sintiéndolos desconsolados, les explicó, basándose en las escrituras,
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El relato de los discípulos de Emaús nos habla de dos
seguidores de Cristo que, el día siguiente al sábado,
es decir, el tercero desde su muerte, tristes y abatidos
dejaron Jerusalén para dirigirse
a una aldea poco distante, llamada precisamente Emaús.
A lo largo del camino, se les unió Jesús resucitado, pero ellos no lo reconocieron.
Sintiéndolos desconsolados, les explicó, basándose en las Escrituras,
que el Mesías debía padecer y morir para entrar en su gloria.
Esto sucede "el primer día de la semana" (Domingo - Día del Señor).
Después, entró con ellos en casa,
se sentó a la mesa, bendijo el pan y lo partió.
En ese momento lo reconocieron, pero él
desapareció de su vista, dejándolos asombrados ante
aquel pan partido, nuevo signo
de su presencia.
Los dos volvieron inmediatamente
a Jerusalén y contaron a los demás discípulos lo que
había sucedido.
Según la tradición recogida por los franciscanos, los dos discípulos de Emaús serían Cleofás y Simeón. Un folleto del
hermano Sabino de Sandoli, ofm, publicado en 1968 nos dice que, según Eusebio de Cesarea (265-339) citando
a Hegesippo de Jerusalén (115 - 180), Cleofás sería hermano de san José, esposo de la Virgen María. Lo que hace de él, tío
de Jesús. Así mismo Cleofás era esposo de María, la madre de Santiago y
José.
Cleofás moriría lapidado en su propia casa por confesar que Jesús
era el Mesías anunciado por los profetas.
En cuanto al segundo discípulo, el hermano Sabino dice que, según Orígenes, se trataría del propio hijo de Cleofás:
Simeón “hermano del Señor”, es decir, su primo.
La narración parte de Jerusalén cuando van tristes y desconcertados
y termina en Jerusalén alegres y renovados para proclamar al grupo a Jesús resucitado (v. 34).
El hermano Sabino indica que los discípulos de Emaús tomaron
la segunda ruta que pasa al sur de la colina de Nebi Samuel y que,
aunque no era muy cómoda, suponía un acorte a pié de 12 km.
Los discípulos de Emaús constituyen un ejemplo de los creyentes
que detienen su creencia ante el fenómeno de la muerte. Al parecer, la esperanza de la fe ha fracasado. La fe misma
entra en crisis a causa de sentirse abandonados por el Señor.
Todo se había desarrollado con gran rapidez, y aún no se han recobrado de lo que habían visto sus
ojos.
Estos hombres conocían la promesa de Cristo acerca de su Resurrección al tercer
día.
Habían tenido suficiente claridad para alimentar su fe
y su esperanza; sin embargo, hablan de Cristo como de algo pasado, como de una
ocasión perdida. Son la imagen viva del
desaliento.
Su inteligencia está a oscuras
y su corazón embotado.
Jesús no vino a explicar el sufrimiento sino a suprimirlo
con la presencia de la cruz.
Desde entonces todo sufrimiento
no es agonía si va unido al dolor
de Cristo por en el está la resurrección y la vida.
La Palabra nos permitirá iluminar nuestras cruces,
asumirlas, quererlas y dejarnos amar por Dios allí, en nuestra cruz o nuestras
cruces.Y así, este camino hacia Emaús, por el que avanzamos,
puede llegar a ser el camino de una purificación y maduración de nuestra fe en Dios.
Jesús los alcanzó, salió al paso de ese duelo que punzaba sus almas
y ensombrecía sus rostros. Qué piedad la del Señor, que no abandona a los que le abandonan
y que busca mostrar su rostro a los que ya le daban la espalda.
No podían encontrar la identidad entre el crucificado y el resucitado, dicha identidad corresponde sólo a la fe.
La angustia y la incredulidad les impedía reconocerlo;
la decepción los deja ensimismados.
Estando con Jesús no reconocieron los signos de
Dios.
La confusión les impedía recordar
las Palabras de Jesús, las Escrituras
que hablaban de él y de cómo debía sufrir el mesías.
Por eso Lucas dar a entender que los mimos ojos que no reconocían
a Jesús lo verán en cuanto lleguen a la fe.La humildad es la tierra fértil para que el don de la fe
germine... "Sólo los humildes verán a Dios"
Lo mismo pasa ahora con nosotros, creyentes que tantas veces
nos quejamos y dejamos ver nuestra impaciencia.Pero Jesús no nos deja solos. El camina junto a nosotros
y cuando se vienen abajo nuestras esperanzas, es el momento
en que descubrimos lo que significa la resurrección.
Cristo les explica lo que las escrituras dicen del Mesías..."Comenzando por Moisés y los profetas"
“¿No era necesario que el Cristo padeciera estos sufrimientos
para entrar en su gloria?” (Lc 24,26).
No solamente nombró los textos que anunciaban su pasión y su resurrección como: Is 50; Is 52,13; Za 12, 11; Sal 22;
Sal 69; etc.; sino todos aquellos que mostraban que el designio de Dios
se realiza mediante las pruebas y las humillaciones.
Para sanar su desesperanza Jesús
les explica las Escrituras, y esta Palabra les hace arder sus
corazones.
Los que no esperan nada, comienzan
a entender y a poco sus sentidos
se van abriendo a la fe hasta llegar
a reconocerlo.
Jesús acepta la invitación a quedarse porque el camino que se inició
con la Escritura termina en la acción sacramental del partir el pan.
El encuentro se da “al partir el pan”.Es el gesto entrañable, el estilo único, la manera caritativa
y bella de Jesús.
Tiene que ser él; nadie más parte así el pan, nadie lo agradece como él, nadie lo bendice y nos bendice como él.
Lucas centra este encuentro en las Escrituras (que preparan el corazón)…
Y en la Eucaristía (lo reconocen al partir el pan).
Lo que empezó como éxodo terminó como pascua, y lo que empezó en angustia terminó en gozo.
Lo que al principio era sólo miedo, ahora se convierte en fortaleza como signo de lo que es la
fe.
Esa también puede ser nuestra historia si media la fe en la cruz
y resurrección del Señor.
La Eucaristía, de cada domingo alimenta las actitudes que configuran
la vida del cristiano desde el encuentro con Cristo y con los hermanos.
Eucaristía como celebración gozosa de salvación, no de mero cumplimiento de un precepto.
Como íntima unión con Cristo resucitado acogiendo su Espíritu
y su fuerza renovadora.
Como acto comunitario por excelencia.
La Iglesia, entonces, hace para nosotros lo que Jesús hizo para los dos discípulos. Primero nos da la interpretación de
las escrituras donde se relacionan todas las lecturas manifestando el plan
de Dios sobre la historia de los hombres.
El final de la narración nos presenta a los discípulos corriendo
a comunicar la noticia a los once y a sus compañeros (33). «Verdaderamente el Señor ha resucitado y se ha aparecido a
Simón»(34).
“Ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan” (Lc 24,35).
La fe es contar lo que Dios ha hecho con nosotros porque es mucha
la tibieza en el mundo, mucha la oscuridad, y la misión apostólica
del cristiano es iluminar con la paz y el amor Jesús.
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