los residuos agrÍcolas
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CURSO DE GESTIÓN DE RESIDUOS Unidad Didáctica Nº 3
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LOS RESIDUOS AGRÍCOLAS
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3.1 EVOLUCIÓN DE LA AGRICULTURA
La agricultura es el resultado del conjunto de las acciones que transforman el
medio natural para hacerlo más apto para el crecimiento de vegetales escogidos.
En un sentido amplio, el término agricultura incluye todas las técnicas y
procedimientos necesarios para el cultivo de especies vegetales de cualquier
porte; sin embargo, suele hacerse una distinción entre:
Agricultura, en referencia al cultivo de plantas dedicadas a la producción
de alimentos. Pueden ser:
especies anuales de pequeño porte (gramíneas, hortalizas,
verduras, etc.); o
especies arbóreas de las que de cada pie (=árbol) se obtiene
una producción anual (frutales).
Silvicultura, cuando se realiza el cultivo de especies arbóreas:
no dedicadas directamente a la alimentación (aunque sus
frutos puedan significar un rendimiento secundario; p.e.,
piñones, bellotas);
proporcionan el rendimiento al cabo de varios años (el
tiempo necesario para que se desarrolle el árbol hasta un
tamaño determinado);
la "cosecha" implica daños o la destrucción total o parcial de
los pies seleccionados (cultivos para resina, corcho, madera
o pasta de papel).
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La agricultura fue decisiva para el establecimiento del hombre en asentamientos
permanentes, y sigue siendo en la actualidad la principal fuente de alimentos a
nivel mundial.
La denominación de las actividades agrícolas como pertenecientes al "sector
primario" indica que éstas constituyen la base sobre la que se asientan los otros
sectores (el secundario, o industrial, y el terciario, o de servicios).
Como transformación del medio, la agricultura/silvicultura causa una serie de
daños en el entorno. En su origen, los daños eran mínimos, ya que la actividad
agrícola se realizaba durante pocos años en una zona pequeña, cercana al
asentamiento humano; cuando disminuían las cosechas, la población se
trasladaba a otras zonas, y el terreno explotado se dejaba recuperar. Sólo se
desarrollaron asentamientos permanentes cuando los suelos eran ricos y recibían
aportes constantes de nutrientes; es decir, en los lechos de inundación de los
tramos bajos de los ríos. Por este motivo, las grandes civilizaciones de la
antigüedad se desarrollaron al lado de los ríos (p.e., Mesopotamia, Egipto).
La incorporación de los animales (équidos -caballos, burros, mulas- y bóvidos -
vacas, bueyes, búfalos-) a las labores agrícolas, y de sus excrementos como
abono, permitió el desarrollo de poblaciones permanentes en zonas más pobres.
Ambas actividades (agricultura y ganadería) se desarrollaron conjuntamente en la
mayoría de las regiones: los animales ponían la energía y el abono, y los restos
vegetales no aprovechados por el hombre servían de forraje a los animales. Por
este motivo se instituyó en Europa, durante la Edad Media, la rotación trienal
obligatoria de los campos, alternando un cereal de invierno (trigo o centeno) con
uno de primavera (avena) y un año de barbecho; las hierbas que crecen durante
el barbecho, y los rastrojos de los otros campos, eran el alimento del ganado.
A partir de los siglos XV y XVI, los agricultores intentaron desligarse del sistema
de barbecho, que obstaculizaba el desarrollo de nuevos cultivos (p.e., la patata
procedente de América). Poco a poco, los barbechos fueron sustituidos por
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cultivos de plantas forrajeras (alfalfa, trébol) y por cultivos de plantas alimenticias
(patatas, remolachas, etc.).
Al llegar la revolución industrial, en el siglo XIX, el precio de los aperos bajó y se
desarrollaron abonos químicos, pero las máquinas de vapor no tuvieron una
repercusión importante en la agricultura. El resultado fue que la población creció
a mayor ritmo que la producción agraria, que se convirtió en uno de los objetivos
del control privado (bancos, grandes propietarios, terratenientes).
Fue con el desarrollo del motor de explosión cuando la agricultura y la silvicultura
pudieron beneficiarse de las mejoras técnicas. La aparición de los tractores para
las labores agrícolas, sustituyendo a los animales de tiro, permitió aumentar la
superficie explotada y el rendimiento, y la aparición de los camiones mejoró los
beneficios al abaratar el transporte y permitir el acceso a mercados más lejanos.
Por su parte, la mayor potencia disponible con la maquinaria pesada, y el
desarrollo de pequeñas motosierras muy manejables, permitieron explotar
grandes superficies forestales, satisfaciendo las crecientes necesidades de
madera para construcción de edificios y muebles, y para la elaboración de papel.
En muchas zonas se eliminaron los cultivos tradicionales y los bosques
autóctonos en favor de especies arbóreas importadas de crecimiento rápido,
como el eucalipto, procedente de Australia.
En la actualidad, el potencial económico de un país depende más de su
capacidad de transformación de los productos naturales (sector secundario) y de
los servicios proporcionados en relación con la infraestructura asociada (sector
terciario), que de la propia productividad primaria, menos rentable. De hecho, la
distinción entre países se realiza considerando su grado de industrialización, y se
considera el porcentaje de población activa dedicada a la actividad agraria como
índice de desarrollo.
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3.2 EL SUELO
El concepto de suelo tiene distintas matizaciones según la utilización que se le
dé. Una definición completa debe considerar que el suelo es la parte sólida más
externa de la corteza, que ha sufrido y sigue sufriendo la acción de los agentes
atmosféricos y los seres vivos, y sirve de soporte físico y nutritivo a la vegetación.
Es un medio complejo y dinámico, con características físico-químicas y biológicas
propias, condicionadas por el clima de la zona, los organismos que viven en y
sobre él, y las características de la roca madre sobre la que se ha originado.
Desde un punto de vista limitado a las explotaciones agrícolas y forestales, el
suelo sirve como soporte y fuente de nutrientes para la cubierta vegetal, y la
productividad o fertilidad del suelo estarán condicionadas por las características
propias del suelo, las características de otros elementos ambientales (vegetación,
litología, pendiente, etc.), las prácticas culturales y las posibles acciones
negativas que pueda recibir (erosión, contaminación, compactación, etc.).
FORMACIÓN DEL SUELO
Los factores más importantes que condicionan el proceso de desarrollo de un
suelo son la roca madre, la topografía (factores pasivos), el clima y la vegetación
(factores activos).
Si se considera una roca desnuda, la acción de los agentes erosivos, de las
diferencias de temperatura diaria y estacional, y de los seres vivos, van
degradando poco a poco la capa externa, permitiendo el desarrollo de pequeñas
grietas y de rugosidades en las que se fijan los líquenes. La acción de estos
primeros colonizadores, y los agentes externos mencionados, va poco a poco
incrementando las grietas y las cavidades de la roca, en donde se pueden ir
depositando materiales más pequeños transportados por el viento. En estas
zonas, con algo de suelo en donde enraizarse, pueden crecer musgos y plantas
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de pequeño porte (helechos, gramíneas, crucíferas, tréboles) que van reteniendo
y fijando más materiales.
