosa.

PerojustocuandodoblaronparaentrarenelsenderodelosCuthbert,Anavioalgoqueechóaperderlabellezadelpaisaje.

Anteellas,a laderecha,seextendíaelampliocampodelseñorHarrison,húmedo y lujurioso, con avena tardía, gris verdosa; y allí, en medio,mirándolas tranquilamente por encima de las campanillas, pastaba una vacaJersey.

Anadejócaerlasriendasysepusoenpie,conungestoenloslabiosquenopresagiabanadabuenoparaeldepredadorcuadrúpedo.

Nodijopalabra,perobajóágilmenteporlaruedaysaltólacercaantesdequeDianacomprendieraquéhabíaocurrido.

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—Ana, vuelve—gritó, como si hubiera recobrado su voz—. Echarás aperdertuvestidoconelgranohúmedo…loecharásaperder.¡Nomeescucha!Bueno,nuncapodrásacarsolaesavaca.Deboiraayudarla.

Ana corrió entre el grano como enloquecida. Diana saltó vivamente delcoche,aseguróelcaballoenunposte, seechó las faldasdesu lindovestidosobre los hombros, cruzó la cerca y empezó la persecución de su frenéticaamiga. Podía correr más rápido que Ana, a quien molestaba su faldaempapada,yprontolaalcanzó.TrasellasdejaronunasendacapazderomperleelcorazónalseñorHarrisoncuandolaviera.

—Ana,detente,porelamordeDios—dijoresollando lapobreDiana—.Estoysinrespiraciónytúestáscompletamenteempapada.

—Tengo…que…sacar…esa…vaca…antesque…el señorHarrison…la vea —exhaló Ana—. No… me importa… ahogarme… si… sólo…podemos…hacereso.

PerolavacaJerseyparecíanoverrazóndepesoparaabandonarsusabrosacomida.Tanpronto se lehubieron acercado lasdosmuchachas, giróy saliócorriendohaciaelextremoopuestodelcampo.

—¡Arréala!—gritóAna—.¡Corre,Diana,corre!

Diana corrió. Ana también, y la maldita vaca corrió por todo el campocomo posesa. Ana creyó que lo estaba. Pasaron unos buenos diez minutosantes de que la hicieran salir por la senda de la esquina al campo de losCuthbert.

Es innegable queAna estabamuy lejos de la calma en esosmomentos.Tampoco la tranquilizó mucho contemplar un carricoche detenido del otroladodelsendero,dondeestabansentadoselseñorShearerysuhijo,ambosdeCarmody,ostentandounaampliasonrisa.

—Sospechoquemáslehubieravalidohabermevendidoesavacacuandoquisecomprárselalasemanapasada,Ana—murmuróelseñorShearer.

—Selavendoahorasi laquiere—dijolaarrebatadaydesgreñadadueña—.Selapuedellevarenestemismomomento.

—Tratohecho.Ledarélosveintedólaresqueleofrecí,yJimselallevaráaCarmody. Saldrá con el resto del embarque esta noche. El señorReed deBrightonquiereunavacaJersey.

Cincominutosmástarde,JimShearerylavacasubíanporelcamino,ylaimpulsivaAnamarchabahacia«TejasVerdes»consusveintedólares.

—¿QuédiráMorilla?—preguntóDiana.

—Oh,no le importará.Dolly eramivacay seguramentequenohubiera

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conseguido más de veinte dólares en la subasta. Pero querida, si el señorHarrison ve ese sembrado sabrá que ella entró otra vez, después de haberledadopalabradehonordequeesonovolveríaaocurrir.Bueno,esomehadadounalecciónsobrenodarmipalabradehonorrespectoalasvacas.Unavacacapaz de saltar una cerca y escaparse de un establo no merece confianzaalguna.

Marilla había ido a visitar a la señora Lynde y cuando regresó ya sabíatodorespectoalaventadeDolly,pueslaseñoraRachelhabíavistodesdesuventanalamayorpartedelatransacción,yadivinadoelresto.

—Supongo que serámejor que se haya ido; pero tienes la costumbre dehacer las cosas de una manera demasiado precipitada, Ana. Lo que noentiendoescómopudosalirdelestablo.Debehaberhechopedazoslapared.

—Nosemeocurriómirar—dijoAna—peroahorairéaver.Martinnoharegresado.Quizáselehanmuertoalgunastíasmás.Creoqueesalgocomolode Peter Sloane y los octogenarios. La otra noche, la señora Sloane estabaleyendounperiódicoy ledijoa sumarido:«Veoqueacabade fallecerotrooctogenario.¿Quéesunoctogenario,Peter?».YelseñorSloanedijoquenolosabía,peroquedebensercriaturasmuyenfermas,porqueloúnicoquesesabíadeellasesquesemorían.EsoesloquepasaconlastíasdeMartin.

—Martin es igual que todos esos franceses—dijoMarilla disgustada—.Nosepuedeconfiarenellosparanada.

Marilla estaba revisando las compras deAna cuando oyó un grito en elestablo.Unminutodespués,lamuchachaentrabacorriendoenlacocinayseretorcíalasmanos.

—AnaShirley,¿quéocurreahora?

—Oh,Marilla,¿quévoyahacer?Estoesterrible.Yesculpamía.¿Cuándoaprenderéareflexionaryanoserunaatolondrada?LaseñoraLyndesiempredijoqueyoharíaalgohorriblealgúndíayyalohehecho.

—¡Ana,eresunserexasperante!¿Quéhashechoahora?

—¡He vendido la vaca Jersey del señorHarrison… la que le compró alseñorBell…alseñorShearer!Dollyestátodavíaenelestablo.

—¿AnaShirley,estássoñando?

—Esoquisiera.Noesunsueño,aunquepareceunapesadilla.YlavacadelseñorHarrisondebedeestaraestashorasenCharlottetown.Oh,Marilla,creíquehabía terminadodemeterme en camisa de once varas y heme aquí otravez.¿Quépuedohacer?

—¿Hacer?Nohaynadaquehacer,niña,exceptoiraveralseñorHarrison.

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Lepodemosofrecernuestravacasinoquiereeldinero.Estanbuenacomolasuya.

—Estoyseguradequeseenfadarámuchísimo—sequejóAna.

—Ya lo creo. Parece ser un tipo irritable. Yo iré a explicarle todo, siquieres.

—No, no soy tan mezquina como para eso—exclamó Ana—. Todo hasidoculpamíayporciertoquenovoyaescaparalcastigo.Irésolayahoramismo.Cuantoantestermine,mejor,puesserámuyhumillante.

LapobreAnacogiósusombreroysusveintedólaresy,cuandosalía,seleocurriómirarporlapuertadeladespensa.

Sobre lamesa reposaba una tarta de nueces que había horneado aquellamañana…unamasa particularmente apetitosa escarchada con azúcar rosa yadornadaconnuecesdenogal.Analahabíapreparadoparaelviernesporlanoche, cuando la juventud de Avonlea pensaba reunirse en «Tejas Verdes»paraorganizarlaSociedaddeFomento.Pero¿quéeranelloscomparadosconellógicamenteofendidoseñorHarrison?Anapensóqueunatartaasídeberíadeablandarelcorazóndecualquierhombre,especialmentedeunoquedebíahacer sucomida,y rápidamente lametióenunacaja.Se la llevaríaal señorHarrisoncomoofrecimientodepaz.

«Eso si me da oportunidad de decir algo», pensó apesadumbradamente,mientrassubíaporelsenderocercadoyatravesabaloscampos,doradosporlaluzdelatardecerdeagosto.«Ahoraséperfectamentecómosesientelagentecuandovacaminodelahorca».

CAPÍTULOTRES

ElseñorHarrisonenlaintimidad

LacasadelseñorHarrisoneraunantiguoedificioblanqueadoconcal,dealerosbajos,levantadofrenteaunespesomontedeabetos.

ElseñorHarrisonestabasentadoenlagaleríabajolaparra,disfrutandodesupipaydelatardecer.Cuandosediocuentadequiénveníaporelsendero,seincorporórápidamente,semetióenlacasaycerrólapuerta.Sureacciónfuesimplementeelresultadodesudesagradablesensacióndesorpresa,mezcladacon una buena cantidad de vergüenza por su arranque demal genio del díaanterior. Pero esta actitud casi barrió los restos de valor que restaban en elcorazóndeAna.

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«Siestá tanmalhumoradoahora,qué serácuandoseenterede loquehehecho»,reflexionómiserablementemientrasllamabaalapuerta.

PeroelseñorHarrisonabriósonriendocontimidezylainvitóapasarcontono amable y amistoso, si bien no exento de nerviosismo.Había dejado supipa y se había puesto la chaqueta; le ofreció amablemente aAna una sillapolvorientaysuacogidapodríahaberpasadoporagradablesinohubierasidoporlacharladeunacotorraqueestabaespiandoatravésdelosbarrotesdeunajaulaconperversosojillosdorados.NobienAnahubotomadoasiento,Gingerexclamó:

—¡Bendito seaDios! ¿A qué viene esta insignificante pelirroja?—Seríadifícildeterminarquérostroestabamásrojo,sieldelseñorHarrisonoeldeAna.

—No haga caso de la cotorra —dijo el señor Harrison, echándole unafuriosamiradaaGinger—.Está…estásiemprediciendotonterías.Meladiomihermano,queeramarino.Losmarinosnosuelenusarunlenguajemuyfinoylascotorrassonpájarosquetodoloimitan.

—Esloquepensé—dijolapobreAna,sofocandosuresentimientoconelrecuerdodesudiligencia.Nopodíapermitirseel tratarairadamenteal señorHarrisondadaslascircunstancias.Cuandosehavendidolavacadeunhombresin que éste lo sepa ni haya dado su consentimiento, no se puede tener encuenta el que su cotorra repita cosas pocohalagüeñas.De todosmodos, «lainsignificantepelirroja»noseencontrabatodolohumildequehubierasidodedesear.

—He venido a confesarle algo, señor Harrison —dijo resueltamente—.Es…essobre…lavacaJersey.

—¡Bendito seaDios!—exclamóel señorHarrisonnervioso—,¿otravezhaentradoapisotearmiavena?Bueno,notieneimportancia…noimportasilo ha hecho. No tiene importancia… en absoluto. Yo… Y yo estuve muybruscoayer.Noimportasilohahecho.

—Oh,sisólofueraeso—suspiróAna—.Peroesdiezvecespeor.Yono…

—¡BenditoseaDios!¿Quieredecirquesehametidoenmitrigo?

—No…no…eneltrigono.Pero…

—¡Entonces,en losrepollos!¿Sehametidoentre losrepollosqueestabacultivandoparalaexposición,eh?

—No tienen nada que ver los repollos, señor Harrison. Se lo contarétodo…aesohevenido;pero,porfavor,nomeinterrumpa.Meponenerviosa.Déjemehablarynodiganadahastaquehayaterminado;ynohaydudadequeentonces sí que hablará —concluyó Ana, diciendo esto último para sus

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adentros.

—No diré ni una palabra—dijo el señor Harrison, y así lo hizo. PeroGinger no había prometido nada y seguía gritando a intervalos «Pelirrojainsignificante»,hastaqueAnaterminóporenfurecerse.

—Ayer encerré a mi vaca Jersey en nuestro establo. Esta mañana fui aCarmody y cuando regresaba, vi una Jersey entre su avena. Diana y yo laperseguimos y no puede imaginarse el trabajo que nos dio. Yo estabaterriblementemojadaycansada,yenesemomentoaparecióelseñorShearerymeofreciócomprarlavaca.Enuninstanteselavendíporveintedólares.Éstefue mi error. Debí haber esperado y consultado a Marilla. Pero tengo unaterriblepredisposiciónparahacer las cosas sinpensarlas; cualquieraquemeconozcapuedeatestiguarlo.ElseñorShearersellevólavacaenseguidaparadespacharlaeneltrendelatarde.

—¡Pelirrojainsignificante!—chillóGingerentonodeprofundodesprecio.

Al llegar a estepunto, el señorHarrison se levantóy, conunaexpresiónquehubiera llenadode terroracualquierpájaroquenofueraunacotorra,sellevó la jaula deGinger a unahabitación contiguay cerró la puerta.Gingergritó,juróehizootrascosasmásdeacuerdoconsureputación,peroalfinal,alverquelahabíandejadosola,cayóenuntristesilencio.

—Discúlpeme y continúe —dijo el señor Harrison tomando asientonuevamente—. Mi hermano el marinero nunca le enseñó educación a esepájaro.

—Lleguéacasaydespuésdeltéfuialestablo,señorHarrison.—Anaseinclinó hacia delante, juntó las manos con su viejo gesto de la infanciamientrassusgrandesojosgrisesseclavabanimplorantesenelturbadorostrodelseñorHarrison—.Encontrémivacaencerradaenelestablo.ErasuvacalaquehabíavendidoalseñorShearer.

—¡Bendito sea Dios! —exclamó el señor Harrison, pasmado ante estedesenlace—.¡Quécosatanextraordinaria!

—Oh,noesextraordinarioenlomásmínimoqueyomemetaenenredosytraiga siempre dificultades a la gente—dijoAna tristemente—,medistingopor eso.A usted puede parecerle que ya estoy demasiado crecida para ello.Cumpliré diecisiete años en marzo… pero parece que no fuera así, señorHarrison:¿seríademasiadoesperarqueustedmeperdonara?Metemoqueseademasiadotardeparatraerlelavacadevuelta,peroaquíestáeldineroquemedieronporella…opuedequedarseconlamíasiloprefiere.Esunavacamuybuena.Nopuedodecirlecuántolamentotodoesto.

—Bueno,bueno—dijoelseñorHarrisonvivamente—.Niunapalabramás

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sobre el asunto, señorita. No tiene importancia… ninguna importancia. Setrata de un accidente. Yo también soy a veces muy precipitado, señorita;demasiadoprecipitado.Peronopuedoevitareldecirtodoloquepienso,ylagente tiene que aceptarme como soy. Ahora que si esa vaca hubiera estadoentremis repollos…Perono importa,no lohizoy todoestábien.Creoquemásbienmequedaréconsuvaca,yaquequiereusteddesembarazarsedeella.

—Oh,gracias,señorHarrison.Estoytancontentadequenoestéofendido.Temíaqueseenfadara.

—Y supongo que tendría un miedo terrible de venir aquí a contármelodespuésdelalborotoquearméayer,¿eh?Peronodebehacermecaso.Soyunviejogruñón;esoestodo…Siemprelistoparadecirlaverdad,sinimportarmequeseaunpococruda.

—ComolaseñoraLynde—dijoAnaantesdequepudieraevitarlo.

—¿Quién? ¿La señora Lynde? No me diga que me parezco a esa viejachismosa—dijoelseñorHarrisonirritado—.Nomeparezco…niunpoquito.¿Quétraeenesacaja?

—Una tarta—exclamóAna jocosamente.Ensualivioante la inesperadaamabilidaddelseñorHarrison,suhumorseremontó—.Latrajeparausted…penséquenocomeríatartamuyamenudo.

—No,esverdad,ymegustamucho.Leestoymuyagradecido.Tienemuybuenaspecto.Esperoqueelsabortambiénseabueno.

—Loes—dijoAnaconfidencialmente—.Enmistiemposhehechotartasquenoloeran,comopuededecirlelaseñoraAlian;peroéstaestámuybien.LahabíahechoparalaSociedaddeFomento,peropuedohacerotraparaellos.

—Muybien,perolediré,señorita,quedebeayudarmeacomerla.Pondréaguaacalentarytomaremosunatazadeté.¿Quéleparece?

—¿Mepermitiráprepararlo?—preguntóAnadubitativamente.

ElseñorHarrisonrioentredientes.

—Veoquenoconfíaustedmuchoenmihabilidadparaprepararelté.Estáequivocada…Puedohaceruntétanbuenocomonohatomadoustednunca.Pero vaya.Afortunadamente, el domingo llovió y hay unmontón de platoslimpios.

Ana saltó prestamente y comenzó a trabajar. Lavó la tetera varias vecesantesdeponerdentroelté.Luegorepasólacocinaypusolamesa,sacandolosplatosdeladespensa.Elestadodeéstalahorrorizó,perointeligentementenodijonada.ElseñorHarrisonleindicódóndeestabaelpanylamantequillayunalatademelocotón.Anaadornólamesaconunramodefloresdeljardíny

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cerró losojosa lasmanchasdelmantel.Prontoestuvohechoel téyAnaseencontrósentadafrentealseñorHarrisonantesupropiamesa,sirviéndoleeltéyhablandolibrementedesuescuela,susamigosysusplanes.Apenaspodíacreerlo.

El señor Harrison había vuelto a llevar a Ginger, diciendo que el pobrepájarosesentiríamuysolitarioyAna,dispuestaaperdonaratodosyatodo,leofreció una nuez. Pero los sentimientos deGinger habían sido heridosmuygravementeyrechazótodointentodeamistad.Sesentópensativamenteensuperchayacomodósusplumashastaquequedóconvertidaenunapelotaverdeyoro.

—¿Por qué la llama Ginger? —preguntó Ana, a quien le gustaban losnombresapropiadosypensabaqueGingernocombinadaenabsolutoconesemagníficoplumaje.

—Mihermanoelmarino labautizóasí.Quizá tengaalgoqueverconsutemperamento.Yoreflexionomuchosobreestepájaro.Ustedsesorprenderíasi supiera cuánto.Claro está que también tiene sus defectos.Meha costadomuchosdisgustos.Muchagenteprotestacontrasucostumbredejurar,peronose la puedo quitar. Lo he intentado y también lo intentaron otras personas.Algunagentetieneprejuicioscontralosloros.Esunaestupidez,¿noescierto?Amímegustan.Gingermehacemuchacompañía.Nadapodríainducirmeaabandonarla…nadaenelmundo,señorita.

ElseñorHarrisonpronunciólaúltimafrasecontantosentimientocomosihubierasospechadoenAnaunlatentedesigniodepersuadirlodequedejaraaGinger. Sin embargo, a Ana estaba comenzando a gustarle ese extraño,inquieto y agitado hombrecillo y antes de que terminaran de tomar el té, sehabíanconvertidoendosbuenosamigos.ElseñorHarrisonseinteresósobrelaSociedaddeFomentoyaprobólaidea.

—Muy bien. Adelante. Hay montones de cosas que mejorar en estepueblo…ytambiénpersonas.

—¡Oh! No sé—saltó Ana. Para sí misma o entre sus compañeros másíntimos, podía admitir que en Avonlea y en sus habitantes había pequeñasimperfecciones fácilmente remediables. Pero el que lo dijera un forasterocomoelseñorHarrison,eraalgocompletamentedistinto—.CreoqueAvonleaesunlugarencantadoryquelagentetambiénesmuyagradable.

—Tiene usted el genio muy vivo —comentó el señor Harrison,examinandolasarrebatadasmejillasylosindignadosojosdesuopositora—.Avonlea es un lugar bastante decente o yonomehubiera establecido en él;perosupongoquehastaustedadmitiráquetienealgunosdefectos.

—Megustamásporellos—respondióAnalealmente—.Nomegustanlos

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lugares o las personas que no tienen fallos. Pienso que una personaverdaderamenteperfectaseríaalgomuypocointeresante.LaseñoradeMiltonWhitedecíaqueellanuncaconocióunapersonaperfecta,peroquehaoídolosuficientesobreuna…laprimeraesposadesumarido.¿Noleparecequedebesermuydesagradableestarcasadoconunhombrecuyaprimeraesposahasidoperfecta?

—Seríamásdesagradableestarcasadoconlaperfectaesposa—declaróelseñorHarrisonconrepentinoeinexplicableardor.

Cuandoterminarondetomarelté,Anainsistióenlavarlosplatos,aunqueel señorHarrison le aseguró que aún quedaban en la casa platos suficientesparavariassemanas.Tambiénhubieradeseadodetodocorazónbarrer,peronoseveíalaescobaporningúnladoyAnanoquisopreguntardóndeestabaportemordequenohubiera.

—Venga a verme de vez en cuando—sugirió el señor Harrison cuandoAnayaseiba—.Noestoylejosylaspersonasdebenseratentas.Meinteresalasociedadquevanafundar.Meparecequevaaserdivertido.¿Aquiénvanaatacarprimero?

—No vamos a meternos con personas… sólo tenemos intenciones demejorarlugares—dijoAnacondignidad.SospechabaqueelseñorHarrisonseestababurlandodelproyecto.

Cuandosefue,éstequedóobservándolaporlaventana:unaformadelgaday juvenil que corría ágilmente a través del campo enmedio del resplandorcrepuscular.

—Soy un viejo rudo y solitario—dijoHarrison en alta voz— pero hayalgoenesachiquillaquemehacesentirjovenotravezyesunasensacióntanagradablequemegustaríaqueserepitieradevezencuando.

—¡Pelirrojainsignificante!—gritóGinger.

ElseñorHarrisonamenazóconelpuñoalacotorra.

—Pájaro del demonio—gruñó—, ojalá te hubiera retorcido el pescuezocuandomihermanoelmarinotetrajoacasa.¿Nuncaterminarásdemeterteenlíos?

Ana corrió a su casa alegremente y relató su aventura a Marilla, quienestabanopocoalarmadaporsulargaausenciayapuntodesalirabuscarla.

—Elmundoeshermoso,despuésdetodo,Marilla—concluyóAna.

—LaseñoraLyndesequejabaelotrodíadequeelmundonovalíamucho.Dijoque cadavezque se espera algoplacentero, es seguroquedesilusiona;quenadaocurrecomoseespera.Bueno,quizáseaverdad.Perotienesulado

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bueno,también.Lascosasmalastampocosucedencomoselasespera…casisiempre resultan mucho mejor de lo que se piensa. Yo esperaba unaexperienciaterriblementefeacuandofuiaveralseñorHarrisonestatardeyenlugar de ello, él fue muy amable y casi llegué a pasarlo bien. Creo queseremosverdaderosamigossinoshacemosunascuantasconcesioneselunoalotro. Pero sin embargo,Marilla, le aseguro que jamás volveré a vender unavacasinasegurarmeantesdequiéneseldueño.¡Ynomegustanlascotorras!

CAPÍTULOCUATRO

Opinionescontrarias

Una tarde, al caer el sol, Jane Andrews, Gilbert Blythe y Ana Shirleyvagabanjuntoaunacercaalasombradelasramasdelosabetosqueelvientoagitaba suavemente, allí donde un atajo conocido como el Camino de losAbedules llegaba al camino real. Jane había ido a pasar la tarde con Ana,quienlaacompañabapartedelcaminoderegreso;juntoalacercaencontrarona Gilbert y, en aquel momento, los tres estaban charlando sobre el funestomañana, pues ese mañana era el primero de septiembre y comenzaban lasclases.JaneiríaaNewbridgeyGilbertaWhiteSands.

—Tenéisunaventajasobremí—suspiróAna—.Enseñaréisaniñosquenoos conocen, pero yo tengo por alumnos a mis propios condiscípulos y laseñoraLyndedicequetienemiedodequenomerespetencomoloharíanconunextraño,amenosqueseamuyseveradesdeelcomienzo.¡Oh,mepareceunaresponsabilidadtangrande!

—Sospecho que nos irá bien—dijo Jane en tono reconfortante. Ella noestaba turbada por la aspiración de ejercer una influencia benéfica. Teníaintencióndeganarsehonradamenteelsueldo,gustaralossíndicosyconseguirque su nombre estuviera en la lista de honor del inspector escolar.No teníamásambiciones—.Loprincipalesmantenerelordenyunmaestrodebesersevero para conseguirlo. Si mis alumnos no hacen lo que les digo, lescastigaré.

—¿Cómo?

—Dándolesunabuenaazotaina,desdeluego.

—¡Oh,Jane,noloharás!—gritóAnasorprendida—.¡Jane,nopodrás!

—Desdeluegoquesí,siesquelomerecen—contestóJanedecidida.

—Yojamáspodríaazotaraunniño—dijoAnaconigualdecisión—.Nocreoenabsolutoenesascosas.LaseñoritaStacynuncanosazotóymantenía

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unordenperfecto, y el señorPhillips siempre lohacíaynoguardabaordenalguno.No,sinopuedoseguiradelantesinazotes,renunciaréalaenseñanza.Hay mejores modos de manejar alumnos. Trataré de ganarme su afecto yentoncesellosquerránhacerloqueyolesdiga.

—Supongamosquenofueraasí—dijolaprácticaJane.

—De todosmodos no les azotaría. Estoy segura de que no serviría paranada.QueridaJane,noazotesatusalumnos,noimportaloquehagan.

—¿Quépiensassobreesto,Gilbert?—preguntóJane—.¿Noteparecequehayniñosquemerecenunosazotesdevezencuando?

—¿No te parece que azotar a un niño… cualquier niño… es cruel ybárbaro?—exclamóAna,conlacaraenrojecidaporelansia.

—Bueno—dijoGilbert lentamente,dudandoentresusconviccionesysudeseodeestaratonoconelidealdeAna—,lasdosestáisequivocadas.Yonocreoquedebaazotarsemuchoalosniños.Creo,comotúdices,Ana,quehaymejoresmaneras demanejarlos y que el castigo corporal debe ser el últimorecurso.Pero,porotrolado,comodiceJane,creoquehayniñosalosquenoquedamásremedioquedaralgúnqueotroazotedevezencuando.Mireglaserá:elcastigocorporalcomoúltimorecurso.

Gilbert,altratardecomplaceraambosbandos,noconsiguió,comosuelepasar,quedarbienconninguno.Janemoviólacabeza.

—Azotaréamisalumnoscuandoseportenmal.Eslamaneramáscortayfácildeconvencerles.

AnaechóunamiradadedesilusiónaGilbert.

—Jamásazotaréaunniño—repitióconfirmeza—.Estoyseguradequenoesnicorrectoninecesario.

—Supónqueunmuchachotecontestacuandolemandasquehagaalgo—dijoJane.

—Leharéquedarfueradehoraylehablaréconfirmezaybondad—dijoAna—. Todas las personas tienen algo de bondad si uno es capaz deencontrarlo. Es deber delmaestro descubrirlo y desarrollarlo. Eso es lo quenos dijo nuestro profesor dePedagogía en laAcademia de laReina. ¿Creesquepodrás encontrar algodebuenoenunniño si lo azotas?Esmuchomásimportante enseñar la bondad a los niños que las ciencias, dice el profesorRennie.

—Peroalinspectorledaporexaminarlesenciencias;ynoharáuninformemuybuenosinolecontestancorrectamente.

—Prefiero que mis alumnos me quieran y me consideren después de

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muchos años como una auxiliadora, a figurar en la lista de honor—afirmóAnadecididamente.

—¿Nocastigarásdeningunamaneraalosniñoscuandoseportenmal?—preguntóGilbert.

—Oh, sí, supongo que tendré que hacerlo, aunque sé que odiaré laobligación.Peropuedoponerlesderodillasohacerlesescribirfrases.

—Supongoquenocastigarásalasniñashaciéndolassentarconvarones—dijoJanesocarronamente.

GilbertyAnasemiraron,sonriéndosetontamente.Unavez,Anasehabíavisto obligada a sentarse junto a Gilbert como castigo y las consecuenciashabíansidotristesyamargas.

—Bueno,eltiempodirácuáleslamejorforma—dijoJanefilosóficamentecuandosesepararon.

Ana regresó a «Tejas Verdes» por el Camino de los Abedules, umbrío,susurrante, aromático a través del Valle de las Violetas y cruzandoWillowmere,dondelaluzylassombrassebesabanbajolospinos;pasóporelSendero de los Amantes… todos lugares que ella y Diana bautizaron tantotiempo atrás.Caminaba lentamente, gozando de la dulzura del bosque y loscampos y del estrellado crepúsculo veraniego, y pensando juiciosamente enlosnuevosdeberesquedebíaafrontaraldíasiguiente.Cuandollegóalpatiode «Tejas Verdes», la voz alta y decidida de la señora Lynde salía por laabiertaventanadelacocina.

«LaseñoraLyndehavenidoadarmeunbuenconsejoparamañana»,pensóAnaconunasonrisa;«peronocreoquedebaentrar.Susconsejossoncomopimienta…Excelentesenpequeñascantidades,peroalgodolorososendosisaltas.IréacharlarconelseñorHarrison».

Éstano era la primeravezqueAna iba a ver al señorHarrisondesde elnotableasuntodelavacadeJersey.Habíaestadoallívariastardesysehabíanhecho muy buenos amigos, aunque en ocasiones Ana se encontraba algomolestaante lafranquezadequeélse jactaba.Ginger todavía lamirabaconsospecha y nunca dejaba de saludarla sarcásticamente con un «pelirrojainsignificante». El señor Harrison había tratado en vano de quitarle lacostumbre,dandounsaltocadavezqueellaentrabayexclamando:«¡BenditoseaDios!Aquíestáesachicaotravez»,oalgoporel estilo.PeroGinger leveíalaintenciónylodesdeñaba.Ananuncasabríacuántoscumplidoslehacíael señor Harrison a sus espaldas. Por cierto que jamás los repetía en supresencia.

—Bueno, supongo que ha estado en el bosque haciendo provisión de

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vergajosparamañana—fuesusaludocuandoAnasubiólosescalones.

—Le aseguro que no —contestó ella indignada: Ana era siempre unexcelente blanco para las bromas, pues se lo tomaba todo muy a pecho—.Nunca tendré un vergajo en mi escuela, señor Harrison. Desde luego quetendréunpuntero,perosólolousaréparaseñalar.

—¿De manera que piensa usar un cinturón? Creo que tiene razón. Elvergajoduelemásenelmomento,peroelcinturónpicamuchomástiempo.

—Noemplearénadaparecido.Novoyaazotaramisalumnos.

—¡Dios bendito!—exclamó el señor Harrison, con genuina sorpresa—.¿Cómoselasarreglaráparamantenerelorden?

—Gobernaréconelcariño,señorHarrison.

—Noservirá—contestósuinterlocutor—;nodaráresultadoalguno,Ana.«Sidejaselvergajo,seteechaaperderelniño».Cuandoyoibaalcolegio,elmaestro me azotaba regularmente cada día, pues decía que aunque noestuviesehaciendonadamalo,loestabaplaneando.

—Losmétodoshancambiadodesdesusdíasescolares,señorHarrison.

—Pero la naturaleza humana, no. Recuerde mis palabras, nunca podrágobernaralosniñossintenerunvergajoamano.Esalgoimposible.

—Bueno,primeroprobarécomoyocreoquedebehacerse—dijoAna,queteníaunavoluntadbastantefuerteysolíaaferrarsetenazmenteasusteorías.

—Veo que es usted bastante testaruda —fue la respuesta—. Bueno,veremos.Algúndíacuandosesulfure,ylagenteconcabelloscomolossuyosse sulfura fácilmente, se olvidará de esos bellos principios y les dará unaazotaina. De todos modos, es usted muy joven para enseñar… demasiadojoveneinfantil.

Aquella noche, Ana fue a acostarse con un ánimo bastante pesimista.Durmió poco y cuando bajó a desayunar a la mañana siguiente, estaba tanpáliday trágica,queMarillasealarmóe insistióenque tomarauna tazadelhorrible té de jengibre. Ana lo sorbió pacientemente, aunque sin poderimaginar qué bien podía hacer el té de jengibre. De haber sido un brebajemágico,capazdeconferiredadysabiduría, lamuchachahubiese tomadounlitrosinpestañear.

—Marilla,¿ysifracaso?

—No podrás fracasar por completo en un día y hay muchos más —respondióMarilla—.Loqueocurre contigoesqueesperas enseñarlo todoaesos niños y reformarles al instante y si no lo consigues, crees que hasfracasado.

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CAPÍTULOCINCO

Unamaestradecuerpoentero

CuandoAna llegó a la escuela esamañana (por primera vez en su vidahabía atravesado el Camino de losAbedules sorda y ciega a sus encantos),todo estaba calmo y tranquilo. La maestra que la precediera habíaacostumbrado a los niños a que estuvieran en su sitio cuando ella llegara ycuandoAnaentróalaulaseenfrentóconestiradasfilasde«resplandecientescaritasmañaneras»ybrillanteseinquisidoresojos.Colgósusombreroymiróa sus alumnos con la esperanza de noparecer tan asustada y tonta como sesentíaydequeellosnoadvirtieranqueestabatemblando.

Lanoche anterior había estado levantada casi hasta las doce, preparandoun discurso sobre el comienzo de las clases. Lo había revisado y corregidoconcienzudamenteyluegoaprendidodememoria.Eraundiscursomuybuenoyexpresabagrandesideas,especialmenteladelaayudamutuayeldiligenteesfuerzoporaprender.Elúnicoinconvenienteestabaenquenopodíarecordarni una palabra.Después de lo que le pareció un año (en realidad unos diezsegundos)dijodesmayadamente.

—Abran susBiblias, por favor—y se hundió sin respiración en su sillabajo el crujir de las tapas de los pupitres. Mientras los niños leían susversículos, Ana ordenó sus vacilantes sentidos y examinó al batallón depequeñosperegrinosquemarchabanhaciaelPaísdelaSabiduría.

Aalgunosdeellos,porsupuesto,losconocíamuybien.Suscondiscípuloshabíanterminadoelañoanterior,peroelrestohabíaidoalaescuelaconella,exceptuandoa losdeprimergradoy aotrosdiez alumnos recién llegados aAvonlea.Ana,secretamente,sentíamásinterésporesosdiezqueporaquelloscuyosalcancesconocíaaldedillo.Seguramente,ibanasertanvulgarescomolosdemás;peroporotraparte tambiénpodíahaberungenioentreellos.Eraunaideaestremecedora.

En un pupitre del rincón se encontraba sentadoAnthony Pye. Tenía unasombríacaritamorenaymirabaaAnaconunaexpresiónhostilensusnegrosojos. Ana decidió inmediatamente que se ganaría el afecto del niño yderrotaríaalosPyeporcompleto.

Enelotrorincón,unniñoextrañoseencontrabajuntoaArtySloane.Eraunniñodeaspectodivertido,narizchata,carapecosayenormesojoscelesteclaro orlados por pestañas blanquecinas. Probablemente sería el niño de losDonnell. Y si el parecido servía para algo, su hermana era la que estaba

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sentada al otro lado del pasillo, junto aMaryBell.Ana pensó qué clase demujerseríasumadreparamandarlaniñaalaescuelaasívestida.Llevabaunvestido de seda rosa pálido, adornado con una gran cantidad de encajes;zapatosdecabritillablancaymediasdeseda.Surubiocabelloestabasujetoeninnumerablesbuclesartificialescoronadosporunrimbombantenudodecintarosamásgrandequesucabeza.Ajuzgarporsuexpresión,seencontrabamuysatisfechaconsigomisma.

AnapensóquelapálidachiquilladesuavescabellosquelecaíansobreloshombrosdebíaserAnnettaBell,cuyospadressehabíaninstaladoeneldistritoescolar deNewbridge, pero que estaban ahora enAvonlea a causa de habercorridosucasa50metrosalnortedelantiguolugar.

Tres descoloridas niñas sentadas juntas en un solo banco eran, sin dudaalguna, lasCortón;ycon toda seguridadque lapequeñabellezade largosyrizadoscabelloscoloravellanayojoscastañosquemirabanconcoqueteríaaJackGillisporencimadesuBiblia,eraPrillieRogerson,cuyopadreacababadecasarseensegundasnupciasyhabíatraídoalaniñadesdeGrafton,dondevivíasuabuela.

Ana no podía ubicar a una niña alta y desgarbada que parecía tenerdemasiados brazos y piernas y que estaba sentada en uno de los últimosbancos;peroluegodescubrióquesellamabaBarbaraShawyquehabíaidoaviviraAvonleaconunatía.TambiénaveriguóquelavezqueBarbaraselasarregló para atravesar el pasillo sin tropezar ni pisar los pies de ningúnalumno, los estudiantes anotaron el inusitadohecho sobre la pareddel patioparaconmemorarlo.

Pero cuando losojosdeAna se encontraron con losdel niñoque estabasentado en el banco de enfrente, se sintió sacudida por un extrañoestremecimiento,comosihubierahalladoasugenio.SupoqueésedebíaserPaul Irving y que por una vez había tenido razón la señora Rachel LyndecuandoprofetizóquenoseríacomolosotrosniñosdeAvonlea.Másaún,Anacomprendióquenoeracomoningúnotroniñodelmundo,yqueallíhabíaunalma semejante a la suya que asomaba a los ojos azul oscuro que laobservabancontantaintensidad.

SabíaquePaulteníadiezaños,peronoaparentabamásdeocho.Teníalacaritamáshermosaquehabíavistoencriaturaalguna,conrasgosdeexquisitadelicadezayfinurarodeadosporunhaloderizadoscabelloscastaños.Subocaera delicada y fuerte, de rojos labios que se tocaban suavemente y cuyascurvas se afinaban hasta terminar en pequeños rincones que casi formabanhoyuelos.Teníaunaexpresióngraveymeditabunda,comosisuespíritufueramuchomásviejoquesucuerpo.Analesonriósuavementeysurostrobrillóconunaampliasonrisaqueparecióiluminartodosuser.Fuealgoinvoluntario,

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que no surgió por algún motivo o esfuerzo externo, sino simplemente elrelámpago de una personalidad oculta, preciosa y delicada. Con este rápidocambiodesonrisasAnayPaulcimentaronsuamistadparasiempre,antesdehabercruzadounapalabra.

Eldíapasabacomounsueño.Ananuncapudorecordarloclaramentemásadelante. Casi le parecía que era otra persona la que estaba allí enseñando.Escuchólecciones,corrigiósumasyordenócopiasmecánicamente.Losniñosse comportaron bastante bien; sólo se presentaron dos casos de indisciplina.Morley Andrews fue descubierto haciendo correr un par de grillosamaestradosporelpasillo.Analodejódurantemediahoraenpenitenciasobrelatarimay(loqueMorleysintióaúnmásprofundamente)confiscósusgrillos,losguardóenunacajayalregresardelaescuelalossoltóenelValledelasVioletas;peroMorleyestabasegurodequeAnaseloshabíaguardadoparasupropiadiversión.

El otro delincuente fue Anthony Pye, quien hizo caer por el cuello deAureliaClaylasúltimasgotasdeaguaquequedabanensubotellaparalimpiarlapizarra.AnahizoquedarseaAnthonyduranteelrecreoyleexplicócómosecomportabanloscaballeros,yqueéstosnuncaechabanaguaporelescotedelasdamas.Ledijoquedeseabaque todossusalumnos fuerancaballeros.Supequeñosermónfueamableyllenodesentimiento,peroAnthonypermanecióabsolutamenteinsensible.

La escuchó en silencio, con la misma expresión hosca, y bufódesdeñosamente; cuando se retiró, Ana suspiró; se recobró al recordar queganar el efecto de un Pye, como edificar Roma, no era obra de un día.Decualquiermodo,eradedudarqueenlosPyehubieraalgúnafectoqueganar;peroAnaesperabacosasmejoresdeAnthony,quienteníaaparienciadepoderconvertirse en un niño bastante bueno si se conseguía ignorar su entrecejofruncido.

Cuando la clase hubo terminado y los niños se retiraron, Ana se arrojórendida sobre su silla. Le dolía la cabeza y se sentía desanimada.No habíaninguna razón para ello, ya que no había ocurrido nada serio, pero Ana sesentía inclinada a pensar que nunca terminaría por gustarle la enseñanza.Y¡quéhorribleseríaestarhaciendotodoslosdíasalgoquenotegustadurante…bueno, digamos cuarenta años! Ana no había terminado de decidir si sepondría a llorar allí o esperaría hasta llegar a su cuarto en «Tejas Verdes»,cuando oyó un taconeo y un crujir de sedas sobre el piso del patio, y almomento siguiente se encontró frente a una mujer cuya apariencia le hizorecordar una crítica del señor Harrison sobre una dama excesivamenteengalanada que había visto en una tienda de Charlottetown. «Parecía unamezcladefigurínypesadilla».

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Lareciénllegadaestabaataviadaconunsuntuosotrajedesedaceleste,convolantes y fruncidos por todas partes. Su cabeza estaba coronada por uninmenso sombreroblanco, adornadocon tres largasplumasdeavestruzalgoduras. Un velo de gasa rosa profusamente salpicado por lunares negros lecolgabadesdeelbordedelsombrerohasta loshombrosyflotabavaporosoasusespaldas.

Llevabatodaslasjoyasquepuedenamontonarseenelcuerpodeunasolamujer,yexhalabaunfuerteoloraperfume.

—Soy la señoraDonnell, la señora deH. B.Donnell—anunció— y hevenidoaverlapor algoquemedijoClarissaAlmiraa lahoradecomer.Esalgoquemehaincomodadoexcesivamente.

—Lo siento —balbuceó Ana, tratando vanamente de recordar algúnincidenterelacionadoconlosniñosDonnell.

—ClarissaAlmiramedijoqueustedpronunciónuestronombreDonnell.Ahorabien,señoritaShirley:lacorrectapronunciacióndenuestroapellidoesDonnell,acentuandolaúltimasílaba.Esperoquelorecordaráenelfuturo.

—Haréloposible—murmuróAnaahogandoeldeseodeecharseareír—.Supongoquedebeserterriblequepronuncienmalsuapellido.

—Síqueloes,yClarissaAlmiratambiénmedijoqueustedllamaJamesamihijo.

—Élmedijoquesellamabaasí—protestóAna.

—Debí haberlo supuesto —dijo la señora Donnell en un tono quesignificabaquelagratituddelosniñosnoeracosadeesperarenestostiemposde perversión—. Ese niño tiene gestos plebeyos, señorita Shirley. CuandonacióquisellamarloSt.Clair,suenatanaristocrático,¿noleparece?PerosupadreinsistióenquedebíallamarseJames,igualquesutío.YoaccedíporqueeltíoJameseraunsolterónricoyviejo.¿Yquierecreer,señoritaShirley,quecuando nuestro inocente niño tenía cinco años el tío James se casó y ahoratiene tres hijos propios? ¿Ha oído alguna vez una ingratitud semejante?Cuandollegóacasalainvitaciónparalaboda(porquetuvoladesvergüenzadeenviarnosunainvitación),dije:«ParamíseacabóJames».DesdeesedíallaméamihijoSt.Clair y así quieroque lo llamen todos.Supadre se obstina endecirleJamesyelniñotambiéntieneunaincomprensiblepreferenciaporesenombretanvulgar.PerosunombreesSt.ClairySt.Clairdebequedarle.Serátanamablederecordarlo,¿noescierto,señoritaShirley?Muyagradecida.Ledije a Clarissa Almira que estaba segura de que todo era una malainterpretaciónyqueconunapalabrasearreglaría.Donnell…acentuadoenlaúltimasílaba…St.Clair…yno tenerencuentaJames.¿Lorecordará?Muyagradecida.

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Cuando la señoraDonnell se retiró,Ana cerró la puerta de la escuela ypartió camino a su casa. Al pie de la colina encontró a Paul Irving en elCamino de los Abedules. Había recogido para ella un ramo de orquídeassilvestresquelosniñosdeAvonleallamaban«liriosdearroz».

—Porfavor,señorita.EncontréestasfloresenelcampodelseñorWright—dijovacilante—ymevolvíadárselasporquepenséqueustederalaclasededamaaquienlegustan,yporque…—alzósusgrandesyhermososojosazules—porquemegustausted,señorita.

—Gracias, querido —dijo Ana cogiendo las fragantes flores. EldesconsueloyladebilidaddesaparecierondesuespíritucomosilaspalabrasdePaulhubieransidounsoplodemagiay laesperanzavolvióa inundar sucorazóncomoalegremanantial.AtravesóelCaminodelosAbedulesconpasoligero,acompañadaporelperfumedesusorquídeas.

—Bueno,¿cómotefue?—quisosaberMarilla.

—Pregúntemelodentrodeunmesypodrécontestarle.Ahoranopuedo…Niyomismalosé…Estoyempezandoadigerirlo.Tengolasensacióndequeme han hurgado en los pensamientos hasta dejarlos turbados. Lo único quetengoseguridaddehaberhechohoy,eshaberleenseñadoaCliffieWright laletra«A».Nolasabía.¿NoleparecequeyaesalgohaberlanzadounalmaporunsenderoquepuedeterminarenShakespeareyenelParaísoPerdido?

La señora Lynde fue más tarde llevándole nuevos estímulos. La buenaseñorahabíaparadoalosescolaresalpasarporsuportalparapreguntarlessilesgustabalanuevamaestra.

—Y todos dicen que eresmuy buena,Ana, exceptoAnthonyPye.Deboadmitirlo.Dijoque«notienenadabueno,igualquetodaslasmaestras».EslalevaduradelosPye.Peronotieneimportancia.

—Novoyadarleimportancia—dijoAnacontranquilidad—yvoyahacerqueAnthonyPyemequiera.Loganaréconpacienciaybondad.

—Bueno,nuncapuedeaventurarsenadarespectoaunPye—dijolaseñoraRachelcautamente—.Sonmuycontradictorios,comolossueños.YencuantoaesaseñoraDonnell,amínomeconvenceconsuDonnell,teloaseguro.ElnombreesDonnellysiemprelohasido.Esamujerestáloca,esoes.TieneunaperritaalaquellamaReinitayquecomeconlafamiliaenlamesa,enunplatochino.ThomasdicequeelmismoDonnellesunhombresencilloytrabajador,peronotuvomuchotinoparaelegiresposa,esoes.

CAPÍTULOSEIS

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Todaclaseycondicióndehombres…ydemujeres

UndíadeseptiembreenlaisladelPríncipeEduardo;unvientorefrescantequesopladesdeelmarsobre lasdunas;un largocaminorojo,queserpenteaentrecamposybosques,orarodeandoungrupodeabetos,orabordeandounplantíodearcesjóvenescongrandeshelechosbajoellos,orahundiéndoseenunahondonadadondebrillaelarroyueloquesaleyentradelosbosques,oraarrollándoseentre cintasdedoradascañasyásteres azulhumo;el aire llenodelchirridodemillaresdegrillos,esosalegresveraneantesdelascolinas;ungordoponimarrónporelcamino;dosmuchachastrasél,plenasdelasimpleeimpagablealegríadelavidaylajuventud.

—¡Oh!Es un día paradisiaco,Diana—yAna suspiró de felicidad—.Elairetienemagia.Miraelpúrpuraenelfondodelvalle.¿Hueleslospinosquese secan? Viene de esa hondonada soleada donde el señor EbenWright haestadocortandoestacas.Esunabendiciónvivirenundíaasí;peroelolordelospinosescelestial.EsoesdosterciosWordsworthyuntercioAnaShirley.Nopareceposiblequehayapinosquesesequenenelcielo.Ysinembargo,meparece que el cielo no sería perfecto si no se recibiera una bocanada dearomadelospinosalcruzarsusbosques.Quizátengamosallíelolorsinquemueran lospinos.Sí,creoquedebeserasí.Esearomadeliciosodebeserelalmadelospinos…ydesdeluegoqueenloscieloshabráalmasjustas.

—Los árboles no tienen alma—respondió la práctica Diana—; pero esverdadqueelolordelospinosquesesecaneshermoso.Haréunalmohadónylollenaréconagujasdepino.Tútambiénpodríashaceruno,Ana.

—Creoquesí,ylousaréparalassiestas.Estoyseguraquesoñaréentoncesquesoyunadríadaounaninfadelosbosques.

PeroenestemismomomentoestoycontentadeserAnaShirley,lamaestradeAvonleaquerecorreestecaminoenundíatandulceyhermoso.

—Es un día hermoso, pero la tarea que nos espera no tiene nada dehermosa—suspiróDiana—. ¿Cómo te dio por ofrecerte para pedir por estecamino, Ana? Casi todos los «maniáticos» de Avonlea viven aquí y nostratarán como si estuviéramospidiendoparanosotros.Es el peor caminodetodos.

—Poresoloelegí.SeguroqueGilbertyFredericsehubieranhechocargode este camino si se lo hubiera pedido. Pero sabes, Diana, me sientoresponsabledelaS.F.A.,yaquefuilaprimeraensugerirlaymeparecequedebohacerme cargode la tareamás desagradable.Lo siento por ti; pero nonecesitasdecirunapalabraenloslugaresraros.Yohablaré…LaseñoraLyndediríaquenadiemejorparaello.Esta señorano sabe si aprobarononuestra

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obra. Se inclina a ello, cuando recuerda que el señor Alian y su esposa laapoyan,peroelhechodequelassociedadesdefomentoseoriginaranenlosEstadosUnidosesundefectomuygrande.Demaneraquesecolocaentrelasdosopinionesysóloeléxitonosjustificaráasusojos.Priscillavaaescribiruninformeparanuestrapróximareunión;esperoqueserábueno,puessu tíaesuna escritora muy inteligente y no dudo que será cosa de familia. Nuncaolvidaréelestremecimientoquemediocuandosupeque laseñoraCharlotteE.MorganeratíadePriscilla.Parecíatanhermosoqueyofueraamigadelamuchacha cuya tía escribiera Los días de Edgewood y El jardín de lospimpollos.

—¿DóndevivelaseñoraMorgan?

—EnToronto;Priscilladicequevisitarálaislaelpróximoveranoyqueesposible que nos conceda una entrevista. Parece demasiado bello para serverdad;peroesalgoplacenteroparapensardespuésdeacostarse.

LaSociedaddeFomentodeAvonleayaestabaorganizada.GilbertBlytheera presidente; FredWright, vicepresidente;Ana Shirley, secretaria yDianaBarry, tesorera. Los «fomentadores», como se les bautizó prontamente, sereuníanunavezcadaquincedíasencasadeunodelosmiembros.Seadmitíaquenosepodríanhacermuchasmejoras,debidoaloavanzadodelaestación,peropensabanplanear lacampañaparael siguienteverano, reunirydiscutirideas, escribir y leer informes y, como decía Ana, educar el sentimientopopular.

Desdeluegoquehubociertadesaprobacióny,cosaquelos«fomentadores»sintieronmásaún,unabuenacantidadderidículo.SesupoqueelseñorElishaWright dijo que el nombre más apropiado sería «Club de Noviazgos». Laseñora deHiramSloane dijo que había oído que los «fomentadores» teníanpensado arar la vera de los caminos y plantar allí geranios. El señor LeviBoulterapercibióatodossusvecinosdequelos«fomentadores»insistiríanenque todo el mundo echara abajo sus casas para reconstruirlas según planosaprobadosporlasociedad.ElseñorJamesSpencermandódecirquedeseabaque lehicieranel favorde traspalear lacolinade la iglesia.EbenWright, ledijo a Ana que deseaba que los «fomentadores» indujeran al viejo JosiahSloaneaquecuidara suspatillas.El señorLawrenceBell expresóquedaríaunalechadadecalasusestablossiesolesgustaba,peroquenopensabaponercortinasdeencajealasventanasdelestablo.ElseñorMajorSpencerpreguntóaCliftonSloane,unfomentadorqueacarreabalechealafábricadequesodeCarmody,sieraverdadqueparaelveranosiguientetodosdeberíantenersuslecheraspintadasamanoyconuntapetebordado…

Apesar de ello, o quizá, a causa de la propia naturaleza humana, comoconsecuenciadeello,lasociedadselanzóvalerosamenteatrabajarenlaúnica

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mejora que podría tener esperanza de terminar aquel otoño. En la segundareunión, en casa de los Barry, Oliver Sloane propuso que iniciaran unasuscripciónpararepararypintarelEdificioComunal;JuliaBellloapoyó,conlamolestasensacióndeestarhaciendoalgopocofemenino.GilbertlopusoavotaciónyfueaprobadoporunanimidadyAnatomónotaensusminutas.Elpasosiguiente fuenombraruncomitéyGertiePye,decididoanodejarqueJuliaBellsellevaratodosloslaureles,osadamentesugirióquelaseñoritaJaneAndrewsfuerapresidentadedichacomisión.Habiendosidoapoyadayvotadatambiénesaproposición,Janedevolvióelcumplido,nombrandoaGertieenlacomisión,juntoconGilbert,Ana,DianayFredericWright.Lacomisióneligiósus rutas en cónclave privado. A Ana y Diana les tocó el camino deNewbridge;aGilbertyFrederic,eldeWhiteSands,yaJaneyGertie,eldeCarmody.

—Esosedebe—explicóGilbertaAna,mientrasvolvíanandandoacasaatravésdelBosqueEmbrujado—aque todos losPyevivena lo largodeesecaminoynodaránuncéntimoamenosqueselopidaunodeellos.

AnayDianasalieronelsábadosiguiente.Fueronhastaelfindelcaminoehicieroncolectasrumboasuscasas,empezandoporlacasadelosAndrews.

—SiCatherineestásola,puedequesaquemosalgo—dijoDiana—;perosiElizaandaporallí,no.

Elizaestabaallí,congestomásadustoquedecostumbre.LaseñoritaElizaera uno de esos seres que dan la impresión de que la vida es un valle delágrimas y que una sonrisa, por no hablar de una carcajada, es un gastoinnecesario de energía. Las «chicas»Andrews habían sido «chicas» duranteunos cincuenta años y parecían ir en camino de permanecer en ese estadohasta el fin de su peregrinación terrenal. Se decía que Catherine no habíaabandonado las esperanzas por entero; pero Eliza, que era pesimista denacimiento,nuncalastuvo.VivíanenunapequeñacasamarrónconstruidaenunsoleadocalverodelbosquedehayasdeMarkAndrews.Elizasequejabadeque era terriblemente caluroso en verano, pero Catherine decía que erahermosoycálidoeninvierno.

Elizasehallabazurciendo,noporquefueranecesario,sinocomoprotestacontra el frívolo encaje que tejía su hermana. La primera escuchó con unamuecaylasegundaconunasonrisa,mientraslasmuchachaslesexplicabansumisión.Enhonoralaverdad,cadavezqueCatherinemirabaasuhermana,seborrabasusonrisadeculpableconfusión,peroéstareaparecíaalinstante.

—Si tuviera dinero para derrochar—dijoEliza conungesto—,quizá leprendierafuegoparadarmeelgustodeverlallama,peronolodaréparaeseedificio;niuncentavo.Notraebeneficiosalacomunidad;noesmásqueunlugar de diversión para que los jóvenes se reúnan, cuando estarían mejor

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acostadosensuscasas.

—¡Oh, Eliza!, los jóvenes deben tener alguna diversión —protestóCatherine.

—Noveolanecesidad.Nosotrasnopendoneábamosporsitiosasícuandoéramosjóvenes,CatherineAndrews.Estemundoseponepeorcadadía.

—Amímeparecequemejora—dijoCatherine.

—¡Teparece!—LavozdeElizaexpresóelmayordesprecio—.Loqueteparezcanotienevalor,CatherineAndrews.Loshechossonhechos.

—Bueno,amísiempremegustaverelladobueno,Eliza.

—Nohaytalladobueno.

—Oh, ya lo creo que sí—gritóAna, que nopodía resistir tal herejía ensilencio—. Hay muchos lados buenos, señorita Andrews. El mundo es unlugarhermoso.

—Cuandohayavivido tantocomoyo,no tendráunaopinión tanelevadade él—respondió amargamenteEliza—,y tampoco tendrá tanto entusiasmopor mejorarlo. ¿Cómo está su madre, Diana? Parece muy desmejoradaúltimamente.Estáterriblementedecaída.Dígame,Ana,¿cuántotiempotardaráMarillaenquedarseciega?

—Elmédicocreequesusojosnoempeoraránsitienecuidado—balbuceóAna.Elizamoviólacabeza.

—Losmédicossiemprehablanasícuandoquierenmanteneresperanzadaala gente. Si yo fuera ella, no me haría muchas ilusiones. Es mejor estarpreparadaparalopeor.

—¿Nodeberíaunaestartambiénpreparadaparalomejor?—rogóAna—.Haytantasposibilidadesdequeocurracomodelocontrario.

—Miexperienciaafirmaquesí,ytengocincuentaysieteañoscontratusdieciséis —respondió Eliza—. ¿Se van ya? Bueno, espero que esa nuevasociedad de ustedes sea capaz de evitar que Avonlea se hunda más aún,aunquetengopocasesperanzasdeello.

Ana yDiana salieron y se alejaron a toda velocidad.Apenas pasaron lacurva del bosque de hayas, una rolliza figura cruzó corriendo el prado delseñorAndrews haciéndoles señas con los brazos. Era CatherineAndrews yestabatanagitadaquecasinopodíahablar,peroechóunpardemonedasdeveinticincocentavosenlamanodeAna.

—Ésta es mi contribución a la pintura del salón —murmuróentrecortadamente—.Mehubieragustadodarundólar,peronomeatrevoa

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cogermásdinerodemisgastos,puesElizasedaríacuenta.Estoy realmenteinteresadaenesasociedadycreodeverdadquevanahacermuchobien.Soyoptimista.Tengoqueserlo,viviendoconEliza.Debovolverantesdequemeechedemenos…creequeestoyalimentandoalospollos.EsperoquetengansuerteconlacolectaynosepreocupenporloquedijoEliza.Elmundoestámejorando;claroquesí.

LacasasiguientefueladeDanielBlair.

—Ahorabien,tododependedesisumujerestáonoencasa—dijoDiana,mientrasavanzaba,dandosaltosporel senderocruzadode raíces—.Siestá,nonosdaránuncentavo.TodoelmundodicequeDanielBlairnoseatreveacortarse los cabellos sin pedirle permiso a sumujer que es bastante tacaña.Dicequedebeserjustaantesquegenerosa.PerolaseñoraLyndeafirmaqueese«antes»estangrande,quelagenerosidadnuncallega.

AnacontóaMarillasuexperienciaencasadelosBlair.

—Atamos el caballo y llamamos a la puerta de la cocina.Nadie acudió,perolapuertasehallabaabiertaypodíamosescucharaalguienqueandabaporladespensa,ysemovíaconcautela.Nopodíamosdistinguirlaspalabras,peroDiana dice que le parecieron juramentos por el sonido. No pude creer quefueraelseñorBlair,siempretancalladoydócil;perohayquereconocerquetenía razones, pues al final,Marilla, cuando el pobrehombre apareció en lapuerta,rojocomounaamapola,teníapuestounodelosgrandesdelantalesdesu mujer. «No me puedo librar de esta maldita cosa», dijo, «porque estáanudada muy fuerte y no puedo romperla, de manera que me tendrán queperdonar, señoritas». Le rogamos que no le diera importancia y entramos,sentándonos.ElseñorBlairtambiénlohizo;seechóeldelantalalaespaldayloenrolló,peroparecíatanavergonzadoquesentí lástimadeélyDianadijoquecreíaquehabíamosllegadoenunmomentoinconveniente.«Oh!,no»dijoelseñorBlair,tratandodesonreír,«yasabeustedqueesmuygentil.Estoyunpoco atareado… preparando una tarta. Mi mujer recibió un telegrama deMontreal avisándole que su hermana llega esta noche y ha ido a esperar eltren;mehadejadoelencargodehacerunatartaparaelté.Escribiólarecetayme dijo qué debía hacer, pero ya he olvidado lamitad de las instrucciones.Aquídice: "Sazónesealgusto". ¿Quéquerrádecir eso?¿Yquéocurre simigustoesdiferentealdelosdemás?¿Serásuficienteunacucharaditadevainillaparaunatorta?».Sentímáspiedadquenuncaporelpobrehombre.Noparecíahallarseensumundo.Sabíaqueexistíanmaridosdominadosyahoratuvelasensacióndeveruno.Tuvelatentacióndedecirle:«SeñorBlair,simeofreceun donativo para pintar el edificio, le mezclaré los ingredientes». Pero deprontopenséquenoeracaritativoaprovecharsedeunsemejanteendesgracia.Demaneraquemeofrecíparaamasarlasincondiciones.Aceptóalmomentomioferta.Dijoqueacostumbrabahacer elpanantesdecasarse,peroque la

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temidatartapodíamásqueélyquesinembargodeseabanodesilusionarasumujer. Me consiguió otro delantal y Diana batió los huevos mientras yoamasaba. El señor Blair andaba entre nosotras y nos alcanzaba losingredientes.Sehabíaolvidadocompletamentedesudelantalycuandocorría,ésteseagitaba trasélyDianacreíamorirsede risa.Dijoqueseríacapazdehornearlatarta,queestabaacostumbrado…yentoncesnospidiólalistaynosdio cuatro dólares. De manera que fuimos recompensadas. Pero aunque nohubiera recibido un centavo, me parecía haber hecho una obra caritativa alayudarle.

La siguiente parada fue en casa de Theodore White. Ni Ana ni DianahabíanestadoallíantesysóloteníanunalejanaamistadconlaseñoraWhite,quenoeramuydadaalahospitalidad.¿Debíanirporlapuertaprincipaloporlaotra?Mientrasseconsultabanenvozbaja, laseñoraWhiteaparecióen lapuertaprincipalconunmanojodeperiódicos.Lospusodeliberadamenteunopor uno sobre el porche y los escalones y luego por el camino hasta losmismospiesdesussorprendidasvisitantes.

