si el sacramento del bautismo nos da la gracia, como iremos viendo, solamente jesucristo pudo...

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Si el sacramento del bautismo nos da la gracia, como iremos viendo, solamente Jesucristo pudo instituirlo. Durante su vida no se sabe que bautizara a nadie. Es verdad que en el evangelio de Juan (3, 22 y 26) dice que Jesús bautizaba. Hubiera sido un bautismo semejante al de Juan. Pero al principio del cap. 4 dice que no era Él sino sus discípulos los que bautizaban. Ciertamente era imitando a Juan después de una predicación de Jesús.

Pero este mandato no tendría plena vigencia hasta el día de Pentecostés en que el Espíritu Santo vivifica la Iglesia y los apóstoles entienden y sienten la fuerza para predicar y bautizar.

Después de la resurrección de

Jesús ya se daban todas las

circunstancias para que pudiera significar lo que

en realidad contenía. Por eso

ya les dio el mandato de

predicar y de bautizar.

Ese día de Pentecostés san Pedro es el primero que sale y predica y dice: “Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo”.

Y aquel mismo día se

bautizaron unas tres mil

personas. San Pedro ya testificó que el bautismo es necesario

para salvarse.

En los Hechos de los Apóstoles se nos da el testimonio de cómo el bautismo es un signo salvífico, eficaz, administrado desde el principio por la Iglesia: apóstoles, acompañantes suyos y diáconos. En cada sitio quizá la fórmula no coincidía, por ejemplo, en Judea y en Grecia; pero siempre era “en el nombre de Jesús”, que significa: como Él lo quería y lo enseñó. En todos los sitios era a través del agua.

Después la tradición cristiana nos va mostrando cómo los santos padres hablan con gran emoción, alegría y gratitud sobre el bautismo, señalando su gran importancia.

Y no sólo en libros, sino que desde que la Iglesia tuvo libertad para levantar templos, junto a los más importantes, levantaba otro más pequeño, como de entrada, que era el baptisterio.

Si estaba fuera del templo principal expresaba mejor el carácter de entrada oficial en la Iglesia. Algunos eran famosos desde la antigüedad, como el de san Juan de Letrán, que era (y es) la catedral de Roma. Se representaban escenas hermosas de la historia de la salvación, como en la capilla bautismal de Florencia.

El baptisterio era (y es) el lugar donde se bautiza.

En la mayoría de templos, si no se había hecho fuera, para bautizar se hacía ya desde tiempos antiguos una capilla normalmente en la parte trasera, para simbolizar mejor la entrada y solían adornarla con algún cuadro. Muchas veces se ha representado el bautismo de Jesús, aunque sabemos que no fue lo mismo, pero sí un anuncio. Lo que sí se procuró es tener una pila digna del bautismo. Se conservan algunas ya del siglo IV o V.

“La Iglesia concibe a sus hijos virginalmente en el Espíritu Santo y los engendra en el agua. Si quieres ser inocente, purifica en este baño tanto el pecado original como los pecados personales. Es esta la fuente de la vida que limpia todo el universo y que arranca de las heridas de Cristo. Esperad el reino de los cielos los que habéis renacido en esta fuente”.

Las pilas solían llevar inscripciones para mayor enseñanza del bautismo. Hay una pila de aquellos primeros siglos que dice:

En esas pilas se exponía la alegría bautismal.

Y se exponía la gratitud hacia ese don que se daba o que muchas personas habían recibido en esa pila o fuente bautismal. Hoy deberíamos resaltar más lo que es el bautismo por medio de obras de arte en la pila, ya que es la fuente bautismal de donde brota la fe.

Automático

Fuente bautismal de donde brota la fe,

Aquí fue bautizado

santo Domingo

ruta de la luz,

camino de salvación.

Hijos de Dios por la gracia, miembros de Cristo en su Iglesia.

Todos unidos en Cristo, todos formamos su Cuerpo.

Hoy te recibe la Iglesia en su familia cristiana.

Fuente bautismal de donde brota la

fe,

ruta de la luz, camino

de salvación.

Hacer CLICK

Recordamos lo que decía san Pedro el día de Pentecostés, cuando le preguntaban: ¿Qué debemos hacer? Y respondía: “Bautizaos”. El bautismo es necesario no sólo porque es un precepto del Señor, sino porque es una necesidad, ya que es la puerta para entrar en la Iglesia y poder recibir los premios ofrecidos.