Perfil hipotético del suelo, mostrando los principales tipos de horizonte.
Ningún suelo tiene este perfil completo
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Con el tiempo, se acaba desarrollando una capa continua de materiales sobre la
roca madre, procedente de los fragmentos rotos de la misma roca y de materiales
transportados por el viento o el agua. Al ser cada vez mayor el espesor de esta
capa, las plantas de mayor porte (que poseen un sistema radicular más potente)
pueden también crecer en la zona.
La descomposición de la materia orgánica procedente de los restos de los
organismos que viven en o sobre el terreno en evolución forma, en la superficie,
una capa cuya descomposición va liberando poco a poco los nutrientes que
necesitan nuevas plantas para crecer. Finalmente, se acaba desarrollando un
suelo con varias capas, u horizontes, cada uno con unas características
determinadas. En el caso más completo (ver la figura) se distinguen 4 horizontes,
en los que a su vez pueden diferenciarse subhorizontes. El perfil del suelo está
constituido por la sección vertical de sus distintos horizontes.
El concepto de evolución del suelo hace referencia al grado de complejidad
alcanzado en relación al número y tamaño de los horizontes presentes. El
concepto de madurez del suelo hace referencia a la posibilidad de continuar
evolucionando. Un perfil inmaduro es aquel que no ha alcanzado, por falta de
tiempo o por circunstancias ajenas al propio suelo, el grado de evolución que le
correspondería.
COMPONENTES
Prescindiendo de los organismos vivos, la composición de un horizonte
superficial de un suelo evolucionado, en volumen, es: aire, 25%; agua, 25%;
materia mineral, 45%; y materia orgánica, 5%.
Atendiendo al tamaño de las partículas constituyentes, los elementos minerales
del suelo se dividen en: gravas y gravillas, tierra fina formada arenas, limos y
arcillas.
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La materia orgánica presente en el suelo procede en su mayoría de los restos de
animales (no necesariamente edáficos) y plantas. Estos restos sufren una
progresiva descomposición, pudiéndose diferenciar tres estados de evolución:
Materia orgánica fresca: formada por restos en los que puede
observarse la estructura original, o la existencia de sustancias aún no
alteradas.
Humus: materia orgánica muy transformada, formada por los
compuestos más resistentes al ataque de los microorganismos; ya no se
reconoce la estructura original.
Materia mineral.
El agua de suelo procede de las precipitaciones. Una vez que el agua se
incorpora al perfil del suelo, queda retenida en éste por fuerzas que dependen del
tamaño de los poros entre partículas y de la existencia de sustancias
higroscópicas.
Si el contenido de agua es abundante, una gran parte de ella no es retenida y
pasa a la circulación subterránea, o es absorbida por las raíces de las plantas. A
medida que el perfil pierde agua, la retención de ésta en los poros se hace más
intensa, hasta llegar a no estar efectivamente disponible para las plantas.
Por otra parte, el agua del suelo disuelve algunas sustancias presentes en éste,
formando lo que se denomina solución del suelo, que constituye el medio que
suministra materias nutritivas a las plantas.
La presencia de agua es muy importante para la evolución del suelo, ya que
participa en la mayor parte de los procesos de alteración química de la roca
madre, en los procesos de humificación y mineralización de la materia orgánica,
y en las migraciones de partículas y sustancias a través del perfil.
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El aire del suelo está contenido en los poros de mayor tamaño, siendo
desplazado con relativa facilidad por el agua. Es muy importante para todos los
organismos edáficos, ya que éstos respiran oxígeno. La lenta difusión del aire a
través del suelo condiciona la presencia de animales en profundidad. Y si hay
agua en el suelo, la difusión del oxígeno en ésta es mucho más lenta, por lo que
los animales y las raíces (cuyas células también necesitan oxígeno, que cogen
mayoritariamente del exterior) no pueden desarrollarse en los niveles inferiores
de terrenos inundados.
Los organismos vivos del suelo son en su gran mayoría microscópicos.
Algunos utilizan el suelo simplemente como refugio, mientras que otros son muy
importantes por su contribución a la degradación de la materia orgánica y a la
evolución del suelo. Entre estos organismos vivos tenemos los siguientes:
bacterias, hongos, protozoos, roedores, pequeños mamíferos, una gran cantidad
de invertebrados (insectos, crustáceos -cochinillas-, miriápodos -ciempiés,
escolopendras-, arácnidos -escorpiones, arañas, ácaros-, moluscos -babosas,
caracoles- y oligoquetos -lombrices-) y organismos vegetales que incluye los
vegetales superiores -hierbas, arbustos y árboles- e inferiores (algas, musgos,
líquenes, hepáticas y helechos).
CARACTERÍSTICAS
Las características del suelo son aquellos atributos de éste (físicos, químicos y
biológicos) que pueden cuantificarse o estimarse. Los más importantes son:
Características físicas: profundidad, porosidad, textura, estructura,
pedregosidad y capacidad del suelo para retener el agua.
Características químicas: ph del suelo, contenido de: materia orgánica,
carbonato de calcio, nutrientes, sales solubles, etc.
Características biológicas: contenido en bacterias y hongos, presencia
de macroinvertebrados.
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CUALIDADES
Las cualidades son los atributos del suelo que permiten el empleo de éste para
un uso determinado, o determinan su vulnerabilidad a tóxicos, procesos erosivos,
etc. Las cualidades más importantes son:
Cualidades físicas: drenaje interno, permeabilidad, consistencia y
plasticidad.
Productividad: cantidad de materia orgánica vegetal que puede
desarrollarse en un suelo de unas características y cualidades dadas.
CLASIFICACIONES
Los distintos sistemas de clasificación de los suelos se han basado en caracterís-
ticas y propiedades del suelo, en consideraciones administrativas, o en ambos
aspectos. Por tanto, a la hora de elegir la clasificación del suelo adecuada, debe
tenerse en cuenta, en primer lugar, el objetivo de la clasificación (científico,
técnico, administrativo) y la necesidad de evaluación más o menos cuantitativa de
los datos; y en segundo lugar, la utilidad y claridad de la clasificación para las
personas que van a utilizarla.
Son en total siete las categorías que se diferencian en la clasificación de los
suelos (las cinco primeras dependen del suelo, la sexta es intermedia entre
criterios técnicos y administrativos, y la última responde a criterios
administrativos):
1) Clasificaciones basadas en sus características intrínsecas: puramente
científicas, agrupan los suelos por su morfología, génesis y otros aspectos.
2) Clasificaciones basadas en las propiedades del suelo (propiedades
técnicas, físico-técnicas, etc.): consideran las propiedades importantes
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para distintas utilizaciones (permeabilidad, susceptibilidad a la erosión,
drenaje, salinidad, etc.).