—¿Meharíanel favorde limpiarse lospiesen lahierbay luegocaminarsobreestospapeles?—dijoansiosamente—.Acabodefregartodalacasaynoquieromáspolvodentro.Esecaminoestáembarradoacausade la lluviadeayer.

—No te vayas a reír —murmuró Ana, mientras caminaban sobre losdiarios—.Teruegoquenomemires,Diana,noimportaloquediga,onoserécapazdereprimirlarisa.

Los periódicos llegaban a través del salón hasta una inmaculada sala deestar.Lasmuchachas se sentaron en las sillasmás cercanas y explicaron sumisión.LaseñoraWhitelasescuchógentilmente,interrumpiendosólounpardeveces;una,paracazarunamoscaaventurera,y laotra,para levantarunabriznadehierbaquecayeradelvestidodeAna.Éstasesintióhorriblementeculpable,peroelamadecasaaportódosdólaresquepagóenseguida,«paraevitar que volviéramos a buscarlos», como dijo Diana cuando salían. Laseñora White reunió otra vez los periódicos antes de que las muchachasdesataranelponiycuandosalíandelcampo,lavieronmuyocupadapasandouncepilloalsalón.

—SiempreheoídoquelaseñoraWhiteeralamujermáspulcradelmundoyahoralocreo—dijoDiana,dejandoenlibertadsurisareprimidatanprontocomopudo.

—Me alegro de que no tenga niños—dijo Ana solemnemente—. Seríaalgoterribleparaellos.

En casa de los Spencer, la señora Isabella les hizo pasar un mal rato

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diciendocosasinconvenientessobretodosloshabitantesdeAvonlea.ElseñorThomas Boulter se negó a dar algo porque, cuando veinte años antesconstruyeron el edificio, no lo hicieron donde él recomendara. La señoraEstherBell,queeraelvivoretratodelasalud,sepasómediahoradetallandosusdoloresyachaquesypusotristementecincuentacentavos,puesnoestaríaallíelañosiguienteparahacerlootravez;no,estaríaensutumba.

La peor recepción, sin embargo, fue en casa de SimónFletcher.Cuandoentraron al jardín, vierondos caras que las observabandesde la ventanadelporche. Pero, aunque llamaron y esperaron pacientemente, nadie acudió.Comoresultado,fuerondosmuchachasindignadasquienessalierondeljardín.HastaAnaadmitióquecomenzabaadescorazonarse.Pero lamareacambió.Le tocaba el turno a varias casas de los Sloane, donde casi todo el mundocontribuyóydesdeallíalfinallesfuebien,conalgúntropiezoocasional.Laúltima visita fue a lo de Robert Dickson, junto al puente de la laguna. Sequedaron a tomar el té aunque estaban cerca de casa, para no ofender a laseñora Dickson, que tenía reputación de ser una mujer muy «susceptible».Mientrasestabanallí,llególaviejaseñoradeJamesWhite.

—AcabodeestarencasadeLorenzo—anunció—.Enestemomentoeselhombre más orgulloso de Avonlea. ¿Qué les parece? Hay un nuevomuchachitoallí…ydespuésdesietechicas,estodounacontecimiento.

Anaaguzóeloídoycuandosalierondijo:

—VoydirectamenteacasadeLorenzoWhite.

—Pero no vive en el camino de White Sands y está bastante lejos denuestraruta—protestóDiana—.GilbertyFredlepediránsucontribución.

—Noiránporallíhastael sábadoyparaentoncesserámuy tarde—dijoAna firmemente—. La novedad habrá desaparecido. Lorenzo White esterriblemente mezquino, pero se suscribirá a cualquier cosa en estosmomentos.Nodebemosdejarperderunaoportunidadcomoésta.

ElresultadojustificólaprevisióndeAna.ElseñorWhitelasrecibióeneljardín,brillantecomoelsoldePascua.CuandoAnalepidióunacontribución,accedió,entusiasmado.

—Seguro,seguro.Póngameconundólarmásquelasuscripciónmásaltaquetengan.

—Seráncincodólares;el señorDanielBlairpusocuatro—dijoAnaconmiedo.PeroLorenzonopestañeó.

—Cinco serány aquí tienen el dinero.Ahora, quieroquevengana casa.Hayalgoquevalelapenaver…algoquepocasveceshanvistoaún.Entrenydensuopinión.

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—¿Qué diremos si el niño no es guapo? —murmuró Diana temblandomientrasseguíandentrodelacasaalexcitadoLorenzo.

—¡Oh!, seguramente que le encontraremos algo bonito —dijo Ana—.Siemprepasaasíconlosniños.

Sinembargo,elbebéerapreciosoyelseñorWhitetuvoporbienpagadossus cinco dólares con el honesto placer de las niñas ante el rollizo reciénllegado.PeroésafuelaprimerayúnicavezqueLorenzohicieraundonativo.

Ana,terriblementecansada,hizounesfuerzomásaquellanocheporelbienpúblico, cruzando el campo para ver al señor Harrison, quien, como decostumbre,fumabasupipaenlagaleríaconGingerasulado.Hablandoconprecisión, estaba en el camino a Carmody, pero Jane y Gertie, que no leconocían sino de oído y mal, habían rogado nerviosamente a Ana que lovisitara.

ElseñorHarrison,sinembargo,rehusódeplanosuscribiruncentavoylapeticióndeAnacayóensacoroto.

—Peroyocreíaqueustedaprobabanuestrasociedad,señorHarrison—sequejó.

—Yasíes…yasíes…peromiaprobaciónnollegahastamibolsillo,Ana.

Al mirarse al espejo antes de acostarse, Ana reflexionó de la siguientemanera: «Unas pocas experiencias más como las que he tenido hoy metornarántanpesimistacomolaseñoritaElizaAndrews».

CAPÍTULOSIETE

Elsentidodeldeber

Un apacible atardecer de octubre, Ana se recostó en su silla y suspiró.Estabasentadaanteunamesacubiertadelibrosdetextoyejercicios,perolashojas de papel apretadamente escritas que se encontraban frente a ella noparecíantenerningunarelaciónaparenteconestudiosodeberes.

—¿Quésucede?—preguntóGilbertquehabía llegadoa lapuertaabiertadelacocinaatiempoparaescucharelsuspiro.

Anaseruborizóyescondiólospapelesdebajodeunasredaccionesdesusalumnos.

—Nada terrible. Sólo trataba de fijar en el papel algunos de mispensamientos,talcomomeloaconsejaraelprofesorHamilton,peronopuedo

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hacerlodemaneraquemesatisfagan.Parecentantorpesytontosenblancoynegro.Lasfantasíassoncomosombras,vacilantesydanzarinas.Perosisigoprobando,quizáalgúndíaaprendaelsecreto.Sabesbienquenodispongodemuchotiempo.Cuandoterminodecorregirdeberesyredacciones,nosiempretengoganasdeescribiralgomío.

—Teestásdesenvolviendomaravillosamenteenlaescuela,Ana.Todosloschicostequieren—dijoGilberttomandoasientosobreelescalóndepiedra.

—¡Oh!,no,AnthonyPyenomequiereynoquierehacerlo.Loqueespeor,nome respeta. Se limita a observarme condesprecio y debo confesarte queestomepreocupamuchísimo.Noesqueseatanmalo…sóloalgomalicioso,pero no es peor que los demás. Rara vez me desobedece, pero acepta misórdenesconundesdeñosoairedetolerancia,comosiconsideraraquenovalelapenadiscutirlacuestión…yesunmalejemploparalosdemás.Hetratadoportodoslosmediosdeganarsuafecto,peroestoyempezandoatemerquenoloconseguirénunca.Megustaría,puesesunbuenchico;ademásesunPyeypodríaquererlo,simedejara.

—Probablementetodoseaelresultadodeloqueescuchaensucasa.

—No,enabsoluto.Anthonyesunpequeñomuyindependienteyseformasuspropiosjuiciossobrelascosas.Siemprehaacudidoaloshombresydiceque las mujeres no saben enseñar. Bueno, veremos qué se consigue conpaciencia y amabilidad. Me gusta salvar dificultades y enseñar esverdaderamenteinteresante.PaulIrvingcompensapor todoloquelesfaltaalosotros.Eseniñoesunperfectoencanto,Gilbert;yungenio,porañadidura.Estoyseguradequeelmundooiráhablardeélalgúndía—concluyóAnaconacentoconmovido.

—A mí también me gusta enseñar —respondió Gilbert—. Es un buenadiestramiento,Ana.Heaprendidomásen las semanasque llevoenseñandoenWhiteSands,queentodosmisañosdecolegio.Parecequeatodosnosvamuybien.HeoídodecirquealagentedeNewbridgelegustaJane,ycreoqueWhite Sands está bastante satisfecho con éste tu humilde servidor. Todos,excepto el señor Andrew Spencer. Anoche, cuando regresaba a casa, meencontréconlaseñoradePeterBlewettymedijoquecreíaqueerasudeberinformarmedequeelseñorSpencernoaprobabamismétodosdeenseñanza.

—¿Has notado—preguntóAna reflexivamente— que cuando alguien tedice que cree su deber informarte sobre una cosa determinada, debesprepararteparaoíralgodesagradable?¿Porquéseráquenuncaconsideranundeberdecirtealgoagradablequehayanescuchadosobreti?LaseñoradeH.B.DonnellvolvióayerotravezalaescuelaymedijoquecreíaqueerasudeberinformarmedequelaseñoradeHarmonAndrewsnoaprobabaelqueyolesleyera cuentos de hadas a los niños, y que el señor Rogerson pensaba que

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Prillie no adelantaba lo suficiente en aritmética. Si Prillie perdiera menostiempoenhacerguiñosalosmuchachosporencimadesupizarraadelantaríamás. Estoy completamente segura de que JamesGills le hace las sumas enclase,peronuncahepodidopescarloconlasmanosenlamasa.

—¿Has conseguido reconciliar al vástago de la señora Donnell con subenditonombre?

—Sí—rioAna—;perofueunalaborverdaderamentedifícil.Alprincipio,cuando lo llamaba«St.Clair», nohacía casohastaque lo repetíadoso tresveces;yluego,cuandolosotrosniñosletocabanconelcodo,mirabaconunairetanagraviadocomosilehubierallamadoJohnoCharlieyélnohubieratenidoporquésaberaquiénserefería.Demaneraqueunatardelehicequedardespuésde clasey le hablémuyamablemente.Ledije que sumadrequeríaquelellamaraSt.Clairyquenopodíaoponermeasusdeseos.Locomprendióasí,puesesunniñomuyrazonable,ydijoqueyopodíallamarloSt.Clair,peroque«ledaríaunatunda»alcompañeroquelohiciera.Porsupuesto,tuvequereprenderloporusaresostérminos.DesdeentoncesyolellamoSt.Clair,ylosmuchachos ledicenJamesy todomarchabien.Mehaconfesadoquequieresercarpintero,pero laseñoraDonnelldicequedebohacerdeélunprofesoruniversitario.

Lamención de la universidad dio un nuevo giro a los pensamientos deGilbert, y durante un rato hablaron de sus planes y sueños; grave, seria,esperanzadamente, como hablan los jóvenes mientras el futuro es aún unsenderonohollado,llenodeposibilidadesmaravillosas.

Gilberthabíadecididoyaqueseríamédico.

—Esunaprofesiónmagnífica—dijoconentusiasmo—.Unhombredebelucharporalgodurantetodasuvida.¿Nohadefinidoalguienalhombrecomoun animal de lucha?Y yo deseo luchar contra la enfermedad, el dolor y laignorancia.Quierohacerenelmundomipartedetrabajorealyhonesto,Ana;contribuir en algo a la suma de la inteligencia humana que han venidoacumulandotodos loshombresdebiendesdeelcomienzode lossiglos.Loshombres que han vivido antes que yo han hecho tanto por mí, que quierodemostrarmigratitudhaciendoalgoporlosquevendrándespués.Meparecequeeslaúnicamaneradecumplirconlasobligacioneshacialaraza.

—Amíme gustaría contribuir a la vida con algo de belleza—dijoAnasoñadoramente—. No es mi deseo exacto hacer que la gente sepa más…aunquereconozcoqueésaeslamásnobledelasambiciones.Peromegustaríahacer que los demás pudieran sermás felices y alegres gracias amí; darlespequeñasalegríasquenuncahubierandisfrutadodenohabernacidoyo.

—Creo que todos los días cumples tu ambición,Ana—dijoGilbert con

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admiración.

Yteníarazón.Anaeraunadeesascriaturasqueiluminabanpornaturaleza.Cuando hubo pasado junto a una vida con una sonrisa o una palabra, elposeedor de aquella vida la pudo ver, por lo menos durante ese instante,hermosayllenadeesperanzas.

Porfin,Gilbertseincorporópesarosamente.

—Bueno, debo correr a casa de losMacPherson.MoodySpurgeon llegahoy de la Academia de la Reina para pasar el domingo en su casa y va atraermeunlibroquemeenvíaelprofesorBoyd.

—Y yo debo preparar el té paraMarilla. Fue a ver a la señora Keith yregresarápronto.

CuandollegóMarilla,Anayateníaeltépreparado;losleñoscrepitabanenelfuego,lamesaestabaadornadaconramasdepinoyrojashojasdearce,yelaromadeljamónylastostadasllenabaelambiente.PeroMarillasesentóensusillaconunprofundosuspiro.

—¿Le molestan los ojos? ¿Le duele la cabeza? —inquirió Ana conansiedad.

—No,sóloestoycansada…ypreocupadaporMaryysusniños.Maryestápeor;nodurarámucho.Yencuantoalosmellizos,noséquéserádeellos.

—¿Nohantenidonoticiasdeltío?

—Sí. Mary recibió una carta suya. Está trabajando en un aserradero y«haciéndolotemblar»,aunquenoséquéquieredecireso.Decualquiermodo,dicequeno tieneposibilidadesdepoderhacerse cargode losniñoshasta laprimavera.Esperaestarcasadoparaentoncesytenerunacasadondellevarlos;perodicequeMarydebeconseguirquealgúnvecinose los tengaduranteelinvierno.Ella dice que no puede atreverse a pedirle a ninguno que lo haga.Marynuncase llevóbiendel todocon lagentedeEastGrafton.Ahíestáelasunto.Yal finy al cabo,Ana, estoy seguraqueMaryquierequemehagacargodelosniños;nodijounapalabra,peromelopidióconlosojos.

—¡Oh!—Anajuntólasmanosestremeciéndose—.Yporsupuestoquelohará.¿Noescierto,Marilla?

—Todavía no me he decidido —dijo ésta agriamente—. No decido lascosastanprecipitadamentecomotú,Ana.Elserprimostercerosesmuypocoparentesco,yesunaterribleresponsabilidadcuidardedosniñosdeseisaños,mellizosparacolmo.

Marillateníalaconviccióndequelosmellizoseraneldobledemalosquelosotrosniños.

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—Losmellizossonmuyinteresantes…porlomenosunpar—dijoAna—.Elasuntosetornamonótonosólocuandohaydosotres.Ycreoqueaustedlevendríabienteneralgoenquéentretenersemientrasyoestoyenlaescuela.

—Nomeparecequeseacomoparaentretenerse…yodiríaquenostraerámáspreocupacionesydoloresdecabezaqueotracosa.Noseríaunriesgotangrandesiporlomenosfuerandelaedadquetúteníascuandomehicecargodeti.Doranomepreocupatanto,parecebuenaytranquila.PeroDavyesunchiquillotravieso.

AAna le gustabanmucho los niños y suspiraba por losmellizosKeith.Aúnsemanteníavivoenellaelrecuerdodesupropianiñezdesvalida.Sabíaque el único punto vulnerable deMarilla era su profunda devoción hacia loquecreíasudeber.YAnadiestramentepreparósuargumentoconesabase.

—Si Davy es desobediente, razón de más para pensar en educarloconvenientemente;nosabemosquéserádeellos,niqué influenciasextrañaspuedenrecoger.SupongaquesehacencargodeelloslosSprott,quesonsusvecinos.La señoraLyndedicequeHenrySprott es el hombrepeor habladoquehaconocidoensuvidaynopuedeustedimaginarselaspalabrasquedicensushijos.¿Noseríahorriblequelosmellizoslasaprendieran?SupongaquesevanconlosWiggins.LaseñoraLyndedicequeelseñorWigginsvendetodocuanto puede y alimenta a su familia con leche descremada. A usted no legustaría que sus parientes se murieran de hambre, ¿no es así? Me parece,Marilla,queessudeberhacersecargodeellos.

—Supongoque sí—dijoMarilla tristemente—.Creoque lediré aMaryque me haré cargo de ellos. No debes ponerte tan contenta, Ana. Esosignificaráunaumentodetrabajoparati.Yonopuedocoserporculpademisojos,demaneraquedeberáshacertecargodelaconfecciónyelarreglodesusropas.Yatinotegustacoser.

—Loodio—dijoAnaconcalma—,perosiustedaceptahacersecargodeesosniñosporunsentidodeldeber,seguramentequeporlamismacausayopuedo coser. Hace bien a la gente realizar cosas que no le gusten… conmoderación,seentiende.

CAPÍTULOOCHO

Marillaadoptamellizos

LaseñoraRachelLyndesehallabasentadajuntoalaventanadesucocina,tejiendo una colcha, tal como estuviera varios años antes, cuandoMatthewCuthberthabíaaparecidoensucarricochesobrelacolinaconloquelaseñora

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Lynde bautizara «su huérfana importada». Pero aquello había ocurrido enprimavera;estopasabaafinesdeotoñoylosárbolesestabandesnudosyloscampossecosypardos.ElsolseponíaconabundantepúrpurayorotraslososcurosbosquesdeloestedeAvonlea,cuandouncochetiradoporunhermosojacobajólacolina.LaseñoraLyndelomiródehitoenhito.

—AhíestáMarilla,queregresadelfuneral—dijoasumarido,queestabarecostado en el sillón de la cocina.ThomasLynde se recostabamás que decostumbreensusillónporaquelentonces,perosumujer,queeratanduchaennotarlo todo fuera de su hogar, aún no había caído en ello—. Y trae losmellizosconsigo…Sí,ahíestáDavy,inclinándoseatirarledelacolaalponi,mientras Marilla le riñe. Dora está sentada muy envarada. Siempre pareceestar así. Bueno, la pobreMarilla va a tener bastante de qué ocuparse esteinvierno,nocabeduda.Ysinembargo,dadaslascircunstancias,noveoquelequedaramás remedio que hacerse cargo de ellos. Tendrá aAna para que leayude.Lamuchachaestácontentísima.Ytieneunciertodonparatratarniños,esoes.ParecequefueraayercuandoelpobreMatthewtrajoaAnaytodosserieronante la ideadeMarillay lacrianzadeunaniña.Yahorahaadoptadomellizos.Unonuncaacabadesorprenderse.

El gordo poni cruzó el puente delValle de Lynde y entró al sendero de«Tejas Verdes». La cara deMarilla no eramuy alegre. Desde East GraftonllevabarecorridosquincekilómetrosyDavyKeithparecíaposeídoporelbailede San Vito. El hacerle sentar quieto escapaba a las fuerzas de Manila ydurante todo el camino había estado con el temor constante de que cayeradetrásdelcocheyserompieraelcuelloofueraapararalaspatastraserasdelponi. Finalmente, le amenazó con azotarle tan pronto llegara a casa. EnseguidaDavy se sentó en su regazo, haciendo caso omiso de los ruidos, leechósusbrazosregordetesalcuelloylediounabrazodeoso.

—No creo que lo diga de veras —dijo besándole afectuosamente laarrugadamejilla—.Nopareceunaseñoracapazdeazotaraunniñonadamásque porque no se queda quieto. Cuando era como yo ¿no le resultabamuydifícilestarsequieta?

—No,siempremequedabaquietacuandomeloordenaban—dijoMarilla,hablandosecamenteaunquesentíaablandárseleelcorazónantelasimpulsivascariciasdeDavy.

—Bueno,creoqueesofueporqueeranena—respondióelniño,volviendoa su lugar después de otro abrazo—. Alguna vez fue una niña, supongo,aunqueseamuydivertidopensarlo.Dorasepuedesentarquieta…peroamíno me parece divertido. Me parece muy tonto ser niña. Dora, te voy adespertarunpoco.

ElmétodoempleadoporDavyeraapoderarsedelosrizosdeDoraydarles

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untirón.Doralanzóunchillidoysepusoallorar.

—¿Cómo puedes ser tan malo cuando tu pobre madre acaba de serenterrada?—dijoMarillatristemente.

—Pero a ella le gustó morirse—dijo Davy confidencialmente—. Lo séporquemelodijo.Estaba terriblementecansadadeestarenferma.Hablamosmucholanocheantesdequemuriera.MecontóquemeibaallevarconDoraduranteelinviernoymepidióquefuerabueno.Voyaserbueno,pero¿nosepuede ser tan buenomoviéndose como estando quieto?Y dijo que tambiéndebíaserbuenoconDorayprotegerlayasílovoyahacer.

—¿Llamasserbuenoatirarledelpelo?

—Bueno,novoyadejarquenadiemáslohaga—dijoDavy,cerrandoelpuño y frunciendo el ceño—. Lloró porque es una nena.Me alegro de serhombre, pero no de ser mellizo. Cuando la hermana de Jimmy Sprott lecontradice,élledice:«Soymayorquetú,porlotantosémás»yesolahacecallar.PeronolepuedodeciresoaDorayseempeñaenpensardistintodemí.¿Mepuededejarguiarelcocheunrato,yaquesoyhombre?

Marillaera lamujermásagradecidacuandoentróensucampo,donde lanoche otoñal danzaba entre las amarillentas hojas. Ana estaba en la puerta,listaparabajar a losmellizos.Dora se sometió con calmaaque labesaran,pero Davy respondió a la bienvenida de Ana con uno de esos cariñososabrazosyelalegreanunciode:«YosoyelseñorDavyKeith».

Durante lacena,Dorasecomportócomounaseñorita,pero laactituddeDavydejómuchoquedesear.

—Tengotantahambrequenomedejatiempoparacomercorrectamente—dijocuandoMarillaloreprendió—.Doranotienenilamitaddehambrequeyo.Miretodoelejercicioquehiceparaveniraquí.Esatortaeslomejordelomejor.Hacíamuchísimotiempoquenocomíamostortaencasa,porquemamáestaba demasiado enferma para hacerla y la señora Sprott decía que ya erademasiadohacernoselpan.YlaseñoraWigginsnuncalesponeciruelasasustortas.¿Puedoservirmeotrotrozo?

Marilla hubiera dicho que no, pero Ana cortó un generoso pedazo. Sinembargo,recordóaDavyquedebíadecir«gracias».Éstehizounamuecaylediounbuenmordisco.Cuandohuboterminadoconsutrozo,dijo:

—Simedieraotrotrozo,ledaríalasgraciasporél.

—No,yahascomidobastante torta—respondióMarilla, enun tonoqueAnaconocíayqueDavyllegaríaaconocerenelfuturocomodefinitivo.

DavyguiñóelojoaAnaeinclinándosedeprontosobrelamesa,lequitóaDorasutrozodetorta,alcuallaniñahabíadadosólounpequeñobocadoy,

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abriendocuantopudo laboca, semetióel trozo íntegro.Los labiosdeDoratemblaron y Marilla quedó muda de horror. Ana exclamó, con su tono«magistral»:

—¡Oh,Davy!,loscaballerosnohacencosasasí.

—Ya lo sé—dijo el niño tan pronto pudo hablar—; pero yo no soy uncaballero.

—¿Peronoloquieresser?—dijolasorprendidaAna.

—Claroquesí.Perounonoesuncaballerohastaqueesmayor.

—Ya lo creo que sí—se apresuró a decirAna, creyendo ver una buenaoportunidadparasembrarparaelfuturo—.Sepuedeempezarasercaballerocuandoseespequeño.Yloscaballerosnuncaarrebatancosasalaschicas,niseolvidandedarlasgracias,nitirandeloscabellos.

—Entonces no se divierten mucho —dijo Davy con franqueza—.Sospechoqueesperaréacrecer,antesdeserlo.

Marilla, con aire resignado, había cortado otro trozo para Dora. No sesentíacapazde lidiaraDavyenaquellosmomentos.Habíasidoundíaduropara ella, con el funeral y el largoviaje.En aquelmomento contemplaba elfuturoconunpesimismodignodeElizaAndrews.

Losmellizosnoseparecíanmucho,aunqueamboseranrubios.Dorateníalargos y suaves rizos, siempre arreglados. Davy poseía unos indomablescabellosrubios.LosojoscastañosdeDoraeransuavesydulces;losdeDavy,tan inquietos como los de un trasgo. La nariz de Dora era recta; la de suhermano, positivamente chata.La boca deDora era «fruncida»; la deDavy,todasonrisasy,además,teníaunhoyueloenunasolamejilla, loqueledabaunaspectocómicocuandoreía.Alegríaytravesurasdanzabanenlosrinconesdesuboca.

—Serámejor queos acostéis—dijoMarilla, quepensabaque ésa era lamejor forma de deshacerse de ellos—. Dora dormirá conmigo y tú puedesponeraDavyenlabuhardilladeloeste.¿Túnotienesmiedodedormirsolo,Davy?

—No,peronopiensoiradormirhastadentrodeunrato.

—Oh,yalocreoquesí.

EsofuecuantodijolasufridaMarilla,peroensutonohabíaalgoquehizocallaralmismoDavy.ElpequeñosubióobedienteconAna.

—Cuando sea grande, lo primero que haré será estar levantado toda lanocheparaverquéocurre—ledijoentonoconfidencial.

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En los años que siguieron, Marilla no pudo pensar en aquella primerasemanadelaestanciadelosmellizossinecharseatemblar.Enrealidad,nofuepeorquelasquesiguieron,peroleparecióasíenrazóndelanovedad.Apenashabía un momento del día en que Davy no estuviera portándose mal oplaneandohacerlo,perosuprimerahazañanotableocurriódosdíasdespuésdesullegada,undomingoporlamañana,undíahermosoycálido,comosifuerade septiembre.Ana levistiópara ir a la iglesiamientrasMarilla arreglabaaDora.Davyalcomienzoprotestóenérgicamenteportenerquelavarselacara.

—Marillalalavóayer,ylaseñoraWigginsmefregóconjabónduroeldíadel funeral. Es bastante para una semana. No veo la ventaja de estar tanlimpio.Esmuchísimomáscómodoestarsucio.

—PaulIrvingselavalacaratodoslosdíasporsupropiavoluntad—dijoAnaastutamente.

Davyvivía en «TejasVerdes» desde hacía pocomás de cuarenta y ochohoras,peroyaadorabaaAna;yodiabaaPaulIrvingdesdequeoyeraaAnaalabarleconentusiasmoaldíasiguientedesullegada.SiPaulIrvingselavabatodos los días, eso arreglaba el asunto. Él, Davy Keith, lo haría también,aunquesemuriera.Lamismaconsideraciónlohizosometersemansamenteaotrosdetallesdelarreglopersonaly,cuandotodohuboterminado,parecíaunchico guapo. Ana casi sintió orgullo maternal cuando le condujo al viejobancodelosCuthbert.

Davysecomportóbastantebienalcomienzo,ocupadoenmirardereojoalospequeñosyendescubrircuáleraPaulIrving.LosdosprimeroshimnosyelprimerEvangeliopasaronsinnovedad.ElseñorAliansehallabapredicandocuandoseprodujolahecatombe.

LaurettaWhiteestabasentadadelantedeDavy,conlacabezaligeramenteinclinadayelcabelloquecaíaendoslargastrenzas,entrelascualesseveíalatentadoralíneadesublancocuello,rodeadodeencaje.Laurettaeraunaniñade ocho años, regordeta y de aspecto plácido, que se conducíairreprochablemente en la iglesia ya desde el primer día en que sumadre lallevó,cuandoteníasóloseismeses.

Davy echó mano a su faltriquera y extrajo… una oruga, peluda yserpenteante.Marillalevioyquisodetenerle,peroerademasiadotarde.DavyladejócaerenelcuellodeLauretta.

EnmitaddelsermóndelseñorAlianseoyeronunosgritosdesgarradores.Elministro se detuvo sorprendido y abrió los ojos. Todas las cabezas de lacongregación sealzaron.LaurettaWhitebailabaunaespeciededanzaen subanco,rascándosefrenéticamentelaespalda.

—¡Oh, mami…mamita…Oh… sácala… oh… sácala… oh… ese nene

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malomelapusoenelcuello…oh…mami…estácadavezmásabajo…oh…oh…!

La señora White se puso en pie y con cara rígida sacó a la histéricaLaurettadelaiglesia.SusgritosseperdieronenladistanciayelseñorAliancontinuóconelsermón.Perotodostuvieronlasensacióndequeaquellohabíafracasado. Por primera vez en su vida,Malilla no siguió el texto y Ana sesentóconlasmejillasarreboladasporlamortificación.

Cuandoregresaronacasa,MarillaacostóaDavyyleobligóaquedarseasítodoeldía.Nolediocomidaalguna,exceptotéconpanymantequilla.Anaselosirvióysesentótristementeasulado,mientrasélcomíaconaspectopocoarrepentido.PerolamiradadereprochedeAnaleturbaba.

—Supongo —dijo reflexivamente— que Paul Irving no hubiera dejadocaerunaorugaenelcuellodeunaniñaestandoenlaiglesia;¿noesasí?

—Desdeluegoqueno—dijoAna,tristemente.

—Bueno,entoncessientounpocohaberlohecho—concedióDavy—.Peroeraunabonitaoruga…lacogíenlosescalonesdelacapillacuandoentramos.Medabapenaqueseperdiera.Dime,¿noeradivertidooírgritaraesanena?

LaSociedaddeAyudasereunióelmartesporlatardeen«TejasVerdes».Ana se apresuró a regresar a casa desde la escuela, pues sabía queMarillanecesitaríacuantaayudapudieradarle.Dora,pulcraycorrecta,consuvestidoblanco bien almidonado y una faja negra, estaba sentada en la sala con losmiembros de la Sociedad; respondía formalmente cuando le hablaban, y sequedabacalladacuandono,yentodomomentosecomportabacomounaniñamodelo.Davy,horriblementesucio,estabaenelestablojugandoconbarro.

—Ledijequepodíahacerlo—dijoMarilla apesadumbrada—.Penséqueasínoharíaalgopeor.Deesaformasóloseensucia.Terminaremosdetomareltéantesdellamarleparaquetomeelsuyo.Dorapuedeestarconnosotras,pero jamásmeatreveríaadejarsentara lamesaaDavycon todaestagenteaquí.

Cuando Ana fue a avisar a los invitados que el té estaba preparado, nohalló a Dora en la sala. La señora de Jasper Bell dijo que Davy la habíallamadodesde lapuerta.UnarápidaconsultaconMarillaen ladespensadiocomo resultado la decisión de hacer tomar el té juntos,más tarde, a ambosniños.

El té estaba casi concluido cuando el comedor fue invadido por unadesesperada figura.MarillayAnamiraroncondesmayoy lasvisitantesconsorpresa.¿PodríaesoserDora,esacosaindescriptibleyllorosaconunvestidoempapadoygoteanteyunoscabellosdesdelosquecaíaelaguasobrelanueva

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alfombradeMarilla?

—Dora,¿quétehaocurrido?—gritóAna,echandounamiradaculpableala señorade JasperBell, dequien sedecíaque su familia era laúnicaenelmundoalaquenuncaocurríanaccidentes.

—Davymehizocaminarporlacercadelapocilga—lloriqueóDora—.Yonoquería,peroélmellamómiedosaymecaíenlapocilgaysemeensucióelvestidoyelcerdosemeechóencima.Mivestidoestabahorrible,peroDavydijoquesimeponíabajolabomba,elaguamelimpiaríayyomepuseallíyélbombeó,peroelvestidonoestálimpioymifajaymiszapatosestánechadosaperder.

Anahizosolaloshonoresdelamesa,mientrasMarillavestíanuevamenteaDora con sus antiguas ropas. Davy fue atrapado y enviado a la cama sincenar.Anafueasuhabitaciónalcaerlatardeylehablóseriamente.Ésteeraunmétodoquelemerecíamuchafe,aunquenojustificadoporcompletoporlosresultados.Ledijoquesesentíamuyavergonzadaporsuconducta.

—También yo lo estoy ahora —admitió Davy—, pero lo malo es quesiempresientolascosasdespuésdehaberlashecho.Doranomeayudóajugarconelbarroporqueteníamiedodeensuciarseyesomehizoenfadar.Supongoque Paul Irving no hubiera hecho caminar a su hermana por la cerca de lapocilgasihubierasabidoquesecaería.

—No,nisiquieralohubierasoñado.Paulesunperfectocaballerito.

Davycerrófuertementelosojosypareciópensarlounrato.EntoncesechósusbrazosalcuellodeAna,hundiendosucaritaarreboladaenelhombrodelamuchacha.

—Ana,¿nomequieresunpoquito,aunquenoseatanbuenocomoPaul?

—Sí—dijoAnasinceramente.LeeraimposiblenoquereraDavy—.Perotequerríamássinofuesestanmalo.

—Yo… yo hice algo más hoy—siguió Davy en voz baja—. Ahora losiento,perotengomuchísimomiedodedecírtelo.¿Noteenfadarásmucho?¿YnoselodirásaMarilla?

—Nosé,Davy,quizádebadecírselo.Perocreoquepuedoprometertenohacerlositúmedastupalabradequenuncalovolverásahacer.

—No,noloharémás.Decualquiermanera,noesprobablequeencuentreotroesteaño.Éstelohalléenlosescalonesdelsótano.

—Davy,¿quéesloquehashecho?

—PuseunsapoenlacamadeMarilla.Puedesirysacarlosiquieres.Perodime,Ana,¿noseríagraciosodejarloallí?

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—¡DavyKeith!—Anaseescapódeentrelosbrazosdelniñoyatravesóelvestíbulo corriendo rumbo al dormitorio deMarilla. La cama se encontrabaligeramente arrugada. Retiró las sábanas rápidamente y apareció el sapoobservándolaparpadeante,debajodeunaalmohada.

—¿Cómo haré para sacar este horrible bicho? —murmuró Ana con unestremecimiento.Pensóen lapalapara la leñay sedeslizó abajo abuscarlamientras Marilla estaba ocupada en la despensa. Ana tuvo bastantesinconvenientes en su tarea de transportar el sapo escaleras abajo, pues éstesaltófueradelapalatresvecesyunadeellasAnapensóquelohabíaperdidoen el vestíbulo. Por fin, cuando lo depositó en la huerta, exhaló un largosuspirodealivio.

—SiMarillalosupiera,nuncaensuvidavolveríaametersetranquilaenlacama.Estoymuycontentadequeesepecadorsehayaarrepentidoa tiempo.Ahí está Diana haciéndome señas desde su ventana. Me alegro. Sientoverdadera necesidad de un poco de diversión, pues con Anthony Pye en laescuelayDavyKeithencasa,misnerviosyahansufridotodoloquepuedensoportarenundía.

CAPÍTULONUEVE

Unacuestióndecolor

—Esa vieja chismosa de Rachel Lynde estuvo hoy otra vez aquíimportunándomeparaquecontribuyeraparacomprarunaalfombranuevaparala sacristía —dijo el señor Harrison airadamente—. Es la mujer que másdetesto de todas las que conozco. Puede condensar en sus palabras todo unsermón,texto,comentarioyaplicación,yarrojarlocomounladrillo.

Ana, que estaba sentada sobre el borde de la galería disfrutando delencanto del suave viento del oeste que soplaba a través del campo reciénarado,enelgrisatardecerdenoviembre,silbandounaexquisitamelodíaentrelosenroscadosabetosdetrásdeljardín,volviósurostrosoñador.

—La dificultad está en que usted y la señora Lynde no se entienden—explicó—.Éseeselerrordesiemprecuandodospersonasnosegustan.Amítampocome gustó la señora Lynde al principio; pero en cuanto comencé acomprenderla,aprendí.

—LaseñoraLyndepuedeserdelgustodealgunasgentes,peroyonoibaaseguir comiendo bananas porque me dijeran que iba a aprender a que megustaransilohacía—gruñóelseñorHarrison—.Yencuantoacomprenderla,entiendoqueesunaentrometidaconsumada,yasíselodije.

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—Oh,esodebehaberheridomuchosussentimientos—dijoAnaentonode reproche—. ¿Cómo pudo decir algo semejante?Yo le dije algunas cosasterriblesalaseñoraLyndehacemuchotiempo,perofueporquemeencontrabafuerademiscasillas.Nopodríahaberlasdichodeliberadamente.

—Eralaverdad,yyosiempreladigoaquienquieraquesea.

—Peroustednodicetodalaverdad—objetóAna—.Sóloexpresalapartedesagradabledeella.Porejemplo,ustedmehadichounadocenadevecesquemicabelloesrojo,peronuncahadichoquetengounabonitanariz.

—Meatreveríaaafirmarqueesoyalosabesinnecesidadqueselodiga—rioelseñorHarrison.

—También sé que tengo cabello colorado… aunque está mucho másoscuroqueantes…demodoque tampocohaynecesidaddequemeloesténdiciendo.

—Bueno, bueno, trataré de no volver a mencionarlo, ya que es tansensible.Debeperdonarme,Ana.Headquiridolacostumbredeserfrancoylagentenodebehacermecaso.

—Peroesquenosepuededejardetenerencuenta.Ynoayudaennadaelhechodequeseaunhábito.¿Quépensaríausteddeunapersonaqueanduvierapinchandoa lagenteconagujasyalfileresydiciendo«Perdóneme,nohagacaso… es simplemente una costumbre mía», creería que está loco, ¿no escierto?YencuantoaquelaseñoraLyndeesunaentrometida,puedequesí.¿Pero lehadichoustedque tieneungrancorazón,que siempreayudaa lospobres y que nunca dice una palabra cuando Timothy Cortón le roba unaescudilla demanteca y le dice a su esposa que la ha comprado? La señoraCortónprotestólaprimeravezqueseencontrarondiciendoquesabíaanabosy la señoraLynde sólo le dijo que lamentabamucho que hubiera salido tanmala.

—Supongoquetienealgunascualidades—concedióelseñorHarrisondemalagana—.Lamayoríadelaspersonaslastienen.Hastayomismo,aunquenoloparezca.Perodecualquiermodo,novoyadarnadaparalaalfombra.Meparecequeaquílagenteestásiemprepidiendodinero.¿Quétalvasuproyectodepintareledificio?

—Estupendamente.Tuvimosuna reuniónde laS.F.A. el viernespor lanoche y nos encontramos con que tenemos suficiente dinero para pintar eledificio y también para retejar el techo. La mayoría de las personascontribuyerongenerosamente,señorHarrison.

Anaeraunachicamuydulceperosabíaserirónicacuandolorequeríalaocasión.

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—¿Dequécolorvanapintarlo?

—Noshemosdecididoporunverdemuybonito.Claroestáqueel techoserárojooscuro.ElseñorRogerPyevaatraerhoylapinturadelaciudad.

—¿Quiénhaceeltrabajo?

—El señor JoshuaPye,deCarmody.Yacasi ha concluido con el tejado.Tuvimosquedarleaéleltrabajo,porquetodoslosPye…yustedsabequesoncuatro familias… dijeron que no darían ni un centavo a menos que seencargara a Joshua la tarea. Habían reunido doce dólares entre todos y nospareció que era demasiado dinero para perderlo, aunque algunas personascreenquenodebimoshaber cedido ante losPye.La señoraLyndedicequetratandemanejarlotodo.

—LaprincipalcuestiónessiesteJoshuahacebienel trabajo.Si lohace,notieneimportanciaaquéfamiliapertenece.

—Tiene buena reputación como trabajador, aunque dicen que es unhombremuypeculiar.Apenashabla.

—Entoncesesmuypeculiar—dijoelseñorHarrisonsecamente—.Oporlomenoslasgentesdeaquílollamaránasí.YonuncatuvemuchodecharlatánhastaquevineaAvonlea,yentoncestuvequecomenzarahablarendefensapropiao la señoraLyndehubieradichoque eramudoyhabría iniciadounasuscripciónparaenseñarmeahablarporseñas.¿Yaseva,Ana?

—Debohacerlo.Tengoque remendaralgoparaDoraesta tarde.AdemásDavyprobablementeestéenloqueciendoaMarillaconalgunanuevatravesura.Estamañanaloprimeroquedijofue:«¿Adóndevalaoscuridad,Ana?Quierosaberlo». Le dije que iba dando la vuelta por la otra parte delmundo, perodespués del desayuno declaró que no era así… que se metía en el pozo.Marilladicequehoyloencontrócuatrovecescolgadodelbrocaltratandodealcanzarlaoscuridad.

—Es un diablillo—declaró el señorHarrison—.Ayer vino hasta aquí yarrancó seis plumas de la cola de Ginger antes de que yo pudiera salir delestablo. El pobre bicho ha quedado atontado desde entonces. Esos chicosdebenserunterribleproblemaparaustedes.

—Todoloquevalelapenatenerdaalgúntrabajo—dijoAna,resolviendosecretamente perdonar aDavy su próxima travesura, fuera lo que fuera, porhaberlavengadodeGinger.

ElseñorRogerPyellevólapinturaparaesamismanocheyJoshuaPye,unhombrerudoytaciturno,comenzóapintaraldíasiguiente.Nofuemolestadoensutarea.Eledificioestabasituadoenloquellamaban«elcaminobajo».Afinesdeotoño,estecaminoestabasiemprehúmedoyllenodebarroylagente

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iba a Carmody por el camino «alto». El edificio se encontraba tanestrechamente rodeadode bosques de pinos que resultaba invisible amenosqueseestuvieramuycerca.ElseñorJoshuaPyepintóenmediodelasoledadeindependenciatangratasasuinsociablecorazón.

Elviernespor la tarde terminóel trabajoyse fueasucasaenCarmody.PocodespuésdesupartidalaseñoraRachelLyndedesafióelbarrodelcaminoy,llevadaporlacuriosidad,fueaverquéparecíaeledificioconnuevapintura.Cuandodoblólacurvadelosabetoslovio.

Y lo que vio afectó a la señora Lynde singularmente. Soltó las riendas,juntólasmanosyexclamó,mirandocomosinocreyeraasuspropiosojos:

—¡Providenciabendita!

Luegoseechóareírcasihistéricamente.

—Debehaber algúnerror… tienequehaberlo.Yo sabíaqueesosPye seharíanunlío.

LaseñoraLyndevolvióasucasaycontóacuantaspersonasencontróporel camino lo acontecido con el edificio. La noticia se extendió como lapólvora.GilbertBlythe,quesehallabaensucasaestudiando,looyódelabiosde un empleado de su padre y corrió sin respiro hasta «Tejas Verdes»encontrándose en el camino con FredWright.Hallaron aDianaBarry, JaneAndrews yAna Shirley, que eran la desgracia personificada, en el patio de«TejasVerdes»bajolosgrandessaucessinhojas.

—Seguroquenoesverdad,Ana—exclamóGilbert.

—Es verdad—respondióAna, que parecía lamusa de la tragedia—.LaseñoraLyndevinoadecírmeloderegresodeCarmody.¡Oh,essimplementehorrible!Dequévalepreocuparsepormejoraralgo.

—¿Qué es lo horrible? —preguntó Oliver Sloane que llegaba en esemomentoconunacajadecartónquetraíadelaciudadparaMarilla.

—¿No te has enterado? —dijo Jane coléricamente—. Bueno, puessimplementeesto: JoshuaPyehapintadonuestroedificiodeazul,envezdeverde…unazulbrillantedeltonoqueseusaparapintarcarrosycarretillas.YlaseñoraLyndedicequeeselcolormásespantosoquepuedaimaginarseparaun edificio, especialmente, combinado con techo rojo. Cuando lo oí, mepodríanhaberderribadoconunapluma.Esdesesperante,despuésdetodoslosinconvenientesquetuvimos.

—¿Cómodiablospudohabersucedidoalgosemejante?—gimióDiana.

LaculpadeesteimperdonabledesastrefinalmentecayósobrelosPye.Los«fomentadores» habían decidido usar pinturasMorton-Harris y los botes de

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esta pintura estaban numerados de acuerdo a los colores delmuestrario.Uncomprador elegía el tono en el muestrario y lo encargaba según el númerocorrespondiente.El147eraelquecorrespondíaalverdedeseadoycuandoelseñor Roger Pye les mandó decir a los «fomentadores» con su hijo JohnAndrewque ibaa laciudadyque les traería lapintura, éstos ledijeronquequeríanel147.JohnAndrewsiemprelonegó,peroelseñorRogerPyedeclarófirmementequesuhijolehabíadicho157;deahíelerror.

AquellanochereinólaconsternaciónenlascasasdeAvonleadondevivíaalgún«fomentador».Latristezaen«TejasVerdes»eratanintensaqueinclusososegóaDavy.Anallorabasinconsuelo.

—Debo llorar,auncuandocasi tengadiecisieteaños,Marilla—gimió—.Estanmortificante.Yeseltoquededifuntosparanuestrasociedad.Seremoselhazmerreírdetodoelpueblo.

Sinembargo,enlavida,comoenlossueños,lascosasamenudosucedenal contrario. La gente de Avonlea no se rio; se enfadó muchísimo. Habíanpuesto su dinero para pintar el edificio y consecuentemente se sentíanterriblementeagraviadosporelerror.LaindignaciónpopularsecentralizóenlosPye.RogerPyeyJohnAndrewhabíanestropeadoelasuntoentrelosdos;yencuantoaJoshuaPye,debíasertontodenacimientoparanosospecharquehabíaalgúnerrorcuandoabriólaslatasyvioelcolordelapintura.Anteestascríticas,JoshuaPyereplicóqueelgustodeAvonleaencuantoacoloresnoeraasunto suyo, cualquiera fuera su opinión al respecto; que él había sidocontratadoparapintar,noparadiscutirsobreelcolor,yqueestabadecididoacobrar por su trabajo. Los «fomentadores» le pagaron con amargura en elcorazóndespués de haber consultado al señorPeterSloane, que era juez dePaz.

—Tendránquepagarle—lesdijoPeter—.Nopuedenhacerloresponsableporelerrordesdeelmomentoenqueélsostienequenuncaseledijodequécoloreralapinturasinoqueleentregaronlosbotesyseleencomendólatarea.Peroesunaterriblevergüenzayeseedificiorealmenteestáespantoso.

Los desgraciados «fomentadores» pensaban que la gente de Avonleatendríamás prejuicios que nunca en su contra, pero en cambio, la simpatíapública se volcó en su favor. La gente pensó en el vehemente y entusiastagrupo que había trabajado tan duro por llevar a cabo un proyecto tan malterminado.La señoraLynde les dijoque siguieran adelanteydemostraran alosPyequerealmentehabíagenteenelmundoquepodíahacerlascosassinequivocarse. El señorMajor Spencer lesmandó decir que sacaría todos lostroncos que había a lo largo del camino frente a su granja y lo cubriría decésped,asuspropiasexpensas.YlaseñoradeHiramSloanefueundíaa laescuela y llamó a Ana misteriosamente al vestíbulo, para decirle que si la

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«sociedad» quería plantar geranios en el cruce de los caminos para laprimavera,nodebíanpreocuparseporsuvaca,puesellaseencargaríadequeelvagabundoanimalsemantuvieradentrodeloslímitesconvenientes.HastaelseñorHarrisonrioenprivadosiesqueaesose lepodía llamarrisa,peroaparentementeeratodosimpatía.

—Noimporta,Ana;lamayoríadelaspinturasseponencadavezmásfeas,pero ese azul es tan feo desde el principio, que puede que se pongamejorcuandosedecoloreconeltiempo.Yeltechoestámuybienretejadoypintado.Ahora, la gente podrá sentarse en el salón cuando llueva sin temor a lasgoteras.Decualquiermodo,habéisconseguidomuchísimo.

—Pero el edificio azul de Avonlea será objeto de burlas en todos lospueblosvecinosdeahoraenadelante—dijoAnaamargamente.

Ydebeconfesarsequeasífue.

CAPÍTULODIEZ

Davybuscasensaciones

Mientrasregresabaacasacaminandodesdelaescuela,atravésdelCaminode losAbedules,Anasesentíaconvencidadeque lavidaeramuyhermosa.Aqueldíahabíasidobueno;todohabíatranscurridobienensupequeñoreino.St.ClairDonnellnosehabíapeleadoconningunodelosotrosmuchachosacausade sunombre; lacaradePrillieRogersonsehallaba tanhinchadaporculpa del dolor de muelas, que no trató de coquetear ni una vez con susvecinos.BarbaraShawsólotuvounaccidente:derramóelaguasobreelpiso;yAnthonyPyenoasistióaclase.

—¡Qué hermoso ha sido estemes de noviembre!—dijoAna, que no sehabíalibradodeltododesuinfantilcostumbredehablarsola—.Noviembreesgeneralmenteunmes tandesagradable;escomosielañosedieracuentadeimproviso de que se está volviendo viejo y se pusiera a llorar. Este añoenvejeciógrácilmente,igualqueunaaugustaancianaquesabequepuedeserencantadora a pesar de sus cabellos grises y de sus arrugas. Hemos tenidohermosos días y deliciosos crepúsculos. Estos últimos quince días han sidomuypacíficosyhastaDavysehaportadocasibien.Creoqueestáprogresandomucho.Qué tranquilos estánhoy losbosques…sinunmurmullo excepto elsusurrardel viento entre las copas.Parece como resaca enunaplaya lejana.¡Qué bellos son los bosques! ¡Hermosos árboles, os amo a cada uno devosotroscomosifueraisunamigo!

Anasedetuvoparaabrazarunabedulybesarsucorteza.Diana,quelavio

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aldarlavueltaalsendero,rio.

—Ana Shirley, tú pretendes hacernos creer que has crecido. Creo quecuandoestássolaerestaninfantilcomoantes.

—Bueno,unonopuedelibrarsedeimprovisodelacostumbredeserniña—dijoAnaalegre—.Hesidoniñadurantecatorceañosyllevoapenastresdepersonamayor.Creoquesiempremesentiréniñaenlosbosques.Estospaseosacasadesdeelcolegiosoncasielúnicomomentoparasoñar,exceptuandoesamedia hora más o menos antes de dormir. Estoy tan atareada enseñando,estudiandoyayudandoaMarillaconlosmellizos,quenotengootromomentoparalaimaginación.Túnosabesquéespléndidasaventurastengoduranteunratodespuésdeacostarme,cadanoche.Siempreimaginoquesoyalguienmuybrillante,espléndidoytriunfador…unagranprimadonnaounaenfermeradela Cruz Roja, o una reina. Anoche fui una reina. Se puede tener toda ladiversiónsinlosrespectivosinconvenientesysepuededejardeserunareinacuandosedesea,cosaquenoocurreenlavidareal.Peroaquí,enlosbosques,prefieroimaginarcosasbastantedistintas.Soyunadríadaqueviveenunviejopinoounpequeñoduendedelbosquequeseocultabajounahojaarrugada.Eseabedulquemevistebesaresunahermanamía.Laúnicadiferenciaesqueellaesunárbolyyounserhumano,peroladesigualdadnoesmuygrande.¿Adóndeibas,Diana?

—A casa de losDickson. Prometí aAlberta que la ayudaría a cortar sunuevo vestido. ¿Puedes ir allímás tarde y acompañarme de regreso a casa,Ana?

—Puedo… ya que Fred Wright no está en el pueblo —dijo Ana, conexpresióninocente.

Diana enrojeció,movió la cabeza y semarchó. Sin embargo, no parecíaofendida.

AnateníalaintencióndeiracasadelosDicksonaquellanoche,peronofue.Cuando llegóa«TejasVerdes» se encontró conunestadode cosasquedesvaneció de su mente cualquier otro pensamiento. Marilla, con los ojosfueradelasórbitas,laesperabaenelpatio.

—¡Ana,Dorasehaperdido!

—¡Dora! ¡Perdida!—AnamiróaDavyquemovíaelportónydescubriódiversiónensusojos—.Davy,¿sabestúdóndeestá?

—No,nolosé—respondióelniñotercamente—.Nolahevistodesdelahoradelalmuerzo,telojuro.

—Heestadofueradesdelauna—dijoMarilla—.ThomasLyndesepusoenfermodeimprovisoyRachelmemandóbuscar.Cuandomefui,Doraestaba

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jugando con sumuñeca en la cocina yDavy andaba en el establo, entre elbarro. Hace apenas media hora que he regresado y no se ve a Dora porningunaparte.Davydicequenolahavistodesdequemefui.

—Asíes—aseguróéstefirmemente.

—Debeandarporalgunaparte—dijoAna—.Nuncaseiríasolamuylejos;yasabelotímidaquees.Quizásestédurmiendoenunadelashabitaciones.

Marillanegóconlacabeza.

—Herecorridotodalacasa.Peropuedequeestéenalgunodelosedificios.

Llevaronacabouncuidadosoregistro.Cadarincóndelacasa,delcampoyde los edificios auxiliares fue revisado por aquellas dos aturdidas criaturas.AnarecorrióloshuertosyelBosqueEmbrujado,gritandoelnombredeDora.Marilla cogió una vela y exploró el sótano. Davy las acompañó por turno,sugiriendomultituddelugaresdondepudieraestar.Finalmente,sevolvieronaencontrarenelpatio.

—Esdelomásmisterioso—gimióMarilla.

—¿Dóndepuedeestar?—dijoAnadesesperada.

—Quizásecayóalpozo—sugirióDavyalegremente.

AnayMarillasemiraronasustadas.Esepensamientoleshabíaperseguidodurantetodalabúsqueda,peronoseatrevieronadecirlo.

—Puedequesí—murmuróMarilla.

Ana,sintiéndoseapuntodedesmayar,fuealbrocalymiró.Elbaldeestabadentro, en su repisa. Abajo, lejos, brillaba el agua quieta. El pozo de losCuthbert era el más profundo de Avonlea. Si Dora… pero Ana no podíaenfrentarsealaidea.Seestremecióyvolvió.

—VeabuscaralseñorHarrison—dijoMarillaretorciéndoselasmanos.

—El señor Harrison y John Henry no están. Han ido a la ciudad. Iré abuscaralseñorBarry.

ElseñorBarryllegóconunalargacuerdaqueteníaensuextremoalgoasícomounagarrametálica,quefueraensustiemposunahorquillaparahierba.MarillayAnamiraban,muertasdemiedo,mientraselseñorBarryrastreabaelpozoyDavy, ahorcajadas sobre lapuerta,observabaelgrupoconunacaraqueindicabaunagrandiversión.

Finalmente,elseñorBarrysacudiólacabezaconairealiviado.

—Nopuedeestaraquí.Sinembargo,esmuycuriosodóndepuedehaberseido. Venga aquí, joven, ¿está seguro de no tener idea de dónde está su

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hermana?

—Lehedichounadocenadevecesqueno—dijoDavyconaireofendido—.Quizáunmendigovinoylarobó.

—Tonterías—dijoMarillasecamente,aliviadadelterribletemordelpozo—.Ana, ¿crees que se pudoquedar en lo del señorHarrison?Noha hechomásquehablardelacotorradesdequelallevasteaverla.

—NopuedocreerqueDoraseaventureair tanlejosellasola,peroiréaver.

Nadie miraba en ese momento a Davy, pues de lo contrario hubieranpercibidouncambiodecisivoensucara.Bajómuycalladamentedelapuertaycorrió,contodalarapidezquelepermitíansusgordaspiernas,alestablo.

Anacruzóapresuradamenteelcampoendireccióna lacasadeHarrison,sinmuchasesperanzas.Lacasaestabacerradaconllave,laspersianasechadasynohabíasignodevidaenellugar.SedetuvoenlagaleríayllamóaDora.

Ginger, en la cocina, chilló y juró con fiereza repentina, pero entre suschillidos,AnaoyóunquejumbrosogritodesdeelpequeñocobertizodelpatioqueservíadedepósitodeherramientasalseñorHarrison.Anacorrióhastalapuerta, la abrió y halló a una desgraciada mortal con cara llorosa sentadadesamparadamenteencimadeunpuñadodeclavos.

—¡Oh, Dora, Dora, qué susto nos has dado! ¿Cómo has venido a pararaquí?

—DavyyyovinimosaveraGinger—sollozóDora—,peronolepudimosver;Davysólolahizojurargolpeandolapuerta.Entoncesmetrajoaquí,saliócorriendo y cerró la puerta y yo no pude salir. Lloré y lloré; tenía muchomiedo,yahoratengohambreyfrío;creíquenuncavendrías,Ana.

—¿Davy?—PeroAnanopudodecirnadamás.LlevóaDoraacasaconelcorazóndolorido.Sualegríaal encontrara laniña sanay salva fueahogadaporeldoloranteel comportamientodeDavy.LahazañadeencerraraDorapodíaserperdonadaconfacilidad.PeroDavyhabíamentido…asangrefría.ÉsaeralatristerealidadyAnanopodíacerrarlosojosanteella.Sehubierapuestoa llorardedesilusión.Había llegadoaquerermuchoalniño…nuncahastaahorahabía sabidocuánto…y lahería terriblementedescubrirqueeraculpabledeunamentiradeliberada.

MarillaescuchóelrelatoenunsilencioquenopresagiabanadabuenoparaDavy. El señor Barry se rio y dijo que el pequeño debía ser tratado sincontemplaciones.Cuandoaquélsehubomarchado,AnaconsolóyarropóalallorosaytemblequeanteDora,lediolacenaylaacostó.Entoncesregresóalacocina,justocuandoMarillaentrabaceñuda,trayendoatironesalrenuentey

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sucioDavy,aquienencontraraescondidoenelmásoscurorincóndelestablo.Lepusosobreelfelpudoenmediodelsueloyfueasentarsejuntoalaventanadel este.Anaestaba sentada juntoa laventanadeloeste.Yentreambas,depie, el reo. Su espalda daba a Marilla y era una espalda asustada, mansa,sumisa.PerosucaraestabavueltahaciaAnay,aunqueavergonzada,enellabrillabaunalucecitadecamaradería,comosisupieraquesehabíaportadomalyqueseríacastigadoporello,perocontabaconAnaparareírsedetodomástarde.

Pero en los ojos grises de Ana no halló ni siquiera la sombra de unasonrisa,comohabíaocurridoenotrasocasiones.Ahorahabíaalgomás…algofeoyrepulsivo.

—¿Cómotepuedesportarasí,Davy?—preguntótristemente.

Davyseagitóincómodo.

—Lohicenadamásquepordivertirme.Todohaestadotanterriblementetranquiloporaquí,quecreíqueseríadivertidodarunbuensusto;ylofue.

Apesardeltemorydelremordimiento,Davyserioanteelrecuerdo.

—Perodijisteunamentira,Davy—continuóAna,mástristequenunca.

Davyparecióperplejo.

—¿Quéesunamentira?¿Quieredeciruncamelo?

—Quieredeciralgoquenoesverdad.

—Desde luego que lo hice—dijo Davy francamente—.De lo contrarioustedesnosehubieranasustado.Teníaquedecirla.

Anasentíasureacciónanteeltemorylaansiedad.Laimpertinenteactitudde Davy fue la gota que hizo desbordar el vaso. Dos grandes lágrimasaparecieronensusojos.

—¡Oh,Davy!,¿cómopudistehacerlo?—dijounavoztemblorosa—.¿Nosabeselmalquehashecho?

Davyestabaestupefacto.¡Analloraba!¡HabíahecholloraraAna!Unaoladeverdaderoremordimientoazotósucorazoncito.CorrióhaciaAna,saltóasufalda,leechólosbrazosalcuelloyrompióallorar.

—No sabía que era malo decir camelos —sollozó—. ¿Cómo podíasesperarquelosupiera?TodosloshijosdelseñorSprottdecíancameloscadadía y eran capaces de jurarlo. SupongoquePaul Irvingnunca los dice y hetratadocontodasmisganasdesertanbuenocomoél,peroahorasupongoquenuncame volverás a querer. Pero creo que pudiste decirme que estabamal.Lamentoterriblementehabertehechollorar,Ana,ynuncavolveréadecirun

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camelo.

Davy hundió su cara en el hombro deAna y lloró a gritos. Ésta, en unrepentino relámpago de comprensión, le apretó contra sí y miró a Malillasobresurizadacabecita.

—Élnosabíaqueestabamalcontarmentiras,Marilla.Creoquedebemosperdonarleporestavez,sinosprometequenuncavolveráadecircosasquenoseanverdad.Ynodigas«camelos»,Davy,di«mentiras»—dijolamaestra.

—¿Por qué?—preguntó Davy, descendiendo y mirándola con una carainquisidora y llorosa—. ¿Por qué camelo no es tan bueno como mentira?Quierosaber.Esunapalabratanlargacomolaotra.

—Porque«camelo»noquieredecirexactamentementira.

