una boda en caná

Post on 23-Jul-2015

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Spiritual

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UNA BODA EN CANÁEl profeta de la alegría

Y, faltando el vino, María dijo a Jesús: Hijo, no tienen vino.Le respondió él: Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí? Aún no ha llegado mi hora.Dijo su madre a los sirvientes:Haced lo que él os diga.Juan 2, 1-12.

La vida pública de Jesús comienza con una fiesta de bodas.

Es una señal: el profeta que viene no será ascético ni austero como Juan Bautista, sino que

traerá consigo una ráfaga de alegría…

En este evangelio vemos dos de las pocas frases que se recogen de María. La primera revela su actitud, siempre solícita y atenta a cuanto sucede a su

alrededor:Hijo, no tienen vino.

La respuesta esquiva de Jesús puede desconcertarnos. ¿Aún no ha llegado su hora?

Parece resistirse… pero María confía totalmente en él y se dirige a los sirvientes:

Haced lo que él os diga.

Esas palabras expresan una unión profunda con su Hijo.

Son suficientes para que se dé el milagro.Y el agua se convierte en vino.

Todos nos hemos sentido alguna vez como tinajas vacías: faltos de sentido, de fe, de valores. María intercede por nosotros para que Jesús nos llene de amor, de fe y de esperanza.

También el mundo parece vacío de sentido, sediento de Dios. Para llenarse, tan solo necesita escuchar su voz: Haced lo que él os diga.Confiad.

María no dice: “decid” sino “haced”. Nos invita a actuar, a trabajar, a construir espacios de

amor. El evangelio no es una teoría ni una serie de palabras

bellas sin más.

El agua también simboliza la antigua

ley judía, que comprendía

múltiples rituales de purificación.

Jesús convierte el rito en una fiesta.

Del agua ritual pasa al vino festivo.

Los mandamientos de Moisés pueden

reducirse a uno solo: amar como Dios nos

ama.De las leyes

pasamos al amor.De la exigencia, a la

entrega generosa.

Jesús convierte nuestra pobre e

insípida existencia en una vida sabrosa, un banquete donde no pueden faltar el

pan y el vino eucarísticos.

La presencia de Dios transforma nuestra existencia: nos invita a convertir la vida en

una fiesta. Pero el milagro pide un espacio para darse:

un corazón que confía, abierto al amor.

El gran milagro es que cada uno de nosotros, pobre tinaja vacía, llegue a

desear su presencia y abra el corazón a su amor.

Textos: Joaquín Iglesias Aranda.

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