3) Clasificaciones según la utilización actual del suelo (clasificación de
usos del suelo): se utilizan para estudiar las relaciones entre sistemas
agrarios y suelos, y son indicadoras de la aptitud actual del suelo al cultivo
o aprovechamiento que soporta o puede soportar.
4) Clasificaciones basadas en la respuesta del suelo a los cultivos y a
los métodos de actuación (abonos químicos, mejoras de drenaje, nuevas
variedades vegetales, ...).
5) Clasificaciones según las posibilidades de utilización del suelo
(clasificaciones de aptitud del suelo): son las más importantes respecto a la
planificación territorial y el uso del suelo.
6) Clasificaciones según la utilización del suelo que se recomienda.
7) Clasificaciones según el desarrollo del programa de utilización del
suelo.
Dentro de cada grupo, las distintas clasificaciones al uso dependen de los
criterios que cada desarrollador ha considerado más importantes y de la forma en
que se realiza la clasificación (mediante sistemas tabulares, jerárquicos, mixtos,
etc.).
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3.3 CARACTERÍSTICAS Y GESTIÓN DE LOS RESIDUOS AGRÍCOLAS
Las características (cantidad y tipo) de los residuos agrícolas dependen de varios
factores, especialmente del grado de mecanización agraria, la extensión de las
explotaciones y las técnicas empleadas en ellas, y de los productos empleados para
el desarrollo de la actividad.
Con el desarrollo de la agricultura moderna, la sustitución de los animales de tiro por
maquinaria pesada ha sustituido también los residuos agrícolas por un nuevo tipo de
residuos, procedentes del mantenimiento de las máquinas. En general, estos
residuos se pueden asimilar a los de tipo industrial, ya que sus características son
equiparables (restos de combustible y de aceites lubricantes, piezas rotas, etc.).
Los residuos más importantes (por cantidad y frecuencia) y característicos de las
explotaciones agrícolas (y, en menor medida, de las silvícolas) son los derivados del
uso de sustancias fitosanitarias y fertilizantes. Estas sustancias, inicialmente de
origen natural (el caldo bórdeles, o el estiércol y los purines), han sido sustituidas por
otras de síntesis, más persistentes en el ambiente y con un espectro de actividad
mayor. Entre estos tenemos:
3.3.1 LOS PLAGUICIDAS
Definición, clasificación, composición y gestión
Se incluyen bajo esta denominación las sustancias, principios activos,
preparados o formulaciones cuya utilización sea para:
prevenir o eliminar los organismos que son directa o indirectamente
nocivos para los vegetales cultivados;
controlar (regulando o inhibiendo el crecimiento) o destruir las especies
vegetales no deseadas.
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Las distintas sustancias plaguicidas se clasifican normalmente siguiendo como
criterio el tipo de organismos diana (=organismos que se pretenden combatir),
o según la composición química. Así, se pueden diferenciar:
según las dianas:
insecticidas (contra los insectos; son los más importantes)
acaricidas (contra ácaros)
molusquicidas (contra babosas y caracoles)
nematocidas (contra nematodos -un tipo de gusanos del suelo-)
rodenticidas (contra roedores)
herbicidas y sustancias fitorreguladoras (contra las "malas hierbas")
fungicidas (contra hongos y mohos)
según la composición química:
hidrocarburos clorados
clorofenoxiácidos
compuestos organofosfatados
carbamatos.
Desde un punto de vista ambiental, es más importante la clasificación según
la composición química, ya que una misma sustancia, independientemente
de su diana, puede tener efecto sobre otros grupos animales.
Los distintos plaguicidas se pueden utilizar colocando cebos, bañando las
semillas, disueltos en el agua de riego o por fumigación.
La problemática derivada del uso de plaguicidas es debida, desde un punto
de vista práctico, a la aparición de resistencias en los organismos diana,
consecuencia del uso prolongado del plaguicida. Mientras no se descubran
plaguicidas alternativos, la solución escogida en muchos casos es aumentar
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las dosis o la frecuencia de los tratamientos, lo que conlleva al daño
ambiental. De forma general, los efectos de los plaguicidas pueden notarse:
Sobre el medio edáfico:
Alterando la viabilidad del suelo como soporte de vida (por la toxicidad
inespecífica de las sustancias empleadas). Las repercusiones de esta
alteración pueden afectar a la utilización y regeneración del suelo, y a
su posible evolución (desarrollo de horizontes).
Alterando las poblaciones naturales de los organismos edáficos,
favoreciendo el desarrollo de las menos sensibles a los tóxicos, y
llevando incluso al desarrollo de organismos indeseables que antes
eran controlados por las poblaciones locales. Puede alterarse la
fertilidad del suelo si se ven afectadas las bacterias implicadas en el
ciclo del nitrógeno, o los invertebrados que mezclan la materia orgánica
e inorgánica y airean el suelo.
Sobre la flora y la fauna superior, y los alimentos:
Provocando la muerte, esterilidad y/o disminución de la capacidad de
supervivencia del organismo (por aumento de su susceptibilidad a
enfermedades o a ser presa de predadores, o por disminución de su
capacidad para capturar alimentos).
Acumulándose en los tejidos y transmitiéndose a través de las cadenas
tróficas, pudiendo ser tóxicas para organismos de zonas alejadas o a
los que en principio no afectaban.
Sobre la atmósfera: causando situaciones de contaminación atmosférica
(si se aplican con pulverizadores o con avionetas), que pueden afectar no
sólo a la zona de aplicación, sino también a zonas adyacentes (debido al
transporte por el viento).
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Sobre el agua:
Contaminando los acuíferos y las masas superficiales, provocando
unos efectos similares a los indicados para los suelos.
Originando contaminaciones y toxicidad en zonas distantes.
Gestión
El uso de los plaguicidas debe limitarse estrictamente a las situaciones en
que sean necesarios, evitando los tratamientos profilácticos (preventivos)
que, en muchas ocasiones, sólo significan un aporte de sustancias tóxicas al
ambiente, además de facilitar la aparición de resistencias.
En aquellos casos en que sean necesarios los tratamientos fitosanitarios,
deben de seguirse unos criterios de optimización:
Utilizando las sustancias que sean específicas para el problema presente.
El uso de sustancias de amplio espectro, además de tener efecto sobre
muchos organismos no tóxicos, facilita la aparición de resistencias.
Reduciendo las dosis aplicadas a lo necesario. Las dosis excesivas
pueden terminar con los organismos resistentes, pero el daño ocasionado
al ambiente es mucho mayor. Si hay aparición de resistencias debe
considerarse el empleo de soluciones alternativas.
Aplicando los productos en las condiciones adecuadas y con los mate-
riales adecuados. Por ejemplo, los productos fosfatados, que pueden ser
absorbidos por las raíces, no necesitan ser pulverizados sobre las hojas
(aunque también se puedan absorber por ellas), ya que significan una
contaminación atmosférica no necesaria. Además, si las aplicaciones se
hacen en días de viento, la cantidad de producto que queda en la zona
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del cultivo es menor, y son más extensas las zonas periféricas afectadas.