—Hayunenormemontóndecosasqueestámalhacer—dijoDavyconunsuspiro—.Nunca creí que fueran tantas. Sientomucho que estémal contarcam…mentiras,porqueesmuyútil;peroyaqueesasí,nuncavolveréadecirmás.¿Quémevanahacerpordecirlasestavez?Quierosaber.

AnamiróinterrogativamenteaMarilla.

—Noquieroserdemasiadoduraconelniño—dijoMarilla—.Meatrevoadecir que nadie le dijo nunca que está mal decir mentiras y esos niños deSprott no fueron compañeros adecuados para él. La pobreMary se hallabademasiadoenfermaparaenseñarlescorrectamenteynosepuedeesperarqueun niño de seis años sepa esas cosas por instinto. Supongo que debemospensarqueno sabenada correctamentey comenzardesde el principio.PerodebesercastigadoporencerraraDoraynopuedopensarenotracosafueradeenviarlealacamasincenaryesoyalohemoshechomuchasveces.¿Puedessugerir alguna otra cosa,Ana?Creo que deberías, ya que tanta imaginacióntienes.

—Pero los castigos son horribles y a mí sólo me gusta imaginar cosasplacenteras —dijo Ana, abrazando a Davy—. En el mundo existen tantascosashorriblesquedenadasirveimaginarmás.

Porfin,Davyfueenviadoaacostarse,comodecostumbre,yquedarseallíhasta el mediodía siguiente. Evidentemente estuvo pensando, pues cuandoAna subió algo más tarde a su cuarto, le oyó llamarla suavemente por sunombre.Alentrarlehallósentadoensucama,conloscodossobrelasrodillasylabarbillaentrelasmanos.

—Ana—dijosolemnemente—,¿estámalparatodos,esodedecircam…mentiras?Quierosaber.

—Sí,cierto.

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—¿Estámalenunapersonamayor?

—Sí.

—Entonces —dijo Davy decididamente—, Marilla es mala, porque lasdice.Yespeorqueyo,porqueyonosabíaqueestabamalyellasí.

—Davy Keith, Marilla jamás dijo una mentira en su vida —dijo Anaindignada.

—Claro que sí. El martes me dijo que me ocurriría algo horrible si norezabacadanoche;noherezadodesdehacecasiunasemana,nadamásqueparaverquémeocurríaynomehapasadonada—concluyóelniñoentonoafligido.

Ana sofocó un loco deseo de reír, ante la convicción de que no era elmomentoadecuado,yselanzóalsalvamentodelareputacióndeManila.

—Pero,DavyKeith—dijosolemnemente—.Algohorribletehaocurridohoy.

Davyparecíaescéptico.

—Supongo que te refieres a ser mandado a la cama sin cenar —dijodesdeñosamente—, pero eso no es horrible. Desde luego que no me gusta,peromehanmandadoyatantasvecesalacama,quemeestoyacostumbrandoaello.Ynoahorráisnadaconmandarmesincenartampoco,porquecomoeldobleduranteeldesayuno.

—Nomerefieroaqueteenviaranalacamasinoalhechodequedijerasunamentira. Y, Davy—Ana se inclinó sobre los pies de la cama y señalóimpresionantementealculpableconundedo—,deciralgoquenoseaverdadescasi lopeorquepuedeocurrirleaunmuchacho…casi lopeor.DemodoqueverásqueMarillatedijolaverdad.

—Pero creí que algo malo sería emocionante —protestó Davy en tonoherido.

—Marillano tiene laculpade loquehayaspensado.Lascosasmalasnosonsiempreemocionantes.Amenudonosonmásquemalasyestúpidas.

—FuemuydivertidoverosaMarillaya timirandoalpozo—dijoDavyabrazándoselaspiernas.

Anaguardólacomposturahastaquebajóyentoncescayóenelsofádelasalayriohastaqueledolieronloscostados.

—Megustaríasaberelchiste—dijoMarillaalgoamoscada—.Hoynohevistomuchodequéreírse.

—Yareirácuandooigaesto—aseguróAna.YMarillario,loquedemostró

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cuántohabíaavanzadosueducacióndesdequeadoptaraaAna.Perosuspiróinmediatamentedespués.

—Supongoquenodebíhaberledichoeso,aunqueescuchéaunministrodecírselounavezaunniño.Perome irritómucho.Fueesanocheenque túestabasenelfestivaldeCarmodyyyoleacosté.DijoquenoveíalarazónderezarhastaserlosuficientementemayorcomoparaserdealgunaimportanciaparaDios.Ana,noséquévamosahacerconeseniño.Noparecetenerlímite.Mesientocompletamentedescorazonada.

—Oh,nodigaeso,Marilla.Recuerdecuanmalaerayocuandovineaquí.

—Ana, tú nunca fuiste mala… nunca; ahora lo veo, ahora que heaprendido cómo es la verdadera maldad. Siempre te estabas metiendo encamisadeoncevaras,loadmito,perotusrazoneseransiemprebuenas.Davyesmaloporelmeroplacerdeserlo.

—Oh,no;nocreoquesearealmentemalo—dijoAna—.Sóloestravieso.Yestoesmuytranquiloparaélsolo.Notieneotrosniñosconquienesjugarysumentenecesitaalgoenquéocuparse.Doraes tanperipuestaquenosirveparacompañerade juegosdeunmuchacho.Creodeverdadque seríamejordejarleiralaescuela,Marilla.

—No—dijoMarillaresueltamente—.Mipadredecíasiemprequeningúnniñodebeserencerradoentrelasparedesdeuncolegiohastaquetengasieteañosy el señorAlian afirma lomismo.Losmellizospodrán recibir algunasleccionesencasa,peronoiránalcolegiohastacumplirlossiete.

—Bueno,entoncesdebemostratardereformaraDavyencasa—dijoAnaalegremente—. Con todos sus defectos, es realmente un chiquillo que sabehacersequerer.Nopuedoevitarquererle.Marilla,puedequeestémaldecirlo,pero,honestamente,megustamásDavyqueDoracon todo lobuenaqueesella.

—Puesamímepasalomismoynoséporqué—confesóMarilla—.Ynoescorrecto,puesDoranodatrabajoalguno.Nopodríahaberniñamejoryunonosedacuentadesuexistencia.

—Doraesdemasiadobuena—dijoAna—.Seportaríatanbienaunquenohubieranadiequeledijeraquedebehacerlo.Nacióeducada,demodoquenonos necesita. Y creo—concluyó Ana, poniendo el dedo en la llaga—, quesiempreamamosmásaquiennosnecesita.Davynosnecesitaterriblemente.

—Necesita algo —asintió Marilla—. Y Rachel Lynde diría que es unabuenaazotaina.

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CAPÍTULOONCE

Realidadyfantasía

Enseñar es realmente una tarea muy interesante —escribió Ana a unacompañeradelaAcademiadelaReina—.Janedicequeleresultamonótono,peroamímeparecetodolocontrario.Cadadíahaycasilaseguridaddequeocurra algo gracioso y los niños dicen cosasmuy divertidas. Jane dice quecastiga a sus discípulos cuando dicen gracias y probablemente por elloencuentramonótona la tarea.Esta tarde, el pequeño JimmyAndrews estabatratandodedeletrearjaspeadosinconseguirlo.«Bueno»,dijofinalmente,«nopuedodeletrearloperoséloquesignifica».

«¿Qué?»,lepregunté.

«LacaradeSt.ClairDonnell,señorita».

Es verdad que St. Clair es muy pecoso, pero trato de impedir que losdemáslocomenten,porqueyoerapecosaantesybienquelorecuerdo.PeronocreoqueaSt.Clair le importe.Si lepegóaJimmyenelcaminocuandovolvíanasuscasas,fueporquelollamóSt.Clair.Meenterédelapaliza,peronooficialmente,demodoquenomediporenterada.

Ayer estaba tratandode enseñar a sumar aLottieWright.Ledije: «Si tútienes tres caramelos en unamano y dos en la otra, ¿cuántos tendrías entretodos?».

«Unbocado»,dijoLottie.

YenlaclasedeHistoriaNatural,cuandolespedíquemedieranunabuenarazón por la cual no debían matarse los sapos, Benjie Sloane respondiógravemente: «¡Porque llovería al día siguiente!». Es tan difícil no echarse areír,Stella.TengoqueaguantarmelarisahastaquellegoacasayMarilladiceque la pone nerviosa escuchar salvajes gritos de alegría procedentes de labuhardilla,sincausaaparente.DicequeunhombredeGraftonquesevolviólocohabíacomenzadoasí.

RoseBelldicequeWilliamTyndaleescribióelNuevoTestamento.

¡ClaudeWhitedicequeunglaciaresunhombrequevendehelados!

Creo que lo más difícil dentro de la enseñanza, así como lo másinteresante,esconseguirquelosniñosteconfíensusverdaderasimpresionessobrelascosas.Undíadetormentalasemanapasada,losreuníamialrededora la hora del almuerzo y traté de que conversaran como si yo fuera uno deellos. Les pedí que me hablaran de sus principales deseos. Algunas de lasrespuestas fueron bastante vulgares: muñecas, caballitos, patines. Otras

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resultarondecididamenteoriginales.HesterBoulterqueríausarelvestidodelosdomingostodoslosdíasycomerenlasala.HannahBelldeseabaserbuenasintenerquepreocuparseporconseguirlo.MarjoryWhite,quetienediezaños,queríaserviuda.Alpreguntarleelporqué,respondiógravementequesiunanose casa la gente la llama solterona, y si lo hace, el marido la manda, perosiendoviudanohaypeligronideunacosanidelaotra.Eldeseomásnotablefue el de Sally Bell: ¡quería una luna demiel! Le pregunté si sabía lo quesignificabaydijoqueleparecíaqueeraunabicicletamuybonita,porquesuprimo deMontreal salió en «luna demiel» cuando se casó y siempre habíatenidolaúltimanovedadenbicicletas.

Otrodía lespedíquemecontaran la travesuramás terriblequehubierancometido. No pude conseguir que los más grandes lo hicieran, pero los detercergradocontestaroncontodafranqueza.¡ElizaBellhabíaprendidofuegoal fajo de tarjetas de su tía! Al preguntarle si había tenido intenciones dehacerlo, respondió: «No a todas. Sólo quería quemar un pedacito para vercómoardíayenunmomento todoelpaquete seconvirtió enunahoguera».Emerson Gillis había gastado en caramelos diez centavos que debía haberguardado para la colecta de laMisión. El peor crimen de Annetta Bell fuecomerunasperasazulesquecrecíanenelcementerio.WillieWhitesehabíadeslizadoporeltejadodelestablounmontóndevecesconlospantalonesdelos domingos. «Pero me castigaron haciéndome llevar los pantalonesremendadosalaEscuelaDominicaldurantetodoelverano,ycuandoaunolocastiganporalgonohayquearrepentirse»,declaróWillie.

Desearía que pudieras ver algunas de sus redacciones.Y tanto lo deseo,que te envío copia de algunas que han escrito recientemente. La semanapasada les dije a los de cuarto grado que quería que me escribieran cartassobreloquedeseabanyañadílasugerenciadequepodíanescribirsobrealgúnlugarquehubieranvisitadooalgunapersonaocosaquedespertarasuinterés.Debíanescribirsusmisivasenverdaderopapeldecarta,meterlasenunsobreydirigírmelas sinayudadenadie.Elviernespasadopor lamañanahalléunmontóndecartassobremiescritorioyesamismatardevolvíaconstatarquelaenseñanza tiene sus satisfacciones tanto como sus penas. Estas redaccionescompensarían muchas cosas. Aquí está la de Ned Clay, con la dirección yortografíaoriginales.

«SeñoritamaestraShirley,

»TejasVerdes.

»Queridamaestra.Piensoqueleescribiréunaredacciónsobrelospájaros,lospájarossonanimalesmuyútiles,migatocazapájaros.Se llamaWilliamperopapá lo llama tomas,es todo rayadoyel inviernopasadose leelóunaoreja,sinofueraporesoseríaunlindogato.

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»Mitíoadoptóungato,fueundíaasucasaynosequisoir.Tíoledejadormirensumesedoraymitíadicequelocuidamasqueasuspropioshijos,esonoesverdad,debemosserbuenosconlosgatosydarleslechefrescaperonodebemossermejoresconellosqueconnuestrospropioshijos,estoestodoloquepuedopensarynadamás.

»EdwardBlakeClay».

LacartadeSt.ClairDonnelles,comodecostumbre,breveyvaderechoalgrano.St.Clairnuncagastapalabras.Nocreoqueeligieraeltemaniquehayaagregado la posdata por malicia. Es sólo que no tiene mucho tacto oimaginación.

«QueridaSrta.Shirley.

»Nos ha pedido que describamos algo raro que hayamos visto. YodescribiréelSalóndeAvonlea.Tienedospuertas,unaadentroyotraafuera.Tiene seis ventanas y una chimenea. Tiene dos extremos y dos lados. Estápintadocolorazul.Estoesloquelohaceraro.EstáenelcaminobajoquevaaCarmody.EseltercerodelosedificiosimportantesdeAvonlea.Losotrossonlaiglesiaylaherrería.Allíhacereunioneselclub,ylecturasyconferencias.

»Suyosinceramente.

»JamesDonnell.

»P.S.Elsalónesazulmuybrillante».

»La carta deAnnettaBell fuemuy larga, lo queme sorprendió, pues elescribirensayosnoessufuerteygeneralmentesontanbrevescomolosdeSt.Clair. Annetta es una chiquilla muy tranquila y un modelo de buencomportamiento,peronohayenellaniunachispadeoriginalidad.Aquítienessucarta.

«Mimuyqueridamaestra,

»Creoque le escribiré esta cartaparadecirle cuanto laquiero.Laquierocon todomi corazón,mi alma ymi pensamiento…con todo lo que hay enmí…yquiero servirlapara siempre.Serámimásaltoprivilegio.Poresoesquemeesfuerzotantoporserbuenaenlaescuelayporestudiarmislecciones.Usted es tan hermosa, señorita. Su voz es como música y sus ojos comopensamientos regados por el rocío.Es usted comounamajestuosa reina.Sucabelloes comooroondeante.AnthonyPyedicequees rojo,peroustednodebehacerleningúncasoaAnthony.

»Haceapenasunospocosmesesquelaconozco,peronopuedocreerquehayahabidountiempoenquenolaconociera…queustednohubierallegadoamividaparabendecirlaysantificarla.Siempre recordaréesteañocomoelmásmagníficodemivida,porqueeselquelahatraídoamí.Tambiénesel

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año que nos mudamos de Newbridge a Avonlea. Mi amor por usted haenriquecidomividaymeapartadelmalylaperversidad.Todoestoselodeboausted,midulcemaestra.

»Nunca olvidaré cuan hermosa estaba la última vez que la vi con aquelvestidonegroy floresenel cabello.Así laveré siempre, auncuandoambasseamosancianasygrises.Paramísiempreserájovenybella,amadamaestra.Siempre pienso en usted… por la mañana, al mediodía y al atardecer. Laquierocuandoríeycuandosuspirayhastacuandomemiracondesdén.Nuncalavienfadada,aunqueAnthonyPyedicequesiempreloestá,peroséqueaéllomiraenfadadaporqueselomerece.Laamoencadavestido…pareceustedmás adorable con cada traje nuevo que con el último que usaba. Mi muyqueridamaestra, buenasnoches.El sol se hapuestoy las estrellas brillan…estrellastanbrillantesyhermosascomosusojos.Besosusmanosysurostro,querida.QuieraDiosprotegerlayprevenirlacontratodomal.

»Suafectuosaalumna,

»AnnettaBell».

Estaextraordinariacartameconfundióenormemente.EstabatanseguradequeAnnettanopodíahaberlaescritocomoquenopodíavolar.Cuandofuialaescuelaaldíasiguiente,paseéconellahastaelarroyoduranteel recreoy lepedí que me dijera la verdad sobre la carta. Annetta lloró y confesóclaramente. Dijo que nunca había escrito una carta y que no sabía cómohacerlooquédecir,peroquehabíaunpaquetedecartasdeamorenelcajóndearribadelacómodadesumadre,escritasporunviejopretendiente.

«Noerapapá»,sollozóAnnetta,«eraunoqueestudiabaparapastoryporesopodíaescribircartas tanencantadorasperodespuésde todomamánosecasó con él. Peroyopenséque las cartas eranhermosasyquepodía copiaralgunas cosas y escribírselas a usted. Puse "maestra" donde decía "señora",agreguéalgodemiparteycambiéalgunaspalabras.Puse"vestido"enlugarde"humor".Nosabíabien loquequeríadecir "humor"perosupusequeeraalgoparaponerse.Nocreíqueustednotaríaladiferencia.Noveocómopudodarsecuentaquenoeramíadeltodo.Usteddebeserterriblementeinteligente,señorita».

Le dije a Annetta que estabamuymal copiar una carta ajena y hacerlapasar por propia. Pero temo que lo único que Annetta sienta es haber sidodescubierta.

«Y es que yo la quiero, señorita», sollozó. «Esto era verdad aunque elministroloescribieraprimero.Laquierocontodomicorazón».

Esmuydifícilregañaraalguienentalescircunstancias.

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AquíestálacartadeBarbaraShaw.Nopuedoreproducirlasmanchasdeloriginal.

«Queridaseñorita,

»Usteddijoquepodíamosescribirsobreunavisita.Yosólohiceunavisitaunavez.FuiaveramitíaMaryelinviernopasado.MitíaMaryesunamujermuy especial y una gran ama de casa. La primera noche que estuve allítomamos té. Yo golpeé un porrón y lo rompí. TíaMary dijo que tenía eseporróndesdequesecasóyquenuncasehabíaroto.Cuandonoslevantamos,le pisé el vestido y se soltaron todos los frunces de su falda. A la mañanasiguientecuandomelevantégolpeéelcántarocontralapalanganaylarajéydurante el desayuno volqué una taza de té sobre el mantel. Cuando estabaayudandoatíaMaryafregar,dejécaerunplatodeporcelanayserompió.Esatardemecaíporlaescaleraymetorcíuntobilloytuvequequedarmeencamaunasemana.OíquelatíaMaryledecíaatíoJoséqueeraunasuerteporquedelocontrariohubierarototodalacasa.Cuandomejoréyaeratiempodeirmeacasa. Las visitas no me gustan mucho. Me gusta más ir a la escuela,especialmentedesdequelleguéaAvonlea.

»Sinceramentesuya,

»BarbaraShaw».

LadeWillieWhitecomienzaasí:

«Estimadaseñorita:

»Quiero hablarle sobremi tía laBrava.Vive enOntario y un día fue algranero y vio un perro en el patio. El perro no tenía por qué estar allí yentoncesellaagarróunpaloylepegófuerteylollevoalgraneroyloenceró.Poco después llegó un hombre buscando un león imaginario (quería quizádecirdomesticado)quesehabíaescapadodeuncirco.YresultóqueelperroeraunleónyquemitíalaBravalohabíaencerradoapalosenelgranero.Fueunmilagroqueno la comiera pero ella fuemuybrava.EmersonGillis diceque si ellapensóqueeraunperrono fuemásvalienteque si en realidad lohubierasido.PeroEmersonestacelosoporqueélnotieneunatíaBrava,solotienetíos.

Heguardadolomejorparaelfinal.TeríesdemíporquepiensoquePaulesungenioperoestoyseguraquesucartateconvencerádequeesunniñopococomún.Paulviveconsuabuela, juntoa laplaya,yno tienecompañerosdejuego… verdaderos compañeros. Recordarás que nuestro profesor depedagogía nos decía que no debíamos tener «preferencias» entre nuestrosalumnos, pero no puedo evitar querer a Paul Irving más que a los otros.Aunquenocreoqueestotraigamalalguno,puestodosquierenaPaul,hastalaseñoraLyndequedicequenuncahubieracreídoquellegaríaagustarletanto

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unyanqui.Tambiénloquierenmuchosuscompañerosdeescuela.Apesardesus sueños y fantasías no hay en él nada de debilidad o feminidad.Esmuyvaronil y se destaca en todos los juegos.Recientemente luchó conSt.ClairDonnellporquedijoqueelUnionJackibadelantede«lasbarrasyestrellas»comobandera:El resultadode labatalla fueunempateyunacuerdomutuopara adelante respecto al patriotismo de ambos. St. Clair dice que él puedepegarmásfuerte,peroquePauldamásveces.

ÉstaeslacartadePaul:

«Miqueridaseñorita,

»Nosdijoquepodíamosescribir sobre algunaspersonas interesantesqueconociéramos. Creo que la gente más interesante que conozco es la de lasrocasyvoyacontarlealgorespectoaellos.Nuncalehabléanadiedeellos,exceptoaabuelayapapá,peromegustaríaqueustedlosconocieraporqueséque entiende estas cosas.Haymuchas personas que no entienden, demodoque no vale la pena contarles nada.Mi gente de las rocas vive en la playa.Acostumbroavisitarlatodaslastardesantesdequellegueelinvierno.Ahoranopuedoirhastalaprimavera,peroallíestarán,porquenuncacambian…eslobuenoquetienen.Noraheslaprimeraqueconocíycreoqueesalaquemásquiero.Vive en la ensenadadeAndrewsy tiene cabellosyojosnegrosy losabe todo sobre las sirenas y algasmarinas. Tiene que oír las historias quecuenta. Luego están los Mellizos Marineros. No viven en ningún lado;navegan todo el tiempo, pero a menudo vienen a la playa a conversarconmigo.Sonunpardealegresmarinerosylohanvistotodoenelmundo…ymásdeloquehayenelmundo.¿SabeloquelepasóunavezalmásjovendelosMellizosMarineros?Estabannavegandoyentróenunclarodeluna.Ustedsabeseñoritaqueunclarode lunaes lahuellaquemarca la luna llenaenelagua cuando se asoma sobre el mar. Bueno, el menor de los MellizosMarinerosnavegóa lo largodel clarode lunahastaque llegó justohasta lalunamismayviounapuertadeoro,laabrióynavegóatravésdeella.Tuvoalgunasaventurasmaravillosasenlaluna,peroelcontarlasharíamuyextensaestacarta.

»Luego está laDamaDorada de la cueva.Un día paseando por la partebajadelaplayahalléunacavernagrandeyalratomeencontréconlaDamaDorada.Tienecabellosdeoroquelelleganhastalospiesysuvestidoestodobrillanteyresplandecientecomoorovivo.Ytieneunarpadeoroytodoeldíatocamelodías…siempresepuedeoírsumúsicadesdelaplayasiseescuchacon cuidado, pero lamayoría de las personas piensan que es sólo el vientoentrelasrocas.NuncalehehabladoaNorahdelaDamaDorada.Temíaquepudiera herir sus sentimientos. Hasta se siente herida si hablo demasiadotiempoconlosMellizosMarineros.

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»Siempreme encuentro con losMellizos en las Rocas Rayadas. Elmásjoven es demuybuen genio, pero elmayor puede ser terriblemente feroz aveces.Tengomissospechassobreél.Creoqueseríapiratasiseatreviera.Hayen él algo realmentemisterioso. Una vez juró, y yo le dije que si volvía ahacerlo podía evitarse venir a la playa a hablar conmigo, pues le habíaprometido a abuelita que nunca andaría con alguien que jurara. Puedoasegurarlequeseasustóbastante,ydijoquesiloperdonabamellevaríahastala puesta del sol. De manera que al día siguiente, al atardecer, cuando meencontraba sentado en las Rocas Rayadas, el mayor de los Mellizos vinonavegandoporelmarenunboteencantadoyyosubíaél.Elboteeradeperlayarcoiris,comolapartedeadentrodelasconchasdelosmejillones,ysuvelacomoclarodeluna.Bueno,navegamosjustorumboalapuestadelsol.Piense,señorita,heestadoenelocaso.

»Elocasoesunatierrallenadeflores,comoungranjardín,ylasnubessoncanteros. Entramos a un gran puerto color oro y bajamos del barcodirectamentesobreunagranpraderacubiertaderanúnculostangrandescomorosas. Me quedé allí muchísimo rato. Parecía casi un año, pero el Mellizomayor dijo que fueron unos minutos. Como ve, en la tierra del ocaso, eltiempoesmáslargoqueaquí.

»Sualumnoquelaquiere,

»PaulIrving.

»P.D.:Desdeluego,estacartanoesverdad.P.I.».

CAPÍTULODOCE

Undíatempestuoso

Enrealidadtodocomenzólanocheantesconunainterminablevigiliaporculpadeundolordemuelas.CuandoAna se levantóen laoscurayamargamañanadeinvierno,lavidaselepresentabaamargaeindignadevivirse.

Fuea laescuelaenunestadodeánimonomuyangelical.Elaulaestabafríayllenadehumo,pueselfuegosenegabaaarder,ylosniñossereuníanengrupos,temblandodefrío.Analosmandósentarenuntonomássecoquedecostumbre. Anthony Pye fue a su pupitre con su acostumbrado aireimpertinenteyellaleviomurmurarlealgoasucompañeroyluegoecharleunamiradaconmalgesto.

A Ana le parecía que nunca hasta entonces habían chirriado tanto loslápices;BarbaraShawseacercóalpupitreconunasumaytropezóconelcubo

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del carbón, con resultados desastrosos. El carbón se esparció por toda lahabitación, la pizarra se rompió en pedazos y cuando se levantó, su cara,cubiertadepolvillodecarbón,hizoreírenormementealosmuchachos.

Anaalzólosojosdesulibrodelectura.

—Realmente,Barbara—dijoconfrialdad—,sinopuedesmovertesincaersobrealgo,serámejorquetequedesentuasiento.Esunaverdaderadesgraciaparaunaniñadetuedadsertantorpe.

LapobreBarbaravolvióasuasientoatrompicones,mientraslaslágrimasquelecorríanporlacarasecombinabanconelpolvillodelcarbónparadarleun aspectogrotesco.Nuncahasta entonces le había hablado con tono así suqueridamaestra,demaneraquelaniñaestabadesolada.Laconciencialedioun pinchazo, pero ello sólo sirvió para aumentar su irritación y el segundocurso recuerda todavía aquella clase, al igual que la inclemente lección dearitméticaquelasiguiera.JustoenelinstanteenqueAnasehallabahaciendolassumas,St.ClairDonnellllegósinrespiración.

—St.Clair,llegasmediahoratarde—lerecordófríamente—.¿Porqué?

—Señorita, tuve que ayudar amamá a hacer la torta de ciruelas para elalmuerzo,porque esperamosvisitasyClarissaAlmira está enferma—fue larespuesta de St. Clair, dada con vozmuy respetuosa pero que sin embargoprovocógranregocijoentresuscondiscípulos.

—Siéntate y, como castigo, soluciona los seis problemas de la páginaochentaycuatro—dijoAna.

St.Clairparecióalgosorprendidoanteeltono,perofuemansamenteasuasientoycogiósupizarra.

EntoncespasóahurtadillasunpaqueteaJoeSloane.Analesorprendióytomóunafatalresoluciónsobreelenvoltorio.

La anciana señora deHiram Sloane se había dedicado últimamente a lamanufactura y venta de «tortas de nueces», como forma de acrecentar susmenguados ingresos. Las tortas eran especialmente tentadoras para lospequeñosydurantevariassemanas,Anatuvonopocotrabajoporesacausa.Caminodelcolegio,losescolaresgastabansusmonedasenlodelaseñoradeHiram,trayendolastortasaclasey,sieraposible,comiéndolasyconvidandoallíasuscompañeros.Analesprevinodequesi lasseguíanllevando,se lasconfiscaríayapesardeeso,antesusmismosojos,allíestabaSt.ClairDonnellpasandounadeellas,envueltaenelpapeldelistasblancasyazulesqueusabalaseñoraSloane.

—Joseph—dijoAnaenvozbaja—,traeaquíesepaquete.

Joe, sorprendido y confundido, obedeció. Era un gordo que siempre

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enrojecíayseechabaatemblarcuandoteníamiedo.NuncanadiepareciómásculpablequeelpobreJoeenaquelmomento.

—Echaesoalfuego—dijoAna.Joelamirósorprendido.

—Por…por…fa…favor,señ…señorita—comenzó.

—Hazloquetedigo,sindiscutir.

—Pero…pero…señ…señorita, son…son…—tartamudeódesesperadoJoe.

—Joseph,¿vasaobedecerono?—dijoAna.

AlguienmássegurodesímismotambiénhubieratitubeadoanteeltonoylapeligrosaluzdelosojosdeAna.Eraéstaunanuevamaestra,comonuncalavieranantes losniños. Joe, conunadoloridamiradaaSt.Clair, fuehasta laestufa,abriólagranpuertacuadradadelfrenteyechódentroelpaqueteazulyblanco, antes que St. Clair, que se había puesto en pie de un salto, pudieradecirpalabra.Entoncesseechóatrás,justoatiempo.

Por unos pocos instantes, los aterrorizados ocupantes del colegio nosupieron si lo que ocurrió fue una erupción volcánica o un terremoto. Elpaquete de aspecto inocente que Ana supusiera, imprudentemente, quecontenía las tortas de la señora de Hiram, en realidad escondía fuegos deartificio que el señor Warren Sloane había enviado desde la ciudad el díaanteriorporintermediodelpadredeSt.Clair,conlaintencióndecelebrarsucumpleaños esa noche. Los cohetes estallaron como truenos y las ruedas,quemándose por el piso, se movían locamente de un lado a otro. Ana sederrumbósobresusilla,pálidadedesesperación,ylasotrasniñassesubieronasusbancos.JoeSloanequedócomotransfiguradoenmediodelaconmocióny St. Clair, riendo como loco, iba de un extremo a otro del pasillo. PrillieRogersonsedesvanecióyAnnettaBellsepusohistérica.

Pareció transcurrir un siglo, aunque en realidad fueron sólo unos pocosminutos,antesdequeseextinguieralaúltimarueda.Anaserecobróycorrióaabrir laspuertasparadejarsalirelgasyelhumoquellenabanlahabitación.AyudóalasniñasallevaralainconscientePrilliealagalería,dondeBarbaraShaw,consuansiaporserútil,echóunbaldedeaguamedioheladasobrelacabeza y los hombros de la pobre muchacha, antes de que nadie pudieradetenerla.

Pasóunahoraantesdequeserestauraralatranquilidad;elsilenciopodíapalparse. Todos comprendieron que ni la explosión había podido aclarar laatmósfera mental de la maestra. Nadie, excepto Anthony Pye, se atrevía amurmurar palabra.NedClayhizo chirriar accidentalmente su lápizmientrascalculabaunasuma,violamiradadeAnaydeseóquelatierraletragara.La

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clase de geografía les hizo viajar por el continente a una velocidad que losmareó. La de gramática fue un escrupuloso y agotador análisis. ChesterSloane, al deletrear «odorífero» con dos erres, tuvo la sensación de que nopodríasobrevivirataldesgracia.

Ana sabía que se había puesto en ridículo y que el incidente sería elhazmerreír aquella tarde, pero tal seguridad sólo la enfadaba más. En unestado de ánimomás tranquilo, el incidente habría terminado en risas, peroahoraeraimposible;demaneraqueloignoróconheladodesdén.

Cuando Ana regresó a clase después de almorzar, todos los niños sehallaban en sus asientos como de costumbre y todas las caras se inclinabansobre los pupitres, con aspecto estudioso, excepto la de Anthony Pye. ÉstecontemplabaaAnaporencimade su libro, con losnegrosojosbrillandodecuriosidadyburla.Anaabrióelcajóndesuescritorioparabuscarunatizayaparecióunratónquecorrióporencimadelmuebleysaltóalsuelo.Anadioun brinco y lanzó un grito, como si se hubiera tratado de una serpiente, yAnthonyPyeserioacarcajadas.

Entonces se hizo el silencio; un silencio incómodo y pavoroso. AnnettaBelldudabaentredarriendasueltaonoasuhisteria,especialmenteyaquenosabía dónde había ido el ratón. Pero decidió que no. ¿Quién se atrevería adarse el lujo de la histeria con una maestra de cara tan blanca y ojos tanbrillantes,depieanteuno?

—¿Quiénpusoeseratónenmiescritorio?—dijoAna.

Su voz era bastante baja, pero hizo correr un estremecimiento por laespalda de Paul Irving. Joe Sloane la, miró, sintiéndose responsable de lacabezaalospies,perotartamudeó:

—Yo…yo…no…no…señ…señorita.AnanoprestóatenciónalinfelizJoe. Miró a Anthony Pye y éste le devolvió la mirada, sin confundirse niavergonzarse.

—Anthony,¿fuistetú?

—Sí,yofui—fuelainsolenterespuesta.

Anacogiósupuntero.Erauninstrumentolargoypesado.

—Venaquí,Anthony.

AquélestuvomuylejosdeserelcastigomásseveroquesufrieraAnthonyPye.Ana,aunenelestadotormentosodeaquellosmomentos,nopodríahabercastigado cruelmente a un niño. Pero el puntero dio en el lugar preciso y,finalmente,elvalordeAnthonyleabandonó;diounrespingoylesaltaronlaslágrimas.

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Ana,cuyaconcienciadespertódeimproviso,dejócaerelpunteroyenvióaAnthony a su sitio. Se sentó frente a su escritorio, sintiéndose avergonzada,arrepentida y amargamente mortificada. Su enfado se había desvanecido yhubiera dado cualquier cosa por poder hallar el alivio de las lágrimas. Demaneraquetodasujactanciahabíaterminadoenesto,enelcastigocorporaldeunodesusalumnos.¡CómoalardearíaJanedesutriunfo!Pero,peorqueesto,yloquemásamarguralecausabaesquehabíaperdidosuúltimaoportunidaddeganarseaAnthonyPye.Ahorayanolaquerríamás.

Ana,medianteloquealguienllamó«unesfuerzohercúleo»,fuecapazderetenersuslágrimashastallegaracasa.Allíseencerróensuhabitaciónyllorósobrelaalmohadatodasuvergüenza,suremordimientoysudesilusión.LlorótantoratoqueMarillasealarmó,invadiólahabitacióneinsistióensaberquéocurría.

—Loqueocurreesquemeremuerde laconciencia—lloróAna—.¡Oh!,hasidoundíatanterrible,Marilla.Estoytanavergonzadademímisma.MesalídemiscasillasyazotéaAnthonyPye.

—Mealegrasaberlo—dijoMarillacondecisión—.Debistehaberlohechohacetiempo.

—Oh,no,no,Marilla.Ynosécómovoyapodervolveramirarotravezalacaraaesosniños.Creoquemehehumilladoterriblemente.Nosabeustedcuanenfadada,odiosayhorribleestuve.NopuedoolvidarlaexpresiónenlosojosdePaulIrving…parecíatansorprendidoydesilusionado.Oh,Marilla,hetratado con todas mis fuerzas de ser paciente y de ganarme el afecto deAnthonyPye…yahoranohabráservidoparanada.

Marillapasósumanoencallecidaporeltrabajoporlarevueltacabelleradela muchacha, con un gesto de ternura. Cuando decrecieron los sollozos deAna,dijoentonomuysuaveparaloqueeraella:

—Ana, te tomas lascosasdemasiadoapecho.Todoscometemoserrores,pero lagente losolvida.Y losdías terribles lleganpara todos.En loque serefiereaAnthonyPye,¿porquétepreocupasdequenotequiera?Eselúnico.

—Nopuedoevitarlo.Deseoquetodosmeaprecienymehacedañocuandoalguiennomequiere.Yahora,noocurriráesoconAnthonyPye.Oh,Marilla,hoyhecometidounaidiotez.Levoyacontartodo.

Marilla escuchó el relato sonriendo ligeramente de vez en cuando. Ananuncalosupo.Cuandoéstahuboterminado,dijoabruptamente:

—Bueno,no importa.Esoha terminadoymañanaseráotrodía.Todavíahayerrores,comoacostumbrasadecir.Bajaconmigoacenar.Veremossiunatazadetéyalgunosbuñuelostelevantanelespíritu.

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—Losbuñuelosnocuranunamenteenferma—dijoAnadesconsolada.

PeroMarillapensóqueeraunabuenaseñalqueaceptarasusugerencia.

La alegremesa de la cena, con las brillantes caras de losmellizos y losinigualables buñuelos de Marilla, de los que David comiera cuatro, le«levantaronelespíritu»enformaconsiderable.Aquellanochedurmióbienydespertó a la mañana siguiente para hallar que el mundo y ella estabantransformados. Durante las horas de oscuridad, había nevado suave yprofundamente y la hermosa blancura, que chispeaba al escarchado sol,parecía comounmantode caridadechado sobre los erroresyhumillacionesdelpasado.

«Cadamañanaseempiezadenuevo,cadamañanaelmundoeshechootravez»,cantabaAnamientrassevestía.

Acausadelanieve,tuvoquetomarporelcaminoparairalcolegioyseleocurrióqueeraunaimpíacoincidenciaqueAnthonyPyepasaraporallí,justocuando dejaba el sendero que venía desde «Tejas Verdes». Se sintió tanculpable como si las cosas fuesen a la inversa. Pero ante su indescriptiblesorpresa,Anthonynosólosequitólagorra,cosaquenuncahicieraantes,sinoquedijo:

—Estámalparacaminar.¿Lepuedollevarloslibros,señorita?

Anaentregósuslibrosdudandodesiestabadespierta.

Anthony llegó al colegio en silencio, pero cuandoAna cogió sus libros,sonrió al niño…no con la estereotipada sonrisa «amable» con que le habíaobsequiado persistentemente, sino con un repentino relámpago decamaradería.Anthony sonrió; no, a decir verdad,Anthony hizo unamueca.Generalmente no se supone que unamueca sea algo respetuoso; así y todo,Ana sintióque sinohabíaganadoaúnel cariñodeAnthony,deunmodouotro teníasu respeto.LaseñoraLyndefueaverlaeldomingosiguientey loconfirmó.

—Bueno,Ana, creoque estás triunfando conAnthonyPye, eso es.Dicequeélcreequetienesalgodebueno,despuésdetodo,aunqueseasunachica.Dicequelecastigaste«justoytanbiencomounhombre».

—Nunca esperé ganarlo a fuerza de golpes —dijo Ana tristemente,sintiendo que sus ideas habían fracasado en algo—.No parece justo. Estoyseguradequemiteoríasobrelabondadnopuedesererrónea.

—No; pero los Pye son una excepción a toda regla conocida; eso es—declaró laseñoraLyndeconconvicción.Cuandoseenteróel señorHarrisonexclamó:

—Demodoquellegóahacerlo.

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YJanemachacósobreellosinmisericordia.

CAPÍTULOTRECE

Unadoradaexcursión

Ana,caminoa«LaCuestadelHuerto»,seencontróconDianaquecorríahacia«TejasVerdes»,justodondeelmusgosoyviejopuentecruzabaelarroyodetrásdelBosqueEmbrujado.AmbassesentaronalmargendelaBurbujadelaDríada,dondelosmenudosabetossedesplegabancualdiminutashadasdecabellosverdesquedespertarandeunsueño.

—Justamente iba a invitarte para la celebración de mi cumpleaños elsábadopróximo—dijoAna.

—¿Tucumpleaños?¡Perosifueenmarzo!

—No fueculpamía—rioAna—.Simispadresmehubieranconsultadonunca hubiera ocurrido en esa fecha.Yo habría elegido nacer en primavera,porsupuesto.Debeserdeliciosollegaralmundojuntoconlasfloresdemayoylasvioletas.Siempresentiríasqueerassuhermanaadoptiva.Peroyaquenoes así, lo mejor que puedo hacer es celebrar mi cumpleaños en primavera.Priscilla llega el sábado, y Jane estará en su casa. Iremos al bosque ypasaremos un día dorado tomando contacto con la primavera. Ninguna denosotraslaconocemosrealmentetodavía,peroallílahallaremosmejorqueenningún otro lado. De cualquiermodo, quiero explorar todos esos campos ysitiossolitarios.Estoyseguraquehayallímontonesdehermososescondrijosquenuncahansidorealmentevistosaunqueseleshayamirado.Nosharemosamigas del viento, del cielo y del sol; traeremos la primavera a casa ennuestroscorazones.

—Suenamagnífico—dijoDianaconalgodesecretadesconfianzaantelamagia de las palabras de Ana—. Pero ¿no habrá aún mucha humedad enalgunossitios?

—Oh,llevaremoszapatosdegoma—fuelaconcesióndeAnaalopráctico—. Y quiero que el sábado vengas temprano y me ayudes a preparar lamerienda.Voyahacerlascosasmásexquisitas…cosasqueesténdeacuerdoconlaprimavera…pequeñastortasdejalea,bizcochos,tortitascubiertasconclara de huevo batido, rosa y amarillo, y pastel de ranúnculo. Y tambiéndebemosllevaremparedados,aunquenosonmuypoéticos.

Elsábadosepresentócomoeldíaidealparaunaexcursión.Undíaazul,decálidabrisa, sol,yunviento traviesoquecruzaba laspraderasy lashuertas.

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Sobre cada colina y el campo alumbrado por el sol, se extendía el verdesalpicadodeflores.

ElseñorHarrison,quesehallabatrillandoenlapartedeatrásdesugranjay sintiendo aún en su sobrio y maduro espíritu algo de la magia de laprimavera,viocuatromuchachasquellevabancanastasyquesaltabanporellímitedesucampo,dondehabíauntupidomontedeabedulesypinos.Elecodesusalegresvocesyrisas,llegóhastaél.

—Es tan fácil ser feliz en un día como éste, ¿no es cierto? —estabadiciendoAnaconverdaderafilosofíaanística—.Tratemosdequeésteseaunverdadero día dorado, chicas, un día que siempre podamos recordar condeleite.Venimosenbuscadebellezaynosnegamosaverotracosa.

—Jane,túestáspensandoenalgomaloqueocurrióayerenlaescuela.

—¿Cómolosabes?—preguntóJaneconfundida.

—Oh,conozco laexpresión…lahevistoamenudoenmipropio rostro.Peroaléjalodetumente,querida.Esperahastaellunes…¡Oh,chicas,chicas,miradesa alfombradevioletas!Allí hayalgopara lagaleríade cuadrosdelrecuerdo.Cuandotengaochentaaños,siesquellego,cerrarélosojosyverélasvioletas talcomo lasveoahora.Eselprimerhermoso regaloquenosdanuestrodía.

—Siunbesopudiera verse, creoque sería parecido a unavioleta—dijoPriscilla.

AAnalebrillaronlosojos.

—Mealegrotantoquehayasexpresadoesepensamiento,Priscilla,envezde pensarlo y guardártelo para ti. Estemundo seríamuchomás interesante,aunque es muy interesante, de cualquier modo, si la gente contara susverdaderospensamientos.

—Sería muy violento escuchar a algunas personas —dijo Janecuerdamente.

—Supongo que sí, pero sería su propia culpa por pensar cosasdesagradables.De todosmodos, hoy podemos expresar todas nuestras ideasporquenovamosapensarmásquecosashermosas.Todospuedendecirloqueles venga a la mente. Eso es conversar. Aquí hay un pequeño sendero.Explorémoslo.

El sendero estaba lleno de recovecos; era tan estrecho que las chicascaminaban en fila india y, así y todo, las ramas de los abetos rozaban susrostros.Debajode losárboleshabíaaterciopeladasalmohadillasdemusgoymás adelante, donde los árboles eran más pequeños y escasos, el terrenomostrabaunagranvariedaddeplantasverdes.

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—¡Qué cantidad de «orejas de elefante»! —exclamó Diana—. Voy arecogerunbuenramo.¡Sontanbonitas!

—¿Cómoes posible queunas flores tan graciosas tenganunnombre tanhorrible?—preguntóPriscilla.

—Porque la persona que las vio por primera vez no tenía nada deimaginación,oquizáteníademasiada—dijoAna—.¡Oh,chicas,miradeso!

Eso era un charco poco profundo que se encontraba en el centro de unpequeñoclaroalfinaldelcamino.

Si la estación hubiera estadomás adelantada, se hubiera secado y en sulugar habrían crecido polipodios, pero en ese momento era una brillante yplácidalámina,planacomounabandejayclaracomoelcristal.Unanillodefinos y jóvenes abedules la encerraban y pequeños pinos orlaban susmárgenes.

—¡Quéhermoso!—dijoJane.

—Bailemosalrededorcomoninfasde losbosques—gritóAnaydejó sucestayextendiólasmanos.

PeroelbailenotuvoéxitoporqueelterrenoestabafangosoyaJaneselesalieronloszapatosdegoma.

—Unanopuedeserninfadelosbosquessitienequeusarzapatosdegoma—afirmó.

—Bueno, debemos bautizar este lugar antes de marcharnos—dijo Anacondescendiendoantelalógicaindiscutibledeloshechos.

—Quecadaunasugieraunnombreyloecharemosasuertes.¿Diana?

—«LagunadelosAbedules»—sugirióéstarápidamente.

—«Lago deCristal»—dijo Jane.Ana, de pie, detrás de ellas, imploró aPriscillaconlosojosquenodijeraotronombredeeseestilo,yPriscillasaliódelpasocon«VasoCentellante».YAnaeligió«ElespejodelasHadas».

LosnombresfueronescritosentirasdecortezadeabedulconunlápizdelcolegioqueJanellevabaenelbolsillo,yloscolocarondentrodelsombrerodeAna.LuegoPriscillacerrólosojosyescogióuno.

—«LagodeCristal»—leyóJanetriunfalmente.

Y«LagodeCristal»sellamó.YsiAnapensóquelasuertelehabíajugadoalcharcounamalapasada,no lodijo.Siguierona travésde lavegetaciónyllegaron a los pastos nuevos de la parte de atrás de la plantación del señorSilasSloane.Cruzaronésteysehallaronenlaentradadeunasendaqueibaapararalosbosquesydecidieronexplorarlatambién.Éstapremiósucuriosidad

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conunasucesióndesorpresas.PrimerobordearonelcampodelseñorSloaneyseencontraronconunahuertadecerezassilvestresenflor.Lasjovencitassecolgaron los sombreros del brazo y adornaron sus cabezas con losmullidoscapullos.Luegoelcaminodoblóenángulorectoydesembocóenunbosquede abetos tan espeso y oscuro que caminaban en medio de una penumbracomodeanochecer,sinunresplandordecieloounrayodesol.

—Aquíesdondevivenlosduendesmalignosdelbosque—murmuróAna—. Son endiablados y maliciosos, pero no pueden hacernos daño porqueestamos en primavera. Allí había uno que nos espiaba detrás de aquelensortijado y viejo abeto, ¿no habéis visto un grupo en aquel gran hongomoteado que acabamos de pasar? Las hadas buenas siempre viven en loslugaressoleados.

—Quisiera que hubiera hadas en realidad —dijo Jane—. ¿No seríaestupendo que nos concedieran tres deseos… o aunque sea uno? ¿Quépediríaissiosconcedieraundeseo?Yopediríaserrica,hermosaeinteligente.

—Yodesearíaseraltayesbelta—dijoDiana.

—Yyo,serfamosa—expresóPriscilla.Anapensóensucabello,peroenseguidaconsideróquenovalíalapena.

—Yopediríaquefuerasiempreprimavera,ennuestrocorazónyennuestravida—dijo.

—Peroeso—dijoPriscilla—seríadesearqueestemundo fueracomoelcielo.

—Sólocomounapartedelcielo.Enlasotraspartesseríaveranoyotoño.Sí,yunpocoinviernotambién.Creoqueavecestambiénquerríaenelcielocamposbrillantesporlanieveblanca.¿Ytú,Jane?

—Yo…, yo no sé—dijo Jane incómoda. Jane era una buenamuchacha,miembro de la iglesia, y que trataba concienzudamente de vivir para suprofesiónydecreertodoloquelehabíanenseñado.Peroque,poresomismo,nuncapensóenelcielomásdelonecesario.

—ElotrodíaMinnieMaymepreguntósienelcielovamosausar todoslosdíasnuestrosmejoresvestidos—rioDiana.

—¿Ynoledijistequesí?—preguntóAna.

—¡PorDios, claroqueno!Ledijequeallínopensaríamosparanadaenvestidos.

—Oh,yo creoque sí…unpoquito—dijoAna seriamente—.En toda laeternidad habría tiempo de sobra para ello sin descuidar otras cosas másimportantes.Yocreoquetodosllevaremoshermososvestidos;osupongoque

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másbiendeberíadecirtúnicas.Primeroquerríausarlasrosaporunoscuantossiglos;esomedaríatiempoparaquemecansaradeél,estoysegura.Megustatantoelrosa;ynuncapodréusarloenestemundo.

Alpasar losabetos,elcaminodesembocabaenunpequeñoclarobañadoporelsol,dondeunlargopuentecruzabaelarroyo.Luegollególagloriadeunashayasiluminadasporelsol,dondeelaireeracomovinotransparenteylas hojas frescas y verdes, y el piso, un mosaico de flores y rayos de sol.Después, más cerezos silvestres y un pequeño valle de flexibles abetos, yluego una cuesta, tan empinada que las jóvenes perdieron el aliento alescalarla;perocuandoalcanzaronlacimaymiraronalvacío,lesaguardabalamásmaravillosadelassorpresas.

AlolejosseveíanlosfondosdelasgranjasquedabanalcaminoaltodeCarmody.Justodelantedeellas,bordeadodehayasyabetosperoabiertohaciaelsur,habíaunpequeñorincónyenél,unjardínoloqueunavezfuejardín.Lorodeabaunmurodepiedracubiertodehierbasymusgo.Alolargodelaparte oriental, crecía un grupo de cerezos, blanco como una ventisca. Aúnhabía huellas de viejos senderos y una doble hilera de rosales en elmedio;peroelrestodel terrenoeraunasábanaamarillayblancadenarcisosquesedestacaban con sus etéreos capullos movidos por el viento sobre el frescocéspedverde.

—¡Oh, qué hermoso! —exclamaron tres de las muchachas. Ana sólomirabaconelocuentesilencio.

—¿Cómo es posible que alguna vez haya habido un jardín aquí?—dijoPriscillaasombrada.

—Debe ser el jardín de Hester Gray—dijo Diana—. He oído a mamáhablar de él, pero nunca lo había visto y no suponía que todavía pudieraexistir.¿Conoceslahistoria,Ana?

—No,peroelnombremeresultafamiliar.

—Sí: lo has visto en el cementerio. Está enterrada en el rincón, bajo elálamo.Túconoceslapequeñalápidamarrónquetieneesculpidasdospuertasqueseabren:«AlasagradamemoriadeHesterGray,22añosdeedad».JordánGray está enterrado junto a ella, pero no tiene lápida. Es raro queMarillanuncatehayacontadonada.Claroqueocurrióhacecomotreintaañosytodoslohanolvidado.

—Bueno, si hay una historia, debemos escucharla —dijo Ana—.Sentémonosaquíentre losnarcisosyqueDiana lacuente.Vaya,chicas,haycientosdenarcisos…hancrecidopor todaspartes.Parece como si el jardínestuviera alfombrado con rayos de luna y sol combinados. Éste es undescubrimientoquevalelapena.¡Pensarquehevividoseisañosaunparde

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kilómetrosdeestelugarsinhaberlovisto!Adelante,Diana.

—Hace mucho tiempo —comenzó Diana— esta granja pertenecía alancianoseñorDavidGray.Élnovivíaenella.Vivíaenlaqueahorapertenecea Silas Sloane. Tenía un hijo, Jordán, quien un invierno se fue a trabajar aBostonyseenamoródeunajovenllamadaHesterMurray.Trabajabaenunatienda pero odiaba su tarea. Criada en el campo, siempre ansiaba regresar.CuandoJordánlepidióquesecasaraconél,elladijoqueloharíasilallevabaa algún lugar tranquilodonde sóloviera camposy árboles.Demodoque latrajoaAvonlea.LaseñoraLyndedijoqueélcorríaungranriesgoalcasarseconunayanqui,yesverdadqueHestereramuydelicadaymuymalaamadecasa;peromamádicequeeramuybonitaydulceyqueJordánbesabaelsueloque ella pisaba. Bueno, el señor Gray le dio a Jordán esta finca, el jovenedificóunacasitapequeñaaquídetrásylaparejavivióenelladurantecuatroaños. Ella no salíamucho y nadie venía a verla exceptomamá y la señoraLynde.Jordánlehizoestejardínyellaestabalocadealegríaypasabaaquílamayorpartedeltiempo.

»Noeramuybuenaamadecasa,peroteníaundonespecialparalasflores.Yentoncesenfermó.MamádicequecreequeyaestabatísicaantesdellegaraAvonlea.Realmente nunca guardó cama, pero cada día se poníamás ymásdébil.Jordánnoquisoquenadievinieraaocuparsedeella.Lohacíatodoélymamácuentaqueeratandelicadoyamablecomounamujer.Todoslosdíaslaenvolvía en un chal y la llevaba al jardín, donde yacía en un bancocompletamente feliz. Dicen que todas las mañanas y las noches hacía queJordánsearrodillaraasuladoyrezabanparaquelamuertelasorprendieraenel jardín.Ysusúplicallegóa loscielos.UndíaJordánlasentóenelbanco,recogiótodaslasrosasquehabíaylasdesparramósobreellayellalesonrió…ycerrólosojos…yeso—concluyóDianasuavemente—fueelfinal.

—¡Quéhistoriatantierna!—suspiróAnaenjugandosuslágrimas.

—¿QuéfuedeJordán?—preguntóPriscilla.

—DespuésdelamuertedeHester,vendiólagranjaysefueaBoston.Elseñor Jabez Sloane compró la finca y transportó la casita hacia el camino.Jordánmurió diez años después y fue traído aAvonlea y enterrado junto aHester.

—Nopuedoentender cómopodíaquerervivir aquí, lejosde todo—dijoJane.

—Oh,yoesopuedoentenderloconfacilidad—dijoAna inmediatamente—.Yo no podría desearlo por una cosamuy sencilla, pues aunque amo loscamposylosbosques,tambiénquieroalagente.PeropuedocomprenderloenHester.Ellaestabamortalmentecansadadelruidodelagranciudadydeliry

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venir de las gentes. Sólo deseaba escapar de todo eso hacia algún lugarapacible,verdeyamistoso,dondepoderdescansar.Ytuvojustamenteloquedeseaba, cosa que creo que consiguenmuy pocas personas.Antes demorirpasócuatroañosmaravillosos,cuatroañosdeperfectafelicidad,demodoquecreo que debemos envidiarla más que compadecerla; y cerrar los ojos yquedarse dormida entre rosas con el ser que ha querido más en el mundo,sonriente…¡oh,meparecemaravilloso!

—Ellaplantóesoscerezos—dijoDiana—.Ledijoamamáquenoviviríapara comer sus frutos pero que quería pensar que algo que había plantadoseguiríaviviendoyayudandoahacerelmundomáshermosodespuésde sumuerte.

—Estoy tan contenta de haber venido por aquí—dijoAna con los ojosbrillantes—. Es mi cumpleaños adoptivo y este jardín y su historia son miregalo.¿HadichoalgunaveztumadrecómoeraHesterGray,Diana?

—No…sóloqueerabonita.

—Casime alegro, pues puedo imaginármela sin que estorbe la realidad.Piensoqueeramuyligeraypequeña,desuavesyonduladoscabellosnegros;grandes,dulcesytímidosojoscastañosypensativoypálidorostro.

LasjóvenesdejaronsuscestaseneljardíndeHesterypasaronelrestodela tarde vagabundeando por los bosques y campos que lo rodeaban,descubriendo lindos rinconesy senderos.Cuando tuvieronhambre comieronenellugarmásbonitodetodos…sobrelaempinadamargendeunarroyuelo,donde los abedules se alzaban sobre la hierba. Las muchachas se sentaroncontra las raíces e hicieron justicia a lasmaravillas deAna; hasta los pocopoéticos emparedados fueron muy apreciados por los voraces apetitosestimulados por el aire fresco y por el ejercicio.Ana había llevado vasos ylimonadaparasusinvitadas,peroporsupartebebióaguafríadelarroyoconuncubohechodecortezadeabedul.Elcubogoteabayelaguasabíaatierra,comoocurre siempreconel aguade los arroyosenprimavera;pero,para laocasión,Analoencontrabamásapropiadoquelalimonada.

—¡Miradesepoema!—dijorepentinamente,señalandoconeldedo.

—¿Dónde?—JaneyDianamirabancomosiesperaranver rimas rúnicasenlosabedules.

—Allí…abajo,enelarroyo…eseviejoleñoverdeymusgosoconelaguaquecorreporencimayesehazderayosdesolquecaejustamentecontraélysesumergeenelcharco.¡Oh,eselpoemamáshermosoquehevisto!

—Yomásbienlollamaríacuadro—dijoJane—.Unpoematieneestanciasyversos.

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—Oh,no,querida—Anasacudiósucabezacoronadaconcerezosilvestre—.Lasestanciasyversossonsólolasvestidurasdeunpoema,asícomotusvolantesy fruncesnoson realmente tú, Jane.Elverdaderopoemaestáenelalmaquehayenél…yesehermosotrozoeselalmadeunpoemanoescrito.Noseveunalmatodoslosdías…nisiquieraladeunpoema.

—Me pregunto a qué se parecerá un alma, un alma de persona —dijoPriscillasoñadoramente.

—Yo diría que a eso—dijoAna señalando un radiante rayo de sol quebrillabaatravésdeunabedul—.Sóloqueconrasgosyformas.Megustanlasalmas graciosas hechas de luz. Y algunas están atravesadas por manchasrosadasyestremecimientos…otrastienenunsuavebrillocomorayosdelunasobreelmar…yotrassonpálidasydiáfanascomonieblayamanecer.

—Unavezleíquelasalmaserancomoflores—dijoPriscilla.

—Entonceslatuyaescomoundoradonarciso—dijoAna—,yladeDianacomo una rosamuy roja. Y la de Jane como un capullo demanzano, rosa,edificanteydulce.

—Yla tuyaunavioletablanca,conlistasrojasenelcorazón—concluyóPriscilla.

Jane le susurró a Diana que ella no podía entender de qué estabanhablando.

Las jovencitas regresaron a casa a la luz de un tranquilo y doradoatardecer,conlascestasllenasdenarcisosdeljardíndeHester;Anallevóunoscuantosalcementerioaldíasiguienteylospusosobresutumba.

Lospetirrojossilbabanenlospinosylasranascantabanenlospantanos.Todoslosvallesestabanbordeadosporunaluztopacioyesmeralda.

—Bueno,despuésdetodo,hemospasadounratoagradable—dijoDiana,comosihubieraesperadotodolocontrariocuandosaliera.

—Hasidoundíadorado—dijoPriscilla.

—Megustanmuchísimolosbosques—añadióJane.Ananadadijo.Estabamirando el cielo a lo lejos, hacia el occidente, y pensando en la pequeñaHesterGray.

CAPÍTULOCATORCE

Unpeligroconjurado

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Unviernesporlatarde,Ana,alregresardesdelaoficinadecorreosacasa,fue interceptada por la señoraLynde, quien, como de costumbre, se hallabamuyatareadacontodosloschismes.

—Acabo de estar en lo de TimothyCortón, a ver sime puede prestar aAlice Louise por unos pocos días para queme ayude—dijo—. La tuve lasemana pasada, pues, aunque es muy lenta, es mejor que nada. Pero estáenfermaynopuedevenir.Timothyestabaallísentado,tosiendoyquejándose.Sehaestadomuriendodurantediezañosyestaráasíotrosdiezmás.Losdesuclase no terminan nada nunca, ni siquiera el morirse. Son una familia sinvoluntadysóloDiossabequéserádeellos.

LaseñoraLyndesuspirócomosidudaradelconocimientocelestialsobretalesgentes.

—Marilla fue otra vez el martes al oculista, ¿no es así? ¿Qué piensa elespecialista?

—Estámuy contento—dijo Ana alegremente—. Dice que sus ojos hanmejorado y que cree que el peligro de la pérdida completa ha pasado. Perocreequeyanopodrá leermuchonivolverahacer trabajosfinosdecostura.¿Cómovansuspreparativosparaelbazar?

LaSociedaddeDamasdeAyudaestabapreparandounaferiaycena,ylaseñoraLyndesehallabaalfrentedelaempresa.

—Bastantebien…y, apropósito, la señoraAlianpiensaqueestaríabiendecorarunacasetacomococinaantiguayservirunacenadejudías,buñuelos,pastel y cosas por el estilo. Estamos reuniendo por todas partes accesoriosantiguos.LaseñoradeSimónFletchernosvaaprestarlasalfombrastrenzadasde sumadre; la señora de Levi Boulter, algunas sillas viejas, y la tíaMaryShawnosprestarálaviejaalacenaconpuertasdevidrio.SupongoqueMarillanospermitirállevarsuscandelabrosdebronce.Ytambiénqueremostodoslosplatos viejos que sea posible. La señora Alian desea especialmente unaverdaderafuentedeporcelanaazul,siesquepodemosencontrarla.Peronadieparecetenerninguna.¿Sabestúdealguienquelatenga?