El bautismo es necesario para nuestra salvación.

Todo esto hay que entenderlo. En realidad es porque fue voluntad de Jesús, cuando le dijo claramente a Nicodemo: “El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”. Este renacer a la vida sobrenatural por el agua y el espíritu es tan necesario como el nacer a la vida natural para poder tener las cosas de esta vida.

Para vivir lo primero es

nacer. Pues lo mismo en la

vida espiritual.

Y estas palabras de Jesús son para toda la humanidad. Así siempre lo ha entendido la Iglesia. Mirando a la humanidad real, esto parecería imposible o demasiado trágico. Además del bautismo de agua, se puede dar el bautismo de sangre o martirio sin haber sido bautizado. Y se dan de hecho muchos casos de bautismo de deseo. A veces, menos casos, se trata de un deseo explícito y muchísimas veces de un deseo implícito en una vida correcta.

Se había convertido, pero quería ser bautizado por el arzobispo Ambrosio, que se puso en camino a las Galias donde estaba el emperador. Antes de llegar el arzobispo, murió el emperador. Sus hermanas estaban desconsoladas; pero san Ambrosio las consoló: En un famoso discurso fúnebre decía: “Si tanto lo deseó, con toda seguridad ha recibido la gracia del bautismo”. Con la ida del arzobispo quería el emperador dar mayor testimonio a todo el imperio.

En la vida de san Ambrosio es famoso el caso del emperador Valentiniano.

Dije antes que hay un deseo que se llama implícito. Si uno tiene un amor perfecto a Dios, quien le ama con todo el corazón, estará dispuesto a hacer su voluntad y por lo tanto a bautizarse en el momento que conozca su necesidad. Pero ¡Es tan difícil para uno que no conoce bien a Dios hacer este acto de amor perfecto! Se entiende que debe haber arrepentimiento de los pecados.

Alguno preguntará: ¿Cómo puede desear bauti-zarse quien nunca ha oído hablar de Jesucristo?

Recordemos el ejemplo que nos cuentan los Hechos de los Ap. (8,26-40) sobre el eunuco de Candace. Hombre bueno pagano que va leyendo al profeta Isaías sin entenderlo. El diácono Felipe, sin saber cómo, llega y le ayuda a interpretar hablándole de Jesús y el bautismo. Este hombre, al llegar donde hay agua, pide el bautismo.

Algunas veces para estas buenas almas Dios organiza las cosas de tal modo que puedan recibir el bautismo de agua.

Allí había un viejecito que había vivido toda su vida cumpliendo bien la ley natural. Amaba a Dios, pero esperaba que alguien le hablase algo más de ese Dios al que muy poco conocía. El misionero le pudo hablar de Jesucristo y del bautismo, que recibió, pudiendo luego salir el misionero con relativa facilidad de ese lugar oculto de la selva. Como éste hay muchos ejemplos.

Un misionero contaba que una vez llegó perdido por una selva a un sitio desconocido sin saber cómo y por qué.

En los evangelios encontramos varios casos de personas que quedaban justificadas sin recibir ningún bautismo, sino sólo con el buen deseo implícito en el amor y en la fe. Así encontramos a la pecadora a quien dice Jesús que han sido perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho.

Jesús promete el reino de los

cielos a todo el que

ama de corazón.

Nos cuenta Jesús en la parábola del fariseo y el publicano cómo éste, cuando estaba orando en el templo, ni se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.

Y dice Jesús que éste bajó

justificado a su casa.

Ve el buen ejemplo de Jesús perdonando con mansedumbre, le defiende de las críticas del otro ladrón y le pide a Jesús un recuerdo cuando esté en su reino. Jesús le promete ese reino de forma inmediata: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Es más famoso el caso del buen ladrón, crucificado junto a Jesús.

Sobre este suceso del buen ladrón dice San Agustín:

“Siempre que reflexiono sobre este punto veo que no solo el hecho de padecer por el nombre de Cristo puede suplir lo que falta del bautismo, sino que también la fe y la conversión del corazón pueden hacerlo cuando la penuria del tiempo no permite celebrar el misterio del bautismo. Pues el malvado aquel no padeció por el nombre de Cristo sino que fue crucificado en castigo por sus crímenes. Tampoco padeció porque creyera, sino que creyó cuando padecía. En este ejemplo del buen ladrón se ve claramente que son válidas, aun sin el sacramento visible del bautismo, aquellas palabras del Apóstol: "Porque con el corazón se cree para la justicia y con la boca se confiesa para la salud" (Rom. X, 10).