En este sentido, es mejor emplear, en las fumigaciones aéreas,
helicópteros (que "empujan" los plaguicidas hacia el suelo, con el aire de
las aspas) en vez de aviones (que simplemente lo "depositan" a cierta
altura sobre los cultivos, a expensas de las corrientes de aire).
Almacenando y/o destruyendo adecuadamente los envases y
contenedores empleados en el transporte y distribución de los
plaguicidas. Estos envases suelen recibir poca atención, pero son un foco
importante de contaminación, ya que suelen contener cantidades
importantes del plaguicida adheridos a su superficie interna. En muchas
ocasiones, son simplemente abandonados en los alrededores de las
instalaciones en donde se guarda la maquinaria agrícola.
Utilizando procedimientos alternativos:
Lucha biológica: se emplean depredadores, parásitos o
patógenos naturales de la especie que quiere eliminarse. Los
más interesantes son parásitos y patógenos, debido a la
especificidad que muestran hacia sus hospedadores. En
cualquier caso, estos procedimientos deben usarse con cautela,
ya que es posible que el depredador o el parásito puedan
convertirse a su vez en un problema.
Un segundo procedimiento de lucha biológica consiste en la
liberación de organismos alterados genéticamente: en muchas
especies de insectos, las hembras se aparean sólo una vez; por
tanto, si se esterilizan machos de la especie y se liberan, las
hembras que copulen con ellos no habrán sido fecundadas y
tampoco dejarán que otros machos las fecunden. Este procedi-
miento tiene que realizarse durante varias generaciones de los
insectos, hasta asegurar que su población se reduzca a cero.
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Empleando variedades resistentes de plantas.
Empleando cebos (de luz o de sonido) que atraigan las plagas
hacia zonas distintas del cultivo. Este procedimiento parece
válido para algunas especies de insectos.
Realizando un control bioambiental, consistente en la
realización de prácticas o procedimientos comunes que afecten
negativamente a las plagas. En este apartado se incluyen el
barbecho, los cambios en las fechas de siembra, el empleo de
fertilizantes al comienzo del desarrollo vegetal (para obtener un
crecimiento inicial más rápido), la eliminación de los restos
vegetales tras recoger la cosecha, etc.
3.3.2 LOS FERTILIZANTES
Definición, composición, dosificación, problemática y gestión
Los fertilizantes son sustancias inorgánicas que contienen fósforo,
nitrógeno, potasio y/o algún metal (hierro, magnesio, manganeso, zinc, etc.),
en cantidades tales que permiten o favorecen el crecimiento de los vegetales.
Se trata de mezclas artificiales de sustancias sintéticas o que ya existen en la
naturaleza.
Los abonos son fertilizantes, residuos animales o vegetales, u otra materia
cualquiera que se mezcla con la tierra para favorecer el crecimiento vegetal.
Normalmente, fertilizantes y abonos se consideran como sinónimos.
La finalidad de estas sustancias es aumentar la cantidad de nutrientes para
las plantas, bien devolviendo a la tierra los que le habían sido extraídos por
las cosechas o arrastrados por las aguas, o bien aportándole los elementos
que le faltan. Es decir, su función es mejorar las características químicas del
suelo.
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Los nutrientes principales necesarios para el crecimiento de las plantas son
elementos de gran importancia biológica, sin cuya presencia ningún
organismo puede vivir. Estas sustancias son:
nitrógeno (imprescindible para la formación de las proteínas)
fósforo (imprescindible para la formación de los ácidos nucleicos y del
ATP -la moneda energética de las células-)
magnesio (imprescindible para la formación de la clorofila)
azufre (necesario para la formación de algunas proteínas)
hierro, cromo, zinc, cobre, cobalto, ... (básicos para la actividad de
diversas enzimas)
potasio, calcio, sodio (necesarios para los procesos de paso de
sustancias a través de membranas biológicas -membranas celulares,
mitocondrias, cloroplastos, etc.-).
Aunque no son fertilizantes propiamente dichos, se pueden incluir bajo este
concepto los compuestos que se utilizan como correctores. Estas
sustancias se incorporan al suelo para mejorar sus características físicas.
En la mayoría de los casos, las sustancias aplicadas al suelo tienen la doble
utilidad de servir como abonos y como correctores, aunque predominando
una de estas funciones sobre la otra. Por ejemplo, la arena que se agrega a
un suelo arcilloso para hacerlo más permeable, o la arcilla que se añade a
un suelo arenoso para darle más cohesión y que retenga mejor el agua, son
correctores; pero si la arena añadida es calcárea, o la arcilla tiene un alto
contenido en potasio, pueden servir también como abonos. En general, los
yesos y las margas tienen la doble función de abonos y correctores.
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Del mismo modo, todas las materias orgánicas son también abonos y
correctores, ya que al descomponerse originan el humus, que desde un
punto de vista físico mejora las características de los suelos tanto
compactos como sueltos.
Composición
Si se considera la composición global del abono, se puede diferenciar entre
abonos minerales y abonos orgánicos. Los abonos minerales (nitratos y
fosfatos, sales de amonio, etc.) se caracterizan por tener una composición
química relativamente sencilla, conteniendo un solo elemento fertilizante
(abonos simples), o dos o más (abonos compuestos), obtenidos mediante la
mezcla de abonos simples, o mediante reacciones químicas que originen
sustancias o partículas que contengan varios elementos (abonos complejos).
Los abonos orgánicos (estiércol, guano, restos orgánicos, residuos urbanos
e industriales, lodos de depuradoras) son un tipo de abono complejo
procedente de restos o excrementos de organismos, caracterizado por una
composición química especialmente compleja. Este tipo de abonos aporta
principalmente nitrógeno. Para utilizarlos es necesaria su completa
descomposición, a fin de obtener los compuestos inorgánicos que son los
absorbidos por las plantas.
Desde un punto de vista práctico, al agricultor le interesa más conocer qué
tipo de compuesto, y en qué presentación (mineral u orgánica) es el que
aporta el abono. Así, se pueden diferenciar:
abonos nitrogenados: pueden presentarse bajo cuatro formas
distintas:
con nitrógeno orgánico:
- abono flamenco (heces humanas)
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- púdrete (heces humanas)
- guano (heces de aves)
- estiércol (heces de animales de granja)
- sangre
- materias córneas, residuos del cuero o la lana
- basuras y compost
- tortas de semillas (turto)
- abonos verdes (restos de plantas)
con nitrógeno amoniacal:
- sulfato amónico
- cianamida cálcica
- urea
con nitrógeno nítrico:
con nitrógeno amoniacal y nítrico:
- nitrato amónico
con nitrógeno amoniacal y nítrico:
- nitrato amónico
abonos fosfatados: pueden suministrarse en cuatro formas
distintas:
con fosfato tetracálcico (procedente de escorias)
con fosfato tricálcico:
- fosfatos naturales (minerales)
- fosfatos animales
- polvo de huesos
- ceniza de huesos
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con fosfato bicálcico:
- fosfatos bicálcicos
- fosfatos precipitados
con fosfato monocálcico:
- superfosfatos simples
- superfosfatos dobles.
abonos potásicos: pueden ser de dos tipos:
sales en bruto (silvinita)
sales refinadas:
- cloruro potásico
- sulfato potásico
- nitrato potásico
- carbonato potásico.