—La señorita JosephineBarry. Le escribiré pidiéndole que nos la presteparalaocasión.

—Bueno,megustaríaquelohicieses.Creoquetendremosesacenadentrodeunosquincedías.EltíoAbeAndrewsprofetizatormentasparaesaépoca,porloqueesseguroquetendremosbuentiempo.

El susodicho «Tío Abe» tenía por lo menos de común con los otrosprofetas el no serlo en su tierra. En realidad, se le consideraba como a unabroma,puespocasdesusprediccionesmeteorológicassehabíancumplido.El

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señorElishaWright,quesecreíaelingeniosodelpueblo,acostumbrabadecirqueenAvonleanadiemirabalosperiódicosdeCharlottetownparaconocerelestadodeltiempo.No,simplementeselopreguntabanaltíoAbeyesperabanlocontrario.Sinamilanarse,eltíoAbeseguíaprofetizando.

—Queremosqueselleveacabolaferiaantesdelaselecciones—continuóla señora Lynde—, pues es seguro que vendrán los candidatos y gastaránmuchodinero.Los«conservadores»sobornanadiestraysiniestra,demaneraquetambiénselespuededarunaoportunidaddegastarporunavezsudineroenformahonesta.

Ana era una decidida conservadora, en recuerdo deMatthew, pero nadadijo.PrefiriónohablardepolíticaconlaseñoraLynde.

La muchacha tenía una carta para Marilla, con el matasellos de laColumbiaBritánica.

—Probablemente es del tío de los niños—dijo excitada cuando llegó acasa—.Marilla,quisierasaberquédicerespectoaellos.

—Lo mejor será abrirla —fue la seca respuesta de Marilla. Un agudoobservador hubiera comprobado que también estaba excitada, pero hubieramuertoantesdedarloaentender.

Ana abrió la carta y echó una mirada a los desaliñados y mal escritosrenglones.

—Dicequenopuedehacersecargodelosniñosestaprimavera…quehaestadoenfermo lamayorpartedel inviernoyque subodaha sidoaplazada.Quiere saber si los podemos tener hasta el otoño y que entonces él se harácargo.Desdeluegoqueloharemos,¿no,Marilla?

—Creoquenonosquedaotraalternativa—dijoMarillaalgosecamente,aunqueconunsecretoalivio—.De todosmodos,ahoranoson tanmolestoscomoantes…oquizáseaquenoshemosacostumbradoaellos.Davyparecehaberprogresadomucho.

—Sus modales son mucho mejores —dijo Ana cautelosa, como si noestuvierapreparadaparadecirlomismosobresumoral.

Ana había regresado a casa la tarde anterior, para encontrar queMarillahabíaidoaunareuniónenlaSociedaddeAyuda,queDoradormíaenelsofádelacocinayqueDavy,juntoalarmariodelasaladeestar,paladeabafelizlasfamosasconfiturasdeciruelasamarillasdeMarilla…cosaqueseleprohibieratocar.ParecíaculpablecuandoAnalesorprendióylesacódelarmario.

—¡DavyKeith!¿Nosabesqueestámuymalquecomasesascosas,cuandosetehadichoquenotoquesnadadeesearmario?

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—Sí,séqueestuvomal—admitióDavyincómodo—,perolasconfiturasdeciruelasonmuyricas,Ana.Entréaecharunamiradayparecíantanbuenasquequiseprobarunpoquito.Metíeldedo…—Analanzóungemido—,ymelochupé.Yestaba tanbuenoquemepareciómejormeterunacucharaymelancé.

Ana lediounaexplicación tan seria sobreelpecadode robarconfituras,que Davy sintió remordimientos y, en medio de besos, prometió suarrepentimientoynovolverahacerlo.

—Detodosmodos,enelcielohabrábastantedulce,loqueesunconsuelo—dijocomplaciente.Anapreludióunasonrisa.

—Quizálohaya…siloqueremos—dijo—;pero¿quétehacepensareso?

—Pero,siestáenelcatecismo.

—¡Oh,no!Elcatecismonodicenadaparecido,Davy.

—Perotedigoquesí—insistióDavid—.EsenesapreguntaqueMarillame explicó el domingo pasado. «¿Por qué debemos amar a Dios? Porqueconservayredime»y«conserva»esunnombreparalosdulces.

—Voyabeberunpocodeagua—dijoAnaapresurada.

Cuando regresó, le costó bastante tiempo y trabajo explicarle que«conserva»sereferíaafinesmuchomásespirituales.

—Bueno,yameparecíademasiadobuenoparaserverdad—dijoDavyconun suspiro de desilusión—. Y, además, no sé cómo podría Dios encontrartiempoparahacerdulces,sihayuninfinitosábado,comodiceelhimno.Nocreoquemegusteiralcielo.¿Nohabránuncasábadosenelcielo,Ana?

—¡Sí,sábadosytodaclasededíashermosos!Ycadadíaserámáshermosoqueelanterior,Davy—aseguróAna,queestabacontentadequeMarillanoanduviera por allí para llevarse una sorpresa. Ésta, innecesario es decirlo,llevabaacabolainstrucciónteológicadelosmellizossegúnelantiguosistemaynoaceptabalasespeculacionessobreeltema.Cadadomingo,lesenseñabaaDorayDavyunhimno,unapreguntadelcatecismoydosversículosbíblicos.Doraaprendíadócilmenteyrecitabacomounapequeñamáquina,quizáconlamisma comprensión e interés de un verdadero mecanismo. Davy, por elcontrario, poseía una viva curiosidad y sus frecuentes preguntas hacíantemblaraMarilla.

—ChesterSloanedicequeenelcielonoharemosotracosaquecaminartodoel díavestidosdeblanco, tocandoel arpayque esperano tenerque irhastaqueseaviejo,porqueentoncespuedequeleguste.Ydicequeeshorriblellevar faldas blancas y a mí me parece lo mismo. ¿Por qué los ángeles nopuedenllevarpantalones,Ana?AChesterSloaneleinteresantodasesascosas

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porque será pastor. Debe ser pastor, porque su abuela dejó dinero para quevayaalcolegioynopodrátenerloamenosqueseapastor.Ellapensóqueunpastor era una cosa muy respetable para la familia. Chester dice que no leimportamucho,quemáslegustaríaserherrero,peroquetieneintencionesdedivertirse cuanto pueda antes de ser pastor, porque no cree que después seaposible. Yo no seré pastor. Seré comerciante como el señor Blair, y tendrémontonesdecaramelosyplátanos.Peroiríaatucielosimedejasentocarunaarmónicaenlugardelarpa.¿Creesquemedejarían?

—Sí.Creo que te lo permitirán, si quieres—fue todo cuanto pudodecirAnasinreír.

LaS.F.A.sereunióenlodelseñorHarmonAndrewsesatardeysepidióasistencia completa, ya que debían tratarse importantes asuntos. La S. F.A.estabaenestadoflorecienteyyahabíanconseguidomaravillas.Acomienzosdelaprimavera,elseñorMajorSpencercumpliósupromesayapisonó,nivelóy plantó la zona de su granja que daba al camino. Una docena de otroscaballeros, algunos apremiados por la determinación de no dejar que unSpencer se les adelantara, otros acuciados por «fomentadores» de su propioclan,siguieronsuejemplo.Elresultadofuequehubolargasbandasdesuavecéspedaterciopeladodondeanteshubieramalezademalaspecto.Lasfachadasde lasgranjasquenoestabanarregladasparecían tan feasporcontraste,quesuspropietariossentíansecretavergüenzayeranimpulsadosaverquépodíanhacer en otra primavera. El triángulo en el cruce de caminos también habíasidolimpiadoyplantadoyelparterredegeraniosdeAna,nomancilladoporningunavacavagabunda,yaestabaensucentro.

Enconjunto, los«fomentadores»pensabanque les ibamuybien,apesarde que el señorLeviBoulter, que fuera entrevistado con fina táctica por uncomitécuidadosamenteelegido,lesdijerademalosmodos,respectoalaviejacasa,quenolapensabatocar.

Enestareuniónespecialteníanpensadoredactarunapeticiónalossíndicosdelcolegio,rogándoleshumildementequesepusieraunacercaalastierrasdela escuela y también se discutió sobre la plantación de unos pocos árbolesornamentales juntoa la iglesia, si lopermitían los fondosde la sociedad,yaque,comodijeraAna,denadaservíainiciarotrasuscripciónmientrasquedaraazul el Salón. Los miembros estaban reunidos en el comedor y Jane ya sepreparaba a presentar la moción para nombrar una comisión que informarasobre el precio de dichos árboles, cuando Gertie Pye hizo su entrada,peripuesta como de costumbre. Gertie tenía el hábito de llegar tarde, «parahacermásefectivasuentrada»,comodecíanlasgentesmalintencionadas.Laentrada de Gertie en esta ocasión fue, por cierto, efectiva, pues se detuvodramáticamente en mitad del salón, alzó los brazos, hizo girar los ojos yexclamó:

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—Acabodeoíralgohorroroso.¿Quéosparece?ElseñorJudsonParkervaa alquilar toda la cerca de su granja que da al camino a una compañía deproductosfarmacéuticosparaquepongaunanuncio.

Porunavezensuvida,GertiePyeprodujotodalasensaciónquedeseara.No hubiera conseguido más de haber echado una bomba entre los«fomentadores».

—Nopuedeserverdad—dijoAna.

—Eso es lo que dije en cuanto lo supe —dijo Gertie, que estabadisfrutando en grado sumo—.Yo dije que no podía ser verdad, que JudsonParker no tendría corazón para hacerlo. Pero papá lo encontró esta tarde, lepreguntó y él dijo que era verdad. ¡Imagínate! Su granja da al camino deNewbridge y será horrible ver los anuncios de píldoras y emplastos, ¿no osparece?

Los «fomentadores» tuvieron una noción demasiado exacta. Hasta losmenos imaginativos pudieron representarse el grotesco efecto de mediokilómetrodecercaadornadacontalesanuncios.Todopensamientorespectoalcolegioyalaiglesiasedesvanecióanteestenuevopeligro.SeolvidarontodaslasreglasparlamentariasyAna,desesperada,omitiótomarnotaensusactas.Todoshablaronauntiempo,haciendounruidohorrible.

—Tengamoscalma—dijoAna,lamásexcitadadetodos—ytratemosdepensarenlamaneradeevitarlo.

—No sé cómo lo vas a hacer —exclamó Jane amargamente—. TodossabencómoesJudsonParker.Escapazdehacercualquiercosapordinero.Notieneniunachispadeespíritupúbliconisentidoalgunodelabelleza.

La perspectiva no eramuy buena. Judson Parker y su hermana eran losúnicos Parker en Avonlea, de manera que no se podían esperar influenciasfamiliares.MarthaParkereraunadamadeciertaedad(demasiadocierta)quedesaprobaba a los jóvenes en general y a los «fomentadores» en particular.Judson era un hombre jovial, de suave hablar, tan natural y gentil, que erasorprendentecuanpocosamigostenía.Quizásehabíadedicadodemasiadoalosnegocios,cosaqueraravezsirvealapopularidad.Poseíareputacióndesermuy«agudo»yeraopinióngeneralque«noteníamuchosprincipios».

—SiJudsonParkertieneocasiónde«conseguirunpeniquedecente»,nolaperderá—comentóFredericWright.

—¿No hay alguien que tenga influencia sobre él? —preguntó Anadesesperada.

—VaaWhiteSands aver aLouisaSpencer—informóCarrieSloane—.Quizáellapodríaconvencerledequenoalquilelacerca.

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—Ellano—dijoGilbertconénfasis—.Laconozcobien.No«cree»enlasSociedadesdeFomento,perosíenlosdólares.Esmásprobablequeleempujeahacerlo.

—Loúnicoquequedaporhaceresnombrarunacomisiónquelovisiteyproteste—dijo JuliaBell—.Ydebemosenviar chicas,puescon losvaronesserárudo.Peroyonoiré,demaneraquenoesnecesarioquemenombréis.

—Mejor que enviemos a Ana sola—dijo Oliver Sloane—; es la únicacapazdelidiarconél.

Ana protestó.Deseaba ir y hablar, pero debía llevar otros consigo «paraapoyomoral».Porlotanto,senombróaDianayaJaneparaqueselodieran.La reunión se disolvió con zumbidos como de avispas indignadas. Ana sehallabatanpreocupadaquenodurmióhastaelamaneceryentoncessoñóquelossíndicoshabíanpuestounacercaalrededordelaescuela,conlainscripción«PruebePíldorasPínpura»pintadaatodololargo.

El comité visitó a Judson Parker la tarde siguiente. Ana luchóelocuentemente contra su nefasto designio y Diana y Jane la apoyaronvalientemente. Judson fue zalamero, suave, lisonjero; les hizo algunoscumplidos sobre ladelicadezade losgirasoles; lamentómuchonegar algoatanbellasjóvenes…perolosnegociossonlosnegociosynopodíadejarqueenestaépocatandifícillossentimientossecruzaranensucamino.

—Pero les voy a decir qué haré —dijo guiñando un ojo—. Le diré alagentequeusecoloresbonitos,rojoyamarillo,porejemplo.Yleinsistiréquedeningunamanerapuedepintarelanunciodeazul.

El derrotado comité se retiró, pensando cosas que la censura no nospermiterepetir.

—Hemos hecho cuanto nos ha sido posible y debemos confiar en laProvidencia—dijo Jane, imitando inconscientemente el tono y gesto de laseñoraLynde.

—QuizáelseñorAlianpudierahaceralgo—reflexionóDiana.Ananegóconlacabeza.

—No,denadavalemolestaralseñorAlian,especialmenteahoraquetieneelniñotanenfermo.Judsonseleescurriría,comoanosotras,aunqueahoralehadadoporira la iglesiaregularmente.PeroesoessóloporqueelpadredeLouiseSpenceresviejoysefijamuchoenesascosas.

—JudsonParkereselúnicoenAvonleaaquienselepudoocurriralquilarla cerca —dijo Jane indignada—. Ni Levi Boulter ni Lorenzo White lohubieranhecho,conlopocopródigosqueson.Tienendemasiadorespetoporlaopiniónpública.

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La opinión pública se fijó por cierto en Judson Parker cuando el tematrascendió, pero eso no sirvió demucho. Judson se reía y la desafiaba. Los«fomentadores»estabantratandoderesignarsealaideadeverechadaaperderconanuncios lapartemáshermosadelcaminoaNewbridge,cuandoAnasepusoenpieantelapresidenciayanuncióqueelseñorJudsonParkerlehabíadadoinstruccionesparaqueinformaraalaSociedaddequenoibaaalquilarsucercaalaCompañíadeEspecíficos.

JaneyDianasequedaronmirándolacomosinocreyeranensusoídos.Laetiquetaparlamentaria,queseguardabaestrictamenteenlaS.F.A.,lainhibióynopudierondarriendasueltaasucuriosidad.Perodespuésdelasesión,Anafueasediadaenbuscadenoticias.Ellanoteníaexplicacionesquedar.JudsonParker la había alcanzado en el camino, diciéndole que tenía decididosolidarizarseconlaS.F.A.ensuodiocontralosanunciosfarmacéuticos.Esofue todocuantodijoAna,enaquel instanteodespués,yera lapuraverdad;pero cuando JaneAndrews, camino a casa, confió aOliver Sloane su firmecreenciadequehabíaalgodetrásdeaquelcambio,tambiéndijolaverdad.

Lanoche anterior,Anahabía ido a ver a la anciana señora Irvingpor elcaminode la costa, regresandoa casaporun atajoque la llevó a la costayluegoporelbosquedeabetoscercadelosDickson,porunasendaquesalíaalcamino real justounpocomásalládelLagode lasAguasRefulgentes,másconocidoparalasgentessinimaginacióncomolalagunadelosBarry.

En dos carricoches detenidos junto al camino se hallaban dos hombres.UnoeraJudsonParker;elotro, JerryCorcoran,unhombredeNewbridgealque, según palabras de la señora Lynde, «nunca había podido probárselenada». Era viajante de aperos agrícolas y prominente personalidad política.Estabametidoencuantoenjuaguepolíticohabía.YcomoCanadásehallabaenvísperasdeelecciones, Jerryeraunhombremuyocupadodesdesemanasatrás,puesrecorríatodalaregiónenbuscadevotosparasucandidato.EnelmomentoenqueAnaemergiódeentrelamaleza,leescuchódeciraCorcoran:

—Si vota usted porAmesbury, Parker…bueno, yo tengo un pagaré porunas herramientas que recibiera usted en la primavera. Supongo que no lemolestaríaquefueradestruido,¿no?

—Bu…eno,yaqueme lopideasí—respondió Judsonconunguiño—,creoqueloharé.Unhombredebevigilarsusinteresesenestostiempos.

Eneseinstante,ambosvieronaAnaylaconversacióncesóabruptamente.Ana saludó con frialdad y siguió, con la barbilla un poco más alta que decostumbre.ProntolaalcanzóParker.

—¿Quierequelalleve,Ana?—lepreguntóingenuamente.

—No,gracias—dijoella,conunligerodesdénensuvozquepercibióla

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nomuysensibleconcienciadeJudson.Sucaraseenrojecióytiróenojadodelas riendas, pero al instante recapacitó. Miró incómodo a Ana, que seguíaandando, sin mirar ni a derecha ni a izquierda. ¿Había oído la inequívocaoferta deCorcoran y su clara aceptación? ¡MalditoCorcoran! ¡Si tuviera almenos la costumbre de no decir las cosas tan claro! ¡Y malditas maestraspelirrojas que aparecen cuando menos uno lo esperaba! Si le había oído,seguramentequelocontaría.AunqueaJudsonParkerlepreocupababienpocolaopiniónpública,serconocido,comovendedordesuvotoeraalgomuyfeoysillegabaalgunavezaoídosdeIsaacSpencer,adióssusesperanzasdeganarlamanodeLouisa,consufuturodeheredaraunricogranjero.Judsonsabíaque no le miraban ya del todo bien, de manera que no podía correr riesgoalguno.

—Ejem…Ana,querríaverlasobreeseasuntodequeconversamoselotrodía.Hedecididonoalquilarlacercaaesacompañía.Unasociedadconmirascomoladeustedesdebeseralentada.

Anadejódeladosufrialdad.

—Gracias.

—Y…y…nohacefaltaquemencionemiconversaciónconJerry.

—Noteníalamenorintencióndehacerlo—dijoAnafríamente—,hubierapreferidover todas las cercasdeAvonleapintadas antesdenegociar conunhombrecapazdevendersuvoto.

—Bueno, bueno —asintió Judson, imaginando que se comprendíanmagníficamenteunoaotro—.Nuncalacreícapaz.DesdeluegoqueleestabatomandoelpeloaJerry…secreetansagaz.NotengointencionesdevotaraAmesbury. Votaré a Grant como siempre… ya lo verá cuando lleguen laselecciones.Yestábienlodelacerca;selopuededeciralos«fomentadores».

«En este mundo tiene que haber gente de todas clases, como he oído amenudo, pero creo que hay algunas de las que se podría prescindir»,reflexionó Ana esa noche ante el espejo de su cuarto. «No podría habermencionadoesadesgraciaanadie,demodoquemiconcienciaestátranquilaaeserespecto.Enrealidadnoséaquéoaquiénhayqueagradecérselo.Yonohice nada para conseguirlo. Y es difícil creer que la Providencia empleemedidascomolasqueusanhombrescomoJudsonParkeryJerryCorcoran».

CAPÍTULOQUINCE

Comienzanlasvacaciones

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Ana miraba la puerta de la escuela en un dorado y tranquilo atardecer,cuando los vientos silbaban entre los abedules alrededor del patio y lassombraseranlargasyperezosasjuntoalosbosques.Arrojólallavealfondodesubolsilloconunsuspirodesatisfacción.Elañoescolarhabíaconcluido;lahabían nombrado maestra para el curso del próximo año con expresionessatisfactorias.SóloelseñorHarmonAndrewsledijoquedebíausarlacorreamás a menudo… y tenía ante sí dos meses de deliciosas y anheladasvacaciones. Ana se sentía en paz con el mundo y consigo misma mientrasbajabalacolinaconsucestallenadefloresenlamano.Desdequebrotaronlasprimerasfloresdemayo,Ananuncahabíadejadodehacersuvisitasemanalala tumba de Matthew. Toda la gente de Avonlea, excepto Marilla, habíaolvidado al tranquilo, tímido y poco importanteMatthew Cuthbert, pero sumemoria permanecía viva en el corazón de Ana. Nunca olvidaría al buenancianoquehabíasidoelprimeroenbrindaramorysimpatíaasuhambrientaniñez.Alpiedelacolinasehallabaunniñosentadoenunavallaalasombradelosabetos,unniñodegrandesojossoñadoresyhermosoysensiblerostro.Bajó sonriente a reunirse con Ana, pero había rastros de lágrimas en susmejillas.

—Se me ocurrió esperarla, señorita, porque sabía que iba para elcementerio—dijoysecogiódesumano—.Yotambiénvoy…llevoesteramode geranios para la tumba de abuelito Irving de parte de abuelita. Y mire,señorita,voyaponerestemanojoderosasblancasjuntoalatumbadeabuelitoen memoria de mi mamá… porque no puedo llegar hasta su tumba. ¿Creeustedqueellaseenterará?

—Sí,Paul,estoysegura.

—¿Sabe, señorita? Hoy hace tres años quemuriómamá. Esmuchísimotiempo,perodueletantocomoantes,ytambiénlaextrañotantocomoantes.Avecesmeparecequenopuedosoportartantapena.

LavozdePaultemblóycorrióunestremecimientoporsuslabios.Bajólavistahacialasrosasconlaesperanzadequesumaestranovieralaslágrimasquehabíaensusojos.

—Y así y todo —dijo Ana suavemente— no querrías que dejara delastimarte…noquerríasolvidaratumamáaunquepudieras.

—No,porsupuesto,noquerría.Esoesexactamenteloquesiento.Esustedtanbuenaalcomprenderlo, señorita.Nadiemeentiende tanbien,ni siquieraabuelita,aunqueestanbuenaconmigo.Papálocomprendebastantebien,perono puedo hablarle mucho de mamá porque lo pone muy triste. Cuando secubrelacaraconlasmanos,séquedebodetenerme.Pobrepapá,debesentirseterriblementesolosinmí;peronotienemásqueunamadellaves.Ycreequeéstasnosonapropiadasparaeducaraunniño,especialmentecuandoéltiene

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que estar tanto tiempo fuera de casa por sus negocios. Las abuelas son lomejor,despuésdelasmadres.Algúndía,cuandocrezca,volveréjuntoapapáynonossepararemosnuncamás.

Paul le había hablado tanto aAna de sumadre y su padre que la jovensentíacomosi loshubieraconocido.Pensabaque lamadredebíahaber sidomuyparecida al niño en temperamento y disposiciones, y tenía idea de queStephenIrvingeraunhombremásbienreservado,queposeíaunaprofundaytiernanaturalezaqueescondíaescrupulosamentealmundo.

—Papánoesunhombreconelqueresultemuyfácil trabaramistad—lehabía dicho una vez Paul—. No tuve realmente intimidad con él hasta quemurió mamá. Pero es espléndido cuando se ha aprendido a conocerlo. Loquiero más que a nadie en el mundo; después a abuelita, y luego a usted,señorita.Laquerríaausteddespuésdepapásinofueramideberquerermásamiabuelapor todo loqueestáhaciendopormí.Ustedcomprende, señorita.Aunque desearía que me dejara la lámpara en mi cuarto hasta que medurmiera.Selallevainmediatamentedespuésdequemeacuesto,porquediceque no debo ser cobarde. No soy miedoso, pero me gustaría tener la luz.Mamá siempre se sentaba junto a mí y me sostenía la mano hasta quemedormía. Supongo que me malcriaba. Usted sabe que las mamas a veces lohacen.

No, Ana no lo sabía, aunque podía imaginarlo. Pensó tristemente en su«mamá»,lamadrequepensaraqueellaera«totalmentehermosa»,quehabíamuerto hacía tanto tiempo y que se encontraba enterrada junto a su jovenesposo en una tumba lejana que nadie visitaba.Ana no podía recordar a sumadreyporestarazón,casienvidiabaaPaul.

—La semanaquevienecumploaños—dijoPaulmientras subían la rojacolina,bajolosrayosdelsoldejunio—ypapámeescribiódiciendoquememandabaalgoquesegúnélesloquemáspodíagustarme.Creoqueyallegó,pues abuelita tiene la biblioteca siempre cerrada con llave, y eso no lo hahecho nunca. Y cuando le pregunto por qué, me mira misteriosamente yrespondeque losniñosnodebenser tancuriosos.Esmuyexcitantecumpliraños. ¿No le parece? Voy a cumplir once. Nadie lo diría al verme, ¿no escierto?Abuelitadicequesoymuypequeñoparamiedadyqueesporquenocomo suficiente potaje. Hago lo posible, pero abuela sirve unos platos tangenerosos. No hay nadamezquino en la abuela, puedo asegurárselo. Desdeaquellavezqueustedyyohablamosde lasoracionescaminode la escuela,cuandomedijoquedebíamosrezarparasalvarlasdificultades,lehepedidoaDios todas lasnochesquemeconcedieragraciasuficienteparasercapazdecomertodomipotaje.Peronuncaloheconseguidohastahoyyaúnnosésiserá porque tengo muy poca gracia o demasiado potaje. Abuelita dice quepapácrecióa fuerzadepotajeyensucasosíque resultóbien,pues tendría

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que ver la espalda que tiene. Pero algunas veces —suspiró Paul con airemeditabundo—creorealmentequeelpotajeserámimuerte.

Ana se permitió una sonrisa aprovechando que Paul no lamiraba. TodoAvonlea sabía que la anciana señora Irving estaba educando a su nieto deacuerdoconlosviejosmétodosdeladietaylamoral.

—Esperemos que no, querido—dijoAna alegremente—. ¿Cómo está tugentedelasrocas?¿Sigueportándosebienelmayordelosmellizos?

—Tiene que hacerlo—aseguró Paul enfáticamente—. Sabe que de otromodo,noserésuamigo.Yocreoqueestárealmentellenodemaldad.

—¿YNorah?¿HadescubiertoyaalaDamaDorada?

—No,perocreoquesospecha.Estoycasiseguroquelaúltimavezquefuiasucaverna,mevigilaba.Amínomeimportasiseentera.Yonoquerríaqueocurrierasóloporsubien,yaqueesoibaaherirsussentimientos.Perosiellaestádecididaaherirsussentimientos,nopuedeevitarse.

—Sialgunanochevoyhastalaplayacontigo,¿creesqueyotambiénpodréveratugentedelasrocas?Paulsacudiólacabezagravemente.

—No,nocreoqueustedpuedaverles.Peropodráverlasuya.Ustedesdelaclasedepersonasquepueden.Losdossomosdeesaclase.Ustedlosabe,señorita —agregó apretando la mano en señal de camaradería—. ¿No esespléndidoserasí,señorita?

—Espléndido —asintió Ana fijando sus brillantes ojos grises en losbrillantesojoscelestesdelniño.AnayPaulsabían:

Cuanhermosoeselreino

quenosabrelaimaginación.

Yambosconocíanelcaminoqueibaalpaísdelafelicidad.Allílarosadela alegría florecía inmortal en el valle y el arroyo; y las nubes nuncaoscurecían el rayo del sol; las dulces campanas nunca emitían sonidosdiscordantes y abundaban los buenos espíritus. El conocer la situacióngeográfica de ese país… «al este del sol, al oeste de la luna»… es un doninapreciableyquenopuedecomprarse.Debeserelregalodelasbuenashadasal nacer, y los años no pueden mutilarlo o quitarlo. Es preferible poseerloviviendoenunabuhardilla,quehabitarpalaciossinél.

ElcementeriodeAvonleacontinuabasiendoelsolitariocampocubiertodecésped. A decir verdad, los «fomentadores» ya habían pensado en él. YPriscillaGranthabíaleídoenlaúltimareuniónuninformesobrecementerios.Los «fomentadores» tenían la esperanza de poder reemplazar algún día lasucia,destartaladayviejacercademaderaporuna limpiaverjadealambre,

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hacerregarelcéspedyenderezarlosladeadosmonumentos.

Ana puso sobre la tumba deMatthew las flores que llevaba y luego fuehacia el pequeño rincón a la sombra del álamo donde dormía Hester Gray.Desde el día de la excursión primaveral, Ana siempre ponía flores sobre latumba de Hester cuando visitaba la de Matthew. La tarde anterior habíacaminadohastaeldesiertojardincilloentrelosbosquesyrecogidoalgunasdelasrosasblancasdeHester.

—Penséquetegustaríanmásquecualesquieraotras—dijosuavemente.

Anaseencontrabaallísentada,cuandoviounasombraenelsuelojuntoaella,alzólavistayvioalaseñoraAlian.Volvieronjuntasasuscasas.

LaseñoraAlianyanoteníaelrostrodejovennoviaqueostentaracuandoelministro la llevara aAvonlea cinco años atrás.Había perdido algo de sulozanía juvenil, y se encontraban sufridas líneas junto a su boca y ojos.Algunas eran debidas a una pequeña tumba que se hallaba en ese mismocementerio;yotrasmásnuevashabíansurgidodurantelarecienteenfermedaddesuhijito,felizmenteyafueradepeligro.Perosushoyueloserantandulcescomosiempreysusojostanclaros,brillantesysinceros;lalozaníajuvenilquefaltabaasurostro,estabaahoramásquecompensadaporunagranternurayfuerza.

—Supongo que estás pensando en tus vacaciones, Ana —dijo cuandodejaronelcementerio.

—Sí… puedo saborear la palabra como un dulce manjar. Creo que elveranoserámaravilloso.Porunaparte, laseñoraMorganvendráa la islaenjulioyPriscillalatraeráaquí.Anteesepensamiento,sientounodemisviejos«estremecimientos».

—Esperoquelopasesbien,Ana.Hastrabajadomuyduroesteañoyconprovecho.

—Oh,nosé.Headelantadotanpocoentantascosas.Nohehecholoquemeproponíacuandoempecéaenseñarenelotoño;nohevividodeacuerdoconmisideales.

—Ningunodenosotrosloconsigue—dijolaseñoraAlianconunsuspiro—. Pero tú sabes lo que dice Lowell, Ana. «No el fracaso, sino los bajosideales,sonelcrimen».Debemosteneridealesytratardevivirdeacuerdoconellos, aun cuando nunca tengamos éxito. La vida sería algo muy triste sinellos.Conellos,esgrandeymagnífica.Afírmatebienentusideales,Ana.

—Lointentaré.Perotengoqueabandonarlamayoríademisteorías—dijola joven riendounpoco—.Cuandoempecéaenseñar, tenía lamáshermosacoleccióndeteoríasquepuedaimaginarse,perohanidoderrumbándose.

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—Hastalateoríadelcastigocorporal—afirmólaseñoraAlian.

Anaenrojeció.

—NuncameperdonaréporgolpearaAnthony.

—Tonterías, querida, se lomerecía.Nohas tenido inconvenientes con éldesde entonces y ha comenzado a pensar que no hay nadie como tú. Tubondadganósuafectodespuésdequelaideadeque«unachicanosirve»fueexpulsadadesutestarudamente.

—Puede haberlo merecido, pero la cuestión no está ahí. Si yo hubieradecidido serena y deliberadamente que debía azotarle porque merecía elcastigo,nomesentiríacomomesiento.Pero laverdadseñoraAlian,esquemeenfurecíyporesolepegué.Nopensabasierajustooinjusto.Quizásiélnolohubieramerecidolohabríahechoigual.Esesoloquemehumilla.

—Bueno, todos cometemos equivocaciones, querida, de manera queolvídalo.Debemoslamentarnuestroserroresyaprenderdeellos,peronuncallevarlosconnosotroshaciael futuro.AhívaGilbertBlytheen subicicleta.Tambiénvuelveasucasaapasarlasvacaciones,supongo.¿Cómolesvaconsusestudios?

—Bastantebien.EsperamosterminarconVirgilioestanoche.Nosquedansóloveinteversos.Después,noestudiaremosmáshastaseptiembre.

—¿Piensasiralauniversidad?

—Oh, no sé—Ana miró soñadoramente hacia el azul horizonte—. Losojos de Marilla nunca mejorarán más que ahora, aunque estamos muyagradecidosdequenolospierdaporcompleto.Yluegoestánlosmellizos;enrealidad,nocreoquesutíolosmandeabuscarnunca.Quizálauniversidadmeconvendría,peronopiensomuchoenelloparanosentirmedefraudada.

—Bueno,megustaríaverteenlauniversidad,Ana,perosinovuelves,nodebes sentirtedescontentaporello.Encualquier ladoqueestemos,hacemosnuestravida.Despuésdetodo,launiversidadsólopuedeayudarnosahacerlamás fácil. Nuestra vida puede ser amplia o angosta, de acuerdo a lo queponemosenella,noaloqueobtenemos.Lavidaesricaaquíyentodaspartes,sóloconqueaprendamosaabrirnuestroscorazonesasuriquezayplenitud.

—Creoqueentiendoloquequieredecir—dijoAnameditativamente—.Ysé que hay muchas cosas por las que debo estar agradecida… tantas…mitrabajo; Paul Irving;mis queridosmellizos y todosmis amigos. Estoymuyagradecidaalaamistad,señoraAlian.Embellecetantolavida.

—Nohaydudadequelaverdaderaamistadesalgomuyreconfortante—dijo la señora Alian—. Y debemos tener un alto ideal de ella y nuncamancharla con ninguna falta a la verdad o a la sinceridad.Me temo que el

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nombredeamistadamenudosehadegradadoporunaespeciede intimidadquenotienenadadeverdaderaamistad.

—Sí…comoladeGertiePyeyJuliaBell.Tienenmuchaintimidadyvanjuntasatodaspartes,peroGertiesiempreestádiciendocosasdesagradablesdeJuliaasusespaldas,ytodospiensanqueestácelosadeellaporquesealegracuandoalguienlacrítica.Creoqueesunaprofanaciónllamaraesoamistad.Sitenemos amigos debemos sólo buscar lo buenoquehay en ellos y darles lomejorquetenemos,¿noleparece?Laamistaddebeserlacosamáshermosadelmundo.

—La amistad es muy hermosa —sonrió la señora Alian—; pero algúndía…

Sedetuvorepentinamente.EneldelicadorostrodeAna,consuscándidosojosymovedizosrasgos,habíaaúnmásdeniñaquedemujer.ElcorazóndeAna hospedaba sólo sueños de amistad y ambición, y la señora Alian nodeseababarrerlasfloresdesudulceinconsciencia.Demodoquedejóquelosañosdelfuturoterminaransufrase.

CAPÍTULODIECISÉIS

Lasustanciadelasesperanzas

—Ana—dijoDavycon tonode ruego,mientrassubíaal sofá forradoencuero,dondeAnaestabasentada,leyendounacarta—.Ana,tengounhambreterrible.Notienesidea.

—Te traeré un trozo de pan conmantequilla—respondió Ana, ausente.Evidentemente,lacartaconteníaalgunasnoticiasexcitantes,puessusmejillasestaban tan sonrosadas como las rosas del seto y sus ojos brillaban comonunca.

—Pero no tengo hambre de pan conmantequilla—respondióDavy contonoquesonabaadisgustado—.Tengohambredetortadeciruelas.

—Oh—rioAna,dejandosucartaydándoleunabrazoalniño—.Ésaesunaclasedehambrequepuedesoportarsecontodafacilidad,Davy.YasabesqueunadelasreglasdeMarillaesquenopuedescomerotracosaquepanconmantequillaentrecomidas.

—Bueno,dameunpedazo…porfavor.

Davyhabíaporfinaprendidoadecir«porfavor»,perosiempreloañadíacomouneco.MiróconaprobaciónelgenerosotrozoqueletrajeraAna.

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—Siempreleponesunabuenaracióndemantequilla,Ana.Marillalaponebastantedelgada.Entramejorconmuchamantequilla.

La rebanada «entró» con bastante facilidad, a juzgar por su rápidadesaparición.Davybajódelsofácabezaabajo,diounadoblevolteretasobrelaalfombrayanunciócondecisión:

—Ana,mehedecididorespectoalcielo.Noquieroirallí.

—¿Porquéno?—dijoAnagravemente.

—Porque está en el desván de Simón Fletcher y a mí no me gusta eseseñor.

—¡ElcieloeneldesvándeSimónFletcher!—tartamudeóAna,demasiadosorprendidaparareír—.DavyKeith,¿quiéntehametidoenlacabezaesaideaestrafalaria?

—MiltyBoulterdicequeesallídondeestá.LalecciónsereferíaaEliasyElíseoymepusedepieparapreguntarlealaseñoritaRogersondóndeestabael cielo. Pareció terriblemente confundida. Estaba algo enfadada, porquecuando nos preguntó qué le dejó Elias a Eliseo cuando fue al cielo, MiltyBoulterdijo:«suropavieja»,ytodosnosreímosantes.Quisierapoderpensarantesdeactuar,asínoharíanadamalo.PeroMiltynoquisoserirrespetuoso.Esquenolediotiempoapensar.LaseñoritaRogersondijoqueelcieloestádondesehallaDiosyquenodebíahacerpreguntasasí.Miltymedioconelcodoydijoenvozbaja:«ElcieloestáeneldesvándetíoSimónytelovoyaexplicar cuando volvamos a casa». De modo que lo hizo cuandoregresábamos.Milty se damuchamaña para explicar las cosas.Aunque nosepanada,hablamuchoyunotieneiguallaexplicación.SumadreeshermanadelseñorSimónyfueconellaalfuneralcuandomurióJaneEllen,suprima.Elpastordijoquehabíaidoalcielo,aunqueMiltydicequeyacíafrenteaellosenelataúd.Perosuponequedespuéssellevaronelataúdaldesván.Bueno,éllepreguntóquedóndeestabael cielodondehabía ido Jane,yella señalóeltechoydijo:«Allí arriba».Milty sabíaquearribanohabíanadamásqueeldesván,demaneraqueesasí comoseenteróydesdeentonces ledamuchomiedosubiraldesvándesutío.

AnapusoaDavysobresusrodillasehizocuantopudoparaaclararaquelerrorteológico.EstabamuchomejorpreparadaqueMarillaparalalabor,puesrecordaba su propia niñez y poseía una instintiva comprensiónpor las ideasquetienenlospequeñosdelascosasquesonclarasyfácilesparalosmayores.AcababadeconvenceraDavydequeelcielonoestabaeneldesvándeSimónFletcher cuando entróMarilla desde el jardín, donde ella yDora estuvieranrecogiendo guisantes. Dora eramuy laboriosa y nunca estabamás contentaque cuando ayudaba en las tareas que le permitían sus dedos gordezuelos.

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Alimentabalasgallinas, juntabaastillas,secabaplatosyllevabarecados.Erapulcra, fiel y obediente; nunca había que decirle dos veces que hiciera unacosay jamásolvidabaningunode suspequeñosdeberes.Davy, al contrario,era desatento y olvidadizo, pero poseía la innata virtud de hacerse querer yAnayMarillalequeríanmás.

MientrasDorapelabaorgullosa losguisantesyDavyhacíabarquitosconlasvainas,conmástilesdecerillayvelasdepapel,AnainformóaMarilladelmaravillosocontenidodelacarta.

—Marilla, ¿qué le parece?Acabo de recibir una carta de Priscilla ymedicequelaseñoraMorganestáenlaislayqueeljueves,sihacebuentiempo,vendránaAvonlea,másomenosa lasdoce.Pasarán la tardeconnosotroseiránalhoteldeWhiteSandsalanochecer,porquealgunosamericanosamigosdelaseñoraMorgansealojanallí.¡Oh,Marilla!,¿noeshermoso?Apenassipuedocreerquenosueño.

—Meatrevoadecirque la señoraMorganseparecemuchoa losdemásmortales —dijo Marilla secamente, aunque se sentía un poquito excitadatambién. La señora Morgan era una dama famosa y su visita, unacontecimientofueradelocomún—.Entonces,¿vendránaalmorzar?

—Sí.¿Puedohaceryotodoelalmuerzo?QuierotenerlasensacióndequesoycapazdehaceralgoporlaautoradeEljardíndelospimpollos,aunquenoseamásquecocinarleelalmuerzo.Noseopone,¿noescierto?

—PorDios, nomegusta tanto andar cercadel fuegoen julio comoparaofendermesialgunaotrapersonalohace.Bienvenidaaltrabajo.

—Gracias—dijoAna,comosiMarillalehubierahechounfavortremendo—.Estamismanocheprepararéelmenú.

—Procuranohacermuchasflorituras—dijoMarilla,unpocoalarmadaporlode«menú»—.Aversihacesunadelastuyas.

—No «florearé», si con eso quiere decir que haré platos demasiadoextravagantes. Eso sería afectación y, aunque sé que no poseo el sentido yseguridadquedebetenerunamuchachadediecisieteañosyunamaestra,nosoy tan tonta comopara eso.Peroque todo esté tanbien como seaposible.Davy,nodejesesasvainasdeguisantesenlaescalera,alguienpuedepisarlasyresbalar. Empezaremos con una sopa ligera…ya sabe que puedo hacer unasabrosacremadecebollas…yluegounpardepollosalhorno.Seránlosdospollosblancos.Leshe tenidomuchoafectodesdequenacieron.Peroséquedeben ser sacrificados alguna vez y ninguna ocasión mejor que ésta. Pero,Marilla,yonopuedomatarlos,nisiquieraenhonordelaseñoraMorgan.LetendréquepediraJohnHenryCárterquevengaahacerlopormí.

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—Yo lo haré —se ofreció Davy— si Marilla los sostiene de las patas,porquecreoqueusarélasdosmanosparaelhacha.Esfantásticoverlossaltardespuésdedegollados.

—Luego serviré guisantes y judías; patatas con crema y ensalada delechuga—resumióAna—,ydepostre,tartadelimónconcremabatida,quesoycafé.Mañanaprepararé la tartayarreglarémivestidoblancodemuselina.DebodecírseloaDianaestanoche,puesquerráhacer lomismoconelsuyo.Las heroínas de la señoraMorgan casi siempre visten demuselina blanca yDiana y yo hemos resuelto que así habíamos de vestir si alguna vez laconocíamos.Seráuncumplidomuydelicado, ¿no leparece?Davy,querido,nodebesmeterlavainadelosguisantesenlasrendijasdelsuelo.Deboinvitaral señorAliany a sumujery a la señoritaStacy,pues todos tienenmuchasganasdeconoceralaseñoraMorgan.Esunafortunaquevengamientrasestáaquí la señorita Stacy. Davy querido, no hagas navegar las vainas de losguisantes en el cubo de agua. Espero que hará buen tiempo el jueves ymeparecequesí,porqueanoche,cuandoeltíoAbefueavisitaralseñorHarrison,dijoqueibaallovercasitodalasemana.

—Esbuensigno—afirmóMarilla.

Anacorrióesanochea«LaCuestadelHuerto»parallevarlelasnoticiasaDiana,quetambiénseexcitóporellas,yallídiscutieronelasunto,sentadasenlahamacabajoelgransaucedeljardíndelosBarry.

—Ana, ¿puedo ayudarte a cocinar?—imploróDiana—.Tú sabesque séhacerunaexquisitaensaladadelechuga.

—Ya locreo—dijo lamuchacha—.Y tenecesitaréparadecorar.Quieroqueelcomedorseaunrosal.Esperoquetodotranscurrabien.Lasheroínasdela señora Morgan nunca se meten en camisa de once varas o tienendificultades y siempre son tan seguras y tan buenas amas de casa. Parecenserlo de nacimiento. Recuerda queGertrudis, la de Los días de Edgewood,manejaba lacasade supadrecuandosólo teníaochoaños.Cuandoyo teníaesa edad, sabía poco fuera de criar niños. La señoraMorgan debe ser unaautoridadenniñas,porquehaescritomuchosobreellasyquieroquetengaunabuenaopinióndenosotras.Loheimaginadotododedistintasmaneras…cómoserá,quédiráyquélediréyo.Yestoymuyansiosarespectoaminariz.Tienesietepecas.AparecieronenlaexcursióndelaS.F.A.,cuandoanduvealsolsinsombrero.Supongoquesoyunaingrataalpreocuparmeporellas,cuandodeberíaestaragradecidadenotenerportodalacaracomodecostumbre;perohubieradeseadoquenoaparecieran.TodaslasheroínasdelaseñoraMorganposeenunatezperfecta.Nopuedorecordarunasolapecaentreellas.

—Las tuyas no se distinguen mucho —la consoló Diana—. Prueba unpocodejugodelimónestanoche.

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Aldíasiguiente,Anahizolatarta,preparósuvestidodemuselinablancaybarrió cada habitación de la casa, procedimiento bastante innecesario, pues«TejasVerdes»estabaenperfectoorden,tancaroaMarilla.Perolamuchachasentía que unamota de polvo sería execrable en una casa que debía visitarCharlotte E. Morgan. Hasta limpió el cuarto de útiles que había bajo laescalera,aunquenoexistíalamásremotaposibilidaddequelaseñoraMorganmiraraallí.

—Esquequierotenerlasensacióndequetodoestáenorden,aunqueellanolovea—ledijoaMarilla—.YasabequeensulibroLlavesdoradas,haceque Alice y Louisa, sus dos heroínas, tomen como divisa el verso deLongfellow:

Enlosantiguosdíasdelarte

losconstructores,concuidadoextremo,

levantabancadaparte,diminutaeinvisible,

pueslosojosdeDiostodoloven.

Yporellosiemprebarríanelsótanoynoolvidabanbarrerbajosuscamas.Tendría la conciencia intranquila si supiera que este armario estabadesordenado cuando la señora Morgan esté en la casa. Desde que leímosLlavesdoradasenabril,Dianayyohemosadoptadoeseversocomonuestrolema.

Esanoche,JohnHenryCárteryDavymatarondospollosblancosyAnalos aderezó, siendo esta desagradable tarea glorificada por el destino de lasaves.

—Nomegustadesplumarpollos—ledijoaMarilla—;peroesunasuerteque este trabajo no nos exija concentrarnos en él.He estado pelando pollosconlasmanosperoenlaimaginaciónhevagadoporlaVíaLáctea.

—Mehe dado cuenta que habías tirado por el suelomás plumas que decostumbre—observóMarilla.

LuegoAnaacostóaDavyylehizoprometerqueseportaríaperfectamentealdíasiguiente.

—Si mañana me porto tan bien como pueda ser posible, ¿dejarás quepasadomañanameportetanmalcomoquiera?—preguntóDavy.

—No puedo prometerte eso —dijo Ana discretamente pero os llevaréremandohastalaotraorilladellago;bajaremosalasdunasyharemospicnic.

—Tratohecho—exclamóDavy—.Serébueno;túganas.TeníaintencionesdeiralodelseñorHarrisonatirarleguisantesaGingerconminuevapistola,pero será lo mismo otro día. Supongo que una excursión a la playa lo

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compensará.

CAPÍTULODIECISIETE

Uncapítulodeaccidentes

AnasedespertótresvecesdurantelanocheycaminóhacialaventanaparaestarseguradequelaprediccióndeltíoAbenoibaacumplirse.Finalmente,lamañana apareció perlada y lustrosa, con un cielo azul lleno de un plateadoresplandor, y el maravilloso día llegó. Diana apareció poco después deldesayunoconunacestadefloresquelecolgabadeunbrazoysuvestidodemuselina del otro, pues no se lo pondría hasta que hubiera terminado lospreparativosdelacomida.Mientrastanto,durantelatarde,usósuvestidorosaestampadoyundelantalde linónconunmontóndemaravillososvolantesyfruncidos.Yestabamuypulcra,bonitaysonrosada.

—Estássimplementeadorable—dijoAnaadmirada.Dianasuspiró.

—Perohetenidoqueagrandarotraveztodosmisvestidos.Pesocasidoskilosmásqueenjuliopasado,Ana.¿Dóndeterminarátodoesto?LasheroínasdelaseñoraMorgansonsiemprealtasyesbeltas.

—Bueno, olvidemos nuestras preocupaciones y pensemos en las alegrías—dijoAnaalegremente—.LaseñoraAliandicequesiemprequerecordemosalgoquenospreocupe,debemospensartambiénenalgoagradablequepuedacontrarrestarlo. Si tú eres ligeramente rolliza, también tienes los másencantadoreshoyuelos;ysiyotengounanarizpecosa,suformaesperfecta.¿Creesqueeljugodelimónvabien?

—Sí,esocreo—dijoDianaconairecrítico.

Ymuy alegre Ana se dirigió hacia el jardín que estaba lleno de tenuessombrasyoscilanteslucesdoradas.

—Decoraremoslasala,primero.Tenemosmuchotiempo,porquePriscilladijo que estarían aquí a las doce y media a más tardar, de modo quecomeremosalauna.

HaydudasdequeenesemomentopuedahaberhabidoentodoCanadáoEstadosUnidosunpardemuchachasmásexcitadasyfelices.Cadatijeretazoque cortabauna rosaouna campanillaparecía cantar: «Hoyviene la señoraMorgan».AnasepreguntabacómoelseñorHarrisonpodíacontinuarsegandohenoplácidamenteenelcampodetrásdelsendero,comosinofueraapasarnada.

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La sala de «Tejas Verdes» era un aposento algo sombrío y sereno, conrígidos muebles, almidonadas cortinas de encaje y blancos tapetes siemprecolocados en perfecto ángulo, excepto en las ocasiones en que quedabancolgando de los botones de algún desafortunado. Ni siquiera Ana habíaobtenido nunca permiso para infundirle algo de gracia, pues Manila nopermitíaalteraciones.Peroesmaravillosoloquepuedenconseguirlasfloressiselesdaoportunidad.CuandoAnayDianaterminaronconlahabitación,éstaquedóirreconocible.Ungranjarrónazulllenodemargaritasflorecíasobrelapulidamesa.Elbrillantemantonegrodelachimeneafrancesaestabaadornadocon rosas y helechos. En cada estante de la rinconera había un manojo decampanillas; los oscuros rincones de cada lado de la reja del hogar estabaniluminadosporjarrasllenasdebrillantespeoníascarmesí,yelhogarmismo,estabaencendidoporamapolas.Todoesteesplendorycoloridomezcladoconlosrayosdelsolquecaíanatravésdelasmadreselvasporlasventanasenunatempestuosa confusión de danzarinas sombras sobre el piso y las paredes,convertían al comúnmente fúnebre salón en la verdadera «glorieta» de laimaginación deAna, y hasta provocó la admiración deMarilla, quien fue acriticarysequedóalabandolaobradelasjovencitas.

—Ahoradebemosponerlamesa—dijoAnaconeltonodeunasacerdotisaapuntoderealizarunsacroritoenhonordealgunadivinidad.

—Pondremosungran jarrónconrosassilvestresenelmedio,yuna rosafrenteacadaunodelosplatos,yunramodecapullosderosaespecialmenteparalaseñoraMorgan,unaalusiónaEljardíndelospimpollos.

La mesa fue puesta en la estancia, con el más fino mantel de linón deMarilla,sumejorporcelana,cristaleríayplata.Sepuedetenerlaseguridaddequecadaartículofuelimpiadoescrupulosamentehastaobtenerelmáximodebrilloyesplendor.

Luegolasjóvenesfueronalacocina,impregnadadeapetitosasfraganciasque emanabandel horno, dondeya estaban cocinándose admirablemente lospollos.Ana preparó las patatas yDiana los guisantes y las habas.Después,mientrasDianasemetíaenladespensaacondimentarlaensaladadelechuga,Ana, cuyas mejillas habían comenzado ya a ponerse carmesí tanto por laexcitacióncomoporelcalordelfuego,preparólasalsapara lospollos,picólascebollasparalasopayfinalmentebatiólacremaparasustartasdelimón.

¿YquéeradeDavytodoesetiempo?¿Cumplíalapromesadeserbueno?Porsupuestoquesí.

Seguramente habría insistido en quedarse en la cocina, porque teníacuriosidaddeverlotodo.Perocomosequedabaquietosentadoenunrincón,entretenidoendeshacer losnudosdeunpedazode redparapescararenquesquesetrajeradesuúltimacorreríaporlaplaya,nadieseopuso.

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A las once y media, la ensalada de lechuga estaba hecha, los doradoscírculosdelastartasadornadosconlacremabatidaytodoapunto.

—Ahoraserámejorquenosvayamosavestir—dijoAna—porquedebenllegaralrededordelasdoce.Comeremosalaunaenpunto,pueslasopadebeserservidaencuantoestéhecha.

Ciertamenteseriosfueronlosritosrelativosalatavíoquesecumplieronenlabuhardilla.Anaobservóansiosamentesunarizyseregocijóalcomprobarquelaspecasnosenotabanenabsoluto,graciasaljugodelimón,oquizáalrojo poco común de sus mejillas. Cuando estuvieron listas, parecían tandulces,compuestasyjuvenilescomocualquieradelas«heroínasdelaseñoraMorgan».

—Esperoqueserécapazdedeciralgodecuandoencuando,yquenomequedaré comomuda—dijoDiana ansiosamente—.Todas las heroínas de laseñora Morgan conversan tan maravillosamente. Pero mucho me temo queparecerésinlenguayestúpidayestoyseguradedecir«Yasé».NolohedichoamenudodesdequetuvimosalaseñoritaStacydemaestra,peroenmomentosdeexcitaciónsiempresemeescapa.Ana,sidijera«Yasé»delantedelaseñoraMorganmemoriríadevergüenza.Y será casi tanmalo comono tenernadaquedecir.

—Yoestoynerviosaporunmontóndecosas—dijoAna—,peronocreoquehayaquetemerquenotengadequéhablar.

Y,parahacerlejusticia,asíera.

Anacubriósuvestidodemuselinaconunampliodelantalyfueaprepararla sopa.Marilla sehabía arregladoyhabíavestido a losmellizos.Nunca semostrótanexcitada.

Alasdoceymedia llegaron losAliany laseñoritaStacy.Todo ibabien,peroAnaestabaempezandoaponersenerviosa.YaeratiempodequellegaranPriscillaylaseñoraMorgan.Hacíafrecuentesviajesalapuertaymirabahaciael caminocon lamismaansiedad conque su tocayade lahistoriadeBarbaAzulespiabaporlaventanadelatorre.

—Supongamosquenovienen—dijocontonolastimoso.

—Nilopienses.Seríademasiadodesconsiderado—dijoDiana,quien,sinembargo, estaba comenzando a tener desagradables presentimientos a eserespecto.

—Ana—dijoMarillasaliendodelasala—.LaseñoritaStacyquiereverlafuentedeporcelanadelaseñoritaBarry.

Anafueabuscarlaalarmariodelaestancia.

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Deacuerdoconsupromesaa laseñoraLynde,habíaescritoa laseñoritaBarryaCharlottetown,pidiéndoselaprestada.LaseñoritaBarry,queeraunavieja amiga de Ana, se la envió inmediatamente, recomendándole que lacuidara, porque había pagado por ella veinte dólares. La fuente había sidousada en la Feria de la Sociedad de Ayuda y luego devuelta al armario de«Tejas Verdes», pues Ana no quería confiarle a nadie el que la llevara devueltaalaciudad.

Llevó la fuente cuidadosamente hacia la puerta del frente, donde sehallabansusinvitadosgozandodelafrescabrisaquesoplabadelarroyo.Allífueexaminadayadmirada.Entonces,justoenelmomentoenqueAnavolvíaacogerlafuente,seoyóunterribleestrépitoenladespensa.Marilla,DianayAna corrieron, y esta última sólo se detuvo a dejar apresuradamente lapreciosafuenteenelsegundoescalóndelaescalera.

Cuandollegaronaladespensa,susojosseencontraronconunespectáculohorripilante: un pequeñomuchacho con apariencia de culpable bajaba de lamesaconlablusaestampadadeamarillo;sobrelamesayacíanlosdestrozadosfragmentosdeloquehabíansidodosexcelentesycremosospastelesdelimón.

Davy había terminado de desenredar su red para arenques y la habíaarrolladocomounapelota.Luegosedirigióhacialadespensaconelpropósitodeguardarlaenelestantedearribadelamesa,dondeyateníaunbuensurtidodepelotasporelestilo,lascualesnoservíanparanadaútil,salvoelplacerdeposeerlas.Elniñotuvoquesubirsealamesaparaalcanzarelestantedesdeunpeligrosoángulo,algoqueMarillalehabíaprohibido.

Estavezelresultadofuedesastroso.Davyresbalóycayódellenosobrelastartasdelimón.Sublusalimpiaquedóarruinadaporelmomento,ylastortasdelimón,parasiempre.

—DavyKeith—dijoMarillasacudiéndoloporunhombro—:¿Notehabíaprohibidovolverasubiraesamesa?¿Notelohabíaprohibido?

—Meolvidé—gimióDavy—.Mehadichoquenodebohacertantascosasquenopuedorecordarlastodas.

—Bueno,vetearribayquédateallíhastadespuésdelacomida.Quizáparaeseentonceslas tengasbienordenadasentumemoria.No,Ana.Nointentesintercederporél.Noleestoycastigandoporqueechóaperdertustartas;esofueunaccidente:lohagoporsudesobediencia.Ve,Davy,hedicho.

—¿Noalmorzarénada?—sequejóelniño.

—Puedes bajar después que hayamos terminado nosotras y comer en lacocina.

—Oh,bueno—dijoDavyalgomásconforme—.SéqueAnameguardará

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unosricoshuesos.¿Noescierto,Ana?Túsabesquenoestropeétus tartasapropósito. Dime Ana, ya que están impresentables, ¿puedo llevarme algúntrozoarriba?

—No, señorito Davy, no hay pastel de limón para usted—dijoMarillaempujándolohaciaelvestíbulo.

—¿Qué haré de postre? —preguntó Ana mirando apesadumbrada losdestrozos.

—Sacaunplato de dulce de fresas—dijoManila consolándola—.En eltazónhaquedadosuficientecremabatidacomoparaponerlaencima.

Yllególauna…peronoPriscillaolaseñoraMorgan.Anasesentíamorir.Todoestabahechodeacuerdoasuturno,ylasopayaensupunto.

—Nocreoquevengan,despuésdetodo—dijoMarillaconenfado.

AnayDianasemiraronenbuscadeconsuelo.A launaymediaMarillavolvióaaparecer.

—Niñas, debemos almorzar. Todos tienen hambre y no hay razón paraesperarmástiempo.EstáclaroquePriscillay laseñoraMorgannovienenynosegananadaesperando.

AnayDianaempezaronaservirlacomida,habiendodesaparecidotodoeldeleitequelasembargara.

—Nocreoquepuedaprobarbocado—dijoDianapenosamente.

—Niyo.PeroesperoquetodoestébienparalaseñoritaStacyyelseñoryla señora Alian —dijo Ana indiferentemente. Cuando Diana sirvió losguisantes,losprobóyunapeculiarexpresióncubriósurostro.

—Ana,¿lepusisteazúcaralosguisantes?

—Sí—dijoAna aplastando las patatas con aire de persona que siemprecumple con su deber—.Puse una cucharadade azúcar.Nosotros siempre lohacemos.¿Notegusta?

—Peroyotambiénechéunacucharadacuandolospuseenlacocina—dijoDiana.

Anadejólaspatatas.Acontinuaciónprobólosguisantesehizounamueca.

—¡Quéhorror!Nopenséqueleshubieraspuestoazúcar,porqueséquetumadrenolohace.Penséenellopormilagro,puessiempremeolvido.

—Creo que éste es un caso de demasiadas cocineras—dijoMarilla quehabía escuchado el diálogo con expresión algo culpable—. No creí que teacordaríasdelazúcar,Ana,puesestabacompletamenteseguradequenuncalo

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habíashechoantes,demodoque…yoechéunacucharada.

Los invitados oyeron carcajada tras carcajada provenientes de la cocina,peronuncasupierondóndeestabalabroma.Sinembargo,aqueldíanohuboguisantesenlamesa.

—Bueno —dijo Ana, y se tranquilizó con un suspiro—. De cualquiermodo tenemos la ensalada y no creo que les haya pasado nada a las habas.Llevemoslascosasyolvidémoslo.

Nosepuededecirqueaquelalmuerzo fueraunnotableéxito social.LosAlian y la señorita Stacy se esforzaron por salvar la situación y la usualplacidez de Marilla no se alteró demasiado. Pero Ana y Diana, entre ladesilusiónylasconsecuenciasdelaexcitacióndelmediodía,nopodíancomerni hablar. Ana trató heroicamente de tomar parte en la conversación enconsideración a sus invitados; pero todo su brillo estaba apagado por losacontecimientosy,apesardesucariñopor losAliany la señoritaStacy,nopodía dejar de pensar en lo agradable que sería cuando todos se hubieranretiradoyellapudieraenterrarsudolorydesilusiónentrelasalmohadasdesucuarto.

