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Lección 3 para el 20 de julio de 2019
Uno de los mandamientos de “la ley de la libertad” (Santiago 2:12) nos insta a guardar el sábado.
El sábado nos liberta del trabajo, de la soledad, del estrés, etc. Nos permite relacionarnos libremente con nuestro Creador y Libertador.
También nos enseña a confiar en el cuidado de Dios por nosotros, a practicar la igualdad y a preocuparnos por los enfermos y los necesitados.
¿Cómo guardar el sábado?
¿Por qué guardar el sábado?
¿Quién tiene que guardar el sábado?
¿Qué es lícito hacer en sábado?
¿La tierra también guarda el sábado?
“Mas en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día” (Éxodo 16:5)
Durante su esclavitud en Egipto, los israelitas habían dejado de observar el sábado.
Dios quiso recordárselo al pueblo de una manera práctica (Éxodo 16):
1. Suplió sus necesidades enviándoles “pan del cielo” (v. 4a).
2. Los animó a confiar en Él, recogiendo únicamente la parte que necesitaban para el día (v. 4b).
3. Realizó un milagro cada semana para enseñarles a descansar el séptimo día, sin preocuparse de trabajar para suplir sus necesidades (v. 6, 23).
Los gusanos destruían el maná acumulado por los desobedientes.
La doble porción que no se agusanaba les enseñaba cómo debían disfrutar del sábado en compañía de Dios.
“Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado” (Isaías 54:5)
Éxodo 20:8-11 nos invita a
recordar el poder creador de Dios, y
a descansar el sábado como Él lo
hizo (Génesis 2:2)
Deuteronomio 5:15-15 nos invita
a recordar el poder redentor
de Dios, que sacó de la esclavitud a Israel, y nos libera
de la esclavitud del pecado
El sábado es el momento de detener el frenético ritmo de nuestra vida, y reunirnos juntos y crecer espiritualmente en torno a nuestro Creador y Redentor.
Dios ha hecho del sábado una señal distintiva que deben tener aquellos que quieren adorarlo en el tiempo y forma que Él desea ser adorado (Ezequiel 20:12).
El beneficio del descanso sabático debe extenderse a todos, sin importar la edad, el sexo, o la condición social. Incluso los animales deben descansar en ese día.
Debemos invitar también a disfrutar del sábado a aquellos que, estando en nuestra casa, no acostumbran a guardarlo.
Como recordatorio de la Redención, la correcta observancia del sábado elimina toda barrera interpersonal, haciéndonos a todos iguales (Gálatas 3:28).
El sábado nos invita a desviar nuestros pensamientos de nosotros mismos y a pensar en los demás, especialmente en los más desfavorecidos.
“Entonces Jesús les dijo: Voy a haceros una pregunta: ¿Es lícito en sábado hacer el bien, o hacer
el mal?, ¿salvar una vida, o destruirla?” (Lucas 6:9 RV77)
La respuesta a la pregunta de Jesús es obvia: “es lícito hacer el bien en sábado” (Mateo 12:12).
Los fariseos habían rodeado el sábado de reglas tan rigurosas que solo se podían otorgar a un enfermo los cuidados indispensables, pero no sanarlo (Lucas 13:14).
Pero los Evangelios resaltan la necesidad de aliviar a los afligidos, y realizar obras de misericordia y benevolencia, relatando siete curaciones realizadas (algunas intencionalmente) en sábado.
El hombre de la mano seca (Mt. 12:9)
Un endemoniado (Mr. 1:21-28)
La suegra de Pedro (Lc. 4:38-39)
La mujer encorvada (Lc. 13:10-17)
El hombre hidrópico (Lc. 14:1-6)
El paralítico de Betesda (Jn. 5:1-18)
Un ciego de nacimiento (Jn. 9)
“[El hombre] Tiene que atender a las exigencias de la vida,
cuidar a los enfermos y satisfacer las necesidades de los
indigentes. Dios no quiere que ninguna de sus criaturas
sufra por una hora siquiera un dolor que pueda ser
aliviado en sábado o en cualquier otro día.
La obra del cielo no se detiene nunca y nosotros no
debemos cesar de hacer bien. La ley del sábado nos
prohíbe que hagamos nuestro propio trabajo en el día de
reposo de Jehová. La labor de ganarse la vida debe
suspenderse; ningún quehacer que tenga por objeto la
consecución de placeres o provechos mundanos resulta
lícito. Mas el sábado no debe pasarse en inútil ociosidad
[…] Dios … nos manda que dejemos a un lado nuestras
ocupaciones diarias y que dediquemos esas horas sagradas
al reposo saludable, al culto y a obras de santidad”
E.G.W. (Cristo nuestro Salvador, pg. 64)
Un año de cada siete –el año sabático– y un año por cada siete semanas de años –el jubileo–, la tierra debía quedar en barbecho, sin ser sembrada ni cosechada (Levítico 25).
Al igual que en el caso del maná, el pueblo de Israel debía confiar en recibir una bendición especial el 6º año, que les permitiese alimentarse tres años (v. 21).
Durante el sábado de la tierra, debían compartir lo que tenían con los necesitados. No debían cosechar ni almacenar el producto de los campos.
El sábado nos invita a dejar de preocuparnos por nosotros mismos, y a buscar “primeramente el reino de Dios y su justicia”(Mateo 6:33).
“Dios es misericordioso. Sus requerimientos son
razonables y concuerdan con la bondad y la
benevolencia de su carácter. El sábado fue creado
para que toda la humanidad recibiese beneficio. No
fue hecho el hombre para adaptarse al sábado; sino
que el sábado fue hecho después de la creación del
hombre, para satisfacer sus necesidades. Después que
Dios hubo hecho el mundo en seis días, reposó y luego
santificó y bendijo el día en que había reposado de
todas sus obras que había creado y hecho. Puso
aparte ese día especial para que el hombre descansase
en él de su trabajo, a fin de que mientras mirase la
tierra y los cielos, pudiese reflexionar que Dios había
hecho todo esto en seis días y reposado en el séptimo,
y que al contemplar las pruebas tangibles de la
sabiduría infinita de Dios, su corazón se llenase de
amor y reverencia hacia su Creador”
E.G.W. (Testimonios para la iglesia, tomo 2, pg. 516)
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