El sulfato amónico, (NH4)2S04/ y el nitrato amónico, NH4NO3, son los
fertilizantes nitrogenados típicos. Se pueden preparar a escala industrial en
grandes cantidades a costo relativamente bajo (por reacción de amoniaco
con ácido sulfúrico o nítrico, respectivamente).
El fósforo es otro elemento fundamental, normalmente presente en el suelo
en cantidades insuficientes para soportar cultivos intensivos. Puede aportarse
en forma de polvo de huesos, pero lo más frecuente en la actualidad es que
se utilicen los llamados superfosfatos, obtenidos por reacción entre el ácido
sulfúrico y los fosfatos rocosos (el producto resultante tiene un 20% de
fósforo), o los superfosfatos enriquecidos, que se obtienen tratando el fosfato
natural con ácido fosfórico (el resultado es un producto con hasta el 40% de
fosfato soluble). Otra posible fuente de fósforo para abono son los residuos
de algunos procesos industriales de fabricación de aceros.
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El potasio, necesario para el crecimiento vegetal y para aumentar la
resistencia a las enfermedades, se suele obtener del sulfato potásico, K2S04,
y del cloruro potásico, KCI, compuestos que pueden encontrarse en
yacimientos salinos.
Dosificación
Los distintos abonos no pueden ser aprovechados por las plantas en tanto no
estén en forma de productos químicos (sales) solubles capaces de ser
absorbidos por las raíces. Por este motivo, los abonos orgánicos deben
administrarse con tiempo suficiente para permitir la descomposición de la
materia orgánica, de modo que las sales minerales estén formadas para el
momento en que las plantas empiecen a necesitarlos. El estiércol o el guano
suelen esparcirse por encima de la tierra, que luego se labra, mientras que
los purines se rocían o se bombean sobre los pastos.
Algunos fertilizantes líquidos, como los utilizados en horticultura, sólo
contienen nutrientes solubles, rápidamente absorbidos y utilizados por las
plantas. En ocasiones, el fertilizante se aplica directamente a las hojas, en
donde son absorbidos por los estomas (pequeñas aberturas a través de las
cuales las plantas respiran), aprovechándose el 90% de los nutrientes
aportados. Sin embargo, lo más normal, sobre todo a nivel industrial, es la
aplicación en superficie, esparciéndolos mecánicamente sobre la tierra. En
general, los fertilizantes suelen presentarse comercialmente en forma de
gránulos o bolas, preparados de manera que se descompongan a una
velocidad predeterminada para proporcionar un suministro continuo de
nutrientes a las plantas en crecimiento, evitando la necesidad de repetir con
frecuencia la operación de abonado. Pueden aplicarse mediante métodos
variados, desde la aplicación manual hasta la distribución mecanizada.
Problemática
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Si las plantas carecen de los nutrientes necesarios, se produce la
ralentización o inhibición de su crecimiento, y el estado fisiológico deficitario
en que se encuentran las puede hacer más fácilmente susceptibles a
enfermedades. El exceso no suele tener consecuencias negativas directas
para las plantas, salvo la posible salinización del suelo y la toxicidad derivada
de este hecho o la procedente del exceso de algunos metales.
Es necesario dar al suelo un abonado completo, que comprenda abonos
nitrogenados, fosfatados y potásicos. Para la utilización racional de los
abonos deben tenerse en cuenta algunos principios importantes:
La "ley del mínimo" indica que las cosechas son proporcionales al
elemento fertilizante absorbible y asimilable que se halla en cantidad
más reducida en el suelo, en relación con las necesidades de las
plantas.
La "ley de restitución" señala que, teniendo en cuenta la riqueza del
suelo, es indispensable devolverle, al menos, lo que las cosechas
precedentes le han sustraído.
La teoría del "adelanto en los cultivos" conduce a realizar los abonados
con antelación suficiente, para que los nutrientes estén a disposición de
las plantas para cuando éstas los necesiten.
La "ley del rendimiento óptimo" recomienda no poner abonos inútiles
cuyo coste no sería recuperado por la venta de la porción adicional de
cosecha que habrían proporcionado.
El abono principal es el estiércol, que aporta elementos fertilizantes, mejora
la constitución física del suelo, y aporta microorganismos útiles. Los lodos
procedentes de las estaciones depuradoras de aguas, y en menor medida
los procedentes de las plantas de procesamiento de residuos urbanos,
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RECAI 88
también se utilizan como abonos, especialmente en horticultura. Sin
embargo, presentan el serio problema de poder presentar componentes
tóxicos procedentes de vertidos incontrolados. Además, aunque los mejores
abonos son los orgánicos, aportan cantidades variables de nitrógeno (según
la especie e incluso los animales concretos de los que proceden) y pueden
ser deficitarios en otros nutrientes fundamentales. Por estos motivos, los
abonos orgánicos han sido sustituidos en muchas explotaciones industriales
por los abonos artificiales, ya que éstos permiten controlar las cantidades de
nitrógeno y otros elementos que se adicionan al suelo.
Los principales problemas derivados del uso de los abonos proceden de su
utilización inadecuada (por inadecuación al tipo de plantas cultivadas o de
suelo, la cantidad administrada, el momento de administración, etc.) o de su
desigual distribución. P.e., en EE.UU. se usan más abonos en las pistas de
tenis, jardines y campos de golf que en todos los cultivos de la India. Los
efectos más importantes repercuten:
Sobre el medio edáfico:
Provocando alteraciones en las poblaciones naturales de
organismos edáficos (sobre todo, bacterias), principalmente por
los aportes orgánicos (estiércol) que pueden introducir nuevos
organismos, algunos incluso patógenos. Los desequilibrios en
las poblaciones bacterianas pueden alterar la evolución del
suelo y sus posibles usos.
Alterando la calidad del suelo y su capacidad de soportar vida,
debido a la sobreutilización de abonos químicos que salinizan
el suelo y/o cambian el pH, o de abonos orgánicos
(procedentes de depuradoras y residuos urbanos)
contaminados con metales.
Sobre los cultivos:
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RECAI 89
Permitiendo el crecimiento de plantas no deseadas, como
consecuencia de la mayor cantidad de nutrientes disponibles.
Esto aumenta los costes de producción (por la necesidad de
separar las plantas o de realizar tratamientos con herbicidas)
y/o disminuye la productividad del cultivo.