Hay un viejo proverbio que a veces parece realmente una inspiración:«Nuncallueve,perocaengotas».Lamedidadetribulacionesdeaqueldíanoestaba colmada. Justo en el momento en que el señor Alian acababa debendecir lamesa, se escuchó un ruido en las escaleras, como de un objetopesadoquecayeradeescaleraenescalera,parafinalizarconungranestruendoalllegarabajo.TodoscorrieronalvestíbuloyAnadioungritodeespanto.

Alpiedelaescaleraseveíaunagranconcharosadaentrelosfragmentosdeloquehabíasidolafuentede laseñoritaBarry,yarribade laescalerasehallaba un aterrorizado Davy, observando con ojos muy abiertos losdesperfectos.

—Davy—dijoMarillaanimosamente—,¿tirasteesaconchaapropósito?

—No, juro que no —sollozó Davy—. Sólo estaba aquí arrodillado,quietecito,mirándolesatravésdelabarandillaymipiediocontraesacosaylaempujó.Ytengomuchahambre…ymegustaríaquemedieranunabuenatundaenvezdemandarmesiemprearribayquemepierdatodolobueno.

—No culpen a Davy —dijo Ana recogiendo los fragmentos con dedostemblorosos—. Fue culpa mía. Dejé la fuente allí y me olvidé. Estoyconvenientementecastigadapormidescuido,pero¡oh!,¿quédirálaseñoritaBarry?

—Bueno, tú sabes que sólo la había comprado, de modo que no es lomismo que si la hubiera heredado—dijoDiana tratando de consolarla. Los

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invitadosseretiraronpocodespués,comprendiendocontodotactoqueeralomejorquepodíanhacer.DianayAnalavaronlosplatoshablandomenosquede costumbre.LuegoDiana se fue a su casa conungrandolor de cabezayAna con otro a su buhardilla, donde se quedó hasta el atardecer, cuandoManilaregresódelaoficinadecorreosconunacartadePriscillaescritaeldíaanterior. La señoraMorgan se había torcido un tobillo y no podía dejar suhabitación.

Y, ¡oh!, querida Ana —escribía Priscilla—, estoy tan apenada, porquetemo que ahora no podamos ir a «Tejas Verdes», pues cuando tía serestablezcadel tobillo, tendráque regresar aToronto.Debeestar allí enunafechadeterminada.

—Bueno—suspiróAnadejandolacartasobreelrojoescalóndepiedradela puerta del patio, donde se hallaba sentadamientras caía el crepúsculo—.Siempre pensé que era demasiado bueno para que resultara verdad. Perovaya…estaspalabrassuenantanpesimistascomosifuerandeElizaAndrews,y estoy avergonzada de haberlas pronunciado. Después de todo no erademasiadobuenoparaserverdad…cosastanbuenascomoésaseconviertenenrealidadparamíacadarato.Ysupongamosquelosacontecimientosdehoytienen también su lado gracioso.Quizá cuandoDiana y yo seamos viejas ygrises,nospodamosreíralrecordarlos.Peronocreoquepuedahacerloantesdeesaépoca,porqueenverdadhasidounaamargadesilusión.

—Con toda seguridad has de sufrir muchas desilusiones peores que ésaantesdequelleguesavieja—dijoMarilla,creyendohonestamentequeestabadiciendoalgoreconfortante—.Meparece,Ana,quenuncavasapoderquitartela costumbre de poner todo tu corazón en las cosas y luego caer en ladesesperaciónporquenolasconsigues.

—Sé que tengo inclinación a obrar así —asintió Ana tristemente—.Cuandopiensoquevaapasaralgohermosomeparecevolarporanticipado;yluego, al primer contratiempo me precipito a tierra de un golpe. Pero,realmente, Marilla, la parte del vuelo es gloriosa mientras dura. Es comoremontarsehastaelocaso.Creoqueestocasicompensaelgolpe.

—Bueno,quizáseaasí—admitióMarilla—.Yomásbienprefierocaminartranquilamentesinvuelonicaída.Perocadauno tienesumododevivir.Yocreía que había un solo camino recto, pero desde que te crie a ti y a losmellizos, no estoy tan segura. ¿Quévas ahacer con la fuentede la señoritaBarry?

—Devolverle los veinte dólares que pagó por ella, supongo. Estoymuyagradecidadequenoseaunaantiguaherencia,porqueenesecasonohabríadineroquepudierapagarla.

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—Quizápuedasconseguirunaigualenalgunaparteycomprársela.

—Me temoque no. Fuentes tan antiguas como ésa sonmuy escasas.Laseñora Lynde no pudo encontrar una por ningún lado. Ojalá la consiguiera,porque para la señorita Barry sería lo mismo una fuente que la otra, si esigualmente antigua y genuina. Marilla, mire esa gran estrella sobre losmanzanos del señorHarrison con ese resplandor plateado enmarcado por elcielo.Medalasensacióndequeesunaplegaria.Despuésdetodo,cuandounopuedeverestrellasycieloscomoéstos,laspequeñasdesilusionesyaccidentesnopuedentenermuchaimportancia.¿Noleparece?

—¿DóndeestáDavy?—preguntóMarilla,conunaindiferentemiradaalaestrella.

—Enlacama.Lehabíaprometidoquemañanalesllevaríadeexcursiónalaplaya.Porsupuesto,eltratoeraquedebíaserbueno.Peroéltratódeserlo…Ynotengovalorparadesilusionarlo.

—Túy losmellizos sois capaces de ahogaros si remáis con ese bote—gruñóMarilla—.Hevividoaquísesentaañosytodavíanohecruzadoellago.

—Bueno,nuncaestardepararemediarlo—dijoAnaentonoderuego—.Suponga que mañana se viene con nosotros. Cerramos «Tejas Verdes» ypasamostodoeldíaenlaplaya,olvidándonosdelmundo.

—No, gracias —respondió Marilla con indignado énfasis—. Daría unbonito espectáculo remandopor el lago.Mepareceoír aRachel diciéndolo.AllívaelseñorHarrison.¿CreesqueesciertoelmurmulloquecorredequevaaveraIsabellaAndrews?

—No,estoyseguraqueno.SólofueallíunatardeatratardenegociosconelseñorHarmonAndrewsylaseñoraLyndelovioydijoqueibaenplandecortejoporquellevabacuelloblanco.NocreoqueelseñorHarrisonllegueacasarsenunca.Parecetenerprejuicioscontraelmatrimonio.

—Bueno,nuncasepuedeasegurarnadasobreestosviejossolterones.Ysillevabacuelloblanco,estoydeacuerdoconRachelenqueesmuysospechoso,porquenuncaselehavistoasíanteriormente.

—Yo creo que sólo se lo puso porque deseaba llegar a un acuerdocomercial con el señor Andrews—dijo Ana—. Le he oído decir que es laúnicacircunstanciaenqueunhombredebepreocuparseparticularmenteporsuapariencia,porquesiparecepróspero,noestanprobablequelapartecontrariatratedehacerletrampas.RealmentesientopenaporelseñorHarrison;nocreoqueestésatisfechoconlavidaquelleva.Debesermuytristenoteneranadiemásqueunacotorraquecuidar,¿noleparece?PeromehedadocuentadequealseñorHarrisonnolegustaquelocompadezcan.Bueno,anadielegusta,me

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imagino.

—AhívieneGilbertsubiendolacuesta—dijoMarilla—.Siquierequeloacompañesaremarporellago,pontelachaquetayloszapatosdegoma.Haymuchahumedadestanoche.

CAPÍTULODIECIOCHO

Unaaventuraenelcamino«Tory»

—Ana—dijoDavy,mientrassesentabaenlacamayapoyabalabarbillaentre lasmanos—.Ana, ¿dónde va el sueño? La gente va a «dormir» cadanocheydesdeluegoqueséqueéseesel lugardondeyohagolascosasquesueño,peroquiero saberdóndey cómovoyyvuelvode allí sin saberlo, encamisón.¿Dóndeestá?

Anasehallabaarrodilladafrentea laventanade labuhardillaoccidental,observando el cielo del atardecer, que era cual una gran flor con pétalos deazafrán y un centro amarillo brillante.Volvió la cabeza ante la pregunta deDavyyrespondiósoñadora:

Sobrelasmontañasdelaluna,

enloprofundodelvalledelassombras.

PaulIrvinghubieracomprendidoestoo lehubierahalladounsignificadopropio; pero el práctico Davy, que, como comentaba a menudo Ana,desesperada, no poseía una partícula de imaginación, resultó perplejo ydisgustado.

—Ana,creoquedicestonterías.

—Desdeluegoquesí,querido.¿Nosabesquesólolostontoshablantodoeltiempoenserio?

—Bueno,megustaríaquemecontestarasenseriocuando tepreguntoenserio—dijoDavy,contonoofendido.

—Oh,eresdemasiadopequeñoparacomprender—dijoAna.Perosesintióalgoavergonzadaaldecirlo,yaqueanteelrecuerdodepreguntassimilaresensu infancia, había hecho solemne voto de no decir nunca a un niño que erademasiadopequeñoparacomprender.Yhelaallíhaciéndolo. ¡Cuántovadeldichoalhecho!

—Bueno,hagocuantopuedoporcrecer—dijoDavy—,peroesalgoqueno puedo acelerar. SiMarilla no fuera tan tacaña con sus dulces, creo que

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podríacrecermásrápido.

—Marillanoes tacaña—dijoAnacon severidad—.Eresmuy ingratoaldecirtalcosa.

—Hayunapalabraquesignificalomismoysuenamuchísimomejor,peronopuedorecordarla—dijoDavy,frunciendofuertementeelceño—.Marillaladijoelotrodía.

—Si te refieres a ahorradora, es algo muy distinto de ser tacaña. Serahorradoraesunaexcelentevirtudenunapersona.SiMarillafueratacaña,nosehubierahechocargode tiydeDoracuandomurió tumadre.¿TehubieragustadovivirconlaseñoraWiggins?

—¡Desdeluegoqueno!—fuelaenfáticarespuesta—.NitampocoquieroirconeltíoRichard.Prefieroviviraquí,aunqueMarillaseaesalargapalabrarespecto a losdulces, porque tú estás aquí.Ana, ¿nomecontarásuncuentoantesdedormir?Noquierouncuentodehadas.Esoestábienparalasnenas,pero yo quiero algomás excitante, conmuchos tiros ymuertos y una casaincendiadaycosasinteresantesporelestilo.

PorfortunaparaAna,Marillalegritódesdesuhabitación:

—Ana,Dianaestáhaciendoseñalesengranescala.Mejorseráquevayasaverquédesea.

AnacorrióasubuhardillayviolosparpadeosdelaluzengruposdecincodesdelaventanadeDiana,loquesignificabadeacuerdoasuantiguocódigoinfantil«venalinstante,puestengoalgoimportantequedecirte».AnaseechóalacabezaunchalblancoycruzóapresuradamenteelBosqueEmbrujadoyelpradodelseñorBell,endireccióna«LaCuestadelHuerto».

—Ana, tengo noticias para ti—dijoDiana—.Mamá y yo acabamos deregresardeCarmodyyallíenlatiendadelseñorBlairviaMarySentner,deSpencervale.DicequelasviejasCoppenelcaminoTorytienenunafuentedeporcelana y cree que es exactamente igual a la que se rompió.Dice que lavenderáncongusto,puesMarthaCoppnuncaguardanadaquepuedavender,perosinolodesean,enSpencervale,enlodeWesleyKeyson,hayotraydicequesabequelavenderán,aunquenoestáseguradequeseaexactamentedelamismacalidadqueladetíaJosephine.

—Mañana iré a Spencervale a verlas—dijo Ana resuelta—, y tú debesvenirconmigo.Mesacaréunpesodeencima,puesdeboiralpueblopasadomañanay nome atrevería a enfrentarme a tía Josephine sin la fuente.Seríapeorquelavezquetuvequeconfesarlelodelsaltoenlacamadelcuartodehuéspedes.

Ambasmuchachasrieronconelrecuerdo,respectoalcual,sialgúnlector

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desconoceysientecuriosidad,debemosreferirnosaAnadelasTejasVerdes.

Las muchachas partieron la tarde siguiente. Hasta Spencervale habíaquincekilómetrosyeldíanoeramuyplacenteroparaviajar.Eramuycalurosoyenelcaminohabíaelpolvodeseissemanasdesequía.

—Espero que llueva pronto —suspiró Ana—. Todo está tan seco. Lospobrescamposmedanlástimaylosárbolesparecenestaralzandosusbrazos,en un ruego por la lluvia.Me entristezco cada vez que entro enmi jardín.Supongoquenodeberíaestarquejándomedemijardíncuandoloscampesinossufren por sus cosechas. El señor Harrison dice que sus pastos están tanabrasadosque las pobres vacas apenas si pueden encontrar bocadoyque sesienteculpabledecrueldadconlosanimalescadavezquelesmiraalosojos.

Después de un viaje agotador, las muchachas llegaron a Spencervale yentraronalcamino«Tory»,uncaminoverdeysolitario,dondelashierbasenelpavimentodabanevidenciadelafaltadetránsito.Alolargodecasitodasuextensión, estaba bordeado por espesos abetos, con claros aquí y allá, pordondellegabahastaelcaminoalgunagranjaoseveíanlostroncoscalcinados.

—¿Porquélellamanelcamino«Tory»?—preguntóAna.

—ElseñorAliandicequeesporlamismacausaqueseledicearboledaaun lugar donde no hay árboles —dijo Diana—, pues nadie vive en estecamino,exceptolasCoppyelviejoMartinBovyerenelextremomásalejadoy él es liberal. El gobierno Tory construyó el camino nada más que parademostrarquehacíaalgo.

ElpadredeDianaera liberal,porcuyacausanuncadiscutíandepolíticaella y Ana. Los habitantes de «Tejas Verdes» habían sido siempreconservadores.

Finalmente,lasmuchachasllegaronalaviejacasadelasCopp,unlugardetal pulcritud exterior, que hasta «Tejas Verdes» hubiera empalidecido alcontraste.Lacasaeradeestilomuyantiguo,situadaenunacuesta,hechoqueobligaraahacereledificioconunsótanodepiedraenunextremo.Lacasaylosedificiosauxiliaressehallabanperfectamenteblanqueadosconcalynoseveía un solo hierbajo en el peripuesto jardín de la cocina, rodeado por suempalizadablanca.

—Lascortinasestáncorridas—dijoDianatristemente—.Creoquenohaynadie.

Yasíera.Lasmuchachassemiraronperplejas.

—Noséquéhacer—dijoAna—.Siestuvieseseguradequelafuenteeslaquebuscamos,nomeimportaríaesperar.Perosinoloes,puedequedespuésseademasiadotardeparairalodeWesleyKeyson.

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Dianamiróaunaventanitadelsótano.

—Ésaeslaventanadeladespensa,estoysegura—dijo—,porquelacasaesigualaladetíoCharlesenNewbridgeyallílaventanadeladespensaestáeneselugar.Lapersiananoestáechada,demodoquesisubimosaltechodeaquellacaseta,podremosecharunamiradaaladespensayverlafuente.¿Teparecequeestarámal?

—No,nolocreo—decidióAna,trasladebidareflexión—,yaquenuestrarazónnoeslameracuriosidad.

Unavezarregladoesteasuntodeética,Anasedispusoasubirala«caseta»antes mencionada, con techo a dos aguas, que en otro tiempo sirviera decobertizo a los patos. Las Copp habían abandonado la crianza de patos,«porqueerananimalesmuydesaseados»,ylaconstrucciónnoseusabadesdehacía años, excepto para guardar gallinas. Aunque escrupulosamenteblanqueada,estabadestartaladayAnanosesentíamuyseguramientrassubíaapoyándoseenunbarril.

—Temoquenopuedaresistirmipeso—dijomientraspisabaconcuidadoeltejado.

—Apóyateenlaventana—leaconsejóDianayAnalehizocaso.

Con alegría vio una fuente de porcelana exactamente igual a la quebuscabasobreelestantedelaventana.Esofuetodoloquepudoverantesdelacatástrofe.Ensualegría,Anaolvidólaprecariacalidaddesusostén,dejódeapoyarseenelmarcodelaventana,diounimpulsivosaltodeplacer…ysehundióhastalossobacoseneltechoyallíquedócolgada,incapazdesoltarse.Dianaentrócomopudoenlacasetaytomandodelacinturaasuinfortunadaamiga,tratódebajarla.

—Oh…no—sequejólapobreAna—.Hayunasastillaslargasquesemeclavan.Miraaversipuedescolocarmealgobajo lospies…quizáasípuedasubir.

DianametióelbarrilyAnapudoapoyarlospies.Peronosepodíaliberar.

—¿Podrésacartesisubo?—sugirióDiana.Ananegódesesperanzada.

—No… las astillas hacen mucho daño. Quizá me puedas sacar siencuentrasunhacha.Oh,estoyempezandoacreerquenacíbajounaestrellamaléfica.

Dianabuscócuidadosamente,peronohabíahacha.

—Tendréqueirabuscarayuda—dijo,yvolviójuntoalaprisionera.

—No—dijoAnavehemente—.Silohaces,todoelmundolosabráymemoriré de vergüenza. No, tendremos que esperar que las Copp regresen y

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pedirlesqueguardenelsecreto.Sabrándóndeestáelhachaymesacarán.Noestoy incómoda sime quedo quieta, incómoda de cuerpo, desde luego. ¿Encuánto evaluarán las Copp esta caseta? Tendré que pagar el daño que hice,peronomeimportaríasicomprendieranmisrazonesparaespiarporlaventanadeladespensa.MiúnicoconsueloesquelafuenteesdelaclasequebuscoysilaseñoritaCoppmelavende,meresignaréaloquehasucedido.

—¿YquéocurresilasCoppnoregresanhastaentradalanoche…ohastamañana?

—Supongoquetendrásquebuscarotraayuda—dijoAnademalagana—,¡peronodebes ir amenosque sea indispensable! ¡Oh,querida!, ésta esunasituación horrible. Mis desgracias no me importarían mucho si fueranrománticas,comolosonsiemprelasdelasheroínasdelaseñoraMorgan,peroresultaquesonsiempreridículas.ImaginaquédiránlasCoppcuandolleguenyveanlacabezayloshombrosdeunachicasaliendodeltejado.Escucha,¿noesuncoche?No,Diana,creoqueesuntrueno.

Y lo era sin duda alguna. Diana, tras una apresurada peregrinaciónalrededordelacasa,volvióparaanunciarqueunnubarrónnegroaparecíaporelnoroeste.

—Me parece que va a caer un chaparrón —exclamó—. Ana, ¿quéharemos?

—Debemos estar preparadas —dijo Ana tranquilamente. Un chaparrónparecía una tontería en comparación con lo que ya sucediera—. Serámejorquelleveselcochebajoesealero.Porfortunatrajemisombrilla.Ten,llévatemisombrero.MarillamedijoqueeraunatontaalponermemimejorsombreroparavenirporelcaminoTory,conrazón,comosiempre.

Mientrascaíanlasprimerasgotas,Dianadesatóelponiylollevóbajoelalero.Allísesentóacontemplarelchaparrón,quefuetanfuertequeapenassipudo ver a Ana, que sostenía valientemente la sombrilla sobre su cabezadesnuda. No hubo muchos truenos, pero llovió durante casi una hora.Ocasionalmente,Anaechabaatráslasombrillayhacíaungestodevalorconlamano,yaquedadas lascircunstancias, laconversaciónera imposible.Porfincesólalluvia,salióelsolyDianaseaventuróatravésdeloscharcos.

—¿Tehasmojadomucho?—preguntóansiosa.

—No—contestóAnaalegremente—.Tengobastantesecalacabezayloshombros y las faldas sólo sememojaron donde entró el agua por entre loslistones.Noteapiadesdemí,Diana,puesyonolehedadoimportancia.Todoel tiempopensécuántobienharáesta lluviayquécontentoestarámi jardín;imaginemosquépensaránlasfloresyloscapulloscuandoempiecenacaerlasgotas.Imaginéundiálogomuyinteresanteentrelosásteresylosguisantesyel

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espírituguardiándeljardín.Tengopensadoescribirloencuantollegueacasa.Quisiera tener lápiz y papel para hacerlo ahora, porque quizáme olvide lasmejorespartesantesdellegaracasa.

La fielDiana tenía lápizydescubrióunahojadepapeldeembalaren lacaja del coche. Ana cerró la chorreante sombrilla, se puso el sombrero,desplegóelpapelsobreunamaderaquelealcanzaraDianayescribiósuidiliojardinero, en condiciones que no podrían ser consideradas como favorablespara la literatura. Sin embargo, el resultado fue bastante bueno y Diana sesintió«arrebatada»cuandoAnaseloleyó.

—Oh,Ana,quédulce…EnvíaloalaMujerCanadiense.Ananegóconlacabeza.

—Oh,no,noserviríaparanada.Notieneargumento.Noesmásqueunasucesión de fantasías.Me agrada escribirlas, pero no sirven para publicarse,pues loseditores insistenenque tenganargumento,comodicePriscilla.Oh,ahíestálaseñoritaCopp.Diana,veyexplícale,porfavor.

LaseñoritaSarahCopperaunapersonapequeña,vestidadenegro,conunsombreroelegidomenosconsentidodelamodaquedelautilidad.Mirócontoda la sorpresa que podía esperarse el espectáculo, pero cuando escuchó laexplicación deDiana, fue todo piedad.Rápidamente abrió la puerta trasera,trajounhachayconunospocosyhábilesgolpes,pusoaAnaenlibertad.Ésta,ligeramenteentumecida, sedeslizódentrode laprisiónysalió libreunavezmás.

—Señorita Copp —dijo ansiosamente—, le aseguro que miré por laventanadesudespensasóloparaversi teníaunafuentedeporcelana.Noviotracosa,nibusquéotracosatampoco.

—Estábien—dijo amigablemente la señoritaSarah—.No tieneporquépreocuparse, no ha hecho daño alguno. Gracias a Dios, nosotras las Coppmantenemospresentableladespensaencualquiermomentoynonosimportaquiénlamira.Enloqueserefierealtecho,mealegraquesehayaroto,porquequizá ahoraMartha acepte que lo derriben.Nunca lo hacía por temor a quepudiera servirde algoyyodebíablanquear la construccióncadaprimavera.Pero es inútil discutir con ella.Hoy se ha ido al pueblo; la he llevado a laestación.Ustedquierecomprarmelafuente.Bueno,¿cuántomedaráporella?

—Veintedólares—dijoAna,quesehallabapreparadaparanegociarconlasCopp,puesdeotromodo,nohubieraofrecidosupreciodesdeelprincipio.

—Bueno,yaveré—dijocautelosamenteSarah—.Porfortunaesafuenteesmía,de locontrarionomeatreveríaavenderlacuandoMarthanoestáaquí.De todas maneras, estoy segura de que protestará. Es la dueña de esteestablecimiento,seloaseguro.Meestoycansandodevivirbajoeldominiode

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otramujer.Pero, entren,por favor.Debenestarhambrientas.Lesofrezco té,perolesavisoquenoesperennadafueradepanconmantequilla.Marthacerróbajollavetodaslas tortasyeldulceantesdeirse.Haceesoporquedicequesoydemasiadoextravagantecuandovienenvisitas.

Laschicasestaban lo suficientementehambrientasparaaceptarcualquiercosaydisfrutarondelpanydelamagníficamantequilla.Cuandoterminarondetomarelté,Sarahdijo:

—Nosésimeimportarávenderlafuente.Perovaleveinticincodólares.Esmuyantigua.

DianaleasestóaAnaundébilpuntapiépordebajodelamesa,queriendodecir con ello: «no aceptes; si resistes, aceptará los veinte». Pero Ana noestabadispuestaacorrerriesgos.Rápidamenteaccedióadarveinticinco,conloquelaseñoritaSarahlamentónohaberpedidotreinta.

—Bueno, creo que se la pueden llevar.Quiero todo el dinero que puedasacarahora.Elhechoes—laseñoritaSarahalzólacabezaenfáticamenteconunorgullosoruborquelecubríalaspálidasmejillas—quevoyacasarmeconLuther Wallace. Estuvo enamorado de mí hace veinte años. Yo le queríamuchoperoenaquelentonceséleramuypobreypapálopusodepatitasenlacalle.Supongoquenodebíhaberledejadoirtandócilmente,peroeratímidaytemíaamipadre.Además,nosabíaqueloshombreserantanescasos.

Cuando las jovencitas se encontraron fuera sanas y salvas, Dianaconduciendo y Ana sosteniendo cuidadosamente la fuente, la verde soledaddelcamino«Tory»sesintiórevivirconlasrisasjuveniles.

—MañanacuandovayaalaciudaddivertiréatutíaJosephinecontándolela«extrañaymemorablehistoria»deesta tarde.Hemospasadounmomentode prueba, pero ya ha terminado.Tengo la fuente y la lluvia ha asentado elpolvoadmirablemente,demaneraque«bienestáloquebienacaba».

—Aúnno hemos llegado a casa—dijoDiana algo pesimista—.Ynadiepuededecirquépuedeocurrirantesdequelleguemos.¡Eresunajovenúnicaparateneraventuras,Ana!

—Tener aventuras es algo natural en algunas personas —dijo Anaserenamente—.Osetienenonosetienendotesparavivirlas.

CAPÍTULODIECINUEVE

Nadamásqueundíafeliz

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—Despuésdetodo—lehabíadichoAnaaMarillaunavez—,creoquelosdías más hermosos y dulces no son aquellos en los que ocurren cosasespléndidas, maravillosas o excitantes, sino simplemente los que nos traenpequeñosplaceres sucesivay suavemente, comoperlasque se sueltandeuncollar.

La vida en «TejasVerdes» estaba llena de días así, pues las aventuras ydesventurasdeAna, como lasdeotraspersonas,noocurrían todas a lavez,sinoqueseencontrabanesparcidasalolargodelaño,conlargosintervalosdedías felices e inocuos llenosde trabajo, sueños, risasy lecciones.Undía talllegó en el mes de agosto. Por la mañana, Ana y Diana llevaron a losencantadoresmellizosporlalagunahastalaarenaabuscar«hierbasfrescas»yavagarenlamarejada,sobrelaqueelvientocantabaelmismocantodesdeelprincipiodelossiglos.

Porlatarde,AnafuehastalaviejacasadelosIrvingaveraPaul.Lehallóacostado sobre la herbácea ribera junto al espeso bosque de abetos queresguardaba la casa por el norte, absorto en la lectura de un libro de hadas.Cuandolavio,selevantóradiante.

—¡Estoy tancontentodequehayavenido, señorita!—dijoansiosamente—.Abuelitanoestá.Sequedaráatomareltéconmigo,¿noescierto?Estantristetomareltésolo,señorita.HabíaconsideradoseriamentelaposibilidaddepedirleaMaryJoequesesentaraa tomarel téconmigo,perosupusequelaabuelitanoloaprobaría.Dicequealosfranceseshayqueponerlosensulugar.Y,decualquiermodo,esdifícilhablar con la jovenMary Joe.Sólo se ríeydice:«Bueno,ustedganaatodosloschicosqueheconocido».Éstanoesmiideasobrelaconversación.

—Porsupuestoquemequedaréatomarelté—exclamóAnaalegremente—.Memoríaporqueme lopidieras.Mibocasehaceaguapensandoen losdeliciosospanecillosdetuabuelitadesdequevineatomareltélaotravez.

Paulsepusomuyserio.

—Si dependiera de mí, señorita —dijo de pie delante de Ana, con lasmanosenlosbolsillosyunarepentinasombradepreocupaciónensuhermosacarita—,tendríaustedpanecillos.

»PerodependedeMaryJoe.Heoídoque laabuela ledecíaantesde irseque no me diera ninguna tortita porque eran demasiado fuertes para elestómagodelosniños.PeroquizáMaryJoequieracortaralgunasparaustedsileprometonoprobarniuna.Esperemoslomejor.

—Sí,esperemos—accedióAnaconalegrefilosofía—.YsiMaryJoeesdecorazónduroynomedaningúnpanecillo,notienelamenorimportancia,demodoquenodebespreocuparte.

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—¿Estáseguraquenoleimportaría?—preguntóPaulansiosamente.

—Perfectamentesegura,corazón.

—Entoncesnomepreocupa—dijoPaulconunlargosuspirodealivio—,especialmente porque en realidad creo que Mary Joe entrará en razón. Engeneralnoesunapersonairrazonable,perohaaprendidoporexperienciaquenoesbuenodesobedecer lasórdenesde laabuela.Esunabuenamujer,perodebe hacerse lo que ella dice. Esta mañana estaba muy contenta conmigoporque por fin pude arreglármelas para terminarmi plato de potaje. Fue ungran esfuerzo, pero triunfé.Abuelita dice que hará un hombre demí. Pero,señorita, quiero hacerle una pregunta muy importante. Me contestarásinceramente,¿verdad?

—Lointentaré—dijoAna.

—¿Creeustedqueandomaldelacabeza?—preguntóPaulcomosi todasuexistenciadependieradelarespuesta.

—¡Oh,no,Paul,porDios!porsupuestoqueno.¿Quiéntemetióesaideaenlacabeza?

MaryJoe…peronosabíaqueyolaestabaescuchando.AyervinoaverlaVerónica,lacriadadelseñorPeterSloane,ylasoíhablarenlacocinamientrascruzabaelvestíbulo.MaryJoedecía:«EsePauleselseñoritomásraroqueheconocido. Dice cosas tan extrañas que creo que está mal de la cabeza».Anoche no pude dormir pensando si Mary Joe tendría razón. De cualquiermodo, no podía atreverme a preguntárselo a la abuelita, pero decidípreguntárseloausted.Estoymuycontentodequepiensequeestoybiendelacabeza.

—Por supuesto que sí.Mary Joe es una niña tonta e ignorante y nuncadebes tener en cuenta lo que diga —dijo Ana indignada, resolviendosecretamente hacerle una discreta insinuación a la señora Irving sobre laconvenienciaderefrenarlalenguadeMaryJoe.

—Bueno, me ha quitado un peso de encima —dijo Paul—. Soycompletamentefelizahora,graciasausted.Noseríanadaagradableestarmaldelacabeza.¿Noleparece,señorita?SupongoqueMaryJoehablaasíporqueaveceslecuentoloquepiensosobrelascosas.

—Es una práctica algo peligrosa —admitió Ana, recordando su propiaexperiencia.

—Bueno,luegoledirélospensamientosquelecontéaMaryJoeypodráversihayalgoderaroenellos—dijoPaul—;peroesperaréhastaqueempiecea oscurecer. Ésa es la hora en que siento necesidad de contar cosas y si notengoamanoanadiemástengoquedecírselasaMaryJoe.Perodeahoraen

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adelantenoloharé,siesolehacepensarqueestoymaldelacabeza.Sufriréyaguantaré.

—Ysisufresmucho,puedesvenira«TejasVerdes»acontarmeamí tuspensamientos—sugirióAnacontodalaseriedadquelahacíatanqueridaalosniños,quienesadoransertomadosenserio.

—Sí,loharé.PeroesperoquenoestéDavycuandovaya,porquemehacemuecas.No ledoymucha importancia,puesesunniñoyyoyasoygrande.Pero así y todo, no es muy agradable que te hagan muecas. Y Davy hacealgunas terribles.Aveces temoquenopuedavolvera recuperar suspropiasfacciones.Melashaceenlaiglesia,cuandodebopensarencosassagradas.ADoralegustoyellamegustaamí,peronotantocomoantes,desdequeledijoaMinnieMayBarryquequeríacasarseconmigocuandofueramayor.Podrécasarmeconalguiencuandocrezca,perosoydemasiadojovenaúnparapensaryaenello.¿Noleparece?

—Muyjoven—admitióAna.

—Hablandodecasamientos,esomerecuerdaotracosaquemehaestadopreocupando—continuó Paul—. La semana pasada la señora Lynde vino atomareltéconlaabuelita,yéstahizoquelemostraraunretratodemamá,elquememandópapácomoregalodecumpleaños.No teníamuchasganasdeenseñarlo a la señora Lynde. Es muy buena y amable, pero no la clase depersonaaquienunodeseamostrarle la fotografíadesumadre.Ustedyameentiende, señorita.Peroporsupuestoqueobedecí.LaseñoraLyndedijoqueeramuyguapa,peroqueparecíaunaactrizyquedebíahabersidomuchísimomásjovenquepapá.Despuésañadió:«Undíadeéstosesprobablequetupapávuelvaacasarse.¿Quétepareceríatenerunanuevamadre,Paul?».Bueno,laideacasimedejasinrespiración,señorita,peronoibaapermitirquelaseñoraLynde viera eso. Simplemente lamiré fijamente… así… y le dije: «SeñoraLynde, mi papá hizo bien las cosas al elegir a mi primera mamá, y puedoconfiarenqueharálomismolasegundavez»,ypuedoconfiarenél,señorita.Peroasíytodo,esperoquesialgunavezmedaunanuevamadre,pedirámiopinión sobre ella antes de que sea demasiado tarde.Allí vieneMary Joe allamarnosparatomarelté.Lepreguntarélodelospanecillos.

Comoresultadodela«consulta»,MaryJoecortóelpanecilloyagregóunplatodedulce.Anasirvióeltéytuvieronunaalegremeriendaenlaoscurayviejasalacuyasventanasestabanabiertasa labrisadelgolfo,yhablarondetantas«tonterías»queMaryJoequedóescandalizadayalatardesiguientelecontóaVerónicaque«lamademoiselledelcolegio»era tan raracomoPaul.DespuésdeltéelniñollevóaAnaasuhabitaciónparamostrarleelretratodesumadre,quehabíasidoelmisteriosoregalodecumpleañosqueguardaralaseñoraIrvingenlabiblioteca.ElpequeñodormitoriodetechosbajosdePaul

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era un suave remolino de luz rojiza del sol que se ponía sobre el mar ymovedizassombrasdelosabetosquecrecíanjuntoalaventana.Enmediodetodo ese suave brillo y encanto, se distinguía un dulce y juvenil rostro, contiernosojosmaternales,colgadoenlaparedquedabaalospiesdelacama.

—Ésa es mi mamá —dijo Paul con amoroso orgullo—. Conseguí queabuelita lo colgara allí, donde puedo verlo en cuanto abro los ojos por lamañana. Ahora ya no me importa no tener luz cuando me acuesto, porquepienso que mi madre está aquí conmigo. Papá acertó con el regalo decumpleaños, aunque nunca me preguntó nada. ¿No es maravilloso cuántosabenlospadres?

—Tumadreeramuyguapa,Paul,ytúteparecesalgoaella.Perosusojosycabellossonmásoscurosquelostuyos.

—Mis ojos son del mismo color que los de papá—dijo Paul mientrascruzabalahabitaciónparaamontonartodoslosalmohadonesdisponiblessobreelalféizardelaventana—,peroelcabellodepapáesgris.Tienemucho,peroesgris.Papátienecasicincuentaaños.Esyamaduro,¿noleparece?Perosóloviejoporfuera.Pordentroestanjovencomocualquiera.Ahora,señorita,porfavor, siéntese aquí, y yome sentaré a sus pies. ¿Puedo recostarmi cabezasobresusrodillas?Asíescomonossentábamosmamáyyo.¡Oh,creoqueesrealmenteespléndido!

—Ahora, quiero oír esos pensamientos que a Mary Joe le parecen tanextraños—dijoAnaacariciandolarizadacabecita.

Paul nunca necesitó que le presionaran para que contara suspensamientos…porlomenos,aunalmagemela.

—Losimaginéunanocheenelbosquedeabetos—dijosoñadoramente—.Por supuesto no los creo, pero los imaginé. Y entonces quise contárselos aalguienynoestabamásqueMaryJoehaciendopanenladespensa.Mesentéenunbancoasu ladoydije:«MaryJoe,¿sabes loquepienso?Creoqueellucerodelatardeesunfarodondevivenlashadas».YMaryJoemecontestó:«Bueno, ya salió el niño raro. Las hadas no existen». Yo me sentí muyexcitado.Porsupuestoqueséquenohayhadas,peronadameimpidepensarque existen. Pero volví a insistir pacientemente. Dije: «Bueno, Mary Joe,¿sabesloquepienso?Piensoquedespuésqueseponeelsol,unángelcaminasobreelmundo…unángelalto,blanco,conalasplateadas…ylescantaalasflores y a los pájaros para que se duerman. También los niños puedenescucharlo si saben oírlo». EntoncesMary Joe levantó susmanos llenas deharina y dijo: «Bueno, eres un niño muy raro. Me haces sentir miedo». Yrealmenteparecíaasustada.Entoncessalíy lecontéal jardínel restodemispensamientos.Hamuertounpequeñoabedulquehabíaeneljardínylaabueladicequehasidoacausadelasaldelmar;peroyocreoqueladríadaquevivía

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en él era una tonta quequisovagar y conocermundoy se haperdido.Y alpobreárbolselerompióelcorazóndetristeza.

—Ycuandolapobreytontadríada,cansadadelmundo,regreseenbuscadesuárbol,serásucorazónelquequedarádestrozado—dijoAna.

—Sí; pero si las dríadas son tontas, deben atenerse a las consecuencias,comosifueranpersonas—dijoPaulgravemente—.¿Sabeloquepiensodelalunanueva,señorita?Creoqueesunbotecillodorado,llenodesueños.

—Ycuandounanubelogolpeaalgunossedesprendenycaenennuestramentecuandodormimos.

—Exacto, señorita. ¡Oh,ustedsiqueentiende!Y tambiénpiensoque lasvioletassonpequeñosrecortesdecieloquecaencuandolosángelescortanlosagujeritospordondebrillanlasestrellas.Yquelosranúnculossonviejosrayosde sol y que los guisantes se convierten enmariposas cuando van al cielo.Ahorabien,señorita,¿vealgoqueleresultetanraroenestospensamientos?

—No,querido,notienennadaderaro;esextrañoyhermosoquelospienseunniñoyporesoloscalificanderaroslaspersonasquenoseríancapacesdeimaginarlosniaunquelointentarandurantecienaños.Perocontinúaconellos,Paul;creoquealgúndíaseráspoeta.

Cuando Ana regresó a su casa, halló a un niño de tipo muy diferente,esperandoque leacostaran.Davyestabamalhumorado;cuandoAna lohubodesnudado,searrojósobreellechoyescondiólacaraentrelasalmohadas.

—Davy,tehasolvidadodedecirtusoraciones—dijoAnaconreproche.

—No,nomeheolvidado—respondióelniñodesafiante—,peronovoyarezar nuncamás. Renuncio a tratar de portarme bien, porque no importa lobuenoquesea,túsiemprequerrásmásaPaulIrving.Demodoqueserémaloyporlomenosmedivertiré.

—Yo no quiero más a Paul Irving—dijo Ana seriamente—. Te quierotantocomoaél,sóloquedediferentemanera.

—Peroquieroquemequierasdelamismamanera—insistióDavy.

—Nosepuedequererapersonasdiferentesdelamismaforma.TúnonosquieresaDorayamídelmismomodo,¿noescierto?

Davysesentóyreflexionó.

—No… o… o…—admitió finalmente—. Quiero a Dora porque es mihermana,peroatiporqueerestú.

—YyoquieroaPaulporqueesPaulyaDavyporqueesDavy—dijoAnaalegremente.

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—Bueno,entoncesdirémisoraciones—dijoDavyconvencido—.Peroesmucho trabajovolvera levantarse.Rezarédosvecesmañanapor lamañana,Ana.¿Creesqueestarábien?

—No—Anapositivamentenolocreíaasí.DemaneraqueDavysaltódellechoysearrodillófrenteaella.Cuandoterminósusoracionesseincorporóylamiró.

—Ana,soymásbuenoqueantes.

—Sí, claro que sí, Davy—asintió Ana, quien nunca vacilaba en dar larazónaquienlatenía.

—Séque soymásbueno—dijoDavy confidencialmente—y tediré porqué lo sé.HoyMarillamehadadodos trozosdedulce,unoparamíyotroparaDora.UnoeramuchomásgrandequeelotroyMarillanomedijocuáleraelmío.PeroyoledielmásgrandeaDora.Esoestuvomuybien,¿noescierto?

—Muybien,Davy,ymuycaballeroso.

—ClaroquecomoDoranoteníamuchahambre,sólocomiólamitadymedioelresto—admitióDavy—,peroesoyonolosabíacuandoledielpedazomásgrande,demodoquefuibueno,Ana.

Alanochecer,AnafuehastalaBurbujadelaDríadayvioaGilbertBlythequellegabacruzandoelBosqueEmbrujado.RepentinamentesediocuentadequeGilbertyanoerauncolegialydelovaronilyapuestoqueparecía;alto,derostro franco, con claros ojos y anchas espaldas.Ana pensó queGilbert eramuy buenmozo, aun cuando no se parecía a su ideal de hombre.Hacía yamuchoqueellayDianahabíandecididoquéclasedehombreadmirabanysusgustos eran exactamente iguales. Debía ser muy alto y distinguido, de ojosmelancólicos e inescrutables, y voz suave y simpática. No había nada demelancólicoeinescrutableenlafisonomíadeGilbert,pero,porsupuesto,esonoteníaimportanciaencuestióndeamistad.

GilbertsedestacódeentrelosabetosyobservóaAnaapreciativamente.

Si se le hubiera pedido a Gilbert que describiera su ideal de mujer, larespuestahubieracorrespondidopuntoporpuntoaAna,incluyendohastalassietepecasquetantolamortificaban.Gilberterapocomásqueunmuchacho,pero un muchacho tiene sus sueños como todos, y en los de Gilbert habíasiempre una joven de grandes y límpidos ojos grises y rostro tan fino ydelicadocomounaflor.Tambiénhabíadecididoquesufuturodebíaserdignodesusvirtudes.HastaenlatranquilaAvonleaseencontrabantentaciones.LajuventuddeWhiteSandseraalgoalocadayGilbertsehacíapopularentodaspartes.Peroquería serdignode laamistaddeAnayhasta, algúndía,de su

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amor;ycuidabasuspalabras,pensamientosyactostancelosamentecomosiellafueraajuzgarlos.Ejercíasobreéllainconscienteinfluenciadetodajovencuyos ideales son altos y puros, influencia que perduraría mientras ellacontinuarasiendofielaesosidealesyquedesapareceríasifaltaraaellos.

ParaGilbert,elprincipalencantodeAnaconsistíaenquenuncacayeraenlosdefectosdetantasjóvenesdeAvonlea;lospequeñoscelos,lasrivalidades,la lucha por ser preferidas. Ana se mantenía apartada de todo eso, nointencionadamente, sino simplemente porque no entraba dentro de suimpulsivanaturalezanidesusaspiraciones.

PeroGilbertnointentabatraducirenpalabrassuspensamientos;teníamuybuenas razones para saber que Ana cortaría despiadada e indiferentementetodo intento de brote de sentimentalismo; o se reiría de él, lo que era diezvecespeor.

—Realmente pareces una verdadera dríada bajo ese abedul —dijoburlonamente.

—Adoro los abedules—dijo Ana apoyando su mejilla contra el blancorasodeldelicadotronco,conunodesusencantadoresyespontáneosgestos.

—Entonces te alegrará saber que el señor Major Spencer ha decididoplantar una hilera de abedules blancos a lo largo de todo el camino de sugranja,porconsejodelaS.F.A.—dijoGilbert—.Hoymeestuvohablandodeeso.MajorSpencereselhombremásprogresistayllenodeespíritupopulardetodoAvonlea.YelseñorWilliamBellvaaponerunsetodeabetosfrentealcaminoyalolargodesusendero.Nuestrasociedadvaespléndidamente,Ana.Ha pasado ya el período experimental y es un hecho aceptado. Los másancianos están comenzando a interesarse y enWhite Sands ya se habla defundaruna.HastaElishaWrightseentusiasmódesdeeldíaenquelasturistasamericanashicieronlaexcursiónalaplaya.Alabaronmuchísimolasmárgenesdenuestroscaminosydijeronquesonmuchomáslindosquelosdecualquierotrapartedelaisla.Y,másadelante,cuandolosdemásgranjerossiganelbuenejemplodelseñorSpenceryplantenárbolesornamentalesysetosalolargodesuscaminos,Avonleaseráelpueblomáshermosodelaprovincia.

—Lasde laSociedaddeAyudaestánhablandodearreglarelcementerio—dijoAna—,yesperoque loharán,porqueellaspodránconseguir algoenunacolecta,yaqueesinútilquenosotrosprobemosdespuésdelodelSalón.PeroalasdelaSociedaddeAyudanuncaseleshubieraocurridopensarenelasuntosilaS.F.A.nolohubieraindicadoextraoficialmente.Losárbolesqueplantamos en los terrenos de la iglesia están floreciendo y los síndicos hanprometido que cercarán los de la escuela el año próximo. Si lo hacen,decretaréun«díadelárbol»ycadaescolarplantaráuno;ytendremosunjardínenelrecodoquedaalcamino.

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—Hemos conseguido rápidos triunfos en todos los planes con excepciónde la vieja casa deBoulter—expresóGilbert—, y he abandonado esa idea.Levi la ignoranadamásquepormolestarnos.Todos losBoulter tienenmuydesarrolladoelespíritudecontradicción.

—JuliaBell quiere enviar otra comisión a verle, pero creo que lomejorserádejarloenpaz—dijoAnasabiamente.

—YconfiarenlaProvidencia,comodicelaseñoraLynde—sonrióGilbert—.Ciertamente,nomáscomisiones.Sóloconsiguen irritarle.JuliaBellcreequetodosepuedeconseguirconsólocontarconunacomisiónquelointente.Lapróximaprimavera,Ana,debemosiniciarunacruzadaporhermosospradosyterrenos.Esteinviernodistribuiremossemillas.Tengoaquíuntratadosobrepradosyformasdecrearlosyvoyaprepararuninforme.Bueno,supongoquenuestras vacaciones están casi terminadas. La escuela se abre el lunes.¿ConsiguióRubyGillislaescueladeCarmody?

—Sí; Priscilla escribió diciendo que había fundado su propia escuelaparticularylossíndicosdeCarmodyseladieronaRuby.SientoquePriscillano vaya a regresar; pero ya que no puede, me alegro que Ruby hayaconseguidoel colegio.Volveráacasa los sábadosy serácomoen losviejostiempos,enqueella,Jane,Dianayyoestábamosjuntas.

CuandoAnavolvióacasa,encontróaMarillasentadaenelescalóndelagalería.

—Rachelyyohemosdecididohacermañananuestroviajealaciudad—dijo—.ElseñorLyndesesientemejorestasemanayRachelquiereirantesdequetengaotrarecaída.

—Trataré de levantarmemás temprano que de costumbremañana por lamañana;tengomuchoquehacer—dijoAnavirtuosamente—.Primero,voyapasar las plumas de mi viejo colchón al nuevo. Debí haberlo hecho hacetiempoperoheidodejándolodelado.¡Esuntrabajotanaburrido!Esunamalacostumbredejar las tareas desagradables para otrodía, y novolveré a obrarasí,ode locontrarionopodrédecir con tranquilidadamisalumnosquenodebenhacerlo.Seríaincompatible.Luego,quierohacerunatortaparaelseñorHarrison y terminarmi informe sobre jardines para la S. F.A., y escribir aStellaylavaryplancharmivestidodemuselinayhacerleaDoraeldelantalnuevo.

—Noharásni lamitad—dijoMarillapesimista—.Nuncaheconseguidoproponerme hacer un montón de cosas sin que sucediera algo que me loimpidiera.

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CAPÍTULOVEINTE

Cosasqueocurrenamenudo

Anaselevantódeunsaltoalamañanasiguienteysaludóalfrescodíaqueiluminabanlosrayosdelsolatravésdelcieloperlado.«TejasVerdes»estabaen un charco de sol, cruzado por las danzarinas sombras del sauce y de losálamos.Alotroladodelsendero,seextendíaeltrigaldelseñorHarrison,unasábanadepálidooroagitadaporelviento.ElmundoeratanhermosoqueAnapasódiezminutosjuntoalapuertadeljardíncontemplándolo.

Después del desayuno, Marilla se preparó para el viaje. Dora debíaacompañarla,puesselohabíaprometidohacíatiempo.

—Davy,tratadeserbuenoydenomolestaraAna—ledijo—.Siteportasbientetraeréuncaramelo.

¡Ay!Marillahabíacaídoenlamalacostumbredesobornaralagenteparaquesecomportarabien.

—No serémalo a propósito—dijo el niño—. Pero supón que soymaloaccidentalmente.

—Debestenercuidadoconlosaccidentes—leadvirtióMarilla—.Ana,sivieneelseñorShearer,compraunbuentrozodeasadoyunbuenfilete.Sinotrae,tendrásquematarunpolloparaelalmuerzodemañana.

Anaasintió.

—HoynomevoyapreocuparporcocinarparaDavyyparamí—dijo—.Almorzaremos jamón frío y tendré un filete listo para cuando regrese estanoche.

—VoyaayudaralseñorHarrisona juntaralgascomestiblesestamañana—anuncióDavy—.Me lo pidió y sospecho queme invitará a almorzar. ElseñorHarrisonesunhombremuygentil.Esmuysociable.Esperosercomoélcuando crezca. Me refiero a portarme como él, pero no quiero tener suapariencia.Me parece que no hay peligro, porque la señoraLynde dice quesoyunbuenniño.¿Teparecequeesodurará,Ana?Quierosaber.

—Me atrevo a decir que sí—respondióAna—.Tú eres un niño bueno,Davy—Marillamostrabasudesaprobación—,perodebeshacerhonoraelloysertanbuenoycaballerosocomoaparentas.

—Y el otro día le dijiste a Minnie May Barry, cuando la encontrastellorandoporquealguiendijoqueerafea,quesierabuena,gentilyamable,anadie le ibaa importar suapariencia—dijoDavydescontento—.Meparecequeenestemundonosepuededejardeserbuenoporunauotrarazón.Hay

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queportarsebien.

—¿Túnoquieres ser bueno?—preguntóMarilla que, aunque aprendieramucho,aúnnosabíalofútildehacertalespreguntas.

—Sí, quiero ser bueno, pero no demasiado bueno —respondió Davycauteloso—. Para ser director de la Escuela Dominical no es necesario serdemasiadobueno.ElseñorBellesunhombrerealmentemalo.

—Deningunamanera—dijoMarillaindignada.

—Lo es, él mismo lo dice —afirmó Davy—. Lo dijo cuando rezó eldomingoen laEscuelaDominical.Dijoqueeraunvilgusano,unmiserablepecadoryculpabledelainiquidadmásgrande.¿Porquéestanmalo,Marilla?¿Matóaalguien?¿Orobólacolecta?Quierosaber.

Porfortuna,enaquelmomentollególaseñoraLyndeensucocheyMarillapartió con la sensación de haber escapado al ansia de un cazador y deseódevotamente que el señor Bell no fuera tan figurativo en sus oracionespúblicas,especialmenteanteelauditoriodemuchachitosquesiempre«quierensaber».

Anatrabajóaconciencia.Barrióelpiso,hizolascamas,alimentólasaves,lavó el vestido demuselina y lo puso a secar. Entonces se preparó para lasplumas.Fuealabuhardillaysepusoelprimervestidoviejoquehallóamano,un vestido de cachemira que llevara cuando tenía catorce años. Eradecididamentecortoy tan ridículocomoaquelquevistieraen lamemorableocasióndesupresentaciónen«TejasVerdes»;pero,porlomenos,lasplumasno ibana echarlo aperder.Ana terminódevestirse atándosea la cabezaunpañuelodelunaresblancoyrojoquepertenecieraaMatthewyconeseatavíosetrasladóalaantecocina,dondeMarilla,antesdepartir,laayudaraallevarelcolchóndeplumas.

ColgadojuntoalaventanahabíaunespejorotoyallísemiróAnaenunmalmomento.Ensunarizestabanlassietepecas,másrampantesquenunca,oporlomenosasíloparecíanalaluzdelaventana.

—Oh,anocheolvidé frotarmeconesa loción—pensó—.Serámejorquecorraaladespensaylohagaahora.

Anayahabíatenidoalgunosdisgustosportratardehacerdesaparecerlaspecas. En una ocasión, cambió toda la piel de su nariz, pero las pecaspermanecieron.Pocosdíasantes,habíaencontradounarecetadelocióncontralaspecasenunarevistay,comolosingredientessehallabanalalcancedesumano,lapreparóenseguida,anteeldisgustodeMarilla,quienpensabaquesilaProvidencialeobsequiabaaunaconpecas,eradeberineludibledejarlas.

Anabajóa ladespensaque, siempreoscuraporelgransaucequecrecía

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junto a la ventana, estaba ahora casi sin luz, debido a la cortina contra lasmoscas. Ana cogió la botella que contenía la loción y se untó la narizutilizandounaesponja.Unavezrealizadoese importantedeber, retornóasulabor. Alguien que haya cambiado plumas de un colchón a otro sabrá quecuando Ana terminó era digna de verse. Su vestido estaba blanco por losplumones,yelcabelloqueescapababajoelpañuelosehallabaadornadoporunverdaderohalodeplumas.Enaquelprecisomomentosonóungolpeenlapuertadelacocina.

—Debe ser el señor Shearer—pensó Ana—. Estoy horrible, pero debobajar,puessiempretieneprisa.

Ana voló a la puerta de la cocina. Si alguna vez se abrió el suelo paratragar a una emplumada damisela, debió haber sido en aquel momento en«TejasVerdes».EnlapuertasehallabaPriscillaGrant,doradayrubiaconunvestido de seda; una baja y rolliza dama con un traje de tweed y cabellosgrises,yotradama,alta,majestuosa,vestidamaravillosamente,conunacarahermosaygrandesojosvioleta,queprodujoaAna la«instintiva sensación»(como hubiera dicho en sus años primeros) de ser la señora Charlotte E.Morgan.

En lo embarazoso del instante, sobresalió un pensamiento entre laconfusióndelamentedeAnayaélseaferró.TodaslasheroínasdelaseñoraMorgan se destacaban por «hacer frente a la situación». No importa cuálesfueran sus preocupaciones, se enfrentaban a la situación y mostraban susuperioridad sobre todos los males del tiempo, espacio y cantidad. Por lotanto,Ana sintió que era su deber hacer frente a la situación y lo hizo, tanperfectamente que Priscilla dijo más tarde que nunca admiró más a AnaShirleyqueenaquelmomento.Noimportacuálesfueransuspensamientos;nolosdemostró.SaludóaPriscillayfuepresentadaasuscompañerascontantacalma y compostura como si se hallara vestida con sus mejores galas. Enrealidad,sesorprendióalsaberqueaquelladamaqueleprodujeralainstintivasensación de ser la señoraMorgan, no era tal, sino una desconocida señoraPendexter,mientrasque larobustaypequeñamujerdecabellosgrisesera laseñora Morgan. Pero aquella sorpresa perdió fuerza ante la situación. Anacondujo a sus huéspedes a la sala donde las dejó para ayudar a Priscilla adesuncirsucaballo.

—Esterriblehaberllegadoasí,taninesperadamente—sedisculpóPriscilla—,perohasta anocheno supequeveníamos.TíaCharlotte seva el lunesyhabíaprometidopasareldíadehoyconunaamigadelpueblo.Peroanoche,suamiga la llamó por teléfono para decirle que no fuera porque se hallaba encuarentena por la escarlatina. Demodo que yo sugerí que viniéramos aquí,puessabíaqueteníasganasdeverla.PasamosporelhoteldeWhiteSandsytrajimosalaseñoraPendexterconnosotros.Esamigademitía;sumaridoes

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millonarioyvivenenNuevaYork.Nopodremosestarmuchotiempo,pueslaseñoraPendexterdebeestarderegresoalascincoenelhotel.

Mientrasestabanliberandoalcaballodesusarreos,AnanotóquePriscillalamirabaperpleja.

«Notienenecesidaddemirarmeasí»pensóAnaunpocoresentida.«Sinosabequéestraspasaruncolchóndeplumas,puedeimaginarlo».

CuandoPriscillahuboentradoalasalayantesdequeAnapudieraescaparescalerasarribaparaasearse,Dianaentróalacocina.Anatomódelbrazoasusorprendidaamiga.

—Diana Barry, ¿quién supones que está en esa sala en este mismomomento?LaseñoraCharlotteE.Morgan…ylaesposadeunmillonariodeNuevaYork…yaquímetienesamídeestemodo…ysinotracosaenlacasaparaalmorzarqueunhuesodejamón.

Para entonces, Ana ya había percibido que Diana la contemplabaprecisamenteconlamismaperplejidadquePriscilla.Aquelloerademasiado.

—Oh,Diana,nomemiresasí—imploró—.Tú,porlomenos,debessaberquenilapersonamáspulcradelmundopodríacambiaruncolchóndeplumassinponerseasí.

—No…son…las…plumas—dijoDiana—.Es…tunariz,Ana.

—¿Minariz?¡Oh,Diana,nolehapasadonadararo!

Anacorrióhastaelpequeñoespejodelfregadero.Unamiradalerevelólacrudarealidad.¡Sunarizestabadeunescarlatabrillante!

Anasesentóenelsofá,conelespírituvencidoporfin.

—¿Qué te ocurre?—preguntóDiana, en quien la curiosidad venció a ladelicadeza.

—Creíquelaestabafrotandoconlalociónparalaspecas,perodebohaberusadolatintaparalosdibujosdelasalfombrasdeMarilla.¿Quéharé?

—Lávala—dijoDiana.

—Quizáno salga.Primero tiñomis cabellos; luego, la nariz.Marillamecortóelpeloentonces,peroeseremedionoseráposibleenestecaso.Bueno,éseesotrocastigoporservanidosaysupongoquemelomerezco…aunqueeso no me consuela mucho. Es como para hacerle creer a uno en la malasuerte, aunque la señora Lynde diga que no hay tal cosa, porque todo estáescrito.

Porfortuna,eltintesalióconfacilidadyAna,algoconsolada,sedirigióalabuhardillamientrasDianacorríaacasa.Alpocorato,Anabajó,bienvestida

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ydebuenhumor.Elvestidodemuselinaqueesperaravestir,bailabaafueraenlacuerda,demañeraquesevioforzadaacontentarseconunonegro.YateníaelfuegoencendidoyeltécasilistocuandoregresóDiana,consuvestidodemuselinayunafuentecubiertaenlamano.

—Mamá te envía esto —dijo, alzando la tapa y mostrando un pollotrinchadoantelosojosagradecidosdeAna.

Elpollofuecomplementadoconpan,excelentemantequillayqueso,tortadefrutasdeMarillayunplatodecerezasenalmíbar.Ungranjarróndefloresblancasyrosadasdecorabalamesa.Sinembargo,todoaquelloparecíamagroanteelprogramaqueprepararanparalaseñoraMorgan.

Lashambrientashuéspedes,sinembargo,noparecieronpensarquefaltabaalgo y comieron los alimentos con aparente alegría. Al poco rato, laspreocupacionesdeAnasedesvanecieron.LaaparienciaexteriordelaseñoraMorganpodíaserunpocodesilusionante,comosevieronforzadasaadmitirsus más leales admiradoras, pero su conversación resultó magnífica. Habíaviajado mucho y era una excelente narradora. Conocía muchas clases dehombresymujeresysusexperienciassecristalizabanenunaseriedefrasesyepigramasquehacíanquesusoyentescreyeranestarescuchandoaunodesuspersonajes. Pero bajo su brillantez, se podía sentir una fuerte corriente deverdadera simpatía y de buen corazón, que le ganaba afectos con tantafacilidadcomosubrillantezleganabaadmiraciones.Tampocomonopolizabala conversación. Podía hacer hablar a los demás con tanta habilidad yfranqueza como lo hacía ella, y Ana y Diana se encontraron charlandotranquilamenteconsuvisitante.LaseñoraPendexterhablópoco;simplementesonrió con sus hermosos ojos y labios y comió pollo, torta de frutas yconfiturascontanexquisitagraciaquedabalaimpresióndeestaralmorzandomieles y ambrosías. Pero, como dijo Ana más tarde a Diana, alguien tandivinamentehermosocomolaseñoraPendexternoteníanecesidaddehablar,erasuficientequemirara.

Despuésdealmorzar,pasearonporelSenderodelosAmantes,porelVallede lasVioletasy elCaminode losAbedules, y después cruzaron elBosqueEmbrujado hacia la Burbuja de la Dríada, donde se sentaron y charlaronduranteladeliciosaúltimahora.LaseñoraMorganquisosaberelporquédelnombre del Bosque Embrujado y rio hasta que se le saltaron las lágrimascuandosupolahistoriayeldramáticorelatodeAnadeciertopaseoatravésdeélalahoraembrujadadelcrepúsculo.