En los Hechos de los Ap. vemos cómo se daba a veces la efusión del Espíritu Santo antes de recibir el bautismo. Es famoso el suceso con el centurión Cornelio y toda su familia (cap. 10): “Bajó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra”. San Pedro, porque vio que Dios les había ya santificado, les bautizó.

Además del bautismo de deseo, puede darse el bautismo de sangre. Se llama aquel en que uno, sin estar bautizado, muere por defender la fe. Podíamos decir que también tenía el bautismo de deseo. Se cuenta el caso de santa Emerenciana, que era hermana de crianza de santa Inés. Sin estar bautizada iba a rezar al sepulcro de santa Inés. Un día los malvados la cogieron y murió mártir y es santa sin haber sido bautizada con agua.

Otro santo fue san Ginés, del que hablé en estos

temas. Era aquel comediante que

representaba una comedia sobre el

bautismo cristiano. Sintió que eso era verdad, lo

confesó y murió mártir. Es mártir porque murió con paciencia y sin resistirse.

A los santos Inocentes les llamamos santos porque fueron muertos por Jesús o en lugar de Jesús.

Estos dos bautismos, el de deseo y el de sangre, dan la gracia del bautismo; pero no dan el carácter sacramental, que es la configuración con Cristo, con su sacerdocio, ese sello espiritual que queda impreso en el alma.

También hay que saber que quien haya sufrido un martirio por la fe, pero no ha llegado a morir, queda con la obligación de recibir el bautismo de agua, si no lo ha recibido.

Cristo Jesús prometió a quien le confesare públicamente en el mundo con riesgo de su propia vida, tenerle presente ante el Padre en el cielo: “A quien se declare por mi ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos”. Pero esto es difícil sin una buena preparación.

Creemos que a quien ha llevado una vida correcta, sirviendo a Dios en muchos momentos de su vida, encontrará una ayuda especial de Dios.

Unos niños muy pequeños que no han llegado a tener uso de razón y otros muchísimos que son abortos. Nada dice sobre ellos la Sda. Escritura. Muy difícil es compaginar la voluntad de Dios que quiere que todos se salven con la necesidad del bautismo.

Al hablar de la necesidad del bautismo, hay una gran dificultad al pensar en la multitud de niños pequeños que mueren sin bautizar:

En la historia de la Iglesia ha habido muchas teorías. De esto hablé en el nº 23 del Credo, en el año de la fe. Siempre se ha dicho que no pueden ir al cielo porque no han podido tener méritos para ello; mucho menos se pueden condenar pues no han hecho maldades. Por eso se pensaba que estarían en el “limbo”, un lugar de goces naturales sin la visión de Dios.

La tendencia última es inclinarse más a una cierta salvación pensando más en la misericordia de Dios, y recordando lo que ya decía el concilio Vat II, que nos reafirma que Cristo resucitó, con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida, para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: ¡Abbá!, ¡Padre!

Queda mucho de incógnito para continuar descubriendo más nuestra fe.

Quedémonos con la idea de que el bautismo es necesario, como Jesús le dijo a Nicodemo. Esto para que agradezcamos cada uno de nosotros el gran don recibido de Dios y para que nos estimule el celo apostólico a trabajar para que más gente conozca a Jesucristo. Lo cierto es que aquel que se bautiza y sigue lo que ello pide, podrá tener la gloria de Dios.

Para ello es necesario echar fuera todo lo malo, como Jesús le dijo a Nicodemo.

De noche fue

Nicodemo a la casa de Jesús

Automático

y díjole: "Tú eres maestro, de Dios enviado eres tú,

porque nadie hace

milagros sin los deseos

de Dios“.

Y Jesús fue declarando: "En verdad te digo yo:

has de nacer

de nuevo"

"¿Cómo Jesús

renaceré?

¿Cómo llegar hasta mi madre y de nuevo nacer?

"Lo nacido de la carne,

es carne; mas lo del espíritu no,

la vida grande es de Dios.

El viento sopla donde quiere, hay que notar su rumor,

Nicodemo preguntó: "¿Cómo

puede ser eso?"

Busca la luz, ven hacia mí

y te salvarás

Que la intercesión de María nos ayude a apreciar nuestro bautismo.

AMÉN

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