Causando una toxicidad directa o indirecta sobre las plantas,
consecuencia de la salinización, la acumulación de metales y/o
la alteración de las características del suelo.
Sobre las aguas:
Produciendo la contaminación de acuíferos y aguas
superficiales por amoniaco (basificador del medio), nitratos
(acidificadores) y nitritos (muy tóxicos; originados a partir de los
nitratos y amoniaco). El resultado es la pérdida de calidad del
agua (para consumo y usos recreativos) y su alteración y
ocasional inviabilidad para los organismos acuáticos.
Produciendo la contaminación por componentes tóxicos o
peligrosos (metales, microorganismos patógenos, parásitos);
estos problemas se pueden dar sólo con abonos orgánicos
(estiércol, lodos de depuradoras, residuos urbanos).
Originando procesos de eutrofización, cuando la contaminación
es debida a fosfatos (en menor medida, a nitratos y amoniaco).
Como resultado, hay crecimientos masivos de algas (alterando
las características organolépticas del agua y pudiendo generar
situaciones de anoxia) y formación de espumas en superficie
(alterando los procesos de intercambio aire-agua y causando
daños estéticos).
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RECAI 90
Gestión
El uso de los fertilizantes debe realizarse según los criterios de racionalidad
antes indicados. Para una mejor adecuación a las condiciones del cultivo, es
conveniente realizar un análisis previo de las características del terreno y de
las aguas de riego (para determinar si éstos contienen, de forma natural, las
sustancias que se pretenden añadir). En caso de utilizar abonos orgánicos, el
análisis de su composición química puede permitir disminuir los
requerimientos suplementarios de fertilizantes, a la vez que detectar posibles
niveles tóxicos de metales. Estas medidas, sin embargo, se enfrentan a un
problema técnico (debido a las posibles variaciones en el tiempo de la
composición de los abonos orgánicos) que obliga a realizar continuos
análisis, aumentando los costos.
Cuando sea necesario realizar un abonado con productos químicos, deben
de seguirse unos criterios de optimización:
Utilizando las sustancias y las dosis correctas, según los objetivos
perseguidos y las condiciones del terreno (para evitar
contaminaciones del suelo y de las masas de agua).
Aplicando los productos en las condiciones adecuadas y con los
materiales adecuados. Es de especial importancia evitar los abonados
en épocas de frecuentes lluvias, ya que el lavado de los productos
será importante, contaminando las aguas y disminuyendo la
efectividad del tratamiento sobre el cultivo.
Almacenando y/o destruyendo adecuadamente los envases y contene-
dores empleados en el transporte y distribución de los abonos.
Aunque son menos peligrosos que los que han contenido plaguicidas,
su acumulación en determinadas zonas de las instalaciones agrícolas
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RECAI 91
puede representar una importante fuente de contaminación de los
acuíferos.
Utilizando procedimientos alternativos, consistentes en el cultivo de
plantas que contengan en sus raíces bacterias o algas cianofíceas
simbiontes que fijen el nitrógeno atmosférico, consiguiéndose un
abonado natural. Estas plantas incluyen algunas gramíneas (arroz,
avena, sorgo, cebada, y otras), leguminosas (herbáceas -alfalfa,
trébol-y leñosas -genistas, retamas, acacias-) y algunos árboles y
arbustos no leguminosas (como los alisos y los mirtos).
Son especialmente importantes las leguminosas, pero tienen el problema
que no pueden autoabastecerse de nitrógeno a pesar de su capacidad
fijadora, por lo que requieren abonos nitrogenados, al menos durante las
primeras fases de crecimiento, aunque en cantidad menor que otros
cultivos.
3.4 LAS PRÁCTICAS AGRÍCOLAS
Para las explotaciones agrícolas/silvícolas, tan importante como las características
y cualidades de los suelos son las técnicas de preparación del terreno y de cultivo
que realicen los agricultores. En este sentido, son distintas las técnicas agrícolas y
silvícolas (y los problemas derivados de ellas).
Agricultura
Pueden diferenciarse las normas y técnicas empleadas en la agricultura general
(destinadas a la explotación de los suelos, su mejoramiento, abonado, etc.), y las
empleadas en la agricultura especial (para el cultivo de las distintas plantas,
teniendo en cuenta sus características biológicas, variedades, parásitos,
rendimientos y mercados, etc.).
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En la agricultura general, las principales labores que se realizan son el drenaje, el
riego, el abono y el laboreo agrícola, éste último encaminado a desmenuzar el
suelo, airearlo, mezclarlo con los abonos y facilitar la penetración y retención del
agua. Para realizar esta operación se utiliza el arado, distinguiéndose las siguientes
modalidades:
labores poco profundas (surcos de 10 cm. de profundidad);
labores medianamente profundas (15 a 25 cm. de profundidad);
labores profundas (25 a 40 cm. de profundidad); y
labores de desfonde (de 50 a 80 cm. de profundidad).
Las dos últimas (profundas y de desfonde) pueden esterilizar el suelo por periodos
de 1 a 2 años, al romper completamente la estructura de los horizontes A y B.
Las labores superficiales consisten en rastrillar, allanar con el rodillo, arar, binar
(quitar las malas hierbas), terciar (dar la tercera reja o labor a las tierras, para
prepararlas para el cultivo) y aparear (colocar las bandas paralelas). Según el tipo
de suelo y, sobre todo, su grado de humedad, deben realizarse labores distintas:
labores en tablas (arado en bandas anchas, de 6-25 cm. de anchura,
separadas por surcos; apropiadas para terrenos húmedos e impermeables);
labores en caballones (bandas estrechas separadas cada 4-6 surcos por uno
más profundo; apropiadas para terrenos húmedos e impermeables);
labores en llano (realizadas con arados de doble vertedera).
Estas labores no deben llevarse a cabo en suelos helados o demasiado secos (ya
que se favorecería el desarrollo de las malas hierbas), ni en suelos demasiado
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RECAI 93
húmedos (por el peligro de empastamiento y pérdida de la estructura del suelo),
sino en una tierra suelta que no se pegue a la vertedera y que se desmenuce al
volcarla.
Además de las labores, en la práctica agrícola es muy importante el sistema de
cultivo que se utilice. Pueden diferenciarse tres categorías de explotaciones
agrícolas: aquellas en que la producción vegetal es la actividad económica
dominante; aquellas en que predomina la ganadería; y aquellas en de producción
mixta.
Una vez establecido el objetivo de la producción, se fija la rotación de los cultivos a
realizar. Las rotaciones determinan la sucesión de plantas cultivadas en los mismos
terrenos, justificadas por varios motivos:
Es necesario utilizar todas las capas del suelo; después de un cultivo de
plantas de raíces superficiales, se plantan otras de raíces profundas.
Es necesario cultivar plantas que tengan distintas necesidades,
alternando, p.e., entre las que consumen mucha y poca agua, o entre las
que consumen nitratos y las que los aportan (como, p.e., las
leguminosas).