—Ha sido una fiesta para el espíritu —dijo Ana cuando se hubieronmarchadosushuéspedesysehallabasolaconDianaotravez—.Noséquémegustómás,siescucharalaseñoraMorganocontemplaralaseñoraPendexter.Creoquehemospasadounratomejorquesihubiéramossabidoqueveníany

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nos hubiéramos preocupado por la comida. Debes quedarte a tomar el té,Diana,yasícharlaremos.

—Priscilladiceque lacuñadade la señoraPendexterestácasadaconunduqueinglésysinembargo,sesirviódosracionesdeciruelasenalmíbar—dijoDiana,comosilosdoshechosfueranincompatibles.

—Me atrevo a decir que ni siquiera el duque inglés hubiera hecho undesprecioalasciruelasdeMarilla—contestóAnaorgullosa.

Lamuchachanomencionóladesgraciaqueleocurrieraasunarizcuandocontó aquella noche a Marilla los acontecimientos del día. Pero cogió labotelladelociónparalaspecasylavació.

—Nunca volveré a probar tratamientos de belleza —dijo firmementeresuelta—. Sólo deben hacerlo las personas cuidadosas; pero en alguien tanpropensoacometererrorescomoyo,meparecequeestentaralafatalidad.

CAPÍTULOVEINTIUNO

LadulceseñoritaLavendar

LaescuelacomenzódenuevoyAnavolvióal trabajoconmenos teoríasperomayorexperiencia.Teníaalgunosnuevosalumnosde seisy sieteaños,queseaventurabanconlosojosmuyabiertosporelcaminodelsaber.EntreellossecontabanDavyyDora.DavysesentójuntoaMiltyBoulter,quienyahacíaunañoqueibaalaescuelayporlotantoeracasiunhombredemundo.Dora ya había hecho arreglos el día anterior para sentarse con Lily Sloane;peroéstanofuealaescuelaelprimerdíayDorasesentótemporalmentejuntoaMirabelCortón,queteníadiezañosy,poresarazón,aparecíaantelosojosdeDoracomounadelas«niñasgrandes».

—Creo que la escuela es muy divertida —le dijo Davy a Marilla alregresaracasa—.Dijistequemeibaaresultarmuydifícilestartantotiemposentado y así es, casi es completamente cierto; pero se pueden retorcer laspiernas debajo del pupitre y eso ayuda mucho. Es espléndido tener tantosniñosconquienesjugar.MesientoconMiltyBoulteryesexcelente.Esmásaltoqueyo,peroyosoymásancho.Esmejorestaren losasientosdeatrás,peronopuedohacerlohastatenerlaspiernaslosuficientementelargascomoparaquelleguenalsuelo.MiltyhizounretratodeAnaensupizarrayeratanhorriblemente feoque ledijeque sihacíadibujosdeAnacomoése ledaríauna paliza durante el recreo. Primero pensé en hacer un retrato suyo concuernosycola,perotemíaherirdemasiadosussentimientos,yAnadicequenuncahayque lastimar lossentimientosdenadie.Debeser terrible tener los

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sentimientos heridos. Es mejor dar un golpe a un niño que herir sussentimientos. Milty dijo que no me tenía miedo, pero que le cambiaría elnombre por complacerme, demodo que borró el nombre deAna y escribióBarbaraShaw.

MiltynoquiereaBarbaraporqueelladicequeélesunniñodelicadoyunavezlegolpeóconsuavidadlacabeza.

Dora dijo puntillosamente que le gustaba el colegio; pero estaba muyquieta,másquede costumbre; y cuandoMarilla la envió arriba a acostarse,comenzóallorar.

—Estoy…estoyasustada—sollozó—.No…noquieroirarribasola.

—¿Quésetehametidoahoraenlacabeza?—inquirióMarilla—.Tehasidoadormirsolatodoelveranoynuncahastenidomiedo.

Dora continuaba llorando, de modo que Ana la alzó abrazándolacariñosamenteydijo:

—CuéntaselotodoaAna,querida.¿Dequétienesmiedo?

—De…deltíodeMirabelCotton—lloriqueóDora—.Hoy,enlaescuela,Mirabelmelocontótodosobresufamilia.Casitodoshanmuerto…todossusabuelos y abuelas y un montón de tíos y tías. Mirabel dice que tienen lacostumbre demorirse.Mirabel estámuy orgullosa de tener tantos parientesmuertos yme contó cómo semurieron y lo que parecían en sus ataúdes.YMirabeldicequeunode sus tíos fuevistocuandocaminabaalrededorde lacasa después de enterrado. Sumadre lo vio.Nome importa todo lo demás,peronopuedodejardepensarenesetío.

AnasubióconDoraysesentóasuladohastaqueéstasequedódormida.Al día siguiente,MirabelCotton fue abordada durante el recreo y advertida«suaveperofirmemente»dequecuandounateníaladesgraciadeteneruntíoque insistía en pasearse por las casas después de haber sido decentementeenterrado,noeradebuengustocontárseloaunacompañeradepocosaños.AMirabel no le gustó que se lo dijeran. Los Cotton no teníanmucho de quépresumir.¿Cómoibaamantenersuprestigioentrelosescolaressileprohibíanhablardelfantasmadelafamilia?

Septiembrepasó.Unviernesporlatarde,Dianafueavisitarla.

—HoyherecibidounacartadeEllaKimball,Ana,yquierequevayamosatomareltémañanaporlatardeparapresentarnosasuprimaIreneTrent,queviveenlaciudad.Peronopuedodisponerdeningúncaballomañanaytuponiestárengo,demodoquenotenemosconquéir.

—¿Nopodemosircaminando?—sugirióAna—.Sicortamosporatrás,atravésdelosbosquesllegaremosalcaminodeWestGraftonnolejosdelode

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Kimball.Anduveporallíelinviernopasadoyconozcoelcamino.Nosonmásqueseiskilómetrosynotendremosquevolvercaminandoacasa,porquecontoda seguridad nos traerá Oliver Kimball. Estará encantado por la excusa,porqueélvaavisitaraCarrieSloaneydicenquesupadreraramenteledejausarelcaballo.

Quedóarregladoqueiríancaminandoylatardesiguienteemprendieronlamarcha, yendo por el Sendero de los Amantes hasta la parte de atrás de lagranja de los Cuthbert, donde hallaron una senda que se internaba en elcorazón de acres de brillantes hayas y bosques de arce, en medio de unainmensapazytranquilidad.

—Es como si el año estuviera arrodillado rezando en una vasta catedralllenadesuavesycoloridasluces.¿Noescierto?—dijoAnasoñadoramente—.Noparececorrectoapresurarseporaquí,esunairreverencia,comosicorrierasporunaiglesia.

—Decualquiermododebemosdarnosprisa—respondióDiana,mirandosureloj—.Yacasinonosquedatiempo.

—Bueno, andaré deprisa, pero no me pidas que hable —dijo Anaaligerando sumarcha—. Quiero beber el encanto del día… Siento como sitocaramislabioscualunvasodevinoeternoydebodegustarunsorboacadapaso.

Quizáfueraporqueseencontrabatanabsorta«bebiendo»,queAnadoblóhacialaizquierdacuandollegaronauncrucedelcamino.Debióhaberidoporladerecha,peromástardeconsideróesteerrorcomoelmásafortunadodesuvida. Finalmente llegaron a un solitario camino cubierto de césped sin otracosaqueabedulesenderredor.

—¿Pero, dónde estamos?—exclamó Diana asombrada—. Este no es elcaminodeWestGrafton.

—No, es el camino deMiddleGrafton—dijoAna algo avergonzada—.Debohabermeequivocadoen labifurcacióndel camino.No sé exactamentedónde estamos, pero debemos hallarnos a unos cuatro kilómetros de lo deKimball.

—Entonces no podremos estar allí antes de las cinco, porque ya son lascuatro y media —dijo Diana con una intranquila mirada a su reloj—.Llegaremosdespuésdequehayan tomadoel téy tendránquemolestarseenservirlodenuevoparanosotras.

—Mejorseríaqueregresáramosacasa—sugirióAnahumildemente.PeroDiana,despuésdeconsiderarlo,resolviólocontrario.

—No,debemosseguiryaprovecharlatardeyaqueestamosenesto.

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Unosmetrosmásadelante,lasjóvenesllegaronaunlugardondeelcaminovolvíaabifurcarse.

—¿Cuáldebemosseguir?—preguntóDianadubitativamente.Anasacudiólacabeza.

—Nosé,ynopodemosexponernosacometermásequivocaciones.Aquíhayunsenderoqueseinternadirectamenteenelbosque.Debedehaberunacasaalotrolado.Vayamosypreguntemos.

—¡Quécaminotanviejoyromántico!—dijoDianamientrasrecorríansusvueltasyrecovecos.Seextendíabajoviejosypatriarcalesabetoscuyasramasseencontrabanen loalto,creandounaeterna tiniebladondenopodíacrecermásquemusgo.Sobreunodelosladosestabalatierraparda,cruzadaaquíyalláporrayosdesol.Todoeramuytranquiloyremoto,comosielmundoysusproblemasestuvieranmuylejos.

—Mesientocomosicaminaraporunbosqueencantado—dijoAnaenvozbaja—. ¿Crees que alguna vez hallaremos el camino de vuelta al mundo,Diana?Piensoquederepentellegaremosaunpalacioenelqueencontraremosunaprincesaencantada.

Aldarlavueltaalsiguienterecovecodelsendero,sehallaron,noanteuncastillo, sino ante una pequeña casa, casi tan sorprendente como lo hubierasido un castillo en esta provincia de convencionales granjas demadera, tanparecidastodas.AnasedetuvoasombradayDianaexclamó:

—¡Oh!,ahorasédóndeestamos.ÉstaeslacasitadepiedradondevivelaseñoritaLavendarLewis…creoquelallama«LaMoradadelEco».Amenudohe oído hablar de ella pero nunca la había visto antes… ¿No es un lugarromántico?

—Es el sitio más dulce y bonito que he visto o imaginado—dijo Ana,encantada—.Parecesacadodeunlibrodecuentosodeunsueño.

Lacasaeraunedificiobajo,construidoconbloquesdepiedraareniscarojade la isla,conunpequeño tejadopuntiagudo,dondeasomabandosventanascon exquisitos frontones demadera y dos grandes chimeneas. Toda la casaestabacubiertaporunaexuberanteenredaderaquehallabafácilapoyosobrelarudaobradesilleríayquelaescarchadelotoñohabíatornadodeunhermosotonobronceadoyrojo.

Delantedelacasahabíaunjardíndelquepartíaelsenderodondeestabandetenidaslasmuchachas.Bordeabalacasaporunladoylosotrostresestabanrodeados por una vieja pared de piedra, tan cubierta de musgo, hierbas yhelechos,queparecíaunainmensalomaverde.Aderechaeizquierda,altosyoscuros abetos extendían sus ramas como palmas sobre él, pero a sus pies

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habíaunpequeñoprado reverdecidode trébolesquedescendían suavementehasta el lago azul del río Grafton. No se veía otra casa o claro por losalrededores;sólocumbresyvallescubiertosporjóvenesabetos.

—¿Qué clase de persona será la señorita Lewis? —preguntó Diana,mientrasabríanlapuertadeljardín—.Dicenqueesmuypeculiar.

—Entoncesdebe sermuy interesante—afirmóAnadecididamente—.Lagentepeculiarporlomenoseseso.¿Notehabíadichoquellegaríamosaunpalacio encantado? Por algo los duendes han entretejido magia por esesendero.

—PerolaseñoritaLavendarLewisnotienenadadeprincesaencantada—rioDiana—.Esunaanciana…heoídoquetienecuarentaycincoañosyqueestodagris.

—Oh,esoessólopartedelhechizo—aseguróAnaconfidencialmente—.Sucorazónesaúnjovenyhermoso…ysisólosupiéramoscómoconjurarelencantamiento, volvería a ser radiante y bella. Pero no lo sabemos. Sólo elpríncipelosabe,yeldelaseñoritaLavendarnohallegadoaún.Quizálohadetenidoalgúnfatalinfortunio…aunqueesoestácontralasleyesdetodosloscuentosdehadas.

—Metemoquellegóhacemuchotiempoyvolvióairse—dijoDiana—.DicenqueestuvocomprometidaconStephenIrving,elpadredePaul,cuandoeranjóvenes.Perodiscutieronysesepararon.

—¡Silencio!—previnoAna—.Lapuertaestáabierta.

Las jovencitas sedetuvieronen lagaleríabajo la enredaderadehiedraygolpearon la puerta abierta. Hubo ruido de pasos dentro y apareció unapersonita singular, una niña de unos catorce años, de rostro pecoso, narizchata,unabocatangrandequerealmenteparecíallegarle«deorejaaoreja»,ydoslargastrenzasdecabellorubioatadasconenormeslazosdecintaazul.

—¿EstálaseñoritaLewis?—preguntóDiana.

—Sí,señora.Pase,señora…poraquí,señora…ysiéntese,señora.LediréalaseñoritaLavendarqueestáustedaquí,señora.Estáarriba,señora.

Conestaspalabrasdesapareciólapequeñacriadaylasjóvenes,alquedarsolas,miraronenderredorconojosencantados.El interiorde lamaravillosacasitaerataninteresantecomosuexterior.Lahabitacióneradetechobajoytenía dos pequeñas ventanas cuadradas, adornadas con cortinas demuselinallenasdevolantes.Todos losmuebleseranmuyantiguos,pero tan limpiosybienconservados,queelefectoresultabadelicioso.Perodebemosadmitirqueelmueblemásatractivoparadosmuchachasllenasdesaludquehancaminadoseis kilómetros en una fresca tarde de otoño, era una mesa servida con

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delicada porcelana azul pálido y cargada de deliciosos manjares, mientraspequeños helechos dorados esparcidos sobre elmantel le daban lo queAnahubierallamado«unairefestivo».

—La señorita Lavendar debe esperar gente a tomar el té—murmuró—.Hay servicio para seis personas. ¡Qué criada tan graciosa tiene! Parece unheraldodelpaísdelosduendes.Supongoqueellapodríahabernosindicadoelcamino, pero tenía curiosidad por ver a la señorita Lavendar… Sssssh, allíviene.

Y la señoritaLavendar apareció en lapuerta.Las jóvenes se llevaron talsorpresaqueolvidaronlosbuenosmodalesysequedaronconlabocaabierta.Subconscientemente habían esperado ver el tipo común de solterona, unapersona angulosa, de estirados cabellos grises y anteojos. No podían haberimaginadonadamásdistintodelaseñoritaLavendar.

Era una dama pequeña, de espesos cabellos blancos como la nieve,maravillosamenteonduladosypeinadosconcuidado.Debajodeellosasomabaunrostrojuvenilderosadasmejillasydulceslabios,congrandesojoscastañosyhoyuelos,verdaderoshoyuelos.Llevabaunexquisitotrajedemuselinacolorcrema con rosas pálidas… un vestido que habría parecido ridículamentejuvenil en la mayoría de las mujeres de su edad, pero que le quedaba tanperfectamentequenopodíapensarseenello.

—Charlotta IVdicequedeseanverme—dijoconunavozacordeconsuapariencia.

—Queríamos preguntar por el camino a West Grafton —dijo Diana—.Estamos invitadas a tomar el té en casa de Kimball, pero equivocamos elrumbo y en vez de llegar al camino deWest Grafton desembocamos en elcamino lateral. ¿Debíamos doblar hacia la derecha o hacia la izquierda a laentradadesucamino?

—Alaizquierda—dijolaseñoritaLavendarconunaindecisamiradaalamesadelté.Luegoexclamó,comosisehubieraresueltodepronto.

—Pero¿porquénosequedanatomareltéconmigo?Porfavor,quédense.En lo del señor Kimball ya habrán terminado cuando ustedes lleguen yCharlottaIVyyoestaremosencantadasdetenerlasconnosotras.

DianahizounamudapreguntaaAna.

—Nos encantaría —dijo Ana rápidamente, porque había decidido quequería saber más de la sorpresiva señorita Lavendar—, si no fuera muchamolestiaparausted.Porqueestáesperandootrosinvitados,¿noescierto?

LaseñoritaLavendarvolvióamirarlamesaysesonrojó.

—Sé que les pareceré terriblemente tonta —dijo—. Lo soy y me

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avergüenzocuandomedescubren,peronuncasiestonoocurre.Noesperoanadie.Sólolosimulaba;estoymuysola,¿saben?Adorolacompañía,esdecir,laverdaderacompañía,perosontanpocaslaspersonasquevienenhastaaquí.CharlottaIVtambiénestabasola.Demodoquesimuléqueibaadarunté.

Cociné,decorélamesa,puselaporcelanadebodasdemimadreymevestíparalaocasión.

DianasecretamentepensóquelaseñoritaLavendareratanpeculiarcomolapintaban.¡Unamujerdecuarentaycincoañosjugandoalasvisitascomosifueraunaniña!PeroAna,conlosojosbrillantes,exclamógozosa:

—¡Oh!,¿ustedtambiénimaginacosas?El«también»lerevelóalaseñoritaLavendarqueteníaantesíunalmagemela.

—Sí, lo hago —confesó libremente—. Por supuesto es una tontería enalguiendemiedad.Pero¿dequévaleserunasolterona independientesinopuede ser tonta cuando tieneganas sinherir los sentimientosdenadie?Unapersona debe tener algunas compensaciones. A veces pienso que no podríavivirsinlaimaginación.NomesorprendenasíamenudoyCharlottaIVnuncadicenada.Peromealegroquehayaocurrido, porqueustedeshanvenido enrealidadyyotengoel té listo.¿Quierenpasaralcuartodehuéspedesadejarsussombreros?Esesapuertablancafrentealaescalera.Deboiralacocinaavigilar queCharlotta IV no deje hervir el té. Charlotta IV es una niñamuybuena,perodejahervirelté.

LaseñoritaLavendarcorrióalacocinaylasjovencitassubieronalcuartode huéspedes, una habitación tan blanca como su puerta, iluminada por laventana cubierta de hiedra y con todo el aspecto, como dijoAna, de ser ellugardondenacenlossueños.

—Es toda una aventura, ¿no te parece?—dijoDiana—. ¿No es dulce laseñoritaLavendaraunqueseaalgorara?Nopareceenabsolutounasolterona.

—Creoquepareceunsonidomusical—respondióAna.

Cuandobajaron,ladueñadecasaestaballevandolateteraydetrásdeella,con aspecto muy complacido, iba Charlotta IV con un plato de bizcochoscalientes.

—Ahora,debendecirmesusnombres—dijolaseñoritaLavendar—.Estoytancontentadequeseanjóvenes.Adorolasjóvenes.Esfácilpretenderqueyomisma soyunamuchacha cuando estoy con ellas.Odio—continuó conunamueca— pensar que soy vieja. Ahora bien, ¿quiénes son ustedes? ¿DianaBarry y Ana Shirley? ¿Puedo imaginar que las conozco hace cien años yllamarlasAnayDianadirectamente?

—Puedehacerlo—dijeronlasniñasalunísono.

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—Entoncessentémonosacomer—dijo laseñoritaLavendaralegremente—. Es una suerte que haya preparado el bizcocho y los buñuelos. Porsupuesto, era una tontería hacerlos para huéspedes imaginarios. Sé queCharlotta IV lo pensaba; ¿no es así, Charlotta? Pero ya ven qué bien se haresuelto todo.Claroquenose ibanadesperdiciar,porqueCharlottayyoloshubiéramos ido comiendo. Pero el bizcocho no es algo que mejore con eltiempo.

Fue una alegre ymemorablemerienda y cuando terminaron, salieron aljardínbajoelresplandordelapuestadesol.

—Pienso que vive en el más maravilloso de los lugares —dijo Dianamirandoentornodeellaadmirativamente.

—¿Porquélollama«LaMoradadelEco»?—preguntóAna.

—Charlotta —dijo la señorita Lavendar—, trae el pequeño cuerno dehojalataqueestácolgadosobreelestantedelreloj.

CharlottaIVsaliócorriendoyregresóconelcuerno.

—Sopla,Charlotta—leordenó.

Charlotta sopló y se oyó un sonido algo ronco y estridente. Hubo unmomento de silencio… y luego, desde los bosques, llegó una multitud dehermososecos,dulces,fugaces,argentinos,comosi todoslos«cuernosdelaregióndelencanto»estuvieransoplando.AnayDianaquedaronmaravilladas.

—Ahoraríe,Charlotta.Ríefuerte.

Charlotta, que probablemente hubiera obedecido a la señorita Lavendaraunque le hubiera ordenado que se pusiese cabeza abajo, subió al banco depiedra y rio fuerte y con todas sus ganas. El eco lo devolvió, como si unahordadeduendesestuvieranhaciendoburlasasurisaenlosbosquespúrpurayalolargodelaorladeabetos.

—Lagentesiemprehaadmiradomieco—dijolaseñoritaLavendarcomosi el eco fuera de su propiedad—. Yo lo quiero mucho. Son muy buenacompañía, con un poquito de imaginación. En los calmos atardeceres,Charlotta IV y yo nos sentamos aquí y nos entretenemos con él. Charlotta,llévateelcuernoycuélgaloensusitioconcuidado.

—¿PorquélallamaCharlottaIV?—preguntóDiana,queseconsumíadecuriosidad.

—Sólo para no confundirla con todas las otras Charlotta de mispensamientos —dijo la señorita Lavendar seriamente—. Todas se parecentantoquenopuedodistinguirlas.SunombrenoesrealmenteCharlotta.Es…déjeme pensar… ¿cómo era? Creo que Leonora… sí, es Leonora. Verás, la

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cosaesasí,cuandomuriómimadrehacediezaños,nopodíaquedarmeaquísola…ynoteníamediosparapagarelsueldodeunacriada.Demodoquehicevenir a vivir conmigo aCharlottaBowman a cambio de casa y comida. SuverdaderonombreeraCharlotta:fueCharlottaI.Teníatreceañosysequedóconmigohastalosdieciséis.LuegosefueaBoston,porqueallípodríaabrirsecaminomejor.Entoncesvinosuhermanaaquedarseaquí.SellamabaJulietta.Me parece que la señora Bowman tiene debilidad por los nombrescaprichosos, pero era tan parecida a Charlotta que continué llamándola poreste nombre y no se opuso. De manera que abandoné mis esfuerzos porrecordarsuverdaderonombre.FueCharlottaIIycuandosefue,vinoEvelinayfuelaIII.AhoratengoaCharlottaIVycuandotengadieciséisaños—ahoratienecatorce—seirátambiénaBostonyrealmentenoséqueharéentonces.Charlotta IV es la última de las hermanas Bowman y la mejor. Las otrasCharlottasiempremedemostraronquepensabanqueeraunatonteríaelqueyoimaginara cosas, peroCharlotta IVnunca lo hace, no importa lo quepienserealmente.Nomeimportaloquepuedapensarlagentedemímientrasnomelohagaver.

—Bueno—dijoDianamirandopesarosaelsolqueseponíaenelhorizonte—.SupongoquedebemosirnossiqueremosllegaracasadelseñorKimballantesdequeoscurezca.Hemospasadounratodelicioso,señoritaLewis.

—¿Vendréisavermeotravez?—rogóésta.

LaaltaAnapusosubrazosobreelhombrodelapequeñadama.

—Claroquesí—prometió—,ahoraquelahemosdescubierto.Sí,debemosirnos, «debemos arrancarnos de aquí», como dice Paul Irving cada vez quevienea«TejasVerdes».

—¿Paul Irving?—Hubouna repentinamutaciónen lavozde la señoritaLavendar—. ¿Quién es? No sabía que hubiera alguien de ese nombre enAvonlea.

Anasesintiómolestaporsupropia imprudencia;cuandonombróaPaul,habíaolvidadoelviejoromancedelaseñoritaLavendar.

—Esunpequeñoalumnomío—explicópausadamente—.LlegódeBostonel añopasado avivir con su abuela, la señora Irving, sobre el caminode laplaya.

—¿Es el hijo de Stephen Irving? —preguntó la señorita Lavendarinclinándosesobrelafranjadefloresdelavandademodoquesurostroquedóoculto.

—Sí.

—Voyadarlesunmanojodelavandasacadauna—dijolaseñoritaLewis

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brillantemente,comosinohubieraoídolarespuestaasupregunta—.Sonmuydulces,¿nolesparece?Mamásiemprelasamó.Ellaplantóestoscanteroshacemucho tiempo. Papá me llamó Lavendar porque también a él le gustabanmucho.VioamimadreporprimeravezcuandovisitósucasaenEastGrafton.Se enamoró a primera vista. Le pusieron en el cuarto de huéspedes; lassábanas estaban perfumadas con lavanda. Y permaneció despierto toda lanochepensandoenella.Desdeentoncespapásiempreamóelperfumede lalavanda. Y por eso me dieron su nombre. No olvidéis regresar, queridas.CharlottaIVyyoosestaremosesperando.

Abrió la puertecilla para que pasaran. Repentinamente parecía vieja ycansada; el resplandorybrillode su rostro sehabíadesvanecido; su sonrisaeratandulcecomosiempre,perocuandolasjóvenessegiraronenlaprimeracurvadel sendero, la vieron sentada sobre el viejo bancode piedra bajo losplateadosálamosenmediodeljardín,conlacabezaentrelasmanos.

—Parecemuytriste—dijoDianasuavemente—.Debemosveniraverlaamenudo.

—Piensoquesuspadresledieronelnombremásapropiadoyconvenienteque podían darle —dijo Ana—. Si hubieran sido tan ciegos como parallamarlaElisabeth oNellie oMuriel, igual debía ser llamadaLavendar. Esenombreestállenodesugerenciasdeantiguasgraciasy«trajesdeseda».Ahoraminombremesuenaapanymanteca,remiendosytareasdomésticas.

—Oh, yo no pienso así —exclamó Diana—. Ana me parece realmentemajestuoso,comounareina.PerohastaKerrenhappuchmegustaríasifueratunombre.Creoquelagentehacebonitosofeosalosnombres,segúncómosecomporte.AhoranopuedosoportarlosnombresdeJosieoGertie,peroantesdeconoceralosPye,pensabaqueerannombresbonitos.

—Es una idea espléndida,Diana—dijoAna entusiasmada—.Vivir paraembellecer el nombre, aunque no sea tan hermoso en sí mismo y hacerlo,resaltar en la mente de las gentes como algo bello y placentero en lo cualnuncapensarían.Gracias,Diana…

CAPÍTULOVEINTIDÓS

Retazos

—DemodoquetomasteeltéenlacasadepiedraconLavendarLewis—dijoMarillaa lamañanasiguiente—.¿Cómoesahora?Hacemásdequinceañosquenolaveo.DesdeundomingoenlaiglesiadeGrafton.Supongoqueha cambiado mucho. Davy Keith: cuando quieras algo que no esté a tu

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alcance,pídeloynoteestiressobrelamesadeesamanera.¿HasvistohaceresoaPaulIrvingcuandovieneacomer?

—PerolosbrazosdePaulsonmáslargosquelosmíos—gruñóDavy—.Han tenido once años para crecer, y losmíos nadamás que siete.Además,pedí,perotúyAnaestabaischarlandoynomehicisteiscaso.Además,Paulsólohavenidoatomareltéyesmásfácilserbieneducadoeneltéqueeneldesayuno. Se tiene lamitad de hambre.Además,Ana, esa cucharilla es tanpequeñacomoelañopasadoyyosoymásgrande.

—Desdeluego,nosécuálseríaelaspectodelaseñoritaLavendar,peronocreo que haya cambiado mucho —dijo Ana, después de dar a Davy doscucharadas de miel, doble dosis que de costumbre, para apaciguarle—. Sucabelloestácomolanieve,perosucaraesfrescaycasiinfantilyposeeunosdulcesojospardos,unhermosotonodepardoboscosocondestellosdorados,ysuvozhacepensarenelrasoblanco,enelaguacristalinayenlascampanasdelashadas,todojunto.

—Cuando era joven, se reconocía que era una belleza—dijoMarilla—.Nuncalaconocímucho,peromegustóconlopocoquelatraté.Yaentonces,algunoslaconsiderabanpeculiar.Davy,sitedescubrootravezhaciendoesascosas, teobligaréaesperaraque todos terminendecomerparaempezar tú,comohaceelfrancés.

La mayoría de las conversaciones que mantenían Ana y Marilla enpresenciadelosmellizosestabanjalonadasporestoscomentariosaDavy.Enestaocasión,elpequeño,alnoserleposiblerecogerlasúltimasgotasdemieldel plato con la cuchara, había resuelto la dificultad alzando el plato conambasmanosypasándolelalengua.

Analemiróconojostanhorrorizados,queelpequeñopecadorenrojecióydijo,mitadavergonzado,mitaddesafiante:

—Asínosepierdenada.

—Quienes son distintos a los demás, reciben siempre el calificativo depeculiares—dijoAna—.Y la señoraLavendar es distinta, aunque es difícilseñalardónderesidetaldiferencia.Quizáestéenqueesunadeesaspersonasquenuncaenvejecen.

—Unopuedeenvejecercuandolohacesugeneración—dijoMarilla—.Sinolohaces,estásfueradetono.Porloqueseve,Lavendarseapartódetodo.Havividoeneselugaralejadohastaquetodoslaolvidaron.Esacasadepiedraesunadelasmásviejasdelaisla.ElancianoseñorLewislaconstruyóhaceochentaaños,cuando llegóde Inglaterra.Davy,dejadedarcodazosaDora.¡Oh, te vi! No necesitas hacerte el inocente. ¿Qué te hace portarte así estamañana?

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—Quizámelevantéconmalpie—sugirióDavy—.MiltyBoulterdicequesiesoocurre,todovamalduranteeldía.Suabuelaselodijo.¿Pero,cuáleselpiecorrecto?¿Yquépasacuandolacamaestácontralapared?Quierosaber.

—Mehabría gustado saber qué ocurrió entre Stephen Irving yLavendarLewis —continuó Marilla, ignorando a Davy—. Hace veinticinco añosestabancomprometidosydepronto, todoseacabó.Nosécuál fue lacausa,pero debió ser algo terrible, pues él se marchó a Estados Unidos y ya noregresó.

—Quizánofuealgotanterribledespuésdetodo.Creoqueenlavida,laspequeñascosashacenmásdañoquelasgrandes—dijoAna,conunodeesosrelámpagosdesabiduríaquelaexperiencianopuedeperfeccionar—.Marilla,porfavor,noledigaalaseñoraLyndequeheestadoconlaseñoritaLavendar.Empezaráahacerpreguntasyesonomevaagustar,nitampocoalaseñoritaLavendar,siseentera.Estoysegura.

—MeatrevoadecirqueaRachellegustaríacuriosear—admitióMarilla—,aunqueahoranotienetantotiempocomoantesparameterseenlascosasde los demás. Está atada a su casa por culpa de Thomas y empieza adescorazonarse, pues creo que no hay esperanzas de quemejore. Rachel sequedarámuysolasialgolepasaaél,contodossushijosafincadoseneloeste,exceptoEliza,queestáenlaciudad;peroaRachelnolegustasumarido.

Los chismes de Marilla atacaron a Eliza, quien estaba en muy buenostérminosconsumarido.

—Racheldicequesiselevantaraytuvieravoluntad,mejoraría.Pero¿quése puede conseguir con pedir a un trozo de jalea que se ponga de pie?—continuóMarilla—.ThomasLyndenuncatuvovoluntadpropia.Sumadre ledominó hasta que se casó y entonces, Rachel se hizo cargo de la tarea. Esextrañoqueseatrevieraaponerseenfermosinpermiso.Peronodeberíahablarasí.Rachelhasidounabuenaesposa.Élnuncahubierallegadoanadasinella,esoesverdad.NacióparaobedeceryfueunasuertequecayeraenmanosdeunamujerinteligenteycapazcomoRachel.Aélnoleimportabalamaneradeser de su mujer. Le ahorraba hasta la preocupación de tomar una decisión.Davy,dejaderetorcertecomounaanguila.

—Notengootracosaquehacer—protestóDavy—.NopuedocomermásynoesmuydivertidoveroscomeratiyaAna.

—Bueno,túyDorapodéisiradardecomeralasaves—dijoMarilla—.Ynotratesdequitarlelasplumasdelacolaalagallinablanca.

—Necesitaba algunas plumas para mi tocado indio—contestó Davy—.MiltyBoulter tiene unomuy elegante hecho con las plumas que le diera sumadrecuandomataronlaviejagallinablanca.Mepodríandejarteneralgunas.

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Esagallinatienemásdelasquenecesita.

—Puedesusarelviejoplumeroquehayeneldesván—dijoAna—;yotelasteñirédeverde,rojoyamarillo.

—Estás malcriando al niño —protestó Marilla cuando Davy, con cararadiante,siguióalaperipuestaDora.

La educación de Marilla había hecho grandes progresos durante losúltimosseisaños,perotodavíanosepodíalibrardela ideadequeeramaloparalosniñosqueaccedieranmuyamenudoasusdeseos.

—TodoslosmuchachosdesuedadtienentocadosindiosyDavyquiereelsuyo—dijoAna—.Y sé lo que se siente.Nunca olvidaré cuánto añoré lasmangas abullonadas cuando todas las chicas las llevaban. Y Davy no estámalcriado.Progresadíaadía.Piensecuandiferenteesdecuandollegóhaceunaño.

—Esciertoquenohacetantasdiablurasdesdequeempezóairalaescuela—reconoció Marilla—. Supongo que la tendencia se diluye con los otrosmuchachos.Peroesraroqueno tengamosnoticiasdeRichardKeith.Niunapalabradesdemayo.

—Tengomiedodesusnoticias—suspiróAna,mientrasrecogíalosplatos—. Si llega una carta, temeré abrirla, por miedo a que nos diga que leenviemosalosmellizos.

Unacartallegóunmesmástarde.PeronoeradeRichardKeith.Unamigosuyo escribió para decir que había muerto de tisis hacía quince días. ElcorresponsalerasualbaceayeneltestamentofigurabaunlegadodedosmildólaresparalaseñoritaMarillaCuthbert,comoalbaceadeDavyyDoraKeith,hasta que fueran mayores de edad o hasta que se casaran. Entre tanto, losinteresesdebíanserempleadosparasumanutención.

—Meparecehorriblealegrarseporalgorelacionadoconlamuerte—dijoAna—. Lo siento por el pobre señor Keith, pero me alegro de que nosquedemosconlosmellizos.

—Eldineronosvendrábien—dijolaprácticaMarilla—.Queríaquedarmeconellos,peronoveíacómo,especialmentecuandocrecieran.Elalquilerdelagranja no damás que paramantener la casa y estaba decidida a que no segastaraenellosuncentavodetudinero.Yahacesbastante.Doranonecesitabaesesombreronuevoquelecompraste.Peroahoratodoirábienyellostendránsuspropiosfondos.

Davy y Dora se alegraron cuando supieron que se quedarían en «TejasVerdes»parasiempre.Lamuertedeuntíoaquiennoconocíannopesabaparanadaenlabalanza.PeroDorateníaunaduda.

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—¿EnterraronaltíoRichard?—inquirió.

—Sí,querida,desdeluego.

—¿Él… no… es… como el tío deMirabel Cortón?—insistió aún másagitada—.¿Nocaminaráporlacasadespuésdeenterrarlo,Ana?

CAPÍTULOVEINTITRÉS

ElromancedelaseñoritaLavendar

—Creo que iré hasta la «Morada del Eco» esta tarde—dijo Ana en elatardecerdeunviernesdediciembre.

—Parecequevaanevar—dijoMarilladubitativamente.

—Estaréallíantesdequeempieceymequedaréadormir.Diananopuedeirporquetienevisitas,peroestoyseguradequelaseñoritaLavendarmeestaráesperandoestatarde.Hacequincedíasquenovoy.

Anahabíahechomuchasvisitasa«LaMoradadelEco»desdeaqueldíadeoctubre.AlgunasvecesellayDianaibanporelcaminoyotrasatravesabanlosbosques.CuandoDiananopodía acompañarla,Ana iba sola.Entre ellay laseñorita Lavendar había surgido una de esas amistades fieles y fervientes,posiblessóloentreunamujerquehaconservadolafrescuradelajuventudensu corazón, y una jovencita cuya imaginación e intuición suplen la falta deexperiencia. Por fin Ana había descubierto una verdadera «alma gemela»,mientras que para la solitaria vida de la pequeña dama, Ana y Dianasignificabantodalaalegríayregocijodelmundoexterior,enelquelaseñoritaLavendar,«olvidadadelmundo,porelmundoolvidada»,hacíayamuchoquenoparticipaba;habían llevadoa lapequeñacasadepiedraunaatmósferadejuventud y realidad. Charlotta IV siempre las recibía con su más ampliasonrisa…ylassonrisasdeCharlottaeran inmensamenteamplias.Lasqueríatantoporelbienquehacíanasuadoradaseñora,comoporellamisma.Nuncahuboenlacasitadepiedrarisasyalegríascomolasdeaquelhermosoylargootoño, cuando en pleno noviembre parecía continuar octubre y hasta aundiciembreremedabalosrayosdesolylasbrumasdelverano.

Pero aquel día, parecía como si diciembre hubiera recordado que ya eratiempo de que llegara el invierno, y repentinamente se presentó oscuro yamenazador, con una quietud que predecía nieve. A pesar de todo, Anadisfrutó de su paseo a través de la granmasa gris de terrenos cubiertos dehayas. Aunque iba sola, no sentía la soledad; su imaginación poblaba sucamino de alegres compañeros, con quienes mantenía una divertida

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conversaciónqueresultabamásingeniosayfascinantequelasdelavidareal.

Enuna«fingida»reunióndeespírituselegidos,cadaunodice justamentelo que uno quiere que diga; y así da oportunidad a contestarle lo que unoquieredecir.Asistidaporestainvisiblecompañía,AnaatravesólosbosquesyllegóalCaminodelosAbedulesjustocuandoempezabanacaerlosprimeroscopos.En el primer recodo, encontró a la señoritaLavendar, depiebajouninmenso abeto de espeso ramaje. Llevaba un traje de color rojo vivo yenvolvíasucabezayloshombrosconunmantóndesedagrisplata.

—Parece la reina de las hadas del bosque de los abetos —dijo Anaalegremente.

—Penséquevendríaestatarde,Ana—dijolaseñoritaLavendarcorriendohacia ella—.Y estoy doblemente contenta, porqueCharlotta IV no está. Sumadreestáenfermayfueapasarlanocheasucasa.Mehubierasentidomuysola si no hubiera venido. Ni los sueños ni los ecos habrían resultadosuficiente compañía. ¡Oh, Ana, qué hermosa es usted! —agregórepentinamentemirandoalaaltaydelgadamuchachitasonrosadaporelpaseo—. ¡Qué hermosa y qué joven! Es delicioso tener diecisiete años, ¿no escierto?Laenvidio—concluyólaseñoritaLavendarcándidamente.

—Peroustedtienediecisieteañosenelcorazón—sonrióAna.

—No, soy una vieja de edadmediana, que esmucho peor—suspiró—;algunasvecespretendoquenoesasí,perootrasmedoycuenta.Ynopuedoreconciliarme con la idea como parece hacerlo la mayoría de las mujeres.Sientolamismarebeliónqueeldíaquedescubrímiprimeracana.Ana,nomemire como si estuviera tratando de comprender. Diecisiete años no puedenentenderlo.Voyaimaginarqueyotambiénlostengo,ypodréhacerlo,ahoraqueestáaquíytraelajuventudenlasmanos,comoundon.Vamosapasarunatarde divertida. Primero el té. ¿Qué quiere comer?Tendremos cuanto guste.Pensemosenalgoricoeindigesto.

Esanoche,ruidosdejúbiloyalborotopoblaronlacasitadepiedra,sibienesciertoquealcocinar,reír,hacerdulcese«imaginar»,laseñoritaLavendaryAnanosecomportarondeacuerdoasudignidaddesolteronadecuarentaycincoañoslauna,ydesosegadamaestradeescuelalaotra.Luegosesentarona descansar sobre la alfombra del comedor iluminado sólo por las suavesllamasyperfumadoporlasrosas.Elvientosehabíadesatadoysuspirabaysequejaba por los aleros y la nieve golpeaba suavemente contra las ventanas,comosiuncentenardeduendesdelastormentastratarandeentrar.

—¡Estoy tan contenta de que haya venido, Ana! —dijo la señoritaLavendaracariciándoladulcemente—.Sinoestuvieraaquí,mesentiríatriste,muytriste,terriblementetriste.Lossueñosylassuposicionesestánmuybien

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de día, a la luz del sol; pero cuando llega la noche y la tormenta, ya nosatisfacen. Entonces se desean cosas reales. Pero usted no puedecomprenderlo. Diecisiete años no lo entienden. A esa edad, los sueños sísatisfacen, porque uno piensa que las realidades la esperan más adelante.Cuando tenía sus años, Ana, no pensaba que a los cuarenta y cinco estaríaconvertidaenunasolteronadecabellosblancosconlavidallenanadamásquedesueños.

—Peroustednoesunasolterona—dijoAnasonriendo—.Lassolteronasnacen,nosehacen.

—Algunasnacensolteronas,otrasgananlasolteríayotraslarecibenalafuerza.

—Entoncesustedesunadelasquelaganaron—rioAna—,ylohahechotanencantadoramentequesitodaslassolteronasfuerancomoustedcreoqueseimplantaríalamoda.

—Siempremegustahacerlascosaslomejorposible—dijoLavendar—.Yyaquedebíserunasolterona,decidíserunaagradable.Lagentedicequesoyrara;peroesporqueyosigomipropiométododesolterona,envezdecopiarlosyaestablecidos.Ana,¿algunavezlehancontadoalgosobreStephenIrvingyyo?

—Sí—dijoAnacándidamente—.Heoídoqueestuvieroncomprometidos.

—Loestuvimos…haceveinticincoaños…unaeternidad.Yteníamosquecasarnos en la primavera. Tenía mi vestido de novia hecho aunque nadie,excepto mamá y Stephen, lo sabía. Podría decirse que estuvimoscomprometidos casi toda la vida.CuandoStephen era un niño, sumadre lotrajoaquíunavezquevinoavera lamía.Y la segundavezquevino teníanueve años y yo seis. Me dijo en el jardín que ya tenía decidido casarseconmigocuandocreciera.Recuerdoqueledije«gracias».Ycuandosefueledijeamamáquemehabíaquitadoungranpesodeencima,puesyanotemíallegarasersolterona.¡Cómoriolapobremamá!

—¿Yquésucedió?

—Tuvimosunaestúpidadisputa,tontayvulgar.Tanvulgarquenisiquierarecuerdo cómo empezó; apenas si recuerdo quién tuvo más culpa. Stephenempezó, pero supongo que yo debí haberlo provocado con alguna de mistonterías.Élteníaunoodosrivales.Yoeravanidosaycoquetaymegustabaatormentarlo un poquito. Stephen era un hombremuy sensible. Bueno, nosseparamosenfadados.PeroyopensabaquetodoibaaterminarbienyhubieraresultadodenoregresartanprontoStephen.Ana,querida,lamentoconfesar…—laseñoritaLavendarsedetuvocomosifueraadeclararsupredilecciónporasesinargente—que soyunapersona terriblementemalhumorada. ¡Oh!, no,

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nosonría…,eslaverdad.Soymalhumorada,yStephenvolvióantesdequeyoterminara de calmarme.No quise escucharle ni perdonarle; y él se fue parasiempre.Erademasiadoorgullosoparainsistir.Yentoncesmeenfurecíporquenoregresaba.Quizápudehaberlomandadobuscar,peronopudehumillarmehastaeseextremo.Eratanorgullosacomoél.Orgulloymalgeniocombinanmal, Ana. Pero nunca pude querer a otro, ni quise intentarlo. Prefería sersolterona durante mil años que casarme con alguien que no fuera StephenIrving. Bueno, todo esto parece un sueño. Con cuánta simpatía me mira,Ana…con toda la benevolencia que puede despertar en sus diecisiete años.Pero no se exceda.Realmente soymuy feliz a pesar de tener destrozado elcorazón. Mi corazón se rompió, si un corazón puede romperse, cuandocomprendíqueStephenIrvingnovolvería.PeroAna,uncorazóndestrozadoen lavida real, no es lamitadde terriblede loque resulta en los libros.Separece mucho a tener un diente cariado, aunque no le parezca unacomparaciónmuyromántica.Tieneperíodosdedolorynodejadormirdevezencuando,peropermitedisfrutardelavida,delossueños,delosecosydelguirlache de cacahuetes como si no ocurriera nada. Y ahora me miradesilusionada.Yanomeencuentrani lamitadde interesantequehacecincominutos, cuando creía que vivía presa de un trágico recuerdo que ocultabavalientementeconsonrisas.Estoes lopeor,o lomejor,de lavidareal,Ana.Notedejaserdesgraciada.Siguetratandodeconformarla,yloconsigue,auncuandoseestédecididaaserinfelizyromántica.¿Noesmagníficoestedulce?Yahe comidomás de lo que conviene ami salud, pero no importa; seguirécomiendo.

DespuésdeunbrevesilenciolaseñoritaLavendardijorepentinamente:

—MesorprendióoírhablardelhijodeStephenelprimerdíaqueestuvoaquí,Ana.Desdeentonces,nomehabíaatrevidoanombrárselo,perodeseabasaberlotodosobreél.¿Quéclasedeniñoes?

—Es la criatura más dulce y encantadora que he conocido, señoritaLavendar.Ytambiénimaginacosascomoustedyyo.

—Me gustaría conocerlo—dijo la señorita Lavendar suavemente, comohablandoconsigomisma—.Mepreguntosisepareceráalgoalpequeñoniñodemissueños.Mipequeñoniño.

—SiquiereconoceraPaul,puedotraerloconmigoalgunavez—dijoAna.

—Megustaría,peronodemasiadopronto.Quieroacostumbrarmealaidea.Habráenellomásdolorquealegría,siseparecedemasiadoaStephenosinoseleparecelosuficiente.Dentrodeunmes,puedetraérmelo.

De acuerdo con esto, un mes más tarde, Ana y Paul atravesaron losbosques rumbo a la casita de piedra y hallaron a la señoritaLavendar en el

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sendero.Ellanolesesperabaypalidecióalverles.

—AsíqueésteeselhijodeStephen—dijoenvozmuybaja,tomandolamanodePaulyobservándoloentodasuhermosuraysuniñez,consueleganteabrigoylagorradepiel—.Es…esmuyparecidoasupadre.

—Todos dicen que soy una astilla del viejo tronco —dijo Paul con sudesenvolturadecostumbre.

Ana,quehabía estadoobservando la escena, respiró aliviada.Vioque laseñorita Lavendar y Paul se habían «aceptado» mutuamente y que no setrataban conmodales afectados. La señorita Lavendar era una personamuysensata a pesar de su romance y de sus sueños, y después de esa pequeñatraición, escondió sus sentimientos y entretuvo a Paul como si éste fuera elhijodecualquierpersonaquehubiera idoavisitarla.Pasaronuna tardemuydivertidaycomieronmanjaresquehabríanhechoquelaancianaseñoraIrvinglevantaralasmanoshorrorizada,porcreerarruinadaparasiempreladigestióndePaul.

—Vuelveavisitarme,querido—dijolaseñoritaLavendarestrechándolelamanoaldespedirse.

—Puedebesarme,silodesea—dijoPaulseriamente.

LaseñoritaLavendarlohizo.

—¿Cómosabíasquequeríahacerlo?—murmuró.

—Porque usted me miraba igual que mamá cuando tenía ganas debesarme.Engeneralnomegusta.Alosmuchachosnoselesbesa¿sabe?Peromegustaqueustedmebese.Yporsupuestoquevendréaverlaotravez.Megustaríatenerlaporamigaparticular,siustednoseopone.

—No, no me opondré—dijo la señorita Lavendar. Se volvió y echó aandar rápidamente:peroalmomentosiguiente losdespedíadesde laventanaconunaalegresonrisa.

—Me gusta la señorita Lavendar—anunció Paul mientras cruzaban losbosquesdehayas—.Megustaelmodocomomemirabaysucasitadepiedray Charlotta IV. Desearía que abuelita tuviera una Charlotta IV en vez de aMaryJoe.EstoysegurodequeCharlottaIVnopensaríaqueestoymaldelacabeza cuando le contara lo que pienso sobre las cosas. ¿No ha sido unespléndidoté,señorita?Abuelitadicequeunniñonodebeestarpensandoquévaacomer,peronopuedoevitarlocuandotengomuchahambre.CreoquelaseñoritaLavendarnoleharíacomerpotajeaunniñoporlasmañanassiélnoquisiera. Le dejaría hacer lo que deseara. Pero, por supuesto—Paul era unniño justo—, eso no podría sermuy bueno para él. Aunque está bien, paravariar,señorita.

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CAPÍTULOVEINTICUATRO

Unprofetaensutierra

Ciertodíademayo,losvecinosdeAvonleafueronalborotadosporalgunas«Notas de Avonlea», firmadas «Observador», que aparecieron en el DailyEnterprise de Charlottatown. Los rumores le adjudicaron la paternidad aCharlieSloane,enparteporqueeltalCharlietuvieradevaneosliterariosenelpasadoyenparteporquedichasnotasparecíanenvolverunapullaaGilbertBlythe.La juventud deAvonlea persistía en considerar rivales aGilbert y aCharlieenelapreciodeciertadamiseladeojosgrisesygranimaginación.

Lamaledicencia, comode costumbre, se equivocaba.Gilbert, ayudado einstigadoporAna,eraelautordeaquellasnotasypusounasobresímismoparadespistar.Sólodosdeesasnotastienenrelaciónconestahistoria.

Se rumorea que habrá boda en el pueblo para cuando florezcan lasmargaritas. Un nuevo y muy respetable ciudadano conducirá al altar delhimeneoaunadenuestrasmáspopularesdamas.

Laotradecía:

El tío Abe, nuestro bien conocido profeta meteorológico, predice unaviolenta tormenta con truenos y relámpagos para la tarde del veintitrés demayo,quecomenzará a las siete enpunto.El áreade la tormenta cubrirá lamayorpartede laprovinciaQuienes tenganqueviajar esa tarde, serámejorquellevensusparaguaseimpermeables.

—EltíoAbehapredichorealmenteunatempestadparaalgúnmomentodeestaprimavera—dijoGilbert—.Pero ¿suponesque el señorHarrisonva enrealidadaveraIsabellaAndrews?

—No—respondió riendoAna—.Estoy seguradeque sólova a jugar alajedrezconsupadre,perolaseñoraLyndedicequesabequeIsabellaAndrewsdebeestarporcasarse,puesestaprimaveraestádemuybuentalante.

Elpobre tíoAbese sintióalgo indignadopor lasnotas.Sospechóqueel«Observador» se estaba burlando de él. Negó airadamente haber asignadofechaparticularasutormenta,peronadielecreyó.

La vida continuó en Avonlea con la suavidad de costumbre. Los«fomentadores» celebraron un Día del Árbol. Cada «fomentador» plantó, ohizoqueplantaran,cincoárbolesornamentales.Comolasociedadcontabaconcuarenta socios, esto significó un total de doscientos retoños. La avenatemprana reverdecía sobre los rojos campos; los manzanos echaban sus

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grandesbrazoscubiertosdecapullosenlashuertasylaReinadelasNievesseadornócomounanoviaesperandoasuamado.AAnalegustabadormirconlas ventanas abiertas para gozar de la fragancia de los cerezos durante lanoche.Locreíamuypoético.Marillapensaba,encambio,quearriesgabasuvida.

—ElDíadeAccióndeGraciasdeberíacelebrarseenprimavera—ledijoAnaaMarillaunatarde,mientrasescuchabanelcroardelasranas,sentadasenlos escalones de la galería—. Creo que sería mejor que celebrarlo ennoviembre, cuando todo está muerto o dormido. Entonces es necesariorecordar, para estar agradecida,mientras que enmayo, el agradecimiento esinevitable,aunquesóloseaporlavida.MesientoexactamentecomoEvaenelParaísoantesdelpecado.Lahierbadelahondonada,¿esverdeodorada?Creoqueendíascomoéste,cuandoflorecenloscapullosylosvientossoplancontanlocaalegría,latierraseparecealparaíso.

Marillaparecióescandalizadayechóunaaprensivamirada,no fueraquelosmellizosestuvierancerca.Enaquelmismoinstante,éstosaparecieronpordetrásdelacasa.

—¿Nohuelemuybienestatarde?—preguntóDavy,oliendoplácidamente,mientrasjugueteabaconunazadón.

Aquellaprimavera,Marilla,paraencauzarlacostumbredeDavydeandarentreelbarroylaarcilla,leshabíadadoaésteyaDorauntrozodejardínparacuidar.Ambossepusieronatrabajaransiosamenteensuformacaracterística.Dora plantó, sembró y regó cuidadosa, sistemática y desapasionadamente.Comoresultadoensuparcelayahabíanbrotadopequeñasyordenadasfilasdehortalizas. Davy, sin embargo, trabajaba con más celo que perseverancia;cavaba, abonaba, rastrillaba y trasplantaba con tanta energía, que a sussemillasnolesquedabaoportunidaddecrecer.

—¿Cómovatujardín,Davy?—preguntóAna.

—Unpocolento—dijoDavyconunsuspiro—.Noséporquénocrecenmejorlascosas.MiltyBoulterdicequedebohaberplantadoenlunanuevaypor eso no crece. Dice que no se debe sembrar, matar cerdos, cortarse loscabellos o hacer cualquier otra cosa de importancia en fase contraria de laluna.¿Esesoverdad,Ana?Quierosaber.

—Quizá si no les sacaras las raíces a tus plantas para ver si crecen«delotrolado»,teiríamejor—dijosarcásticamenteMarilla.

—Nomirémásqueaseis—protestóDavy—.Queríasabersihabíalarvasenlasraíces.Miltydijoquesilaculpanoeradelaluna,eradelaslarvas.Peronoencontrémásqueuna.Eragrandeygorda.Lapuseencimadeunapiedraylaaplastéconotra.Sientoquenohubieramás.EljardíndeDorafueplantado

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almismo tiempoque elmíoy crecebien.Nopuede ser la luna—concluyóDavycontonoreflexivo.

—Marilla, mire ese manzano —dijo Ana—. Es casi humano. Estáalargando sus luengos brazos para alzarse las rosadas faldas y provocarnuestraadmiración.

—Esosmanzanossiemprecrecenhermosos—dijoMarillacomplacida—.Eseárbolestarácargadoesteaño.Mealegro…sonmuybuenasparalastortas.

Peroniella,niAna,ninadieharíatortaconesosfrutosaquelaño.

Llegó el veintitrés demayo, un día excepcionalmente caluroso, como lonotaronmásquenadieAnaysuenjambredealumnos,queluchabanconlosquebrados y la sintaxis en el aula de Avonlea. Antes del mediodía habíasopladounabrisacálida,peroaesahorasetrasformóenunapesadaquietud.A las tres y media, Ana escuchó el lejano retumbo del trueno. Despachóprontoasusalumnos,demodoquelospequeñospudieranllegarasuscasasantesdequesedesataralatormenta.

Cuando salieron al patio, Ana percibió cierta sombra y oscuridad en elambiente, a pesar de que brillaba aún el sol. Annetta Bell se cogiónerviosamentedelamano.

—¡Señorita,mireesahorriblenube!

Anamiróylanzóunaexclamacióndeconsternación.Haciaelnoroestesealzabaunbancodenubescomonohabíavistoensuvida.Negro,exceptoenlosbordes,dondeerablancuzco.Enélhabíaalgode indescriptibleamenazamientras se destacaba sobre el claro cielo azul; cada tanto, la atravesaba unrelámpago, seguido por un salvaje rugido. Estaba tan bajo, que casi parecíatocarlascimasdelascolinas.

El señorHarmonAndrews apareció en la colina, en su coche, a toda lavelocidadquepodía.Sedetuvofrentealaescuela.

—Sospecho que el tíoAbe acertó por una vez en su vida—gritó—. Sutormentallegaunpoquitoadelantada.¿Vioalgunavezalgocomoesanube?Aver,todoslosquevivanpormilado,suban,ylosqueno,corranalaoficinadecorreos si tienenquecaminarmásdemediokilómetroyquédenseallíhastaquepaseelchaparrón.

Ana cogió a los mellizos y voló colina abajo, por el Camino de losAbedules,cruzandoelValledelasVioletasyWillowmere.Llegaronatiempoa«TejasVerdes»yMarilla,queveníade reunira lasaves, se lesunióen lapuerta. Mientras entraban en la cocina, la luz pareció desvanecerse, comoahuyentada por un poderoso bufido; los nubarrones cubrieron el sol y seextendió un temprano crepúsculo por el mundo. Al mismo tiempo, con

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retumbodetruenosyluzderelámpagos,elgranizoazotóloscampos.

Entre el clamor de la tormenta, llegó el golpe de las ramas rotas queazotaban la casa y el ruido de vidrios hechos pedazos. A los tres minutos,todosloscristalesdelasventanasquedabanaloesteyalnorteestabanhechostrizasyelgranizoentrabapor lasaberturascubriendoelsuelocontrozos,elmás pequeño de los cuales tenía el tamaño de un huevo de paloma. Latormenta siguió durante tres cuartos de hora y quien la pasó, no pudoolvidarla.Marilla,arrancadaporunavezdesucompostura,searrodillójuntoasu mecedora en un rincón de la cocina, llorando entre los ensordecedorestruenos.Ana,blancacomoelpapel,habíaarrastradoelsofálejosdelaventanay estaba allí sentada con unmellizo a cada lado.Davy, al primer estallido,habíadicho:

—Ana,Ana,¿esésteeldíadelJuicioFinal?—Yentonceshundiósucaraenlafaldadelamuchacha,quedándoseasí,conelcuerpecitotemblando.

Dora,algopálidaperobastanteseguradesí,sesentóconsumanoentrelasdeAna,silenciosaeinmóvil.Nisiquieraunterremotohubierasidocapazdeconmoverla.

Entonces, casi con tanta rapidez como sobreviniera, la tormenta cesó.Elgranizodejódecaer;eltruenosealejóhaciaelesteyelsolemergióalegreyradiante sobreunmundo tan cambiadoqueparecía absurdopensar que sólotrescuartosdehorahubieranpodidorealizartaltrasformación.

Marillasealzó,débilytemblorosa,ysedejócaerenlamecedora.Sucaraestabaojerosayparecíadiezañosmayor.

—¿Hemossalidotodosconvida?—preguntósolemnemente.

—Creoquesí—fuelaalegrerespuestadeDavy,bastanterecobrado—.Notuve nada de miedo… excepto al principio. Llegó de repente. Decidí nopelearmeellunesconTeddySloanecomohabíaprometido,peroahorapuedequelohaga.Dime,Dora,¿teníasmiedo?

—Sí,unpoco—dijoésta—;peroapretélamanodeAnayrecémucho.

—Bueno,yohubierarezadosimehubieseacordado—dijoDavy—;pero—añadiótriunfalmente—yavesquemesalvéigualsinhacerlo.

Ana dio a Marilla una buena copa de su potente vino casero, de cuyapotencia tenía muy buena noción, y corrió a la puerta para contemplar unextrañocuadro.

Alolejosseextendíaunablancaalfombradegranizo,altahastalarodilla;bajo los aleros y sobre los escalones, se amontonaban los trozos de hielo.Cuando, a los tresocuatrodías, se licuaron,pudieronver losdestrozosquehabían producido; todo cuanto brotaba en los campos estaba destruido. No

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sólo habían sido arrancados los capullos de losmanzanos, sinoquegrandesramas aparecían desgajadas, y de los doscientos árboles plantados por los«fomentadores»,unbuennúmeroestabaarrancadoderaízohechopedazos.

—¿Será posible que éste sea el mismo mundo de hace una hora? —preguntóAna—.Debehaberllevadomuchomástiempodestrozarlotodo.

—Nuncasehabíavistonadaparecidoen la isladelPríncipeEduardo—dijo Marilla—, nunca. Recuerdo que cuando era niña hubo una tormentaterrible,peronofuecomoésta.Losdañosseránhorribles,estoysegura.

—Esperoqueningunodelosniñosestuvieraalairelibre—murmuróAnaansiosa.

Más tarde se supo que nada les había ocurrido, ya que los que debíanrecorrer una gran distancia hicieron caso del excelente consejo del señorAndrewsybuscaronrefugioenelcorreo.

—AhívieneJohnHenryCárter—dijoMarilla.

JohnHenryveníasorteandoelgranizoconcaradesusto.

—¿Nohasidohorrible,señoritaCuthbert?ElseñorHarrisonmemandaaversiestánbien.

—Estamos todos vivos—dijoMarilla con unamueca—, y no ha caídoningúnrayosobrelosedificios.Esperoqueaustedesleshayaidoigual.

—Sí,señora;notanbien,señora.Anosotrosnoscayóunrayoenlacocina,bajóporeldesagüe,tirólajauladeGinger,abrióunagujeroenelpisoyfueapararalsótano.Sí,señora.

—¿SehizodañoGinger?—murmuróAna.

