quema de libro ss

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El 29 de abril de 1976, Luciano

Benjamín Menéndez, jefe del

III Cuerpo de Ejército con

asiento en Córdoba, ordenó

una quema colectiva de libros,

entre los que se hallaban

obras de Proust, García

Márquez, Cortázar, Nerud

a, Vargas Llosa, Saint-

Exupéry, Galeano...

Dijo que lo hacía "a fin de que no

quede ninguna parte de estos

libros, folletos, revistas... para

que con este material no se siga

engañando a nuestros hijos".

Y agregó: "De la misma manera que

destruimos por el fuego la

documentación perniciosa que afecta

al intelecto y nuestra manera de ser

cristiana, serán destruidos los

enemigos del alma argentina".

(Diario La Opinión, 30 de abril de 1976).

El golpe militar del 76

constituye un momento de

inflexión en la historia

Argentina, a partir de la

aplicación sistemática de la

doctrina de la seguridad

nacional, instrumentadas

para aplicar las recetas del

Fondo Monetario

Internacional.

La instalación

sistemática del terror, de

la cultura del

miedo, como la relación

fundante entre el Estado

y los individuos,

no ciudadanos-no sujetos

sociales ni políticos-.

La educación es una de

las victimas centrales.

Con ellas caen, las ideas

el pensamiento crítico, el

lenguaje y la memoria

histórica

Culturicidio delito contra el

derecho de gentes

consistentes en la

aniquilación intencional de

las creaciones, objetos y

valores culturales patrimonio

de un pueblo, indispensables

para la construcción de sus

subjetividades de su

identidad nacional,

con el propósito de

transformar a los sujetos

sociales en seres diferentes

en individuos

despolitizados, temerosos, a

islados, del

colectivo, disciplinados

según los intereses del

sector dominante.

La quema de libros fue para el

Proceso una práctica "purificadora"

del ser nacional.

Hubo otros fuegos que encendieron

quienes temían una represalia por

tener una biblioteca que los

inquisidores podían calificar como

"subversiva". Otro recurso fue tirar

libros en inodoros y pozos ciegos o el

enterramiento como destino de la

literatura y la prensa que podía servir

como pretexto para un operativo.

"Las prohibiciones se

instalaron en todo el ámbito

educativo y cultural. Las

famosas “listas” con los

nombres de

escritores, compositores y

artistas “no autorizados”

circulaban por

radio, TV, diarios, librerías y

escuelas. Se los hacía

“invisibles”, “no

audibles”, “no estaban”.

En 1976 se edita el libro

para niños, Un elefante

ocupa mucho espacio, de

Elsa Bornemann que gana

premios internacionales.

Un año después era

prohibido en la Argentina

por relatar una huelga de

animales."

La represión cultural se manifestó

también en la desaparición de

escritores, en un plan específico

instrumentado en el ámbito

educativo (conocido como

Operación Claridad) y en los

ataques contra editoriales. En este

sentido, los casos más alevosos

tuvieron como víctimas a la

Editorial Universitaria de Buenos

Aires (Eudeba) y al Centro Editor

de América Latina (Cedal).

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