Se evita el desarrollo de enfermedades y malas hierbas que puedan
perpetuarse sobre el mismo suelo.
Se escalonan los trabajos agrícolas a lo largo del año (al evolucionar
cada cultivo a un ritmo distinto, cada uno tendrá un momento distinto
para la preparación del terreno, el abonado, el cosechado, etc.).
A partir de los objetivos de la producción y del tipo de rotación, se establecen
los medios técnicos (maquinaria) y de tipo biológico (variedades vegetales,
abonos) que el agricultor necesita (agricultura especial). Estas decisiones son
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complejas, ya que unas influyen sobre otras. P.e., el cultivo de espárragos
como especie dominante exige grandes cantidades de materia orgánica
(estiércol), que requiere la cría de ganado y la producción de paja (cereales)
para el establo; si se escogen vacas lecheras como ganado (para aprovechar
el mercado de la leche o los terneros de cría), es necesario pensar en el cultivo
de las plantas que se necesitan para su alimentación (maíz, alfalfa, etc.).
Como se ve, algo aparentemente tan sencillo como cultivar unas plantas es en
realidad un proceso complejo sometido a muchos factores condicionantes,
entre los cuales los más importantes son los requerimientos de las especies
cultivadas (el ejemplo comentado de los espárragos) y sus posibles
enfermedades. Para solventar en la medida de lo posible estos problemas, los
agricultores recurren a los abonos químicos (simplificando el diseño de las
explotaciones, al permitir separar los cultivos de la ganadería y obviar el
problema de las rotaciones) y a los productos fitosanitarios (que eliminan las
malas hierbas y las enfermedades, pudiendo especializar el cultivo en una o
pocas especies, en régimen intensivo, sin necesidad de hacer rotaciones).
Silvicultura
Los distintos tratamientos silvícolas se realizan en función del uso que se pretende
dar a la masa forestal (recreo, protección del suelo, producción de madera, resina,
corcho o cualquier otro producto derivado). En cualquier caso, pretenden conservar
la masa forestal y mantener la estructura de edad de los pies que la componen
(convirtiéndola en un recurso renovable y mantenible en el tiempo).
Para asegurar una producción continuada en el futuro, se ha creado el concepto de
"bosque normal", como aquel que contiene una sucesión regular y completa de
todas las clases de edad, desde la menor a la mayor. Las distintas clases de edad
están representadas en una correcta proporción, densidad y distribución, de manera
que a medida que cada una de ellas alcanza el estado considerado de madurez,
puede ser cortada (en los denominados turnos) y regenerada (por la plantación de
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nuevos pies o la recuperación de los talados). El intervalo entre cortas se mantiene
constante cada año o periodo de años mientras se mantenga el estado "normal" del
bosque.
Por tanto, los fines principales de un tratamiento silvícola van encaminados a la
adecuada distribución de los pies en la masa y a su más rápida, fácil y segura
regeneración. Dependiendo del tipo de masa forestal (monte alto, medio o bajo), los
tratamientos específicos pueden variar. A grandes rasgos, los tratamientos silvícolas
pueden dividirse en:
Tratamientos principales de cultivo, basados en la edad de los pies.
Incluyen:
Tratamientos generales (métodos de ordenación de cortas, para
lograr la forma principal de la masa).
Tratamientos parciales (métodos de cultivo, similares a los de la
agricultura: laboreo, fertilizado, realización de binas, etc.).
Tratamientos complementarios
Tratamientos transitorios: son temporales y pueden ser:
De conservación, cuando se pretende cambiar el modo de
reproducción (p.e., pasar de monte alto-semillas- a monte bajo –
brotes-).
De transformación, cuando se pretende cambiar de forma principal
(p.e., pasar de masa regular a irregular).
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Cambio de especie (p.e., el “enresinamiento”, que consiste en cambiar
una frondosa – p.e., robles, encinas, hayas – por una resinosa -
normalmente, pinos-).
3.5 PROBLEMÁTICA AMBIENTAL DE LA AGRICULTURA
La problemática actual de la agricultura/silvicultura puede enfocarse desde dos
puntos distintos de vista, que corresponden con el de los países en vías de
desarrollo/subdesarrollados y el de los países industrializados: en los primeros, con
gran cantidad de la población dedicada al sector primario, los cambios introducidos
han sido poco importantes o inexistentes con respecto a las técnicas primitivas,
debido sobre todo a condicionantes de tipo económico.
Por el contrario, en los países industrializados se ha producido la paulatina pérdida
de importancia de la agricultura en el esquema económico nacional (en favor de la
industria y el sector de servicios), la concentración de la tierra en pocas manos, la
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RECAI 97
sustitución de la mano de obra humana por maquinaria, el incremento de la
superficie que es cultivada, y la introducción de mejoras técnicas con
repercusiones ambientales.
En realidad, se trata de una evolución a dos velocidades distintas, ya que la
actividad agrícola de los países desarrollados fue en algún momento idéntica a la
que poseen en la actualidad los países en vías de desarrollo; simplemente, los
primeros pudieron cambiar sus técnicas agrícolas, mientras que los segundos
tienen que seguir manteniéndolas.
El factor condicionante es de tipo económico: las regiones en donde se mantienen
técnicas primitivas o poco productivas son regiones poco aptas para la agricultura
(áridas, con malos suelos), de tipo subsistencia, en donde el agricultor puede
sentirse contento la temporada en que la cosecha permite tener alimento para el
resto del año y pagar las deudas. En estas condiciones, por muy necesaria o muy
provechosa que pueda ser la adquisición de maquinaria o de mejoras técnicas, la
falta de dinero impide su introducción, manteniéndose el círculo: baja producción
poco dinero incorporación de nuevas tecnologías-baja producción.
Las técnicas silvícolas no han experimentado cambios tan grandes como los
producidos en las técnicas agrícolas. En los países industrializados, pueden
distinguirse dos fases distintas: la de la agricultura tradicional, que en nuestro caso
caracteriza las épocas anteriores a la década de los '50, con técnicas que poco se
diferenciaban de las utilizadas por los romanos 20 siglos antes; y la agricultura
moderna, desarrollada a partir de los años '50-'60, en la que la mecanización de
las actividades permite una mejora de las explotaciones y un incremento de la
producción. Los efectos de cada tipo de agricultura sobre el medio son distintos,
más graves los causados por las técnicas modernas.
La agricultura tradicional: Se considera como agricultura tradicional la realizada
con las mismas técnicas y métodos empleados por el hombre antes de la
incorporación a las explotaciones de las máquinas con motor de explosión.
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Se trata, por tanto, de una actividad poco mecanizada, en la que el trabajo es
proporcionado por la fuerza del hombre o de diversos animales, que sirven a la vez
de fuente de abono orgánico. La baja mecanización tiene dos implicaciones
importantes para el medio:
La alteración de la estructura del suelo es pequeña, ya que durante el arado
no se penetra a mucha profundidad (es una cuestión de fuerza). Por tanto, el
mismo terreno puede recuperarse si se deja en barbecho durante un año; y si
se abandona el terreno, al ser de poca extensión, la regeneración de toda la
zona se produce en poco tiempo.