—Sí,señora.Bastante.Murió.

Mástarde,AnafueaconsolaralseñorHarrison.Leencontrósentadojuntoalamesa,acariciandoelcuerpomuertodeGingerconmanotemblorosa.

—LapobreGingeryanolediráinconveniencias,Ana.

LamuchachanuncasehubierapodidoimaginarquelloraríaporcausadeGinger,perolaslágrimasacudieronasusojos.

—Eratodalacompañíaquetenía,Ana,yahoraestámuerta.Bueno,soyunviejo tonto por preocuparme tanto. Sé que va a decirme algo consolador encuantoterminedehablar.Nolohaga.Seríacapazdeecharmeallorarcomounniño.¿Nohasidounatormentaterrible?CreoquelagenteyanosevolveráareírdelasprediccionesdeltíoAbe.Parececomositodaslastormentasquesepasóprofetizandosinqueocurrieran,sehubieranpresentadojuntasestavez.Yacertó con la fecha.Mire qué revoltijo hizo aquí.Debo ir a buscar algunas

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maderasparaarreglarelsuelo.

LoshabitantesdeAvonleanohicieronotra cosa al día siguiente exceptovisitarse y comparar los daños. Los caminos estaban intransitables para losvehículos,demaneraquefueronapieoacaballo.Elcorreollegótardeconlasnoticias de toda la provincia.Rayos, gente herida ymuerta; todo el sistematelegráfico y telefónico estropeado y todos los terneros que se hallaban acampoabierto,muertos.

El tíoAbefuea laherrería tempranoypasóallí todoeldía.Erasuhoratriunfal y la gozó plenamente. Seríamos injustos con él si dijéramos que sealegrabadequehubieraocurridolatormenta;peroyaquehabíaocurridoasí,lealegrabaquesupredicciónsehubiesecumplido,yenlafechaexacta.EltíoAbe olvidó que hasta negara haber dado fecha. Y en cuanto a la ligeradiscrepanciaenlahora,esoeranminucias.

Gilbert llegóa«TejasVerdes»al atardeceryencontróaAnayaMarillaocupadasenclavartelaenceradasobrelasrotasventanas.

—SóloDiossabecuándoencontraremosvidrios—dijoMarilla—.ElseñorBarryfueestatardeaCarmody,peronoseconsiguenpornadadelmundo.AlasdieznoquedabaniunoenlodeLawsonyBlair.¿CómofuelatormentaenWhiteSands,Gilbert?

—Horrorosa. Me cogió en el colegio con todos los niños y creí quealgunos de ellos enloquecerían de terror. Tres se desvanecieron y dos niñastuvieronataquesdehisteria,mientrasTommyBlewettnohacíaotracosaquegritarcontodassusganas.

—Yosólochilléunavez—dijoDavyorgulloso—.Mi jardínhaquedadodestrozado—continuó tristemente—.Pero tambiéneldeDora—añadiócontononomuyfraternal.

Anallegócorriendodesdesuhabitación.

—¡Oh,Gilbert!,¿sabeslasnoticias?UnrayocayóenlaviejacasadeLeviBoulter y la quemó.Creo que soy terriblementemala al alegrarme por eso,cuando hay tantos daños. El señor Boulter dice que la S. F. A. produjo latormentaconesepropósito.

—Bueno, una cosa es cierta —dijo Gilbert riendo—. «Observador» hacreado reputacióndeprofetameteorológicoal tíoAbe.«La tormentadel tíoAbe» figurará en la historia local. Es una extraordinaria coincidencia queocurrieraeneldíaqueelegimos.Tengociertoresquemor,comosilahubieraprovocado.Podemostambiénregocijarnosporlaviejacasa,yaquerespectoalosretoñosnonosquedamuchaalegría.Nohanquedadonidiezenpie.

—Oh,bueno,tendremosquevolverlosaplantarlaprimaverapróxima—

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dijoAna, filosófica—.Esunade las cosasbuenasde estemundo.Uno estásiempresegurodequehabrámásprimaveras.

CAPÍTULOVEINTICINCO

EscándaloenAvonlea

Una alegremañana de junio, quince días después de la tormenta del tíoAbe,Anaentrólentamentealpatiode«TejasVerdes»,procedentedeljardín,llevandodosajadostallosdenarcisosblancos.

—Mire,Marilla—dijotristemente,alzandolasfloresantelosojosdeunaceñudadamaquellevabaelcabelloenvueltoenunacofiaverdeyentrabaalacasa con un pollo desplumado—: éstos son los únicos brotes que respetó latormenta… y así y todo son imperfectos. Cuánto lo siento. Quería llevaralgunasfloresalatumbadeMatthew.¡Siemprelegustarontantolaslilasdejunio!

—Yotambiénlasextraño—admitióMarilla—,peronoesjustolamentarseporesocuandohansucedidocosasmuchomás terribles.Todas lascosechasestándestruidas,igualquelafruta.

—Pero la gente ha sembrado otra vez su avena —dijo Anaalentadoramente—,yelseñorHarrisondicequesi tenemosunbuenverano,aunque tarde, crecerámagníficamente.Ymis floresestánbrotandootravez,pero nada puede reemplazar las lilas de junio. Tampoco las tendrá la pobreHesterGray.Anochefuihastasujardínynoquedabaninguna.Estoyseguradequelasextrañará.

—Nocreoqueestébienquedigasestascosas,Ana.Realmentenolocreo—dijoMarillaseveramente—.HacetreintaañosqueHesterGrayhamuertoysualmaestáenelcielo…espero.

—Sí, pero creo que aún ama y recuerda su jardín—dijo Ana—. Estoyseguradeque,noimportacuántosañoslleveviviendoenelcielo,megustarámiraryverquealguienponefloresenmitumba.SiyohubieratenidoaquíunjardíncomoeldeHesterGray,tardaríamásdetreintaañosenolvidarlo;enelcielo,sentiríanostalgiadevezencuando.

—Bueno, no dejes que losmellizos te oigan hablar así—fue la endebleprotestadeMarillamientrasentrabaelpolloalacasa.

Anaprendiólosnarcisosentresuscabellosysedetuvounratoagozardela gloria de junio antes de comenzar a atender sus tareas de sábado por lamañana. El mundo volvía a surgir maravilloso; la madre naturaleza ponía

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todos sus esfuerzos en la tarea de restaurar los daños ocasionados por latormentay,aunqueavecesnoteníaéxito,engeneralrealizabamaravillas.

—Hoy me gustaría poder haraganear todo el día —le dijo Ana a unpajarilloquecantabaysemecíasobreunaramadesauce—;perounamaestradeescuelaquetambiénestáeducandoaunpardemellizos,nopuededarseellujo de holgazanear, pajarito. ¡Oh, qué dulce es tu canto, pajarito! Estáshaciendovibrarmicorazónconunacanciónmuchomejorque laquepodríacantaryo.Pero¿quiénviene?

Un coche venía sacudiéndose por el sendero. Llevaba dos personassentadas delante y un gran baúl detrás. Cuando estuvo más cerca, Anareconocióalconductor,queresultóserelhijodeljefedelaestacióndeBrightRiver;pero sucompañera eraunaextranjera,unamujerque saltó ágilmenteantelapuertacasiantesdequeelcaballosedetuviera.Eraunapersonitamuybonita, más cerca de los cincuenta que de los cuarenta años, pero desonrosadas mejillas, brillantes ojos y cabellos negros, coronados por unmagníficosombrerollenodefloresyplumas.Apesardehaberviajadodocekilómetrosporuncaminosucioypolvoriento,ésteestabatanlimpiocomosiacabaradesalirdelasombrerera.

—¿Es aquí donde vive el señor James A. Harrison? — preguntóprestamente.

—No, el señor Harrison vive más allá—respondió Ana completamentesorprendida.

—Bueno, ya me parecía que este lugar estaba muy limpio, demasiadolimpioparaquevivieraJamesA.,anoserquehayacambiadomuchodesdeque no lo veo—gorjeó la pequeña dama—. ¿Es verdad que JamesA. va acasarseconunamujerdeestepueblo?

—No,oh,no—gritóAnaruborizándosetanculpablementequeladamalamiróconcuriosidad, comosimedio sospechara susdesigniosmatrimonialesrespectoalseñorHarrison.

—Pero lovienunperiódicode la isla—insistió labelladesconocida—.Unaamigameenvióunacopiaconlanoticiarecuadrada.Lasamigassiempreestánprontasparahaceresascosas.ElnombredeJamesA.estabaescritobajoelde«unnuevociudadano».

—Oh,esanotafuesólounabroma—murmuróAna—.ElseñorHarrisonnotieneintencionesdecasarseconnadie.Puedoasegurárselo.

—Mealegramuchooírlo—dijolarosadadamavolviendoágilmenteasusitioenelcoche—,porqueresultaqueyaestácasado.Yosoysuesposa.¡Oh!,puedesorprenderse.Supongoqueselasdebehaberestadodandodesolteróny

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que habrá roto corazones a diestro y siniestro. Bueno, bueno, James A.—señaló a través de los campos hacia la gran casa blanca—: tu juego haterminado.Aquíestoyyo…aunquenomehubieramolestadoenvenirdenohaber pensadoque andabas en algún enredo. Supongo—dijo dirigiéndose aAna—quelacotorrasiguetanindecentecomosiempre.

—Sucotorra…estámuerta…creo—murmurólapobreAna,quienenesemomentonoestabaseguranidesupropionombre.

—¡Muerta! Todo irá bien entonces —gritó la dama jubilosamente—.PuedomanejaraJamesA.silacotorraestáfueradejuego.

ConungritosiguiógozosasuviajeyAnavolóhacialapuertadelacocinaenbuscadeMarilla.

—Ana,¿quiéneraesamujer?

—Marilla —dijo Ana solemnemente, pero con ojos que le bailaban—,¿parezcoloca?

—No más que de costumbre —respondió Marilla sin intención de serirónica.

—Bueno,entonces,¿leparecequeestoydespierta?

—Ana, ¿qué tonterías estás diciendo? Te he preguntado quién era esamujer.

—Marilla, sinoestoy locanidormida…tienequeser real.Decualquiermodonopuedohaberimaginadounsombrerocomoése.DicequeeslaesposadelseñorHarrison.

LellegóelturnodesorprenderseaMarilla.

—¡Su esposa! ¡Ana Shirley! Entonces, ¿por qué ha estado pasando porsoltero?

—Enrealidad,nocreoquelohayahecho—dijoAnatratandodeserjusta—.Nuncadijoquenofueracasado.Lagentesimplementelodioporsentado.¡Oh,Marilla!,¿quédirádeestolaseñoraLynde?

Yesamisma tardesupieronqué teníaquedecir la señoraLynde,cuandoésta fue a visitarlas. ¡La señora Lynde no estaba sorprendida! ¡La señoraLynde siempre había esperado algo por el estilo! ¡La señoraLynde siempresupoquehabíaalgoraroenelseñorHarrison!

—¡Pensarqueabandonóasuesposa!—dijoindignada—.¡Parecealgoqueuno lee que sucede en losEstadosUnidos; pero que una cosa así ocurra enAvonlea!

—Peronosotrasnosabemossiél laabandonó—protestóAnadecididaa

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creerinocenteasuamigohastaquequedarademostradasuculpabilidad—.Nonosconstacómosucedieronlascosas.

—Bueno,losabremospronto.Mevoyenseguidaparaallá—dijolaseñoraLynde que nunca había sabido que existía en el diccionario la palabra«delicadeza»—.SesuponequeyonosénadadesullegadayelseñorHarrisonteníaquetraermedeCarmodyunamedicinaparaThomas;demodoqueseráuna buena excusa. Descubriré toda la historia y vendré a contársela en micaminoderegreso.

LaseñoraLyndeseprecipitabahacialoqueAnanuncasehubieraatrevido.PornadadelmundohabríaidoacasadelseñorHarrison;peroteníasupropioy natural caudal de curiosidad, y se sentía secretamente contenta de que laseñoraLyndefueraadesentrañarelmisterio.EllayMarillaaguardabanllenasdeansiedadelregresodelabuenaseñora,peroesperaronenvano.LaseñoraLyndenovolvióa«TejasVerdes»esanoche.Davy,alregresardecasadelosBoulter,explicólarazón.

—Encontréa laseñoraLyndeyaunamujerextrañaen lahondonada—dijo—,yhabíaqueverlashablaralmismotiempo.LaseñoraLyndemedijoquetedijeraquesentíamuchoquefueratantardeparavenirestanoche.Ana,tengomuchísima hambre. Tomamos el té a las cuatro y creo que la señoraBoulter es realmente tacaña.No nos dio dulces ni torta.Y hasta el pan fueescaso.

—Davy, cuando se va de visita, no hay que criticar lo que se nos da decomer—dijoAnasolemnemente—.Esdemuymalaeducación.

—Muy bien. Sólo lo pensaré—dijo Davy alegremente—. Dale algo decomeraunpobrehombre,Ana.

Ana miró a Marilla, quien la había seguido a la despensa y cerrado lapuertacuidadosamente.

—Puedesponerleunpocodedulceenelpan,Ana.SécómosirveneltéencasadelosBoulter.

Davyrecibiósurebanadadepancondulceconunsuspiro.

—Éste es unmundodedesilusiones, despuésde todo—afirmó—.Miltytieneunagataquesufreataques;desdehacetressemanastieneunotodoslosdías.Milty dice que sonmuy divertidos.Yo fui hoy a propósito para verla,pero la desconsiderada no tuvo ninguno y se mantuvo completamentesaludable aunqueMilty y yo la rondamos toda la tarde.Pero no importa—Davyseiluminóamedidaquecomíaelpancondulce—.Quizápuedaverlaalgúnotrodía.Noesprobablequehayadejadodetenerlosdeimproviso,siyaestabaacostumbradaaellos,¿noescierto?Estedulceesbárbaramenterico.

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ParaDavynohabíapenasqueeldulcedeciruelasnopudieracurar.

Eldomingolloviótantoquenohubochismes;peroellunestodosteníanyaalguna versión del caso Harrison. La escuela estuvo llena de cuchicheos yDavyvolvióacasaconmuchasnoticias.

—Marilla, el señor Harrison tiene una esposa nueva… bueno, noexactamentenueva, peroMiltydicequehandejadode estar casadosporuntiempo. Yo siempre creí que la gente tenía que seguir casada una vez queempezaba, peroMilty dice que no, que haymaneras de terminar si uno nopuedeaguantarlo.Miltydicequeunamaneraesirseydejaralaesposa,yesoesloquehizoelseñorHarrison.YdicequeelseñorHarrisonabandonóalasuyaporqueella le tirabacosas…cosasduras…yArtySloanediceque fueporque no lo dejaba fumar; yNedClay dice que lo hizo porque ella nuncacesabaderegañarlo.Yonodejaríaamiesposaporcualquieradeesascosas.Simplemente golpearía el suelo con el pie y diría: «SeñoraKeith, tiene quehacerloqueamímegustapuesparaesosoyelhombre».Supongoqueesolacalmaríabastanterápido.PeroAnnettaClaydicequeellalodejóaélporquenorestregabasusbotasenlapuerta;ynolaculpa.MevoyahoramismoacasadelseñorHarrisonavercómoesella.

Davyvolvióenseguida,algodescorazonado.

—La señoraHarrison no estaba. Fue a Carmody con la señora Lynde acomprarpapelnuevoparalasalayelseñorHarrisonmepidióqueledijeraaAnaque fuera,porque tienequehablar conella.Yel sueloestá limpioyelseñorHarrisonseestáafeitando,aunqueayernohubopredicación.

Ana encontró desconocida la cocina del señor Harrison. El suelo estabaescrupulosamente limpio, lo mismo que cada uno de los muebles de lahabitación; la cocina tan pulida que uno podía verse reflejado en ella; lasparedeshabíansidoblanqueadasylosvidriosdelaventanabrillabanbajolosrayosdelsol.JuntoalamesaseencontrabasentadoelseñorHarrisonconsusropas de trabajo, que el viernes presentaban varios jirones, pero que ahoraestabancuidadosamenteremendadasylavadas.Surostroestababienafeitadoyhabíaalisadocuidadosamenteelpococabelloquelequedaba.

—Tome asiento, tome asiento—dijo el señor Harrison en un tono dosgrados más bajo que el que usaba la gente de Avonlea en los funerales—.EmilyfueaCarmodyconRachelLynde.Yahanfirmadounaamistadeterna.Bueno, Ana, mi tranquilidad ha terminado, ha terminado completamente.Supongo que de hoy en adelante, sólo le espera limpieza y pulcritud a mipobrevida.

ElseñorHarrisonhizoloposibleporparecerpesaroso,peroelbrillodesusojosdesmentíasutono.

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—Señor Harrison: ¡Usted se alegra de que haya vuelto su esposa! —exclamóAnasacudiendosudedoanteél—.Nonecesitasimularquenoesasí,porquepuedoverloperfectamente.

ElseñorHarrisoncedióconunatímidasonrisa.

—Bueno… Bueno…me estoy acostumbrando—concedió—. No puedodecir que sientover aEmily.En realidad, unhombrenecesita algún tipodeprotección enuna comunidad comoésta, dondenopuede jugar a las damasconunvecinosinquesedigaquequierecasarseconlahermanadeésteylopubliquenlosdiarios.

—Nadiehabía supuestoque ibaparavera IsabellaAndrews, siustednohubierapasadoporsoltero—dijoAnaseriamente.

—Yonodijeque loera.Si algunomehubierapreguntado si eracasado,habría contestado que sí. Pero dieron las cosas por sentadas. Yo no teníamuchas ganas de hablar del asunto…me resultabamuy penoso. La señoraLyndehubiesetenidodequéhablardehabersesabidoquemiesposamehabíadejado,¿noescierto?

—Perohayquiendicequeustedladejóaella.

—Ellacomenzó,Ana,ellacomenzó.Voyacontarletodalahistoria,porqueno quiero que piense peor de mí de lo que me merezco… ni siquiera porEmily.Perosalgamosa lagalería.Todoestá tan limpioaquídentro,quemehace sentir nostálgico. Supongo que me acostumbraré; pero por ahora mealiviamirarelpatio.Emilytodavíanohatenidotiempodelimpiarlo.

Tanprontocomoestuvieroncómodamentesentadosenlagalería,elseñorHarrisoncomenzólahistoriadesusinfortunios.

—Antes de venir a Avonlea, Ana, yo vivía en Scottsford, NuevaBrunswick. Mi hermana atendía mi casa y lo hacía muy bien; erarazonablemente limpia yme dejaba solo ymemalcriaba como dice Emily.Peromurióhacetresaños.Antesdemorirsepreocupabamuchísimosobremifuturoymehizoprometerlequemecasaría.MeaconsejóquelohicieraconEmily Scott, porque tenía dinero y era una perfecta ama de casa. Yo dije:«EmilyScottnoquerrá»,ymihermanacontestó:«Pregúntaleyverás»,ysólopor tranquilizarla, le dije que lo haría… y lo hice. Y Emily dijo que meaceptaba.Nuncame sorprendímás enmi vida,Ana; una inteligente y lindamujercitacomoellayunviejocomoyo.Leaseguroquealprincipiocreíqueteníasuerte.Bueno,noscasamos,estuvimosquincedíasenSt.John,enviajedebodas,yluegofuimosacasa.Llegamosalasdiezyledoymipalabra,Ana,dequealamediahoraesamujerestabalimpiandolacasa.¡Oh!,séqueestápensando que mi casa lo necesitaría. Tiene usted un rostro muy expresivo,Ana;suspensamientossereflejanenél…perolaverdadesquenoestabatan

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sucia.Admitoquetodoestabamuyrevueltomientraserasoltero,peroantesdecasarmehabíacontratadounamujerparahacerlalimpieza,yhechorepararypintarvariascosas.LeaseguroquesillevaraaEmilyaunflamantepalaciodemármolblanco, sepondría a fregar encuantovistieraun trajeviejo.Bueno,estuvolimpiandolacasahastalaunayalascuatroselevantóycomenzóotravez.Así continuó, hasta que comprendí que nunca terminaría. Se pasaba eltiempo barriendo, limpiando y fregándolo todo, con excepción de losdomingos,díaquepasaba suspirandoporque llegarael lunes,paravolveraempezar. Ésa era su manera de divertirse y yo mismo podía habermereconciliado con ella si me hubiera dejado en paz. Pero no lo hizo. Habíadecididohacermecambiar,peroyoyanoerajoven.Nomepermitíaentraralacasaamenosquemecambiaraloszapatosporchinelasenlapuerta.Nopodíafumar mi pipa por nada del mundo, a no ser que fuera al establo. Y milenguajenoeralosuficientementecorrecto.Emilyfuemaestradeescuelaensu juventud y nunca lo olvidó.Luego, odiaba verme comer con el cuchillo.Bueno, así era todo. Pero para ser sincero, Ana, supongo que yo era algopendenciero. No traté de mejorar tal como podría haberlo hecho.Simplemente,meponíademalhumorydescortés cuandoellamehacíavermis faltas.Undía ledijequeno sehabíaquejadodemi lenguajecuando lepropusematrimonio.Estonoesalgomuycorrecto.Unamujerleperdonaríaaun hombre que le pegara, pero no que creyera que ella estaba loca poratraparlo.Bueno,nuestrosaltercadoscontinuaronynoeramuyagradablevivirasí, pero hubiéramos terminado por habituarnos uno al otro de no ser porGinger. Ginger fue la gota que colmó el vaso. A Emily no le gustaban lascotorrasynopodía soportar el profanomododehablar deGinger.Yo teníacariño al bicho en recuerdo demi hermano elmarino. Éste erami favoritocuandoéramospequeños,ymeenvióaGingercuandoseestabamuriendo.Yonoveíaquetuvieraningúnsentidoelpreocuparsetantoporsumododejurar.Nohaynadaqueodiemásqueesoenunapersona,peroenunacotorra,quetodo lo que hace es repetir lo que oye sin entenderlo más que lo que yoentenderíaelchino,puedeperdonarse.PeroEmilynopodíacomprenderloasí.Las mujeres no tienen lógica. Se empeñaba en que Ginger dejara de jurar,obteniendoelmismoéxitoquecuandotratabadequeyonodijera«yasé»y«loque».Parecíaquecuantomásseafanaba,peorlohacíaGinger,ytambiényo.

»Bueno,asícontinuaronlascosas,irritándosecadavezmáshastaquellególaculminación.Emilyinvitóatomareltéanuestroministroyasuesposayaotroministroconsuesposaqueestabanvisitándolos.PrometíponeraGingerenlugarsegurodondenadiepudieraoírla.Emilynotocabasujaulaniconunavara de tres metros de largo. Y yo tenía intenciones de hacerlo, porque noquería que los ministros oyeran cosas inconvenientes en mi casa. Pero meolvidé.Emilymeenloquecióconsusrecomendacionessobrecuelloslimpiosy

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lenguajeynimeacordédelpobrepájarohastaquenossentamosatomarelté.Justoenelinstanteenqueelministronúmerounobendecíalamesa,Ginger,quesehallabaenlagaleríaalaquedabalaventanadelcomedor,dejóoírsuvoz.Habíavistounpavoenelcorral,ylavisióndeunpavosiempretuvomalefectosobreGinger.Yaquellavezsesuperó.Puedesonreír,Ana,ynovoyanegarlequeyomismolohehechovariasvecesdesdeentonces,peroenaquelmomentomesentícasi tanmortificadocomoEmily.Salíy llevéaGingeralgranero.Nopuedodecirquedisfrutaradeaquellacomida.PorlaexpresióndeEmily, sabíaqueseavecinabangrandes trastornosparaGingeryparaJamesA.Cuandolasvisitassefueron,salíparaelcampodepastoreoyenelcaminomeditéalgo.SentíapenaporEmilyysospechabaquenohabíapensadoenellatanto como debía, y además, cavilaba si losministros pensarían queGingerhabíaaprendidodemísuvocabulario.Talcomoestabanlascosas,decidíqueGingertendríaquesermisericordiosamentepuestaaunladoycuandolleguéacasaentréadecírseloaEmily.Emilynoestaba,perohabíaunacartasobrelamesa…igualqueenlasnovelas.EmilydecíaqueyodebíaelegirentreellayGinger;queregresabaasupropiacasayqueallíestaríahastaqueyofueraadecirle queme había deshecho de la cotorra.Me enfurecí, Ana, y dije quepodíaquedarseesperandohastaeldíadeljuicio;ypersistíenello.Embalésuspertenencias y se las envié. Eso dio lugar a muchísimas habladurías.Scottsford es casi tan malo como Avonlea a ese respecto, y todos sesolidarizaronconEmily.Estomehizoenfurecerycomprendíquesinomeibadeallí,nuncapodríavivirenpaz.Terminéporvenirmealaisla.Habíaestadoaquí cuandoniñoymegustaba; peroEmily siempre había dichoque nuncaviviría en un lugar donde la gente tuviera miedo de pasear después delcrepúsculo por temor de caerse de la orilla. Demanera que, por llevarle lacontraria,memudé aquí.Y eso es todo.No había tenido noticias de Emilyhastaelsábado,cuandoalvolverdemiscamposlaencontréfregandoelsueloy hallé sobre lamesa la primera comida decente que probara desde quemedejó.Me dijo que primero comiera y que después hablaríamos, por lo quecomprendí que Emily había aprendido algunas cosas respecto al modo detrataraloshombres.DemaneraqueaquíestáyaquísequedaráalverquenoestáGingeryquelaislaesalgomásgrandedeloquepensaba.Ahíllegaconla señora Lynde. No, no se vaya, Ana. Quédese y conozca a Emily. Ya sevieronelsábado.Emilyqueríasaberquiéneralalindajovendecabellosrojosdelacasavecina.

LaseñoraHarrisondioaAnaunaradiantebienvenidaeinsistióenquesequedaraatomarelté.

—James A. me lo ha estado contando todo sobre usted y lo buena quehabíasidoalhacerletortasyotrascosas.Quierohaceramistadcontodosmisnuevosvecinos loantesposible.LaseñoraLyndeesunamujerencantadora,¿noescierto?Muyamable.

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CuandoAnaregresóasucasaenmediodeldulcecrepúsculodejunio,laseñora Harrison la acompañó a través de los campos donde las luciérnagasencendíansuslamparitas.

—Supongo que James A. le ha contado nuestra historia, Ana —dijoconfidencialmente.

—Sí.

—Entonces no necesito hacerlo yo, pues JamesA. es todo un hombre ysiempre dice la verdad. La culpa está lejos de ser toda suya. Ahora puedoverlo. No llevaba una hora en casa de mamá cuando lamentaba miapresuramiento.Ahoracomprendoqueesperabademasiadodeunhombre.Yerarealmentetontaaldarleimportanciaasuvocabulario.Noimportaqueunhombre tenga mal vocabulario mientras sea buen trabajador y no anderondandoporladespensaparavercuántoazúcarsehagastadoenlasemana.SientoqueJamesA.yyoseremosmuyfelicesahora.Quisierasaberquiénes«Observador» para poder darle las gracias.Tengo con él una gran deuda degratitud.

Ana guardó su secreto y la señora Harrison nunca supo que su gratitudhabía llegado a su destino. Ana pensó que había algo de magia en lasconsecuenciasdeesastontas«notas».Reconciliaronaunhombreconsumujerydieronreputaciónaunprofeta.

La señoraLynde estaba en la cocinade«TejasVerdes».Lehabía estadocontandotodalahistoriaaMarilla.

—Bueno,¿tehagustadolaseñoraHarrison?—lepreguntóaAna.

—Mucho.Creoqueesrealmenteunaespléndidamujercita.

—Exactamente—dijo la señoraRachel conénfasis—.YcomoacabodedecirleaMarilla,creoqueporellatodosdebemosolvidarlasrarezasdelseñorHarrisonytratardehacerlasentircómoda,esoes.Bueno,deboirme;Thomasmeestaráreclamando.SalgounpocodesdequevinoEliza,ycreoqueestosúltimosdíasestámuchomejor,peronomegustaestarmuchotiempolejosdeél. He oído queGilbert Blythe ha renunciado a la escuela deWhite Sands.Asistiráalauniversidadenotoño,supongo—laseñoraRachelobservóaAna,pero ésta se hallaba inclinada sobreDavy, quien se había amodorrado en elsillón,ynadapodíaleerseensurostro.

Sellevóalpequeño,apoyandosuaniñadamejillacontralarubiacabecitarizada.Mientrassubíanlaescalera,Davylerodeóelcuelloconunbrazoylediouncalurosoabrazoyunpegajosobeso.

—Eresmuybuena,Ana.MiltyBoulterescribióhoyensupizarrayse loenseñóaJennieSloane:

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Larosaesroja,lavioleta,azul,

lamielesdulce,ytambiénloerestú.

»Yesoexpresamissentimientoshaciati,Ana.

CAPÍTULOVEINTISÉIS

Elrecododelcamino

ThomasLyndedejóestemundotanquietayrecatadamentecomoviniera.Suesposafueunaenfermera tierna,pacientee incansable.Enotros tiempos,cuandosupequeñoyentoncessaludableThomaslaprovocaraconsulentitudodocilidad,Rachelhabíasidounpocodura;perocuandoenfermó,nohubovozmásqueda,manomássuave,vigiliamásvoluntaria.

—Hassidounabuenaesposa—dijoélsimplementeunavez,cuandoellaestabasentadaasuladoenelcrepúsculo,mientrassosteníasumano,delgadaypálida,entrelassuyas—.Unabuenaesposa.Lamentonodejartemejor,perolosmuchachostecuidarán.Soninteligentesycapaces,igualquesumadre…unabuenamadre…unabuenaesposa.

Entoncessequedódormido;ylamañanasiguiente,justocuandoelalbasedeslizaba entre los puntiagudos pinos de la hondonada, Marilla subió adespertarsuavementeaAna.

—Ana,ThomasLyndeseha ido.Elcriadoacabade traer lanoticia.VoyjuntoaRachel.

Al día siguiente del funeral de Thomas Lynde, Marilla recorría «TejasVerdes» con aire extrañamente preocupado. Ocasionalmente miraba a Ana,parecíaapuntodedeciralgo,sacudíalacabezayapretabaloslabios.Despuésdelté,fueaveralaseñoraLyndeyasuregresosubióalabuhardilla,dondeAnasehallabacorrigiendolosejerciciosescolares.

—¿CómoseencuentraestanochelaseñoraLynde?—preguntóAna.

—Sesientemás tranquila—respondióMarilla,sentándoseen lacamadeAna, procedimiento que anunciaba alguna excitación mental, pues para elcódigodeéticacaseradeMarillasentarseenunacamadespuésdehechaeraunaofensaimperdonable—.Peroestámuysola.Elizatuvoquevolverhoyacasa;suhijonoestábienynopodíaquedarse.

—Cuandotermineestosejercicios,iréacharlarunratoconella—dijoAna—.Teníapensadoestudiarunpocodecomposiciónlatinaestanoche,peroesopuedeesperar.

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—SupongoqueGilbert irá a la universidad este otoño—dijoMarilla depronto—.¿Tegustaríair,Ana?Lamuchachalamirósorprendida.

—Desdeluegoquesí,Marilla.Peronoesposible.

—Sospecho que puede serlo. Siempre he creído que debes ir.Nuncamesentícontentadequeabandonarastodopormí.

—Pero,Marilla,sinuncahelamentadoquedarmeaquí.Hesidotanfeliz.Oh,estosúltimosdosañoshansidodeliciosos.

—Sí,séqueestáscontenta.Peroésenoeselproblema.Debescontinuartueducación.HasahorradobastanteparairunañoaRedmondyelproductodellegadoserásuficienteparaotro.Yhaybecasquepuedesganar.

—Sí,peronopuedoir,Marilla.Susojosestánmejor,desdeluego,peronopuedodejarlasolaconlosmellizos.Necesitanqueselescuide.

—Nomequedarésolaconellos.Esoesloquequierodiscutircontigo.Estanoche he tenido una larga conversación conRachel. Se siente terriblementemal en ciertos aspectos.No ha quedado enmuybuena posición económica.Parecequehipotecaronlagranjahaceochoañosparaayudaralmenordesushijosairsealoesteynuncahapodidopagarmásquelosintereses.Yluego,laenfermedaddeThomascostóbastante.Debevender lagranjayRachel creequepocoquedarádespuésdepagar lascuentas.Dicequedeberá irseavivirconEliza y que se le desgarra el corazónpor tener que dejarAvonlea.Unamujerdesuedadnosedesarraigaconfacilidad.Ymientrasmehablaba,Ana,seme ocurrió pedirle que viniera a vivir aquí, pero creí que debía hablarloantescontigo.SiRachelvinieraconmigo,túpodríasiralauniversidad.¿Quéteparece?

—Me…parece…como…sialguien…mehubiera…dado…laluna…yno…supiera…qué…hacer…conella—dijoAna—.PeroenloqueserefiereapedirlealaseñoraLyndequevengaaviviraquí,esoescosasuya,Marilla.¿Creeusted…estásegura…dequelegustará?LaseñoraLyndeesunabuenamujeryunavecinaamable,pero…

—Tienesusdefectos.Bueno,asíes,perocreoqueresistiríapeorescosasantes de ver a Rachel lejos de Avonlea. La extrañaría terriblemente. Es laúnica amiga íntima que tengo y me sentiría perdida sin ella. Hemos sidovecinasdurantecuarentaycincoañossinunadisputa…aunqueestuvimosalbordedeellacuandoteenfadasteconRachelporllamartefeaypelirroja.¿Teacuerdas,Ana?

—Desdeluegoquesí—respondióésta tristemente—.Lagentenoolvidacosasasí.¡CómoodiéenaquelmomentoalapobreseñoraRachel!

—Y las «disculpas» que le pediste. Bueno, eras un problema, Ana.Me

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sentíatanperplejasobreti.Matthewtecomprendiómejor.

—Matthew comprendía todo—dijo Ana, suavemente, como siempre lohacíaalhablardeél.

—Bueno, creo que pueden arreglarse las cosas para queRachel y yo nochoquemos.Siempremeparecióquelarazóndequedosmujeresnosellevenbienenlamismacasaesquetratandecompartirlamismacocinayseponenuna en el camino de la otra. Ahora bien: si Rachel viniera aquí, tendría labuhardilla que da al norte como dormitorio y el cuarto de huéspedes comococina,porquenonecesitamosesahabitaciónparanada.Podríaponerallísucocinaytodoslosmueblesquequisierayvivircómodaeindependientemente.Tendrábastanteconquévivir.Sushijosseencargarándeeso,desdeluego,demanera que todo cuanto le daré será habitación. Sí, Ana, en lo que a mírespecta,megusta.

—Entonces, pregúnteselo —dijo Ana con presteza—. Yo también meentristeceríasilaseñoraLyndesefuera.

—Y si viene—continuóMarilla—, puedes ir a clase.Me acompañará ypuedehacerporlosmellizostantocomoyo,demodoquenohaymotivoparaquetequedes.

Anameditó largo rato aquella noche frente a su ventana. En su corazónluchabanlaalegríayeldolor.Porfinhabíallegado,depronto,alrecododelcaminoyallíestabalauniversidad,concienarcoírisdeesperanzasyvisiones.PeroAna comprendió también que si seguía ese camino, debía dejar tras símuchascosasdulces,todoslospequeñosdebereseinteresesqueselehicierantanqueridosenlosúltimosdosañosyqueelevaraalabellezaydeliciagraciasal entusiasmo que en ellos pusiera.Debía abandonar su escuela, y amaba acadaunodesusdiscípulos,hastaalostontosymalos.ElsolopensarenPaulIrvinglahacíacavilarsiRedmondvalíalapenadespuésdetodo.

—Duranteestosúltimosdosañosheechadoraicitas—ledijoAnaalaluna—ycuandolasarranque,medoleránunpoco.Peroesmejorirsey,comodiceMarilla, no existe razón para no hacerlo. Debo sacar a la luz otra vez misambiciones.

AnaenviósurenunciaaldíasiguienteylaseñoraRachel,trasunasinceraconversaciónconMarilla,aceptóviviren«TejasVerdes».Sinembargo,eligiópermanecerensucasaduranteelverano;lagranjanohabíadevendersehastaelotoñoydebíaarreglarunascuantascosasantes.

—Nuncahabíapensadoenvivir tanlejosdelcamino—suspiróparasí laseñoraRachel—.Pero,enrealidad,«TejasVerdes»noparecetanalejadodelmundocomoantes.Anaacompañamuchoylosmellizosanimanelambiente.Y,porotraparte, seríacapazdevivirenel fondodeunpozoantesdedejar

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Avonlea.

Estas dos decisiones, al esparcirse, contrarrestaron las murmuracionescreadas por la llegada de la señora Harrison. Muchos vacilaron ante ladecisión deMarilla de pedir a Rachel que la acompañara. Se opinó que nopodríanvivirjuntas.Ambaserandemasiado«amigasdehacersuvoluntad»ysehicieronterriblespredicciones,ningunadelascuales turbóa laspartesencuestión.Habíanllegadoaunamutuayclaracomprensióndesusrespectivosderechosydeberesenelnuevoacuerdoyteníanintencióndesoportarse.

—Yonomemeteré conustedni usted conmigo—dijo la señoraRachelcon decisión—.Y en lo que respecta a losmellizos, haré con gusto cuantopuedaporellos.Esosí,nomeharécargodedarrespuestaalaspreguntasdeDavy,esoes.Nosoyunaenciclopediaambulante.EnesoecharemosdemenosaAna.

—Algunas veces, las respuestas de ella son tan estrafalarias como laspreguntasdeDavy—respondiósecamenteMarilla—.Nocabedudadequelosmellizoslaecharándemenos,perosufuturonopuedesersacrificadoalansiadesaberdeDavy.Cuandohagapreguntasquenopuedacontestar,lediréquealosniñosdebevérselos,peronooírselos.Asímeeducaronamíycreoqueesunmétodotanbuenocomolosmodernos.

—Bueno,losmétodosdeAnaparecenhaberdadobastantebuenresultadoconDavy—dijolaseñoraRachelsonriendo—.Esuncarácterreformado,esoes.

—¡No es malo!—concedió Marilla—. Nunca esperé encariñarme tantoconestosniños.Davytieneunaformadehacersequerer.YDoraesunaniñaencantadora,aunquees…unpoco…bueno,unpoco…

—¿Aburrida?Exactamente—completólaseñoraRachel—.Comounlibrocon todas laspáginas iguales,esoes.Doraseráunamujerbuenaydignadeconfianza, pero nunca se saldrá de la línea.Bueno, es una comodidad tenergenteasíalrededor,aunquenoseantaninteresantescomolosdemás.

GilbertBlythefueprobablementelaúnicapersonaquesesintióalegreantelarenunciadeAna.Losalumnosdeéstaloconsideraroncomounacatástrofe.Annetta Bell llegó histérica a su casa. Anthony Pye dio vía libre a sussentimientos en dos riñas innecesarias con otros compañeros.Barbara Shawllorótodalanoche.PaulIrvingdijodesafianteasuabuelaquenoesperaraquecomierapotajeporunasemana.

—Nopuedohacerlo, abuela—dijo—.En realidad,no sé si podré comercosa alguna. Siento un horrible nudo en la garganta. Hubiera llorado deregreso de la escuela si JamesDonnell no hubiese estadomirándome.Creoquellorarédespuésdeacostarme.Mañananosemenotaráenlosojos,¿noes

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cierto? Será un gran alivio. Pero, de todos modos, no puedo comer potaje.Necesitaré toda mi fuerza de voluntad para resistir esto, abuelita, y no mequedará nada para la lucha contra el potaje. ¡Oh, abuelita, no sabes quéhermosamaestra se va!Milty Boulter apuesta a que Jane Andrews se harácargo del colegio; supongo que ella es muy buena. Pero sé que nocomprenderálascosascomolaseñoritaShirley.

TambiénDianaconsiderólascosasdemodopesimista.

—Estaré terriblemente sola el próximo invierno—sequejó un atardecer,cuando la luz de la luna entraba entre las ramas del cerezo y llenaba lahabitación de Ana con una radiación suave que rodeaba a las muchachasmientrashablaban:Anaensumecedorabajajuntoalaventana,Dianasentadaa la turcasobre lacama—.TúyGilbertoshabréis idoy losAlian también.Llamaron al señor Alian de Charlottetown y desde luego que aceptará. Esterrible.Supongoqueelcargoquedarávacantetodoelinviernoydeberemossoportarunalargalistadecandidatos,lamitaddeloscualesdenadaservirá.

—Espero que no llamen al señor Baxter de East Grafton —dijo Anadecidida—.Quiere estaparroquia, perodiceunos sermones tan lúgubres.ElseñorBelldicequeesunministrode laviejaescuela,pero la señoraLyndeinsisteenqueloúnicoquetieneesindigestión.ParecequesumujernoesmuybuenacocineraylaseñoraLyndedicequecuandounhombredebecomerpanduro dos semanas de cada tres, su teología tienemuchas probabilidades defallarporalgúnlado.LaseñoraAlianlamentamuchoirse.Dicequetodoshansidomuy gentiles con ella desde que llegó aquí como recién casada y quesiente como si abandonara amigos de toda la vida. Además, aquí queda latumbadelbebé.Dicequenosabecómopodráirseydejarla;eratanpequeño,sólo tenía tresmeses y dice que teme que éste eche demenos a sumadre,aunquepornadadelmundo se lodiría a sumarido.Dicequecasi todas lasnocheshaidoalcamposantoacantarleunacancióndecuna.Melocontóayertarde,mientrasyoestabacolocandorosassilvestresenlatumbadeMatthew.LeprometíquemientrasestuvieraenAvonlea,pondríafloresenlatumbadelbebéyquecuandomefueraestabaseguradeque…

—Yoloharía—finalizóDiana—.Desdeluegoquesí.Ylaspondré,entunombre,enlatumbadeMatthew.

—¡Oh, gracias! Tenía pensado pedírtelo.Y también en la de la pequeñaHesterGray.Por favor, no teolvidesde ella. ¿Sabes?, hepensadoy soñadotantoconHesterGrayquesemehahechoextrañamentereal.Piensoenella,ensupequeñojardín,eneserincónfrío,verdeytranquiloytengolasensacióndequesipudieradeslizarmeallíunodeestosatardeceresdeprimavera,justoen el instante que separa la luz de las sombras, y subir por la colina de losabetosconsuavidad,paraquemispisadasnolapudieranasustar,encontraría

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el jardín tal como era, con sus lirios y sus rosas tempranas, con la casitacubiertaporlospámpanos.YlapequeñaHesterGrayestaríaallí,conlosojossuaves y el viento que jugaría con su oscura cabellera, vagabundeando,acariciandolos lirioscon lapuntade losdedosymurmurandosecretosa lasrosas. Y entraría tan, tan suavemente, y extendiendo los brazos, le diría:«Pequeña Hester Gray, ¿me dejas ser tu compañera de juegos, ya que amotambién las rosas?». Y nos sentaríamos en el viejo banco y hablaríamos ysoñaríamosunpoco,oquizánosquedaríamossilenciosas.Yentoncessaldríala luna y miraría a mi alrededor… y no habría Hester Gray, ni casita conparras,nirosas…sólounviejoyabandonadojardín,cubiertodeliriosentreelcésped y el viento que suspiraría muy tristemente entre los cerezos. Y nohubiesepodidosabersiaquellohabíasidorealidadofantasía.

Diana se estiró y se apoyó contra la cabecera de la cama. Cuando uncompañerodecrepúsculodicecosastanraras,esbuenocerciorarsedequeunotienecosassólidastrassí.

—Temo que la Sociedad de Fomento decaerá cuando no estéis ni tú niGilbert—comentótristemente.

—Nolotemoenlomásmínimo—dijoAnaconenergía,volviendodelatierra de ensueño a los asuntos prácticos de la vida—. Está demasiadoestablecida para eso, especialmente desde que los mayores sienten tantoentusiasmopor ella.Mira loque estánhaciendoen sus campos esteverano.Además, estaré a la caza de ideas en Redmond y escribiré un informe elpróximo invierno.No tengas una visión tan trágica de la vida,Diana.Y noechesaperdermiinstantedefelicidad.Yatendrébastantetristezaalahoradepartir.

—Tienesrazónparaestarcontenta.Vasalauniversidadylopasarásbienhaciendomontonesdenuevosamigos.

—Esperohacernuevasamistades—dijoAnapensativa—.Laposibilidadde conocer nuevos amigos ayuda a hacer más fascinante la vida. Pero noimporta cuántos nuevos amigos haga, nuncame seránmás queridos que losviejos, especialmentenomásqueunamuchachadeojosnegrosyhoyuelos.¿Adivinasquiénes,Diana?

—¡Perohabrá tantasmuchachas inteligentesenRedmond!—suspiróésta—, y yo sólo soy una estúpida campesina que dice «ya sé» algunas veces,aunque sepa razonar cuandomedetengo a pensar.Bueno, estos dos últimosañoshansidodemasiadohermososparadurar.Sédealguienqueestácontentode que vayas a Redmond, Ana. Voy a hacerte una pregunta, una preguntaseria.Noteenfadesycontestaseriamente:¿teinteresaGilbert?

—Mucho como amigo y nada en el sentido que tú piensas—respondió

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Anaconcalmaysinceridad,pensandoparasíquecontestabafrancamente.

Dianasuspiró.DeseabaqueAnalehubieracontestadodeotromodo.

—¿Nopiensascasartenunca,Ana?

—Quizás…algúndía…cuandoencuentrelapersonaindicada—contestólamuchacha,sonriendosoñadoramentealaluzdelaluna.

—Pero¿cómoestarássegura?

—Oh,losabré…algomelodirá.Túsabescómoesmiideal,Diana.

—Perolosidealesdelagentecambianalgunasveces.

—Elmío,no.Ynopodríaimportarmeunhombrequenolollenara.

—¿Ysinuncaloencuentras?

—Entoncesmorirésolterona—fuelaalegrerespuesta—.Creoquenoeslapeordelasmuertes.

—Oh,supongoqueelmorirserábastantefácil;eselvivircomosolteronaloquenomeatrae—dijoDiana,sinintenciónhumorística—.Aunquenomepreocuparía mucho ser una solterona, si pudiera serlo como la señoritaLavendar. Pero nunca podré. Cuando llegue a los cuarenta y cinco, seréterriblemente gorda. Y mientras que en una solterona delgada puede haberalgoromántico,nohayesperanzasparaunagorda.¿SabesqueNelsonAtkinssedeclaróaRubyGillishacetressemanas?Rubymelocontótodo.Dicequenuncatuvointenciónalgunadeaceptarle,porquequiensecasaraconéldebíair a vivir con sus padres; pero le hizo una declaración tan hermosa yromántica,quelaconvenció.Masnoqueríaapresurarse;lepidióunasemanaparaconsiderarlo.Dosdíasmástarde,cuandofuealCírculodelaCosturaconsu madre, vio allí un libro llamado La guía completa de las buenascostumbres.Rubydicequenopuededescribirsussentimientosdesdequeenuna sección llamada «La conducta durante el noviazgo y el casamiento»encontró,palabraporpalabra,ladeclaraciónquelehicieraNelson.Encuantoregresóacasa, leescribióunanegativamuycruel.Dicequedesdeentonces,lospadresdelmuchachoseturnanparavigilarle,novayaaserquesetirealrío;peroRubydicequenodebenasustarse,puesen«Laconductaduranteelnoviazgoyelcasamiento»dicecómodebecomportarseunamanterechazadoy no dice nada sobre ahogarse. Y dice queWilbur Blair está bebiendo losvientos por ella, pero que no le hace caso. Ana hizo un movimiento deimpaciencia.

—Oh,medisgustadecirlo…parecetandesleal…peroahoranomegustaRubyGillis.Megustabacuando fuimos juntasa laAcademiade laReina…aunque no tanto como tú y Jane, desde luego. Pero este último año enCarmodyparecetandistinta…tan…tan…

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—Ya sé—asintióDiana—.Es que «elGillis» le está saliendo a flor depiel.Nopuedeevitarlo.LaseñoraLyndedicequelasdeesafamilianopuedenolvidaraloshombres.Rubynohablamásquedechicos,deloscumplidosquelehacenycuanlocosestánporellaenCarmody.Yloraroesqueesverdad—admitió algo resentidaDiana—.Anoche cuandome encontré con ella en latiendadelseñorBlair,memurmuróqueacababadehaceruna«conquista».Nolepreguntéquiénera,porqueloestabadeseando.Bueno,supongoqueesoesloqueRubyhaqueridosiempre.¿Recuerdascuandoeraniña?Siempredecíaquepensabatenerdocenasdepretendientescuandocrecieraypasarlolomejorposible antes de sentar cabeza. Es tan distinta de Jane. Ésta sí que es unamuchachasensata,agradableydigna.

—La querida Jane es una joya —asintió Ana—, pero —añadióinclinándoseparadaruntiernogolpeenlagordezuelamanoquecolgabasobresu almohada— no hay nadie como mi Diana. ¿Recuerdas aquella nochecuandonosencontramosporvezprimeraynosjuramosamistadeternaeneljardín?Meparecequehemosguardadoeljuramento.Nohemostenidonuncauna rencilla, ni siquiera un alejamiento. Nunca olvidaré el estremecimientoque tuve el día quemedijiste quemequerías.Había tenidoun corazón tansolitario y hambriento de cariño durante toda mi niñez. Ahora estoycomenzando a comprender cuan solitaria y hambrienta estaba. Nadie sepreocupabapormíniqueríaque se lemolestarapormicausa.Hubiera sidomuydesgraciadaanoserporesaextrañavidainteriormía,dondeimaginabatodo el amor y los amigos de que no disponía. Pero cuando vine a «TejasVerdes», todocambió.Yentonces, teencontré.Nosabescuántosignificó tuamistadparamí.Quieroagradecerteenestemomento todoelcariñosinceroquemehasdadosiempre.

—Y siempre te lo daré —sollozó Diana—. Nunca querré a nadie, aningunamuchacha…nilamitaddeloquetequieroati.Ysimecasoalgunavezytengounahija,lallamaréAna.

CAPÍTULOVEINTISIETE

Unatardeenlacasadepiedra

—¿Adóndevastanemperifollada?—quisosaberDavy—.Estásfenomenalconesevestido.

Anahabíabajadoacomerconunvestidonuevodemuselinaverdepálido,el primer traje de color que usaba desde lamuerte deMatthew. Le sentabamuybien,haciendoresaltarlosdelicadostintesdesurostroyelbrillosatinado

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desucabello.

—Davy, cuántas veces te he dicho que no debes usar esa palabra —leregañó—.Voya«LaMoradadelEco».

—Llévamecontigo—rogóelniño.

—Loharíasifueraenelcoche,perovoyaircaminandoyestádemasiadolejosparalaspiernasdeunniñodeochoaños.Además,Paulvieneconmigoymetemoquenodisfrutesmuchodesucompañía.

—Oh,ahoraPaulmegustamuchomásqueantes—dijoDavycomenzandoahacerincursionesensubudín—.Desdequesoymásbueno,nomeimportamuchoqueélloseaunpocomásqueyo.Sicontinúoasí,yaloalcanzaréalgúndía, en piernas y bondad. Además, Paul es realmente bueno con los máspequeñosdelaescuela.Nodejaquelosgrandessemetanconnosotrosynosenseñamontonesdejuegos.

—¿CómosecayóPaulalarroyoayeramediodía?—preguntóAna—.Loencontréenelpatioderecreotanempapadoqueloenviéinmediatamenteasucasaacambiarseantesdeaveriguarquéhabíasucedido.

—Bueno,fueunaccidente—explicóDavy—.Metiólacabezaapropósito,peroelrestodelcuerposecayóporaccidente.Estábamostodosechadosjuntoal arroyo y Prillie Rogerson hizo enfadar a Paul. Es terriblemente mala yofensiva,peroesguapa.DijoquelaabueladePaullerizabaelcabellotodaslasnochesconbigudíes.Paulnolehubierahechocaso,supongo,peroGracieAndrews se rio y Paul se puso muy colorado, porque Gracie es su chica,¿sabes?Estácompletamente locoporella.Le traefloresy le lleva los libroshastamásalládelcaminodelaplaya.Sepusotanrojocomounaremolacha.Ydijo que eso no era cierto y que su cabello era rizado de nacimiento. Yentonces se echó sobre la orilla y metió la cabeza en la corriente parademostrarlo,noenlapartededondesacamoselaguaparabeber—exclamó,viendolahorrorizadacaradeMarilla—,sinomásabajo.Perolaorillaestabaresbaladiza y Paul se cayó. Te aseguro que fue una zambullida fenomenal.¡Oh, Ana, Ana!, no quise decir eso… se me escapó… fue una espléndidazambullida.Peroparecíamuygraciosocuandose levantó,empapadoy llenodebarro.Laschicassereíanamásnopoder,peroGracieno.Ellaestabatriste.Gracie es unaniña encantadora, pero tiene la nariz chata.Cuandoyo sea losuficientementegrandeparatenerunanovia,noquerréunaquetengalanarizchata.Elegiréunaconunanariztanbonitacomolatuya,Ana.

—Un chico que se mancha toda la cara cuando come su budín, nuncaconseguiráqueunajovenlemire—dijoMarillaseriamente.

—Pero yo me lavaré antes de hacerle la corte —dijo Davy y trató demejorarloshechospasándoseeldorsodelamanoporlacara—.Ytambiénme

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lavaré las orejas sin que me lo digan. Esta mañana me acordé de hacerlo,Marilla.Yanomeolvidotanamenudo.Pero…—suspiróDavy—haytantosrincones por el cuerpo que es muy difícil recordarlos todos. Bueno, si nopuedo ir a lo de la señoritaLavendar, iré a ver a la señoraHarrison. Puedoasegurarte que la señora Harrison es una mujer magnífica. Guarda en sudespensauntarrodedulces,especialmenteparalosniños,ysiempremedaloque queda en elmolde cuando hace tarta de ciruelas.El señorHarrison fuesiempreunhombrebueno,peroloeseldobledesdequeestácasadootravez.Creoqueelcasarsehacemejora lagente.¿Porqué túno tecasas,Marilla?Quierosaber.

El hecho de ser soltera nunca había apenado a Marilla, de modo quedespués de un cambio de significativas miradas con Ana, respondióamablementequesuponíaqueeraporquenadielahabíaquerido.

—Peroquizátúnuncalepedisteanadiequetequisiera—protestóDavy.

—Oh,Davy—dijoDorapuntillosamente,metiéndoseen laconversación—,eselhombrequiendebepedirlo.

—Noséporquédebehacerlosiempre—gruñóelniño—.Meparecequeen este mundo todo se le carga al hombre. ¿Puedo comer un pocomás debudín,Marilla?

—Yahascomidomásdeloqueteconviene—dijoMarilla,perolediootrotrozo.

—Me gustaría que la gente pudiera vivir sólo de budín. ¿Por qué no sepuede,Marilla?Quierosaber.

—Porquesecansaríaprontodeél.

—Por mi parte me gustaría probar—dijo Davy escépticamente—. Perosupongo que esmejor tener budín sólo los días de pescado, cuando vienenvisitas, que no tenerlo en absoluto. En casa deMilty Boulter nunca hacen.Miltydicequecuandovanvisitassumadresirvequesoyellamismacortaunpedacitoparacadauno.

—Si Milty Boulter habla así de su madre, por lo menos tú no tienesnecesidadderepetirlo—dijoMarillaseriamente.

—¡Bendito sea Dios! —Davy había aprendido la expresión del señorHarrison y la repetía con sumo placer—.Milty lo dice como un cumplido.Estámuyorgullosode sumadreporque lagentedicequeescapazde sacaraguadeunaroca.

—Me… me parece que las gallinas andan sueltas —dijo Marillaincorporándoseysaliendoapresuradamente.Perocuandollegóalcorralnilasmiró.Encambiosesentóyriohastaqueseavergonzódesímisma.

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CuandoAnayPaulllegaronalacasadepiedra,encontraronalaseñoritaLavendar y a Charlotta IV en el jardín, arrancando hierbas, rastrillando ypodandocontodassusganas.LaseñoritaLavendar,alegreyhermosaconlosvolantesycintasquetantoamaba,arrojósustijerasycorriójubilosamentealencuentrodesushuéspedes,mientrasCharlottasonreíaconalegría.

—Bienvenida,Ana.Suponíaquevendríahoy.Ustedpertenecea la tarde,demodoqueéstateníaquetraerla.Lascosasquesepertenecensiemprelleganjuntas. ¡Cuántasmolestiasseevitaríanalgunasgentesconsólosaberlo!Perono lo saben… y pierden sus energías removiendo cielo y tierra tratando dereunir cosas que no se pertenecen. ¡Y tú, Paul… vaya, has crecido! Estásmediacabezamásaltoquelaúltimavezquevinisteaverme.

—Sí,hecomenzadoacrecercomoloshongos,comodicelaseñoraLynde—dijoPaulfrancamenteencantadodelhecho—.Abuelitadicequeeselpotajequeporfinhaceefecto.Quizá,Dioslosabe—suspiróPaulprofundamente—.Hecomidoelsuficienteparahacercreceracualquiera.Esperoqueahoraquehe empezado, continúe hasta ser tan alto como mi padre. ¿Sabe, señoritaLavendar?Midemetroochenta.

Sí; la señorita Lavendar lo sabía. Por un instante brilló el rubor en susmejillas.TomóaPaul conunamanoy aAnacon laotray caminóhacia lacasaensilencio.

—¿Es hoy un buen día para el eco, señorita Lavendar? —dijo Paulansiosamente. El día de su primera visita había demasiado viento y Paul sesintiómuydesilusionado.

—Sí,realmenteespecial—respondiólaseñoritaLavendardespertandodesu arrobamiento—. Pero primero entraremos a comer algo. Sé que tendréishambre después de caminar tanto. Y Charlotta IV y yo podemos comer acualquier hora del día.Tenemosun apetitomuy caprichoso.Demanera queharemosunaexcursiónhastaladespensa.Afortunadamenteesencantadorayestá repleta. Hoy tuve el presentimiento de que iba a tener compañía yCharlottaIVyyohemospreparadoalgo.

—Creoqueustedesde laspersonasquesiempre tienencosas ricasen ladespensa—dijoPaul—.Abuelitatambiénesasí.Peronoapruebalosbocadosentrecomidas.Nosé—agregódubitativamente—sidebocomerlos fueradecasasabiendoqueellanoloaprueba.

—No creo que no lo aprobara después de todo lo que has andado. Esocambia las cosas—dijo la señorita Lavendar cambiando divertidasmiradasconAnaporencimadelarizadacabezacastañadePaul—.Supongoquelosbocadossonmuymalos.Ésaeslarazónporlaqueloscomemostanamenudoen«LaMoradadelEco».Nosotras,CharlottaIVyyo,vivimosenoposicióna

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todas las dietas establecidas. Comemos toda clase de cosas indigestas acualquierhoraque senosocurra, del díaode lanoche, y florecemos comoverdeslaureles.Siempretenemosintencionesdereformarnos.Cuandoleemosalgún artículo de un periódico que previene contra algo que nos gusta, lorecortamosyloclavamosenlapareddelacocinapararecordarlo.Peronuncaloconseguimoshastadespuésdehabercomidoesoprecisamente.Hastaahoranada nos ha matado; pero Charlotta IV tiene pesadillas cuando comemosbuñuelos,pasteldecarneytortadefrutasantesdeacostarnos.

—Miabuelamedejatomarunvasodelecheycomeruntrozodepanconmantequilla antesde irmea la cama,y losdomingospor lanocheañadeunpocodedulce sobre el pan—dijoPaul—.Demodoque siempreme alegraqueseadomingopor lanoche,pormásdeuna razón.Eldomingoesundíamuylargoenelcaminodelaplaya.Abuelitadicequeparaellaesdemasiadocortoyquepapánuncaloencontróaburridocuandoeraniño.Nomeresultaríatanlargosipudierahablarconlagentedelasrocas,peronuncalohagoporqueabuelita no lo aprueba en domingo. Pienso mucho; pero temo que mispensamientos sean mundanos. Abuelita dice que los domingos sólo debentenersepensamientosreligiosos.Peroaquí laseñoritadijounavezque todaslasideashermosassonreligiosas,noimportasobrequétemanienquédíalospensemos. Pero estoy seguro de que los únicos pensamientos religiosos queadmitemiabuelasonlosreferentesalossermonesoalaEscuelaDominicalycuandosurgeunadiferenciadeopiniónentre laabuelitaymimaestra,noséquéhacer.Enelfondodemicorazón—PaulalzósusseriosojosazuleshastaelbenévolorostrodelaseñoritaLavendar—estoydeacuerdoconmimaestra.Perosucedequeabuelitahacriadoapapáasumanera,consiguiendounéxitorotundo,y la señorita todavíanoha criadoanadie, aunqueestá ayudandoaeducaraDavyyDora.Peronosesabráelresultadohastaqueseangrandes.De modo que a veces pienso que es más seguro seguir el método de miabuelita.

—Creoquesí—asintióAnasolemnemente—.Decualquiermodo,yodiríaquesi tuabuelitayyonosexplicáramosmutuamenteloquequeremosdecir,encontraríamos que es la misma cosa, expresada de distintas formas. Serámejorqueactúescomoelladice,dadoqueesel resultadode laexperiencia.Debemos esperar a que crezcan los mellizos para poder asegurar que mimétodoesigualmentebueno.

Despuésdecomervolvieronaljardín,dondePaultrabóconocimientoconel eco, para su contentoy asombro,mientrasAnay la señoritaLavendar sesentaronaconversarenelbancodepiedradebajodelálamo.

—¿Demodo que se irá para el otoño,Ana?—dijo la señoritaLavendarpensativamente—. Debería alegrarme por usted, pero estoy terrible,desesperadamentetriste.Laextrañarémuchísimo.Avecespiensoquenovale

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lapenahaceramigos.Sevandenuestravidadespuésdeun tiempoydejanunaheridamuchomásdolorosaquelasoledadanterioraellos.

—Eso es algo que podría haber dicho la señorita Eliza Andrews, peronuncalaseñoritaLavendar—dijoAna—.Nadaespeorquelasoledadyyonomevoydesuvida.Estánlascartasylasvacaciones.Querida,lanotopálidaycansada.

—Hoo… hoo… ho…—gritaba Paul en el malecón donde había estadohaciendo toda clase de ruidos, no todos melodiosos, pero que volvíantrasmutadosenoroyplataporloshadosalquimistasdelrío.

La señorita Lavendar hizo un impaciente movimiento con sus bonitasmanos.

—Oh,estoycansadadetodo,hastadelosecos.Nohaynadamásqueecosenmi vida, ecos de sueños e ilusiones perdidas. Son hermosos y burlones.Ana,eshorriblequehableasícuandoestoyacompañada.Essimplementequemeestoyvolviendoviejaynomegusta.Séqueseréunalunáticacuandotengasesentaaños.Peroquizátodoloquenecesiteesunamedicina.

En aquel momento Charlotta IV, que había desaparecido después de lacomida, volvió anunciando que el rincón nordeste del campo del señorKimball estaba rojo de tempranas fresas y preguntó si la señorita Shirleyquerríarecogeralgunas.

—¡Fresasparaelté!—exclamólaseñoritaLavendar—:¡Oh,noestoytanviejacomocreía,ynonecesitoniunasolamedicina!

Chicas,cuandoregreséiscon las fresas, tomaremosel téaquí,debajodelálamo.Lotendrépreparadoconcremacasera.

Ana y Charlotta IV fueron hacia el campo del señor Kimball, un lugarapartadoyverdedondeelaireera suavecomo terciopelo, fragantecomounlechodevioletasydoradocomoelámbar.

—¿No es esto dulce y fresco? —aspiró Ana—. Me siento como siestuvierabebiendodeunrayodesol.

—Síseñora,yotambién.Asíesexactamentecomomesientoyo,señora—asintió Charlotta IV, que hubiera dicho exactamente lo mismo de haberafirmadoAnaquesesentíacomounpelícanodeldesierto.SiempredespuésdelasvisitasdeAnaa«LaMoradadelEco»,CharlottaIVsubíaasucuartitoy,delantedelespejo,tratabadehablaryactuarcomoella.Charlottanuncapudoadmitir que lo conseguía, pero había aprendido en la escuela que laperseverancia conducía al triunfo; y tenía esperanzas de que, con el tiempo,podría descubrir el misterio de aquella exquisita barbilla levantada, elrepentinobrillodelosojos,elmododeandarcomosifueraunaramamecida

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por el viento. Parecía tan fácil en Ana. Charlotta IV la admiraba de todocorazón.Noeraquelaconsideraramuyhermosa.LabellezadeDianaBarrycon sus mejillas carmesí y sus negros bucles, era muchomás del gusto deCharlotta que el claro encanto deAna, con sus luminosos ojos grises y laspálidasrosasdesusmejillas.

—Pero preferiría ser como usted a ser hermosa —le dijo a Anasinceramente.

Ana rio, degustando la miel del piropo y apartando el aguijón. Estabaacostumbradaaqueledijerancumplidosmixtos.Laopiniónpúblicanoestabadeacuerdosobresuapariencia.Gentequehabíaoídodecirqueerabonita,laconocíaysedesilusionaba.Gentequehabíaoídodecirquenovalíanada, laveíaypensabadóndeteníanlosdemáslosojos.LamismaAnanuncasehabíacreídohermosa.Cuando semiraba al espejo, todo loqueveía eraunpálidorostro con siete pecas sobre la nariz. Su espejo no le revelaba la fugaz ysiempre cambiante gama de sentimientos que iluminaba sus facciones comounarosadallama,oelencantoderisasosueñosquealternabanensusgrandesojos.

AunqueAna no era hermosa en el sentido estricto de la palabra, poseíacierto encanto y distinción que dejaba en quien la contemplaba un sentidoplacentero causado por su suave feminidad. Aquellos que conocían a Ana,sentían sin darse cuenta que su mayor atracción consistía en el aire deposibilidades que la rodeaba, en el poder del desarrollo futuro que había enella.Parecíaandarenunaatmósferadecosasporocurrir.

Mientrasrecogíanlasfresas,CharlottaIVleconfíosustemoresrespectoalaseñoritaLavendar.Lapequeñayfervientedoncellaestabaverdaderamentepreocupadaporsuadoradaama.

—La señorita Lavendar no está bien, señorita Shirley, señora. Estoysegura,aunquenuncasequeja.Haceuntiempoquenoparecelamisma,desdeeldíaqueustedyPaulvinieronporprimeravez.Estoyseguradequeaquellanoche cogió frío, señora. Después de que ustedes se fueron, caminó por eljardínhastaquesehizodenocheconsólounchalsobrelasespaldas.Habíaunmontón de nieve por los senderos y estoy segura de que cogió frío. Desdeentonceshenotadoqueparececansadaytriste.Nopareceinteresarseennada,señora.Noquierequevenganadie,nisearregla,ninada,señora.Sólocuandovieneustedpareceanimarseunpoco.Ylapeorseñal,señoritaShirley,señora—CharlottaIVbajólavozcomosifueraareferirseaunsíntomaterrible—esqueahoranuncaseenfadacuandorompoalgo.Porqueayer,señoritaShirley,señora,rompíeljarrónverdeyamarilloqueestabaencimadelabiblioteca.Suabuela lo había traído de Inglaterra y la señorita Lavendar lo tenía en granestima.Loestaba limpiandocon todocuidado, señoritaShirley, señora,y se

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meresbalóantesdequepudierasostenerlo,rompiéndoseencuarentamillonesde pedazos. Le aseguro que estaba triste y asustada. Pensé que la señoritaLavendarmeibaareprenderseveramente,señora;yhubierapreferidoquelohubierahechoantesdequehicieraloquehizo.Simplementevino,apenaslomiró y dijo: «No importa,Charlotta.Recoge los trozos y tíralos». Sólo eso,señoritaShirley, señora…«recoge los trozos y tíralos», como si no fuera eljarrón de Inglaterra de su abuela. ¡Oh!, no está bien, y estoy terriblementepreocupada.Notieneanadiequelacuidemásqueamí.

Los ojos de Charlotta IV estaban llenos de lágrimas. Ana golpeósuavementesumorenamano.

—CreoquelaseñoritaLavendarnecesitauncambio,Charlotta.Aquíestádemasiadosola.¿Nopodríamosconvencerladequehicieraunpequeñoviaje?

Charlottasacudiódesconsoladamentelacabeza.

—No lo creo, señorita Shirley, señora. La señorita Lavendar odia lasvisitas.Sólotienetresparientesaquienesvaaverdevezencuandoydicequelohaceporundeberdefamilia.Laúltimavezquefue,alregresaracasa,dijoque no volvería a cumplir más con su deber de familia. «He vuelto a casaenamoradade lasoledad,Charlotta»,medijo,«ynoquieroapartarmenuncamás de ella.Mis parientes se empeñan en hacer demí una anciana; nomegusta nada».Exactamente así, señoritaShirley, señora, «nomegusta nada».Demaneraquenocreoqueganemosnadaconpresionarlaparaquevayadevisita.

—Veremosquépuedehacerse—dijoAnadecididamente,mientrasponíalaúltimafresaensucuborosado.

—Encuantotengamisvacaciones,vendréapasarunasemanaenteraaquí.Saldremos de excursión todos los días e imaginaremos toda clase de cosasinteresantes,yveremossilogramoslevantarelánimodelaseñoritaLavendar.

—Eso será lomejor, señoritaShirley—exclamóCharlotta IVencantada.EstabacontentaporlaseñoritaLavendaryporsímisma.Contodaunasemanapara estudiar a Ana constantemente, con seguridad que podría aprender amoverseycomportarsecomoella.

Cuandolasjóvenesregresarona«LaMoradadelEco»seencontraronconque la señorita Lavendar y Paul habían llevado al jardín la pequeña mesacuadrada de la cocina y tenían todo listo para el té. Nada podía ser mássabroso que aquellas deliciosas fresas con crema, saboreadas bajo un grancieloazulsalpicadodetenuesypequeñasnubesblancasyalasombradelosbosques con sus balbuceos y murmullos. Después del té, Ana ayudó aCharlottaalavarlosplatosmientraslaseñoritaLavendarescuchabaelrelatodePaulsobrelagentedelasrocas,sentadosambosenelbancodepiedra.La

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dulceseñoritaLavendareraunaoyenteatenta,peroalfinPaulsediocuentadequehabíaperdidointerésensusMellizosMarineros.

—SeñoritaLavendar,¿porquémemiraasí?—preguntógravemente.

—¿Cómo,Paul?

—Comosienmíestuvieraviendoaalguienquelerecuerdo—dijoPaul,queenocasionespodíavertanadentroqueerainútiltenersecretosestandoélcerca.

—Túmerecuerdasaalguienaquienconocíhacemuchotiempo—dijolaseñoritaLavendarsoñadoramente.

—¿Cuandoerajoven?

—Sí,cuandoerajoven.¿Teparezcomuyvieja,Paul?

—¿Sabe?Nopuedodecirlo—dijoPaul confidencialmente—.Su cabelloparece viejo… nunca conocí a una persona joven que tuviera el cabelloblanco. Pero cuando ríe, sus ojos son jóvenes como los de mi hermosamaestra. Le diré, señoritaLavendar…—la voz y el rostro de Paul eran tansolemnescomo losdeun juez—creoqueustedseríaunaespléndidamamá.Tieneensusojoslamiradaprecisa,laquesiempreteníamimadre.Piensoqueesunapenaquenotengahijos.

—Tengounniñoensueños,Paul.

—¿Escierto?¿Cuántosañostiene?

—Másomenostuedad,supongo.Deberíasermayorporquesueñoconéldesdemuchoantesdequetúnacieras.Peronuncaledejarétenermásdeonceodoceaños;porquesilohiciera,algúndíacreceríayentoncesloperdería.

—Ya lo sé—asintióPaul—.Ésa es la hermosura de las personas de lossueños.Sequedanenlaedadqueunoquiere.Usted,miqueridamaestrayyomismo,sonlasúnicaspersonasqueconozcoenelmundoquetienenamigossóloensusfantasías.¿Noesgraciosoquenoshayamosencontrado?Perocreoque esta clase de gente siempre se reúne. Abuelita nunca tiene fantasías yMaryJoecreequeestoymaldelacabezaporquelastengo.Perocreoqueesmaravilloso. Usted lo sabe, señorita Lavendar. Cuéntemelo todo sobre suniñitodelossueños.

—Tiene ojos azules y cabello rizado. Entra a hurtadillas yme despiertatodaslasmañanasconunbeso.Luegojuegaeneljardíndurantetodoeldíayyoleacompaño.Sabemosmuchosjuegos.Hacemoscarreras,hablamosconelecoyyolenarrocuentos.Yluegollegaelcrepúsculo…

—Yasé—interrumpióPaulansiosamente—.Vieneysesientaasulado…así…porque naturalmente a los doce años esmuygrande para subirse a su

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falda…yrecuestasucabezasobresuhombro…así…yustedlorodeaconsusbrazosfuerte,muyfuerte,yapoyasumejillaensuscabellos…así…esoesloquesucede,señoritaLavendar.Oh,ustedsílosabe.

Así los hallóAna al salir de la casa de piedra y algo en el rostro de laseñoritaLavendarlehizosentirseadisgustopormolestarlos.

—Me temoque debemos irnos, Paul, si queremos llegar a casa antes dequeoscurezca.SeñoritaLavendar,voyainvitarmeprontoapasarunasemanaenteraen«LaMoradadelEco».

—Si viene por una semana, le haré quedarse dos—amenazó la señoritaLavendar.

CAPÍTULOVEINTIOCHO

Elprínciperegresaalpalacioencantado

Elúltimodíadeclase llegóypasó.Se llevóacaboun triunfal«examensemestral» y los alumnos de Ana se comportaron espléndidamente. Alterminar, ledijeronundiscursoyleregalaronunescritorio.Todaslaschicaslloraronyse rumoreóquealgunosde loschicos también,aunquesiempre lonegaron.

Las esposas de Harmon Andrews, de Peter Sloane y de William Bellvolvieronjuntasacasa,comentandolosacontecimientos.

—CreoqueesunalástimaqueAnasevaya,cuandolospequeñosestántanapegadosaella—suspiró la señoradePeterSloane,que teníacostumbredesuspirarportodo,hastaporloschistes—.Perotambién—añadióapresurada—meheenteradodequeelañopróximotendremosunabuenamaestra.

—Estoy segura de que Jane cumplirá con su deber —dijo la señoraAndrews, algo estirada—. No creo que pase todo el tiempo contándolescuentos de hadas a los niños o vagando por los bosques con ellos. Pero sunombrefiguraenlaListadeHonordelInspectorylagentedeNewbridgeestámuytristeporsupartida.

—MealegradeverdadqueAnavayaalauniversidad—dijolaseñoraBell—.Siempreloquisoyserámuybuenoparaella.

—Bueno, no sé —la señora Andrews estaba determinada a no estarcompletamentedeacuerdoconnadieesedía—.NoveoqueAnanecesitemáseducación. Probablemente se case con Gilbert Blythe, si a éste le dura elentusiasmo hasta después de terminar sus estudios, y, ¿de qué le servirán

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entonces el griego y el latín? Si allí pudiera aprender cómo manejar a unhombre,entoncestendríasentidoquesefuera.

SegúnmurmuracionesquecorríanporAvonlea,laseñoraAndrewsnuncahabíaaprendidoamanejarasu«hombre»y,comoresultado,elhogarde losAndrewsnoeraexactamenteunmodelodefelicidaddoméstica.

—HevistoquelacitacióndeCharlottatownparaelseñorAlianestabaenelpresbiterio—dijolaseñoraBell—.Esosignificaqueprontoleperderemos.

—Noseiránantesdeseptiembre—comentólaseñoraSloane—.Seráunagran pérdida para la comunidad, aunque siempre me pareció que la señoraAlian sevestíademasiadoalegrementepara ser laesposadeunpastor.Peroningunodenosotrosesperfecto.¿Sehandadocuentacuanpulcroparecíaelseñor Harrison? Nunca vi un hombre tan cambiado. Va a misa todos losdomingosycontribuyealpagodelsueldodelpastor.

—PaulIrvingsehahechounmuchachito—dijolaseñoraAndrews—.Eratan pequeño para su edad cuando vino aquí. Hoy casi no le reconocí. Estáempezandoaparecerseasupadre.

—Esunmuchachomuyinteligente—dijolaseñoraBell.

—Loes,pero…—la señoraAndrewsbajó lavoz—creoquedice cosasraras.Graciemedijoalregresardelcolegiolasemanapasadaqueéllecontóunterriblegalimatíassobregentesquevivenenlacosta,cosasenlasquenopuedehaberunpuntodeverdad.LedijeaGraciequenolascreyeraymedijoquePaulnoesperabaestotampoco.Perosinoesperabaquelecreyese,¿paraquéselascontó?

—AnadicequePaulesungenio—dijolaseñoraSloane.

—Puedeque losea.Unonuncasabequéesperardeestosamericanos—dijo la señora Andrews. El único contacto de esta señora con la palabra«genio»,erabajolaformapopulardedecir«quetienesugenio»alapersonadecarácteralgoirritable.

En el aula, Ana se hallaba sentada sola ante su escritorio tal como loestuvieradosañosatrás,elprimerdíadeclase,conlacaraapoyadaenlamanoyloshúmedosojosmirandopensativamenteelLagodelasAguasRefulgentesa través de la ventana. Su corazón estaba tan triste por la partida de susalumnos que la universidad había perdido todo su encanto por elmomento.Todavía sentía el abrazo infantil de Annetta Bell y escuchaba su lamento:«Nunca querré a otra maestra tanto como a usted, señorita Shirley; nunca,nunca».

Durante dos años había trabajado con ganas y fidelidad, cometiendomuchos errores y sacando enseñanzas de ellos. Tuvo su premio. Había

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enseñadoalgoasusalumnos,perosentíaqueéstoslehabíanenseñadomuchomás; lecciones de ternura, de autocontrol, de inocencia, de ciencia de loscorazones infantiles. Quizá no había tenido éxito en «inspirar» algunaambiciónhermosaensusalumnospero,graciasasudulcepersonalidadmásquea todos sus cuidadosospreceptos, leshabía imbuidoenseñanzasque lesserían necesarias en el futuro; adoptando la verdad, la cortesía y la bondad;manteniéndose alejados de toda falsedad, mezquindad y vulgaridad. Quizáeran inconscientes de haber aprendido tal lección, pero la recordarían y lapondrían en práctica hasta mucho después de haber olvidado la capital deAfganistánolasfechasdelaGuerradelasDosRosas.

—Se cierra otro capítulo de mi vida —dijo Ana en alta voz, mientrasechaba llave al pupitre. Se sentía realmente muy triste por ello, pero lorománticodelaideadel«capítulocerrado»laconsolabaunpoco.

Anapasóuna semanaal comienzode lasvacacionesen«LaMoradadelEco»ytodossedivirtieronmucho.

LlevóalaseñoritaLavendardecomprasalpuebloylaconvencióparaquesecompraraunnuevovestidodeorgandí;luegollególaexcitacióndecortarloycoserlo juntas,mientras la felizCharlotta IVseencargabadel tijereteo.LaseñoritaLavendarsehabíaquejadodequenopodíasentirmuchointeréspornada,perolosojoslevolvieronabrillarantesubonitovestido.

—Qué tonta y frívola debo ser —suspiró—. Estoy completamenteavergonzadadequeunvestidonuevo,aunqueseadeorgandí,meponga tanalegre, cuando una buena conciencia y una contribución adicional a lasMisionesExtranjerasnoloconsiguieron.

Enlamitaddesuvisita,Anaregresóa«TejasVerdes»pararemendarlasmediasde losmellizosy responder al cúmulodepreguntasdeDavy.Por lanoche, fuehastaelcaminode lacostaaveraPaul Irving.Mientrascruzabafrente a la baja y cuadrada ventana de la sala de estar de los Irving, vio alpequeño Paul sentado en el regazo de alguien, pero al instante siguiente elniñocruzócorriendoelsalón.

—¡Señorita Shirley! —gritó excitado—, ¿sabe qué ha ocurrido? Algomaravilloso.¡Papáestáaquí…quéleparece!¡Papáaquí!Pase.Papá,éstaesmimaestra.

Stephen Irving se adelantó con una sonrisa a recibir a Ana. Era uncincuentón alto y guapo, con cabellos grises, ojos azules y profundos y unacarafuerteytriste.«Justolacaradeunhéroedenovela»,pensóAna,mientrasse estremecía de satisfacción.Hubiera sido desilusionante conocer a alguienque debiera ser héroe y encontrarle calvo o encorvado o carente de bellezamasculina.Anahubieraconsiderado terriblequeelobjetodel romancede la

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señoritaLavendarnohubieseestadoalaalturadesusantecedentes.

—Demodoqueésta es la«lindamaestra»demihijo,dequien tantoheoído hablar—dijo el señor Irving con un sincero apretón demanos—. Lascartas de Paul hablaban tanto sobre usted, que casi me siento como si laconociesedesdehacetiempo.Quieroagradecerleloquehahechopormihijo.Creoquesu influenciahasidoexactamente loquenecesitaba.Mamáesunamujer muy buena y cariñosa, pero su sentido común escocés no podíacomprenderuntemperamentocomoeldemipequeño.Ustedlehadadoloquelefaltaba.Meparecequegraciasaambas,laeducacióndePaulduranteestosdosañoshasidocasilaidealparaunniñosinmadre.

A todo el mundo le gusta ser apreciado. Ante las alabanzas del señorIrving, lacaradeAna«sesonrojócomouncapulloderosa»yelocupadoytristehombredemundoquelamirabapensóquenuncahabíavistounejemplomásdulceyhermosodeadolescenciaqueestapequeñamaestra,consu rojacabelleraysushermososojos.

Paulsesentóentreambosterriblementefeliz.

—Nuncasoñéquepapáviniera—dijoradiante—.Niabuelitalosabía.Fueuna gran sorpresa. Por lo general —Paul sacudió su rizada cabellera congravedad—nomegustaquemesorprendan.Cuandoaunolosorprenden,sepierdetodaladiversióndeesperarlascosas.Peroenuncasocomoéste,estábien.Papállegóanochecuandoyamehabíaacostado.Ytraslasorpresadelaabuelita y de Mary Joe, él y abuelita subieron a verme. No pensabandespertarmehastapor lamañana.Peromedespertéyvi apapá.Le aseguroquesaltéhaciaél.

—Conunabrazodeoso—dijoelseñorIrvingsonriendomientrasponíasubrazosobreelhombrodePaul—.Apenaspudereconocerlo,tancrecido,fuerteytostadoporelsolestá.

—Noséquiénestabamáscontentodever apapá, si la abuelitaoyo—continuóPaul—.Ellahaestadotodoeldíaenlacocina,haciendolascomidasque legustanapapá.Dicequeno se fíadeMary Joe.Ésa es sumaneradedemostrarlaalegría.Amímegustamássentarmeaconversarconpapá.Peroahora les voy a dejar por unmomento, si me lo permiten. Debo reunir lasvacas.Esunodemisdeberesdiarios.

CuandoPaulhubosalidoacumplirconsu«deberdiario»,elseñorIrvinghablóconAnadevariostemas.Perolamuchachatuvolasensacióndequeélpensaba en otra cosa durante todo ese tiempo. Y de pronto, salió a lasuperficie.

—Enlaúltimacarta,Paulmehablódeunavisitaqueustedhicieraaunavieja…amigamía…laseñoritaLewis,en lacasadepiedradeGrafton.¿La

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conoceustedbien?

—Sí,esunaamigamuyquerida—fue la seria respuestadeAna,quenodiomuestrasdel repentino estremecimientoque la recorriódepies a cabezaantelapreguntadelseñorIrving.Ana«sintióinstintivamente»queelromanceasomabaanteella.

ElseñorIrvingselevantó,fuejuntoalaventanaysepusoacontemplarelmar,inmensoydorado,dondejugueteabaelviento.Duranteunosmomentos,elsilencioreinóenlaoscurahabitación.EntoncessevolvióymiróalacaracomprensivadeAnaconunasonrisa,mitadcaprichosa,mitadtierna.

—Megustaríasabercuántosabeusted.

—Lo sé todo —respondió Ana prestamente—. Verá usted, la señoritaLavendar y yo somos amigas íntimas. Ella no diría cosas tan sagradas acualquiera.Somosalmasgemelas.

—Sí,creoqueloson.Bueno,levoyapedirunfavor.MegustaríaveralaseñoritaLavendar,siellaloconsiente.¿Lepreguntaríaustedsipuedoir?

¡Claroquesí!¡Desdeluegoqueloharía!Sí,ésteeraunromancereal,contodoelencantodelapoesía,elcuentoyelsueño.Eraunpocotardío,quizá,cualunarosaquefloreceenoctubre,cuandodebierahaberlohechoenjunio,perosinembargoeraunarosa,todadulzurayfragancia,conelbrillodeloroen su corazón. Nunca la llevaron sus pies con más voluntad que aquellamañanaaGrafton,atravésdelosbosques.EncontróalaseñoritaLavendareneljardín.Susmanossehelaronylavozletembló.

—Señorita Lavendar, tengo algo que decirle, algo muy importante.¿Adivinaquées?

Ananuncasupusoquesuinterlocutorapodríaadivinarlo,perolacaradelaseñoritaLavendarpalidecióylodijoenvozmuyqueda,delacualsehabíandesvanecidotodoelcolorylachispahabituales.

—¿StephenIrvingharegresado?

—¿Cómolosupo?¿Quiénselodijo?—gritóAnadesilusionada,dolidadequealguiensehubieraanticipadoasurevelación.

—Nadie.Supequeeraasíporlaformaenquemehabló.

—Quiereveniraverla—dijoAna—.¿Puedodecirlequesí?

—Sí,desdeluego.Nohayrazónparalocontrario.Sólovienecomoviejoamigo.

Ana tenía una opinión particular sobre el asunto cuando entróapresuradamente en la casa para escribir una carta sobre el escritorio de la

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señoritaLavendar.

«¡Oh!,esdeliciosoestarviviendounanovela»,pensóalegre.«Desdeluegoque todo saldrá bien, debe salir. Y Paul tendrá unamadre como necesita ytodosseránfelices.PeroelseñorIrvingsellevarálejosalaseñoritaLavendar,yDiossabequéleocurriráalacasitadepiedra.Demaneraqueestotienedoscaras,comotodoenelmundo».

La carta importante fue escrita y la propia Ana la llevó al correo deGrafton,dondepidióalcarteroqueladejaraenlaoficinadeAvonlea.

—Esmuyimportante—leaseguróAnaansiosamente.

Elcarteroeraunviejopersonajealgorezongón,quenoteníaenabsolutoelaspecto de un mensajero de Cupido y Ana no estaba demasiado segura depoder confiar en su memoria. Pero él dijo que haría todo lo posible poracordarseylamuchachatuvoqueconformarseconeso.

CharlottaIVtuvolasensacióndequeexistíaalgúnmisterioenlacasadepiedra esa tarde, misterio del cual estaba excluida. La señorita Lavendarvagaba distraída por el jardín. Ana parecía poseída por el demonio de lainquietudycaminabasincesar.CharlottaIVresistióhastaqueseleacabólapaciencia. Entonces preguntó aAna, aprovechando su tercera peregrinacióninútilalacocina.

—Porfavor,señoritaShirley,señora—dijoCharlottaIVconunindignadomovimiento de sus azules lazos—. Se ve bien claro que usted y la señoritaLavendar tienen un secreto y creo, con perdón si me adelanto demasiado,señoritaShirley,señora,queestámuymalquenomelodigancuandohemossidotanamigas.

—QueridaCharlotta,selohubieracontadotodosifueracosamía,peroserefiere a la señorita Lavendar. Se lo explicaré pero, si nada ocurre, nuncadeberá decir palabra a nadie.Verá: el Príncipe Encantado viene esta noche.Vino hace mucho, pero huyó en un momento de locura y vagó a lo lejos,olvidando el secreto del mágico sendero al castillo encantado, donde laprincesallorabaporélhastaquebrárselesufielcorazón.Peroalfinlorecordóylaprincesaaúnespera,porquenadie,exceptosupríncipeencantado,puedesacarladelcastillo.

—Oh,señoritaShirley,señora,¿quéesesoenprosa?—dijolasorprendidaCharlotta.

Anario.

—En prosa, es que esta noche vendrá de visita un viejo amigo de laseñoritaLavendar.

—¿Quieredecirunantiguopretendiente?

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—Probablementeesosealoquequierodecirenprosa—contestóAnaconseriedad—. Es el padre de Paul, Stephen Irving. Y Dios sabe qué pasará,aunquedebemosdesearlomejor,Charlotta.

—Espero que se case con la señorita Lavendar —fue la inequívocarespuestadeCharlotta—.Algunasmujeresestándestinadasasersolteronasytemoqueyosoyunadeellas,señoritaShirley,señora,porquetengomuypocapacienciaconloshombres.PerolaseñoritaLavendar,no.Yhesufridomuchopensandoquéharíaellacuandoyocrecieray tuvieraque irmeaBoston.NohaymásmujeresennuestrafamiliayDiossabequéseríadeellasidieraconalgunaextranjeraquese rieradesus fantasíasydejara lascosas fueradesulugarynolegustaraquelallamasenCharlottaIV.Puedequeconsigaalgunaqueno le rompa losplatos, pero es seguroqueno tendráotra que la quieramás.

Ylafieldoncellaabriólapuertadelhornoconunbufido.

Aquellatardecumplieronconlacostumbredetomareltéen«LaMoradadel Eco», pero en realidad nadie comió nada. Después del té, la señoritaLavendar fueasuhabitaciónaponersesunuevovestidodeorgandí;Ana learreglabaelcabello.Ambasestabanmuynerviosas,perolaseñoritaLavendarfingíaestartranquilaeindiferente.

—Mañana debo coser el roto de la cortina —dijo ansiosamente,inspeccionándolacomosifueselacosamásimportanteenesosmomentos—.Esacortinanohadadoelresultadoqueesperaba,considerandoloquepaguéporella.Charlottahaolvidadosacarelpolvoalpasamanosdelaescaleraotravez.Tengoquehablarlesobreeso.

Ana se hallaba sentada en la escalera de la galena cuando llegóStephenIrvingporelsenderoycruzóeljardín.

—Esteesellugardondeeltiemponocorre—dijomirandoenderredor—.Nada ha cambiado en la casa ni en el jardín desde que estuve aquí haceveinticincoaños.Mehacesentirjovenotravez.

—Yasabeustedqueeltiemponopasaenunlugarencantado—dijoAnaseriamente—.Lascosascomienzanaocurrirsólocuandollegaelpríncipe.

ElseñorIrvingsonrióunpocotristementeaaquellacarallenadejuventudypromesa.

—Algunasveceselpríncipellegademasiadotarde—dijo.PeronolepidióaAnaquepusiera enprosa ese comentario.Como todas las almasgemelas,«comprendía».

—Oh,no,nosisetratadelverdaderopríncipequellegaparalaverdaderaprincesa—dijoAna,mientrasabríalapuerta.Cuandoélhuboentrado,cerróy

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sevolvióyvioaCharlottaIV,queera«todasonrisas»enelsalón.

—Oh, señorita Shirley, señora —suspiró—. Espié por la ventana de lacocina,yesmuyguapoyjustodelaedadidealparalaseñoritaLavendar,y,¡oh,señoritaShirley,señora!¿Leparecequeestarámuymaloírtraslapuerta?

—Sería horroroso, Charlotta—dijo Ana con firmeza—, de manera quevengaconmigo,lejosdelatentación.

—Nopuedohacernadayeshorribleestaresperando—suspiróCharlotta—.¿Yquéocurre si no se ledeclara?Unonuncapuede estar segurade loshombres.Mihermanamayor,Charlotta I,creyóunavezestarcomprometidacon uno. Pero resultó que él tenía una opinión diferente y ella dice que novolveráaconfiarotravezenellos.Ysédeotrocasoenqueunhombrepensóque quería mucho a una mujer, cuando en realidad a quien quería todo eltiempoeraalahermana.Siunhombrenosabeloquequiere,¿cómovaaestarseguraunapobremujer?

—Iremosalacocinaysacaremosbrilloalascucharasdeplata—dijoAna—.Ésa esuna tareaque afortunadamenteno requieremuchaconcentración,puesestanochenopodríapensar.Ynosayudaráapasareltiempo.

Pasó una hora. Entonces, en el momento en que Ana sacaba brillo a laúltimacuchara,oyeroncerrarselapuertaprincipal.Ambasbuscaronapoyoenlosojosdelaotra.

—Oh, señorita Shirley, señora —tartamudeó Charlotta—: si se va tantemprano,esquenohaynada,silohabía.

Volarona laventana.Elseñor Irvingno tenía intencióndepartir.Ély laseñorita Lavendar estaban recorriendo lentamente el sendero central, endirecciónalbancodepiedra.

—Oh, señorita Shirley, señora, le ha pasado el brazo por la cintura —murmurócontentaCharlottaIV—;éldebehabersedeclarado,delocontrario,ellanoselopermitiría.

AnacogióaCharlottaporlacinturaysepusieronabailarhastaquedarsinresuello.

—¡Oh, Charlotta! —gritó la muchacha alegremente—. No soy unaprofetisa, pero voy a hacer una profecía. Habrá boda en esta vieja casa depiedraantesdequeenrojezcanlashojasdelarce.¿Quierequelepongaesoenprosa,Charlotta?

—No, eso puedo entenderlo —dijo ésta—. Una boda no es poesía.¡SeñoritaShirley,señora,estállorando!¿Porqué?

—Oh,porquees todo tanhermoso…y tannovelesco…yromántico…y

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triste…—dijoAna,secándose las lágrimas—.Es todomuyhermoso…perotambiéntriste.

—Desdeluegoqueesunriesgocasarseconalguien—concedióCharlottaIV—;perounavezqueestáhecho,haymuchascosaspeoresqueelmarido.

CAPÍTULOVEINTINUEVE

Poesíayprosa

Durante el mes siguiente, Ana vivió en medio de lo que para Avonleasignificabaunremolinodeexcitación.Lospreparativosdesumodestapartidaa Redmond pasaron a un segundo plano. La señorita Lavendar se estabapreparando para su boda y la casa de piedra era el escenario de infinitasconsultas, planes y discusiones, conCharlotta IV que revoloteaba por todoslados presa de delicia y expectativa. Luego vino la modista y entoncescomenzólatareadeelegirmodeloytomarmedidas.AnayDianapasabanlamitaddesutiempoen«LaMoradadelEco»yhubonochesenlasqueAnanopudo dormir pensando si había hecho bien en aconsejarle a la señoritaLavendarelcolormarrónenvezdelazulmarinoparasuvestidodeviaje.

TodoslosqueparticipabandelaaventuradelaseñoritaLavendarestabanmuycontentos.PaulIrvingcorrióa«TejasVerdes»acomentarlasnuevasconAna,nobiensupadreselashubonotificado.

—Sabíaquepodíaconfiarenquepapáelegiríabienamisegundamadre—dijo orgullosamente—. Es grande tener un padre en quien uno puedaconfiar, señorita. Adoro a la señorita Lavendar. La abuela también estácontenta.Dicequelealegramuchoquepapánohayaelegidounaamericanapara segunda esposa, porque aunque todo resultó bien la primera vez, haypocas probabilidades de que algo así se repita. La señora Lynde dice queaprueba la unión de todo corazón. Y cree que quizá la señorita Lavendarolvidesusideasrarasyseacomolosdemásahoraquesecasa.Peroesperoquenoseaasí,puesamímegustacomoesahora.Ynoquieroqueseacomolosdemás.Haydemasiadagentealrededorqueesasí.

CharlottaIVtambiénestabaradiante.

—¡Oh,señoritaShirley,señora!,todoharesultadotanhermoso.CuandoelseñorIrvingylaseñoritaLavendarvuelvandesulunademieliréaBostonavivirconellos.Ysólotengoquinceaños,ylasotraschicasnofueronhastalosdieciséis.¿NoesfantásticoelseñorIrving?Besael terrenoqueellapisayavecesmehacesentiralgoraracuandoveosusojosalmirarla.Nohaypalabraspara describirlo, señorita Shirley, señora. Estoy terriblemente agradecida de

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que se quieran tanto. Es lomejor, cuando todo está dicho y hecho, aunquealgunaspersonaspuedenpasarsinello.Yotengounatíaquesecasótresvecesydicequelaprimeravezlohizoporamorylasotrasdosporpuronegocioyquefuefelizlastresveces,exceptoenelmomentodelosfunerales.Perocreoquecorrióunriesgo,señoritaShirley,señora.

—¡Es todo tan romántico! —suspiró Ana aquella noche hablando conMarilla—.Si aquel día nohubiera tomado el camino equivocadohabríamosllegadoacasadel señorKimball sinconocera laseñoritaLavendarydenohaberlaconocidonohabríallevadoallíaPaul,yélnuncahubieraescritoasupadre sobre sus visitas a la señorita Lavendar justo cuando el señor IrvingpartíaparaSanFrancisco.Elseñor Irvingdicequecuandorecibióesacarta,cambiódeidea,mandóallíasusocioyélvinoaquí.HacíaquinceañosquenosabíanadadelaseñoritaLavendar.Alguienlehabíadichoqueestabaapuntodecasarse,éllocreyóynuncamáslepreguntóanadieporella.Yahoratodoterminabien.Yyohecontribuidoaqueasí sea.Quizá,comodice laseñoraLynde,todoestápredestinadoyacabaporpasardecualquiermodo.Peroasíytodo es agradable pensar que he sido un instrumento del destino. Sí, sinningunaduda,esmuyromántico.

—No veo dónde está todo ese romanticismo —dijo Marilla algobruscamente.PensabaqueAnayateníabastantetrabajoconprepararsuscosasparalauniversidad,sin«correr»a«LaMoradadelEco»dosdíasdecadatres,aayudaralaseñoritaLavendar—.Enprimerlugardosjóvenesdisputanyseseparan enfadados; entonces Stephen Irving se va a los Estados Unidos ydespuésdeuntiemposecasayesfeliz.Luegomueresuesposay,pasadounperíodo decente, piensa en volver a su hogar a ver si su primera novia lorecibe.Mientrastantoellacontinúasoltera,quizáporquenolapretendiónadielosuficientementeagradable,yseencuentranydecidencasarse.Ahoradime,¿dóndeestáelromanticismo?

—Oh,nohayningunosiplantealascosasdeesemodo—murmuróAna,comosialguienlehubieratiradoencimauncubodeaguafría—.Supongoqueasíescomosuenaenprosa.Peroesmuydistintosiunoloobservaatravésdela poesía; yo creo que esmás bello—Ana se recobró, sus ojos brillaron yenrojecieronsusmejillas—mirarloatravésdelapoesía.

Marillamiróel radianterostro juvenilyrefrenósus impulsossarcásticos.Quizá comprendió que, después de todo, era mejor tener «la visión y lafacultaddivinas»;eseregaloqueelmundonopuededarniquitar,demirarlavida a través de un cristal que hace que todo parezca rodeado de una luzcelestialydeunagloriayfrescurainvisiblesparaquienes,comoCharlottaIVyella,veíanlavidasóloenprosa.

—¿Cuándoserálaboda?—preguntódespuésdeunapausa.

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—El último miércoles de agosto. Se casarán en el jardín debajo de laenredadera demadreselvas, que es donde el señor Irving se le declaró haceveinticincoaños.Marilla,es tanromántico,aunenprosa.Noestaremosmásque la señora Irving, Paul,Gilbert, Diana y yo, y los primos de la señoritaLavendar.YpartiráneneltrendelasseishacialascostasdelPacífico.Cuandoregresenenelotoño,PaulyCharlottaIViránaBostonavivirconellos.Pero«LaMoradadelEco»laconservarántalcomoes.Porsupuestovenderánlasgallinasylavacayaseguraránlasventanas;perovolverántodoslosveranos.Estoy tan contenta. Me sentiría tan herida en Redmond si pensara que laqueridacasadepiedraestabadesnudaydesierta,conlashabitacionesvacías…o lo que es peor aún, que vivían en ella otras personas. Pero ahora puedopensar,talcomohasidosiempre,enunveranofelizquetraerávidayalegrías.

Habíaenelmundomásromancesqueelquevivíanlosmadurosamantesde lacasadepiedra.Ana locomprendiórepentinamenteuna tardeque ibaa«LaCuestadelHuerto»porelatajoyllegóaljardíndelosBarry.DianaBarryyFredWrightestabansentadosbajoelgransauce.Dianasehallabarecostadacontrael troncogris,con laspestañasbajasy lasmejillas ruborosas;Fred lesosteníaunamanoe inclinabasu rostrohaciaella,murmurándolealgoeneltonomásbajoyformal.Enaquelmágicoinstantesóloexistíanellossobreelmundo;demaneraquenovieronaAna,quienconunarápidaycomprensivamirada,sevolviósilenciosamenteyemprendióelregresoatravésdelbosquedeabetos;nosedetuvohastaquellegóasubuhardilladondetomóasientosinalientojuntoalaventanaytratódereunirsusdispersospensamientos.

—Diana y Fred están enamorados —murmuró—. ¡Oh!, eso nos haceparecertan…tan…tandesesperanzadamentecrecidos.

AnasospechabaqueDianaestabadejandodeserfielalmelancólicohéroebyronianodesusmástempranossueños.Perocomo«lascosasquesevensonmás potentes que las que se oyen», la constatación de que era realidad laalcanzócasiconlafuerzadeunaperfectasorpresa.Aéstasiguióunaextrañayalgo triste sensación, como si Diana hubiera entrado a un nuevo mundo ycerradolapuertatrasella,dejandoaAnafuera.

«Lascosascambian tan rápidamentequeavecesmeasusta»,pensóAnaalgotriste,«ymetemoquetraeráalgúncambioentreDianayyo.Estoysegurade que después de esto no podré contarle todos mis secretos. Podríarepetírselos a Fred. ¿Qué verá en él? Es muy buen mozo y alegre… perosimplementeFredericWright».

Esta es siempre una pregunta confusa: ¿qué puede ver esa persona en laotra? Pero cuan afortunado es que sea así, pues si todos vieran igual, comodijoelviejoindio:«Todosquerríanmisquaw».EraclaroqueDianaveíaalgoenFredericWright,queestabaocultoa losojosdeAna.La tarde siguiente,

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Diana fue a«TejasVerdes» convertida enunadamapensativay tímiday lecontóaAna toda lahistoriaeneloscuroretirode labuhardilla.Las jóveneslloraron,sebesaronyrieron.

—Soytanfeliz—dijoDiana—,pero¿nosuenaridículopensarqueestoycomprometida?

—¿Cómoesestarcomprometida?—quisosaberAnaconcuriosidad.

—Bueno,tododependedeconquiénloestés—respondióDiana,conesehiriente aire de superioridad que adoptan los que están comprometidos paraconquienesno loestán—.EsmaravillosoestarloconFred,peropiensoqueseríahorribleestarloconcualquierotrochico.

—Nohaymuchoconsueloparaelrestodelasmujeres,desdeelmomentoenqueexisteunsoloFred—rioAna.

—Oh,Ana,noloentiendes—dijoDianaofendida—.Noquisedecireso.Es tan difícil de explicar. No importa, ya lo entenderás cuando te llegue elturno.

—Diostebendiga,miqueridaDiana,ahoraloentiendo:¿paraquésirvelaimaginaciónsinoescapazdeayudarteamirarlavidaatravésdelosojosdelosdemás?

—Túdebessermidamadehonor,yasabes,Ana.Promételo.Noimportadóndeestéscuandoyomecase.

—Si es necesario, vendré desde el confín de la tierra —prometió Anasolemnemente.

—Claroquenoserámuypronto—dijoDianaruborizándose—.Tresañosporlomenos,porqueyotengodieciochoymamádicequeunahijasuyanosecasaráantesde losveintiuno.Además,elpadredeFredericvaacomprar lagranjadeAbrahamFletcherydicequequieretenerpagadasunasdosterceraspartesantesdeponerlaanombredesuhijo.Perodecualquiermodo,tresañosnoesdemasiadotiempoparaprepararseparaseramadecasa.Notengohechaninguna labor. Pero mañana empezaré a hacer tapetes de ganchillo; MyraGillis tenía treinta y siete tapetes cuando se casó, y estoy decidida a tenertantoscomoella.

—Supongo que sería imposible poner una casa con sólo treinta y seistapetes—concedióAnaconrostrosolemneperobailarinesojos.

Dianasesintióherida.

—Nuncacreíqueteburlaríasdemí,Ana—dijoentonodereproche.

—Nomeburlaba—dijoAnaarrepentida—.Sóloteestabamolestandounpoquito.Creoqueseráselamadecasamásdulcedelmundo.Ycreoquees

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encantadorqueyahagasplanesparalacasadetussueños.

Aúnnohabía terminadodepronunciar«casade tussueños»,queyaéstahabíacautivadosufantasíae inmediatamentecomenzóelmontajedeunadesu propiedad. Por supuesto, era de un dueño ideal, enigmático, arrogante ymelancólico;peroGilbertBlythepersistíaentomarparteentodo,ayudándolaadisponercuadros,aproyectarjardinesyallevaracabomilfuncionesqueunhéroemelancólico y orgulloso consideraría que rebajaban su dignidad. Anatratóde separar la imagendeGilbertde sucastilloenelaire,pero,comoélcontinuabaallí,Ana,viéndoseenunapuro,renuncióasuintentoycontinuósuarquitecturaaéreacontaléxitoquesu«casadelossueños»estuvoconstruidayamuebladaantesdequeDianavolvieraahablar.

—SupongoquepensarásqueesraroquemegustetantoFrederic,cuandoestandistintoaltipodehombreconquienyosiempredijequemecasaría,unhombrealtoyesbelto;peromira,sifueraasí,noseríaFrederic.Porsupuesto—agregó Diana algo penosamente—, haremos una pareja terriblementegordinflona.Pero,despuésde todo,espreferibleesto,aqueunodenosotrosseabajoygruesoyelotroaltoydelgado,comoMorganSloaneysuesposa.LaseñoraLyndedicequenopuededejardepensarensudiferenciacuandolosvejuntos.

—Bueno—sedijoAnaaquellanoche,mientrassecepillabaelcabelloantesu espejo demarco dorado—. Estoy contenta de queDiana esté tan feliz ysatisfecha.Perocuando lleguemi turno, si esque llega, esperoque seamásemocionante. Pero tambiénDiana lo pensaba antes. La he oído decir una yotravezquenunca secomprometeríadeunmodovulgary…queél tendríaquehaceralgoextraordinarioparaganarsucorazón.Perohacambiado.Quizáyotambiénlohaga.Perono,estoydecididaanohacerlo.¡Oh!,creoqueestoscompromisossonturbadorescuandolesucedenalosamigosíntimos.

CAPÍTULOTREINTA

Bodaenlacasadepiedra

La semana enque la señoritaLavendar debía contraermatrimonio llegó.Quincedíasdespués,AnayGilbertpartiríanhaciaelcolegiodeRedmond.Enel términodeunasemana laseñoraLyndesemudaríaa«TejasVerdes»yseinstalaríaenelhastaentoncesvacíocuartodehuéspedes.Habíavendidotodassus pertenencias superfluas en subasta y en aquellos momentos se distraíaayudandoalosAlianaempacar.ElseñorAliandebíapronunciarsusermóndedespedidaeldomingosiguiente.Elviejoordencambiabarápidamenteparadar

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lugaralnuevo,comopensabaAnaunpocotriste,mientrasenhebrabatodasuexcitaciónyfelicidad.

—Loscambiosnosontotalmenteplacenteros,perosíexcelentes—dijoelseñor Harrison filosóficamente—. Dos años es casi suficiente para que lascosas permanezcan exactamente iguales. Si se quedasen así mucho tiempo,enmohecerían.

ElseñorHarrisonsehallabafumandoenlagalería.Sumujer,enunraptode autosacrificio, le había dicho que podía fumar dentro de la casa, si sesentabajuntoalaventanaabierta.Aestorespondióelesposoyendoafumaralairelibreduranteelbuentiempo,demaneraquereinabalapaz.

Ana había acudido a pedirle al señor Harrison algunas de sus daliasamarillas.Dianayella iríanesa tardea«LaMoradadelEco»a ayudar a laseñoritaLavendaryaCharlottaIVenlospreparativosfinalesparalabodadeldíasiguiente.LaseñoritaLavendarnuncatuvodalias;nolegustabanynoeranadecuadas para el hermoso retiro de su antiguo jardín. Pero las flores decualquier tipo eran escasas aquel verano enAvonlea y los distritos vecinos,porculpadelatormentadeltíoAbe,yAnayDianacreíanqueciertocántarode piedra, generalmente dedicado a guardar buñuelos, decorado con daliasamarillas, sería exactamente lo necesario para un sombrío ángulo de lasescalerasdelacasadepiedra,contraeloscurofondodelrojoempapeladodelvestíbulo.

—Supongoquedentrodequincedíassaldráustedpara launiversidad—continuóelseñorHarrison—.Bueno,Emilyyyovamosaecharlamuchísimodemenos.SeguramentequelaseñoraLyndeestaráallíenlugardeusted.Nopodíanhaberencontradomejorsustituto.

La ironía en la voz del señor Harrison no puede trasladarse al papel: apesarde la intimidadentre suesposay la señoraLynde, lomejorquepodíadecirse de las relaciones entre esa señora yHarrison era que, bajo el nuevorégimen,manteníanunaneutralidadarmada.

—Sí,mevoy—dijoAna—.Estoymuycontentacon lacabeza…ymuytristeconelcorazón.

—Supongo que conseguirá todos los premios que anden sueltos porRedmond.

—Puedequetratedeobtenerunoodos—confesóAna—,peroyanomeimportan tanto comohacedos años.Loquequiero sacar del curso es algúnconocimiento sobre la vieja forma de vivir la vida y sacarle el máximoprovecho.Quieroaprenderaayudaralosdemásyamímisma.

ElseñorHarrisonasintió.

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—Ésaeslaideaexacta.Éseeselfinquedeberíatenerlauniversidad,enlugardeproducirbachillerestanllenosdeenciclopediasyvanidad,quenolesqueda lugar para otra cosa. Tiene razón, la universidad no le podrá hacermuchodaño.

Diana y Ana fueron a «La Morada del Eco» después del té, llevandoconsigo todas las floresqueobtuvierondevariasexpedicionesa los jardinespropiosydelavecindad.Lacasabullíadeexcitación.CharlottaIVibadeunladoaotrocon talenergíaquesus lazosazulesparecíanposeereldonde laubicuidad. Como el estandarte de Navarra, los lazos azules de Charlottasiempreestabanenlomásreñidodelalucha.

—Gracias a Dios que han venido —dijo devotamente—, pues haymontonesdecosasporhacer.Yelrebozadodeesatortaquenoseendurece.Ytodavíaquedatodalaplataporpulir,yelbaúlporcerrar,ylospollosparaelsalpicónandancorriendoporelgallinero,cacareando,señoritaShirley,señora.Y no se puede confiar en que la señorita Lavendar haga nada. Me alegrécuandoelseñorIrvingvinoy la llevóapasearpor losbosques.Elnoviazgoestámuybien,señoritaShirley,señora,perosisemezclaconlacocina,todoseechaaperder.Ésaesmiopinión,señoritaShirley,señora.

Lasdosmuchachas trabajaron tanto,quepara lasdiezhastaCharlotta IVestabasatisfecha.Sehizoinnumerablesrizosydioconsuscansadoshuesosenlacama.

—Pero estoy seguradequenovoyapegarojo, señoritaShirley, señora,portemoraquealgovayamalenelúltimominuto,quelacremanoseespeseoqueelseñorIrvingtengaunataqueynopuedavenir.

—¿No tendrá la costumbre de tener ataques?—preguntó Diana, con unfruncimientoen lascomisurasde los labios.Para lamuchacha,Charlotta IVera,sinounabelleza,porlomenosunconstantemotivoderisa.

—Ésas no son cosas para acostumbrarse —contestó Charlotta IV condignidad—. Ocurren, nada más. Cualquiera puede tener un ataque. No esnecesarioaprendercómo.El señor Irving separecemuchoaun tíomíoquetuvo uno cuando se sentaba a almorzar. Pero quizá todo salga bien.En estemundosedebeesperarlomejor,prepararseparalopeorytomarloqueDiosenvía.

—Loúnicoquemepreocupaesquemañananohagabuentiempo—dijoDiana—.El tíoAbepredijo lluviaparamediadosdesemanaydesdelagrantormentanopuedoevitarpensarquehaymuchodeciertoenloquedice.

Ana, que sabíamejor queDiana cuánto tenía que ver el tíoAbe con latormenta, no estaba muy preocupada por aquello. Durmió bien y fuedespertadaahoraintempestivaporCharlottaIV.

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—Oh, señorita Shirley, señora, es terrible llamarla tan temprano—decíajuntoalojodelacerradura—,perotodavíaquedatantoporhacery,señoritaShirley, señora, tengo miedo de que llueva y quisiera que se levantase adecirmequeno.

Anavolóalaventana,ansiandodetodocorazónqueCharlottaIVhablaraasíparahacerlalevantarserápido.Pero¡oh!,lamañanaparecíapocopropicia.Bajolaventana,el jardíndelaseñoritaLavendar,quedebieraserunagloriailuminada por la naciente luz solar, estaba oscuro e inmóvil y el cielo sehallabacubiertodeamenazadorasnubes.

—¡Estoesterrible!—dijoDiana.

—Debemos esperar lo mejor —dijo Ana decidida—. Si no llueve, espreferibleundíafrescocomoésteaunocalurosoysoleado.

—Pero lloverá —profetizó Charlotta, entrando en la habitación ycomponiendo una divertida figura con sus innumerables rizos atados concintas,apuntandoentodasdirecciones—.Amenazaráhastaelúltimomomentoyentoncescomenzaráalloveracántaros.Ytodoslosinvitadosseempaparán,ysellenarálacasadelodo,ynosepodráncasarbajolamadreselva,yesdemuymalaugurioquenobrilleel solenunaboda,digausted loquequiera,señorita Shirley, señora. Yo sabía que las cosas iban demasiado bien paradurar.

CharlottaIVparecíaperteneceralclandeElizaAndrews.

No llovió, aunque todo el día amenazó con hacerlo. A mediodía lashabitaciones estaban decoradas, lamesamagníficamente preparada, y arribaaguardabaunanovia,«vestidaparasuesposo».

—Estámuyhermosa—dijoAna.

—Hermosa—confirmóDiana.

—Todoestápreparado,señoritaShirley,señora,y todavíanohaocurridonadamalo—fue el alegre comentario de Charlotta cuando se trasladó a suhabitación para vestirse. Volaron los rizos y la maraña consiguiente fuereducidaadostrenzasyatada,nocondoslazos,sinoconcuatro,deflamantecinta azul brillante. Los dos lazos superiores daban la impresión de ser dosalasque surgíandel cuellode lamuchacha, conunaire a losquerubinesdeRafael.PeroparaCharlottaeranhermosasydespuésdedeslizarsedentrodeunvestidoblanco, tanalmidonadoquesequedabasolodepie,secontemplóen el espejo con gran satisfacción, sentimiento que duró hasta que salió alvestíbuloyviounaaltamuchachaconunvestidodesuavecaída,queestabaprendiendo blancas flores como estrellas en las suaves guedejas de su rojocabello.

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«Oh, nunca podré parecerme a la señorita Shirley», pensó tristemente lapobreCharlotta.«Hayquenacerasí…noparecequelaprácticapuededareseaire».

A launa, loshuéspedeshabían llegado, incluyendoal señorAlianyasuesposa,pueselpastordebíallevaracabolaceremoniaenausenciadelpastordeGrafton, que estaba de vacaciones.Nohubo formulismos en la boda.LaseñoritaLavendarbajólasescaleras,alpiedelascualeslaesperabaelnovioy,altomarleéllamano,lemiróalosojosenformaquehizosentirseaCharlottaIV más rara que nunca. Fueron bajo la madreselva, donde los esperaba elseñor Alian. Los huéspedes se agruparon a su capricho. Ana y Dianapermanecieronjuntoalbancodepiedra,conCharlottaIVentreellas,tomandodesesperadasusmanosentrelassuyas,fríasytrémulas.

ElseñorAlianabriósu libroazuly laceremoniacomenzó.Enelmismomomentoenque la señoritaLavendaryStepheneranconsagradosmaridoymujer, ocurrió algo muy hermoso y simbólico. El sol brilló de pronto yalumbró a la feliz novia. El jardín revivió inmediatamente con sus lucesdanzarinasysussombrascambiantes.

«¡Qué presagio más hermoso», pensó Ana mientras corría a besar a lanovia.Luego,lastreschicasdejaronalaparejarodeadadelosinvitados,paracorrerdentrodelacasaacuidarquetodoestuvieradispuestoparalafiesta.

—Gracias al cielo, todo ha terminado, señorita Shirley, señora—suspiróCharlotta IV—, y ya están casados; no importa qué pueda pasar ahora. Lasbolsitasconarrozestánenladespensa,señora,yloszapatosviejosdetrásdelapuerta.

ElseñorIrvingysuesposasefueronalasdosymedia,ytodosfueronaBright River para verles tomar el tren de la tarde. Cuando la señoritaLavendar,quierodecirlaseñoraIrving,salióalapuertadesuantiguohogar,GilbertylaschicastiraronarrozyCharlottaIVlanzóunzapatoviejocontanbuenapuntería,quedioalseñorAlianen lacabeza.PeroestabareservadoaPauleldarelmáshermosoadiós.Salióalagaleríaagitandofuriosamenteunagrancampanilladebroncequeadornabalarepisadelachimeneadelcomedor.LaúnicaintencióndePaulerahacerruido,perocuandocesó,llegóeltañidode«Hermosascampanasdebodas»,quesonabanclaraydulcemente,cadavezmásdébiles, como si los amados ecosde la señoritaLavendar la estuviesendespidiendo.Yasí,enmediodeestabendicióndedulcessonidos,laseñoritaLavendarpartiódelaviejavidadesueñosyfantasíashaciaunavidanuevaderealidades.

Doshorasmás tarde,AnayCharlotta IVvolvíanporel sendero;GilberthabíaidoaWestGraftonconunrecadoyDianateníauncompromisoencasa.Lasdosmuchachasregresabanparaponerlascosasenordenycerrarlacasita

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de piedra. El jardín era un charco de tardía luz solar, con mariposas quevolaban y abejas zumbantes; pero la casita tenía ya ese aire indefinido dedesolaciónquesiempresigueaunafiesta.

—¿Noparecesolitaria?—dijoCharlottaIV,quehabíaestadollorandotodoelcamino—.Despuésdetodo,unabodanoesmásalegrequeunfuneral,unavezquetodohaterminado,señoritaShirley,señora.

Siguióuna tardeocupada.Debíanquitar ladecoración, lavar losplatosyguardar las golosinas sobrantes en una cesta, para deleite de los hermanosmenoresdeCharlottaIV.Ananodescansóhastaquetodoestuvoenperfectoorden. Después de la partida de Charlotta IV, Ana recorrió las quietasestancias, sintiéndose como alguien que recorre solo el desierto salón de unbanquete,ycerrólospostigos.EntoncesechóllavealapuertaysesentóbajoelálamoplateadoaesperaraGilbert,sintiéndosemuycansada,perosindejarporesodepensar.

—¿En qué piensas, Ana?—preguntó Gilbert al llegar. Había dejado sucocheenelcamino.

—EnlaseñoritaLavendaryenelseñorIrving—respondiósoñadoramente—.¿Noeshermosocómohasucedidotodo,cómosehanreunidodespuésdetodosestosañosdeseparacióneincomprensión?

—Sí, es hermoso—dijo Gilbert, mirando a Ana a la cara—, pero ¿nohubiese sido aún más hermoso si no hubiera habido separación eincomprensión,sihubieranrecorridodelamanotodoelcaminodelavida,sinotrosrecuerdosquelosmutuos?

Poruninstante,elcorazóndeAnaacelerósuritmoyporvezprimeranopudo sostener la mirada de Gilbert, mientras se teñían de rojo sus pálidasmejillas.Eracomosisehubieraalzadounveloensuconciencia,revelándolesentimientosyrealidadesinsospechados.Quizá,despuésdetodo,elromanceno llegaba con pompa y esplendor, como un caballero andante; quizá sedeslizabaanuestroladocalladamentecomounviejoamigo;quizáserevelabaen prosa, hasta que una repentina iluminación que recorría sus páginastraicionabaelritmoylamúsica;quizáelamorsedesprendíanaturalmentedeunahermosaamistad,cualunarosadecorazóndoradodesutallo.

Entonces volvió a caer el velo; pero la Ana que recorriera el oscurosenderonoeralamismaquellegaraalegrelanocheantes.Undedoinvisiblehabíadado lavuelta a lahojade laniñez,yanteella estaba lapáginade laadolescencia,contodosuencantoymisterio;sudoloryalegría.

Gilbert,sabiamente,nodijonadamás;peroensusilencioleyólahistoriade los cuatro años siguientes. Cuatro años de trabajo feliz… y luego elgalardóndelútilconocimientoydeunanoviaganada.

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Trasellos,lacasitadepiedraquedabaenlassombras.Estabasola,masnoabandonada.Todavíanohabíaterminadoconlossueños,larisaylaalegríadevivir; había futuros veranos para la casita de piedra. Mientras tanto, podíaesperar.Ysobreelrío,enpúrpurasprisiones,elecoesperabasuhora.

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