La ausencia de medios técnicos apropiados evita o limita en gran medida el
cultivo en superficies inclinadas. Además, y salvo en zonas montañosas,
suele haber terrenos más llanos y productivos que puedan ser más
fácilmente cultivados. Por tanto, los efectos erosivos debidos a la eliminación
de la vegetación y el movimiento de la tierra en las laderas de montes y
montañas son mínimos o nulos.
La agricultura moderna: Los dos aspectos principales que diferencian este tipo de
agricultura de la tradicional son la utilización de maquinaria pesada, de abonos
químicos y de productos fitosanitarios de síntesis para aumentar la producción.
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La utilización de maquinaria para el desarrollo de la actividad agraria implica la
aparición de residuos tóxicos ligados al funcionamiento y mantenimiento de las
máquinas: restos de combustible y lubricantes, piezas rotas o en mal estado que
son abandonadas, etc. Además, al tratarse de máquinas pesadas, provocan la
muerte de las plantas que se encuentran en su camino y compactan el suelo,
llevando a la formación de roderas fácilmente erosionables en los caminos que
frecuentan.
La gran ayuda que significa la maquinaria permite el acceso a zonas más lejanas,
por lo que la superficie que ahora puede ser cultivada es mucho mayor. Esto
significa un retroceso más rápido de la vegetación autóctona en favor de los
cultivos, y un mayor daño directo al ambiente, al ser ahora mayor la profundidad
que puede ser removida durante el arado. Por otro lado, al mejorarse la producción
mediante la utilización de abonos químicos, se intenta sacar el máximo provecho de
todas las superficies disponibles, incluyendo las laderas que antes eran respetadas
(o no consideradas como válidas). Como resultado, la erosión es mayor.
El uso conjunto de la maquinaria y los abonos aumenta la densidad de cultivo,
aumentando la productividad por superficie de terreno cultivado, a la vez que
disminuye las necesidades de mano de obra, creando un problema social añadido
(paro agrícola, migración a las ciudades).
La mayor cantidad de plantas cultivadas, y la mayor superficie de cultivo, tienen
varias consecuencias ambientales. Por un lado, la amplia sustitución de terrenos
naturales por monocultivos significa una importante disminución de la biodiversidad
de la región, originando pequeñas "islas" de vegetación autóctona separadas por
zonas de cultivo; el aislamiento de las poblaciones animales confinadas a estas
islas puede llevar a su desaparición. En caso de que se produzca el abandono de la
actividad agraria, la mayor superficie significa también un mayor tiempo de
recuperación por parte de la vegetación autóctona.
En segundo lugar, las nuevas técnicas de cultivo implican unos requerimientos de
agua muchos mayores, que son obtenidos de desviaciones de cursos de agua o de
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RECAI 100
extracción del agua de acuíferos. Además, y confiando en los adelantos técnicos,
en ocasiones se intentan cultivar plantas no aptas para el ambiente (plantas con
elevados requerimientos de agua -p.e., maíz-, en zonas de secano). Los daños
causados son mucho mayores, ya que la zona afectada por un cultivo excesivo o
mal diseñado puede ser muy amplia, tan amplia como la zona a la que abastece el
acuífero sobreexplotado.
El último aspecto importante para el ambiente, derivado de las técnicas agrícolas
modernas, es el debido a la toxicidad producida por los abonos químicos de síntesis
y por las sustancias fitosanitarias, y por los contenedores de estas sustancias
(normalmente de plástico).
3.6 LA REVOLUCIÓN VERDE
Se denomina Revolución Verde en
los círculos internacionales al
importante incremento de la
productividad agrícola. Gran parte de
la producción mundial de alimentos
de la actualidad se ha logrado gracias
a lo que se conoce como Revolución
Verde, ocurrida entre 1940 y 1970 en
Estados Unidos
Dado que en los países desarrollados se tiende a abandonar la agricultura como
actividad económica importante, muchas relaciones comerciales internacionales se
basan en el intercambio de alimentos por tecnología, en ocasiones inadecuada para
los países receptores. El caso más notorio fue la llamada revolución verde,
consistente en la introducción de variedades vegetales (de cereales y arroz) de alto
rendimiento.
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La revolución verde se inició en México a finales de la Segunda Guerra Mundial,
con cereales. Los resultados fueron espectaculares, ampliándose al arroz a
comienzos de los años '60, en las Filipinas. Los resultados fueron de nuevo
sensacionales, por lo que la revolución verde con los cereales se amplió a países
como la India, Pakistán, Turquía, Afganistán, Nepal y el norte de África, y a Taiwán,
Sri Lanka y la India con el arroz. En estos casos, se ha producido un sobrante de
alimentos vendible a los consumidores urbanos y ha dado lugar a intercambios
comerciales con otros países.
Sin embargo, estas variedades sólo son realmente interesantes bajo condiciones
ideales, con mucha agua, buen drenaje, grandes cantidades de abonos y protección
química contra las enfermedades. Con la sola falta de uno de estos requisitos, estas
variedades producen una cosecha inferior a la que se habrían obtenido con las
variedades tradicionales.
El principal problema ocurrió a mediados de los '70, con la crisis del petróleo, que
encareció el precio de los abonos. Además, a medida que se extendían los
monocultivos aumentaba el riesgo de enfermedades y plagas; y aunque las nuevas
variedades eran más resistentes a las enfermedades más comunes para ellas, las
plagas por agentes poco frecuentes podían arruinar la cosecha entera.
La mayor desilusión de la revolución verde es que las nuevas variedades de alto
rendimiento no han aportado prácticamente nada a la hora de satisfacer las
necesidades alimenticias de los países pobres. Los cultivos con fines industriales
están orientados a obtener grandes ganancias, en vez de ser destinados a la
alimentación de la población. En México, en donde empezó la revolución verde y
donde la producción de trigo ha aumentado mucho, la mayoría de las cosechas
mejoradas son dedicadas a la exportación, y el efecto indirecto ha sido el
encarecimiento de los terrenos, a medida que los grandes propietarios necesitaban
más superficie para acaparar y aprovechar al máximo las ventajas de los nuevos
métodos.
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Además de sobre la economía de los países implicados, la revolución verde ha
tenido efectos nocivos sobre la naturaleza, ya que muchas variedades locales de
plantas comestibles están en peligro de extinción. Por otro lado, las variedades de
alto rendimiento se caracterizan por tener un crecimiento rápido; en el caso de los
vegetales, los tejidos esqueléticos no se basan en proteínas, sino en carbohidratos
(celulosa), por lo que estas variedades son ricas en hidratos de carbono, pero
tienen pocas proteínas. La sustitución de las variedades tradicionales por las de alto
rendimiento puede implicar una alimentación deficitaria en proteínas.
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